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Magdys83 Lvic15
Clau nElshIA
Brisamar58 Valen Drtner
Gigi Agus901
Kath Mimi
Axcia Maria_Clio88
Chivisil Neera
Olivera Vero Morrison
Vero Morrison Lvic15
Mona
Dabria Rose
Cecilia
¿Qué haces cuando tu alma gemela se casa con tu mejor amiga?
Si eres Kate Evans, conservas a tu amiga Rachel, te vinculas con sus hijos,
y entierras tus sentimientos por su esposo. El hecho de que Shane está en el
ejército y fuera por largas temporadas ayuda, pero cuando ocurre una tragedia,
todo cambia.
Después que Rachel, embarazada de su cuarto hijo, muere en un accidente
de coche y el bebé sobrevive milagrosamente, Kate da un vuelco toda su vida
para compartir las tareas de crianza de los hijos. Luego, en el primer aniversario
de la muerte de Rachel, Kate y Shane se consuelan mutuamente en una noche
que ambos pronto se lamentan.
Shane ha estado enojado por un año, y ahora se siente culpable también,
por dormir con la mejor amiga de su esposa y gustarle... por gustarle ella. La
capacidad de Kate de leerlo como un libro puede que haya ahuyentado a Shane
una vez, pero sus vidas están entrelazadas para siempre y están cada vez más
cerca.
Ahora con Shane desplegado durante siete meses, Kate está sola y
luchando con ser una madre soltera. Shane es un amor y apoyo a miles de
millas de distancia, pero su regreso a casa trae una traición que Kate nunca vio
venir. Así que la única elección de Kate es luchar por el futuro que se merece,
con o sin Shane...
―¿P or qué vamos a esta mierda de nuevo? ―pregunté a mi
esposa mientras jugaba con su maquillaje en el espejo del
lado del pasajero.
―Porque es importante para tu prima.
―Ella no es mi prima ―le recordé, cambiando de carril.
―Bien. Es importante para Kate ―respondió, perdiendo la paciencia―.
No entiendo por qué estás siendo tan idiota al respecto.
―¿Cu{ntas veces salimos de la casa sin los niños, Rach? Pocas veces.
Preferiría no pasar nuestra noche a solas en alguna jodida cafetería llena de
chicos de dieciocho años.
―Maldición, est{s de mal humor esta noche ―murmuró con molestia―.
Kate me pidió esto hace semanas. No sabía que estarías en casa.
―Correcto, los planes cambian.
―¡Le prometí que iría! Dejo todo por ti cada vez que regresas de un
despliegue. Sabes que lo hago. No puedo creer que actúes como un idiota
porque por una noche tenía planes que no podía cambiar.
―Dudo mucho que Kate me quiera aquí ―murmuré en respuesta,
estacion{ndome en el pequeño estacionamiento que ya estaba lleno de autos―.
Lo va a odiar cuando la vea estrellarse.
Salté fuera del auto y caminé alrededor del capó para ayudar a Rachel a
salir a bajar. Nunca he entendido por qué insistía en usar zapatos jodidamente
altos mientras estaba embarazada; me ponía nervioso. Se veía sexy como el
infierno, pero un día se iba a caer y estaba aterrorizado de que no estaría allí
para atraparla.
―En verdad no tienes idea, ¿cierto? ―dijo, riendo, mientras tomaba su
mano y la tiraba suavemente del asiento―. ¿Cómo, en el nombre de Dios,
crecieron juntos y todavía sabes tan poco sobre Kate?
―Sabes que no crecí con ella. ―Cerré la puerta y caminé lentamente hacia
el edificio pequeño―. Me mudé cuando tenía diecisiete años y me fui de la
ciudad cuando tenía diecinueve años. No es de la familia, por el amor de Dios.
Es la sobrina consentida y rara de las personas que me acogieron por un corto
periodo de tiempo.
Rachel se detuvo ante la molestia en mi voz:
―Es mi mejor amiga. Mi única amiga. Y jodidamente nos presentó, en
caso de que lo hayas olvidado.
―No fue a propósito.
―¿Qué se supone que significa eso? ¿Qué no fue a propósito?
―Estaba enojada como el infierno cuando nos juntamos.
―No, no lo estaba ―discutió Rachel―. ¿De qué est{s hablando?
―Olvídalo. No es importante.
―¿Puedes por favor, por favor, sólo ser amable y no actuar como si
estuvieras siendo torturado cuando lleguemos ahí? No sé qué te traes con ella<
―No me traigo nada con ella, sólo quería llevar a cenar a mi hermosa
esposa esta noche, y en cambio, vamos a ver a su amiga cantar para un montón
de adolescentes. No es exactamente lo que estaba esperando.
Levanté el brazo para ahuecar su mejilla en mi palma y froté la piel debajo
de sus labios con mi dedo. Quería besarla, pero después de todo el labial que se
había aplicado en el auto, sabía que no me lo agradecería.
―Vamos a ir a otro lugar después de esto, ¿está bien? Creo que ella va
primero, así que no vamos a estar aquí por mucho tiempo ―me aseguró con
una pequeña sonrisa, sus ojos suaves. Sabía que quería besarla; mi mano en su
cara era un gesto familiar.
―Est{ bien, nena. ―Me agaché y besé la punta de su nariz suavemente―.
Te ves hermosa. ¿Ya te lo había dicho?
―Nop.
―Bueno, lo est{s.
Sonrió y empezó a caminar de nuevo hacia el edificio, y yo pasé mis dedos
por el cabello corto en mi nuca.
No era que me disgustara Kate. Todo lo contrario, de hecho. Cuando
éramos niños, habíamos sido amigos, y había pensado que era graciosa como el
infierno. Tenía un peculiar y algunas veces extraño sentido del humor, y había
sido la persona más amable de verdad que jamás había conocido. Pero por
algún motivo, hace todos esos años, ella de repente se había enfocado en mí, y
la atención me había hecho sentir incómodo.
No me gustaba, y su encaprichamiento me había hecho sentir extraño,
incómodo en mi propia piel. No quería herir sus sentimientos, pero mierda, ella
sólo no lo hacía por mí. Era demasiado pulcra, demasiado ingenua y confiada.
Aun entonces, yo había estado más atraído por mujeres que eran un poco más
duras, un poco más oscuras, que la chica que todavía tenía carteles de hadas en
sus paredes a los diecisiete años.
Así que empecé a evitarla tanto como pude hasta que había llevado a casa
a una chica usando labial color rojo y cubierta de tatuajes después de su primer
semestre en la universidad. Había ignorado la forma en que Kate me había
mirado con ojos tristes mientras yo había monopolizado el tiempo de su amiga
e ignoré completamente sus sentimientos heridos. Nunca me había gustado
Kate de esa forma, y no había visto nada de malo en ir detrás de su nueva
amiga.
Había terminado casado con su compañera de cuarto, y desde entonces
me he comportado como si Kate y yo nunca hubiéramos sido amigos. Era más
fácil de esa manera.
―Vamos, cariño ―gritó Rachel, tirando de mí en la cafetería oscurecida―.
Veo una mesa, y mis pies me están matando.
¿Por qué diablos insistió en usar esos malditos zapatos?
―¿Puedo traerles algo de beber? ―Una pequeña mesera nos preguntó.
Como, en verdad pequeña. Apenas era más alta que la mesa de bar en donde
estábamos sentados.
―¿Puedo tener un té verde, por favor? ―preguntó Rachel.
―¡Claro! El verde que tenemos es increíble. ¿Para cu{ndo esperas?
―No por un tiempo.
―Bueno, ¡felicidades!
―Café negro ―ordené cuando la simp{tica mesera finalmente miró en mi
dirección. Su sonrisa cayó, y me di cuenta que mis palabras habían salido más
cortantes de lo que había pretendido.
―¡Seguro! ―chilló con una sonrisa forzada antes de alejarse.
―¿De verdad, Shane? ―Rachel gruñó con molestia.
―¿Qué? ―Sabía exactamente qué. Había sido un idiota, pero no estaba a
punto de explicar que la cafetería abarrotada me hacía sudar. La gente se reía
fuerte, empujando y chocando entre sí alrededor de la habitación, y no podía
ver las salidas desde donde nos sentamos.
―Hola, San Diego. ―Una voz familiar gritó desde los altavoces―. ¿Cómo
les va esta noche?
La habitación se llenó de aplausos, y la cara de Rachel se iluminó mientras
veía más allá de mí hacia el escenario.
―¿No son dulces? ―Kate espetó con una risa corta―. También me
gustan, chicos.
La multitud se hizo aún más ruidosa, y mis hombros se tensaron en
respuesta.
―Ahí hay una lata de café pasando por ahí, ¿quién la tiene? ―Se
detuvo―. Est{ bien, Lola la tiene ahora; ahí atr{s con la blusa morada con el
Mohawk. Cuando llegue a ustedes, agreguen un par de dólares, si pueden, y la
pasan.
La multitud aplaudió, y Kate se rió de nuevo sobre el sistema de sonido:
―Es mejor que empiece antes de que se amotinen.
Todavía no me había dado la vuelta para mirarla. Francamente, no quería
avergonzarla si apestaba. No quería<
Las notas claras de una sola guitarra llegaron a través de los altavoces, y
me congelaron cuando toda la habitación se quedó en silencio. Completamente
en silencio. Incluso los baristas detrás del mostrador dejaron lo que estaban
haciendo para ver el escenario cuando Kate se puso a cantar.
Mierda. Mi cabeza se dio la vuelta, y sentí como si hubiera tomado un
golpe bajo en el pecho.
Su voz era ronca y fuerte, y estaba meciendo la guitarra como un bebé que
había sostenido todos los días de su vida. Estaba totalmente cómoda ahí arriba,
zapateando con el pie y sonriendo a diferentes personas en la multitud mientras
empezaban a cantar con ella.
Eso fue increíble. Ella era increíble. No podía apartar la vista. Esta no era
una idea tonta que había tenido con el impulso del momento. Sabía
exactamente lo que estaba haciendo, y esos chicos la conocían. Jodidamente la
amaban.
Y se veía preciosa.
Mierda.
Su cabello estaba enrollado en los lados en algo que Rachel había
intentado varias veces. ¿Creo que fueron llamados rollos de la victoria1? Estoy
bastante seguro que es lo que Rach había llamado cuando no pudo descifrarlos.
Su piel era suave, y usaba un labial rosa intenso que hizo a sus dientes blancos
brillar bajo el reflector. Estaba usando una camiseta que colgaba de su hombro y
vaqueros rasgados que eran tan apretados, que ni siquiera estaba seguro de
cómo se las había arreglado para sentarse.
1
Victory rolls: Peinado clásico de 1940, llamado así por su forma en V. Uno de los estilos más
populares pin up de cabello que rezumaba elegancia.
Parpadeé lentamente, y ella todavía estaba allí.
―Intenté decirte que era buena ―dijo Rachel con suficiencia desde mi
lado.
―¿Ella escribió esa canción? ―pregunté, volviendo la mirada hacia mi
esposa.
―Cariño, ¿en serio? Es una canción de Taylor Swift.
―Oh.
―Esta es una canción de Kenny Chesney.
―Conozco esta ―murmuré, mirando de regreso hacia el escenario―.
¿Sólo canta country?
―Claro que no. En su mayoría son otras cosas, pero generalmente tiene
un tema. Esta noche es obviamente sobre los chicos< adolescentes, ya que las
donaciones van a alguna caridad para detener el acoso.
Asentí, pero mis ojos estaban en el escenario de nuevo mientras Kate
bailaba un poco en su asiento, zapateando por el ritmo de la nueva canción
enfrente de su guitarra. ¿Kate había sido acosada? No recuerdo nada como eso,
pero como le había dicho a Rachel, sólo me había quedado con los tíos de Kate
por poco más de un año antes de salir para el campamento militar. Tal vez me
lo había perdido. El pensamiento me hizo rechinar los dientes con rabia.
Kate frunció sus labios brillantes a continuación, soplando un beso con un
guiño para el público.
Mi respiración se detuvo.
Jesucristo.
Me empujé atrás en mi asiento de la mesa y agarré la mano de Rachel,
tirando de ella para sentarla en mi regazo.
―¿Qué est{s haciendo? ―susurró con una risa.
―Si nos vamos a quedar aquí, estoy teniendo algunos beneficios.
―¿Oh, sí?
―Sí. ―Me agaché y la besé con fuerza, ignorando su labial que pude
sentir manchando sobre mis labios. Deslicé mi lengua en su boca y sentí sus
uñas enterrarse en mi hombro mientras inclinaba la cabeza para un mejor
ángulo. Dios, besarla todavía se sentía tan bien como la primera vez que lo
había hecho. Ni siquiera había sabido que amar tanto a alguien era posible
antes de haberla conocido.
―¿En otro momento? ―preguntó contra mis labios mientras se extendía
ciegamente y agarró un par de servilletas para limpiar nuestras caras. Tenía la
cara sonrojada, y yo no quería nada más que dejar esa puta cafetería y tenerla a
solas.
Mi esposa era la mujer más hermosa que había conocido, y no sólo era su
apariencia. Había crecido como yo, sacaba y peleaba por cada cosa que
necesitaba; estaba orgulloso de la familia y la vida que habíamos construido
juntos. Habíamos recorrido un largo camino desde nuestras infancias
desagradables.
―¿Ya podemos ir a casa? ―respondí con una sonrisa de suficiencia
mientras me limpiaba la cara.
―¡Oigan, ustedes dos en la esquina! ―gritó Kate por el micrófono,
interrumpiendo la increíble mirada sexy que Rachel me estaba dando―. Nada
de eso, tengo niños aquí.
La multitud se rió, y eché un vistazo rápidamente por el escenario.
Kate estaba sonriendo tan brillantemente que se veía mareada:
―Esa es mi mejor amiga, justo ahí. ¿No es preciosa?
La multitud aplaudió mientras Rachel reía suavemente en mi oído y lanzó
un beso a Kate.
―¡Quiero saber quién es el tipo! ―gritó una chica desde el otro lado de la
habitación, haciendo reír a todos.
―Eh, ése sólo es su marido ―respondió Kate tajantemente, haciendo reír
a la multitud. Se encontró con mis ojos y guiñó, luego sonrió antes de apartar la
vista y empezar en la siguiente canción como si no hubiera hecho a mi
estómago caer.
La vimos durante casi una hora mientras ella jodidamente acababa con el
escenario. Luego llevé a Rachel fuera del edificio sin decir adiós, buscando
pretextos por querer apurarme por los chicos.
Tenía la clara impresión que conocía muy poco sobre la mujer que había
estado evitando durante diez años, y me preguntaba cómo me lo había perdido.
No era la chica rara que recordaba, o la mujer desaliñada en pantalón de
chándal y camisetas sin mangas que Rachel en ocasiones invitaba a la casa
cuando no estaba en casa.
La Kate que había visto en el escenario estaba jodidamente buenísima;
segura de sí misma y atrevida. Supe entonces que seguiría evitándola, pero por
un motivo completamente diferente al que tenía antes.
Dos meses después
―Diseño de P{ginas Web Evans ―contesté mi teléfono mientras
cambiaba de carril en la autopista. Dios, el tráfico era una pesadilla.
―¿Es Katherine Evans?
―Sí, ¿quién es?
―Lo siento, habla Tiffany de la Escuela Primaria Laurel. Estoy llamando
porque usted es el número de contacto de emergencia de Sage Anderson<
―¿Sage est{ bien? ―interrumpí, saltando al auto que me tocó la bocina.
¿Por qué demonios me llaman a mí y no a su madre?
―Sage est{ bien, señorita Evans. ¿Sólo nos est{bamos preguntando si
sabía quién se suponía que iba a recogerla de la escuela hoy? Las clases
terminaron hace treinta minutos, y nadie estaba allí para recogerla.
―Su mam{ la recoge ―respondí, viendo el reloj en mi tablero―. ¿No
llamó?
―No, señora. Hemos estado tratando de contactarla, pero no ha sido
posible.
―Eso es raro.
―Lo es ―estuvo de acuerdo.
―Est{ bien, bueno, iré a recogerla y trataré de localizar a Rachel, pero al
menos me va a tomar media hora. ―Parecía que mi cita en el centro iba a tener
que ser pospuesta.
―Eso est{ completamente bien. Sage puede quedarse conmigo en la
oficina.
―Est{ bien, dígale que su tía Kate estar{ allí pronto.
Colgué y salí de la autopista así podía dar la vuelta. Mierda, si trataba de
ir al norte estaría atrapada en la congestión de tránsito por las siguientes dos
horas. Me moví de nuevo por las calles manejando hacia la escuela de Sage,
llamando a Rachel una y otra vez. Mientras más tiempo no respondía, mi
estómago más se tensaba.
Mi mejor amiga no olvidaría recoger a su hija de la escuela. Era una
estudiante de segundo grado, por el amor de Dios. No era como que su hora de
partida era algo diferente de lo que había sido durante los últimos dos años.
Algo estaba mal.
Me tomó menos tiempo de lo que pensaba llegar a la escuela de Sage, y me
di la vuelta en el espacio de estacionamiento con las manos temblorosas.
Tenía una sensación horrible en mi interior que no podía calmar.
―Hola, estoy buscando a una niña, de cabello corto y oscuro, tiene el
nombre de alguna planta ridícula< ―dije con mi voz m{s seria cuando llegué a
la oficina principal.
―¡Tía Kate! ¡Estoy aquí!
―Ah, síp. Esa es la que estoy buscando ―bromeé, sonriendo mientras mi
chica favorita en todo el mundo envolvía sus brazos a mi alrededor.
―Sólo tiene que firmar su salida ―dijo la señorita de la oficina con una
sonrisa.
―No hay problema.
Firmé la salida de Sage y la llevé a mi auto, abriendo el baúl para sacar el
asiento extra que mantenía aquí.
―¿Dónde est{ mi mam{? ―preguntó Sage, rebotando en los dedos de sus
pies. La emoción de ir en mi auto obviamente había eclipsado el trauma que
había padecido por ser olvidada en la escuela.
―No estoy segura, nena ―respondí mientras la tenía ubicada en el asiento
trasero.
―¡Papi est{ hoy en el campo de tiro! ―me informó Sage mientras íbamos
hacia su casa.
―¿Oh, sí?
―Sí, ha estado en casa durante mucho tiempo.
―Eso parece, ¿no es así? ―respondí alegremente. Ella no tenía idea.
No me importaba que Rachel quisiera pasar tiempo con Shane cuando él
estaba en casa. Lo entendía por completo. Pero apestaba ser la amiga que era
ignorada cuando su pareja venía a casa por otro despliegue militar.
Prácticamente vivía con Rachel mientras Shane se había ido; ella odiaba estar
sola, pero en el momento en que su marido ponía un pie en suelo
estadounidense, era de nuevo una persona non grata.
Había estado pasando durante años. No estaba segura de porqué todavía
me molestaba.
―Mam{ va a tener un bebé pronto ―manifestó Sage desde el asiento
trasero mientras daba vuelta en su calle.
―Lo sé, es muy emocionante, ¿verdad?
―Sí. Sin embargo, est{ teniendo otro hermano.
―¿Qué hay de malo con los hermanos? Yo tengo dos hermanos ―le
recordé, estacionándome en su camino de entrada vacío.
Salí del auto mientras ella empezaba a responder y vi la casa silenciosa
confundida cuando nadie vino a saludarnos. ¿Dónde demonios estaban Rachel
y los chicos?
Sage siguió divagando mientras la ayudaba a salir de su asiento:
―< quería una hermana. Los chicos apestan, y sólo juegan con cosas de
chicos<
―¿Kate? ―Alguien gritó desde el otro lado de la calle―. ¿Dónde est{
Rachel? ¡Se suponía que debía recoger a los chicos hace dos horas!
Me volví para ver a Megan, la vecina de Rachel, cruzando la calle cerrada
con Gavin en su cadera y Keller dando saltitos a su lado.
―Ni idea ―respondí en voz baja mientras me alcanzaba―. La escuela
llamó porque no recogió a Sage. He estado tratando de localizarla durante los
últimos cuarenta minutos.
―¿Dónde est{ mi mam{? ―preguntó Sage, mirando entre nosotras con
confusión.
―Oye, Sis, lleva a los chicos adentro por mí, ¿quieres? ―Le di mis llaves
mientras Megan ponía a Gavin en el suelo―. Estaré adentro en un segundo, y
les voy a hacer un refrigerio. Ustedes chicos, ¿quieren hacer algunas galletas?
―¡Sí! ―gritó Keller, lanzando su puño en el aire.
―¿No hay un hola para tu tía favorita? ―le pregunté con una ceja
levantada.
―¡Hola, tía Kate! ¡Galletas! ―gritó, corriendo hacia la puerta con Gavin y
Sage detrás de él.
Vi mientras Sage abría la puerta, dejando las llaves colgadas en la
cerradura mientras se apresuraba en el interior.
―¿Qué demonios est{ pasando? ―pregunté, volteando hacia Megan.
―No tengo idea. Dijo que iba a ir a hacerse la manicura y regresaría,
como, en una hora. Ahora han sido tres ―respondió con frustración,
envolviendo los brazos alrededor de su cintura.
―Ella no es así.
―No, sé que no lo es. ―Se apresuró a añadir―. No estoy molesta, estoy
preocupada. Generalmente regresa antes de lo que dice que lo hará.
―¡Tía Kate, galletas! ―gritó Keller desde la puerta principal.
―Ser{ mejor que entre allí ―le dije a Megan, mirando sobre mi hombro a
Keller balanceando la puerta abierta―. Muchas gracias por cuidarlos.
―No hay problema ―respondió con un asentimiento―. Déjame saber
cuando sepas cualquier cosa, ¿de acuerdo?
―Claro ―dije, ya caminando hacia donde mi pequeño mono trataba de
subir el marco de la puerta.
―¡Vamos a hacer un desastre en la cocina! ―anuncié en voz alta,
levantando a Keller como un balón de fútbol mientras reía. Me obligué a no
estar en pánico enfrente de los niños mientras poníamos los ingredientes de la
despensa y empezamos a destrozar la cocina. Me dije que Rachel llamaría
pronto, pero cuanto más tiempo estaba ahí sin tener noticias de ella, menos lo
creía.
No estoy segura de lo que les dije a los niños sobre el motivo por el que
me iba, y no recuerdo el viaje al hospital o incluso dónde estacioné esa tarde.
No puedo recordar cómo se veía la enfermera mientras buscaba el nombre de
Rachel en su sistema informático o el camino hacia la habitación donde
esperaba por alguien que me hablara.
Lo primero que recuerdo claramente es la cara amable del médico de
cabello blanco mientras se sentaba frente a mí, y la pequeña sonrisa del joven
capellán cuando eligió la silla a mi izquierda. Sus palabras se volvieron una
letanía que iba a escuchar en mis sueños durante años.
Mi Rachel se había ido, pero su hijo estaba vivo en la UCIN2.
―¿Hay alguien al que le gustaría que llamemos? ¿Algún familiar o amigos
que le gustaría que estén aquí?
La pregunta me sacudió de la niebla que parecía estar poniéndose más y
más pesada a mi alrededor. Querido Dios.
―Yo voy a hacer las llamadas ―respondí, viendo de modo inexpresivo a
la pared―. Por favor, ¿puedo tener un poco de privacidad?
