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Ceci

Magdys83 Lvic15
Clau nElshIA
Brisamar58 Valen Drtner
Gigi Agus901
Kath Mimi
Axcia Maria_Clio88
Chivisil Neera
Olivera Vero Morrison
Vero Morrison Lvic15
Mona

Kath florpincha Gerald Clau


Agustina
Pochita
Michy

Dabria Rose

Cecilia
¿Qué haces cuando tu alma gemela se casa con tu mejor amiga?
Si eres Kate Evans, conservas a tu amiga Rachel, te vinculas con sus hijos,
y entierras tus sentimientos por su esposo. El hecho de que Shane está en el
ejército y fuera por largas temporadas ayuda, pero cuando ocurre una tragedia,
todo cambia.
Después que Rachel, embarazada de su cuarto hijo, muere en un accidente
de coche y el bebé sobrevive milagrosamente, Kate da un vuelco toda su vida
para compartir las tareas de crianza de los hijos. Luego, en el primer aniversario
de la muerte de Rachel, Kate y Shane se consuelan mutuamente en una noche
que ambos pronto se lamentan.
Shane ha estado enojado por un año, y ahora se siente culpable también,
por dormir con la mejor amiga de su esposa y gustarle... por gustarle ella. La
capacidad de Kate de leerlo como un libro puede que haya ahuyentado a Shane
una vez, pero sus vidas están entrelazadas para siempre y están cada vez más
cerca.
Ahora con Shane desplegado durante siete meses, Kate está sola y
luchando con ser una madre soltera. Shane es un amor y apoyo a miles de
millas de distancia, pero su regreso a casa trae una traición que Kate nunca vio
venir. Así que la única elección de Kate es luchar por el futuro que se merece,
con o sin Shane...
―¿P or qué vamos a esta mierda de nuevo? ―pregunté a mi
esposa mientras jugaba con su maquillaje en el espejo del
lado del pasajero.
―Porque es importante para tu prima.
―Ella no es mi prima ―le recordé, cambiando de carril.
―Bien. Es importante para Kate ―respondió, perdiendo la paciencia―.
No entiendo por qué estás siendo tan idiota al respecto.
―¿Cu{ntas veces salimos de la casa sin los niños, Rach? Pocas veces.
Preferiría no pasar nuestra noche a solas en alguna jodida cafetería llena de
chicos de dieciocho años.
―Maldición, est{s de mal humor esta noche ―murmuró con molestia―.
Kate me pidió esto hace semanas. No sabía que estarías en casa.
―Correcto, los planes cambian.
―¡Le prometí que iría! Dejo todo por ti cada vez que regresas de un
despliegue. Sabes que lo hago. No puedo creer que actúes como un idiota
porque por una noche tenía planes que no podía cambiar.
―Dudo mucho que Kate me quiera aquí ―murmuré en respuesta,
estacion{ndome en el pequeño estacionamiento que ya estaba lleno de autos―.
Lo va a odiar cuando la vea estrellarse.
Salté fuera del auto y caminé alrededor del capó para ayudar a Rachel a
salir a bajar. Nunca he entendido por qué insistía en usar zapatos jodidamente
altos mientras estaba embarazada; me ponía nervioso. Se veía sexy como el
infierno, pero un día se iba a caer y estaba aterrorizado de que no estaría allí
para atraparla.
―En verdad no tienes idea, ¿cierto? ―dijo, riendo, mientras tomaba su
mano y la tiraba suavemente del asiento―. ¿Cómo, en el nombre de Dios,
crecieron juntos y todavía sabes tan poco sobre Kate?
―Sabes que no crecí con ella. ―Cerré la puerta y caminé lentamente hacia
el edificio pequeño―. Me mudé cuando tenía diecisiete años y me fui de la
ciudad cuando tenía diecinueve años. No es de la familia, por el amor de Dios.
Es la sobrina consentida y rara de las personas que me acogieron por un corto
periodo de tiempo.
Rachel se detuvo ante la molestia en mi voz:
―Es mi mejor amiga. Mi única amiga. Y jodidamente nos presentó, en
caso de que lo hayas olvidado.
―No fue a propósito.
―¿Qué se supone que significa eso? ¿Qué no fue a propósito?
―Estaba enojada como el infierno cuando nos juntamos.
―No, no lo estaba ―discutió Rachel―. ¿De qué est{s hablando?
―Olvídalo. No es importante.
―¿Puedes por favor, por favor, sólo ser amable y no actuar como si
estuvieras siendo torturado cuando lleguemos ahí? No sé qué te traes con ella<
―No me traigo nada con ella, sólo quería llevar a cenar a mi hermosa
esposa esta noche, y en cambio, vamos a ver a su amiga cantar para un montón
de adolescentes. No es exactamente lo que estaba esperando.
Levanté el brazo para ahuecar su mejilla en mi palma y froté la piel debajo
de sus labios con mi dedo. Quería besarla, pero después de todo el labial que se
había aplicado en el auto, sabía que no me lo agradecería.
―Vamos a ir a otro lugar después de esto, ¿está bien? Creo que ella va
primero, así que no vamos a estar aquí por mucho tiempo ―me aseguró con
una pequeña sonrisa, sus ojos suaves. Sabía que quería besarla; mi mano en su
cara era un gesto familiar.
―Est{ bien, nena. ―Me agaché y besé la punta de su nariz suavemente―.
Te ves hermosa. ¿Ya te lo había dicho?
―Nop.
―Bueno, lo est{s.
Sonrió y empezó a caminar de nuevo hacia el edificio, y yo pasé mis dedos
por el cabello corto en mi nuca.
No era que me disgustara Kate. Todo lo contrario, de hecho. Cuando
éramos niños, habíamos sido amigos, y había pensado que era graciosa como el
infierno. Tenía un peculiar y algunas veces extraño sentido del humor, y había
sido la persona más amable de verdad que jamás había conocido. Pero por
algún motivo, hace todos esos años, ella de repente se había enfocado en mí, y
la atención me había hecho sentir incómodo.
No me gustaba, y su encaprichamiento me había hecho sentir extraño,
incómodo en mi propia piel. No quería herir sus sentimientos, pero mierda, ella
sólo no lo hacía por mí. Era demasiado pulcra, demasiado ingenua y confiada.
Aun entonces, yo había estado más atraído por mujeres que eran un poco más
duras, un poco más oscuras, que la chica que todavía tenía carteles de hadas en
sus paredes a los diecisiete años.
Así que empecé a evitarla tanto como pude hasta que había llevado a casa
a una chica usando labial color rojo y cubierta de tatuajes después de su primer
semestre en la universidad. Había ignorado la forma en que Kate me había
mirado con ojos tristes mientras yo había monopolizado el tiempo de su amiga
e ignoré completamente sus sentimientos heridos. Nunca me había gustado
Kate de esa forma, y no había visto nada de malo en ir detrás de su nueva
amiga.
Había terminado casado con su compañera de cuarto, y desde entonces
me he comportado como si Kate y yo nunca hubiéramos sido amigos. Era más
fácil de esa manera.
―Vamos, cariño ―gritó Rachel, tirando de mí en la cafetería oscurecida―.
Veo una mesa, y mis pies me están matando.
¿Por qué diablos insistió en usar esos malditos zapatos?
―¿Puedo traerles algo de beber? ―Una pequeña mesera nos preguntó.
Como, en verdad pequeña. Apenas era más alta que la mesa de bar en donde
estábamos sentados.
―¿Puedo tener un té verde, por favor? ―preguntó Rachel.
―¡Claro! El verde que tenemos es increíble. ¿Para cu{ndo esperas?
―No por un tiempo.
―Bueno, ¡felicidades!
―Café negro ―ordené cuando la simp{tica mesera finalmente miró en mi
dirección. Su sonrisa cayó, y me di cuenta que mis palabras habían salido más
cortantes de lo que había pretendido.
―¡Seguro! ―chilló con una sonrisa forzada antes de alejarse.
―¿De verdad, Shane? ―Rachel gruñó con molestia.
―¿Qué? ―Sabía exactamente qué. Había sido un idiota, pero no estaba a
punto de explicar que la cafetería abarrotada me hacía sudar. La gente se reía
fuerte, empujando y chocando entre sí alrededor de la habitación, y no podía
ver las salidas desde donde nos sentamos.
―Hola, San Diego. ―Una voz familiar gritó desde los altavoces―. ¿Cómo
les va esta noche?
La habitación se llenó de aplausos, y la cara de Rachel se iluminó mientras
veía más allá de mí hacia el escenario.
―¿No son dulces? ―Kate espetó con una risa corta―. También me
gustan, chicos.
La multitud se hizo aún más ruidosa, y mis hombros se tensaron en
respuesta.
―Ahí hay una lata de café pasando por ahí, ¿quién la tiene? ―Se
detuvo―. Est{ bien, Lola la tiene ahora; ahí atr{s con la blusa morada con el
Mohawk. Cuando llegue a ustedes, agreguen un par de dólares, si pueden, y la
pasan.
La multitud aplaudió, y Kate se rió de nuevo sobre el sistema de sonido:
―Es mejor que empiece antes de que se amotinen.
Todavía no me había dado la vuelta para mirarla. Francamente, no quería
avergonzarla si apestaba. No quería<
Las notas claras de una sola guitarra llegaron a través de los altavoces, y
me congelaron cuando toda la habitación se quedó en silencio. Completamente
en silencio. Incluso los baristas detrás del mostrador dejaron lo que estaban
haciendo para ver el escenario cuando Kate se puso a cantar.
Mierda. Mi cabeza se dio la vuelta, y sentí como si hubiera tomado un
golpe bajo en el pecho.
Su voz era ronca y fuerte, y estaba meciendo la guitarra como un bebé que
había sostenido todos los días de su vida. Estaba totalmente cómoda ahí arriba,
zapateando con el pie y sonriendo a diferentes personas en la multitud mientras
empezaban a cantar con ella.
Eso fue increíble. Ella era increíble. No podía apartar la vista. Esta no era
una idea tonta que había tenido con el impulso del momento. Sabía
exactamente lo que estaba haciendo, y esos chicos la conocían. Jodidamente la
amaban.
Y se veía preciosa.
Mierda.
Su cabello estaba enrollado en los lados en algo que Rachel había
intentado varias veces. ¿Creo que fueron llamados rollos de la victoria1? Estoy
bastante seguro que es lo que Rach había llamado cuando no pudo descifrarlos.
Su piel era suave, y usaba un labial rosa intenso que hizo a sus dientes blancos
brillar bajo el reflector. Estaba usando una camiseta que colgaba de su hombro y
vaqueros rasgados que eran tan apretados, que ni siquiera estaba seguro de
cómo se las había arreglado para sentarse.

1
Victory rolls: Peinado clásico de 1940, llamado así por su forma en V. Uno de los estilos más
populares pin up de cabello que rezumaba elegancia.
Parpadeé lentamente, y ella todavía estaba allí.
―Intenté decirte que era buena ―dijo Rachel con suficiencia desde mi
lado.
―¿Ella escribió esa canción? ―pregunté, volviendo la mirada hacia mi
esposa.
―Cariño, ¿en serio? Es una canción de Taylor Swift.
―Oh.
―Esta es una canción de Kenny Chesney.
―Conozco esta ―murmuré, mirando de regreso hacia el escenario―.
¿Sólo canta country?
―Claro que no. En su mayoría son otras cosas, pero generalmente tiene
un tema. Esta noche es obviamente sobre los chicos< adolescentes, ya que las
donaciones van a alguna caridad para detener el acoso.
Asentí, pero mis ojos estaban en el escenario de nuevo mientras Kate
bailaba un poco en su asiento, zapateando por el ritmo de la nueva canción
enfrente de su guitarra. ¿Kate había sido acosada? No recuerdo nada como eso,
pero como le había dicho a Rachel, sólo me había quedado con los tíos de Kate
por poco más de un año antes de salir para el campamento militar. Tal vez me
lo había perdido. El pensamiento me hizo rechinar los dientes con rabia.
Kate frunció sus labios brillantes a continuación, soplando un beso con un
guiño para el público.
Mi respiración se detuvo.
Jesucristo.
Me empujé atrás en mi asiento de la mesa y agarré la mano de Rachel,
tirando de ella para sentarla en mi regazo.
―¿Qué est{s haciendo? ―susurró con una risa.
―Si nos vamos a quedar aquí, estoy teniendo algunos beneficios.
―¿Oh, sí?
―Sí. ―Me agaché y la besé con fuerza, ignorando su labial que pude
sentir manchando sobre mis labios. Deslicé mi lengua en su boca y sentí sus
uñas enterrarse en mi hombro mientras inclinaba la cabeza para un mejor
ángulo. Dios, besarla todavía se sentía tan bien como la primera vez que lo
había hecho. Ni siquiera había sabido que amar tanto a alguien era posible
antes de haberla conocido.
―¿En otro momento? ―preguntó contra mis labios mientras se extendía
ciegamente y agarró un par de servilletas para limpiar nuestras caras. Tenía la
cara sonrojada, y yo no quería nada más que dejar esa puta cafetería y tenerla a
solas.
Mi esposa era la mujer más hermosa que había conocido, y no sólo era su
apariencia. Había crecido como yo, sacaba y peleaba por cada cosa que
necesitaba; estaba orgulloso de la familia y la vida que habíamos construido
juntos. Habíamos recorrido un largo camino desde nuestras infancias
desagradables.
―¿Ya podemos ir a casa? ―respondí con una sonrisa de suficiencia
mientras me limpiaba la cara.
―¡Oigan, ustedes dos en la esquina! ―gritó Kate por el micrófono,
interrumpiendo la increíble mirada sexy que Rachel me estaba dando―. Nada
de eso, tengo niños aquí.
La multitud se rió, y eché un vistazo rápidamente por el escenario.
Kate estaba sonriendo tan brillantemente que se veía mareada:
―Esa es mi mejor amiga, justo ahí. ¿No es preciosa?
La multitud aplaudió mientras Rachel reía suavemente en mi oído y lanzó
un beso a Kate.
―¡Quiero saber quién es el tipo! ―gritó una chica desde el otro lado de la
habitación, haciendo reír a todos.
―Eh, ése sólo es su marido ―respondió Kate tajantemente, haciendo reír
a la multitud. Se encontró con mis ojos y guiñó, luego sonrió antes de apartar la
vista y empezar en la siguiente canción como si no hubiera hecho a mi
estómago caer.
La vimos durante casi una hora mientras ella jodidamente acababa con el
escenario. Luego llevé a Rachel fuera del edificio sin decir adiós, buscando
pretextos por querer apurarme por los chicos.
Tenía la clara impresión que conocía muy poco sobre la mujer que había
estado evitando durante diez años, y me preguntaba cómo me lo había perdido.
No era la chica rara que recordaba, o la mujer desaliñada en pantalón de
chándal y camisetas sin mangas que Rachel en ocasiones invitaba a la casa
cuando no estaba en casa.
La Kate que había visto en el escenario estaba jodidamente buenísima;
segura de sí misma y atrevida. Supe entonces que seguiría evitándola, pero por
un motivo completamente diferente al que tenía antes.
Dos meses después
―Diseño de P{ginas Web Evans ―contesté mi teléfono mientras
cambiaba de carril en la autopista. Dios, el tráfico era una pesadilla.
―¿Es Katherine Evans?
―Sí, ¿quién es?
―Lo siento, habla Tiffany de la Escuela Primaria Laurel. Estoy llamando
porque usted es el número de contacto de emergencia de Sage Anderson<
―¿Sage est{ bien? ―interrumpí, saltando al auto que me tocó la bocina.
¿Por qué demonios me llaman a mí y no a su madre?
―Sage est{ bien, señorita Evans. ¿Sólo nos est{bamos preguntando si
sabía quién se suponía que iba a recogerla de la escuela hoy? Las clases
terminaron hace treinta minutos, y nadie estaba allí para recogerla.
―Su mam{ la recoge ―respondí, viendo el reloj en mi tablero―. ¿No
llamó?
―No, señora. Hemos estado tratando de contactarla, pero no ha sido
posible.
―Eso es raro.
―Lo es ―estuvo de acuerdo.
―Est{ bien, bueno, iré a recogerla y trataré de localizar a Rachel, pero al
menos me va a tomar media hora. ―Parecía que mi cita en el centro iba a tener
que ser pospuesta.
―Eso est{ completamente bien. Sage puede quedarse conmigo en la
oficina.
―Est{ bien, dígale que su tía Kate estar{ allí pronto.
Colgué y salí de la autopista así podía dar la vuelta. Mierda, si trataba de
ir al norte estaría atrapada en la congestión de tránsito por las siguientes dos
horas. Me moví de nuevo por las calles manejando hacia la escuela de Sage,
llamando a Rachel una y otra vez. Mientras más tiempo no respondía, mi
estómago más se tensaba.
Mi mejor amiga no olvidaría recoger a su hija de la escuela. Era una
estudiante de segundo grado, por el amor de Dios. No era como que su hora de
partida era algo diferente de lo que había sido durante los últimos dos años.
Algo estaba mal.
Me tomó menos tiempo de lo que pensaba llegar a la escuela de Sage, y me
di la vuelta en el espacio de estacionamiento con las manos temblorosas.
Tenía una sensación horrible en mi interior que no podía calmar.
―Hola, estoy buscando a una niña, de cabello corto y oscuro, tiene el
nombre de alguna planta ridícula< ―dije con mi voz m{s seria cuando llegué a
la oficina principal.
―¡Tía Kate! ¡Estoy aquí!
―Ah, síp. Esa es la que estoy buscando ―bromeé, sonriendo mientras mi
chica favorita en todo el mundo envolvía sus brazos a mi alrededor.
―Sólo tiene que firmar su salida ―dijo la señorita de la oficina con una
sonrisa.
―No hay problema.
Firmé la salida de Sage y la llevé a mi auto, abriendo el baúl para sacar el
asiento extra que mantenía aquí.
―¿Dónde est{ mi mam{? ―preguntó Sage, rebotando en los dedos de sus
pies. La emoción de ir en mi auto obviamente había eclipsado el trauma que
había padecido por ser olvidada en la escuela.
―No estoy segura, nena ―respondí mientras la tenía ubicada en el asiento
trasero.
―¡Papi est{ hoy en el campo de tiro! ―me informó Sage mientras íbamos
hacia su casa.
―¿Oh, sí?
―Sí, ha estado en casa durante mucho tiempo.
―Eso parece, ¿no es así? ―respondí alegremente. Ella no tenía idea.
No me importaba que Rachel quisiera pasar tiempo con Shane cuando él
estaba en casa. Lo entendía por completo. Pero apestaba ser la amiga que era
ignorada cuando su pareja venía a casa por otro despliegue militar.
Prácticamente vivía con Rachel mientras Shane se había ido; ella odiaba estar
sola, pero en el momento en que su marido ponía un pie en suelo
estadounidense, era de nuevo una persona non grata.
Había estado pasando durante años. No estaba segura de porqué todavía
me molestaba.
―Mam{ va a tener un bebé pronto ―manifestó Sage desde el asiento
trasero mientras daba vuelta en su calle.
―Lo sé, es muy emocionante, ¿verdad?
―Sí. Sin embargo, est{ teniendo otro hermano.
―¿Qué hay de malo con los hermanos? Yo tengo dos hermanos ―le
recordé, estacionándome en su camino de entrada vacío.
Salí del auto mientras ella empezaba a responder y vi la casa silenciosa
confundida cuando nadie vino a saludarnos. ¿Dónde demonios estaban Rachel
y los chicos?
Sage siguió divagando mientras la ayudaba a salir de su asiento:
―< quería una hermana. Los chicos apestan, y sólo juegan con cosas de
chicos<
―¿Kate? ―Alguien gritó desde el otro lado de la calle―. ¿Dónde est{
Rachel? ¡Se suponía que debía recoger a los chicos hace dos horas!
Me volví para ver a Megan, la vecina de Rachel, cruzando la calle cerrada
con Gavin en su cadera y Keller dando saltitos a su lado.
―Ni idea ―respondí en voz baja mientras me alcanzaba―. La escuela
llamó porque no recogió a Sage. He estado tratando de localizarla durante los
últimos cuarenta minutos.
―¿Dónde est{ mi mam{? ―preguntó Sage, mirando entre nosotras con
confusión.
―Oye, Sis, lleva a los chicos adentro por mí, ¿quieres? ―Le di mis llaves
mientras Megan ponía a Gavin en el suelo―. Estaré adentro en un segundo, y
les voy a hacer un refrigerio. Ustedes chicos, ¿quieren hacer algunas galletas?
―¡Sí! ―gritó Keller, lanzando su puño en el aire.
―¿No hay un hola para tu tía favorita? ―le pregunté con una ceja
levantada.
―¡Hola, tía Kate! ¡Galletas! ―gritó, corriendo hacia la puerta con Gavin y
Sage detrás de él.
Vi mientras Sage abría la puerta, dejando las llaves colgadas en la
cerradura mientras se apresuraba en el interior.
―¿Qué demonios est{ pasando? ―pregunté, volteando hacia Megan.
―No tengo idea. Dijo que iba a ir a hacerse la manicura y regresaría,
como, en una hora. Ahora han sido tres ―respondió con frustración,
envolviendo los brazos alrededor de su cintura.
―Ella no es así.
―No, sé que no lo es. ―Se apresuró a añadir―. No estoy molesta, estoy
preocupada. Generalmente regresa antes de lo que dice que lo hará.
―¡Tía Kate, galletas! ―gritó Keller desde la puerta principal.
―Ser{ mejor que entre allí ―le dije a Megan, mirando sobre mi hombro a
Keller balanceando la puerta abierta―. Muchas gracias por cuidarlos.
―No hay problema ―respondió con un asentimiento―. Déjame saber
cuando sepas cualquier cosa, ¿de acuerdo?
―Claro ―dije, ya caminando hacia donde mi pequeño mono trataba de
subir el marco de la puerta.
―¡Vamos a hacer un desastre en la cocina! ―anuncié en voz alta,
levantando a Keller como un balón de fútbol mientras reía. Me obligué a no
estar en pánico enfrente de los niños mientras poníamos los ingredientes de la
despensa y empezamos a destrozar la cocina. Me dije que Rachel llamaría
pronto, pero cuanto más tiempo estaba ahí sin tener noticias de ella, menos lo
creía.

No supimos nada, no durante horas.


Traté de llamar a Rachel al menos cientos de veces pero nunca respondió,
y después de un tiempo ni siquiera pude dejar otro mensaje en su buzón de voz
lleno.
No fue hasta que estaba haciendo la cena para los niños que sonó mi
teléfono, y casi lo dejé caer en mi prisa por contestar.
―¿Hola? ―dije, caminando hacia la lavandería por un poco de
tranquilidad―. ¿Hola?
―¿Puedo por favor hablar con Katherine Evans?
―Habla Katherine Evans.
―Hola, habla Margie del Hospital Tri-City. Estoy llamando por una
Rachel Anderson.
Mis rodillas se sentían como agua, y levanté el brazo para agarrar la
lavadora para mantenerme de pie:
―¿Ella est{ bien?
―Señora, ella ha estado en un accidente.
―¿Ella est{ bien? ―Podía escuchar mi voz volverse m{s chillona con cada
palabra, y apreté los dientes para evitar gritar.
―¿Puede venir al hospital, señora?
La voz de la mujer era extrañamente tranquila, y sabía que sin importar lo
que dijera, no iba a darme una respuesta directa. Diablos, era su trabajo
notificar a la gente que su familia estaba en el hospital. A ella no le importaba
una mierda que estaba a punto de perder la razón.
―Yo< ―Miré alrededor de la lavandería en p{nico. ¿Qué se suponía que
debía hacer?―. Estoy en camino. Dígale que estoy en camino.
―Venga directo a la entrada de emergencia cuando llegue aquí.
―Lo haré.
En el momento en que colgué, me doblé por la cintura y apoyé las manos
en las rodillas, tratando de juntar mi mierda.
Rachel estaba bien. El bebé estaba bien. Estaba enloqueciendo por nada.
Me estaba poniendo histérica por nada. Sólo fue un accidente.
―¡Sage! ―grité mientras caminaba r{pidamente por la casa―. Vigila a tus
hermanos. Voy con Megan muy rápido, ¡estaré justo afuera!
Mientras llegaba al porche delantero, empecé a correr a toda velocidad, y
para el momento en que estaba en la puerta delantera de Megan estaba sin
aliento y al borde de las lágrimas.
―¿Kate? ¿Qué pasa? ―preguntó Megan mientras abría la puerta.
―¿Puedes cuidar de los niños? Tengo que ir< el hospital acaba de llamar.
―Un sollozo doloroso salió de mi garganta, y froté mi mano sobre la cara para
tratar de nuevo de ganar algo de control―. Dijeron que Rachel ha estado en un
accidente. Tengo que ir allí.
―Claro, cariño. No te preocupes ―respondió antes de que siquiera
terminara de hablar―. ¡Caleb, ponte los zapatos, amigo! Vamos a ir un rato con
los Anderson.
―¡Yupi! ―Escuché desde algún lugar de la parte trasera de la casa.
―¿Has llamado a Shane? ―preguntó, poniéndose unas sandalias junto a
la puerta.
―Ni siquiera lo pensé ―respondí con un pequeño movimiento de mi
cabeza―. Él casi nunca est{ aquí. Olvidé que estaba en la ciudad. ―Me sentí
como la mierda por no llamarlo, pero estaba tan acostumbrada de ocuparme de
las cosas mientras él no estaba que ni siquiera me di cuenta. Había llevado a
Rachel al hospital cuando había tenido a Gavin, me había encargado de las
cosas cuando Keller se rompió el brazo, y ayudé con miles de otros pequeños
eventos sobre el paso de los años. Entraba cada vez que él estaba fuera, y no
había pensado en él por un segundo mientas caminaba de un lado a otro de la
casa esta tarde.
―Estaremos ahí en un minuto. Estoy segura de que est{ bien ―aseguró
Megan con un asentimiento―. Es mejor que vayas a buscar unos zapatos y les
dejes saber a los niños que voy por una visita.
―No les estoy diciendo que< ―Negué y bajé la vista a mis pies
descalzos. Ni siquiera me había dado cuenta del pavimento caliente mientras
corría descalza. ¿Por qué no me puse zapatos?
―Vamos ―dijo suavemente, empuj{ndome lejos de la puerta mientras su
niño se apresuraba por delante de nosotras―. Te acompañaremos.

No estoy segura de lo que les dije a los niños sobre el motivo por el que
me iba, y no recuerdo el viaje al hospital o incluso dónde estacioné esa tarde.
No puedo recordar cómo se veía la enfermera mientras buscaba el nombre de
Rachel en su sistema informático o el camino hacia la habitación donde
esperaba por alguien que me hablara.
Lo primero que recuerdo claramente es la cara amable del médico de
cabello blanco mientras se sentaba frente a mí, y la pequeña sonrisa del joven
capellán cuando eligió la silla a mi izquierda. Sus palabras se volvieron una
letanía que iba a escuchar en mis sueños durante años.
Mi Rachel se había ido, pero su hijo estaba vivo en la UCIN2.
―¿Hay alguien al que le gustaría que llamemos? ¿Algún familiar o amigos
que le gustaría que estén aquí?
La pregunta me sacudió de la niebla que parecía estar poniéndose más y
más pesada a mi alrededor. Querido Dios.
―Yo voy a hacer las llamadas ―respondí, viendo de modo inexpresivo a
la pared―. Por favor, ¿puedo tener un poco de privacidad?
―Por supuesto. Voy a estar justo afuera si me necesita ―respondió el
capell{n, levantando el brazo para acariciar mi mano―. La llevaré hasta la
UCIN cuando esté lista.
La habitación estaba en silencio después de que se fueron, y luché contra
las ganas de gritar en la parte superior de mis pulmones sólo para escuchar el
eco a mi alrededor. Entendí entonces por qué la gente contrataba dolientes para
llorar en los funerales. Algunas veces la falta de sonido es más dolorosa que el
ruido de angustia de un corazón roto.

2
UCIN: Siglas para la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales.
Mis manos temblaban mientras sacaba el teléfono de mi bolsillo delantero
y lo apoyaba en la mesa enfrente de mí.
Sólo tomó un momento antes de que el sonido del timbre llenara la
habitación, y apoyé la cabeza en mis manos mientras me quedaba viendo el
nombre en la pantalla.
―¿Hola? ¿Kate? ¿Qué pasa?
―Shane< ―dije en voz baja, mi voz elev{ndose.
―¿Qué? ¿Por qué me est{s llamando? ―Su voz estaba confundida, pero
podía escuchar un pequeño toque de pánico en la urgencia de sus palabras.
―Necesito que vengas al Hospital Tri-City ―respondí, las l{grimas
rodando por mi cara y aterrizando en la pantalla de cristal de mi teléfono,
distorsionando las letras y números.
―¿Quién? ―Su voz era frenética, y podía escucharlo moverse, su
respiración pesada.
―Rachel tuvo un accidente. ―Sollocé, cubriendo mi cara para tratar de
amortiguar el ruido.
―No ―discutió desesperadamente mientras escuchaba dos puertas de
auto cerradas casi al mismo tiempo―. ¿Ella est{ bien?
Negué, tratando de recuperar mi aliento.
―¡Kate! ¿Ella est{ bien? ―me gritó, su voz angustiada llenando la
habitación como yo hubiera querido la mía justo minutos antes.
―No ―respondí a través de los dientes apretados, sintiendo los mocos
bajar por mi labio superior cuando lo escuché hacer un ruido profundo en su
garganta―. Ella se ha ido.
No dijo una palabra, y menos de un segundo después la conexión se
interrumpió.
Apenas podía obligarme a estirarme a través de la mesa por un pañuelo
mientras me desplazaba hacia abajo en mi lista de contactos y presioné Llamar
de nuevo. No había terminado.
―¡Hola! ―Su voz me hizo sollozar tanto de alivio como de tristeza.
―¿Mam{? ―hablé con voz ronca.
―¿Katie?
―Yo< yo<
―Toma una respiración profunda, bebé. Luego dime lo que pasa
―ordenó.
―Necesito que tú y la tía Ellie vengan aquí ―lloré, enderezando mi
espalda y limpiando las l{grimas de la cara―. No estoy< no sé qué hacer.
―Est{ bien, encontraremos un vuelo ―respondió inmediatamente, como
si volar desde Portland a San Diego fuera tan f{cil como cruzar la calle―.
Ahora, ¿qué está pasando?
―Rachel tuvo un accidente ―expulsé, las palabras como la grava en mi
garganta―. Ella no lo logró, y estoy preocupada por Shane.
―Oh, Katie. Mi dulce niña ―dijo con tristeza―. Estaremos en el primer
vuelo, ¿est{ bien, bebé? ―Su voz se volvió amortiguada mientras cubría el
teléfono y gritaba de modo estridente por mi papá.
―Sólo, no estoy segura de lo que se supone que estoy haciendo ―confesé
con un sollozo―. Shane todavía no est{ aquí, y no creo que pueda verla, y el
bebé está en la UCIN.
―¿El bebé est{ bien?
―Sí, me dijeron que solo lo mantenían en observación. ―Me froté la
frente, tratando de convencerme de que todo era una pesadilla. ¿Dónde se
suponía que tenía que estar? ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Mi mejor
amiga en todo el mundo estaba ahí en ese hospital, pero no realmente. No
podía soportar verla. No podía ayudarla. ¿Dónde carajos se suponía que debía
ir?―. ¿Qué hago, mam{?
―Ve a ver a tu sobrino.
―¿Qué?
―Ve a la UCIN, y abraza a tu sobrino, y dile que todo va a estar bien ―me
dijo, conteniendo el llanto―. Ve a amar a ese bebé. ¿Dónde están Sage y los
niños?
―Est{n con una vecina. Est{n bien.
―Bien. Eso est{ bien.
―Sí.
―Pap{ encontró algunos vuelos. Estoy en camino, princesa ―me dijo con
voz baja―. Estaremos ahí pronto. Ahora, ve a cuidar de nuestro chico nuevo.
―Te amo, mam{.
―También te amo. Estoy en camino.
Caminé a la UCIN tan rápidamente como pude, y en minutos estaba
sosteniendo a mi nuevo sobrino en mis brazos. Las enfermeras me dijeron que
había pasado todos sus exámenes con gran éxito; estaba temerosa mientras me
sentaba en una mecedora, acunándolo en mi pecho.
―Seguro que conseguiste un inicio de mierda, hombrecito ―murmuré
contra su cabellera rizada, balance{ndolo atr{s y adelante suavemente―. Lo
siento mucho, amigo. Probablemente perdiste a tu mamá y esa burbuja cálida
en que has estado por tanto tiempo. No puedo ayudarte con eso.
Aspiré, cerrando los ojos mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
Todo mi cuerpo dolía, y a pesar de que tenía a ese niñito en mis brazos, el día
parecía como alguna clase de sueño irreal, brumoso en algunas partes y claras
como el cristal en otras. Quería levantarme y llevar su pequeña forma
durmiente a Rachel, burlarme de ella sobre el extraño Mohawk que lucía y
hacer comentarios de broma sobre cómo los hombres siempre duermen durante
las partes difíciles de la vida. Quería ver su sonrisa orgullosa ante el chico fuerte
que había producido y gruñendo porque lo estaba acaparando.
Quería que todo fuera diferente.
Tarareé suavemente con los ojos cerrados por un largo tiempo,
sosteniendo al bebé cerca de mí. Estaba tranquilo donde nos sentamos, sin que
nada rompiera la calma de la habitación hasta que escuché a alguien abrir la
puerta.
―Allí est{ ―murmuró la enfermera desde la puerta.
Mis ojos se abrieron al ver el rostro devastado de Shane a sólo metros de
mí. Parecía que apenas estaba aguantando. Tragué saliva cuando sus ojos
enrojecidos tomaron a su hijo cuidadosamente antes de subir para encontrarse
con los míos.
―¿Él est{ bien? ―preguntó con voz pastosa, buscando mi cara. Nunca lo
había visto tan asustado.
―Él est{ perfecto ―respondí, mi voz palpitando con emoción―. Las
enfermeras dijeron que es una estrella de rock.
Él asintió dos veces, levantando el brazo para cubrir su boca con la mano,
pero antes de que pudiera decir otra palabra, se estaba tambaleando y cayendo
de rodillas con un sollozo casi inaudible.
Un año después

―¿D ónde est{n mis monstruos? ―grité, corriendo por la


puerta principal.
La casa estaba en silencio mientras atravesaba la sala de
estar llevando una bolsa de regalo incómodamente grande. Debería haber
envuelto el regalo de cumpleaños de Gunner, pero no creí que tendría el
tiempo. Me sentía como si hubiera estado corriendo todo el último año, y esa
mañana no había sido diferente.
Dios, no podía creer que había transcurrido todo un año desde la muerte
de Rachel. A veces se sentía como si apenas fue ayer cuando recibí esa primera
llamada de la escuela de Sage. Otras veces se sentía como si siempre hubiera
tenido este agujero en mi pecho en el lugar en el que solía estar mi mejor amiga.
La puerta trasera se abrió justo cuando la alcancé, casi pegándome en el
rostro.
―Oh, hola. Est{s aquí ―dijo Shane, distraídamente mientras hacía entrar
a Keller.
―¿Por qué no lo estaría?
―Ve al baño, amigo ―ordenó, dando un pequeño empujón a Kell antes
de encontrarse con mis ojos―. Ellie est{ aquí. Me imaginé que tomarías un par
de días de descanso.
―¿Desde cu{ndo pasar tiempo con los niños se convirtió en mi trabajo?
―pregunté rotundamente, mientras Keller me tocó en la cadera en señal de
saludo mientras pasaba a mi lado.
Odiaba cuando Shane actuaba como si fuera su maldita niñera. Yo no era
la niñera. Era parte de la familia, y lo más parecido a una madre que les había
quedado a esos niños.
―Est{s aquí cada puto día, Kate. Sólo pensé que te gustaría un día para ti.
Apreté más fuerte los dedos alrededor del regalo de Gunner, ignorando la
forma en que se arrugaba la bolsa en señal de protesta.
―Es el cumpleaños de Gunner.
―Sé qué maldito día es ―interrumpió, moviéndose m{s allá de mí para
tomar una cerveza de la nevera.
―¿Cu{l es tu jodido problema?
―No tengo problema.
―Mira ―empecé, suavizando la voz―, sé que hoy es difícil<
―No termines esa frase.
―Shane<
―No tienes ni puta idea. Ninguna. Una palabra m{s y voy a sacar tu culo
a patadas de mi casa.
Este enfrentamiento se había estado gestando. Venía sintiéndose casi como
una corriente eléctrica en el aire a medida que se acercaba el aniversario, pero
no podría haber imaginado que empezaría en medio de la fiesta de cumpleaños
de su hijo.
―Ella era mi mejor amiga.
―No era tu esposa ―contestó con terquedad.
Quería gritarle. Quería tirarle el regalo de Gunner por la cabeza. Quería
decirle que había pasado más tiempo con Rachel en los últimos nueve años que
él, ya que, mientras estaba afuera jugando a ser GI Joe, yo era quien la mantenía
en sus casillas.
Pero no hice ninguna de esas cosas porque ¿en qué ayudaría? Tenía un
recuerdo distorsionado de su esposa y de la relación que había tenido con ella,
y ahora que se había ido, no le haría ningún bien a nadie decirle lo equivocado
que estaba.
Me giré para salir pero sólo conseguí dar unos pocos pasos.
―La fiesta termina a las tres ―me dijo.
―¿Qué?
―La fiesta termina a las tres.
No estaba mirándome, pero su insinuación era clara.
No era bienvenida en la casa después de que la fiesta hubiese terminado.
―¡Tía Kate! ―gritó Gavin mientras se deslizaba por el pequeño tobog{n a
su piscina de plástico en el patio trasero.
―¡Hola, bebé! ―le contesté, acomodando el regalo que estaba sosteniendo
sobre la mesa―. ¿Divirtiéndote?
―¡Nadando! ―gritó, salpicando sus brazos con fuerza hacia abajo en el
agua.
―Eso veo.
―Hola, tía Kate ―murmuró Sage, envolviendo sus brazos alrededor de
mi cintura.
―La furia Sage. Te ves bien, bebé.
―Te extrañé ―dijo en voz baja, apret{ndome con m{s fuerza.
―Me viste antes de ayer, loquilla ―argumenté, doblando las rodillas para
poder levantarla en mis brazos―. Y tu abuela vino todo el camino desde
Oregón para estar con ustedes.
―No quiero a mi abuela. Te quiero a ti ―contestó con terquedad.
―Bueno, me tienes. ―Caminé hacia el banco donde estaba sentada mi tía
Ellie y me dejé caer a su lado.
Miré alrededor del patio y me di cuenta que no había nadie más allí. Keller
salió corriendo y se metió en la piscina junto a Gavin con un chapoteo, pero
aparte de nuestra familia, el patio estaba vacío.
―¿Dónde est{n todos los otros niños?
―Shane sólo quería algo pequeño ―murmuró tía Ellie―. Gunner se
durmió hace unos veinte minutos, por lo que sólo vamos a esperar hasta que
despierte para cortar el pastel y abrir los regalos.
―¿Qué? ¿Por qué est{ dormido al mediodía? Él no toma siesta hasta las
dos de la tarde. ―Me moví hasta el borde de mi asiento para poder ponerme de
pie, pero el peso de una Sage de pronto dormida, y la mano de la tía Ellie en mi
brazo, me detuvieron.
―Est{ bien, Sis ―me aseguró en voz baja, sus ojos se llenaron de
comprensión―. Ayer tuvieron un día duro y Shane no logró hacer dormir ni a
uno solo de ellos antes de la medianoche. Sus rutinas están alteradas, eso es
todo. ―Asintió hacia una Sage dormida y yo me dejé caer de nuevo en el
asiento.
―Debí haber venido ayer ―murmuré, frotando suavemente la espalda de
Sage. Ella era demasiado mayor para que la llevara cargada, y casi demasiado
grande, pero no tenía el corazón para dejar de hacerlo. Ella me necesitaba.
―Te mereces un día de descanso.
―No quiero ningún día de descanso ―espeté, frustrada.
Visto desde afuera, estaba segura de que mi relación con los niños parecía
bastante extraña. No era su madre. Ni siquiera estaba legalmente relacionada
con ellos. Pero había estado haciéndole relevo a Rachel y a Shane por tanto
tiempo que después de que Rachel murió, me hice cargo sin pensar.
El primer par de semanas después del accidente, mi madre y mi tía habían
permanecido en San Diego ayudándonos a Shane y a mí con los niños. Se
habían asegurado de que cada uno se alimentara, y siempre había alguien con
Gunner en el hospital, y un millón de otras cosas diferentes que no habíamos
tenido la energía para enfrentar. Pero tenían vidas en Oregón, y una vez que se
fueron, quedamos solo nosotros para conseguir que los niños volvieran a algún
tipo de normalidad.
Normal< Ya ni siquiera estaba segura de lo que eso significaba.
Shane había estado de baja por pérdida por poco más de una semana y
había usado algo de tiempo que tenía guardado por otra semana después de
eso, pero había tenido que volver a trabajar. No tuvo el lujo de revolcarse en su
pena o asegurarse de que sus niños estuvieran bien antes de tener que empezar
a salir de la casa todos los días, todo el día.
Así que yo había estado allí.
Les había enviado algunos de mis clientes a otros diseñadores en los que
confiaba y me había apoderado de una vida que no era realmente mía. Me
preocupaba por unos niños a quienes quería más que a mí misma, renuncié a la
pequeña apariencia de vida que había tenido antes, y me convertí en una
sustituta. Y no me arrepentía. Ni por un segundo.
Pero eran momentos como ayer, cuando Shane me había llamado para
decirme que no me “necesitaría” porque su madre adoptiva estaba en la ciudad,
era cuando recordaba cuán poco poder tenía cuando se trataba de los niños.
Eso me mató.
―La llevaré a la cama ―dijo Shane de repente, viniendo desde detr{s de
donde estábamos sentadas.
―Ella est{ bien donde est{ ―respondí sin mirarlo. Podía sentir mi pecho
cada vez más apretado cuando me imaginaba cómo pudo haber sido el día de
ayer. Sage no podría haber dormido mucho si estaba lo suficientemente cansada
como para conciliar el sueño durante los gritos de vértigo de sus hermanos.
―Ella est{ demasiado grande como para que la lleves alzada por ahí<
―Ella está bien.
Tía Ellie miró entre nosotros, sus cejas fruncidas, antes de levantarse.
―Voy a comprobar a Gunner.
Me hubiera gustado que Shane simplemente se alejara mientras mis
emociones estaban tan cercanas a la superficie, pero por supuesto, no lo hizo.
―Lamento haberte golpeado con la puerta ―murmuró Shane, sent{ndose
en el lugar que quedó vacío junto a mí.
―Est{ bien.
―Sólo que est{s mucho por aquí. Sé que tenías tu propia vida antes de
esto<
Aspiré antes de que pudiera detenerme, cortando sus palabras. Apenas
había tenido una vida. Había estado con su esposa todos los días en que él no
estaba.
―Pero tenemos que hablar ―finalizó.
―¿Acerca de qué? ―pregunté, mi estómago se revolvió.
―El próximo despliegue ―dijo en voz baja, mirando hacia Sage para
asegurarse de que estaba todavía dormida.
―¿Pensaba que tratarías de salirte? ―susurré en respuesta, sorprendida,
mirando por encima para encontrar a Gavin orinando en la hierba. Guácala.
―No puedo, Katie ―respondió en voz baja, el antiguo cariño me hizo
estremecer―. No puedo enviar a mis chicos sin mí.
―¿Así que en su lugar, sólo vas a dejar a tus hijos aquí?
―No me entiendes<
―No, no lo hago.
Finalmente me giré para mirarlo, y quería darle una bofetada a esa mirada
determinada en su cara, pero no tuve la oportunidad de decir nada más.
―¡Mira quién est{ despierto! ―dijo tía Ellie alegremente, llevando a
Gunner por la puerta trasera. Oh, Dios mío, ¿tanto había crecido en un día sin
verlo? Parecía más grande.
―Sage, despierta, bebé ―llamé, empuj{ndola un poco en mi regazo―. Tu
hermano está despierto. Es momento de cortar el pastel.
Se despertó con una sacudida, de la misma manera que la habían
despertado el año pasado, y miró a su alrededor confusa.
―Momento del pastel, princesa ―dijo Shane con una pequeña sonrisa,
poniéndose de pie.
Cuando llegamos a la mesa del patio, robé a Gunner de los brazos de mi
tía.
―Mírate, niño grande ―dije en voz baja, mientras metía su cara en mi
cuello―. ¿Es tu cumpleaños?
Se apartó y me sonrió, y mi corazón tartamudeó.
―¿Cu{ndo salió el diente de arriba? ―le pregunté a Shane, mirando por
encima para encontrarlo mirándonos.
―Me di cuenta ayer por la noche.
―Mierda, me lo perdí ―dije en voz baja, sonriéndole a Gunner―. Mira
esa hacha, amigo, pronto vas a estar pidiendo carne.
―Creo que tenemos tiempo antes de que eso ocurra ―dijo Shane en
broma, escoltándome rápidamente con una mano en mi espalda para llegar a la
mesa.
Cerré los ojos contra el pequeño toque. Eran momentos como estos,
conversaciones sencillas cuando usaba la palabra nosotros, contra los que tenía
que armarme. Por mucho que los amara, y tanto como los había cuidado, esos
niños no eran míos. Tenía que recordar eso.

Salí de la casa a las tres, tal como Shane me lo había pedido.


Sabía que estaban teniendo un día difícil, y francamente, yo también. No
quería entrar en discusiones con él.
Habíamos tenido una especie de tregua inestable durante el último año.
Mientras que Shane era bueno con cosas de papá, era consciente de sus límites,
y me gustaba pensar que sabía lo mucho que confiaba en mí a pesar de que
nunca lo había reconocido. Yo no era la niñera< nuestros papeles no eran tan
simples.
Estaba allí mientras él trabajaba, lo cual era una bendición, pero también
me quedaba toda la noche cuando Keller y Sage tenían una infección estomacal.
Cenábamos juntos como familia al menos una vez a la semana, y un par de
veces incluso habíamos llevado a los niños a excursiones de un día al zoológico
y la playa.
Sabía que no era su persona favorita, eso había quedado bastante claro
cuando Rachel estaba viva y yo había sido completamente ignorada. Demonios,
lo había sabido la primera vez que traje a Rachel a casa conmigo desde la
escuela y él la había cortejado mientras actuaban como si yo no existiera. La
amistad que habíamos formado como niños se había deteriorado sin mi
conocimiento, y todo lo que había quedado era un desconocido que terminó
casado con mi mejor amiga.
Sin embargo, durante el último año, nos habíamos convertido en una
especie de socios cuidando a los niños, y yo pensaba que probablemente eso era
lo más cerca que llegaríamos de ser amigos de nuevo.
Temía por el día en que encontrara a alguien nuevo, lo cual ocurriría
eventualmente. A medida que pasaran los años, él querría alguien con quien
pasar su vida, y sabía que cuando llegara ese día, yo ya no sería necesaria.
Negué y me quité los jeans que había estado usando. Quería estar en la
casa con los niños, pero me obligué a no pensar en lo exigentes y cansados que
probablemente estarían. Estaban bien con Shane y mi tía. Sólo tenía que
aprender a soltar un poco.
Unas horas más tarde, cuando estaba dándome una maratón de episodios
de Call the Midwife en Netflix, mi teléfono empezó a sonar a mi lado en la cama.
―¿Hola? ―respondí con mi boca llena de un gran bocado de chocolate.
―Oye, Sis, ―dijo mi tía con una sonrisa. Me encantaba que mi familia me
llamara "Sis". Me recordaba cuando era niña y las cosas eran mucho más
simples.
―Hola, ¿cómo les va a los chicos?
―Todos est{n ya dormidos ―respondió con un suspiro―. Y estoy llena
de caca.
―Apuesto que sí. ¿Dónde est{ Shane?
―Bueno, por eso te llamaba.
Me senté en la cama y sacudí las migas de chocolate de mi pecho.
―¿Qué pasa?
―Se fue, Katie, y no estoy segura de a dónde.
―Es un niño grande, tía Ellie, estoy segura de que est{ bien.
―No, no, lo sé ―respondió, antes de quedarse callada. Podía
imaginármela claramente en mi mente, mordiendo las cutículas de sus uñas
siempre que estaba preocupada.
―¿Qué necesitas que haga? ―pregunté, finalmente, levant{ndome y
agarrando un pantalón del suelo.
―¿Sabes a dónde pudo haber ido? ―preguntó―. Dijo que no volvería
hasta mañana.
Mierda.
―Tengo una idea bastante buena ―murmuré en respuesta, poniendo el
teléfono en altavoz para poder ponerme el sujetador―. Veré si puedo
encontrarlo y te volveré a llamar.
―¿Est{s segura?
―¿No es por eso que me llamaste?
―Bueno, sí.
―Entonces, sí. Si est{s preocupada, voy a ver cómo est{.
Colgamos. Unos minutos más tarde, y estaba en mi camino al centro poco
después de eso. Tenía una muy buena idea de dónde estaba y cuanto más me
acercaba al hotel, más nerviosa me ponía.
Rachel y Shane tenían una tonta tradición de encontrarse después de cada
despliegue en un determinado hotel del centro. Antes de regresar a su día a día,
con los niños y las cuentas y sacar la basura, se permitían una noche sólo para
ellos. Y cada año, me quedaba a pasar la noche con los niños, mientras se
encontraban y tenían un maratón de relaciones sexuales sin interrupciones.
La primera vez que sucedió y Rachel había vuelto a casa presumiendo de
ello, me había sentido enferma del estómago. Sabía que estaban teniendo
relaciones sexuales. Estaban casados y ya tenían a Sage para ese entonces, pero
saber y escuchar los detalles eran dos cosas muy diferentes, y esa había sido la
primera vez que agradecí que Rachel me ignorara mientras Shane estaba en
casa.
Necesitaba conseguir mi cabeza bien puesta. Estaban casados. Casados. Y
yo era la mejor amiga de la esposa. Él podría haber sido mi amigo primero, pero
para ese momento, definitivamente ya no lo era. No tenía derecho a sentir nada
acerca de sus aventuras sexuales, y había sido ridículo que lo tuviera.
Superé mis celos y sentimientos heridos hace años, pero al estacionarme
en el garaje de su hotel tuve que luchar contra la misma sensación de
enfermedad en mi estómago. Yo no pertenecía allí, y quería tanto dar la vuelta y
regresar a casa.
Me dieron el número de la habitación de Shane en la recepción, no era un
comportamiento muy seguro por su parte darme información como esa, y me
dirigí hacia el ascensor.
Se iba a molestar. No había duda de eso.

―¿Qué demonios haces aquí? ―gruñó Shane, cuando abrió la puerta que
había estado llamando por unos buenos cinco minutos. No había conducido
todo el camino hasta allí para que me ignorara.
―Estaba en el barrio... ―respondí, regresando a la incómoda adolescencia
que había tratado de dejar atrás durante años.
―¿Los niños est{n bien? ―preguntó, caminando a través del cuarto y
vertiendo lo que parecía Jack Daniels en una de las tazas de café del hotel.
―Tía Ellie dijo que ya est{n dormidos.
―¿Ella te llamó?
―Sí.
―Le dije que estaría en casa por la mañana.
―Estaba preocupada.
―Como puedes ver, estoy bien.
―Bueno, yo no iría tan lejos ―le contesté, finalmente, entrando en la
habitación y dejando que la puerta se cerrara detr{s de mí―. ¿Quieres
compartir? ―pregunté, señalando la botella sobre la mesa.
―No especialmente.
―¿Compartir{s?
―Supongo.
Me senté en el borde de la cama mientras me sirvió una taza de whisky y
asentí mi agradecimiento cuando me lo entregó. Mierda, odiaba el olor a
whisky. Desde que Rachel y yo habíamos caído en nuestra propia mierda
durante nuestra primera fiesta en la universidad, lo olía y venía a mi memoria
vómito teñido de whisky saliendo por mi nariz.
―No podías haber derrochado en cosas buenas, ¿eh? ―pregunté,
tomando un pequeño sorbo.
Su risa sobresaltada me hizo sonreír, pero no lo vi mientras aterrizaba en
la cama junto a mí con un pequeño rebote.
―Supuse que no importaba si lo que quería era volverme mierda.
―¿Ese es tu plan para la noche? ―pregunté, echando un vistazo a la
botella casi vacía mientras sentía mis piernas comenzar a calentarse. Mierda,
había pasado tanto tiempo desde la última vez que sentí el zumbido por alcohol
que la sensación era casi eufórica.
―Volverme mierda, pajearme y dormir ―anunció con una sonrisa
mientras mis ojos se dispararon a su cara―. Aww, mírate. Todavía te ruborizas
ante la mención de la masturbación.
―Est{s borracho ―escupí, terminando mi whisky y levantándome de un
salto. No hablaría de masturbación con él, por el amor de Dios.
―Ese era el plan ―respondió con pereza mientras yo me enderezaba
agarrando mi bolso―. Te di tres chupitos, Katie. No vas a conducir. ―Sin
ninguna advertencia, tomó el bolso de mis manos y lo arrojó al otro lado de la
habitación.
―¡No tires mi mierda! ¡Probablemente rompiste mi teléfono, cretino!
―Las palabras se sentían gruesas en mi boca, y de inmediato me arrepentí de
haber tomado algo.
No quería quedar atrapada en una habitación, borracha, con un Shane
igual de borracho. Amaba a todo el mundo cuando estaba borracha, sabía eso
sobre mí. Estaba emocional, y hasta el tope, y era todo lo que había tratado con
tanta fuerza de suprimir desde que había perdido a mi mejor amiga en mi
primer año de universidad. Quizás el hotel tenía otra habitación para alquilar
que no gastara por completo mi presupuesto de comida de la semana. Perder
clientes para poder cuidar a los niños me había dejado un poco apretada de
efectivo.
―No vas a ninguna parte. No seas tonta ―se quejó Shane, agarrando mi
brazo mientras trataba de llegar a mi bolso.
―¡Estúpido!
―Madura, Katie.
―¡No me llames Katie! Sólo mis amigos me llaman Katie, y tú no eres mi
amigo ―argumenté, luchando para moverme más allá de él.
―Deberíamos haber sido amigos ―me dijo en voz baja, al oído mientras
me atrapaba desde atrás y cruzaba los brazos sobre mi pecho.
―¡Fuimos amigos, hasta que me tiraron como basura! ―grité, pateando
hacia atrás a sus piernas.
―¡Deja de darme jodidas patadas!
―¡Déjame ir!
Luchamos por el dominio, moviéndonos alrededor de la habitación, y si
mi mente hubiera estado un poco más clara, habría dejado de hacer lo que fuera
que estaba haciendo. Pero estaba frustrada, enojada y bebida, y luchar parecía
una decisión completamente racional.
―¡Est{s borracha! ―gritó, finalmente inmoviliz{ndome en la cama con los
brazos por encima de mi cabeza―. ¡No vas a entrar en un jodido auto!
―¡No eres mi jefe!
―¡Joder, no!
―¡Joder, lo eres!
―¿Qué?
―¡Suéltame! ―Presioné mis caderas y tiré de mis brazos, pero no sirvió de
nada. Incluso borracho, Shane seguía siendo diez veces más fuerte.
―Sólo quería emborracharme en paz ―dijo, inclin{ndose hacia abajo
hasta que est{bamos nariz a nariz―. ¿Por qué siempre tienes que intervenir
como la maldita Florence Nightingale? ¿Eh?
―¿Por qué siempre tienes que ser un imbécil necesitado de salvación?
―grité de nuevo. Nuestra respiración estaba pesada, y pude sentir el sudor
formándose tras nuestro combate.
―No te necesito para salvarme. Nunca te necesité para salvarme ―gruñó,
sus ojos buscando mi cara―. Eso es lo que no entiendes. Simplemente seguiste
presionando y presionando.
Se me hizo un nudo en la garganta mientras pensaba en nuestro pasado y
volví la cabeza hacia un lado. Podía sentir las lágrimas formándose en las
esquinas de mis ojos, y no podía dejarlas rodar por mi rostro.
―Que te jodan ―susurré, mi cuerpo finalmente afloj{ndose―. Que te
jodan, Shane.
―No llores, maldición ―ordenó, apretando sus manos en mis muñecas―.
¡No!
Lo ignoré, manteniendo los ojos cerrados mientras sentía su respiración
pesada por encima de mí. Estaba tan avergonzada que sólo quería desaparecer.
―¡Basta! ―gritó, empujando la cama con las rodillas, como si sacudirme
hiciera alguna diferencia en el sollozo que subía por mi garganta.
Soltó mi brazo entonces, pero lo dejé encima de mi cabeza mientras lo
sentí captar mi mandíbula firmemente con sus largos dedos y girar mi rostro
hacia él. Tal vez si lo ignoraba perdería el interés por luchar.
―Cuando lloras, tus labios se hinchan ―susurró, haciendo que mis ojos
finalmente se abrieran por la sorpresa.
Él estaba mucho más cerca de lo que me había dado cuenta, por lo que mi
respiración se detuvo en mi garganta mientras me miraba los labios.
Luego, su boca estaba sobre la mía.
―Presionando, siempre jodidamente presionando ―murmuró contra mi
boca, antes de chupar mi labio inferior entre los suyos y morder con fuerza
suficiente como para hacer que gimiera.
Tiró de mi labio con los dientes, y sentí mi cuerpo calentarse en respuesta.
―¿Qué est{s haciendo? ―le pregunté a sus cejas fruncidas.
―Que me jodan si lo sé.
Nos quedamos en silencio mientras nos miramos el uno al otro. En algún
lugar en el fondo de mi mente sabía que era una mala idea, pero no fue
suficiente para detenerme de levantar mi cabeza y pellizcar su mandíbula con
mis dientes en respuesta.
―M{s duro ―ordenó, gimiendo mientras agarraba la parte posterior de
mi cabeza y apretaba mi boca contra su garganta―. Hazlo m{s duro.
Seguí sus instrucciones, mordiendo y chupando su cuello como si fuera mi
trabajo, y sus manos temblaban mientras una me sujetaba contra él y la otra se
deslizaba por el lado de mi garganta y arrancaba la correa de mi sujetador y la
bajaba por mi hombro. Sabía salado y el rastrojo bajo su barbilla raspaba mi
lengua.
―Jesús ―Shane gruñó mientras se apoyaba en sus rodillas y miraba mi
pecho que había aparecido libre―. Tus pezones est{n perforados.
Se estiró y haló el aro descansando en mi pecho, y mis caderas se
sacudieron involuntariamente fuera de la cama mientras bajaba la otra correa
de mi sujetador por mi hombro para que ambos senos quedaran en exhibición.
Sus manos estaban sobre mí entonces, pellizcando y tirando de mis
pezones mientras me retorcía debajo de él. Sus fosas nasales se dilataron y su
mandíbula se tensó mientras yo buscaba el pantalón deportivo que llevaba
puesto y tiraba de ellos, sintiendo su dura erección a través de la tela sedosa.
Estuvo fuera de la cama en un instante, pero antes de que pudiera
preguntarme si me iba a dejar, estuvo de regreso y de rodillas por encima de
mí, desnudo excepto por las placas de identificación colgando alrededor de su
cuello.
Llegué a él inmediatamente, pero él sujetó mis manos con las suyas y las
llevó de vuelta a mis pechos mientras se deslizaba hasta mi cintura. Me tomó
un segundo darme cuenta de lo que estaba haciendo, pero en el momento en
que su piel se encontró con la mía, no pude evitar el pequeño gemido que salió
de mi boca.
―Retenlas allí ―murmuró Shane, mirando hacia donde su pene se
encontraba entre mis pechos―. Estrújame duro.
Asentí aturdida mientras presionaba contra los lados de mis pechos,
envolviéndolo en mi escote mientras empezaba a deslizarse hacia arriba y hacia
abajo. Sus dedos encontraron los pezones y los torturaron mientras se movía, y
en poco tiempo ya estaba tan frustrada que solté uno de mis pechos para tratar
de llegar a la cintura de mi pantalón.
Mi cara se sentía como si estuviera en llamas, y mi cabeza estaba nublada
mientras trataba de alcanzar entre los muslos de Shane. Mis brazos no eran lo
suficientemente largos para rodearlo, y necesitaba llegar a mi clítoris. Sabía que
sólo requeriría un segundo antes de correrme como si fuera el Cuatro de Julio, y
luego me di cuenta de que él podía volver a lo que estaba haciendo.
No pensé en la forma en que mi mano se deslizaba a través de sus bolas y
el interior de sus muslos mientras me movía, pero un grito sobresaltado y luego
un gemido hizo que me detuviera con la mano a mitad de camino a la tierra
prometida.
―Detente ―dijo Shane, desliz{ndose fuera de mí.
―Estoy cansada de esa maldita palabra ―respondí de nuevo, mis ojos
cada vez más pesados.
Me volteó sobre mi estómago como un saco de patatas, y mi respiración se
aceleró mientras subía hacia atrás encima de mí y tiraba de mis caderas lejos de
la cama.
―Malditos pantalón de ch{ndal ―se quejó, apretando mi culo con las dos
manos mientras yo me ponía sobre mis codos.
―Es pantalón de yoga.
―Gracias a Dios por los pantalones de yoga.
―Estoy bastante segura que Dios no diseñó estos.
―Estoy bastante seguro que sí lo hizo ―replicó, haciendo su punto
jalando mis muslos con un tirón rápido.
Sus manos fueron directamente entre mis piernas por detrás, y arqueé la
espalda mientras sus dedos se deslizaron sobre mi piel.
―Tan depilada y resbaladiza ―susurró Shane misteriosamente, inclinado
sobre mi cuerpo hasta que su pecho se apoyó en mi espalda―. ¿Y esto qué es?
Sus dedos encontraron mi piercing campana, y me congelé esperando
para ver qué haría. Sentí un dedo tocando suavemente la perforación mientras
mi respiración entrecortada crecía, y estaba tan concentrada en esa sensación
que no lo sentí posicionarse detrás de mí hasta que empujó dentro.
Creo que pude haber gritado cuando se detuvo a mitad de camino en mi
interior, pero mis oídos sonaban tan fuerte que no estaba segura. No es que me
habría importado de cualquier manera.
―Espera ―ordenó Shane con aspereza, empujando mi mano con la
muñeca que había pasado por mi cabeza―. Usa tus uñas.
Agarré su muñeca tal como me pidió y volví la cabeza para tirar de la piel
de su brazo entre mis dientes, haciéndolo gritar por encima de mí y aumentar
sus embestidas. Él estaba rodando sus caderas, su mano moviéndose
frenéticamente sobre mis muslos y clítoris y el culo, presionando y pellizcando
y empujando más y más con cada golpe. Fue el sexo más intenso que he tenido,
y para el momento en que tocó fondo dentro de mí, estábamos cubiertos de
sudor y me estaba viniendo en grandes olas.
No recuerdo nada después de eso.
espierta.
D La voz en mi cabeza sonaba más familiar que mi propia voz, sonreí
ligeramente mientras vagaba en ese lugar nebuloso entre el sueño y la vigilia.
Algo emitía un discreto sonido como de pitido o zumbido al otro lado de la
habitación, pero lo ignoré mientras deslizaba mis piernas desnudas a través de
las sábanas y me acurrucaba en la suave espalda que estaba apoyada en mi
pecho.
Deslicé mi mano por la cama hasta la suave piel de su vientre, llegando
finalmente a la curva inferior de su pecho. Cuando llegué, era más lleno de lo
que había previsto, y empecé a gemir cuando clavé los dedos en su piel. Está
embarazada, recordé vagamente, mi cabeza palpitaba. Sus pechos siempre se
agrandan cuando está embarazada.
Cuando mis dedos finalmente alcanzaron su pezón, sentí algo duro y frío
allí, y al momento en que ella suspiró y rodó sus caderas contra mi erección
mañanera, el mundo se desplomó a mi alrededor. La mujer que estaba
abrazando no era mi esposa.
Mi estómago se revolvió violentamente mientras gateé a través de la cama,
apenas pude ponerme de pie antes de que caer por otro lado. Conocía esa
habitación. Había estado allí cientos de veces, pero me tomó un momento que
los recuerdos de la noche anterior comenzaran a filtrarse en mi cabeza.
―Oh Dios mío ―susurró Kate, gir{ndose sobre sí misma donde había
estado durmiendo pacíficamente apenas minutos antes―. Dios mío.
Me quedé mirando la curva de su espalda como un idiota, tratando de
averiguar qué diablos debía hacer a continuación, cuando su cabeza se volvió
lentamente sobre su hombro y sus grandes ojos se encontraron con los míos.
―No ―susurró, apretando los ojos fuertemente cerrados―. Oh, mierda.
Yo todavía no había emitido ninguna palabra. Me quedé allí,
completamente desnudo, mirando fijamente a la mujer en la cama.
Kate se envolvió la sábana alrededor de su cuerpo y se sentó. Tenía los
hombros tan hacia adelante que podía ver su clavícula empujando fuertemente
contra la piel de su pecho. Sus ojos buscaban frenéticamente alrededor de la
habitación, y sin previo aviso, se tambaleó fuera de la cama, cayendo de
rodillas. Di un paso hacia ella sin pensar, pero el ruido agudo que hizo me
detuvo en seco.
Todavía sentía los efectos de la borrachera de la noche anterior, no podía
pensar con claridad. No podía entender por qué estábamos allí. Recordé
deslizarme dentro de ella, la forma en que su cuerpo se tensó a mi alrededor
como una prensa, y su sabor salado cuando había probado su piel, pero no
podía recordar por qué estábamos en esa habitación de hotel, para empezar.
―¿Qué est{s haciendo aquí, Katie? ―pregunté con voz {spera. Parecía
que hubiera tragado grava junto con la botella de medio litro de Jack.
―Vine a ver cómo estabas ―respondió ella, alzando la voz mientras
hablaba.
En ese momento me inundaron, un aluvión de imágenes que sentía
quedarían grabadas a fuego en mi memoria por el resto de mi vida. Mi piel se
acaloró y se erizó al recordar a Kate apareciendo en la puerta, y una furia se
posó alrededor de mí como una capa.
―¿Tú viniste a ver cómo estaba? ―pregunté con dureza, encontré mis
calzoncillos en el suelo y me los subí r{pidamente por las piernas―. ¿Y
entonces qué? ¿Decidiste que debía pagarte con una follada?
―¿Qué? ―preguntó, su voz tan baja que apenas la oí.
―Seamos honestos, Kate ―le dije conversando―. Estaba completamente
borracho y pensaste, bueno, he estado babeando sobre su pene durante años y
él no es exigente cuando está borracho. ¡Bingo!
―Eso no<
―Cierto ―la interrumpí, encontré mi pantalón corto y deslicé las piernas
en el mientras Kate permanecía de pie como una estatua en el centro de la
habitación―. Tú sabes. ―Me deslicé la camiseta sobre la cabeza―. Si yo fuese
una chica, irías a la cárcel por esta mierda.
―¿Iría a la c{rcel?
―Tú sabías que no te follaría sobrio, por lo que esperaste hasta que estuve
completamente borracho y tomaste lo que querías. ―Negué mientras recogía
mis llaves y la cartera de la mesa―. ¿Te sientes mejor ahora, Katie? ¿Pasó todo
como lo habías imaginado? No te decepcioné, ¿verdad?
Ella comenzó a temblar mientras caminaba hacia ella, deteniéndome a
pocos metros de distancia.
―Yo no te deseaba antes, y tampoco te deseo ahora ―dije mir{ndola
desapasionadamente, mientras su pecho se movía con sollozos silenciosos. Ella
estaba mirando a mi pecho, negándose a mirarme a los ojos, lo que me molestó
todavía m{s―. Eres mala en la cama, Kate. No te buscaría para repetir la
experiencia.
Di un paso atrás mientras ella caía de rodillas, y apreté la mandíbula
cuando empezó a vomitar, su llanto ya del todo descontrolado, haciendo eco
por toda la habitación.
Ella había provocado esto. Había llegado a la habitación del hotel que
había compartido con mi esposa, en el aniversario de su muerte, y me había
excitado cuando yo estaba demasiado borracho para saber qué diablos estaba
haciendo. Mi culpa, mi vergüenza y mi ira eran una mezcla potente, y en ese
momento podría haberla tirado por la ventana.
―Limpia esa mierda, ―le dije mientras pasé por encima del desastre que
había hecho―. No les pago por limpiar la alfombra.
Vi un par de tazas sucias sobre su lado de la cama mientras pasaba por ahí
y recordé vagamente los dos juntos bebiendo, pero no me detuve en mi camino
hacia fuera de la habitación. Que se joda.
Tenía que salir de allí. Tenía que alejarme, de este hotel y de la mujer que
estaba dentro de él, tanto como pudiera. Había ido allí para recordar a mi
esposa, para tener una noche en la que pudiera sentirlo todo, capturarlo todo.
Quería recordar su aroma, su manera de mirarme y la forma en parecíamos
movernos en perfecta sincronía. Había querido tener una noche en la que no
tuviera que esconder mis sentimientos, porque siempre había cuatro pares de
pequeños ojos observando cada uno de mis movimientos. Quería
emborracharme, ser miserable, y odiar a todo el mundo por ser viudo a los
veintinueve años de edad.
En lugar de eso, había cometido un gran error de mierda, y ahora en lo
único que podía pensar, era la forma en que Kate se había movido debajo de mí,
la manera en que su espalda se había arqueado de forma tan dramática cuando
había presionado dentro de ella desde atrás. Podía sentir dolor en la garganta y
los hombros, en los lugares que ella había mordido y succionado sobre mi piel.
No podía dejar de pensar en la forma en que la había dejado en el suelo de la
habitación, vomitando y asustada; y, sin duda, adolorida por las cosas que
habíamos hecho la noche anterior.
Me odiaba, y odiaba a Kate, y no tenía ni idea de cómo podría volver a
mirarla sin sentir que tenía que matarla allí mismo.
Ella me había jodido, pero a medida que entraba a la calzada de mi casa y
bajaba la visera de mi camioneta para ver las marcas de su boca en mi piel, supe
que lo que yo había hecho era mucho peor.
―¿Segura que no quieres que te lleve al aeropuerto? ―le pregunté a mi
madre adoptiva mientras ella daba un abrazo de despedida a los niños. Era
muy buena con ellos, pero supe lo maravillosa que sería incluso antes de que
Sage hubiera nacido. Alguien que cobija a adolescentes problemáticos sin otro
motivo que darles algo parecido a una oportunidad en la vida, y que nunca
levantaba la voz aun cuando ellos actuaran como completos imbéciles, de
seguro sería la mejor abuela que un niño podría pedir.
―No hay razón para que arrastres a los niños todo el camino hasta el
aeropuerto sólo para dejarme y luego regresar ―me aseguró, sonriendo a
Gunner, que estaba en mis brazos―. Kate me llevará. Ella tiene una cita hoy en
el centro de todos modos.
―¿En domingo? ―Mi estómago se apretó mientras Kate se detuvo en el
camino de entrada y esperó a que mi madre terminara de despedirse de los
niños. No la había vuelto a ver desde que la dejé en la habitación del hotel una
semana atrás, y estaba temiendo el momento en el que tuviésemos que
interactuar. No sabía qué decirle. No sabía cómo disculparme cuando todavía
estaba enojado con la parte que ella había representado en ese embrollo.
―Bueno, ella cuida de los niños durante toda la semana ―dijo Ellie, lo
que hizo que quitara mis ojos del auto de Kate. Ella todavía no había salido del
vehículo―. Ella tiene que cumplir con sus reuniones en algún momento, y le
llevaría horas llegar al centro si espera hasta que tu salgas del trabajo por la
noche. El tráfico aquí es terrible.
―Gracias por venir a quedarte ―murmuré junto al cabello de Ellie
mientras envolvía sus brazos alrededor de mí―. Nos encanta tenerte de visita.
―La próxima vez, voy a traer a pap{ conmigo ―dijo, d{ndome un
apretón antes de envolver una bufanda delgada alrededor de su cuello―. Voy a
comprar los boletos cuando llegue a casa.
―¿Qué est{ haciendo la tía Kate? ―preguntó con enfado Sage, agitando
los brazos hacia el auto de Kate.
―Creo que est{ hablando por teléfono ―mintió Ellie, mirando hacia mí
antes de tomar su pequeña maleta―. Voy a llevar esto yo misma ya que tú
tienes a Gunner.
Su cara mostraba simpatía y un poco de curiosidad mientras besaba mi
mejilla, pero no le dije nada mientras caminábamos hacia la puerta principal.
Ella supo, la misma mañana en que llegué a casa, que había pasado algo entre
Kate y yo. Cuando Kate no la volvió a llamar esa noche, Ellie se dio cuenta que
algo sucedió, pero prácticamente se mordió la lengua cuando vio mi cuello.
No había dicho una palabra, pero lo sabía.
―Estoy feliz de que se vaya la abuela ―anunció Keller, balance{ndose en
la puerta principal mientras Kate salía de la calzada.
―Kell, eso no es amable.
―Ahora veremos a tía Kate todos los días. Me gusta cuando la vemos
cada día ―explicó, agarrando el pomo de la puerta por sus dos lados y tirando
de sus piernas hacia arriba a través de sus brazos para poder colgar boca
abajo―. No quiero que te vayas nunca, papi. Incluso cuando no logramos ver a
tía Kate. ―Él me tranquilizó r{pidamente con un ceño fruncido en su rostro al
revés―. Me gusta cuando est{s aquí.
No tenía ni idea de qué estaba hablando, pero asentí.
―También me gusta estar aquí, amiguito.
―¿La tía Kate va a volver mañana? ―preguntó Sage, empujando a
propósito a Gavin contra Keller haciendo que los dos terminaran cayendo en el
porche―. Quiero que la tía Kate me lleve a la escuela.
―Sí, princesa. Ella estar{ aquí ―le respondí, orando en silencio por no
equivocarme―. Vamos a entrar para que ustedes puedan jugar con plastilina.
Gunner tiene que tomar su siesta.
Iba a ser un largo día.

