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Arquitectura y globalización son dos actividades con una relación muy estrecha.
Sugerir que dependa la una de la otra no es una idea atrevida. Una afecta a la otra y viceversa,
si alguna tiene algo que decir se ayudarán mutuamente para transmitir ese mensaje. En la
historia del hombre la arquitectura siempre ha tenido un papel importante por su relación tan
estrecha con prácticamente todos los aspectos de la vida humana y más con aquellos más
representativos como la religión, la política, el poder, arte, etc. Se construyeron templos,
monumentos, edificios públicos, teatros, palacios, que representaban a cierto colectivo social
y cultural de un momento en específico. La arquitectura se convierte así en un acervo de
conocimiento y experiencia de una cultura mediante los elementos que la
identifican (Rybczynski, 2014). Este proceso lo podemos ver repetirse hoy en día, la relación
de la arquitectura con los elementos más representativos, esta vez de una cultura global. Los
símbolos cambian, las ideologías se reconfiguran, y en el mundo en el que vivimos regido
por los valores del mercado y el capital, la arquitectura indudablemente se vería influenciada
y tendería, como lo ha hecho antes, a representar el momento en que se vive. La arquitectura
claramente también tiene esta capacidad de asombrar, de atraer y convertir a ciudades en
verdaderas capitales de lo extraordinario, lo estrafalario y hasta lo grotesco, ciudades que
reflejan de un modo muy real y crudo el desborde del capitalismo. Esta idea medita sobre
cómo el mundo se ha creado a base de un capitalismo sin restricciones. No contentos con
paraísos fiscales y desarrollos multimillonarios que inspiran a construir el suyo propio, desde
utopías flotantes a realidades alternas en una era capitalista sin límites y regulación alguna
por parte del estado. Estos desarrollos en desiertos, en medio del océano, en donde el
consumo y la desigualdad sobrepasan nuestra imaginación y la observamos tal cual ciencia
ficción, Dubái, China, Hong Kong. ¿Será posible que esto no pueda ser alcanzado por otro
tipo de arquitectura más social, sustentable y económica?, ¿una propuesta que esté en
continua comunicación con la sociedad y sea congruente con el contexto cultural y
económico? El patrón actual es convertir a la arquitectura en un elemento de entretenimiento
y espectáculo, la de una expresión egoísta que habla de sí misma y se promueve como un
producto novedoso de última generación que acapare la atención y nos lidere a un futuro
prometedor. Poner tanto énfasis en un solo factor, el económico, como inspiración nos hace
olvidar la arquitectura realmente valiosa, aquella que aboga por el crecimiento y el desarrollo
humano, que impulsa, promueve y consolida una cultura y trasciende más allá de una única
ideología.
Estamos viviendo una etapa en la que la expansión, el poderío del capital y las
libertades con las que cuentan las corporaciones transnacionales nos ha llevado a una era post
política en la que el estado ha perdido autonomía para establecer las políticas de desarrollo y
sobretodo mantener su independencia económica. Los gobiernos se han vuelto muy pequeños
para resolver problemas globales, y muy grandes para lidiar con los locales (Solano, 2006).
Esta frase hace referencia a una pérdida de la soberanía del estado. Es claro que en la
actualidad existen circunstancias socio culturales, económicas y políticas muy diferentes de
las existentes hace varias décadas atrás donde el estado era el protagonista, de la vida
económica de un país, muchas veces el único. En la actualidad esto ya ha cambiado, los
factores globales están disminuyendo la independencia que tienen los gobiernos para
desarrollar sus políticas económicas y sociales de desarrollo.
Debemos habla en particular de los actores y los medios por los cuales la globalización actúa
e influencia al mundo. Podemos definir y agrupar a los actores y los medios en facciones o
frentes los cuales desempeñan funciones diferentes. Podemos sintetizar en 5 frentes
principales. El primer frente es el corporativo. Representado por las grandes empresas e
inversionistas. Se desempeñan desde el ámbito local al global, bancos, constructoras, firmas
de inversión, aquellos que representan el poder económico. En el segundo frente nos
referiremos al Estado: gobiernos, políticos y dependencias de todos los niveles que son los
que deciden que es lo que se hace y que no. Su principal papel sería el de gestionar. En el
tercer lugar está el frente profesional, en el que estamos incluidos no solo los arquitectos y
profesionales del ramo de diseño y construcción sino todos aquellos actores que participan,
tanto en el primer como en el segundo frente, como empleados. En el cuarto frente
encontramos al mercado. Aquí se encargan de la comercialización y difusión, en nuestro caso
de la arquitectura y el desarrollo urbano. Hace la propagación de las ideas y los objetos para
facilitar el consumo por parte de los clientes representados por la sociedad y el gobierno que
compiten por obtener o aumentar el estatus que tenemos dentro del mundo globalizado. Por
último, encontramos el frente del consumidor que es el que a fin de cuentas legitima la
información y los métodos de un modelo estandarizado y homogéneo de productos, ideas y
prácticas cuyo resultado es un modelo de homogenización de la planeación y de la
construcción. Podemos entender que más allá de la aspiración de ciertos valores globales,
existe la imposición de modelos económicos, resultando en un proceso de homogenización
que tiene en el mismo proceso de diseño en sí, un contenedor de ideas, conceptos y estilos
específicos que gracias a la promoción y propagación de sus ideas a través de los medios,
sumado al deseo de un Estado capturado por estas imágenes de progreso resulta en un proceso
de en el que las ciudades tienden a parecerse entre sí.
