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Métodos mixtos y reflexividad: explorando

posibles articulaciones

Javier Santos, Pilar Pi Puig y María Eugenia Rausky

Introducción
La investigación social basada en la utilización de perspectivas metodo-
lógicas combinadas supone un sinnúmero de desafíos. Los mismos devienen
principalmente de la complejidad en la construcción y fundamentación de
los objetos de conocimiento, de los conocimientos metodológicos necesarios
para el diseño de la investigación y para la producción de los datos cuanti-
tativos y cualitativos, de la complejidad específica que asume el análisis e
integración de los datos producidos, o de la forma de validar y/o garantizar la
calidad de los productos de investigación.
De todos estos desafíos, en este capítulo nos concentraremos con el úl-
timo de ellos en particular, evaluando cómo y en qué medida la reflexividad,
entendida como un recurso metodológico1 que habilita a “pensar lo que se
hace” (Hidalgo, 2006), que evalúa el papel del investigador en el proceso de
producción de conocimiento y que niega la idea de que la investigación social
pueda realizarse en un territorio aislado de la sociedad y de la biografía del
investigador (Hammersley y Atkinson, 1994), puede abonar a la robustez de
los estudios basados en abordajes mixtos.
En el campo de los saberes metodológicos mucho se ha discutido en

1 
Entendiendo a la metodología como la reflexión en torno al método, como el núcleo
central de un continuo de análisis crítico entre el estudio de los postulados epistemológicos que
hacen posible la investigación social y la elaboración de técnicas de investigación (Marradi,
Archenti y Piovani, 2007).

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torno a las posibilidades de articular métodos y técnicas. Pese a estos señala-
mientos, los abordajes mixtos han proliferado, sostenidos por argumentos de
distinto tipo, pero principalmente asociados a que todo acto de investigación
reúne un mix de cualidad y cantidad (Chiesi, 2002), que los métodos y fuen-
tes de datos están menos ligados a paradigmas que lo que se supone (Bryman,
2004) o que la complejidad de los fenómenos sociales es tal que el uso de
abordajes múltiples deviene indispensable.
Ahora bien, a pesar de que los debates en torno a las posibilidades y po-
tencialidades de combinar métodos han sido extensos e intensos (Guba, 1990;
Guba y Lincoln, 2005; Denzin, 1970; Tashakkori y Teddlie, 1998; Creswell,
2011),2 la discusión centrada en el interrogante por la reflexividad no ha teni-
do una presencia significativa en ellos. En efecto, pese a que la reflexividad
ocupa un lugar destacado en los debates metodológicos de los últimos años
–mucho puede reconocerse en torno a su problematización asociada a las
prácticas etnográficas y cualitativas–, es reciente su abordaje explícito como
recurso para el desarrollo de métodos mixtos.
Teniendo en cuenta este cuadro de situación, en el presente capítulo nos
interrogamos acerca de la posibilidad de incluir la pregunta por la reflexivi-
dad en investigaciones basadas en abordajes mixtos y aportar ideas en torno a
sus usos e implicancias en este tipo de investigaciones. Para ello, nos propo-
nemos anclar algunas de las características claves de los métodos mixtos para
desde allí indagar acerca de la presencia, usos y condiciones de posibilidad de
la reflexividad en la producción de conocimiento basada en métodos mixtos.
La exposición está organizada en tres apartados. En el primero se hace
una breve presentación sobre los métodos mixtos y sus características. En el
segundo, se aborda la noción de reflexividad, que, lejos de ser un concepto
unívoco, está permeado por cargas teóricas, matices y significados muy di-
versos (Hidalgo, 2006, Guber, 2014) y se reconstruye la presencia y sentido
que se le asignó en el campo de los métodos mixtos. Para ello, se analiza el
caso del Journal of Mixed Methods Research (JMMR) por ser la primera
publicación periódica internacional que se focaliza en la difusión de artículos
empíricos, metodológicos y teóricos asociados con los métodos mixtos. Con

2 
Cabe señalar que los debates y la producción en torno a los métodos mixtos han sido prolí-
ficos en Europa y Estados Unidos, no así en América Latina, en donde su abordaje es más reciente.

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base en dicho análisis, y a partir de los indicios que allí surgen, se reconstruye
la propuesta de Pierre Bourdieu en relación con la reflexividad, por conside-
rarla solidaria con un tipo de diseño de investigación en el cual la utilización
de métodos mixtos es estratégica. Por último, en el tercer apartado se avanza
en la presentación del trazado de posibles puentes que pueden oficiar de ar-
ticulaciones entre los estudios basado en métodos mixtos y las prácticas de
investigación reflexivas.

Ciencias sociales y métodos mixtos


A pesar de que las discusiones y prácticas basadas en métodos mixtos
han cobrado fuerte interés en los últimos años, su uso puede reconocerse con
mucha anterioridad. Intentos sistemáticos por producir articulaciones meto-
dológicas para el abordaje de los fenómenos sociales empíricos se hallan con
anterioridad a siglo XX. En efecto, antes de que el positivismo lógico de los
años treinta y cuarenta tuviera una notable influencia en la ciencia social, las
técnicas cuantitativas y cualitativas eran utilizadas como recursos comple-
mentarios aunque sin un profundo control intelectual. Trataba de momentos
incipientes del debate metodológico y de la reflexión sobre las formas de pro-
ducción y reproducción de los mismos. Estudiosos del siglo XIX, como Le
Play, Booth o Mayhew y, un poco más adelante, durante las primeras décadas
del siglo XX, integrantes de la Escuela de Chicago, trabajaban con datos pro-
venientes de ambos métodos en un sentido complementario (Santos, 2012).
Sin embargo, el desarrollo del método cuantitativo basado en la técnica
de encuestas y el análisis estadístico –ayudado por la creciente influencia
de la filosofía positivista– hizo que quienes lo utilizaban tendieran cada vez
más a considerarla una tradición metodológica autosuficiente, deviniendo
hegemónica durante una buena parte del siglo XX (Hammersley y Atkin-
son, 1994). De hecho, particularmente después de la segunda posguerra, las
prácticas de investigación metodológicamente complementarias menguarían
frente al fuerte avance de la Encuesta, coronada desde ahí como la forma
legítima del hacer ciencia empírica en el contexto del denominado consenso
ortodoxo de las ciencias sociales3. La crisis de ese consenso, a finales de la
3 
Esta hegemonía, denominada consenso ortodoxo de las ciencias sociales (Giddens, 1979)
estaba basada en la conformación de bases definicionales paradigmáticas (teoría, métodos, téc-
nicas) asociadas a las perspectivas del Estructural Funcionalismo Parsoniano, el Método Hipo-

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década de 1960, contribuyó, por un lado, a la reapreciación de la perspectiva
cualitativa –actualizando, resignificando y reinterpretando las prácticas ante-
riores al consenso– y por otro, a la apertura de recuperación de las prácticas
multimetódicas previas al mismo.
En este contexto, el término “triangulación” cobró un papel destacado
como referencia y motor de una práctica de investigación definida como su-
peradora. No se trataba de un término nuevo pero adquiriría un papel impor-
tante en los debates metodológicos y las prácticas y divulgación de investi-
gación social.
El primer uso del término “triangulación” en el campo de la metodología
de la investigación social parece haber sido el de Campbell y Fiske (1959,
p. 101) en la discusión sobre la validación (convergente / divergente) de los
instrumentos de medición. Más adelante la triangulación fue trabajada en
Webb, Campbell, Schwartz y Sechrest (1966) –con la idea de unobstrusive
methods– y se la introdujo en la discusión del método cualitativo a través de
Denzin (1970)4.
Según Bryman (2004) tanto la idea como el término triangulación fueron
rápidamente adoptados por los textos metodológicos, sobre todo, a partir de
la tipología desarrollada por Denzin. Este último, además de extender la idea
de triangulación hacia otras áreas –que exceden la discusión metodológica
(se pueden triangular teorías, datos, investigadores)– focaliza su aporte en
la triangulación de métodos. En este último caso configura dos tipos posi-
bles: por un lado, la triangulación intra-metodológica, sustentada en la idea
de combinar técnicas que provienen de un mismo método, y por otro lado,
la triangulación inter-metodológica, desde la que se sugiere utilizar conjun-
tamente métodos y técnicas cuantitativas y cualitativas. Esta última, es el
tipo de propuesta metodológica con la que se designa en la actualidad a la
investigación multimétodo o basada en métodos mixtos.

