Está en la página 1de 4

ALEX SAAB, PRISIONERO DE UNA NUEVA GUERRA FRÍA.

Los acontecimientos geopolíticos ocurridos a lo largo de la historia, nos llevan a


revisar muy de cerca la sucesión de hechos que están ocurriendo en América
Latina en este momento, y las graves consecuencias que revisten para el mundo.

El secuestro del enviado especial de Venezuela, Alex Saab, ejecutado por Cabo
Verde a solicitud de los Estados Unidos, su avanzada hacia el inesperado y
repentino segundo secuestro, para luego de 491 días, tenerlo en territorio
estadounidense, deja al descubierto una operación mucho más grande y peligrosa
que los hechos, por sí solos, demuestran.

Si hacemos un rápido recuento de las acciones de los Estados Unidos de


Norteamérica hacia Venezuela, podemos observar una conducta hostil,
hegemónica, autoritaria y de permanente asedio que ha ido avanzando según
teorías de máxima presión o asfixia, con mayor capacidad destructiva
progresivamente.

Para verlo en hechos históricos, podemos iniciar desde el año 2002 con el Golpe
de Estado al presidente constitucional de Venezuela Hugo Rafael Chávez Frías,
donde el gobierno del entonces presidente George W. Bush jugó un papel
determinante a través de la injerencia de sus funcionarios de la embajada
estadounidense en nuestro territorio, con la colaboración criminal de actores
políticos venezolanos y las empesas de la comunicación que trabajaron para los
órganos de inteligencia estadounidense.

Bajo un escenario de constante injerencia política, Estados Unidos avanzó con la


firma de la orden ejecutiva más infame de su historia, cuando en el año 2015, y
bajo el gobierno de Barack Obama, declaran a Venezuela como una “amenaza
inusual y extraordinaria” para la seguridad nacional del imperio más poderoso del
mundo. Sin embargo, los hechos demuestran que probablemente no se
equivocaron.

Esta orden abrió las puertas a la política estadounidense para que se creara un
paquete sancionatorio criminal que hoy suma 502 sanciones unilaterales entre las
que cuentan: 2 leyes, 7 órdenes ejecutivas, 352 medidas administrativas y166
medidas restrictivas punitivas, que afectan de manera directa a todos los sectores
socioeconómicos del país. Es decir, se trata de un castigo generalizado que afecta
al pueblo venezolano, cuyo objetivo es generar el mayor sufrimiento a la
población, y así lograr un cambio de régimen; acciones que no fueron suficientes
para lograr sus objetivos. Ante cada ataque, Venezuela generaba una respuesta
de protección social rompiendo los ciclos de máxima presión, de esta manera se
configuró nuestro país como amenaza a los intereses imperiales.

Comenzaron a quedar en evidencia los fracasos de las teorías del golpe blando,
teniendo que avanzar hacia persecuciones visibles que lograran afectar la
institucionalidad de Venezuela. Llegaron entonces a poner “todas las cartas sobre
la mesa”: autoproclamaciones acompañadas de recompensas sobre la cabeza del
presidente legítimo Nicolás Maduro, y con él todos los funcionarios de su tren
Ejecutivo, así como los representantes de los Poderes Públicos legalmente
constituidos.

Parecía que ahora sí se generaba una esperanza mayor de derrocar a un sistema


de Gobierno que generó un liderazgo en la región, y que visiblemente se
constituye en un peligro a los intereses hegemónicos, de dominio y opresión,
frente a los principios de soberanía y autodeterminación.

Pero las actuaciones de Estados Unidos no ocurren de manera aislada, los


constantes fracasos generaron la necesidad de crear un bloque de gobiernos que
se alinearan a sus intereses por encima de su soberanía. Entonces, era necesario
influir para tener bajo su control la mayor cantidad de gobiernos con democracias
neoliberales, un cambio de sistema en Brasil a través de la ejecución de un
evidente Lawfare a Dilma Ruseff les dio fuerza para avanzar hacia la persecución
a líderes de gobiernos progresistas, pudiendo mencionar entre los más
destacados a Luis Ignacio Lula Da Silva, Evo Morales y Cristina Fernández, sin
dejar de mencionar el intento de persecución contra Rafael Correa que aún no han
podido materializar.

Hoy, esta persecución representa una peligrosa arma de guerra, una guerra no
convencional que desdibuja las armas y los sonidos explosivos en medio de la
noche, pero que probablemente se acompañan de una igual o mayor cantidad de
víctimas.

La guerra de la ley o Lawfare busca con una apariencia de legalidad consumar los
crímenes de lesa humanidad del nuevo siglo, crímenes que generan víctimas y
rehenes expuestos a los peores castigos al no existir una protección internacional
reconocida y establecida ante este tipo de enfrentamientos.

Para muestra, un botón: Víctimas como Alex Saab, funcionario diplomático de


Venezuela, quien bajo el mandato del gobierno legítimamente establecido de
Nicolás Maduro, concretó acuerdos comerciales, hizo frente a una de las
estrategias de guerra de Estados Unidos, “El Bloqueo”, cayó en combate como
prisionero de esta guerra; fue sometido a torturas crueles y persecuciones a través
de la colaboración de gobiernos perfectamente coordinados.

Este acto constituye una grave amenaza a la soberanía de los Estados y una
transgresión a los instrumentos internacionales en materia de derechos de
humanos y relaciones diplomáticas.

Después de 743 días de secuestro, dos sentencias de tribunales internacionales,


dos peticiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, tres peticiones de
organismos internacionales colegiados como AFRIBAR, el pronunciamiento de
países como Rusia, China e Irán, y el apoyo directo de más de 15 países a favor
de liberar al diplomático venezolano Alex Saab, y luego del retiro de 7 de los 8
cargos, contra 0 (cero) elementos probatorios por parte de Estados Unidos, más
allá de acusaciones genéricas hacia el propio gobierno de Venezuela; surge una
confesión por parte del exsecretario de defensa de la administración Trump,
reflejada en la publicación de su reciente libro: “A Sacred Oath”, donde acepta que
todas las denuncias hechas por el gobierno de Venezuela son ciertas: se planificó
desde la Casa Blanca la guerra contra Venezuela y el secuestro del diplomático
Alex Saab, ataque que no se circunscribe solamente contra el gobierno
Venezolano, ya que en sus líneas desnuda uno de los objetivos de mantener bajo
su alcance a Alex Saab.

Mark Esper expresó: “Saab era una pieza muy importante, y el acceso a él
podría ayudar a explicar cómo funcionaban Maduro y su régimen”. La Casa
Blanca buscaba desesperadamente identificar todas las acciones que planificó
Venezuela en el desarrollo de su legítima defensa en el marco de esta guerra no
convencional, acciones que también involucra sus relaciones diplomáticas y
comerciales con otras naciones como Irán y Rusia.

De esta manera, a través del ilegítimo caso llevado en contra de Alex Saab, se
pretende ejecutar la operación de Lawfare más grande que se haya conocido, que
sienta además un precedente muy peligroso en el derecho internacional,
diplomático y humanitario.

Debemos dejar claro a los lectores que, de consumarse estos procesos ilegales de
Lawfare y ser declarada la ficticia culpabilidad de Alex Saab, estarían juzgando, a
través de él, a los gobiernos de Venezuela e Irán, dando un claro golpe a la
institucionalidad y los principios de soberanía y autodeterminación; sería entonces
una herida más al multilateralismo y el inicio de acciones unilaterales que allanan
el camino para la inestabilidad política y diplomática con un sólo precedente en la
historia: “La Guerra Fría”

También podría gustarte