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“AÑO DEL FORTALECIMIENTO DE LA SOBERANÍA NACIONAL”

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Trabajo Monográfico

ESTADO Y SOCIEDAD

PERSONALIDAD JURÍDICA DEL ESTADO

Estudiantes:

 DEL CASTILLO HURTADO, Matilde


 IRIGOIN ROCHA, Kathleen
 SANCHEZ MURCIA, Mariell
 VELA VARGAS, Gabriela

Asignatura:

Ciencias Políticas

Ciclo:

IX

Docente:

Miguel Ángel Villa Vega

Iquitos – Perú

2022

1
DEDICATORIA

A las familias, que son el origen de


Valores para nuestra vida.

2
AGRADECIMIENTO

A nuestros padres por ser nuestra principal razón de salir a delante cada
día, e inspirarnos a seguir estudiando, apoyándonos en todo lo que es
posible.

3
“La aviación es lo más excelso de la especie
humana. Es el hombre en busca de la
aventura, es el ser que se desprende de la
vulgaridad de la tierra, para comulgar con la
pureza del cielo y desciende luego a purificar
la tierra, después de haber recibido la
comunicación de lo infinito”.
José María Velasco Ibarra.

4
INDICE
INTRODUCCIÓN.......................................................................................................................6
I. ESTADO.............................................................................................................................7
1.1. Territorio....................................................................................................................8
1.1.1. Funciones..........................................................................................................9
1.2. Población...................................................................................................................9
1.2.1. Evolución del nombre...................................................................................10
1.3. Soberanía................................................................................................................11
1.4. Origen y clasificación...........................................................................................12
II. SOCIEDAD.......................................................................................................................14
2.1. Sociedad humana..................................................................................................15
2.2. Orígenes de la sociedad......................................................................................16
III. ESTADO Y SOCIEDAD..............................................................................................17
3.1. La inicial separación entre estado y sociedad...............................................18
3.1.1. Las expresiones constitucionales.............................................................18
3.1.2. La configuración dualista del régimen administrativo liberal............20
IV. PERSONALIDAD JURÍDICA DEL ESTADO..........................................................23
4.1. Personalidad del Estado......................................................................................23
4.2. Estructura dogmática...........................................................................................26
4.3. Problemática...........................................................................................................27
4.4. Personalidad jurídica............................................................................................29
4.4.1. Persona como categoría jurídica...............................................................29
4.4.2. La persona como sujeto de derecho........................................................31
4.4.3. Clasificación de las personas jurídicas...................................................33
4.5. Estado como personalidad jurídica entre Estado y Sociedad....................35
V. PERSONALIDAD JURÍDICA Y DE ORGANIZACIÓN..............................................37
CONCLUSIÓN.........................................................................................................................39
BIBLIOGRAFÍA/WEB GRAFÍA............................................................................................40

5
INTRODUCCIÓN

Los seres humanos siempre han buscado congregarse, primero en


grupos familiares, bandas o clanes, y luego en organizaciones con
distinto grado de complejidad. Los Estados son una de estas formas
históricas de convivencia, con características determinadas y tienen
preponderancia en el mundo moderno.

Hoy en día nos cuesta imaginar la sociedad sin la existencia de un


Estado que la regente y administre. Ya que, si bien estos dos conceptos
remiten a cosas diferentes, también es verdad que se encuentran
íntimamente vinculados.

En la prehistoria, las primeras sociedades no tenían Estado, o sea, no


tenían instituciones, ni poderes permanentes. Se basaban en formas de
organización mínimas y comunitarias, dado que la existencia de los
individuos se dedicaba por entero a la supervivencia.

Sin embargo, todo eso cambió con la Revolución Neolítica y el


surgimiento de las primeras ciudades, hace alrededor de 6.000 años. Fue
entonces que la agricultura permitió generar suficiente alimento para
quienes trabajaban la tierra y para sostener a quienes, a partir de
entonces, se dedicarían a otras actividades: investigar y educar, ejercer
la religión o, también, regentar.

Una vez asumida la vida sedentaria, la defensa militar y


la administración de la producción se volvieron necesidades sociales. Así
nacieron los primeros Estados, generalmente monárquicos y religiosos,
en los que una élite militar y/o religiosa gobernaba a la base social
de trabajadores agrícolas y artesanos.

6
I. ESTADO
El Estado es un concepto político referido a una forma de organización
social, que cuenta con instituciones soberanas, que regulan la vida de
una cierta comunidad de individuos en el marco de un territorio nacional.

Diversas definiciones han sido dadas por pensadores de todas las


épocas, con distintos énfasis, pues históricamente diferentes tipos de
agrupaciones fueron calificadas como Estados.

Es “una comunidad humana, fijada sobre un territorio propio, que posee


una organización que resulta para ese grupo, en lo que respeta a las
relaciones con sus miembros, una potencia suprema de acción, de
mando y coerción”1.

Esta definición tiene sus raíces en la Europa del siglo XVII, producto de
los tratados de paz conocidos como la “Paz de Westfalia” (1648). Que
fue el primer congreso diplomático moderno que estructuró el orden
europeo basado en el concepto de soberanía nacional e integridad
territorial como fundamento de los Estados, en oposición a concepciones
feudales. Este modelo es el que existe hasta nuestros días, siendo ellos
los principales actores de la comunidad internacional.

Un Estado es una organización política constituida por un conjunto


de instituciones burocráticas estables, a través de las cuales ejerce
el monopolio del uso de la fuerza (soberanía) aplicada a
una población dentro de unos límites territoriales establecidos.

Muchas sociedades humanas han sido gobernadas por Estados durante


milenios; sin embargo, la mayoría de las personas en la prehistoria vivían
en sociedades sin Estado. Los primeros Estados surgieron hace unos
5500 años junto con el rápido crecimiento de las ciudades, la invención
de la escritura, y la codificación de nuevas clases de religión. Con el
1
Guía de Formación Cívica en https://www.bcn.cl/formacioncivica
7
tiempo, se desarrolló una variedad de formas diferentes de Estados,
empleando una variedad de justificaciones para su existencia (como
el derecho divino, la teoría del contrato social, etc.). Hoy día, sin
embargo, el Estado-nación moderno es la forma predominante de Estado
a que están sometidas las personas.

La palabra Estado viene del latín status, y este del verbo stare (estar


parado). De ahí pasó a significar a algo parado, detenido, como en statu
quo. El verbo stare se vincula con la raíz indoeuropea *sta-, presente en
el verbo griego ίσταμαι (histamai, que se puede traducir como:
establecer, poner en pie, detener, estar en pie). Como
término polisémico designa también a todo
aquel país soberano, reconocido como tal en el orden internacional, así
como al conjunto de atribuciones y órganos de gobierno de dicho país.

Todo Estado está dotado de territorio, población y soberanía.

I.1. Territorio

Se denomina territorio a un área (incluyendo tierras, aguas y espacio


aéreo) poseída por una persona física o jurídica, sea una organización,
una institución, o un Estado.

Desde la perspectiva de la geosemántica social se entiende por territorio


la unión de un sentido o significado con un lugar determinado, cuya
definición es validada por una comunidad.

Territorio en política: Es la delimitación geográfica en la cual se


encuentra asentada la población. Dentro de este concepto político, el
componente esencial para la conformación de un Estado.

