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Perversión y Fetichismo

FREUD

Concepto psiquiátrico: Krafft. Ebing: "Psicopatías sexuales": Inventario de


comportamientos sexuales que podrían considerarse desviados con respecto
a una sexualidad normal. La perversión indica una desviación de la
norma. Esto implica suponer que hay una sexualidad normal en los seres
hablantes.

Para Freud, no existe una entidad perversa, lo perverso es una


modalidad de la sexualidad con caracteres fijos.

El paradigma fetichista es un viraje entre la perversión y la neurosis, no


puede separarlos, son trastornos pero no se curan. Es un trastorno
constitutivo, se puede ser neurótico perverso. A diferencia de Lacan,
que postula que este trastorno es estructural, la sexualidad perversa
polimorfa, le podemos agregar una entidad, una posición subjetiva
particular. Neurosis es una posición y perversión es otra.

El Edipo y la castración están en el corazón de la estructura neurótica,


entendiendo por castración la renuncia a la omnipotencia que implica el
cumplimiento de los deseos incestuosos. El niño podrá renunciar o no a
tratar de satisfacer los deseos de la madre, aceptará o no ser castrado por
el padre, lo que dará lugar a diferentes tipos clínicos. Si mantiene una
imagen fálica de la madre, la estructura ya no será la neurosis sino la
perversión. Lo que caracteriza al perverso es la desmentida de la
castración materna, con el consiguiente clivaje del yo, que hace posible la
coexistencia del reconocimiento de la castración y de su rechazo.

Para Freud lo patológico deviene cuando el fetiche se fija y reemplaza la


meta sexual normal.

Sadismo y masoquismo: La inclinación a infligir dolor al objeto sexual y su


contraparte pasiva. El sadismo respondería a un componente agresivo de la
pulsión sexual. Este componente es patológico cuando ha sido elevado al
lugar de componente principal. El masoquismo es la proyección del
sadismo sobre la propia persona.

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La perversión no se presenta junto a lo normal (meta sexual y objeto)
cuando circunstancias favorables la promueven, sino que suplanta a lo
normal en todas las circunstancias, es un síntoma patológico.

En los neuróticos se presencia una cuota de represión superior a lo normal.


La neurosis es el negativo de la perversión, porque manifiesta en sus
síntomas lo que los perversos actúan.

FREUD, S.: EL FETICHISMO (1927)

Según Freud, el fetiche representa el rechazo de la castración materna


(el saberlo sin querer saberlo). El niño en que da cuenta de la castración
de la madre no quiere verlo, entonces, detiene la mirada en el último
objeto que vio y queda fijado a él. Sustituye el pene materno por el
fetiche, el cual queda en el lugar de lo que no hay. El fetiche es el
sustituto del pene de la madre, el falo en la mujer, que tuvo gran
significación en la primera infancia, pero más tarde se perdió.
Normalmente debería de ser resignado pero justamente el fetiche está
destinado a preservarlo de su sepultamiento. Si la mujer está castrada,
su propia posesión de pene corre peligro.

Lo que el fetichista hace no es reprimir el falo femenino, sino


desmentirlo. Ha conservado la creencia del falo en la mujer, luego que la
percepción le haya demostrado lo contrario, pero también la ha resignado.
En el conflicto entre la percepción indeseada, y la intensidad del deseo
contrario se ha llegado a un compromiso inconsciente: en lo psíquico la
mujer sigue teniendo un pene, pero este pene ya no es el mismo que era
antes. Se ha designado un sustituto que hereda el interés que se ha sentido
por el primero.

El fetiche es un signo de triunfo sobre la amenaza de castración y


protege contra ella. Otras ventajas del fetiche es que los otros no
distinguen su significado y casi siempre esta accesible y resulta fácil
obtener satisfacción a través de él.

Desmiente una parte de la realidad, pero coexisten una junto a la otra la


actitud acorde al deseo y la actitud acorde a la realidad en el fetichista.
Relación neurosis-perversión: en la neurosis vive la sexualidad perversa

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polimorfa hay ciertos rasgos que el neurótico necesita como condición
erótica en el juego de su experiencia sexual, el objeto envuelve el campo
del partenaire. En el fetichismo el objeto se transforma de manera fija en
el partenaire, toma como su partenaire al objeto fetiche.

LACAN: EL SEMINARIO, LIBRO 16, CAP XVI, PAR 3.

PERVERSIÓN

La función que desempeña el perverso está lejos de fundarse en un


desprecio hacia el otro. El perverso sé dedica a tapar el agujero en el
Otro, es partidario de que el Otro existe.

Nos preguntamos por los efectos de una exhibición, a saber, si causa temor
o no al testigo que parece provocarla. Nos preguntamos sie está en la
intención del exhibicionista provocar este pudor, este espante. No existe en
esto lo escencial de la pulsión escoptofílica (mirar a personas realizando
actividades sexuales o que están en situaciones íntimas, acompañada de
excitación sexual y masturbación). Lo escencial es, propiamente y ante
todo, hacer aparecer en el campo del Otro la mirada. El exhibicionista
vela por el goce del Otro.

En la pulsión escoptofílica, como señalé, hay uno que logra lo que se


propone, a saber, el goce del Otro, y otro que solo está allí para tapar el
agujero con su propia mirada, sin conseguir que el otro vea siquiera un
poquito más de lo que es.

Lo que le impronta al voyeur, es justamente interrogar en el Otro que no


puede verse. Lo que constituye en objeto de deseo del voyeur es
precisamente lo que solo puede verse con la condición de que ella lo
sostenga en lo inasible mismo, donde falta el falo. Tanto más proyectará
esta cosa relegada en el para restituirla en el Otro para suplementar el
campo del Otro.

Soñar con la perversión, sobre todo cuando se es neurótico, puede servir


para sostener el deseo. Esto no autoriza en absoluto a creer que sé
entiende a los perversos.

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Resulta estrictamente imposible concebir lo que ocurre con la función del
superyó si no sé comprende lo que ocurre con la función del objeto a
realzada por al voz como soporte de la articulación significante, la voz pura
ne la medida en que está, si o no, instaurada en el lugar del Otro de una
manera que es perversa o no lo es.

A la manera en que hace poco vimos que goza el exhibicionista, el eje de la


gravedad del masoquista sé juega en el nivel del Otro y de la remisión a él
de la voz como suplemento.

Basta haber vivido en nuestra época para saber que hay un goce en está
remisión al Otro, esa forma de robo de goce, puede ser el único que se
logre plenamente. No ocurre lo mismo con el sádico. Él también intenta
pero de manera inversa, completar al Otro quitándole la palabra e
imponiendole su voz.

El goce escapa. Su lugar está enmascarado por está sorprendente


dominación del objeto a, pero el goce no está en ninguna parte. El
sádico no es más que el instrumento del suplemento dado al Otro, pero
que en este caso el Otro no quiere pero obedece de todos modos.

Un agujero en la estructura es capaz de fijar por sí solo toda una


conducta subjetiva.

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