―Por supuesto. Voy a estar justo afuera si me necesita ―respondió el
capell{n, levantando el brazo para acariciar mi mano―. La llevaré hasta la
UCIN cuando esté lista.
La habitación estaba en silencio después de que se fueron, y luché contra
las ganas de gritar en la parte superior de mis pulmones sólo para escuchar el
eco a mi alrededor. Entendí entonces por qué la gente contrataba dolientes para
llorar en los funerales. Algunas veces la falta de sonido es más dolorosa que el
ruido de angustia de un corazón roto.
2
UCIN: Siglas para la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales.
Mis manos temblaban mientras sacaba el teléfono de mi bolsillo delantero
y lo apoyaba en la mesa enfrente de mí.
Sólo tomó un momento antes de que el sonido del timbre llenara la
habitación, y apoyé la cabeza en mis manos mientras me quedaba viendo el
nombre en la pantalla.
―¿Hola? ¿Kate? ¿Qué pasa?
―Shane< ―dije en voz baja, mi voz elev{ndose.
―¿Qué? ¿Por qué me est{s llamando? ―Su voz estaba confundida, pero
podía escuchar un pequeño toque de pánico en la urgencia de sus palabras.
―Necesito que vengas al Hospital Tri-City ―respondí, las l{grimas
rodando por mi cara y aterrizando en la pantalla de cristal de mi teléfono,
distorsionando las letras y números.
―¿Quién? ―Su voz era frenética, y podía escucharlo moverse, su
respiración pesada.
―Rachel tuvo un accidente. ―Sollocé, cubriendo mi cara para tratar de
amortiguar el ruido.
―No ―discutió desesperadamente mientras escuchaba dos puertas de
auto cerradas casi al mismo tiempo―. ¿Ella est{ bien?
Negué, tratando de recuperar mi aliento.
―¡Kate! ¿Ella est{ bien? ―me gritó, su voz angustiada llenando la
habitación como yo hubiera querido la mía justo minutos antes.
―No ―respondí a través de los dientes apretados, sintiendo los mocos
bajar por mi labio superior cuando lo escuché hacer un ruido profundo en su
garganta―. Ella se ha ido.
No dijo una palabra, y menos de un segundo después la conexión se
interrumpió.
Apenas podía obligarme a estirarme a través de la mesa por un pañuelo
mientras me desplazaba hacia abajo en mi lista de contactos y presioné Llamar
de nuevo. No había terminado.
―¡Hola! ―Su voz me hizo sollozar tanto de alivio como de tristeza.
―¿Mam{? ―hablé con voz ronca.
―¿Katie?
―Yo< yo<
―Toma una respiración profunda, bebé. Luego dime lo que pasa
―ordenó.
―Necesito que tú y la tía Ellie vengan aquí ―lloré, enderezando mi
espalda y limpiando las l{grimas de la cara―. No estoy< no sé qué hacer.
―Est{ bien, encontraremos un vuelo ―respondió inmediatamente, como
si volar desde Portland a San Diego fuera tan f{cil como cruzar la calle―.
Ahora, ¿qué está pasando?
―Rachel tuvo un accidente ―expulsé, las palabras como la grava en mi
garganta―. Ella no lo logró, y estoy preocupada por Shane.
―Oh, Katie. Mi dulce niña ―dijo con tristeza―. Estaremos en el primer
vuelo, ¿est{ bien, bebé? ―Su voz se volvió amortiguada mientras cubría el
teléfono y gritaba de modo estridente por mi papá.
―Sólo, no estoy segura de lo que se supone que estoy haciendo ―confesé
con un sollozo―. Shane todavía no est{ aquí, y no creo que pueda verla, y el
bebé está en la UCIN.
―¿El bebé est{ bien?
―Sí, me dijeron que solo lo mantenían en observación. ―Me froté la
frente, tratando de convencerme de que todo era una pesadilla. ¿Dónde se
suponía que tenía que estar? ¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Mi mejor
amiga en todo el mundo estaba ahí en ese hospital, pero no realmente. No
podía soportar verla. No podía ayudarla. ¿Dónde carajos se suponía que debía
ir?―. ¿Qué hago, mam{?
―Ve a ver a tu sobrino.
―¿Qué?
―Ve a la UCIN, y abraza a tu sobrino, y dile que todo va a estar bien ―me
dijo, conteniendo el llanto―. Ve a amar a ese bebé. ¿Dónde están Sage y los
niños?
―Est{n con una vecina. Est{n bien.
―Bien. Eso est{ bien.
―Sí.
―Pap{ encontró algunos vuelos. Estoy en camino, princesa ―me dijo con
voz baja―. Estaremos ahí pronto. Ahora, ve a cuidar de nuestro chico nuevo.
―Te amo, mam{.
―También te amo. Estoy en camino.
Caminé a la UCIN tan rápidamente como pude, y en minutos estaba
sosteniendo a mi nuevo sobrino en mis brazos. Las enfermeras me dijeron que
había pasado todos sus exámenes con gran éxito; estaba temerosa mientras me
sentaba en una mecedora, acunándolo en mi pecho.
―Seguro que conseguiste un inicio de mierda, hombrecito ―murmuré
contra su cabellera rizada, balance{ndolo atr{s y adelante suavemente―. Lo
siento mucho, amigo. Probablemente perdiste a tu mamá y esa burbuja cálida
en que has estado por tanto tiempo. No puedo ayudarte con eso.
Aspiré, cerrando los ojos mientras las lágrimas caían por mis mejillas.
Todo mi cuerpo dolía, y a pesar de que tenía a ese niñito en mis brazos, el día
parecía como alguna clase de sueño irreal, brumoso en algunas partes y claras
como el cristal en otras. Quería levantarme y llevar su pequeña forma
durmiente a Rachel, burlarme de ella sobre el extraño Mohawk que lucía y
hacer comentarios de broma sobre cómo los hombres siempre duermen durante
las partes difíciles de la vida. Quería ver su sonrisa orgullosa ante el chico fuerte
que había producido y gruñendo porque lo estaba acaparando.
Quería que todo fuera diferente.
Tarareé suavemente con los ojos cerrados por un largo tiempo,
sosteniendo al bebé cerca de mí. Estaba tranquilo donde nos sentamos, sin que
nada rompiera la calma de la habitación hasta que escuché a alguien abrir la
puerta.
―Allí est{ ―murmuró la enfermera desde la puerta.
Mis ojos se abrieron al ver el rostro devastado de Shane a sólo metros de
mí. Parecía que apenas estaba aguantando. Tragué saliva cuando sus ojos
enrojecidos tomaron a su hijo cuidadosamente antes de subir para encontrarse
con los míos.
―¿Él est{ bien? ―preguntó con voz pastosa, buscando mi cara. Nunca lo
había visto tan asustado.
―Él est{ perfecto ―respondí, mi voz palpitando con emoción―. Las
enfermeras dijeron que es una estrella de rock.
Él asintió dos veces, levantando el brazo para cubrir su boca con la mano,
pero antes de que pudiera decir otra palabra, se estaba tambaleando y cayendo
de rodillas con un sollozo casi inaudible.
Un año después
―¿Qué demonios haces aquí? ―gruñó Shane, cuando abrió la puerta que
había estado llamando por unos buenos cinco minutos. No había conducido
todo el camino hasta allí para que me ignorara.
―Estaba en el barrio... ―respondí, regresando a la incómoda adolescencia
que había tratado de dejar atrás durante años.
―¿Los niños est{n bien? ―preguntó, caminando a través del cuarto y
vertiendo lo que parecía Jack Daniels en una de las tazas de café del hotel.
―Tía Ellie dijo que ya est{n dormidos.
―¿Ella te llamó?
―Sí.
―Le dije que estaría en casa por la mañana.
―Estaba preocupada.
―Como puedes ver, estoy bien.
―Bueno, yo no iría tan lejos ―le contesté, finalmente, entrando en la
habitación y dejando que la puerta se cerrara detr{s de mí―. ¿Quieres
compartir? ―pregunté, señalando la botella sobre la mesa.
―No especialmente.
―¿Compartir{s?
―Supongo.
Me senté en el borde de la cama mientras me sirvió una taza de whisky y
asentí mi agradecimiento cuando me lo entregó. Mierda, odiaba el olor a
whisky. Desde que Rachel y yo habíamos caído en nuestra propia mierda
durante nuestra primera fiesta en la universidad, lo olía y venía a mi memoria
vómito teñido de whisky saliendo por mi nariz.
―No podías haber derrochado en cosas buenas, ¿eh? ―pregunté,
tomando un pequeño sorbo.
Su risa sobresaltada me hizo sonreír, pero no lo vi mientras aterrizaba en
la cama junto a mí con un pequeño rebote.
―Supuse que no importaba si lo que quería era volverme mierda.
―¿Ese es tu plan para la noche? ―pregunté, echando un vistazo a la
botella casi vacía mientras sentía mis piernas comenzar a calentarse. Mierda,
había pasado tanto tiempo desde la última vez que sentí el zumbido por alcohol
que la sensación era casi eufórica.
―Volverme mierda, pajearme y dormir ―anunció con una sonrisa
mientras mis ojos se dispararon a su cara―. Aww, mírate. Todavía te ruborizas
ante la mención de la masturbación.
―Est{s borracho ―escupí, terminando mi whisky y levantándome de un
salto. No hablaría de masturbación con él, por el amor de Dios.
―Ese era el plan ―respondió con pereza mientras yo me enderezaba
agarrando mi bolso―. Te di tres chupitos, Katie. No vas a conducir. ―Sin
ninguna advertencia, tomó el bolso de mis manos y lo arrojó al otro lado de la
habitación.
―¡No tires mi mierda! ¡Probablemente rompiste mi teléfono, cretino!
―Las palabras se sentían gruesas en mi boca, y de inmediato me arrepentí de
haber tomado algo.
No quería quedar atrapada en una habitación, borracha, con un Shane
igual de borracho. Amaba a todo el mundo cuando estaba borracha, sabía eso
sobre mí. Estaba emocional, y hasta el tope, y era todo lo que había tratado con
tanta fuerza de suprimir desde que había perdido a mi mejor amiga en mi
primer año de universidad. Quizás el hotel tenía otra habitación para alquilar
que no gastara por completo mi presupuesto de comida de la semana. Perder
clientes para poder cuidar a los niños me había dejado un poco apretada de
efectivo.
―No vas a ninguna parte. No seas tonta ―se quejó Shane, agarrando mi
brazo mientras trataba de llegar a mi bolso.
―¡Estúpido!
―Madura, Katie.
―¡No me llames Katie! Sólo mis amigos me llaman Katie, y tú no eres mi
amigo ―argumenté, luchando para moverme más allá de él.
―Deberíamos haber sido amigos ―me dijo en voz baja, al oído mientras
me atrapaba desde atrás y cruzaba los brazos sobre mi pecho.
―¡Fuimos amigos, hasta que me tiraron como basura! ―grité, pateando
hacia atrás a sus piernas.
―¡Deja de darme jodidas patadas!
―¡Déjame ir!
Luchamos por el dominio, moviéndonos alrededor de la habitación, y si
mi mente hubiera estado un poco más clara, habría dejado de hacer lo que fuera
que estaba haciendo. Pero estaba frustrada, enojada y bebida, y luchar parecía
una decisión completamente racional.
―¡Est{s borracha! ―gritó, finalmente inmoviliz{ndome en la cama con los
brazos por encima de mi cabeza―. ¡No vas a entrar en un jodido auto!
―¡No eres mi jefe!
―¡Joder, no!
―¡Joder, lo eres!
―¿Qué?
―¡Suéltame! ―Presioné mis caderas y tiré de mis brazos, pero no sirvió de
nada. Incluso borracho, Shane seguía siendo diez veces más fuerte.
―Sólo quería emborracharme en paz ―dijo, inclin{ndose hacia abajo
hasta que est{bamos nariz a nariz―. ¿Por qué siempre tienes que intervenir
como la maldita Florence Nightingale? ¿Eh?
―¿Por qué siempre tienes que ser un imbécil necesitado de salvación?
―grité de nuevo. Nuestra respiración estaba pesada, y pude sentir el sudor
formándose tras nuestro combate.
―No te necesito para salvarme. Nunca te necesité para salvarme ―gruñó,
sus ojos buscando mi cara―. Eso es lo que no entiendes. Simplemente seguiste
presionando y presionando.
Se me hizo un nudo en la garganta mientras pensaba en nuestro pasado y
volví la cabeza hacia un lado. Podía sentir las lágrimas formándose en las
esquinas de mis ojos, y no podía dejarlas rodar por mi rostro.
―Que te jodan ―susurré, mi cuerpo finalmente afloj{ndose―. Que te
jodan, Shane.
―No llores, maldición ―ordenó, apretando sus manos en mis muñecas―.
¡No!
Lo ignoré, manteniendo los ojos cerrados mientras sentía su respiración
pesada por encima de mí. Estaba tan avergonzada que sólo quería desaparecer.
―¡Basta! ―gritó, empujando la cama con las rodillas, como si sacudirme
hiciera alguna diferencia en el sollozo que subía por mi garganta.
Soltó mi brazo entonces, pero lo dejé encima de mi cabeza mientras lo
sentí captar mi mandíbula firmemente con sus largos dedos y girar mi rostro
hacia él. Tal vez si lo ignoraba perdería el interés por luchar.
―Cuando lloras, tus labios se hinchan ―susurró, haciendo que mis ojos
finalmente se abrieran por la sorpresa.
Él estaba mucho más cerca de lo que me había dado cuenta, por lo que mi
respiración se detuvo en mi garganta mientras me miraba los labios.
Luego, su boca estaba sobre la mía.
―Presionando, siempre jodidamente presionando ―murmuró contra mi
boca, antes de chupar mi labio inferior entre los suyos y morder con fuerza
suficiente como para hacer que gimiera.
Tiró de mi labio con los dientes, y sentí mi cuerpo calentarse en respuesta.
―¿Qué est{s haciendo? ―le pregunté a sus cejas fruncidas.
―Que me jodan si lo sé.
Nos quedamos en silencio mientras nos miramos el uno al otro. En algún
lugar en el fondo de mi mente sabía que era una mala idea, pero no fue
suficiente para detenerme de levantar mi cabeza y pellizcar su mandíbula con
mis dientes en respuesta.
―M{s duro ―ordenó, gimiendo mientras agarraba la parte posterior de
mi cabeza y apretaba mi boca contra su garganta―. Hazlo m{s duro.
Seguí sus instrucciones, mordiendo y chupando su cuello como si fuera mi
trabajo, y sus manos temblaban mientras una me sujetaba contra él y la otra se
deslizaba por el lado de mi garganta y arrancaba la correa de mi sujetador y la
bajaba por mi hombro. Sabía salado y el rastrojo bajo su barbilla raspaba mi
lengua.
―Jesús ―Shane gruñó mientras se apoyaba en sus rodillas y miraba mi
pecho que había aparecido libre―. Tus pezones est{n perforados.
Se estiró y haló el aro descansando en mi pecho, y mis caderas se
sacudieron involuntariamente fuera de la cama mientras bajaba la otra correa
de mi sujetador por mi hombro para que ambos senos quedaran en exhibición.
Sus manos estaban sobre mí entonces, pellizcando y tirando de mis
pezones mientras me retorcía debajo de él. Sus fosas nasales se dilataron y su
mandíbula se tensó mientras yo buscaba el pantalón deportivo que llevaba
puesto y tiraba de ellos, sintiendo su dura erección a través de la tela sedosa.
Estuvo fuera de la cama en un instante, pero antes de que pudiera
preguntarme si me iba a dejar, estuvo de regreso y de rodillas por encima de
mí, desnudo excepto por las placas de identificación colgando alrededor de su
cuello.
Llegué a él inmediatamente, pero él sujetó mis manos con las suyas y las
llevó de vuelta a mis pechos mientras se deslizaba hasta mi cintura. Me tomó
un segundo darme cuenta de lo que estaba haciendo, pero en el momento en
que su piel se encontró con la mía, no pude evitar el pequeño gemido que salió
de mi boca.
―Retenlas allí ―murmuró Shane, mirando hacia donde su pene se
encontraba entre mis pechos―. Estrújame duro.
Asentí aturdida mientras presionaba contra los lados de mis pechos,
envolviéndolo en mi escote mientras empezaba a deslizarse hacia arriba y hacia
abajo. Sus dedos encontraron los pezones y los torturaron mientras se movía, y
en poco tiempo ya estaba tan frustrada que solté uno de mis pechos para tratar
de llegar a la cintura de mi pantalón.
Mi cara se sentía como si estuviera en llamas, y mi cabeza estaba nublada
mientras trataba de alcanzar entre los muslos de Shane. Mis brazos no eran lo
suficientemente largos para rodearlo, y necesitaba llegar a mi clítoris. Sabía que
sólo requeriría un segundo antes de correrme como si fuera el Cuatro de Julio, y
luego me di cuenta de que él podía volver a lo que estaba haciendo.
No pensé en la forma en que mi mano se deslizaba a través de sus bolas y
el interior de sus muslos mientras me movía, pero un grito sobresaltado y luego
un gemido hizo que me detuviera con la mano a mitad de camino a la tierra
prometida.
―Detente ―dijo Shane, desliz{ndose fuera de mí.
―Estoy cansada de esa maldita palabra ―respondí de nuevo, mis ojos
cada vez más pesados.
Me volteó sobre mi estómago como un saco de patatas, y mi respiración se
aceleró mientras subía hacia atrás encima de mí y tiraba de mis caderas lejos de
la cama.
―Malditos pantalón de ch{ndal ―se quejó, apretando mi culo con las dos
manos mientras yo me ponía sobre mis codos.
―Es pantalón de yoga.
―Gracias a Dios por los pantalones de yoga.
―Estoy bastante segura que Dios no diseñó estos.
―Estoy bastante seguro que sí lo hizo ―replicó, haciendo su punto
jalando mis muslos con un tirón rápido.
Sus manos fueron directamente entre mis piernas por detrás, y arqueé la
espalda mientras sus dedos se deslizaron sobre mi piel.
―Tan depilada y resbaladiza ―susurró Shane misteriosamente, inclinado
sobre mi cuerpo hasta que su pecho se apoyó en mi espalda―. ¿Y esto qué es?
Sus dedos encontraron mi piercing campana, y me congelé esperando
para ver qué haría. Sentí un dedo tocando suavemente la perforación mientras
mi respiración entrecortada crecía, y estaba tan concentrada en esa sensación
que no lo sentí posicionarse detrás de mí hasta que empujó dentro.
Creo que pude haber gritado cuando se detuvo a mitad de camino en mi
interior, pero mis oídos sonaban tan fuerte que no estaba segura. No es que me
habría importado de cualquier manera.
―Espera ―ordenó Shane con aspereza, empujando mi mano con la
muñeca que había pasado por mi cabeza―. Usa tus uñas.
Agarré su muñeca tal como me pidió y volví la cabeza para tirar de la piel
de su brazo entre mis dientes, haciéndolo gritar por encima de mí y aumentar
sus embestidas. Él estaba rodando sus caderas, su mano moviéndose
frenéticamente sobre mis muslos y clítoris y el culo, presionando y pellizcando
y empujando más y más con cada golpe. Fue el sexo más intenso que he tenido,
y para el momento en que tocó fondo dentro de mí, estábamos cubiertos de
sudor y me estaba viniendo en grandes olas.
No recuerdo nada después de eso.
espierta.
D La voz en mi cabeza sonaba más familiar que mi propia voz, sonreí
ligeramente mientras vagaba en ese lugar nebuloso entre el sueño y la vigilia.
Algo emitía un discreto sonido como de pitido o zumbido al otro lado de la
habitación, pero lo ignoré mientras deslizaba mis piernas desnudas a través de
las sábanas y me acurrucaba en la suave espalda que estaba apoyada en mi
pecho.
Deslicé mi mano por la cama hasta la suave piel de su vientre, llegando
finalmente a la curva inferior de su pecho. Cuando llegué, era más lleno de lo
que había previsto, y empecé a gemir cuando clavé los dedos en su piel. Está
embarazada, recordé vagamente, mi cabeza palpitaba. Sus pechos siempre se
agrandan cuando está embarazada.
Cuando mis dedos finalmente alcanzaron su pezón, sentí algo duro y frío
allí, y al momento en que ella suspiró y rodó sus caderas contra mi erección
mañanera, el mundo se desplomó a mi alrededor. La mujer que estaba
abrazando no era mi esposa.
Mi estómago se revolvió violentamente mientras gateé a través de la cama,
apenas pude ponerme de pie antes de que caer por otro lado. Conocía esa
habitación. Había estado allí cientos de veces, pero me tomó un momento que
los recuerdos de la noche anterior comenzaran a filtrarse en mi cabeza.
―Oh Dios mío ―susurró Kate, gir{ndose sobre sí misma donde había
estado durmiendo pacíficamente apenas minutos antes―. Dios mío.
Me quedé mirando la curva de su espalda como un idiota, tratando de
averiguar qué diablos debía hacer a continuación, cuando su cabeza se volvió
lentamente sobre su hombro y sus grandes ojos se encontraron con los míos.
―No ―susurró, apretando los ojos fuertemente cerrados―. Oh, mierda.
Yo todavía no había emitido ninguna palabra. Me quedé allí,
completamente desnudo, mirando fijamente a la mujer en la cama.
Kate se envolvió la sábana alrededor de su cuerpo y se sentó. Tenía los
hombros tan hacia adelante que podía ver su clavícula empujando fuertemente
contra la piel de su pecho. Sus ojos buscaban frenéticamente alrededor de la
habitación, y sin previo aviso, se tambaleó fuera de la cama, cayendo de
rodillas. Di un paso hacia ella sin pensar, pero el ruido agudo que hizo me
detuvo en seco.
Todavía sentía los efectos de la borrachera de la noche anterior, no podía
pensar con claridad. No podía entender por qué estábamos allí. Recordé
deslizarme dentro de ella, la forma en que su cuerpo se tensó a mi alrededor
como una prensa, y su sabor salado cuando había probado su piel, pero no
podía recordar por qué estábamos en esa habitación de hotel, para empezar.
―¿Qué est{s haciendo aquí, Katie? ―pregunté con voz {spera. Parecía
que hubiera tragado grava junto con la botella de medio litro de Jack.
―Vine a ver cómo estabas ―respondió ella, alzando la voz mientras
hablaba.
En ese momento me inundaron, un aluvión de imágenes que sentía
quedarían grabadas a fuego en mi memoria por el resto de mi vida. Mi piel se
acaloró y se erizó al recordar a Kate apareciendo en la puerta, y una furia se
posó alrededor de mí como una capa.
―¿Tú viniste a ver cómo estaba? ―pregunté con dureza, encontré mis
calzoncillos en el suelo y me los subí r{pidamente por las piernas―. ¿Y
entonces qué? ¿Decidiste que debía pagarte con una follada?
―¿Qué? ―preguntó, su voz tan baja que apenas la oí.
―Seamos honestos, Kate ―le dije conversando―. Estaba completamente
borracho y pensaste, bueno, he estado babeando sobre su pene durante años y
él no es exigente cuando está borracho. ¡Bingo!
―Eso no<
―Cierto ―la interrumpí, encontré mi pantalón corto y deslicé las piernas
en el mientras Kate permanecía de pie como una estatua en el centro de la
habitación―. Tú sabes. ―Me deslicé la camiseta sobre la cabeza―. Si yo fuese
una chica, irías a la cárcel por esta mierda.
