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En las principales ramas de la industria de los Estados Unidos de América, cinco o seis de las
más grandes asociaciones monopolistas llevan el timón.
Las formas principales de las alianzas monopolistas son los carteles, los sindicatos, los trusts
y los consorcios. El cartel es una asociación capitalista basada en un acuerdo sobre
distribución de mercados, precios únicos, reparto de materias primas, condiciones de
contratación de mano de obra, unidad de cálculo de ganancias, limitación de la producción y
establecimiento de una cuota, para cada uno de los integrantes del cartel, en la producción y
la venta. Los llamados acuerdos sobre patentes constituyen una importante variedad de los
carteles. Es peculiaridad característica de todos los carteles, sea cual fuere su perfil, la
conservación de la autonomía productiva, comercial y juridica de todos sus componentes.
Sea cual fuere la forma que adopte una asociación monopolista, su propósito es siempre uno:
obtener ganancias de monopolio. Cuando Lenin definió el imperialismo como una fase
especial de la evolución del capitalismo se basó, ante todo, en sus rasgos económicos. El tipo
de relaciones de producción sigue siendo el mismo, el capitalista privado, y, por tanto, las
leyes económicas específicas del capitalismo se mantienen en vigor, funcionando en todas las
etapas de este régimen social.
Otra de las fuentes que reportan a los monopolistas un aumento de sus ingresos es la
redistribución de la plusvalía producida en escala nacional, a favor de los magnates del capital
y en detrimento de los capitalistas de las ramas y empresas no monopolizadas, el nivel de
cuyas ganancias desciende. Esta redistribución se lleva a cabo mediante los precios de
monopolio y también merced a la ayuda del presupuesto nacional. Sin lugar a dudas, la mayor
parte de las ganancias obtenidas por los monopolistas se compone de la plusvalía creada por
los obreros en las empresas de los monopolios, y la parte menor proviene de la redistribución
de la plusvalia entre los propios capitalistas.
Una importante fuente de ganancia de tipo monopolista es también el trabajo excedente y
parte del trabajo necesario de los pequeños productores -campesinos y artesanos del
país, ganancia que se obtiene poniendo en juego el mecanismo del intercambio no
equivalencia con ayuda de los precios de monopolio, del crédito hipotecario y de los
impuestos. Uno de los medios fundamentales de obtención de ganancias extraordinarias son
los precios de monopolio. También desempeña un importante papel en este sentido la
utilización del mecanismo del Estado burgués para enriquecer a los
monopolistas, particularmente al militarizar la economía o al ponerla en pie de guerra durante
los períodos de contiendas imperialistas.
¿Es que los conceptos de la ley del valor son rebatidos por la aparición del precio de
monopolio?
Lo que ganan los grandes monopolios lo pierden los trabajadores, la clase obrera y los
pequeños productores de las metrópolis, de las colonias y los países dependientes, y también
aquella parte de la burguesía que no forma parte de los monopolios. La dominación de los
monopolios bajo el imperialismo y su papel preponderante en la vida económica de un país no
significan en modo alguno que toda la economía se encuentre en sus manos.
Por último, uno de los más importantes aspectos de la competencia entre diversas ramas es la
lucha de los monopolios del segundo sector por la venta de las mercancías, por apoderarse
de la mayor parte del presupuesto del consumidor. Junto a los procedimientos puramente
económicos de lucha contra el rival , los monopolios recurren a la propagación de falsos
rumores acerca de los competidores al soborno e incluso a la violencia directa, al empleo de la
dinamita contra los rivales. A causa de todo ello, la competencia bajo el imperialismo se
convierte en un arma que los monopolistas utilizan para aplastar a todo aquel que no se
somete a su yugo y a su arbitrariedad.
La política interior y exterior de los países burgueses viene determinada por los intereses
particulares de los grandes monopolios.
New Jersey, la Estándar Oil of California, la Standani Oil of Indiana y muchas otras.
