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ÍNDICE

Introducción del editor .........................................................................................................


13
Introducción a la versión española .........................................................................................
17
I. Los Ordenes del Amor en nuestras relaciones ........................................................ 21
1. La vinculación .................................................................................................. 23
2. El equilibrio entre dar y tomar ................................ .................................... 23 a. La felicidad se rige
por la cuantía de dar y tomar ............................. 24 b. Cuando existe un desnivel entre tomar y dar
................................... 25
Dar sin tomar (25); Negarse a tomar (26); Pequeños defectos
(26) c. Si no es posible llegar a un equilibrio ................................................. 26
Entre padres e hijos (26); Börries von Münchhausen: La Bola de
Oro (27); Agradecimiento como recompensa (28); Historia:
Digno de Dios (28); Cuando ya nos es posible la reparación (29)
d. La recompensa negativa ............................................................................... 29
De lo negativo, más vale devolver algo menos (30); Exigir la
reparación (31)
e. El perdón malo y el perdón bueno ............................................................. 31
f. Sufrimiento preventivo en separaciones .................... ............................. 34
g. Renuncia a la felicidad como intento de recompensa .............................. 34 Historia: La Recompensa
Doble (35); Expiación como recompensa ciega: si una madre muere al nacer un hijo (37)
h. La conformidad con el Destino................................................................... 39
i. Como recompensa, un hijo de rescate........................................................ 41
3. El orden ..................................................................................................................... 42
II. La conciencia como sentido de equilibrio en las relaciones ......................................... 43
Historia: El Oso Polar (44) 1. La conciencia vela por las condiciones para
nuestras relaciones .. 44
a. Conciencia y vinculación .............................................................................. 45
Amor y vinculación: espíritu de sacrificio de los débiles (46)
b. Conciencia y equilibrio ................................................................................. 47
c. Conciencia y orden ...................................................................................... 47
7
2. La interacción entre las necesidades de vinculación, equilibrio
y orden............................................................................................................... 48
3. Cada sistema tiene su propia conciencia....................................................... 49
Historia: Los Jugadores (50)
4. La exclusión por la conciencia, y cómo superarla ....................................... 51
Historia: El Entendimiento (52)
5. Los límites de la libertad ................................................................................ 53
Historia: La Gran Alma (54)
III. Las relaciones entre padres e hijos ....................................................................... 57
1. Los padres dan la vida a los hijos ................................................................. 57
2. Honrar a los dadores y a los dones ............................................................... 57
3. La jerarquía en la familia................................................................................. 58
K.F.Meyer: La Fuente Romana (59)
4. Trastornos en el orden entre padres e hijos ................................................ 60 a. La
inversión del orden de tomar y dar ................................................ 60 b. El rechazo de uno de los padres
......................................................... 62 c. Si un hijo se convierte en confidente .................................................
65
5. Tomar al padre y a la madre .......................................................................... 68
Oración al Amanecer de la Vida (69); Inclinarse y volver a
enderezarse (70)
6. Manejar los méritos y las pérdidas de los padres......................................... 73
7. Acerca de algunas etapas del camino común......................... ..................... 74 a. (No) hacerse como
los padres ............................................................ 74 b. Puedes hacerte como tu padre / tu madre
......................................... 75 c. Reglas para una educación lograda ...................................................... 76 d.
Desprenderse de los padres y realizar lo propio................................ 77 e. La búsqueda de autorrealización y de
iluminación ............................ 78 f. Cuidar a los padres mayores ............................ .................................. 78
8. Temas y ámbitos especiales en la relación entre padres e hijos .... 80 a. Silenciar el origen de
los hijos............................ ................................ 80 b. El ilegítimo que no conocía a sus hermanos
...................................... 80
Historia: El Camino (81) c. ¿Con quién van los hijos después del divorcio? ................................ 81 d.
La adopción honrosa y la peligrosa ..................................................... 83
¡Mira a los hijos! (86); El pobre sobrino y la oportunidad buena
(86); La ventaja de las aldeas infantiles SOS (87); ...¡como el
ladrón a sus reales! (Constelación de los sistemas actual y de origen de Gerhard) (88)
e. Incesto .................................................................................................... 100
La dinámica (100); La solución para la hija (102); El efecto de las frases curativas (103); La persecución de los
auto
8
res no ayuda a nadie (106); Si para la hija también fue una experiencia de placer (108); El vínculo a través del
incesto (109); El lugar del terapeuta (109)
9. Padres e hijos como comunidad con un destino común .................................. 110 Historia: La Posada
(110)
IV. Éxito y fracaso en las relaciones de pareja ................................................................. 113
1. Cómo nos hacemos hombres y mujeres ............................................................ 113
La pequeña felicidad (117)
a. Anima y animus ...................................................................................... 118
b. La «pequeña diferencia» - ¡De eso nada! ............................................. 119
2. El fundamento de la relación de pareja entre hombre y mujer .... 119
a. La renuncia al otro sexo en uno mismo................................................... 120
b. La igualdad de rango como condición previa para una
relación de pareja duradera ..................................................................
1
Historia: El Bajo Continuo (122)
c. La mujer sigue al hombre, y el hombre tiene que servir a la mujer ya los
hijos ..................................................................................................... 123
d. La relación entre amor y orden ............................................................ 123
e. ¿Cuándo una relación está edificada sobre arena? ........................... 124
f. El enamoramiento es ciego, el amor está en vela .............................. 125
¡Pillado! (126)
g. Cuando dos tradiciones familiares se encuentran .................................. 126
3. La vinculación en la relación de pareja ............................................................... 128
a. La significación de la consumación del amor con lo plenamente carnal e
instintivo ........................................................................................ 128
La superioridad de la carne sobre el espíritu (130); Historia: El
Conocimiento (130)
b. El desear y el conceder ............................................................................. 133
c. En una relación de mucho tiempo se pierde algo de lo masculino y de lo
femenino ........................................................................................................... 134
Historia: La Plenitud (136)
d. Renovar lo masculino y lo femenino ...................................................... 137
e. Conforme al número de relaciones, el vínculo disminuye;
la felicidad, no ........................................................................................ 138
f. Relaciones de triángulo .............................................................................. 142
g. Celos ............................................................................................................. 143
h. Los límites de la libertad ............................................................................ 143
Hölderlin: El Adiós (144)
4. La orientación de la relación de pareja hacia los hijos .................................... 144
a. El amor al hijo pasa por el amor al cónyuge ........................................... 145
b. Renunciar a tener hijos .............................................................................. 146
c. Parejas homosexuales .................................................................................. 148
d. Inseminación artificial ............................................................................... 152
e. Las consecuencias de un aborto voluntario para una relación
de pareja .................................................................................................. 153
Historia: El Huésped (156); ¿Cómo se puede ayudar tras un aborto
voluntario? (161) 5. Separaciones ............................................................................. 162
a. Cuando dos personas no consiguen separarse ........................................ 162
Historia: El Final (163)
b. Separaciones irresponsables y sus consecuencias.................................... 163
Implicaciones sistémicas y sus soluciones ..................................................................
165
1. La red familiar ........................................................................................................ 165
2. Condiciones para un desarrollo de la red familiar ........................................... 166
a. El derecho a la pertenencia ....................................................................... 166
b. La Ley del Número Completo .................................................................. 166
c. La Ley de la Prioridad de los Anteriores ................................................. 167
Al orden le es indiferente mi comportamiento (167)
d. Reconocer que todo es pasajero ................................................................ 168 Historia: La Sentencia
(169)
3. La jerarquía en sistemas familiares .................................................................... 169
4. La conciencia en la red familiar........................................................................... 170
Las diferencias entre la conciencia personal y la conciencia de la red familiar (171); La lucha del amor contra
el orden (171)
5. Intentos de hacer justicia a una persona excluida ............................................. 172
a. Reavivar una suerte ajena ........................................................................... 172
b. La doble transferencia................................................................................. 174
6. Liberarse de las implicaciones ............................................................................. 177
a. Encontrar a quien falta ............................................................................... 177
Una frase extraviada en el sistema (180)
b. ¿Cuáles son los indicios de implicaciones? .............................................. 181
Verse involucrado en dinámicas ajenas (182); Historia: La Renuncia (183)
c. Sustituir la recompensa negativa por la positiva .................................... 184
Historia: El Adiós (185)
d. Consagrado a Dios en expiación (Constelación de la
familia de origen de Friedrich) ................................................... 188 Historia: El Amor (192)
VI. Acerca de la práctica de la psicoterapia sistémica ..................................................... 203
1. La actitud terapéutica ............................................................................................. 203
10
a. La percepción centrada en los recursos .................................................. 203
Historia: La Medida (204); El otro como persona (205)
b. La moderación ............................................................................................. 206
La hija pequeña que padecía de enuresis nocturna (206); La pretensión de ayudar (207); Historia: La Fe (208);
La antorcha del bien en el pajar del mundo (208)
c. La fuerza del mínimo .................................................................................. 210
Historia: La Curación (211)
d. Mirar la solución ........................................................................................ 213
Para la solución no se necesita ningún problema (215); Programado para la desgracia (215); La teoría como
estor- bo para la práctica (216); ¡Esto basta! (216); La mesa está puesta (217); La frase venenosa (217); Hacerse
el tonto tiene algo de dicha (218); El último lugar no es el más seguro (218)
2. Orientaciones terapéuticas ................................................................................. 219
a. La interpretación no es más que el borde de la capa .............................. 219 La interpretación
psicológica de las enfermedades (221); Cuidar las palabras (222)
b. La curiosidad destruye el efecto ................................................................ 222
c. El momento justo ....................................................................................... 224
d. Evitar la dramatización ............................................................................... 224
e. Una visión holística del bien y del mal ..................................................... 225
Los actos tienen consecuencias (229)
f. Aceptar la responsabilidad en vez de buscarla ....................................... 229
g. Levedad y pesadumbre ............................................................................... 231
Historia: Las dos Caras de la Felicidad (231)
h. El espíritu sopla ........................................................................................... 232
i. Variantes de la felicidad ............................................................................. 234
j. Conexiones imaginarias ................................................................................ 235
k. La validez de las afirmaciones terapéuticas .............................................. 236 El buen guía y el gurú
(237)
3. Procedimientos específicos ................................................................................ 238
a. Las rondas .................................................................................................... 238
b. Llevar a término el movimiento interrumpido hacia uno
de los padres ............................................................................ 246
¡Mami, por favor! (Constelación de la familia de origen de
Brigitte) (248); Historia: El Reproche (249)
c. Constelaciones familiares ........................................................................... 266
Imágenes interiores que atan e imágenes interiores que liberan (guiones) (266); La configuración de un sistema
(269); El procedimiento (270); Condiciones previas para
11
configurar una constelación (271); Algunos puntos a te- ner en cuenta (271); Olvidarse de lo personal (272);
Tra- bajar con un mínimo de recursos (274); La constelación estándar según el orden de origen (275); La
imagen libe- radora resulta de la interacción (277); El efecto de la ima- gen de solución (278); Cuando la
imagen es acertada (279); Acabar a tiempo (279); La interrupción como inter- vención difícil y eficaz (279);
Terapia familiar, escultura familiar, constelación familiar (281); Constelaciones de otros sistemas relaciónales
(282); Cursos con parejas (282); Patrones repetitivos en constelaciones (283); ha his- toria de uno que quería saberlo
todo (284)
d. Resumen: puntos a tener en cuenta en constelaciones
familiares ................................................................................................ 285
Advertencias para la configuración de constelaciones
(286)

4. Ambitos especiales de la terapia . a. 28


Diferenciar los sentimientos 7

Distinguir entre la fuerza y la debilidad (290); Despedida y dolor (292); Dolor y autocompasión (294); Cuando
el dolor no acaba (294); Querer ayudar en el dolor (295); Dolor propio o adoptado (296); Sufrimiento
deparado por el Destino o sufrimiento buscado (296); Miedo de perder el control (297); El cuadro está torcido
(297); Historia: El
Efecto (298)
b. El trabajo terapéutico con sueños ....................................................... 302
c. La actitud terapéutica ante «resistencias» .......................................... 310 Objeciones que frenan
(311); La búsqueda de causas y ex- plicaciones (312); La vaca y la valla de púas (312); Obsti- nación y espíritu
contestatario (313); En cuestión de cinco minutos (314); Triunfo o éxito (314); Querer saber más de lo
necesario (314); Los peces jóvenes pican (316); Hay algo de verdad (317); El secreto del camino (317); Histo-
ria: El Burro (318)
d. Lo que no se consigue a través de la comprensión, a veces se
logra mediante el dolor ......................................................................... 318
El trabajo terapéutico con síntomas (318); Con eso podría ir al circo (morderse las uñas) (319); Ya lo hago
por ti (por ejemplo, contraer una enfermedad) (319); Dolores de ca- beza: amor contenido (320); Los dolores
de espalda exi- gen una inclinación (320); La dinámica detrás de la adic- ción, y su solución (321); Más vale
que desaparezca yo
12
que tú, querido Papá (Constelación de la familia de origen de una cliente anorética) (322); A tu lado,
Papá, me gusta (bulimia) (333); Prefiero perder mi dinero antes que mi vida (Constelación de la familia de
origen de un cliente adicto al juego) (333); Suicidio: respetar la decisión (Constelación de la familia de
origen de Sarah) (342); Uno que se olvidó de sus síntomas (352) e. Sufrir es más fácil que actuar: instantáneas
terapéuticas .... 352 Si lo otro no funciona (352); El curso de patinaje (352); Un segundo grifo (353); Mi
«relación» (353); Demasiadas palabras (354); Vigilar la fuente (354); Defenderse es inútil (355); Desenlaces
providenciales (355); Historia: Confianza en Dios (355)
VII. El movimiento hacia el Todo 357
Historia: Ser y No-Ser (358) La Fe de la
Creación y la Fe de la Revelación 360
Historia: Los Discípulos (361) El
camino profesional de Bert Hellinger 363
Indice temático .. 3
Indice de historias 6
INTRODUCCIÓN DEL EDITOR
En el poema «Leyenda sobre el origen del libro Tao-Te-King,
dictado por Lao-Tse en el camino de la emigración» (mucho más
tarde supe que éste era un libro importante para Bert Hellinger),
Bert Brecht describe cómo un aduanero le arrebató su sabiduría
a Lao-Tse antes de que éste se retirara a las montañas:
Caminó cuatro días entre peñas
hasta que un aduanero le para
«¿Alguna cosa de valor?»
«Ninguna.»
«Es un maestro», dijo el joven guía del buey.
Y el aduanero comprendió.
Y el hombre, en un impulso afectuoso,
aún preguntó: «¿Qué ha llegado a saber?»
Y el muchacho explicó: «Que el agua blanda,
en su movimiento, hasta la piedra acaba por vencer.
Lo duro pierde, ha llegado a saber.»
(BERT BRECHT, Poemas y canciones', versión de Jesús López
Pacheco sobre la traducción directa del alemán de Vicente
Romano)
Desde hacía muchos años, lamentaba el hecho de que no había
prácticamente ninguna documentación escrita del trabajo de Bert
Hellinger, y sabía que muchos otros sentían lo mismo. Me era
comprensible su duda de poner por escrito algo a lo que otros
pudieran agarrarse como a una revelación, o que les permitiera
deleitarse con sus malentendidos. «El espíritu sopla», decía. El
pensamiento cuajado en escritura, con demasiada facilidad pierde
la relación con lo vivo, se cosifica, se simplifica y generaliza,
convirtiéndose en frases y patrones vacíos.
Mis dudas de si aquello que Bert Hellinger había desarrollado
durante sus muchos años de trabajo con grupos también podía
comunicarse por escrito, se fueron desvaneciendo en la medida
en la que pude comprobar en mi propio trabajo terapéutico cuan
útiles y enriquece- doras resultaban sus ideas para mí y para mis
clientes.
Su intención de retirarse más de la vida profesional al llegar a los
65 años acrecentó mi interés muy personal de poder asistir una
vez más a su trabajo, animándome a ofrecerle el presente
servicio. Así, en 1990, le pregunté si me permitiría ser su
«aduanero», y él asintió.
Mi primera idea fue la de grabar en cinta magnetofónica y en
vídeo uno de sus seminarios didácticos de varios días de
duración, para después editar una transcripción de este curso.
Tras grabar un segundo seminario, sin embargo, y después de
recibir de Bert Hellinger su manuscrito de conferencias,
«Ordenes del Amor», y acceder a otras fuentes adicionales, el
plan original ya no parecía realizable. El presente libro es, pues,
el intento de hacer una síntesis de sus ideas acerca de las
relaciones familiares y de la psicoterapia sistémica, presentando
así algunas impresiones e imágenes de su proceder concreto en
terapia.
Sus explicaciones y su trabajo en relación a los temas más
diversos fueron resumidos en siete capítulos, siendo mi intención
la de hacer «hablar» a Bert Hellinger en tono original, es decir,
de conservar en lo posible los diálogos literales de los
seminarios. Esto se hizo también para, una y otra vez, advertir a
los lectores de que no se encuentran ante un libro de estudio sino
ante fragmentos y resúmenes de unos cuantos seminarios,
seleccionados por mí. Asimismo, me abstuve de cualquier
comentario, incluso en aquellas ocasiones en las que sus
descripciones se diferenciaban de las mías. De este modo, cada
uno puede abordar el texto a su manera. Todas las modificaciones
realizadas únicamente pretendían comprimir el texto y hacerlo
más legible.
Pero ti qué me llevó a describir justamente la psicoterapia
sistémica de Bert Hellinger? Durante los años 70 participé en
muchos talleres y seminarios de las más diversas corrientes
psicoterapéuticas, dirigidos por coordinadores muy diferentes.
Los tres seminarios con Bert Hellinger, sin embargo, me dejaron
un recuerdo indeleble. En cada uno de ellos aprendí algo que, aún
años más tarde, me movía, que seguía actuando en mi interior,
poniendo en orden algún asunto o confiriéndole el lugar correcto.
Me impresionó la precisión de su mirada, su clarividencia para la
esencia de las cosas. Tampoco conozco ningún otro terapeuta
capaz de reconocer con tanta rapidez y exactitud los patrones
destinados a conservar problemas, sabiendo, al mismo tiempo,
interrumpirlos eficazmente en el momento idóneo. De manera
respetuosa y afectuosa consigue cambios importantes y
experiencias a nivel anímico pocas veces abordadas en
psicoterapia.
Como participante en sus seminarios, sin embargo, me faltaba la
distancia necesaria para centrar mi atención en cómo lo
conseguía: cómo toca lo bueno «al pasar», cómo se estructuran
sus historias, de qué manera simplifica y comprime la
configuración de constelaciones familiares para reducirla a lo
más indispensable, convirtiéndolas así en un instrumento
terapéutico altamente eficaz. También sus ideas acerca de la
dinámica y el trasfondo de implicaciones trágicas en un principio
me parecían insólitas, y durante mucho tiempo me chocaban sus
expresiones en vez de concentrarme en el contenido.
Las personas que participan en sus seminarios se sienten atraídas
sobre todo por su presencia clara y desafiante, exigente y
orientadora, y, al mismo tiempo, desinteresada y atenta. Desde la
distancia se entrega enteramente. De esta manera se evita
cualquier tipo de embrollo. Pero aún hay otro elemento más que
hace que la personas se sientan conmovidas y cautivadas: en cada
uno, Bert Hellinger sabe sacar a un primer plano los temas
fundamentales de su existencia humana, como pueden ser la
pertenencia a la red familiar, el amor en el vínculo, el éxito o el
fracaso en nuestras relaciones, la conformidad con el destino, o
la aceptación del carácter efímero de esta vida. Lo que mueve lo
más íntimo del alma muchas veces se expresa con los medios más
escuetos.
Por mucho que sus palabras parezcan referirse al pasado, su
sensibilidad emotiva e intuitiva siempre se dirige hacia la
solución liberadora, hacia aquello que hace posible lo no
realizado hasta el momento.
Las constelaciones familiares desarrollan su fuerza elemental
gracias a su lenguaje metafórico y preverbal. En ellas se reúnen,
como en un rito de transición, lo pasado, la despedida y la
reorientación, en un marco temporal comprimido.
Como ya mencioné en un principio, los contenidos de este libro
también pueden dar lugar a malentendidos y distanciamientos
escépticos o indignados. Los crédulos pueden verse tentados de
apropiarse a la ligera lo leído, convirtiéndolo en conocimiento
propio. Una vez, Bert Hellinger citó la siguiente frase: «Lo mejor
no puede expresarse con palabras, y lo bueno se interpreta mal.»
Frecuentemente, las explicaciones y comentarios de Bert
Hellinger están formulados como si fueran eternos y
absolutamente válidos, como si de verdades inamovibles se
tratara. Al observarlo más detenidamente, sin embargo, se
comprueba que sus afirmaciones casi siempre representan
intervenciones terapéuticas relacionadas con personas y hechos
concretos, basándose, al mismo tiempo, en su experiencia vital y
en su intuición. Viéndolas como afirmaciones y recetas
universales, del fruto tan sólo queda la cáscara. De la misma
manera que siempre se recomienda dejar que la imagen de
solución encontrada en una constelación familiar actúe en el
interior de la persona, sin que ésta pretenda «hacer» algo en
seguida, así también aquí parece aconsejable dejar que sus ideas
vayan actuando.
Al leer los ejemplos de casos incluidos en el texto, los lectores
podrán comprobar cómo Bert Hellinger se retira una y otra vez
en cuanto alguien intenta generalizar precipitadamente sus
palabras. En general, se resiste a que sus ideas y procedimientos
se viertan en un molde teórico: «La teoría interfiere en la
práctica.» Así, también yo me abstengo de cualquier intento de
este tipo. El mismo define su enfoque como fenomenológico; es
decir, la percepción de los procesos le indica los pasos a dar. «Me
expongo a una situación oscura, de la que no sé lo que es. La
pregunta es: ¿cómo puedo llegar a una realidad que es os cura?
Me sumerjo en un campo vibrante al que estoy unido y que me
sobrepasa. De repente, algo entra en la esfera luminosa,
revelando algo de lo que es. Yo me expongo a ello, esperando a
que me llegue algo. Una imagen sería ésta: voy andando a tientas,
palpando las paredes, hasta encontrar una puerta. En cuanto se
presenta un "claro", intento decir aquello que me ilumina, en una
palabra llena, rebosante. En cuanto ésta haya encontrado una
forma, la persona que la oye es alcanzada a un nivel más allá del
mero razonamiento. Es algo común que actúa e impulsa, sin que
la persona conozca el porqué.»
Deseo que este texto les impulse y conmueva y, quizás, incluso
les cautive.
GUNTHARD WEBER Heidelberg, diciembre de 1992
INTRODUCCIÓN A LA VERSIÓN ESPAÑOLA
Me alegro de que con el presente libro las ideas innovadoras de
Bert Hellinger se abran también a todas las personas de habla
hispana. Desde la primera edición alemana, en 1993, su enfoque
centrado en las soluciones ha suscitado un interés insospechado
en el ámbito germanohablante, que todavía sigue en aumento.
Hoy en día, los seminarios de Bert Hellinger, en los que trabaja
con clientes gravemente enfermos configurando sus sistemas
familiares con la ayuda de representantes, suelen contar con un
gran número de participantes (normalmente entre 400 y 500
terapeutas) interesados en conocer directamente su trabajo. En
abril de 1997 se celebró con gran éxito el primer congreso
relacionado con esta nueva forma de terapia sistémica.
Naturalmente, Bert Hellinger ha precisado y perfeccionado
esencialmente sus ideas y procedimientos desde 1993, revisando
también el presente libro en colaboración estrecha con la
traductora, Sylvia Gómez Pedra, pudiendo ofrecerse así una
versión totalmente actualizada. Por otra parte, la traduc ción fue
un reto especial, ya que se trataba de encontrar las palabras
idóneas para las expresiones de Bert Hellinger, a veces antiguas
y rebosantes de significado, a veces nuevas y desacostumbradas
en este contexto. En algunos puntos se amplió también el texto,
introduciéndose nuevos ejemplos de casos para documentar aún
mejor determinadas dinámicas y sus soluciones en el seno de los
sistemas familiares. Por tanto, quisiera expresar mi gratitud tanto
a Bert Hellinger como a Sylvia Gómez Pedra por su interés y el
intenso trabajo realizado.
La misma traductora ya está preparando la versión de Órdenes
del Amor de Bert Hellinger, y la editorial alemana está planeando
una edición subtitulada de los excelentes vídeos de sus
seminarios.
Así, pues, deseo que el presente libro encuentre en el mundo his-
panoparlante una resonancia similar a la del ámbito alemán,
ayudando a que el campo vibrante se extienda y que muchas
personas puedan encontrar e impulsar soluciones positivas.
GUNTHARD WEBER Heidelberg, 1999
I. LOS ÓRDENES DEL AMOR EN NUESTRAS
RELACIONES
El amor llena lo que el orden abarca. El uno es el agua,
el otro el jarro.
El orden recoge, el amor fluye.
Orden y amor se entrelazan en su actuar.
Como una melodía, al sonar, se guía por las harmonías, así, el
amor se guía por el orden.
Y como el oído difícilmente se habitúa a las disonancias, por
mucho que se expliquen, así, nuestra alma difícilmente se hace a
un amor sin orden.
Algunos tratan a este orden como si no fuera más que una
opinión, que pudieran tener o variar a gusto.
En realidad, empero, nos viene dado: actúa aunque no lo
entendamos. No se idea, se encuentra. Lo conocemos, igual que
el sentido y el alma, por su efecto.
Desde el momento en que entramos en esta vida, pertenecemos a
un determinado sistema de relaciones que, con el tiempo, va
ampliándose en círculos concéntricos. Siguiendo el orden
temporal, éstos son los grupos y relaciones importantes para
nuestra supervivencia y nuestro desarrollo, de los que formamos
parte a lo largo de nuestra vida, sea forzosamente, sea por libre
elección:
— la familia de origen, es decir, nuestros padres y hermanos,
— la red familiar, formada por todos los demás parientes,
— las relaciones libremente elegidas, por ejemplo las relaciones
de amistad,
— la relación de pareja,
— las relaciones con nuestros propios hijos,
— la relación con el mundo como Todo.
Los Órdenes del Amor, es decir las condiciones a tener en cuenta
para conseguir que el amor en todas nuestras relaciones crezca y
prospere sin impedimentos, en lo esencial están predeterminados
y sólo se nos revelan por los efectos de nuestros actos.
Relaciones del mismo tipo, por tanto, siguen a un mismo orden y
un mismo patrón, relaciones de diferentes tipos siguen a órdenes
diferentes. Así, los Órdenes del Amor son distintos para la
relación del hijo con sus padres, y distintos para las relaciones en
el seno de la red familiar. Son diferentes para la relación de
pareja entre hombre y mujer, y diferentes para las relaciones de
la pareja, como padres, con sus hijos. Finalmente, aún existen
otros órdenes para nuestra relación con el Todo que constituye el
fundamento de nuestra existencia, es decir aquello que
experimentamos como espiritual o religioso.
En todos nuestros sistemas relaciónales existe, además, una
compleja interacción de necesidades fundamentales.
Entre éstas cuentan:
— la necesidad de vinculación,
— la necesidad de mantener un equilibrio entre dar y tomar,
— la necesidad de encontrar seguridad en conveniencias sociales
que hacen previsibles nuestras relaciones.
Experimentamos estas tres necesidades con la vehemencia de
reacciones instintivas, percibiendo en ellas fuerzas que favorecen
y exigen, impulsan y dirigen, dan felicidad y ponen límites; y,
tanto si lo queremos como si no, nos vemos expuestos a su poder
que nos obliga a fines que van más allá de nuestros deseos y de
nuestro querer consciente. En ellas se refleja y se cumple la
necesidad fundamental de todo ser humano de relacionarse
íntimamente con sus congéneres.
De manera sensible percibimos estas fuerzas que velan por
nuestras relaciones en los sentimientos de culpa o inocencia
respecto a otros, es decir, a través de la conciencia.
En los siguientes capítulos se tratarán extensamente las tres
necesidades fundamentales a cumplir para conseguir unas
relaciones logradas, es decir la vinculación, el equilibrio entre
dar y tomar, y el orden, así como el concepto de conciencia,
fundamentalmente diferente de lo que comúnmente se entiende
como tal.
1. LA VINCULACIÓN
Así como un árbol no elige el lugar en el que crece, y así como
se desarrolla de manera diferente en un campo abierto o en un
bosque, y en un valle protegido de otra manera que en una cima
expuesta a la intemperie, así un niño se integra en el grupo de
origen sin cuestionarlo, adhiriéndose a él con una fuerza y una
consecuencia únicamente comparables a una fijación.
El niño vive esta vinculación como amor y como felicidad,
independientemente de si en este grupo podrá desarrollarse
favorablemente o no, y sin tener en cuenta quiénes y cómo son
sus padres.
El niño sabe que pertenece ahí y este saber y este vínculo son
amor, un amor que yo llamo primitivo o primario. Esta
vinculación es tan profunda que el niño incluso está dispuesto a
sacrificar su vida y su felicidad por el bien del vínculo.
2. EL EQUILIBRIO ENTRE DAR Y TOMAR
»... Y una cabeza prudente sopesa ganancias y pérdidas en la paz
del hogar» (De Pan y Vino de Friedrich Hölderlin)
En todos los sistemas vivos existe una continua compensación de
i enciendas antagónicas. Es similar a una ley natural. Es decir, la
compensación entre tomar y dar no es más que una aplicación a
sistemas sociales.
La necesidad de un equilibrio entre dar y tomar hace posible el
intercambio en los sistemas humanos. Esta interacción se inicia
y se mantiene por el hecho de tomar y de dar, regulándose por la
necesidad de todos los miembros de un sistema de llegar a un
equilibrio justo. En cuanto éste se consigue, una relación puede
darse por acabada. Esto ocurre, por ejemplo, si se devuelve
exactamente lo mismo que se recibió. Pero también puede
reanudarse y continuar la relación, dando y tomando de nuevo.
El proceso es el siguiente: el hombre, por ejemplo, le da a la
mujer y, en consecuencia, ella se siente presionada por haber
tomado. Es decir, habiendo recibido algo del otro, por muy bello
que sea, perdemos algo de nuestra independencia. En seguida
surge la necesidad de compensación, y para deshacerse de la
presión, la mujer le devuelve algo al hombre. Por precaución aún
le da un poco más, con lo cual se crea de nuevo un desequilibrio
y así el proceso sigue. Ni el que da ni el que toma están tranquilos
hasta que no lleguen a un equilibrio, hasta que el primero no tome
también y el segundo también dé.
Un ejemplo:
En África, un misionero fue trasladado a otra región. La mañana
de la partida llegó un hombre que había caminado varias horas
para despedirse de él y regalarle una pequeña cantidad de dinero.
El valor del regalo equivalía a unos treinta peniques.
El misionero se dio cuenta de que el hombre quería darle las
gracias, ya que lo había visitado varias veces en su poblado
cuando había estado enfermo. También sabía que esos treinta
peniques eran una gran cantidad de dinero para él. Por un
momento se vio tentado de devolvérselos e incluso regalarle algo
más. Pero después se lo pensó, cogió el dinero y le dio las gracias.
A. LA FELICIDAD SE RIGE POR LA CUANTÍA DE DAR Y
TOMAR
La felicidad en una relación depende de la medida en que se toma
y se da. Un movimiento reducido sólo trae ganancias reducidas.
Cuanto más extenso sea el intercambio, tanto más profunda será
la felicidad". Sin embargo, existe una gran desventaja: la
vinculación resulta aún más fuerte.
El que quiera libertad, tan sólo puede dar y tomar muy poco y tan
sólo puede permitir un intercambio muy reducido entre ambas
partes.
Es como al andar. Nos paramos si aguantamos el equilibrio, y
seguimos avanzando si una y otra vez lo perdemos para después
volver a recuperarlo.
Un gran movimiento entre tomar y dar viene acompañado de una
sensación de alegría y plenitud. Esta felicidad no cae del cielo,
se hace. Si el intercambio se realiza a un nivel elevado y es
equilibrado, tenemos una sensación de ligereza, de justicia y de
paz. De las muchas posibilidades de experimentar la ino cencia,
ésta es la más liberadora y bella.
B. CUANDO EXISTE UN DESNIVEL ENTRE TOMAR Y
DAR
Dar sin tomar
Tener derecho a algo es una sensación agradable, y por ser una
sensación tan agradable, a algunos les gusta conservarla.
Prefieren conservar la reivindicación, en vez de permitir que
otros les den algo, como siguiendo el lema: «Vale más que tú te
sientas obligado que no yo.» Frecuentemente ocurre con la mejor
de las intenciones, y esta actitud goza de gran respeto. Muchos
idealistas mantienen esta postura, conocida como el ideal de los
que se dedican a ayudar a los demás. También es un fenómeno
frecuente entre psicoterapeutas. Estos, por ejemplo, no están
dispuestos a alegrarse en las psicoterapias, como pequeña
recompensa por el esfuerzo que realizan. En consecuencia, el
proceso se hace penoso y ya no está equilibrado. Pero si alguien
da sin tomar, al cabo de un tiempo, los demás tampoco no quieren
aceptar nada de él. Es decir, se trata de una actitud hostil para
cualquier relación, ya que aquél que únicamente pretende dar, se
aferra a su superioridad y, de esta manera, niega la igualdad a los
demás. Es de suma importancia para cualquier relación que no se
dé más de lo que se esté dispuesto a tomar y que el otro sea capaz
de devolver. De esta manera, inmediatamente se establece una
medida para saber hasta dónde se puede ir.
Si, por ejemplo, una mujer rica se casa con un hombre pobre, en
muchos casos no funciona, porque siempre es ella la que da, y el
hombre no tiene la posibilidad de devolverle nada. En
consecuencia, se irrita i Siempre se irrita aquél que no tiene la
posibilidad de conseguir una compensación. Si una mujer le paga
los estudios a su marido, éste, al finalizar su carrera, la dejará.
Ya no tiene ninguna posibilidad de llegar a un nivel de igualdad,
a no ser que le devuelva todo, hasta el último céntimo. Entonces
queda de nuevo libre y la relación puede seguir. Si un hombre
que ya ha vivido su vida se casa con una mujer que aún la tiene
por delante, esta relación está destinada a fracasar. La mujer se
vengará del hombre. El hombre sabe que ella tiene el derecho de
hacerlo y, por lo tanto, tampoco intervendrá. Naturalmente, lo
mismo es válido a la inversa.
Negarse a tomar
Algunos pretenden conservar su inocencia negándose a tomar. En
un caso así, no están obligados a nada y muchas veces se
consideran especiales o mejores. Sus vidas, sin embargo, sólo
funcionan al mínimo y, en consecuencia, se sienten vacíos y
descontentos. Esta actitud se encuentra en muchas personas
depresivas que se limitan en su disfrute de la vida. En primer
lugar, se niegan a tomar a sus padres, y más adelante, esta actitud
se traspasa a otras relaciones y a las cosas buenas de este mundo.
Por esta razón, muchos vegetarianos son depresivos, y muchos
de los que se apartan voluntariamente de nuestra sociedad
tampoco aceptan nada, para no tener que dar.
Pequeños defectos
También existe un desnivel respecto al equilibrio si uno de los
cónyuges tiene un «defecto» al momento de contraer el
matrimonio. Para una mujer, por ejemplo, que aporta un hijo
natural al matrimonio, lo mejor sería casarse con alguien que
también tenga un «defecto». Entonces podrán ser felices. De lo
contrario, ella se enfadará con él, porque nunca podrá llegar a un
nivel de igualdad.
Por lo tanto, «mire quien votos perdurables hace, si con su
corazón cuadra el que elige» (de «La Canción de la Campana» de
Friedrich Schiller).
C. SI NO ES POSIBLE LLEGAR A UN EQUILIBRIO
Entre padres e hijos
El equilibrio entre tomar y dar, hasta ahora descrito, sólo es
posible entre personas que se mueven a un mismo nivel, es decir,
de igual a igual. Es diferente entre padres e hijos. Los hijos nunca
pueden devolverles a sus padres nada equivalente. Quisieran
hacerlo, pero no les es posible. Existe un desnivel insuperable
entre tomar y dar. Si bien los padres también reciben de sus hijos,
y los maestros de sus alumnos, el desequilibrio, sin embargo, no
se compensa, sólo se atenúa. Respecto a sus padres los hijos
siempre quedan en deuda, y por esta misma razón tampoco
consiguen desligarse de ellos. De esta manera, la vinculación de
los hijos con sus padres se fortalece y consolida aún más,
precisamente por ser irrealizable la necesidad de llegar a un
equilibrio. Otro efecto consiste en que, más tarde, los hijos
sienten el impulso de salir de la obligación, impulso que les
ayuda en el momento de separarse de los padres. El que no tiene
la posibilidad de compensar un desequilibrio, tiende a alejarse.
La solución es que los hijos pasen a otros lo que ellos mismos
recibieron de sus padres, en primer lugar a sus propios hijos, es
decir, a la generación siguiente, o, si no, en un compromiso con
otras personas. El que se da cuenta de esta salida, pasando lo
recibido a otros, es capaz de tomar mucho de sus padres.
Lo que es válido entre padres e hijos, y entre maestros y alumnos,
también es válido en otros ámbitos. Dondequiera que (ya) no sea
posible o apropiado llegar a un equilibrio, devolviendo o
intercambiando, aún tenemos la posibilidad de deshacernos de la
obligación y de la deuda, si de aquello que recibimos pasamos
algo a otros. De esta manera, todos, tanto si dan como si toman,
se someten a un mismo orden y a una misma ley.
Börries von Münchhausen lo describe en un poema:
LA BOLA DE ORO
Por mucho amor que del padre recibiera, no se lo pagué, ya que
de niño no reconocía el valor del don, y de hombre, me hice igual
que los hombres, y duro.
Ahora, un hijo me crece, tan bienamado como ninguno que fuera
la delicia de un corazón de padre, y yo pago lo que en su tiempo
recibí con él, que no me lo dio — ni me devuelve.
Pues al hacerse hombre y pensar como los hombres, él, al igual
que yo, hará sus propios caminos; nostálgico, pero sin envidia,
lo veré, dando al nieto aquello que a mime corresponde.
Lejos en la sala de los tiempos mi mirada va, contenida y serena,
observando el juego de la vida: la bola de oro cada cual,
sonriente, pasa —y ninguno la bola de oro devolvió.
Agradecimiento como recompensa
Una última posibilidad de llegar al equilibrio entre tomar y dar
es el agradecimiento. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que
el decir «gracias» muchas veces sustituye el agradecimiento. El
«gracias» es la manera barata de expresar un agradecimiento. Dar
las gracias significa: lo tomo con alegría y lo tomo con amor, lo
cual expresa un profundo reconocimiento del otro. Muchas veces,
si yo hago un regalo a una persona, el otro lo desenvuelve y los
ojos le brillan, a mí me basta. Un «gracias» ya apenas añade nada.
Al dar las gracias, no rehúyo el dar; aun así, ésta es, a veces, la
única respuesta adecuada para quien recibe, por ejemplo, una
persona disminuida, un enfermo, un niño pequeño y, a veces,
también un enamorado.
Aquí, junto a la necesidad de compensación, entra en juego
también ese amor elemental que atrae y une a los miembros de
un sistema social. Es el amor que acompaña el tomar y el dar, y
les precede. El que da las gracias reconoce: «Tú me das,
independientemente de que yo, en algún momento, pueda
devolvértelo, y yo lo tomo de ti como un regalo». El que acepta
el agradecimiento dice: «Tu amor y el reconocimiento de mi don
para mí significan más que todo lo que aún puedas hacer por mí».
Al dar las gracias, por lo tanto, no sólo nos afirmamos
mutuamente con aquello que nos damos, sino también con
aquello que significamos el uno para el otro.
Una pequeña historia para ilustrar esta idea:
DIGNO DE DIOS
Un hombre se sentía muy agradecido y en deuda con Dios, por
haber sido salvado de un peligro mortal. Preguntó a un amigo
qué podía hacer para que su agradecimiento fuera realmente
digno de Dios. Aquél, sin embargo, le contó una historia:
Un hombre quería a una mujer de todo corazón y le pidió que se
casara con él. Pero ella tenía otras intenciones. Un día, al querer
cruzar la calle juntos, por poco un coche hubiera atropellado a
la mujer, de no ser por su acompañante que la detuvo con un
movimiento rápido. En ese momento, ella se dirigió a él y le dijo:
—Ahora me casaré contigo.
—¿Qué te parece? —preguntó el amigo—, ¿Cómo se sentiría ese
hombre entonces?
El otro, en vez de responder, tan sólo hizo una mueca de
indignación.
—Ves —dijo el amigo—, quizás a Dios le pase lo mismo contigo.
Cuando ya no es posible la reparación
La deuda y el daño adquieren una importancia fatal, en el
momento en que una persona sufre tal daño en su cuerpo, vida o
propiedad, que ya no sea posible la compensación. En un caso
así, ninguna expiación, ni ningún otro hecho pueden restablecer
el equilibrio. Tanto al autor como a la víctima sólo les quedan la
impotencia y la sumisión, cualquiera que sea el destino de cada
uno de ellos.
D. LA RECOMPENSA NEGATIVA
Repito: la culpa como obligación, y la inocencia como
reivindicación y descarga están al servicio del intercambio, y
mantienen nuestras relaciones en marcha. Es una culpa buena y
es una inocencia buena, por las que nos beneficiamos
mutuamente y nos unimos en el bien. Sin embargo, la necesidad
de un equilibrio y de una justicia compensadora no tan sólo actúa
en un sentido positivo, sino también en un sentido negativo. Es
decir, si alguien en el sistema atenta contra mí, sin que yo pueda
defenderme, o si reclama para sí mismo algo que me perjudica o
tiene que hacerme daño, yo siento la necesidad de llegar a una
compensación. Ambos, el autor y la víctima, se ven sometidos a
esta necesidad. La víctima tiene el derecho de reivindicar la
compensación, y el autor se sabe obligado a ella. Pero esta vez la
compensación actúa un perjuicio mutuo, ya que, después de
cometerse la injusticia, también el inocente trama el ma l.
Pretende perjudicar al culpable tal como éste lo perjudicó, y
quiere causarle un daño equivalente al suyo, o incluso algo
mayor. Esta actitud también une de una manera muy estrecha,
aunque sea en la desdicha.
Sólo cuando los dos, el culpable y su víctima, hayan estado
igualmente enfadados, y hayan sufrido y perdido en la misma
medida, se encuentran de nuevo a un mismo nivel. Entonces
tienen otra vez la posibilidad de llegar a la paz y a la
reconciliación.
Un ejemplo:
Un hombre le contó a un amigo que su mujer, desde hacía veinte
años, aún no le había perdonado que él, pocos días después de la
boda, se hubiese marchado de vacaciones con sus padres porque
éstos decían que lo necesitaban para llevar el coche, dejando sola
a su mujer durante seis semanas. Por mucho que había intentado
persuadirla, disculparse y pedirle perdón, no le había servido de
nada. El amigo le contestó:
—Lo mejor sería lo siguiente: deja que desee o haga algo para
ella misma que a ti te cueste no menos que a ella en aquel
entonces.
El hombre comprendió en seguida y se puso radiante. Ahora tenía
la llave que realmente cerraba.
De lo negativo, más vale devolver algo menos
También aquí es válido: si alguien comete una injusticia conmigo
y yo le devuelvo exactamente lo mismo, la relación se termina.
Si le devuelvo un poco menos, no sólo se cumple con la justicia,
sino también con el amor. A veces es preciso enfadarse con
alguien para salvar la relación. Se trata, sin embargo, de un
enfado con amor, porque se tiene en cuenta la importancia de la
relación. El que se enfada con odio sobrepasa los límites, dándole
al otro el derecho de acrecentar su enfado. En el caso de la
recompensa negativa, sentimos la inocencia como un derecho a
la venganza, y la culpa como el miedo a la venganza.
Repito: para que las relaciones puedan seguir adelante, vale el
siguiente principio simple y claro: De lo positivo, por prudencia,
se devuelve un poco más, de lo negativo, por prudencia, un poco
menos. De esta manera se cumplen tanto las exigencias del amor
como de la justicia, y el intercambio positivo puede reanudarse y
continuar.
Ahora bien, si los padres cometen una injusticia con sus hijos,
éstos no pueden buscar el equilibrio causándoles otro daño a sus
padres. El hijo no tiene el derecho, hagan lo que hagan los padres.
En este caso, el desnivel que existe entre unos y otros es
demasiado grande.
Exigir la reparación
El culpable nos parece tanto más culpable, y sus actos tanto más
graves, cuanto más indefensa e impotente sea su víctima. Pero la
víctima, una vez cometida la injusticia, raras veces se queda
indefensa. Podría actuar y exigir del autor justicia y reparación,
que pondrían término a la culpa y harían posible un nuevo
comienzo. Muchas veces, sin embargo, se cultivan la
reivindicación y el derecho de estar resentido con el otro.
Pero si la víctima misma no actúa, otros intentan hacerlo por ella,
con la diferencia, sin embargo, de que en este caso tanto el daño
como la injusticia, que otros cometen en su nombre y en su lugar
con terceros, acaban siendo mucho más graves que si ella misma
se hubiera encargado de defender su derecho y de vengarse.
Donde los inocentes prefieren sufrir en vez de actuar, pronto hay
más víctimas y malos que antes. Es ilusoria la idea de que
podríamos evitar el vernos afectados, o esquivar la culpa,
aferrándonos a la inocencia y su impotencia en vez de
enfrentarnos con la culpa y sus consecuencias, de manera que
ésta pueda llegar hasta el final y desarrollar también su fuerza
positiva.
E. EL PERDÓN MALO Y EL PERDÓN BUENO
Un efecto similar al de mantener la impotencia es el del perdón
apresurado, que sustituye un enfrentamiento necesario y que, en
vez de solucionar el conflicto, lo tapa y lo transfiere. El mismo
efecto tiene también el perdón arrogante, es decir, si alguien,
alegando una superioridad moral, le perdona la culpa al culpable,
como si tuviera el derecho de hacerlo. Si, por ejemplo, una
persona comete una injusticia con otra y ésta le perdona, el
pecador tiene que marcharse. Si no, a partir de ese momento sería
tan insignificante que ya no podría encontrarse a un mismo nivel
con el otro. Si se pretende llegar a una reconciliación auténtica,
el inocente no sólo tiene el derecho a la reparación y la expiación,
sino incluso tiene la obligación de exigirlas. De lo contrario, él
mismo se hace culpable con el culpable. Y el culpable no sólo
tiene la obligación de aceptar las consecuencias de sus actos, sino
también tiene el derecho de hacerlo.
Un ejemplo:
Un hombre y una mujer, los dos ya casados, se enamoran.
Cuando, poco después, la mujer queda embarazada, se divorcian
de sus respectivas parejas anteriores y contraen un nuevo
matrimonio. La mujer no había tenido hijos antes. El hombre, sin
embargo, tenía una hija pequeña de su primer matrimonio, que
dejó con la madre. Ambos se sentían culpables ante la primera
mujer del hombre y ante su hija, y su gran anhelo era que la mujer
les perdonara. En realidad ésta estaba resentida con ellos, ya que
ella y su hija pagaban el precio en beneficio de ellos dos.
Una vez, al hablar de su gran deseo con un amigo, éste les dijo
que, por un momento, se imaginaran cómo se sentirían si aquella
mujer realmente les perdonara. En ese instante se dieron cuenta
de que, hasta entonces, aún habían rehuido las consecuencias de
su culpa, y que su deseo de alcanzar el perdón contradecía con la
dignidad y los deseos de todos. Decidieron reconocer ante la
primera mujer y ante su hija que, por el bien de su nueva
felicidad, les habían exigido lo máximo, y que se enfrentarían a
sus reclamaciones. Sin embargo, también se mantenían firmes en
su elección.
También existe el perdón bueno que respeta la dignidad del
culpable, conservando, al mismo tiempo, la de la víctima.
Significa que el inocente, al exigir una recompensa, no debe ir
hasta el último extremo, y que también debe aceptar la reparación
y la expiación del culpable. Sin este perdón bueno no hay
reconciliación posible.
También a este respecto, un ejemplo:
Una mujer había dejado a su marido por un amante, y se llegó al
divorcio. Después de muchos años, la mujer se arrepintió. Se
daba cuenta de lo mucho que aún quería a su marido, y hubiera
deseado ser su mujer otra vez, más aún porque el hombre, desde
entonces, seguía solo. Como ella se sentía culpable, no se atrevía
a pedírselo. Cuando finalmente habló con él, el hombre no quería
pronunciarse, ni a favor ni en contra. Sin embargo, acordaron
consultar el asunto con un tercero.
Éste preguntó primero al marido qué quería conseguir en la
sesión. El hombre tan sólo sonrió de manera enigmática y dijo:
— Una revelación.
Entonces preguntó a la mujer qué podía ofrecerle al marido para
que sintiera ganas de volver con ella. Ella lo había imaginado
todo demasiado fácil, y lo que ofrecía aún no significaba ningún
compromiso. No era de extrañar que el marido no se impresionara
en absoluto.
El tercero le señaló a la mujer que, sobre todo, tenía que
reconocer que en aquel entonces ella había herido a su marido. Y
él tenía que ver que ella estaba dispuesta a reparar la injusticia
cometida con él. La mujer se quedó unos instantes pensativa,
después miró a los ojos a su marido y le dijo:
—Siento mucho lo que te hice. Quisiera ser tu mujer otra vez, y
te querré y te cuidaré de manera que puedas estar contento y
fiarte de mí.
Pero el hombre seguía sin moverse. Entonces el otro le dijo:
-Debe haberte dolido mucho en aquel entonces, y no quieres
pasarlo una segunda vez.
En ese momento, sus ojos empezaron a humedecerse, y el ot ro
siguió: —Alguien como tú, que tuvo que sobrellevar tanto dolor,
muchas veces se siente moralmente superior al otro y reclama el
derecho de rechazarlo como si no lo necesitara.
Y añadió: —Contra tal inocencia el culpable se ve impotente.
En ese momento, el hombre se estremeció, y sonrió como si lo
hubieran pillado. Se volvió hacia su mujer y la miró a los ojos.
—Son cincuenta marcos —dijo el tercero, porque era
psicoterapeuta— y ahora marchaos; y no quiero saber cómo
acaba.
Pero acabó mal. Un año más tarde, me llamó ella para decirme
que tenía cáncer y preguntarme si podía venir para una sesión.
Finalmente vinieron los dos. Pregunté a la mujer si tenía idea de
qué había desencadenado su enfermedad. Cuando respondió que
ella siempre había funcionado como una máquina, le dije:
—No, eso no es. ¿Algo más?
Ella se quedó pensando y dijo:
—Sí. Me quedé embarazada de mi marido. Él quiso que abortara,
y yo lo hice. Entonces dije:
—¡Esto es! Tendrías que haberlo abandonado en ese momento.
Ahora la situación estaba invertida. Ahora ella era la inocente y
él el culpable. Él le había pedido algo que sobrepasaba sus
fuerzas, y ella lo había aceptado para no poner en peligro la
relación. Se lo expliqué a los dos y le dije a ella: -Ahora tienes
que separarte de tu marido, reconocer tu culpa y tu dolor y, en
memoria del niño, hacer algo bueno.
Ella me preguntó: —¿No podemos hacerlo juntos?
Yo dije: —Sí.
Pero él no se movía ni mostraba la menor emoción. Después se
fueron. Más adelante, ella se inscribió en uno de mis cursos.
Cuatro semanas antes del curso me llamó su hijo para decirme
que había muerto. Éste fue el final.
F. SUFRIMIENTO PREVENTIVO EN SEPARACIONES
Por miedo a reproches y por miedo de hacerle daño al otro,
algunos, antes de separarse, se obligan a sufrir durante mucho
tiempo, tanto que quede compensado el dolor del otro, como si
después tuvieran más derecho a dar el paso. Por esta razón, los
procesos de divorcio tardan tanto. En la mayoría de los casos la
persona tan sólo necesita un ámbito nuevo y más extenso, quizá
su alma necesite más espacio para crecer, y se siente cogida y
prisionera por no poder emprenderlo sin perjudicar o hacer daño
a otro.
Cuando por fin se separan, no sólo aquella persona tiene la
posibilidad y el riesgo de un nuevo comienzo, sino, sin esperarlo,
también al otro se le abren nuevas posibilidades. Si el otro, sin
embargo, se cierra y permanece en su dolor, le hace más difícil
al primero emprender su nuevo camino. En cambio,
aprovechando su nueva posibilidad, también le da al primero
libertad y descarga. De todas las maneras de perdonar a otros,
ésta es para mí la más bella. Reconcilia, aun si la separación sigue
en pie.
G. RENUNCIA A LA FELICIDAD COMO INTENTO DE
RECOMPENSA
Lo que es correcto e importante en relaciones para que éstas sean
logradas, a veces, de manera ilícita, se traspasa a otros contextos
en los que se convierte en un absurdo, por ejemplo, a Dios y al
Destino. Si una persona saca provecho de una situación, mientras
otro, en el mismo contexto, sufre una pérdida, estos dos hechos
se relacionan en el alma, desarrollándose así la necesidad de
llegar a una compensación, como si lo primero existiera a costa
de lo segundo. En un caso así ocurren cosas muy graves.
Si, por ejemplo, un padre vuelve ileso de la guerra o del
cautiverio, donde otros perecieron, de repente, una hija tiene la
idea de pagar por- que el padre volvió, o el padre mismo ya no
se ve con el derecho de tomar mucho de la vida. O el caso de
alguien que es salvado de un peligro mortal y, a continuación,
comienza a pagarlo con un síntoma o empieza a limitarse.
Si en una familia hay un hijo disminuido, los otros hermanos
sanos muchas veces no se atreven a tomar su salud y su felicidad,
ya que desarrollan la fantasía de que ellos tienen lo positivo en
su vida a costa del hijo enfermo. Intentan compensarlo
mostrándose también ellos enfermos (por ejemplo depresivos) o
limitándose en sus posibilidades de algún otro modo. Esta
dinámica es como una descarga interior.
Nos encontramos indefensos y sin recursos ante tal culpa o
inocencia i a que el Destino depara. Si fuéramos culpables o
mereciéramos una recompensa por nuestros actos libremente
elegidos, tendríamos poder c influencia. En situaciones como las
arriba mencionadas, sin embargo, tenemos que reconocer que
estamos sometidos a fuerzas que se sustraen a todo control, que
deciden si vivimos o morimos, nos salvamos o perecemos,
prosperamos o decaemos — independientemente de nuestros
actos buenos o malos.
Librarse de la presión por una compensación ciega exige que se
pase a un metanivel, buscando una solución totalmente diferente.
El Destino nos toma en sus brazos, nos lleva o nos deja caer de
acuerdo con unas leyes cuyos secretos no podemos ni debemos
desentrañar. La posición de querer compensar algo, por tanto, es
arrogante en este contexto, ya que la persona pretende pagar algo
que se le da como regalo. La solución consiste en tomar la vida,
la felicidad, la salud como un recalo, sin pagar por ello. Esta es
una posición humilde. Una pequeña historia sobre este punto:
LA RECOMPENSA DOBLE
Una mujer tenía un buen marido, y para Navidades éste le regaló
un precioso collar de oro. Ella lo desenvolvió y exclamó: —¡Qué
collar más precioso! Después preguntó:
—¿Cuánto costó?
El dijo:
—Cinco mil marcos
—¿Y dónde lo compraste?
—En la joyería Bernhard.
Después de las fiestas, ella fue al joyero Bernhard y le pagó otros
cinco mil marcos. (Pausa) Casos así hay — en relación al
Destino.
Es decir, se crean confusiones si algo válido se aplica más allá
del ámbito en el que tiene sentido. Algo similar ocurre también
en el caso de una persona que carga con una culpa ajena y la paga.
Un ejemplo:
En una pareja, la mujer se queda embarazada antes de estar
casados, por lo que se ven obligados a casarse. Estos padres no
son felices en su matrimonio. Ahora el hijo carga con la culpa,
dispuesto a sufrir como recompensa y para pagar la desdicha de
los padres «causada» por él.
El tomar y el dar las gracias, el tomarlo como un regalo, sin
pagarlo, es la solución y una realización muy especial. Este
agradecimiento es una actitud interior. No está dirigido a nada ni
a nadie. Una imagen que utilizo para describirlo es ésta:
Alguien se mete en un río y éste le lleva a la otra orilla. Ahí sale
de nuevo del agua y hace una reverencia ante el río. Al río, sin
embargo, le da igual.
Eso es dar las gracias.
Un ejemplo:
Un grupo de amigos tuvo que marchar a la guerra juntos; vivieron
peligros indecibles, y dos de ellos volvieron ilesos. Pero uno se
había vuelto muy callado: la vivencia más importante para él
había sido la salvación. A partir de ese momento, toda su vida
posterior le parecía un regalo. El otro, sin embargo, muchas veces
se encontraba con los amigos, presumiendo de sus proezas y de
los peligros de los que se había salvado. Era como si hubiera
vivido todo aquello en vano.
Petra: Conozco a un hombre, a quien, de niño, su hermano lo
sacó de la nieve y le salvó la vida. Más adelante, ese hermano
mayor fue asesinado por los nazis. A partir de ahí, el hermano
menor siempre tenía la sensación de no poder ni deber vivir.
Bert Hellinger: Eso sólo tiene que ver con la muerte trágica del
otro. En un caso así, hay una frase importante: «Tú estás muerto.
Yo aún vivo un poco, después moriré también.» Sería posible que
además dijera: «Me inclino con respeto ante tu destino, y siempre
seguirás siendo mi hermano.»
Expiación como recompensa ciega: si una madre muere al
nacer un hijo
La expiación también constituye un intento de recompensa,
intento ciego, instintivo, sin embargo, que se realiza sin control.
Con especial frecuencia se encuentra este intento de recompensa
en familias en las que una madre murió al dar a luz a un hijo.
Naturalmente, el hijo que sobrevive es inocente de la muerte de
la madre. A nadie se le ocurriría pedirle cuentas por ello, pero, a
pesar de todo, el conocer su inocencia no le aporta ningún alivio.
Como ser social, se sabe integrado en un sistema en el que recibió
su vida a costa de la de su madre. No puede evitar, una y otra
vez, ver su vida en relación con la muerte de su madre, y nunca
consigue deshacerse de la presión de la culpa. Lo que
frecuentemente ocurre tras un incidente tan trágico es una
dinámica fatal. La situación se interpreta como si el marido, por
su impulsividad, hubiera asesinado a la mujer, como si, por
decirlo así, la hubiera sacrificado a sus instintos. En realidad, los
padres son conscientes del riesgo de la realización del amor y han
aceptado conscientemente ese riesgo. Estas fantasías de asesinato
también descalifican a las mujeres, representando un delito
contra su dignidad. En la configuración de tales constelaciones,
las mujeres no expresan ninguna acusación contra el hombre y
son plenamente conscientes de su propia dignidad.
La imagen de asesinato, sin embargo, conduce a que hijos
varones en generaciones posteriores —y un suceso así aún afecta
a muchas generaciones más— lo expíen. Muchas veces, aún
nietos y bisnietos se suicidan por la muerte de una mujer, así. Es
una forma de recompensa primitiva, antiquísima y ciega: uno
desaparece y, en recompensa, otro se va. En cuanto se hace algo
en reparación, el respeto se pierde. Algunos renuncian a una
relación de pareja y a tener hijos, por ejemplo, haciéndose
sacerdotes o casándose con una mujer que ya no puede tener
hijos. Este tipo de muerte en un sistema crea miedo, y por miedo,
este hecho frecuentemente se calla. Es la exclusión peor en un
sistema y también crea las consecuencias más graves.
Ahora bien, si el hijo que sigue con vida se limita o se suicida, el
sacrificio de la mujer fue en vano y encima se le hace responsable
de la desgracia del hijo.
La solución consiste en conceder a la mujer un lugar respetado
en el sistema, y que el hijo le diga a su madre: «Ya que perdiste
tu vida al nacer yo, que no haya sido en vano. Precisamente
porque te costó tanto, te demuestro que valió la pena. Acepto la
vida por el precio que te costó a ti, y por el precio que me cuesta
a mí, y le saco partido, en tu memoria».
Es el mismo amor, pero con otra dirección. Así, la presión de la
culpa fatal se convierte en motor y en fuerza para la vida,
haciendo posibles actos que otros no lograrían realizar nunca.
Aporta reconciliación y paz, permitiendo que el sacrificio de la
madre tenga un efecto bueno.
Un ejemplo de un seminario:
Alexis cuenta que su padre ya estuvo casado anteriormente, y que
la mujer y el primer hijo murieron juntos en el parto. En la
constelación de la familia de origen, ambos hijos y los padres
miran en una misma dirección.
Bert Hellinger: Está clarísimo: los padres y los dos hijos miran a
la primera mujer y a su hijo. (Introduce a esta madre y a su hijo
en la constelación, colocándolos enfrente de los padres y de los
hijos. La familia asiente, aliviada.) Esta ya es la solución.
Más adelante, Bert Hellinger coloca al niño y a su madre a la
derecha del padre, y a los otros hijos enfrente de ellos; finalmente
coloca al hijo muerto, como hermano mayor, a la derecha de los
otros dos hijos. Después, empieza a hablar de la enfermedad
grave que amenaza la vida del hermano de Alexis.
Bert Hellinger: De la constelación se deduce que la enfermedad
de tu hermano posiblemente tenga un significado sistémico y que
quizá le ayudaría que se lo contaras. Quizás esté vinculado con
el difunto. Y si éste aparece en la imagen, posiblemente él
también podría sostenerse.
H. LA CONFORMIDAD CON EL DESTINO
Hay una parte de la fatalidad que pertenece a mí mismo, por
ejemplo una enfermedad hereditaria, una mutilación de guerra, o
condiciones difíciles en la infancia. Si me rebelo contra este
destino invariable, o me muestro descontento, manteniendo vivas
la irritación y la reivindicación, o buscando culpables, o no
integrando esta fatalidad en mi vida, entonces este destino
tampoco puede desarrollar su fuerza.
Al igual que puedo ser salvado de manera inmerecida y sin
intervenir personalmente, es decir, puedo recibir un regalo que
otros no reciben, también tengo que asentir si se me exige llevar
las consecuencias de algo negativo que ocurrió sin mi culpa. Al
Destino no le importan nuestras reivindicaciones, ni tampoco
nuestra reparación.
En el caso de una culpa fatal, como única salida me queda el
conformarme, la sumisión a un contexto inextricable y
sumamente poderoso, sea para mi felicidad o para mi desgracia.
La actitud que sirve de base para esta manera de actuar la llamo
humildad. Ella me permite tomar mi vida y mi felicidad tal como
me vienen dadas y mientras duren, independientemente del
precio que otros pagaron por ello. También me permite asentir a
un destino duro si me toca a mí. Esta humildad hace cuajar la
experiencia de que no soy yo el que determina el Destino, sino
que el Destino me determina a mí. También es la respuesta
adecuada a la culpa y a la inocencia fatales, poniéndome a un
mismo nivel con las víctimas. Me permite honrarlas, no tirando
o limitando aquello que recibí «a su costa», sino justamente
aceptándolo, a pesar de su alto precio, y transmitiendo parte de
ello a otros. La expiación destruye el respeto; y el respeto hace
superflua la expiación. La recompensa consiste entonces ra que
esta conformidad, en mi interior, se convierta en fuente de fuerza.
Esta es la recompensa positiva, y siempre actúa para bien. Un
ejemplo:
Un hombre joven, empresario y único representante de un pro -
duelo en su país, se presenta en un coche deportivo y cuenta sus
éxitos. Es obvio que sabe y vale, y tiene un atractivo irresistible.
Pero bebe, y .11 contable le avisa que saca demasiado dinero de
la empresa para fines privados, con lo cual pone en peligro el
negocio. A pesar de los éxito . logrados hasta el momento, en su
interior y de manera casi imperceptible, busca perderlo todo otra
vez. Se descubre que su madre echó a su primer marido porqu e
lo tenía por un blandengue. Más adelante, se casó con el padre de
este hombre joven, introduciendo al hijo de su primer matrimonio
en la nueva relación. Este ya no pudo ver más a su propio padre
y, hasta ese día, no había restablecido el contacto con él. Ni
siquiera sabía si aún vivía.
El empresario joven se dio cuenta de que a la larga no se atrevía
a tener éxito, porque pensaba que debía su vida a la desgracia de
su hermano. Encontró la siguiente solución: en primer lugar,
pudo reconocer que el matrimonio de sus padres y su propia vida
tenían una relación fatal con la pérdida que tuvieron que sufrir su
hermano y el padre de éste. En un segundo lugar, y a pesar de
todo, pudo afirmar su propia felicidad, diciéndoles a los demás
que también él esperaría ser reconocido con los mismos derechos
que los demás y a un mismo nivel con ellos. En un tercer lugar,
estaba dispuesto a hacerle un favor especial a su hermano para,
de esta manera, reconocer su voluntad de llegar a un equilibrio
entre tomar y dar: se propuso encontrar al padre de su hermano y
arreglar un reencuentro entre los dos.
Ahora vuelvo otra vez a la dinámica antes mencionada. Contaste
que tu madre se volvió depresiva después de nacer tú. En un caso
así, la tendencia es que el hijo lo pague.
Manuela: ¿Es algo similar si la madre tiene una depresión
posparto?
Bert Hellinger: Sí, puede ser similar, que luego el hijo piense que
tenga que pagar por ello. Se siente culpable siempre que la madre
sufra un daño en el parto.
Aún tengo otro ejemplo más:
Un participante en un grupo, un hombre de mediana edad, no se
lo pasaba nada bien en el grupo. Se comportaba de manera
curiosa, aislándose de los demás como si estuviera ausente.
Supimos que su madre, en el parto, sufrió una rotura de pelvis.
En la constelación de su familia de origen, él se puso totalmente
al margen. La madre, sin embargo, estuvo dispuesta a pagar el
precio, pero el hijo no pudo aceptarlo porque el precio era tan
alto.
Lo que puede hacer el hijo en un caso así es valorar lo ocurrido.
Sería decir: «Querida Mamá, tomo mi vida al precio que a ti te
costó, y justo por eso le rindo honor y le saco provecho, para
alegría tuya. No habrá sido en vano. Justo porque te costó tanto,
te demuestro que valió la pena». De esta manera, también para la
madre es realmente una descarga. De lo contrario, es doblemente
duro para ella. Si acaba bien, también puede llevar más
fácilmente aquello que pasó. Frecuentemente ocurre también que
alguien, tras una salvación inesperada, sigue viviendo como
muerto, como si ya hubiera terminado con la vida.
Un ejemplo:
En un curso había un tipo simpático, pero la mayoría del tiempo
estaba ahí, sentado como si estuviera sin vida. Así pues, hice una
regresión con él, y cuando tenía cinco años, se vio a sí mismo
echado en la cama: en su hombro había salido una úlcera grande.
Los médicos rodeaban la cama con caras de preocupación y en
ese momento él se murió interiormente. Más tarde lo operaron y
resultó que el tumor era benigno. El, sin embargo, ya había
terminado con su vida y siguió viviendo como muerto.
Lo que corresponde en un caso así es que la persona afectada dé
gracias por su salvación, aceptando nuevamente el regalo de la
vida y sacándole provecho.
I. COMO RECOMPENSA, UN HIJO DE RESCATE
Con relativa frecuencia ocurre que, en caso de una separación, se
entrega a un hijo como recompensa; por ejemplo, que una hija de
un segundo matrimonio se vaya al primer marido. Si la madre
toma otro marido, hay que pagarlo. Una posibilidad consiste en
dejarle la hija al primer marido. De esta manera, el asunto queda
liquidado, para decirlo así. Muchas veces se paga también con un
hijo si los padres de la mujer no quieren permitirle que se case.
En un caso así, la mujer a veces les da a los padres su primer hijo.
Nadie sabe por qué, pero es el rescate que paga. Entonces la
mujer puede quedarse con su marido. El hijo puede decir: «Lo
hago a gusto, pero tú eres mi abuela y ésta es mi madre». Esta
dinámica se tratará aún más intensamente en el tema del incesto.
Alexis: Lo que he visto muchas veces en Grecia es que se le
entrega un hijo a una hermana rica, casada, pero sin hijos, una
hermana que económicamente ayuda a toda la familia.
Bert Hellinger: En un caso así, el hijo tiene que decir: «Lo hago
a gusto por todos vosotros». Entonces puede hacerlo, quedando
libre, al mismo tiempo, de un eventual reproche.
3. EL ORDEN
La tercera condición básica para conseguir unas relaciones
logradas es el orden. Aquí me refiero, en primer lugar, a las
reglas que conducen la convivencia de un grupo a cauces fijos.
En todas las relaciones duraderas se desarrollan normas, ritos,
convicciones y tabúes comunes que, a continuación, adquieren
un carácter vinculante para todos. De esta manera, las relaciones
se convierten en un sistema con orden y estructura. Estas
conveniencias sociales constituyen el orden superficial, es decir,
el orden más bien exterior y acordado, que varía ampliamente de
un grupo a otro. Detrás de éste actúan órdenes predeterminados
que se sustraen a toda posibilidad de acuerdo.
II. LA CONCIENCIA COMO SENTIDO DE EQUILIBRIO EN
LAS RELACIONES
Siempre que entramos en una relación, nos vemos dirigidos por
un sentido interior, que reacciona automáticamente si hacemos
algo que podría dañar o poner en peligro la relación. Es decir,
hay como un órgano interno para el comportamiento sistémico,
parecido al órgano interno que nos sirve para mantener el
equilibrio. En cuanto nos salimos del equilibrio, la sensación de
malestar, producida por la caída, nos devuelve al equilibrio. Por
lo tanto, el equilibrio se regula por el malestar o el placer. Si nos
encontramos en equilibrio, es una sensación agradable, de placer.
Si nos salimos del equilibrio, es una sensación de malestar, un
malestar que nos indica el límite en el que tenemos que cambiar
para que no ocurra ninguna desgracia. Algo similar es válido para
sistemas y relaciones.
En relaciones rigen unos órdenes determinados. Si estoy en
harmonía con ellos y, en consecuencia, puedo permanecer en la
relación, me siento inocente y en equilibrio. Si, por lo contrario,
nos desviamos de las condiciones que nos permiten conseguir
unas relaciones logradas, haciendo peligrar la relación, surgen
unas sensaciones de malestar que actúan como un reflejo y nos
obligan a volver. Este hecho se experimenta como culpa. Ala
instancia que controla este proceso, como un órgano de
equilibrio, la llamamos conciencia.
Hay que saber que, por regla general, experimentamos tanto la
culpa como la inocencia sólo en relaciones. Es decir, la culpa se
refiere al otro. Me siento culpable si hago algo que perjudica la
relación con otros, e inocente, si hago algo provechoso para l a
relación con otros. La conciencia nos ata al grupo importante
para nuestra supervivencia, independientemente de cuáles sean
las condiciones que éste nos imponga. Ella no está por encima de
este grupo, ni tampoco por encima de su creencia o de su
superstición.
Está a su servicio.
Un ejemplo:
En un grupo, un médico contó que, una mañana, su hermana lo
llamó pidiéndole que pasara a verla, porque quería consultar un
problema médico con él. El hombre fue, y estuvieron hablando
durante una hora.
Después dijo: —Quizá sí que sería mejor que fueras a ver a un
ginecólogo.
Ella fue, y allí dio a luz a un niño sano. El médico no había
percibido que su hermana estaba embarazada. La hermana
tampoco había percibido que estaba embarazada, aunque también
ella era médico.
En ese sistema estaba prohibido percibir embarazos, y todos sus
estudios académicos no les habían servido de nada para superar
ese bloqueo de percepción.
EL OSO POLAR
Había una vez un oso polar al que llevaban de aquí para allá en
un circo. No lo necesitaban para las funciones, sino sólo para la
exposición. Así, siempre estaba en su rulot. Esta era tan
estrecha, que sólo podía dar dos pasos hacia adelante y dos
pasos hacia atrás. Al cabo de un tiempo, les dio pena el oso y se
dijeron:
—Ahora lo venderemos a un zoo.
Allí tenía un gran área libre, pero aun así sólo daba dos pasos
hacia adelante y dos pasos hacia atrás. Entonces le preguntó
otro oso polar:
—¿Pero por qué haces eso?
Y él respondió:
—Es porque pasé tanto tiempo en la rulot.
1. LA CONCIENCIA VELA POR LAS CONDICIONES PARA
NUESTRAS RELACIONES
La conciencia vela por las condiciones importantes para nuestras
relaciones, es decir, por la vinculación, por el equilibrio entre
tomar y dar, y por el orden. Tan sólo puede conseguirse una
relación lograda si estas tres condiciones se cumplen a la vez. No
hay vinculación sin equilibrio y orden. No hay equilibrio sin
vinculación y orden, y no hay orden sin vinculación y equilibrio.
Estas condiciones se experimentan en el alma como necesidades
elementales. La conciencia está al servicio
de las tres, y cada una de estas tres necesidades se impone por
una sensación particular de culpa e inocencia. Por lo tanto,
nuestra experiencia de culpa difiere, dependiendo de si la culpa
se refiere a la vinculación, al equilibrio o al orden, y por la misma
razón sentimos la culpa y la inocencia de maneras diferentes,
según la meta y la necesidad a las que sirven.
A. CONCIENCIA Y VINCULACIÓN
En este campo, la conciencia reacciona a todo cuanto benefici e o
ponga en peligro la relación. Por lo tanto, tenemos la conciencia
tranquila si nos comportamos de manera que podamos estar
seguros de tener aún el derecho de formar parte del grupo, y
tenemos mala conciencia si nos hemos desviado de las
condiciones del grupo, hasta el punto de tener que temer la
pérdida total o parcial del derecho a la pertenencia. Es decir, en
este caso la culpa se siente como miedo de sufrir una pérdida o
una expulsión, y como lejanía, mientras que la inocencia se vive
como cobijo y cercanía. Quizás, éste sea el sentimiento más bello
y más profundo que conocemos: el tener el derecho de formar
parte a un nivel elemental de vivencia.
Sólo el que experimenta la seguridad de la inocencia como
derecho de formar parte, conoce también el miedo o el terror ante
una expulsión o una pérdida. El cobijo sólo puede ser vivido con
miedo. Así es totalmente absurdo decir que los padres tienen la
culpa del miedo que uno siente. Cuanto mejores sean unos
padres, tanto mayor será el miedo de perderlos.
Cobijo y cercanía, éste es el gran sueño que perseguimos con
muchos de nuestros actos. El sueño, sin embargo, es irrealizable,
ya que la pertenencia siempre peligra. Algunos dicen que hay que
darles seguridad a los hijos. Sin embargo, cuanta más seguridad
se les da a los hijos, tanto más miedo tienen ante la pérdida de
esta seguridad, ya que la seguridad no puede experimentarse sin
el miedo a lo contrario. Por lo tanto, hay que volver a ganar la
pertenencia una y otra vez, nunca es una propiedad segura.
Análogamente, la inocencia se experimenta como el derecho de
aún formar parte, sin saber cuánto durará. Esta inseguridad forma
parte de la vida. Llama la atención, también, que los hijos
dependen más de sus padres que no a la inversa. Dado que el
vínculo del hijo a los padres es más fuerte que el vínculo de los
padres a los hijos, éstos también están más fácilmente dispuestos
a sacrificarse por sus padres.
Ambas partes de la conciencia, la buena y la mala, sirven a un
mismo fin. Es un tira y afloja, que nos arrastra y nos empuja en
una misma dirección: asegura nuestra vinculación con las raíces
y con el tronco, independientemente de lo que este amor nos exija
en este grupo.
Para la conciencia, la vinculación con el grupo de origen tiene
prioridad ante cualquier otra razón y cualquier otra moral.
La conciencia se orienta por el efecto de nuestra creencia o
nuestro actuar sobre la vinculación, sin tener en cuenta si esta
creencia y este actuar, bajo otros puntos de vista, quizás parezcan
una locura o abominables. Por lo tanto, no podemos fiarnos de la
conciencia si se trata de discernir entre el bien y el mal en un
contexto más amplio (v. capítulo 111,3). Dado que la vinculación
tiene prioridad ante todo lo que aún pueda seguir después,
también vivimos la culpa respecto a la vinculación como la más
grave de todas las culpas, y sus consecuencias, como el peor de
los castigos. Por otra parte, experimentamos la inocencia en la
vinculación como felicidad profunda y como última meta de
nuestros anhelos de la infancia.
Amor y vinculación: espíritu de sacrificio de los débiles
La conciencia nos ata de manera más fuerte, si en un grupo nos
encontramos más abajo y nos vemos expuestos a él. En la familia,
éste es el caso de los niños. Por amor, un niño está dispuesto a
entregarlo todo, incluso la propia vida y la felicidad, si de esta
manera les va mejor a los padres y a la red familiar. Éstos son los
hijos que están en la brecha por sus padres o antepasados,
realizan lo que no tenían pensado, expían lo que no hicieron (po r
ejemplo, entrando en un convento), llevan aquello de lo que no
tienen la culpa, o, en lugar de sus padres, toman venganza.
Un ejemplo:
Un hombre mayor, que ya se acercaba al final de su vida, buscó
la ayuda de un amigo para encontrar la paz.
Una vez había castigado a su hijo por desobediente y, la noche
siguiente, el hijo se ahorcó. Aunque ahora el padre ya era mayor,
aún no había logrado deshacerse del peso de su culpa. De repente,
en la conversación con su amigo, se acordó de que cuando, pocos
días antes del suicidio, la madre contó en la mesa que estaba
embarazada de nuevo, ese mismo hijo exclamó, todo alterado: —
¡Por Dios, si ya no cabemos aquí!
Y el padre comprendió: el hijo se había ahorcado para quitarles
la preocupación a los padres; había hecho sitio para el otro.
Así, el hombre encontró un sentido en la muerte de su hijo, y
finalmente dijo:
—Estoy en paz, como mirando un lago tranquilo en las montañas.
En cuanto ganamos poder en un grupo, o nos hacemos
independientes, el vínculo se afloja, y con él se afloja también la
conciencia. Los débiles, sin embargo, se esmeran y siguen siendo
fieles. Ellos muestran la entrega más desinteresada porque están
atados. En una empresa son los trabajadores sencillos, en un
ejército, los soldados comunes, y en la Iglesia, el pueblo fiel.
Para el bien de los fuertes del grupo actúan a conciencia,
arriesgando su salud, su inocencia, su felicidad y su vida, aun si
los fuertes se aprovechan de ellos sin ningún tipo de escrúpulos,
para aquello que ellos llaman los fines superiores. Dado que
quedan ligados a su propio sistema, pueden ser utilizados sin
ningún tipo de reparos, en contra de sistemas ajenos. Éstos son
los pequeños que dan la cara por los grandes, los verdugos que
hacen el trabajo sucio, los héroes de una batalla perdida, las
ovejas detrás de su pastor que las lleva al matadero, las víctimas
que pagan la cuenta.
B. CONCIENCIA Y EQUILIBRIO
Así como la conciencia vela por la vinculación con los padres y
con la red familiar, dirigiéndola mediante un sentimiento
particular de culpa y de inocencia, también vela por el
intercambio, dirigiéndolo mediante otro sentimiento de inocencia
y de culpa.
En relación al intercambio positivo entre dar y tomar,
experimentamos la culpa como obligación, y la inocencia, como
libertad de cualquier obligación. Por lo tanto, no hay tomar que
no tenga su precio. Si yo, sin embargo, le devuelvo al otro tanto
como recibí, quedo libre de
cualquier obligación. El que está libre de toda obligación, se
siente ligero y libre, pero ya no conserva tampoco ninguna
vinculación. Esta libertad de toda obligación aún se acrecienta si
se da más de lo que se estaría obligado a dar. En un caso así,
experimentamos la inocencia como derecho a la reivindicación.
Es decir, la conciencia no sólo hace que estemos vinculados,
sino, como necesidad de compensación, regula el intercambio en
el seno de una relación y de una familia. El papel que esta
dinámica desempeña en las familias nunca podrá apreciarse lo
suficiente.
C. CONCIENCIA Y ORDEN
Si la conciencia está al servicio del orden, es decir de las
conveniencias sociales que rigen entre unos y otros, sentimos la
culpa como infracción y como miedo al castigo, y la inocencia
como lealtad a la conciencia, y como fidelidad. Las reglas de
juego son distintas en cada sistema, y todo el que forma parte del
sistema conoce las reglas. Si interioriza y reconoce estas reglas,
y si se atiene a ellas, el sistema puede funcionar, y él es
considerado intachable. El que las infringe se hace culpable, aun
si no causa daño o sufrimiento a nadie. También en nombre del
sistema se le castiga, en casos graves incluso se le expulsa o se
le aniquila, como por ejemplo en el caso de «crímenes políticos»
o de «herejía».
Estos órdenes sociales condicionan nuestro comportamiento en
nuestro grupo, pero nunca sentimos la culpa de la infracción tan
profundamente como cuando faltamos a las exigencias del
vínculo o del equilibrio entre dar y tomar.
2. LA INTERACCIÓN ENTRE LAS NECESIDADES DE
VINCULACIÓN, EQUILIBRIO Y ORDEN
La conciencia sirve a las necesidades de vinculación, equilibrio
y orden de maneras distintas. Así, al servicio del vínculo, quizás
nos exija aquello que, sirviendo al equilibrio y al orden, nos
prohíbe; y lo que nos permite por el bien del orden, quizás nos lo
impida teniendo en cuenta el vínculo. Si se impone únicamente
una de las necesidades, las otras se quedan cortas. Si alguien, sin
embargo, pretende someterse a las tres necesidades a la vez, se
queda en deuda con cada una. Sea cual fuere la manera en que
seguimos a la conciencia, por una parte nos declara culpables,
por la otra, nos absuelve. Por eso, nunca tenemos la conciencia
del todo tranquila.
Un ejemplo:
Si una madre le dice a su hijo, que acaba de portarse mal:
—Ahora, durante una hora, jugarás solo en tu habitación—,
aplica un castigo teniendo en cuenta el orden. Ahora bien, si ella
impone el orden hasta el final, es decir, si deja al hijo solo en su
habitación durante toda una hora, el hijo, en consecuencia, está
enfadado con la madre, y con razón. Porque, siendo justa, se
olvidó del vínculo y del amor. Por eso, muchas veces los padres
perdonan a los hijos parte del castigo. En esto hieren el orden,
porque también les es importante el vínculo. Si los padres no
castigan, el vínculo se encuentra en un primer lugar, pero el orden
queda perjudicado. También en este caso, el hijo se enfada con
los padres, porque no sabe dónde quedan los límites.
Es decir, culpa e inocencia casi siempre aparecen juntas. El que
extiende la mano para coger la inocencia, también toca la culpa.
Y quien vive de inquilino en la casa de la culpa, descubre como
su subinquilina a la inocencia. Asimismo, culpa e inocencia
cambian sus vestidos a menudo, de manera que la culpa aparece
vestida de inocencia, y la inocencia, vestida de culpa. Así, las
apariencias engañan, y sólo el resultado final muestra lo que fue
real.
De la misma manera que las apariencias de culpa e inocencia
engañan, la conciencia del grupo gradualmente sustituye la
experiencia que el niño tiene del mundo, reemplazando su
percepción de lo que es por las creencias de la familia.
3. CADA SISTEMA TIENE SU PROPIA CONCIENCIA
Como ya constatamos, el criterio para la conciencia es aquello
considerado válido en el grupo al que pertenecemos. Pero cada
persona se encuentra en relaciones diferentes cuyos intereses se
contradicen, y forma parte de varios sistemas. Personas que se
juntan proviniendo de grupos diferentes tienen, por lo tanto,
conciencias diferentes, y el que pertenece a varios grupos tiene
también una conciencia diferente para cada grupo. Asimismo, las
leyes de vinculación, equilibrio y orden son distintas en cada
sistema.
En un grupo de ladrones hay que robar para poder permanecer en
el grupo, y en otro grupo es justamente esto lo que no se debe
hacer. Ambos, sin embargo, lo hacen con la misma buena
conciencia y con el mismo fervor. Los sentimientos de culpa o
de inocencia, por lo tanto, no tienen nada que ver con «bueno» o
«malo», sino con aquello que, en el grupo, se aprecie como valor.
El que nace en una familia judía se siente bien y seguro si acepta
su fe, y si abandona esta fe, se siente malo y amenazado. Los
mismos sentimientos de culpa e inocencia conocen también
cristianos y musulmanes si siguen a su fe o la abandonan.
La conciencia nos mantiene junto al grupo, igual que un perro
mantiene las ovejas junto al rebaño. Pero si el entorno cambia, la
conciencia, para protegernos, cambia de color como un
camaleón. Por eso tenemos otra conciencia con la madre, y otra
con el padre, otra en la familia, y otra en el trabajo, otra en la
Iglesia y otra con los amigos. Lo que sirve a un sistema puede
perjudicar al otro, y lo que en uno nos trae inocencia, en otro nos
arroja a la culpa. Así, quizás, por un mismo acto nos encontremos
ante muchos jueces, y mientras uno nos condena, otro nos
absuelve.
Por lo tanto, es un asunto perdido contar con la inocencia.
Sabiendo que los sentimientos de culpa e inocencia no son más
recursos para nuestra orientación, para salir adelante en
determinadas relaciones, entonces no importa que seamos
culpables o inocentes, sino que sepamos comportarnos de
acuerdo con el respectivo entorno. Tengo resumido este dilema
en una pequeña historia. Siempre que cuento esta historia, la
mayoría de la gente se queda en el primer plano. La historia, sin
embargo, tiene también un plano medio y un trasfondo.
Los JUGADORES Se presentan como enemigos. Luego se
sientan, frente afrente, y juegan en la misma tabla con una gran
variedad de figuras, siguiendo reglas complicadas, jugada por
jugada.
El mismo juego real.
Ambos sacrifican diferentes figuras a su juego, y, atentamente,
se mantienen en jaque, hasta que el movimiento termina. Cuando
no va más, la partida está acabada.
Después, cambian de lado y de color, y del mismo juego
comienza tan sólo otra partida.
Pero el que largamente juega, y muchas veces gana, y muchas
veces pierde, en ambos lados se convierte en maestro.
4. LA EXCLUSIÓN POR LA CONCIENCIA, Y CÓMO
SUPERARLA
Donde la conciencia vincula, también pone límites, incluyendo y
excluyendo. Muchas veces, por lo tanto, si queremos permanecer
en un grupo, tenemos que negarle o retirarle al otro, que es
distinto, la pertenencia que para nosotros reivindicamos. Así, por
la conciencia, nos hacemos terribles para el otro, ya que, en
nombre de la conciencia, tenemos que desear o hacer al otro, que
se desvía de ella, aquello que para nosotros mismos tememos
como consecuencia peor de una culpa y como amenaza extrema:
la exclusión del grupo.
Todos los actos graves que cometemos con otros se realizan con
la conciencia tranquila en relación al propio grupo. La
conciencia, al sensibilizarnos para el propio grupo al que
pertenecemos, nos hace ciegos para otros grupos. Cuanto más nos
vincula con este grupo, tanto más nos separa de los otros. Cuanta
más simpatía nos inspira para un grupo, tanto más hostiles nos
hace para los grupos de afuera.
Pero de la misma manera que nosotros tratamos a otros, ellos, en
nombre de la conciencia, también proceden con nosotros. Así,
mutuamente nos ponemos un límite para el bien y, en nombre de
la conciencia, suprimimos este límite para el mal. Es decir, si yo
quiero hacerle un bien a alguien que pertenece a otro grupo
enemistado con el mío, no se me permite hacerlo, la conciencia
me lo prohibe. Sin embargo, sí que se me permite hacerle un mal.
Así, en el contexto de conflictos políticos o religiosos se cometen
atrocidades de todo tipo, siempre con la conciencia tranquila.
El que pretende sujetar esta inocencia, toda su vida seguirá
siendo o estrecho o malo. Todo desarrollo ulterior sólo puede
realizarse por el hecho de que una persona también entre en otro
grupo, y allí experimente la conciencia de una manera totalmente
distinta. Entonces, para poder permanecer en ambos grupos, tiene
que orientarse de nuevo. Puede hacer esto de una manera ciega,
compensando entre ambos grupos, pero también puede hacerlo
de manera consciente y a un nivel superior, a través del
entendimiento, lo cual implica un desarrollo personal. El
entendimiento también actúa como conciencia, pero de una
manera distinta: es la percepción de un contexto mayor.
Por lo tanto, el bien, que reconcilia y establece la paz, tiene que
superar los límites que nos pone la conciencia a través de la
vinculación con el grupo particular. Sigue a otra ley, oculta, que
actúa en las cosas sólo porque son. Al contrario de la conciencia,
actúa de una manera silenciosa y discreta, como el agua que
fluye, desapercibida. Percibimos su presencia tan sólo por sus
frutos.
EL ENTENDIMIENTO
Un hombre quiere saberlo, por fin. Se monta en su bicicleta, se
va al campo abierto y, lejos de lo habitual, encuentra otro
sendero. Ahí no hay indicaciones, y así se fía de lo que con sus
ojos ve delante de sí, y de lo que su paso puede recorrer. Le
impele una cierta alegría de descubrir, y lo que antes más bien
era un presentimiento para él, ahora se torna certeza. Pero
después, el sendero termina a orillas de un río ancho, y el
hombre baja de su bicicleta. Sabe que si aún quiere seguir más
allá, tendrá que dejar en la orilla todo lo que lleva encima.
Entonces
perderá su terreno firme y será llevado e impulsado por una
fuerza que puede más que él, de manera que tendrá que confiarse
a ella. Y por eso vacila y retrocede.
Al dirigirse de nuevo hacia su casa, se da cuenta de que sólo
sabe poco de las cosas que ayudan, y que le es difícil de
transmitir a otros. Demasiadas veces le ha pasado lo de un
hombre que sigue a otra bicicleta, cuyo parafango golpetea.
Le grita:
—¡Eh, tú! ¡Tu parafango golpetea!
—¿Qué?
—¡Tu parafango golpetea!
—¡No te entiendo! —responde el otro— ¡Mi parafango golpetea!
Algo ha ido mal aquí, piensa. Luego pisa el freno y da la vuelta.
Poco después, pregunta a un maestro anciano:
—¿Cómo haces tú, cuando ayudas a otros? Muchas veces vienen
a verte personas, pidiéndote consejo en asuntos de los que sólo
sabes poco. Pero después se encuentran mejor.
El maestro le dice:
—No depende del saber si uno se para en el camino y no quiere
seguir adelante. Porque busca seguridad donde se pide valor, y
libertad, donde la verdad ya no le deja elección. Y así va dando
vueltas. El maestro, sin embargo, resiste al pretexto y a la
apariencia. Busca el centro, y allí recogido espera —como uno
que extiende las velas ante el viento—, si acaso le alcanza una
palabra eficaz. El otro, al acercarse a él, lo encuentra allí donde
él mismo tiene que llegar, y la respuesta es para ambos. Ambos
son oyentes.
Y aún añade: — El centro se distingue por su levedad.
5. LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD
La culpa indica el límite, hasta dónde puedo ir y dónde tengo que
dar la vuelta para tener aún el derecho de formar parte. El espacio
libre dentro de estos límites, en el que puedo moverme sin culpa
y sin ningún peligro de perder la unión con el grupo, es la
verdadera libertad. Los límites, sin embargo, son dinámicos y
variables, es decir el margen de libertad es distinto en cada
relación. Por eso, lo primero que ocurre en un grupo es que éste
descubra dónde se encuentran sus límites. La culpa se prueba:
¿Dónde empieza la culpa y dónde acaba?
Para los maestros es algo absolutamente evidente y en la
educación de un niño los límites van ampliándose cada vez más.
En relaciones de pareja, a veces se establecen unos límites muy
estrechos y, a continuación, uno de los dos toma un amante. De
este modo, los límites se amplían y la pareja tiene un nuevo
espacio libre. Si, a continuación, los límites quedan demasiado
amplios, también quedan más inseguros y nuevamente tienen que
ser reducidos. Aquí, por lo tanto, la libertad es una manera de
relacionarse, y es una libertad diferente a la libertad de decisión.
Bien podemos pasar los límites establecidos, pero no sin el precio
de la culpa y no sin consecuencias para nuestra felicidad y la de
otros.
Los Órdenes del Amor que actúan desapercibidos en nuestras
relaciones velan por el amor. Son inefables y más fáciles de
seguir que de entender. Se nos revelan en los movimientos sutiles
de nuestro interior y al mirar atentamente nuestras relaciones.
Tan sólo descubrimos sus leyes al ver las consecuencias de
nuestros actos tanto para los demás como para nosotros mismos,
es decir, si el amor aumenta o disminuye.
La manera de conocer los límites de la conciencia personal, de
ver dónde nos sirven de ayuda y dónde tenemos que superarlos y
cómo podemos llegar al conocimiento de la Gran Alma que
sustenta el amor, se describirá en los siguientes capítulos. Es el
camino del conocimiento del bien y del mal, yendo más allá de
los sentimientos de culpa e inocencia, que está al servicio del
amor.
LA GRAN ALMA
Conocemos la conciencia como un caballo conoce a los jinetes
que lo montan, y como un timonel conoce las estrellas en las que
mide su posición y fija el rumbo. Pero — ¡ay! —por desgracia
son muchos los que montan el caballo, y en el barco muchos
timoneles se orientan por muchas estrellas. La cuestión es: ¿A
quién se subordinan, si acaso, los jinetes? ¿Y qué rumbo le
indica al barco el capitán?
La respuesta
Un discípulo se dirigió a un maestro: — ¡Dime lo que es la
libertad!