―¿Iría a la c{rcel?
―Tú sabías que no te follaría sobrio, por lo que esperaste hasta que estuve
completamente borracho y tomaste lo que querías. ―Negué mientras recogía
mis llaves y la cartera de la mesa―. ¿Te sientes mejor ahora, Katie? ¿Pasó todo
como lo habías imaginado? No te decepcioné, ¿verdad?
Ella comenzó a temblar mientras caminaba hacia ella, deteniéndome a
pocos metros de distancia.
―Yo no te deseaba antes, y tampoco te deseo ahora ―dije mir{ndola
desapasionadamente, mientras su pecho se movía con sollozos silenciosos. Ella
estaba mirando a mi pecho, negándose a mirarme a los ojos, lo que me molestó
todavía m{s―. Eres mala en la cama, Kate. No te buscaría para repetir la
experiencia.
Di un paso atrás mientras ella caía de rodillas, y apreté la mandíbula
cuando empezó a vomitar, su llanto ya del todo descontrolado, haciendo eco
por toda la habitación.
Ella había provocado esto. Había llegado a la habitación del hotel que
había compartido con mi esposa, en el aniversario de su muerte, y me había
excitado cuando yo estaba demasiado borracho para saber qué diablos estaba
haciendo. Mi culpa, mi vergüenza y mi ira eran una mezcla potente, y en ese
momento podría haberla tirado por la ventana.
―Limpia esa mierda, ―le dije mientras pasé por encima del desastre que
había hecho―. No les pago por limpiar la alfombra.
Vi un par de tazas sucias sobre su lado de la cama mientras pasaba por ahí
y recordé vagamente los dos juntos bebiendo, pero no me detuve en mi camino
hacia fuera de la habitación. Que se joda.
Tenía que salir de allí. Tenía que alejarme, de este hotel y de la mujer que
estaba dentro de él, tanto como pudiera. Había ido allí para recordar a mi
esposa, para tener una noche en la que pudiera sentirlo todo, capturarlo todo.
Quería recordar su aroma, su manera de mirarme y la forma en parecíamos
movernos en perfecta sincronía. Había querido tener una noche en la que no
tuviera que esconder mis sentimientos, porque siempre había cuatro pares de
pequeños ojos observando cada uno de mis movimientos. Quería
emborracharme, ser miserable, y odiar a todo el mundo por ser viudo a los
veintinueve años de edad.
En lugar de eso, había cometido un gran error de mierda, y ahora en lo
único que podía pensar, era la forma en que Kate se había movido debajo de mí,
la manera en que su espalda se había arqueado de forma tan dramática cuando
había presionado dentro de ella desde atrás. Podía sentir dolor en la garganta y
los hombros, en los lugares que ella había mordido y succionado sobre mi piel.
No podía dejar de pensar en la forma en que la había dejado en el suelo de la
habitación, vomitando y asustada; y, sin duda, adolorida por las cosas que
habíamos hecho la noche anterior.
Me odiaba, y odiaba a Kate, y no tenía ni idea de cómo podría volver a
mirarla sin sentir que tenía que matarla allí mismo.
Ella me había jodido, pero a medida que entraba a la calzada de mi casa y
bajaba la visera de mi camioneta para ver las marcas de su boca en mi piel, supe
que lo que yo había hecho era mucho peor.
―¿Segura que no quieres que te lleve al aeropuerto? ―le pregunté a mi
madre adoptiva mientras ella daba un abrazo de despedida a los niños. Era
muy buena con ellos, pero supe lo maravillosa que sería incluso antes de que
Sage hubiera nacido. Alguien que cobija a adolescentes problemáticos sin otro
motivo que darles algo parecido a una oportunidad en la vida, y que nunca
levantaba la voz aun cuando ellos actuaran como completos imbéciles, de
seguro sería la mejor abuela que un niño podría pedir.
―No hay razón para que arrastres a los niños todo el camino hasta el
aeropuerto sólo para dejarme y luego regresar ―me aseguró, sonriendo a
Gunner, que estaba en mis brazos―. Kate me llevará. Ella tiene una cita hoy en
el centro de todos modos.
―¿En domingo? ―Mi estómago se apretó mientras Kate se detuvo en el
camino de entrada y esperó a que mi madre terminara de despedirse de los
niños. No la había vuelto a ver desde que la dejé en la habitación del hotel una
semana atrás, y estaba temiendo el momento en el que tuviésemos que
interactuar. No sabía qué decirle. No sabía cómo disculparme cuando todavía
estaba enojado con la parte que ella había representado en ese embrollo.
―Bueno, ella cuida de los niños durante toda la semana ―dijo Ellie, lo
que hizo que quitara mis ojos del auto de Kate. Ella todavía no había salido del
vehículo―. Ella tiene que cumplir con sus reuniones en algún momento, y le
llevaría horas llegar al centro si espera hasta que tu salgas del trabajo por la
noche. El tráfico aquí es terrible.
―Gracias por venir a quedarte ―murmuré junto al cabello de Ellie
mientras envolvía sus brazos alrededor de mí―. Nos encanta tenerte de visita.
―La próxima vez, voy a traer a pap{ conmigo ―dijo, d{ndome un
apretón antes de envolver una bufanda delgada alrededor de su cuello―. Voy a
comprar los boletos cuando llegue a casa.
―¿Qué est{ haciendo la tía Kate? ―preguntó con enfado Sage, agitando
los brazos hacia el auto de Kate.
―Creo que est{ hablando por teléfono ―mintió Ellie, mirando hacia mí
antes de tomar su pequeña maleta―. Voy a llevar esto yo misma ya que tú
tienes a Gunner.
Su cara mostraba simpatía y un poco de curiosidad mientras besaba mi
mejilla, pero no le dije nada mientras caminábamos hacia la puerta principal.
Ella supo, la misma mañana en que llegué a casa, que había pasado algo entre
Kate y yo. Cuando Kate no la volvió a llamar esa noche, Ellie se dio cuenta que
algo sucedió, pero prácticamente se mordió la lengua cuando vio mi cuello.
No había dicho una palabra, pero lo sabía.
―Estoy feliz de que se vaya la abuela ―anunció Keller, balance{ndose en
la puerta principal mientras Kate salía de la calzada.
―Kell, eso no es amable.
―Ahora veremos a tía Kate todos los días. Me gusta cuando la vemos
cada día ―explicó, agarrando el pomo de la puerta por sus dos lados y tirando
de sus piernas hacia arriba a través de sus brazos para poder colgar boca
abajo―. No quiero que te vayas nunca, papi. Incluso cuando no logramos ver a
tía Kate. ―Él me tranquilizó r{pidamente con un ceño fruncido en su rostro al
revés―. Me gusta cuando est{s aquí.
No tenía ni idea de qué estaba hablando, pero asentí.
―También me gusta estar aquí, amiguito.
―¿La tía Kate va a volver mañana? ―preguntó Sage, empujando a
propósito a Gavin contra Keller haciendo que los dos terminaran cayendo en el
porche―. Quiero que la tía Kate me lleve a la escuela.
―Sí, princesa. Ella estar{ aquí ―le respondí, orando en silencio por no
equivocarme―. Vamos a entrar para que ustedes puedan jugar con plastilina.
Gunner tiene que tomar su siesta.
Iba a ser un largo día.
―Sigo sin entender por qué est{s aquí ―dije suavemente, girando con
cuidado en la cama de hospital. La maldita cama era tan incómoda que sabía
que iba a estar aún más dolorida cuando me levantara.
―Somos amigos ―respondió, jugando con algo en su celular.
Apenas me miró desde que me trajo a la pequeña habitación y
procedieron a confirmar mi embarazo. Se fue mientras me hacían un
ultrasonido interno, y se había quedado en silencio incluso cuando lo atrapé
echando un vistazo a las imágenes que, convenientemente, había dejado en el
mostrador junto a la única silla en la habitación. Estaba inquieto, casi nervioso,
y honestamente, me hizo tensarme más con cada pequeño movimiento.
―No somos amigos, Shane ―le dije en serio, haciendo que levantara la
cabeza con sorpresa―. Tenemos una historia, una tonelada de mierda, pero no
hemos sido amigos desde hace mucho tiempo.
―No puedo dejarte sola aquí.
―Estaré bien. De verdad. Debes ir a casa con los niños. Sage
probablemente está volviéndose loca ahora.
―Acabo de hablar con ella. Est{ bien.
―Bueno, apuesto que Megan se est{ volviendo loca con todos esos niños.
―Acabo de hablar con ella. También est{ bien.
―No quiero que estés aquí ―dije finalmente, apartando la mirada de su
rostro sorprendido―. No estoy segura de qué haces, pero, seamos honestos,
¿bien?
―Estoy siendo honesto.
―No, te sientes culpable o algo así, pero estoy segura como la mierda de
que no estás siendo honesto.
―Est{s actuando como una perra.
―Ah, ahí est{ la honestidad ―respondí con sequedad para cubrir la
forma que me dolían sus palabras―. Sé que no quieres estar aquí, ¿bien? Estás
inquieto, suspirando y mirando tu reloj y, francamente, sería más fácil disfrutar
de este glorioso medicamento contra las náuseas si no sintiera que te estoy
reteniendo de ir a donde sea que quieres ir.
―Quiero estar aquí ―discutió con terquedad.
―¿Por qué? ¿Por qué querrías estar aquí?
―Porque est{s enferma y embarazada. No puedo simplemente dejarte.
―¿Por qué es tu problema? ―Lo miré fijamente, en silencio rog{ndole que
reconociera al bebé en las imágenes a un lado de su codo.
―Supongo que no lo es ―dijo finalmente, levantándose de la silla.
―¿Vas a seguir simplemente pretendiendo que yo sola quedé
embarazada? ―pregunté con cansancio, mirando su rostro―. Las fechas est{n
en las imágenes del ultrasonido que sigues mirando. Estoy segura de que
puedes hacer cálculos.
―Ya tengo cuatro hijos ―dijo con dureza, su mandíbula tens{ndose―.
Con mi esposa.
―¿Qué se supone que significa eso? ―susurré, sintiendo como si me
estuvieran desgarrando.
―Mira, has tenido un par de días para procesar esta mierda, ¿bien?
―espetó―. Yo he tenido horas, y la mayoría de esas horas las he pasado
levantándote del piso y llevándote al hospital.
―Lamento ser un gran inconveniente.
―¿Podrías por solo un jodido segundo darme un poco de espacio?
Maldición, Kate, ¡sólo dame un segundo para procesar esta tormenta de mierda
en que se ha convertido mi jodida vida!
Asentí una vez, luego, lentamente me volteé hasta que estuve de espaldas
a él.
―Claro, porque esto es mucho m{s sencillo para mí ―respondí
rotundamente, neg{ndome a mirarlo―. Tómate todo el tiempo que quieras.
Pude sentir su mirada en mi cabeza por un tiempo, pero, apreté los dientes
y controlé mi respiración hasta que escuché que abrió y cerró la puerta.
Entonces me puse a llorar.
Estúpidas hormonas del embarazo.
―¿Segura que est{s bien con ellos? ―pregunté por tercera vez mientras
enroscaba la tapa en mi taza de café.
―Estoy bien, Shane. Lo prometo. Sage no tiene escuela hoy, así que voy a
dejarlos dormir hasta tan tarde como ellos quieran y luego los haré acurrucarse
en el sofá por un día de películas.
―¿Todavía est{s vomitando cada cinco minutos? ―pregunté, viendo su
rostro pálido y su cabello apresuradamente amarrado. Todavía no lucía bien.
―No. La cosa contra las n{useas que me dieron es como magia. No he
vomitado en como ―miró m{s all{ de mí hacia el reloj de la cocina―, cuatro
horas.
―¿Estuviste hasta las dos de la mañana vomitando? ¿Por qué carajos
siquiera tomas esa medicina si todavía estás vomitando? Eso es una maldita
tontería. Llama al médico y ve si tienen cualquier otra cosa, otra marca tal vez.
¿Compraste el genérico? Dicen que esa cosa es lo mismo que la de marca,
pero<
―¡Vaya! Reduce la velocidad allí, turbo ―me interrumpió, levantando sus
manos en el aire entre nosotros―. No es infalible, ¿de acuerdo? Ayuda, pero no
es la cura a todo. Prefiero vomitar cada seis u ocho horas que cada quince
minutos. Está haciendo su trabajo. Contengo mi comida, y de hecho puedo
beber agua de nuevo. Todo está bien.
―Todavía est{s vomitando ―respondí tercamente.
―Veamos cu{ntos nombres diferentes podemos pensar para describir el
vómito. Ya hemos utilizado como tres. ¿Por qué no voy yo ahora? ―Frunció los
labios y entrecerró sus ojos por un minuto antes de afirmar―: Sopladura de
cachos. Ahora tú.
―¿De qué carajos est{s hablando?
―Estoy cambiando el tema de algo que pareces tener intención de
discutir, a pesar de ser un esfuerzo infructuoso. Sacarlo. Echarlo. Arrojarlo.
―No voy a jugar este juego contigo ―contesté, molesto. Si ella no quería
cuidar de sí misma, no era mi asunto. Parecía estar completamente bien con
verse y sentirse como una mierda todo el tiempo, ¿y quién era yo para discutir
con eso?
―Devolverlo ―anunció, siguiéndome por toda la cocina mientras
agarraba mi cartera y mis llaves―. Regurgitarlo.
―Ya basta, Kate.
―Orar al dios de porcelana ―replicó, con una sonrisa de satisfacción.
Incluso con sus mejillas demacradas y su cabello desordenado, tenía tantas
ganas de besarla que dolía, y eso hizo que mi frustración se elevara.
―¿Siendo molesta por lo general te lleva a conseguir lo que quieres?
―Si vas a trabajar molesto en lugar de preocupado, entonces funcionó.
―No estoy preocupado.
―Has estado pase{ndote.
―Est{s enferma, por el amor de Dios.
―Te estoy diciendo que estoy bien. Estoy emocionada de finalmente tener
un día libre de la escuela, sólo yo y mis monstruos ―respondió ella con una
dulce sonrisa de satisfacción.
―No son tuyos. ―No pude detener las palabras antes que salieran de mi
boca, pero lo lamenté en el mismo segundo que la sonrisa desapareció de su
rostro.
―Los he estado llamando mis monstruos desde que nacieron, Shane
―dijo inexpresivamente―. No voy a parar porque tienes un palo metido en tu
culo por alguna razón que no puedo comprender del todo.
―Eres<
―No ―interrumpió―. No vas a ser un idiota conmigo. No lo harás. No te
he hecho nada, y estoy cansada de sentirme como si estuviera caminando sobre
cáscaras de huevo. He ayudado a cuidar a los niños desde que nacieron. No
puedes cambiar eso, es sólo un hecho. Siento que pienses que esto es una
especie de competencia o lo que sea que malditamente creas que es. Son tuyos.
Lo entiendo. Pero eso no quiere decir que no soy nada, y no puedes intentar y
actuar como si lo fuera.
―No creo que seas nada.
―Mira, sé que no te gusto.
―Eso no es<
―Pero durante los próximos diecinueve años, vas a tener que lidiar
conmigo. ―Sus ojos empezaron a humedecerse, y algunas l{grimas cayeron de
sus ojos―. Siento eso. Lo siento mucho. Pero tenemos que encontrar una
manera de hacer que funcione porque, para bien o para mal, estoy aquí, y es
agotador tratar de llevarse bien contigo.
Kate se volvió para irse, y mi estómago se encogió.
―¿Por qué siempre haces eso? ―pregunté con irritación―. Nunca me
dejas decir algo antes de alejarte.
―Sé lo que tienes que decir, Shane. Ya lo has dicho, ¿recuerdas?
Simplemente nos estoy ahorrando palabras que no puedes recuperar.
―¡Todo lo que est{s haciendo es hacerme enojar! ―dije cuando comenzó a
alejarse de nuevo.
―Eso es sólo un extra ―dijo de vuelta, tranquilamente.
Rasqué mi cabeza en señal de frustración, gruñendo profundo en mi
garganta antes de colocar mi gorra sobre la parte superior de mi cabeza y salir
por la puerta principal.
Era tan jodidamente irritante. Actuaba como si yo fuera un total idiota, y
aunque pudiera recordar vívidamente las veces que lo había sido, hubo muchas
más veces durante el último año que las cosas habían estado bien entre
nosotros. ¿Alguna vez habíamos sido los mejores amigos? Realmente no. Pero
eso no me convertía en un idiota.
Y el hecho que ella no paraba de decir que no me gustaba, me molestaba.
Nunca había dicho que no me gustaba. Ella estaba bien. Agradable. Sólo no era
alguien con la que quisiera pasar el rato durante el poco tiempo libre que tenía.
Eso tampoco me convertía en un idiota.
No podía entender por qué seguía presionándome. ¿Quería que me
pusiera de rodillas y le pidiera ser amigos para siempre? Porque eso nunca iba
suceder.
Pero nunca, ni una vez, actuaba como si ella tuviera que caminar sobre
cáscaras de huevo.
Eso fue una mierda total y absoluta.
Teníamos a los niños en común. Eso era todo. No iba a fingir que pensaba
que ella era interesante o atractiva o divertida. Eso no sería justo para ella, y,
francamente, sólo jodería las cosas peor de lo que ya estaban.
La casa era ruidosa cuando entré por la puerta principal esa noche,
después de un largo día en el trabajo. Había estado verificando y volviendo a
verificar listas todo el día, yendo y viniendo por toda la base, tratando de
conseguir la mierda lista para el despliegue que poco a poco se estaba
acercando. Dios, estaba cansado. Cansado y de mal humor.
―¡Lo est{s haciendo impresionante, Sage! ―La voz de Kate se elevó por
encima del ruido de las cacerolas con las que Gavin y Gunner estaban jugando
en el suelo―. Asegúrate que estés cortando a través de todo el camino hasta el
mostrador, ¿de acuerdo?
Keller estaba en silencio por primera vez en mucho tiempo, construyendo
algo con Legos en la mesa de la cocina, y Kate se estaba moviéndose alrededor
de Sage mientras ella cortaba masa para galletas sobre el mostrador con lo que
parecía una lata de maíz vacía.
―Algo huele realmente bien ―anuncié, colocando mis llaves y cartera
sobre el mostrador.
―Hicimos estofado, ¿eh, Sage? ―dijo Kate con una tímida sonrisa―.
Estaba un poco frío afuera hoy, y me dieron ganas de un poco de comida
casera.
―¿Son esas galletas de Ellie? ―pregunté, mi boca haciéndose agua de sólo
de pensarlo.
―Sí, y la receta de estofado de carne de mam{.
―Santo infierno. ¿Cu{ndo estar{ listo? ―pregunté, desabrochando la
parte superior de mi uniforme. Quería despegarme de mi uniforme y ponerme
un pantalón corto de baloncesto y una camiseta que no oliese a sudor, pronto.
―Um ―tartamudeó Kate mientras miraba a mis dedos, y me volví
consciente de mi corazón golpeando con fuerza en mi pecho―. Como en veinte
minutos ―respondió finalmente.
―Voy a tomar una ducha primero entonces.
―Bien.
Todavía estaba mirando fijamente, y no sabía si era el estrés del día o qué,
pero de repente la quería fuera de la cocina y lejos de los cuatro niños que
estaban haciendo tanto ruido.
―¿Puedo hablar contigo por un segundo? ―pregunté, inclinando mi
cabeza hacia el costado.
―Por supuesto. Oye, Sage, b{jate de ahí, ¿quieres? Regresaré en un
minuto.
Kate se aseguró que Sage estuviera lejos del mostrador y levantó a Gunner
del suelo, acomodándolo en el corral lleno con juguetes entre la cocina y la sala
de estar, antes de seguirme hacia el pasillo y escaleras arriba.
Cuando llegamos a mi habitación, me contoneé y estiré mis hombros,
tratando de sacar las estrechas mangas de mi uniforme fuera de mis bíceps. Ese
era el problema de tener las mangas enrolladas hacia arriba apretadamente;
estaban tan apretadas, que era un dolor en el culo bajarlas.
Sentí sus dedos deslizarse entre mi piel y la tela de mis mangas, y dejé de
moverme por completo mientras ella tiraba primero de una manga y luego la
otra por mis brazos.
Su respiración estaba un poco entrecortada, como pesada y temblorosa al
mismo tiempo, y la sensación de ello en mi hombro fue la gota que rebasó el
vaso.
―¿Eso es todo lo que<? ―comenzó a preguntar Kate.
Mi boca estuvo sobre la de ella antes que la última palabra fuera dicha, e
hice un embarazoso ruido desesperado cuando sus labios se separaron y me
dejo entrar.
Sabía como a jengibre, probablemente de las galletas que había traído con
ella esa mañana, y por alguna razón eso incrementó mi deseo hasta que
prácticamente estuve temblando.
Mis manos estaban temblando mientras corrían sobre ella, una recorriendo
el camino a la cola de caballo en la parte trasera de su cabeza y la otra
deslizándose hacia abajo hasta que alcanzó ese punto dulce justo debajo de su
culo. Mis dedos se envolvieron alrededor de su muslo mientras gemía en mi
boca y trataba de montarme, y sin pensar tiré de su pierna hasta mi cadera.
Mierda. Ella estaba tan caliente. Podía sentirlo a través de su pantalón. Por
segunda vez en mi vida, agradecí a Dios por los pantalones de yoga y deslicé
mi mano por la parte trasera de ellos, sin detenerme hasta encontrar donde
estaba empapada.
Sus caderas se inclinaron hacia atrás, tratando de obtener más espacio, y
alejé mi boca de la suya, así podría recuperar mi aliento.
―Por favor, no pares ―rogó mientras rodaba sus caderas contra mi mano.
―Levanta tu camiseta ―ordené frenéticamente, tratando de llegar a todo
a la vez. Lo necesitaba todo. Lo necesitaba justo en ese segundo.
En lugar de levantar la camiseta con tirantes que tenía puesta, sacó sus
brazos por los tirantes y cuidadosamente la colocó debajo de sus pechos. Sin
sostén. Jodidas gracias. Saqué mi mano de la parte trasera de su pantalón y al
instante la empujé de nuevo hacia la parte delantera, encontrando su clítoris y
pellizcándolo entre mis dedos mientras me inclinaba hacia abajo.
―Con cuidado, por favor ―advirtió ella, tir{ndose hacia atrás cuando fui
por sus pechos.
―Seré suave. Quitaste los aros ―murmuré, ralentizando para tomar su
pezón derecho gentilmente en mi boca.
―Pensé que probablemente debería ―respondió, arqueando su espalda.
―Te quitaste éste, también ―dije, presionando dos dedos profundamente
dentro de ella y presionando fuerte hacia abajo con mi pulgar sobre su
clítoris―. Me gustaban.
―Mierda ―gimió, doblando sus rodillas así podía presionarse hacia abajo
en mis dedos dentro de ella―. No es suficiente.
―Es suficiente.
―No, estoy tan cerca. Dios. No es<
Mordí su pezón entonces, con cuidado debido a cuán sensible parecía
estar, y se vino, jadeando y estremeciéndose mientras mi mano entre sus
piernas se empapó en ella.
Saqué mi mano de ella lentamente, pasando mis dedos sobre todo a lo que
pude llegar, luego la levanté y metí esos dos dedos en mi boca.
Sabía diferente a como la recordaba. Incluso tal vez mejor.
