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Deflación en Argentina en 2020 y 2021.

En Argentina, los impactos sociales y económicos de la pandemia del COVID-19


profundizaron la situación de vulnerabilidad social que el país ya atravesaba. La crisis
desenlazada por la pandemia afecta sin duda a toda la sociedad, pero impacta mucho
más a los hogares que ya se encontraban en la pobreza, en situación de vulnerabilidad
y/o percibían ingresos bajos y medios-bajos, así como en algunos sectores
particularmente afectados (como la construcción, el comercio, hoteles y restaurantes y
el trabajo doméstico). Una proporción importante de los hogares en situación de
pobreza presentan composiciones familiares (parejas con niños/as, hogares
monoparentales y/o familias extendidas) que tienen más dificultades para lidiar con
desafíos aparejados a la crisis. Además, por lo general, tienen inserciones laborales
precarias y experimentan mayores carencias educacionales, habitacionales y de salud.

En el primer semestre de 2020, el gobierno llevó a cabo una serie de acciones para
mitigar los efectos de la crisis. Las políticas de transferencias monetarias fueron parte de
las principales medidas adoptadas. Apoyándose en las fortalezas del sistema de
protección social, se pudo reaccionar rápidamente transfiriendo ingresos a las familias
más vulnerables con niños/as y adolescentes, a titulares de programas sociales y a
personas mayores. Además, se formularon nuevas políticas de transferencias, como el
Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y el Programa de Asistencia de Emergencia al
Trabajo y la Producción (ATP), expandiendo la cobertura de protección social y
alcanzando a grupos más amplios. Estas iniciativas fueron complementadas por otro
tipo de políticas tales como programas para reforzar el acceso a la educación remota, la
provisión de bienes y servicios básicos, la inversión en infraestructura y la prevención
sanitaria.

Efectos de las políticas sobre la pobreza

A pesar de los esfuerzos llevados a cabo para mitigar los efectos de la crisis, dada su
magnitud casi inédita, el panorama es crítico: en el primer semestre del año la pobreza
alcanzó al 40,9% de la población, según datos de INDEC. Esto significa que entre 2019
y 2020, ingresaron a la pobreza 2,5 millones de personas. Cabe señalar que sin las
medidas de transferencias llevadas a cabo por el gobierno la tasa de pobreza podría
aumentado 2,6 puntos porcentuales más, alcanzando al 43,5% de la población. De esta
forma, estas políticas habrían impedido que casi 1,2 millones de personas caigan bajo la
línea de pobreza.

Hacia una estrategia integral para la reducción de la pobreza

Existen consensos acerca de la necesidad de estrategias multidimensionales para hacer


frente a los impactos sociales de una crisis como la que actualmente enfrenta Argentina.
Si bien el crecimiento económico es una condición necesaria para superar esta crisis, no
es una condición suficiente. Es necesario apuntalar el crecimiento con políticas que
atiendan las varias dimensiones que implica la situación social incluyendo déficits de
acceso al cuidado, a la educación, a la salud, a un hábitat de calidad y a empleos con
buenas condiciones. Reducir la pobreza requiere de una estrategia multisectorial y
coordinada que se sostenga en el tiempo.

En el corto plazo, determinadas políticas de transferencias monetarias sin dudas


sostendrán un papel central dada su probada capacidad de amortiguar el efecto de la
caída de los ingresos en los hogares más pobres. En un contexto donde casi seis de cada
diez niñas/os viven en hogares bajo la línea de pobreza, un eje estratégico apunta a
fortalecer las transferencias a los hogares con niños/as y adolescentes, hasta tender a un
ingreso universal para la infancia. Además, será imprescindible avanzar en la transición
de las políticas de ingresos por la emergencia hacia un esquema que dialogue con la
paulatina recuperación de la actividad y las condiciones fiscales y, al mismo tiempo,
permita asegurar pisos de protección social. En esto entra la discusión sobre nuevas
propuestas como, por ejemplo, las políticas de ingreso mínimo garantizado o ingreso
básico. Este tipo de iniciativas puede guiarse por los principios de progresividad,
suficiencia, inmediatez, dinamismo y evaluabilidad.

