Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
REPERCUSIONES DE LA GEOLOGÍA EN LA
VARIEDAD DE PAISAJES, DISTRIBUCIÓN DE LOS RECURSOS, LAS COMUNICACIONES Y LA
INDUSTRIA. EL PROBLEMA DE LOS RIESGOS.
Índice
1. Introducción
2. La constitución geológica de España
2.1. El macizo Hespérico
2.2. Las cordilleras Alpinas
2.3. Las cuencas Cenozoicas
2.4. Las islas canarias y el vulcanismo peninsular reciente
3. Repercusiones de la geología en la variedad de paisajes, distribución de los recursos, las
comunicaciones y la industria
3.1. Repercusión en la variedad de paisajes
3.2. Repercusión en la distribución de los recursos
3.3. Repercusión en las comunicaciones
3.4. Repercusión en la industria
4. El problema de los riesgos
4.1. Los riesgos geológicos y factores que los condicionan en España
5. La ordenación del territorio
5.1. Medidas para mitigar los riesgos geológicos
6. Conclusión
7. Bibliografía
1. Introducción
Nuestro país se caracteriza por presentar una gran variabilidad de paisajes, tanto que,
geológicamente hablando, constituye un pequeño continente. Tal hecho es fruto de la
sucesión de los fenómenos geológicos de distinta naturaleza que han contribuido a su
formación y de la existencia de una gran diversidad climatológica en las diferentes regiones a
lo largo de toda su historia geológica.
La península está compuesta por un zócalo antiguo, el macizo Hespérico, el cual está formado
por rocas precámbricas y paleozoicas, las cuales están deformadas, metamorfizadas e
intruidas. Sobre este macizo se disponen rocas sedimentarias del mesozoico y cenozoico, éstas
fueron deformadas durante la orogenia alpina la cual ha generado los relieves y depresiones
actuales (cordilleras alpinas y cuencas cenozoicas respectivamente). Por otro lado, están las
Islas Canarias, que tienen una historia geológica independiente a la de la península. Son islas
volcánicas situadas sobre la corteza oceánica de la placa africana. Cabe añadir la existencia de
vulcanismo peninsular reciente.
El orógeno varisco presenta las características típicas de los cinturones orogénicos. Una zona
axial dónde tanto el metamorfismo como el magmatismo son elevados (zona centroibérica), y
zonas externas con materiales de cobertera plegados y despegados del zócalo mediante
cabalgamientos que presentan vergencias contrapuestas (hacia el NE y SO). Por otro lado, en el
orógeno son visibles dos suturas. La primera se encuentra en el límite sur de Ossa-Morena con
la zona surporguesa donde aparece un cinturón de anfibolitas oceánicas (Beja-Acebuches) que
representa la colisión entre las placas Avalonia y Armórica y el subsiguiente cierre del océano
Reico. La segunda está en el límite norte de Ossa-Morena con la zona centroibérica y
representa la colisión entre las placas Armórica y Gondwana y el cierre del océano del macizo
central. En este límite aparecen ofiolitas sobre las que enraizan aquellas que afloran en el
noroeste ibérico alóctono (Galicia-Tras os Montes).
La formación de las cordilleras alpinas tiene lugar durante el cretácico superior hasta el
mioceno. La causa se encuentra en la convergencia entre las placas africana y euroasiática, la
cual influye en la microplaca Ibérica situada entre ambas. La orogénesis afecta a los materiales
sedimentarios mesozoicos y paleógenos (estos últimos sinorogénicos) que han podido
acumularse en los surcos que separaban las áreas continentales emergidas, formando
depósitos de miles de metros de espesor, gracias a la existencia de una tectónica extensional
en aquel momento. La orogéneis descrita forma tres cadenas alpinas que, de norte a sur, son:
Pirineos, la cordillera Ibérica y Costero-Catalana, y las Béticas.
Pirineos. Con orientación Este-Oeste y extendiéndose (geológicamente hablando)
hasta la Galicia, son fruto de la colisión y subducción parcial de la corteza Ibérica bajo
la placa europea. Las rocas sedimentarias mesozoicas preorogénicas y cenozoicas
sinorogénicas (paleógeno) se encuentran plegadas y forman un conjunto de
cabalgamientos en forma de abanico con doble vergencia (N-S) sobre el basamiento
varisco. Se diferencian tres zonas: la norpirenaica, formada por mantos de roca de
cobertera con vergencia norte; la zona axial, formada por mantos de zócalo; y la
surpirenaica, formada por cabalgamientos de cobertera; las dos últimas tienen
vergencia sur. Asimismo, los cabalgamientos de cobertera se despegan del zócalo a
favor de las evaporitas triásicas.
Cordillera Ibérica y Costero-Catalana. Ambas constituyen una sola unidad tectónica ya
que tienen la misma edad de formación y el mismo estilo estructural. La cordillera
Ibérica presenta dos ramas: la castellana y la aragonesa (en cuyo extremo SE se
encuentra el macizo del Maestrazgo, el cual sirve de enlace con las Catalánides).
