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“Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que estaban des-
nudos, y se hicieron un taparrabos cosiendo unas hojas de higuera”.
(Génesis 3, 7)
Yahvé los descubre y los expulsa del Paraíso, ese sitio en donde era
posible estar desnudos sin avergonzarse.
La ropa, sin duda nos sirve para ocultar. Para esconder. Pero ¿qué es
aquello que ocultamos? Básicamente dos cosas: lo que es prohibido y
lo que no es bello.
1.1.2 Lo prohibido.
Y es así cuando nuestro cuerpo, que era una unidad integrada, va vol-
viéndose un rompecabezas. Ahora hay partes buenas y malas, limpias
y sucias, permitidas y prohibidas, hermosas y feas. El cuerpo se clasi-
fica y se divide, y hay partes, como los órganos sexuales, que se sepa-
ran del resto del cuerpo. Esto, con consecuencias claras: “... la pieza del
rompecabezas que representa los órganos genitales a veces está au-
sente, perdida, faltante, y otras veces es invasora, desproporcionada,
heterogénea; pero muy raras veces integrada armoniosamente”. (2)
Estas son las partes prohibidas. Por eso hay que ocultarlas.
1.1.2 Lo que no es bello.
Si, son estereotipos. Imágenes creadas para vender, casi siempre. Pero
en muchísimas ocasiones acabamos jugando el juego. Aprendemos a
avergonzarnos de no corresponder plenamente al modelo en boga.
¡Y son tan pocos los perfectos!... casi nadie lo es. Por eso hay que ocul-
tarnos.
Pero, sin duda, esto no es todo. También nos vestimos para lo contra-
rio de ocultar. Nos vestimos para exhibir. La ropa nos permite ocultar
lo que no es bello, pero al mismo tiempo, subrayar lo que si es. La ropa
es un aparador que nos permite incluso hacer trucos. Mostrar, sedu-
cir, atraer y, aunque no sea agradable decirlo y menos aceptarlo, ven-
der. “La ropa muestra que esconde algo. No muestra qué es lo que es-
conde, pero indica que allí hay algo, escondido o por esconder”. (3)
Sin embargo, más allá de los signos y de los símbolos, de los índices y
los estigmas, la ropa es, ante todo, una máscara”. (4)
2. Desnudarse.
Es descubrir que hay una casi infinita diversidad de cuerpos, con for-
mas, colores, texturas diferentes; y por lo tanto, hay también muchas
formas de belleza.
Desnudos estamos todos, aunque sea bajo la ropa. Si, según la Biblia,
empezamos a sentir vergüenza de nuestro cuerpo y aprendimos a ves-
tirnos al abandonar el Paraíso, quizá el desnudarnos sea una forma de
asomarse, de echar un vistazo fugaz a ese sitio del que fuimos expul-
sados.
Y hacerlo nuestro aunque sea por un momento.