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Facultad de Salud
Introducción
Loris Malaguzzi
Parte III-1
La noción del lenguajear se inscribe en posturas teóricas que desde una ontología
relacional desafían la idea de lenguaje como sistema cerrado de representación que se
ubica en la mente humana y defienden la idea del lenguaje como una práctica. De
acuerdo a García & Wei (2014) tal vez los primeros académicos que hablaron de
lenguajear no fueron lingüistas, sino los biólogos chilenos Humberto Maturana y
Francisco Varela, quienes sostenían que nuestra experiencia está ligada a nuestra
estructura vinculante, a la acción y a la práctica, en este sentido lo que se conoce no se
basa en la adquisición de los rasgos de un mundo preestablecido sino que como lo dicen
Maturana y Varela “todo hacer es conocimiento y todo conocimiento es hacer” (García
y Li, 2014, p.7), Según García y Wei, su concepción de la vida biológica como
autopoiesis, entendida como el hecho de que los seres vivos nos generamos a nosotros
mismos y al medio que lo permite, los llevó a sus observaciones sobre el lenguaje
situando su dimensión ontológica, “Elaboramos nuestras vidas en un acoplamiento
lingüístico mutuo, no porque el lenguaje nos permita revelarnos a nosotros mismos, sino
porque nos constituimos en el lenguaje en un continuo devenir que hacemos nacer con
otros” (Maturana y Varela, 1998, p. 234-235, citados por García and Wei, 2014, p.8)
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El capacitismo se entiende como "una red de creencias, procesos y prácticas que produce un tipo
particular de yo y de cuerpo (el estándar corporal) que se proyecta como perfecto, típico de la especie y,
por tanto, esencial y plenamente humano. La discapacidad se presenta entonces como un estado
disminuido del ser humano"(Campbell, 2001:44).
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“lenguajear se refiere al proceso simultáneo de devenir continuo de nosotros mismos y
de nuestras prácticas lingüísticas a medida que interactuamos y construimos significados
en el mundo” [para] Maturana y Varela (2008), el ser social del ser humano es su ser en
lenguaje, esto es, en coordinación consensual (comunicación), en una palabra, en
cooperación mutua” (García and Wei, 2014, p.8). Por consiguiente, aprender nuevas
formas de lenguajear es entrar en otra historia de interacciones y prácticas culturales y
aprender una nueva forma de estar en el mundo. Dado que las formas de estar en el
mundo y las prácticas culturales están ligadas a intereses específicos, todo lenguajear
está inmerso en relaciones de poder, en términos de García y Wei (2014), “todo
lenguajear está inmerso en sistemas de poder y, por lo tanto, puede ser opresivo o
liberador, dependiendo del posicionamiento de los hablantes y de su agencia” (p:9).
Según estas autoras, el lenguaje desde esta mirada no se ve ni como un sistema de
estructuras ni como un producto situado en la mente del hablante. Lo que se tiene es el
lenguajear, un proceso social que se reconstruye constantemente siendo perceptivos y
receptivos de los factores ambientales (Canagarajah, 2018, p.94).
Desde esta perspectiva, se puede afirmar junto con Cowley (2011) que el lenguaje se
encuentra y puede rastrearse en el modo en que los cuerpos vivos se coordinan con el
mundo, por lo tanto, constituye un modo de organización que funciona vinculando a las
personas entre sí, a los recursos externos y a las tradiciones culturales. Para este autor,
pensar el lenguaje como abstracciones puede ser útil para caracterizar las palabras y las
gramáticas, pero no para explicar el comportamiento humano, ya que lo separa de la
actividad corporal, y en consecuencia enmascara la interdependencia de voces, gestos y
artefactos, es decir, convierte al lenguaje en un sistema incorpóreo.
