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Mapa y propiedad: estudio de la evolución de la minería en la

cuenca de Vizcaya a través de los sistemas de control espacial


empleados en el s. XIX

Mariné Carretero, Nicolás


Universidad Politécnica de Madrid, Departamento de Composición Arquitectónica,
Escuela Superior de Arquitectura, Madrid, España, nicolas.marine@upm.es

Resumen

El artículo analiza la cuenca minera de Vizcaya en el siglo XIX. En este periodo, se pasó
de un modo de explotación medieval a uno moderno, produciendo un aumento
exponencial de la extracción. Se argumenta en este trabajo que dicha evolución se debió
en gran parte a la evolución de dos medios de control de la propiedad: los que regulan la
posesión minera, y los que permiten la espacialización de la ley.
El desarrollo del estudio consiste en el análisis comparado de las distintas disposiciones
normativas que se desarrollaron a lo largo del siglo XIX y las formas de representación
que permitían llevarlas al territorio. Se concluye finalmente que la modernización de la
cartografía permitió generar formas de control cada vez más abstractas, lo cual facilitó un
dominio rígido de la propiedad y el avance hacia un régimen de explotación liberal. Estos
derivaron a su vez en el aumento de inversión extranjera y de la demanda de importación,
detonantes del asombroso crecimiento y transformación que vivió la cuenca minera de
Vizcaya en la era moderna.

Palabras clave: Minería en Vizcaya, Legislación minera, Cartografía, Propiedad.

Abstract

The article analyzes the mining basin of Vizcaya in the nineteenth century. During this
period, mining extraction changed from a medieval exploitation to a modern one resulting
in an exponential increase of production. It is argued in this paper that this evolution was
due in part to the evolution of two means of property control: those that regulate mining
possession and exploitation, and those that allow the spatialisation of the law.
The paper consists on the comparative analysis of the normative dispositions that were
developed throughout the nineteenth century and the forms of representation that allowed
to take them to the territory. It is concluded that the modernization of cartography allowed
the creation of more abstract forms of control, which facilitated a higher forms of control.
These in turn resulted in the application of a liberal regime of exploitation, increasing
foreign investment and transforming forever the Vizcaya mining basin.

Keywords: Mining in Vizcaya, Mining legislation, Cartography, Property.


Introducción

La historia de la legislación minera Española es la del conflicto entre la propiedad del


suelo y la actividad de explotación (Marín, 1984). Desde el siglo XIII hasta nuestros días,
la ley establece de manera bien clara que la propiedad de la mina es distinta de la
propiedad del suelo debajo del cual se encuentra. Además, todas las minas pertenecen al
Estado1, el cual concede el derecho de su explotación, por lo que su otorgamiento se
conoce como concesión minera. La diferenciación legal entre suelo y subsuelo resultó en
una regulación desvinculada de la superficie terrestre. En el siglo XVI aparece la llamada
pertenencia, un paralelepípedo horizontal con aristas verticales, que comienza donde
termina la parte superficial del terreno y que comprende el espacio de la concesión
(Estruch y Tapia, 2003).
El presente artículo estudia en paralelo las leyes por las que se ha regido la pertenencia y
el desarrollo de la explotación minera en Vizcaya. La finalidad es mostrar su correlación
y argumentar que la ingeniería cartográfica tuvo un papel fundamental en su evolución,
cuestión esta última que se ha obviado de los estudios sobre el tema.
El desarrollo del artículo se ha acotado al siglo XIX por dos razones. La primera, porque
es cuando aparece y se consolida el derecho minero que sienta las bases de la legislación
actual y, la segunda, porque supone el periodo más importante para la minería Vizcaína.
La elección del caso de estudio se debe al crecimiento exponencial tan particular que
vivió y que le llevó a encabezar la extracción férrea en España. Dada la cantidad de
factores que intervinieron, y sus particularidades resultado de la tensión entre lo foral y
lo estatal, este caso ha sido ampliamente analizado por especialistas de diversas
disciplinas. Por esto, en el primer apartado del artículo se han empleado mayormente dos
fuentes de carácter sintetizador para su desarrollo: el libro “Derecho de minas en España
(1825-1996)” (Fernández Espinar, 1997) y el amplio artículo “La minería de Vizcaya
durante el siglo XIX” (Montero, 1988)2.

