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UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN


DIRECCIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS
DOCTORADO EN ESTUDIOS DEL DISCURSO
SEMINARIO: LA INTERACCIÓN EN EL TEXTO

LA MODALIDAD: UN MODELO FUNCIONAL PARA EL ANÁLISIS DEL


DISCURSO ACADÉMICO
Mirian García de Díaz
Migardi56@hotmail.com
Marzo de 2004

I. INTRODUCCIÓN

La modalidad es una noción de considerable tradición que ha ocupado la atención


de muchos estudiosos e investigadores, pero generalmente los avances alcanzados mediante
esos esfuerzos provienen del estudio de idiomas diferentes al español; ello pone de relieve
la necesidad de ensayar la aplicación de esos estudios al español. Esa es la intención que
anima este trabajo, que tiene como objetivo aplicar el modelo funcional propuesto por
Geoff Thompson (1999a) para caracterizar la modalidad en el idioma inglés a una muestra
de discurso académico (DA) escrito en español, con el propósito de juzgar su adaptabilidad
a esta lengua. El desarrollo del mismo seguirá la siguiente secuencia: primeramente se
definirá la modalidad con énfasis en los aspectos coincidentes y divergentes que destacan
en diversas aproximaciones conceptuales al tema, seguidamente se analizarán y compararán
dos de los modelos que han buscado instrumentar el andamiaje conceptual relativo a la
modalidad de manera de hacerlo manejable para su aplicación al análisis de diferentes
corpora –el modelo de Chafe (1986) y el de Stubbs (1996a)-; luego se expondrá el modelo
funcional de Geoff Thompson ilustrando su funcionamiento con ejemplos extraídos de un
artículo de investigación (AI) publicado en español para, finalmente y a manera de
conclusión, identificar las bondades o debilidades del referido modelo en este cometido.
Dado el objetivo que se persigue, he traducido al español los ejemplos proporcionados en
inglés por cada uno de estos autores para ilustrar sus planteamientos teóricos.

II. LA MODALIDAD: APROXIMACIONES CONCEPTUALES

El término modalidad tiende a prestarse a confusión debido a que ha sido usado


desde la antigüedad para designar diferentes conceptos. Desde entonces ha sido abordado
básicamente desde dos vertientes disciplinarias: la lógica y la lingüística. En general tales
aproximaciones al tema no han sido sino un intento por delimitar criterios que permitan
identificar y clasificar la actitud del hablante, lo cual no es una tarea fácil por ser la actitud
una dimensión subjetiva que como tal trasciende y desdibuja tanto los límites de la lógica
como los de la lingüística. Por eso, hoy se le considera más bien como un fenómeno de
naturaleza pragmática que conjuga en el discurso el contenido proposicional, la actitud del
emisor con respecto a su enunciado, a su interlocutor, a su entorno y hacia la posición del o
de los sujetos presentes en su enunciado, en caso de haberlos (Granda, 2002).

Desde la óptica de la lingüística la modalidad ha sido vista en los diferentes


valores que puede asumir un enunciado en función del modo verbal o según la típica
clasificación de la oración simple de acuerdo a la actitud del hablante. Ha habido además
un constante y creciente esfuerzo por identificar las marcas lingüísticas de la modalidad
que operan a diferentes niveles: a nivel de la frase en la estructura oracional interrogativa,
imperativa, asertiva o exclamativa; a nivel morfológico en los modos verbales; a nivel
léxico en los verbos, adjetivos, adverbios y sus características morfológicas; a nivel
paralingüístico se le ha asociado a la entonación, los gestos o exclamaciones (Casamiglia y
Tusón, 1999), y mediante el orden de los elementos oracionales, conocido como modalidad
expresiva (Hernanz Brucart, 1999). Muchas de estas marcas coinciden en un mismo
enunciado y pueden hasta llegar a generar juicios contradictorios, como puede observarse
en (1), donde la estructura oracional corresponde a una aserción y el modo subjuntivo
señalado por la morfología verbal remite al mundo de la realidad (Llorach, 1994) mientras
que el adjunto modal materializado en un adverbio de modo (Aparentemente) presenta una
actitud de duda en el emisor con respecto a su enunciado:
(1) Aparentemente ha habido un interés creciente por la caracterización de los
textos en grupos bajo los criterios básicos de contenido, función y forma.

Por otro lado, algunas de las categorías enunciativas establecidas coincidían con una
determinada estructura gramatical, como es el caso de la pregunta con la oración
interrogativa o del mandato con la oración imperativa. No sucedía lo mismo, sin embargo,
con otras categorías inspiradas en criterios más semánticos que sintácticos, como la
propuesta; además, fue necesario admitir que un mismo enunciado podía adquirir varios
significados en contextos diferentes, lo cual debilitaba aún más el criterio sintáctico. Estas
debilidades clasificatorias abrieron paso a una dimensión pragmática de la modalidad,
donde prevalecen criterios más funcionales que formales porque se busca identificar la
actitud del hablante ya no sólo por la forma de la cláusula sino además por la función
referencial, expresiva o apelativa que la misma cumple en el contexto (Grande, 2002, y
Escandell, 1999). Puede decirse que esta dimensión se encuentra en pleno proceso de
desarrollo (Halliday, 1984; Martín et al, 1987; y Thompson, 1996a y b).