En el mediano plazo, la estrategia para hacer frente a los impactos sociales de la crisis
deberá considerar acciones clave para desactivar la reproducción intergeneracional de la
pobreza incluyendo políticas para la garantía de los derechos sexuales y reproductivos,
la ampliación de la cobertura de los espacios de crianza, enseñanza y cuidado para
los/as niños/as, la permanencia y finalización escolar de los/as adolescentes y el acceso
y mejoramiento al hábitat. Además, dada la centralidad del acceso a empleos de calidad
para salir de la pobreza, será fundamental potenciar el impacto de las políticas de
empleo y de la economía social y popular. Finalmente, será clave establecer niveles
mínimos de inversión en las políticas con un financiamiento que se dé a través de un
sistema de recaudación lo más progresivo posible.

En 2021 la economía argentina registró una recuperación después de tres años


consecutivos de contracción. Este desempeño estuvo asociado a la mejora de la
situación sanitaria y al avance de la campaña de vacunación, que permitieron
flexibilizar las restricciones a la circulación impuestas a causa de la pandemia de
enfermedad por coronavirus (COVID-19). Se prevé que el PIB cierre el año con un
crecimiento del 9,8%, frente a la caída del 9,9% de 2020. En este marco, la inflación se
aceleró al 48,1% interanual en el acumulado a noviembre respecto del 42,0% promedio
del año anterior. Para 2022 se prevé que se sostenga la recuperación con un crecimiento
del 2,2% impulsado por el consumo privado, la inversión y las exportaciones, en la
medida en que se termine de reestablecer el pleno funcionamiento de los sectores más
afectados por la pandemia y que se sostenga la demanda internacional. Esta estimación
está supeditada a que no se establezcan nuevas restricciones a la circulación asociadas a
la pandemia, al resultado de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional
(FMI), que se encontraban en curso al cierre de esta nota, y a que se mantengan sin
cambios las expectativas de crecimiento de los socios comerciales. El déficit fiscal
primario se redujo en 2021 en el marco de la recuperación económica, del aumento de
los precios internacionales de los principales productos de exportación y del mayor
grado de focalización de las políticas de asistencia a los sectores más afectados por la
crisis sanitaria. En los primeros 11 meses del año, el déficit primario se ubicó en el
2,5% del PIB, frente a un déficit del 5,2% en el mismo período del año anterior. Esta
evolución ocurrió a partir de un incremento de los ingresos de la administración central
del 14% y una caída del gasto primario del 1%, ambos medidos en términos reales.
Dada la caída de los intereses de la deuda del 15% en términos reales por la
reestructuración de los pasivos en moneda extranjera que se llevó a cabo en 2020, el
déficit financiero se ubicó en el 4,0% del PIB en los primeros 11 meses de 2021, por
debajo del 7,2% registrado en el mismo período de 2020. Si se consideran los ingresos
por el Aporte Solidario y Extraordinario (gravamen introducido una única vez sobre los
patrimonios superiores a 2,4 millones de dólares para hacer frente a los gastos de
emergencia ocasionados por la pandemia) y la asignación de derechos especiales de giro
(DEG) del FMI, el déficit primario se reduce al 1,1% del PIB y el déficit financiero baja
al 2,6% en el acumulado del año a noviembre. En 2021 el Gobierno nacional realizó
cambios en las políticas de asistencia a los sectores más afectados por la pandemia para
darles un mayor grado de focalización. El Programa de Asistencia de Emergencia al
Trabajo y la Producción (ATP) fue reemplazado por el Programa de Recuperación
Productiva 2 (REPRO 2), mediante el cual el Estado paga parte del salario del personal
de aquellas empresas que hayan presentado una caída en la facturación y a las del sector
de la salud, y en el que también se incluyó a personas que trabajan de forma
independiente. Por otra parte, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) fue reemplazado
por el Programa Nacional de Inclusión Socio productiva y Desarrollo Local

