Está en la página 1de 8

Globalización de la arquitectura.

Por lo general tendemos a pensar en la globalización como un fenómeno asociado


con los flujos de capital, trabajo, productos, ideas e imágenes, economía, política y poder. La
globalización nos ha acercado más entre nosotros, cruzando o incluso borrando las fronteras
entre países. Viene a nuestra mente la imagen de un mundo cada vez más pequeño en el cual
el acelerado flujo de información e intercambio de tecnología reduce las distancias entre las
culturas del mundo y establece relaciones entre las políticas económicas de cada país. Este
contexto construyo el concepto de “ciudad global” el cual estaba caracterizado por ser el
epicentro económico y capital del mercado, sin embargo este concepto se ha reconfigurado
para darle paso a un proceso más complejo en el cual las interacciones son infinitas en el cual
somos capaces de interactuar simultáneamente en cualquier parte del mundo y las barreras
físicas y distancias no existen (Adam, 2012).

La globalización es un concepto que ya no nos resulta poco familiar, al cual lo por lo


general históricamente lo hemos vinculado con el poderío económico de las grandes
corporaciones transnacionales, pero sus repercusiones van mucho más allá. Podríamos
describir a la globalización como un conjunto de transformaciones sociales, culturales,
económicas y políticas que impactan desde las más altas esferas de poder hasta la vida diaria,
en un fenómeno el cual el incrementó las relaciones mundiales de tal manera que eventos
locales son determinados por sucesos que ocurren a miles de kilómetros de distancia, de
manera progresiva e inevitable (Adam, 2012). Es cierto que el intercambio cultural entre las
civilizaciones siempre ha existido, en menor o mayor escala, desde hace miles de años, pero
la globalización está caracterizada por la profundidad de sus efectos en el mundo. Con una
fuerza implacable nos asfixian con imágenes y productos que representan ideales de lo que
significa el lujo y el poder, definen la belleza y lo que es importante, nos muestran sueños de
una vida excitante y sofisticada que se ha vuelto equivalente de desarrollo y riqueza,
induciéndonos a un mundo cada vez más parecido entre sí.

Antecedentes entre arquitectura y globalización.

Históricamente la arquitectura siempre ha sido utilizada como un ícono gracias a sus


ideales, valores y poder de expresión. Esto facilito la difusión de la arquitectura como un
objeto cargado de simbolismo representante de poder, de sabiduría de riqueza. Pero no fue
hasta el movimiento moderno que la arquitectura compartió con la globalización sus
ambiciones globales de llevar a todo el mundo el poder de la innovación, del progreso, la
tecnología, racionalización, el fin de la tradición y el desapego a la historia y la tradición.
Ya desde el nacimiento de la bauhaus algunos arquitectos como Walter Gropius ya
imaginaban una visión del mundo reconocible y unificada gracias a una arquitectura
inclusiva. Los cimientos de una arquitectura global estaban listos. Pero no es hasta entrados
los años treinta y los primeros años de postguerra con el establecimiento del estilo
internacional y la consolidación del movimiento moderno (Tietz, 2008) que la arquitectura
se asoció con los principios clave que identifican a la globalización. Se le dotó así a la
arquitectura de un claro simbolismo de los mecanismos globales de la economía. Este
lenguaje es muy claro en edificios corporativos, centros comerciales, aeropuertos. Cabe
señalar que el movimiento moderno nació en las mismas latitudes donde se gestó la
globalización, en la cultura occidental, así llamada, específicamente en el atlántico norte:
estados unidos y Europa. La expansión de los mercados rápidamente se reflejó en una
propuesta arquitectónica reconocible.

Arquitectura y el poder de la representación. Iconos y símbolos.

