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Universidad Rafael Landívar

Facultad de Ciencias de la Salud


EDP Sexualidad Humana

Fragmentos del Texto en revisión: Manual para Educación en Sexualidad Humana, Renata Ortega y
Loreto Bravo CORSAPS Chile 1997
EDP Sexualidad Humana
Sexualidad y Género

El enfoque de género surge como una manera de entender las relaciones entre
hombres y mujeres en la sociedad. Intenta dar respuesta a las interrogantes sobre las
causas de las desigualdades entre hombres y mujeres en función de su sexo,
reconociendo que lo “femenino” y lo “masculino” no son hechos naturales o biológicos, sino
construcciones culturales.
En todas las sociedades a lo largo de la historia, se han venido asignando social y
culturalmente actividades al sexo femenino y al masculino, las cuales en su momento se
han visto aceptadas por quienes tienen que cumplirlas y válidas por quienes las imponen.
El término género nace en la década de 1980, cuando se elabora e introduce como
categoría de análisis que permite diferenciar y separar lo biológico, atribuido al sexo, de lo
cultural, determinado por el género. El objetivo es la mejora de la consideración de las
mujeres en la sociedad, con la igualdad de géneros como meta. En definitiva, el género y,
en consecuencia, las relaciones de género son “construcciones sociales” que varían de
unas sociedades a otras y de unos tiempos a otros, y como tales son susceptibles de
modificación, de reinterpretación y de reconstrucción.1
El género es una lógica de pensamiento, emociones, representaciones, que forma parte de
la propia subjetividad y del entorno, y ejerce sus efectos en nuestras prácticas cotidianas
de todo tipo, tanto en los ámbitos públicos como los privados.
Se hace necesario ante la desigual relación entre hombres y mujeres, abordar las
diferentes dimensiones sociales, políticas, económicas, culturales y de salud, desde una
perspectiva de género, entendida como: “Red de interrelaciones e interacciones sociales
que se construyen a partir de la división simbólica de los sexos" (Marta Lamas).

Debemos tener claro lo que no es el enfoque de género,


 NO son “asuntos de mujeres”
 NO es “lo cultural yuxtapuesto a lo biológico”
 NO alude a cuestiones de identidad.

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Curso tutorial de salud Sexual y reproductiva para estudiantes de Medicina del Proyecto RLA02/P09
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El enfoque de género ha sido utilizado en los últimos años con mayor amplitud por
diferentes organismos internacionales y como parte de algunas políticas, pero a pesar de
ello aún ocasiona controversias y discusiones debido al desconocimiento de su alcance y
manipulación por algunos actores que se ven beneficiados por la desigualdad entre
hombres y mujeres o bien por incluirlo teóricamente en sus políticas, programas o
proyectos.
Para nuestro interés debemos dejar claro que el concepto de género no significa lo mismo
que el concepto de sexo. Ya en temas anteriores dijimos que el sexo se refiere a las
diferencias biológicas entre hombres y mujeres.

Género podría entenderse como el conjunto de actitudes, sentimientos, valores, conductas


y actividades que a través de un proceso de construcción social diferencia a los hombres y
a las mujeres. Esta construcción es:
a) Histórica, lo que significa que se va estructurando en función de las formas
de ordenamiento social y cultural que las distintas comunidades van
determinando.
b) Transversal, porque está presente en los distintos ámbitos de la sociedad a
través del mercado de trabajo del sistema educativo, de los medios de
comunicación, de la religión, del aparato político, de la recreación, de la
familia y de las relaciones interpersonales, perneando las esferas macro y
micro de la sociedad.
c) Debido a lo generalizado de su presencia, tiende a parecer como del orden
“natural” de la vida, inherente a las diferencias genéticas entre los sexos.

El sistema Sexo-género se refiere al conjunto de prácticas, símbolos, representaciones,


estereotipos, creencias, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a partir de
la diferencia biológica entre hombres y mujeres, es decir, a la construcción cultural que se
establece del ser hombre y el ser mujer en cada sociedad.

