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HERENCIA EPIGENÉTICA

La epigenética
Los trabajos de Bruce Lipton (biólogo celular, investigador en la Escuela
de Medicina de la Universidad de Stanford) sobre la memoria celular se
adelantaron y sirvieron de base a un nuevo campo de investigación
llamado epigenética, que es el estudio de los cambios heredables de la
función genética que se producen sin cambios en la secuencia del ADN. En
un principio se creía que la herencia genética se transmitía únicamente
por el ADN cromosómico que recibíamos de nuestros padres. Ahora que
los científicos entienden mejor el genoma humano, han descubierto el
hecho sorprendente de que el ADN cromosómico (el ADN responsable de
la transmisión de rasgos físicos como el color del cabello, de los ojos y de
la piel) solo constituye menos de un 2 por ciento del total de nuestro ADN.
El 98 por ciento restante está compuesto por el llamado ADN no
codificante (ADNnc), que es responsable de muchos de los rasgos
emocionales, de conducta y de personalidad que heredamos.
Hoy se sabe que los factores de estrés ambientales, como las toxinas y la
nutrición inadecuada, así como las emociones estresantes, afectan al ADN
no codificante. El ADN afectado transmite información que nos sirve para
prepararnos para la vida fuera del vientre materno, dotándonos de los
rasgos concretos que necesitaremos para adaptarnos a nuestro entorno.
Según Rachel Yehuda (especialista y profesora de psiquiatría y
neurociencia), los cambios epigenéticos nos preparan biológicamente para
que podamos afrontar los traumas que sufrieron nuestros padres/abuelos.
Al prepararnos para factores de estrés similares, nacemos dotados de un
conjunto concreto de herramientas que nos servirán para sobrevivir.
Esto es bueno, por una parte. Nacemos con un conjunto intrínseco de
habilidades, con una “resistencia medioambiental”, como la llama Yehuda,
que nos permite adaptarnos a las situaciones estresantes. Pero, por otra
parte, estas adaptaciones heredadas también pueden ser dañinas. Por
ejemplo, el hijo de un padre que vivió en una zona de guerra en los
primeros años de su vida puede heredar el impulso de contraerse
bruscamente como reacción ante un ruido fuerte y repentino.
La herencia epigenética
Solo en los últimos tiempos los científicos han empezado a entender los
procesos biológicos que tienen lugar cuando se hereda un trauma. Para
profundizar en este conocimiento, los investigadores han recurrido a los
estudios con animales. Teniendo en cuenta que los ratones tienen un
mapa genético notablemente similar al humano (un 99 por ciento de los
genes de los seres humanos tienen sus equivalentes en los ratones), estos
estudios nos proporcionan una ventana por la que podemos asonarnos a
los efectos que ejerce el estrés heredado sobre nuestras propias vidas.
Estas investigaciones resultan valiosas por otro motivo. Dado que puede
nacer una nueva generación de ratones al cabo de unas doce semanas, es
posible obtener resultados en estudios multigeneracionales en
relativamente poco tiempo. Para llevar a cabo un estudio similar con seres
humanos podrían tener que pasar hasta sesenta años.
Ya se están relacionando los cambios químicos de la sangre, el cerebro,
los óvulos y los espermatozoides de los ratones con pautas conductuales
tales como la ansiedad y la depresión en generaciones posteriores. Por
ejemplo, en los estudios realizados sobre la descendencia se ha observado
que el estrés de la separación materna provocaba traumas, tales como
cambios de la expresión genética, que podían observarse a lo largo de tres
generaciones.
En uno de los estudios de este tipo, los investigadores impidieron a las
hembras alimentar a sus crías en períodos de hasta tres horas cada día
durante las dos primeras semanas de vida de estas. Las crías
manifestaban conductas semejantes a lo que se podría llamar “depresión”
en los seres humanos. Cosa sorprendente, algunos machos no
manifestaban estas conductas en sí mismos, pero parecía que transmitían
epigenéticamente los cambios de conducta a sus descendientes hembras.
Los investigadores observaron también que las células germinales (las
células precursoras de los óvulos y de los espermatozoides) y los cerebros
de las crías quedaban afectados por el estrés causado tras la separación
de sus madres. En otro experimento realizado con ratas, las crías que
recibieron niveles bajos de atención materna mostraban en su vida adulta
más ansiedad y más reactividad al estrés que las ratas que habían
recibido niveles altos de atención materna. Esta pauta de estrés se
observó a lo largo de múltiples generaciones.
Es bien sabido que los recién nacidos a los que se ha separado de sus
madres pueden sufrir dificultades a consecuencia de ello. En estudios
realizados con ratones machos, las crías a las que se separaba de sus
madres reflejaban incrementos de la susceptibilidad al estés que les
perduraban toda la vida, y tenían, a su vez, descendientes en los que se
manifestaban pautas de estrés similares, a lo largo de varias
generaciones.
En uno de estos estudios, realizado en 2014 en el Instituto de
Investigaciones Cerebrales de la Universidad de Zúrich, los investigadores
sometieron a ratones macho a períodos repetidos y prolongados de estrés
intenso. Después, los ratones traumatizados manifestaban diversos
síntomas propios de la depresión. A continuación, los investigadores
hicieron que los ratones se reprodujeran y descubrieron que las crías de la
segunda y de la tercera generación manifestaban los mismos síntomas de
trauma, a pesar de no haberlo sufrido por sí mismas.
Los estudios realizados con ratones brindan a la ciencia pruebas tangibles
de cómo los desafíos que vive una generación se pueden convertir en la
herencia que se transmite a la siguiente.
Estos estudios aportan pruebas convincentes de la existencia de lo que los
investigadores han llamado herencia epigenética transgeneracional,
es decir el concepto de que las conductas se pueden transmitir de una
generación a la siguiente.

Bibliografía: Este dolor no es mío – Mark Wolynn

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