Arquitectura y globalización son dos actividades con una relación muy estrecha.
Sugerir que dependa la una de la otra no es una idea atrevida. Una afecta a la otra y viceversa,
si alguna tiene algo que decir se ayudarán mutuamente para transmitir ese mensaje. En la
historia del hombre la arquitectura siempre ha tenido un papel importante por su relación tan
estrecha con prácticamente todos los aspectos de la vida humana y más con aquellos más
representativos como la religión, la política, el poder, arte, etc. Se construyeron templos,
monumentos, edificios públicos, teatros, palacios, que representaban a cierto colectivo social
y cultural de un momento en específico. La arquitectura se convierte así en un acervo de
conocimiento y experiencia de una cultura mediante los elementos que la
identifican (Rybczynski, 2014). Este proceso lo podemos ver repetirse hoy en día, la relación
de la arquitectura con los elementos más representativos, esta vez de una cultura global. Los
símbolos cambian, las ideologías se reconfiguran, y en el mundo en el que vivimos regido
por los valores del mercado y el capital, la arquitectura indudablemente se vería influenciada
y tendería, como lo ha hecho antes, a representar el momento en que se vive. La arquitectura
claramente también tiene esta capacidad de asombrar, de atraer y convertir a ciudades en
verdaderas capitales de lo extraordinario, lo estrafalario y hasta lo grotesco, ciudades que
reflejan de un modo muy real y crudo el desborde del capitalismo. Esta idea medita sobre
cómo el mundo se ha creado a base de un capitalismo sin restricciones. No contentos con
paraísos fiscales y desarrollos multimillonarios que inspiran a construir el suyo propio, desde
utopías flotantes a realidades alternas en una era capitalista sin límites y regulación alguna
por parte del estado. Estos desarrollos en desiertos, en medio del océano, en donde el
consumo y la desigualdad sobrepasan nuestra imaginación y la observamos tal cual ciencia
ficción, Dubái, China, Hong Kong. ¿Será posible que esto no pueda ser alcanzado por otro
tipo de arquitectura más social, sustentable y económica?, ¿una propuesta que esté en
continua comunicación con la sociedad y sea congruente con el contexto cultural y
económico? El patrón actual es convertir a la arquitectura en un elemento de entretenimiento
y espectáculo, la de una expresión egoísta que habla de sí misma y se promueve como un
producto novedoso de última generación que acapare la atención y nos lidere a un futuro
prometedor. Poner tanto énfasis en un solo factor, el económico, como inspiración nos hace
olvidar la arquitectura realmente valiosa, aquella que aboga por el crecimiento y el desarrollo
humano, que impulsa, promueve y consolida una cultura y trasciende más allá de una única
ideología.
Estamos viviendo una etapa en la que la expansión, el poderío del capital y las
libertades con las que cuentan las corporaciones transnacionales nos ha llevado a una era post
política en la que el estado ha perdido autonomía para establecer las políticas de desarrollo y
sobretodo mantener su independencia económica. Los gobiernos se han vuelto muy pequeños
para resolver problemas globales, y muy grandes para lidiar con los locales (Solano, 2006).
Esta frase hace referencia a una pérdida de la soberanía del estado. Es claro que en la
actualidad existen circunstancias socio culturales, económicas y políticas muy diferentes de
las existentes hace varias décadas atrás donde el estado era el protagonista, de la vida
económica de un país, muchas veces el único. En la actualidad esto ya ha cambiado, los
factores globales están disminuyendo la independencia que tienen los gobiernos para
desarrollar sus políticas económicas y sociales de desarrollo.

Homogenización de la ciudad y el espacio urbano

Nuestras ciudades se han convertido en simples recipientes decididos a contener y a