Introducción
La arquitectura es el lienzo donde toda una cultura se expresa, el reflejo de una sociedad, por
lo tanto hablar de arquitectura es hablar de una disciplina social y no de una expresión
individual. A primera vista la globalización en la arquitectura luce muy positivo, para muchos
lo es, claro está. Se convierte en un problema cuando la tendencia global es convertir la
arquitectura en una marca, una franquicia, un objeto reconocible entre tantos más. La
magnitud de poseer un objeto de esas características diseñado por un arquitecto de renombre
internacional tiene un gran efecto mediático que puede ayudar a comunicar un discurso
político o mostrar la imagen de una ciudad en evolución. ¿Será que a la larga sea mejor darle
cabida al talento local?, ¿que buscamos realmente cuando importamos arquitectura?
El concepto de local frente a la globalización
Desde muy temprano en los años 80 del siglo XX ya existía esta discusión. Kenneth
Frampton (1983) en su regionalismo crítico muestra una preocupación sobre lo implacable y
globalizada transformación de la construcción y desarrollo urbano que resulta del uso de la
tecnología en la manufactura de elementos para la construcción. Frampton (1983) señala que
esta tecnología afectaría directamente a las personas, mientras la información y los bienes
que se convierten en elementos globales estén bajo la influencia de la economía y la
competencia, que como señalaría, resultaría en la fabricación de productos de baja calidad.
El argumento principal del regionalismo crítico es la estrategia que señala como fundamental
es alcanzar lo más económicamente posible, un balance entre os elementos globales y
aquellos productos de un lugar en particular con el objetivo de dotar a la arquitectura de una
identidad única e independiente. Sin embargo Frampton (1983) subestimó el poderoso efecto
que la economía global puede tener sobre la economía local y claro sobre la arquitectura y la
ciudad. Si bien la arquitectura bajo una producción de intereses globales puede contribuir al
desarrollo de una ciudad genérica o un contexto homogéneo, también nos abre la posibilidad
de un proceso de diseño más equitativo y provee de posibilidades a todo mundo mediante la
tecnología disponible que comunique a las regiones.
Arquitectos locales es igual a arquitectura local. Esta es una expresión muy peligrosa que
basa su lógica en que arquitectos locales hacen arquitectura local, sea lo que significa
arquitectura local. Esta suposición puede ser tan falsa como pensar que un arquitecto de
renombre internacional no tenga la capacidad de interpretar el contexto socio cultural de una
ciudad y proponer un edificio sensible a las necesidades locales. Nosotros podemos ser
capaces de responder al contexto pero separándonos de la idea de que nuestros edificios,
perceptualmente, necesariamente se tiene que leer lo que lo rodea, sin la necesidad de
marchar de la mano con la arquitectura vernácula solo porque es con lo que nos sentimos
cómodos e identificados.La proliferación de estos modelos globales promueve la
homogenización de nuestras ciudades, nuestras sociedades, al replicar y copiar diseños que
nos inundan con la promesa del desarrollo. La creación de un mundo genérico que luce igual
en cualquier lugar, carente de todo sentido humano que minimiza la creatividad no solo de
un arquitecto si no de la cultura de todo un lugar, nos lleva a experimentar una tendencia en
la que negamos aquello que nos hace una cultura única, a negar nuestra historia, nuestras
raíces, nuestra creatividad colectiva, al lentamente convertirnos en un reflejo del horizonte
dominante, adoptando símbolos y elementos ajenos. Hemos dejado de maravillarnos con
aquello que nos distingue, solo para alcanzar un ideal de modernidad que nos llevará más
allá del punto en que nos podamos reconocer a nosotros mismos ni percibir a la arquitectura
como una adaptación y evolución de una narrativa social (Lewis, 2002).
Identidad
“El contexto es el factor decisivo para un proyecto. Pero aquí quisiera insistir en que no
entiendo un proyecto como algo que completa o como una manera de continuación de lo que
está presente. Lo que realmente genera un proyecto es la idea que opera sobre el contexto
social o material de una forma específica, pero que no es una simple consecuencia de lo que
existe.” [1]
Bajo esta premisa es posible diseñar una arquitectura que bien puede mantener un
sallo particular del arquitecto, pero que es capaz de crear una identidad arquitectónica propia
a la región donde se proyecta.
Por una parte, la identidad se vuelve muy interesante cuando esta evoca cierta
experiencia, una asociación con la memoria, mientras la globalización es asociada con la
pérdida de la identidad. Sin duda la identidad juega un papel muy importante en la cultura
del hombre. La identidad es un concepto complejo que conjuga muchas dimensiones
diferentes: lo tangible, lo intangible, experiencias, lo psicológico y lo físico como tamaño,
escala y otras dimensiones ambientales. Una persona puede sentir la identidad de un lugar de
muchas formas, mediante experiencias lo referente a lo cognitivo o como un sentimiento de
pertenencia al sentir que se es de un lugar. Esta identidad surge de la relación de las personas
con el lugar. Harold Proshansky (1978)se planteó el concepto de “identidad de lugar” y lo
definió como las dimensiones que definen la identidad personal de un individuo en relación
con el contexto físico, que se va desarrollando con el tiempo para lograr un lugar
significativo con el que se establece una conexión no solo simbólica sino también
funcional entre ambiente y las personas, efecto que se acentúa gracias a los recursos
naturales del lugar así como las tradiciones. En lo que se refiere al os parámetros físicos, la
identidad la otorga un sentido colectivo de identificación cultural con ciertos edificios y
rasgos particulares de diseño de los mismos. Estos son elementos arquitectónicos utilizados
en el diseño de un edificio que cuenta con características esenciales que lo identifican como
lugar, representado por una solución sensible de diseño. Sin nos apegamos a este criterio, una
apropiación local de un edificio o lugar se da por un consenso general donde se observa que
se incorpora un lenguaje arquitectónico aceptado, háblese de forma, materiales, símbolos,
territorio (Proshansky, 1978).