Ella estaba yendo por mi cinturón cuando el sonido de pequeños pies
pisando fuerte por las escaleras llegó a nuestros oídos.
Santa mierda.
Nos revolvimos para ponernos decentes, ella tirando de su camiseta de
regreso sobre sus pechos de puntas endurecidas, y metiendo mi mano dentro
de mi pantalón para tirar de mi pene dolorosamente apretado y esconderlo
debajo de mi cinturón, aflojando mi camiseta interior así caería sobre todo.
Joder, eso duele.
―¡Tengo hambre! ―gritó Keller cuando llegó al quicio de la puerta.
―Est{ bien, amigo. Bajaré en sólo un segundo ―dijo Kate
incómodamente.
―Estoy muy hambriento ―insistió.
―Bajaremos ahora mismo, amigo ―dije en mi voz de pap{, advirtiéndole
con sólo mi tono que la conversación había terminado.
―Est{ bien. ―Se dio la vuelta y r{pidamente bajó las escaleras con toda la
gracia de un elefante, y entonces ahí estábamos, parados a unos centímetros de
distancia y completamente incómodos.
―Joder ―murmuré, pasando mis manos sobre mi rostro, lo que sólo hizo
las cosas infinitamente peor, ya que olían a Kate.
―Eso fue divertido ―dijo ella con una sonrisa, mirando hacia cualquier
lugar, excepto mi rostro.
―Para ti, tal vez ―me quejé, haciéndola reír un poco.
―Pobre bebé. ¿Necesitas algo de alivio? ―caminó hacia la puerta y llamó
a Sage―. ¿Cómo va todo, Sis?
―¡Viendo dibujos animados! ―gritó Sage desde abajo.
―Est{ bien, bajaremos en un minuto ―Kate gritó antes de cerrar la puerta
de mi habitación despacio y bloqueándola.
―¿Qué estamos haciendo? ―pregunté, sabiendo que, lo que sea que
hacíamos era una idea extremadamente mala.
―Tú no est{s haciendo nada ―dijo, estir{ndose para alcanzar mi
cinturón―. Tú sólo vas a quedarte ahí parado.
Se dejó caer de rodillas entonces, y por mucho que mi conciencia me decía
que me largara como la mierda de esa habitación, el resto de mí estaba diciendo
que, si la detenía, me iba a poner a llorar.
Tuvo mi cinturón y los botones de mi pantalón desabrochados en cuestión
de segundos y bajó mi bóxer hasta que estuvieron metidos debajo de mis bolas
en la parte superior de mis muslos.
―Mi extraordinario y compasivo reflejo nauseabundo est{ roto ―advirtió
antes sacar su lengua para pasarla sobre la cabeza de mi pene ―. Tendr{s que
tomar lo que puedo darte.
No sabía por qué sus palabras eran tan sexys, pero realmente no me
importaba, tampoco, porque me estaba chupando con su boca y usando una de
sus manos para deslizarse junto con sus labios, y juré que era una de las mejores
mamadas que he tenido a pesar que no me tomó muy profundo.
La forma en que deslizó su mano por mi muslo y rodó mis bolas en su
palma hizo que mi visión se volviera borrosa. Estaba totalmente concentrada,
sus ojos cerrados y su respiración soplando por su nariz contra mi pelvis en
cortos jadeos. No pasó mucho tiempo antes que estuviera tirando de su cabello,
finalmente tirando de su boca completamente fuera de mí.
No tragó, pero sí tiró de su camiseta hacia abajo para que pudiera
correrme sobre sus pechos y cuello como si estuviera jodidamente marcándola o
algo así.
Cuando terminó, se fue al baño y me moví hacia la puerta, metiéndome de
nuevo en mi pantalón. Cuando miré por la barandilla en la parte superior de las
escaleras, Gunner todavía estaba en su corralito y los chicos más grandes
todavía estaban sentados en silencio viendo dibujos animados.
Acababa de volver a mi habitación cuando ella salió del baño, su cuello y
pecho una vez más limpios y cubiertos, y sus labios rosas e hinchados.
Keller irrumpiendo en la habitación no me había sacado de la niebla en la
que estaba. Ni los cambios que el embarazo había hecho a su cuerpo. No me
había detenido cuando me di cuenta que el sabor de su cuerpo había cambiado,
ni cuándo se puso de rodillas. Pero por alguna razón, las palabras que salieron
de su boca cuando se encontró conmigo en el medio de la habitación fueron
como un balde de agua fría sacudiéndome hacia el presente.
―Voy a bajar y terminar la cena ―dijo con una pequeña sonrisa.
Fue demasiado jodidamente doméstico. Me alegra que te corrieras, cariño.
Ahora tengo que volver para alimentar a los niños.
―Esto no debería haber sucedido ―contesté, borrando esa sonrisa―. ¿En
qué mierda estábamos pensando?
―Oh. Vaya. Est{ bien ―soltó una baja risa despectiva y sacudió su cabeza
una vez―. Tienes toda la razón. No suceder{ de nuevo ―me aseguró con un
pequeño saludo.
―Ésta no es tu casa ―continué obstinadamente, el dolor en mi pecho y la
culpa en mi vientre sintiéndose como si fueran a quemar su liberación―. No
soy tu marido.
―¿No, en serio?
―No voy a jugar a la casita contigo, Kate.
―No me di cuenta que eso es lo que est{bamos haciendo.
―Estoy agradecido, tan jodidamente agradecido, que cuides de los niños
de la manera en que lo haces. Sé que lo haces porque los amas, y ellos te aman
de igual manera.
Estuvo callada mientras trataba de ordenar mis pensamientos, pero había
tantos tambaleándose dentro de mi cabeza que no podía hacerme decir lo que
quería, y todo lo que estaba saliendo sonaba amargo y condescendiente.
―Tú y yo nunca va a suceder, Kate. ¿Est{ bien? No estoy seguro de lo que
estás pensando, si pensaste que simplemente seríamos una gran familia feliz o
algo así, pero no lo seremos. No eres Rachel. Sólo no lo eres, y eres linda, pero
no me siento de esa manera contigo.
Ella asintió, mirando por encima de mi hombro, y la vi tragar antes de
alejarse de mí.
―¿No vas a decir nada? ―pregunté cuando llegó a la puerta.
―Creo que ya se ha dicho, ¿cierto? ―preguntó con una ceja levantada―.
No te estoy persiguiendo, Shane. Sea lo que sea que estés viendo no está allí. Me
pediste que viniera aquí. Me besaste. Me hiciste venirme, así que devolví el
favor. No inicié nada de eso.
―Tienes razón. Mi error ―dije entre dientes.
―No piensas en mí de esa manera, pero no tienes ningún problema en
meter tus dedos en cualquier hoyo al que puedas llegar, ¿cierto? ―sacudió su
cabeza y suspiró―. No necesito esta mierda. No me toques de nuevo.
Salté a la ducha tan pronto como la escuché bajando las escaleras y apreté
mis dientes mientras lavaba mi erección todavía dolorosamente hinchada.
Acababa de tener una de las mejores mamadas en mi vida, y todavía estaba
duro. Cuando por fin tuve a mi cuerpo bajo control, me puse un pantalón corto
y una camiseta vieja y bajé las escaleras justo cuando la puerta principal se cerró
suavemente.
―¿Dónde est{ tu tía? ―le pregunté a Sage mientras levantaba a Gunner.
―Se fue. Dijo que te dijera que las galletas est{n en la parte superior de la
estufa y el estofado est{ listo en la cacerola ―respondió, caminando por delante
de mí hacia la cocina.
Cuando los niños estuvieron acomodados y la comida había sido
repartida, finalmente respiré profundamente en alivio. Así era como se suponía
que tenía que ser. Sólo yo y mis hijos.
Entonces me di cuenta que Kate se había ido en silencio sin comer nada de
la comida casera de la que había estado tan entusiasmada, y me sentí como el
idiota más grande en el planeta.
―¡H ola, hermano mayor! ―contesté tan alegremente como
pude mi teléfono mientras iba pasando mis emails del
trabajo.
Solo quedaban un par de días hasta que Shane se fuera a su nuevo
despliegue, y yo estaba peleando por hacer el máximo posible mientras pudiera
y él pasaba unos cuantos días en casa con los niños. Entre ocuparme de los
pequeños monstruos y seguir enferma como una maldita, estaba pasando un
mal rato intentando mantenerme al tanto con los pocos clientes que me
quedaban, y ellos se estaban poniendo inquietos. Estaba exhausta, y la mayoría
de las noches cuando entraba en mi pequeño apartamento tan solo quería
arrastrarme a la cama y dormir, pero no podía. El trabajo empezaba en el
momento en que ponía los pies en el suelo al levantarme, y sin una dosis de
cafeína, estaba pasando por un infierno para mantenerme despierta lo
suficientemente tarde para terminarlo todo.
―¿Qué est{ mal Katiebear? ―preguntó Alex, con sospecha en su voz.
―Entonces imagino que ya habr{s oído las noticias.
―¿Qué noticias?
―No me tomes el pelo.
―Bien, me lo dijo mamá.
―Dios, ¿no se lo podré decir a nadie yo misma? ―bufé, haciéndolo reír.
―Nop, estoy seguro que mam{ te dejar{ que se lo digas a Bram,
preferiblemente cuando Shane esté ya a mitad camino hacia otro lado del
mundo así no tendrá que volar a San Diego y matarlo.
―¿Pero a ti te lo dijo?
―Estoy atrapado en el jodido Missouri, que est{ en el culo del mundo.
Posiblemente ella pensó que yo era la apuesta segura.
―¿Cómo te va por ahí? No he hablado contigo en una temporada ―dije,
tratando de masajear la parte baja de mi dolorida espalda. La vida en la armada
tenía a Alex moviéndose de un lado a otro. A veces me costaba unos minutos
poder recordar dónde estaba viviendo.
―Todo bien. Aburrido, pero bien. ¿Y qué tal contigo? Pasando por un
montón de mierda, ¿eh? ―dijo él comprensivamente.
―Dios, Alex. No tienes ni idea.
―¿Cómo acabaste durmiendo con Shane entre todos? ―preguntó él.
Resoplé.
―Lo sé, ¿est{ bien? El tipo no me aguanta.
―Le gustas a todo el mundo, Katie. Algunos son solo imbéciles. ―Oí algo
crujir de fondo y luego el sonido de él comiendo algo crujiente. Con la boca
abierta. Dios, juro que mis hermanos no tienen modales cuando no están cerca
de nuestra madre.
―Él no es un imbécil ―discutí débilmente.
―Me encanta el tipo, pero siempre tuvo la cabeza tan metida en el culo de
Rachel que es como si nunca hubiera visto la luz del día.
―Esa es una bonita imagen.
―Ya sabes a qué me refiero. ¿Qué pasó?
―Ya sabes lo que pasa, chico se emborracha en el aniversario de su
difunta esposa, su madre adoptiva le dice a la chica que lo cuide. La chica toma
el coraje de ir hacia él, luego procede a tomarse una jarra de café llena de Jack’s
con el chico, y una cosa lleva a la otra<
―Mierda, ¿él te dejo embarazada en el aniversario?
―Qué impecablemente oportuno, ¿no?
―Mierda, Kate. Eso apesta.
Suspiré, echándome hacia atrás y cerrando mi portátil.
―Es lo que es. No puedo hacer nada m{s ahora.
―¿Cómo te sientes? Mam{ dice que has estado muy mal.
―Ahora estoy un poco mejor. Me dieron algunas medicinas para las
náuseas y eso ayuda. Ahora solo estoy lidiando con estar súper cansada todo el
maldito tiempo.
―Y Shane se va en unos pocos días, ¿no?
―Síp. Estoy moviendo mis cosas a su garaje mañana y viviré con los
monstruos a tiempo completo. Shane se va al día siguiente.
―Mierda, ojalá estuviera ahí para ayudarte a empacar. ¿Estás nerviosa?
―¿Por cuidar a los niños? Realmente no, quiero decir, los he tenido hasta
ahora todo el día conmigo.
―Sobre Shane march{ndose. No actúes como que no es nada.
―Por supuesto que estoy nerviosa sobre su marcha. ―Paré, tratando de
juntar las palabras correctas―. Pero siento que no tengo el derecho de sentirme
así. Quiero decir, el tipo casi no reconoce mi presencia, así que no es como que
tuviera que estar preocup{ndome por él<
―Sé que te preocupas por él, Katie. No te habrías acostado con él si no lo
hicieras.
―Pero para él es lo contrario. No sé, Al. Solo siento como que estoy
ocupando un espacio o algo así. Como si nuestros papeles nunca hubieran sido
definidos. Solo de relleno. Cuando él no está ahí, hago lo que se supone tengo
que hacer, ahora que Rachel no está ahí para hacerlo. Pero ahora con este bebé,
es solo< Estoy mucho m{s asustada por su despliegue de lo que había estado
nunca antes.
―Eso tiene sentido, Sis. Tú siempre te has preocupado por Shane de una
manera o de otra. Mierda, todos lo hacemos. Pero esto es una cosa grande. Vas a
ser responsable tú sola de cinco niños durante los próximos seis o siete meses.
Lo eres, Sis.
―Lo sé.
―¿Ha puesto él todas sus cosas en orden?
―Sí. Las asignaciones y el seguro de vida y los beneficios est{n todos
cambiados. Esa parte me quiso hacer vomitar.
―Suena como que estos días te los pasas vomitando.
―No jodas. Por lo menos he perdido esos kilos extra que había estado
tratando de quitarme de encima.
―No digas tonterías como esa ―regañó Alex, sonando enfadado―. Estás
perfecta como eres. No deberías estar perdiendo peso, especialmente cuando se
supone que lo vas a engordar de nuevo.
―Era una broma, Al.
―Broma estúpida.
―De verdad que estoy bien, ya sabes ―le dije suavemente, deseando que
estuviera aquí conmigo.
―¿Estás lista para esto, Katiebear?
―Imagino que tendré que estarlo.
―Vas a ser una madre increíble.
―¿Tú crees?
―Lo sé. Has sido una bastante buena durante el último año, ¿no?
―Tú eres el mejor hermano que he tenido nunca, ¿sabes eso?
―Lo soy, pero asegúrate de decirle eso a Bram, ¿de acuerdo?
Me reí y hablamos un poquito más hasta que él tuvo que colgar,
dejándome sola con mis pensamientos.
―Megan tiene a los niños, así que tenemos que hacer esto r{pido ―me
informó Shane mientras me pasaba de largo entrando en mi apartamento la
mañana siguiente―. ¿Est{ todo empacado?
―Sí ―contesté, abriendo m{s mis ojos mientras dos hombres lo
seguían―. Hola, ¿quiénes son?
―Este es Eric y Miles ―me informó Shane, apilando cajas pequeñas en la
cocina para poder llevar tres de una vez―. Van a ayudarte con el traslado.
―Vaya, gracias, chicos.
―De nada. Shane nos ayudó a mí y a mi esposa a mudarnos el año pasado
―dijo el tipo alto, tomando una de las cajas grandes que había en el medio de la
habitación.
―Él me prometió cerveza ―me susurró el que estaba m{s cerca de mí,
guiñándome un ojo. Uff, tenía un no sé qué de chico listo guapo en él.
―Demonios, si desempacas cuando hayamos terminado, te prepararé un
pastel ―le dije de vuelta, sonriendo.
―Vamos, chicos ―dijo Shane cortante, saliendo por la puerta con el
primer montón de cajas.
Agarré las bolsas de basura con las mantas que había empacado esa
mañana y seguí a los chicos fuera de mi casa, resoplando molesta cuando las
bolsas golpeaban la barandilla al bajar las escaleras.
―¿Qué demonios est{s haciendo? ―gritó Shane, tirando de las bolsas en
mis manos antes de que hubiera podido llegar a mitad camino hacia la planta
baja.
―¿Qué est{s haciendo tú?
―Tú no deberías cargar cosas al bajar las escaleras.
―Son mantas, Shane. Pesan como dos kilos.
―Estabas a punto de tropezar.
―Las mantas hubieran parado mi caída ―discutí cabezonamente.
Él estaba siendo un idiota y, aunque no me hubiera importado sentarme
mientras él sacaba todas las cosas, no me estaba gustando el tono en el que me
estaba hablando.
―¿Qué tal si vas yendo tú hacia la casa y nosotros te alcanzamos allí?
―¿Qué tal, no? ¿Qué tal si vuelvo a subir a agarrar algunas cosas m{s y
ponemos todo este espectáculo en movimiento?
―No nos vas a ayudar a mover cajas.
Me quedé callada mientras los amigos de Shane pasaban por nuestro lado
subiendo las escaleras para agarrar más cosas, pero seguí mirándolo fijamente
hasta que estuvieron fuera de alcance y no podían oírnos.
―Est{s siendo un poco idiota ahora mismo.
―¿Porque no te dejo cargar cajas? ―preguntó él categóricamente.
―No, ¡porque me est{s hablando como si fuera tonta! ―Oh no, la loca
hormonal estaba saliendo.
―Mierda, Katie ―dijo quedamente, bajando un escalón―. No quiero que
te hagas daño. ¿Puedes solo supervisar o algo así?
―Vaya, eres todo un hombre grande, estoy impresionada.
―A veces me pregunto si tratas de sacarme de mis casillas
deliberadamente ―dijo exasperado, cambiando las bolsas de mano.
―Quiz{s necesite unos azotes ―contesté seriamente, antes de girar y
volver a subir las escaleras mientras él se quedaba parado y con la boca abierta.
No estaba segura si debía de estar avergonzada por mis pocas posesiones
o impresionada de que los chicos lo habían recogido todo tan rápido, solo
treinta minutos después, las camionetas estaban cargadas y estábamos en
camino hacia la casa de Anderson.
Era el momento de meterme en zapatos que no eran míos.
―¡Tía Katie! ¡Te tenemos una sorpresa! ―gritó Sage mientras Megan la
guiaba a ella y a los chicos a cruzar la calle.
―Gracias por cuidarlos, Megan ―dije mientras me pasaba a un dormido
Gunner.
―No hay problema, vecina. Eric estaba ayud{ndolos después de todo a
ustedes.
―Oh, ¿tu esposo es el súper alto o el súper sexy?
―¿Ambos?
―Bien, el súper alto entonces.
Nos reímos, luego agarré las pequeñas manos y nos movimos hacia el
césped mientras los chicos se apoyaban en la camioneta de Shane en la entrada.
―¡Ven a ver, tía! ―gritó Kell, tirando de mi mano.
―¡Mira!
―¡Mira!
―Bien, bien, ya voy. ―Me giré a Megan, quien estaba ocupada evitando
que su hijo corriera a la parte de atr{s de la camioneta―. Gracias otra vez,
Megan.
Los chicos balbuceaban con entusiasmo mientras entrabamos en la casa y
era jalada hacia el cuarto de invitados. Cuando Sage abrió la puerta de la
habitación con un gesto reverencial no pude evitar que se me salieran las
lágrimas.
―Pensamos que podrías necesitar una mejor cama ―dijo Shane en voz
baja detr{s de mi hombro―. No es nada genial, pero el colchón es nuevo, y<
―Me encanta.
―¿Sí?
―Es la mejor cama en la historia de las camas.
―No iría tan lejos ―contestó con una pequeña sonrisa―. Pusimos la
antigua en el garaje en caso de que la necesitaras para un cuarto de invitado o
algo así después.
―¿Hicieron esto por mí? ―dije a los niños quienes estaban saltando en la
cama―. ¡Me encanta!
―¡Te conseguimos sábanas nuevas también! Porque papá dijo que las
otras s{banas no le servirían a esta cama ―gritó Sage por sobre el ruido que sus
hermanos estaban haciendo―. Pero pap{ olvidó lavarlas hasta esta mañana,
por lo que están todavía en la secadora.
Miré sobre mi hombro a Shane para encontrarlo riéndose suavemente.
―Oops ―dijo, con un pequeño encogimiento de hombros―.
Probablemente estén listas ahora.
―Sage y Keller ―dije, atrayendo su atención―, ¿pueden ir por mis
nuevas sábanas de la secadora para que puedan ayudarme a hacer mi cama?
―¡Yo lo haré! ―anunció Keller, pasando como un tornado a mi lado.
―¡Dijo que los dos lo hiciéramos, Keller! ―gritó Sage con indignación.
Sonreí por sus respuestas, y me fijé cuando Gavin se dio cuenta que ya no
tenía con quien más jugar y se dejó caer dramáticamente en la cama. Por la
cantidad de baba filtrándose en el hombro de mi camiseta, tenía la sensación de
que Gunner ya se había dormido.
―¿Todas las cajas que necesitas en la casa est{n marcadas, verdad?
―preguntó Shane mientras Keller y Sage volvían corriendo, discutiendo sobre
quién podría poner su lado de las sábanas más rápido.
―Sí, todas est{n marcadas. Hay once. Las conté.
―Bien, iré por esas. ¿Quieres que lleve a Gunner a la cama? ―Extendió la
mano para deslizarla sobre la cabeza de Gunner.
―No, pero ¿podrías sacar al resto de los monstruos de aquí por un rato?
―pregunté con remordimiento―. Quiero simplemente treparme a mi nueva
cama con Gunner y tomar una siesta.
Sonrió dulcemente, la expresión me robó el aliento, y asintió.
―¡Sage! ¡Keller! ¡Gavin! ―gritó Shane―. Dejemos que Katie se acueste
con el bebé un rato, y ustedes pueden ayudarnos a descargar el resto de la
camioneta.
Una vez que todos salieron del cuarto, me subí entre las retorcidas sábanas
y me acurruqué al lado de Gunner en la gran cama. Mis mantas y mis
almohadas no habían llegado todavía a la casa, pero aun así me quedé dormida
casi instantáneamente cuando mi cabeza golpeó el colchón.
Me desperté un poco después bajo mi sábana favorita y sin Gunner.
―¿Gunner? ―lo llamé con p{nico.
Salté de la cama y bajé las escalas corriendo, donde pude escuchar a Shane
y los niños en la cocina.
―¿Dónde est{ Gun<? ―Estaba sentado en su silla alta comiendo
arándanos.
―Lo siento ―dijo Shane tímidamente desde donde estaba hablando con el
lindo chico nerd―. Cuando fui a ver cómo estaba, él estaba despert{ndose, así
que lo bajé aquí con nosotros.
―Santa mierda, pensé que lo había perdido ―jadeé, cubriendo mi rostro
con mi mano.
―Hay una pequeña puerta en la cima de las escaleras, Katie. No habría
ido muy lejos ―me recordó Shane sonriendo.
Sí, era gracioso para él, tal vez. Estallé en lágrimas.
―Oh mierda ―murmuró el lindo chico nerd.
―Demonios, Katie. ―Suspiró Shane, acerc{ndose a mí para poder
llevarme contra su pecho―. ¿Por qué est{s llorando?
―¡Me quedé dormida! Ni siquiera me di cuenta que no estaba.
―Estabas cansada ―murmuró Shane en mi oído.
―¡Siempre estoy cansada! ¡Oh Dios y si no me despierto cuando alguno
de ellos me necesite!
―Basta, Katie ―ordenó Shane con firmeza, deslizando sus manos por mi
espalda hasta que estuvieron en mi cabeza―. Deja de llorar. ¡Oye! Sabías que
estaba aquí, ¿verdad? Sabias incluso mientras estabas dormida que no dejarías
que nada malo les sucediera a los niños.
―Supongo. ―Aspiré.
