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Especificidades económicas de las islas canarias

La lejanía y la insularidad siembre han determinado el carácter de los canarios y las


peculiaridades de sus principios institucionales desde ese momento, y hasta la actualidad,
con el reconocimiento de la ultraperificidad como elemento modulador e inspirador del
autogobierno.

Desde el primer momento, la Corona admitió la libre asignación de los recursos y concedió
un régimen de franquicias fiscales y mercantiles a quienes en las islas habitaban. Las
peculiaridades económicas y fiscales supusieron también la exclusión de las islas de los
monopolios comerciales vigentes para el resto de España.

Multitud de disposiciones legales fueron conformando a lo largo de la historia un «corpus»


normativo propio que moldeó la especificidad del régimen canario. Así acontecerá a mitad
del siglo XIX con el Arancel General de Aduanas de 1820 y el arancel de libre comercio de
1831, llegando a concluir con el Decreto de Puertos Francos de 1852. Los puertos francos
parten del hecho económico diferencial canario en el s.XVIII, cuando se “inicia el recorrido
de una clara divergencia respecto a la trayectoria general español”, estableciendo las bases
sobre las que se asentará la política de liberalización económica canaria, aunque en los
años sesenta el modelo puerto franquista deja de ser un deseo consensuado y compartido y
pasa a ser un hecho de nuestro modelo y pensamiento económico.

Este nuevo modelo económico permitió la diversificación productiva de Canarias, pues la


agricultura mantuvo su protagonismo en el devenir histórico, sobre todo porque las
libertades comerciales facilitaron el incremento del comercio (con Europa), los servicios
crecieron al amparo de la actividad portuaria y las ciudades eran un polo de atracción para
el desarrollo del sector servicios, como en las pequeñas industrias (que inició un tímido
desarrollo). Esto fue una novedad, dado que estas medidas buscaban salidas a la crisis
económica y social que padecían las islas quedaron habilitadas para el comercio todos los
puertos de las islas excepto el de El Hierro (lo sería en 1870), consistiendo en liberar todos
los aranceles a las exportaciones y gran parte de las importaciones.

Será la Ley de 22 de junio de 1870 lo que les de carácter permanente, extendiendo los
Puertos Francos al de El Hierro. En esta etapa se da el proceso de consolidación capitalista,
con la implantación del librecambismo y la modernización económica (comienzos del
modelo librecambista, 1852-1880), causando una reestructuración agraria y consolidación
del libre cambio (con el desarrollo de los puertos se da el desarrollo urbano), pero aun así
hay dificultades para la modernización económica como la crisis derivada de la primera
guerra mundial (1914-1921) y la recesión en los años treinta (1932-1936).
La crisis de la Primera Guerra Mundial hace que a Canarias dejan de ir con la fluidez de
antes barcos ingleses, pues Canarias estaba rodeada por barcos de guerra de otras
naciones, a lo que se suma el descenso del comercio y porque no hay barcos suficientes
para ir a América tras el fin de la guerra, coincidiendo con la Dictadura de Primo de Rivera
(1923-30) y el Crack del 29, siendo un periodo de agitación social. Se había desarrollado
actividad mercantil en torno a los puertos, y en torno a estos puertos van a surgir los
primeros brotes del movimiento obrero (empieza a despertar cierta conciencia obrera). La
autarquía acaba en el año 58, cuando se ponen en marcha los planes de desarrollo
coincidiendo con la inversión del estado en Canarias mediante los planes de desarrollo, la
venida masiva de turismo.

Entre 1941 y 1946, en plena Guerra Mundial, en Canarias se establece una situación de
concentración del poder en manos militares que, prácticamente, se puede considerar como
un estado de guerra: es el denominado Mando Económico. Con él, los capitanes generales
crean y controlan una densa red de organismos de intervención, sobre todo económicos,
cuyo efecto inmediato fue anular el régimen de libertad comercial canario. Se ocultó, con su
creación, la situación bélica que vivían las Islas, escenario de la guerra submarina en el
Atlántico, por la cerrada posición pro-eje del régimen y la utilización por parte alemana de
los puertos canarios para actividades militares.

Entre 1960 y 1975, la sociedad canaria conoce un rápido proceso de transformación cuya
manifestación más evidente es, en lo económico, la denominada tercerización, con el
binomio turismo-construcción como inductor de cambios que irán más allá de lo meramente
económico, afectando a la médula de las relaciones sociales, la cultura y las mentalidades.

En 1959 se impulsó el Plan de Liberación Económica, generando protestas obreras debido


al impacto que ejerció sobre los salarios. En Canarias, esta conflictividad tuvo tardía
influencia, pues no será sino a partir de 1964 cuando se desarrollen las más importantes
huelgas.

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Será a principios de los años 70 cuando comience la transformación interna del franquismo,
que en Canarias tendrá su reflejo con el acceso de los “aperturistas” a las responsabilidades
de la administración insular, los Cabildos.

El debate sobre el REF significará, tanto por su carácter público como por el enfrentamiento
suscitado por las autoridades canarias y representantes del franquismo en las Islas, el
comienzo de la transición en Canarias. Debate político-económico, que tendrá su
continuidad en la década posterior (1980) con la discusión sobre la integración de la
economía canaria en la Comunidad Europea.

Tres eran las opciones posibles en cuanto a la forma de integración de Canarias en las
comunidades europeas.

En 1983 se aprobó por el Parlamento de Canarias el Protocolo II como forma de adhesión a


las CEE (los partidarios del ingreso, exceptuando las políticas fiscal, aduanera y agraria
común,). Fórmula que posteriormente, en 1991, fue sustituida por el Parlamento Canario por
otra que significa mayor integración de Canarias en las políticas comunitarias, optando en
suma por la primera opción de las inicialmente expuestas, una plena integración con la
búsqueda de excepciones puntuales.

La Ley del Régimen Económico y Fiscal de 1972 constituyó un nuevo hito en la evolución
de la norma básica que siempre ha influido en el modelo económico de Canarias, pero su
traducción política debió esperar a la llegada de la democracia a través de la Constitución
de 1978 y al primer Estatuto de 1982.

Con el régimen económico y fiscal, amparado por la Constitución española, y con la


aprobación del Estatuto de Autonomía, las Islas Canarias recuperan un «status» político y
económico en el seno de la España democrática, que es reconocido por las instituciones de
la Comunidad Europea y reafirmado en sus Tratados, al definirse su condición de región
ultraperiférica, por las mismas razones que justificaron aquel «status» a lo largo de la
historia.

Por tanto, la actual Ley del Régimen Económico y Fiscal de Canarias no hace sino
reconocer y actualizar el régimen especial que ha tenido Canarias a lo largo de la historia.
Se trataba de un régimen basado en el sistema de franquicias librecambistas y que viene
justificado por una serie de condicionantes. A saber: la lejanía del territorio peninsular, la
condición insular y la fragmentación espacial, así como la escasez de recursos naturales del
Archipiélago

La consecución de la autonomía ha consolidado el proceso modernizador de la sociedad


canaria, y su desfase secular en infraestructuras y equipamientos tiende a saldarse y a
mejorar los indicadores de bienestar de los isleños.

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