tético Deductivo Popperiano y la investigación por encuesta, principalmente desde el uso de la


teoría de la probabilidad a la selección de muestras.
4 
En estos desarrollos iniciales estaban asociados a las prácticas de medición en las cien-
cias sociales y de la conducta y bajo la concepción de que, si una proposición podía ser con-
firmada por dos o más mediciones independientes, la ambigüedad sobre su interpretación se
podría reducir significativamente a través de la triangulación en el proceso de medición (Cohen
y Piovani, 2008).

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Desde entonces, el término triangulación ha tenido un uso extendido que,
a pesar de haber sido originalmente desarrollado por investigadores cuanti-
tativos, se ha convertido en uno de los pocos términos técnicos empleados
por los investigadores cualitativos y, asimismo, en un aspecto clave de los
debates sobre la investigación con métodos mixtos. Si bien a menudo se lo
trata como si su sentido fuera claro y su valor universalmente aceptado, exis-
ten interpretaciones divergentes y su valor como medio para responder a las
preguntas fundamentales ha sido cuestionado desde diferentes visiones y dis-
ciplinas (Blaikie, 1991; Massey, 1999).
Sin embargo, es recién en los años ochenta que la idea en torno a arti-
cular, complementar y/o triangular métodos y técnicas vuelve a ocupar un
lugar en la agenda de la investigación social (Valles, 1997). Y esto ocurrió
debido a la pérdida de peso relativo del argumento epistemológico en el
debate metodológico. Durante la década de 1980 la controversia epistemo-
lógica empezó a perder fuerza y comenzó a pensarse que la cuestión entre
lo cualitativo y cuantitativo no se resolvía en el plano de las discusiones
filosóficas sobre la realidad sino en el plano de la racionalidad entre el
problema cognitivo, el diseño de investigación apropiado y los instrumen-
tos técnicos más adecuados para resolverlos. Bajo esta lógica, los métodos
cualitativos y cuantitativos serían vistos como medios apropiados para al-
canzar diferentes objetivos cognitivos (problemas de diferente índole) y
la tarea del investigador sería no apegarse acríticamente a un modelo sino
tomar las decisiones técnicas más pertinentes en función del problema de
investigación. Por lo tanto, luego de la guerra de los paradigmas con auge
en los años ochenta, los noventa dieron lugar a una posición más pragmá-
tica que permitió a los métodos mixtos obtener un status igualitario con
las escuelas positivistas e interpretativistas, habilitando el uso de métodos
cuantitativos y cualitativos bajo un argumento técnico (Tashakkori y Tedd-
lie, 1998; Moon y Moon, 2004).
En efecto, el avance de la integración metodológica debe ser pensado como
parte del proceso de superación de las concepciones de enfrentamiento para-
digmático / metodocentradas hacia otra de pluralismo pragmático, en donde las
estrategias de combinación aparecen como su fundamento operativo (Pawson,
1994). Esto es un claro reflejo del avance del argumento técnico, por sobre el
epistemológico, en el discurso sobre la distinción cualitativo/cualitativo a nivel

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metodológico5. Se trata de un momento clave –del cual los métodos mixtos son
un referente– que procura la superación de la relación cuantitativo/cualitativo
centrándose en lo relacional y procurando que la discusión se desplace hacia la
mejor articulación entre estrategias que puedan dar cuenta de la conexión entre
mecanismos, contextos y agentes (Piovani, Rausky y Santos, 2011).
En este contexto, comienzan a producirse y circular algunos artículos y
libros con el objetivo de problematizar y/o promover el desarrollo de articu-
lación metodológica. Un trabajo clave y pionero es el de Bryman: Quantity &
Quality in social research, editado en 1988, en el que dedica un capítulo a la
combinación de métodos cuantitativos y cualitativos (Olsen, 2004). Otro hito
–aunque mucho más cercano en el tiempo– es el Handbook of Mixed Methods
in Social & Behavioral Research, coordinado por Tashakkori y Teddlie que
aparece en su primera edición en 2003, editado por SAGE y motivado por la
necesidad de legitimar el campo de los métodos mixtos en tanto alternativa
a los métodos cualitativos y cuantitativos y de organizar/sistematizar más el
campo. Siete años después, se publica una segunda edición del Handbook con
motivo de hacer una crónica de los avances conseguidos en los años transcurri-
dos y poder presentar una especie de foto instantánea del campo de los métodos
mixtos al comienzo de la década del 2010 (Teddlie y Tashakkori, 2010).
Estos trabajos dan el puntapié para cristalizar y extender la idea de que la
investigación con métodos mixtos implica la combinación de aproximacio-
nes cuantitativas y cualitativas dentro de un mismo estudio (Bazeley, 2003;
Creswell, Shope, Clark & Green, 2006; Johnson y Onwuegbuzie, 2004;
Teddlie y Tashakkori, 2010; Yin, 2006) y asume por tanto una posición le-
gitimadora del pluralismo metodológico, así como también la suscripción a
una aproximación iterativa, cíclica de la investigación, que incluye una lógica
deductiva e inductiva en el mismo estudio, pasando por resultados observa-
cionales, inferencias generales e hipótesis (Teddlie y Tashakkori, 2010).

5 
El argumento epistemológico parte de la idea kuhneana de paradigma y se apoya en la
constatación empírica de la existencia de paradigmas rivales en el seno de las ciencias sociales,
que remiten a formas distintas de concebir la sociedad y de conocerla. Según esta postura, la ads-
cripción a un paradigma implica también una elección metodológica. El argumento técnico, por
su parte, sostiene que los métodos cuantitativos y cualitativos “son apropiados para distinto tipo
de problemas de investigación, e implican que el tema en consideración determina (o debería
determinar) el estilo de estudio a emplear” (Bryman, 2004).