Aunque desde los años sesenta varias disciplinas como la pragmática, la etnografía de la
comunicación, la sociolingüística interaccional, el análisis conversacional y el análisis
crítico del discurso, se han interesado por la lengua en relación con su uso real en
entornos comunicativos, dentro de las prácticas socioculturales y situadas en contextos
sociales específicos (Mondada, 2016), Pennycook (2010) afirma que ver el lenguaje
como una práctica social situada no es pensar que el lenguaje es un sistema de
comunicación que se usa en contextos particulares sino que, en el marco de la
sociolingüística postestructuralista, se trata de pensarlo como un hacer, algo que se
construye en las interacciones y no como una entidad preexistente, en otras palabras este
El Giro al Translenguaje(ar)
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Multimodalidad, según Mondada (2016) dentro de una perspectiva inspirada en la semiótica, se refiere a
los diferentes tipos de signos que proporcionan y ofrecen diversos efectos semióticos, como los textos, las
imágenes fijas, las imágenes en movimiento y los mensajes multimedia (Kress y van Leeuwen 2001).
Dentro de las perspectivas inspiradas en los estudios del gesto y el estudio de la interacción social, como el
análisis de la conversación, el término se utiliza para referirse a los diversos recursos movilizados por los
participantes para organizar su acción, como el gesto, la mirada, las expresiones faciales, las posturas
corporales, los movimientos del cuerpo, y también la prosodia, el léxico y la gramática. La pluralidad de
"modalidades" a la que se refiere este término trata la multimodalidad como algo constitutivo y primario.
Esto fomenta una visión de las modalidades como constitutivamente entrelazadas, y de la lengua como
integrada dentro de esta pluralidad como uno entre otros recursos, sin ninguna jerarquía a priori (Mondada
2014a). (:338)
Los estudios más recientes sugieren que avanzar en el desarrollo del concepto de
repertorios semióticos implica descentrarlo de una perspectiva individual. Esta tarea se
ha venido realizando desde el neomaterialismo que otorga agencia a los objetos y a los
recursos materiales y la lingüística aplicada posthumanista, que cuestiona la centralidad
de los humanos en el estudio del lenguaje humano (Pennycook, 2018). Descentrar el
estudio del lenguaje de una perspectiva individual ha conducido a la comprensión del
lenguaje como distribuido, una noción que a su vez desafía la idea de un lenguaje
internalizado y por ende de una competencia individual (Canagarajah (2021),
Pennycook (2018)). En este escenario la definición misma de repertorio, término que
según Busch B (2021) remite a algo que se presenta con cierta regularidad, no es fácil,
pues “un repertorio no es un objeto o un hecho que pueda ser percibido por sí mismo”.
En este sentido, Kusters (2021) plantea que” El repertorio semiótico no es un conjunto
de recursos localizados en personas individuales, sino un conjunto distribuido de
recursos que se encadenan de forma contingente en actividades; en un proceso
denominado ensamble de repertorios. A través de repetidos ensambles, los repertorios
pueden llegar a sedimentarse en algunos contextos.
De acuerdo a esta autora existe una similitud entre las actuales aproximaciones a los
repertorios semióticos y esta consiste en el estudio de cómo estos se organizan en
ensambles, una línea que ha sido desarrollado por autores como Pennycook (2017, 2018,
2021) y Canagarajah, (2021). Este último desde una posición neomaterialista, busca en
sus investigaciones dar cuenta del “modo en que los agentes sociales, los repertorios
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La noción de repertorio espacial se ha usado para diferenciar los recursos semióticos de una
comprensión estructuralista y de la idea de que están anidados en los individuos, como es propuesto por
Pennycook que plantea la necesidad de “buscar la manera de captar las relaciones entre distintas formas
de semiosis” (2017:2-3)
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que involucra objetos y disposiciones del entorno, es decir, se ha “materializado la
comunicación” (p.2); esto ha significado el cuestionamiento de constructos
fundamentales que han influenciado la lingüística desde el estructuralismo y la
gramática generativo transformacional de Chomsky, por un lado, las ideas acerca de que
el lenguaje codifica el conocimiento, representa el significado y la vida, y que la mente
humana es la base del pensamiento, esto bajo los supuestos de la ontología de la
representación y el racionalismo. Por el otro, considerar el individuo como la unidad de
análisis para explicar la comunicación y la actividad.
