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OBSERVACIÓN DIRECTA (UN RATO EN LA COCINA)

El domingo 19 de febrero de 2023 un día caloroso como los veranos en la


Orinoquia, más exactamente en el municipio de Tame me reuní en familia y
observé como se preparaban los alimentos para la celebración del fin de semana
que habitualmente se lleva cabo en la cocina de la casa que es grande de color
blanco, estaba mis dos tías (Estrella y Gaby Sarmiento) mujeres llaneras de 73 y
70 años respectivamente junto con mi madre de 65 años. Estas tres mujeres se
encontraban alistando el menaje para la elaboración de las hayacas y otros
amasijos que suelen hacer cuando se dan los encuentros entre familia.

Mi tía estrella una mujer que se caracteriza por tener un lunar grande cerca al ojo
derecho empieza a preparar la harina para la masa en una batea de madera que
posiblemente tiene 30 años, muy cuidadosamente empieza a poner la harina en el
centro y después hace como una corona dejando un hueco en la mitad de la
harina, seguidamente empieza agregar los condimentos y el agua, mi otra tía
observa y le dice “hay que ponerle onoto para que le de color”, onoto es una
semilla que permite de acuerdo al tratamiento que se le dé, dar color a los
alimentos, es muy usada en el llano. Mientras amasan y ponen la masa a punto
hablan del pasado, recuerdan a la abuela de como aprendieron el oficio de la
cocina y las recetas.

Terminada la hechura de la masa se aprenden arreglar las hojas de plátano que la


utilizan para envolver la masa, la cortan cuidadosamente en rectángulos, mi madre
se encarga más de este pequeño oficio, con su trapito blanco va muy
sigilosamente limpiando las hojas, mientras tanto mi otra tía, ya tiene cortada y
adobada la carne previamente desde el anterior. Mientras van haciendo todo
proceso de las hayacas, montan la olla para hacer el sancocho, pelan velozmente
los plátanos, la yuca, la ahuyama y la carne de costilla. Mientras va hirviendo el
sancocho se disponen en ir armando las hayacas, con una cuchara de madera
van esparciendo la masa junto con los trozos de carne en las hojas que habían
cortado hace anteriormente.

Posteriormente van amarrando las hojas ya rellenas con una cabuya de fique que
en días anteriores habían logrado obtener de la desbaratada de un costal. En la
amarrada participan otras personas que se integraron, mi hermano Gustavo y mi
primo Rafael quienes se encargaron de esta labor.

Seguidamente mi madre, empieza a lavar el arroz para los amasijos, dice “que
tiene que quedar muy bien lavado para que pierda todo el almidón”, luego raya el
queso por la parte más gruesa del rayador, Gaby se acerca con un vaso que le
agrega al queso que están rayando, le pegunto ¿Qué es eso? Me responde “es el
pichero” es como un suero de leche. Esa mezcla del queso y el pichero la dejan
reposar en la nevera, seguidamente ponen el arroz a secar, los secan en un platón
de aluminio arriba del techo de la casa, tapado con un paño para evitar que los
pájaros se coman el arroz.

Desde que empezaron hacer las hayacas han trascurrido aproximadamente 45


minutos, ya casi es la 1 de la tarde, el hambre empieza acosar a los otros
miembros de la familia que uno a uno van llegando con disimulo a ver si ya la
mesa está servida. Mi tía estrella se percata de la situación y les comunica “que en
20 minutos ya el almuerzo estaba listo”, el sancocho hervía ya casi estaba.

Por ultimo mis tías y mi madre empiezan arreglar la mesa, acomodan el mantel,
los platos, los cubiertos y los vasos para la limonada. En seguida ponen a mi
sobrino Santiago un niño de 12 años de estatura mediana que exprima los limones
y que machaque la panela para endulzarlo. El niño de una vez empieza hacer la
limonada sin perder un segundo. Y así la mesa empieza a llenarse con 13
miembros de la familia, que como cada habitual fin de semana se unen para
compartir un día de integridad.

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