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Fundadas sus bases, las investigaciones con métodos mixtos han ten-
dido a expandirse y a lograr un mayor avance de la reflexión metodológica
(Bryman, 2007). Una muestra de ello es la recuperación de la experiencia del
campo y su sistematización en tipologías de diseños mixtos6. Estos aportes
tipológicos han contribuido a la cristalización de experiencias reflexivas so-
bre las propias prácticas de investigación, así como también han oficiado de
guías de referencia clave para los investigadores del campo social (Teddlie y
Tashakkori, 2006).
Si bien las producciones tipológicas son múltiples, principalmente por
las características complejas y heterogéneas de los distintos diseños, es im-
portante marcar el papel que algunos criterios clasificatorios han tenido como
ordenadores originarios. Así, el tipo de integración metodológica propuesta
–completa o parcial–, el número de fases –una o múltiples– y el tipo de im-
plementación –secuencial o concurrente– han abierto el camino para el re-
conocimiento y caracterización de un conjunto amplio de diseños que sirven
como referencia para el avance del campo.
Por último, cabe hacer mención a una cuestión: todos los desarrollos en
este campo anteriormente consignados no han dejado a un lado cierto clima
de confrontación en lo relativo a las posibilidades que la articulación/com-
binación de métodos contiene. Si bien no es objeto de este capítulo explorar
tales discusiones, es posible pensar que los avances en este campo forman
parte de una respuesta –en varias direcciones– a tales críticas.7
Una de esas direcciones ha sido la que opera en una diferenciación se-
mántica de la noción de triangulación a la de métodos mixtos. Aunque la
triangulación podría ser un término útil para pensar los procesos de reflexivi-
dad en la investigación en ciencias sociales, en nuestro trabajo optamos por
abordar la segunda por dos razones. Por un lado, porque como sostiene Ham-
mersley (2008), el término triangulación se encuentra afectado a múltiples
sentidos y su aplicación no es homóloga al uso mixto de métodos cuantitati-

6 
Véase Bazeley (2003); Greene (2006); Leech & Onwuegbuzie (2009); Morse (2003,
2010); Tashakkori y Teddlie (1998) y Teddlie & Tashakkori (2006, 2010).
7 
Por ejemplo, Massey (1999) ha sido enfático al afirmar que las bases ontológicas y epis-
temológicas de la triangulación son erróneas, provocando que quienes se valen de tales proce-
dimientos arriben a afirmaciones inexactas. El autor lista un conjunto de “errores lógicos” a los
que sucumben quienes creen que triangular métodos es posible.

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vos y cualitativos. Particularmente, el sentido original de triangulación –en
el marco de la literatura metodológica de ciencias sociales– está fuertemente
asociada con el proceso de validación de una interpretación –o inferencia
descriptiva– basada en una fuente de información a través de su confron-
tación con otra fuente de datos diferente. Esta concepción, muy extendida,
no necesariamente implica el uso de diferentes métodos de producción de
información, sino de fuentes en el marco del desarrollo de un mismo método
(sin necesidad de articulación inter-metodológica). Así, una razón obvia para
abordar los métodos mixtos es que triangulación es una referencia que puede
implicar el uso de diferentes fuentes de datos cualitativos, o cuantitativos, y
no necesariamente plantearse el cruce entre ambos abordajes.
Por otro lado, la noción misma de métodos mixtos también busca subrayar
la importancia de un tipo de investigación que procura socavar la tendencia a
asumir que hay fronteras impermeables entre lo cuantitativo y lo cualitativo
buscando generar puentes onto / epistémico / metodológicos. Sin embargo,
una preocupación fundamental que persiste, además de las discusiones acerca
de las condiciones de posibilidad de aplicar métodos mixtos, es que la noción
misma de métodos mixtos preserva la división cuantitativo- cualitativo, in-
cluso y pese a que en su misión se busca avanzar en tender puentes sobre ella.

La cuestión de la reflexividad
Ciencias sociales y reflexividad
La pregunta por la reflexividad en las ciencias sociales, y en especial
por la reflexividad metodológica, ha ganado terreno desde hace al menos 40
años. Se trata de un tema central, extendido, pero que no ha logrado amplios
consensos definicionales y por tanto tampoco tipológicos. Sus múltiples ape-
laciones no son unívocas y constituyen un espacio polisémico en disputa.
Esto se observa con claridad en el hecho de que, para algunas teorías sociales,
la reflexividad se encuentra asociada a una capacidad humana esencial, mien-
tras que para otras es una propiedad sistémica e incluso, en otras, se trata de
un acto crítico o autocrítico (Lynch, 2000). Ahora bien, sin adentrarnos en los
múltiples sentidos asignados a la noción, o las dimensiones que puede abar-
car, hay algo en común en varios de los referentes del campo que la tematizan
y que, de manera muy simplificada, podría resumirse como la necesidad de
problematizar el lugar del investigador en el proceso de producción del cono-

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cimiento en investigaciones cualitativas (Denzin y Lincoln, 2005).Por ejem-
plo, este vínculo entre investigaciones cualitativas y reflexividad se reafirma
al observar cómo se define la noción en la edición de The Sage Encyclopedia
of Qualitative Research Methods (2008): “la reflexividad puede ser descrip-
ta de manera general como un compromiso por parte de los investigadores
cualitativos, en la continua examinación y explicación sobre cómo ellos han
influenciado en el proceso de investigación”.8
Adicionalmente, la reflexividad, es referenciada muy frecuentemente
como una virtud metodológica y la fuente de una visión superior o concien-
cia, pero es una referencia que difícilmente establezca con claridad sobre qué
bases se reivindica. Cada una de las reflexividades implica algún tipo de giro
recursivo y son funcionales con las divisiones entre escuelas, programas y
perspectivas de la filosofía y las ciencias humanas (Lynch, 2000).
Ahora bien, ¿cuándo y cómo surge la necesidad de incluir esta premisa
en las prácticas de investigación? Claramente la posibilidad de abrir paso a
semejante interrogación se vio posibilitada por el alejamiento que la etno-
grafía hizo de las tradiciones inscritas en el naturalismo, al reconocer que el
investigador forma parte del mundo que estudia y que, por ende, su lugar en
el proceso de producción de conocimiento debe ser problematizado. Como
sugieren Hammersley y Atkinson (1994) tanto el positivismo –asociado al
método cuantitativo– como el naturalismo –ligado a la etnografía–, a pesar de
sus diferencias, tienen varios aspectos en común, tal es el caso del compromi-
so de ambos con la idea de que los fenómenos sociales existen con indepen-
dencia de quien los investiga y de que es posible alcanzar un conocimiento
objetivo eliminando los efectos del investigador sobre los datos. El positivis-
mo creyó esto posible estandarizando los procedimientos de investigación,
mientras que el naturalismo lo alimentó a través de la creencia en que la ex-
periencia directa y la participación total del investigador en campo tornarían
posible la recepción neutral de las experiencias culturales que estudia. Ambas
miradas en torno al proceso de investigación “desatienden su reflexividad
fundamental: el hecho de que formamos parte del mundo social que estudia-
8 
Existen numerosos intentos por trazar mapas de la reflexividad. Por ejemplo, la Encyclo-
pedia of Reflexivity and Knowledge de Ashmore, publicada en 1989 es un buen ejemplo de ello.
En el caso de Argentina, los trabajos de Hidalgo (2006) y Guber (2014) hacen un intento en esa
dirección.

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mos y que dependemos del conocimiento basado en el sentido común y en los
métodos de investigación” (Hammersley y Atkinson, 1994, p. 36).
Si por su naturaleza, los métodos mixtos combinan aproximaciones cuan-
titativas y cualitativas ¿cómo no pensar la pregunta por la reflexividad en el
campo de los métodos mixtos? Un primer indicio lo esbozan Hammersley y
Atkinson (1994) al subrayar la necesidad de llevar adelante esta tarea no solo
en el espacio de las investigaciones etnográficas sino también en el campo
de los abordajes cuantitativos de investigación. En palabras de los autores:

(…) no cabe duda de que la reflexividad es un mecanismo significativo


dentro de la investigación social. De hecho, en un sentido todas las in-
vestigaciones sociales toman la forma de una observación participante:
esto implica la participación en el mundo social, en el papel que sea, y
verse reflejada en los productos de esa participación (…). No existe una
manera en la que podamos escapar del mundo social con la intención de
estudiarlo (…) (1994, pp. 31-32).

Y esto es así para todos los investigadores sociales, independientemente


de las perspectivas metodológicas que empleen. Por eso “redefinir la investi-
gación social en términos de su reflexividad también ilumina la relación entre
aproximaciones cuantitativas y cualitativas” (1994, p. 36).