Considerablemente distanciada ya de la tradición de la lógica veritativa que


separaba todas las proposiciones dicotómicamente como verdaderas o falsas, la lógica llega
a reconocer que entre esos dos extremos existen diferentes grados de un continuo y que no
todas las proposiciones podían ser juzgadas como falsas o verdaderas (Escandell, 1999). A
partir de entonces la modalidad, vista desde la lógica clásica y la moderna, se define como
el potencial de las proposiciones modales para señalar el mundo de lo posible, de lo
necesario y de lo probable. Es decir que se asume que
Todo juicio modal se establece a partir de lo que yo sé, de lo que yo creo o acepto
como verdadero. Cuando hablo de la necesidad o posibilidad de un hecho estoy
manifestando mi grado de conocimiento con relación a ese hecho. Por lo tanto, una
proposición es epistémicamente necesaria cuando es verdadera en todos los mundos
compatibles con mi conocimiento y es epistémicamente posibles cuando es
verdadera en al menos un mundo posible compatible con mi conocimiento de la
realidad. (Grande, 2002: 22)

Un reflejo del arraigo que hasta hoy persiste a la visión lógica de la modalidad, aún
la modalidad sigue restringida básicamente a dos de las categorías iniciales de la lógica
clásica y moderna: la modalidad epistémica y la modalidad deóntica (Ridruejo, 1999), con
algunas otras dimensiones que con el tiempo han ido ampliando el rango de cada una
(Grande, 2002), pero que en líneas generales podrían ser enmarcadas en algunos de estas
dos modalidades, como se verá a continuación.

La modalidad epistémica refleja los juicios del hablante sobre la posibilidad o la


necesidad acerca de lo que él conoce, cree u opina en torno a la proposición que expresa su
propio enunciado. Esta concepción básica de la modalidad epistémica ha ido expandiéndose
hasta incluir todas aquellas manifestaciones formales que señalan el grado de compromiso
del hablante sobre lo que dice y el tipo de evidencia que emplea para dar soporte a lo dicho
(Grande, 2002, Ruidrejo, 1999), expansión que ha traído consigo una proliferación de
términos cuya variedad puede confundir fácilmente al estudioso del tema. La modalidad
radical, pone de manifiesto en el enunciado los juicios sobre lo posible con respecto a
habilidades innatas o adquiridas, lo que es inherentemente necesario y la posibilidad o
necesidad de un enunciado debido a circunstancias externas (Grande, 2002). Estos dos tipos
de modalidades tienen en común su orientación hacia el conocimiento por lo que podrían
ser consideradas una sola.

La modalidad deóntica, referida a las marcas que dejan en el enunciado los juicios
que expresan lo obligatorio, lo no obligatorio, lo necesario, lo permitido y lo no permitido
según algún punto de referencia al mundo de lo ideal, lo normativo, de lo ético, lo moral o
lo legal. También aquí ha habido expansiones; básicamente la inclusión de todo lo que
implica la ejecución ya sea por el hablante o por el oyente de una acción que responde a
una petición, o todo lo que implica un deseo plasmado en actos directivos, comisivos,
volitivos y evaluativos (Grande, 2002, y Ruidrejo, 1999). La modalidad apreciativa divide
a los autores entre juicios más o menos categóricos; para algunos todo enunciado es
subjetivo; para otros el hablante tiene la opción de decidir el grado de subjetividad que
imprimirá en su enunciado, para lo cual dispone de una serie de variados recursos como son
los morfemas derivativos, los sustantivos, los adjetivos, los verbos y los adverbios (Grande,
2002). La modalidad expresiva se materializa básicamente mediante la alteración del orden
canónico de los elementos oracionales de acuerdo al grado de informatividad de los
mismos. En tal sentido la estructura temática, dada por el ordenamiento del Tema y del
Rema, y la estructura informativa, secuencia de la información Dada y la Nueva, se
consideran una muestra de subjetividad porque refleja la concepción del hablante sobre los
conocimientos del interlocutor. El Foco o relieve se considera otra muestra de subjetividad,
ya que supone una alteración del orden con el propósito de realzar un elemento en
oposición a otro cuando se desea lograr que el interlocutor desista de una creencia (Fue
Pedro, no Juan, quien rompió el espejo). Asimismo, la Topicalización se considera de
índole subjetiva porque por medio de ella se anuncia el marco contextual en el cual el
contenido proposicional es válido (La silla, ¿está rota?) (Gutiérrez, 1997). Puede
observarse que estos tres últimos tipos de modalidad comparten una orientación más
subjetiva que refleja la actitud del hablante, por ello podrían ser arropados por la modalidad
deóntica.

