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Chapter Title: LA CIUDADANÍA MULTICULTURAL

Chapter Author(s): Aura Marina Arriola

Book Title: Nuevas tendencias y nuevos desafíos de la migración internacional


Book Subtitle: Memorias del Seminario Permanente sobre Migración Internacional. Tomo
2
Book Editor(s): Manuel Ángel Castillo García and Jorge Santibáñez Romellón
Published by: El Colegio de Mexico

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/j.ctv3dnq5h.19

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Nuevas tendencias y nuevos desafíos de la migración internacional

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CIUDADANÍA Y MULTICULTURALIDAD

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LA CIUDADANÍA MUL TICUL TURAL

Aura Marina Arriola*

Los inmigrados son hoy los portadores de los derechos de ciudada-


nía en todo el mundo. El humanismo del Renacimiento, es decir, la
revoluci6n antropol6gica que produjo el surgimiento de las ciuda-
des que conocemos, está enfrentándose a la nueva revoluci6n de la
conciencia planetaria. Hoy día, todo hombre como tal es un
inmigrado. En consecuencia, se imponen un nuevo humanismo y
un nuevo Renacimiento. La necesidad de ello va a la par de las
tijeras que alejan cada día más la riqueza de la pobreza y que contra-
ponen al hombre con el hombre y al hombre con la naturaleza. La
necesidad de una ciudadanía que enlace la diversidad cultural se tor-
na perentoria, sobre todo ahora que la guerra tiende a destruir la
multiculturalidad y buscar la homogenizaci6n de los pensamientos
y las decisiones (ejemplo de ello es el genocidio cultural que se rea-
liz6 en Irak con la destrucci6n de sus riquezas arqueol6gicas). En
un clima orwelliano es necesario luchar contra "la limpieza étnica"
por medio de una concepci6n que lleve a una ética de la conviven-
cia multicultural, concibiendo la ética como "la regi6n abierta en la
que habita el hombre" (Heidegger).
El centro del nuevo humanismo no es ya la ciudad amurallada o
blindada; más bien, aquél presupone el derrumbe de los muros y lo
prepara. Y será la fuerza que libera este éxodo de masa uno de los
elementos fundamentales de esa nueva concepci6n del mundo que
se está elaborando en lugares como Porto Alegre y en el movimien-
to argentino que une a los caceroleros con los piqueteros, esto es, a las
clases medias con los desocupados, porque hoy no es cuesti6n de
quedarse atrapados en las definiciones clasistas o nacionalistas, sino
ver c6mo evolucionan los procesos y c6mo se construyen alternati-
vas ciudadanas que enlacen la autonomía con la participaci6n com-
prometida en todos los niveles: en las comunidades, en las regiones,
en los países y en el mundo entero. Frente a la encrucijada que la
humanidad está enfrentando después de lo sucedido el 11 de sep-
*Profesora-investigadora de la Direcci6n de Etnología y Antropología So-
cial (DEAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH).

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NUEVAS TENDENCIAS Y NUEVOS DESAFÍOS

tiembre de 2001 y de la reacción de "ojo por ojo, diente por diente"


