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Domingo vigésimo octavo durante el año.

Dios nos llama a todos los días y a la santidad y


lo hace en forma apremiante. Sed santo como
yo soy santo.
En la eucaristía tenemos el lugar apto para
verificar si vamos por ese camino y enmendar
rumbos a la luz de la palabra de Dios.
Hermanos con mucha alegría nos ponemos
de pie para comenzar nuestra celebración
cantando.

Iniciamos la liturgia de la palabra.


En la primera lectura
El milagro de sanación de ese pagano indica que
para Dios todos somos hijos, sólo exige de todos
una fe viva.
Salmo.
En la segunda lectura
Hermosa conclusión de San Pablo, si sufrimos y
morimos con cristo reinaremos con Él, pues Dios
es fiel.
En el evangelio de hoy.
El milagro de los diez leprosos, evidencia con
claridad que son pocos los que agradecen a Dios
por sus dones.
Aquí sólo uno, encima pagano y extranjero.
Hermanos con un oído atento nos ponemos
de pie para la aclamación del santo evangelio
cantando.
Iniciamos la liturgia eucarística.
El Señor nos invita al banquete de la vida con los
dones del pan y del vino.
Nosotros aportamos nuestro trabajo sufrimiento y
alegría.
Hagámoslo con generosidad y entrega.
Comunión.
Dios Padre nos alimenta con el cuerpo y la
sangre de su hijo, le pedimos poder comunicar su
misma vida divina.

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