Canagarajah (2018) desde un paradigma postestructural, asume una orientación espacial
para teorizar el translingüísmo e incorpora la comunicación en un espacio tiempo en el
que “todos los recursos trabajan juntos para la construcción de significado” (p.31).
Desde este mismo paradigma, Pennycook (2017) propone la noción de ensamble
espacial/semiótico para expandir aquella de inventario de recursos semióticos y abrir así
la posibilidad de comprender las relaciones que ocurren entre series de formas de
semiosis. En sus palabras la noción de ensamble “reubica los repertorios en las
relaciones dinámicas entre objetos, lugares y recursos lingüísticos, una propiedad
emergente derivada de las interacciones entre las personas, los artefactos y el espacio”
(Pennycook, 2017, p.1-12). En el mismo sentido, Canagarajah (2018) propone cambiar
la noción de multimodalidad por la de ensamble para explicar que los repertorios
espaciales/semióticos, compuestos por ejemplo, por los gestos, el cuerpo, las
tecnologías, no se entienden solo como complemento de las palabras de la lengua,
cuando esta no es adecuada para el propósito de la actividad comunicativa, sino más
bien, como parte de un ensamble en el que funcionan juntos sin que puedan separarse
para moldear el significado, en palabras del autor:
La noción de ensamble ayuda a considerar cómo los diversos recursos semióticos
desempeñan un papel de colaboración como repertorio espacial a la hora de
explicar el éxito de una actividad, cuando la lengua no está predefinida para ser
considerada como el único medio, el superior, o que deba usarse de manera
aislada. [---] Desde una perspectiva de ensamble, los recursos espaciales
[semióticos] no se organizan en modos separados. Pensar así es caer en el
pensamiento estructuralista. Según el ensamble, todas las modalidades, incluida
la lengua, trabajan juntas y se moldean mutuamente en la comunicación.
(Canagarajah, 2018, p.39)
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Por encarnado se entiende en el sentido de Bucholtz & Hall (2016) quienes argumentan, por un lado, que
se debe dar mayor importancia a los aspectos corporales de la comunicación, que a menudo han sido
tratados como periféricos, como la voz y el estilo, por el otro, la necesidad de comprender cómo se
construye el cuerpo discursivamente, y cómo el pensamiento reciente ha tratado de entender cómo el cuerpo
está "imbricado en arreglos complejos que incluyen participantes no humanos, así como humanos, ya sean
animales, objetos o tecnologías" (p. 186).
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acuerdo a Cowley (2012) poner el énfasis en el lenguaje como un sistema localizado en
la mente y en el cuerpo de los organismos individuales enmascara “la interdependencia
de las voces, los gestos y los artefactos” (p.2), deja de lado el papel que juegan la
actividad y la práctica y excluye la dinámica del tiempo real.
Desafíos
Cuando pensamos en los encuentros con la/os niña/os con diferencia/discapacidad, los
conceptos presentados en este apartado abren un espacio para pensar acerca de cómo
participar de los ensambles de repertorios semióticos que ella/os exploran y
experimentan sin dejarnos limitar por las ideas de lenguaje que están legitimadas, es
decir, sin establecer jerarquías entre los diferentes repertorios semióticos. Un espacio
para reconocernos como aprendices con una escucha emergente y capacidad de asombro
ante los repertorios semióticos que emergen y aquellos que se van sedimentando en las
experiencias de vida de la/os niña/os, en últimas, para abrirnos a lo nuevo que nos
muestran y nos enseñan en cada encuentro. Implica luchar contra las ideas monolíticas
del lenguaje, las clasificaciones, y las jerarquías que hacen parte de un pensamiento
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