Reflexividad y métodos mixtos: el caso del Journal of Mixed Methods


Research (JMMR).
El objetivo de este apartado es reconstruir los diálogos que se han enta-
blado en torno a los abordajes basados en métodos mixtos y la reflexividad.
Para observar dicha cuestión de la manera más exhaustiva posible, en un
campo que se reconoce como joven, elegimos analizar lo producido en el
ámbito del JMMR. En la medida en que la comunicación en revistas cien-
tíficas especializadas es un indicador de legitimación del campo y en tanto
este se ha transformado en el espacio autorizado y ponderado para la cir-
culación de conocimiento científico, la selección de esta revista se justifica
principalmente por ser el órgano más importante de difusión del campo de
los métodos mixtos.
El JMMR es la primera publicación periódica internacional que se foca-
liza en la difusión de artículos empíricos, metodológicos y teóricos asociados

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con los métodos mixtos.9 Nació en enero de 2007 y edita, desde entonces, 4
números al año. Aunque es una publicación relativamente reciente, ha alcan-
zado un alto reconocimiento en el campo de las ciencias sociales, ocupando
la séptima posición –de 95– en el ranking de revistas de Ciencias Sociales In-
terdisciplinarias, con un factor de impacto de 2,18. Asimismo está indexado
en SCOPUS y en el Social Sciences Citation Index, entre otros.
Esta revista tiene como propósito manifiesto oficiar de puente entre los
académicos, a fin de promover el debate de las cuestiones de relevancia en
la investigación con métodos mixtos, para así aportar una referencia que ilu-
mine las cuestiones de diseño y procedimiento en el desarrollo de la investi-
gación con combinación inter metodológica (Creswell y Tashakkori, 2007).
A pesar de que la reflexividad ocupa un lugar destacado en los debates
metodológicos de los últimos años, puede decirse que es reciente su abordaje
como recurso y guía para el desarrollo de investigaciones basadas en méto-
dos mixtos. Atendiendo a todo lo publicado en el JMMR, puede observase
una escasa presencia del término reflexividad –lo que puede llevar a pensar
en una incipiente preocupación por ella– y menos aún de su apelación como
dispositivo asociado a los métodos mixtos.
Para profundizar acerca de esta cuestión, consideramos oportuno abor-
dar la articulación entre métodos mixtos y reflexividad tomando como cor-
pus analítico a todos los artículos (incluidas las editoriales y las reseñas) del
JMMR, de modo que se pueda reconocer la importancia relativa del tema
de la reflexividad en las producciones del campo, describir sus apariciones,
explicitar y analizar los sentidos que le han sido asignados.
El primer acercamiento al corpus mostró pocos términos, y con baja fre-
cuencia relativa de aparición, relacionados a la noción de reflexividad. De
hecho, dos fueron los términos más frecuentes y cercanos semánticamente:
reflexivo (reflexive) y reflexividad (reflexivity). En el total de los 235 artículos
explorados, solo en 28 tuvieron aparición los términos antes mencionados.
Reflexivo, acumuló 151 apariciones en un total de 28 artículos. Y el térmi-

9 
Como señala Creswell (2011) este Journal y el International Journal of Multiple Re-
search Approaches creado el mismo año son hasta ahora los únicos específicos abocados a los
métodos mixtos. Otras revistas metodológicas que suelen contener publicaciones sobre métodos
mixtos son: Quality & Quantity; Field Methods y el International Journal of Social Research
Metodology –que incluye un volumen dedicado a los métodos mixtos–.

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no reflexividad, por su parte, tuvo una frecuencia de 82 menciones en solo
9 artículos. Dos de esos nueve artículos, detentan el 80,5% del total de las
menciones y solo uno el 64,6% de las mismas.
El contenido semántico del término reflexividad en los 9 artículos no
fue unívoco, aunque pudieron encontrarse particularidades que, grosso modo,
pueden caracterizarse en dos tipos de apelaciones:
• Las que asocian la reflexividad al contexto de las investigaciones con
abordaje cualitativo y ligado a un acto crítico para la problematización del
lugar del investigador, cuestionando los supuestos sobre las que se apoya la
construcción del conocimiento en investigaciones de este tipo.
• Las que vinculan la reflexividad con las investigaciones basadas en mé-
todos mixtos. Sin embargo, cabe hacer una diferenciación en ellas: mientas
que algunas lo plantean sin hacer profundizaciones ni aportes específicos, otras
toman como desafío contribuir a la interrelación entre los métodos mixtos y la
reflexividad con énfasis en una dimensión teórica y/o metódico-técnica.
Estas pocas referencias a la reflexividad, e incluso el acotado o superfi-
cial modo de abordarla, aportan rápidamente algunos indicios sobre la forma
en que se la ha tematizado en el campo de los métodos mixtos, más bien
ligada a aspectos técnicos y alejada de una práctica de la que se vale el inves-
tigador a fin de mejorar sus investigaciones.
En el primer grupo se encontraron 3 artículos. Todos ellos refieren a la
reflexividad en el sentido más extendido de revisión crítica sobre el papel
del investigador en el proceso de producción de conocimiento, asociado a
la perspectiva cualitativa: por ejemplo, Shammas (2017) sostiene que la re-
flexividad es un volverse sobre sí mismo y un proceso de auto referencia
crítico sobre los supuestos, valores y compromisos normativos subyacentes
del investigador, en un sentido amplio (personal e institucional), en el que
se lleva a cabo la investigación; Biddle y Schafft (2014) lo definen como un
ejercicio de reconocimiento crítico centrado en la relación entre el investiga-
dor y el investigado, identificando los valores y los supuestos que sustentan
la investigación, y analizando su papel en la conformación de las prioridades
de investigación y opciones metodológicas; por último, Balomenou y Garrod
(2016) encuadran la idea de reflexividad en un mismo sentido.
En el segundo grupo se encontraron 6 artículos. Por un lado, se hallaron
3 trabajos que apelaron a la reflexividad en relación con los métodos mixtos

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que, si bien marcan un corrimiento del sentido asignado en el primer grupo,
no se propusieron como meta profundizar o aportar en particular, sino más
bien remarcar la necesidad / potencialidad que el uso de la reflexividad ten-
dría en las prácticas de investigación y en la resolución de algunos aspectos
asociados a ellas. Jones (2016), quien aborda el tema de la subjetividad en la
toma de decisiones sobre indicadores o mediciones cuantitativas en investi-
gaciones con métodos mixtos, sugiere que la reflexividad podría ayudar
a identificar puntos de similitud entre las técnicas analíticas cuantitativas
y cualitativas. Por su parte, Feilzer (2010), en su apuesta por la realiza-
ción de investigaciones mixtas desde una perspectiva pragmática, plantea
que el análisis y la interpretación de datos mixtos requerirían del uso de
la reflexividad para el logro de una mayor robustez. En la misma línea,
Archibald (2016) refiere a la reflexividad como recurso para abordar la
triangulación de investigadores, recuperando sus múltiples perspectivas y
reconociendo los temas en tensión. En síntesis, cada uno de estos autores
apela a la reflexividad asociada a los métodos mixtos como un recur-
so potencialmente útil en etapas diferentes de la investigación: uno, más
centrado en la construcción de los datos, otro en la instancia del análisis,
y otro con relación a la articulación teórica en contextos interdisciplina-
res. Sin embargo, pese a estas referencias explícitas, estos trabajos, antes
que aportar respuestas específicas a las posibles articulaciones, vienen a
ratificar la necesidad de generar esos puentes donde la reflexividad podría
tener un papel importante.
Dentro del segundo grupo, otros 3 artículos recuperan el término de re-
flexividad pero, a diferencia de los anteriores, buscan tomarla como eje del
relato. Dos de estos artículos: “A methodological self-study of quantitizing:
negotiating meaning and revealing multiplicity” (Seltzer-Kelly, Westwood
y Peña Guzmán, 2012) y “Reflexive methodological pluralism: the case of
enviromental valuation” (Popa y Guillermin, 2017) aportan referencias me-
tódicas y técnicas sobre cómo pensar la reflexividad devenidas de sus propias
experiencias de investigación empírica con uso de métodos mixtos. El otro,
“Bourdieu’s reflexive sociology as a theoretical basis for mixed methods re-
search” (Fries, 2009) se sitúa más bien en un plano teórico.
Seltzer-Kelly, Westwood y Peña Guzmán (2012) sostienen que la re-
flexividad en métodos mixtos no puede ceñirse a una forma de meta análisis

