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INTRODUCCIÓN

Nuestro Patrimonio Cultural se destruye, directa e indirectamente, por la acción


humana.
El más claro ejemplo de la destrucción directa es la Huaquearía, que es el saqueo
y la destrucción de sitios arqueológicos e históricos, removiendo la tierra y
eliminando vestigios, en búsqueda de 'objetos artísticos' o tesoros, borrando los
contextos y las asociaciones, sin tomarse en cuenta lo que se está perdiendo.

El primer eslabón de esta cadena delictiva son, casi en un noventa y nueve por
ciento (99 %), los campesinos y otras personas empobrecidas, que se ven obligados
a huaquear y vender lo obtenido ilícitamente para sobrevivir, que no lo harían si es
que no existieran los compradores o intermediarios de los mismos ; luego estos
compradores venden, a un precio alto lo que pagaron una miseria, a los
coleccionistas (por lo general privados), y estas se quedan con los objetos o los
revenden a un precio mucho más alto las piezas que no son de su interés.

Pero al mismo tiempo existen bandas organizadas que roban en todo el territorio
nacional.

Parte de este delito contra el Patrimonio Cultural de la Nación también son los
saqueos sistemáticos de templos católicos coloniales y republicanos, así como
casas de las mismas épocas; estos robos son 'a pedido' de un cliente que pudo
haber visto la pieza en el mismo sitio, o a través de un catálogo de exhibición, o por
lo general son bandas, muy bien organizadas, que roban para tener en reserva
objetos para luego ofrecerlos a posibles compradores.

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DESARROLLO

La destrucción o vandalización de monumentos en diferentes partes del mundo


pone en evidencia la tensión permanente entre la historia de las sociedades y la
memoria particular de colectivos o comunidades. Aunque cada uno de estos evoca
un acontecimiento histórico, su representación y vínculo con el racismo, la
esclavitud y el genocidio genera controversia en la sociedad del siglo XXI.

Los monumentos son testimonio de procesos sociales históricos y fuente de


información y conocimiento. Se les considera parte de los bienes muebles de interés
cultural nacional localizados en espacio público y se encuentran, a cargo del
Ministerio de Cultura.

Su significación primordial es rememorar y evocar a la memoria un acontecimiento


o una persona, y lo que representa para la sociedad y la ciudad. Hay monumentos
que se vuelven una agresión” para grupos históricamente discriminados como las
personas afro o los indígenas.

La destrucción de monumentos ha estado presente a lo largo de la historia de la


civilización. Ha sido una forma de borrar de la memoria un personaje o hecho
histórico para, en muchos casos, imponer un nuevo símbolo que represente una
nueva era. La destrucción de los monumentos tiene que ver con la revisión de la
historia, con analizarla desde otras perspectivas. Cuando las personas derriban
monumentos no están destruyendo la historia, precisamente se está haciendo viva
y activa; tumbar monumentos es pensar la historia, cuestionar las narrativas
canónicas y hegemónicas. La destrucción de monumentos para reescribir el relato
histórico es un debate complejo en el marco de lo que significan historia y memoria.

La construcción de patrimonio cultural desde hace muy poco admite que el proceso
de identificar, nombrar y preservar los monumentos debe contener un alto
componente de participación. La demolición es un desperdicio de muchas cosas:
un desperdicio de energía, de material y de historia.

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La inclusión de la sociedad en general a estos procesos, las formas en que se
relatan los acontecimientos y los espacios dispuestos para ello son fundamentales
para la apropiación y preservación de los monumentos.

Dinamizar los monumentos, acercarlos a la ciudadanía a través de las tecnologías


de la información y las comunicaciones, insertarlos en la oferta turística, convertirlos
en instrumentos pedagógicos y fortalecer la participación de la sociedad en los
procesos de definición son retos fundamentales, que si bien no evitarán el derribo,
vandalismo o intervención de los monumentos, contribuirá a su resignificación y a
la construcción de nuevos y más amplios relatos.

La rehabilitación o la reutilización de edificios brutalistas no están exentas de


desafíos. En muchos casos, los códigos de construcción, las políticas y los marcos
financieros desalientan los proyectos de modernización, haciendo que la demolición
resulte la opción más común.

En los últimos años, la rehabilitación y la reutilización adaptativa se han vuelto


omnipresentes dentro del discurso arquitectónico, a medida que la profesión se está
volviendo más consciente sobre cuestiones como los residuos, el uso de recursos
y las emisiones de carbono incorporadas.

El proceso de reutilización suele ser más costoso y laborioso que construir de cero,
ya que requiere de una serie de investigaciones sobre el estado del edificio y la
demolición. La situación de los edificios brutalistas incluidos en la lista es aún más
complicada, a menudo atrapada en medio de códigos energéticos con conflictos e
imperativos de conservación. La comunidad de la preservación está dividida en lo
que respecta a los tipos de intervenciones aceptables, lo que inadvertidamente
limita las posibilidades de uso contemporáneo.

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Se mencionan 5 monumentos históricos que han sido demolidos.

El Gran Teatro Nacional

Fue demolido entre 1900 y 1901, para prolongar la avenida Cinco de Mayo. Su
demolición se justificó porque se decía que sería reemplazado por el Palacio de
Bellas Artes, cuya construcción se inició en 1904, pero cuya obra se interrumpió por
la Revolución mexicana, y se inauguró finalmente en 1934. En los años que median
entre la destrucción del Gran Teatro Nacional y la inauguración del Palacio de Bellas
Artes, las funciones de ópera se daban en el Teatro Principal y en el Teatro Abreu.

