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Nos separaron

por sexos y a cada


grupo dispusieron en
dos largas filas, una
frente a la otra.
Nevaba. O recuerdo
que nevaba. Supongamos
que nevaba. Una capa
densa y salada en la que
a duras penas podía
distinguirse algo
de blanco.

El brillo en los
ojos de Mijaíl daba
la impresión de ser lo
único que me mantendría
despierto esa noche.
Como un hoyo en la
playa, dijo de pronto
Mijaíl, como un hoyo en
una playa desierta y
en ese hoyo todos
nuestros hijos. Y los
hijos de nuestros hijos.
Y sobre la arena,
nosotros, empujándolos
a todos hacia dentro,
haciéndoles sancadillas
en la más triste
oscuridad.

Luego soltó una


poderosa carcajada,
que hizo saltar de la
impresión a toda
la fila de las mujeres.

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