Presenta un grado de deformación moderado, con fallas inversas, plegamientos y
pequeños cabalgamientos (cuyos desplazamientos máximos son decenas de km). La
edad del plegamiento comprende desde el eoceno medio-superior hasta el mioceno
medio, posteriormente se inició una etapa de distensión que se extiende hasta la
actualidad. Esto ha generado depresiones rellenas de materiales terciarios que
compartimentan la cordillera ibérica.
Cordillera Bética. Situada en el extremo occidental de los orógenos alpinos, los
pliegues tienen una alineación dominante OSO-ENE. A través del arco de Gibraltar se
comunica con las cadenas alpinas norteafricanas (Rif); hacia el este continúa hasta el
promontorio balear. Es fruto de la colisión entre dos pequeñas placas, la Ibérica y la de
Alborán, que se aproximaron al converger las placas africana y euroasiática, ya que
éstas se encontraban entre aquellas. La placa de Alborán subdujo bajo Iberia y África,
desapareciendo la corteza oceánica que había entre ellas, perteneciente al mar de
Tethys. Se trata de la cadena alpina con mayor grado de deformación, de ello dan
cuenta sus grandes mantos de corrimiento y el elevado grado de metamorfismo, el
magmatismo, en cambio, es de poca importancia. En función de su edad y grado de
deformación se divide en tres conjuntos: las zonas externas, las zonas internas y el
complejo de Campo de Gibraltar. Las zonas internas están formadas por rocas
premesozoicas y mesozoicas metamorfizadas y son las que presentan mayor grado de
deformación. Se trata de materiales de la placa de Alborán que fueron desplazados
hacia el oeste al colisionar con el margen Ibérico. Asimismo, en esta zona afloran
peridotitas, hecho que evidencia la línea de sutura.
Las cuencas cenozoicas tienen su génesis y desarrollo en los mismos procesos tectónicos que
dieron lugar a los relieves alpinos y el levantamiento del Sistema Central, es decir, la
aproximación entre África y Eurásia. Asociada a dichos procesos se generaron áreas
subsidentes en las que se acumularon sedimentos. Las principales son: la cuenca del Duero, la
cuenca del Tajo, la cuenca del Ebro y la cuenca del Guadalquivir. Las dos primeras son cuencas
intraplaca, con límites irregulares, formadas por fracturas inversas que provocan el
cabalgamiento de las cordilleras circundantes sobre las cuencas. Las segundas son cuencas de
antepaís, alargadas y estrechas, con uno de los bordes (el más cercano a la cordillera)
especialmente activo.
Cuenca del Tajo. Tiene forma triangular. Sobre su base paleógena se distinguen
depósitos evaporíticos en la zona central y evaporitas, carbonatos y depósitos
siliclásticos en sus márgenes. Entre el mioceno superior y medio pasa de régimen
comprensivo a distensivo y en el tránsito plio-pleistoceno pasa de ser endorreica a
exorreica.
Cuenca del Duero. De forma rectangular, su relleno sedimentario es similar al de la
cuenca del Tajo ya que el origen y evolución de ambas está relacionado con el
levantamiento del Sistema Central. En ella se distinguen tres ciclos sedimentarios
mayores. Se transforma en exorreica en el plio-pleistoceno.
Cuenca del Ebro. Su evolución está ligada al emplazamiento de los cabalgamientos de
la zona surpirenaica durante el paleógeno. En primera instancia estuvo conectada al
Océano Atlántico, es por ello que se observa sedimentación marina en su parte norte.
Posteriormente se cierra y tiene lugar una sedimentación detrítica aluvial-fluvial en los
márgenes y lacustre-palustre en el centro (calizas y yesos). Finalmente se transforma
en exorreica.
Cuenca del Guadalquivir. Situada al norte de las Béticas y paralela a las mismas. Tiene
forma triangular. Abierta al océano Atlántico desde sus orígenes. Su relleno
sedimentario data del mioceno superior y el plioceno, se trata de sedimentos marinos
con aporte detrítico procedente del macizo hespérico y, en los momentos de máxima
actividad orogénica, de los mantos de corrimiento de las béticas. Sincrónica a la
sedimentación se produjo la retirada del mar hasta dibujar la línea de costa actual.
Durante la crisis de Messiniense se produce el cierre de la conexión Atlántico-
Mediterráneo, que hasta ese momento había sido posible mediante la cuenca del
Guadalquivir.
El archipiélago de las islas Canarias es una compleja área volcánica que ha tenido actividad
eruptiva durante los últimos 30 millones de años. Se distinguen tres fases eruptivas. En primer
lugar ocurrió vulcanismo submarino que permitió el desarrollo del complejo basal
(apilamientos lávicos intruidos por pequeños plutones y enjambres de diques).