— ¿Qué libertad? —le preguntó el maestro.


— La primera libertad es la necedad. Se asemeja al caballo que,
relinchando, derriba a su jinete. Pero tanto más fuerte siente su
mano después.
La segunda libertad es el arrepentimiento. Se asemeja al timonel
que se queda en el barco naufragado, en vez de bajar al bote
salvavidas.
La tercera libertad es el entendimiento. Ella viene después de la
necedad y después del arrepentimiento. Se asemeja a la brizna
que se balancea con el aire y, porque cede donde es débil, se
sostiene.
El discípulo preguntó: — ¿Esto es todo?
Replicó el maestro:
—Algunos piensan que son ellos mismos los que buscan la
verdad de su alma. Pero la Gran Alma piensa y busca a través
de ellos. Al igual que la Naturaleza, puede permitirse muchos
errores, ya que sin esfuerzo sustituye a los jugadores
equivocados por otros nuevos. A aquél, sin embargo, que deja
que sea ella la que piense, a veces le concede algún margen de
movimiento, y como el río lleva al nadador que se entrega a sus
aguas, también ella lo lleva a la orilla, uniendo sus fuerzas a las
de él.
III. LAS RELACIONES ENTRE PADRES E HIJOS
1. LOS PADRES DAN LA VIDA A LOS HIJOS
En un primer lugar es propio de los órdenes del amor entre padres
e hijos que los padres den y los hijos tomen. En este caso, sin
embargo, no se trata de un dar y tomar cualquiera, sino de dar y
tomar la vida. Los padres, al darles la vida a sus hijos, no les dan
algo que les pertenezca. Les dan aquello que ellos mismos son,
sin poder añadir, ni suprimir o guardar nada para ellos mismos.
Junto con la vida, se dan ellos mismos, tal como son, sin añadir
ni restar nada. En consecuencia, los hijos, al recibir la vida de los
padres, sólo pueden tomar a los padres tal como son, y no pueden
ni añadir, ni suprimir, ni rechazar nada. Por lo tanto, tiene otra
cualidad totalmente diferente de si yo le regalo algo a una
persona, ya que los hijos no sólo «tienen» a sus padres, sino que
«son» sus padres. Significa que el amor prospera si los hijos
gustosamente afirman que ellos tienen la vida bajo las
condiciones con las que les fue dada. Los padres dan a los hijos
aquello que ellos mismos anteriormente tomaron de sus propios
padres, y también aquello que, como pareja, tomaron el uno del
otro. Además de dar la vida, los padres también cuidan a sus
hijos. Por esta razón, se desarrolla entre padres e hijos un
inmenso desnivel de dar y tomar que los hijos, por mucho que lo
deseen, no logran equilibrar nunca.
Un pequeño ejemplo:
Una vez, en un curso participó un empresario al que su madre
había abandonado porque ella llevaba una vida ligera. Se había
criado con unos padres tutelares, y no había conocido a su madre
hasta sus veinte años. En ese momento era un hombre de unos
cuarenta años, y tan sólo había visto a su madre unas tres o cuatro
veces en su vida. Entonces se acordó de que ella vivía por allí
cerca. Por la tarde fue a verla, y cuando volvió a la mañana
siguiente, contó que sólo había entrado en su casa para decirle a
su madre: —Estoy contento de que me hayas traído al mundo.—
Y la anciana quedó feliz.
2. HONRAR A LOS DADORES Y A LOS DONES
En un segundo lugar, es propio de los órdenes del amor entre
padres e hijos, y del amor entre hermanos, que todo el que tome
honre al don recibido y al dador del que lo tomó.
Nuestros padres nos dan la vida y son los únicos capaces de
hacerlo; otras personas pueden darnos lo que necesitamos aparte
de esto. Algo bello ocurre cuando una persona mira a sus padres
reconociendo, en ellos, la fuente de la vida. Todo el que ama y
honra la vida, implícitamente ama y honra a los dadores de la
vida. Todo el que menosprecia e infravalora la vida, quien no la
respeta, a la vez desprecia también a los dadores de esta vida. La
persona que toma y valora tanto el don como el dador, acerca el
don recibido a la luz hasta que brille, y aunque también de sus
manos sigue fluyendo hacia abajo, su resplandor recae sobre el
dador.
3. LA JERARQUÍA EN LA FAMILIA
Como tercera propiedad de los órdenes del amor en la familia
existe una jerarquía entre sus miembros, determinada por los
siguientes criterios: tiempo, peso y función. Siempre que esta
jerarquía sea respetada por todos los miembros de la familia, el
amor podrá fluir libremente.
En lo que al tiempo se refiere, los padres tienen prioridad
respecto a los hijos, y el primer hijo la tiene respecto al segundo,
es decir, al igual que el dar y el tomar, la jerarquía pasa de arriba
abajo, siguiendo los conceptos de anterioridad y posterioridad.
Este orden también es válido para el dar y tomar entre hermanos.
El que estaba primero tiene que dar al posterior, y el que llega
después tiene que tomar del anterior. Todo el que da, ha tomado
anteriormente, y todo el que toma, también tiene que dar
posteriormente. Así pues, el primer hijo da al segundo y al
tercero, el segundo toma del primero y da al tercero, y el tercero
toma del primero y del segundo. El hijo mayor da más, y el menor
toma más. A cambio, el menor muchas veces cuida a los padres
cuando éstos llegan a la vejez.
El curso del dar y del tomar, que pasa de arriba hacia abajo, y el
curso del tiempo, que pasa de antes a después, no pueden ni
pararse ni ser variados en su rumbo, ni pueden volverse de abajo
hacia arriba, o de lo posterior a lo anterior. Por eso, los hijos
siempre se encuentran debajo de los padres, y por eso el posterior
siempre viene después del anterior. El dar y el tomar, al igual que
el tiempo, siempre fluyen hacia adelante, pero nunca hacia atrás.
Konrad Ferdinand Meyer describe este movimiento en un poema:
LA FUENTE ROMANA
Un surtidor se alza para colmar, cayendo, el mármol de la
concha que, a su vez, se vela, rebosa, e inunda el seno de otra
cavidad. De tanta riqueza entrega a la tercera su caudal; y cada
una toma y da al mismo tiempo, y fluye y descansa.
En lo que a nuevos sistemas relaciónales se refiere, éstos tienen
prioridad sobre sistemas más antiguos, es decir, en este caso
ocurre al revés de la dinámica de precedencia en el seno de un
mismo sistema, donde los miembros mayores tienen prioridad
sobre los que vienen después. La relación de pareja cobra
prioridad sobre las relaciones con las respectivas familias de
origen, y un segundo matrimonio tiene precedencia respecto al
primero. Las relaciones sufren si no se respeta este principio, si
los padres siguen teniendo más importancia que el cónyuge y los
hijos, o si una primera pareja se considera más importante que la
nueva.
Entre los padres aún hay una jerarquía particular, independiente
de la pertenencia. Dado que los padres comienzan su relación al
mismo tiempo, siempre se encuentran a un mismo nivel respecto
al orden original. Su jerarquía resulta de su función, por ejemplo,
de quién es el responsable de la seguridad de la familia.
En lo referente al peso, la relación entre el padre y la madre es la
más importante en una familia, después vienen las relaciones
entre padres e hijos, las relaciones con los demás miembros de la
red familiar y, finalmente, las relaciones con otros grupos
libremente elegidos. Algunos individuos que llevan una suerte
extraordinariamente dura, sin embargo, pueden tener el
suficiente peso sistémico para que la secuencia normal conforme
al tiempo tenga que ajustarse.
4. TRASTORNOS EN EL ORDEN ENTRE PADRES E HIJOS
A. LA INVERSIÓN DEL ORDEN DE TOMAR Y DAR
El orden de dar y tomar en la familia se invierte cuando un
miembro posterior, en vez de tomar del anterior y honrarlo por
ello, pretende darle al anterior como si fuera igual o, incluso,
superior a él. En tales casos, por regla general, los padres no
tomaron lo suficiente de sus propios padres, o no dieron ni
tomaron bastante en su relación de pareja. A continuación,
frecuentemente pretenden que sus hijos cubran sus necesidades
emocionales, y los hijos se sienten responsables de cumplir lo
que de ellos se espera. Así, el dar y el tomar, en vez de ir de
arriba hacia abajo, tendrían que fluir de abajo hacia arriba, contra
la fuerza de gravedad. Pero al igual que un río que pretende ir
cuesta arriba en vez de cuesta abajo, no llega adonde querría y
tendría que llegar.
En cuanto se da una desviación así, en cuanto los padres
pretenden tomar y los hijos dan o tienen que dar, existe una
falsificación del orden.
Un ejemplo:
En un curso había un matrimonio que, hacía medio año, se había
separado por un tiempo, y ahora habían vuelto a vivir juntos.
Habían adoptado a una niña y después tuvieron dos hijos propios,
una niña y un niño. El hijo pequeño de seis años era considerado
un niño muy difícil. Bajo la dirección de Jirina Prekop, una
terapeuta que trabaja con terapia de sujeción, el padre sujetaba al
niño. Era un proceso bastante largo y bastante dramático. Una de
las instrucciones fue que el padre le dijera al niño cómo se sentía.
El hombre empezó a hablar como si él mismo fuera un niño y el
hijo tuviera que dirigirse a él como un padre. La situación estaba
totalmente invertida y no había solución.
Al cabo de un tiempo me senté detrás del padre y le dije:
-Ahora yo soy tu padre, apóyate en mí y dirígete a tu hijo como
padre.
Lo hizo, y rápidamente se llegó a una solución. Al final, padre e
hijo acabaron sentados juntos, cogidos de la mano, y enfrente de
ellos estaban la mujer y las hijas. Los hombres estaban juntos y
las mujeres también - una bella imagen. Al día siguiente, el
hombre estaba echado de espaldas en el suelo, jugando con el
hijo pequeño que subía y bajaba y corría alrededor de él. De
repente, el niño se puso furioso y salió de la puerta corriendo. Yo
los había escuchado y me había dado cuenta de que el niño se
había enfurecido en el momento en que el padre otra vez le habló
como si él mismo fuera un niño, y como si el hijo tuviera que
darle algo como un padre. En ese momento, el orden estaba de
nuevo trastornado.
Si los padres necesitan algo, se dirigen a su pareja o a sus padres.
Si los padres se dirigen a los hijos con exigencias que no
corresponden a la relación (por ejemplo, que los hijos consuelen
a los padres), esto significa una inversión, una perversión de la
relación, una parentificación. Los hijos, sin embargo, no son
capaces de defenderse. Son involucrados y llevados a una
arrogación por la que, posteriormente, ellos mismos se castigan.
Más adelante, sin embargo, cuando el hijo llega al pleno
conocimiento de la situación, es posible rectificarla. ¡Es lo que
luego se llama una terapia!
Pregunta: ¿Podrías volver a explicar el concepto de
parentificación?
Bert Hellinger: Sí, se trata de hijos que por el bien de sus padres
adoptan el papel de los padres de los padres.
Pregunta: Es decir, ¿si una hija tiene que hacer de madre para su
propia madre o para su padre?
Bert Hellinger: Lo dije de una manera más exacta: «Si adoptan
el papel». Esto es más complejo. Si una madre, por ejemplo,
rechaza a su propia madre, frecuentemente uno de los hijos se
verá metido en el papel de la madre de la madre. Eso es
parentificación. Los sentimientos que uno de los padres tuvo
hacia sus propios padres, posteriormente reaparecen con un hijo,
y éste no puede ser hijo, sino que se ve llevado a adoptar el papel
de uno de los padres. Por lo tanto, tienes que verlo en el contexto
más amplio del sistema familiar entero.
La cuestión es: ¿Se sienten responsables los hijos del estado
emocional de sus padres? ¿Intentan darles lo que unos padres o
una pareja pueden dar, pero no un hijo? ¿Sienten o piensan, por
ejemplo: «Si yo hago esto, mi madre se pondrá enferma», o, «Si
no hago esto, mi padre nos dejará»?
En las constelaciones, la parentificación se percibe
inmediatamente. Muchas veces hay un hijo que se pone inquieto
en la constelación; en un caso así, pregunto a los padres por sus
propios padres, para añadir luego al padre o a la madre que faltan
o son rechazados. Entonces el hijo se tranquiliza
inmediatamente. Es un indicio de que este hijo estaba
parentificado.
B. EL RECHAZO DE UNO DE LOS PADRES
En un seminario, un participante aporta un caso para la revisión.
Arndt: Tengo una pregunta respecto al reconocimiento del padre
por parte de los hijos. Desde hace años, por mi profesión me
ocupo intensamente de una familia. Los padres actualmente están
en vías de divorcio, y los hijos, con un odio increíble, rechazan
al padre, que acaba de marcharse de casa. La razón es que el
padre pegaba una y otra vez a la madre delante de los hijos y
aterrorizaba a la familia. Además, los hijos saben ahora que el
padre cometió pederastía con escolares. Ahora ya no quieren
saber nada de él, aunque se esfuerza mucho por estar por ellos,
les escribe y les manda regalos. Ellos, sin embargo, rompen los
álbumes de fotos y eliminan al padre.
Bert Hellinger: ¿Qué edad tienen los hijos?
Arndt: Tienen entre diez y dieciocho años, y aún viven con la
madre. Odian al padre y dicen abiertamente que no quieren
volver a verlo nunca más.
Bert Hellinger: Bueno, el primer punto es: los hijos expresan el
odio de la madre. Una intervención estratégica sería que dijeras
a los hijos que ellos comenten a la madre: «Aquello del odio
contra el padre ya lo arreglaremos nosotros por ti», sin dar más
explicaciones. Sería un primer paso para que todos empiecen a
pensar.
Te cuento una historia que podría servirles de aviso:
Junto con mi mujer, y por invitación del médico adjunto de un
departamento de psicosomática en Heidelberg, una vez ofrecí
unas sesiones de terapia primaria para pacientes psicosomáticos.
Durante quince días se realizaba una sesión primaria al día. Por
las mañanas, siempre tenían otro programa. El primer día, mi
mujer fue a una de esas pacientes, gravemente depresiva. Trabajó
con ella, y al final esa mujer le gritó a su padre con toda su fuerza:
—¡Ojalá hubieras reventado en la guerra!—, y todo eso con una
cólera absolutamente fría.
Al día siguiente trabajé yo con ella. Le pregunté qué había pasado
con su padre. Había recibido un tiro en la cabeza. Después de
volver a casa, a veces cogía un ataque, y la madre y las dos hijas
sufrían por esa situación.
Al día siguiente le pregunté si tenía hijos. Me dijo que tenía dos
hijos varones.
Le dije: —Uno de tus hijos imitará a tu padre.
Ella me miró, pero no dijo nada. Después le pregunté cómo iba
su matrimonio.
Me dijo que iba mal, pero que su marido la mantenía
económicamente, por lo que se quedaba con él. Sin embargo, no
quería a su marido.
Unos días más tarde se encontraba muy deprimida y agitada, y le
pregunté qué pasaba. Me dijo que había recibido una carta de una
residencia de menores con trastornos de comportamiento, en la
que se encontraba su hijo menor. Acababa de hacer una
gamberrada. Luego dijo: —¡Pero si lo quiero tanto!
Le dije: —De acuerdo. Ponte cara hacia la pared, mira a tu hijo
y dile: «¡Pero si te quiero tanto!».
Lo dijo, pero sonaba totalmente falso.
Le dije: — esto no es auténtico, no puedo ni oírlo.
Entonces se puso furiosa conmigo.
Al día siguiente fui otra vez a verla. Se extrañó de que fuera. Le
pedí que se pusiera de nuevo cara hacia la pared, se imaginara a
su hijo y le dijera: «Rechazo a tu padre, pero a ti te quiero.» Lo
dijo y le pregunté: — Cómo reaccionaría tu hijo si oyera esto?
Ella dijo que no lo sabía.
Entonces yo: —¿Tendría realmente el derecho de reaccionar?
¿Podría permitírselo?
Respondió: — No.
Yo: — Por eso se está volviendo loco.
En la misma habitación había un hombre al que su madre había
abandonado en el hospital y se había largado. El hijo había estado
en diferentes familias de acogida, y su dolor era auténtico.
Le dije a la mujer: —Mira, éste sí que las ha pasado mal, pero
nunca se volverá loco, porque sabe a qué atenerse.
Esta historia de aviso, Arndt, se la podrías contar a la familia,
para que se den cuenta de la dinámica. La cólera de los hijos tiene
consecuencias pésimas. ¿Cómo se trata un caso así?
En primer lugar hay que ver que el ser y el hacerse padres no
tienen nada que ver con moral. Él no es padre de los hijos por ser
bueno o malo, sino que el convertirse en padre o madre es un
proceso que está más allá de cualquier diferenciación moral. Este
proceso no obtiene su dignidad de una cualidad moral.
Un ejemplo:
Una vez vino un médico cuyo padre había sido médico de la SS
durante el Tercer Reich, participando en muchos experimentos
en los campos de concentración. Después de la guerra fue
condenado a muerte, pero de alguna manera quedó libre. La
pregunta del hijo fue la siguiente: ¿Qué debo hacer con mi padre?
Le dije: —Cuando tu padre te engendró, no actuó como hombre
de la SS. Eso no tiene nada que ver. Es posible separar las do s
cosas, y hay que separarlas.
Un hijo puede reconocer a su padre como tal sin hacerse
responsable de sus actos, y sin tener que llevar las consecuencias
o tener que rechazarlo como padre por lo que hizo. No tiene que
aprobarlo. Tiene la posibilidad de decir: «Es terrible, yo no tengo
nada que ver con esto, pero tu eres mi padre, y como tal te
respeto. Estoy contento de que me dieras la vida.» ¿Qué más
puede hacer un hijo?
Esta diferencia es importante: Lo ocurrido sí que hace necesaria
una separación del padre. Pero no es necesario que se realice con
odio, ya que el odio crea ataduras. Los hijos pueden decir: «Es
terrible, pero te respetamos como padre.»
Otra cosa más respecto a la familia que mencionaste, Arndt. El
odio que los hijos muestran hacia su padre es el odio de la madre.
Este hecho, sin embargo, no les ahorra las consecuencias. Es de
suma importancia. Todo lo que uno haga, independientemente de
encontrarse implicado o no, tiene las mismas consecuencias para
él y quizás también para sus hijos. Aquí no les valen las excusas,
y no pueden pensar que, por encontrarse implicados, las
consecuencias cambiarían. Este odio aún tiene otra consecuencia
más. Si bien los hijos ahora tienen los sentimientos de la madre,
más adelante imitarán el comportamiento del padre. Se harán
como él. La única solución sería que la madre dijera: «Me casé
con vuestro padre porque lo amaba, y si vosotros llegáis a ser
como vuestro padre, yo estaré de acuerdo.» Entonces los hijos
quedarían libres. (A Arndt) Pero a esto no te atreverás.
Arndt: Es cierto.
Bert Hellinger: Sería una intervención estratégica de gran
envergadura.
Pero para esto tendrías que estar convencido tú mismo.
Arndt: En este caso, lo trágico es además que serán los tribunales
quienes decidirán si entre hijos y padre podrá haber algún
contacto o no, ya que la madre intenta impugnar el derecho de
visita.
Bert Hellinger: Yo también sería de la opinión de que no debería
haber más contacto. Le diría al padre que ahora lo más propicio
sería renunciar. Así, él lleva las consecuencias de su
comportamiento, y eso les da a los hijos la posibilidad de
guardarle el respeto. Los tribunales no deciden por criterios
psicológicos, sino por los puramente jurídicos, y al final muchas
veces sale lo mismo. Yo no crearía ninguna contradicción aquí.
(a Arndt, en otra ronda posterior):
Aún quería decirte otra cosa más respecto a la familia que
presentaste. Tienes que partir del hecho de que en la mujer se
desarrolla la dinámica de la doble transferencia (v. p. 174), y que
el odio ha sido adoptado de su sistema. Si ella se encuentra en
este tipo de implicación, es difícil encontrar un contacto directo
con ella. En un caso así, tan sólo queda la posibilidad de mirar y
buscar, a ver qué pasó en su sistema de origen. Eso podría ser
una ayuda.
C. SI UN HIJO SE CONVIERTE EN CONFIDENTE
Cuando en un seminario se habló del tema de valorar a los padres,
lino de los participantes hizo la siguiente observación:
Ludwig: Una vez, mi madre me dijo que se quedó con mi padre
por mí, y creo que nunca lo valoré lo suficiente.
Bert Hellinger: Tampoco debes hacerlo, al menos no en este
sentido. Si tu madre dice que se quedó con tu padre por ti, es
falso. No es correcto. Ella se quedó con tu padre porque
reconoció las consecuencias de sus actos. Es algo totalmente
diferente. Tú no eres ninguna parte contratante; por lo tanto,
puedes valorar el hecho de que ella aceptara las consecuencias de
sus actos, pero no el que lo hiciera por ti. Si no, lo falsificas. Esta
distinción significa valorar a la madre. De la otra manera, te das
demasiada importancia a ti mismo. Porque en vez de crear una
íntima confianza entre ella y tu padre, la crea contigo.
En caso de un matrimonio «forzoso» (por un embarazo no
deseado) ocurre lo mismo. Los padres no se casan por el hijo,
sino porque reconocen las consecuencias de sus actos. El hijo no
tiene parte en el contrato entre los padres; sin embargo, suele
sentirse culpable con mucha facilidad, sobre todo si el
matrimonio no llega a ser feliz. Sin embargo, es absolutamente
inocente y no tiene que aceptar ninguna responsabilidad. A pesar
de todo, lo hace y, en consecuencia, se siente demasiado
importante.
(a Ludwig): ¿Cómo fue el matrimonio de tus padres?
Ludwig: En parte, muy entrañable, muchas veces vi a mi madre
sentada en el regazo de mi padre. A nivel sexual, sin embargo,
parece haber sido difícil entre ellos. En algún momento ella
empezó a rechazarlo, y más tarde se quejaba conmigo de que mi
padre ya no quería saber nada.
Bert Hellinger: Quisiera decirte algo sobre el ser utilizado como
confidente, y sobre los hijos como confidentes del padre o de la
madre. Aquello que pasó entre tus padres no te interesa para
nada. La medida terapéutica es que lo olvides por completo, de
modo que tu alma quede otra vez limpia.
Ludwig (asiente en seguida): Sí.
Bert Hellinger: Vas demasiado rápido; esto sustituye la
realización.
(Al grupo): ¿Más preguntas sobre este tema?
Alfred: ¿A todas las edades es así?
Bert Hellinger: Sí, a todas las edades es peligroso, por ejemplo
si una madre le cuenta a su hija adolescente lo que pasa en la
cama con el padre. Aún peor es que se lo cuente al hijo. Esto no
les interesa en absoluto a los hijos. Los hijos no deben ser
involucrados en los asuntos que únicamente atañen a los padres.
Ellos no saben defenderse, pero más adelante pueden olvidarlo.
Así no les hará daño. Si uno se alía con la buena instancia
interior, esta procura que se olvide realmente.
Albert: Tuve un caso en el que el padre traía su amiga a casa, y
la madre era demasiado débil para pararlo. En un caso así, ¿es
lícito que los hijos actúen y le digan al padre que deje a las
mujeres fuera?
Bert Hellinger: No. Tienen que partir de la idea de que la madre
está de acuerdo. Los hijos, sin embargo, pueden salir de casa
cuanto antes, eso sería conveniente.
Emst: Mi primera mujer una y otra vez me descalifica ante mis
hijas. Está claro que no puedo hacer nada respecto a mi primera
mujer, ¿pero puedo hacer algo con mis hijas?
Bert Hellinger: Nada, en absoluto. Pero quizás alguna vez
podrías contarles una historia sobre una persona que olvida algo.
Naturalmente, estas son heridas muy graves cuando uno de los
cónyuges habla sobre el otro, con los hijos o fuera. Éste es el
punto más vulnerable de cada persona, y si en una pareja no se
respeta, la relación se acaba.
Edda: Quería preguntar otra vez: ¿qué pasa, si mi madre me
cuenta detalles íntimos de su relación con su primer marido?
Bert Hellinger: Es exactamente lo mismo. Puedes decirle: «Para
mí, el único competente es Papá, y lo que hubo entre tú y tu
primer marido no lo quiero saber.»
Lars: ¿Qué pasa si en una nueva relación se cuentan cosas de la
anterior?
Bert Hellinger: No, eso no debe hacerse. Hay que guardarlas de
la misma manera, como un secreto, si no, se destruiría también
la con- fianza en la segunda relación.
(En una ronda posterior)
Brigitte: Si los padres, al lado de su matrimonio, mantienen otras
relaciones, ¿tampoco les interesa a los hijos?
Bert Hellinger: No, tampoco les interesa a los hijos.
Brigitte: ¿Y si de ahí nacen hermanastros?
Bert Hellinger: Entonces sí les interesa.
Albert: A veces hay padres que enseñan a sus hijos las cartas de
amor de la madre o del padre.
Bert Hellinger: Yo no las leería. Es parte del respeto. Los
secretos están para guardarlos, y no para descubrirlos.
5. TOMAR AL PADRE Y A LA MADRE
Frecuentemente se encuentra la actitud de que los padres primero
tienen que merecerse el ser tomados y reconocidos por los hijos.
Son citados como ante un tribunal, donde el hijo mira a los padres
y les dice: «Esto no me gusta en ti; por lo tanto, tampoco eres mi
padre.» O también: «No te mereces ser mi madre.»
Fundamentan, por lo tanto, este negarse a aceptarlos
reprochándoles que aquello que recibieron no fue lo adecuado o
demasiado poco.
Justifican el no tomar con defectos del dador, y hacen depender
el derecho de ser padres de determinadas cualidades de los
mismos, es decir, sustituyen el tomar por el exigir y el respeto
por el reproche.
Esto mismo aún se fomenta por psicoterapias, como por ejemplo
la de Alice Miller. Es absurdo y un trastorno total de la realidad.
El resultado siempre es el mismo: los hijos permanecen inactivos
y se sienten vacíos.
De Aristóteles se relata que, al cabo de pocos días, envió a casa
a un alumno nuevo, diciendo: — No puedo transmitirle nada, no
me quiere.
Cuando alguien tiene un padre, lo tiene tal como es, y tal como
es también es el único verdadero. Y cuando tiene una madre, ésta
es como es, y de esta manera es la única verdadera. No tiene por
qué ser distinta. Porque, como ya dijimos, uno se hace padre o
madre no por cualidades morales, sino realizando un acto, y éste
está determinado de antemano. El que se expone a esta
realización, se ve integrado en un orden superior, al que sirve
independientemente de sus cualidades morales. Los padres se
merecen el reconocimiento como tales por la realización de este
acto, y sólo por esta realización. Aquello que los padres hacen en
un principio cuenta más que lo que hacen más tarde. Lo esencial
que viene de los padres, viene a través del engendramiento y del
parto. Todo lo que sigue después es añadido y puede ser asumido
por otra persona.
Un hijo sólo puede estar en paz consigo mismo y encontrar su
identidad, si está en paz con sus padres. Significa que los toma
tal como son, y los reconoce tal como son. Si uno de los padres
queda excluido, el hijo sólo está a medias y se encuentra vacío.
Nota la falta, lo cual es la base de la depresión. La curación de la
depresión consiste en integrar al padre o a la madre excluidos, y
concederles su lugar y su dignidad. Muchas veces, cuando se
lleva a una persona a tomar a uno de los padres, siente el miedo
de llegar a ser como este padre o esta madre, de que pueda
adoptar ciertas características que les atribuye. Este miedo es una
deshonra que carga sobre sus padres. Los hijos, aunque hayan
sido heridos por sus padres, siempre tienen la posibilidad de
decir: «Sí, vosotros sois mis padres, y yo soy como vosotros.
Todo lo que estaba en vosotros también está en mí. Estoy de
acuerdo con que seáis mis padres, con todas las consecuencias
que esto tenga para mí. Tomo lo bueno de lo que me disteis y
confío en que vosotros llevaréis vuestra suerte de la mejor
manera.»
El tomar al padre y a la madre es un proceso independiente de las
cualidades que puedan tener, y es un proceso curativo. No puede
ser que se distinga: esto sí quiero tomarlo y esto no lo tomo. A
los padres se les toma tal como son. Muchas veces llamamos
bueno aquello que nos es cómodo, y malo aquello que nos resulta
incómodo. Ésta, sin embargo, es una distinción barata.
A veces, Bert Hellinger hace un ejercicio en el que una persona
revive su nacimiento. Recibe a esta persona abrazándola, y
cuando el otro se siente aceptado del todo, le recita la Oración de
la Mañana para que la repita. Esto es el asentimiento a sus padres
y a su vida. Es entonces cuando desarrolla toda su profunda
fuerza.
ORACIÓN AL AMANECER DE LA VIDA
Querida Mamá / querida Mami
La tomo de ti, toda, entera, con lo bueno y lo malo,
y la tomo al precio entero que a ti te costó y que a mí me cuesta.
La aprovecharé, para alegría tuya
(y en tu memoria).
No habrá sido en vano.
La sujeto firmemente y le doy la honra, y si puedo, la pasaré,
como tú lo hiciste. Te tomo como mi madre, y tú puedes tenerme
como tu hijo / tu hija.
Tú eres la Verdadera para mí, y yo soy tu verdadero hijo /
verdadera hija.
Tú eres la grande, yo el pequeño / la pequeña.
Tú das, yo tomo.
Querida Mamá:
Me alegro de que hayas elegido a Papá.
Vosotros dos sois los únicos para mí. — ¡Sólo vosotros!
Querido Papá / querido Papi
La tomo de ti, toda, entera, con lo bueno y lo malo,
y la tomo al precio entero que a ti te costó y que a mí me cuesta.
La aprovecharé, para alegría tuya (y en tu memoria).
No habrá sido en vano.
La sujeto firmemente y le doy la honra, y si puedo, la pasaré,
como lo hiciste tú. Te tomo como mi padre, y tú puedes tenerme
como tu hijo / tu hija.
Tú eres el Verdadero para mí, y yo soy tu verdadero hijo /
verdadera hija.
Tu eres el grande, yo el pequeño / la pequeña.
Tú das, yo tomo.
Querido Papá:
Me alegro de que hayas elegido a Mamá.
Vosotros dos sois los únicos para mí. — ¡Sólo vosotros!
Inclinarse y volver a enderezarse
El ritual de inclinarse ante una persona determinada, rindiéndole
homenaje o reverencia, restablece el equilibrio y el orden. En
nuestra cultura, este movimiento resulta difícil para muchas
personas; el inclinarse, como un acto de respeto, fácilmente se
confunde con el inclinarse como expresión de una sumisión poco
sana. Al inclinarnos y rendir homenaje a alguien que merece
nuestro gesto de reverencia, el alma y el cuerpo responden con
una sensación de alivio y de levedad.
Si nos negamos a rendir homenaje a alguien que tiene un derecho
legítimo a recibirlo, el cuerpo y el alma responden crispados, con
una sensación de esfuerzo y de pesadumbre. Las razones para
este rechazo no tienen ninguna importancia.
Cuando las familias no siguen a los órdenes del amor, los hijos
tienen que aprender a ignorar su propia alma y ya no pueden
distinguir lo que es verdadero y apropiado para ellos. En tales
casos, posiblemente se nieguen a inclinarse ante las personas con
las que correspondería, y frecuentemente se obstinan en honrar a
otras personas, impropias.
Al igual que el movimiento hacia la madre o el padre, el
inclinarse es un movimiento tanto del cuerpo como del alma.
Donde más fácilmente puede llevarse a cabo es en una
constelación en la que el sistema familiar entero está
representado. La integridad del sistema familiar justifica este
acto. El movimiento de inclinarse no se completa hasta que la
persona no se enderece nuevamente y siga su camino. La
inclinación auténtica permite que el amor fluya libremente.
Un ejemplo:
En un curso, una mujer refirió su relación difícil con su padre.
Contó muchas cosas horribles que éste les había hecho a ella y a
su madre. Cuando la cliente iba a configurar la constelación de
su familia, el terapeuta la preguntó si alguien en la familia del
padre había muerto tempranamente.
Ella respondió: — Sí. Tuvo siete hermanos y una hermana, que
murieron en la guerra. Sus padres también fueron asesinados. Él
fue el único miembro de la familia que sobrevivió.
Al introducir en la constelación los representantes de los
fallecidos, colocándolos en un semicírculo detrás del
representante de su padre, el peso de su suerte se hizo visible para
todos. La mujer espontáneamente rompió a llorar llena de
aflicción. Cubrió su cara con sus manos y bajó la cabeza hasta el
pecho. Cuando su profundo sollozo empezó a calmarse, el
terapeuta dirigió la atención de la cliente al movimiento
espontáneo de su cabeza y le sugirió que lo llevara a término.
Ella dirigió su atención a su interior, intentando percibir el rumbo
que el movimiento quería tomar. Se hincó de rodillas, bajando la
cabeza hasta que su frente tocaba el suelo entre las palmas de sus
manos, que miraban hacia arriba. Llorando permaneció en esta
posición durante mucho tiempo. Después se levantó y
sencillamente saludó a su familia, en silencio y con dignidad.
En el grupo siguiente, cuatro meses más tarde, contó que, aunque
ya había pasado los cuarenta, había quedado embarazada
inesperadamente.
De los seminarios:
Albert: Me va bien, el reconocimiento de los padres de mi madre
me lleva al reconocimiento de mi madre, y me parece como si
hasta ahora hubiera ido con tres cilindros, y ahora me diera
cuenta de que aún hay otros tres más.
Bert Hellinger: ¡Muy bien, una bella imagen! Así, el motor
también va mucho más suave.
Rüdiger: Cada vez estoy más de acuerdo con que mis padres me
hayan tenido a mí.
Bert Hellinger: Sí, mirándote así, tampoco lo hicieron tan mal.
También encuentro muy importante la tercera parte: hay la parte
de la madre, hay la parte del padre, y hay algo nuevo, propio.
Stephen Lankton, un hipnoterapeuta americano, una vez hizo un
buen ejercicio con un grupo. Cada uno tenía que imaginarse que
tuviera los peores padres que había, y pensar cómo actuaría.
Después tenía que imaginarse que tuviera los mejores padres que
había, y cómo actuaría entonces.
Finalmente tenía que representarse a los padres tal como eran y
como actuaban: ¡no había ninguna diferencia!
Hay dos imágenes fundamentales, de los padres hacia los hijos,
y de los hijos hacia los padres. Si uno se imagina a sus pad res y
los ve delante de sí, aún queda algún asunto pendiente con los
padres. Quien, por lo contrario, ha tomado a sus padres y tiene
todos los asuntos aclarados con ellos, puede verlos detrás de sí.
Si alguien aún tiene a los padres delante de sí, el efect o es que
no puede avanzar. Topa con los padres. Si los tiene detrás de sí,
puede emprender el camino, todo está libre. Entonces, si avanza,
los padres permanecen allí, mirándolo con benevolencia.
6. MANEJAR LOS MÉRITOS Y LAS PÉRDIDAS DE LOS
PADRES
Además de aquello que son, los padres también tienen algo que
han ganado como mérito, o que han sufrido como pérdida. Es
algo que les pertenece a ellos personalmente y no se refiere a los
hijos, por ejemplo una culpa personal o una implicación. En todo
esto los hijos no tienen parte, los padres no pueden ni deben
dárselo a sus hijos, ni los hijos deben tomarlo de los padres,
porque no les corresponde.
No deben tomar ni la culpa, ni sus consecuencias, ni una
enfermedad, ni un destino, ni una obligación o una injusticia
sufrida, ni tampoco los méritos de los padres. Porque el anterior
no lo tomó de otro anterior como don bueno, para pasarlo a otros,
posteriores, sino que forma parte de su destino personal y sigue
bajo su responsabilidad. También forma parte de su dignidad, y
si él lo toma y otros se lo dejan, posee una fuerza y un bien
especiales. Este bien sí que puede pasarlo a otro, posterior, sin el
precio que pagó por ello. Ahora bien, si un posterior -aunque sea
por amor- en lugar de un anterior toma sobre sí un mal, entonces
un pospuesto se inmiscuye en lo más personal de un antepuesto,
quitándoles la dignidad y la fuerza tanto a éste como al mal, y
del bien queda, sin el beneficio, para ambos tan sólo el precio. Si
un posterior, sin realizar el esfuerzo ni sufrir la suerte
correspondiente, toma los méritos y el derecho personal de un
anterior, también tiene consecuencias nefastas, ya que toma el
derecho sin el precio.
Aquí pues, los hijos tienen que poner sus límites, lo cual también
es una especie de respeto ante los padres.
Naturalmente, el hijo puede tener ciertas ventajas por los méritos
de los padres; éstas, sin embargo, pertenecen al ámbito de aquello
que los padres dan a los hijos. Con aquello que reciben de los
padres pueden hacer algo nuevo, ganando así sus propios méritos.
Tampoco nadie tiene un derecho sobre una herencia. La herencia
es un regalo a disposición de los padres. Se toma como un regalo
inmerecido, tal como los padres lo quieran. Incluso si un hijo lo
recibe todo y sus hermanos no reciben nada, nadie debe criticar
a los padres. Como la herencia siempre es inmerecida, tampoco
debe haber quejas si se recibe menos. Los obsequiados, sin
embargo, por propia iniciativa tienen que darles a sus hermanos
la parte que les corresponde. De esta manera hay paz en el
sistema.
7. ACERCA DE ALGUNAS ETAPAS DEL CAMINO COMÚN
A. (NO) HACERSE COMO LOS PADRES
Las vidas de los padres actúan muy intensamente como modelos
para los hijos.
Presentaré un ejemplo:
En Chicago una mujer vino a un grupo y nos comunicó que estaba
tramitando el divorcio. Hasta entonces había estado felizmente
casada y tenía tres hijos. No se le podía hablar, estaba inaccesible
y firmemente decidida a divorciarse. En la siguiente sesión de
grupo tuve la ocurrencia de preguntarle por su edad. Tenía treinta
y cinco años, y le pregunté: —¿Qué pasó con tu madre cuando
tenía treinta y cinco años?
Respondió: —Entonces mi madre perdió a mi padre.
El padre murió cuando intentó salvar a otros en un portaaviones.
Le dije: —Exacto, una chica respetable en vuestra familia pierde
al marido a los treinta y cinco.
Aquí encontramos de nuevo el pensamiento mágico del hijo, que
entiende el amor como un «hacerse como ...» o un «vivir como
...». Más adelante, esto se encubre, pero sigue actuando en el
alma. Los padres, por su parte, esperan y desean que a sus hijos
les vaya mejor. Por lo tanto, aquello que los padres desean está
en contradicción con aquello que los hijos se imaginan bajo el
concepto de amor. Los niños no conocen límites en su amor, su
experiencia de la vida, sin embargo, sí que es limitada, por lo que
la tentación de unirse a sus padres en el sufrimiento es
sumamente poderosa. Si el sufrimiento de los padres es
compensado ciegamente por el sufrimiento de los hijos, éste pasa
de persona en persona, de generación en generación, sin llegar a
ningún fin. Al trabajar con constelaciones familiares,
frecuentemente se revelan patrones repetidos de daño y de
sufrimiento, atravesando generaciones en una misma familia.
Incluso si se les rechaza a los padres, existe una unión secreta.
Secretamente se les imita, y uno mismo busca pasar lo que
pasaron ellos. Si un hijo dice: «De ninguna de las maneras quiero
hacerme como vosotros», secretamente les sigue, y justamente
por el rechazo se hace como los padres. Del miedo de hacerse
como los padres resulta que el hijo continuamente esté mirando
a los padres. Aquello que no quiero tiene que estar continuamente
a la vista. Por lo tanto, no es de extrañar que gane i nfluencia.
Es posible redimir al hijo de esta actitud mágica, acercándolo a
aquello que los padres desean para el hijo — que sea feliz y pueda
llevar una vida plena. Supone una prueba de valor para un hijo
ver que sus padres sufren y, no obstante, obedecer a un amor más
grande, intentando sacar partido de su vida y cumpliendo los
íntimos deseos de sus padres. Es importante hacerle ver que,
actuando así, su amor no pierde nada, sino que posiblemente sea
ésta la manera de mostrarlo aún más.
B. PUEDES HACERTE COMO TU PADRE / TU MADRE
En una familia, el hombre aporta conceptos de valor de su familia
de origen, y la mujer, otros tantos de la suya, siempre distintos.
Ahora bien, si el padre se impone con su concepto de valores
frente a los hijos esto más bien se da pocas veces; según mi
experiencia, en la mayoría de los casos se impone la madre con
su concepto de valores—, entonces ' I hijo aparentemente sigue
al padre, y secretamente, a la madre, o viceversa. El hijo
aparentemente obedece a aquél que gana, y secretamente a aquél
que pierde. Esta es su compensación. Por lo tanto, no hay triunfo,
y no tiene ningún sentido perseguir la victoria. El hijo siempre
sale a aquél de los padres que en su suerte fue el perdedor, por
ejemplo en caso de una separación.
Si un hijo no obedece, frecuentemente sigue a los conceptos de
valí ni del otro cónyuge. Este desobedecer tan sólo es otro tipo
de obediencia y de lealtad. Si uno de los padres, de manera
directa o indirecta, le comunica a un hijo: «No te hagas como tu
madre / tu padre», el hijo seguirá precisamente a esta madre o a
este padre.
Un ejemplo a este respecto:
Una mujer había estado casada con un hombre considerado
alcohólico, y se había divorciado de él. Tenían un hijo que vivía
con la madre, y ella tenía miedo de que el hijo se hiciera como el
padre.
Yo le dije: —El hijo tiene el derecho de seguir a su padre, y tú
tienes que decirle a tu hijo: «Puedes tomar todo lo que yo te dé,
y puedes tomar todo lo que tu padre te dé. Puedes hacerte como
yo, y puedes hacerte como tu padre.»
La mujer preguntó: —¿Y si se convierte en alcohólico?
Le respondí: —Exacto, incluso entonces. Tú le dices: «Estoy de
acuerdo si te haces como tu padre.» Esta es la prueba.
El efecto de un permiso así y del respeto ante el marido es que el
chico puede tomar a su padre, sin tener que tomar también
aquello que hace difícil la vida de éste. Si la madre dice: «¡Sobre
todo, no te hagas como tu padre!», el hijo se hará como él. No
puede evitarlo.
C. REGLAS PARA UNA EDUCACIÓN LOGRADA
En el caso de problemas educacionales, la solución está en que
los padres se pongan de acuerdo sobre un sistema de valores en
el que también se guarden los distintos valores de ambas familias
de origen. Así, se llega a un sistema superior y, de alguna manera,
cada uno tiene que abandonar el suyo. Cada uno se hace culpable
frente a su familia de origen, lo cual es lo difícil. La idea que lo
de uno mismo sea correcto y lo otro equivocado, más bien es un
estorbo. Si los padres se ponen de acuerdo, aparecen unidos ante
los hijos. En un caso así, los hijos se sienten más seguros, y de
buena gana siguen al sistema de valores encontrado
conjuntamente.
Un ejemplo:
Un hombre y una mujer preguntaron a un profesor qué debían
hacer con su hija, ya que últimamente la mujer se veía cada vez
más obligada a ponerle límites, y no se sentía lo suficientemente
apoyada por su marido.
En primer lugar, el profesor les explicó en tres frases las reglas
para una educación lograda:
1. En la educación de sus hijos, el padre y la madre, de
maneras distintas, consideran correcto aquello que en sus propias
familias era importante o faltaba.
2. El hijo sigue y reconoce aquello que a ambos padres les
es importante o les falta.
3. Si uno de los padres se impone frente al otro en la
educación, el hijo se alía con aquél que pierde.
Como siguiente paso, el profesor les propuso que se permitieran
percibir dónde y cómo los amaba su hija. Se miraron a los ojos,
y sus caras se iluminaron.
Por último, el profesor aún le recomendó al padre que, de vez en
cuando, hiciera sentir a su hija cuánto se alegraba si ella era
buena con su madre.
D. DESPRENDERSE DE LOS PADRES Y REALIZAR LO
PROPIO
Si un hijo reclama ante los padres: «Lo que me disteis,
primeramente fue demasiado poco; segundo, fue lo equivocado;
y aún me debéis un montón», entonces el hijo no puede tomar de
sus padres, ni tampoco separarse de ellos. De lo contrario, su
reclamación ya no sería válida, y el tomar la haría desmerecer.
Esta reivindicación le ata a los padres, pero no recibe nada. De
esta manera está íntimamente unido con los padres, pero de modo
que ni él tiene a los padres, ni ellos tampoco tienen al hijo.
El tomar, por lo tanto, tiene el efecto curioso de separar. Tomar
significa: «Tomo lo que me diste; es un montón y basta; el resto
lo hago yo mismo, y ahora os dejo en paz.» Es decir, tomo lo que
recibí, y aunque después deje a los padres, yo tengo a mis padres
y mis padres me tienen a mí.
Cada uno tiene también algo propio que le es asignado
exclusivamente a él, algo que tiene que tomar y desarrollar
independientemente de los padres. No es nada contra los padres,
sino algo que aún se añade a lo recibido.
Una vez vino aquí un médico de unos cuarenta años, casado desde
hacía mucho tiempo, y preguntó: —¿Qué debo hacer?, mis padres
se meten en todo—.
Yo le dije: —Sí, tus padres tienen el derecho de meterse en todo,
y tú tienes el derecho de hacer lo que a ti te parezca.
E. LA BÚSQUEDA DE AUTORREALIZACIÓN Y DE
ILUMINACIÓN
Un hijo que se niega a tomar a sus padres se siente incompleto y
no está en paz consigo mismo. Busca compensar esta falta, y
muchas veces la búsqueda de autorrealización y de iluminación
no es más que la búsqueda del padre o de la madre aún no
tomados. También una llamada crisis de los cuarenta muchas
veces se acaba si se logra tomar aquello que viene del padre o de
la madre, rechazados hasta entonces.
F. CUIDAR A LOS PADRES MAYORES
Los hijos se sienten muy aliviados si los padres les demuestran
que también toman algo de ellos. Eso no suprime la importancia
fundamental de tomar a los padres. Tampoco el tomar que hace
posible la despedida no dispensa al hijo de la obligación de dar,
por ejemplo de pasar lo recibido a otros.
Sobre todo no dispensa al hijo de cuidar a sus padres cuando éstos
estén necesitados o sean mayores. Esto último es algo muy
importante para la despedida: los padres pueden dejar que el hijo
se vaya, si están seguros que éste se ocupará de ellos cuando lo
necesiten.
Muchos temen que les aguarde eso cuando los padres sean
mayores. El motivo es que los hijos se imaginan que tendrán que
cuidar a sus padres tal como éstos lo exijan. En un caso así, con
razón se preocupan. Tienen que decirles a los padres: «Os
cuidaremos de la manera más conveniente.» Es algo totalmente
diferente, pero lo que realmente conviene puede ser diferente de
lo que tanto los padres como los hijos se imaginan en un
principio. Una vez tomada la decisión de hacerlo así, los hijos se
sienten bien y libres.
La dinámica que se halla detrás es la siguiente: el hijo no puede
percibir a sus padres tal como son. En cuanto un hijo ve a sus
padres, con determinadas excepciones se siente como un niño de
cinco a siete años, independientemente de la edad que tenga. Los
padres, por otra parte, siempre ven a sus hijos como niños de
cinco a siete años, y sienten de manera correspondiente. La única
excepción que conocí fue una psiquiatra de Hamburgo, una mujer
simpática, que decía:
—Yo y mi hija nos encontramos a un mismo nivel.
Mientras tomábamos café, siempre hablaba de «mi mosquito»,
hasta que uno le preguntó a quién se refería. Y ella dijo: —A mi
hija.
Es la única excepción que he encontrado.
Es decir, el hijo que se ve confrontado con la madre o el padre
mayores, necesita realizar un gran esfuerzo para hacerse valer y
para no reaccionar como un niño, sino como persona adulta que
hace lo que sea lo más conveniente. Para eso hace falta un cambio
de conciencia. Lo propicio en la mayoría de los casos también es
factible.
Un ejemplo:
Hace poco, estuvo aquí una mujer que era asesora fiscal y tenía
dos oficinas grandes, una en Hamburgo y otra en Frankfurt. Al
estar aquí, dijo que tenía que llamar a su madre. Su madre, que
estaba en un hospital de Frankfurt, quería a toda costa que se
ocupara de ella. La mujer, sin embargo, decía que no podía, ya
que estaba tan atareada con sus negocios.
Yo le dije: - Esto tiene prioridad, primero viene la madre, y tú te
ocupas de ella, y después te dedicas a tus negocios.
Ella se resistía, y le dije: — Deja primero que esto llegue a tu
interior. Tiene prioridad. Y tú sabes muy bien que es importante.
Ella dejó que las palabras actuaran en su interior y, como pasa
tantas veces cuando una persona está dispuesta a hacer lo que
realmente conviene, la solución fue inesperada. Al día siguiente,
alguien llamó desde Frankfurt diciendo que una enfermera
geriátrica muy competente estaba buscando trabajo; era algo
cara, pero muy competente. Dinero no le faltaba a la mujer. Ésta
fue la solución.
8. TEMAS Y ÁMBITOS ESPECIALES EN LA RELACIÓN
ENTRE PADRE E HIJOS
A. SILENCIAR EL ORIGEN DE LOS HIJOS
Josef: Me da mucho que pensar que algunos padres silencien el
hecho de que un hijo sea ilegítimo o sustituido. No entiendo el
motivo.
Bert Hellinger: Existe una tendencia social a desprestigiar estos
hechos, y una reserva para hablar de ellos. Si simplemente
miramos estos asuntos, como lo hacemos aquí, nos damos cuenta
de que para todos los implicados las cosas están bien tal como
están. Muchas veces, de los pecados resulta algo bueno, y eso,
para los moralistas, es fatal. Tales cosas no pueden decirse ante
una persona que desprecia y mira si algo está mal. Así, también
es bueno y conveniente tener un poco de compasión con esos
padres.
B. EL ILEGÍTIMO QUE NO CONOCÍA A SUS HERMANOS
Thomas: Soy hijo ilegítimo, y me crié con mi madre. Hace cinco
años, fui a ver a mi padre. Esta parte la conozco ahora. Sin
embargo, no conozco a los hijos de mi padre, y él no se atreve a
decirles que yo existo.
Bert Hellinger: Hace un mes, tuve un curso. En ese curso había
una mujer que vivía en la misma situación. Es ilegítima. El padre
está casado y tiene, además, dos hijos varones. Ese padre
tampoco se atrevía a presentar esa hija a sus hijos.
Yo le dije que fuera a ver a los hijos y que se presentara como
hermana, tal cual. Más adelante me llamó y me contó lo
siguiente: fue a una fiesta, y cerca de ella se encontraba el padre
y también estaban los hermanastros. De repente, al final de la
fiesta, no quedaba nadie más que su padre, los hermanos y ella,
y de pronto pudieron hablar. (A Thomas) Yo los iría a ver.
El peligro, sin embargo, está en que entonces pierdas tu profesión
de pastor. Thomas: ¿Por qué?
Bert Hellinger: Una motivación frecuente para la búsqueda de
Dios es que uno no tenga padre y lo busque y, al encontrarlo, su
búsqueda de Dios se acaba. Ya empieza con Jesús, que tampoco
tuvo padre, al menos ninguno del que sepamos nada.
EL CAMINO
Al padre anciano llegó el hijo, pidiendo:
«Padre, ¡bendíceme antes de que te vayas!» El padre dijo: «Sea
mi bendición que te acompañe un primer trecho en el camino del
saber.»
La mañana siguiente, salieron al aire libre, y de la estrechez de
su valle subieron a una montaña.
El día ya se iba encogiendo cuando llegaron a la cima, pero
ahora hacia todas partes se extendía la tierra, hasta el horizonte
a la luz.
El sol se puso, y con él se desvaneció la deslumbrante
suntuosidad; se hizo de noche.
En la oscuridad, empero, destellaban las estrellas.
Una vez participó aquí un hombre que dijo: — Nuestro primer
hijo nació de nuestras relaciones prematrimoniales, y ahora
comienza a hacer cálculos ... —, y preguntó qué debía decirle, si
el hijo empezaba a hacer preguntas. Le dije que respondiera: «No
aguantamos más.» Entonces se rió. Sí, eso es honrado.
C. ¿CON QUIÉN VAN LOS HIJOS DESPUÉS DEL
DIVORCIO?
La pregunta de dónde deben ir los hijos después del divorcio es
muy fácil de solucionar: los hijos tienen que ir con aquél de los
padres que en los hijos respete más a la otra parte (al padre o a la
madre). En la mayoría de los casos es más el padre quien respeta
a la madre en los hijos, que no la mujer al hombre. Es una
experiencia mía (H. sonríe), pero la mujer puede merecerse el
tener a los hijos ... aprendiendo a valorar las cualidades de su
exmarido en ellos. De lo contrario, los daña, queriendo y
valorando tan sólo una mitad de ellos.
Klaus: ¿En qué se nota cuál de los padres respeta más al otro en
los hijos?
Bert Hellinger: Lo ves en seguida, y también ellos mismos lo
saben en seguida. Si haces la pregunta, sólo tienes que mirar a
los padres, y en seguida sabes quién es.
Klaus: ¿Pero podría ser igual alguna vez?
Bert Hellinger: ¡Con esta pregunta te opones! Si es igual, no hay
divorcio.
Ludwig: ¿Son equivalentes las dos frases: «Debe tener los hijos
aquél que más respete al otro cónyuge en los hijos» y «El que
abandona la relación no debería recibir a los hijos de premio»?
Bert Hellinger: De esta forma tan extrema no quisiera firmarlo.
Pero muchas veces se pasan los límites, cuando uno engaña al
otro y después encima le quita los hijos. Por regla general, es
también aquél que no respeta al otro. Sin embargo, son diferentes
puntos de vista, y hay un montón de excepciones. Por lo tanto, es
importante fijarse detenidamente; esa gran diversidad no puede
resumirse en dos frases.
Los padres también deciden con quién van los hijos, y si ellos se
vuelven a casar. Si por ejemplo un hombre, que está divorciado
y tiene los hijos consigo, quiere volver a casarse y pregunta a los
hijos si debe hacerlo, el caso es grave. No es, en absoluto, asunto
de los hijos. Él lo hace, y los hijos tienen que aceptarlo. En un
asunto así, no se les debe preguntar a los hijos. Pero tampoco
tienen la obligación de querer a las posteriores parejas de los
padres.
Petra: Pero los tribunales sí que lo preguntan.
Bert Hellinger: Lo sé, pero no importa. Yo aquí hablo de
psicología. Si los padres arreglan el asunto entre ellos, a los hijos
se les ahorra el tener que decidirse entre los padres.
Muchas veces existe también la idea de que si la custodia de los
hijos se adjudica a uno, éste los tiene y, al mismo tiempo, se los
quita al otro. No puede hacerlo. Esa madre o ese padre sólo tiene
a los hijos viviendo en su casa. Pero no puede quitárselos al otro.
Los hijos siempre son de ambos padres, y hay que negociar de
manera que los hijos sepan que ambos padres seguirán siendo
padres para ellos, aunque ya no sean pareja.
D. LA ADOPCIÓN HONROSA Y LA PELIGROSA
Si un niño no puede ser criado por sus padres y necesita de otros
padres, la primera búsqueda debe dirigirse hacia los abuelos. E s
lo más inmediato. Si éstos acogen al niño, está en buenas manos.
En un caso así, también es más sencilla la vuelta a los padres si
la situación cambia. Si los abuelos no pueden, o ya no están, se
busca entre los tíos. Éstos son los siguientes. Sólo si no se
encuentra a nadie de la familia, pueden buscarse unos padres
adoptivos o de acogida. Entonces realmente se convierte en una
tarea que vale la pena. En un caso así, los padres que acogen al
niño pueden estar seguros de ocupar el lugar correcto: suplen a
los padres para el niño, ayudando a llevar a cabo lo que aquéllos
no pudieron realizar. Cumplen una función importante, pero
como representantes ocupan el segundo lugar. Primero vienen los
padres verdaderos, como quiera que sean e independientemente
de lo que hayan hecho. Si se guarda este orden, el hijo adoptivo
puede respetar a los padres adoptivos y tomar lo que de ellos
recibe.
De mi trabajo con familias sé que el factor decisivo es la actitud
de los padres adoptivos. Si realmente actúan con las mejor es
intenciones para el niño, la adopción tiene buenas posibilidades
de salir bien. Muchas veces, sin embargo, los padres adoptivos
primeramente no tienen en cuenta los intereses del niño, sino más
bien los suyos propios. En la mayoría de los casos se trata de
parejas que no pueden tener hijos y se rebelan contra las
limitaciones que la naturaleza misma les impone. Implícitamente
le piden al niño que les proteja de su desilusión. En un caso así,
quedan trastornados tanto la orientación fundamental del dar y
del tomar como el orden de sus relaciones, aún antes de iniciarse
estas.
Si una pareja adopta a un niño por ellos mismos y no por el
bienes- lar del niño, de hecho quitan un hijo a sus padres
naturales para satisfacer sus propias necesidades. Es el
equivalente sistémico del rapto de un niño, por lo que tiene
consecuencias serias en un sistema familiar, frecuentemente se
sacrifica algo equivalente en expiación: o un hijo propio, o la
relación con la pareja. En familias con las que pude trabajar, las
consecuencias de adopciones por razones impropias abarcaban
desde el divorcio y la enfermedad hasta el aborto voluntario e
incluso la muerte. En su forma más destructiva, la dinámica se
expresaba en la enfermedad o el suicidio de uno de los hijos
carnales de la pareja.
En cuanto los padres adoptivos pretenden ocupar el lugar de los
padres carnales, considerándose los padres mejores, el hijo
muchas veces se muestra solidario con los padres
menospreciados, enfadándose con los padres adoptivos. Si unos
padres, sin necesidad, dan a un hijo para la adopción, el hijo se
enfada con sus padres, y con razón. Estos sentimientos negativos
los reciben los padres adoptivos si se ponen en el lugar de los
padres verdaderos. Si, en cambio, no se consideran más que
representantes, esos sentimientos se dirigen hacia los padres, y
el sentimiento bueno va a los padres adoptivos. Es decir, también
para los padres adoptivos es un gran alivio.
Un ejemplo:
En el caso de un participante de un grupo, que vivía separado de
su mujer, se trataba del lugar de un hijo acogido. En la
configuración, el hijo se encontraba entre los padres de acogida.
Entonces pregunté: — ¿Quién quiso la adopción?
Él dijo: —En el fondo, mi mujer.
Yo: —Sí, por eso sacrificó al marido.
Al chico, que se encontraba en medio, empezaban a flaquearle
las piernas. Dijo que quería arrodillarse, y le dije: —Hazlo.
Así, se arrodilló, y detrás de él se encontraba su madre carnal.
Le dije: —Ahora vuélvete hacia tu madre.
Ésta se acercó a él, y ésta ya fue la solución. Después junté a los
padres acogedores de manera que, desde atrás, miraban cómo el
hijo estaba arrodillado ante su madre, y nuevamente formaban
una pareja.
Siempre que se adopta un niño, son importantes las distinciones
claras al momento de elegir palabras, es decir, que un hijo
adoptado llame a sus padres carnales de otra manera que a sus
padres adoptivos; por ejemplo, «padre y madre» y «papá y
mamá». Tampoco los padres adoptivos deben decir «mi hijo» o
«mi hija», sino más bien: «Éste es el niño del que nos ocupamos
y para el que representamos a los padres». También es mejor que
el hijo conserve sus apellidos originales. De esta manera queda
claro desde un principio que es adoptado. Aquí, sin embargo, no
hay solución terminante y general. La clave está en que los padres
adoptivos guarden un profundo respeto ante los padres carnales
y que muestren claramente este respeto ante los hijos.
Birgit: ¿Y qué pasa si los hijos quieren llamarse como los padres
adoptivos o como el padrastro?
Bert Hellinger: Yo no dejaría que tales deseos me
desconcertaran. Los hijos notan lo que los padres adoptivos
desean. Los padres adoptivos tienen que mirar muy atentamente
y ver lo que es bueno para el hijo; así, también éste lo deseará.
En el caso de un padrastro ocurre lo siguiente: si la madre valora
al primer marido, no hay ningún problema, y de la misma manera
ocurre con una madrastra.
Inge: Si uno de los cónyuges aporta un hijo a la familia, ¿es
bueno para el nuevo padre o la nueva madre que lo adopte, o no?
Bert Hellinger: No, es fatal, porque en un caso así tiene que
renegar de su padre o de su madre. Yo, por principio, lo
desaconsejo.
Un ejemplo:
Hace un tiempo, desde Basilea me llamó una mujer, toda
desesperada. Su padre adoptivo se estaba muriendo, y ellos
estaban reñidos. Contó que su madre se había divorciado y, más
adelante, se había casado con otro hombre. Este la había
adoptado. Yo le dije que ella por su parte podía anular la
adopción. Se quedó perpleja por un momento, me dio las gracias
y colgó el teléfono. Más tarde me llamó: lo había hecho. La
situación había cambiado de golpe, y había podido acompañar a
su padrastro en su agonía. Este había fallecido y ella se sentía
bien ahora.
Estaba muy claro: había arreglado algo y encontrado de nuevo su
propio lugar. Es muy grave para un hijo tener que renegar de sus
padres.
Josef: En un accidente de tráfico murieron los padres y los
abuelos de dos niños, y los tíos sólo están dispuestos a acoger a
un niño respectivamente. En un caso así, ¿es más importante que
los niños se queden en la familia, aunque sea separados, o que
los dos juntos estén en una familia de acogida?
Bert Hellinger: Es difícil de decir. Ahora bien, si tan sólo están
dispuestos a acoger a un niño respectivamente, más bien tengo la
impresión de que no se ocupan bien del niño. Si no, estarían
dispuestos a acogerlos juntos. Esta es mi impresión: que estarán
mejor en la familia que los acoge, en la que pueden vivir juntos
como hermanos.
Aún he podido observar otra cosa más: un hijo que fue acogido o
adoptado tiene el impulso de acoger a otros niños y de cuidarlos.
Éstos están en buenas manos ahí. En recompensa, pasan a otros
lo que ellos mismos recibieron, y muchas veces saben hacerlo
muy bien. Es una dinámica buena, y no egoísta.
¡Mira a los hijos!
Thomas aporta un caso:
Un matrimonio que no podía tener hijos fue varias veces a
Colombia para traerse un niño, pagando un fortunón. Nada más
tenerlo, el marido se volvió loco. Es arquitecto y se pasó tres
meses en un sanatorio. En cuanto salió de ahí, fueron a buscar a
otro niño. Para mí es horrible lo que pasa ahí.
Bert Hellinger: Bueno, quién sabe. Mira a los hijos y diles:
«Estos ya saldrán adelante.»
Thomas: Pero aún tengo otra pregunta: unos amigos míos ...
Bert Hellinger (interrumpiendo): ¡No, no, no! ¿Qué te dije?
Thomas: Los hijos ya saldrán adelante.
Bert Hellinger: Aún dije otra cosa antes. (Pausa) Que miraras a
los hijos.
¿Y a quién miras?
Thomas: Sí, es cierto, a los padres.
Bert Hellinger: Estos no se merecen nada mejor, ellos saben lo
que hacen. Es curioso, las cosas que hay.
Hace muchos, muchos años, creo que ya serán unos dieciocho, di
un curso, en el que participó un tal Peter. Cuando éste tenía dos
años, su madre sufrió un ataque esquizofrénico, y lo estampó
contra la pared. En ese momento llegó el padre, que
inmediatamente llevó a la mujer y al niño al médico. Al hijo no
le había pasado gran cosa. Probablemente sus huesos aún eran lo
suficientemente flexibles. Después, los padres desaparecieron en
la consulta con el médico. El niño estaba sólo, echado en la sala
de espera. De repente se abrió la puerta, y el médico se asomó,
lo miró, y él nunca más olvidó esa mirada. Su mirada llevaba:
«Tú ya saldrás adelante.» Esa fue el ancla a la que se agarró toda
su vida. ¿Ves?, ese médico lo hizo bien, miró al niño.
El pobre sobrino y la oportunidad buena
Martha: Mi sobrino, el hijo de mi hermano, fue adoptado por su
padrastro.
Recibió el nombre del padrastro, y la nueva familia rompió por
completo el contacto con mi hermano y con nuestra familia. Mi
pregunta es si yo podría hacer algo por el chico.
Bert Hellinger: Si estás pensando lo que puedes hacer por él,
significa que en tu corazón hay amor para él. Si dejas que este
sentimiento actúe, reteniéndote al mismo tiempo, sin hacer nada,
esperando hasta que se dé una buena oportunidad, entonces esto,
ya ahora, tiene un efecto positivo para tu sobrino. Pero pueden
pasar años hasta que pueda hacerse lo que realmente convenga.
La ventaja de las aldeas infantiles SOS
El año pasado di un curso para madres de aldeas infantiles SOS,
que fue un gran placer para mí. ¡Estaban tan atentas! Entre ellas,
la idea era la siguiente: lo mejor para un niño es la familia propia,
lo segundo, la familia adoptiva, y como última sustitución está la
aldea infantil SOS.
Yo les dije: —No. Primero viene la familia verdadera, después la
aldea infantil SOS, y en último lugar viene la familia adoptiva.
Las implicaciones que muchas veces vemos en familias adoptivas
no existen en las aldeas infantiles SOS. Las madres de las aldeas
infantiles SOS no pretenden ser las madres verdaderas. Todo el
mundo sabe que solamente es una madre de una aldea infantil
SOS. Esos niños saben afrontar la vida, y ellos mismos también
tienen que hacer un montón para conseguirlo.
Karl: Lo que encuentro difícil es que en algunas aldeas infantiles
no esté permitido hablar de las familias de origen de los niños.
Bert Hellinger: No, yo lo encuentro bueno. Si no, no pueden
convertirse en familia. Es decir, no hablarlo en la familia, pero
con cada niño en particular sí hablar de sus padres y de su familia
de origen.
Karl: No quería decir que había que hablarlo en las familias
substitutivas, sino que el niño en general pudiera saber algo de
su origen, y también que tuviera la posibilidad y el derecho de
estar unido a su propio origen.
Bert Hellinger: Sí, sería grave si no pudiera hacerlo, pero en la
aldea infantil que yo conozco no era así. Ahí aún tuve otra
experiencia bonita. Una madre de la aldea infantil contó que una
niña había sido visitada por su madre. La niña tenía unos diez o
doce años y la madre quería recuperar el contacto con ella, por
lo que la invitó para el fin de semana. La madre de la aldea
infantil se sentía desbancada. Entonces configuramos la
situación: La madre carnal, la madre de la aldea infantil, y la
niña. Era desgarrador ver cómo la niña iba de un lado para otro,
para encontrar su lugar. Finalmente se puso un poco más cerca
de la madre de la aldea infantil, y eso fue justo lo que
correspondía. Con ese ejemplo, las madres de las aldeas
infantiles pudieron experimentar de lleno su dignidad y su
importancia.
... ¡como el ladrón a sus reales! Un ejemplo detallado de un
caso
Gerhard participó en un seminario de seis días. Está casado, y
como él y su mujer no tuvieron hijos, acogieron a un niño de diez
meses, que pronto quieren adoptar.
Acompañamos a Gerhard a través de esta semana:
Al segundo día
Gerhard: Me preocupan mis padres. Han venido para cuidar a mi
hijo pequeño. Por una parte, lo encuentro estupendo, y también
pienso que mi relación con mis padres en general está en orden,
pero al mismo tiempo noto que estoy irritado. Pienso que tendrá
que ver con que yo quisiera que ellos reconocieran que lo estoy
haciendo bien.
Bert Hellinger: ¡No, no, no! Es justo al revés. Tú te niegas a
reconocer que ellos voluntariamente hacen algo grande para ti,
sin que estén obligados a hacerlo. Si lo reconoces, estás en paz.
No son los padres los que tienen que reconocer a los hijos, sino
al revés.
El cuarto día, por la mañana
Gerhard: Me siento muy raro, mal, nervioso y triste. Esta mañana
aún pensé: 'Todavía hay otro hombre que aún es más importante
que tú', es decir mi padre. Porque mis padres vinieron conmigo
para cuidar al niño.
Bert Hellinger: Sí, yo me siento como su pequeño representante.
Así me siento, y así también me comporto. ¿De acuerdo,
Gerhard?
Gerhard: Sí, y me gustaría hacer la constelación de mi famili a.
Bert Hellinger: Sí, hoy lo hago, seguro. Pero primero quiero
seguir con la ronda, si no, se haría demasiado largo ahora.
Más tarde, al cuarto día
Constelación del sistema actual de Gerhard (fig. 1): En un
principio, Gerhard sólo quiere ponerse a sí mismo, a su mujer y
al niño previsto para la adopción. Bert Hellinger, sin embargo, le
pide que elija también representantes para los padres carnales del
niño y para los cuatro abuelos del mismo.
Figura 1. Constelación del sistema actual de Gerhard.

Abreviaciones:
Mar marido, Gerhard
Muj mujer de Gerhard
N niño, 10 meses de edad
P padre del niño
M madre del niño
PP padre del padre
MP madre del padre
PM padre de la madre
MM madre de la madre
Sabemos entonces que la madre del niño es una mujer de 21 años,
que quedó embarazada durante el bachillerato y que mantuvo en
secreto este embarazo. Sus padres no supieron nada del
nacimiento del niño. Cuatro semanas antes de dar a luz, acudió a
una asistente social que, por su parte, conocía a Gerhard y a su
mujer. Gerhard y su mujer conocen al niño desde que nació, y
poco después lo acogieron. El padre del niño es un italiano, que
ante la oficina de asistencia social reconoció la paternidad sobre
el niño. Sus padres viven cerca. Muchas veces, Gerhard da
justificaciones. Así, por ejemplo, comenta que su mujer conoce
al médico que asistió al parto del niño, y que éste decía que
conocía a la familia de la madre y que podía entender muy bien
que no les hubiera contado nada a sus padres.
Al recibir la información sobre los abuelos, Bert Hellinger dice:
Pues ... esta adopción está abocada al fracaso.
Bert Hellinger (Al estar configurada la constelación; a la madre
del niño): ¿Cómo te va?
Madre del niño (titubeando): No puedo entenderlo. Me es
absolutamente incomprensible por qué ya no está el niño.
Bert Hellinger: ¿Quién estaba interesado en que el niño fuera
dado para la adopción?
Gerhard: Ella misma. Muy poco antes de dar a luz fue a la
asistente social. Mi impresión fue que simplemente no sabía qué
hacer.
Padre del niño: Bueno, yo me siento fuertemente integrado en la
familia; no siento mucho hacia esta parte (madre carnal), pero
mucho hacia el hijo.
Abuelo paterno: Yo tengo contacto con mi mujer y con mi hijo,
lo otro es bastante insignificante.
Abuela paterna: Yo también tengo contacto con mi marido y con
mi hijo, y por lo demás, no mucho.
Abuelo materno: Me siento bastante poderoso, también con ella
(su mujer). Siento una especie de derecho aquí (indica hacia
adelante, al niño), no sobre ella (hija), sino atravesando a ella,
sobre el niño.
Abuela materna: A mí también me pasa eso (hacia el marido),
aquí me siento totalmente subordinada, pero también
perteneciente. Al niño lo tengo claramente a la vista, la hija no
es tan importante, el niño es mucho más importante.
Madre del niño: Esto coincide con mi percepción. Hay una
relación que me atraviesa y va directamente al niño.
Bert Hellinger: (coloca al niño delante de sus padres, fig. 2)
Figura 2
Bert Hellinger (al niño): ¿Cómo te va a ti?
Niño: Me encuentro muy bien aquí (delante de los padres). Al
principio era peor (delante de los padres acogedores). Al
principio tenía la sensación de que me miraban como si hubiera
cometido algo.
Mujer de Gerhard: Aquí delante tengo calor, y pienso que tendría
(que dar un paso hacia atrás. Veo a los demás, y eso está bien.
Aquí (hacia el marido) no ocurre nada.
Representante de Gerhard: Por una parte, mucha tristeza al mirar
a este niño, y después tengo la sensación de que el niño me
impide llegar i mi mujer.
Bert Hellinger (a Gerhard): Este (el niño) está parentificado. Tú
i '¡peras algo del niño. Este deseo, en realidad, debería dirigirse
a otra parte, quizás a tus padres. El niño es utilizado, y eso es
sumamente perjudicial, para el niño y para vuestra relación. Aquí
es donde pertenece (la madre del niño ríe aliviada; al abuelo
paterno): ¿Qué, Benno? Estas todo emocionado.
Abuelo paterno: Realmente, es así. Es absolutamente imposible
sacar al niño de aquí, de un clan tan fuerte.
Abuela materna: Esto ahora también me tranquiliza a mí.
Bert Hellinger: Cada uno de éstos sabe hacerlo mejor que
vosotros dos. — De acuerdo, ya hemos hecho la constelación de
esto. Aquí hay un problema. Y ahora depende de ti lo que hagas
con esto. Y más adelante haremos la constelación de tu sistema
de origen, ¿de acuerdo, Gerhard?
(Después de haberse sentado los participantes)
Bert Hellinger: ¿Hay algo que añadir a la constelación de
Gerhard?
Birgit: Generalmente, ¿cómo es lo de las adopciones? ¿Pueden ir
bien?
Bert Hellinger: Sí, naturalmente, siempre que sea necesario. Si
los padres faltan, si están muertos, por ejemplo, o por otras
razones es imposible. En un caso así, es muy bueno, una gran
misión, y una alta dignidad. Sin embargo, donde los padres
adoptivos pretenden, para así decirlo, colarse como padres
mejores, aunque los padres existan y aunque exista todo el clan,
ahí no funciona. Si acaso, primeramente entran en consideración
los abuelos.
Gerhard: Pero si nunca hemos visto a esas personas.
Bert Hellinger: De eso se trata precisamente. Tenéis que
presentarles al niño alguna vez; sí, tenéis que ir allá y
presentarles al niño.
Gerhard: Bueno, pero los padres decidieron ocultarlo.
Bert Hellinger: No pueden decidirlo, ni siquiera según la ley
alemana. Un niño primeramente tiene el derecho de saber quiénes
son los padres y quiénes los abuelos. Y tiene un derecho de
conocerlos. Además, fue una bella imagen para el Número
Sagrado, siete: un niño, dos padres, y cuatro abuelos, ahí se
percibía toda la fuerza. Es el número de la plenitud: siete. Hay
que referirlo a lo simple. ¿Tienes alguna pregunta más, Gerhard?
Gerhard: Naturalmente tengo claro que el niño tiene el derecho
de conocer a sus padres, y pienso que las cosas también se
desarrollarán así, que el niño más adelante sabrá quiénes son sus
padres, para poder entrar en contacto con ellos cuando lo desee.
Bert Hellinger: Gerhard, realmente eres un hombre inteligente y
muy sensible en todos los aspectos. Aquí estás involucrado y no
te das cuenta, y por eso no eres capaz de actuar aquí. Tan sólo tu
expresión «mi hijo» demuestra que estás totalmente fuera de la
realidad. Lo dijiste muy en serio. Esto es una implicación. No
estás claro en este asunto y son otras las fuerzas que actúan aquí.
Con esto sólo quiero decirte que aquí tu saber no te vale para
nada. La solución se encuentra a otro nivel.
Sarah hace una pregunta sobre comentarios después de
constelaciones, y de si también pueden ser un estorbo.
Bert Hellinger: En cuanto se da un paso más allá de lo necesario,
lo conseguido se cuestiona. En cuanto le digo a alguien más de
lo que para él sería necesario, lo conseguido se cuestiona. Es una
intervención muy peligrosa, especialmente si comunico mis
asociaciones de manera desordenada, diciendo por ejemplo:
«Aún se me ocurre ...». En un caso así, aquella persona tiene que
hacerme caso a mí, en vez de quedarse consigo mismo. Es decir,
le quito la energía que él acaba de recoger, y me la quedo yo. Es
una especie de robo emocional. Pero también hay informaciones
importantes después de las constelaciones, que provienen de la
vivencia personal y ayudan. Éstas, sin embargo, no contienen
ninguna interpretación.
Un ejemplo:
Un niño va al jardín, se maravilla de todo lo que crece, y escucha
a un pájaro en los arbustos. En ese momento llega la madre
diciendo: ¡Qué bonito!— Ahora, el niño, en vez de maravillarse
y ser todo oídos, tiene que escuchar palabras, y la relación con
aquello que es se sustituye por opiniones. La percepción
inmediata queda perturbada por los comentarios. Las
consecuencias son fatales.
La regla es bien simple: Si a uno se le ocurre algo, se mira a la
persona y se examina: ¿Es un regalo si se lo digo? ¿Fortalece y
nutre, o estorba? Conforme a esto puedo actuar. Es decir, no hay
ninguna regla fija, sino que cada uno tiene que actuar de manera
responsable y de acuerdo con su percepción.
(¡Gerhard se quedó algo afectado después. En este caso, no
puedes acercarte a él, ni tampoco tocarlo; si no, tendría que entrar
en relación a otra persona. Es algo diferente si realmente necesita
ayuda.
El cuarto día, por la tarde
Configuración del sistema de origen de Gerhard. Al sistema de
origen propiamente dicho pertenecen los padres de Gerhard, un
hermano, cinco años mayor, y él mismo.
Figura 3. Constelación inicial de la familia de origen de Gerhard.

Abreviaciones:
P padre
M madre
1 primer hijo
2 segundo hijo, Gerhard
Una vez configurada la primera constelación:
Padre: Percibo una relación fuerte con mi hijo mayor, más débil
con Gerhard, y casi nula con mi mujer. Es así.
Madre: Me siento algo desconectada, porque tengo poca relación
con mi marido, más relación con mi hijo mayor, y no suficiente
con mi hijo menor.
Hermano: Donde mejor me encuentro es con mi madre. Con el
padre tengo una relación fuerte, pero casi demasiado fuerte, y el
hermano desaparece casi del todo.
Representante de Gerhard: Mucho anhelo de llegar ahí, a la
madre.
Bert Hellinger coloca a la madre a la izquierda del padre (fig. 4)
Figura 4
Bert Hellinger: ¿Qué ha cambiado?
Hermano: Para mí es mejor así, pero quisiera apartarme algo
más.
Bert Hellinger: Sí, hazlo. (El hermano da un paso hacia atrás.)
Representante de Gerhard: Yo también hubiera podido irme
ahora, había tristeza. Estos dos (los padres) se han encontrado,
¿pero dónde está mi lugar? (se inclina hacia fuera). Me caigo
hacia la izquierda (hacia el hermano; pero ahí tampoco se
encuentra bien).
Bert Hellinger: Si pasa esto en una constelación, se supone que
existe un problema no solucionado en la familia del padre o de la
madre.
Gerhard: La madre de mi madre murió muy pronto, cuando mi
madre tenía siete años. Hubo una epidemia.
Bert Hellinger (cambia la posición de los padres, y coloca a la
abuela materna entre la madre y Gerhard; la madre quiere tenerla
muy cerca, detrás de sí): ¿Qué ha cambiado?
Representante de Gerhard: Sí, ahora puedo dejarla muy bien así,
pero quisiera cambiar de lugar con mi hermano.
Padre: De repente noto una relación con Gerhard.
Bert Hellinger (coloca a los hijos frente a los padres, y a la abuela
materna entre Gerhard y la madre, fig. 5): Ahora Gerhard ya no
se sale. Existe una identificación con la madre de tu madre, este
es el motivo por el que te ocupas de niños. Con el niño acogido
juegas aquello que la abuela quería hacer con tu madre. (A la
madre.) ¿Cómo te encuentras ahora?
Madre: Bien.
Padre: Con mi mujer hay algo que no funciona en la relación.
Madre: No estuve atenta a eso, es verdad, no hay nada.
Bert Hellinger (a Gerhard): ¿Para ti está bien así?
Representante de Gerhard: Sí, aunque quisiera tener a los padres
más cerca el uno del otro.

Figura 5
Abreviaciones:
PM padre de la madre
+ MM madre de la madre, murió al tener la madre 7 años
TAP tía abuela paterna
Bert Hellinger: Quizás haya algo más. ¿Qué hizo el padre de la
madre al morir su mujer?
Gerhard: No volvió a casarse, sino que vivía en una granja con
su hermana y su hermano.
Bert Hellinger: Entonces cojamos también al abuelo (coloca al
abuelo a la izquierda de la abuela, fig. 5). ¿Quién cuidó a tu
madre después de la muerte de la abuela?
Gerhard: Fue la tía abuela, la única mujer que había en la casa.
(Bert Hellinger coloca a la tía abuela entre el abuelo y la madre,
fig. 5.)
Bert Hellinger (señalando a la tía abuela, la abuela y el abuelo):
Creo que éste es un grupo que merece un gran respeto.
Hermano: Me desconcierta que la madre aún pertenezca y se
apoye ahí.
Bert Hellinger: Tienes que verlo como un proceso: ahí hay algo
que recuperar, y ahí aún hay algo que debe ser reconocido;
entonces quizás pueda comportarse de otra manera. (Coloca a la
madre al lado de la tía abuela y de sus padres, separada del padre,
fig. 6.)
Padre: Esto ahora queda algo más claro en la relación con la
mujer. Es más acertado así, aquello no era ninguna relación.
Ahora la distancia es mayor, y para mí es más acertado.
Bert Hellinger: Sí, es cierto, ella no puede salir de este grupo
unido por un destino común.
Madre: De esta manera tengo más relación con mi marido, y
ahora incluso podría acercarse un poco más. Ahora está un poco
demasiado lejos.
Figura 6. Solución en la constelación de la familia de origen de
Gerhard.

