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NOVELA Y ENSAYO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

Ensayo. «Azorín»

En enero de 1996 el escritor peruano Mario Vargas Llosa ingresó en la Real Academia de la Lengua. El dis-
curso que pronunció en tal ocasión giró en torno a la figura de «Azorín». Te ofrecemos a continuación unos
fragmentos de tal discurso.

«La ruta de Don Quijote es uno de los más hechiceros libros que he leído […]. Argamasilla, Ruidera,
Montesinos, El Toboso; Puerto Lápice no son ahora como figuran en el libro: tampoco lo eran hace
noventa años […]: Y no pudo serlo porque en la vida real todo se mueve, envejece y perece y en las
recreaciones de Azorín todo está quieto, es idéntico a sí mismo, ha sido birlado a las leyes de la cadu-
cidad y la extinción.»

Hablando de Al margen de los clásicos dice «Éste es un aspecto de Azorín que siempre deberemos
agra- decer: su labor de escritor puente entre el público profano y los grandes autores del pasado […]
Azorín consagró buena parte de sus noventa y cuatro años a enriquecer la vida limitada de las gentes
comunes con la vida fulgurante de las grandes creaciones literarias del pasado.»
«Pero, en un sentido mucho más profundo, filosófico o metafísico, es justo hablar de Azorín como de
un escritor conservador. Pues todo en su literatura –su temática y, sobre todo, su estilo y artesanía–
pare- ce forjado con la intención de conservar la vida y el mundo tal como son, de suspender el tiempo
y evi- tar la muerte. Esta es la significación honda del presente o pretérito perfecto del indicativo en
que solía escribir estos textos, de la brevedad de sus frases y del estado de inacción en que suelen caer
sus per- sonajes: una manera de inmovilizar el mundo, de congelar la vida, de arrancar a los hombres y
a las cosas de la usura fatídica.»
«Azorín fue un creador más audaz y complejo cuando escribía artículos o pequeños ensayos que cuan-
do hacía novelas. Las que escribió fueron experimentos, audaces pero fallidos […]. Las (novelas) de
Azorín merecen un lugar en la historia de las vanguardias europeas, pues fueron anticipaciones de toda
una corriente narrativa que fue un monumento al bostezo, aquel “nouveau roman” que, cincuenta años
después surgiría en Francia, empeñado en describir –como lo había hecho Azorín en doña Inés, don
Juan o Salvadora de Olbeda– un mundo objetal, sin movimiento, sin psicología y casi sin anécdota.»

«En los textos que dicen ser notas de viajes, de lecturas, reportajes o memorias, como los reunidos en
“Los pueblos”, “Riofrío de Ávila”, o “Una hora de España” y tantos otros libros memorables, hay una
recreación de la vida tan intensa como la que operan las novelas más logradas. Pero, disimulada bajo
el disfraz de la fidelidad a un mundo preexistente, del que el autor sería apenas respetuoso cronista”.
NOVELA Y ENSAYO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
Ensayo. «Azorín»

«Primores de lo vulgar tituló Ortega y Gasset el ensayo que le dedicó. En el contraste de ambos con-
ceptos está perfectamente resumido el arte azoriniano, hecho de menudencias, minucias, inanidades e
insignificancias, que, gracias a la pulcritud del estilo, la sutileza de la observación y la audacia de la
estructura se vuelven objetos merecedores de reverencia y cariño.»

«El mundo de Azorín es “sencillo y directo” solo en la fachada. Tras la diafanidad del lenguaje y lo
ase- quible de los temas hay, con frecuencia, un denso contexto, la compleja urdimbre de
ocultamientos y revelaciones, simulacros y pistas falsas, cambios de tono y de ritmo y juegos de
tiempo de las ficcio- nes más arriesgadas.»

ABC, 16-1-96 (discurso de ingreso de Mario Vargas Llosa a la RAE)

a. Traza a partir de lo que has leído una semblanza del autor y su obra.