A la mañana siguiente me desperté angustiado una hora antes de que


sonara el despertador. Había estado durmiendo muy mal por días, y la noche
anterior había sido la peor.
Tras la muerte de Rachel, usaba todas mis energías para pasar el día. Por
lo que con el trabajo, la casa, y los niños, apenas habían tenido un momento
para respirar, y mucho menos hacer otra cosa, y debería estar agradecido por
ello. Había querido estar ocupado, y lo estuve.
En un primer momento, y como era de esperar, mi deseo sexual había sido
inexistente. Francamente, el sexo no había estado en mi radar, y no lo
extrañaba. Pero al cabo de unos meses, las cosas habían empezado a trabajar
correctamente de nuevo, y empecé a tener locos sueños eróticos. El impulso
regresó, pero estaba más que dispuesto a utilizar la mano en esos asuntos. No
me imaginaba tocando a alguien que no fuese Rachel, y eso parecía invariable
en el futuro inmediato.
Entonces lo había echado a perder, y durante la semana pasada mis
sueños fueron muy diferentes a los anteriores. Los pezones que saboreaba
estaban perforados y la mujer que me cabalgaba no era rubia. Era morena. De
repente, no sólo podía imaginarme acariciando a alguien que no fuese mi
esposa fallecida, sino que lo podía recordar con vívidos detalles.
Salté de la cama y arranqué de la pared el cable del reloj, demasiado
nervioso como para tomarme el tiempo necesario para apagar la alarma.
Momentos después estaba en la ducha y apretaba los dientes contra el impulso
de pajearme pensando en la mujer que vería en menos de una hora. Por primera
vez en esa semana, no parecía correcto fantasear con Kate, y el hecho de que me
tomara ocho días darme cuenta de ello me hizo sentir como un completo idiota.
No la deseaba. Incluso si ella no hubiese sido la mejor amiga de mi esposa
y no me hubiese atado con más hilos que una maldita tela de araña, todavía no
la habría deseado. Ella no era mi tipo. Me gustaban las mujeres delgadas, que se
tomaban el tiempo necesario para asegurarse de lucir bien sin importar lo que
estaban haciendo. No me atraían mujeres con cuerpos redondos que vestían
sudaderas y pantalones de yoga como si fuera un uniforme.
Entonces, ¿por qué no podía dejar de pensar en la forma en que ella se
había apoyado en mi cuerpo? ¿Por qué no podía dejar de ver esos pezones
perforados y cabello enredado cuando ella me había mirado con sus ojos fuera
de foco?
Era francamente frustrante.
Después de todo lo que le dije, sabía que ella debía odiarme, así que no
estaba seguro por qué me estaba preocupando. Necesitaba poner en orden mis
ideas antes de verla. Necesitaba dejar atrás la ira que todavía sentía además de
la culpa que sentía como un peso en mi vientre. Necesitaba aclarar las cosas.
Porque si no lo hiciera, estaría jodido en lo que respecta a los niños. No
creía que Kate pudiera alejarse de los niños por esto ―no es que antes nos
hubiéramos llevado muy bien―, pero no podía estar seguro.
Por eso, cuando ella se deslizó en silencio dentro de la casa esa mañana, yo
estaba bebiendo mi café y esperándola en el sofá.
―No estaba seguro de que vendrías ―dije en voz baja, consciente de que
los niños estaban durmiendo arriba.
Ella se sobresaltó por la sorpresa y poco a poco se volvió hacia mí.
―Jesús, Shane, me diste un susto de muerte.
No dije nada. Estaba demasiado ocupado mirándola. Había tenido un
pensamiento ―estúpido al parecer―, sobre que la encontraría vestida de otra
manera cuando la viera de nuevo. Sin embargo al encontrarla usando su
pantalón de chándal, sandalias y una sudadera con capucha, me dije lo imbécil
que había sido por creer otra cosa. Como si ella estuviera ansiosa por otro
round después de las cosas horribles que le dije.
―Tienes que trabajar, ¿verdad? ―preguntó ella, permaneciendo cerca de
la puerta.
Me pregunté si ella estaba tratando de mantenerse lo más alejada posible
de mí o si estaba buscando una vía de escape rápido.
―Sí, tengo que estar allí a las siete ―respondí finalmente, mir{ndola a la
cara.
No me devolvió la mirada.
―Entonces parece que debo encargarme de los niños. ―Sus palabras
sonaron indiferentes, pero todavía no había dado ni un paso desde la puerta.
Mi mano se cerró alrededor de la taza de café mientras la tensión en la sala
parecía palpitar entre nosotros. Tenía tantas cosas que quería decirle, pero el
verla toda encogida en la puerta hizo que cada palabra que había planeado usar
desapareciera de mi memoria.
Ella dio un paso atrás cuando me puse de pie, y tragué saliva con
nerviosismo cuando su espalda se apoyó en la puerta principal.
―Todavía quiero que cuides a los niños< ―empecé, y finalmente sus ojos
se posaron en los míos.
―¿Por qué no querrías que viniera? ―me interrumpió, su voz mostraba
pánico.
―No, no quise decir eso. ―Meneé la cabeza. Esto no estaba saliendo como
lo había planeado―. Sólo estoy diciendo, que si por casualidad estuvieras
preocupada, todavía puedes pasar tiempo con los niños.
Podía escucharle respirar con fuerza lo que rompía la tranquilidad de la
habitación, y por un segundo me pregunté si no estaría teniendo un ataque de
pánico. Su cara se puso blanca como el papel, y se balanceó un poco.
―No estaba preocupada ―susurró, con los ojos muy abiertos y
asustados―. Ni siquiera se me cruzó esa idea por la mente<
―Mira, sé que no actuaste con malicia<
―¿No lo hice?
―Y que no debí haberte insultado de esa manera. Tú has sido una gran
ayuda con los niños, y sé que probablemente no planeaste todo eso.
―No lo planeé ―susurró en voz baja para sí misma.
―Así que estoy diciendo que me gustaría olvidar ese asunto, ¿sabes?
Volver a como era antes. Sin drama. ―Asentí, contento de finalmente haber
dicho lo que quería decir.
―¿Est{s diciendo, que estoy perdonada? ―preguntó, mirando por encima
de mi hombro de nuevo.
Hice una pausa, algo en su voz me hizo dudar de toda nuestra
conversación. Yo había traído a colación todos los puntos, ¿verdad? Todavía
quería que cuidase a los niños, sabía que no había querido portarse como una
perra, y quería dejarlo atrás... Sí, había cubierto todo.
―Sí, Katie, est{s perdonada ―respondí, sintiéndome aliviado por la
forma en que terminó la conversación. Todo podría volver a la normalidad. Ella
se quedaría, y yo no tendría que lidiar con que mis hijos sufrieran otra
devastadora pérdida tan poco tiempo después de su madre.
Ella asintió antes de girar y caminar hacia las escaleras.
―Voy a subir y acostarme en el cuarto de Sage durante una hora antes de
que ella tenga que levantarse ―dijo Kate, de espaldas a mí―. Y ¿Shane?
―¿Sí?
―Por favor no me vuelvas a decir Katie.
—¡M aldito-súper-lleno-de-esperma-hijo-de-cabra-de-Ohio!
―exclamé con rabia, agitando el palito que tenía en la
mano, como si eso fuera a cambiar la respuesta que me
estaba dando. Ni siquiera estaba segura de lo que estaba diciendo, pero las
palabras salieron de mi boca con facilidad y se sentía bien maldecir.
Estaba jodidamente embarazada, y no sabía si estaba más enojada con
Shane por tener un conteo de espermatozoides adecuado o con el médico que
me debió haber dado una puta inyección anticonceptiva defectuosa.
¿Por qué? ¿Por qué tengo que encontrarme en la posición más incómoda
imaginable de cada opción posible? Siempre estaba tropezando con algo, o
diciendo algo que no debía, o como cuando debía enviarles unos documentos a
mis clientes y le abrí la puerta al mensajero usando ropa interior de abuela y
una camiseta sin mangas andrajosa. Esta vez estaba realmente jodida ya que ni
siquiera podía concentrarme en las amplias implicaciones de esta prueba de
embarazo positiva.
Oh no. En lo único que podía pensar era en el hecho de que tendría que
decirle a Shane algo así como, ¿Te acuerdas cuándo me aproveché de tu frágil estado?
Bueno, también me robé tu esperma. ¡Estoy embarazada!
Habían pasado dos meses desde el incidente que nunca debería volver a
ser traído a colación, y finalmente todo estaba algo normal cuando estaba con
los Anderson. Shane estaba ignorándome por completo otra vez, lo cual,
francamente era un alivio, y yo estaba de nuevo no preocupada porque algún
día apareciera con alguien y la nueva niñera me impidiera entrar a la casa.
Gunner finalmente estaba caminando. Sage iba a empezar clases de baile
la próxima semana. Keller acababa de recibir puntos de sutura a lo largo de la
línea del cabello después de haber caído de cara en la barandilla del porche.
¡Gavin hizo caca en el inodoro dos veces esa semana! ¡Éxito!
¿Qué diablos iba a hacer?
Tiré la prueba de embarazo con rabia a la basura e irrumpí en mi
habitación/salón/comedor, me di la vuelta inmediatamente y la saqué del bote,
poniéndola suavemente en el borde de la repisa del baño. Puse orina en ella,
gran cosa. Todavía era una prueba, la primera prueba visible de mi hijo.
Mi hijo. Dios, tenía un gran problema.
Me puse algo de ropa rápidamente y cogí mi bolsa de mensajero del suelo,
metiendo mi portátil en su interior antes de salir corriendo por la puerta.
Normalmente no llevaba mi Mac cuando salía con los niños ―hacerlo era una
buena manera de conseguir que derramaran algo sobre ella―, pero sabía que la
necesitaría este día. Necesitaba investigar. Necesitaba hacer un plan.
Mi estómago se revolvió mientras subía al auto, y tragué la saliva extra en
mi boca. No iba a vomitar de nuevo. Ya había devuelto el chow mein de pollo
que había ingerido la noche anterior, y el sándwich de mantequilla de maní y
jalea que había tenido por almuerzo el día de ayer, y los Cheerios que había
tomado de desayuno. No tenía tiempo para deshacerme del agua que había
tomado esa mañana, ya estaba retrasada debido a esa estúpida prueba.
Entré en la calzada de Shane con dos minutos de retraso y salí del auto,
tomé un segundo para prepararme apoyándome en el capó. De acuerdo, no
haría movimientos rápidos a menos que uno de los niños estuviese a punto de
romper su brazo. Listo. Sólo tenía que tomarlo con calma.
Ni siquiera había llegado a la puerta de entrada cuando Shane estaba ya
afuera, caminando junto a mí para llegar a su camioneta.
―Llegas tarde ―dijo por encima de su hombro, sus botas golpeando el
camino de entrada a un ritmo constante.
―Tuve una emergencia.
Se detuvo abruptamente cuando escuchó mis palabras y se giró para
verme, sus ojos se deslizaron sobre mi cuerpo.
―¿Est{s bien?
―Sí, yo solo<
―Voy a llegar tarde al trabajo ―interrumpió, volviendo a caminar―.
Tenemos que hablar esta noche cuando regrese.
―No tienes ni idea ―gruñí mientras él montaba su camioneta y se
marchaba.
Mierda, estaba cansada. Me había estado despertando para vomitar por
las dos últimas noches, y la falta de sueño me hacía sentir como si estuviera
envuelta en niebla la mitad del tiempo. Soy una persona que necesita descansar
ocho horas de un tirón, y durante los últimos días había estado durmiendo cada
vez menos.
Me acosté en el sofá con un gemido y tiré de la manta de la parte posterior
para cubrirme. Podía descansar un poco antes de tener que despertar a Sage
para ir la escuela.
―¡Tía Kate! ¡Tía Kate!, despierta. Es hora de ir a la escuela ―Sage decía en
voz baja, sacudiendo mi hombro.
―¡Mierda! ―Me desperté sobresaltada y me senté.
―¡Mierda! ―dijo Gavin desde el otro lado de la habitación.
―¡Mierda! ―lo imitó Gunner.
―¡No digan mierda!
―¡Mierda!
―¡Mierda!
―¿Estamos atrasados? ―pregunté a Sage mientras deslizaba mis pies en
mis sandalias.
―No, pero tenemos que salir en este momento ―respondió ella con
énfasis, ya dirigiéndose hacia la puerta.
―¡Espera! ¿Dónde est{ Keller?
―¡Creo que todavía está dormido!
Subí corriendo las escaleras, mi estómago se revolvió tanto que casi no
podía respirar.
―Kell, vamos, pequeño, ―dije mientras lo tomaba en brazos―. Hay que
llevar a tu hermanita a la escuela.
Se despertó mientras íbamos bajando las escaleras, le permití caminar
descalzo fuera de la casa, mientras yo cargaba a Gunner. No teníamos tiempo
para cosas tontas como zapatos o para el cada vez más desagradable pañal de
Gunner.
―¡Todo el mundo en sus asientos! ―dije mientras llevaba a Gavin a su
asiento en un brazo―. ¡Anda al otro lado, Keller!
Los niños se metieron en mi auto, Keller trepó por el asiento de atrás para
llegar a su lugar en la tercera fila. Dios, estaba tan contenta por haber cambiado
mi pequeño auto por algo más parecido a un SUV el año pasado. Ellos cabían,
pero ¿cómo diablos sería llevar cinco niños en el auto a diario?
Mis náuseas aumentaron mientras me aseguraba de que todos los niños se
hubiesen abrochado el cinturón de seguridad y luego salté a mi asiento. Me
temblaban las manos al sacar las llaves del bolsillo, y tomé una respiración
profunda mientras la encajaba en el contacto de encendido.
No había necesidad alguna de preocuparse por el mañana, me advertí mientras
manejaba hacia la escuela primaria de Sage. Sólo tenía que preocuparme por el
presente. Sólo tenía que llevar a Sage a la escuela a tiempo y<
―Sage, ¿tomaste el desayuno?
―Comí un Pop-Tart.
―Est{ bien, me olvidé de hacer tu almuerzo así que<
―¿Puedo comprar el almuerzo? ―preguntó con entusiasmo, saltando en
su asiento.
¿Por qué los niños que llevan el almuerzo empacado siempre quieren
comprar comida de la cafetería y los niños que comen comida caliente siempre
sueñan con un sándwich empacado?
―Sí. ―Rebusqué en el fondo de mi bolso un par de billetes de un dólar y
se los entregué―. No vayas a perderlos.
―No lo haré ―prometió, metiendo los billetes en el bolsillo delantero de
su mochila.
―Voy a estar aquí para recogerte después de la escuela ―le dije por lo
que pareció la millonésima vez, al llegar a una parada frente a la acera.
Desde la primera vez que regresó a la escuela después de que Rachel
muriera, me preguntaba todos los días si estaría allí para recogerla. Todos los
días me lo preguntaba, como para asegurarse de que no me olvidase de ella.
Finalmente, se convirtió en nuestra rutina mañanera, y antes de que pudiera
preguntármelo, la tranquilizaba asegurándole que estaría allí.
―¡Bueno! ¡Te quiero! ―gritó mientras pasaba entre las piernas de Gavin y
se bajaba.
―¡También te quiero!
Esperé hasta que la vi pasar al interior por las puertas dobles a pesar de
que el auto detrás de mí en el sitio de dejada de los alumnos iba acercándose
con impaciencia más y más a mi parachoques. Podrían chocar la parte trasera
de mi auto, pero no me iba a mover hasta ver que Sage estaba segura dentro.
Cuando regresamos a la casa, estaba sudando un poco, los gritos de los
chicos y el pañal sucio de Gunner tampoco estaban ayudando a la situación.
Adoro a Kell y Gavin, pero en ese momento me hubiera gustado poder usar
unos auriculares a prueba de ruido y desconectarme durante dos minutos hasta
tener el estómago bajo control.
―¿No te sientes bien? ―preguntó Gavin mientras cambiaba el pañal a
Gunner en el piso de la sala.
―Estoy bien, bebé ―le aseguré, conteniendo las arcadas―. Mi estómago
duele un poco simplemente.
―¿Vas a vomitar?
―Tal vez, amigo.
―¡Qué asco!
―Ni me lo digas.
―Tía Kate, tengo hambre ―dijo Keller desde donde estaba colgado boca
abajo en el sofá.
―Keller, ¿por qué est{s cabeza abajo?
―Me gusta estar al revés.
―Bueno, no hablo con personas cabeza abajo, por lo que vas a tener que
pararte derecho o no voy a escucharte ―respondí con calma, poniendo a
Gunner de pie.
―Quiero panqueques ―ordenó Keller, aproxim{ndose a mi lado―. Con
jarabe.
Di vuelta la cabeza lentamente y me quedé mirando al niño, que se estaba
convirtiendo rápidamente en un pequeño gamberro exigente.
―¿Qué dijiste? ―pregunté, con una ceja levantada.
―Quiero panqueques. ―Sus brazos cruzados sobre el pecho, y su
pequeña barbilla levantada en desafío.
―¿Quieres expresarte de otra manera, amigo?
―Quiero panqueques ―dijo de nuevo obstinadamente antes de bajar las
cejas―. Ahora.
Mi boca se abrió, y me puse colorada mientras cogía al pequeño
hombrecito. No podía creer lo que estaba haciendo, aunque probablemente
debería haberlo hecho. Keller se había estado comportando peor y peor a
medida que pasaban las semanas, no importaba cómo trataba de reorientar o
corregir su comportamiento.
―A tu habitación por cinco minutos, Keller ―dije con calma, mi corazón
tronaba en mi pecho mientras me puse de pie. Mi estómago se contrajo, y estaba
al borde de las l{grimas, pero no dejé que mi impaciencia se filtrara a mi voz―.
Tú tienes mejores modales.
―¡No quiero ir a mi habitación! ―se quejó mientras icé a Gunner a mi
cadera y llevé a Gavin hacia la cocina.
Como no hice caso el gemido de Keller, su voz se hizo más fuerte hasta
que empezó a gritar.
―¡No quiero ir a mi habitación! ―gritó, con los puños apretados a los
costados mientras yo ataba a Gunner en su silla alta y colocaba a Gavin en su
silla de bebé en la mesa.
―¿Quieren un poco de avena? ―pregunté a los niños pequeños en voz
baja, mientras Keller continuaba gritando.
―Sí, por favor ―respondió Gavin mientras Gunner hizo el signo de la
palabra "comer".
―¿Quieres azúcar morena o ar{ndanos? ―pregunté a Gavin mientras
giraba hacia la nevera.
Ni siquiera había dado un paso cuando fui empujada hacia adelante con la
fuerza de un pequeño cuerpo chocando contra la parte posterior de mis piernas.
―¡Eres mala! ―exclamó Keller, golpe{ndome en la parte posterior de los
muslos―. ¡No me gustas!
―¡Keller, basta! ―grité por encima de sus gritos, haciendo que Gunner se
pusiera a llorar. Estaba tratando de sujetar sus robustos brazos pequeños sin
darme la vuelta, porque no podía soportar la idea de sus puños golpeando mi
estómago mientras sentía náuseas.
―Keller Shane Anderson, ¿qué demonios est{s haciendo? ―La voz de
Shane resonó por encima del ruido de la cocina.
Keller y yo nos congelamos cuando Shane entró dando fuertes zancadas
en la habitación, y lo único que se oía era Gunner sorbiendo su nariz.
―¡Papi! ―sollozaba Keller lastimosamente, corriendo hacia Shane y
envolviendo sus brazos alrededor de los muslos de su padre.
―¿Qué pasó, amigo? ―preguntó, mir{ndome con confusión.
―¡Tía Kate no quiere hacerme panqueques!
―¿Todo esto por unos panqueques?
Keller asintió, con su cara enterrada en el costado de Shane.
―¿No podías prepararle sus panqueques y ya? ―preguntó Shane,
exasperado, poniendo sus manos por debajo de los brazos de Keller y
levantándolo sobre su cadera.
Eso era todo lo que faltaba.
Un segundo después, yo estaba corriendo al baño, alcancé justo a tiempo a
cerrar la puerta detrás de mí y vomitar nada más que bilis en el lavabo. Empecé
a llorar, y luego mientras sollozaba pasé mi mano por el mostrador enjugando
el lavabo. Ni siquiera había llegado a la taza del baño.
Keller estaba actuando como si un impostor hubiese suplantado su
cuerpo. Shane me ignoraba. Sage todavía se preocupaba porque no fuera a
recogerla de la escuela. No estaba segura de si Gavin estaba hablando lo
suficiente para su edad.
Y estaba embarazada y demasiado mareada, que ni siquiera alcanzaba a
llegar al baño a vomitar.
Era demasiado. Sentía como si me estuviera deshaciendo lentamente.
Tomé una respiración profunda mientras oí a Shane hablar con los chicos
en la cocina y saqué una de las toallas de mano de la percha para secar mi cara.
Nada conseguiría escondiéndome en el baño, incluso no tenía ni idea de
porqué Shane estaba en casa. Necesitaba sobreponerme.
Entré de nuevo en la cocina donde encontré a Gavin y Gunner terminando
de tomar pequeñas tazas de yogur y Shane vertiendo una taza de café para él.
Maldita sea, el café olía bien.
―Envíe a Keller a su habitación ―me dijo Shane en voz baja, y me entregó
la taza de café que acababa de servir―. ¿Quieres explicarme que pasó?
―Panqueques ―le respondí con amargura, sacando un paquete de
toallitas de la encimera para empezar a limpiar las manos y las caras de los
chicos.
―No quise decir<
―No puedes hacer eso, Shane ―le interrumpí mientras ayudaba a Gavin
a salir de su asiento―. Es por eso que Keller actúa así. Es decir, todos sabemos
que tú eres el jefe, ¿de acuerdo? Todos lo sabemos. Pero cada vez que me gritas
o contradices porque uno de los niños lanza una rabieta, ellos piensan que no
tienen que hacerme caso.
―Yo no...
―Lo haces. ―Levanté a Gunner de su silla alta, mientras él acurrucaba su
cara en mi cuello, evidentemente, todavía un poco abrumado por todo el ruido.
―Soy su padre. Ellos deben acudir a mí.
―No estoy diciendo que no lo hagan. ―Maldición, mis ojos comenzaron a
llenarse de lágrimas, y maldije a las hormonas del embarazo que corrían a
través de mi cuerpo―. Estoy diciendo, que no tienes que socavar mi autoridad,
y ahora Keller cree que puede darme órdenes como si yo trabajara para él o algo
así.
Gunner pidió que lo bajara, y lo puse en el suelo para que pudiera gatear
hasta la sala, donde Gavin había sintonizado en la televisión unos dibujos
animados.
―Tú me tratas como a la mierda, Shane.
―¡No, no lo hago! Si apenas te veo.
―¡Exactamente! Apenas hablas conmigo, a menos que me pidas que haga
algo, y en cualquier momento que estoy disciplinando a los niños tú te
entrometes<
―No son tus hijos para que los disciplines ―afirmó rotundamente,
haciéndome contener el aliento.
―Tienes razón. No tenía derecho a enviar Keller a su habitación por ser
un malcriado.
―No lo llames malcriado.
―Si se ve como un malcriado, y habla como un malcriado, por lo general
es un malcriado.
―¿No podías hacerle simplemente algunos panqueques de mierda?
―¿Me est{s tomando el pelo? ―le susurré, dando un paso adelante―. ¡No
me molesta hacer panqueques para Keller! Si él lo hubiera pedido,
probablemente le habría dicho, Seguro, bebé, ¿deseas que te ponga trocitos de
chocolate sobre ellos? Pero él no lo pidió. Exigió panqueques.
―Tiene cuatro años.
―Tiene cinco. Y sabe que no debe hablar a los adultos de esa manera.
―Est{s haciendo una montaña de un grano de arena ―dijo con desdén,
regresando a la cafetera para coger su propia taza.
―Entonces, ¿est{ bien que él me golpeara? ¿Eso es lo que quieres decir?
¿Dale lo que quiera porque si no lanza una rabieta enorme?
―Le dije que no debería haberte golpeado, por eso est{ en su habitación
ahora mismo.
Me senté pesadamente en la mesa y apoyé mis cansados ojos en las palmas
de las manos. Shane no me estaba escuchando. Estaba tan jodidamente envuelto
en su ego, que ni siquiera podía ver mi punto de vista―. ¿Qué est{s haciendo, a
esta hora en casa?
―Salí temprano porque es viernes y no había nada que hacer ―respondió,
viniendo a sentarse frente a mí en la mesa.
―Est{ bien, voy a ir a despedirme de Kell antes de irme. ―Me levanté
despacio de la mesa.
―Necesitamos hablar. ¿Tienes unos minutos antes de irte?
―Sí. Déjame ir a ver a Kell primero ―respondí, girando hacia la escalera.
Odiaba las escaleras; parecían burlarse de mi falta de energía.
Cuando llegué a la habitación de Keller, estaba dormido a los pies de su
cama. Lanzar ese berrinche gigantesco debió hacer acabado con su energía, eso
o el berrinche se produjo porque estaba muy cansado. Dios, extrañaba al
pequeño y dulce niño que pensaba que yo era un regalo de Dios para los
sobrinos.
―Est{ dormido, lo que es exactamente lo que voy a hacer al llegar a casa
―informé a Shane mientras volvía a la cocina.
―Parece que has perdido peso ―dijo de improviso.
―Puede ser. ¿De qué querías hablar?
―¿Te podrías quedar con los niños mientras estoy de servicio?
―preguntó con nerviosismo.
―Es un poco tarde para preguntar. ¿Qué pasaba si decía que no? Tienes
como tres semanas antes de irte, Shane.
―¿Est{s diciendo que no?
―Por supuesto que no, pero tenemos otro asunto que discutir.
―¿Qué otro asunto? ―Daba vueltas y vueltas a la taza entre las palmas de
sus manos y yo no era capaz de apartar la mirada. Sus largos dedos< No, yo no
iba por ese camino―. Voy a darte una asignación que ir{ directamente a tu
cuenta para pago de facturas y esas cosas mientras estoy fuera, tiendas de
comestibles y otras cosas. Siempre podría aumentarla<
―Estoy embarazada ―le espeté sin previo aviso ni preámbulos. Si hubiera
tenido una navaja, podría haber cortado mi propia lengua después.
―¿Tú est{s qué?
―Embarazada.
Se me quedó mirando fijamente durante mucho tiempo, y tuve miedo de
decir algo más, pero entonces su rostro perdió el aspecto pálido y se quedó
completamente sin emociones.
―¿Puedes cuidar a los niños, o eso va a ser un problema?
―No es un eso. Es un bebé.
―Necesito saber si todavía puedes cuidar de los niños.
―Por supuesto que puedo, Shane, ¡Dios! ¿Puedes prestar atención a la
puta conversación? ―Finalmente exploté, molesta por su falta de respuesta―.
Estoy embarazada. El bebé es tuyo. Ahora es tu turno para hablar.
―No estoy seguro de lo que quieres que diga ahora, Kate ―respondió con
calma, pero sus dedos estaban apretando la taza de café de tal forma que sus
nudillos estaban blancos.
―Cualquier cosa. En este punto, me gustaría que dijeras lo que sea ―le
contesté con cansancio, mi corazón acelerado.
―¿Est{s segura de que yo soy el padre?
Mi cuerpo se enfrío, el sudor que sentí por debajo de los brazos se puso
tan frío que me estremecí.
―Cualquier cosa menos eso ―le susurré con voz ronca, meneando la
cabeza.
Me levanté para salir sin decir nada más, y él no me detuvo mientras daba
el beso de despedida a los muchachos y me ponía los zapatos.
―Cuando Keller despierte, por favor dile que lo amo ―dije en voz alta
cuando llegué a la puerta―. Voy a recoger a Sage de la escuela hoy ya que le
dije que lo haría.
Oí su silla deslizarse sobre el linóleo y su voz llamando mi nombre, pero
no me detuve. No podía manejar más escenas ese día.
―L a jodí ―dije por el teléfono mientras me rendía sobre el piso
del baño.
―Bueno, hola a ti también ―respondió mi hermana adoptiva―. ¿Por qué hay
eco?
―Estoy en el baño.
―De verdad no quiero hablar contigo mientras cagas.
―No estoy cagando, Ani. Mierda, la jodí a lo grande. ―Mi voz se quebró
en las últimas palabras, y no pude ocultar el sollozo que se me escapó. Estaba
tan casada, y todo mi cuerpo parecía doler por las veces que había vomitado.
No podía retener nada, ¿por qué no podía retener nada?
―¡Mierda, Katie! ¿Qué sucede? ¿Est{s bien? ―preguntó con nerviosismo.
―Estoy embarazada ―susurré, como si decir las palabras en voz baja
suavizarían la respuesta.
―¿No te inyectaron? ¿Qué mierda, Kate? ¡No puedes olvidar una
inyección!
―No lo hice. Lo juro, me la colocaron en la fecha que se suponía. ¡No sé
qué mierda pasó!
―Espero por Cristo que sepas qué sucedió ―respondió con sequedad.
―Es peor ―gemí, inclinando mi cabeza hacia atrás sobre la toalla debajo
de mí―. Mucho peor.
―¿El chico era feo?
―Peor.
―¿Un gigoló?
―Mucho peor.
―Oh, joder, Katie ―susurró después de un momento de completo
silencio―. No lo hiciste.
―Est{bamos borrachos. Cometí un error.
―Esa excusa dejó de funcionar cuando tenías diecinueve. No funciona
cuando tienes casi treinta.
―Lo sé. Soy una idiota. Dios, ¿en qué estaba pensando?
―¿Shane sabe?
Las luces del baño se apagaron, pero el sol estaba brillando por la pequeña
ventana de la ducha y cerré los ojos por la luz. Mierda, incluso mis ojos me
dolían.
―Sí, le conté esta mañana.
―¿Qué dijo?
―No mucho.
―¿No mucho?
―Preguntó si estaba segura que era de él.
―¡Ese hijo de puta! ―gritó, intensificando el dolor en mi cabeza―.
¡Espero que lo hayas hecho mierda!
―No, sólo me fui.
―¿Qué? ¿Por qué? No dejes que sea un idiota contigo, Katherine. Has
tolerado mucha más mierda de la que deberías con él en los últimos años.
―No, lo sé. Yo sólo< ―Empecé a llorar, sintiéndome lo m{s lamentable
que me he sentido en toda mi vida―. Sólo estoy cansada, Ani. Estoy tan
jodidamente cansada, y sigo vomitando. Y Keller fue tan malcriado esta
mañana, me golpeó, de verdad, y luego Shane llegó a casa y fue un completo
imbécil al respecto. No podía tolerar más, y luego, tuve que irme cuando Kell
estaba durmiendo y probablemente se despertó y pensó que seguía enojada con
él.
―Vaya, c{lmate, cariño ―dijo con dulzura―. Vamos a ir paso a paso.
¿Has estado enferma?
―Estoy muy enferma ―dije con voz {spera, mi estómago revolviéndose
de nuevo―. Dios, Ani. No he podido retener nada por días.
―¿Cu{ntos días?
―Alrededor de tres, creo. Dios, se siente una eternidad.
―Probablemente est{s deshidratada, Kate. Necesitas ir a un doctor.
―Tengo una cita pasado mañana.
―No, debes ir ahora.
―Estoy muy agotada. Ni siquiera puedo levantarme del piso del baño.
La oí mascullarle a algo, luego, su voz vino a través del teléfono con más
claridad.
―Te llamaré en un momento, Sis, ¿bien?
―Sí ―respondí con cansancio―. Estaré aquí.
―Te llamaré en un momento.
―Est{ bien.
Terminé la llamada mientras mi estómago se revolvió de nuevo, y ni
siquiera me molesté en intentar ponerme de rodillas para llegar al inodoro. No
había nada en mi estómago de todas maneras.
Cuando terminé, estaba sudorosa y mis abdominales ardían, pero eso no
me detuvo de dormirme hecha un ovillo.

―¿Katie? ―escuché que decía Shane, sac{ndome de mi primer sueño


profundo en días―. ¡Kate!
Antes de poder responderle, su cuerpo llenó el umbral de mi baño.
―Lo siento, puede que no haya oído la puerta ―dije estúpidamente
cuando se detuvo repentinamente―. No me siento bien para tener compañía.
―Katie ―dijo suavemente, dando un paso hacia mí.
―No. Yo sólo< no. Huelo como la mierda, estoy toda sudorosa, y sólo<
dame unos minutos, ¿est{ bien? ―pregunté con cansancio, poniéndome de
rodillas lentamente.
―No te muevas, nena ―respondió gentilmente mientras entró al baño―.
Vamos a sacarte de aquí.
El cariñó hizo que se me cerrara la garganta, pero me aparté.
―¿Dónde est{n los niños?
―Recogí a Sage y los llevé con los vecinos por un rato.
―¡Oh mierda! ―Intenté ponerme de pie, pero me mareé y empecé a llorar
de nuevo―. Se suponía que la recogería de la escuela. Oh Dios mío, debe haber
estado tan asustada.
―Oye ―dijo en voz baja―, detente. Hablé con Anita, y me dijo que
estabas enferma. Recogí a Sage a tiempo. Estaba bien. Completamente bien.
―Dios, lo siento tanto. Me dormí.
―Puedo verlo. No hay nada que lamentar.
Se inclinó para levantarme, y me apresuré en apartarme.
―Por favor, no, Shane ―sollocé―. Apesto. Necesito una ducha.
Me miró fijamente, sin responder por un momento antes de inclinarse
sobre mi cuerpo y apartar la cortina de la ducha.
―¿Qué haces?
―Quieres ducharte, ¿verdad? ―preguntó mientras abría el grifo―. Así
que, vamos a llevarte a la ducha.
Lo miré sorprendida mientras cerró la cortina de nuevo y se alejó para
quitarse su camiseta sobre su cabeza, saliendo de sus sandalias mientras lo
hacía. Luego, se quitó el pantalón corto caqui y su bóxer al mismo tiempo,
dejándolo completamente desnudo.
―¿Qué, en el nombre de Dios, est{s haciendo? ―pregunté cuando mi
boca finalmente comenzó a funcionar de nuevo.
―Vamos, te ayudaré a levantarte.
―¿Est{s jodidamente loco?
―Si no dejas de mirar mi pene, va a despertarse y saludar ―advirtió.
―Eso es lo que me metió en esta mierda en primer lugar.
―Cierto. No voy a follarte contra la pared. Est{s jodidamente enferma, y
necesitar ir al hospital< así que, o me dejar ayudarte a ducharte o te llevaré así,
apestando y luciendo como una persona sin hogar.
―Estoy bastante segura que cualquier tipo de ego que sentí al dormir
contigo, acaba de marchitarse y morir.
―Bien, entonces no te importar{ verme desnudo.
―Oh, créeme, no me molesta ―respondí con cansancio mientras lo dejé
que me ayudar{ a levantarme del piso―. Ya sé que no quieres “repeticiones”,
así que no estoy preocupada porque veas algo que te excite.
―Fui un cretino.
―No te preocupes, por los menos el sexo fue bueno ―respondí mientras
me sacaba mi camiseta sobre mi pechos doloridos―. Cuidado ―le advertí.
―Seré cuidadoso ―prometió mientras deslizaba por mis piernas mis
leggins y ropa interior―. No debería haberte dicho esas cosas ―dijo con
sinceridad, sosteniendo mi mano mientras entramos a la ducha―. Estaba tan
mal esa mañana<
―¿Crees que yo no? ―pregunté mientras me movió lentamente hacia el
agua cayendo―. Dios, jodidamente vomité. Debería haber notado en ese
momento el presagio de lo que era.
―Lo siento, Katie ―dijo, colocando mis manos alrededor de su torso para
estabilizarme mientras pasaba sus dedos por mi cabello―. Fui un idiota. Sabía
que nada de eso era tu culpa, pero, joder si no estaba molesto de todas formas.
―Sabes que estaba ebria, ¿verdad?
―Eso no<
―No, sí importa ―discutí antes de que pudiera terminar la frase,
cerrando mis ojos mientras colocaba champú sobre mi cuero cabelludo―.
Pareces estar bajo alguna ilusión de que me aproveché de ti o algo así. Eso es
una mierda. Los dos estábamos bebiendo, y si recuerdo las cosas correctamente,
me follaste mientras estaba inmovilizada boca abajo en la cama.
―Jesucristo ―siseó, haciendo una pausa mientras sentí su pene contraerse
contra mi estómago.
―No es que me quejara en ese momento ―murmuré, haciendo que sus
manos se tensaran en mi cabello―. Mierda, mi estómago est{ empezando a<
Me aparté de él y apenas pude inclinarme mientras vomitaba.
―Lo siento ―jadeé entre arcadas―. Mierda. Odio<
―Shhh ―respondió con calma, pasando uno de sus brazos sobre mi
pecho y frotando mi espalda con la otra―. Est{s bien. Ya pasar{.
―Dios ―gemí mientras mi estómago finalmente se calmó―. ¿Por qué
siquiera estás aquí?
―Vamos a lavarte.
―Oh, no, puedo hacer esta mierda por mi cuenta.
―No voy a dejarte aquí sola.
―Bien. ―Lavé las {reas m{s importantes de mi cuerpo r{pidamente,
negándome a poner más energía en nada más, y, en un par de minutos estaba
envuelta en una toalla y Shane me estaba llevando en brazos a mi habitación―.
¿Realmente acabas de ayudarme a bañarme? ―pregunté, apoyando mi cabeza
sobre su hombro―. ¿Qué demonios fue eso?
Me dormí antes de que pudiera contestar, y vagamente sentí que me
estaba vistiendo mientras me desvanecía constantemente. Cuando desperté
completamente, Shane de nuevo me tenía en brazos.
―Tú, idiota ―dije, todo mi cuerpo tens{ndose mientras me di cuenta
dónde estábamos.
―Debes ver a un doctor ―respondió, caminando desde la sala de espera a
la de emergencias.
―No tengo seguro, Shane, y es solo una enfermedad pasajera.
―Rachel nunca estuvo tan enferma.
―No soy Rachel.
―Van a revisarte.
―¿Cu{ndo exactamente obtuviste el derecho a opinar?
―Cuando Anita llamó y dijo que estabas enferma como la mierda y
tendida en el piso de tu baño.
―Ella es una jodida reina del drama.
―Es exactamente como te encontré.
―Sem{ntica ―murmuré cuando llegamos a la recepción.

―Sigo sin entender por qué est{s aquí ―dije suavemente, girando con
cuidado en la cama de hospital. La maldita cama era tan incómoda que sabía
que iba a estar aún más dolorida cuando me levantara.
―Somos amigos ―respondió, jugando con algo en su celular.
Apenas me miró desde que me trajo a la pequeña habitación y
procedieron a confirmar mi embarazo. Se fue mientras me hacían un
ultrasonido interno, y se había quedado en silencio incluso cuando lo atrapé
echando un vistazo a las imágenes que, convenientemente, había dejado en el
mostrador junto a la única silla en la habitación. Estaba inquieto, casi nervioso,
y honestamente, me hizo tensarme más con cada pequeño movimiento.
―No somos amigos, Shane ―le dije en serio, haciendo que levantara la
cabeza con sorpresa―. Tenemos una historia, una tonelada de mierda, pero no
hemos sido amigos desde hace mucho tiempo.
―No puedo dejarte sola aquí.
―Estaré bien. De verdad. Debes ir a casa con los niños. Sage
probablemente está volviéndose loca ahora.
―Acabo de hablar con ella. Est{ bien.
―Bueno, apuesto que Megan se est{ volviendo loca con todos esos niños.
―Acabo de hablar con ella. También est{ bien.
―No quiero que estés aquí ―dije finalmente, apartando la mirada de su
rostro sorprendido―. No estoy segura de qué haces, pero, seamos honestos,
¿bien?
―Estoy siendo honesto.
―No, te sientes culpable o algo así, pero estoy segura como la mierda de
que no estás siendo honesto.
―Est{s actuando como una perra.
―Ah, ahí est{ la honestidad ―respondí con sequedad para cubrir la
forma que me dolían sus palabras―. Sé que no quieres estar aquí, ¿bien? Estás
inquieto, suspirando y mirando tu reloj y, francamente, sería más fácil disfrutar
de este glorioso medicamento contra las náuseas si no sintiera que te estoy
reteniendo de ir a donde sea que quieres ir.
―Quiero estar aquí ―discutió con terquedad.
―¿Por qué? ¿Por qué querrías estar aquí?
―Porque est{s enferma y embarazada. No puedo simplemente dejarte.
―¿Por qué es tu problema? ―Lo miré fijamente, en silencio rog{ndole que
reconociera al bebé en las imágenes a un lado de su codo.
―Supongo que no lo es ―dijo finalmente, levantándose de la silla.
―¿Vas a seguir simplemente pretendiendo que yo sola quedé
embarazada? ―pregunté con cansancio, mirando su rostro―. Las fechas est{n
en las imágenes del ultrasonido que sigues mirando. Estoy segura de que
puedes hacer cálculos.
―Ya tengo cuatro hijos ―dijo con dureza, su mandíbula tens{ndose―.
Con mi esposa.
―¿Qué se supone que significa eso? ―susurré, sintiendo como si me
estuvieran desgarrando.
―Mira, has tenido un par de días para procesar esta mierda, ¿bien?
―espetó―. Yo he tenido horas, y la mayoría de esas horas las he pasado
levantándote del piso y llevándote al hospital.
―Lamento ser un gran inconveniente.
―¿Podrías por solo un jodido segundo darme un poco de espacio?
Maldición, Kate, ¡sólo dame un segundo para procesar esta tormenta de mierda
en que se ha convertido mi jodida vida!
Asentí una vez, luego, lentamente me volteé hasta que estuve de espaldas
a él.
―Claro, porque esto es mucho m{s sencillo para mí ―respondí
rotundamente, neg{ndome a mirarlo―. Tómate todo el tiempo que quieras.
Pude sentir su mirada en mi cabeza por un tiempo, pero, apreté los dientes
y controlé mi respiración hasta que escuché que abrió y cerró la puerta.
Entonces me puse a llorar.
Estúpidas hormonas del embarazo.

Solo me mantuvieron por un par de horas más, dejándome rehidratar con


su delgada y pequeña aguja en mi vena, luego me enviaron a casa con una
prescripción de medicinas para las náuseas y algunas vitaminas prenatales.
Mierda. Prenatal. De verdad estaba pasando. De verdad iba a ser mamá.
¿O ya era mamá? Era seguro como el infierno que ya me sentía protectora con el
pequeño camarón acurrucado en alguna parte entre los huesos de mis caderas.
Tomé un auto excesivamente caro de regreso a mi apartamento y subí las
escaleras, agradecida de que Shane hubiera pensando en llevar mi bolso al
hospital. Después de perder mis llaves dieciocho millones de veces, finalmente
había tomado el hábito de mantener una llave extra de la casa en la billetera.
Cuando entré, algo estaba raro. Me tomó un segundo antes de darme
cuenta que había un aroma a limón. ¿Qué rayos?
Shane había limpiado el baño.
Oh Dios mío.
Me senté pesadamente en el inodoro que brillaba de limpio y me regañé
hasta que las lágrimas que sentí aparecer en la superficie se apaciguaron. Fue
muy amable de su parte hacerlo. Pero no podía permitirme pensar que fue
hecho por algo m{s que bondad< o culpa. Culpa era probablemente la razón.
Saqué mi teléfono de mi bolso para llamarlo, pero me detuve en seco
cuando vi que mi mamá estaba llamando a mi teléfono en silencio. ¡Mierda!
Anita debió haber abierto su gran boca.
―¡Hola, ma! ―respondí animadamente, moviéndome a mi cama y
subiéndome entre las< ¿lavó las sábanas?
―¡Hola, cariño! ¿Qué haces?
―No mucho, sólo por ac{ en la casa.
―¿Ah sí?
―Sí.
Estaba bastante segura que sabía que estaba embarazada, pero no iba a
preguntarme. Lo juro, ella y la tía Ellie habían perfeccionado toda la cosa de “tú
sabes que lo sé, pero esperaré hasta que me lo digas siempre y cuando me lo
digas ahora mismo”. Habían atrapado a muchos niños con esa estrategia
mientras crecía, niños que habían sido imposibles de entender y menos
confiables que un antílope rodeado por tigres siberianos.
Sí, tenía una cosa por los animales exóticos de niña. Demándame.
Mi tía y mi tío se habían enterado muy pronto durante su matrimonio que
no podrían tener hijos y, siendo tan asombrosos como eran, habían decidido
inmediatamente que querían abrir su casa y sus vidas a niños como hogar de
acogida. No pudo haber sido fácil, demonios, había visto de primera mano lo
nada sencillo que fue; pero ni una vez dudaron en lo que mi tía después me dijo
que habían sentido que fueron llamados a hacer. Para cuando tenía dos años,
tenía primos salidos de la nada; primos tranquilos, ruidosos, calmados,
destructivos, tristes. Algunos no duraron mucho; la mayoría no duró mucho.
Pero había dos que mi tía y mi tío pudieron adoptar; Trevor y Henry, y un par
que habían permanecido en contacto después de que se fueron. Shane había
sido uno de los chicos de acogida que pareció apegarse a la familia de Ellie y
Mike Harris, incluso aunque había sido uno de los más mayores en ser puesto
con ellos.
Cuando tenía cinco años y Trevor vino a quedarse con la tía Ellie y el tío
Mike, mis padres tuvieron una especie de epifanía. Menos de un año después,
nuestra familia también comenzó a recibir niños que por una u otra razón
necesitaban un lugar para quedarse. Así que, por primera vez en mi vida, tuve
hermanos. Un montón de hermanos. Hermanos a los que tuve que decir adiós
mucho más seguido de lo que quería. Entonces de la nada, en el medio de una
ola de calor durante los largos días de verano, vinieron un par de hermanos que
mis padres eventualmente adoptarían; lo que quería decir que los tendría para
siempre. Mis hermanos gemelos, Alex y Abraham, se pararon en nuestro
porche delantero cuando tenía ocho años y ellos diez, y nunca tuvieron que irse
de nuevo. Y gracias a Dios, porque cuatro años después mi naturaleza confiada
e indulgente me había atrapado en una situación que hubiera salido muy mal si
Bram y Alex no hubieran elegido el momento exacto para encontrarme afuera
con nuestro hermano de acogida más nuevo.
Después de eso, mis padres nunca más recibieron a un niño mayor que yo
y se negaron a recibir más chicos. Habían bajado la guardia también, y no sé si
alguna vez se perdonaron por eso. Mis padres recibieron a los últimos chicos de
acogida cuando tenía diecisiete, y fue entonces cuando conocí a Anita. Ella no
quería ser adoptada, incluso aunque legalmente mis padres podrían haberlo
hecho, pero tampoco quería irse. Se quedó con mis padres durante sus dos
últimos años de secundaria y se había mudado al apartamento en el garaje para
poder ir a la universidad después de eso.
Con todos esos niños y todos sus problemas, mi tía y mi mamá se habían
vuelto interrogadoras que harían que la CIA prestara atención. Habían visto y
escuchado todo, y ninguna actitud o personalidad podría resistirse a ellas
cuando tenían su mente puesta en algo. Desafortunadamente, eso también
quería decir que le diría a mi madre cualquier cosa que quisiera saber.
―¿Sucede algo nuevo?
―¡Maldita sea, te lo dijo! ―grité, golpeando mi mano contra la cama,
haciendo que el aroma fresco del Tide flotara a mi alrededor. ¡Shane había
lavado mis sábanas!
―No tengo idea de qué est{s hablando.
―Estoy embarazada ―repliqué con un gruñido.
―¿Qué? ―preguntó fingiendo sorpresa.
―Voy a matar a Anita.
―No lo har{s. Estaba preocupada. No te enojes con ella.
―¡Es entrometida! Yo debería habértelo dicho. Quería decírtelo.
―Comencé a sollozar. Nada era como había imaginado. Nada estaba saliendo
bien.
―Oh, cariño ―dijo mam{ suavemente―. Lo siento. Sé que esa clase de
cosas son importantes. Habría esperado hasta que me llamaras, pero Anita dijo
que estabas enferma y estaba preocupada<
―Lo sé, mam{. Est{ bien, sólo< ¡son est{s estúpidas hormonas! No
puedo controlarlas. Te juro que quiero matar a alguien, y en segundos estoy
llorando porque a uno de mis dedos se le ha descascado el esmalte de uñas.
―Recuerdo eso. Si eres en algo parecida a mí, vas a ser una pesadilla con
la que vivir.
―Qué bueno que vivo sola entonces ―murmuré, limpiando mi cara
contra mis sábanas limpias. Toma eso, Shane.
―¿Quieres hablar al respecto?
―De hecho no.
―¿Vas a algún lado?
―Sí. ―Suspiré, acurruc{ndome en una bola y pasando la sábana sobre mi
cabeza.
―¿Qué pasa, cariño?
―Dormí con Shane ―murmuré, medio esperando que no me escuchara.
―Bueno< eso tardó un largo tiempo.
―¿Qué?
―Katie, tú y Shane han estado caminando alrededor del otro desde hace
años< incluso desde que eran niños.
―Mam{, se casó con mi mejor amiga. No estoy segura de que a eso se le
llame caminar al rededor.
―Katiebear, voy a decirte algo, y puedes tomarlo como quieras.
―No creo que quiera oírlo.
―Pues qué mal.
Resoplé una risa, y fue la primera vez que me reí desde que me enteré que
estaba embarazada. Mi mamá siempre podía hacer eso; de alguna manera hacer
que las cosas malas no parecieran tan malas con un par de palabras bien
elegidas. Esperaba que pudiera hacer eso algún día.
―Cuando eran niños< Shane estaba huyendo.
―¿Qué quieres decir?
―No voy a decir que no amó a Rachel. Nunca diría eso, porque
simplemente no es verdad. Sé que la amó< podías verlo cuando estaban juntos.
Pero Katie< nunca vivieron juntos por un periodo significativo de tiempo.
―Es su trabajo, mam{<
―No tienes que defenderlo conmigo, Katherine Eleanor. Conozco a ese
chico, y lo he amado desde que se mudó con tu tía y tu tío. Lo que estoy
diciendo es que para él fue fácil amar a Rachel, y eso no es necesariamente algo
malo. Era lo que necesitaba, y siempre estuve agradecida de que encontrara eso
en ella.
―Eran perfectos juntos ―susurré, mi garganta cerr{ndose.
―Bueno, no diría eso.
―¿Qué?
―Shane necesitaba alguien que lo aceptara por cómo era en ese entonces,
cariño, y Rachel lo hizo< tú no.
―¿Qué significa eso? ―Mi corazón comenzó a golpear con fuerza en mi
pecho, y mis manos empezaron a sudar.
―Bueno, supongo que la tía Ellie y yo siempre pensamos que eras
demasiado para él.
―Cielos, gracias.
―Eso no es en absoluto algo malo, Katie. Tú lo viste, y por un tiempo
podría decir que él se deleitó en eso. Le encantaba que pudieras ver
directamente a través de él. Eso lo desafiaba.
―Me dejó, mam{. No estoy segura de cómo puedes decir que amaba algo
sobre mí.
―Se acercaron demasiado, Katie. Él no estaba listo para eso.
―Bueno, ¿cómo se suponía que supiera eso? ―grité, sent{ndome en la
cama―. ¡Tenía diecinueve! ¡No sabía lo que estaba haciendo!
―Ahí est{n esas hormonas.
―Él me dejó, mam{. Nunca se preocupó por mí. Deberías haber< ―No.
ella no necesitaba saber que Shane me había llamado durante meses en mi
primer año de universidad, luego había actuado como si no quisiera nada que
ver conmigo al momento en que había visto a mi mejor amiga. Eso ya no era
relevante―. Él sólo< dejó muy en claro que no quería nada que ver conmigo.
Me ha evitado por diez años. Su opinión es muy obvia.
―No quise molestarte, cariño.
―No lo hiciste.
―Muy bien, ¿nuevo tema?
―Sí, por favor.
―¿Cómo se tomó Shane las noticias?
―¡Ese es el mismo maldito tema!