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El sistema sexo/género asigna características Psicosociales diferentes a las mujeres y a
los varones, determinando lo femenino y lo masculino en la sociedad: Es decir se generan
ideas de lo que “deben ser” hombres y mujeres, de lo que es “propio” de cada sexo. A partir
de esta diferenciación se han atribuido derechos, responsabilidades, restricciones y
recompensas diferentes para cada sexo.
A partir de esta definición se generan estereotipos y prejuicios que afectan el libre
desarrollo de hombres y mujeres. Se generan expectativas referidas a la conducta
esperada para uno y otro sexo y normas sociales que establecen límites en los
comportamientos de hombres y mujeres.

Algunos ejemplos de los estereotipos masculinos y femeninos tradicionales son los


siguientes:
Estereotipos Masculinos Estereotipos Femeninos
Estabilidad emocional
Firme, decidido, tranquilo, ponderado, Emotiva, sensible, temerosa, cambiante
equilibrado
Capacidades Intelectuales
Inteligente, creativo, objetivo, lúcido, mente Intuitiva
científica, matemática, capacidad para
teorizar y razonar
Autonomía - dependencia
Independiente, aventurero, patriota, Dependiente, sumisa, necesitada de apoyo,
luchador, valiente, gusto por el riesgo. Ser de agradar. Ser para otros
para sí
Autoestima – Afirmación de sí
Necesidad de poder, éxito, prestigio, Débil, insegura
celebridad, necesidad de realizarse, de
autoestimarse
Agresividad
Combativo, luchador, competitivo Astuta, manipuladora

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Niveles de Actividad
Activo Pasiva
Sexualidad - afectividad
Centrado en el sexo, en la genitalidad Tierna, dulce, púdica, necesitada de amor,
seductora, necesitada de ser madre

Los patrones de género imponen limitaciones para ambos sexos. Los estereotipos
tradicionales encasillan a las mujeres en un rol reproductivo, vinculado al hogar y a la
maternidad, que restringe su ámbito de acción al mundo de lo doméstico. A los hombres
les impone el rol de proveedor, y sustenta parte importante de su identidad en la posibilidad
de generar ingresos y mantener económicamente a su familia. Lo anterior limita las
posibilidades de hombres y mujeres de participar en otras esferas de la sociedad y asumir
otros roles distintos a los impuestos socialmente.
En el transcurso de los últimos decenios se han modificado significativamente los roles de
las mujeres y las relaciones entre los géneros. La masiva incorporación de las mujeres al
mercado laboral, la ampliación de la educación, la conquista de derechos civiles y políticos,
las mayores posibilidades de manejar su sexualidad, han estado estableciendo nuevas
fronteras entre el mundo público y privado y abierto nuevos espacios de poder y
participación par alas mujeres.
Sin embargo, aún persisten barreras significativas. La masiva incorporación de mujeres al
mundo público no ha ido acompañada de cambios importantes en la repartición de las
tareas domésticas, las cuales siguen siendo principalmente responsabilidad de ellas. Estas
les exigen una gran cantidad de energía, les impide muchas veces participar en actividades
fuera del hogar y les resta oportunidades para acceder al mercado de trabajo. Los que
acceden, deben compatibilizar sus roles reproductivos con esta nueva función productiva
en lo que ha llamado el doble rol de la mujer (laboral y doméstico). La construcción de una
nueva identidad de género se da en un marco difícil: aunque es categórica y sin retorno

para las mujeres mismas, a veces no es del todo compartida por sus familias,
especialmente la pareja. La negociación de los espacios de autonomía es un proceso
cotidiano, y el cambio total un proceso en curso.

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Los estudios sobre masculinidad muestran que también ha habido cambios en los
estereotipos masculinos y muchos hombres, especialmente aquellos pertenecientes a
generaciones más jóvenes y con mayores niveles educativos, manifiestan con mayor
libertad sus emociones, empiezan a asumir un rol más activo en la crianza de los hijos y
participan de una manera más equitativa en la distribución de las tareas domésticas. Ello
da cuenta del cambio cultural que se está produciendo en las relaciones entre los géneros,
pero este es un proceso lento, y aún cuando hay mayor flexibilidad en los roles sociales,
muchos hombres todavía asocian su masculinidad a su capacidad de ejercer el rol de
proveedor y autoridad en la familia.
Los cambios señalados son una muestra de las oportunidades que se abren en esta época
para hombres y mujeres. En esta era globalizada, la masividad de los medios de
comunicación y la introducción de nuevas tecnologías de información y comunicación han
permitido conocer la forma en que están cambiando las relaciones de género en otras
latitudes, ampliando las percepciones de lo posible y generando modelos de relaciones
más igualitarias. En este marco, han aparecido también grupos que reflexionan acerca de
la necesidad de una nueva masculinidad que tienda a cambiar el orden de género, para
que de esa manera hombres y mujeres puedan acceder a una vida más plena.