Al hablar de una semblanza entre el autor y su obra, comenzamos señalando que José Martínez Ruiz, más
conocido por su seudónimo Azorín (Monóvar, 8 de junio de 1873-Madrid, 2 de marzo de 1967), fue un escritor
español perteneciente a la generación del 98, que cultivó diversos géneros literarios: la novela, el ensayo, la
crónica periodística y la crítica literaria y, en menor medida, el teatro. Como político, ocupó en cinco ocasiones el
escaño de diputado en las Cortes durante la Restauración.
En las novelas de Azorín la acción y la intriga casi no cuentan. Son relatos, a menudo autobiográficos, donde lo
esencial es el ambiente, los tipos, el paisaje, descritos con la técnica del detalle típica de Azorín. Lirismo
descriptivo, impresiones personales y recuerdos autobiográficos, estos son los elementos de sus novelas, todo sin
grandes conflictos dramáticos.
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Ensayo. «Azorín»

Este texto, como otros muchos de «Azorín», es un homenaje a Cervantes, autor por el que sintieron un muy
especial interés los hombres del 98.

Cuando comenzamos a leer a Cervantes una sensación se nos impone: la sensación de serenidad.
Cuando avanzamos en la lectura, otra sensación completa a la anterior: la sensación de humanidad. Es
humano. […]

¿Cómo podremos comprobar el espíritu de Cervantes, sereno y humano al mismo tiempo que nos
demos cuenta de su técnica? Entre las Novelas ejemplares ninguna más a propósito, para nuestra expe-
riencia, que Rinconete y Cortadillo, aquí está todo Cervantes: leámosla con cuidado y con amor.

Miguel de Cervantes va a pintar el cuadro de una gente maleante, en Sevilla; él mismo ha visto a lo
largo de su vida, en distintos lugares, cómo viven estos hombres; conoce bien su vida, sus costumbres;
nos aventuramos a decir que existe cierta oculta, o no oculta, simpatía de Cervantes por estos
hombres, que sin ser forajidos sanguinarios, están al margen de la ley. Sus vidas son vidas libres; la
vida de Cervantes es una vida libre; sus vidas son azarosas; la vida de Cervantes es también azarosa.
Ante el propósito de pintar el cuadro que hemos indicado, se le ofrecen a Cervantes varias
dificultades; ha de resolverlas si quiere que la pintura sea propia de su carácter. ¿Y cómo hará
Cervantes para lograr que, siendo realista la pintura, pintura de una asociación de indeseables, sea al
mismo tiempo idealista? Esa es la mayor dificultad que resuelve Cervantes en Rinconete y Cortadillo.
Ante todo paremos nuestra atención en el lugar de la escena; poco a poco, sin que nos percatamos de
ello, irán posesionándose de nuestro ánimo las dos capitales sensaciones cervantinas: serenidad,
humanidad. Estamos en una casa de Sevilla; entramos en su zaguán y nos encontramos con el silencio
y la limpieza. Avanzamos y vemos un patio: el piso de baldosín rojo está tan aljofifado, que parece
que «vierte carmín de lo más fino».

Antes, en una sala, hemos visto, puesta en la pared, una pilita de agua bendita: una blanca almofía. Y
no falta, con la bendita agua, una estampa piadosa.
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Ensayo. «Azorín»

Cuantos van entrando en la casa se producen con tacto y cortesía; respetan todos a quien tienen por su
jefe natural. Obedecen todos a unas normas inquebrantables; lo que dice el jefe, eso es lo que acatan
todos. Desciende el jefe de su aposento y entra en el patio: todos le hacen una profunda reverencia; los
que no se inclinan se quitan el sombrero. Y el jefe habla; habla en este recinto de silencio y de respeto.

¿Y cómo se expresa el jefe, es decir, Monipodio? Aquí tenemos, prácticamente, uno de los máximos
escollos que ha de sortear Cervantes. Monipodio es hombre de larga y varia experiencia: sus palabras
reflejarán su íntimo ser. Cervantes, llevado del deseo de naturalidad, hace que Monipodio cometa en
su habla algunos ridículos disparates: dice, por ejemplo, estupendo por estipendio, naufragio por
sufragio. Pero a seguida, Cervantes se olvida del disfraz y hace que Monipodio hable según su
verdadero carác- ter; un parlamentario no se produciría con la afluencia y la elegancia de Monipodio.
«Digo –profiere Monipodio– que sola esa razón me convence, me obliga, me persuade y me fuerza a
que, desde luego, asentéis por cofrades mayores y que se os sobrelleve el año de noviciado». Esto es
lo que tal hombre rudo, ignorante, dice a Rincón y Cortado. De nuevo Monipodio habla disparates, y
de nuevo vuelve a emplear razones elegantes. El ambiente de la casa, la compostura, el acatamiento
acaban por darnos en Monipodio, su verdadero ser. ¿Y cómo no si un hombre al frente de gente bravía
los domina con su imperio? ¿Y cómo los podría dominar si no tuviera prendas excepcionales? En este
patio sevillano, entre esta gente extrasocial, nos sentimos confiados: nos hacen confiar la serenidad y
humanidad de

