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Este documento presenta varios poemas del siglo XVIII de destacados poetas españoles como Juan Meléndez Valdés, Juan Pablo Forner, José María Blanco-White y Leandro Fernández de Moratín. Los poemas describen temas como la vida en el campo, la devoción religiosa en Madrid y la despedida de la patria.
Este documento presenta varios poemas del siglo XVIII de destacados poetas españoles como Juan Meléndez Valdés, Juan Pablo Forner, José María Blanco-White y Leandro Fernández de Moratín. Los poemas describen temas como la vida en el campo, la devoción religiosa en Madrid y la despedida de la patria.
Este documento presenta varios poemas del siglo XVIII de destacados poetas españoles como Juan Meléndez Valdés, Juan Pablo Forner, José María Blanco-White y Leandro Fernández de Moratín. Los poemas describen temas como la vida en el campo, la devoción religiosa en Madrid y la despedida de la patria.
alegre me parece A mis lectores que soy un hombre nuevo, No con mi blanda lira y entonces sólo vivo, serán en ayes tristes y entonces sólo pienso. lloradas las fortunas de reyes infelices, Las horas que insufribles allí me vuelve el tedio, ni el grito del soldado aquí sobre mí vagan feroz en crudas lides, con perezoso vuelo. o el trueno con que arroja la bala el bronce horrible. Las noches que allá ocupan la ociosidad y el juego, Yo tiemblo y me estremezco, acá los dulces libros que el numen no permite y el descuidado sueño. al labio temeroso canciones tan sublimes. Despierto con el alba, trocando el muelle lecho Muchacho soy y quiero por su vital ambiente, decir más apacibles que me dilata el seno. querellas y gozarme con danzas y convites. Me agrada de arreboles tocado ver el cielo En ellos coronado cuando a ostentar empieza de rosas y alhelíes, su clara lumbre Febo. entre risas y versos menudeo los brindis. Me agrada, cuando brillan sobre el cénit sus fuegos, En coros las muchachas perderme entre las sombras se juntan por oírme, del bosque más espeso; y al punto mis cantares con nuevo ardor repiten. si lánguido se esconde, sus últimos reflejos Pues Baco y el de Venus ir del monte en la cima me dieron que felice solícito siguiendo; celebre en dulces himnos sus glorias y festines. o si la noche tiende su manto de luceros, [Oda XL] medir sus direcciones De mi vida en la aldea con ojos más atentos,
Cuando a mi pobre aldea volviéndome a mis libros,
feliz escapar puedo, do atónito contemplo las penas y el bullicio la ley que portentosa de la ciudad huyendo, gobierna el universo. Ora vagos giren, Desde ellos y la cumbre o párense atentos, de tantos pensamientos o miren exentos, desciendo de mis gentes o lánguidos miren, al rústico comercio; o injustos se aíren, culpando mi ardor, y con ellas tomando tus lindos ojuelos en sus chanzas empeños me matan de amor. la parte que me dejan, Si al final del día gozoso devaneo. emulando ardientes, alientan clementes El uno de las mieses, la esperanza mía, el otro del viñedo y en su halago fía me informan, y me añaden mi crédulo error, las fábulas del pueblo. tus lindos ojuelos me matan de amor. Pondero sus consejas, Si evitan arteros recojo sus proverbios, encontrar los míos, sus dudas y disputas sus falsos desvíos cual árbitro sentencio. me son lisonjeros. Negándome fieros Mis votos se celebran, su dulce favor, todos hablan a un tiempo, tus lindos ojuelos la igualdad inocente me matan de amor. ríe en todos los pechos. Los cierras burlando, y ya no hay amores, Llega luego el criado sus flechas y ardores con el cántaro lleno, tu juego apagando; y la alegre muchacha Yo entonces temblando con castañas y queso, clamo en tanto horror: «¡Tus lindos ojuelos y todo lo coronan me matan de amor!». en fraternal contento Los abres riente, las tazas que se cruzan y el Amor renace del vino más añejo. y en gozar se place de su nuevo oriente, Así mis faustos días, cantando demente de paz y dicha llenos, yo al ver su fulgor: al gusto que los mide «¡Tus lindos ojuelos semejan un momento. me matan de amor!». Tórnalos, te ruego, Letrillas [II] niña, hacia otro lado, A unos lindos ojos que casi he cegado de mirar su fuego. Tus lindos ojuelos ¡Ay! tórnalos luego, me matan de amor. no con más rigor tus lindos ojuelos me maten de amor. José María Blanco-White (1775-1841)
Juan Pablo Forner (1756-1797) La revelación interna
A Madrid ¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
¿En la más alta esfera? ¿En el profundo Esta es la villa, Coridón, famosa abismo de la mar? ¿Llenas el mundo que bañada del breve Manzanares o en especial un cielo favorito? leyes impone a los soberbios mares y en otro mundo impera poderosa. «¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?», dice una voz interna. «Aunque difundo Aquí la religión, zagal, reposa mi ser y en vida el universo inundo, rica en ofrendas, fértil en altares; mi sagrario es un pecho sin delito. en las calles los hallas a millares; no hay portal sin imagen milagrosa. »Cesa, mortal, de fatigarte en vano tras rumores de error y de impostura, Y por que más la devoción entiendas ni pongas tu virtud en rito externo; de este piadoso pueblo, a cada mano ves presidir los santos en las tiendas. »no abuses de los dones de mi mano, no esperes cielo para un alma impura Y dime, Coridón: ¿es buen cristiano ni para el pensar libre fuego eterno». pueblo que al cielo da tantas ofrendas? Eso yo no lo sé, cabrero hermano.
Leandro Fernández de Moratín (1760-
1828)
La despedida
Nací de honesta madre: diome el Cielo
fácil ingenio en gracias, afluente: dirigir supo el ánimo inocente a la virtud, el paternal desvelo.
Con sabio estudio, infatigable anhelo,
pude adquirir coronas a mi frente: la corva escena resonó en frecuente aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.
Dócil, veraz, de muchos ofendido,
de ninguno ofensor, las Musas bellas mi pasión fueron, el honor mi guía.
Pero si así las leyes atropellas,
si para ti los méritos han sido culpas; adiós, ingrata patria mía.