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Bernal, Antonio (1994). Pedagogía de la Persona. El pensamiento de Víctor García Hoz.

Madrid: Escuela Española. p2-35; 116-133; 219-239.

CONCEPTO DE PERSONA (p219 - 239).

Definir que es la persona humana es una tarea extremadamente compleja (A. Millán
Puelles, 1984: 457 y ss.), y acaso más aún por la ausencia de una rigurosa analítica del
concepto. No obstante, para la educación es valioso y significativo el ser personal del
hombre, la dimensión del individuo como persona, Nos importa subrayar que la educación
personalizada, contrariamente a quienes piensan que es un simple apéndice del
pensamiento filosófico, halla también sus fundamentos en las raíces de nuestra cultura
occidental y en las investigaciones y estudios psicológicos, sociales y pedagógicos de
nuestro tiempo.

El término persona sirve para designar el individuo no por parte de su naturaleza (V.
García Hoz; 1953, e). El sujeto real de la educación no es el hombre, en sentido
universal, sino el hombre concreto, un hombre, una persona determinada, un ser único
que encarna y realiza, de una forma su sui juris, la naturaleza humana. La persona, lo que
el hombre es en realidad, hace referencia a lo mas perfecto que existe en la naturaleza.
(A. Millán Puelles, 1984: 457 y ss.). El concepto de persona no envuelve imperfección
alguna, se trata de una perfección pura; la persona es el modo de ser de una naturaleza
intelectual, la más perfecta de todas, y además es absolutamente incomunicable. Las
imperfecciones que hallamos en la persona no se deben a ellas en cuanto persona, sino
al modo imperfecto de su realización; la influencia de Santo Tomás (summa theologiae, q.
XXIX) es inequívoca.

2.1 Notas distintivas de la persona.

Víctor García Hoz distingue tres notas distintivas de la persona (1970, a: 22 y ss.), las
cuales, sin embargo, como se ha señalado, unitaria, total: singularidad, autonomía y
apertura. La condición personal se revela mediante la totalidad, la unidad, el hombre está
constituido de materia y espíritu, cuerpo y alma (Santo Tomás summa theologiae, I, q.
75). Para la metafísica tradicional, el ser humano es un compuesto de alma y cuerpo que
se denomina persona en la medida que constituye una substancia de naturaleza
específica competa (idem). Las características de totalidad se relacionan con el concepto
de sustancia. Esta idea de unidad de la persona es la que subyace en el concepto de
persona de García Hoz. La antropología filosófica contemporánea ha analizado la
profunda característica de totalidad, proclamando asimismo la unidad como el carácter
distintivo de la persona; si bien esta unidad no procede de la condición de sustancia de la
persona, sino de aquella que se realiza en la acción; el hombre es una realidad, no a
unión de dos realidades. Cuerpo y alma (M. Scheler, 1967; X. Zubiri, 1986). En cualquier
caso, pensamiento tradicional y moderno, al margen de matizaciones conceptuales sin
duda importantes, vienen a subrayar el carácter unitario de la persona y de su actuar, ya
sea esta totalidad, como afirma la tradición, ya se haga totalidad constantemente, como
nos dice gran parte de la filosofía contemporánea, y a exigir, por otra parte, una educación
integral, unitaria también que corresponda a esa unidad personal. La educación alcanza
su sentido personal no por la consideración aislada de un acto u otro, sino por la
comprensión de cualquiera de ellos dentro de la particular actividad total de la persona (V.
García Hoz; 1953, e: 319 y ss.).

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2.1.1. Singularidad.

Nota constitutiva de la esencia de la persona es la singularidad. Esta propiedad del ser se


