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I. INTRODUCCIÓN
Por otro lado, algunas de las categorías enunciativas establecidas coincidían con una
determinada estructura gramatical, como es el caso de la pregunta con la oración
interrogativa o del mandato con la oración imperativa. No sucedía lo mismo, sin embargo,
con otras categorías inspiradas en criterios más semánticos que sintácticos, como la
propuesta; además, fue necesario admitir que un mismo enunciado podía adquirir varios
significados en contextos diferentes, lo cual debilitaba aún más el criterio sintáctico. Estas
debilidades clasificatorias abrieron paso a una dimensión pragmática de la modalidad,
donde prevalecen criterios más funcionales que formales porque se busca identificar la
actitud del hablante ya no sólo por la forma de la cláusula sino además por la función
referencial, expresiva o apelativa que la misma cumple en el contexto (Grande, 2002, y
Escandell, 1999). Puede decirse que esta dimensión se encuentra en pleno proceso de
desarrollo (Halliday, 1984; Martín et al, 1987; y Thompson, 1996a y b).
Un reflejo del arraigo que hasta hoy persiste a la visión lógica de la modalidad, aún
la modalidad sigue restringida básicamente a dos de las categorías iniciales de la lógica
clásica y moderna: la modalidad epistémica y la modalidad deóntica (Ridruejo, 1999), con
algunas otras dimensiones que con el tiempo han ido ampliando el rango de cada una
(Grande, 2002), pero que en líneas generales podrían ser enmarcadas en algunos de estas
dos modalidades, como se verá a continuación.
La modalidad deóntica, referida a las marcas que dejan en el enunciado los juicios
que expresan lo obligatorio, lo no obligatorio, lo necesario, lo permitido y lo no permitido
según algún punto de referencia al mundo de lo ideal, lo normativo, de lo ético, lo moral o
lo legal. También aquí ha habido expansiones; básicamente la inclusión de todo lo que
implica la ejecución ya sea por el hablante o por el oyente de una acción que responde a
una petición, o todo lo que implica un deseo plasmado en actos directivos, comisivos,
volitivos y evaluativos (Grande, 2002, y Ruidrejo, 1999). La modalidad apreciativa divide
a los autores entre juicios más o menos categóricos; para algunos todo enunciado es
subjetivo; para otros el hablante tiene la opción de decidir el grado de subjetividad que
imprimirá en su enunciado, para lo cual dispone de una serie de variados recursos como son
los morfemas derivativos, los sustantivos, los adjetivos, los verbos y los adverbios (Grande,
2002). La modalidad expresiva se materializa básicamente mediante la alteración del orden
canónico de los elementos oracionales de acuerdo al grado de informatividad de los
mismos. En tal sentido la estructura temática, dada por el ordenamiento del Tema y del
Rema, y la estructura informativa, secuencia de la información Dada y la Nueva, se
consideran una muestra de subjetividad porque refleja la concepción del hablante sobre los
conocimientos del interlocutor. El Foco o relieve se considera otra muestra de subjetividad,
ya que supone una alteración del orden con el propósito de realzar un elemento en
oposición a otro cuando se desea lograr que el interlocutor desista de una creencia (Fue
Pedro, no Juan, quien rompió el espejo). Asimismo, la Topicalización se considera de
índole subjetiva porque por medio de ella se anuncia el marco contextual en el cual el
contenido proposicional es válido (La silla, ¿está rota?) (Gutiérrez, 1997). Puede
observarse que estos tres últimos tipos de modalidad comparten una orientación más
subjetiva que refleja la actitud del hablante, por ello podrían ser arropados por la modalidad
deóntica.
Entre los modelos de Chafe (1986) y de Stubbs (1996a) existen ciertas diferencias:
uno es más amplio y versátil que el otro pero, como se verá, ninguno es suficientemente
completo como para dar cuenta de todas las marcas de la modalidad en todos los tipos de
discurso, limitación que los estudiosos que adoptan una perspectiva pragmática para el
estudio del discurso han tenido que aprender a tolerar.
En cuando al grado de seguridad que tiene el emisor sobre el enunciado que emite,
Chafe (1986) señala básicamente como marcas los adverbios como probablemente,
verdaderamente, posiblemente, indudablemente, seguramente, básicamente, exactamente,
virtualmente, entre otros; los verbos modales, mitigadores como un tipo de,
aproximadamente, algo como, algo por el estilo, más o menos o las expresiones que
señalan diferentes tipos de expectativas que el emisor supone en su audiencia tales como de
coincidencia por supuesto, conflicto por feo que parezca, superación de hecho, en realidad
y de otras diversas índoles (por lo menos, hasta, incluso, sólo, pero, sin embargo). La
Figura 1 resume el modelo de Chafe (1986) ya descrito.