Existen agrupaciones humanas en las que el territorio no es de


importancia primordial, por ejemplo: las organizaciones internacionales.
El territorio es el elemento de primer orden colocado al lado del elemento
humano tratándose del Estado.

8
Los hombres llamados a componer el Estado deben estar
permanentemente establecidos en su suelo, el cual se
llama patria (patria: tierra de los padres). No puede hacerse una igualdad
o semejanza del Estado con la iglesia en el aspecto territorial, porque la
misión y fines de la iglesia puramente espirituales, son diferentes de la
misión y fines del Estado, en los que se involucran fundamentalmente
intereses materiales.

I.1.1. Funciones

El territorio tiene dos funciones:

 Negativa: es una función negativa en virtud de que circunscribe las


fronteras, los límites de la actividad estatal y también a la actividad de
los Estados extranjeros dentro del territorio nacional.
 Positiva: consiste en constituir el asiento físico de su población, la
fuente fundamental de los recursos naturales que la misma necesita y
el espacio geográfico donde tiene vigor el orden jurídico.

El Estado para realizar su misión y sus fines, tiene necesidad de un


territorio, es decir, de una porción determinada del suelo que le
proporcione los medios necesarios para satisfacer las necesidades de su
población.

El Estado que pierde su territorio desaparece, pues ya no tiene espacio


donde hacer valer su poder.

I.2. Población
Un ciudadano o ciudadana es
unconcepto jurídico, filosófico y político que ha sido usado desde tiempos
antiguos y a lo largo de la historia, aunque no siempre de la misma
manera pero en general designa a una persona física que es parte de
una sociedad o entidad territorial.

9
El Diccionario de la Lengua Española lo define como «una persona
considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos
políticos y sometido a su vez a sus leyes».2 Se le llama ciudadanía tanto
al conjunto de ciudadanos como o a la condición de ser ciudadano.

I.2.1. Evolución del nombre


Los romanos tenían muchas similitudes con el concepto de ciudadano de
los griegos. Su pequeña variante reside en quiénes merecían ser
ciudadanos, pues para los romanos estos eran todos aquellos que
habitaran en la civitās ('ciudad' en sentido amplio), de un padre y una
madre que fueran ciudadanos, y a los cuales se les otorgaban derechos.
Los mismos esclavos podían conseguir su libertad y volverse
ciudadanos.

Sin embargo, la ciudadanía romana se podía perder principalmente por


tres motivos: porque un hombre libre cae en la esclavitud; porque el
ciudadano cambia de civitās o de comunidad y por ser extranjero.

Los derechos de los ciudadanos romanos iban desde poder constituir


una familia, a tener esclavos y a liberarlos, hasta el derecho a contraer
obligaciones; a votar en los comicios decidiendo sobre la guerra y la paz,
así como a la creación y designación de los magistrados, hasta el de ser
elegido, precisamente, a las magistraturas. Este sentido de ciudadano se
modifica cuando, al término de la Edad Media, los
filósofos naturalistas sugieren que la libertad individual, en el mundo
moderno, no depende de la pertenencia a la comunidad.

Al contrario, la antecede y la condiciona, idea que surge gracias al


nacimiento del Estado moderno y después de la Declaración de los
Derechos Fundamentales del Hombre que deja como consecuencia la
Revolución francesa; haciendo que el concepto del ciudadano descanse
en estos derechos políticos, civiles y sociales. Así,

10
el ciudadano responde a una colectividad, a una pertenencia a la
comunidad y que los hace iguales gracias a esos derechos.

I.3. Soberanía
La soberanía es el poder político supremo que corresponde a
un Estado independiente, sin interferencias externas. En teoría política, la
soberanía es un término sustantivo que designa la autoridad suprema
que posee el poder último e inapelable sobre algún sistema de
gobernabilidad. La soberanía de las personas o la soberanía popular es
la base moderna de los estados democráticos a través del mundo.

El concepto de soberanía no fue manejado ni por griegos ni por romanos.


Dice Georg Jellinek2 que la idea de soberanía se forja en la Edad Media y
«en lucha con estos tres poderes (la Iglesia, el Imperio romano y los
grandes señores y corporaciones) ha nacido la idea de la soberanía, que
es, por consiguiente, imposible de conocer sin tener igualmente
conocimiento de estas luchas». Diversos autores contemplan la cuestión
de la soberanía en sus obras, tal como Hermann Heller, con La
soberanía; F. H. Hinsley, con El concepto de soberanía; o Harold J.
Laski, con El problema de la soberanía.

En las monarquías absolutas la soberanía corresponde al Estado, el cual


a su vez queda identificado al rey («El Estado soy yo», dijo Luis XIV). De
ahí que el monarca sea llamado soberano, denominación que aún
perdura. El liberalismo subvirtió el concepto de soberanía y concibió dos
modalidades de esta: una, revolucionaria, en la que el pueblo,
considerado como un conjunto de individuos, ejerce el sufragio
universal (la soberanía popular); otra, conservadora, que reside en un
parlamento de voto censitario (la soberanía nacional).

2
Georg Jellinek, fue un jurista y profesor universitario judío alemán de origen austríaco.
11
I.4. Origen y clasificación
El modelo de Estado descrito solo se refiere a la existencia de un poder
centralizado, pero nada se dice respecto de la forma de ejercer dicha
autoridad. Estos Estados que concentraban fuertemente el poder en el
monarca fueron conocidos como absolutos. A partir de sucesos como la
Independencia de los Estados Unidos de América (1776) y la Revolución
Francesa (1789) la situación de los Estados absolutistas se ve alterada
por las ideas liberales, dando paso a un Estado más democrático,
constitucional y con división de poderes.

Antes de dar una clasificación de los Estados, es necesario precisar dos


conceptos: forma de Estado y forma de gobierno.

 Forma de Estado: estructura del poder del cual el Estado es titular


y a su distribución espacial.
 Forma de gobierno: ordenamiento político que se adopta, es decir,
manera en que se ejerce el poder y cómo son designados los
gobernantes.

Existen Estados de estructura semejante, pero regidos por formas de


gobierno distintas y a la inversa. Estados federales semejantes en su
estructura como Estados Unidos y Alemania Federal, con gobierno
presidencialista el primero y parlamentario el segundo; o Estados de
estructura distinta, uno unitario como Chile y otro federal como México,
pero ambos con una forma de gobierno similar a la presidencialista.

En defensa del bien común de la totalidad de la población que engloba el


Estado o de la pervivencia del mismo, se utiliza frecuentemente la
llamada razón de Estado, término acuñado por Nicolás Maquiavelo, por
la que dicho Estado, perjudica o afecta de una u otra forma a personas o

12
grupos de personas, en pro del resto de individuos que lo conforman,
generalmente obviando las propias normas legales o morales que lo
rigen. Tal es el argumento esgrimido, por ejemplo, en ciertos asesinatos
selectivos o en ciertos casos de terrorismo de Estado.

13
II. SOCIEDAD
Sociedad es un término que describe a un grupo de individuos marcados
por una cultura en común, un cierto folclore y criterios compartidos que
condicionan sus costumbres y estilo de vida y que se relacionan entre sí
en el marco de una comunidad. Aunque las sociedades más
desarrolladas son las humanas (de cuyo estudio se encargan las ciencias
sociales como la sociología y la antropología), también existen
las sociedades animales (abordadas desde la sociobiología o la etología
social)3.