captar cualquier esquema o patrón de diseño con los que somos bombardeados desde las
principales ciudades globales del mundo. Con diseños de formas muy definidas y concretas
a diseños banales de las tendencias más actuales, las ciudades son zonas de consumo más
que espacios que promuevan la creatividad. Al ser simples consumidores, las ciudades
pueden, y lo hacen, elevar su estatus y su imagen como una ciudad que es parte del gran
movimiento global, pero realmente no esperamos que de este proceso se dé un resultado
realmente innovador. Algunas ciudades han tenido la capacidad de adaptarse y sobre todo de
explotar en su beneficio a la globalización, convirtiéndose así en protagonistas que ocupan
un rol muy importante en la economía y la cultura mundial. Nueva York, Chicago, Los
Ángeles, Londres, etc., son ejemplos de ciudades de gran desarrollo y referentes mundiales,
cosmopolitas. A estas ciudades se les da una categoría de “ciudad global”, se definen de esta
forma pues tienen la capacidad de influenciar, desde patrones de consumo, moda, vivienda,
diseño, estilos de vida, la organización de los espacios, a sociedades enteras, fuera de sus
fronteras en una escala global. Dichas ciudades se han encargado de concentrar una gran
parte delas actividades, de todo tipo, que van desde las financieras y económicas,
manipulación de información, difusión de la cultura y son capaces de modificar la conducta
de las personas en cualquier lugar del mundo.

La relación del mercado y la arquitectura vuelve a hacerse presente y extiende su


influencia abarcando desde las mismas bases o los cimientos de una ciudad, influenciando la
creación de planes de desarrollo urbano y pasando por todos los niveles de diseño, inversión
y gestión, con el objetivo de asegurar y facilitar desarrollo de este tipo que garantice y
priorice el beneficio económico particular. La globalización ha hecho a muchas ciudades más
sensibles a los procesos actuales, a las dinámicas económicas y socio culturales y se han
vuelto muy ansiosas por participar de las tendencias más novedosas y entran al juego de
oferta y demanda. Estas ciudades se convierten en zonas de estudio de los mercados para
estableces tendencias, patrones de consumo y por supuesto su creación y fomento, en los
que influyen las compañías. Estos patrones no aparecen de la nada, y su función depende de
varios niveles los cuales tendrán sus propios medios y niveles de participación por los cuales
la globalización es capaz de diseminarse (Knox P. L., 2005).

Debemos habla en particular de los actores y los medios por los cuales la globalización actúa
e influencia al mundo. Podemos definir y agrupar a los actores y los medios en facciones o
frentes los cuales desempeñan funciones diferentes. Podemos sintetizar en 5 frentes
principales. El primer frente es el corporativo. Representado por las grandes empresas e
inversionistas. Se desempeñan desde el ámbito local al global, bancos, constructoras, firmas
de inversión, aquellos que representan el poder económico. En el segundo frente nos
referiremos al Estado: gobiernos, políticos y dependencias de todos los niveles que son los
que deciden que es lo que se hace y que no. Su principal papel sería el de gestionar. En el
tercer lugar está el frente profesional, en el que estamos incluidos no solo los arquitectos y
profesionales del ramo de diseño y construcción sino todos aquellos actores que participan,
tanto en el primer como en el segundo frente, como empleados. En el cuarto frente
encontramos al mercado. Aquí se encargan de la comercialización y difusión, en nuestro caso
de la arquitectura y el desarrollo urbano. Hace la propagación de las ideas y los objetos para
facilitar el consumo por parte de los clientes representados por la sociedad y el gobierno que
compiten por obtener o aumentar el estatus que tenemos dentro del mundo globalizado. Por
último, encontramos el frente del consumidor que es el que a fin de cuentas legitima la
información y los métodos de un modelo estandarizado y homogéneo de productos, ideas y
prácticas cuyo resultado es un modelo de homogenización de la planeación y de la
construcción. Podemos entender que más allá de la aspiración de ciertos valores globales,
existe la imposición de modelos económicos, resultando en un proceso de homogenización
que tiene en el mismo proceso de diseño en sí, un contenedor de ideas, conceptos y estilos
específicos que gracias a la promoción y propagación de sus ideas a través de los medios,
sumado al deseo de un Estado capturado por estas imágenes de progreso resulta en un proceso
de en el que las ciudades tienden a parecerse entre sí.