– 266 –
en torno a la relación del investigador-investigado en el proceso de investi-
gación (de corte cualitativo), sino que debe ser un aspecto crítico siempre
presente en todas las instancias y prácticas de investigación con este tipo de
abordaje metodológico complejo. Los autores aportan, desde esa visión, los
aprendizajes de su experiencia de cuantitativización de datos cualitativos en
procesos de codificación, pasando de una perspectiva de confiabilidad entre
codificadores a una perspectiva más dialógica. En este marco, demuestran
que la reflexividad se asocia al esfuerzo por examinar el proceso analítico, y
que tal esfuerzo no se circunscribe a la instancia de análisis de datos cualitati-
vos, sino al proceso de articulación cuali-cuantitativa del dato, que minucio-
samente deconstruyen en el texto.
Popa y Guillermin (2017) se interesan por ver el contexto teórico y nor-
mativo en el cual las metodologías pluralistas son diseñadas y aplicadas, lo
que trae a un primer plano la cuestión de la reflexividad. Argumentan que,
para avanzar hacia un pluralismo metodológico más reflexivo, se necesita
una discusión explícita sobre los fundamentos ontológicos, epistemológi-
cos, metodológicos e ideológicos de diferentes campos disciplinarios com-
prometidos con la investigación colaborativa. Por lo tanto, el desafío que
encuentran los autores es identificar formas de combinar métodos a través
de campos disciplinares y tipos de expertise que faciliten la construcción del
conocimiento. En este sentido, exploran el tipo de contribuciones que la re-
flexividad puede hacer a las investigaciones multimétodo, concentrándose
en dos aspectos de la reflexividad: la reflexividad crítica y la reflexividad
transformativa. La primera se refiere a un proceso de reflexión, individual
o colectiva, en el marco de comunidades disciplinares, basadas en expertos,
sobre las suposiciones, valores y compromisos normativos subyacentes a la
investigación y al contexto político, social e institucional en el que la investi-
gación tiene lugar. A su vez, la dimensión crítica de la reflexividad puede ser
complementada útilmente con procesos de participación y experimentación
social en comunidades transdisciplinares que permitan la convergencia sobre
entendimientos y valores y la cogeneración reflexiva de normas, contribuyen-
do al cambio social.
Estas dos dimensiones –crítica y transformativa– informan y se refuer-
zan una a la otra como parte de un proceso de aprendizaje de ida y vuelta,
donde los métodos y los objetivos de indagación son modificados y rede-

– 267 –
finidos sobre la base de nuevos datos y conocimiento mejorado. En este
sentido, se afirma que la deliberación, el aprendizaje social, y la conciencia
crítica de las suposiciones, valores, y el contexto social pueden contribuir
a la robustez y legitimidad del conocimiento, en iniciativas concretas de
investigaciones multimétodo.
El trabajo de Fries (2009) tiene como objetivo demostrar cómo la socio-
logía reflexiva de Bourdieu puede proveer las bases teóricas para las investi-
gaciones basadas en métodos mixtos. Para dar cuenta de ello, el autor se vale
de un estudio de caso que ha conducido en el campo de la salud, más espe-
cíficamente de la medicina alternativa. En dicha investigación se pregunta
por la interrelación entre condiciones sociales objetivas (clase, género, etnia,
educación) y decisiones subjetivas en torno al uso de la medicina alternativa,
cuestión que lo lleva a explorar el interjuego agencia-estructura desde la pers-
pectiva bourdiana. Sin ahondar en una descripción detallada del desarrollo
del texto, lo interesante es que el esfuerzo del autor se dirige a mostrar cómo
determinados fenómenos sociales no pueden más que explorarse relacional-
mente, es decir, en su dimensión objetiva y subjetiva, y que para hacerlo se
requiere del uso combinado de métodos cuantitativos y cualitativos. De esta
forma, Fries equipara la noción de reflexividad al programa teórico de Bour-
dieu: la sociología reflexiva.
En su trabajo se destaca una preocupación por la reflexividad que apela
a los métodos mixtos en su fundamento teórico / onto / epistemológico y
en otros más asociados a prácticas metódico–técnicas. La pregunta onto-
epistemológica es una pregunta central y de vigencia actual en torno a las
condiciones de posibilidad de los MM. Y en este sentido, entendemos que
avanzar en esa dimensión es importante para poder destacar una mirada
sobre la reflexividad en este campo. En concordancia con Fries (2009),
sostenemos que la sociología reflexiva bourdiana puede operar como un
potente basamento teórico para los diseños de investigación con métodos
mixtos, y puede ser un recurso útil para pensar las estrategias metódico-
técnicas fuera de ella.
Por tanto, en lo que sigue, recuperamos sintéticamente un conjunto de
aspectos del programa bourdiano como medio para pensar puentes que per-
mitan posicionar la pregunta por la reflexividad en el campo de los métodos
mixtos, tanto en su dimensión teórica como metódico-técnica.

– 268 –
Bourdieu y la sociología reflexiva
No es difícil advertir que a lo largo de su obra, el sociólogo francés Pierre
Bourdieu se esfuerza por tematizar la cuestión de la reflexividad. De hecho,
Wacquant al describir el pensamiento del autor advierte que:

(…) si hay alguna característica que hace sobresalir a Bourdieu en el pai-


saje de la teoría social contemporánea es su obsesión por la reflexividad.
Desde sus tempranas investigaciones (…) ha tornado sistemáticamente
hacia sí mismo los instrumentos de su ciencia (…). Sus análisis de los
intelectuales y de la mirada objetivadora de la sociología, en particular,
así como su disección del lenguaje como instrumento y arena del poder
social, implican muy directamente, y a su vez descansan sobre, un autoa-
nálisis del sociólogo como productor cultural y una reflexión sobre las
condiciones sociohistóricas de posibilidad de una ciencia de la sociedad
(2008, p. 64).

