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2:” DAR PALABRAS AL DOLOR”: TALLERES DE EXPRESION LITERARIA PARA

ADOLESCENTES EN RIESGO DE SUICIDIO


“Dad palabras al dolor, el dolor que no se dice gime en el corazón hasta que lo rompe” (w.
Shakespeare)

Marcos tiene 15 años. Vive en la capital de la provincia de Entre Ríos. Me solicitan que lo asista por
una tentativa de suicidio. el informe de derivación del Psiquiatra que primero lo asistió, en una
clínica en donde atendía las secuelas del intento, daba cuenta de una situación conflictiva que
vivió con su madre, Fernanda, una discusión muy amarga e intensa, acalorada que desencadenó el
pasaje al acto suicida. Marcos deseaba ir a una fiesta. Su madre se negaba. El trance llegó a un
punto culminante. La mamá lo amenaza con mandarlo a vivir a una ciudad del centro de la
provincia, con un hermano de ella. El ya viene en camino para buscarlo. Marcos sale corriendo al
balcón del departamento que compartían y se arroja al vacío. Más que la altura, la forma
afortunada de la caída permitieron que siga con vida. Si avanzamos un poco más en el caso, nos
enteramos que el conflicto venía desde lejanos tiempos, y tenía por origen el interés del joven por
un chico. Su madre lo sabía por el mismo Marcos. La idea, para ella era inconcebible. Cuando
entrevisto a ambos, me entero que hacía ya un año que sufría por esa y otras razones. No solo el
aprieto era con su madre, sino que sus compañeros de colegio lo hostigaban y maltrataban por sus
maneras, que les parecía poco masculinas. Las burlas eran cada vez mayores. Marcos se aislaba al
principio, pero las agresiones se iban haciendo cada vez más insoportables. Cada vez que el dolor
penetraba su ser, que la angustia se adueñaba de su cuerpo, Marcos se autolesionaba,
lastimándose sus brazos con distintos elementos cortantes. Así, se “aliviaba y descargaba”. En la
escuela lo veían cada vez más aislado, triste y solitario. Su rendimiento escolar, excelente
siempre, había disminuido notoriamente. En su casa, casi no dormía, pasaba toda la noche
“jugando” con su computadora. No se alimentaba bien, había bajado de peso. Una compañera del
colegio, la única con quien hablaba algo, le dijo a la madre de Marcos que le había manifestado su
intención de “no seguir viviendo”. Marcos escribió una carta de despedida, que dejó en su mesa
de luz. Su madre desestimó estas expresiones. “Si se quiere matar no lo va a decir, los suicidas no
avisan, si lo quiere hacer, lo hace y listo”, pensaba, aún cuando unos meses después, Marcos tomó
una tableta de ansiolíticos que habitualmente consumía su madre. La ingesta fue “limpiada” en
una guardia hospitalaria, como única intervención a su denuncia de sufrimiento. En las primeras
sesiones, madre e hijo, por separado, me cuentan la historia compartida. Marcos es abandonado
en un Hogar de menores por su madre cuando tenía cinco años. Al año siguiente, Fernanda, que
en ese momento estaba casada con Roberto, de quien se separa luego por situaciones de
violencia, logra su adopción. Esta fue tan “natural” que Marcos nunca quiso saber su historia ni
conocer a su madre biológica. Yo sentía las tensiones que se generaban al hablar de la adopción,
por debajo de la pose de “tema resuelto”. De inmediato Marcos miraba la reacción de Julieta
cuando hablaban de esto. Ella afirmaba que había dado libertad a Marcos para conocer a su madre
biológica, pero su cuerpo, sus posturas, cierto rictus en su rostro, cierto clima que se generaba en
el ambiente, sugerían el terror que le causaba, el miedo a perderlo. Del mismo modo, Marcos
señalaba una contradicción: “mamá me dice que siempre me amará, sea lo que sea, que yo elija lo
que quiera. ¿Pero cuando le cuento que me gustan los chicos me dice que de ese modo no quiere
saber nada conmigo…luego se le pasa un poco el enojo, me dice que soy adolescente, que estoy
confuso y que en la adolescencia se va definiendo la orientación sexual, que ya se me va a
pasar…yo me pregunto, por qué tengo que elegir quien ser??

