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COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

CERTAMEN NACIONAL DE ENSAYO


“LOS DERECHOS DEL HOMBRE
EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857”

MÉXICO, 2006
Por tratarse de los trabajos ganadores del Certa-
men Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hom-
bre en la Constitución de 1857”, esta Comisión Na-
cional los publica respetando al máximo la sintaxis
y la ortografía original de cada trabajo.

Las opiniones expresadas en estos ensayos no ne-


cesariamente reflejan la postura de la CNDH.

Primera edición: diciembre, 2006


ISBN: 970-644-507-2

© Comisión Nacional
de los Derechos Humanos
Periférico Sur 3469,
esquina Luis Cabrera,
Col. San Jerónimo Lídice,
C. P. 10200, México, D. F.

Diseño de portada:
Flavio López Alcocer

Impreso en México
CONTENIDO

LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857


Juan Federico Arriola Cantero ...................................................... 7

DIVERSAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS


EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857
Elsa María Bracamonte González, Alberto Peralta Merino .......... 21

LA CONSTITUCIÓN DE 1857 Y EL ARTÍCULO 14 CONSTITUCIONAL


Gloria C. Murillo Larrañaga, Adriana Ramiro Mendoza,
Mayra Deyanira Silva Quiroz ......................................................... 45

LA PROTECCIÓN JURÍDICA DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE


EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857
Mariana Morales Guerra ............................................................... 75

LA CONTRIBUCIÓN CONSTITUCIONAL DE LA GENERACIÓN


LIBERAL DE 1857
Jesús Víctor Cruz Cruz ................................................................... 89

LA INFLUENCIA DE LA DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS


DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857
Martha Elba Dávila Pérez .............................................................. 113

ENSAYO SOBRE LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN


DE 1857 Y LOS FUNDAMENTOS DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES
José Luis Alvarado Valenzuela ....................................................... 129

[5]
LA HISTORIA EN OCASIONES OLVIDA
Neréndira Salgado Ledesma ........................................................... 149

LA CONSTITUCIÓN LIBERAL DE 1857


Francisco Javier Pérez Mayoral .................................................... 171

CONDICIONES OBJETIVAS Y SUBJETIVAS DE LOS DERECHOS


DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857
Rubén Apáez Lara ........................................................................... 209
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA
CONSTITUCIÓN DE 1857*

Juan Federico Arriola Cantero

Para Berta

“Del mismo modo que las matemáticas se construyen a par-


tir de un número limitado de postulados, los sistemas políti-
cos se levantan sobre la base de ciertos valores que, como
aquéllos, se afirman sin necesidad de demostración”.

Miguel Artola (Los derechos del hombre)

“No se aspira a la gloria cuando se tiembla ante el infierno,


y el infierno moderno es la pobreza”.

Miguel de Unamuno (La dignidad humana)

SUMARIO. I. Introducción. II. El trayecto de la Constitución de


1857. III. Reflexiones filosófico-jurídicas de los derechos
del hombre en la Constitución de 1857. IV. Conclusiones.

I. INTRODUCCIÓN

Uno de los problemas filosóficos más importantes sobre los derechos humanos
es, sin duda, la concientización plena sobre su existencia. ¿A partir de cuándo
la humanidad tiene conciencia sobre sus derechos también llamados naturales?
¿El ser humano desde siempre ha tenido derecho a la vida, al honor y a las li-
bertades públicas, y respeto a su privacidad y a la seguridad jurídica?

* Primer lugar del Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en la Cons-
titución de 1857”.

[7]
8 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

¿Desde cuando en México se reflexiona y se piensa sobre los derechos hu-


manos? ¿Dónde está la tradición filosófico-jurídica de los derechos humanos?
¿Qué ha prevalecido en nuestra historia, el ejercicio del poder y, peor aún, el
abuso de poder o el respeto y la promoción de los derechos humanos?
Si la historia de la Teoría General del Estado se comprende a partir de la
lucha entre el poder y los derechos humanos, ¿cómo ha sido esa lucha en los
casi dos siglos de vida independiente de México?
La sola idea de derechos humanos contrae concepciones éticas, históricas,
políticas, epistemológicas, ontológicas, sociológicas, genéticas y, desde lue-
go, jurídicas. La riqueza intelectual que contienen los derechos humanos en
su conjunto puede explicar y sostener a todo un sistema jurídico-político
democrático.
La historia de México no tiene un ascenso moral continuo, tiene fracasos y
contradicciones tan serias que se reflejan en sus contenidos constitucionales:
una cuestión es lo que establece la Ley Fundamental y otra es lo que autori-
dades y gobernados hacen en la vida cotidiana. El surgimiento de la burocra-
cia entorpeció la marcha de la concientización de los derechos humanos. A
diferencia de lo que Hegel explica en su interesante obra Lecciones de filoso-
fía de la historia universal, en el sentido de que el desarrollo de la conciencia
ética de la libertad se entiende con el desarrollo y la consolidación del Estado
moderno, pienso que la historia de la humanidad y la mexicana no es la excep-
ción, tiene ascensos y descensos, y la situación de los derechos humanos em-
peoró en el siglo XIX con respecto al XVIII en algunos aspectos.
Pero si la burocracia fue un obstáculo al desarrollo de la concientización
de los derechos humanos, los Estados totalitarios y autoritarios del siglo XX,
en vez de convertirse en garantes como Estados, de las libertades humanas,
como previó Hegel, se convirtieron en campos de concentración y reclutamien-
to militar.
En la modernidad de occidente —y México no ha estado ausente, aunque
sí retrasado de sus tradiciones—, la concientización de los derechos huma-
nos está ligada a la justificación de sistemas políticos que, a su vez, tratan de
respaldarse en doctrinas filosóficas. En el siglo XIX el marxismo se deslindó
de los derechos del hombre en general por considerar a la tradición revolu-
cionaria francesa como burguesa, para preocuparse sólo de los derechos de
los proletarios, cuando, efectivamente, en ninguna parte del mundo existía el
derecho laboral, independiente del derecho privado que regulaba las relacio-
nes de renta laboral.
El marxismo no tuvo ecos en la Constitución mexicana de 1857; si bien es
innegable que había una importante lucha de clases, no había aún, propia-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 9

mente, una concientización en toda la población, ni respecto de clases socia-


les y tampoco de los derechos fundamentales. Marx y Engels aún vivían cuando
en 1857 sus escritos apenas se conocían en Europa. Por otro lado, no es me-
nos cierto que el marxismo no descubrió la lucha de clases, como tampoco el
capitalismo liberal inventó el mercado. México ya entonces estaba atrapado
en sí mismo, o sea, en su laberinto, que un siglo después Octavio Paz descri-
biría con gran brillantez en su ensayo El laberinto de la soledad. México to-
davía no podía abrirse a sí mismo, se negaba a ser una sociedad abierta y eso
lo condenó a vivir en un péndulo de dictadura y anarquía, con discursos demo-
cráticos y también revolucionarios, muchos de ellos demagógicos y vacíos de
una ideología política propia.
En dicho laberinto existía un doble carácter histórico y psicológico, y había,
por un lado, mexicanos en el siglo XIX fascinados con la tradición moderna y
liberal de Estados Unidos, y, por otro, mexicanos nostálgicos del pasado es-
pañol; más aún, había un referente europeo importante. En ambos bandos no
había propiamente una preocupación real por el indigenismo, más bien, los mexi-
canos dominantes que se alternaban en el poder vía cuartelazos, traiciones y
también comicios irregulares, se avergonzaban del pasado indígena mexicano.
¿Cómo se podía hablar de derechos humanos en una sociedad con rasgos cla-
sistas e incluso racistas hacia los indígenas? En este sentido, México no era
el único caso contradictorio. Estados Unidos se ufanaba de su carácter libe-
ral cuando todavía se practicaba la esclavitud de forma abierta e incluso legal.
En el siglo XIX había dos concepciones aparentemente irreconciliables en
México. No había una cultura democrática que pudiese resolver las polariza-
ciones a través del diálogo. La promulgación de la Constitución de 1857 sig-
nificó un rompimiento social y político de grandes envergaduras. Dicho rompi-
miento se convirtió en una verdadera guerra civil y, como afirmaría Juan Luis
Vives, todas las guerras son civiles porque son entre hermanos. Aquella gue-
rra fratricida le costó a México millares de vidas humanas y las pérdidas hu-
manas se tradujeron en costos económicos graves y la intervención directa o
indirecta de los gobiernos de Estados Unidos y de varios países europeos en
el manejo de los intereses políticos de nuestro país.

II. EL TRAYECTO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1857

El trayecto histórico de la Constitución mexicana de 1857 fue difícil y con-


tradictorio. La Constitución fue, en la letra, eminentemente liberal, pero las
llamadas Leyes de Reforma no lo fueron en sentido estricto; más aún, algu-
10 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

nas de ellas entraron en conflicto con el texto constitucional. Las prácticas de


los distintos gobiernos de México fueron, en estricto sentido, autoritarias y,
por tanto, desprestigiaron la nobleza que guardaban los artículos de la Ley Fun-
damental de 1857. El respeto a los derechos humanos por parte de las autori-
dades no se reflejó en todas las capas de la sociedad, tan estratificada como
en el siglo XVIII.
Daniel Cosío Villegas explica cómo estaba la sociedad de cara al Consti-
tuyente y también frente a la nueva Constitución: “El país desconfiaba de los
conservadores porque, como se decía entonces tan exactamente, formaban el
partido del retroceso, es decir, porque caminaban hacia atrás; el país también
desconfiaba del liberal puro por la razón inversa, porque no sabía avanzar sin
dispararse”.1
Como bien afirmaba el jurista Emilio Rabasa, nacido el mismo año de la reu-
nión del Congreso Constituyente (1856), el talento intelectual y político de
los hombres que hicieron posible el nuevo texto constitucional no tiene com-
paración con otros episodios constitucionales. Aquí las palabras del abogado
decimonónico:

De aquel Congreso salieron hombres que figuraron prominentemente en la


Reforma; muchos ministros para épocas difíciles, en que una cartera era un
fardo que sólo soportaba la abnegación patriótica; diplomáticos a quienes la
nación debió servicios insignes; magistrados intachables para la Alta Corte;
gobernadores de Estados que habían de levantar su nombre en la administra-
ción local. Ningún Congreso mexicano ha reunido, ni aproximadamente, un
grupo de hombres llamados a la notoriedad como el de 1857...2

Rabasa estaba convencido de la enorme talla de los constituyentes, de ahí


que afirmara:

[...] había no pocos hombres de talento; pero prevalecía en ellos el estudio de


la historia y las leyes constitucionales francesas, de las teorías de gobierno ex-
puestas en tratados de derecho público, que algunos oradores expusieron en la
discusión con sus definiciones precisas, sus divisiones simétricas y sus amplia-
ciones deductivas, que llegaban matemáticamente a la conclusión prevista de
la felicidad... Hemos recogido de las discusiones la bibliografía del Constitu-
yente: Arriaga cita a Jefferson, a Story, a Tocqueville; pero otros citan a Voltaire,
Rousseau, Bentham, Locke, Montesquieu, Montalembert, Benjamín Cons-
1
Daniel Cosío Villegas, La Constitución de 1857 y sus críticos, p. 74.
2
Emilio Rabasa, La Constitución y la dictadura, p. 63.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 11

tant y Lamartine. Era esto producto de la época y resultado de la educación na-


cional.3

Sin embargo, la sabiduría de los creadores de la Constitución de 1857 y la


confección del texto constitucional no salvaría a México de gobiernos autori-
tarios, como tampoco le aseguraría que las autoridades políticas tuviesen una
cultura y, por tanto, un respeto por los derechos humanos. El juicio de amparo
por sí mismo no bastaría para detener los atropellos de los dictadores y de los
burócratas aferrados al poder, porque no existía una cultura democrática res-
paldada, a su vez, en una cultura de derechos humanos.
Por otra parte, Emilio O. Rabasa, quien también ha estudiado a fondo la cir-
cunstancia histórica del Constituyente de 1856-1857 y a los actores políticos
que hicieron posible la nueva Constitución, así como las influencias filosófi-
co-políticas que recibieron del exterior, ha escrito:

La Constitución de 1857 recogió, e inclusive antepuso, como título I, en 29


artículos, la mayor y mejor parte de las libertades prevalecientes en la época.
Formalmente iguales todas, por tener el mismo nivel constitucional, sustan-
cialmente variaban en su importancia, dado que, por ejemplo, las libertades de
expresión y enseñanza eran, y seguirían siendo, superiores al derecho de portar
armas. No resolvieron todas las cuestiones, pues se excluyó a la religión de
este título I y también a los derechos sociales importantes sobre la mujer y la
familia, como lo hizo notar con respecto a estos últimos Ignacio Ramírez (se-
sión del 10 de julio de 1856). En fin, no era una obra perfecta ni concluida, pero
se estableció la base fundamental —la libertad— sobre lo que haría de reposar
todo el edificio político constitucional posterior.4

El siglo XIX fue traumático en muchos sentidos para los mexicanos. Nuestro
país nació independiente en condiciones adversas: desgarrado, endeudado y
dividido. La ambición de Agustín de Iturbide de convertir a México en un im-
perio marcó el destino de México: importa más el acceso, el ejercicio y la orga-
nización del poder que los derechos humanos de los gobernados.
Octavio Paz ha sido uno de los intelectuales y escritores que ha entendido
a fondo el problema histórico y psicológico del pueblo mexicano. No sólo en
su famoso libro, ya aludido, El laberinto de la soledad podemos entender
aspectos relevantes y terribles sobre la vida pública de México, también en

3
Ibid., pp. 62 y 63.
4
E. O. Rabasa, El pensamiento político del Constituyente de 1856-1857, p. 96.
12 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

otras obras del poeta encontramos reflexiones profundas y concienzudas so-


bre el siglo XIX mexicano, en particular el debate entre liberales y conserva-
dores. Dice Paz de manera crítica:

Los liberales eran enemigos del pasado mexicano, al que denunciaban como
una imposición ajena, una intrusión española. Por eso decían que México ha-
bía ‘recobrado’ su Independencia, como si la nación hubiese existido antes de
la llegada de los españoles. Al pasado inauténtico del virreinato no oponían el
pasado precolombino —que no conocían y muchos despreciaban: el indio Juá-
rez no fue indigenista—, sino el futuro de la democracia liberal. Frente a las
dos excentricidades (desde el punto de vista del occidente moderno) que nos
constituían, el pasado español y el pasado indio, los liberales postularon una
universalidad abstracta, hecha de las ideologías progresistas de la época. Los
Estados Unidos eran el ejemplo inmediato de esa universalidad: en su presente
podíamos ver nuestro porvenir. Espejo indiscreto: cada vez que, como la ma-
drastra del cuento, le preguntábamos por nuestra imagen, nos enseñaba la del
otro. Los conservadores pensaban que los Estados Unidos, lejos de ser un mo-
delo, eran una amenaza contra nuestra soberanía y nuestra identidad. El conta-
gio ideológico no les parecía menos peligroso que la agresión física: era una
forma complementaria de penetración. Si el futuro que nos proponían los libe-
rales era una enajenación, la defensa de nuestro presente exigía, por la misma
razón complementaria, la de nuestro pasado. El razonamiento de los conserva-
dores era irreprochable sólo en apariencia: ese pasado que ellos se obstinaban
en defender y que, no sin razón identificaban con el presente, era un pasado en
descomposición. Ya he señalado que la tradición de Nueva España —una tra-
dición admirable y que los mexicanos modernos han cometido la tontería de
ignorar y aun de menospreciar— no ofrecía elementos ni principios que pudie-
ren servir para resolver el doble problema al que la nación se enfrentaba: el de
la vida independiente y el de la modernización... Como toda la América espa-
ñola, México estaba condenado a ser libre y a ser moderno, pero su tradición
había negado siempre la libertad y la modernidad.5

No hay que olvidar que el abuelo paterno de Octavio Paz fue un liberal
convencido, inmerso en los sucesos del siglo XIX. El pequeño Octavio parti-
cipó de la historia y la cultura nacional precisamente por la gran influencia
de don Ireneo, con quien convivió varios años de su infancia en Mixcoac, en
el sur de la ciudad de México.

5
Octavio Paz, México en la obra de Octavio Paz. El peregrino en su patria, t. I., pp. 424
y 425.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 13

III. REFLEXIONES FILOSÓFICO-JURÍDICAS DE LOS DERECHOS


DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857

El tratamiento jurídico constitucional que se le dio a los derechos del hombre


en la Ley Fundamental de 1857 —si bien tenía un buen precedente en la
efímera Constitución de 1843, conocida como las Bases Orgánicas—, de-
mostró la seriedad filosófico-política al poner orden en las ideas, primero los
derechos del hombre y después la organización del Estado.
Emilio Rabasa afirmaba:
En el debate de las garantías individuales valían mucho los sentimientos de hu-
manidad, los entusiasmos por las ideas igualitarias y en contra de las tiranías vi-
vidas, y el riesgo mayor que podía correrse era el de conceder demasiado; la elo-
cuencia podía desbordarse sin muchos estragos y aun las preocupaciones podían
satisfacerse sin graves trascendencias; pero para organizar el gobierno, habían de
allegar los legisladores elementos de mayor cuenta, aunque menos visibles y
menos cómodos de adquirir, so pena de hacer una obra perniciosa; porque en la
organización de un pueblo casi no hay errores leves, sobre todo cuando se trata de
un pueblo atrasado en vida pública, que no ha de enmendar con superioridad
de carácter los defectos de su Ley Fundamental.6
Si bien había mayor concientización sobre los derechos humanos en 1857
en relación con 1821, cuando México logró su independencia del Reino es-
pañol, no es menos cierto que la política se circunscribía a elites reducidas
y no había un clima propicio para abrir el tema de los derechos humanos a
todos los niveles socioeconómicos. Había, ciertamente, una retórica de aper-
tura, pero la sociedad se mantuvo cerrada en muchos aspectos. El tema de la
libertad religiosa fue espinoso, pero aún Maximiliano de Habsburgo veía con
simpatía la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma. Una evidencia de
lo anterior está en el Estatuto Provisional del Imperio, donde había una refe-
rencia explícita a la libertad religiosa, cuestión que no compartían los conser-
vadores y, menos aún, la jerarquía eclesiástica.
Los intereses de la Iglesia católica se vieron afectados al dejar de existir una
religión de Estado; se abrió la posibilidad de que el país fuese más tolerante,
pero el resultado fue doblemente catastrófico, porque ambos bandos, el liberal
y el conservador, demostraron que la religión sólo fue un pretexto para luchar por
el poder y los privilegios que derivan de él. Es verdad que en el siglo XIX hubo
algunos breves periodos de anarquía, pero en ese periodo el poder fue una
6
E. Rabasa, Idem, p.62.
14 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

obsesión. De ahí que un liberal inglés de la misma centuria, Lord Acton, dije-
ra: “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe de manera absoluta”.
Los juristas Fix-Zamudio y Valencia utilizan una expresión conocida de Be-
nedetto Croce al decir que los derechos humanos son una verdadera hazaña
de la libertad, y es verdad, dado que la concientización de los mismos no po-
dría darse sin libertad.
El tratamiento jurídico establecido en la Constitución de 1857 sobre los
derechos humanos es de vanguardia para su tiempo. Para empezar, el artículo
1o. Es, desde el punto de vista filosófico, casi impecable: “El pueblo mexica-
no reconoce, que los derechos del hombre son la base y el objeto de las insti-
tuciones sociales. En consecuencia declara, que todas las leyes y todas las au-
toridades del país, deben respetar y sostener las garantías que otorga la presente
Constitución”.
Desde mi punto de vista, el artículo 1o. debía decir: “El Estado mexicano re-
conoce” y no “el pueblo mexicano”, porque el sujeto pasivo, y por tanto garante
de los derechos humanos y garantías individuales, es el Estado y no el pueblo.
Todos los presidentes de la República bajo la Constitución de 1857, con la
excepción de Madero —porque la presidencia de Lascurain fue tan breve,
ilegítima y ridícula que no debe tomarse en cuenta— tuvieron excesos de po-
der, incluso Juárez, quien ha sido más deificado que estudiado, violaron ga-
rantías y derechos humanos y los pretextos sobraron. Emilio Rabasa dijo
alguna vez con dureza que Juárez con la Constitución jamás gobernó, y, por
supuesto, el caso de Porfirio Díaz es la más clara demostración de cómo una
persona podía situarse por encima de la Constitución con los costos humanos
correspondientes; dicho en otras palabras, el país era de un solo hombre, cues-
tión que la Revolución y los regímenes derivados de ella no resolvieron satis-
factoriamente con el presidencialismo autoritario y el régimen de un partido
hegemónico.
No es menos cierto que durante el periodo 1857-1867 era imposible aplicar
la Constitución, porque México estaba en guerra y parte de ese problema se
derivó de que un sector de la población, la jerarquía eclesiástica y parte del
ejército, no aceptaban la nueva Constitución. El dilema que enfrentaron no po-
cos probables funcionarios públicos consistía en si debían jurar o no la Consti-
tución. Si la juraban y eran católicos estaban amenazados de ser excomulgados,
y si no la juraban podían ser destituidos del cargo que aspiraban ostentar.
La restauración de la República en 1867, como la llamó Daniel Cosío Vi-
llegas, no consiguió que hubiera una gobernabilidad plenamente democráti-
ca. Maximiliano y los conservadores estaban vencidos, pero los liberales fue-
ron incapaces de construir un sistema político duradero y estable.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 15

El periodo histórico conocido como Porfiriato, que va de 1876 a 1911,


sólo interrumpido formalmente por el cuatrienio de Manuel González (1880-
1884) tuvo luces y sombras; hubo crecimiento económico, pero se ampliaron
las divisiones sociales; hubo apertura comercial, pero no reparto equitativo
de la riqueza; empero, en materia de derechos humanos el balance resulta ne-
gativo. Un ejemplo permite comprobar lo anterior. El artículo 23 constitucio-
nal decía a la letra:
Para la abolición de la pena de muerte queda á cargo del poder administrativo
el establecer á la mayor brevedad el régimen penitenciario. Entre tanto, queda
abolida para los delitos políticos, y no podrá entenderse á otros casos mas que
al traidor á la patria en guerra estrangera, al salteador de caminos, al incendia-
rio, al parricida, al homicida con alevosía, premeditación ó ventaja, á los deli-
tos graves del orden militar y á los de piratería que definiere la ley.
En este sentido, la observación del jurista Ricardo Abarca es pertinente: “La
Constitución de 1857 prometía la abolición de la pena de muerte para cuando
se realizara la creación del régimen penitenciario; la condición se realizó,
pero la promesa no fue cumplida”.7
Para los diferentes y casi continuos gobiernos de Díaz la prohibición ex-
presa de no aplicar la pena de muerte tratándose de delitos políticos no impli-
caba mayor problema. Varios opositores políticos resultaban colgados so pre-
texto de ser salteadores de caminos. La pena de muerte fue, más que defensa
de la sociedad, un útil instrumento de represión. No hay en la historia de la hu-
manidad ningún caso de gobiernos autócratas que hayan renunciado a la apli-
cación de la pena de muerte.
Me permito agregar que la lucha en contra de la retención de la pena de muer-
te en México dio frutos plenos muy recientemente, cuando dicho castigo desapa-
reció del Código de Justicia Militar en junio de 2005 y se abolió completamente
de la Constitución, casi seis meses después, es decir, en diciembre de 2005.
La contradicción entre algunos artículos de la Ley de Nacionalización de Bie-
nes Eclesiásticos y la Constitución de 1857 resulta evidente. No hubo expro-
piación, como lo mandaba la Ley Fundamental, sino que hubo una incorpora-
ción a la nación de todos los bienes inmuebles y muebles de la Iglesia católica
de manera irregular, porque fueron quitados y nada más. Está por demás decir
que la riqueza acumulada por dicha Iglesia era inmensa, ¿pero eso justificaba
una “nacionalización” sin expropiar debidamente, es decir, sin pago alguno
de indemnización y sin causa de utilidad pública? Otros preceptos de la mis-

7
Citado por Juan Federico Arriola, La pena de muerte en México, p. 104.
16 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

ma Ley de Reforma se alejaron del propósito liberal y fueron contradictorios


con el espíritu del bando que decía defender las libertades.
Por otra parte, no hay que soslayar la gran importancia que guardaban los
artículos 14 y 16 de la Constitución de 1857, donde se establecían las dos más
importantes garantías individuales: audiencia y legalidad, respectivamente. Si
bien la primera desde entonces ha tenido algunas excepciones, la segunda, es
decir, la de legalidad, no tiene absolutamente ninguna salvedad: todo acto de
autoridad debe estar fundado y motivado. Aquí está una de las claves más im-
portantes, a decir de Héctor González Uribe, para entender el alcance del Es-
tado de Derecho; dicho de otra manera, si no se respeta la garantía de legalidad
no puede existir Estado de Derecho ni respeto a los derechos humanos.
Si no hay normas o disposiciones claras, el peligro para el gobernado con la
aplicación de aquellas en su perjuicio se incrementa. Si bien el capítulo de ga-
rantías individuales de la Constitución de 1857 fue preciso en su alcance en
términos generales, en el capítulo de “Prevenciones generales” no lo fue, por
lo menos en un artículo relevante, como lo es la jerarquía constitucional.
En este sentido, el tratamiento jurídico de los derechos humanos tiene que
ver con el principio de supremacía constitucional y el ámbito del derecho inter-
nacional. El artículo 126 de la Constitución de 1857 no es claro y dispone cues-
tiones que son inviables, y el constituyente de Querétaro cometió el mismo
error con casi la misma redacción en el artículo 133 de la Constitución de 1917.
El artículo 126 de la Constitución de 1857 establecía: “Esta Constitución,
las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los tratados he-
chos o que se hicieren por el Presidente de la República, con aprobación del
Congreso, serán la ley suprema de toda la Unión. Los jueces de cada Estado se
arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones
en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los Estados”.
Para empezar, los jueces de cada Estado, entonces y todavía ahora, no pue-
den arreglarse a la Constitución en caso de contradicción entre ésta y la ley
que deben aplicar los jueces. La inadecuada redacción del artículo 126 de la
Constitución de 1857, así como el artículo 133 de la de 1917, nos pone en
varios predicamentos.
En el siglo XIX el ilustre Ignacio Vallarta “consideró que el derecho inter-
nacional no está normado por la Constitución, la cual, por tanto, no tiene su-
premacía jerárquica sobre los pactos internacionales”.8

8
Citado por Loretta Ortiz Ahlf, “Soberanía, no intervención y derechos humanos”, Revis-
ta del Senado de la República, julio-septiembre, 1997, p. 127.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 17

Desafortunadamente, la historia de México demuestra cómo en el periodo


1857-1917 no se respetaron los derechos humanos; más aún, hubo casos ex-
tremos, donde autoridades políticas fueron víctimas de la violación de sus dere-
chos y garantías más elementales. Quizá los dos casos más evidentes y crueles
bajo el imperio de la Constitución de 1857 fueron los del Presidente Madero
y del Vicepresidente Pino Suárez, quienes murieron en febrero de 1913 bajo el
manto de la traición y la usurpación de Victoriano Huerta, con la complicidad
más cobarde de diputados que aprobaron sin mayor trámite las renuncias de
ambos funcionarios.
En este punto marco una seria discrepancia con el jurista Felipe Tena Ra-
mírez, quien en su obra Derecho constitucional mexicano, en el capítulo “El
constituyente revolucionario”, da por legal el acceso a la presidencia que rea-
lizó Victoriano Huerta en contra de Madero, en virtud supuesta de que se cum-
plieron los requisitos constitucionales. El notable y finado jurista mexicano
olvidó tomar en cuenta la violencia física y moral que ejercieron Huerta y sus
seguidores en contra de Madero, Pino Suárez y los diputados.
Ya desde un esquema elemental de teoría general de las obligaciones así
como de derecho constitucional y derecho penal de la época es obvio que
faltó el libre consentimiento de Francisco Madero y José María Pino Suárez
para otorgar sus respectivas renuncias a los cargos de Presidente y Vicepresi-
dente de la República. Antes de eso, sus aprehensiones fueron contra Derecho,
porque fueron traicionados; no hubo procesos penales debidos, y los diputa-
dos, entre cobardía e ingenuidad, creyeron que al convalidar las renuncias (sin
consentimiento libre) de Madero y Pino Suárez salvarían las vidas de todos y
no fue así. Pedro Lascurain, Secretario de Relaciones Exteriores se prestó al
juego macabro al servir de eslabón para los intereses de Huerta, y éste ascen-
dió al poder tratando de guardar las formas legales en apariencia, pero todo
fue un golpe de Estado en contra del país y de los dos funcionarios aludidos.
Dicho golpe de Estado fue, a todas luces, contra la letra y el espíritu de la Cons-
titución de 1857 y contra la incipiente democracia que representaba el gobier-
no de Madero.
Huerta, como era de esperar, no se distinguió en el ejercicio del poder como
estadista; el origen de su presidencia manchaba cualquier posibilidad de hon-
rar la Constitución y todo lo que ella enarbolaba. El gobierno de Huerta no
tuvo jamás legitimidad, ni de origen y tampoco de ejercicio. Max Weber no le
encontraría ningún destello de legitimidad, porque no hubo respeto a las tra-
diciones, ni legalidad y mucho menos carisma.
La Revolución mexicana se inició cuando la Constitución de 1857 todavía
estaba formalmente vigente. Después de Madero, el país se agitó entre violen-
18 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

cia, autoritarismo y anarquía. Venustiano Carranza hondeó la bandera de la


legalidad contra Victoriano Huerta y asumió para sí mismo un título peculiar:
jefe del ejército constitucionalismo. Carranza, aún antes de acceder formal-
mente al poder, tuvo excesos, como la orden de aplicar la pena de muerte en
contra de trabajadores del Estado que osasen lanzarse a la huelga en 1916.
Los diferentes movimientos revolucionarios se enfrentaron entre sí y aparta-
ron de hecho los principios constitucionales; salvo el caso de Zapata, los de-
más luchaban por el poder. La frase atribuida a Luis Cabrera de que “la revo-
lución es la revolución” significaba la falta de contenidos ideológicos.
La Constitución de 1857 moría no por muerte natural; la violencia revolu-
cionaria no presagiaba que los derechos humanos fuesen respetados una vez
que la revolución se bajara de su caballo. El caudillismo de Carranza y poste-
riormente de Obregón y Calles retrasaría el nacimiento de la democracia me-
xicana. El caudillismo de estos personajes, que no tenía un origen estrictamen-
te militar, fue criticado en las brillantes páginas del escritor español Vicente
Blasco Ibáñez, quien vio de cerca la concentración excesiva de poder.
La excesiva concentración de poder es una amenaza en contra de los dere-
chos humanos. La Constitución de 1857, que en varios aspectos fue mejor pen-
sada que la Constitución de 1917, no brilló: el poder estuvo por encima de los
derechos del hombre y los costos los ha registrado la historia. Hagamos nues-
tra la creencia de Aristóteles: “los pueblos que ignoran su historia están con-
denados a repetir sus tragedias”.

IV. CONCLUSIONES

El texto constitucional de 1857 en materia de derechos humanos fue, en térmi-


nos generales, salvo la pena de muerte, de vanguardia. La circunstancia histó-
rica dificultó su solvencia en la práctica.
Los gobiernos emanados de la Constitución de 1857 y los que la desconocie-
ron no estuvieron a la altura moral y jurídica de sus mandamientos expresos.
Es una pena que un texto tan importante no fuese obedecido. Los ánimos
autocráticos, así como la falta de armonía jurídica entre la Constitución y
algunas leyes, más aún, varias de las leyes de Reforma no hicieron posible que
México entonces pudiese ser Estado de Derecho.
Los derechos humanos son reconocidos, pero el texto dice erróneamente
“por el pueblo”, cuando en realidad es el Estado el sujeto pasivo de las garan-
tías y los derechos fundamentales.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 19

No se entiende el valor de los derechos humanos sino a partir del poder,


pero éste, que no es un fin en sí mismo, se consagra a partir del ejercicio del
buen gobierno.
Si Kant pensaba que el hombre es un fin en sí mismo, fue porque notaba
que el hombre en su historia siempre había sido mediatizado. La Constitu-
ción de 1857 es, en este sentido, un texto kantiano, que encuentra una identi-
ficación clara con la obra del profesor de Königsberg Fundamentación de la
metafísica de las costumbres.
En el texto constitucional de 1857 no hay preocupaciones sociales ni so-
cialistas; no hay, propiamente, garantías sociales; hay personas, sociedades
intermedias y Estado; pero las luchas ideológicas, las influencias externas,
los intereses económicos de la Iglesia y la obsesión por el poder no hicieron
posible la realización plena del texto constitucional y menos en relación con
los derechos humanos.
Los derechos humanos en la Constitución de 1857 fueron formales y rara-
mente materializados. Entre guerras civiles, dictaduras, traiciones y revolu-
ciones no había campo fértil para los derechos humanos.
Sin embargo, debemos sentirnos orgullosos de los hombres que conci-
bieron la Constitución de 1857 que, al decir de Rabasa, fueron hombres
ejemplares que estaban por encima de las vanaglorias que dan el poder y la
riqueza.
Si México persistió y salió adelante a pesar de los problemas señalados,
fue porque tenía en el futuro la esperanza de hacer válidos los derechos fun-
damentales que tenemos por el hecho de ser personas, como diría Boecio,
entidades individuales de naturaleza racional.

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20 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

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DIVERSAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS DERECHOS
HUMANOS EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857*

Elsa María Bracamonte González


Alberto Peralta Merino

PROEMIO

La Constitución Federal Mexicana de 1857 es uno de los grandes “monu-


mentos” legislativos del continente, junto a la Constitución Federal Argenti-
na de 1853; El Código Civil Chileno redactado por el padre de la gramática
castellana Carlos Andrés Bello; el Código de Procedimientos “Béistegui” de
Puebla de 1880, y la Convención de Derecho Internacional Privado de La Ha-
bana de 1928, conocida como “Código Bustamante”.
La Constitución de 1857 es por consiguiente, motivo de orgullo para todo
jurista hispanohablante; su catálogo de derechos dejó sentado desde su inicio
que era vinculante para toda autoridad en el país, a diferencia de lo aconte-
cido con las 10 primeras enmiendas de la Constitución Norteamericana, que
sólo fijaba límites para las autoridades federales, y cuya obligatoriedad tan só-
lo se extendió a las autoridades de los estados de la unión a partir de la expe-
dición de la Decimocuarta Enmienda en 1866, tras el fin de la Guerra Civil;
el alcance universal de los derechos consagrados en la Constitución de 1857
quedó de manifiesto desde su nacimiento.
En el presente trabajo se abordan tópicos que pudieran representar, apa-
rentemente, una crítica a nuestros constituyentes de 1857, como serían: la
ausencia del Jurado Popular en su articulado, su filiación iusnaturalista, la des-
virtuación del juicio de amparo debido a la entronización de la garantía de
exacta aplicación de la ley, así como defectos en la aplicación de su precepto
relativo a la suspensión de garantías ante un caso histórico y paradigmático.

* Segundo lugar del Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en la Cons-
titución de 1857”.

[21]
22 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Pese a la aparente crítica, misma que se circunscribe a aspectos específicos,


el presente trabajo sirve como homenaje a una de las obras cumbres de la legis-
lación en México, en un momento histórico en el que los procesos legislativos
de nuestro país se manifiestan claramente decadentes.

I. ARTÍCULO 1o. DE LA CONSTITUCIÓN DE 1857

La Constitución de 1857 se caracteriza por haber promulgado en su título pri-


mero un catálogo expreso y completo de derechos; con anterioridad a su
vigencia, los documentos constitucionales del país, a partir de la Constitu-
ción del 4 de octubre de 1824, hacían referencias genéricas a la Declaración
de los Derechos del Hombre y del ciudadano de la Asamblea Revolucionaria
Francesa de 1789, sin decretar un catálogo expreso de derechos, con la nota-
ble excepción de la primera Ley constitucional del 30 de diciembre de 1836.1
En ello, la Constitución de 1857 marcó una diferencia radical, incluso con
el Acta de Reformas de 1847 de don Mariano Otero, ya que aun cuando en
ella se fijaba la necesidad de establecer un catálogo de derechos, su artículo
4o. establecía que los mismos se fijarían en una ley, que conforme al artícu-
lo 20 de la propia Acta de Reformas tendría carácter de constitucional, debi-
do a que la misma sería “superior a las otras leyes secundarias… y que no se
reformaría, sino mediante un espacio de seis meses entre la presentación del
dictamen que lo proponga y su discusión”.2
Ciertamente, los documentos constitucionales anteriores a 1857 contenían
de manera desperdigada lo que hoy llamaríamos derechos públicos subjeti-
vos del gobernado; así, la Constitución de 1824, en sus artículos 146 a 156,
establecía garantías de seguridad jurídica, pero con el sesgo de regular los
principios procesales a que debía sujetarse el Poder Judicial y no expresa-
mente como garantías o derechos públicos subjetivos, de tal suerte que tales
preceptos se ubican en la sección séptima del título V de la Constitución co-
rrespondiente al Poder Judicial de la Federación;3 y no en apartado alguno
que estableciesen catálogo de derechos en favor de los gobernados.

1
Felipe Tena Ramírez, Leyes fundamentales de México, 1808-1985. México, Porrúa, 1985,
p. 205.
2
Mariano Otero, Obras: Voto Particular del Congreso de 1857. México, Porrúa, 1967, t.
I, p. 374.
3
F. Tena Ramírez, op. cit., p. 190.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 23

A partir del primer Congreso mexicano de 1822, el cual, dicho sea de paso,
actuó bajo el principio de supremacía parlamentaria,4 se difundió prolijamente
en nuestro país el Ensayo sobre las garantías individuales que reclama el es-
tado actual de la sociedad, de Daunou, conjuntamente con La Europa y la
América, del Arzobispo Pratt; obra —la de Daunou— que fue traducida del
francés por don Lorenzo de Zavala y publicada en la imprenta de Mariano
Ontiveros, vendiéndose en la librería de Mariano Galván Rivera, en el Portal
de los Agustinos, en el año de 1823.
La referida obra de Daunou tuvo una marcada influencia entre los publi-
cistas mexicanos.
Siguiendo a la Asamblea Revolucionaria Francesa en 1789, Daunou dis-
tingue las garantías en las concernientes a seguridad, libertad, igualdad y
propiedad, escribiendo un texto de gran actualidad que nos permitiría estu-
diar las garantías constitucionales, tal y como actualmente se regulan, siendo
que es un libro que se publica en México, en un momento en que ningún texto
legal catalogaba dichas garantías con el carácter específico de tales, consig-
nándose tan sólo por esas fechas las disposiciones ya referidas, concernien-
tes a los artículos 146 a 156 de la Constitución del 4 de octubre de 1824.5
La Constitución de 1857, al decretar un capítulo expreso de derechos pú-
blicos subjetivos del gobernado, en su título primero, sigue los lineamientos
de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Asam-
blea Revolucionaria Francesa de 1789, muy probablemente por medio de la
versión de Daunou, asumiendo el iusnaturalismo liberal de dicha asamblea cuan-
do en su artículo 1o. establece: “El pueblo mexicano reconoce que los dere-
chos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales. En con-
secuencia declara, que todas las leyes y todas las autoridades del país, deben
respetar y sostener las garantías que otorga la presente constitución”.6
Los pensadores británicos, específicamente Jeremías Bentham y Edmundo
Burke, criticaron acremente el iusnaturalismo de la Revolución francesa, pre-
ceptos como el artículo 1o. de la Constitución de 1857 propiciaban —al decir
de dichos escritores— la confusión que permitiese a cualesquiera que subje-
tivamente se sintiese agraviado, a convocar al desconocimiento de las autori-
dades en todo momento.

4
José Barragán Barragán, “Introducción”, Actas constitucionales mexicanas, 1821-1824.
México, UNAM. 1980, p. XX. (Edición facsimilar.)
5
F. Tena Ramírez, op. cit.
6
Ibid., p. 607.
24 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

“El parlamento de Inglaterra —señala Bentham— ha manifestado siempre


extrema repugnancia a las proposiciones abstractas, o lo que se llama princi-
pios generales. Esta desconfianza es muy racional: está fundada en el temor
de ver introducir en las cuestiones, cosas que no son del caso, y en el de em-
peñarse más de lo que se quiere, hallándose sin saber cómo, envuelto en con-
tradicciones inevitables”.7
No en balde es de destacarse que la primera Ley Constitucional del 30 de
diciembre de 1836, único precedente constitucional que establece un catálo-
go completo de derechos en favor del gobernado antes de la entrada en vigor
de la Constitución del 5 de febrero de 1857, reconociese como fuente de ins-
piración el pensamiento político británico,8 con sus prominentes figuras más
allá de Burke y Bentham, como serían el Ensayo del gobierno civil, de John
Locke, y el Leviatán, de Thomas Hobbes.9
De tinte más dantesco es la descripción que hace Edmundo Burke en sus
“Reflexiones sobre la Revolución francesa”, en las que la invocación de dere-
chos metafísicos por encima del orden estatal se empalma a la especulación
mercantil y a la confiscación de bienes eclesiásticos, pintando un escenario
escalofriante que bien podría hermanarse con la Eugenia Grandet de Balzac,
de suerte que el ensayo político del Parlamentario Británico fuese la visión
profética, mientras que la novela francesa fuese el relato “a posteriori” del
mismo acontecimiento.10
“Los confiscadores, han hecho, es cierto —relata Burke—, a sus víctimas
algunas concesiones, sacadas de los desperdicios y fragmentos de sus pro-
pias mesas, de las que han sido expulsados tan duramente, y que tan libe-
ralmente han sido ofrecidas como festín a las arpías de la usura”.11
“Grandet —nos dice Balzac—, era en 1789 un maestro tonelero acomoda-
do que sabía leer, escribir y contar, cuando la República Francesa puso en
venta en el distrito de Saumur los bienes del clero; el tonelero, que por enton-
ces tenía cuarenta años, acababa de casarse con la hija de un rico comerciante
en maderas. Grandet, provisto de su fortuna líquida y de la dote de su mujer,
unos dos mil luises de oro, se fue a la capital del distrito y ahí gracias a dos-
7
Jeremías Bentham, “Examen de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciuda-
dano, decretada por la Asamblea Constituyente en el año de 1989”, en Lorenzo Zavala, Obras.
México, Porrúa, 1966, p. 321.
8
Alfonso Noriega Cantú, El pensamiento conservador y el conservadurismo mexicano, t. I.
9
John Locke, Ensayo del gobierno civil. México, Porrúa, 2000; Thomas Hobbes, Le-
viatán. México, Fondo de Cultura Económica, 2004.
10
Edmundo Burke, Ensayos políticos. Fondo de Cultura Económica, 1984.
11
Op. cit., loc. cit., p. 133.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 25

cientos luises dobles que su suegro ofreció al feroz republicano que se encar-
gaba de la venta de los dominios nacionales, obtuvo legalmente, sino legítima-
mente, por un pedazo de pan, los viñedos más hermosos de la comarca, una
antigua abadía y unas cuantas alquerías”.12
El artículo 1o. de la Constitución de 1857 fue base de uno de los argumen-
tos esgrimidos por Ignacio L. Vallarta, al concederse el célebre amparo de “Mi-
guel Vega” y en el que a partir de las definiciones de Ahrens hace la distinción
entre derechos del hombre, derechos civiles y derechos políticos; distinción que
permitió conceder el amparo contra sentencias judiciales, entratándose de la
materia penal, en 1869.13
La distinción hecha por Ignacio L. Vallarta señalaba como derechos del
hombre los que se referían a la vida, integridad física y libertad de las perso-
nas, esto es, aquellos derechos que podían ser restringidos o afectados en vir-
tud de un procedimiento penal.
Vallarta, por lo demás, consideró derechos civiles a los que eran materia
patrimonial u obligacional; esto es, aquellos que podían ser afectados en un
proceso de naturaleza civil o mercantil.
Por lo que hace a los derechos políticos, Vallarta consideró que no eran
materia judiciable, basándose para ello en un criterio de la corte de Estados
Unidos de 1849, conocido como “Luther V. Borden” que emitió el “Justice”
Roger Taney.14
Al negarse la posibilidad de ventilar ante los tribunales las controversias
derivadas de la legítima integración de los poderes públicos, Vallarta dese-
cha el criterio fijado por José María Iglesias y asumido a instancia de los agra-
vios expresados en amparo por el postulante Isidro Montiel Duarte.
La tesis de la competencia de origen quedó proscrita del foro, la doctrina
y la discusión política del país hasta que, en 1996, se erigió como tribunal
de pleno derecho, y como parte integrante del Poder Judicial de la Federa-
ción, el Tribunal Electoral, desmintiendo con ello lo que hasta antes de esa
fecha y a partir del fallo de Vallarta inspirado en Taney fue verdad legal y
cosa juzgada.15
Con base en el artículo 1o. de la Constitución de 1857, Vallarta consideró
que los únicos derechos humanos a los que hacía referencia el artículo 1o. de la
12
Honorato de Balzac, Eugenia Grandet. Madrid, El Mundo Unidad Editorial, 1999, p.
14. (Col. Milenium.)
13
Emilio Rabasa, El artículo 14. México, Porrúa, 1984, pp. 68-69.
14
Javier Moctezuma Barragán, José María Iglesias y la justicia electoral. México, UNAM,
1994, p. 242.
15
Op. cit., loc. cit.
26 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Constitución, como base y fundamento de todas las leyes e instituciones de


la República, eran los concernientes a la libertad, vida e integridad física de las
personas, y por consiguiente sólo algunas de las garantías de seguridad jurídi-
ca serían derechos humanos, no así las de propiedad, libertad, igualdad e in-
cluso los ya mencionados de seguridad jurídica cuando éstas tuvieran otro fin
de afectación en el gobernado que no fuesen la libertad, la vida o la integridad
física.
La filosofía liberal iusnaturalista, heredada de la Revolución francesa que
invocaba derechos por encima de todo orden estatal y que amenazaba la total
disolución de cualquier sociedad, una vez que logra la gran acumulación de
capitales, como la descrita por Honorato de Balzac, puede ser invocada en un
fallo judicial como el de Vallarta para restringir el concepto de derechos hu-
manos a su mínima expresión; aun siendo la intención de Vallarta ampliar el
beneficio de un juicio de amparo a quien en principio carecía de éste.
Pretender en la actualidad volver al texto iusnaturalista del artículo 1o. de
la Constitución de 1857, y atendiendo al criterio plasmado en el voto de Va-
llarta ya comentado, traería como consecuencia cancelar toda discusión so-
bre la eventual legalización del aborto, e incluso constreñiría a las autorida-
des competentes a derogar los casos despenalizados actualmente por estado de
necesidad, como serían el aborto terapéutico y el aborto ante el producto de la
violación.
La asunción del texto iusnaturalista de 1857, por lo demás, cancelaría, asi-
mismo, toda discusión posible sobre la eventual regulación de la eutanasia, y
en general impediría que se ventilasen en las cámaras y tribunales los grandes
temas de nuestro tiempo, relativos a las libertades individuales, en un mo-
mento en que incluso la Iglesia abre la discusión a los temas de bioética.
Puede o no estarse de acuerdo con la legalización del aborto o la eutanasia,
el problema es que un texto iusnaturalista impediría y proscribiría la sola dis-
cusión.
La filosofía política que según Burke erigió la impiedad en el despojo de
bienes eclesiásticos en favor de jacobinos avaros como Eugenio Grandet, en
los días que corren constituiría un golpe mortal para el laicismo del Estado.

II. SUSPENSIÓN DE GARANTÍAS EN LA CONSTITUCIÓN


DE 1857 (UN CASO HISTÓRICO)

La referencia a “Los derechos del hombre” en el artículo 1o. de la Constitu-


ción de 1857 no sólo fue motivo de disputas filosóficas; por el contrario, tuvo
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 27

repercusiones muy concretas en materia constitucional al constreñir a los


órganos competentes de suspender garantías, a no suspender nunca la garan-
tía concerniente al derecho a la vida, por lo que cualquier disposición emitida
en ejercicio de las facultades extraordinarias debería, por mandato constitu-
cional, abstenerse de establecer la pena de muerte.
Al respecto, el texto del artículo 29 de la Constitución de 1857 señala:

Artículo 29. En los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o


cualquiera otros que pongan a la sociedad en grande peligro o conflicto, sola-
mente el Presidente de la República, de acuerdo con el Consejo de Ministros y
con aprobación del Congreso de la Unión, y, en los recesos de éste, de la dipu-
tación permanente, puede suspender las garantías otorgadas en esta Constitu-
ción, con escepción (sic) de las que aseguran la vida del hombre; pero deberá
hacerlo por un tiempo limitado, por medio de prevenciones generales y sin que
la suspensión pueda contraerse a determinado individuo. Si la suspensión tuvie-
re lugar hallándose el Congreso reunido, éste concederá las autorizaciones que
estime necesarias para que el Ejecutivo haga frente a la situación. Si la suspen-
sión se verificare en tiempo de receso, la diputación permanente convocará sin
demora al Congreso para que las acuerde.16

La “Ley de conspiradores” del 6 de diciembre de 1856, decretada por Ig-


nacio Comonfort, en los términos del Estatuto Orgánico Provisional de la Re-
pública,17 revestía el carácter de suspensiva de garantías; decretaba la pena de
muerte, y cuya vigencia subsistió en el tiempo, aun después de haber entrado
en vigor la Constitución del 5 de febrero de 1857, la cual, de conformidad con
lo preceptuado en su artículo 29, hacía devenir a la ley de conspiradores en
inconstitucional; pese a lo anterior, la célebre Segunda Legislatura del Con-
greso Mexicano decretó, el 11 de diciembre de 1861, la suspensión de garan-
tías, y con base en dicho decreto y en ejercicio de facultades extraordinarias,
el Presidente expidió la ley del 25 de enero de 1862, que previó y sancionó
delitos contra la nación, el orden y la paz pública, fijándose como sanción a
la comisión de dichos delitos la capitis diminutio maxima.18
El día 21 de abril de 1867, nos relata Justo Sierra:

16
F. Tena Ramírez, op. cit., pp. 610-611.
17
Op. cit., p. 499.
18
Ignacio Burgoa Orihuela, Las garantías individuales. México, Porrúa, 1982, p. 206.
28 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Se expidió la orden para que Maximiliano, Miramón y Mejía, fuesen juzgados


con arreglo a la ley del 25 de enero de 1862. Juzgarlos por esa ley era conde-
narlos a muerte. La orden suscrita por el ministro de Guerra, don Ignacio Mejía,
no tiene de éste sino la firma: En el texto está el alma del ministro Lerdo de
Tejada. Él hizo la poderosísima tenaza de hierro puesta en las manos de Es-
cobedo para que sujetase a los prisioneros. Hay en ese orden una frialdad que
hiela. Se ve a la vez la resolución acerca de los presos, el gobierno ha querido
deliberar con la calma y detenimiento que corresponden a la gravedad de las
circunstancias. Ha puesto a un lado los sentimientos que pudiera inspirar una
guerra prolongada, deseando sólo escuchar la voz de sus altos deberes para
con el pueblo mexicano...
La Ley del 25 de enero debía aplicarse a los reos cogidos in fraganti o en
acción de guerra con sólo la identificación de sus personas. Era el caso. ¿Para
qué el juicio? oírles en defensa parecía inútil, a menos que el gobierno tuviese
reservada alguna determinación especial en vista de las alegaciones presenta-
das, o lo que es más probable, para responder de sus actos ante la opinión
extranjera.19

La pena de muerte ejecutada el 15 de julio de 1867 en el Cerro de las Cam-


panas de Querétaro en las personas de los generales Mariano Mejía y Miguel
Miramón, así como en perjuicio del ciudadano austriaco Fernando Maximilia-
no Archiduque de Habsburgo, constituyó una clara transgresión al artículo 29
de la Constitución de 1857, inconstitucionalidad que fue argumentada en la de-
fensa de los reos por los abogados Eulalio María Ortega y José María Vázquez,
miembros prominentes de la facción vencedora en la guerra contra la inter-
vención extranjera.20
No sólo la Ley del 25 de enero de 1862 resultaba inconstitucional en lo
concerniente al establecimiento de la pena de muerte en contravención del
artículo 29 de la Constitución y en virtud de haber sido expedida en ejercicio
de facultades extraordinarias, sino que la misma ley de suspensión de garan-
tías del 7 de junio de 1861 resultaba desmesurada y técnicamente errónea, a
decir de don Miguel Herrera y Lasso, toda vez que en su undécimo y último
artículo declara vigente una ley preconstitucional, emitida con base en el Es-
tatuto Orgánico Provisional de la República, como era la ley de conspiradores
del 6 de diciembre de 1856.

19
Justo Sierra, Juárez, su obra y su tiempo. México, Editora Nacional, 1962, pp. 471-
473.
20
I. Burgoa Orihuela, op. cit., p. 206.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 29

Herrera y Lasso, por lo demás, finalizó invocando la autoridad de Vallarta


en los siguientes términos:

Suspensión sea dicho —escribió el eximio jurisconsulto— sin más fin que ase-
gurar el triunfo de una facción vencedora, hasta poniendo una mordaza en la
boca de los vencidos, suspensión sea dicho, en que se ha deprimido el delito po-
lítico, hasta colocarlo al nivel que tiene el común, y el común más doloso, para
así poder castigar al enemigo bajo el imperio de una ley cruel; suspensión, en
la que la pasión política ha ido cayendo de error en error.21

Los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, así como el archiduque


Maximiliano de Habsburgo, podían y debían ser juzgados por la Comisión de
Conductas Atentatorias de la Independencia e Integridad Nacional; para ello
bastaba con aplicar la ley penal común, y no decretos expedidos en uso de
facultades extraordinarias cuya fijación de sanciones constituyó una clara
trasgresión al texto del artículo 29 de la Constitución de 1857.
La ley común aplicable a la indiciación de delito contra la seguridad de
la nación o de lesa patria o lesa majestad —como se decía en el lenguaje de la
época—; a los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, así como a Fer-
nando Maximiliano archiduque de Habsburgo, tendría que haber sido el De-
recho de Partidas, concretamente la Partida Séptima, octava del título 31, la
cual se aplicaba en México con anterioridad a la expedición del Código Pe-
nal de don Antonio Martínez de Castro de 1871, tal y como lo relata Don José
María Lozano en su libro de derecho constitucional.22
Podrá alegarse que la nación mexicana al decretar y ejecutar la capitis di-
minutio maxima en perjuicio del archiduque de Habsburgo Fernando Maxi-
miliano, así como en las personas de los generales Miguel Miramón y Tomás
Mejía, reivindicaba su plena soberanía; sólo que la razón de ser de la Repú-
blica liberal consiste, precisamente, en salvaguardar la observancia de las
reglas procesales, la razón de ser de la República liberal consiste en exorci-
zar el fantasma de un proceso en el que no se observa garantía alguna de se-
guridad, como el que padece Joseph K, en la novela de Kafka encarnado por
Anthony Perkins en la cinta de Orson Wells.23

21
Manuel Herrera y Lasso, Estudios constitucionales. Segunda Serie. México, Ius, 1964,
p. 168.
22
José María Lozano, Estudios de derecho constitucional patrio en lo relativo a los dere-
chos del hombre. México, Imprenta de Comercio de Dublan y Compañía, 1876, p. 345.
23
Franz Kafka, El proceso. Buenos Aires, Altamira, 2003.
30 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

El 15 de marzo de 1911, ante la crisis por la caída del régimen de don Por-
firio Díaz, El Congreso Mexicano decretó suspensión de garantías; otro tanto
se dio el 1 de junio de 1942, ante la declaración de guerra del general Manuel
Ávila Camacho contra las potencias del eje.
Ante la tensión internacional y la polarización interna en el país, ¿podríamos
vivir la suspensión de garantías en un futuro cercano? ¿Qué destino le espera a la
actual generación que habita en nuestro país? ¿La sujeción a las reglas del pro-
cedimiento y a las leyes aplicables o el sometimiento a decretos especiales?

III. LA EXACTA APLICACIÓN DE LA LEY


EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857

El juicio de amparo, tal y como fue ideado por Otero en el Acta de Reformas
de 1847, e incluso desde el proyecto presentado como voto particular de las
minorías en el Congreso Constituyente de 1842, fue históricamente desvir-
tuado a partir de la entronización de la garantía de exacta aplicación de la ley
en el texto del artículo 14 de la Constitución de 1857.
En el proyecto presentado como voto particular de las minorías por los
diputados J. J. Espinosa de los Monteros, Octaviano Muñoz Ledo y Mariano
Otero, el día 26 de agosto de 1842, ante el Congreso Constituyente, el artícu-
lo 6o. del mencionado proyecto fijaba responsabilidad penal para toda auto-
ridad que atentara contra las garantías que se establecieran en la propia Cons-
titución, consistentes éstas en las clásicas de libertad, propiedad, seguridad e
igualdad; estableciendo, por su parte, el artículo 81, fracción 1, un claro ante-
cedente del juicio de amparo, tal y como lo consignara el propio Otero con
posterioridad en el Acta de Reformas de 1847.
La clara diferencia es que en el proyecto de 1842 el juicio de amparo ten-
dría por objeto controlar los actos de los poderes legislativo o ejecutivo ex-
clusivamente de los estados, cuando cualesquiera de estos incurrieran en ac-
tos tendentes a privar a una persona determinada de alguna de las garantías
otorgadas por la Constitución, en tanto que el artículo 19 del voto particular
de Otero, del 5 de abril de 1847, y el artículo 25 del Acta de Reformas esta-
blecieron la facultad de los tribunales de la federación para amparar a cual-
quier habitante en el ejercicio y conservación de los derechos que la Consti-
tución concede en relación con actos ejecutados por los poderes ejecutivo y
legislativo, tanto de la federación como de los estados.24

24
M. Otero, op. cit., p. 171.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 31

Es claro, a fin de cuentas e independientemente de las diferencias en las


concepciones planteadas por el propio Otero entre 1842 y 1847, que jamás se
concibió al amparo como una tercera instancia de carácter casacionista.25
El proyecto legislativo de José Urbano Fonseca, de febrero de 1852, ten-
dente a reglamentar el artículo 25 del Acta de Reformas, no concebía al am-
paro como un mecanismo judicial y casacionista de tercera instancia.26
La aplicación inmediata del artículo 25 del Acta de Reformas de 1847 sin
mediar ley reglamentaria por parte de un juez de Distrito de San Luis Potosí,
de nombre Pedro Sámano y con fecha 13 de agosto de 1849,27 tampoco con-
cebía al amparo como un mecanismo judicial casacionista de tercera instan-
cia; el hecho de que la Constitución Colombiana de 1991 establezca que su
texto y articulado serán de aplicación por toda autoridad aún en ausencia de
disposición reglamentaria,28 quedaría de manifiesto el hecho de que la judi-
catura mexicana del siglo XIX revestía además de una amplia visión de mo-
dernidad, una basta y altísima cultura jurídica y creatividad interpretativa.
En la concepción de Otero, las violaciones a garantías constitucionales
perpetradas por una autoridad judicial tendrían que ser combatidas mediante
un procedimiento administrativo de visita, siendo fiel en ello a la tradición del
Derecho de Indias de la visita y la residencia como mecanismo de supervi-
sión y fincamiento de responsabilidades de las autoridades, tal procedimien-
to de visitas sería un procedimiento de oficio y de acción popular.29
El procedimiento de visita de oficio y a instancia de cualquier denunciante
era ordenado por la Cámara de Diputados; cuando la irregularidad se daba en
la Suprema Corte la ordenaba la Suprema Corte; cuando la irregularidad era
señalada en los Juzgados de Circuito o de Distrito; cuando se detectaba en los
tribunales de los estados, la visita debía sujetarse a lo que al respecto fijasen
las Constituciones locales y las leyes de los estados.30
Otero concibió al amparo conforme a la cultura procesal de su época; no
podía establecer el amparo contra sentencias judiciales, por la sencilla razón
de que el procedimiento de su época establecía la in integrum restitutio roma-

25
“Voto particular de 1847, proyecto”, en ibid., p. 382.
26
Ibid., p. 354.
27
I. Burgoa Orihuela, op. cit., p. 135.
28
Álvaro Echeverri Uruburru, Teoría constitucional y ciencia política. Bogotá, Ediciones
Librería del Profesional, 2002, p. 352.
29
M. Otero, op. cit., pp. 831-851.
30
Idem.
32 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

na, equivalente a lo que sería la revocación de sentencia en el proceso italia-


no, tal y como lo estudia Francesco Carnelutti.31
El procedimiento conocido en México durante la época de Otero es el de
la Tercera Partida de Alfonso “El Sabio”, ejemplificado a manera de fábula
en el Libro del buen amor, del Arcipestre de Hita,32cuando relata el litigio del
zorro y la comadreja ante el simio; el procedimiento de la Tercera Partida,
actualizado con las disposiciones emitidas hasta la época de Otero, fue siste-
matizado, primero en Perú, por Hevia Bolaños, y luego en México durante la
vida de Otero, por Juan Rodríguez de San Miguel en la Curia Filípica Mexi-
cana.
La Curia Filípica señala el recurso de nulidad de sentencias y establece
que una sentencia:

Se llamará nula cuando es dada contra la forma y solemnidad que prescriben


las leyes, e injusta cuando se profiere contra el derecho del litigante. Los auto-
res distinguen una de la otra con los adverbios rite y recte, al primero le aplican
la nulidad y al segundo la injusticia. La nulidad de una sentencia puede tomar-
se de las siguientes causas: primera, la falta de jurisdicción en el juez, ya sea por
razón de las personas o por la naturaleza de los negocios. Segunda, por falta de
legitimidad de la persona. Tercera, por falta de citación y demás solemnidades
esenciales en el juicio. Cuarta, por el lugar, tiempo, proceso y modo, como si
se da en un lugar indecoroso, fuera de tiempo en que se puede juzgar y si no se
hace por tribunal. Quinta, cuando se da contra naturaleza y buenas costumbres.
Sexta, cuando se contiene absolución o condenación, o estriba en un error subs-
tancial… o es diversa en sí o en la acción, respecto de la demanda.33

El artículo 4o. del proyecto de Constitución formulado por Ponciano Arria-


ga y Francisco Mata contemplaba la prohibición al Congreso de expedir le-
yes con efecto retroactivo; dicho texto pasó a formar parte del artículo 14 de la
Constitución, siendo aprobado por 76 votos contra 17, en la sesión del 15 de
julio de 1856.34

31
Francesco Carnelutti, Derecho procesal civil y penal. México, Harla, 1994.
32
Juan Ruiz Arcipestre de Hita, El libro del buen amor. México, Editores Mexicanos
Unidos, 2002, pp. 61-64.
33
Juan Rodríguez de San Miguel, Curia Filípica Mexicana 1850, obra publicada por
Mariano Galván Rivera, pp. 373-374.
34
Francisco Zarco, Historia del Congreso Constituyente de 1857. México, INEHRM/
Gobierno del Estado de Puebla, pp. 168-171. (Edición facsimilar.)
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 33

En la sesión del 14 de agosto de 1856, y para efecto de complementar el


texto de lo que sería el artículo 14, se sometió a la deliberación de la Asam-
blea el proyecto del artículo 26, retirándose por el voto de 79 diputados el
proyecto del artículo 21, por resultar reiterativo, atendiendo a que dichos
textos hablaban de que “nadie puede ser privado de la vida”, texto que resul-
taba inadecuado por ser dirigido a una Asamblea proclive a abolir la pena de
muerte.35
De poco servirían los argumentos en el sentido de que la pena de muerte
quedaría abolida al discutirse por la Asamblea el texto del artículo 22 consti-
tucional, los proyectos de los artículos 21 y 26 finalmente fueron turnados a
la Comisión de Estilo, presidida por don León Guzmán.
Mientras los proyectos de los artículos 21 y 26 señalaban que para ser
privado de derechos tendría que mediar sentencia dictada por autoridad com-
petente, según formas fijadas por ley exactamente aplicadas al caso, y con-
signando con ello la garantía del debido proceso legal, proveniente de la
quinta enmienda de la Constitución de Estados Unidos de Norteamérica, don
Luis Guzmán presentó a la sesión del 21 de agosto de 1856 un texto que fue
aprobado por 24 votos contra dos, en donde la exigencia de exactitud no es a
las formas procesales fijadas por la ley, sino a la ley sustantiva aplicable.36
La exacta aplicación de la ley convirtió a la casación en materia de juicio
constitucional; así, cuando la Ley de Amparo prevé la procedencia del ampa-
ro directo contra vicios de la sentencia in judicando e in procedendo, está
tomando la estructura de la casación tal y como estudia esta institución Piero
Calamandrei.37
Nos relata Rabasa en La Constitución y la dictadura,38 cómo la minoría en
el Congreso Constituyente de 1856 luchaba por imponer la Reforma Liberal
contra el peso del partido moderado, de ahí se ha aventurado que la exacta
aplicación de la ley fue planeada deliberadamente por don León Guzmán, a
efecto de que la Corte supervisara a los integrantes de la justicia común, con-
siderados enemigos de la Reforma y aliados del clero, como los encarna el
actor Julio Villareal en la cinta de Alejandro Galindo, en la que adapta al
medio mexicano la novela de Benito Pérez Galdós: Doña perfecta.39

35
F. Zarco, op. cit., pp. 168-172.
36
Op. cit., p. 171.
37
Piero Calamandrei, La casación civil. Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-Amé-
rica, 1960.
38
E. Rabasa, La Constitución y la dictadura. Estudio sobre la Organización Política de
México. México, Porrúa, 1982.
39
Benito Pérez Galdós, Doña perfecta. México, Porrúa, 2005.
34 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

En 1861 se expide la primera Ley de Amparo, reglamentada por José María


Lafragua, misma que no llega a aplicarse por motivo de la Guerra de Inter-
vención; en 1869 se expide la primera Ley de Amparo con la que se aplicó
dicha institución.
Recién promulgada, tocó a don Ignacio L. Vallarta conocer del amparo de
“Miguel Vega”,40 proceso donde declaró inconstitucional el artículo 8o. de la
propia Ley de Amparo, por lo que hace a los procesos penales, ya que dicho
precepto declaraba improcedente el juicio de garantías contra sentencias ju-
diciales.41
Declarar inconstitucional un precepto de la Ley de Amparo, a través de un
procedimiento de garantías, exigiría invocar a la Constitución como norma
de aplicación inmediata, situación que hoy en día sería considerada anatema,
e incluso sería impensable para el actual cuerpo de la judicatura federal.
El amparo contra sentencias en materia civil se abrió paso paulatinamente,
hasta quedar asentado en la reforma constitucional al artículo 102 de la Cons-
titución de 1857, del día 12 de noviembre de 1908;42 finalmente, en el Con-
greso Constituyente de 1917, don José Natividad Macías redactó el actual
texto del artículo 14, consagrando definitivamente al amparo como un recur-
so de casación civil entre otras modalidades, pero resultando ésta de manera
muy preponderante práctica común en el foro mexicano.
La importancia política de fijar criterios uniformes en la aplicación de la ley
sustantiva, mediante la casación, no está en duda, basta con estudiar a Cala-
mandrei para certificarlo, sólo que el amparo ideado por Otero revestía un
carácter mucho más amplio en el sentido de darle el poder a la sociedad para
efecto de que los actos estrictamente políticos del Estado, los derivados de la
administración pública y el poder legislativo pudieran ser supervisados por
el poder judicial, ante la demanda de cualquier gobernado.

