"Ser libre implica decidir nuestras acciones en cada momento de la vida,
aunque tenemos derecho a expresarnos, elegir,actuar, crear y disentir, debemos recordar que nuestros actos tienen efectos en nosotros, en las personas con quienes convivimos y en el medio que nos rodea".
Conforme nos desarrollamos aprendemos a tomar decisiones de manera
cada vez más autónoma. Pero ¿Qué podemos hacer para estar seguros de que tomamos decisiones con base en el respeto y en favor de la convivencia?
Cuando actuamos sin pensar, corremos el riesgo de lastimarnos y lastimar a
otros. en cambio, si cada día hacemos el ejercicio consciente de guiar nuestras acciones con base en principios y valores, actuaremos ejerciendo nuestra libertad, al mismo tiempo que consideramos el bien común. Esto nos permite cuidarnos y relacionarnos con el entorno de mejor manera.
Las experiencias, los conocimientos, las emociones y los gustos que
provienen de nuestra familia y los grupos a los que pertenecemos influyen en nuestra forma de pensar, las personas con las que convivimos nos enseñan su manera de ver la vida, es decir, nos brindan las bases indispensables para orientar nuestras conductas como seres humanos. A estas bases le llamamos principios. Desde la abolición de la esclavitud, las guerras de independencia en América, hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Sin embargo, los derechos humanos, entre éstos la libertad, no han sido los mismos, ni eran iguales para todas las personas. Anteriormente había personas privadas de su libertad mediante la esclavitud. Eran compradas y tratadas como una propiedad de quien pagaba o adquiría los derechos sobre ellas. Actualmente existen condiciones que se asemejan a la esclavitud, como la trata de personas o los trabajos forzados. Las leyes concedían derechos a determinadas personas; es decir, que no se favorecía a extensos sectores de la población, que padecían desventajas en cuanto al reconocimiento y ejercicio de sus derechos. Por lo anterior y otras razones más que atentan contra la dignidad de las personas es que, desde siglos atrás, se han modificado las leyes y se han creado diversos documentos, así como legislaciones nacionales e internacionales, cuya finalidad es garantizar los derechos humanos, entre estos el ejercicio de la libertad sin distinción alguna. Tienes derecho a decir lo que piensas, a compartir información y a reivindicar un mundo mejor. También tienes derecho a estar o no de acuerdo con quienes ejercen el poder y a expresar tus opiniones al respecto en actos pacíficos de protesta.
El ejercicio de esos derechos, sin temor ni interferencias indebidas, es
esencial en una sociedad abierta y justa, en la que se pueda acceder a la justicia y disfrutar de los derechos humanos.
Sin embargo, gobiernos de todo el mundo encarcelan a gente de forma
habitual —o peor— sólo por alzar la voz, pese a que casi todas las constituciones nacionales ensalzan el valor de la libertad de expresión.
Los gobiernos tienen el deber de prohibir aquellos discursos que
promuevan el odio e inciten a la violencia, pero, abusando de su autoridad, muchos silencian la disidencia pacifica con leyes que criminalizan la libertad de expresión. Para ello, se invoca a menudo la lucha contra el terrorismo, la seguridad nacional o la religión. Además, en los últimos tiempos, las autoridades vienen amenazando la libertad de expresión con medidas represivas contra activistas, ONG y personas anónimas que ayudan a la población refugiada y migrante.
La tolerancia de los gobiernos frente a opiniones desfavorables y voces
críticas es, con frecuencia, un buen indicador de su respeto por los derechos humanos en general.
Amnistía Internacional apoya a quienes alzan la voz pacíficamente, en su
propio nombre o en nombre de otras personas: desde periodistas que informan sobre la violencia de las fuerzas de seguridad, hasta sindicalistas que denuncian condiciones laborales deficientes o líderes indígenas que defienden sus derechos a la tierra ante grandes empresas. De igual forma, defenderíamos el derecho a expresarse pacíficamente de quienes respaldan las posturas de las grandes empresas, las fuerzas de seguridad o el empresariado. Consideramos preso o presa de conciencia a cualquier persona encarcelada sólo por haber ejercido, de forma pacífica, su derecho a la libertad de expresión, y pedimos su liberación inmediata e incondicional.
Irresponsables: El autor defiende que la irresponsabilidad se extiende a diferentes marcos geográficos, políticos e institucionales, pero también a algunos modos de proceder de la ciudadanía.