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No hay que pensar el aire en el secreto de la tierra.

para que se filtre En su dosis exacta


al último rincón de los pulmones, de luz y color,
ni hay que imaginar la aurora de canto y silencio,
para que decore el nuevo día nos llega la vida sin notarlo,
jugando con los colores y las sombras. don incesantemente tuyo,
No hay que dar órdenes trabajador sin sábado,
al corazón tan fiel, Dios discreto.
ni a las células sin nombre, Para que tu infinitud
para que luchen por la vida no nos espante
hasta el último aliento. te regalas en el don
No hay que amenazar en que te escondes.
a los pájaros para que canten,
ni vigilar a los trigales Benjamín González Buelta, sj
para que crezcan,
ni espiar la semilla de arroz
para que se transforme

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