Cervantes, que se han sobrepuesto al realismo en este cuadro realista, y han contagiado a los persona-
jes de la novela. ¡Y qué extraño final! Cervantes prescinde, inexplicablemente, misteriosamente, diría-
mos, de Diego Cortado y se queda, para lo porvenir, para continuar la novela en lo porvenir, con solo
Pedro del Rincón. ¿Por qué esta desaparición y esta preferencia?

ABC, 27 de mayo de 1915


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Ensayo. «Azorín»

b. Resume el contenido del texto que acabas de leer. ¿Con cuál de las afirmaciones que hemos
recogido del discurso de Mario Vargas Llosa se puede relacionar el tema tratado en nuestro texto?

Dentro de los fragmentos del discurso de Mario Vargas Llosa habla en gran parte sobre Azorín donde en
la obra de La ruta de Don Quijote hace un homenaje a Cervantes y se centra en las recreaciones de un
mundo preexistente donde todo esta quieto e inmovible que de cierta manera ha logrado persuadir las
leyes naturales que ahí menciona sobre la caducidad y la extinción. Menciona también que las obras están
centradas en su autobiografía donde existe una relevancia en lo esencial como los distintos paisajes, el
ambiente, conservar la vida y el mundo tal como son, sin suspender el tiempo y evitar así la muerte,
aspectos que trata de mantener una inacción en los personajes en general tratar de inmovilizar al mundo y
de evitar que tengan un final fatídico.
Ahora si consideramos el pasado imaginario y la suspensión del tiempo de Azorín y relacionamos con el
texto sobre Cervantes miramos que, Azorín busca en estos espacios una presencia de ese pasado
imaginario, indagando vivencias e intentando dar coherencia intelectual a su propia vida mientras que en
el texto de la de Rinconete y Cortadillo hay una clara intención de buscar y explicar la sensación
completa que tiene Cervantes desde el comienzo y si hablamos de relacionan el fragmento con el texto
existe relación alguna al hablar de lugares, paisajes y momentos que han existido .y se han recreado pero
con diferentes experiencias contadas a lo largo de las historias.

c. ¿Cómo se acerca «Azorín» al autor de El Quijote? Busca información sobre obras de autores del 98
que se vinculen de un modo u otro a Cervantes.

Según el diario “El Español”, no parece casual que el primer libro de Ortega se titule Meditaciones del Quijote
(1914). De hecho, se puede interpretar como un gesto de continuidad con respecto a la Generación del 98, donde
proliferan los estudios sobre el clásico cervantino, símbolo permanente de las paradojas, virtudes e insuficiencias
del genio español. En su relación con el Quijote, Azorín evitará los pronunciamientos solemnes, inclinándose por
la perspectiva del viajero que reproduce los pasos del hidalgo enloquecido por los caminos y pueblos de la
Mancha. No pretende ser exhaustivo, sino veraz y consistente, captando lo esencial. Y lo esencial no es el dato
arqueológico, sino la vivencia, la experiencia interior forjada al calor del contacto físico, sensual, con un paisaje
donde los grandes espacios vacíos siempre insinúan un sentido trascedente. Azorín nunca es directo. Eso no
significa que hable de forma equívoca, oscura o ambigua. Algunos afirman que en su caso el hombre se esconde
detrás del escritor, pero su minimalismo conceptual, su resistencia a expresar convicciones, no es una forma de
huida de la realidad, sino la consecuencia de un pudor existencial que busca lo último y fundamental en lo pequeño
e insignificante. Azorín es un “escritor de estructura fría”, por utilizar una expresión de Julio M. de la Rosa, un
creador humilde y tenaz que concibe la literatura como un “valor absoluto”. Se puede afirmar que su obra es un
quijotismo sereno que vela las armas de unas letras donde se conjugan tradición y modernidad. La ruta de Don
Quijote aparece en 1905, coincidiendo con el tercer centenario de la primera parte de la novela de Cervantes.
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Azorín no actúa tanto por oportunismo como para manifestar su adhesión a una obra que funde ensoñación y
desengaño, fervor y desaliento. Las peripecias del caballero andante y su escudero no acontecen en paisajes
ubérrimos y frondosos, sino en sencillos pueblos con ventas humildes, casitas blancas y caminos polvorientos.