IV. EL JURADO POPULAR

Los beneficios políticos del jurado popular fueron descritos por Alexis de Toc-
queville en La democracia en América en los siguiente términos:

40
E. Rabasa, La Constitución y..., op. cit., pp. 26-34.
41
Op. cit., p. 98.
42
F. Tena Ramírez, op. cit., p. 717.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 35

Hay que distinguir dos cosas en el jurado: una institución judicial y una institu-
ción política.
Si se tratara de saber hasta qué punto el jurado, y sobretodo el jurado en
materia civil, sirve para la buena administración de justicia, confesaría que su
utilidad podría ser puesta en duda.
La institución del jurado ha nacido en una sociedad más avanzada, en don-
de no se sometía casi a los tribunales más que a simples cuestiones de hecho; y
no es una tarea fácil adaptarla a las necesidades de un pueblo muy civilizado,
cuando las relaciones de los hombres entre sí se han multiplicado singularmen-
te y han tomado un carácter científico e intelectual.
Mi objeto principal, en este momento, es enfocar el lado político del jurado:
otro camino me apartaría del tema. En cuanto al jurado como medio judicial,
no diré sobre él sino dos palabras. Cuando los ingleses adoptaron la institución
del jurado, formaban un pueblo semibárbaro; llegaron a ser, después, una de
las naciones más ilustradas del globo, y su adhesión al jurado pareció acrecen-
tarse con sus luces. Salieron de su territorio, y se les vio esparcirse por todo el
universo: unos formaron colonias, otros Estados independientes; el cuerpo de
la nación conservó un rey; varios de los emigrantes fundaron poderosas repú-
blicas; pero, por todas partes, los ingleses preconizaron igualmente la institu-
ción del jurado. La establecieron por doquier, o se apresuraron a restablecerla.
Una institución judicial que obtiene así los sufragios de un gran pueblo durante
una larga sucesión de siglos, que se reproduce con celos en todas las épocas de
la civilización, en todos los climas y bajo todas las formas de gobierno, no pue-
de ser contraria al espíritu de la justicia.
Pero dejemos este tema. Sería restringir singularmente su pensamiento, li-
mitarse a enfocar el jurado como una institución judicial; porque, si ejerce una
gran influencia sobre la suerte de los procesos, ejerce otra mayor todavía sobre
los destinos mismos de la sociedad. El jurado es, pues, ante todo, una institu-
ción política. En este punto de vista es dónde debemos colocarnos siempre para
juzgarlo.
Entiendo por jurado cierto número de ciudadanos tomados al azar y reves-
tidos momentáneamente del derecho de juzgar.
Aplicar el jurado a la represión de los crímenes me parece introducir en el
gobierno una institución eminentemente republicana. Me explico:
La institución del jurado puede ser aristocrática y democrática, según la cla-
se donde se tome a los jurados; pero conserva siempre un carácter republicano,
en cuanto que coloca la dirección real de la sociedad en manos de los goberna-
dos o de una parte de ellos; y no en la de los gobernantes.
La fuerza no es jamás sino un elemento pasajero de éxito: después de ella
viene al punto la idea del derecho. Un gobierno reducido a no poder dar alcan-
ce a sus enemigos sino en el campo de batalla sería bien pronto destruido. La
verdadera sanción de las leyes políticas se encuentra, pues, en las leyes pena-
36 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

les, y si la sanción falta, la ley pierde tarde o temprano su fuerza. El hombre


que juzga al criminal es, pues, realmente, el amo de la sociedad. Ahora bien, la
institución del jurado pone realmente la dirección de la sociedad en manos del
pueblo o de esa clase.
En Inglaterra, el jurado se recluta en la clase aristocrática de la nación. La
aristocracia hace las leyes y juzga las infracciones a las leyes.
Todo está de acuerdo: por eso Inglaterra constituye, por decirlo así, una
república aristocrática. En los Estados Unidos, el mismo sistema es aplicado al
pueblo entero. Cada ciudadano norteamericano es elector, elegible y jurado.
El sistema del jurado, tal como se entiende en Norteamérica, me parece una
consecuencia tan directa y tan extrema del dogma de la soberanía del pueblo,
como el voto universal. Son dos medios igualmente poderosos de hacer reinar
a la mayoría.
Todos los soberanos que han querido extraer de sí mismos las fuentes de su
poder, y dirigir la sociedad en lugar de dejarse dirigir por ella, han destruido la
institución del jurado o la han falseado. Los Tudor enviaban a prisión a los ju-
rados que no querían condenar, y Napoleón los hacía elegir por sus agentes.
Por evidentes que sean, la mayor parte de las verdades que proceden, no con-
vencen a todos los espíritus, y a menudo, entre nosotros, no parecen formarse
todavía sino una idea confusa de la institución del jurado. Si se quiere saber de
qué elementos debe componerse la lista de los jurados, se limitan a discutir cuá-
les son la preparación y la capacidad de quienes se llama a formar parte de él,
como si no se tratara sino de una institución judicial.
En verdad, me parece que eso es preocuparse de lo menos importante del
asunto. El jurado es ante todo una institución política; se le debe considerar
como una forma de la soberanía del pueblo y sólo debe ser rechazado entera-
mente cuando se rechaza la soberanía del pueblo, o ponerlo en relación con las
otras leyes que establecen esa soberanía. El jurado forma parte de la nación en-
cargada de asegurar la ejecución de las leyes, como las Cámaras son la parte de
la nación encargada de hacerlas; y para que la sociedad esté gobernada de una
manera exacta y uniforme, es necesario que la lista de los jurados se extienda o se
reduzca con la de los electores. Éste es el punto de vista que, opino, debe atraer
siempre la atención principal del legislador. Lo demás es, por decirlo así, acce-
sorio.
Estoy tan convencido de que el jurado es ante todo una institución política,
que lo considero todavía de esta manera cuando se aplica en materia civil. Las
leyes son siempre vacilantes en tanto que no se apoyan sobre las costumbres
forman el único poder resistente y durable en un pueblo.
Cuando el jurado está reservado a los asuntos criminales, el pueblo no lo ve
actuar sino de cuando en cuando y en los casos particulares; se habitúa a pres-
cindir de él en el curso ordinario de la vida, y lo considera como un medio y no
como el único medio de obtener justicia.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 37

Cuando, al contrario, el jurado se extiende a los asuntos civiles, su aplica-


ción aparece a cada instante ante la vista; toca entonces todos los intereses;
cada uno esgrime su acción; penetra así hasta la práctica de la vida; pliega el
espíritu humano a sus formas, y se confunde por decirlo así con la idea misma
de la justicia.
La institución del jurado, limitada a los asuntos criminales está, pues, siem-
pre en peligro una vez introducida en las materias civiles, desafía al tiempo y
los esfuerzos de los hombres. Si se hubiese podido arrebatar e jurado de las
costumbres de los ingleses, tan fácilmente como de sus leyes, habría sucumbi-
do enteramente bajo los Tudor. Fue, pues, el jurado civil el que salvó realmente
las libertades de Inglaterra.
De cualquier manera que se aplique el jurado no puede dejar de ejercer gran
influencia sobre el carácter nacional; pero esa influencia se acrecienta indefi-
nidamente a medida que se le introduce más en las materias civiles.
El jurado, y sobre todo el jurado civil, sirve para dar al espíritu de todos los
ciudadanos una parte de los hábitos del espíritu del juez; y esos hábitos son
precisamente los que preparan al pueblo a ser libre.
Él difunde en todas las clases el respeto por la cosa juzgada y la idea del
derecho. Quitad estas dos cosas, y el amor a la independencia no será ya sino
una pasión destructiva.
Enseña a los hombres la práctica de la equidad. Cada uno, al juzgar a su
vecino, piensa que podrá ser juzgado a su vez. Esto es verdad sobre todo en
materia civil: no hay casi nadie que tema ser un día objeto de una persecución
criminal; pero todos pueden tener un proceso.
El jurado enseña a cada hombre a no retroceder ante la responsabilidad de
sus propios actos, disposición viril, sin la cual no hay virtud política.
Reviste a cada ciudadano de una especie de magistratura; hace sentir a todos
que tienen deberes que cumplir para con la sociedad, y que entran en su gobier-
no. Al obligar a los hombres a ocuparse de otras cosas que de sus propios nego-
cios, combate el egoísmo individual, que es como la carcoma de las sociedades.
El jurado sirve increíblemente para formar el juicio y para aumentar las luces
naturales del pueblo. Ésa es, en mi opinión, su mayor ventaja. Se le debe consi-
derar como una escuela gratuita y siempre abierta, donde cada jurado va a insti-
tuirse de sus derechos, donde entra en comunicación cotidiana con los miem-
bros más instruidos e ilustrados de las clases elevadas, donde las leyes le son
enseñadas de una manera práctica, y son puestas al alcance de su inteligencia
por los esfuerzos de los abogados, las opiniones del juez y las pasiones mismas
de las partes. Pienso que hay que atribuir principalmente la inteligencia práctica
y el buen sentido de los norteamericanos al largo uso del jurado en materia civil.
No sé si el jurado es útil a quienes tienen procesos, pero estoy seguro de que
es muy útil a quienes los juzgan. Lo considero como uno de los medios más
eficaces de que pueda servirse la sociedad para la educación del pueblo.
38 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Lo que precede se aplica a todas las naciones; pero he aquí lo que es espe-
cial de los norteamericanos, y en general de los pueblos democráticos.
He dicho antes que en las democracias los legistas, y entre ellos los magis-
trados, forman el único cuerpo aristocrático que puede moderar los movimien-
tos del pueblo. Esa aristocracia no está revestida de ningún material, no ejerce
su influencia conservadora sino sobre los espíritus. Ahora bien, en la institu-
ción del jurado es donde ella encuentra las principales fuentes de su poder.
En los procesos penales en que la sociedad lucha contra un hombre, el jura-
do está inclinado a ver en el juez el instrumento pasivo del poder social y se
muestra desconfiado de su opinión. Además, los procesos penales descansan
enteramente sobre simples hechos que el buen sentido logra fácilmente apre-
ciar. En este terreno, el juez y el jurado son iguales.
No sucede lo mismo en los procesos civiles; el juez aparece entonces como
un árbitro desinteresado entre las pasiones de las partes. Los jurados lo ven
con confianza, y lo escuchan con respeto; porque aquí su inteligencia domina en-
teramente a la suya. Él es quien desarrolla ante sus miembros los argumentos de
que se ha fatigado su memoria, y quien los lleva de la mano para dirigirlos a
través de los vericuetos del procedimiento judicial, él es quien los circunscribe
a los hechos, y les enseña la respuesta que deben dar a la cuestión de derecho.
Su influencia sobre ellos es casi ilimitada.
¿Será necesario decir, en fin, por qué me siento poco conmovido de los
argumentos sacados de la incapacidad de los jurados en materia civil?
En los procesos civiles, siempre, por lo menos, que no se trata de cuestiones
de hecho, el jurado no tiene sino la apariencia de un cuerpo judicial.
Los jurados pronuncian el fallo que el juez ha expresado. Prestan a ese fallo
la autoridad de la sociedad que representan, y él, la de la razón y la de la ley.
En Inglaterra y en norteamérica, los jueces ejercen sobre los procesos pena-
les una influencia que el juez francés nunca ha conocido. Es fácil de compren-
der la razón de esta diferencia: el magistrado inglés o norteamericano ha esta-
blecido su poder en materia civil: no hace sino ejercerlo en seguida en otro
teatro y no lo adquiere allí.
Hay casos, y son a menudo los más importantes, en que el juez norteameri-
cano tiene el derecho de pronunciar sólo la sentencia. Se encuentra entonces,
ocasionalmente en la posición en que se halla de manera habitual el juez fran-
cés; pero su poder moral es mucho mayor; los recuerdos del jurado le siguen
todavía, y su voz tiene casi tanto poder como la de la sociedad, de que los ju-
rados era el órgano.
Su influencia se extiende aún mucho más allá del recinto de los tribunales.
En el descanso de la vida privada y en los trabajos de la vida política, en la
plaza pública y en el seno de las legislaturas, el juez norteamericano encuentra
sin cesar en torno suyo a hombres que están acostumbrados a ver en su inteli-
gencia algo superior a la suya; y después de haberse definido sobre los proce-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 39

sos, su poder se deja sentir sobre todos los hábitos del espíritu ya hasta sobre el
alma misma de quienes concurrieron con él a juzgarlos.
El jurado, que parece disminuir los derechos de la magistratura, fundamen-
ta realmente su imperio, y no hay país donde los jueces sean tan poderosos
como aquellos en que el pueblo participa de sus privilegios.
Es, sobre todo, con ayuda del jurado en materia civil como la magistratura
norteamericana hace entrar lo que he llamado el espíritu legista hasta en las
últimas clases de la sociedad
Así, el jurado, que es el medio más enérgico de hacer reinar al pueblo, es
también el medio más eficaz de enseñarlo a reinar.43

La Comisión de constitución del Congreso Constituyente de 1856 que pre-


sidían Francisco Mata y Ponciano Arriaga propusieron como garantía de se-
guridad jurídica para el gobernado la existencia de un jurado popular, pro-
puesta que fue impugnada en el plenario de la Asamblea por un discurso de
Ignacio L. Vallarta en la sesión del 19 de agosto de 1856, en el que esboza los
siguientes conceptos:
Con temor voy a hablar sobre la fracción 5a. del artículo 24 que está a discu-
sión, porque sobre mi insuficiencia y sobre la gravedad que esta materia tiene
de suyo, me rodean hoy circunstancias que hacen sobremanera difícil mi posi-
ción. Voy a hablar contra el jurado, contra esa institución que en el sentir de sus
defensores es la “inspiración espontánea de aquellos que no se han cegado por
la ignorancia, que no han sido comprimidos por el terror, ni que se han envile-
cido por la esclavitud”; contra esa institución que se considera como una ema-
nación legítima y necesaria de la “soberanía del pueblo”, que asegura el fallo
de la conciencia pública; que solidifica las garantías individuales, que destie-
rra lo arbitrario, lo tiránico de la administración de justicia, y que encarna, en
fin, en los pueblos el reindao de la democracia. Hablar contra tal institución
rodeada de semejantes atractivos, es imprudencia; y hablar un abogado cuyas
palabras, por esto sólo, se verán teñidas con el colorido de la parcialidad, es te-
meraria osadía. Tal vez se me llame hasta retrógrado, a mí que amo como el
que más la democracia; pero a mi deber siempre sacrifico consideraciones de
interés y de amor propio, y mi conciencia nunca enmudece aun cuando yo
tuviera que sufrir por mis opiniones. Voy, pues, a hablar con toda la indepen-
dencia de quien sólo cuida del exacto cumplimiento de su deber, tal como en su
conciencia lo mira; y ni el temor de calificaciones que Dios sabe no merezco,
ni consideración de ninguna especie, desfigurarán en mis labios las creencias
que acá tengo en mi cabeza.

43
Alexis de Tocqueville, La democracia en América. México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1994, pp. 273-277.
40 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Pero mi insignificante persona no puede ser objeto que ocupe por más tiem-
po la atención del Congreso. Entro ya de lleno en la discusión.
La Comisión de Constitución, pesarosa de que en nuestra desgraciada pa-
tria toda idea de reforma no haya sido hasta hoy más que la promesa mentida
con que los revolucionarios de profesión, engañan al pueblo mexicano, inscri-
biéndolo en su bandera; y deseosa en extremo de hacer hoy la felicidad nacio-
nal, ha emprendido su marcha por el camino de la reforma verdadera, y en su
proyecto ha presentado algunas que por su importancia serán potentes a cons-
tituirnos. La Comisión ha ido a buscar a los países cultos el secreto de su pro-
greso, y creyendo haberlo encontrado en determinadas instituciones, hoy nos
presenta esas ideas para que vuestra soberanía las eleve a la categoría de leyes.
Tal vez éste fue el motivo de que la Comisión pensara que el jurado a la vez
que era esencial a la democracia, coadyuvaría eficazmente a las otras mejo-
ras que propone para que la República Mexicana se elevara a la altura en que
vemos a los Estados Unidos del Norte.
¿Ha acertado la Comisión en este propósito? ¿Anda por el buen camino, o
extraviada por desgracia en vereda peligrosa, no tocará sino en el precipicio?
Ésta es la cuestión, cuestión que tengo el sentimiento de resolver contra el
juicio de la Comisión y de cuya solución no he podido apartarme, por más que
por mi propio interés quisiera que mi voz viniera en apoyo del jurado.
No creo yo, señor, que el jurado sea una institución esencial a la democracia;
lo diré comenzando la exposición de mis ideas en todo contrarias a las que sobre
el particular la Comisión expende. Yo creo que la democracia antigua, aquella
democracia que llamaba a todos los ciudadanos a la plaza pública a tomar parte
en todas las cuestiones de interés para el Estado, no puede existir en las actua-
les sociedades, con sus peculiares elementos de organización, diseminados en
extensos territorios y compuestas de abundante población. El sistema democráti-
co, el gobierno del pueblo, hoy sólo es posible establecerlo por medio de la repre-
sentación de ese mismo pueblo. Que veinte o treinta, o más ciudadanos elegidos
por todo un país, gobiernen y rijan los destinos de ese pueblo, bien se concibe y
mejor se practica; pero que cinco millones de ciudadanos se reúnan y deliberen,
y se acuerden y den leyes, es una quimera en que nadie puede dar.
El Poder Legislativo no se puede, pues, ejercer por el pueblo por sí, sino por
sus representantes. Es ésta una verdad que está testificando este mismo Con-
greso. El Poder Ejecutivo se resiste más todavía a andar entre las manos de
muchos; y la primera condición de su existencia es que esté depositado en una
persona por cierto tiempo; unida que reclama la facilidad en la ejecución, la
energía en el obrar, y la dirección acertada y segura en la cosa pública. No creo
tampoco que haya quien niegue esa verdad. Pasemos ahora al Poder Judicial,
asunto del presente debate.
Desde luego aseguro, sin miedo de equivocarme, que como es imposible
que el pueblo sea legislador, lo es también que sea juez. Las razones de aquella
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 41

imposibilidad, justifican ésta. A menos de que se reuniera todo un pueblo y


fallara en un litigio, no se podría con razón decir que esa sentencia era la ex-
presión de la conciencia nacional.
Y ya que hablo de conciencia nacional, voy a decir por qué no admito una
opinión que tiene mucho séquito entre nosotros en esta época. Se ha dicho y
repetido que el jurado expresa la conciencia pública. Yo veo en el jurado a cier-
to número de individuos, que ni con mucho pueden llamarse órgano de esa
conciencia, individuos que nada tienen de común en sus funciones judicia-
les, con los vecinos del pueblo más inmediato que no ya con los Estados leja-
nos: individuos que se ocupan de ver un proceso, cuya noticia es ignorada has-
ta de los habitantes de su misma ciudad o pueblo; individuos que entienden en
un negocio particular, incapaz por consiguiente de ser objeto de la conciencia
pública. ¿Con qué derecho, con qué razón el jurado de México que haya creído
que un acusado es ladrón, podrá llamarse representante, órgano de la concien-
cia de los habitantes de California?
No estoy conforme con dar esa importancia al jurado, por que aún prescin-
diendo de lo que la razón abstractamente me aconseja, los hechos repugnarían
ver en el jurado la expresión de la conciencia pública. Si un jurado en México
absolviese a un reo, y otro jurado en Guadalajara condenase a otro en iguales
circunstancias, y lejos de ser no imposible, sino rara tal hipótesis, sería casi de
diaria realización, ¿cuál jurado representaría la conciencia pública? ¿Habría
en el país dos conciencias públicas contrarias? Si a ciertos grandes y naciona-
les delincuentes se sometieran al juicio del país yo estaría conforme con mirar
ese fallo, como hijo de la opinión de los mexicanos. Si el hombre de funesto
recuerdo para México, si Santa Anna fuese juzgado por un gran jurado nacio-
nal, su sentencia, que le cubriría de baldón antes que la historia le infamare,
sería en verdad una sentencia, expresión de la conciencia pública, pero fuera
de estos casos de excepción, yo no creo que el jurado sea lo que se quiere.
Advierto que me ocupo en cuestiones de palabras y desatiendo lo que es de
verdadera influencia en la solución de la materia que examino. Decía que es
imposible que el pueblo sea de por sí juez, lo mismo que no puede ser legisla-
dor. Luego, si ese pueblo nombra sus jueces permanentes o no permanentes,
letrados o legos, jurados o únicos, lo mismo que nombra a sus legisladores y a
sus gobernantes, ese juez letrado, permanente y único, no está en pugna con los
elementos de la democracia; no es un elemento disímbolo y heterogéneo que
se oponga a la esencia de esa forma de gobierno; no es, en fin, un juez que vicie
en su origen el gobierno del pueblo.
Yo, señor, de un modo de ver contrario al de la Comisión, creo que el prin-
cipio de la soberanía del pueblo queda incólume nombrando a sus jueces, di-
recta o indirectamente, lo mismo que no se vulnera por el ejercicio que sus
representantes hacen del poder legislativo: yo que, como la Comisión, reco-
nozco y sostengo aquel principio, concibo también que existe de hecho sin el
42 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

jurado, cuando el poder judicial, cualquiera que sea su organización, emana


del pueblo, por medio de la elección, lo mismo que el legislativo y el ejecutivo;
yo, en fin, por lo que he dicho, no juzgo que el jurado sea una institución esen-
cial a la democracia. Sobre lo expuesto, se podría añadir que hay y ha habido
democracias sin jurado, sin que por ello fueran viciosas, y que existen monar-
quías con él, sin que esos tribunales las hagan monstruosas…
[...]
Haciendo mías las opiniones que sobre el particular manifiesta el Sr. Olvera
en su voto particular, digo que en la generalidad del país no hay ilustración
necesaria, la moralidad bastante a sostener al jurado. Triste es que así lo diga la
boca de un patriota, repetiré las palabras de este señor; pero necesario es con-
fesarlo.
No puedo, pues, asegurar como la Comisión que “en vano se repite que la
ignorancia del pueblo es un obstáculo para el establecimiento del jurado…44

Mientras que Tocqueville centró su alegato en la valía del jurado, como


institución política, aún por encima de los vicios que pudiera traer aparejada
como institución judicial, Vallarta, al impugnar el criterio de la Comisión de
Constitución que se hacía eco del autor de La democracia en América, hizo
énfasis en el matiz contrario.
La Constitución de 1857 no contempló al jurado popular como una garan-
tía de seguridad jurídica del gobernado, al ser reprobada la propuesta de la
Comisión de Constitución por 42 votos contra 40. El jurado se circunscribió
por mandato del artículo 7o. a los delitos de imprenta, ello hasta antes de la
reforma de 15 de mayo de 1883,45 por medio de la cual se suprimió el jurado
como instancia competente para conocer de tales ilícitos.
Resulta interesante destacar que la Constitución de 1917 estableció, ex-
presamente en la fracción VI del artículo 20, la existencia del jurado popular,
y la técnica de interpretación de la ley nos dice que si un precepto establece
una institución que ha sido expresamente rechazada en su antecedente, es
porque la intención del legislador es introducir de manera clara y contunden-
te la vigencia y aplicación de dicha institución.
Por lo demás, el último párrafo del artículo 130 constitucional, anterior a
la reforma de 1992, expresamente establecía que las infracciones a las bases
contenidas en el propio artículo 130 nunca serían vistas por jurado, por lo
que ha de entenderse, interpretando dicho texto constitucional contrario sen-

44
F. Zarco, op. cit., pp. 208-224.
45
Op. cit.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 43

su, que la intención expresa del legislador constituyente era establecer al ju-
rado popular como la regla general de los procesos penales.46
Resulta curioso que hoy por hoy las leyes orgánicas de los tribunales de
justicia de los estados, sólo en muy raras ocasiones, contemplan la existencia
del jurado popular, ignorando lo que al efecto establece la fracción VI del
artículo 20 constitucional.47
La última actuación célebre de un jurado popular de la que podamos tener
memoria fue la que declaró la culpabilidad de José de León Toral y Concep-
ción Acevedo de la Llata, ante la acusación sostenida por el fiscal Ezequiel
Padilla, como reos del delito de homicidio perpetrado el día 20 de julio de 1928
en perjuicio del ciudadano mexicano general Álvaro Obregón Garza, conde-
nando al primero de los indiciados a la capitis diminutio maxima, por su ca-
rácter debidamente acreditado en el proceso como autor material del referido
homicidio, y decretando la reclusión en el penal federal de Las Islas Marías a
Concepción Acevedo de la Llata, tras haberse acreditado en el proceso res-
pectivo, a juicio del jurado popular que conoció de tal causa, su responsabi-
lidad en la comisión de dicho ilícito en grado de autoría intelectual.48

46
F. Tena Ramírez, op. cit., pp. 824-877.
47
Colección de Leyes Mexicanas, Código de Procedimientos Civiles. México, Cájica.
48
Narciso Bassols, El pensamiento político de Álvaro Obregón. México, Caballito, 1972.
LA CONSTITUCIÓN DE 1857
Y EL ARTÍCULO 14 CONSTITUCIONAL*

Gloria C. Murillo Larrañaga


Adriana Ramiro Mendoza
Mayra Deyanira Silva Quiroz

INTRODUCCIÓN

Cuando abordamos el tema de la justicia en México, entendemos que se trata


de una figura tal vez social, relacionada estrechamente con el Estado de De-
recho. En nuestro país, como en el resto del mundo, la Constitución es la crea-
ción humana en torno a la cual gira y se justifica el Estado de Derecho. Por
tanto, todo acto o institución que se encuentre vigente en nuestro territorio de-
berá respetar y seguir los principios que de ella emanan.
A través de este documento analizaremos algunos de los principios que
dieron origen a la institución del juicio de lesividad, garantía individual nece-
saria para salvaguardar la ley fundamental, plasmada en el artículo 14 cons-
titucional, del cual se desprenden los más importantes principios para preser-
var el funcionamiento del Estado de Derecho. Lo anterior porque los derechos
consagrados en dicho artículo aseguran la convivencia social en un sistema
jurídico seguro, equitativo y justo, posibilitando así la rectificación de aque-
llos actos autoritarios que hubieren vulnerado el estatus ideal de las cosas o
el deber ser de las relaciones jurídico-autoritarias.1
Sin embargo, la pregunta sería ¿cómo es que el Constituyente de 1857 lo-
gra entender las necesidades del ciudadano respecto de las posibles violacio-
nes a la garantía de audiencia y exacta aplicación de la ley o norma jurídica?,
puesto que al interpretar esta ley constitucional surge de manera inmediata
esta pregunta: ¿cuándo una ley es retroactiva y, por ende, cuándo es incons-

* Tercer lugar del Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en la Cons-
titución de 1857”.
1
Carlos Garza García, Derecho constitucional mexicano, p. 166.

[45]
46 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

titucional, por causar un perjuicio a persona alguna, refiriéndose a perjuicio


un daño, afectación, lesión, etcétera?

DERECHOS HUMANOS Y GARANTÍAS INDIVIDUALES

Es importante señalar, antes de entrar al estudio del artículo 14 constitucio-


nal, la diferencia que existe entre los derechos humanos y las garantías indi-
viduales, puesto que en esta materia siempre son confundidas, pero en esen-
cia son totalmente diferentes, toda vez que los derechos humanos son los que
nos corresponden por naturaleza y se le reconocen al individuo por el simple
hecho de serlo, son derechos indispensables para asegurar un pleno desarro-
llo dentro de una sociedad organizada, mismos que, por su naturaleza, deben
ser reconocidos y respetados por le poder público o autoridad; al ser garanti-
zados por la constitución, esa garantía de respeto es conocida en nuestro país
como garantías individuales, que no es más que la norma con la que se vale
el Estado para proteger dichos derechos.
Los derechos del hombre se traducen sustancialmente en potestades inse-
parables e inherentes a su personalidad; son elementos propios y consustan-
ciales de su naturaleza como ser racional, independientemente de la posición
jurídico-positiva en que pudiera estar colocado ante el Estado y sus autorida-
des; en cambio, las garantías individuales equivalen a la consagración jurídi-
co-positiva de esos elementos, en el sentido de investirlos de obligatoriedad
e imperatividad para atribuirles respetabilidad por parte de las autoridades
estatales y del Estado mismo. Por ende, los derechos del hombre constituyen
el contenido parcial de las garantías individuales, considerando a éstas como
meras relaciones jurídicas entre los sujetos activo y pasivo.
Históricamente, se les llaman “derechos del hombre” por el francés Jean
Jacobo Rousseau, quien en 1789 les dio origen y razón de ser en aquella bella
exposición, mientras que en nuestro país surgen las garantías individuales en
el proyecto de nación de 1813 y en la Constitución de 1824, mismas que die-
ron pauta a que en el Constituyente de 1857 y de 1917 se enarbolará la reivin-
dicación de los derechos sociales. Nuestra carta política los establece en la
parte dogmática como “los derechos fundamentales del gobernado”, toda vez
que recae en el Estado la obligación de salvaguardarlos y respetarlos.
Las garantías individuales se diferencian de los derechos humanos porque
éstos fueron creados por el hombre, mientras que los segundos fueron crea-
dos por la naturaleza; en consecuencia, las garantías individuales, para que
existan, deberán cumplir con tres requisitos de existencia, a saber:
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 47

1. Que se encuentren reconocidos por una Constitución.


2. Que dicha Constitución sea de corte democrático.
3. Que el derecho fundamental tenga una garantía constitucional que lo
proteja en caso de ser violentado.

Por el contrario, los derechos humanos son más amplios que las garantías
individuales, por ser naturales, puesto que en una Constitución puede que no
se encuentren contenidos todos los derechos humanos existentes, como reír,
llorar, amar, etcétera.
Ignacio Burgoa Orihuela establece que las garantías individuales son los
elementos jurídicos que se traducen en medios de salvaguarda de los dere-
chos fundamentales, aunque su origen en la Constitución no lo exprese co-
mo un reconocimiento a éstos, como lo hizo la Constitución de 1957. Por su
parte, el mismo Ignacio Burgoa define a los derechos fundamentales o dere-
chos del hombre como las prerrogativas esenciales del ser humano, funda-
mentadas filosóficamente, que debe tener para el desenvolvimiento de su
personalidad frente al poder público.2
Las Constituciones de 1824 y de 1857 reconocen expresamente los dere-
chos fundamentales del hombre; en la Constitución de 1857 se dice que “el
pueblo mexicano reconoce que los derechos del hombre son la base y el ob-
jeto de las instituciones sociales”; sin embrago, en la Constitución de 1917
ya no fueron reconocidos como tales, sino que expresamente se crearon las
“Garantías individuales”, sin hacer alguna alusión expresa a los derechos fun-
damentales que realmente tutelan; en este sentido, la Constitución de 1917
dice: “En los Estados Unidos Mexicanos todo individuó gozará de las garan-
tías que otorga esta Constitución ”, dando así un gran avance de lo individual
a lo social, aplicando el principio de “tratar igual a los iguales y desigual a los
desiguales”, proyectando en las garantías la protección a esos medios y con-
diciones necesarios para la realización del ser humano.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS EN MÉXICO


DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

En nuestro país, los regímenes sociales en que estaban estructurados los prin-
cipales pueblos prehispánicos se basaban en formas primitivas y rudimenta-

2
Ignacio Burgoa Horihuela, Las garantías individuales, p. 15.
48 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

rias, conforme a las cuales la autoridad suprema, con facultades absolutas,


era el rey o emperador. El derecho público en esos tiempos se traducía en un
cúmulo de reglas consuetudinarias que establecían la manera de designar al
jefe supremo, así como en una especie de conciencia jurídica que considera-
ba al soberano investido de un poder ilimitado.
En algunos pueblos existía un consejo de ancianos y sacerdotes que acon-
sejaban al jefe supremo en las cuestiones trascendentales para la vida públi-
ca, pero también es cierto que éste no estaba obligado a acatar las opiniones
de sus consejeros. Así, podemos considerar que en los regímenes sociales y
políticos primitivos el gobernado no era titular de ningún derecho frente al go-
bernante, pero sí existía un conjunto de prácticas que regulaban las relacio-
nes propiamente civiles entre los miembros de la comunidad y fijaban cierta
penalidad para hechos considerados como delictuosos.
Por su parte, el derecho colonial se integró con el derecho español y por las
costumbres indígenas, principalmente. Al consumarse la conquista de Méxi-
co, la penetración jurídica española se encontró con un conjunto de hechos y
prácticas sociales autóctonas, las cuales, lejos de desaparecer y quedar elimi-
nadas por el derecho español, fueron consolidadas por diversas leyes reales y
posteriormente por la Recopilación de Leyes de Indias de 1681, que autoriza-
ba su validez en todo aquello que no fuese incompatible con los principios mo-
rales y religiosos que formaban al derecho español. Así, en la Nueva España
estuvo vigente, en primer término, la legislación dictada exclusivamente para
las colonias de América, dentro de la que ocupan un lugar preeminente las
leyes de indias.
En el orden político, la autoridad suprema en las colonias españolas de
América era el rey de España, quien era representado por virreyes o capita-
nes generales. El monarca español concentraba en su persona las tres funcio-
nes en que se desarrolla la actividad integral del Estado, y en el ámbito judi-
cial delegaba sus atribuciones propias inherentes a su soberanía en tribunales
que él mismo nombraba.
En un régimen jurídico-político como el español y, por extensión, como el
de la Nueva España, en el que la autoridad suprema del rey descansaba sobre
el origen divino de su investidura, sería inútil descubrir en el sistema de dere-
cho que lo estructuraba alguna institución que reconociera ciertas prerrogati-
vas inherentes al gobernado como contenido de una potestad jurídica.
El 18 de marzo de 1812 se expidió por las Cortes Generales y Extraordina-
rias de la Nación Española la primera Constitución Monárquica de España,
cuyo ordenamiento estuvo vigente en México hasta la consumación de su inde-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 49

pendencia, el 27 de septiembre de 1821, con la entrada del Ejército Trigarante


a la antigua capital de la Nueva España. Dicho ordenamiento suprimió las de-
sigualdades que existían entre españoles, criollos, mestizos, indios y demás su-
jetos de diferentes razas, al reputar como españoles a todos los hombres li-
bres, nacidos y avecindados en los territorios sujetos al imperio de España.
El régimen jurídico-político de la Nueva España experimentó un cambio
radical con la expedición de la Constitución de Cádiz de 1812, en virtud de la
cual “España deja de ser un Estado absolutista para convertirse en una mo-
narquía constitucional; al rey se le despoja del carácter de soberano ungido
por la voluntad divina, para considerarlo como un mero depositario del poder
estatal, cuyo titular es el pueblo, reduciendo su potestad gubernativa a las fun-
ciones administrativas, y diferenciando éstas de las legislativas y jurisdiccio-
nales, que se confiaron a las cortes y tribunales, respectivamente”.
El movimiento iniciado por Miguel Hidalgo y Costilla, que en sus albores
parecía dirigirse contra el mal gobierno, a medida que se fue extendiendo fue
adquiriendo impulsos legislativos que, aunque no se hayan traducido en un
documento unitario y sistemático, tuvieron como resultado la expedición de di-
ferentes decretos que denotaron una clara manifestación de las tendencias ideo-
lógicas de los insurgentes. Entre ellos, el más importante fue el que declaró abo-
lida la esclavitud y suprimida la exacción que pesaba sobre las castas, expedido
por Hidalgo el 6 de diciembre de 1810. José María Morelos no sólo no conti-
nuó la lucha emancipadora, sino que pretendió hacerla culminar en una ver-
dadera organización constitucional.
Así, se formó una especie de asamblea constituyente denominada Congre-
so de Anáhuac, que el 6 de noviembre de 1813 expidió el Acta Solemne de la
Declaración de la Independencia de América Septentrional, en la que se decla-
ró la disolución definitiva del vínculo de dependencia del trono español.
El 22 de octubre de 1814 el propio congreso expidió un documento jurídico-
político llamado Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexi-
cana, conocido como Constitución de Apatzingán; en él se encuentran plas-
mados los principios fundamentales de la ideología insurgente y, sin embargo
en varios aspectos sigue los lineamientos demarcados por la Constitución es-
pañola de 1812; diverge radicalmente de ésta en cuanto que tendió a dotar a
México de un gobierno propio, independiente de España. La Constitución de
Apatzingán contiene un capítulo especial dedicado a las garantías individua-
les como elementos insuperables por el poder público, que siempre debía res-
petarlos en toda su integridad, al estimar que los derechos del hombre son
superiores a toda organización social, cuyo gobierno, en ejercicio del poder
50 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

público, debe considerarlos intangibles, pues su protección no es sino la úni-


ca finalidad del Estado. El movimiento insurgente parecía haberse sofocado
indefinidamente a consecuencia del fusilamiento de Morelos, y los princi-
pios político-jurídicos sobre los que descansaba la ideología de la indepen-
dencia nacional, adoptados en el Acta de Emancipación de 1813 y en la Cons-
titución de Apatzingán, desgraciadamente no fueron proclamados por los
continuadores de los movimientos libertarios posteriores.
El Plan de Iguala contiene prescripciones relativas a la unión de los mexi-
canos y europeos, la conservación de la religión católica sin tolerarse ningu-
na otra y el establecimiento de una monarquía moderada que debiera intitularse
“Imperio Mexicano”. La junta provisional gubernativa que había sido consti-
tuida para preparar la organización jurídico-política del nuevo Estado, expi-
dió el 6 de octubre de 1821, la llamada Acta de Independencia del Imperio
Mexicano, en la que además de declararse la emancipación definitiva de la
nación mexicana respecto de la antigua España, se previó la estructuración
del país con arreglo a las bases que en el Plan de Iguala y los Tratados de Cór-
doba estableció el primer jefe del Ejército Imperial de las Tres Garantías. El
24 de febrero, mediante un decreto, se determinó que México adoptaba para
su gobierno la monarquía moderada constitucional con la denominación de
imperio mexicano. El gobierno imperial de Iturbide tuvo una efímera duración,
pues el Congreso Constituyente, por decreto del 31 de marzo de 1823, decla-
ró que el Poder Ejecutivo cesaba en sus funciones, estableciendo que dicho
poder lo ejercería provisionalmente un cuerpo compuesto por tres miembros.
Por decreto del 21 de mayo de 1823, el Congreso Constituyente mexicano
lanzó una convocatoria para la formación de un nuevo Congreso. Este nuevo
Congreso Constituyente se enfrentó al dilema de si había de organizarse a Mé-
xico como república federal o como república central. El triunfo de las ideas
federalistas cristalizó primeramente en el Acta Constitutiva de la Federación,
decretada el 31 de enero de 1824, y en este documento se consagraron los
principios fundamentales de todo régimen constitucional federal de naturale-
za democrática. En dicha acta se declara que la soberanía reside, radical y
esencialmente, en la nación; que el poder supremo de la federación se divide
para su ejercicio en legislativo, ejecutivo y judicial, y que jamás podrán re-
unirse dos o más de dichos poderes en una corporación o persona, ni deposi-
tarse el legislativo en un solo individuo, y que las constituciones particulares
de cada estado federado no podrán oponerse a dicha acta.
Los lineamientos generales del Acta Constitutiva de la Federación se adop-
tan por nuestra primera Ley Fundamental, la Constitución Federal del 4 de
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 51

octubre de 1824, la cual representa una cristalización en una normación posi-


tiva del pensamiento jurídico-político de la época. No obstante que México
contaba con una Constitución, como la federal de 1824, su expedición no fue
obstáculo para que durante su vigencia comenzara la trágica etapa de pro-
nunciamientos militares, fruto de las ambiciones personales de poder de los
personajes fuertes de aquélla época.
El sistema federal establecido en la Constitución de 1824 se sustituyó por
el régimen central, expidiéndose en diciembre de 1835 las llamadas Siete
Leyes Constitucionales, ordenamiento que a pesar de haber cambiado la for-
ma estatal de México, conservó el principio de la división poderes. Las Siete
Leyes formaron la primera constitución centralista del país. La primera de las
siete leyes se refiere a los derechos y obligaciones de los mexicanos y habi-
tantes de la República, y en sus preceptos contiene diversas garantías de se-
guridad jurídica, tanto en relación con la libertad personal como con la pro-
piedad, al disponerse que nadie podía ser detenido sin mandamiento de juez
competente, y que la privación de los bienes de una persona, de su libre uso y
de su aprovechamiento sólo podría llevarse a cabo cuando lo exigiera la uti-
lidad pública. Además, en la propia Primera Ley se consagra la libertad de emi-
sión del pensamiento, prohibiéndose la previa censura para los medios escri-
tos de expresión, así como la libertad de traslación personal y bienes fuera
del país.
El 4 de agosto de 1846, el general Mariano Salas formuló un plan en la
Ciudadela de México, desconociendo el régimen centralista y pugnando por
la formación de un nuevo congreso. El Congreso a que aludía el Plan de la
Ciudadela debería quedar instalado el 6 de diciembre de 1846, en la inteli-
gencia de que mientras se expedía una nueva constitución, regiría la Federal
de 1824, y hasta el 10 de febrero de 1847 se restauró la vigencia de la Cons-
titución de 1824, reimplantándose así el régimen federal. Este ordenamiento
constitucional evidentemente necesitaba de modificaciones para adaptarse al
estado de cosas que prevalecía en 1847, y, en tal virtud, el 18 de mayo de ese
año se expidió el Acta de Reformas.
Las prescripciones más importantes de dicha acta fueron las siguientes: de-
claración que una ley secundaria fijaría las garantías de libertad, seguridad,
propiedad e igualdad en favor de todos los habitantes de la República y la
institución del juicio de amparo. La eficacia jurídica de las garantías indivi-
duales declaradas simplemente en el Acta de Reformas se supeditó a la expe-
dición de una ley constitucional que las instituyera de manera específica.
La proclamación del Plan de Ayutla se revela en la historia de nuestro país
como un acontecimiento iniciador de una auténtica revolución, que culminó
52 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

con la expedición de la Constitución Federal de 1857, rectora de la vida del


país hasta 1913. Así, el Plan de Ayutla propendió a derrocar violentamente la
dictadura de Santa Anna; tuvo como propósito establecer la “igualdad repu-
blicana” mediante la abolición de órdenes, tratamientos y privilegios abier-
tamente opuestos a ella; pugnó por la organización “estable y duradera” del
país mediante el establecimiento de un orden constitucional, “bajo la forma
de república, representativa y popular”; hizo surgir con perfiles ideológicos
perfectamente marcados al partido liberal, que sostuvo con las armas la Cons-
titución del 57 y las Leyes de Reforma.
La revolución reformista originada por el Plan de Ayutla y continuada por
el partido liberal estalló contra una dictadura asfixiante; se basaba en los prin-
cipios de la ideología liberal: el republicanismo, el federalismo, la igualdad
individual ante la ley, el respeto a los derechos de la persona humana, la limi-
tación del poder público frente a los gobernados, la formación democrática
del gobierno y la separación de la iglesia y el Estado, principios que se con-
sagran en la Constitución de 57 y en las leyes de reforma.
La Constitución de 1857 implanta el liberalismo e individualismo como re-
gímenes de las relaciones entre el Estado y sus miembros. Dicha Constitución
fue el reflejo auténtico de las doctrinas imperantes en la época de su pro-
mulgación para las que el individuo y sus derechos eran el primordial y único
objeto de las instituciones sociales, que siempre debían respetarlos como ele-
mentos superestatales.
La Constitución de 1857 consideró que los derechos del hombre no sólo
son el objeto de las instituciones jurídicas, sino su base misma. Los autores de
dicha Constitución, además, implícitamente se declararon partidarios del ius-
naturalismo en materia de derechos del hombre, pues de la exposición de mo-
tivos se advierte que el Congreso debía respetar los derechos concedidos al
hombre por su creador, además de considerar que los derechos del hombre
son la base y el objeto de las instituciones sociales.
La Constitución vigente se aparta de la doctrina iusnaturalista, pues a dife-
rencia de la del 57, ya no considera a los derechos del hombre como la base y
objeto de las instituciones sociales, sino que los reputa como un conjunto de
garantías individuales que el Estado concede u otorga a los gobernados.
El individualismo, adoptado por el ordenamiento constitucional próximo
anterior, establece que los derechos del hombre, inherentes e inseparables
de su personalidad, son supraestatales, es decir, que están por encima de todo
orden creado por el Estado, el que, por ende, debe respetarlos siempre y con-
vertirlos en el objeto y base de sus instituciones. Contrariamente a esta tesis,
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 53

nuestra constitución de 1917 ya no hace figurar a los derechos del hombre co-
mo el exclusivo contenido de los fines estatales, sino que, considerando que
el pueblo constituido políticamente en Estado es el único depositario del po-
der soberano, ha expresado que las garantías individuales son instituidas o
creadas por el orden jurídico constitucional. Nuestra ley fundamental actual
asevera que las garantías de que pueden gozar los individuos frente al poder
público son otorgadas a éstos por la propia sociedad.
A diferencia de la Constitución de 1857, que únicamente consagraba garan-
tías individuales como medios recognoscitivos y protectores de los derechos
del hombre, la constitución vigente consigna, además, las llamadas garantías
sociales, un conjunto de derechos otorgados a determinadas clases sociales que
propenden a consolidar su situación económica primordialmente.3

LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES

La palabra “garantía” proviene del término anglosajón “warranty” o “warran-


tie”, que significa la acción de asegurar, proteger, defender, salvaguardar;
por lo tanto, tiene una connotación muy amplia.
Garantía equivale, en su sentido amplio, al aseguramiento o afianzamiento,
pudiendo notar también protección, respaldo, defensa, salvaguardia o apoyo.
El concepto de garantía en el derecho público ha significado diversos tipos de
seguridades o protecciones en favor de los gobernados dentro de un Estado
de Derecho, es decir, dentro de una entidad política estructurada y organizada
jurídicamente, en la que la actividad del gobierno está sometida a normas pre-
establecidas que tiene como base de sustentación el orden constitucional.
Kelsen alude a las “garantías de la constitución” y las identifica con los
procedimientos o medios para asegurar el imperio de la ley fundamental frente
a las normas jurídicas secundarias, es decir, para “garantizar el que una nor-
ma inferior se ajuste a la norma superior que determina su creación o conte-
nido”.
Fix-Zamudio sostiene que “sólo pueden estimarse como verdaderas ga-
rantías los medios jurídicos de hacer efectivos los mandatos constituciona-
les, aclarando que para él existen dos especies de garantías: las fundamentales
(individuales, sociales e institucionales) y las de la Constitución. Las garan-
tías fundamentales son las establecidas por los primeros 28 artículos de nues-

3
Constituciones de la República.
54 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

tra Carta Fundamental, y, por el contrario, las garantías de la Constitución mexi-


cana son los preceptos establecidos por los artículos 103 y 107 (amparo), 105
(conflictos entre los estados y la Federación o los estados entre sí), y 111 (pro-
ceso de responsabilidad de funcionarios), que ya son normas estrictamente
procesales, de carácter represivo y reparador.
Alfonso Noriega identifica a las garantías individuales con los llamados
“derechos del hombre”, sosteniendo que estas garantías son “derechos natu-
rales”, inherentes a la persona humana, en virtud de su propia naturaleza y de
la naturaleza de las cosas, que el Estado debe reconocer, respetar y proteger,
mediante la creación de un orden jurídico y social, que permite el libre des-
envolvimiento de las personas, de acuerdo con su propia y natural vocación,
individual y social.
Siendo nuestra Constitución la fuente de las garantías individuales, o sea,
el ordenamiento en el cual éstas se consagran, formando, por ende, parte de
la ley fundamental, es lógico y evidente que están investidas de los principios
esenciales que caracterizan al cuerpo normativo supremo respecto de la le-
gislación secundaria. Por consiguiente, las garantías individuales participan
del principio de supremacía constitucional, en cuanto que tienen prevalencia
sobre cualquier norma o ley secundaria que se les contraponga, y primacía de
aplicación sobre la misma, por lo que las autoridades deben observarlas pre-
ferentemente a cualquier disposición ordinaria.
Las garantías individuales están investidas del principio de rigidez consti-
tucional, en el sentido de que no pueden ser modificadas o reformadas por el
poder legislativo ordinario, sino por un poder extraordinario integrado en los
términos del artículo 135 constitucional.
Por garantías individuales no deben entenderse únicamente los 29 prime-
ros artículos de la Constitución, sino que aquéllas pueden hacerse extensivas
a otros preceptos de la Ley Fundamental que signifiquen una explicación,
ampliación o reglamentación de las normas que expresamente las prevén.
Los primeros 29 artículos de la Constitución solamente enuncian las ga-
rantías individuales en forma más o menos sistemática, sino que se deben
referir a todos aquellos preceptos constitucionales que, por su espíritu mis-
mo, vengan a complementar, en diversa manera, las primeras 29 disposicio-
nes, toda vez que la declaración contenida en el artículo 1o. es lo suficiente-
mente amplia para inferir que es a través de toda la Constitución como se
consagran las garantías individuales o del gobernado.
Jellinek clasifica las “garantías de derecho público” en garantías sociales,
tales como la religión, las costumbres, las fuerzas culturales y, en general, los
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 55

elementos diversos que se dan en la dinámica de la sociedad; garantías polí-


ticas, dentro de las que comprenden la organización misma del Estado y el
principio de división de poderes, y jurídicas, que se traducen en los sistemas
de fiscalización de los órganos estatales, de responsabilidad oficial, de jurisdic-
ción y de los medios para hacer efectivas las normas de derecho objetivo.
Para clasificar, en términos generales, las garantías individuales dispone-
mos de dos criterios fundamentales: uno que parte del punto de vista de la ín-
dole formal de la obligación estatal que surge de la relación jurídica que im-
plica la garantía individual, y otro que toma en consideración el contenido
mismo de los derechos subjetivos públicos.
Desde el punto de vista de la naturaleza formal de la obligación estatal que
surge de la relación jurídica que denota garantía individual, ésta puede ser
negativa, en tanto que impone al Estado y sus autoridades un no hacer, una
abstención, una conducta pasiva de no violar, de no vulnerar, de no prohibir,
etcétera, o positiva, en tanto que las autoridades estatales y el Estado, por la
mediación representativa de éstas, están obligados a realizar en beneficio del
titular del derecho subjetivo público o gobernado una serie de prestaciones,
hechos, actos, etcétera, o sea, a desempeñar un comportamiento tal como la
observancia de ciertos requisitos o formalidades, el desarrollo de un procedi-
miento previo para poder privar a una persona de la vida, de la libertad, et-
cétera.
Teniendo en cuenta las dos especies de obligaciones a que se ha aludido,
las garantías que respectivamente las impongan al Estado y sus autoridades,
se pueden clasificar en:
Garantías materiales: se incluyen las que se refieren a las libertades espe-
cíficas del gobernado, a la igualdad y a la propiedad. Los sujetos pasivos (Es-
tado y autoridades) asumen obligaciones de no hacer o de abstención (no
vulnerar, no prohibir, no afectar, etcétera).
Garantías formales: comprenden las de seguridad jurídica, entre las que des-
tacan las de audiencia y legalidad. Las obligaciones correlativas a los derechos
subjetivos públicos correspondientes son de hacer, o sea, positivas, consis-
tentes en realizar todos los actos tendentes a cumplir u observar las condicio-
nes que someten la conducta autoritaria para que ésta afecte con validez la
esfera del gobernado.4

4
Http://www.monografias.com/garampar.shtml
56 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

LA CONSTITUCIÓN DE 1857
Y EL CONGRESO CONSTITUYENTE

En 1857 un numeroso grupo de legisladores, entre los que destacan Valentín


Gómez Farías, Francisco Zarco, Ponciano Arriaga, Ignacio L. Vallarta, San-
tos Degollado, Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez, lograron concretar, 128
artículos, el más progresista y liberal proyecto de nación que se había dado
en el México independiente, a pesar del establecimiento del Congreso unica-
maral y de la no incorporación aún de la laicidad del Estado mexicano.
El triunfo de la Revolución de Ayutla dio al partido liberal la fuerza sufi-
ciente a un Congreso extraordinario, cuyo objetivo sería construir a la nación
bajo la forma de república representativa y popular. La convocatoria del Con-
greso Constituyente la hizo don Juan Álvarez el 16 de octubre de 1855, re-
uniéndose la asamblea el 17 de febrero de 1856, iniciando sus actividades de
sesiones al día siguiente.
La corriente liberal se conformaba por hombres de la llamada “generación
de la reforma”, heredera de los principios de la revolución de independencia
y del pensamiento de Mora y Gómez Farías, así como Benito Juárez, Melchor
Ocampo, Vicente Riva Palacio e Ignacio Vallarta, entre otros, que lucharían
por plasmar el ideario liberal, mismo que, aunque era individualista, también
era el ideario revolucionario por ser el único que garantizaba la libertad hu-
mana frente a todos los poderes, defendiendo los principios del sufragio uni-
versal, la desaparición de los fueros y privilegios militares y eclesiásticos; la
igualdad y la libertad humana; la separación de la Iglesia y el Estado; la li-
bertad de la conciencia, cultos, enseñanza, pensamiento e imprenta; la liber-
tad del trabajo, industria y comercio; la desamortización de los bienes del
clero, la propiedad privada frente a la corporativa y comunal, el sistema fede-
ral, la división de poderes y el instrumento para garantizar el Estado de Dere-
cho, siendo éste el juicio de amparo.
Por otra parte, el partido conservador se encontraba vinculado a los intere-
ses del clero y de los sectores de la sociedad que buscaban la conservación de
los fueros y privilegios eclesiásticos, la riqueza del clero, la paz y el orden, la
estabilidad de la vida social, rechazando un cambio abrupto en el modo de
organizar las fuerzas sociales y productivas de la nación. Admitían parcial-
mente los derechos del hombre, pero solamente los encaminados a garantizar
algunos aspectos de la libertad individual y la propiedad privada, sin desear
la libertad de culto y la separación de la Iglesia y del Estado, transigiendo con
el sistema Federal; entre los hombres que representaban dicha corriente se
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 57

hallaban en el seno del Congreso Marcelino Castañeda, Mariano Arizcorre-


ta, Juan Antonio de la Fuente, Vicente López y Antonio Aguado, quienes pug-
naban por conservar los intereses de la Iglesia y de las clases privilegiadas.
La corriente mediadora, o también de los llamados moderados, buscaba el
equilibrio de fuerzas y cambios mínimos en la religión y economía, argumen-
tando que el país no estaba preparado para las reformas liberales; dicho gru-
po se encontraba encabezado por el Presidente Comonfort y sus ministros,
los cuales querían una constitución individualista y liberal moderada.
En la Constitución de 1857 se reconocen en forma amplia y pormenoriza-
da los derechos y las libertades de la persona humana y el modo de hacerlos
efectivos a través del juicio de amparo, establecido por primera vez en la
Constitución de Yucatán de 1841, y después en el Acta Constitutiva y de
Reformas de 1847. Al lado de los derechos individuales se establecieron los
principios de la forma federativa de la República; los estados libres, indepen-
dientes y soberanos estaban facultados para decidir todo lo relativo a su régi-
men interior.
El Congreso Constituyente proclamó y juró la nueva Constitución de la
República, hecho con el que queda finalmente, constituida jurídica y políti-
camente la nación mexicana. Después de un año de largos debates que mani-
festaban la pugna entre quienes defendían los principios de la democracia y
los arraigados intereses de los conservadores, la nueva constitución aparece
como una esperanza de la República, cuando en el abarrotado Salón de sesio-
nes del Congreso, ubicado en Palacio Nacional, es jurada. El recinto, lleno de
curiosos arremolinados en pasillos y escaleras, hacen total silencio cuando el
Vicepresidente del Congreso, León Guzmán, abre la sesión y cede la palabra
a José María Mata, quien lee el texto y más de 90 diputados, conforme escu-
chan el nombre de su estado, pasan a firmarla. Zarco refiere que la ceremo-
nia de inauguración tuvo un momento de emoción profunda cuando el Pre-
sidente del Congreso, Valentín Gómez Farías, “patriarca de la libertad de
México, prestando el apoyo moral de su nombre y de su gloria al nuevo códi-
go político”, viejo y enfermo, se levanta de su escaño y, ayudado por varios
diputados, llega al centro del salón, se arrodilla delante del evangelio y jura
la nueva ley. Después, todos, de pie y con el brazo extendido, responden a la
pregunta de si juran reconocer, guardar y hacer guardar la Constitución con
un enérgico y uniforme: “¡Sí, juramos!” Concluida la ceremonia, Zarco lee el
manifiesto del Congreso, en el que refiere la situación extraordinaria en que
la Cámara se había reunido y los obstáculos enfrentados; la guerra fratricida,
el amago de la libertad; resume las bases establecidas en la Constitución y, al
hablar de las garantías individuales, señala:
58 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

El acta de derechos que va al frente de la Constitución es un homenaje tribu-


tado en vuestro nombre, por vuestros legisladores, a los derechos imprescin-
dibles de la humanidad [...] La igualdad será de hoy mas, la gran ley en la Re-
pública; no habrá más mérito que el de las virtudes; no manchará el territorio
nacional la esclavitud [...]; el domicilio será sagrado; la propiedad inviolable;
el trabajo y la industria libres; la manifestación del pensamiento sin más trabas
que el respeto a la moral, a la paz pública y a la vida privada; el tránsito, el mo-
vimiento, sin dificultades; el comercio, la agricultura, sin obstáculos; los nego-
cios del Estado encaminados por los ciudadanos todos: no habrá leyes retroac-
tivas, ni monopolios, ni prisiones arbitrarias, ni jueces especiales, ni confiscación
de bienes, ni penas infamantes, ni se pagará por la justicia, ni se violará la co-
rrespondencia [...]. Tales son, conciudadanos, las garantías que el Congreso cre-
yó deber asegurar en la Constitución, para hacer efectiva la igualdad [...] para
que las instituciones desciendan solícitas y bienhechoras hasta las clases más
desvalidas y desgraciadas [...]

Zarco también señala en su discurso que la Federación es la fuerza de la


República para sostener su independencia, símbolo de los principios democrá-
ticos; proclama la soberanía del pueblo, que todos los poderes se derivan del
pueblo: “El pueblo se gobierna por el pueblo”. Dice también que el campo
electoral está abierto a todas las aspiraciones y a todos los partidos y que el
Congreso de la Unión será el país por medio de sus delegados. Que la Cons-
titución no está hecha para un partido, sino para el pueblo. Destaca la aboli-
ción de la pena de muerte para los delitos políticos. También quedan estable-
cidos la separación Iglesia-Estado y los lineamientos para la educación; los
poderes divididos en legislativo, ejecutivo y judicial; el poder legislativo queda
integrado únicamente por la Cámara de Diputados. Con lo que Zarco llama la
Constitución más democrática que ha tenido la República, que consagra los
derechos del hombre, dice que queda cumplida la promesa de la Revolución
de Ayutla. Después, una comisión anuncia al Presidente sustituto de la Repú-
blica, Comonfort, quien, acompañado de su ministerio, jura la Constitución,
leyendo un pequeño discurso.5
La Constitución Política de la República Mexicana de 1857 es uno de los
textos capitales del constitucionalismo mexicano, ya que su contenido signifi-
ca la ruptura con el pasado en sus manifestaciones más importantes, entre las
que se encuentran las relativas al poder económico y de la iglesia, así como la
desaparición de los fueros y privilegios del ámbito militar y eclesiástico.

5
C. Garza García, op. cit.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 59

La participación de los hombres más significativos del llamado partido li-


beral permitió que en el texto de la Constitución de 1857 se plasmaran los prin-
cipios básicos del liberalismo político y económico, aunque no todos llevados
a sus últimas consecuencias, en razón de los conservadores y los liberales mo-
derados que obstaculizaron la plena realización liberal en dicho documento.
La Constitución de 1857 consagra la separación de los poderes, establecien-
do la preeminencia del poder legislativo sobre el ejecutivo y el judicial, ya
que la potestad más cercana a la soberanía es la de legislar, lo anterior gracias
al sistema unicamaral adoptado como control del ejército y la armada por par-
te de la Asamblea; dicha Constitución garantiza la independencia plena del
poder judicial, nombrado por medio del voto y no a través del Presidente de
la República, como ocurre en la actualidad, permitiendo en esa época la cris-
talización de las libertades esenciales, llamadas también garantías individua-
les o derechos del hombre, según el texto constitucional: derechos y libertades
tanto de educación, de asociación, de petición, de imprenta, cultos y comer-
cio, sólo por mencionar algunos.

EL ARTÍCULO 14 CONSTITUCIONAL
Y LA EXACTA APLICACIÓN DE LA LEY

El artículo 14 constitucional es calificado por el profesor Ovalle como uno de


los pilares sobre los que descansa el ordenamiento jurídico mexicano, por con-
tener cuatro de las más importantes garantías de seguridad jurídica: la de irre-
troactividad de la ley, la de audiencia, la de legalidad penal y la de legalidad
civil.
Al momento de elaborar el Constituyente de 1857 nuestra Carta Magna, se
registró una apasionante polémica de fines del siglo XIX: por un lado, José
María Lozano e Ignacio L. Vallarta sostenían que la garantía establecida en el
artículo 14 de la Constitución de 1857 sólo era exigible en el ámbito penal;
por el otro, Miguel Mejía los refutó con el argumento de que las expresiones
juzgado y sentenciado, que utilizaba el texto constitucional, eran empleadas
tanto en materia penal como en materia civil.
El artículo 14 constitucional, símbolo de la garantía con apego a la legali-
dad, constituye uno de los pilares sobre los que descansa el ordenamiento ju-
rídico mexicano, al ser una garantía de audiencia que integra, mediante cua-
tro garantías específicas, seguridad jurídica, necesariamente concurrentes y
que son: el juicio previo al acto de privación, que dicho juicio se siga ante tri-
60 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

bunales previamente establecidos, el cumplimiento o la observancia de las for-


malidades procesales esenciales y la decisión ajustada a las leyes vigentes.6
Como vemos, esta garantía se conforma, a su vez, por cuatro garantías, por
lo que si se violentara alguna de ellas, se estaría violentando la garantía de
audiencia como tal, misma que corresponde a todo gobernado en pleno uso
de sus derechos, conocidos como garantías individuales; sin embargo, todo
esto surge a partir de el Constituyente de 1857, quien tomado como antece-
dente la Constitución de 1824, establece en su articulado una garantía de
seguridad jurídica para la protección del gobernado.
La Constitución de 1857, en su artículo 14 establecía: “No se podrá expe-
dir ninguna ley retroactiva. Nadie puede ser juzgado ni sentenciado, sino por
leyes dadas con anterioridad al hecho estrictamente aplicado a él, por el tri-
bunal que previamente haya establecido ley”.7
El espíritu del legislador en el precepto en estudio, contemplaba como ley
retroactiva a aquélla cuyos preceptos habrían de aplicarse a casos anteriores
a su promulgación, ya que el derecho romano tenía el principio de que la ley
se daba para lo futuro, siendo una regla jurídica de conducta que sólo obliga
al sujeto, después de que se publica; de lo contrario, pondría en peligro la se-
guridad y los derechos adquiridos si pudiese abarcar hechos pasados, situa-
ción que en la actualidad se sigue aplicando, puesto que la Constitución pro-
tege las garantías de libertad y seguridad del hombre.
La comisión respectiva del Constituyente intentó establecer diferencias en-
tre las leyes retroactivas y las ex post facto, las cuales son aquellas en las que
la ley retroactiva pena ciertos actos de un modo distinto que como se castiga-
ban cuando se cometieron, esto es, las primeras se consideraban en el ámbito
civil y las segundas al ámbito criminal, sin que prevaleciera la redacción pri-
mitiva, ocupándose dicho artículo de toda especie de leyes que pretendan com-
prender actos anteriores a su promulgación.
El texto constitucional habla únicamente de la expedición de leyes retro-
activas, y como sólo el poder legislativo tiene facultad para dar leyes, han creí-
do algunos comentadores que la prohibición del precepto en estudio se refie-
re exclusivamente al Congreso federal y a los locales. Cabe señalar que no es
lo mismo expedir una ley retroactiva, que dar un efecto retroactivo a una ley
que no tenga ese carácter, lo cual corresponde a los poderes ejecutivo y al ju-
dicial, en donde, según varios estudiosos de la materia, establecen que el pri-

6
I. Burgoa Orihuela, op. cit., p. 536.
7
Felipe Tena Ramírez, Derecho constitucional mexicano.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 61

mero es garantía constitucional, cuya violación no tendría sino los remedios


de la legislación ordinaria, siendo preciso poner freno a la omnipotencia le-
gislativa, por medio de un artículo constitucional, lo cual no es urgente tra-
tándose de los otros poderes, toda vez que sus actos están sujetos a responsa-
bilidad y recursos comunes de varias especies, pero, al parecer, el objetivo
primordial de los constituyentes fue comprender en la primera parte del pre-
cepto en comento una prohibición general para expedir leyes retroactivas, ya
fueran éstas civiles o penales, o bien para aplicar retroactivamente las leyes
de todo género, que tuviesen o no ese carácter.
La segunda parte del artículo 14 constitucional de 1857 previene que na-
die puede ser juzgado ni sentenciado, sino por leyes dadas con anterioridad
al hecho y exactamente aplicadas a él por el tribunal que previamente haya es-
tablecido la ley; entendiendo por el vocablo nadie, como el aplicable a perso-
nas, y el relativo a juzgado y sentenciado,8 en sentido natural y propio, como
a los individuos en proceso. La exactitud en la aplicación de la ley al hecho
sólo se observa en la Constitución de 1857 en el ámbito penal, en el cual se
encuentra la precisión y claridad, mientras que en la materia civil la exacta
aplicación resulta un tanto imposible, ya que los diversos asuntos se encon-
traban llenos de diversidades, de acuerdo con las voluntades e intereses de los
particulares, lo que nos lleva a entender que en materia penal se necesitaba
fijar la garantía del juicio para que nadie tenga su libertad, honra y vida a mer-
ced de una interpretación viciosa, teniendo como prioridad absolver culpa-
bles que condenar inocentes; por el contrario, en la materia civil el perjuicio
no era del todo grave, ya que los intereses que se disputaban sólo eran mate-
riales, por lo que, como obligación judicial, se encontraba administrar la ley,
aunque ésta fuera deficiente u obscura al momento de impartirla.
De hecho, los amparos contra las resoluciones judiciales por “inexacta apli-
cación de la ley” crecieron desmesuradamente, lo que condujo a Rabasa,
considerando que tal situación hacía imposible la tarea de la Corte, a propo-
ner una reforma sustancial al artículo 14, que debía acoger la fórmula senci-
lla del proceso legal norteamericano. Las ideas de Rabasa tuvieron cabida en
el Congreso Constituyente de 1916-1917, ya que se limitó la garantía de apli-
cación exacta de la ley al ámbito penal.9
De lo anterior se desprende que el Constituyente de 1857 establece apare-
jadamente en el juicio de amparo una serie de preceptos para la protección de
las garantías individuales que a la letra dicen:

8
Jorge Carpizo, Estudios constitucionales.
9
Mariano Coronado, Elementos de derecho constitucional mexicano.
62 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Artículo 101. Los tribunales de la federación, resolverán toda controversia que


se suscite:
I. Por leyes o actos de cualquiera autoridad que violen las garantías indivi-
duales;
II. Por leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la
soberanía de los estados;
III. Por leyes o actos de las autoridades de estos que invadan la esfera de la
autoridad federal.
Artículo 102. Todos los juicios de que habla el artículo anterior, se seguirán
a petición de la parte agraviada, por medio de procedimientos y formas del or-
den jurídico que determinará una ley. La sentencia será siempre tal que sólo se
ocupe de individuos particulares, limitándose a protegerlos y ampararlos en el
caso especial sobre el que verse el proceso, sin haber ninguna declaración ge-
neral respecto de la ley o acto que la motivare.

Dichos artículos tienen una innegable inspiración en el artículo 25 del


Acta de Reforma de 1847, que establece:

Los tribunales de la Federación ampararán a los habitantes de la República en


el ejercicio de los derechos que le concedía la Constitución, contra todo ataque
de los poderes federales o de los estados, limitándose a impartir protección en
el caso particular, sin hacer declaración respecto de la ley o acto que lo motivare.