Me desperté a la mañana siguiente con susurros y el olor a leche de


formula abanicándose sobre mi cara.
―¿Ya est{ despierta?
―¡Todavía no! Pap{ dijo que estuviéramos callados.
―¡Silencio!
―¡Tilentio!
―Desearía que se despertara ya.
―Keller, cierra la boca.
―Si tu pap{ quisiera dejarme dormir, no hubiera dejado cuatro monstruos
en mi cama ―me quejé, sent{ndome demasiado r{pido y apart{ndolos de mí
mientras ellos chillaban y me estómago se revolvía.
―Oh, la tía Katie necesita otro minuto, chicos. ―Gemí, acostándome en la
almohada―. ¿Quieren acurrucarse un rato?
Se acurrucaron a mi alrededor, Gunner jugando con mi cabello suelto, la
cabeza de Gavin descansando en mis adoloridos pechos, el cuerpo de Keller
torciendo uno de mis tobillos de una forma que no quería torcerse, y Sage
sosteniendo mi mano. En un segundo, me sentí un millón de veces mejor.
―¿Dónde est{ su pap{? ―pregunté en voz baja, dejando que mis ojos se
cerraran mientras los pequeños dedos de Gunner pasaban por mi cabello.
―Yendo al baño.
―Est{ tomándose mucho tiempo.
―¡Apuesto a que est{ haciendo popó! ¡Él apesta demasiado! ―gritó
Keller, haciéndome reír.
―No estoy haciendo popo, Keller ―murmuró Shane de un lado de la
cama, haciendo que mis ojos se abrieran. Sus mejillas estaban rojas de
vergüenza, y creo que me enamoré un poco entonces.
―Tú apestas m{s, Keller ―lo acusé, mirando a Shane a los ojos.
―¡No lo hago! ¡Tú sí, tía Katie! ¡Apestas!
―¡Tú apestas! ―gritó Gavin justo en mi oído.
Los ojos de Shane se arrugaron a los costados mientras intentaba contener
una sonrisa.
―Pensé que tal vez querrías verlos ―dijo Shane en voz baja mientras se
sentaba al borde de la cama―. Sé que no te sientes bien<
―Gracias ―lo corté, soltando a Gunner por un momento para estirar mi
mano y ponerla en su rodilla―. Esto es justo lo que necesitaba.
―Usé la llave de repuesto. ―Su voz se volvió m{s tranquila.
―Lo supuse.
―¿La quieres de regreso?
―No ―susurré.
―Bien.
―Tía Katie, ¿por qué est{s enferma? ―preguntó Sage con sospecha, su
voz estremeciéndose.
―Ven aquí, Furia Sage ―respondí, acerc{ndola a mí―. Tengo noticias.
―Kate ―me advirtió Shane en voz baja.
―Voy a tener un bebé.
Mis palabras parecieron sorprender a los chicos en un silencio por un
momento antes de que todos hablaran la vez.
―Bebé.
―Bebé.
―¿Qué?
―¿En serio?
―¡Síp! Engendrar a un bebé algunas veces pone a la mam{ enferma, pero
sólo por un tiempo. Así que es por eso que estoy enferma. Una vez que el bebé
esté más grande, no estaré más enferma.
―¡Estar{s gorda! ―gritó Keller.
―Keller ―espetó Shane.
Sacudí mi cabeza ligeramente hacia Shane y miré a Keller a los ojos. No
estaba siendo un mocoso< estaba preocupado.
―Ven aquí, Kell.
Subió y se sentó en mis muslos.
―Cuidado, amigo ―advirtió Shane.
―Est{ bien ―dije con una sonrisa, sin apartar la mirada de Keller―. Sólo
voy a tener un bebé, amiguito. Pero toma mucho tiempo< nada va a cambiar
por un tiempo.
―¿Dónde est{? ―preguntó con curiosidad, mirando a mi vientre
relativamente plano.
―Justo aquí. ―Apunté, haciendo que todos los niños miraran de cerca
hacia donde estaba mi dedo.
―No veo nada.
―Eso es porque es muy, muy pequeñito ahora.
―¿Qué tan pequeño? ―preguntó Keller con duda.
―Como un frijol.
―¿Pero va a crecer?
―Síp.
―Genial.
―Muy genial ―estuve de acuerdo.
―¿Va a ser nuestro primo? ―pregunto Sage, sobresaltándome en mi
tranquila conversación con Keller.
―¿Puedes traerme un vaso de agua? ―pregunté después de lo que
pareció una larga pausa―. Necesito tomar mi medicina antes de enfermarme
de nuevo.
―¡Ugh! ―dijo Keller, apart{ndose de mí.
Mientras Sage se bajaba de la cama, encontré los ojos de Shane.
Lucía tan jodidamente sorprendido como yo me sentía.
e sentía como si estuviera fuera de control.
M Mientras estaba acostado allí en mi cama, no pude evitar pensar de
vuelta a cuando me había escabullido de los niños, para ver a Kate hace algunas
mañanas. Ella había estado durmiendo tan profundamente que ni siquiera
había escuchado la puerta abrirse o las sosegadas conversaciones de los niños, y
por un momento había sentido un destello de algo entre protección y
posesividad precipitándose en mí.
Me había sacudido tan gravemente que había inventado una excusa para
utilizar su cuarto de baño y me había encerrado allí durante unos minutos para
conseguir mi mierda bajo control. El sentimiento protector podía manejarlo, no
era una nueva sensación cuando se trataba de Kate. Pero la posesividad estaba
mal en tantos niveles que me sentí como un desgraciado por siquiera poner un
nombre a ello. No la deseaba, y ella no era mía.
No era mía a pesar que actualmente llevaba a mi hijo.
Empujé mis sábanas hasta mis pies con irritación y rodé sobre mi costado,
tratando de encontrar una posición cómoda para dormir. Tenía menos de dos
semanas antes que tuviera que irme, y aunque estaba ya empezando la
transición al modo trabajo y la vida familiar que estaría viviendo durante los
próximos seis o siete meses, mi mente constantemente giraba ante la idea de
dejar a mis hijos.
Los había dejado antes. Mierda, los había dejado una y otra vez... pero las
cosas eran diferentes ahora. No los dejaría con su madre, con la certeza de saber
que todo permanecería igual cuando me fuera. Los estaba dejando con Kate, y
le confiaba a ella sus vidas, pero no podía conciliar eso con el lugar que ella
tenía en la mía.
Estaba embarazada. Dios, ¿cómo podía haber sido tan estúpido? Como si
follar a Kate no hubiese sido una decisión épicamente mala, también había
tomado por asalto las puertas sin ponerme mi maldita armadura.
No que hubiera tenido algún condón conmigo de todos modos. No había
tenido sexo en un año, y no había planeado tener sexo durante mucho tiempo
después de eso. Entonces había tomado la estúpida decisión de utilizar a Kate
para terminar mi período de sequía.
Kate. La mejor amiga de mi esposa, y la sobrina de las únicas personas a
las que alguna vez habían llamado mis padres. El peor error que jamás había
cometido en toda mi vida.
No podía decidir si estaba enojado por lo que había hecho o tan
jodidamente triste por todo que quería llorar.
No quería un hijo con ella. Dios, no quería más hijos, punto.
Apenas podía mantenerme al día con la mierda como estaba, incluso con
Kate para cuidar de los niños mientras yo trabajaba. ¿Cómo diablos podría
añadir otro niño en esa mezcla? Cuando Rachel estaba viva, había bromeado
con que quería una casa llena de niños. Sabía que era mucho para colocar sobre
sus hombros cuando estaba lejos tanto tiempo, pero ella había estado de
acuerdo de todo corazón con mi sueño, y nunca se había quejado, ni una vez,
sobre la vida que habíamos hecho.
Si no hubiera muerto, tenía la sensación que probablemente ya estaría
embarazada, y yo estaría en éxtasis sobre la adición a nuestra prole.
Pero Rachel estaba muerta, y Kate era la que estaba embarazada. No podía
encontrarme emocionado acerca de eso.
Y mientras me giraba sobre mi vientre y cerraba mis ojos con fuerza,
finalmente cedí al temor que había estado persistiendo en el fondo de mi mente
durante cerca de una semana.
El temor que no amaría al hijo de Kate de la forma en que amaba a los
demás.
El temor que no sentiría nada.

―¿Segura que est{s bien con ellos? ―pregunté por tercera vez mientras
enroscaba la tapa en mi taza de café.
―Estoy bien, Shane. Lo prometo. Sage no tiene escuela hoy, así que voy a
dejarlos dormir hasta tan tarde como ellos quieran y luego los haré acurrucarse
en el sofá por un día de películas.
―¿Todavía est{s vomitando cada cinco minutos? ―pregunté, viendo su
rostro pálido y su cabello apresuradamente amarrado. Todavía no lucía bien.
―No. La cosa contra las n{useas que me dieron es como magia. No he
vomitado en como ―miró m{s all{ de mí hacia el reloj de la cocina―, cuatro
horas.
―¿Estuviste hasta las dos de la mañana vomitando? ¿Por qué carajos
siquiera tomas esa medicina si todavía estás vomitando? Eso es una maldita
tontería. Llama al médico y ve si tienen cualquier otra cosa, otra marca tal vez.
¿Compraste el genérico? Dicen que esa cosa es lo mismo que la de marca,
pero<
―¡Vaya! Reduce la velocidad allí, turbo ―me interrumpió, levantando sus
manos en el aire entre nosotros―. No es infalible, ¿de acuerdo? Ayuda, pero no
es la cura a todo. Prefiero vomitar cada seis u ocho horas que cada quince
minutos. Está haciendo su trabajo. Contengo mi comida, y de hecho puedo
beber agua de nuevo. Todo está bien.
―Todavía est{s vomitando ―respondí tercamente.
―Veamos cu{ntos nombres diferentes podemos pensar para describir el
vómito. Ya hemos utilizado como tres. ¿Por qué no voy yo ahora? ―Frunció los
labios y entrecerró sus ojos por un minuto antes de afirmar―: Sopladura de
cachos. Ahora tú.
―¿De qué carajos est{s hablando?
―Estoy cambiando el tema de algo que pareces tener intención de
discutir, a pesar de ser un esfuerzo infructuoso. Sacarlo. Echarlo. Arrojarlo.
―No voy a jugar este juego contigo ―contesté, molesto. Si ella no quería
cuidar de sí misma, no era mi asunto. Parecía estar completamente bien con
verse y sentirse como una mierda todo el tiempo, ¿y quién era yo para discutir
con eso?
―Devolverlo ―anunció, siguiéndome por toda la cocina mientras
agarraba mi cartera y mis llaves―. Regurgitarlo.
―Ya basta, Kate.
―Orar al dios de porcelana ―replicó, con una sonrisa de satisfacción.
Incluso con sus mejillas demacradas y su cabello desordenado, tenía tantas
ganas de besarla que dolía, y eso hizo que mi frustración se elevara.
―¿Siendo molesta por lo general te lleva a conseguir lo que quieres?
―Si vas a trabajar molesto en lugar de preocupado, entonces funcionó.
―No estoy preocupado.
―Has estado pase{ndote.
―Est{s enferma, por el amor de Dios.
―Te estoy diciendo que estoy bien. Estoy emocionada de finalmente tener
un día libre de la escuela, sólo yo y mis monstruos ―respondió ella con una
dulce sonrisa de satisfacción.
―No son tuyos. ―No pude detener las palabras antes que salieran de mi
boca, pero lo lamenté en el mismo segundo que la sonrisa desapareció de su
rostro.
―Los he estado llamando mis monstruos desde que nacieron, Shane
―dijo inexpresivamente―. No voy a parar porque tienes un palo metido en tu
culo por alguna razón que no puedo comprender del todo.
―Eres<
―No ―interrumpió―. No vas a ser un idiota conmigo. No lo harás. No te
he hecho nada, y estoy cansada de sentirme como si estuviera caminando sobre
cáscaras de huevo. He ayudado a cuidar a los niños desde que nacieron. No
puedes cambiar eso, es sólo un hecho. Siento que pienses que esto es una
especie de competencia o lo que sea que malditamente creas que es. Son tuyos.
Lo entiendo. Pero eso no quiere decir que no soy nada, y no puedes intentar y
actuar como si lo fuera.
―No creo que seas nada.
―Mira, sé que no te gusto.
―Eso no es<
―Pero durante los próximos diecinueve años, vas a tener que lidiar
conmigo. ―Sus ojos empezaron a humedecerse, y algunas l{grimas cayeron de
sus ojos―. Siento eso. Lo siento mucho. Pero tenemos que encontrar una
manera de hacer que funcione porque, para bien o para mal, estoy aquí, y es
agotador tratar de llevarse bien contigo.
Kate se volvió para irse, y mi estómago se encogió.
―¿Por qué siempre haces eso? ―pregunté con irritación―. Nunca me
dejas decir algo antes de alejarte.
―Sé lo que tienes que decir, Shane. Ya lo has dicho, ¿recuerdas?
Simplemente nos estoy ahorrando palabras que no puedes recuperar.
―¡Todo lo que est{s haciendo es hacerme enojar! ―dije cuando comenzó a
alejarse de nuevo.
―Eso es sólo un extra ―dijo de vuelta, tranquilamente.
Rasqué mi cabeza en señal de frustración, gruñendo profundo en mi
garganta antes de colocar mi gorra sobre la parte superior de mi cabeza y salir
por la puerta principal.
Era tan jodidamente irritante. Actuaba como si yo fuera un total idiota, y
aunque pudiera recordar vívidamente las veces que lo había sido, hubo muchas
más veces durante el último año que las cosas habían estado bien entre
nosotros. ¿Alguna vez habíamos sido los mejores amigos? Realmente no. Pero
eso no me convertía en un idiota.
Y el hecho que ella no paraba de decir que no me gustaba, me molestaba.
Nunca había dicho que no me gustaba. Ella estaba bien. Agradable. Sólo no era
alguien con la que quisiera pasar el rato durante el poco tiempo libre que tenía.
Eso tampoco me convertía en un idiota.
No podía entender por qué seguía presionándome. ¿Quería que me
pusiera de rodillas y le pidiera ser amigos para siempre? Porque eso nunca iba
suceder.
Pero nunca, ni una vez, actuaba como si ella tuviera que caminar sobre
cáscaras de huevo.
Eso fue una mierda total y absoluta.
Teníamos a los niños en común. Eso era todo. No iba a fingir que pensaba
que ella era interesante o atractiva o divertida. Eso no sería justo para ella, y,
francamente, sólo jodería las cosas peor de lo que ya estaban.

La casa era ruidosa cuando entré por la puerta principal esa noche,
después de un largo día en el trabajo. Había estado verificando y volviendo a
verificar listas todo el día, yendo y viniendo por toda la base, tratando de
conseguir la mierda lista para el despliegue que poco a poco se estaba
acercando. Dios, estaba cansado. Cansado y de mal humor.
―¡Lo est{s haciendo impresionante, Sage! ―La voz de Kate se elevó por
encima del ruido de las cacerolas con las que Gavin y Gunner estaban jugando
en el suelo―. Asegúrate que estés cortando a través de todo el camino hasta el
mostrador, ¿de acuerdo?
Keller estaba en silencio por primera vez en mucho tiempo, construyendo
algo con Legos en la mesa de la cocina, y Kate se estaba moviéndose alrededor
de Sage mientras ella cortaba masa para galletas sobre el mostrador con lo que
parecía una lata de maíz vacía.
―Algo huele realmente bien ―anuncié, colocando mis llaves y cartera
sobre el mostrador.
―Hicimos estofado, ¿eh, Sage? ―dijo Kate con una tímida sonrisa―.
Estaba un poco frío afuera hoy, y me dieron ganas de un poco de comida
casera.
―¿Son esas galletas de Ellie? ―pregunté, mi boca haciéndose agua de sólo
de pensarlo.
―Sí, y la receta de estofado de carne de mam{.
―Santo infierno. ¿Cu{ndo estar{ listo? ―pregunté, desabrochando la
parte superior de mi uniforme. Quería despegarme de mi uniforme y ponerme
un pantalón corto de baloncesto y una camiseta que no oliese a sudor, pronto.
―Um ―tartamudeó Kate mientras miraba a mis dedos, y me volví
consciente de mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho―. Como en veinte
minutos ―respondió finalmente.
―Voy a tomar una ducha primero entonces.
―Bien.
Todavía estaba mirando fijamente, y no sabía si era el estrés del día o qué,
pero de repente la quería fuera de la cocina y lejos de los cuatro niños que
estaban haciendo tanto ruido.
―¿Puedo hablar contigo por un segundo? ―pregunté, inclinando mi
cabeza hacia el costado.
―Por supuesto. Oye, Sage, b{jate de ahí, ¿quieres? Regresaré en un
minuto.
Kate se aseguró que Sage estuviera lejos del mostrador y levantó a Gunner
del suelo, acomodándolo en el corral lleno con juguetes entre la cocina y la sala
de estar, antes de seguirme hacia el pasillo y escaleras arriba.
Cuando llegamos a mi habitación, me contoneé y estiré mis hombros,
tratando de sacar las estrechas mangas de mi uniforme fuera de mis bíceps. Ese
era el problema de tener las mangas enrolladas hacia arriba apretadamente;
estaban tan apretadas, que era un dolor en el culo bajarlas.
Sentí sus dedos deslizarse entre mi piel y la tela de mis mangas, y dejé de
moverme por completo mientras ella tiraba primero de una manga y luego la
otra por mis brazos.
Su respiración estaba un poco entrecortada, como pesada y temblorosa al
mismo tiempo, y la sensación de ello en mi hombro fue la gota que rebasó el
vaso.
―¿Eso es todo lo que<? ―comenzó a preguntar Kate.
Mi boca estuvo sobre la de ella antes que la última palabra fuera dicha, e
hice un embarazoso ruido desesperado cuando sus labios se separaron y me
dejo entrar.
Sabía como a jengibre, probablemente de las galletas que había traído con
ella esa mañana, y por alguna razón eso incrementó mi deseo hasta que
prácticamente estuve temblando.
Mis manos estaban temblando mientras corrían sobre ella, una recorriendo
el camino a la cola de caballo en la parte trasera de su cabeza y la otra
deslizándose hacia abajo hasta que alcanzó ese punto dulce justo debajo de su
culo. Mis dedos se envolvieron alrededor de su muslo mientras gemía en mi
boca y trataba de montarme, y sin pensar tiré de su pierna hasta mi cadera.
Mierda. Ella estaba tan caliente. Podía sentirlo a través de su pantalón. Por
segunda vez en mi vida, agradecí a Dios por los pantalones de yoga y deslicé
mi mano por la parte trasera de ellos, sin detenerme hasta encontrar donde
estaba empapada.
Sus caderas se inclinaron hacia atrás, tratando de obtener más espacio, y
alejé mi boca de la suya, así podría recuperar mi aliento.
―Por favor, no pares ―rogó mientras rodaba sus caderas contra mi mano.
―Levanta tu camiseta ―ordené frenéticamente, tratando de llegar a todo
a la vez. Lo necesitaba todo. Lo necesitaba justo en ese segundo.
En lugar de levantar la camiseta con tirantes que tenía puesta, sacó sus
brazos por los tirantes y cuidadosamente la colocó debajo de sus pechos. Sin
sostén. Jodidas gracias. Saqué mi mano de la parte trasera de su pantalón y al
instante la empujé de nuevo hacia la parte delantera, encontrando su clítoris y
pellizcándolo entre mis dedos mientras me inclinaba hacia abajo.
―Con cuidado, por favor ―advirtió ella, tir{ndose hacia atrás cuando fui
por sus pechos.
―Seré suave. Quitaste los aros ―murmuré, ralentizando para tomar su
pezón derecho gentilmente en mi boca.
―Pensé que probablemente debería ―respondió, arqueando su espalda.
―Te quitaste éste, también ―dije, presionando dos dedos profundamente
dentro de ella y presionando fuerte hacia abajo con mi pulgar sobre su
clítoris―. Me gustaban.
―Mierda ―gimió, doblando sus rodillas así podía presionarse hacia abajo
en mis dedos dentro de ella―. No es suficiente.
―Es suficiente.
―No, estoy tan cerca. Dios. No es<
Mordí su pezón entonces, con cuidado debido a cuán sensible parecía
estar, y se vino, jadeando y estremeciéndose mientras mi mano entre sus
piernas se empapó en ella.
Saqué mi mano de ella lentamente, pasando mis dedos sobre todo a lo que
pude llegar, luego la levanté y metí esos dos dedos en mi boca.
Sabía diferente a como la recordaba. Incluso tal vez mejor.
Ella estaba yendo por mi cinturón cuando el sonido de pequeños pies
pisando fuerte por las escaleras llegó a nuestros oídos.
Santa mierda.
Nos revolvimos para ponernos decentes, ella tirando de su camiseta de
regreso sobre sus pechos de puntas endurecidas, y metiendo mi mano dentro
de mi pantalón para tirar de mi pene dolorosamente apretado y esconderlo
debajo de mi cinturón, aflojando mi camiseta interior así caería sobre todo.
Joder, eso duele.
―¡Tengo hambre! ―gritó Keller cuando llegó al quicio de la puerta.
―Est{ bien, amigo. Bajaré en sólo un segundo ―dijo Kate
incómodamente.
―Estoy muy hambriento ―insistió.
―Bajaremos ahora mismo, amigo ―dije en mi voz de pap{, advirtiéndole
con sólo mi tono que la conversación había terminado.
―Est{ bien. ―Se dio la vuelta y r{pidamente bajó las escaleras con toda la
gracia de un elefante, y entonces ahí estábamos, parados a unos centímetros de
distancia y completamente incómodos.
―Joder ―murmuré, pasando mis manos sobre mi rostro, lo que sólo hizo
las cosas infinitamente peor, ya que olían a Kate.
―Eso fue divertido ―dijo ella con una sonrisa, mirando hacia cualquier
lugar, excepto mi rostro.
―Para ti, tal vez ―me quejé, haciéndola reír un poco.
―Pobre bebé. ¿Necesitas algo de alivio? ―caminó hacia la puerta y llamó
a Sage―. ¿Cómo va todo, Sis?
―¡Viendo dibujos animados! ―gritó Sage desde abajo.
―Est{ bien, bajaremos en un minuto ―Kate gritó antes de cerrar la puerta
de mi habitación despacio y bloqueándola.
―¿Qué estamos haciendo? ―pregunté, sabiendo que, lo que sea que
hacíamos era una idea extremadamente mala.
―Tú no est{s haciendo nada ―dijo, estir{ndose para alcanzar mi
cinturón―. Tú sólo vas a quedarte ahí parado.
Se dejó caer de rodillas entonces, y por mucho que mi conciencia me decía
que me largara como la mierda de esa habitación, el resto de mí estaba diciendo
que, si la detenía, me iba a poner a llorar.
Tuvo mi cinturón y los botones de mi pantalón desabrochados en cuestión
de segundos y bajó mi bóxer hasta que estuvieron metidos debajo de mis bolas
en la parte superior de mis muslos.
―Mi extraordinario y compasivo reflejo nauseabundo est{ roto ―advirtió
antes sacar su lengua para pasarla sobre la cabeza de mi pene ―. Tendr{s que
tomar lo que puedo darte.
No sabía por qué sus palabras eran tan sexys, pero realmente no me
importaba, tampoco, porque me estaba chupando con su boca y usando una de
sus manos para deslizarse junto con sus labios, y juré que era una de las mejores
mamadas que he tenido a pesar que no me tomó muy profundo.
La forma en que deslizó su mano por mi muslo y rodó mis bolas en su
palma hizo que mi visión se volviera borrosa. Estaba totalmente concentrada,
sus ojos cerrados y su respiración soplando por su nariz contra mi pelvis en
cortos jadeos. No pasó mucho tiempo antes que estuviera tirando de su cabello,
finalmente tirando de su boca completamente fuera de mí.
No tragó, pero sí tiró de su camiseta hacia abajo para que pudiera
correrme sobre sus pechos y cuello como si estuviera jodidamente marcándola o
algo así.
Cuando terminó, se fue al baño y me moví hacia la puerta, metiéndome de
nuevo en mi pantalón. Cuando miré por la barandilla en la parte superior de las
escaleras, Gunner todavía estaba en su corralito y los chicos más grandes
todavía estaban sentados en silencio viendo dibujos animados.
Acababa de volver a mi habitación cuando ella salió del baño, su cuello y
pecho una vez más limpios y cubiertos, y sus labios rosas e hinchados.
Keller irrumpiendo en la habitación no me había sacado de la niebla en la
que estaba. Ni los cambios que el embarazo había hecho a su cuerpo. No me
había detenido cuando me di cuenta que el sabor de su cuerpo había cambiado,
ni cuándo se puso de rodillas. Pero por alguna razón, las palabras que salieron
de su boca cuando se encontró conmigo en el medio de la habitación fueron
como un balde de agua fría sacudiéndome hacia el presente.
―Voy a bajar y terminar la cena ―dijo con una pequeña sonrisa.
Fue demasiado jodidamente doméstico. Me alegra que te corrieras, cariño.
Ahora tengo que volver para alimentar a los niños.
―Esto no debería haber sucedido ―contesté, borrando esa sonrisa―. ¿En
qué mierda estábamos pensando?
―Oh. Vaya. Est{ bien ―soltó una baja risa despectiva y sacudió su cabeza
una vez―. Tienes toda la razón. No suceder{ de nuevo ―me aseguró con un
pequeño saludo.
―Ésta no es tu casa ―continué obstinadamente, el dolor en mi pecho y la
culpa en mi vientre sintiéndose como si fueran a quemar su liberación―. No
soy tu marido.
―¿No, en serio?
―No voy a jugar a la casita contigo, Kate.
―No me di cuenta que eso es lo que est{bamos haciendo.
―Estoy agradecido, tan jodidamente agradecido, que cuides de los niños
de la manera en que lo haces. Sé que lo haces porque los amas, y ellos te aman
de igual manera.
Estuvo callada mientras trataba de ordenar mis pensamientos, pero había
tantos tambaleándose dentro de mi cabeza que no podía hacerme decir lo que
quería, y todo lo que estaba saliendo sonaba amargo y condescendiente.
―Tú y yo nunca va a suceder, Kate. ¿Est{ bien? No estoy seguro de lo que
estás pensando, si pensaste que simplemente seríamos una gran familia feliz o
algo así, pero no lo seremos. No eres Rachel. Sólo no lo eres, y eres linda, pero
no me siento de esa manera contigo.
Ella asintió, mirando por encima de mi hombro, y la vi tragar antes de
alejarse de mí.
―¿No vas a decir nada? ―pregunté cuando llegó a la puerta.
―Creo que ya se ha dicho, ¿cierto? ―preguntó con una ceja levantada―.
No te estoy persiguiendo, Shane. Sea lo que sea que estés viendo no está allí. Me
pediste que viniera aquí. Me besaste. Me hiciste venirme, así que devolví el
favor. No inicié nada de eso.
―Tienes razón. Mi error ―dije entre dientes.
―No piensas en mí de esa manera, pero no tienes ningún problema en
meter tus dedos en cualquier hoyo al que puedas llegar, ¿cierto? ―sacudió su
cabeza y suspiró―. No necesito esta mierda. No me toques de nuevo.
Salté a la ducha tan pronto como la escuché bajando las escaleras y apreté
mis dientes mientras lavaba mi erección todavía dolorosamente hinchada.
Acababa de tener una de las mejores mamadas en mi vida, y todavía estaba
duro. Cuando por fin tuve a mi cuerpo bajo control, me puse un pantalón corto
y una camiseta vieja y bajé las escaleras justo cuando la puerta principal se cerró
suavemente.
―¿Dónde est{ tu tía? ―le pregunté a Sage mientras levantaba a Gunner.
―Se fue. Dijo que te dijera que las galletas est{n en la parte superior de la
estufa y el estofado est{ listo en la cacerola ―respondió, caminando por delante
de mí hacia la cocina.
Cuando los niños estuvieron acomodados y la comida había sido
repartida, finalmente respiré profundamente en alivio. Así era como se suponía
que tenía que ser. Sólo yo y mis hijos.
Entonces me di cuenta que Kate se había ido en silencio sin comer nada de
la comida casera de la que había estado tan entusiasmada, y me sentí como el
idiota más grande en el planeta.
―¡H ola, hermano mayor! ―contesté tan alegremente como
pude mi teléfono mientras iba pasando mis emails del
trabajo.
Solo quedaban un par de días hasta que Shane se fuera a su nuevo
despliegue, y yo estaba peleando por hacer el máximo posible mientras pudiera
y él pasaba unos cuantos días en casa con los niños. Entre ocuparme de los
pequeños monstruos y seguir enferma como una maldita, estaba pasando un
mal rato intentando mantenerme al tanto con los pocos clientes que me
quedaban, y ellos se estaban poniendo inquietos. Estaba exhausta, y la mayoría
de las noches cuando entraba en mi pequeño apartamento tan solo quería
arrastrarme a la cama y dormir, pero no podía. El trabajo empezaba en el
momento en que ponía los pies en el suelo al levantarme, y sin una dosis de
cafeína, estaba pasando por un infierno para mantenerme despierta lo
suficientemente tarde para terminarlo todo.
―¿Qué est{ mal Katiebear? ―preguntó Alex, con sospecha en su voz.
―Entonces imagino que ya habr{s oído las noticias.
―¿Qué noticias?
―No me tomes el pelo.
―Bien, me lo dijo mamá.
―Dios, ¿no se lo podré decir a nadie yo misma? ―bufé, haciéndolo reír.
―Nop, estoy seguro que mam{ te dejar{ que se lo digas a Bram,
preferiblemente cuando Shane esté ya a mitad camino hacia otro lado del
mundo así no tendrá que volar a San Diego y matarlo.
―¿Pero a ti te lo dijo?
―Estoy atrapado en el jodido Missouri, que est{ en el culo del mundo.
Posiblemente ella pensó que yo era la apuesta segura.
―¿Cómo te va por ahí? No he hablado contigo en una temporada ―dije,
tratando de masajear la parte baja de mi dolorida espalda. La vida en la armada
tenía a Alex moviéndose de un lado a otro. A veces me costaba unos minutos
poder recordar dónde estaba viviendo.
―Todo bien. Aburrido, pero bien. ¿Y qué tal contigo? Pasando por un
montón de mierda, ¿eh? ―dijo él comprensivamente.
―Dios, Alex. No tienes ni idea.
―¿Cómo acabaste durmiendo con Shane entre todos? ―preguntó él.
Resoplé.
―Lo sé, ¿est{ bien? El tipo no me aguanta.
―Le gustas a todo el mundo, Katie. Algunos son solo imbéciles. ―Oí algo
crujir de fondo y luego el sonido de él comiendo algo crujiente. Con la boca
abierta. Dios, juro que mis hermanos no tienen modales cuando no están cerca
de nuestra madre.
―Él no es un imbécil ―discutí débilmente.
―Me encanta el tipo, pero siempre tuvo la cabeza tan metida en el culo de
Rachel que es como si nunca hubiera visto la luz del día.
―Esa es una bonita imagen.
―Ya sabes a qué me refiero. ¿Qué pasó?
―Ya sabes lo que pasa, chico se emborracha en el aniversario de su
difunta esposa, su madre adoptiva le dice a la chica que lo cuide. La chica toma
el coraje de ir hacia él, luego procede a tomarse una jarra de café llena de Jack’s
con el chico, y una cosa lleva a la otra<
―Mierda, ¿él te dejo embarazada en el aniversario?
―Qué impecablemente oportuno, ¿no?
―Mierda, Kate. Eso apesta.
Suspiré, echándome hacia atrás y cerrando mi portátil.
―Es lo que es. No puedo hacer nada m{s ahora.
―¿Cómo te sientes? Mam{ dice que has estado muy mal.
―Ahora estoy un poco mejor. Me dieron algunas medicinas para las
náuseas y eso ayuda. Ahora solo estoy lidiando con estar súper cansada todo el
maldito tiempo.
―Y Shane se va en unos pocos días, ¿no?
―Síp. Estoy moviendo mis cosas a su garaje mañana y viviré con los
monstruos a tiempo completo. Shane se va al día siguiente.
―Mierda, ojalá estuviera ahí para ayudarte a empacar. ¿Estás nerviosa?
―¿Por cuidar a los niños? Realmente no, quiero decir, los he tenido hasta
ahora todo el día conmigo.
―Sobre Shane march{ndose. No actúes como que no es nada.
―Por supuesto que estoy nerviosa sobre su marcha. ―Paré, tratando de
juntar las palabras correctas―. Pero siento que no tengo el derecho de sentirme
así. Quiero decir, el tipo casi no reconoce mi presencia, así que no es como que
tuviera que estar preocup{ndome por él<
―Sé que te preocupas por él, Katie. No te habrías acostado con él si no lo
hicieras.
―Pero para él es lo contrario. No sé, Al. Solo siento como que estoy
ocupando un espacio o algo así. Como si nuestros papeles nunca hubieran sido
definidos. Solo de relleno. Cuando él no está ahí, hago lo que se supone tengo
que hacer, ahora que Rachel no está ahí para hacerlo. Pero ahora con este bebé,
es solo< Estoy mucho m{s asustada por su despliegue de lo que había estado
nunca antes.
―Eso tiene sentido, Sis. Tú siempre te has preocupado por Shane de una
manera o de otra. Mierda, todos lo hacemos. Pero esto es una cosa grande. Vas a
ser responsable tú sola de cinco niños durante los próximos seis o siete meses.
Lo eres, Sis.
―Lo sé.
―¿Ha puesto él todas sus cosas en orden?
―Sí. Las asignaciones y el seguro de vida y los beneficios est{n todos
cambiados. Esa parte me quiso hacer vomitar.
―Suena como que estos días te los pasas vomitando.
―No jodas. Por lo menos he perdido esos kilos extra que había estado
tratando de quitarme de encima.
―No digas tonterías como esa ―regañó Alex, sonando enfadado―. Estás
perfecta como eres. No deberías estar perdiendo peso, especialmente cuando se
supone que lo vas a engordar de nuevo.
―Era una broma, Al.
―Broma estúpida.
―De verdad que estoy bien, ya sabes ―le dije suavemente, deseando que
estuviera aquí conmigo.
―¿Estás lista para esto, Katiebear?
―Imagino que tendré que estarlo.
―Vas a ser una madre increíble.
―¿Tú crees?
―Lo sé. Has sido una bastante buena durante el último año, ¿no?
―Tú eres el mejor hermano que he tenido nunca, ¿sabes eso?
―Lo soy, pero asegúrate de decirle eso a Bram, ¿de acuerdo?
Me reí y hablamos un poquito más hasta que él tuvo que colgar,
dejándome sola con mis pensamientos.

Mi apartamento estaba completamente empacado excepto mis sábanas y


mis artículos de aseo, y no podía decir que estuviera triste por dejar el lugar. Me
había trasladado cuando tuve que hacer recortes en mi negocio el año anterior y
nunca me había sentido como en casa. Echaba de menos mi apartamento de dos
habitaciones en Carlsbad que había conseguido por una ganga. Echaba de
menos poder tener invitados sin tener que preocuparme de que no tuvieran un
sitio para sentarse. Echaba de menos poder dejar mis sujetadores colgando a los
pies de la cama y no preocuparme de que los vería cualquier persona que
entrara por la puerta principal.
Pero no podía decir que estaba emocionada por trasladarme a la casa de
Shane, tampoco. La casa en Oceanside no era mía. Me quedaría allí, como una
invitada de larga duración y aunque Shane no estaría allí para controlar cada
uno de mis movimientos, yo seguía un poco recelosa por ello. Esa era la casa de
Shane< La casa de Rachel. No había cambiado mucho en el año desde que ella
había fallecido. Cuando estaba allí para cuidar a los niños, el hecho no me había
molestado. Tenía mi propio espacio al que regresar, mi propio pequeño
santuario que contenía todas mis cosas y estaba decorado a mi gusto.
Ya no tendría eso nunca más. Estaría viviendo en la casa de alguien más.
En la vida de alguien más.
Por lo menos Shane había mantenido sus rabietas al mínimo desde
nuestro pequeño interludio en su habitación la semana anterior o dos semanas
antes. Dios, eso había salido mal.
Nunca había sido buena en pensar dos veces las cosas. Algunas de mis
memorias tempranas de cuando era niña siempre eran de rasguños y arañazos
por hacer algo sin pensar en las consecuencias. Así que cuando lo vi
desabrochándose la camisa esa noche, no fui capaz de pensar en nada más
aparte de la manera en que se movían sus dedos mientras empujaba los botones
a través de los ojales. Él no prestaba atención a lo que estaba haciendo, como si
estuviera en modo automático.
Dejé que me atrajera a su madriguera.
Y aunque después de todo había sido un idiota, realmente no podía
arrepentirme. Lo deseaba, mucho. Y por unos cuantos minutos, tendría lo que
quería.
No me había hecho falsas ilusiones de que Shane se enamoraría de mí
como por arte de magia. No me había hecho ilusiones de hacer el recorrido
nupcial o incluso de ir agarrados de la mano de paseo. Lo había amado desde
lejos durante la mayor parte de mi vida adulta y, aunque veía que eso no iba a
cambiar en un futuro cercano, tampoco esperaba que sus sentimientos
cambiaran hacia mí.
Estaba de acuerdo en ello. La mayor parte del tiempo.
Temía el día en que él conociera a alguien más, sabiendo que mi vida
cambiaria dramáticamente cuando esto sucediera, pero lo esperaba. Había
aprendido a una temprana edad que a veces la gente se iba queriendo o sin
querer y preferiría que Shane me dejara porque hubiera encontrado a una mujer
que lo hiciera feliz.
Una vez cuando tenía nueve años, mis padres acogieron a un niño
pequeño que parecía que cargara con el peso del mundo sobre sus hombros. Él
tenía un año menos que yo y era bastante más pequeño. Recuerdo que no
hablaba mucho, pero siembre era súper educado cuando lo hacía. Juro, que ese
niño se veía casi como un fantasma en mi mente de nueve años, pero sabía
incluso a esa edad que los fantasmas necesitan amigos. Así que intenté hacerme
su amiga y, aunque me toleraba, nunca pensé que a él le gustara
particularmente mucho. No fue hasta que un día la trabajadora social apareció
al terminar la escuela que lo vi sonreír. Aparentemente, su madre había dejado
a su padre abusivo y había recuperado su custodia. Él dejó nuestra casa con la
sonrisa más grande que había visto antes o hasta ese momento y, aunque sabía
que echaría de menos tenerlo alrededor, no podía evitar estar contenta y feliz
por su marcha.
Si Shane encontrara a alguien más, así es como quería que me dejara atrás.
Alegremente. Aunque a mí me destrozara.

―Megan tiene a los niños, así que tenemos que hacer esto r{pido ―me
informó Shane mientras me pasaba de largo entrando en mi apartamento la
mañana siguiente―. ¿Est{ todo empacado?
―Sí ―contesté, abriendo m{s mis ojos mientras dos hombres lo
seguían―. Hola, ¿quiénes son?
―Este es Eric y Miles ―me informó Shane, apilando cajas pequeñas en la
cocina para poder llevar tres de una vez―. Van a ayudarte con el traslado.
―Vaya, gracias, chicos.
―De nada. Shane nos ayudó a mí y a mi esposa a mudarnos el año pasado
―dijo el tipo alto, tomando una de las cajas grandes que había en el medio de la
habitación.
―Él me prometió cerveza ―me susurró el que estaba m{s cerca de mí,
guiñándome un ojo. Uff, tenía un no sé qué de chico listo guapo en él.
―Demonios, si desempacas cuando hayamos terminado, te prepararé un
pastel ―le dije de vuelta, sonriendo.
―Vamos, chicos ―dijo Shane cortante, saliendo por la puerta con el
primer montón de cajas.
Agarré las bolsas de basura con las mantas que había empacado esa
mañana y seguí a los chicos fuera de mi casa, resoplando molesta cuando las
bolsas golpeaban la barandilla al bajar las escaleras.
―¿Qué demonios est{s haciendo? ―gritó Shane, tirando de las bolsas en
mis manos antes de que hubiera podido llegar a mitad camino hacia la planta
baja.
―¿Qué est{s haciendo tú?
―Tú no deberías cargar cosas al bajar las escaleras.
―Son mantas, Shane. Pesan como dos kilos.
―Estabas a punto de tropezar.
―Las mantas hubieran parado mi caída ―discutí cabezonamente.
Él estaba siendo un idiota y, aunque no me hubiera importado sentarme
mientras él sacaba todas las cosas, no me estaba gustando el tono en el que me
estaba hablando.
―¿Qué tal si vas yendo tú hacia la casa y nosotros te alcanzamos allí?
―¿Qué tal, no? ¿Qué tal si vuelvo a subir a agarrar algunas cosas m{s y
ponemos todo este espectáculo en movimiento?
―No nos vas a ayudar a mover cajas.
Me quedé callada mientras los amigos de Shane pasaban por nuestro lado
subiendo las escaleras para agarrar más cosas, pero seguí mirándolo fijamente
hasta que estuvieron fuera de alcance y no podían oírnos.
―Est{s siendo un poco idiota ahora mismo.
―¿Porque no te dejo cargar cajas? ―preguntó él categóricamente.
―No, ¡porque me est{s hablando como si fuera tonta! ―Oh no, la loca
hormonal estaba saliendo.
―Mierda, Katie ―dijo quedamente, bajando un escalón―. No quiero que
te hagas daño. ¿Puedes solo supervisar o algo así?
―Vaya, eres todo un hombre grande, estoy impresionada.
―A veces me pregunto si tratas de sacarme de mis casillas
deliberadamente ―dijo exasperado, cambiando las bolsas de mano.
―Quiz{s necesite unos azotes ―contesté seriamente, antes de girar y
volver a subir las escaleras mientras él se quedaba parado y con la boca abierta.
No estaba segura si debía de estar avergonzada por mis pocas posesiones
o impresionada de que los chicos lo habían recogido todo tan rápido, solo
treinta minutos después, las camionetas estaban cargadas y estábamos en
camino hacia la casa de Anderson.
Era el momento de meterme en zapatos que no eran míos.

―¡Tía Katie! ¡Te tenemos una sorpresa! ―gritó Sage mientras Megan la
guiaba a ella y a los chicos a cruzar la calle.
―Gracias por cuidarlos, Megan ―dije mientras me pasaba a un dormido
Gunner.
―No hay problema, vecina. Eric estaba ayud{ndolos después de todo a
ustedes.
―Oh, ¿tu esposo es el súper alto o el súper sexy?
―¿Ambos?
―Bien, el súper alto entonces.
Nos reímos, luego agarré las pequeñas manos y nos movimos hacia el
césped mientras los chicos se apoyaban en la camioneta de Shane en la entrada.
―¡Ven a ver, tía! ―gritó Kell, tirando de mi mano.
―¡Mira!
―¡Mira!
―Bien, bien, ya voy. ―Me giré a Megan, quien estaba ocupada evitando
que su hijo corriera a la parte de atr{s de la camioneta―. Gracias otra vez,
Megan.
Los chicos balbuceaban con entusiasmo mientras entrabamos en la casa y
era jalada hacia el cuarto de invitados. Cuando Sage abrió la puerta de la
habitación con un gesto reverencial no pude evitar que se me salieran las
lágrimas.
―Pensamos que podrías necesitar una mejor cama ―dijo Shane en voz
baja detr{s de mi hombro―. No es nada genial, pero el colchón es nuevo, y<
―Me encanta.
―¿Sí?
―Es la mejor cama en la historia de las camas.
―No iría tan lejos ―contestó con una pequeña sonrisa―. Pusimos la
antigua en el garaje en caso de que la necesitaras para un cuarto de invitado o
algo así después.
―¿Hicieron esto por mí? ―dije a los niños quienes estaban saltando en la
cama―. ¡Me encanta!
―¡Te conseguimos sábanas nuevas también! Porque papá dijo que las
otras s{banas no le servirían a esta cama ―gritó Sage por sobre el ruido que sus
hermanos estaban haciendo―. Pero pap{ olvidó lavarlas hasta esta mañana,
por lo que están todavía en la secadora.
Miré sobre mi hombro a Shane para encontrarlo riéndose suavemente.
―Oops ―dijo, con un pequeño encogimiento de hombros―.
Probablemente estén listas ahora.
―Sage y Keller ―dije, atrayendo su atención―, ¿pueden ir por mis
nuevas sábanas de la secadora para que puedan ayudarme a hacer mi cama?
―¡Yo lo haré! ―anunció Keller, pasando como un tornado a mi lado.
―¡Dijo que los dos lo hiciéramos, Keller! ―gritó Sage con indignación.
Sonreí por sus respuestas, y me fijé cuando Gavin se dio cuenta que ya no
tenía con quien más jugar y se dejó caer dramáticamente en la cama. Por la
cantidad de baba filtrándose en el hombro de mi camiseta, tenía la sensación de
que Gunner ya se había dormido.
―¿Todas las cajas que necesitas en la casa est{n marcadas, verdad?
―preguntó Shane mientras Keller y Sage volvían corriendo, discutiendo sobre
quién podría poner su lado de las sábanas más rápido.
―Sí, todas est{n marcadas. Hay once. Las conté.
―Bien, iré por esas. ¿Quieres que lleve a Gunner a la cama? ―Extendió la
mano para deslizarla sobre la cabeza de Gunner.
―No, pero ¿podrías sacar al resto de los monstruos de aquí por un rato?
―pregunté con remordimiento―. Quiero simplemente treparme a mi nueva
cama con Gunner y tomar una siesta.
Sonrió dulcemente, la expresión me robó el aliento, y asintió.
―¡Sage! ¡Keller! ¡Gavin! ―gritó Shane―. Dejemos que Katie se acueste
con el bebé un rato, y ustedes pueden ayudarnos a descargar el resto de la
camioneta.
Una vez que todos salieron del cuarto, me subí entre las retorcidas sábanas
y me acurruqué al lado de Gunner en la gran cama. Mis mantas y mis
almohadas no habían llegado todavía a la casa, pero aun así me quedé dormida
casi instantáneamente cuando mi cabeza golpeó el colchón.
Me desperté un poco después bajo mi sábana favorita y sin Gunner.
―¿Gunner? ―lo llamé con p{nico.
Salté de la cama y bajé las escalas corriendo, donde pude escuchar a Shane
y los niños en la cocina.
―¿Dónde est{ Gun<? ―Estaba sentado en su silla alta comiendo
arándanos.
―Lo siento ―dijo Shane tímidamente desde donde estaba hablando con el
lindo chico nerd―. Cuando fui a ver cómo estaba, él estaba despert{ndose, así
que lo bajé aquí con nosotros.
―Santa mierda, pensé que lo había perdido ―jadeé, cubriendo mi rostro
con mi mano.
―Hay una pequeña puerta en la cima de las escaleras, Katie. No habría
ido muy lejos ―me recordó Shane sonriendo.
Sí, era gracioso para él, tal vez. Estallé en lágrimas.
―Oh mierda ―murmuró el lindo chico nerd.
―Demonios, Katie. ―Suspiró Shane, acerc{ndose a mí para poder
llevarme contra su pecho―. ¿Por qué est{s llorando?
―¡Me quedé dormida! Ni siquiera me di cuenta que no estaba.
―Estabas cansada ―murmuró Shane en mi oído.
―¡Siempre estoy cansada! ¡Oh Dios y si no me despierto cuando alguno
de ellos me necesite!
―Basta, Katie ―ordenó Shane con firmeza, deslizando sus manos por mi
espalda hasta que estuvieron en mi cabeza―. Deja de llorar. ¡Oye! Sabías que
estaba aquí, ¿verdad? Sabias incluso mientras estabas dormida que no dejarías
que nada malo les sucediera a los niños.
―Supongo. ―Aspiré.
―Claro, así que probablemente te diste cuenta cuando agarré a Gun, pero
no pensaste en eso, sólo te diste vuelta y volviste a dormir.
―Sí, pero<
Su rostro estaba cerca del mío y pude escuchar su voz baja claramente
incluso aunque los niños estaban haciendo un montón de ruido mientras
comían.
―No m{s l{grimas ―dijo con una pequeña sonrisa, limpiando las
lágrimas de mis mejillas.
―La tía Katie va a tener un bebé. ¡Es por eso que llora todo el tiempo!
―gritó Keller por sobre el ruido, haciendo que el cuerpo de Shane se tensara
por completo.
Me soltó y se giró hacia su amigo, quien estaba mirándonos con los ojos
ampliamente abiertos. La noticia ni siquiera deberá haberle parecido tan
sorprendente al chico nerd; las mujeres de mi edad tenían niños todo el tiempo
cuando no estaban casadas; pero la forma en que Shane me sostenían y el
cambio completo en su lenguaje corporal después del pequeño anuncio de
Keller debió haber sido una gran bandera roja para él.
―La comida est{ en la mesa, Katie ―dijo Shane sin mirarme de nuevo―.
Probablemente deberías comer.
Asentí incluso aunque no estaba mirándome y me moví hacia Gunner,
quien tenía toda la cara cubierta de comida.
―¿Dormiste bien, mono? ―pregunté suavemente.
―Ono ―contestó con una gran sonrisa.
―¡Saltemos en la cama! ―gritó Gavin cuando pasé a su lado.
―¡Ser{ mejor que no hayan monos saltando en mi nueva cama! ―bromeé,
pellizcándolo en un costado.

Gracias a Dios el día finalmente se acabó. Los chicos habían estado tan
inquietos a la hora de ir a la cama, que se sintió como si nunca fueran a dormir.
Lo entendía, sin embargo. Shane debía irse en la mañana y estaban ansiosos por
su partida. Habíamos decidido que el bonito chico nerd, cuyo nombre en
realidad era Miles, iba a llevar a Shane para el despliegue en lugar de llevar a
los chicos allá. No estaba segura de cómo sería el lugar, pero tenía la sensación
que ver a todas esas familias despedirse probablemente les haría mal.
Me cambié a una camisola y me deslicé entre las sábanas, relajándome en
mi familiar almohada. Mierda, estaba temiendo la mañana. No sabía cómo
dormiría esa noche. Mi ansiedad estaba aumentando con cada número que
cambiaba en mi reloj alarma.
―¿Tía Katie, puedo dormir contigo? ―susurró Sage en la puerta,
interrumpiendo la posibilidad de escenarios que estaban filtrándose en mi
cabeza.
―Claro, sube ―susurré en respuesta, apartando las cobijas―. Esta cama
probablemente pueda albergar a veinte personas.
―¡También yo! ―dijo Gavin mientras sus regordetas piernas corrían a mi
puerta.
―¡Pensé que estaban dormidos! ―susurró Sage con el ceño fruncido.
―No estoy cansado ―anunció Gavin, subiéndose sobre Sage y sobre mí
con un gruñido.
―Bien, pero yo sí estoy cansada. Así que tienen que dormir de inmediato.
―Bien ―se quejó, recostando su cabeza en mi hombro.
Me giré hacia él y acerqué su cuerpo al mío mientras sentía a Sage
acurrucarse a mi espalda.
Hubo silencio por un rato mientras los cuerpos de los chicos se hacían más
pesados y Gavin comenzó con el pequeño ronquido de resoplido que siempre
hacia y no me di cuenta que Keller había venido al cuarto hasta que estuvo
subiéndose por los pies de la cama.
―Hola, amigo ―dije cuando no habló ni una palabra―. ¿No puedes
dormir?
―Estaba solo ―dijo con un pequeño resoplido.
Se subió al lado de Gavin y se acostó mirándonos.
―Aw, amigo. ¿Quieres dormir aquí? ―Después de dos años de compartir
un cuarto con Gavin, Keller odiaba dormir solo. Me preguntaba si alguna vez
superaría eso.
―Sí.
Estuvo dormido en minutos, y me recosté ahí pasando mis dedos por su
cabello por un largo rato. Keller iba a ser a quien debería de vigilar de cerca en
las próximas semanas.
Sage se tomaba las cosas con dificultad, pero tendía a internalizarlas hasta
que las entendía y luego lentamente llegaba a términos con lo que sea que
estuviera pasando. Después de que Rachel había muerto, se había metido en sí
misma, pero después de unos meses se había convertido en la Sage de siempre
excepto por los sobresaltos cuando despertaba.
Gavin iba con la corriente. Era tan tranquilo; casi demasiado. Me
preguntaba si era por su edad o si Dios simplemente había decidido que Shane
y Rachel necesitaban alguien que fuera el exacto opuesto de su hijo mayor para
no perder la cabeza.
Keller no se tomaba las cosas fácilmente y, cuando estaba teniendo
problemas, todos lo sabían. Era muy sensible. Creo que la mayoría de las
personas habría asumido que su comportamiento sólo significa que era un
malcriado, pero lo había conocido desde que nació. El pobre chico se tomaba
todo desde el corazón, y cuando estaba sintiendo demasiado; ya sea que fuera
miedo, tristeza o ansiedad; siempre salía de él como ira.
Escuché los sonidos de la casa asentándose alrededor de nosotros y recé
porque fuera capaz de cuidar a todas estas pequeñas personitas por mi cuenta.
―Parece que hay fiesta aquí ―dijo Shane desde la puerta, entonces rodeó
la cama para poder verlo―. Qué bueno que compré una cama tamaño King.
―No es broma. Gracias a Dios Gunner est{ atrapado en su cuna o me
temo que estaríamos cayéndonos por los costados.
―¿Quieres que los lleve a la cama?
―Sí, probablemente dormir{n mejor ―repliqué, besando la frente de
Gavin.
Shane rodeó la cama y levantó a Sage, caminando en silencio por la puerta
mientras me paraba.
―No tenías que levantarte ―susurró cuando volvió.
―Deberías agarrar a Gavin primero. Si Keller se despierta antes de que
Gavin esté en su habitación, se asustará.
―Buena idea. ―Asintió, inclin{ndose para agarrar a Gavin―. Ya vuelvo
por Keller.
Me acurruqué de nuevo en la cama repentinamente sola mientras Shane
finalmente llevaba a Keller a su habitación. Estaba pateándome por decirle que
llevara a los niños a sus camas cuando Shane volvió.
―Córrete ―ordenó cerrando la puerta tras él.
Me moví en la cama y tragué con fuerza cuando se quitó su camisa sobre
su cabeza subiéndose a mi lado y poniéndose de lado hasta que estuvimos cara
a cara.
―¿No podías dormir? ―preguntó.
―Desearía que no tuvieras que irte ―solté, instant{neamente cerrando los
ojos con fuerza para no ver su expresión.
―Sí, no estoy muy emocionado por eso, tampoco ―replicó con un
suspiro, haciendo que mis ojos volvieran a abrirse.
―Pensé< bueno, Rachel siempre dijo que estabas ansioso por irte.
―Las cosas son diferentes ahora.
―Eso es un eufemismo.
―No estoy preocupado porque cuides de los niños. Lo sabes, ¿verdad?
―preguntó, agarrando uno de mis brazos y acercándome hasta que estuve
descansando mi cabeza contra el costado de su cuerpo―. No confío en nadie
más que en ti.
―Estoy nerviosa.
―También lo estaría. Son un montón de trabajo.
―Estoy nerviosa por ti.
―Esa es una cosa por la que no deberías preocuparte.
―No puedo evitarlo.
―Estaré de regreso antes de que te des cuenta.
―Estaré enorme para cuando vuelvas ―me quejé.
Se río suavemente, sacudiendo toda la cama.
―Probablemente.
―Te he extrañado ―susurré suavemente, curvando mi mano en un puño
sobre su pecho.
―Ni siquiera me he ido.
―No, te he extrañado desde hace mucho tiempo.
Estuvo en silencio por tanto tiempo que me pregunté si la había arruinado
en grande al mencionar el elefante en el cuarto alrededor del cual nos habíamos
movido el último año.
―Era un idiota en ese entonces.
―Eras mi mejor amigo.
―Lo sé. ―Suspiró, acercando mi cuerpo m{s contra el suyo.
―Sólo era un estúpido enamoramiento. Lo habría superado. Lo superé
―insistí.
―Y yo tenía veintiún años y estaba enojado con el mundo ―me
recordó―. Fue f{cil pretender que no existías. Sabía que, si tenía que verte
observándome con esos grandes y tristes ojos marrones, haría algo estúpido.
―Así que coqueteaste con mi compañera. Dios, ese fue un movimiento tan
imbécil ―repliqué.
―Lo fue. ―Se río―. Pero mierda, Rachel era sexy.
―Muy bien, se acabó la conversación.
―Lo siento.
―Era bastante sexy ―gruñí―. Si me gustaran las chicas, definitivamente
le habría dado a eso.
Él soltó una carcajada de sorpresa y todo mi cuerpo se calentó.
―Est{s loca.
―La extraño ―confesé, con mi garganta cerr{ndose.
―Mierda, también yo.
―Algunas veces todavía tomo mi celular para escribirle.
―Solía darme vuelta en la cama en la mañana y esperar que estuviera ahí.
―¿De verdad dejó que la vieras sin maquillaje? Supuse que saltaba de la
cama y se ponía maquillaje en la cara antes de que despertaras ―bromeé.
―Hizo eso el primer año que estuvimos juntos ―dijo entre risas―. Al
final tuve que atraparla antes de que se escapara de la cama para que dejara de
hacerlo.
―Juro que era mi completo opuesto ―me quejé―. Odio ponerme
maquillaje y peinarme.
Incliné mi cabeza hacia atrás para mirarlo y lo encontré sonriéndome.
―No lo necesitas.
―¿Qué?
―No necesitas toda esa mierda< El maquillaje.
―No, lo necesito. Sólo soy muy perezosa.
―No lo necesitas< Tu piel es perfecta ―dijo en voz baja, estirando la
mano para pasar un dedo por mi mejilla―. Tus labios ya son rojos y cuando
sonríes, juro que la gente no puede evitar responderte la sonrisa. Es contagiosa.
―No tienes que decir eso.
―¿Qué, la verdad? Kate, eres segura de ti misma por naturaleza. Rachel
era hermosa, sí. Pero trabajaba en eso, porque jam{s lo sintió. ―Me sonrió con
tristeza―. No te compares con ella. Son como naranjas y manzanas.
―Supongo que los viejos hábitos son difíciles de dejar.
―Estoy seguro que no ayudé con eso.
―La verdad no. Zoquete ―contesté con el ceño fruncido juguetonamente.
―Odio haberte visto desnuda ―dijo, sacudiendo su cabeza y haciéndome
retroceder sorprendida.
―¡Vaya, vete a la mierda!
Comencé a apartarlo, pero me sostuvo contra su pecho.
―Tu cuerpo es una locura, Kate ―me dijo mientras daba vuelta hasta
quedar sobre mí―. Te miro y no veo las malditas ropas raídas que usas. Veo la
forma en que tus pechos rebotan cuando tiro de tus pezones. Veo la forma en
que aprietas la mandíbula cuando estás por venirte, y la forma en que tus labios
rojos se hinchan por chupar mi pene.
Mi boca cayó abierta y lo miré sorprendida.
―Eras la mejor amiga de mi esposa. Mi esposa muerta. ¿Lo entiendes? Te
veo y no veo a la Katie que me volvió loco cuando éramos niños, o a Katie quien
era la mejor amiga de Rachel. Veo a Kate, la mujer que puede recibirme con
rudeza y luego rogarme por más. Eso no está bien. ¿Qué demonios se supone
que haga con eso?
No era una pregunta hipotética. Estaba preguntándome qué hacer; y no
tenía ni idea de qué se suponía que dijera.
Sus brazos estaban temblando y sus ojos estaban nublados de confusión.
Me recordó la primera vez que lo había visto, sentando a la mesa de la cocina de
mi tía y mi tío para la cena; esforzándose por mantenerse aparte mientras ellos
lo animaban a conversar.
Levanté mi mano y la puse suavemente sobre su mejilla, dolida por él.
Podría haber sido mi corazón sensible, o tal vez las hormonas del embarazo que
me tenían llorando por comerciales de comida para cachorros, pero quería tanto
tranquilizarlo.
Había visto de dónde venía este hombre. Sabía de sus demonios y su
historia, y prácticamente podía sentir la culpa emanando en olas de él.
―No tienes que descifrarlo esta noche ―susurré―. No tienes que hacer
nada.
―Sí, creo que sí ―dijo dolorosamente.
Entonces sus labios se rozaron con los míos, tan suavemente que apenas y
los sentí.
―Deberías decirme que me vaya.
―¿Por qué demonios te diría eso? ―respondí, succionando su labio
inferior dentro de mi boca―. No es como si me fueras a dejar embarazada.
Se congeló entonces, y lamenté las palabras que había dejado salir. Lo juro,
algunas veces no tenía ningún filtro.
Bajó por mi cuerpo sin decir palabra y subió mi camisola suavemente
desde donde se había enredado alrededor de mis caderas. Cuando finalmente
estuvo entre mis rodillas, se inclinó y presionó su cara contra mi vientre.
―Vas a tener a mi bebé ―anunció contra mi piel.
Sentí mis ojos inundarse y lágrimas cayeron por mi rostro. Finalmente.
Finalmente lo había dicho.
―Así es ―repliqué, mi voz {spera desmintiendo la indiferencia de mis
palabras.
―Voy a hacer mi mejor esfuerzo, ¿est{ bien? ―dijo nervioso―. Lo
prometo. Seré un buen papá para él.
―Ya eres un buen papá.
―Pero para este bebé ―contestó, levantando su cabeza y presionando su
mano contra mi vientre―. Voy a ser un buen pap{ para este bebé.
―Nunca lo dudé.
―Yo sí ―confesó, su cabeza alz{ndose avergonzada para mirarme a los
ojos.
La verdad de sus palabras me golpeó como una tonelada de ladrillos, y
finalmente entendí por qué había ignorado la prueba de nuestro bebé por tanto
tiempo.
Asentí una vez, y él lo hizo en respuesta, como, sin palabras, estuviéramos
haciendo un pacto aquí y ahora de cuidar a este bebé que no habíamos
planeado o querido.