―Claro, así que probablemente te diste cuenta cuando agarré a Gun, pero
no pensaste en eso, sólo te diste vuelta y volviste a dormir.
―Sí, pero<
Su rostro estaba cerca del mío y pude escuchar su voz baja claramente
incluso aunque los niños estaban haciendo un montón de ruido mientras
comían.
―No m{s l{grimas ―dijo con una pequeña sonrisa, limpiando las
lágrimas de mis mejillas.
―La tía Katie va a tener un bebé. ¡Es por eso que llora todo el tiempo!
―gritó Keller por sobre el ruido, haciendo que el cuerpo de Shane se tensara
por completo.
Me soltó y se giró hacia su amigo, quien estaba mirándonos con los ojos
ampliamente abiertos. La noticia ni siquiera deberá haberle parecido tan
sorprendente al chico nerd; las mujeres de mi edad tenían niños todo el tiempo
cuando no estaban casadas; pero la forma en que Shane me sostenían y el
cambio completo en su lenguaje corporal después del pequeño anuncio de
Keller debió haber sido una gran bandera roja para él.
―La comida est{ en la mesa, Katie ―dijo Shane sin mirarme de nuevo―.
Probablemente deberías comer.
Asentí incluso aunque no estaba mirándome y me moví hacia Gunner,
quien tenía toda la cara cubierta de comida.
―¿Dormiste bien, mono? ―pregunté suavemente.
―Ono ―contestó con una gran sonrisa.
―¡Saltemos en la cama! ―gritó Gavin cuando pasé a su lado.
―¡Ser{ mejor que no hayan monos saltando en mi nueva cama! ―bromeé,
pellizcándolo en un costado.
Gracias a Dios el día finalmente se acabó. Los chicos habían estado tan
inquietos a la hora de ir a la cama, que se sintió como si nunca fueran a dormir.
Lo entendía, sin embargo. Shane debía irse en la mañana y estaban ansiosos por
su partida. Habíamos decidido que el bonito chico nerd, cuyo nombre en
realidad era Miles, iba a llevar a Shane para el despliegue en lugar de llevar a
los chicos allá. No estaba segura de cómo sería el lugar, pero tenía la sensación
que ver a todas esas familias despedirse probablemente les haría mal.
Me cambié a una camisola y me deslicé entre las sábanas, relajándome en
mi familiar almohada. Mierda, estaba temiendo la mañana. No sabía cómo
dormiría esa noche. Mi ansiedad estaba aumentando con cada número que
cambiaba en mi reloj alarma.
―¿Tía Katie, puedo dormir contigo? ―susurró Sage en la puerta,
interrumpiendo la posibilidad de escenarios que estaban filtrándose en mi
cabeza.
―Claro, sube ―susurré en respuesta, apartando las cobijas―. Esta cama
probablemente pueda albergar a veinte personas.
―¡También yo! ―dijo Gavin mientras sus regordetas piernas corrían a mi
puerta.
―¡Pensé que estaban dormidos! ―susurró Sage con el ceño fruncido.
―No estoy cansado ―anunció Gavin, subiéndose sobre Sage y sobre mí
con un gruñido.
―Bien, pero yo sí estoy cansada. Así que tienen que dormir de inmediato.
―Bien ―se quejó, recostando su cabeza en mi hombro.
Me giré hacia él y acerqué su cuerpo al mío mientras sentía a Sage
acurrucarse a mi espalda.
Hubo silencio por un rato mientras los cuerpos de los chicos se hacían más
pesados y Gavin comenzó con el pequeño ronquido de resoplido que siempre
hacia y no me di cuenta que Keller había venido al cuarto hasta que estuvo
subiéndose por los pies de la cama.
―Hola, amigo ―dije cuando no habló ni una palabra―. ¿No puedes
dormir?
―Estaba solo ―dijo con un pequeño resoplido.
Se subió al lado de Gavin y se acostó mirándonos.
―Aw, amigo. ¿Quieres dormir aquí? ―Después de dos años de compartir
un cuarto con Gavin, Keller odiaba dormir solo. Me preguntaba si alguna vez
superaría eso.
―Sí.
Estuvo dormido en minutos, y me recosté ahí pasando mis dedos por su
cabello por un largo rato. Keller iba a ser a quien debería de vigilar de cerca en
las próximas semanas.
Sage se tomaba las cosas con dificultad, pero tendía a internalizarlas hasta
que las entendía y luego lentamente llegaba a términos con lo que sea que
estuviera pasando. Después de que Rachel había muerto, se había metido en sí
misma, pero después de unos meses se había convertido en la Sage de siempre
excepto por los sobresaltos cuando despertaba.
Gavin iba con la corriente. Era tan tranquilo; casi demasiado. Me
preguntaba si era por su edad o si Dios simplemente había decidido que Shane
y Rachel necesitaban alguien que fuera el exacto opuesto de su hijo mayor para
no perder la cabeza.
Keller no se tomaba las cosas fácilmente y, cuando estaba teniendo
problemas, todos lo sabían. Era muy sensible. Creo que la mayoría de las
personas habría asumido que su comportamiento sólo significa que era un
malcriado, pero lo había conocido desde que nació. El pobre chico se tomaba
todo desde el corazón, y cuando estaba sintiendo demasiado; ya sea que fuera
miedo, tristeza o ansiedad; siempre salía de él como ira.
Escuché los sonidos de la casa asentándose alrededor de nosotros y recé
porque fuera capaz de cuidar a todas estas pequeñas personitas por mi cuenta.
―Parece que hay fiesta aquí ―dijo Shane desde la puerta, entonces rodeó
la cama para poder verlo―. Qué bueno que compré una cama tamaño King.
―No es broma. Gracias a Dios Gunner est{ atrapado en su cuna o me
temo que estaríamos cayéndonos por los costados.
―¿Quieres que los lleve a la cama?
―Sí, probablemente dormir{n mejor ―repliqué, besando la frente de
Gavin.
Shane rodeó la cama y levantó a Sage, caminando en silencio por la puerta
mientras me paraba.
―No tenías que levantarte ―susurró cuando volvió.
―Deberías agarrar a Gavin primero. Si Keller se despierta antes de que
Gavin esté en su habitación, se asustará.
―Buena idea. ―Asintió, inclin{ndose para agarrar a Gavin―. Ya vuelvo
por Keller.
Me acurruqué de nuevo en la cama repentinamente sola mientras Shane
finalmente llevaba a Keller a su habitación. Estaba pateándome por decirle que
llevara a los niños a sus camas cuando Shane volvió.
―Córrete ―ordenó cerrando la puerta tras él.
Me moví en la cama y tragué con fuerza cuando se quitó su camisa sobre
su cabeza subiéndose a mi lado y poniéndose de lado hasta que estuvimos cara
a cara.
―¿No podías dormir? ―preguntó.
―Desearía que no tuvieras que irte ―solté, instant{neamente cerrando los
ojos con fuerza para no ver su expresión.
―Sí, no estoy muy emocionado por eso, tampoco ―replicó con un
suspiro, haciendo que mis ojos volvieran a abrirse.
―Pensé< bueno, Rachel siempre dijo que estabas ansioso por irte.
―Las cosas son diferentes ahora.
―Eso es un eufemismo.
―No estoy preocupado porque cuides de los niños. Lo sabes, ¿verdad?
―preguntó, agarrando uno de mis brazos y acercándome hasta que estuve
descansando mi cabeza contra el costado de su cuerpo―. No confío en nadie
más que en ti.
―Estoy nerviosa.
―También lo estaría. Son un montón de trabajo.
―Estoy nerviosa por ti.
―Esa es una cosa por la que no deberías preocuparte.
―No puedo evitarlo.
―Estaré de regreso antes de que te des cuenta.
―Estaré enorme para cuando vuelvas ―me quejé.
Se río suavemente, sacudiendo toda la cama.
―Probablemente.
―Te he extrañado ―susurré suavemente, curvando mi mano en un puño
sobre su pecho.
―Ni siquiera me he ido.
―No, te he extrañado desde hace mucho tiempo.
Estuvo en silencio por tanto tiempo que me pregunté si la había arruinado
en grande al mencionar el elefante en el cuarto alrededor del cual nos habíamos
movido el último año.
―Era un idiota en ese entonces.
―Eras mi mejor amigo.
―Lo sé. ―Suspiró, acercando mi cuerpo m{s contra el suyo.
―Sólo era un estúpido enamoramiento. Lo habría superado. Lo superé
―insistí.
―Y yo tenía veintiún años y estaba enojado con el mundo ―me
recordó―. Fue f{cil pretender que no existías. Sabía que, si tenía que verte
observándome con esos grandes y tristes ojos marrones, haría algo estúpido.
―Así que coqueteaste con mi compañera. Dios, ese fue un movimiento tan
imbécil ―repliqué.
―Lo fue. ―Se río―. Pero mierda, Rachel era sexy.
―Muy bien, se acabó la conversación.
―Lo siento.
―Era bastante sexy ―gruñí―. Si me gustaran las chicas, definitivamente
le habría dado a eso.
Él soltó una carcajada de sorpresa y todo mi cuerpo se calentó.
―Est{s loca.
―La extraño ―confesé, con mi garganta cerr{ndose.
―Mierda, también yo.
―Algunas veces todavía tomo mi celular para escribirle.
―Solía darme vuelta en la cama en la mañana y esperar que estuviera ahí.
―¿De verdad dejó que la vieras sin maquillaje? Supuse que saltaba de la
cama y se ponía maquillaje en la cara antes de que despertaras ―bromeé.
―Hizo eso el primer año que estuvimos juntos ―dijo entre risas―. Al
final tuve que atraparla antes de que se escapara de la cama para que dejara de
hacerlo.
―Juro que era mi completo opuesto ―me quejé―. Odio ponerme
maquillaje y peinarme.
Incliné mi cabeza hacia atrás para mirarlo y lo encontré sonriéndome.
―No lo necesitas.
―¿Qué?
―No necesitas toda esa mierda< El maquillaje.
―No, lo necesito. Sólo soy muy perezosa.
―No lo necesitas< Tu piel es perfecta ―dijo en voz baja, estirando la
mano para pasar un dedo por mi mejilla―. Tus labios ya son rojos y cuando
sonríes, juro que la gente no puede evitar responderte la sonrisa. Es contagiosa.
―No tienes que decir eso.
―¿Qué, la verdad? Kate, eres segura de ti misma por naturaleza. Rachel
era hermosa, sí. Pero trabajaba en eso, porque jam{s lo sintió. ―Me sonrió con
tristeza―. No te compares con ella. Son como naranjas y manzanas.
―Supongo que los viejos hábitos son difíciles de dejar.
―Estoy seguro que no ayudé con eso.
―La verdad no. Zoquete ―contesté con el ceño fruncido juguetonamente.
―Odio haberte visto desnuda ―dijo, sacudiendo su cabeza y haciéndome
retroceder sorprendida.
―¡Vaya, vete a la mierda!
Comencé a apartarlo, pero me sostuvo contra su pecho.
―Tu cuerpo es una locura, Kate ―me dijo mientras daba vuelta hasta
quedar sobre mí―. Te miro y no veo las malditas ropas raídas que usas. Veo la
forma en que tus pechos rebotan cuando tiro de tus pezones. Veo la forma en
que aprietas la mandíbula cuando estás por venirte, y la forma en que tus labios
rojos se hinchan por chupar mi pene.
Mi boca cayó abierta y lo miré sorprendida.
―Eras la mejor amiga de mi esposa. Mi esposa muerta. ¿Lo entiendes? Te
veo y no veo a la Katie que me volvió loco cuando éramos niños, o a Katie quien
era la mejor amiga de Rachel. Veo a Kate, la mujer que puede recibirme con
rudeza y luego rogarme por más. Eso no está bien. ¿Qué demonios se supone
que haga con eso?
No era una pregunta hipotética. Estaba preguntándome qué hacer; y no
tenía ni idea de qué se suponía que dijera.
Sus brazos estaban temblando y sus ojos estaban nublados de confusión.
Me recordó la primera vez que lo había visto, sentando a la mesa de la cocina de
mi tía y mi tío para la cena; esforzándose por mantenerse aparte mientras ellos
lo animaban a conversar.
Levanté mi mano y la puse suavemente sobre su mejilla, dolida por él.
Podría haber sido mi corazón sensible, o tal vez las hormonas del embarazo que
me tenían llorando por comerciales de comida para cachorros, pero quería tanto
tranquilizarlo.
Había visto de dónde venía este hombre. Sabía de sus demonios y su
historia, y prácticamente podía sentir la culpa emanando en olas de él.
―No tienes que descifrarlo esta noche ―susurré―. No tienes que hacer
nada.
―Sí, creo que sí ―dijo dolorosamente.
Entonces sus labios se rozaron con los míos, tan suavemente que apenas y
los sentí.
―Deberías decirme que me vaya.
―¿Por qué demonios te diría eso? ―respondí, succionando su labio
inferior dentro de mi boca―. No es como si me fueras a dejar embarazada.
Se congeló entonces, y lamenté las palabras que había dejado salir. Lo juro,
algunas veces no tenía ningún filtro.
Bajó por mi cuerpo sin decir palabra y subió mi camisola suavemente
desde donde se había enredado alrededor de mis caderas. Cuando finalmente
estuvo entre mis rodillas, se inclinó y presionó su cara contra mi vientre.
―Vas a tener a mi bebé ―anunció contra mi piel.
Sentí mis ojos inundarse y lágrimas cayeron por mi rostro. Finalmente.
Finalmente lo había dicho.
―Así es ―repliqué, mi voz {spera desmintiendo la indiferencia de mis
palabras.
―Voy a hacer mi mejor esfuerzo, ¿est{ bien? ―dijo nervioso―. Lo
prometo. Seré un buen papá para él.
―Ya eres un buen papá.
―Pero para este bebé ―contestó, levantando su cabeza y presionando su
mano contra mi vientre―. Voy a ser un buen pap{ para este bebé.
―Nunca lo dudé.
―Yo sí ―confesó, su cabeza alz{ndose avergonzada para mirarme a los
ojos.
La verdad de sus palabras me golpeó como una tonelada de ladrillos, y
finalmente entendí por qué había ignorado la prueba de nuestro bebé por tanto
tiempo.
Asentí una vez, y él lo hizo en respuesta, como, sin palabras, estuviéramos
haciendo un pacto aquí y ahora de cuidar a este bebé que no habíamos
planeado o querido.
―Entonces, no voy a tener sexo por un largo rato ―dije con los ojos
llorosos después de unos momentos, rompiendo la tensión que sabía debía
estarlo matando―. Sabes, con todo lo del embarazo sucediendo aquí. Y tú no
vas a tener sexo por un tiempo con toda la cosa de luchar por tu país<
―Levanté mis cejas y pasé mis manos por mis mejillas y observé que el alivio y
algo mucho más suave pasaba por sus rasgos.
―Eso es cierto. ¿Qué estás pensando? ―preguntó con una tímida sonrisa.
―Estoy pensando que est{ noche es nuestra última noche para conseguir
algo del dulce, dulce amor.
―¿Est{ intentando seducirme, señora Robinson?
―Si tienes que preguntarlo, obviamente no estoy haciéndolo bien
―respondí mientras él agarraba mis bragas y los bajaba lentamente por mis
piernas.
―Ya est{s mojada ―comentó con sorpresa mientras abría mis rodillas.
Pasé una mano por mi rostro con vergüenza.
―¡Bueno, tu rostro est{ muy cerca de ahí abajo!
―¿Ahí abajo? ―preguntó con diversión, su respiración golpeando mi piel
caliente.
―Bueno, ¿cómo debería llamarlo?
―Vagina. Coño< Clítoris.
―Mierda. ―Suspiré cuando me lamió―. Tiene una boca sucia, señor
Anderson.
―Puedo hacerla m{s sucia ―replicó antes de succionar mi clítoris entre
sus labios.
Las manos de Shane se movieron sobre mis muslos mientras su lengua y
sus labios se movían entre ellos, y por primera vez no tenía afán. Cada lamida y
succión era deliberada, empujándome suavemente hasta el borde y luego
apartándome lejos, hasta que estuve sudando y arqueándome contra mis
nuevas sábanas.
―¿Est{s lista? ―preguntó sin aliento mientras finalmente se apartaba,
bajando su pantalón por sus caderas.
―Si no me haces venir en los próximos treinta segundos, voy a lastimarte
―me quejé de regreso, haciéndolo reír.
―Cuanto te vienes, tu coño prácticamente palpita y te pones tan
jodidamente mojada ―susurró en mi oído mientras se movía sobre mí―. Te
quiero alrededor de mi polla cuando eso pase.
Shane se deslizó suavemente dentro de mí con un largo empuje, luego
subió una de mis rodillas hasta que mi pierna estuvo doblada entre nosotros.
Observó mi rostro de cerca mientras empujaba lentamente una y otra vez,
moviendo mis piernas y cambiando el ángulo hasta que finalmente golpeó un
punto que hizo sacudir todo mi cuerpo.
―Ahí est{ ―susurró con una sonrisa complacida―. Espera, cariño.
―Santa mierda ―murmuré mientras él se deslizaba sobre ese punto una y
otra vez. Mi cuerpo entero estaba congelado mientras se movía. Estaba aterrada
de que si me arqueaba él lo perdería de nuevo, y la sensación de él frotándose
contra mi punto G no era algo que quisiera dejar ir pronto.
―Eres tan linda ―dijo Shane con una sonrisa mientras lo miraba con los
ojos ampliamente abierto―. Est{s esforz{ndote por mantenerte quieta.
―Oh Dios, eso se siente bien ―gemí mientras él se movía m{s r{pido.
―Si no quieres que pare, ser{ mejor que me pongas las manos encima
―advirtió, empujando sus caderas hacia adelante―. Sé dónde est{ ahora. Nada
de lo que hagas va a evitar que lo encuentre.
―Qué si<
―Manos, ahora ―ordenó.
Levanté mis manos a su torso, una envolviéndose alrededor de su torso y
la otra se envolvió con suavidad frente a su garganta.
Gruñó, y lo sentí tragar con fuerza mientras su rostro caía al mío,
cambiando el ángulo de sus caderas así que gemí contra su boca.
―Est{ bien, te tengo. ―Suspiró, levantando mis dos piernas hasta que
estuvieron dobladas y presionadas contra su pecho y estuvo golpeando
directamente mi punto G de nuevo―. Ahí est{.
―Por favor ―rogué con la voz ronca.
―¿M{s fuerte? ―Se retiró y empujó desesperadamente mientras me
besaba con fuerza.
―Sí. Sí. Así.
―Dios, eres sexy ―murmuró en mi boca―. Ya casi est{s ahí, Kate.
Tómalo. ¡Mierda!
Exploté, y él me siguió de cerca con un profundo gruñido. Nuestros
cuerpos estaban resbaladizos por el sudor, y me sentí como si hubiera corrido
un kilómetro para cuando se retiró de mí.
―¿Bien? ―preguntó con suavidad mientras me ayudaba a enderezar las
piernas.
―Me siento como un fideo ―me quejé, baj{ndome de la cama.
―¿A dónde vas?
―Al baño ―murmuré, mis ojos poniéndose pesados por el cansancio―.
Las infecciones urinarias no son una broma.
―Qué sexy ―bromeó.
―Biología ―contesté mientras me iba.
Cuando regresé a mi cuarto, estuve sorprendida de ver a Shane todavía
acostado en mi cama.
―Si duermes cerca de mí, podremos evitar el punto mojado ―me informó
con precaución―. A menos que quieras que me vaya.
―No, quédate ―dije cansada, subiéndome a su lado―. Pero voy a
dormir.
―No sé qué estamos haciendo, Katie ―dijo Shane mientras me
acurrucaba en cucharita en la curva de su cuerpo―. Probablemente
empeoramos las cosas.
―¿Ya te arrepientes? ―pregunté ligeramente, mis ojos abriéndose de
nuevo.
―No. No me arrepiento ―me aseguró, apret{ndome.
―No tenemos que descifrar nada esta noche ―le recordé, mi estómago
revolviéndose―. ¿Correcto?
―Sí, bien ―susurró contra la parte posterior de mi cabeza.
No sé qué había estado esperando, pero mis ojos se llenaron de lágrimas
que me negué a dejar caer. No era una mujer que mezclara el sexo con amor;
nunca lo había sido. La atracción sexual no era necesariamente una indicación
de sentimientos más fuerte. Ocasionalmente a lo largo de los años, incluso había
tenido un par de rollos de una noche.
Pero el hombre recostado a mi lado era Shane.
No estaba segura de cuánto más podría soportar antes de que viejos
sentimientos volvieran a resurgir, y supe que al momento en que lo hicieran, él
se habría ido.
Y el costo sería mucho más alto la próxima vez.
omé una ducha lentamente, disfrutando de la bañera limpia bajo mis
T pies y el silencio de la mañana. No sabía cuánto tiempo pasaría antes
de que tuviera el lujo de cualquiera de esas cosas de nuevo.
Los despliegues no eran nada nuevo. Lo había hecho todo antes de dejar a
los niños, vivir de un par de bolsos marineros, oler como trasero durante seis
meses seguidos, el constante estado de alerta que ni siquiera me dejaba tener
una noche completa de descanso.
Pero esa mañana, mi pecho se sentía apretado de una manera que no
había sentido antes. Creo que mis emociones podrían haber estado un poco
cerca de la superficie, y eso era peligroso para un hombre en mi posición.
Necesitaba bloquearlo todo. Necesitaba recordar mi rutina, las cosas que podía
permitir que mi mente imaginara, y las cosas que tenía que ignorar a toda costa.
Cuando el agua finalmente comenzó a enfriarse, cerré el grifo y corrí la
cortina.
Kate estaba ahí en su camisón.
Di un respingo de sorpresa.
―¿Qué sucede?
Tenía los brazos envueltos fuertemente alrededor de su cintura, los ojos
bien abiertos y la boca temblorosa.
―Pensé que te habías ido ―dijo en voz baja, temblando―. Tú< pensé
que te habías ido.
Saqué una toalla del estante y me sequé rápidamente para poder acercarla
a mi pecho.
―No me iría sin decir adiós.
―Lo sé. No sé por qué entré en p{nico.
―Est{s helada. Ven. ―Con cuidado la llevé hacia mi habitación, saqué un
suéter de la parte de arriba de mi cómoda, y lo deslicé por encima de su
cabeza―. ¿Mejor? ―le pregunté mientras pasaba los brazos a través de las
mangas.
―Sí.
La conduje hacia el pie de cama, y me alegraba que se quedara en silencio
mientras me vestía metódicamente con mi uniforme.
Mi rutina en el día que me marchaba era importante, como llegué a darme
cuenta en mi primer par de despliegues. En realidad no era superstición ―no
creía en esa mierda―, sino m{s bien una forma de nivelar mi ansiedad.
Primero me puse mis calzoncillos bóxer, luego los calcetines, la camiseta,
el pantalón, el cinturón, las botas, las ligas para pantalón y la guerrera3. La
billetera en el bolsillo. El reloj en la muñeca. Las mangas abotonadas. Las fotos
de los niños en el bolsillo del pecho.
Cuando terminé, me volví para ver a Kate mirándome atentamente.
―¿Lista para despertar a los niños? ―le pregunté.
―¿Cu{nto tiempo tenemos? ―respondió con voz ronca.
―Un poco m{s de una hora ―contesté, revisando el reloj.