Identidad y el concepto de local frente a la globalización

Introducción

La arquitectura es el lienzo donde toda una cultura se expresa, el reflejo de una sociedad, por
lo tanto hablar de arquitectura es hablar de una disciplina social y no de una expresión
individual. A primera vista la globalización en la arquitectura luce muy positivo, para muchos
lo es, claro está. Se convierte en un problema cuando la tendencia global es convertir la
arquitectura en una marca, una franquicia, un objeto reconocible entre tantos más. La
magnitud de poseer un objeto de esas características diseñado por un arquitecto de renombre
internacional tiene un gran efecto mediático que puede ayudar a comunicar un discurso
político o mostrar la imagen de una ciudad en evolución. ¿Será que a la larga sea mejor darle
cabida al talento local?, ¿que buscamos realmente cuando importamos arquitectura?
El concepto de local frente a la globalización

Desde muy temprano en los años 80 del siglo XX ya existía esta discusión. Kenneth
Frampton (1983) en su regionalismo crítico muestra una preocupación sobre lo implacable y
globalizada transformación de la construcción y desarrollo urbano que resulta del uso de la
tecnología en la manufactura de elementos para la construcción. Frampton (1983) señala que
esta tecnología afectaría directamente a las personas, mientras la información y los bienes
que se convierten en elementos globales estén bajo la influencia de la economía y la
competencia, que como señalaría, resultaría en la fabricación de productos de baja calidad.
El argumento principal del regionalismo crítico es la estrategia que señala como fundamental
es alcanzar lo más económicamente posible, un balance entre os elementos globales y
aquellos productos de un lugar en particular con el objetivo de dotar a la arquitectura de una
identidad única e independiente. Sin embargo Frampton (1983) subestimó el poderoso efecto
que la economía global puede tener sobre la economía local y claro sobre la arquitectura y la
ciudad. Si bien la arquitectura bajo una producción de intereses globales puede contribuir al
desarrollo de una ciudad genérica o un contexto homogéneo, también nos abre la posibilidad
de un proceso de diseño más equitativo y provee de posibilidades a todo mundo mediante la
tecnología disponible que comunique a las regiones.

Históricamente la propagación de la globalización ha estado liderada por un proceso


tecnológico, un modelo en cambio constante que ayudó a la proyección mundial de las
ciencias, de nuevas tecnologías de comunicación y el transporte. La velocidad de un mundo
contemporáneo solo fue posible gracias a la introducción de la tecnología como parte del
proceso de desarrollo. Desde Vitrubio la técnica formaba parte de lo que definía a la
arquitectura misma: la manifestación de las técnicas de construcción. La complejidad de la
construcción actual y el diseño avanzado requiere de una técnica superior en la creación y
manejo de tecnologías, en una disciplina en la que la técnica siempre ha sido el “como lo
hacemos”. Las tecnologías emergentes sin duda cambian la manera de hacer las cosas,
creando nuevos procesos, nuevas formas. La gran cantidad de tecnologías, materiales,
nanotecnología, robótica, ingeniería, etc., acentúan la necesidad de la apropiación de la
tecnología y buen uso de ella nos permita apropiarnos de la arquitectura.

Arquitectos locales es igual a arquitectura local. Esta es una expresión muy peligrosa que
basa su lógica en que arquitectos locales hacen arquitectura local, sea lo que significa
arquitectura local. Esta suposición puede ser tan falsa como pensar que un arquitecto de
renombre internacional no tenga la capacidad de interpretar el contexto socio cultural de una
ciudad y proponer un edificio sensible a las necesidades locales. Nosotros podemos ser
capaces de responder al contexto pero separándonos de la idea de que nuestros edificios,
perceptualmente, necesariamente se tiene que leer lo que lo rodea, sin la necesidad de
marchar de la mano con la arquitectura vernácula solo porque es con lo que nos sentimos
cómodos e identificados.La proliferación de estos modelos globales promueve la
homogenización de nuestras ciudades, nuestras sociedades, al replicar y copiar diseños que
nos inundan con la promesa del desarrollo. La creación de un mundo genérico que luce igual
en cualquier lugar, carente de todo sentido humano que minimiza la creatividad no solo de
un arquitecto si no de la cultura de todo un lugar, nos lleva a experimentar una tendencia en
la que negamos aquello que nos hace una cultura única, a negar nuestra historia, nuestras
raíces, nuestra creatividad colectiva, al lentamente convertirnos en un reflejo del horizonte
dominante, adoptando símbolos y elementos ajenos. Hemos dejado de maravillarnos con
aquello que nos distingue, solo para alcanzar un ideal de modernidad que nos llevará más
allá del punto en que nos podamos reconocer a nosotros mismos ni percibir a la arquitectura
como una adaptación y evolución de una narrativa social (Lewis, 2002).