Gerhard: ¿Puedo añadir algo? — Mi padre valora demasiado


poco a la familia de mi madre.
Bert Hellinger (a Gerhard): ¡Ahora ponte en tu lugar, Gerhard!
(Gerhard ocupa su lugar)
Bert Hellinger (a Gerhard): Si tú valoras esta parte (la de la
madre), no necesitas adoptar a ningún niño. Así, no tienes que
valorarlos de esa manera. Estás libre de pasarlo a otros de otra
forma. ¿Es comprensible para ti?
Gerhard: Sí. — Y quisiera decir: Por mis motivos, quizás pueda
adoptar a este niño a pesar de todo, si no lo hiciera por ellos.
Bert Hellinger: No, no. No lo hagas. Ocúpate de niños de otra
manera, eso está bien, al fin y al cabo, yo también lo hago. (Risas
de los participantes).
En una ronda del quinto día
Gerhard: Aún me siento triste, y desearía tanto que tuvieras una
fórmula mágica.
Bert Hellinger: ¿Para ti? — No la tengo. Y si te diera una, ¿qué
pasaría?
Gerhard: No lo sé. Estoy tan indeciso. (Empieza a llorar) Quiero
tanto a este niño.
Bert Hellinger (lo mira seriamente): Precisamente no; como un
ladrón a sus reales. (Pausa) Ésta es la fórmula mágica.
Gerhard: Los últimos días ...
Bert Hellinger (lo interrumpe): No, no, eso no lleva a nada ...
¿Cómo era la fórmula mágica?
Gerhard: Como un ladrón a sus reales...
Bert Hellinger: ¿Qué ?
Gerhard:... quiero yo al niño.
Bert Hellinger: Exacto. (Pausa, silencio prolongado)
Gerhard: Dijiste que nos colamos. Eso aún me va rondando por
la cabeza. Tengo argumentos en contra.
Bert Hellinger: Fuisteis listos y lo hicisteis de manera que la
responsabilidad no quedara en vosotros. Pero eso no hace
ninguna diferencia.
Gerhard: Lo que me va dando vueltas son los abuelos.
Bert Hellinger: Sí, este es el acceso. Por lo menos podrías
presentarles al nieto, ¡eso es amor!
Gerhard: Dentro de unos años podría imaginármelo muy bien.
Bert Hellinger: No, no, cuando son más pequeños, también son
más dulces y mueven más los corazones. Hay un criterio para la
calidad del amor: El amor es fuerte como la muerte (silencio
prolongado). Ésa fue la buena palabra.
Más tarde, durante el quinto día
Gerhard: Ya no estoy del todo presente, estoy fuera, retirado. Por
la noche en parte también estuve enfadado contigo, conmigo
mismo y con la vida.
Bert Hellinger: Eso son los combates en retirada. En una batalla
perdida aún se le muestra un poco de resistencia al enemigo
(sonríe cariñosamente).
Gerhard: Con lo que dijiste del cuadro torcido, pensé que
también se podría arreglar cortando los muebles ... (todos ríen ).
Bert Hellinger: En Estados Unidos hay unos parques de
atracciones, donde entras en una casa y todo está torcido, es
imposible orientarse — algo así sería eso.
Gerhard: Sí, aún no tengo claro qué haré con lo que pasó ayer.
Bert Hellinger: Desde luego, lo tienes absolutamente claro.
Gerhard: Lo tomaré en serio, y también pienso que hay un
montón de hechos a tener en cuenta.
Bert Hellinger: No, lo único importante de momento es que
esperes hasta que tengas la fuerza para actuar tal como sea
preciso. Y eso es algo diferente. Si actuaras ahora mismo,
tendrías poca fuerza. Tienes que dejar que esto actúe hasta estar
plenamente integrado, y después, naturalmente, se añaden los
otros hechos, y de repente ves qué es lo preciso.
Gerhard: La última frase que me dijiste, la del amor, esa fue
buena. Bert Hellinger: Sí, eso actúa si lo tienes presente ...
El sexto día
Gerhard: Estoy otra vez mejor. Tengo la esperanza de que se
encuentre un camino en el que aún desempeñemos algún papel.
Bert Hellinger: Sí, si volvéis a llevar al niño allá donde
pertenece, desempeñáis un papel muy importante. Entonces
reparáis la injusticia, y el niño os lo agradecerá toda su vida. De
esta manera, vuestro amor tiene una meta y vosotros podéis
retiraros de nuevo. El amor permanece, pero el amor tiene que ir
hasta el extremo de que no preguntéis más por él. Eso después se
acabó. Una vez realizada la buena obra, puede darse por acabada.
«El elegido no se detiene en lo que fue eficaz.» Está bien así.
Gerhard: Es duro, muy duro.
Bert Hellinger: Sí, y debe ser así, si no, no valdría nada. Pero tu
cara se ha transformado de una manera muy bonita, clara y bella.
Para mí, también está bien habértelo aclarado. Guardar
miramientos hubiera sido un mal servicio.
Gerhard: Pienso que aún me espera algún que otro hueso difícil
de roer.
Bert Hellinger: Sí, toda la vida.
Gerhard: Aún quisiera expresar otra idea que, con toda esta
historia, se quedó en un segundo lugar. Dijiste algo de la escala
del estado de ánimo básico; yo estoy en la parte negativa de la
escala. Pienso que tiene mucho que ver con el dolor de mi madre
por su propia madre. Ahora también puedo dejarlo así.
Bert Hellinger: La madre de la madre puede estar detrás de ti,
como una fuerza buena. — Hay que guardarse de restringirlo.
Muchas veces, detrás de un hombre va bien una fuerza materna,
por ejemplo una mujer que tuvo una suerte difícil. Eso tiene
consecuencias positivas.
E. INCESTO
La dinámica
El incesto sólo es posible si ambos padres secretamente están
aliados. Es decir, siempre están involucrados ambos padres, a
saber, el padre en un primer plano y la madre en un segundo
plano. Por lo tanto, la persona afectada también tiene que
enfrentar a ambos padres con la culpa. Mientras no se vean los
sucesos en su contexto global, no hay solución posible.
Muchas veces, el incesto es un intento de compensación de un
desnivel entre tomar y dar en la familia, normalmente —pero no
siempre— entre los padres. En estos casos, a los autores, sean
padres, abuelos, tíos o padrastros, se les retuvo algo, o no son
valorados por lo que hacen por
la familia, y el incesto es el intento de igualar este desnivel entre
dar y tomar.
Un ejemplo:
Una madre con una hija se casa en segundas nupcias con otro
hombre. Si la mujer no valora que el segundo marido mantenga
a la hija que ella aportó al matrimonio y se ocupe de ella, se da
un desequilibrio entre tomar y dar. El hombre tiene que dar más
de lo que recibe. Cuanto más espere la mujer que él lo haga, tanto
más grande será la discrepancia entre ganancia y pérdida. Una
compensación se daría si la mujer dijera al hombre: «Sí, es así,
tú das y yo tomo, pero lo reconozco y lo aprecio profundamente».
Entonces la compensación no tiene que pasar a un nivel tan
destructivo.
Otro desnivel en el intercambio entre los cónyuges puede darse,
por ejemplo, en su relación sexual o en sus necesidades
emocionales, creándose así una irresistible necesidad de
compensación en este sistema, que se impone como una fuerza
instintiva. En tales casos, la mujer intenta compensar el déficit
ofreciendo a la hija —en algunas familias con las que he
trabajado, la mujer lo hacía incluso conscientemente— o
entregando la hija al marido, de manera que éste se ve arrastrado
hacia una relación compensatoria con ella. Incluso estuve
trabajando con algunas familias en las que la hija misma se
ofrecía a su padre o padrastro para así ayudar a la madre y evitar
que él se fuera. Esta es una dinámica frecuente y en gran parte
inconsciente del incesto.
Otra forma del incesto, menos frecuente, es la de un hijo que se
ofrece para salvar un desequilibrio en la familia.
Lo que aún sucede es que, a continuación, la hija toma sobre sí
las consecuencias y la culpa. Muchas, para expiar lo ocurrido,
eligen una profesión sacrificada o entran en un convento; otras,
en un contexto así, se vuelven locas, pagan con síntomas o se
suicidan. Otras se muestran licenciosas, diciendo: «Realmente
soy una fulana, no tenéis que tener ninguna mala conciencia»,
disculpando así a los autores.
Un ejemplo:
En un curso hubo una mujer que había estado trastornada durante
mucho tiempo y que ya había pasado muchos intentos de suicidio.
De niña, su padre y un tío abusaron de ella. Tenía la fantasía de
que si estaba en un grupo, todos veían que ella era una criminal,
y que la querían matar. La hice profundizar en esta sensación y
se quedó sentada, mirando continuamente hacia abajo. Al cabo
de un tiempo, vio al tío que se suicidó, al tío que también abusó
de ella. Ella miraba hacia abajo y, mientras lo hacía, tenía la cara
vieja y dura. Ésa no era ella.
Le pregunté: —¿Quién lo mira así desde arriba? ¿Tan enfadada
y tan triunfante?
Era la madre. Interrumpí ahí y más tarde configuramos el
sistema. Entonces quedó patente que en realidad el tío era su
padre, y que la madre estaba contenta de que hubiera
desaparecido. La hija, sin embargo, se sentía culpable de su
muerte, como si ella fuese una asesina. Su odio contra sí misma
y sus intentos de suicidio eran la expresión de su sentimiento de
culpabilidad.
La solución para la hija
Ruth: Aún me resisto totalmente a la idea de que sea la madre la
que tenga que dar la cara.
Bert Hellinger: Especialmente es así, si te resistes a mirarlo
abiertamente. Tú estás mirando a ver quién es el culpable. Yo no
tengo el interés de culpar a nadie, únicamente busco una
solución. Para encontrar una solución, tengo que ver a las
personas en su situación concreta y necesito comprender la
dinámica de la familia.
Mis metas son muy específicas: busco una solución para la
persona que acude a mí y resisto a la tentación de ir más allá. Las
soluciones difieren para cada miembro de la familia. Cada uno
—el hombre, la mujer, la hija / el hijo— sabe, al menos
inconscientemente, que la familia tiene un problema, así que
tenemos que buscar una solución que permita que cada miembro
del sistema pueda asumir su parte de responsabilidad y, al mismo
tiempo, conservar su dignidad.
Para una hija que fue inducida a salvar un desequilibrio ente dar
y tomar, y también para algunas otras formas de incesto, la
solución consiste en llegar al punto en que sinceramente pueda
decir: «Mamá, por ti lo hago a gusto», y al padre: «Papá, lo hice
por Mamá». A veces, cuando el hombre también está presente, le
hago decir a la hija: «Lo hago por Mamá, y estoy de acuerdo con
hacerlo por ella.» Algunas personas se oponen a la expresión
«estar de acuerdo», pero las víctimas afirman que es importante.
Estas frases expresan la dinámica que ya está actuando en la
familia, y sacan a la luz el amor de la hija. Si una hija pronuncia
estas frases auténticamente, expresa la belleza y el poder arcaico
del amor inocente del niño a sus padres. Revela la profundidad
del alma donde los hijos, de manera deliberada, aunque muchas
veces inconsciente, realizan los sacrificios más dolorosos y
destructivos por sus padres. Desde el punto de vista sistémico, la
hija es sacrificada para salvar un desequilibrio en la familia y, al
menos inconscientemente, ella consiente por amor. La solución
para ella consiste en decir la verdad con palabras, en llamar por
su nombre la dinámica sistémica y en declarar abiertamente su
amor. Al nombrar abiertamente la parte que la madre tiene en la
dinámica del incesto, la hija se retira del consentimiento
inconsciente a ayudar a solucionar el problema de sus padres.
Esta frase expresa la complicidad de su madre en lo ocurrido, sin
negar, por eso, la culpa del padre.
El efecto de las frases curativas
Lo habitual en un caso de incesto es que la hija diga: «¡Este
mierda de tío, lo que me hizo!», y muchos otros también piensan
así. La dinámica, sin embargo, demuestra que la madre pone a la
hija de testaferro para poder retirarse del marido. Si la hija dice:
«Mamá, por ti lo hago a gusto», entra en otro contexto dinámico
y puede desligarse del padre con más facilidad; puede desligarse
del trauma y puede desligarse de la madre.
Estas frases inmediatamente sacan a la luz la dinámica de fondo.
Nadie puede volver a comportarse como antes. Todos los
implicados se ven encarados con su responsabilidad, y la hija ya
no tiene por qué sentirse culpable. Lo que hizo, lo hizo por amor.
De repente, la hija es buena, y sabe que es buena. Estas frases,
por lo tanto, transfieren la responsabilidad del incesto y de sus
consecuencias a los padres, descargando a la hija, ya que
demuestran su amor y su dependencia y, con ello, también su
inocencia.
El hecho de ver y reconocer este amor íntimo produce un efecto
curativo. Estas frases le recuerdan a la hija que ella intentaba
hacer algo bueno, aunque saliera mal. Cuando las víctimas
conscientemente perciben su amor, y nosotros se lo confirmamos,
ellas saben que son buenas. Es un gran alivio.
Cuando consiguen decir auténticamente es tas frases curativas,
quedan libres de la implicación en el problema de sus padres. Ya
no tienen que esperar que sus padres cambien para que cambie
también algo para ellas. Están libres de seguir su camino,
independientemente de lo que sus padres hagan, de si admiten su
responsabilidad y tienen remordimientos, o no.
Klaus: Pero el consciente de la chica se resistirá con todas sus
fuerzas, porque ella no lo siente así. Ella siente que lo está
haciendo contra su propia voluntad, que ella es la víctima, y se
resistiría a decir estas frases.
Bert Hellinger: Por definición, una víctima es una persona que
no pudo evitar lo ocurrido. Si las víctimas quieren cambiar algo,
tienen que llegar a sentir su auténtico poder. La fuerza de los
niños es su amor. Y es esto lo que estas frases hacen: revelan el
amor de la niña. Muestran claramente para todos en el sistema lo
que la niña hizo para intentar solucionar el problema de la
familia.
Al ofrecer frases como éstas, hay que escuchar con mucha
sensibilidad para oír las frases que el alma de la niña está
diciendo ya. Si se encuentran esas palabras, cuidadosamente se
le ofrecen como obsequio, palabras que expresan aquello que ella
secretamente estaba sintiendo, pero no podía articular. Si se
escucha con la profundidad suficiente, encontrando las palabras
justas, su alma entiende el mensaje: «Actuaste por amor. Hiciste
lo mejor que pudiste, pero ahora está bien que devuelvas el
problema a los adultos. Es su problema, y ellos son capaces de
manejarlo.» Por regla general, el mensaje es más o menos éste.
Un paso así pide valor, pero muchas chicas se han encontrado
liberadas al decir en voz alta lo que secretamente habían sentido
siempre.
La prueba de si se acaba de dar con la frase adecuada es su
efectividad. Si se encuentran las palabras acertadas, una chica —
o una mujer adulta— las experimenta, siente un cambio en su
cuerpo y sabe que ella es buena. Es un proceso realmente
dramático y bello de ver. La chica se siente aliviada porque las
frases demuestran su amor y su dependencia y, por tanto, su
inocencia. Es sumamente importante que se le ayude a la niña a
encontrar el camino para volver a su propio valor y a su dignidad,
que su amor sea reconocido y afirmado.
Friedemann: ¿Cómo es en el caso de una chica que
concretamente se encuentra en esta situación, por ejemplo, una
chica de 16 años a quien le acaba de ocurrir? ¿Entonces qué?
Bert Hellinger: Justamente entonces estas frases son más
efectivas. Ella tiene que poner en orden el sistema que lleva en
su interior. Como hija se encuentra en la posición más débil en
la familia, es decir, está limitada en sus posibilidades de parar el
incesto. La mejor posibilidad que se le ofrece para poner un fin
es que nosotros nombremos la dinámica oculta actuando en la
familia y que saquemos a la luz la responsabilidad de cada uno.
Klaus: Pero para la niña, especialmente si aún es pequeña, es una
herida profunda. No puedo imaginármelo de otra manera.
Bert Hellinger: Tienes que guardarte de la dramatización.
Cuando realmente ves a las víctimas, éstas describen una gran
variedad de experiencias. A veces, violentas y humillantes, a
veces, de más ternura, quizás incluso una relación de amor. A
veces se trata de un tipo de incesto en el que nunca se llega
realmente al contacto sexual, pero que ocasiona dificultades
persistentes en relaciones posteriores. Ésta es una forma de
incesto que la ley ni siquiera reconoce como tal.
Klaus: ¿Así que hay una diferencia si fue violento o no?
Bert Hellinger: ¡Sí, claro! Si fue violento, también se trata de
otra dinámica. En un caso así, frecuentemente existe una gran
cólera contra la mujer.
Klaus: ¿Pero qué hacen estas frases curativas con el padre? A
través de ellas el padre se ve rebajado a un nivel de comparsa.
Sin embargo, él también es alguien que actúa, que abusa de su
hija. ¿Qué hace él para restablecer el equilibrio?
Bert Hellinger: Si seriamente está interesado en rehacer el orden
en el sistema, existen unos cuantos principios generales a seguir,
pero los detalles variarán.
Lo primero es que acepte plenamente las consecuencias de sus
actos. Si fue denunciado y sentenciado, tiene que asentir a la
sentencia y a la pena. Después, tiene que encarar a su hija y
realmente verla, ver las consecuencias de sus actos para ella.
Tiene que decirle sinceramente que él lleva la plena
responsabilidad y que asume todas las consecuencias de sus
actos, que se retirará de ella y la dejará en paz.
Como es imposible deshacer lo hecho, tiene que procurar que
algo bueno salga de ahí. La culpa poco a poco se va
desvaneciendo en cuanto consigue su fin: un cambio para bien.
Así, un padrastro se sometió a una psicoterapia personal intensa,
empezó a formarse y se hizo terapeuta, para acabar trabajando
con otros hombres. Su relación con su hijastra es distante pero
cordial. Ella puede respetarlo, y también le es más fácil
respetarse a sí misma.
La persecución de los autores no ayuda a nadie
Perseguir a los autores y castigarlos no ayuda ni a las víctimas ni
a nadie más. Ahora bien, si la hija sufrió un daño, por ejemplo
por uso de la fuerza, entonces tiene el derecho de estar enojada
con el autor, pero no hasta el extremo de negarle el derecho a la
pertenencia. Puede decir: «Has cometido una gran injusticia
conmigo, y no te lo perdonaré nunca.» Y, en cierto modo, puede
decirles a la cara a los padres: «Sois vosotros, no yo. Vosotros
tenéis que llevar las consecuencias, no yo.» En ese momento pasa
la culpa a él o a ella, y ella misma se aparta. Que la hija esté llena
de reproches contra los padres no sirve de nada. El poner límites
claros es lo que importa y lo que le permite librarse. Los
reproches tan sólo son un simulacro de combate y no una
exigencia.
La hija tampoco debe perdonar. Perdonar es una arrogación y no
le corresponde a la hija. Puede decir: «Fue terrible para mí, y
dejo las consecuencias contigo. A pesar de todo, sacaré partido
de mi vida».
Si la hija, más tarde, consigue una relación feliz, también
significa una descarga para el autor; si, por lo contrario, ella
misma después no permite que las cosas le vayan bien, también
es una venganza tardía del autor.
Por otra parte, el padre no debe pedirle perdón a la hija, lo cual
significaría una carga inmensa para ella. Pero sí puede decir: «Lo
siento» o «He cometido una injusticia contigo».
«Solución» es una palabra de doble sentido. La solución siempre
es un «apartarse de». La lucha ata. Exigir que los demás acepten
su responsabilidad lleva a una buena separación de la familia. En
el caso de una implicación en un sistema superior, aquí en el de
los padres, el inferior tiene que exigir del superior que acepte la
responsabilidad. Así, puede dejarlos y marchar.
Preguntas:
Jutta: Me extrañaba que muchas veces no había solución si el
asunto se llevaba a juicio.
Bert Hellinger: Sí, de esta manera no se consigue ninguna
solución. Aquí hay que tener en cuenta una importante ley
sistémica: convirtiendo a alguien en el malo de la película, o
negándole la pertenencia, se causa un trastorno sistémico. La
solución siempre consiste en volver a admitir a la persona
excluida. Trabajando sistémicamente, aunque la meta consista en
encontrar una solución para el/la cliente, hay que servir al
sistema como todo, y protegerlo. Por eso es imprescindible que
el terapeuta se una a los excluidos. Hay que ser capaz de dar a
los autores un lugar en el propio corazón.
Aquí, en los seminarios, lo hago constantemente. Me pongo del
lado de los excluidos y de los malos.
Hannelore: ¿Quieres decir que da igual lo que el padre le hizo a
la hija?
Bert Hellinger: No da igual. Hay situaciones en las que alguien
pierde la pertenencia al sistema. Por ejemplo, si mata o hiere
gravemente a alguien en su propio sistema, o si se viola a una
niña de tres años. Esa persona ha perdido su derecho. Entonces
tampoco se intenta reintegrarla.
Jutta: Significaría que si nos llegan niños y se descubre un abuso,
se les pueden retirar los hijos a los padres, pero no se les debería
denunciar ni llevar a juicio.
Bert Hellinger: ¡Exacto! ¡Correcto! Tampoco hay que dejar mal
a los padres ante los hijos, por muy necesario que sea ayudar a
que los hijos vean la responsabilidad de los padres y puedan
sentirse inocentes ellos mismos.
Karl: Muchas veces, en un proceso circular colocas a la mujer al
principio. Pocas veces tienes en cuenta la contribución del
hombre para que la mujer se comporte de esta manera.
Bert Hellinger: Hay varios motivos. El primero es el interés de
corregir la desviación desde un principio. Recuerda que en el
trabajo sistémico no se trata de sentar juicios morales. Buscamos
maneras de ayudar a las familias a volver a su equilibrio, de
manera que las víctimas —los hijos— sean libres de vivir una
vida sana que pueda colmarlos, y que puedan deshacerse de la
presión sistémica de hacer a otros lo que ellos mismos vivieron.
El equilibrio sistémico únicamente puede lograrse distinguiendo
la parte de responsabilidad que cada uno tiene en la dinámica.
Dado que el autor es, en la mayoría de los casos, un hombre, su
responsabilidad es evidente. Lo que, por regla general, no está
tan claro es la parte que corresponde a la mujer. Por tanto,
muchas veces miro primero en esta dirección.
Si para la hija también fue una experiencia de placer
Para algunos lo duro es lo que viene ahora: la chica puede admitir
que también fue bonito y un placer, si realmente fue así. Ya que
en este caso se convierte en algo común, el drama se acaba, y la
herida deja de doler. Para algunas niñas la experiencia es de
placer. Sin embargo, no pueden fiarse de esta percepción, ya que
la conciencia les dice que es mala. En un caso así, necesitan que
se les asegure su inocencia, aunque la vivencia haya sido
excitante. La chica debe tener la posibilidad de reconocer que, a
pesar del reproche justificado contra los padres, también vivió el
incesto como algo fascinante, ya que una niña se comporta de
acuerdo con su condición como tal, sintiendo curiosidad y
queriendo experimentar algo. Si no, lo sexual queda en un
contexto terrible. Si se me permite decirlo de una manera algo
frivola y provocativa: En este caso, la experiencia en sí tan sólo
se anticipa un poco. Si le digo esto a una niña, la alivio.
Mirjam: Entreveo que quizás haya también una pequeña mujer
seductora, y encuentro sumamente importante decirle que es
inocente.
Bert Hellinger: Sí, puede haber sido seductora, pero eso no debe
ser ningún reproche.
Vera: A mí me causa una sensación ambigua que digas que a la
niña también pueda causarle placer. Hace justo una semana, en
la clínica vimos una película en la que las niñas relataban d e
manera totalmente distinta.
Bert Hellinger: ¡Pero Vera, si no te dan la verdad en una película!
No debes partir de la base de que tu cliente haya experimentado
lo mismo que las niñas de esa película.
Vera: Eso también lo sé. Me pregunto, sin embargo, si es bueno
ponerse en el lado de los enterados, de los que saben que fue un
placer.
Bert Hellinger: La niña puede admitir que también fue un placer,
si realmente fue así, y en este caso el terapeuta puede
comunicarle que sigue siendo inocente, incluso si aquello tuvo
algo fascinante. Mira atentamente a la niña — y escúchala. Así
lo sabrás. No decidas sobre tu cliente basándote en lo que viste
en una película o lo que leíste en un libro. ¡Si está totalmente
claro que la culpa está con el adulto!
El vínculo a través del incesto
Más tarde, Bert Hellinger explica extensamente que la primera
consumación íntima del acto sexual establece una relación
especialmente intensa, es decir, que a través de esta experiencia
sexual se crea un vínculo de la chica al autor. Más tarde, ella no
puede tener ninguna pareja nueva sin reconocer a la primera. A
raíz de la persecución y del desprecio, muchas veces no encuentra
otra pareja nueva. En cambio, reconociendo este primer vínculo,
esta primera experiencia, tiene la posibilidad de integrarlos en
una relación nueva, donde quedan guardados. Tal como se
propaga ahora, es decir, que la experiencia tan sólo es nociva y
tendrá consecuencias pésimas, va en contra de la solución y
únicamente perjudica a las víctimas.
El lugar del terapeuta
Desde el punto de vista sistémico, el o la terapeuta siempre
procura aliarse con aquél que aparece como el malo de la
película. En ese momento, al estar trabajando el asunto, tienen
que darle al autor un lugar en su corazón. El mayor peligro es
que el terapeuta participe en la campaña contra el padre, por ser
éste «tan depravado». También me pregunto: ¿de dónde proviene
tal pasión, y por qué no es posible mirar las cosas
tranquilamente? Tan sólo esa pasión ya hace sospechar. Aquí hay
algo que no encaja, si no, no sería tan fuerte. Hay algo que se
supervalora. Los terapeutas que se alian con las víctimas
excluyen al autor del sistema, contribuyendo, de esta manera, a
empeorar la situación. Esta es la consecuencia, y llega muy lejos.
Contaré un ejemplo:
En un grupo de terapeutas, una psiquiatra, toda indignada, contó
que tenía una cliente que había sido violada por su propio padre.
Estaba realmente furiosa y consideraba al padre un sinvergüenza
y un cerdo. Entonces le pedí que hiciera la constelación de ella
misma con el sistema, y que ocupara su lugar como terapeuta en
el sistema. Se puso al lado de la cliente, y todo el sistema se enojó
con la terapeuta y no se fiaba más de ella. Después la puse al lado
del padre, y todos se calmaron y tuvieron confianza.
Autores y víctimas están implicados, no se sabe cómo. En cuanto
queda clara la implicación, se comprende todo. Entonces se abren
posibilidades totalmente diferentes para tratar el asunto. Si
trabajo con el autor, por ejemplo con un padre, naturalmente lo
enfrento con su culpa, no cabe duda. Las víctimas, sin embargo,
frecuentemente parten de la suposición errónea de que para ellas
cambia algo si cargan con la culpa, o si aquél que aparece como
malo es castigado. Sin embargo, una vez haya salido de la
situación concreta, la víctima misma tiene la posibilidad de
actuar en cualquier momento, independientemente de si al otro
se le piden cuentas o no. Sin embargo, tiene que renunciar a la
venganza.
9. PADRES E HIJOS COMO COMUNIDAD CON UN
DESTINO COMÚN
Juntos, padres e hijos forman una comunidad con un destino
común, en la cual cada uno depende del otro de muchas maneras
y, según sus posibilidades, tiene que contribuir al bien de la
comunidad, teniendo también sus obligaciones. Aquí cada uno da
y cada uno toma. Por lo tanto, los hijos también tienen que dar
en la familia, según la necesidad que se presente. Los padres
también pueden exigir que los hijos den, y los hijos, por su propia
iniciativa, pueden dar.
LA POSADA
Alguien pasea por las calles de su ciudad. Todo le parece
familiar aquí, y una sensación de seguridad lo acompaña, y
también de leve tristeza. Porque muchas cosas mantuvieron su
secreto ante él, y una y otra vez se encontró con puertas
cerradas. A veces hubiera querido dejarlo todo y marcharse,
lejos de aquí. Pero algo lo sujetaba, como si estuviera luchando
contra un desconocido y no pudiera separarse de él antes de
conseguir su bendición. Y así se siente prisionero entre ir hacia
adelante e ir hacia atrás, entre marcharse o permanecer.
El hombre llega a un parque y se sienta en un banco. Se apoya
contra el respaldo, respira profundamente y cierra los ojos. Deja
estar la larga lucha, se fía de su fuerza interior, siente que se va
calmando y entregando, como una caña al aire, en harmonía con
la variedad, el vasto espacio, el largo tiempo.
Se ve a sí mismo como una casa abierta. Quien quiera entrar,
puede venir; y todo el que llega, trae algo, se queda un rato y
luego se va. De esta manera, en esta casa hay un continuo venir,
traer, permanecer y partir.
El que llega nuevo y trae algo nuevo, envejece mientras
permanece, y finalmente vendrá el tiempo de su partida. También
llegan muchos desconocidos a su casa, que durante mucho
tiempo estaban olvidados o excluidos, y también ellos traen algo,
se quedan un rato y luego se van. Y también llegan los
gamberros, a quienes preferiría prohibirles la entrada, y
también ellos aportan algo, encuentran su lugar, se quedan un
rato y vuelven a partir. Quienquiera que venga, siempre
encuentra a otros que llegaron antes que él o que vienen después
de él. Y como son muchos, cada uno tiene que compartir. Todo
el que tiene su lugar, también tiene su límite. Todo el que quiera
algo, también tiene que acomodarse. Todo el que haya venido,
puede desarrollarse mientras permanezca. El llegó porque otros
se fueron, y se irá cuando otros vengan. Así, en esta casa hay
tiempo y espacio suficientes para todos.
Estando así sentado, se siente a gusto en su casa, sabiéndose
unido a todos los que vinieron y vienen, aportaron y aportan,
permanecieron y permanecen, partieron y parten. Aquello que
antes estaba inacabado, ahora le parece completo; percibe que
una lucha se termina y que se hace posible la despedida. Aún
espera el momento justo. Después, abre los ojos, echa una última
mirada a su alrededor, se levanta y se va.
IV. ÉXITO Y FRACASO EN LAS RELACIONES DE PAREJA
1. CÓMO NOS HACEMOS HOMBRES Y MUJERES
¿Qué tenemos que hacer para aprender a desarrollar nuestro
propio sexo y reconocerlo? Empecemos con el hijo: de niño se
encuentra en la esfera de su madre, experimentando lo femenino
de ella. Si permanece ahí, lo femenino inunda su alma, y él
experimenta a la mujer como demasiado poderosa. Este hecho le
impide tomar al padre, por lo que lo masculino en él queda
restringido y va perdiéndose cada vez más. En la esfera de la
madre, el hijo frecuentemente no consigue ser más que un
adolescente, un favorito de las mujeres o un amante, pero no un
hombre. Para hacerse hombre, tiene que resistir a la tentación de
hacerse o poder ser mujer él mismo. Por lo tanto, tiene que
renunciar a la primera mujer en su vida y, tempranamente, pasar
de la esfera de la madre a la del padre; tiene que desligarse de
ella para ponerse al lado del padre. Es una gran renuncia para el
hijo y una incisión profunda. Antes se tomaba conciencia de esto
y se realizaba mediante los ritos de iniciación. Después, el chico
ya no podía volver con la madre. En nuestra cultura, el paso del
desprendimiento de la madre se daba al ser llamado el joven al
servicio militar. Allí, los adolescentes se convertían en hombres.
Hoy quizás se decidan por el servicio social y, a cambio, siguen
siendo «hijos de mamá».
Con el padre, el hijo se convierte en un hombre que ha renunciado
a lo femenino en sí mismo. Así puede recibir lo femenino como
obsequio de otra persona, de una mujer, creándose así una
relación duradera y fuerte.
También la hija al principio está con la madre, experimentándola
como fuerte, pero de manera distinta que el hijo. Ella tiende al
padre. Experimenta lo masculino primero en la relación con el
padre, y eso la fascina.
Si permanece en su esfera, lo masculino inunda su alma. En un
caso así no llega a ser más que una chica o una querida, pero no
una mujer. Más tarde no puede dirigirse íntegramente a otro
hombre, ni valorarlo ni tratarlo de igual a igual.
Para hacerse mujer, la hija tiene que renunciar al primer hombre
en su vida, es decir, al padre, retirarse de él y volver con la madre,
ponerse al lado de ella. Ahí se convierte en mujer, y más adelante
encontrará a su propia pareja, al hombre del que puede recibir lo
masculino como obsequio. Es justo lo contrario de la idea
narcisista de que la mujer tendría que desarrollar lo masculino en
sí misma.
El mejor matrimonio se logra cuando el hijo del padre se casa
con la hija de la madre. A menudo, sin embargo, la hija que
prefiere al padre frente a la madre se casa con el hijo que prefiere
a la madre frente al padre. En un caso así, las cosas se complican
y faltan tensión y fuerza. El tema de la renuncia, por tanto,
aparece ya muy temprano. Estoy pensando en una edad de entre
seis o siete años. Sin embargo, no puedo demostrarlo, ni tampoco
existen estudios científicos acerca de este tema.
Lars: Todo esto ya lo tuvimos una vez: Edipo, Edipo ... ¿Cuál es
la diferencia?
Bert Hellinger: Precisamente no es eso. Es una falta de lógica en
la que incurres. Yo acabo de describir un proceso y tú lo
clasificas en el marco de algo conocido. En cuanto dices
«Edipo», el proceso ya no puede revivirse y, de repent e, la
dinámica se para. Siempre que se trate de un conocimiento nuevo,
lo importante es seguir a la dinámica, así se percibe claramente
dónde se acierta y dónde no. Éste es el camino del conocimiento.
De lo contrario, tengo palabras, lo cual es demasiado poco. Sobre
todo es demasiado poco para ayudar a una persona.
Un ejemplo:
Alguien pasa en bicicleta, y tú le dices: «Eso es ir en bicicleta.»
¿Sabe algo entonces? Si sigue pedaleando, sí que experimenta
algo. El saber que va en bicicleta no le ayuda en absoluto en lo
que está haciendo.
Bruno: Según tu opinión, ¿qué es lo femenino en el hombre, y
qué lo masculino en la mujer? ti Qué es, en general, lo masculino,
y qué lo femenino, según tu opinión?
Bert Hellinger: Creo que aún no lo he captado (risas), ya que para
el hombre lo femenino siempre sigue siendo un enigma, y
viceversa.
Ni siquiera comprendo bien lo masculino. Aquí no se trata de
comprensión, sino de dar lugar a ciertas experiencias, y si
pretendo captar algo con exactitud, del fuego sólo me quedan las
cenizas. El fuego calienta, las cenizas se pueden coger.
Adelheid: ¿Pero no es posible que la relación con el padre y la
madre sea equilibrada?
Bert Hellinger: De hecho, el hijo que se pone al lado del padre
tiene más respeto ante su madre que no aquél que permanece en
la esfera de la madre. La madre no pierde nada. Y la hija que sale
de la esfera del padre para volver a la de la madre no pierde al
padre. Desarrolla un mayor respeto hacia el padre. Sobre todo es
más intensa la relación de los padres si las hijas están con la
madre y los hijos con el padre. De esta manera no hay
confusiones.
Arnold: ¿Podrías volver a explicar con otras palabras lo que
entiendes bajo «esfera»?
Bert Hellinger: No. —Aquí no se trata de verdadero o falso, sino
de determinados puntos de vista para entender mejor ciertas
cosas y, si acaso, manejarlas con más facilidad. No va más allá.
Si se proclamara como verdad, sería una teoría falsa y yo la
negaría en seguida. De momento lo dejo ahí.
Pregunta: También la hija experimenta lo primero que recibe al
lado de la madre. Por lo tanto, ya antes tiene que haber dado el
paso de la madre al padre.
Bert Hellinger: Exacto. Por eso, la mujer también lo tiene más
fácil. El hijo experimenta lo femenino como algo tan
excesivamente poderoso que no podría enfrentarlo solo. Por eso,
un hombre no descansa en sí mismo. Para que un hombre pueda
desarrollar totalmente su masculinidad tiene que estar al lado del
padre. Porque éste es el que pudo con la otra mujer (risas en el
grupo).
Pregunta: Pero si la chica se queda directamente con la madre,
también le falta algo, ¿verdad?
Bert Hellinger: Sí, es cierto. Tiene que dirigirse al padre y
después volver con la madre. Si sólo se queda con la madre, no
llega a experimentar el atractivo de lo masculino en el padre.
Gabriele: Ayer dijiste que una mujer lo tiene difícil para dirigirse
a un hombre si no se logró la renuncia al padre. Eso me sigue
dando vueltas.
Bert Hellinger: Una frase que puede ayudarle a la hija en su
renuncia al padre es que le diga al padre: «Mamá es un poquito
mejor que yo».
Adelheid: ¿Lo he entendido bien? ¿Si admito el derecho de mi
madre a ser mujer, me pongo a su lado?
Bert Hellinger: No, quien le concede a su madre el derecho de
ser mujer, se pone por encima de ella.
Pregunta: ¿Y si la acepto?
Bert Hellinger: No, el aceptar es condescendiente. El tomar es
humilde.
Pregunta: Dijiste que era importante para la hija ponerse al lado
de la madre, y me di cuenta de que ni de niña, ni de adolescente,
ni de mujer he logrado ponerme al lado de mi madre. Ahora me
pregunto: ¿aún puedo hacer algo?
Bert Hellinger: Sí, es posible recuperarlo. También más tarde es
posible ponerse interiormente al lado de la madre.
Pregunta: ¿Y si ya no hay mucho que pueda tomar?
Bert Hellinger: Lo que aquí aún queda por tomar no viene de los
padres reales, todo lo que éstos dieron ya está dado. Lo único que
queda por hacer es darle a lo recibido un lugar en el alma.
Pregunta: ¿Es posible recuperar estas relaciones también con
otras personas?
Bert Hellinger: No, no es posible. Lo esencial sólo puedo
encontrarlo ahí donde fluye originalmente, es decir, con el padre
y con la madre. En la imaginación se vuelve con el cliente a los
primeros tiempos. Vuelve a ser niño, y como niño se dirige al
padre o a la madre excluidos, hasta llegar a él o a ella. Si se
intentara hacerlo con los padres actuales, no serían los padres que
le faltaban. Tengo que llevarlo al tiempo de aquel entonces y
solucionarlo ahí.
Rainer: Es curioso que exista mucha literatura acerca de la
relación madre-hijo, pero relativamente poca acerca de las
relaciones hijo-padre.
Bert Hellinger: Hay una confusión de valores, porque el
principio, el engendramiento, que es lo más importante, se
encuentra en el último lugar de la escala de valores, en vez de
estar arriba del todo. También hace una diferencia si un padre
tiene un hijo o una hija. ¿Tú, Rainer, tienes una hija? ¿Qué edad
tiene?
Rainer: Ocho años.
Bert Hellinger: Entonces ya va siendo hora que la dejes.
Rainer: Sí, la renuncia a mi hija también me preocupa. Al mismo
tiempo sé que esto no son instrucciones de procedimiento.
Bert Hellinger: ¡Que sí, que sí!
Rainer: Quiero decir que no pueden llevarse directamente a la
práctica.
Bert Hellinger: ¡Que sí, que sí, naturalmente!
Rainer: ¡Pero yo no lo quiero!
Bert Hellinger: Esta es una afirmación clara. Lo que dije son
instrucciones claras de procedimiento, ¿qué si no? Si no, hubiera
podido ahorrarme la frase.
Rainer: ¿Y qué podría ser eso?
Bert Hellinger: Por ejemplo, que en ella admiraras a tu mujer.
Rainer: Eso lo encuentro genial, sí.
Bert Hellinger: O que dijeras a la hija que casi vale tanto como
su madre.
(silencio prolongado)
Rainer: El segundo asunto que me preocupa es ...
Bert Hellinger (al grupo): Ahora desvía la conversación. Pero
también está bien así. Se da cuenta de lo que le espera. En
comparación con la mujer, la hija es un premio de consolación.
La pequeña felicidad
Rainer (en una ronda posterior): Aún me va dando vueltas que en
la Oración de la Mañana no pude decirle a mi padre: «¡Qué bien
que te hayas casado con Mamá!» Y que de ti, Bert, recibí la
respuesta: «Sí, has elegido la pequeña felicidad.» Eso, desde hace
un año y medio, no me deja tranquilo.
Bert Hellinger: La pequeña felicidad también es algo.
Hace poco, por televisión vi un sketch de Marty Feldman. Es un
inglés de ojos saltones. Interpretaba a un niño de cuarenta años,
con su mamá.
Fue a su mamá y le dijo: -Ahora me independizaré.
La mamá respondió: —Ves, ves, ¡si no tienes dinero!
Entonces el hijo: —¡Sí que tengo dinero!—, se metió sus
monedas de juguete en el bolsillo y se fue. Mientras tanto, la
mamá seguía cocinando. Al cabo de un rato, el hijo volvió y dijo:
—Mamá, me quedaré siempre contigo.
Esa fue su felicidad.
¿Algo más, Rainer?
Rainer: No, de momento paso. (Risas entre los participantes.)
A. ANIMA Y ANIMUS
C.G. Jung define lo femenino en el alma del hombre como el
anima, y lo masculino en el alma de la mujer como el animas. El
hombre desarrolla su anima con la madre, y el anima se
desarrolla con más fuerza si como hijo permanece en la esfera de
la madre. Pero entonces, curiosamente, muestra menos
comprensión y sensibilidad para otras mujeres, y no es bien
acogido ni por mujeres ni por hombres. Un macho siempre tiene
un anima fuerte, y siempre está atado a la madre. Es un joven o
un héroe, pero no un hombre.
En el alma de la mujer, el animus se desarrolla con más fuerza si
como hija permanece en la esfera del padre, pero entonces,
curiosamente, muestra menos comprensión, sensibilidad y
respeto para otros hombres, y no es bien acogida ni por hombres
ni por mujeres. Cuanto más tiempo permanece con el padre, tanto
más incapaz se hace para una relación con un hombre.
Todo esto desde luego son fantasmagorías, ¡no se las digáis a
nadie!
El efecto del anima en el alma del hombre se limita si éste, ya
tempranamente, pasa a la esfera del padre. En este caso, sin
embargo, curiosamente muestra más sensibilidad y comprensión
para la idiosincrasia y los valores de las mujeres. De la misma
manera, el efecto del animus en el alma de la mujer se limita si
ésta, ya tempranamente, pasa a la esfera de la madre. Pero
curiosamente también ella muestra entonces más sensibilidad y
comprensión para la idiosincrasia y los valores de los hombres.
Es decir, el anima es el resultado interiorizado del hecho de que
el padre no fuera tomado por el hijo; y el animus es el resultado
del hecho de que la madre no fuera tomada por la hija.
Aquí tan sólo comento un aspecto que puede tenerse en cuenta
en terapias. El hombre desarrolla lo masculino al lado del padre,
y la mujer se reconcilia con su condición de mujer al lado de la
madre. En la psicología de Jung, sin embargo, anima y animus
son también principios cósmicos y como tales cobran un
significado totalmente diferente. Por lo tanto, estos principios no
deben reducirse demasiado a lo dicho. De lo contrario, no se
comprendería justamente a C.G. Jung.
Preguntas:
Albert: Ayer noche aún estuve pensando en eso de las esferas.
Mencionaste al macho que permaneció demasiado tiempo en la
esfera de la madre. Pero también hay el blandengue. ¿Es posible
decir, de manera análoga, que éste permaneció demasiado tiempo
en la esfera de un padre fuerte ? Bert Hellinger: No, también
éstos siempre están en la esfera de la madre. También Don Juan
es un hijo de mamá que no se hizo hombre. A través de muchas
mujeres espera aún poder convertirse en mujer. Es propio del
joven tener a muchas mujeres. El hombre, en cambio, puede
tomar a la mujer y así ser su hombre. Los héroes, que tanto
presumen, son todos hijos de mamá y jovencitos. El hombre, si
se arriesga, va con cuidado. Acepta el riesgo siempre que sea
conveniente.
B. LA «PEQUEÑA DIFERENCIA» - ¡DE ESO NADA!
Hombres y mujeres, que mantienen una relación íntima,
experimentan lo masculino y lo femenino como dos posibilidades
de realización humana, totalmente distintas entre sí. Ya que la
mujer es en todos los aspectos distinta al hombre. Con que
«pequeña diferencia» ..., ¡de eso nada! Todo es diferente entre el
hombre y la mujer: el pensar, el sentir, la visión del mundo y
también la manera de reaccionar y de abordar las cosas. Ambas
formas vitales y existenciales, sin embargo, son formas de
realización humana plenamente válidas y equivalentes, lo cual
constituye un gran desafío para ambos, el hombre y la mujer.
2. EL FUNDAMENTO DE LA RELACIÓN DE LA PAREJA
ENTRE HOMBRE Y MUJER
El hombre se experimenta como incompleto ante la mujer y, dado
que como hombre le falta la mujer, ésta le atrae. La mujer, a su
vez, se experimenta como incompleta ante el hombre y, dado que
como mujer le falta el hombre, éste la atrae. Dado que a cada uno
le falta el otro, se desarrolla una atracción mutua. Este hecho
significa un gran impulso de energía para ambos. El hombre, por
lo tanto, tan sólo se convierte en hombre tomando por pareja a
una mujer, y la mujer tan sólo se convierte en mujer tomando por
pareja a un hombre. Así, formando una pareja, tienen un mayor
peso específico a nivel anímico que antes. Un hombre casado
tiene un peso específico más elevado que un hombre soltero, y
una mujer casada tiene un peso específico más elevado que una
mujer soltera. Esta es una regla, pero también aquí existen
excepciones, ya que también hay otros caminos para lograr este
peso.
Es decir, el hombre tiene algo que la mujer no tiene, y la mujer
tiene algo que el hombre no tiene. Son iguales en su necesidad y
en su capacidad de regalarle algo esencial al otro, de
complementarlo.
Para que una relación de pareja entre un hombre y una mujer
cumpla lo que promete, el hombre tiene que ser hombre y seguir
siéndolo, y la mujer tiene que ser mujer y seguir siéndolo. Si el
hombre desarrolla lo femenino en sí mismo, ya no necesita a la
mujer, y si la mujer desarrolla lo masculino en sí misma, ya no
necesita al hombre. Hay un libro que más o menos se titula así:
«Me veo tan maravilloso, ¿por qué aún estoy soltero?» ¡Pues
justo porque se siente tan maravilloso! Si supiera que le falta algo
esencial, buscaría una pareja. Si uno se realiza integrando lo que
es propio del otro sexo, se convierte a sí mismo en una persona
soltera y solitaria. Por esta razón, muchos hombres y mujeres que
desarrollan las cualidades del otro sexo en ellos mismos viven
solos y son autosuficientes.
A. LA RENUNCIA AL OTRO SEXO EN UNO MISMO
La relación de pareja se fundamenta en la necesidad mutua y en
la renuncia al otro sexo. El hombre tiene que renunciar a adquirir
lo femenino como algo propio y a tenerlo como si él mismo
pudiera hacerse o ser una mujer. La mujer tiene que renunciar a
adquirir lo masculino como algo propio y a tenerlo como si ella
misma pudiera hacerse o ser un hombre, y todo esto también en
el pleno sentido físico.
Para ser hombre, el hombre tiene que renunciar a ser mujer él
mismo y permitir que una mujer le dé lo femenino como
obsequio, y viceversa. Ambos tienen que aceptar sus limitaciones
para así capacitarse para una relación, ya que, de esta manera,
ambos se necesitan y tienen la posibilidad de complementarse.
B. LA IGUALDAD DE RANGO COMO CONDICIÓN
PREVIA PARA UNA RELACIÓN DE PAREJA DURADERA
Según la sucesión sistémica, en un primer lugar se halla el orden
entre el hombre y la mujer, y después, el orden entre padres e
hijos, así como aquél que rige entre hijos y padres. Finalmente
vienen el orden de la red familiar y el de las relaciones libremente
elegidas. En nuestro desarrollo personal, primeramente somos
hijos y miembros de una red familiar. Dado que este hecho nos
vincula fuertemente y nos presiona, a menudo nos escapamos a
las relaciones libremente elegidas para encontrar ahí una
descarga y un contrapeso. Más adelante se llega a la relación de
pareja y, finalmente, a las relaciones entre padres e hijos. La
relación de pareja y las relaciones entre padres e hijos son, por
tanto, las relaciones más tardías para nosotros. Por consiguiente,
es en ellas donde más elementos de los órdenes anteriores se
introducen, causando, a veces, trastornos en el orden de estas
últimas.
Lo que tienen en común tanto las relaciones del hijo con sus
padres como las relaciones entre el hombre y la mujer, es la
necesidad de vinculación, pertenencia y continuidad. Tanto el
hombre como la mujer introducen en la relación de pareja aquello
de la relación con sus propios padres que en ella experimentaron
y recibieron en abundancia, para ahora pasarlo a un compañero
de igual condición y a los propios hijos.
La relación de pareja se basa en la condición previa de la
igualdad. Ambos son igualmente buenos y malos en aquello que
tienen y en aquello que les falta. En la relación de pareja se unen
dos personas de igual condición, y todo intento de comportarse o
como padres, o expuestos y dependientes como hijos, provoca
una crisis en la pareja.
Si en una relación de pareja uno de los miembros busca satisfacer
su necesidad de vinculación y pertenencia con la misma actitud
que un niño muestra frente a sus padres (por ejemplo, esperando
del otro una seguridad que sólo unos padres pueden dar a sus
hijos), esto supone una carga y un trastorno para el orden de la
relación. De esta manera se impiden el intercambio y la
compensación correspondientes para personas adultas y de igual
condición. Por regla general, la crisis consecuente acaba con que
aquél del que se esperaba demasiado se retira o se va. Y todo esto
con razón, ya que, transfiriendo un orden de la infancia a la
relación de pareja, se le exige demasiado al otro. Si, por ejemplo,
un hombre le dice a su mujer: «Sin ti no puedo vivir», o «Si te
vas, me mato. Así la vida no tiene sentido para mí», la mujer
tiene que marcharse. La relación fracasará, ya que esta actitud
supone una exigencia que ninguna persona puede soportar
durante mucho tiempo. Si un niño pequeño dice eso a sus padres,
expresa la realidad, ya que el niño con razón se siente
dependiente de sus padres.
Pero también en la relación de pareja hay un vínculo íntimo (por
ejemplo, el que resulta de la consumación del acto sexual); éste,
sin embargo, tiene otra cualidad que la vinculación del niño a los
padres.
De la misma manera, sin embargo, una relación peligra si uno de
los miembros de la pareja, recordando los derechos que los
padres tienen frente a sus hijos, se comporta como si tuviera la
tutela sobre el otro, pensando que tendría que reeducarlo en
determinados ámbitos. Pero todo eso ya se lo conoce el otro, por
lo que se convierte en el camino más seguro de perderlo. No es
de extrañar que éste, al igual que un niño, se escape de la presión
y busque alivio y compensación al margen de la relación de
pareja. Juegos de poder entre cónyuges se desarrollan sobre todo
donde el otro es visto como un padre o una madre, o donde se
intenta convertirlo en madre o padre.
Además, es propio del orden entre el hombre y la mujer que el
hombre quiera a la mujer por mujer, y la mujer quiera al hombre
por hombre. Asimismo es importante que entre ellos dos se
realice un intercambio en el que ambos den y tomen en la misma
medida. Para llegar a un intercambio, ambos tienen que dar lo
que tienen y tomar lo que les falta. Es decir, el hombre se da a la
mujer por hombre y la toma por mujer; y la mujer se da al hombre
por mujer y lo toma por hombre.
EL BAJO CONTINUO
Una relación de pareja se realiza como un concierto barroco. En
lo alto suena una gran variedad de bellísimas melodías, y de
fondo, un bajo continuo que dirige y lleva las melodías, dándoles
peso y cuerpo.
En la relación de pareja el bajo continuo reza así: «Te tomo, te
lomo, te tomo. Te tomo como mi hombre y me doy como tu mujer.
Me doy como tu hombre y te tomo como mi mujer. Te tomo y me
doy con amor».
C. LA MUJER SIGUE AL HOMBRE, Y EL HOMBRE TIENE
QUE SERVIR A LA MUJER Y A LOS HIJOS
La relación entre el hombre y la mujer es lograda si la mujer sigue
al hombre. Es decir, le sigue a su familia, a su ciudad, a su
círculo, a su idioma, a su cultura, y está de acuerdo con que
también los hijos le sigan. Basta con comparar familias en las
que la mujer sigue al hombre, y los hijos al padre, con familias
en las que el hombre sigue a su mujer, y los hijos a su madre,
para darse cuenta de la diferencia.
Si un hombre entra en un negocio casándose con la hija del
propietario, es él quien sigue a la mujer. Eso no lleva a ninguna
relación de plenitud sino al fracaso, porque el hombre no puede
desarrollarse en una situación así. Todo esto es una descripción
de lo que he visto. Quizás existan también ejemplos de lo
contrario, desde luego estoy dispuesto a conocerlos; hasta ahora,
sin embargo, no he visto otra cosa.
Pero también aquí hay una compensación, un contrapeso. De
complemento, el orden del amor entre el hombre y la mujer exige:
el hombre tiene que servir a la mujer y a los hijos.
D. LA RELACIÓN ENTRE AMOR Y ORDEN
Desde hace un tiempo, tengo en mente otra cuestión más. En
muchos aspectos aún no está madurada, pero a pesar de todo me
parece importante para este tipo de trabajo. Vengo observando y
pensando en el hecho de que haya relaciones que fracasan a pesar
de un gran amor. Por lo tanto, no puede ser por falta de amor que
fracasen.
De un cierto Agustín existe la frase funesta: «Dilige et faequod
vis.» Quiere decir: «Ama y después haz lo que quieras». Eso, sin
embargo, irá mal con toda seguridad, ya que un amor sin cabeza
siempre va mal. Es un error muy generalizado pensar que el amor
sea capaz de suplir, sustituir o superar todo lo demás que pueda
faltar. Muchas dificultades en relaciones resultan de que uno no
quiera aceptar lo obvio, pensando que aún podría arreglarlo
mediante la reflexión, el esfuerzo o el amor. Sin embargo, no es
posible influir en el orden de esta manera. Es ilusorio, no
funciona. El amor es una parte del orden y únicamente se
desarrolla, prospera y florece en un entorno sistémicamente
equilibrado. Quienquiera que intente invertir esta relación,
pretendiendo cambiar el orden a través del amor, tendrá que
fracasar. Subordinándose, el amor puede crecer en el seno de un
orden como una semilla: se introduce en la tierra sin intentar
cambiarla, y de esta manera crece.
Mirado desde el punto de vista filosófico, el amor forma parte de
un orden superior. Es algo que se realiza entre personas, teniendo
ahí una cierta función, pero en el contexto global desempeña un
papel subordinado.
Así, por ejemplo, puedo observar a dos personas y ver lo que
entre ellas dos ocurre. Si dejo de lado las consecuencias de su
actuar para su entorno o para sus hijos, se me escapa algo
esencial. Los dos se sentirán bien, pero al mismo tiempo su
comportamiento puede tener consecuencias nefastas para sus
hijos o sus nietos. El orden siempre implica incluir a muchos, y
—según mi entender— en el fondo significa tener en cuenta y
compaginar diversos aspectos, de manera que para todos esté
bien. El orden no se realiza a costa de una persona, sino al mismo
precio y en beneficio igual, o por lo menos similar, para todos
los implicados. Se trata de abandonar las miras estrechas para
pasar a una visión más amplia, de mirar a todos los afectados y
de tener en cuenta el efecto de un comportamiento determinado.
E. ¿CUÁNDO UNA RELACIÓN ESTÁ EDIFICADA SOBRE
ARENA?
Si en una relación de pareja el hombre o la mujer no quieren al
otro primeramente como mujer o como hombre, sino por otras
razones, por ejemplo para divertirse o para asegurarse el
sustento, porque el otro sea rico o pobre, culto o sencillo, católico
o protestante, o porque quieran conquistarlo, protegerlo,
mejorarlo o salvarlo, o porque lo quieran como padre o madre
para sus hijos, como se suele decir, entonces el fundamento está
edificado sobre arena, y la manzana ya lleva el gusano.
El amor entre un hombre y una mujer prospera si la pareja está
bien equilibrada, como los platillos de una balanza, llenos de
diferentes cosas del mismo peso. Al igual que la balanza, también
su relación
puede inclinarse hacia un lado u otro, según la importancia que
las necesidades o contribuciones del uno o del otro puedan
adquirir en un momento determinado. Si el uno es especialmente
fuerte en un momento, el otro tendrá que serlo en otras
circunstancias. Así lo pide el amor. Si uno tiene recursos o
responsabilidades especiales, el otro tiene que ofrecer algo
equivalente. Basándose en esta armonía, su amor puede
desarrollarse en una relación entre iguales.
Partiendo de su experiencia con las relaciones libremente
elegidas, algunos consideran su relación de pareja como si sus
fines pudieran determinarse a gusto, y su duración y su orden
variarse o abandonarse según el propio parecer. De esta manera,
sin embargo, exponen la relación a la ligereza, y quizás se den
cuenta demasiado tarde de que aquí reina un orden que no pueden
herir impunemente. Si uno de los miembros de la pareja rompe
la relación sin escrúpulos y a la ligera, a menudo un hijo de esta
relación se comporta como si tuviera que expiar una injusticia.
En realidad, los fines de una relación de pareja nos vienen
determinados de antemano, y si queremos alcanzarlos, nos exigen
constancia y sacrificio.
F. EL ENAMORAMIENTO ES CIEGO, EL AMOR ESTÁ EN
VELA
Comentario de una participante después de las explicaciones de
Bert Hellinger acerca de la relación de pareja.
Angela: Me he dado cuenta de lo que yo necesito, de mi
necesidad de ternura y de ser cogida en brazos. Por esta razón
mantengo los ojos abiertos buscando a un hombre cariñoso. Eso
me ha quedado claro.
Bert Hellinger: Es arriesgado. La mayoría de las relaciones
empiezan así, que se está buscando a alguien del que por fin
recibamos aquello que siempre deseábamos. El problema es que
el otro está buscando exactamente lo mismo. El enamoramiento
sirve para mantener viva la ilusión de poder conseguirlo. El
enamoramiento —todo esto naturalmente no son más que
especulaciones— reaviva la necesidad del niño, y así el otro
fácilmente se ve llevado a la posición de padre o de madre.
Cuando una mujer encuentra a un hombre, su necesidad más
profunda es la de tener a la madre. La necesidad de un hombre
que encuentra a una mujer también es la de tener a la madre. Eso
necesariamente tiene que provocar desilusiones.
La relación de pareja es una empresa y algo totalmente diferente
de un amorío, ni tampoco un amorío prolongado, sino algo
absolutamente diferente. Tiene otra profundidad totalmente
distinta. Tal como lo dijiste tú, Angela, encontrarás a un hombre
al que tendrás para dos meses, y él no te tomará en serio, tomar
en serio en el sentido de querer pasar una vida contigo, sino que
más bien lo verá como una oportunidad, porque tú quieres
tomarlo como una oportunidad. Tu imagen es demasiado pequeña
para una relación duradera. Esta imagen únicamente llega para
un amorío. Si, por lo contrario, dejas que en tu interior nazca otra
imagen que corresponda a tu dignidad y a tu fuerza, quizás
también a tu vocación, entonces en ella podrá entrar alguien que
reúna todos estos aspectos; y si después aún se añade amor y un
poco de enamoramiento — bueno. El enamoramiento es ciego, el
amor está en vela. Para el amor, el otro está bien tal como es.
Justamente así se toca lo más hondo en el otro, de manera que
pueda desarrollarse.
Esto lo dice un señor mayor a una señora joven.
¡Pillado!
Bruno: Como ya estamos con los sentimientos: yo también
quisiera aclarar un sentimiento que tengo para una mujer. Es un
sentimiento que no he tenido nunca, y simplemente no puedo
clasificarlo. Es la sensación: «Esta es la mujer para mí.»
Simplemente eso. No hay ninguna pasión en ello, simplemente
esa frase.
Bert Hellinger: Yo no me fiaría de la frase. «Es buena», eso ya
sería suficiente. — «La mujer» significa: con ésta tengo que
cambiar menos.
Bruno: ¡Pillado! (risas) Pero por otra parte también es muy
bonito si uno puede seguir siendo como es.
Bert Hellinger: No, no es bonito. Se convierte rápidamente en
una carga. La sensación «éste es el mejor» abruma al otro, lo cual
es en absoluto provechoso para la relación. Si la mujer es
«buena» sin más y tú también eres «bueno», entonces está bien.
G. CUANDO DOS TRADICIONES FAMILIARES SE
ENCUENTRAN
Al juntarse una pareja, ambos miembros aportan de sus familias
de origen modelos para la vida en pareja, y ambos, por
costumbre, siguen a las suposiciones básicas, normas y valores
anteriormente vigentes en sus respectivas familias. Adoptando
patrones antiguos, se sienten bien, aunque aquéllos sean fatales,
y abandonando patrones fatales, se sienten culpables, aunque los
nuevos sean mejores. De esta manera, su progreso y su nueva
felicidad frecuentemente les cuestan el precio de la culpa. De la
vinculación con el propio grupo de origen resultan las peores
consecuencias para una relación de pareja, sobre todo si uno de
los dos, sin darse cuenta, se ve obligado a desempeñar un papel
de representante para solucionar conflictos del pasado.
Un ejemplo:
Un hombre y una mujer se sabían muy unidos, pero, a pesar de
todo, surgían conflictos entre ellos que no podían compren der.
Hacía un tiempo, se habían separado para medio año, a pesar de
tener tres hijos. Finalmente, un día se encontraron el uno frente
al otro, y un terapeuta se dio cuenta de que la cara de la mujer
empezaba a cambiar hasta que parecía una vieja.
Después le echaba al hombre cosas en cara que no podían
referirse a él.
El terapeuta preguntó: — ¿Quién es la mujer mayor?
En ese momento la mujer se acordó de su abuela, una tabernera.
Muchas veces el abuelo la había arrastrado por los pelos a través
del comedor, delante de toda la gente. Se dio cuenta de que la
rabia que ella expresaba contra su marido era la rabia de su
abuela contra el abuelo, reprimida en aquel entonces.
Esta dinámica de la doble transferencia se tratará más
extensamente en el capítulo V, dedicado a las implicaciones
sistémicas y sus soluciones (v. p. 174).
Para que una relación de pareja sea lograda, cada uno debe, para
decirlo de alguna manera, casarse también con la familia de
origen del otro. Al mismo tiempo, tanto el hombre como la mujer
también tienen que revisar los modelos determinados por sus
padres y por sus grupos de origen, para, quizás, abandonar
patrones antiguos y encontrar otros nuevos para la relación de
pareja. Si, por ejemplo, los dos pertenecen a Iglesias diferentes,
una solución —que hoy en día es más factible que antes— sería
que cada uno abandonara su Iglesia y que ambos las valoraran y
honraran a un nivel superior.
Una vez se me ocurrió una imagen para este proceso. Pongamos
por ejemplo a un hombre y a una mujer. El uno se encuentra en
un lado del río, la otra en el otro. Los dos tienen sus puntos de
vista, cada uno en una orilla distinta. Ahora bien, no les sirve de
nada ir pregonando sus puntos de vista. El río todo el tiempo va
pasando delante de ellos. Para saber realmente lo que es el orden,
ambos tienen que abandonar sus posiciones, bajar al río y meterse
en el remolino. Entonces se darán cuenta de lo que es la vida y
cuál es el orden que para ellos resulta.
3. LA VINCULACIÓN EN LA RELACIÓN DE PAREJA
A. LA SIGNIFICACIÓN DE LA CONSUMACIÓN DEL
AMOR CON LO PLENAMENTE CARNAL E INSTINTIVO
El tema que ahora trataré es un proceso que estoy indagando y
que aún no llego a captar del todo. En la Iglesia Católica y en el
derecho matrimonial católico la consumación del matrim onio
tiene una significación especial. El matrimonio únicamente es
válido si ha sido consumado, es decir, si también se realizó la
unión física. ¡Hay algo en todo esto! La consumación crea un
vínculo indisoluble. Por esta misma razón es fácil que dos
personas, que antes no se conocían, vivan la consumación y
después se sientan vinculadas. No son ni la decisión ni la
intención las que crean el vínculo, sino la realización elemental.
Eso tiene algo consolador y también hay grandeza en ello,
encuentro yo. Se trata, por tanto, de resistir al menosprecio. El
vínculo que resulta de la consumación es más fuerte que aquél
que nos une a los padres. Esta es una hipótesis, y la presento con
toda cautela.
El temor a llamar por su nombre lo más íntimo que tenemos, y de
quererlo en una relación de pareja como lo primero y lo más
inmediato, tiene que ver con que en nuestra cultura la
consumación del amor entre hombre y mujer a muchos les parece
algo casi indecente, una necesidad indigna. Pero aun así es la
mayor realización humana posible. Ningún otro acto humano está
más de acuerdo con el orden y la plenitud de la vida y nos obliga
tan enteramente para el mundo como todo. Ningún otro acto
humano nos aporta tanta dicha y placer y, en consecuencia, tanto
sufrimiento por amor.
Ningún otro acto humano tiene consecuencias más graves o un
riesgo más alto, ninguno como éste nos exige aún lo último y nos
hace tan sabios y conocedores y humanos y grandes como cuando
un hombre toma y conoce a una mujer con amor, y una mujer
toma y conoce al hombre con amor. Comparado con esto,
cualquier otro acto humano no parece más que preparativo o
ayuda, o consecuencia o, como mucho, un añadido, o incluso
escasez y substitutivo.
La consumación del amor entre hombre y mujer es, a la vez,
nuestro acto más humilde. En ninguna otra ocasión nos
descubrimos tanto y mostramos tan indefenso el punto en el que
somos más vulnerables. Por tanto, tampoco hay nada que
protejamos con tan profundo pudor como el lugar en el que el
hombre y la mujer amando se encuentran, revelando y
confiándose lo más íntimo. Por la consumación del amor, según
la bella palabra de la Biblia, el hombre deja a su padre y a su
madre, se une a su mujer y los dos se hacen una sola carne. Lo
mismo vale también para la mujer.
Como ya dijimos, el vínculo especial entre el hombre y la mujer,
indisoluble en un sentido profundo de la palabra, se crea a través
de la consumación del amor. Sólo ésta convierte al hombre y a la
mujer en pareja, y sólo ésta también convierte a la pareja en
padres. Un amor únicamente espiritual no es suficiente, ni
tampoco el reconocimiento público de su relación. Si, por lo
tanto, esta consumación se menoscaba, por ejemplo porque el
hombre o la mujer ya antes de la relación se esterilizaron,
tampoco se crea ningún vínculo, aunque ambos lo quieran. Lo
mismo ocurre en una relación platónica que ambos aceptan sin el
riesgo de la consumación. Por tanto, tales relaciones mantienen
su carácter no vinculante y los dos, al separarse, no se deben
nada. Si, por lo contrario, hubo una consumación seria —lo cual
queda patente en las constelaciones, donde se percibe si una
persona determinada aún es de importancia—, la separación
resulta más difícil, y no es posible pasar por alto ese vínculo
como si no hubiera existido. Si de esa relación nació un hijo o
hubo un aborto voluntario, la relación siempre es de importancia.
Si la consumación del amor se menoscaba posteriormente, por
ejemplo a través de un aborto voluntario, se da una ruptura en la
relación, aunque el vínculo permanezca. Si el hombre y la mujer
quieren seguir juntos a pesar de todo, tienen que decidirse
nuevamente el uno por el otro y vivir juntos como si fuera su
segunda relación, ya que la primera, por regla general, ha
terminado.
La superioridad de la carne sobre el espíritu
En la consumación del amor se muestra la superioridad de la
carne sobre el espíritu, su veracidad y su grandeza. Sin duda, a
veces nos vemos tentados de desdeñar la carne en comparación
con el espíritu, como si aquello que se realiza por instinto y
necesidad, por anhelo y amor, fuera menos que aquello que la
razón y la voluntad moral nos imponen. Pero lo instintivo
demuestra su sabiduría y fuerza allí donde lo razonable y lo moral
topan con sus límites y fallan. Puesto que a través del instinto
actúan un espíritu superior y un sentido más profundo, de los que
nuestra razón y nuestro querer ético retroceden y huyen.
EL CONOCIMIENTO
Un grupo de hombres animados por los mismos sentimientos, que
aún se consideraban principiantes, se encontraron y hablaron de
sus planes para un futuro mejor. Acordaron hacer las cosas de
otra manera.
Lo común y lo cotidiano y todo el eterno ciclo les parecían
demasiado estrechos. Ellos buscaban lo sublime, lo singular, lo
amplio, y esperaban encontrarse a sí mismos como nunca nadie