La oposición conceptual existente entre todos los diferentes tipos de modalidad


descritos anteriormente se desdibuja en la práctica, dado que en muchos idiomas los
mismos recursos lingüísticos que manifiestan un tipo específico pueden ser también usados
para expresar otros (Grande, 2002). El comentario también se aplica al español, como
puede apreciarse el (2), donde resultaría difícil, sin acudir al contexto, decidir si la
construcción perifrástica puede servir expresa un juicio epistémico generado por el
conocimiento que tiene el autor en la materia o uno deóntico referido a lo que está
permitido.
(2) La investigación lingüística textual puede servir de apoyo en el diseño de los
planes de enseñanza de lengua materna en todos los niveles de la educación.

A este tipo de solapamiento se suman los de orden lingüístico ilustrados en (1),


añadiendo así dificultad a la discriminación entre las categorías de la modalidad. Todo ello
reafirma la validez de la concepción pragmática de la modalidad porque nos remite
irremediablemente al contexto para poder dilucidar el tipo de modalidad correspondiente.

A manera de conclusión, puede decirse que entre las concepciones lingüística y


lógica de la modalidad se observan aspectos coincidentes y divergentes. que tienen su
origen en el hecho de que ambas disciplinas, aunque con parámetros diferentes, están
abordando un mismo fenómeno que aflora lingüísticamente. Las coincidencias radican en
la intención de establecer taxonomías y afinar criterios clasificatorios, en la aceptación que
ha habido en ambas disciplinas de la necesidad de flexibilizar pragmáticamente las
categorías y de ver las manifestaciones de cada uno como gradual en vez de cómo juicios
radicales. Las divergencias son de orden instrumental y muy predecibles toda vez que se
trata de dos disciplinas diferentes empleando parámetros distintos para abordar un mismo
fenómeno.

Como se verá a continuación, en las aproximaciones más modernas al estudio de la


modalidad la tendencia clasificatoria hadido fuerza y ha tomado cuerpo el esfuerzo por
delimitar los recursos lingüísticos que marcan en el discurso los diferentes tipos de
modalidad, con la intención de instrumentar modelos que faciliten su estudio en diferentes
corpora de lenguaje en uso.

II. ALGUNOS MODELOS PARA EL ESTUDIO DE LA MODALIDAD

Entre los modelos de Chafe (1986) y de Stubbs (1996a) existen ciertas diferencias:
uno es más amplio y versátil que el otro pero, como se verá, ninguno es suficientemente
completo como para dar cuenta de todas las marcas de la modalidad en todos los tipos de
discurso, limitación que los estudiosos que adoptan una perspectiva pragmática para el
estudio del discurso han tenido que aprender a tolerar.

El modelo que presenta Chafe (1986) se centra básicamente en la determinación de


las marcas lingüísticas de la evidencialidad, específicamente en las vías mediante las cuales
se adquiere el conocimiento y las marcas lingüístico-discursivas que delatan el grado de
seguridad que tiene el emisor sobre el enunciado que emite. Es decir, la aproximación de
este autor a la modalidad se caracteriza por su inclinación predominantemente epistémica.
Él plantea que con frecuencia las vías de adquisición del conocimiento señalan
simultáneamente el grado de confiabilidad que el emisor atribuye a su enunciado. Las vías
en cuestión son la creencia, la inducción, la inferencia, el rumor (hersay), la deducción o
hipótesis.

La creencia es un modo de “saber” en el cual la fuente de conocimiento es difícil de


precisar y generalmente no tiene tanta importancia, aunque el hablante pudiera llegar a
precisarla fuente de la creencia en caso de ser estrictamente necesario, por ejemplo cuando
se le requiere o si él mismo busca convencer a otros de lo que él cree. Algunas de las
marcas lingüísticas que caracterizan la expresión de las creencias son: yo pienso, yo creo,
supongo. En el caso de la inducción o inferencia la evidencia que la genera puede llegar a
jugar un papel determinante dependiendo del tipo de discurso; estas son generalmente de
origen sensorial o perceptual y sus indicadores lingüísticos suelen dejar implícito el mayor
o menor grado de confiabilidad que el emisor les confiere: veo, siento, oí, luce como, suena
como, siento como, debo, obvio, parece, evidentemente. Otra fuente de conocimiento es el
discurso mismo ya sea oral -de oídas (hersay)- o escrito y ésta se deja impresa en el
discurso mediante expresiones como la gente dice, me dijeron, parece que..,, él escribió…,
aparentemente. La deducción implica un modelo de razonamiento que conduce
intuitivamente a una hipótesis a partir de la cual se pueden deducir conclusiones acerca de
la evidencia. Las marcas usadas para indicar que la evidencia se ha adquirido por esta vía
suelen llevar a la vez una marca de confiabilidad; entre ellas se cuentan debería, podría,
presumiblemente, puede, sería y otras.

En cuando al grado de seguridad que tiene el emisor sobre el enunciado que emite,
Chafe (1986) señala básicamente como marcas los adverbios como probablemente,
verdaderamente, posiblemente, indudablemente, seguramente, básicamente, exactamente,
virtualmente, entre otros; los verbos modales, mitigadores como un tipo de,
aproximadamente, algo como, algo por el estilo, más o menos o las expresiones que
señalan diferentes tipos de expectativas que el emisor supone en su audiencia tales como de
coincidencia por supuesto, conflicto por feo que parezca, superación de hecho, en realidad
y de otras diversas índoles (por lo menos, hasta, incluso, sólo, pero, sin embargo). La
Figura 1 resume el modelo de Chafe (1986) ya descrito.