Posteriormente, en el mioceno medio, tiene lugar un periodo eruptivo subaéreo que es
responsable de la formación de los edificios volcánicos. Por último, tienen lugar las series
volcánicas modernas, las cuales son vigentes en la actualidad. Hay diversas hipótesis sobre su
origen, desde aquellas basadas en el modelo térmico (punto caliente) a otras basadas en el
tectónico (fractura propagante). Ambas justifican algunos de sus aspectos geológicos pero
ninguna es del todo satisfactoria.
Por otro lado, hay tres zonas en la península que muestran indicios de actividad volcánica
reciente (cenozoica). Son la región de Olot, el cabo de Gata y el campo de Calatrava. Las dos
primeras, junto a las islas Columbretes, forman parte de la extensa región de rifting que
recorre el borde mediterráneo occidental (surco de Valencia) y también tiene expresión en
otras áreas volcánicas de centro Europa. La zona de Ciudad Real, en cambio, corresponde a un
proceso de rifting abortado dentro de la placa Ibérica.
Hay una relación intrínseca entre el paisaje y la geología de un territorio. Esto se debe a que el
tipo de relieve que se forma en un lugar depende del tipo de roca que lo componga (litología),
su distribución (tectónica) y los procesos geológicos externos que sobre él actúen (clima).
Sobre dicho relieve se desarrollan, estando fuertemente condicionadas por él, la cubierta
vegetal y la fauna asociada, estableciendo los límites de las actividades humanas potenciales.
Por otro lado, según el factor formador del relieve que predomine, los paisajes se diferencian
en litológicos, tectónicos o climáticos. Aunque, en general, los tres factores actúan
simultáneamente, por lo que casi todos los paisajes son genéticamente híbridos.
Las obras lineales, como las carreteras y ferrocarriles, necesitan para su construcción
terraplenes y trincheras. En contra de lo que pudiera parecer, las zonas montañosas no
suponen un problema ya que proporcionan un fuerte basamiento. En este caso las dicultades
que pueden aparecer se asocian a derrumbamientos y al impacto paisajístico de las obras. En
las zonas llanas, en cambio, los problemas son más frecuentes ya que en éstas abundan los
yesos, las margas y las arcillas, los cuales presentan problemas de hidratación/ deshidratación,
haciendo de dichas superficies un asentamiento inestable.
El problema que presentan los aeropuertos es que necesitan superficies planas para su
construcción y éstas no siempre están disponibles. En cuanto a los puertos de mar, muchos de
ellos se sitúan en zonas susceptibles de colmatación dificultando el calado de las
embarcaciones. Este problema es más acusado en el mediterráneo que en el cantábrico.
Entre los minerales metálicos destacan el oro y el níquel. El primero se ha estado explotando
en los primeros años del siglo XXI en la faja pirítica y en la zona asturoccidental-leonesa; en
cuanto al segundo, hay un proyecto de explotación subterránea del depósito de Aguablanca,
una zona con alto grado de níquel-cobre-minerales del grupo del platino, aunque, de
momento, el proyecto está paralizado por la caída del precio del níquel.
En lo que respecta a los minerales energéticos, su escasez es notoria en España lo cual acarrea
una fuerte dependencia energética del exterior si sólo se apuesta por los combustibles fósiles.
Las reservas de carbón son abundantes pero difíciles de extraer, lo cual conlleva costes de
producción muy elevados; además, este carbón es de mala calidad (baja densidad energética)
y altamente contaminante (por el elevado contenido en azufre). En cuanto a los hidrocarburos
(petróleo y gas natural), su producción es testimonial teniendo en cuenta el consumo.
Los procesos naturales se consideran un riesgo natural cuando suponen una amenaza para la
vida de los seres humanos, para su salud o para los intereses económicos. Cuando en la
predicción, prevención y corrección del riesgo natural se emplean criterios geológicos éste será
considerado un riesgo geológico.
Para evaluar un riesgo geológico se tienen en cuenta dos aspectos: la peligrosidad del riesgo y
la vulberabilidad de los elementos antrópicos respecto a ese riesgo concreto. La peligrosidad
se establece en base a estudios de la historia geológica del proceso de riesgo y mediante la
vigilancia activa. Respecto a la vulnerabilidad, ésta es entendida como el grado de pérdida
potencial y depende de la tipología de la población y de la propiedad. Así pues, la fórmula que
permite calcular el riesgo es: Riesgo=peligrosidad*vulnerabilidad*coste; siendo el riesgo nulo
si alguno de estos factores lo es.
Las medidas para mitigar los riesgos geológicos son de dos tipos: predicción y prevención.
Asimismo la prevención puede ser temporal, materializada a través de mapas de riesgos; y
espacial, que es más problemática que la primera.
AYALA CARCEDO, F. J. et. al. (Coord.) (1987): Riesgos Geológicos (1987). Madrid:
Instituto Geológico y Minero de España.
BASTIDA, F. (2005): Geología. Una visión moderna de las Ciencias de la Tierra. Vol I y II.
Gijón: Trea.