lo había conseguido. En su mente ya veían la meta conseguida,
se imaginaban cómo sería, sentían como sus corazones latían de
emoción y se impacientaban, y decidieron actuar.
—Primeramente —dijeron— tenemos que buscar al Gran
Maestro, porque por ahí se empieza.
Después emprendieron el camino.
El maestro vivía en otro país y pertenecía a otro pueblo. Muchas
maravillas se habían contado de él, pero nunca nadie parecía
saber nada concreto. Pronto quedó atrás lo habitual, ya que aquí
todo era diferente: las costumbres, el paisaje, el habla, los
caminos, la meta. A veces llegaban a un lugar del que se decía
que el maestro estaba ahí. Pero siempre que querían saber algo
más, oían que justamente acababa de partir, y que nadie sabía
el rumbo que había tomado. Finalmente, un día lo encontraron.
Estaba con un campesino, trabajando en el campo. Así se ganaba
su sustento y un cobijo para la noche. Primero no querían
creérselo, que éste fuera el maestro largamente anhelado, y
también el campesino se asombró al ver que consideraban tan
especial al hombre que estaba con él en el campo. Éste, sin
embargo, dijo:
—Sí, soy un maestro. Si queréis aprender de mí, quedaos aquí
una semana más, entonces os instruiré.
En seguida entraron al servicio del campesino y, a cambio,
recibían comida, bebida y alojamiento. Al cabo de ocho días, al
caer la tarde, el maestro los llamó, se sentó con ellos bajo un
árbol, se quedó mirando el crepúsculo y empezó a contarles una
historia.
—Hace mucho tiempo, un hombre joven estuvo pensando qué
quería hacer con su vida. Provenía de familia distinguida, no
conocía el apremio de la penuria y se sentía obligado a buscar
lo sublime y lo mejor. Así dejó al padre y ala madre, siguió a los
ascetas durante tres años, dejó también a éstos, encontró
después al Buda en persona, y supo: tampoco eso le bastaba. Aún
más alto quería llegar, hasta donde el aire ya se enrarece y se
respira con dificultad, donde nadie había llegado antes que él.
Cuando por fin llegó, se detuvo.
Se encontraba al final de aquel camino y vio que había sido un
extravío.
Ahora quiso tomar el rumbo contrario. Bajó, llegó a una ciudad,
conquistó la cortesana más bella, se hizo socio de un
comerciante rico, y pronto fue rico y respetado él mismo. Pero
no había bajado a lo más profundo del valle, tan sólo se movía
en el borde superior: para arriesgarse del todo le faltaba el
valor. Tenía una amante, pero no una mujer, tuvo un hijo, pero
no fue padre. Había aprendido el arte del amor y de la vida, pero
no el amor y la vida mismos. Empezó a aborrecer lo que no había
aceptado, hasta que se cansó y también dejó aquello.
Aquí el maestro hizo una pausa.
—Quizás reconozcáis la historia —dijo—, y también sabéis cómo
acabó. Se dice que el hombre, al final, se hizo humilde y sabio,
amante de lo común. ¡Pero qué es eso, si en un principio se
desaprovechó tanto! El que se fía de la vida no rehúye lo cercano
para buscar un ideal lejano.
Domina primero lo ordinario, ya que, de lo contrario, también
lo extraordinario en su vida —suponiendo que exista— no es más
que un sombrero en un espantajo.
Se había hecho el silencio, y también el maestro callaba.
Después se levantó sin decir palabra y se fue.
Ahora, los que tanto tiempo parecían animados por los mismos
sentimientos, nuevamente tenían que defenderse solos. Algunos
de ellos no querían creerse que el maestro los había dejado y
partieron a buscarlo de nuevo. Otros apenas eran capaces ya de
distinguir entre sus deseos y sus miedos y, alazar, tomaron
cualquier camino.
Uno, sin embargo, se lo pensó. Volvió de nuevo junto al árbol,
se sentó y miró a lo lejos, hasta que en su interior se hizo la
calma. Sacó de su interior aquello que la acosaba y lo puso
delante de sí, como uno que después de una larga marcha se
quita la mochila antes de descansar. Y se sentía ligero y libre.
Ahí estaban pues, delante de él: sus deseos, sus miedos, sus
metas, su necesidad real. Y sin mirarlos más de cerca, ni querer
nada determinado, más bien como uno que se entrega a lo
desconocido, esperaba que ocurriera como por sí solo, que cada
cual encontrara el lugar que en el todo le correspondía, según
su propio peso y su rango.
No tardó mucho, y se dio cuenta de que allá fuera se iba
aclarando, como si algunos se marcharan a hurtadillas, como
ladrones desenmascarados que se dan a la fuga. Y comprendió:
aquello que había tenido por sus propios deseos, sus propios
miedos, sus propias metas, todo aquello no le había pertenecido
nunca. Todo eso venía de otra parte totalmente distinta, y tan
sólo se había anidado en su vida.
Pero ahora su tiempo había acabado.
Parecía moverse aquello que aún quedaba delante de él. Volvía
a él aquello que realmente le pertenecía, y cada cual ocupaba su
justo lugar. Fuerza se reunía en su centro, y finalmente
reconoció su propia meta, la meta que a él le correspondía. Aún
esperó un poco, hasta sentirse seguro. Después se levantó y se
fue.
Angela: Esta historia me ha llevado a mi drama, es decir también
al dolor entre los omoplatos. Me doy cuenta de cómo me resisto
y me rebelo contra el matrimonio siempre que lo pienso. Noto
cuánto me cuesta concederle un lugar a un matrimonio (su voz se
vuelve insegura); eso me pone triste y siento que es necesaria la
reverencia ante el matrimonio.
Bert Hellinger: Si acaso, la reverencia ha de hacerse ante tus
padres como matrimonio, y quizás desaparezca el dolor entre los
omoplatos si te pones justo entre ambos padres, tocando con un
omoplato al padre, y con el otro a la madre. Podrías imaginártelo
alguna vez, mal no te hará.
Angela (ríe): Sí, ahora estoy dispuesta (se lo imagina con los ojos
cerrados). ¿Y si luego ya no vuelvo a abrir los ojos?
Bert Hellinger: Exacto. — Es decir, no es posible hacer una
reverencia ante el matrimonio, eso no funciona. Tampoco es
posible planear un matrimonio feliz. Si se logra, es una gracia, y
si fue bueno durante un tiempo, también está bien.
B. EL DESEAR Y EL CONCEDER
En este ámbito aún quisiera decir algo acerca de la igualdad de
rango en la relación de pareja. El que desea se encuentra en una
posición débil en la relación, ya que el otro tiene el poder de
rechazarlo. El que concede no tiene que correr ningún riesgo. En
nuestra cultura, la mayoría de las veces es el hombre quien desea
y la mujer la que concede. De esta manera ya se planta la semilla
para un posible trastorno en la relación, puesto que el desear
aparece como pequeño y el conceder como grande. Así, el uno se
muestra necesitado y como uno que toma, y el otro, aunque sea
amando, se muestra complaciente y como uno que da. Así, el que
toma, quizás tenga que dar las gracias, como si hubiera tomado
sin dar, y el que da, tal vez se sienta superior y libre, como si
hubiera dado sin tomar. De esta manera, sin embargo, se niega el
equilibrio y se pone en peligro el intercambio. Para algunos, sin
embargo, es una satisfacción mantenerse en esa posición superior
y poderosa del que concede, y así la relación fracasa.
Hace un tiempo, una mujer me envió un anuncio matrimonial que
había puesto. Quería saber si el anuncio era bueno. Más o menos
decía así: «... mujer, incluso dispuesta a casarse con viudo con
hijos.» ¡¿Qué hombre encontrará ésta?! La relación de antemano
estaría abocada al fracaso. Aquél de la pareja que al casarse le
debe algo al otro, más tarde se vengará. Yo le dije que pusiera:
«Mujer desea hombre — ¿quién quiere venir?» (Risas) Al leer
eso, un hombre reacciona y se lo toma como un honor.
Para que una relación sea lograda, el riesgo de ser rechazado debe
ser compartido. Para muchas mujeres el desear es más difícil,
porque tienen que romper un tabú social y son despreciadas si
desean. Sin embargo, teniendo presentes a sus madres tienen el
derecho de decir: «Deseo a mi marido.»
La pareja puede llegar al acuerdo de que si uno de ellos revela y
pone en juego lo más íntimo —y eso lo hace expresando su
deseo—, el otro lo respetará, aunque no lo cumpla. El desear no
debe llevar a un rechazo humillante, ya que en este punto somos
especialmente vulnerables. De esta manera, el riesgo puede
asumirse nuevamente y se hace posible una relación profunda.
Para que el intercambio y el equilibrio se logren, ambos tienen
que desear y ambos tienen que conceder con respeto y con amor
aquello que el otro, necesitado, desea.
Una dificultad en muchas relaciones de pareja consiste también
en que la sexualidad haya adquirido una importancia exagerada
en el todo de la relación. De esta manera, la sexualidad se
convierte en meta de la relación, en vez de estar a su servicio. Si
la sexualidad está al servicio de la relación, es más entrañable y
también más variable.
C. EN UNA RELACIÓN DE MUCHO TIEMPO SE PIERDE
ALGO DE LO MASCULINO Y DE LO FEMENINO
Siempre que un hombre y una mujer con todas sus diferencias se
dirigen el uno al otro, cada cual pone en cuestión al otro en su
origen y en su manera de ser. La mujer priva al hombre de su
seguridad, y el hombre priva a la mujer de su seguridad. El
hombre, a lo largo del matrimonio o de la relación de pareja, se
hace menos hombre, y la mujer, a lo largo de la relación de
pareja, se hace menos mujer. En su relación se reducen
mutuamente en este sentido específico. Ambos aportan lo propio,
lo masculino o lo femenino; en la relación, sin embargo, ambos
van perdiendo algo de lo que les es propio, de su identidad.
Para el hombre lo femenino siempre queda inalcanzable y
siempre sigue siendo un misterio, no puede captarlo, y para la
mujer ocurre lo mismo a la inversa. Éste es el aspecto de renuncia
en una relación. Matrimonios que permanecen juntos largo
tiempo realizan esta renuncia poco a poco, lo cual también tiene
su belleza. En toda crisis de matrimonio cada uno abandona algo,
pero a pesar de esto, a otro nivel nace algo nuevo y profundo que
antes no existía. Es algo humano en un sentido muy general, que
está más allá de lo masculino y lo femenino. El amor puede ser
más grande entonces, mucho más grande, pero tiene otra
cualidad.
Cuanto más avanza una relación, más peso gana el aspecto de
muerte. Bien nos embarcamos en la relación con la idea de que
ella nos colmará en plenitud, pero la promesa que los cónyuges
se dan al principio de su matrimonio es imposible de cumplir,
tanto para el uno como para el otro. La realidad es que morimos
en la relación, que nos desafía a la renuncia extrema, y que de
cada uno exige lo último y lo más difícil. Incluso si el amor
prospera en una relación, siempre queda, en lo más íntimo, un
vacío. Palpar este vacío tan profundamente humano significa
tocar también los grandes misterios de la vida, su dimensión
espiritual y religiosa. Al abandonar la esperanza de que la pareja
llenará lo que ninguna pareja puede llenar, los cónyuges
comienzan a mirarse con más cariño, librándose de sus
expectativas originales y entregándose a un proceso cuyo
resultado final aún desconocen.
Si uno vive en una aldea entre montañas, todo es estrecho allá
abajo. Así pues, empieza a subir, y su vista alcanza cada vez más
lejos. Pero cuanto más alto sube, tanto más solo se encuentra al
mismo tiempo. A pesar de esto, de repente se encuentra también
en un contexto mayor.
Toda relación estrecha tiende a disolverse para dar lugar a otra
más amplia. Por eso la relación estrecha de pareja disminuye al
llegar a su punto culminante. El punto culminante es el
nacimiento del primer hijo. Después, la relación aspira a la
amplitud. Aparecen otras cosas que cobran importancia, y la
intimidad disminuye, tiene que disminuir.
Esta es una visión. También es posible llegar a otras totalmente
distintas. A través de esta visión, sin embargo, la relación
adquiere una profundidad y una seriedad dignas de ella.
Es similar la vivencia del hombre y de la mujer al nacer un hijo
y convertirse ellos en padres. Experimentan que ellos harán sitio
y, junto con la felicidad del hijo, también se les recuerda que este
hijo ocupará su lugar. La gran felicidad de tener un hijo y la
sensación de plenitud que la acompaña son, al mismo tiempo, una
renuncia que se les exige a los padres. Es lo que corresponde y,
al mismo tiempo, nos obliga a abandonar los sueños de lo que
una relación podría ser. Es más que una relación amorosa. Una
relación amorosa es algo que se desarrolla en un primer plano,
algo que nunca puede abarcar lo que ocurre en este ámbito.
Ambos cónyuges realizan la renuncia paso a paso y, junto a la
renuncia, se introduce en la relación algo diferente, algo humilde
y sereno y, a la vez, una plenitud que es distinta de la de una
pareja joven.
LA PLENITUD
Un joven preguntó a un anciano:
—¿Qué te distingue a ti, que ya casi fuiste, de mí, que aún seré?
El anciano dijo:
—Yo he sido más.
Bien es verdad que un día joven, que llega, parece más que el
viejo, ya que el viejo, antes que aquél, ya fue. Pero también él,
aunque aún esté por venir, tan sólo puede ser aquello que ya fue,
y se hace más, cuanto más haya sido también él.
Como en su tiempo el viejo, también él al principio sube
bruscamente hacia el mediodía, alcanza el cénit aún antes del
pleno calor y, así parece, se mantiene un tiempo en la cúspide;
después, cuanto más tarde tanto más y como si su peso creciente
lo arrastrara, se inclina profundamente hacia la tarde y queda
completo en cuanto, al igual que el viejo, haya sido del todo.
Pero aquello que ya fue no está pasado. Permanece porque ha
sido, actúa aunque fue, y aún aumenta por lo nuevo que le sigue.
Ya que, como una gota redonda de una nube que pasó, aquello
que ya fue se hunde en un mar que permanece.
Sólo aquello que nunca pudo ser nada, porque lo dejamos pasar
sin experimentarlo, lo pensamos sin hacerlo, y lo desechamos,
pero no lo pagamos como precio por aquello que elegimos,
aquello está pasado. De ello no queda nada.
El Dios del Tiempo Justo, por lo tanto, se nos presenta como un
joven que lleva una mecha delante y una calva detrás. Por
delante podemos asirlo por la mecha, por detrás tan sólo
cogemos el vacío.
El joven preguntó:
—¿Qué debo hacer para que de mise haga lo que tú ya fuiste?
El anciano dijo: -¡Sé!
D. RENOVAR LO MASCULINO Y LO FEMENINO
Un pequeño repaso: Cuando un hombre toma a una mujer por
mujer, a través de ella se convierte en hombre, pero, a la vez, ella
también lo priva de lo masculino y lo pone en cuestión y, de esta
manera, él se hace menos hombre en el matrimonio. Y la mujer,
al tomar a un hombre por marido, a través de él se convierte en
mujer. Pero, a la vez, él la priva de lo femenino y lo pone en
cuestión, por lo que ella se hace también menos mujer en el
matrimonio. Por esta razón y para que la relación mantenga su
tensión, el hombre tiene que renovar lo masculino y la mujer
tiene que renovar lo femenino.
El hombre renueva lo masculino estando con hombres, y la mujer
renueva lo femenino estando con mujeres. Es decir, ambos tienen
que salir de su relación de vez en cuando, los hombres para
«recargar» lo masculino, y las mujeres para «recargar» lo
femenino. Así, la relación cobra nuevamente tensión y fuerza,
pudiendo seguir e intensificarse.
En el amor romántico, este lado de la relación no se aprecia en
su justo valor. Para «recargar» es absolutamente secundario el
contenido que se intercambia (por ejemplo, en la reunión de
amigos o la tertulia de café), lo único que importa es el estar
juntos.
E. CONFORME AL NÚMERO DE RELACIONES, EL
VÍNCULO DISMINUYE; LA FELICIDAD, NO
Podría objetarse que un divorcio y una nueva relación posterior
demuestran que un primer vínculo sería anulable. Pero una
segunda relación tiene otros efectos que una primera. Un segundo
marido y una segunda mujer perciben el vínculo de su pareja con
su primera mujer o su primer marido. Esto queda patente en el
hecho de que un segundo marido y una segunda mujer no se
atreven a tomar a sus nuevas parejas como su marido o su mujer
en el pleno sentido de la palabra, como lo hicieron con sus
primeros cónyuges, ni tenerlos como suyos para siempre. Ya que,
frente a la primera relación, ambos cónyuges experimentan la
segunda como culpa. Eso también es válido si el primer cónyuge
murió, ya que lo único que realmente nos separa del primer
cónyuge es nuestra propia muerte. Una segunda relación sólo
puede ser lograda si el vínculo con los anteriores cónyuges es
reconocido y valorado, si los nuevos cónyuges saben que siguen
pospuestos a los anteriores y en deuda con ellos.
La segunda relación tiene que realizarse teniendo presente a la
primera. Ya no tiene la misma profundidad que la primera; no
puede tenerla, y no tiene por qué tenerla. Eso, sin embargo, no
significa que será menos feliz o que habrá menos amor. Es
posible que el amor en una segunda relación sea incluso mayor y
más profundo. Únicamente un vínculo en el sentido original,
como en una primera relación, se les rehúsa. Por esta razón, la
culpa y la obligación que resultan de la separación en una
segunda relación, por regla general son menos significativas que
al romperse una primera relación. También es más fácil la
separación y va acompañada de menos dolor y de menos
culpabilidad. El vínculo, por tanto, disminuye de relación en
relación. La profundidad de un vínculo puede deducirse del grado
de culpabilidad y de dolor al momento de separarse una pareja.
Hannelore: Hoy me siento llena de fuerzas. Ayer volví a pedirle
informaciones a mi marido sobre su primera mujer, lo cual a mí
me provocó bastante dolor. Pero me fue bien.
Bert Hellinger: Hace poco, vino un hombre con su amiga.
Estaban decididos a casarse. Él ya había estado casado y tenía un
hijo de ese matrimonio. Así, pues, configuramos la constelación
de su sistema actual:
su primera mujer, su hijo y su actual amiga.
Después le pregunté: —¿Aún falta algo?
Y él respondió: —Ah, bueno, sí. Ya estuve casado anteriormente,
pero sólo fue un matrimonio de estudiantes.
Yo le dije: —¿Sólo?
Después introdujimos a su primera mujer en la constelación, y en
ese momento estaba clarísimo: ésta era la persona clave. Ésta no
era valorada. En la constelación quedó muy claro también que su
segunda mujer lo había abandonado en solidaridad con la
primera. Ahora estaba la tercera, la que también participaba en el
curso. Al ocupar ella su lugar, se dio cuenta perfectamente de que
solamente era la tercera y que tenía que respetar a las otras dos.
A la mañana siguiente estaba ahí sentada, toda deprimida. Tenía
la sensación de que, pensando en las otras mujeres, ella no tenía
ninguna oportunidad propia. Entonces le dije: — Hay tres
mujeres que deben ser valoradas, la primera, la segunda, y la
tercera.
Birgit está casada en segundas nupcias con un hombre que
también estuvo casado anteriormente y de ese matrimonio tiene
una hija que vive con la madre. Después de ocupar en la
constelación del sistema actual el lugar de su representante, dice:
—Me cuesta aceptar esta cercanía (con el hombre).
Bert Hellinger: Apártate un poco, tal como te parezca bien. Ésta
es la posición típica y correcta que una segunda mujer adopta.
(Al grupo) Ella no se atreve a tomar al marido del todo, como
una primera mujer lo haría, porque lo tiene a costa de la primera
mujer y de la hija. Éste es, para así decirlo, el precio, y ocurre de
acuerdo con la necesidad de equilibrio.
Ludwig: ¿También ocurre así si él ya antes estaba divorciado de
la primera mujer?
Bert Hellinger: Eso depende enteramente del desnivel entre
ganancia y pérdida, independientemente de la motivación y de la
moral de la historia. La primera mujer ha perdido al marido, y la
segunda ve que ella tiene al hombre a costa de la primera mujer.
Sobre todo es también la hija la que ha perdido al padre, lo cual
es especialmente grave. Así, la segunda mujer ocupa el lugar de
la primera y no se atreve a tomar al hombre del todo. Eso mejora
si ella reconoce: «Yo te tengo a costa de tu primera mujer.» El
reconocimiento es la parte más importante de la compensación.
Después, pueden ponerse más cerca el uno del otro. Pero aun así,
siempre queda una obligación respecto a la primera mujer y no
es lo mismo que un primer matrimonio. Lo mismo vale
naturalmente por parte del hombre que tiene a la mujer a costa
del primer marido. Las nuevas relaciones tienen más
posibilidades de lograrse, si los nuevos cónyuges reconocen su
deuda, viendo también que su relación no es posible sin el
reconocimiento de esta deuda. Entonces la relación cobra otra
profundidad y también existen menos ilusiones.
El segundo marido de Birgit primeramente es padre de su hija.
Aunque ya no sea el marido de la primera mujer, sigue siendo el
padre de la hija. La relación con su hija precede a la relación con
la segunda mujer y le está antepuesta. Ahora bien, si Birgit
entrara en competencia con la hija, diciendo: «Yo soy la mujer,
yo soy más importante que la hija», todo iría mal. Tiene que
reconocer que para el hombre la hija es más importante, y que
ésta para él ocupa un primer lugar; de esta manera se establece el
orden. Y si ahora estos dos tuvieran hijos, éstos se encontrarían
en un tercer lugar. Así corresponde al orden de origen, el cual se
percibía muy claramente aquí.
Jutta: La frase que dijiste referente a la segunda relación me
tranquiliza. Pero el tema de la «segunda opción» aún me
preocupa. Soy la segunda mujer de mi marido; y con mi padre, la
segunda hija.
Bert Hellinger: En el caso de la hija no es válido.
Jutta: Él ya había estado casado antes y tenía una hija, lo cual se
silenció por completo.
Bert Hellinger: Tu madre es la segunda opción.
Jutta: Pero, en consecuencia, yo también me sentía como la
segunda opción.
Bert Hellinger: Claro, así es la tradición. Éste es el patrón dado,
al que puedes seguir con la conciencia tranquila.
Jutta: Pero eso también me afecta.
Bert Hellinger: Bueno, mira a tu madre y dile: «Mira, nosotras
dos...» Jutta: No, no puedo hacerlo.
Bert Hellinger: Sí, en este caso se trata de una identificación. La
resistencia se expresa precisamente ahí donde la persona está
identificada. Me resisto a lo que soy o a lo que hago. O: aquello
que en mí rechazo, es lo que soy. Aquello que en mí quiero, me
deja libre.
(Jutta se defiende con un comentario ininteligible)
Bert Hellinger: Te contaré una historia fatal. Trata de una de las
constelaciones familiares más impresionantes que he visto.
Un participante de un grupo quería hacer la constelación de su
sistema actual y yo le dije: —Haz la constelación de tu sistema
de origen.
El respondió: —No tengo ninguno.
Le pregunté: —¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
Él dijo: —Mis padres me dieron inmediatamente después de
nacer, para que sobreviviera. Eran judíos en Holanda. Poco
después, vinieron a buscar a los padres, que más tarde murieron
en un campo de concentración.
Después, lo pasaron al extranjero ilegalmente, donde se crió con
unos padres acogedores. Le pedí que configurara su sistema. Los
padres que lo acogieron estaban en un lado, y en el otro lado
estaba él, representado por un judío que había elegido sin saber
que se trataba de un judío. Y en el otro extremo opuesto estaban
los padres carnales, apartados y de espaldas. Primeramente giré
a estos dos, poniendo al padre a la derecha de la madre, y en ese
momento, el hombre que representaba al hijo empezó a sollozar.
Después, hice que el cliente mismo ocupara ese lugar, para
después acercarlo lentamente a los padres. Éstos lo abrazaron y
hubo un encuentro muy emotivo, una escena muy conmovedora.
De esta manera pudo tomar a sus padres.
Un año más tarde me encontré con el judío que lo había
representado, un amigo mío; le pregunté si había vuelto a ver al
otro. Me dijo que sí, que hacía unas semanas lo había llamado
por teléfono, todo enfadado, y que no quería saber nada más de
ese curso. — Seguir a los padres en la fatalidad le era más
importante que la solución buena (silencio prolongado).
(A Jutta) ¿Has comprendido la historia?
Jutta: Yo no lo vivo como una imitación consciente. ¡Si me digo
a mí misma que no lo quiero!...
Bert Hellinger: Eso suena algo obstinado.
Jutta: Sí, también me rebelo.
Bert Hellinger: Para la mayoría de las personas, el sufrimiento
según la dinámica sistémica es muchísimo más importante y
también mucho más fácil que la solución. Es así por una razón
muy sencilla: si la persona sufre y le va mal, se siente inocente y
unida a sus padres en el plano de la identificación mágica. Si le
va bien, se siente culpable. Si realiza la solución buena, incluso
en reconocimiento de sus padres, la vive como algo que no le
corresponde. Con esta dinámica siempre hay que contar. Por lo
tanto, Jutta, de todos modos te va bien si te va mal. — ¿ Algo
más?
Jutta: Pues, yo me siento provocada.
Bert Hellinger: ¿Y qué?
Jutta: ¿Por qué lo dices? Eso me hiere. (Lo mira abiertamente)
Bert Hellinger: Sí, eso está mejor. Trabajo con todos los trucos
sucios mientras surtan efecto. (Cuando alguien intenta apoyar a
Jutta) No, no, ¡nada de bomberos echando leña al fuego!
F. RELACIONES DE TRIÁNGULO
Si una mujer se comporta frente a su marido como una madre,
sabiendo lo que es bueno para él o queriendo educarlo, el hombre
se toma una amante. La amante es de igual condición para él. Si
tiene una buena relación con su mujer y, a pesar de todo, una
amante, ésta representa a la madre.
La mujer que vive en una relación de triángulo, por regla general
es la hija que prefiere al padre frente a la madre. La solución es
que salga de la esfera del padre y se ponga al lado de la madre.
Una relación al margen del matrimonio frecuentemente se
considera algo fatal. Si uno de los cónyuges tiene una relación
aparte, el supuestamente inocente se comporta como si tuviera el
derecho de tener al otro suyo para siempre. Esta actitud es
arrogante. En vez de recuperar al otro por medio del amor,
muchas veces lo persigue. ¿Y entonces quiere que este vuelva?
Yo abogo por lo más humano. Ciertamente siento un gran respeto
ante la fidelidad, pero no por una fidelidad que reivindica: «Yo
soy la única persona que puede tener importancia para ti».
Frecuentemente ocurre también que alguien conoce a otra
persona importante, lo cual debe ser respetado. Un encuentro así
puede repercutir de manera muy positiva en la relación de pareja.
La buena solución únicamente es posible a través del amor.
G. CELOS
Una mujer contó en un grupo que ella torturaba a su marido con
sus celos y, aunque se daba cuenta de lo absurdo de su
comportamiento, no podía resistirlo. El coordinador del grupo le
mostró la solución. Le dijo:
—Tarde o temprano perderás a tu marido, ¡disfrútalo mientras
tanto!
La mujer se río y quedó aliviada. Pocos días después, su marido
llamó al coordinador del grupo diciendo: —Te doy las gracias
por mi mujer.
El marido, muchos años antes y junto con una amiga, había
participado en un grupo con el mismo coordinador. Durante el
curso explicó ante todos los participantes, y sin la menor
consideración al dolor de su amiga, que tenía una nueva amiga,
más joven, y que se separaría de su compañera actual. Con ella
había convivido desde hacía siete años. Más tarde volvió a
participar en otro curso, esa vez con su nueva amiga. Ésta quedó
embarazada durante el curso y, poco después, se casaron.
Ahora, el coordinador del grupo se dio cuenta del sentido de sus
celos. Esta mujer, hacia fuera había negado la vinculación de su
marido a la amiga anterior y, a través de sus celos, también
públicamente hacía hincapié en su derecho sobre él.
Secretamente, sin embargo, reconocía el vínculo anterior y su
propia culpa. Sus celos, por tanto, no eran ni mucho menos la
prueba de la infidelidad de su marido, sino un reconocimiento
secreto de que ella no era digna de él y de que una separación
provocada por ella era el único camino para reconocer el vínculo
aún existente, así como una prueba de su solidaridad con la amiga
anterior.
H. LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD
En toda relación se fijan unos límites más o menos amplios o
estrechos. Estos límites se descubren a través de la culpa: allá
donde empieza la culpa se encuentra el límite, y dentro de estos
límites se hallan la inocencia y la libertad. Mientras no existan
límites, tampoco hay libertad, entonces todo se confunde. Así,
por ejemplo, los alumnos se muestran infelices si los maestros no
les ponen límites. Una vez comprobados los límites, también se
sabe dónde se encuentra la propia libertad. La plenitud tan sólo
es posible dentro de unos límites.
En las relaciones de pareja, muchas veces nos comportamos
como si se tratara de relaciones libremente elegidas. Pero una
conciencia inconsciente e implacable nos desengaña. La
experimentamos a través de sus efectos, ya que, de lo contrario,
no habría tanto sufrimiento en las relaciones de pareja. Friedrich
Hölderlin describe esta conciencia consciente e inconsciente en
un poema:
EL ADIÓS
¿Queríamos separamos? ¿Lo creíamos prudente, justo?
¿Más por qué, ya consumado el acto, nos horroriza tanto como
un crimen?
¡Ah! Poco nos conocemos, pues es un Dios quien nos gobierna.
4. LA ORIENTACIÓN DE LA RELACIÓN DE PAREJA
HACIA LOS HIJOS
Al encontrarse un hombre y una mujer, primeramente se
convierten en pareja; y sólo en un segundo lugar, más tarde, se
convierten en padres. Es decir, si bien el ser pareja se orienta
hacia el ser padres, lo primero tiene prioridad sobre lo segundo.
Es propio del orden del amor en la relación entre el hombre y la
mujer que, juntos, el hombre y la mujer estén orientados hacia un
tercero, que lo masculino y lo femenino en ellos se realice
plenamente en el hijo. Puesto que sólo al ser padre, el hombre se
hace hombre en un pleno sentido, y sólo al ser madre, la mujer
se hace mujer en un pleno sentido, y sólo en el hijo el hombre y
la mujer se hacen uno en el pleno sentido y de una manera
indisoluble y visible para todo el mundo. A pesar de todo, hay
que decir que su amor de padres para el hijo tan sólo continúa y
corona su amor de pareja, ya que su amor de pareja precede a su
amor de padres al hijo, es decir, al igual que las raíces de un
árbol, lo sostiene y lo nutre.
Si en una familia los padres dan prioridad al ser padres sobre el
ser pareja, el orden queda trastornado y surgen los problemas. En
un caso así, la solución consiste en concederle nuevamente
prioridad a la relación de pareja sobre la relación de padres.
Donde esto se logra, se percibe en seguida: los hijos respiran
aliviados en cuanto experimentan a sus padres como pareja y
todos se encuentran inmediatamente mejor.
Inge: Lo que dijiste del riesgo del engendramiento me
impresiona.
Bert Hellinger: Eso no lo consigue nadie a través de la reflexión.
Ahí tiene que intervenir un poder superior, lo que después se
llama «instinto». Algunas personas lo hacen con toda
naturalidad, participando así de la espiritualidad más sublime. La
mera reflexión razonable no consigue tal decisión. A tanto no
llega. Con esto acabo de decir algo acerca de la relación entre el
espíritu y la carne: el espíritu es dócil, la carne es sabia.
A. EL AMOR AL HIJO PASA POR EL AMOR AL CÓNYUGE
La relación básica, por tanto, es la relación entre el hombre y la
mujer, que también constituye la base para la paternidad. La
fuerza para la paternidad emana de la relación de pareja. Mientras
la relación de pareja tenga prioridad y actúe como base, también
el hijo se sentirá bien. En cuanto existe un trastorno o una
insatisfacción en la relación de pareja, y la energía, en
consecuencia, fluye más bien hacia el hijo que hacia el cónyuge,
se da una confusión curiosa en el hijo. De repente, el padre busca
en él algo que no corresponde a la relación entre ellos dos. Eso
forzosamente tiene que confundir al hijo. Como mejor se
encuentra un hijo es cuando el hombre se aprecia y se respeta a
sí mismo y a la mujer en el hijo, y la mujer, a su vez, se aprecia
y se respeta a sí misma y al hombre en el hijo. De esta manera,
la relación con el hijo no es más que una continuación de la
relación de pareja, sin sobrepasarla, sino coronando y
redondeándola. Así está bien, y el hijo, al mismo tiempo, queda
libre de los padres. Se trata, por tanto, de otro rumbo para la
energía interior: el amor del padre a la hija pasa por la mujer,
toma el camino indirecto pasando por la mujer. También con la
mujer ocurre lo mismo: su amor al hijo pasa por el marido. Esto
une a los padres, mientras que los hijos se sienten libres y, a pesar
de todo, seguros.
Ernst: A veces se hace difícil honrar al cónyuge en el hijo. Yo
muchas veces siento un pinchazo cuando veo a mi mujer en las
hijas.
Bert Hellinger: Sí, ya se lo dije una vez a Jutta: todo tu problema
radica en que te consideras mejor. Tú probablemente también
piensas que eres mejor.
Por supuesto estamos hablando con toda ingenuidad ... (ambos se
ríen).
Ernst: Sí, creo que realmente soy mejor.
Bert Hellinger: Exacto. De ahí viene toda la dificultad. Pero en
realidad no eres más que diferente, y lo que dije de ampliar el
ámbito del amor, para ti significaría que valoraras aquello que
representa tu mujer como algo que se encuentra a un mismo nivel
con lo tuyo, teniendo la misma validez, aunque sea totalmente
distinto de lo tuyo. Entonces te das cuenta de que el ámbito del
amor se amplía. Eso se hace posible si se permite que lo distinto
sea igualmente válido.
B. RENUNCIAR A TENER HIJOS
En una ronda, Hannelore dijo que en el fondo no deseaba tener
hijos.
Bert Hellinger: Sí, pues entonces renuncia. Eso es lo que
corresponde.
Hannelore: Aunque...
Bert Hellinger (interrumpiendo): No, no, aún quiero decirte algo
al respecto. Primero algo fundamental: cuando una persona se
decide por algo, por regla general tiene que dejar otra cosa a
cambio. Aquello por lo que se decide es aquello que se realiza,
aquello que es. Todo ser, por tanto, está rodeado de un no-ser,
que va unido a él y que consiste de todas las posibilidades no
realizadas.
Es decir, personas solteras y parejas sin hijos no están en
absoluto excluidas de la posibilidad de encontrar amor y sentido
en sus vidas, pero sí que tienen que encarar y resolver unos
cuantos asuntos especiales. El hecho de enfrentarse con la
soledad y de intentar encontrar un sentido en su vida puede ser
especialmente doloroso para una persona soltera sin hijos. A
veces se experimenta como una suerte muy difícil. Mi interés,
por tanto, está en comprender qué pueden hacer personas en tales
circunstancias para que su potencial de amor y de sentido llegue
a realizarse.
En las constelaciones que hasta ahora hemos hecho pudiste ver
que todos nosotros tenemos parte en el destino y la culpa de
nuestras familias. Significa que compartimos las consecuencias
de lo que otros en el sistema hacen, de la misma manera que lo
que nosotros hacemos les afecta a ellos. Las personas que
libremente deciden ser solteras, también libremente aceptan las
consecuencias de su elección y normalmente no recurren a
ninguna terapia. Muchas personas, sin embargo, son solteras no
porque quieran serlo, sino por encontrarse cogidas en
implicaciones sistémicas o por estar pagando una deuda que ellas
mismas no contrajeron. Así, por ejemplo, un hombre maltrataba
a su mujer, y como ésta se sentía dependiente de él, sobrellevaba
los malos tratos sin abandonarlo. Su hija, sin embargo, para toda
su vida desarrolló una absoluta desconfianza de los hombres y de
relaciones íntimas y se quedó soltera. Siendo soltera, esta mujer,
para ser feliz, tiene que organizarse la vida de una manera muy
diferente que sus amigas casadas. En muchos aspectos ella tiene
más libertad que aquéllas, pero también paga un precio muy alto.
No tiene la posibilidad de conocer la libertad que
paradójicamente resulta de la vinculación con una pareja y de
tener que hacer frente a las exigencias que comporta el ser madre.
Sé que no está de moda decirlo, pero aún existen familias en las
que una mujer encuentra su plenitud y llega a su grandeza y a su
máximo peso específico a través de muchos hijos. En las zonas
rurales de algunos países aún es posible ver mujeres así. Hay una
profunda serenidad en sus caras, que irradian paz y una fuerte
unión con la vida. Su magnitud es sencilla y absolutamente
normal, pero es la mayor magnitud existente. No hay nada que
pueda alcanzarla. En el hombre que tiene muchos hijos ocurre
algo similar, aunque no en la misma medida. A tales padres se
les exige mucho. Son personas que saben desprenderse, ser
pacientes y retenerse.
En nuestra cultura, el camino de encontrar la plenitud a través de
una familia grande ya no es viable, ni para mujeres ni para
hombres, y con él también se cierra un camino esencial de
realización humana. Las mujeres, por tanto, primordialmente
tienden a la vida profesional, es decir, a otra forma de
realización. Es una ilusión evolucionista la que apoya este
proceso: una carrera llena más que estar en casa con los hijos. Si
me imagino que una secretaria espera sentirse más realizada
delante del ordenador en una oficina que con los hijos en casa,
hay algo que ya no me encaja. Pero probablemente esta ilusión
es necesaria para que la mujer cumpla con una cierta satisfacción
lo que el desarrollo cultural le exige.
Muchas veces, las mujeres no se dan cuenta de la pérdida o se
resisten a ella. Lo mismo vale análogamente para los hombres.
En consecuencia, las mujeres empiezan a menospreciar y a
renegar de aquello que antes se consideraba femenino y propio
de la mujer, y a despreciar y a rebajar aquello que dejaron: se
menosprecian los hijos, se menosprecia el trabajo doméstico, se
menosprecian los hombres.
Así, por una parte, las mujeres pueden dedicarse con más
facilidad al ámbito profesional, por otra parte, sin embargo,
pierden lo femenino. Si desprecian aquello que no realizaron,
esta actitud les resta algo de lo que eligieron, lo disminuye. En
cambio, valorando lo no realizado, aunque no lo eligieran, las
mujeres aún añaden algo a lo que eligieron. Las mujeres que son
conscientes de la pérdida, que renuncian conscientemente y que
asienten conscientemente a esta renuncia, conservan lo femenino
para lo nuevo. De esta manera cobra una cualidad diferente. A
través de la renuncia consciente, por tanto, se gana algo. Aquello
que no elijo despliega su eficacia si lo valoro, aunque yo mismo
no lo realice.
Una mujer sólo puede desarrollarse plenamente compartiendo la
vida con un hombre. ¿Qué es una mujer sin un hombre? También
el hombre sólo es significativo como hombre teniendo a una
mujer. ¿Qué es un hombre sin una mujer?
Ahora bien, hay situaciones en las que no es posible ni deseable
para un hombre o una mujer vivir en una relación de pareja. Si lo
reconocen como pérdida y aceptan la renuncia, aquello a lo que
renunciaron añade algo a lo que eligieron. A través del
reconocimiento, lo no realizado cobra fuerza en el alma y entra
en juego a otro nivel.
C. PAREJAS HOMOSEXUALES
Pregunta: Soy homosexual y me parece que no hay ningún lugar
para personas como yo en tu sistema de órdenes. ¿Qué sentido
puede tener para mí cuando tú dices que un hombre «se convierte
en hombre» en su relación con una mujer, o que una mujer «se
convierte en mujer» en su relación con un hombre? De esta
manera, la heterosexualidad se convierte en la única manera de
realizarse como ser humano.
Bert Hellinger: Primeramente quisiera decir unas cuantas cosas
generales acerca del punto de vista sistémico. Cada persona es
parte integrante del sistema relacional en el que vive y cada
persona tiene un mismo valor para el funcionamiento de ese
sistema, es decir, cada miembro del sistema familiar es esencial
en su importancia.
Las diferencias en un sistema social permiten que este sea más
duradero y estable. Existe una conciencia de grupo que excluye
a algunos miembros del grupo por ser diferentes, pero act úa a un
nivel diferente que la conciencia sistémica que vela por el
derecho de todo miembro de formar parte del sistema familiar.
El hecho de que alguien sea excluido por ser diferente tiene
consecuencias muy serias para los miembros más jóvenes de una
familia. He visto muchos casos en los que una persona más joven
sufría terriblemente porque estaba identificada con un familiar
mayor, que había sido excluido de la familia por ser homosexual.
Los homosexuales son miembros de la familia y como tales deben
ser reconocidos y valorados. De lo contrario, se hiere el amor.
Este reconocimiento fundamental de la dignidad intrínseca y del
valor de toda persona permite mirar las diferencias abiertamente.
Partiendo de esta base, se presenta un hecho inevitable para las
parejas homosexuales: su amor no puede llevarlos a tener hijos.
La procreación exige la heterosexualidad, y este hecho no puede
ignorarse como si no existiera ni tuviera consecuencias. En
cualquier relación de pareja sin hijos la separación significa
menos culpa, es decir, se trata de dos personas que sólo se hieren
mutuamente. En cambio, si una pareja de padres se separa, este
paso tiene consecuencias graves para sus hijos, por lo que se les
exige mucha cautela para que sus hijos no sufran por lo que ello s
hacen. Esta culpa adicional hace más difícil la separación para
los padres, pero, paradójicamente, también sirve de apoyo para
su relación. Las parejas sin hijos —entre ellas también las parejas
homosexuales— no pueden contar con el apoyo de estas
consecuencias para mantenerlos juntos en tiempos de crisis.
Para parejas homosexuales, al igual que para otras parejas sin
hijos, interesadas en una relación duradera y de amor, es
especialmente importante tomar decisiones claras y conscientes
acerca de los fines e intenciones de sus relaciones. Algunas metas
son más probables de llevar a una estabilidad duradera en una
relación que otras. El querer evitar la soledad o la sensación de
vacío, por ejemplo, no es ninguna meta que pueda apoyar una
relación duradera entre iguales.
Cada persona tiene su propio camino en la vida — una parte se
elige, pero la otra simplemente viene dada por la vida misma, sin
que pueda elegirse realmente. Esta es la parte difícil de manejar.
Las personas homosexuales con las que yo he trabajado, incluso
aquellas convencidas de que ellas eligieron libremente su
orientación sexual, estaban cogidas en dinámicas sistémicas,
experimentando en sus vidas las consecuencias de lo que otros
en su sistema hicieron o sufrieron. Estaban cogidos al servicio de
su sistema, y de niños no pudieron defenderse contra la presión
sistémica a la que estaban expuestos. Por tanto, este es para ellos
el segundo asunto a tratar: ellos llevan algo por la familia.
Yo no veo la homosexualidad como algo que tenga que
cambiarse, y siempre que trabajo con personas homosexuales, la
homosexualidad no es el tema primordial. Simplemente intento
sacar a la luz cualquier tipo de implicaciones que podría estar
limitando la plenitud de la vida, pero no tengo ninguna intención
de cambiar la orientación sexual de nadie.
En relación con la homosexualidad he podido observar tres
patrones de implicaciones sistémicas:
—Un niño es presionado a representar a una persona del sexo
opuesto en el sistema porque no hay ningún niño del mismo sexo
a disposición. Así, por ejemplo, un niño tuvo que asumir el papel
de su hermana mayor muerta, porque no había ninguna niña entre
los demás hijos supervivientes. O el caso de otro hijo que tuvo
que representar a la primera novia de su padre, que había sido
tratada injustamente. Este es el patrón más doloroso y difícil que
he podido observar.
—Un hijo siente la presión de representar a alguien que fue
excluido del sistema familiar o que fue difamado por el sistema,
incluso si la persona en cuestión es del mismo sexo.
Homosexuales que viven en este patrón tienen la posición de
«marginados». Así, por ejemplo, un niño que era tratado como el
primer novio de la madre que contrajo sífilis y, a continuación,
rompió el compromiso. Aunque aquel novio había actuado
honradamente, había sido menospreciado y desdeñado por la
madre del niño. Los sentimientos del hijo, la sensación de ser
despreciado, eran muy similares a lo que aquel novio debió de
sentir, como si fueran sus propios sentimientos.
—Un hijo que quedó cogido en la esfera de la madre, o una hija
que no salió del ámbito de influencia del padre, ambos incapaces
de llevar a término el gesto interior de tomar a aquél de sus padres
que pertenece a su mismo sexo.
Un ejemplo:
En un grupo para terapeutas, una mujer configuró la constelación
de su familia de origen y, por primera vez, se encontró ante la
imagen palpable de lo que ella había sabido pero no reconocido:
el grado de pérdida, necesidad y daño que había habido en su
sistema familiar. En tres generaciones no hubo ni una relación
intacta. La relación de sus padres fue de odio y de desdeño, y ella
tuvo que llenar la necesidad emocional y sexual de su padre desde
que tenía ocho años hasta que pudo salir de casa a los dieciocho.
La sexualidad fue brutal y dolorosa, y ocurrió con el
conocimiento y consentimiento implícito de la madre.
Durante una terapia anterior, la cliente había tratado su rabia, su
dolor y su sensación de engaño, encontrando alivio pero ninguna
solución definitiva. Al encontrarse ante el representante de su
padre, el terapeuta le sugirió:
—Dile: «¡Me dolió!».
Al hacerlo, prorrumpió en un profundo sollozo y,
espontáneamente, añadió:
—¡Y no sirvió de nada! No pude quitarte tu soledad. Habría
podido soportar mi dolor, si al menos hubiera aliviado tu terrible
soledad.
Después abrazó al hombre que representaba a su padre, también
llorando abiertamente, y se sujetaron llenos de ternura durante
mucho tiempo.
Por primera vez sintió conscientemente y como persona adulta su
amor de hija para su padre, su voluntad secreta de sacrificarse
por el bien de sus padres.
Al cabo de un rato le dijo:
—Te prometo que no habrá más niños heridos como yo. Yo
pagaré el precio. Acabará conmigo.
Después se volvió al grupo, diciendo:
— Soy lesbiana, —y lo hizo con absoluta sencillez y la plena
dignidad humana que correspondía a su situación.
Un año más tarde, aún sentía el efecto liberador del hecho de
aceptar el papel que el Destino le había asignado, de aceptar
como elección consciente lo que antes hacía de manera
inconsciente y no podía cambiar.
Visto así, la homosexualidad exige un precio muy alto. Aquellos
que logran afirmar su orientación sexual y construir una vida
feliz, llena de amor y sentido, cuentan con un sostén interior muy
diferente que aquellos que luchan contra su destino o pretenden
quitar importancia a la pérdida.
D. INSEMINACIÓN ARTIFICIAL
Una pregunta durante un seminario:
Thomas: ¿Qué ocurre en el caso de una inseminación artificial?
Tengo un caso concreto en el que él no puede tener hijos, y la
pareja se esfuerza por tener un hijo mediante inseminación
artificial. ¿Qué consecuencias tiene eso para el matrimonio?
Bert Hellinger: Si el semen es del marido, está bien.
Thomas: No, quieren utilizar semen de un banco de semen.
Bert Hellinger: Según mi experiencia, el matrimonio se rompe si
el semen es de otro hombre. De todos modos, su relación
posiblemente estaba en peligro ya antes. Cuando una pareja tiene
que encarar una suerte especialmente difícil, como por ejemplo
el no poder tener los hijos que ellos desearían, deben proceder
con especial cuidado si intentan cambiar esta suerte. No es tan
fácil cambiar la suerte con medios técnicos como algunos
piensan. Las consecuencias para el sistema son inesperadas y, por
regla general, más graves de lo que quieren admitir. Si un
hombre, por ejemplo, no puede tener hijos y su mujer se busca a
otro hombre o se somete a una inseminación artificial para quedar
embarazada, ella no acepta a su marido como es, lo cual es un
mal presagio para su relación. Si ella desea tener una relación de
pareja con él, estaría bien aconsejada en aceptarlo tal como es,
incluyendo sus limitaciones. De lo contrario, debería separarse
de él, con todas las consecuencias que esto comporta.
Un ejemplo:
Un hombre, que no podía tener hijos a raíz de una enfermedad
que había tenido, le dijo a su mujer que se buscara a un hombre
capaz que le hiciera un niño para que luego ellos dos lo criarían.
Ella lo hizo y se buscó a alguien de televisión. Con éste tuvo una
niña. Poco después, el matrimonio se rompió. Ella, sin embargo,
conoció a otro hombre, quedó embarazada de él y se casó con él.
La primera hija pensaba que el anterior marido de la mujer era su
padre.
Pero siempre que miraba la tele y veía a su verdadero padre,
decía:
—Con éste me casaré un día.
Ahora, sin embargo, la madre ya ha aclarado el asunto con la hija.
E. LAS CONSECUENCIAS DE UN ABORTO VOLUNTARIO
PARA UNA RELACIÓN DE PAREJA
Ahora quisiera decir algo respecto de las consecuencias de un
aborto voluntario y de su significación para un sistema. Para los
hijos en una familia, los abortados no pertenecen al sistema. Es
lo que he podido observar hasta ahora, pero es posible que más
adelante se llegue a otras conclusiones. Para los padres, los
abortados sí que pertenecen al sistema. Mientras que los abortos
espontáneos raras veces pertenecen al sistema, los hijos nacidos
muertos siempre forman parte, tanto para los padres como para
los hijos. Es posible que en otras culturas sea diferente que aquí.
Si bien puede haber grandes diferencias de familia en familia, en
nuestra cultura el aborto voluntario tiene efectos muy profundos
en el alma, y esa instancia interior no se impresiona por los
argumentos. Actúa de manera absolutamente independiente de
todo razonamiento, y también de un modo inconsciente.
La dificultad en el aborto voluntario está en que, en la mayoría
de los casos, se alberga la ilusión de poder deshacer lo hecho, lo
cual no es cierto. Lo que he podido observar es que el aborto
voluntario tiene, por regla general, consecuencias mucho más
graves que la conformidad con el hijo. La carga que toman sobre
sí aquéllos que realizan un aborto es mucho más difícil de llevar
que aquello que tomarían sobre sí teniendo al hijo.
Hay situaciones en las que un aborto quizás sea la solución. Una
solución, sin embargo, que siempre está ligada a la culpa. Puedo
imaginarme situaciones en las que me inclinaría con respeto ante
alguien que se encontró en tal situación y se decidió así. En un
caso así, sin embargo, se trata de una decisión a sabiendas y las
consecuencias no se minimizan, sino que se aceptan.
Conozco parejas cuya decisión de abortar respeto; la tomaron
conscientemente, aceptando las consecuencias con una actitud de
reverencia ante el hijo. Ese hijo no nato aparecía ante ellos como
una persona que necesitaba y merecía ser vista. Si la decisión de
abortar se toma teniendo presente al hijo no nato, con todo el
dolor y toda la culpa que este acto entraña, con la plena
conciencia de lo que al hijo se le exige, entonces la decisión
provoca un profundo sufrimiento. Este tipo de aborto tiene una
cualidad muy diferente. Afecta a los cónyuges durante mucho
tiempo, pero también encierra la posibilidad de acercarlos el uno
al otro y de profundizar su amor.
Una consecuencia importante de un aborto voluntario es que, por
regla general, la relación de pareja se termina. Si el aborto
voluntario tiene lugar en un matrimonio, frecuentemente se acaba
la relación sexual. No siempre tiene que ser así, también existen
soluciones, pero si el hecho se tapa y se reprime, muchas veces
es así.
En el caso de un aborto voluntario, frecuentemente el hombre
rehuye la responsabilidad para pasársela a la mujer. Sin embargo,
la responsabilidad es de ambos padres, de la misma manera que
ambos son igualmente responsables del embarazo, y ninguno de
los dos puede pasársela al otro. La mujer no puede hacerlo nunca,
ya que es ella quien toma la última decisión. El hombre queda
libre si él respaldaba plenamente a la mujer y hubiera acept ado
plenamente al hijo, y si esta actitud es fidedigna.
Klara: ¿Y si él no sabía nada?
Bert Hellinger: Entonces no tuvo que tomar ninguna decisión,
pero aun así se encuentra involucrado. Si lo supiera más tarde,
tendría que encararlo en ese momento. El aborto voluntario es un
caso extremo de tomar y de dar: el hijo lo da todo y los padres lo
toman todo. También el padre, que no lo sabía, lo tomó todo.
Hacérselo saber es un deber con él.
Algunos, después de un aborto voluntario, se condenan a muerte,
lo cual debe ser respetado. La ejecución de esta condena de
muerte es el colmo de lo que a un hijo se le pueda exigir. En un
caso así, el hijo se ve nuevamente involucrado en un contexto
que debe ser grave y muy duro para él. Cuando se integra a un
hijo abortado en una constelación, se percibe un efecto muy
especial. Klaus, ¿cómo te fue a ti? (se refiere a una constelación
en la que Klaus ocupó la posición de un hijo abortado).
Klaus: En un principio me encontraba muy solo y sin ningún
sentido para la vida.
Bert Hellinger: Este es el efecto: el hijo se siente totalmente solo,
abandonado y expulsado. Esta es la situación, y el efecto es que
cuando uno de los padres o ambos se dirigen al hijo —esto ocurre
simbólicamente al tocarlo—, el hijo es integrado y admitido en
la familia, viéndose así capaz de asentir a su destino. Todo esto,
sin embargo, sólo es posible si los padres admiten el dolor. El
dolor honra al hijo y lo reconcilia con los padres. Los hijos, por
su disposición fundamental, están incluso dispuestos a dar la vida
por los padres. Un niño no sujeta la vida a toda costa, ya que la
muerte forma parte de la vida. Para nosotros es imposible
apreciar cuál será la ganancia y cuál la pérdida en todo esto. Si
los padres logran ver y reconocer al hijo como persona, ver que
éste entregó su vida, y si consiguen tomarlo como un regalo, llega
al final la paz. En una situación así, un buen ejercicio consiste en
que los padres, durante un tiempo, lleven consigo al hijo, o que
lo cojan de la mano y le enseñen el mundo, durante un año o dos.
Después puede realmente estar muerto y todo puede haber
acabado. A través del sufrimiento se llega a una plenitud que en
el plano superficial de la risa y de la alegría muchas veces no es
posible. Este es entonces el premio. En memoria del hijo puede
hacerse algo bueno que en otras circunstancias no se hubiera
hecho, sin que tenga que ser nada grande.
Siempre que en estos cursos aparece el tema del aborto
voluntario, intento evitarlo al máximo y preferiría retirarme de
esta situación por lo difícil que es, pero hay que encararla. Éstos
son unos cuantos puntos de referencia, pero en cada caso será
diferente. Esta es mi experiencia hasta ahora. Simplemente la
comunico, y no quiero tratarla más extensamente, me es
demasiado difícil. Simplemente quisiera haberlo dicho (silencio
prolongado).
Ahora os leeré una historia meditativa.
EL HUÉSPED
En alguna parte, lejos de aquí, allá donde en su tiempo se
encontraba el Lejano Oeste, un hombre iba caminando con su
mochila sobre sus espaldas, atravesando un país vasto y
solitario. Tras caminar muchas horas —el sol ya estaba alto y su
sed se hacía imperiosa— vio una granja en el horizonte.
'Gracias a Dios' —pensó—, 'por fin un hombre en medio de esta
soledad. En su casa entraré, le pediré algo para beber, y quizás
después nos sentemos un poco en la terraza y charlemos antes de
que continúe mi camino.' Y se imaginaba lo bonito que sería.
Al acercarse, sin embargo, vio que el granjero empezaba a
afanarse en el huerto delante de su casa, y las primeras dudas lo
invadieron. 'Probablemente tendrá mucho que hacer' —pensó—,
'y si le digo lo que quiero, le caeré pesado; podría pensar que
soy un descarado.'
Así, al llegar a la puerta del huerto, tan sólo saludó al granjero
con un gesto y pasó.
El granjero, por su parte, ya lo había visto de lejos y se alegró.
'Gracias a Dios' —pensó—, 'por fin otro hombre en medio de esta
soledad. ¡Ojalá venga conmigo! Entonces tomaremos algo
juntos, y quizás nos sentemos en la terraza y charlemos antes de
que siga su camino.' Y entró en la casa para preparar unos
refrescos.
Pero al ver al forastero que se acercaba, también él comenzó a
dudar. 'Seguramente tendrá prisa, y si le digo lo que quiero, le
caeré pesado; podría pensar que lo importuno. Pero quizás tenga
sed y quiera entrar él mismo. Lo mejor será que me vaya al
huerto delante de casa y haga ver que tengo que hacer. Ahí
tendrá que verme, y si realmente quiere venir conmigo, ya lo
dirá.' Cuando, finalmente, el otro no hizo más que saludarlo con
un gesto y seguir su camino, se dijo: '¡Qué pena!'.
El forastero, sin embargo, continuó caminando. El sol seguía
subiendo, su sed aumentaba, y pasaron horas hasta que en el
horizonte divisó otra granja. Se dijo a sí mismo: 'Esta vez entraré
en casa de este granjero, le caiga pesado o no. Tengo tanta sed
que necesito algo para beber.'
Pero también el granjero ya lo vio de lejos y pensó: 'Espero que
éste no venga conmigo. ¡Sólo me faltaría eso! Tengo tanto que
hacer que no puedo atender a otras personas.' Y siguió con su
trabajo sin levantar la mirada.
El forastero lo vio en el campo, se acercó a él y dijo: —Tengo
mucha sed. ¡Por favor, dame algo para beber!
El granjero pensó: —'Ahora no puedo rechazarlo, al fin y al cabo
soy humano.' Así, lo llevó a su casa y le trajo algo para beber.
El forastero dijo: —Estuve mirando tu huerto; se nota que es el
trabajo de uno que entiende, que ama a las plantas y sabe lo que
necesitan.
El granjero contestó: —Veo que también tú entiendes de estas
cosas, ...
Y se sentó y charlaron largo rato.
Después, el forastero dijo: —Ya va siendo hora que me vaya.
El granjero, sin embargo, se resistía, diciendo: —El sol ya está
bajo. Quédate conmigo esta noche; así nos sentaremos en la
terraza y charlaremos antes de que mañana continúes tu camino.
Y el forastero asintió.
Al caer la tarde, se sentaron en la terraza, mientras el vasto país
yacía transformado bajo la luz del crepúsculo. Al ceñirse la
oscuridad alrededor de ellos, el forastero comenzó a contar
cómo el mundo había cambiado para él desde que se había dado
cuenta de que a cada paso había otro que lo acompañaba.
Primeramente no quería creerse que había alguien que
continuamente iba a su lado; que, cuando él paraba, también se
detenía, y cuando él reanudaba su camino, volvía a levantarse
con él. Y había tardado un tiempo en comprender quién era ése,
su compañero.
—Mi continua compañera —dijo— es mi Muerte. Tanto me he
acostumbrado a ella que ya no quisiera prescindir de tenerla a
mi lado. Es mi mejor amiga y la más fiel. Cuando no sé qué es lo
correcto y cómo debería seguir, me detengo unos momentos para
pedirle una respuesta. Me expongo a ella por completo, con mi
superficie más grande, por así decirlo; sé que ella está ahí y yo
estoy aquí. Y sin aferrarme a ningún deseo, espero que de ella a
mí me llegue una señal. Si estoy centrado y la encaro con
valentía, al cabo de un tiempo, de ella a mime llega una palabra
—como un relámpago que ilumina lo que estaba oscuro—y veo
con claridad.
Al granjero le parecían extrañas estas palabras; y largamente se
quedó mirando la noche, sin decir nada. Después, también él vio
quién le acompañaba: su propia Muerte. Y se inclinó ante ella.
Le parecía transformado lo que aún quedaba de su vida;
precioso como el amor que conoce el adiós y, como el amor, lleno
hasta el borde.
A la mañana siguiente, comieron juntos y el granjero dijo: —
Aunque te vayas, me queda una amiga.
Después, salieron al aire libre y se dieron la mano. El forastero
continuó su camino, y el granjero volvió a su campo.
Ejemplos de los seminarios acerca de los sucesos en relación
con abortos voluntarios:
Adrián (durante una ronda): Simplemente quisiera decir que
Jennifer, mi mujer, probablemente abortará hoy, y yo no puedo
hacer nada. (Su voz va bajando) Simplemente me desespera y me
paraliza; quisiera poder hacer algo. Ahora estoy aquí sentado, a
quinientos kilómetros de distancia, y no puedo hacer más que
aceptarlo.
Bert Hellinger: Lo que se está realizando ahora es un poco de
muerte, también en ti, y a eso tienes que asentir. (Pausa) Quiere
decir que perderás a Jennifer, perderás a tu familia, y que tienes
que asentir a todo eso. De la culpa —de tu culpa, que también
está en todo esto—, del sacrificio del niño y de la pérdida de tu
familia, a continuación puede surgir una fuerza nueva para una
realización nueva. Si tu asientes a todo esto, será como si de tus
espaldas cayera un montón de equipaje. Si, por lo contrario,
pretendes manejarlo y arreglarlo, se vuelve pesado. ¿Algo más,
Adrián?
(Adrián respira profundamente y mira hacia abajo con cara de
autocompasión)
Bert Hellinger: Lo que está haciendo ahora le hace daño. Tiene
la cualidad de la pesadumbre y no corresponde.
Adrián (en voz baja): Exiges mucho.
Bert Hellinger: Sí, lo que ayuda no siempre es fácil. (Pausa) Hay
algo que no va en esta actitud exagerada. De esta manera, la
energía se encauza más bien hacia el sufrimiento y no hacia la
acción; eso no lleva a ninguna parte.
Ahí lo dejaré de momento.
(Más tarde, en otra ronda)
Fraude: Me preocupa la importancia de los excluidos en las
familias, y me pregunto si también los hermanos tienen que saber
que hubo un hijo que fue abortado.
Bert Hellinger: Eso no les interesa en absoluto a los hijos. Es
algo que está entre los padres y tiene que permanecer ahí. Hasta
ahora no he visto que traiga problemas para los hijos. Podría
darse el caso, pero yo no lo he visto todavía.
Fraude: Esta mañana, al levantarme, me dolía la cabeza en un
punto determinado, y creo que tiene que ver con el tema del
aborto. Aborté a mi tercer hijo. Ahora hará veinte años de eso, y
durante todo este tiempo yo valoraba mi decisión, pero no al
niño. Ahora me asusta la idea de que mi hija podría estar
identificada con ese niño, ya que ella no admite en absoluto la
sexualidad en su vida. No sé cómo reaccionar.
Bert Hellinger: Déjalo desligado de tu hija. Puedes dejar que el
punto que te dolía aquí baje a tu regazo.
Jutta:... y lo que me afectó mucho fue lo que ayer dijiste del
aborto. En ese momento (empieza a llorar) empecé a sentir
mucho dolor y mucha irritación.
Bert Hellinger: La irritación desvía la atención. Irritación
significa que alguien pasa a otro una responsabilidad que le
corresponde a él mismo. Tienes que asumirla, ya que en el aborto
la responsabilidad no es compartida. Sobre todo la mujer no
puede partirla. El hombre, a veces, no tiene toda la fuerza para
evitarlo. Si él quiere tener al hijo y la mujer no, él no puede
influir en el proceso. La mujer, en cambio, siempre puede influir
en ello, por lo tanto, tiene que asumir la plena responsabilidad,
independientemente de lo que haya pasado.
Jutta: Empecé a acordarme desde cuándo estamos hablando de
una separación; hace justo un año y medio, desde el aborto, y
hubiera sido nuestro tercer hijo.
Bert Hellinger (refiriéndose a la constelación del sistema actual
de Jutta, en la que ella miraba en otra dirección que su marido):
Entonces tu mirada se dirige al niño (Jutta empieza a llorar). Éste
es un dolor que cura, un dolor que honra al niño.
Bert Hellinger (después de una pausa): ¿Hay más preguntas al
respecto?
Ludwig: ¿Los abortos espontáneos también tienen importancia en
un sistema?
Bert Hellinger: Los abortos espontáneos no pertenecen al
sistema. Muy raras veces son de importancia para una relación
de pareja. Hay que aceptarlos como un suceso, un destino, sin
buscar culpas personales. Si una madre, por ejemplo, dice: «¿
Qué habré hecho para sufrir un aborto?», ésta sería una pregunta
inadmisible. Es una arrogación, y sólo puede llevar al trastorno.
Si un terapeuta insinúa: «Éstos ya han tenido cinco abortos, por
lo tanto, tiene que haber algo que no funciona con ellos», se trata
de una intervención de consecuencias fatales, lo cual para mí es
inadmisible.
Ludwig: Preguntaba porque una vez, por un sueño de un cliente,
supuse que en la familia de éste había habido abortos
espontáneos. Más tarde, él me lo confirmó, y por eso pensaba que
podía tener importancia.
Bert Hellinger: ¿Eran hermanos suyos?
Ludwig: Sí.
Bert Hellinger: Sí, es posible que tengan alguna importancia. En
este caso la solución sería que él dijera: «Vosotros no vinisteis al
mundo, yo sí que vine al mundo. Vosotros estáis muertos, yo
vivo.» Entonces tiene que enfrentarse con el sentimiento de
culpa, con que él gana y los otros pierden, sin que él haya podido
hacer nada ni tenido ningún provecho. Ya conocéis la fórmula
mágica para la solución: «Vosotros estáis muertos, yo aún vivo
un poco, después moriré también.» Esta frase supera el desnivel,
con lo cual ya no es posible la arrogación para el que queda con
vida. Lo que tú dices, Ludwig, demuestra que es peligroso
convertir una teoría en algo siempre válido. Yo no os doy más
que puntos de orientación, pero éstos nunca deben impedir mirar
aquello que se tiene delante en cada momento.
Gabriele: Dijiste que una relación se rompe cuando se aborta.
¿También es válido en el caso de un cuarto o quinto hijo?
Bert Hellinger: Sí, también es válido en esos casos; es lo que he
podido observar.
Pregunta: ¿Y si el hijo era de una relación extramatrimonial y no
del marido?
Bert Hellinger: En un caso así, por regla general, se hunde el
matrimonio.
Pregunta: ¿Aún podrías explicar por qué se hunde el
matrimonio?
Bert Hellinger: No, no quiero hacerlo. Tengo algunas ideas al
respecto, pero no son importantes aquí; eso ya se desviaría más
bien hacia la imaginación o la ideología, lo cual sería peligroso
e impugnable. La descripción no es más que una descripción ...
¿Cómo se puede ayudar tras un aborto voluntario?
Quisiera referir algunas ideas acerca de la solución. En el aborto
voluntario, un hijo es expulsado por sus padres; los padres lo
toman todo y el hijo lo da todo. Con el hijo también se rechaza,
se expulsa y se aborta al cónyuge. Este es el proceso; por tanto,
la relación se termina. Es posible llegar a una solución,
integrando nuevamente al hijo. En un primer lugar, este hijo tiene
que convertirse en persona para los padres. Lo mismo vale para
hijos nacidos muertos que no fueron aceptados en el grupo
familiar. En una constelación, la mejor manera de realizar esta
integración consiste en sentar al hijo abortado delante de los
padres, apoyado en ellos. Después, los padres ponen sus manos
en la cabeza del hijo. Todo esto produce un efecto muy profundo
y, frecuentemente, cambios importantes. De esta manera, el hijo
vuelve a estar vivo. En cuanto ambos padres sienten el dolor por
la pérdida y por lo que ellos le hicieron al hijo, se hace posible
la reconciliación. El dolor honra al hijo, haciendo que éste se
sienta acogido y encuentre su lugar y su paz. Si la culpa es
asumida y reconocida, de todos estos sucesos nace una fuerza.
Entonces la relación de pareja puede volver a empezar, pero en
un plano totalmente distinto que antes. Ya no será como antes. Si
sólo uno de los cónyuges siente el dolor, y el otro no, la relación
se rompe.
Encontrar la paz también significa que no se atribuyan efectos
negativos a nadie que no haya actuado personalmente. En cuanto
una madre, por ejemplo, se siente permanentemente triste a causa
de un hijo no nacido, este hijo, por así decirlo, tiene la culpa de
esta tristeza y no encuentra la paz. No se trata de integrar a los
