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Etapa victoriana y el moralismo inglés

A mediados del siglo XIX, el imperio inglés se caracterizó por tener dos tipos de moralismos que
dejarían un profundo sentimiento conservador en la época. Primero, la influencia del modelo
refinado, exquisito y de valores que proyectaba la reina Victoria sobre las mujeres que debían
ser educadas desde pequeñas para ser calladas, inocentes y delicadas, casi indefensas, para que
el hombre se sintiese grande y protector. Segundo, el modelo utilizado por el imperio británico
para imponer su dominio sobre los diferentes territorios coloniales que poseyeron, ya que este
fue distinto al utilizado por las otras potencias de la época. Dicho moralismo es el que
analizaremos en el desarrollo de este ensayo.
Al iniciar la Era Victoriana, Gran Bretaña pasó de ser un país dedicado a la agricultura a un país
totalmente industrializado: es la era de la Revolución Industrial, del ferrocarril, de las
revoluciones sociales, etc. Todo un siglo dedicado a una reina en un país que evolucionaba a
distintos ritmos, experimentando cambios significativos.
Siguiendo esos lineamientos de desarrollo y progreso, Gran Bretaña se convirtió en el epicentro
de la Revolución creando cosas nuevas que cambiarían el curso de la historia. Todos estos
cambios que experimentaría el imperio bajo las directrices de la Reina Victoria crearon las bases
para dejar atrás el viejo reinado obsoleto, decadente y le abrió las puertas al nuevo imperio de
la locomotora, el comercio y los avances científicos que posicionaron a la pequeña isla en el
imperio con mayor dominio territorial de la época.
Sin embargo, en medio de tanta grandeza, el elemento ideológico no quedó reducido,
simplemente, a los quehaceres políticos; sino que, sirvió como doctrina o modelo a seguir por
los diferentes estratos sociales. Por ejemplo, la clase burguesa fue el grupo social que dio lugar
a la característica sociedad victoriana, adoptando principios puritanos donde la vida ordenada y
discreta, el metodismo religioso y las costumbres, formaron un fuerte sentimiento político
conservador que llevó a las mujeres a ser obedientes y serviciales, damas que siempre tuvieran
la casa lista para su marido y que criaran a los niños por sí mismas. Si se consulta la literatura
inglesa del siglo XIX, por ejemplo, Orgullo y prejuicio de J. Austen, encontraremos ideas como:
“la vida doméstica y la estética necesidad de orden moral eran primordiales para la mujer de la
época”.
No obstante, es importante destacar que, durante la Era Victoriana también comenzó a
desarrollarse una marcada doble moral en la sociedad. El recato y los modales exquisitos que se
promulgaban desde la monarquía eran, frecuentemente, violados por todas las clases sociales,
tanto en las más altas esferas como en los estratos más bajos. Lo que significaba que los
mismos cambios que venía experimentando Gran Bretaña fueron los mismos que modificaron
el comportamiento de los ciudadanos ingleses que abrirían una grieta para encaminarse a un
nuevo tipo de sociedad que luego comenzó a evolucionar.
Si nos detenemos a analizar el expansionismo inglés nos daremos cuenta de que no fue
producto de una sola causa, sino que, fue el resultado de la conjugación de múltiples factores.
Entre ellos podemos mencionar: las progresivas transformaciones económicas y la
industrialización. A juicio de (E.J. Hobsbawm), “el acontecimiento más importante en el siglo
XIX es la creación de una economía global, que penetró de forma progresiva en los rincones
más remotos del mundo, con un tejido cada vez más denso de transformaciones económicas,
comunicaciones y movimiento de productos, dinero y seres humanos que vinculaba a los países
subdesarrollados entre sí y con el mundo subdesarrollado”. Dicho esto, surge la siguiente
pregunta: ¿por qué Inglaterra utilizó un modelo colonialista distinto al que fue empleado por
las otras potencias? Las razones son múltiples: primero, Inglaterra tuvo la capacidad de
comunicarse con todas las partes del mundo gracias a los avances ferroviarios y a la
navegación. Además, el planeamiento de rutas más cortas hacia la India; segundo, dispuso de
un poder militar capaz de imponer el dominio político cuando se considere necesario y, por
último, su desarrollo demográfico y financiero le permitió destinar hombres y capital en los
lugares convenientes. “Todos estos elementos le daban a la corona británica una idea de
grandeza, de competitividad, de prestigio y de enriquecimiento del carácter nacional,
convirtiéndolos en los Darwinistas sociales dominantes. Está teoría consideraba a los británicos,
por el simple hecho de serlos, superiores a los demás y, en cuanto tales, imbuido del deber de
civilizar a los pueblos”. (M. Howard y WM Roger Louis).
El puritanismo inglés se sentía llamado al deber de expandir la civilización y el progreso; pero,
con el equivalente de que no utilizó la religión como un instrumento represivo y explotador
como lo habían hecho las potencias rivales. El moralismo inglés y todo su mesianismo se forjó
para expandir una causa progresista y civilizadora— a un nuevo hombre moderno y, todo esto
se pone de manifiesto en las transformaciones que Gran Bretaña había experimentado en
términos políticos dando como resultado que los países que aprendieron y practicaron el
modelo constitucional monárquico tuvieron un ingrediente distinto a los demás pueblos que
sufrieron el absolutismo monárquico que permanecía en el resto del continente americano.
Juan Bosch en El Estado: sus orígenes y desarrollo explica que “los países que habían sido
colonias americanas de imperios europeos, con la excepción de las trece colonias
norteamericanas que se diferenció al modelo que mantenía Francia y España en el territorio
caribeño, tuvo como consecuencia que los estados que se formaron cuando pasaron a ser
independientes, no se fundaron sobre sistemas económicos y sociales de los Estados de los
cuales eran territorios como fue el caso de las trece colonias Inglesas”. La consecuencia añadida
al surgimiento del Estado contemporáneo anglosajón explica hasta hoy la gran diferencia de
resultados entre ambos espacios políticos.
A modo de conclusión, el moralismo impuesto por la corona que, al mismo tiempo, fue víctima
del desarrollo que experimentaba la sociedad le dio paso al nuevo hombre. Esto permitió que
el moralismo imperialista sembrara las bases para el nacimiento del Estado contemporáneo y
las bases de una estructura constitucional que se fue diseñando para poner en práctica la idea
del nuevo gobierno basada en la soberanía nacional, la representación, la separación de
poderes y los derechos del hombre y del ciudadano

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