La humillante derrota en la Guerra franco prusiana de Francia supuso el
hundimiento del II Imperio francés en 1871, provocando así el retorno definitivo del republicanismo y la democracia en el estado francés. Además, la derrota también provocó un fuerte sentimiento nacionalista, que llevaría a las artes a centrarse en desarrollar una tradición específicamente francesa que pudiera igualarse al alto nivel de la tradición musical alemana. 1. En busca del Ars Gallica La creación de una tradición instrumental propia constituyó un reto complejo. Por eso, la primera respuesta a este desafío llegó muy pronto con la fundación de la Sociedad Nacional de Música, en la cual participaron compositores como César Franck, Camille Saint- Saëns o Gabriel Fauré. Esta sociedad tuvo como principal objetivo contrarrestar la hegemonía de la ópera, tanto en la vida musical como en el Conservatorio de Paris, mediante la promoción y difusión de la música instrumental francesa. Más tarde, a medio plazo, fue la musicología la que aportó los rasgos identitarios más significativos y característicos del nacionalismo francés de fin de siglo, mediante el redescubrimiento y estudio de las fuentes del canto gregoriano/carolingio. 2. Los frutos del Ars Gallica El nuevo interés(musicólogico, nacionalista y político) por el canto gregoriano y los movimientos de restauración de la música litúrgica, proporcionaron el renacimiento de la música religiosa y el desarrollo de un neomodalismos musicales que acabarán por integrarse en la música de concierto francesa. Además, el interés por las técnicas contrapuntísticas del pasado, como son ahora la fuga o el canon, y el renacimiento del órgano francés, también se inscriben en esta tendencia. 3. La sombra de Wagner En 1861 se produjo el estreno de la Ópera de Paris del drama musical Tannhäuser (1845) de Richard Wagner. La producción, que fue saboteada por los influyentes miembros del Jockey Club, acabó siendo clausurada tras la tercera función después de un gran escándalo. Estos sucesos mostraron el retraso acumulado por la música francesa con respecto a la alemana. Por otra parte, el desarrollo de una tradición sinfónica propia se desarrolló en el poema sinfónico lisztiano. Esta forma despegó con La rueca de Onfalia (1872) y alcanzó con El aprendiz de brujo (1897) de Paul Dukas, para constituir a partir del Preludio a la siesta de fauno (1894) de Claude Debussy la vía de expresión natural del Impresionismo sinfónico. El creciente desacuerdo entre los sectores “clasicistas”, que estaban liderados por Saint-Saëns y por todos los contrarios a la promoción de la música no francesa, y por otro lado los “progresistas” que estaban liderados por César Franck y los que estaban a favor de la influencia wagneriana, provocó un primer conato de división en el seno de la Sociedad Nacional de Música, que posteriormente culminará en 1909 con la escisión de la Sociedad de Música Independiente, fundaba entre otros por Gabriel Fauré y Maurice Ravel con el objetivo de promover las últimas tendencias internacionales. 4. Tannhäuser y el sinfonismo francés
La huella de la música de Richard Wagner en la música francesa -y,
en concreto, de la bacanal del Tannhäuser– es reconocible a lo largo de varias décadas, desde la bacanal de Sansón y Dalila [1877] de Saint-Saëns hasta la de Dafnis y Cloe [1912] de Ravel, pasando por el Preludio a la siesta de un fauno [1894] de Debussy. Asimismo, el sofisticado estilo orquestal wagneriano constituyó un referente difícil alcanzar - y de soslayar- tanto en la ópera como en la música orquestal. 5. La ópera francesa de finales del XIX, entre el exotismo y el wagnerianismo Desde el punto de vista operístico, el cambio de rumbo cultural provocado por la derrota francesa de 1871 señaló el punto de inflexión de la gran ópera francesa, que iniciaría aquí un lento pero inexorable declive hasta la I Guerra Mundial. Por un lado la expansión colonialista promovió el éxito de diversos exotismos musicales, españoles, orientales o remotamente ficticios, que encontraron a menudo sugestivas traducciones musicales, la influencia wagneriana se acusó tanto en la corriente principal de la escena operística 6. La mujer fatal y otros traumas masculinos
La femme fatale encarna sin duda uno de los síntomas culturales
más significativos de la cultura europea de finales del siglo XIX y principios del XX que se enmarca en un fenómeno más amplio: El de la lucha por la igualdad de derechos y la emancipación de la mujer. Curiosamente, la ópera será un ámbito en el que estas tensiones se mostrarán de una forma más visible a través de diversas figuras. Entre las más conocidas tenemos diversos arquetipos bíblicos (Sansón y Dalila [1877] de Saint-Saëns, Salomé [1905] de Richard Strauss), seudo bíblicos (Thäis [1894] de Massenet), legendarios (la Kundry del Parsifal [1882] de Wagner), o de perfil realista (Carmen [1875] de Bizet.