La minería en el siglo XIX

Como nos cuenta Fernández Espinar en la introducción del citado libro, el siglo XIX en
España supone un periodo histórico de constante agitación política. Aparte de las guerras
internas y externas que vivió el país, son índice de esta convulsión los sesenta gabinetes
ministeriales que se sucedieron durante el reinado de Isabel II, las varias Constituciones
que se proclamaron o intentaron proclamar y el elevado número de regímenes políticos
distintos que se vivieron. En este contexto, la legislación de la actividad minera se
intensificó en los años centrales del siglo con la aprobación, aproximadamente, de una
ley cada diez años (Pérez de Perceval, 2006).
Nuestro análisis consta de cinco apartados. El primero repasa los siglos anteriores a la
aparición del derecho minero moderno en España y los otros cuatro estructuran su
evolución en etapas comprendidas entre cada una de las principales leyes.

Antecedentes
La aparición de la denominada cuadra o pertenencia se dio en las Ordenanzas de Felipe
II de 1584. A partir de este momento, la concesión quedó regulada mediante esta figura
geométrica, primero en España y posteriormente en las posesiones de ultramar. Es

1
Y, antes de 1849, a la Corona.
2
Quedan referidas al inicio para evitar su citación continuada durante el texto. Se exceptúan aquellas citas
directas en las que se indica la paginación.
precisamente la ley de Nueva-España de 1783 la que se tomó como referencia para
legislar la minería española del XIX.
En el Señorío de Vizcaya, sin embargo, prevaleció la legislación foral que permitió a
cualquier paisano extraer mineral de forma libre. Bastaba así tener naturaleza y vecindad
para contar con un derecho de explotación y de propiedad ejercitado simplemente
clavando un pico o azadón en el lugar escogido (DGMC, 1948). Por esto, no se precisó
el uso de la pertenencia y la localización de las explotaciones no quedó muy claramente
definida: la mayoría se marcaron en el terreno con una cruz de madera (Uriarte, 1994),
algunas se señalaron en dibujos de la comarca (Fig. 1) o mediante descripciones escritas
del entorno (Pérez Goikoetxea, 2003). De este modo, podemos decir que la imprecisión
en la manera de definir la propiedad hizo que su representación se ligara fuertemente al
contexto físico inmediato.

Figura 1: Plano del Valle de Somorrostro en el que se señalan las minas de hierro de los montes
de Triano (1794)

A finales del XVIII, Fausto de Elhuyar escribió un informe poco favorable sobre la
minería en Vizcaya. En él, criticó sobre todo la falta de control de las explotaciones y
defendió la necesidad de entidades y medios capaces ordenar tal situación. Tiene interés
que, en 1825, fue él el encargado de elaborar la ley de minas y pudo asegurarse de imponer
tal orden. Al hacerlo, probablemente tuvo muy presente a Vizcaya, ya que mostró grandes
expectativas para el lugar describiéndolo como “un terreno que con esta industria debería
ser el más opulento del país” (Elhuyar, 1785 citado en Gómez Tejedor, 1983, p. 255). En
la misma época en la que Elhuyar emitió su informe, varios foros intelectuales del País
Vasco demandaron una aproximación más científica al conocimiento y ordenación de los
territorios (Gómez Tejedor, 1983). Más tarde, fue el avance en la ciencia cartográfica lo
que permitió una representación geográficamente más precisa pero a la vez más abstracta
y descontextualizada.

Periodo de 1825-1849
La independencia de las colonias de ultramar trajo consigo la perdida de gran cantidad de
recursos mineros y, por tanto, del mayor aval de cara a la deuda con los bancos europeos.
Así, se volvió la mirada a la prácticamente olvidada riqueza minera peninsular. Cómo se
ha dicho, Elhuyar tomó como referencia las regulaciones del Nuevo Mundo, muy
enfocadas a los minerales preciosos y sin necesidad de grandes concesiones para llevarse
a cabo. Por lo tanto, las medidas de la pertenencia de ultramar jugaron en favor de la
nueva ley española, que quiso potenciar el minifundismo para obtener altos beneficios en
poco tiempo. Una vez aplicada la ley, las pequeñas concesiones permitieron a cualquier
persona una explotación rápida y sin amplio desembolso inicial, asequible tanto técnica
como económicamente. En pocos años se logró que la minería española figurase entre
aquellos países de mayor producción, por delante incluso a la de varias de las antiguas
colonias.
Esta misma ley se aplicó al sector minero de Vizcaya mediante un reglamento particular
que incluyó un aspecto decisivo para su evolución: las concesiones mineras se reservaron
exclusivamente a los naturales del lugar. Con esta adaptación foral de la legislación se
diseñaron muchas de las concesiones que se mantuvieron a lo largo del siglo XIX siempre
en manos de vizcaínos.
En términos generales, los problemas derivados de la legislación de esta época estuvieron
en la dimensión y el replanteo de las concesiones. Pensada para una extracción rápida y
poco profunda, el tamaño dado no sirvió para la minería del carbón y el hierro, que
precisaban de obras de ingeniería mayores. En cuanto a la localización, se produjeron
gran cantidad de solapes entre pertenencias dado que no se trabajaban aún las planimetrías
generales que permitieran reunir las distintas propiedades en un mismo mapa. Sobre esto,
incluso se llegó a decir que la empresa minera estaba afectada de una “plaga que la
consume de pleitos sobre límites y posesiones de pertenencias” (Dictamen de la comisión
del Congreso para el Proyecto de Ley, 1848 citado en Fernández Espinar, 1997, p. 101).
A partir de la ley de 1849, se pusieron muchas precauciones en el replanteo de las
concesiones para que unas no entraran dentro de otras.

