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tipo
“…Por lo que hice no dejé de ser padre ni hombre…”
Fueron las palabras que me escribió, nueve años tenía…Cómo le
explicas a un nene de nueve y a una nena de cuatro o tal vez cinco que a
partir de ahora se tienen que quedar con sus tíos.
>>Ellos eran una familia “tipo”: mamá, papá, hijo, hija. Eran los guías
catequistas de nuestros niños ¿quién se iba a imaginar que todo iba a
terminar de esa manera?
Los conocí en las reuniones, Eduardo era prepotente, dominante y casi
siempre buscaba la manera de ridiculizarme. Solía decirme “mujer sin
marido” porque a las reuniones de padres asistía sola ya que mi esposo lo
que menos quería era perder tiempo en bobadas.
Lilian… qué podemos decir de ella, era una bella mujer, joven, con un
espíritu lleno de vida. Ella siempre trataba con amor a nuestros niños.
Sin embargo, a principios del 2006 ella comenzó a ser más distante,
muchas veces faltaba a clases así que trataron de buscar una catequista
suplente. Recuerdo una tarde cuando antes de entrar a clases se
encontraba maquillándose los moretones y fue ahí que lo entendí todo.
La noche anterior a que todo suceda nos encontrábamos en un evento
con mi hija y sus amigas. Eduardo tenía la cara transformada, llena de odio
me dio tanto miedo que no quise ni acercarme a saludarlo.
>>Me abrazó fuerte esa noche… dijo que nos amaba y que arreglaría
todo para que al día siguiente pudiéramos volver a nuestra casa. Marielena
no entendía nada, ella sólo quería que mamá le traiga su peluche copito.
Tenía nueve años, pero sabía que eso no iba a terminar bien. Le dije que
no vaya, que se quedara con nosotros, ella sonrió, me besó la frente y dijo
que nos amaba, que todo iba a estar bien. Y la vi subir al auto con él…
¡Puedes creer que no tuvo ni la decencia de bajar a saludarnos!
Marielena fue a saludarlo yo sólo lo miraba con mucha rabia, tenía miedo,
sentía que no iba a terminar bien.
Mi tío Gabriel nos llevó a su casa y pasamos la noche allí. No sé si tenía
miedo por la fuerte tormenta que se largó o por mi mamá… No podía
dormir, miraba los refusilos, el viento y la torrencial lluvia a través de la
ventana. Marie se acostó a mi lado porque tenía miedo y fue ahí recién
cuando pude dormir.
>>La busqué esa noche, Marielena vino a saludarme y eso me llenó el
alma, los extrañaba tanto. Lucas no quiso saludarme, sólo me miraba de
lejos.
Lilian subió al auto, estaba hermosa con ese vestido floreado, sus rulos
armados tan perfectos como su carita. La amaba.
Nos dirigimos a nuestra casa, nuestro dulce hogar, preparé pastas. A
Lilian le fascinaban. Cenamos, puse su canción favorita y bailamos en la
sala. De repente comenzó a llover y se cortó la luz, Dios me dijo es el
momento, pero no quería hacerlo, estaba disfrutando del momento. Quise
besarla, pero ella me corrió la cara. Fue ahí cuando entendí todo: tenía otro.
Le grité, le dije que era una perra arrastrada que seguramente ya se había
revolcado con otro tipo. Ella se asustó y quiso irse, traté de detenerla, le
agarré el brazo fuerte, pero ella comenzó a gritar. Nadie iba a escucharla,
como ven no tenemos vecinos y llovía torrencialmente.
Lilian logró soltarse y corrió a la puerta, quise detenerla y no sabía cómo,
agarré el martillo de la mesa ratona y se lo lancé.
Escuché el crack como si una rama se quebrara y cuando volvió la luz
pude verla tirada llena de sangre. Todavía respiraba, y me miraba como
pidiéndome ayuda.
Quise llevarla al hospital, pero Dios volvió a hablarme, me dijo que ella
se lo merecía por haber sido impura y que debía hacer el ritual.
Tomé el martillo y de sólo pensar en que me había engañado comencé a
golpearla, le quebré las muñecas, las piernas para que no intentara
escaparse nuevamente. Caían lágrimas de sus ojos y ahí comprendí que se
arrepentía y cuando le arranqué las uñas ella ya no respiraba. Tenía los
ojos vidriosos y la sala estaba inundada de sangre.
Me levanté del suelo y fui a lavarme las manos, estaba satisfecho, había
cumplido con el pedido de Dios. Preparé agua y me bañé…
Cuando regresé a la sala y la vi tirada comprendí lo que había hecho. No
podía creer que destruí todo lo que tanto me costó construir… abrí el tubo
de gas y comencé a inhalarlo y no recuerdo más nada… solo que desperté
en el hospital rodeado de policías.
>>Eran las 10am. y nadie atendía el teléfono, realmente me preocupé ya
que quizás la tormenta los había dejado incomunicados o tal vez sucedió
algo, pero nunca imaginé esa escena.
Llegué a su casa, estaba todo tranquilo en el barrio, la tormenta no
parecía haber dejado destrozos, golpeé la puerta y nadie atendió. Todo
estaba en silencio, pensé que podrían haber salido pero el auto de Eduardo
estaba allí. Sentí como si algo helado pasara por mi espalda y decidí
romper la puerta…
Cuando logré entrar mi hermana estaba tirada en la sala con el vestido
roto, sobre un charco de sangre, destrozada, sin uñas y el malnacido tirado
a su lado. Todavía respiraba. Llamé a la ambulancia y a la policía. Las
ganas de aplastarle la cabeza no sé cómo pude contenerlas.
La policía llegó y comenzaron a hacerme todas las preguntas y luego se
lo llevaron a él.
>>Aproximadamente eran las 11 am. cuando todos los del barrio nos
habíamos enterado de lo sucedido, fuimos a la casa de los Shorts y ahí
estaban levantando el cadáver. Ninguno de los vecinos podía creer lo que
había pasado. Yo sólo pensaba en los niños, pero me dijeron que esa
noche se habían quedado con su tío Gabriel y que todavía no sabían nada.
>>Mi tío se fue a las 10am. eran las 15hs. y el todavía no llegaba. Mi
abuela había ido a estar con nosotros y almorzar juntos. Cuando llegó
Gabriel, llegaron más familiares con él y nos dijeron la terrible noticia.
Imagínate tener nueve años y que te digan que tú papá asesinó a tu
mamá y que se quiso suicidar pero que estaba estable en el hospital.
Lo maldije, quise correr, llorar, golpearlo o matarlo en ese mismo
instante, pero mi tío me abrazó y de paso ligó un par de piñas.
Lo condenaron a perpetua, nos arruinó la vida, de un momento a otro
destruyó todo. Éramos huérfanos, nos separaron… Marielena se fue a vivir
con otros tíos y yo me quedé con mi abuela hasta que tuve catorce años y
falleció. Desde ese momento tuve que valerme por mí mismo, conseguir
trabajo para poder costear los gastos de mis estudios. Mi abuela quería que
terminara la secundaria así que ese fue mi motor. Mis tíos no dejaban que
viera a Marie ya que creían que por trabajar de cualquier changuita era una
mala influencia para mi hermana. Igual nos veíamos a escondidas y trataba
de regalarle su helado favorito: frutilla.
Nunca más volví a ver a mi papá, han pasado más de trece años de lo
ocurrido… En el 2007 lo condenaron a cadena perpetua.
Ese 15 de octubre perdí no sólo a mi mamá y mi papá, sino que también
a mi hermana, mi infancia y mi inocencia.