hijos para sujetarlos, sino de integrarlos para después dejarlos en
paz. De esta manera todos quedan libres y el bien, que de ahí
proviene, perdura. Todo lo demás, sin embargo, puede ser algo
pasado.
5. SEPARACIONES
A. CUANDO DOS PERSONAS NO CONSIGUEN
SEPARARSE
Cuando se malogra una separación, muchas veces se buscan
culpables, y buscando culpas en una situación así, la persona
rehúye la vehemencia del destino.
Si, por ejemplo, se rompe un matrimonio en el que nacieron hijos,
para el hombre y para la mujer es una catástrofe.
De momento, tan sólo tomo a estos dos. Es un dolor muy
profundo, ya que los dos, al comenzar su matrimonio, albergaban
esperanzas totalmente distintas para la empresa conjunta. — Y
de repente todo se acaba. En la mayoría de los casos se acab a sin
que ninguno de los dos tenga la culpa, sino que se acaba porque
cada uno está implicado a su manera, o porque uno se encuentra
en otro camino o se ve llevado hacia otro camino.
Quien, por lo contrario, intenta determinar culpas, tiene la
imagen o la ilusión de poder hacer algo, o de que él mismo o su
pareja simplemente tendrían que cambiar su comportamiento
para que todo se arreglara. En vez de darse cuenta del alcance y
de la profundidad de la situación, la atención se centra en las
supuestas culpas y en los reproches mutuos. La solución consiste
en que ambos se entreguen a su dolor, a esa aflicción profunda
porque todo ha pasado. Este dolor no dura mucho tiempo, pero
llega muy hondo y se siente muy intensamente. Después, de
repente se encuentran desligados el uno del otro, de modo que
pueden tener una buena conversación, y solucionar de manera
razonable y con respeto mutuo todo lo que aún quede por
arreglar. En una separación, la cólera muchas veces sustituye el
dolor y la aflicción.
Frecuentemente, cuando dos personas no pueden separarse, les
falta el tomar. En un caso así, el uno tiene que decirle al otro:
«Tomo lo que me diste. Fue un montón, y lo honraré y lo llevaré
conmigo. Aquello que yo te di, lo di a gusto y puedes quedártelo.
Por aquello que fue mal entre nosotros dos, yo asumo mi parte de
responsabilidad y te dejo la tuya, y ahora te dejo en paz.»
Entonces pueden separarse. A veces, en tales situaciones, cuento
una historia muy sencilla:
EL FINAL
Dos personas emprenden su camino con las mochilas llenas. El
camino los lleva por jardines y prados llenos de flores, y los dos
se alegran. Después comienzan a caminar cuesta arriba. Al cabo
de un tiempo, empiezan a comer algo de sus provisiones.
Finalmente, a uno de los dos se le acaban las reservas y se sienta.
El otro, sin embargo, sigue caminando y subiendo un poco más.
El camino cada vez se vuelve más pedregoso, y también él
consume sus últimas provisiones. Se sienta y vuelve su mirada
hacia el valle y los jardines en flor — y comienza a llorar.
B. SEPARACIONES IRRESPONSABLES Y SUS
CONSECUENCIAS
Como ya dijimos, algunas personas actúan respecto a sus
relaciones y vínculos como si fueran a un club, donde se les
permitiera ingresar o darse de baja en cualquier momento. Sin
embargo, no es así. Toda persona que haya estado en una relación
de pareja seria se encuentra atada, por lo que no puede evitar ni
el dolor ni la culpa al momento de abandonarla. También trae
consecuencias graves si uno de los cónyuges se separa alegando
argumentos como: «Ahora hago algo para mí, para mi
autorrealización, y lo que será de vosotros es asunto vuestro.» A
continuación, frecuentemente muere o se suicida un hijo. Una
separación así es experimentada como un crimen que uno tiene
que expiar.
Un ejemplo:
Una mujer se separó de su marido, y a continuación, la hija
contrajo una enfermedad mortal. En la constelación se colocó a
la madre al margen, y los hijos de esa familia se pusieron junto a
la familia que el padre había formado con su nueva mujer.
Cuando la hija pudo decirle a la madre: «Tú tienes que llevar las
consecuencias», ella quedó libre y todos se sentían bien y en
orden.
Pregunta: ¿Quién decide si una separación se realiza a la ligera?
Bert Hellinger: Nadie puede decidirlo. Eso se vive. Donde
ocurre, todo el mundo sabe en seguida si es a la ligera o no.
V. IMPLICACIONES SISTÉMICAS Y SUS SOLUCIONES
1. LA RED FAMILIAR
Junto con nuestros padres y nuestros hermanos formamos una
comunidad con un destino común, una familia. Como familia, sin
embargo, pertenecemos también a una red familiar en la que se
unen los dos grupos de origen de los padres para formar un mayor
sistema de personas a las que, quizás, no conozcamos en su
totalidad, pero que, a pesar de todo, son significativas para
nosotros.
Por regla general pertenecen a la red familiar (sin tener en cuenta
si aún viven o han muerto ya):
1. el hijo y sus hermanos;
2. los padres y sus hermanos;
3. los abuelos;
4. a veces alguno de los bisabuelos;
5. todos aquéllos que hicieron sitio para otros en el sistema,
por ejemplo un primer marido o una primera mujer de los padres
o de los abuelos (o relaciones equiparables a un matrimonio,
incluso en caso de una separación o un divorcio posteriores),
novios anteriores, una mujer o un hombre con la/el que un
miembro de la red familiar tenga un hijo, y, finalmente, todos
aquellos cuya desgracia, desaparición o muerte hayan supuesto
una ventaja para otros en el sistema.
Un ejemplo:
Una vez se presentó una cliente cuyos padres habían alquilado y
posteriormente comprado una tienda de comestibles de un
matrimonio mayor. Salió a la luz que este matrimonio en un
principio hubiera querido dar la tienda a su hijo, pero aquél cayó
en la guerra. Aunque no había ningún parentesco entre los padres
de la cliente y este hijo, esta persona formaba parte del sistema
por haber hecho sitio en favor de ellos.
2. CONDICIONES PARA UN DESARROLLO DE LA RED
FAMILIAR
Mientras que en nuestras relaciones personales tienen que
cumplirse tres condiciones para su éxito —la vinculación, el
equilibrio entre dar y recibir, y el orden— en la red familiar aún
rigen otras leyes más:
A. EL DERECHO A LA PERTENENCIA
Todo el que pertenece a una red familiar tiene el mismo derecho
a formar parte de ella, y nadie puede ni debe negarle su lugar. En
cuanto aparece alguien en el sistema, diciendo: «Yo tengo más
derecho a pertenecer a este sistema que tú», hiere el orden y e l
sistema queda trastornado. Si alguien olvida, por ejemplo, a una
hermana muerta tempranamente o a un hermano nacido muerto,
si ocupa con toda naturalidad el lugar de un cónyuge anterior, y
si ingenuamente parte de la suposición de que él o ella tenga
ahora más derecho a pertenecer al sistema que no aquél que hizo
sitio, entonces atenta contra el orden. Frecuentemente, las
consecuencias aparecen en una de las generaciones posteriores,
cuando alguien, sin darse cuenta, imita la suerte de la persona a
la que se niega la pertenencia.
Esta es la culpa principal de un sistema: excluir a una persona
aunque ésta tenga el derecho de formar parte, derecho que es de
todos los mencionados en el capítulo anterior.
B. LA LEY DEL NÚMERO COMPLETO
El individuo se siente entero y completo en un sistema si todas
las personas que pertenecen a su sistema, a su red familiar, tienen
en su alma y en su corazón un lugar bueno y honroso, y si les
concede toda su dignidad. Todos tienen que estar presentes. El
que sólo se ocupa de su yo y de su restringida felicidad individual
no se siente completo.
Quisiera aclarar este punto mediante un ejemplo:
Cada uno de nosotros tiene en su vida una sensación o un estado
de ánimo básicos a los que está habituado. Los terapeutas con los
que trabajé en Chicago lo llamaban «home-base». Es el lugar en
el que uno puede sentirse seguro. La expresión proviene del
béisbol. A esta sensación básica nos retiramos, allí notamos el
estrés mínimo. Cada uno puede determinar el punto en el que se
encuentra esta sensación básica, es decir, podríamos imaginarnos
una escala de -100 a +100, y cada uno podría apuntar en ella
dónde se encuentra su estado de ánimo básico. Este estado básico
no es variable. Así, al menos, decían. Yo, sin embargo, encontré
la manera de variarlo. (Risas). Si se consigue tomar a un padre o
una madre, hasta entonces excluidos, el estado de ánimo básico
sube unos 75 puntos. Aquí se ve y se percibe el efecto de la
integración de una persona importante, hasta entonces excluida,
y de conseguir una imagen interior más completa.
C. LA LEY DE LA PRIORIDAD DE LOS ANTERIORES
El ser se califica por el tiempo. Obtiene su rango y se estructura
por el tiempo. El que aparece primero en un sistema tiene
prioridad respecto al que llega después. Por lo tanto, en
relaciones que crecen con naturalidad rige una jerarquía que en
primer lugar se orienta por el «antes» y el «después», es decir, el
que llega antes queda antepuesto, el que llega después queda
pospuesto. Este principio de orden lo llamo yo el orden original.
Por tanto, los padres tienen prioridad respecto a los hijos, y el
primogénito respecto al segundogénito.
Si una persona pospuesta se inmiscuye en el ámbito de la persona
antepuesta, es decir, si un hijo intenta reparar la culpa del padre
o pretende ser un marido mejor para la madre, se arroga un
derecho que no le pertenece, y a tal arrogación la persona
frecuentemente reacciona con una tendencia al fracaso o a la
ruina. Como en la mayoría de los casos esto sucede por amor, no
tenemos conciencia de una culpa. Siempre que haya un final
desastroso, por ejemplo de alguien que se vuelve loco o comete
suicidio o acaba siendo un criminal, estos contextos juegan un
papel importante.
Al orden le es indiferente mi comportamiento
Supongamos que un hombre y una mujer hayan perdido sus
respectivas primeras parejas, ambos tienen hijos, se casan e
introducen estos hijos en el nuevo matrimonio. En un caso así, el
amor del hombre a sus hijos no puede pasar por su nueva mujer,
y el amor de la mujer a sus hijos no puede pasar por este marido.
El amor a los propios hijos nacidos de la relación anterior tiene
prioridad sobre el amor a la pareja. Este es un principio de suma
importancia.
No debe utilizarse como dogma, pero muchos trastornos en
relaciones en las que se introducen hijos de relaciones anteriores
provienen de una actitud celosa de la nueva pareja frente a estos
hijos. Tal actitud es injustificada; los hijos tienen prioridad. Si se
reconoce el orden, en la mayoría de los casos funciona.
El orden justo es difícil de abarcar y no puede ser proclamado.
Es diferente de una regla de juego, siempre variable. El orden es
intocable. Al orden le es absolutamente indiferente mi
comportamiento. Siempre está ahí. No puedo romperlo,
solamente puedo romperme a mí mismo. El orden se impone a
corto o a largo plazo, y es un acto muy humilde someterse al él;
a la vez, este someterse a un orden tiene algo vital. Es como si
alguien baja a un río que lo lleva: aún así, queda una cierta
libertad de movimiento. Es muy diferente a un orden
pronunciado.
D. RECONOCER QUE TODO ES PASAJERO
Únicamente reconociendo que todo en un grupo es pasajero
encontramos un límite y la medida para todos nuestros deseos y
nuestras reivindicaciones.
Las soluciones, sobre todo en el caso de implicaciones
sistémicas, siempre tienen que ver con el reconocimiento del
carácter efímero de todas las cosas. En los sistemas, muchas
veces se mantiene vivo algo que en el fondo ya ha pasado; por
eso sigue actuando.
En los libros de Castañeda se indica la necesidad de olvidarse de
la propia historia; eso va en esta dirección. Sin embargo, el
retirarse y olvidarse de todo exige una disciplina extraordinaria.
Entonces realmente puede ser algo pasado, sin que se vuelva a
tocar. Tiene algo espiritual si se consigue permitir que lo pasado
sea pasado.
Estas leyes no son tangibles. Cuando se mira un árbol con sus
hojas, todas están formadas según la misma ley, pero, a pesar de
todo, cada cual es diferente. Este es el secreto de estas leyes: es
posible intuirlas, pero el resultado es distinto en cada caso. De
esta manera se da una vitalidad que contrasta con las reglas
hechas. Estos órdenes básicos no son del todo rígidos, es decir,
permiten muchos resultados. Así se mantienen flexibles y vivos.
LA SENTENCIA
Un rico murió, y al llegar a las puertas del cielo, llamó y pidió
entrada. San Pedro le abrió y le preguntó qué quería. El rico
dijo:
—Quisiera una habitación de primera clase, con vista a la tierra,
y, además, a diario mi plato preferido y la prensa del día.
San Pedro en un principio se resistía, pero al impacientarse el
rico, lo llevó a una habitación de primera clase, le trajo su plato
preferido y la prensa del día, le echó una última mirada y dijo:
—Dentro de mil años volveré— y cerró la puerta detrás de sí.
Al cabo de mil años volvió y miró por la ventanilla de la puerta.
—¡Por fin estás aquí! —exclamó el rico—, ¡Este cielo es
horrible!
San Pedro sacudió la cabeza.
—Te equivocas —dijo—, este es el infierno.
3. LA JERARQUÍA EN SISTEMAS FAMILIARES
En los sistemas ocurre al revés de la jerarquía en relaciones
crecidas: aquí el nuevo sistema tiene prioridad sobre el antiguo.
Si alguien crea una familia, esta familia actual tiene prioridad
sobre las familias de origen de los cónyuges. No sé por qué es
así, únicamente se trata de experiencias.
Pregunta: Hay algo que no entiendo. Si alguien se casa por
segunda vez, ¿éste sería un nuevo sistema que tendría que tener
prioridad?
Bert Hellinger: Tiene prioridad por una parte. Si un hombre o
una mujer, durante el matrimonio, tiene un hijo con otra persona,
él o ella tiene que abandonar el matrimonio y juntarse con la
nueva pareja, por muy difícil que sea para todos. A pesar de todo,
la nueva mujer tiene que decirle a la anterior: «Tú eres la primera,
yo, la segunda». Es decir, la nueva relación tiene prioridad sobre
la primera, pero sólo puede ser lograda si, a la vez, se reconoce
y valora a la primera mujer.
4. LA CONCIENCIA EN LA RED FAMILIAR
Así como la conciencia personal vela por las condicion es de
vinculación, equilibrio y orden, también existe una conciencia de
grupo o de la red familiar, una instancia que vela por este sistema,
encontrándose al servicio de la red familiar y procurando que el
sistema se mantenga dentro del orden o llegue a él, y vengando
las infracciones del orden en el sistema. Esta conciencia actúa de
otra manera totalmente distinta. Mientras que la conciencia
individual reacciona con sensaciones de malestar o de bienestar,
de placer o de desagrado, la conciencia de la red familiar no se
percibe sensiblemente. Por esta razón, no son tampoco los
sentimientos los que ayudan a encontrar una solución, sino
únicamente un conocimiento que proviene del entendimiento. La
conciencia de la red familiar permanece inconsciente para
nosotros, de la misma manera que, en lo esencial, también nos es
inasequible el orden al que sirve. Donde más posibilidades de
conocerlo tenemos es por el sufrimiento que causa el ignorar este
orden, tanto para nosotros como para otros, sobre todo para los
hijos.
La conciencia de la red familiar es una conciencia participativa.
La comparo al vuelo de los pájaros: no es el pájaro individual el
que cambia el rumbo, sino toda la bandada. En la bandada actúa
algo común. Todos son llevados por una misma corriente, por así
decirlo. De la misma manera, también el hombre como individuo
forma parte de un todo, y por encima de éste hay algo común que
actúa como un principio de orden. Todo el mundo participa en
este principio y, de esta manera, también se le impone una
obligación. En este contexto también rige la ley de que los de
arriba muchas veces pasan la fatalidad a los más pequeños, y
éstos la toman sobre sí.
Esta conciencia de la red familiar se hace cargo de aquellas
personas que nosotros excluimos de nuestra alma y de nuestro
pensamiento consciente, bien porque las tememos o condenamos,
bien porque queremos oponernos a su suerte, o porque otros en
la familia o la red familiar se hicieron culpables con ellas sin que
la culpa haya sido nombrada, ni tampoco asumida o reparada, o
bien que ellas tuvieron que pagar por lo que nosotros tomamos y
recibimos, sin que se lo hayamos agradecido o las hayamos
valorado por ello.
El vínculo que esta conciencia establece con un grupo es tan
trascendental, que sentimos como reivindicación y obligación
aquello que otros en este mismo grupo sufrieron o causaron y, en
consecuencia, nos vemos implicados en culpas ajenas e inocencia
ajena, en pensamientos, preocupaciones y sentimientos ajenos,
en conflictos ajenos y consecuencias ajenas, en metas ajenas y
desenlaces ajenos.
Las diferencias entre la conciencia personal y la conciencia
de la red familiar
La conciencia personal —también podría llamarse conciencia de
primer plano—, es decir, aquélla que sentimos, se refiere a las
personas a las que estamos directamente vinculadas, o sea a los
padres, los hermanos o los amigos, los cónyuges o los hijos,
confiriéndoles un lugar y una voz en nuestra alma.
La conciencia oculta -o de trasfondo- actúa como un sentido de
orden y equilibrio para todos los miembros de una red familiar,
que sanciona y compensa en los pospuestos toda injusticia
sufrida por los antepuestos, aunque aquéllos no sepan nada de los
antepuestos y sean inocentes. Se hace cargo de todas aquellas
personas que nosotros excluimos de nuestra alma, y de nuestro
pensar y sentir conscientes, y no nos deja tranquilos hasta que
también ellos tengan un lugar y una voz en nuestro corazón. Toda
persona tenida en cuenta por esta conciencia, o sobre la que ésta
actúe, también pertenece a la red familiar. Su alcance, por tanto,
permite deducir quién pertenece como miembro a una red
familiar.
Respecto a la conciencia personal, de primer plano, nos sentimos
activos y libres. Respecto a la conciencia oculta, de trasfondo, no
somos libres, ya que ella dispone de nuestro bienestar o malestar
según el interés de la red familiar, de la misma manera que el
todo dispone de una parte.
La lucha del amor contra el orden
Cuando un posgénito hiere el orden, se arroga el derecho de negar
algo que ya tiene, de hacer algo que no puede hacer, de tomar
algo que no debe tomar. Pero dado que un hijo en la mayoría de
los casos infringe el orden por amor, él mismo no se da cuenta
de la arrogación y considera buena su manera de actuar.
El orden, sin embargo, no puede superarse por el amor, ya que,
antes que todo amor, en el alma actúa ese sentido de equilibrio,
haciendo justicia al orden del amor, incluso a costa de la felicidad
y de la vida. La lucha del amor contra el orden es el principio y
el final de toda tragedia. Y sólo existe una posibilidad de
salvarse: conocer el orden y, a continuación, seguirle con amor.
El conocimiento del orden significa sabiduría, y seguirle con
amor es humildad, lo cual significa que uno vuelve a su propio
lugar que le corresponde, dejando al anterior su lugar superior y
con ello también su prioridad.
5. INTENTOS DE HACER JUSTICIA A UNA PERSONA
EXCLUIDA
A. REAVIVAR UNA SUERTE AJENA
La conciencia de la red familiar, como ya dijimos, se ocupa de
los excluidos, de los que no son apreciados justamente, de los
olvidados, de los no valorados y los muertos. Si, por las razones
que sean, se excluye a una persona que forma parte y tiene que
formar parte del sistema, si se le niega el derecho a la pertenencia
porque otros la menosprecian o no quieren reconocer que esta
persona hizo sitio para otros, posteriores, o se niegan a apreciar
lo que puedan deberle, entonces la conciencia de la red fami liar
se busca a un posgénito inocente que imita a aquella persona a
través de la identificación. No lo elige, no se da cuenta y no puede
defenderse, ya que esta imitación ocurre bajo la presión del
sentido compensación. Es decir, reaviva una suerte ajena, la del
excluido, representando de nuevo esta suerte con toda la culpa,
la inocencia y la desgracia, con los sentimientos y con todo lo
que le es propio.
Un ejemplo:
Si una hija, por cuidar a sus padres ancianos, renuncia a la
felicidad de tener su propia familia, y sus hermanos se burlan de
ella y la menosprecian, posteriormente una sobrina imitará la
vida de esta tía y, sin darse cuenta del contexto ni poder
defenderse, sufrirá la misma suerte, sirviendo, y renunciando
también ella a una vida de pareja y al matrimonio.
Se trata de algo inquietante, que constituye la base de muchas
situaciones trágicas. El identificado no necesita en absoluto
conocer a la persona excluida. La conciencia de la red familiar
se hace cargo de los derechos del anterior excluido, sin tener en
cuenta los derechos del posterior. Es justa para el primero, para
el segundo es injusta.
Un segundo ejemplo:
Una mujer joven sentía un anhelo incontenible que ella misma no
podía explicar. Finalmente se dio cuenta de que no era su p ropio
anhelo el que sentía, sino el anhelo de su hermana nacida del
primer matrimonio de su padre. Al casarse su padre en segundas
nupcias, ésta no pudo volver a verlo ni visitar a sus hermanastros
nunca más. Entretanto había emigrado a Australia y las naves
parecían quemadas. A pesar de todo, la mujer joven reanudó el
contacto con ella, la invitó a Alemania, e incluso le envió el
billete de avión. Pero la suerte ya no pudo detenerse: en el camino
al aeropuerto desapareció.
La identificación es como una compulsión iterativa a nivel
sistémico que vuelve a poner en escena y repite argumentos del
pasado, pero sin darles solución, un intento posterior de
nuevamente hacer justicia a una persona excluida. Un posterior
se inmiscuye en los asuntos de un anterior y, aunque quiera
salvarlo por amor, al mismo tiempo se trata de una arrogación.
Un pospuesto no puede, más tarde, poner en orden un asunto en
lugar de un antepuesto. Es imposible que se logre, ya que, de lo
contrario y bajo la presión del sentido ciego de compensación, el
mal no encontraría término.
Un ejemplo:
En una sesión de supervisión una terapeuta relató el caso de una
mujer joven que sentía una necesidad compulsiva de lavarse las
manos. Se le preguntó: «¿Quién en su sistema tiene que lavarse?»
Al cabo de poco tiempo quedó claro: en los tiempos de posguerra,
una hermana del padre había mantenido relaciones con soldados
americanos para mantener a flote a la familia. Contrajo sífilis y,
en consecuencia, fue menospreciada por la familia hasta que
murió sola.
Una suerte trágica, adoptada de otra persona, o una culpa ajena
no me dan ninguna fuerza, ya que ésta únicamente puede nacer
de lo que me es propio, y también aquél en cuyo lugar asumo esta
suerte o culpa se ve debilitado. Para que lo negativo que me es
ajeno aún pueda llegar a desarrollar su fuerza, es necesario que
lo devuelva a quien pertenece, con la seguridad de que éste será
capaz de llevarlo. Únicamente podré actuar de esta manera
estando reconciliado con el Todo tal como es, también con su
parte negativa. Frecuentemente, sin embargo, la persona cree que
podría dejar para más tarde su propia suerte difícil tomando sobre
sí algo negativo de otra persona, ya que lo ajeno muchas veces
es más fácil de llevar que lo propio.
B. LA DOBLE TRANSFERENCIA
En sistemas humanos, por tanto, es inevitable que lo reprimido
vuelva a aparecer, y con más frecuencia concretamente en
aquéllos que menos pueden defenderse, por ser ellos los que más
aman. En la familia, éste es el caso de los hijos y los nietos.
La identificación también abarca la dinámica de la doble
transferencia. La primera transferencia es la del sujeto: así, por
ejemplo, los sentimientos de un excluido son asumidos por un
posgénito. A través de una segunda transferencia, sin embargo,
estos sentimientos no se exteriorizan contra el culpable sino que
son dirigidos a otro objeto.
Un ejemplo:
Un matrimonio mayor, casados desde hacía muchos años y
padres de varios hijos, participó en un seminario. Él era una
persona amable y todo el grupo lo apreciaba. Siempre es buena
señal si todo un grupo mira con buenos ojos a alguien, una
persona así no puede ser mala. Ya la primera noche, ella
desapareció con el coche y no volvió hasta la mañana siguiente,
justo antes de comenzar la sesión de grupo. Se plantó toda
provocativa delante de su marido y dijo:
—Acabo de estar con mi amante.
El coordinador del grupo le preguntó si deseaba la muerte (risas
en el grupo). Cuando la mujer estaba con otras personas del
grupo, se mostraba atenta y llena de interés. Siempre que veía a
su marido, sin embargo, estaba como fuera de sí. Para los demás
era ininteligible porqué estaba tan enfadada con él, tanto más que
el hombre no se defendía, sino que mantenía una actitud objetiva.
¿Qué había ocurrido? Supimos lo siguiente: su padre tenía una
amante. En verano enviaba a la mujer y a los hijos al campo para
quedarse en la ciudad con su amiga. De vez en cuando venía con
la amiga a ver a la familia, y su mujer los recibía bien y los
atendía. ¡Qué inocencia! (pausa) ¡Y qué mala es esta i nocencia!
¡Dios mío, qué mala! Es lo que se suele llamar «virtud heroica»,
pero no sirve de nada, y así no hay solución posible.
Los efectos son fatales. La madre se creía demasiado buena para
enfadarse. Ahora bien, si la mujer se hubiera enfadado con su
marido, habrían llegado a una solución, sea una separación, sea
una reconciliación. De esta manera, en cambio, ella hacía ver que
estaba por encima de su marido; la emoción necesaria que los
habría salvado, sin embargo, era la rabia de la mujer contra el
marido, y el enfado. Ella tenía el derecho de sentir así.
Puesto que no actuó así, sino que reprimía estas emociones, el
resultado fue una transferencia de las emociones, en este sistema,
de la madre a la hija. Ahora salen en el miembro más débil: la
hija asume la rabia reprimida de la madre. Esta es la transferencia
en el sujeto. Pero también se da una transferencia en el objeto.
La hija no expresa la rabia contra el padre, donde correspondería,
sino contra su marido, que se ofrece porque no puede defenderse:
él la quiere. Esta es, para así decirlo, la solución barata. La
solución auténtica sería que la hija se inclinara ante los padres y
les dijera: «Tal como vosotros lo hagáis, para mí está bien.»
Esta es la dinámica de la doble transferencia. Muchos problemas
en relaciones se deben a este mecanismo. A veces, también
encontramos la doble transferencia ahí donde la víctima, después
de sufrir la injusticia, tuvo que permanecer tan impotente que no
hubo ninguna posibilidad de actuar.
Otro ejemplo a este respecto:
Durante la psicoterapia, un hombre de unos cuarenta años
empieza a sentir el miedo de que podría hacer violencia a alguien,
que podría estrangular a alguien o ser estrangulado él mismo. Ni
su carácter ni su comportamiento indican tal posibilidad. A sí le
pregunto:
—¿Hay un asesino en tu familia?
Resulta que su tío, el hermano de su madre, fue un asesino. En
su empresa tenía una empleada que, al mismo tiempo, era su
amante. Un día, le enseñó a esa mujer la foto de otra mujer,
pidiéndole que fuera a la peluquería para que le arreglaran el pelo
exactamente de la misma manera que lo llevaba aquella mujer.
Después de que ya se le había visto un tiempo con ese peinado,
viajó con ella al extranjero y allí la asesinó. A continuación,
regresó a su país con aquella mujer cuya foto había enseñado
antes a su víctima. Ahora ésta era su empleada y su amante. Pero
todo salió a la luz, y el hombre fue condenado a cadena perpetua.
El terapeuta aún quería saber más de otros familiares, sobre todo
de los abuelos, los padres del asesino. Se preguntaba dónde había
que buscar la fuerza motriz para tal crimen. Pero el hombre sólo
podía dar pocas informaciones. Del abuelo no sabía
absolutamente nada, y la abuela había sido una mujer piadosa y
respetable. Después, empezó a investigar más a fondo y
descubrió lo siguiente: esa mujer piadosa, durante la época nazi
y con la ayuda de su hermano, había denunciado a su marido de
homosexual. Éste, en consecuencia, fue detenido y llevado a un
campo de concentración, donde murió asesinado.
Aquí nuevamente podemos apreciar el mecanismo de la doble
transferencia: el verdadero asesino en el sistema, del que
evidentemente provenía la energía destructora, era la abuela
piadosa. El hijo, sin embargo, como un segundo Hamlet hizo de
vengador del padre; pero, al igual que Hamlet, también con una
doble transferencia: la propia madre fue respetada, pero en lugar
de ella murió la mujer amada. Es fácil imaginarse los
sentimientos del abuelo en el campo de concentración. Esos
sentimientos asesinos que debía tener respecto a su mujer son
asumidos por el hijo, que, a su vez, les da rienda suelta con su
amante. Asimismo, el hijo asume todas las consecuencias, no
sólo por el crimen cometido por él mismo, sino que también paga
y expía en lugar de su madre. De esta manera se parece a ambos
padres, a la madre por el crimen, al padre por la prisión.
En aquel entonces no encontramos ninguna solución, porque aún
no sabía trabajar de manera sistémica. Hoy en día lo pondría al
lado de su abuelo; así encontraría la paz.
Otro ejemplo de una transferencia de sentimientos positivos:
Un hombre y una mujer participaron en un curso. Tenían tres
hijos —la hija menor tenía tres años— y el padre sentía un cariño
muy especial por su hija menor, no como un padre a su hija, sino
algo tan entrañable e íntimo, que realmente emocionaba al verlo.
Y eso no encajaba. Ese no podía ser el sentimiento del padre para
la hija. A continuación descubrimos que su padre había tenido
una hermana gemela que murió pronto. Y de repente quedó claro:
los sentimientos que él tenía para su hija eran los mismos que su
padre había tenido para su hermana gemela. Simplemente habían
sido adoptados. Aquella hermana también había sido olvidada.
Después del curso volvieron a casa, y al cabo de cuatro semanas
me escribió una carta, diciendo que estaban muy felices en casa
y que él era realmente padre para su hija pequeña. Además, de
repente se habían dado cuenta de algo. La hija pequeña se
llamaba Claudia y, desde que nació, siempre la habían llamado
«Claudelinchen», pensando que sería un diminutivo de Claudia.
Pero de pronto cayeron en la cuenta de que la hermana gemela
del padre se llamaba Linchen.
Nadie lo había advertido. Por tanto, también ésta era una
implicación, aunque no tan negativa, y también tuvo su solución.
6. LIBERARSE DE LAS IMPLICACIONES
A. ENCONTRAR A QUIEN FALTA
Muchos problemas que encontramos en psicoterapias o en
nuestra propia vida están en relación con tales procesos, y el
trabajo sistémico, la tarea terapéutica, consiste en encontrar a
quien falta. ¿Quién es la excluida o el excluido? Por regla general
se trata de alguien que lo pasó mal o que sufrió una injusticia.
Los terapeutas sistémicos se hacen cargo de sus intereses y de
sus derechos. Dado que la exclusión, en la mayoría de los casos,
se realiza a través de un desprecio moral, a los ojos de los
interesados esta persona es el malo, mientras que el otro, o los
otros, al mismo tiempo se consideran superiores. El efecto
principal es que alguien, sirviéndose de esta moral, reivindica un
mayor derecho a la pertenencia.
Martha: Ayer, durante la cena, conté que desde hace
aproximadamente un año sé que tengo una hermanastra. Eso salió
a la luz después de morir mi padre. Era un secreto de familia entre
mis padres, y de alguna manera yo misma me asusté al ver la
reacción de todos. Yo fui la única de la familia que llamé allí,
pero no la vi, y ahora ya no hay ningún contacto.
Bert Hellinger: Está clarísimo que estás identificada con ella.
Tienes los sentimientos de ella, por ejemplo la sensación de no
tener el derecho de formar parte. (Martha empieza a llorar y su
cara muestra dolor.) Sí, éste es su sentimiento.
Martha: ¿No es mío?
Bert Hellinger: Puedes transformarlo, poniéndote al lado de ella
y diciendo: «Tú eres mi hermana, y yo soy tu hermana.» Tu dolor
honra a tu hermana.
Andrea: ¿De qué manera obtienen sus informaciones la
conciencia de la red familiar o el identificado?
Bert Hellinger: No sé cómo funciona. Únicamente se ve que es
así; cómo, no es comprensible para mí, ni tampoco tiene
importancia para la solución.
Pregunta: ¿Qué pasa si no hay ninguna persona del mismo sexo
que se preste para la representación?
Bert Hellinger: Entonces, a veces, la asume una persona del otro
sexo que, en consecuencia, puede volverse homosexual.
Pregunta: ¿Es posible que alguien esté identificado con dos
personas a la vez?
Bert Hellinger: No lo he visto hasta ahora, pero Friedemann tuvo
la idea de que una persona así podría volverse esquizofrénica.
Fue como una inspiración, algo realmente emocionante para mí
cuando me lo dijo. Ahora, esta idea está presente, puede actuar,
y quizás tengamos las reacciones más tarde.
Pregunta: Si un excluido fue representado por otra persona, ¿qué
ocurre en la siguiente generación?
Bert Hellinger: Según mis observaciones, existe un factor de
tiempo, es decir, se acaba olvidando. Con el tiempo se va
debilitando; y a partir de un momento dado, ya no sigue actuando.
Si, por ejemplo, un nieto está identificado con un abuelo —
independientemente de lo que haya ocurrido— y este nieto, por
su parte, tiene un hijo, esta identificación con el bisabuelo ya no
tiene importancia en el nivel de los hijos. Al menos no lo he visto
nunca.
Pregunta: ¿También existen identificaciones con hermanos de
los abuelos?
Bert Hellinger: Muy raras veces, y sólo si éstos tuvieron suertes
muy especiales. Tan sólo he encontrado dos o tres casos así.
Pregunta: En terapia sistémica y en hipnoterapia se trabaja
mucho en el presente, con los conceptos de «aquí» y «ahora».
¿Cómo se compagina eso con el hecho de que aquí vuelva a entrar
en juego el pasado?
Bert Hellinger: Creo que ambas cosas se mantienen en tensión;
no debería crearse ninguna rivalidad. Yo haría tanto lo uno como
lo otro.
Lars (refiriéndose a la constelación de Benno, cuyo padre, en
tiempos del Tercer Reich, metió a un hijo minusválido en una
residencia, donde fue asesinado): Yo no vería al padre de Benno
como asesino, sino que en una determinada situación histórica
estaba conforme con las ideas asesinas y metió a su hijo en una
residencia. Es una diferencia a lo que tú dijiste, y me hace pensar.
Bert Hellinger: ¿Cuál es el efecto de lo que Lars dice? - Este tipo
de intervención es grave. Resta seriedad. Porque eso no tiene
ninguna importancia; no se trata de la motivación, sino del
resultado, de la vehemencia del resultado. Si me encuentro ante
alguien que mató a otro, y existen atenuantes, por ejemplo de tipo
psicológico, esta persona, a pesar de todo, tiene que asumir todas
las consecuencias. El conocimiento de las implicaciones no lo
libera de las consecuencias, ya que, de lo contrario, las víctimas
tendrían que llevarlo todo, lo cual es inadmisible. En un caso así,
todo se trastorna.
Un ejemplo para una identificación con una persona del otro
sexo:
Una participante refiere el siguiente problema: tiene la sensación
de que no puede aplicar ni la gran cantidad de conocimientos que
tiene, ni las muchas experiencias que hace. Tiene la idea de no
deber saber ni comprender.
Bert Hellinger (después de buscar un tiempo los «tontos» en el
sistema): ¿Hubo alguien que acabó en un psiquiátrico, que fue
imbécil, ilegítimo, excluido, escondido?
Carla: Una novia de mi padre se volvió esquizofrénica.
Bert Hellinger: Ésta es la persona excluida, ahora haremos la
constelación de esto. (Durante la constelación y a raíz de las
reacciones de los representantes de los miembros de la familia,
queda patente que Carla está identificada con el novio anterior
de su madre. A continuación se da cuenta también de que ella
posee y está muy encariñada con todos los cuadros pintados por
aquel hombre.) En esta posición de identificación no podía tener
ninguna relación con su padre, ya que representaba al rival para
él, ni tampoco puede tener ninguna vinculación con su madre, ya
que no representa la hija para ella, sino al primer hombre.
Asimismo tampoco puede tener ninguna relación libre con la
feminidad, puesto que se encuentra identificada con una persona
del otro sexo. La solución es que ella le diga a la madre
(señalando al padre): «Éste es el verdadero para mí. Con el otro
no tengo nada que ver.» Y que le diga al padre: «Tú eres el
verdadero para mí, con el otro no tengo nada que ver.» De esta
manera pasa claramente al papel de hija, quedando desligada de
lo otro. Si el novio de la madre es reconocido, también
desaparece la presión de imitarlo por la identificación.
Carla (después de la constelación): ¿Cómo puedo llegar a la
sensación de tener el derecho de aprender? Ésta era mi pregunta
inicial.
Bert Hellinger: Hay que esperar un tiempo, para ver si después
aún sigue siendo una pregunta actual, y cómo actúa la imagen.
Puede tardar un año o dos hasta que la imagen interior cobre toda
su fuerza. También significa una gran renuncia abandonar la
identificación. Por lo tanto, es un paso decisivo ponerse en el
lugar que corresponde, el lugar del más pequeño.
Carla (aliviada): Sí, soy la hija.
Bert Hellinger: Exacto, ahora ya tenemos el primer efecto.
Una frase extraviada en el sistema
Un hombre joven, en peligro de suicidio, contó en un grupo que,
de niño, había preguntado a su abuelo materno: «¿Cuándo te
mueres por fin y haces sitio?» El abuelo se rio con ganas, pero al
nieto la frase le había rondado en la cabeza toda su vida. Era una
frase extraviada en el sistema. Una frase así pertenece a otra
persona en el sistema, pero se expresa a través del más débil.
El coordinador del grupo pensaba que la frase había salido por
boca de un niño, porque en otro contexto no pudo ser expresada.
Y realmente encontraron lo que buscaban.
Hacía muchos años, el otro abuelo, paterno, había mantenido
relaciones con una secretaria y, a continuación, su mujer contrajo
tuberculosis. Aquí pertenecía esta frase: «¿Cuándo te mueres por
fin y haces sitio? El deseo se cumplió: la mujer murió. Pero ahora
los posgénitos, inocentemente culpables y sin saber nada, se
hicieron cargo de la culpa y del castigo. Primeramente un hijo
evitó que su padre sacara provecho de la muerte de la madre: se
fugó con la secretaria. Después, un nieto se prestó para tomar
sobre sí la frase siniestra y expiar la culpa a conciencia: él estaba
en peligro de suicidio.
B. ¿CUÁLES SON LOS INDICIOS DE IMPLICACIONES?
Siempre que conflictos no solucionados aparecen como
fantasmas en relaciones posteriores, se hacen patentes a través de
actos y emociones incomprensibles. La sensación de
identificación es un «estar fuera de sí». Siempre que alguien en
un sistema muestra emociones fuertes o una manera de actuar que
no se explican por la situación actual, si se percibe que alguien
es inaccesible para el diálogo, porque se encuentra como en
trance o actúa como una persona extraña, como si estuviera
obsesionado por un conflicto o por miedos ajenos, puede tratarse
de indicios de implicaciones sistémicas. Si alguien lucha muy
afanosa o encarnizadamente, muchas veces se trata de una guerra
de sustitutos. Tales luchas fácilmente se llevan con especial
crueldad. Si existe un chivo expiatorio en el sistema pospuesto,
en la mayoría de los casos también lo hay en el sistema
antepuesto, por lo que se recomienda buscar ahí.
Podemos deducir implicaciones de aquello que ocurre. Con el
tiempo se adquiere una cierta sensibilidad, pero hay que ejercerla
como un oído musical. La mayoría de las personas empieza a
distinguir a grosso modo, pero una vez desarrollado el oído
absoluto, la persona percibe las más mínimas diferencias.
Entonces siente lo que otros no sienten. Se requiere, por tanto,
una cierta práctica y un cierto desarrollo.
Una pregunta durante el seminario:
Ernst (a la vista de la constelación de Karl, en la cual se hizo
patente una identificación con el padre de una hermanastra
ilegítima, diez años mayor): ¿Hay indicios en una constelación
que permiten saber cuándo un sentimiento es adoptado?
Bert Hellinger: No. En el caso de Karl fue una conclusión. En un
caso así, lo lanzo como un globo sonda y miro a ver si es cierto.
Frecuentemente es una hipótesis que desarrollo a raíz de la
constelación. El sentimiento de tristeza que mostraba al principio
no era comprensible en esa situación. Eso hace sospechar que se
trata de un sentimiento adoptado.
Verse involucrado en dinámicas ajenas
De uno de los seminarios:
Wolfgang: Una y otra vez me veo en la situación no del acusador,
pero de uno que se toma algo a mal, aunque el asunto ya esté
liquidado y yo ya me encuentre fuera. Éste, por ejemplo, es el
caso de un puesto de trabajo de donde me despidieron.
Bert Hellinger: Tienes que decir: «Ya os merecéis el haberme
perdido».
Wolfgang: Eso ya lo dije (se ríe).
Bert Hellinger: Hay sucesos que son impenetrables.
Un ejemplo:
El año pasado, un compañero, que participó unas cuantas veces
en un grupo de supervisión, me escribió una carta, contándome
que un periódico había escrito un artículo sobre él. Decían que
su trabajo de terapeuta era sectario, que había fundado una secta,
y que todo aquello era muy peligroso. Él estaba muy afectado.
Más tarde me llamó para preguntarme qué debía hacer. Yo le dije:
«Nada, no debes hacer absolutamente nada, ni debes darles
ningún poder en tu alma. Debes olvidarlos por completo.» A
cambio, me envió una buena botella de vino.
Más tarde despidieron a un compañero de él, porque
supuestamente también pertenecía a esa «secta». Era un absurdo.
Yo lo considero una persona muy afectuosa y sensible. Hac e
poco, aquel hombre me volvió a escribir una carta,
comunicándome que el redactor que había provocado y escrito
todo aquello vino una vez a consultarlo. El terapeuta quería
trabajar con él en el sentido de una reconciliación con uno de sus
padres, pero el otro se evadía. Ahora estaba con otra terapeuta de
otra corriente, que opina que hay que estar en contra de los
propios padres. Así, hay ocasiones en las que uno se ve
involucrado en dinámicas que se encuentran más allá de la propia
responsabilidad y de la propia influencia.
En este contexto quizás pueda ayudar una historia bíblica: érase
una vez una ciudad malvada, cuyos habitantes eran tan malos que
la ciudad fue condenada a la ruina. Algunos se salvaron, pero
bajo la condición ...
Aún os contaré otra historia al respecto:
LA RENUNCIA
Después de la Guerra de los Treinta Años —eran malos tiempos
aquéllos—, la gente volvió de los bosques y empezó a reconstruir
sus casas, a trabajar sus tierras y a cuidar el poco ganado que
les quedaba. Al cabo de un año tuvieron la primera cosecha en
tiempos de paz, el ganado se había multiplicado, y se celebró una
fiesta.
A las afueras del pueblo, sin embargo, había una casa con la
puerta tapiada. A veces la gente que pasaba pensaba que habían
oído algo en su interior, pero tenían demasiadas preocupaciones
para fijarse más detenidamente.
Una noche, un perrito herido separó delante de la puerta
tapiada, aullando lastimosamente. De repente empezó a caer el
mortero de la puerta tapiada, se soltó una piedra, una mano
salió, cogió el perrito y lo arrastró hacia dentro. ¡Aún quedaba
alguien que no sabía que ya se había hecho la paz! La persona
apretaba el perrito contra su vientre, sintiendo su calor, y el
perrito se durmió. El hombre miraba por el hueco estrecho, veía
las estrellas a lo lejos, y por primera vez desde hacía mucho
tiempo respiraba el aire fresco de la noche.
Finalmente empezó a amanecer, se oyó el canto de un gallo, el
perrito se despertó y la persona vio que tenía que dejarlo
marchar. Así lo empujó por el hueco estrecho, y el animal corrió
con los suyos.
Cuando ya se había hecho de día, unos niños se acercaron, uno
de ellos con una manzana fresca en la mano. Vieron el hueco,
miraron adentro y vieron a aquella persona: se había dormido.
La mirada afuera le había sido suficiente.
C. SUSTITUIR LA RECOMPENSA NEGATIVA POR LA
POSITIVA
Si un posgénito, que imita la suerte de un anterior, de repente se
da cuenta de lo que ocurre, si mira a la persona excluida o se
pone a su lado, le da un lugar en su corazón, la quiere y se inclina
ante ella, la identificación desaparece. A través del amor se crea
una relación, con lo que el excluido se convierte en una persona
respetada, en un amigo, un ángel custodio y en una fuente de
fuerza. Es decir, la identificación es lo contrario de una relación.
El anteriormente identificado se retira y permanece en su propio
lugar que le corresponde. De esta manera se recupera el
equilibrio.
Dado que no percibimos sensiblemente la conciencia de la red
familiar, tampoco podemos fiarnos ni de nuestra conciencia
personal ni de la sensación de inocencia para encontrar la
solución. Por tanto, en tales casos, el terapeuta no puede dejar en
manos del cliente el encontrar una solución por sí mismo, ya que
esta conciencia de la red familiar únicamente se reconoce por sus
efectos, a través de un cierto tiempo y en un contexto más amplio.
Hay procesos en nuestro cuerpo que no sentimos, pero que, a
pesar de todo, son peligrosos. También en los sistemas familiares
existen procesos graves, a pesar de la sensación engañosa de que
todo está en orden. Así pues, el terapeuta tiene que saber de qué
se trata, buscar la solución para el cliente y, a continuación,
comprobarla por sus efectos. Junto con la buena solución se da
una sensación de alivio, de alegría y de plenitud.
Al configurar una constelación familiar, podemos ver de manera
palpable cómo un sistema cambia ante nuestros ojos, calmándose
en cuanto los excluidos vuelven a estar integrados y recuperan su
lugar respetado.
Abandonar la identificación es una gran renuncia, ya que la
persona se siente muy importante en esa posición. Pero tampoco
el terapeuta debe pensar que lo ha captado definitivamente,
siempre aparecen variantes nuevas, y siempre se trata también de
un experimentar a tientas.
Por tanto, únicamente podemos librarnos de esa ciega necesidad
de una recompensa negativa sustituyéndola por la recompensa
positiva. Eso se logra si los posteriores toman de los anteriores,
sea cual fuere el precio, si honran a los anteriores, por mucho que
éstos hayan cometido, y si lo pasado, sea bueno o sea malo,
realmente puede pertenecer al pasado. De esta manera, los
excluidos recuperan su derecho de hospitalidad y, en vez de
atemorizarnos, nos bendicen. Nosotros, en cambio,
concediéndoles el lugar que les corresponde en nuestra alma,
estamos en paz con ellos; y dado que realmente tenemos a todos
los que pertenecen a nosotros, nos sentimos colmados y enteros.
Para que sea más fácil lograr esta recompensa, os contaré una
historia que, en aquél que se entrega a ella, obra lo que narra.
EL ADIÓS
Ahora os invitaré a un viaje al pasado, como si algunas personas,
después de años, otra vez partieran para volver allí donde en
aquel entonces ocurrió lo decisivo. Esta vez, sin embargo, no hay
peligro que acecha, todo está superado ya. Más bien parece
como si unos luchadores veteranos, después de largos años de
paz, atravesaran otra vez el campo de batalla en el que tuvieron
que mostrar su coraje. Desde hace mucho tiempo la hierba
vuelve a crecer allí, y los árboles florecen y llevan su fruto.
Quizás, ni siquiera reconozcan el lugar, porque no aparece como
ellos lo recordaban, y necesitan ayuda para orientarse.
Porque es curioso de qué maneras tan distintas nos enfrentamos
al peligro.
Un niño, por ejemplo, queda paralizado de miedo ante un perro
grande. Al llegar la madre y levantarlo en sus brazos, la tensión
va cediendo y el niño empieza a llorar. Pero al cabo de muy poco
ya vuelve la cabeza para mirar, ahora desde la altura segura y
sin miedo, al terrible animal.
Otro, al cortarse, no puede ver cómo corre su propia sangre. En
cuanto gira la vista, sin embargo, tan sólo siente poco dolor.
Malo es, por tanto, que todos los sentidos juntos queden
atrapados por los hechos, sin poder actuar cada uno por
separado, y que el individuo se vea arrollado por ellos de manera
que ya no ve, ni oye, ni siente, ni sabe qué es real.
Ahora emprenderemos un viaje en el que cada uno, de la manera
que le parezca, lo verá todo, pero no de golpe, y también lo vivirá
todo, pero con la protección que él desee; un viaje en el que
también podrá comprender las cosas que cuentan, una tras otra.
El que quiera podrá dejar que otro lo represente, como uno que
en casa se pone cómodo en su sillón y, cerrando los ojos, sueña
con el viaje que se ve hacer, y que, a pesar de permanecer en
casa y dormir, lo vive todo como si realmente estuviera allí.
El viaje nos lleva a una ciudad que en su tiempo fue rica y
famosa, pero desde hace mucho está vacía y solitaria, como una
ciudad fantasma del Lejano Oeste. Aún se ven las minas en las
que se excavaba el oro, las casas casi intactas, incluso la Opera
aún existe. Pero todo está abandonado. Desde hace mucho
tiempo, aquí no queda más que el recuerdo.
El que emprende este viaje se busca una persona conocedora
para que lo guíe. Así llega a ese lugar, y el recuerdo se despierta.
Aquí, pues, fue aquello que tanto le estremeció, que aún hoy le
cuesta recordar por el dolor que le causó. Pero ahora el sol
brilla sobre la ciudad abandonada. Donde en su tiempo había
vida, gentío y violencia, se ha hecho la calma, casi la paz.
Así pasean por las calles, y finalmente encuentran la casa. Aún
vacila, pensando si realmente quiere arriesgarse a entrar, pero
su acompañante piensa adelantarse solo, para mirar primero y
saber si el lugar es seguro ahora, y si aún queda algo de aquel
entonces.
Mientras tanto, el otro se queda fuera, mirando por las calles
vacías. Vuelven los recuerdos de vecinos o amigos que allí había,
recuerdos de escenas en las que él estaba feliz y alegre,
emprendedor y lleno de ganas de vivir, como niños imposibles de
parar porque empujan hacia adelante, hacia lo nuevo, lo
desconocido, lo grande, lo amplio, hacia la aventura y el peligro
superado.
Así pasa el tiempo.
Finalmente, su acompañante le hace una señal para que le siga.
Entra él mismo en la casa, llega al vestíbulo, mira a su alrededor
y espera. Sabe qué personas hubieran podido ayudarle en aquel
entonces para soportarlo, personas que lo amaban, que también
eran fuertes y valientes, y sabían. Le parece como si ahora
estuvieran aquí, como si oyera sus voces y sintiera su fuerza.
Después, su acompañante lo coge de la mano y juntos abren la
puerta que realmente lleva al interior.
Aquí, pues, se encuentra él: ha vuelto. Coge la mano que le trajo
hasta aquí y tranquilamente mira a su alrededor, para ver cómo
era realmente, lo uno y lo otro, todo. Curioso, ¡qué diferente lo
percibe, si permanece recogido y de la mano del que le ayuda!
Aún recordando aquello que durante mucho tiempo estuvo
apartado, como si por fin encajara lo que también forma parte.
Así espera y mira, hasta saberlo todo.
Después le invade el sentimiento, y detrás de aquello que se
encontraba en un primer plano siente el amor y el dolor. Le
parece como si hubiera vuelto a casa, y mira al fondo, donde ya
no existen ni el derecho ni la venganza, donde el Destino obra y
la humildad cura, y la impotencia establece la paz. Su
acompañante mantiene cogida su mano para que se sienta
seguro. Respira profundamente, después se entrega. Así sale lo
que tanto tiempo estuvo retenido, y él se siente ligero y lleno de
calor.
Cuando todo ha pasado, el otro lo mira y dice: «Quizás, entonces
cargaste con algo que debes dejar aquí, porque no te pertenece
ni se te puede exigir. Por ejemplo, una culpa arrogada, como si
tuvieras que pagar por lo que otros tomaron. Déjalo aquí.
También aquello que debe serte ajeno: la enfermedad de otros,
su suerte, su creencia o su sentir. También la decisión que fue
para tu mal: déjala aquí ahora.»
Las palabras le sientan bien. Se siente como alguien que llevaba
una carga pesada y ahora la pone en el suelo. Respira aliviado
y se sacude. En un principio se nota ligero como una pluma.
El amigo vuelve a hablar: «Quizás, entonces también dejaste o
abandonaste algo que debes conservar, porque te pertenece. Por
ejemplo, un talento, una necesidad íntima, quizás también
inocencia o culpa, recuerdo y esperanza, el valor para una
existencia plena, para el actuar que a ti te corresponde. Vuelve
a recogerlo ahora y llévalo contigo a tu futuro.»
También a estas palabras asiente. Después, examina lo que
entonces abandonó y ahora debe recuperar. Al tomarlo, siente el
suelo bajo sus pies y percibe su propio peso.
Después, el amigo lo lleva unos cuantos pasos más allá, y juntos
llegan a la puerta del fondo. La abren y encuentran ...el saber
que reconcilia.
Ahora ya no aguanta más en el lugar de antes. Tiene prisa para
partir, le da las gracias a su amable acompañante, y emprende
el camino de vuelta. Al llegar a casa, aún necesita un tiempo
para orientarse con la nueva libertad y la antigua fuerza. Pero
secretamente ya planea el próximo viaje: esta vez a tierras
nuevas y desconocidas.
D. CONSAGRADO A DIOS EN EXPIACIÓN Un
Ejemplo extenso de un caso:
Friedrich es sacerdote y participó en un curso de seis días. La
historia de su familia es un ejemplo de cómo en una familia y, a
través de generaciones, los posgénitos intentan expiar las culpas
de anteriores, y de cómo imitan la suerte de éstos. Acompañamos
a Friedrich a través de estos seis días:
Al final del primer día
Friedrich: Me impresiona mucho ver de qué lejos vienen los
procesos en las constelaciones familiares, y al final me chocó
bastante lo que dijiste de la relación de pareja. Interiormente aún
estoy totalmente perplejo.
Bert Hellinger: ¡Eso es demasiado pronto para ti! (Risas de todos
los participantes)
Friedrich: Sí, yo estaba convencido de que el hombre recibía
algo de la mujer, y a la inversa.
Bert Hellinger: Sí, eso es lo que todos piensan antes. Friedrich:
Creo que también tiene que ver con el ámbito de la sexualidad.
Yo era terriblemente racionalista, y con el tiempo me he hecho
más sensible. Todo esto ha vuelto a despertar algo en mí.
Bert Hellinger: En tu camino hay el lugar correcto y la auténtica
plenitud en un momento determinado. Cuando es el tiempo de la
flor, el fruto aún no ha llegado. Cuando el árbol se marchita, el
fruto cae. (Risas)
Friedrich: Creo que esa experiencia de renuncia tiene que ver
con que el anhelo que se despierta es mucho más poderoso que
una persona ...
Bert Hellinger: La renuncia antes de cumplirse el anhelo es fatal
y crea rencor. La renuncia después de cumplirse el anhelo da
serenidad a la persona, aporta plenitud y tiene otro efecto
totalmente distinto. Por eso, la renuncia no debe realizarse
demasiado pronto.
Al segundo día, por la mañana
Friedrich: Estoy bien. Me encuentro algo confuso, y una y otra
vez me vienen preguntas acerca de lo que veo. Pero serían
demasiado dispersas.
Prefiero vivirlo.
Bert Hellinger: ¡Exacto, bien!
Friedrich: Aún hay algo que me preocupa de la constelación de
ayer.
Creo que para mí tiene que ver también con ser abandonado.
Bert Hellinger: ¿Fuiste abandonado?
Friedrich: Sí, tuve una relación con una mujer. Dada mi situación
profesional, no es más que lógico que me dejara, aunque yo era
muy vivo en la relación.
Bert Hellinger: Sí, claro.
Friedrich: Desde el lado racional puedo aceptarlo (en voz baja),
pero el dolor sigue, a pesar de todo.
Bert Hellinger: Este es un dolor de niño. Por eso, la relación
también acabaría mal, porque te la planteas con las expectati vas
de un niño, no como una persona que se encuentra con otra a un
mismo nivel. Más tarde lo miraremos, ¿de acuerdo?
Al segundo día, por la tarde
Friedrich: Me siento bastante relajado y cómodo, y me alegro...
Bert Hellinger: ¡Qué pena!
Friedrich: ...que yo...
Bert Hellinger: ¿Has oído lo que dije?
Friedrich: Sí: ¡Qué pena! ¿Porque no hay tensión? Sin embargo,
me doy cuenta de que sí que hay curiosidad...
Bert Hellinger: Eso es demasiado poco.
Al tercer día
Friedrich: Sí, esta noche me dolía la barriga.
Bert Hellinger: Los dolores de barriga siempre significan lo
mismo. ¿Sabes qué? — Los niños tienen dolor de barriga, si la
madre no está. Es un poco atrevido como lo acabo de decir, tengo
muy poca experiencia en este campo, pero también personas
mayores tienen dolores de barriga si se sienten abandonados.
Simplemente relaciono una cosa con la otra. ¿Te sirve la
interpretación?
Friedrich: Tengo que pensármelo.
Bert Hellinger: Es posible que también haya un recuerdo
relacionado.
Friedrich: Sí, siento una pesadez aquí (se pasa las manos por
ambas mejillas), y estoy asombrado de que me entero de todo lo
que se dice aquí. Interiormente tengo la sensación de estar muy
cansado, aunque haya dormido lo suficiente.
Al cuarto día, por la tarde
Friedrich: Lo que me va dando vueltas todo el tiempo es aquello
de la recompensa. Antes de nacer yo, mi madre me consagró a la
Virgen y a Dios. Yo fui el tercer hijo en mi familia, y el primero
que nació sin problemas. Con los primeros dos hubo unas
dificultades increíbles. Pocos días antes de darme a luz a mí, mi
madre maldijo a mi abuela, y después tenía pánico de que pasara
algo fatal. Cuando finalmente vine al mundo sin problemas, me
consideraban un regalo de Dios.
Bert Hellinger: Los sacerdotes, casi todos son sacrificados en
expiación de algo en su familia y en recompensa por una
injusticia. Lo que refieres es una situación muy típica. Por eso,
los así sacrificados muchas veces están enfadados con Dios. Lo
mismo se nota en los Papas, cuando a veces se comportan como
si secretamente le guardaran rencor a Dios y, por lo tanto, más
bien apartan a los hombres de él en vez de acercarlos. Sin
embargo, hay que mirarlo con comprensión si alguien se
encuentra implicado en semejante dinámica.
Hace muchos años, estuve invitado a un curso para vicarios
protestantes en Suiza. Me di cuenta demasiado tarde de que,
desde el punto de vista de la dinámica de grupo, era una situación
absolutamente imposible, puesto que yo era el único católico
entre ellos, y además exsacerdote. Y efectivamente, se burlaban
de mí: «¡Pero si tú no eres ni cristiano!» Así que pensé: me
vengaré. Después esperé el momento idóneo. Todo eso fue un
proceso muy importante, necesario.
Al cabo de unos días se me ocurrió cómo hacerlo. Después del
café de la tarde, dije, todo inocente: «Se me ocurre un ejercicio,
pero es tan terrible que apenas me atrevo a proponerlo. Estuve
pensando que podríamos poner una silla en medio y vosotros os
imagináis que Jesús está sentado en ella, y cada uno le dice algo.»
En seguida comenzaron, y se dieron unas escenas de odio
increíbles. Al final dije: «Yo no encuentro ningún delito en él.»
Ésa fue mi venganza.
Hace unas semanas, me encontré con un participante de aquel
curso. Me recordó algo que yo ya había olvidado: durante aquel
ejercicio uno se fue corriendo a la cocina, volvió con un cuchillo
y empezó a atacar la silla. Tan grande era su rencor. Tan sólo
pocos sacerdotes sacrificados son un honor para Dios. No pueden
serlo, ni tampoco se les puede exigir. Por eso, muchas veces se
vuelven amargos al llegar a la vejez.
¿Cómo puede uno librarse de una cosa así?
Friedrich: Yo puse distancias con mi madre.
Bert Hellinger: Eso no soluciona nada, todo lo contrario, aún lo
endurece. Lo que aportaría la libertad sería que dijeras: «¡Mamá,
por ti lo hago a gusto!» En ese momento, la víctima sale de la
posición de víctima. De esta manera, ya no está pasiva, sino
activa.
Deja que esto actúe en tu interior, Friedrich. ¿De acuerdo?
Al cuarto día, por la noche
Friedrich: Me vino a la mente una hija ilegítima de mi abuelo
paterno, que en mi familia estuvo totalmente excluida. Mi madre
empezó a hablar muy, muy tarde de eso. La hija se crió con su
madre y, más tarde, ingresó en un convento.
Bert Hellinger: ¿Quién hubiera tenido que ingresar en un
convento, si uno piensa en tales categorías? — Pues, el abuelo,
naturalmente, pero la hija tomó sobre sí la reparación del desliz
en lugar de él.
Friedrich: Una hermana de mi padre también se hizo monja, y
una de mis hermanas también.
Bert Hellinger: Esos casos parecen menudear entre vosotros.
Friedrich: Sí, dos hermanas de mi madre también ingresaron en
un convento, y un hermano de mi madre se suicidó.
Bert Hellinger: Desde el punto de vista de la dinámica sistémica,
es lo mismo ingresar en un convento o suicidarse.
Te contaré una pequeña historia. (Cuando alguien coge su lápiz
para tomar apuntes) El que lo apunta es como alguien que va a
un prado, coge una flor y, al llegar a casa, está marchitada.
EL AMOR
Un hombre, en sueños, oyó una noche la voz de Dios, diciendo:
«Levántate, toma a tu hijo, a tu único y bienamado, llévalo al
monte que te señalaré, y allí ofrécemelo en holocausto».
Por la mañana, el hombre se levantó, miró a su hijo, su único y
bienamado, miró a su mujer, la madre del niño, y miró a su Dios.
Cogió al niño, lo llevó al monte, construyó un altar, le ató las
manos y sacó el cuchillo para sacrificarlo.
Pero en ese momento oyó otra voz, y en lugar de su hijo sacrificó
un cordero.
¿Cómo mira el hijo al padre?
¿Cómo el padre al hijo?
¿Cómo la mujer al hombre?
¿Cómo el hombre a la mujer?
¿Cómo miran ellos a Dios?
¿Y cómo los mira Dios —suponiendo que exista— a ellos?
También otro hombre, por la noche, oyó en sueños la voz de Dios,
diciendo:
«Levántate, toma a tu hijo, tu único y bienamado, llévalo al
monte que te señalaré, y allí ofrécemelo en holocausto.»
Por la mañana, el hombre se levantó, miró a su hijo, su único y
bienamado, miró a su mujer, la madre del niño, y miró a su Dios.
Y le respondió, cara a cara: «¡No lo haré!»
¿Cómo mira el hijo al padre?
¿Cómo el padre al hijo?
¿Cómo la mujer al hombre?
¿Cómo el hombre a la mujer?
¿Cómo miran ellos a Dios?
¿Y cómo los mira Dios —suponiendo que exista— a ellos?
Al quinto día, por la tarde
Friedrich: Lo que más me preocupa actualmente es mi profesión
y una relación. Por una parte estoy muy vivo en mi profesión, por
otra parte me he enamorado de una mujer. Pienso que hay algo
que no va aquí.
Bert Hellinger: Sí, hay algo que no va.
Friedrich: Se desvía demasiada energía y me ocupa demasiado.
Bert Hellinger: Sí, eso se llama «maniático». — De la manera
que tú lo describes, tan sólo se centra en ti: yo me siento bien, yo
tengo muchas energías, yo ... ¿Y qué pasa con la otra persona?
En ese momento se le utiliza. Ella se ve llevada a la posición de
la madre y tú adoptas la posición del hijo. Eso tiene que ir mal,
porque no tiene consecuencias para ti. Aquí se percibe la
diferencia entre enamoramiento y amor.
La mujer más joven siempre representa a la madre. Si un señor
mayor se busca a una chica joven, en realidad busca a su madre.
Eso se aleja de la igualdad. En un caso así, él parece superior,
pero en realidad es la mujer más joven la que está para él, y no
al revés. Lo que resulta es una relación madre-hijo. Para las
mujeres es similar a la inversa. Por esa razón no puede ir bien.
Friedrich: Sí, es cierto. No sé bien qué hacer con una mujer que
se encuentra al mismo nivel que yo. Me es más difícil poner mis
límites.
Bert Hellinger: Por otra parte sería posible el amor. Con una
mujer que no se encuentra a un mismo nivel no funciona. Eso se
refiere a ambos lados: para un hombre, una madre puede ser
representada o por una mujer mucho mayor o bien por una mujer
mucho más joven. Y para una mujer, el padre puede ser
representado o por un hombre mucho mayor o mucho más joven.
Existe, sin embargo, un cierto margen en el que sí que es posible
una relación.
Friedrich: Si tuviera un buen presentimiento, ya habría tomado
consecuencias. Pero aún no lo tengo.
Bert Hellinger: Sí, exacto. Eso iría mal.
Friedrich: O sea, ¿poner límites claros desde un principio?
Bert Hellinger: O acercarte más claramente.
Friedrich: ¿Y entonces ya veré?
Bert Hellinger: Si te acercas más claramente, tiene
consecuencias. Entonces adquiere otra seriedad; por ejemplo, si
una de las consecuencias fuera que tuvieras que dejar tu
profesión. Entonces te das cuenta de si para ti va en serio.
Friedrich: ¿No me saldré de otra manera?
Bert Hellinger: Creo que no.
Friedrich: Es decir, ¿primero tiene que irse a pique algo?
Bert Hellinger: No necesariamente. Tan sólo te digo unos
cuantos puntos para reflexionar. — Ahora estás mucho más serio,
tienes otra expresión de cara y estás recogido. Esta es otra pista
para ti y, de momento, te dejo aquí. Más adelante volveré sobre
este tema.
Al quinto día, por la noche
Friedrich: Aún voy dando vueltas sobre lo que me dijiste hoy,
pero pienso que sí que invierto bastante amor ...
Bert Hellinger: No, no, no, eso es un engaño. Puedes
comprobarlo viendo cuánta fuerza estás dispuesto a invertir. La
pregunta es: ¿qué fiable serás, y hasta qué punto la otra persona
podrá estar segura de ti? No es necesario que me respondas ahora,
no es más que una prueba interior.
Friedrich: ¿Pero cómo me salgo de lo que tú llamaste la
«manía»?
Bert Hellinger: La sensación de euforia en el enamoramiento es
proporcional a lo más cercano que se malgasta. Cuanto más alto
sea el grado de obcecación, tanto más se aleja la persona de la
realidad. Te daré un ejemplo de otro ámbito parecido a éste. Hay
esotéricos serios que siguen otro camino. En muchos de los que
se llaman esotéricos, sin embargo, puedes ver que una persona se
vuelve hacia el esoterismo en el momento en el que rehúye una
obligación inmediata, por regla general, la responsabilidad de un
hijo. Cuanto más se evaden, tanto más se elevan.
Friedrich: ¿Y tiene que ver con mi relación con mi madre?
Bert Hellinger: Sí, es tan fuerte que tienes poca sensibilidad para
las mujeres. Tu madre siempre te encontrará bueno, sea cual
fuere tu manera de tratar a las mujeres. Con tu padre
probablemente sería diferente. El hombre adquiere la
sensibilidad para las mujeres al lado del padre. — Ahora tienes
una seriedad buena. Con esta seriedad percibes algo que aporta
fuerza y que debe añadirse al amor.
Al sexto día
Friedrich: Estuve pensando en mis hermanos. Un hermano mío
tiene un defecto de lenguaje, el mayor habla extraordinariamente
lento, y yo, desde hace años, rechino los dientes.
Bert Hellinger: De los tres síntomas, el tuyo es la suerte mejor.
Friedrich (sonríe): También lo pensé. — Quisiera configurar mi
familia de origen.
Bert Hellinger: Bien.
Friedrich da unas cuantas informaciones adicionales:
Su madre tenía nueve hermanos. El hermano mayor, destinado a
hacerse sacerdote, cayó en la guerra. El siguiente hermano fue
echado de casa porque atentó a las normas del padre. Dos
hermanas ingresaron en un convento. Finalmente, el siguiente
hermano menor se hizo cargo de la empresa familiar; vivía en un
matrimonio muy malo, y más tarde se suicidó. Parece ser que,
después de su muerte, el abuelo materno tuviera relaciones con
su mujer. Era un hombre muy estricto, que a veces bebía y pegaba
a su mujer, pero después muchas veces le pedía perdón. La última
hija, con deficiencia mental por un parto retrasado, murió
tempranamente. Bert Hellinger considera el suicidio del tío en
relación con el hecho de que éste, en contra del orden en la
familia, se hiciera cargo de la empresa. Friedrich configura la
constelación de su familia de origen (fig. 1).
Figura 1. Constelación inicial de la familia de origen de
Friedrich