La Casa de la Familia Escandón

La famosa residencia de los Escandón, una de las más bellas de la capital, conocida
como "La casa de los leones y los perros" estuvo ubicada en la actual esquina de
Eje Central y Madero. La demolición de la Casa de la Familia que hoy en su lugar
se encuentra el Edificio Anexo Guardiola y se aprecia la casa de los Condes del
Valle de Orizaba o Casa de los Azulejos.

La casa ocupaba la manzana de 1° Calle de san Francisco (hoy Madero), la Calle


de santa Isabel (hoy Eje Central) hacia el poniente y el Callejón de la Condesa hacia
el oriente; hacia el norte, el predio lindaba en dos propiedades con frente al edificio
de Mutual Life Insurance en la Avenida Cinco de Mayo.

El Hotel Regis

El Hotel Regis es uno de los edificios más importantes de la historia de la Ciudad


de México e incluso del todo el país, con una historia digna de contarse que se
remonta a principios del siglo XX y que ha trascendido a pesar de su demolición tras
el terremoto de 1985. En el sismo del 19 de septiembre 1985 uno de los edificios
más emblemáticos que prácticamente desapareció fue el Hotel Regis.

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Era uno de los lugares visitados por políticos y artistas; llegó a tener a artistas
internacionales y miembros de la realeza. Estaba ubicado sobre la Avenida Juárez,
a un costado de la Alameda Central. Tenía “El Capri”, considerado uno de los
mejores cabarets de la época.

Era conocido por los baños de vapor, alberca, peluquería, farmacia, billares, cine,
restaurante Paolo, taberna del Greco. El sismo generó la caída del Hotel Regis,
hubo fugas de gas, que generaron un incendio. En el área en donde se encontraba
el Hotel Regis se localiza la Plaza Solidaridad.

El templo de San Andrés

El templo de San Andrés había sido construido en la segunda mitad del Siglo XVII.
Cerca de la Alameda Central, fue erigido al lado de una construcción aún más
antigua, cuyo uso había cambiado con el paso de los años: noviciado, colegio de
jesuitas, casa de ejercicios y finalmente hospital.

El segundo embalsamamiento del archiduque fue realizado en San Andrés y todo


tipo de historias macabras surgieron a su alrededor. Como quiera que haya sido, el
cadáver permaneció en la vieja iglesia hasta el 13 de noviembre de 1867, cuando
salió para ser llevado a Austria. El templo de San Andrés recuperó entonces su vieja
vocación y pronto se abrió nuevamente al culto público.

Ante el temor de que el templo de San Andrés se convirtiera en el bastión espiritual


de los imperialistas, el Gobernador del Distrito Federal, Juan José Baz -que con
anterioridad había promovido la mutilación del convento de San Francisco-, con sus
propias manos lo destruyó en una sola noche. No quedó piedra sobre piedra, y
sobre las ruinas se abrió la calle de Xicoténcatl, donde años después quedaría
establecido el Senado de la República.

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El Hipódromo Condesa

El Hipódromo Condesa es uno de los Inmuebles demolidos más recordados de la


Ciudad de México. Se encontraba en el centro de la actual Colonia Hipódromo
Condesa, cuyo nombre proviene de la importante hacienda de la Condesa Miravalle,
sobre la cual se trazó esta colonia, y por este memorable hipódromo.

Fue inaugurado el 23 de octubre de 1910. Sin embargo, el lugar recibió muchas


críticas: los espectadores decían que en el antiguo Hipódromo de Peralvillo los
caballos podían ser más veloces. Catorce años después de inaugurado el
hipódromo dejó de ser negocio y los socios decidieron venderlo a José G. de la
Lamma y Raúl A. Basurto, que se dedicaban al desarrollo inmobiliario.

Actualmente, la calle principal de la colonia, Ámsterdam, mantiene la misma traza


que la antigua pista de carreras del hipódromo: por este circuito transitaron los
caballos más veloces del siglo pasado, también los pilotos más arriesgados. Ahora
es circuito de perros y caminantes

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CONCLUSIÓN

El patrimonio histórico son las raíces que sustentan al árbol de la humanidad. Son
elementos vivos sobre los que construimos nuestra identidad como pueblo, y como
personas. Si todo nuestro patrimonio se borrase de golpe de nuestra vida
perderíamos nuestra esencia, nuestro sentimiento de ser parte de un lugar, una
cultura, un contexto.

Necesitamos conocer nuestro pasado para seguir construyendo nuestro presente y


poder imaginarnos nuestro futuro. Más aún en nuestro contexto actual en el que nos
enfrentamos cada día a un mundo en constante cambio, donde el hoy es una
actualización completamente nueva de ayer. Cuidar y dejar intacto nuestro
patrimonio para las generaciones venideras es un deber de todos.

Los edificios y monumentos que integran el Patrimonio Histórico representan un


elemento que pertenece a la historia y a la tradición de un país, motivo principal por
el que deberíamos preservarlos, para dejárselo a las futuras generaciones.

Conocer su esencia permite a las sociedades desarrollarse intelectual y


económicamente. El componente cultural del turismo juega un papel fundamental a
la hora de elegir destino. Mantener en buen estado nuestro patrimonio hará que el
mundo se quiera acercar a nuestras calles y conocer nuestra historia mientras
disfrutan también del sol, la playa y la maravillosa gastronomía que se puede de
nuestro país.

El patrimonio cultural no permanece inalterable con el paso del tiempo. Está


expuesto a diferentes agentes que lo pueden ir deteriorando progresivamente.

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