―Entonces, no voy a tener sexo por un largo rato ―dije con los ojos
llorosos después de unos momentos, rompiendo la tensión que sabía debía
estarlo matando―. Sabes, con todo lo del embarazo sucediendo aquí. Y tú no
vas a tener sexo por un tiempo con toda la cosa de luchar por tu país<
―Levanté mis cejas y pasé mis manos por mis mejillas y observé que el alivio y
algo mucho más suave pasaba por sus rasgos.
―Eso es cierto. ¿Qué estás pensando? ―preguntó con una tímida sonrisa.
―Estoy pensando que est{ noche es nuestra última noche para conseguir
algo del dulce, dulce amor.
―¿Est{ intentando seducirme, señora Robinson?
―Si tienes que preguntarlo, obviamente no estoy haciéndolo bien
―respondí mientras él agarraba mis bragas y los bajaba lentamente por mis
piernas.
―Ya est{s mojada ―comentó con sorpresa mientras abría mis rodillas.
Pasé una mano por mi rostro con vergüenza.
―¡Bueno, tu rostro est{ muy cerca de ahí abajo!
―¿Ahí abajo? ―preguntó con diversión, su respiración golpeando mi piel
caliente.
―Bueno, ¿cómo debería llamarlo?
―Vagina. Coño< Clítoris.
―Mierda. ―Suspiré cuando me lamió―. Tiene una boca sucia, señor
Anderson.
―Puedo hacerla m{s sucia ―replicó antes de succionar mi clítoris entre
sus labios.
Las manos de Shane se movieron sobre mis muslos mientras su lengua y
sus labios se movían entre ellos, y por primera vez no tenía afán. Cada lamida y
succión era deliberada, empujándome suavemente hasta el borde y luego
apartándome lejos, hasta que estuve sudando y arqueándome contra mis
nuevas sábanas.
―¿Est{s lista? ―preguntó sin aliento mientras finalmente se apartaba,
bajando su pantalón por sus caderas.
―Si no me haces venir en los próximos treinta segundos, voy a lastimarte
―me quejé de regreso, haciéndolo reír.
―Cuanto te vienes, tu coño prácticamente palpita y te pones tan
jodidamente mojada ―susurró en mi oído mientras se movía sobre mí―. Te
quiero alrededor de mi polla cuando eso pase.
Shane se deslizó suavemente dentro de mí con un largo empuje, luego
subió una de mis rodillas hasta que mi pierna estuvo doblada entre nosotros.
Observó mi rostro de cerca mientras empujaba lentamente una y otra vez,
moviendo mis piernas y cambiando el ángulo hasta que finalmente golpeó un
punto que hizo sacudir todo mi cuerpo.
―Ahí est{ ―susurró con una sonrisa complacida―. Espera, cariño.
―Santa mierda ―murmuré mientras él se deslizaba sobre ese punto una y
otra vez. Mi cuerpo entero estaba congelado mientras se movía. Estaba aterrada
de que si me arqueaba él lo perdería de nuevo, y la sensación de él frotándose
contra mi punto G no era algo que quisiera dejar ir pronto.
―Eres tan linda ―dijo Shane con una sonrisa mientras lo miraba con los
ojos ampliamente abierto―. Est{s esforz{ndote por mantenerte quieta.
―Oh Dios, eso se siente bien ―gemí mientras él se movía m{s r{pido.
―Si no quieres que pare, ser{ mejor que me pongas las manos encima
―advirtió, empujando sus caderas hacia adelante―. Sé dónde est{ ahora. Nada
de lo que hagas va a evitar que lo encuentre.
―Qué si<
―Manos, ahora ―ordenó.
Levanté mis manos a su torso, una envolviéndose alrededor de su torso y
la otra se envolvió con suavidad frente a su garganta.
Gruñó, y lo sentí tragar con fuerza mientras su rostro caía al mío,
cambiando el ángulo de sus caderas así que gemí contra su boca.
―Est{ bien, te tengo. ―Suspiró, levantando mis dos piernas hasta que
estuvieron dobladas y presionadas contra su pecho y estuvo golpeando
directamente mi punto G de nuevo―. Ahí est{.
―Por favor ―rogué con la voz ronca.
―¿M{s fuerte? ―Se retiró y empujó desesperadamente mientras me
besaba con fuerza.
―Sí. Sí. Así.
―Dios, eres sexy ―murmuró en mi boca―. Ya casi est{s ahí, Kate.
Tómalo. ¡Mierda!
Exploté, y él me siguió de cerca con un profundo gruñido. Nuestros
cuerpos estaban resbaladizos por el sudor, y me sentí como si hubiera corrido
un kilómetro para cuando se retiró de mí.
―¿Bien? ―preguntó con suavidad mientras me ayudaba a enderezar las
piernas.
―Me siento como un fideo ―me quejé, baj{ndome de la cama.
―¿A dónde vas?
―Al baño ―murmuré, mis ojos poniéndose pesados por el cansancio―.
Las infecciones urinarias no son una broma.
―Qué sexy ―bromeó.
―Biología ―contesté mientras me iba.
Cuando regresé a mi cuarto, estuve sorprendida de ver a Shane todavía
acostado en mi cama.
―Si duermes cerca de mí, podremos evitar el punto mojado ―me informó
con precaución―. A menos que quieras que me vaya.
―No, quédate ―dije cansada, subiéndome a su lado―. Pero voy a
dormir.
―No sé qué estamos haciendo, Katie ―dijo Shane mientras me
acurrucaba en cucharita en la curva de su cuerpo―. Probablemente
empeoramos las cosas.
―¿Ya te arrepientes? ―pregunté ligeramente, mis ojos abriéndose de
nuevo.
―No. No me arrepiento ―me aseguró, apret{ndome.
―No tenemos que descifrar nada esta noche ―le recordé, mi estómago
revolviéndose―. ¿Correcto?
―Sí, bien ―susurró contra la parte posterior de mi cabeza.
No sé qué había estado esperando, pero mis ojos se llenaron de lágrimas
que me negué a dejar caer. No era una mujer que mezclara el sexo con amor;
nunca lo había sido. La atracción sexual no era necesariamente una indicación
de sentimientos más fuerte. Ocasionalmente a lo largo de los años, incluso había
tenido un par de rollos de una noche.
Pero el hombre recostado a mi lado era Shane.
No estaba segura de cuánto más podría soportar antes de que viejos
sentimientos volvieran a resurgir, y supe que al momento en que lo hicieran, él
se habría ido.
Y el costo sería mucho más alto la próxima vez.
omé una ducha lentamente, disfrutando de la bañera limpia bajo mis
T pies y el silencio de la mañana. No sabía cuánto tiempo pasaría antes
de que tuviera el lujo de cualquiera de esas cosas de nuevo.
Los despliegues no eran nada nuevo. Lo había hecho todo antes de dejar a
los niños, vivir de un par de bolsos marineros, oler como trasero durante seis
meses seguidos, el constante estado de alerta que ni siquiera me dejaba tener
una noche completa de descanso.
Pero esa mañana, mi pecho se sentía apretado de una manera que no
había sentido antes. Creo que mis emociones podrían haber estado un poco
cerca de la superficie, y eso era peligroso para un hombre en mi posición.
Necesitaba bloquearlo todo. Necesitaba recordar mi rutina, las cosas que podía
permitir que mi mente imaginara, y las cosas que tenía que ignorar a toda costa.
Cuando el agua finalmente comenzó a enfriarse, cerré el grifo y corrí la
cortina.
Kate estaba ahí en su camisón.
Di un respingo de sorpresa.
―¿Qué sucede?
Tenía los brazos envueltos fuertemente alrededor de su cintura, los ojos
bien abiertos y la boca temblorosa.
―Pensé que te habías ido ―dijo en voz baja, temblando―. Tú< pensé
que te habías ido.
Saqué una toalla del estante y me sequé rápidamente para poder acercarla
a mi pecho.
―No me iría sin decir adiós.
―Lo sé. No sé por qué entré en p{nico.
―Est{s helada. Ven. ―Con cuidado la llevé hacia mi habitación, saqué un
suéter de la parte de arriba de mi cómoda, y lo deslicé por encima de su
cabeza―. ¿Mejor? ―le pregunté mientras pasaba los brazos a través de las
mangas.
―Sí.
La conduje hacia el pie de cama, y me alegraba que se quedara en silencio
mientras me vestía metódicamente con mi uniforme.
Mi rutina en el día que me marchaba era importante, como llegué a darme
cuenta en mi primer par de despliegues. En realidad no era superstición ―no
creía en esa mierda―, sino m{s bien una forma de nivelar mi ansiedad.
Primero me puse mis calzoncillos bóxer, luego los calcetines, la camiseta,
el pantalón, el cinturón, las botas, las ligas para pantalón y la guerrera3. La
billetera en el bolsillo. El reloj en la muñeca. Las mangas abotonadas. Las fotos
de los niños en el bolsillo del pecho.
Cuando terminé, me volví para ver a Kate mirándome atentamente.
―¿Lista para despertar a los niños? ―le pregunté.
―¿Cu{nto tiempo tenemos? ―respondió con voz ronca.
―Un poco m{s de una hora ―contesté, revisando el reloj.
―¿Podemos esperar unos minutos? Estoy esperando que mi medicina
para las náuseas empiece a hacer efecto.
―¿Sigues tomando eso? ―No me había dado cuenta que seguía teniendo
problemas, aunque se veía bastante cansada todo el tiempo. Su embarazo era
cualquier cosa menos fácil.
―Ya no es tan malo ―me informó mientras me sentaba a su lado.
Su cabello apuntaba en todas direcciones y estaba enmarañado en la parte
de atrás de la noche anterior. Tenía círculos oscuros debajo de los ojos, y sus
labios estaban ligeramente agrietados. Mi suéter le quedaba enorme, salvo
donde se estiraba ajustado sobre sus pechos, y la pintura de uñas de sus pies era
de ocho colores diferentes y se estaba descascarando.
Por extraño que parezca, aún se veía hermosa.
Estiré el brazo para tomar su mano con la mía.
―Va a pasar muy r{pido ―le dije mientras asentía, mirando hacia la
pared―. No tengas miedo, Katie.
―No soy buena para esto, ¿verdad? ―preguntó con una risa llorosa,
volviendo la cabeza para mirarme a los ojos.
No lo era. No era buena para esto. No era estoica como Rachel. No me
aseguraba que las cosas iban a estar bien ni estaba de acuerdo en que el tiempo
pasaría rápido. No ponía buena cara ni actuaba como si apenas fuera a notar mi
ausencia.

3
La Guerrera: chaqueta ajustada, abotonada hasta el cuello y con bolsillos en el frente, que
forma parte de los uniformes del Ejército.
Había estado agradecido de que Rachel hiciera esas cosas. Hacía
infinitamente más fácil marcharme cuando era el momento, sabiendo que ella
estaría bien sin mí.
Pero esa no era Kate. Kate no era Rachel. Ella mostraba fácilmente sus
sentimientos; sus emociones siempre estaban allí para que el mundo las viera.
Si Kate hubiera actuado como si fuera a estar bien conmigo fuera por seis
meses, no estoy seguro de cómo me hubiera sentido.
―Lo est{s haciendo bien ―le aseguré con una pequeña sonrisa,
haciéndola reír de nuevo mientras las l{grimas corrían por sus mejillas―. Ven
aquí.
La puse sobre mi regazo, y presionó su rostro contra mi cuello. Sus uñas se
clavaron en mi espalda a través de mi camisa mientras me sujetaba, y mis
brazos se apretaron alrededor de ella en respuesta.
Su cabello olía como yo. Mierda, todo su cuerpo olía como yo.
―Son estas estúpidas hormonas ―se quejó, sorbiendo por la nariz.
―Bueno, con suerte tendr{s esa mierda bajo control antes de que regrese
―respondí secamente, besando la parte superior de su cabeza.
―C{llate, tonto. ―Se apartó y me golpeó en el pecho, con sus l{grimas
finalmente bajo control―. Vamos a despertar a los niños.

―¡Calcetines! ―llamé cuando se acercaba el momento de marcharme.


Los niños y yo estábamos en el sofá recibiendo abrazos de último minuto.
Era una tradición que había comenzado cuando Sage era solo una bebé y no
tenía idea de cómo iba a dejarla. Absorbía tanto tiempo como podía, como si eso
me mantuviera hasta que tuviera que verla de nuevo.
Nunca lo hacía.
Cada vez que me iba, tenía que lidiar con saber que, para cuando
regresara, mis hijos serían completamente diferentes. Ellos crecerían,
aprenderían nuevas cosas, perderían dientes, y les crecería el cabello. Se
interesarían en nuevos temas y se acostumbrarían a mi ausencia. Era doloroso.
―¡Aquí est{ el mío! ―dijo Sage alegremente, pas{ndome uno de los
calcetines de sus pies.
―¡El mío! ―Gavin me dio el suyo.
―Aquí tienes ―Kate le susurró a Gunner que estaba en mi regazo,
sac{ndole el pequeño calcetín y d{ndoselo a él―. ¿Qué dices?
―¡Mío! ―gritó Gunner, lanz{ndome el calcetín en el rostro.
Kate resopló, y me reí antes de mirar a Keller.
―Aquí est{ el mío ―dijo Keller con tristeza, d{ndome el suyo.
―¡Puf! ―bromeé mientras metía todos los pequeños calcetines en el
bolsillo de mi pantalón―. Tienes que lavarte los pies, hombre. ¡Esto apesta!
Keller se rió, luciendo complacido consigo mismo, y lanzó su pequeño
cuerpo contra mi pecho.
―Te amo, pap{.
―También te amo, Kell. ―Presioné mi rostro en su cabello e inhalé
profundo su sudor de niño pequeño y champú de bebé, besándolo fuerte.
Todos nos quedamos inmóviles cuando sonó el timbre de la puerta.
―Llegó temprano ―susurró Kate con una sonrisa valiente―. Est{ bien,
puede esperar.
Caminó hacia la puerta principal, dejando a los niños y a mí en el sofá. La
observé mientras abría la puerta, luego bajó su rostro a sus manos y comenzó a
llorar.
―¡El abuelo est{ aquí! ―gritó mi padre adoptivo mientras mi madre
adoptiva envolvía los brazos alrededor de Kate y la mecía de un lado a otro.
Gracias a Dios que llegaron aquí a tiempo.
―¡Abuelo! ―gritaron los niños, todos ellos se bajaron del sof{ menos
Keller.
―¿Quieres ayudarme a agarrar mis bolsos, compañero? ―pregunté,
levantándome y poniendo a Keller en mi cadera.
Subimos las escaleras y agarré mis bolsos, dándole a Keller mi mochila
pequeña con mis artículos de tocador, mi iPod, y un uniforme de camuflaje
extra. Se veía enorme en sus pequeños hombros, y serpenteó un poco antes de
enderezarse y bajar las escaleras delante de mí.
―Oye, hijo ―dijo Mike mientras dejaba mis bolsos en la puerta
principal―. ¿Todo listo?
―Sí, todo listo ―respondí con un asentimiento. Me estrechó la mano y me
atrajo hacia él en un fuerte abrazo―. Gracias por venir, pap{ ―le dije mientras
se aferraba con fuerza―. Kate va a pasar un momento difícil cuando me vaya.
―No hay ningún otro lugar donde preferiría estar.
―Quiero un poco de eso ―interrumpió Ellie, sacando a Mike fuera de su
camino con la cadera para poder recibir un abrazo―. ¿Todo listo?
Me reí por la pregunta repetida.
―Sí, todo listo.
―¡Tenemos un regalo para ti, pap{! ―dijo Sage, corriendo hacia mí con
Keller y Gavin detrás.
―¿En serio?
El timbre de la puerta sonó de nuevo, y tragué saliva con fuerza.
―Yo me encargo de eso. Tú abre tu regalo ―dijo Mike, alej{ndose.
Kate estaba de pie sosteniendo a Gunner contra su cadera a unos metros
de distancia, y me encontré con su mirada durante un largo momento antes de
bajar la vista hacia el regalo que Keller empujaba en mis manos. Estaba
envuelto con historietas de los domingos, y no pude evitar sonreír ante la vista
familiar. Ellie siempre había envuelto los regalos con papel de historietas ―ella
decía que estar casada con un hombre que poseía una compañía maderera no
significaba que tuviera que desperdiciar papel― así que guardaba las
historietas durante todo el año para usarlas en los regalos de Navidad y
cumpleaños.
―¡Un Kindle! ―Keller arruinó la sorpresa, dando saltos de alegría
mientras Miles y Mike se dirigían hacia nosotros.
―Este es el mejor regalo de todos ―les dije a los niños seriamente,
besando a cada uno―. Gracias.
―¿Ya es hora de irte? ―preguntó Sage con una voz demasiado seria para
una niña de casi ocho años.
―Sí. Es hora de irme ―confirmé, estirando los brazos para recogerla y
sostenerla cerca―. Volveré antes de que te des cuenta.
Hice otra ronda de abrazos y besos, y luego otra ronda, y después dejé que
Ellie llevara a los niños a la cocina para desayunar.
―¿Me acompañas afuera? ―le pregunté a Kate en voz baja a través del
nudo en mi garganta.
―Claro.
Mike y Miles llevaban mis bolsos hacia la camioneta por delante de
nosotros, dejándonos a mí y a Kate en nuestra pequeña burbuja silenciosa.
Envolví una mano alrededor de sus hombros y coloqué los dedos en el lado de
su cuello, con mi pulgar sobre su punto de pulso.
―Puse un montón de libros en el Kindle. Los que son para hombre, ya
sabes, historia militar, thrillers y novelas policíacas. No estaba segura de qué
te<
Interrumpí sus palabras con mi boca cuando llegamos a la puerta de atrás
de la camioneta de Miles. Por suerte los vidrios de las ventanas eran
polarizados, y sabía que Mike y Miles evitarían cuidadosamente mirar hacia
donde est{bamos< pero no habría importado si no lo hicieran.
Gimió y tomó mi cabeza entre sus manos cuando mi lengua se deslizó
dentro de su boca, y no pude resistirme a agarrar su trasero y levantarla hasta
que estuvo apoyada contra la camioneta, con sus piernas envueltas alrededor
de mí.
No sabía lo que estaba haciendo. Las cosas entre nosotros se estaban
poniendo muy complicadas. Demasiado complicadas.
Pero no podía soportar la idea de irme sin el sabor de ella en mi boca.
―No dejes que Keller te conteste ―dije cuando finalmente aparté mis
labios y apoyé mi frente en la suya.
―Está bien.
―Sage va a estar callada. Asegúrate de vigilarla de cerca.
―Lo haré ―prometió con un asentimiento.
―Creo que Gavin puede pasar por encima de la puerta en la parte
superior de las escaleras, así que deberías enseñarle cómo abrirla así no se caerá
cuando esté tratando de escapar.
―Puedo hacer eso.
―Gunner odia la hora de acostarse, pero no lo dejes dormir contigo.
Nunca volverás a acostarlo en la cuna de nuevo.
―No dejarlo dormir conmigo. Entendido ―susurró, pasando los pulgares
de un lado a otro por mis sienes.
―Asegúrate de tomar tus vitaminas, ¿de acuerdo? ―dije, rozando mis
labios sobre su mejilla y mandíbula―. Has estado demasiado enferma.
Dejé que sus piernas se deslizaran lentamente por mis caderas, y se puso
rígida mientras su rostro se volvía asustado.
―Cuida de mis hijos ―susurré, deslizando mi mano por debajo de su
camisón para apoyarla sobre la piel de su vientre.
―Lo haré. Lo prometo.
Asentí, besándola una vez antes de apartar sus manos de mi cabeza.
―Llamaré a casa en cuanto pueda ―prometí mientras sostenía sus manos
fuertemente.
Ella estaba tratando de apartarlas para poder alcanzarme, pero se detuvo
cuando llevé sus manos hacia mi boca y besé sus nudillos.
―Entra en la casa.
―No ―discutió, sacudiendo la cabeza frenéticamente.
―Entra en la casa, Kate.
―No. No. ―Estaba mat{ndome.
―No quiero que te quedes aquí afuera sola. Entra en la casa. Ahora, Katie
―le ordené, d{ndole un pequeño empujón. Tenía un jodido nudo en el
estómago.
Me miró con los ojos muy abiertos antes de finalmente asentir, y luego dio
un paso atrás solo para estirarse una vez más para besarme duro.
Luego la observé caminar rápidamente hacia la casa, con los hombros
rectos y la cabeza en alto, y cuando cruzó la puerta principal me subí en el
asiento trasero de la camioneta de Miles.
―Justo a tiempo, hombre ―dijo Miles, saliendo marcha atr{s del camino
de entrada.
―Solo conduce ―ordené, apoyando la cabeza contra el asiento mientras
metía una mano temblorosa en mi bolsillo para empuñar los cuatro pequeños
calcetines que olían a mis hijos.
Iba a ser un largo despliegue.

―¿Hola?
Inhalé profundo ante el sonido de la voz de Katie, el aire caliente casi me
sofocó. Había pasado menos de una semana desde que los dejé en California y,
aunque sabía que se volvería más soportable con el tiempo, en ese momento
estaba increíblemente nostálgico.
―Hola, soy yo.
―¡Shane! ―chilló, haciéndome reír―. ¡No creí que conseguirías llamar
tan pronto!
―Tenía un poco de tiempo así que quería comprobar y ver cómo iban las
cosas. ¿Cómo están los niños?
―Est{n bien. Oh Dios mío, van a estar tan contentos de que hayas
llamado. Iré a buscar<
―Espera ―la interrumpí, riendo―. Primero habla conmigo. ¿Cómo est{n
Kell y Sage?
―Est{n bien. Bueno, Kell ha tenido algunos berrinches, aunque nada
terrible, y Sage ha estado quedándose conmigo la mayoría de las noches, pero
bastante bien en todos los aspectos. Creo que tener a la tía Ellie y al tío Mike
aquí ayuda.
―Eso es bueno. Es muy bueno. ―Me quité los lentes de sol y me apreté el
puente de la nariz―. ¿Qué hay de Gavin y Gunner?
―Gavin, bueno, es Gavin. Nada realmente perturba a ese chico, ¿verdad?
Y Gunner está disfrutando tener a la tía Ellie aquí para consentirlo. Juro que ella
no lo ha dejado ni una vez ―dijo, soltando una pequeña risa que sonaba
forzada.
―¿Y tú? ¿Cómo est{s?
―Oh, estoy bien ―respondió alegremente.
―Kate ―dije con una advertencia.
―Totalmente bien.
―Kate. ―Sabía cuando estaba mintiendo. Siempre he sido capaz de
darme cuenta. Ella hacía esta cosa donde la última palabra de su oración se
volvía un poco más aguda.
―El primer par de días fue difícil, ¿de acuerdo? Estaba molesta, y creo que
tener a la tía Ellie y al tío Mike aquí me dio un poco de libertad para perder la
calma.
―¿Qué sucedió? ―Me enderecé en la silla, con el estómago apretado.
¿Qué demonios quería decir?
―He estado m{s enferma de lo normal ―dijo en voz baja.
―¿Por qué no tomaste tus pastillas? ―Mi pregunta salió m{s brusca de lo
que había planeado, y la escuché soltar un pequeño jadeo.
―No podía retenerlas ―murmuró.
―¿Qué demonios, Kate? ―Mis uñas cortas se clavaron en mi palma
mientras sentía una jaqueca form{ndose en mis sienes―. ¿Fuiste a la sala de
emergencias?
―No, no fui ―replicó―. Estaba bien en casa. Creo que solo fue la
sobrecarga emocional. Después de un par de días, había vuelto a la normalidad.
―No puedes hacer esa mierda ―gruñí, sintiéndome fuera de control
mientras me pasaba la mano por el rostro―. Dejé a mis hijos contigo, Kate. No
puedes jodidamente desmoronarte.
―Wow. Est{ bien. Um... ―Sorbió por la nariz, y me sentí como un
imbécil. No quería hacerla llorar. Mierda.
No podía superar la ira que mi sensación de impotencia había provocado.
No podía lidiar con esta mierda. ¿No se daba cuenta de eso? ¿No se daba cuenta
de en dónde se suponía que mi concentración debía estar, y cuán
increíblemente malo sería si mi atención se centraba en casa con ella porque
estaba perdiendo su mierda? Maldición. Necesitaba que mantuviera las cosas
bajo control en California.
Nunca había tenido que lidiar con esa mierda con Rachel.
―Voy a traer a Sage al teléfono ―dijo con voz ronca―. ¿Tienes suficiente
tiempo?
―Sí, tengo algunos minutos m{s. ―Quería disculparme. Sabía que había
herido sus sentimientos, pero ella no podía desmoronarse cuando yo estaba al
otro lado del mundo. Me prometió que cuidaría de los niños. ¿Qué demonios
iba a hacer si ella no podía manejarlo?
―Te extraño ―susurró Kate, pero antes de que pudiera responder, había
pasado el teléfono.
Supe entonces que lo había jodido. De nuevo.
―¿Hola? ―La dulce voz de Sage llegó a través de la línea.
―Hola, princesa.
―¡Abuelo, es pap{! ―Oí a Mike riendo en el fondo.
―¿Cómo est{s, nena?
―Gunner se metió en la basura ―delató alegremente.
―¿Cómo diablos pasó eso?
―La abuela estaba ayudando a la tía Kate en el baño<
―¿Por qué la tía Kate estaba en el baño? ―le pregunté, interrumpiéndola.
―¿Qué? ―preguntó, haciéndome repetir la pregunta―. Su bebé la estaba
poniendo enferma de nuevo ―me informó Sage―. Pero est{ mejor ahora. Se
suponía que el abuelo debía vigilar a Gunner, pero Kell estaba saltando sobre el
sofá y él tuvo que detenerlo antes de que se rompiera la cabeza. ―Hizo la voz m{s
profunda en las cuatro últimas palabras como si estuviera imitando a Mike, y
no pude evitar reírme.
No sabía cuántas veces había escuchado esa misma frase salir de la boca
de Mike.
―¿Quieres hablar con Keller?
―Seguro. Te amo, princesa.
―¡También te amo, pap{!
Hubo un chirrido en el teléfono, y después de unos momentos oí a Keller.
―¡Pap{!
―¡Hola, compañero!
―¿Qué haces? ―Sonaba como si estuviera comiendo algo crocante. ¿Una
zanahoria? Traté de imaginar exactamente lo que estaba haciendo, hasta la ropa
que estaba usando.
―Solo trabajando. ¿Tú qué has estado haciendo?
―Jugando con el abuelo. Fuimos al parque ayer, y crucé todo el
pasamanos yo solo.
―Whoa. Tus músculos van a ser enormes para cuando regrese ―bromeé,
haciéndolo reír.
―¿Vas a volver a casa pronto?
Mi corazón cayó a mi estómago.
―No por un tiempo, amigo.
Un tipo al otro lado de la habitación llamó mi atención, avisándome que
mi tiempo había terminado. Mierda.
―Oye, Kell. Tengo que irme, compañero.
―Est{ bien ―refunfuñó.
―Te llamaré de vuelta pronto, ¿de acuerdo? ―dije en voz baja,
poniéndome de pie―. Haré que la tía Kate prepare la computadora para que
podamos hablar desde allí.
―Est{ bien. Te amo, papá.
―Te amo también, Kell. Dale un beso por mí a los m{s pequeños, ¿de
acuerdo?
―De acuerdo.
―¿Y, Kell?
―¿Sí?
―No m{s saltos sobre el sof{.
―¡Sage! ―Lo oí gritar antes de que la conexión se cortara.
―Adiós, hijo ―murmuré en la línea muerta antes de colgar el teléfono.
Me coloqué la gorra en la cabeza y me puse los lentes de sol de nuevo
mientras salía de la central de llamadas. Me gustaba llamar a casa, pero tenía
que asegurarme que no estaba contactándome más de una o dos veces por
semana< asumiendo que tuviera tiempo. Hablar con Kate y los niños me había
dado una sensación de alivio, pero sabía que me dejaría deprimido durante el
resto del día.
No estaba seguro de cuán enojada estaba Kate. Había sido un imbécil,
pero las palabras brotaron de mí. ¿Sencilla y llanamente? Estaba frustrado.
Odiaba que Rachel se hubiera ido. Odiaba que todavía estiraba el brazo
para buscarla a veces, sobre todo desde que había llegado al agujero de mierda
caliente como el infierno en el que estaba. Odiaba que Kate acaparara cualquier
espacio libre en mi mente, filtrándose en todo. Odiaba que había tenido que
pedirle que cuidara de mis hijos porque no tenían una madre. Odiaba que le
debiera por eso.
Odiaba que estuviera perdiéndome programas escolares, nuevos dientes e
hitos.
Extrañaba a mis hijos jodidamente tanto.
Extrañaba a Kate también.
La próxima vez que llamara a casa, decidí, me disculparía con Kate. Ella no se
merecía mi mal humor cuando ya se sentía como la mierda.
¿Y por qué demonios todavía estaba enferma? ¿No se supone que esa
mierda debería haber terminado?
Preocupación por mi familia se asentó pesado en mi estómago y no se iría
por un largo tiempo.
a segunda vez que Shane llamó, dejé que la tía Ellie contestara el
L teléfono y se lo pasé a los niños.
La tercera vez, dejé completamente la casa.
Pero para la cuarta vez, el tío Mike y la tía Ellie habían vuelto a Oregón, y
yo no tenía más remedio que hablar con él, al menos hasta que pudiera
contestar el teléfono de nuevo.
―¿Hola? ―contesté tajantemente.
―¿Katie? Soy yo ―dijo tentativamente.
―Hola, Shane. Voy a buscar a Sage.
―¡Espera! ―gritó antes de que pudiera sacar el teléfono de mi cara.
―¿Qué pasa?
―¿Cómo est{n los niños? ¿Cómo est{s? ―preguntó, su voz casi
desesperada.
―Los niños están bien. Keller lanzó un enorme berrinche hoy porque
tenía que compartir su Legos con Gavin. Sage tenía el día libre porque los
maestros están haciendo tarjetas de calificaciones. Gunner sigue metiendo mi
maquillaje en su boca, y su cara estuvo cubierta con lápiz labial durante todo el
día. El de duración de dieciocho horas, y no podía sacárselo.
Él rió, y yo sonreí.
―¿Y tú? ―preguntó con cautela.
―Estoy bien.
―¿Has estado enferma?
―Nop. No te preocupes. Me ocupo de todo.
―Eso no es lo que pregunté.
―Sí, lo es ―dejé escapar una pequeña risa―. Est{ bien.
―Realmente lo lamento, Katie.
―No hay nada que lamentar ―respondí tranquilamente. No estaba
jugando ese juego con él de nuevo. Estaba tan cansada del tira y afloja que
parecía suceder constantemente. En lo que a mí respecta, si lo lamentaba, él no
seguiría diciéndome cosas de mierda una y otra vez.
Sabía su historia. Él había pasado toda su infancia arrastrando los pies
dentro y fuera de diferentes hogares de acogida. Sabía que siempre le había
costado mucho pensar antes de hablar, especialmente cuando estaba
sentimental. Tuvimos eso en común. Sin embargo, yo nunca había sido alguien
que atacaba con ira como Shane lo hacía. Nuestras historias eran
completamente opuestas, y debido a eso yo le había perdonado mucho. Pero en
algún momento, había que madurar de una jodida vez y actuar como un adulto.
―Deja de actuar de esa manera ―dijo Shane.
―¿Cómo qué?
―¡Como si yo no hubiese herido tus sentimientos! ―gruñó en el teléfono.
―No lo hiciste. Estabas preocupado por los niños, lo entendí.
―Maldita sea. ―Suspiró.
Estuvimos callados durante largos segundos antes de que él empezara a
hablar de nuevo.
―¿Sabes lo difícil que es esto para mí? ―preguntó―. Est{s enferma y no
puedo hacer una mierda sobre ello, porque estoy jodidamente atascado aquí.
No importa qué tan enferma te sientes o lo que está pasando en casa. Estoy.
Atascado. Aquí.
―Lo sé, eso debe ser duro<
―Lo lamento, ¿est{ bien? No debería haberte tratado mal la última vez
que hablamos. No estaba molesto contigo.
―Oki doki.
―Basta de mierda.
―Shane, no quiero ir y venir contigo. Me odias, me quieres, piensas que
soy genial luego soy irritante. Estoy embarazada y cuidando a cuatro niños de
ocho años de edad para abajo. No tengo el tiempo ni la energía para
preocuparme por lo que sientes por mí.
―Katie< ―Se detuvo un largo momento―. Estaba frustrado de que
estabas teniendo un tiempo difícil, y no reaccioné bien. No es porque creo que
no estás cuidando muy bien a los niños... Es porque estaba enojado de que yo
no estaba allí para cuidar de ti y los niños. ¿Está bien?
―Bueno, est{s hablador ésta noche ―contesté, la broma cayendo plana.
No sabía qué hacer con las palabras saliendo de su boca. No sabía cómo
responder.
―Mierda, Kate. Me tomó dos semanas hablar contigo. Tuve un montón de
tiempo para repasar la disculpa en mi cabeza ―se quejó, haciéndome resoplar.
―Sólo< baja el tono, ¿est{ bien? ―pregunté, saliendo de la cocina donde
había estado haciendo la cena―. No puedes hablarme mal cada vez que est{s
preocupado o lo que sea. Es agotador y me molesta.
―Sí, y tú haces la mierda del tratamiento de silencio como una campeona.
―Toda la razón.
―¿Est{s bien? ―De repente cambió de tema.
―Sí, Shane, estoy bien. Poniéndome m{s redonda. El médico dice que eso
se supone que sucederá.
―Apuesto que te pondr{s linda como la mierda. Oh, hablando de lo linda
que te pondrás, ellos tienen computadoras aquí para que podamos usar Skype.
¿Puedes arreglar todo por allí?
―Shane, soy una diseñadora de p{ginas web. Tengo Skype.
―Estupendo. Mierda, se acabó mi tiempo ―dijo cuando escuché a alguien
hablando en el fondo―. Llamaré de nuevo cuando pueda. Dile a los niños que
los amo, ¿está bien?
―¡Oh, mierda! Ni siquiera pudiste hablar con ellos.
―Te enviaré un correo electrónico m{s tarde hoy con mi cuenta de Skype,
y podemos planificar una charla en algún momento esta semana, ellos estarán
emocionados.
―Sí, enloquecer{n. Ten cuidado, ¿est{ bien?
―Siempre.
Esperé a que colgara, pero después de unos momentos todavía podía
escucharlo respirar.
―Oye, ¿Katie? ―llamó en voz baja.
―¿Sí?
―Estoy muy contento de que estés mejor, hermosa. Cuida de mi hijo,
¿está bien?
Me tomó un segundo entender lo que estaba diciendo, y cuando lo hice,
no podía detener la pequeña sonrisa que se extendía en mis labios.
―Podría ser una niña, sabes.
―Nop. Va a ser un niño ―sostuvo, y yo sabía que estaba sonriéndome―.
Adiós, Katie.
―Adiós, Shane.
Me quedé en silencio por un largo tiempo en el arco entre el salón y la
cocina, viendo a los niños mientras jugaban. Iban a ser unos largos cinco meses.

Los siguientes meses pasaron lentamente y rápidamente al mismo tiempo.


Se sentía como si las cosas se movieran a un ritmo muy lento cuando los niños y
yo estábamos esperando una llamada de Skype de Shane, pero cuando tenía
una fecha de entrega llegando, tenía que correr para cumplirla.
El trabajo iba bien, a pesar de que había tenido que recortar una vez más.
Simplemente no tenía la energía para asumir tanto y todavía hacer bien mi
trabajo, y odiaba la idea de dar a la gente un trabajo mediocre. Tampoco había
anticipado que todavía estaría sintiéndome como la mierda a casi seis meses de
mi embarazo.
Los médicos dijeron que todavía estaba sintiendo los efectos de las
náuseas matutinas y estaba anémica.
Mi mamá dijo que estaba trabajando demasiado duro.
Mi hermano Alex dijo que tenía un alíen en mi vientre y que estaba
chupándome la vida.
Shane no dijo nada porque no le dije que todavía estaba enferma.
Las cosas habían estado tan bien desde que se disculpó por arrancarme la
cabeza. Genial, en realidad. No tuvimos la oportunidad de hablar mucho
porque los niños dominaban las llamadas de Skype, con buena razón, pero
completamos esas pausas con correos electrónicos casi cada día. Escribimos
sobre todo, de las películas que nos gustaban, uno de los tipos en su habitación
tenía un pequeño reproductor de DVD y una prometida que le enviaba todos
los lanzamientos, a lo que los niños habían hecho ese día y los sitios web que
estaban volviéndome loca. También publiqué grandes cantidades de fotos en mi
página de Facebook para que pudiera verlas cada vez que tenía un momento
libre, marcando cada etapa que los niños alcanzaban, a partir de un diente
perdido a dormir toda la noche seco.
Nos habíamos convertido en amigos de nuevo a través de nuestros correos
electrónicos, y se sentía muy bien. Pero también hizo que mi ansiedad
aumentara. Cuanto más nos acercábamos, más asustada estaba de que algo le
pasaría, y no quería preocuparlo con las cosas que estaban ocurriendo en
California.
No quería que supiera que me estaba quedando despierta hasta la una o
dos de la mañana para terminar los proyectos y luego rodando fuera de la cama
seis horas más tarde para que Sage estuviera lista para la escuela. No le dije que
había empezado a sentarme en un taburete cuando estaba haciendo la cena, ya
que, a las cinco de la tarde, estaba completamente agotada. No le dije que, por
alguna razón impía, Gunner había empezado a levantarse a las cuatro de la
mañana un par de noches a la semana, y muy rara vez nos volvíamos a dormir
antes de que mi alarma sonara, por lo general después de haber sacado mi
guitarra y haberle cantado, a él le gustaban las canciones de Of Monsters and
Men4.
Lo estaba manejando. Seguro, me veía como una mierda excepto por las
noches que sabía que iba a estar viéndolo a través del ordenador, pero oye, yo
no tenía a nadie para impresionar.
Habían pasado tres meses del despliegue cuando el cumpleaños de Shane
llegó. Él había prometido usar Skype esa noche, así que me pasé toda la tarde
manteniendo a los niños limpios y vestidos para la ocasión. Incluso recogí una
torta cuando fuimos a buscar a Sage de la escuela por lo que se sentiría como
una fiesta real.
Por las ocho de la noche cuando mi ordenador sonó con una llamada
entrante, estábamos listos. Apenas. Mi portátil estaba apoyada sobre un
taburete en un extremo de la sala de estar, dando a Shane una vista de los niños
mientras corrían alrededor entusiasmados y de mí en el sofá con Gunner y mi
guitarra.
―¡Feliz cumpleaños! ―gritaron los niños cuando la cara bronceada de
Shane apareció en la pantalla.
―¡Gracias, chicos! ―respondió, sonriendo enorme y toqueteando los
auriculares que siempre llevaba así podía oírnos.
Rasgueé los primeros acordes de la canción de cumpleaños, tal cual lo
habíamos practicado, y los niños comenzaron a cantar ruidosamente mientras
Gunner movía su cabeza y observaba con los ojos abiertos a mi lado. Por
extraño que parezca, el de un año de edad, era el único chico con sentido del
ritmo.
―¡Te conseguimos una torta! ―gritó Keller, saltando arriba y abajo, una
vez que habían terminado de cantar.
―¿Lo hicieron? ―contestó Shane, levantando las cejas―. ¿Cómo se ve?
―¡Lo traeré!

4
Of Monsters and Men: banda de indie pop islandesa formada en 2010.
―¡Espera, amigo! ―le grité a Keller, imaginando el glaseado azul
cubriendo la alfombra en la sala de estar―. ¿Por qué no dejas que Sage lo
agarre?
Sage salió corriendo de la habitación, mientras que Shane se rió
suavemente.
―¿Qué han estado haciendo ustedes hoy?
―Tomé un baño ―Gavin respondió con el ceño fruncido.
―Jugué con mis Legos ―Keller volvió a gritar.
―No tan fuerte, amigo ―le advertí a Keller cuando Gunner se deslizó en
mi regazo entre yo y la guitarra que estaba usando para ocultar mi
protuberancia creciente.
Era tonto, pero normalmente el portátil estaba inclinado lo suficiente para
que Shane sólo nos viera desde el pecho hacia arriba y me estaba sintiendo un
poco cohibida.
―¡Mis Legos, también! ―Gavin le gritó a Keller.
―Sobre todo míos ―Keller se burló de nuevo.
―Niños ―dijo Shane con severidad, call{ndolos a los dos―. Suficiente.
Dios, desearía poder decir dos palabras que los detuvieran tan rápido.
―¿Ves, pap{? ―Sage llamó mientras iba a pararse delante de la c{mara
sosteniendo la pequeña torta que yo había elegido.
―¡Esa es una torta impresionante! ―respondió Shane, asintiendo―. ¿Es
de chocolate?
―¡Síp!
―¿Por qué ustedes no van a sentarse y la tía Kate puede llevarme a la
cocina mientras ustedes la comen?
―¡Sí! ―Keller y Gavin gritaron a la par, el chillido haciendo que Shane se
estremeciera y se riera. Los cambios en el volumen debían haber estado
matando sus oídos.
Bajé a Gunner así podía seguir a los niños a la cocina y me quedé de pie,
sosteniendo la guitarra incómodamente frente a mí.
―Hola ―dije antes de sonreír ligeramente.
―Hola ―respondió él, sonriendo de diversión de nuevo.
Era la primera vez en semanas que lo había visto sin los niños saltando
arriba abajo en mi regazo mientras hablaba con él, y me sentí tímida sabiendo
que estábamos relativamente solos.
―¿Por qué tienes esa guitarra? ―preguntó.
―Um. ―Genial, Katherine. Um no es una respuesta. Contrólate.
―Quiero verte ―dijo en voz baja―. Baja la guitarra.
―Um. Estoy un poco m{s grande<
―Déjame ver, Katie ―ordenó amablemente.
Me giré completamente para dejar la guitarra en el estuche en el piso y
salté de sorpresa cuando oí un silbido por los altavoces de mi portátil.
Estaba riendo cuando me volteé, pero me detuve abruptamente por la
expresión de su rostro.
―Se hace notar ―dije con timidez, pasado la mano por la curva de mi
vientre.
―Mírate ―exhaló, una pequeña sonrisa en sus labios―. Eres hermosa.
―¿Sí?
―Oh, sí. ―Su sonrisa se hizo m{s grande.
―Tía Kate, ¡ven! ―gritó Keller de la cocina, terminando nuestro momento
tranquilo.
―Tiempo del pastel ―anuncié, caminando hacia el port{til.
―No puedo esperar ―respondió él con una sonrisa, y tenía este extraño
sentimiento que estaba mirando mis pechos.

Los niños estuvieron muy emocionados el resto de la noche, pero no podía


culparlos. ¿Una cita por Skype y pastel, todo la misma noche? Era como
Navidad.
Cuando finalmente me acurruqué en la cama y coloqué mi portátil en mi
regazo, no estaba segura cuánto más podría mantener los ojos abiertos. Tenía
que pensar un par de ideas diferentes para llevarle a un cliente y estaba muy
segura que iban a ser una completa mierda si intentaba que llegaran ideas esa
noche.
En su lugar, entré en Facebook y empecé a subir fotos de la noche. Sabía
que mi madre y la tía Ellie estarían emocionadas por ver lo felices que los chicos
habían estado por la fiesta de cumpleaños. Cuando Shane de repente me envió
un mensaje instantáneo, mi espalda se irguió como si pudiera verme.
¿Estás despierta?
Estiré mis nudillos y estreché mis manos sobre el teclado, mirando las dos
palabras. Mierda, ¡tenía que responder o él se iba a desconectar!
Síp, sólo cargando unas fotos de esta noche :)
Esas deberían ser buenas.
Tengo una de Gunner glaseando su cabello y nariz.
Jaja ¿Cómo infiernos hizo eso?
Estoy muy segura que Keller tuvo algo que ver con eso.
Eso no me sorprendería.
Entonces… ¿Qué haces en línea de nuevo?
Tenía algo de tiempo.
¿Así que decidiste acecharme por Facebook?
Algo así.
Bueno, entonces, espíame.
Oye, antes llamaste al bebé ella…
¿Y?
¿Ya lo sabes?
¡Oh! ¡No! Es sólo que siempre llamas al bebé “él”, así que he estado
llamándola “ella”. Me imaginé que de esa forma uno de nosotros tiene razón.
No he ido a mi cita todavía.
Muy pronto, ¿verdad?
Sí, la próxima semana. La oficina ha estado completamente llena, así que
es un poco más tarde de lo normal.
¿Piensas que podrías contarme primero? Sé que querrás contarle a tu madre.
Sí. Tú lo sabrás primero, lo prometo.
No me envió un mensaje por un rato, y miré el pequeño punto verde en la
pantalla como un halcón, con miedo de que se hubiera desconectado.
Te ves muy bien.
Mi estómago dio un vuelvo, y puse los ojos en blanco lo que hubiera visto
si estuviéramos hablando por Skype. Me había quitado el poco maquillaje que
tenía y el corrector de ojeras que cubrían los círculos oscuros bajo mis ojos. Me
veía como la mierda.
¡Ja! Sólo necesitas follar.
Bueno, eso también. LOL
¡Nada de sexo para ti! *digo con voz boba de ese chico de Seinfeld 5*
Será mejor que tú tampoco.
¿Cuándo diablos voy a tener tiempo?
Kate.
No me digas “Kate” a mí. Sabes que no estoy follando con nadie.
No digas follar.
Follar, follar, follar, folladita, follar, follar.
…y ahora estoy duro.
¿En serio?
Casi.
*resoplo* ¿Cuántos años tienes, trece?
Tus tetas están enormes.
Está conversación se terminó.
LOL. Es verdad.
Es cierto.
Te extraño.
Mis manos se detuvieron, apoyadas sobre el teclado. No estaba segura si
debería decírselo también.
Nosotros también te extrañamos.
Envíame algunas fotos.
¡Subo fotos todo el tiempo! Sólo busca en mi FB.
No estás en ninguna.
Soy la que toma las fotos… así que, tiene sentido.
Quiero verte también.
Está bien.
No fotos desnuda. Juro por Dios que hay chicos mirando sobre mi hombro cada
vez que me siento.
¡No te habría enviado fotos desnuda!
Sí, lo habrías hecho :)
¡Ya desearías!
No. Tienes. Idea.

5
Seinfeld: La serie de televisión de comedia m{s popular de los 90’.
Estaba coqueteando conmigo. Coqueteando. Conmigo. No sabía qué hacer
al respecto. Seguro, tuvimos nuestros momentos, pero más allá de ir a la cama
un par de veces, nuestras conversaciones habían sido estrictamente platónicas.
¿Estás ahí?
Salí de mi confusión de su último mensaje.
Estoy aquí.
Mejor te dejo ir, es tarde aquí. Deberías estar dormida.
Todavía tenía como mínimo dos horas más de trabajo por hacer.
Está bien. Cuídate. ¿Hablamos por Skype pronto?
Siempre.
Hablemos por Skype en dos semanas.
Mi estómago se retorció. Sabía que no debía hacer ninguna pregunta, pero
hasta ahora, siempre había podido hablar por Skype una vez a la semana. No
quería imaginar la razón por la que no podría hacerlo esta vez.
Buenas noches, Katie.
Buenas noches.
Miré la pantalla, esperando que se desconectara, pero después de unos
segundos, llegó otro mensaje.
Tan hermosa.
Se fue antes de que pudiera responder, lo que probablemente era algo
bueno.

―Keller, ¡regresa a la mesa con eso! ―grité, casi llorando mientras


intentaba limpiar a Gunner.
Al pobre niño le estaban creciendo los molares, lo que significaba que
tenía diarrea. Me había asustado la primera vez que sucedió pero después de
llamar frenéticamente a la enfermera de guardia, me quedé bastante tranquila al
respecto. Al parecer, algunos niños tienen esa reacción al tener sus nuevos
dientes, y para mi suerte, uno de mis niños las tuvo. Nunca digas que Gunner
hace las cosas a medias.
―¡Kell! ¡Mesa! ¡Ahora! ―Empecé a estar cada vez m{s agotada mientras
Gavin dejó caer su piruleta de uva sobre la parte delantera de su camiseta
verde.
―Tía Kate, no puedo encontrar los pañales ―me dijo Sage frenéticamente,
bajando por las escaleras.
―Est{n en el cambiador, en el mismo lugar de siempre ―contesté,
apartando el cabello de mi rostro de un soplido.
―Creo que ya no hay.
―Mierda ―me quejé mientras recordaba que se suponía que debía ir a la
tienda ese día.
―Mieda ―imitó Gunner.
Ignoré sus palabras mientras mi portátil empezó a sonar en la mesa de la
cocina.
―¡Papi! ―gritó Keller, deteniéndose bruscamente al lado de la mesa de la
cocina.
―Keller, ¡si tocas ese port{til con los dedos pegajosos voy a quitarte la Wii
por una semana! ―grité, levantando a Gunner del piso con el trasero al aire
mientras me ponía de pie.
No habíamos hablado con Shane en casi tres semanas, y finalmente había
recibido un correo de él la noche anterior diciendo que podía llamarnos.
Desafortunadamente, fue uno de los días más duros que había tenido desde que
se fue.
―¿Puedo responder? ―preguntó Sage, su dedo se posó sobre el teclado.
―Adelante, Sage ―suspiré, caminando hacia donde los niños estaban
juntos alrededor de la pantalla de la computadora.
―Hola, chicos ―Shane gritó alegremente.
―¡Hola, pap{!
―Logré cada palabra correcta en mi examen de ortografía ―gritó Sage
sobre el saludo de Keller.
―Conseguí un arañazo ―gritó Gavin y levantó el brazo con la costra, casi
cincuenta centímetros de arañazo―. ¡Obtuve una tirita!
―Impresionante trabajo, princesa. Y eso parece un rasguño difícil, Gav.
¿Cómo te hiciste eso? ―respondió Shane, presentando sus comentarios como
un profesional.
―Conseguí cuatro disparos ―Keller anunció, para no ser menos.
―Buen trabajo, amigo. Ahora puedes ir a la guardería el próximo año.
―Hola, Katie ―Shane añadió con una sonrisa cuando finalmente corrí
dentro del grupo, así Gunner podía ver a su padre―. Hola, Gunner.
Gunner sonrió y volvió su cara en mi cuello. Había sido cada vez más
tímido con todo el mundo, incluido Shane.
―Oye<
―¡Gunner est{ meando! ―gritó Keller, riendo histéricamente mientras
sentí una caliente, mancha de humedad sobre el lado de mi vientre.
―Mierda ―murmuré, cerrando los ojos con frustración.
―¿Por qué no est{ usando un pañal? ―preguntó Shane a través de su
propia risa.
―Tía Kate se olvidó de comprar algunos, y estamos todos enérgicos
―Sage respondió amablemente mientras mis ojos se llenaron de l{grimas.
Gunner estaba medio desnudo, Gavin parecía un granuja con su camisa
cubierta de lodo púrpura, Keller estaba actuando más intratable de lo habitual,
y Sage me estaba delatando. Además de todo eso, me veía como una mierda y
me sentía aún peor.
―Sage ―llamó Shane, observando atentamente la pantalla― ¿Verificaste
la bolsa de pañales?
―¡No! ―Se revolvió a través de los chicos y corrió hacia la puerta
principal, donde la establecíamos.
―¿Han estado dando a su tía un mal rato hoy? ―preguntó a los chicos
después de que Sage se fue corriendo.
―¡No!
―¡He sido bueno!
―Ella se ve como si no estuviese teniendo un muy buen día ―Shane les
informó, haciendo que girasen la cabeza hacia mí.
Me miraron como si no me hubieran visto siquiera, pidiendo silencio todo
el día.
―Est{ bien, Shane ―dije, sonriendo a los muchachos―. Estoy un poco
cansada.
―Y el bebé llora un montón ―añadió Keller seriamente.
―¿Oh sí? ¿Cu{nto?
―No mucho ―respondí r{pidamente.
―¡Encontré uno! ―dijo Shane, corriendo de nuevo en la habitación.
―Oh, gracias a Dios. No sabía cómo iba a ir a la tienda con él así ―dije,
agarrando el pañal de la mano extendida de Sage.
―Chicos grandes, vengan a hablar con pap{, así la tía Kate, puede
arreglar a Gunner ―ordenó Shane, silenciando al instante a los alborotados
jóvenes.
―Est{ bien, vamos, monito ―murmuré, llevando a Gunner por las
escaleras.
Después de que había cambiado nuestra ropa, caminé hacia las escaleras
con Gunner puesto en el lado de mi vientre. Juré que estaba saltando más, día a
día. Muy pronto él sería capaz de sentarse por completo.
―Est{ bien, se acabó mi tiempo, chicos ―Shane anunció a los niños, que
estaban todos aglomerados en una silla de la cocina―. Vayan a buscar a su tía.
―Estoy aquí ―grité mientras corría a la cocina.
―Los quiero chicos ―Shane dijo a los niños, mientras ellos enviaban
besos y agitaban el brazo―. ¿Sigue en pie lo de esta noche, Katie?
―Sí.
No dijimos más que eso, ya que si los niños sabían que él estaría en Skype
de nuevo más tarde, nunca conseguiría llevarlos a la cama.
―No te olvides de ir a la tienda.
―Créeme, no lo haré ―gemí, haciéndolo sonreír.
―¡Adiós a todos!
La pantalla quedó en blanco, y él se había ido.
Odiaba cuando eso sucedía.
―¡Est{ bien, Andersons! Al auto. Necesitamos pañales y leche o vamos a
morir de hambre cubiertos de pis de Gunner.

Sostuve el sobre en la palma de mi mano y me obligué a no abrirlo. Había


estado esperando por ello, durante dos semanas y la anticipación me estaba
matando. Deslicé mi dedo dentro del pequeño espacio que había roto y salté
cuando sonó el ordenador portátil.
―Hola extraño.
―Hola.
Nos sonreímos el uno al otro durante un largo tiempo. Era tan agradable
ver por fin su cara, sin la distracción de cuatro pequeños monstruos gritando
uno sobre el otro, con el fin de ser escuchado.
―Mal día, ¿eh? ―preguntó finalmente.
―No tienes idea. Afortunadamente, tenemos una enorme bolsa de
pañales, así que estamos listos por un tiempo. Incluso escondí algunos
alrededor de la casa por si acaso.
―Bien hecho. ―Se rió y extendió la mano para frotar su cara con una
mano―. ¿Tuviste tu ultrasonido?
―Sí, todo se ve muy bien. Tu enorme hijo est{ midiendo un poco grande,
pero aparte de eso, todo fue normal.
―Bien. Eso es realmente bueno.
Le sonreí con suficiencia mientras él se movía nerviosamente. Él estaba
formando el valor suficiente para preguntarme, y rara vez lo había visto tan
nervioso.
―¿Y bien? ―preguntó finalmente.
―¿Bien qué?
―¿Qué estamos teniendo?
―Un bebé ―respondí inocentemente.
―Kate ―gruñó de nuevo, haciéndome reír.
―No lo sé.
―¿Qué? ¿Por qué no te dijeron<? ―Se congeló mientras levantaba el
sobre delante de la pantalla del ordenador y lo agité hacia atrás y adelante.
―Me imaginé que podríamos hacerlo juntos ―dije con una pequeña
sonrisa.
Viendo su cara pasar de descontento a entusiasmo impresionado, fue un
momento que nunca iba a olvidar en toda mi vida.
―¿Esperaste? ―preguntó en voz baja.
―Pensé que tú podrías querer enterarte al mismo tiempo.
―Gracias, Katie.
―Sí, bueno, me lo debes. Esta cosa ha estado quemando un agujero en mi
bolsillo durante dos semanas.
―¿No le diste un vistazo? ―Él levantó una ceja.
―Pensé en ello. ―Levanté el sobre y le mostré el pequeño desgarro―.
Pero quise sorprenderte, por eso resistí.
―Muy buena sorpresa.
―¿Sí?
―Sí.
Deslicé mi dedo dentro del rasgón y arranqué el sobre el resto del camino,
haciendo una pausa antes de sacar el trozo de papel.
―¿Te importa? Quiero decir, ¿te importa si es un niño o una niña? ―De
repente estaba nerviosa. Estábamos en un terreno desconocido, y francamente,
nada era sólido entre nosotros. ¿Y si estaba decepcionado?
―No me importa, Katiebear ―Shane respondió en voz baja, la ternura
haciendo obstruir mi garganta―. Ahora date prisa, estoy agonizando aquí.
Le di una sonrisa acuosa y tiré de la hoja fuera, de cara primero a la
pantalla para poder coger así, la reacción de Shane.
Su boca se cayó abierta antes de chasquear cerrada, y le vi apretar su
mandíbula mientras sus ojos se elevaron ligeramente para mirarme. Inhaló una
vez y se frotó el lado de su cara con su palma de la mano.
―¿No vas a mirar? ―preguntó con una risita avergonzada.
―No ―respondí lentamente, llegando a una decisión cuando cayó el
papel en mi regazo―. Quiero que me lo digas.
Pasó ambas manos sobre su cara antes de respirar y luego una sonrisa
enorme.
―Una princesa.
Mis ojos se abrieron con sorpresa, y él se rió de mi expresión de asombro.
Le había atormentado con que íbamos a tener una niña, pero en realidad no lo
había creído. Después de que él había tenido tantos chicos, me había figurado
que Sage era una anomalía.
―De ninguna manera.
―A menos que no consiguieran un buen ultrasonido...
―No, tiré total de la entrepierna ―murmuré distraídamente, recogiendo
la pequeña hoja de papel y girándola para verificar. Ahí estaba nuestra niña,
con una flecha apuntando y anunciando su género.
Él soltó una carcajada.
―¿Cómo podías no ver que ahí estaba faltando un pene?
―No reconozco nada de lo que se ve en el útero. ―Negué con la cabeza―.
No puedo creer que estemos teniendo una niña.
―Sabes lo que esto significa, ¿verdad? ―preguntó Shane con un
resoplido.
―¿Qué?
―Ninguna de las cosas de Gunner va a servir para ella. Va a necesitar rosa
y encajes.
―Oh diablos, no. Ella puede dormir en pijamas azules.
―Y un asiento de auto azul, y ropa azul y gorras y bodies y calcetines, y<
―¡Agh! ¡Entiendo tu punto! ―corté, haciéndole reír.
―Otra niña ―dijo Shane suavemente.
―Sí, ¿crees que Sage va a estar enojada? ―Mi boca se torció.
―¡Claro que no! Ella ser{ la única feliz en el pelotón.
―Probablemente tienes razón ―estaba de acuerdo―. ¿Es raro que de
repente estoy mucho más emocionada de tener tu pequeña fuera de mí?
―Me gustaría poder tocarte ―anunció de repente, sac{ndome de mi
ensoñación de vestidos de Pascua y grandes lazos de color rosa en una pequeña
cabeza.
―¿Qué? ―le pregunté a pesar de que lo había oído.
―Me gustaría poder tocarte en este momento. ―Vi su nuez moverse al
tragar fuerte―. Me gustaría poder sentir su movimiento alrededor de tu
vientre. Me gustaría poder frotar tu espalda y besarte. Odio estar perdiéndome
todo.
―Te extraño, también ―murmuré de vuelta.
―Levanta tu camisa ―ordenó en voz baja, de refilón sobre sus hombros.
―Oh diablos, no.
―Quiero verte. Dame eso. ―Me quedé mir{ndolo obstinadamente―. ¿Por
favor?
Mi estómago se volcó cuando cedí, y mi corazón se aceleró mientras mis
manos fueron a la parte inferior de la camisa de dormir.
―Esa camiseta va a ser estirada toda hacia el infierno.
―¿Te importa?
―De ningún modo.
Sus ojos se centraron intensamente en la pantalla cuando jugueteé con el
dobladillo de mi camisa, y se dilataron mientras la levantaba por encima de mi
vientre y la sostuve contra mi pecho.
―Quítatela ―ordenó con brusquedad, los tendones en su cuello
creciendo―. Todo el camino, Kate.
Cerré los ojos mientras sacaba la camisa sobre mi cabeza y sólo los abrí
cuando lo oí dejar salir una áspera respiración.
―Mierda ―gruñó, sus ojos se dilataron hasta que estuvieron casi
negros―. ¿Sabes lo que estaríamos haciendo si estuviese allí en este momento?
Asentí en silencio cuando lo vi mirándome.
―Est{s tan jodidamente increíble, Kate. Jesús, esos pechos< ―Reí un
poco cuando gimió, y luego deslicé la camisa de vuelta sobre mi cabeza,
ocultando mi cuerpo de la vista.
Sin embargo, no podía ocultar la forma en que mis pezones se habían
endurecido cuando él me miraba, y se tensaron contra su vieja camiseta.
―Tengo que ir a tomar una ducha ―anunció, empujando un poco hacia
atrás en su silla.
―¿Justo< ahora?
―Ahora mismo.
Me reí histéricamente mientras sus pómulos se volvieron rojizos.
―De acuerdo, bien, ten cuidado.
―Siempre.
―¿Hablamos pronto?
―Te enviaré un correo electrónico más tarde. Vete a dormir, te ves
agotada.
―Cielos, gracias ―me quejé.
―Duerme, Katie.
―Est{ bien, lo haré. Deja de preocuparte.
―¿Oye, Kate? ―llamó cuando alcanzaba el teclado.
―¿Sí?
―Gracias. Nadie ha hecho nunca algo así por mí antes. La mejor sorpresa
que nunca he tenido.
La pantalla se quedó en negro mientras una pequeña sonrisa se dibujó en
mis labios.
¿Qué pasa con este hombre y su necesidad de tener la última palabra?
pretando el puño con frustración, me obligué a no gritar mientras mi
A padre adoptivo hablaba con insistencia y en mi oreja. Amaba al tipo,
pero estaba irritado como la mierda porque no ponía a Kate en el
teléfono. Era la tercera vez que llamaba y me tuvo dando vueltas sin sentido, y
estaba listo para comenzar a hacer todo trizas.
Kate había llevado a los niños hasta Oregón para el final del verano, a
pesar de que no había estado completamente feliz por eso. A ellos les encantaba
estar allí, y sabía que nuestras familias estaban probablemente consintiéndolos
mucho, pero Kate se acercaba al final de su embarazo y odiaba que hubiera
volado con cuatro niños pequeños sola. Cuando finalmente hablé con ella a
través de Skype menos de una semana después de que habían llegado, había
dejado de quejarme.
No me había dado cuenta de cuán desgastada ella lucía en los últimos
meses, pero mirándola en la mesa de la cocina de sus padres, con las mejillas
sonrosadas y sonriendo feliz, los círculos oscuros bajo sus ojos se desvanecieron
a casi nada; no había sido capaz de ignorar el cambio. Ella finalmente tenía ese
brillo que la mayoría de mujeres embarazadas conseguían después de que
dejaban de vomitar todo lo que comían y lograban dormir decentemente.
Estaba sorprendido como el infierno por ello, pero a pesar de que no la
había visto durante meses nos habíamos acercado más, y ahora que estaba a
punto de terminar estaba ansioso por llegar a casa con ella. En algún punto, mis
sentimientos habían cambiado de la confusión y la culpa a algo menos
identificable. Era divertida. No toleraba mi mierda, pero rara vez se enojaba o
era mala. En cambio, disipaba cualquier discusión con sarcasmo o cambiando el
tema completamente a algún asunto disparatado que normalmente me tenía
luchando para seguirle el ritmo. Era más inteligente que yo, y eso era sexy como
el infierno.
Siempre había sido bonita. Pero a medida que hablábamos y nos
burlábamos de ida y vuelta, era como si pudiera verla con una apreciación
totalmente nueva. Las curvas, que nunca hubiera mirado dos veces antes,
empezaron a fascinarme. Jodidamente soñaba con la redondez de sus muslos y
la piel suave entre ellos, y me encontraba despertando avergonzado de los
sueños húmedos como un adolescente.
Las cosas estaban cambiando, y lo habían estado haciendo por un tiempo.
Así que estaba molesto como el infierno de que no me dejaran hablar con
ella. Había respondido mis correos durante los últimos dos días, pero nunca
estuvo de acuerdo en una cita por Skype, y cada vez que llamaba o bien sus
padres o los míos, no me decían lo que estaba pasando.
―¿Dónde carajo est{ Kate? ―Finalmente, grité, cortando a Mike a mitad
de la frase―. ¿Y por qué demonios no ha traído a mis hijos a casa todavía? La
escuela está por comenzar pronto.
―C{lmate, hijo.
―No, esto es jodidamente ridículo. Dile a Kate que voy a estar por Skype
esta noche a las siete de su horario. Quiero ver a mis hijos.
Colgué el teléfono y limpié el sudor de mi cara con una toalla de papel que
había estado llevando en el bolsillo. Esta mierda tenía que terminar pronto.
Necesitaba llegar a casa.

―¡Hola, pap{! ―dijo Sage cuando la llamada finalmente se conectó.


Di un suspiro de alivio cuando vi a Kate sentada en medio de los niños,
con Sage y Gavin en un lado y en el otro Keller. Ellos estaban aplastados
estrechamente y apenas podía ver algo más allá de sus caras.
―Hola, chicos. ¿Se est{n divirtiendo con la abuela y el abuelo?
―¡Fuimos en un gran camión! ―Gavin me dijo entusiasmado, agitando
los brazos y casi golpeando a Kate en la cara.
―¿Oh sí?
―Tío Bram me llevó en el tractor. ¡El abuelo nos llevó a pescar! ―dijo
Keller.
―Vaya, ustedes han estado ocupados. ―Sonreí ante sus rostros felices, y
mi estómago dejó de revolverse por primera vez en días―. ¿Dónde est{
Gunner?
―¿Podrías traerlo aquí, mam{? ―preguntó Kate, mirando al lado.
Vi sus brazos primero y luego el lado de la cabeza. No podía creer lo
mucho que había crecido desde que me había ido. Su cabello era mucho más
grueso y más largo que la última vez que lo había sostenido, y su cuerpo
parecía mucho más robusto.
Sonreí mientras la cara de Keller se arrugó con disgusto cuando Gunner
bloqueó su visión de la pantalla.
Luego, todo mi cuerpo se congeló.
―¡Mam{! ¡Mam{! ¡Mam{! ―Gunner se quejó, retorciéndose y dando la
vuelta mientras alcanzaba a Kate.
No. Ella no lo haría.
―¿Shane? ―Katie preguntó con confusión cuando vio la expresión en mi
rostro―. ¿Qué pasa?
No podía hablar.
Ella no lo había hecho. Yo conocía a Kate. La conocía. Ella no iba a
enseñarle a Gunner a llamarla "mamá." ¿Lo haría?
―Mi tiempo se acaba ―anuncié con una sonrisa poco entusiasta a los
niños―. Chicos los llamaré al teléfono del abuelo m{s tarde esta noche.
―¡Adiós, pap{! ―Los niños gritaron, casi al unísono.
―Los amo chicos. Hablamos pronto.
―¿Shane? Qué<
Cliqueé saliendo de la pantalla rápidamente con las manos temblorosas y
me levanté bruscamente.
Tenía cosas que hacer. Sólo tenía que lograr hacerlas. Mantenerme
ocupado. Estaría en casa pronto, y me encargaría de todo.
La ira crecía dentro de mí aumentó cuando salí de la sala de ordenadores,
y para cuando estaba empacando mis cosas, me sentí al borde de perder los
estribos por completo.
No había manera de que pudiera hablar con ella de nuevo antes de llegar
a casa.
De ninguna jodida manera.