“Sociología reflexiva”, “reflexividad”, “vigilancia epistemológica”, “au-


toanálisis del sociólogo”, “autosocioanálisis” “sociología de la sociología” y
“objetivación participante” son términos que recurrentemente se encuentran
en la obra de Bourdieu y que brindan las pistas para comenzar a delinear la
interrelación entre métodos mixtos y reflexividad.
En concordancia con Fries (2009), creemos que la sociología reflexiva
puede operar como un potente basamento teórico para los diseños de investi-
gación con métodos mixtos, empezando por su intento de captar el interjue-
go sujeto-estructura. En el diagnóstico que Bourdieu traza sobre las ciencias
sociales, uno de los aspectos que destaca como problemático es la presencia
de falsas antinomias: sujeto vs. estructura, teoría vs. metodología, individua-
lismo vs. holismo, las que no resultan más que un engaño y obstáculo para el
correcto desarrollo de la ciencia social (Bourdieu y Wacquant, 2005).
De hecho, en lo que respecta a la primera de las antinomias mencionadas,
el corazón de su propuesta teórica se va a edificar con la convicción de que
lo social tiene una doble existencia, tanto en las cosas como en los cuerpos
(Bourdieu y Wacquant, 2005). A esta aproximación reflexiva la denomina
“sociología genética” o “constructivismo estructuralista”.10

10 
En una de sus publicaciones teóricas más sustantivas El sentido práctico, destina los

– 269 –
Objetivismo y subjetivismo aparecen en las ciencias sociales como abor-
dajes que pueden conjugar dos niveles de análisis. Uno, en el ámbito de la
teoría sociológica, que opone universos conceptuales para entender lo social,
que remiten a dos puntos de partida distintos: preeminencia del mundo ob-
jetivo o preeminencia de los sujetos. Otro, en el ámbito de la epistemología
sociológica que, al enfrentarse a la construcción del objeto, prioriza un punto
de vista externo o un punto de vista interno. De este modo, el reto para los
sociólogos que quieran evitar tomar uno u otro camino es doble. En la dimen-
sión teórica deben mejorar el modo en que dan cuenta de las relaciones entre
lo objetivo y lo subjetivo. En la dimensión epistemológica, establecer puentes
entre el punto de vista externo y las formas en que los actores experimentan
sus acciones. Esta segunda dimensión requiere de la puesta en práctica de una
reflexividad sociológica, ya que en el proceso de construcción del objeto el
sociólogo debe integrar una reflexión sobre su propia relación con el objeto
(Corcuff, 2013).
El programa relacional de Bourdieu busca entonces dar respuesta a am-
bos retos articulados en la propuesta de una sociología reflexiva que llama a
“retornar a la práctica, ámbito de la dialéctica del opus operatum y del modus
operandi, de los productos objetivados y de los productos incorporados de
la práctica histórica, de las estructuras y de los habitus (Bourdieu, 2007, pp.
85-86). Los ya conocidos conceptos de campo, capital y habitus le permitirán
construir una estrategia teórica superadora –parafraseando a Bourdieu– de la
oposición más ruinosa que divide artificialmente a la ciencia social: aquella
que opone el objetivismo al subjetivismo.
Reconociendo que en el espacio social hay tanto factores estructurales
objetivos (clase social, género, etnia, etc.) como subjetivos (conductas, sen-

dos primeros capítulos a discutir con las posiciones teóricas que encarnan el objetivismo y el
subjetivismo. Sintéticamente plantea que quienes adhieren al primero adoptan “un punto de vista
del espectador imparcial que, aferrado a comprender por comprender, se ve llevado a poner esta
intención hermenéutica en el principio de la práctica de los agentes, a hacer como si ellos se
plantearan las preguntas que él se plantea a propósito de ellos” (Bourdieu, 2007, p. 53). Por su
parte, las vertientes subjetivistas –encarnadas en la antropología sartreana, la fenomenología y
las teorías de la elección racional– son incapaces de dar cuenta de la necesidad del mundo social.
En definitiva, en el análisis de lo social el objetivismo no hace más que afirmar la preminencia
de lo objetivo, y consecuentemente de un punto de vista externo, mientras que el subjetivismo
vuelca la mirada sobre lo subjetivo y el punto de vista interno.

– 270 –
timientos, representaciones), y entendiendo que los mismos se corresponden
entre sí, para su estudio se requieren entonces aproximaciones metodológicas
plurales y articuladas.
Según Baranger (2012), muy tempranamente Bourdieu planteaba la
necesidad de trabajar complementariamente con datos cuantitativos y cua-
litativos. Ya en Trabajo y trabajadores en Argelia reivindica el uso de la
estadística en tanto forma de superar la dualidad entre formación científica
y humanística, pero desde una posición que lo aleja del positivismo.11 Allí
argumenta que ni la estadística es la medida de todo, ni hay que prohibirse
conocer las cosas que no pueden ser mensuradas. Cualquier aproximación
unilateral al dato resultará insatisfactoria: “las regularidades estadísticas
tienen un valor sociológico solamente en el caso de que puedan ser com-
prendidas. E inversamente las relaciones subjetivamente comprensibles
solo constituyen modelos sociológicos de los procesos reales si se las puede
observar con un grado de confianza significativo” (Baranger, 2012, p. 97).
Sumamente crítico del análisis estadístico estándar que aísla variables y
que en definitiva no explica nada, propone el análisis de correspondencias
múltiple que va a parecer:

(…) como una solución milagrosa, ya que cada indicador, cada moda-
lidad de cada variable podrá ubicarse en el espacio de las propiedades
en una posición de alejamiento-acercamiento diferencial respecto a los
otros. En suma, esta determinación contextual del valor de cada indica-
dor es lo que torna indispensable un análisis previo de la significación so-
cial de los indicadores para que los resultados de una encuesta puedan ser
objeto de una lectura propiamente sociológica (Baranger, 2012, p. 115).

La sociología reflexiva de Bourdieu demanda la construcción de objetos


de investigación que puedan ser conocidos científicamente desde una episte-
mología que reconozca tanto el punto de vista interno como externo, y desde
abordajes metodológicos que lo garanticen, tal es el caso de las aproximacio-
nes cuantitativas y cualitativas. Al hacer un trabajo de investigación articu-
lado, el investigador no hace más que reconocer que las diferentes técnicas,

11 
En el libro El Oficio del sociólogo (2008) escrito junto a J.-C. Chamboredon y J.-C.
Passeron se extienden sobre las críticas al positivismo.

– 271 –
a su manera y con sus límites y posibilidades, pueden contribuir al conoci-
miento del objeto, pero para esto se requiere una reflexión metódica sobre
las condiciones y límites de su validez, que va a depender de la adecuación
al objeto de estudio (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2008). Todo co-
nocimiento sociológico necesita someter a la interrogación epistemológica
a todas las operaciones que realice, y esto no es patrimonio exclusivo de la
etnografía, sino que la estadística también lo requiere. Siguiendo la propuesta
de Simiand, entienden que a la estadística “no hay que exigirle ni hacerle de-
cir más de lo que dice, por eso hay que preguntarse en cada caso lo que dice y
puede decir, en qué límites y bajo qué condiciones” (Bourdieu, Chamboredon
y Passeron, 2008, p. 67).
Sin embargo, la propuesta de Bourdieu no se agota aquí. La sociología
reflexiva requiere de la reflexividad como requisito y forma del trabajo socio-
lógico, es decir, como un programa epistemológico de acción para la ciencia
social (Wacquant, 2008). Para superar la antinomia aparente de los dos mo-
dos de conocimiento, se requiere subordinar la práctica científica a un conoci-
miento del sujeto de conocimiento (Bourdieu, 2007). Aunque Bourdieu no es
el primero en tematizar la noción de reflexividad, sí hay que reconocer como
distintiva la posición que erige sobre ella, ya que a diferencia de lo que ha
sucedido con Garfinkel, Marcus Fisher, Rosaldo o Geertz, entre tantos otros,
la construye como una teoría de la práctica intelectual.
Bourdieu reconoce que la puesta en cuestión y el descubrimiento de los
elementos personales que intervienen en una investigación –sentido que va-
rios antropólogos y sociólogos le han asignado a la reflexividad– si bien son
una pieza importante en la práctica del oficio, ignoran o dejan afuera otros
elementos que pueden alterar la percepción sociológica:

Lo que necesita ser objetivado entonces no es el antropólogo realizan-


do el análisis antropológico de un mundo externo sino el mundo social
que ha hecho tanto al antropólogo como a la antropología consciente o
inconsciente que él compromete en su práctica –no solo sus orígenes
sociales, su posición y trayectoria en el espacio social, sus creencias o ad-
herencias religiosas y sociales, género, edad, nacionalidad, sino también,
y más importante, su posición particular dentro del microcosmos de los
antropólogos (2003, p. 283).