Periodo de 1849-1859
La segunda ley de minas no supuso grandes cambios en la pertenencia a excepción de un
pequeño aumento de la dimensión y la variación direccional del trazado, ahora a
discreción del interesado. Aunque en los años 40 se había liberado el sector minero en
Vizcaya, la preeminencia de concesionarios locales continuó tras la aplicación de esta
nueva ley.
Si bien nunca se estableció una obligatoriedad en cuanto a la dirección que debía tomar
la pertenencia, sí que se dio en este periodo una preocupación por mantener un referente
estable para el replanteo. Así, en 1857 se establecieron dos opciones direccionales que se
comentarán más adelante: el norte verdadero y el norte magnético. Aunque fueron
direcciones de referencia para el trabajo de campo, en algunos mapas se observan
pertenencias orientadas claramente a uno de los dos nortes, lo cual sugiere que esto era
práctica habitual para facilitar los trabajos de replanteo.

Periodo de 1859-1868
A mediados del XIX, la demanda de hierro vizcaíno aumentó considerablemente, se abrió
completamente la explotación a foráneos y se iniciaron inversiones en infraestructura por
parte del Estado. En este contexto de formación de la explotación minera moderna y
sistemática se promulgó la ley de minas de 1859. El documento no solo estableció una
dimensión de pertenencia mayor para las concesiones de hierro y de carbón, sino que se
permitió la unión de varias de ellas sin solución de continuidad hasta un máximo de
sesenta. Aparecieron así los cotos mineros, que significaron el paso de la estrategia
minifundista a la explotación de grandes dimensiones. Si observamos la figura 2 vemos
en la parte central las pertenencias pequeñas de las leyes del 25 y del 49, centradas en los
montes de Triano, más vinculados al mineral rico de las venas. A partir de la ley del 59
se empezó a rodear este territorio con geometrías de mayores dimensiones, ocupándose
sobre todo los distritos de Somorrostro y Galdamés.

Figura 2: Detalle del Plano de las minas y vías de transporte de la zona minera de Vizcaya (1882)

Periodo de 1868-1905
Tras la llamada Revolución Gloriosa de 1868 se renovó la legislación minera mediante
un Decreto de Bases que inició los cambios más importantes para el sector. Aquí, la
pertenencia ya no se reguló en base a una dimensión máxima, sino a la agregación
ilimitada y continua de un módulo básico de una hectárea. Además, disposiciones
posteriores permitieron la ampliación de pertenencias existentes y el número de
posesiones continuas. Es en esta época cuando aparecieron en Vizcaya las grandes
compañías extranjeras los distritos que ya se habían empezaron a ocupar y configuraron
nuevas zonas mineras.
Desde la promulgación de la ley hasta finales de la década de 1880 se creó una amplia
red de infraestructuras al oeste del Nervión. Este es el periodo de plena sistematización
de la explotación, de lo cual fueron también índice las regulaciones para el trazado de la
propiedad. Dada la dificultad en demarcar las grandes longitudes de las nuevas
concesiones, se acabó desechando el norte magnético y se hizo “indispensable la adopción
del norte verdadero para designar las pertenencia mineras; así como el trazado de
meridianas terrestres” (RD, 1881). A principios del siglo XX, se decidió trazar, para cada
comarca, una red geodésica para mejorar las labores de demarcación.
Sin trabas en el acceso por parte de gente foránea, ni impedimentos dimensionales en las
concesiones, ni deficiencias infraestructurales, la última década del XIX fue la de mayor
rendimiento minero en Vizcaya. Debido a sus inicios proteccionistas se dio, junto a las
compañías inglesas, una élite minera compuesta por compañías autóctonas, enriquecidas
con las concesiones de principio de siglo. Lo particular de esta situación tuvo su eco en
la división de pertenencias, que muestra la convivencia de pequeñas concesiones y
grandes cotos, trazados cada uno con su dirección particular, convenida o no (Fig. 3).
Figura 3. Plano de las minas de Somorrostro (1878)