―Hola pap{. ¿Los niños est{n cerca? ―le pregunté un par de horas más
tarde. Mierda, había hecho más llamadas telefónicas en un día de lo que
usualmente hacía en una semana.
―Sólo Keller. El chico est{ teniendo problemas para dormir.
―Mierda, esperé tanto tiempo para llamar. Quedé atrapado ―dije con
decepción. Echaba de menos a mis hijos.
―¿Qué ha pasado m{s temprano? Mam{ dijo...
―¿Puedes poner a Kell en el teléfono? ―corté. La discusión era entre Kate
y yo, y no me gustaba discutir con alguien más.
―Claro, hijo.
Se quedó en silencio por unos minutos antes de que la voz somnolienta de
Keller llegara.
―Hola pap{.
―Hola, amigo. ¿Qué est{s haciendo despierto?
―Esperando por ti.
―Aw, lo siento. Estaba trabajando.
―Est{ bien. El abuelo y yo est{bamos mirando pesca por la televisión.
―Bueno, sólo quería decir hola y que te amaba, amigo. Vete a dormir, ¿de
acuerdo?
―Est{ bien, pap{. Te amo.
―Adiós, Keller.
―Adiós. ―Lo escuché bostezar ruidosamente antes de que cortara la
llamada, y me senté en mi silla decepcionado.
Me marchaba en algunas horas, finalmente volvería a casa, y nadie estaría
allí para recibirme.
No. Al diablo con eso. Levanté el teléfono.
―¿Hola? ―Mike respondió bruscamente.
―Dile a Kate que lleve a mis hijos de vuelta a casa.
―Bien<
―Le pedí que no fuera a Oregón, y fue de todos modos. Me importa una
mierda cuánta diversión ella está teniendo allí. Quiero a mis hijos en Oceanside
cuando llegue.
Mike se quedó en silencio por un momento antes de que hiciera un sonido
áspero en su garganta.
―No te he criado para que seas un idiota.
―No me criaste en absoluto ―gruñí de vuelta, lamentando las palabras
tan pronto como estuvieron fuera de mi boca.
―Le haré llegar el mensaje ―dijo en voz baja, y su falta de ira ante mis
palabras me hizo doler el pecho.
―Pap{<
Colgó antes de que pudiera decir una palabra más.
Cristo.
¿Por qué no había superado la necesidad de decir cualquier cosa de
mierda que me venía a la cabeza al momento de enojarme? Nunca les dije una
mierda a mis hijos, no importaba cuán frustrado estaba, pero eso no parecía
aplicarse a los adultos. Era como si mi filtro se desvaneciera por completo en el
momento en que me enojaba mucho. No era la primera vez que había lastimado
los sentimientos de Mike, pero eso no significaba que me sintiera bien por ello.
Si acaso, saber que había estado soportando mi mierda por más de doce años,
sólo me hizo sentir peor por el comentario que había hecho.
No tenía tiempo para llamarlo otra vez. En cambio, coloqué la gorra en mi
cabeza y caminé hacia mi habitación para conseguir mis maletas.
Finalmente era hora de volver a casa.

Mi casa estaba cerrada y en silencio cuando llegué algunos días después.


Kate no había traído a mis hijos a casa.
Tenía un vuelo reservado y estaba en dirección al aeropuerto dos horas
más tarde.
Siete horas después de haber aterrizado en San Diego, estaba caminando
por el aeropuerto de Portland con nada más que una mochila llena de ropa que
había encontrado doblada en mi cómoda y suficiente rabia para evitar que
alguien me hablara. Esa rabia debía haber estado emanando de mí.
Alquilé un auto pequeño y me dirigí al este hacia la propiedad de mis
padres a casi una hora de distancia. Hacía pasado mucho tiempo desde que
había conducido por estos caminos, pero algunas cosas simplemente jamás se
olvidan, y llegué a casa de mis padres a las siete de la noche sin incidentes.
―¿Hay alguien en casa? ―llamé mientras entraba por la puerta principal
abierta.
―¿Shane? ―dijo Mike con confusión mientras salía de una de las
habitaciones―. ¿Qué rayos?
Salió corriendo, abrazándome fuertemente cuando me alcanzó. Era como
si la conversación de hace unos días nunca hubiera pasado.
―¿Qué est{s haciendo aquí?
―Vengo a llevarme a los niños. ¿Dónde est{n?
―Ellie los llevó a< ―Sus palabras fueron cortadas cuando la puerta se
abrió y mis hijos entraron a toda prisa.
―¿Mike, quién ha venido<?
―¡Papi!
Caí de rodillas, cuando Keller y Sage corrieron a mí, agarrando mi camisa
y envolviendo sus pequeños brazos alrededor de mi cuello.
―No saben cu{nto los he echado de menos ―susurré en su cabello,
besándolos a ambos antes de levantar mi cabeza para ver a Gavin y Gunner
manteniendo su distancia. Nos miraban desde cerca de la puerta principal, y
Gunner tenía un brazo envuelto muy apretado alrededor del muslo revestido
de vaqueros de Ellie―. Hola, chicos ―llamé suavemente―. Los extrañé.
Gavin me estaba mirando cautelosamente y dio un pequeño paso hacia
adelante, pero no había absolutamente ningún reconocimiento en los ojos de
Gunner. Él no me recordaba, ni siquiera después de todos los chats de Skype.
Eso me mató.
―¿Han estado divirtiéndose con la abuela y el abuelo? ―pregunté, y de
repente Gavin estaba corriendo hacia adelante y casi me golpeó en mi trasero
cuando golpeó la maraña de pequeños cuerpos ya envueltos alrededor de mí―.
Hola, amigo ―dije con una sonrisa, mi garganta engrosada y haciendo que mis
palabras salieran roncas.
Cerré mis ojos y respiré profundamente. Finalmente. Dios, los había
extrañado.
Ellie levantó a Gunner cuando empezó a quejarse, y me puse de pie,
dejando a los niños abajo. Ellos mantenían sus manos sobre mí, pero los tres se
quedaron en silencio. Entendí su silencio. Quería simplemente asimilarlo por
un minuto, también.
―¿Dónde est{ Kate? ―le pregunté a Ellie, mirando m{s all{ de ella a la
puerta principal.
―Ella est{ en el hospital ―respondió Ellie lentamente.
―¿Qué? ―Mi voz resonó en la habitación, haciendo que los niños se
asustaran.
―Tía Kate tiene que quedarse en la cama todo el tiempo ―Keller gritó,
inclinando su cabeza hacia atr{s para mirarme―. Para que el bebé no salga.
―Explica ―ordené, el p{nico comenzando a revolotear en mi estómago.
―Ella ha estado en reposo total, ¿qué, tres semanas? ―Ellie preguntó a
Mike.
―Sí. Unas tres semanas.
―Estaba teniendo contracciones la semana pasada, y la internaron
durante la noche para que pudieran detenerlas. La dejaron ir a casa al día
siguiente, pero las contracciones comenzaron de nuevo ayer. Parece que la
mantendrán allí por un tiempo.
Mi ira se desvaneció, y la confusión empezó.
―¿Por qué nadie me lo dijo?
―Kate no quería que te preocuparas<
―Eso es una estupidez.
―Es lo que ella quería.
―¿En qué hospital? ―Ya estaba levantando la mano fuera de la cabeza de
Keller para alcanzar mi bolsillo por las llaves del auto rentado.
―OHSU ―dijo Mike dijo mientras yo me inclinaba para besar a los niños
otra vez.
―No te dejar{n entrar en la noche ―Ellie me informó, caminando hacia
adelante mientras cambió a Gunner de una cadera a otra―. Las horas de visita
terminaron, y son estrictos sobre esas cosas. Kate necesita descansar.
―Van a hacer una excepción ―argumenté mientras los niños empezaron
a charlar, tratando de llamar mi atención.
―No lo har{n. ―Ellie sacudió su cabeza―. Kate est{ agotada, Shane. Esta
es la única manera de que ellos sepan que va a descansar.
Todo mi cuerpo se sentía tenso, y no dejaba de moverme mientras trataba
de averiguar lo que tenía que hacer.
―Pasa esta noche con los niños, hijo ―ordenó Mike, alcanz{ndome para
apretar mi hombro―. Ellos te han extrañado como locos. Puedes ver a Katie en
la mañana.
―¡Papi, mira! ―gritó Sage, apuntando a un espacio en su boca, donde ella
había perdido un diente―. ¡Conseguí cuatro dólares por él! ―Hizo una
pequeña danza emocionada.
Me sentía dividido entre correr al hospital para ver a Kate y pasar algún
tiempo muy necesario con mis hijos. No quería dejarlos. Teníamos meses que
compensar.
―¡Vaya! El Hada de los Dientes debe estar teniendo un buen año
―repliqué, empujando a Sage en el lado hasta que ella se rió.
Ellie se acercó, y extendí la mano para frotar suavemente la espalda de
Gunner, mi decisión hecha.
―Hola, Gunner ―dije en voz baja―. ¿Cómo est{s, amigo?
Me observó con ojos curiosos.
―¿Quieres decir hola, Gunner? ―preguntó Ellie.
―Hola. ―Su voz era m{s rasposa de lo que recordaba de las pocas
palabras que había dicho antes de que me marchara, y mi pecho se apretó. Me
había perdido tanto.
―¡Hola! ―Sonreí―. ¿Quieres venir a pasar el rato conmigo y los otros
niños?
Saqué las manos hacia afuera y esperé lo que parecía una eternidad antes
de que finalmente se apartara de Ellie y llegara a mí.
Era más pequeño de lo que Keller y Gavin habían sido a esa edad. Mis dos
hijos mayores habían sido robustos desde el principio, pero Gunner era más
estilizado. Alto y delgado. Apreté la mandíbula y besé su frente mientras me
observaba atentamente.
Recordé este momento con Sage y Gavin. Ambos habían sido tan
pequeños cuando marché al servicio militar que no me habían recordado
cuando llegué a casa, pero afortunadamente los niños pequeños parecían
adaptarse bastante rápido. No creía que Gunner sería diferente. Tomaría solo
unos días para que se acostumbrara a mí.
No creía que alguna vez hubiera estado tan feliz de estar en casa como lo
estaba en este momento.
―Est{ bien, chiquillos ―anuncié, mirando entre los pequeños cuerpos
saltando alrededor de la entrada―. Cuéntenme lo que han estado haciendo
mientras estuve fuera.
e senté en mi cama de hospital y comencé a cepillarme mi cabello
M húmedo. Dios, odiaba el hospital
Añoraba a los niños. Añoraba el dormir profundamente. Añoraba la comida de
mi madre y el olor del verano afuera.
No había estado en el hospital por mucho tiempo y los doctores decían
que sólo querían que me quedase un día más, dado que estaba casi a punto de
acabar el trimestre, pero me estaba volviendo loca. Shane vendría a casa pronto,
y mi ansiedad estaba creciendo mientras me preparaba para el día en que
volviera a casa y se diera cuenta que todavía estábamos en Oregón.
Cuando llegamos por primera vez a casa de mis padres, lloré de alivio.
Había estado tan increíblemente cansada. Y durante las dos primeras semanas
después de eso, me sentí como una persona nueva. Con nuestras familias
alrededor, tenía mucho menos que hacer y mucho más tiempo para hacerlo.
Todo el mundo ayudaba con los niños para que pudiera trabajar durante el día
en vez de tarde en la noche. No había tenido que inclinarme sobre el baño para
bañar a los niños porque mi madre o la tía Ellie lo hacía, lo que significaba que
mi espalda no me mataba cuando me metía en la cama por la noche.
Parecía que por primera vez desde que Shane se había ido, podía
relajarme.
Necesitaba ese descanso.
Pero mientras lentamente me había preparado para volver a California
con mis pequeños monstruos, a volver a retomar las necesidades del día a día
de las otras mujeres, mi cuerpo estaba empezando a protestar. Era como si, una
vez que desaceleré y mi cuerpo se dio cuenta de que era posible, no me dejaría
volver a cómo eran las cosas antes.
Comencé a tener contracciones, y los doctores me hicieron reposar en la
cama.
La ventana para llegar a California antes de tener al bebé se había cerrado,
pero no le podía decir eso a Shane. En cambio, ignoré las preguntas en sus
correos y evité esa conversación cuando llamaba.
No quería que se preocupara cuando estaba en el otro lado del mundo,
especialmente cuando esa preocupación podía distraerlo. Tampoco quería
enfadarlo. Nos habíamos acercado tanto durante los últimos seis meses que
tenía miedo de cualquier cosa que pudiera fastidiar el frágil equilibrio que
habíamos encontrado.
No me había dicho que no fuera a Oregón, pero tampoco había estado
contento. Si supiera que estábamos atrapados aquí, no estaba segura de cómo
reaccionaría.
Estaba dejando mi cepillo en la mesita de noche cuando la puerta de mi
habitación se abrió lentamente, pero nadie me saludó.
―¿Qué< Shane?
No podía creer lo que veían mis ojos.
Ahí estaba. Moreno, saludable y fuerte, de pie en la puerta de mi
habitación de hospital. Mi corazón se aceleró.
―¿Cómo te sientes? ―preguntó, después de finalmente entrar y dejó que
la puerta se cerrase detrás de él.
―Me siento bien ―respondí con una sonrisa de sorpresa y rodé mis
ojos―. Ninguna contracción durante las últimas doce horas, pero quieren ser
cuidadosos. ¿Cómo es que estás aquí?
Tenía el sentido suficiente como para no saltar de la cama y correr hacia él,
pero casi no pude controlarme mientras él se congeló al lado del marco de la
puerta. Cuanto más tiempo estaba allí parado, más raro se hacía todo, hasta que
finalmente sentí mis manos comenzar a temblar.
Pensé que tenía tiempo para prepararme antes de verlo, y ahora que el
momento había llegado, me sentí fuera de lugar en mi propia habitación de
hospital. Era extremadamente consciente de mi fea bata de hospital y mis pies
hinchados. Mi estómago se sentía más redondo y visible, y odiaba que mi
cabello estuviese mojado y cepillado de manera desordenada para que no me
tapase la cara.
―Me lo tendrías que haber dicho ―exclamó de repente.
―¿Por qué, sólo para que pudiera preocuparte? Estoy bien. ―Sacudí mi
cabeza―. El bebé est{ bien, los niños est{n bien, todo estaba siendo manejado.
―Te dejé a cargo ―dijo en voz baja. Su tono haciendo que me
congelara―. ¿No pensaste que merecía saber que no estaban con la persona con
la que los dejé, sino que Ellie y Mike estaban cuidando de mis niños mientras
estaba fuera?
―Yo< yo no<
―No puedes hacer decisiones unilaterales sobre mis hijos, Kate. Eso est{
más allá de tus atribuciones.
Estaba calmado, y su voz nunca se elevó, pero sentí como si me hubieran
golpeado.
―Me disculpo ―repliqué―. Tomé la decisión con la mejor de las
intenciones. No quería que te preocuparas, y he visto a los niños cada día desde
que he estado aquí. O mi madre o Ellie los traen.
Me moví en la cama, una sensación de temor llenándome mientras sentía
que mi abdomen se contraía. Era momento de estirarme a un lado como los
doctores me dijeron.
No le miré a los ojos mientras subía mis piernas y las metía debajo de las
sábanas, pero lo vi acercarse de reojo mientras metía un cojín entre mis rodillas
y finalmente relajé mi cabeza en el cojín.
―Sé qué hiciste lo que pensaste que era mejor, Kate ―dijo finalmente
Shane, viniendo a sentarse al borde de la cama―. ¿Est{s segura de que todo
está bien con el bebé?
―Sí. Van a dejarme ir a casa mañana.
―Eso es bueno.
―Te extrañé ―susurré, tratando de volver a tener al Shane con el que
había estado hablando durante los últimos meses. No estaba actuando como mi
Shane, y eso me asustaba, porque recordaba cómo el Shane de Rachel me
trataba. Como si fuera invisible.
―Las clases de Sage y Keller empiezan la semana que viene ―me
informó, ignorando mis palabras.
―Lo sé. ―Hice una mueca. No sabía qué demonios iba a hacer<
―Así que me voy a llevar a los niños de vuelta conmigo a San Diego.
―De repente sentí como si no pudiera respirar―. Sé que no puedes volar
ahora, y lo siento por el hecho de que no puedas venir con nosotros.
―¿Qué? ―Tenía que estar bromeando.
―Necesitan volver a su rutina normal antes de que la escuela empiece de
nuevo. Especialmente Keller.
Su voz era amable, tan amable, pero sus ojos estaban vacíos. No me moví
mientras me miraba, pero no podía hablar tampoco. No pensaba que pudiera
decir algo sin gritar o, peor, empezar a llorar como una magdalena.
¿Qué estaba haciendo? ¿Y por qué demonios pensaba que sabía algo sobre
la rutina de los niños? Yo era la que conocía su rutina. Yo era la que sabía qué
necesitaban para dormirse. Yo.
Mi peor miedo se había hecho realidad. Los estaba alejando de mí, y no
había nada que pudiera hacer sobre ello.
―¿Por qué? ―pregunté, cuando por fin pude hablar―. ¿Est{s tan
enfadado conmigo por no decirte que estaba en el hospital?
―No. ―Pasó su mano por su cara―. Tengo que volver, Kate. Tengo
permiso durante el próximo par de días, pero mi comandante en jefe ni siquiera
sabe que volé a Oregón.
―Est{ bien, bueno, ¿cu{ndo puedo irme? ¿No puedo simplemente<?
―Tienen que estar conmigo, Katie. Soy su padre.
―¿Y yo no soy nada?
―No dije eso.
―Eso es lo que est{s insinuando.
―No pongas palabras en mi boca. ¡Sabes que eres importante para ellos!
―explotó al fin, perdiendo su control y levant{ndose de la cama―. ¡Pero no
eres su madre!
Mis ojos se cerraron, y me moví hacia atrás ante el veneno en sus palabras.
―Oye, ¿de qué va todo este griterío? ―preguntó mi hermano Bram,
entrando en la habitación―. Podía oírlos a los dos desde fuera.
―No es nada ―respondí inmediatamente, no queriendo dejar que mi
sobreprotector hermano mayor se metiera en el medio.
―Hola, Bram ―dijo Shane, su voz calmada de nuevo.
―Idiota ―respondió Bram con un asentimiento―. Me alegro de que estés
de vuelta.
―Bram, no seas un estúpido ―siseé. Dios, me ponía de los nervios a
veces.
―Est{ bien. Voy a irme ―dijo Shane.
―¡Espera, acabas de llegar!
―Probablemente debería ir a recoger a los niños.
―Nuestra madre ya est{ de camino con los niños ―cortó Bram con una
fea sonrisa―. Te cruzar{s con ella en el camino.
―Entonces voy a coger una taza de café ―murmuró Shane antes de dejar
la habitación.
Me quedé mirando a mi hermano con irritación mientras él miraba a
Shane alejarse.
―¿En serio tenías que ser un idiota? ¿No podías simplemente comportarte
como una persona normal? ―pregunté, tratando de controlar las l{grimas de
pánico que podía sentir aumentar detrás de mis ojos.
―Estaba dispuesto a dejar que el imbécil se quedara con su cabeza, eso fue
hasta que lo escuché gritándote desde el pasillo.
―No estaba gritando.
―Perdonas demasiado.
―¡Tú no perdonas a nadie!
―Y nadie se aprovecha de mí, ¿o sí? ―preguntó, elevando una ceja―. Te
traje un donut de Joe’s.
―Gracias.
―¿Quieres hablar sobre ello? ―Me dio una pequeña bolsa de papel que
tenía lo que sabía que sería un donut rectangular de nuestra tienda de donuts
favorita.
―Se lleva a los niños de vuelta a California ―dije, mi voz delgada como
un hilo.
―¿Qué demonios? ―Se veía tan sorprendido como yo me sentía―. ¡No lo
dejes!
―No hay nada que pueda hacer, Bram.
―Que le jodan. Yo<
―No ―le advertí, poniendo mi donut en la mesa de mi lado―. No es tu
pelea.
―Ha sido mi lucha desde que tenía diez años.
―Y te amo por ello, pero no hay nada que puedas hacer ahora. No sin
hacerlo todo peor.
Mi madre apareció por la puerta unos pocos minutos después, una
pequeña manada de pequeños Anderson siguiéndola como pequeños patitos, y
tuve que apretar mi mandíbula para evitar llorar.
―¡Annie! ―gritó Gunner mientras mi madre lo dejó en mi cama. Aún no
había perfeccionado el sonido t de Auntie6 ―. Annie. Annie. Annie. ―Se estiró a
mi lado y se acurrucó alrededor de mi barriga, poniendo su cabeza en el espacio
entre mi barbilla baja y mi pecho.
―Ha estado preguntando por ti toda la mañana ―me informó mi madre
con una sonrisa―. ¿Cómo te sientes?

6
En inglés, tía es aunt (auntie como apelativo cariñoso), es por eso que Gunner en vez de decir
auntie, dice annie, ya que todavía no ha perfeccionado el sonido de la t.
―Bien ―susurré temblorosa, apretando a Gunner hacia mí mientras miré
a Keller y a Sage luchar por la única silla en la habitación y Gavin enseñaba algo
que tenía entre sus manos a Bram.
¿Qué demonios iba a hacer?

Shane me recogió la mañana después de que me dieran el alta, e hicimos el


viaje a casa de mis padres en silencio y tensos. No estaba segura de porqué él
estaba en silencio. Él era el que me iba a quitar todo a mí. Tampoco estaba
segura de porqué se había ofrecido a recogerme, en vez de mi madre, como
habíamos planeado.
―Nos vamos a las cuatro ―dijo Shane, rompiendo finalmente el silencio
entre nosotros mientras giraba el auto hacia el estacionamiento de mis
padres―. Nuestro avión sale a las seis y media.
―¿En serio?
―Tengo que estar en casa por si me llaman. He tenido suerte de momento
―replicó tranquilamente
―Así que, ¿esto es todo? ―resoplé con una risa despectiva―. ¿Qué har{s
con los niños mientras trabajas?
―Megan dijo que puede estar con ellos hasta que encuentre a alguien para
que los cuide.
―Los vas a dejar con una niñera en vez de dejarlos con su familia que los
ama ―dije tajantemente mientras par{bamos delante de la casa―. Buena idea.
―Me pertenecen y yo vivo en California.
―No hay nada que pueda hacer para que cambies de idea, ¿verdad?
―pregunté desesperadamente.
Shane sacudió su cabeza una vez, su mandíbula tensándose.
―Bien. ―Miré a través del parabrisas por un largo momento después de
que él estacionara el auto. No sabía qué hacer conmigo misma. Sentía como si
hubiera un agujero en mi pecho extendiéndose, dejando una carretera de
destrucción a su paso.
―Gracias por cuidarlos tan bien por mí< ―Abrí mi puerta y salí del auto
para no tener que escuchar sus tonterías.
―Lo sé ―siseé mientras Shane se apresuró alrededor del auto para sujetar
mi codo―. No.
―Kate< ―dijo, su voz estrangulada.
―No. No puedes hacer esto y después actuar como si todo estuviera bien.
―¡Tienes que estar descansando en la cama! No es como si pudiera cuidar
de<
―¿Sis? ―gritó Bram desde la puerta delantera, caminando hacia
nosotros―. ¿Necesitas algo de ayuda?
Me giré hacia mi hermano, que estaba prácticamente vibrando por la
tensión. Estaba tratando, sabía que lo hacía, pero estaba pasándole factura el
quedarse atrás y no hacer nada cuando sabía que estaba herida. Mi protector.
Cuando Alex y Bram entraron en nuestra familia, me había parecido
curioso el ver que dos chicos que parecían tan increíblemente similares, tenían
diferencias. No sabíamos entonces que mis padres los adoptarían, eso fue dos
años más tarde, pero por lo que a mí respectaba, fueron mis hermanos tan
pronto como entraron en casa, y casi había estado mareada al tener dos por el
proverbial precio de uno.
Pronto me di cuenta de que, a pesar de que los chicos eran gemelos, eran
tan diferentes como la tiza y el queso. Alex se convirtió en mi confidente. Era
comprensivo, calmado y deseaba escuchar todo lo que tenía que decir. ¿Bram?
Bueno, a él no le importaba lo que una niña de ocho años tenía que decir.
Nunca se había molestado mucho conmigo. Había estado convencida de que
simplemente no le gustaba hasta un día cuando accidentalmente me metí en un
arbusto de moras y me rasgué profundamente mi párpado. Había estado
gritando y tambaleándome alrededor mientras la sangre entraba en mi ojo y me
cegaba parcialmente, cuando Bram vino corriendo. Había sido más grande que
yo, incluso entonces, me sujetó y llevó todo el camino hasta casa.
Supe entonces que, a pesar de que Bram no estaba interesado en mis
dramas del día a día, no se lo pensaría dos veces si pensaba que lo necesitaba.
Era el hombre más sólido que conocía. Incondicional. Leal Y quería darle una
paliza al hombre que estaba a mi lado.
―¿Me ayudas a entrar? ―pregunté temblorosa. Shane hizo un pequeño
sonido de protesta con su garganta.
―Sí, sin problema ―dijo Bram, saltando desde el porche y cogiéndome
entre sus brazos para llevarme como a una novia―. Los niños te est{n
esperando dentro.
―Chicos van a volver a San Diego con su padre ―traté de explicarles a los
mayores por lo que parecía la veinteava vez en la tarde. El único que parecía
estar bien con la situación era Gunner, quien estaba sentado ajeno, comiendo de
un pequeño bol de malvaviscos. Juro que era la única manera en que podía
mantener a este niño quieto por más de unos pocos minutos. Me había dado
cuenta hacía unos meses y usaba el truco para mantenerlo quieto y contento
durante las llamadas de Skype de Shane.
―¿Qué vas a hacer tú? ―preguntó Sage con confusión.
―Tengo que quedarme aquí, Furia Sage. No puedo volar. Ni siquiera se
supone que tengo que estar fuera de la cama.
―Deberíamos quedarnos también entonces ―dijo Keller, una pequeña
mueca en su rostro―. No deberíamos dejarte aquí a ti sola.
―Estaré bien. Tengo a mi madre y su abuela para cuidarme ―le dije, mis
ojos llorosos.
―No quiero volver.
―Empiezas la escuela la semana que viene, colega. No quieres empezar
más tarde que el resto, ¿no?
―Podríamos ir al colegio aquí ―interrumpió Sage emocionada―.
Podríamos ir en autobús.
Miré hacia donde Shane estaba parado en la puerta de mi dormitorio y me
estremecí ante la miseria en sus ojos.
―Tienen que ir con su padre, cariño ―le dije gentilmente―. Los ha
echado de menos chicos.
―¡Pero tú nos echar{s de menos! ―dijo Keller, gir{ndose hacia su
padre―. Ella nos echar{ de menos si la dejamos.
―Lo sé, colega ―dijo Shane consol{ndolo―, pero ella vendr{<
―¡No puede moverse o Iris saldr{! ―gritó Keller, todo su cuerpo
temblando con repentina furia―. ¡Tiene que quedarse en cama!
―No es para siempre, bebé ―traté de calmarlo.
―¿Iris? ―preguntó Shane.
―Ese es el nombre del bebé ―le informó Sage―. Es una flor, y sólo tiene
cuatro letras, ¡cómo el mío!
―Increíble. ―Sonrió Shane.
―No voy a ir ―anunció Keller, su voz temblando―. Me quedaré aquí con
la tía Kate.
Gavin había estado sentado callado, viendo como todo se desarrollaba,
pero ante el anuncio de Keller comenzó a gritar.
―Oh, monito ―le susurré, sent{ndome para ponerlo encima de lo que
quedaba de mi regazo―. Est{ bien.
Murmuró algo que no pude entender, después comenzó a lloriquear
mientras lo mecía adelante y atrás.
―Hijo, es hora de irse, si te vas a ir ―escuché que decía Mike desde el
pasillo, haciendo que mi cuerpo se enfriara.
―Denle un beso a la tía Kate, chicos. Es hora de irse ―gritó Shane
mientras dio unos pasos hacia la cama.
―No ―replicó Keller mientras la cara de Sage se veía aterrorizada. Miró
entre mí y Shane, su labio inferior temblando.
―Dame un beso, bonita ―la provoqué, mi voz enganch{ndose―. Hora de
irse.
Mientras se inclinaba y me daba un rápido beso, envolviendo sus brazos
alrededor de donde sostenía a Gavin, cerré mis ojos y traté de controlar mis
emociones. Llorar sólo haría su partida más dura para ellos y no podía dejar
que eso sucediera.
Sage bajó de la cama y caminó hacia la puerta sin mirar atrás, metiendo su
mano en la que Shane sostenía para ella.
―Dame un beso, monito ―dije en el oído de Gavin mientras él hipaba―.
¡Vas a poder ir en avión!
―No quiero.
―¡Te encanta volar! Estoy segura de que las azafatas te dar{n galletitas si
te comportas.
Ellie apareció en la habitación entonces, y abrí mis ojos hacia su tenso
rostro.
―Ven, Gavie ―llamó, cogiendo a Gavin de mi regazo después de otro
r{pido beso―. La abuela te ayudar{ a ponerte el cinturón.
―¡Mama! ―gritó Gunner mientras veía que Ellie se llevaba a Gavin por la
puerta―. ¡Annie! ¡Mama! ¡Mama!
―Ya no m{s, amigo ―le dije con un pequeño resoplido, dejando el
pequeño bol de malvaviscos a un lado mientras veía a Keller por el rabillo del
ojo. Había bajado de la cama y estaba parado rígidamente al lado de Shane.
―¿Me das un beso? ―le pregunté a Gunner, atrayéndolo hacia mí.
―¡No! ¡Mama! ―Se movió y giró, enfadado conmigo por no darle m{s
malvaviscos. Antes de conseguir que se calmara, salió de mis brazos.
―¿Mamas son malvaviscos? ―preguntó Shane, una mirada rara en su
rostro.
Asentí. Ni siquiera podía hablar con él.
―Tenemos algunos malvaviscos en el auto, amigo ―murmuró Shane,
acariciando la espalda de Gunner mientras me miraba―. Lo llevaré al auto.
Vamos, Kell ―ordenó, su voz carente de emoción.
―No, me quedo con la tía Kate ―discutió Keller ya harto.
―Keller ―le advirtió Shane con una mirada seria antes de salir por la
puerta con mi bebé.
―¡Mama! ¡Annie! ¡Annie! ¡Mama! ―gritó Gunner con miedo, tratando de
alejarse de Shane. Todavía no estaba muy cómodo con su padre, y mi estómago
dio una vuelta cuando comenzó a llorar.
Cuando desaparecieron de mi vista, me giré hacia Keller, lágrimas
cayendo por mi rostro.
―Voy a quedarme contigo ―dijo, estir{ndose para limpiar mi rostro con
sus sucios dedos―. No llores.
Sus palabras sólo hicieron que las lágrimas cayeran más rápido.
―Tienes que ir, bebé ―le dije―. Tu padre quiere que estés con él. Te ha
extrañado como un loco.
―Se puede llevar a Sage, Gavin y Gunner. ―Se estiró mientras escuchaba
los pasos de Shane golpeando de vuelta por el pasillo―. Y yo me quedaré
contigo.
―Vamos, amigo ―dijo Shane resolutivamente mientras se paraba en la
puerta.
―Me quedo aquí.
―No, no te quedas. Métete en el auto, Keller.
―No.
Shane comenzó a caminar hacia nosotros, su mandíbula apretándose, y
Keller se subió detrás de mí en la cama.
―¡No! ―gritó, rompiendo mi corazón en dos―. ¡No lo hagas!
Shane suave pero firmemente agarró a Keller mientras él me sujetaba a mí,
cogiéndose de mi camisa y brazos.
―¡No dejes que me lleve! ―gritó, sus ojos secos pero su voz llena de
p{nico―. ¡Tía Kate! ¡Tía Kate! ¡Por favor! ¡Por favor!
Luchó contra Shane. Dios, luchó mucho. Pero no era rival para un hombre
adulto.
Hundí mis uñas en mis piernas mientras le gritaba, tratando de calmarlo
de la única manera que podía.
―Est{ bien, bebé. Está bien. Te llamaré esta noche. ¡Te amo! Estarás bien.
Se fueron de la habitación, y me senté en silencio escuchando a Keller
gritar todo el camino hasta el auto. No tenía opción.
Tenía casi treinta años y nunca había odiado a nadie hasta ese momento.
abía que había pasado tiempo desde que Shane se había llevado a mis
S niños, pero no estaba segura de cuánto tiempo había sido de eso. Se
sentía como una eternidad. La luz detrás de mis párpados cerrados
desapareció lentamente mientras el sol bajaba en el cielo, y en algún punto
alguien había encendido la lámpara que estaba en la mesita de noche junto a mi
cama, pero no abrí mis ojos para saber quién lo había hecho. No me importaba.
No me podía mover. Apenas podía respirar. Mis extremidades se sentían
tan pesadas que ni siquiera estaba segura si sería capaz de girarme. Me
pregunté si así era como se sentía estar muerto.
Familia entró y salió de la habitación, comprobándome y hablando en
bajos susurros como si pensaran que no podía escuchar. Quizás pensaban que
estaba dormida, pero no lo estaba. En ningún momento. No sabía si alguna vez
volvería a ser capaz de dormir de nuevo.
Los gritos de Keller se reproducían una y otra vez en mis oídos hasta que
arrastré mi brazo por encima del costado de mi cabeza, empujando mi bíceps
fuerte contra mi oreja. No ayudó. Todavía podía escucharlo. Podía ver la forma
en que sus ojos frenéticos se habían encontrado con los míos mientras pateaba y
gritaba.
Finalmente, reconfortantemente, los sonidos se desvanecieron hasta que
sólo hubo ruido blanco. Todo era blanco, casi como si estuviera flotando entre el
sueño y el despertar.
―Sólo voy a hacerte compañía, Sis ―dijo la voz de mi padre, flotando a
través del vacío. El sonido de algo pesado golpeando la alfombra fue seguido
por el susurro y el suspiro de alivio que siempre mi papá hacía cuando se
sentaba.
Luego no hubo nada de nuevo.
Voces iban y venían. Alguien apartó mi cabello de mi rostro, pero seguí
sin moverme.
Iris se revolvió sin descanso luego debió haberse dormido. Mi estómago se
tensaba a veces, pero no dolía, así que lo ignoré.
―Desearía que Alex estuviera aquí ―dijo Ani suavemente, acostada sobre
la cama junto a mí.
No estaba segura de si estaba hablando conmigo o no, pero no contesté.
No quería a Alex. No quería a mi papá que no dejaba la habitación o a mi mamá
que se sentaba a los pies de la cama frotando mis pies. No quería a Ani o a
Bram o a mi tío y tía, que habían estado un rato, pero no se quedaron. Tenía que
ser raro para ellos, saber que un hombre a quien consideraban su hijo, me había
hecho esto.
Nuestras dinámicas familiares eran tan raras, a veces me preguntaba cómo
nos veía el mundo exterior.
Yo, Bram, Alex, Trevor, y Ellie y Henry, el otro hijo de Mike, habíamos
crecido juntos desde que éramos niños. Actuábamos, lucíamos y nos sentíamos
como primos a pesar que nuestras apariencias eran tan diferentes. A lo largo de
los años, incluso habíamos copiado las expresiones faciales de nuestros padres
que reforzaban las similitudes. Shane y Anita, sin embargo, habían llegado
cuando la mayoría de nosotros ya estábamos crecidos. Se consideraban de los
nuestros, pero no compartían nuestra historia o tenían el mismo tipo de
vínculo, lo cual probablemente era algo bueno considerando el hecho que Shane
me había embarazado y Anita y Bram< ni siquiera sabía qué demonios decir
sobre ellos. Algo estaba pasando entre ellos, justo debajo de la superficie, pero
ninguno de los dos hablaba sobre ello.
Anita se movió a mi lado, y quería gritarle para que me dejara sola. No
quería sentirla moverse o escucharla murmurando con Bram. No quería ser
nada. Quería encontrar mi lugar vacío y quedarme ahí para que mi pecho no se
sintiera como si estuviera abriéndose cada vez que respiraba. Si no fuera por el
bebé acurrucado debajo de mi corazón, no estoy segura de lo que habría hecho
para encontrar ese lugar.
―¿Qué demonios quieres? ―rugió la voz de Bram desde algún lugar
debajo de la cama. Debía haber estado sentado en el suelo, pero no me molesté
en abrir mis ojos para comprobarlo. No importaba. Nada de ello importaba―.
Jódete, imbécil ―dijo Bram. Necesitaba irse si iba a hablar por teléfono―. No es
tan fácil como pensaste, el arrancar a un niño de la única madre que ha
conocido, ¿eh? ―dijo Bram groseramente.
―Bram, ¿es Shane? ―preguntó mi madre confundida.
Bilis se elevó por mi garganta y traté con valentía de tragarla de nuevo. Oh
Dios, no podía respirar. Bram asintió y mi garganta se cerró.
―Espera ―ordenó Bram por teléfono―. Katiebear, Shane est{ al teléfono.
―¿Qué pasa? ―espeté, descubriendo mi cabeza. Había estado acostada
ahí durante tanto tiempo que mi brazo estaba completamente adormecido y
apenas podía moverlo.
―Dice que Gunner est{ enfadado y que no puede calmarlo ―dijo Bram,
levantándose del suelo.
Ni siquiera me di cuenta que estaba llorando hasta que asentí y el aire
golpeó las partes húmedas de mis mejillas.
―Oye, pap{ ―dije, mi voz ronca― ¿puedes traer mi guitarra por mí?
Me empujé torpemente contra el colchón y me senté con la ayuda de Ani
mientras mi padre abría el estuche de mi guitarra que estaba en la esquina. Sólo
conocía una manera para que Gunner se durmiera tan entrada la noche.
Inhalando temblorosamente, hundí mis dedos en mis ojos, tratando de
controlar el sentimiento de impotencia. Mi bebé estaba llorando por mí, y no
podía sostenerlo o frotar su espalda, pero esto, podía hacer esto.
―Pídele que ponga el teléfono en altavoz, ¿est{ bien? ―le dije a Bram, mi
voz entrecortándose en la última palabra. Mi estómago se puso duro como una
roca y el dolor me golpeó con la fuerza de un martillo mientras sujetaba la
guitarra de mi papá y la descansaba sobre mis muslos. Respiré a través de mi
nariz por un minuto mientras fingía acomodarme. Apenas podía alcanzar las
cuerdas con mi enorme vientre en el camino―. Pon el tuyo en altavoz, también,
hermano ―dije, mirando mientras Bram asentía y tocaba el botón de
ALTAVOZ antes de dejar su teléfono en la cama.
Un gemido involuntario salió de mi garganta cuando el sonido de mis
chicos llorando llenó la habitación. No era sólo Gunner. Gavin también estaba
llorando.
―Hola, monito ―llamé por encima del ruido, mi voz quebr{ndose―.
¿Gunner? ¿Gavin? ¿Dónde están mis monitos?
Lentamente el ruido a través del altavoz disminuyó.
―¿Annie? ―lloriqueó Gunner. Oh Dios, sonaba asustado.
―Hola, bebé ―dije, levantado mi mano para cubrir mis ojos. Si no veía la
habitación en la que estaba, tal vez podía pretender que estaban justo aquí
conmigo―. ¿Por qué est{s llorando, eh?
―Annie ―gimió Gunner.
―Tienes que sentarte quietecito, ¿est{ bien? ―dije, mis manos
temblando―. Gavin, ¿estás listo?
―Sí. ―La voz de Gavin vino junto con un chillido.
―¿Est{n Keller y Sage allí?
―Sí.
Comencé a rasgar la canción favorita de Gunner y me estremecí mientras
sus pequeñas voces se callaban. Casi me detuve de nuevo sólo para poder
escucharlos. Cerrando mis ojos de nuevo, empecé a cantar. Mi voz era más
profunda de lo normal, rasposa y entrecortada, pero no importaba. Mi
estómago se apretó y mi respiración se cortó ante el agudo dolor que parecía
estar pulsando entre mis caderas, haciendo que mis hombros se curvaran hacia
adelante mientras mi cuerpo comenzaba a temblar, pero, aun así, no dejé de
cantar.
Esas eran contracciones, pensé mientras el dolor comenzaba a menguar.
Estoy en labor de parto.
De repente, la voz de Sage se oyó por el altavoz, alta y clara, cantando
conmigo el coro. Mi barbilla golpeó mi pecho mientras trataba de no sollozar. El
parto podía esperar.
Me estremecí con dolor cuando me golpeó otra contracción, y sentí líquido
manar entre mis piernas justo cuando la canción llegaba a su final, pero mis
dedos no dejaron de moverse junto con las cuerdas de la guitarra mientras
rasgaba para empezar una nueva. No estaba lista para detenerme aun cuando
los niños parecían haberse calmado. No podía soportar colgar el teléfono y
cortar la única conexión que tenía con ellos.
Bram se tambaleó contra la pared cuando mi voz se rompió, pero lo
ignoré. Sólo seguí tocando, hasta que de repente, Shane estaba hablando por el
teléfono.
Apreté mis dientes mientras mis dedos repentinamente se entumecieron.
―Est{n dormidos ―dijo tranquilamente―. Gracias, Ka<
Bram cogió su teléfono de donde estaba en la cama y lo lanzó duro contra
la pared, cortando las palabras de Shane y rompiéndolo en un millón de
pequeños trocitos.
―Probablemente vas a necesitar eso ―dije, dejando mi guitarra caer hacia
adelante mientras me estiraba para tomar la mano de Bram.
―Conseguiré uno nuevo ―replicó.
―Eso es bueno, porque acabo de romper aguas y alguien tiene que llamar
a Alex ―dije tranquila, mis labios temblando con una mezcla de excitación y
terror en contraste con mi devastación. No había sido capaz de despedirme.
―Eres una idiota ―dijo con una sonrisa, sacudiendo su cabeza mientras
nuestro padre rodeaba la cama y me levantaba, acunándome en sus brazos.
―Tú eres un idiota ―me mofé débilmente por encima del hombro de
papá mientras mi mamá decía algo sobre meterme en la ducha.
Mi estómago se apretó de nuevo, y los brazos de mi papá se apretaron a
mi alrededor mientras todo mi cuerpo se congelaba por la agonía.
―Est{s bien, Katiebear ―dijo suavemente, poniéndome sobre mis pies en
el baño―. Ella est{ llegando un poco pronto, pero todo va a estar bien.
Estaba equivocado. No creía que nada alguna vez estaría bien de nuevo.
o jodí. Totalmente.
L Por fin me dejé caer en el sofá con un suspiro y froté las manos sobre
mi rostro. No tenía ni idea de qué hacer.
Cuando había decidido llevar a los niños a casa conmigo, no lo había
hecho por despecho. Joder, sobre todo pensé que estaba haciendo lo correcto.
Mis hijos pertenecían conmigo, fin de la historia. Y odié que Kate tuviera
que quedarse en Oregón, pero eso no era mi maldita culpa. Le había advertido,
había dejado claro que no pensaba que debiera llevar a los niños ahí en primer
lugar y ahora mira lo que había sucedido.
Tuve que tomar cuatro niños con el corazón roto de regreso a California
mientras la dejamos atrás.
Había sabido que sería un ajuste para los pequeños. Kate había estado
cuidando de ellos por tanto tiempo como ellos podían recordar y yo me sentía
como un extraño. Lo entendí. Lo hice. Pero no había anticipado que mis dos
hijos mayores me odiarían por completo. Sage no estaba hablando, a nadie, y
Keller estaba tan rabioso como un perro callejero.
El bebé nacería pronto y Kate sería capaz de regresar a casa. Había
planeado que ella regresara cuando tomé la decisión de traer a los niños
conmigo, pero no había anticipado el espectáculo de mierda en el que acababa
de participar.
Es como si hubiera robado a mis propios hijos.
Un golpe en la puerta principal me sobresaltó y me levanté de golpe para
ver quién era. Medianoche era bastante tarde para estar apareciendo en la
puerta de alguien.
―¿Alex? ―pregunté sorprendido―. ¿Qué demonios est{s haciendo en
Oceanside?
―Mucho de lo que hablar, campeón. ¿Puedo pasar?
―Sí, sí, entra.
Observé confundido mientras dejaba caer una bolsa de lona cerca de la
puerta de entrada y arrastró los pies hasta la cocina.
―¿Tienes cerveza? ―dijo en voz baja.
―No tengo ni idea. Acabo de llegar.
―Sí, eso escuché ―respondió, regresando hacia mí con dos cervezas en
sus manos.
―¿Qué est{ pasando? ―pregunte mientras pasó una.
―Oh, estoy bastante seguro de que sabes por qué estoy aquí.
―Kate ―respondí, dej{ndome caer de nuevo en el sof{.
―¿Qué demonios est{ pasando, Shane? Parece bajo, incluso para ti.
―¿Qué demonios significa eso?
―Nunca has estado loco por Kate, todos lo hemos visto. Así que, ¿por qué
demonios te acostaste con ella?
―Est{bamos borrachos ―dejé escapar.
―Inténtalo de nuevo. No tienes dieciocho, y no estabas en una fiesta de
fraternidad.
―No entiendo por qué algo de esto es de tu incumbencia.
―Bueno, veamos, ese es el asunto. ―Alex se enderezó y apoyó sus codos
contra sus rodillas―. Bram y yo hemos estado vigilando a mi hermana desde
que tenía ocho años de edad. La hemos animado y defendido su honor más
veces de las que puedes contar. Demonios, casi fuimos a la cárcel por ella
cuando ese pequeño imbécil niño de acogida trató de violarla<
―¿Qué? ―grité, saltando del sof{.
―Oh, c{lmate idiota. No llegó tan lejos y eso fue hace años.
―¿Cu{ndo?
―Bueno, veamos< Ella tenía como doce, creo. Mucho antes de que
estuvieras alrededor.
―Cristo.
―Nos estamos saliendo del tema ―dijo Alex con una sacudida de cabeza.
―¿Por qué demonios nadie me dijo nada de eso? ―pregunté furioso.
―¿Qué demonios te importa? Hasta hace nueve meses, no te importaba si
Kate caía muerta en medio de la calle.
―Eso es mentira.
―No, esa es la verdad ―disparó de vuelta, sus puños apretados―. Oh, sé
todo sobre esa mierda cuando éramos niños. Tú pasando el tiempo con Kate,
tomando lo que querías de ella y sin darle nada a cambio. Infiernos, todos lo
vimos. Pero Kate es Kate y nos rogó que no nos interpusiéramos. Por alguna
razón desconocida continuó confiando ciegamente, incluso después de lo que
esa pequeña mierda había hecho años antes< Y por lo que jodiste aún m{s, ¿o
no?
―No fue así ―argumenté, mi cara calent{ndose.
―Oh, fue exactamente así. No quería a la dulce Kate. No era lo
suficientemente genial para ti. No lo suficientemente sexy para ti. Lo que sea,
hombre, esa fue tu decisión. Pero la encadenaste por años antes de que ella
finalmente se deshiciera de ti< Pero no lo hizo, no realmente.
Aplasté la lata de cerveza en mi mano, haciendo que la cerveza se
desparramara por todo el piso.
―Oh, no. Tenías que retorcer el cuchillo un poco más ¿verdad? Tenías que
tener tu último tiro de gracia. Así que, en lugar de alejarte como la mierda,
fuiste por su mejor amiga. Demonios, su única amiga en ese entonces. La única
que finalmente la hizo sentir bien. La única chica que alguna vez conoció, que la
valoró y no vio nada malo en ella.
―¡Me enamoré de ella! ―siseé―. ¿Qué demonios se suponía que hiciera,
sólo dejar a Rachel porque a Kate no le gustó?
―Sí ―contestó con simpleza, sacando el aire de mis pulmones―. Nunca
deberías hacer empezado esa mierda en primer lugar, pero oye, todos fuimos
jóvenes y estúpidos alguna vez, ¿verdad? Es la mierda que has hecho desde eso
lo que te hace un jodido perdedor.

―No le he hecho nada a Kate. ¿De qué demonios est{s hablando?


―No tienes ni idea. ―Sacudió la cabeza y se recostó contra la silla,
mirando al techo―. Jesús, no me di cuenta de que eras tan estúpido.
―Deja de llamarme estúpido antes de que patee tu trasero.
―Puedes intentarlo, infante de marina. No estoy seguro que lo logres.
―Sal como la mierda de mi casa. No tengo que tratar con esta mierda.
―Oh, no he terminado. ―El cuerpo de Alex nunca su movió de su
posición relajada en la silla incluso cuando la mía prácticamente vibraba con ira
reprimida.
―Yo he terminado ―anuncié.
―¿Sabías que Kate prácticamente vivía con Rachel cuando estabas en
despliegue? ―preguntó a modo de conversación.
―¿Qué?
―Sí, en el momento en que ponías un pie fuera de la puerta, Rachel estaba
llamando a Kate para que viniera a ayudarla.
―No, ella no lo hacía. ―Traté de recordar las llamadas y los correos
electrónicos de Rachel en mis despliegues anteriores, pero ya habían empezado
a desvanecerse de mi memoria.
―Sí, hombre ―dijo suavemente―. Rachel no era buena en eso de estar
sola, ¿sabes? No sé si tú solamente no estabas consciente o ella escondió esa
mierda realmente bien, pero Rachel, era una buena chica, no me mal entiendas,
pero usó a Kate por años.
―Est{s mal ―argumenté, sacudiendo la cabeza.
―Estoy en lo correcto, hombre, si recuerdas, sabr{s exactamente de lo que
estoy hablando. Kate se mudó aquí por Rachel. Podía hacer su trabajo en
cualquier lugar, así que, ¿por qué no se quedaría en Oregón con su familia?
Dejó las cosas de lado y mudó sus cosas y estuvo al lado de tu esposa por años
mientras tú estabas fuera, despliegue tras despliegue. No mantuvo un novio
más allá de un mes o dos porque ellos vieron esa mierda y o no pudieron tratar
con ello o hablaron con Kate sobre ello y ella los dejó. Ella prácticamente crió a
tus hijos, hombre.
―Oh mi Dios.
―No me mal entiendas, a Kate le encantó. ―Suspiró cansado y trató de
negar―. Ella haría cualquier cosa por sus amigos y se enamoró de Sage en el
momento en que la vio. Infiernos, creo que ella incluso fue la primera en
sostener a Gavin. Ama a esos niños y si le pregunto, creo que dirá que no
cambiaría ni un minuto de los últimos nueve años. Lo que es una jodida locura
porque cuando tú estabas en casa, ella perdía todo eso. Verás, Rachel ya no la
necesitaba. Te tenía a ti, ¿correcto?
―Basta ―ordené, levantando la mano. Estaba tratando de recordar algo
que Keller me había dicho el año pasado. ¿Qué había dicho?
―De una manera u otra tú has estado controlando su vida y su felicidad
por casi la mitad de su vida; tú, arrogante imbécil. Siempre has sido tú. Ella
jodidamente se mueve a tu alrededor, como si fueras el sol o alguna mierda.
―gruñó, frustrado―. Y ahora, cuando est{ embarazada de tu hijo, ¿tomas sus
hijos y la dejas?
―Ellos no son<
―Terminas esa oración y te dejaré inconsciente a golpes ―interrumpió
antes de terminar su cerveza y colocar la lata en la mesa de café―. Supongo que
ella debería estar acostumbrada a estas alturas ¿verdad? Estás en casa después
del despliegue, sólo tiene sentido que ella esté por su cuenta otra vez.
“Ahora vemos a tía Kate todos los días. Me gusta cuando la vemos cada día… No
quiero que te vayas nunca papi. Incluso cuando no logramos ver a tía Kate… Me gusta
cuando est{s aquí”.
Las palabras de Keller finalmente regresaron a mí y dejé caer la cabeza en
mis manos.
―Jesucristo.
―Mira, hombre, Kate no me agradecer{ por venir y decirte todo esto<
―¿Entonces por qué est{s aquí? ―pregunté con frustración, mirando
hacia arriba para encontrar sus ojos.
―Porque ella est{ en el hospital, apunto de dar a luz a tu hija, y ya que
estaba en mi camino al oeste, pensé que alguien debería decírtelo en persona.
―¡Joder! ―Me levanté de mi asiento y miré alrededor de la habitación con
p{nico―. No est{ a término por semanas.
―Puedo quedarme aquí con los niños, si quieres. Llevarlos conduciendo
por la mañana, vine de visita hace unos meses, así que ellos saben quién soy.
―Se levantó y estiró su cuerpo larguirucho―. Si no, simplemente agarraré un
vuelo e iré por mi cuenta.
―¡No! No, sólo< ―Miré alrededor de la habitación confundido―. Sólo
necesito llamar a mi superior y asegurarme de que tengo mi tiempo y uhmm<
―Hazlo, hombre. Te encontraré un vuelo.
Caminó hacia su bolsa y sacó su laptop mientras me apresuré a subir
silenciosamente las escaleras. Necesitaba llegar a Kate, No debería haberla
dejado allá.
Mi mente corrió y así lo hizo mi corazón mientras vacié la bolsa en mi
cama y empecé a empacar de nuevo mientras llamaba a mi comandante.
Habían sido demasiadas revelaciones en una noche. No podía mantener el
rito o reconciliar las memorias de Alex con las mías.
¿Rachel realmente había tratado a Kate de esa manera? ¿Cómo no lo había
notado? ¿Cómo me había perdido algo tan grande? ¿Habían hablado Sage y
Keller más de lo que me había dado cuenta? Por la forma que Alex lo había
explicado, hacía sido como otro padre para ellos, y nunca lo había sabido.
No podía pensar en todo eso en ese momento. Necesitaba llegar a Oregón.
Podía entender todo lo demás después de llegar a Kate.
Apenas había hecho algunos pasos en la sala de espera cuando fui
noqueado por un golpe de mierda a la mandíbula.
―¿Qué mierda?
―Sal como la mierda de aquí ―ordenó Bram, señalando hacia la puerta.
―¡Abraham, déjalo! ―ordenó el pap{ de Kate, Dan, con una voz grave―.
Este no es lugar ni el momento, hijo.
―Joder, te mataré ―dijo Bram en voz baja mientras su papá se levantó de
su asiento―. Vigila tu espalda.
―¿Ella est{ bien? ―pregunté mientras Bram salía hecho una furia y me
levanté.
―Todo salió muy bien ―me aseguró Ellie mientras caminaba hacia mí―.
La mamá y la bebé están haciéndolo bien.
―¿Ya est{ aquí? ―pregunté, mi voz rasgándose mientras la decepción me
llenaba.
―Hace cerca de una hora, corazón ―dijo Ellie con simpatía,
extendiéndose para darme un abrazo.
―Mierda.
―¿Quieres ir a verlas?
―Sí.
Seguí a Ellie por el pasillo, pero me detuve en seco cuando llegamos a la
puerta de la habitación de Kate. Mis palmas estaban sudando y sentí que tenía
un bulto presionando mi pecho. No sabía si podía entrar.
Pero cuando Ellie abrió la puerta, mis pies se movieron hacia adelante sin
un pensamiento consciente, llevándome hacia las dos siluetas recostadas
tranquilamente en la cama.
―¿Katie? ―dije suavemente mientras su mam{ se levantó de su lugar a
un lado de la cama y siguió a Ellie a la salida de la habitación―. Estoy aquí,
bebé.
Sus ojos estaban cerrados mientras me extendí y rocé con la punta de mis
dedos su cabello. Se veía tan cansada. Sus ojos y labios estaban hinchados y
tenía pequeños puntos rojos sobre sus mejillas donde las venas capilares
debieron haberse roto durante el parto. Tan hermosa.
Siempre había sido Kate. Mis manos temblaron mientras la verdad se
asentaba en mis poros. Había sido ella desde que era un niño estúpido.
―No me toques ―dijo temblorosa, finalmente abriendo los ojos―. Sal.
―Katie, yo<
―¿Dónde est{n mis hijos? ―preguntó, sus ojos nublados por la
medicación.
―Est{n en Calif<
Sus brazos se tensaron alrededor de nuestra hija como si estuviera
asustada de que fuera a arrebatársela.
―Vete.
―Katiebear, lo siento.
―Te odio ―susurró, sus ojos se llenaron de l{grimas―. Desearía que
estuvieras muerto porque entonces podría tener a mis hijos de regreso.
Tropecé lejos de la cama, horrorizado y observé mientras ella cayo
dormida como si nunca hubiera estado ahí.
Jesucristo, ¿qué había hecho?
―E s hora de vestirte, dulce niña ―arrullé en el rostro dormido de
Iris mientras la recostaba en la cama del hospital―. No
tenemos nuestra propia casa todavía, pero te va a gustar la casa de la abuela. A
tus hermanos y hermanas les encanta.
Vestir a un recién nacido es muy parecido a vestir a un pulpo: Sus
pequeños miembros son tan flexibles que tratar de empujarlos a través de los
pequeños orificios es una prueba de paciencia, por no mencionar el cuello flojo
y la cabeza que está completamente fuera de proporción.
―No te preocupes, Iris, crecer{s como tu cabeza al igual que Keller lo hizo
―murmuré, poniendo con suavidad su pequeño gorro―. No puedo decir que
no me hubiese quejado si tu cabeza hubiera sido un poco más pequeña, pero
oye, lo superamos, ¿no es así?
Mi trabajo de parto había sido rápido. Había estado casi totalmente
dilatada en el momento en que mis padres me habían llevado al hospital, pero
había pujado durante horas antes de que ella finalmente se deslizara en el
mundo. Había perdido mi cabeza a mitad de camino a través de ello, y mi cara
se calentó a medida que recordaba las cosas que le grité a mi pobre familia
cuando yo había llegado a mi punto de ruptura.
Habría pensado que estaría avergonzada de que mi padre y Bram se
quedaron en la habitación mientras yo estaba dando a luz, pero yo había estado
extrañamente bien con ellos. La habitación había sido malditamente embalada.
Mamá, Ani, y la tía Ellie habían estado en el medio de la acción, pero papá y
Bram se habían quedado en la habitación... cerca de mi cabeza. No creo que
quisieran ver mis partes bajas más de lo que yo había querido.
Ellos simplemente no querían dejarme, sin importar cuán desastrosas las
cosas se pusieron. No puedo culparlos por eso, aunque creo que Bram habría
lidiado las cosas mucho mejor si se hubiera quedado en la sala de espera. Por
momentos pensé que iba a estallar fuera de su ropa como Hulk y destrozar la
habitación.
Sonreí mientras recogía a Iris y la acomodaba en su asiento para el auto.
Había planeado usar el viejo asiento de bebé de Gunner, pero ese plan había
sido obviamente vetado, ya que todavía estaba en el garaje en California. Mi
respiración se enganchó.
Extrañaba a Sage, Keller, Gavin, y Gunner más de lo que jamás había
creído posible. No se sentía como si los hubiera visto la tarde anterior. Se sentía
como si no los hubiera visto en semanas. Tal vez era la distancia entre nosotros.
No era como si sólo pudiera conducir hacia ellos, especialmente con el frijolito
que yo estaba abrochando en su asiento.
―Oye, Sis. ¿Casi lista para irnos? ―preguntó Bram mientras entraba en
nuestra habitación.
―¿Qué est{s haciendo aquí? Pensé que mam{ me estaba recogiendo.
―dije con una amplia sonrisa. Mi hermano parecía como si no hubiera dormido
ni duchado desde la noche anterior, su barba y su salvaje cabello alrededor de
su cara como un hombre de la montaña.
―Sí, bueno, pensé que sería mejor si yo lo hacía, chicas. ¿Cómo est{ mi
nena?
―Ella est{ bien. La tuvieron que examinar y pinchar m{s temprano, por lo
que estaba enojada, pero después de un poco de comida, se desmayó. Me
recordó a papá.
Bram se burló.
―Ella es demasiado bonita para recordar a alguien tan viejo y arrugado.
―¡Que él no te escuche decir eso!
―Lo negaré ―respondió con una sonrisa, levantando el asiento de Iris―.
¿Todo listo?
―Síp. Déjame agarrar mi bolsa.
―Yo lo haré ―discutió, sac{ndola de mis manos y arroj{ndola por encima
de su hombro―. Te est{s moviendo como una anciana. Supongo que est{s, ahh,
dolorida. ―Su rostro se enrojeció, y yo me reí.
―Síp. Dolorida es una palabra para ello.
―Me imaginaría que los puntos de sutura, ah<
―Vamos sólo a dejarlo ahí, ¿bien? ―corté, riendo.
―Síp. V{monos. Traje mi camioneta; pensé que de esa manera podríamos
verla mientras conducimos. Además, tú sabes, es grande como un tanque.
―El auto de mam{ hubiera funcionado bien ―bufé―. Pero la camioneta
funciona, también.
El viaje de regreso a mis padres se sintió como si hubiera durado
eternamente, sobre todo cuando Iris se puso a gritar a unos veinte minutos de
casa.
―¿Qué pasa? ―Bram gritó frenéticamente por encima del ruido.
―Creo que tiene hambre. ―grité de regreso, entre ruidos de “shhhh”―.
Solo sigue. Ya casi estamos allí, y entonces podré alimentarla.
El rostro de Iris se volvió rojo remolacha, y los gritos continuaron. En el
momento en que llegamos al largo camino de entrada a la casa, Bram y yo
estábamos tan tensos que se sentía como si los dos nos romperíamos a la menor
provocación.
En el momento en que detuvo el auto, estaba desabrochando a Iris de su
asiento y tirando de ella contra mi pecho.
―Shhh. Santo cielo, Sis, vas a perder tu voz a este ritmo ―dije bajito en su
oído mientras ella sollozaba.
―Agarraré las cosas. Tú llévala adentro ―dijo Bram, abriendo mi puerta y
ayudándome a salir de la camioneta.
―Gracias por recogerme, hermano.
―Por supuesto.
Sonreí al ver el porche. Había globos rosados y púrpuras atados en cada
poste e incluso en las barandillas de la mecedora del porche.
Mi mamá estaba de pie en la puerta con una extraña mirada en su rostro,
pero no hice ni una pausa mientras me movía hacia ella. Necesitaba cambiar a
Iris y poner un pezón en su boca, pronto.
―Katiebear.
―Habla mientras caminamos, ma. Ella ha estado gritando durante los
últimos veinte minutos.
―Tienes un visitante ―comenzó mientras me detuve en la entrada a la
sala de estar.
Mi corazón empezó a correr y sonreí alegremente.
―¿Est{n los niños aquí? ―pregunté, mirando entre Shane y mi padre, que
parecían estar enfrentados a través del cuarto uno del otro―. ¿Dónde est{n?
―No. ―Shane dijo en voz {spera, sus ojos sobre Iris―. Yo no<
―L{rgate de una jodida vez ―corte, sin emoción, mi corazón
hundiéndose.
―Katie<
―No me digas Katie ―ordené antes de girarme hacia mi mam{―. Voy a
darle de comer en mi habitación.
Me alejé.
―¡Kate!
―Ella no quiere verte. ―Oí a Bram gruñir detr{s de mí.
―¡Necesitamos hablar!
Ignoré a Shane y continué hacia mi habitación en la parte trasera de la casa
mientras las lágrimas caían por mi cara. Sólo quería a mis niños.

