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Lat. «Petrus», del gr. «Petros»: un trozo de roca, un canto rodado, en contraste
con «petra», una masa rocosa; «petra» en Mt. 7:24, 25; 27:51, 60; Mr. 15:46;
Lc. 6:48, donde se menciona como fundamento seguro.
(a) La interpretación de las palabras: «Tú eres Pedro...» (Mt. 16:18) es dada
por el mismo apóstol. Hay solamente una roca fundamental: el Cristo. Los
creyentes son las «piedras vivas» que vienen a ser edificadas sobre este único
fundamento básico, y Pedro, el primer confesor del nombre de Jesús (Mt.
16:15-16), fue la primera de estas piedras individuales (cfr. 1 P.
2:4-6). El apóstol desarrolla el mismo pensamiento en Hch. 4:11-12. Pablo
confirma esta enseñanza: Cristo es la piedra angular del templo espiritual del
Señor; los apóstoles (en plural) y los profetas son su fundamento, sobre el que
son edificados los creyentes (Ef. 2:20-22).
(b) Pedro jugó un papel histórico capital al abrir la puerta del Evangelio a los
judíos el día de Pentecostés y a los gentiles en casa de Cornelio (Hch. 2:10;
cfr. 14:27). Por otra parte, el poder de atar y desatar no le fue dado sólo a él,
sino también a los discípulos (Mt. 16:19; 18:15-18; Jn. 20:23). Desde entonces,
los cristianos proclaman, en todos lugares, el perdón de los pecados que
Dios concede en Jesucristo (Hch. 10:43; 8:22; Ro. 10:9-13); cumplen la función
de embajadores de Cristo (2 Co. 5:18-20), aportando vida, pero también muerte
(2 Co. 2:15-16), porque quien los rechaza, rechaza al mismo Señor (Lc. 10:16).
(c) Pedro no vino a ser cabeza de la iglesia, ni «vicario de Cristo». Si bien juega
un importante papel en primer plano en el inicio de Hechos, después
desaparece. En el concilio de Jerusalén él dio su consejo, pero fue Jacobo
quien intervino de manera decisiva; la resolución final fue tomada en nombre
de los apóstoles, de los ancianos y de los hermanos, inspirados por el Espíritu
Santo (Hch. 15:7, 13, 22, 28). En el relato de Lucas, Pablo ocupa desde
entonces el primer lugar, y Pedro es simplemente una de las tres «columnas de
la iglesia» mencionadas en Gá. 2:9 (siendo, el mismo Pedro citado después de
Jacobo). Está claro que la doctrina del NT es que sólo el Señor Jesucristo
resucitado es la cabeza de la Iglesia (Ef. 1:22; Col. 1:18), y que jamás rendirá
Su sacerdocio, que es intransmisible (gr., He. 7:24).
Bibliografía:
Barbieri, L. A.: «Primera y Segunda Pedro» (Pub.
Portavoz Evangélico, Barcelona, 1981);
Bernard, T. D.: «El desarrollo doctrinal en el Nuevo Testamento» (Pub. de La
Fuente, México, D.F., 1961); Dana, H. E.: «El Nuevo Testamento ante la
crítica» (Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, 1965); Darby,