Por ello, se elimina el medio de control político que subsistía en las Actas
de Reforma de ese mismo año, permitiendo que el amparo ya no se limitara al
control de los actos al poder legislativo o ejecutivo, sino que se amplió a los
actos de cualquier autoridad que violentaran las garantías individuales del
ciudadano, entendiendo que el poder judicial forma parte de esas autori-
dades.
En las fracciones II y III del artículo 101 de la Constitución de 1857 se
logra establecer un medio de control en el ámbito competencial constitucio-
nal de federación y estados, a efecto de evitar una invasión de competencias
de una autoridad federal a la local y viceversa; cabe destacar que estas frac-
ciones se reproducen textualmente en el artículo 103 de la Constitución de
1917; a su vez, en los artículos 101 y 102 de la Constitución de 1857 se plas-
ma el principio de parte agraviada para la procedencia del amparo, supri-
miendo así la intervención de algún órgano del Estado, para promover el
juicio de amparo, evitando así una pugna entre autoridades para iniciar el pro-
ceso; como consecuencia de lo anterior, se otorga al amparo el carácter de
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 63

juicio, según se desprende de la lectura del artículo 102 de la Constitución de


1857, señalándose la necesidad de procedimientos y formas del orden jurídi-
co que habrían de regularse por una ley secundaria, dando así la pauta a la
creación del proceso para la obtención del amparo y protección de la justicia,
aclarando que en la trascripción de dicho precepto se utiliza el verbo ampa-
rar, aunque constitucionalmente no se use el sustantivo amparo; reiterándose
así la fórmula de relatividad en las sentencias de amparo, federalizada con el
nombre de “Fórmula Otero”, en cuya virtud “la sentencia, será siempre tal
que sólo se ocupe de individuos particulares, limitándose a protegerlos y am-
pararlos en el caso especial sobre que verse el proceso, sin hacer ninguna
declaración general respecto de la ley o acto que la motivare”.
Es necesario apuntar que esa garantía en favor del gobernado, establecida
en la ley de amparo y prevista en la fracción I del artículo 101 de la Constitu-
ción de 1857, no tuteló toda la Constitución, sino sólo la parte de ella referen-
te a las garantías individuales. Igualmente, no controló expresamente la le-
galidad de los actos de autoridad. Sin embargo, ya se hallaba la semilla de la
posible extensión del amparo a toda la Constitución y a toda ley, dado el
texto de los artículos 14 y 16 de la citada ley fundamental de 1857:

La exacta aplicación de la ley, contemplada en el artículo 14 constitucional, da


origen a la controversia por la cual, a instancia de la parte agraviada, se ventile
y resuelva un proceso conocido como amparo, promovido por vía de acción y
que tiene por finalidad proteger exclusivamente al quejoso contra la expedi-
ción o aplicación de leyes violatorias de las garantías expresamente reconoci-
das en la Constitución, así como contra la inexacta y definitiva atribución de
la ley al caso concreto, produciendo la sentencia, que conceda la protección el
efecto de restituir las cosas al estado que tenían antes de efectuarse la violación
reclamada, si el acto es de carácter positivo, o en su caso obligar a la autoridad
a que respete la garantía violada cumpliendo con lo que ella exige, si es de ca-
rácter negativo.10

La aplicación del amparo en relación con el artículo14 constitucional de


1857 establece algunas inexactitudes de aplicación de la norma procesal, en
razón de que únicamente se encontraba regulado el procedimiento para la
protección de garantías en materia penal, dejando a un lado lo relativo a los
diversos negocios judiciales en las diversas materias del derecho, por lo que

10
Carlos Arellano García,, El juicio de amparo.
64 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Emilio O. Rabasa, con base en el artículo 14 de la Constitución en estudio,


asevera que un reo condenado a muerte acudiría al juicio protector aducien-
do que la ley penal o la procesal habían sido descuidadas o mal interpretadas
por sus jueces, inexactamente aplicadas violando el artículo 15 y que estaba
abierta la jurisdicción de la justicia federal conforme a la fracción primera
del artículo 101; tratándose de pena capital los tribunales de la federación no
podían estar dispuestos a estrechar el campo de su jurisdicción sin pensar en
el examen riguroso sobre si cabían tales casos en la interpretación correcta
del precepto invocado en alcanzar a contemplar las graves consecuencias de
la aceptación en principio de una amplia doctrina, deduciéndose que si era
buena para la pena de muerte lo sería para cualquiera otra, sin importar el
caso, sino el modo de aplicar las leyes.
Posteriormente, se usó el mismo procedimiento para extender el argumento
antes mencionado y acudir a la justicia federal para la reparación de los da-
ños recibidos en juicios civiles, ya que no se trataba de la materia del juicio,
si no de la aplicación exacta de las leyes, garantía individual que se encontraba
reconocida por la jurisprudencia nacional. Así se hizo la Suprema Corte revi-
sora de todas las sentencias dictadas por los tribunales comunes en mate-
ria penal, comenzando a admitir igual revisión de fallos en materia civil, no
para examinar si la Constitución se infringía, sino para examinar si los jueces
han aplicado las leyes de fondo y de forma con exactitud al seguir y fallar el
juicio.
Los tribunales de los estados no son los que con este sistema declaran y
fijan la jurisprudencia interpretando sus propias leyes, sino que es la Supre-
ma Corte la que resulta con voz final y opinión definitiva para establecer la
jurisprudencia en cada estado. De esa manera, a través de la garantía de le-
galidad, preconizada por el artículo14 de la Constitución de 1857, se exten-
dió la tutela del amparo a toda la Constitución y posteriormente a todas las
leyes.11
Al ser el artículo14 constitucional de 1857 factor de discusiones y modifi-
caciones a diversos ordenamientos jurídicos, en razón de la procedencia de la
gran variedad de negocios judiciales que en ese momento los litigantes pro-
movían, se dio lugar al estudio y origen de las diversas controversias relacio-
nadas con la exacta aplicación de la ley, teniendo como consecuencia varios
amparos en negocios civiles fundados en la violación del artículo 16 consti-
tucional por cuanto a que un juez falla aplicando inexactamente la ley civil,

11
Idem.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 65

lo que infiere una molestia a determinada persona sin causa ni motivo legal,
recurso que casi nunca prosperaba, ya que la Suprema Corte resolvía que los
tribunales locales se habían ajustado estrictamente a la ley y, por tanto, no
existían garantías violadas, por lo que formuló desde ese entonces el princi-
pio de la jurisprudencia, que si no inmutable domina gran número de senten-
cias, el cual contempla violación en el artículo 14 en materia civil, por ilega-
lidad notoria o violación flagrante de la ley en que se ha fundado la acción o
excepción.12
Posteriormente, en variadas ejecutorias se asienta en términos generales la
doctrina de la aplicación del artículo 14 a negocios de carácter civil, en la que
se establecía la exacta aplicación de la ley al hecho controvertido en el liti-
gio, garantía individual claramente consagrada en el artículo 14 constitucio-
nal, y, en consecuencia, los tribunales federales tenían el deber de examinar
si la ley ha sido o no aplicada con la exactitud al caso jurídico ventilado, para
amparar al quejoso, sea cualquiera la naturaleza o carácter del acto reclama-
do, por cuyo motivo procedía el amparo en negocios judiciales del orden
civil por inexacta aplicación de la ley, según decisiones tomadas por la Su-
prema Corte en diversas ejecutorias.
La generalidad de la doctrina antes mencionada es limitada por otras sen-
tencias; según lo resolvió la Suprema Corte, cuando no es notoria la viola-
ción de garantías a los Tribunales federales no corresponde la facultad de
decidir en la vía de amparo las cuestiones de orden meramente civil, cuyo
conocimiento se encontraba reservado exclusivamente a los tribunales ordi-
narios competentes previamente establecidos para el caso, ya que, de otro
modo, se constituirían los primeros en revisores de los segundos, atacando la
independencia y soberanía de los estados, por lo que en otras sentencias se
retoma el extremo de que un tribunal local pueda interpretar la ley fijando
su verdadero sentido y criterio, ameritando el amparo sólo aquellos casos en
donde la arbitrariedad, el error claro y la aplicación inexacta de la ley sean
indudables.
Cabe mencionar que la interpretación en general no cae bajo el concepto
de inexactitud y no es propio del amparo, sino de la declaración de la ver-
dadera y exacta aplicación de la ley, vulnerándose el artículo14 de la Consti-
tución de 1857, cuando falta el procedimiento o la forma de juicio que la ley
tiene establecida como medio indispensable y necesario para que la aplica-
ción de la ley pueda tener lugar en una contienda judicial, de tal suerte que el

12
J. Carpizo, op. cit.
66 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

amparo procede por inexacta aplicación de la ley civil, ya sea la que rige el
procedimiento o bien la que se refiere a la sustancia del asunto.
El artículo 14 constitucional de 1857, como ordenamiento regulador del
principio de legalidad, establece límites en la aplicación de las sanciones en
el campo del derecho penal, protegiendo así los derechos humanos, toda vez
que es en esta rama del derecho en donde se han violado con mayor intensi-
dad los derechos del hombre; de hecho, es una de las mas importantes reivin-
dicaciones del pensamiento ilustrado a partir del cual se comienzan a estruc-
turar los modernos Estados constitucionales, es la nacionalización del poder
penal y la humanización de las penas.
Las primeras corrientes del pensamiento desarrolladas a partir de la se-
gunda mitad del siglo XVIII, en favor de los derechos humanos, estuvieron
enfocadas justamente a racionalizar y limitar el poder punitivo del Estado,
como consecuencia en buena medida a secularizar el estado (destipificación
de los delitos religiosos), y lograr así la separación entre el poder religioso y
el político, logrando así separar al delito del pecado, a fin de distinguir la di-
ferencia entre la pena y la penitencia, teniendo como fin inmediato evitar los
enormes atropellos contra la dignidad humana que se cometían y siguen co-
metiendo mediante el uso represivo del Estado.
Dicho precepto legal, protege no sólo a las personas físicas, sino también
a las personas morales, mexicanas o extranjeras que se encuentren dentro del
territorio nacional y que crean que fue violentado su derecho a la exacta
aplicación de una disposición legal.

EL ARTÍCULO 14 Y LA IRRETROACTIVIDAD DE LA LEY

Se dice que la irretroactividad es la negación de aplicar una norma a hechos


actuales cuando ésta ya tuvo vigor en el pasado y por considerarla no apro-
piada de deroga.
El proyecto de Constitución presentado al Congreso de 1856 por la comi-
sión encargada de formarlo contenía los siguientes artículos:

4o. No se podrá expedir ninguna ley retroactiva, ex post facto, o que altere la
naturaleza de los contratos.
21. Nadie puede ser despojando de sus propiedades o derechos, no proscri-
to, desterrado, sino por sentencia judicial pronunciada según las formas y bajo
las condiciones establecidas en las leyes del país.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 67

26. Nadie puede ser privado de la vida, de la libertad o de la propiedad, sino


en virtud de sentencia dictada por autoridad competente y según las formas
expresamente fijadas en la ley y exactamente aplicadas al caso.

El principio de la irretroactividad de la ley tiende a satisfacer uno de los


fines primordiales del derecho, el cual es la seguridad jurídica. En efecto, el
derecho está orientado a eliminar la arbitrariedad de las relaciones sociales y,
por tanto, se constituye por normas de carácter general, que se aplica a una
infinidad de casos concretos.13
Para nosotros, la retroactividad vista como una figura jurídica no ha cam-
biado a lo largo de la historia, se ven cambios en los casos en los que se prohí-
be su aplicación, pero su finalidad sigue siendo la misma, no perjudicar al
individuo con normas creadas posteriormente al acto cometido, y beneficiar-
lo con normas dotadas de validez en un presente cuya coacción no se ve
dañada por la posterior creación.
Esta garantía está concebida en el primer párrafo del artículo 14 constitu-
cional, en los términos siguientes: “A ninguna ley se dará efecto retroactivo
en perjuicio de persona alguna”.
Al problema de la retroactividad de la ley también se le conoce como
conflicto de la ley en el tiempo, es decir, que se traduce en una cuestión que
pretende determinar la presencia de dos leyes, una antigua, que puede su-
ponerse abrogada o derogada, y otra nueva o vigente, cual de las dos debe
regir a un acto, hecho fenómeno, estado situación, etcétera (en concreto).
La retroactividad consiste, pues, en dar efectos reguladores a una norma
jurídica sobre hechos, actos o situaciones producidas con antelación al mo-
mento en que entra en vigor; es el principio de derecho según el cual las dis-
posiciones contenidas en las normas jurídicas no deben ser aplicadas a los
hechos que se realizaron antes de la entrada en vigor de dichas normas.
El principio de la no retroactividad de las leyes tiene ciertas excepciones
que no lo desnaturalizan, sino que, por el contrario, lo ubican en las ideas
coherentes del derecho y de la justicia, por lo que la retroactividad se en-
contraba enfocada en cuanto a que debería beneficiar a los individuos o a
la causa pública, sin que afectara el derecho ya adquirido de un tercero, lo
que se observaba perjudicial en el sentido que violentaba derechos adquiri-
dos o agravaba la situación de los hechos que se encontraban bajo su domi-

13
Enrique Sánchez Bringas, Derecho constitucional.
68 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

nio, pero para el supuesto de que si la ley aplicada retroactivamente no afecta


derechos o destruye abusos, concede garantías o disminuye penas aunque el
hecho no se retrotrae, esto significa que no causa males, sino, por el contra-
rio, procura beneficios.
La no retroactividad legal que se consignó en el artículo 14 constitucional
de 1857 se estableció como una garantía contra la expedición de leyes que
afectaran al ciudadano, puesto que la prohibición constitucional atañe ex-
clusivamente al Poder Legislativo federal o al local; por tanto, cuando no se
trate de leyes autoaplicativas, cualquier autoridad administrativa o judicial
podría aplicar una disposición legal retroactivamente, ya que la garantía res-
pectiva no se estableció contra su aplicación.
Sobre este particular la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha asen-
tado:

Al establecer el artículo 14 constitucional como garantía del individuo, que a


ninguna ley dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna, no debe en-
tenderse que la prohibición se refiere únicamente al legislador por el acto de
expedir la ley, sino que también comprende a la autoridad que hace la aplica-
ción de ella a un caso determinado, porque así permiten interpretarlo los con-
ceptos mismos de la disposición constitucional que se comenta, ya que al igual
que la primera de esas autoridades puede imprimir retroactividad al ordena-
miento mismo, haciendo que se modifiquen o efectúen derechos adquiridos con
anterioridad, la segunda al aplicarlo lo hace que se produzca el efecto prohi-
bido.14

Actualmente, el artículo 14 constitucional en su segunda parte estable-


ce: “Artículo14. No se podrá expedir ninguna ley retroactiva. Nadie puede
ser juzgado ni sentenciado sino por leyes dadas con anterioridad al hecho y
exactamente aplicadas a él, por el tribunal que previamente haya establecido
la ley”.
En dicho precepto transformado en la Constitución de 1917, estaría el
desenvolvimiento del amparo para producir un alcance mayor que tutelaría
la constitucionalidad y la legalidad de los actos de autoridad.
Por lo que dada la necesidad del ciudadano de buscar una verdadera ga-
rantía en relación a la protección de sus derechos civiles, el artículo14 Cons-
titucional ha sufrido diversas modificaciones, desde el año en que fue creado

14
M. Coronado, op. cit.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 69

por el constituyente de 1857, hasta la actual Constitución Política de los Es-


tados Unidos Mexicanos, mismo que a la letra dice:

Artículo 14. A ninguna ley se dará efecto retroactivo en perjuicio de persona


alguna.
Nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades, po-
sesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previamen-
te establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del procedi-
miento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho.
En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer, por simple ana-
logía, y aún por mayoría de razón pena alguna que no esté decretada por una
ley exactamente aplicable al delito de que se trata.
En los juicios del orden civil, la sentencia definitiva debe ser conforme a la
letra o a la interpretación jurídica de la Ley, y a falta de ésta se fundará en los
principios generales del derecho.15

Resalta de dicho precepto la importancia de las ideas plasmadas por el


Constituyente de 1857, mismas que dieron al ciudadano la facultad de exi-
gir al Estado el reconocimiento de las garantías individuales consagradas en
nuestra Carta Magna, las cuales, al ser reconocidas, automáticamente otor-
gan al individuo la seguridad y protección de la aplicación correcta de la
norma jurídica al caso concreto, sin referirse únicamente a la materia penal,
ya que dicho artículo es de aplicación general, otorgando al sujeto la posibi-
lidad de defensa ante cualquier autoridad que afecte sus intereses jurídicos y
garantías individuales, sin que pueda retrotraerse una ley en perjuicio del
individuo.
El avance jurídico logrado a través de la creación de la Constitución de
1857, dividida por primera vez en una parte dogmática y orgánica, dando así
origen a la división de poderes y reconocimiento de los derechos de los ciu-
dadanos por medio de la creación de las garantías individuales, en la actua-
lidad ha permitido que nuestra Constitución se encuentre a la vanguardia en
la protección de los derechos humanos, protegiendo las necesidades básicas
y fundamentales del ciudadano.
El reconocimiento del Constituyente a las necesidades de libertad e igual-
dad, como exigencia de los ciudadanos, en relación con las diferentes auto-
ridades que conformaban el gobierno mexicano, por medio de sus tres po-
deres, dio pauta a la creación de un ordenamiento jurídico que tutelara la

15
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1857.
70 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

protección de la garantía a la libertad, vulnerable por el entorno político y


social imperante en dicha época, surgiendo así un precepto jurídico que tenía
como fin resguardar y garantizar la exacta aplicación de la ley, no sólo en el
ámbito criminal, sino en todas y cada una de las diferentes ramas del dere-
cho, ante los órganos judiciales encargados de administrar la justicia.
Lo anterior da origen no sólo a un artículo constitucional, sino a un derecho
de acudir a un proceso, conocido como juicio de amparo, el cual se encarga-
ría de resguardar y tutelar los derechos individuales, respecto de cada sujeto
en lo personal, así como de los bienes que integran su patrimonio, conformán-
dose por dicha necesidad, mismo que al igual que el precepto que nos ocupa,
se ha transformado de acuerdo con los requerimientos de los diversos asun-
tos, en los que se ejercen diferentes acciones para la defensa de los derechos
del hombre.
Por otra parte, el artículo 14 de la Constitución de 1857, al establecer la no
expedición de ley retroactiva, permite que el ciudadano tenga la certeza de
que no será sancionado por una norma jurídica no vigente en el momento que
haya realizado determinado ilícito o hecho, por lo que dio origen al actual
texto del precepto en estudio, que en su párrafo primero contempla la irre-
troactividad de la ley, en cuanto a no aplicar en forma retroactiva ley alguna,
que perjudique o afecte a los sujetos, dando así seguridad jurídica al particu-
lar en lo personal y en la protección de su patrimonio.

CONCLUSIONES

Se puede asegurar que gracias al Constituyente de 1857 se logró un avance


efectivo en la protección de los derechos humanos, a través de las garantías
individuales, según se observa de la simple lectura del artículo 1o. constitu-
cional, el cual nos indica que el “pueblo mexicano reconoce que los derechos
del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales, en consecuen-
cia declara que todas las leyes, todas las autoridades del país, deben respetar
y sostener las garantías que otorga la presente constitución”, y enseguida
menciona 29 artículos dentro de esta sección “De los derechos del hombre”,
incluso, posiblemente, es necesario precisar que el artículo con mayor tras-
cendencia es el artículo 39 constitucional en donde se establece que la sobe-
ranía nacional reside esencial y originalmente en el pueblo.
En lo que respecta al artículo 14 constitucional, garantía de protección de
los derechos de los ciudadanos ante un juicio o aplicación de la norma jurídi-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 71

ca, que, como señala Carlos Garza García, posibilita la rectificación de aque-
llos actos autoritarios que hubieren vulnerado el estatus ideal de las cosas o
el deber ser de las relaciones jurídico autoritarias.
La constitución de 1857 establece un equilibrio de poderes y una doble ju-
risdicción, la local y federal, que logran así un gran avance no sólo en la cons-
titución de un Estado mexicano, sino también la posibilidad de respetar los
derechos y las garantías básicas del ser humano.
El juicio de amparo, en relación con el artículo 14 constitucional, es un me-
dio de defensa del ciudadano ante las posibles y francas violaciones cometi-
das en agravio de los particulares, por los Poderes de la Unión; se encarga de
proteger las garantías individuales consagradas en la parte orgánica de la Cons-
titución Política de los Estados Unidos Mexicanos de ese mismo año, y perfec-
cionadas en la Constitución de 1917, protegiendo además las formalidades
esenciales del procedimiento en las diversas materias jurídicas, custodiando
el principio de legalidad y reserva en materia penal, así como el principio de
legalidad en materia civil, garantizando así que una ley sólo sea aplicable si
va de acuerdo con las normas jurídicas aplicadas y reconocidas por nuestra
Constitución, mismas que no vulneren o afecten la esencia de la ley máxima
por excelencia, nuestra Constitución.
Asimismo, nuestra Constitución de 1857, en los artículos 101 y 102, esta-
blecen un control constitucional para la protección de las garantías indivi-
duales, puesto que como lo señala el artículo 101 en su fracción primera, se
habla de controversias relativas a la violación de las garantías individuales,
mientras que en las fracciones II y III se indica que los actos de autoridad fe-
deral no pueden restringir la soberanía de los estados, otorgando así un res-
peto a las decisiones tomadas por las minorías estatales, además de respetar y
defender la unidad de la federación en algunas materias.
Conceptualizándose el juicio de amparo como un proceso constitucional
autónomo, que se inicia por la acción que ejercita cualquier persona, llamada
agraviado o quejoso, ante los Tribunales de la Federación, contra toda ley o
acto de autoridad, también llamado acto reclamado, por considerar que es
violatorio de sus garantías individuales, cuyo objeto es que se declare la in-
constitucionalidad de dicho acto o ley, invalidándose o nulificándose en rela-
ción con el agraviado y restituyéndolo en el goce de sus garantías individua-
les, si es que efectivamente hubieren sido violadas.
Se habla de un juicio de amparo directo cuando el proceso lo conoce el
Tribunal Colegiado de Circuito, que regularmente se tramita en una sola ins-
tancia, por la cual también se le ha llamado uniinstancial, que se promueve
72 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

en contra de sentencias definitivas, laudos o resoluciones que pongan fin al


juicio, dictados por tribunales judiciales, administrativos o de trabajo, res-
pecto de los cuales no procedía ningún recurso ordinario por el cual puedan
ser revocados o modificados, ya sea que la violación se cometa en ellos, o
que, cometida durante el procedimiento, afecte las defensas del quejoso, tras-
cendiendo el resultado del fallo y por violaciones de garantías cometidas en
las propias sentencias, laudos o resoluciones indicadas.
Por el contrario, el amparo indirecto es un proceso constitucional que se
promueve, tramita y resuelve por un Juez de Distrito o Tribunal Unitario de
Circuito, o por el superior jerárquico de un tribunal que haya cometido una
violación en los casos que expresamente la Ley de Amparo lo permite, tam-
bién se le conoce con la denominación de biinstancial, porque puede tramitar-
se en dos instancias en forma regular, toda vez que la sentencia que se dicte
en el juicio admita siempre recurso de revisión, que desde luego se tramita en
segunda instancia. Procede dicho juicio contra leyes federales o locales o del
Distrito Federal, tratados internacionales, reglamentos federales y reglamen-
tos expedidos por el Jefe del Distrito Federal, decretos y acuerdos de obser-
vancia general, contra actos de autoridades administrativas, actos de tribuna-
les judiciales, administrativo o del trabajo, fuera, dentro o después del juicio
en los términos que señale la ley, o contra leyes o actos de la autoridad fede-
ral, de los estados o del Distrito Federal, en el que se exceda de su órbita com-
petencial, e invadan esferas que no les corresponden, con violación a las ga-
rantías individuales de los gobernados.
Se podría apuntar que la exacta aplicación de la ley se obtiene a través del
entendimiento de proteger al ciudadano del entorno político y social que lo
rodeaba; el Constituyente de 1857 logra sopesar las desventuras del ser hu-
mano y ciudadano que habita en la Republica Mexicana de ese entonces,
garantizando la aplicación exacta de la justicia, así como de la norma jurídica
vigente al caso concreto, ampliando esta garantía constitucional no sólo a la
materia penal, sino también a todo lo relacionado con los negocios judicia-
les, logrando así el ciudadano una protección a las garantías y los derechos
inherentes a su ser.
Recordemos que el Constituyente, dadas las necesidades del estado y del
pueblo mexicano, decide crear una constitución encargada de proteger las
garantías mínimas del ciudadano; así, también trata de garantizar que exista
un proceso, conocido como juicio de amparo, capaz de hacer efectivo de ma-
nera judicial frente al estado ese derecho o acto, que resulte de la violación a
las garantías consagradas en dicha constitución, puesto que, como sabemos,
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 73

existían autoridades que aplicaban las normas jurídicas a su capricho, sin


importarles pasar por encima de las necesidades y derechos básicos del go-
bernado, dando así pauta a la creación de un artículo, el 14 constitucional,
garantía constitucional, capaz de proteger esa garantía que tiene cualquier
ser humano de ser juzgado justamente, es decir, que lo sancione y procese un
juez competente, con una ley justa y vigente en el momento de haber cometi-
do un acto, ya sea contra el estado o contra un mismo ciudadano, elevando
dicho ordenamiento constitucional no sólo a la materia penal, sino también
a la civil o administrativa, entre otras, mejor conocidas como negocios judi-
ciales.
Gracias al Constituyente de 1857 tenemos en la actualidad la seguridad de
que en caso de incumplir con una norma jurídica seremos objeto de un jui-
cio justo, el cual será llevado por personas debidamente preparadas, quie-
nes respetarán y acatarán al pie de la letra las normas promulgadas y vigen-
tes, garantizando así un reconocimiento, y, por qué no, un respeto no sólo a
las garantías individuales, sino a los derechos humanos y a la dignidad del
hombre.

BIBLIOGRAFÍA

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TENA RAMÍREZ, Felipe, Derecho constitucional mexicano. 27a. ed. México,
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LA PROTECCIÓN JURÍDICA DE LOS DERECHOS
DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857*

Mariana Morales Guerra

INTRODUCCIÓN

El objetivo de este trabajo es mostrar una breve semblanza del establecimien-


to de los derechos del hombre en la Constitución Política de los Estados Uni-
dos Mexicanos de 1857. La importancia de reflexionar sobre el presente tema
responde a la necesidad de garantizar la eficacia en el cumplimiento de los de-
rechos humanos. Con este trabajo se pretende demostrar que el establecimien-
to del juicio de amparo buscaba básicamente la necesidad de proteger los de-
rechos de los particulares, ante el contexto histórico de la época.
Para lograr lo anterior, primeramente se describirá el contexto político de
la época y se explicará cómo las principales ideologías influyeron en el esta-
blecimiento de los derechos del hombre. Posteriormente, se mencionarán los
antecedentes que influyeron para establecer la mencionada figura jurídica de
protección y defensa de los derechos del hombre.
Para realizar este trabajo acudí a diversos textos producidos en el siglo XIX.
La teoría constitucional dominante en aquella época, los escritos de Francis-
co Zarco, quien llevó a cabo la tarea de documentar el trabajo de los cons-
titucionalistas, así como la extracción de los debates del Constituyente, este
trabajo es la fuente principal para el estudio de la Constitución de 1857.
Desarrollaré, en un primer momento, el contexto bajo el cual los ciudada-
nos mexicanos establecieron el Congreso Constituyente, destacando la impor-
tancia de establecer los derechos del hombre en la Constitución. Posterior-
mente, explicaré la importancia de crear una figura protectora de los derechos

* Mención honorífica en el Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en


la Constitución de 1857”.

[75]
76 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

del hombre, y, finalmente, se expondré unas breves reflexiones a modo de


conclusión.

ORIGEN DE LA CONSTITUCIÓN DE 1857

Durante el siglo XIX nuestro país se caracterizó por vivir un periodo de gran
polarización ideológica y de cierta inestabilidad política y social. Los diputa-
dos del Congreso Constituyente consideraron que la dictadura de Santa Anna
había vulnerado las libertades públicas, erradicando la justicia y la equidad.
De esta manera se justificó y se legitimó la sublevación, la cual permitió la
liberación del pueblo mexicano de las manos del gobierno despótico de San-
ta Anna. Así lo manifestaron los diputados del Congreso Constituyente en el
dictamen del proyecto de constitución: “después de que el pueblo mexicano,
cuya fuerza vital parecía agotada en medio de los combates de la discordia
civil, alzó su voz unánime para reivindicar sus derechos…”1
Teniendo en cuenta la necesidad de establecer la igualdad, la libertad y las
garantías de los derechos individuales y sociales, algunos insurgentes inicia-
ron, en mayo de 1854, la Revolución de Ayutla, un movimiento popular que
impuso el fin de la dictadura de Santa Anna. Respecto de lo anterior, Emilio
Rabasa considera que los hombres llevaron a cabo la Revolución de Ayutla
debido al agobio de la persecución, lastimados por el abuso y humillados por
el ultraje de la dictadura de Santa Anna.2
El 1 de marzo de 1855 se proclamó el Plan de Ayutla, mismo que legitimó
la creación de la Constitución de 1857. El objetivo de este Plan fue la crea-
ción de instituciones que permitieran el avance de la vida democrática del
país. Por ello, se desconoce a Santa Anna como gobernante del país, así como
a todas aquellas autoridades que representaran su gobierno. Asimismo, se
promovió la creación de un estatuto provisional, el cual regiría en el país en
tanto se definiera la organización de un gobierno legítimo que lo representara
mientras se formalizaba la labor de un Congreso Constituyente.
El gobierno provisional también emitió diversas leyes para abolir el fuero
eclesiástico y militar en materia civil. Se emitió un decreto provisional, en el

1
“Dictamen del proyecto de Constitución. 16 de junio de 1856”, en Felipe Tena Ramírez,
Leyes fundamentales de México 1808-1987.
2
Cfr. Emilio Rabasa, La constitución y la dictadura.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 77

cual se declaró la desamortización de todas las fincas pertenecientes a todas


las comunidades o corporaciones civiles y religiosas.3
En este contexto político y social, el 17 de octubre del mismo año se emi-
tió la convocatoria para la elección de diputados al Congreso Constituyente,
conforme al artículo al artículo 5o. del Plan de Ayutla, que dice:

A los quince días de haber entrado en sus funciones el Presidente interino, con-
vocará el Congreso Extraordinario, conforme a las bases de la ley que fue ex-
pedida con igual objeto en el año de 1841, el cual se ocupe exclusivamente de
constituir a la Nación bajo la forma de República representativa y popular, y
de revisar los actos del Ejecutivo provisional de que se habla el artículo 2o.4

Llevadas a cabo las elecciones, los trabajos del Congreso Constituyente


fueron inaugurados por el Presidente Ignacio Comonfort, el 18 de febrero de
1856.

EL CONSTITUYENTE

El contexto ideológico en el cual se desarrolló el Congreso Constituyente de


1856-1857 tuvo por característica una constante pugna ideológica entre libe-
rales y conservadores. Para llegar al establecimiento de dicha Constitución
fue necesario lidiar con los diversos intereses políticos. Dicha tarea no fue
fácil, tomando en cuenta que cada partido, pretendía imponer su ideología en
los lineamientos de la estructura jurídico-política del país. Las instituciones
que se establecerían en este Constituyente tendrían que adecuarse a la reali-
dad social del país para lograr la estabilidad política del naciente Estado
mexicano. Sólo de esta manera se tendría éxito en la búsqueda del estableci-
miento del gobierno democrático que se pretendía con la Revolución y el
Plan de Ayutla.
El pensamiento de los constitucionalistas se convirtió en el fundamento de
las instituciones establecidas en la Constitución. Este pensamiento estaba
influido por los principios ideológicos que predominaron en el siglo XIX, en
específico el pensamiento liberal francés e inglés. El reflejo de este pensa-

3
Ramón Rodríguez, Derecho constitucional, p. 283.
4
Manuel Dublan y José María Lozano, Legislación mexicana o colección de las disposi-
ciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República, t. VII, http://biblioweb.
dgsca.unam.mx/dublanylozano/
78 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

miento se encuentra plasmado en los debates que se dieron al interior del Con-
greso Constituyente, documento realizado por Francisco Zarco. Entre los
principales participantes se puede mencionar a Ponciano Arriaga, José María
Mata, Melchor Ocampo, León Guzmán, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco,
Santos Degollado, Isidoro Olvera, José María Castillo Velasco, Mariano Ariz-
correta, Valentín Gómez Farías y Guillermo Prieto, entre otros, todos ellos ilus-
tres participantes de la vida política de México en el siglo XIX.5

Aquella revolución era verdaderamente el movimiento del pueblo que recla-


maba sus derechos y pedía garantías para sus intereses. No era un puñado de
ambiciosos aforados que se disputaban el derecho de esquilmar a los pueblos
para vivir en el derroche y la ostentación y atesorar sumas inmensas; eran Juárez,
Ocampo, Degollado, Miguel Lerdo de Tejada, que viviendo en la escasez o en
la pobreza, tomaban la palabra o la espada en defensa de las libertades públi-
cas y de los derechos individuales [...] probaron al mundo su desinterés, el
patriotismo y la lealtad con que abrazaron la causa del pueblo contra las clases
privilegiadas.6

El espíritu de la Constitución le dio gran importancia a la libertad indivi-


dual, la democracia, la independencia de los poderes, el reconocimiento de
los derechos fundamentales y las libertades esenciales del hombre. Todo esto
retomando los principios de la ilustración.7

LOS DERECHOS DEL HOMBRE


EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857

El Constituyente de 1856 consideró que su principal obligación era el esta-


blecimiento de los derechos fundamentales en la Carta Magna. Esta idea se
debe a que estaban fuertemente influenciados por la ideología de países como
Francia y Estados Unidos, que ya habían reconocido estos preceptos a nivel
constitucional.
Para la elaboración del catálogo de derechos se tomaron en cuenta los prin-
cipios retomados en otros países, considerados más adelantados en la materia.
Por ello, el capítulo de los derechos del hombre se basó en la Declaración fran-

5
Cfr. Francisco Zarco, Actas del Congreso Extraordinario Constituyente (1856-1857).
6
R. Rodríguez, op. cit.
7
Cfr. Moisés González Navarro, Vallarta en la Reforma.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 79

cesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, el Bill of Rights de Esta-
dos Unidos y además retomó algunos preceptos que se habían manifestado
en la Constitución de Cádiz y en la Constitución mexicana de 1824.
En el siglo XIX los teóricos constitucionalistas adoptaron la postura del de-
recho natural, considerando que los derechos del hombre no nacen de la ley,
sino que los hombres nacen con ellos. Los derechos del hombre tienen la carac-
terística de que existen por sí mismos, por lo cual se requería de su defensa y
eficaz protección de manera legal y justa, oponiéndose a toda arbitrariedad.
Para el Constituyente fue importante establecer los derechos del hombre en
el texto constitucional, pero era necesario establecer estos derechos en la ley
del hombre para poder garantizarlos. Los derechos del hombre se considera-
ron derechos de naturaleza esencialmente social, así como el fundamento y
objeto de las instituciones sociales. El constitucionalista Eduardo Ruiz expli-
ca que “los derechos del hombre son la base y objeto de la sociedad; la base,
porque la sociedad se compone de hombres, cada uno de ellos con derechos
individuales que deben respetarse; el objeto, porque a la sociedad toca hacer
efectivo el uso de esos derechos”.8 A partir de esto se entendía que había un
compromiso por garantizar estos principios por las leyes, y por parte de todas
las autoridades del país en protegerlas, satisficiendo de esta manera las exi-
gencias políticas y sociales de la nación.
Los constitucionalistas del siglo XIX consideraron que los derechos del
hombre deberían estar integrados en forma de catálogo en el texto de la Cons-
titución. La pretensión principal radicaba en la dificultad de modificación de la
Constitución, excluía la posibilidad de una derogación a capricho de un sec-
tor en el poder o del uso indiscriminado del mismo. De esta forma, por un lado
se limita la acción de las autoridades, y por otro se a previene el abuso del
poder. En la Constitución de 1857 se integraron máximas como el principio
de igualdad ante la ley, el de seguridad personal, el derecho de propiedad, la
seguridad jurídica, la libertad religiosa y el juicio por jurados.
En la primera parte de la Constitución, en el título I, en la sección I, se creó
un capítulo llamado “De los derechos del hombre”.9 En este título se estable-
ció un catálogo de derechos en los primeros 29 artículos del texto constitu-
cional. Lo que se estableció en estos 29 artículos son principios generales, en
los que se definían las facultades de los gobernantes, determinando formali-
dades y reglas a las cuales éstos se debían sujetar.

8
Explicación que ofrece Eduardo Ruiz al artículo 1o. de la Constitución de 1857. Cfr.
Eduardo Ruiz, Derecho constitucional.
9
Cfr. texto de la Constitución, en F. Tena Ramírez, op. cit.
80 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Ramón Rodríguez Afirma que:

Estas condiciones que el pueblo impone a los individuos en quienes deposita el


ejercicio del poder social, estas limitaciones en sus facultades, estas restriccio-
nes en el uso de ellas, son las que real y verdaderamente reciben el nombre de
garantías. Porque ellas son las que aseguran que los delegados del pueblo ejer-
cerán solamente las facultades que éste les concede, y las ejercerán en el modo
y términos como se les hace la concesión.10

Por ello, esta catalogación fue criticada por los teóricos del siglo XIX. Se
argumentaba que era imposible enumerar todos los derechos fundamentales,
y, de la forma en que los había enumerado el Constituyente, quedaban exclui-
dos del catálogo diversos derechos individuales. Dentro de las observaciones
generales, el autor ya mencionado explica que:

[...] estos derechos son innumerables e infinitos, porque son las facultades que
la naturaleza ha concedido al hombre para realizar todos los deseos que le ins-
pira y satisfacer todas las necesidades que le impone como condiciones nece-
sarias de su existencia, de su bienestar y de su perfeccionamiento, y estos dere-
chos y necesidades son innumerables e infinitos.11

La principal crítica en el siglo XIX fue el término utilizado de los dere-


chos del hombre, sustituido más tarde en la Constitución de 1917 por el de
“Garantías individuales”. El catálogo presentado en la Constitución son me-
ras condiciones por las cuales las autoridades deben ejercer las facultades
para limitar el ejercicio de los derechos y no todos los derechos del hombre
existentes.12

EL ESTABLECIMIENTO DEL AMPARO COMO


PROTECTOR DE DERECHOS

El establecimiento y reconocimiento de los derechos del hombre en el texto


constitucional no era suficiente para su fiel cumplimiento. Existía la preocu-
pación de poder garantizar la inviolabilidad de los derechos consagrados en

10
R. Rodríguez, op. cit., p. 410.
11
Ibid., p. 291.
12
Ibid., p. 412.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 81

la Constitución de forma eficaz. De esta manera, se pensó en la necesidad de


establecer un medio de protección para poder garantizarlos.
Para el establecimiento del juicio de amparo en la Constitución de 1857 se
retomaron algunas figuras establecidas anteriormente. Es de importancia se-
ñalar que dentro de estas figuras se pueden mencionar algunas establecidas
en otros países, como el habeas corpus. Para efectos de este documento sólo
mencionaré los antecedentes nacionales.

LA OBRA DE CRESENCIO REJÓN

Este constituyente retomó la figura jurídica planteada por Cresencio Rejón


en la Constitución de Yucatán de 1840. Esta figura jurídica tenía por objeto la
protección de los derechos de los particulares. La función consistía en inves-
tir al Poder Judicial de facultades para oponerse a las leyes que fueran con-
trarias a la Constitución y a los actos del Ejecutivo, siempre y cuando atenta-
ran a los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. De esta forma se
llevaba a cabo la tarea de proteger la inviolabilidad de estos derechos, des-
cartando cualquier otra figura parecida al Supremo Poder Conservador, esta-
blecido por la Constitución Centralista de 1836. Este órgano ejercía un poder
político y establecía límites a las autoridades a fin de que prevalecieran los
principios constitucionales. Además, este cuerpo tenía la facultad de anular
las leyes, siempre y cuando fueran contrarias a la Constitución.13
La figura protectora de los derechos individuales quedó establecida en la
Constitución de Yucatán con el texto siguiente:

Artículo 8. Los jueces de primera instancia ampararán en el goce de los dere-


chos garantidos por el artículo anterior, a los que les pidan su protección contra
cualesquiera funcionarios que no correspondan al orden judicial decidiendo
breve y sumariamente las cuestiones que se susciten sobre los asuntos indi-
cados.
Artículo 62. Corresponde a este tribunal reunido:
1. Amparar en el goce de sus derechos a los que le pidan su protección,
contra las leyes y decretos de la Legislatura que sean contrarios al texto literal
de la Constitución, o contra las providencias del Gobernador, cuando en ellas

13
José María Lozano, Tratado de los derechos del hombre. Estudio del derecho constitu-
cional patrio en lo relativo a los derechos del hombre, p. 419.
82 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

se hubiese infringido el Código Fundamental en los términos expresados, limi-


tándose en ambos casos a reparar el agravio en la parte en que la Constitución
hubiese sido violada.14

En el artículo 8o., Crescencio Rejón plasma la protección de amparo en


contra de las garantías establecidas en el artículo 7o. de la misma Constitu-
ción, ante los tribunales de primera instancia, mientras que el artículo 62 se
refiere al juicio de amparo ante la Suprema Corte como control de cons-
titucionalidad.
En cuanto a sus efectos, C. Rejón adoptó la postura de que sólo se aplica-
rían al interés particular, sin derogar la ley y sólo disminuyendo así su fuerza
moral.
Sus sentencias (del Poder Judicial) pues como dice muy bien Toqueville,
no tendrán por objeto más que el descargar el golpe sobre un interés perso-
nal, y la ley sólo se encontrará ofendida por casualidad. De todos modos la
ley así censurada, no quedará destruida: se destruirá sí su fuerza moral, pero
no se suspenderá su efecto material. Sólo parecerá por fin poco a poco y con
los golpes redoblados de la jurisprudencia, siendo además fácil de compren-
der, que encargando el interés particular promover la censura de las leyes, se
enlazará el proceso hecho a éstas con el que siga a un hombre, y habrá por
consiguiente, seguridad de que la legislación no sufrirá el más leve detrimen-
to, cuando no se le deja expuesta por este sistema a las agresiones diarias de
los partidos...15

MARIANO OTERO Y EL ACTA DE REFORMAS DE 1847

En 1847, en el Acta de Reforma, Mariano Otero establece a nivel federal la


figura del amparo, la cual tendría por finalidad velar por los derechos de los
particulares. Mariano Otero consideró necesario el establecimiento de esta
figura debido a la situación política que regía en el país durante el periodo
santanista, en el cual no eran respetados los derechos mínimos de los indivi-
duos, utilizando la ley como una forma de represión política.

14
Constitución Yucateca de 1840, en Yucatán a través de sus constituciones.
15
Explicación de Crescencio Rejón emitida en el Proyecto de Constitución presentado a
la legislatura de Yucatán por su comunión de reformas para la administración interior del
estado, en Historia del amparo en México, p. 106.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 83

En el voto particular que emitió Mariano Otero el 5 de abril de 1847, de-


clara que:

En las más de las Constituciones conocidas, no sólo se fijan los principios re-
lativos a la organización de los poderes públicos, sino que se establecen las
bases de las garantías individuales, probablemente porque la condición social
de los asociados es objeto primordial de las instituciones, y uno de los carac-
teres más señalados de la verdadera naturaleza de los gobiernos: y sin embar-
go de que estas garantías, en la realidad de las cosas, dependen de las disposi-
ciones particulares de los Estados, nuestra Constitución federal declaró que la
nación estaba obligada a proteger por las leyes sabias y justas los derechos del
ciudadano…
Por consiguiente, entiendo que la constitución actual debe establecer las
garantías individuales y sobre bases de tal manera estables, que ninguno de
los hombres que habiten en cualquier parte del territorio de la República, sin
distinción de nacionales y extranjeros, tengan que extrañar sobre este punto
las mejores leyes de la Tierra.16

Con estos párrafos se puede comprender la preocupación de Mariano Ote-


ro por crear un mecanismo para garantizar la inviolabilidad de los derechos
del hombre. La importancia de crear este mecanismo se basó en la idea de
que los derechos que son base de las instituciones no deben quedar ante el
arbitrio de los gobiernos despóticos.
En este sentido, estos preceptos quedaron establecidos en el siguiente texto:

Artículo 25. Los tribunales de la Federación ampararán a cualquier habitante


de la República en el ejercicio y conservación de los derechos que le conceda
esta Constitución y las leyes constitucionales, contra todo ataque de los Pode-
res Legislativo y Ejecutivo, ya de la federación, ya de los estados; limitándose
dichos tribunales a impartir su protección en el caso particular sobre el que
verse el proceso, sin hacer ninguna declaración general respecto de la ley o del
acto que la motivare.17

Otero consideró que en caso de que fueran atacados los derechos de los
particulares por los poderes de los estados, sólo el Poder Judicial fungiría
como el protector de los derechos establecidos en la Constitución, así como

16
“Voto particular de Mariano Otero”, en F. Tena Ramírez, op. cit., pp. 451 y 452.
17
“Acta constitutiva y de Reformas, sancionada por el Congreso Extraordinario Constitu-
yente de los Estados Unidos Mexicanos el 18 de mayo de 1847”, en ibid., p. 475.
84 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

establecer limitaciones al poder. Esta figura, a diferencia de la creada por Cre-


sencio Rejón, incluye, en cuanto a su procedimiento, la protección de los de-
rechos, sólo al caso particular en que se haya pedido la protección, sin hacer
declaración respecto de la ley o el acto que motivare la petición de amparo,
conocido como la “Cláusula Otero”.

EL AMPARO EN EL CONSTITUYENTE DE 1857

El Congreso Constituyente de 1857, al tener presente la problemática políti-


ca y social a la que se ha referido anteriormente, consideró de vital importan-
cia establecer una figura que garantizara los derechos fundamentales. De esta
forma se tendrían las herramientas jurídicas necesarias para erradicar las
múltiples arbitrariedades en contra de los derechos del pueblo mexicano.
Es así que en el artículo 101 constitucional se establece la figura del ampa-
ro, la cual se estableció con el texto siguiente:18

Artículo 101. Los tribunales de la federación resolverán toda controversia que


se suscite:
I. por leyes o actos de cualquier autoridad que violen las garantías indivi-
duales.
II. por leyes o actos de la autoridad federal que vulneren o restrinjan la
soberanía de los estados.
III. por leyes o por actos de las autoridades de éstos, que invadan la esfera
de la autoridad federal.

La figura protectora de los derechos de los particulares quedaba estableci-


da en la primera fracción de este artículo, amparando a los particulares de los
actos de las autoridades y de las leyes que atentaran contra los derechos del
particular.
En los debates del Constituyente se planteó la operación de esta figura jun-
to con un jurado popular como garante de las libertades públicas.19 Este jura-
do se compondría por vecinos del distrito en donde se llevara el proceso. Al-
gunos de los congresistas se opusieron fervientemente al jurado popular, por
ser una idea impracticable, considerando que no se ajustaba a la realidad del

18
El texto de la Constitución Política se en encuentra reproducido en ibid.
19
Cfr. “Debate del 18 de agosto de 1856. Intervenciones del diputado Langlois”, en F.
Zarco, op. cit.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 85

país. Se argumentó que el pueblo mexicano no tendría la capacidad intelec-


tual para poder decidir sobre estos asuntos, entre ellos los diputados Díaz
González e Ignacio Vallarta.
Esta figura se planteó en el último párrafo del artículo 100 del proyecto de
Constitución: “En todos los casos los tribunales de la federación procederán
con la garantía de un jurado compuesto de vecinos del distrito respectivo, cu-
yo jurado calificará el hecho de manera que disponga la Ley Orgánica”.20
Ignacio Vallarta se opuso firmemente a la propuesta del jurado, considera-
ba inconcebible llevar a cabo una figura de este tipo, debido a que el pueblo
mexicano era cívica y políticamente inmaduro. A diferencia de otros diputa-
dos, consideró que el jurado no era representante de la conciencia nacional.
Por el contrario, rompía con todo principio democrático que impulsaba la re-
presentación popular; además, cuestionó la justicia que podría llevar un jura-
do, poniendo de ejemplo las matanzas que legitimó el jurado francés.21
Por otro lado se consideró que el jurado era una institución idónea para sub-
sanar los errores de aplicación de la ley. Además se consideró como un repre-
sentante de “la opinión pública y de la conciencia nacional. 22
De acuerdo con el texto de Francisco Zarco, el texto del jurado popular se
aprobó en la votación con 56 votos en favor en contra de 27.23
Finalmente, en el texto definitivo de la Constitución desaparece el párrafo
aprobado referente al jurado popular. Esta desaparición se atribuye a un error
de León Guzmán, quien estaba a cargo de la Comisión de estilo. José María
Mata declaró en las sesiones de discusión para la realización de la Ley de Am-
paro que era imposible que el diputado Guzmán, quien había redactado la mi-
nuta de Constitución, cometiera un error de tal magnitud hasta el punto de de-
saparecer un párrafo completo del texto aprobado y una figura que él mismo
había defendido.

Debemos a la inteligencia y a la laboriosidad del C. Zarco una historia del Con-


greso constituyendo, cuya fidelidad está reconocida; y en esta historia no hay
una sola palabra que exprese, no ya la intención del congreso, pero ni siquiera

20
F. Zarco, “Sesión del 28 de octubre de 1856”, y Ricardo José Zevada, El pensamiento
político de Ponciano Arriaga, t. I, p. 58.
21
Cfr. M. González Navarro, op. cit., pp. 118-120.
22
Esta postura fue adoptada por Mata, constituyente que participó en la elaboración de la
Ley Reglamentaria de los Artículos 101 y 102 de 1869. Cfr. José Barragán Barragán, Proceso
de discusión de la Ley de Amparo..
23
Cfr. “Sesiones del 28, 29 y 30 de octubre de 1856”, en F. Zarco, op. cit.
86 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

de algunos diputados, de suprimir el artículo en cuestión. En las actas de las se-


siones aparece que el Congreso, por una notable mayoría, aprobó el artículo; y
si hubiera sido su voluntad suprimirlo, se habría hecho según los procedimien-
tos y las fórmulas establecidas por el reglamento; y tan lejos estuvo el Congre-
so de tener esa idea, que habiendo rechazado la institución del jurado para
todos los juicios criminales, que le propusimos como parte de los derechos de
del hombre, la admitió únicamente para los casos a que se refiere el artículo
101 de la constitución.24

En 1879, Ignacio L. Vallarta realizó esta acusación de manera pública en un


artículo publicado en el periódico La libertad.25 La supresión de este párrafo
fue considerado como un acto valiente para el debido funcionamiento del
juicio de amparo. Sin cuestionar si fue o no correcta la forma en cómo se dio
la supresión del párrafo que contenía el Jurado Popular, denominándolo así
como el “Fraude legislativo”.26
En cuanto a las resoluciones, el artículo referente al amparo retomaba el
principio de Mariano Otero, aplicación sólo a los casos particulares que pi-
dieran protección, manteniendo así el equilibrio de poderes. Por lo tanto, se
dejaría de aplicar la ley en el caso concreto, sin derogarla, pero manteniendo,
en primer término, los principios de la Constitución.

CONCLUSIONES

El Congreso Constituyente tuvo por finalidad establecer instituciones demo-


cráticas que le dieran estabilidad política y social al país, tal y como se había
planteado con el Plan de Ayutla. En este sentido, se establecieron principios
de suma importancia, como los derechos del hombre; es así como se da un
paso importante en la vida democrática del país.
Los constituyentes, bajo la influencia de las instituciones de Francia y Es-
tados Unidos, retomaron la importancia teórica de reconocer y proteger los
24
“Intervención de Mata en las sesiones de discusión de la ley de amparo de 1869”, en J.
Barragán Barragán, op. cit.
25
Dicho artículo se tituló “Una discusión”, fue respondido por León Guzmán en la misma
publicación el 28 de marzo de 1879 en un artículo llamado “La verdad desnuda”, cfr. Manuel
González Oropeza, León Guzmán, pp.73-84.
26
El jurista Eduardo Pallares le dio este calificativo. Cfr. José de Jesús Gudiño Pelayo, La
fórmula Otero en el proyecto de la nueva Ley de Amparo, http://www.scjn.gob.mx/Ministros/
jjgp/publicaciones/articulos/formula_otero.pdf.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 87

derechos naturales. Sin embargo, ante la experiencia de un gobierno despótico


se consideró implantar medios de protección de los derechos del hombre, para
evitar las arbitrariedades que se cometieron durante ese periodo histórico.
De esta forma, los diputados del Congreso Constituyente retomaron figu-
ras jurídicas que se habían creado con la idea de proteger los derechos de los
particulares, estableciendo así el juicio de amparo en los artículos 101 y 102
constitucionales.

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ZEVADA, Ricardo José, El pensamiento político de Ponciano Arriaga. Méxi-
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LA CONTRIBUCIÓN CONSTITUCIONAL
DE LA GENERACIÓN LIBERAL DE 1857*

Jesús Víctor Cruz Cruz

INTRODUCCIÓN

Constituir jurídica y políticamente una nación, un país; reconocer los facto-


res reales de poder, establecer y sustentar las bases de la estructura orgánica
del Estado, pero, sobre todo, brindarle garantía para su eficacia a los dere-
chos y las libertades fundamentales de quienes integran el pueblo, es el sen-
tido fundamental para crear una constitución política.
La historia del constitucionalismo mexicano ha sido la lucha por el deve-
nir histórico de un destino que le permita contar con las instituciones que
desarrollen las capacidades inherentes de la persona humana.
La historia de las luchas del pueblo de México por darse un mejor destino
ha configurado un conjunto de documentos de naturaleza constitucional que
le dan identidad y referencia a las aspiraciones más elevadas por construir un
país en donde la convivencia social sea armónica y civilizada.
En ese conjunto de documentos constitucionales no podemos dejar de refe-
rir que ya desde el padre de la patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, hubo una
recepción de los enciclopedistas franceses; el iluminismo europeo tuvo una in-
mejorable cuna en aquellas mentes que crearon conciencia para la transfor-
mación y se plantearon la necesidad de la independencia política de lo que
entonces se conocía como el Reino de la Nueva España.
Fruto de las ideas del iluminismo francés fue la revolución de Independen-
cia de 1810 y que tuvo su expresión jurídica y política en el así conocido
Bando de Hidalgo, que abolía la esclavitud en América.

* Mención honorífica en el Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en


la Constitución de 1857”.

[89]
90 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Como consecuencia del movimiento independentista, uno de los primeros


textos de enorme trascendencia para las ideas libertarias en nuestras latitudes
son los 23 puntos dados por Morelos para la Constitución, mejor conocidos
como los Sentimientos de la Nación; sin embargo, una sistematización de
esos principios fundamentales se vertieron en el Decreto Constitucional para
la Libertad de la América Mexicana, sancionado en Apatzingán el 22 de oc-
tubre de 1814; en dicho documento no hay un título ni capítulo referido ex-
plícitamente a los derechos del hombre.
De igual manera, podemos referir que la Constitución de Cádiz no tiene un
apartado expreso y directo a los derechos y las libertades fundamentales;
aunque su vigencia en la Nueva España fue breve y accidentada, llama la
atención que dicho texto constitucional europeo no tenga una referencia so-
bre los derechos del hombre.
Cuestión similar ocurrió con la Constitución de 1824, la cual contenía las
reglas orgánicas para la configuración del Estado, pero en sus 171 artículos
no hay una referencia explícita y directa a las garantías y los derechos del
hombre.
En efecto, la Constitución política de 1857 fue el primer texto político que
estableció, de forma específica en la sección I del título I, un apartado deno-
minado “De los derechos del hombre”, consideramos que esta definición
política le brindó un nuevo paradigma al constitucionalismo mexicano, que
determinaba la inclusión de la expresión de la dignidad humana y las liber-
tades fundamentales en el máximo texto político de la nación.
Los grandes pensadores del iluminismo francés, como Rousseau, Mon-
tesquieu, Voltaire y Diderot, y las ideas libertarias de la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 tuvieron una importante re-
cepción en el texto constitucional de 1857.
En el presente texto haremos una ponderación razonada de cómo la Cons-
titución de 1857 significó un verdadero parte aguas para la realización de las
ideas más avanzadas en favor de los derechos de la persona humana, dere-
chos en el orden de la igualdad, de las libertades y de los derechos vinculados
a la seguridad jurídica y la legalidad; por ello, pensamos que el texto de 1857
deviene del pensamiento más elevado del liberalismo del siglo XIX.
Pensadores de la talla intelectual de Melchor Ocampo, Francisco Zarco,
Ignacio Ramírez “El Nigromante”, León Guzmán, Ponciano Arriaga, José Ma-
ría del Castillo Velasco, Ignacio L. Vallarta, Santos Degollado y Guillermo
Prieto, entre otros ilustres legisladores, presididos todos por Valentín Gómez
Farías, dieron traducción al contexto nacional de los principios del liberalis-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 91

mo y del iluminismo europeo; finalmente, después de intensos debates con el


ala conservadora del Congreso aprobaron el texto constitucional el 5 de fe-
brero de 1857.
Vale decir que la Constitución de 1857 también significó una reafirmación
del México independiente ante cualquier metrópoli del mundo; también de-
terminó las bases políticas fundamentales para brindarle cohesión a la joven
nación mexicana y estableció los elementos esenciales para dotar de cohe-
sión al país en tiempos en los que los imperios no dejaban de intentar avasa-
llar a las naciones que, como la mexicana, desde siempre han buscado jugar
un papel decorosamente republicano.
Finalmente, al ocurrir el golpe de Estado de los conservadores, la Consti-
tución Política de 1857 tuvo un decidido apoyo del Benemérito de las Amé-
ricas, don Benito Juárez, quien, como Presidente de la Suprema Corte, tam-
bién era vicepresidente de la República, defendió decididamente la vigencia
de la Norma Suprema recientemente jurada y asumió la Presidencia de la Re-
pública con la legitimidad que brinda el acatamiento de la ley, el actuar de
conformidad con las convicciones de un liberal y comprender los sentimien-
tos del pueblo siendo sensible en sus más elevadas aspiraciones para la difí-
cil construcción de una República democrática en México
Sea pues, el presente trabajo, un acercamiento a la significación histórica,
política y jurídica de la Constitución de 1857, y sea también un modesto ho-
menaje a la talentosa y honesta generación de liberales del siglo XIX, com-
prometidos con las mejores causas de nuestro México, fundamentalmente
construir instituciones republicanas que representaran los sentimientos de la
nación en su devenir hacia nuevos y elevados estadios, en donde los derechos
del hombre, es decir, de la persona humana, signifiquen el sentido y el por-
qué de los quehaceres de los poderes públicos del Estado.

I. LA CONSTITUCIÓN DE 1857, TESTIMONIO


DE LA RECEPCIÓN DEL ILUMINISMO FRANCÉS
EN MÉXICO

El insigne jurista don Mario de la Cueva, en su obra La idea del Estado, re-
fiere:

La idea del Estado contemporáneo se forjó en el siglo de las luces como una
nueva obra de arte, consecuencia de una secuela maravillosa que salió de la
92 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

fuerza de la diosa razón, cuyo más genial representante en la Tierra fue tal vez
Voltaire, y de la idea del derecho natural, para llegar al romanticismo democrá-
tico de Juan Jacobo Rousseau, ese ginebrino ilustre que supo unir las dimensio-
nes formal y material o sustancial y legarnos la más bella utopía democrática
de todos los tiempos. Fue el resultado de una actitud nueva del hombre frente a
sí mismo y a la vida social: si los dos siglos últimos de la Edad Media produ-
jeron la quiebra de las potencias universales, la iglesia y el imperio, y a través
de ella la independencia de los pueblos, el siglo de las luces causó la quiebra del
absolutismo de los reyes y de la nobleza y la Declaración de los Derechos Na-
turales del Hombre y del Ciudadano, una declaración equivalente a la idea del
gobierno del pueblo, formado por hombres iguales, para la libertad de todos
los seres humanos, o expresado con otras palabras: la democracia de los ciuda-
danos devino la base sobre la que se elevarían los derechos del hombre: la
igualdad y la libertad.1

Más adelante, don Mario de la Cueva refiere con lúcida nitidez:

El siglo de las luces y la filosofía de la Ilustración que se desenvolvió en él, son


historia de Francia que se universalizó. No queremos decir que el pensamiento
se hubiese detenido en los restantes pueblos de la cristiandad, sino únicamente
que la potencia de las ideas, la estatura de los pensadores, la grandiosidad de
l’Encyclopedie, que resumió todo el saber de su tiempo, la influencia de estos
valores espirituales que determinaron la esencia de la Revolución, y la reper-
cusión de ésta sobre la vida política de Europa y de la América latina, destacan
ventajosamente sobre las doctrinas de otros países. Los gobiernos, los ejérci-
tos, los filósofos, los juristas, los escritores políticos y todos los que se preocu-
paban por el presente y por el destino de las naciones y de los hombres, tuvie-
ron que tomar partido a favor o en contra de una revolución que cerró la edad
moderna e inició la contemporánea.2

Por su parte, George Jellinek nos describe muy claramente las raíces lu-
mínicas europeas y americanas de lo que nosotros consideramos los antece-
dentes filosóficos, jurídicos y políticos de la Constitución de 1857:

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Constitu-


yente francesa del 26 de agosto de 1789 es uno de los acontecimientos más im-
portantes de la revolución francesa… le han celebrado como una revelación de

1
Mario de la Cueva, La idea del Estado, p. 85.
2
Ibid., p. 87.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 93

alcance histórico universal, como el catecismo de los ‘Principios de 1789’, que


constituyen el fundamento eterno del orden político, como el presente más pre-
cioso hecho por Francia a la humanidad. [...] El 15 de mayo de 1771, el Con-
greso de Filadelfia, que representaba las colonias resueltas a separarse de la
madre paria, las invitaba a darse una Constitución. De los trece Estados que en
el origen formaban la Unión, once habían seguido la invitación antes de la Re-
volución francesa. Los otros dos conservaron las Cartas coloniales que la Coro-
na inglesa les había otorgado, limitándose a darles el carácter de constituciones;
de este modo tuvo Connecticut la Carta de 1662, y Rhode Island la de 1663; de
hecho éstas son las más antiguas Constituciones escritas, en el sentido moder-
no de la palabra. De los otros Estados, el de Virginia fue el primero que en la
Convención reunida en Williamsburg desde el 6 de mayo hasta el 29 de junio
de 1776 adoptó una Constitución, la cual llevaba, a manera de preámbulo, un
solemne Bill of Rights, acordado el 12 de junio por la Convención su autor fue
Jorge Madison. Madison ejerció un considerable influjo en su redacción defi-
nitiva. Esta Declaración de Virginia fue un verdadero modelo para todas las
demás, hasta para la del Congreso de los Estados Unidos, que fue adoptada
sólo tres semanas después, siendo de notar que la redactara Jefferson, ciudada-
no de Virginia.3

Por su parte, José Ovalle Favela nos aporta una reflexión acerca de la co-
nexión entre la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y
su impacto en el mundo de las ideas políticas:

La segunda fase de esta evolución se produce precisamente cuando los dere-


chos a la vida, a la libertad y a la igualdad son reconocidos por las declaracio-
nes de derechos de Inglaterra, de 1689, y de los Estados que se formaron de las
colonias inglesas en América, de 1776 a 1784, así como por la Declaración
francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789. Es la fase que
Gregorio Peces-Barba denomina de positivación de los derechos humanos. En
tanto que las declaraciones británica y norteamericana no enfatizaron dema-
siado en los derechos, sino que se ocuparon más de los medios para hacerlos
efectivos, la declaración francesa fue mucho más amplia, clara y precisa en el
reconocimiento de los derechos humanos y se convirtió en un modelo para la
gran mayoría de las Constituciones occidentales, entre ellas, las mexicana de
1857 y 1917.4

3
George Jellinek, La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, p. 81.
4
José Ovalle Favela, Garantías constitucionales y proceso, p. XIII.
94 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Por otro lado, Christine Faure refiere:

Lo que sorprende, cuando consideramos la declaración de los derechos del hom-


bre de 1789, es la contradicción que hay entre el éxito histórico del texto y las
difíciles condiciones de su producción, su carácter inacabado. Cuando el 20 de
agosto de 1789 los diputados, apremiados por los desórdenes que agitaban al
país, se abocaron a la tarea de redactar la declaración, primera parte de la obra
constitucional, habían decidido actuar de prisa para responder a las expectati-
vas de la opinión, pero también para desactivar la tensión creciente entre los
miembros de la Asamblea, que no lograban ponerse de acuerdo sobre este asunto.
Esta Asamblea se había reunido en la Salle des “Menus Plaisirs” de Versalles.5

Un reflejo fiel de que el pensamiento de la Ilustración francesa se fraguó en


la Constitución de 1857 es el testimonio dejado por el insigne diputado consti-
tuyente José María del Castillo Velasco, genuino protagonista de la creación
del código político federal de mayor envergadura del siglo XIX mexicano:

Es conveniente repetir que la libertad es inherente al hombre, como condición


esencial de su vida y de su desarrollo físico y moral: que la organización del hom-
bre lo lleva a la sociabilidad: que la sociedad se forma para obtener y asegurar
el más completo ejercicio de la libertad individual y la acumulación de fuerzas
para obtener los frutos de la libertad: que el objeto de las leyes debe ser única
y exclusivamente el aseguramiento y el desarrollo de la libertad, ya la indivi-
dual, ya colectiva o de la sociedad: que el gobierno de un pueblo no es más que
la delegación conveniente y necesaria del poder de los asociados, que éstos no
pueden ejercer directamente y por sí mismos. [...] La Constitución ha puesto
fuera del alcance del poder público esas garantías, de manera que no puedan
ser violadas. Las leyes comunes prohíben al individuo y reprimen todo atenta-
do contra la libertad y derechos del hombre: la Constitución pone estos dere-
chos sobre el poder público, en una esfera superior a éste, a quien manda que
los respete y sostenga, imponiendo al poder público este precepto como con-
dición de su propia existencia, supuesto que declara que esos derechos son la
base y el objeto de las instituciones sociales, y estas instituciones son las que
crían y organizan el poder público. Ni puede ser de otra manera, porque la li-
bertad del hombre, que en la Constitución de México de 1857, se explica bajo
la fórmula de “Derechos del hombre” está fuera del poder y del alcance de toda
tiranía, por exagerada y monstruosa que suponga. El derecho de pensar, el
derecho de expresar el pensamiento, el derecho de trabajar, el derecho de ad-

5
Christine Faure, Las Declaraciones de los Derechos del Hombre de 1789, p. 15.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 95

quirir el fruto del trabajo, ya sea intelectual, ya sea moral, ya sea físico, han
existido desde que el hombre fue creado, y existirá hasta que el mundo deje
de existir… Los derechos del hombre, reconocidos en la Constitución de 1857,
son el Sancta Sanctorum adonde no es lícito llegar sino con la cabeza descu-
bierta y la frente inclinada: son el hasta aquí señalado a las embravecidas olas
del mar de las ambiciones y de los abusos. Todas las leyes, todas las autorida-
des deben respetar esos derechos y sostenerlos. [...] Es necesario expresar este
concepto con suma claridad; es necesario comprender esta idea en toda su
extensión: los derechos del hombre, las garantías que otorga la Constitución,
son superiores a las leyes y a las autoridades: la sociedad mexicana se instituye
para sostener y respetar esos derechos: establece un gobierno, le determina sus
atribuciones, le concede facultades, pero limitadas por el precepto de respetar
y sostener esos mismos derechos.6

Ahora bien en el texto Documentos y testimonios de cinco siglos de la Co-


misión Nacional de Derechos Humanos, explícitamente se afirma:

Si en alguna Constitución mexicana se encuentran reflejados fielmente los prin-


cipios de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pro-
mulgada en Francia el 26 de agosto de 1789, es en la de 1857. En ella se afirma
que los derechos del hombre son el sustento indispensable de las instituciones
sociales y hace patente que todos los mexicanos nacen libres e iguales, por lo
que las leyes y autoridades deben hacer cumplir las garantías individuales que
aquí se consagran.7

Y reforzando esta idea, en la publicación Antología de clásicos mexicanos de


los derechos humanos la Comisión Nacional de Derechos Humanos refiere:

En cuanto a los derechos del hombre, Lozano concilia los planteamientos de


las tesis iusnaturalistas (los derechos humanos existen antes de que se formule
cualquier norma jurídica; están dados por la naturaleza misma) y la tesis posi-
tivista (que considera fundamental el derecho consagrado en las leyes). Para
Lozano, derechos como la libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad son
derechos naturales, y el derecho positivo los garantiza y asegura su goce “en su
variado desarrollo y ejercicio”. José María Lozano analizó también la relación

6
José María del Castillo Velasco, Apuntamientos para el estudio del derecho constitucio-
nal mexicano, pp. 12 y ss.
7
Comisión Nacional de Derechos Humanos, Documentos y testimonios de cinco siglos,
p. 44.
96 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

entre los derechos individuales y los derechos sociales, que en el siglo siguiente
se constituiría en una de las polémicas centrales de los constituyentes de 1917.
Por supuesto, Lozano, como jurista decimonónico, considera que el derecho
individual debe prevalecer sobre los intereses generales.8