Identidad

La definición de identidad contiene un concepto muy variado y claro de lo que


significa. Proveniente del latín identitas y a su vez este de ídem, con varias definiciones
como: lo mismo, una y otra vez, repetición, yo y no este, de la misma manera. Refiere a un
concepto por el cual se insiste en señalar algo de manera precisa y puntual, así
diferenciándolo de otra cosa. Esto habla de las características que nos definen y nos hacen
percibir que una persona u objeto es único, diferente a los demás individuos (Daros, 2005).
De esta forma la identidad no nos encapsula como individuos únicos, si no que nos muestra
las características que compartimos con otros entes, que nos convierte en grupos, en una
sociedad o cultura que es el resultado de la suma de identidades individuales que son los
elementos que permiten que un grupo se identifique entre sí: calores, tradiciones, símbolos,
creencias, comportamientos (Daros, 2005).Ya antes definíamos la arquitectura como una
expresión de la sociedad y sus valores más que un hecho individual. Por esto que la
arquitectura sea uno de los elementos más significativos y representativos de la cultura de un
país o región, al ser una semblanza histórica y un articulador con el presente. Al imponer
cierto estilo arquitectónico que contiene una expresión y una marca única y reconocible en
cualquier punto del mundo, estamos olvidando o haciendo oídos sordos a las necesidades de
un lugar y negando el derecho a la experiencia. Tanto nuestra identidad cultural como nuestra
herencia son olvidadas y confinadas a libros que se convierten en el lugar donde puede
sobrevivir. La tendencia de la globalización es de borrar o hacer difusas todas aquellas
expresiones culturales que delimitan a las culturas.

La experiencia del contexto y la búsqueda del lugar

La expansión del capital ha creado una separación entre la arquitectura y el lugar


donde se establecen algunos de estos proyectos, en donde la tendencia de querer convertirse
en un símbolo de modernidad se genera una amenaza, una contradicción, donde al querer
mostrarnos como como una ciudad desarrollada atentamos contra nuestro principal recurso,
la riqueza que nos hace diferentes, nos diferencia y nos identifica como cultura. Lugar
entiéndase no como la simple ubicación si no englobando todo un contexto económico,
político, sociocultural, un concepto muy complejo y abstracto en el cual cada lugar tiene sus
propias características: algunas las cuales se perciben a simple vista, ubicación, luz, clima,
temperatura; y otras se perciben en nuestra forma de vivir: comportamiento, herencia,
idiosincrasia. En conjunto se genera un patrón único en el cual el arquitecto se desarrolla. Un
arquitecto local no solo es capaz de comprender su contexto hay que sumarle esa sensibilidad
casi instintiva, más consciente de su entorno. En palabras de Rafael Moneo el contexto es:

“El contexto es el factor decisivo para un proyecto. Pero aquí quisiera insistir en que no
entiendo un proyecto como algo que completa o como una manera de continuación de lo que
está presente. Lo que realmente genera un proyecto es la idea que opera sobre el contexto
social o material de una forma específica, pero que no es una simple consecuencia de lo que
existe.” [1]

Bajo esta premisa es posible diseñar una arquitectura que bien puede mantener un
sallo particular del arquitecto, pero que es capaz de crear una identidad arquitectónica propia
a la región donde se proyecta.

