Está en la página 1de 5

demás no me tratan con amor.

También cuando me avergüenzo yo internamente


comparándome con el ideal de lo que yo querría ser. La vergüenza tiene que ver con
«el ideal o expectativas» contra los que nos medimos, que muchas veces son irreales
e inalcanzables y nos crean una sensación de ansiedad y carencia importante.

La vergüenza está en la base de nuestra autoestima y es muy importante para


tener confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Cuando sentimos
vergüenza tenemos la sensación de que se encoge nuestro corazón. Lo que va a hacer
que superemos la vergüenza es que se tengan en cuenta y validen nuestras
necesidades relacionales. Las personas que más nos pueden avergonzar son las más
significativas para nosotros, las que más nos importan. Su reflejo puede hacer que
nos vayamos replegando hacia dentro. Si lo que me reflejan es negativo tendré
vergüenza, aunque detrás también podrán estar la tristeza, la rabia y el miedo.

«Antes de querer cambiar al niño, tendríamos que querer cambiar nosotros».


CARL JUNG

LA CULPA

Otra emoción social es la culpa, creer que no hemos acatado las normas de otros,
que les hemos fallado. La culpa también tiene que ver con una escisión o división
interna y el identificarse con una mitad culpable, frente a la otra mitad que es
culpabilizada. La culpa tiene que ver con un código, el de nuestras propias
expectativas e ideales o el de las normas y reglas de la familia o la sociedad en la
que vivimos, y surge cuando las transgredimos.
Para resolver el sentimiento de culpa hay que conocer a fondo quién es el que

73
culpa. Sea cual sea el código moral de cada uno, el hecho es que existe y una vez que
se ha instaurado establece un sistema que garantiza su cumplimiento. Si vemos
nuestro comportamiento en perspectiva, es decir, viéndolo como un espectador, e
intentamos entender el contexto en que sucedió, podremos superar la culpa y darnos
cuenta de que este comportamiento nos ha dañado a nosotros y a los otros. La culpa
nos mantiene en el pasado, pero ahora en el presente lo importante es que
aprendamos de ello, le demos un significado que nos sirva en el futuro y nos
permitamos disfrutar de las cosas.
Cuando los adultos que nos educan tienen vergüenza o se sienten culpables por
algo, la utilizan con nosotros para conseguir que nos adaptemos a lo que ellos les
conviene. Utilizar la vergüenza y la culpa para manipular al otro solo indica que la
persona no está actuando desde el amor sino desde el miedo. Cuando actuamos
desde el amor es como si lo hiciéramos desde la abundancia (que hay para todos,
que no tenemos que preocuparnos por que nos toque), mientras que cuando actuamos
desde el miedo es como si actuáramos desde la escasez (es como si dijéramos: «Si
tengo algo, tú no lo tienes, y si no, lucho por quitártelo para tenerlo yo»). Nosotros
funcionamos fundamentalmente desde la escasez; por eso funcionamos desde el
miedo; si pudiéramos confiar en que íbamos a recibir todo lo que necesitamos, antes
o después, podríamos actuar desde el amor.

LA ENVIDIA

La envidia es una emoción bastante destructiva en el sentido de que, propiamente


dicha, desea que el otro no tenga lo que nosotros no tenemos, aun a costa de que lo
destruyamos antes de que el otro lo disfrute. Genera una rabia y un dolor por carecer
de algo. La envidia está en la base de muchos trastornos psicológicos. Si nosotros no
lo podemos tener, no vamos a permitir que nadie lo disfrute. No es un deseo de
poseer; es un deseo de destrozar. Podemos tener envidia de nuestros hermanos,
nuestros amigos e incluso de alguno de nuestros padres, porque recibe más atención
que el que nos prestan a nosotros. Frecuentemente se confunde la envidia con los
celos. La envidia y la admiración son dos partes de la misma moneda. La admiración
es cuando deseamos tener lo que tiene el otro y tratamos de modelarlo o copiarlo;
por lo tanto, es constructiva, mientras la envidia es destructiva.
De niños podemos envidiar que alguien tenga un juguete, una mascota de
compañía, unas personas que les presten atención, y detrás de la envidia puede surgir
mucha rabia y ganas de hacer daño o agresividad como resultado. Como la mayoría
de las veces no podemos expresar o sentimos que no nos van a hacer caso, esta
emoción reprimida nos causa dolor.