El grupo está encabezado por el Mellon National Bank and Trust Company. Los grupos de
Cleveland y de Chicago han sometido a su control numerosas empresas
industriales, bancarias y de transportes. En los últimos tiempos, el grupo Gianini se ha
incorporado a las principales asociaciones financieras. Se apoya en el Bank of America y
controla empresas industriales, financieras y de servicios públicos de California.
Lenin señalaba que uno de los instrumentos principales para garantizar el imperio de un grupo
insignificante de oligarcas sobre una masa de capitales ajenos era el llamado «sistema de
participación», basado en el manejo de las acciones para la gradual supeditación de unas
compañías a otras. Hay una sociedad anónima matriz , cuyo paquete de control se encuentra
en manos de un magnate financiero o de un grupo de magnates. El grupo Rockefeller controla
activos que superan en 17 veces los bienes de la familia.
La forma económica del domino del capital financiero es el sistema de posesión de la minoria
de las acciones, sistema consistente en que los accionistas más poderosos recaban de los
más modestos el derecho a representarlos en las votaciones, y así se apoderan del control de
las sociedades anónimas. Valiéndose del sistema multirepresentativo, los principales grupos
financieros pueden lograr en numerosos casos el control de las compañías incluso sin invertir
en ellas capital alguno. El capital financiero conoce también el sistema de posesión
predominante de las acciones. La creación del capital financiero represento un nuevo
desarrollo del capitalismo monopolista.
Es propio del capitalismo establecer una separación entre la propiedad del capital y su
aplicación a la producción, entre el capital-dinero y el capital productivo. Bajo el
imperialismo, el dominio del capital financiero ahonda y amplía la separación entre el capital-
dinero y el capital productivo. La socialización de la producción, junto con el monstruoso yugo
del capital y la ilimitada prepotencia de un puñado de magnates de las finanzas, que se
apoderan del fruto del gigantesco progreso de las fuerzas productivas, constituye una de las
peculiaridades esenciales del imperialismo.
La exportación del capital constituye uno de los pialares económicos del imperialismo, un
instrumento para el reparto del mundo entre las alianzas monopolistas, el medio principal de la
expansión imperialista y de la transformación del capitalismo en "un sistema universal de
opresión colonial y de estrangulamiento financiero de la inmensa mayoría de la población de
la tierra por un puñado de países adelantados."0
Fue Marx quien mostró la lógica de la exportación de capitales, señalándola como una
consecuencia de las condiciones internas del desarrollo del régimen de producción capitalista.
Por consiguiente, la necesidad de exportar capitales obedece a que en unos pocos países el
capitalismo está «demasiado maduro» y al capital le falta espacio para su aplicación
«lucrativa».
Entáblase una lucha de los monopolios de diversos países por los mercados del interior. En
tales condiciones surge la tendencia al reparto económico del mundo, a la conclusión de
acuerdos internacionales que consoliden su predominio monopolista. Lenin consideraba la
formación de monopolios internacionales como un grado nuevo, más alto, de concentración de
la producción. Las primeras asociaciones monopolistas internacionales comienzan a formarse
en los años del sesenta al ochenta del siglo XIX, en las ramas industriales muy concentradas.
La enconada competencia de los dos gigantes del petróleo, la Standard Oil, de Rockefeller, y
el consorcio anglo-holandés Royas Dutch-Shell, dio como resultado el reparto del mercado
mundial del petróleo entre ambos monopolios. Lenin señaló, asimismo, entre los primeros
monopolios de tipo internacional, las alianzas del transporte marítimo, el cartel ferroviario, el
sindicato del cine y la asociación de fabricantes de explosivos. Hacia el comienzo de la
primera guerra mundial, el número de carteles internacionales se elevaba a 114 contra 40 que
existían en 1897.
El siglo XIX es el de las más grandes conquistas coloniales de la historia. El afán de ganar
colonias se acentúa particularmente entre los capitalistas en el último cuarto del siglo XIX. En
la década del ochenta del siglo XIX, Alemania ocupó colonias en el África occidental y
sudoriental y en las islas del Océano Pacifico. En los últimos quince años del mismo siglo se
apoderó de territorios equivalentes a un millón de millas cuadradas en los que habitaban
14,700,000 personas.