Fuente de Forma de
conocimiento adquisición Grado de seguridad Marcas lingüísticas
Alto: indudable, por definición,
Difícil de precisar Creencias exacta, tiene que, debe Yo creo, pienso, supongo
|
Percepción Inferencia | Veo/oigo que, parece que, suena
| como
Discurso Oídas | Dicen que, él escribió, me han dicho
Bajo: posible, puede ser, gene-
Deducción hipotética Razones ralmente, aprox., algo como Debería, presume, supongo, podría
Fig. 1 Modelo de evidencialidad de Chafe (1986)
Se observa en el modelo de Chafe lo que podría llamarse una aproximación
cognitiva a la modalidad epistémica en tanto que se invierte un esfuerzo considerable en la
identificación de formas de adquisición de conocimiento que coinciden con estrategias
cognitivas como la inferencia, así como también de fuentes de conocimiento que forman
parte del proceso de aplicación de las mismas. También se nota un avance en este modelo
en el sentido de que proporciona una lista considerablemente amplia de marcas para cada
vía de conocimiento y grado de certeza, aunque de nuevo se presentan unidades de
diferente categoría lingüística desempeñando diferentes funciones y viceversa. Estas
limitaciones ya familiares seguirán presentandose en cualquier modelo, dada la naturaleza
misma de la modalidad; será pues la efectividad del modelo para dar respuesta
satisfactorias a las preguntas del investigador la que permita juzgar cada modelo y
determine la necesidad de acudir a otro modelo.

El segundo modelo que analizaremos será el de Stubbs (1996); en él se concibe la


modalidad epistémica o evidencialidad como las marcas que el emisor deja en su enunciado
para señalar su grado de certeza o vaguedad y su grado de compromiso con respecto a su
enunciado, cuando lo presenta como verdadero, falso, evidente, como un hecho objetivo o
como una opinión subjetiva, como conocimiento compartido, debatible, controversial o
vago. Este autor reconoce que grado de claridad y precisión de los enunciados obedece a
razones contextuales, lo cual explica, por ejemplo, las diferencias existentes entre la
conversación caracterizada por el uso de expresiones ambiguas y el discurso académico
con sus requerimientos de mayor claridad y precisión. La modalidad es entonces una
cuestión de grado, donde los extremos de la escala son el compromiso completo o el
distanciamiento total y su punto medio sería la neutralidad. El distanciamiento se
manifiesta mediante el uso de los verbos modales, la omisión de la fuente de la
información o la atribución de la información a una fuente no acreditada o desconocida. El
compromiso, por el contrario, se expresa por medio de la atribución de la información a
una fuente acreditada, lo cual convierte la proposición en una aserción indirecta del emisor.

Stubbs (1996) distingue tres niveles diferentes donde la modalidad se manifiesta. A


nivel léxico la modalidad se manifiesta en el uso de palabras que forman pares con otras
con las que guardan una relación de sinonimia (madre / mamá; caro / costoso); de la
morfología verbal (salgo / estoy saliendo), nominal (Carlos / Carlitos) y adjetival (lunático
/ loco); del uso de unidades léxicas que manifiestan el compromiso del hablante
(strictamente/técnicamente hablando; por decirlo de alguna forma, mal llamado) y del uso
de vocabulario vago (cosa, de cierto tipo, sitio). A nivel proposicional la modalidad se
manifiesta en la simple elección que el hablante hace de una forma en particular para
codificar su enunciado, lo cual plantea que todo enunciado lleva implícita una posición que
se marca lingüísticamente con mayor o menor explicitud; la simple mención de la
proposición obedece a una razón que trasciende la irrelevancia y que, por tanto, no
constituye una simple violación a la máxima de cantidad. A nivel ilocutivo la posición del
hablante puede manifestarse de manera implícita (acto indirecto) o explícita (acto directo);
en el primer caso sería rebatible dado que no se manifiesta sino que se deja a merced de la
capacidad inferencial del oyente; en el segundo se mostraría un grado de compromiso
mayor. Por eso, entre los conceptos que subyacen a los términos explícito y compromiso,
existe una relación directamente proporcional (Stubbs, 1996). La Figura 2 resume el
modelo.
Marcas discursivas Seguridad Compromiso Marcas lingüísticas
Atribución a una fuente Alta: certeza total Compromiso total Nivel léxico: palabras
autorizada | | y morfología
| |
Cita textual | |
| | Nivel proposicional:
Mención de la aserción | | posición explícita o
| | implícita
Atribución a fuente no | |
autorizada o desco- | |
nocida | | Nivel ilocuctivo: actos
| | directos e indirectos
Omisión de fuente Baja: vaguedad Distanciamiento total
Fig. 2 Modelo de evidencialidad de Stubbs (1996)

El mismo autor reconoce con honestidad algunas de las debilidades de su modelo,


entre ellas la dificultad para decidir el grado de compromiso o distanciamiento expresado,
ya que hay muchas expresiones son ambiguas o indeterminadas en este sentido (puede ser,
posible, en la práctica); porque en ocasiones el simple hecho de mencionar la proposición
le otorga cierto valor veritativo o de credibilidad, aunque implícito y por ello vago, lo cual
justifica mediante el principio de cortesía que regula el funcionamiento discursivo (Stubbs,
1996).

