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El principio de todo es la vida. Observad a las criaturas: ante todo tienen vida,
y sólo más tarde llegan a sentir, a pensar y a actuar, con mayor o menor
eficacia.
La vida... esta palabra resume todas las riquezas del universo, que están ahí
indiferenciadas, desorganizadas, a la espera de que una fuerza las ordene y
las ponga a trabajar. De esta manera, en la palabra «vida» está incluido todo
el desarrollo futuro. En una célula ya están contenidos, en potencia, todos los
órganos que aparecerán un día, como una semilla que es necesario plantar,
regar y cuidar para que dé fruto. Así, después de un cierto tiempo, como en
el caso de la semilla, de este magma, de este caos, de esta realidad
indeterminada que es la vida, todo empieza a surgir y a tomar forma.
La vida es la materia primordial, el depósito del que surgen cada día nuevas
creaciones que se ramificarán hasta el infinito. A partir de esta vida in-
diferenciada y sin expresión, que está ahí como una simple posibilidad, el
Espíritu crea sin cesar nuevos elementos, nuevas formas...
Es necesario tener otra filosofía, saber que vuestra manera de pensar actúa
sobre vuestra vida, sobre sus reservas, sobre la quintaesencia de vuestro ser,
y que, si no pensáis correctamente, lo echaréis todo a perder.
Tomemos un ejemplo: un joven cuyo padre es muy rico, estudia, trabaja y su
padre le pasa una pensión. Pero, he aquí que el hijo empieza a hacer
tonterías y a malgastar en toda clase de diversiones el dinero que le da su
padre. Este, entonces, le corta la pensión y no le da nada más... ¿Qué falta ha
cometido el hijo? Ha cometido la falta más grande, la de comprometer su
propia vida, es decir, las condiciones, las energías y las corrientes que el
dinero simboliza. Y si nosotros hacemos lo mismo abusando de nuestra
existencia como nos parezca, transgrediendo todas las leyes, estamos
agotando nuestras reservas y caeremos en la miseria, quizás no en una
miseria material o física, pero sí en una miseria interior. La vida es la única
riqueza que existe, sea cual sea el nombre que se le dé: riqueza,
subvenciones, aceite, energía, quintaesencia, todo es lo mismo, ya que la
palabra «vida» puede ser reemplazada por todos estos términos.
Los que trabajan sólo para ellos, en lugar de hacerlo para la inmensidad, en
realidad se empobrecen; y como consecuencia nadie piensa en ellos, nadie
los ama, ni siquiera su propia familia, porque son demasiado egocéntricos.
¿Por qué tendrían que pensar en ellos, si ellos no han pensado nunca en los
demás? Y acaban llenos de amargura, decepcionados, apenados. Pero no
imaginarán nunca que su filosofía quizás sea errónea... ¡Ah! no, no, ellos
tienen razón y los otros son injustos y malintencionados. Ellos merecen, por
supuesto, ser amados y ayudados... Merecer, merecer... Pero, ¿qué bien han
realizado para merecer nada? Mientras que los que están llenos de amor, de
bondad, de abnegación, incluso si al principio son utilizados y se abusa de
ellos encontrándolos ingenuos, tontarrones y estúpidos, con el tiempo se
verá que verdaderamente son unos seres excepcionales, y un día todo el
mundo les recompensará, mimará y querrá. Han trabajado para todo el
universo y un día recibirán su recompensa... Pero no inmediatamente, por
supuesto.
Cuando invertís una suma en un banco, no re recibís los intereses al día
siguiente; debéis esperar, y cuanto más esperáis, tanto más elevados son los
intereses. En el terreno espiritual actúa exactamente la misma ley. Trabajáis
con mucho amor, con mucha paciencia, con mucha confianza y no obtenéis
ningún resultado... No os descorazonéis; si lo hacéis es porque no habéis
descifrado correctamente las leyes que rigen vuestra vida cotidiana. Pues sí,
es necesario que conozcáis las leyes de la banca y de la administración. Si las
conocéis, sabréis que es necesario esperar. Las riquezas os llegarán más
tarde, de todas partes, e incluso os será imposible, aunque lo intentéis, huir
de ellas. El Universo entero hará llover sobre vosotros riquezas
extraordinarias porque vosotros mismos las habéis provocado. ¡Así actúa la
justicia!
Así pues, no malgastéis vuestra vida, no la malgastéis por nada del mundo, ya
que nada vale tanto. Evidentemente hay casos excepcionales en que algunos
hombres han dado su vida para salvar la de otros o para defender ciertas
ideas. Los profetas, los Iniciados que han perdido su vida por una idea, por la
gloria de Dios, en realidad no han perdido nada, ya que el cielo les da, luego,
una nueva vida, aún más rica y más hermosa, ya que ellos habían sacrificado
su vida para hacer el bien. Yo no digo que haya que salvaguardar la propia
vida de manera absoluta, no; por supuesto, hay casos excepcionales... pero,
en general, el discípulo debe preservar, purificar e intensificar su propia vida,
ya que ella es la fuente, la reserva, el punto de partida de todos los sucesivos
desarrollos: intelectual, afectivo, estético, etc...
Cuando digo que los seres humanos no se preocupan por la vida, ni trabajan
para conservarla, podéis objetar que no es cierto, que todo el mundo procura
prolongar su vida. Prolongarla sí, pero no procuran espiritualizarla,
purificarla, iluminarla, santificarla, divinizarla. Se intenta prolongar la vida
para poder sumergirse más profundamente en los placeres, los tejemanejes y
los crímenes. No creáis que los médicos piensan prolongar la vida de los seres
humanos para que ésta pueda ser consagrada al servicio de la luz o al bien
del mundo entero... ¡en absoluto! Así pues, cuando digo que la gente no se
ocupa de la vida, tengo razón: la gente no se ocupa de la verdadera vida, es
decir, que no es capaz de obtener el gozo, la belleza, el poder, la riqueza, la
gloria, el conocimiento, sin estropear su vida. Se haga lo que se haga, la gente
siempre se las arregla para malgastar su vida.
II
El día en que hayáis aprendido a emanar la vida para recibir sus revelaciones
y que ella os abra todas sus puertas, sabréis, por fin, en qué consiste. Por esta
razón, trabajad primero en intensificar y hacer fructificar la vida, ya que esto
puede producir fenómenos de la más alta magia sobre los corazones, sobre
las almas, sobre las inteligencias, sobre las entidades, sobre las fuerzas de la
naturaleza e incluso sobre los objetos del mundo físico. Sí, está llegando el
momento en que todo el mundo comprenderá hasta qué punto es
lamentable malgastar toda una eternidad de esplendor a cambio de una
existencia mediocre basada en comer, beber, dormir y correr de un lado a
otro para satisfacer nuestros deseos. Decidme sinceramente: ¿creéis que
esto es inteligente?
Sí, la vida puede comunicar vida, no existe una magia más grande: animar a
otros seres, estimularlos, exaltarlos y resucitarlos. El que no haya
comprendido esta verdad está destruyendo las raíces de su propia existencia.
¡No sabrá nunca en qué consiste la verdadera vida!