74
LOS CELOS

Los celos son el deseo de poseer algo o a alguien, y la no posesión implica una
frustración, una pérdida, y una actividad para conseguirla. Si sentimos celos de
alguien que posee algo que nosotros no tenemos, vamos a intentar conseguirlo, para
poseerlo también. La envidia es más destructiva; por el contrario, los celos nos
pueden llevar a superarnos. No obstante, existen los celos enfermizos, que consisten
en querer poseer a una persona de nuestro agrado, y todo lo que se le acerque se vive
como una amenaza. Los celos surgen de la necesidad de poseer, no implican amor de
verdad por la otra persona, aunque en nuestra cultura se nos haya hecho creer que
cuando tenemos celos amamos de verdad. Los celos nos pueden llevar incluso a
sentir la necesidad de tener que deshacerse del rival que nos impide la posesión de
ese persona. Los celos referidos a personas siempre implican un triángulo. Podemos
tener celos de que un amigo pase más tiempo con otro amigo que con nosotros y eso
nos hace dudar de nuestra valía.
Para muchos niños es muy doloroso el nacimiento de un hermano pequeño que
de repente les roba la atención o parte de la atención de los padres, y lo viven con
mucho dolor. Los niños, al tener menos atención, sienten menos afecto y se ven
abandonados o rechazados, lo que les produce mucho dolor, que tenemos que
reprimir.

LA INDIGNACIÓN

La indignación tiene que ver con un enfado importante por una situación injusta,
ofensiva o perjudicial, como la pérdida de una posesión nuestra. Podemos sentir
indignación por pensar que no nos hacen todo el caso que necesitamos o porque nos
comparamos con un hermano u otra persona y creemos que salimos perdiendo. La
indignación nos hace sentir mucho malestar y pide una reparación, y aunque no se
lleve a cabo deja nuestro cerebro en modo «inconcluso».
Yo tengo una cliente que no recibía la atención, afecto y aprecio que
necesitaba de su madre, así que, como es normal, se apegaba a sus muñecos, que
le hacían compañía. La madre, sin tenerla en cuenta, de vez en cuando iba
regalando sus muñecos, y ella llegaba a casa y se indignaba, pero por más que se
lo dijera a su madre ella no la tenía en cuenta, así que reprimía su indignación y
le hacía sentirse triste e impotente.
También podemos manifestar orgullo, que como emoción social indica que

75
creemos que somos más o necesitamos menos que los demás. En realidad, el orgullo
como emoción social está compensando una sensación de vulnerabilidad o de
sentirnos menos. Parecido al orgullo es el desprecio, que es lo contrario de aprecio.
Es cuando pensamos que alguien es inferior a nosotros y los despreciamos por ser
débiles, inseguros, tontos.
De niños, si nos sentimos mal con nosotros mismos porque nos falta amor,
podemos compensarlo portándonos mal con otros niños más débiles e inseguros,
mostrando orgullo y desprecio. De niños, si tenemos malestar, podemos ser muy
crueles con otros niños porque estamos intentando descargar nuestro propio
malestar.

CONCLUSIÓN

Nuestras relaciones van a contribuir a la imagen que tenemos de nosotros mismos.


Mientras somos niños, normalmente le damos más credibilidad a lo que los otros
piensan de nosotros frente a lo que pensamos y sentimos de nosotros mismos. No es
hasta que tenemos capacidad de reflexionar y disponemos de conciencia social, entre
las etapas 5 y 6 del desarrollo, que nos cuestionamos si realmente tienen razón. No
obstante, como han sido muchos años de sometimiento y condicionamiento, nos
cuesta mucho deshacernos de lo que los demás causan en nuestras emociones.
Aprender a manejar y responsabilizarnos de lo que sentimos es una muestra de que
somos adultos y hasta que no lo logramos no podemos decir que seamos adultos
maduros. Echar la culpa fuera es una muestra de que todavía no hemos desarrollado
la madurez para entender qué parte de responsabilidad tenemos nosotros.
Estas emociones también van a contribuir al dolor de fondo al que tenemos que
hacer frente. El trabajo personal que debemos hacer de adultos es tomar conciencia
de cómo se produjeron y qué personas intervinieron para que sintiéramos vergüenza,
culpa, envidia, indignación, orgullo y desprecio. Y lo que procede es aprender a
perdonar. Perdonar a los otros por hacernos daño y a nosotros mismos por dejarnos
hacer daño y seguir haciéndonoslo a través de nuestro diálogo interior.

Ejercicio para la vergüenza


1. Permítete sentir la vergüenza, date cuenta de que en esos momentos una
parte de ti se avergüenza de otra parte de ti. Escribe todo lo que te dice la
parte que te avergüenza.
2. Una vez que lo hayas hecho, imagínate que lo que has escrito te lo dice
alguien desde fuera. Es normal que te quieras defender.

76
3. Entonces defiéndete escribiendo cómo le contestarías.

Ejercicio para la culpa


1. Permítete sentir la culpa, date cuenta de que en esos casos una parte de ti
culpa a otra parte de ti. Escribe todo lo que te dice la parte que te culpa.
En la culpa sentimos que hemos roto unas normas, unas reglas o un código
por el que nos regimos para saber si está bien o está mal algo. Date cuenta
de este código y, si estás de acuerdo con él, puede ser un código heredado
de tus padres.
2. Una vez que lo hayas hecho, imagínate que lo que has escrito te lo dice
alguien desde fuera. Es normal que te quieras defender.
3. Entonces defiéndete escribiendo cómo le contestarías.

77

También podría gustarte