del presidente Bush y Ariel Sharon, es necesario repensar el térmi-
no "civilización'', que debe basarse en la complejidad y no en la
simplificación, en la contaminación y no en la limpieza étnica, y
dirigirse a la intensificación de los procesos de encuentro global,
cultural, social y político, entre culturas distintas (¡ay de los que
pretendan la limpieza, la raza pura, incontaminada!).
Porque ésa ha sido la realidad de la guerra asimétrica en Irak,
Somalía, Kosovo, Yugoslavia, Afganistán y de nuevo Irak. Pero la
guerra es la expresión de un mundo asimétrico, que no está poblado
de miles de millones de humanos (nueve mil millones para 2050,
según el Banco Mundial), sino de siete u ochocientos millones de
personas que se consideran a sí mismos "los hombres verdaderos" y
de una mayoría de aliens, es decir, de "los otros", los ajenos, los dife-
rentes, los extraños. Y entre estos "otros" unos cien millones son
"otros" entre los "otros", los extranjeros, los migrantes. Expulsados
por las guerras de baja intensidad que los turcos libran contra las
minorías (como en Kurdistán); en fuga de regímenes fundamentalistas
que el Imperio ha armado y utilizado hasta cuando éstos dejan de
convenirle a sus intereses (como en Afganistán), o aprisionados en
múltiples guetos en su propia tierra (Palestina); empujados por el
hambre, la necesidad o simplemente por el espejismo de la libertad y
el bienestar; sombras a la deriva en el Mediterráneo; desaparecidos en
el desierto libio o calcinados por el sol en Nuevo México; flotando a
lo largo de Australia en naves fantasmas, descarnados por las corrien-
tes marinas en el sur del Cabo Gorrión, en el Canal de Otranto, en el
Estrecho de Gibraltar: ¿cuántos migrantes mueren en el mar o en
tierra cada año? ¿Cinco, diez mil? "Otros" están destinados, si sobre-
viven, a desaparecer en el limbo del trabajo negro, precario y margi-
nal en medio mundo. Trabajadoras domésticas y prostitutas en los
Emiratos Árabes e Italia, recolectores de fruta en Andalucía y toma-
tes en Capitanata, albañiles en Berlín y la región bergamasca, janitors
y limpiavidrios en Los Ángeles o Nueva York (como aquellos literal-
mente disueltos en el derrumbe de las Torres Gemelas), recolectores
guatemaltecos de café o plátano en las fincas del Soconusco. Viajando
como sombras y como ratas desaparecidos en los pliegues de las so-
ciedades opulentas, y hoy señalados no sólo por la hostilidad y el
racismo, sino por la sospecha absoluta: árabes, islámicos, terroristas
potenciales.
Desde el 11 de septiembre se están preparando programas euro-
peos para el control, no sólo de los militantes y otros sujetos que

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LA CIUDADANÍA MULTICULTURAL

"quieran amenazar la legitimidad de los gobiernos", sino de los ex-


tranjeros que puedan constituir un caldo de cultivo del terrorismo.
El 19 de enero de 2002 hubo una manifestación en Roma de los
inmigrados para protestar contra la Ley Bossi-Fini, que borra el
derecho de ciudadanía para los extranjeros, reduce a las personas
sólo al grado de fuerza laboral y promete tratar como criminales a
quien no obtenga un permiso de trabajo. El trabajo de los inmigrados
es la fuente de riqueza de toda Europa, pero el gobierno italiano,
entre otros, los quiere privar de todas las garantías. Mientras se
promulgaban en Italia las nuevas leyes, las expulsiones continua-
ban a ritmo acelerado y los campos de "permanencia provisional"
se multiplicaban. Hoy, la vuelta de tuerca contra los inmigrantes
no está legitimada sólo por la derecha en el gobierno y por los ciu-
dadanos que "quieren justicia", sino por la cultura global de la emer-
gencia. Y aquí el círculo se cierra. La humanidad legítima acepta
con reticencia a los migrantes porque tiene una desesperada necesi-
dad de ellos, pero con las cárceles listas o, en el mejor de los casos,
con un decreto de expulsión en blanco.
En todos los países de la Unión Europea, los clandestinos son
reprimidos más duramente a través de nuevas leyes. Los poderes
públicos, en cambio, permanecen silenciosos cuando la vergonzosa
explotación de estos trabajadores extranjeros permite a un buen
número de dadores de trabajo abatir los costos del salario.
La producción intensiva de fruta y verdura se encuentra entre los
sectores menos reglamentados de la política agrícola común (PAc), y
por consiguiente, es uno de los más sometidos al liberalismo salvaje.
"El dador de trabajo debe tener constantemente cerca cantidad de
mano de obra que permita llevar a su fin la cosecha, cualesquiera sean
las circunstancias climáticas o económicas", escribe Jean-Pierre Berlan,
investigador del Instituto Nacional de la Investigación Agronómica
(INRA) francés. "Hay, por consiguiente, necesidad de un ejército de
reserva de obreros agrícolas, que es proporcionado por la mano de
obra inmigrada clandestina. Existe una verdadera y específica articu-
lación, una complementariedad entre la inmigración clandestina y la
inmigración oficial" (Berlan, 2001). El autor hace aquí referencia al
"modelo californiano", en función desde el siglo XIX; pero esta cons-
tatación es válida también para la Europa actual. Con una pequeña
diferencia: ya se debe de hablar más generalmente de "trabajo no
declarado", realizado por los ciudadanos del país o por los inmigrados.
U no de los pocos estudios europeos realizados por sindicalistas
en el campo de los seis países lo confirma:

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NUEVAS TENDENCIAS Y NUEVOS DESAFÍOS

.. .las informaciones convergen en describir prácticas negras o grises,


al nivel local, heterogéneas, que tienden a desarrollarse, a intensifi-
carse, a extenderse. Se va desde el aumento de los extraordinarios no
declarados de los dependientes estables hasta el desarrollo de formas
ilegales, algunas veces hasta esclavisras, de reclutamiento de la mano
de obra agrícola, pasando por las formas más atípicas y flexibles del
trabajo ocasional (Orseu, 1997).

A este cuadro debe agregarse el papel decisivo realizado por las


grandes cadenas de distribución, que ejercen una presión infernal
sobre los productores. Éstos trabajan en una situación de verdade-
ro trabajo a destajo y buscan salir de ello comprimiendo, a cual-
quier costo, el único factor sobre el cual tienen poder: el trabajo.
El resultado es desastroso para los trabajadores. Las miserables
condiciones de trabajo fueron reveladas en modo espectacular por
las rebeliones racistas que estallaron en febrero del 2000 en El Eji-
do, en Andalucía, contra los obreros agrícolas marroquíes. La pre-
sencia masiva de inmigrados clandestinos que trabajan en la agricul-
tura en España fue de nuevo puesta en evidencia en ocasión de un
trágico incidente de carretera que causó la muerte de 12 jornaleros
agrícolas clandestinos ecuatorianos. Todos trabajaban por una re-
muneración de 2.41 euros por hora. Fue necesaria esa tragedia para
saber que había 20 mil ecuatorianos clandestinos en esta región y
150 mil en España. La situación es, ciertamente, más espectacular
en la región de El Ejido, pero los abusos existen en toda Europa.
En toda o en casi toda Europa se hace uso de un amplio espectro
de "recursos humanos", constituidos por cuatro categorías: ciuda-
danos del país, legales, que sin embargo hacen un gran número de
horas suplementarias poco o nada pagadas; ciudadanos no declara-
dos (desocupados, que obtienen el RMI); 1 inmigrados legales, con o
sin contrato, cuyo horario de trabajo supera también los límites de
la ley; finalmente, los inmigrados clandestinos.
Europa está construyendo una subclase de trabajadores tempo-
rales, que se sustituyen uno al otro en una rotación permanente.
Los inmigrados no tendrán, sobre todo, el derecho a vivir de modo
normal con la propia familia. La ampliación de la Unión Europea a
los países de Europa central tendrá consecuencias incalculables. La
destrucción de los pequeños productores agrícolas polacos, por ejem-
plo, obligará a varios millones de personas a buscar otra fuente de
1RMI es la renta mínima de reinserci6n, una cantidad de dinero que en Fran-

cia se brinda a quien tiene más de 25 años y está sin trabajo.

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LA CIDDADANÍA MULTICULTURAL

ingreso. Se verá así nacer una competencia por los trabajos poco
calificados entre los migrantes tradicionales del sur y aquellos del
este, para gran ventaja de los dadores de trabajo. La presencia de
una inmigración legal o ilegal "invisible" constituye un factor parti-
cularmente precioso. "En Occidente, la invisibilidad es la piel blan-
ca y, secundariamente, la pertenencia a una cultura lo más cristiana
posible. Es ya posible aquí y allá ver esta tendencia al 'emblanque-
cimiento'. Por ejemplo, después de las rebeliones racistas en El Eji-
do, hemos asistido a parciales empleos sustitutivos" (Alaux).
Otro ejemplo espectacular de sustitución de inmigrados se produjo
en la primavera del 2000 en Huelva, una región andaluza célebre por la
producción de fresas. Todos los años, 55 mil obreros temporales son
empleados de marzo a junio. Tradicionalmente, estos obreros son jor-
naleros españoles, pero desde hace algunos años están presentes tam-
bién 10 mil inmigrados, casi todos magrebinos no asumidos legalmen-
te. En 2001, después del gran movimiento de los sans papiers en Espa-
ña, cinco mil de ellos recibieron permisos de trabajo limitados a la
cosecha de fresas en esta provincia. Al inicio de la temporada, espera-
ron en el lugar, confiados porque tenían documentos oficiales. Pero
con gran sorpresa vieron llegar jóvenes mujeres polacas y rumanas que
comenzaron a recoger la fruta, con frecuencia menos pagadas de lo que
fueron ellos. El gobierno español decidió ofrecer contratos para ese
mismo trabajo a 6 500 polacos y mil rumanos, la mayoría mujeres. 2
Millares de magrebinos se encontraron así en la calle, carentes
de todo, sin trabajo, casa y esperanza. La situación era muy tensa y
provocó una ola de racismo contrn "los moros", acusados de ser
sucios, desafeitados y holgazanes. Cuatro mil personas marcharon
en manifestación en Huelva contra "la inseguridad civil", y por
primera vez hubo manifiestos de extrema derecha, del Partido de la
Democracia Nacional.
Los magrebinos al final participaron en la cosecha de las fresas.
En la búsqueda desesperada de un trabajo, cualquiera que fuese éste,
permanecieron en la región.