opone la universalidad, y es un requisito para existir como realidad, el universal
únicamente existe en la mente (P. Moreno Meneses, 1982: 120 y ss; en R. Mediana y
otros). Pero además, la persona, por su singularidad, se diferencia también de otras
personas; por su singularidad, la persona es un ser único e individual, diferente de
cualquier otro. Por la subsistencia la persona posee un modo de ser dotado de una
dignidad especial, la capacidad de <<ser en si>> y <<por si>> (Santo Tomás summa
theologiae, I, q. 29, q.75). Esta especial dignidad contiene la posibilidad de singularización
cuantitativa y cualitativa: <<constitutivo de la esencia de la persona es la singularidad que
implica no solo separación real y diferenciación numérica, sino distinción cualitativa en
virtud de la que cada hombre es quien es, diferente de los demás>> (V. García Hoz; 1970,
a: 23). Con la nota de singularidad quiere decirse que el ser es unitario, indiviso en si,
pero separado de otro, distinto de otros seres de su propia especie; la persona es única,
irrepetible, insustituible, impar. A esta individualidad propia solamente de las realidades
personales la denominaba Subir <<suidad>>, la cual constituye al hombre como una
realidad relativamente absoluta y es la razón formal de la personeidad (1985: 30 y ss.). La
singularidad de cada persona no se refiere a la esencia del hombre, que es igual en todos
los seres humanos, <<sino a las partes integrantes que vienen a unirse a las esenciales
no para constituir el ser, sino para constituirle de un modo determinado>> (V. García Hoz;
1970, a: 23).

2.1.2. Autonomía.

Por la nota de autonomía la persona es, no de un modo absoluto, principio de sus propias
acciones. La autonomía concede una peculiar dignidad al hombre por la cual éste se
siente sujeto, realidad diferente y superior al mundo de puros objetos que le rodea ( V.
García Hoz; 1970, a: 26 y ss.). La filosofía neoescolástica rebrota una vez más: referimos
a la autonomía de la persona como nota esencial de la misma tanto como reconocer su
carácter d realidad perfectamente incomunicable (summa theologiae, I, q. 29.). La
persona es una realidad unitaria, total y subsistente, no puede ser participada o asumida
por otro. La autonomía hace referencia a la incomunicabilidad ontológica de la persona.
Desde el ángulo axiológico y ético (M. Schele, 1941-42) o desde el personalismo
filosófico contemporáneo (E. Mounier, 1961-63). Por cita – aunque la lista resulta
notablemente extensa- algunas direcciones distintas a la neoescolástica o más tradicional
corriente filosófica, brillantemente representada para el ámbito educativo por Jacques
Maritain (1943), también se reconoce esa especial dignidad de la persona por la que se le
estima sujeto, esto es, realidad distinta y superior a todos los objetos del mundo, y nunca
uno más entre todos estos. << la relación sujeto objeto no es una relación de igualdad,
sino de superioridad, en la que el sujeto se halla en una situación dominante respecto de
los objetos>> (V. García Hoz; 1970, a: 26).

2.1.3 Apertura

El rasgo ontológico de incomunicabilidad admite en el ser personal del hombre la


relacionabilidad; en esta propiedad se fundamenta la apertura en tanto que nota esencial
de la persona. << en la persona humana se realiza la paradoja de la incomunicabilidad
absoluta en el ser y al mismo tiempo una necesidad existencial de apertura a los otros>>
(V. García Hoz; 1970, a: 28). La persona es principio –agente, actor y creador de sus
propios actos; pero lo es de una forma relativa, abierta y comunicativa. << la persona

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humana es principio, pero no absoluto, sino dependiente o participado. De otro anterior.
Ha recibido el ser de otros y necesita relacionarse con el exterior para poder vivir.
Relacionarse con el mundo objetivo como principio de conocer, relacionarse con los otros
como principio de comunicación personal y relacionarse con la trascendencia como
posibilidad de llegar a entender el sentido que la vida y la realidad tienen. En la última
instancia. La consideración de la persona como principio no absoluto lleva implícito el
conocimiento de una realidad exterior a ella misma. Y de aquí la necesidad de hacerse
cargo de las leyes que rigen esa otra realidad, leyes físicas para los objetos físicos, Leyes
morales para los hombres y la vida humana, lo cual se traduce en la necesidad de
aceptar la existencia de una normatividad física y ética, anterior al hombre singular, que
ha de ser tenida en cuenta para que la vida humana se desarrolle con normatividad>> (
V. García Hoz; 1982, a: 93.). Del carácter contingente de nuestro ser surge la necesidad
de relacionarnos con algo para poder vivir, esta paradoja de la persona, por la que, siendo
perfectamente incomunicable. Se halla, sin embargo, abierta por su naturaleza racional a
la amplitud infinita, ya que fue advertida en la filosofía escolástica medieval (J. Rassam.
1980:161)

CONCEPTO DE EDUCACIÓN (p2 - 35).