Fuente de Forma de
conocimiento adquisición Grado de seguridad Marcas lingüísticas
Alto: indudable, por definición,
Difícil de precisar Creencias exacta, tiene que, debe Yo creo, pienso, supongo
|
Percepción Inferencia | Veo/oigo que, parece que, suena
| como
Discurso Oídas | Dicen que, él escribió, me han dicho
Bajo: posible, puede ser, gene-
Deducción hipotética Razones ralmente, aprox., algo como Debería, presume, supongo, podría
Fig. 1 Modelo de evidencialidad de Chafe (1986)
Se observa en el modelo de Chafe lo que podría llamarse una aproximación
cognitiva a la modalidad epistémica en tanto que se invierte un esfuerzo considerable en la
identificación de formas de adquisición de conocimiento que coinciden con estrategias
cognitivas como la inferencia, así como también de fuentes de conocimiento que forman
parte del proceso de aplicación de las mismas. También se nota un avance en este modelo
en el sentido de que proporciona una lista considerablemente amplia de marcas para cada
vía de conocimiento y grado de certeza, aunque de nuevo se presentan unidades de
diferente categoría lingüística desempeñando diferentes funciones y viceversa. Estas
limitaciones ya familiares seguirán presentandose en cualquier modelo, dada la naturaleza
misma de la modalidad; será pues la efectividad del modelo para dar respuesta
satisfactorias a las preguntas del investigador la que permita juzgar cada modelo y
determine la necesidad de acudir a otro modelo.
Metafunción Textual
Fig. 3 Interrelación metafunciones lingüísticas y tipos de modalidad
Bajo este modelo si se podría explicar (2), transcrito aquí para facilitar la lectura,
porque el modelo reconoce el solapamiento de las metafunciones ideacional e interpersonal
y, por tanto, el de las modalidades epistémica y deóntica, que se pone de manifiesto en la
perífrasis verbal subrayada
(3) La investigación lingüística textual puede servir de apoyo en el diseño de los
planes de enseñanza de lengua materna en todos los niveles de la educación.
Subjetividad Objetividad
Sujeto Finito Predicador Adjuntos
Responsable de - Polaridad - Tipo de proceso
validez de la - Tiempo - Tiempo secundario - Circunstanciales
proposición - Actitud del - Aspecto
hablante - Modales
Debe señalarse que una de las limitaciones que ofrece el modelo para su aplicación
al español se debe a que la movilidad de la que los elementos oracionales llegan a disfrutar
en esta lengua contrasta con la rigidez que caracteriza a los del inglés, lo cual se refleja en
la ubicación de las columnas en la Figura 4. Algunas de las soluciones que se podrían
ensayar para solventar esta limitación podrías ser identificar cada elemento del español con
un dígito que identifique el orden real que ocupa en la oración analizada o con un asterisco
para indicar que su ordenamiento no obedece al pautado en el modelo. También se observa
que el modelo no permite registrar elementos del español que no existen en inglés, como
los clíticos.
Con respecto a la actitud del hablante y al grado de responsabilidad que asume con
respecto a su enunciado, Thompson (1996b) presenta un análisis más detallado y funcional,
sin descuidar la atención a la estructura, de las opciones adoptadas en diferentes discursos
producidos en inglés para reportar información verbalmente; es decir para manifestar la
intertextualidad, la introducción en el texto de una voz diferente a la del autor -la
atribución. El análisis incluye varias posibles opciones para cuatro dimensiones
constituidas por la fuente de la información, la forma que adopta para reportar el mensaje,
el signo que identifica que se está reportando información verbal y la actitud que asume
quien reporta con respecto a la información que está siendo reportada. Esta taxonomía tiene
aplicaciones pedagógicas y en la investigación de este tipo de discurso, dado que la
atribución es una de las marcas que le distinguen, a tal punto que una producción
académica que no se ciña a los cánones establecidos en las comunidades académicas puede
ser vista como una muestra de ignorancia o de plagio, en perjuicio de la imagen de su
autor, la taxonomía aplicación .
III. CONCLUSIONES
El modelo propuesto por Thompson (1996a) ofrece una visión más funcional y un
alcance de mayor amplitud porque considera diferentes tipos de modalidad donde entran la
epistémica, deóntica y hasta la expresiva. Entre algunas de las razones que justifican su
amplitud se cuenta que parte de una gramática funcional que identifica niveles semánticos
en el lenguaje que coinciden o por los menos son funcionales para poder explicar el
solapamiento que se observa en las categorías interna de la lingüística tradicional, entra las
internas de la lógica y en cruce de las unas con las otras. Por otra parte la aplicación de
modelo al español resultó satisfactoria, salvo algunas limitaciones generadas por las
diferencias lingüística que distinguen al español del inglés. Dado que los casos analizados
fueron muy pocos, no se puede apresurar conclusiones definitivas. No queda más en este
sentido que sugerir la conducciones de ensayos similares en el discurso académico escrito
en español y en otros corpora, tipos de discurso e idiomas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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- Martin, J.; Mattheissen y Painter, Clare (1987). Working with functional grammar.
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- ___________ (1996b) “Voices in text: Discourse perspective on language reports.
En Applied Linguistics, Vol. 17, No. 4.