“Potenciar Trabajo”, con el que se busca estimular la participación en proyectos


productivos, así como la finalización de la formación educativa, y en virtud del cual el
Estado paga a cada persona beneficiaria la mitad del salario mínimo, con cuatro horas
de trabajo diario como contraprestación. Durante 2021 también se incrementaron los
montos transferidos por el Programa Alimentar y se amplió su cobertura; se otorgaron
bonos a las jubilaciones más bajas para compensar la pérdida de poder adquisitivo; se
implementó la jubilación anticipada para personas desocupadas que ya contaran con 30
años de aportes y a las que les faltaran 5 años o menos para jubilarse; se lanzó el
Programa Registradas, que busca formalizar y fomentar el empleo doméstico en casas
particulares a través de un subsidio a los empleadores; se otorgó un complemento a las
asignaciones familiares, y se anunció un conjunto de cambios para aliviar la carga del
impuesto a las ganancias de las personas físicas. En 2021 también entró en vigor una
nueva fórmula de actualización automática de las jubilaciones y pensiones aprobada por
el Congreso, cuyo cálculo se basa en la evolución de los salarios del sector registrado y
en los ingresos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES). En
relación con la deuda pública de la administración central, el Gobierno argentino y el
Club de París alcanzaron un entendimiento para aplazar parte de los pagos previstos
para 2021 (cerca de 2.000 millones de dólares de un total de vencimientos de 2.400
millones de dólares) hasta el 31 de marzo de 2022, mientras continúan las negociaciones
entre ambas partes para reestructurar la deuda que la Argentina mantiene con los países
agrupados en esa organización. Al cierre de esta nota, el Gobierno argentino y el FMI se
encontraban negociando un acuerdo de servicio ampliado para pagar la deuda de 43.200
millones de dólares que el país mantiene con el organismo por el préstamo solicitado en
2018, con vencimientos concentrados en 2022 y 2023. Según el Gobierno argentino, el
objetivo es alcanzar un acuerdo por un plazo de diez años, —con al menos cuatro años
de gracia para comenzar a pagar el capital— que otorgue un mayor espacio externo y
fiscal para sostener la recuperación económica. En el segundo semestre de 2021, el
Gobierno realizó pagos de vencimientos al FMI con los DEG asignados en agosto de
ese mismo año. La política monetaria tuvo un sesgo expansivo en 2021. El banco
central mantuvo sin cambios la tasa de interés de política en un 38% nominal anual, por
debajo de la inflación interanual de los primeros 11 meses del año (48,1%). En el
mismo período, el banco central asistió financieramente al Tesoro nacional para hacer
frente al gasto originado por el paquete de medidas fiscales para apuntalar la
recuperación económica. Este financiamiento se realizó sobre todo mediante la
transferencia de utilidades de la entidad. A finales de 2021, la base monetaria registraba
un incremento del 47,9% nominal interanual.

Deflación Colombia 2020 -2021.

Los graves impactos del COVID-19 en el crecimiento y el empleo comenzaron a


disiparse en la segunda mitad de 2020, cuando las medidas de distanciamiento se
flexibilizaron de forma gradual. En el tercer trimestre de 2020 la economía decreció un
9,0% anual, caída atenuada por el mayor dinamismo desde septiembre. Las ramas con
menores restricciones en su operación, como la agricultura y las actividades
inmobiliarias y financieras, presentaron un mejor desempeño, en tanto que el comercio,
la construcción y la minería presentaron los mayores decrecimientos. La demanda
interna inició su recuperación desde abril gracias al mejor comportamiento del consumo
de los hogares y al impulso sostenido del consumo público, mientras la inversión
presenta una fuerte contracción, aunque con una tendencia favorable en la segunda parte
del año. La inflación anual a noviembre de 2020 se ubicó en un 1,49%, y se proyecta
que alcanzaría el 1,9% al finalizar 2020, por debajo de la meta del 3,0% de las
autoridades. La amplia liquidez suministrada por el Banco de la República y las
medidas fiscales de apoyo a los hogares vulnerables y a las empresas atenuaron la caída
de la actividad. Los resultados del mercado laboral de octubre confirman la
recuperación, con una tasa de desempleo que alcanzó el 15,7%. La consolidación de
esta senda en el cuarto trimestre permite prever un decrecimiento del PIB del 7,0% en
2020 y una recuperación en 2021, con un crecimiento del 5,0%. La política fiscal se
orientó en 2020 a mitigar las consecuencias de la pandemia a través de un mayor gasto
público. El déficit del gobierno central pasaría del 2,5% del PIB en 2019 al 8,9% del
PIB en 2020, debido a una notable reducción de los ingresos tributarios. La caída
esperada en la actividad económica en 2020 afectaría la recaudación del impuesto al
valor agregado de bienes duraderos y semiduraderos y el impuesto al consumo en
restaurantes y bares y ventas de vehículos, sectores con las mayores caídas en sus
ventas. Los diferentes rubros de gasto del gobierno se incrementan y, en especial, los
gastos extraordinarios, equivalentes al 2,5% del PIB, asignados a financiar la
emergencia económica decretada para enfrentar la pandemia. Los mecanismos de ajuste
cíclico permitidos por la regla fiscal fueron insuficientes, por lo que el Gobierno la
suspendió en 2020 y 2021, con la opinión favorable unánime del comité consultivo de la
regla fiscal.

