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MUERTE EN MÉXICO?
Un poco de historia
Artículo 23. Para la abolicion de la pena de muerte, queda á cargo del poder
administrativo el establecer, á la mayor brevedad, el régimen penitenciario. Entre
tanto, queda abolida para los delitos políticos, y no podrá estenderse á otros
casos mas que al traidor á la patria en guerra estrangera, al salteador de caminos,
al incendíario, al parricida, al homicida con alevosía, premeditacion ó ventaja, á
los delitos graves del órden militar y á los de piratería que definiere la ley.
El aparente avance legislativo logrado a finales del siglo XIX, tendiente a la abolición
de la pena de muerte, sucumbió ante cierto anhelo de justicia promovido durante
Revolución Mexicana. Lo anterior puede observarse en la redacción de los artículos
14 y 22 del texto constitucional de 1917, en donde se reconoce la pena de muerte,
aunque sólo seguida de un juicio celebrado para tal efecto. En lo que hace al
artículo 22, se prevé una lista de delitos en los cuales podía aplicarse la pena capital,
con lo cual se limitó su uso.
No será hasta el año 2005, a través de una reforma a la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, publicada el 9 de diciembre de esa anualidad, cuando la
pena de muerte es abolida de manera permanente en México, no sin haber pasado
por un amplio debate y resistencia en el Congreso.
Cada cierto tiempo surgen algunas voces que apelan por reinstaurar la pena de
muerte en México. Se escuchan desde la academia, desde los partidos políticos o
desde las redes sociales. Las razones que esgrimen generalmente se reducen a las
siguientes:
1.- Quiróz Cuarón, Alfonso, “La Pena de Muerte en México”, en Criminalia. Órgano de la Academia Mexicana de Ciencias Penales, México, año XXVIII, núm. 6, junio de
1962.
1. Ante los altos índices de impunidad que se viven en México, la pena de muerte sería
una medida efectiva para contrarrestarla.
2. Existen ciertos sujetos para los cuales la reinserción social es imposible, por ejemplo,
los multifeminicidas. Por lo tanto, la pena de muerte sería la única salida para hacer
justicia ante ellos.
3. Aplicar esta pena contribuiría a despresurizar las prisiones y reduciría los gastos que
representa el sistema penitenciario.
Es claro que estas tres razones resultan objetables. En el primer caso, la impunidad
consiste en la falta de investigación y sanción de las conductas delictivas, es decir, no
hay pena. En tanto no se da esta última, por lo tanto no se aplicaría tampoco la sanción
capital. Lo que debe hacerse, en todo caso, es investigar los delitos para que no queden
impunes. En el segundo supuesto, la reinserción social se basa en el respeto a los
Derechos Humanos. Negar la vida de una persona a través de la aplicación de un castigo
como la pena de muerte iría en contra de tales derechos, principalmente el relativo a la
vida. A pesar de todos los delitos que una persona haya cometido, deben respetarse sus
derechos humanos. Sobre el tercer caso, en un artículo intitulado ¿Otra vez la pena de
muerte?, documenté que el costo de este castigo es mayor que el de la cadena
perpetua, por lo cual el argumento de mérito se viene abajo rápidamente.
Ahora bien, surge una pregunta necesaria ¿es inviable reinstaurar la pena de muerte en
México? A mi juicio, existen dos posibles respuestas que, aunque lo parezcan, no son
contradictorias.
La primera, que denomino ideal, es que lo anterior responde al hecho de que una
reforma constitucional que buscara ese objetivo violaría el principio de progresividad
de los Derechos Humanos, a la par de trastocar diversas disposiciones convencionales
a las que se sujeta México, por ejemplo, el artículo 4.3 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos que dispone lo siguiente: “3. No se restablecerá la pena de
muerte en los Estados que la han abolido”.
En caso de obtener los votos necesarios tanto en el Congreso de la Unión como en los
congresos locales, la reforma constitucional tendría que ser pasar el escrutinio de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación ante los medios de protección de la
Constitución que se interpusieran.
Sin embargo, señalamos que resulta improbable más no imposible, ya que puede
haber un resquicio (aunque mínimo) para que la pena de muerte se reincorpore al
texto constitucional. Para ello, además de los pasos que señalé, deberían denunciarse
tratados internacionales y que el país dejara de considerar los derechos humanos
como la base de las instituciones sociales, es decir, implicaría transitar de un Estado
Democrático de Derecho a uno de corte totalitario o dictatorial.
Estamos muy lejos de que lo anterior ocurra, pero no debemos distraernos del asunto
y su posibilidad. En palabras de Francisco Tomás y Valiente “…la severidad de las leyes
penales está en proporción directa con el despotismo de los gobiernos…”2 por lo cual
es menester preservar las libertades y el Estado de Derecho.
2.- Tomás y Valiente, Francisco, El derecho penal de la monarquía absoluta (siglos XVI-XVII-XVIII), Madrid, Tecnos, 1969, p.97.