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Filosofía

del Lenguaje II (curso 2021/22) TEMA 2.


Prof. Saleta de Salvador Agra


FILOSOFÍA DEL LENGUAJE ORDINARIO

1. USOS DEL LENGUAJE

I) LUDWIG WITTGENSTEIN
§23. ¿Pero cuántos géneros de oraciones hay? ¿Acaso aserción, pregunta y orden?— Hay
innumerables géneros: innumerables géneros diferentes de empleo de todo lo que
llamamos «signos», «palabras», «oraciones». Y esta multiplicidad no es algo fijo, dado
deuna vez por todas-, sino que nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como
podemos decir, nacen y otros envejecen y se olvidan. (…) Es interesante comparar la
multiplicidad de herramientas del lenguaje y de sus
modos de empleo, la multiplicidad de géneros de palabras y oraciones, con lo que los
lógicos han dicho sobre la estructura del lenguaje. (Incluyendo al autor del Tractatus
logico-philosophicus)”
Investigaciones Filosóficas (1953)

II) JOHN L. AUSTIN


“Ciertamente hay una gran cantidad de usos del lenguaje. Es más bien una pena el que
la gente tienda a invocar un nuevo uso del lenguaje siempre que se sienten inclinados a
hacerlo, para que les ayude a salir de este, de aquel o del otro bien conocido enredo
filosófico; necesitamos más de un entramado en el que discutir estos usos del lenguaje;
y también creo que no debiéramos desesperarnos tan fácilmente y hablar, como tiende a
hacer la gente, de los infinitos usos del lenguaje. Los filósofos hacen esto cuando han
enumerado tantos como, digamos, diecisiete; pero incluso si hubiese unos diez mil usos
del lenguaje, seguro que podríamos enumerarlos todos con tiempo. Esto, después de
todo, no es mayor que el número de especies de escarabajo que los entomólogos se han
tomado la molestia de enumerar”
“Emisiones Realizativas” (1956)

"Veamos ahora la Última Palabra. Ciertamente, el lenguaje ordinario no puede tener la


pretensión de ser la última palabra, si es que existe tal cosa. Incorpora, realmente, algo
mejor que la metafísica de la Edad de Piedra, a saber, como se dijo: la experiencia y la
agudeza heredadas de muchas generaciones de hombres. Ahora bien, esa agudeza se ha
centrado primariamente en las ocupaciones prácticas de la vida. Si una distinción
funciona bien para los propósitos prácticos de la vida ordinaria (lo cual no deja de ser una
hazaña, pues incluso la vida ordinaria está llena de casos difíciles), entonces es seguro
que tiene que haber algo en ella, algo remarcará; aunque es bastante de esperar que no
sea la mejor forma de ordenar las cosas si nuestros intereses son más amplios o más
intelectuales que los ordinarios. Y además esa experiencia se ha obtenido sólo de las
fuentes al alcance de los hombres corrientes a lo largo de la mayor parte de la historia
civilizada; no se ha alimentado de los recursos que proporcionan el microscopio y sus
sucesores. Y debe añadirse también que la superstición y el error y todo género de fantasía
se han incorporado al lenguaje ordinario e incluso a veces soportan la prueba de la
supervivencia (sólo que, cuando lo hacen, ¿por qué no habríamos de detectarlo?).
Ciertamente, pues, el lenguaje ordinario no es la última palabra: en principio en todo lugar
puede ser complementado y mejorado y suplementado. Pero recordemos, es la primera
palabra”
"Un alegato en pro de las excusas" (1956/57)
Filosofía del Lenguaje II (curso 2021/22) TEMA 2.
Prof. Saleta de Salvador Agra


2. ¿METODOLOGÍA?

"En primer lugar, las palabras son nuestras herramientas, y, como mínimo, debiéramos
usar herramientas pulidas: debiéramos saber qué significamos y qué no, y debemos estar
prevenidos contra las trampas que el lenguaje nos tiende. En segundo lugar, las palabras
no son (excepto en su propio pequeño rincón) hechos o cosas: necesitamos por tanto
arrancarlas del mundo, mantenerlas aparte de y frente a él, de modo que podamos darnos
cuenta de sus inadecuaciones y arbitrariedades, y podamos remirar el mundo sin
anteojeras. En tercer lugar, y lo que es más esperanzador, nuestra común dotación de
palabras incorpora todas las distinciones que los hombres han hallado conveniente hacer,
y las conexiones que han hallado conveniente establecer, durante la vida de muchas
generaciones; seguramente es de esperar que éstas sean más numerosas, más razonables,
dado que han soportado la larga prueba de la supervivencia del más apto, y más sutiles,
al menos en todos los asuntos ordinarios y razonablemente prácticos, que cualesquiera
que plausiblemente usted o yo elucubrásemos en nuestros sillones durante una tarde —el
método alternativo más socorrido.

En vista de la prevalencia del slogan 'lenguaje ordinario', y de nombres tales como


filosofía 'analítica' o 'lingüística' o 'el análisis del lenguaje', es necesario subrayar
especialmente una cosa para evitar malentendidos. Cuando examinamos qué diríamos
cuándo, qué palabras usaríamos en qué situaciones, no estamos tampoco meramente
considerando las palabras (o 'los significados', sean lo que fueren), sino también las
realidades, para hablar de las cuales usamos las palabras; estamos empleando una
agudizada apercepción de las palabras para agudizar nuestra percepción de, aunque no
como el árbitro final de, los fenómenos. Por esta razón creo que pudiera ser mejor
emplear, para este modo de hacer filosofía, un nombre menos desorientador que los dados
anteriormente —por ejemplo, 'fenomenología lingüística', sólo que es un tanto
rimbombante".

J. L. Austin: "Un alegato en pro de las excusas" (1956/57)

3. DIRECCIÓN DE AJUSTE

“Pensemos en un hombre que recorre el pueblo con una lista de la compra en las manos.
Ahora bien, resulta evidente que la relación de esta lista con las cosas que compra es una
y la misma si su esposa se la dio o si él la elaboró, y que la relación es diferente cuando
un detective que lo sigue elabora una lista. Si el hombre realizó la lista, fue una expresión
de intención; si se la dio su esposa, posee la función de una orden. ¿Cuál es entonces la
relación idéntica con lo que sucede, para la orden y para la intención, y que el registro de
las compras no comparte? Es precisamente el siguiente: si la lista y las cosas que el
hombre compra realmente no coinciden y si esto, y solo esto, constituye un error, el error
no se encuentra en la lista sino en la actuación del hombre (si su esposa le reclamara:
“Mira, dice mantequilla y has traído margarina!, no replicaría: “¡Qué error! Debemos
corregir eso” para cambiar entonces la palabra de la lista por margarina), mientras que si
el registro del detective y lo que el hombre realmente compra no coinciden, el error se
halla entonces en el registro”

G. ELISABETH M. ANSCOMBE, Intención (1957)

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