Los modelos de Chafe (1986) y Stubbs (1996) se diferencian en varios sentidos. El


primero adopta una perspectiva más cognitiva de la evidencialidad epistémica y las marcas
identificadas son muy amplias y menos específicas. El segundo está más orientado hacia la
actitud del emisor en torno a la certeza sobre la información incluida en el enunciado y las
marcas que señala se presentan de una jerarquía organizada según el nivel de las mismas.
Ambos modelos coinciden en asumir una visión pragmática de la evidencialidad, en tanto
que incluyen entre las marcas algunas que corresponden al nivel discursivo, como las
expectativas del emisor con respecto a su interlocutor. La debilidad que ambos comparten
consiste en que adoptan una versión muy restringida de la modalidad al considerar
básicamente la epistémica, debilidad que puede llegar a perder vigencia en el discurso dado
que los juicios epistémicos suelen solaparse con los deónticos.

Es evidente que el estudio de la modalidad en el discurso reclama una aproximación


multi-dimencional, de tal manera que se pueda identificar en una misma unidad lingüística
la confluencia de rasgos modales epistémicos, deónticos o expresivos. En tal sentido la
gramática funcional (GF) resulta una herramienta prometedora dada su visión
tridimensional del lenguaje en uso, lo cual se pretenderá demostrar en el apartado siguiente
mediante el análisis e ilustración de uno de los enfoques que se aproximan al estudio de la
modalidad desde la perspectiva de la gramática funcional Hallidiana.

III. UN MODELO FUNCIONAL DE LA MODALIDAD

La Gramática Funcional propuesta por Halliday (1984) propone la existencia de tres


metafunciones lingüísticas interrelacionadas, que coexisten simultáneamente en toda
cláusula y permiten estudiar cómo los hablantes codifican el significado ideacional, el
interpersonal y el textual (Martín, Matthiessen y Painter, 1997, y Bolívar, 1999). La
metafunción Ideacional pone en evidencia la forma en que los usuarios de una lengua
interpretan sus experiencias y la realidad que les rodea, mediante la transitividad de la
cláusula (Halliday, 1984). La metafunción Interpersonal refleja la forma en que los
hablantes interactúan lingüísticamente con sus semejantes, a través del estudio del modo en
la cláusula. La metafunción Textual conecta de manera relevante las metafunciones
Ideacional e Interpersonal, al organizar la cláusula en una secuencia de Tema y Rema.
Halliday (1984).

Esta red de sistemas semánticos interconectados permite explicar la interrelación e


interdependencia que opera entre las opciones que el emisor adopta para construir su texto,
para expresar su visión de la realidad que percibe y el tipo de interacción que establece con
su audiencia. En otras palabras, permitiría estudiar la manifestación simultánea de la
modalidad epistémica y deóntica en el texto, como lo representa la Figura 3.

Metafunción Ideacional Modalidad epistémica

Metafunción Interpersonal Modalidad deóntica

Metafunción Textual
Fig. 3 Interrelación metafunciones lingüísticas y tipos de modalidad

Bajo este modelo si se podría explicar (2), transcrito aquí para facilitar la lectura,
porque el modelo reconoce el solapamiento de las metafunciones ideacional e interpersonal
y, por tanto, el de las modalidades epistémica y deóntica, que se pone de manifiesto en la
perífrasis verbal subrayada
(3) La investigación lingüística textual puede servir de apoyo en el diseño de los
planes de enseñanza de lengua materna en todos los niveles de la educación.

Thompson (1996a), basándose en Halliday (1984), explica que la lengua es el medio


de comunicación interpersonal más poderoso y que ha evolucionado léxico-
gramaticalmente para satisfacer cuatro propósitos fundamentales: pedir información, dar
información, pedir bienes y servicios o dar bienes y servicios; a excepción del último, esos
propósito se pueden expresar de manera directa por medio de las cláusulas declarativa,
interrogativa o imperativa. Otra opción que tiene el hablante es la de expresar todos esos
propósitos de manera indirecta o metafórica, lo cual obedece a razones y produce efectos
contextuales. Similarmente, la lengua ha evolucionado para poder llegar a expresar dos
niveles de significado interpersonal: el tipo de relación interpersonal que él establece con su
interlocutor y su actitud personal como emisor.

La dimensión interpersonal se basa en la expresión del modo y la negociación. La


estructura del modo materializa en la cláusula el acuerdo tácito que opera entre los
interlocutores durante la interacción comunicativa, básicamente porque formaliza los roles
que el emisor se atribuye en la interacción y los que automáticamente asigna a su
interlocutor al asumir uno para sí mismo. El sujeto es el elemento al que el hablante asigna
la responsabilidad de la proposición mientras que el finito, que puede ser un verbo auxiliar,
modal, principal, tiene la función de afirmar o negar la validez que se ha asignado a la
proposición mediante la polaridad (si /no), su relación con el aquí y el ahora (tiempo) y la
actitud del hablante. El resto de la cláusula corresponde al residuo, donde se ubica el
predicador, que señala el tipo de proceso en el que el sujeto está involucrado, el tiempo
secundario, el aspecto y la voz; los adjuntos circunstanciales y los adjuntos modales.
Aunque son el sujeto y el finito los que expresan preferentemente el significado modal o
subjetivo mientras el significado experiencial u objetivo se ubica en el residuo, el
significado interpersonal puede distribuirse en toda la estructura clausular (ver Figura 4).