―No puedes ignorarlo por siempre ―Anita me regañó, meciendo a Iris


adelante y atrás mientras me vestía. Dios, todavía estaba hinchada y sensible de
dar a luz, y los puntos de sutura que el médico me había hecho picaban
muchísimo.
―No quiero verlo.
―Él debe ser capaz de ver a Iris, por lo menos.
―Él la ha visto.
―Ni siquiera la ha sostenido todavía.
―Sí, bueno, es un imbécil, y no quiero contaminarla.
―Mira, soy la primera que lo colgaría en un {rbol de atr{s... pero mierda,
Sis. Esta no eres tú.
―¿Qué no lo soy? ―pregunté mientras me ponía suavemente un
sujetador de lactancia. Mis pechos habían crecido aún más grandes, y se sentían
casi calientes al tacto. Mi leche todavía no había salido, pero las enfermeras me
dijeron que sólo serían un par de días. Tenía la esperanza de que las chicas se
sintieran un poco menos como bolas de boliche cuando eso sucediera; esa
mierda se estaba volviendo ridícula.
―Tú, ignorando a Shane. Sé que est{s molesta, pero nada va a
acomodarse si ni siquiera hablas con él. No tienes idea de lo que él quiere decir.
Tal vez quiere dejar que los niños vivan aquí contigo, pero no tendrás idea si ni
siquiera estás en la misma habitación con él.
―Dudo mucho que vaya a dejar que sus hijos vivan con su tía en otro
estado. Sé realista.
―No tienes idea de lo que quiere, Katiebear. Eso es lo que estoy diciendo.
Si él sinceriamente quiere resolver algo, ¿tú no quieres?
―¿Sinceriamente?
―¿Qué?
―Esa no es ni siquiera una palabra.
―Sí lo es.
―¿Desde cu{ndo?
―Desde que el chico sexy de Arrow dijo que lo era. Deja de cambiar el
tema. Él ha estado aquí por dos días. Necesitas hablar con él.
―Bien ―refunfuñé―. Pero me llevo a Iris conmigo.
Caminé con cautela hacia Ani y agarré a mi hija de su tía.
―¿¡Cómo te atreves a robar ese bebé de su tía!? ―reprendió Ani.
―¿En serio? ―pregunté, sorprendida.
―¿Demasiado pronto?
―Sí, demasiado pronto. Estúpida.
Salí de la habitación mientras ella se reía, escondiendo mi sonrisa. Anita
siempre había sido un poco áspera alrededor de los bordes, pero sería la
primera persona en cuidar tu espalda en una pelea, ya fuera física o verbal.
Vino a nuestra familia tan tarde en nuestra infancia que yo sabía que se sentía
un poco fuera del circuito, pero siempre la había considerado mi hermana...
incluso cuando hacía chistes completamente inapropiados. Con el tiempo, ella
se daría cuenta de eso.
―Kate ―dijo Shane, par{ndose de la mesa de la cocina de mis padres.
―¿Tú también, Brutus? ―le pregunté a mi pap{, que seguía sentado―.
No sabía que compartías una mesa con idiotas.
―Eso es repugnante, Katie. ―respondió mi pap{.
―No un id< oh olvídalo ―negué―. ¿Qué quieres, Shane?
―Quería hablar contigo ―Shane dijo vacilante, su mirada moviéndose
entre mi papá y yo.
―Iré a buscar a tu madre ―anunció mi pap{, usando sus manos apoyadas
sobre la mesa para levantarse de su asiento―. Dame a mi nieta.
―Recién me la devolvieron ―protesté mientras gentilmente me la
quitaba.
―Necesitas discutir esto ―susurró, besando mi mejilla antes de
marcharse.
―¿Bueno? ―pregunté, cruzando mi brazos―. Habla.
―Kate< ―Shane se frotó las manos por su desaliñada cara―. Pensaba
que estaba haciendo lo correcto<
―Sí, hemos terminado aquí. ―murmuré, sacudiendo mi cabeza.
―¡Escucha! ―espetó, saltando―. Dios, sólo escucha por un segundo,
¿puedes?
―¿Qué demonios m{s hay para decir? Te he dado todo, Shane ―grité de
regreso, mis manos en puños―. ¡Tomé tu mierda como si hubiera estado
agradecida por el fertilizante! Me hice cargo de todo así tú no te preocupabas.
Incluso cuando estabas fuera, incluso cuando actuabas como si nunca me
hubieras conocido. ¿Qué demonios más podrías querer de mí en este momento?
―Sólo quiero otra oportunidad ―respondió en voz baja―. Sólo quiero
hacer las cosas bien.
―¿Quieres hacer las cosas bien? ―Bram se burló desde la puerta de la
cocina, sorprendiéndome. Me giré para encontrarlo toqueteando su teléfono.
Caminó hacia nosotros y deslizó su teléfono a través de la mesa cuando la
voz de mi mamá empezó a sonar desde los altavoces.
―Lo est{s haciendo muy bien, Sis. ¡Sólo un par de empujones m{s!
―No puedo ―sollocé―. ¿Dónde est{ Shane?
―Nena, ya hablamos de esto. Tú sabes que Shane no est{ aquí.
―Quiero a Shane ―rogué desesperadamente―. Por favor. Busquen a Shane,
quiero a Shane. Vayan a buscarlo. Bram, ¿dónde está Shane?
La voz de mi mamá murmuró algo ininteligible, pero no pareció tener ningún
efecto.
―Por favor. Yo no quiero. Estoy demasiado cansada. Quiero a Shane. Busca a
Shane, mamá. Por favor.
Había cerrado los ojos tan pronto como había oído mis palabras
suplicantes, pero finalmente los abrí cuando la grabación se apagó y la cocina
estaba en silencio.
Shane estaba congelado, mirando hacia abajo al teléfono de Bram como si
estuviera a punto de explotar. Su cara estaba relajada y sus ojos muy abiertos y
llenos de lágrimas.
―Maldita sea, Bram ―grité, gir{ndome para empujarlo hacia atr{s―.
¿Qué mierda es lo que te pasa?
―¿Cómo mierda vas a hacer eso bien? ―dijo despectivamente Bram,
dando un paso fuera de mi alcance para mirar a Shane.
Bram me miró de nuevo, pero no había ninguna disculpa en su expresión.
―Mereces algo mejor.
Bram se acercó para tocarme, pero me aparté bruscamente. Estaba tan
enfadada y avergonzada que podría haberlo golpeado. Él negó antes de girar
sobre sus talones y salir disparando de la habitación.
―Kate, yo< ―La voz de Shane estremeció, pero en ese momento, escuché
a alguien detenerse en la parte delantera de la casa. Levanté la mano para
detener sus palabras y escuché con atención antes de caminar rápidamente
hacia la puerta delantera.
Había una mini furgoneta plateada que no reconocí estacionada en la
entrada, el brillo en el parabrisas ocultó al conductor desde mi punto de vista.
Apagaron el motor, pero no salieron. Entonces, de repente la puerta trasera se
abrió y un pequeño cuerpito estaba dando saltos y corriendo hacia mí.
―¡Tía Kate! ―gritó Keller―. ¡Estoy aquí! ¡Tía Kate!
Corrí a través del porche, haciendo caso omiso del dolor entre mis piernas,
y lo encontré en la parte inferior de la escalera, en cuclillas, mientras las
lágrimas corrían por mi cara.
―Te extrañé. ―Lloré cuando su cuerpo golpeó el mío, sus brazos y
piernas envolviéndose alrededor de mí como una prensa―. Oh, amigo, te
extrañé demasiado.
―Volví ―me dijo en voz baja al oído―. Te extrañé demasiado.
―Este es el mejor día ―contesté, llegando detr{s de mí para no perder el
equilibrio mientras me sentaba al pie de la escalera.
Alcé la mirada cuando mi hermano Alex salió del auto con una pequeña
sonrisa, entonces luego caminó a la otra puerta y la abrió. Tomó unos
momentos antes de que algo sucediera y, entonces, primero Gavin, luego Sage y
finalmente Gunner, estaban corriendo hacia mí, frotando sus ojos y luciendo
cansados.
―¡Hola! ―grité, riendo mientras lloraba.
―¡Annie! ―gritó Gunner, tropezando en la grava y enderez{ndose de
nuevo para correr, sólo que esta vez sollozando por los pequeños arañazos que
se había hecho en las palmas de sus manos―. ¡Annie, Annie!
Gavin y Sage me alcanzaron primero, abrazándome con fuerza, sus
pequeñas manos tiraban de mi camisa.
―Oigan, oigan ―canturreé mientras me sujetaban con fuerza,
extendiendo la mano para poner a Gunner en mi regazo―. Est{ bien, chicos.
―¡Gavin se hizo pis en su asiento del auto y el tío Alex tuvo que cubrirlo
con una bolsa de basura! ―anunció Keller.
―¡Fue un accidente! ―gritó Gavin en respuesta, con su rostro
enrojeciéndose―. ¡Los accidentes pasan, Keller!
―Tiene razón, amigo ―le dije a Keller severamente―. No querrías que
Gavin se burlara de ti.
―Te hice un brazalete ―dijo Sage en voz baja, metiendo la mano en su
bolsillo y sacando un revoltijo de hilo para bordar.
―¡Gracias, princesa! ―Extendí la mano para que pudiera atarla en mi
muñeca.
―¿Bebé? ―preguntó Gunner abruptamente con confusión, empujando mi
todavía blando estómago.
―¿Dónde est{ Iris? ―gritó Keller, con su cabeza moviéndose hacia atr{s.
Mi rostro dolió de sonreír tanto mientras contestaba en un susurro teatral:
―Est{ en la casa con tío Mike y tía Liz.
―¿Ella salió? ―preguntó Gavin con ojos amplios.
―¡Síp!
Los niños salieron en desbandada y nos volvimos para dirigirnos a la
casa< entonces me congelé.
Shane se encontraba de pie fuera de la puerta principal cerrada,
completamente destrozado.
―¿Van a ir a ver a Iris, chicos? ―preguntó suavemente, mirando entre
nosotros, pero nunca encontrando mis ojos―. Tienen que estar muy tranquilos
y silenciosos para no asustarla, ¿de acuerdo? Es realmente pequeña.
Los niños aceptaron y él abrió la puerta para que pudieran pasar. Dejé que
los niños fueran primero, pero cuando intenté pasar, me detuvo con una mano
sujetando mi cadera.
―Lo siento, Katiebear. ―Se inclinó hacia abajo susurró en mi oído―.
Nunca volveré a hacerlo. ―Me quedé quieta mientras su respiración abanicaba
mi mejilla y me sobresalté cuando sus labios acariciaron los míos.
Antes de que pudiera alejarme, se movió más allá en el porche y cerró la
puerta entre nosotros.
―Ese chico te ama ―me dijo Alex desde cierta distancia.
―Hola, hermano ―saludé, abraz{ndolo con fuerza―. Gracias por traer a
los niños.
―Lo hace, sabes.
―¿Ya has visto al bebé? ―pregunté, ignorando sus palabras.
―No, estaba esper{ndote ―respondió con una sonrisa insolente.
―Es hermosa ―hablé efusivamente, tirando de él hacia la habitación
familiar donde estaba bastante segura que se escondían mis padres―. Pelona,
pero he oído que eso se va en algún punto<
Estaba cautivada cuando llegué a la habitación familiar y encontré a mi
madre sosteniendo a Iris mientras los niños se acumulaban alrededor,
mirándola y señalando diferentes cosas. Gavin quería saber por qué estaba
envuelta tan apretada, Keller quería quitarle su gorro, Sage quería sostenerla y
Gunner daba un toquecito gentil en su rostro una y otra vez, diciendo “nariz”.
Era como Navidad, Halloween y cada cumpleaños que alguna vez hubiera
tenido, todo junto. Puede que fuera el mejor momento de mi vida.

―Si duermes aquí, Iris te despertar{ ―le advertí a Keller mientras los
niños y yo mir{bamos a Iris, que estaba tumbada en mi cama―. Tiene que
comer un montón.
―Puedo hacer sus biberones ―replicó con terquedad.
Había una película reproduciéndose en la televisión al otro lado de la
habitación y mientras que Sage y Gavin habían estado dentro y fuera todo el
día, Keller y Gunner apenas habían dejado mi lado.
―Hora de dormir ―llamó Shane, haciendo que Keller se tensara mientras
entraba en la habitación―. Tienen quince minutos m{s, chicos.
―Voy a dormir aquí ―le dijo Keller con rebeldía―. Voy a hacerle a Iris
sus biberones.
―Ah, no creo que Iris tenga ningún biberón, amigo ―dijo Shane, echando
un rápido vistazo a mis pechos.
―Entonces, ¿qué come? ―me preguntó Gavin con curiosidad, nunca
alejando la mirada de su hermanita.
―Bien, le doy el pecho ―les dije a los niños tranquilamente, intentando
mantener un rostro serio. Me había escabullido durante el día para alimentar a
Iris ya que no había manera de realmente hacerlo con discreción cuando
estábamos todavía trabajando en su agarre. No había querido enseñar mis tetas
a Alex y papá.
―¿Qué? ―preguntó Keller con confusión.
―¡La tía Kate la alimenta con sus tetas! ―respondió Sage antes de que yo
pudiera, riéndose.
―¡Asco!
―¡Ew!
―¡Aco!
Los rostros de los niños mostraron varios niveles de asco y no pude evitar
la carcajada que salió de mi boca.
―Es sólo como los animales, chicos.
―Eso es tan raro. Creo que quiere un biberón en su lugar ―me dijo Keller
con seriedad.
―Darle el pecho es bueno para ella, amiguito ―le aseguré.
―Est{ bien, hora de dormir ―llamó Shane divertido desde los pies de la
cama.
Gunner inmediatamente empezó a llorar como si su corazón se estuviera
rompiendo y gateó a mi regazo, despertando a Iris y causando que lo
acompañara en sus aullidos con los suyos. De repente, mis pechos se sintieron
raros.
―Est{s mojada ―hipó Gunner después de un momento, inclin{ndose
contra mi pecho―. Mojada, Annie.
Miré abajo y sentí mi rostro sonrojarse. Qué gran momento para que mi
leche jodidamente saliera.
―Mierda ―siseé.
―Mieda ―repitió Gunner.
―Venga, chicos ―gritó Shane, intentando mantener la risa fuera de su
voz―. Vamos.
Gavin, Sage y Keller salieron lentamente de la cama, gruñendo. Sonreí
cuando ambos niños cruzaron los brazos sobre sus pechos con molestia.
―Estaré justo aquí cuando despierten ―les aseguré sobre los lloros de
Iris―. Vayan a dormir y mañana pueden ayudarme a darle a Iris un baño.
Shane los sacó de la habitación mientras sentaba a Gunner junto a mí y
extendía un pequeño pañal en la mesita de noche.
―Probablemente est{ mojada ―le dije mientras empezaba a subir su
pequeño camisón―. Sin embargo, no le gusta que le cambien el pantalón.
―¿Pito? ―preguntó mientras le quitaba a Iris el pañal mojado y deslizaba
uno seco debajo de ella.
―Sí, ella no tiene, ¿no es así? Las chicas no tienen pene como los chicos.
Eres un niño e Iris es una niña.
―No me di cuenta de que íbamos a tener la charla de pájaros y abejas con
Gunner de veintiún meses de edad ―dijo en voz baja Shane desde la puerta.
―Sí, bueno, el hombrecito tiene curiosidad ―repliqué, levantando a Iris y
frotando su espalda.
―¿Quieres que me lo lleve?
Gunner estaba tumbado para ese punto, con el índice y el dedo medio de
una mano metidos en su boca y sus ojos cayendo.
―No, puede quedarse aquí ―respondí tumb{ndome a su lado y
colocando a Iris entre nosotros―. Todavía necesito alimentar al bebé y ser{ m{s
fácil que se duerma si está aquí con nosotros.
Iris empezó a volver su rostro hacia mi pecho y mi rostro se calentó
cuando me di cuenta de que Shane no planeaba irse a ninguna parte.
―¿Te importa? ―pregunté con irritación, tirando de la camiseta sin
mangas para lactantes que llevaba.
―En absoluto ―respondió con una sonrisa, entrando m{s en la
habitación.
Lo bloqueé mientras bajaba mi húmeda camiseta y movía la cabeza de Iris
hacia mi pezón. No éramos profesionales consiguiendo que se agarrara a la
primera, pero pensaba que estábamos en ello.
La habitación se quedó en silencio cuando finalmente empezó a mamar y
sentí todo mi cuerpo relajarse en la cama.
―Bebé ―murmuró Gunner alrededor de sus dedos, extendiendo la mano
para tocar la cabeza de Iris.
―Te est{s haciendo tan grande, chico ―susurré, pasando las puntas de
mis dedos por su brazo―. Hora de dormir, monito.
Después de unos minutos, retiró su mano y la puso en su pecho,
durmiéndose. Cuando fue hora de poner a Iris en mi otro pecho, deslicé mi
dedo en su boca y la quité antes de sentarme.
Eché un vistazo a mi lado para encontrar a Shane tomando una foto con su
teléfono, lo cual me hizo cubrir mi pecho desnudo. Sabía que estaba ahí, pero lo
había ignorado un poco mientras me había acurrucado con los bebés.
―Sólo quería una de Gunner y Iris ―dijo en voz baja antes de meter el
teléfono en su bolsillo―. Ven, vamos a quitarte esa camiseta mojada.
Tomó una de mis camisolas del final de la cama y la movió hacia mí,
lanzando la camiseta sobre su hombro.
―Vamos. Te ayudaré. Sé que estás adolorida.
―Puedo hacerlo ―repliqué, alcanzando la camiseta en su hombro.
―Sólo< ¿por favor, Kate? Sólo déjame ayudarte.
―Vuélvete ―ordené, haciendo que sus hombros se hundieran con
derrota.
―Ya he visto todo ―murmuró Shane una vez que su espalda estuvo
girada―. Así que esto es un poco ridículo.
―Sí, bueno, eso es cuando era tu felpudo. No m{s tetas para ti.
Soltó una baja carcajada y puse mis ojos en blanco, bajando mi camiseta a
mis caderas para no tener que intentar quitarla por arriba y sobre mis doloridos
pechos.
―Nunca fuiste un felpudo, Katie ―dijo con seriedad, volviéndose antes
de que estuviera lista―. Eras< simplemente me amabas.
Abrí mi boca para replicar cuando Iris chilló en la cama.
―Tengo que terminar de alimentarla ―dije, alejándome y subiendo a la
cama. Iris y yo parecíamos funcionar mejor si estaba tumbada y ella contra mí,
así que la levanté y me tumbé entre ella y Gunner. Cuando estuvimos situadas,
Shane dio un par de pasos más cerca de la cama y se subió detrás de Iris.
―¿Qué mierda crees que est{s haciendo? ―pregunté con asombro. El
hombre debía tener bolas de metal.
―No voy a tocarte ―me aseguró con su rostro enrojeciéndose―. Sólo<
quiero estar cerca por un minuto, ¿de acuerdo? Realmente no la he visto
mucho<
Los ojos de Shane dejaron los míos y se posaron sobre el pequeño bebé
yaciendo entre nosotros. Extendió la mano y pasó su dedo por la parte de atrás
de su cuello, haciéndola sobresaltarse un poco.
―Es muy hermosa ―comentó, su voz casi un susurro―. Algunos bebés,
bueno, ¿recuerdas a Keller? Algunos bebés son lindos sólo porque son tan
pequeños, aunque parezcan un duendecillo.
Me reí un poco. Keller había sido un bebé tan feo.
―Pero ella es realmente hermosa. Podría ser modelo para comida de
bebés o algo.
―Nuestra hija no va a ser modelo para nada.
―Oh, demonios, no. Sólo quería decir, bueno, ya sabes, que podría. ―Sus
ojos se encontraron con los míos de nuevo―. Katie, yo<
―No lo hagas, Shane ―interrumpí―. Sólo déjalo por ahora.
―Quiero que vuelvas a casa con nosotros.
―C{llate, Shane.
―Perteneces a casa con nosotros. Somos tu familia.
―Oh, ¿acabas de decidirlo ahora? ―discutí, apretando mi mandíbula―.
¿Los niños no eran tan fáciles cuando no tenías ayuda?
―Eso no tiene nada que ver con<
―Claro que lo hace. No podrías hacerlo por tu cuenta, así que ahora
esperas que vuelva y haga de niñera para ti de nuevo. Que te jodan ―siseé
mientras la boca de Iris se aflojaba y soltaba mi pezón.
Extendió la mano y agarró mi mandíbula con firmeza pero suavemente
cuando intenté alejarme.
―Yo< ―Sus palabras titubearon mientras me miraba con fijeza y su boca
se abrió y cerró un par de veces antes de cerrar sus ojos con derrota―. Te quiero
con nosotros en San Diego ―me dijo mientras me alejaba y recogía a Iris contra
mi pecho antes de salir de la cama―. Los niños y yo te queremos con nosotros.
―Golpe bajo ―murmuré mientras ponía a Iris en su moisés.
―No tenía que ser un golpe bajo. Cristo, Kate. También quieres estar allí.
―No puedo volver a lo de antes, Shane. Tú< ―Cerré los ojos y tragué el
nudo form{ndose en mi garganta―. Tuve que dejar que los alejaras pateando y
gritando.
―Nunca lo haré de nuevo ―me aseguró, dando un paso adelante―. Lo
prometo.
―Sí, bueno, tus promesas significan muy poco para mí ―repliqué sin
emoción―. ¿Puedes llevar a Gunner a la habitación de los niños?
―Sí. ―Suspiró y recogió el cuerpo fl{cido como un fideo de Gunner de la
cama―. Sólo piénsalo, ¿de acuerdo?
Asentí y observé mientras caminaba con Gunner por el pasillo. Entonces,
abrumada, me metí en la cama y llevé mi mano a mi boca para cubrir mis
sollozos.
No tenía que pensar sobre nada. Seguiría a mis niños a California.
Simplemente estaba aterrorizada de perder lo poco que quedaba de mí
una vez que estuviera allí.
―¿C rees que esta es la mejor idea? ―preguntó mi mam{
mientras me ayudaba a empacar la ropa de Iris―. ¿Por qué
no esperas un par de semanas, y luego papá y yo podemos
llevarte<?
―No quiero estar lejos de los niños tanto tiempo ―murmuré en respuesta,
cerrando la cremallera de la bolsa de pañales.
―Entonces, ¿por qué no se quedan ellos aquí contigo? Luego, todos
podemos ir<
―Mam{ ―la interrumpí―, Sage y Keller empiezan la escuela en cuatro
días. Necesitan volver a Oceanside.
―No veo por qué no puedes, al menos, volar de regreso. No est{s lista
para un viaje tan largo. Acabas de dar a luz, por amor a Dios.
―Iris no puede estar cerca de tanta gente todavía. Su sistema inmune no
está listo para eso.
―Bueno, esto es simplemente ridículo ―bufó, cerrando una de las
maletas.
―¡Hola, hola, hola! ―llamó Anita, entrando a la habitación―. Realmente
te estás yendo, ¿eh?
―Sí, vamos a salir mañana por la mañana. Temprano. Con suerte los
niños dormir{n las primeras horas ―respondí, envolviendo mis brazos
alrededor de ella y dejando caer mi frente en su hombro―. Estoy realmente
agotada.
―Me imagino. ¿Cómo est{ mi bebe hoy?
―Increíble. Pap{ la tiene en la sala de estar. Creo que él y los niños est{n
viendo una película.
―Mmm, pap{ y los niños grandes estaban caminando hacia el arroyo
cuando llegué.
La miré con confusión y me moví alrededor, caminando hacia el pasillo y
a la sala de estar. Cuando llegué allí, mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
―Debí haberla robado de pap{ ―murmuró Anita, palme{ndome la
espalda cuando me pasó.
Shane estaba sentado en la silla reclinable de papá, y en su regazo estaba
Iris, completamente desenvuelta de su manta y su ropa parcialmente despojada.
―Lo siento ―dijo Shane mientras me acercaba―. Estaba tratando de
seguir tu ejemplo, pero, sólo quería abrazarla.
―¿Hay alguna razón de que ella esté medio desnuda? ―pregunté en voz
baja mientras los alcanzaba.
Su rostro de enrojeció cuando empezó a meter sus piecitos dentro de su
pijama.
―Sólo quería comprobar las cosas. Contar los dedos de los pies y todo eso.
En realidad no había tenido la oportunidad< bueno, no la había visto bien aún.
Miré pero no me moví para ayudarlo mientras la abrochaba, poniendo los
pequeños botones en el lugar equivocado y teniéndolo que hacer dos veces. La
envolvió como un profesional cuando terminó, y mientras la acercaba más a su
pecho, me senté con cansancio en el sofá a su lado.
―¿No la habías abrazado? ―pregunté en voz baja, mir{ndolo frotar su
espalda suavemente.
―No pensé que quisieras<
―No me molesta.
―Gracias. Simplemente extraño mucho estar con los niños, ¿sabes? ―Me
miró, y asentí―. No quiero perder nada si puedo evitarlo. Ella ha estado aquí, y
no quería enojarte, pero quería, necesitaba sostenerla. Ella probablemente ni
siquiera sabe quién soy.
―Ella no sabe quién es nadie. Sólo tiene cuatro días.
―Ella sabe quién eres tú ―argumentó.
―Eso es porque yo tengo la mercancía ―dije, haciendo un gesto hacia mi
pecho.
―No, ella conoce tu voz y olor. Se calma instant{neamente cuando la
tienes. Es la mejor cosa que he visto nunca.
―Tienes otros cuatro hijos, eso no es un fenómeno nuevo.
―Lo sé ―dijo en voz baja, mir{ndome a los ojos―. Gunner hizo lo mismo.
Al minuto en que lo tenías, se ponía feliz.
―Sage, Keller y Gavin eran así con Rachel, también.
―Supongo que no estaba prestando atención. ―Me dio una triste sonrisa
y sacudió la cabeza―. No presté atención a mucha mierda a la que debí hacerlo.
―Tenías muchas cosas que hacer.
―He tenido m{s cosas en los últimos dos años que lo que nunca había
tenido antes, y todavía sé el momento exacto en que entras a una habitación. Vi
cada vez que le hacías una pedorreta a Gavin en el estómago o ayudabas a Sage
a hacer su tarea.
―Sólo eras m{s consciente de cosas porque<
―No puedo apartar mis ojos de ti ―terminó la oración antes de que
pudiera decir otra palabra.
―¡Tía Kate! ―gritó Sage mientras entraba r{pido por la puerta
principal―. ¡Keller cayó en el arroyó!
―Maldición ―murmuré en voz baja, poniéndome de pie―. ¿Dónde est{
él?
―El abuelo le est{ quitando toda la ropa afuera ya que est{ lleno de barro.
―Est{ bien. ―Me volví hacía Shane―. ¿La tienes? ―pregunté, asintiendo
hacía Iris.
―Sí.
―Entonces voy a preparar un baño para Keller. Probablemente tiene barro
por todas partes.
Shane me dio una sonrisa tierna y un asentimiento antes de voltear hacia
Sage, quien estaba tratando de conseguir un vistazo de Iris. No sabía qué
significaba esa sonrisa, pero no tenía el tiempo para reflexionar sobre ello.
Keller corrió dentro de la habitación en su ropa interior, su cara y brazos
cubiertos de lodo verde y una enorme sonrisa en su rostro.

Más tarde esa noche, me senté alimentando a Iris mientras Bram se


paseaba por el piso y Alex pateaba el espaldar del reclinable de nuestro padre.
―Esto es una mierda, Katie ―siseó Bram―. No deberías conducir todo el
camino a California, especialmente con ese idiota.
―Él ser{ cuidadoso. ―Alex arrastró las palabras, tomando un sorbo de su
cerveza.
―Sí, porqué él ha sido cuidadoso en el pasado ―argumentó Bram,
volviéndose para mirarme―. ¿No tienes nada que añadir?
―Parece que ustedes lo tienen todo cubierto ―repliqué con una sonrisa
irónica. Mis hermanos habían estado teniendo la misma conversación por casi
una hora, Bram poniéndose más exaltado y Alex más relajado mientras el
tiempo pasaba.
―¿Por qué est{s haciendo esto? ―Bram preguntó, deteniéndose―. Él te
trata como a una mierda, Katherine.
―Ohhh, él est{ usando tu nombre completo ―dijo Alex con diversión.
―Cierra la boca, Alexander.
―C{lmate, Abraham.
―¿Est{n bromeando en este momento? ―bufé con molestia―. Tienen
treinta años. Crezcan.
―Tenemos treinta y uno ―respondieron ambos antes de mirarse el uno al
otro.
―Exactamente. Déjenlo ya.
―Est{s siendo una idiota, Kate ―gruñó Bram, dando un paso hacia
adelante.
―Déjala en paz, Bram ―dijo Shane, entrando a la habitación en nada m{s
que un pantalón deportivo.
―Tú c{llate ―dijo Bram, apuntando a Shane―. No eres parte de esta
conversación.
―Interesante. Suena como si fuera el tema de la conversación.
―No te golpeé el trasero porque mi padre me lo pidió ―dijo Bram en
advertencia, cruzando los brazos sobre su pecho.
Incluso con la tensión llenando la habitación, no pude contener la risa que
salió de mi boca. Finalmente supe por qué los chicos habían comenzado a
cruzar sus brazos cuando algo los molestaba.
―¿De qué demonios te ríes? ―preguntó Bram con el ceño fruncido.
―Est{ bien, esto se terminó ―declaró Shane, moviéndose alrededor del
sof{ entre Bram y yo―. Sostenla fuerte, nena.
Aferré a Iris más cerca mientras Shane se inclinada y nos tomaba a ella y a
mí entre sus brazos. No se inmutó mientras Bram empezaba a despotricar, se
limitó a sonreírle a Alex, quien sonreía, y nos llevó al final del pasillo.
Miré hacia atrás a mis hermanos cuando llegamos a mi habitación, y Alex
tenía una mano en el hombro de Bram, sus dedos agarrando la camisa de
franela de Bram. Él estaba diciendo algo que no podía escuchar, pero lo que sea
que fuera tenía a Bram relajándose poco a poco y asintiendo.
―Tu hermano est{ loco ―murmuró Shane mientras pateaba para cerrar la
puerta sin hacer ruido detrás de nosotros y me puso en la cama.
―Sólo est{ preocupado por mí ―contesté, tirando de la cubierta de
lactancia irritante que estaba usando cuando estaba con mis hermanos.
―No voy a jodidamente lastimarte ―dijo con voz {spera, dej{ndose caer
junto a mí y pasándose la mano por la cabeza.
―Ya lo has hecho, eso es peor en el libro de Bram.
Sus tristes ojos se encontraron con los míos, y apenas asintió.
―Lo siento.
―Sí, has dicho eso.
―Lo dije en serio.
―Siempre lo haces, Shane ―dije con exasperación mientras Iris
finalmente dejó de alimentarse con un pequeño eructo. Me puse de pie y la
llevé a su cuna, feliz por una razón para alejarme de él.
―Estoy tratando, Kate. ―Las manos de Shane cayeron a su regazo.
―No estoy segura de lo que quieres de mí. ―Me paré en el medio de la
habitación, las manos en puños a los lados.
―Sólo te quiero a ti.
―¿Por qué? ―pregunté en voz baja―. Ya estuve de acuerdo en volver
contigo. Conseguiste lo que querías.
―Ven aquí ―murmuró.
―No.
Se puso de pie fuera de la cama luego, haciendo que mi corazón se
acelerara.
―¿Por qué somos así? ―preguntó, caminando hacia mí hasta que sólo
había menos de un centímetro de distancia.
―No sé lo que quieres decir.
―Sí, lo haces.
―La jodiste ―susurré, con los ojos llenos de l{grimas.
―La jodí. ―Estuvo de acuerdo, ahuecando el lado de mi mejilla con su
gran mano―. No voy a hacerlo de nuevo.
―Eso es lo que dijiste la última vez.
―¿Recuerdas cuando me mostraste tu vientre? ―preguntó, corriendo su
pulgar por mi garganta―. Estabas empezando a eludirme y estabas nerviosa
por verme.
Asentí, tragando duro.
―Pensé: Nunca nadie ha sido m{s hermosa que ella en este momento.
―Levantó su otra mano para trazar sus dedos por el lado de mi cara.
Me burlé.
―Arreglé mi cabello y me puse maquillaje cuando supe que estaríamos en
Skype. Usualmente me veía como una mierda.
―¿Te arreglaste para mí? ―preguntó con una pequeña sonrisa.
―No lo entiendes. Esa no era yo. Yo no uso maquillaje. Odio arreglarme el
cabello, y normalmente no tengo tiempo para esa basura de todos modos.
―Traté de apartarme, pero su mano en mi rostro bajó para envolverse
alrededor de mi espalda y mantenerme cerca.
―Te veo ―murmuró, la sonrisa nunca dejando su cara―. Estabas incluso
más hermosa en el hospital después de tener a Iris.
Me sorprendí.
―¿Qué? ―No lo había visto a él en el hospital.
Una mirada oscura cruzó por su rostro, borrando su sonrisa.
―Llegué allí tan pronto como pude, pero estabas durmiendo. Aún estabas
un poco sudorosa. ―Hice una mueca, recordando cu{n asquerosa estaba―. Tu
cara estaba hinchada, y tenías estos pequeños puntos en tus mejillas. ―Se estiró
y corrió un dedo bajo mis ojos―. Te veías exhausta.
―Lo estaba.
―Nunca había visto a una mujer verse m{s bella en toda mi vida.
―Me veía repugnante ―argumenté.
―No. Te veías como que habías acabado de dar a luz a mi hija.
Mi corazón se aceleró, y finalmente di un paso atrás fuera de sus brazos.
―¿Qué est{s haciendo?
―¿A qué te refieres?
―No puedes< No puedo seguir haciendo esto contigo ―lloré
suavemente―. Tienes que parar de hacerme esto.
Me miró con confusión.
―¿Kate? ¿Qué<?
―Sal de mi habitación ―dije con voz {spera, retrocediendo hacia la
cama―. Te veré en la mañana.
―¿Qué est{ mal? ―cuestionó, dando un paso adelante―. ¿Qué hice?
―Voy a ir a California para estar con los niños, pero creo que est{s
confundido ―espeté, levantando la mano para detenerlo―. No estoy jugando
este jodido juego contigo más. No soy una especie de esposa de relleno para ti,
cuidando tu casa y dándote una mamada al azar. No soy Rachel
―No la metas en esto ―ordenó, deteniéndose abruptamente.
―Vete.
―Kate
―Te veré en la mañana, Shane ―dije firmemente, mir{ndolo hasta que se
dio la vuelta y dejó la habitación.
Me hundí en la cama una vez que se había ido, mis manos temblorosas.
Una parte de mí se sentía bien porque finalmente había hecho una línea, pero el
resto de mí estaba aterrorizada de que había puesto las cosas peores entre
nosotros. Él estaba diciendo las cosas correctas, y Dios, podía ser tan dulce<
pero nunca tomaba mucho antes de hacerme sentir como la mierda de nuevo, y
ya no podía hacer eso.
Las cosas se habían sentido tan simple mientras se había ido. Se había
convertido en mi mejor amigo, escuchando mis divagaciones y coqueteando
conmigo todo el tiempo, pero eso no era la vida real. Yo tenía casi treinta años y
tenía niños en los que pensar. Perder la cabeza por Shane ya no era una opción.

Después de que había besado en despedida a mis padres y hermanos a las


cuatro de la mañana, estábamos de camino hacia el sur. Afortunadamente, el tío
Mike, la tía Ellie y Trevor se habían despedido el día anterior, así que pudimos
irnos sin tener que detenernos en su casa.
Los niños estaban de mal humor, estábamos apretados en la camioneta de
alquiler como sardinas, y sabía que tarde o temprano Iris empezaría a gritar.
Estábamos apenas a una hora en el viaje, y ya estaba temiendo los próximos dos
días de viaje.
Por suerte, la camioneta venía con un sistema DVD incorporado que
distraería a los niños por un rato, pero sabía que no duraría tanto. A niños tan
ocupados como los míos, sentarse en un auto por dos días sería una tortura,
especialmente cuando habían viajado hacia menos de una semana antes. No
estaba segura de cómo Alex había sobrevivido el viaje al norte.
―¿Cómo te est{s sintiendo? ―Shane preguntó en voz baja, a pesar de que
todos los niños estaban usando audífonos.
―Estoy bien. ―Miré por la ventana cuando el sol empezó a salir. Ya
estaba aburrida y al borde, esperando a que la bebé se despertara.
―¿Cu{l es el apellido de Iris? ―dijo abruptamente.
Me giré para mirarlo. Sus manos estaban apretadas en el volante, pero
siguió mirándome mientras esperaba mi respuesta.
―No estaba segura de que tú< ―murmuré.
―¿Evans? ―preguntó, con los hombros caídos.
―No ―contesté en voz baja―, Anderson.
Asintió, mirando al frente mientras tragaba con fuerza.
―Gracias.
―Iris Rachel Anderson.
―Buena elección. Ella lo hubiera amado ―dijo, frot{ndose la mitad
inferior de su cara con la mano.
―Probablemente no, considerando que me follé a su marido ―respondí
con sequedad―, no estoy segura de que estaría loca por eso.
Ahogo una risa y me miró como si estuviera loca.
―Tuve un momento difícil con eso al comienzo ―dijo mientras cambió de
carril, pasando hacia la autopista―, mierda, la culpa fue intensa.
―Sí, lo recuerdo. ―Me giré para mirar por la ventana.
―Me tomó mucho tiempo averiguarlo ―dijo antes de quedar en silencio.
No quería seguir. Sabía que él estaba tratando de sacarme conversación, y
quería ignorarlo pero aun así pregunté.
―¿Averiguar qué?
―Que a Rachel no le importa una mierda ―dijo sin rodeos, comprobando
el espejo retrovisor para asegurarse de que los niños todavía estaban
ocupados―. La extraño. Cristo, a veces cuando uno de los niños hace algo
divertido, o Sage sonríe, pienso que nunca dejaré de extrañarla.
Asentí, tirando de mi sudadera sobre mis brazos de repente fríos.
―Pero se ha ido, Katie. Nunca va a volver. Y no le importa una mierda lo
que estoy haciendo ahora.
―Shane< ―Mi voz dejó de funcionar. Ni siquiera sabía qué decir. ¿Que
estoy de acuerdo con él? Prácticamente. Pensé donde quiera que esté Rachel,
probablemente le importaba mucho lo que Shane estaba haciendo, pero no en la
forma como lo dijo. Rachel había amado a Shane, querría que él estuviera feliz y
seguro. No creía que los celos era una emoción que te seguía a la otra vida.
―¿No piensas que fue difícil para mí? ―pregunté finalmente, rompiendo
el silencio.
―No sabía cómo te sentías, Kate ―dijo seriamente―, nunca dijiste nada.
―¿Qué podría haber dicho, Shane? ―pregunté suplicante―. No querías
tener nada que ver conmigo. ¿Debí decirte lo mal que me sentí cuando estabas
concentrado en echarme la culpa de todo?
―Me disculpé por eso.
―Es posible que te disculparas por ser un imbécil, pero eso no significaba
que estaba bien con la situación ―argumenté.
―¿Qué quieres que diga, Kate? Dime, y lo voy a decir. Me siento culpable.
No había estado con nadie más que Rachel en diez años, y de repente te estoy
follando en un colchón de hotel. Estaba un poco abrumado.
―Sí, bueno, únete al club ―repliqué―, no te traté como mierda.
―Si pudiera volver atr{s y cambiar las cosas, lo haría ―dijo, suspirando e
inclin{ndose hacia atr{s en el asiento―, lo hubiera manejado mejor.
―No creo que ninguno de los dos manejara muy bien las cosas.
―No, Kate.
―Estaba demasiado ocupada reviviendo todo el sexo en mi cabeza ―dije
con un canturreo satisfecha.
―¿Puedes ser seria por un maldito minuto?
―¿Quién dijo que no estaba hablando en serio?
Se burló y se quedó en silencio. Unos minutos más tarde, Iris empezó a
quejarse.

―Estamos en casa ―le dije a mi madre, dej{ndome caer sobre el banco en


el patio trasero. El viaje de regreso a California había tomado tres días de parar
cada dos horas para ir al baño, el almuerzo y simplemente por parar. Habían
sido los tres días m{s largos de mi vida―. Nunca haré ese viaje de nuevo.
―¿Cómo te sientes? ―preguntó con una sonrisa―. ¿Cómo lo hacen los
niños?
―Odiaron cada segundo, y al momento que pasamos Six flags, estaba lista
para saltar de la camioneta mientras iba a ochenta por la autopista.
―¿Y Shane?
―Estaba bien. Sorprendentemente paciente. Se acaba de ir para dejar la
camioneta de vuelta al lugar de alquiler.
―¿Ustedes arreglaron las cosas?
―No hay nada que arreglar.
―Katherine ―dijo en advertencia.
―Nos llevamos bien, mam{. ¿Est{ bien? ―resoplé y mecí el asiento del
auto de Iris con el pie mientras empezaba a moverse―. Estoy demasiado
cansada para preocuparme por algo más por el momento.
―Ustedes dos necesitan<
―¡Mam{! ―susurré, frotando la tensión de mi cuello―. Déjalo.
―Bien ―se quejó―, creo que Bram est{ listo para mudarse a California.
―Est{ siendo un idiota.
―Sólo est{ preocupado por ti.
―¿Por qué no puede ser m{s como Alex?
―No compares a tus hermanos. No es justo para ninguno de los dos.
―Mierda. ―Deje caer mi cabeza hacia atr{s hasta que elevé mi cara hacia
el cielo―. Lo sé, sólo es frustrante.
―Sí, bueno Anita y él se pusieron de acuerdo justo después de que te
fueras.
―¿Qué? ¿Por qué? ¡Keller, permanece fuera de la piscina!
―¿Quién sabe con esos dos? Son como el agua y el aceite. Alex finalmente
lanzó a Ani por encima del hombro y la llevó fuera de la casa.
―¿Por qué no los detuviste?
―Sabes que siempre hemos tratado de dejar que ustedes niños resolvieran
sus propios problemas.
―Son adultos.
―Con mayor razón para dejarlos ser ―murmuró.
―Mierda, mam{. Me tengo que ir. Gunner sólo acaba de meter algo en su
boca. ―Me levanté de mi asiento y tiré mi teléfono al banco, grit{ndole a
Gunner que escupiera lo que fuera. Al momento que lo alcancé, escupió un
puñado de tierra y empezó a llorar.
―¿Todo bien? ―preguntó Shane, llevando a Sage fuera, sus piernas
delgadas envueltas alrededor de su cintura.
―Sí ―resoplé, cargando a Gunner―, Gunner puso tierra en su boca y
ahora está lamentándolo.
Caminé con Gunner hacia la casa, pero me detuve cuando Shane extendió
su brazo libre.
―Es casi la hora de dormir ―dijo suavemente, secando una frustrada
l{grima de mi mejilla―, me encargaré de los baños, ¿de acuerdo?
―Estoy bien. Solo necesito< ―No quería que él se metiera. ¿Qué
demonios estaba haciendo allí si no estaba cuidando a los niños?
―Me encargaré de los baños, Katie ―dijo con firmeza, antes de gritar por
los chicos.
Iris eligió ese momento para despertar gritando, y seguí sin decir nada
más. Solo necesitaba un día para reponerme. Me sentiría mejor por la mañana.

―Lo siento ―dije, encogiéndome cuando Shane entró en mi habitación y


cerró la puerta tarde en la noche―. No sé por qué est{ haciendo esto< ella no
lo ha hecho antes.
Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras caminaba de un lado a otro.
Iris había estado gritando durante veinte minutos, pero se sentía como horas.
No tenía ni idea de qué hacer. La había alimentado, cambiado el pañal y la
envolví como a ella le gustaba. No había absolutamente ninguna razón para
que estuviera tan exigente.
―¿Has dormido? ―preguntó, su voz tan baja que casi echaba de menos
sus palabras.
―Sí, alrededor de una hora antes de que ella comiera de nuevo. No me
deja acostarla así que sólo sigo carg{ndola ―dije en un sollozo. Estaba tan
cansada.
―Ven aquí ―dijo suavemente, tratando de alcanzar a Iris―. ¿Has
intentado con un chupete?
―Yo< no ha tenido ninguno.
―¿Tienes alguno? ―preguntó, meciendo gentilmente a Iris mientras
gritaba.
―Creo que en su maleta. Mi mam{ tomó algunos mientras estuvimos en
el hospital. ―Abrí la maleta y busqué, finalmente sacando un par de chupetes
en una bolsa de pl{stico―. Incluso los esterilizó.
―P{same uno ―dijo en voz baja, alcanz{ndome.
Le tomó unos minutos convencer a Iris con el chupete antes de que lo
aceptara, y suspiré de alivio mientras la habitación se quedó en silencio. Mis
ojos irritados y pesados de todo el llanto, y tomé todo lo que no tenía para
frotarlos como un niño pequeño.
―Sube a la cama ―canturreó Shane, mirando a Iris pero habl{ndome a
mí.
Me arrastré a la cama, suspirando mientras me relajaba. Unos momentos
después, Shane estaba abriendo la puerta y apagando la luz, dejándonos en la
oscuridad. Me di la vuelta hacia mi lado y acurruqué mi brazo debajo de la
almohada mientras dejaba a Iris contra el frente de mi cuerpo.
Dejé de respirar cuando caminó alrededor de la cama y se arrastró hacia
mí.
―Sé que las cosas entre nosotros no< ―Suspiró y deslizó su cuerpo hacia
delante hasta que estuvo cerca de mí―. No quiero dormir sin ti nunca m{s.
―No es una buena idea ―susurré, mirando fijamente la rendija de luz que
entraba por la puerta de mi dormitorio.
―Solo duerme, nena ―dijo suavemente, quitando mi cabello de la cara y
cuello―, va a estar lista para comer de nuevo pronto. Duerme un rato.
No pensé que sería capaz de conciliar el sueño con su cuerpo caliente
detrás de mí, pero solo pasaron unos minutos antes de que quedara
completamente dormida.
―Shhh ―me desperté al oír a Shane susurrando cerca del final de mi
cama―, papi solo va a cambiar el pañal así estar{s limpia antes de comer. No
quieres comer tu desayuno con el pañal húmedo, ¿verdad?
Abrí los ojos y miré ligeramente hacia abajo para ver a Shane tratando de
ponerle un pañal limpio a Iris. No estaba teniendo un momento muy fácil con
ella retorciéndose y flexionando las piernas.
―Vamos, Sis. Podemos hacer esto. Necesito a tu madre conmigo para ser
feliz. Ayúdame un poco, ¿podrías?
Resople y Shane levantó la cabeza. Cuando encontró mis ojos, se sonrojo.
―¿Cu{nto tiempo has estado despierta?
―No mucho ―respondí con la voz {spera, aturdida―, mis pechos est{n
duros como las piedras.
―Sí, ella durmió durante casi cuatro horas. Debe estar agotada de anoche
―dijo Shane, cargando a Iris para mí.
Jugueteé con el pequeño broche en la parte delantera de mi camiseta sin
mangas y bajando un lado al momento que Iris comenzó a quejarse. Mis ojos
seguían abiertos cuando la acostó a mi lado, y me sorprendí al sentir un dedo
frío pasar sobre mi pezón.
―Son oscuros ―dijo Shane cuando se volteó hacia Iris.
―Como el ojo de un toro ―murmuré, finalmente usando un brazo para
acomodar a Iris y darle de comer.
Shane soltó una tranquila risa, y sonreí. En el confuso lugar entre el sueño
y el desvelo, todo estaba bien en el mundo.
―Se parece a ti ―murmuró, pasando su dedo por la mejilla de Iris―, sus
ojos y la nariz.
―Tiene tu piel ―dije, cerrando mis cansados ojos. Cuatro horas de sueño
no habían sido suficientes.
Después de un rato, me desperté de nuevo mientras Shane tomaba a Iris
de mi pezón y me daba instrucciones para que me diera la vuelta. Después de
una pequeña maniobra, estaba en mi lado opuesto, e Iris una vez más comía.
―Est{ bien, nena ―dijo Shane mientras trataba de mantener los ojos
abiertos―, sólo duerme.
―¿Te quedar{s? ―pregunté mientras me relajaba en la almohada.
―No iré a ninguna parte ―respondió mientras me quedaba dormida con
los diminutos dedos de Iris cavando en la piel de mi pecho.

―Estoy despierta ―murmuré mientras Sage vino corriendo a mi


habitación a la mañana siguiente.
―Pap{ est{ preparando el desayuno ―dijo con entusiasmo, subiéndose a
la cama―, y Gunner se hizo popo mientras dormía. Quedó en todas partes.
Muy desagradable.
―¿Est{s contenta de estar en casa, Furia Sage? ―pregunté, acerc{ndola y
envolviendo mis brazos alrededor de ella.
―Sí, ahora que est{s aquí.
―Tu padre sólo estaba tratando de hacer lo que pensaba era mejor ―dije,
d{ndole un apretón―, ¿lo sabes, verdad?
―Sí, pero es una l{stima.
―Estoy de acuerdo, nena.
―Oye, ¿tía Kate? ―dijo suavemente.
―¿Sí, princesa?
―¿Quién es el padre de Iris?
Mi respiración se detuvo en mi garganta, ya que estaba sorprendida por la
pregunta. Habían pasado meses desde que cualquiera de los niños había
mencionado al padre de Iris, pero no debería haber asumido que tendría más
tiempo. Sage tenía casi nueve< no se creería las mentiras mucho m{s tiempo.
―Soy el padre de Iris ―dijo Shane con cautela desde la puerta,
sosteniendo a la chica por la que est{bamos discutiendo―, pero probablemente
lo averiguaste, ¿eh?
Entró en la habitación y se sentó al lado de nosotras.
―Sí, me lo imaginaba ―dijo Sage con calma―, actúas como su padre.
―Bueno, no puedo evitar eso ―dijo Shane con una pequeña sonrisa.
―¿Qué est{s pensando, Sage? ―pregunté después de que ella había
estado en silencio durante unos minutos.
―¿Se van a casar?
―No ―respondí con decisión antes de que Shane pudiera hablar. Cerró la
boca y pude ver el musculo de su mandíbula tensarse.
―¿Puedo decirle a Keller?
―Uh, supongo que sí ―murmuré, cada vez m{s incómoda.
Sage se movió en la cama y corrió hacia la puerta antes de voltearse con
una mirada extraña en su rostro.
―Así que Iris es mi hermana.
―Sí ―respondió Shane con firmeza.
―Estupendo ―dijo Sage, haciendo un pequeño baile antes de correr hacia
el pasillo.
―Keller va a tener preguntas ―murmuré, sent{ndome en la cama.
―Probablemente.
―¿Qué vamos a decirle? ―pregunté, inquieta.
Shane me miró a los ojos.
―Que soy el padre de Iris y tú eres su madre. Es muy sencillo, Katie. No
necesita nada más que eso.
―Va a estar confundido ―argumenté.
―Creo que va a entender mucho m{s de lo que piensas.
Estuvimos en silencio mientras oímos el sonido de múltiples pequeños
pies pisando fuerte por las escaleras. Sage, obviamente había compartido la
noticia. Me preparé para el ataque.
e impulsé con más fuerza mientras pasaba corriendo la gasolinera a
M unos kilómetros de nuestra casa y maldije cuando uno de mis
audífonos cayó de mi oreja.
No tenía tiempo para desacelerar cuando lo puse de nuevo en su lugar.
Kate estaba en casa con todos los niños y había odiado la mirada que me había
dado cuando salí por la puerta delantera. Estaba exhausta; y con buena razón, y
sabía que temía el hecho de que tenía que presentarme en el trabajo temprano a
la mañana siguiente. Había tomado tanto tiempo como pude, pero el deber
llamaba< al menos por las próximas dos semanas.
Tenía que volver y poner en orden las cosas antes de poder tomar mi
licencia posterior al despliegue. No había manera de evitarlo, por mucho que lo
odiara. Mi comandante fue muy indulgente cuando le había contado lo que
pasaba, pero su paciencia tenía un límite.
Mi estómago se apretó cuando pensé en lo que Kate había pasado en la
última semana< demonios, en los últimos meses. Había estado tan atrapado en
mi propia mierda; lo que yo estaba sintiendo, que había rechazado
completamente a la única mujer que me había amado más que mi madre
adoptiva.
Cristo, cuando Bram había deslizado ese vídeo de Kate por la mesa,
honestamente había pensado que iba a desmayarme. Había sido tan horrible
con ella, tratándola como si no importara cuando eso era lo que estaba más lejos
de la verdad< y aun así, todavía me había llamado. Me había necesitado y yo
había estado en San Diego, actuando como un imbécil creído. Dios, cuando me
había dado cuenta de que Gunner pedía malvaviscos y no estaba llamando
“mam{” a Kate, había querido hundirme en el suelo con vergüenza, pero lo
había pensado demasiado tarde para cambiar mi rumbo.
Bram me preguntó cómo pensaba hacerlo bien. No podía. Sabía que no
había manera de volver atrás o compensar la mierda por la que la había hecho
pasar. La agonía en su rostro mientras lloraba, me daba pesadillas.
Sacudí mi cabeza y me di la vuelta, volviendo a casa. No podía cambiar el
pasado, pero demonios si no quería ser lo que Kate necesitaba ahora. Quería
asegurarme de que comía y descansaba lo suficiente. Quería llevarme a los
chicos para que pudiera tener unos momentos a solas y cocinar el desayuno, así
no tenía que salir de la cama.
Por primera vez en mi vida, quería hacerme cargo de más para que ella
tuviera menos que hacer.
Me mataba que nunca me hubiera sentido así en lo que se refería a Rachel.
Había llegado a la conclusión, en algún momento de mi matrimonio, que
porque llevaba un salario y trabajaba fuera de casa, era la responsabilidad de
Rachel cuidar de nuestros hijos. No era que nunca hubiera ayudado< lo hice<
cuando tenía tiempo. Pero no lo había convertido en una prioridad y porque
ella nunca había dicho lo que pensaba, no me había dado cuenta de cuán duro
debió haber sido para ella.
O tal vez no había sido tan duro para Rachel como para Kate. Rachel tuvo
tres hijos y una mejor amiga que al parecer había dejado todo para ayudar
cuando se sentía abrumada. Kate tenía cinco niños y nadie de quien depender
salvo un imbécil en el que no confiaba para ayudarla. Me miraba con sospecha
cada vez que le echaba una mano con los niños y estaba tan avergonzado que
pretendía no verlo.
Me metía en la cama por la noche con ella como un cachorro rogando por
atención, ignorando la manera en que se tensaba cada vez hasta finalmente caía
exhausta.
Kate era la persona más compasiva que había conocido y sentía náuseas
cuando recordaba todas las veces que debería haberme eliminado de su vida.
―¿Qué haces? ―Rachel soltó una risita mientras frotaba mis labios sobre su
cuello.
Estábamos a unos metros atrás de la fogata que los chicos y yo habíamos hecho en
el límite trasero de la propiedad. Por primera vez en un año, todos los niños Harris y
Evans estaban en casa de varias bases militares y la escuela, y habíamos decidido
celebrarlo con cerveza y una hoguera.
―Besarte ―murmuré, pasando mis labios por su mandíbula. Mierda, era la chica
más sexy que jamás había visto y había estado fantaseando con meterme en su pantalón
desde que había llegado con Kate hace dos días. Habían estado casi conectadas por la
cadera hasta esta noche y, tan pronto como Kate había vuelto a casa por sus suéteres,
había aprovechado.
―Pensaba que Kate y tú… ―murmuró en protesta, pero contradiciéndose
completamente al dejar caer la cabeza hacia atrás para darme mejor acceso a su cuello.
―¿Qué pasa con Kate y conmigo? ―pregunté distraídamente mientras veía a
Anita y Kate pasar por entre los árboles. Iba a estar molesto como el infierno si Katie le
había dicho a esta chica una sarta de mentiras.
―Habla de ti todo el tiempo ―dijo Rachel mientras deslizaba mi mano por su
culo―. Pensé que tal vez…
Interrumpí sus palabras cuando Kate y Anita llegaron a la línea de árboles a unos
metros de nosotros.
―No hay nada entre Kate y yo ―dije contra su boca mientras Kate se detenía
abruptamente y nuestros ojos se encontraban―. Tiene una cosa por mí, pero nunca me
ha gustado.
Presioné mis labios contra los de Rachel, gimiendo cuando deslizó su lengua en mi
boca. Mis ojos nunca dejaron los de Kate… incluso cuando detuvo a Anita de venir
como una tormenta hacia nosotros.
Kate se dirigió hacia el fuego con lágrimas cayendo por su rostro y cerré mis ojos
disfrutando de la manera en que las caderas de Rachel habían empezado a frotarse contra
las mías.
Por lo que sabía, Kate nunca le había dicho una mala palabra a Rachel
sobre mí. En seis meses, le había dicho a Rachel que se mudara conmigo a San
Diego y unos meses después, nos habíamos casado. Había ignorado a Kate
cuando se había mudado después; un poco preocupado de que hubiera venido
por mí, pero nunca había dicho una palabra. Después del primer par de años,
mi cautela se había vuelto apatía y el hecho de que Kate parecía pasar tiempo
con Rachel cuando yo no estaba, no me había molestado.
Si había planeado decirle a Rachel cuán imbécil había sido, había asumido
que lo habría hecho antes de la boda.
Había ignorado su presencia en nuestras vidas durante años,
desconectando de toda conversación en la que Rachel tratara de mencionarla, y
pretendí que ni siquiera existía.
Mirando atrás, no podía comprender lo que había hecho. Kate
jodidamente iluminaba una habitación. Era tan feliz y jodidamente divertida.
No estaba seguro cómo la había ignorado durante tanto tiempo.
Intenté realmente duro no compararla con Rachel. No era justo, pero no
pude evitar notar las diferencias entre las mujeres.
Donde Rachel era reservada, Kate era extrovertida. Mientras Rachel estaba
dispuesta a sentarse con los niños para ver una película de Disney, Kate estaba
ahí con aperitivos y todos los preparativos para un fuerte de mantas. Rachel
nunca me dijo si algo iba mal, en su lugar, prefería resolver la mierda por su
cuenta o distanciarse de mí completamente hasta que averiguaba lo que había
hecho mal y lo arreglaba. Kate me decía directamente si algo la molestaba y
entonces avanzaba, casi demasiado rápido para que rectificara nada.
La pequeña relación que tuve con Kate fue tan increíblemente diferente de
la que había tenido con Rachel que me resultó difícil mantener el ritmo. Kate
seguía volviendo. Amaba eso de ella. Era tan tenaz cuando se preocupaba por
alguien.
También odiaba eso de ella. Odiaba haber sido tan jodidamente imbécil y
odiaba que me lo hubiera permitido.
Durante el pasado par de noches cuando había yacido junto a ella,
después de que se hubiera dormido y sabía que no podía oírme, le había
prometido que nunca tendría que perdonarme de nuevo si podía hacerlo una
última vez.
Finalmente terminé mi carrera y caminé los últimos cuarenta metros hasta
nuestra casa. Extrañamente, el Jeep de Miles estaba estacionado en mi entrada.
―Estoy en casa ―grité mientras abría la puerta principal. Crucé la casa
cuando nadie respondió y encontré a Kate y Miles sentados en la mesa del patio
riendo y mirando a los niños jugar.
Mi estómago se revolvió, pero cuando alcancé la manija de la puerta de
cristal deslizante, me detuve. Olía muy mal.
Me volví y subí corriendo las escaleras de dos en dos, quitándome mi ropa
tan pronto como llegué a mi habitación. Después de una ducha rápida, me puse
un pantalón corto de baloncesto y una camiseta, sin molestarme en ponerme
bóxer. Quería salir y descubrir de qué mierda se había estado riendo Kate.
Cuando llegué al pasillo, escuché a Iris protestando en la habitación de
Kate. ¿La había dejado en la jodida casa?
―Est{ bien, princesa ―dije en voz baja, pasando por la puerta abierta
para encontrar a Iris agitando sus brazos y piernas furiosamente en su
moisés―. ¿Mam{ te dejó aquí sola?
La levanté de la cama y froté su espalda por un minuto mientras hipaba.
―Papi est{ aquí ―murmuré contra su pelona cabeza, balance{ndola de
lado a lado―. Vamos a quitarte ese pañal húmedo.
La dejé en la cama y tomé un pañal de encima de la cómoda de Kate,
hablando todo el tiempo.
―No sé en qué pensaba tu mam{, dejando a mi princesa aquí sola
―canturreé, mi voz de alguna manera calmaba a Iris―. Est{ fuera con tus
hermanos y hermana y el amigo de papi, Miles. Es un imbécil. Te mantendrás
alejada de él, ¿de acuerdo?
Sonreí cuando Iris se congeló, como si estuviera escuchando atentamente.
―Papi no fue muy agradable ―dije, quitando su pequeño pantalón por
sus piernas y desabotonando su mono―. Ni siquiera estuve allí cuando naciste
y realmente lo siento por eso. Pero tu mamá vino a casa conmigo de todos
modos, así que eso significa que hay una oportunidad, ¿verdad? Siempre que
Miles mantenga su ya sabes qué en su pantalón.
Iris levantó su mano a su rostro e intentó muy duro meterla en su boca,
sus ojos desenfocados mientras yo balbuceaba.
―Lo est{s haciendo tan bien, princesa. Mírate, ni siquiera lloras mientras
te cambio. Qué chica tan grande. ―Terminé de volver a vestirla y la atraje a mi
pecho―. ¿Piensas que tu mama podr{ amarme de nuevo? ―pregunté, besando
su pequeña mejilla―. Probablemente no, ¿eh? Simplemente tendremos que
seguir trabajando en ello para que puedas vivir con papi para siempre.
Suspiré y agarré el pañal sucio de la cama, dejando la habitación. Bajé
lentamente las escaleras, disfrutando de los minutos de tener a Iris para mí. Con
tanta gente en la casa e Iris conectada al pecho de Kate la mitad del tiempo, no
había tenido mucho tiempo para estar a solas con ella.
Tiré el pañal en la basura y con aire despreocupado salí con ella, sólo para
encontrar a Kate y Miles mirándome directamente.
Me congelé, intentando averiguar qué miraban; sabía que tenía puesto el
pantalón, hasta que Kate alzó su mano.
Sosteniendo un jodido monitor de bebé.
Miles se aclaró la garganta.
―Felicidades, imbécil ―dijo tranquilamente, dej{ndome saber que habían
escuchado cada palabra que había dicho.
Hijo de puta. Mi rostro y cuello de repente se sintieron como si estuvieran
en llamas.

―No dejaría a Iris aquí sola ―dijo Kate en voz baja esa noche cuando me
metí en la cama detr{s de ella―. Y nunca la alejaría de ti.
No repliqué. ¿Qué podía decir?
―No puedo ser algún tipo de suplente de Rachel ―susurró, haciendo que
mi corazón se hundiera en mi estómago―. No soy ella. No quiero ser ella.
―Sorbió y me moví m{s cerca, silenciosamente envolviendo mi brazo alrededor
de su cintura―. Quiero ser yo.
―No es eso lo que estoy haciendo, Katie ―murmuré, atrayéndola a mi
pecho―. Sólo quiero una oportunidad.
―¿Una oportunidad para qué, Shane? ¿Una oportunidad para acostarte
conmigo? ¿Una oportunidad para otra mamada? Ya soy la madre< Ya hago esa
parte. Así que, ¿qué es exactamente lo que quieres?
―Quiero estar contigo ―tartamudeé, mis pensamientos se volvían m{s
confusos cuanto más intentaba verbalizarlos.
Sólo la quería. Incluso sin los niños, la habría querido. Los niños sólo
hacían ese vínculo un millón de veces más fuerte. Quería que me mirara como
lo había hecho cuando éramos adolescentes estúpidos< como si yo pudiera
hacer cualquier cosa. Quería ver todos los cambios que tener a Iris había hecho
en su cuerpo. Quería mapear sus curvas con mis dedos y saber cuando estaba a
punto de empezar su periodo por haber estado con ella tanto como para poder
reconocer las señales. Quería las pequeñas y las grandes cosas.
Pero nunca me creería si intentaba decirle eso.
La había dejado de lado durante tanto tiempo que no había cimientos para
construir. Sólo un lío de pedazos rotos que había machacado con un mazo cada
vez que se había vuelto más cercana de con lo que estaba cómodo.
No sabía estar con alguien como Kate. Exigiría más de mí de lo que nadie
había hecho antes y eso era aterrador. Porque aunque la historia entre nosotros
había probado que no iba a ir a ninguna parte, había aprendido en el curso de
mi vida que la gente se iba.
―Quieres un ama de casa y soy conveniente ―susurró, moviendo la
cabeza contra su almohada―. Ni siquiera tienes que casarte conmigo, ya estoy
aquí. Sabes que Iris y yo no vamos a ir a ninguna parte. ¿Por qué buscar a
alguna otra cuando tienes un<?
―No termines esa frase ―gruñí, sus palabras hicieron hervir mi sangre―.
¿Fácil? Eres la persona menos conveniente que he conocido nunca, joder.
Me alejé de Kate y la puse sobre su espalda para poder colocarme sobre
ella, a horcajadas sobre su cintura. Me incliné hacia abajo hasta que nuestras
narices casi se tocaban.
―No sé lo que estoy haciendo, Kate ―dije en voz baja, buscando sus
ojos―. Pero sé que te quiero. Ayúdame.
―He estado ayud{ndote desde que éramos niños, Shane ―replicó con un
encogimiento de hombros cansado―. Sólo no creo que me quede nada.
―Claro que sí ―susurré, inclin{ndome sobre mis codos para poder rozar
sus labios con los míos―. Sí queda. Sé que lo hace.
―Me aterroriza que voy a despertar un día y vas a llevártelos de nuevo
―confesó con voz temblorosa―. Que vas a decidir que quieres a alguien m{s y
no habrá más espacio para mí.
―No, Katie ―dije {speramente, agarrando su cabeza entre mis manos―.
Eso no pasará.
―¿Cómo puedes saberlo? ―discutió, sus ojos llen{ndose de l{grimas―.
Eso es lo que hiciste hace menos de dos semanas.
Mi frente cayó a la suya e inhalé temblorosamente.
―Eso no fue lo que sucedió. No hay nadie salvo tú, Kate.
Cerró los ojos y las lágrimas se filtraron por las esquinas.
―No puedo confiar en ti.
―Pensé que estaba haciendo lo correcto ―susurré frenéticamente,
besando su rostro mientras yacía pasivamente debajo de mí―. No se trataba de
ti. Sino de mí. Estaba siendo egoísta. Los quería conmigo y lo jodí todo.
―Esa es la cosa ―replicó, la derrota llenando sus palabras―. Tienes ese
poder. No tengo derechos cuando se trata de los niños y en cualquier momento
podrías borrarme como si nunca hubiera existido.
―No lo haría. Pensé que nos seguirías, Kate. Lo juro. Pensé que sólo sería
por un poco de tiempo hasta que pudieras tener a Iris. Nunca planeé<
―No te creo.
Sus palabras me abofetearon en el rostro. Todavía no me miraba y odiaba
que me estuviera bloqueando así. La estaba rodeando, mi cuerpo presionado
contra el suyo por todos lados y todavía encontraba una manera de mantenerse
distante.
―Te lo probaré ―dije con firmeza.
Sus ojos se abrieron lentamente y atrapé un atisbo de la Katie que solía
conocer antes de que sus ojos una vez más llevaran esa mirada torturada que
habían tenido desde que Iris nació.
―Por favor, hazlo ―susurró en respuesta en voz baja, su mano se levantó
para descansar en mis costillas―. No sé lo que haré si no lo haces.
Ambos respirábamos irregularmente cuando me incliné y presioné mis
labios en los suyos, deslizando mi lengua tentativamente entre sus labios
separados.
Era la primera vez que realmente la había besado en casi seis meses y en
cuestión de segundos estaba duro como una roca. Mi mente sabía que no
iríamos más lejos, pero el resto de mi cuerpo parecía corear Kate, Kate, Kate
mientras lentamente deslizaba una mano por mi pecho y envolvía sus dedos en
la parte delantera de mi garganta. No estaba seguro de porqué lo hacía, pero el
movimiento me excitó y extrañamente me centró.
Finalmente me alejé mientras Iris empezaba a protestar en su cama e
inmediatamente me sentí culpable por mantener a Kate despierta cuando
debería haber estado durmiendo.
―Iré por ella ―dije, inclin{ndome de nuevo para succionar el labio de
Kate en mi boca una vez más antes de salir de la cama.
Cuando llegué a Iris, no pude evitar echar un vistazo a Kate.
Estaba tumbada de lado de nuevo, una pequeña sonrisa adormilada en su
rostro mientras esperaba a que le llevara a su bebé. Una mitad de su camiseta
para dar de mamar ya estaba desabrochada y abierta por arriba y en algún
punto mientras estaba sobre ella, las mantas había sido empujadas a sus
caderas, dándome un atisbo de su pantalón de pijama de franela que llevaba
para la cama y el suave estómago sobre ellos.
No me importaba si tomaba el resto de mi vida probarle que no iba a ir a
ninguna parte< siempre y cuando me dejara darme la vuelta en mitad de la
noche y verla lucir exactamente como hacía entonces.