Constituyeron un ejército de reserva muy importante para trabajar


en los días festivos y durante las puntas altas de la producción, cosa
2Según la agencia marroquí Map, los emigrados marroquíes fueron casi com-

pletamente descartados del contingente oficial de los trabajadores temporales em-


pleados en España en 2002. S6lo 515 fueron admitidos en un contingente de 32
mil. Desde el inicio de los años noventa, más de la mitad de los lugares eran tradi-
cionalmente dados a los marroquíes (fuente: El Agricultor Provenzal, Aix-en-
Provence, 15 de noviembre de 2002).

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NUEVAS TENDENCIAS Y NUEVOS DESAFÍOS

que no estaban dispuesto~ [a] hacer los trabajadores del Este. Los úni-
cos beneficiados de esta situaci6n fueron los empresarios, que se decla-
raron muy satisfechos de la. temporada, una de las más rentables {en-
trevista a Decio Machado, 2002).

Como dice Santiago Sierra en la Bienal de Venecia 2003,

España es una oligarquía, se ha vuelto una frontera inaccesible en la


cual se razona s6lo en términos de censura y en la que se ha 1:onsoli-
dado la idea del límite, del confín, de la obstrucci6n racial a través de
la demanda de pasaportes y huellas digitales. Los pueblos y las ciu-
dades se están convirtiendo en lugares blindados, la cultura contem-
poránea cada vez más un manifiesto de p1ohibici6n {Sierra, 2003:14).

Por otra parte, en Estados Unidos, el 26 de abril 2003 "el procura-


dor general, John Ashcroh, amplió de manera significativa el poder
del gobierno federal al ordenar que todos los inmigrantes
indocumentados, aun los no vinculados con el 'terrorismo', podrán
ser detenidos de forma indefinida por razones de 'seguridad nacio-
nal'" (Cason y Brooks, 2003:25).
Actualmente se buscan soluciones locales a problemas globales.
Las migraciones son hoy la mayor apuesta en juego, pero no son
unidireccionales: van en todas direcciones. Es un problema global,
pero se buscan soluciones locales, del tipo "cerremos las fronteras".
Se ha producido un divorcio entre el poder y la política. Antes
coincidían en el territorio del Estado-nación. Pero hoy el poder es
extraterritorial y no hay una política de esa amplitud.
Y es por eso que la lucha por los derechos de los migrantes no
tiene sólo un significado social, sino político. Se conjugan en ella
los problemas de los derechos sociales y los del derecho al desarro-
llo y la cultura. Es una lucha por la libertad universal, además de
serlo por el derecho a la igualdad jurídica y por una vida decente.
Porque ese proletariado "étnico" está renovando las estructuras de
las clases, de las mismas etnias, de las ciudades, de las regiones. Por-
que es la dispersión correlativa a la migración la que irrumpe y
pone en cuestión los temas globalizantes de la llamada "moderni-
dad": la nación y su literatura, el lenguaje y su sentido de la identi-
dad, la metrópoli, el sentido de lo central, el sentido de la homoge-
neidad psíquica y cultural. En el reconocimiento del otro, de la
alteridad radical, la diversidad, la existencia de identidades múlti-
ples, advertimos que ya nadie está en el centro del mundo. El senti-
do del centro y de nuestro ser está desplazado. "También nosotros,