Uno de los más abundantes manantiales que enriquecen a los monopolios en las colonias y
en los países dependientes es la despiadada explotación de los obreros.
Los ingresos obtenidos por Bélgica en 1955 exportando del Congo materias primas
estratégicas alcanzaron a más de la mitad de todas las ganancias de los capitalistas belgas en
el interior del país. La cuota de plusvalía, que refleja el grado de explotación de los obreros
por los capitalistas, es sumamente alta en las colonias y países dependientes.
EL IMPERIALISMO, CAPITALISMO MONOPOLISTA.
El rasgo más distintivo, la esencia misma del imperialismo, se encierra en la transformación de
la libre competencia en su antitesis, el monopolio, y en la implantación del dominio de los
monopolios en toda la vida económica y política de la sociedad burguesa. El dominio
omnimodo de los monopolios agrava extraordinariamente las contradicciones internas y
externas del régimen de producción capitalista, y la agudización de las mismas constituye, a
su vez, el resorte interno que convierte al imperialismo en una época transitoria de la plena
libertad de competencia a la socialización completa, es decir, al socialismo.
Actualmente, en los Estados Unidos de América, la producción de las principales ramas de la
industria, en un volumen que va desde el 60 hasta el 100 por 100, es controlada por un
número insignificante de monopolios.
En la época del imperialismo, este motivo impulsor del progreso técnico queda eliminado en
cierto modo, puesto que los monopolios perciben enormes superganancias principalmente
mediante la implantación de precios de monopolio y no mediante la rebaja de los costos de
producción a base de perfeccionamiento técnicos.
La forma suprema de la lucha de clases en escala internacional tiene lugar tanto en la esfera
de la economía, de la ciencia y de la técnica como en la de la política y la ideología. Otra
expresión del crecimiento de la lucha de clases en la palestra internacional es el movimiento
nacional de liberación, enorme por sus proporciones, ya que, bajo el dominio de los
monopolios, cualquier movimiento emancipador de los pueblos oprimidos está objetivamente
dirigido contra el imperialismo. Unidos de América, donde, según ellos, los obreros no
intervienen en la «guerra de clases». Pese a la rígida legislación antiobrera en vigor, el
gobierno americano no consigue evitar la propagación del movimiento huelguístico y de otras
formas de lucha de clases.
Muchos países capitalistas jamás conocieron paros tan importantes como los que tuvieron
lugar en los últimos años. Y lo importante no es sólo el aumento cuantitativo de las
huelgas, sino el cambio del propio carácter de las reivindicaciones presentadas por los
trabajadores. Quiere decirse que la lucha económica de los trabajadores va ahora más
estrechamente vinculada a la lucha política. Es un rasgo caracteristico de las luchas de clases
de los últimos años la creciente participación de las masas populares y la vigorosa unidad de
la clase obrera con los restantes destacamentos de trabajadores.
La lucha de liberación de los pueblos oprimidos debilita las posiciones del capitalismo
mundial, convirtiendo los países coloniales de reserva del imperialismo en aliados de la
revolución social. En las circunstancias de hoy día, las contradicciones entre las metrópolis y
las colonias han asumido un carácter cualitativamente nuevo, que se expresa en el
hundimiento del sistema colonial del imperialismo, cuya caída es tan rápida
que, virtualmente, el sistema político del colonialismo casi ha dejado de existir.
Los monopolios americanos mantienen una ofensiva cerrada contra las posiciones
económicas y estratégicas fundamentales de la Gran Bretaña, tratando de situarse en las vias
de comunicación del imperio, de suprimir el sistema de preferencias aduaneras y de asolar la
zona de la libra esterlina. El capital estadounidense ha desplazado considerablemente a los
monopolios británicos en el Cercano y Medio Oriente, en África, en varios países del Imperio
británico e incluso en el propio mercado interior de Inglaterra. Aprovechándose de la
denominada «ayuda» y de los créditos, los monopolios americanos atacan las posiciones del
imperialismo francés en numerosos puntos.
El rápido restablecimiento de los rivales alemán y japonés constituye también un factor que
agrava las contradicciones imperialistas.