Es la historia de un intento fallido de suicidio de un adolescente, como he visto cientos en los


últimos veinte años. Observado superficialmente, como lo hacen muchos profesionales del campo
psi. Y de la salud mental, es un pasaje al acto, un acto impulsivo, imprevisible y por lo tanto
impredecible. No se puede prevenir. Sin embargo, cuando echamos un vistazo al proceso psíquico
que recorrió antes del pasaje al acto, observamos con claridad que la tentativa de quitarse la vida
estaba inscripta de modo perceptible y predecible, mucho antes. Fernanda, su madre, desestimó
las claras señales de advertencia de Marcos; las consideraba simples llamadas de atención para
manipularla, con la finalidad de ver al chico. Su única preocupación era ese hijo que había
realizado una elección que no podía comprender ni tolerar, aun en la consulta actual. La escuela
registraba los cambios de conducta y rendimiento de Marcos, su tristeza y aislamiento, el
hostigamiento que padecía por parte de sus pares. Se autolesionaba, escribía cartas suicidas, le
confesó a una compañera su intención, e incluso experimentó el episodio de la ingesta de los
medicamentos de su madre. Sin embargo, ni familia, ni escuela actuaron para intentar contener a
Marcos y prevenir el fin anunciado. El pasaje al acto, en el que menciona que queda “nublado,
confundido, no se acuerda nada”, se produce cuando su madre, enceguecida por la furia,
comienza a concretar la amenaza de enviarlo a vivir con su tío. Marcos, sin saberlo, reactualiza el
abandono nunca inscripto, el dolor inconmensurable del cual se hablaba sin poder decir. La marca
del rechazo que volvía a convertirlo en nada, en deshecho, donde mueren las palabras, donde sólo
caben el mareo, la obnubilación y el salto desesperado al vacío de lo innombrable. Ese pasaje al
acto es la acción final del un proceso que lo anunciaba. Parecía que nadie podía detenerlo.

LA PREVENCION DEL SUICIDIO EN ADOLESCENTES

Hay dos modelos de abordaje del suicidio. Uno de ellos se basa en el paradigma según el cual, el
pasaje al acto suicida no se puede prever, ni prevenir. Como en el caso de Marcos, ese paradigma
es asistencial e individual. El tratamiento es realizado cuando el sujeto fracasa en la tentativa
suicida. Pero como vimos en el caso de Marcos, el suicidio suele ser la acción final de un proceso,
en el que se van manifestando sus intenciones. Estas señales son los llamados indicadores de
riesgo de suicidio. Además, quienes hemos tratado muchos casos, observamos que en la mayoría
hay una lógica causal, una configuración de factores propios del individuo o sus circunstancias, que
habitualmente están presentes en la vida de las personas que presentan riesgos de suicidio. Son
los factores de riesgo de suicidio, aquellos que incrementan las probabilidades de autoeliminación.
El suicidio entendido como acción final de un proceso advertible, la existencia de indicadores y
factores de riesgo típicos, inauguran el paradigma preventivo. Este supone, por un lado, el
paradigma de la complejidad. El suicidio es multideterminado, multicausal y multidimensional. Por
otro, comprende la participación de todos los actores comunitarios en las intervenciones
preventivas. Deja de ser objeto de especialidades de la salud mental. Necesita de la idea de la
cooperación de los miembros de la comunidad. De ese modo, docentes, agentes sanitarios,
policías, parroquianos, miembros de clubes, simples vecinos etc. pueden contribuir con la
prevención secundaria del suicidio, es decir, la detección precoz de los sujetos en riesgo.
Convencido de esa nueva orientación teórica y epistemológica, me propuse, coherentemente,
modificar mis prácticas. Así, mis estrategias contemplaban no sólo, la asistencia de la persona que
caía a una guardia o internación como fruto del intento de suicidio, sino principalmente la
organización de encuentros de capacitación del suicidio y la creación de redes comunitarias para la
prevención, en distintas instituciones y sectores de la sociedad. El objetivo es que los miembros de
la comunidad estén capacitados para identificar situaciones de riesgo e intervenir
preventivamente. Para eso es necesario conocer los factores e indicadores de riesgo de suicidio.
En los adolescentes y jóvenes (que configura uno de los factores de riesgo en función de la edad),
los factores de riesgo están habitualmente constituidos por sujetos con reacciones depresivas
frente a las pérdidas, es decir por duelos problemáticos (como el caso de Marcos), quienes
padecen dependencia al alcohol o las drogas, quienes padecen brotes psicóticos, sobre todo de
tipo esquizofrénico, los trastornos alimentarios o border-line, los hombres más que las mujeres,
aquellos que tienen intentos previos o provienen de familias con antecedentes suicidas, los
traumatizados por conflictos familiares graves, los que han sufrido abusos sexuales en la infancia,
los que sufren o perpetran violencia de género, los que sufren o someten a otros al bullyng, al
acoso, a la burla, al maltrato, los aislados, solitarios, ensimismados, que no pueden integrarse a
grupos de pares, los homosexuales, los impulsivos, con fantasías de muerte y autodestructivas, los
que tienen dificultades en la comunicación y para pedir ayuda, quienes tienen baja tolerancia a la
frustración y el fracaso y no pueden simbolizar o expresar sentimientos y emociones,
encerrándose en la angustia y el dolor. Los adolescentes ni-ni (no estudian ni trabajan), cuando los
mecanismos de la evasión a través del consumo de drogas o la esperanza puesta en el robo y la
violencia fracasan, quedando solo la desesperanza y el pesimismo. ¿Qué situaciones suelen
desencadenar procesos suicidas en las personas frágiles y vulnerables?: la pérdida de una figura
significativa, los amores contrariados, las pérdidas de noviazgos vividos como abandonos
irreparables, desengaños amorosos, los fracasos escolares. Y ¿Cuáles son las señales de
advertencia que nos indican un riesgo de suicidio?:la manifestación explícita, es falso que la
persona que dice que se va a suicidar no lo dice o que quien lo hace no lo dice, las notas o cartas
suicidas, la entrega de posesiones valiosas, la tristeza, el desinterés, la desesperanza, el
retraimiento, el aislamiento. La disminución del rendimiento escolar o laboral, la deserción
educativa, la rebeldía y agresividad, las dificultades en la concentración, el descuido en el aspecto
y la higiene, la decepción y culpa por no satisfacer las expectativas paternas, las dificultades en la
comunicación, el cambio repentino de conducta y estado de ánimo, las dificultades para la
integración social y el rechazo del grupo de pares, el incremento importante en el consumo de
alcohol o drogas, los trastornos del sueño y la alimentación, los cortes y autolesiones o golpes en
el cuerpo, considerar al suicidio como un acto heroico o romántico, ansiedad y calma después de
un período de ansiedad, súbito deseo de arreglar asuntos personales, hablar de muerte, de
sentirse desesperado o culpable, etc.

