Está en la página 1de 3

Daniel Valencia Marulanda 10°B

Sobre la muerte en vida, la ilusión de inmortalidad y la experiencia de haber estado vivos

Parte I: Los simios

Sus peludos cuerpos descansaban en la tierra después de haber bebido agua en un día
caluroso, eran felices y no lo sabían, pues aún no podían saber.

Aquella zona del África estaba poblada por diversas comunidades de primates que vivían
tiempos de paz y tiempos de violencia, todo en su lugar. Nadie sabe cómo es que tal
acontecimiento sucedió, nadie lo puede recordar. Un simio de La comunidad se enteró:
“Mierda, podemos hablar” pensó. Miró a su alrededor y vio los monos que ya se habían
sentado a “hacer mundos en la mente” nunca había pensado en lo extraña que resultaba esa
quietud, algunos se sentaban y ya no se movían más. Se acercó al que alguna vez fue su
amigo más cercano, sus ojos, iluminados por la luz directa del sol, estaban desprovistos de
cualquier rastro de interés por el exterior, el sol era quien miraba aquel par de esferas que ya
solo se dirigían hacia adentro , si no fuese por el sonido de su respiración lo daría por muerto.
Se dijo que algún día él tendría que “sentarse”.

Un día todos, excepto él, se habían sentado ya, ahora la mente de cada uno era lo único que
existía. Se sintió muerto, había tratado de hacer lo que los otros, pero se aburría. Se sintió
solo y recordó los días en los que no hacían más que estar, los días en los que no eran más
que la eterna sustancia del universo jugando a estar viva. Ahora eran animales enfermos de
consciencia. Su nostalgia fue interrumpida por unos punzantes aullidos. Los otros, simios
bárbaros, parecían aproximarse, Llegaron y éstos temieron a los monos sentados.

Los cuerpos despedazados estaban chorreados por todo el suelo. Sólo el simio que no habitó
los mundos artificiales de placer irreal quedó solo, ahora más que antes. Supo que ya no tenía
sentido estar ahí, supo de la muerte en vida de sus hermanos (“Sentarse fue su verdadera
muerte”), supo de su dolor, y por primera vez sufrió. Se dio a las inclemencias del África y
supo que de alguna manera tendría que morir, y con él ese prodigio que fue su lenguaje.
Parte II: Ozymandias

“Conocí a un viajero de una tierra antigua


quien dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco
se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones
las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a las manos que las tallaron y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras:
"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, poderosos, y desesperad!"
Nada queda a su lado. Alrededor de la decadencia
de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas»”

Percy Bysshe Shelley


Parte tres III:

Las inmensamente alargadas naves eran lo mismo que troncos rotos. Flotaban en la infinita
oscuridad todo tipo de objetos inertes: maquinaria, estatuillas, imágenes de los días en la
tierra, y una cantidad incalculable de cuerpos humanos…

El más interesante de los objetos era una de las características placas metálicas en las que los
maestros hacían escribir a sus jóvenes estudiantes, en tal placa se leía:

“¿Por qué nos iba a preocupar la extinción? vivimos para nosotros y si ya no estamos no es
nuestro problema. Dios (la totalidad de las cosas) ha sido indiferente de nuestros asuntos ¿por
qué no iba a preocupar ahora la muerte si reímos, si amamos, si exploramos el universo y a
nosotros mismos, carajo, por qué nos iba a importar, si millones de ojos vierons millones de
atardeceres, si millones se estremecieron al darse cuenta que amaban y eran amados, si
millones lloraron la soledad y finalmente se enfrentaron a ella, por qué nos iba a preocupar si
vimos las infinitas rarezas de estar vivos, por qué nos iba a importar si vivimos innumerables
vidas, por qué nos iba a importar si toda nuestra historia consistió en sortear lo imposible y lo
infinito? Hoy no nos enfrentamos a ustedes, hoy la paz será con nuestra ausencia, esta
inmensa guerra termina, pero porque nosotros lo decidimos, decidimos morir porque ya no
nos preocupan cosas tan banales como la muerte y el olvido.
Un estudiante cualquiera
Año: 4034 d.c”

También podría gustarte