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Un baile con Dios

"¿Quién puede decir cuándo, en cualquier niño, comienza la danza con Dios? Nadie. Ni siquiera
el niño puede mirar hacia atrás y recordar el comienzo de la misma, porque es una experiencia
tan natural (tan temprana y tan universalmente recibida) como la relación del niño con el sol o
con su dormitorio. Y el comienzo, en concreto, no se puede recordar porque al principio no hay
palabras para eso. El lenguaje para nombrar, contener y explicar la experiencia viene después.
La danza, entonces , la relación con Dios, la fe, comienza en medio....
...al principio, el niño no tiene nombre para ese Alguien tan Significativo, este Otro, el Querido,
o bien el Terrible Todopoderoso (¡El Shaddai!), pero la santidad y la gloria, el poder y hasta la
justicia del Otro son muy real para él, y el amor, aunque la bondad y la expresión de ese amor
pueden aumentar y disminuir, dependiendo del propio sentido de bondad del niño y de su
salud. Es el destino común de todos los niños encontrar y experimentar la Deidad. Y así
comienza la fe. Y porque comienza en los niños, independientemente de sus culturas,
independientemente de los lenguajes que luego contengan, expliquen y editen la realidad para
ellos - porque comienza, de hecho, al margen de la función interpretativa del lenguaje - la fe,
podemos decir, no es exclusivo de unas pocas personas: al menos es iniciado en todos. Es una
experiencia humana universal. Todos hemos bailado una ronda con Dios. Pero lo bailamos en
medio.
Y luego llega el momento en que el niño se despierta con el baile. Toma conciencia de su
experiencia... Después de un tiempo, a medida que el niño "madura", a medida que se
compromete cada vez más en la vida cotidiana de la sociedad, a medida que el Santo Otro
parece cada vez menos una cuestión de los sentidos, ni la realidad de la experiencia ni su propia
conciencia de ella son suficientes. Surgen otras autoridades. Su confianza en su propia
percepción disminuye. Sus nombres e historias por su propia experiencia con el Querido
Todopoderoso están bajo un juicio más severo; corren el peligro de convertirse en cuentos de
hadas, productos de la imaginación infantil, que uno desecha con las cosas infantiles. Ahora,
finalmente, el lenguaje debe cumplir su segunda función -explicar y contener- para que la
experiencia sea confirmada, preservada: ¡confesada! Y así la danza puede continuar a pesar del
mundo más maduro.
... el lenguaje debe enmarcar la experiencia para que pueda acomodarse a la vida externa total
del individuo, para que pueda ser afirmado por y en la sociedad que lo rodea, para que pueda
ser reconocido como real, aprobado como bueno y Preservado. Ahora el niño debe aprender el
nombre propio de Dios y cómo usarlo correctamente, de acuerdo con las tradiciones y el
conocimiento acumulado de su pueblo. Ahora se le debe dar al niño un ritual más comunal para
la danza con Dios, para que no muera lejos de él como una aberración peculiar a él...
En otras palabras, aunque la fe misma comenzó mucho antes, ahora el creyente necesita la
religión".
- extractos de Walt Wangerin The Orphean Passage

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