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Hero Suárez
e. ¿Para qué le sirven los colombianos y colombianas a las sociedades europeas y estadounidenses?
f. Para Petro, ¿qué adicciones son más venenosas que la cocaína? ¿Por qué?
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https://www.youtube.com/watch?v=6qgBF6nETHI&ab_channel=ElPa%C3%ADs
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https://prezi.com/view/ivHUK1GoabjfjP4r8dEh/
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Hero Suárez
Los primeros en verle la ventaja a la legalización han sido los encargados de las arcas públicas. El
director de los impuestos y las aduanas colombianas, Luis Carlos Reyes, lo dijo sin rodeos: “Hay que
legalizar y gravar la cocaína”. Poco antes, Petro había compartido con entusiasmo un editorial de The
Economist en el que se acusaba a Joseph Biden de ser demasiado tímido respecto al problema de las
drogas. El presidente de Estados Unidos acababa de indultar a 6.000 estadounidenses condenados por
posesión de una pequeña cantidad de marihuana, pero la revista veía difícil que se atreviera a hacer algo
así con presos relacionados con la cocaína. A Petro le ha ocurrido algo parecido. Su excitación inicial
no se ha traducido en una apuesta firme por la legalización. El exguerrillero confía en la compra masiva
de tierras improductivas a ganaderos para dárselas a los campesinos —la primera gran reforma agraria
que ejecutaría el país— y con eso crear una industria de los alimentos que sustituya la tentación de
participar en el negocio de la cocaína. Su ministro de Justicia ha negado tajantemente que el Gobierno
vaya a aventurarse en algo semejante. Ningún gobernante, por ahora, quiere mostrarse como un amigo
de las drogas.
Esas políticas de sustitución no siempre han sido exitosas en el pasado. “No va a funcionar mientras
haya un gran mercado mundial de cocaína. El consumo no se puede frenar, hagamos lo que hagamos.
Las drogas no siempre llevan a un consumo problemático, ni a una sobredosis ni a una muerte”, agrega
Gil Pinzón, que considera fundamental desestigmatizar los narcóticos. Si la cocaína fuese legal la gente
tendría la opción de consumirla o no, como con el alcohol o el tabaco. Existen muy pocos estudios sobre
la adicción que produce. Las enormes cantidades de dinero que se destinan en armamento para enfrentar
a los cárteles, cree la investigadora, podría destinarse a investigar los efectos de la sustancia, a campañas
de información y accesos a servicios de salud.
El mercado negro alrededor del polvo blanco ha creado bandas criminales capaces de enfrentarse con
armamento pesado al Ejército, como ha ocurrido en México o en Colombia. Criminales como El Chapo
Guzmán o Pablo Escobar son legendarios. Los funcionarios públicos y los políticos de las regiones
productoras de cocaína quedan a merced de estos poderes en la sombra, que levantan un Estado paralelo.
La legalización podría debilitar a los cárteles, que perderían su principal fuente de financiación. “No
acabaría con ellos, aunque sufrirían un choque fuerte en sus finanzas”, se suma a la conversación desde
Estados Unidos Juan Carlos Garzón, investigador asociado de Ideas para la Paz. A su modo de ver, la
experiencia que da haber legalizado el uso recreativo de la marihuana sirve como guía de lo que podría
ocurrir llegado el momento. “No se trata de que se venda en supermercados, sino de que exista una
regulación clara y firme y genere riqueza legalizada”.
La cocaína es seguramente la más molesta de todas las drogas cuando se trata de regulación. En un
estudio de la Transform Drug Policy Foundation, se señala que el desafío se complica por el hecho de
que exista una amplia gama de productos a base de coca, desde la hoja sin procesar hasta la cocaína en
polvo y el crack fumable. Y que tenga una cadena de producción y suministro tan compleja. Su consumo
se asocia al placer de los ricos, aunque en realidad llega a una franja de la población mucho más amplia.
“A medida que se vuelve más barata y accesible, el desafío de regulación se vuelve más apremiante. Un
enfoque de salud pública debe centrarse en reducir los daños potenciales de su uso”, se lee en el texto.
A menudo se dice en Colombia que si Estados Unidos tuviera plantaciones de coca el mundo estaría
inundado de establecimientos de MCcocaine’s. Pero es al revés. Los países productores y consumidores
ven el problema desde diferente óptica. Estados Unidos ha puesto las sobredosis, pero América Latina
los muertos por la violencia y la desestabilización de sus democracias. Por eso se trata de un asunto
binacional. La regulación en Colombia no tendría mucho sentido si no se hiciera en los países
consumidores. El mercado local es muy pequeño y las bandas criminales seguirían teniendo los mismos
ingresos millonarios por transportar la droga de forma clandestina. La regulación, a día de hoy, todavía
resulta lejana, pero el hecho de que se debata sobre un tema que hasta hace nada era tabú abre una
compuerta. Llegado el día, esos pueblitos colombianos en mitad de la nada podrán decir que fueron
pioneros.