Tendencia a la abstracción

A lo largo del siglo estudiado las concesiones cruzaron varias etapas, llegando incluso en
la década de 1860 a querer ser “convertidas en una propiedad como las demás
propiedades” (Preámbulo de las Bases Legislativas, 1868 citado en Fernández Espinar,
1997, p. 280). Lo cierto es que la concesión constituía en la ley una especie de propiedad
especial (Marín, 1984), y, por tanto, puede definirse como un conjunto de relaciones entre
persona y espacio apropiado (Blomley, 2016). Es decir, en el modo de regular la
geometría de la concesión se aprecia en cada ley una clara intención, vinculada a las
relaciones que se pretende establecer entre el concesionario y la mina. Como hemos visto,
si se desea una inversión baja y gran número de propietarios para empujar la economía
minera, se regulan concesiones basadas en geometrías pequeñas y de fácil trazo. Por el
contrario, si se desea atraer a grandes inversores y fomentar la creación de infraestructura,
se regulan concesiones de grandes superficies, estableciendo para ello métodos que
permitan una traslación óptima de la pertenencia al terreno.
En el presente artículo, nos interesa mirar cómo ha evolucionado la pertenencia en
términos relacionales. De por sí, la pertenencia es un recurso legal ajeno a la
configuración del medio físico, al estar relacionada con el subsuelo se puede basar en
geometrías abstractas para facilitar su cálculo, trazado y regulación. Mientras que otras
formas de propiedad están obligadas a acomodarse a los distintos elementos físicos, la
parcela minera puede ser pensada como un paralelepípedo perfecto. Aun así, esta
geometría tiene varias necesidades: ha de tener un tamaño, una orientación y se ha de
poder replantear en la superficie terrestre. Son precisamente estos aspectos los que pasan
de estar relacionados con elementos geográficos a estarlo con elementos abstractos de
naturaleza cartesiana (Fig. 4).
Figura 4. Cuadro de evolución de la pertenencia a lo largo del s. XIX. Elaboración propia.

Tanto las ordenanzas de España de 1584 como las de Nueva-España de 1783 y la ley de
minas de 1825 establecen que la dirección de las pertenencias ha de estar vinculada a la
dirección de los criaderos. Por tanto, aunque su forma era geométricamente rígida, se
encontraba irremediablemente relacionada con un elemento geográfico. Es más, en la
legislación de las colonias de ultramar la dimensión perpendicular variaba en base a la
inclinación de la veta. Sin embargo, a mediados de siglo, la orientación pasa a vincularse
al norte magnético y al norte verdadero, quedando finalmente como referente único este
último.
El norte magnético, si bien es una dirección inestable, no deja de ser un punto concreto
de la esfera terrestre que resulta de su campo magnético y al que apunta una brújula. Por
el contrario, el norte verdadero es producto de una operación geométrica que sitúa por
convenio un punto de intersección entre la esfera terrestre y su eje de rotación, aunque
este realmente se desplace de manera inestable. Así, en primer lugar la pertenencia se
orientaba según un elemento del lugar como es la veta a explotar, más tarde se mantuvo
la orientación relacionada con un elemento terrestre, el campo magnético, y, finalmente,
se sustituyó por un punto resultado de una abstracción matemática.
Un cambio de referentes similar sucede con la manera de variar que tiene la dimensión
de las pertenencias. Si en un primer momento se vincula al mineral a explotar, acaba por
medirse en relación a un módulo de una hectárea. Este, independientemente del material
que se extraiga, permite su adaptación a la presencia no ya de elementos físicos, sino de
otras pertenencias colindantes.
Vemos por tanto que la pertenencia ha pasado de relacionarse con elementos existentes
en el espacio físico a relacionarse con elementos geométricos existentes en un espacio
cartesiano. No cabe duda de que este proceso de abstracción conduce a un mayor orden
y, a principios del siglo XX, se describió la triangulación de las comarcas mineras como
la solución definitiva para “evitar los eternos pleitos y cuestiones sobre la situación y
localización de las concesiones” (Ministerio de Fomento, 1912). Del mismo modo,
tampoco cabe duda de que esta abstracción basa su operatividad en la técnica cartográfica
y su evolución. No hay que olvidar que el siglo XIX español fue el de la fundación de las
escuelas de ingeniería y de la búsqueda de un mayor conocimiento y mejor representación
de nuestro territorio. Esta empresa culminó en la fundación del Instituto Geográfico en
1870 que afianzó la ingeniería cartográfica en España con la elaboración del Mapa
Topográfico Nacional (Chueca et al., 2008).
En lo referente a la cartografía minera, a partir de la década de 1840, se comenzó a exigir
mediante sucesivas circulares una mayor precisión en los levantamientos planimétricos
ya que desde la ley de 1825 “no se tomaron todas las precauciones que hubiera sido de
desear para dar la conveniente fijeza a la propiedad minera” (RD, 1881, p. 2). En 1878,
el instituto geográfico publicó las Instrucciones para los trabajos geodésicos y durante
estos años la red geodésica nacional cobra forma. La decisión, a finales de siglo, de
incorporar las comarcas mineras a la red geodésica nacional no es sino la consecuencia
última de este deseo de control cartográfico de la propiedad (RD, 1903).