Subjetividad Objetividad
Sujeto Finito Predicador Adjuntos
Responsable de - Polaridad - Tipo de proceso
validez de la - Tiempo - Tiempo secundario - Circunstanciales
proposición - Actitud del - Aspecto
hablante - Modales

Fig. 4 La estructura de modo en la cláusula vista por Thompson (1996a)

La estructura de modo que se observa en (4) permite ilustrar la versatilidad de este


modelo. El mismo proporciona herramientas para conjugar la subjetividad modal
característica del finito, ha podido en este caso, con la objetividad que se le atribuye
generalmente al predicador nutrir, sin que por ello se tenga que ignorar la subjetividad que
le matiza por tratarse de un proceso que está siendo usado metafóricamente, o la que
expresa el adjunto circunstancial muchas, reforzada por su repetición de carácter enfático
(4) Así, no sólo se ha podido nutrir la perspectiva de muchas de las disciplinas
clásicas, sino que además muchas de las más recientes, al tiempo que
apuntaban sus propios enclaves teóricos y metodológicos, intentaban dar
respuesta a cuestiones urgentes del lenguaje en vinculación con el uso que de él
hacen los hablantes en las redes sociales que mediante este instrumento se
establecen cotidianamente.

Debe señalarse que una de las limitaciones que ofrece el modelo para su aplicación
al español se debe a que la movilidad de la que los elementos oracionales llegan a disfrutar
en esta lengua contrasta con la rigidez que caracteriza a los del inglés, lo cual se refleja en
la ubicación de las columnas en la Figura 4. Algunas de las soluciones que se podrían
ensayar para solventar esta limitación podrías ser identificar cada elemento del español con
un dígito que identifique el orden real que ocupa en la oración analizada o con un asterisco
para indicar que su ordenamiento no obedece al pautado en el modelo. También se observa
que el modelo no permite registrar elementos del español que no existen en inglés, como
los clíticos.

Con respecto a la negociación, Thompson (1996a) deviene de la bidireccionalidad


que caracteriza la interacción comunicativa; en ella se intercambia información o bienes y
servicios; en sus palabras, se Modaliza o se Modula respectivamente (ver Figura 5). En ese
intercambio, el oyente tiene la potestad de asumir el rol que en él ha proyectado el hablante,
de no intervenir en el intercambio o de responder de manera discrecional; es decir, puede
optar por contradecir la información proporcionada, asumir una posición desafiante ante
una pregunta, por ejemplo repreguntando en vez de respondiendo. En el caso de que lo que
se intercambie sean bienes y servicios, el oyente puede obedecer si es una orden, aceptar si
es una oferta la que se le hace o rechazar ambas. Las marcas lingüísticas de la negociación
se manifiestan en el léxico, el modo, el uso de cláusulas introductorias, los actos directos y
los indirectos.

Rol que el Rol proyectado Alternativas discre- Marcas


MODALIZACIÓN hablante asume en el oyente cionales del oyente
Dar Informa Aprendiz Contradice
y Léxico
pedir información Pregunta Informante Reta Modo
MODULACIÓN Cláusulas
Ofrecer Ofrece Receptor Rechazo introductorias
y Actos directos
pedir bienes y Manda Obediente Rechazo e indirectos
servicios
Fig. 5 La negociación vista por Thompson (1996a)

En (4) puede ver cómo funciona la negociación en el discurso académico. El autor


está adoptando el rol de informante y asignándole a su lector el rol de aprendiz; no parece
estar dispuesto a negociar ese rol dando cabida a contradicciones por parte de su audiencia
porque es muy categórico en su afirmación, mostrando explícitamente la actitud hacia su
enunciado mediante el uso del adjunto modal sin duda, el uso del superlativo. Por el
contrario, aunque en la segunda oración sigue actuando como informante, se muestra más
proclive a la negociación porque es menos categórico, como se infiere a partir de los
adjuntos modales No obstante y preferentemente
(4) De entre los órdenes discursivos el más estudiado ha sido, sin duda, la
narración. No obstante, en el ámbito académico dos son los discursos que se
exigen preferentemente del estudiante: argumentación y exposición.