Las sociedades de carácter humano están constituidas


por poblaciones donde los habitantes y su entorno se interrelacionan en
un contexto común que les otorga una identidad y sentido de
pertenencia. El concepto también implica que el grupo comparte lazos
ideológicos, económicos y políticos. Al momento de analizar una
sociedad, se tienen en cuenta aspectos como su nivel de desarrollo,
los logros tecnológicos alcanzados y la calidad de vida.

Los expertos en el análisis de las sociedades establecen una serie de


señas de identidad o de características que exponen que son
imprescindibles que se cumplan para que las reuniones o asociaciones
de grupos se consideren sociedades como tal.

Así, entre otras cosas, requieren tener una ubicación en una zona
geográfica común, estar constituidos a su vez en diversos grupos cada
uno con su propia función social, deben tener una cultura común, pueden
considerarse una población en su totalidad…

De la misma forma establecen que las sociedades tienen una serie de


funciones que pueden clasificarse en dos. Por un lado, estarían las

3
Definición en https://definicion.de/sociedad/
14
generales y por otro lado las específicas. Respecto a las primeras
destacarían el hecho de que son los instrumentos a través de los cuales
se hacen posibles las relaciones humanas o que desarrollan y establecen
una serie de normas de comportamiento que son comunes para todos
sus miembros.

el término sociedad posee también usos mucho más específicos,


especialmente en el ámbito legal, político o empresarial, tales como:

 Sociedad civil. Término que alude al total de la ciudadanía de un


país, considerados como un conjunto de actores independientes
del Estado.
 Sociedad anónima. También llamado “compañía anónima”, es una
forma de organización empresarial constituida por acciones, en la
que estas últimas representan un capital.
 Sociedad conyugal. Figura jurídica que se constituye a través
del matrimonio y que administra los bienes y capitales de la pareja.
 Sociedad cooperativa. Forma de organización de
productores, comerciantes o consumidores, que se rigen por
criterios de utilidad común a todos.

II.1. Sociedad humana


La sociedad humana es la forma en que los humanos nos hemos
organizado para acometer de modo conjunto la satisfacción de nuestras
necesidades. A diferencia de las sociedades animales, las
nuestras suelen tener altísimos niveles de organización y complejidad, y
estar acompañadas con una cultura propia, que a menudo permite la
identificación de los individuos pertenecientes a una sociedad.

La sociedad humana surgió como una forma de comunidad tribal, que


compartía sus recursos y buscaba protección de los elementos y de
posibles depredadores. Pero gracias al lenguaje y al desarrollo cultural y

15
tecnológico, lo que inicialmente fueron tribus u hordas humanas, lograron
integrarse y modificar radicalmente sus formas de vida.

Los miembros de la sociedad se vincularon a través una cultura común,


basada en relatos fundacionales y un sentido de pertenencia. Actividades
como el surgimiento de la agricultura también colaboraron en su
cohesión entre sí y con la geografía en la que habitaban.

Este camino condujo al abandono de la vida nómada de los cazadores-


recolectores. Finalmente aparecieron las ciudades, las jerarquías
políticas, las naciones y las religiones, a medida que la sociedad humana
propiciaba la transmisión de los saberes de una generación a la
siguiente.

II.2. Orígenes de la sociedad


La sociedad existe desde que el hombre comenzó a poblar el planeta,
aunque su forma de organización sufrió variaciones a lo largo de la
historia. La sociedad del hombre prehistórico se encontraba organizada
de modo jerárquico, donde un jefe (el más fuerte o sabio del conjunto)
concentraba el poder. A partir de la Grecia antigua, la tendencia
absolutista del poder empezó a modificarse, ya que los estamentos
inferiores de la sociedad pudieron llegar a ciertos sectores de importancia
en la toma de decisiones a través de la democracia4.

Recién en 1789, con la Revolución Francesa, la organización social


cambió en forma radical: desde entonces, cualquier persona puede subir
a un estamento superior de la sociedad.

Cabe mencionar que el concepto de sociedad también puede entenderse


desde una perspectiva económica y jurídica, para definir a la unión de al
menos dos individuos que se comprometen a realizar aportes y esfuerzos
4
Autores: Julián Pérez Porto y María Merino. Publicado: 2008. Actualizado: 2021.
Definicion.de: Definición de sociedad (https://definicion.de/sociedad/)
16
en común para desarrollar una actividad comercial y repartir entre sí las
ganancias obtenidas.

III. ESTADO Y SOCIEDAD

El desarrollo político de una nación se alcanza a través de la


construcción de un Estado en el cual el conjunto de sus instituciones
opera en beneficio del interés general. El escenario de la democracia
permite que esta operación se efectúe contando con la voz mayoritaria
de los ciudadanos y con la opinión que ellos tienen acerca de los
problemas y asuntos prioritarios por atender.

“Se registra con persistente frecuencia una tendencia a la distorsión del


escenario democrático por la corrupción de las instituciones públicas
mediante mecanismos que las ponen al servicio de intereses privados y
sectoriales. Cuando ello ocurre, y sobre todo cuando ocurre de manera
excesiva, la democracia se desvirtúa absolutamente. En estas
condiciones, se transforma en una fachada para legitimar prácticas
generalizadas de corrupción”5.

Esto sucede en condiciones de un muy precario desarrollo político de


una nación, y tiene la perversidad de constituir un escenario que se
retroalimenta y agrava hasta cuando un verdadero mecanismo de ruptura
radical rompe el círculo vicioso de su reproducción.

Por otra parte, la capacidad de interacción a nivel internacional y, en


última instancia, la soberanía de una nación, dependen de la existencia
de instituciones legítimas, dentro de las cuales se garantice la sucesión
de gobiernos legítimos, la existencia de instituciones parlamentarias
respetables y la continuidad de una justicia operante.

5
Leopoldo Peralta y Mauricio Vasco, «El Estado y la Sociedad», Revista de Estudios Sociales [En línea],
2 | 1998, Publicado el 08 marzo 2019, consultado el 15 octubre 2022. En
http://journals.openedition.org/revestudsoc/31045
17
Las carencias o distorsiones en uno o varios de estos aspectos generan
una situación de debilidad - que puede llegar a ser extrema-, en la cual la
soberanía se ve profundamente afectada por las presiones externas o
por la incapacidad de ejercer una interlocución adecuada con los otros
actores del sistema internacional.

De acuerdo con lo anterior, el aprovechamiento de los recursos


naturales, la creación de ventajas comparativas en los mercados
internacionales, la distribución de la riqueza, -concebida esta distribución
como igualdad en las oportunidades de educación, de salud, de empleo,
de bienestar-, la interacción internacional y en general, la movilización de
una sociedad a través de sus instituciones en la búsqueda del beneficio
general, tienen como requisito el desarrollo político, entendido éste como
el adecuado funcionamiento de las instituciones públicas, liberadas de
los nocivos mecanismos de corrupción antes descritos.

III.1. La inicial separación entre estado y sociedad

Esa separación entre Estado y sociedad que se establece en el plano


económico, filosófico y social dejará una marcada impronta en las
primeras Constituciones y en muchas instituciones del Derecho público
cuyo proceso de formación se inicia justamente por entonces.