Ahora bien, el historiador Ralph Roeder, en su obra Juárez y su México,


refiere atinadamente lo que significa ser liberal:

[...] por desgracia —dijo Ocampo—, el partido liberal es esencialmente anárqui-


co, ni dejará de serlo sino después de muchos miles de años. El criterio de nues-
tros enemigos es la autoridad, ellos obedecen uniforme y ciegamente, mientras,
que, cuando a nosotros se nos manda, si no se nos explique el cómo y el porqué,
murmuramos, si es que no desobedezcamos o nos insurreccionemos. Porque cada
liberal lo es hasta el grado en que sabe, o en que desea manumitirse; y nuestros
contrarios son todos igualmente serviles y casi igualmente pupilos. Ser liberal
en todo cuesta trabajo, porque se necesita el ánimo de ser hombre en todo.9

En ese sentido, no hay duda de que la Constitución de 1857 tiene fuertes y


profundas influencias de las ideas políticas liberales más avanzadas, como es
el caso de la Constitución norteamericana; en ese sentido, Ralph Roeder es-
cribe:

Al someterse a la Cámara el proyecto de una Constitución calcada en el mode-


lo más avanzado tanto en 1856 como 1824 —la de Estados Unidos— el mismo
Presidente de la Comisión Constitucional, Ponciano Arriaga, se puso de pie para
denunciar sus defectos: “Se proclaman ideas y se olvidan las cosas” —protes-
tó—. La Constitución debería ser la ley de la tierra; pero no se constituye ni se
examina el estado de la tierra. ¿Hemos de practicar un gobierno popular, y
hemos de tener un pueblo hambriento, desnudo y miserable?10

Más adelante, el mismo Ralph Roeder refiere críticamente algunos de los


defectos más importantes de la Constitución de 1857:

El fracaso de Arriaga acusaba el efecto cardinal de la nueva Constitución, que


carecía de cimientos económicos, y que salió sobrecargada con derechos polí-

8
Comisión Nacional de Derechos Humanos, Antología de clásicos mexicanos de los de-
rechos humanos, p. 68.
9
Ralph Roeder, Juárez y su México, p. 192.
10
Ibid., p. 195.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 97

ticos, los que había de convertirse, siendo puros derechos, en deberes más bien
que haberes. Calcado de la Constitución norteamericana, el nuevo código san-
cionaba, como el original, los derechos de propiedad ya imperantes, con una
notable excepción. Reiterando la prohibición de la esclavitud, proclamada ya en
todas las constituciones posteriores a la prenatal de Morelos. Pero la libertad
de explotar y ser explotado quedó intacta; la única promesa de manumisión eco-
nómica era la garantía de libertad de trabajo. [...] Abundan, por otra parte, las
declaraciones de libertad política, de derechos civiles y de garantías individua-
les: el sufragio universal, el derecho de acusar a los funcionarios públicos, los
derechos de petición, de reunión, de amparo constitucional, de jurado, y de liber-
tades clásicas de enseñanza, de prensa, de imprenta, de opinión, de comercio y
de conciencia; y de dichas garantías la última llevó al Congreso a la culmina-
ción y a la crisis de sus avances.11

Por otro lado, Felipe Tena Ramírez, en su obra Las leyes fundamentales de
México, pondera el siguiente comentario:

El 5 de febrero de 1857 fue jurada la Constitución, primero por el Congreso


integrado en esos momentos por más de 90 representantes, después por el Pre-
sidente Comonfort. El 17 del mismo mes la Asamblea Constituyente clausuró
sus sesiones y el 11 de marzo se promulgó la Constitución. Los nuevos poderes
federales quedaron instalados, el 8 de octubre el legislativo y el 1 de diciembre
el ejecutivo y el judicial. La Presidencia de la República recayó en Comonfort,
cuya popularidad obligó a retirarse a D. Miguel Lerdo de Tejada, candidato de
los puros. Para Presidente de la Suprema Corte, cargo que llevaba aparejado el
de vicepresidente de la República, fue elegido en los comicios D. Benito Juá-
rez. Cuando Comonfort pasó de Presidente sustituto a constitucional, ya en su
ánimo había arraigado la convicción de que no se podía gobernar con la nueva
Carta.12

Más adelante, Tena Ramírez refiere el complejo y en extremo tenso esce-


nario político en el cual entró en vigor el nuevo pacto constitucional de la
nación mexicana del siglo XIX:

Bajo la presión de los pronunciamientos que estallaban por todas partes, el


Congreso concedió facultades extraordinarias al Ejecutivo, que prácticamente
prorrogaban la dictadura. [...] el 14 de diciembre de aquel año de 57 la diputa-

11
Ibid., pp. 199 y 2001.
12
Felipe Tena Ramírez, Las leyes fundamentales de México, 1808-1991, pp. 604 y 605.
98 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

ción michoacana acusó ante el Congreso a Payno y a Zuloaga de haber dirigido


una carta al gobernador de Michoacán, D. Epitafio Huerta, invitándolo a se-
cundar el desconocimiento de la Constitución [...] y el 17 se pronunció en
Tacubaya el Gral. Zuloaga, de acuerdo con un plan de los más usuales: desco-
nocimiento de la Constitución, reconocimiento de Comonfort, convocación de
un nuevo Constituyente. La guarnición de la capital y el gobernador del Distri-
to secundaron el plan, el ayuntamiento y varios ministros renunciaron, fueron
reducidos a prisión Juárez y Olvera, presidentes respectivamente de la Corte y
de la Cámara. Zuloaga desconfiaba del espíritu vacilante de Comonfort y, te-
miendo que se entregara a los radicales, lo desconoció el 11 de enero de 58.
Comonfort requirió del auxilio de los puros y puso en libertad a Juárez, quien
marchó al interior, asumió la Presidencia de la República y reivindicó la vigen-
cia de la Constitución de 57.13

II. VALORACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE 1857 Y SU


RELEVANCIA EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS

Don Daniel Cosío Villegas establece una ponderación crítica de la Constitu-


ción de 1857 de la siguiente manera:

El problema de constituir ya un país es sumamente complicado y difícil, y más


para uno que, como México, no había tenido el hábito y la experiencia, diga-
mos, de designar a sus gobernantes. En efecto, durante los tres siglos del virrei-
nato, el monarca español nombraba a todas las autoridades de la Nueva Espa-
ña, y rara vez recaían esos nombramientos en mexicanos, o sea en gente que
por generaciones y generaciones había nacido y vivido en el territorio de lo
que después sería México. Entonces, no puede ni debe extrañar que la histo-
ria constitucional de México haya sido larga y penosa. Desde luego, porque
durante largos años no se logró un consenso general sobre la forma mejor de
constituir al país, ya que las ideas más opuestas se defendía con una pasión tan
acalorada que las hacían irreconciliables, tanto así que fue más la regla que la
excepción que esos antagonismos se llevaran al terreno de las armas como el me-
dio más expedito de imponer las ideas propias. Pues bien, en esa larga y agita-
da historia, la Constitución de 1857 marca un punto culminante. Primero, por-
que representa el edificio constitucional más elaborado y ambicioso que hasta
entonces había intentado levantar México. Segundo, porque consiguió reunir

13
Ibid., pp. 605 y 606.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 99

los pareceres de los liberarles “puros” y de los “moderados”, si bien no el de los


conservadores. Tercero, porque fue el fruto de debates interminables hechos a
plena luz del día. En fin, porque en su factura intervinieron los hombres más
ilustrados, más inteligentes y patriotas con que el país contaba entonces.14

El jurista don Ignacio Burgoa refiere en su ya clásica obra sobre derecho


constitucional, acerca de la legitimidad de la Norma Suprema de 1857:

Casi ninguna Constitución del mundo, por más perfecta y legítima que se su-
ponga, deja de provocar reacciones contrarias de diversa índole y alcance en la
realidad política, social y económica en que va a regir. A esta propensión no
pudo sustraerse, evidentemente, nuestra Constitución federal de 1857. Como
se sabe, en la historia de México hizo estallar una lucha armada entre sus sos-
tenedores, los republicanos y liberales, y los enemigos de la reforma que im-
plantó, conocidos como conservadores, apoyados por el alto clero, que fue su
principal adversario. El Código Fundamental de 57 concitó a tal extremo los
odios, el fanatismo y la pasión de la clerecía, que se anatematizó a los que le
prestasen obediencia, a tal extremo de que, siendo católicos se les negaba la im-
partición de los sacramentos como si estuviesen excomulgados.15

Y finalmente concluía don Ignacio Burgoa Orihuela con la siguiente re-


flexión:

Hay varios hechos que registra la historia de México para adjudicarlo a nuestra
citada ley fundamental la doctrina de la legitimación constitucional. Desde que
se restauró la República en 1867 con el aniquilamiento del llamado “Imperio”
de Maximiliano de Habsburgo, el gobierno de don Benito Juárez expidió di-
versas circulares en las que se manifestaba la reiterada tendencia para que tu-
viesen aplicación y vigencia positivas las instituciones constitucionales y entre
ellas, principalmente, las relativas a las garantías individuales. Entre tales circu-
lares destaca por su importancia y claridad objetiva la del 12 de abril de 1868,
firmada por Vallarta como secretario de Gobernación… Por otra parte, es de
suma importancia, para demostrar la legitimación de la Constitución de 57, el
hecho de que, a raíz de haberse restaurado la República, los tribunales de la
federación ejercieran sus funciones de control constitucional a través del jui-
cio de amparo, mismas que desempeñaron interrumpidamente hasta antes de
los sucesos revolucionarios de 1913, situación que fácilmente se comprueba

14
Daniel Cosío Villegas, La Constitución de 1857 y sus críticos, pp. 15 y 16.
15
Ignacio Burgoa Orihuela, Derecho constitucional mexicano, p. 332.
100 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

con la sola consulta del Semanario Judicial respectivo, fundado en diciembre


de 1870.16

Por su parte, el jurista don Emilio O. Rabasa emite un contundente juicio


acerca de las bondades de la Constitución de 1857:

Ni los más conservadores del “57” se opusieron a consignar a las libertades


humanas en la Constitución. Lo realizado en Inglaterra, Estados Unidos y Francia
significaba materia insoslayable, “cuño corriente” en todo el mundo ilustrado
del siglo XIX. Tanto los conservadores como los liberales eran individualistas
[...] deseaban un catálogo especial sobre las libertades. Y lo lograron. La Cons-
titución de 1857 recogió e inclusive antepuso, como título I, en 29 artículos, la
mayor y mejor parte de las libertades prevalecientes en la época. El artículo 1o.,
cuya parte inicial decía que el “pueblo mexicano reconoce que los derechos
del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales”, fue calificado
por Vallarta, Fuentes y Ruiz, como romántico, teórico, abstracto, y no precep-
tivo. Finalmente fue aprobado, en los términos antes transcritos, dada su exal-
tación y protección del hombre, del ser humano, aspiración originaria a cuyo
logro sí concurrieron todos los constituyentes. Así, las instituciones estarían al
servicio del hombre, que es lo típico de la democracia, no esté a disposición de
aquéllas, como corresponde a la dictadura.17

Por otro lado, coincidimos con la valoración de Ralph Roeder sobre el con-
tenido sustancial de la Constitución de 1857, que es la siguiente:

La Carta Magna de 1857 establecía los principios estructurales de la democra-


cia —las libertades técnicas de pensamiento, de enseñanza, de prensa, de tra-
bajo, de reunión, de petición—; y una replica fiel de los derechos del hombre
informaba por primera vez a una nación crónicamente inorgánica de sus dere-
chos naturales e inajenables, conculcados en su cuna… Una larga y amplia lista
de derechos civiles —catálogo que por su mismo carácter y extensión rec-
apitulaba y acusaba los abusos codificados de las décadas turbulentas de despo-
tismo— garantizaba los derechos de apelación judicial, de fianza legal, de ca-
reo con el acusador en los procesos criminales, de acceso al material de defensa, de
inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia; prohibía la prisión previa
por todo delito que no implicara el castigo corporal, así como la aprehensión por
más de tres días, y más de un juicio por el mismo delito y las penas de mutilación

16
Ibid., pp. 335 y ss.
17
Emilio O. Rabasa, La evolución constitucional de México, pp. 218 y 219.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 101

y de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie,


la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusita-
das o trascendentales, y la prisión por deudas, y las leyes retroactivas; y dio
cima a la obra con el amparo constitucional, con la abolición de la justicia de
clases por la Ley Juárez, y con la derogación de la pena capital por los delitos
políticos. Cualesquiera que fuesen sus defectos los Constituyentes de 1857 no
carecían de humanidad; por el contrario, la calidad humana era a la vez su fuer-
za y su flaqueza, la causa de sus triunfos y la disculpa de sus debilidades, la ins-
piración y la apología de reformas parciales concebidas por liberales incomple-
tos y carnales. El triunfo constitutivo del Congreso no fue el código que formó,
sino los hombres que salieron de su seno. Las leyes dieron hombres leyes. Los
contados campeones que, por ser hombres en todo, dominaron el Congreso du-
rante los primeros seis meses, y que descollaron por su constancia en los días
de la desintegración, llegaron a la clausura identificada con todas las bases de-
mocráticas del código y reconocidos como los protagonistas de la reforma. Ramí-
rez, el cáustico iconoclasta; Prieto, el demócrata sentimental; Zarco, el raciona-
lista recio; Ocampo, el militante ocasional; Mata, el maestro discípulo; Guzmán, el
apologista optimista; Arriaga y Olvera, los visionarios realistas; todos se habían
caracterizado inconfundiblemente ante el país, y todos personificaban elemen-
tos del carácter nacional indispensables a la formación de un movimiento po-
pular.18

Finalmente, el jurista Jesús Zamora Pierce escribió:

La historia de los derechos humanos es la historia de su violación. Pareciera


que, superada la etapa de la formulación legislativa, queda aún por librar otra
lucha para obtener su positivación plena. Ante su falta de eficacia jurídica, al-
gunos se preguntan si los derechos humanos no serán, más bien un mero siste-
ma de ideales o aspiraciones, o una peculiar filosofía de la vida, y no una ins-
titución propiamente jurídica. Ya Kelsen señalaba que las declaraciones de
derechos conceden verdaderamente tales derechos al individuo, en el sentido
técnico de la palabra, solamente cuando éste tiene la posibilidad de proceder
contra el acto inconstitucional del órgano del Estado y, especialmente, cuando
puede poner en movimiento un procedimiento que culmine en la nulificación
del propio acto inconstitucional. Tal posibilidad sólo puede darla la ley positi-
va y, consecuentemente, sólo tendrán el carácter de derechos los que se funden
en dicha ley.19

18
R. Roeder, op. cit., pp. 213 y 214.
19
Jesús Zamora Pierce, Garantías y proceso penal, p. XXII.
102 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Qué duda cabe que los derechos requieren siempre su garantía constitucio-
nal de protección para la eficacia de sus fines: que la persona finalmente no
sea extranjera, sino ser humano en cualquier lugar del mundo.

III. LAICISMO Y PROTECCIÓN A LA LIBERTAD


DE CONCIENCIA RELIGIOSA, UNA NECESIDAD DE
NUESTRO TIEMPO
La generación liberal del 57 tuvo un compromiso de largo alcance con el
proyecto político de establecer un Estado laico en México, entendido éste
como la estricta separación de los asuntos de la Iglesia y los del Estado, ge-
nerando las condiciones de tolerancia, encuentro, pluralidad e inclusión de
toda la gama de opiniones y credos que en materia religiosa existían y existen
en nuestro país, consideramos que ésta generación tuvo un compromiso pues-
to a prueba constantemente en las difíciles coyunturas en donde le corres-
pondió actuar.
Esta convicción liberal en los derechos del hombre: en la inviolabilidad de
la conciencia, significó también la representación de la dignidad humana en la
ley, la libertad y la autonomía plena de la voluntad del individuo, elementos
que le darían identidad ontológica al ser humano; esa generación también tuvo
la nitidez y el compromiso político para llevar hasta sus últimas consecuen-
cias sus convicciones políticas.
Por ello, algunos de los más preclaros miembros del Constituyente liberal
de 1857 que aprobaron el texto constitucional, como Ignacio Ramírez, “El
Nigromante” manifestaron:
Señores —dijo—, el pacto social que se nos ha propuesto se funda en una fic-
ción, he aquí como comienza: En el nombre de Dios… Yo bien sé lo que hay de
ficción, de simbólico y de poético en las legislaciones consabidas… pero juzgo
que es peligroso suponernos intérpretes de la divinidad… El nombre de Dios
ha producido en todas partes el derecho divino y la historia del derecho divino
está escrita por las manos de los opresores con el sudor y la sangre de los pue-
blos; y nosotros que presumimos de libres e ilustrados, ¿no estamos luchando
todavía contra el derecho divino? Si una revolución nos lanza de la tribuna,
será el derecho divino el que nos arrastrará a las prisiones, a los destierros y a
los cadalsos. Señores, por mi parte, lo declaro, yo no he venido a este lugar pre-
parado para el éxtasis ni por revelación… Es muy respetable el encargo de
formar una Constitución, para que yo comience mintiendo.20
20
R. Roeder, op. cit., p. 202.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 103

Uno de los temas más debatidos y que más polémica generó fue el derecho
de libertad en materia de conciencia religiosa; al respecto, Roeder refiere:

En 1824, cuando aún estaban humeantes las hogueras de la Inquisición, con uno
de sus tizones mal apagados se escribió en la Constitución de la República el
artículo que estableció la intolerancia religiosa, y este artículo es el que veni-
mos hoy a borrar en nombre de la humanidad, en nombre del Evangelio, y si es
posible, a costa de nuestra sangre. [...] Señores —protestó—, Jesucristo jamás
lanzó gritos de muerte, nunca quiso que muriera nadie —y volviéndose hacia los
contrarios—: vosotros los que queréis la intolerancia —les dirigió la apóstrofe
fulminante—, cuando estéis empapadas de sangre y volváis los ojos al cielo para
buscar la sonrisa de la divinidad, ¡estremeceos, porque la bóveda celeste será
para vosotros de bronce y debajo de vuestros pies brotarán las llamas de infier-
no!21

En un sentido similar el insigne constituyente Francisco Zarco establecía:

Ellos responden que cuando el pueblo esté ilustrado, cuando haya bienestar. Es-
to es encerrar la cuestión en un círculo vicioso. Si se quiere que la reforma de la
sociedad preceda a la libertad religiosa, basta examinar lo que el exclusivismo
católico ha producido en 400 años, para perder toda esperanza. Ese exclusivis-
mo produjo miseria, la abyección y la esclavitud, fue un elemento de la domina-
ción española y contrarió tenazmente a la independencia. [...] Se quiere, pues,
que capitulemos con las preocupaciones del vulgo –protestó – que no empren-
damos ninguna reforma, que débiles y asustadizos, dejemos que el clero siga
gobernando con manos postizas. Y para esto se invoca la libertad del pueblo, y
se olvida que los legisladores deben ser superiores a su época, que desde Moisés
hasta Pedro el grande y el primer congreso americano, los reformadores, los fun-
dadores de naciones han encontrado resistencias que vencer. [...] prodigar in-
sultos al pueblo —protestó Zarco a su vez, recargando hasta el último momen-
to—, llamándolo fanático, ignorante supersticioso, es toda el arma que emplean
nuestros adversarios, para retardar la reforma que proclamamos. Nuestro pue-
blo es como todos los pueblos. No hay un pueblo sin supersticiones, no hay un
pueblo de filósofos, de teólogos, de literatos y abogados… Vosotros los hom-
bres sabios, los hombres superiores, los que veis en México una tribu de salva-
jes, debéis ruborizaros de tener que presentarlos. Si yo pensara como vosotros
me avergonzaría de ser diputado... Señores aquí se evoca el pasado. Aquí tene-
mos un hombre que es monumento vivo de aquella época: el señor Valentín

21
Ibid., p. 203.
104 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Gómez Farías, y yo estoy seguro de que resto venerable de 1824 votará por la
libertad de cultos.22

Como sabemos, el derecho de libertad de conciencia religiosa no se apro-


bó, sin embargo, la simiente de la libertad en la tolerancia, la pluralidad, el
respeto a las diferencias en las opiniones y credos en materia de conciencia
religiosa estaban dadas, para que en el siguiente Constituyente, es decir, el
de 1917, después de una revolución social, se sentarán las bases de un nuevo
pacto social, en donde el gran tema pendiente de la libertad de conciencia
religiosa quedara establecido como uno de los derechos humanos fundamen-
tales que los mexicanos aprobaron para su realización en la praxis cotidianaza.
Sin duda, la libertad de conciencia religiosa limitaba y fracturaba el poder
fáctico de la iglesia católica, hay que recordar que desde los primeros textos
constitucionales en primerísimo lugar se legislaba que la religión católica era
la religión oficial del Estado; tal grillete en las conciencias de los mexicanos
tuvo su evolución histórica y constitucional en la adición y reforma del 25 de
septiembre de 1873 a la Constitución de 1857, que estableció: “Artículo 1o. El
Estado y la Iglesia son independientes entre sí. El congreso no puede dictar
leyes estableciendo o prohibiendo religión alguna. Artículo 2o. El matrimonio
es un contrato civil. Éste y los demás actos del estado civil de las personas, son
de la exclusiva competencia de los funcionarios y autoridades del orden ci-
vil, en los términos prevenidos por las leyes, y tendrán la fuerza y validez que
las mismas les atribuyan”.
La reforma constitucional de 1873, la cual, por cierto, ya no conoció el Pre-
sidente Juárez, representó un enorme avance para lograr instaurar un Estado
completamente laico y que constituyó un puente para lograr lo que actual-
mente es vigente en el artículo 24 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos, el cual establece: “Todo hombre es libre para profesar la
creencia religiosa que más le agrade… El Congreso no puede dictar leyes que
establezcan o prohíban religión alguna”.
La necesidad de un Estado laico garante de los derechos y libertades fun-
damentales siempre será una necesidad para la convivencia armónica, civili-
zada, tolerante, incluyente, no discriminatoria, que requieren los difíciles tiem-
pos actuales de nuestro México.

22
Ibid., pp. 203, 205 y 207.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 105

IV. INVENCIÓN Y ESTABLECIMIENTO DE LA GARANTÍA


CONSTITUCIONAL DE PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS DEL
HOMBRE: EL JUICIO DE AMPARO

Don Ignacio Burgoa, en su obra Derecho constitucional mexicano, cita una


circular del gobierno republicano de Juárez firmada por Ignacio L. Vallarta,
de fecha 12 de abril de 1868, la cual dice:

Los preceptos constitucionales que declaran y sancionan las garantías indivi-


duales, deben ya tener por aquellas consideraciones su más exacto y fiel cum-
plimiento, debiendo ellos ser obedecidos por todas las autoridades del país,
como lo manda el artículo 1o. de la Constitución. Siendo ésta la ley suprema de
toda la unión y debiéndose arreglar a ella los jueces de los Estados, según lo
previene su artículo 126, “a pesar de las disposiciones en contrario que pueda
haber en las constituciones ó leyes de los estados” ninguna autoridad de cual-
quiera clase ó categoría que sea, puede alegar, para atentar contra las garantías
individuales, que obedece leyes u órdenes que a la Constitución sean contra-
rias… Su artículo 101 encomienda al poder judicial federal el amparo de las ga-
rantías violadas, dándole la augusta misión de hacer guardar la Constitución.23

En el mismo sentido, Ignacio L. Vallarta en su estudio El juicio de amparo


y el Writ of habeas hábeas, nos comenta acerca de la aportación de la Cons-
titución de 1857 en materia de garantías constitucionales de protección y
defensa de los derechos del hombre:

Muchas veces se ha dicho que el juicio de amparo es una de las más liberales y
benéficas instituciones consagradas por la Constitución de la República; pero
nunca se ha comprobado debidamente la exactitud de ese aserto: por el contra-
rio, los abusos que se han cometido, desnaturalizando ese recurso, han dado mo-
tivo a que se le considere como anárquico y subversivo; a que se le tenga por
bastante eficaz, hasta para derrocar al Gobierno más sólidamente establecido.
Mientras que los amigos de esa institución, la encomian hasta declarar, que
“nada hay más respetable y grandioso que el juicio de amparo; nada más im-
portante que esa institución, en que la justicia federal, sin el aparato de la fuer-
za, modestamente, por medio de un simple auto, armada del poder moral que la
Constitución le confiere, en nombre de la soberanía nacional, hace prevalecer
el derecho individual, el derecho del hombre más oscuro, contra el poder del
gobierno, y lo que es más, contra el poder mismo de la ley, siempre ésta, o algún

23
I. Burgoa Orihuela, op. cit., p. 336.
106 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

acto de aquél, vulneren los derechos del hombres”, los que están preocupados
por los abusos que en su nombre se han cometido, han creído, que con el pre-
texto de proteger al individuo en el goce de las garantías que le otorga la carta
fundamental, se han cometido grandes atentados, entrañando esto, el germen
de la más alarmante anarquía, y siendo ello, el principal escollo de la consoli-
dación de las instituciones.24

Continúa con su reflexión don Ignacio L. Vallarta:

En el acta de reformas de 18 de mayo de 1847, se bosquejó con más precisión


en el juicio de amparo. “Los tribunales de la federación, decía su Art. 25, am-
paran a cualquiera habitante de la República en el ejercicio y conservación de
los derechos que le concedan, esta Constitución, y las leyes constitucionales,
contra todo ataque de los poderes legislativos y ejecutivo, ya de la federación,
ya de los Estados, limitándose dichos tribunales, a impartir su protección en el
caso particular sobre que verse el proceso, si hacer ninguna declaración gene-
ral respecto de la ley o del acto que la motivase”. Por desgracia, este precepto
constitucional, fue letra muerta… Hasta que el Congreso Constituyente no se
reunió en 1856, no se volvió a hablar más del modo de satisfacer aquella nece-
sidad. La Comisión de Constitución, propuso el establecimiento del juicio de
amparo, tal como existe, inspirándose sin duda, en la Acta de reformas, cuyas
palabras copió, y en doctrinas constitucionales extranjeras, que creyó adaptables
a México. Esa Comisión, estaba persuadida de que tal recurso supremo, era in-
dispensable en un país en que “sobre la envejecida costumbre y la facilidad pu-
nible que para violar los derechos y las garantías individuales han adquirido
nuestros gobernantes… tenemos que pensar en la tiranía de las legislaturas [...]
llegase a creer, entre nosotros, en un tiempo de luctuosa memoria, que el poder
legislativo, no debía reconocer límites y que para su competencia irregular y
monstruosa, era lo mismo dictar leyes retroactivas, que señalar y aplicar penas
a casos especiales, decretar proscripciones, alterar la naturaleza de los contra-
tos, en fin atacar y destruir los derechos del hombre”. Y un poco más adelante,
añade: “Se propone ahora la comisión, hablar de la reforma tal vez más impor-
tante que tiene el proyecto, al tratar de las controversias que se susciten por
leyes o actos de la federación o de los estados, que ataquen sus respectivas fa-
cultades, o que violen las garantías otorgadas por la Constitución”.25

24
Ignacio L. Vallarta, “El juicio de amparo y el Writ of habeas hábeas”, en Antología de
clásicos mexicanos..., op. cit., p. 91.
25
Ibid., pp. 106 y 107.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 107

Finalmente, concluye don Ignacio L. Vallarta:

Es la honra de México, preciso es reconocerlo, haberse librado de caer tam-


bién en esa inconsecuencia; haber aceptado el principio, sin rechazar ninguna
de sus legítimas deducciones; haber cubierto con égida igualmente protectora, la
libertad, la propiedad, la vida, la honra, todos los derechos naturales del hombre.
Y es la gloria del Constituyente de 1856, haber dado la vida de las instituciones
prácticas, al principio filosófico, que contenido en las ideas trascendentales de
la Constitución inglesa, no ha sido aún desarrollado en todas sus consecuen-
cias ni por Inglaterra misma.26

El resultado legislativo del constituyente fue el artículo 101 de la Constitu-


ción Política de 1857, mismo que establece: “Los tribunales de la federación
resolverán toda controversia que se suscite: I. Por leyes o actos de cualquiera
autoridad que violen las garantías individuales”. Y el artículo 102 comple-
menta estableciendo que: “Todos los juicios de que habla el artículo anterior,
se seguirán, a petición de la parte agraviada, por medio de procedimientos y
formas del orden jurídico, que determinará una ley. La sentencia será siem-
pre tal, que solo se ocupe de individuos particulares, limitándose a protegerlos
y ampararlos en el caso especial sobre que verse el proceso, sin hacer ningu-
na declaración general respecto de la ley o acto que la motivare”.
Cabe citar, finalmente, aquí a Miguel Carbonell quien reflexiona en el si-
guiente sentido:

¿Tiene algo que aportar la Declaración francesa a los juristas del siglo XXI?
[...] Por eso se vuelve irrelevante cuando se tiene en cuenta que 1789 significa,
junto con 1787, la hora inaugural del Estado constitucional y que, dos siglos
después, representa una barrera cultural a favor de la dignidad y la libertad hu-
manas que no admite retrocesos. Peter Häberle cita a Kant para recordar que:
“Un fenómeno tal en la historia de la humanidad ya no se olvida, porque ha
dejado al descubierto en la naturaleza humana una capacidad de perfección y
una predisposición hacia ella… El famoso artículo 16 de la Declaración dibuja
los rasgos esenciales, el ‘contenido mínimo’ de un Estado constitucional: divi-
sión de poderes y garantía de los derechos… Hoy sabemos que más allá de la
retórica y de los compromisos de la diplomacia internacional, no hay un Esta-
do que se pueda llamar constitucional sin tener prevista una separación de po-
deres y reconocidos (y garantizados) los derechos fundamentales. Quizá sea este

26
Ibid., p. 113.
108 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

precepto el que signifique la clave de bóveda del constitucionalismo. Bastaría


con él para que la Declaración hubiera pasado a la historia de la lucha de las
libertades contra el despotismo”.27

La Declaración de 1789 constituye una de las cumbres del pensamiento li-


bertario de occidente, la cual, sí tuvo fundamentales aportes en la Constitución
mexicana de 1857, y que aún, los juristas y estudiosos del pensamiento filosó-
fico obligadamente abrevan y enriquecen en ese baluarte que significa e iden-
tifica uno de los momentos estelares del constitucionalismo universal: la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

CONCLUSIONES

Consideramos que hay un hilo conductor ideológico-filosófico que va de las


ideas del enciclopedismo y el iluminismo francés, con su expresión revolucio-
naria en dos documentos fundamentales: la Declaración de los Derechos del
Buen Pueblo de Virginia de 1776 y la Declaración de los Derechos del Hom-
bre y del Ciudadano de 1789, que continúa ya en México con el Bando de Hi-
dalgo, decretando la abolición la esclavitud, que sigue con los Sentimientos
de la Nación y muy particularmente con el Decreto Constitucional para la Li-
bertad de la América Mexicana, ambos de Morelos, y que finalmente tiene su
expresión magnífica en la Constitución Política de 1857.
La Constitución de 1857 fue el resultado político de la conjugación de múl-
tiples factores, entre los que destacan, fundamentalmente, la calidad intelec-
tual, ética y política de la generación de la reforma, personajes de la altura
humana de Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Melchor Ocam-
po, los hermanos Lerdo de Tejada y Francisco Zarco, quienes, entre otros,
con sus posiciones y conductas estuvieron a la altura de las aspiraciones del
pueblo de México para evolucionar hacia un estadio social, económico, cul-
tural y político de mayores conquistas en materia de derechos y libertades
fundamentales.
La generación del 57 luchó contra los fueros, privilegios y estamentos eco-
nómicos que representaban el antiguo régimen, fundamentalmente represen-
tado por los conservadores, la jerarquía militar y el alto clero.

27
Miguel Carbonell, “Estudio Introductorio”, en La Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano, pp. 23 y 24.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 109

La generación del 57 fue traduciendo política y jurídicamente las tesis del


iluminismo francés, conjugándola con las aspiraciones del pueblo de México;
los grandes autores del enciclopedismo tuvieron una afortunada recepción
intelectual en quienes fueron diputados del Constituyente de 1857, la misma
generación que acompañó al Presidente Benito Juárez en el proyecto liberal
por la República.
Para la praxis de los derechos humanos, sin duda, la mejor forma de gobier-
no es la democracia representativa dentro de una república, nos parece que la
adecuada conjugación de las instituciones de la república y las instituciones de-
mocráticas construidas con la participación efectiva y real de los ciudadanos
puede generar las condiciones adecuadas para mejor salvaguardar y garanti-
zar las libertades esenciales del ser humano y sus derechos inherentes sin los
cuales no hay vida posible.
Consideramos que dentro de las grandes aportaciones de la Constitución
Política de 1857 podemos incluir haber realizado una feliz recepción de las me-
jores ideas del pensamiento político y filosófico más avanzado en Occidente.
Constituye un acierto y una contribución al constitucionalismo mexicano
establecer en el título I de la Constitución de 1857 una sección I sobre los de-
rechos del hombre, que en sus 29 artículos traducía algunas de las más eleva-
das aspiraciones del pueblo de México en materia de derechos humanos.
El artículo 1o. de la Constitución del 57 determina que el pueblo de Méxi-
co reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las insti-
tuciones sociales, que es decir, hoy en día, los derechos humanos debieran ser
el fin primordial de las instituciones y poderes públicos del Estado.
El conjunto de derechos del hombre que la Constitución de 1857 reconoce
en materia de libertad de enseñanza, de manifestación de las ideas, de asocia-
ción y de reunión, de tránsito, de inviolabilidad de escribir y publicar escritos
sobre cualquier materia, de garantías de legalidad y seguridad jurídica en ma-
teria de procedimientos judiciales en materia penal, de prohibición del tor-
mento y de la pena de muerte, entre otros, significa la trascendencia que para
la legislación de los derechos humanos en el constitucionalismo mexicano evi-
denció un notable avance en su accidentada, difícil y compleja evolución po-
lítica.
En la frecuencia filosófica de Juan Jacobo Rousseau, la Constitución de
1857 estableció en el artículo 39 el principio de la soberanía nacional de la si-
guiente manera: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en
el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo, y se instituye para su bene-
ficio. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modi-
ficar la forma de su gobierno”.
110 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Adicionalmente, en el artículo 40 de la Constitución del 57 se establece el


principio roussoniano de la voluntad general soberana que establece: “Es
voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa,
democrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en todo lo
concerniente a su régimen interior, pero unidos en una federación establecida
según los principios de esta ley fundamental”.
Con atención específica al autor del Espíritu de las leyes, el barón de Mon-
tesquieu, se estableció en el artículo 50 de la Constitución de 1857 el princi-
pio fundamental de la separación y equilibrio entre poderes de la unión: “El
supremo poder de la federación se divide para su ejercicio en legislativo,
ejecutivo y judicial. Nunca podrán reunirse dos o más de estos poderes en
una persona o corporación, ni depositarse el legislativo en un individuo”.
La generación del 57 realizó un aporte sustancial para avanzar a la cons-
trucción del Estado constitucional en México, que representara fundamental-
mente el establecimiento de los derechos del hombre y sus garantías de pro-
tección, los principios de soberanía nacional, división de poderes y voluntad
general expresada en la ley.
Consideramos que la Constitución de 1857 representa históricamente la
invención y construcción jurídica más avanzada del siglo XIX, resultado
del trabajo legislativo, intensos debates y afortunados acuerdos generados
por una estela de brillantes mexicanos que le dieron vida, contenido y senti-
do a uno de los proyectos políticos más caros para la naciente República Me-
xicana.
Pese a que la Constitución de 1857 establecía un sistema de elección indi-
recta, para elegir a sus representantes, que desde luego se corrigió en la ac-
tual Constitución de 1917, como sabemos, sólo en un régimen democrático,
representativo, republicano, con plena división y equilibrio de los poderes
del Estado, puede florecer la eficacia de los derechos humanos en el terre-
no donde urgentemente se les requiere hoy en día: en la praxis cotidiana del
ciudadano común de la calle, de las plazas, de las anchas alamedas.
La Constitución de 1857, tuvo en don Benito Juárez a uno de sus mejores
y más decididos defensores, propulsores y continuadores del proyecto jurídi-
co y político más importante del grupo de liberales que dieron una funda-
mental batalla durante el siglo XIX.
Finalmente, la Constitución de 1857 constituye el patrimonio histórico,
político y jurídico de la nación mexicana que representa para la actual gene-
ración de mexicanos un baluarte sobre los antecedentes, el devenir y el desti-
no de las aspiraciones más elevadas del pueblo de México: un porvenir de-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 111

mocrático y republicano garante de los derechos y libertades fundamentales


de la persona humana.

BIBLIOGRAFÍA

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LA INFLUENCIA DE LA DECLARACIÓN DE LOS
DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO
EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857*

Martha Elba Dávila Pérez

MENCIÓN HONORÍFICA

El siglo XIX, periodo de profundas ambivalencias para México. Por una par-
te es la época en que comienza una larga guerra de independencia que culmi-
na exitosamente; sin embargo, también lo es de inestabilidad y lucha conti-
nua entre diversos grupos por el poder, centralistas y federalistas; liberales y
conservadores; y es en tal ambiente en el que tiene lugar un gran momento para
los derechos humanos en nuestro país, que es su reconocimiento a nivel cons-
titucional.
En la Constitución del 57 se puede apreciar un aspecto de gran importan-
cia en la doctrina de los derechos humanos, que al parecer forma parte de la
eterna discusión sobre su naturaleza; en la formulación de los principios que
integran el catálogo de derechos consagrados en la Constitución de 1857 se
discutió si éstos existían en sí mismos, anteriores a toda ley, y por tanto el hom-
bre nace con ellos, o si más bien son una derivación y consecuencia de la
misma ley.
Es decir, el iusnaturalismo o iuspositivismo, y cómo estas doctrinas encuen-
tran eco, siendo representadas en el seno del Congreso Constituyente.
En la Constitución de 1857 se evidencia el influjo que los grandes ideólogos
de la Revolución francesa y del liberalismo europeo tienen sobre los consti-
tuyentes dando a este documento una gran trascendencia histórica e ideológi-
ca en la conformación de México como Estado democrático.

* Mención honorífica en el Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en


la Constitución de 1857”.

[113]
114 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

La Constitución de 1857 no sólo contiene el primer catálogo de derechos


en México, sino la expresión de una aspiración de libertad y justicia que de-
seaban los mexicanos, aspiración general de la humanidad, encontrando des-
pués de años de luchas y búsqueda el momento y la forma oportuna de hacer
su aparición en la historia constitucional mexicana.

1. LOS DERECHOS HUMANOS EN EL


CONSTITUCIONALISMO MEXICANO

Ha sido una preocupación constante en toda sociedad la limitación y control


del poder público. En “el espíritu de las leyes” Montesquieu refleja esta pre-
ocupación señalando:

La libertad política se encuentra sólo en los gobiernos moderados. No la hay


más que cuando no se abusa del poder; pero la experiencia eterna demuestra
que todo hombre con poder se inclina a abusar de este último. Sólo se detiene
hasta que encuentra los límites. ¿Quién lo diría? La Virtud misma requiere de
límites. Para que no se pueda abusar del poder, es necesario que por disposi-
ción de las cosas, el poder detenga al poder.1

Lord Acton sostiene que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto
corrompe absolutamente”.2
Según Kelsen, “la Constitución en sentido material está constituida por los
preceptos que regulan la creación de normas jurídicas generales y, especial-
mente, la creación de las leyes”, pero también, más allá de tal concepto, el ob-
jeto de un documento constitucional lo es crear y organizar a los poderes
públicos dotándolos de funciones y competencias.
Por lo anterior, las constituciones occidentales, inspiradas por la Consti-
tución norteamericana, y la francesa, han organizado el poder público con la
mira de impedir el abuso del poder, por lo que la estructura de una constitu-

1
“Las instituciones políticas de Francia (El Presidente de la República-El Primer Minis-
tro y el Gobierno-El Parlamento)”, en Francia Hechos y Cifras, núm. 7, Embajada de Francia
en México, Servicio Regional de Información, mayo, 1991, p. 3.
2
John E. Acton, Essays on Freedom and Power. Boston, The Beacon Press, 1949, p. 364;
citado por Carla Huerta Ochoa, Mecanismos constitucionales para el control del poder polí-
tico. México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2001, p. 19. (Serie: Doctrina
Jurídica, núm. 1.)
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 115

ción debe incluir la consideración a lo derechos del individuo, que se sus-


traen de la invasión del Estado, y que según Tena Ramírez,3 se clasifican en
dos categorías, ambas considerando a tales derechos del individuo frente al
Estado.

a. Los derechos del individuo aislado, que incluye derechos absolutos como
la libertad de conciencia, la libertad personal contra las detenciones
arbitrarias, etcétera.
b. Los derechos del individuo relacionado con otros individuos; que in-
cluye derechos que no se circunscriben a la esfera del particular, sino
que se manifiestan socialmente y que requieren la intervención ordena-
dora y limitadora del Estado, como la libertad de cultos, la de asocia-
ción, la de prensa.

En la actualidad, adicionalmente se habla de otro tipo de derechos (los eco-


nómicos, culturales y sociales), que no sólo exigen un respeto o un ordena-
miento por parte del Estado, sino una participación activa para su efectivo
ejercicio, al estar obligado a realizar acciones tendentes a asegurar el acceso
a los ciudadanos a centros de salud, a la cultura, al deporte, para preservar un
medio ambiente sano, etcétera.
La primera manifestación de derechos humanos en México (con poste-
rioridad de aquellas leyes dictadas para la protección de los indígenas por
el imperio español), la realiza don José María Morelos y Pavón, quien ante el
Congreso en Chilpancingo, que tenía como representantes a Ignacio López
Rayón, José María Liceaga, Andrés Quintana Roo y José María Cos, en 1812,
presentó un documento llamado “Los Sentimientos de la Nación”, en el que
se establece que no hay esclavos y que todos son iguales ante la ley, así como
el deseo de moderar la opulencia entre los ricos y suavizar la indigencia entre
los pobres. Una de las disposiciones que contenía se refería al fracciona-
miento de las grandes haciendas, porque el beneficio de la agricultura consis-
te en que muchos puedan subsistir con su trabajo e industria y no que un solo
particular tenga grandes extensiones de tierras infructíferas.
Los Sentimientos de la Nación consagran además que “la soberanía dima-
na inmediatamente del pueblo. Las leyes deben comprender a todos, sin ex-
cepción de privilegiados. Como la buena ley es superior a todo hombre, las
que dicte nuestro congreso serán tales que obliguen a la constancia y al pa-

3
Felipe Tena Ramírez, Derecho constitucional mexicano. México, 1995, p. 22-24.
116 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

triotismo, moderen la opulencia e indigencia y de tal suerte se aumenta el jor-


nal del pobre, que modere sus costumbres y alivie la ignorancia, la rapiña y el
hurto...”4
Ideas que posteriormente constituirían la base de la Constitución de
Apatzingán, sancionada en esa población el 22 de octubre de 1814, que cons-
tituye la primera ley fundamental redactada en el país, resultado del Congre-
so de Chilpancingo, misma que no tuvo vigencia por la guerra de indepen-
dencia, pero en la cual se puede observar una gran influencia de la Declaración
francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.
Posteriormente, en la Constitución de 1824, el artículo 30 se menciona la
frase “derechos del hombre y del ciudadano”, y en tal documento se da un
reconocimiento de ciertos derechos fundamentales, entre los que se encuen-
tran, la obligación de los Estados de proteger y respetar la libertad de escri-
bir, imprimir y publicar sus ideas políticas, así como la inviolabilidad del do-
micilio.
Igualmente, en la Constitución centralista de 1836, denominada “Las Sie-
te Leyes Constitucionales”, se tutelan diversos derechos, en el artículo 2o. de
la Primera Ley se hace mención de los derechos de los mexicanos y se consa-
gran los derechos de no ser detenido por más de tres días por autoridad polí-
tica alguna, los derechos de propiedad y que los jueces no podrán excederse
en las penas establecidas en la ley de imprenta.
En 1843 se aprobaron y publicaron Las Bases de Organización Política de
la República Mexicana, en cuyo título II se establecen diversas restricciones
a los derechos consignados en la Constitución de 1936 como la pena de muerte,
la creación de tribunales sin sujeción a derecho, la suspensión de formalida-
des judiciales y severas restricciones a la libertad de imprenta.
Con el regreso de Santa Anna el 21 de marzo de 1847, se suprimió la vice-
presidencia y el Congreso nombró y formó a la Comisión de Constitución, es-
tando en ella, entre otros, Manuel Crescencio Rejón Rejón y Mariano Otero.
El Congreso que restableció la Constitución de 1824, con diversas reformas
y a la cual se le denominó Acta Constitutiva y de Reformas de 1847. Otero re-
dactó el Acta en 30 artículos, retomando la idea de la división de poderes y
estableciendo en el artículo 21 que los poderes sólo pueden y deben hacer lo
que la Constitución otorga como facultad e impone como obligación. El ar-
tículo 5o. se titula “Derechos del hombre” y se asegura la libertad, igualdad,

4
Francisco González Díaz Lombardo, El derecho social y la seguridad social integral.
México, UNAM, 1973, p. 135.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 117

propiedad y seguridad; y en su artículo 2o. establece la libertad de los ciuda-


danos para reunirse y discutir de los negocios públicos; documento en el que
además se acoge por primera vez a nivel federal la figura del juicio de ampa-
ro que establecía la Constitución yucateca de 1841, esta Constitución fue
jurada el día 21 y promulgada el 22 de mayo de 1847.
Sin embargo, no es sino hasta 1857 cuando al crear una nueva Constitución
Federal triunfa la idea del reconocimiento y respeto de los derechos humanos
y se constituye un verdadero catálogo de los derechos de libertad, igualdad,
seguridad jurídica y propiedad en 29 artículos.

2. EL AMBIENTE POLÍTICO Y SOCIAL QUE RODEA


LA PROMULGACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DEL 57

La Constitución de 1857 fue la consecuencia jurídica de la lucha desatada


contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna, de 1853 a 1855.
Pese al reestablecimiento de la Constitución de 1824 en 1847, siguieron fre-
cuentes cambios en el Poder Ejecutivo, manifestando anarquía y debilitamien-
to del régimen federal. Existían frecuentes luchas internas. A la renuncia del
Presidente Arista en 1853 se hicieron cargo del gobierno, sucesivamente, Juan
B. Ceballos, Manuel María Lombardini y Antonio López de Santa Anna, quien
promulgó las Bases para la Administración de la República formuladas bajo
la dirección de Lucas Alamán.5
Para 1853, existía una gran contradicción y confusión en el plano político
y social mexicano, y como resultado de los Convenios de las Brigadas resulta
electo Antonio López de Sana Anna, quien tomó posesión del gobierno el 20
de abril de 1853. Santa Anna se hizo llamar “Alteza Serenísima”, nombró un
ministerio compuesto por conservadores principalmente y expidió una serie
de decretos dirigidos a implantar la dictadura, entre los que declaró en receso
a las legislaturas.
El 1 de marzo de 1854 el coronel Florencio Villarreal había iniciado un
movimiento denominado Revolución de Ayutla, conforme al plan del mismo
nombre. Los objetivos del Plan de Ayutla eran el desconocimiento del go-
bierno de Santa Anna, la creación de un gobierno provisional y la convocato-
ria de una Asamblea Constituyente.

5
“Constitución” en Enciclopedia de México, México, T. II, 1978.
118 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

A pesar de que el Plan de Ayutla fue insuficiente por sí mismo, como causa
inmediata del establecimiento del liberalismo en México, su mérito radica,
dice Burgoa,6 en ser un documento de preparación revolucionaria, y que sin
embargo contiene diferentes atributos que lo peculiarizan a toda revolución y
lo distinguen de cualquier movimiento alterador de un statu quo:

a. El Pan de Ayutla pretendió derrocar violentamente la dictadura santanista,


un gobierno de ipso, espurio y oprobioso.
b. Tuvo como propósito establecer la igualdad republicana mediante la
abolición de órdenes, tratamientos y privilegios abiertamente opuestos
a ella, así como la frustración de tendencias al establecimiento de una
monarquía contraria al carácter y costumbres del pueblo de México.
c. Pugna por una organización estable y duradera del país mediante el es-
tablecimiento de un orden constitucional, bajo la forma de república re-
presentativa y popular y sobre la base del respeto inviolable de las garan-
tías individuales, disponiendo la formación de un gobierno provisional
y la convocación a un Congreso extraordinario que expidiera para Méxi-
co una Constitución.
d. Hizo surgir con perfiles ideológicos perfectamente marcados al partido
liberal que sostuvo con las armas la Constitución de 1857 y las Leyes de
Reforma y cuyos ordenamientos adquirieron carta de legitimidad en el
pueblo mexicano, pues no sólo fueron aceptados públicamente, sino in-
vocados posteriormente por los gobernados contra las arbitrariedades
del poder público.

La Gran Logia Nacional Mexicana acordó que a nombre del Partido Pro-
gresista Democrático dirigiría una misiva a Santa Anna en la que se le solici-
taba el restablecimiento del sistema federal, sin embargo Santa Anna deseaba
llevar a cabo el cumplimiento del Plan de Iguala y reestablecer una monarquía;
por un decreto disolvió las guardias nacionales y dictó leyes de opresión.
Después de una encarnizada lucha, se culminó con la proclamación del plan
político el 1 de marzo de 1854 y la expulsión definitiva de Santa Anna del país
el 9 de agosto de 1855, y el 4 de octubre de 1855, en el teatro de Cuernavaca,
fue instaurada la Junta de Representantes, integrada por Valentín Gómez Farías
como Presidente; don Melchor Ocampo, Vicepresidente, y como Secretarios,
don Benito Juárez, don Francisco Zendejas, don Diego Álvarez y don Joa-
quín Moreno, en la que resultó electo como presidente el general Juan Álvarez.

6
Ignacio Burgoa, Las garantías individuales. México, Porrúa, 2002.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 119

Juan Álvarez llamó el día 16 de octubre de 1855 a elección de diputados a


un Congreso Constituyente, lo cual sirvió para integrar el Congreso de mayo-
ría liberal de 1842. Posteriormente, Juan Álvarez fue sustituido por Ignacio
Comonfort, el 8 de diciembre de ese mismo año.
La apertura de sesiones del Congreso ocurrió el día 18 de febrero de 1856,
promulgándose el Estatuto Orgánico Provisional del la República Mexicana,
en el cual el artículo 32 hace referencia a la libertad de trabajo. El 16 de junio
del mismo año se presentó el proyecto de Constitución, misma que fue jurada
el 5 de febrero de 1857 y promulgada el 11 de marzo.

3. LOS DERECHOS HUMANOS EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857


Y LA INFLUENCIA DE LA DECLARACIÓN FRANCESA DE LOS
DERECHOS DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO EN ELLA

En Europa las ideas de libertad fueron extendiéndose influyéndose de unos


ideólogos a otros; así en Francia la filosofía del inglés John Locke7 fue resca-
tada y enriquecida por la Ilustración francesa y de forma más destacable por
el escritor y filósofo Voltaire, el cual insistía en que el Estado era superior a la
Iglesia y pedía la tolerancia para todas las religiones, la abolición de la cen-
sura, un castigo más humano hacia los criminales y una organización política
sólida que se guiara sólo por leyes dirigidas contra las fuerzas opuestas al pro-
greso social y a las libertades individuales. Para Voltaire, al igual que para Di-
derot, ambos ideólogos de la Revolución francesa, el Estado es un mecanismo
para la creación de felicidad y un instrumento activo diseñado para controlar
a una nobleza y una Iglesia poderosas.
Según Jellinek, al influjo de la Declaración de Derechos en Francia “se ha
formado en el derecho positivo de los Estados la noción de los derechos sub-
jetivos y públicos del individuo”.8
Y ello es cierto, ya que la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano es referida en la Constitución Francesa vigente, y dio nacimiento a
un modelo de declaración de derechos que, en general, se encuentra incluido
en la totalidad de Constituciones en occidente.

7
N. del A. Las ideas de Locke también influyeron en Thomas Jefferson, quien las expresó
en la Declaración de Independencia, así como en varios discursos en los que criticaba a los
gobiernos paternalistas y reclamaba la libertad de expresión de las ideas.
8
Citado por Miguel Bolaños Cacho, Los derechos del hombre. México, Comisión Nacio-
nal de los Derechos Humanos, t. I, 2002, p. 156.
120 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

En específico, tratándose de México, es en la Constitución de 1857 en la


que se encuentran reflejados en forma fiel los principios de la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano, al afirmarse que los derechos del
hombre son el sustento indispensable de las instituciones sociales, y hace pa-
tente que todos los mexicanas nacen libres e iguales.9
La Constitución de 1857 representa uno de los textos capitales del consti-
tucionalismo mexicano, ya que su contenido significa el rompimiento oficial
con varias de las instituciones que impedían, por cuestionar su dominio y
poder, el reconocimiento de los derechos básicos del hombre, como el dere-
cho de reunión y asociación, la libertad de escribir, la libertad de credo, entre
otros, es decir la ruptura con el poder económico y político de la Iglesia y la
desaparición de los fueros y privilegios, militar y eclesiástico.
La ley fundamental de 1857 tuvo el propósito de garantizar el respeto a la
dignidad humana con criterio individualista, recogiendo las ideas liberales
que desde 1833 había querido implantar Valentín Gómez Farías.10
Además de contar con Valentín Gómez Farías,11 el Constituyente del 57
estuvo conformado por algunos de los hombres más ilustres del llamado par-
tido liberal, tales como Ponciano Arriaga, Santos Degollado, Manuel Dobla-
do, Ignacio Ramírez, Vicente Riva Palacio, Ignacio Vallarta y Francisco Zar-
co, quienes vieron por plasmar el ideal humanista y liberal de la época, por
ser el que garantizaba la libertad humana.
En las discusiones que formaron la Constitución de 1857 se puede observar
la lucha entre la fuerza liberal y conservadora, y la existencia de una corrien-
te liberal moderada que buscaba mediar entre las dos posiciones extremas.
Los liberales, influidos por los ideólogos de la Revolución francesa, del
liberalismo inglés y de los independentistas norteamericanos, buscaron por
incluir los principios del sufragio universal, la desaparición de los fueros y
privilegios militar y eclesiástico, la igualdad y la libertad humanas, la separa-
ción de la Iglesia y el Estado, la libertad de conciencia, cultos, enseñanza, pen-
samiento e imprenta; la libertad de trabajo, industria y comercio; la desamor-
tización de los bienes del clero; la propiedad privada frente a la propiedad

9
Cfr. Fernando Gutiérrez Barrios, 1789-1989 Bicentenario de la Declaración de los De-
rechos del Hombre y del Ciudadano. México, Secretaría de Gobernación, 1989, p. 12.
10
Cfr. El presidencialismo mexicano y la reforma del Estado, en www.costarricense.cr/
pagina/REFORMA REPUBLICANAMX/
11
N. del A. Valentín Gómez Farías fue diputado en las Cortes Españolas de Cádiz, en
1812, y adherente al Plan de Iguala de 1821, trabajando siempre por la libertad de México y
por el reconocimiento constitucional de los derechos humanos.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 121

corporativa y comunal, el sistema federal, la división de poderes y el instru-


mento para garantizar el estado de Derecho: el juicio de amparo.
En efecto, en esta constitución se reconocen en forma amplia y porme-
norizada los derechos y libertades de la persona humana y el modo de hacer-
los efectivos a través del juicio de amparo, establecido por primera vez en la
Constitución yucateca y de Reformas de 1847.
Es de recalcarse que a pesar de haber sido jurada en el nombre de Dios y
con la autoridad del pueblo mexicano, según señala tanto en su título (Cons-
titución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, sancionada y jurada por
el Congreso General Constituyente, el día 5 de febrero de 1857) como en las
declaraciones (que el Congreso extraordinario constituyente ha decretado lo
que sigue: “En el nombre de Dios y con la autoridad del pueblo mexicano”)
esta Constitución, al no señalar expresamente que la religión católica era la
del pueblo mexicano, ni la del Estado, admite implícitamente el principio de
la tolerancia religiosa.12
Esta carta política destacó los derechos del hombre como la base de las ins-
tituciones, en el artículo 2 la libertad y la igualdad de todos ante la ley, esta-
bleciendo que los esclavos que pisen el territorio nacional recobrarían por
ese solo hecho su libertad y tienen derecho a la protección de las leyes.
Consagró en los artículos 3 al 11 las libertades de enseñanza, establecien-
do que la ley determinaría qué profesiones necesitan título para su ejercicio,
así como los requisitos aplicables; la libertad de trabajo, al establecer que no se
puede obligar a nadie a prestar trabajos personales sin la retribución y sin con-
sentimiento, que no se permite la contratación que tenga por objeto la pérdi-
da o el irrevocable sacrificio de la libertad, ya por trabajo, educación o voto
religioso; la libertad de expresión de las ideas, señalando que no pueden ser
objeto de inquisición judicial o administrativa, salvo que ataque la moral, de-
rechos de terceros, o provoquen algún crimen o delito o perturben el orden
público; de imprenta, estableciéndose que no era permitida la solicitud de
fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, con los lí-
mites de respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública; el derecho de
petición por escrito de manera pacífica y respetuosa, y en materia electoral res-
tringido para los ciudadanos mexicanos; por ser un reclamo social constante,
se consagró también el derecho de asociación con objeto lícito, con la misma

12
Álvaro Acevedo López, El principio de igualdad y la expropiación ante el tratado de
Libre Comercio con Norteamérica, en www.universidadabierta.edu.mx/Biblio/A/Acevedo%
20Alvar-ComNortAm.htm
122 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

restricción que el derecho de petición de que en materia política, el ejercicio


de este derecho se encuentra reservado únicamente a los ciudadanos mexica-
nos; el derecho de poseer y portar armas para seguridad y legítima defensa,
salvo las prohibidas por la ley; de transito para entrar y salir de la república,
viajar por el territorio y mudar de residencia.
En el artículo 12 se establece que en la República no se reconocen títulos
de nobleza, ni prerrogativas, ni honores hereditarios; y que sólo el pueblo
puede decretar recompensas en honor de quienes presten servicios eminentes
a la patria o humanidad.
Los artículos 13, 14, 15, 16, 17, 18 y 19 establecen las garantías de no ser
juzgado por leyes privativas o tribunales especiales, la prohibición de fueros
y de gozar de más emolumentos que aquellos fijados por la ley para el servi-
cio público, el reconocimiento del fuero militar; la prohibición de expedir
leyes retroactivas y de la aplicación retroactiva de la ley; la prohibición de
celebración de tratados para la extradición de reos políticos, ni para aquellos
que tenían la condición de esclavos, ni convenios que alteren las garantías
reconocidas por la constitución; la prohibición de ser molestado en su perso-
na, familia, domicilio, papeles y posesiones, sino mediante escrito de autori-
dad competente que funde y motive la causa legal del procedimiento, lo que
constituye la garantía de legalidad, así como de que únicamente en delito in
fraganti se puede ser detenido por cualquier persona; la prohibición de ser
preso por deudas de carácter civil; la garantía de que sólo habrá lugar a pri-
sión por delito que merezca pena corporal y el beneficio de fianza; además de
que ninguna detención podría exceder del termino de tres días, sin que se jus-
tifique con un auto de prisión, además de que el maltratamiento en la apre-
hensión o prisiones sería motivo de castigo por las autoridades competentes.
El artículo 20 prevé las garantías del inculpado en un juicio criminal; el 21
que la aplicación de las penas es exclusiva de la autoridad judicial y que la
autoridad administrativa únicamente puede imponer multa o hasta un mes de
reclusión. El artículo 22 prohíbe las penas trascendentales; el 23 la abolición
de la pena de muerte, que quedaría a cargo del poder administrativo, y que
ésta no podría extenderse a otros casos mas que a los delitos expresamente
consagrados en la Constitución; el artículo 24 la garantía de no ser juzgado
dos veces por el mismo delito, la prohibición de que un juicio criminal tenga
más de tres instancias y la práctica de absolver de la instancia.
El artículo 25 establece la seguridad de la correspondencia, el 26 la garan-
tía de no intervención militar en tiempos de paz, en el artículo 27 se consagra
el derecho de propiedad, la cual no puede ser ocupada sin consentimiento,
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 123

sino por causa de utilidad pública y previa indemnización, además de que nin-
guna corporación civil o eclesiástica tendrá capacidad para adquirir propie-
dad o administrar bienes, sino los destinados al servicio de la institución; el
artículo 28 prohíbe las practicas monopólicas como protección a la industria
y el 29 prevé las situaciones en las que procede la suspensión de las garantías
consagradas por la constitución.
La Constitución del 57 implantó el federalismo y el establecimiento de una
República representativa. Depositó el Poder Ejecutivo en un solo individuo.
Su división política se estructuró en 25 estados, un territorio y un Distrito Fe-
deral. Esta Constitución no difirió mucho de la promulgada en 1824 en cuan-
to a la organización del Estado y su pronunciamiento fundamental fue en
favor de las garantías individuales. Se promulgó el 11 de marzo de 1857.
Sin embargo, el 17 de diciembre de ese año, el general Félix María Zuloa-
ga se pronunció en contra de ella, iniciándose la guerra de Reforma, o de los
Tres Años, lapso en el cual estuvo suspendido el orden constitucional. En
1861, con el triunfo de los liberales, se aplicó por un breve plazo, para inva-
lidarse con la Intervención francesa en 1862. Fue hasta la Restauración de la
República en 1867, cuando se aplicó cabalmente este ordenamiento. Convie-
ne señalar que a su clausulado original se añadieron las Leyes de Reforma de
1859, que nacionalizaron los bienes eclesiásticos, suprimieron la propiedad
comunal de los indígenas y establecieron la tolerancia de cultos, el matrimo-
nio, el registro civil y la secularización de los cementerios.
En las Leyes de Reforma, promovidas por Juárez como Presidente, y por
don Miguel Lerdo de Tejada como Ministro, se puede observar totalmente la
influencia ideológica francesa. Para terminar de implantar la ideología libe-
ral no bastaba con la adopción de las disposiciones constitucionales, sino que
era necesaria la emisión de ciertas leyes que les diera vigor y alcance; así como
en Francia, no bastaba con la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, sino que fue necesario que Napoleón dictara las leyes de secula-
rización de bienes, y lo que conocemos como el Código Civil Napoleónico
que separa el poder civil del de la iglesia.
Como se expone anteriormente, los derechos y libertades que reconoce la
Constitución del 57 y la implementación de las leyes de reforma, significa-
ron la consagración de años de lucha en el México independiente, ya que
desde 1829, un autor llamado José María Luis Mora, inspirado en el pensa-
miento francés y nutrido de la vertiente española del liberalismo, señalaba
que no se podía aceptar, dentro de un sistema representativo federal, que mi-
litares y eclesiásticos estuviesen regidos por autoridades y leyes particulares
124 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

correspondientes a su fuero, por lo que debido a la situación que regía, era


necesario que se dictaran medidas para lograr la ocupación de los bienes del
clero, la abolición de los privilegios de esta clase y de la milicia; la difusión
de la educación pública en las clases populares, absolutamente independien-
te del Clero; la supresión de monacales; la absoluta libertad de las opiniones;
la igualdad de los extranjeros con los naturales en los derechos civiles y el
establecimiento del jurado en las causas criminales.13
En la redacción de la Constitución de 1857, con la impresión de ideas in-
dividualistas, liberales y de derecho natural, la Asamblea Constituyente en-
cargada de redactar dicha Constitución se preocupó, influida por las ideas y
acontecimientos europeos, de establecer un capítulo específico dedicado a
las garantías individuales, mismo que ya fue objeto de análisis y cuyo artícu-
lo 1o. Establece: “El pueblo mexicano reconoce, que los derechos del hom-
bre son la base y el objeto de las instituciones sociales”, en lo que se puede
reconocer la absoluta influencia de la Declaración de los Derechos del Hom-
bre y del Ciudadano, obra imponderable de Gilbert de Montier, marqués de
Lafayette, a quien correspondió redactar, por encargo de sus compañeros, en
fórmulas breves los derechos inmanentes al hombre como ser físico y so-
cial.14
Igualmente, es apreciable la influencia de la tradición constitucional nor-
teamericana (influida a su vez por las ideas de Voltaire, Rousseau y Mon-
tesquieu), en especial de la Constitución de Virginia, que en la sección de de-
claraciones señala: “Declaración de derechos hecha por los representantes
del buen pueblo de Virginia, reunidos en asamblea plenaria y libre; derechos
que pertenecen a ellos y a su posteridad, como la base y fundamento del
gobierno”.
Se ha reiterado que las ideas que triunfaron y que se ven reflejadas en la
Constitución de 1857 son las del individualismo y el liberalismo; doctrinas
que implican las posturas que el Estado adopta frente a sus miembros en las
relaciones entre ambos. Como se dijo, éstas ideas se ven consagradas en el ar-
tículo 1o. de la Constitución, al considerar que los derechos del hombre no
sólo son objeto de las instituciones jurídicas, sino además su base misma;
además, en la exposición de motivos también se señala que:
13
Citado por Margarita Moreno-Bonett, Los derechos humanos en perspectiva histórica.
De los derechos individuales a los derechos sociales, 1857-1917, Biblioteca Jurídica Virtual,
en www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l=1625
14
Héctor Flores, Juárez y el pensamiento liberal, en http://hf7.tripod.com/VITRIOL/
JUAREZ.html
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 125

Persuadido el Congreso de que la sociedad para ser justa, sin lo que no puede
ser duradera, debe respetar los derechos concedidos al hombre por su Creador,
convencido de que las más brillantes y deslumbradoras teorías políticas son tor-
pe engaño, amarga irrisión, cuando no se aseguran aquellos derechos, cuando no
se goza de libertad civil, ha definido clara y precisamente las garantías indivi-
duales, poniéndolas a cubierto de todo ataque arbitrario. El acta de derechos que
va al frente de la Constitución es un homenaje tribunado en vuestro nombre,
por vuestros legisladores, a los derechos imprescriptibles de la humanidad. Os
quedan, pues, libres, expeditas, todas las facultades que del Supremo recibisteis
para el desarrollo de vuestra inteligencia, para el logro de vuestro bienestar.

Sistema en el que el Estado garantiza la seguridad de los derechos huma-


nos, las instituciones se establecen en pro del individuo, para el desarrollo
de su inteligencia y para el logro de su bienestar, se considera que si bien el
orden es una necesidad de las naciones, sin la libertad individual el orden se
convierte en tiranía que no es el estado normal de las sociedades, ni el objeto
del poder del Estado, ya que tanto el bienestar como el progreso requieren de
la libertad individual, que se ve manifestada en la garantía de la actividad
física, intelectual, industrial y comercial.15
Por otra parte, el liberalismo, se consagra en la Constitución de 1857 se-
gún la misma exposición de motivos al establecer:

El Congreso estimó como base de toda prosperidad de todo engrandecimiento,


la unidad nacional; y, por tanto, se ha empeñado en que las instituciones sean
un vínculo de fraternidad, un medio seguro para establecer armonías, y ha pro-
curado alejar cuanto producir pudiera, choques y resistencias, colisiones y con-
flictos.