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en tanto sujetos hist6ricos, culturales y psíquicos, estamos desarrai-


gados y nos vemos obligados a responder a nuestra existencia en
términos de movimientos y metamorfosis" (Chambers, 1995:44).
La analogía n6mada/gitano, n6mada/albanés, n6mada/turco,
n6mada/ mexicano, n6mada/centroamericano = extranjero es una
constante en el inconsciente colectivo de los Estados-naci6n, pues
en ellos ni el n6mada, ni el inmigrante ni el "extranjero" deben
gozar de hecho de todos los derechos de un "ciudadano".
En vez de desaparecer, las fronteras se han reforzado y se han
vuelto fronteras portátiles con muros internos e interiores. Se for-
man "zonas fronteras" junto con "fronteras simb6licas" en los paí-
ses que reciben migrantes o por los que éstos se desplazan hacia los
países del Primer Mundo. Por ello, urge hacer un análisis diferen-
cial de los procesos en curso, porque la política nace de la capacidad
de diferenciar. Se necesita una política digna de la política
universalista de la diferencia que retome la vocaci6n universalista
del diferir. Un paradigma en el cual toda identidad sepa no fijarse y
encerrarse en sí misma, sino interpretarse como un diferir, y por
ello irreductiblemente plural, pero que de la riqueza de la diferen-
cia pueda volver a encontrar una vocaci6n por la universalidad como
horizonte de la "humanidad redimida", para decirlo con Walter
Benjamin.
Todo ello nos lleva a los problemas que el neoliberalismo ha
agudizado: la relaci6n entre identidad nacional y los derechos uni-
versales de ciudadanía, la insoportabilidad de las desigualdades eco-
n6micas y sociales entre los países del mundo, y la necesidad de
compartir reglas de derecho y democracia. Por otra parte, el con-
trol real de las fronteras pertenece a un pasado mítico. Una socie-
dad libre es una sociedad con las fronteras y las mentes abiertas,
con identidades pluralistas. Debe saber aceptar las diferencias cul-
turales. Esto implica adaptaciones recíprocas de los comportamien-
tos. Pero lo esencial es aprender en el futuro el concepto de lo "in-
ternacional sin territorio", es decir, de un espacio donde coexistan
redes y territorios entrelazados entre sí y donde las sociedades esta-
rán mezcladas.
Hoy los movimientos étnicos y la política de las diferencias in-
troducen a la vez un "nosotros" y algunos intereses identitarios en
la acci6n política y las reivindicaciones. La participaci6n política
constituye así la prolongaci6n de una movilizaci6n "comunitaria",
mientras que la "identidad del ciudadano" se fundamenta en una
lucha por valores universales: contra el racismo y la exclusi6n y a

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favor de la igualdad y la tolerancia o el respeto hacia lo diferente.


La idea de una "nueva ciudadanía", una ciudadanía multicultural
que no se reserve sólo para los nacionales, sino que se abra a todos,
a los nacionales y a los extranjeros que reivindican su ejercicio con
base en la residencia.
La ciudadanía se convierte así en un medio para garantizar la resi-
dencia, no para asegurar la integridad cultural. Para la población ex-
tranjera, en la actualidad una de las principales fuerzas de trabajo del
Primer Mundo, pero no sólo de éste, la ciudadanía podría, entre otras
soluciones, contribuir a acabar con los actos racistas, ya que el dere-
cho de voto podría influir en las decisiones políticas.
Por otra parte, es necesaria la participación ciudadana de todos, el
derecho de todos a participar en los gobiernos de todos los niveles.
Lo expuesto anteriormente, "Reclama una transformación ra-
dical de intereses en todas nuestras prácticas, intereses que deben
dirigirse hacia la apertura del sentido: ésta es la ética. Los intereses
no se dirigen hacia ellos mismos sino hacia una apertura" (Chambers,
1995:180). Se constituye un espacio crítico que ya no sanciona la
verdad, sino que existe más bien como una apertura, como un arma
crítica, como diría Marx.
Una ciudadanía multicultural debería tener presentes los dere-
chos de los grupos culturales, de las llamadas "minorías étnicas", en
las que los miembros de determinados grupos se incorporan a la
comunidad política no sólo en calidad de individuos, sino también
a través del grupo de la comunidad. Para ello, Will Kymlicka dis-
tingue tres conjuntos de derechos que darían sentido a la noción de
ciudadanía diferenciada (como la denomina este autor): derechos
de autogobierno, derechos poliétnicos y derechos especiales de re-
presentación. Los primeros tienen relación con la reivindicación de
autonomía política o jurídica territorial; los segundos tienen como
objetivo "ayudar a los grupos étnicos y a las minorías religiosas a
que expresen su particularidad y su orgullo cultural sin que ello
obstaculice su éxito en las instituciones económicas y políticas de la
sociedad dominante" (Kymlicka, 1996:53); en tanto, los derechos
especiales de representación apuntan a mejorar los estándares de
representación en las instancias políticas, en términos de la diversi-
dad de los grupos sociales que requerirán representación.
Otro aspecto que debemos analizar detenidamente es el contex-
to de la internacionalización económica y la globalización y el efec-
to que este contexto está teniendo en los Estados-nación y en sus
relaciones (globales, multilaterales o bilaterales), y también en cómo