La mañana después, salía de la cama antes de que la alarma sonara,


ansioso por alejarme de Kate.
Me estaba matando y besarla la noche anterior me había dejado con una
erección que había bajado sólo lo suficiente para que me durmiera y creció de
nuevo cuando empecé a dormir. Era una locura.
Fui a mi antiguo dormitorio y me quité mi pantalón corto
apresuradamente antes de sentarme en el borde de la cama y empuñar mi
erección.
Ah, Dios, estaba tan duro que dolía.
Probablemente debería haber ido a la ducha para cuidar de mi asunto,
pero no había querido esperar el tiempo suficiente a que el agua se calentara.
Había necesitado correrme seis horas antes. No podía esperar más tiempo.
Cerré mis ojos mientras pensaba en la manera en que el cuerpo de Kate se
había hecho más curvilíneo y redondeado desde que había tenido a Iris,
jadeando cuando me imaginé follando sus tetas como hice la primera noche que
estuvimos juntos.
Mi respiración se atoró y contuve un gemido mientras mi polla se sacudía.
―Shane, ¿est{s<?
No vi a Kate entrar, pero mis ojos se abrieron de golpe mientras
tartamudeaba y cerraba la puerta detrás de ella.
―Oh, mierda ―exhaló, echando un vistazo a mi mano y luego de nuevo a
mis ojos, su rostro sonrojándose.
Debería haber parado. Eso habría sido lo decente para hacer después de
ser atrapado. Pero no pude obligarme a parar de tirar con fuerza de mi eje< no
cuando estaba de pie ahí con una camiseta blanca que no ocultaba nada,
mirándome. En su lugar, me agarré con más fuerza y moví mi mano más
rápido, casi instantáneamente sintiendo mis bolas levantándose mientras sus
pezones se endurecían bajo su camiseta y sus manos se hacían puños a sus
lados.
La vi lamer sus labios y justo así mi orgasmo llegó, tensando los músculos
de mi pierna y culo mientras el semen cubría mi mano.
Si no hubiera estado mirando el rostro de Kate, me habría perdido el bajo
sonido que hizo y la manera en que sus ojos se volvieron acalorados mientras
me observaba moverme. Porque tan pronto como había terminado, huyó por la
puerta y dio un portazo detrás de ella.
Mierda.
l tiempo pasa rápidamente cuando estás tan ocupada que apenas
E puedes ver bien y, antes de que lo supiera, tenía a un niño de cuarto
grado, un alumno de jardín de infancia, un niño de cuatro años, un
niño de dos años y uno de dos meses.
Era agotador de la mejor manera posible. Cuando Iris creció un poco, me
sentí más y más como la vieja yo e incluso había empezado a ponerme en
contacto vía correo electrónico con mis viejos contactos de negocios. Agradecía
a Dios cada día por haber ahorrado durante el despliegue de Shane, porque en
el minuto en que me había quedado en la cama en reposo, había tenido que
enviar correo a todos mis clientes dándoles la información de contacto de otros
diseñadores de páginas web en los que confiaba. No había sido capaz de
trabajar en meses y aunque había sido frugal, mis ahorros empezaban a bajar.
No estaba segura si estaba preparada para volver a trabajar todavía, aún
estábamos intentando encontrar nuestro equilibrio, pero sabía que finalmente
resolveríamos un horario y tendría un poco de tiempo extra en mis manos.
Le canté a Iris mientras la ponía en su columpio que había traído a la
cocina, luego giré para levantar a Gunner del suelo y bailar con él alrededor de
la mesa de la cocina. Estaba de un ridículo buen humor. No podía evitarlo.
Era viernes por la noche, la tarea estaba hecha, los niños mayores jugaban
a la Wii, Gunner había tomado una siesta de tres horas que le había dejado casi
mareado y yo estaba lista para hacer pizzas caseras para mi familia mientras el
sol brillaba por la ventana de la cocina.
Canté, balanceando a Gunner de lado a lado mientras se reía.
Llegué al estribillo justo cuando Shane entró por la puerta del garaje y no
pude evitar reír cuando Gunner alzó sus manos en el aire y gritó:
―¡Papi!
Shane me sonrió mientras continuaba cantando, sus ojos suaves sobre mi
rostro.
―Hermosa ―articuló en silencio, nunca alejando su mirada de mi rostro
cuando los niños mayores entraron en la cocina.
Me sonrojé y rompí el contacto visual, girando a Gunner en un círculo.
Shane y yo parecíamos estar bailando alrededor del otro, presionando y
tirando mientras encontrábamos nuestra nueva normalidad. Nunca habíamos
vivido juntos antes, lo cual parecía extraño cuando lo pensaba. Había dado a
luz a su hija y habíamos estado dando vueltas con el otro durante un año, aun
así, tropezar con él en el cuarto de baño cada mañana era nuevo y un poco
vergonzoso.
Estaba intentando tan duro volver a caer en mi favor que era un poquito
adorable. Echaba una mano con los niños y preparaba baños para mí después
de que los niños estuvieran dormidos, cuidando de Iris para que pudiera tener
unos pocos minutos de tranquilidad. Me decía que era hermosa, a veces cuando
todo lo que sentía es que era una gran masa amorfa humana.
Me encantaba que lo estuviera intentando, pero no podía evitar sentir que
había ignorado lo que traté de decirle. No estaba enojada con él, ya no. No, era
más profundo que eso. Amaba a Shane, siempre lo haría, incluso cuando podría
haberlo estrangulado. Pero había una profunda cautela dentro de mí de la que
parecía no poder deshacerme.
Era como si no importara cuán duro lo intentara, no podía pasar el miedo
a que me dejaría de nuevo y se llevaría a los niños. No creía que sobreviviera.
Así que lo mantuve a un brazo de distancia, aunque veía cuánto lo
exasperaba. No podía dejarle abordar esa distancia sin importar cuánto deseara
que lo hiciera.
Estábamos en un punto muerto, ambos sufriendo por lo mismo, pero
incapaces de alcanzarlo.
―Niños, a la sala de estar mientras la tía Katie hace la cena ―gritó Shane,
después de que los niños le contaran todo sobre sus días. El pobre Gavin tuvo
muy poco que aportar más allá de la enorme araña que había encontrado en la
pared exterior de la casa.
Dejé a Gunner de pie y lo miré correr torpemente detrás de sus hermanos
y hermana antes de girarme para mirar a Shane.
―¿La pizza te parece bien?
―La pizza me parece genial ―respondió con voz ronca, haciendo que mi
corazón se acelerara―. Ven aquí.
Negué silenciosamente mientras su sonrisa se curvaba en una pequeña
sonrisa. Asintió, dando un paso hacia mí.
―Tengo que empezar a hacer la cena ―murmuré, congelada en el lugar.
―Puedes esperar diez minutos.
―Los niños est{n< ―Llegó a mí antes de que pudiera terminar mi frase y
de repente fui atraída con fuerza contra su pecho―. Ay ―siseé, retir{ndome.
―¿Qué pasa? ―preguntó con confusión, cuando levanté mis manos para
cubrir mis pechos.
―Iris no ha querido comer en casi tres horas ―le dije con un movimiento
de cabeza―. Simplemente estoy un poco< llena.
―Seré cuidadoso. ―Me giró para que estuviésemos mirando a la ventana
de la cocina y empezó a balancearse de lado a lado―. Quiero bailar con mi
mujer.
―¿Tu mujer? ―resoplé.
―¿La mam{ de mi bebé? ―preguntó con una pequeña risa.
―Eso funciona. ―Mi respiración se atoró cuando sus brazos se movieron
de mis caderas para envolverse alrededor de mi parte delantera.
―Amo cuando le cantas a los niños ―susurró en mi oído, provocando
carne de gallina en mi cuello―. Es una de mis cosas favoritas.
―¿Tienes una lista? ―inquirí en un susurro mientras su pulgar empezaba
a frotar de un lado a otro por la parte de debajo de mi pecho.
―Aj{ ―murmuró antes de empezar a cantar en voz baja en mi oído―. Mi
voz deja mucho que desear ―dijo avergonzadamente después de haber
terminado de cantar el primer verso, sosteniendo más fuerte cuando intenté
darme la vuelta y mirarlo―. Nada como la tuya.

―Me gustó.
―Mentirosa. ―Se rió, solt{ndome.
―Lo hizo ―insistí, volviendo mi rostro hacia él.
―Voy a darme una ducha ―dijo con incomodidad, haciéndome reír.
―Te has sonrojado como una niñita ―lo provoqué, saltando cuando dio
un paso de nuevo hacia mí.
―No me sonrojo ―discutió.
―Oh, sí, lo haces. Te vuelves rojo como un tomate.
Chillé cuando se movió por mí y me reí histéricamente mientras me
perseguía alrededor de la mesa.
―¡Atr{pala! ―gritó Keller, corriendo en la habitación.
―¡Espera! ―gritó Shane, agarrando mis caderas y poniéndome detr{s de
él antes de que Keller pudiera chocar contra mí―. Nada de armar jaleo con la
tía Katie esta noche, ¿de acuerdo, amigo?
―¡Ah, hombre!
―Lo sé. Pap{ no debería haberla perseguido ―replicó Shane con seriedad,
echando un vistazo sobre su hombro para dirigirme una sonrisa torcida―. Voy
a ducharme. ¿Por qué no ves si hay algo en lo que puedas ayudar a la tía Kate?
Shane extendió la mano detrás de él y le dio a mi cadera un ligero golpe
antes de salir tranquilamente de la cocina. Miré con fijeza su culo hasta que ya
no pude verlo. Mierda.
Negué y le sonreí a Keller, que me estaba mirando con una extraña
expresión en su rostro.

―Mierda ―gemí en la ducha m{s tarde esa noche. Los niños estaban por
fin en sus camas e Iris se había quedado dormida después de mamar un
poquito justo después de cenar. Habían pasado horas desde entonces y cuando
había hablado con la enfermera consejera, quien sabía mi nombre después de
todas las veces que había llamado por Gunner, me había asegurado que Iris
podría tardar más de dos horas entre amamantamientos.
Desafortunadamente, mis pechos no entendieron el memo. Estaban duros
como rocas y dolían tanto que estaba llorando. Había sacado mi extractor de
leche materna, tomé una mirada del mismo y me di cuenta de que esa cosa no
iba a estar en ninguna parte cerca de las chicas cuando dolían tanto. De acuerdo
con la enfermera, una ducha caliente era la siguiente mejor cosa, así que había
entrado y dejé que el agua caliente cayera por mi cuerpo en un intento por
extraer algo de leche y darme un pequeño alivio. No parecía estar ayudando.
―¿Kate? ―llamó Shane, sobresalt{ndome. Siseé cuando uno de mis
brazos rozó el lado de mi pecho. Dios, era una agonía.
―¿Sí? ―grité temblorosamente.
―Has estado aquí por un tiempo, nena. ¿Todo bien? ―Su voz se iba
acercando.
―Sí, saldré en un minuto ―grité en respuesta.
Debió haber oído algo en mi voz porque, en cuestión de segundos, retiró
la cortina un poco y deslizó la cabeza dentro de la ducha llena de vapor.
―¿Qué pasa?
Me volví hacia él y mordí el interior de mi mejilla cuando sus ojos se
ampliaron.
―¡Jesucristo! ―dijo―. ¿Qué mierda?
―Iris no tiene hambre. ―Sorbí―. Duelen tanto.
Se apartó de la cortina y en segundos, entró en la ducha desnudo y
mirando con fijeza mis pechos.
―Toma una buena mirada ―bromeé, apuntando a las chicas―. Nunca las
ver{s tan animadas de nuevo. ―La última palabra fue casi un sollozo, era tan
miserable.
―Dios, parecen<
―Horribles ―interrumpí, asintiendo. Las venas azules en mis pechos eran
vívidas contra la blancura de mi piel. Parecía como si las hubiera dibujado con
afilada cera, dándoles un ligero aspecto en relieve.
―Dolorosas ―corrigió suavemente―. ¿Has hablado con la enfermera?
―Dijo que tomara una ducha caliente ―respondí con frustración,
retrocediendo cuando alzó su mano para tocarme―. Obviamente no est{
funcionando. Puede que quieras irte mientras puedes. No me he afeitado en<
Dios, ni siquiera lo sé, y muy pronto estas bebés van a explotar completamente,
dejando salpicaduras de sangre y leche por todo el cuarto de baño.
―Estoy muy seguro de que no explotar{n ―dijo con horrorizada
diversión.
―No creo que siquiera sea capaz de que Iris se agarre en este punto. Se
van a quedar de esta manera para siempre. ―Negué―. Y estoy teniendo esta
horrible sensación de dèjá vù. ¿No hemos estado aquí antes?
―Ducha equivocada ―replicó con seriedad―. Y la última vez vomitaste
en mis pies.
―De nada ―dije secamente―. Dios, esto es vergonzoso.
―No, el vómito es vergonzoso. Esto no lo es.
―Igual de vergonzoso.
―Nop. Mierda, realmente no te has afeitado ―murmuró, mirando hacia
abajo.
―¡Dios, Shane! ¡Fuera! ―siseé, cubriendo mi entrepierna con mis manos y
siseando cuando el interior de mis brazos se presionó contra los lados de mis
pechos.
―Deja eso ―regañó, apartando mis brazos a los lados, sus ojos nunca
dejando los míos―. Tu cabello es m{s rojo aquí.
Sus dedos rozaron mi hueso púbico, y mi estómago saltó.
―Enfócate, Dirk Diggler.
―Estoy enfocado. ―Sus ojos se alzaron de golpe a los míos―. ¿Qué
hacemos?
―¡No lo sé! He estado en esta jodida ducha por siempre. ―Alcé mi
arrugada mano a su rostro―. Mis dedos nunca se recuperar{n.
Besó mis dedos, sus ojos arrugándose en las esquinas.
―Quédate quieta ―murmuró, levantando sus manos para ligeramente
pasar sus dedos sobre mis pechos. No dolió exactamente, pero todavía tensé mi
cuerpo y me quedé inmóvil< sólo por si acaso―. Ay ―dijo suavemente,
alzando la mirada para encontrarse con mis ojos.
―¿Hay algo peor que ay?
―Puto hijo de puta.
―Sí, eso lo cubre bastante. ―Me reí un poco.
Sus dedos se apartaron de mis pechos y se inclinó hacia delante para
besarme lentamente, envolviendo sus manos alrededor de mi espalda mientras
lo hacía. Quería tan desesperadamente apoyarme en él, pero sabía que sería
increíblemente doloroso.
―Quédate quieta ―me recordó contra mis labios, luego se retiró.
Antes de que entendiera lo que estaba haciendo, su boca se encontraba en
uno de mis pezones. Me sacudí, pero sus brazos me mantuvieron inmóvil
mientras succionaba suavemente, una, luego dos veces. Cuando finalmente se
retiró, vi su boca curvarse en una sonrisa satisfecha. Luego se movió al otro
pecho e hizo lo mismo.
Cuando terminó, yo estaba goteando y la leche materna se deslizaba
lentamente por mi torso, mezclándose con la refrescante agua de la ducha.
―Mierda.
―Lo arreglé ―dijo con orgullo, levantando sus manos para masajear mis
pechos suavemente.
―Oh, Dios mío, empieza a sentirse mejor ya ―gemí, cerrando mis ojos
con alivio―. Gracias. Eso fue muy raro, pero gracias.
―¿Por qué fue raro? ―preguntó con una risa, haciendo que mis ojos se
abrieran.
―Acabas de chupar leche materna de mis pezones.
―¿A diferencia de chupar de otros lugares? ―preguntó, alzando una ceja.
―Eh, no. Leche materna. En tu boca.
―¿Y?
―¿Y qué? ¡Leche materna en tu boca! ―Cuanto m{s lo decía, m{s se
enrojecía mi rostro.
―Katie, he tenido mi rostro en tu coño ―replicó sin rodeos, haciendo que
mi boca se abriera con sorpresa―. Pr{cticamente he tenido mi rostro por cada
parte de tu cuerpo. Un poco de leche materna no es nada.
―¿Cómo sabe? ―pregunté en un balbuceo.
―Un poco dulce ―dijo, ladeando la cabeza―. Como nada, realmente.
―Ah.
―¿Te sientes mejor?
Alcé la mano para frotar mis pechos.
―Sí, maldición. Mucho mejor ―exhalé.
―Bien.
Se inclinó hacia abajo rápidamente y me besó duro, sus dedos
deslizándose por mi cuerpo hasta que alcanzó el vello entre mis muslos.
―Esto es tan jodidamente sexy ―murmuró, deslizando su mano m{s a
fondo entre mis muslos―. ¿Por qué mierda es eso tan sexy?
―¿Porque raramente ves mujeres con vello púbico? ―pregunté,
intentando mantener el equilibrio cuando sus dedos encontraron mi clítoris.
―Est{s tan jodidamente madura en este momento ―gimió, lamiendo mi
boca―. Dios, voy a tener que embarazarte de nuevo cuando hayas terminado
de amamantar. Necesito más tiempo contigo así.
―C{lmate, turbo ―jadeé, estremeciéndome cuando el agua cayó sobre
nosotros de fresca a fría―. Tenemos cinco hijos. No m{s.
Extendió la mano detrás de mí y cerró la ducha antes de que terminara de
hablar, retirando sus manos para abrir la cortina de la ducha.
―¿No m{s? ―preguntó en voz baja mientras me ayudaba a salir de la
ducha y empezaba a secarme.
―Dios, ni siquiera puedo pensar en m{s justo ahora.
―Entonces, ¿es un tal vez?
―¿Podemos dejar que Iris pase su primer cumpleaños? Todavía me estoy
recuperando del parto.
Shane palideció y echó un vistazo abajo rápidamente.
―¡No! ―solté―. No, eso est{ curado. Listo.
Se rió.
―Es bueno saberlo.
―No quería decir<
―Aj{.
―M{s quisieras ―dije altivamente, abriendo la puerta del baño mientras
todavía estaba allí mojado.
―¡Mierda, Kate! ¡Frío!
Me reí y salí de puntillas de la habitación de Shane y fui a la mía. Había
estado usando la ducha de la habitación principal desde que me quedé
embarazada de Iris, y no había parado a pesar de que Shane había vuelto. No
era como si él alguna vez durmiera en su habitación, de todos modos<
terminaba acurrucado a mi lado en la habitación de invitados cada noche.
Iris estaba despierta, pero por suerte sin llorar cuando volví a mi
habitación. Cerré la puerta firmemente detrás de mí, dejé caer mi toalla y la
recogí, casi llorando de gratitud cuando inmediatamente volvió su cabeza y se
agarró a mi pezón. Ah, felicidad.
―Buena chica, Iris ―dijo Shane mientras entraba en mi dormitorio,
cerrando la puerta detrás de él.
―No es un perro ―repliqué, poniendo los ojos en blanco.
―Sí, pero te est{ vaciando, lo que significa que no te vas a despertar con
dolor en un poco< Maldición, te ves increíble en este momento ―exhaló,
mirando fijamente.
―Mi cabello<
―Est{s desnuda y dando de mamar ―interrumpió―. Pareces algún tipo
de diosa de la fertilidad.
―Bien< me quedé embarazada después de una noche de sexo. Eso es
bastante fértil.
Resopló, negando.
―Mi súper poder es hacer bebés.
―Eres malditamente buena en eso ―replicó, levantando sus cejas y
bajándolas mientras se tumbaba en la cama a nuestro lado.
―Mierda. ―Me reí―. Caí directa en esa.
―Soy feliz ―anunció Shane, dejando escapar un suspiro contento
mientras se ponía boca arriba―. ¿Eres feliz?
―Sí. ―Miré a Iris, sonriendo cuando vi la manera en la que me miraba―.
Más que feliz.
―¿Te hago feliz? ―preguntó suavemente.
―Los niños y tú.
―Siempre te haré feliz ―prometió, extendiendo la mano para posarla en
mi muslo.
―Hasta que dejes tus apestosas ropas de gimnasio en el suelo del cuarto
de baño ―repliqué tristemente.
―Excepto entonces.
―Creo que puedo vivir con eso. ―Moví a Iris al otro lado y luego la puse
en la cama. Por suerte, había empezado a dormir la mayor parte de la noche, lo
que significaba que iba a conseguir unas seis horas completas de sueño antes de
despertarme de nuevo.
Caminé hacia la cómoda, pero la voz ronca de Shane me detuvo en seco.
―No te vistas.
―Eso sería irresponsable ―susurré incómodamente―. ¿Y si hay un
incendio?
―Te vestiré antes de que vayamos a dormir ―prometió, sent{ndose en la
cama.
―¿Tú me vestir{s?
―Estar{s demasiado cansada para hacerlo tú ―dijo con confianza, sus
ojos encontrando los míos antes de deslizarse por mi cuerpo.
Mis pezones se endurecieron ante sus palabras y sus ojos llamearon en
respuesta.
―Ven aquí, Kate.
Me moví hacia él sin pensar conscientemente y cuando pudo alcanzarme,
me atrajo entre sus muslos extendidos.
―¿Me deseas? ―preguntó en voz baja, pasando sus manos por la parte
exterior de mis piernas.
―No me he afeitado las piernas ―respondí, empujando sus manos. Dios,
¿por qué esa mierda sólo me pasaba a mí?
―Déjalo, Kate ―ordenó Shane, golpeando ligeramente mis manos para
apartarlas, así podía poner las suyas de nuevo en mis muslos―. Deja de
preocuparte por tus piernas. Están bien. Suaves.
Forcé a mis manos a caer en mis costados y encontré sus ojos.
―¿Me deseas? ―preguntó de nuevo, sus manos moviéndose hacia dentro
antes de deslizarse de nuevo al exterior de mis muslos.
―Sí ―susurré en respuesta, mi corazón aceler{ndose. Dios, había pasado
una eternidad desde que había tenido sexo. La necesidad por la conexión casi
superaba mi autopreservación. Shane me había visto en mi peor momento,
demonios, me había visto por las mañanas antes de que tuviera la oportunidad
de cepillarme los dientes, pero todavía me deseaba. Sabía todos mis secretos y
todas mis rarezas. Pero aun así, me aterrorizaba tener sexo con él.
Sabía que una vez que la línea fuera cruzada de nuevo, no habría vuelta
atrás.
―¿Est{s lista para mí? ―preguntó, buscando mis ojos mientras sus manos
trazaban la pequeña bolsa de mi barriga y la curva de mi cintura.
―No ―respondí con mis ojos agu{ndose.
―Est{ bien, nena ―dijo gentilmente, aunque podía oír la decepción en su
voz―. Tenemos todo el tiempo del mundo.
―Lo siento ―gemí, extendiendo las manos para frotarlas por su corto
vello―. Sólo<
―No est{s preparada ―terminó con un asentimiento.
―Estoy siendo ridícula.
―No, est{s siendo cauta. Lo entiendo, Katiebear.
―¿Qué estoy esperando? ―pregunté en voz baja mientras sus manos se
deslizaban a mi alrededor y ligeramente sobre las curvas de mi culo.
―No lo sé, nena ―replicó con seriedad―. Pero lo sabr{s cuando ocurra.
―Estoy cansada ―dije con poca energía, dejando caer mis manos a mis
costados.
―Vamos a dormir, entonces. ―Se levantó de la cama y me dio una ligera
palmada en el culo, moviéndose a mi alrededor para agarrar un camisón y un
par de bragas de mi cómoda.
Me vistió con gentileza y besó mi frente.
―Te dije que iba a vestirte.
Una vez que estuvimos de vuelta en mi cama, se acurrucó a mi alrededor
y se quedó dormido rápidamente, pero no pude dormir por un largo tiempo.
Me sentí como la mierda por rechazarlo de nuevo, pero la idea de tener sexo
con Shane causaba este extraño aleteo de pánico profundo en mi estómago que
no podía ignorar.
Confiaba en mi instinto.
―¿Q ué demonios Keller? ―grité con frustración dos semanas
después, sabiendo que debería intentar mantener mi voz
baja, pero sin ser capaz de calmarme.
Estaba mirando una carta que había traído a casa de la escuela, y no podía
creer lo que estaba leyendo.
Mi niño, mi dulce y sensible niño quien era protector con Gunner e Iris
como si fueran sus hijos, era un bravucón en la escuela.
―¿Qué est{ pasando? ―pregunté, moderando mi voz un poco.
Él estaba de pie frente a mí, sus brazos cruzados sobre su pecho; lo cual a
propósito ya no era lindo, y se negó a decir una palabra. En cambio, estaba
fulminándome con la mirada como si no pudiera soportar verme. No entendía
qué estaba pasando.
El primer mes de escuela había sido difícil para Keller. No le gustaba estar
lejos de casa todo el día, y parecía que no estaba haciendo amigos en su clase.
Pero pensé que se estaba ajustando. Había despertado del bajón en que había
estado y había vuelto a hacer el mismo temerario juguetón que todos
conocíamos y amábamos.
―¿Y bien? ―pregunté con exasperación, apuntando y mirando a Sage y
Gavin, quienes estaban intentando husmear por la esquina de la pared antes de
volverme a mirar a Keller―. Tu maestra dice que has estado siendo malo con
otros niños. Que has estado poniéndoles apodos. ¿Es cierto?
Frunció el ceño, sus cejas juntándose.
―Respóndeme ―ordené.
Después de unos minutos de silencio, honestamente no tenía ni idea de
qué hacer. Quería enviarlo a su habitación, pero sabía que eso no era realmente
un castigo. Gavin y Keller tenían juguetes esparcidos de un extremo al otro de
la habitación. Esencialmente estaría enviándolo a jugar.
―Bien ―murmuré, caminando hacia una silla en la cocina y poniéndola
contra la pared―. Siéntate.
No se movió de su lugar, y finalmente tuve que tomarlo a fuerza de la
mano y llevarlo hasta la silla, levantando su rígido cuerpo hasta que estuvo
sentado.
―Puedes quedarte ahí hasta que estés listo para hablar ―dije con
frustración.
Miré a Gunner, quien estaba jugando tranquilamente en el suelo, y a Iris,
quien estaba dormida en su columpio, antes de sentarme a la mesa donde
podría revisar mi correo y vigilar a Keller.
No se movió. Sólo se quedó mirando la cocina.
Por una hora.
Luego dos.
Para cuando Shane vino a casa, yo estaba casi llorando y estaba tan
frustrada. No sabía qué hacer. No quería dejarlo ahí sentando, pero tampoco
quería que fuera más fuerte que yo.
―Papi est{ en casa ―dijo Shane mientras abría la puerta principal.
―¡Keller est{ en problemas! ―gritó Gavin, su voz un poco insegura.
―¡Gavin! Shh ―regañó Sage.
No podía ver a Shane, pero debió de haberles dicho algo porque de alguna
forma se quedaron callados. Pronto Shane entró en la cocina.
Vio a Keller sentando en la silla de la cocina luego me miró a mí,
levantando sus cejas.
―¿Cu{nto tiempo ha estado ahí?
―Un par de horas ―dije con frustración.
Debió de haber interpretado mal el tono de mi voz, porque de repente
estaba frunciendo el ceño.
―Sube a tu habitación, amigo ―le dijo a Keller, gir{ndose para verlo―.
Estaré ahí en un minuto.
Keller saltó de su lugar y corrió fuera de la habitación, lanzándome una
mirada de triunfo cuando pasó. Mi mandíbula cayó abierta por la sorpresa.
―¿Qué carajos, Shane? ―siseé, poniéndome de pie.
―Gracioso, esa iba a ser mi pregunta ―dijo en respuesta, desabotonando
su uniforme―. ¿Horas, Kate?
―¿Est{s bromeando en este momento? ―pregunté, mi voz baja.
―Tiene seis años y, ¿ha estado sentado en una silla de madera por horas?
―preguntó Shane burlonamente, quit{ndose la camisa―. Un poco excesivo,
¿no crees?
Mi corazón se aceleró mientras lo veía moverse por la cocina, colocando su
billetera y reloj sobre el mostrador antes de girarse para verme. No podía
hablar. Las palabras se sentían atoradas en mi garganta.
―No hagas esto de nuevo ―dijo, cuando todavía no le había respondido
después de unos momentos. Se movió para salir de la cocina, y espeté.
―Maldito idiota ―dije furiosa, l{grimas llenando mis ojos―. Tuvo la
oportunidad irse. Lo único que tenía que hacer era hablar conmigo.
―¿Qué?
―No puedo creerte. ―Sacudí mi cabeza, cerrando mi port{til y
desliz{ndolo bajo mi brazo―. Keller estaba ahí sentado porque estaba siendo
terco como el infierno. Lo único que tenía que hacer era decir una palabra sobre
por qué su maestra me envió una nota a casa de la escuela diciendo que Keller
estaba siendo un bravucón.
―¿Qué demonios? ―preguntó Shane, su cabeza gir{ndose hacia atr{s.
―Sí, eso fue lo que pensé ―respondí. Dejé mi portátil en la alacena sobre
el mostrador donde los chicos no podrían alcanzarlo y agarré mis llaves―. Voy
a la tienda. Acabo de alimentar a Iris, así que debería estar bien por un rato.
―Kate ―me llamó Shane, pero no me detuve mientras pasaba por la sala
de estar, diciéndole adiós a los niños mientras pasaba. Estaba tan furiosa que
tenía que salir antes de decir algo que no quisiera.

Me tomé mi tiempo en la tienda de víveres. Me tomé muchísimo tiempo en


la tienda de víveres. Para cuando llegué a casa, ya era pasada la hora de dormir
de los niños, y estaba segura que Shane había tenido que calentar algo de leche
materna de la que tenía en la nevera para Iris. Me había ido por horas.
Mi enojo se había convertido en frustración, la cual se convirtió en dolor.
Quería decir que no podía creer que Shane hubiera actuado inmediatamente
como si yo fuera una perra sin corazón por disciplinar a Keller, pero no pude.
Había dejado su opinión muy clara sobre eso hace un tiempo, y dado que nunca
habíamos tenido otra discusión, me había permitido olvidarlo.
Era difícil volver a la realidad.
Retrocedí mi camioneta en la entrada y subí la ventanilla antes de salir. La
idea de cargar todos los víveres que había comprado hizo que mis hombros se
hundieran, pero de todos modos agarré un gran paquete de papel higiénico y
dos galones de camino.
Odiaba comprar víveres con los niños, pero no podía negar cuanto más
fácil era cuando me ayudaban a descargar el auto.
―Hola ―dijo Shane, apagando la televisión cuando pasé por la sala de
estar.
―Hola ―respondí, dejando la leche en el mostrador y el papel de baño en
el suelo antes de dar vuelta―. Hay un montón de víveres en el auto.
Asintió y me siguió afuera, agarrando la mitad del contenido de mi cajuela
de una vez. Nos movimos en silencio alrededor del otro, guardando las cosas.
Estaba demasiado cansada para siquiera conversar con él de cualquier asunto
normal.
Después que terminamos de guardar todo en su lugar correcto, me giré y
me fui a mi habitación sin decir ni una palabra. Por primera vez, cerré la puerta
detrás de mí. Si los chicos necesitaban algo en la noche, Shane podía encargarse
de ello.
Me desnudé quedando con mi camiseta y ropa interior antes de revisar a
Iris, quien estaba durmiendo pacíficamente. Luego me arrastré entre las
sábanas.
Estaba sólo< melancólica. Esa era la mejor palabra para esto. Habíamos
estado funcionando tan bien durante tanto tiempo que me había sentido
satisfecha con cómo estaban las cosas. No había pensado siquiera dos veces
cuando senté a Keller en esa silla. Lo había odiado, pero mierda, todo lo que
tenía que hacer era hablar. Mi estómago se hundió mientras pensaba en cómo
había estado comportándose en la escuela. ¿Algo le estaba sucediendo? Había
parecido bien hasta que le pregunté sobre la nota de su maestra. ¿Había
ignorado algo? ¿Qué estaba haciendo mal?
El pomo de la puerta se sacudió, miré hacia allá antes de cerrar mis ojos y
tirar del cobertor más arriba de mis hombros. Sólo quería dormir y comenzar de
nuevo en la mañana. Todo lucía mejor en la mañana.
En minutos, escuché otro sonido en la puerta, y miré con incredulidad
mientras se abría, la luz del pasillo delineando el torso desnudo de Shane.
―No puedes hacer eso ―dijo en voz baja, entrando y cerrando la puerta
hasta que sólo una rendija la luz permaneció―. Duermes conmigo< incluso
cuando estés enojada.
―No quería dormir contigo ―contesté llanamente, qued{ndome inmóvil
bajo las mantas. Si creía que simplemente iba a ignorar la mierda que hizo esta
noche, tristemente estaba equivocado.
―Cuando est{s enojada, ya no puedes alejarte. ―Rodeó la cama y se
recostó detrás de mí, un par de centímetros separaban nuestros cuerpos.
Resoplé.
―Pensé que estabas en esto conmigo, Kate ―dijo en voz baja, frustración
enlazando cada palabra.
―Sí, bueno, también yo.
―¿Qué significa eso? ―Rodó sobre su costado y se inclinó sobre un codo
para ver mi rostro.
―Había olvidado que no querías que disciplinara a los niños ―respondí
amargamente―. No hay problema, jefe.
―No. no hagas eso. Estoy tratando de hablar contigo.
―Probablemente deberías haber hecho eso antes de hacerme sentir como
una mierda ―dije, maldiciendo en silencio que mi voz se tambaleara―. No
quería hacer que se quedara ahí sentado, Shane. Pero si lo hubiera dejado ir,
habría sabido que podría hacer esa mierda otra vez.
―No sabía<
―No preguntaste. Sólo entraste y me hiciste parecer como el chico malo,
una vez más desautorizando cualquiera maldita cosa que dijera Pensé que
habíamos superado esa mierda. Tan estúpida.
―¡Lo siento! ―gritó―. Pero no ayudas a la situación cuando simplemente
te vas. ¡Te fuiste por horas, Kate!
―Bueno, necesitaba un maldito minuto para tomar aire.
―Podría haberme servido algo de ayuda con nuestro niño de seis años
quien estuvo completamente callado cuando intenté hablar con él. ―Su voz se
elevó cuando se levantó de la cama, y de repente los gritos de Iris llenaron la
habitación―. Iré por ella ―gruñó, apartando las mantas antes que yo pudiera
levantarme de la cama.
Su voz cambió a un suave arrullo cuando la recostó sobre la cama y
cambió su pañal, y tuve un nudo en mi garganta del tamaño de Texas cuando
me la pasó y volvió a acostarse, dándome la espalda.
―¿No dijo nada cuando trataste de hablar con él? ―pregunté después de
unos minutos de silencio.
―Nop. Sólo me miró como si fuera un idiota ―respondió
monótonamente.
―Dios, ¿me pregunto qué demonios le est{ pasando? ―Iris se soltó de mi
pecho, su boca abierta. Supuse que no tenía hambre, sólo enojada porque su
papá la hubiera despertado.
La acosté de nuevo en su cama y me subí junto a Shane, mirando su
espalda. Quería estirarme y tocarlo, pero todavía estaba enojada, muy
desilusionada de su actitud cuando llegó a casa.
―Algunas veces digo tonterías antes de pensar en ello ―dijo en voz baja,
su voz arrepentida―. Pero me doy cuenta, y me disculpo. No puedo
disculparme cuando no estás aquí, Katie.
Mordí el interior de mi mejilla mientras mis ojos se llenaban de agua y mi
nariz empezó a fluir.
―Necesito que me respaldes con los niños, Shane. Sin excepciones.
No se dio vuelta.
―Lo haré. Es parte de mi instinto dar un paso al frente, me cuesta mucho
detenerme. En especial cuando se trata de los niños. La mierda que vi en el
hogar de acogida<
El significado tras sus palabras me golpeó como un mazo, y apreté mis
puños tan fuerte que mis uñas mordieron mi piel. Me moví hacia adelante y
envolví mi brazo alrededor de su cintura, moldeándome a su espalda.
―Confío en ti, Kate. No sé por qué salto a conclusiones<
―Lo entiendo ―murmuré, besando su espalda―. Lamento haberme ido.
―Por favor no hagas eso nunca m{s. ―El dolor en sus palabras hizo que
mi respiración se atorara.
―No lo haré ―prometí, besando su espalda de nuevo.
―Estoy muerto ―dijo finalmente, levantando su mano para cubrir la mía
contra su vientre―. Resolvamos lo de Keller en la mañana.
Asentí y cerré mis ojos, respirando el aroma del hombre frente a mí.

A Keller se le prohibió jugar con electrónicos indefinidamente, pero aun


así todavía se negaba a hablar conmigo o con Shane sobre lo que estaba
pasando. No sabía qué hacer con él.
Por un tiempo, las cosas volvieron a la normalidad.
Entonces un día mientras estaba doblando la ropa en el sofá, el timbre
sonó.
Keller y Sage todavía estaban en la escuela, Gunner e Iris estaban tomando
la siesta, Dios, como amaba la hora de la siesta; y Gavin estaba sentando a la
mesa de centro coloreando tranquilamente. Salté del sofá y prácticamente corrí
a la puerta, temerosa que quien sea que fuera, tocara el timbre de nuevo y
despertara a los bebés, arruinando los pocos momentos de quietud que había
llegado a disfrutar.
―¿Qué demonios? ―exclamé felizmente cuando mi primo Henry
envolvió sus brazos a mi alrededor y me hizo girar en un círculo.
―¡Hola, Katiebear! ―dijo, sonriendo ampliamente.
―¿Qué demonios est{n haciendo aquí, chicos?
Vi más allá de él a Bram, Anita y Trevor parados alrededor con bolsos
esparcidos a sus pies.
―Vinimos a celebrar tus sucios treinta ―anunció Anita, dando un paso al
frente para quitar a Henry y así poder abrazarme―. Ahora, ¿dónde est{ mi
hermosa sobrina? ―Me empujó dentro de la casa y tuve que soltarla porque
Bram y luego Trevor me abrazaron para saludarme.
―No puedo creer que estén aquí ―dije, agarrando el bolso de Anita antes
que Bram lo quitara de mis manos―. Esto es genial. Entren.
Los chicos me siguieron dentro de la casa, justo cuando Anita bajaba las
escaleras, cargando a Iris.
―Estaba despierta ―me dijo felizmente Anita, haciéndole caras a la bebé.
―Eres tan mentirosa. ―Me reí, feliz por mi inesperada compañía.
―¡Tío Bram! ¡Tío Trev! ―gritó Gavin, saltando de su lugar en el suelo.
―Hola, hombrecito ―dijo Bram suavemente, abrazando a Gavin.
Miré alrededor del recibidor lleno de gente, tan emocionada que no sabía
qué hacer conmigo. Mis personas favoritas del mundo entero estaban todas en
un solo lugar. Si Alex hubiera venido con ellos, habría sido totalmente perfecto.
―Alex quería venir, pero no tenía ningún permiso. ―Henry me leyó la
mente, envolviendo su brazo alrededor de mis hombros―. Ahora, ¿tienes
cerveza en esta casa, o todo es jugo de manzana y leche materna?
Lo golpeé suavemente en el pecho y lo llevé hacia la cocina.
No podía esperar que Keller y Sage bajaran del autobús esa tarde.
―¿A qué hora llega Shane a casa? ―preguntó Trevor mientras todo el
grupo se desplazaba hacia la mesa de la cocina.
Ignoré el ceño fruncido de Bram mientras repartía lo que quedaba de
cerveza en nuestro refrigerador. No estaba segura de cuánto tiempo había
estado eso allí. Shane y yo casi nunca bebíamos.
―Normalmente llega a casa entre cuatro y media y cinco ―contesté―.
¿Forma parte de esto?
―Demonios, no ―gruño Bram, poniendo a Gavin en el suelo mientras
tomaba un lugar a la mesa.
―Oh, hombre. Va a estar emocionado ―exclamé, aplaudiendo.
―Lo dudo.
―C{llate, Bram ―regañe, pero había poco calor en mi voz. No podía creer
que estuvieran todos aquí, sentados en mi cocina y charlando de ida y vuelta.
Jodidamente lo amaba.
―Entonces, ¿cu{l es el plan para tu cumpleaños? ―preguntó Henry,
poniéndose cómodo en su asiento―. ¿Hay buenos bares por aquí?
―No tengo idea. ―Me reí entre dientes―. No salgo mucho, y vivía en
Carlsbad antes.
―Bueno, encontraremos uno. ¿Bar con karaoke? ―preguntó Anita,
sonriendo.
―No va a suceder ―refunfuñó Trevor.
―¡Bawk7!
―Muy madura, Ani.
Nos quedamos sentados alrededor de la mesa durante las siguientes dos
horas mientras Gunner se despertaba y los chicos corrían alrededor como
gallinas sin cabeza. Pocas veces teníamos a alguien, excepto a la familia
Camden o a Miles de visita para cenar. No estaba segura que la cocina alguna
vez hubiera tenido tanta gente al mismo tiempo.
Sage y Keller estuvieron igual de contentos cuando bajaron del autobús
gritando al ver a sus tíos y tías esperando por ellos en el porche. Suspiré con
felicidad mientras Keller jugaba a las luchas con Trevor y Bram en el jardín
delantero, sus risas haciendo eco a través del vecindario.
Necesitábamos esto, y no me había dado cuenta de cuánto hasta que vi
cuán felices estaban los niños.
Anita y Henry llevaron a Sage con ellos a la tienda para comprar
comestibles esa tarde. Para cuando Shane llegó a casa esa noche, tenía una
enorme olla de espaguetis hirviendo a fuego lento en la cocina y mi rostro dolía
de tanto sonreír.
―¿Qué demonios? ―preguntó Shane, riendo mientras entraba por la
puerta principal. Sus ojos inmediatamente se encontraron con los míos a través
de la habitación―. Hemos sido invadidos.
7
Sonido de gallina.
―¡Hola, hombre! ―gritó Henry, baj{ndose del sof{―. Cu{nto tiempo sin
verte.
―¿Cómo demonios llegaste aquí? ―preguntó Shane con asombro
mientras envolvían sus brazos alrededor del otro y hacían la cosa extraña de
palmearse en la espalda que los hombres hacían.
―Tenía algo de tiempo, decidí tomarlo y venir a visitar a mi prima
favorita ―respondió Henry con una sonrisa―. Tratando de ser trasladado aquí.
Veremos cómo resulta.
―A Kate le encantaría eso ―dijo Shane con un asentimiento.
El ruido en la habitación aumentaba con todos hablando por encima del
otro, y me relajé contra el costado de mi hermano en el sofá. Estaba tan
increíblemente feliz que podría haber gritado por ello.

―¿Van a quedarse aquí? ―les pregunté a todos, mirando alrededor hacia


donde estaban tendidos en el suelo y los sillones.
―Les dije que era una mala idea ―gritó Anita desde donde estaba
descansando su cabeza en el estómago de Trevor. Lucían como una T gigante
cubriendo la mitad del piso de la sala de estar―. Nadie me escucha.
―No tenemos tantas camas ―dije en voz baja, mirando hacia donde
Henry y Shane estaban hablando de trabajo al otro lado de la habitación.
―¡Sof{! ―gritaron Bram y Trevor al mismo tiempo, asegur{ndose sus
lugares para dormir durante la noche.
―Bien, chicos ―se quejó Anita―. Jodidos caballeros de verdad.
―Puedo dormir en cualquier parte ―dijo Henry con una risa entre
dientes―. El piso va a sentirse como una jodida cama de plumas.
―Ani puede dormir en mi dormitorio ―dijo Shane, inclinando su botella
de cerveza hacia ella.
―¿Qué demonios? ―gruñó Bram, mirando entre Shane y yo.
―No voy a dormir ahí con ella, idiota ―se mofó Shane, una sonrisa
mordaz cruzando su rostro―. No usamos esa habitación de todos modos.
Las cejas de Ani se alzaron y bajaron cuando le lancé una mirada y sacudí
mi cabeza con molestia. Mi entusiasmo por su visita estaba lentamente
perdiendo fuerza.
Los niños todavía tenían escuela en la mañana, y después de quedarse
despiertos hasta bien pasada su hora de dormir esa noche, iban a ser unos
completos terrores por la mañana. ¿Cómo demonios iba a prepararlos para salir
cuando tenía gente durmiendo en cada superficie disponible de la casa?
―Vamos a ir arriba ―anunció Shane de repente, viendo el p{nico en mi
rostro―. Te mostraré donde dormir, Ani.
Todos estuvieron de acuerdo en que era hora de irse a la cama y
comenzaron a moverse silenciosamente alrededor de la casa preparándose para
dormir. Afortunadamente, teníamos mantas y almohadas para todos, y en poco
tiempo las luces fueron apagadas y Shane, Ani y yo estábamos subiendo las
escaleras.
―¿No duermes en la habitación principal? ―preguntó Anita en voz baja
cuando la conduje dentro del dormitorio de Shane, mientras él revisaba a los
niños.
―No ―respondí simplemente―. Tengo mi propia habitación.
―¿En la que según parece duerme Shane?
―Sí.
―Eso es raro ―dijo pensativa, cerrando la puerta para poder ponerse la
pijama.
―No estoy durmiendo aquí ―murmuré, entrando en el baño para
cepillarme mis dientes.
―Oh, sí ―dijo, siguiéndome detr{s―. No querría dormir en la habitación
de Rachel, tampoco.
Puse un poco de pasta dentífrica en mi cepillo y lo metí en la boca sin
responder. No sabía que decir. Shane había sacado todo lo que había
pertenecido a Rachel mucho antes de su despliegue, y la habitación lucía como
si siempre hubiera sido exclusivamente suya< pero había estado ahí con
Rachel más veces de las que podía contar.
―No es que sea un gran problema ni nada ―murmuré alrededor de la
espuma blanca en mi boca―. Es sólo que nunca salió al tema, y estoy segura
como el infierno que no voy a traerlo a colación. Supongo que, si me quisiera
aquí, ya me lo habría pedido.
―Entonces, ¿qué, solo van a dejar la habitación principal vacía? Eso no
tiene mucho sentido.
―Demonios, no lo sé. ―Escupí y enjuagué mi boca con agua de grifo.
―¿Las cosas est{n bien entre ustedes ahora? ―preguntó Ani, siguiendo
mi ejemplo y escupiendo su pasta de dientes.
―Supongo.
―¿Qué quieres decir?
―Kate, ¿est{s lista para ir a la cama? ―preguntó Shane, asomando la
cabeza por la puerta.
―Sí. ―Me volví hacia Ani y le di un fuerte abrazo―. Estoy tan contenta
que estés aquí.
―Yo también.
Shane abrió la puerta para que pudiera pasar junto a él, luego me siguió
hasta mi habitación.
―No puedo creer que estén todos aquí ―susurré con una sonrisa,
encontrándome con los ojos de Shane mientras me bajaba mi pantalón de yoga.
―No puedo creer que todos se estén quedando en nuestra casa ―dijo
Shane con una risa, sacándose la camiseta por encima de su cabeza―. Pensé
que la cabeza de Bram iba a explotar cuando le dije a Ani que podía dormir en
mi cama.
―Lo hiciste a propósito. ―Rodeé mis ojos.
―Demonios, sí, lo hice. Dios, tu hermano es tan imbécil.
Iris se movió y ambos nos quedamos paralizados, nuestros ojos
moviéndose rápidamente hacia la cuna que estaba entre la cama y la pared. Sus
brazos se sacudieron antes que se relajara de nuevo, y tan pronto como se
quedó quieta, nos subimos con cuidado a la cama, acostándonos frente al otro.
―Sólo es protector ―susurré mientras Shane me atraía hacia él.
―Est{ en mi jodida casa ―respondió con incredulidad.
―Sí, desconsiderado. ―Me reí en voz baja, estir{ndome para pasar una
mano por su cabello corto. Acababa de cortarse el cabello, y me gustaba cómo
se sentía contra mis palmas.
―Me gusta esta camiseta ―dijo Shane inesperadamente, sus fosas nasales
ensanchadas.
―¿Qué? ―Miré a la camiseta de tirantes para lactancia que estaba usando.
Tenía como cuatro de ellas, y las usaba todo el tiempo, por lo que empezaban a
lucir un poco andrajosas.
―Sólo un pequeño tirón< ―Deslizó el dedo debajo del pequeño tirante
junto a mi clavícula.
Mi respiración se quedó atrapada cuando miré su rostro, con su dedo
subiendo y bajando el tirante. Habíamos estado andando por una delgada línea,
a veces metiéndonos a la cama prácticamente vibrando con tensión sexual, pero
aun así no habíamos tenido sexo. Shane estaba más allá de listo, pero seguía
rechazándolo.
Finalmente dejó el tirante abajo y levantó la vista a mi rostro mientras sus
dedos bajaban la tela.
―¿Qué est{s haciendo? ―susurré sin aliento.
―Te he estado observando toda la noche ―dijo en voz baja―. Tan
hermosa. Sonriendo y riendo, has estado usando tu cubierta para lactancia, así
que ni siquiera he conseguido echar un vistazo<
La tela atrapó mi pezón y finalmente cayó debajo de mi pecho.
―Ah, ahí est{ ―suspiró Shane, pasando suavemente sus dedos sobre mi
pezón.
―Creo que probablemente esto tiene m{s que ver con la cerveza que
estuviste bebiendo ―respondí, tragando saliva con fuerza.
Shane escogió ese momento para inclinarse y envolver los labios alrededor
de mi pezón, haciendo que mis caderas se sacudieran hacia delante. Gruñó
profundo en su garganta, chupando suavemente mi pezón hasta formar un
duro pico mientras se estiraba para poner mi pierna sobre la suya.
Mi cuello se arqueó cuando su mano se deslizó entre nosotros, y jadeé
cuando sus dedos pasaron por la cara interna de mi muslo. Debería haberme
puesto pantalón para dormir, pensé mientras sus dedos se movían por debajo de la
tela de mi ropa interior. Estoy jugando con fuego.
―Esto no es una buena idea ―traté de decir cuando sus dedos rozaron mi
entrada.
―Es una fant{stica idea ―murmuró Shane alrededor de mi pecho―. Mira
lo húmeda que est{s. Sólo déjame< ―Dejó de hablar cuando un dedo se
deslizó dentro de mí, haciéndonos gemir a ambos.
―Mierda ―jadeé, rodando mis caderas. Había pasado tanto maldito
tiempo que se sentía como si todo mi cuerpo fuera a estallar en llamas por sólo
ese pequeño punto de contacto.
―Ahí lo tienes ―susurró, levantando su cabeza para atrapar mis labios
con los suyos mientras añadía otro dedo.
Deslizó su lengua dentro de mi boca mientras yo comenzaba a temblar, y
lo besé de vuelta hasta que finalmente no pude concentrarme en su boca y su
mano al mismo tiempo.
―M{s fuerte ―ordené, apretando mis dientes tan fuerte que fue un
milagro que no los astillara.
―Maldición ―gruñó, succionando mi hombro mientras me acercaba cada
vez más y más al borde.
Mis manos estaban frenéticas mientras trataba de tocar todo su torso al
mismo tiempo, las uñas de una mano clavándose en el antebrazo entre nosotros
mientras se flexionaba una y otra vez. Sus dedos estaban curvados dentro de
mí, y cada vez que movía la mano hacia arriba, su palma se frotaba sobre mi
clítoris hinchado.
Me corrí duro, con mi boca en su garganta mientras trataba de no hacer
ningún ruido.
―No puedo< ―comencé cuando sus dedos finalmente se deslizaron
fuera de mi ropa interior, su húmeda mano posándose suavemente sobre mi
bajo vientre.
―Lo sé, nena ―dijo, respirando con fuerza―. Mierda. Eso era todo lo que
quería.
Me quedé mirándolo con incredulidad, y se rió entre dientes antes de
gruñir.
―No estaba esperando otra cosa.
―Bueno, ahora realmente me siento como una idiota ―murmuré,
haciéndolo resoplar.
―Después de toda esta espera, no voy a follarte con nuestra casa llena de
familiares ―dijo con una sacudida de su cabeza―. No es el momento oportuno.
―Bueno, ¿y qué fue esto? ―pregunté mientras se apartaba, baj{ndose de
la cama para agarrar una toallita para bebés para limpiarse las manos.
―Sabía que podía mantenerte en silencio, pero de ninguna manera yo
sería capaz de hacerlo ―me dijo con una sonrisa retorcida, subiéndose de
nuevo a la cama sobre sus manos y rodillas.
―Soy bastante buena en el sexo ―respondí seriamente, relajando mi
cuerpo en la cama mientras asentía.
Su rostro mostró sorpresa por un momento antes de comenzar a reírse a
carcajadas, cayendo en su lado de la cama.
Lo observé, riendo por la forma en que se agarraba el estómago.
―Lo eres ―reconoció a través de risas.
Ni siquiera pude sentirme frustrada cuando Iris se despertó y comenzó a
balbucear desde su cuna.
No podía recordar la última vez que había tenido un día tan maravilloso.
ate estaba prácticamente saltando alrededor de la casa cuando llegué
K del trabajo el viernes por la tarde. Ella y Anita estaban decidiendo
qué se pondrían cuando saliéramos para celebrar su cumpleaños esa noche.
En realidad, no cumplía los treinta hasta el lunes, pero debido a los
trabajos de todos, tenía más sentido para el grupo, a quien Ellie y Liz se habían
referido acertadamente, pero de manera poco original como “los niños” aunque
todos nosotros ya éramos adultos desde hacía tiempo, que nos visitaran
durante el fin de semana.
Kate se había estado preocupada por buscar una niñera después que la
emoción inicial sobre su visita hubiera disminuido un poco, pero le prometí que
me ocuparía de ello. Trevor me había apartado y me había explicado que las
sorpresas para Kate todavía no habían acabado.
Katie estaba sentada a la mesa de la cocina con Anita, el maquilla
esparcido delante de ellas, cuando unos gritos emocionados llenaron la parte
delantera de la casa.
―¿Qué? ―preguntó Kate confundida, toda su cara iluminada mientras
empezaba a ver a las nuevas visitas―. Mierda ―gritó, levant{ndose.
―Feliz cumpleaños ―gritó Liz, levantando sus manos y sacudiéndolas de
un lado al otro.
―¡No puedo creer esto! ―Kate abrazó a su madre y me dirigió una gran
sonrisa sobre su hombro.
Estaba mirándome como si hubiera curado alguna enfermedad, aunque no
había tenido nada que ver con ello. No me importaba, tomaría el crédito si me
iba a mirar de esa manera.
Kate pasó por todos, dándoles abrazos a mi padre de acogida, a Dan, a
Ellie, y a Mike mientras parloteaba alegre.
―Hola hijo ―dijo Mike, caminando hacia donde estaba inclinado contra
la encimera―. Te he echado de menos.
―También te he extrañado ―le dije, yendo por un abrazo―. ¿Cu{nto se
quedarán?
―Oh, sólo hasta el s{bado ―me aseguró, guiñ{ndome un ojo―. Sin
embargo, Ellie y Liz se quedarán un poco más. Querían algo más de tiempo
después de que se fuera el resto.
―¿Se van a quedar aquí? ―gritó Katie nerviosa por encima del ruido.
―¿Por qué demonios haríamos eso cuando podemos quedarnos en una
habitación de hotel con servicio de habitaciones? ―preguntó su padre
tranquilamente, riéndose.
―Bueno, todo el mundo se quedar{ aquí<
―¡Abraham! ―le regañó Liz, gir{ndose para fulminar con la mirada a su
hijo―. Tu hermana ya tiene suficiente.
―Sólo estaremos aquí un par de días ―gruñó Bram.
―Traté de decírselo ―intervino Anita.
―Madre mía ―dijo Ellie, viniendo hacia mí―. No los educamos para que
actuaran como un puñado de langostas. Ven aquí ―me ordenó mientras
alargaba sus manos, levantando sus brazos.
―Hola, mam{ ―dije suavemente, inclinándome para abrazarla.
―¿Cómo te va?
―Bien ―respondí con un asentimiento.
―¿Sí?
Miré a Kate riéndose con su padre a través de la habitación y sonreí.
―Sí.

Más tarde esa noche, nos metimos en el SUV de Kate mientras Anita y
Henry se quejaban de tener que sentarse en la parte de atrás. No sabía por qué
estaban molestos, como los más jóvenes casi siempre se habían quedado con el
último trozo de pizza o los peores asientos en el auto.
―¡Karaoke! ―gritó Anita una vez que estaba saliendo por el camino de
entrada.
―¿Conoces algún bar de karaoke por aquí? ―preguntó Kate emocionada,
girándose hacia mí.
―¿Es ahí donde quieres ir? ―pregunté, tomando su mano con la mía.
Normalmente no mostrábamos afecto en público. Kate estaba demasiado
nerviosa para ese tipo de mierda, como si importara a la larga lo que la gente
pensara sobre nuestra relación. Así que me sorprendió cuando giró su mano y
enlazó sus dedos con los míos.
―¡Sí!
―Bien, conozco uno. Ten< ―Saqué mi teléfono de mi bolsillo―. Llama a
Miles y dile a dónde vamos.
―Me lo estoy pasando genial ―dijo, mirando mi teléfono.
―Casi no hemos salido de casa ―me reí.
―No importa. ―Sonrió, levantando el teléfono hacia su oreja―. Ya es el
mejor cumpleaños.

Trevor aceptó ser el conductor designado y para el momento en que ya me


había tomado unas pocas cervezas, supe que había sido una mala idea.
Las chicas estaban contentas, cantando canciones pop de los 80 cada vez
que las llamaban. Entre sus turnos, que eran cada media hora, bailaban y se
reían por el bar.
Mis ojos seguían a Kate por la habitación mientras se divertía, pero cuanto
más nos quedamos y más alcohol bebíamos, más cambiaba el humor de la
mesa.
Miles, sentado a mi lado, miraba a Anita mientras movía su culo,
completamente inconsciente del hombre sentado a su lado que miraba a Miles.
―Así que tú y Katie ―dijo Henry jovialmente por encima del sonido de la
multitud―. No vi eso venir.
―Sí ―murmuré mientras los ojos de Bram se movían de Miles a mí.
―¿Cómo demonios pasó?
Miré a Kate, riéndose de algo que había dicho Anita e ignoré la pregunta.
No iba a meterme en la historia rodeado de cientos de extraños en un bar. No
era de la incumbencia de Henry de todas formas.
―La folló ―dijo Bram groseramente después de un silencio incómodo―.
La emborrachó y la embarazó.
―C{llate, Abraham ―gruñí, neg{ndome a mirarle.
―Es la verdad. ―Se rió como un borracho―. En el aniversario de la
muerte de Rachel, para más detalles. Buen momento.
Kate me miró, sus ojos abiertos mientras me levantaba abruptamente de la
silla.
―Calla la puta boca ―dije al idiota al otro lado de la mesa.
―Vamos, Bram, déjalo ―dijo Trevor tranquilamente mientras Bram se
levantaba.
―Me pregunto cu{nto habías estado esperando ―musitó Bram,
mir{ndome de arriba a abajo―. Debía hacer mucho desde que habías follado.
Era buena suerte que Kate estuviera justo allí en tu puerta, preparada y deseosa
de rascar tu herida.
Me lancé sobre la mesa, tirando a Bram al suelo con todo el peso de mi
cuerpo.
―No sabes nada ―dije, golpe{ndole en la boca―. ¡Cierra tu puta boca!
Se movió, tirándome a un lado y pronto estuvimos rodando por el suelo,
tirando sillas y mesas mientras luchábamos.
No duró más de unos pocos minutos, pero para el momento en que Miles
me apartó de un ensangrentado Abraham, Kate estaba llorando.
―Fuera ―nos gritó un portero mientras llegaba hasta nosotros.
―Sí, hombre, nos vamos ―le aseguró Trevor, asintiendo a Henry, quien
estaba agarrando a Bram por detrás en un abrazo de oso.
Miles me empujó mientras yo trataba de llegar a Kate.
―No es el lugar, hombre. Espera hasta que lleguemos fuera ―me advirtió
en voz baja, urgiéndome a salir del bar.
Me limpié la sangre de debajo de mi nariz con el dorso de mi mano y los
seguí mientras Anita escoltaba a Kate delante de nosotros. Estaban hablando en
voz baja mientras Kate se limpiaba las lágrimas de su cara.
―Miles, ¿tienes a Shane? ―preguntó Trevor mientras salíamos.
―Oh, diablos no ―murmuré, moviéndome hacia el SUV de Kate.
―Seguro que no te meter{s en el auto con Bram ahora mismo ―me dijo
Trevor, negando.
―¿Qué demonios, Trev? ¿Escuchaste la mierda que decía? ―pregunté,
girando mi cabeza para encontrar sus ojos.
―Le escuché. El imbécil tenía ganas de pelea desde que llegamos.
―Trevor se frotó la parte de atr{s de su cuello―. No estoy poniéndolos a los
dos en un espacio pequeño con Anita y Kate, hombre. No va a pasar.
―Bien. ―Miré hacia el SUV y me encontré los ojos tristes de Kate,
suspirando. Qué gran cumpleaños―. Vamos, Miles.
Subimos a la camioneta de Miles y seguimos al resto del grupo de vuelta a
mi casa.
―¿Se va aquedar en tu casa? ―preguntó Miles, negando.
―Sí. Todos se quedan.
―¿Qué le pasa contigo?
―Me odia. La mierda que pasó con Kate no fue buena. La jodí mucho<
―No necesito saber los detalles ―intervino Miles.
―Sí, bueno, tampoco Bram, pero aparentemente sabe más de lo que creía.
Estacionamos cerca de la acera delante de mi casa, y abrí mi puerta.
―Gracias por el viaje.
―¿Necesitas que me quede? ―peguntó Miles mientras Bram salía
tambaleándose del SUV delante de nosotros.
―No, sus hermanos le mantendr{n en línea, y sus padres están en la casa
con los niños.
―¿Est{s seguro?
―Sí, ni siquiera Bram comenzaría con esta mierda con los niños aquí.
Saludé mientras caminaba hacia el frente de la casa, parándome fuera de
la puerta del copiloto del SUV de Kate. Se había dormido, su cabeza inclinada
contra el asiento.
―¿Quieres llevarla dentro? ―preguntó Trevor quedamente mientras
Anita y Henry caminaban con un Bram tambaleante hacia adentro.
―Sí, la llevaré.
Abrí la puerta y le quité el cinturón a Katie, deslizando mis brazos debajo
de ella para poder levantarla.
―Bram se va a sentir como una mierda por la mañana ―me dijo Trevor,
cerrando la puerta del auto después de que hubiese agarrando a Kate.
―Arruinó su maldito cumpleaños ―gruñí, situando a Kate m{s cerca de
mi pecho mientras ella enredaba sus brazos alrededor de mi cuello―. Necesita
controlar su mierda. Kate y yo estamos bien, ¿por qué demonios tiene que
continuar trayendo a colación esta mierda?
Caminé hacia la casa y me deslicé de lado mientras Dan sostenía la puerta.
―Parece que se divirtió ―dijo en voz baja.
―Sí, hasta que tu hijo perdió la cabeza.
―¿Qué sucedió?
Sacudí mi cabeza y llevé a Kate arriba hacia la cama. No se removió de
nuevo cuando moví sus manos de alrededor de mi cuello, y no me molesté en
hacer nada más que soltar su sujetador y bajarle los jeans y quitarle los zapatos.
Ella estaba muerta por hoy.