De donde claramente se describe el papel del Estado, de actuar como vigi-


lante y regulador de las relaciones entre particulares, sin intervenir en la vida
económica y social.
La formulación del artículo 1o. de la Constitución de 1857 fue objeto de
diversas discusiones entre los constituyentes, y a la fecha, al realizar estudios
comparativos entre la declaración del primer artículo de 1917, sigue siendo
un tema polémico entre los estudiosos de los derechos humanos.
En una de las discusiones medulares de la redacción del dispositivo cons-
titucional que nos ocupa, don Ignacio Ramírez señala que antes de decir que

15
M. Bolaños Cacho, op. cit., nota 7.
126 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

lo derechos humanos son la base de las instituciones, se debe averiguar y de-


finir cuáles son esos derechos, y se pregunta: ¿son acaso los que concede la
misma Constitución, o los que se derivan del Evangelio o del derecho canó-
nico?, ¿o los que reconocieron el Derecho Romano y la Ley de Partida? El
orador cree que el derecho nace de la ley, que por lo mismo importa mucho
fijar cuál es el derecho; observa que los más importantes, como el de la vida,
se confunden en el proyecto con garantías secundarias, como la que a nadie se
le saque sus cartas de correo, resultando de esta confusión una verdadera re-
dundancia.
A lo cual don León Guzmán contesta que e han tocado a un tiempo tres
cuestiones distintas, la primera relativa a si existen los derechos del hombre;
la segunda, si son estos derechos la base de las instituciones sociales y la ter-
cera ¿cuál es el catálogo de esos mismos derechos?, manifiesta que don Igna-
cio Ramírez pone a la Comisión en tortura, puesto que no puede contestar a
todas sus preguntas y objeciones porque parece no creer en la ley natural, por
lo que no aceptará las respuestas que en ella se funden, por lo que basándose
en hechos, no se puede negar que el hombre es un ser evidentemente social,
que al reunirse los hombres en sociedad, conviene sacrificar un poco de su
libertad natural para asegurarla a los demás, y que esta parte de libertad que
se reservan todos los individuos, es lo que constituye el derecho del hombre
en sociedad; asegurar este mismo derecho debe ser el fin de las constitucio-
nes y de todas las leyes, por lo que la Comisión tiene razón para decir que los
derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales.
Manifestando en el mismo sentido don Ponciano Arriaga que los derechos
no nacen de la ley, sino que son anteriores a toda ley, y el hombre nace con
ellos. El derecho de la vida, el de la seguridad, etcétera, etcétera, existen por
sí mismos, y a nade se le ha ocurrido que se necesite una ley que conceda a
los niños el derecho de mamar, y a los hombres todo el de alimentarse y vivir.
Participaciones de las que se puede observar la eterna discusión sobre la
existencia y naturaleza de los derechos del hombre. Si éste los tiene y le son
intrínsecos, anteriores a la ley, o si bien es necesario que el Estado se los
otorgue.
Como puede apreciarse, la redacción triunfante por 70 votos contra 23, fue
la de la tesis al influjo de las ideas del derecho natural, al señalarse que el reco-
nocimiento de que los derechos del hombre son la base y el objeto de las ins-
tituciones sociales, ya que se toma como presupuesto fundamental que los dere-
chos individuales son anteriores al Estado mismo y que éste solo los reconoce
en una constitución, y como se mencionó anteriormente al comparar el texto del
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 127

artículo 1 de la Constitución de 1857, con el de la de 1917 se tiene que en ésta


última, los derechos no se reconocen, sino que se otorgan por el Estado median-
te la constitución, motivo por el cual se ha clasificado al documento del 17 como
positivista.
El modelo de 1857 planteaba claramente la diferencia entre el discurso fi-
losófico y el político-jurídico de los derechos humanos. La Constitución de
1917 por una moda iuspositivista separó la tradición filosófica que venía del
Renacimiento, y la de la Ilustración, respecto de lo que significan los derechos
humanos en una democracia y se circunscribió a plantearlos como garantías
individuales; las garantías individuales no son lo mismo que los derechos hu-
manos; en el iuspositivismo, el Estado puede decidir qué derechos se otorgan
y cuales no, mientras que en el iusnaturalismo el Estado únicamente reconoce
los derechos que el ser humano tiene por el simple hecho de nacer.16
La segunda parte del artículo 1o., después de reconocerse, por el pueblo me-
xicano, que los derechos del hombre son la base y el objeto de las institucio-
nes sociales, también declara que todas las leyes y todas las autoridades del
país, deben respetar y sostener las garantías que otorga la constitución, con lo
cual de ninguna manera se rompe con la doctrina individualista de derecho
natural contenida en la segunda parte del artículo, ya que primeramente se
reconoce que los derechos son anteriores al Estado y el objeto de las institu-
ciones sociales, y después garantiza que los derechos consagrados en la cons-
titución, no serán vulnerados por ninguna ley o autoridad.
En efecto, el reconocimiento de los derechos del hombre como principio y
fin del edificio social contenido en el artículo 1o. de la Constitución de 1857,
tiene una doble vertiente, primeramente como declaración solemne de que la
nación mexicana no consiente organización política ni social en que no sea un
hecho la garantía de los derechos individuales, y segundo, como variable y su-
premo criterio trazado a todas las leyes y todos los decretos y autoridades.17
La Constitución de 1857 representa el documento que en su momento dio
vigencia a las aspiraciones de libertad, de justicia y seguridad que el pueblo
mexicano requería, significando también la realización de las ideas que ha-
bían preñado en México por influencia francesa y no sólo es el primer docu-
mento de tal nivel en México, que reconoce la existencia de los derechos de

16
Mario Álvarez Ledesma, La incorporación de México al sistema de protección interna-
cional de los derechos humanos. Los aspectos pendientes, en www.pdhumanos.org/librería/
libro1/Cap%2008.PDF
17
M. Bolaños Cacho, op. cit., nota 7.
128 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

los hombres, en forma anterior a la misma ley, sino que establece la inviola-
bilidad de la Constitución, la jerarquía de leyes que incluye el reconocimien-
to de los tratados internacionales como ley suprema de la nación y que al día
de hoy constituye una fuente inagotable y enriquecedora de los derechos hu-
manos; y además auxilio en la conformación de un modelo de Estado, fede-
ral, democrático y participativo, que se ratificó mediante la promulgación de la
Constitución de 1917, y que hasta estas fechas es el modelo de integración del
Estado moderno.
ENSAYO SOBRE LOS DERECHOS DEL HOMBRE
EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 Y LOS FUNDAMENTOS
DE LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES*

José Luis Alvarado Valenzuela

“...el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Benito Juárez
Benemérito de las Américas

Un ensayo que estudie la Constitución de 1857 y los derechos del hombre


debe hacerse con mucho cuidado y meticulosidad. Se debe evitar caer en
anacronismos que pueden resultar en una comprensión errónea del tema.
Los derechos del hombre han cobrado mayor protagonismo en nuestros días,
y por lo tanto ameritan una especial consideración. De manera específica, se
analizaran los derechos del hombre en la Constitución de 1857, para concluir
con una explicación universal de la trascendencia de dichos derechos.
Las manifestaciones a lo largo del presente ensayo tratarán de explicar el
papel fundamental de los derechos del hombre en la vida social y política. De
igual forma, se sintetizarán los eventos que, gradualmente, dieron origen a
los derechos humanos. Del mismo modo, se abordarán temas recientes de los
derechos fundamentales, en cuya existencia se ve reflejada la dicotomía que
se presentará a lo largo del ensayo.

LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN

El 5 de febrero de 1857 se forjó una constitución mexicana que marcaba el


inicio de una nueva etapa en la vida política nacional. La entonces llamada

* Mención honorífica en el Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en


la Constitución de 1857”.

[129]
130 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Constitución Política de la República Mexicana trajo consigo conceptos nunca


antes vistos, que sirvieron como lineamientos básicos para futuras genera-
ciones.
El primer apartado de la magna obra de los constituyentes de 1857 es una
dedicación especial a los derechos del hombre. Semejante tema jamás había
sido tratado por los políticos anteriores a dicha Constitución. Los primeros
29 artículos1 hacen referencia a las garantías individuales que el pueblo de
México posee.
Ésta fue la primera Constitución política moderna que delimitaba los dere-
chos que debían gozar todos los hombres en México. La aguda definición del
ciudadano era fundamental para la organización y el buen funcionamiento
del país. La esencia misma de la Constitución radica en aquel primer aparta-
do, puesto que señala la razón de ser del cuerpo político mexicano.
El primer artículo de la Constitución de 1857 especifica: “El pueblo mexi-
cano reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las ins-
tituciones sociales. En consecuencia declara: que todas las leyes y todas las
autoridades del país deben respetar y sostener las garantías que otorga la pre-
sente Constitución”.2
Para tener una comprensión integral y poder hacer un análisis adecuado,
se debe estudiar la Constitución de 1857 en su propio tiempo. La historicidad
es un elemento muy importante, ya que permite entender la situación política
por la cual atravesaba el país. Las coyunturas durante aquella época tuvieron
mucha significancia en la definición de las cosas. Como diría Konrad Hesse:
“La Constitución de una concreta comunidad política, su contenido, la singu-
laridad de sus normas y sus problemas han de ser comprendidos desde una
perspectiva histórica. Sólo la conciencia de esta historicidad permite la com-
prensión total y el enjuiciamiento acertado de las cuestiones jurídico y polí-
tico-constitucionales...”3
El escenario político donde se situaba México a mediados del siglo XIX
se caracterizaba por la lucha inacabable entre centralistas y federalistas. Los
primeros buscaban la concentración del poder en una sola instancia política,
de tal manera que se lograse la unión y el control estricto sobre asuntos rele-

1
Constitución Política de la República Mexicana de 1857, Título 1, Sección 1: De los
derechos del hombre.
2
Artículo 1 de la Constitución de 1857.
3
Konrad Hesse, citado en Miguel Carbonell, Una historia de los derechos fundamenta-
les. p. 8.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 131

vantes al gobierno. Mientras que los segundos eran más afines a los regio-
nalismos y grupos locales, ya que buscaban mayor autonomía frente al gobier-
no central, pero sobre todo querían evitar la tiranía a toda costa.4
Dicha pugna entre centralistas y federalistas desencadenó una serie de en-
frentamientos políticos que impedían el progreso del país. La falta de con-
senso obstaculizaba un plan de gobierno, y el constante cambio entre regíme-
nes centrales, como el Imperio de Iturbide,5 y aquellos federales, como el de
Benito Juárez, ocasionaba una inestabilidad generalizada. Es decir, que México
aún no tenía un rumbo bien definido y oscilaba entre proyectos políticos
distintos y antagónicos.
La joven nación estaba fragmentada y carecía de un ordenamiento adecua-
do y eficaz, ya que la Constitución de 1824 había perdido efectividad y no
estaba adaptada a las condiciones políticas que afectaban al país. Por tanto,
la Constitución de 1824 había perdido su validez y era necesario renovarla.
La estructura política estaba más o menos delineada, sin embargo, para go-
bernar era necesario contar con instituciones políticas y ciudadanos. Desde
luego que para que un gobierno funcione es necesario obtener ingresos (a par-
tir de la recaudación fiscal), entonces era necesario definir al contribuyente.
La Constitución de 1824 se limitaba a definir a los habitantes del país como
mexicanos, mas no indicaba sus derechos ni obligaciones, es decir, no defi-
nía al ciudadano.6
Naturalmente, no se podía cobrar impuestos a la gente, sin que éstos reci-
bieran algo a cambio. De ahí se crean las finanzas públicas, y fue una manera
de incorporar a la población en lo político, es decir, transformarlos en ciuda-
danos. Fue aquí donde los “mexicanos” se convirtieron en trabajadores y con-
tribuyentes. Una vez que se definió al “ciudadanos económico”, era posible
proceder a definir al “ciudadano político”. Éste último era de gran importan-
cia porque una ciudadanía es parte esencial para el gobierno; es la relación
básica entre gobernantes y gobernados.

4
“Decididos, pues, a evitar la excesiva concentración de poder en el ejecutivo, los cons-
tituyentes de 1824 terminaron por diseñar un ejecutivo débil e ineficaz, algunas de cuyas
características subsistirán, vía la Constitución de 1857...” (En Luis Medina Peña, Invención
del sistema político mexicano. Forma de gobierno y gobernabilidad en México en el siglo
XIX, p. 73.)
5
El Imperio mexicano de Agustín de Iturbide, 1822-1824.
6
Cátedra del doctor Jorge Silva Riquer, profesor-investigador del Tecnológico de Mon-
terrey, Campus Ciudad de México. Historia del México independiente.
132 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Para delimitar al “ciudadano político” se debía seguir la misma línea de pen-


samiento que se utilizó para definir al contribuyente. Era necesario dar algo a
cambio para que el pueblo cumpliera su papel en el esquema gubernamental.
Por lo tanto, a cambio de volverse ciudadanos, podrían ejercer ciertos dere-
chos, y a la vez obligaciones, es decir: una justicia social. Los derechos del
hombre que se establecieron en la Constitución de 1857 fueron elementos de-
terminantes para crear a la ciudadanía. Tanto los gobernantes como los go-
bernados se beneficiaban de dichos derechos; los primeros porque ahora ya
tenían a quién gobernar y por tanto podían realizar ese mismo acto. Los se-
gundos gozaban de derechos, que no habían tenido con anterioridad, y ahora
estaban protegidos contra injusticias.
Por ende, uno de los puntos centrales de los derechos del hombre en la
Constitución de 1857 era garantizar la gobernabilidad en el país. Es decir,
que era conveniente para el gobierno que se asegurara la convivencia pacífi-
ca entre los individuos y entre la autoridad y los individuos. Al respecto, es
necesario recordar que en aquella época el acto de gobernar era casi como
una falacia. Una vez que los actores se habían definido, se podía seguir con el
proyecto liberal y federal, que personajes como Benito Juárez, Ignacio
Comonfort y Lerdo de Tejada proponían.
No obstante, no se logró por completo la justicia, ya que aún existían acto-
res políticos —en este caso corporaciones, grupos locales, elites regionales,
etcétera— que gozaban de ciertos privilegios. Por lo tanto, a pesar de la uni-
versalidad de los derechos del hombre, no existía la igualdad. La Iglesia tenía
un peso social y político astronómico y, por ende, tenía una cantidad de privi-
legios sobre las demás corporaciones. Estos privilegios ponían las garantías
individuales en cuestión, y representaban una amenaza para ellos.
Debido a la búsqueda de igualdad y justicia (el objetivo de las garantías
individuales), se le restó el fuero a las órdenes eclesiásticas y se desamortiza-
ron los bienes de la Iglesia. Con ello se logró consolidar los derechos del
hombre establecidos en la Constitución. Las garantías individuales fueron la
clave para que la Constitución de 1857 tuviera éxito, puesto que reafirmaban
y garantizaban la justicia.
Otro punto central de los derechos del hombre era evitar los abusos por
parte de las autoridades. Con la Constitución de 1857 se enlistaron derechos
concretos que servían de escudo para aquellos individuos que se veían ame-
nazados por el gobierno. Debido a la naturaleza conflictiva de la política
mexicana, los abusos de poder y decisiones arbitrarias eran cosa común: “Los
frecuentes ataques de los Poderes de los Estados y Federación a los particu-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 133

lares hacen urgente que, al restablecerse la Federación, se dé a aquéllos una


garantía personal”.7 Por lo tanto, era necesario garantizar la estabilidad utili-
zando los derechos del hombre como instrumento.
Las garantías individuales se contemplaban, por parte de los constituyen-
tes, como la solución a uno de los problemas políticos más graves. El temor a
la tiranía y a la concentración excesiva del poder fomentó la creación de
mecanismos encaminados a frenar las imposiciones del gobierno. Según Pau-
lino Machorro, los derechos del hombre se instauraron “para que el Estado,
el gobierno, las autoridades, los caciques detengan la acción de sus pasiones,
de sus intereses, de su fuerza...”8
Críticos de la Constitución de 1857, como el centralista Justo Sierra, afir-
maban que se necesitaba crear un gobierno fuerte que limitara las garantías
de los individuos para robustecer y fortalecer al Ejecutivo.9 Daniel Cosío
Villegas explica la postura de Sierra, cuando indica que un país como Méxi-
co, donde las crisis son el estado normal, “mantener débil en tiempo de paz y
darle facultades extraordinarias en época de crisis es inducir al Ejecutivo a
vivir siempre con esas facultades desprestigiando y aun matando la ley”.10
También es notable el propio carácter de los Constituyentes, ya que idea-
ron una constitución basada en los pensamientos modernos de filosofía polí-
tica europea y americana. Las ideas de la Ilustración y de teóricos como Jean
Jacques Rousseau y John Locke preponderaban entre los padres de la Cons-
titución de 1857.
El debate generado en torno a la Constitución no era solamente acerca de
la praxis, sino también de los fundamentos filosóficos de la misma. La Cons-
titución de 1857 contenía una carga impresionante de ideas liberales, racio-
nales e individualistas, dentro de un marco positivista. Por ende, las ideas
innovadoras que habían tomado a Europa por sorpresa, se habían reproduci-
do en tierras mexicanas.
Por lo tanto, los fundamentos de una política moderna que tomaba a los
individuos como un componente esencial del aparato gubernamental, esta-
ban enraizándose en México. La modernidad política ubicaba al individuo

7
Citando a Mariano Otero, en Paulino Machorro, La Constitución de 1857: un ciclo evo-
lutivo del pueblo mexicano 1824-1917. A la vez, punto de partida de un ciclo evolutivo pos-
terior 1857-1917, p. 78.
8
Ibid., p. 70.
9
Véase Daniel Cosío Villegas, La Constitución de 1857 y sus críticos.
10
Hace referencia al artículo 29, donde especifica la suspensión de las garantías. (D. Cosío
Villegas, op. cit., p. 43.
134 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

antes que la sociedad, y como el creador de la última, el hombre debía contar


con ciertos derechos. Es decir, que las garantías individuales existen porque
el hombre está por encima de la sociedad, y no viceversa.11 Las ideas euro-
peas también especificaban que existen ciertos derechos naturales12 que son
inherentes al hombre, y por tanto dichos derechos no se crean, y no se pueden
destruir. Una vez más, Justo Sierra se hizo escuchar alegando que: “Se creyó
a ciegas en el disparate histórico y científico de considerar al hombre ante-
rior a la sociedad, y a la sociedad como un producto del convenio de los
individuos; se aceptó más o menos conscientemente la absurda teoría del
contrato social”.13
Se infiere que hay una relación “contractualista” entre los gobernantes y
los gobernados. Los individuos ahora eran acreedores de derechos, pero a la
vez, debían cumplir con ciertas obligaciones. Ésta era la relación típica en los
sistemas políticos del “Viejo Mundo”.
De igual manera, existían antecedentes claros que influyeron sobre la Cons-
titución del 57. La Declaración de Independencia de las 13 colonias británi-
cas en América, la consecuente “Bill of Rights”, y en Francia la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.* Como antecedente
inmediato a la Constitución de 1857 existe aquella redactada en 1824 que
establece, aunque vagamente, algunos derechos personales. “El acta consti-
tucional del 31 de enero de 1824 y la Constitución del 4 de octubre del mis-
mo año hacían mención de algunos derechos que habrían de ser antecedente
cercano de la idea de protección judicial, que sin embargo no llegó a plas-
marse”.14
Es evidente que los temores de los federalistas, acerca del abuso de poder
por parte de un gobierno central, se veían reflejados en la Constitución de
1857. Si se toma en cuenta el contexto, se puede ver que los constituyentes
vivieron bajo el control absoluto del general Antonio López de Santa Ana.
Machorro explica:

11
José Fernández Santillán, El despertar de la sociedad civil: una perspectiva histórica,
p. 61.
12
Parte de la corriente Iusnaturalista, sostenida por autores como Hobbes, Locke, Rousseau
y otros. (M. Carbonell, op. cit., p. 109. “La idea de que los derechos sean ‘naturales’ es una
manifestación del iusnaturalismo racionalista propio del siglo XVIII...”)
13
D. Cosío Villegas, op. cit., p. 42.
* También conocida como La Declaración Francesa.
14
P. Machorro, op. cit., p. 77.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 135

Las libertades de la enseñanza y de la emisión del pensamiento en forma hablada


o escrita, sin más limitación que la moral y sin previa censura; la libertad del tra-
bajo, con la garantía del consentimiento y la justa retribución; la abolición de
privilegios y fueros militares y eclesiásticos; la libertad religiosa, la de reunión,
la de la vida, las garantías en juicio penal, la irretroactividad de la ley de todo
acto de autoridad, lo mismo que la legalidad de todo procedimiento, la prohi-
bición de monopolios y, finalmente, el reconocimiento de la propiedad, tales
fueron el presente que el Congreso constituyente de 1856-1857 hizo a la na-
ción mexicana al cumplir el encargo de la revolución de Ayutla.15

El sacrificio de las personas que habían sufrido las penurias de vivir bajo
un régimen dictatorial sirvió para evitar esta amarga experiencia a futuras
generaciones. Impedir el despotismo era el fin último de estos políticos, y
por esta razón optaron por garantizar la protección contra la tiranía, dentro de
un marco institucional.
Gracias al marco judicial de la Constitución Política de la República Mexi-
cana de 1857, el individuo aseguró su lugar dentro del esquema político.
Igualmente, el gobierno había encontrado en éste —por medio de garantías
individuales— el modo para hacer gobierno. Ahora la sociedad ya no estaba
sujeta a decisiones arbitrarias y perjudiciales, porque tenía un respaldo jurí-
dico. Se puede decir que México se había insertado en la política moderna,
en materia de los derechos del hombre.
Con la promulgación de la Constitución de 1857 se institucionalizaron los
derechos del hombre en México. Es decir, la garantías individuales ya no
serían más un principio abstracto, sino una realidad. El Poder Judicial era el
encargado de que esos derechos se respetaran y ofrecía su respaldo a los in-
dividuos.
En la magna obra de los constituyentes de 1857 se puso por escrito la de-
fensa de los mexicanos ante un Estado, gobierno o cacique opresor. De este
modo, se implementó la norma que protege a los hombres de cualquier fuerza
o autoridad que atente contra la integridad física y/o los derechos de cual-
quier particular. Todo esto se logró gracias a lo establecido por la corriente
contractualista europea.
La institucionalización de los derechos del hombre no se hubiera logrado
si no fuera por el corte positivista de los constituyentes. Aunque éstos eran
los precursores del positivismo mexicano del inicio del siglo XX, de igual

15
Ibid., p. 71.
136 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

forma, encontraban su razón de ser en las leyes. La inviolabilidad de la ley


era lo más importante, y no se debía dejar espacio para otras interpretaciones
de la misma. El orden y el progreso marcaron la Constitución de 1857, res-
guardada por una sólida base legal.
En cierto modo se legalizó el derecho a la resistencia por parte de los in-
dividuos, siguiendo el pensamiento político de John Locke.16 En México, a
partir de 1857, existían procedimientos judiciales claros y justificados, para
garantizar los derechos del hombre. Tal fue la importancia que el primer ar-
tículo de dicha Constitución argumenta que el fin de cualquier institución so-
cial es respetar y hacer respetar los derechos inquebrantables del hombre.17
Un instrumento propiamente mexicano que salvaguarda los intereses de los
individuos ante la autoridad es el juicio de amparo. El amparo era el meca-
nismo idóneo para hacer respetar las garantías individuales. Los políticos mexi-
canos como Manuel Crecencio Rejón, Emilio Rabasa y José Urbano Fonseca
se adelantaron a los europeos y crearon el juicio de amparo. Según Machorro,
“el juicio de amparo es la verdadera garantía constitucional de los llamados
derechos del hombre...”18 Tal juicio era el sello de garantía para la protección
de los individuos ante abusos de poder. Al hablar sobre los “retoques” defini-
tivos del amparo en la Constitución de 1857, Joel Medina explica que “se man-
tiene el amparo como medio de control constitucional, encargado de retener
la esfera jurídica de los gobernados, al admitirse a dicho juicio como un pro-
ceso a través del cual se impugnaban los actos de autoridades que lesionarán
al individuo por ser actos contrarios al texto constitucional en lo relativo a las
garantías individuales”.19
Por lo tanto, este juicio aseguraba las garantías individuales y en última ins-
tancia era el recurso más efectivo para proteger los intereses particulares fren-
te a la autoridad.
La Constitución de 1857 marcó la historia por venir, ya que se había logra-
do institucionalizar los derechos del hombre, para así lograr la gobernabilidad

16
Véase J. Fernández Santillán, op. cit.
17
Constitución Política de la República Mexicana 1857, Título 1, Sección primera; ar-
tículo 1: “El pueblo mexicano reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto
de las instituciones sociales. En consecuencia, declara: que todas las leyes y todas las autori-
dades del país deben respetar y sostener las garantías que otorga la presente Constitucion”.
18
P. Machorro, op. cit., p. 83-84.
19
Joel Medina, El juicio de amparo [en línea] Universidad Abierta. Recuperado el 15 de
mayo de 2006 en: http://www.universidadabierta.edu.mx/Biblio/M/Medina%20Joel-
Amparo.htm.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 137

y contar con un sistema político moderno. Esta Constitución estableció un es-


tándar para futuros ordenamientos, por ejemplo, la Constitución promulgada
por Venustiano Carranza en 1917 preservó (con mínimas enmiendas) los dere-
chos del hombre señalados en su antecesora.
De la misma forma, se dio la pauta para que se respetara a los ciudadanos
y que éstos fueran considerados como componentes fundamentales en el sis-
tema político mexicano. La institucionalización de derechos del hombre en
México significaba el inicio del fin de gobiernos déspotas y de la concentra-
ción excesiva de poder en una sola instancia política.
La integración de los derechos del hombre en la Constitución fue un hecho
simbólico, puesto que significaba que los tiempos habían cambiado y que Mé-
xico estaba progresando. Estos derechos no acabaron con la enumeración de
29 artículos donde se estipula las garantías individuales, sino el efecto fue más
allá y preparó al imaginario colectivo para ciertos cambios políticos, como
la tolerancia, igualdad y justicia. La práctica del derecho al amparo y las ga-
rantías personales cambiaron el modo de vivir de los mexicanos en aquella
época.

Las garantías constitucionales no deben tomarse como un catálogo rígido, in-


variante y limitativo de derechos concedidos a los gobernados, que deba in-
terpretarse por los tribunales de amparo en forma rigorista, porque ello desvir-
tuaría la esencia misma de las garantías. Más bien debe estimarse que se trata
de principios o lineamientos vivos y sujetos a la evolución de las necesidades
sociales, dentro del espíritu que animó al Constituyente al establecerlo. De lo
contrario [...] hiciera sentir opresión a los gobernados [...] en vez de hacer sen-
tir el ambiente de derecho y libertad que con dichas garantías se pretendió
establecer en el país.20

¿HOY DÍA PARA QUÉ TENER DERECHOS?

Se ha comprobado la trascendencia de los derechos individuales en México a


partir de la Carta Magna de 1857. Ahora bien, se debe analizar la importancia
de éstos desde un enfoque más general y universal. Los derechos del hombre
(en forma de garantías políticas y sociales) son un componente de la amplia
gama de derechos humanos.

20
M. Carbonell, Los derechos fundamentales en México, pp. 176-177.G.
138 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Los derechos humanos son el medio indicado para garantizar el orden y el


bienestar general. Al caminar por las diferentes etapas de la vida política de un
país, se llega a una disyuntiva, donde se debe elegir entre reproducir el status
quo de una sociedad arcaica o progresar hacia la modernidad; permanecer
dentro de una organización político-social anticuada o cambiar la estructura
sociopolítica; aceptar abusos por parte de la autoridad o resistir21 a la opre-
sión para que los individuos sean escuchados.
Existe una dicotomía clásica entre lo bueno y lo malo; desde luego se en-
tiende por malo los gobiernos absolutos, déspotas, intolerantes y arcaicos. Mien-
tras que lo bueno es representado por un gobierno moderno, democrático,
tolerante y racional. Sin embargo, para lograr la transición de lo malo hacia
lo bueno, es necesario un medio que sea capaz de garantizar la permanencia
en el segundo. En este caso, como se ve ejemplificado en México, los dere-
chos humanos son el vehículo transitorio que permiten abandonar la premo-
dernidad y pasar hacia la modernidad; dejar atrás el poder absoluto y forjar
nuevas formas de gobiernos democráticos, renunciar a la concentración del
poder a favor de la dispersión de éste; levar la inseguridad y establecer la se-
guridad; pasar de la desigualdad a la igualdad y, del mismo modo, de la injus-
ticia hacia la justicia.
No puede haber dicha transición sin los derechos humanos, ya que éstos
dan lugar y garantizan la convivencia armoniosa entre las órdenes socio-
políticas. Esto avala la igualdad, la justicia y la libertad entre los ciudadanos
y entre los gobernados y gobernantes. Desde luego, para obtener justicia y
libertad, es necesario primeramente que se considere la igualdad jurídica de
las personas. Esta igualdad, que no puede consolidarse sin la instituciona-
lización de los derechos humanos, es la base para el funcionamiento sin fric-
ciones del orden de las cosas. Miguel Carbonell afirma que: “Para el pensa-
miento constitucional el principio de igualdad ha tenido en el pasado, tiene en
la actualidad, y está llamado a tener en el futuro una importancia capital”.22
Este pensamiento es hasta cierto sentido, lógico, puesto que en un escena-
rio donde la autoridad no tiene límite y puede usar el poder a su antojo, su-
ceden con frecuencia abusos dirigidos hacia los particulares. Si éstos no tie-
nen algún medio para resistir o defenderse, son subordinados y no gozan de
igualdad. Ergo, la vital importancia de la igualdad ante los ojos de la autori-
dad y de los conciudadanos.

21
Resistencia pacífica.
22
M. Carbonell, op. cit., p. 161.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 139

La igualdad, que es producto de los derechos humanos, limitaría las injus-


ticias, por el simple hecho de que no existiría nadie superior o subordinado. Si
se parte de una posición originaria23 sin iniquidades, se asegura la igualdad
social.

ORIGEN DE LOS DERECHOS HUMANOS

En sí, lo derechos humanos jamás han sido creados y ni se crearán, ya que éstos
no son un producto social. Estos derechos son naturales e inherentes al hom-
bre, es decir, que ya están ahí desde el momento en que se nace.24 Los hombres
solamente se limitan a institucionalizarlos e intégralos a la vida política y so-
cial como norma.
No obstante, existen diversas teorías acerca del origen de los derechos fun-
damentales. Siguiendo la lógica de Norberto Bobbio; Miguel Carbonell ex-
plica que los derechos tienen una determinada edad, ya que no siempre exis-
tieron: “los derechos no son entidades que siempre hayan estado ahí, presentes
en toda la historia de la humanidad...”25 Este autor contemporáneo afirma
que los derechos humanos son propios de la modernidad: “Los derechos hu-
manos se han convertido en un referente inexcusable de una época de la
historia humana que podemos llamar modernidad...”26
Al referirse a la creación de los derechos humanos a partir de la “cons-
titucionalización”, Carbonell explica de otra manera que los derechos huma-
nos sólo se hacen efectivos a partir de su institucionalización. Este hecho no
quiere decir que Carbonell se oponga a la concepción iusnaturalista de la
presencia de dichos derechos desde el nacimiento del hombre. Más bien, los
derechos son inherentes al hombre, pero no se garantizan y por tanto no tie-
nen efectividad, hasta que se institucionalicen.
Sociólogos como Bryan Turner explican que la propia fragilidad de las per-
sonas, aunada a la falta de cuidado de las instituciones sociales, dirige al in-
dividuo hacia las garantías individuales. Turner retoma el concepto de Socie-

23
Concepto ideado por John Rawls, en Theory of Justice. En J. Fernández Santillán, op.
cit.
24
Jurídicamente los derechos humanos se aplican al embrión durante su estancia en la
matriz.
25
M. Carbonell, Una historia de los derechos fundamentales, p. 7.
26
Ibid., p. 7.
140 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

dad de Riesgo de Ulrich Beck, ya que afirma que la vulnerabilidad es condi-


ción humana. Sin embargo, dicha fragilidad puede contenerse gracias a la
institucionalización de derechos que protejan al humano.27
Ya se había mencionado que los derechos humanos son el instrumento
para la transición hacia lo bueno, es decir, un régimen democrático, moderno
y tolerante. La cuestión de fondo es que aunque los derechos humanos sean
producto de la modernidad, si no se ejercen, no se logrará adentrarse en una
política moderna. Por esta razón es necesario institucionalizarlos para que se
garanticen y se pueda transitar en la dicotomía.
Sin los derechos del hombre, no puede hablarse de modernidad, y por tanto
no se puede hablar de la segunda etapa de la dualidad en cuestión. ¿Acaso exis-
tían los derechos del hombre o garantías durantes los tiempos de los gobier-
nos absolutos? Esa organización sociopolítica premoderna demuestra que la
carencia de derechos personales significa un tropiezo sobre el sendero que con-
duce a la modernidad.
El mismo Carbonell afirma que: “Los derechos son el signo distintivo de la
modernidad, aquello que da cuenta de la evolución del género humano hacia un
estadio de mayor desarrollo y bienestar...”28 Claro está que la función de los
derechos fundamentales es la de conducir a la humanidad hacia una organi-
zación política moderna, equitativa y plena de libertades de cualquier índole.
Un breve recuento de algunos momentos significativos en la historia trae a
la luz que cuando los derechos naturales se tornan en tipos ideales (institu-
cionalizados), se termina en sociedades respetuosas de los seres humanos y
por tanto se estabiliza el orden político.
El primer antecedente se remonta hacia el año 1215, cuando se firmó la
Carta Magna. Este documento fue el primero en establecer ciertas “liberta-
des” a los hombres. La Magna Carta de Juan sin Tierra fue “el primer docu-
mento que tiene interés para conocer los derechos antes del constitucio-
nalismo...”29 La propia carta señala: “hemos otorgado a todos los hombres
libres de nuestro reino, en nuestro nombre y en el de nuestros sucesores para
siempre, todas las libertades que a continuación se expresan, para que las po-

27
“Emodied frailty is a human universal condition, which is compounded by the risky and
precarious nature of social institutions. Human vulnerability can be contained or ameliorated
by the institution of rights which protect human beings from this ontological uncertainty”.
(En Bryan Turner, Outline of a theory of Human Rights [en línea]. Recuperado el 20 de mayo
de 2006, en: http://soc.sagepub.com/cgi/content/abstract/27/3/489.
28
Ibid., p. 7.
29
Ibid., p. 38.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 141

sean y las guarden para ellos y sus sucesores como recibidas de Nos y nues-
tros sucesores”.30
A partir de la firma de la Magna Carta, se dio la pauta para que se crearan
una serie de documentos semejantes que frenaran el poder de la autoridad
ante el individuo. Martin Kriele explica que la Magna Carta se convirtió en
madre de todos los derechos fundamentales; es el derecho fundamental origi-
nario.31
El tema de la Magna Carta parece irónico y contradictorio, ¿cómo es posi-
ble que en un régimen monárquico absoluto hayan garantías individuales?
¿Es verdadera la afirmación de que los derechos del hombre sólo se podían
efectuar dentro de un sistema moderno de política? La respuesta se encuentra
en el contexto inglés, ya que en un análisis más detallado se averigua que
dichas “libertades” solamente aplicaban a ciertas clases. “Los analistas afir-
man que la Carta, más que derechos, contenía privilegios, ya que sus destina-
tarios no eran considerados universalmente ni en abstracto, sino que eran más
bien los señores feudales que tenían influencia en ese tiempo histórico”.32
La carencia de universalidad, característica básica de los derechos huma-
nos si se quiere lograr la igualdad, impide que la Carta sea considerada como
moderna. No obstante, sirvió de precursor al tratamiento integral de los de-
rechos humanos que siguieron en los siglos por venir. Es decir, las garantías
del hombre, ya se veían como algo aceptable dentro del imaginario colectivo
social.
Durante los tiempos en que se empezaba a consolidar el pensamiento mo-
derno e innovador en Europa, los norteamericanos se habían adelantado. Las
13 colonias británicas pusieron a la práctica los modelos europeos al redactar
documentos históricos como la Declaración de Independencia (1776), la Cons-
titución de los Estados Unidos de América (1787) y la Declaración de Dere-
chos (Bill of Rights, 1789). Todos estos documentos contenían teorías moder-
nas y liberales como las de John Locke. Entre ellos la creencia en la igualdad de
los hombres, la existencia de derechos naturales inquebrantables y el derecho a
la vida, libertad y búsqueda de la felicidad.33 Del mismo modo, se justificaba la
resistencia a gobiernos tiránicos que desistían de cuidar a los hombres.

30
Extracto de la Magna Carta de 1215, en M. Carbonell, p. 39.
31
Martin Kriele, Introducción a la teoría del Estado, p. 209.
32
M. Carbonell, op. cit., p. 42.
33
Declaration of Independence 1776.
We hold these truths to be self-evident:
That all men are created equal; that they are endowed by their Creator with certain
unalienable rights; that among these are life, liberty, and the pursuit of happiness;
142 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

El Bill of Rights de 1789 también fue de suma importancia, ya que todo el


documento se dedica a enlistar las garantías de los hombres. Por ende, se de-
muestra una vez más que los derechos humanos solamente pueden existir
dentro de un marco político moderno. A la vez, la modernidad política no
existe sin que primero existan los derechos del hombre.
Otro documento histórico fue la Declaración de los Derechos del Hom-
bre y del Ciudadano, firmada en Francia el 20 de agosto de 1789. La Decla-
ración, aunada a la Revolución francesa, cristalizó los derechos humanos
anteriores. Con el primer artículo se da inicio a una serie de garantías perso-
nales que trascendería en las futuras generaciones a lo largo del mundo occi-
dental.
No es sorprendente, dado la renovada importancia del hombre, que el pri-
mer artículo de la Declaración establezca que: “Los hombres nacen y perma-
necen libres e iguales en derechos”,34 haciendo alusión a los derechos natura-
les. “No se trata, en consecuencia, de derechos que deban ser adquiridos o
para cuyo goce y disfrute se tenga que acreditar algún requisito”.35
Moyrand Alain expresa, en el segundo artículo de la Declaración: “La
meta de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales
e imprescriptibles del hombre”. Este objetivo fue retomado por la Constitu-
ción mexicana de 1857, ya que dice: “El pueblo mexicano reconoce, que los
derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales. En
consecuencia, declara: que todas las leyes y todas las autoridades del país
deben respetar y sostener las garantías que otorga la presente Constitución”.36
La Declaración también introdujo un nuevo elemento que sería muy im-
portante para las generaciones venideras. El concepto de “ciudadano” es utili-
zado por primera vez, e implica una serie de derechos políticos y sociales. Ya
no meramente los derechos con los cuales se nace, sino también los derechos
en una esfera social. Es decir, se atribuyen a todos (universalidad) los hom-
bres derechos naturales, al igual que derechos creados por la sociedad.
En la actualidad, los derechos humanos han cobrado más importancia que
nunca. Son elementos centrales de la política, tanto interna como externa de
los gobiernos. En el nuevo siglo, los derechos humanos se convirtieron en el
paradigma de la organización social y política.

34
La Déclaration des Droits de l’Homme et du Citoyen de 1789. En M. Carbonell, Una
historia de los derechos fundamentales, p. 106.
35
Ibid., P. 108
36
Constitución Política de la República Mexicana de 1857, Titulo 1, Sección primera: De
los derechos del hombre; artículo 1.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 143

La Declaración Universal de Derechos Humanos, firmada el 10 de diciem-


bre de 1948 y concebida en la Asamblea General de la Organización de las Na-
ciones Unidas (ONU), reafirma el alcance global de los derechos del hom-
bre. Éstos han traspasado las fronteras políticas y juegan un papel central en
el desenvolvimiento de la política exterior.
No es casual que también se esté intentando institucionalizar los derechos
del hombre en un marco internacional. Esto explica la creación de diferentes
organizaciones que se encargan de salvaguardar los derechos del hombre en
el mundo.37 Hoy día se busca la transición política a un nivel global, ya que
de este modo se asegura la igualdad total y realmente universal.
El patrón general consiste en que cuando se adoptan e institucionalizan los
derechos del hombre, se logra la transición a la política moderna, es decir, la
etapa superior a la dicotomía planteada al inicio de este apartado.

LOS RIESGOS PARA LOS DERECHOS HUMANOS

Empero, los derechos del hombre no siempre se hacen respetar, y peor aún,
no se han institucionalizado en varios lugares. Hay otros casos, donde se
pretende que exista un marco normativo (y judicial) que respalde a los dere-
chos humanos, pero que en determinados momentos no garantiza que los in-
dividuos ejerzan sus garantías personales.
Estos casos son un problema desmesuradamente grave, ya que atentan con-
tra la propia humanidad. El no-respeto a los derechos del hombre significa no
respetar el modo de vida de cientos de miles de personas, y es un ataque a su
razón de ser.
Tan sólo en los tiempos actuales hay una larga lista de infracciones a los
derechos humanos. No es necesaria una búsqueda extensa para encontrar
todos los abusos que a diario sufren los individuos en distintas partes del
mundo. Los atropellos a los derechos humanos son constantes y, en muchos
casos, no son visibles. La gente se entera de los abusos más notables, sin em-
bargo, cada día las garantías individuales “menores” son pisoteadas, y real-
mente se hace poco al respecto.

37
Por el momento, basta con mencionar que existen organizaciones internacionales de
derechos humanos, ya que éstos se tratarán con mayor profundidad a lo largo del presente
ensayo.
144 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Solamente para citar algunos ejemplos, baste recordar las atrocidades que
dejaron dos guerras mundiales con sus infinitos crímenes de guerra38 y lesa
humanidad. El mundo fue testigo de la matanza casi instantánea de cientos
de miles de civiles al explotar la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. La
discriminación ha llegado a tal punto que se ha propagado la limpieza étnica
en distintas partes del mundo como en los Balcanes, pero también en paí-
ses africanos. La represión a la resistencia pacífica por parte de las autorida-
des es cosa común en varias naciones. La tortura y las penas corporales y de-
nigrantes39 no cesan de existir. En China los abortos forzados son una práctica
preocupante. En países como Cuba no se respetan libertades simples como el
libre tránsito de las personas. Es un hecho verdaderamente lamentable que
los derechos humanos no se hagan respetar, y por tanto que se haya incurrido
en tantas faltas e injusticias.
En el caso de México, la situación no es mejor. La impunidad de las atro-
cidades cometidas durante la llamada “Guerra sucia” es indignante. El femi-
nicidio en la frontera norte, en Ciudad Juárez, Chihuahua, ha causado alarma
mundial y es un foco rojo para el país. Los desalojos violentos de comercian-
tes, la discriminación por género, raza, condición social, orientación sexual,
capacidades diferentes, etcétera, son todas faltas graves que suceden cotidia-
namente. La ONU ha amonestado a México por las agresiones contra perio-
distas, como una falta grave a la libertad de expresión.40 Los asesinatos en
Chiapas en el año 1994, y más recientemente la represión sufrida por mani-
festantes en San Salvador Atenco, a inicios de mayo del 2006, son muestras
del desrepeto a los derechos fundamentales.
Estos hechos no significan que las garantías individuales establecidas por
la Constitución de 1857, y reproducidas en la de 1917, no funcionen. Más
bien, el marco jurídico no ha podido hacer valer dichas garantías. Un artículo
publicado el 24 de mayo de 2006 por el periódico El Financiero dice que: “El
sistema judicial es el principal violador de garantías individuales”, y conti-
núa diciendo: “se continuaron recibiendo informes de detenciones arbitra-
rias, malos tratos y tortura cometidos por autoridades judiciales”.41 La presi-
dente de Amnistía Internacional en México, Liliana Velásquez, al hablar de
38
Ver los Juicios de Nuremberg, al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
39
Mujeres apedreadas en África por cometer delitos.
40
“La libre comunicación de los pensamientos y de las opinión es uno de los derechos
más preciados del hombre...” (En M. Carbonell, p. 133.)
41
Agencias, “Nulo avance en derechos humanos en México: AI”, en El Financiero, 24 de
mayo de 2006.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 145

la labor realizada por el gobierno federal, comenta que son “insuficientes y


decepcionantes” y que “la impunidad es generalizada...”42 El propio pre-
sidente de la Suprema Corte de Justicia, Mariano Azuela, afirma que “vivi-
mos un panorama de violaciones flagrantes a las garantías individuales”.43
Estas violaciones a los derechos humanos representan la antitesis de la eta-
pa superior de la dicotomía planteada. Los abusos a las garantías individua-
les significan un retroceso en el avance obtenido hasta ahora. La justicia, la
igualdad y la libertad, dentro de un marco político moderno, se alejan con
cada transgresión a los derechos de los hombres.

HACIA LA INSTITUCIONALIZACIÓN
DE LOS DERECHOS HUMANOS

Empero, no se debe ser del todo pesimista. A pesar de los abusos cometidos a
los derechos humanos, cada día se trabaja para lograr una verdadera insti-
tucionalización de éstos, a partir del perfeccionamiento del marco jurídico.
Cada violación a los derechos humanos es motivo para seguir trabajando
en el fortalecimiento de un esquema jurídico que salvaguarde las garantías
individuales y las institucionalice.
En la última mitad del siglo XX se crearon diversas organizaciones, tanto
gubernamentales como no gubernamentales, que se dedican a monitorear el
respeto a los derechos humanos. En el mundo existen Human Rights Watch,
Amnistía Internacional, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el
Instituto Interamericano de Derechos Humanos, el Alto Comisionado sobre
Derechos Humano de la Organización de las Naciones Unidas, la Federación
Internacional de Derechos Humanos y el recientemente creado Consejo de
Derechos Humanos de la ONU.44
Tan sólo en México existen la Comisión Nacional de los Derechos Hu-
manos y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos
Humanos, además de otras organizaciones (ONG) y observadores interna-
cionales.

42
Liliana Alcántara, “Ven decepcionante trabajo en derechos humanos”, en El Universal,
24 de mayo de 2006.
43
Omar Sánchez de Tagle, “México vive atropello a los derechos”, en Diario El Milenio,
24 de mayo de 2006.
44
México es presidente del Consejo.
146 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

La labor a realizar en materia de derechos humanos es ardua. Aún existen


varios obstáculos que menoscaban los logros hechos hasta ahora. Sin embar-
go, la justicia, equidad y libertad serán las recompensas del trabajo.
Ya sabemos cuál es la base para garantizar la convivencia armoniosa, sola-
mente se debe garantizar y respetar por las instituciones. En sí, se han hecho
grandes avances en los derechos del hombre, el problema no radica en éstos,
sino en el deficiente aparato judicial. La verdadera cuestión es arreglar las
trabas de dicho aparato, para que éste avale las garantías que ya existen.
Finalmente, si se quiere garantizar el acceso a la etapa superior de la dico-
tomía planteada al inicio, es necesario proteger los derechos humanos y reco-
nocer que éstos son el medio por el cual se logra la justicia.

REFERENCIAS

CARBONELL, Miguel, Una historia de los derechos fundamentales. México,


Porrúa / UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas / CNDH, 2005.
, Los derechos fundamentales en México. México, UNAM / CNDH
/ Porrúa, 2005.
CARMAGNANI, Marcello, “Riqueza nacional, derechos económicos y regula-
ción estatal”, en Estado y mercado. La economía pública del liberalis-
mo mexicano, 1850-1911. México, FCE / El Colegio de México, 1994.
COSÍO VILLEGAS, Daniel, La Constitución de 1857 y sus críticos. México,
FCE, 1998.
FERNÁNDEZ SANTILLÁN, José, El despertar de la sociedad civil: una pers-
pectiva histórica. México, Océano, 2003.
KRIELE, Martin, Introducción a la teoría del Estado. Trad. de Eugenio Bulygin.
Buenos Aires, Depalma, 1980.
MACHORRO, Paulino, La Constitución de 1857: un ciclo evolutivo del pue-
blo mexicano 1824-1917. A la vez, punto de partida de un ciclo evolu-
tivo posterior 1857-1917. México, UNAM, Dirección General de Pu-
blicaciones, Imprenta Universitaria, 1959.
MEDINA PEÑA, Luis, Invención del sistema político mexicano. Forma de
gobierno y gobernabilidad en México en el siglo XIX. México, FCE,
2004.
TIMOTHY, Anna, El Imperio de Iturbide. México, Conaculta / Alianza Edito-
rial, 1991.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 147

Otras fuentes

ALCÁNTARA, Liliana, “Ven decepcionante trabajo en derechos humanos”, en


El Universal, 24 de mayo de 2006.
AGENCIAS, “Nulo avance en derechos humanos en México: AI”, en El Fi-
nanciero, 24 de mayo de 2006.
SÁNCHEZ DE TAGLE, Omar, “México vive atropello a los derechos”, en Dia-
rio El Milenio, 24 de mayo de 2006.
MEDINA, Joel, El juicio de amparo [en línea], Universidad Abierta. Recupe-
rado el 15 de mayo de 2006 en: http://www.universidadabierta.edu.mx/
Biblio/M/Medina%20Joel-Amparo.htm.
TURNER, Bryan, Outline of a theory of Human Rights [en línea]. Recuperado
el 20 de mayo de 2006, en: http://soc.sagepub.com/cgi/content/abstract/
27/3/489.
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA MEXICANA DE 1857.
CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS DE 1917.
LA HISTORIA EN OCASIONES OLVIDA*

Eréndira Salgado Ledesma

Hace unos días, finalmente, la Suprema Corte reconoció la participación de


Emilio Rabasa Estebanell (1856-1930) en la consolidación del más añejo
instrumento de control de constitucionalidad bajo su resguardo: el juicio de
amparo y su empeño porque el más alto tribunal de la nación recuperara la
potestad soberana y lustre logrados en su época luminosa. Coincido plena-
mente con quienes afirman que una buena dosis de su talento lo dedicó a
sustentar la soberanía de aquélla y su tarea de más alto intérprete de la Cons-
titución así como a la defensa de un régimen de legalidad. Resulta innegable
que la Suprema Corte ocupa hoy día el sitial que desde hace más de un siglo
vislumbrara el imaginario de Rabasa: aun con sus claroscuros evidentes.
Un tema poco abordado en la doctrina mexicana ocupa parte importante
del pensamiento de este autor. Por ello, sus estudios en torno a la Constitu-
ción de 1857 resultan determinantes para la comprensión de los inicios del
sistema de control jurisdiccional del poder público y su tarea de salvaguardia
de los derechos fundamentales.
A los constituyentes de 1847 se les reconoce como los padres fundadores
del amparo. Dentro de aquéllos destacan, con méritos innegables, Crescencio
Rejón y Mariano Otero. En el histórico edificio de Pino Suárez 2, lado a lado
y codo con codo, se sitúan esculturas que los representan, además de otra de
Ignacio Vallarta. Así, diariamente conviven —si se me permite llamarlo así—,
los padres fundadores del amparo y quien tanto aportó a la institución con
sus votos particulares.

* Mención honorífica en el Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en


la Constitución de 1857”.

[149]
150 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

La presencia monumental de estos personajes destacados de nuestra histo-


ria patria, sin duda, constituye un tributo que les rinde el Poder Judicial de la
Federación a cuya grandeza contribuyeron. Los dos primeros tuvieron vidas
paralelas unidas por tres grandes pasiones: México, una República federal y
la institución del amparo. Ambos fueron diputados constituyentes —Rejón en
dos ocasiones: 1823 y 1846—, senadores y ministros de relaciones exterio-
res.1 Con motivo de la invasión norteamericana, ambos fueron opositores a
los tratados de paz debido a la cesión del territorio mexicano que en ellos se
contemplaba. Ignacio L. Vallarta fue diputado Constituyente al Congreso de
1856, magistrado del Tribunal Superior de Justicia de su estado y más tar-
de Presidente de la Suprema Corte, encargo desde el cual trató de interpretar
la Constitución de 1857 por medio de sus célebres votos que le dieron fama
como constitucionalista.2
En su momento, todos reafirmaron la necesidad de un Poder Judicial inde-
pendiente; uno de los presupuestos esenciales a los cuales debe sujetarse la
actuación de todo órgano jurisdiccional, ayer, hoy, mañana y siempre.
Pero, ¿cuál es la contribución de Rabasa a las tareas del máximo tribunal de
la nación o a la comprensión de las instituciones jurídicas bajo su resguardo?
¿Por qué ahora la Suprema Corte le reconoce un espacio en su devenir histó-
rico? ¿Qué vinculación guarda con el tema que motiva el presente ensayo? De-
dicaré este breve análisis a resolver estas interrogantes.
El ilustre abogado chiapaneco, quien ocupara diversos cargos de índole ju-
risdiccional y de elección popular, además de destacado catedrático y cons-
titucionalista, sostenía que la actuación del Poder Judicial era grave y des-
tructora cuando invadía el sistema federal que la nación había proclamado y
hecho vencer después de tantas luchas. En particular, cuando la Corte preten-
día revisar con criterio vago e incierto, alejado de una recta aplicación de las
leyes y ajeno a una correcta aplicación de la justicia, todos los actos de las au-
toridades judiciales de los estados. Si la Corte Suprema tiene facultad para
revocar todos los fallos de los jueces locales —sostenía—, la administración
de justicia en los estados es, de hecho, federal, por más que dejen a cargo de
aquellos las primeras instancias de los juicios. Sostener tal postura lo con-

1
Mario de la Cueva, “Reflexiones en torno al liberalismo mexicano”, en Cuadernos Ame-
ricanos. México, mayo-junio de 1953, y Mariano Otero, Obras. Recuperación, selección, co-
mentarios y estudio de Jesús Reyes Heroles. México, Porrúa, 1967.
2
Cf. Humberto Musacchio, Diccionario enciclopédico de México. México, Andrés León
Editor, 1989, p. 2124.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 151

virtió en crítico persistente del Poder Judicial de la Federación y de la ins-


titución del juicio de amparo, al propugnar por la plena vigencia del sistema
federal.
En su tiempo, la justificación de la supresión de la justicia local se centró en
que en ocasiones era mala y administrada por jueces venales; muchos de ellos
ignorantes. Se afirmaba que las autoridades superiores y aun los jefes de go-
bierno influían para que dictaran resoluciones injustas. Cuando una arbitra-
riedad se cometía dentro de la esfera de un estado no había remedio para ella.
Sólo la autoridad federal podía dar garantías de independencia para el res-
tablecimiento del derecho sacrificado en razón del interés mezquino o de las
pequeñas pasiones que podían engendrar las ambiciones de provincia. Pero,
tal argumento fue rechazado por inexacto. Cierto —afirmaba Rabasa—,3 que
hay jueces malos en los estados, pero es falso que los encargados de restable-
cer el derecho vulnerado sean siempre buenos. Porque es sabido que los ma-
gistrados de la Corte Suprema no han sido siempre buenos. Los hay ignoran-
tes, perezosos e incluso deshonestos.
Uno de sus argumentos torales sostenía que la tutela judicial que se recla-
maba para los estados, apareció un día, no como ideada, sino como descubier-
ta en las entrañas de la Constitución. Ahora pasa por preconcebida —sostu-
vo—, pero los legisladores no la habían soñado siquiera. Los estados la vieron
con repugnancia al principio. Los tribunales, aun el más prominente, la recha-
zaron durante mucho tiempo. Pero, tiempo después, comenzaron a reconocer
que está escrita dentro de la Constitución. Hemos ido dejando que penetre en
la sangre del cuerpo social como un elemento necesario del organismo y allí se
quedará, si a tiempo no se pone el remedio, hasta prostituir todo sentimiento
de independencia local, o hasta que los estados, crecidos, educados y vueltos
a la conciencia de sus libertades, exijan el restablecimiento de su indepen-
dencia judicial. Estos planteamientos son los que analizaré y vincularé con
mi postura en torno a la obra del Constituyente de 1857.
La tutela a que se refería Rabasa versaba sobre los derechos del hombre
incorporados con prolijidad en la carta federal de 1857. Cuya protección se
confirió a los tribunales federales con el auxilio de un juicio extraordinario.
Pero, el constitucionalista no objetaba el conocimiento del juicio de forma ge-
nérica, sino sólo al amparo que se interponía contra sentencias dictadas por
los tribunales de las entidades federativas. Éste era, desde su perspectiva, el

3
Cf. Emilio Rabasa, El artículo 14. El juicio constitucional. 3a. ed. México, Porrúa,
1919.
152 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

medio de defensa que no tenía sustento en la carta federal. Como tampoco la


tenía la atribución que se arrogó la Corte de nulificar sentencias dictadas por
los jueces locales. Ni una ni otro fueron previstos de forma terminante por el
Constituyente de 1857, sino que resultaron de una interpretación forzada
de la Constitución, agravada con el “cobijo” que le dio a la garantía de exacta
aplicación de la ley consagrada en el artículo 14 de dicha carta. Esta postura
la defiende Rabasa en la mayoría de sus escritos, y la reproduce el ministro
José de Jesús Gudiño Pelayo en el voto particular que formula en la contro-
versia constitucional 27/97. En él recoge la bandera de salvaguardia del sis-
tema federal, originalmente enarbolada por aquél para cuestionar la vigencia
del denominado amparo judicial.4
Si bien coincido con ambos autores en las consecuencias poco afortuna-
das que a la larga generaría la procedencia del amparo en asuntos jurisdiccio-
nales: “Reducir a la nada la justicia local”, discrepo del enfoque interpretativo
que invoca aquél y reproduce este último: “La Corte abrió la puerta para que
la Federación invadiera el ámbito de competencia de los estados, desnatura-
lizando el sistema federal”.5 Estimo que esta apreciación sólo resulta válida
tratándose de la interpretación dada por la Corte a las previsiones del artículo
14 constitucional, pero no armoniza con al sistema protector de los derechos
fundamentales en sede judicial diseñado por el Constituyente de 1857.
Estimo que la “puerta” de la tutela judicial de la Corte, que a la larga so-
metió los actos de todos los tribunales del país, se hizo accesible por la sabia
decisión del Constituyente del 57. Éste quiso que los derechos del hombre,
cuya protección insertó, fueran protegidos contra actos arbitrarios de todo
tipo de autoridades, independientemente de su índole o jerarquía a fin de sos-
tener su vigencia efectiva. Para ello definió un órgano con potestad plena y
un procedimiento de carácter extraordinario. Consecuentemente, la Suprema
Corte sólo ejerció la atribución conferida para lograr la eficacia y salvaguar-
da de aquellos derechos constantemente atropellados por las autoridades lo-
cales. Estimo que la postura interpretativa del alto tribunal resultaba puntual
y congruente con la exégesis sistemática y funcional de la carta de 1857 y con
la lucha social que procedió a su concepción y concreción, como trataré de
demostrarlo. Aunque también afirmo que hoy día no se justifica.

4
Cf. SCJN, Controversia constitucional 27/97, voto particular, pp. 160 y 161.
5
Idem.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 153

I. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES


EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857

El texto constitucional que colocó a la dignidad humana y los derechos co-


rrelacionados como razón de ser de toda organización social, en el artículo 1o.,
los afianzó como la base y el objeto de las instituciones sociales, relacionan-
do un amplio catálogo con precisión y amplitud mayor a sus predecesoras.
De cuatro garantías genéricas originalmente tuteladas: libertad, igualdad,
seguridad y propiedad, cuyo desarrollo correspondería a una ley reglamenta-
ria, según disponía el artículo 5o. del Acta de Reformas de 1847, el texto que
estaría en vigor a partir del 5 de febrero de 1857, imbuido de las ideas de los
revolucionarios franceses expresadas en la Declaración Universal de los De-
rechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, reconoció como derechos del
hombre que deberían respetarse con rango máximo por todas las leyes y to-
das las autoridades del país una serie de libertades, derechos y prohibiciones:
genéricamente garantías.
En su génesis se sostuvo que mientras los hombres no fueren perfectamen-
te justos era necesario que en su conjunto reprimieran los atentados que cada
uno pudiera cometer contra el derecho del otro. Pero, el conjunto de todos
no podría, por sí mismo y obrando en masa, ejercer la facultad de contener
a cada uno en el límite de sus deberes haciendo respetar el derecho ajeno en
cada caso en que fuere necesario. De ahí la necesidad de delegar este poder
social en un número determinado de individuos. Empero, si esta delegación
fuere absoluta, sin límites y sin condiciones, los pueblos sacrificarían al ca-
pricho y al antojo de unos cuantos los mismos derechos cuya conservación,
seguridad y libre ejercicio los mueve a sujetarse a la autoridad de sus dele-
gados.6
De aquí nació la necesidad de que se impusieran a los mandatarios todas
las condiciones, limitaciones y restricciones que fueren necesarias y conve-
nientes para que al ejercer las facultades delegadas no vulneraran sin necesi-
dad y sin razón los derechos de aquellos que hacían tal delegación, solamente
con el objeto de conservarlos indemnes.
Esas condiciones que el pueblo impone a los individuos en quienes depo-
sita el ejercicio del poder público, esas limitaciones en sus facultades, esas res-
tricciones en el uso de ellas, son las que real y verdaderamente merecen el

6
Ramón Rodríguez Fernández, Derecho constitucional. México, Nueva Biblioteca Mexi-
cana, 1875, pp. 410-411. (Edición facsimilar de la UNAM.)
154 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

nombre de garantías. De ahí que Jorge Carpizo refiera que la garantía indivi-
dual es la medida en que la carta fundamental protege el derecho humano. Tal
y como señalaba Rabasa: lo que enumeró el Constituyente de 1857 no fueron
garantías, sino la enumeración de los derechos que se trataba de garantizar.7
Los derechos del hombre, por su parte, se estimaron como las facultades que
aquél ha recibido directamente de la naturaleza para cumplir las obligaciones
que ella misma le ha impuesto. En una concepción más moderna, podemos
entender como tales los principios que se ubican en la esfera jurídica del ser
humano y que deben respetarse por las autoridades del Estado. Más aun, se les
refiere principios universales que han sido objeto de lucha e implican a todos
los seres humanos. Por tanto, deben respetarse por la autoridad y por el Esta-
do, porque la historia de los pueblos coincide con su lucha para hacerlos ob-
jetivos.8
El manifiesto del Congreso Constituyente que leyera Francisco Zarco a la
nación y a los mexicanos, el 5 de febrero de1857, cuando expresó el cumpli-
miento de la promesa regeneradora de la Revolución de Ayutla de volver al
país a los cauces constitucionales, fue muy claro: advertir que el voto del país
entero clamaba por una Constitución que asegurara las garantías del hom-
bre, los derechos del ciudadano, el orden regular de la sociedad. El Congreso
—dijo— persuadido de que la sociedad para ser justa y duradera debe respe-
tar los derechos concedidos al hombre por el Creador, convencido de que las
más brillantes y deslumbradoras teorías políticas son torpe engaño, amarga
burla cuando no aseguran aquellos derechos, cuando no se goza de libertad
civil, ha definido clara y precisamente las garantías individuales, poniéndo-
las a cubierto de todo ataque arbitrario.9 Puesto a discusión el manifiesto, fue
aprobado casi por unanimidad.10
La enumeración de derechos fundamentales que el Constituyente del 57
elevó a rango de garantía para dotarlos de protección efectiva destaca por su
amplitud. Pero, al advertirse que de poco sirve el dogma sin instrumentos de
control del poder para lograr la adecuación de la actividad estatal a la norma

7
E. Rabasa, op. cit., p. 249.
8
Enrique Quiroz Acosta, Lecciones de derecho constitucional. México, Porrúa, 1999, p.
149.
9
Francisco Zarco, Crónica del Congreso Constituyente de 1856. México, Secretaría de
Gobernación / Colmex, 1957, pp. 960 y 961.
10
Una sola moción pretendió hacer el diputado de Tamaulipas, pero no se concretó, por-
que Valentín Gómez Farias, presidente de la asamblea, no se lo permitió.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 155

jurídica que rige su ámbito competencial (característica de la vigencia de un


Estado de derecho),11 y consecuentemente su observancia y defensa, ordenó
a todas las leyes y autoridades del país respetar y sostenerlas en beneficio de
los gobernados. Y, para el logro de tales postulados, en la parte orgánica del
texto fundamental incorporó dos artículos confiriendo a los tribunales de la
Federación el conocimiento de las leyes o actos de cualquier autoridad viola-
torios de las denominadas garantías individuales. Y el concepto resalta por
su claridad: ¡cualquiera engloba a todas las autoridades!
El artículo 101 posibilitó recurrir las sentencias y las resoluciones de los
tribunales locales mediante el juicio de amparo. Ante la sencillez de la redac-
ción, estimo que no queda duda de la intención del Constituyente. La tutela
de los derechos fundamentales respecto de todas las autoridades si fue pre-
concebida por el Congreso, no respondió a un criterio interpretativo espu-
rio, como sostiene Rabasa.
Si tenemos dos normas de igual jerarquía, pertenecientes ambas a la Cons-
titución, y una otorga ciertas atribuciones a una autoridad, y éstas limitan las
de otra, aquéllas deben entenderse como caso de excepción y prevalecer res-
pecto de éstas. En efecto, las decisiones de los tribunales de los estados se-
guirían siendo definitivas, siempre y cuando en su expresión no se hubieren
violentado garantías. Caso en el cual quedaba facultado el tribunal federal para
analizar la constitucionalidad del acto. Tal determinación modificó el siste-
ma de control imperante bajo el texto constitucional de 1847, el cual, acorde
con lo dispuesto por el artículo 25 del Acta de Reformas, sólo tutelaba contra
actos arbitrarios provenientes de los poderes Ejecutivo y Legislativo.12
De forma complementaria, al efectuarse la valoración de los efectos ne-
gativos de la disposición que permitía que el órgano encargado de emitir las
leyes fuera el responsable de interpretarlas, los constituyentes suprimieron
tal atribución al Congreso —otrora inserta en el artículo 165 del texto fun-
damental de 1824. La decisión se sustentó en las ideas y previsiones de la
carta norteamericana, cuya práctica había demostrado que para el justo equi-
librio de los poderes públicos era necesario que el Judicial tuviera la facul-
tad de declarar la nulidad de leyes contrarias a la Constitución. Porque, como
11
Diego Valadés, El control del poder, México, UNAM / Porrúa, 1998, p. 146. Estado de
derecho: sujeción de los órganos del poder a los preceptos de la ley.
12
Art. 25. Los Tribunales de la Federación ampararán á cualquiera habitante de la Repú-
blica en el ejercicio y conservación de los derechos que le concedan esta Constitución y las
leyes constitucionales, contra todo ataque de los Poderes Legislativo y Ejecutivo, ya de la
Federación, ya de los Estados.
156 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

en el caso del vecino país del norte, el nuestro era un gobierno de leyes, no de
hombres.13
En un inicio, se consideró un riesgo otorgarle tales atribuciones, porque le
permitirían injerencia en los actos de las demás autoridades, contrario al prin-
cipio de que nunca se depositarían dos o más poderes en una misma corpora-
ción o persona. Y tal aumento en sus atribuciones destruiría la independencia
de los poderes, al quedar a su arbitrio calificar y derogar leyes las aplicaría cuan-
do quisiera, pudiendo con ello eludir los deberes impuestos en la Constitu-
ción.14 Empero, vencieron las ideas de quienes sostuvieron que de todos los
departamentos del poder gubernamental, por la naturaleza de sus funciones,
era el menos peligroso para las libertades públicas.15
Si la Constitución es ley fundamental, así debe considerarse por los jue-
ces, a los que corresponde fijar su significado así como la de cualquier reso-
lución dimanente del cuerpo legislativo. Y si acaso hubiere contradicción en-
tre aquélla y ésta, deberá prevalecer la que cuenta con fuerza obligatoria y
validez superior. En otras palabras, la Constitución debe preferirse a la ley or-
dinaria, y la voluntad del pueblo a la voluntad de sus representantes.16
Por ello se atribuyó al Poder Judicial la facultad de interpretar la Consti-
tución a través de los tribunales que lo conformaban, porque: “Fueron de-
signados como un cuerpo intermedio entre el pueblo y la legislatura, con el
objeto, entre otras cosas, de retener a la última voluntad dentro de los límites
asignados a la autoridad”.17
La aptitud del Poder Judicial de la Federación de controlar los actos de los
otros poderes a fin de mantenerlos en los límites precisos que determinó el
Constituyente, consideradas facultades político-judiciales responden a un
sustrato de orden filosófico sustentado en la naturaleza de las leyes como ver-
daderos contratos entre el pueblo y los depositarios del poder público. Por
ello, unos y otros quedan obligados a cumplir sus estipulaciones. Así, cuando
el individuo faltare a su cumplimiento, los funcionarios, con el auxilio de la
fuerza pública compelen y apremian su observancia. Pero, cuando este últi-
mo es quien incurre en falta, los particulares a quienes perjudica no pueden

13
El Monitor Republicano, Periódico Oficial de los Estados Unidos Mexicanos, 25 de ma-
yo de 1868, p. 1.
14
F. Zarco, op. cit., pp. 724-729.
15
Alejandro Hamilton et al., El federalista, los ochenta y cinco ensayos que escribieron
en apoyo de la Constitución norteamericana, pp. 330 y 331.
16
El Monitor, op. cit., p. 3.
17
A. Hamilton, op. cit., p. 332.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 157

reprimirlo en el orden legal, porque no tienen facultad para hacerlo, ni dispo-


nen de la fuerza pública. En tales casos no sólo se justifica, sino que se preci-
sa, de otra autoridad a fin de decidir la contienda pacíficamente y conforme a
las leyes, porque tal funcionario no ha cumplido con las condiciones bajo las
cuales se le confirió el ejercicio del poder público.18 Cuestión en la cual re-
sulta toral la institución protectora de los derechos fundamentales.
No existe constitución que carezca de medios de control del poder. La car-
ta federal de 1857 no sería la excepción, el problema que analizó con dete-
nimiento el Constituyente estribaba en garantizar su eficacia normativa. An-
taño como ahora, se advertía que ésta depende, en gran medida, de la eficacia
de los controles.19 La eficacia trató de garantizarse mediante la participa-
ción del Judicial como garante de los derechos fundamentales —un poder neu-
tro—, aun en contra de los intereses de la representación popular.
Tal decisión, indiscutiblemente cambió la orientación y correlación existen-
te entre poderes y niveles de gobierno plasmada en la primera Constitución
federal. Ahora, bajo su vigencia, las tareas primordiales bajo responsabilidad
de la Corte serían la interpretación constitucional y el conocimiento del jui-
cio tutelar de las denominadas garantías o derechos del hombre, por cuya vir-
tud se sujetó a las otras potestades públicas, tanto del ámbito federal como
local, incluidas las jurisdiccionales.
Para comprender con claridad este cambio de orientación, es preciso re-
troceder a las disposiciones de la carta federal de 1824, que establecían un sis-
tema de doble jurisdicción inspirado en la legislación de los Estados Unidos
de América. En él existían tribunales federales en paralelo a tribunales loca-
les en cada entidad federativa. Las resoluciones de unos y otros tenían carac-
teres definitivos, agotadas las instancias que contemplaba la legislación ad-
jetiva, también federal y local, como explícitamente señala el artículo 160 de
su texto: “El poder judicial de cada Estado se ejercerá por los tribunales que
establezca o designe la Constitución; y todas las causas civiles o criminales
que pertenezcan al conocimiento de estos tribunales serán fenecidas en ellas
hasta su última instancia y ejecución de la última sentencia”.20

18
Ibid., pp. 682 y ss.
19
Pedro de Vega, “En torno a la crisis de las ideas de representación y legitimidad en la
democracia actual”, en J. L. Soberanes, D. Valadés y H. Concha, eds., La reforma del Estado.
Estudios comparados. México, UNAM, 1996, p. 425.
20
Felipe Tena Ramírez, Derecho constitucional mexicano. 14a. ed. México, Porrúa, 1976,
p. 191.
158 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

La redacción del numeral parece celosamente escrita para impedir la inva-


sión federal. Luego, al abrigo de este precepto, los ámbitos de soberanía en
materia jurisdiccional quedaron delimitados en dos grandes apartados que se
respetarían recíprocamente. Este sistema fue observado por el Acta de Refor-
mas de 1847, cuyos artículos 5o. y 25 establecieron un juicio, denominado
Amparo, susceptible de interponerse en contra de actos arbitrarios de los po-
deres Legislativo y Ejecutivo del ámbito federal y de las entidades federativas,
pero, no asequible respecto de actos de igual naturaleza provenientes de los po-
deres judiciales, sus resoluciones siguieron siendo definitivas. No debemos
olvidar que salvo los treinta artículos del Acta respectiva, la carta federal de
1824 observó plena vigencia en la época, ante la imposibilidad de redactar
una nueva Constitución debido al avance de las tropas invasoras.
La nueva Constitución liberal posibilitó que los particulares pudieran recu-
rrir actos arbitrarios provenientes de cualquiera de las tres potestades públi-
cas mediante el juicio de amparo cuando se violentaran las garantías individua-
les desplegadas en su beneficio, al tiempo que relegó el artículo que disponía
la definitividad de las resoluciones judiciales del ámbito local.
En efecto, el numeral 160 de la carta de 1824 no fue incorporado por el
Constituyente del 57, como tampoco contempló la disposición (art. 165) que
facultaba al Congreso general para solucionar las dudas que generara la vi-
gencia de la nueva carta: “Resolver las dudas sobre la inteligencia de los ar-
tículos de la Constitución y del Acta Constitutiva”, expresaba aquél. En sín-
tesis, omitió precisar el poder responsable de interpretar la Constitución.
Esta postergación fue sabiamente advertida y retomada por la Corte como
su atribución natural. Si con motivo de su ejercicio debía contrastar continua-
mente el texto constitucional con leyes secundarias susceptibles de violarla o
con actos autoritarios dictados en exceso de atribuciones, o incluso sin ellas,
resultaba evidente que requería interpretar sus disposiciones. Peor aún, si la
omisión del Poder Legislativo se hubiera considerado una atribución residual
de las entidades federativas (art. 117 de la carta de 1857 y 124 de la actual),
los funcionarios federales se hubieran visto obligados a sujetarse a interpre-
taciones del texto fundamental federal tan diversas como entidades federativas
existían, lo que hubiera fragmentado el control concentrado de la Constitu-
ción bajo el cual se rige nuestro sistema jurídico.21

21
Cf. Eréndira Salgado Ledesma, Derechos de usuarios y consumidores. Una aproxima-
ción a la justicia alternativa (tesis de grado). México, UNAM, Biblioteca Central, 2006.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 159

Para corroborar mi postura en torno a la teleología de la Constitución del


57, basta adentrarnos en la discusión que del numeral que previó la defensa
de las garantías, nos refiere Francisco Zarco en su Crónica del Congreso
Constituyente de 1856.
Cuando el proyecto de numeral 101 se presentó a la Comisión encargada
de redactar la Constitución, el mecanismo de defensa planteado se consideró
por algunos diputados antidemocrático y monstruoso. Hay absurdos, contra-
dicciones e inconsecuencias en el sistema que plantea la Comisión —se di-
jo—, debido a la supresión del medio de control de las leyes por un órgano
político (el Legislativo) para encomendárselo al Judicial.
El diputado Jesús Anaya Hermosillo, en la discusión del 30 de octubre de
1856, sostuvo que dar al Poder Judicial injerencia en los actos de todas las
demás autoridades contrariaba el principio de que nunca se depositaran dos
o más poderes en una misma corporación o persona (postulado vigente des-
de la carta federal de Morelos). Este artículo va a destruir la independencia de
los poderes, afirmó.
De forma especial, controvirtió que se colocara a dicho poder en un pla-
no superior a la soberanía del pueblo. La decisión, de ser aprobada, todo lo
trastornaría: “No habrá garantías individuales y reinará por fin un caos es-
pantoso, perdiéndose todo principio democrático”.22 La Comisión pretende
destruir la independencia de los poderes, indispensable para que subsista la
libertad —adujo—: resulta muy extraño que se aumenten tanto las atribucio-
nes del Poder Judicial.
Sin embargo, el diputado Constituyente dejó de lado que sin contar con un
mínimo de derechos tutelados en favor de los individuos, restringidos al ám-
bito de acción del legislador secundario y de cualquier autoridad espuria, no
es factible predicar la vigencia de un principio de libertad. Los principios de
libertad y de legalidad que respectivamente rigen las actuaciones de los go-
bernados y de la autoridad pública no siempre logran conciliarse. Incluso, mu-
chas veces suelen confrontarse. Y, las más de las veces, aquél resulta sojuz-
gado por éste, debido a actuaciones ultra vires de la autoridad gubernamental
y su uso de la fuerza pública.
En este punto se advierte la necesidad de contar con instrumentos que ga-
ranticen al gobernado la efectiva tutela de sus derechos; porque la libertad
inicia, se mantiene y se perfecciona en el ámbito de la vigencia y respeto irres-
tricto de los derechos consustanciales del individuo. De no ser así, no resulta
más que un infortunado remedo de ella.