Abreviaciones:
P padre
M madre
1 primer hijo
2 segundo hijo
3 tercer hijo, Friedrich, sacerdote
4..cuarta hija, ingresó en un convento
5 quinto hijo
+6 sexta hija, murió en tem+6 sexta hija, murió en temprana
edad, minusvalía psíquica
Inmediatamente después, Bert Hellinger coloca a la madre, que
se encuentra algo delante del padre, al lado de éste (fig. 2).
Figura 2
Comentarios de los participantes:
Padre: Al ponerse mi mujer otra vez a mi lado, mi tristeza por la
muerte de la hija menor disminuye. En cuanto mi mujer se puso
a mi lado, mi hija muerta y Friedrich entraron en mi campo
visual. Son los dos que me alientan y me hacen sentirme bien. Si
miro de frente, únicamente siento a mi mujer y no me entero de
que tengo una familia tan grande. Quisiera dirigirme más hacia
los otros hijos, pero mi mujer está en medio.
Madre: Cuando me encontraba algo más delante, me sentía muy
triste. Aquí, al lado de mi marido, me encuentro bien; y casi estoy
algo enamorada de la persona que tengo en frente (la hija
muerta). Es una experiencia muy bonita. Esta persona me es muy
familiar.
Bert Hellinger: Es una expresión muy curiosa que esté
enamorada de la hija. ¿De quién de su familia se podría tratar?
Friedrich: Su hermana menor, que murió poco después de nacer.
La madre de mi madre estuvo llorando durante días. Tenía una
aureola en la familia y todos la veneraban.
Bert Hellinger (al representante de Friedrich): ¿Cómo te va?
Representante de Friedrich: Me encuentro tan nervioso como en
ninguna otra constelación. Tengo que pasar revista a las tropas,
lo encuentro una exigencia increíble y estoy muy irritado.
Bert Hellinger: Sí, éste es la víctima, (a Friedrich)
Frecuentemente te muestras alegre por fuera, pero detrás está el
rencor. Como hoy ya no tenemos tanto tiempo, no recorreré todo
el proceso, pero pondré un poco de orden (fig. 3).