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se afectan las dinámicas internas de cada país, incluidas las relacio-


nes de sus regiones y la conformación de sus zonas fronterizas.

Desde el punto de vista de la ciudadanía, sería ilusorio pensar hoy


que son sólo las instituciones jurídicas del Estado-nación las que de-
finen los marcos jurídicos. Las directrices de tratados internaciona-
les han penetrado tan hondamente en los ordenamientos legales de
los países concurrentes -o al menos se realizan con ese fin-, que la
práctica social de una persona y su trato por parte de las autoridades
nacionales dependen formalmente cada vez más de la firma de un
tratado internacional y su correlato en el ordenamiento jurídico
nacional (Opazo, 2000:71).

El proceso globalizador está socavando la soberanía de los Esta-


dos-nación, pero a la vez está creando una ciudadanía globalizada,
que se opone en muchos aspectos al poder hegemónico del imperio
estadunidense. En un mundo que ya hace años es dominado por de-
cisiones que trascienden a los países, a los grupos de países regionales,
y en el que las decisiones de las grandes empresas transnacionales
pueden generar problemas de escala supranacional, surge el reto del
desarrollo de la "ciudadanía global como contraparte política del
mundo de la economía" (Turner, 1992:60). Esta "ciudadanía global"
todavía debe ser estudiada y legislada por tribunales que realmente
tengan autonomía y poder de decisión y ejecución Oa nulidad de las
Naciones Unidas es un ejemplo muy claro de la carencia de estas
instituciones).
U na legislación que tome en cuenta la correlación de dos he-
chos: por un lado, la existencia de una línea de división estatutaria
entre ciudadanos y no ciudadanos instituida (en oposición a las ten-
dencias de transnacionalización de la ciudadanía) por medio de "la
imposición" de la categoría de extranjeros sobre los no-ciudadanos;
por el otro lado, la creación o la reproposición de zonas de residen-
cia complementarias, con un estatuto totalmente desigual desde el
punto de vista de los derechos y las condiciones de vida, donde la
autonomía aparente disfraza malamente el hecho de que algunos
prescriben a otros el derecho de movimiento y los controlan con la
fuerza.
Es decir, significa que la libertad de circulación constituye una
reivindicación fundamental que debe ser patrimonio de la ciudada-
nía de todos. Pero el derecho de ciudadanía, que comprende todos
los aspectos intermedios entre el derecho de residencia como "nor-
malidad" de la existencia social y el ejercicio de los derechos políti-