En las primeras páginas de La ruta de Don Quijote, Azorín observa la maleta que le acompañará en su viaje por las
planicies de Castilla. La escritura y el movimiento son sus mejores aliados, la tabla de salvación que le permite
librarse temporalmente del cansancio, el hastío y la tristeza. Encerrado en el cuarto diminuto y austero de una
pensión, siente una vez más la necesidad de marcharse a los pueblos, a esas pequeñas villas de la Mancha
circundadas por prodigiosas estepas donde el alma experimenta una ilimitada libertad y un pálpito de eternidad. Su
patrona, doña Isabel, encarnación “neta y profunda de la España castiza”, piensa que los libros y los papeles que
escribe lo están matando. No cita a Don Quijote, enajenado por los libros de caballería, pero en su visión de las
cosas se advierte esa sobreabundancia de sensatez del ama y la sobrina del hidalgo, tan reacias a las aventuras del
espíritu y los excesos de la imaginación. Azorín no se considera un caballero andante, sino un periodista, un
cronista del flujo de la vida, que intenta recuperar el tiempo perdido. No es un paladín con lanza y adarga, pero su
existencia es “un combate inacabable, sin premio, por ideales que no veremos realizados…”. No intenta atribuirse
importancia, sino elogiar el ideal que impulsó a Don Quijote y a todos los que no se resignan a vivir en la apatía y
el conformismo. Azorín traza su autorretrato con escasas y discretas palabras: “yo soy un pobre hombre que, en los
ratos de vanidad, quiere aparentar que sabe algo, pero que en realidad no sabe nada”. No es un héroe, sólo un
testigo de la frustración de una nación que mira hacia atrás, intentando comprender las causas de su decadencia,
desánimo y escaso aprecio por sí misma.

El primer pueblo que visita Azorín es Argamasilla de Alba, donde Cervantes pasó un tiempo encarcelado y tal vez
escribió parte del Quijote. Se ha levantado a primera hora de la mañana en un Madrid antipático e inhumano, con
las calles desiertas y silenciosas. En ese vacío se apreciaba con insoportable nitidez “todo lo que tienen de
extrañas, de anormales”, las grandes urbes, con sus frías simetrías y sus esquinas sin misterio. La pesadumbre ha
comenzado a ceder al llegar a la estación de tren: “¿No sentís vosotros una simpatía profunda por las estaciones?”.
En esas fechas, Azorín es ante todo un viajero, un espíritu de paso, un hombre que sólo respira cuando está en
movimiento. No importa demasiado el destino. Lo esencial es huir de la quietud y la melancolía, del tiempo que
nos devora. Viajar es una forma de adelantarse a la muerte, de sortear los abismos que nos amenazan. Esa
necesidad de peregrinar hacia otros lugares convive con una paradójica tendencia al enclaustramiento. Es un
peregrino, sí, pero con un espíritu que anhela el silencio de los claustros y el recogimiento de las celdas
monásticas. Entonces Azorín, pequeño filósofo, se pregunta si el pasado y el futuro no son entelequias y, en
realidad, vivimos en un presente eterno.