22
Ibid., p. 729.
160 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

El Estado no tiene más finalidad que lograr el bien común. La felicidad del
pueblo y de cada uno de los ciudadanos en el goce de la igualdad, seguridad,
propiedad y libertad: la felicidad común, postulaba Morelos.23 Que lleguemos
a asegurar el porvenir de nuestros hijos con unas instituciones que los hagan
vivir felices en medio de los grandes bienes y las delicias de la paz, refrenda-
ron los Constituyentes del 57.24 De no enfocarse la actuación de la institución
gubernamental y de las asociaciones políticas en este sentido, su existencia no
se justifica.
En sentido opuesto participó el diputado Espiridión Moreno, quien mani-
festó que era menester que hubiere amparo contra la disposiciones inconsti-
tucionales de los Estados; pero, además, que el mismo fuere efectivo y no ilu-
sorio, como lo había sido bajo la vigencia del Acta de Reformas. Los tribunales
federales, adujo, no van a legislar, van a salvar la Constitución y las garantías
individuales: “Es necesario que los ciudadanos de los Estados, que lo son de
la República, encuentren amparo en la autoridad federal contra las autorida-
des de los mismos Estados cuando atropellen las garantías individuales o vio-
lenten la Constitución”.25
Finalmente, el diputado Albino Aranda fue más concluyente en la defensa de
la nueva atribución de que se dotaba al Poder Judicial, cuando afirmó: Don-
de distintas soberanías se mueven, cada una en su esfera, es inevitable que ocu-
rran choques y colisiones. La Constitución debe proveer de remedio a este
mal. Para ello se necesita un poder regulador que no será el Congreso, porque
no puede ser imparcial tratándose de sus propios actos, que no puede ser el
Ejecutivo, sin sobreponerse el Congreso. El Senado desempeñaba antes este
papel, y en la práctica se vieron todos los inconvenientes de tal disposición.
El Poder Judicial no merece las increpaciones que se le han hecho. Ha sido, por
el contrario, el más digno, el más respetable y en la naturaleza de sus funcio-
nes cabe muy bien el ministerio que la Comisión le encomienda.26
De los comentarios analizados puede advertirse —no lo soslayo—, que los
mismos, de forma expresa no refieren la tutela judicial respecto de actos ar-
bitrarios de los tribunales de las entidades federativas, pero, bajo lógica inter-
pretativa integradora, funcional y sistemática, si el Congreso general y los con-
gresos de las entidades federativas en su carácter de representantes del poder

23
Artículo 24 de la Constitución del 22 de octubre de 1814.
24
F. Zarco, op. cit., p. 962.
25
Ibid., p. 729.
26
Idem.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 161

soberano: el pueblo, quedaban subordinados a las decisiones del Poder Judi-


cial cuando fuere el caso de preservar la vigencia de la Constitución y el pleno
disfrute de las garantías individuales que la misma garantizaba en favor de todo
gobernado: sus representados, con mayor razón quedaban sometidos los po-
deres judiciales locales, que no tenían a su cargo más atribuciones que la de
resolver conflictos entre gobernados y aplicar la ley en las cuestiones crimi-
nales. Más aún, de ellos advierto que no hay federalismo que valga cuando se
violentan los derechos fundamentales de los gobernados.
De ese modo la protección de los derechos fundamentales evolucionó de
un texto fundamental que tutelaba contra actos autoritarios de los poderes
Ejecutivo y Legislativo de la Federación y de las entidades federativas inser-
to en el Acta de Reformas de 1847, hacia otro diverso que atribuyó a los tri-
bunales de la Federación la potestad de resolver toda controversia que se sus-
citara por leyes o actos de cualquier autoridad o nivel de gobierno que violaren
garantías individuales incorporado en la Constitución federal de 1857. Su
finalidad: asegurar las garantías individuales tanto como la Constitución, a fin
de que su tutela fuere real y efectiva y que la Constitución no fuere sólo una
hoja de papel —con palabras de Ferdinand Lasalle.27 De no ser respetadas por
todas las autoridades del país, “los ataques que se den a tales garantías son
ataques a la Constitución, y de ellos deben conocer los tribunales federales”,
se argumentó.28 El artículo finalmente fue aprobado por 46 votos contra 36.
Desde entonces, la quintaesencia del Poder Judicial fue la realización prác-
tica y eficaz de las restricciones fijadas a todos los poderes públicos para no
infringir la Constitución, para no atentar nunca a los derechos del hombre.
Para que aquélla imperara siempre.29

II. DE LA RESTRICCIÓN, AL ABUSO DEL MEDIO TUTELAR

Empero, pese a contar con derechos fundamentales tutelados con rango máxi-
mo en la Constitución y la existencia de un mecanismo de control tutelar efec-

27
Ferdinand Lasalle, ¿Qué es una Constitución? 9a. ed. México, Ediciones Coyoacán,
2002, p. 58.
28
F. Zarco, op. cit., p. 726.
29
J. M. Castillo Velasco, Derecho constitucional. México, Imprenta del Gobierno, 1871,
p. 196.
162 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

tivo, dada la etapa tan convulsa que vivió la nación en los años subsiguientes,
poco a poco, los derechos fundamentales de los mexicanos fueron, sino sus-
pendidos, sí muchas veces acotados. El Ejecutivo se fue sobreponiendo al
Congreso. Ello incidió para que ante la necesidad de disponer continuamente
de facultades extraordinarias, no existiera oposición de aquél para conferír-
selas. Éstas le permitieron que según las circunstancias imperantes los sus-
pendiera o los restringiera.
Un ejemplo lo ilustra la Ley Orgánica Constitucional sobre el Recurso de
Amparo —expedida el 20 de enero de 1869—, cuyo artículo 8o. contrariaba
la Constitución, debido a que limitaba la procedencia del juicio en materia
judicial. Restricción no contemplada en el texto fundamental. Aunque cabe
comentar que el proyecto que el presidente presentó al Congreso no supri-
mía el amparo en dicha materia, sólo preveía que el juicio fuese admisible sólo
en el caso de sentencias que causaran ejecutoria, no de interlocutorias, pero
la decisión del Congreso fue más radical. Ante tales decisiones, la Corte se
vio en la necesidad de desacatar la ley en sus fallos, decretando su inapli-
cabilidad. Decisión que tomó en su carácter de poder soberano y único intér-
prete de la Constitución, y a la postre le acarreó un juicio político contra sus
integrantes.30
A partir de la decisión de la Corte de recuperar el carácter soberano que le
había conferido el Constituyente del 57, y una vez fijada la procedencia del
amparo respecto de actos arbitrarios de autoridades jurisdiccionales, el alto
tribunal se hizo revisor de todas las sentencias dictadas por los tribunales del
fuero común en materia penal. Pero, luego, también empezó a admitir fallos en
materia civil, no para juzgar si la Constitución se infringía, sino para exami-
nar, “absolutamente lo mismo que un tribunal común de apelación si los jue-
ces han aplicado las leyes de fondo y de forma con exactitud al seguir y fallar
el juicio”. Criterio duramente condenado por considerarse: “La prostitución
del juicio de amparo y la degeneración del sistema federal”.31 Tal decisión, a
la larga, acarrearía consecuencias desafortunadas e importantes.
Si bien la orientación reafirmó la supremacía de los tribunales federales
en beneficio de la institución del amparo y de los derechos fundamentales de
los gobernados, tuvo un costo que todavía hoy se paga, reducir la definitivi-
dad de la justicia local a la nada: cuando la Suprema Corte “se echó encima la
‘tarea imposible’ de revisar a través del amparo las decisiones de todos los

30
Sobre este tema, véase: E. Salgado Ledesma, Poderes en conflicto. México, SCJN, 2001.
31
E. Rabasa, El artículo, op. cit., pp. 103, 130 y 131.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 163

tribunales de la República”.32 Censura en la cual coincido con Rabasa y con


Gudiño.
Las críticas propugnaban por combatir el centralismo que se advertía en
esta decisión. Al efecto, se argumentaba que si todos los actos de las autori-
dades del ramo en los estados son revisables por los jueces federales, y anu-
lables por éstos, cuando a su modo de ver aquellos no se ajustan exactamente
a las leyes del Estado mismo. Si con el criterio vago e incierto de la recta apli-
cación de las leyes y el cumplimiento de la justicia, la Corte Suprema tiene
facultad para revocar todos los fallos de los jueces locales, la administración
de justicia en los Estados es, de hecho, federal, por más que dejen a cargo de
aquellos las primeras instancias de los juicios.33
La percepción de la época era que la decisión de la Corte contravenía lo
dispuesto en el texto fundamental, porque propiciaba la invasión de la esfera
competencial de las autoridades judiciales de las entidades federativas.34 Mi
postura, basada en una interpretación gramatical, teleológica, sistemática y
funcional del texto constitucional de 1857 resulta divergente: el Constituyen-
te de 1857 optó por la prevalencia de los derechos del individuo; el abuso que
del medio de control se hiciera, no estaba contemplado en su decisión.
El mal uso o abuso del recurso propició un proceso de saturación de los tri-
bunales federales. Por ello, los escasos tratadistas que abordan las cuestiones
judiciales y el análisis de esta época álgida de construcción de la nación mexi-
cana sostienen que el amparo, como muchas otras instituciones de noble ori-
gen, se corrompió. Se convirtió en una instancia asequible para los litigantes de
pocos escrúpulos, decididos en muchos de los casos a prolongar la agonía del
cliente a fin de seguir cobrando honorarios fuera de propósito. Nada que ver
con el espíritu que animó al Constituyente del 57.

III. UNA IDEA COMPARTIDA POR DOS AUTORES

Los litigantes descubrieron el artículo 14, tal y como afirmó Rabasa, alegan-
do que el mismo otorgaba la garantía de exacta aplicación de la ley. Y ese

32
Antonio Carrillo Flores, “La Suprema Corte en la doctrina, la jurisprudencia y la legis-
lación mexicanas entre 1869 y 1917”, en Historia del amparo en México, tomo I. México,
SCJN, 1999, p. 172.
33
E. Rabasa, op. cit., pp. 81 y ss.
34
Casi un siglo después de la “degeneración del juicio de amparo” —como la denomina el
ministro José de Jesús Gudiño Pelayo con ideas coincidentes a las de Rabasa—, se vuelve a
164 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

imprudente adverbio: exactamente, abrió la puerta por donde se desbordó


impetuosa una corriente incontenible de juicios de amparo.35 Flujo irrefrena-
ble que todavía no acaba. En esta tesitura, la tarea de la Corte se tornó im-
posible: el rezago se convirtió en el enemigo perpetuo a vencer. Y, como con-
trasentido, no permitió la adecuada defensa de los derechos fundamentales
de todos aquellos que lo necesitaran.
Cabe advertir, que esta cuestión había sido previamente advertida por Ra-
món Rodríguez Fernández en obra escrita en 1875 con la finalidad de fijar la
interpretación verdadera y filosófica de los preceptos constitucionales y para
exponer las razones en que se fundaron los derechos que la misma propo-
nía asegurar, según reza el prólogo. La contribución de este autor en torno al
tópico ha sido olvidada por los historiadores, incluso por los juristas, salvo
para nuestra máxima casa de estudios.36 Por ello estimo de interés reseñarla,
dada la oportunidad con la que aquél trató de sistematizar y puntualizar el
pensamiento del Constituyente del 57: honor a quien honor merece.
En su libro Derecho constitucional37 aborda la problemática que años más
tarde ocuparía grandes espacios de la obra de Rabasa. En él expresa su des-
acuerdo con el precepto constitucional que ordena que las leyes sean exacta-
mente aplicables al caso por los tribunales. Debido a que el artículo no fue
discutido por el Constituyente, no resulta posible formarse una idea exacta
de su verdadero espíritu. Sin embargo, tal y como lo interpretaban los tribu-
nales planteaba dificultades graves, de trascendencia incalculables para el
sistema federativo adoptado por la misma Constitución. Tema que se relacio-
na estrechamente con la vigencia de las garantías individuales.
Si es garantía individual que en todo juicio las leyes sean exactamente
aplicables al hecho por los tribunales —afirmaba—, toda queja por falta de
exactitud en la aplicación motiva un juicio de amparo que debe conocer la
justicia federal conforme con lo dispuesto por el artículo 101 de la Constitu-

dar la voz de alerta sobre problemática similar. Pero, ahora, sobre los efectos que podrían
generarse en la actividad judicial, si se “abre la puerta” indiscriminada al conocimiento ex-
tensivo de controversias constitucionales por violaciones indirectas de la Constitución (cues-
tiones de legalidad), para analizar todos los actos de los poderes locales con la finalidad de
sujetarlos a un caprichoso “visto bueno” por parte del máximo tribunal de la nación.
35
E. Rabasa, El artículo 14 estudio constitucional y el juicio constitucional. 3a. ed. Méxi-
co, Porrúa, 1969, p. XIV.
36
A instancias de Ignacio Carrillo Prieto, la Universidad Nacional imprimió y difundió
una versión facsimilar de su obra.
37
R. Rodríguez Fernández, op. cit., pp. 436 y ss.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 165

ción. Siendo así, es evidente que todos los que en cualquier juicio civil o cri-
minal resulten perjudicados por la sentencia alegarán que la ley no se aplicó
exactamente al caso. Por ende, promoverán el juicio de amparo y los tribuna-
les federales vendrán a ser revisores de todas las sentencias pronunciadas por
los jueces y tribunales de los estados. Con esto, desaparecerá por completo la
soberanía e independencia en el ramo más importante del poder público; en
la administración de justicia. Con esta decisión, la Suprema Corte será un
tribunal de quinta instancia en todos los negocios judiciales de los estados y
calificará, sin facultad ninguna, la conducta de los jueces que no están suje-
tos a su jurisdicción. Pueden advertirse las coincidencias en las argumenta-
ciones de ambos autores.
La actuación que propiciaba la interpretación distorsionada del numeral
se estimó contrariaba al espíritu del Constituyente. Los legisladores no pu-
dieron querer esta subversión de los principios fundamentales de la organiza-
ción política que ellos mismos adoptaban y establecían, porque:

Sancionaron el recurso de amparo como una garantía de los derechos natura-


les del hombre y facultaron a los tribunales federales para impedir la ejecu-
ción de leyes, órdenes o sentencias que violasen esos derechos, pero no para
revisar sentencias de los otros tribunales y mucho menos para calificar la apli-
cacion que en ellas hagan de las leyes.
La justicia federal puede decir “impido que se ejecute una sentencia de
muerte porque no se ha impuesto por un delito que conforme a la Constitucion
no puede ser castigado con esa pena”, “prohibo que se ejecute la sentencia que
manda mutilar o marcar a un hombre porque la Constitución no la autoriza la
imposición de tales penas”; pero no puede ni podrá decir, bajo el rejimen cons-
titucional “declaro nula la sentencia de un tribunal porque en ella no se hizo
una aplicación exacta de la ley al caso que la motivó…”
¿Qué significa el precepto constitucional a que me refiero? Una cosa muy
clara, muy sencilla, muy lójica y muy justa. Significa que en todo juicio, en toda
contienda, la ley ha de ser aplicada al caso de que se trate por un tribunal, es
decir, por funcionarios del órden judicial, y no por los del órden lejislativo o
administrativo.38
Ésta es la verdadera garantía que otorga el art. 14 en la parte a que me refie-
ro; garantía que no está consignada en ningún otro artículo y que es de la mas
vital importancia para todos los derechos del hombre y del ciudadano, supues-
to que sin ella sería ilusoria la división del poder público para su ejercicio y se

38
R. Rodríguez Fernández, op. cit., pp. 437 y 438. Nota: se respetó la ortografía de la
época. Los subrayados son míos.
166 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

autorizarían de hecho todos los abusos, inconvenientes y peligros que con ella
se trata de correjir.
Los tribunales federales pueden en virtud de esta garantía amparar al que
se queje de una sentencia en que la ley ha sido aplicada por funcionarios del
órden judicial; pero no pueden impartir esa protección del que se queje solo de
que la ley no ha sido aplicada exactamente al caso en cuestión.
Este adverbio exactamente introducido mal a propósito y tal vez por pura
eufonía en el texto constitucional, no puede servir de causa para el desqui-
ciamiento del sistema federativo y del órden regular y filosófico de la adminis-
tración de justicia, que serian inevitables si los juzgados de Distrito fuesen
tribunales de cuarta y la Suprema Corte de quinta instancia para revisar y con-
firmar o revocar las sentencias de los tribunales del órden comun.

Puede advertirse, cómo se confirma que el amparo (el recurso) sí procedía


contra sentencias de los tribunales en la concepción original del Constituyente.
Sería injusto dejar de reconocer que la nueva atribución, adoptada inicial-
mente por la Corte Suprema sólo en materia criminal, sirvió para apartar del
paredón a muchos gobernados. Baste recordar que hasta el propio Juárez
pretendió restringir el ámbito protector “recién descubierto” por el alto tribu-
nal y por los litigantes ante la pretensión, expresada como necesidad, de juz-
gar sin mayor dilación a los saltadores de caminos. Pero, su idea no era limi-
tar el juicio, sólo su procedencia contra sentencias incidentales que implicaban
toda suerte de abusos, pero su propuesta fue distorsionada por el legislador
secundario. La Corte, tratando de respetar los designios del Constituyente de
1857 trató de enmendar el error. Ello le valió juicio político en contra de sus
integrantes.
Así se afirmaba que, el titular del Ejecutivo, abusando de la influencia que
ejercía sobre la mayoría sin conciencia de la Cámara, había hecho una ley
con artículos contrarios a la Constitución de la República. La Corte, en vir-
tud de la autoridad que le confería esta última y que ninguna otra podía dero-
gar, decide en contra de algunos de esos artículos de la ley secundaria que
viola el pacto político. El Ejecutivo, abusando del poder que el pueblo puso
en sus manos ha violado la Constitución. La Corte, cumpliendo con su deber,
trata de hacerla respetar. El culpable es el Ejecutivo, que con abuso de su au-
toridad ha violado la ley suprema. No obstante, el culpable se hace acusador
y lanza cargos a la Corte, a la que le asiste el derecho de exigir la responsabi-
lidad del ministerio que ha violado la ley fundamental: los papeles se han cam-
biado, el juez es el reo, el culpable es el acusador. Lo que está pasando es de-
masiado grave. Si se consuma el golpe de Estado que va a destruir a la Corte
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 167

Suprema de la Federación, el Presidente de la República quedará investido


de un poder absoluto. Destruido el equilibrio de los poderes públicos morirá
nuestra agonizante libertad. La tiranía habrá vencido todos los obstáculos
que la ley opone a su dominación. ¡Dios salve a la República!39

IV. DE UN JUICIO DE CONTROL A UN RECURSO TUTELAR

Otro error que propició el abuso del juicio tutelar de garantías fue producto
de los términos de la redacción de la Ley de Amparo de 1869, que estableció la
suspensión del acto reclamado en términos tan generales que hizo de la regla
la excepción. Como afirmara Rabasa: ello autorizaba la suspensión siempre
que el acto se reclamara violatorio de una garantía individual: es decir, siem-
pre. Como negarla era motivo de responsabilidad, los jueces inferiores debían
concederla con frecuencia.
También se preveía la suspensión de las leyes impugnadas con sólo el es-
crito del quejoso. Ello convirtió la medida suspensional en un derecho de todos
quienes acudían al juicio. Por tales abusos, el juicio constitucional, concebi-
do como medio de defensa de los derechos fundamentales, perdió de vista su
verdadero fin, hasta convertirse en herramienta procesal dilatoria al alcance
de cualquier litigante de escasos escrúpulos. Ello quitó al Poder Judicial de
la Federación su jerarquía política. Su rango de par de las otras potestades pú-
blicas se trastocó en palabras vanas. Y todavía más grave, desvirtuó la esen-
cia y el señorío del amparo.
Por muy útil y protectora que fuere la función de la justicia, salvando a un
hombre del patíbulo o extrayéndolo de una cárcel contra órdenes atentatorias,
tal actividad podía ejercerse por simples jueces en donde hubiere leyes que
se respetasen. La idea, loable hasta el exceso, estimaba que el Poder Judicial,
por conducto de su máximo tribunal, debía encarnar una institución no infe-
rior a la más alta en el gobierno de un pueblo. En síntesis, Rabasa deseaba que
el Poder Judicial de la Federación fuere y se comportase como un verdadero
poder. Empero, ello lo dificultaba la situación contradictoria fatal para el ré-
gimen constitucional y para el prestigio de las leyes que se vivió con la res-
tauración de la República y la pugna entre la Ley de Amparo que prometía
la efectividad de las garantías, la suspensión de dichas garantías y el otorga-
miento de facultades extraordinarias que anulaban los preceptos de la Consti-
tución. Así, comúnmente se enfrentaban las autoridades gubernativas “armadas”

39
Juan N. Mirafuentes, Revista El Derecho, núm. 5265, martes 18 de mayo de 1869.
168 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

con la Ley de Suspensión de Garantías versus los jueces inferiores, provistos de


la Ley de Amparo. Leyes opuestas crearon autoridades enfrentadas con fines
antagónicos, con fuerza distinta, llegando a la rivalidad franca.
Al igual que muchos jefes militares, todas las autoridades gubernativas so-
lían conducir sus acciones al límite de la arbitrariedad, lo que se refrendaba
incluso con apoyo en las leyes. A partir del presidente de la República, que dic-
taba leyes por delegación del Congreso, ante situaciones extraordinarias, dada
la convulsa situación que se vivía en la nación. Tales determinaciones contri-
buyeron a ensalzar el valor del amparo como medida urgente, en detrimento
de sus altos fines.
Por ello, bajo la vigencia de la carta federal de 1917, Fernando G. Salceda,
tal vez haciendo eco a las ideas del respetable maestro de la Escuela Libre de
Derecho afirmó: La Corte, como tribunal, está deformada y empequeñecida,
pues ocurrió en la práctica lo profetizado por Rabasa: cuando a cada artículo
de cualquier ley o reglamento se le pretende dar la misma altura de la Cons-
titución, las leyes no suben, sino la Constitución desciende. En consecuen-
cia debe restituirse al amparo su original pureza. Debe hacerse de él lo único
que debió ser, lo que nunca debió dejar de ser: pura defensa de la Constitu-
ción y de los derechos del hombre.40
La interpretación constitucional que realizaba la Corte —otrora conferida
al Poder Legislativo—, que le había dado supremacía en una de las etapas más
luminosas de su historia, fue determinante para que ganara en amplitud de atri-
buciones lo que perdió en jerarquía de su quehacer de tribunal constitucio-
nal. Transmutó su labor de calidad humana por una faena de índole industrial.
Para ilustrarlo se refieren las estadísticas siguientes:
Del 1 de mayo de 1904 al mismo día de 1905, la Suprema Corte despachó
4,160 juicios de amparo. Como ésos se ven en acuerdo pleno, el cual se reúne
cinco veces a la semana, resulta que el alto tribunal despachó 260 días a razón
de cuatro horas por día. Así, el tiempo consagrado a cada asunto fue de quin-
ce minutos, insuficiente para saber de qué se trata cada uno, aun el más sen-
cillo. Un tribunal que dicte resoluciones a razón de cuatro por hora no obra con
reposo de la labor individual y humana, sino como máquina que desecha al
artífice y reclama al obrero.
Un juez estudia un negocio que el mismo ha instruido y falla en condicio-
nes favorables, porque dispone de tiempo y porque está especialmente dedi-
cado a este género de labor. Un tribunal revisa este fallo en apelación. Otro
suele verlo en casación y estos tribunales colectivos estudian el asunto con

40
Fernando G. Salceda, p. 20.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 169

conocimiento e intervención de tres o cinco magistrados; pero, toda esta la-


bor mediante el juicio de amparo se somete a un juicio privilegiado contra el
error, asegurado en el acierto: el de un ministro de la Corte recargado de tra-
bajo, para quien cada negocio es nuevo, sin conocimiento de las diversas per-
sonas que intervienen en el proceso: litigantes, acusados, testigos, autorida-
des, y que se halla en la dificultad, nada despreciable, de aplicar las leyes de
todo los estados de la República. A esto se llama la realización de una garan-
tía individual; en esto se funda la seguridad de la exacta aplicación de la
ley.41 Puede apreciarse como la crítica resulta contundente.
Las cifras del rezago en diez años estarán dobladas. Cierto, se habrá salva-
do el principio de la exacta aplicación de las leyes comunes, derecho de todo
hombre que vive bajo la salvaguarda de los tribunales de la Federación, pero
no habrá más juicios de amparo, ni artículos 101 y 102 de la Constitución,
mucho menos garantías individuales.
La historia del rezago en el alto tribunal, y más tarde en los demás tribuna-
les federales, le dieron la razón.
De aquel tribunal luminoso de la República restaurada poco quedó en su
transición hacia una instancia revisora de todas las resoluciones de las enti-
dades federativas. Como bien aseveró Rabasa: “Una ley psicológica hacía
imposible que el ejercicio de tareas mínimas y vulgares coexistiera con el
sentimiento de un rango de suprema dignidad y de mando”.
En efecto, el espíritu que animó a los padres reformistas del amparo había
sido distorsionado y menoscabado.
Felipe Tena Ramírez postula que no conservó su categoría de juicio, sino
técnicamente de recurso. Por tanto, no se degeneró como sostiene Rabasa,
sino se trató más bien de su evolución natural. Por ello afirma que el control
que involucra como principal defensa del individuo se sobrepone a su defen-
sa secundaria de la Constitución. Al individuo le interesa más la legalidad
que la constitucionalidad. Los artículos 14 y 16 de la carta vigente han servi-
do para poner de relieve la ficción del control de constitucionalidad mexica-
no, desenmascarando el falso papel de defensor de la Constitución que se le
ha atribuido, cuando en realidad sólo es primordial defensa del individuo.42
Empero, si bien de forma general comparto las ideas de Tena, a mi parecer,
el amparo más que evolucionar retrocedió en su jerarquía y altos fines.
Venustiano Carranza justificó la constitucionalización del recurso contra
sentencias definitivas de las entidades federativas en el texto del artículo 107

41
E. Rabasa, op. cit., pp. 103 a 105.
42
F. Tena Ramírez, op. cit., p. 552.
170 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

de la carta federal. Fue muy explícito en su intervención ante los diputados


en la sesión inaugural del Congreso Constituyente, celebrada el 1 de diciem-
bre de 1916 en la ciudad de Querétaro:
El pueblo mexicano está ya tan acostumbrado al amparo en los juicios
civiles, para liberarse de las arbitrariedades de los jueces, que el gobierno a
mi cargo ha creído que sería no sólo injusto, sino impolítico, privarlo ahora
de este recurso, estimado que bastará limitarlo únicamente a los casos de ver-
dadera y posible necesidad.43
Pero, el problema esencial estribaba y todavía radica en determinar ¿quién
califica dichos presupuestos?

V. A MANERA DE CONCLUSIÓN

La supuesta evolución del original medio tutelar de derechos fundamentales


transita de un texto constitucional que lo instituye como instrumento de de-
fensa de (cuatro) garantías individuales respecto de actos del Ejecutivo y del
Legislativo, en el Acta de Reformas de 1847. Posteriormente, ampliado en su
concepción de instrumento protector de todos los derechos fundamentales
insertos por el Constituyente de 1857, respecto de actos arbitrarios de cual-
quier autoridad pública. Más tarde, como juicio protector de garantías al tiempo
que instrumento de control de constitucionalidad según la carta federal de
1917. Merced a él podía tutelarse toda la Constitución. Para finalmente tras-
mutarse en la práctica, de un juicio de carácter extraordinario, al más ordina-
rio de los juicios. Una instancia procesal más al utilizarse comúnmente para
combatir cualquier supuesta afectación a la garantía de legalidad. Ello oca-
sionó la saturación de los tribunales en desmedro de la defensa de los dere-
chos fundamentales de todos los individuos.
Por ello, ante las limitaciones habidas para su ejercicio y un sinnúmero de
causas de improcedencia que limitan el libre tránsito de los gobernados en la
búsqueda de su manto protector y la realización del derecho fundamental tu-
telado, se ha propiciado la necesidad de instaurar otros organismos tutelares
de aquellos. En este punto destaca la importancia de las instituciones protec-
toras de los derechos humanos, las que no adolecen de las restricciones que
sujetan al juicio. Empero, las tareas de ambas instancias deben ser comple-
mentarias. Los altos fines que las inspiran lo justifican.

43
Diario de los Debates del Congreso Constituyente, 1 de diciembre de 1916, p. 263.
LA CONSTITUCIÓN LIBERAL DE 1857*

Francisco Javier Pérez Mayoral

PRÓLOGO

En la historia del Estado nacional mexicano, pueden distinguirse tres consti-


tuciones políticas que corresponden a tres momentos históricamente y per-
fectamente definidos. La Constitución de 1824 corresponde a la creación de
un Estado caracterizado por la anarquía económica, social, jurídica y políti-
ca, que apoyada en la Carta Magna Norteamérica de 1787 y en los principios
de la revolución francesa, establece el régimen federal de gobierno, la divi-
sión de poderes, y la consagración de unas cuantas garantías individuales a
favor del gobernado.
La segunda, la de 1857, fundada al igual que la primera en la Constitución
americana y en los principios de la Declaración de los derechos del hombre
y el ciudadano de 1789, reconoce que los derechos del hombre son la base y
objeto de las instituciones sociales, la ratificación del régimen federal de go-
bierno, la separación de poderes, el establecimiento del juicio de garantías,
y la creación y ratificación de un Estado liberal, individualista y oligárquico,
—obra de una nueva y emergente clase social, aquella que de acuerdo a Justo
Sierra tiene llena de ensueños el cerebro, de ambiciones el corazón y de ape-
titos el estomago—, pero que, en armonía con el pensamiento liberal-indivi-
dualista de la época, pasa por alto los derechos sociales de los trabajadores y
los campesinos.
La tercera y última, la Constitución de 1917, significa la consagración de
los derechos sociales de los trabajadores y el campo, que se convierte en pio-

* Mención honorífica en el Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en


la Constitución de 1857”.

[171]
172 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

nera, ejemplo y modelo a seguir por la posterior legislación constitucional mun-


dial del siglo XX.
La Carta Magna de 1857 –objeto fundamental de este ensayo—, es, desde
una proyección dialéctica, el resultado, la síntesis de una lucha entre contrarios,
entre una tesis y una antítesis, entre dos grupos nativos con idearios y mé-
todos distintos e irreconciliables que pretenden llevar a la práctica; los que pug-
nan por un sistema liberal individualista y un régimen federalista, y los que
pretenden regresar al viejo sistema estamental de la Colonia y del Estado pa-
trimonial español.
Esta lucha política y jurídica se lleva a cabo entre insurgentes y conserva-
dores, yorkinos y escoceses, republicanos y monarquistas, federalistas y cen-
tralistas y liberales y conservadores; o para expresar este idea en términos de
José María Luis Mora: se trata de una lucha entre las fuerzas del progreso y el
retroceso, lucha que tiene por objetivo fundamental la consecución del poder
del Estado, y la consagración de sus ideales políticos y jurídicos en la Cons-
titución Política de 1857.
La Constitución política de 1857, es de acuerdo al pensamiento del maes-
tro Ignacio Burgoa, la bandera política del partido liberal en las guerras de
Reforma, que implanta el liberal-individualismo como régimen de relaciones
entre el Estado y el individuo, pero que desconoce, en armonía con el pensa-
miento económico de la época, los derechos sociales de los hombres, concre-
tamente su derecho a percibir los derechos que proporciona de la riqueza del
campo por ellos labrada, y las relaciones individuales de trabajo, los dere-
chos de sindicación, contratación colectiva y el derecho a la huelga. Dentro de
este contesto, la Constitución de 1857 es una institución de naturaleza y corte
liberal-individualista.

FILOSOFÍA, DERECHO Y SOCIEDAD

1.1. Individualismo y liberalismo

El individualismo y el liberalismo son dos vocablos gramaticalmente dis-


tintos pero filosófica y económicamente vinculados entre sí. El primero se
refiere al ser humano racional, el hombre; el segundo se refiere a la liber-
tad, a la ausencia de cadenas que han sujetado al hombre en el decurso de
su historia.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 173

Desde una vertiente filosófica, el individualismo, cuyos orígenes los halla-


mos en el pensamiento de los sofistas de la magna Grecia,1 encuentra su mejor
expresión en el pensamiento del Renacimiento y se convierte, simultánea-
mente en el Siglo de las Luces, en un faro que ilumina la estructura y activi-
dad del Estado y en una concepción que proporciona las bases de la doctrina
del derecho natural y de los derechos del hombre, finalidad suprema de las
instituciones políticas y jurídicas.
Es Juan Jacobo Rousseau 2 el creador de la concepción jurídica y políti-
ca del individualismo, al expresar que en el estado de naturaleza los hom-
bres son libres e iguales entre sí, en una época en la que no existe ningún
poder sobre ellos y tampoco la explotación del hombre por el hombre. De
esta concepción, más imaginaria que real, los representantes del pueblo ante
la Asamblea Nacional de Francia de 1789, establecen los derechos natura-
les del hombre: cada hombre, por el simple hecho de serlo, posee un conjunto
de derechos eternos, inmutables, inalienables e imprescriptibles, cuya justi-
ficación y fundamento es la propia naturaleza del hombre
Sin embargo —nos dice el ginebrino—, la vida en estado de naturaleza de-
saparece cuando un impostor, al cercar un terreno inventa la manera de decir:
esto es mío, y halla gentes bastante sencillas para creerle, se convierte en el
creador de la propiedad privada y la sociedad civil, aquella en la que persis-
ten la desigualdad, la ausencia de libertad y la injusticia. Si ésta es la doloro-
sa realidad de los hombres, Rousseau 3 expresa entonces que es necesario
encontrar una forma de asociación que defienda con la fuerza común de la
persona y los bienes de cada asociado, y por lo cual cada uno, uniéndose a
todos, no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes, tan
libre como lo es de acuerdo a su naturaleza original.
En la Ilustración, los maestros del derecho natural Locke, Pufendorf, Tho-
masius y Wolf, expresan que el derecho de propiedad es uno de los derechos
naturales del hombre. De ahí el artículo segundo de la Declaración de los
derechos del hombre y el ciudadano de 1789, 4 expresa que el fin de toda aso-
ciación política es la conservación de los derechos naturales del hombre,
entre ellos el de propiedad, y la Constitución de Apatzingan 5 lo considera un

1
Leopoldo Zea, Introducción a la filosofía, pp. 73 y 74.
2
Juan Jacobo Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad, p. 129.
3
J. J. Rousseau, El contrato social, p. 9.
4
Daniel Moreno, Clásicos de la ciencia política, p. 181.
5
Miguel González Avelar, La Constitución de Apatzingán y otros estudios, pp. 36 et sequel.
174 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

derecho natural. De esta manera ambas declaraciones y las demás de Améri-


ca y Europa elevan la filosofía jurídica de la burguesía beneficiaria de la Re-
volución francesa, a la condición de los derechos naturales del hombre.
El liberalismo o sistema liberal, denominado también Escuela Clásica o
Escuela de la Economía Política Clásica, es una institución que alude a una
ideología, sistema o doctrina o teoría que surge a mediados del siglo XVIII
en dos países europeos: en Francia, con el barón de Montesquieu, Voltaire,
Diderot, Juan Bautista Say, Bastiat entre otros, y en Inglaterra, con Nicolás
Bentham, Adam Smith, David Ricardo, Malthus, John Stuart Mill, Alexis Clerel
de Tocqueville, Benjamín Constant, y León Bourgeois.
Los vocablos liberal, liberalismo, proceden de España y son el nombre de
un partido político, el de los liberales, que al principio del siglo XIX luchan
por la consecución de un gobierno constitucional. Posteriormente los voca-
blos se incorporan al léxico político-económico universal, para aludir a todo
lo relacionado con la libertad. 6
Sus creadores establecen en sus bases la idea de una libertad formal irres-
tricta de todos los hombres en sus relaciones entre sí y con los poderes públi-
cos, pensamiento que parece ser la inspiración de la famosa definición kantia-
na del derecho como la norma universal para la coexistencia de las libertades.
El liberalismo se presenta, ante todo, como el reconocimiento de un hecho: el
de la libertad. Todo hábito mental, todo método, todo arte, presupone la exis-
tencia de este acto particular que constituye el primer elemento orgánico de
la experiencia liberal. Ahora bien, sólo es dado reconocer la libertad ajena al
que es libre. Únicamente el hombre que ha experimentado en sí mismo el
valor de la propia autónoma personalidad, se halla en condiciones de com-
prender el derecho ajeno y de afirmarse como persona. Comprender y reco-
nocer no significa limitarse a una comprobación meramente teorética, sino
que significa también respetar, es decir, dar su propia adhesión moral. Homo
homini res sacra, se ha dicho en la antigüedad.7
La divisa general del liberalismo se atribuye al economista francés Gour-
nay: Laissez faire, Laissez-passer, dejar hacer, dejar pasar, que alude a un
estado de armonía natural que rige las cosas, un conjunto de leyes del orden
natural que abre un nuevo horizonte para el hombre, que no puede ser modi-
ficado ni por el hombre, ni por el Estado, por lo cual se opone a todo inter-
vensionismo de Estado en las empresas privadas. La confianza en el hombre

6
Andrés Serra Rojas, Teoría del Estado, p. 786.
7
Mario de la Cueva, Teoría del Estado, pp. 117 y 118.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 175

entregado a su libre acción y movido por sus intereses materiales, que repre-
senta la fuerza de la personalidad concentrada en el típico hombre de em-
presa.
El liberalismo es la doctrina y sistema de la burguesía triunfante de la re-
volución francesa, el sistema de la libertad en todas sus expresiones apoya-
da en las tesis jusnaturalistas y en los derechos naturales de los hombres que
crean las revoluciones norteamericana y francesa, la filosofía política de la
burguesía, por lo que nace ligado a la idea de una clase superior y a la defensa
de la propiedad privada. El banquero, el comerciante y el industrial reempla-
zan al noble terrateniente, al eclesiástico y al guerrero, y como consecuencia
de este cambio, la ciudad sustituye al campo. Su fuerza radica en que hace del
hombre el hacedor de su destino, para lo cual reclama la libertad, a fin de que
pueda forjarlo.
De acuerdo al pensamiento del maestro Mario de la Cueva, 8 en el fondo
de esta concepción filosófica y política yace una visión individualista de la
vida social y del hombre, pero no el individualismo humanista que se origina
en el Renacimiento con un propósito de reivindicación de los valores huma-
nos frente a los poderes temporales y espirituales, sino el individualismo na-
turalista de Tomás Hobbes, que despoja al hombre de sus cualidades éticas y
lo sumerge en el reino de los animales, ese individualismo materialista en el
que la idea ética está ausente, posición que, al fin y al cabo, es la que ha sus-
tentado la burguesía desde su aparición en la vida social hasta nuestros días.
Por consiguiente, el liberalismo de la burguesía, derivado de la concepción
hobbsesiana, bien puede denominarse un liberalismo materialista..
El liberalismo acepta, de una manera general, la idea de los derechos del
hombre, porque además de las libertades del espíritu y de la seguridad jurídi-
ca, contiene las libertades de trabajo, de industria y de comercio, pero des-
echa las libertades de coalición, de asociación y de huelga, porque son liber-
tades dirigidas a evitar el libre juego de las individualidades, de la industria
y el comercio.9 Por otra parte, y esta es una de sus obras maestras, agrega al
catálogo de las libertades humanas el derecho de propiedad, al modo romano
(ius utendi, fruendi y abutendi), absoluto e intocable para el Estado.

8
Op. cit., p. 118.
9
Infra 2.10.2. Negación de los derechos sociales y económicos.
176 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

1.1.1. Formas de expresión del liberalismo

La historia del liberalismo ha manifestado cuatro formas de expresión: a) filo-


sófico, b) económico, c) político y d) jurídico.

a) Liberalismo filosófico

El presupuesto filosófico del liberalismo es la doctrina de los derechos del hom-


bre elaborado por los maestros del derecho natural, la doctrina de acuerdo con
la cual los hombres tienen por naturaleza ciertos derechos naturales y funda-
mentales, como el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad jurídica, etcé-
tera, que el Estado, o lo que es lo mismo, aquellos que en un momento histó-
rico determinado detentan el legítimo poder de ejercer la fuerza para obtener
la obediencia de sus mandatos, deben respetar no invadiéndolos y garantizán-
dolos frente a cualquier acto conculcatorio de los demás.
Se habla del iusnaturalismo como el presupuesto filosófico del liberalismo
porque sirve para establecer los límites del poder con base en una concepción
general e hipotética de la naturaleza del hombre, que prescinde de toda veri-
ficación empírica y de toda prueba histórica. La doctrina de los derechos na-
turales es la base de las Declaraciones de los derechos de los Estados unidos
de América (1776) y de la Francia revolucionaria (1789) mediante las cuales se
afirma el principio fundamental del Estado liberal como Estado limitado.10
Aunque la historia de los derechos humanos aparece en ocasiones como
conquista o concesión que revisten una forma jurídica, en la realidad política
se trata de verdaderos pactos entre partes contrapuestas inherentes a sus de-
rechos y obligaciones recíprocos en la relación política, es decir, se trata de
una relación entre obligaciones de protección (por parte del Estado) y obliga-
ciones de obediencia (por parte de los gobernados). Cuando los derechos
humanos aparecen ante la historia como una concesión, como un acto unila-
teral por parte del Estado, se trata simplemente de una ficción jurídica, por-
que en realidad se trata de un acto bilateral que tiene por objetivo salvaguar-
dar el principio de superioridad del poder público para preservar su existencia
política y jurídica. 10 bis

10
Norberto Bobbio, Liberalismo y democracia, pp. 12 y 13.
10 bis
Si hacemos un repaso a la dramática historia de México, es sabido que en los prime-
ros años de la Colonia se gesta una pugna ideológica entre los conquistadores y los misio-
neros. En alguna forma, las Leyes de indias son el resultado de esa pugna y así mismo, en cierta
medida, representan el triunfo de los segundos. En realidad las Leyes de indias llevan el sello
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 177

Existe una estrecha vinculación con la afirmación de los derechos natura-


les del iusnaturalismo y la teoría del contrato social de Rousseau. La idea de
que el ejercicio del poder político sea legítimo sólo si se basa en el consenso
de los gobernados, deriva de que ellos tengan derechos que no dependen de
la institución del Estado, y que éste tenga como función principal el permitir
el amplio desarrollo de esos derechos compatibles con la sociedad.
A su vez, el acuerdo de voluntades que da origen al Estado es posible por-
que de acuerdo con la teoría del derecho natural, existe por naturaleza una
ley que atribuye a todos los individuos —ahora gobernados—, ciertos dere-
chos fundamentales de los cuales el individuo puede desprenderse sólo vo-
luntariamente dentro de los límites bajo los que esta renuncia acordada con
la renuncia de todos los demás permite la composición de una convivencia
libre y ordenada. Sin individualismo no hay liberalismo.

b) Liberalismo económico

A diferencia del mercantilismo que como conjunto de teorías surgidas en la


época de transición al capitalismo durante la acumulación originaria de capi-
tal, y que consiste en una política económica de los estados absolutistas me-
diante el proteccionismo a su comercio, sus manufacturas, etcétera, la impo-
sición de una serie de medidas restrictivas a la entrada de productos foráneos
como aranceles, impuestos, control de cambios, etcétera, al tiempo que pro-
tege los productos nacionales con medidas tales como las exenciones, apoyo
financiero, etcétera, el liberalismo supone la no intervención estatal en la
economía, y por lo tanto, la libertad absoluta de la industria, el comercio, y
en general de las actividades económicas. El papel del Estado se reduce a la
protección de la propiedad privada, el orden interno y la posible defensa de
las fronteras contra las amenazas externas. Se trata de “la supervivencia de los
mejores y más aptos en la lucha por la vida; en un concepto limitado de jus-
ticia distributiva; en el equilibrio de la oferta y la demanda”.11

del conquistador orgulloso de acuerdo al pensamiento de fray Bartolomé de las Casas; se reco-
noce a los indios su categoría de seres humanos, pero en la vida social, económica y política, no
son iguales de los vencedores. Las Leyes de indias no son más que medidas de misericordia,
actos píos determinados por el remorder de las conciencias, concesiones graciosas a una raza
vencida y explotada que carece de derechos políticos. Por añadidura, si bien las Leyes de indias
constituyen un derecho vigente, también es cierto que no son derecho positivo, entendida la
positividad, de acuerdo a Eduardo García Máynez como un hecho que estriba en la observan-
cia de cualquier precepto, vigente o no vigente (Introducción al estudio del derecho, p. 38).
11
A. Serra Rojas, op. cit., p. 788.
178 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

En un sistema basado en estas teorías egoístas, se produce en forma inevi-


table y dramática, la pobreza y la miseria, pues no es cierto que sean hechos
naturales, fatales o inevitables; en general en la explotación del hombre por
el hombre, bajo la afirmación de que el hombre tiene que ser aprovechado
íntegramente al servicio del capital. Todo ello origina el desarrollo de razas
inferiores, al colonialismo, a que una clase social se adueñe del poder; en
unas cuantas palabras: en la superioridad de los vencedores.

c) Liberalismo político

En forma inevitable, el liberalismo económico conduce al liberalismo políti-


co, pues el Estado se pone al servicio de los intereses de los poderosos.
De acuerdo a los postulados del liberalismo político y en aplicación con-
secuente de su doctrina, el liberalismo político plantea la no intervención del
Estado en la vida económica de acuerdo a la fórmula que ya no es conocida:
Laissez faire, Laissez passer: no debe existir ningún obstáculo colocado por
la sociedad o por los hombres que intente detener o retardar el libre juego
de las leyes económicas naturales, y si se forma alguno, deberá ser destruido
inexorablemente; o para expresar esta idea con la breve formula de Guillermo
de Humboldt: la mayor cantidad posible de libertad y la menor cantidad po-
sible de Estado y derecho.
Bajo la vigencia del liberalismo político se imponen posturas antidemo-
cráticas tales como la implantación del sufragio censitario, oposición al dere-
cho de asociación, y las demás libertades son puramente formales o nomina-
les para el pueblo en general, que se ve reducido a condiciones infrahumanas
a causa del rabioso liberalismo económico.
Sin embargo, se admite paulatinamente la intervención de la actividad del
Estado policía al Estado providencia.12
El Liberalismo político participa de las siguientes características:

—La afirmación de los derechos fundamentales del hombre y del ciuda-


dano.
—El establecimiento de un sistema democrático basado en la libre elec-
ción de los gobernantes por el electorado.
—El reconocimiento de la división de poderes en la estructura del Estado.
—La forma democrática de gobierno fundada en el parlamentarismo y en
la pluralidad de partidos políticos.

12
Vid. A. Serra Rojas, Derecho administrativo, vol. I, p. 29.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 179

—La concepción de un Estado rector de la vida política de una nación, y


—Proclamación de la igualdad de todos los hombres ante la ley.

d) Liberalismo jurídico

En el orden jurídico el liberalismo logra ocultar, en nombre de la libertad in-


dividual, su propósito de explotar al hombre: las relaciones entre el trabajo y
el capital se regirán inevitablemente sobre la base de un contrato individual de
trabajo, en el que, por una parte, brillará la libertad del hombre para vender
su energía de trabajo, y por otra, se cumplirá la ley económica natural de la
oferta y la demanda.13

13
M. de la Cueva, op. cit., pp. 119 y 120. El liberalismo individualista impone al derecho
civil una variedad de axiomas: la ley civil es igual para todos, lo que hace imposible un dere-
cho de excepción para un grupo o clase social en el siglo decimonónico y en los primeros
años del siglo XX en México: la libertad en las contrataciones, expresada en el principio de
la autonomía de la voluntad; la responsabilidad por los daños causados a otra persona será
únicamente exigible si hay culpa en el hecho del autor de la acción dañina; finalmente, la
propiedad privada sobre las cosas forma parte de los derechos del hombre. Pero en el contra-
to de arrendamiento no sólo se agravan los principios en perjuicio de los arrendadores, sino
que se quebrantan en beneficio de los empresarios, en forma expresa alguno de ellos: la liber-
tad de contratación no existe nunca, porque el trabajador apremiado por la miseria tiene que
someterse a la voluntad del patrono, quien si puede esperar que venga otra persona a solici-
tar el empleo; y usa el poder de su voluntad con sentido utilitario y con refinada crueldad: de
vale del trabajo de los niños, establece fatigantes jornadas de trabajo y fija como salario la can-
tidad de dinero estrictamente indispensable para la subsistencia del obrero en una vida más
animal que humana; y como si no fuera suficiente, mantiene al trabajador en la angustia del
mañana con la espada del despido libre. En aplicación del principio la ley es igual para todos
los procesalistas hablan desde tiempo inmemorial de un principio diciendo: igualdad de las
partes en el proceso: pero el axioma se estrella en el artículo 1781 del Código Civil de Fran-
cia, aprobado por el Consejo de Estado en la forma siguiente: “El patrono será creído bajo
palabra, si afirma: el monto de los salarios, el pago de los del año vencido, y la existencia de
anticipos sobre el año siguiente”. En el curso de las sesiones del Consejo, explica Treilhard
que “era necesario aceptar la afirmación del patrono o la del obrero; y el primero añadió, “me-
rece más confianza”. Preguntó Lacuée “si se escucharían las pruebas morales; por ejemplo, el
obrero ofrece testigos en presencia de los cuales el patrono se refirió al monto de los salarios
y al pago de los vencidos. En la hipótesis, ¿se aceptaría siempre la afirmación del patrono? A
lo que respondió Treilhard diciendo que “no se podían considerar pruebas de esa especie sin
abrir las puertas al fraude, pues los obreros podrían servir como testigos los unos a los otros”
(De la Cueva, Mario, El nuevo derecho mexicano del trabajo, Porrúa, México, 1980, vol. I,
págs. 9 y 10).
180 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

1.2. Teoría de la constitución

En su expresión más general, la Constitución es el conjunto de normas supre-


mas que establecen la estructura y relaciones entre los poderes públicos y que
establece y garantiza los derechos fundamentales de los gobernados. La doc-
trina coincide en afirmar que la Constitución política de una nación es su ley
fundamental; y es así porque es el cimiento sobre el que se asienta el sistema
normativo del derecho.
Para Carl Schmitt,14 la Constitución es, dentro de un sentido positivo y ante
todo, el conjunto de decisiones políticas fundamentales que adopta una comu-
nidad. El orden jurídico queda condicionado por esas decisiones políticas fun-
damentales y se edifica sobre ellas. Las decisiones políticas fundamentales son
los cimientos del orden jurídico de un Estado.
Como complemento a las ideas de Schmitt, Ignacio Burgoa15 nos dice que
el concepto de fundamentalidad equivale al de primariedad, es decir, si la Cons-
titución política es fundamental al mismo tiempo es primaria. Este atributo im-
plica que el ordenamiento constitucional expresa las decisiones fundamentales
siendo al mismo tiempo la fuente básica de los órganos primarios del Estado,
la demarcación de sus competencias y la consagración de las garantías indi-
viduales. La fundamentalidad significa que ésta es la fuente de validez formal
de todas las normas secundarias que componen el derecho positivo, así como
la “superlegalidad” de sus disposiciones preceptivas en la terminología de Mau-
rice Hariou. Si la Constitución política es la ley fundamental en los términos
expresados, al mismo tiempo y por modo inescindible, es la ley suprema del
Estado. Fundamentalidad y supremacía por consiguiente, son dos conceptos
inseparables que denotan dos cualidades concurrentes en toda constitución ju-
rídico-positiva. En otras palabras, ésta es suprema por ser fundamental y es
fundamental por ser suprema. Si la Constitución no estuviese investida de
supremacía, dejaría de ser el fundamento de la estructura jurídica del Estado
ante la posibilidad de que las normas secundarias pudiesen contrariarla sin
carecer de validez formal. A la inversa, el principio de supremacía constitucio-
nal se explica lógicamente por el carácter de ley fundamental que ostenta la
Constitución, pues sin él no habría razón para que fuese suprema. Por ello,
dentro de la pirámide kelseniana, la Constitución es a la vez la base y la cum-
bre, lo fundatorio y lo insuperable, dentro de cuyos extremos se mueve la es-
tructura vital del Estado.

14
Citatum pos M. de la Madrid, Elementos de derecho constitucional, p. 40.
15
Diccionario de derecho constitucional, garantías y amparo, p. 91.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 181

1.2.2. Doctrina de Fernando Lasalle

No podemos pasar por alto en este apartado la concepción que sobre la Cons-
titución manifiesta Fernando Lasalle, por la trascendencia de sus ideas; o
para expresar esta idea con otras palabras, el estudio de la doctrina consti-
tucionalista de Lasalle es un requisito sine qua non para la debida compren-
sión del tema en estudio.
El pensamiento de Lasalle esta apoyado en un método preponderantemen-
te sociológico para el estudio de la Constitución; el no es un jurista, es un di-
rigente del Partido Socialdemócrata Alemán en el siglo decimonónico, y sus
ideas son el fruto de una postura ideológica y política, pero que influye en for-
ma decisiva en la ciencia de las normas del deber ser.
Para Lasalle15 bis la ley y la Constitución pertenecen a un mismo género, en
cuanto son al fin y al cabo reglas jurídicas que regulan condiciones humanas;
pero la Constitución no es una ley cualquiera, sino una ley con fuerza supe-
rior a las demás leyes, es una ley fundamental porque constituye el cimiento
fundamental de las otras leyes, pues ésta actúa como sustrato de las demás
leyes del país.
Si la Constitución es la ley fundamental habrá entonces que preguntarse
¿por qué motivo tiene ese carácter de ley fundamental? Lasalle dice que debe
haber una fuerza que haga de la Constitución una ley fundamental. Esa fuer-
za activa que hace de las leyes e instituciones jurídicas sean como realmente
son, está constituida por los factores reales de poder. Los factores reales de
poder que rigen en un momento determinado en una sociedad determinada,
son los fragmentos que componen la Constitución, son esa fuerza efectiva y
eficaz que informa todas las leyes e instituciones jurídicas de un país y deter-
mina su imperatividad sustancial.
La suma de los factores reales de poder que rigen en una sociedad y en un
momento determinado, constituye, en esencia, la Constitución. Se toman, dice
Lasalle, estos factores reales de poder, se asientan por escrito en una hoja y a
partir de ese momento, incorporados los factores reales de poder a un papel,
son la Constitución. A partir de ese momento son el derecho mismo, son ins-
tituciones jurídicas y quienes atentan contra ella atentan contra la ley y su-
fren la penalidad por ellas establecida.
Cuando una Constitución escrita corresponde a la Constitución real, a la que
tiene en sus raíces a los factores reales de poder que rigen en el país; y ahí

15 bis
¿Qué es una Constitución?, pp. 35 et seq.
182 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

donde la Constitución escrita no corresponde a la real, estalla inevitablemen-


te una revolución interna y la Constitución real prevalece sobre la escrita.
Por lo tanto, todo estudio jurídico y/o político que omita el estudio de los
factores reales de poder en una sociedad determinada, quedará seriamente
limitado en cuanto a sus alcances científicos, y finalmente quedara reducido
a un conjunto de simples especulaciones teóricas.
En este ensayo, el análisis del tema fundamental —la Constitución liberal
de 1857— estará apoyado en las ideas sociológicas de Lasalle, por lo que
hace al reconocimiento de los factores reales de poder que influyen en forma
decisiva —o dramática—, en la creación de la Ley fundamental invocada.

1.2.2. Función del derecho constitucional


en el derecho positivo nacional

El maestro español Carlos García Oviedo y el maestro italiano Santi Roma-


no coinciden en afirmar que el derecho político o derecho constitucional es
unas veces tronco y otras veces rama; tronco porque de él emergen las distin-
tas ramas del derecho, y rama del tronco común, pues sus normas determinan
la estructuran y las funciones del Estado y las formas y limitaciones de su ac-
tuación. A esta afirmación falta un criterio afinador que el maestro Mario de la
Cueva se apresura a agregar al expresar que el derecho constitucional “es
la savia que sube desde la raíz del árbol, para alimentar a todas las ramas”.16
Para Luis Legaz y Lacambra no existe una diferencia sustancial entre el
derecho constitucional y el derecho administrativo, sino únicamente la que me-
dia entre los principios generales del primero y su aplicación por el segundo.
Maurice Hariou y Carl Schmitt coinciden en afirmar que existe un conjunto de
principios materiales que constituyen la esencia del derecho constitucional.
Estos son los principios fundamentales del régimen político y jurídico, esto es,
lo que Hariou denomina los principios que forman la base del Estado y los
que contienen las libertades individuales, y a las que Schmitt nombra las deci-
siones políticas y jurídicas fundamentales adoptadas por el pueblo titular de
la soberanía, concepto al que nos hemos referido en el parágrafo precedente.
En las democracias occidentales, y por lo tanto en sus sistemas jurídicos, ex-
plica Schmitt, aparecen como constantes absolutas las ideas de la soberanía
del pueblo y de la democracia como principios políticos, y las ideas de los de-
rechos humanos y la división de poderes como principios jurídicos.

16
El nuevo derecho mexicano del trabajo, op. cit., p. 78.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 183

De acuerdo a estas ideas, el derecho constitucional contiene una doble


significación no contradictoria sino complementaria: desde una proyección
material, la Constitución es una suma de principios materiales que poseen
vida propia, una fuerza activa generadora del contenido de las normas del
derecho; y desde una proyección general significa la totalidad de las normas
que integran el derecho positivo de una nación. De los cuatro principios en-
fatizados por Schimitt: soberanía del pueblo, democracia, derechos humanos
y separación de poderes, el tercero se compone de dos elementos: los dere-
chos humanos o derechos del hombre, y los derechos sociales o de la socie-
dad, conceptos al que dedicaremos unas líneas en el siguiente apartado.

1.3. Derechos del hombre y derechos sociales

Como lo hemos expresado en el inicio de este ensayo,17 los derechos huma-


nos se conciben y forman en la antigua Hélade y adquieren su afirmación a
partir del Renacimiento, pero en el siglo XVII John Locke18 los pone al servi-
cio de la burguesía triunfante de la revolución francesa, al sostener que el
derecho a la propiedad forma parte de los derechos naturales del hombre,
nacidos de él y, por ende, como títulos inviolables tanto ante el gobierno
como frente a la sociedad.
Esta afirmación es la bandera que enarbola la burguesía, y a ella se agre-
gan las libertades de industria y comercio y el lema ya conocido de Laissez
faire, laisser passer. Sin embargo y como expresa Mario de la Cueva, Locke y
la burguesía callan el argumento que formula Ponciano Arriaga19 en su voto

17
Supra 1.1. Individualismo y liberalismo.
18
George H. Sabine, Historia de las ideas políticas, pp. 405 y 406. De la teoría de la pro-
piedad sostenida por Locke, esta es anterior a la sociedad primitiva que describe como estado
de naturaleza. Como el mismo dice, la propiedad existe sin pacto expreso de todos los indivi-
duos. Es un derecho que todo individuo lleva a la sociedad en su propia persona, del mismo
modo que la energía física de su cuerpo. De ahí que la sociedad no cree el derecho, y salvo
dentro de ciertos límites no pueda ciertamente regularlo, porque tanto la sociedad como el go-
bierno existen, al menos en parte, para proteger el derecho privado de propiedad anterior a
ellos. El nuca dijo y es casi seguro que nunca lo creyera que el único derecho natural fuese la
propiedad. La expresión que emplea con frecuencia es “vida, libertad y posesiones”. Sin em-
bargo emplea frecuentemente la palabra propiedad donde parece querer significar cualquier
derecho, y como es la propiedad el único derecho natural que examina in extenso, es inevita-
ble de destaque como el derecho típico y más importante.
19
Infra 2.10. Constitución de 1857, pie de página 42.
184 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

particular sobre la Constitución de 1857: la propiedad sobre la tierra sólo se


justifica por su cultivo, y también callan la afirmación del caudillo del Sur Emi-
liano Zapata, de que la tierra es de quien la trabaja, “porque la propiedad pri-
vada no implica ni puede implicar el derecho a la explotación del hombre”.
Cuando hablamos de los derechos del hombre nos referimos exclusivamen-
te a los de libertad, igualdad, de seguridad jurídica y de propiedad, y separamos
inconsciente o intencionalmente los derechos sociales como algo ajeno a los
primeros.
Sin embargo, la unión de los derechos individuales y sociales resulta de las
consideraciones siguientes:
“Las declaraciones individuales del pasado y las declaraciones sociales de
nuestro siglo tienen un fundamento y una mira únicos, que es el hombre real,
el que vive de los campos y en las ciudades, el que no puede desdoblarse en una
personalidad que entrega su energía de trabajo a la economía, ya del mundo
capitalista, bien del socialista, y en otra que se use su libertad para lograr la
cultura y la de la humanidad; por otra parte, el bienestar material del que tam-
bién disfrutan los animales domésticos y los de carga, no es ni puede ser la
expresión plena del hombre, o para emplear las palabras de Marx: el bienes-
tar material no es idéntico a desenajenación del hombre. La unión del de-
recho a la libertad, fuente de todas las restantes libertades, son el derecho al
bienestar material, nos hace soñar con una sociedad futura en la que el hom-
bre deje de ser una cosa sujeta a la explotación de los demás, en la que se
eleve sobre las fuerzas económicas y las ponga a su servicio, y en la que viva
para la libertad. De esta manera, los derechos sociales se presentan como la
base que hará posible el goce pleno de la libertad”.20
Sin embargo, es cierto también que entre los derechos del hombre y los de-
rechos sociales existen diferencias específicas: los primeros son derechos con-
tra el Estado, son la esfera de la libertad en la que no pueden penetrar los po-
deres públicos; son como afirma Jorge Jellineck, derechos públicos subjetivos
que imponen a las autoridades del estado un no hacer. Los derechos sociales
participan también de ésta característica en lo que hace a las libertades de coa-
lición, sindicación, contratación colectiva y huelga de los trabajadores; pero
también son un derecho positivo contra los empresarios que quedan obliga-
dos a reconocer a los sindicatos de trabajadores y a contratar con ellos las con-
diciones colectivas de trabajo, y a respetar y a aplicar en sus empresas las dis-
posiciones de la ley laboral. Es posible señalar otra diferencia que se traduce

20
M. de la Cueva, op. cit., p. 80.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 185

en un no hacer del Estado, el que queda obligado a proteger a proteger a los


trabajadores en el ejercicio y defensa de sus derechos colectivos, y a vigilar a
los patrones en cuanto al cumplimiento de las disposiciones laborales..
Los derechos sociales constituyen un límite al ejercicio y libertades eco-
nómicos que los detentadores del poder y la riqueza, han impuesto en las
declaraciones de los derechos del hombre de los últimos siglos.