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cos en los lugares donde las personas y los grupos han sido "arroja-
dos", sea por la historia y por la economía, constituye la otra
cara indisociable. Los migrantes (sea "refugiados" o "trabajadores",
dado que las dos categorías no están separadas) no son una masa
indiferenciada; son viajeros (forzados, "liberados", discriminados)
que ponen en relación entre sí a las comunidades extranjeras (y por
consiguiente contribuyen objetivamente a relativizar y no a abolir
su encierro) y territorios más o menos lejanos (contribuyendo a
hacer más cortas las distancias y a construir la contraparte humana
de la universalización de las comunicaciones y de los flujos econó-
micos). En su experiencia vivida y en su contribución a la emergen-
cia de una "subjetividad" política de la globalización (sobre la que
debe prevalecer la idea de la igualdad o "igual-libertad"), el aspecto
de la diáspora no es menos fundamental que la del nomadismo.
Esto significa que los migrantes exigen circular en varios lugares
del mundo, entre varios "mundos", sea en el sentido de ir o el de regre-
sar, contribuyendo en ambos aspectos a una real "descolonización" y a
la construcción de una ciudadanía sin fundamento antropológico ra-
cista -lo que no significa carente de conflictos entre las culturas y los
intereses, o sin luchas de poder. Se trata, entonces, de saber en qué
horizonte más amplio se coloca el "volverse sujeto" político de los
migrantes (y su contribución específica en la emergencia de los sujetos
políticos hoy día).
En este sentido es que se debe construir de manera creativa un
nuevo derecho global para el "hombre móvil", para el migrante. Sólo
así se podrá proteger en la nueva sociedad que viene el derecho a la
cultura, a la salud. Los migrantes tienen un papel extremadamente
importante porque favorecen el desplazamiento del capital de un sec-
tor a otro. Por ello, lo más rápidamente posible, se debe insistir en el
derecho de residencia. O sea, definir reglas precisas sobre los flujos,
como lo hacen ya algunos países industrializados como Canadá, pero
con una afirmación de los derechos sociales de quien escoge perma-
necer en un país distinto al de su nacimiento. Los migrantes no son
objetos para explotar y desechar cuando ya no se les necesita. Ello
hace necesario derechos que la administración pública aplique y que
las confederaciones patronales respeten.
Otros dos procesos acompañan a la globalización: la pérdida de
la tradición o la emergencia de un orden postradicional, y la
reflexividad tradicional.
La pérdida de la tradición alude al divorcio del histórico matri-
monio entre modernidad y tradicionalismo, a la forma en que el

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LA CIUDADANÍA MULTICULTURAL

proceso de globalizaci6n engulle y desarticula costumbres y tradi-


ciones (como el cambio en las relaciones entre los sexos y los valo-
res familiares). Ello no supone la desaparici6n de la tradici6n, sino
más bien un cambio de su estatus, al dejar de considerarla como
algo incuestionable y verla como abierta a la interrogaci6n, algo
sobre lo cual se puede decidir. La reflexividad institucional se refie-
re al hecho de que, en un orden postradicional, los individuos de-
ben acostumbrarse a procesar todo tipo de informaci6n relevante a
su situaci6n vital y a actuar sobre los pasos de la reflexi6n.
Esto lleva a formas de democracia participativa para adentrarse
en espacios cada vez más importantes para los ciudadanos, como
son la vida cotidiana, por un lado, y los sistemas globalizados, por
el otro. Estos procesos generan solidaridades pero también las des-
truyen, lo que no s6lo provoca movimientos progresistas que con-
frontan la tradici6n, sino también fundamentalismos. El miedo a la
desintegraci6n ocasiona también el reforzamiento de la comunidad
y el surgimiento de respuestas fundamentalistas y conservadoras.
Si bien la globalizaci6n no es un fen6meno nuevo, el desarrollo
de las tecnologías modernas ha permitido la transferencia de perso-
nas y bienes en una fracci6n de tiempo infinitamente menor que en
el pasado {transportes, medios de comunicaci6n, comunicaci6n vir-
tual), exponiendo a un creciente porcentaje de la poblaci6n a simi-
lares imágenes, mensajes y acontecimientos desde sociedades y lu-
gares lejanos. Al unísono, ha posibilitado el surgimiento de nuevas
comunidades en forma tal que trascienden los límites del tiempo y
el espacio Qas "comunidades imaginadas" generadas, por ejemplo, a
través de la internet). Además, produce efectos contradictorios, al
generar, por un lado, una creciente homogenizaci6n con relaci6n
al mercado y el consumo, una especie de "hibridaci6n cultural", y
por otro, una creciente diversificaci6n y especializaci6n de las dife-
rencias y las identidades específicas.
Este particular orden espacial y temporal de experiencias con-
fiere un contenido específico a la naturaleza de la ciudadanía, abrien-
do nuevos contenidos y multiplicando derechos antes no conside-
rados ni en los horizontes referenciales nacionales, derechos que
van más allá de los límites del Estado-naci6n.
Podemos decir que la globalizaci6n abre la posibilidad de que
los grupos excluidos, subordinados, de ciudadanías restringidas, se
organicen a nivel transnacional en defensa de sus intereses. De ello
ha sido un importante ejemplo el "movimiento de los movimien-
tos", como lo llam6 Noam Chomsky, en su oposici6n a la guerra