Agarré un trapo mojado y limpié mi rostro mientras revisaba a cada uno


de los chicos. Siempre hacia rondas por la noche, asegurándome que cada uno
de ellos estaba a salvo y dormido antes de irme a la cama. La mitad de las veces
uno de los chicos estaba en el suelo cuando los revisaba, y debía de volverlos a
meter en sus camas.
Pude escuchar el murmullo de voces mientras cerraba la puerta de Sage,
así que bajé de nuevo las escaleras. Bram estaba desmayado en el suelo de la
sala de estar, con una almohada bajo su cabeza. Quise patearlo, pero no lo hice.
―¿Café? ―preguntó Ellie mientras entraba a la cocina.
―Sí, gracias.
Todo el mundo estaba reunido alrededor de la mesa de la cocina, con
Trevor y Henry sentados en los taburetes de la barra al lado del mostrador.
―¿Est{s bien? ―preguntó Dan, mirando de mi cara al ensangrentado
trapo en mi mano.
―Sí, estoy bien ―resoplé, encontrando un asiento vacío y hundiéndome
con un gruñido. Bram me había lanzado contra las patas de la mesa, y podía
sentir moretones formándose en mi espalda baja.
―¿Qué demonios pasó? ―preguntó Liz, sus cejas se juntaron―. ¿Los dos
solo empezaron a lanzar golpes?
Sacudí mi cabeza, agradeciéndole a Ellie por la taza de café que había
dejado en la mesa frente a mí.
―Bram estaba hablando de m{s ―escupió Henry furiosamente, gir{ndose
a mirarme―. Lamentó haber sacado el tema, amigo. No tenía ni idea de que
esto iba a provocar un terrible tornado de mierda.
―No es tu culpa, Henry.
―Pensé que Kate iba a saltar entre ustedes ―dijo Anita suavemente, con
los ojos cansados y bordeados con manchas de maquillaje―. Dios, Bram es un
imbécil algunas veces.
―No debería haberlo golpeado ―dije, mi estómago tensándose mientras
pensaba en la conversación que tendría con Kate cuando despertara.
―Si no lo hacías, yo lo habría hecho ―dijo Trevor―. Y ni siquiera estoy
ebrio.
La conversación cambió a los talentos musicales de las chicas y las
canciones que habían cantado, antes de que Ellie, Dan y Liz se fueran mientras
el resto del grupo preparaba sus camas.
―¿Por qué te est{s quedando? ―pregunté a Mike, después de haberle
dado un beso de despedida a Ellie y haberme despedido.
―Voy a vigilar a Bram ―dijo, d{ndome una palmada en la espalda
mientras pasaba―. Dan tiene problemas durmiendo cuando no est{ en su
propia cama, así que era mejor que se fuera con Liz.
―No podía creer la mierda de esta noche ―gruñí, hundiéndome en mi
silla―. Empezó una pelea y yo me metí en esta.
―Ahora que tu madre se fue, ¿por qué no me dices lo que dijo?
―No fue tanto lo que dijo, sino cómo lo dijo ―le dije a mi pap{, apretando
mi mano en un puño. Mis nudillos estaban raspados―. Hizo un comentario
sobre que estaba mojando mi pene y como Kate sólo había estado esperando
para encargarse de eso.
―Santo Dios ―espetó Mike en disgusto.
―El resto de la mierda lo habría ignorado. Estaba ebrio y estaba siendo un
imbécil, pero hizo que Kate sonara patética. ―Miré a pap{ a los ojos―. Ella no
es patética.
―No necesitas convencerme de eso.
―La jodí bastante mal con Kate; eso lo sé. Pero sólo porque ella aguante
mi mierda no quiere decir que sea un maldito tapete.
―Ella te ama ―dijo Mike en voz baja―. El amor puede hacer caso omiso
de muchas cosas.
―Hemos estado bien.
―¿Ah, sí?
―Sí. Creo que est{ empezando a confiar en mí otra vez. He estado
esforzándome mucho por compensar la mierda de antes.
―Parece estar funcionando. Escuché un sermón sobre los arreglos de
dormir antes.
Mi rostro se enrojeció, y Mike se rió.
―No hay razón para avergonzarse.
―No hablaré de esto contigo.
―La confianza necesita tiempo, hijo ―informó Mike con una pequeña
sonrisa―. Sólo sigue haciendo lo que est{s haciendo y las cosas funcionar{n.
―¿Mam{ y tú alguna vez<?
―Demonios, era mucho peor que tú ―dijo con severidad―. Pero ese no
es un tema que vaya a discutir alguna vez con mis hijos.
Hice una mueca cuando pensé en discutir de mi pasado con Kate o alguno
de mis hijos.
―Est{ bien.
―Ser{ mejor que subas y duermas un poco. Sólo voy a trabajar en mi
crucigrama por un rato.

Me desperté con Kate acurrucada contra mí a la mañana siguiente, justo


cuando alguien abrió la puerta de nuestro cuarto.
―Sólo voy a agarrar a Iris ―susurró Liz suavemente, caminando en
puntitas hasta el borde de la cama―. Para que Kate y tú puedan dormir un
poco.
―Gracias, Liz ―murmuré mientras ella levantaba la risueña bebé de la
cuna.
Cerró la puerta detrás de ella cuando salió, y el sonido despertó a Kate lo
suficiente para que sus caderas se movieran contra mi erección matutina.
Mierda.
Las mañanas siempre eran lo más duro para mí, sin doble sentido. Kate no
tenía ni idea como se movía contra mí antes de despertarse por completo. Sabía
sin duda alguna que podría excitarla antes de que finalmente recuperara el
sentido y me dejaría hacer lo que quisiera< pero no quería comenzar de esa
forma.
Ella quería esperar; por cualquier razón, y quería que viniera a mí cuando
estuviera lista. Tener sexo con ella antes de que confiara plenamente en mí de
nuevo, se sentiría fantástico en el momento, pero las consecuencias no serían
tan bonitas. Ella no estaba segura todavía, y el sexo no iba a solucionar su
cabeza.
El sexo definitivamente mejoraba las cosas, pero no arreglaba nada.
Todavía estaríamos justo donde comenzamos incluso si estaba follándola contra
el colchón cada día.
Dios, necesitaba dejar de pensar en penetrarla mientras ella inclinaba sus
caderas contra mí.
―Dios, me duele la cabeza ―jadeó Kate, finalmente despert{ndose del
todo―. Demasiado alcohol.
―Tomaste demasiado ―estuve de acuerdo con suavidad―. ¿Cómo est{
tu estómago?
―Extrañamente bien, tengo un estómago de acero cuando tu engendro no
crece dentro de mí.
Supe el momento exacto en que recordó los eventos de anoche porque su
cuerpo se tensó por completo contra el mío.
―¿Por qué fue la pelea? ―susurró, bajando la mano para agarrar mi brazo
mientras intentaba apartarme.
―Sólo una mierda estúpida ―dije, relaj{ndome contra su cuerpo―.
Abraham es un borracho malvado.
―Por lo general no ―discutió, con voz tranquila―. Sabes que voy a
enterarme cuando baje. ¿No preferirías que lo supiera de ti?
―Preferiría que no lo escucharas ―gruñí, presionando mi rostro en su
cabello.
―¿Fue sobre mí, eh?
―No en específico. ―Fue elusivo, sin querer herir sus sentimientos―.
Fueron tonterías del pasado contigo y conmigo que parece que no puede dejar
ir.
―Lo supuse. ―Suspiró―. Hablaré con él.
―No ―ordené, ech{ndose hacia atr{s por lo que ella quedó boca arriba y
pude mirarla a la cara―. Tú y yo estamos bien, ¿verdad? No tienes que
defenderlo.
Abrió su boca para discutir, y la cubrí con mi palma. Se veía tan linda
cuando sus ojos manchados como un mapache se abrieron sorprendidos.
―No tienes que hablar de nuestra relación con nadie m{s que conmigo
―le dije, apartando mi mano para besarla en los labios―. No es asunto de
nadie más que de nosotros.
―¿No crees que se disculpar{? ―preguntó con voz ronca, aclar{ndose la
garganta.
―No importa de cualquier forma; lo único que importa somos nosotros,
¿verdad? Él vendrá eventualmente o aprenderá a mantener su boca cerrada.
Envolvió sus brazos alrededor de mi torso y me subió sobre ella,
enterrando sus dedos en la piel de mi espalda.
―Lamento que tu cumpleaños se arruinara, bebé ―murmuré en su boca
mientras la besaba.
―¿Est{s bromeando? Me divertí por las primeras dos horas. Lo llamaría
todo un éxito ―replicó con una gran sonrisa.
―Tus pap{s se encargar{n de los niños esta mañana ―susurré
sugestivamente, moviendo mis cejas hacia ella.
―¿Ah sí?
Moví mis caderas hacia abajo una vez y las presioné contras las de ella
antes de que retroceder y apoyar la cadera en la cama a su lado.
―¿Quieres acurrucarte conmigo y dormir de verdad por una vez?
Su boca cayó abierta por la sorpresa ante mis palabras, y se rió,
sacudiendo toda la cama.
―Oh sí ―susurró, sonriéndome seductoramente.
Dormimos hasta las diez y fue jodidamente fantástico.

Observé a Kate y a Bram mientras hablaban en voz baja al otro lado de la


entrada. Todo el mundo estaba yéndose en unas horas a casa, incluso aunque
Kate había tratado a Bram normal el resto del fin de semana, sabía que iba a
arrinconarlo en algún punto.
Incluso aunque le pedí que no lo hiciera.
Sin embargo, no estaba enojado por eso. Era su hermano; tenían una
relación completamente aparte de la mía y Kate. Si necesitaba aclarar las cosas
entre ellos, estaba de acuerdo. No quería que ella se preocupara por esa
tontería, y sabía que lo había estado.
Bram estiró la mano y peinó un poco el cabello de Kate mientras hablaban,
y cada rato uno de ellos asentía como si estuviera de acuerdo con el otro. Su
pequeño intercambio no duró mucho; cerca de quince minutos después, Kate
estaba sonriéndole a Bram mientras él frotaba la parte de atrás de su cuello con
incomodidad. Se dio vuelta para alejarse y dijo algo sobre su hombro, haciendo
reír a Kate ruidosamente.
Antes de que Bram supiera qué estaba pasando, Kate estaba sobre su
espalda; casi tumbándolo al suelo; y dándole lo que parecía un doloroso abrazo
riendo histéricamente.
Cualquier reserva que hubiera tenido se desvaneció por completo.
La amaba.
―¿O ye, Katie? ―llamó la tía Ellie desde la puerta de atr{s―.
La escuela acaba de llamar. Dijeron que necesitas ir por
Keller.
Alcé la cabeza de golpe de donde había estado limpiando los muebles del
patio.
―¿Est{ bien?
―Sí, parece que se metió en problemas.
―Joder ―siseé y fui hacia el lateral de la casa para cerrar la manguera.
―¿Quieres que vaya contigo? ―gritó mi mam{ mientras subía trotando
las escaleras. Llevaba unos vaqueros rasgados cortos y un par de zuecos< de
ninguna manera iba a dejar la casa así.
―¡No! ―grité en respuesta cuando llegué a mi habitación―. Sólo iré a
recogerlo.
No me tomó mucho tiempo llegar a la escuela de Keller y Sage y, para el
momento en que me detuve en el estacionamiento, estaba tanto furiosa< como
avergonzada. No estaba segura de lo que Keller había hecho todavía, pero si
habían pasado de enviar notas a casa a enviar al niño a casa, supuse que debía
ser bastante malo.
Cuando llegué a la oficina, encontré a Keller sentado solo en una de las
sillas contra la pared, con su rostro cubierto de suciedad y manchado de
lágrimas.
―¡Tía Kate! ―jadeó, saltando y corriendo hacia mí. Envolvió sus brazos
alrededor de mis caderas y enterró su rostro contra mi cintura justo cuando una
mujer alta salió de la oficina del director.
―Hola, soy Susan McCauley ―se presentó, extendiendo la mano para
estrechar la mía―. Trabajo como consejera en esta escuela.
―Kate Evans ―repliqué, soltando su mano para poder colocarla sobre los
hombros de Keller―. ¿Qué ocurrió?
―¿Va a llegar pronto el padre de Keller? ―cuestionó, ignorando
groseramente mi pregunta mientras miraba m{s all{ de mi hombro―. En
realidad, me sentiría más cómoda hablando con el padre de Keller.
Sentí como si me hubieran abofeteado el rostro; estaba tan sorprendida
por su tono. ¿Qué demonios?
―El padre de Keller est{ en el trabajo ―respondí inexpresivamente.
―Bueno, es muy importante que venga a hablar conmigo. ¿Puede, por
favor, llamarle y pedirle que venga? Parece que no tenemos su número de
teléfono en nuestros registros.
―Probablemente puede venir después de trabajar ―dije con evasivas, con
mis dientes apretados.
―Las horas de oficina terminan a las cuatro, así que eso realmente no va a
funcionar a menos que pueda llegar aquí antes.
―¿Es usted nueva? ―pregunté bruscamente, sorprendida por su audacia.
―He estado aquí por un par de meses. ¿Por qué?
―Un consejo, La mayoría de estos niños tienen padres que son militares.
La mayor parte del tiempo no pueden simplemente irse a la mitad de la jornada
laboral.
Se puso más nerviosa mientras la miraba con firmemente, luego enderezó
sus hombros. Tenía que ser más joven que yo, pero se sostenía como alguien
mayor.
―Bueno, ¿a qué hora le vendría bien? ―preguntó de forma mec{nica con
una falsa sonrisa.
―Probablemente sobre las cinco ―respondí, levantando a Keller en mis
brazos―. ¿Hemos acabado?
Firmé la salida de Keller rápidamente, intentando hacer malabarismos
entre su pesado cuerpo y mi bolso demasiado grande, y en cuestión de minutos,
estábamos en el auto y nos dirigíamos a casa.
―¿Qué sucedió, amigo? ―pregunté, echando un vistazo a Keller por el
espejo retrovisor.
―Me metí en una pelea ―murmuró, encontrando mis ojos.
La máscara de indiferencia que había estado llevando por los pasados
meses cada vez que estaba en problemas, lentamente desapareció de su rostro y
estalló en lágrimas.
―¿Por qué demonios hiciste eso? ―pregunté gentilmente, estacionando
en la autovía.
―Nathan me llamó Anita la huerfanita ―espetó, pasando una mano por
su rostro enojadamente.
―Bueno, eso es ridículo ―declaré―. No eres huérfano. Los huérfanos no
tienen padres.
―¡Y no soy una chica!
―Eso también es verdad ―dije, intentando no reír ante el disgusto en su
rostro―. Pero no puedes meterte en peleas, hombrecito, porque entonces te
metes en problemas.
―Papi va a estar enojado conmigo ―replicó en voz baja, haciendo que mi
corazón doliera.
Estuvimos en silencio por el resto del viaje. Cuando finalmente llegamos a
casa, Keller saltó de su asiento y salió del auto, corriendo al interior mientras
sacaba mi teléfono de mi bolso.
―¿Hola? ―respondió Shane después de un par de tonos.
―Hola, así que acabo de ir a recoger a Keller de la escuela<
―Mierda. ―Suspiró―. ¿Qué ha ocurrido< est{ bien?
―Sí, est{ bien. De acuerdo con Keller, se metió en una pelea porque algún
pequeño mocoso lo llamó Anita la huerfanita.
―Bueno, eso no es un gran insulto.
―Lo es cuando tienes seis años.
―¿Qué dijo la administración? ¿Est{ suspendido o algo?
―No lo sé< jodidamente no hablaron conmigo ―respondí con
exasperación, frustrada de nuevo por esa arrogante consejera.
―¿Qué? ¿Por qué?
―La consejera quería hablar contigo.
―Pero ya estabas allí.
―Quiere que vayas después de trabajar y hables con ella.
―Mierda. No saldré del trabajo hasta las cuatro.
Salí del auto cuando mi madre salió al porche delantero.
―Sí, dijo que esperaría.
―De acuerdo, entonces te veré allí a las cuatro y media. Mierda, tengo que
irme. Te veo en unas horas.
El teléfono se desconectó y dejé caer mi brazo a mi lado. Supuse que iba a
tener que tratar con Arrogante McCauley de nuevo esa tarde.
―Hola, hermosa ―dijo Shane, abriendo mi puerta cuando estacioné el
auto―. ¿Cómo fue el resto de tu día?
―Eh. Keller pasó la mayor parte del día jugando al Lego con la tía Ellie. El
pobre chico parecía que estaba esperando una ejecución; está tan aterrorizado
de verte.
―No sé por qué< eres mucho m{s aterradora ―dijo, poniendo una mano
en la parte baja de mi espalda para guiarme dentro de la escuela.
―Hola, señor Anderson. Soy Susan McCauley, la consejera.
―Encantado de conocerla ―replicó Shane educadamente, extendiendo su
mano para estrechar la de ella.
―¿Por qué no entran en mi oficina? ―dijo, moviendo su brazo hacia
delante hacia la puerta de la derecha.
Shane me empujó hacia delante suavemente y Susan apenas me miró
cuando la pasamos. Tiempos divertidos.
―Le pedí que viniera a verme porque parece que Keller ha estado
teniendo algunos problemas de comportamiento durante la mayor parte del
año escolar.
―¿Qué? ―inquirí con confusión―. Sólo recibimos una nota.
―Al principio, fueron insultos, pero hoy progresó a violencia física real
―dijo Susan a Shane, ignor{ndome por completo―. Tenemos una norma de no
tolerancia. Esa es la razón por la que enviamos a Keller a casa con la señorita
Evans. Pero quería hablar con usted a solas para que pudiéramos trabajar juntos
para ayudar a Keller.
―Por lo que dijo Keller, algún chico estaba insult{ndolo<
―También es la historia que he oído ―comentó Susan con un
asentimiento―. Pero realmente no podemos excusar la violencia a causa de un
pequeño insulto.
―Keller tiene arañazos por todos sus brazos. ¿También enviaron al otro
niño a casa? ―pregunté, apretando mis manos en mi regazo. La mujer actuaba
como un robot< no entendía cómo se suponía que fuera una consejera para
niños pequeños.
―Señorita Evans, por favor, permítame hablar con el señor Anderson
―reprendió Arrogante McCauley, mir{ndome brevemente antes de regresar
sus ojos a Shane.
Él hizo un sonido de incredulidad en su garganta mirándome con
sorpresa.
―Kate tiene tanto que decir aquí como yo ―defendió Shane, con su ceño
fruncido.
―En situaciones así, encuentro m{s beneficioso si hablo directamente con
los padres del niño, señor Anderson ―dijo simplemente―. No quería faltar al
respeto.
―Ella es su madre ―discutió Shane, haciendo que contuviera la
respiración―. No estoy seguro de porqué tendría un problema en hablar con
ella.
―Oh. ―Susan pareció violentada por un momento y bajó la mirada para
revolver los papeles sobre su escritorio―. Keller la llamó “tía” cuando lo
recogió más temprano y estaba bajo la impresión de que la madre de Keller y
Sage había muerto en un accidente de auto hace dos años.
La respiración dejó mi pecho ante su indiferente mención del accidente de
Rachel. Cuando alzó la mirada de su escritorio, sus ojos se ampliaron por las
miradas en nuestros rostros.
―Sí, lo hizo ―estuvo de acuerdo Shane en voz baja―. Pero Kate ha
estado cuidando de Keller desde que nació. Es su madre en todo el sentido de la
palabra.
Susan balbuceó por un momento, entonces pareció poner sus nervios bajo
control.
―No me había dado cuenta ―dijo inexpresivamente, antes de arrugar su
nariz como si oliera algo mal―. Bueno, a veces los hogares poco tradicionales
pueden ser la raíz de problemas de comportamiento. Tal vez Keller<
―Sí, hemos acabado aquí ―dijo Shane con disgusto, negando mientras se
ponía de pie y me acercaba a su lado―. Haga que la administración llame a
Kate mañana y nos diga cuándo puede volver Keller a la escuela.
―¡Señor Anderson! ―gritó Susan mientras Shane abría la puerta de la
oficina―. Realmente no hemos establecido ningún plan de ataque<
―La madre de Keller y yo lidiaremos con cualquier problema de
comportamiento que tenga ―dijo Shane, volviéndose para mirarla―. Ha sido
usted condescendiente y grosera desde el momento en que hemos entrado en la
escuela< y ni siquiera tendría que haberme visto obligado a venir aquí cuando
podría haber hablado con Kate antes. No estoy seguro de cuál es su problema,
pero seguro como la mierda que espero que trate a los niños a su cuidado mejor
de lo que trata a sus preocupados padres.
Me tomó de la mano y tiró de mí hacia mi auto tan rápido que
prácticamente estaba corriendo para mantener su paso.
―¡Esa jodida perra! ―murmuró, tomando las llaves de mis manos para
poder abrir el auto por mí―. ¿Puedes creer esa mierda?
―Fue así cuando recogí a Keller.
―¿Por qué demonios no me advertiste?
Me encogí de hombros y alcé la mano para darle un besito en la boca.
―Te ocupaste de ello.
Entré en el auto y lo arranqué mientras él cerraba la puerta.
―Te seguiré ―articuló a través de la ventana antes de ir hacia su
camioneta.
Mis manos estaban temblando por la adrenalina cuando salimos del
estacionamiento y respiré profundamente para intentar calmar mis nervios.
Siempre había odiado la confrontación. No me gustaba cuando la gente se
enojaba conmigo y saber que a alguien le disgustaba, me ponía los vellos de
punta. Creo que era la razón por la que había sido tan complaciente con la gente
de niña.
Habían pasado tantos niños por nuestra casa mientras crecíamos ―niños
con problemas del comportamiento que hacían el de Keller parecer nada―, que
había aprendido pronto a evitar cualquier tipo de conflicto. Cuando no podía
ser evitado, mis hermanos siempre habían intervenido, primero Alex con su
encanto y si eso no funcionaba, entonces Bram con sus puños.
Cuando me había hecho adulta y entré en el mundo de los negocios, había
aprendido a lidiar con mi miedo. Pero enviarme correos de ida y vuelta con
cliente insatisfecho no era nada como tratar con alguien al que le disgustaba
frente a mí.
Me había sentido congelada dentro de esa pequeña oficina, mi rostro
ardiendo con mortificación. Nunca le había hecho nada a esa mujer, pero había
parecido disgustarle de todos modos. Me había hecho sentir pequeña hasta que
Shane habló. Sus palabras me habían calmado mucho más de lo que nada
podría haber hecho.
Me había dado una sensación de validación que nunca me había dado
antes.
Miré por el espejo para revisar que la camioneta estuviera detrás de mí y
capté un vistazo de él cantando junto con la radio, con las gafas de sol
cubriendo sus ojos. Ese pequeño pedazo de algo que había estado esperando,
de repente encajó en su lugar.
La ternura me llenó mientras salía de la autopista hacia el estacionamiento
de una pequeña gasolinera.
Él apenas había detenido la camioneta antes de que estuviera fuera de mi
auto y dirigiéndome hacia su puerta.
―¿Qué pasa? ―preguntó, abriéndola cuando lo alcancé.
Subí al estribo y atraje su rostro al mío, besándolo duro mientras apagaba
torpemente la camioneta.
―Te amo ―susurré en su boca.
Una mano agarró mi culo mientras él gemía y de repente la otra tiró de la
palanca bajo su asiento para que se echara hacia atrás, dándole más espacio
para ponerme en su regazo. Me revolví para ponerme a horcajadas sobre él y
ambos gemimos cuando nuestras mitades bajas se encontraron.
―¿A qué viene esto? ―cuestionó, agarrando mi cabello para poder
inclinar mi cabeza y presionar sus labios en mi cuello―. Mierda, ignórame
―jadeó contra mi piel―. Ni siquiera me importa.
Me reí sin respiración, retirándome y bajando la mirada a sus dilatados
ojos.
―Vas a ser tan afortunado esta noche ―dije, frotando mis caderas contra
él.
―Soy afortunado cada noche ―replicó suavemente, bajando mi cabeza
para poder besarme de nuevo.

―Desnuda ―exigió Shane cuando entró en nuestra habitación esa noche


después de su ducha.
―Maldición, eres mandón ―bromeé en respuesta, recogiendo mi cabello
en una cola de caballo.
Habíamos conducido a casa sonrojados y excitados, pero para el momento
en que habíamos hablado con Keller y cenado con los niños y nuestras madres,
la tensión entre nosotros se había calmado considerablemente.
Todavía estaba allí, justo bajo la superficie, pero la vida familiar lo había
ensombrecido por un poco de tiempo.
―Si no est{s desnuda en los próximos quince segundos, voy a inclinarte
sobre la cama y follarte con la ropa puesta ―replicó, dejando caer la toalla de su
cintura―. No soy quisquilloso en este punto.
Me reí en voz baja y bajé mi pantalón por mis caderas mientras me miraba
fijamente.
―Me afeité las piernas ―dije con una sonrisa, quit{ndome mi camiseta―.
Es tu día de suerte.
―Seguro como el infierno que lo es ―exhaló, repasando con la mirada mi
cuerpo.
―¿Crees que nuestras madres sabían que algo pasaba y por eso se
llevaron a Iris esta noche? ―pregunté cuando se movió hacia mí.
―No voy a hablar de Ellie y Liz contigo cuando est{s completamente
desnuda y no hemos tenido sexo en casi un año ―murmuró, agarrando mis
caderas para empujarme sobre la cama―. La única cosa que vas a decir es
Fóllame más duro, Shane o Había olvidado cuán grande es tu polla. ―Me reí mientras
se ponía encima de mí―. Podrías suplicar también. Un ¡Oh, Dios!, no sería
inadecuado.
―Eres tan grande ―susurré roncamente, con una pequeña sonrisa en mi
rostro―. Oh, Shane, sin embargo, ¿vas a caber?
―Sí. Vamos por eso ―murmuró distraídamente, inclin{ndose para
presionar sus labios en los míos.
Prácticamente burbujeé con felicidad cuando se apoyó en sus codos y
deslizó su lengua en mi boca.
―Mmm, sabes como pan de ajo ―murmuré cuando se retiró un poco.
―Mierda. ―Estalló en risas y dejó caer su cabeza en mi hombro, su
cuerpo entero sacudiéndose con risa.
―¿Qué? ―pregunté, empuj{ndolo―. ¡Me gusta el pan de ajo! ―Mis
palabras sólo lo hicieron reír más y pronto estaba soltando risitas porque el
sonido era infeccioso.
―¿Cómo alguna vez me voy a sentir genial a tu alrededor? ―preguntó con
una enorme sonrisa, una vez que pudo finalmente recuperar el aliento―. Estoy
usando todos mis buenos movimientos y comentas sobre mi aliento de ajo.
―¿Esos eran tus mejores movimientos? ―pregunté estúpidamente,
haciendo que se riera de nuevo―. Quiero decir, por supuesto que esos eran
buenos movimientos. Impresionantes movimientos<
―Estoy tan enamorado de ti ―dijo, interrumpiendo mis divagaciones.
―Eso es bueno ―murmuré con los ojos amplios.
―Muy bueno ―confirmó, levant{ndome de la cama hasta que pudo
moverse entre mis muslos.
―También te amo.
―Lo sé.
―Entonces crees<
―No m{s charla, Kate ―ordenó, bes{ndome duro.
En cuestión de segundos no sería capaz de hablar de todos modos porque
se estaba apoyando en un codo y usando su otra mano para volver mis pezones
duros y pequeños puntos.
Mis caderas se movieron contra las suyas y levanté mis rodillas,
urgiéndolo a acercarse más. Su piel era cálida bajo mis palmas mientras trazaba
las crestas de los músculos en su espalda y brazos.
―Dios, eres tan sexy ―dijo con voz ronca, quitando su boca de la mía
para moverse a mi cuello. Sus labios alcanzaron mi pezón, haciéndome jadear, y
se rió oscuramente mientras deslizaba sus dedos entre mis piernas. Me sacudí
contra su mano cuando metió sus dedos, su pulgar acariciaba mi clítoris en
pequeños círculos.
―Joder ―jadeé, gimiendo cuando retiró su mano.
―La próxima vez ―jadeó, su respiración era {spera―, me tomaré mi
tiempo.
Se arrodilló entre mis piernas y agarró mis muslos con ambas manos,
poniéndolos sobre los suyos así que estaba inclinada con mis caderas un poco
más arriba que mi cabeza.
―Esta vez, no puedo esperar. ―Encontró mis ojos cuando estiró la mano
entre nosotros para posicionar su polla en mi entrada―. Y quiero mirar.
Miró hacia debajo de nuevo cuando impulsó sus caderas hacia delante y
mi espalda se arqueó completamente fuera de la cama ante la sensación de él
embistiendo en mi interior.
Hizo una pausa cuando tocó fondo y su pecho jadeó mientras sus manos
apretaban mis muslos.
―¿Control natal?
―Tengo un DIU ―espeté, intentando mover mis caderas contra su fuerte
agarre―. Estamos bien.
―Gracias a Dios. ―Se retiró y embistió de nuevo un par de veces antes de
detenerse.
―¿Qué mierda, Shane? ―pregunté con molestia, apoy{ndome sobre mis
codos.
―Te necesito m{s cerca ―murmuró, estirando la mano debajo de mí para
levantarme contra su pecho―. Oh, joder ―gimió cuando se deslizó un poco
m{s profundo en mi interior―. Sí.
Alcé la mano, envolviéndola alrededor de la parte delantera de su
garganta y lo sentí tragar con fuerza contra mi palma cuando sus ojos
encontraron los míos. Empezó a moverse y lo contrarresté, moviendo mis
caderas ligeramente para que mi clítoris se frotara contra su hueso púbico con
cada embestida de sus caderas.
―Fóllame m{s duro, Shane ―dije con una pequeña sonrisa, repitiendo sus
palabras de antes―. He olvidado cu{n grande es tu polla.
Sonrió ampliamente y embistió más duro.
En breve, estaba arañando su espalda como el infierno mientras me corría.
―Oh, Dios ―murmuré con mi respiración ator{ndose.
El sudor goteaba de sus sienes cuando me tumbó unos pocos segundos
después y completamente ignoró el ruido que estaba haciendo mientras
empujaba sus caderas una y otra vez, golpeando mi cama contra la pared detrás
de nosotros hasta que finalmente se corrió con un profundo y satisfecho
gemido.
―Maldito infierno ―murmuró, cayendo como una pierda encima de mí.
―Movimientos realmente buenos ―repliqué adormilada, cerrando mis
ojos cuando se rió.

Horas más tarde, todavía estábamos despiertos, hablando quedo sobre


nada y todo, desde nuestras posiciones sexuales favoritas hasta historias de
nuestras infancias.
―Estoy muy segura que si nuestras madres no lo sabían antes, ahora son
conscientes de lo que est{bamos haciendo ―dije con un gemido mientras Shane
pasaba sus dedos sobre un par de estrías en mi vientre.
―Nos pusimos un poco ruidosos al final ―concordó, inclin{ndose para
pasar sus labios sobre mi ombligo.
―¿Nosotros? ¿Cu{l nosotros, kimosabi? Fuiste tú. Yo estuve en silencio.
―Sí, sí.
―Hombre, voy a tener que empezar a hacer ejercicio ―gruñí―. Mis
piernas están doloridas como la mierda.
―¿Los muslos o las pantorrillas? ―preguntó, enderez{ndose.
―Sí ―respondí, haciéndole sonreír.
Extendió la mano y empezó a masajear mis piernas, comenzando con mis
muslos.
―Deberíamos vender la casa ―dijo después de unos silenciosos minutos.
―¿Qué? ―Me apoyé en mis codos para mirarlo.
―No estamos usando el dormitorio principal. ―Me echó un vistazo antes
de volver a mirar lo que estaba haciendo en mis piernas―. Deberíamos tener
una casa que sea nuestra.
―¿Est{s seguro? Quiero decir sé que no quieres usar esa habitación,
pero<
―¿Es eso lo que piensas? ―preguntó, mir{ndome sorprendido―. No me
importa en qué habitación estemos. Pero al principio, me escabullía aquí por la
noche y rezaba para que no me echaras a patadas. No iba a presionar al pedirte
que cambiaras de habitación.
―Oh ―respondí en voz baja.
―Todo lo que tengo es tuyo, Katie, ¿de acuerdo? No tengo impedimentos
sobre esa mierda.
―No sé. Es sólo un poco raro. ―Se encogió de hombros con
incomodidad―. Probablemente no debería molestarme.
―Pero lo hace.
Asentí, dándole una media sonrisa.
―Entonces deberíamos comprar nuestra propia casa ―dijo, cambiando de
pierna―. Probablemente llevar{ un tiempo vender esta.
―No tengo prisa ―le aseguré.
Nos quedamos en silencio, perdidos en nuestros propios pensamientos.
Había superado la sensación de ser la sustituta de Rachel ―mi relación
con Shane tenía poco que ver con la suya―, pero a veces todavía me sentía rara
cuando pasaba por su dormitorio para usar la ducha o encontraba algo que ella
había comprado en la parte de atrás de un armario. Pensé que ese tipo de cosas
pasarían con el tiempo, pero todavía estaba allí.
―A veces, pienso que siempre habría encontrado mi camino de vuelta a ti
―dijo Shane en voz baja mientras se estiraba a mi lado―. Lo cual me hace
sentir como la mierda.
―No hay razón para pensar así ―susurré, deslizando mi mano por su
pecho desnudo y alrededor de su cuello.
―No cambiaría a Iris por Rachel ―dijo en voz baja―. No cambiaría a Iris
por nada.
―Shane ―dije, mi garganta se obstruyó con emoción―, si Rachel no
hubiera muerto, ni siquiera habrías conocido a Iris. Hacer ese tipo de
comparaciones es inútil. No hagas eso.
―Te amo. Amo nuestra vida. No creo que pudiera volver atr{s ―dijo con
voz ronca.
―Esa ni siquiera es una opción, así que déjalo.
Cerró sus ojos con fuerza y deslicé mi mano por la parte delantera de su
garganta mientras tragaba.
―¿Por qué haces eso? ―preguntó, abriendo sus ojos de nuevo lentamente
mientras alzaba la mano para agarrar mi muñeca.
Mi rostro se calentó mientras frotaba mi pulgar arriba y abajo por el lado
de su cuello, aclarando mi garganta.
―Cuando viniste por primera vez a casa de la tía Ellie y el tío Mike,
estabas tan callado ―le dije, encontrando sus ojos llenos de emoción―.
Normalmente podía leer a la gente, pero tú< no pude decir en lo que estabas
pensando. Te observé, ¿sabes?
Asintió, sonriendo un poco.
―Bien, finalmente noté que si estabas molesto, o enojado, o incluso feliz,
tragabas con fuerza. Sólo una vez a veces, pero siempre sucedía. Aprendí a
detectarlo.
―Raro ―susurró.
―Sabía qué estabas haciendo cuando te atrapé besando a Rachel porque
sus rostros estaban tan cerca, pero por un segundo levantaste la cabeza y te vi
tragar con fuerza.
―Eso fue una cosa de mierda para hacer.
―Sí, eras un pequeño imbécil ―estuve de acuerdo, bajando mi mano por
su pecho para pellizcar su pezón.
―¡Ay! ―gritó, atrapando mi mano y llevándola de nuevo a su cuello.
―Pongo mi mano en tu cuello ―acompañé las palabras con el
movimiento―, porque incluso si no dices nada, puedo físicamente sentir tu
emoción. Es un millón de veces mejor cuando sé que esa emoción es por mí.
―C{sate conmigo ―susurró con aspereza, buscando mis ojos mientras
colocaba su mano sobre la mía y sentía su nuez de Adam sobresalir―. Sé mi
esposa.
―Sí.
―D ime otra vez por qué tienes toda esa porquería en el rostro
―le dije a mi niña, cambiando de carril así podía salir de la
autopista.
―¡Porque tía Kate dijo que podía! ―contestó Sage, mir{ndome―. Ya que
es una noche especial.
Kate había adoptado a los chicos menos de un mes después de que nos
cas{semos y los pequeños comenzaron a llamarla “mam{” justo entonces,
probablemente porque Iris lo hizo. A Keller le había llevado un poco más
sentirse cómodo con la idea, pero con el tiempo también había comenzado a
hacerlo. Aunque Sage, bueno, ella recordaba a su madre claramente y cuando
continuó llamando a Kate “tía Kate” tiempo después de la adopción, no lo
habíamos mencionado. Era decisión de ella. No importaba cómo llamaba a
Kate, su unión estaba grabada en piedra.
―No sé por qué necesitas maquillaje para ir a una cafetería ―farfullé―.
De todos modos allí está oscuro.
―Porque soy una chica y las chicas llevan maquillaje ―contestó,
perdiendo la paciencia conmigo.
―No a los trece.
―¿Puedes simplemente dejarlo? ¡Jesús, pap{!
―Est{ bien ―contesté, dejando la camioneta en el estacionamiento ya
lleno de autos.
Salté de la camioneta y la rodeé para ayudar a Sage a salir. Odiaba cuando
hacía cosas como esa, pero no podía detenerme. Era mi niña pequeña y estaba
esperando que, si continuaba abriéndole las puertas y caminaba por la parte
exterior de la acera ella lo recordaría cuando comenzase a tener citas y tuviese
que decidir con qué chicos pararía el tiempo.
―Eres tan idiota ―comentó mientras doblaba el codo para que se sujetase.
―Crees que soy increíble, no mientas. ―Retrocedí, abriendo la puerta de
entrada haciéndola entrar.
Encontramos una mesa a un lado de la habitación y sonreí mientras veía a
Sage mirar a nuestro alrededor a todos los adolescentes. Era un poco más joven
que la mayoría de ellos y sabía que se estaba sintiendo un poco nerviosa sobre
estar aquí con su padre.
―Hola, chicos, ¿puedo traerles algo de beber? ―nos preguntó un chico
con delantal justo después de que nos sentásemos, apartándose el flequillo de la
frente mientras miraba a Sage.
―¿Puedo tener chocolate caliente? ―preguntó Sage suavemente,
sonrojándose.
Oh, infiernos, no.
―Café solo ―espeté, haciendo que el jovencito se sobresaltase.
―Uh, claro ―murmuró él, dando un paso atr{s antes de girarse.
―¿En serio, pap{? ―siseó Sage, mirando a nuestro alrededor.
―¿Qué? ―Sabía exactamente qué. Había sido un idiota, pero no iba a
explicarle que ese chico había estado comprobando a mi hija de trece años justo
frente a mí. Mejor que no tuviese ni idea el efecto que causaba en el sexo
opuesto.
―Hola, San Diego ―gritó una voz familiar por los altavoces―. ¿Cómo lo
están pasando esta noche?
La habitación se llenó de ovaciones y Sage alzó el rostro y miró
directamente hacia el escenario.
―¿No son dulces, chicos? ―chilló Kate con una corta risa―. Me encanta
venir a tocar para ustedes. Son buenos para mi ego.
La multitud se hizo incluso más ruidosa y no pude evitar la sonrisa que se
extendió en mi rostro.
―Si eres nuevo en nuestra pequeña noche de micrófono abierto, hay una
lata de café que est{ rondando. ¿Quién la tiene? ―Se detuvo―. Est{ bien, ¿ven
al chico con la camiseta amarilla? Alza la mano, Colby. Ahí, ese tipo. Cuando
consigan esa lata de café, metan un par de dólares si pueden y pásenla.
La multitud aplaudió y se volvió a reír sobre el sistema de sonido.
Las notas claras de una guitarra sonaron a través de los altavoces y vi a
Sage congelarse mientras toda la habitación se quedaba en silencio. Incluso los
camareros detrás del mostrador detuvieron lo que estaban haciendo para mirar
el escenario mientras Kate comenzaba a cantar.
Fijé la mirada en Sage mientras el sonido de la voz de Kate me golpeaba
del modo en que siempre lo hacía.
Incluso después de cinco años juntos, aún me quitaba la respiración
cuando cantaba. Era increíble. Finalmente aparté la mirada del rostro
embelesado de Sage y me giré para ver a Kate en un suelto vestido floreado
rojo, sus labios y ojos pintados de oscuro. Sabía exactamente qué estaba
haciendo y los chicos alrededor de la habitación la amaban.
Había algo en su confianza en el escenario que simplemente lo hacía para
mí y estaba deseando pagar a un par de chicas de nuestro vecindario para
cuidar de los niños durante una hora o dos, así podía llevarla fuera durante una
noche o dos al mes.
Cuando nos habíamos mudado de Oceanside casi un año después de que
Iris naciese, Kate había estado nerviosa de que los niños nunca hiciesen ningún
amigo y nunca seríamos capaces de volver a encontrar otra niñera.
Afortunadamente, había estado equivocada en ambos casos y nuestro callejón
sin salida estaba lleno de familias con niños y adolescentes. Era más o menos el
mejor vecindario que podíamos haber elegido.
Podíamos salir una vez a la semana, incluso si era solo para una rápida
cena e incluso, a veces éramos capaces de ver una película después. Pero mis
noches favoritas, sin duda, eran las que observaba a mi mujer en el escenario.
Kate amaba actuar, especialmente por caridad y yo amaba verla divertirse. Era
una situación en la que todos ganábamos.
―Bastante asombroso, ¿eh? ―pregunté a Sage, sonriendo cuando ella
despidió con la mano al chico que nos trajo las bebidas cuando se interpuso
entre ella y el escenario.
―¡Shh, pap{! Ha estado practicando esta canción de Ella Henderson
desde siempre. Está ralentizando completamente el tempo. ¡Quiero escuchar!
―Lo siento ―murmuré, riéndome un poco.
Sage no era particularmente talentosa en lo que se refería a tocar
instrumentos, ahí era donde Gunner era excelente, pero realmente tenía un
buen oído. No entendía la mayoría de las cosas que ella y Kate discutían, pero
aparentemente Sage podía entender las composiciones musicales mejor que la
mayoría de la gente que le doblaba la edad. Kate me había estado suplicando
para dejar que Sage consiguiese un plato de discos y un mezclador, pero le
estaba dando largas< me gustaba la forma en que mi mujer intentaba
convencerme de las cosas.
Kate se movió a otra canción sin un descanso y Sage saltó un poco en su
asiento, golpeando la mesa así que nuestras bebidas se derramaron. Ni siquiera
lo notó mientras usaba algunas servilletas para limpiar el desastre.
―¡Oigan, ustedes dos en la esquina! ―gritó Kate en el micrófono cuando
había acabado de limpiar el desastre finalmente―. ¿No eres un poco viejo para
ella?
La multitud se rió mientras se imaginaban de quién estaba hablando Kate
y Sage escondió su sonrojado rostro entre las manos, completamente
mortificada.
Kate estaba sonriendo tan brillantemente que parecía completamente
excitada.
―Esa es mi pequeña niña, justo allí. ¿No es hermosa?
Sage alzó el rostro, estupefacta y el público se rió y aplaudió
silenciosamente.
―Yo quiero saber quién es el tipo ―gritó una chica al otro lado de la
habitación, haciendo que todos riesen.
―Eh, ese es solo mi marido ―respondió Kate de manera inexpresiva,
haciendo que el público se riese.
Se encontró con mi mirada al otro lado de la habitación, sonriendo
brillantemente y deslizó la mano detrás de la guitarra donde escondía una
ligera redondez. Aún no le íbamos a decir a nadie que estaba embarazada, en
cambio íbamos a tomarnos un poco de tiempo para disfrutar nosotros solos de
la noticia en secreto. Sería nuestro último bebé y queríamos disfrutar de la
intimidad de sus primeros meses sin tener que compartirlo.
Mi esposa me guiñó un ojo y me lanzó un beso, luego sonrió antes de
alejar la mirada, empezando la siguiente canción como si no hubiese hecho que
me diese un vuelco en el estómago.
Miré alrededor y me pasé una mano por el rostro, obligándome a no
acercarme allí y sacarla del taburete como un cavernícola. Estaba intentando no
imaginar llevándola a casa a la cama así podía rodearme la polla con esos
hermosos labios rojos.
Mientras cantaba los coros de la nueva canción, Kate volvió a encontrarse
con mi mirada y su sonrisa se amplió. Sabía exactamente lo que había hecho y
lo encontró hilarante.
Iba a pagar por esa mierda más tarde.
Han pasado la vida apartándose el uno
al otro, pero, ¿qué sucederá cuando se
necesiten más el uno al otro?
Anita Martin no espera mucho de la
vida. Creciendo en la calle, saltando de un
hogar de acogida a otro aprendió a depender
solo de sí misma. Incluso después de que
finalmente encontrase una familia que la
acogiese, aún era una forastera para
Abraham, uno de los hijos mayores de la
familia, nunca la dejó olvidar.
Abraham Evans no sabe cómo Ani
siempre logra meterse bajo su piel, solo que
ha estado haciéndolo desde que eran
adolescentes. Ella es, y siempre había sido,
innegablemente hermosa. Pero nunca ha
conocido a nadie tan molesto en el mundo
como Ani.
Durante quince años, Ani y Bram solo has estado de acuerdo exactamente
en una cosa, no pueden soportarse el uno al otro, hasta una noche cuando su
furia da paso a la pasión. Aun así, mientras Ani y Bram empiezan a buscar
consuelo secretamente en los brazos del otro, permanecen emocionalmente en
mundos separados. Cuando la vida de Ani toma un giro dramático y se da
cuenta de que necesita más de lo que Bram puede darle, su frágil relación sin
compromiso se deshace. De una forma u otra, Ani está determinada a
sobrevivir. Pero cuando Bram finalmente admite sus verdaderos sentimiento,
puede que descubra que Ani ha seguido sin él<
Bram y Anita pueden ser como el agua y el aceite, pero las chispas que generan
prueban que los opuestos se atraen. De todos modos, cuando la vida los sorprende una
relación sin compromiso puede que ya no sea suficiente… Por favor, sigue leyendo para
un adelanto
staba distrayéndome a mí misma. Sabía que era estúpido. Sabía que
E no debería estar siguiendo a Bram a través de las calles del centro de
Portland, pero cuando dejó la casa con tanta urgencia, había tenido
curiosidad.
Está bien. Estaba muriendo por saber a dónde iba.
Bram no era exactamente sociable. Podía contar con una mano el número
de amigos que tenía y nunca había traído una mujer a casa. Claro, le había visto
salir con chicas de uno de los bares locales, pero realmente nunca nos las
presentó. ¿Así que dónde estaba yendo a las nueve de la noche un viernes?
Dejé que la pregunta diese vueltas por mi cabeza, apartando mi mente de
las cosas sobre las que realmente debería estar preocupándome, cuando Bram
estacionó en paralelo a un bar de mala muerte. ¿Qué demonios? No había
mucho más en la calle, así que sabía que ahí era donde debía estar dirigiéndose,
¿pero por qué?
Girando la esquina, estacioné en el espacio increíblemente pequeño y corrí
hasta la entrada del bar. Bram ya había entrado y cuando vi a los clientes
fumando cerca de la entrada, mascullé y me miré. Mi jean y la camiseta de
franela eran perfecto para una cena en casa de los Evan pero iba a llamar la
atención si intentaba entrar.
Rápidamente retrocedí a la esquina mientras desabotonaba mi camiseta,
haciendo que un vagabundo al fondo de la calle silbase. Jesús. Manteniendo un
ojo en el hombre sentado en la acera, bajé la camiseta por los hombros y me la
até por la cintura, dejándome en una camisola negra. Eso debería funcionar.
Eché la cabeza abajo y pasé los dedos por mi corto cabello negro, luego me
enderecé mientras alcanzaba mi nariz y bajaba mi pircing del tabique, así era
visible. El pendiente era fácil de esconder cuando estaba alrededor de Dan y
Liz, no creo que ninguno de ellos siquiera supiese que me había hecho un
pircing. Me encantaba, pensaba que se veía rudo, pero mis padres adoptivos no
pensarían igual y no quería lidiar con sus comentarios amables pero regañando
sobre mi “hermosos rostro”. Había tenido suficiente de eso cuando me teñí el
cabello de azul mi segundo año de instituto.
Buscando en el bolso, saqué un lápiz de labios morado y usé el retrovisor
para pintarme los labios y suavizar un poco mi cabello loco. Perfecto. Volví a
girar el edificio y caminé hacia la puerta mientras me ponía el pendiente en la
lengua y giraba la bola del extremo para asegurarlo.
Los hípsters en la puerta me ignoraron mientras pasaba, actuando como si
sus malditos cigarros contuviesen las respuestas del universo y no pude evitar
resoplar mientras entraba. Actuar como si no te importase nada no te hace
parecer interesante, solo te hace parecer que lo estás intentando demasiado.
Prácticamente podía sentir su mirada con lentes en mi trasero cubierto de
franela. Tomen una buena mirada, chicos.
―Bienvenidos a la noche de micrófono abierto ―gritó un tipo en el
micrófono mientras me acercaba al bar y me sentaba en un taburete―. Para esos
que son nuevos aquí, las reglas son simples. No queremos escuchar sus
canciones sobre los glaciares derritiéndose en Alaska o el tiempo que
condujeron su camioneta Volkswagen hasta el Gran Cañón. Solo versiones,
amigos. Cantan una canción original y los abuchearemos hasta que salgan del
escenario.
El público se rió y curvé los labios mientras miraba al tipo en el pequeño
escenario al otro lado de la habitación. Era alto y larguirucho, con barba y una
camiseta que ponía, SÍRVEME CERVEZA. Buena apariencia, si te gustaban los
tipos delgaduchos.
―Tengo un amigo comenzando la noche mientras sus coños consiguen el
coraje para cantar. ¿Abraham? ―gritó el tipo, mirando al lado oscuro del
escenario. Me quedé boquiabierta mientras Bram subía al escenario con una
vieja guitarra colgando de su mano. ¿Qué demonios?
―Hefeweizen ―grité, mirando a la guapa camarera que estaba
inclinándose sobre la barra a mi lado―. También un chupito de tequila, por
favor.
Asintió y apartó la mirada de Bram para conseguir mis bebidas.
―Hola, Portland ―dijo Bram en el micrófono, haciendo que mi estómago
tuviese un extraño sobresalto―. No he estado en un escenario durante un
tiempo, así que tendrán que soportarme.
―Sí, porque eres un imbécil ―chilló el tipo larguirucho.
―Sí, sí. Ahora estoy aquí ―masculló Bram, haciendo que el público se
riese―. ¿Puedo cantar o vas a seguir abriendo la boca?
―Claro que sí ―contestó el tipo larguirucho estirando el brazo.
―La primera canción, puede que no la conozcan<
―¡Nada de originales! ―gritó larguirucho mientras la camarera ponía mis
bebidas sobre la barra. Bram se quedó completamente congelado y giró
lentamente la cabeza hacia un lado del escenario mientras el público se reía―.
Est{ bien, est{ bien. Continúa ―indicó larguirucho sobre el público. No pude
evitar reír, la forma en que el público estaba disfrutando de Bram.
Él los estaba trabajando, Bram quien rara vez se llevaba bien con alguien y
caminaba con un ceño fruncido permanente, y mantenía al público del bar en la
palma de su mano.
―Como dije, puede que no conozcan esta, pero no es mía así que Jay
puede simplemente cerrar la puta boca y dejarme continuar ―protestó Bram,
inclinándose hacia el micrófono con una pequeña sonrisa en el rostro mientras
se acomodaba en el taburete en el que estaba apoyado―. Esta es Thief and a liar
de Jeffrey Martin.
Por el sonido del público, suponía que sabían de quién estaba hablando,
pero nunca había escuchado hablar de él.
El momento en que Bram comenzó a tocar, el corazón empezó a latirme
con fuerza. No podía decir si era por nerviosismo o excitación. Cuando su voz
volvió a salir por los altavoces, creo que dejé de respirar. Cantaba, su voz era un
poco ronca pero verdaderamente buena y me giré tomando rápidamente el
chupito antes de cambiar a la cerveza. Me temblaban las manos mientras sacaba
la naranja del borde del vaso y lo echaba dentro. Quería girarme para mirarle,
pero por primera vez desde que entré en el bar, me sentía extraña por la forma
en que le había seguido. Era extraño.
Estaba observando a Bram hacer algo que obviamente no quería que
supiésemos, pero era yo la que se sentía desnuda.
Después de un momento, me volví a girar manteniendo la cerveza frente a
mí así algo tendría algo que hacer con las manos< y me encontré con los ojos
de Bram al otro lado de la habitación. Oh Dios. Había pensado que el suave
foco sobre él me habría escondido de la vista, pero cuando me senté en el bar,
las luces de detrás me habían iluminado.
―Soy un ladrón y un mentiroso de la peor clase. Oh, vendo a los rotos y se lo
vendo a los ciegos. Te construiré una casa con mis manos y luego la quemaré hasta los
cimientos tan pronto como pueda. ―La voz de Bram no titubeó, ni siquiera cuando alzó
las cejas como si dijese te atrapé.
Tragué saliva con fuerza y aparté la mirada, llevándome la cerveza a los
labios como si nada estuviese mal mientras me bajaba lentamente del taburete.
Me pregunté si lograría salir por la puerta sin que me atrapara. Parte de mí
pensaba que ignoraría mi marcha y seguiría adelante, pero otra sabía que si me
alejaba otro paso del taburete estaría llamando por mí a través del sistema de
altavoces.
Cuando Bram tocó el último acorde de la canción, el público estalló en un
aplauso y él sonrió ampliamente, mirando alrededor frente a él.
―Maldición chicos, tienen un montón de energía. He estado levantado
desde las cuatro de la mañana, creo que ha pasado mi hora de acostarme
―bromeó mientras se rascaba la barba―. ¿Quieren una m{s?
La habitación estalló en silbidos y aplausos y me pregunté cuán a menudo
venía a este bar a cantar. La gente parecía conocerle o al menos le reconocía.
―Est{ bien. Una m{s. ―Recolocó el taburete―. Estoy bastante seguro que
conocen esta. First de Cold war kids.
Bram volvió a posar la mirada en mí, mientras yo manoseaba el vaso de
cerveza vacío, dejándolo en la barra detrás de mí.
Canturreó en el micrófono, bajando el ritmo de la conocida canción.
Mierda. Iba a matarme.
Permanecí congelada durante toda la canción y Bram nunca apartó la
mirada de mí. Cuando acabó, saltó del taburete y calculé mi distancia a la
puerta mientras sacaba un billete de veinte del bolso y lo lanzaba sobre la barra.
Di un paso hacia la libertad, con la mirada puesta en Bram, cuando negó
lentamente advirtiéndome que permaneciera quieta.
―Es su turno para entretenerme ―comentó Bram inclin{ndose hacia el
micrófono. El público jaleó pero sus palabras eran para mí.
―Te entretendremos ―gritó una chica, rodeando con el brazo a su amiga
mucho más bajita mientras se tambaleaban. Todo el bar estalló en carcajadas y
la chica trato de ocultar su rostro mientras abría los ojos como platos. Estaba
borracha, pero aparentemente no lo suficientemente borracha para obviar el
hecho de que se burló de sí misma.
La mirada de Bram se suavizó mientras miraba hacia allí, luego volvió a
inclinarse hacia el micrófono y asintió hacia mí.
―Lo siento, hermosa, pero mi chica está esperando por mí en el bar.
Me quedé boquiabierta y me dio un vuelco en el estómago mientras se
acercaba hacia mí, pero antes de que lograra atravesar el público la volví a
cerrar y estaba cruzándome de brazos.
Mejor que se haya referido a otra mujer en el bar. Si pensaba que iba a
seguir adelante con esa afirmación, estaba tristemente equivocado.
―Tú< ―Las palabras ni siquiera salieron de mi boca antes de que me
rodeara suavemente la garganta con la mano, apoyando los dedos bajo mi
mandíbula.
―Hola, nena ―murmuró, inclin{ndose sin ninguna advertencia y
besándome suavemente. Había estado esperando algo diferente. Algún castigo.
Duro. Tal vez un mordisco. Creo que fue por eso que al moverse mi boca siguió
la suya.
Fue instinto. Nada más. Pero el suave toque de sus labios no fue
suficiente.
Bram hizo un sonido sorprendido en su garganta cuando le rodeé con los
brazos. Nuestras miradas se encontraron un pequeño momento antes de que
gimiese y me empujase contra el bar.
Luego, su boca estaba de nuevo sobre la mía y no había nada suave en
ello. Tiró de mi labio inferior y abrí la boca, con la respiración entrecortada
mientras metía la lengua en mi boca. Santo Dios, Bram podía besar.
Olvidé dónde estábamos.
Olvidé quién era él.
Infiernos, olvidé quién era yo.
Nada importaba excepto nuestras zonas en contacto. Sus caderas
presionando contra mi cintura, su fuerte espalda contra mis manos, una de sus
manos en mi garganta y la otra apoyando la guitarra contra el bar detrás de mí,
así podía pasar los dedos a través del cabello corto de mi nuca.
―Pondré esto en la habitación de atr{s ―indicó el tipo larguirucho,
riéndose detrás de mí, asumí que hablaba de la guitarra. Bram asintió mientras
continuaba besándome. Luego sus manos estaban en mi trasero, levantándome
mientras saltaba y le rodeaba la cintura con las piernas.
Oh Dios, esto era mucho mejor.
Me froté contra él mientras se apartaba del bar y quitaba su boca de la mía.
Movió la mano alrededor de la parte trasera de mi cabeza y colocó mi cabeza en
su cuello mientras atravesaba el bar.
Mierda. ¿Qué estábamos haciendo?
Me sujeté con fuerza, con el rostro sonrojado de vergüenza incluso aunque
estaba oculto y frotando mi coño contra su polla con cada paso que daba.
Ambos estábamos respirando pesadamente cuando chocamos contra el aire frío
de la noche, me estremecí mientras me preguntaba dónde había estacionado el
auto.
―Al girar la esquina ―jadeé, haciéndole estremecerse cuando mis labios
acariciaron su piel. Caminó por la acera, nunca dejándome bajar hasta que
giramos la esquina y el edificio alto nos ocultó.
―¿Qué demonios est{s haciendo aquí? ―preguntó mientras me dejaba de
pie.
―¿Qué demonios fue eso? ―contesté, tambale{ndome un poco como si
perdiese el equilibrio.
―Si te quisiera allí, jodidamente te habría invitado. ―Ignoró mi pregunta,
frunciendo el ceño mientras me sujetaba el brazo para asegurarse de que no me
caía.
―No sabía que supieses cantar así.
―¿Quién crees que le enseñó a Kate? ―Mi hermana de acogida Kate era
increíble con la guitarra y había tenido una voz impresionante mientras la había
conocido. Nunca me había preguntado cómo había aprendido, siempre había
sido un hecho.
―Oh ―murmuré, alej{ndome de él.
―¿Me seguiste? ―cuestionó con incredulidad, volviendo a ponerse frente
a mí―. ¿Qué demonios est{ mal contigo?
―¿Conmigo? Sí, soy yo la que lo jodió esta noche. Cierto ―comenté con
sarcasmo―. ¡Simplemente me besaste!
―¿Así es como quieres jugar? ―murmuró, negando mientras se rascaba la
barba―. Claro. Estaba quit{ndome a las borrachas del medio y te usé para ello,
pero el resto fuiste tú.
―¿Yo? ―chillé, haciendo que el vagabundo al fondo de la calle empezase
a gritar sobre que le desperté.
―Cierra la puta boca ―le gritó Bram al tipo, haciendo que se callara.
―¡No hice una mierda! ―mascullé, cerrando las manos en puños a mis
costados.
―¿No fuiste tú, sujet{ndome y acerc{ndome a ti, d{ndome una mirada de
fóllame?
―¿Un mirada de fóllame? ―chillé de nuevo.
―¡Sigues haciéndolo! ―gritó Bram, inclin{ndose. Ambos nos quedamos
en silencio durante un largo momento, mirándonos el uno al otro. No estoy
segura de quién se movió primero, pero todo sucedió de repente, la boca de
Bram estaba de nuevo sobre la mía y me estaba empujando contra la pared de
ladrillos del edificio a mi espalda.
―¿Cu{ndo te pusiste un pendiente en la lengua? ―jadeó en mi boca
mientras metía uno de sus muslos entre mis piernas, alzando mi cuerpo un
poco mientras me aplastaba.
―Hace un par de años ―gemí y me froté en su contra.
―Nunca lo había visto. ―Movió las manos por mi torso para tocarme los
pechos a través de la camisola.
―Lo sé. ―Deslicé las manos bajo su camiseta y hundí los dedos en la
acalorada piel de sus costados. Un familiar silbido vino del fondo de la calle,
haciendo que nos detuviésemos.
―Llaves ―murmuró antes de volver a presionar sus labios contra los
míos―. Llaves. Ahora.
Hurgué en mi bolso colgando de mi hombro y alejé los labios de los suyos
mientras encontraba las llaves de mi SUV. El momento en que Bram las escuchó
resonar, se estaba apartando y tomándolas. Sin una palabra, me sujetó la mano
y caminó hacia mi auto.
Cuando llegamos, se detuvo y giró la cabeza para mirarme. Contuve la
respiración mientras pulsaba el control remoto, desbloqueando la puerta del
conductor. Luego pulsándolo de nuevo, desbloqueando el resto y abrió la
puerta trasera. Se quedó allí, sin moverse, dejándome tomar mi decisión.
Podía haberle quitado las llaves de la mano y rodeado la parte delantera
de mi SUV. Eso habría sido más inteligente. En cambio, pasé a su lado y salté al
asiento trasero.
Realmente estaba tomando una mala decisión. Lo sabía. Creo que ambos
lo sabíamos. Nada bueno podía salir de jugar con Bram. Lo mejor, las cosas
serían incluso más extrañas entre nosotros después. Lo peor, ya nos odiábamos
el uno al otro en cambio de las discusiones a medias que habíamos estado
teniendo antes. Pero no me importaba.
Nicole Jacquelyn es madre de dos niñas y
una estudiante universitaria de tiempo
completo. No ha visto la televisión en más de
un año y todavía hace cosas que enloquecen a
su madre, y le encanta leer. A los ocho años,
cuando se le preguntó qué quería ser cuando
creciera, le dijo a la gente que quería ser madre.
Cuando tenía doce años su respuesta cambió<
a autor. Cuando tenía dieciocho años, cuando la
gente le preguntaba qué quería hacer con su
vida, les dijo que realmente quería ser escritora,
pero las probabilidades de que eso sucediera
fueron tan escasas que obtendría su título de
negocio "sólo para estar segura". Sus sueños se
mantuvieron constantes. Primero se convirtió
en mamá, luego fue a la universidad y durante
su último año, con una hija en primer grado y la
otra en preescolar, se sentó y escribió una historia.

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