1.4. Los factores reales de poder de una sociedad

Como ha quedado indicado, y de acuerdo al pensamiento de Fernando Lasalle,


la Constitución de un país no es sino la expresión jurídico-política de la suma
de los factores reales de poder que rigen en esa sociedad. Por lo tanto todo
análisis del Estado y de la Constitución política, debe partir necesaria e ine-
ludiblemente del reconocimiento de los factores de poder.
En un excelente análisis sobre los factores reales de poder y las relaciones
de fuerza que se dan en una sociedad determinada como la nuestra, Juan Fe-
lipe Leal 21 nos dice que existen dos tipos de factores de poder, primero, aque-
llos que son fuentes de poder como las clases sociales, y segundo, aquellos que
derivan su poder de las relaciones que guardan con las clases sociales y que no
se hallan directamente determinados por el proceso productivo, exempli gratia
la burocracia y el ejercito.
Las clases sociales son parte esencial de una sociedad y mantienen rela-
ciones específicas entre sí, y son categorías históricas, por lo que a cada socie-
dad determinada corresponde un espectro específico de clases sociales.
Las relaciones entre las clases son de explotación y dominación, esto sig-
nifica que unas son explotadoras o dominantes y otras son explotadas o do-
minadas, relaciones cuyo estudio nos permite entender las tendencias subya-
centes de esa sociedad.
La piedra angular que soporta esta lucha de clases es la contradicción que
se da entre ellas en el proceso de producción, y la eliminación de esta con-
tradicción, significa, en términos marxistas, la transformación cabal de la so-
ciedad.
El modo de producción dominante en una sociedad da orden a la organiza-
ción de la sociedad y por lo tanto establece el rumbo que ella desarrollara en
la historia en sus manifestaciones políticas, jurídicas y sociales.

21
La burguesía y el Estado mexicano, pp. 13-19.
186 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Un aspecto que es importante mencionar, es que las clases ocasionalmen-


te actúan en bloque, por lo que es posible que ciertas fracciones de ellas ac-
túen de forma autónoma e influyan en el curso de la historia.
Las relaciones que se dan entre los factores reales de poder de una socie-
dad “son relaciones de fuerza y éstas encuentran su forma concentrada en el
poder institucionalizado del Estado... El Estado constituye el principio orga-
nizador de la dominación que caracteriza a una sociedad y representa el obje-
tivo fundamental de la lucha política. De ahí que toda práctica política sólo
pueda tener como resultado último el mantenimiento o la transformación del
orden sostenido por el Estado”.
El Estado es siempre y en última instancia el instrumento de las clases y
fracciones hegemónicas y dominantes, que corresponde a los intereses de
éstas y los expresa y consolida. Sin embargo, como centro rector de la socie-
dad, expresa y sintetiza, aunque en forma subordinada, los intereses de las
clases dominadas, a riesgo de que de no hacerlo así, se vuelva imposible el
mantenimiento del orden social, político y jurídico.
El Estado tiene un margen relativo de autonomía, innovación e influencia
sobre el sistema económico y real, necesario para su supervivencia política y
jurídica. Debe aparecer y funcionar como instancia relativamente automo-
nizada, independiente y superior a todos los grupos y clases sociales, y es pro-
bable —en la práctica de hecho ocurre— que pueda estar controlado por una
clase, o fracción de clase o de varias de ellas.
El estado, como eje del poder, desarrolla la función de arbitro entre los
grupos y clases dominantes, cuenta con un aparato burocrático y militar que
le sirve como medio para instrumentalizar sus funciones y decisiones.
En conclusión, el concepto de poder se refiere, así, a relaciones de fuerza,
en las que el conflicto, la lucha y la contradicción constituyen sus caracterís-
ticas fundamentales. Implica la capacidad de una clase social de realizar sus
funciones particulares, dependiendo su éxito de la capacidad que otras clases
tengan de realizar sus propios intereses, para lo cual la organización política
representa una condición sine qua non.
En el México que surge a partir de la guerra de independencia, sobre todo
del periodo de 1821 a la Reforma, hallamos un Estado nacional sólo desde un
aspecto puramente teórico, pues en su organización económica, política y
social, el país se encuentra fragmentado y dividido; la disolución de la domi-
nación española y los marcados contrastes sociales y culturales, fomenta la
cristalización de los poderes locales y los cacicazgos, que hacen de Estado
nacional una autoridad ficticia, cuyo poder es simbólico.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 187

DE LA CONSUMACIÓN DE LA GUERRA DE
INDEPENDENCIA A LA CONSTITUCIÓN DE 1857

2.1. El primer Estado nacional

En la historia del México postindependentista podemos distinguir tres mo-


mentos perfectamente definidos y decisivos que han encauzado su destino:
un primer momento, el que corre de 1821 a la revolución de Ayutla (1854); un
segundo momento que va de la revolución liberal (1856-1867) a los inicios del
siglo XX, y un ultimo momento que se estructura entre los inicios de revolución
de 1910 hasta el gobierno cardenista y se extiende hasta nuestros días.
Cada uno de estos periodos históricos corresponde a la formación, estruc-
turación y consolidación del Estado mexicano.
En este ensayo únicamente nos vamos a ocupar del estudio del primer mo-
mento —uno de los periodos menos estudiados y comprendidos de la historia
nacional—, del periodo formativo del Estado nacional mexicano, por ser una
etapa necesaria para el estudio y comprensión de la Carta Magna de 1857.

2.2. Periodo de la anarquía

Consumada la guerra de Independencia, el país y su Estado surgen en el con-


texto de una extrema fragmentación y dispersión del poder, debido, sobre
todo, al legado de la dominación española.
Este periodo es denominado con atingencia por los positivistas porfiristas
como el de la anarquía —otros lo denominarán intervalo santanista o satanis-
ta—, y se trata de un Estado formal pues en la práctica carece de todo control
sobre su población y su amplio territorio, compuesto por una multiplicidad de
poderes locales, estamentales y económicos, que evidencian a todas luces su
falta y vacío de poder.
En el plano económico, la dominación española, con su política colonial de
gobernar al conceder privilegios y delegaciones jurisdiccionales a cuerpos lo-
cales que impone y equilibra, se desploma y deja tras de sí un legado de con-
flictos sectoriales y regionales; pugnas entre quienes desean monopolizar
todo el comercio interno e internacional desde un centro nacional, entre quie-
nes buscan un monopolio de distribución local, entre quienes favorecen la agri-
cultura y quienes favorecen la minería y la industria. Cada provincia, bajo la
supuesta protección de constituciones locales o federales busca crear cotos
regionales mediante aranceles o peajes internos. De esta manera la herencia
188 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

colonial es reforzada por las condiciones locales y, en particular, por la pre-


sión económica de Inglaterra. Ello fortalece a todas las fuerzas centrífugas
que la sociedad mexicana contiene, al tiempo que dificulta la consolidación
de un poder político propiamente nacional.
La política monopolista de España implica el tráfico comercial con sus co-
lonias en América; pero con la independencia se logra diversificar el merca-
do nacional, al permitirse el libre acceso a las costas mexicanas de buques de
otros países. Mientras la política monopolista seguida por España, tiene por
objeto principal, aprovechar al máximo las ventajas que le acarrea el dominio
sobre sus colonias, la utilizada por México tiene como finalidad, la protec-
ción de la industria nacional, y como objetivo real, los cuantiosos ingresos que
proporciona al erario ese tipo de política. Mientras los beneficios que pro-
porciona el comercio exterior durante el virreinato favorecen a un reducido
número de personas que manejan el monopolio comercial, en el México post-
indepoendentista, esos beneficios se distribuyen entre un número mayor de
comerciantes, pero que está todavía en manos extranjeras. En cuanto a la le-
gislación mercantil, en el México postindependentista continúan aparecien-
do los estancos, pues sólo se suprimen aquellos que producen al erario escasos
rendimientos, conservándose los más importantes. En relación con los aran-
celes generales expedidos, desde el primero, aprobado en 1821, se utilizan las
mismas disposiciones que contiene el emitido por las cortes de España.22
Una de las preocupaciones prioritarias del país es el fomento de la econo-
mía; para ello el Estado se plantea dos objetivos fundamentales: la coloniza-
ción y el establecimiento del Banco de Avió.
Colonizar —aunado al fomento del crecimiento demográfico del país—, es
la aparente solución que se plantea en tres objetivos específicos: a) Reparto
de tierras a los militares en premio a sus servicios; b) Concesiones a los co-
lonos europeos, y c) Adjudicación de terrenos a los habitantes de los pueblos.
El resultado de estos proyectos es el fracaso estrepitoso, por varios mo-
tivos: leyes y disposiciones ineficaces; escaso presupuesto nacional; intole-
rancia religiosa; influencia militar en todos los actos y transacciones de la vida
civil; lento desarrollo de la población y la riqueza y otros muchos factores
heredados del sistema colonial en el que el país vive por largos tres trescien-
tos años.

22
Diego G. López Rosado, Historia y pensamiento económico de México. Comercio exte-
rior e interior, sistema monetario y de crédito, tomo IV, pp. 141 y 142.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 189

El otro proyecto de desarrollo económico es el establecimiento del Banco


de Avío —cuyo fundador es Lucas Alamán—, como instrumento para pro-
veer la industria nacional, sobre todo en el ramo textil. Un intento sin éxito
por lo que se acuerda la extinción de dicho Banco —el antecedente más re-
moto de la Nacional Financiera, pero en circunstancias distintas—, y en su
lugar se crea la Dirección General de Industria, designándose como presiden-
te de ella al mismo Alamán.
La bancarrota de los gobiernos surgidos de la guerra de independencia crea
una elite de prestamistas a corto plazo: los agiotistas, siempre execrados, pero
siempre utilizados.23 El poderío de los hacendados, expresable en términos
militares y la relativa superioridad de los agiotistas, los coloca en una nueva
posición frente al poder central al cual no solicitan favores sino imponen con-
diciones.24
También se desarrolla una pequeña y articulada clase media urbana que for-
ma un centro de oposición al legado colonial, junto con dos cuerpos nefastos
para el país: la milicia y el clero, los únicos que conservan privilegios antes y
después de la guerra de Independencia.
Por lo que hace a los militares, estos son una nueva fuerza que se partici-
pan en el país como un importante factor real de poder ampliamente autóno-
mo. Dentro de sus circunstancias asumen un gran papel estratégico debido a su
carácter de fuerza centralizada, sirven no sólo de apoyo a los terratenientes y
la Iglesia, sino manifiestan intereses aún personales.
Un fenómeno muy interesante que trasciende hasta nuestros días es que el
ejercito con sus privilegios traducidos en fueros —e impunidades—, se reco-
noce sus grados, se distribuye los cargos públicos en el aparato del Estado y
constituye una pesada carga para el ya de por sí debilitado erario del país.
Los primeros años de la época postindependentista están marcados por la pe-
sada deuda pública ocasionada por los salarios pagados al cuerpo castrense.
Si la milicia ha creado la deuda pública que hoy en día estamos pagando, el
clero, en opinión de José María Luis Mora, contribuye a perpetuarla impi-
diendo su pago.25

23
Francisco López Cámara, Estructura económica y social de México en la época de
reforma, citatum pos Juan Felipe Leal, op. cit., p.54.
24
Jan Bazat, Historia de la deuda exterior de México (1823-1946), pp. 43-48, citatum
pos, J. Felipe Lean, ibid., p. 54.
25
Desde luego la deuda contraída por los gobiernos nacionales por motivo de los salarios
pagados a los militares no es la única causa de la deuda nacional que hoy sufrimos los mexi-
190 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Por su parte el clero constituye, por la extensión de su patrimonio, por su


estructura interna y por su presencia en todo el país, un importante factor real
de poder.
En síntesis, en México existe un Estado nacional desde un punto de vista
formal, pues desde su contexto jurídico y político, se halla fragmentado. De
acuerdo a Juan Felipe Leal,26 la extensión considerable de su territorio; su
escasa y malamente distribuida población; la carencia de vías de comunica-
ción y de medios de transporte; el deterioro que sufren sus fuerzas producti-
vas tras la guerra de Independencia; la disolución de la dominación central y
sus marcados contrastes sociales y culturales, todo ello fomenta la cristaliza-
ción de poderes locales y sectoriales que hace del Estado nacional una uni-
dad de dominación casi ficticia.

2.3. Logias masónicas

Al consumarse la independencia de México, las dos fuerzas que se enfrenta-


ron durante la lucha armada que la precede, aparentemente se unen para lo-
grarla; pero tan pronto como Iturbide es hecho Emperador, los antiguos in-
surgentes, influidos por las ideas de Morelos, así como por las ideas liberales
francesas y norteamericanas, lo derrocan y a partir de ahí surgen dos grupos
antagónicos que dan lugar a los primeros partidos políticos: uno que pugna
por mantener el statu quo en la nación, y otro que pugna por modificarlo,
aunque no sabe exactamente como; el primer grupo, más no partido, es el de
los conservadores, el segundo el de los liberales.

canos y a la que están condenadas nuestras futuras generaciones. Existen otros motivos que
la han provocado, vge: las fugas de capitales, que constituyen una verdadera sangría para el
país; la falta de percepción constante de ingresos y el creciente debilitamiento de la económi-
ca interna, el pago de gastos totalmente ajenos a inversiones productivas, entre otros muchos
factores, que en consecuencia el país pronto se ve imposibilitado a pagar. A partir de entonces
esta deuda externa —o eterna como burlonamente expresa el abogado patronal Baltasar Ca-
vazos— se convierte en las causas de la permanente inestabilidad política y económica del
país y de los problemas internacionales. Miguel Ángel Gallo, en su Historia de México 1,
(Textos Universitarios, Ediciones quinto sol, México, 2004, págs. 80 y 81), nos ilustra con el
primer empréstito en onerosas condiciones que el gobierno mexicano celebra con la casa B.
A. Goldsmidt y Cía. de Londres en 1823, y el segundo empréstito negociado con la casa Bar-
clay, Herring, Richarson y Cía., también de Londres en similares condiciones pero con un
interés mayor. Por ser tan mermados los ingresos reales, y por dedicase su pago a diversas in-
versiones injustificadas, el gobierno mexicano pronto se ve imposibilitado a apagar. A partir
de estas condiciones se inicia la triste historia de la deuda nacional con la banca extranjera.
26
La burguesía y el Estado mexicano, op. cit., pp. 56-57.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 191

El ideario de los conservadores, denominados también “cangrejos” o “trai-


dores”, lo sintetiza Lucas Alamán en siete puntos:27 a) Conservación de la reli-
gión católica y prohibición de obras impías e inmorales, b) Gobierno centralis-
ta con fuerza necesaria, c) Contra el régimen federal, el sistema representativo
por el orden de elecciones y contra todo lo que se llama elección popular, d)
Nueva división territorial que confunda la forma de los Estados y facilite la
buena administración, e) Fuerza armada en número suficiente para las nece-
sidades del país, f) Negación de Congresos, sino algunos consejeros planifica-
dos, g) Sin el apoyo de Europa, México es un país perdido.
Por el contrario, el pensamiento y objetivos de los liberales, son los siguien-
tes: a) Negación de la tradición hispana, b) Engrandecimiento del país por las
vías de las libertades de trabajo, comercio, educación y letras, c) tolerancia
de cultos, d) Supeditación de la Iglesia al Estado, e) Democracia representa-
tiva, f) Independencia de los poderes, g) Federalismo, h) Debilitamiento de las
fuerzas armadas, i) Colonización con extranjeros de las tierras vírgenes, j) Pe-
queña propiedad, k) Cultivo de la ciencia, l) Difusión de la escuela y ll) Padri-
nazgo de los Estados Unidos.
Si bien todos los liberales coinciden en los objetivos, pero en los métodos.
Unos quieren ir de prisa, pretenden implantar las aspiraciones del liberalis-
mo a toda costa y en el menor tiempo posible; otros quieren ir despacio, quie-
ren imponer los mismos ideales al menor costo y tiempo posibles. Los prime-
ros son llamados “puros” o “rojos”; los segundos son los “moderados”.
En la realidad de las cosas, al consumarse la guerra de Independencia, los
nuevos grupos antagónicos, para la expresión y consecución de los objetivos
políticos, se vinculan necesaria o inevitablemente a las logias masónicas, y a
partir de estas agrupaciones –más no partidos políticos— se desarrollará una
lucha sangrienta en sus luchas por el poder, sobre todo en la primera mitad del
siglo decimonónico mexicano, hasta la restauración de la República.
Sin intervenir en el estudio del origen de las logias masónicas, pues no cons-
tituye el objetivo primordial de este ensayo, podemos esbozar algunas ideas
importantes de ellas, por la influencia que proyectan en la etapa historia a es-
tudio. Al parecer una de ellas, la del rito escocés se establece en los albores del
siglo XVIII y adquiere una gran influencia a partir de la llegada al virreinato de
Juan O’Donojú. Otra versión afirma que fue creada por grupos expediciona-
rios españoles a partir de l812, para combatir la insurgencia. Otra versión afir-
ma que los miembros de esta logia ya existen pero en forma dispersa, pero a

27
Cosío Villegas et altieri, Historia mínima de México, p. 105.
192 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

partir de 1820 se unen y comienzan a actuar políticamente en grupo. Un gru-


po de veteranos insurgentes de ideas moderadas encabezados por Nicolás
Bravo se afilian a este rito, pero no pueden modificar las ideas de este grupo.
Frente a las logias escocesas y en oposición a ellas, se organizan las logias
del rito yorkino, formado por los liberales, partidarios del régimen federal
y de la supresión de la influencia española. Al frente de este grupo aparecen
Vicente Guerrero, considerado un genuino exponente de la lucha insurgente,
y el político yucateco Lorenzo de Zavala.
La masonería, con todas sus debilidades y sus fallas, nace como fruto de la
necesidad política de actuar organizadamente en la vida pública del país, re-
cién independizado de España; las facciones la convierten en apremios irrevo-
cables de la lucha, en un instrumento de combate y la obligan a desempeñar
en forma improvisada, el papel de partidos políticos que no existen todavía en
México. Hasta 1827 las logias juegan el papel de partidos políticos, pues no
existe ni es conocida otra forma de organización política; esta circunstancia
hace posible el crecimiento de la masonería al despertarse el despertar de la
conciencia cívica del país. Cuando se hace cargo del gobierno el General Anas-
tasio Bustamante, se puede afirmar que estas han recorrido ya, su ciclo com-
pleto, y dan muestras de declinación como medios de participación política;
no obstante son el origen del establecimiento de los partidos políticos en el
país.28

2.4. Consumación de la Independencia,


Plan de Iguala y Tratados de Córdoba

A la muerte de José María Morelos, la Asamblea de Chilpancingo se traslada


a Tehuacan a fin de reorganizarse y continuar la lucha insurgente. Sin embar-
go Manuel Mier y Terán Noriega y Guerra lo disuelve, manda aprehender a
los jefes militares y diputados que lo forman, pues es él quien desea ser el
arbitro que decida los negocios, y lo sustituye por un Directorio Ejecutivo
que nunca funciona ni es por nadie obedecido. Se desata la guerrilla coman-
dada, entre otros famosos guerrilleros, por Nicolás Bravo, Guadalupe Victo-
ria, Ramón Rayón, Osorno, Francisco Javier Mina, Pedro Moreno, Albino
García, José María Magaña, Lucas Flores, los Pachones, el Giro y Pedro
Ascencio Alquisiras, la mayoría acaudillados por Vicente Guerrero.29 Sin em-

28
Diego G. López Rosado, Clases sociales y partidos políticos, op. cit., pp. 314-315.
29
Alfonso Toro, Historia de México 3. Independencia y México independiente, pp. 192-222.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 193

bargo, en 1820, en España, el general Rafael Riego restaura la Constitución


de Cádiz de 1812 y Fernando VII termina por jurarla. Este acontecimiento pro-
voca en la Nueva España diversas reacciones: los conservadores temen que
los efectos de la carta española les arrebaten sus prebendas y manifiestan ten-
dencias separatistas y Agustín de Iturbide, rabioso general realista, se apresta
a cambiar sus lealtades a la Corona española, para conciliar los intereses rea-
listas e insurgentes en beneficio propio.
Ante la imposibilidad de derrotar a las huestes de Guerrero, Iturbide, pac-
ta con Guerrero, Bravo, Rayón y Ascencio, y con los realistas Bustamante y
Santa Anna, la independencia de México en la ciudad de Iguala.
De entre los puntos del Plan de Iguala, destaca el relativo a alas formas de
gobierno que se busca instalar y que es el de la monarquía constitucional mo-
derada, depositada en la persona de Fernando VII, o en su caso en algún prín-
cipe borbón u otro individuo de la dinastía designado por el Congreso Cons-
tituyente. Esta Constitución, también establecería la forma de creación de la
primera Constitución mexicana. En agosto de 1824 O’Donojú firma con Itur-
bide y con Guerrero los Tratados de Córdoba. Sin embargo O’Donojúu care-
ce de facultades para firmar esos tratados y son nulos; sin embargo estos con-
venios, junto con el Plan de Iguala, son los documentos básicos para lograr
la independencia mexicana.
El 27 de septiembre del mismo año Iturbide y el ejército trigarante entran
a la ciudad de México. Así se consuma Independencia de México, por una
transacción entre elementos antagónicos, que aunque aparecen unidos, en el
fondo no lo están; pues los antiguos insurgentes son representantes de una
tendencia democrática y liberal, en tanto que la de Iturbide y sus partidarios,
tienden a mantener el viejo sistema colonial y los privilegios del clero, por lo
que tarde o temprano aparecerá la discordia entre uno y otro bando.30
De manera inmediata se instala la Junta Provisional de Gobierno —Poder
Legislativo—, que está contemplado en los Tratados de Córdoba. Se designa
a Iturbide como Presidente de aquella y también se nombra la regencia pre-
vista en dichos tratados, la que se ocupa sobre el sistema electoral y la orga-
nización del próximo Congreso Constituyente que queda instalado el 24 de
febrero de 1822. Este Congreso establece en una de sus bases que el Imperio
mexicano es una monarquía moderada de tipo constitucional. El 21 de junio
el Congreso corona a Iturbide Emperador de México. Al día siguiente Iturbide
disuelve al Congreso y en su lugar ordena la creación de la Junta Nacional Ins-

30
Op. cit., p. 245.
194 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

tituyente. La Junta aprueba el Reglamento Político Provisional de Imperio,


que en su apartado veintinueve declara sagrado e inviolable al Emperador,
depositario del poder ejecutivo y Jefe Supremo del Estado. En enero de 1823
Antonio López de Santa Anna se pronuncia con el Plan de Casa Mata en el
que pide la reinstalación del Congreso y el reconocimiento de la soberanía
nacional. Las derrotas sufridas por Iturbide lo llevan a aceptar el citado plan
y a reinstalar al Congreso; Iturbide abdica a la Corona en marzo de 1823,
huye a Londres, regresa al país y es fusilado.

2.5. Constitución de 1824

En la segunda etapa del Congreso, de decreta la nulidad de la elección impe-


rial, se le niega validez a la abdicación; se califican de ilegales los actos del
régimen imperial; se declaran nulos el Plan de Iguala y los Tratados de Cór-
doba; se adopta la forma de gobierno republicano y se designa un Supremo
Poder Ejecutivo formado por tres personas.
Este gobierno provisional compuesto por Guadalupe Victoria, Vicente Gue-
rrero y Pedro Celestino Negrete, es nombrado para normalizar la situación
política del país. El nuevo Congreso Constituyente se enfrenta al dilema de si
debe organizarse a México como república federal o centralizada; en dicho
Congreso se perfilan dos corrientes de estructuración jurídico-política bien
demarcadas y opuestas: el centralismo, cuyo principal sostenedor es fray Ser-
vando Teresa de Mier, Lucas Alamán y José María Bustamante y el federalismo
representado por Miguel ramos Arizpe, y, Manuel Crescencio Rejón, que des-
pués se convertirá en el creador del juicio de amparo.
La mayor parte de las provincias se inclinan hacia la adopción de la Repú-
blica Federal, así como a la soberanía de cada Estado, en virtud de que el país
ha vivido una situación política centralizada, por la accidentada geografía,
que prácticamente aísla a las distintas regiones. Los centralistas no logran
imponer sus tesis por ser minoría y no representar a la voluntad general de la
nación.
Miguel Ramos Arizpe es nombrado Presidente de la Comisión de Consti-
tución, y junto con su grupo, presenta el 20 de noviembre, su Proyecto de
Acta Constitutiva con 36 artículos, la que es aprobada con el título de Acta
Constitutiva de la Nación Mexicana en enero de 1824. esta Acta forma parte
y es promulgada con la Constitución Federal de los Estados Unidos mexi-
canos, el 4 de octubre de ese mismo año, y se publica al día siguiente en la
ciudad de México.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 195

La Constitución Federal de 1824 contiene VII títulos subdivididos en sec-


ciones y 171 preceptos. En ella se ratifican los principios republicanos y fe-
derales que el Acta Constitutiva ya ha fijado. Fundamentalmente, esos 171
artículos señalan las facultades de los Estados y de la Federación y sobre
todo, la consagración de la soberanía nacional.31
Los puntos torales de la Constitución, son, entre otros: forma de gobierno
representativa, popular y federal; división de poderes en Ejecutivo, Legisla-
tivo y Judicial; nombramiento de senadores de manera indirecta; nombra-
miento de diputados por votación popular directa; el Supremo Poder Ejecuti-
vo recae en el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos; el Poder Judicial
de la Federación reside en la Suprema Corte de Justicia, en los Tribunales de
Circuito y en los Juzgados de Distrito; la Federación queda integrada por 19
Estados; la extensión total de la nación es de 4 millones de kilómetros cua-
drados.32 “Bajo el título de Reglas generales a que se sujetará en todos los
Estados y Territorios de la Federación la administración de justicia”, se com-
prenden diferentes garantías de seguridad jurídica a favor del gobernado, ta-
les como la prohibición de penas trascendentales, la de confiscación de bie-
nes; los juicios por comisión, la aplicación retroactiva de las leyes, la abolición
de los tormentos y la de la legalidad para los actos de detención y de regis-
tro de casas, papeles “u otros efectos de los habitantes de la República” (ar-
tículos 145 a 156).33
A lo largo de los primeros cincuenta años de vida nacional, se producen
diversos ensayos jurídico-políticos que intentan dar rumbo a la nación. Pero

31
Nuestra Constitución. Historia de la libertad y soberanía del pueblo mexicano. De la
Constitución de Cádiz a la República Federal de 1824, p. 39.
32
Op. cit., pp. 39-44. La Constitución Política de 1824 persigue dos objetivos fundamen-
tales: la organización política de la naciente República, y el establecimiento y organización de
sus órganos de gobierno. Por lo tanto, las garantías individuales o derechos del hombre, apa-
recen en un segundo término, en preceptos aislados contra el Estado, generalmente en mate-
ria penal —aunque el artículo 152 consagra un principio de legalidad—, la Constitución tam-
poco establece el medio legal para tutelarlas.
33
Ignacio Burgoa, Las garantías individuales, p. 127. Con la Constitución Política de 1824,
asistimos a la instauración de un derecho fundamental primario con caracteres más o menos
permanentes y con proyección de vigencia en la vida pública. No puede negarse que ésta Cons-
titución es una copia de la carta fundamental norteamericana de 1787. No es verdad esta apre-
ciación, pues nuestros constituyentes de 1823-24 han imitado servil y extralógicamente el
citado documento constitucional de los Estados Unidos de América, aunque se hubiesen ins-
pirado en él y hayan tomado de su contexto los principios jurídicos y políticos que lo infor-
man. Por otra parte, la Constitución de 1824 es un ensayo estructural para dar a México su
primera organización jurídico-política fundamental.
196 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

se desvanecen quedando en simple letra muerta. Tan sólo en los primeros vein-
te años, de 1822 en adelante, nuestro país tiene siete Congresos Constitu-
yentes que producen como obra un Acta Constitutiva, tres Constituciones y
un Acta de Reformas. Estos reemplazos sucesivos de ordenamientos cons-
titucionales se ven frenados cuando los liberales, defensores de los princi-
pios republicano y federalista —que piden la aplicación de la política liberal
en materia económica, exigen la abolición de fueros, abogan por el civilismo,
pugnan por la abolición de libertades para el pueblo y demandan la no inje-
rencia del pueblo en los asuntos del Estado—, logran la promulgación de la
Constitución de 1857. Al respecto Daniel Cosío Villegas expresa sobre esta
ley que: “quizá como ninguna otra, pasó por altos y bajos marcadísimos en su
prestigio popular y en la fe que en ella pusieron los gobernantes a quienes tocó
usarla como timón de la nave nacional”.34

Constitución de 1836

En 1833 Valentín Gómez Farías en su calidad de Vicepresidente asume el


Poder Ejecutivo ante la ausencia de Antonio López de Santa Anna, y en cola-
boración con José María Luis Mora, presenta un proyecto de ocho puntos ten-
dientes eliminar el poder del clero y los militares. Mediante el Plan de Cuer-
navaca y la divisa Religión y Fueros, Santa Anna destituye a Gómez Farías y
deroga las reformas aludidas e impone el sistema central de gobierno. El tex-
to en que se sustenta el régimen central se le conoce por el nombre de las Siete
Leyes Constitucionales de 1836.
Este cuerpo de leyes pugna por el cambio de régimen federativo al centra-
lista, pero mantiene la separación de poderes. La institución que políticamente
la representa, el Supremo Poder Conservador —formado por una oligarquía—,
se halla por encima de los poderes tradicionales, siendo su propugnador Fran-
cisco Manuel Sánchez de Tagle, y su función principal es la conservación del
régimen constitucional, de acuerdo a las fracciones I, II y III de su artículo 12.
El control constitucional ejercido por dicho Supremo Poder Conservador
es meramente político y arbitrario, pues se halla por encima del Poder Judi-
cial, y cuyas resoluciones tienen validez erga ommes. Sin embargo en ésta
especie de control es evidente: a) La ausencia del agraviado, b) Inexistencia

34
Nuestra Constitución. Historia de la libertad y soberanía del pueblo mexicano. Cons-
titución de 1857, p. 14.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 197

de relación jurídico-procesal, y c) Ausencia de efectos en sus decisiones, por-


que estas son de validez general.35

2.7. Constitución de Yucatán de 1840

Una interesante aportación al derecho positivo mexicano de la Constitución


de Yucatán de 1840, es la institución del juicio de amparo, obra de Manuel
Crescencio Rejón. Este ilustre abogado considera conveniente e indispensa-
ble la inserción en las constituciones políticas el establecimiento de diver-
sas garantías individuales, entre ellas, la religiosa y los derechos de los indivi-
duos privaos de su libertad personal, mismas que hoy día aparecen consignados
en los artículos 16 19 y 20 de nuestra actual Carta Magna.
La creación de un medio de control y salvaguardia de la Constitución Po-
lítica a través del juicio de amparo, ejercido y desempeñado por la autoridad
judicial contra todo acto de autoridad conculcatorio de las garantías indivi-
duales del gobernado, es la gran obra de Rejón. Hoy día, los lineamientos ge-
nerales del juicio de amparo en las constituciones de 1857 y 1917, son los
mismos.
Este sistema persigue los siguientes fines: a) Control de la constituciona-
lidad por actos de las legislaturas (leyes o decretos), así como del Goberna-
dor (providencias); b) Control de la legalidad de los actos del Ejecutivo, y c)
Protección de las garantías individuales o los derechos constitucionales del
gobernado contra actos de cualquier autoridad, incluyendo los judiciales.36
El control constitucional ejercido mediante el amparo dentro del sistema
de Rejón, y establecido en la Constitución yucateca de 1840, opera sobre dos
principios básicos que caracterizan el juicio de amparo: el de iniciativa de par-
te agraviada y el de relatividad de las decisiones respetivas.
El principio de iniciativa de parte, “hace que el juicio jamás pueda operar
oficiosamente y por lo mismo, para que nazca es indispensable que lo pro-
mueva alguien, principio que resulta obvio si se tiene en cuenta que el proce-

35
Un aspecto poco conocido de la Constitución centralista de 1836 en cuanto a su reforma
de 1840, es el voto particular de José Fernando Ramírez, por lo que hace a las facultades y
competencias de la Suprema Corte de Justicia en el sentido de que conociera la constituciona-
lidad de las leyes o actos de las autoridades, mediante el derecho del gobernado de pedir cierta
declaración, petición que el propio Ramírez denomina reclamo. Por tratarse de una simple opi-
nión, esta idea de otra manera se hubiera constituido en un interesante antecedente del juicio
de amparo en México
36
I. Burgoa, El juicio de amparo, p. 116.
198 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

dimiento de control, como juicio que es, sólo puede surgir a la vida jurídica
por el ejercicio de la acción, que en el caso es la acción constitucional del
gobernado que ataca el acto autoritario que considera lesivo a sus derechos”.37

2.8. Bases de organización política de la


República Mexicana de 1843

El 10 de diciembre de 1841 Santa Anna lanza la convocatoria prevista en el


Plan de Tacubaya para un Congreso Extraordinario Constituyente. De este
Congreso se integra una comisión formada con siete miembros encargada de
elaborar un proyecto constitucional; el grupo minoritario formado por Maria-
no Otero, Espinosa de los Monteros y Muños Ledo, formula un proyecto de
naturaleza federalista, individualista y liberal, en contraposición al proyecto
de la mayoría conservadora —en el que figura José Fernando Ramírez—,
que pugna por un régimen central establecido en la Constitución de 1836.
Los grupos minoritario y mayoritario formulan un proyecto de Constitución
—que en realidad es una transacción jurídico-política—,38 que establece en-
tre otros aspectos, la adopción del principio de separación de poderes; cons-
titución de las cámaras legislativas; el Ejecutivo en un magistrado denomina-
do Presidente de la República; formación de un Poder Judicial integrado por
la Suprema Corte de Justicia de la Nación; un capítulo explicito de garan-
tías individuales del gobernado, en el que se les considera el objeto principal

37
Manual del juicio de amparo, p. 27.
38
El proyecto de la minoría, representada por Otero da competencia a la Suprema corte
para conocer los reclamos de los particulares contra los poderes Ejecutivo y legislativo de los
Estados, violatorios de las garantías individuales, pero deja fuera del control constitucional al
Poder Judicial y los tres poderes federales, ero su gran merito es la consagración del principio
del juicio de amparo de las constituciones de 1857 y la actual (artículo 107, fracción II, Mé-
xico, Porrúa, 2004), que caracteriza al régimen de control jurisdiccional en la fórmula que al
texto expresa: “La sentencia será siempre tal, que sólo se ocupe de individuos particulares,
limitándose a ampararlos en el caso especial sobre el que verse la queja, sin hacer una decla-
ración general respecto de la ley o acto que la motivare”; este principio esta expresado con
otras palabras en el artículo 76 de la ley de amparo que a la letra dice que: “las sentencias que
se pronuncien en los juicios de amparo, sólo se ocuparan de los individuos particulares o de las
personas morales, privadas u oficiales que lo hubieren solicitado, limitándose a ampararlos y
protegerlos, si procediere, en el caso especial sobre el que verse la demanda, sin hacer una
declaración general respecto de la ley o acto que la motivare” (Alberto Trueba Urbina y Jorge
Trueba Barrera, Nueva legislación de amparo reformada). Vid. Manual del juicio de amparo,
op. cit., pp. 29y 30.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 199

de protección de las instituciones constitucionales, que consagra un medio de


control constitucional y la supresión del Supremo Poder Conservador.
Sin embargo Santa Anna ordena la disolución de dicho Congreso, y en su
lugar nombra una Junta de Notables encargada de formar las bases para orga-
nizar la nación.

2.9. Acta constitutiva y de reformas de 1847

El 22 de abril de 1847 es aprobada con algunas modificaciones el Acta de


Reformas. Esta acta reconoce los derechos de libertad, igualdad, propiedad y
seguridad del hombre; establece un juicio a nivel federal para amparar a los
habitantes que se ven afectados en el ejercicio y conservación de sus dere-
chos, por actos de alguno de los poderes federales o locales. La resolución
que dictará el tribunal federal, sólo protegerá al demandante (la fórmula Ote-
ro), y es quizá, la más importante adición que se incorpora al sistema consti-
tucional de la Constitución de 1824 que se restaura.39 y 40

2.10. Constitución de 1857

De Acuerdo al Plan de Ayutla, el 16 de octubre de 1855 se expide la Convo-


catoria del Congreso Constituyente y el 17 de febrero de 1856 se inician las
sesiones. Dicha convocatoria expedida por Juan Álvarez, señala que dicho
Congreso debe reunirse en Dolores Hidalgo, pero Ignacio Comonfort, actual
Presidente de México modifica el punto relativo a la sede, y se inician los

39
Nuestra Constitución. Constitución Federal de 1857, p. 28.
40
Las ideas de Otero se contienen en su voto particular de 5 de abril de 1847 sobre la re-
ferida Acta de Reformas, pues en sus partes esenciales expresa que: a) Es indispensable dar al
congreso de la Unión el derecho de declarar nulas las leyes de los Estados que importen una
violación del Pacto Federal, o sean contrarias a las leyes generales, porque de otra manera el
poder de un Estado sería superior al de la Unión, y el de ésta se convertiría en una perfecta
irrisión; b) Loa ataques dados por los poderes de los Estados y por los mismos de la Federa-
ción a los particulares, cuentan entre nosotros, por desgracia numerosos ejemplares, para que
no sea sobremanera urgente acompañar el restablecimiento de la Federación con una garantía
suficiente para asegurar que no se repetirán más. Esta garantía sólo puede encontrarse en el
Poder Judicial, protector nato de los derechos de los particulares, y por esta razón es sólo
conveniente, y c). Se necesita extender un poco más la acción del Poder Federal de la Unión,
muy imperfectamente organizado en la constitución federal; y sobre todo, elevar la condición
y asegurar la independencia de un tribunal llamado a representar en el cuerpo político un
papel tan importante como el de Supremo Poder Judicial (I. Burgoa, op. cit., pp. 122 y 123).
200 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

debates en la ciudad de México. En la Convocatoria se señala un plazo de un


año para la realización de labores, y se le atribuyen, además de las labores
legislativas, la de revisar los actos de la ultima administración de Santa Anna
y los de la administración de Comonfort.
En el congreso se definen dos grupos antagónicos por las ideas que argu-
mentan y los programas que pretenden imponer: los del liberalismo divididos
en puros y moderados, y los conservadores. Entre los principios más impor-
tantes de los liberales se hallan: a) El sufragio universal; b) La desaparición
de fueros y privilegios militar y eclesiástico; c) igualdad y la libertad huma-
nas; d) La separación de la Iglesia y el Estado; e) La libertad de conciencia,
cultos, enseñanza, pensamiento e imprenta; f) La desamortización de los bie-
nes del clero; g) La propiedad privada frente a la propiedad corporativa y
comunal, h) El sistema federal; i) La división de poderes, y j) El instrumento
idóneo para garantizar el estado de derecho: el juicio de amparo.41 Los con-
servadores, por su parte, se oponen a la separación de la Iglesia y el Estado y
buscan mantener los fueros y privilegios del clero, rechazan la modificación
de la estructura social y pretenden introducir cambios paulatinos que no alte-
ren su propia situación económica, ni la de los grupos que representan. Sin
embargo el punto toral e irreconciliable con el ideario liberal se resume en la
situación de la Iglesia, heredera de viejos privilegios de la Colonia con el
naciente Estado mexicano.
Dentro de este contexto político y jurídico de un país desgarrado por una
dramática y difícil génesis y estructuración como Estado independiente y
desde una vertiente dialéctica, la lucha entre dos grupos de poder perfecta-
mente definidos (insurgentes y realistas, yorkinos y escoceses, republicanos
y monarquistas, federalistas y centralistas y liberales y conservadoes), signi-
fica la tesis y la antitesis de su espiral histórica; su síntesis se desarrollará en
la Constitución de 1857, la Guerra de Reforma, la invasión francesa, el Se-
gundo Imperio y la restauración de la República.
Entre estas posiciones ideológicas y dialécticas, se hallan los moderados,
tanto liberales como conservadores, que constituyen la mayoría del congre-
gado parlamentario, y que, con sus pretensiones de cambios lentos influyen
en forma decisiva en la nueva Constitución, de otra manera, los cambios pro-
puestos por los liberales puros, habrían creado una legislación constitucio-
nal más avanzada y se hubieran consignado principios sociales que la Cons-
titución de 1917 establecerá.

41
Nuestra Constitución. Constitución Federal mexicana de 1857, p. 36.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 201

Entre los liberales en su conjunto destacan Ponciano Arriaga, José María


del Castillo Velasco, Santos Degollado, Manuel Doblado, Valentín Gómez
Farías, Guillermo Prieto, León Guzmán, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco,
Ignacio Luis Vallarta, José María Mata, entre otros.
Dentro del Congreso se presenta una corriente que pretende la restauración
de la Constitución de 1824, pero los liberales puros imponen su voluntad de
formular una nueva Constitución acorde con los cambios políticos presentes;
las discusiones son espinosas y se presentan dos obstáculos en el camino: las
diferencias irreconciliables entre los liberales más radicales y Comonfort, y
el clima de tensión por la rabiosa oposición de la milicia y el clero al grado de
propiciar la molestia y censura de la Santa Sede.
El 18 de junio de 1856 Ponciano Arriaga presenta a la Asamblea Consti-
tuyente el proyecto de Constitución, advierte que en el proyecto no se han con-
sagrado todos los principios de los liberales puros y en las sesiones posterio-
res presenta un voto particular sobre el derecho de propiedad.42

2.10.1. Iusnaturalismo, derechos humanos y garantías individuales

La doctrina de los derechos del hombre que tiene su base en la Constitución


de 1857, tiene sus raíces en el pensamiento de la filosofía de la Ilustración
y de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789.43
Nuestra Constitución de 1857 expresa en su artículo primero que: “el pue-
blo mexicano reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto
de las instituciones sociales. En consecuencia, declara que todas las leyes y
todas las autoridades del país deben respetar y sostener las garantías que con-
sagra nuestra Constitución”.44
En la Constitución de 1857 se puede hacer una distinción doctrinal muy
exacta, de lo que se entiende por derechos del hombre y garantías individua-

42
En este voto particular Arriaga el problema del latifundismo, del acaparamiento de bie-
nes y de las pésimas condiciones en que vive el campesino mexicano y propone que se le dé
una orientación social a la propiedad, no como un derecho absoluto y oponible a la sociedad,
sino como una función del bien común y regulado por la misma sociedad.
43
Supra 1.1. Individualismo y liberalismo, y 1.1.1. Formas de expresión del liberalismo.
44
Contrariamente a la tesis individualista, nuestra Constitución de 1917 ya no hace figurar
a los derechos del hombre como el exclusivo contenido de los fines del Estado, sino que, con-
siderando que el pueblo constituido políticamente en Estado, es el único depositario del po-
der soberano, ha expresado en su artículo primero que las garantías individuales son instituidas
o creadas por el orden jurídico constitucional (I. Burgoa, op. cit., p. 149.
202 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

les: los derechos del hombre son el ámbito el ámbito de la ley; en cambio, las
garantías individuales son la serie de mecanismos jurídico-positivos que esta-
tuye la Constitución, para proteger los derechos naturales del hombre. El ar-
tículo 1o. de la Constitución a estudio reglamenta los derechos humanos ha-
ciéndolos genéricos a todos los hombres, reconociéndolos y garantizándolos.45

2.10.2. Clasificación de los derechos del hombre de Mario de la Cueva

Nos dice Miguel de la Madrid 46 que Mario de la Cueva, en una monografía


acerca de la Constitución de 1857 —de la que omite sus datos elementales:
editorial, lugar y fecha de edición—, hace la siguiente clasificación: a) Dere-
chos de igualdad; b) Derechos de libertad genérica, c) Derechos de libertad
personales, d) Derechos de seguridad personal; e) Libertades de grupo socia-
les; f) Libertades políticas, y g) Principios de seguridad jurídica.

a) Derechos de igualdad: Artículos 2o. (libertad general y protección de


las leyes); 15 (Protección de la libertad de los esclavos en territorio me-
xicano); 12 (Irreconocimiento de títulos de nobleza ni prerrogativas ni
honores hereditarios, y 13 (Proscripción de fueros y leyes privativas que
rompan el principio de igualdad).
b) Derechos de libertad genérica: Artículos 3o. (Libertad de enseñanza);
6o. (Libre manifestación de las ideas); 7o. (Libertad de imprenta), y 15
(tolerancia de cultos).
c) Derechos de libertades strictu sensu o personales: Artículos 10 (dere-
cho a poseer y portar armas), y 11 (derecho de tránsito).
d) Derechos de seguridad personal: Artículos 16 (Actos de molestia), y 27
(ocupación de la propiedad por causa de utilidad pública).
e) Libertades de grupos sociales: Artículos 9o. (Libertad de reunión o aso-
ciación), y 25 (inviolabilidad de correspondencia).
f) Libertades políticas: Artículos 9o. (libertad de reunión o asociación), y
15 (Prohibición de extradición de reos políticos).
g) Principios de seguridad jurídica: Artículos 13 (Prohibición de tribuna-
les especiales); 14 (Actos de privación); 16 (Actos de molestia); 17
(Prohibición de la violencia), y artículos del 17 al 24 (Garantías del
procedimiento penal).

45
M. de la Madrid, op. cit., p. 172.
46
Ibid., pp. 172 et sequel.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 203

2.10.3. Negación de los derechos sociales y económicos

En las intervenciones de los constituyentes en el Congreso, el Diputado José


María del Castillo Velasco, propone una ley agraria que reparta y adjudique
bienes a los campesinos que no tienen nada. En materia de economía, los li-
berales moderados y los conservadores aceptan la teoría del liberalismo eco-
nómico, que exige la plena abstención del Estado en la vida económica. Creen
que la economía está sujeta a leyes naturales y que es inadmisible la interven-
ción del hombre para modificar sus postulados en detrimento de la sociedad.
En cuanto a las relaciones de trabajo, el Diputado Ignacio Ramírez, al
manifestarse en defensa de los derechos de los trabajadores expresa que: “el
jornalero es un hombre que a fuerza de penosos y continuos trabajos arranca
de la tierra, ya la espiga que alimenta, ya la seda y el oro que engalana a los
pueblos. En su mano creadora el rudo instrumento se convierte en maquina y
la informe piedra en magníficos palacios... donde quiera que exista un valor,
allí se encuentra la efigie soberana del trabajo... la resolución es muy sencilla
y se reduce a convertir en capital el trabajo. Esta operación exigida imperio-
samente por la justicia, asegurará al jornalero no solamente el salario que
conviene a su subsistencia, sino un derecho a dividir proporcionalmente las
ganancias con todo empresario... formemos una Constitución que se funde
en el privilegio de los menesterosos, de los ignorantes, de los débiles, para que
de este modo mejoremos nuestra raza y para que el poder público no sea otra
cosa más que la beneficencia organizada”.47 Nos dice el maestro Mario de la
Cueva,48 que en su discurso apasionado, el Nigromante pone de manifiesto
la miseria y el dolor de los trabajadores olvidados por la ley, y es la primera
voz en la historia a favor de la participación de los trabajadores en las utilida-
des de las empresas, y sugiere a la asamblea que los diputados se avoquen al
conocimiento de la legislación ad hoc para resolver los graves problemas de
los trabajadores. Sin embargo, la asamblea, fría e insensible a los problemas
de los trabajadores y de acuerdo al pensamiento liberal- individualista, sim-
plemente ignora las propuestas de Ramírez.
En su momento Ignacio Vallarta49 manifiesta anta la asamblea, que “el de-
recho al trabajo libre es una exigencia imperiosa del hombre, porque es una
47
Francisco Zarco, Historia del Congreso Extraordinario Constituyente (1856-1857).
México, El Colegio de México, 1956, p. 470, citatum pos Néstor de Buen, Derecho del
trabajo, pp. 294 y 295.
48
El nuevo derecho mexicano del trabajo, op. cit., p. 41.
49
N. Buen, op. cit., pp. 295 y 296.
204 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

condición indispensable para el desarrollo de su personalidad... nuestra Cons-


titución democrática será una mentira, más todavía, un sarcasmo, si los po-
bres no tienen sus derechos detallados en la Constitución...”, pero cuando
todo hace creer que propondría el reconocimiento constitucional de los dere-
chos del trabajo, concluye diciendo, en armonía con el pensamiento liberal-
individualista, que las libertades del trabajo e industria no permiten la inter-
vención de la ley.50 Con estos antecedentes del derecho laboral, la carta Magna
de 1857 reconoce las libertades individuales de trabajo, la genérica de aso-
ciación y también las de reunión, en los artículos cuarto, quinto y noveno, el
principio de que nadie puede ser obligado a prestar trabajos personales sin la
justa retribución y sin su pleno conocimiento, a cuyo amparo consiguen
escudarse los primeros sindicatos de facto que sobre la marcha comienzan a
gestarse.51

2.10.4. Integración de la constitución

La estructura de la Constitución de 1857 no está únicamente determinada por


las garantías individuales. En las asambleas del Congreso, se discuten otras
disposiciones inherentes a sus características y principios que garantizan la
existencia y eficacia de la Carta Magna. Algunas de estas características son
las siguientes:

a) Artículo 29 (Derecho de excepción o de emergencia). Permite en ciertos


casos y con ciertos límites, la suspensión de las garantías individuales.
b) Identidad de organización política. En la organización política de la cons-
titución de 1857 se establece la misma organización política que en la de
1824. La de 1857 representa la consolidación del Estado nacional mexi-
cano de acuerdo a los principios de soberanía y del liberal-individualis-
mo. La de 1917 significa la incorporación de los derechos sociales no in-
cluidos en la de 1857.
c) Artículo 39. Soberanía nacional que reside esencial y originariamente
en el pueblo.
d) Artículos 40 y 41. (Doctrina de la representación política). República
representativa, democrática y federal compuesta de Estados libres y so-
beranos.
50
M. de la Cueva, op. cit., p. 41. Vid. José Manuel Lastra Lastra, Derecho sindical, pp.
71-73.
51
Héctor Santos Azuela, Derecho sindical mexicano, pp. 16 y 17
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 205

e) Función pública y sufragio popular indirecto, por el que los funciona-


rios públicos tanto federales como locales deriven su investidura de
poder (cargo), del poder del pueblo.
f) Función pública y limitación temporal de cargos y puestos.
g) Artículo 40. Federalismo consistente en la preservación de las liberta-
des individuales y colectivas.
h) Artículos 40 y 41. División de la soberanía entre el Estado Federal y los
Estados miembros de la Federación.
i) Artículos 106 y 119. Soberanía relativa de los Estados de la Federación.
j) División de poderes por una doble vía. Una es la que divide para su
ejercicio tanto al poder público de la Federación, como al de los Esta-
dos en tres ramas: Ejecutivo, legislativo y Judicial. La otra vía es el pro-
pio sistema federal: éste divide al poder público en un poder federal, es
decir, comprende en este poder a los tres enunciados y en una plurali-
dad de gobiernos locales, propios de cada Estado.
k) Artículo 117. Distribución de competencias (Fuero Común y Fuero Fe-
deral).
l) Protección del Pacto Federal. Invasión de competencias y amparo.
m) Supresión del Senado (caso específico en las Constituciones de 1824 y
1857).
n) Artículo 127. Reformas a la Constitución.
ñ) División de poderes como elemento constitutivo del Estado liberal mo-
derno.
o) Artículos 126 y 128. Supremacía de la Constitución.
p) Artículo 128. Inviolabilidad de la Constitución.
q) Artículos 101, 102 y 126. Control de la constitucionalidad mediante el
juicio de garantías.
r) Intentos frustrados de un constitucionalismo social y económico, y
s) La propiedad como función social.

2.10.5. Promulgación de la Constitución

El 31 de enero de 1857 se aprueba la minuta de la constitución y el 5 de fe-


brero del mismo año es jurada, primero por el Congreso integrado en esos
momentos por más de noventa representantes, y posteriormente por el Presi-
dente Ignacio Comonfort. El 17 de ese mismo mes se clausuran las sesiones
del Constituyente y el once de marzo se promulga la Constitución. En octu-
bre del mismo año queda instalado el Poder Legislativo, y en diciembre los
206 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

nuevos poderes, el Ejecutivo que recae en el mismo Comonfort, y el Poder Ju-


dicial. Como Presidente de la Suprema Corte de Justicia, puesto análogo a la
Vicepresidencia, es designado Benito Juárez.
En un breve tiempo, la flamante Constitución causa discrepancias entre li-
berales y conservadores, el propio Comonfort, apoyado por el clero, el ejército
y los conservadores, provoca un golpe de Estado, desconoce la Constitución,
disuelve el Congreso, manda aprehender a varios miembros del partido libe-
ral, entre ellos a Juárez. El 17 de diciembre de 1857, Félix Zuloaga proclama
el Plan de Tacubaya, cuyo objetivo fundamental es derogar la Constitución li-
beral de 1857, y otorgar a Comonfort facultades para que convoque a un Con-
greso Extraordinario y se elabore una nueva Constitución. De inmediato José
de la Parra lanza el Plan de la Ciudadela, los liberales desconocen a Comon-
fort, quien ordena la libertad de Juárez, éste en su carácter de Presidente de la
Suprema Corte de Justicia, se hace cargo de la Presidencia de la República y
enarbola la bandera de la legalidad. Se inicia, con dos partidos beligerantes,
cada uno con dos gobiernos, uno constitucional y otro impostor y espurio, una
larga y sangrienta guerra llamada de los tres años o Guerra de Reforma, que
concluirá con la salida de las tropas francesas, la caída del Segundo Imperio,
el fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía, y la restauración de la Re-
pública.

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CONDICIONES OBJETIVAS Y SUBJETIVAS
DE LOS DERECHOS DEL HOMBRE
EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857*

Rubén Apáez Lara

I. LAS RAÍCES DE LA CONSTITUCIÓN

La Constitución de 1857 no surgió por generación espontánea, sino que es


producto de, por lo menos, un siglo de historia universal, considerando su
veta inmediata: la Ilustración francesa del siglo XVIII; además de cinco dé-
cadas de historia nacional, a partir del liberalismo criollo en los albores de la
XIX centuria. Ergo, es menester explorar sucintamente esas raíces.

1. El liberalismo ecuménico

El colapso del medioevo originó una corriente de pensamiento llamada li-


beralismo, abstracto en sus gérmenes y, a la postre, consolidado en una fi-
losofía político-económica de avanzada, que enfatiza la libre expresión del
individuo y la capacidad de éste para hacer que tal expresión, simultánea-
mente, sea valiosa para él y para la sociedad,1 desplegado en dos ramas:

1.1. Vertiente económica

El liberalismo económico descolló en el siglo XVIII con la industria maqui-


nista inglesa, oponiéndose al sistema feudal autárquico (comercio nulo o exi-

* Mención honorífica en el Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos del Hombre en


la Constitución de 1857”.
1
David G. Smith. “Liberalismo”, en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales.
Madrid, Aguilar, Vol. 6, 1979, p. 579.

[209]
210 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

guo). Surgieron los burgos alrededor de los feudos, cuya evolución transitó
por el taller, la manufactura y la gran industria;2 a esta metamorfosis material
correspondió una mutación teórica de la economía:

1) Mercantilismo. Considera que la riqueza dimana de la acumulación de


metales preciosos y que el Estado debe ejercer un papel protagónico
en el fomento del mercado interno. Jean Baptiste Colbert —ministro de
Luis XIV de Francia— es el ejemplo de un mercantilista puro, ya que
aplicó políticas proteccionistas, imponiendo barreras arancelarias a las
importaciones, mientras que las exportaciones fueron impulsadas por-
que se pagaban en oro.
2) Fisiocracia. Refuta al mercantilismo y su más conspicuo representante
también surge de la corte real francesa, Francois Quesnay —médico de
Luis XV—, quien aseguraba que la economía funciona como la fisio-
logía humana, es natural y, por tanto, opera per se. Elaboró las frases:
laissez faire y laissez passer, la primera significa dejar hacer, evitar toda
intervención del Estado y dejar exento el ámbito de la iniciativa privada
en la economía; la segunda dejar pasar, abolir los trabas proteccionis-
tas como las aduanas para permitir el libre flujo comercial.
3) Escuela de Manchester. Su máximo expositor es Adam Smith3 y retoma
la fórmula del laissez faire de los fisiócratas, afianzando el liberalismo
económico o librecambismo bajo el imperio de las leyes del mercado:
oferta y demanda, centralización de capital, división del trabajo, com-
petencia e individualismo pertinaz. Sobresale la tesis de la “mano invi-
sible” de la economía que funciona con mecanismos naturales, en los
que el Estado tendrá un rol limitado.

2
Taller; los artesanos hacen todo el producto y desarrollan su creatividad, se produce para
autoconsumo, existe igualdad entre maestro y aprendices respecto a producción y distribu-
ción. Manufactura, inicia la división del trabajo y la producción en serie cronometrada, ésta
se destina al comercio, hay jerarquías entre obreros y el patrón posee los medios de producción.
Gran Industria, toma el modelo de la manufactura y desarrolla la máquina que marca el ritmo
de trabajo, la agricultura como actividad económica sobresaliente es sustituida por la fábrica y
el consumo es masivo, triunfa la Revolución Industrial y el éxodo rural a las ciudades provoca
una hipertrofia demográfica.
3
Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones.
México, FCE, 1958.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 211

1.2. Vertiente política

El liberalismo político persigue romper los obstáculos que inmovilizan al pen-


samiento, constituye la filosofía de la libertad y el progreso intelectual, signi-
ficando una actitud de renovación y avance,4 según la siguiente trayectoria
teórico-práctica:

1) Renacimiento. Para explicar la realidad ya no se recurre a la teología,


sino al hombre que es su centro de atención; el conocimiento elitista
empieza a masificarse, minando el monopolio del saber eclesiástico e
impulsando el individualismo liberalizado de fardos religiosos.
2) Reforma protestante. Rebate la omnipotencia de la Iglesia; también pro-
mueve el desarrollo de la personalidad individual, en la medida que
induce al hombre a no aceptar irreflexivamente los dogmas, escudri-
ñando la verdad por sí mismo, puesto que está capacitado para ello.
3) Ilustración. Reafirmó el liberalismo político, cimentado en el iusnatu-
ralismo, que aduce la existencia de un derecho (natural) anterior a cual-
quier norma positiva, ya que es inherente a la persona; formula postula-
dos absolutos e íntimamente válidos;5 insertados en la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789 (Revolución Fran-
cesa),6 que marcó el inicio de la era moderna y colocó los cimientos de
la democracia liberal mundial.

4
Walter Montenegro, Introducción a las doctrinas político-económicas. México, FCE,
1956, p. 30.
5
Esta doctrina jurídico-política postula que los derechos naturales del hombre, sin impor-
tar su voluntad y mucho menos la voluntad de otros, deben ser respetados por el Estado, no
invadiéndolos y garantizarlos frente a los demás. Vid Norberto Bobbio, Liberalismo y democra-
cia. México, FCE, 1989, p. 11. Ello según los pensadores liberal-iusnaturalistas de la Ilustra-
ción como Diderot, D’Alembert, Voltaire, Rousseau, Montesquieu y los ingleses John Locke
y Thomas Hobbes (este último fue iusnaturalista pero no liberal porque apoyó a la soberanía
real).
6
Para abreviar el título de este documento, lo denominamos La Declaración de 1789. Tam-
bién influyó la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América en 1776;
ambos textos coinciden en su concepción de la libertad e igualdad, aunque el segundo fue más
escueto y, en dado caso, puede citarse la influencia de la Constitución de dicho país de 1788,
principalmente la Declaración de Derechos que consta de 10 enmiendas agregadas en 1791,
garantizando la libertad de culto, de prensa, de palabra, el derecho de los ciudadanos a portar
armas, la protección contra cateos ilegales, el derecho a un juicio justo por un jurado, y la
protección contra penas crueles o desusadas.
212 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

2. El liberalismo mexicano

A fines de la Colonia, el criollo exacerbó el nacionalismo y protestó por las


altas prerrogativas del peninsular; fue “herético” porque empezó a suplir
los conceptos religiosos por conceptos laicos (derecho divino por soberanía
popular), derivado del influjo de la Revolución Francesa y, por supuesto, de
la Ilustración, adjudicándose su doctrina capital: el liberalismo político.
En la Independencia, Miguel Hidalgo decretó la abolición de la esclavitud
en un documento expedido en Guadalajara (diciembre de 1810); Morelos
reivindicó los derechos del hombre y el ciudadano en los Sentimientos de la
Nación7 y en la Constitución de Apatzingán (1814), que constituyen el em-
brión de las instituciones democráticas de México. El Plan de Iguala firma-
do por Guerrero, amén de sellar el fin del dominio español, es el acta de na-
cimiento de la burocracia al indicar que todos los ciudadanos pueden acceder
a cargos públicos sin prebendas.
La Constitución de 1824 se instauró en medio de la debilidad del Estado,
que urgía afianzarlo como promotor del desarrollo, pero tuvo tenaces oposi-
tores: el clero y la milicia; desde ahí se desató el choque ideológico liberal-
conservador. En 1833 el triunfo electoral de Antonio López de Santa Anna
llevó a la vicepresidencia a Valentín Gómez Farías; la ausencia del presiden-
te debido a una expedición militar, permitió al segundo asumir el Ejecutivo y
dictar una serie de reformas político-sociales, de las que el doctor José María
Luis Mora fue el artífice principal.
Se estableció la libertad de opinión; la supresión de las leyes represivas de
la prensa, los privilegios del clero y la milicia, las instituciones monásticas
y las atribuciones civiles de la Iglesia como el contrato matrimonial.8 Di-
chas reformas fueron fugaces porque Santa Anna volvió al poder y las abolió,
no obstante, en acato a las ideas de la Ilustración, Mora marcó un hito en la
historia nacional, ya que a partir de él empezó a descollar el liberalismo me-
xicano.
Santa Anna protagonizó la vida política nacional aproximadamente por
dos decenios; se erigió en dictador, pero las subversiones suscitadas durante
7
Texto del Congreso de Chilpancingo en septiembre de 1813, donde propugna por la in-
dependencia; la soberanía del pueblo; el carácter representativo del gobierno; la división de
poderes; la abolición de la esclavitud; la garantía de libertades; la proscripción de la tortura y
el respeto a la propiedad. Alonso Aguilar et al., El pensamiento político de México. México,
Nuestro Tiempo, t. 1., 1986, p. 107.
8
Vid Ernesto de la Torre Villar, Historia documental de México. México, UNAM, t. II,
1964, p. 195.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 213

esa era culminaron en la Revolución de Ayutla (1854) y el poder fue asumido


por los liberales. Bajo la presidencia de Ignacio Comonfort, en 1857 fue con-
vocado un Congreso Constituyente para redactar la Carta Magna, que resultó
ser moderada, radicalizándose hasta 1873 con la anexión de las Leyes de
Reforma.

II. DIALÉCTICA DE LO OBJETIVO Y LO SUBJETIVO

Ferdinand Lassalle afirmó que toda Constitución, más allá de una “hoja sim-
ple de papel”, es la suma o expresión de los factores reales de poder (elites
económicas, políticas y castrenses) que rigen un país,9 los cuales son una fuer-
za dinámica y eficaz que, al ser incorporados en el texto, se transmutan en
entes jurídicos. Si se funda en esta consideración, ajustándose a la realidad
imperante sin quimeras, será factible no sólo sostenerse así misma, sino tam-
bién al entramado institucional que de ella emana, por tanto, es necesario
definirla en su contenido y no en su forma para procurar su funcionalidad
social.
En este sentido y a sabiendas que la integración de la Constitución de
1857 derivó de la bipolaridad política prevaleciente entre liberales y conser-
vadores, los derechos del hombre que contiene deben ser elucidados a partir
de la concepción de Lassalle, pero complementada con una perspectiva dia-
léctica según Heráclito de Éfeso, quien afirmó que el universo es un continuo
devenir en el que todas las cosas están sometidas a un cambio incesante, por
eso, la realidad es múltiple y dinámica, cuyo eje es la oposición de contrarios
siempre rompiéndose y rehaciéndose para conformar una unidad profunda,
base de la armonía oculta que lo rige.
La teoría de Heráclito fue modificada por Johann Gottlieb Fichte al expo-
ner que el perpetuo fluir de contradicciones se da en tres momentos: tesis,
antítesis y síntesis; en el primero (posición), lo que está “en sí” se niega y se
desmorona (aliena) en lo “otro” (negación); estos dos momentos se reconci-
lian en un tercero (superación, negación de la negación) que, de modo circu-
lar, se convierte en un nuevo primer momento (tesis) que deberá ser negado
otra vez.

9
Ferdinand Lassalle, ¿Qué es una Constitución? México, Colofón, p. 48.
214 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Posteriormente, Georg W. F. Hegel,10 basado en Fichte pero alejándose de


él de manera paulatina para elaborar su propio sistema filosófico, sostuvo que
la dialéctica es un devenir de la realidad (objeto) hacia la reflexión de sí mis-
ma (sujeto), lo que supone una ley racional: lógica; por eso, el designio último
de la filosofía es suprimir la diferencia entre los opuestos, esto es, resolver la
contradicción entre lo objetivo y lo subjetivo para llegar a lo absoluto.
De esta forma, distinguimos dos tipos de esferas para explicar la praxis de
los derechos constitucionales referidos: 1) la Macroesfera, representada por
el Estado y en la que éste proporciona las condiciones objetivas o garantías
contextuales indispensables;11 y 2) la Microesfera, que engloba a las condi-
ciones subjetivas o situaciones concretas de cada individuo, sus propias po-
tencialidades y limitaciones para desenvolver su personalidad. Ambas inter-
actúan permanentemente y son el puente que conecta a la Carta Magna con la
realidad.
Además, las condiciones subjetivas se bifurcan en: 1) volitivas y 2) constre-
ñidas, en las primeras el individuo posee la capacidad material o intelectual
para realizar una acción permitida por la ley y, por tanto, utiliza su voluntad para
actuar o no; mientras que en las segundas, carece de dicha capacidad, por lo
que su voluntad es inhibida no pudiendo actuar en uno u otro sentido, aun que-
riéndolo. Verbigracia, respecto a la libertad de pensamiento cuya condición
objetiva descollante es la imposibilidad de reprimir a quien escriba, es más via-
ble para ser ejercida por una persona letrada que por una analfabeta, ya que
su grado de instrucción le permite actuar con una voluntad más expedita. En
cambio, el individuo carente de educación está circunscrito por condiciones
subjetivas constreñidas, en las que su desventaja socioeconómica imposibili-
ta la escritura.
Como se evidencia, las leyes que protegen los derechos el hombre pueden
ser copiosas y magnánimas, no obstante, surgen contradicciones en su ejerci-
cio debido a los óbices que impone el status quo. Por eso, los Constituyentes
liberales de 1857 buscaron afanosamente que las condiciones objetivas fue-
ran conciliables con las subjetivas, cuyos principios de libertad e igualdad no

10
Cfr. Rodolfo Mondolfo, Heráclito: textos y problemas de su interpretación. México, Si-
glo XXI; Johann Gottlieb Fichte, Sobre el concepto de la doctrina de la ciencia. México, UNAM,
y Georg W. F. Hegel, Fenomenología del espíritu. FCE. Los tres libros publicados en 1966.
11
Las condiciones objetivas son responsabilidad del Estado y no del gobierno, el primero
es la máxima organización jurídico-política dotada de soberanía; mientras que el segundo es
el órgano ejecutor de las decisiones de aquel.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 215

han variado de forma significativa al ser retomados por la Carta Magna de


1917, por tanto, es válido citar ejemplos actuales que coadyuven a verificar
su interacción dialéctica.