El concepto de educación de García Hoz arranca del que anteriormente había expresado
Rufino Blanco en su Teoría de la educación: “desenvolvimiento racional de las facultades
o (sic) potencias del hombre, preparándole para la vida por medio de ejercicio, a (sic) fin
de que consiga la mayor felicidad posible” (1912,a:57). Para R. Blanco, la educación es,
pues, un acto intencionado, distinto del desarrollo natural de las facultades, y diferente del
desarrollo intencionado de las plantas y del adiestramiento o doma de los animales
(ídem). En la segunda edición de la misma obra elabora una definición más breve:
“educación es evolución racionalmente conducida de las facultades específicas del
hombre” (en V. García Hoz, 1944: 148). La definición que da García Hoz coincide
esencialmente con la de R. Blanco: perfeccionamiento intencional de las facultades
específicamente humanas. En lugar de las palabras “ evolución racionalmente conducida ”
se emplean las de “perfeccionamiento intencional ”; más que evolución o
desenvolvimiento, la educación es transformación son sentido ascensional, perfectivo, y
este sentido no está plenamente manifiesto al hablar de racionalidad en la dirección
educativa, pues puede tratarse de una orientación hacia el mal, con lo cual no hay
perfeccionamiento moral, que también lo exige la educación; además, el término “
intencional ” expresa más atinadamente que la intencionalidad parte principalmente del
educando ( Ibíd.: 148-149 ).

A lo largo de la historia de la pedagogía, la idea más repetida por los tratadistas al


referirse a la educación es la de perfección. En el dilatado compendio de definiciones de
la educación que realiza R. Blanco (1912, a: 42-58) aparece una extensa lista de autores
que, explícita o implícitamente, subrayan el rasgo de perfección que toda auténtica
educación supone: Platón, Aristóteles, Kant, Pestalozzi, Schwarz, Herbart, Mill,
Dupanloup, Buisson, Didon, Compayré, Carderera, Alcántara García, Manjón...

En muchas de estas definiciones se halla explícita la idea de perfección; en cambio, en


otras, se habla de alcance de la plenitud humana, de complemento de las fuerzas y los
agentes naturales en la evolución del ser humano, de desarrollo de facultades, de
organización u ordenación de hábitos conductuales, o de formación en cuanto a
adquisición de una nueva forma más perfecta. “La idea expresada con más frecuencia en

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el concepto de educación es la de perfección” (V. García Hoz, 1944: 434); puede decirse
que se trata de una característica universal de la educación. Vinculada a la noción de
perfección se halla la de bien, puesto que ambas se refieren a lo conveniente a la
naturaleza de un ser (Ibíd.: 136). Junto al de perfección, en la educación hay un rasgo
también distintivo: la “influencia de factores extraños al desenvolvimiento natural del
hombre” (Ibíd.: 139). La educación se halla íntimamente vinculada a la perfección del ser,
ya se la entienda como proceso, ya se le considere como resultado. Para García Hoz,
más que hablar de perfección, que hace referencia a lo acabado, conviene hacerlo de
perfeccionamiento, puesto que “la educación lleva implícita en mayor grado la idea de
actividad, aunque también pudiera pensarse como un resultado” ( Ibíd.: 142 ).

Junto a la nota de “perfeccionamiento” hay que añadir la de intencional, en el sentido de


que la educación es un perfeccionamiento diferente al natural, esto es, que hace
referencia a un fin preconcebido y operante por el cual toma un rumbo concreto; el
término “intencional” supone los dos factores imprescindibles del proceso educativo: el
conocimiento del fin y la tendencia a realizarlo. “La intencionalidad indica mejor que
cualquier otro término que la educación tanto como obra de intelecto es obra de voluntad”
(Ibíd.: 143). En el concepto de educación de García Hoz se expresa claramente que
únicamente el hombre es sujeto de educación: “ es el hombre y sólo el hombre el ser en el
cual se da la educación, ya que si puede darse, y de hecho se da, un perfeccionamiento
intencional en los seres que no son el hombre tienen ya una denominación especial que
no puede confundirse con la educación, a menos que se introduzca una confusión en el
lenguaje: la intervención voluntaria en el desarrollo de las plantas con el fin de mejorarse
se llama cultivo; en los animales se llama crianza y adiestramiento ” ( Ibíd.: 143-144 ). Aún
más, la educación no se refiere a todas las propiedades del hombre en éste se evidencian
todos los grados de vida, la vegetativa, la sensitiva y la racional; la educación hace
referencia a la vida superior del hombre, a las facultades superiores o específicas del
hombre, no a la vida vegetativa o a la sensitiva. Así pues, el concepto de educación que
formula García Hoz es: “perfeccionamiento intencional de las facultades específicas del
hombre” ( Ibíd.: 147 ).