Ocho aspectos a manera de conclusión:


a) Tradicionalmente se educa y se prepara a los niños y a las niñas para que
aprendan conductas esperadas por la sociedad según su sexo y las reproduzcan
en la edad adulta. Ello favorece la desigualdad entre los sexos.
b) En nuestra sociedad se prepara a los hombres para que manden, sean autoritarios
y trabajen fuera del hogar, y a las mujeres para que sean amas de casa,
responsables de la procreación y de la educación de los hijos, limitando así la
posibilidad de desarrollo personal de la mujer.
c)

d) Las diferencias entre lo “masculino” y lo “femenino” como dos mundos opuestos y


excluyentes impiden el desarrollo personal y social de la mujer, y empobrecen las
relaciones entre los sexos.

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e) Existen estereotipos que marcan las diferencia entre ser hombre y mujer, donde le
hombre no debe expresar libremente sus sentimientos, es fuerte e inteligente, en
cambio, la mujer es sentimental, poco racional, débil, dócil y sumisa. Esto
contribuye a la desigualdad entre hombres y mujeres.
f) No existen trabajos exclusivos para hombres o para mujeres. Todas las personas
pueden hacer el trabajo que quieren si lo aprenden.
g) Debido a la existencia de papeles sexuales determinados por la sociedad, la mujer
que trabaja fuera del hogar cumple una doble jornada laboral, ya que las tareas del
hogar continúan siendo responsabilidad exclusiva de la mujer.
h) En nuestra cultura existen patrones de comportamientos estereotipados diferentes
para hombres y mujeres, sin embargo, existe la posibilidad de cambiarlos y
modificarlos para lograr una equidad e igualdad entre los sexos.
i) La valoración socio cultural de la mujer está en función principalmente de su
capacidad para tener hijos, lo que afecta su salud e impide su superación,
poniéndola en desventaja en relación hombre en el campo laboral.

Diferentes o Iguales
Hombres y mujeres son diferentes, pero justamente para que estas diferencias no se
transformen en desigualdades, es que se ha desarrollado con fuerza la noción de igualdad.
Se refiere al otorgamiento del mismo valor y derechos a todas las personas, por lo que no
serían superiores ni inferiores unas de otras. La igualdad de género y la equidad de género
surgen como conceptos complementarios para referirse a la necesidad de superar las
desigualdades entre hombres y mujeres generadas por el orden de género.
Igualdad de género consiste en el derecho a obtener las mismas condiciones, trato y
oportunidades para hombres y mujeres, mientras que la equidad de género implica ajustar
estas mismas condiciones, trato y oportunidades a las especiales características o
situaciones de los diferentes grupos de mujeres y hombres en función de su clase, etnia,
edad, etc.
El concepto de igualdad ha ido evolucionando y se ha ido enriqueciendo a través del
tiempo, como consecuencia del aporte de los movimientos de mujeres y las luchas de las

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propias mujeres, de las recomendaciones contenidas en instrumentos internacionales y de
la puesta en práctica de medias orientadas a la eliminación de toda forma de discriminación
contra la mujer.

Educación sexual con enfoque de género


Desde que somos niños y niñas, cada sexo desarrolla diferentes formas de relación y
acceso al mundo exterior.   Del mismo modo, las oportunidades de información, educación
y adiestramiento en distintas esferas de la vida, incluyendo lo sexual, se otorgan en forma
desigual para ambos sexos.   Las posibilidades de desarrollar habilidades y capacidad para
enfrentar y conducirse en situaciones de riesgo–aprendizaje que debe ser asumido durante
la adolescencia- son inferiores para las mujeres que para los hombres.
En lo que compete a la conducta sexual propiamente tal, el aprendizaje del conocimiento  
y manejo corporal así como el apoyo social implícito para iniciar y mantener una vida
sexual activa y obtener satisfacción de aquella, es desigual para hombres y mujeres.
Ello trae como consecuencia un modelo negativo y reprimido de la sexualidad femenina, el
cual sólo permite vivenciar la sexualidad   ligada a la conducta reproductiva junto a otro (el
hombre) que le enseñará de su sexualidad a través   de la experiencia concreta.