―¿Podemos esperar unos minutos? Estoy esperando que mi medicina
para las náuseas empiece a hacer efecto.
―¿Sigues tomando eso? ―No me había dado cuenta que seguía teniendo
problemas, aunque se veía bastante cansada todo el tiempo. Su embarazo era
cualquier cosa menos fácil.
―Ya no es tan malo ―me informó mientras me sentaba a su lado.
Su cabello apuntaba en todas direcciones y estaba enmarañado en la parte
de atrás de la noche anterior. Tenía círculos oscuros debajo de los ojos, y sus
labios estaban ligeramente agrietados. Mi suéter le quedaba enorme, salvo
donde se estiraba ajustado sobre sus pechos, y la pintura de uñas de sus pies era
de ocho colores diferentes y se estaba descascarando.
Por extraño que parezca, aún se veía hermosa.
Estiré el brazo para tomar su mano con la mía.
―Va a pasar muy r{pido ―le dije mientras asentía, mirando hacia la
pared―. No tengas miedo, Katie.
―No soy buena para esto, ¿verdad? ―preguntó con una risa llorosa,
volviendo la cabeza para mirarme a los ojos.
No lo era. No era buena para esto. No era estoica como Rachel. No me
aseguraba que las cosas iban a estar bien ni estaba de acuerdo en que el tiempo
pasaría rápido. No ponía buena cara ni actuaba como si apenas fuera a notar mi
ausencia.
3
La Guerrera: chaqueta ajustada, abotonada hasta el cuello y con bolsillos en el frente, que
forma parte de los uniformes del Ejército.
Había estado agradecido de que Rachel hiciera esas cosas. Hacía
infinitamente más fácil marcharme cuando era el momento, sabiendo que ella
estaría bien sin mí.
Pero esa no era Kate. Kate no era Rachel. Ella mostraba fácilmente sus
sentimientos; sus emociones siempre estaban allí para que el mundo las viera.
Si Kate hubiera actuado como si fuera a estar bien conmigo fuera por seis
meses, no estoy seguro de cómo me hubiera sentido.
―Lo est{s haciendo bien ―le aseguré con una pequeña sonrisa,
haciéndola reír de nuevo mientras las l{grimas corrían por sus mejillas―. Ven
aquí.
La puse sobre mi regazo, y presionó su rostro contra mi cuello. Sus uñas se
clavaron en mi espalda a través de mi camisa mientras me sujetaba, y mis
brazos se apretaron alrededor de ella en respuesta.
Su cabello olía como yo. Mierda, todo su cuerpo olía como yo.
―Son estas estúpidas hormonas ―se quejó, sorbiendo por la nariz.
―Bueno, con suerte tendr{s esa mierda bajo control antes de que regrese
―respondí secamente, besando la parte superior de su cabeza.
―C{llate, tonto. ―Se apartó y me golpeó en el pecho, con sus l{grimas
finalmente bajo control―. Vamos a despertar a los niños.
―¿Hola?
Inhalé profundo ante el sonido de la voz de Katie, el aire caliente casi me
sofocó. Había pasado menos de una semana desde que los dejé en California y,
aunque sabía que se volvería más soportable con el tiempo, en ese momento
estaba increíblemente nostálgico.
―Hola, soy yo.
―¡Shane! ―chilló, haciéndome reír―. ¡No creí que conseguirías llamar
tan pronto!
―Tenía un poco de tiempo así que quería comprobar y ver cómo iban las
cosas. ¿Cómo están los niños?
―Est{n bien. Oh Dios mío, van a estar tan contentos de que hayas
llamado. Iré a buscar<
―Espera ―la interrumpí, riendo―. Primero habla conmigo. ¿Cómo est{n
Kell y Sage?
―Est{n bien. Bueno, Kell ha tenido algunos berrinches, aunque nada
terrible, y Sage ha estado quedándose conmigo la mayoría de las noches, pero
bastante bien en todos los aspectos. Creo que tener a la tía Ellie y al tío Mike
aquí ayuda.
―Eso es bueno. Es muy bueno. ―Me quité los lentes de sol y me apreté el
puente de la nariz―. ¿Qué hay de Gavin y Gunner?
―Gavin, bueno, es Gavin. Nada realmente perturba a ese chico, ¿verdad?
Y Gunner está disfrutando tener a la tía Ellie aquí para consentirlo. Juro que ella
no lo ha dejado ni una vez ―dijo, soltando una pequeña risa que sonaba
forzada.
―¿Y tú? ¿Cómo est{s?
―Oh, estoy bien ―respondió alegremente.
―Kate ―dije con una advertencia.
―Totalmente bien.
―Kate. ―Sabía cuando estaba mintiendo. Siempre he sido capaz de
darme cuenta. Ella hacía esta cosa donde la última palabra de su oración se
volvía un poco más aguda.
―El primer par de días fue difícil, ¿de acuerdo? Estaba molesta, y creo que
tener a la tía Ellie y al tío Mike aquí me dio un poco de libertad para perder la
calma.
―¿Qué sucedió? ―Me enderecé en la silla, con el estómago apretado.
¿Qué demonios quería decir?
―He estado m{s enferma de lo normal ―dijo en voz baja.
―¿Por qué no tomaste tus pastillas? ―Mi pregunta salió m{s brusca de lo
que había planeado, y la escuché soltar un pequeño jadeo.
―No podía retenerlas ―murmuró.
―¿Qué demonios, Kate? ―Mis uñas cortas se clavaron en mi palma
mientras sentía una jaqueca form{ndose en mis sienes―. ¿Fuiste a la sala de
emergencias?
―No, no fui ―replicó―. Estaba bien en casa. Creo que solo fue la
sobrecarga emocional. Después de un par de días, había vuelto a la normalidad.
―No puedes hacer esa mierda ―gruñí, sintiéndome fuera de control
mientras me pasaba la mano por el rostro―. Dejé a mis hijos contigo, Kate. No
puedes jodidamente desmoronarte.
―Wow. Est{ bien. Um... ―Sorbió por la nariz, y me sentí como un
imbécil. No quería hacerla llorar. Mierda.
No podía superar la ira que mi sensación de impotencia había provocado.
No podía lidiar con esta mierda. ¿No se daba cuenta de eso? ¿No se daba cuenta
de en dónde se suponía que mi concentración debía estar, y cuán
increíblemente malo sería si mi atención se centraba en casa con ella porque
estaba perdiendo su mierda? Maldición. Necesitaba que mantuviera las cosas
bajo control en California.
Nunca había tenido que lidiar con esa mierda con Rachel.
―Voy a traer a Sage al teléfono ―dijo con voz ronca―. ¿Tienes suficiente
tiempo?
―Sí, tengo algunos minutos m{s. ―Quería disculparme. Sabía que había
herido sus sentimientos, pero ella no podía desmoronarse cuando yo estaba al
otro lado del mundo. Me prometió que cuidaría de los niños. ¿Qué demonios
iba a hacer si ella no podía manejarlo?
―Te extraño ―susurró Kate, pero antes de que pudiera responder, había
pasado el teléfono.
Supe entonces que lo había jodido. De nuevo.
―¿Hola? ―La dulce voz de Sage llegó a través de la línea.
―Hola, princesa.
―¡Abuelo, es pap{! ―Oí a Mike riendo en el fondo.
―¿Cómo est{s, nena?
―Gunner se metió en la basura ―delató alegremente.
―¿Cómo diablos pasó eso?
―La abuela estaba ayudando a la tía Kate en el baño<
―¿Por qué la tía Kate estaba en el baño? ―le pregunté, interrumpiéndola.
―¿Qué? ―preguntó, haciéndome repetir la pregunta―. Su bebé la estaba
poniendo enferma de nuevo ―me informó Sage―. Pero est{ mejor ahora. Se
suponía que el abuelo debía vigilar a Gunner, pero Kell estaba saltando sobre el
sofá y él tuvo que detenerlo antes de que se rompiera la cabeza. ―Hizo la voz m{s
profunda en las cuatro últimas palabras como si estuviera imitando a Mike, y
no pude evitar reírme.
No sabía cuántas veces había escuchado esa misma frase salir de la boca
de Mike.
―¿Quieres hablar con Keller?
―Seguro. Te amo, princesa.
―¡También te amo, pap{!
Hubo un chirrido en el teléfono, y después de unos momentos oí a Keller.
―¡Pap{!
―¡Hola, compañero!
―¿Qué haces? ―Sonaba como si estuviera comiendo algo crocante. ¿Una
zanahoria? Traté de imaginar exactamente lo que estaba haciendo, hasta la ropa
que estaba usando.
―Solo trabajando. ¿Tú qué has estado haciendo?
―Jugando con el abuelo. Fuimos al parque ayer, y crucé todo el
pasamanos yo solo.
―Whoa. Tus músculos van a ser enormes para cuando regrese ―bromeé,
haciéndolo reír.
―¿Vas a volver a casa pronto?
Mi corazón cayó a mi estómago.
―No por un tiempo, amigo.
Un tipo al otro lado de la habitación llamó mi atención, avisándome que
mi tiempo había terminado. Mierda.
―Oye, Kell. Tengo que irme, compañero.
―Est{ bien ―refunfuñó.
―Te llamaré de vuelta pronto, ¿de acuerdo? ―dije en voz baja,
poniéndome de pie―. Haré que la tía Kate prepare la computadora para que
podamos hablar desde allí.
―Est{ bien. Te amo, papá.
―Te amo también, Kell. Dale un beso por mí a los m{s pequeños, ¿de
acuerdo?
―De acuerdo.
―¿Y, Kell?
―¿Sí?
―No m{s saltos sobre el sof{.
―¡Sage! ―Lo oí gritar antes de que la conexión se cortara.
―Adiós, hijo ―murmuré en la línea muerta antes de colgar el teléfono.
Me coloqué la gorra en la cabeza y me puse los lentes de sol de nuevo
mientras salía de la central de llamadas. Me gustaba llamar a casa, pero tenía
que asegurarme que no estaba contactándome más de una o dos veces por
semana< asumiendo que tuviera tiempo. Hablar con Kate y los niños me había
dado una sensación de alivio, pero sabía que me dejaría deprimido durante el
resto del día.
No estaba seguro de cuán enojada estaba Kate. Había sido un imbécil,
pero las palabras brotaron de mí. ¿Sencilla y llanamente? Estaba frustrado.
Odiaba que Rachel se hubiera ido. Odiaba que todavía estiraba el brazo
para buscarla a veces, sobre todo desde que había llegado al agujero de mierda
caliente como el infierno en el que estaba. Odiaba que Kate acaparara cualquier
espacio libre en mi mente, filtrándose en todo. Odiaba que había tenido que
pedirle que cuidara de mis hijos porque no tenían una madre. Odiaba que le
debiera por eso.
Odiaba que estuviera perdiéndome programas escolares, nuevos dientes e
hitos.
Extrañaba a mis hijos jodidamente tanto.
Extrañaba a Kate también.
La próxima vez que llamara a casa, decidí, me disculparía con Kate. Ella no se
merecía mi mal humor cuando ya se sentía como la mierda.
¿Y por qué demonios todavía estaba enferma? ¿No se supone que esa
mierda debería haber terminado?
Preocupación por mi familia se asentó pesado en mi estómago y no se iría
por un largo tiempo.
a segunda vez que Shane llamó, dejé que la tía Ellie contestara el
L teléfono y se lo pasé a los niños.
La tercera vez, dejé completamente la casa.
Pero para la cuarta vez, el tío Mike y la tía Ellie habían vuelto a Oregón, y
yo no tenía más remedio que hablar con él, al menos hasta que pudiera
contestar el teléfono de nuevo.
―¿Hola? ―contesté tajantemente.
―¿Katie? Soy yo ―dijo tentativamente.
―Hola, Shane. Voy a buscar a Sage.
―¡Espera! ―gritó antes de que pudiera sacar el teléfono de mi cara.
―¿Qué pasa?
―¿Cómo est{n los niños? ¿Cómo est{s? ―preguntó, su voz casi
desesperada.
―Los niños están bien. Keller lanzó un enorme berrinche hoy porque
tenía que compartir su Legos con Gavin. Sage tenía el día libre porque los
maestros están haciendo tarjetas de calificaciones. Gunner sigue metiendo mi
maquillaje en su boca, y su cara estuvo cubierta con lápiz labial durante todo el
día. El de duración de dieciocho horas, y no podía sacárselo.
Él rió, y yo sonreí.
―¿Y tú? ―preguntó con cautela.
―Estoy bien.
―¿Has estado enferma?
―Nop. No te preocupes. Me ocupo de todo.
―Eso no es lo que pregunté.
―Sí, lo es ―dejé escapar una pequeña risa―. Est{ bien.
―Realmente lo lamento, Katie.
―No hay nada que lamentar ―respondí tranquilamente. No estaba
jugando ese juego con él de nuevo. Estaba tan cansada del tira y afloja que
parecía suceder constantemente. En lo que a mí respecta, si lo lamentaba, él no
seguiría diciéndome cosas de mierda una y otra vez.
Sabía su historia. Él había pasado toda su infancia arrastrando los pies
dentro y fuera de diferentes hogares de acogida. Sabía que siempre le había
costado mucho pensar antes de hablar, especialmente cuando estaba
sentimental. Tuvimos eso en común. Sin embargo, yo nunca había sido alguien
que atacaba con ira como Shane lo hacía. Nuestras historias eran
completamente opuestas, y debido a eso yo le había perdonado mucho. Pero en
algún momento, había que madurar de una jodida vez y actuar como un adulto.
―Deja de actuar de esa manera ―dijo Shane.
―¿Cómo qué?
―¡Como si yo no hubiese herido tus sentimientos! ―gruñó en el teléfono.
―No lo hiciste. Estabas preocupado por los niños, lo entendí.
―Maldita sea. ―Suspiró.
Estuvimos callados durante largos segundos antes de que él empezara a
hablar de nuevo.
―¿Sabes lo difícil que es esto para mí? ―preguntó―. Est{s enferma y no
puedo hacer una mierda sobre ello, porque estoy jodidamente atascado aquí.
No importa qué tan enferma te sientes o lo que está pasando en casa. Estoy.
Atascado. Aquí.
―Lo sé, eso debe ser duro<
―Lo lamento, ¿est{ bien? No debería haberte tratado mal la última vez
que hablamos. No estaba molesto contigo.
―Oki doki.
―Basta de mierda.
―Shane, no quiero ir y venir contigo. Me odias, me quieres, piensas que
soy genial luego soy irritante. Estoy embarazada y cuidando a cuatro niños de
ocho años de edad para abajo. No tengo el tiempo ni la energía para
preocuparme por lo que sientes por mí.
―Katie< ―Se detuvo un largo momento―. Estaba frustrado de que
estabas teniendo un tiempo difícil, y no reaccioné bien. No es porque creo que
no estás cuidando muy bien a los niños... Es porque estaba enojado de que yo
no estaba allí para cuidar de ti y los niños. ¿Está bien?
―Bueno, est{s hablador ésta noche ―contesté, la broma cayendo plana.
No sabía qué hacer con las palabras saliendo de su boca. No sabía cómo
responder.
―Mierda, Kate. Me tomó dos semanas hablar contigo. Tuve un montón de
tiempo para repasar la disculpa en mi cabeza ―se quejó, haciéndome resoplar.
―Sólo< baja el tono, ¿est{ bien? ―pregunté, saliendo de la cocina donde
había estado haciendo la cena―. No puedes hablarme mal cada vez que est{s
preocupado o lo que sea. Es agotador y me molesta.
―Sí, y tú haces la mierda del tratamiento de silencio como una campeona.
―Toda la razón.
―¿Est{s bien? ―De repente cambió de tema.
―Sí, Shane, estoy bien. Poniéndome m{s redonda. El médico dice que eso
se supone que sucederá.
―Apuesto que te pondr{s linda como la mierda. Oh, hablando de lo linda
que te pondrás, ellos tienen computadoras aquí para que podamos usar Skype.
¿Puedes arreglar todo por allí?
―Shane, soy una diseñadora de p{ginas web. Tengo Skype.
―Estupendo. Mierda, se acabó mi tiempo ―dijo cuando escuché a alguien
hablando en el fondo―. Llamaré de nuevo cuando pueda. Dile a los niños que
los amo, ¿está bien?
―¡Oh, mierda! Ni siquiera pudiste hablar con ellos.
―Te enviaré un correo electrónico m{s tarde hoy con mi cuenta de Skype,
y podemos planificar una charla en algún momento esta semana, ellos estarán
emocionados.
―Sí, enloquecer{n. Ten cuidado, ¿est{ bien?
―Siempre.
Esperé a que colgara, pero después de unos momentos todavía podía
escucharlo respirar.
―Oye, ¿Katie? ―llamó en voz baja.
―¿Sí?
―Estoy muy contento de que estés mejor, hermosa. Cuida de mi hijo,
¿está bien?
Me tomó un segundo entender lo que estaba diciendo, y cuando lo hice,
no podía detener la pequeña sonrisa que se extendía en mis labios.
―Podría ser una niña, sabes.
―Nop. Va a ser un niño ―sostuvo, y yo sabía que estaba sonriéndome―.
Adiós, Katie.
―Adiós, Shane.
Me quedé en silencio por un largo tiempo en el arco entre el salón y la
cocina, viendo a los niños mientras jugaban. Iban a ser unos largos cinco meses.
4
Of Monsters and Men: banda de indie pop islandesa formada en 2010.
―¡Espera, amigo! ―le grité a Keller, imaginando el glaseado azul
cubriendo la alfombra en la sala de estar―. ¿Por qué no dejas que Sage lo
agarre?
Sage salió corriendo de la habitación, mientras que Shane se rió
suavemente.
―¿Qué han estado haciendo ustedes hoy?
―Tomé un baño ―Gavin respondió con el ceño fruncido.
―Jugué con mis Legos ―Keller volvió a gritar.
―No tan fuerte, amigo ―le advertí a Keller cuando Gunner se deslizó en
mi regazo entre yo y la guitarra que estaba usando para ocultar mi
protuberancia creciente.
Era tonto, pero normalmente el portátil estaba inclinado lo suficiente para
que Shane sólo nos viera desde el pecho hacia arriba y me estaba sintiendo un
poco cohibida.
―¡Mis Legos, también! ―Gavin le gritó a Keller.
―Sobre todo míos ―Keller se burló de nuevo.
―Niños ―dijo Shane con severidad, call{ndolos a los dos―. Suficiente.
Dios, desearía poder decir dos palabras que los detuvieran tan rápido.
―¿Ves, pap{? ―Sage llamó mientras iba a pararse delante de la c{mara
sosteniendo la pequeña torta que yo había elegido.
―¡Esa es una torta impresionante! ―respondió Shane, asintiendo―. ¿Es
de chocolate?
―¡Síp!
―¿Por qué ustedes no van a sentarse y la tía Kate puede llevarme a la
cocina mientras ustedes la comen?
―¡Sí! ―Keller y Gavin gritaron a la par, el chillido haciendo que Shane se
estremeciera y se riera. Los cambios en el volumen debían haber estado
matando sus oídos.
Bajé a Gunner así podía seguir a los niños a la cocina y me quedé de pie,
sosteniendo la guitarra incómodamente frente a mí.
―Hola ―dije antes de sonreír ligeramente.
―Hola ―respondió él, sonriendo de diversión de nuevo.
Era la primera vez en semanas que lo había visto sin los niños saltando
arriba abajo en mi regazo mientras hablaba con él, y me sentí tímida sabiendo
que estábamos relativamente solos.
―¿Por qué tienes esa guitarra? ―preguntó.
―Um. ―Genial, Katherine. Um no es una respuesta. Contrólate.
―Quiero verte ―dijo en voz baja―. Baja la guitarra.
―Um. Estoy un poco m{s grande<
―Déjame ver, Katie ―ordenó amablemente.
Me giré completamente para dejar la guitarra en el estuche en el piso y
salté de sorpresa cuando oí un silbido por los altavoces de mi portátil.
Estaba riendo cuando me volteé, pero me detuve abruptamente por la
expresión de su rostro.
―Se hace notar ―dije con timidez, pasado la mano por la curva de mi
vientre.
―Mírate ―exhaló, una pequeña sonrisa en sus labios―. Eres hermosa.
―¿Sí?
―Oh, sí. ―Su sonrisa se hizo m{s grande.
―Tía Kate, ¡ven! ―gritó Keller de la cocina, terminando nuestro momento
tranquilo.
―Tiempo del pastel ―anuncié, caminando hacia el port{til.
―No puedo esperar ―respondió él con una sonrisa, y tenía este extraño
sentimiento que estaba mirando mis pechos.
5
Seinfeld: La serie de televisión de comedia m{s popular de los 90’.
Estaba coqueteando conmigo. Coqueteando. Conmigo. No sabía qué hacer
al respecto. Seguro, tuvimos nuestros momentos, pero más allá de ir a la cama
un par de veces, nuestras conversaciones habían sido estrictamente platónicas.
¿Estás ahí?
Salí de mi confusión de su último mensaje.
Estoy aquí.
Mejor te dejo ir, es tarde aquí. Deberías estar dormida.
Todavía tenía como mínimo dos horas más de trabajo por hacer.
Está bien. Cuídate. ¿Hablamos por Skype pronto?
Siempre.
Hablemos por Skype en dos semanas.
Mi estómago se retorció. Sabía que no debía hacer ninguna pregunta, pero
hasta ahora, siempre había podido hablar por Skype una vez a la semana. No
quería imaginar la razón por la que no podría hacerlo esta vez.
Buenas noches, Katie.
Buenas noches.
Miré la pantalla, esperando que se desconectara, pero después de unos
segundos, llegó otro mensaje.
Tan hermosa.
Se fue antes de que pudiera responder, lo que probablemente era algo
bueno.
―Hola pap{. ¿Los niños est{n cerca? ―le pregunté un par de horas más
tarde. Mierda, había hecho más llamadas telefónicas en un día de lo que
usualmente hacía en una semana.
―Sólo Keller. El chico est{ teniendo problemas para dormir.
―Mierda, esperé tanto tiempo para llamar. Quedé atrapado ―dije con
decepción. Echaba de menos a mis hijos.
―¿Qué ha pasado m{s temprano? Mam{ dijo...
―¿Puedes poner a Kell en el teléfono? ―corté. La discusión era entre Kate
y yo, y no me gustaba discutir con alguien más.
―Claro, hijo.
Se quedó en silencio por unos minutos antes de que la voz somnolienta de
Keller llegara.
―Hola pap{.
―Hola, amigo. ¿Qué est{s haciendo despierto?
―Esperando por ti.
―Aw, lo siento. Estaba trabajando.
―Est{ bien. El abuelo y yo est{bamos mirando pesca por la televisión.
―Bueno, sólo quería decir hola y que te amaba, amigo. Vete a dormir, ¿de
acuerdo?
―Est{ bien, pap{. Te amo.
―Adiós, Keller.
―Adiós. ―Lo escuché bostezar ruidosamente antes de que cortara la
llamada, y me senté en mi silla decepcionado.
Me marchaba en algunas horas, finalmente volvería a casa, y nadie estaría
allí para recibirme.
No. Al diablo con eso. Levanté el teléfono.
―¿Hola? ―Mike respondió bruscamente.
―Dile a Kate que lleve a mis hijos de vuelta a casa.
