Está en la página 1de 7

Figure1-hameroff-penrose

Axón de una neurona mostrando la red de microtúbulos de su citoesqueleto. | Crédito: Hameroff &
Penrose (2014) [1].

La teoría cuántica de la consciencia de Penrose y Hameroff llamada reducción objetiva orquestada (Orch
OR) afirma que la computación cuántica en el cerebro explica la consciencia [1]. La comunicación entre
neuronas mediante la secreción de neurotransmisores se realiza a través de vesículas sinápticas
distribuidas a lo largo de sus axones. El citoesqueleto de las neuronas juega un papel clave en la
dinámica de estas vesículas. En los años 1990, Stuart Hameroff, psicólogo en la Universidad de Arizona,
Tucson, EEUU, y Roger Penrose, físico matemático en la Universidad de Oxford, Oxford, Reino Unido,
propusieron que los microtúbulos, las unidades más pequeñas del citoesqueleto, actuan como canales
para la transferencia de información cuántica responsable de la consciencia.

Esta entrada es una traducción realizada por uno de los lectores de este blog (Crul) de mi post “On the
quantum theory of consciousness,” Mapping Ignorance, 17 Jun 2015. Gracias, Crul (quien no desea que
desvele su nombre y apellidos).
[PS 08 jul 2020] Recomiendo el artículo de Garrett E. Debs et al., «Dynamic and asymmetric fluctuations
in the microtubule wall captured by high-resolution cryoelectron microscopy,» PNAS (07 Jul 2020), doi:
https://doi.org/10.1073/pnas.2001546117; usando criomicroscopia electrónica se muestra la presencia
de fluctuaciones en la estructura de la pared de los microtúbulos que provocan desviaciones de la
simetría helicoidal a tal nivel que proponer la existencia de fenómenos cuánticos coherentes en dicha
pared queda completamente descartado. [/PS]

El citoplasma de la célula es como la pista de baile de una discoteca con aforo completo. El citoesqueleto
interacciona intensamente con moléculas de agua, metabolitos y proteínas motoras (como las kinesinas).
Estas interacciones son estructurales, de señalización, y a veces modifican el propio citoesqueleto. No
existe ningún mecanismo conocido que proteja a los microtúbulos (tubos rígidos compuestos de la
proteína tubulina) de la decoherencia cuántica, la destrucción inducida por el entorno de la coherencia
cuántica, el inevitable acoplo de un sistema cuántico con su entorno. En la computación cuántica es
necesaria la coherencia cuántica para usar la superposición de estados cuánticos con objeto de resolver
ciertos problemas mucho más rápido que en su homóloga clásica. Sin un mecanismo protector, el papel
de la computación cuántica en los microtúbulos en la emergencia de la consciencia me recuerda a la
memoria del agua, la propuesta de Benveniste para explicar el

mecanismo por el que funcionan los remedios homeopáticos [2].

Figure2-hameroff-penrose
Propuesta provisional para la representación de un evento consciente a partir de la computación
cuántica en uno de los microtúbulos. | Crédito: Hameroff y Penrose (2014) [1].

Las ideas de Hameroff en las manos de Penrose se han desarrollado hasta casi el absurdo. No hay
justificación para incorporar en la teoría Orch OR de la consciencia el esquema de Diósi–Penrose para la
reducción objetiva del estado cuántico [3,4]. El papel propuesto para la gravedad en la reducción del
estado cuántico (el llamado colapso de la función de onda), mediante la ecuación de Schrödinger-
Newton, solo añade ruido a la presentación de la teoría Orch OR, distrayendo de sus aspectos más
importantes. Lo siento, pero no discutiré aquí las ideas de Diósi–Penrose explicando las mediciones
cuánticas a partir de la inestabilidad en la superposición cuántica debido al desplazamiento de masas
grandes.

El consenso científico es que la consciencia emergió como una propiedad de los organismos biológicos
durante la evolución. Es una adaptación beneficiosa que confiere una ventaja evolutiva a las especies
conscientes. En cambio, la teoría Orch OR afirma que la consciencia es una característica intrínseca de la
acción de un universo no computable. Como los humanos comprendemos el concepto de enunciado
indemostrable en el sentido de Gödel, el argumento Penrose-Lucas establece que el pensamiento
humano debe ser no computable [5]. Sin embargo, el poder computacional de un ordenador cuántico es
exactamente el mismo que el de uno clásico, como probó en 1985 el físico David Deutsch de la
Universidad de Oxford. Las máquinas de Turing cuánticas (o máquinas de Deutsch) son equivalentes a las
máquinas de Turing (clásicas), incluso aunque se puedan resolver eficientemente ciertos problemas NP
usando algoritmos cuánticos. En mi opinión, recurrir a la ‘magia’ de la no computabilidad no es el mejor
camino para una solución científica al problema de la consciencia.

Los microtúbulos son parte del citoesqueleto de todas las células eucariotas, no obstante la consciencia
procede de las células del córtex cerebral. Los microtúbulos son polímeros de 25 nanómetros de
diámetro hechos de dímeros de tubulina, compuestos de monómeros alfa y beta en una disposición
helicoidal. En 1982, Hameroff y Watt [6] sugirieron que los dímeros de tubulina actúan como dipolos
representando bits (clásicos) de información. Los microtúbulos actuarían como matrices de interruptores
booleanos bidimensionales en un autómata celular. Versiones previas de la teoría Orch OR proponían
una versión cuántica de estas ideas: dímeros de tubulina actuando como qubits (bits cuánticos). Una
bonita teoría muerta a manos de la cruel realidad.

Figure3-hameroff-penrose
Dipolos helicoidales en ‘posición-5’ ascendente (izquierda) y descendente (derecha) en un microtúbulo.
Su superposición cuántica es el qubit propuesto. | Crédito: Hameroff y Penrose (2014) [1].