– 272 –
Para Bourdieu, al sesgo más obvio del que puede ser víctima el analista
social –reconocer sus orígenes y coordenadas sociales– se suman otros dos que
han sido escasamente tematizados. Uno, la posición que el analista ocupa en el
campo académico. El otro –y más original– el sesgo intelectualista que lleva a
construir el mundo como espectáculo, como significaciones a ser interpretadas
y no como haz de problemas concretos que requieren de resoluciones prácticas.
Así planteado, el asunto de la reflexividad es el campo científico en su totali-
dad, la organización social de la ciencia social (Wacquant, 2008).
Para el sociólogo francés, la herramienta metodológica que permite con-
trolar estos sesgos es la objetivación participante:

La objetivación participante se compromete a explorar no la experiencia


vivida del sujeto cognoscente sino las condiciones sociales de posibili-
dad –y por lo tanto sus efectos y sus límites– de esa experiencia y, más
precisamente, del acto de objetivación en sí mismo. Se propone objetivar
la relación subjetiva respecto del objeto que, lejos de llevar a un subjeti-
vismo relativista y más o menos antiscientificista, es una de las condicio-
nes de objetividad científica genuina (Bourdieu, 2003, p. 282).

En resumidas cuentas, la reflexividad en Bourdieu presenta distintas aris-


tas. En primer lugar, la propuesta teórica es reflexiva en la medida en que
busca relacionar al individuo con la estructura social: lo social es objetivo y
subjetivo a la vez; tal reconocimiento requiere de posicionamientos episte-
mológicos (recuperación de un punto de vista externo e interno) y metodoló-
gicos que lo acompañen (usos de métodos cuantitativos y cualitativos). Para-
lelamente, toda esta labor es insuficiente si no puede ser acompañada de una
teoría de la práctica intelectual, la cual, según Wacquant (2008), a diferencia
de las posiciones más difundidas, no pone en el centro de la escena al sujeto
investigador sino al inconsciente social e intelectual fijado a herramientas
y operaciones analíticas; es una empresa colectiva y no la carga de un in-
vestigador solitario, y busca aumentar el alcance y solidez del conocimiento
científico social, lo que lo aleja de varias formas de reflexividad.

Reflexividad y métodos mixtos: posibles articulaciones


La noción de reflexividad no es nativa de los métodos mixtos ni tampoco
detenta un sentido unívoco en el lugar del cual proviene. Conforme esto, se-

– 273 –
gún como se la considere, su contenido semántico puede implicar diferentes
potencialidades y recursos de cara a su aplicación en el campo de los métodos
mixtos. Las visiones ligadas a la reflexividad textual, por ejemplo, no habi-
litarían tal traspaso. En cambio, la reflexividad en su sentido más extendido
“como forma que habilita a pensar lo que se hace” (Hidalgo, 2006) o en un
sentido algo más restringido en tanto “práctica que demanda el análisis del
papel del investigador en el proceso de producción de conocimiento” (Ham-
mersley y Atkinson, 1994), o siguiendo a Bourdieu, bajo una dimensión teó-
rica que comprende un posicionamiento onto-epistemológico específico, sí
abre posibilidades para pensar posibles articulaciones.
En este apartado, y con base en los desarrollos que lo preceden, nos
proponemos aportar un conjunto de ideas que sirvan para pensar en los
aspectos en que la pregunta por la reflexividad puede llevarse al campo de
los estudios basados en métodos mixtos. Para eso, distinguimos analítica-
mente dos dimensiones que vuelven posible la vinculación, una teórica y
otra metódico-técnica.
Para ilustrar el sentido de la primera dimensión, se recupera la propuesta
de Bourdieu en torno a la sociología reflexiva. Si bien la misma no es la úni-
ca posible, como señala Fries (2009), los aportes bourdianos pueden operar
como puente interesante entre los métodos mixtos y la reflexividad, a través
de la necesidad de articular la dimensión objetiva y subjetiva en el estudio de
los fenómenos sociales. En la medida en que lo social tiene una doble exis-
tencia, en las cosas y en los cuerpos, su estudio requiere de aproximaciones
epistemológicas y metodológicas que permitan abordar su complejidad, lo
que lleva a la necesaria integración de estrategias cuantitativas y cualitativas.
El carácter reflexivo de los métodos mixtos se deriva hasta aquí de una nece-
sidad fundada teóricamente.
Sin buscar caer en reduccionismos, y reconociendo que, como se ha visto
en el apartado anterior, la noción de reflexividad en Bourdieu es bastante más
compleja, uno de los aportes más sustantivos que podemos recobrar es el que
deviene de interpretarla como teoría de la práctica intelectual, pensando en
los sesgos potenciales que el investigador puede cometer en sus investigacio-
nes. Ahora bien, no se trata de hacer un ejercicio sobre aquello que es “más
obvio” –por demás tematizado– sino que propone a través de la objetivación
participante recuperar –entre otras cosas– el lugar que el analista ocupa en

– 274 –
el campo académico.12 Para aquellos que sigan la perspectiva bourdiana, los
conceptos de campo, capital y habitus aparecerán como la clave teórica para
la superación de la falsa antinomia entre objetivismo y subjetivismo y, la
objetivación participante, el recurso interno del programa para objetivar la
relación subjetiva respecto del objeto.
En esta línea de pensamiento, el reto para los investigadores sociales
que utilicen métodos mixtos devendría doble. Por un lado, en una dimensión
teórica, donde debe centrar la atención en el modo en que se da cuenta de
las relaciones entre lo objetivo y lo subjetivo. Y, por el otro, en la dimensión
epistemológica, con la necesidad de establecer puentes entre el punto de vista
externo y las formas en que los actores experimentan sus acciones. En esta
segunda dimensión es donde, sobre todo, se requiere de la puesta en práctica
de la reflexividad, ya que en el proceso de construcción del objeto el sociólogo
debe integrar una reflexión sobre su propia relación con el objeto, y se trata de
un proceso no cualitativo ni cuantitativo, sino mixto. Todo conocimiento social
necesita someter a la interrogación epistemológica a todas las operaciones que
realice, sean estas de abordaje cuantitativo, cualitativo o mixto.
Como ya planteamos, si bien la noción de reflexividad ha sido amplia-
mente tematizada, emergió y se expandió con fuerza en el campo de la et-
nografía y de los abordajes cualitativos de investigación social. Una de las
ideas más extendidas es aquella que asocia la reflexividad al intento por com-
prender los múltiples efectos que ejerce el investigador en su vínculo con los
sujetos que investiga. Sobre esta cuestión, Hammersley y Atkinson (1994)
desarrollaron algunos planteos sugerentes al subrayar la necesidad de llevar
adelante esta tarea no solo en el espacio de las investigaciones etnográficas
–en sus versiones antinaturalistas– sino también en el campo de los abordajes
cuantitativos. En la medida en que se reconoce que todas las investigaciones
sociales se basan en la capacidad humana para participar en la observación,

12 
Y es en relación con esto que cabe una observación con respecto a los métodos mixtos:
este tipo de aproximaciones ocupa un lugar subordinado en el campo metodológico, que lucha
por un mayor reconocimiento y legitimación. Trabajos como el de Yin (2006), o la introducción
misma a la segunda edición del Handbook de Teddlie y Tashakkori (2010), en el que los autores
sostienen que la estructura organizacional del manual puede ser vista como un proyecto en evo-
lución para el campo de los métodos mixtos, son muestras del esfuerzo que los investigadores
realizan en esa dirección.

