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LICAN REY

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Mátalos a todos,
dijo abuela Rosa con su
último respiro en la
habitación más triste
del policlínico
de Licán Ray.

Con la comisura
de sus labios dibujó
una Ñ o una O,
simulando la traslación
geométrica de un
planeta imposible
habitado sólo por
pequeños hombres
con guitarras,
bigotes y
pistolas.

Acto seguido
exhaló todo el aire
contenido, un aire denso
y dulzón, que hasta el
día de hoy llevamos
todos impregnados
en nuestras
ropas.

De pronto
se hizo la noche,
obligándonos a
quedar ante la
presencia de
nuestros propios
pensamientos.

Sus voluminosos
pechos procedieron
a desparramarse por
sobre los límites
de la camilla.

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