Los resultados experimentales de Jeffrey R. Reimers et al. [7], y otros [8], ni han demostrado que los
microtúbulos pueden mantener estados cuánticos de larga duración, ni prueban el procesado de
información cuántica asociado a los dímeros de tubulina como qubits. El conjunto original de ideas de
Hameroff y Penrose ha muerto a manos de la Naturaleza. No hay coherencia cuántica en la escala
temporal requerida. El movimiento electrónico en los dímeros de tubulina está en el rango de 10
femtosegundos a 30 picosegundos, mientras que la teoría Orch OR necesita coherencia cuántica en la
escala de los 25 milisegundos. Sin un sistema de protección ante la decoherencia, similar al encontrado
en la fotosíntesis, la computación cuántica en los microtúbulos es inverosímil.

Si tus ideas teóricas son refutadas por los experimentos, don’t worry, be happy, solo tienes que ajustar tu
teoría para escapar de dicha evidencia. Hameroff y Penrose confiesan que la versión previa de la teoría
Orch OR, publicada entre 1996 y 1998, solo es una versión esquemática, de juguete (toy model), donde
los dipolos de tubulina actúan como qubits [9]. En su esfuerzo de perpetuar el modelo Orch OR contra la
evidencia empírica, la nueva versión de la teoría de Orch OR [1] como cubits los llamados ‘canales
cuánticos’ (caminos helicoidales en los dipolos de la red de microtúbulos). El camino helicoidal,
semejante a un ‘cubit topológico’, fue introducido en 2002 en la teoría Orch OR, después de que la
estructura de la tubulina fuera caracterizada por cristalografía electrónica. La computación topológica
cuántica en el cerebro parece una aproximación muy sugerente al problema de la consciencia. Pero la
analogía entre la ‘trenza’ cuántica (quantum braid) propuesta en la computación cuántica topológica en
1997 y los caminos helicoidales de la teoría Orch OR es extremadamente dificil de ver para un físico e
informático como yo.

En mi opinión, la nueva versión de la teoría Orch OR, usando como cubits los caminos helicoidales
mesoscópicos de varias tubulinas en las redes microtubulares, es incluso más inverosímil que la versión
anterior. Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Reimers et al. [6] afirma que la
teoría Orch OR no puede ser tomada en serio sin una definición precisa de los estados cuánticos de los
cubits, de cómo estos estados se entrelazan y del proceso para conseguir la coherencia cuántica en la
escala de tiempo requerida.

Figure4-hameroff-penrose

Una hoja 2D de dímeros de tubulina se pliega en un único microtúbulo (arriba). Imágenes STM (abajo) de
un solo dímero de tubulina (izquierda) y un microtúbulo (derecha). | Crédito: Satyajit Sahua et al. (2013)
[10].

Al igual que la evidencia científica que afirma avalar la homeopatía, Hameroff y Penrose [1] destacan la
aparente coherencia cuántica hasta los 100 microsegundos en un único microtúbulo medido a
temperatura ambiente por el grupo de investigación de Anirban Bandyopadhyay en el Instituto Nacional
de Ciencia de Materiales en Tsukuba, Japón [10, 11]. Afirman que estos resultados suponen la primera
validación experimental de la teoría Orch OR. Sin embargo, Bandyopadhyay et al. [12] han medido
coherencia cuántica en un nanocable microtubular con y sin agua en su canal. Los cambios en la
duración de la coherencia entre ambos casos son tan pequeños que sospecho que son el resultado de
algún error sistemático que no se ha tenido en cuenta. Además, las afirmaciones de Hameroff y Penrose
[1] destacando que se ha demostrado la coherencia cuántica en un intervalo de tiempo 250 veces más
breve que los 25 milisegundos predichos por la teoría Orch OR parece pura numerología. El lector debe
recordar que la señal de 25 ms corresponde a las ondas gamma de 40 Hz grabadas en la actividad
neuronal usando electroencefalografía durante algunos experimentos de percepción consciente. Debo
reconocer que mi opinión es sesgada, pero los resultados del grupo de Bandyopadhyay, aún no
replicados de forma independiente, me recuerdan a la memoria del agua de Benveniste.

La validación o refutación definitiva de la teoría de Orch OR debe proceder de la experimentación. La


referencia actual (gold standard) en neurociencia es la fMRI (Imágenes por Resonancia Magnética
Funcional, por sus siglas en inglés), pero su resolución espacial y temporal no son suficientes. La teoría
de Orch OR ha sido criticada repetidamente desde su nacimiento. Hameroff y Penrose admiten que sus
microtúbulos neuronales en la frontera entre la neurofisiología y la gravedad cuántica son muy
especulativos. Escriben explícitamente que “el mecanismo real subyacente a la producción de la
consciencia en un cerebro humano será mucho más sofisticado que cualquiera de los que podamos
imaginar en la actualidad, y probablemente diferirá en muchos aspectos importantes de lo que podamos
anticipar en nuestras actuales propuestas” [1].

La biología cuántica es un tema candente, pero su rol en la recolección de luz en la fotosíntesis,


magnetorrecepción, catálisis enzimática, o incluso mutaciones del ADN, está lejos del que tiene en la
teoría Orch OR. Para que sea detallada, comprobable, falsable y presente un enfoque razonablemente
riguroso la teoría cuántica de la consciencia necesita una versión nueva y madura. En mi opinión, Orch
OR no es un camino prometedor hacia la naturaleza de la consciencia. La vida nace de sistemas “cálidos,
húmedos y ruidosos” (warm, wet & noisy). La consciencia es como el gato de Schrödinger de la
neurociencia.

También podría gustarte