DEL CONSULTORIO A LA ESCUELA( Y OTROS ESPACIOS COMUNITARIOS). EL ARMADO DE REDES


PARA LA PREVENCION DEL SUICIDIO
En el caso de las prácticas para la prevención del suicidio de los adolescentes, comencé a ir a las
escuelas secundarias principalmente, junto con el Licenciado Adrian Kölln, a brindar talleres de
capacitación para la prevención del suicidio, dirigido a los trabajadores de la educación y la
comunidad educativa en general. La transmisión básica refería a la idea de que el suicidio se podía
prevenir, los niveles de prevención, el primario que constituía la creación, en el lazo docente-
alumno, de factores protectores del suicidio, tales como fomentar la participación, la
comunicación, la capacidad para pedir ayuda en momentos difíciles, la tolerancia a la frustración y
el fracaso en los estudiantes, entendiéndolo como parte del aprendizaje y el crecimiento en la
vida, el fortalecimiento yoico para enfrentar situaciones estresantes, de la autoestima, la
confianza y seguridad en sí mismo a través del reconocimiento de sus logros etc. su rol en la
prevención secundaria es la detección e intervención temprana en los procesos suicidas,a partir
del conocimiento de los factores e indicadores de riesgo. En esos casos, cómo escuchar, cómo
sostener, acompañar, actuar si el riesgo es grave o inminente, asesorar a la familia, aconsejar un
tratamiento etc. etc. en el nivel terciario o posvencion, cuando un suicidio sucede en la escuela,
tanto sea la víctima un estudiante o un familiar directo , como encarar la situación para evaluar
riesgos y evitar nuevos casos, por ejemplo trabajando la idea de que el suicidio nunca es una
solución, pensando juntos cuales hubieran sido estas, apelar a la necesidad de comunicar la
angustia, el dolor y la tristeza, fomentar la capacidad de pedir ayuda. De ese modo, cada vez que
se generaba un encuentro de capacitación en las escuelas, de modo más o menos inmediatos se
producía una interacción con docentes, preceptores, directivos, etc. para la derivación y trabajo
conjunto por casos puntuales. También, como vamos a contar más adelante, surgió de esa
demanda, un espacio creativo, el taller de expresión que demostró ser un dispositivo eficaz para la
tarea de la prevención del suicidio con adolescentes en riesgo.