De hecho el embarazo adolescente, la transmisión cada vez más creciente del virus del
SIDA en mujeres jóvenes y el abuso sexual, entre otros problemas de salud asociados a la
sexualidad, son repercusiones de la deficiente preparación que las jóvenes poseen en el
terreno de la negociación sexual, así como de la internalización de roles de género que
actúan como mandatos al momento de tomar decisiones en este ámbito.
Al respecto, un estudio reciente realizado en Argentina, investigó cómo las imágenes de
género se constituyen en variables significativas cuando   se analizan las conductas
reproductivas de los y las adolescentes.

Generalmente la educación no formal tiende a hacer a las mujeres “víctimas de la


sexualidad masculina” en lugar de potenciar su individualidad durante el encuentro sexual.
Este modelo tampoco favorece a los varones, quienes son determinados tempranamente
por una permanente exigencia de ‘masculinidad’. Esta masculinidad definida en términos

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estereotipados es complementaria y funcional al rol asignado a las jóvenes, y aleja a unos
y otras de la posibilidad de desarrollar libremente su sensibilidad.

La escasez de mensajes positivos asociados a la sexualidad femenina induce a que el


“romanticismo asexuado” y la percepción de “ser para otro” adquieran relevancia
excluyendo el aprendizaje del erotismo y el placer de “ser sexuada/o para sí misma/o”.
En 1992, un estudio londinense, recoge testimonios de 500 mujeres entre los 16 y 21 años,
acerca del impacto de la educación sexual en la construcción de la identidad femenina.

(Thompson, R., Scott, S.). A continuación, citamos algunas de las conclusiones.

 La educación en los colegios posee una agenda escondida, relacionada a no tener


sexo, actuando sobre el paradigma de hacer paralelo sexo y reproducción.

 De esta forma los discursos de tales iniciativas se centran en los aspectos


reproductivos y en la entrega de información técnica, olvidando las variables
emocionales que empapan la cotidianeidad.

 Los programas de educación sexual comienzan demasiado tarde entregando


consejos poco realistas. El efecto de tal educación parece tener más que ver con lo
que los programas omiten.

 En cuanto a la educación sexual en el hogar, las jóvenes encuestadas reconocen


que ésta es dada generalmente por la madre, perpetuando los mensajes anti-sexo
y anti-hombres, siendo un discurso básicamente protector, que reduce la
sexualidad a una decisión entre sí y no (tener o no).

Creemos que estas aseveraciones coinciden en mucho con nuestra realidad.

La enseñanza en sexualidad para las mujeres jóvenes, suele relacionarse a aprender más
sobre “los limites de la femineidad” que sobre la sexualidad en si, excluyendo la posibilidad
de desarrollar una imagen positiva de sí misma, como una persona sexual independiente.

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Las conceptualizaciones de la sexualidad masculina y femenina deben ser revisadas en


vías de construir modelos de ser hombre y mujer tales, que permitan a las nuevas
generaciones de ambos sexos desplegar conductas de seguridad sexual, para obtener
placer sexual, y expresar sus inquietudes y necesidades, negociando los límites de la
sexualidad con su pareja en el terreno íntimo y privado.

Educar en sexualidad supone contribuir a la formación de niños(as) y jóvenes hacia la


autonomía, mediante la entrega de información científica y elementos de reflexión, para
incorporar la sexualidad de forma plena, enriquecedora y saludable en todas las etapas de
la vida.

Vista de esta manera, la educación debe contribuir a que la persona se reconozca como
ser sexuado y se responsabilice de su comportamiento sexual desplegando actitudes de
libertad, responsabilidad y creatividad para expresarse en una dimensión corporal, afectiva
y social.

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