―Bien<
―Le pedí que no fuera a Oregón, y fue de todos modos. Me importa una
mierda cuánta diversión ella está teniendo allí. Quiero a mis hijos en Oceanside
cuando llegue.
Mike se quedó en silencio por un momento antes de que hiciera un sonido
áspero en su garganta.
―No te he criado para que seas un idiota.
―No me criaste en absoluto ―gruñí de vuelta, lamentando las palabras
tan pronto como estuvieron fuera de mi boca.
―Le haré llegar el mensaje ―dijo en voz baja, y su falta de ira ante mis
palabras me hizo doler el pecho.
―Pap{<
Colgó antes de que pudiera decir una palabra más.
Cristo.
¿Por qué no había superado la necesidad de decir cualquier cosa de
mierda que me venía a la cabeza al momento de enojarme? Nunca les dije una
mierda a mis hijos, no importaba cuán frustrado estaba, pero eso no parecía
aplicarse a los adultos. Era como si mi filtro se desvaneciera por completo en el
momento en que me enojaba mucho. No era la primera vez que había lastimado
los sentimientos de Mike, pero eso no significaba que me sintiera bien por ello.
Si acaso, saber que había estado soportando mi mierda por más de doce años,
sólo me hizo sentir peor por el comentario que había hecho.
No tenía tiempo para llamarlo otra vez. En cambio, coloqué la gorra en mi
cabeza y caminé hacia mi habitación para conseguir mis maletas.
Finalmente era hora de volver a casa.
6
En inglés, tía es aunt (auntie como apelativo cariñoso), es por eso que Gunner en vez de decir
auntie, dice annie, ya que todavía no ha perfeccionado el sonido de la t.
―Bien ―susurré temblorosa, apretando a Gunner hacia mí mientras miré
a Keller y a Sage luchar por la única silla en la habitación y Gavin enseñaba algo
que tenía entre sus manos a Bram.
¿Qué demonios iba a hacer?
―Si duermes aquí, Iris te despertar{ ―le advertí a Keller mientras los
niños y yo mir{bamos a Iris, que estaba tumbada en mi cama―. Tiene que
comer un montón.
―Puedo hacer sus biberones ―replicó con terquedad.
Había una película reproduciéndose en la televisión al otro lado de la
habitación y mientras que Sage y Gavin habían estado dentro y fuera todo el
día, Keller y Gunner apenas habían dejado mi lado.
―Hora de dormir ―llamó Shane, haciendo que Keller se tensara mientras
entraba en la habitación―. Tienen quince minutos m{s, chicos.
―Voy a dormir aquí ―le dijo Keller con rebeldía―. Voy a hacerle a Iris
sus biberones.
―Ah, no creo que Iris tenga ningún biberón, amigo ―dijo Shane, echando
un rápido vistazo a mis pechos.
―Entonces, ¿qué come? ―me preguntó Gavin con curiosidad, nunca
alejando la mirada de su hermanita.
―Bien, le doy el pecho ―les dije a los niños tranquilamente, intentando
mantener un rostro serio. Me había escabullido durante el día para alimentar a
Iris ya que no había manera de realmente hacerlo con discreción cuando
estábamos todavía trabajando en su agarre. No había querido enseñar mis tetas
a Alex y papá.
―¿Qué? ―preguntó Keller con confusión.
―¡La tía Kate la alimenta con sus tetas! ―respondió Sage antes de que yo
pudiera, riéndose.
―¡Asco!
―¡Ew!
―¡Aco!
Los rostros de los niños mostraron varios niveles de asco y no pude evitar
la carcajada que salió de mi boca.
―Es sólo como los animales, chicos.
―Eso es tan raro. Creo que quiere un biberón en su lugar ―me dijo Keller
con seriedad.
―Darle el pecho es bueno para ella, amiguito ―le aseguré.
―Est{ bien, hora de dormir ―llamó Shane divertido desde los pies de la
cama.
Gunner inmediatamente empezó a llorar como si su corazón se estuviera
rompiendo y gateó a mi regazo, despertando a Iris y causando que lo
acompañara en sus aullidos con los suyos. De repente, mis pechos se sintieron
raros.
―Est{s mojada ―hipó Gunner después de un momento, inclin{ndose
contra mi pecho―. Mojada, Annie.
Miré abajo y sentí mi rostro sonrojarse. Qué gran momento para que mi
leche jodidamente saliera.
―Mierda ―siseé.
―Mieda ―repitió Gunner.
―Venga, chicos ―gritó Shane, intentando mantener la risa fuera de su
voz―. Vamos.
Gavin, Sage y Keller salieron lentamente de la cama, gruñendo. Sonreí
cuando ambos niños cruzaron los brazos sobre sus pechos con molestia.
―Estaré justo aquí cuando despierten ―les aseguré sobre los lloros de
Iris―. Vayan a dormir y mañana pueden ayudarme a darle a Iris un baño.
Shane los sacó de la habitación mientras sentaba a Gunner junto a mí y
extendía un pequeño pañal en la mesita de noche.
―Probablemente est{ mojada ―le dije mientras empezaba a subir su
pequeño camisón―. Sin embargo, no le gusta que le cambien el pantalón.
―¿Pito? ―preguntó mientras le quitaba a Iris el pañal mojado y deslizaba
uno seco debajo de ella.
―Sí, ella no tiene, ¿no es así? Las chicas no tienen pene como los chicos.
Eres un niño e Iris es una niña.
―No me di cuenta de que íbamos a tener la charla de pájaros y abejas con
Gunner de veintiún meses de edad ―dijo en voz baja Shane desde la puerta.
―Sí, bueno, el hombrecito tiene curiosidad ―repliqué, levantando a Iris y
frotando su espalda.
―¿Quieres que me lo lleve?
Gunner estaba tumbado para ese punto, con el índice y el dedo medio de
una mano metidos en su boca y sus ojos cayendo.
―No, puede quedarse aquí ―respondí tumb{ndome a su lado y
colocando a Iris entre nosotros―. Todavía necesito alimentar al bebé y ser{ m{s
fácil que se duerma si está aquí con nosotros.
Iris empezó a volver su rostro hacia mi pecho y mi rostro se calentó
cuando me di cuenta de que Shane no planeaba irse a ninguna parte.
―¿Te importa? ―pregunté con irritación, tirando de la camiseta sin
mangas para lactantes que llevaba.
―En absoluto ―respondió con una sonrisa, entrando m{s en la
habitación.
Lo bloqueé mientras bajaba mi húmeda camiseta y movía la cabeza de Iris
hacia mi pezón. No éramos profesionales consiguiendo que se agarrara a la
primera, pero pensaba que estábamos en ello.
La habitación se quedó en silencio cuando finalmente empezó a mamar y
sentí todo mi cuerpo relajarse en la cama.
―Bebé ―murmuró Gunner alrededor de sus dedos, extendiendo la mano
para tocar la cabeza de Iris.
―Te est{s haciendo tan grande, chico ―susurré, pasando las puntas de
mis dedos por su brazo―. Hora de dormir, monito.
Después de unos minutos, retiró su mano y la puso en su pecho,
durmiéndose. Cuando fue hora de poner a Iris en mi otro pecho, deslicé mi
dedo en su boca y la quité antes de sentarme.
Eché un vistazo a mi lado para encontrar a Shane tomando una foto con su
teléfono, lo cual me hizo cubrir mi pecho desnudo. Sabía que estaba ahí, pero lo
había ignorado un poco mientras me había acurrucado con los bebés.
―Sólo quería una de Gunner y Iris ―dijo en voz baja antes de meter el
teléfono en su bolsillo―. Ven, vamos a quitarte esa camiseta mojada.
Tomó una de mis camisolas del final de la cama y la movió hacia mí,
lanzando la camiseta sobre su hombro.
―Vamos. Te ayudaré. Sé que estás adolorida.
―Puedo hacerlo ―repliqué, alcanzando la camiseta en su hombro.
―Sólo< ¿por favor, Kate? Sólo déjame ayudarte.
―Vuélvete ―ordené, haciendo que sus hombros se hundieran con
derrota.
―Ya he visto todo ―murmuró Shane una vez que su espalda estuvo
girada―. Así que esto es un poco ridículo.
―Sí, bueno, eso es cuando era tu felpudo. No m{s tetas para ti.
Soltó una baja carcajada y puse mis ojos en blanco, bajando mi camiseta a
mis caderas para no tener que intentar quitarla por arriba y sobre mis doloridos
pechos.
―Nunca fuiste un felpudo, Katie ―dijo con seriedad, volviéndose antes
de que estuviera lista―. Eras< simplemente me amabas.
Abrí mi boca para replicar cuando Iris chilló en la cama.
―Tengo que terminar de alimentarla ―dije, alejándome y subiendo a la
cama. Iris y yo parecíamos funcionar mejor si estaba tumbada y ella contra mí,
así que la levanté y me tumbé entre ella y Gunner. Cuando estuvimos situadas,
Shane dio un par de pasos más cerca de la cama y se subió detrás de Iris.
―¿Qué mierda crees que est{s haciendo? ―pregunté con asombro. El
hombre debía tener bolas de metal.
―No voy a tocarte ―me aseguró con su rostro enrojeciéndose―. Sólo<
quiero estar cerca por un minuto, ¿de acuerdo? Realmente no la he visto
mucho<
Los ojos de Shane dejaron los míos y se posaron sobre el pequeño bebé
yaciendo entre nosotros. Extendió la mano y pasó su dedo por la parte de atrás
de su cuello, haciéndola sobresaltarse un poco.
―Es muy hermosa ―comentó, su voz casi un susurro―. Algunos bebés,
bueno, ¿recuerdas a Keller? Algunos bebés son lindos sólo porque son tan
pequeños, aunque parezcan un duendecillo.
Me reí un poco. Keller había sido un bebé tan feo.
―Pero ella es realmente hermosa. Podría ser modelo para comida de
bebés o algo.
―Nuestra hija no va a ser modelo para nada.
―Oh, demonios, no. Sólo quería decir, bueno, ya sabes, que podría. ―Sus
ojos se encontraron con los míos de nuevo―. Katie, yo<
―No lo hagas, Shane ―interrumpí―. Sólo déjalo por ahora.
―Quiero que vuelvas a casa con nosotros.
―C{llate, Shane.
―Perteneces a casa con nosotros. Somos tu familia.
―Oh, ¿acabas de decidirlo ahora? ―discutí, apretando mi mandíbula―.
¿Los niños no eran tan fáciles cuando no tenías ayuda?
―Eso no tiene nada que ver con<
―Claro que lo hace. No podrías hacerlo por tu cuenta, así que ahora
esperas que vuelva y haga de niñera para ti de nuevo. Que te jodan ―siseé
mientras la boca de Iris se aflojaba y soltaba mi pezón.
Extendió la mano y agarró mi mandíbula con firmeza pero suavemente
cuando intenté alejarme.
―Yo< ―Sus palabras titubearon mientras me miraba con fijeza y su boca
se abrió y cerró un par de veces antes de cerrar sus ojos con derrota―. Te quiero
con nosotros en San Diego ―me dijo mientras me alejaba y recogía a Iris contra
mi pecho antes de salir de la cama―. Los niños y yo te queremos con nosotros.
―Golpe bajo ―murmuré mientras ponía a Iris en su moisés.
―No tenía que ser un golpe bajo. Cristo, Kate. También quieres estar allí.
―No puedo volver a lo de antes, Shane. Tú< ―Cerré los ojos y tragué el
nudo form{ndose en mi garganta―. Tuve que dejar que los alejaras pateando y
gritando.
―Nunca lo haré de nuevo ―me aseguró, dando un paso adelante―. Lo
prometo.
―Sí, bueno, tus promesas significan muy poco para mí ―repliqué sin
emoción―. ¿Puedes llevar a Gunner a la habitación de los niños?
―Sí. ―Suspiró y recogió el cuerpo fl{cido como un fideo de Gunner de la
cama―. Sólo piénsalo, ¿de acuerdo?
Asentí y observé mientras caminaba con Gunner por el pasillo. Entonces,
abrumada, me metí en la cama y llevé mi mano a mi boca para cubrir mis
sollozos.
No tenía que pensar sobre nada. Seguiría a mis niños a California.
Simplemente estaba aterrorizada de perder lo poco que quedaba de mí
una vez que estuviera allí.
―¿C rees que esta es la mejor idea? ―preguntó mi mam{
mientras me ayudaba a empacar la ropa de Iris―. ¿Por qué
no esperas un par de semanas, y luego papá y yo podemos
llevarte<?
―No quiero estar lejos de los niños tanto tiempo ―murmuré en respuesta,
cerrando la cremallera de la bolsa de pañales.
―Entonces, ¿por qué no se quedan ellos aquí contigo? Luego, todos
podemos ir<
―Mam{ ―la interrumpí―, Sage y Keller empiezan la escuela en cuatro
días. Necesitan volver a Oceanside.
―No veo por qué no puedes, al menos, volar de regreso. No est{s lista
para un viaje tan largo. Acabas de dar a luz, por amor a Dios.
―Iris no puede estar cerca de tanta gente todavía. Su sistema inmune no
está listo para eso.
―Bueno, esto es simplemente ridículo ―bufó, cerrando una de las
maletas.
―¡Hola, hola, hola! ―llamó Anita, entrando a la habitación―. Realmente
te estás yendo, ¿eh?
―Sí, vamos a salir mañana por la mañana. Temprano. Con suerte los
niños dormir{n las primeras horas ―respondí, envolviendo mis brazos
alrededor de ella y dejando caer mi frente en su hombro―. Estoy realmente
agotada.
―Me imagino. ¿Cómo est{ mi bebe hoy?
―Increíble. Pap{ la tiene en la sala de estar. Creo que él y los niños est{n
viendo una película.
―Mmm, pap{ y los niños grandes estaban caminando hacia el arroyo
cuando llegué.
La miré con confusión y me moví alrededor, caminando hacia el pasillo y
a la sala de estar. Cuando llegué allí, mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
―Debí haberla robado de pap{ ―murmuró Anita, palme{ndome la
espalda cuando me pasó.
Shane estaba sentado en la silla reclinable de papá, y en su regazo estaba
Iris, completamente desenvuelta de su manta y su ropa parcialmente despojada.
―Lo siento ―dijo Shane mientras me acercaba―. Estaba tratando de
seguir tu ejemplo, pero, sólo quería abrazarla.
―¿Hay alguna razón de que ella esté medio desnuda? ―pregunté en voz
baja mientras los alcanzaba.
Su rostro de enrojeció cuando empezó a meter sus piecitos dentro de su
pijama.
―Sólo quería comprobar las cosas. Contar los dedos de los pies y todo eso.
En realidad no había tenido la oportunidad< bueno, no la había visto bien aún.
Miré pero no me moví para ayudarlo mientras la abrochaba, poniendo los
pequeños botones en el lugar equivocado y teniéndolo que hacer dos veces. La
envolvió como un profesional cuando terminó, y mientras la acercaba más a su
pecho, me senté con cansancio en el sofá a su lado.
―¿No la habías abrazado? ―pregunté en voz baja, mir{ndolo frotar su
espalda suavemente.
―No pensé que quisieras<
―No me molesta.
―Gracias. Simplemente extraño mucho estar con los niños, ¿sabes? ―Me
miró, y asentí―. No quiero perder nada si puedo evitarlo. Ella ha estado aquí, y
no quería enojarte, pero quería, necesitaba sostenerla. Ella probablemente ni
siquiera sabe quién soy.
―Ella no sabe quién es nadie. Sólo tiene cuatro días.
―Ella sabe quién eres tú ―argumentó.
―Eso es porque yo tengo la mercancía ―dije, haciendo un gesto hacia mi
pecho.
―No, ella conoce tu voz y olor. Se calma instant{neamente cuando la
tienes. Es la mejor cosa que he visto nunca.
―Tienes otros cuatro hijos, eso no es un fenómeno nuevo.
―Lo sé ―dijo en voz baja, mir{ndome a los ojos―. Gunner hizo lo mismo.
Al minuto en que lo tenías, se ponía feliz.
―Sage, Keller y Gavin eran así con Rachel, también.
―Supongo que no estaba prestando atención. ―Me dio una triste sonrisa
y sacudió la cabeza―. No presté atención a mucha mierda a la que debí hacerlo.
―Tenías muchas cosas que hacer.
―He tenido m{s cosas en los últimos dos años que lo que nunca había
tenido antes, y todavía sé el momento exacto en que entras a una habitación. Vi
cada vez que le hacías una pedorreta a Gavin en el estómago o ayudabas a Sage
a hacer su tarea.
―Sólo eras m{s consciente de cosas porque<
―No puedo apartar mis ojos de ti ―terminó la oración antes de que
pudiera decir otra palabra.
―¡Tía Kate! ―gritó Sage mientras entraba r{pido por la puerta
principal―. ¡Keller cayó en el arroyó!
―Maldición ―murmuré en voz baja, poniéndome de pie―. ¿Dónde est{
él?
―El abuelo le est{ quitando toda la ropa afuera ya que est{ lleno de barro.
―Est{ bien. ―Me volví hacía Shane―. ¿La tienes? ―pregunté, asintiendo
hacía Iris.
―Sí.
―Entonces voy a preparar un baño para Keller. Probablemente tiene barro
por todas partes.
Shane me dio una sonrisa tierna y un asentimiento antes de voltear hacia
Sage, quien estaba tratando de conseguir un vistazo de Iris. No sabía qué
significaba esa sonrisa, pero no tenía el tiempo para reflexionar sobre ello.
Keller corrió dentro de la habitación en su ropa interior, su cara y brazos
cubiertos de lodo verde y una enorme sonrisa en su rostro.
―No dejaría a Iris aquí sola ―dijo Kate en voz baja esa noche cuando me
metí en la cama detr{s de ella―. Y nunca la alejaría de ti.
No repliqué. ¿Qué podía decir?
―No puedo ser algún tipo de suplente de Rachel ―susurró, haciendo que
mi corazón se hundiera en mi estómago―. No soy ella. No quiero ser ella.
―Sorbió y me moví m{s cerca, silenciosamente envolviendo mi brazo alrededor
de su cintura―. Quiero ser yo.
―No es eso lo que estoy haciendo, Katie ―murmuré, atrayéndola a mi
pecho―. Sólo quiero una oportunidad.
―¿Una oportunidad para qué, Shane? ¿Una oportunidad para acostarte
conmigo? ¿Una oportunidad para otra mamada? Ya soy la madre< Ya hago esa
parte. Así que, ¿qué es exactamente lo que quieres?
―Quiero estar contigo ―tartamudeé, mis pensamientos se volvían m{s
confusos cuanto más intentaba verbalizarlos.
Sólo la quería. Incluso sin los niños, la habría querido. Los niños sólo
hacían ese vínculo un millón de veces más fuerte. Quería que me mirara como
lo había hecho cuando éramos adolescentes estúpidos< como si yo pudiera
hacer cualquier cosa. Quería ver todos los cambios que tener a Iris había hecho
en su cuerpo. Quería mapear sus curvas con mis dedos y saber cuando estaba a
punto de empezar su periodo por haber estado con ella tanto como para poder
reconocer las señales. Quería las pequeñas y las grandes cosas.
Pero nunca me creería si intentaba decirle eso.
La había dejado de lado durante tanto tiempo que no había cimientos para
construir. Sólo un lío de pedazos rotos que había machacado con un mazo cada
vez que se había vuelto más cercana de con lo que estaba cómodo.
No sabía estar con alguien como Kate. Exigiría más de mí de lo que nadie
había hecho antes y eso era aterrador. Porque aunque la historia entre nosotros
había probado que no iba a ir a ninguna parte, había aprendido en el curso de
mi vida que la gente se iba.
―Quieres un ama de casa y soy conveniente ―susurró, moviendo la
cabeza contra su almohada―. Ni siquiera tienes que casarte conmigo, ya estoy
aquí. Sabes que Iris y yo no vamos a ir a ninguna parte. ¿Por qué buscar a
alguna otra cuando tienes un<?
―No termines esa frase ―gruñí, sus palabras hicieron hervir mi sangre―.
¿Fácil? Eres la persona menos conveniente que he conocido nunca, joder.
Me alejé de Kate y la puse sobre su espalda para poder colocarme sobre
ella, a horcajadas sobre su cintura. Me incliné hacia abajo hasta que nuestras
narices casi se tocaban.
―No sé lo que estoy haciendo, Kate ―dije en voz baja, buscando sus
ojos―. Pero sé que te quiero. Ayúdame.
―He estado ayud{ndote desde que éramos niños, Shane ―replicó con un
encogimiento de hombros cansado―. Sólo no creo que me quede nada.
―Claro que sí ―susurré, inclin{ndome sobre mis codos para poder rozar
sus labios con los míos―. Sí queda. Sé que lo hace.
―Me aterroriza que voy a despertar un día y vas a llevártelos de nuevo
―confesó con voz temblorosa―. Que vas a decidir que quieres a alguien m{s y
no habrá más espacio para mí.
―No, Katie ―dije {speramente, agarrando su cabeza entre mis manos―.
Eso no pasará.
―¿Cómo puedes saberlo? ―discutió, sus ojos llen{ndose de l{grimas―.
Eso es lo que hiciste hace menos de dos semanas.
Mi frente cayó a la suya e inhalé temblorosamente.
―Eso no fue lo que sucedió. No hay nadie salvo tú, Kate.
Cerró los ojos y las lágrimas se filtraron por las esquinas.
―No puedo confiar en ti.
―Pensé que estaba haciendo lo correcto ―susurré frenéticamente,
besando su rostro mientras yacía pasivamente debajo de mí―. No se trataba de
ti. Sino de mí. Estaba siendo egoísta. Los quería conmigo y lo jodí todo.
―Esa es la cosa ―replicó, la derrota llenando sus palabras―. Tienes ese
poder. No tengo derechos cuando se trata de los niños y en cualquier momento
podrías borrarme como si nunca hubiera existido.
―No lo haría. Pensé que nos seguirías, Kate. Lo juro. Pensé que sólo sería
por un poco de tiempo hasta que pudieras tener a Iris. Nunca planeé<
―No te creo.
Sus palabras me abofetearon en el rostro. Todavía no me miraba y odiaba
que me estuviera bloqueando así. La estaba rodeando, mi cuerpo presionado
contra el suyo por todos lados y todavía encontraba una manera de mantenerse
distante.
―Te lo probaré ―dije con firmeza.
Sus ojos se abrieron lentamente y atrapé un atisbo de la Katie que solía
conocer antes de que sus ojos una vez más llevaran esa mirada torturada que
habían tenido desde que Iris nació.
―Por favor, hazlo ―susurró en respuesta en voz baja, su mano se levantó
para descansar en mis costillas―. No sé lo que haré si no lo haces.
Ambos respirábamos irregularmente cuando me incliné y presioné mis
labios en los suyos, deslizando mi lengua tentativamente entre sus labios
separados.
Era la primera vez que realmente la había besado en casi seis meses y en
cuestión de segundos estaba duro como una roca. Mi mente sabía que no
iríamos más lejos, pero el resto de mi cuerpo parecía corear Kate, Kate, Kate
mientras lentamente deslizaba una mano por mi pecho y envolvía sus dedos en
la parte delantera de mi garganta. No estaba seguro de porqué lo hacía, pero el
movimiento me excitó y extrañamente me centró.
Finalmente me alejé mientras Iris empezaba a protestar en su cama e
inmediatamente me sentí culpable por mantener a Kate despierta cuando
debería haber estado durmiendo.
