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Bloque 5. La crisis del Antiguo Régimen (1788-1833): liberalismo frente a absolutismo.

5.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolutismo. El proceso de


independencia de las colonias americanas.

Por el Tratado de Valençay (1813) Napoleón reconocía a Fernando VII como soberano de
España, esta se mostraba neutral en la guerra entre Francia y Gran Bretaña y se firmaba la paz
con el país galo. La revolución constitucional gaditana, aunque se había formulado en nombre
de Fernando VII, había supuesto una clara limitación a las prerrogativas del monarca en el plano
legislativo, por lo que las desavenencias entre las Cortes y la corona fueron evidentes desde su
reconocimiento como rey de España. La ciudad de Valencia fue el escenario en el que se
produjo el golpe de Estado definitivo de Fernando VII, pues a su llegada a la ciudad del Turia,
Mozo de Rosales le hizo entrega de un documento, el Manifiesto de los Persas, firmado por 69
diputados absolutistas, en el cual pedían la supresión de toda la obra llevada a cabo en Cádiz, al
comparar la revolución gaditana con la Revolución Francesa, y el retorno al absolutismo. Así,
de este modo, Fernando VII declaró nulos los decretos y la Constitución de 1812, quedando
desmantelada toda la obra legislativa materializada por las Cortes de Cádiz. Una de las
consecuencias más importantes de la abolición de la obra gaditana fue la supresión de la
representación americana en las Cortes, lo que hizo aumentar el descontento de las élites
americanas respecto a España.

La vuelta al absolutismo dio inicio al llamado Sexenio Absolutista (1814-1820), abriéndose un


periodo de persecución hacia liberales y “afrancesados”, que se vieron obligados a exiliarse en
Europa –Londres los liberales y París “afrancesados”- o América. Durante esta etapa, en la que
la corona se apoyó en la iglesia y los grandes propietarios, se anuló la libertad de prensa, se
restableció la Inquisición y la Mesta, y se restauró la sociedad estamental propia del Antiguo
Régimen. Fue, así mismo, una época de crisis económica y gran inestabilidad política, marcada
por la oposición liberal y varios pronunciamientos que fracasaron como los de Espoz y Mina,
Porlier y Lacy. Sin embargo, uno de esos pronunciamientos terminaría por triunfar: el del
teniente coronel Rafael del riego en Cabezas de San Juan (Cádiz) en enero de 1820,
proclamando de nuevo la Constitución de 1812.

El pronunciamiento de Riego daba inicio al Trienio Liberal (1820-1823), en el cual Fernando


VII juró el texto constitucional gaditano –“Marchemos francamente, y yo el primero, por la
senda constitucional”, fueron sus palabras-, restituyéndose todas las medidas liberales
anteriormente implantadas como la abolición de la Inquisición y del régimen señorial o la
reanudación de la desamortización. También se aprobaron la Ley de Supresión de Monasterios,
un Código Penal, una división provincial, la expulsión de los jesuitas y se instauró la Milicia
Nacional. Estos tres años de liberalismo van a estar marcados por una división en el campo
liberal: por un lado, los doceañistas o moderados, que abogaban por llevar a cabo reformas
teniendo como referencia máxima el texto constitucional, destacando figuras como Martínez de
la Rosa (gobernaron hasta 1822), y por otro, los veinteañistas o exaltados, que querían una
mayor profundización de las reformas políticas, sociales y económicas establecidas hasta el
momento, entre los cuales se encontraba Evaristo San Miguel (gobernaron desde 1822). Durante
este periodo la oposición al régimen empleó tanto medios legales –la oposición de Fernando
VII- como armadas –sublevación de la Guardia Real- llegando incluso a proclamarse una
Regencia absolutista en la Seo de Urgel. Finalmente, las potencias del Congreso de Viena,
reunidas en un nuevo congreso en Verona en 1822, autorizaron la intervención militar extranjera
para derrocar el liberalismo en España, produciéndose la invasión de los Cien Mil Hijos de San
Luis (ejército de 100.000 hombres bajo el mando del Duque de Angulema) que pusieron
término al Trienio Liberal.

El final del Trienio dio paso a la Década Ominosa o Absolutista (1823-1833), no obstante, no
se restableció el absolutismo en toda su integridad, sino que se trató de un absolutismo
moderado (por ejemplo, no se restauró la Inquisición) que favoreció la creación de grupos de
oposición ultra realistas que se aglutinaron en torno al hermano del monarca, Carlos María
Isidro, y que llegaron a protagonizar importantes insurrecciones como la denominada Guerra
de los Malcontents en Cataluña. Por otro lado, también encontramos una fuerte oposición
liberal manifestada en fallidos pronunciamientos como el de Torrijos en Málaga (véase cuadro
de Antonio Gisbert). Respecto al problema sucesorio, Fernando VII, ante el inminente
nacimiento de su hija Isabel, decide promulgar la Pragmática Sanción por la cual quedaba
derogada la Ley Sálica que, desde Felipe V, prohibía reinar a las mujeres. Al mismo tiempo,
para consolidar en el trono a su hija Isabel, se acercó a los liberales moderados –representados
en la figura de Cea Bermúdez-. Su hermano, Carlos María Isidro, se mostró disconforme con la
medida y reclamó su derecho a la corona de España, formándose un grupo de oposición y
movimiento ideológico en torno a su persona que recibirá el nombre de Carlismo. Fernando VII
murió en 1833, iniciándose un periodo de regencia bajo su mujer, María Cristina, que reina en
nombre de su hija Isabel II.

Al mismo tiempo que se estaba produciendo el nacimiento de España como nación cristalizaron
en América Latina una serie de movimientos independentistas que dieron paso también a
nuevas naciones. Entre las causas que motivaron los procesos independentistas en las colonias
americanas podemos destacar:

- El descontento con la administración borbónica en América.


- La difusión de ideas ilustradas y liberales.
- La experiencia independentista de Estados Unidos.
- Los intereses británicos en debilitar la posición de España en ese territorio.
- Los intereses de los criollos (descendientes de españoles), que querían acabar con el
trato discriminatorio que sufrían en la administración en beneficio de los españoles
peninsulares.

La independencia de la América española estuvo marcada por un primer periodo de varias


insurrecciones que sentaron importantes precedentes, como la del cura Hidalgo en México, que
tenía una fuerte impronta social, y un segundo periodo en el cual se va a ir concretando la
independencia de las nuevas repúblicas americanas, destacando los siguientes aspectos:

- En 1816 se proclamó formalmente la independencia de Argentina, y en 1818, tras la


batalla de Maipú, quedó abierto el camino para que San Martín capitanease la
independencia de Chilena. Simón Bolívar fue el gran artífice de la independencia de
Colombia, Venezuela, Panamá y Ecuador tras las decisivas batallas de Boyacá (1819) y
Carabobo (1821). No obstante, es importante destacar que el proyecto de Bolívar era
unir todos estos territorios en la república de la Gran Colombia.
- En México, Iturbide publicó el Plan de Iguala, que garantizaba la independencia pero
sin revolución social. Sucre lideró las independencias de Perú y Bolivia tras la batalla
de Ayacucho (1824). Solo Cuba y Puerto Rico fueron conservadas por España en
América.
Las consecuencias más importantes de las independencias americanas fueron:

- Para España, la pérdida de su mercado más importante.


- Para América, el acceso a los mercados internacionales, la inestabilidad política y el
inicio de un neocolonialismo bajo las directrices de Gran Bretaña y Estados Unidos.

Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, Gisbert.


Episodio de la intervención en Madrid, Lecomte.

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