Conclusiones

El uso de sistemas abstractos por parte de los estamentos de poder ha sido definido por el
antropólogo James C. Scott como un modo de controlar situaciones territoriales
complejas. Para él, la imposición de elementos cartesianos sobre un espacio físico “hace
más legibles los fenómenos observados y, por tanto, más susceptibles de ser calculados y
medidos meticulosamente” lo cual “logra una visión sinóptica de la realidad seleccionada,
haciendo posible un mayor grado de conocimiento esquemático, control y manipulación”3
(Scott, 1998, p. 11). Como hemos visto, la constante actualización de los parámetros que
definen las geometrías de las concesiones buscaba aumentar el control de su función y de
la localización de cada punto.
Tanto la abstracción de la pertenencia minera como el elevado dominio que esta permite
alcanzan su mayor grado de refinamiento al finalizar el siglo XIX, cuando se proponen
las mallas referenciales ortogonales y geodésicas. Estas geometrías son un constructo
humano acordado por una comunidad científica que basa la esperanza de su operatividad
en la cartografía y las prácticas topográficas (Turnbull, 2008). Por lo tanto, la evolución
de la representación de la propiedad minera como forma de control se puede leer entre

3
Traducción propia a partir del siguiente texto: “makes the phenomenon at the center of the vision field
more legible and hence more susceptible to careful measurement and calculation” y “synoptic view of a
selective reality is achieved, making possible a high degree of schematic knowledge, control and
manipulation”.
dos polos: en uno estarían aquellas representaciones topológicas, ligadas a lugares del
espacio físico (Fig. 1), y, en el otro, las cartesianas vinculadas al espacio cartográfico
(Fig. 5). Si, como dice Scott, el control exige de abstracción, el mapa aparece como el
espacio en que esta abstracción cobra pleno sentido.

Figura 5: Plano de las minas y vías de transporte de la zona minera de Vizcaya (1882)

Observando la figura 5, vemos que en el mapa las características geográficas se han


reducido al borde costero, la ría de Bilbao y algunas poblaciones e infraestructuras. Esto
se debe a que el proceso de selección inherente a la representación cartográfica permite
generar una perfecta tabula rasa sobre la que definir la propiedad minera. Ya no hay que
preocuparse por las elevaciones del terreno, usos del suelo o divisiones administrativas,
es decir, se puede desligar por completo lo topográfico de lo geométrico. En definitiva,
el mapa se convierte en una geografía artificial que reemplaza al lugar. La geometrización
necesaria de los lotes mineros encuentra en los principios cartesianos del mapa un recurso
perfecto para realizarse, es decir, el reparto de concesiones se hace coherente en el espacio
cartográfico y no en el físico.

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Procedencia de las imágenes

Fig. 1. Manuscrito 7311 de las Relaciones Geográficas enviadas a Tomás López.


Biblioteca Nacional de España, Madrid.
Fig. 2. BALTASAR DE URUBURU, Francisco (1882): Plano de las minas y vías de
transporte de la zona minera de Vizcaya (detalle). Cartoteca del Instituto Geológico
Minero, Madrid.

Fig. 3. BOURSON, Eugene (1878): Les Mines de Somorrostro. Fundación Sancho el


Sabio, Vitoria. Recuperado de: http://www.memoriadigitalvasca.es/handle/10357/1061

Fig. 4. MARINÉ, Nicolás (2017): Cuadro de evolución de la pertenencia a lo largo del s.


XIX. Elaboración propia.

Fig. 5. BALTASAR DE URUBURU, Francisco (1882): Plano de las minas y vías de


transporte de la zona minera de Vizcaya. Fundación Sancho el Sabio, Vitoria.
Recuperado de: http://www.memoriadigitalvasca.es/handle/10357/6313

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