– 275 –
los efectos y consecuencias de tal participación deben analizarse con inde-
pendencia de los métodos y técnicas empleados.
Un caso ejemplificador es el de Schuman (1982) –conocido por sus aportes
al método de investigación por encuestas– quien desde una perspectiva crítica
argumenta sobre la importancia de reflexionar sobre los problemas, obstáculos
y dispositivos que emergen del proceso de diseño e implementación de una
encuesta. Lejos de otorgarle al instrumento un carácter neutral/objetivo –típico
de una posición canónica–, con su apelación a la distinción entre “acto” y “ar-
tefacto” no hace más que poner en el centro la artificialidad del proceso como
construcción humana con sus múltiples implicancias. Esta reflexión es válida
para todos los métodos, ya que no tiene que ver con el método en sí mismo,
sino con el uso que de él se hace. Si el método es tratado como una manera en la
que se busca el significado de la acción humana, entonces incluso sus aspectos
de artefacto colaboran en esa búsqueda. Cualquiera sea el método utilizado,
siempre se está tratando con datos sobre la realidad social, no con la realidad
social en sí misma, siempre se están ensayando inferencias, haciendo interpre-
taciones, testeando ideas mediadas por el investigador, algo en lo que Bourdieu
también se ha explayado (Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2008).
La segunda dimensión (metódico-técnica) plantea la posibilidad de am-
pliar y/o transferir la noción de reflexividad en su sentido más utilizado a la
práctica de investigación con métodos mixtos. Se trata de pensar la aplicación
de los recursos de observancia sobre los efectos que articulan la relación entre
el investigador y el investigado, que pueden presentarse en el conjunto am-
plio de decisiones –con distinto grado de complejidad– asociadas al diseño
e implementación de la investigación en sus diferentes núcleos decisionales
básicos: selección, recolección y análisis.
De este modo, la dimensión metódico-técnica de la reflexividad llevada
a los métodos mixtos puede ser un recurso utilizado para colaborar en el pro-
ceso de validación, en un sentido amplio, del conocimiento construido desde
una perspectiva innovadora y creativa. Si bien existen criterios de control
de calidad y validación en torno a factores internos y externos de la inves-
tigación aportados por las distintas tradiciones metodológicas, los métodos
mixtos en términos de su integración están atravesados por una tensión entre
utilizar los criterios de validación preexistentes y avanzar en su desarrollo en
función de su dimensión metódico-técnica.

– 276 –
A diferencia de las investigaciones más estandarizadas, en donde existe
una lógica de secuencialidad y rigidez en la toma de decisiones y en el control
del proceso, en los abordajes basados en métodos mixtos esta mecanicidad
no tiene asidero, porque no existe un vínculo automático entre las decisiones
metódico-técnicas, por ello es que la reflexividad puede devenir útil en tanto
dispositivo que aporta al control, validación y garantía del proceso de cons-
trucción del conocimiento.
Particularmente, es importante pensar que la reflexividad podría ser un
recurso útil para proveer los argumentos a través de los cuales se fundamenta
la elección específica de métodos mixtos (esto implica asumir que no son
autoevidentes), para explicitar con claridad el diseño que se propone y lo que
se gana aplicándolo, para describir con precisión cómo se dan los procesos
de selección, recolección y análisis cuantitativos y cualitativos, para mostrar
cómo se dan las vinculaciones entre los métodos y técnicas propuestos y las
preguntas de investigación seleccionadas, y, por último, para mostrar cómo
los hallazgos cuantitativos y cualitativos se retroalimentan en la integración
y la forma en que lo hacen. Por caso, valen las referencias asociadas a su
aplicación en la configuración de los instrumentos de producción/recolección
de datos, en la interacción investigador-investigado durante el trabajo campo
(Poppa y Guillermin, 2015) y en los procesos de análisis de datos (Seltzer-
Kelly, Westwood y Peña Guzmán, 2012).
Se cree que el hecho de ignorar o no atender a estas cuestiones puede
llevar a reproducir prácticas de investigación acríticas que pueden alimentar
una tendencia a asociar los métodos mixtos en sí mismos como forma más
completa y válida de abordar los fenómenos sociales.

Conclusiones
Este capítulo se propuso indagar cómo y en qué medida la pregunta por
la reflexividad en tanto recurso metodológico puede llevarse al campo de los
abordajes mixtos.
Es consensuado que los métodos mixtos han ganado terreno y han lo-
grado un gran desarrollo en el contexto de la producción de conocimiento
en ciencias sociales que, sin embargo, no estuvo acompañado de un mismo
esfuerzo por generar dispositivos de control de calidad que dieran cuenta y
fundamentaran las condiciones de posibilidad y pertinencia de ese tipo de in-

– 277 –
vestigación. De hecho, pareciera que, en su uso más extendido, su apelación
fuera una garantía per se de superioridad como abordaje y de calidad –en
sentido amplio– de producto científico (Hammersley, 2008; Bryman, 2004).
En este contexto es que se cree necesario instalar la cuestión de la re-
flexividad en tanto modo de “pensar lo que se hace” pero anclado en las es-
pecificidades de las investigaciones basadas en métodos mixtos. En efecto, se
trata de un recurso con potencialidad que puede aportar herramientas críticas
de justificación que operen frente a la expandida naturalización que tiende a
ubicar a los métodos mixtos como una fundamentación autoevidente.
Los métodos mixtos deben reconocer que no son en sí mismos garantía de
calidad en el proceso de construcción de conocimiento, que necesitan justificar
y fundamentar sus prácticas. Por lo tanto se entiende que la reflexividad podría
aportar insumos sustantivos a este campo en torno a las dos dimensiones ana-
líticas mencionadas: la teórica y la metódico-técnica. En efecto, desde la pri-
mera, debería poder aportar al modo en que se da cuenta de las relaciones entre
lo objetivo y lo subjetivo, así como de la necesidad de establecer puentes entre
el punto de vista externo y las formas en que los actores experimentan sus ac-
ciones. Desde el punto de vista metódico-técnico, debería ser capaz de aportar
a la observancia de los efectos que articulan la relación entre el investigador y
el investigado en (y entre) distintas decisiones y prácticas asociadas con la se-
lección, recolección y análisis en una investigación con métodos mixtos. Parti-
cularmente, un desafío central es el que se plantea en torno a la justificación de
las propuestas basadas en métodos mixtos, y en ellos el aporte de recursos para
pensar y utilizar tanto criterios de validación monometódicos preexistentes,
como el desarrollo de criterios propios, ajustados a las necesidades del diseño.
Con esto se quiere dejar en evidencia que los métodos mixtos no escapan
a la obligación de dar cuenta y fundamentar el conjunto amplio de decisiones
que se ponen en juego en el proceso de investigación. De hecho, el análisis
sobre el corpus que se realizó en este capítulo demuestra el lugar acotado que,
en las investigaciones basadas en métodos mixtos, tiene la puesta en juego y
explicitación crítica del proceso de construcción del conocimiento.
Este ha sido un primer esfuerzo por aportar a la interrelación reflexivi-
dad-métodos mixtos. Resta entonces seguir avanzando y profundizando esta
discusión vital para la robustez de los productos basados en métodos mixtos,
evitando el recurso a clichés y tecnicismos con poco control intelectual.

– 278 –

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