“La educación tiene su razón de ser en la existencia de la libertad” (Ibíd.: 170). La


educación es posible por la existencia de la libertad, y para que ésta se haga efectiva
exige necesariamente la educación. En su pedagogía de la lucha ascética, García Hoz se
plantea el problema de la posibilidad de la educación respondiendo a él de modo
afirmativo, basándose, desde un punto de vista predominantemente teológico. En la
perfectibilidad humana, “razón de la posibilidad de la educación y razón al mismo tiempo
de la existencia de al Ascética” (1946: 344). En esta misma obra, apoyándose en los
ascéticos españoles, manifiesta García Hoz que la libertad efectiva sólo se da en los
hombres que son dueños de sí mismos y del mundo exterior, en un sentido ético y
religioso, con lo que la libertad efectiva reclama educación (Ibíd.: 137 y ss.).

En su hondo significado la educación supone un despliegue de las posibilidades de vivir


como hombre, la educación, en este sentido, puede entenderse como humanización de la
vida. “Humanizar la vida vale tanto como dar a la vida carácter humano. Y como el
carácter humano le viene a la existencia del conocimiento, es decir, de la posibilidad que
el hombre tiene de saber qué es lo qué es lo que debe hacer, por qué debo hacerlo y
cómo hacerlo, en el fondo hablar de humanización de la vida viene a ser tanto como aludir
a la proyección de la cultura en la existencia del hombre” (bíd.: 30). La educación como
capacitación para responder a todas las exigencias de la vida humana puede interpretarse
como una realidad en la que existen carencias y posibilidades, que, respectivamente, han

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de ser satisfechas y realizadas. Si la educación como actualización de la cultura implica la
atención al hombre esencial, la educación como humanización de la vida supone el
cuidado del hombre existencial, del hombre ubicado en las condiciones concretas de la
existencia. Las carencias o necesidades que el hombre presenta pueden agruparse en
torno a dos bloques: de un lado las biológicas; y de otro, las espirituales o psíquicas. La
educación, respecto de las carencias biológicas, tiene tres quehaceres: desarrollar la
capacidad de utilización del organismo como instrumento de trabajo y medio de
expresión, desarrollar la capacidad técnica para poder conseguir honestamente los
medios necesarios para la subsistencia material y desarrollar la capacidad de control de
las necesidades materiales para que no desborden los límites de lo que exige la dignidad
humana. En lo referente a las necesidades psíquicas, la educación ha de ser un proceso
mediante el cual el sujeto llegue a satisfacer su deseo de seguridad, su sentimiento de
dignidad y su necesidad de comunicación. La educación, asimismo, habrá de tener en
cuenta las posibilidades que la vida presenta: posibilidades de actividades humanas (
juego, lucha, estudio y trabajo ); factores educativos técnicos ( aquellos estímulos que se
alcanzan únicamente mediante una adecuada formación profesional) y factores
educativos humanos, propios de la naturaleza misma del hombre y resumidos en la
capacidad natural de comunicación que tienen los hombres; y ámbitos de la educación
que vienen a coincidir con los ámbitos de la vida misma: el familiar, el de la amistad, y el
de la fe ( V. García Hoz, 1978: 29-32 ).

La educación, pues, en relación con la cultura y con la vida hace referencia a condiciones,
carencias y situaciones comunes a todos los seres humanos. Pero la educación no es
sólo atención al hombre en general, sino, radicalmente, consideración de cada hombre en
particular, de cada persona real. La educación personalizada procura responder a esta
exigencia: sin olvidar el cuidado de lo que de común existe en los hombres, atender a las
características singulares y diferentes de cada persona irrepetible y única. La educación
personalizada viene a ser la ayuda a cada hombre concreto para lo formulación de su
proyecto de vida y para que sea capaz de llevarlo a efecto (cfr. La tercera parte,
íntegramente dedicada a un análisis de la educación personalizada). El cuadro siguiente
presenta una ordenación de las diferentes implicaciones de la educación, según García
Hoz (1978: 27-28):

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