III.1.1. Las expresiones constitucionales

En esta línea, la aportación determinante de las primeras Constituciones


se encuentra en los catálogos de derechos y libertades fundamentales
que en todas ellas se contienen. Estas declaraciones constitucionales
fijan unos límites infranqueables al poder del Estado y configuran un
espacio de libre desenvolvimiento de la sociedad. Los derechos
fundamentales se conciben, así como los bastiones o las torres de una
muralla que se levanta para proteger la libertad de los individuos, y la

18
sociedad que forman, de las injerencias del poder público, del Estado. 6
Pero lo que realmente marca una nueva época es el reconocimiento de
tales derechos en un nuevo tipo de norma, la Constitución, que por vez
primera fija unos límites infranqueables a los poderes del Estado.

La protección de derechos frente a particulares ya se alcanzaba con las


leyes y otros instrumentos normativos; lo que faltaba era justamente un
texto constitutivo, una declaración constitucional, que fijara límites
objetivos a la acción del Estado y, correlativamente, delimitara el espacio
libre de la sociedad y sus individuos.

Las declaraciones de derechos de las primeras Constituciones se


presentan así como una sucesión de puntos por la que discurre la línea
divisoria entre Estado y sociedad. Pero habrán de pasar unas décadas
para que esa separación cobre toda su entidad y contenido: cuando
Estado y sociedad se justifiquen respectivamente, desarrollen su propia
estructura legitimante y puedan fundar a partir de ella sus posiciones e
instituciones en el orden jurídico.

En la Europa continental ese momento puede identificarse —


ejemplificarse si se quiere ver así— en la restauración monárquica de la
segunda y tercera década del siglo XIX. Las primeras declaraciones
constitucionales habían sido expresión de los movimientos
revolucionarios de ruptura con el Antiguo Régimen y las viejas
monarquías europeas. Pero cuando estos movimientos agotaron su fase
explosiva las monarquías fueron capaces de reinstaurarse en el poder.
Se abre entonces una etapa, que se prolonga prácticamente durante
todo el siglo xix, en la que coexisten las ideas y actividades de la
sociedad que dispone de su propio espacio de libertad y una estructura
estatal, administrativa, que se organiza en torno a la monarquía. Es

6
ESTEVE PARDO, José, “LA NUEVA RELACIÓN ENTRE ESTADO Y SOCIEDAD APROXIMACIÓN AL
TRASFONDO DE LA CRISIS”, Marcial Pons, Madrid, 2013.
19
entonces cuando más neta se muestra la separación, y aun oposición,
entre Estado y sociedad, puesto que se sustentan en principios distintos
desde los que se reivindican diferentes legitimidades.

El Estado se concentra en el ejército, la administración civil burocrática y


la magistratura judicial. Una estructura organizativa que «de algún modo
se apoya sobre si misma», sobre la monarquía, y sobre una nobleza que
abandonando un tanto sus señoríos territoriales fueron captados para la
formación del Estado absolutista. La legitimidad de ese Estado es por
ello inmanente, no le llega de una fuente externa. Es la legitimidad
dinástica, histórica, que alegan las monarquías al ser ellas las que
forjaron los Estados nacionales.

Frente al Estado se encuentra así una sociedad que tiene conciencia de


sí misma y que es capaz de desenvolverse de manera autónoma en
torno a sus propias reglas que son, fundamentalmente, las normas
naturales que rigen en la libre economía y el mercado. Una sociedad que
se conforma y organiza a partir de la libre disposición de los individuos
que la integran.

III.1.2. La configuración dualista del régimen administrativo


liberal

Pero también por debajo de la Constitución, el ordenamiento en su


conjunto está marcado entonces por esa doble fuente de legitimación de
la que proceden potestades normativas diferenciadas. Se reconoce así
una potestad autónoma de la Administración que preside el monarca y
que encuentra por ello su legitimidad en el principio monárquico: es la
potestad de dictar ordenanzas, la potestad reglamentaria, en definitiva.
Por su parte, las normas que emanan del Parlamento, las leyes, son
expresión del principio democrático.

20
Pero estas potestades normativas, la legislativa y la reglamentaria, no se
superponen, sino que se sitúan en paralelo, como manifestación que son
de fuentes materiales diferenciadas y autónomas, sin que se estableciera
en rigor jerarquía de la ley sobre el reglamento. Ello tenía su explicación,
puesto que se trataba de normas que, en principio, no habrían de
colisionar, pues cada una ellas tenían su propio espacio o ámbito de
aplicación.

El del reglamento y la ordenanza era el ámbito interno, doméstico, del


Estado. El de la ley era la sociedad, y sobre ella estas normas se
proyectaban en dos frentes: uno era el de la regulación de las relaciones
entre los particulares o sujetos integrantes de la propia sociedad civil;
otro, era el frente que se levantaba en la línea divisoria de la sociedad
con el Estado, permitiendo en su caso injerencias más gravosas del
Estado sobre la sociedad y sus individuos que por ello requieren de una
autorización o cobertura expresa de una ley. Es la técnica que se
acabará categorizando como la reserva de ley.

El dualismo que deriva de la estricta separación entre Estado y sociedad


dejará también su marcada impronta en el plano jurisdiccional. Con
diversas variantes en cada caso, acabarán por formarse dos sistemas de
control diferenciados: el tradicional, a cargo de los jueces y tribunales
ordinarios que resuelven los conflictos entre particulares, y uno de nueva
planta que se configura a lo largo del siglo XIX en torno a la
Administración del Estado para verificar el cumplimiento de la legalidad y
garantizar los derechos personales que pudieran verse afectados. Se
crean así unas instancias especiales —administrativas o judiciales,
según los países y su evolución— para el control de la actuación
administrativa que pudiera vulnerar la legalidad. Ese dualismo
jurisdiccional contribuirá decisivamente a comprender y desarrollar el
Derecho público, particularmente el Derecho administrativo, como un

21
Derecho especial, construido sobre un sistema de excepciones al
Derecho civil.7

En ello tuvieron un protagonismo destacado los jueces y Tribunales de la


jurisdicción especial que conocía de la actuación de la Administración
pública: fueron introduciendo especialidades, excepciones, exorbitancias
al régimen jurídico común ya existente, de Derecho privado en cuanto
regulador de la relación entre particulares.

7
ESTEVE PARDO, José, “LA NUEVA RELACIÓN ENTRE ESTADO Y SOCIEDAD APROXIMACIÓN AL
TRASFONDO DE LA CRISIS”, Marcial Pons, Madrid, 2013.
22
IV. PERSONALIDAD JURÍDICA DEL ESTADO

Se refiere a la identidad jurídica por la cual se reconoce a una persona,


entidad, asociación o empresa, con capacidad suficiente para contraer
obligaciones y realizar actividades que generan plena
responsabilidad jurídica, frente a sí mismos y frente a terceros.

IV.1. Personalidad del Estado

El Estado es una realidad social y política. En el sentido político el Estado


es el conjunto de los hombres que componen un pueblo, cuando tienen
asiento territorial y soberanía o independencia. El Estado tiene aquí una
personalidad política, la que como se aprecia excluye la idea de
organización, y tiene un carácter genérico, en cuanto se identifica
totalmente con el pueblo amorfo e indiferenciado. El Estado es aquí
todos los habitantes.