El debate de lugar en el contexto global

El concepto de lugar representa una discusión muy especial en el debate de la


globalización. El tema principal es la idea de que el fenómeno de la globalización amenaza
lo local y lo cataloga como algo que podemos perder a causa de las fuerzas implacables de
la globalización. Lo que podríamos definir como una nueva definición de lo que significa
local, que al contrario de oponer estos dos conceptos, enmarca la idea de local no como un
elemento estático y se plantea desde un punto de vista que extiende el significado de
local muy separado del convencional. Como lugar encontramos a una comunidad en la que
la gente con cierto vínculo, muy a menudo está expuesta a fuerzas externas que reconfiguran
el concepto de lugar constantemente, convirtiéndose entonces, en un concepto
reconociblemente permeable y de continuo cambio (Lewis, 2002). Se ha abierto una
discusión importante, un reto el cual enfrenta la arquitectura contemporánea y el diseño en
general: en el contexto actual de un lugar que se caracteriza por el continuo cambio y la
mezcla de culturas y tradiciones, ¿cómo puede la arquitectura representar la faceta
multicultural y los valores de una comunidad perteneciente a una ciudad global?

Por una parte, la identidad se vuelve muy interesante cuando esta evoca cierta
experiencia, una asociación con la memoria, mientras la globalización es asociada con la
pérdida de la identidad. Sin duda la identidad juega un papel muy importante en la cultura
del hombre. La identidad es un concepto complejo que conjuga muchas dimensiones
diferentes: lo tangible, lo intangible, experiencias, lo psicológico y lo físico como tamaño,
escala y otras dimensiones ambientales. Una persona puede sentir la identidad de un lugar de
muchas formas, mediante experiencias lo referente a lo cognitivo o como un sentimiento de
pertenencia al sentir que se es de un lugar. Esta identidad surge de la relación de las personas
con el lugar. Harold Proshansky (1978)se planteó el concepto de “identidad de lugar” y lo
definió como las dimensiones que definen la identidad personal de un individuo en relación
con el contexto físico, que se va desarrollando con el tiempo para lograr un lugar
significativo con el que se establece una conexión no solo simbólica sino también
funcional entre ambiente y las personas, efecto que se acentúa gracias a los recursos
naturales del lugar así como las tradiciones. En lo que se refiere al os parámetros físicos, la
identidad la otorga un sentido colectivo de identificación cultural con ciertos edificios y
rasgos particulares de diseño de los mismos. Estos son elementos arquitectónicos utilizados
en el diseño de un edificio que cuenta con características esenciales que lo identifican como
lugar, representado por una solución sensible de diseño. Sin nos apegamos a este criterio, una
apropiación local de un edificio o lugar se da por un consenso general donde se observa que
se incorpora un lenguaje arquitectónico aceptado, háblese de forma, materiales, símbolos,
territorio (Proshansky, 1978).

A través de una apropiación local de un edificio o proyecto podemos entender mejor


la naturaleza de la relación entre la forma construida y la sociedad mediante la identificación
de los elementos pertinentes del contexto construido. Una mirada más tradicional del
concepto de local aboga por una continuidad histórica y cultural, preservar la identidad donde
todo simbolice, como ya se menciona, en un lenguaje arquitectónico muy particular. Por otro
lado, hablar de globalización es proponer inventiva, nuevas formas mediante el uso de
tecnología y materiales que respondan a las funciones cambiantes de una sociedad y cultura
global, que se enfoca en la sistematización, intercambio y flexibilidad (Lewis, 2002). Para
algunos la globalización será un fenómeno de homogenización y para otros un productor de
diversidad y heterogeneidad al incrementar la interconectividad y producir una especie de
hibridación o mezcla de lo local y lo global. Debido a la fuerza implacable de la globalización
este conflicto entre lo local y las ideas traídas de todo el mundo, este sigue siendo un debate
abierto en muchos países del mundo principalmente en aquellos aun en vías de desarrollo
que los convierte en lugares más influenciables. Hoy día vemos una masiva importación de
ideas arquitectónicas que es esencialmente occidental proveniente de los países ricos. Estas
nuevas arquitecturas se les asocian con una imagen de progreso, prestigio y desarrollo que
han influenciado de gran manera a la expresión de las ciudades contemporáneas. El resultado
es una arquitectura universal, aplicable para cualquier lugar, pero carente de identidad
cultural o coherencia local.

También podría gustarte