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NUEVAS TENDENCIAS Y NUEVOS DESAFÍOS

en nombre de una alternativa al neoliberalismo. El New York


Times habló de que "en el mundo sólo quedan dos superpoten-
cias: Estados Unidos y la opinión pública" (Martínez, 2003:48).
Y en efecto, hay muchos que piensan que el movimiento
antiglobalización, o alterglobalización, tendrá un papel crucial en
el nuevo diseño del mundo. Es, efectivamente, un movimiento glo-
bal que propugna una ciudadanía global, factor que le permite un
protagonismo político que no se podía pensar hasta hace pocos años.
Podemos afirmar que ahora nos encontramos frente a prácticas de
ciudadanía transnacional. En el caso de Europa, esto es lo que
emergió con fuerza en el movimiento contra la guerra en Irak. Esto
es, los ciudadanos europeos van más allá de los líderes nacionales,
vistos alternativamente como héroes (Chirac) o lacayos (Blair), y
están comenzando a construir una práctica de ciudadanía europea
que va más allá de los Estados y de los partidos políticos nacionales.
Esta expresión se presenta como "solidaridad global". La otra ver-
tiente de la ciudadanía global viene de la creciente emergencia de
asuntos "que por su naturaleza son tan globales como el globo mis-
mo": sustentabilidad del planeta y de la vida humana, los proble-
mas ambientales, la capa de ozono, la Amazonia, la violación de los
derechos de los pueblos y de grupos humanos específicos, las mi-
graciones, e incluso la proliferación de armamentos.
Dos vertientes alimentan el impulso a la formación de ciuda-
danías globales actuando desde sociedades civiles globales: la ver-
tiente de los espacios transnacionales oficiales, a nivel político, y
la vertiente alimentada por la acción de los movimientos sociales
de perspectiva global. Ambas vertientes corren paralelas, pero con
permanentes puntos de intersección, coincidencia y "disputa" con-
testataria, no sólo por obedecer a diferentes lógicas y dinámicas
de actuación, sino también por las perspectivas e intereses dife-
renciados de las que se parte.
Las ciudadanías globales están orientadas a fortalecer las bases de
las sociedades civiles globales, al generarse, desde la acción de los mo-
vimientos sociales, una rica trama de redes y relaciones que, alrede-
dor de asuntos ya internacionalizados, originan un flujo permanente
de acciones de impacto y de intercambio que van disputando sentido
y perfilando los contenidos de las agendas globales. Representan, se-
gún Manuel Castells (1997), una marejada de vigorosas expresiones
de identidad colectiva que desafían la globalización en nombre de la
singularidad cultural y del control de la gente sobre sus vidas y sus
entornos. Son expresiones múltiples, diversificadas, influidas por

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LA CnJDADANÍA MULTICULTURAL

sus específicas culturas y que incluyen tanto movimientos proactivos,


que pretenden transformar las relaciones humanas en su nivel más
esencial, como movimientos reactivos, que construyen trincheras
de resistencia en nombre de Dios, la naci6n, la etnia, la familia, la
localidad.
Obviamente, las ciudadanías globales y la formaci6n de las diná-
micas de las sociedades civiles globales no pueden estar desligadas
de las dinámicas de poder y de los hegemonismos existentes en y
entre los países a nivel global. Las formas que puede asumir la ciu-
dadanía global guardan relaci6n con las formas en que los factores
de poder, represi6n y subordinaci6n de la globalizaci6n modifican,
potencian o renuevan las dinámicas de exclusi6n-inclusi6n. Y si bien
la diversidad pareciera más expresada y más visible en el espacio
global, sigue estando cargada de desigualdad o de otredad, y por
ello mismo constituye más una aspiraci6n que se debe conquistar
como parte del terreno de disputa que contiene la ciudadanía tam-
bién a nivel global.
La construcci6n de la ciudadanía global estaría alimentada por
la posibilidad de imaginar un mundo en el que todas las personas
tengan alternativas, o como dice el Foro Social de Porto Alegre:
"Otro mundo es posible".

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NUEVAS TENDENCIAS Y NUEVOS DESAFÍOS

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