En una oportunidad, la demanda fue hablar con los chicos de tercero en una escuela, dado que
una compañera había sido encontrada en el baño intentando colgarse. De esa demanda y las
estrategias para afrontarla, surge la siguiente crónica de una experiencia.

4-LA ESCRITURA, A CONTRAMANO DEL “NO DECIR” (COLABORACION DE LAS


LICENCIADAS FIORELLA OIBERMAN Y FIORELLA MALLERET)

Si buscamos el origen etimológico de la palabra “adicción”, aparecen dos significados posibles. El


primero, hace referencia al término latín “addictus”, que significa “entregado a”, haciendo
referencia al antiguo derecho romano donde alguien se convertía en “esclavo por deudas”. Se
trataba de un tipo particular de esclavos, que habían sido en principio hombres libres, pero que
terminaban siendo legalmente adjudicados a otros debido a la imposibilidad de pagar sus deudas.
El addictus, este personaje particular de la antigua roma, se caracterizaba por gastar rápidamente
el dinero entregado por sus acreedores en todo tipo de placeres terrenales, sin mesura, es por ello
que terminaba convirtiéndose en esclavo de su acreedor. De allí, se ha tomado esta idea del adicto
como un “esclavo de las drogas”, alguien “entregado a” un placer sin límites ni medida; como
modo de representar algo del vínculo compulsivo que une a un sujeto con una sustancia o
conducta particular.
El segundo significado atribuido a la palabra “adicción”, proviene de separar la palabra en “a” y
“dicción”, considerando al prefijo negativo “a” y “dicto” que en latín significa “dicho”. Es así como
se define a la adicción como una problemática caracterizada por el “no- decir”. Esta mirada desde
la psicología, y especialmente desde el psicoanálisis, plantea a la adicción como una patología
donde la sustancia vendría a ocupar el lugar de la palabra, anulándola, sustituyéndola.

Se trata justamente de éste “no- decir”, el que funciona como eje de todos los talleres y
dispositivos terapéuticos que conforman al Programa de Prevención y Asistencia a las Adicciones,
perteneciente a la Municipalidad de Concordia. Cada uno de estos espacios busca distintos modos
de habilitar la palabra: oral, escrita, pintada, actuada. Es decir, que el tratamiento se encuentra
íntegramente en dirección contraria al “no- decir”, como hilo conductor para trabajar con los
consumos problemáticos y las conductas adictivas.

Particularmente, el objetivo de este escrito es hablar sobre el “taller de escritura y revista”, que
funciona dentro de dicho tratamiento. Con una concurrencia aproximada de 15 miembros, y la
coordinación de dos psicólogas, el taller funciona hace años construyendo diversas estrategias que
propicien la escritura como herramienta terapéutica.

El taller comenzó en junio del año 2015. Su función era propiciar el trabajo de asociación libre de
manera escrita como objetivo principal y constaba de una hora semanal. Dado que la dinámica
entre los integrantes del grupo se fue modificando en el tiempo, y aparecía la dificultad de escribir
en silencio durante toda la hora sin comentar con los compañeros acerca de lo que producían, se
da un giro en la coordinación y objetivos del taller con el fin de acompañar esto que ocurría. La
modalidad seguiría siendo siempre desde la escritura, pero las consignas y actividades
comenzaron a ser compartidas, a trabajarse en grupos y realizar puestas en común, buscando que
los integrantes pudieran expresarse frente a sus compañeros y coordinadores.

Resulta importante aclarar, que estas modificaciones en la dinámica del taller son constantes y se
van produciendo en función de las necesidades del grupo, también dinámico ya que la rotación de
integrantes es permanente. Cada semana hay usuarios nuevos así como ausencias debido a los
abandonos de tratamiento, rasgo particular dentro de esta problemática.

Actualmente, se trabaja de manera interconectada entre los talleres que componen al


tratamiento, buscando abordar una misma línea temática desde diferentes disciplinas (teatro,
locución, reflexión, arte, etc.)

A modo de ejemplo, dentro del taller de escritura se ha elaborado un nuevo lema del tratamiento
de manera grupal, y se está realizando junto a los talleres de locución y teatro un rap que será
interpretado desde escritura, personalizado desde el teatro y grabado desde locución, con el fin de
que los usuarios continúen con la expresión pero no solo literaria sino corporal y verbalizada.