Azorín imita a Alonso Quijano, saliendo al campo con expectativas de aventura, pero con una mentalidad distinta.
No se plantea vengar agravios ni luchar contra gigantes, sino disfrutar de la llanura inmensa y la remota línea del
horizonte. El paisaje es monótono y árido, pero su dureza despierta en el espíritu “un ansia indefinida, inefable”.
Es un espectáculo que alimenta las quimeras y las ensoñaciones. Azorín visita los restos de la venta donde Don
Quijote veló sus armas. Después, sigue el curso del Guadiana hasta llegar a “un batán, mudo, envejecido,
arruinado”. Es el batán que paralizó de terror al caballero y su escudero, aprovechando la oscuridad de la noche.
Lo real es potencialmente maravilloso. Para convertir algo prosaico en un prodigio, sólo necesita un pequeño
malentendido y una pizca de fantasía. La cueva de Montesinos no tiene nada de extraordinario, pero la
imaginación de Don Quijote la transforma en un lugar mágico. El idealismo es una poderosa fuerza. Aldonza
Lorenzo es una muchacha vulgar, pero la mente incendiada del viejo hidalgo la convierte en una princesa. Sucede
lo mismo con los molinos de viento, hoy vetustos y anacrónicos, pero en el siglo XVI máquinas inauditas que
suscitaban pasmo y admiración. Quizás esa fue la causa de que Don Quijote los confundiera con titanes. Las
invenciones que despertaban asombro son cosa del pasado. Azorín no oculta la decadencia de la Mancha. En El
Toboso, muchas casas se han desplomado y reina un triste silencio. Sin embargo, sus escasos habitantes no han
perdido el orgullo y aseguran que Cervantes, al que llaman familiarmente “Miguel”, nació en la Mancha y no en
Alcalá de Henares.
La ruta de Don Quijote es una exaltación de la Mancha, con su “vivir doloroso y resignado”. Recrea el paisaje de
lo que hoy se llama la España vacía, despoblada, con sus pueblos dormidos y sus gentes inactivas: “nadie hace
nada; las tierras son apenas rasgadas por el arado celta; los huertos están abandonados”. Sin embargo, la capacidad
de soñar permanece intacta, viva. Los más viejos hablan de apariciones y prodigios. Circulan leyendas y viejas
historias que no cuentan cómo fueron las cosas, sino cómo se soñaron. Es comprensible, pues “¿no es ésta la patria
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del gran ensoñador Alonso Quijano?”. España sólo recobrará la confianza en sí misma, rescatando “aquel amor al
ideal”, que implicaba “audacia” y una “vena soñadora”. En La ruta de Don Quijote se cumple uno de los grandes
méritos de la literatura de Azorín: concertar a las personas, los paisajes, las historias, en un latido espiritual que
desborda las costuras de lo real. No se limita a pintar lo moderno como antiguo, ni a describir a las personas como
cosas, creando un mundo ficticio, artificial. Apunta la existencia de otro mundo, que puede intuirse en un camino
que serpea, un humilde arriero descansando bajo la sombra de un árbol o un muro semiderruido. Apenas se ha
explorado la dimensión sobrenatural de la literatura de Azorín. No está de más recordar su devoción por Santa
Teresa de Jesús, que percibía el mundo como un Libro. La carmelita no se refería a una obra impresa, sino a esa
Vida que sólo puede explicarse como una creación del Espíritu. Para Azorín, la vida es un libro y el libro, vida.
La sombra del quietismo circula por la prosa de Azorín. El quietismo es la última página de la mística española. El
Quijote se nutre del erasmismo, pero desemboca en el desengaño barroco. El humanismo renacentista se malogra
por culpa de una sociedad que oscila entre la picaresca y la hipocresía, mofándose de la verdad y la belleza. El
Quijote es el relato de una derrota, la crónica de un ideal escarnecido por la historia. Azorín recrea esa conciencia
de fracaso. Su prosa lucha contra el tiempo, que simula movimiento para ocultar su naturaleza destructora. Su
propósito es congelar la realidad para mostrar su vocación de permanencia. No hay que inventar ficciones, sino
explorar minuciosamente lo real para atrapar lo esencial e inmutable.

d. Una de las habilidades que posee «Azorín» en sus ensayos sobre los clásicos es su capacidad para la
evo- cación de escenas, ya sean de la vida de los autores o de las obras clásicas. ¿Qué escena aparece
aquí evo- cada y recreada artísticamente por el autor?