III. LAS PREMISAS CARDINALES

Por primera ocasión en el México independiente, la Constitución de 1857


integró un apartado genuino y ex profeso sobre los derechos del hombre,
esencialmente entre los artículos 1o. y 29, sin omitir los derechos políticos
(artículos 34, 35 y 39) que, allende lo intrínseco, otorgan el estatus ciudada-
no al mexicano y que, al ser depositario de la soberanía nacional, lo facultan
para ejercer el sufragio universal; temática que se vincula con la Declaración
de 1789.
Esos derechos constitucionales giran en torno a dos premisas cardinales:
la libertad y la igualdad, cuyas fronteras se diluyen para fusionarse en un
solo quid. De hecho, al hablar de una en específico, se está incluyendo de
manera inmanente a la otra, exempli gratia, al nacer libres, los hombres son
iguales o, bien, al nacer iguales, son libres; por ende, se trata de una “libertad
igualitaria” o una “igualdad libre”. Ambas funcionan como sustantivo y cali-
ficativo, ya que tienen un nexo osmótico de reciprocidad inexorable, se con-
dicionan y retroalimentan entre sí; una sin la otra en cualquier Estado que se
precie ser democrático simplemente es nula.
La excelsitud de la igualdad y la libertad inició a partir de la Revolución
Francesa, incluso, contra lo que generalmente se piensa, ni en el sistema po-
lítico griego de la Antigüedad fue factible por muy próximo al ciudadano que
haya sido; la democracia fue directa sólo para no más de 20 mil personas,
ante un gran número de excluidos como las mujeres y los “metecos” o inmi-
grantes establecidos en Atenas desde varias generaciones atrás.12 A su vez,
existió una libertad restringida como lo expuso Benjamin Constant13 en el

12
David Held, Modelos de democracia. Madrid, Alianza Editorial, 1991, pp. 38-53.
13
Benjamin Henri Constant. “De la libertad de los antiguos y de los modernos”, en Diná-
mica de las ideas políticas universales. 1a. ed. México, Partido Revolucionario Institucional,
Comisión Nacional de Ideología. 1994. La libertad de los antiguos era colectiva, con la creencia
de que era compatible con la sujeción del individuo al poder de la comunidad; su fin era la
distribución del poder político entre todos los ciudadanos (que ulteriormente fue coartada
como dice David Held): a esto llamaban libertad. En cambio, nuestra libertad (moderna) debe
estar constituida por el gozo pacífico de la independencia privada y, por consiguiente, aspirar
a la libertad individual.
216 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Ateneo de París (1819), elucidando que el pueblo era libre a costa de sojuz-
gar a la libertad privada. Por tal razón, la democracia antigua no puede ser
considerada como un “paraíso perdido”.14
Asimismo, en el binomio indisoluble libertad-igualdad descansa el víncu-
lo entre liberalismo y democracia, originando el liberalismo democrático o la
democracia liberal, tomando en cuenta que puede existir el liberalismo auto-
ritario cuando se aplica el librecambismo a ultranza, por ejemplo, el gobierno
de Margaret Thatcher15 en Gran Bretaña; y la democracia autoritaria en Ve-
nezuela,16 donde los comicios son manipulados por el Estado o en México con
la creación del partido hegemónico,17 que fue el engranaje de un sistema po-
lítico híbrido porque, por un lado, tuvo (y aún tiene) ingredientes autoritarios
y, por otro, ingredientes democráticos; confluyeron dosis de ambos extremos,
por eso, algunos analistas señalaron que se trataba de una democracia autori-
taria o un autoritarismo democrático,18 en el que la macroesfera constriñó a
la microesfera, registrando casos de represión a la manifestación de las ideas
como en los movimientos ferrocarrilero, médico y magisterial (años cincuen-
tas y sesentas del siglo pasado) y estudiantil (1968), además del cierre del
periódico Excelsior en el sexenio de Luis Echeverría.
14
Giovanni Sartori, Teoría de la democracia. México, Alianza Editorial, t. 2, 1991, capí-
tulo X.
15
Margaret Thatcher, la dama de hierro, se convirtió en primer ministro en mayo de 1979,
cuando se tambaleaba la economía y las huelgas eran recurrentes; convencida de las políticas
librecambistas (neoliberales), impuso ajustes fiscales y salariales, privatizó empresas, redujo
el gasto público y se afanó en someter a los sindicatos, bajo la consigna de: más mercado y
menos Estado en la economía.
16
Los venezolanos eligieron a los 167 miembros de la Asamblea Nacional en diciembre de
2005; las fuerzas del presidente Hugo Chávez obtuvieron cerca de 150 escaños, registrando
una abstención electoral del 75%, lo que provocó la crítica de la oposición al cuestionar la
legitimidad de las elecciones. Cfr. La Jornada, 5 de diciembre de 2005.
17
Giovanni Sartori, en su libro Partidos y sistemas departidos. Madrid, Alianza Universi-
dad, 1992, pp. 275-287, clasificó al PRI como partido hegemónico, que predominó en la pre-
sidencia de la República desde su fundación hasta el año 2000; se adjudicaba los cargos
públicos más descollantes debido a su nexo con el Estado y a su interacción en un sistema no
competitivo de partidos.
18
Octavio Rodríguez Araujo (coord.), México: estabilidad y luchas por la democracia 1900-
1982. México, El Caballito-CIDE, 1988, p. 15. La estabilidad política fue una de las caracte-
rísticas de México desde por lo menos 1920, pese a intentos contrarios que fueron reprimidos
de diversas formas, aunque no fue una estabilidad del todo democrática, por justificada que
haya parecido en ciertos momentos, incluso más allá de las razones de Estado, pero tampoco
se trató de una estabilidad dictatorial, a lo sumo autoritaria, de aquí que se calificara con fre-
cuencia a nuestro régimen político como una democracia autoritaria.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 217

Cabe anotar que el autoritarismo es inherente al titular del Poder Ejecu-


tivo, situado en el vértice de la pirámide y dotado de una inmensa capacidad
decisoria. Esta omnipotencia la tuvieron Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán,
Carlos Salinas y la tiene Vicente Fox aunque más menguada. La institución
presidencial es el núcleo del Estado “Leviatán”, configurado por la Constitu-
ción política19 como la palanca del cambio social posrevolucionario. De igual
forma, los gobernadores de todos los partidos reproducen esta supremacía.
Pero, la liberalización política, hoy convertida en transición, ha permitido el
paso de la hegemonía monopartidista a la actual estructura diversificada del po-
der, disminuyendo de paso el hiperpresidencialismo.
La Carta Magna de 1857, al hundir sus raíces en el liberalismo iusnaturalista,
en su artículo 1o. permite al pueblo reconocer los derechos del hombre como
base y el objeto de las instituciones sociales y, después, otorgar las garantías
para su cumplimiento, es decir, el Estado sólo los acepta como ineludibles por-
que son anteriores a él, coincidiendo con la Declaración de 1789 (artículo 2):
la conservación de los mismos es la finalidad de toda asociación política.
El artículo 2 menciona la libertad innata en su sentido amplio y la prohibi-
ción de su antípoda: la esclavitud, en esto último aflora la vocación libertaria
universal de México porque, al interior de su territorio, protege a extranjeros
de las cadenas de la explotación inhumana y, en general, les garantiza el ac-
ceso a los derechos del hombre contenidos en la Constitución (artículo 33),
salvo que sean perniciosos y merezcan ser expulsados. La libertad congénita
—explicó John Locke20— es independiente de la voluntad de otra persona y
sólo está limitada por la misma ley. Para Rousseau, el contrato social propi-
cia la conversión de la libertad natural sin frenos en una libertad civil, cuyo
límite es la voluntad general; por eso, si el hombre pierde este último tipo de
libertad mediante la esclavitud, pierde su condición humana.
19
Vid Jorge Carpizo, El presidencialismo mexicano. 13a. ed. México, Siglo XXI, 1996.
En este estudio se analizan las causas del predominio del poder Ejecutivo sobre los otros dos
poderes del Estado; antecedentes; sustento legal; facultades constitucionales y “metaconstitu-
cionales” del presidente de la República, que le dan preeminencia en la estructura política
nacional.
20
John Locke, Segundo tratado sobre el gobierno civil. Madrid, Alianza Editorial, 2002
(capítulo 9). A través del contrato social, el hombre renuncia a su poder de castigar y emplear
su fuerza natural tal como él quisiera; con el nuevo Estado va a disfrutar de comodidades
derivadas del trabajo, asistencia y asociación de los otros que laboran unidos, así como de la
protección que va a recibir de toda la fuerza generada por la comunidad, ha de compartir con
los otros algo de su libertad en la medida que le corresponda, contribuyendo al bien, a la pros-
peridad y seguridad de la sociedad, lo cual no sólo es necesario, sino también justo, puesto
que los demás miembros hacen lo mismo.
218 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

En tal virtud, los legisladores de 1857 previeron circunscribir el radio de ac-


ción de la libertad, resguardándolo de contravenciones subjetivas, con el fin
de evitar que degenere en libertinaje. Adicionalmente, como una aportación de
primer orden al sistema jurídico mexicano, instauraron el habeas corpus o jui-
cio de amparo (artículos 101 y 102), considerado la mejor protección que pue-
de ofrecerse a los derechos del hombre (de ser agraviados por las autoridades),
los cuales no pierden vigor ante un trastorno público (artículo 128), exceptuan-
do los casos de alto riesgo para el Estado como una invasión (artículo 29).
La importancia de la separación de poderes es mencionada en el artículo
16 de la Declaración de 1789 y plasmada en el artículo 50 constitucional. Deriva
de Montesquieu,21 afirmando que la libertad política sólo es posible si los pode-
res están en grupos diferentes y consiste en que un ciudadano no teme a otro, es
el derecho de hacer lo que las leyes imperativo-atributivas permiten, si al-
guien puede hacer lo que prohíben, ya no habría libertad porque los otros ten-
drían ese mismo poder. Esta concepción se relaciona con el artículo 4 de di-
cha Declaración y tiene por objeto que la bilateralidad jurídica (facultades y
deberes) circunde al ámbito de la libertad, ya que, al ejercer sus derechos, el
individuo adquiere obligaciones con los demás.
Referente a la igualdad, no hay artículos explícitos porque es consubstan-
cial a la libertad y, en consecuencia, sólo podemos citar los artículos 12, 13,
20 y 27, que estipulan el desconocimiento de títulos nobiliarios, prerrogati-
vas y honores hereditarios; la prohibición de leyes privativas y tribunales
especiales; las garantías durante el proceso judicial; y la protección de la
propiedad, respectivamente. A su vez, la Declaración de 1789 dice que los
hombres nacen y permanecen iguales (y libres) en derechos (artículo 1o.) y,
por tanto, tienen la misma condición ante la ley (artículo 6). En cuanto a la
igualdad política, ésta se establece en los artículos constitucionales 34, 35 y
39: ciudadanía, sufragio universal y soberanía popular.
A menudo, la igualdad jurídica es oprimida por la desigualdad económica,
por ejemplo, el acceso a la educación y a la salud diverge entre una persona
acaudalada y otra marginada. En la actualidad, no son suficientes los progra-
mas como Oportunidades y Procampo que, en el primer caso, hijos de familias
con ingresos habituales (profesores o burócratas) reciben becas o despensas;
y en el segundo, individuos rurales pero no campesinos reciben fertilizante y
dinero sin sembrar sus parcelas, las cuales las rentan. En varios casos, dichos
programas no llegan a los genuinos necesitados, fomentando la embriaguez y
el consumismo superfluo, que dañan los derechos de los niños y de los traba-

21
Montesquieu, Del espíritu de las leyes. 9a. ed. México, Porrúa, 1992, capítulo 3.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 219

jadores del agro al hurtarles sus beneficios; estos desajustes entre la macro-
esfera y la microesfera son observables en los lugares y fechas de pago.

IV. TEMÁTICA HERMENÉUTICA

Los derechos constitucionales del hombre se manifiestan bajo la modalidad


de libertad o derecho (igualdad), por lo tanto, requieren ser agrupados siste-
máticamente por temas:

EJES TEMÁTICOS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1857 RELATIVOS


A LOS DERECHOS DEL HOMBRE

Núm. Tópico Rubro

1 Manifestación del pensamiento Sociopolítico


2 Libertad de conciencia Social
3 Participación en la res pública Político
4 Formación educativa Social
5 Dinámica productiva Económico
6 Movilidad transitoria y residencial Social
7 Administración de justicia Jurídico
8 Protección física y patrimonial Jurídico

1. Manifestación del pensamiento

Los artículos 6 y 7 determinan la libertad de expresión a través de la palabra


oral o escritura y la publicación de la misma (imprenta), ligándose con los
artículos 10 y 11 de la Declaración de 1789, cuidando que su aplicación no
perturbe el orden público establecido por la ley. Como ya ilustramos ante-
riormente, no obstante las condiciones objetivas, sólo un individuo instruido
puede escribir en contraste con el analfabeto, excepto cuando éste acude en
masa a expresarse verbalmente, con frecuencia manipulado por los líderes de
las concentraciones sociales.
Durante la Nueva España era “muy mal visto leer” (quien leía era apóstata
sospechoso) y la circulación de libros era restringida. Los escasos periódicos
estaban controlados por la autoridad y la expresión tenía que ser por la no-
220 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

che, pegando pasquines en las paredes; ésa fue la primera forma de expresión
“libre” en México y se realizó hace 200 años. En el siglo XIX los lapsos de
censura fueron largos y los de libre imprenta breves; cuando llegaban los libe-
rales al gobierno, se abrían rotativos y si eran los conservadores, cerraban y
se reforzaba el poder eclesiástico. Empero, esto coadyuvó a practicar un pe-
riodismo de debate y doctrinario; de los liberales que erigieron la República,
cerca del 80 por ciento fueron periodistas críticos.
Los Constituyentes, como hasta la actualidad, no previeron la excesiva
influencia de los mass-media, pero no en el sentido de formar la conciencia
analítica de los ciudadanos, que es positivo para la democracia, sino por el
contubernio que algunos han establecido con las elites del poder. Salvo esca-
sas excepciones de autonomía y profesionalismo, bajo la égida del partido
hegemónico los medios eran casi unas agencias panegíricas gubernamenta-
les; principalmente en la provincia aún prevalecen los improvisados y colga-
dos del subsidio.
Sin omitir que son lamentables los casos de atentados contra determina-
dos periódicos por su posición independiente, por ejemplo, El Mañana de
Nuevo Laredo, Tamaulipas (Crónica 7 de febrero de 2006), algunos laceran
a los derechos del hombre, puesto que en su aciaga sección de nota roja con
sarcasmo relatan entornos subjetivos; cayendo incluso en lo soez y envile-
ciendo la genuina actividad periodística; en sus “reportajes”usan barbaris-
mos (vocablos) inadmisibles en la Real Academia de la Lengua Española,
situación que se corrobora con El Diario de Guerrero, publicado en Chil-
pancingo del estado homónimo y otros editados esporádicamente.
Por ejemplo, un rotativo magnifica las peripecias triviales o funestas y,
dependiendo de la oriundez del afectado, determina a que comunidad rural
llevar la “noticia” escrita, que ya es verbal, a efecto de incentivar su compra
a un precio mayor que en la ciudad. Esta única prensa que ahí penetra se
distribuye a través de un automóvil con altavoz, despertando la curiosidad de
los lugareños que se asoman a sus puertas, ya sea para comentar o adquirir el
periódico que, con frecuencia, relata los hechos en uno o dos párrafos. Tam-
bién, esta modalidad se utiliza para “denunciar” supuestos actos oprobiosos
de las autoridades, mandados a publicar por sus adversarios políticos, quie-
nes sobornan al voceador estridente.
Varios son pseudoperiodistas con escasos o nulos conocimientos acadé-
micos, que usurpan el cometido del verdadero gremio de la comunicación y,
una de las facetas de su modus operandi, es tejer relaciones de complicidad
con ciertos agentes del Ministerio Público, quienes les proporcionan infor-
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 221

mación sobre alguna averiguación previa para que la vulgaricen. Por eso,
quizá muchas mujeres no denuncian las vejaciones de que son objeto porque
tienen temor de que su caso se difunda.
Esta clase de atropello aumenta si tomamos en cuenta que, según la En-
cuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares realiza-
da por el INEGI en 2003 (página web), el 46.6 % de ellas sufrieron al menos
un incidente de violencia en el último año, de un universo de 19,471,972 mu-
jeres de 15 y más años de edad con pareja residente en casa. Así, la violación
de los derechos femeninos deriva de otros sujetos (consortes y reporteros) y
no del Estado.
Proliferan vehículos automotores sin placas de circulación con una ins-
cripción que dice “prensa”, lo que casi quiere decir “impunidad”; varios son
de dudosa procedencia y la policía de tránsito no puede revisar los documen-
tos que avalan la propiedad y, menos, exigir la regularización respectiva, de atre-
verse a hacerlo se atenta, según ellos, contra la libertad de expresión. Otros
pululan por las oficinas gubernamentales solicitando recursos monetarios (cha-
yote para el argot popular) a los funcionarios, con el fin de sacar una nota fa-
vorable sobre ellos, si se niegan “los golpean” con difamaciones y vituperio en
sus columnas.
Ante el avance de esta libertad tergiversada en impunidad, surge el reto
inédito para la responsabilidad de la prensa. La falta de profesionalismo de mu-
chos medios puede hacerlos colaboradores de una nueva forma de poder des-
pótico, en la medida en que se continúe rindiendo tributo a la emotividad y
repudiando el debate nacional; ¿dónde están los vigías de la prensa referida y
quien le pide cuentas?, ¿cuál es nuestra protección frente a la calumnia?22 Al
no haber vigilancia sobre los vigilantes, necesitamos un Montesquieu para los
mass-media.
Por otro lado, la garantía de la privacidad de la correspondencia se elevó a
rango constitucional (artículo 25), sin duda, porque con frecuencia era revi-
sada, extraviada, hurtada y censurada por los empleados del Estado, no obs-
tante que el sistema postal constituía una institución cultural que alentó la es-
critura epistolar. En ese tiempo el mundo se comunicaba con misivas, algunas
de las cuales eran ordinarias pero pletóricas de significado afectivo, otras te-
nían rasgos literarios por su belleza idiomática y unas más eran de carácter
científico, cuando ahora nadie está dispuesto a hacerlo por la tardanza de en-

22
Jesús Silva Herzog Márquez, El antiguo régimen y la transición en México. México,
Planeta, 1999, pp. 74-75.
222 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

trega. Desde que el e-mail convirtió lo epistolar en un género desechable, los


buzones sólo sirven para almacenar facturas, avisos del banco, recibos de la
luz o folletos comerciales, pero ya nunca cartas o casi nunca.23

2. Libertad de conciencia

La libertad de conciencia es profunda y autorreflexiva porque el individuo


elige entre el ateísmo y la religiosidad, vinculándose con el enigma de William
Shakespeare: ser o no ser, esa es la cuestión (microesfera liberada y netamente
personal). En cambio, la libertad religiosa está condicionada, ya que a varios
mexicanos les es impuesto el credo católico desde el nacimiento a través de
la familia (microesfera limitada y propensa a ser automáticamente colecti-
va), en consecuencia, durante el resto de su vida ejercen esta libertad no tanto
para elegir alguna religión de un abanico disponible, sino para practicar el
catolicismo sin extralimitaciones marcadas por la ley, que rige a su conducta
externa más que interna.
En última instancia, la única libertad real es la de conciencia en detrimen-
to de la libertad religiosa, ésta fue sepultada desde la conquista española,
cuando se destruyó la religión autóctona y se impuso la católica; sin esquivar
también que en el imperio mexica había esa coerción psíquica. Desde otro
ángulo, si un país árabe hubiera colonizado a Latinoamérica la religión fuese
mahometana o con Japón estaría el budismo. Por tanto, las religiones en su ma-
yoría derivan del poder político y llegan al mismo cenit (Ser Supremo, sin im-
portar el nombre: Jehová, Alá, Odín, Osiris, Júpiter, Zeus, Huitzilopochtli, et-
cétera), aunque difieran en los conductos para hacerlo. El catolicismo parece
ser consubstancial a México, fruto de casi cinco siglos de arraigo; por eso, los
congresistas liberales de 1857 no estuvieron contra él como religión, sino co-
mo institución (Iglesia omnipotente), inclusive, varios de ellos eran católicos.
La intolerancia puritana de la Santa Inquisición colonial, se distinguió por
su acción represiva hacia la libertad religiosa (y no se diga la de conciencia)
con amenazas, torturas, prisiones y aun la muerte. Sin embargo, en aras de ape-
garse a la idiosincrasia de la población, las constituciones de la primera mi-
23
Héctor de Mauleón, “El cartero ya no llama dos veces”, en el suplemento cultural Con-
fabulario de El Universal, 18 de marzo de 2006. En el siglo XIX escribir una buena misiva
con péñola y tinta, entre minuta, borrador, correcciones, adiciones y reformas, se llevaba un
día; la llegada de la máquina de escribir aminoró lo difícil de la caligrafía. Pareciera que con
la comunicación electrónica renacería lo epistolar, pero, al margen de su eficacia, se ha re-
velado como un medio inferior que está exterminando al arte de escribir cartas.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 223

tad del siglo XIX decretaron al catolicismo como religión oficial. Fue la Cons-
titución de 1857 la que rompió con esta tradición mediante la omisión, ya que
no establece tal dictamen y tampoco la garantía expresa de la libertad religio-
sa o de conciencia, ello como secuela de la fricción álgida entre conservado-
res y liberales, los primeros querían oficializarlo y los segundos no.
Hubo disputas por asentar ideologías específicas en los preceptos, inclu-
yendo a la Iglesia que, como factor real de poder en términos de Lassalle y
aun con la indefinición referida, protestó por los artículos 5, 6, 7, 13, 27 y
123, que determinan la prohibición de contratos laborales que impliquen la
pérdida de la libertad a causa del voto religioso; la libertad de expresión e
imprenta; la supresión del fuero de la Iglesia; la incapacidad de ésta para ad-
ministrar bienes raíces, a excepción de los destinados a su cometido; y la in-
tervención de los poderes federales en materia de culto religioso y disciplina
externa. El Papa Pío IX los declaró nulos y el arzobispo de México —Lázaro
de la Garza— prohibió a los católicos, bajo pena de excomunión, jurar la
Carta Magna, por lo que en 1858 inició la guerra civil de los Tres Años.
Con la Ley sobre Libertad de Cultos (diciembre de 1860) se solventó esa
omisión, aunque parcialmente debido a que sólo se refirió la libertad religio-
sa en su artículo lo., que protege tanto al culto católico como a los demás exis-
tentes, sin más límites que el derecho de terceros y el respeto del orden públi-
co. Fue hasta después del triunfo de la República liberal, en septiembre de
1873, cuando de un modo más radical, se incorporó la libertad de conciencia
en la Constitución, la cual estipuló que: “El Estado y la Iglesia son indepen-
dientes entre sí. El Congreso no puede dictar leyes, estableciendo o prohi-
biendo religión alguna”.
Sin embargo, actualmente persisten resabios que los Constituyentes qui-
sieron extirpar, por ejemplo, en las festividades católicas de varias comunida-
des rurales del país hay una imbricación entre las facultades de autoridades
civiles y religiosas, esfumándose el significado de la sentencia: “Lo de Dios
de Dios y lo de César de César”. Las fiestas se efectúan mediante mayordo-
mías, una tradición emanada de la Colonia y derivan de dos procedimientos:

1. Mayordomía por pedimento: el aspirante a mayordomo, generalmente


radicado en alguna ciudad mexicana o estadounidense, solicita al comi-
sario municipal la organización de la fiesta, a menudo para cumplir una
“promesa” o agradecimiento al santo por salvarlo de una dificultad o por
los frutos de su trabajo, ejerciendo su libre albedrío (acto volitivo).
2. Mayordomía por “invitación”: las comillas de esta palabra obedecen a
que el comisario aparentemente propone a cierto ciudadano que sea el
224 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

mayordomo, pero en el fondo, se trata de una designación imperativa,


arguyendo que a esa persona “ya le toca” para cooperar con el pueblo;
con ello, al ciudadano le es coartada su libertad religiosa.

El segundo tipo de nombramiento se agrava cuando el mayordomo poten-


cial es una persona de escasos recursos financieros y, por tanto, contrae deu-
das para sufragar la comida y la parafernalia (objetos pirotécnicos y orna-
mentales); hay colorido y algarabía que, a veces, termina en reyertas y hasta
asesinatos como resulta de la beodez, según lo describió Octavio Paz,24 vio-
lentando de paso el derecho natural a la vida. En algunos poblados el comisa-
rio prohíbe que los habitantes trabajen, jueguen o se bañen en los ríos durante
la Semana Santa, ya que son “días de guardar”; sus auxiliares vigilan el res-
peto a esas medidas y, de quebrantarlas, son multados o recluidos. Además,
designa a las personas que resguardan y asean el templo.
En el mismo ámbito rural, aunque con cierto grado en áreas urbanas, la li-
bertad de conciencia se pierde a través de la familia cuando los padres impo-
nen a sus hijos la religión que ejercen o los presionan para que desistan de
enlaces matrimoniales si sus cónyuges potenciales son de fe diferente y, en ge-
neral, si alguien cambia de credo puede ser censurado con escarnio, propician-
do en la microesfera la generación de condiciones subjetivas constreñidas.
Igualmente se extermina mediante las vejaciones, por ejemplo, en ciertos
municipios indígenas de Chiapas los católicos han asesinado, herido, maltra-
tado y expulsado a miles de protestantes (evangélicos) de sus comunidades
desde inicios de los años setentas (siglo XX), por “desviarse” del común co-
lectivo. El caso más drástico es el de San Juan Chamula,25 un pueblo atrasado
donde, al inicio de esa década, fue detonado el conflicto con la muerte de Mi-
guel Hernández Gómez, uno de los primeros pastores protestantes que predi-
có en ese lugar, después de hacerlo caminar sobre ascuas, quitarle la lengua y
los ojos.

3. Participación en la res pública

La libertad de reunión tiene un carácter efímero porque los ciudadanos deli-


beran los asuntos públicos en períodos determinados y, a su vez, la libertad

24
Octavio Paz, El laberinto de la soledad. México, FCE, 1994.
25
La Jornada, 4 de septiembre de 2000. San Juan Chamula, considerado durante muchos
sexenios priístas la vitrina del indigenismo en México, ahora se ha convertido en el símbolo
de la intolerancia religiosa.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 225

de asociación (artículo 9) es de índole permanente y presenta dos facetas: 1)


social, defensa de intereses frente al Estado (ONG), y 2) política, persecu-
ción de propósitos políticos (partidos), determinación reforzada por la fracción
III del artículo 35. Las limitaciones de ambas libertades son no atentar contra
la seguridad nacional y pública, el orden colectivo y libertades de terceros.
Aquí se aprecia la solidez del nudo igualdad-libertad, ya que los ciudada-
nos tienen las mismas posibilidades objetivas para el ejercicio de su libertad
y, viceversa, al no estar atados a ningún ente o voluntad ajena que los in-
movilice hacen valer su igualdad, encarnada precisamente en su estatus de
ciudadanía.26 Existen dos canales esenciales para participar en los asuntos pú-
blicos: 1) vía exógena, si el ciudadano exterioriza su libertad-igualdad me-
diante los partidos, organizaciones no gubernamentales27 y de manera uni-
personal, y 2) vía endógena, si interioriza dicha condición, primordialmente,
a través del voto.
Conforme al liberalismo político, la persona es un ser pensante cuyos actos
dimanan de ponderaciones razonadas; de ahí se basa la doctrina del pueblo
gobernante (soberanía popular de Rousseau) y, al mismo tiempo, la configura-
ción del homo politicus y el sufragio universal derivado del cálculo analítico,28
el cual permite la igualdad de acceso e influencia respecto al poder público,
por eso, es medular el artículo 35 referente a la prerrogativa de ser elector o
elegido, lo que se corresponde con los artículos 39 de la misma Constitución
y 3 de la Declaración de 1789, que establecen la soberanía del pueblo (fuente
del derecho al voto).
Cabe mencionar que Jean Bodino y Thomas Hobbes29 son los precursores
de la teoría de la soberanía, ambos sostuvieron que ésta reside en el monarca
26
En el léxico político ordinario el vocablo ciudadanía equivale al conjunto de ciudada-
nos y, peor aún, a menudo es sinónimo de población; de esta manera, los gobernantes aducen:
“estamos cumpliendo las demandas de la ciudadanía”, es decir, de la colectividad. Lo correc-
to es definirlo como el vínculo jurídico-político entre un mexicano de 18 años y más edad con
el Estado, que lo hace sujeto de derechos, por ejemplo, intervenir en los procesos comiciales;
por ende, se trata de una categoría constitucional y no de un conglomerado poblacional.
27
Cuando se redactó la Constitución de 1857, este tipo de asociaciones (ONG) no tenían
un desarrollo notable como en la actualidad, sin embargo, cabe decir que los congresistas
liberales adelantaron su perspectiva visionaria por lo menos un siglo, tomando en cuenta que
dichas agrupaciones tomaron auge a partir de la segunda mitad de la vigésima centuria.
28
En suma, se procura que el voto sea libre, informado y razonado. Vid Mario Martínez
Silva y Roberto Salcedo Aquino, Manual de campaña. Teoría y práctica de la persuasión
electoral. México, Instituto Nacional de Estudios Políticos, A. C., 1999, p. 31.
29
Jean Bodino, Los seis libros de la República. Madrid, Aguilar, 1973, y Thomas Hobbes,
Leviatán, México, FCE, 1984.
226 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

aunque deriva del consenso popular y no de la Divinidad (teoría racional del


Estado); por otra parte, Locke y Rousseau afirmaron que radica en el pueblo.
No obstante que difieren en su depositario, los cuatro coinciden que la sobe-
ranía es absoluta, inalienable, perpetua e indivisible. Rousseau fue el más en-
fático en la tesis de que el poder legítimo sólo puede emanar del pueblo.
Otra interacción importante entre el ciudadano y el Estado (personificado
en el gobierno), está considerada en el derecho de petición, que los Constitu-
yentes de 1857 implantaron en el artículo 8 y fracción V del artículo 35 y no
sólo atañe a demandar la solución de una necesidad material, sino también a
la transparencia del ejercicio gubernativo; en este sentido, el artículo 15 de la
Declaración de 1789 es manifiesto: “la sociedad tiene derecho a pedir cuen-
tas de su gestión a todo agente público”; adelantándose, así, a un tema impor-
tante en la actualidad.
Sin embargo, en ocasiones las libertades de participación son transgredidas,
principalmente mediante el clientelismo electoral, encabezado ya no por los
caciques, sino por los partidos que, desde el gobierno o la oposición, procu-
ran beneficiar a sus afiliados. Se cimienta en los favores recibidos o próximos
a recibir y presenta dos subtipos: 1) clientelismo individual, y 2) clientelismo
colectivo.30 En el primer caso, el sufragio pierde su significado político y es
canjeado por dinero, bienes o servicios. Hay coerción en las áreas marginadas,
donde algunos individuos designados por la maquinaria partidista, se sitúan
en las cercanías de las casillas para constatar que sus clientes voten en el sen-
tido acordado, con el fin de que después se les entregue la dádiva y, si ésta ya
fue otorgada, evitar represalias. Los votantes se amainan con la presencia de
esos centinelas ex profeso, llamados eufemísticamente “promotores del voto”.
Tocante al clientelismo colectivo, los dirigentes políticos imponen el voto
a sus huestes, negociando de manera autónoma, con uno o varios partidos, el
apoyo de su organización como un bloque a cambio de beneficios. Si bien se
va extinguiendo el voto corporativo como el del PRI, ahora existen células clien-
telares coordinadas por una jerarquía de mandos, desde adalides estatales y
municipales hasta comunitarios o de manzana, quienes llaman “mi gente” al
conjunto de electores que están bajo su control, como si fuesen de su propie-
dad u objetos.31

30
Alain Rouquié, “El análisis de las elecciones no competitivas: control clientelista y si-
tuaciones autoritarias”, en Guy Hermet et al., ¿Para qué sirven las elecciones? México, FCE,
1986, pp. 61-66.
31
Las áreas periféricas del Distrito Federal, por ejemplo, han crecido con la escasez de ser-
vicios urbanos, propiciando la multiplicación de organizaciones “gestoras” de índole clientelar,
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 227

El clientelismo puede adquirir rasgos discriminatorios, por ejemplo, varios


alcaldes sólo favorecen a personas o grupos que votaron por ellos o, por lo
menos, les dan un trato preferencial, mientras que el resto como escarmiento
es marginado, esencialmente en comarcas rurales donde la mayoría se conocen
entre sí; con esta actitud se infringe la igualdad como premisa cardinal, coli-
giendo que el presupuesto público contempla la atención de la totalidad co-
lectiva, sin distingo alguno. También, intimidan a sus “beneficiarios” para
que voten en cierta dirección, de no hacerlo, podrían ser excluidos de tal o cual
programa.
Por otro lado, referente al ámbito social, por lo menos a partir de la segun-
da mitad del siglo XX, tomaron impulso las organizaciones civiles, indicando
que el ejercicio de la ciudadanía no sólo se ciñe al sufragio. Pero no todo es
laudable, ya que aumenta el número de líderes que distorsionan los fines pri-
migenios de aquellas y hacen mal uso de la participación; con frecuencia rea-
lizan bloqueos en las arterias de las ciudades capitales, plantones y marchas,
escudándose en la libertad de expresión que decae en libertinaje, presionan a
las autoridades para que les asignen fondos públicos, calculando su propio be-
neficio.32
En ocasiones, en uso de su autonomía, las organizaciones aumentan o pro-
longan la injusticia en vez de disminuirla, el individualismo pertinaz de sus di-
rigentes a expensas de la misión organizacional (progreso social incluyente)
o el debilitamiento de las instituciones políticas,33 ya que las marchas, reali-
zadas por quienes tienen derecho a ser oídos, perturban los derechos de otros
individuos al obstruir la traslación peatonal o vehicular y dañar la propiedad;
esta contradicción es una de las trabas medulares de la democracia pluralista
contemporánea.

vinculadas al PRD y al PRI. Vid Silvia Gómez Tagle, “Nuevas formaciones políticas en el Distrito
Federal”, en Silvia Gómez Tagle y María Eugenia Valdés (coords.), La geografía del poder y
las elecciones en México. México, IFE/Plaza y Valdés, 2000, pp. 91 y 94.
32
Hay dos formas de hacer de la política una profesión, se vive “para” o “de” la política.
Quien vive “para” hace de ello su razón de ser, o alimenta su equilibrio y tranquilidad con la
conciencia de darle un sentido a su vida, poniéndola al servicio de “algo”. Por otro lado, vive
“de” la política quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos. Esta última
categoría bien puede corresponder a los “guías sociales” referidos, que distorsionan el desig-
nio original de la política, esto es, buscar el bienestar colectivo; además, en lugar de servir a la
gente se sirven de ella. Cfr. Max Weber, El político y el científico. Madrid, Alianza Editorial,
1967, pp. 95-96.
33
Robert A. Dahl, Los dilemas del pluralismo democrático. México, Alianza Editorial,
1991, p. 11.
228 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Thomas Hobbes afirmó que la libertad de un ente, ya sea inanimado, irra-


cional o racional, implica la ausencia de elementos externos que impidan su
movimiento. Cualquier ser que esté circunscrito de forma tal que sólo puede
moverse dentro de un espacio determinado, no tiene libertad para trascender
los linderos de ese contorno.34 Por ejemplo, un recluso, un animal en cautive-
rio y el agua de una presa no tienen libertad para moverse del modo como la
harían si no tuvieran óbices, que en este caso son celdas, jaulas y diques, res-
pectivamente.
Cuando el obstáculo de la moción es inherente al ser debido a que radica en
su propia constitución, entonces no carece de libertad, sino de fuerza para mo-
verse como una piedra en reposo o una persona abatida por una enfermedad; lo
que no está sujeto a movimiento no está sujeto a impedimento,35 por ende, un
individuo es libre si, en relación a la capacidad de su fuerza e ingenio, no es
obstruido para hacer lo que desea. Se advierte que el movimiento es el eje central
de esta definición y, aparentemente, el sistema social debe auspiciar el desplie-
gue holgado de las potencialidades humanas; empero, dicho sistema lo restringe
porque la libertad de alguien termina donde empieza la libertad del otro.
Así, deberá existir un equilibrio entre el libre albedrío (facultad) y la no
afectación de los demás (deber); en esta relación dialéctica estriba la genuina
dimensión de la libertad, cuyo ejercicio está enfocado, por un lado, a evitar la
opresión y, por otro, impedir que se pervierta en libertinaje. Para no estropear
la libertad de terceros, es imprescindible discernir previamente lo adecuado
en el actuar y asumir la responsabilidad de las secuelas suscitadas.
Conforme al pensamiento de Locke, Montesquieu y Rousseau, los límites
de la libertad son benéficos porque eluden volver al incisivo estado de natu-
raleza y, por tanto, buscan que el individuo se realice en la colectividad y ésta
en aquel. El resguardo de la libertad del otro, implica la propia protección
personal y patrimonial, por consiguiente, el máximo bien común es darle
viabilidad a la coexistencia armónica.

4. Formación educativa
La libertad de la enseñanza (artículo 3) se relaciona con la cátedra indepen-
diente y podemos ejemplificarla con la practicada en la Universidad Nacio-
34
T. Hobbes, op. cit., p.7.
35
Por ejemplo, cuando decimos que el camino está libre, no se alude a la libertad del ca-
mino, sino a la libertad de quienes lo recorren sin impedimento; o cuando nos referimos a una
donación libre, no hacemos mención a la libertad de los recursos donados, sino del donador
que, al aportar sus recursos, no está constreñido por ninguna ley. Loc. cit.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 229

nal Autónoma de México, la cual se emancipó en 1929 y ahora es prototipo


de la enseñanza analítica, sin más límites que los impuestos por la verdad
científica, esquivando los dogmas que paralizan el conocimiento.
Por otro lado, con frecuencia se ubican dos extremos en la estructura so-
cial: las elites educadas y la colectividad ignorante, pero se trata de un mito
maniqueo porque, por ejemplo, varios miembros de la clase política, mayor-
mente de la provincia, son iletrados y encumbran cargos públicos a través del
favoritismo (palancas en la jerga exotérica), que ha revivido el sistema de pre-
bendas. Inversamente, en la sociedad abundan personas con títulos académi-
cos, pero dicho oprobio las ha orillado al desempleo, basta revisar las esta-
dísticas del INEGI para corroborarlo.
Los liberales mexicanos del siglo XIX eran ilustrados en su doble sentido
(doctos y adeptos de la Ilustración), por eso Antonio Caso dijo que “parecían
gigantes”. En cambio los políticos actuales parecen pigmeos,36 verbigracia,
el gobernador poblano Mario Marín valuó la justicia en dos botellas de coñac
en el asunto de Lydia Cacho; Andrés Manuel López Obrador le espetó al pre-
sidente Fox “cállate chachalaca”; Rigoberto Ochoa Zaragoza ex mandatario
de Nayarit, demostró su desprecio por la cultura cuando se le preguntó quien
se encargaría de ella en su gobierno, respondió que “ya encontraremos un
jotito” (sic); la “roqueseñal” para festejar el aumento del IVA en el sexenio
de Ernesto Zedillo; o los que llaman americanos a los oriundos de Estados
Unidos de América (también los mexicanos somos americanos), en vez de es-
tadounidenses o confunden la palabra ciudadanía con población.
A su vez, la libertad de profesión (artículo 4) es importante porque fomenta
la especialización técnica como eje de la división del trabajo. Se multiplican
jóvenes sin acceso a la educación superior por falta de recursos económicos,
pero otros desisten de ella aunque tengan los medios para hacerlo. La liber-
tad tácita de no elegir ninguna carrera académica se plasma en el mínimo es-
fuerzo, por ejemplo, adolescentes sobreprotegidos por sus padres, incluyen-
do a los que se les insinúa que serán herederos del patrimonio familiar, se
distraen en sus estudios que dejan inconclusos. Así, surge la máxima de que
hay “varios cerebros desperdiciados por falta de dinero y otros tantos por exce-
so del mismo”, rehusando el justo medio aristotélico.

36
J. Silva Herzog Márquez, op. cit., pp. 125-127.
230 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

5. Dinámica productiva

Las haciendas formadas en la Colonia e imperantes en el momento en que fue


redactada la Constitución de 1857, per se fueron un sistema autárquico de ex-
plotación. Se componían generalmente de un casco central, rodeado de muros
protectores, donde estaban las casas del propietario con todas las comodida-
des aristocráticas, del administrador y los empleados (tipo clase media), las ofi-
cinas, la tienda de raya, la iglesia, la cárcel, las trojes, los establos y la huerta
para la alimentación de los señores y empleados inmediatos, a veces, también
una escuela para hijos de estos últimos. Fuera del casco, alrededor de a un ki-
lómetro de distancia, estaba la “cuadrilla” donde habitaban los peones, en vi-
viendas precarias, con pisos de tierra, sin ventanas, frente a una calle única
de tierra suelta en medio de la miseria.37
La tienda de raya vendía a los peones tela burda, maíz, frijol, jabón y aguar-
diente, entre otros productos, a precios superiores a los del mercado. Esas mer-
cancías se adelantaban a cuenta de jornales, raramente pagadas en efectivo, lo
que aumentaba las ganancias del patrón y, peor todavía, mantenía al trabaja-
dor atado a la hacienda mediante las deudas contraídas que se transmitían de
padres a hijos; por eso no podía irse y, de atreverse, era capturado por los
rurales acusado de “robo” y duramente castigado.
Se observa que la hacienda quebrantó varios derechos del hombre a la vez,
exempli gratia, la libertad innata de los peones al establecer métodos labora-
les cercanos al esclavismo (artículos 2 y 5 constitucionales); la libertad de
residencia (artículo 11) debido a las rémoras de desplazamiento; los derechos
del acusado porque eran “juzgados” de manera parcial (artículos 13, 19, 20, 21
y 22); el libre flujo comercial al prevalecer el monopolio de la tienda de raya
(artículo 28); el principio de igualdad por haber segregación habitacional y el
acceso selectivo a la escuela (artículo 12); y, por supuesto, la libertad de ex-
presión (artículo 6) porque virtualmente no había posibilidades de protesta.
También fue estropeado el derecho de propiedad (artículo 27), ya que las ha-
ciendas se adueñaron de terrenos arbitrariamente, absorbiendo a pueblos en-
teros a su órbita ignominiosa. La liquidación de los pueblos libres no era sólo
un objetivo económico, con el doble fin de tener más tierras y liberar mano de
obra, sino también era un propósito social, poniendo obstáculos a toda forma
de organización autónoma de masas en torno a las tierras comunales.

37
Adolfo Gilly, La revolución interrumpida. 24a. ed. México, El Caballito, 1986, pp. 15
y 30.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 231

Por eso, los Constituyentes decretaron la libertad de industria (artículo 4),


entendida como la facultad de elegir la actividad económica que más conven-
ga al individuo, especialmente en algún tipo de negocio, siempre y cuando
sea lícito y socialmente útil, lo que se complementa con la prohibición de
monopolios y estancos (artículo 28), además de la abolición de alcabalas y
aduanas (artículo 124), pero sin llegar a un librecambismo debido al incipien-
te desarrollo industrial, que devino de políticas económicas mercantilistas de
corte colonial.
Jesús Reyes Heroles38 observó que en esa evasión de la ortodoxia librecam-
bista radicó el rasgo más antiliberalista del liberalismo: su dimensión social. No
obstante que sus bases teóricas dimanaron del exterior, adquirió la impronta
mexicana para configurar un liberalismo social, como efecto de su amolda-
miento a las circunstancias nacionales. La razón se tradujo en actividad, in-
sertando dialécticamente las ideas en el contexto sociopolítico y de ello ema-
nó el liberalismo como experiencia, cargada de sentido histórico.39
A excepción de los conservadores, los Constituyentes de 1857 fueron libe-
rales sociales porque buscaron compatibilizar las condiciones objetivas con
las subjetivas, que los derechos del hombre se confirmaran en los hechos a
partir de las situaciones económico-sociales específicas de cada individuo o
grupo. Sus premisas tuvieron una magnitud ética y progresista, reivindicaron
la libertad individual sólo en la medida que ésta produjera bienestar social; la
lucha contra todo tipo de privilegios y trabas, tuvo su cimiento no en la de-
fensa de particulares, sino en la preservación de la sociedad, considerando a
la ley como un dictado racional.
Cabe decir que el presidente Carlos Salinas distorsionó el sentido del libe-
ralismo social al intentar convertirlo en la fórmula política de su gobierno.40

38
El impacto de la Revolución Industrial se conjugó con las ideas de la Ilustración, que
fueron incorporadas críticamente al liberalismo y radicalizadas por las vertientes populares
mexicanas desde sus propias tradiciones, creencias y valores, cuyos rasgos esenciales son la
solidaridad, la cooperación, la reciprocidad y un fuerte sentido comunitarista, en contraste
con el individualismo que se consolidaba en Europa y Estados Unidos. Cfr. Jesús Reyes He-
roles, El liberalismo mexicano. México, FCE, 1974.
39
Ibid., “Introducción”, p. IX.
40
La clase gobernante necesita justificar su autoridad y lo hace mediante un complejo de
ideas y valores, una base moral y legal denominada fórmula política (ideología), así, las mo-
narquías absolutas se decían intérpretes de la voluntad de Dios. La legitimidad puede fundarse
en creencias sobrenaturales, en conceptos positivos o reales, cuando menos se presentan como
racionales, por ejemplo, derecho divino, soberanía popular, contrato social, representatividad,
etcétera. La fórmula política es eficaz mientras obtiene el consenso de la población, para esto
tiene que estar en armonía con las creencias colectivas; además, se puede discutir sobre su
232 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Dijo que la Revolución Mexicana se modernizaba acorde con el mundo glo-


balizado, pero sin mutilar su proyecto de nación sustentado en el liberalismo
social: “dos tesis se enfrentan entre sí, una que no termina de declinar y otra
que poca vigencia tendrá al nacer; es el choque entre el estatismo absorbente
y el neoliberalismo posesivo. Ni uno ni otro responden al proyecto de refor-
ma de la Revolución; ni los nuevos reaccionarios que promueven el estatis-
mo, ni tampoco el neoliberalismo enarbolan nuestras luchas, ni sintetizan
nuestras ideas, ni guían nuestras decisiones”.41
A su vez, de manera indirecta influyó el utilitarismo, doctrina forjada por
Jeremy Bentham en su libro Introducción a los principios de moral y legisla-
ción (Londres, 1789); arguyendo que el fin último de la política es la obtención
de “la mayor felicidad para el mayor número” de personas; justamente lo que
persiguió el liberalismo social de 1857. Fortaleció la teoría del iusnatura-
lismo,42 planteando reformas legales bajo el axioma aludido, que constituía la
única guía racional. Ninguno puede obrar, ni puede ser obligado a hacerlo, si
no es por un interés personal, empero, éste debe complementarse con el inte-
rés colectivo, calculando los beneficios propios para combinarlos con los de
los otros, según la maximización de secuelas inmediatas y remotas. Todo acto
humano (norma, decisión o institución) es juzgado por su utilidad, placer o sufri-
miento que genera y, al no existir recursos suficientes, se pretende lo mejor
pero viable.
Ahora bien, la libertad de trabajo (artículo 4) se enfoca al desempeño de un
empleo, al que debe corresponder una retribución justa con ausencia de coac-
ción (artículo 5), reafirmando la supresión de la esclavitud. También, se especi-
fica que, en igualdad de circunstancias, habrá preferencia de mexicanos sobre
extranjeros en la asignación de cargos públicos (artículo 32); al respecto, el ar-
tículo 6 de la Declaración de 1789 define que el acceso a dichos puestos será
según las capacidades de la persona, sin otra distinción que la de sus virtudes
y talentos.
El hombre —escribió Hegel— se hace humano sólo por medio del trabajo,
el cual es mediador entre aquel y la naturaleza, por tanto, es una fuerza libe-

validez científica, pero no de que se trata de un artificio para engañar a las masas. Vid. Gaetano
Mosca, La clase política. México, FCE, 1984 (selección de Norberto Bobbio).
41
Discurso durante el LXIII aniversario del PRI. Unomásuno, 5 de marzo de 1992, p. 6.
42
George H. Sabine, Historia de la teoría política. México, FCE, 1984, pp. 492-496. El
utilitarismo en el siglo XIX fue la base del pensamiento social progresivo, que sustentó las
legislaciones de varios países. Y aunque todavía sobrevive en formas sofisticadas, está sien-
do enfrentado por doctrinas de los derechos humanos, considerando que Bentham criticó a
los derechos del hombre del siglo XVIII.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 233

radora porque le permite trascender sus limitaciones impuestas por la natura-


leza y, con ello, se constituye en el primer ámbito para la síntesis de lo subjetivo
con lo objetivo.43 Siguiendo la óptica de Adam Smith en La riqueza de las na-
ciones, el trabajo individual va más allá de la satisfacción de su propia necesi-
dad, ya que se trabaja para las necesidades de otros y así lo hacen los demás.
En tanto que este pensador germano sublima el trabajo, algunas organiza-
ciones gremiales coartan la libertad y el derecho del mismo, por ejemplo, los
sindicatos de petroleros y de electricistas (SUTERM) usan su extenso poder
para controlar la plantilla laboral, integrada en su mayoría por hijos de traba-
jadores en activo o jubilados, relegando al resto de los mexicanos, sin sosla-
yar la perpetuidad de sus elites o aristocracias obreras, que violan la libertad
de elección e insultan con su patrimonio faraónico, derivado de malversacio-
nes impunes.
Citamos un caso revelador ocurrido en la planta hidroeléctrica de Colotlipa,
municipio de Quechultenango, Guerrero, en 2002. Andrés Morales Salvador,
sección electoral 1984, era trabajador temporal y le permitieron competir en
la adjudicación de una plaza permanente; el parámetro fue la calificación apro-
batoria en exámenes, obtenida sólo por dicha persona, sin embargo, el SU-
TERM asignó el empleo a un hijo de trabajador porque “tenía más derecho”;
se quejó ante la Junta de Conciliación y Arbitraje, cuyo fallo le fue adverso.
Así, los sindicatos contravienen a la macroesfera al actuar sin cortapisas y
sojuzgan a la microesfera porque discriminan a otros mexicanos con iguales
o mejores aptitudes.
También, hay casos donde altos funcionarios infringen las condiciones la-
borales objetivas asignadas por el ente que representan (el Estado), el cual,
por ejemplo, en las fábricas y la explotación de vetas minerales, tiene la obli-
gación de exigir a los empresarios que establezcan medidas básicas de segu-
ridad física para los trabajadores. Sobre la explosión de la mina en Pasta de
Conchos, Coahuila, el 19 de febrero de este año; el Secretario del Trabajo y
Previsión Social —Francisco Javier Salazar Sáenz—, eludiendo el deber ci-
tado sobre los consorcios concesionarios (no propietarios) de un bien nacio-
nal, se limitó a decir que los mineros antes de entrar a los yacimientos “se las
truenan”44 y, de paso, su libertad de expresión ofendió a los mineros en gene-
ral y a las familias enlutadas de los 65 trabajadores sepultados en ese lugar.

43
Georg W. F. Hegel, Filosofía del derecho. Buenos Aires, Claridad, 1968.
44
Dio a entender que los mineros, antes de trabajar, se drogan o ingieren bebidas alcohó-
licas. Vid. Milenio Diario, 29 de marzo de 2006.
234 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Asimismo, otro derecho natural vinculado al patrimonio personal y a la acti-


vidad productiva es la propiedad de bienes raíces (artículo 27), la cual puede
ser desposeída por utilidad pública y previa indemnización, postulado que se
corresponde con el artículo 17 de la Declaración de 1789. Se proyectan tres
fases en su integración: el deseo de posesión (necesidad), la actividad del tra-
bajo (superación de la necesidad) y el goce de la satisfacción. La propiedad se
distingue de la simple posesión si se liga con el trabajo y debe definirse siempre
en términos sociales y no en términos individuales. La posesión se convierte en
propiedad con el reconocimiento de otros y, como tal, está basada en el con-
senso social y no en el hecho de la mera posesión.45

6. Movilidad transitoria y residencial

El artículo 11 estipula la libertad de tránsito y mudanza de residencia, la pri-


mera es una moción fugaz (recorrido) y la segunda un cambio perdurable. Estas
condiciones objetivas, sin embargo, son contrariadas por condiciones subjeti-
vas constreñidas, por ejemplo, en el Distrito Federal, personas de bajos ingre-
sos, para no pagar rentas elevadas, se ven obligadas a irse a vivir a suburbios
marginados y, en su búsqueda de servicios públicos, son clientes potenciales
de los partidos, surgiendo otra limitante sobre la libertad política. También hay
condiciones subjetivas volitivas, donde individuos con mayores recursos emi-
gran voluntariamente a zonas residenciales aledañas. Dicho flujo poblacional
se verifica en esta muestra:

DELEGACIONES CENTRALES

Nombre Censo 1990 Censo 2000


Benito Juárez 407,811 360,478
Cuauhtémoc 595,960 516,255
Miguel Hidalgo 406,868 352,640

DELEGACIONES PERIFÉRICAS

Nombre Censo 1990 Censo 2000


Iztapalapa 1,490,499 1,773,343
Tláhuac 206,700 302,790
Xochimilco 271,151 369,787
Fuente: Censos de población 1990 y 2000 del INEGI.

45
Georg W. F. Hegel, Filosofía del derecho. Ibid.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 235

Durante la última década del siglo XX, disminuyó la población de las siguien-
tes delegaciones políticas: 11.61% en Benito Juárez; 13.37% en Cuauhtémoc;
y 13.33% en Miguel Hidalgo. Por el contrario, hubo una expansión demográfi-
ca del 15.95% en Iztapalapa; 31.73% en Tláhuac; y 26.67% en Xochimilco. Las
delegaciones “centrales” suponen una movilidad residencial hacia las demar-
caciones “periféricas”, amén de municipios conurbados mexiquenses; el uso
del suelo en las primeras se destina más a fines comerciales y en las segundas
para vivienda.
Por tal motivo, en febrero de 2005 el IFE trazó una nueva cartografía elec-
toral; al Estado de México agregó cuatro distritos más, por lo que ahora tiene
40; mientras que el Distrito Federal perdió tres, considerando que en 1982 aglo-
meraba casi el 16% de los votantes en relación al padrón nacional; en 1991,
12.32 y 2003, 10.38%, con una mengua de poco más de cinco puntos, cuando
la primera entidad en los mismos años tenía el 10; 12.33 y 12.86%; es decir,
un aumento cercano a los tres puntos.
En otro sentido, como ya se ha mencionado, los participantes de marchas
mancillan la libertad de tránsito, por ejemplo, en ciudades turísticas obstruyen
atractivos culturales y autopistas de acceso, no calculan sus secuelas perni-
ciosas sobre una fuente primordial de divisas. Cuando cierran oficinas guber-
namentales, de cualquier forma lamentable, perjudican a trabajadores de menor
rango y no a los directivos, a quienes va dirigida la protesta, desvaneciéndose
el apoyo moral que buscan en sus congéneres y, precisamente, en los que ini-
cian atropellando.
También, cabe preguntarse hasta que punto vulneran la libertad de tránsito
las playas exclusivas de mansiones y hoteles, que invaden franjas pertenecien-
tes a la nación; y las calles privadas con módulos de vigilancia en las áreas re-
sidenciales, justificadas por la inseguridad pública. Ambos contornos provo-
can un choque entre las mismas condiciones subjetivas, poniendo en jaque a la
libertad privada que tanto defendió Benjamin Constant.

7. Administración de justicia

El conflicto es inherente a todos los conglomerados sociales y ha persistido


desde que el hombre se hizo sedentario, cada uno de ellos gradualmente dise-
ñó e instrumentó sus propios mecanismos para mitigarlo, por ejemplo, en la
época primitiva imperó la ley del más fuerte, existía un “estado natural” con
una belicosidad permanente, por eso, a la postre, se instauró el Estado, según
la hipótesis de los pensadores del contrato social (Hobbes, Locke y Rousseau).
236 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Bajo este contexto, la Constitución de 1857 dedicó un apartado a las con-


diciones objetivas para la administración de justicia a cargo del Estado, la
cual se subdivide en: 1) procuración bajo la responsabilidad del gobierno, y
2) impartidición a través del poder Judicial. En la primera establece el límite
temporal para la detención (artículo 19), sin excederse de tres días para expli-
car su motivo; así como la prohibición de vejaciones físicas y psicológicas
(artículo 22); congruente con la Declaración de 1789 porque el arresto se hará
según la ley (artículo 7) y, puesto que todo hombre se presume inocente hasta
no ser declarado culpable, el abuso en su aprehensión se penará (artículo 9),
sin omitir que la fuerza pública será imparcial (artículo 12).
Respecto a la impartición de justicia, se determina la proscripción de tri-
bunales especiales y fueros (artículo 13); la no extradición de reos hacia paí-
ses donde hayan sido esclavos (artículo 15); el reclamo pacífico de derechos
a través de tribunales (artículo 17); la aplicación de las penas como facultad
de la autoridad judicial (artículo 21); la no retroactividad de la ley (artículo
14); la prisión exclusivamente por delito que merezca pena corporal (artículo
18); las garantías del acusado durante el juicio (artículo 20); las excepciones
de la pena de muerte (artículo 23); y el no enjuiciamiento dos veces por el
mismo delito (artículo 24). A su vez, la Declaración de 1789 dice en su artícu-
lo 8: la ley sólo debe fijar las penas necesarias; y nadie puede ser castigado
sino en virtud de una ley promulgada con anterioridad al delito.
Todavía en el siglo XVIII existían, además de los tribunales del fuero co-
mún, cuando menos quince que juzgaban con jurisdicción en diversos fueros
como los religiosos, mercantiles, de minería, mostrencos, vacantes e intesta-
dos; de guerra; y de residencias o visitas para los altos funcionarios. Durante
la XIX centuria circunstancialmente se crearon tribunales privativos o espe-
ciales. La Ley Juárez (noviembre de 1855) suprimió el fuero militar y ecle-
siástico en materia civil, siendo precursora del artículo 13 de la Constitución
de 1857.46
Pese a la extinción de los tribunales especiales, actualmente las asimetrías
de las condiciones subjetivas, a veces, parecen fomentar una “justicia selec-
tiva”, por ejemplo, en el caso de Angel Isidoro Rodríguez, alias El Divino, ex
presidente de Banpaís, acusado por delitos fiscales y daños al patrimonio de
esa institución por 95 millones de pesos, fue detenido en España con fines
de extradición en julio de 1996; ya traído a México, fue absuelto en diciem-

46
Emilio O. Rabasa y Gloria Caballero, Mexicano: ésta es tu Constitución. México, Mi-
guel Ángel Porrúa-Cámara de Diputados, 1994, p. 65.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 237

bre de 1999 y siguió teniendo libertad condicional47 (microesfera negativa des-


pejada); situación opuesta a los reos indígenas en el país, recurrentemente
discriminados en sus juicios correspondientes (microesfera impelida) y que,
según la Conadepi, sólo en 2005 había 7 mil 700.

8. Protección física y patrimonial

La privacidad implica el despliegue de actividades intrínsecas cotidianas,


por eso, los liberales la protegieron en el artículo 16, que exige la inviolabi-
lidad de la esfera personal, familiar y domiciliaria, seguramente influidos por
su defensor más elocuente: Benjamin Constant,48 quien, como ya se comen-
tó, comparó la libertad antigua con la moderna; la primera era pública porque
se realizaba en el ágora y el individuo estaba supeditado a la autoridad de la
masa, su entorno privado era vigilado. En contraste, la libertad moderna es
personal porque los individuos, además de participar en la res pública, tienen
una vida privada resguardada.
Asimismo, la posesión de armas para la legítima defensa (artículo 10) y la
excepción de alojamiento para militares en casas particulares (artículo 26),
se enfocan a favorecer la libertad privada. Sin embargo, ha habido casos don-
de personas repelen con balazos a ladrones en sus casas-habitación, llegan-
do a asesinarlos y terminan en la cárcel, mayormente si se consideran como
actos de “justicia por la propia mano”, por eso, es importante precisar en la
legislación penal estos escenarios perentorios, donde el morador a veces no
tiene tiempo de llamar a la policía para detener al invasor, procediendo a uti-
lizar su arma. Respecto al Ejército mexicano, para ventura de la Nación no he-
mos tenido guerras contra el extranjero en los últimos tiempos, por lo que se
ha dedicado a desplegar apoyo a la población en emergencias naturales y el com-
bate al narcotráfico.

V. TRASCENDENCIA HISTÓRICA

La Constitución de 1857 no profundizó sobre las garantías sociales49 como


en los artículos 3 (educación) y 123 (trabajo) de la Carta Magna actual; no

47
La Jornada, 8 de octubre de 1996 y 16 de diciembre de 1999.
48
Benjamin Henri Constant, op. cit.
49
Los derechos del hombre se clasifican en: 1) Garantías individuales, vinculadas con la
dignidad de la persona (libertades, igualdad y justicia), por tanto, son reconocidas por el Es-
238 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

obstante, los derechos del hombre de su Sección I tienen una dimensión so-
cial y van más allá de las garantías individuales de la segunda. En caso de
una reforma profunda o elaboración de otro texto constitucional, lo ideal se-
ría llamarlas garantías colectivas de los derechos humanos.
No se especificó sobre la obligatoriedad del Estado para proporcionar edu-
cación, quizá por el antagonismo liberal-conservador (Lassalle), destacando
la oposición de una corporación fuerte: la Iglesia, que tenía gran cantidad de
escuelas y, al mismo tiempo, se cuidó no herir la susceptibilidad de los cató-
licos. Tampoco fue precisada la igualdad jurídica entre el hombre y la mujer;
antes de la Reforma las leyes se aplicaban a ambos por igual, pero con ex-
cepciones, sobre todo en materia civil y laboral, producto de la tradición que
estimaba a la segunda un ser más débil y, por tanto, requería de mayor protec-
ción, así, la ley le prohibía llevar a cabo ciertos actos por sí misma. Aún en el
siglo XX existía esta exclusión, legalizándose la igualdad hasta octubre de
1953, cuando se le reconoció a la mujer su derecho al voto universal.
Pero estas presumibles carencias son opacadas por sus aciertos y, aún más,
mediante un escrutinio minucioso, pueden encontrarse implícitas en sus pre-
ceptos. Por ejemplo, sobre el trabajo, en su artículo 5 se estipula la retribu-
ción justa para el trabajador, que puede entenderse no sólo como el pago mo-
netario, sino también como el pago (adicional) en especie mediante bienes y
servicios del Estado de bienestar, esto último es congruente con el actual
artículo 123, que fija una jornada máxima de ocho horas y por lo menos un día
de descanso por cada seis días de trabajo, es decir, evitar la esclavitud, man-
dato exigible por los liberales del siglo XIX.
Además la Ley Fundamental vigente es una réplica de nuestro objeto de
estudio, inscribiendo en el decreto de su creación: “que reforma a la de 5
de febrero de 1857”. Toda Constitución propende a la obsolescencia por el
dinamismo de los factores reales de poder, haciendo que las normas vayan
alejándose de la realidad, cambio parangonado con la ley de la conservación
de la materia de Antoine Lavoisier: “la materia no se crea ni se destruye, sólo
se transforma”; parafraseando: el quid de la Constitución no se crea porque
los derechos naturales del hombre son anteriores al Estado y, por tanto, son
inalterables en el tiempo, ni se destruye porque la democracia no puede des-
echarlos y sólo se transforma porque se ajustan a cada coyuntura histórica.

tado; y 2) Garantías sociales, relacionadas con el bienestar individual y colectivo en su


sentido amplio (educación, salud, salarios y vivienda), así, son otorgadas por el Estado. Cfr.
E. O. Rabasa y G. Caballero, op. cit., p. 33.
LOS DERECHOS DEL HOMBRE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1857 239

Aunque la materia cambie de forma, su peso en una reacción química sigue


siendo el mismo; así, entre las constituciones de 1857 y 1917 cambiaron las
formas, pero su peso (contenido) es el mismo: la máxima felicidad para el
mayor número (Bentham).
El problema esencial, todavía pendiente, fue superar la contradicción en-
tre la macroesfera y la microesfera, para llegar a la esfera absoluta y unificada
(Hegel), despejando las trabas existentes entre el individuo y el Estado, cuyo
poder soberano derivado de la voluntad general, no debe ser minado por per-
sonas físicas o morales, por ejemplo, los sindicatos, la Iglesia, la prensa y los
partidos políticos que, en varias situaciones, dejan sin efecto parcial o total-
mente las condiciones objetivas destinadas a la microesfera.
Siguiendo a Fichte, la Constitución de 1857 fue la síntesis de la colisión de
dos opuestos: Constitución de 1824, incluyendo las reformas de 1833 (tesis)
y la dictadura de Santa Anna (antítesis); después se convirtió en tesis, siendo
su antítesis otra dictadura, la de Porfirio Díaz y encontró su síntesis en la Cons-
titución de 1917, la cual como tesis, hoy está siendo impelida por su antítesis
representada en la transición democrática inconclusa50 y, concretamente, en
la Reforma del Estado que está aplazada y que podría incluir otra Carta Mag-
na (síntesis).
En suma, el liberalismo iusnaturalista germinado desde el ocaso de la Nueva
España bajo el influjo de la Ilustración, fue asimilado por los parlamentarios
de 1857, se interrumpió con el régimen porfirista y, como río subterráneo, bro-
tó nuevamente en la Revolución Mexicana; por eso, sin duda, la Constitución
de dicho año es el filón ideológico de la modernidad de México, tomando en
cuenta que, al mismo tiempo, recibió el pasado que no feneció del todo y pro-
yectó el futuro (Heráclito) rehaciéndose incesantemente hasta la actualidad.

50
Comúnmente se confunden las acepciones de alternancia en el poder y transición de-
mocrática, tomándose como sinónimos, sin embargo, la primera no es suficiente per se para
concretar a la segunda, ya que también se requiere de acuerdos políticos trascendentales (por
ejemplo, el Pacto de la Moncloa en España) y una reforma integral del Estado, si ésta aún no
se realiza como en México, la transición sigue sin terminar, reduciéndose a la mera alternan-
cia que, sin soslayar que es uno de sus elementos esenciales, no equivale a la democratización
profunda.
Certamen Nacional de Ensayo “Los Derechos
del Hombre en la Constitución de 1857”, editado
por la Comisión Nacional de los Derechos Hu-
manos, se terminó de imprimir en diciembre de
2006 en los talleres de REPRODUCCIONES Y MA-
TERIALES, S. A. DE C. V., Presidentes núm. 189-
A, col. Portales, C. P. 03300, México, D. F. El
tiraje consta de 2,000 ejemplares.

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