Es por ello que ubicamos la escritura “a contramano del no- decir”, buscando habilitar la palabra,
en este caso de forma escrita, introducir algo del orden de lo simbólico para tratar de recubrir un
goce perteneciente a lo real, al “puro goce” sin medida fálica. Tal como se plantea dentro de la
clínica de las toxicomanías, las adicciones, junto con las demás llamadas “patologías actuales” son
problemáticas donde lo simbólico se encuentra obturado, en déficit, y el sujeto es atravesado por
este real descarnado que involucra más al cuerpo que a la palabra.

En este sentido, resulta fundamental en esta clínica, generar espacios donde lo “no-dicho”
comience a tener un lugar y donde el síntoma del consumo empiece a ser recubierto de sentido,
incorporado dentro de una historia subjetiva singular. Este es el objetivo principal de la escritura
dentro del taller.

Pensamos además a la escritura como antesala al espacio de terapia psicológica individual, como
dicen los miembros del taller “como preparación para estar frente al psicólogo”. Dado que al
principio del tratamiento hay silencio, y las únicas palabras que surgen son relativas al consumo
mismo (qué sustancias, cuánto y dónde se consumía, etc.) quedando reducido el discurso a ello. A
través de las consignas que proponemos en el taller, se busca que los usuarios puedan historizarse
y reconocerse más allá de su identidad como “adictos”. Así es como han escrito sobre su
identidad, sus vínculos familiares y de pareja, sus gustos, su historia y sus proyectos a corto y largo
plazo. “La dificultad de crecer sin un padre”, “el consumo en la pareja”, “la música como
herramienta”, “la importancia de la familia”; son algunos de los artículos producidos por los
usuarios en este marco.

Y enlazadas con la escritura, comienzan a aparecer las emociones (angustia, enojo, alegría, orgullo)
esas que se encontraban anestesiadas por el consumo. Es en este punto, donde el cuaderno del
taller se transforma en una valiosa herramienta de reflexión, de introspección y muchas veces de
descarga. Escribir sobre lo que me pasa, lo que siento, sobre mi historia y mis proyectos a futuro.
Al apropiarse del dispositivo, los usuarios comienzan a escribir por fuera de las consignas y el
espacio del taller, y aparece el cuaderno como un “diario íntimo”, estableciendo límites entre lo
propio y lo público.

Retomando el marco teórico de la clínica de las toxicomanías, se plantea a las adicciones como
una patología marcada por la ruptura del lazo con el Otro, donde la sustancia viene a generar una
satisfacción inmediata, por lo que el otro se vuelve innecesario. Aparece entonces un goce
solitario, autoerótico, donde no hay demanda ni se le atribuye un sentido al síntoma.

Desde allí, podemos pensar también a la escritura como un modo de re-construcción de estos
lazos. En el taller, muchas veces luego de las consignas individuales se abre el espacio de debate y
puesta en común donde cada miembro puede compartir con el resto aquello que escribió,
generando un intercambio que relance la reflexión sobre algún tema específico. Además, solemos
trabajar en la construcción de textos grupales, escritos de manera colectiva, como han sido la
definición de adicción o el lema del tratamiento. Estos trabajos, plantean el desafío de considerar
el punto de vista de otros, de ponernos todos de acuerdo para producir un escrito único.

“La adicción es una enfermedad crónica que genera dependencia y control en la conducta. Puede surgir
como un escape a los problemas, generando sufrimiento y culpa.
La adicción produce confusión, llevando a la persona a mentirse a sí misma y a los demás, aislándola de la
familia y los seres queridos.
Tiene como consecuencia el abandono de la identidad de la persona, esclavizándola.”
(Definición grupal de adicción. 2016)

En paralelo a las actividades del taller de escritura, se realiza la publicación periódica de una
revista de distribución abierta y gratuita, “Adicciones desde adentro”, creada con el propósito de
restablecer el vínculo con lo social. La misma es elaborada íntegramente por los miembros del
taller: redacción, contenidos, edición, formato, etc. Lo interesante de esta propuesta, es que
cuando los usuarios redactan artículos para la revista, la escritura deja de ser algo personal, íntimo
y propio; y se pasa a escribir para otros. Es decir, que el interlocutor deja de ser el propio sujeto
para ser “la sociedad”. “Sacate la venda y mira, queremos hablar” es la frase elegida por los
usuarios que va escrita en la tapa de cada publicación. Un pasaje del aislamiento y del “no-decir”,
a la autorización de la propia voz como alguien que tiene mucho por contar. Es así como semana a
semana se producen para la revista artículos de actualidad, de opinión, de reflexión, cuentos,
poesías y rimas.