Desde mi perspectiva pienso que la escena que aparece equivoca y recreada artísticamente por el autor es el
siguiente “En los textos que dicen ser notas de viajes, de lecturas, reportajes o memorias, como los reunidos
en “Los pueblos”, “Riofrío de Ávila”, o “Una hora de España” y tantos otros libros memorables, hay una
recreación de la vida tan intensa como la que operan las novelas más logradas. Pero, disimulada bajo el
disfraz de la fidelidad a un mundo preexistente, del que el autor sería apenas respetuoso cronista”.

Pienso que este fragmento hace una recreación de un personaje ficticio que en comparación con el escritor es
totalmente diferentes es decir que el autor se esconde bajo el personaje de Antonio Azorín además de que
siempre describe hombres tristes, paisajes monótonos, así, también, cuando se ve forzado a decir de alegrías,
de bellezas, de hermosura física o espiritual lo hace aumentando su melancolía, haciendo más lenta su frase,
más pesadas sus palabras, hasta conseguir que del fondo vivaz y reidor del paisaje todo ello hace parecer que
hay una evolución de la escena.

e. En su acercamiento a Cervantes «Azorín» baraja dos componentes esenciales del autor de El


Quijote.
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Ensayo. «Azorín»

¿Cuáles son?

Se puede decir que, al hablar del acercamiento a Cervantes, Azorín se centra en la sensación de serenidad y
el otro componente la sensación de humanidad, que claramente se describe en la obra la serenidad al
momento de dirigirse a pintar en un lugar de una gente maleante y luego se habla de humanidad porque
durante la obra se evidencia ese sentido de afecto, comprensión o solidaridad hacia las demás personas.

f. Como señalaba en otro momento de su discurso Mario Vargas Llosa, un rasgo esencial en «Azorín»
es su capacidad para «suspender el tiempo», «su prosa es intemporal; en ella nada pasa, todo se
queda». ¿Cómo consigue ese tratamiento del tiempo en nuestro texto? Explícalo y pon ejemplos.

8. Según lo que menciona en los fragmentos del discurso podemos hablar que también trata de explicar que
utiliza el tiempo para explicar como es la vida del gran jefe
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Ensayo. «Azorín»

a. ¿La atención y el gusto por las menudencias, minucias o insignificancias se da también en nuestro
texto? Justifica tu respuesta.

Si en el texto se puede evidencias que existen menudencias, minucias o insignificancias cuando se habla
que Cervantes ingresa a la casa de Sevilla y entra por un zaguán y están detallista porque escucha y
observa la limpieza al igual que mira el patio con un piso de baldosín rojo que esta tan aljofifado y se fija
también que antes, en una sala, ha visto, puesta en la pared, una pilita de agua bendita: una blanca
almofía. Y no falta, con la bendita agua, una estampa piadosa. En general hace una observación
exhaustiva de la casa y las circunstancias donde mira a un jefe natural que confunde palabras pero de un
carácter fuerte y que todo en conjunto demuestra como es el verdadero ser de Monipodio.

b. Uno de los valores más importantes de la obra de «Azorín» reside en el lenguaje, una prosa ágil y
elegan- te, muy cuidada. Recojamos ejemplos de algunos de los rasgos más destacados.

1) Sintaxis construida a base de oraciones cortas:

 Estamos en una casa de Sevilla

 Entramos en su zaguán

 Monipodio hable según su verdadero carácter

 entre esta gente extrasocial,


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2) Uso de la interrogación retórica con valor implicador:

3) Repeticiones de palabras:

 Escritor.
 Tiempo.
 Mundo.
 Es
 Hombres
 Azorín
 Estilo
 Vida
 No
 Años
 Libro
 Con
 Estilo

4) Paralelismos sintácticos:
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 Cervantes para lograr que, siendo realista la pintura, pintura de una asociación de indeseables, ¿sea al
mismo tiempo idealista?
 El mismo ha visto a lo largo de su vida, en distintos lugares, cómo viven estos hombres; conoce bien su
vida, sus costumbres, que, sin ser forajidos sanguinarios, están al margen de la ley.
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5) Quiasmos: (Figura retórica de construcción que consiste en una repetición e inversión del
orden de palabras.)