La actitud personal del autor se expresa mediante la evaluación y la modalidad. La


evaluación puede definirse como una indicación de si el hablante atribuye a lo que dice un
valor positivo o uno negativo (Thompson, 1996a), la misma depende del género en el que
se encuentre inmersa, de la cultura, las disciplinas, los valores, entre otros. De tal manera
que las marcas discursivas que denotan la evaluación del hablante sobre lo que dice, nos
permitirán identificar o inferir su actitud y responsabilidad con respecto al juicio emitido y
su compromiso. Como se resume en la Figura 6, las marcas que delatan la evaluación del
hablante a nivel léxico son palabras rudas usadas para hacer referencia ideas tabú, un
expletivo o una palabra derivada de otra ruda o tabú y que se usa metafóricamente, los
eufemismos; los verbos que se usan para reportar, otras. A nivel sintáctico el autor se
limita a mencionar ciertas estructuras como el “it” de una cláusula introductoria en inglés.
Tipos. Dependen del género,
cultura, valores o disciplina Actitud Responsabilidad Compromiso Marcas
Bueno, importante, legal, Positiva Directa Negociable - Cláusulas “it”
moral, verdadero, etc | | | - Palabras rudas
| | | | que expresan ideas tabú,
| | | | expletivos, metáforas,
malo, irrelevante, ilegal, | | | eufemismos, verbos de
inmoral, falso, etc. Negativa Reportada No negociable reporte, otras

Fig. 6 La evaluación vista por Thompson (1996a)


Obsérvese la aplicación de esta concepción de la evaluación en el género de los
artículos de investigación (5). La actitud del autor con respecto a la información que ha
reportado anteriormente (propuestas por estas autoras) es positiva, lo cual se manifiesta a
nivel léxico por medio de utilidad y múltiple, y comprometida porque no abre espacios para
la controversia al presentar su afirmación de manera categórica y con un finito en modo
indicativo, tradicionalmente considerado como el modo de la realidad
(5) La utilidad de taxonomías como las propuestas por estas autoras para el
análisis y el conocimiento de la unidad textual es múltiple.

La modalidad es definida por Thompson (1996a) como el espacio que se mueve


entre los extremos de la polaridad, entre el si y el no; la misma se expresa generalmente en
el componente básico del modo (sujeto y finito), pero también puede expresarse en el
residuo y el acudir a esta opción tiene consecuencias en el significado interpersonal. Aquí
también se clasifica la modalidad según los roles del habla en el intercambio de
información o intercambio de bienes, Modalización y Modulación respectivamente, como
se aprecia en la Figura 7. El tipo de modalidad que atribuye a la Modalización es la validez,
la cual distribuye en una escala que refleja el compromiso del emisor con respecto a la
validez del enunciado en función de su probabilidad o a su frecuencia mediante el uso de
operadores modales y adjuntos modales. La fuente del enunciado puede ser directa o
reportada y reflejar el grado de responsabilidad y actitud del emisor hacia la información
expresada, la cual oscilará en una escala de subjetividad según sea mas o menos explícito.

El tipo de modalidad que Thompson (1996a) atribuye a la Modulación es la


confianza que tiene el hablante en el éxito del intercambio, que esta vez se distribuye en
una escala deóntica que refleja el grado de obligación (permisible-aconsejable-obligatorio)
y de disposición que se atribuye al oyente para ejecutar una acción, lo cual se marca
mediante el uso de operadores modales y adjuntos modales. Al igual que para la
Modalización, la fuente de la solicitud u oferta puede ser directa o reportada y reflejar el
grado de responsabilidad del emisor hacia su enunciado que oscilará entre lo subjetivo y lo
objetivo más o menos explícito.

Roles del habla Validez Marcas Fuente Responsabilidad


PROBABILIDAD: Operadores Directa Subjetivo: Yo creo que
Modalización: posible – probable - lógicos, ella vuelve
dar y pedir seguro
información FRECUENCIA: Adjuntos Reportada Objetivo: ella puede
Nunca - a veces - modales volver
siempre
Confianza
Modulación: OBLIGATORIO:
dar y pedir permisible – acon- Operadores Directa Subjetivo: Te aconsejo
bienes y sejable - obligatorio lógicos, que vuelvas
servicios
DISPOSICIÓN: Adjuntos Reportada Objetivo: ella debe
habilidad – dispo- modales volver
sición - determinación

Fig. 7 La modalidad vista por Thompson (1996a)


Para la ilustración de la modalidad se presenta (6), donde se aprecia el uso de
información reportada, a la cual el autor considera válida y segura dado que las dos fuentes
citadas han sido seleccionadas entre otras (algunos analistas, como Sánchez (1992) y
Ciaupucio (1993)) y la utilidad de sus propuestas se considera múltiple. El grado de
responsabilidad o, más bien de compromiso del autor con la información proporcionada por
las fuentes se percibe como alto, aunque no se expresa ni mediante el uso de cláusulas
modales ni de verbos modales, lo cual se atribuye a la afirmación que el mismo Thompson
(1996a) hace en torno a que lo que no está modalizado se asume como absolutamente
válido.
(6) Así, algunos analistas, como Sánchez (1992) y Ciaupucio (1993) proponen
cinco modos de organización de la materia discursiva, cuales son: narración,
argumentación, descripción, exposición e instrucción. Cada uno de estos
órdenes (Sánchez) o tipos (Ciaupucio) se caracterizan, como se ha esbozado
antes, por los asuntos que tratan, la función social que cumplen y la
organización textual que toman. La utilidad de taxonomías como las propuestas
por estas autoras para el análisis y el conocimiento de la unidad textual es
múltiple.