En la vida moderna los pueblos hacen uso de esa soberanía para


establecer un orden jurídico coactivo, en el cual reglan sus actividades
como individuos aislados y como pueblo en conjunto. Surgen así de este
orden jurídico creado por el Estado con su personalidad política, dos
tipos de personas jurídicas: Las personas jurídicas individuales,
correspondientes a cada uno de los seres humanos, y la persona jurídica
estatal, correspondiente a la totalidad de ellos, tomados como conjunto.

Las personas jurídicas individuales actuarán por medio de sus órganos


físicos: Los seres humanos; la persona jurídica estatal, por medio de una

23
estructura de órganos jurídicos que al efecto se crean, órganos jurídicos
que a su vez son desempeñados por órganos físicos: Algunos de los
seres humanos que componen la colectividad. Aquí el Estado es en
primer término una estructura de órganos jurídicos, y sólo indirectamente,
la totalidad de los habitantes. El vocablo “Estado” se usa así tanto para
designar la realidad política de un pueblo entero, como la figura jurídica
que personifica a ese pueblo en el ámbito del derecho, como el conjunto
de órganos jurídicos a través de los cuales actúa esa figura jurídica. En el
primer caso tenemos al Estado en su personalidad política; en el
segundo tenemos la personalidad jurídica del Estado; en el tercero
tenemos al Estada en su organización actuante.

El tercer empleo del término es el más generalizado (cuando pensamos


en el Estado pensamos en el Congreso, en los Tribunales, en la
administración), pero es insuficiente desde el punto de vista técnico. El
primer empleo del término, esto es, el concepto político, no es usual en
derecho; es decir, por “estado” no se piensa en la población soberana en
su territorio: en lugar de Estado se dice simplemente “pueblo.” En cuanto
a la persona jurídica estatal, ella es una proyección del pueblo al plano
del derecho y, al igual que las demás personas jurídicas, es un mero
concepto, una abstracción: Un punto de imputación de hechos y actos
humanos (los de los funcionarios, jueces, legisladores) y un punto de
proyección de lo dispuesto por el orden jurídico. (Hacia los
contribuyentes.) En derecho administrativo el término “Estado” se usa
corrientemente para designar conjuntamente a esa figura jurídica y al
complejo de órganos jurídicos que le corresponden.

En los países en que no es el Estado el que crea la Constitución a través


de sus órganos (“constituciones flexibles”), sino que ésta le es impuesta
por una Asamblea Constituyente dependiente directamente del pueblo y
no de ese Estado (“constituciones rígidas”), la personalidad política se
manifiesta al crear y modificar la Constitución, y al votar: Esos son los
24
únicos casos en los cuales el pueblo actúa como tal, con fuerza
soberana, y sin estar sometido a régimen jurídico alguno en cuanto a la
oportunidad o acierto de sus actos.

El Estado creado en la Constitución no es ya el “Estado” en su


personalidad política; aquí aparece la organización y la figura jurídica que
centraliza esa organización: La personalidad jurídica del Estado, el
Estado actuante que conocemos en la vida diaria. La personalidad
jurídica del Estado es un concepto unitario, que abarca la actuación del
Estado legislador (“Poder Legislativo”), juez (“Poder Judicial”) y
administrador (“Poder Ejecutivo”); en otras palabras, el Estado actúa con
su personalidad jurídica tanto cuando dicta actos administrativos, como
leyes o sentencias.

Esta actuación del Estado en su personalidad jurídica no tiene el mismo


régimen legal que la actividad de los seres humanos en sus propias e
individuales personalidades jurídicas, pues la Constitución establece que
los actos del Estado tienen en su mayor parte la virtualidad de obligar a
los habitantes, mientras que los habitantes no pueden ordenar nada a
nadie a menos que la ley los autorice. Esa facultad de mandar concedida
por el pueblo soberano a través de la Constitución a la persona jurídica
estatal, se denomina “poder público.”

El poder público o poder estatal es ejercido por personas físicas


(gobernantes, jueces, legisladores, administradores) dentro del ámbito
correspondiente a los órganos jurídicos (Poder Ejecutivo, Poder
Legislativo, Poder Judicial) de esta persona jurídica estatal.

El poder público es así una facultad de mandar, pero es distinto e inferior


al poder soberano: No existe por sí mismo, sino en tanto y en cuanto el
poder soberano lo crea; sus límites son los que el pueblo le impone en la
Constitución. Como contrapeso a esta virtualidad particular de los actos
del Estado en su personalidad jurídica, se conceden a los habitantes una
25
serie de protecciones, consideradas como límites a la actividad del
Estado. Esos límites se denominan derechos subjetivos públicos.

El poder público estatal se halla en consecuencia equilibrado —un poco


tan sólo— por los derechos subjetivos públicos de los habitantes. Tanto
el poder público estatal como los derechos subjetivos públicos de los
habitantes encuentran su origen y su fuerza jurídica en la Constitución,
que es el instrumento mediante el cual el pueblo soberano se da sus
reglas fundamentales de organización; por ello, tanto uno como otro son
facultades que se desenvuelven dentro del orden jurídico.

IV.2. Estructura dogmática

Estas afirmaciones, sin embargo, no pueden hacerse por vía de principio


general sin antes haber analizado y demostrado su procedencia en
relación a las normas positivas imperantes en un país determinado. A
ello nos referiremos a continuación, en lo que hemos dado en llamar
“estructuración dogmática del Estado de Derecho,” y que consiste en
investigar si la Constitución argentina establece o no un Estado de
Derecho. No nos referimos, por supuesto, al problema valorativo según el
cual todo Estado debe ser un “Estado de Derecho,” es decir, que debe
actuar con sujeción a los principios jurídicos fundamentales, y que debe
respetar los derechos individuales y en especial la libertad, sino al
problema concreto de si las normas jurídicas imperantes en un
determinado país tienen o no al Estado sometido a las mismas.

Como es el Estado mismo quien produce las normas legislativas, es con


referencia a la Constitución que debe analizarse la cuestión. No nos
referimos tampoco al problema práctico de si la gestión gubernativa de
un determinado momento histórico responde o no a los ideales
subsumidos en la concepción valorativa del “Estado de Derecho;” si es o
no incapaz, venal o liberticida. Nos referimos al problema positivo de
saber si la Constitución es o no un orden jurídico, y el Estado un sujeto
26
de derecho sometido al mismo; favorecido por los poderes que aquél le
confiera de la misma manera que un particular se ve favorecido por los
derechos que le concede una ley, y constreñido al cumplimiento de los
deberes que le imponga, de la misma manera que un individuo está
constreñido a respetar los derechos que el orden jurídico constitucional
conceda al Estado.

Si la Constitución establece un Estado de Derecho, y por lo tanto es un


principio constitucional de este Estado el respeto de los derechos
individuales, se justifica, por ejemplo, la introducción del recurso de
amparo, a pesar de no haber ley al respecto; se justifica el control
jurisdiccional de la constitucionalidad de las leyes sin necesidad de que
una ley lo establezca; y el control de legalidad por parte de los tribunales,
en cuanto a la forma, el contenido o el fin de cualquier acto administrativo
o “de gobierno,” aunque no haya recurso jurisdiccional especial para ello,
etc.

