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Veneno

Llegaba la hora de la merienda y le agregué el


ingrediente extra a su café, pero con un ligero cambio de
receta.
Desde el pasillo sentía sus gritos, como los de un
monstruo, llegué al comedor y lo vi, a ese hombre, a mi
padre.
Repartí las tazas a la familia: leche fría a mi hermanito
pequeño, te para madre y café especial para esa bestia
que mi hermano llamaba papá.
Luego de la merienda nos mandó a todos a la cama a
gritos, madre siempre intentaba en vano calmarlo y esa no
fue distinta.
Acostado intentando conciliar el sueño, imaginaba como
el veneno fluía lentamente por sus capilares, mañana
nuestra vida mejoraría.
Cuando desperté creí que había un solo cadáver en la
casa, fui hasta el cuarto de madre y él estaba ahí, frío y
duro, estaba muerto.
Pero madre no estaba ahí, fui hasta la cocina y la vi, pero
cuando prendí la luz vi todo con claridad.
El tiro me salió por la culata y yo no aguanté más.
Ahora aconsejo a mi pobre hermano, aunque él crea que
el viento le habla, soy yo.
Y desearía dejar de existir, poder disolverme en la culpa,
en la culpa de haber causado el suicidio de mi amada
madre.

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