El balance de las otras entidades del sector público agrupadas en el sector


descentralizado también se deteriora, al pasar de un equilibrio en 2019 a un déficit del
1,2% del PIB en 2020, debido al incremento en el déficit de los gobiernos regionales y
locales por una caída en sus ingresos tributarios a causa del desplome de la actividad
económica, y también por el deterioro en el ingreso de las empresas públicas nacionales
y locales. El déficit total del sector público no financiero se incrementaría 7 puntos
porcentuales del PIB en 2020, por los menores ingresos que causa la fuerte contracción
económica y por el mayor gasto asignado por el sector público para financiar las
medidas sanitarias y fortalecer el gasto en salud. La deuda del gobierno aumentaría 15
puntos del PIB entre 2019 y 2020 hasta alcanzar el 66% y las tres calificadoras de riesgo
mantuvieron el grado de inversión de Colombia. Standard and Poor´s y Fitch Ratings
confirmaron la calificación de la deuda colombiana en BBB-. Moody´s mantuvo su
calificación en Baa2, un escalón por encima del grado de inversión y cambió su
perspectiva de estable a negativa. Las autoridades monetarias implementaron un marco
de respuesta inmediato para enfrentar la pandemia. La tasa de intervención se redujo en
siete ocasiones, del 4,25% en marzo al 1,75% en septiembre. Se utilizaron todos los
instrumentos para proveer la liquidez necesaria para facilitar el funcionamiento del
sistema de pagos y para apoyar la oferta de crédito de las instituciones financieras.
Asimismo, con el propósito de estabilizar los mercados financieros de deuda pública y
privada, el Banco de la República intervino directamente y compró títulos de tesorería
(TES) y certificados de depósito a término. También se redujo el encaje bancario para
dar mayor liquidez permanente al sector financiero y se ofrecieron canjes en dólares
para dar liquidez en moneda extranjera. Los resultados de esta política monetaria
expansiva, junto con la política fiscal contra cíclica, se reflejaron en menores tasas de
interés que estimularon el crecimiento de las carteras de crédito. En noviembre de 2020,
el crecimiento anual promedio de la cartera total fue del 4,7%, y se destaca el mayor
crecimiento de la cartera comercial (6,6%) y de la cartera hipotecaria (5,4%), mientras
que la cartera de crédito de consumo (3,6%) y la de microcrédito (1,6%) presentan
crecimientos anuales inferiores al promedio. Los indicadores de riesgo de la cartera total
mostraron una reducción, debida a los mayores plazos otorgados a los deudores para el
cumplimiento de sus obligaciones entre abril y julio de 2020. En consecuencia, los
indicadores de riesgo de cartera presentaron reducciones hasta julio. Posteriormente,
con la prolongación del aislamiento en el segundo semestre, se tomaron nuevas medidas
para permitir a los deudores redefinir las condiciones de sus créditos. Los
establecimientos de crédito han aumentado las provisiones por el riesgo de crédito
causado por la desaceleración económica y cuentan para ello con niveles adecuados de
liquidez y solvencia.

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