En realidad, de la solución del problema teórico de saber si la


Constitución es un orden jurídico imperativo y pleno, y si el Estado está
sometido a dicho orden jurídico, depende toda la orientación del derecho
administrativo, puesto que la consideración de los derechos individuales
contenidos en los artículos 14 al 20 de la Constitución como derechos
subjetivos exigibles jurisdiccionalmente frente al Estado, en las mismas
condiciones que el Estado exige sus “poderes” constitucionales frente a
los individuos, es un dilema inmanente a toda la materia.

El derecho administrativo de corte europeo del siglo pasado y comienzos


del presente, como así también la doctrina clásica, no admiten que
existan tales derechos subjetivos frente al Estado como “poder,” ni que el
“poder” sea un derecho subjetivo similar al de los particulares; 8 pero la
tendencia opuesta es cada vez más fuerte y responde a una necesidad
8
Bielsa, Rafael, Derecho administrativo, t. I, Buenos Aires, 1955, 5ª ed., p. 152; en igual sentido la
doctrina francesa tradicional y moderna.
27
social-política innegable. Nosotros trataremos aquí de aportar el
fundamento positivo para esta nueva tendencia.

IV.3. Problemática

Para poder afirmar que la Constitución es un orden jurídico, tendremos


que demostrar que está compuesta por normas jurídicas (por lo tanto,
imperativas), y que las mismas tienen una característica común (la
supremacía) que, permitiendo diferenciarlas de las demás normas
jurídicas (legislativas, administrativas, etc.), las particulariza en un grupo
especial, carente de lagunas y “pleno;” un orden jurídico que no se
integra con el resto de las normas de derecho, sino que las domina y
regula manteniendo una diferenciación que permite reconocerlo a él
como tal, e invocarlo en todo momento sin importar lo dispuesto por las
otras normas de derecho.

Si el Estado ha de estar íntegramente sometido a la Constitución, es


decir, a un orden jurídico imperativo (elemento que lo señala como
Estado de Derecho en sentido positivo), no ha de poder realizar acto
alguno que no esté previamente calificado positiva o negativamente por
el orden jurídico mencionado.

En consecuencia: La reforma de la Constitución debe estar fuera del


alcance del Estado; éste debe tener una personalidad jurídica emergente
de la misma Constitución para todas sus manifestaciones externas —
incluso como “Poder”—; su estructura debe ser infra constitucional; su
vida y su esencia misma deben encontrar principio y fin dentro de lo
regulado por la Constitución; en resumen, no ha de ser que el Estado
“tenga” una Constitución, sino que “esté” en una Constitución, y que sea
la Constitución quien lo contenga a él. Probados esos principios,
podremos afirmar que el Estado está absolutamente, íntegramente
sometido a un orden jurídico, siendo por lo tanto Estado de Derecho;
podremos entonces estudiar cómo es que se puede afirmar que las
28
“declaraciones, derechos y garantías” contenidas en la Carta
Fundamental son, sin distinción alguna, derechos subjetivos de los
particulares, exigibles jurisdiccionalmente con, contra, o sin ley que
reglamente el derecho o conceda el recurso formalmente utilizable.

IV.4. Personalidad jurídica

El Estado recibe la calificación de “persona jurídica“, destinatario de


normas y titular de poderes y deberes— tanto en el Derecho interno
como en el Derecho Internacional, representando ello, a la vez, un
precepto positivo y un supuesto de razonamiento. Más, pese a la
universalidad de semejante noción ésta es tan compleja que, aun
considerándola un dogma, deja subsistente la problemática. En primer
lugar, el concepto mismo de persona jurídica continúa siendo equívoco,
exigiendo decidir cómo puede aplicarse indistintamente a seres físicos y
a otros de naturaleza heterogénea, entre los cuales se encuentra el
Estado. De otra parte, el Estado, personificación unitaria, comprende una
pluralidad de sujetos—entes o entidades— constituidos con su propia
sustancia, dicho así metafóricamente, que son también personas
jurídicas. Además, tratándose de una misma persona ¿por qué se le
atribuye, según los casos, una condición diferente, sea de Derecho
Público o de Derecho Privado? Todo ello obliga a reconsiderar, con
sentido crítico, el problema de la personalidad del Estado en los propios
términos en que se ha ido planteando y resolviendo en la historia del
pensamiento jurídico.

IV.4.1. Persona como categoría jurídica

El concepto de “persona” deriva de una doble necesidad, a saber: de la


existencia necesaria de un sujeto „del Derecho y de la existencia,
asimismo necesaria, de un sujeto en toda relación jurídica. El concepto
29
de sujeto es primordial dando lugar al concepto de persona, si bien uno y
otro acaban por unificarse. El primer concepto, el de sujeto, tiene
carácter necesario pues sin él carecerían de sentido tanto el Derecho
como la relación jurídica.

La noción misma de Derecho resultaría incomprensible, asegura


Stammler9, si no contuviera la categoría de sujeto; es decir, ser
concebido como un fin en sí, según un orden jurídico, frente a objeto,
tomado también en un caso concreto como simple medio para
determinados fines”. En su consecuencia, “sujeto de derecho es un ser
que un Derecho históricamente dado considera como un autofin (“
Selbstweck” ), y al contrario, objeto de derecho es aquello que, en igual
situación, se maneja como simple medio para un fin”. Así persona será
aquél ser a quien el orden jurídico determina como un posible sujeto de
derecho. De otra parte, en la estructura de toda relación jurídica también
ha de entrar necesariamente un sujeto como titular de derechos,
obligaciones y responsabilidades. Entonces, semejante sujeto de la
relación jurídica, titular efectivo de derechos, obligaciones y
responsabilidades, se denomina precisamente “persona”. En este
sentido, el sujeto o persona constituye el presupuesto de cualquier
relación jurídica, tan necesario en ella como lo es el sujeto en todo juicio
lógico (sujeto-predicado-cópula).

En efecto, conforme sostiene Kelsen “al concepto de derecho subjetivo


corresponde el de sujeto de derecho o persona jurídica. Constituyese por
la necesidad de representar un “titular” de los derechos subjetivos de las
facultades y de los debe res jurídicos. Tiene que haber algo mejor aún,
“alguien” que “posea” derechos subjetivos”. Por tanto, sujeto es el
término opuesto a objeto en la relación jurídica.

9
R. Stanunler. “Tratado de Filosofía del Derecho” (Traducción de W. Roces). Ed. Reus. Madrid 1930 Págs.
292-93).
30
Ejemplo: En un préstamo, el sujeto obligado (el prestatario que ha de
devolver la suma recibida) y el sujeto titular del derecho (el prestamista
que ha de ser reintegrado) frente al objeto, en este caso la cantidad de
dinero. Acentuando el carácter estrictamente formal de la persona,
Kelsen la considera “el centro o punto de referencia al cual es imputable
el hecho, que es el contenido de un sistema de normas de Derecho”. De
cuanto se ha dicho se colige que la persona, en tal que sujeto de
derechos, obligaciones y responsabilidades, constituye una mera
calificación jurídica extraída no de la realidad física sino de la realidad
jurídica. Se tiene la calidad de persona en virtud de una determinación
del Derecho y en la medida que de ella resulte. De aquí que Radbruch y
Santi Romano afirmen que “ser persona es el resultado de una atribución
del orden jurídico”. En suma, el orden jurídico prescribe las condiciones
precisas para ser sujeto de derechos y obligaciones y así determina
concretamente el ser que, mediante tal determinación, ostenta la
cualidad de persona.