Figura 3
Comentarios de los participantes:
Padre: A mí se me ensancha el pecho. Puedo respirar libremente
y tengo la sensación orgullosa: esto es lo que nosotros dos
compañeros de producción hemos conseguido (señala a los hijos;
risas en el grupo).
Madre: ¡Medio equipo! — Para mí ha desaparecido la
fascinación.
Hijo mayor: Antes me sentía muy estrecho. Ahora tengo una
buena posición aquí, en la que también puedo moverme.
Segundo hijo: Antes me sentía cansado de la vida y plegado.
Ahora siento ganas de vivir.
Representante de Friedrich: Yo también me encuentro bien
ahora y noto que estoy orgulloso de mis padres y de mis
hermanos.
Hija mayor: No me encuentro bien aquí. No pertenezco aquí. Me
he dado cuenta de que estoy totalmente apartada de la línea
materna.
Bert Hellinger: Esta representa a la hermanastra ilegítima del
padre. (Coloca a ésta al lado del padre; la hija mayor le indica
allí el lugar correcto; fig. 4).
Hija mayor: Ahora yo también formo parte.
Bert Hellinger: Veis, ésta tenía exactamente los mismos
sentimientos que debía tener la hermanastra del padre.
Hermanastra del padre: Aquí (señala hacia la izquierda, al
padre) noto una sombra, y por lo demás no veo a nadie más que
a ella (la hija mayor; Bert Hellinger la coloca detrás de la
hermana mayor de Friedrich, que se pone radiante; fig. 4).

