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FILOSOFÍA DEL LENGUAJE ORDINARIO (Textos) PDF
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I) LUDWIG WITTGENSTEIN
§23. ¿Pero cuántos géneros de oraciones hay? ¿Acaso aserción, pregunta y orden?— Hay
innumerables géneros: innumerables géneros diferentes de empleo de todo lo que
llamamos «signos», «palabras», «oraciones». Y esta multiplicidad no es algo fijo, dado
deuna vez por todas-, sino que nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como
podemos decir, nacen y otros envejecen y se olvidan. (…) Es interesante comparar la
multiplicidad de herramientas del lenguaje y de sus
modos de empleo, la multiplicidad de géneros de palabras y oraciones, con lo que los
lógicos han dicho sobre la estructura del lenguaje. (Incluyendo al autor del Tractatus
logico-philosophicus)”
Investigaciones Filosóficas (1953)
"En primer lugar, las palabras son nuestras herramientas, y, como mínimo, debiéramos
usar herramientas pulidas: debiéramos saber qué significamos y qué no, y debemos estar
prevenidos contra las trampas que el lenguaje nos tiende. En segundo lugar, las palabras
no son (excepto en su propio pequeño rincón) hechos o cosas: necesitamos por tanto
arrancarlas del mundo, mantenerlas aparte de y frente a él, de modo que podamos darnos
cuenta de sus inadecuaciones y arbitrariedades, y podamos remirar el mundo sin
anteojeras. En tercer lugar, y lo que es más esperanzador, nuestra común dotación de
palabras incorpora todas las distinciones que los hombres han hallado conveniente hacer,
y las conexiones que han hallado conveniente establecer, durante la vida de muchas
generaciones; seguramente es de esperar que éstas sean más numerosas, más razonables,
dado que han soportado la larga prueba de la supervivencia del más apto, y más sutiles,
al menos en todos los asuntos ordinarios y razonablemente prácticos, que cualesquiera
que plausiblemente usted o yo elucubrásemos en nuestros sillones durante una tarde —el
método alternativo más socorrido.
3. DIRECCIÓN DE AJUSTE
“Pensemos en un hombre que recorre el pueblo con una lista de la compra en las manos.
Ahora bien, resulta evidente que la relación de esta lista con las cosas que compra es una
y la misma si su esposa se la dio o si él la elaboró, y que la relación es diferente cuando
un detective que lo sigue elabora una lista. Si el hombre realizó la lista, fue una expresión
de intención; si se la dio su esposa, posee la función de una orden. ¿Cuál es entonces la
relación idéntica con lo que sucede, para la orden y para la intención, y que el registro de
las compras no comparte? Es precisamente el siguiente: si la lista y las cosas que el
hombre compra realmente no coinciden y si esto, y solo esto, constituye un error, el error
no se encuentra en la lista sino en la actuación del hombre (si su esposa le reclamara:
“Mira, dice mantequilla y has traído margarina!, no replicaría: “¡Qué error! Debemos
corregir eso” para cambiar entonces la palabra de la lista por margarina), mientras que si
el registro del detective y lo que el hombre realmente compra no coinciden, el error se
halla entonces en el registro”