―Iré por ella ―dije, inclin{ndome de nuevo para succionar el labio de
Kate en mi boca una vez más antes de salir de la cama.
Cuando llegué a Iris, no pude evitar echar un vistazo a Kate.
Estaba tumbada de lado de nuevo, una pequeña sonrisa adormilada en su
rostro mientras esperaba a que le llevara a su bebé. Una mitad de su camiseta
para dar de mamar ya estaba desabrochada y abierta por arriba y en algún
punto mientras estaba sobre ella, las mantas había sido empujadas a sus
caderas, dándome un atisbo de su pantalón de pijama de franela que llevaba
para la cama y el suave estómago sobre ellos.
No me importaba si tomaba el resto de mi vida probarle que no iba a ir a
ninguna parte< siempre y cuando me dejara darme la vuelta en mitad de la
noche y verla lucir exactamente como hacía entonces.
―Me gustó.
―Mentirosa. ―Se rió, solt{ndome.
―Lo hizo ―insistí, volviendo mi rostro hacia él.
―Voy a darme una ducha ―dijo con incomodidad, haciéndome reír.
―Te has sonrojado como una niñita ―lo provoqué, saltando cuando dio
un paso de nuevo hacia mí.
―No me sonrojo ―discutió.
―Oh, sí, lo haces. Te vuelves rojo como un tomate.
Chillé cuando se movió por mí y me reí histéricamente mientras me
perseguía alrededor de la mesa.
―¡Atr{pala! ―gritó Keller, corriendo en la habitación.
―¡Espera! ―gritó Shane, agarrando mis caderas y poniéndome detr{s de
él antes de que Keller pudiera chocar contra mí―. Nada de armar jaleo con la
tía Katie esta noche, ¿de acuerdo, amigo?
―¡Ah, hombre!
―Lo sé. Pap{ no debería haberla perseguido ―replicó Shane con seriedad,
echando un vistazo sobre su hombro para dirigirme una sonrisa torcida―. Voy
a ducharme. ¿Por qué no ves si hay algo en lo que puedas ayudar a la tía Kate?
Shane extendió la mano detrás de él y le dio a mi cadera un ligero golpe
antes de salir tranquilamente de la cocina. Miré con fijeza su culo hasta que ya
no pude verlo. Mierda.
Negué y le sonreí a Keller, que me estaba mirando con una extraña
expresión en su rostro.
―Mierda ―gemí en la ducha m{s tarde esa noche. Los niños estaban por
fin en sus camas e Iris se había quedado dormida después de mamar un
poquito justo después de cenar. Habían pasado horas desde entonces y cuando
había hablado con la enfermera consejera, quien sabía mi nombre después de
todas las veces que había llamado por Gunner, me había asegurado que Iris
podría tardar más de dos horas entre amamantamientos.
Desafortunadamente, mis pechos no entendieron el memo. Estaban duros
como rocas y dolían tanto que estaba llorando. Había sacado mi extractor de
leche materna, tomé una mirada del mismo y me di cuenta de que esa cosa no
iba a estar en ninguna parte cerca de las chicas cuando dolían tanto. De acuerdo
con la enfermera, una ducha caliente era la siguiente mejor cosa, así que había
entrado y dejé que el agua caliente cayera por mi cuerpo en un intento por
extraer algo de leche y darme un pequeño alivio. No parecía estar ayudando.
―¿Kate? ―llamó Shane, sobresalt{ndome. Siseé cuando uno de mis
brazos rozó el lado de mi pecho. Dios, era una agonía.
―¿Sí? ―grité temblorosamente.
―Has estado aquí por un tiempo, nena. ¿Todo bien? ―Su voz se iba
acercando.
―Sí, saldré en un minuto ―grité en respuesta.
Debió haber oído algo en mi voz porque, en cuestión de segundos, retiró
la cortina un poco y deslizó la cabeza dentro de la ducha llena de vapor.
―¿Qué pasa?
Me volví hacia él y mordí el interior de mi mejilla cuando sus ojos se
ampliaron.
―¡Jesucristo! ―dijo―. ¿Qué mierda?
―Iris no tiene hambre. ―Sorbí―. Duelen tanto.
Se apartó de la cortina y en segundos, entró en la ducha desnudo y
mirando con fijeza mis pechos.
―Toma una buena mirada ―bromeé, apuntando a las chicas―. Nunca las
ver{s tan animadas de nuevo. ―La última palabra fue casi un sollozo, era tan
miserable.
―Dios, parecen<
―Horribles ―interrumpí, asintiendo. Las venas azules en mis pechos eran
vívidas contra la blancura de mi piel. Parecía como si las hubiera dibujado con
afilada cera, dándoles un ligero aspecto en relieve.
―Dolorosas ―corrigió suavemente―. ¿Has hablado con la enfermera?
―Dijo que tomara una ducha caliente ―respondí con frustración,
retrocediendo cuando alzó su mano para tocarme―. Obviamente no est{
funcionando. Puede que quieras irte mientras puedes. No me he afeitado en<
Dios, ni siquiera lo sé, y muy pronto estas bebés van a explotar completamente,
dejando salpicaduras de sangre y leche por todo el cuarto de baño.
―Estoy muy seguro de que no explotar{n ―dijo con horrorizada
diversión.
―No creo que siquiera sea capaz de que Iris se agarre en este punto. Se
van a quedar de esta manera para siempre. ―Negué―. Y estoy teniendo esta
horrible sensación de dèjá vù. ¿No hemos estado aquí antes?
―Ducha equivocada ―replicó con seriedad―. Y la última vez vomitaste
en mis pies.
―De nada ―dije secamente―. Dios, esto es vergonzoso.
―No, el vómito es vergonzoso. Esto no lo es.
―Igual de vergonzoso.
―Nop. Mierda, realmente no te has afeitado ―murmuró, mirando hacia
abajo.
―¡Dios, Shane! ¡Fuera! ―siseé, cubriendo mi entrepierna con mis manos y
siseando cuando el interior de mis brazos se presionó contra los lados de mis
pechos.
―Deja eso ―regañó, apartando mis brazos a los lados, sus ojos nunca
dejando los míos―. Tu cabello es m{s rojo aquí.
Sus dedos rozaron mi hueso púbico, y mi estómago saltó.
―Enfócate, Dirk Diggler.
―Estoy enfocado. ―Sus ojos se alzaron de golpe a los míos―. ¿Qué
hacemos?
―¡No lo sé! He estado en esta jodida ducha por siempre. ―Alcé mi
arrugada mano a su rostro―. Mis dedos nunca se recuperar{n.
Besó mis dedos, sus ojos arrugándose en las esquinas.
―Quédate quieta ―murmuró, levantando sus manos para ligeramente
pasar sus dedos sobre mis pechos. No dolió exactamente, pero todavía tensé mi
cuerpo y me quedé inmóvil< sólo por si acaso―. Ay ―dijo suavemente,
alzando la mirada para encontrarse con mis ojos.
―¿Hay algo peor que ay?
―Puto hijo de puta.
―Sí, eso lo cubre bastante. ―Me reí un poco.
Sus dedos se apartaron de mis pechos y se inclinó hacia delante para
besarme lentamente, envolviendo sus manos alrededor de mi espalda mientras
lo hacía. Quería tan desesperadamente apoyarme en él, pero sabía que sería
increíblemente doloroso.
―Quédate quieta ―me recordó contra mis labios, luego se retiró.
Antes de que entendiera lo que estaba haciendo, su boca se encontraba en
uno de mis pezones. Me sacudí, pero sus brazos me mantuvieron inmóvil
mientras succionaba suavemente, una, luego dos veces. Cuando finalmente se
retiró, vi su boca curvarse en una sonrisa satisfecha. Luego se movió al otro
pecho e hizo lo mismo.
Cuando terminó, yo estaba goteando y la leche materna se deslizaba
lentamente por mi torso, mezclándose con la refrescante agua de la ducha.
―Mierda.
―Lo arreglé ―dijo con orgullo, levantando sus manos para masajear mis
pechos suavemente.
―Oh, Dios mío, empieza a sentirse mejor ya ―gemí, cerrando mis ojos
con alivio―. Gracias. Eso fue muy raro, pero gracias.
―¿Por qué fue raro? ―preguntó con una risa, haciendo que mis ojos se
abrieran.
―Acabas de chupar leche materna de mis pezones.
―¿A diferencia de chupar de otros lugares? ―preguntó, alzando una ceja.
―Eh, no. Leche materna. En tu boca.
―¿Y?
―¿Y qué? ¡Leche materna en tu boca! ―Cuanto m{s lo decía, m{s se
enrojecía mi rostro.
―Katie, he tenido mi rostro en tu coño ―replicó sin rodeos, haciendo que
mi boca se abriera con sorpresa―. Pr{cticamente he tenido mi rostro por cada
parte de tu cuerpo. Un poco de leche materna no es nada.
―¿Cómo sabe? ―pregunté en un balbuceo.
―Un poco dulce ―dijo, ladeando la cabeza―. Como nada, realmente.
―Ah.
―¿Te sientes mejor?
Alcé la mano para frotar mis pechos.
―Sí, maldición. Mucho mejor ―exhalé.
―Bien.
Se inclinó hacia abajo rápidamente y me besó duro, sus dedos
deslizándose por mi cuerpo hasta que alcanzó el vello entre mis muslos.
―Esto es tan jodidamente sexy ―murmuró, deslizando su mano m{s a
fondo entre mis muslos―. ¿Por qué mierda es eso tan sexy?
―¿Porque raramente ves mujeres con vello púbico? ―pregunté,
intentando mantener el equilibrio cuando sus dedos encontraron mi clítoris.
―Est{s tan jodidamente madura en este momento ―gimió, lamiendo mi
boca―. Dios, voy a tener que embarazarte de nuevo cuando hayas terminado
de amamantar. Necesito más tiempo contigo así.
―C{lmate, turbo ―jadeé, estremeciéndome cuando el agua cayó sobre
nosotros de fresca a fría―. Tenemos cinco hijos. No m{s.
Extendió la mano detrás de mí y cerró la ducha antes de que terminara de
hablar, retirando sus manos para abrir la cortina de la ducha.
―¿No m{s? ―preguntó en voz baja mientras me ayudaba a salir de la
ducha y empezaba a secarme.
―Dios, ni siquiera puedo pensar en m{s justo ahora.
―Entonces, ¿es un tal vez?
―¿Podemos dejar que Iris pase su primer cumpleaños? Todavía me estoy
recuperando del parto.
Shane palideció y echó un vistazo abajo rápidamente.
―¡No! ―solté―. No, eso est{ curado. Listo.
Se rió.
―Es bueno saberlo.
―No quería decir<
―Aj{.
―M{s quisieras ―dije altivamente, abriendo la puerta del baño mientras
todavía estaba allí mojado.
―¡Mierda, Kate! ¡Frío!
Me reí y salí de puntillas de la habitación de Shane y fui a la mía. Había
estado usando la ducha de la habitación principal desde que me quedé
embarazada de Iris, y no había parado a pesar de que Shane había vuelto. No
era como si él alguna vez durmiera en su habitación, de todos modos<
terminaba acurrucado a mi lado en la habitación de invitados cada noche.
Iris estaba despierta, pero por suerte sin llorar cuando volví a mi
habitación. Cerré la puerta firmemente detrás de mí, dejé caer mi toalla y la
recogí, casi llorando de gratitud cuando inmediatamente volvió su cabeza y se
agarró a mi pezón. Ah, felicidad.
―Buena chica, Iris ―dijo Shane mientras entraba en mi dormitorio,
cerrando la puerta detrás de él.
―No es un perro ―repliqué, poniendo los ojos en blanco.
―Sí, pero te est{ vaciando, lo que significa que no te vas a despertar con
dolor en un poco< Maldición, te ves increíble en este momento ―exhaló,
mirando fijamente.
―Mi cabello<
―Est{s desnuda y dando de mamar ―interrumpió―. Pareces algún tipo
de diosa de la fertilidad.
―Bien< me quedé embarazada después de una noche de sexo. Eso es
bastante fértil.
Resopló, negando.
―Mi súper poder es hacer bebés.
―Eres malditamente buena en eso ―replicó, levantando sus cejas y
bajándolas mientras se tumbaba en la cama a nuestro lado.
―Mierda. ―Me reí―. Caí directa en esa.
―Soy feliz ―anunció Shane, dejando escapar un suspiro contento
mientras se ponía boca arriba―. ¿Eres feliz?
―Sí. ―Miré a Iris, sonriendo cuando vi la manera en la que me miraba―.
Más que feliz.
―¿Te hago feliz? ―preguntó suavemente.
―Los niños y tú.
―Siempre te haré feliz ―prometió, extendiendo la mano para posarla en
mi muslo.
―Hasta que dejes tus apestosas ropas de gimnasio en el suelo del cuarto
de baño ―repliqué tristemente.
―Excepto entonces.
―Creo que puedo vivir con eso. ―Moví a Iris al otro lado y luego la puse
en la cama. Por suerte, había empezado a dormir la mayor parte de la noche, lo
que significaba que iba a conseguir unas seis horas completas de sueño antes de
despertarme de nuevo.
Caminé hacia la cómoda, pero la voz ronca de Shane me detuvo en seco.
―No te vistas.
―Eso sería irresponsable ―susurré incómodamente―. ¿Y si hay un
incendio?
―Te vestiré antes de que vayamos a dormir ―prometió, sent{ndose en la
cama.
―¿Tú me vestir{s?
―Estar{s demasiado cansada para hacerlo tú ―dijo con confianza, sus
ojos encontrando los míos antes de deslizarse por mi cuerpo.
Mis pezones se endurecieron ante sus palabras y sus ojos llamearon en
respuesta.
―Ven aquí, Kate.
Me moví hacia él sin pensar conscientemente y cuando pudo alcanzarme,
me atrajo entre sus muslos extendidos.
―¿Me deseas? ―preguntó en voz baja, pasando sus manos por la parte
exterior de mis piernas.
―No me he afeitado las piernas ―respondí, empujando sus manos. Dios,
¿por qué esa mierda sólo me pasaba a mí?
―Déjalo, Kate ―ordenó Shane, golpeando ligeramente mis manos para
apartarlas, así podía poner las suyas de nuevo en mis muslos―. Deja de
preocuparte por tus piernas. Están bien. Suaves.
Forcé a mis manos a caer en mis costados y encontré sus ojos.
―¿Me deseas? ―preguntó de nuevo, sus manos moviéndose hacia dentro
antes de deslizarse de nuevo al exterior de mis muslos.
―Sí ―susurré en respuesta, mi corazón aceler{ndose. Dios, había pasado
una eternidad desde que había tenido sexo. La necesidad por la conexión casi
superaba mi autopreservación. Shane me había visto en mi peor momento,
demonios, me había visto por las mañanas antes de que tuviera la oportunidad
de cepillarme los dientes, pero todavía me deseaba. Sabía todos mis secretos y
todas mis rarezas. Pero aun así, me aterrorizaba tener sexo con él.
Sabía que una vez que la línea fuera cruzada de nuevo, no habría vuelta
atrás.
―¿Est{s lista para mí? ―preguntó, buscando mis ojos mientras sus manos
trazaban la pequeña bolsa de mi barriga y la curva de mi cintura.
―No ―respondí con mis ojos agu{ndose.
―Est{ bien, nena ―dijo gentilmente, aunque podía oír la decepción en su
voz―. Tenemos todo el tiempo del mundo.
―Lo siento ―gemí, extendiendo las manos para frotarlas por su corto
vello―. Sólo<
―No est{s preparada ―terminó con un asentimiento.
―Estoy siendo ridícula.
―No, est{s siendo cauta. Lo entiendo, Katiebear.
―¿Qué estoy esperando? ―pregunté en voz baja mientras sus manos se
deslizaban a mi alrededor y ligeramente sobre las curvas de mi culo.
―No lo sé, nena ―replicó con seriedad―. Pero lo sabr{s cuando ocurra.
―Estoy cansada ―dije con poca energía, dejando caer mis manos a mis
costados.
―Vamos a dormir, entonces. ―Se levantó de la cama y me dio una ligera
palmada en el culo, moviéndose a mi alrededor para agarrar un camisón y un
par de bragas de mi cómoda.
Me vistió con gentileza y besó mi frente.
―Te dije que iba a vestirte.
Una vez que estuvimos de vuelta en mi cama, se acurrucó a mi alrededor
y se quedó dormido rápidamente, pero no pude dormir por un largo tiempo.
Me sentí como la mierda por rechazarlo de nuevo, pero la idea de tener sexo
con Shane causaba este extraño aleteo de pánico profundo en mi estómago que
no podía ignorar.
Confiaba en mi instinto.
―¿Q ué demonios Keller? ―grité con frustración dos semanas
después, sabiendo que debería intentar mantener mi voz
baja, pero sin ser capaz de calmarme.
Estaba mirando una carta que había traído a casa de la escuela, y no podía
creer lo que estaba leyendo.
Mi niño, mi dulce y sensible niño quien era protector con Gunner e Iris
como si fueran sus hijos, era un bravucón en la escuela.
―¿Qué est{ pasando? ―pregunté, moderando mi voz un poco.
Él estaba de pie frente a mí, sus brazos cruzados sobre su pecho; lo cual a
propósito ya no era lindo, y se negó a decir una palabra. En cambio, estaba
fulminándome con la mirada como si no pudiera soportar verme. No entendía
qué estaba pasando.
El primer mes de escuela había sido difícil para Keller. No le gustaba estar
lejos de casa todo el día, y parecía que no estaba haciendo amigos en su clase.
Pero pensé que se estaba ajustando. Había despertado del bajón en que había
estado y había vuelto a hacer el mismo temerario juguetón que todos
conocíamos y amábamos.
―¿Y bien? ―pregunté con exasperación, apuntando y mirando a Sage y
Gavin, quienes estaban intentando husmear por la esquina de la pared antes de
volverme a mirar a Keller―. Tu maestra dice que has estado siendo malo con
otros niños. Que has estado poniéndoles apodos. ¿Es cierto?
Frunció el ceño, sus cejas juntándose.
―Respóndeme ―ordené.
Después de unos minutos de silencio, honestamente no tenía ni idea de
qué hacer. Quería enviarlo a su habitación, pero sabía que eso no era realmente
un castigo. Gavin y Keller tenían juguetes esparcidos de un extremo al otro de
la habitación. Esencialmente estaría enviándolo a jugar.
―Bien ―murmuré, caminando hacia una silla en la cocina y poniéndola
contra la pared―. Siéntate.
No se movió de su lugar, y finalmente tuve que tomarlo a fuerza de la
mano y llevarlo hasta la silla, levantando su rígido cuerpo hasta que estuvo
sentado.
―Puedes quedarte ahí hasta que estés listo para hablar ―dije con
frustración.
Miré a Gunner, quien estaba jugando tranquilamente en el suelo, y a Iris,
quien estaba dormida en su columpio, antes de sentarme a la mesa donde
podría revisar mi correo y vigilar a Keller.
No se movió. Sólo se quedó mirando la cocina.
Por una hora.
Luego dos.
Para cuando Shane vino a casa, yo estaba casi llorando y estaba tan
frustrada. No sabía qué hacer. No quería dejarlo ahí sentando, pero tampoco
quería que fuera más fuerte que yo.
―Papi est{ en casa ―dijo Shane mientras abría la puerta principal.
―¡Keller est{ en problemas! ―gritó Gavin, su voz un poco insegura.
―¡Gavin! Shh ―regañó Sage.
No podía ver a Shane, pero debió de haberles dicho algo porque de alguna
forma se quedaron callados. Pronto Shane entró en la cocina.
Vio a Keller sentando en la silla de la cocina luego me miró a mí,
levantando sus cejas.
―¿Cu{nto tiempo ha estado ahí?
―Un par de horas ―dije con frustración.
Debió de haber interpretado mal el tono de mi voz, porque de repente
estaba frunciendo el ceño.
―Sube a tu habitación, amigo ―le dijo a Keller, gir{ndose para verlo―.
Estaré ahí en un minuto.
Keller saltó de su lugar y corrió fuera de la habitación, lanzándome una
mirada de triunfo cuando pasó. Mi mandíbula cayó abierta por la sorpresa.
―¿Qué carajos, Shane? ―siseé, poniéndome de pie.
―Gracioso, esa iba a ser mi pregunta ―dijo en respuesta, desabotonando
su uniforme―. ¿Horas, Kate?
―¿Est{s bromeando en este momento? ―pregunté, mi voz baja.
―Tiene seis años y, ¿ha estado sentado en una silla de madera por horas?
―preguntó Shane burlonamente, quit{ndose la camisa―. Un poco excesivo,
¿no crees?
Mi corazón se aceleró mientras lo veía moverse por la cocina, colocando su
billetera y reloj sobre el mostrador antes de girarse para verme. No podía
hablar. Las palabras se sentían atoradas en mi garganta.
―No hagas esto de nuevo ―dijo, cuando todavía no le había respondido
después de unos momentos. Se movió para salir de la cocina, y espeté.
―Maldito idiota ―dije furiosa, l{grimas llenando mis ojos―. Tuvo la
oportunidad irse. Lo único que tenía que hacer era hablar conmigo.
―¿Qué?
―No puedo creerte. ―Sacudí mi cabeza, cerrando mi port{til y
desliz{ndolo bajo mi brazo―. Keller estaba ahí sentado porque estaba siendo
terco como el infierno. Lo único que tenía que hacer era decir una palabra sobre
por qué su maestra me envió una nota a casa de la escuela diciendo que Keller
estaba siendo un bravucón.
―¿Qué demonios? ―preguntó Shane, su cabeza gir{ndose hacia atr{s.
―Sí, eso fue lo que pensé ―respondí. Dejé mi portátil en la alacena sobre
el mostrador donde los chicos no podrían alcanzarlo y agarré mis llaves―. Voy
a la tienda. Acabo de alimentar a Iris, así que debería estar bien por un rato.
―Kate ―me llamó Shane, pero no me detuve mientras pasaba por la sala
de estar, diciéndole adiós a los niños mientras pasaba. Estaba tan furiosa que
tenía que salir antes de decir algo que no quisiera.
Más tarde esa noche, nos metimos en el SUV de Kate mientras Anita y
Henry se quejaban de tener que sentarse en la parte de atrás. No sabía por qué
estaban molestos, como los más jóvenes casi siempre se habían quedado con el
último trozo de pizza o los peores asientos en el auto.
―¡Karaoke! ―gritó Anita una vez que estaba saliendo por el camino de
entrada.
―¿Conoces algún bar de karaoke por aquí? ―preguntó Kate emocionada,
girándose hacia mí.
―¿Es ahí donde quieres ir? ―pregunté, tomando su mano con la mía.
Normalmente no mostrábamos afecto en público. Kate estaba demasiado
nerviosa para ese tipo de mierda, como si importara a la larga lo que la gente
pensara sobre nuestra relación. Así que me sorprendió cuando giró su mano y
enlazó sus dedos con los míos.
―¡Sí!
―Bien, conozco uno. Ten< ―Saqué mi teléfono de mi bolsillo―. Llama a
Miles y dile a dónde vamos.
―Me lo estoy pasando genial ―dijo, mirando mi teléfono.
―Casi no hemos salido de casa ―me reí.
―No importa. ―Sonrió, levantando el teléfono hacia su oreja―. Ya es el
mejor cumpleaños.