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Cuenta la leyenda que El Sombrerón en primer lugar elige a sus víctimas, para hacerse presente,

quienes lo han visto lo describen como un personaje muy alto, fornido y con un traje elegante de
color negro, botonaduras de oro, botas enormes con espuelas de plata.

Su rostro no se le ve con claridad, porque utiliza un enorme sombrero color negro que cubre parte
de su rostro y espalda.

Este personaje se le aparece a quien ha elegido para conquistar su alma, causándole una
conmoción al mirarlos que lo paraliza, impidiéndole moverse o caminar para salvarse; en quien
provoca una angustia, miedo indescriptible, e incapacidad siquiera de hablar o defenderse; el
sombrerón transmite en su presa descargas incontrolables de escalofrío constante a todo el
cuerpo, y a quien captura en el momento le ofrece riquezas y larga vida; quienes llegan a caer en
su trampa ceden ante los ofrecimientos del sombrerón y una vez que ha aceptado el trato los deja
abandonados en sitios lejanos a donde inicialmente capturó a la persona.

Cuando ha logrado su objetivo El Sombrerón se aleja del sitio y montado en un enorme caballo
negro azabache atraviesa las calles de San Fernando, en medio de un amedrentado aullar de
perros a su paso.

Comentan que han existido lugareños que en medio de su curiosidad intentan ver el paso de este
personaje y extrañamente se aplican en los ojos, secreciones de los ojos de un perro, con el cual
pueden ver los fantasmas y personajes que deambulan penando por el espacio; sin embargo, el
riesgo es mortal, ya que quien llega a presenciar una visión puede quedar atrapado en esa
dimensión y mostrar signos de locura o incluso terminar con un desenlace fatal.

En esta historia los niños no están exentos del riesgo, porque quien es atrapado y ha vendido su
alma al sombrerón, para liberarse de tal maldición, exige en pago el alma inocente de un niño para
lograr salvarse y es el encargado de robar a infante para ofrecerlo al sombrerón.

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