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La destrucción de Pemex:
adiós a la industrialización
ALEJANDRO NADAL
Entre más estrechos son los eslabonamientos, más fuerte es la transmisión de efectos a
lo largo de todo el entramado industrial. En cambio, cuando los eslabonamientos son
débiles, la cadena de transmisión es endeble. En el caso extremo tenemos a la industria
maquiladora, con una muy débil conexión con el resto de la industria. Eso explica por qué
cuando crece la industria maquiladora, como en los últimos años de los 90, el efecto de
arrastre sobre el resto de la economía es despreciable.
El discurso del gobierno no deja lugar a dudas. Nunca habla de adquirir capacidad, sólo
se refiere a la adquisición de tecnología. Es obvio que no es lo mismo. Una empresa puede
adquirir una máquina herramienta de control numérico, pero no por ello habrá adquirido la
tecnología para producir esa máquina. Y es que a los funcionarios de este gobierno, como a
los de los últimos cuatro sexenios, el tema de la adquisición de capacidades tecnológicas les
tiene sin cuidado (probablemente ignoran lo que significa).
A partir de 1982 Pemex fue impedido de realizar las inversiones que se necesitaban en
materia de desarrollo tecnológico. Los canales de aprendizaje y asimilación de tecnología
que se habían construido a través del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) fueron
desmantelados poco a poco. En los años 80 el IMP estaba por encima de todas las firmas
brasileñas de ingeniería petrolera juntas. Hoy Petrobras ha adquirido una fuerte capacidad
tecnológica mientras el IMP ha sido relegado a un papel secundario en los proyectos de
Pemex. La explicación es sencilla: el IMP fue relegado al papel de gestor y administrador
de proyectos, con una intervención periférica en los pocos grandes proyectos de Pemex.
Con la reforma energética el IMP se hundirá irremediablemente. La tecnología de las
empresas trasnacionales seguirá siendo una caja negra para la industria mexicana.