El concepto abstracto de sujeto del Derecho o de sujeto de la relación


jurídica, se hace concreto cuando el orden jurídico determina la cualidad
de persona, identificándose entonces el concepto de sujeto con el
concepto de persona, con lo cual tiene lugar la concreción de una
abstracción.

IV.4.2. La persona como sujeto de derecho

El orden jurídico — expresado en el Derecho histórico—determina


“quién” es persona, o, mejor aún, establece las condiciones que
disciernen la cualidad de persona, indicando de esta manera al sujeto
posible de derechos, obligaciones, responsabilidades, poderes y oficios.
Ahora bien, en la época actual la conciencia civilizada sienta como un
imperativo que todo ser humano es persona. Por ello asegura Rappisardi
Mirabelli que, “En el Ordenamiento jurídico de los Estados modernos la
31
atribución de la cualidad de persona se deduce de un principio “a priori”
genérico e indistintamente igual para todos los hombres”. De donde
resulta una situación igualitaria, pues si todos los seres humanos son
personas serán por esta razón iguales10.

El derecho de la personalidad. Semejante condición, en virtud de la


cual cualquier hombre, por el mero hecho de serlo, tiene la cualidad de
persona, igual en tal sentido a los demás hombres, se conoce con el
nombre de “derecho de la personalidad”. En efecto, el imperativo
universal que exige tratar a todos los seres humanos como sujetos
jurídicos, requiere un derecho originario o inicial que defina la
personalidad. He aquí, pues, la correcta denominación de derecho de la
personalidad por el cual, cuantos son personas — es decir todos los
seres humanos— pueden convertirse, en un caso dado, en titulares de
derechos, obligaciones y responsabilidades. Teniendo en cuenta la
peculiaridad de la persona de estar siempre dispuesta a convertirse en
sujeto jurídico, un tratadista ha descrito metafóricamente el derecho de la
personalidad como “un recipiente destinado a ser llenado”. Mas, aparte
de la ingeniosidad de la metáfora, como descripción resulta insuficiente.
En efecto, la personalidad es algo más que un derecho potencial a
adquirir toda clase de derechos, obligaciones y responsabilidades, pues
el hombre, por serlo, desde su nacimiento e inclusive desde su
concepción, tiene asegurada una suma de derechos efectivos. Derechos
originarios y necesarios, conocidos con el nombre de derechos del
hombre y también derechos naturales o individuales, entre los que se
encuentran el derecho a la vida y el derecho de libertad.

Los derechos propios de las personas. Comprenden el conjunto de


derechos eventualmente adquiridos por diferentes hechos o actos
jurídicos. No se trata así, como en el caso anterior, de derechos
originarios, necesarios e iguales para todos los hombres, antes bien son
10
MOLES CAUBET, Antonio, “La personalidad jurídica del Estado” en http://www.ulpiano.org.
32
derechos adquiridos y en su consecuencia desiguales. Ejemplo: todos
tienen la libertad de proporcionarse la propiedad, pero no es propietario
sino aquel que en virtud de un hecho o de un acto jurídico determinado
someta un objeto a su dominio. De aquí la igualdad inicial de derechos
(los originarios) y la desigualdad sucesiva producida por la diferente
adquisición de otros.

Persona y capacidad jurídica. Generalmente se tiende a confundir


ambos conceptos, con lo cual “la personalidad o persona es sinónima de
capacidad”. Pero no es así exactamente, pues la capacidad consiste en
una modalidad o condición modal de la persona; “medida de las
posibilidades jurídicas de la persona en cuanto límite de sus derechos y
obligaciones”. De esta manera se explica que, aun considerando iguales
las personas, sus capacidades sean distintas. Cabe una restricción de la
capacidad (incapaces) sin dejar de ser por ello persona, es decir, sujeto
de derechos y obligaciones.

IV.4.3. Clasificación de las personas jurídicas


La “suma divisio” tiene lugar en estos dos grandes grupos, personas — o
sujetos— de Derecho Internacional y personas de Derecho interno,
atendiendo al doble Ordenamiento jurídico que respectivamente las
califica como tales. Porque, “no existiendo un único Ordenamiento
jurídico, o el Derecho abstracto, la calidad de persona es siempre relativa
a un Ordenamiento determinado. Ser sujeto de un Ordenamiento
significa encontrarse respecto a éste en una relación que lo hace
destinatario de sus normas, con una valoración subjetiva, en virtud de la
cual se le atribuye un derecho, una obligación o un poder.

Así se es sujeto, desde el punto de vista del Ordenamiento Internacional,


por un motivo jurídico distinto del que es propio del Ordenamiento
interno, y ello hasta el punto de que no es suficiente la personalidad del
Estado, según el Derecho interno, para adquirirla “ipso iure” en el orden
internacional. Es más; en el caso del reconocimiento de beligerantes
33
puede quedar escindido un sujeto antes único, como a la inversa, cabe
que varios Estados adquieran, en forma de Unión, una nueva
personalidad internacional. Este primer grupo, de “entes sujetos del
Ordenamiento in ternacional” comprende varias especies indicadas, sin
que se pretenda ordenarlas ni siquiera hacer una enumeración
exahustiva.

 Colectividades de integración estatal

Estados, simples y compuestos. Asociaciones de tipo clásico — o sea


Con federaciones, Uniones reales y personales, así como las modernas
Commonwealth” británica, Unión Francesa, Unión Occidental (creada en
17 de marzo de 1948), el Consejo de Europa (Tratado de Londres de 5
de mayo de 1949), Pacto de Benelux (Países Bajos, Bélgica,
Luxemburgo), Liga Arabe, etc., y también las desmembraciones:
colectividades beligerantes y Gobiernos en exilio.

 Colectividades no estáticas

La Santa Sede, la Soberana Orden de Malta, Dominios, Fideicomisos,


Territorios bajo tutela, etc.

 Colectividades internacionales

Organizaciones de Naciones Unidas (ONU), Organización de Estados


Americanos (OEA), Instituciones Administrativas (Organización
Internacional del Trabajo, Organización de la Aviación Civil Internacional)
e Instituciones jurisdiccionales (Corte Internacional de Justicia). En el
segundo grupo, de “entes sujetos al Ordenamiento interno”, se establece
esta bipartición: personas jurídicas públicas y personas jurídicas
privadas, expresiones que, pese a su uso corriente, “tienen mucho de
convencional” (Miele). Inclusive se ha llegado a sostener que “sólo
cuenta la estructura corporativa o institucional, independientemente de
que corporaciones e instituciones se califiquen de públicas o privadas,
34
pues la diversa función y capacidad de que están revestidas no altera su
unidad sustancial en su consecuencia “la per sonalidad es única”. Si bien,
al mantenerse la diferencia en los diversos sistemas de Derecho positivo
se hace imprescindible darle una caracterización.