Despertar

Pasaron unos años que pesan demasiado


¿Solamente son recuerdos o mi memoria se ha nublado?
¿Fueron años mal gastados o el destino que construye,
Hasta el más mínimo detalle; o quiso enseñarme la calle y no lo pude evitar?

Hoy revuelvo en mi conciencia y dentro del corazón


Tratando de convencerme, que el culpable no fui yo.

Momentos angustiosos se desprenden del recuerdo


Y son como pantanos de barro que no me dejan avanzar
Pero resisto y no me entrego, persevero hasta que sangre;
mi orgullo tirano y odiable, que siempre me tira a matar.

Lucha interna y soledades, una mano tierna se extiende


Las legiones de mi alma, mis verdades;
Más llego al umbral de mis sueños y siento que puedo amar
y así comprendo que soy dueño de mi propio despertar.

Juan.
“Reclutando Letras”
Creí ser sólo yo,
Un entramado de mentiras,
Pensé que estaba vivo,
Sólo estaba muerto en vida.

Mil colores me contaron,


Mi supuesta identidad,
Perdí tiempo, perdí miedo
Y me olvidé de la humildad.

La pelea recién empieza,


No es más que en mi cabeza,
La tristeza se apodera,
Y hasta sin sueño me deja.

Ser humano dijo


No esperes demasiado
La vida no será
Morir envenenado.

Mi cuerpo dice basta,


Mi psiquis no lo sabe
Mi suelo no es el mismo
Nubes que apoyaba.
Johann

(Fragmentos de poesías publicadas en los números 1 y 2 de la revista “Adicciones


desde adentro”. 2016 y 2017)

Este proyecto de revista dentro del taller de escritura, ha favorecido la conformación de un


grupo, dado que se sostiene un objetivo en común. Y es allí donde el otro, en este caso el
compañero/a, cobra importancia y se celebran cumpleaños, comidas, salidas dentro del marco
del taller.

Finalmente, ubicamos la escritura a contramano de la inmediatez propia de la adicción. Escribir


lleva su tiempo, hay que pensar y luego redactar, muchas veces hay que esperar a la semana
siguiente para continuar con una consigna. Estos tiempos de espera, son los que se
contraponen al “todo ya” que caracteriza a las adicciones. Por su parte, el modo “diario
íntimo” que adquiere también el cuaderno, funciona como herramienta para hacer frente a la
impulsividad: “escribo antes de hacer, así lo puedo pensar”.

A modo de cierre, compartimos el escrito de una usuaria en relación a la escritura:

“Decir”
“Sumergida en un calvario comencé a escribir. Y en la primera hoja titule mi cuaderno “diario de
superación”. Necesite plasmar palabras esperanzadoras, objetivos y proyectos. Algo así como un
manual, que me ayude a transitar todo que conllevaba el comienzo de mi nueva vida.
Tanto por expresar, y sin encontrar un lugar ideal para decir, preferí plasmarlo en palabras.
Cada hoja se volvió testigo de mi progreso, mi herramienta por excelencia. En la cual puedo volver una y
otra vez, pero con otra mirada.
(…)Durante el taller, trabajamos aspectos que de alguna forma fueron movilizados en nuestra etapa de
consumo. Y en cada revisión, cada pregunta, algo nuevo aparecía. (…)
Y ahí es donde mi yo se volvió dinámico, cambiante. De eso se trata crecer. Y para crecer hay que estar
aferrado al presente, habiendo entendido y aceptado el pasado.
Porque la adicción refiere al no decir, y las palabras que no se expresan se vuelven peligrosas.
No escribimos para que nos lean, escribimos para sanar.
Nos gustaría que lo que no decimos caiga en el olvido, pero lo que no decimos se nos acumula en el
cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos.
Las palabras que no decimos se transforman en insatisfacción, en tristeza, en frustración. Lo que no
decimos no muere, nos mata…” Flor

Autoras:

Lic. Fiorella Malleret. MP 1524

Lic. Fiorella Oiberman. MP 1923

Bibliografía:

• Naparstek, F. y colaboradores (2005). Introducción a la clínica con toxicomanías y

Alcoholismo. Buenos Aires: Grama Ediciones

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