Con respecto a la actitud del hablante y al grado de responsabilidad que asume con
respecto a su enunciado, Thompson (1996b) presenta un análisis más detallado y funcional,
sin descuidar la atención a la estructura, de las opciones adoptadas en diferentes discursos
producidos en inglés para reportar información verbalmente; es decir para manifestar la
intertextualidad, la introducción en el texto de una voz diferente a la del autor -la
atribución. El análisis incluye varias posibles opciones para cuatro dimensiones
constituidas por la fuente de la información, la forma que adopta para reportar el mensaje,
el signo que identifica que se está reportando información verbal y la actitud que asume
quien reporta con respecto a la información que está siendo reportada. Esta taxonomía tiene
aplicaciones pedagógicas y en la investigación de este tipo de discurso, dado que la
atribución es una de las marcas que le distinguen, a tal punto que una producción
académica que no se ciña a los cánones establecidos en las comunidades académicas puede
ser vista como una muestra de ignorancia o de plagio, en perjuicio de la imagen de su
autor, la taxonomía aplicación .

III. CONCLUSIONES

Las aproximaciones teóricas de la lingüística y la lógica, fragmentadas


internamente y separadas una de la otra, develan la modalidad tanto en su versión
epistémica como en la deóntica, como un concepto difícil de precisar por ambas disciplinas
dada su naturaleza subjetiva. La visión más integrada y ajustada a la naturaleza
multidimensional del concepto proviene de la pragmática, principalmente por que ésta
permite considerar diversos factores de orden contextual para dar cuenta de la amplitud,
subjetividad e imprecisión que subyace en el concepto de la modalidad.

Los modelos de Chafe (1986) y de Stubbs (1996a), aunque de tendencia


básicamente epistémica y con diferencias internas particulares, constituyen un avance con
respecto a las aproximaciones anteriores al tema de la modalidad, porque logran en mayor o
menor grado configurar modelos que se alimentan de la tradición lógica y de la lingüística,
al tiempo que comienzan a complementarlos con algunos aspectos pragmáticos tales como
las expectativas que median entre los interlocutores. Ambos presentan deficiencias y, auque
su aplicación al español resulta posible, resultaría arriesgado decir que tengan respuestas
para todas las múltiples preguntas que en los procesos de investigación se deben responder
progresivamente, por lo que sería necesario aplicarlas a corpora más extensos y diversos, a
objeto de poder llegar a conclusiones más ajustadas acerca de las bondades y debilidad de
cada uno, de la validez de las mismas en diferentes contextos discursivos y de la
factibilidad de usarlos de manera combinada.

El modelo propuesto por Thompson (1996a) ofrece una visión más funcional y un
alcance de mayor amplitud porque considera diferentes tipos de modalidad donde entran la
epistémica, deóntica y hasta la expresiva. Entre algunas de las razones que justifican su
amplitud se cuenta que parte de una gramática funcional que identifica niveles semánticos
en el lenguaje que coinciden o por los menos son funcionales para poder explicar el
solapamiento que se observa en las categorías interna de la lingüística tradicional, entra las
internas de la lógica y en cruce de las unas con las otras. Por otra parte la aplicación de
modelo al español resultó satisfactoria, salvo algunas limitaciones generadas por las
diferencias lingüística que distinguen al español del inglés. Dado que los casos analizados
fueron muy pocos, no se puede apresurar conclusiones definitivas. No queda más en este
sentido que sugerir la conducciones de ensayos similares en el discurso académico escrito
en español y en otros corpora, tipos de discurso e idiomas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Calpe.
- Bolívar, A. (1999) Las metafunciones de la cláusula en español. Lingua Americana,
Año III, N° 4, pp. 48–66.
- Casamiglia, H. y Tusón, A. (1999) Las cosas del decir. Barcelona: Ariel.
- Escandel, M. (199) Introducción a la pragmática. Barcelona: Ariel.
- Grande, F (2002) Aproximación a las modalidades enunciativas, León: Universidad
de León
- Gutiérrez, S. (1997). Temas, remas, focos, tópicos y comentarios. Madrid, España:
Arco/Libros S.R.L.
- Halliday, M. (1984). An introduction to functional grammar. Singapur: Edward
Arnold.
- Hernanz, M. y Brucart, J. (1987) La sintaxis. Barcelona: Crítica.
- Martin, J.; Mattheissen y Painter, Clare (1987). Working with functional grammar.
Gran Bretaña: Arnold.
- Ridruejo, E (1999) Modo y modalidad. El modo en las subordinadas sustantivas. En
Bosque, I. y Demonte, V. (Eds.) Gramática descriptiva de la lengua española, Tomo
2: Madrid: Editorial Espasa Calpe, S.A. (Pp: 3209-3252)
- Stubbs, M. (1996) Text and corpus analysis. Blackwell:
- Thompson, G. (1996a) Introducing functional grammar, Gran Bretaña: Arnold
- ___________ (1996b) “Voices in text: Discourse perspective on language reports.
En Applied Linguistics, Vol. 17, No. 4.

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