Puede así afirmarse, de momento con cierta vaguedad, que la nota


distintiva de la persona pública consiste en ser participe, de una u otra
manera, de las prerrogativas propias del Estado, más semejante noción
es provisional dado que la dificultad de sentar un criterio diferenciativo
obliga a examinar detenidamente la cuestión, como se hará más
adelante. Dentro de la categoría de las personas públicas o de carácter
público se han distinguido siempre las llamadas “Corporaciones
territoriales” (Estados, Regiones, Provincias, Municipios, etc.), las demás
“Corporaciones públicas o de Derecho Público” y aun empresas privadas,
Sociedades que rigen servicios públicos o de utilidad pública. Entre las
personas privadas o de carácter privado se configuran con modalidades
especiales, las asociaciones, corporaciones y fundaciones.

IV.5. Estado como personalidad jurídica entre Estado y Sociedad

Después de haber establecido qué se entiende por persona y cuáles son


sus diversas especies, clasificadas en el Derecho, precisa dilucidar los
motivos en virtud de los cuales cabe incluir al Estado entre las personas;
es decir, en qué sentido y en qué medida puede asegurarse que el
Estado se encuentre dotado de personalidad. Pues bien; semejante
calificación se ha manifestado en una doctrina evolutiva cuyas diferentes
fases conviene examinar aisladamente para advertir la coherente unidad
del conjunto.

Planteamiento histórico del problema:

Los orígenes de la doctrina. La doctrina de la personalidad del Estado va


integrándose en el transcurso de tres períodos históricos, a saber: Un

35
primer período, que comprende, a la vez, el régimen absolutista y las
nuevas aportaciones que promueven su transformación (siglos XVI a
XVIII). El segundo período se concreta a los supuestos doctrinales de las
revoluciones norteamericana y francesa (siglo XVIII). Por último, el
período contemporáneo, del Estado de Derecho, en el que se elabora la
dogmática de la personalidad del Estado con un método jurídico.11

1er. período: el absolutismo y sus transformaciones. La doctrina de la


soberanía —poder plenario que no reconoce otro superior— y a la cual
da forma concluyente Juan Bodino (1533-1596), comporta que la
integridad del poder del Estado, o sea el poder soberano, pertenece a la
persona del Monarca —el Soberano por antonomasia— quien lo ejerce
como un derecho dominical. En suma, la soberanía se considera
entonces una propiedad del Monarca. De esta manera, según la
interpretación radical del absolutismo, el Monarca se convierte en la
única personificación del poder soberano puesto que la soberanía, por
definición, es indivisible.

2° período: la personalidad del Estado en los supuestos revolucionarles.


La ideología revolucionaria inspiradora de las revoluciones
norteamericana, francesa y sus epígonos.

3er. período: de la dogmática jurídica “La doctrina contemporánea de la


personalidad del Estado no tiene ya por base, como en el período
precedente, el concepto de poder político sino nociones de carácter
jurídico. Claro que ello no era posible antes de haberse configurado
jurídicamente el Estado de Derecho, con lo cual una vez definido de
semejante manera, “la personalidad del Estado es punto de partida y
fundamento del Derecho Público (Gerber), haciendo “eje de esta
construcción no tanto el Estado como institución objetiva sino como
sujeto de derechos y deberes”.

11
MOLES CAUBET, Antonio, “La personalidad jurídica del Estado” en http://www.ulpiano.org.
36
V. PERSONALIDAD JURÍDICA Y DE ORGANIZACIÓN

a) La pluralidad de personas públicas en el Estado.

Ahora que los cometidos propios del Estado o fines históricos dicho en
términos clásicos no sólo se realizan directamente sino también mediante
el concurso de otros sujetos, los cuales constituyen las variadas
personas públicas o de Derecho Público. Estas, según indica su
adjetivación, “participan de caracteres estatales, de cualidades y
prerrogativas que son exclusivas y esenciales del Estado, como marqués
de la souveranité expresado con lenguaje de otro tiempo” (Ferrara). Se
trata de sujetos individuados y por tanto con personalidad evidente, más,
a su vez, tan insertos en el Estado que éste se convierte en su supuesto
necesario y en la condición de su misma existencia.

A este respecta observa Ferrara que “el Estado es la persona jurídica


originaria, fuente de Derecho y centro de la coacción social. Por esto es
único en su especie y se eleva sobre todo y a todos da la norma. Las
provincias y los municipios forman, en cierto modo, compartimientos y se
convierten así en miembros de la misma organización estatal. Son
personas jurídicas de base territorial, geográficamente distribuidas, que,
en su conjunto, constituyen toda la colectividad, dotadas de poderes
públicos para la satisfacción de los intereses locales que representan.
Hay también otras personas de Derecho Público previstas para la
37
satisfacción de intereses especiales, como los establecimientos públicos
y los Institutos autónomos o autárquicos”.

En cuanto a la atribución del carácter público a las personas jurídicas,


pudo antaño haber servido de criterio definidor la índole de la función
ejercitada, en tanto que específica actividad estatal, más ahora se hace a
todas luces insuficiente. Hasta el hito que marca, en el progreso del
Derecho Público, la fecha crucial de 1914-1918, la persona pública se
diferenciaba de la persona privada atendiendo a los respectivos sistemas
jurídicos por los cuales se regían, “sistematización tan del gusto francés,
en virtud de su lógica y del hábito de pensar

38
CONCLUSIÓN

La denominada persona jurídica “estatal” o “infraestatal” y el conjunto de


órganos del Estado que componen su organización, constituyen, al
menos en principio, dos conceptos irreductibles. Las personas jurídicas
—sea cualquiera su calidad— cuentan imprescindiblemente con órganos
propios, instrumentos—según su etimología griega— “mediante los
cuales expresan su capacidad de querer y de obrar”, pero de tal manera
ínsitos que “el Estado no coexiste con sus órganos sino en ellos”. En
cambio, los órganos del Estado no tienen personalidad. Así no son
personas jurídicas ni las Cámaras legislativas ni los Tribunales, pese a su
estructura colectiva. Sin embargo, la personalidad jurídica del estado es
un concepto unitario, que abarca la actuación del estado legislador poder
legislativo, juez, poder Judicial y administrador poder ejecutivo; en otras
palabras, el estado actúa con su personalidad jurídica tanto cuando dicta
actos administrativos, como leyes o sentencias

El objetivo del Estado es el bien común. El bien común “no se refiere al


bien de todos -como si todos fueran una unidad real, sino el conjunto de
condiciones apropiadas para que todos

39
BIBLIOGRAFÍA/WEB GRAFÍA

 Guía de Formación Cívica en https://www.bcn.cl/formacioncivica


 https://definicion.de/sociedad/
 Julián Pérez Porto y María Merino. Publicado: 2008. Actualizado: 2021.
Definicion.de: Definición de sociedad (https://definicion.de/sociedad/)
 Leopoldo Peralta y Mauricio Vasco, «El Estado y la Sociedad», Revista
de Estudios Sociales, 1998, Publicado el 08 marzo 2019, consultado
el 15 octubre 2022. En
http://journals.openedition.org/revestudsoc/31045
 ESTEVE PARDO, José, “LA NUEVA RELACIÓN ENTRE ESTADO Y
SOCIEDAD APROXIMACIÓN AL TRASFONDO DE LA CRISIS”,
Marcial Pons, Madrid, 2013.
 Bielsa, Rafael, Derecho administrativo, t. I, Buenos Aires, 1955, 5ª ed.,
p. 152; en igual sentido la doctrina francesa tradicional y moderna.
 MOLES CAUBET, Antonio, “La personalidad jurídica del Estado” en
http://www.ulpiano.org.

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