6) Bimembraciones de sustantivos o de adjetivos:

 Sus vidas son vidas libres; la vida de Cervantes es una vida libre; sus vidas son azarosas; la
vida de Cervantes es también azarosa.
 Siendo realista la pintura, pintura de una asociación de indeseables, sea al mismo tiempo
idealista.
 Y el jefe habla; habla en este recinto de silencio y de respeto.
 ¿Y cómo no si un hombre al frente de gente bravía los domina con su imperio? ¿Y cómo los
podría dominar si no tuviera prendas excepcionales?

7) Anadiplosis o complexión:
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8) Anáforas:

 la sensación de serenidad.
 la sensación de humanidad.

 Sus vidas son vidas libres;


 La vida de Cervantes es una vida libre;
 sus vidas son azarosas;
 La vida de Cervantes es también azarosa.

 De nuevo Monipodio habla disparates,


 De nuevo vuelve a emplear razones elegantes.
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 ¿Y cómo no si un hombre al frente de gente bravía los domina con su imperio?


 ¿Y cómo los podría dominar si no tuviera prendas excepcionales?

 Nos sentimos confiados


 Nos hacen confiar la serenidad

9) Enumeraciones asindéticas:

 Y no pudo serlo porque en la vida real todo se mueve, envejece y perece.


 Y en las recreaciones de Azorín todo está quieto, es idéntico a sí mismo, ha sido birlado a las
leyes de la caducidad y la extinción.
 Una manera de inmovilizar el mundo, de congelar la vida, de arrancar a los hombres y a las
cosas de la usura fatídica.
 Como lo había hecho Azorín en doña Inés, don Juan o Salvadora de Olbeda– un mundo
objetal, sin movimiento, sin psicología y casi sin anécdota.
 En los textos que dicen ser notas de viajes, de lecturas, reportajes o memorias.
 Hecho de menudencias, minucias, inanidades e insignificancias, que, gracias a la pulcritud del
estilo, la sutileza de la observación y la audacia de la estructura se vuelven objetos
merecedores de reverencia y cariño.
 Tras la diafanidad del lenguaje y lo asequible de los temas hay, con frecuencia, un denso
contexto, la compleja urdimbre de ocultamientos y revelaciones, simulacros y pistas falsas,
cambios de tono y de ritmo y juegos de tiempo de las ficciones más arriesgadas.
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 El ambiente de la casa, la compostura, el acatamiento acaban por darnos en Monipodio, su


verdadero ser.

 él mismo ha visto a lo largo de su vida, en distintos lugares, cómo viven estos hombres;
conoce bien su vida, sus costumbres; nos aventuramos a decir que existe cierta oculta, o no
oculta, simpatía de Cervantes por estos hombres, que, sin ser forajidos sanguinarios, están al
margen de la ley. Sus vidas son vidas libres; la vida de Cervantes es una vida libre; sus vidas
son azarosas; la vida de Cervantes es también azarosa.

 En este patio sevillano, entre esta gente extra social, nos sentimos confiados: nos hacen
confiar la serenidad y humanidad de Cervantes,

 Cervantes prescinde, inexplicablemente, misteriosamente, diríamos, de Diego Cortado y se


queda, para lo porvenir, para continuar la novela en lo porvenir.

c. A partir de todos los rasgos recogidos traza una valoración del ensayo que acabamos de leer.

Cervantes describe a los hombres , conoce sus vidas, sus costumbres y hasta cierto punto existe simpatía
alguna debido a que llevan una vida azarosa igual que su vida. Otro aspecto importante es ver el orden de
la casa como el jefe ordena que este limpio y en silencio además como un aspecto relevante existe una
estampa y el agua bendita porque nos hace pensar que a pesar de que llevan una vida aislada a la reglas
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tiene una creencia.


Otro aspecto relevante es la del gran jefe que tiene normas inquebrantable e incambiables que lo que dice
el jefe se cumple y eso se lo ha ganado gracias a la larga y varia experiencia y a pasear de no tener un
vocabulario claro hace Cervantes que exprese y refleje su íntimo ser.
En general Cervantes pone en evidencia su humanidad y serenidad que pasa la realidad y contagia a los
personajes de la obra con un final donde se entiende existirá una continuidad.
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