Figura 4
Abreviaciones:
HaP hermanastra del padre, ilegítima, ingresó en un convento
Bert Hellinger: ¿Hay alguien de los hijos que ingresó en un
convento?
Friedrich: Sí, esta hermana se hizo monja.
Bert Hellinger: Entonces imitó fielmente a esta mujer.
Friedrich: Pero no le va bien.
Bert Hellinger: Tienes que contarle la constelación.
Cuarto hijo: Aún me siento un poco estrecho entre las dos
hermanas.
(Bert Hellinger coloca al hermano de la madre, que se suicidó,
detrás del quinto hijo, fig. 5)
Figura 5
Abreviaciones:
+3HoM tercer hermano de la madre, suicidio
Cuarto hijo: Sí, esto me alivia.
Bert Hellinger (a la representante de la madre): ¿Tiene alguna
importancia para ti?
Madre: Sí, así me es más agradable.
Hermana menor: Así está muy bien. Al principio sentía una
atracción poderosa. Tenía la sensación de arrastrar a la madre
fuera de la familia. Era como un trance, pero me sentía mal
respecto a los demás.
Ahora ya no es así. También es bueno que el hermano de la madre
esté detrás de mi hermano, ya que de la otra manera tenía la
sensación de que él se apoyaba en mí y que yo caía hacia fuera.
Ahora puedo sostenerme bien.
Hermano de la madre: Para mí también es importante tener esta
relación (con la hija menor).
Bert Hellinger le pide a Friedrich que ocupe su lugar. Después,
coloca a un hombre detrás de él (fig. 6).
Figura 6
Abreviaciones:
+lHoM primer hermano de la madre, murió en la guerra,
destinado a ser sacerdote
Bert Hellinger: ¿Quién es éste?
Friedrich: El hermano de la madre que murió en la guerra.
Bert Hellinger: ¿Qué tal?
Friedrich: Sí, bien. También me pusieron su nombre de segundo
nombre de pila, y me da una gran energía.
Bert Hellinger: De acuerdo, ésta es la solución ahora.
VI. ACERCA DE LA PRÁCTICA DE LA PSICOTERAPIA
SISTÉMICA
1. LA ACTITUD TERAPÉUTICA
Por tanto el Sabio
Enseña sin palabras
Obra sin-acción
Sin embargo nada queda sin realizar
Cuando la existencia se manifiesta
No se opone a ella
Actúa pero no se apropia
En la obra realizada
No exige que se le reconozcan méritos
Y es porque no pretende el mérito
Que éste no se le puede arrebatar
(de Tao Te King de Lao Tse, versión de José M. Tola)
A. LA PERCEPCIÓN CENTRADA EN LOS RECURSOS
Distingo rigurosamente la percepción de la observación. La
observación conduce a conocimientos parciales unidos a una
pérdida de la visión global. Si observo el comportamiento de una
persona, tan sólo veo detalles y la persona se me escapa. Si, por
lo contrario, me expongo a la percepción, se me pierden los
detalles e inmediatamente capto lo esencial, el núcleo, y todo
esto, además, al servicio del otro.
La percepción de otra persona únicamente es posible si me abro
a ella desinteresadamente y dispuesto a relacionarme. De esta
manera se desarrolla un lazo muy íntimo, acompañado, a pesar
de todo, del más alto respeto y de una cierta distancia. La
condición previa es que cada uno sea apreciado como especial y
que no se establezca ninguna norma a la que uno tenga que
subordinarse. Aquí no se trata de correcto o falso, sino de
encontrar ayuda y soluciones. En mi imaginación tengo la
libertad de jugar; en cuanto percibo al otro teniendo en cuenta
sus intereses, esta libertad ya no existe.
La percepción, por tanto, únicamente puede ser efectiva
refiriéndose a las soluciones. Refiriéndose a los diagnósticos,
fracasa inmediatamente, a no ser que los diagnósticos estén
enteramente al servicio de la solución. Toda intervención que no
se una a las fuerzas de desarrollo, por ejemplo, haciendo
suposiciones o menospreciando a otros, tiene un efecto
contraproducente.
Lo curioso es que una persona a la que comunico lo percibido se
transforma ante mis ojos. La percepción, por tanto, es un proceso
creativo con un cierto efecto. Todo esto alberga misterios que no
comprendo, pero pueden verse y ser aprovechados.
Para la percepción lo esencial es la realización de un acto y no la
verdad. Siempre se trata de saber «¿qué hago ahora?, ¿qué es
posible?». Esto es lo que como terapeuta hago para el otro; es
decir, mientras éste me relata algo, yo me pregunto: «¿Qué es lo
adecuado ahora?» De esta manera estoy en contacto con algo más
grande; no pretendo ayudar, sino que veo todo en el contexto de
un orden.
Así, es la intuición la que actúa, llena de amor y de respeto. Si a
uno se le ocurre algo respecto a otra persona, algo que se le quiera
decir, se mira al interesado para comprobar si aquella idea lo
nutre y le sirve, o si lo perturba y debilita. La percepción no es
un acontecimiento que pueda ser buscado. Cuando me expongo a
alguien, la percepción aparece como un relámpago y el resultado
es absolutamente sorprendente. No se trata de algo que yo pueda
inventarme. A veces me da miedo. Si en un caso así me retiro, se
rompe algo en mi propia alma. Quisiera expresarlo otra vez en
una historia; en ella el mensaje está cifrado, pero indica el
camino. Esta historia es una especie de epistemología
psicoterapéutica:
LA MEDIDA
Un erudito preguntó a un sabio cómo los detalles se reunían para
formar un todo, y cómo el conocimiento de lo diverso se
diferenciaba del conocimiento de la plenitud.
El sabio dijo: «Lo disperso se convierte en un todo si logra
encontrar un centro y actuar centrado, ya que tan sólo a través
de un centro lo diverso se hace esencial y real; su plenitud,
empero, nos parece simple, casi poca cosa, como una fuerza
tranquila dirigida a lo próximo, permaneciendo abajo y cerca de
aquello que sostiene. Para experimentar o transmitir la plenitud,
por tanto, no necesito saber ni decir ni tener ni hacerlo todo, uno
por uno. El que quiera llegar a la ciudad, entra por un solo
portal. El que toca una campana una vez, con sólo ese tono hace
sonar a muchos otros más. Y el que coge la manzana madura, no
necesita averiguar su origen: la tiene en su mano y la come.»
El erudito objetó que el que quería la verdad, también tenía que
saber todos los detalles. Pero el sabio lo contradijo. Tan sólo de
la verdad antigua se sabía mucho. La verdad que conducía más
allá era arriesgada y nueva, ya que, como una semilla ocultaba
el árbol, también ella escondía su final. Por tanto, el que vacila
para actuar, porque pretende saber más de lo que el siguiente
paso le permite ver, pierde lo que es efectivo. Toma la moneda
en vez de la mercancía, y de los árboles hace madera.
El erudito pensaba que eso sólo podía ser parte de la respuesta,
y aún le pidió un poco más. Pero el sabio lo rehusó: la plenitud
en un principio era como un barril de mosto, dulce y turbio, y
necesitaba la fermentación y el tiempo suficiente para aclararse.
El que, en vez de probarlo, bebe, se tambalea.
El otro como persona
Muchas cosas únicamente pueden ser osadas en un ambiente
alerta, crítico y respetuoso. A la persona que se somete en
seguida no se le puede decir nada atrevido. Puedo ir muy lejos si
el otro no lo traga todo, sin más, y si puedo estar seguro de que
somete lo dicho a un examen interior, calibrándolo con una
instancia interior. En un caso así, el otro aparece como persona
y se hace posible un diálogo entre iguales. La unión en un grupo
únicamente puede lograrse si cada uno está centrado. De lo
contrario, la persona está expuesta a algo diferente, ajeno a su
inconsciente. El inconsciente lleva al recogimiento y une.
B. LA MODERACIÓN
Un criterio importante para el respeto es el no querer curar ni
salvar al otro, una actitud de la que existen grandes modelos. Se
trata de un bien común de la humanidad: el comprender que la
persona puede actuar a través de su mera presencia, una presencia
activa, sin intervenir. Se trata de una fuerza concentrada que
actúa a través de la no-acción, una actitud que no tiene nada que
ver con retirarse. La abstención no aporta nada. En el Tao Te
King de Lao Tse esta actitud se describe muy bien.
Hay una observación curiosa en terapias: si al terapeuta se le
ocurre lo que podría ayudar y se abstiene de decirlo, la idea se le
ocurre al cliente. A veces es más fácil encontrar una solución si
el terapeuta renuncia a ella. Tampoco está en sus manos influir
en lo que los clientes hacen de lo que él dice. Una vez puse el
ejemplo de Jesús, que tampoco tiene la culpa de que el joven rico
se marche. Esto incluye un gran respeto. La cualidad que
distingue una buena terapia es la ausencia de intenciones y de
fines por parte del terapeuta, es decir que yo, hasta un cierto
grado, renuncie a ejercer una influencia.
La hija pequeña que padecía de enuresis nocturna
Hace poco, alguien de RTV Austríaca me entrevistó, pidiéndome
que dijera algo acerca de historias que curan. Me centré en lo
práctico, hablando de las posibilidades de ayudar a niños a través
de historias. A raíz de la pregunta de qué podía hacerse en el caso
de enuresis nocturna, conté el siguiente caso:
Un padre me preguntó qué debía hacer con su hija pequeña que
de noche se hacía pipí en la cama. Le aconsejé que le dijera a la
hija que se había casado muy a gusto con su madre (la hija había
nacido antes de casarse los padres). Que se lo dijera de paso y
que, además, le contara cuentos con pequeñas variaciones. Por
ejemplo el cuento de la Caperucita Roja:
La Caperucita llega a la casa de la abuela y ve que el canalón
tiene una gotera. Se va al cobertizo a buscar pez para cerrar el
agujero, de manera que no se moje la entrada. Después entra en
la casa de la abuela.
O el cuento de Blancanieves:
Uno de los enanitos dice que en su casa hay una gotera y Blanca-
nieves le promete arreglarla. Al mirarla, ve que sólo es una teja
que se ha corrido, y la pone en su sitio. El enanito ni se da cuenta
del cambio, pero todo queda en orden.
O una historia en la que gotea un grifo, y ella lo cierra. O la de
una niña que está en el lavabo. De repente se abre la puerta y un
desconocido se asoma. Vuelve a cerrar la puerta rápidamente, y
la niña respira aliviada.
¿Sabéis cuál es el trasfondo hipnoterapéutico? — Al entrar el
desconocido, la niña contrae el esfínter vesical. Ésta es una
intervención muy conocida de Erickson.
Al cabo de medio año, el padre volvió a una supervisión y me
contó su experiencia. Dijo que la historia había surtido un efecto
inmediato — todo se había arreglado. Lo llamativo era que esta
hija pequeña normalmente protestaba en seguida si el padre
introducía variaciones en los cuentos, pero no reaccionó en
absoluto con estas modificaciones.
Eso dice algo de los métodos psicoterapéuticos. De la manera en
que lo hizo, el padre respetó profundamente a la niña, y ésta, al
sentir que era respetada, no tenía ninguna necesidad de
defenderse. No había ninguna sumisión. Todo se hizo por puro
amor, y en ese ámbito de confianza ocurrió algo sin que después
se comentara.
Éste es el marco en el que se hace posible una curación. Si, por
lo contrario, yo le digo a alguien: «Tienes que hacerlo de esta
manera o de la otra», aquél primeramente es el perdedor y su
dignidad le obliga a rechazar lo propuesto. Ahora bien, teniendo
métodos en los que esta actitud no entra en juego, como es el caso
de las historias, el otro sólo escucha la historia sin darse cuenta
de que soy yo el que se la estoy contando. Así, él mismo puede
sacar de la historia los estímulos adecuados y encontrar la
solución. De esta manera, ya no tiene que detenerse en mí, sino
que puede olvidarse de mí. Es igual que en el cine: allí también
nos olvidamos de los que manejan los proyectores; miramos la
película y después volvemos a salir. Lo mismo hacen los clientes,
y después se le llama psicoterapia.
La pretensión de ayudar
Petra, una participante de un seminario, dice en una primera
ronda: En mi consulta tengo la experiencia de que a veces puedo
matarme en una terapia sin que ocurra nada decisivo.
Bert Hellinger: Uno se mata en la terapia ...
Petra: ... y no ocurre nada decisivo.
Bert Hellinger: Porque uno mismo se da importancia.
Petra: Porque se quiere ayudar.
Bert Hellinger: Te contaré una pequeña historia para
desenmascarar esta actitud. Es una historia de gran trascendencia
si se comprende:
LA FE
Alguien cuenta que escuchó a dos personas hablando de cómo
habría reaccionado Jesús si al llamar a un enfermo y decirle:
«¡Levántate, coge tu cama y ve a tu casal», éste le hubiera
respondido: «No quiero.»
Finalmente, uno de los dos contestó que probablemente Jesús, en
un principio, habría callado, después, sin embargo, se habría
vuelto a sus discípulos diciendo: «Este rinde más honor a Dios
que yo.»
Si conseguimos llegar a esta actitud, se abre una nueva
dimensión.
Un ejemplo:
Una vez vino una mujer que padecía de esclerosis múltiple, un
caso bastante grave. Durante una sesión de grupo hice una
hipnoterapia con ella, es decir, mediante un trance ligero volvió
a su infancia y, de repente, se vio de pequeña, de rodillas al lado
de la cama de su madre paralítica. Estaba llena de amor a su
madre, y allí lo dejé.
Más tarde, una participante del curso dijo, toda ingenua: «Me
gustaría que pudieras ayudarle.» Aquí se trata de dos planos
incompatibles. Si permanezco en el plano de la mujer, viendo que
es un destino que actúa, se liberan fuerzas que van más allá de lo
que uno planea. En este caso es posible retenerse, y esta
moderación constituye, a la vez, el máximo amor.
La antorcha del bien en el pajar del mundo
Durante una ronda, después de una constelación con un hijo
acogido, una participante, Hildegard, comenta: En esta última
constelación, con los hijos acogidos, me vinieron a la mente los
dos hijos adoptivos de mi hermano que provienen de distintas
familias de origen. Uno de ellos está pasando una época muy
mala.
Bert Hellinger: Tienes que dejarlo, allí. Hay soluciones sin que
tú intervengas.
Hildegard: ¿No se podría intentar intermediar en un buen
momento, cuando se dé la ocasión?
Bert Hellinger: No, no. Una vez vino a verme una terapeuta cuya
hija se había casado con un hombre esquizofrénico, en co ntra de
lo que su madre le aconsejaba. Ahora tiene muchos hijos con él,
y madre e hija ya no se entienden. Por supuesto es duro para una
terapeuta que precisamente su hija no tenga una buena relación
con ella. Yo le dije: «Ningún contacto durante dos años. Intenta
dejarla en paz durante dos años.» Después de más de dos años,
recibí una carta de esa compañera. Me dijo que después de mucho
tiempo había vuelto a visitar a su hija y que había sido muy
bonito. Hildegard: Pero si hasta ahora nunca me he preocupado
de este hijo...
Bert Hellinger: En algunos casos es imposible impedir que la
antorcha del bien se tire al pajar del mundo (risas). Una vez un
suizo me contó una historia de dos amigos: al caer enfermo uno
de ellos, el otro veló toda la noche al lado de su cama, y a la
mañana siguiente murió. El enfermo, sin embargo, se levantó.
Aún quisiera contar otra historia. Trata de alguien que descubrió
el secreto de la buena psicoterapia. La vergüenza es que fue un
lego en la materia, un cierto Conde Bobby (protagonista de
numerosos chistes en el ámbito alemán y caricatura de la
aristocracia austríaca; nota de la trad.). Éste tenía un perrito al
que quería mucho. Un día tuvo que irse de viaje, de manera que
lo llevó a casa de un amigo, diciéndole a éste: «¡Ten cuidado de
darle una alegría cada día!» El otro se lo prometió. Al volver de
sus vacaciones, el Conde Bobby en seguida quiso ir a buscar al
perro a casa de su amigo. Cuando llegó, vio como el amigo cogía
al perro de la cola y empezaba a darle vueltas por el aire mientras
que el animal aullaba que daba pena. El conde Bobby exclamó:
«¡Por Dios! ¿Qué le haces a mi perro?» El otro contestó: «Le
estoy dando una alegría. ¡Ya verás cómo se alegrará cuando lo
suelte!» (Risas)
C. LA FUERZA DEL MÍNIMO
En una conversación sobre constelaciones, Olaf pregunta: Me
gustaría llevarme una idea de cómo podría trabajar con este
instrumento de manera más eficaz y exhaustiva en grupos.
Bert Hellinger: Puedes deducirlo de la práctica, los discursos
teóricos no te aportan gran cosa. Si tienes en mente a un grupo
determinado al que quieres transmitir algo concreto, se te
ocurrirán cosas, y estas ideas las probarás, y si en un principio
realizas un diez por ciento, ya es mucho. Es una idea muy
generalizada pensar que se tendría que saber todo antes de hacer
algo nuevo.
Mi abuelo contaba que en su pueblo vivía un judío, un tratante
de ganado, que decía: —Vosotros, los cristianos, sois realmente
estúpidos. Entre vosotros, un hombre no puede hacerse cargo de
una granja antes de haber cumplido los treinta o cuarenta años.
Yo ya dejo que mi hijo de ocho años venda cabras. Los
compradores lo engañan, pero no importa, él aprende.
Ésta es, por ejemplo, la idea del psicoanálisis de hoy en día. i Si
se tiene en cuenta las horas que exigía Freud para que una
persona fuera admitida como analítico, y cuánto se exige hoy en
día! Freud lo dejaba abierto. De esta manera, las personas podían
aprender a través de la experiencia. Hoy hay que ser perfecto
antes de empezar.
Lo explicaré mediante un ejemplo:
Una vez había en un curso una mujer de Bamberg con la que tuve
una experiencia importante. Muchos años después de una terapia
primaria me llamó, diciendo que tenía que escribir una tesina y
que ya había pasado la mitad del tiempo sin que hubiera puesto
por escrito ni una palabra. Me preguntó si podía venir para unas
cuantas sesiones, y yo le dije que si le valía la pena el viaje que
viniera. Así, pues, vino de tan lejos, se sentó en el sofá y empezó
a quejarse.
—Mirándote —le dije—, un ochenta por ciento de tus energías
se gasta para mantener el problema, y tan sólo dispones de un
veinte por ciento para la solución. No puedo ayudarte.
—¿Puedo volver mañana? —preguntó.
Yo le dije que sí. Pero al día siguiente fue otra vez lo mismo, por
lo que tuve que decirle lo mismo. Finalmente me pidió:
—Dame al menos un ejercicio.
—Bien -contesté—, ahora te vas a casa, y durante cuatro semanas
te sientas cada mañana, exceptuando domingos, y grabas tus
quejas en una cinta; a continuación, las escuchas y después te
pones a trabajar. Ella contestó:
—Gracias, es un buen ejercicio —y se fue.
Cuatro semanas más tarde me llamó, diciendo: —El ejercicio era
un alivio cada mañana, pero ahora ya no surte efecto, ¿qué puedo
hacer?
—No se puede hacer nada —contesté— Como ya te dije,
únicamente dispones de un veinte por ciento, pero si de vez en
cuando quieres hacer el ejercicio, hazlo.
Unas semanas más tarde recibí una carta contándome un sueño
que había tenido: ella iba en un autocar en un viaje organizado a
Francia cuando, de repente, se dio cuenta de que no llevaba
dinero. Así, pues, bajó del autocar y empezó a pedir dinero en
todas partes, pero nadie le daba nada. Finalmente pensó: «Miraré
otra vez mis bolsillos», y encontró veinte francos. Entonces se
dijo: «Veinte francos me bastan para buscarme un trabajo, y el
resto lo hago yo misma.»
Cinco meses más tarde llegó una carta diciendo: «Mi tesina ha
sido aprobada con sobresaliente.»
La fuerza se encuentra en el mínimo. En cuanto un terapeuta hace
una sugerencia, ésta actúa igual que un germen: contiene la
fuerza concentrada. En cuanto el terapeuta pretende llevarla a la
práctica, la fuerza se pierde. Es decir, se da un impulso, y todo
lo demás permanece en el interesado para que vaya actuando. Por
tanto, después corregí mi hipótesis hacia abajo: en una buena
terapia basta con un veinte por ciento. Eso se llama eficacia.
LA CURACIÓN
En tierras de Aram —donde hoy en día se encuentra Siria— en
viejos tiempos vivía un general; en un principio era conocido por
su fuerza y su valentía; después, empero, atormentado por una
grave enfermedad, no pudo tener contacto con nadie, ni siquiera
con su mujer: tenía lepra.
Un día, una esclava le contó que en su país había un hombre que
sabía curar su enfermedad. Así, pues, reunió un gran séquito,
cogió diez talentos de plata, seis mil monedas de oro, diez
vestidos de fiesta, además una carta de recomendación de su rey,
y se puso en camino.
Al cabo de una larga marcha, y algún extravío, llegó a la casa
del curandero, y a voces pidió entrada. Allí estaba, pues, con
todo su séquito y todo su tesoro, la carta de recomendación de
su rey en manos — esperando. Pero nadie le hacía caso. Ya
empezó a ponerse impaciente y nervioso, cuando se abrió la
puerta y salió un criado, dirigiéndose a él diciendo: — Mi amo
te hace saber: «Lávate en el Jordán, entonces te curarás».
El general pensaba que se estaba burlando de él, gastándole una
broma.
—¿Qué? —dijo— ¿Este quiere ser un curandero? ¡Al menos
hubiera tenido que salir personalmente, implorar a su Dios,
iniciar un largo ritual y tocar con su mano cada llaga de mi piel!
¡Eso quizá me hubiera ayudado! ¿Y ahora quiere que
simplemente me bañe en este Jordán?
Y se giró, furioso, para emprender el camino de vuelta.
En el fondo, éste es el final de la historia. Pero dado que se trata
de un cuento, aún acaba bien.
Cuando el general ya llevaba unos días en el camino de vuelta,
una tarde se acercaron sus criados tratando de persuadirlo con
buenas palabras. —Querido padre —dijeron—, si ese curandero
te hubiera exigido algo extraordinario, por ejemplo que cogieras
un barco, te fueras a países lejanos, te sometieras a dioses
desconocidos, durante años escudriñaras tu propio pensamiento,
y tu fortuna se hubiera gastado, seguramente lo habrías hecho.
Pero tan sólo te pidió algo muy sencillo. Y se dejó convencer.
De mal humor y mala gana fue al Jordán, con repugnancia se
lavó en sus aguas, y se hizo el milagro.
Al volver a casa, su mujer quería saber cómo le había ido.
—Ya ves —dijo—, vuelvo a estar bien. Pero por lo demás no hubo
nada.
D. MIRAR LA SOLUCIÓN
En la práctica de la psicoterapia podemos comprobar que algunos
clientes sujetan el problema con todas sus fuerzas, evitado así la
solución. Esta actitud tiene que ver con que el problema, o la
desgracia, o los síntomas que tengan, les aseguran interiormente
que si los conservan, también conservan el derecho de pertenecer
a la familia. Para nuestra alma de niño, los problemas son una
prueba de nuestra inocencia. Con ellos nos aseguramos y
conservamos nuestro derecho a la pertenencia, por lo que toda
desgracia va unida a una sensación de profunda felicidad. Por
tanto, no hace falta compadecerse de la persona, ya que en lo más
hondo de su alma está contenta. En contra de lo que afirmamos,
tememos la solución y huimos de ella, ya que a ella se unen el
miedo a la pérdida del vínculo y la sensación de culpa y traición,
de disidencia y de infidelidad.
Si pretendemos encontrar una solución, nos desviamos de lo que
hasta ese momento era válido en nuestra familia, sintiéndonos
culpables. Las soluciones, por tanto, únicamente son posibles a
través de una culpa y del valor de asumir esta culpa, lo cual
espanta a la mayoría de personas. La solución y la felicidad se
experimentan como peligrosas, ya que nos convierten en
solitarios. Con los problemas y la desgracia, sin embargo,
siempre estamos en buena compañía.
Si se trabaja enfocando el problema, la pregunta es: «¿Qué le
pasa?»
Si se trabaja enfocando la solución, la pregunta es: «¿Qué le
ayuda?» La disposición anímica es totalmente distinta en un caso
o en otro. Si pregunto «¿Qué le ayuda?», creo una confianza
inmediata. Si pregunto: «¿Qué le pasa?» —aunque no lo diga con
palabras—, el otro retrocede, intimidado.
Un problema se soluciona con el mismo amor con el que se
mantiene. Es la misma fuerza que fluye en la solución, sólo
disponiendo de un poco más de conocimiento. La tarea
terapéutica primeramente consiste en encontrar el punto en el que
el cliente ama. Una vez encontrado ese punto, tengo la palanca.
El mismo amor que causa el problema también lleva a su
solución.
Katharina: Lo que me llama la atención es que miras muy
detenidamente e interrumpes en seguida si hay algo que no va.
Eso me es muy importante.
Bert Hellinger: Sí, aún hay otro trasfondo que quizás pueda
hacerlo más inteligible. La persona que te cuenta un problema
quiere seducirte a que adoptes su visión del mundo. Esta visión
del mundo justifica su problema. Es una fuerza que te arrastra
con una potencia increíble. Por tanto, es importante cortar las
descripciones de problemas a tiempo.
Un ejemplo:
Una vez me llamó una terapeuta preguntándome:
—¿Trabajas con hipnoterapia?
—A veces —contesté.
—Tengo una cliente —dijo— que fue a un psiquiatra, y éste le
dio órdenes posthipnóticas que ahora lleva a cabo en su propio
perjuicio.
Ahora buscaba a alguien que volviera a hipnotizar a la cliente
para averiguar las órdenes posthipnóticas y variarlas a través de
nuevas sugestiones.
—Este es un sistema de alucinaciones —le contesté-, ahí no me
meto.
Es especialmente importante cortar en cuanto comienza la
seducción y uno se ve tentado de tomar por real semejante visión
del mundo.
Katharina: Muchas veces noto que no me atrevo a parar a una
persona.
Bert Hellinger: Simplemente dile: «Ahora empiezo a aburrirme.»
También es una manera de cortar, pero no tan tajante. Además,
si uno se encuentra en un grupo, es posible percibir si lo que una
persona dice es significativo o no: en cuanto empieza a haber
inquietud en el grupo, aquello que dice es insignificante.
En cuanto ya no es interesante, lo paro.
Algunos ejemplos de los seminarios:
Vera: Sí, me he dado cuenta de que tiendo a luchar con los
hombres. Me llamó la atención, y simplemente quería decirlo.
Bert Hellinger: Esta fue otra vez una interpretación que te rebaja,
que seguramente es falsa y no te aporta nada. El problema nace
a través de su descripción, y la descripción impide la solución.
Si la descripción fuera correcta, el problema estaría solucionado.
Si el problema no está solucionado, la descripción es falsa. En la
mayoría de los casos, el problema se describe evitando la
solución. Por eso no necesito oír la descripción que una persona
da de los problemas en un grupo; es falsa de antemano. Si l a
persona tuviera la descripción correcta, ya no la referiría, ya
tendría la solución, puesto que la descripción correcta siempre
encierra la solución.
Arnold: Sin embargo, existen varias descripciones posibles y
quizás también útiles.
Bert Hellinger: Ante la realidad no hay elección posible.
Para la solución no se necesita ningún problema
Friedemann relata que en el trabajo con sus clientes a veces
encuentra un guión, pero que «no ocurre nada».
Bert Hellinger: Puedo decirte el por qué. La percepción falla si
miro el problema como problema. La intuición sólo se activa si
me centro en la solución. Si dices que tienes un guión, estás
centrado en una definición o un diagnóstico. Si, por lo contrario,
preguntas: «¿Cuál es el mejor camino a seguir ahora?», ya
vislumbras la luz. Entonces te mueves con la corriente. Para la
solución no necesitas ningún problema. Sin embargo, es una
técnica muy común en psicoterapia tratar los problemas como si
ellos fueran la fuente de su solución. De esta manera te quedas
clavado en el problema y la solución se olvida.
Programado para la desgracia
Arnold (durante una ronda por la mañana): Sigo encontrándome
bien.
Bert Hellinger: Eso suena casi amenazante. ¿Notáis como se está
programando para la desgracia a través de esta expresión ?
Arnold: Sí, es cierto, siempre pienso que «en algún momento me
irá mal».
Bert Hellinger: Y cuando por fin llega, estás aliviado.
Arnold: No. Diciéndolo, quizás lo conjuro.
Bert Hellinger: Justamente no es así. Escoge otra expresión que
lo deje todo abierto.
Arnold: Sí, simplemente podría decir: «Me encuentro bien.»
Bert Hellinger: Sí, exacto, quizás podrías incluso decir: «Me
encuentro cada vez mejor.» (Arnold se pone radiante) ¿Veis el
efecto? Es posible curarse meramente usando determinadas
expresiones, simplemente aplicando una cierta disciplina en el
pensamiento.
La teoría como estorbo para la práctica
Ludwig: ¿También se trata de celos si un hombre aún no se ha
desligado de su madre, y su mujer nota que aún no se entrega del
todo en la relación? (pausa prolongada).
Bert Hellinger: ¿Qué es lo que ayudaría? (después de una pausa)
Si ella dijera: «Respeto el amor a tu madre.»
Este ha sido un buen ejemplo de un cambio de enfoque, d el
problema a la solución. Lo creativo no actúa en relación al
problema, sino siempre en relación a la solución. El movimiento
hacia la solución siempre es amor, y la intuición siempre va unida
a la benevolencia y al amor. Si yo le hago ver un problema a
alguien, o se lo describo, me encuentro en una posición de
superioridad. Las soluciones las buscamos juntos.
La dificultad aparece si después de encontrar la solución aún se
busca una teoría para la solución. De esta manera se pierde la
solución. Una teoría nunca puede llegar a abarcar la plenitud.
Buscando una síntesis teórica para un proceso, tan sólo me queda
una minúscula parte del conjunto. Por esta razón he ido
renunciando a la formulación de teorías. Describo distintas
situaciones de diversas características basándome, además, en
una serie de experiencias de fondo con las que trabajo. Así
permanezco abierto para lo nuevo sin tener que justificarme ante
ninguna teoría, demostrando que lo hice bien o mal.
¡Esto basta!
Lars: Cuando se habló de la pertenencia, me volvió a llamar la
atención que nunca llegué a sentir una auténtica pertenencia,
tampoco en los grupos de mi infancia o juventud.
Bert Hellinger (interrumpe): ¿Qué aporta esto ahora? Esto sólo
es una descripción de problemas que aún agrava el problema. Por
eso hay que cortarla.
Hace poco, en un libro leí una frase que fue como una revelación
para mí. Más o menos decía así: «Si se siente miedo ante unas
personas en un grupo, el miedo se supera amando a esas
personas.» Tan sólo siento miedo porque me doy cuenta de que
amo demasiado poco y que valoro demasiado poco. En cuanto me
decido por valorar a las personas presentes, aunque sean
diferentes, ya no necesito tener miedo. Entonces podemos
intercambiar nuestros puntos de vista sin ningún tipo de
cohibición. Ésta sería la solución, al menos iría en esta dirección.
La mesa está puesta
Fraude: Me pasa por la cabeza que siempre estuve en la esfera
de mi madre, y ahora estoy totalmente desconcertada porque
pienso que no me hizo ningún bien, y cada vez entiendo menos
por qué me era tan difícil...
Bert Hellinger (interrumpe): Esto no lleva a ninguna parte. La
descripción del problema lo agrava. Y el lamentarse de que fue
así aún lo hace peor. La pregunta es: ¿Qué te falta aún? ¿Qué
podrías aún tomar? Así, te mueves en otra dirección. (Fraude
sonríe) ¡Ves! Mira a las personas que están a tu disposición,
también en el sistema interior, y que quizás no tengan todavía su
lugar. En cuanto los admites, la influencia de la madre
disminuye; y lo que recibiste de ella, de todos modos se conserva.
De esta manera no queda ningún motivo para el pesar.
Hay personas curiosas: están muriéndose de hambre, y cuando
llegan a la mesa puesta, se pasan el tiempo hablando del hambre
que tienen, en vez de comer.
Ésta es una escena típica en psicoterapia.
La frase venenosa
Thomas: Me volvió a la mente una vieja frase venenosa que me
agobia.
Bert Hellinger: No quiero oírla, le tengo manía al veneno.
Thomas: Yo también; me recuerda ...
Bert Hellinger (interrumpiendo): Hubo una vez un tal Sastrecillo
Valiente que se enfrentó al unicornio. ¿Sabes cómo? — Cuando
lo embistió, únicamente dio un paso al lado. — ¿Algo más,
Thomas?
Thomas: No, eso basta.
Hacerse el tonto tiene algo de dicha
Hildegard: Ayer noche tenía bastante claro que tenía que mirar
mi sistema de trabajo. Mi papel en él no está claro. En el fondo
ya lo sé desde hace tiempo, pero tengo miedo de aclararlo porque
existe la posibilidad de que pierda mi puesto de trabajo si lo hago.
Bert Hellinger: Sí, es posible. Lo que acabas de confirmar es un
principio terapéutico: «es más fácil sufrir que actuar».
Hildegard (como si no lo hubiera oído): Antes, mientras Brigitte
hizo la constelación de su familia, primero tuve la sensación de
que había muchas personas que se hablaban con insistencia en un
idioma que era ininteligible hasta que no se aprendía; y noté que
durante el trabajo se corría un velo cada vez más tupido entre mi
persona y la realidad. Pienso que ahí hay algo.
Bert Hellinger: Sí, hacerse el tonto tiene algo de dicha. — Y en
la mayoría de los casos se hace con perfección. ¿Algo más,
Hildegard?
El último lugar no es el más seguro
Manuela: Esta mañana me encontraba tan mal. También ocupaba
la última silla. Y me daba mucha vergüenza que todo el rato tenía
que llorar. Después me di cuenta de que soy la única enfermera
aquí, y en mi familia también soy la última en la jerarquía, y en
el hospital también ...
Bert Hellinger (la interrumpe): Si sigues así, aún acabarás
creyéndotelo tú misma.
Manuela: Pero es un problema para mí.
Bert Hellinger: Sí, el problema nace por su descripción.
Manuela: Ya me temía que reaccionarías así.
Bert Hellinger: En contra de una idea muy generalizada, tampoco
aquí el último lugar es el más seguro. Algunos piensan que
estarán seguros si ocupan el último lugar. ¿Pero qué se hace con
un perro que gimotea? Se le da una patada. Porque, de alguna
manera, parece ser lo que corresponde, (a Manuela) ¿Podrías
imaginarte otra enfermera aquí?
Manuela: Sí, puedo imaginármelo muy bien.
Bert Hellinger: ¿Y aquélla sería igual que tú?
Manuela: No, eso sería otra cosa, sería diferente. No sería como
yo.
Bert Hellinger: Exacto. Por tanto, no puede tener nada que ver
con la profesión de enfermera; si no, tendría que ser igual.
Si aquí encontramos una buena solución, no quiere decir que en
la práctica se llegue a realizar. Hay que ver que una persona que
sigue otro camino (por ejemplo, un camino de sufrimiento) lo
hace con amor, aunque esté un poco cegada.
En un caso así, no se debe intervenir.
2. ORIENTACIONES TERAPÉUTICAS
A. LA INTERPRETACIÓN NO ES MÁS QUE EL BORDE DE
LA CAPA
Una interpretación es efectiva si es acertada. Tiene que ser una
interpretación que llega al corazón de la persona. También aquí
se verifica una importante ley terapéutica que ya mencioné:
únicamente es efectivo aquello que toca el amor del paciente, que
lo afirma y lo activa.
Más tarde, en otra ocasión:
La interpretación no capta más que el borde de la capa. Si alguien
interpreta a una persona o un hecho, con ello pretende tener en la
mano lo ocurrido, partiendo de la suposición de que realmente
pueda conseguirlo. Lo que hay detrás es arrogancia. Si el hecho
es importante de la manera que es, yo voy detrás de este hecho,
siguiéndolo, lo cual es una actitud humilde.
Alexis: ¿Te he entendido bien, que para ti únicamente es
significativo lo que llega a la realización y lo que ha ocurrido?
Bert Hellinger: Sí, lo ocurrido tiene importancia, los hechos.
Descripciones de caracteres, en cambio, no tienen ningun a
importancia. Saber esto ahorra mucho tiempo, puesto que no es
necesario preguntar de qué tipo de personas se trataba. Todo eso
distrae y desconcierta. Dejando de lado tales descripciones, los
actos realizados vuelven a cobrar importancia.
Como consecuencia de la irrupción del psicoanálisis en
nuestra cultura se considera más importante la interpretación de
un hecho que el hecho mismo. Es un absurdo.
Os daré un ejemplo:
Una vez, en un curso para psicoterapeutas, les pedí a los
participantes que contaran los sucesos más importantes de su
infancia. Uno contó que una vez su abuelo le puso la mano en la
cabeza — eso fue muy bonito. En otra ocasión le dieron una
bofetada; en otra ocasión se cayó, etc. Y cuando tenía cinco años,
su padre murió en la guerra. Después pregunté al grupo de
terapeutas:
—¿Qué es lo más importante de todo?
Mencionaron todo, menos la muerte del padre. Ésta es la
deformación por el psicoanálisis.
Otro ejemplo de un seminario:
Albert: Hace cuatro años, configuré mi familia de origen contigo,
y ahora he visto que también tienes en cuenta las causas de fondo.
A raíz de eso me di cuenta de que también con mi madre hubo
algo que no fue normal. Perdió a sus padres muy pronto y después
fue acogida por una hermana muy severa de su madre.
Bert Hellinger: Al trabajar con terapia sistémica, me resisto a
todo tipo de descripciones apreciativas, es decir, a toda
adjudicación de características, como por ejemplo «severo». No
tiene ninguna importancia. Tu madre acabó viviendo con su tía,
y su tía estaba dispuesta a ocuparse de ella — punto. De esta
manera, el proceso se acorta muchísimo. Esta descripción no es
en absoluto necesaria, ni aporta ninguna diferencia para las
constelaciones. Lo que actúa son los hechos y las constelaciones.
De esta manera puedes quitarte mucha carga de la cabeza, ¿de
acuerdo?
Albert: Me siento atraído por el marido de esa tía, aunque lo vi
muy pocas veces. Sólo sé que en el campo de refugi ados nos
ayudó mucho. Por lo demás —quizás no debería decirlo
tampoco— estaba como una cabra.
Bert Hellinger: ¿Notáis lo que acaba de hacer? Él mismo acaba
de cerrarse el camino para valorar a ese hombre. La solución
siempre tiene que ver con el reconocimiento y la valoración.
Primero dijo algo que merecía ser reconocido, después siguió
algo que le impide
valorarlo. ¿Sabes lo que es eso? — Una locura. La locura
significa ignorar la realidad. ¿Algo más, Albert?
Albert: Todo lo contrario (risas).
La interpretación psicológica de las enfermedades
Hoy en día existe una tendencia muy generalizada de dar una
interpretación psicológica a las enfermedades.
Una participante relata que una hermana de ella sufre de cáncer
desde hace unos años y que otro hermano padece de epilepsia
desde hace un año, por lo que ella quisiera saber más de lo que
está pasando en la familia.
Bert Hellinger: Creo que este pensamiento es seductor. Según mi
opinión, el querer transferir estos procesos a constelaciones
sistémicas va demasiado lejos. Si alguien pregunta: «¿Qué he
hecho para desarrollar un cáncer? ¿Cuál es la dinámica
psicológica que hay detrás?», la persona tiene la idea de poder
controlar la enfermedad. De esta manera no se ve obligada a
enfrentarse a la fatalidad ni a rendirse ante ella. Una actitud así
muchas veces tiene consecuencias nefastas en el alma, ya que
detrás se halla la arrogancia.
Antes de ayer me llamó una terapeuta sistémica. Había contraído
una toxemia por un flemón en una muela, y desde entonces tenía
problemas con una rodilla. Ahora decía que quería hacer una
terapia sistémica para curarse. Yo le contesté:
— La enfermedad es un hecho real y no es posible relacionarla
así como así con asuntos familiares. De lo contrario, te creas un
sistema de alucinaciones.
En cada caso concreto hay que mirar: esta persona, ¿huye de la
enfermedad y del Destino o los acepta y se somete a la fat alidad,
buscando así aquello que corresponde a la índole de este destino?
Una vez vino alguien a uno de mis cursos que decía que su
hermana estaba gravemente enferma y que él quería averiguar a
qué sistema de creencias equivocadas se encontraba atada para
estar tan enferma. Yo le contesté:
— La muerte no mira los sistemas de creencias.
¿Qué es eso? Es una negación de la realidad y del carácter
efímero de esta vida.
Cuidar las palabras
La relación entre concepto y asunto es similar a la relación entre
tangente y círculo: lo toca, pero no puede abarcarlo. A pesar de
todo, hay palabras, como por ejemplo «la tierra», que tienen
mucho peso. En todos los conceptos, como por ejemplo
«parentificación» o «identificación», es importante fijarse en lo
que está ocurriendo. Si uno se queda en la tangente, no abarca el
círculo. El círculo es un movimiento. Si uno se sume en la
realización de lo que está ocurriendo, ya no hacen falta los
conceptos y se capta más exactamente lo que está pasando.
Angela: Sí, éstos son otra vez los matices tan finos que tanto
aprecio.
Bert Hellinger: Los matices se diferencian si al oír una palabra
se mira la realidad y se comprueba: «¿Es esto exactamente?» De
esta manera, uno se expone a la realidad hasta que llegue la
palabra justa. Hay que olvidarse de las palabras y explicaciones
hasta ahora conocidas, hay que dejar atrás la intencionalidad
hasta convertirse en un espejo. Después, destella la luz y llega la
palabra justa.
Erich: Aún estoy pensando en lo que dijiste antes, aquello de la
propaganda.
Bert Hellinger: Eso desvía la atención. Te vas a la imagen en vez
de los hechos. Un ejemplo sería: alguien ve un indicador que
pone Salzburgo y, en vez de ir a Salzburgo, se queda mirando el
indicador. Es lo que se suele llamar interpretación de sueños o
trabajo con imágenes. Existen muchos nombres.
B. LA CURIOSIDAD DESTRUYE EL EFECTO
Karl se veía muchas veces invadido por una tristeza de origen
desconocido. En su constelación queda claro que el padre de una
hermanastra está excluido. Éste y los padres acogedores de la
hermanastra se introducen en la imagen.
Fraude (inmediatamente después de terminarse la constelación):
¿Qué tal esta nueva imagen que ahora tienes, Karl, también te
ayuda a asimilar el dolor, la pérdida?
Bert Hellinger: Tu pregunta tiene un efecto fatal. Ni siquiera le
dejas tiempo. Esta es una objeción camuflada, (al grupo) ¿Lo
notáis? Si él respondiera a su pregunta, destruiría lo que acaba
de hacer. Eso también va en la misma dirección que la curiosidad.
La curiosidad destruye el efecto. Curiosidad significa que
pretendo saber más de lo que necesito para actuar o para el éxito.
Ella quiere saber más de lo que a él le ayuda. A él le basta lo que
hubo, no necesita nada más. Así, por lo menos, parece. Si se
vuelve a remover, aquello no puede actuar. Tampoco hay que
investigar después para saber si se logró un resultado positivo.
Este tipo de control de resultados, en el sentido de: «Estoy
curioso de saber cómo habrá seguido todo ...», es fatal en
psicoterapia.
Existe el control de resultados necesario, no quiero negarlo, por
ejemplo para la ciencia. Todo depende, sin embargo, de la actitud
interior del terapeuta. ¿Está buscando una afirmación de lo que
hizo? En un caso así, se trata de una falsificación, dado que, en
caso de un cambio eventual, se lo adjudica en gran parte a sí
mismo, cuando en realidad quizás no desempeñaba más que un
papel secundario. Si, por lo contrario, se considera que en el
marco de un movimiento global hubo un encuentro con una
persona, en el que quizás también se dio algo, y que después cada
cual sigue su camino sin que nadie quiera saber lo que después
pasó, cada uno está libre.
Ludwig: Los últimos tres años estoy trabajando en desligarme de
mi familia de origen y de mi madre, y quisiera volver a mirar qué
es lo que ahí influye, también de la generación anterior, la de los
abuelos.
Bert Hellinger: No, eso no es suficiente. La curiosidad tiene
demasiada poca fuerza.
Ludwig: No es solamente curiosidad. Quiero salir de ahí.
Bert Hellinger (al grupo): ¿Hay fuerza en eso? - No hay fuerza.
Ludwig: ¿Quiere decir que en el fondo no quiero salir de ahí?
Bert Hellinger: No lo interpreto. De momento no hay ninguna
fuerza. No digo nada más. ¿Alguien más que quiera trabajar?
Al decir Irene durante una ronda que vacilaba entre la curiosidad
y el escepticismo:
Bert Hellinger: No ayudan ni la curiosidad ni el escepticismo.
Existe una dinámica para la solución, y con ésta trabajamos.
C. EL MOMENTO JUSTO
Edda: He pasado un noche muy intranquila teniendo sueños
confusos.
A pesar de todo, quisiera hacer algo hoy. Bert Hellinger: Es
demasiado pronto.
Edda: ¡Yo pienso que no!
Bert Hellinger: No hace ninguna diferencia. Frecuentemente
ocurre así en psicoterapia: hay personas que acuden al
psicoterapeuta demasiado pronto. En un caso así, el terapeuta
tiene que oponerse. O vienen con temas que no pertenecen a la
psicoterapia; también en este caso hay que resistirse. Los
interesados también lo saben, puedes estar segura.
D. EVITAR LA DRAMATIZACIÓN
Los recuerdos son tendenciosos y variables. Lo que una persona
recuerda no dice nada de la realidad. La cuestión es: ¿Qué
recuerdo eligió para qué fin? Muchas veces se eligen para
justificar reproches, y frecuentemente la psicoterapia aún lo
apoya.
¡Si se tiene en cuenta lo que los padres hacen por sus hijos —por
regla general, durante unos veinte años— y lo que, en cambio, la
persona recuerda cuando más tarde viene a una psicoterapia! En
la mayoría de los casos se trata de cinco o seis experiencias
negativas.
En los traumas, o si hubo alguna experiencia grave, casi siempre
se olvida lo más importante: que todo acabó bien. Suele
descuidarse por completo. Así, por ejemplo, una persona
recuerda que su madre quería tirarse por el balcón con él en
brazos. Después empezó a llorar y volvió atrás. El hecho de que
volvió atrás se olvida. Que ella quería tirarse sí lo recuerda.
O alguien dice: «Mi madre me quería abortar.» ¿Para qué sirve
eso? ¡Si no lo hizo! Esto último, sin embargo, no se recuerda,
únicamente se recuerda que lo quería abortar. Los recuerdos
muchas veces son como un rearme intelectual; aquí, sin embargo,
pasamos al desarme.
E. UNA VISIÓN HOLÍSTICA DEL BIEN Y DEL MAL
Pregunta: Durante esta semana hemos ido oyendo de las
experiencias de algunos de nosotros, y algunas cosas de las que
vivieron simplemente parecen pura injusticia. Quiero decir, gente
que abusa de sus hijos y cosas así. A pesar de todo, parece como
si no lo juzgaras en absoluto.
Bert Hellinger: Cuando yo veo a las personas, las veo en el
contexto en que viven, en un contexto mayor, de conjunto, en las
subculturas y los grupos a los que pertenecen. Todos los sistemas
relaciónales constituyen tales conjuntos. Si ves a las personas en
su contexto mayor, tu concepto de libertad de elección, de
responsabilidad personal y del bien y del mal cambia. Entonces
ves que la mayor parte del mal que las personas hacen —o quizás
incluso todo— no se hace porque la persona sea mala, sino
porque se encuentra involucrada en algo a un nivel superior. En
la mayoría de los casos, el mal es la expresión de implicaciones
sistémicas y no algo auténticamente personal.
El bien y el mal sistémicamente dependen el uno del otro. Por
tanto, si se pretende trabajar sistémicamente, es necesario
encontrar una posición que vaya más allá del mero juicio moral,
una actitud que permita ver fenómenos sistémicos más amplios
y, al mismo tiempo, también sus efectos sobre los individuos.
Por ejemplo, si un miembro de un sistema adopta una posición
de superioridad moral, él o ella reivindica tener un mayor
derecho a pertenecer al sistema que el juzgado, cuestionando, por
lo tanto, el derecho de pertenencia de éste. Una actitud así
siempre tiene consecuencias pésimas. Desde el punto de vista
filosófico o teológico, no tiene ningún sentido pensar que una
persona ya no pueda pertenecer al Universo por su
comportamiento. Los individuos no eligen los papeles que el
Destino les asigna, pero sus papeles sí tienen consecuencias para
el todo del mundo.
Pongamos por ejemplo los estudiantes de la Rosa Blanca*:
*La Rosa Blanca fue un grupo de estudiantes de Munich que
activamente se resistían al régimen nazi. La mayoría de ellos
fueron encarcelados y ejecutados por sus actividades.
Pertenecían a un grupo estrechamente vinculado, diferente de la
corriente que los rodeaba, y eran capaces de hacer lo que hicieron
por estar vinculados a su grupo. Su pertenencia al grupo les
ayudaba a superar incluso el miedo a la muerte. Si comparamos
a los estudiantes de la Rosa Blanca con los nazis, está claro que
los dos grupos valoraban cosas diferentes, y que aquello que cada
grupo exigía de sus miembros y lo que en cada uno se
consideraba un comportamiento bueno era muy divergente. A
pesar de todo, las dinámicas sistémicas que condicionaban la
pertenencia a ambos grupos son similares: si haces lo que hacen
los demás, puedes formar parte; si no lo haces, te quedas fuera.
Los grupos a los que pertenecemos determinan nuestra manera
de actuar, y muchas veces no elegimos los grupos a los que
pertenecemos.
Desde el punto de vista sistémico, la diferencia entre las
creencias individuales acerca del bien y del mal es arbitraria.
Ningún grupo sabe lo que es bueno para otros grupos mayores.
Si los nazis hubieran ganado, probablemente aún
consideraríamos criminales a los miembros de la Rosa Blanca.
Tenemos la libertad de ver a los miembros de la Rosa Blanca
como héroes porque los nazis fueron derrotados. En la mayoría
de los casos, los conceptos que tenemos del bien y del mal están
únicamente determinados por las normas de los grupos a los que
pertenecemos, y resulta muy difícil para cualquier persona
superar estas limitaciones. Dejar atrás las limitaciones de la ética
de un grupo requiere la identificación con un orden sistémico más
amplio. Este es un movimiento auténticamente moral para el que
se necesita estar dispuesto, y capaz de asumir los sentimientos de
culpabilidad y de alejamiento que surgen como consecuencias del
abandono de aquello que los amigos y la familia consideran
bueno.
Al trabajar con psicoterapia sistémica, resulta más sencillo y útil
evitar por completo los juicios moralistas, adoptar la actitud de
que toda persona es buena en un principio y que hace cosas malas
cuando está implicada. De esta manera, el terapeuta permanece
libre para ver a las personas e intentar de comprender la manera
en la que se encuentran implicadas, y lo que tendría que pasar
para que se libraran de las implicaciones. Dado que el terapeuta
no se encuentra sujeto por el sentimiento de superioridad,
también puede estar atento a la manera en que estas personas le
afectan mientras trabaja con ellas. Siguiendo este camino, se
conserva la igualdad y la dignidad humana de cada persona. En
psicoterapia se recomienda mantenerse alejado de la idea del mal
personal.
A pesar de todo, lo que hacemos tiene consecuencias, y cada uno
de nosotros lleva la culpa y paga las consecuencias de cualquier
daño causado a otros — incluso si actuamos por estar implicados,
o siguiendo las creencias de nuestro grupo.
Bueno: Algo que me gusta mucho de tu trabajo es el respeto, el
respeto ante las diferencias entre los individuos, que nosotros
solemos clasificar como falsas o malas.
Bert Hellinger: Te diré cómo lo hago: siempre miro también el
desenlace bueno. La Biblia ya dice: «El árbol se conoce por su
fruto; y el día, por su final». Lo importante es cómo acaba todo
al final. Si realmente ves, te das cuenta de que los inocentes no
logran gran cosa.
La realidad constantemente contradice nuestras expectativas
ideales. Hay una regla práctica en terapia sistémica respecto a
«bueno» y «malo»: normalmente es al revés de lo que las
personas dicen. Raras veces he visto excepciones. En una
constelación en la que el padre es presentado como el malo,
automáticamente intento averiguar la destructividad y las
implicaciones de la madre. Si la madre aparece como la mala,
inmediatamente miro al padre.
Mirjam: Ayer estuvimos otra vez hablando del pasado alemán.
Sin lugar a dudas, la generación de la época nazi no tenía ningún
espíritu crítico o de duda, simplemente seguían la corriente. No
digo que yo, bajo esas circunstancias, hubiera hecho otra cosa
mejor, pero precisamente por eso me resulta tan difícil decidir
cuándo puedo fiarme de una autoridad y seguirla, y cuándo debo
dudar y oponerme.
Bert Hellinger: Creo que existe un error fundamental en el
pensamiento occidental. Tenemos la idea de que nosotros, como
individuos, tenemos el poder de elegir y forjar nuestro destino,
cuando en realidad hay tantas fuerzas poderosas que influyen en
nosotros y se sustraen a todo control, afectando así nuestra
libertad de elección. Pongamos, por ejemplo, las fuerzas
históricas. Piensa en los cambios recientes en los países del
Bloque del Este: ninguna persona pudo hacer que ocurrieran, ni
siquiera Gorbachov. Fue un poderoso proceso histórico que
arrastró a millones de personas, cambiando sus vidas
independientemente de si ellos lo apoyaban o se resistían.
Lo que nosotros comprendemos como destructivo o malo
también es una fuerza así: cautiva y arrastra a las personas. El
mal sirve a algo que va más allá de nuestro alcance y de nuestro
control.
Mirjam: ¿Pero dónde queda entonces la responsabilidad
personal? ¿Es aniquilada por la fuerza del Destino?
Bert Hellinger: ¿Estás preguntando desde el punto de vista
psicoterapéutico o moral? Si juzgas a alguien como
personalmente responsable, implicas que hubiera podido o tenido
que hacer algo para dar otro rumbo a las cosas. Implicas que tú
sabes lo que tendría que haber hecho. Es una actitud de
superioridad moral sin ningún valor terapéutico. Si preguntas
desde el punto de vista terapéutico, es mejor ayudar a que
encuentren una solución curativa, que se arregle lo que fue mal.
Haciendo la pregunta moralista, la atención se centra en el
pasado, donde ya no hay ninguna libertad de elección. La
pregunta terapéutica se centra en el presente, donde quizás aún
se encuentren posibilidades de rectificar.
Olaf: Significa que somos controlados por el Destino de manera
que no tenemos ninguna libertad de elección ni ninguna
responsabilidad.
Bert Hellinger: Adoptas una posición muy extrema. ¿Es ésta tu
experiencia real o estás preparando un ardid hipotético?
Obviamente tenemos la posibilidad de influir en el curso de las
cosas y somos, en definitiva, responsables de lo que hacemos,
aunque estemos cogidos por algo que se sustrae a nuestro control.
A pesar de todo, únicamente estamos libres de elegir en lo que a
asuntos menores se refiere. Las consecuencias de nuestros actos
sobre nuestros sistemas relaciónales y sobre el todo mayor
permanecen bajo nuestra responsabilidad. Ésta es la
responsabilidad que realmente cuenta. Estas consecuencias
perduran, independientemente de si nos sentimos personalmente
culpables o no. La cuestión es únicamente si tenemos el valor de
mirar sinceramente lo que hacemos y cuáles son las verdaderas
consecuencias.
Vera: Pienso que la responsabilidad únicamente puede ser
definida como responsabilidad personal, sólo un individuo puede
ser responsable. No puedes dejar la responsabilidad de lo que las
personas hacen en la Historia o la sociedad.
Bert Hellinger: Sí, el individuo es responsable si él o ella es libre.
En cuanto las personas se encuentran cogidas por una gran
corriente de sucesos, no son libres. Las personas son
responsables en el sentido de que sus actos tienen consecuencias
—frecuentemente más para otros
que para ellos mismos-, pero la libre elección muchas veces es
limitada. Cada uno lleva la responsabilidad sistémica de las
consecuencias de sus actos, incluso si estos actos no fueron
elegidos libremente.
Los actos tienen consecuencias
Vera: ¿Quiere decir que no condenarías a los guardas de los
campos de concentración o a los oficiales que enviaron miles de
judíos a las cámaras de gas?
Bert Hellinger: ¡Todo lo contrario! Sí que los condeno.
Cometieron crímenes terribles contra la humanidad y tienen que
asumir las consecuencias de sus actos. A pesar de todo, estaban
implicados, cogidos en un contexto mayor. Considerarlos
responsables de sus actos y, a la vez, ver que eran presos de un
mal mucho mayor, es algo diferente de juzgarlos como personas
malas — y sentirse moralmente superior a ellos. Tienes que
decidirte entre pensar en términos morales, legales o sistémicos.
Todos los grandes daños son causados por personas que se
consideran de alguna manera mejores que los demás; y dado que
los que después juzgan a aquéllos también se consideran mejores,
corren el mismo peligro de hacer el mal. Este es, por ejemplo, el
caso de la policía secreta de Alemania Oriental. Cometieron
atrocidades por las que ahora son perseguidos y juzgados por sus
víctimas; las personas que ahora les excluyen a ellos, sin
embargo, corren el grave peligro de hacerse como ellos. Se sigue
espiando, husmeando, sembrando el miedo, sólo que esta vez son
otros los que se encargan de hacerlo. Las víctimas de antes se han
convertido en los verdugos de ahora, pensando que lo saben
mejor, igual que la policía secreta lo hizo anteriormente. El mal
continúa sin cesar.
Asumiendo una postura de justicia moral, actuando como si
nosotros supiéramos lo que es bueno para otros, siempre
atentamos contra el orden sistémico superior.
F. ACEPTAR LA RESPONSABILIDAD EN VEZ DE
BUSCARLA
Birgit: Estoy pensando en el proceso del abandonarse,
entregarse, someterse, también en relación a la responsabilidad
frente a las personas que acuden a mí. Me doy cuenta de que
tengo mucho miedo del vacío que resulta si no intento sujetar
nada. Tengo miedo de que al final simplemente no quede nada.
Bert Hellinger: Existe una responsabilidad que recae en mí por
una dinámica determinada, y si la acepto, tal como m e viene
dada, me encuentro seguro con esta responsabilidad. En cambio,
la responsabilidad que busco es fatal, tanto para mí como para el
cliente.
Birgit: ¿La responsabilidad no resulta ya del hecho de que yo
tenga una profesión psicosocial? Eso mismo ya incluye una
responsabilidad.
Bert Hellinger: ¿Habéis oído? Fue en vano lo que dije.
Birgit: No soy capaz de hacer la distinción.
Bert Hellinger: Exacto, eso es. En ese caso, primero tendrías que
entregarte al proceso de ver cuál es la diferencia de buscar una
responsabilidad y la situación en la que una responsabilidad recae
en ti y tú la aceptas.
Si, por circunstancias, una responsabilidad recae en mí y yo me
niego a aceptarla, algo se rompe en mi alma. Yo formo parte de
un contexto mayor y no puedo retirarme de él en el momento de
tocarme una responsabilidad. En un caso así, ya no tengo la
libertad de decir que sí o que no. Entonces lo correcto es aceptar
la responsabilidad. En cambio, es algo totalmente diferente si yo
me arrogo una responsabilidad. En un caso así, estoy desligado
de las fuerzas que actúan, pudiendo conseguir tan sólo poco o
nada. Éste es el nivel más superficial de lo que antes estuvimos
hablando a un nivel más profundo.
Una vez, un tal Goebbels llegó al cielo. Parece increíble, pero
llegó allí. Al cabo de poco tiempo, sin embargo, empezó a
aburrirse terriblemente, así que pidió que le enseñaran el
infierno. San Pedro asintió y dejó que echara una mirada. Era
maravilloso: había chicas guapas, grandes mesas con platos
exquisitos, música de baile, actrices y todo lo que quería.
Goebbels dijo:
—Este es el lugar, allá quiero ir.
San Pedro respondió:
—Como tú quieras.
Al llegar abajo, le recibieron con tenazas de hierro y le pusieron
en el fuego. Goebbels exclamó:
—¡Pero si parecía otra cosa totalmente distinta!
—Sí—contestaron los demonios—, esa fue nuestra propaganda.
Karl: Estoy pensando en la humildad y la arrogancia.
Bert Hellinger: Te diré un secreto: es posible ser humildemente
arrogante. Para mí es el colmo de la humildad. Nunca hay que
olvidarse de la valentía en la humildad. Toda decisión grande
únicamente puede tomarse con temor y temblando, y con
humildad. Sin embargo, parece arrogante. Lo contrario sería la
cobardía. La humildad, por tanto, también exige la valentía para
la grandeza.
G. LEVEDAD Y PESADUMBRE
La levedad es una característica de lo verdadero y de aquello que
nos lleva adelante. Cuando se hace pesado y penoso, por regla
general no lleva a ninguna parte. De lo contrario, actuamos como
aquel burro que iba por una carretera llena de polvo, cargado
hasta arriba y con la lengua fuera. Tenía sed y hambre. A su
derecha había un prado verde, a su izquierda también.
Pero él decía: —Yo sigo mi camino.
Eso es lo pesado.
Stefanie: Ayer noche me di nuevamente cuenta de la facilidad
con la que estuvimos trabajando aquí, y noto que a veces me
gusta mantener lo trágico.
Bert Hellinger: Lo trágico infla. Te lo explicaré con una historia:
LAS DOS CARAS DE LA FELICIDAD
En viejos tiempos, cuando los dioses aún parecían muy cercanos
a los hombres, había en una ciudad pequeña dos cantantes, los
dos del mismo nombre: Orfeo.
Uno de ellos era el grande. Había inventado la cítara, una forma
primitiva de la guitarra, y cuando tocaba las cuerdas para
cantar, la naturaleza a su alrededor quedaba encantada. Los
animales salvajes reposaban mansamente a sus pies, los altos
árboles se inclinaban hacia él: nada se resistía a sus melodías.
Como era tan grande, cortejó a la mujer más bella. Después
empezó el descenso.
Aún mientras se celebraba la boda, la bella Eurídice murió, y la
copa colmada, aún antes de llegar a sus labios, se rompió. Pero
para el gran Orfeo la muerte aún no fue el final. Mediante su
arte sublime encontró la entrada a los Infiernos, bajó al Reino
de las Sombras, atravesó el Río del Olvido, logró pasar delante
del Cancerbero, llegó con vida al trono del Dios de los Muertos
y lo conmovió con su cantar.
La muerte libertó a Eurídice —pero bajo una condición ...
Y tan feliz estaba Orfeo que no percibió la malicia en este favor.
Emprendió el camino de vuelta oyendo, detrás de sí, los pasos de
la mujer amada. Pasaron ilesos ante el Cancerbero, atravesaron
el Río del Olvido, comenzaron la subida hacia la luz, ya la veían
de lejos. De repente, Orfeo oyó un grito —Eurídice había
tropezado—, se giró sobresaltado, vio aún las sombras
desvanecerse en la noche: estaba solo. Anegado en su dolor,
cantó la canción de despedida: «¡Ay, la perdí, toda mi felicidad
se fue con ella!»
El mismo encontró el camino a la luz del día, pero la vida se le
había hecho extraña entre los muertos. Cuando unas mujeres
borrachas quisieron llevarlo a la fiesta del vino nuevo, se negó,
y ellas lo desgarraron vivo. Tan grande fue su desdicha, tan vano
su arte. Pero: ¡todo el mundo le conoce!
El otro Orfeo era el pequeño. No era más que un cantor, actuaba
en fiestas sencillas, tocaba para la gente sencilla, daba una
alegría sencilla, y él mismo se lo pasaba bien. Como no podía
vivir de su arte, aprendió también otra profesión, corriente, se
casó con una mujer corriente, tuvo hijos corrientes, pecaba de
vez en cuando, era corrientemente feliz y murió viejo y saciado
de vida. Pero: nadie lo conoce — ¡menos yo!
H. EL ESPÍRITU SOPLA
Lars: Aún estoy buscando algo, pero no sé exactamente qué es.
Algo fiable en mí. Tengo la sensación de que todo en mí es tan
fugitivo.
Bert Hellinger (después de un corto silencio): Aquello que se
sujeta, se convierte en una carga.
Lars: Ya me lo estaba suponiendo.
Bert Hellinger: ¡Exacto! Los terapeutas, en la mayoría de los
casos, sufren la suerte trágica de llegar algo tarde. Muchas veces
piensan que aportan algo especial, cuando, en realidad, el otro ya
lo tiene. Quizás, incluso lo adivinaron en el otro. Lo fugitivo es
una característica especial de lo espiritual. El espíritu sopla.
¿Algo más, Lars?
Lars (conmovido): Sí, lentamente vuelve a surgir una sensación
de gratitud, que ya conozco, pero que vuelvo a perder una y otra
vez.
Bert Hellinger: Es fugitiva y, como tal, normal. ¿Qué haríamos
si continuamente tuviéramos que llevar encima nuestra gratitud?
Lars: Desde ayer pienso mucho en el tema de «querer controlar»
y de «abandonarse y entregarse a las cosas». Voy y vengo entre
estos dos puntos.
Bert Hellinger: Una vez vino una mujer que, cada domingo, vivía
un drama terrible en su casa. El marido se levantaba antes que
ella, vestía a los niños y preparaba el desayuno para que ella aún
pudiera quedarse un rato más en la cama. Cuando tenía el
desayuno preparado, él y los niños la llamaban:
—¡Mamá, el desayuno ya está preparado!
Ella quizás aún estaba en la cama, o ya en la ducha, y les
contestaba:
—¡Id empezando!
Y ellos no lo hacían. Cada domingo era lo mismo. Ellos
esperaban hasta que ella viniera, y ella luego se enfadaba.
Hace muchos años de esto, y en aquel entonces yo aún era
ingenuo, pensando que las personas buscaban soluciones para sus
problemas, así que le propuse una solución muy sencilla. Le dije:
—Simplemente puedes decirles: «Me alegro de que me hayáis
esperado».
Entonces se enfadó también conmigo y no me habló en tres días.
Al cabo de esos tres días le pregunté:
—¿Cuál sería la buena solución para ti?
Ella contestó:
—Si yo digo «¡empezad!», ellos deberían empezar.
Después, me pregunté qué pasaría en un caso u otro. Si dijera:
«Me alegro de que me hayáis esperado», algo cambiaría, en ella,
en su marido, en los niños — pero dejaría de tener el control. Si
dice: «¡Empezad!», y ellos realmente lo hacen, ella tiene el
control. ¿Pero qué controlaría? El auténtico control siempre es
de nada.
Lars: ¡Pero si tampoco controla nada!
Bert Hellinger (en voz alta): ¡Exacto! Absolutamente cierto.
Ahora ya no sé por qué lo conté. (Risas entre los participantes)
Ludwig: Esta tarde tenía un sentimiento bueno de ternura, pero
ahora ha vuelto a desaparecer.
Bert Hellinger: Los sentimientos pueden permanecer si se les
deja. En cuanto se intenta sujetar algo, vuelve a escaparse. La
vida sigue avanzando, pasando a lo siguiente y otra vez a lo
siguiente. Si sigues avanzando, ella te acompaña. En cuanto te
paras, sin embargo, no funciona. Esta es una imagen para
describir este proceso.
I. VARIANTES DE LA FELICIDAD
Una participante se lamenta de que no le salió del todo un
ejercicio en el que se trataba de coger a ambos padres en sus
manos y llevarlos a su corazón.
Bert Hellinger: Quisiera decir algo acerca de la felicidad, algo
que también quedó visible en este ejercicio:
Muchos sienten miedo ante la felicidad, ante el paso decisivo, en
el que se siente la profundidad llena de amor; y el amor profundo
es tanto felicidad como dolor. Ambos están muy profundamente
unidos. Por tanto, retrocedemos ante este amor, porque al mismo
tiempo sentimos también el dolor. Esta felicidad no tiene nada
que ver con alegría. Es algo pleno, sosegado, profundo. Esta
felicidad comprende la seriedad y, a veces, puede trocarse en
levedad. Por eso, a veces ayudo a que las personas pasen este
umbral a la felicidad.
Olaf: Si uno siente eso, en lo más profundo, también hay una
cercanía a la muerte.
Bert Hellinger: Sí, exacto.
Olaf: Entonces es simplemente humano, al cabo de un tiempo,
hacer incluso una broma.
Bert Hellinger: Sí, es como con la tragedia: una vez muerto el
rey, aparecen los bufones. De alguna manera forma parte de la
dramaturgia. Aún hay que tener en cuenta otra cosa más. A veces,
la propia suerte inmerecida se vive como algo negativo, algo que
da miedo y amenaza. Quizás tenga que ver con que secretamente
pensemos que, junto con la suerte, suscitaríamos la envidia del
Destino y de los demás hombres. Coger la suerte, por tanto, se
vive como romper un tabú, como un cargar con una culpa, como
el asentimiento a un peligro.
J. CONEXIONES IMAGINARIAS
Un participante de otro seminario comenta durante una ronda:
Ayer volví a hablar con mi hermana. Ya dije que mi padre tuvo
una prometida antes de casarse con mi madre. Fue así: mientras
él estuvo en cautiverio en Rusia, su novia en algún momento se
buscó a otro hombre, probablemente porque ya no creía que mi
padre volvería. Hace un año y medio, mi padre murió de una
cardiopatía, a pesar de estar completamente sano. No fumaba, ni
bebía, y le gustaba hacer deporte; todo esto, para mí no encaja.
Bert Hellinger: Te diré algo. Existe un método psicológico que
busca conexiones de la misma manera que tú lo haces ahora. Y
cuanto más conexiones encuentra una persona, tanto más loca se
vuelve. La buena psicoterapia corta las conexiones que uno se
idea, reduciéndolas a un mínimo.
Pregunta: Me pregunto: ¿qué tiene que ver todo esto conmigo?
Bert Hellinger: Lo que tú dijiste no guarda ninguna relación. Tu
padre murió del corazón — punto. Todo lo demás es absurdo.
¿Para qué? La novia estaba preocupada pensando que no volvería
y se buscó a otro hombre. Es comprensible que actuara así.
Simplemente fue así. Y el tiempo corre; y así es. También tú
puedes hacer algo propio, algo exclusivamente tuyo. Se trata de
una actitud muy generalizada que consiste en buscar causas para
la propia inactividad y la propia infelicidad. Sin embargo, en
cualquier momento uno podría hacer lo que quisiera.
Participante: Bueno, pues tengo la fantasía de que mi amor
difícil a una mujer podría tener algo que ver con que en aquel
entonces a mi padre se le fue la mujer. Lo que noto es que quiero
atacar por ahí.
Bert Hellinger: Lo mejor es el camino directo, «atacar»
directamente a la mujer. Cuando hay amor, funciona. ¿Qué más?
El que piensa: '¿Qué influye aquí? ¿Qué es lo que hubo con mi
padre?', ya no ve a la mujer, sino únicamente sus problemas. En
consecuencia, la mujer se le va, y con razón. Participante: Eso
queda claro.
Bert Hellinger: Te diré un secreto respecto de las mujeres, un
secreto muy importante: sólo se distinguen mínimamente.
Participante: Eso aún tengo que averiguarlo, (risas en el grupo)
Bert Hellinger: Es como un lugar bonito —yo vivo en un lugar
bonito- donde hay muchos caminos. Cada camino es bonito, pero
hay que decidirse por uno; si no, uno se queda parado. Así es con
las mujeres.
Participante: Así lo hice, y me decidí por esta mujer.
Bert Hellinger: Aún tengo una historia de un burro. Un burro va
por una carretera polvorienta, cargado, lleno de hambre y de sed,
con la lengua fuera. A su derecha un prado verde, a su izquierda
un prado verde. Pero él dice: «He tomado mi decisión.»
K. LA VALIDEZ DE LAS AFIRMACIONES TERAPÉUTICAS
Ulf: Lo que veo aquí es que haces lo importante y lo esencial con
mucha moderación y que, de esta manera, resulta efectivo. En mí
trabajo hay tanta maculatura, tanta cosa superflua. Intenté
averiguar las causas y llegué a pensar que quizás era un miedo
ante lo definitivo por el que rehúyo tales afirmaciones.
Bert Hellinger: Te contaré una anécdota. En uno de mis
seminarios hubo una vez una mujer joven, rebosante de vida y
realmente muy simpática. Pues bien, esta mujer tenía el impulso
de ayudar a los hombres. Fue a vivir con un hombre que ya antes
había estado casado y que tenía dos hijos. Ella tendría unos 23 o
24 años, y él unos doce años más. Yo le dije: —Tienes que dejar
a este hombre.
Hace unos meses, recibí una carta de ella. Quería com unicarme
que estaba felizmente casada con aquel hombre. La carta decía
así: «Tenías razón, no era el hombre adecuado. Me separé de él
y, al estar separados, me di cuenta de que realmente lo amaba.
Así, pues, fui a vivir con él, y ahora soy feliz.»
Así pasa con las afirmaciones terapéuticas definitivas; todo esto
respecto a mis consejos. Como afirmaciones son correctas y
definitivas, pero algo diferentes en lo que a sus efectos se refiere.
Algunos dicen: «¡¿Cómo puedes decir una cosa así?!» Por
ejemplo, lo que acabo de hacer con Edda (Bert Hellinger le dijo
que ya no podía contar con ninguna relación de pareja, porque
había abortado ya varias veces); en el fondo son afirmaciones
inadmisibles. Ahora bien, si lo hubiera expresado con cautela,
ella no podría orientarse. De esta manera, tiene que enfrentarlo.
Tampoco quiero saber nada más después; eso no tiene ninguna
importancia. Apareciendo como persona ante ella, tomándola en
serio como persona, la respeté.
Considero válido aquello que digo, pero no creo en ello. Es una
diferencia muy importante. No quisiera morir por lo que digo,
pero en este momento concreto ésta es mi percepción. Así lo
digo, y dado que lo digo con seriedad, puede surtir un efecto.
Huir de las propias afirmaciones y de lo que uno siente, para
después definirlo como respeto ante el otro, es una tontería y, en
la mayoría de los casos, también cobardía.
El buen guía y el gurú
Gudrun: Me pregunto si una relación duradera, el estar casada y
tener hijos, corresponde a mi vida.
Bert Hellinger: Sí que corresponde.
Gudrun: i Sí?, bien.
Bert Hellinger: Es asombroso lo perspicaz que soy (risas entre
los participantes). Es un truco muy simple. Una vez un cliente
contó que tenía tres amigas, pero que no sabía por cuál decidirse.
Le dije: —Cuéntame de las tres.
Después dije: —La última, ésa es.
Él preguntó: —¿Cómo lo supiste?
Yo: —En ese momento, tu cara se iluminó.
En psicoterapia, el procedimiento es muy simple. Al terapeuta le
ocurre lo mismo que a un buen dirigente. Un buen dirigente ve lo
que la gente quiere, y da sus órdenes de acuerdo con esos deseos.
Un buen terapeuta ve lo que las personas quieren, hacía dónde se
dirige el impulso, y da sus consejos de acuerdo con ello.
Tiene que ver dónde está la fuerza y si hay fuerza. En el caso de
Gudrun era inequívoco. Esta es, por tanto, la explicación de la
perspicacia.
Pero también soy un gurú. También puedo explicar lo que es un
gurú. Durante un curso, un grupo subió a una montaña cercana y
fueron a tomar algo en un restaurante que ahí había. Cuando
salieron, ya se había hecho de noche, y al querer bajar por el
bosque, no encontraron el camino.
Finalmente, uno, que tampoco veía nada, cogió a los demás de la
mano, y cuando llegaron sanos y salvos abajo, él era el gurú.
3. PROCEDIMIENTOS ESPECÍFICOS
En este contexto, el editor se centra en tres procedimientos
terapéuticos específicos que caracterizan de manera especial el
trabajo de Bert Hellinger:
1. Las rondas.
2. El trabajo terapéutico en caso de un movimiento
interrumpido hacía uno de los padres.
3. La configuración de constelaciones familiares.
A. LAS RONDAS
La psicoterapia sistémica de Bert Hellinger es, en el sentido más
estricto, una psicoterapia de grupo. Primordialmente, se
distingue de los grupos de orientación psicoanalista o de
dinámica de grupo por el hecho de llevarse a cabo bajo la
dirección de un coordinador. Éste no permite las interpretaciones
mutuas entre los participantes, sino que trabaja con cada uno en
el grupo por separado, mientras los demás son observadores, a no
ser que participen como representantes en una constelación
familiar. Raras veces, Bert Hellinger trabaja con un mismo
miembro del grupo durante más de diez minutos.
Bert Hellinger: En los grupos llevados según los criterios de la
dinámica de grupo, cada uno puede cargarle al otro cualquier
interpretación. Es decir, cada uno está expuesto a los demás. Si
los participantes no son personalidades fuertes, que conocen la
dinámica, pueden verse involucrados en un proceso de grupo que
finalmente lleva a una defensa conjunta. De esta manera se
excluyen muchos procesos.
En la dinámica de grupo se absolutizan determinadas leyes, por
ejemplo: «Sólo si todos están de acuerdo, puede hacerse algo.»
El consenso es importante, pero como exigencia dogmática se
convierte en un estorbo. El principio de Ruth Cohn, «Los
estorbos tienen prioridad», puede ser una ayuda; si se absolutiza,
sin embargo, cualquier miembro puede estorbar al grupo entero.
Especialmente las objeciones de aquéllos que no quieren trabajar
personalmente bloquean el proceso entero.
Mediante el método de la ronda se impide cualquier interacción
entre los miembros del grupo. Ninguno puede atacar a otro. Ni se
cuestiona a nadie, ni existe la posibilidad de alabar o de criticar
a nadie, ya que lo uno es tan malo como lo otro. Cada uno es
respetado en su manera de ser única y especial; esto le permite
desarrollar la confianza de que puede presentar su problema y
que éste será tratado con delicadeza.
Este respeto ante lo individual, esta actitud benévola y llena de
cariño, en consecuencia crea un sentido inconsciente de
comunidad que presenta una cualidad mucho más espiritual que
en la dinámica de grupo. También se trata de una dinámica de
grupo; aquí, sin embargo se interrumpe la influencia de la
resistencia por parte del grupo. A veces, sin embargo, lo malo es
que, después, los miembros del grupo se reúnen a la hora de
comer y hacen todos los comentarios que antes no pudieron
hacer.
A continuación, se presenta la transcripción de una ronda que
tuvo lugar la mañana del tercer día de un seminario de seis días.
Al principio de la ronda se configuró la constelación de la familia
de origen de uno de los participantes, y los primeros comentarios,
en su mayoría, se refieren a esa constelación. La transcripción,
por tanto, comienza durante la ronda:
Sarah: Tuve una experiencia mientras daba un paseo. Iba
caminando al lado de un arroyo y, de repente, tuve la sensación
de que me había hecho culpable. Era una sensación toda seria —
me he hecho culpable. Así pues, empecé a ir muy de prisa,
subiendo la montaña. Finalmente salí del bosque y, de repente,
todo era claridad, y me sentía cada vez más aliviada; y también
la niebla se estaba levantando, dejando cada vez más claro el
paisaje. Bert Hellinger: Quisiera comentar lo que acabas de
contar. La culpa personal que una persona reconoce y asume, ya
no se siente, sino que se transforma en fuerza para su actuar. Sé
que la culpa existe, pero no la siento. Los sentimientos de culpa
se desarrollan allí donde la persona se niega a actuar de acuerdo
con la culpa. De esta manera, se corta el contacto con la fuerza
que proviene de la culpa. Si alguien asume y reconoce su culpa
personal, dispone de una importante fuente de fuerza para el bien
que posteriormente puede obrar. Por eso, tu imagen es bonita.
Reconociste algo y, a continuación, se hizo más ligero. Lo único
que queda es la fuerza. Ahora puedes hacer cosas que antes no
habrías podido hacer.
Si hago algo en expiación, me cohíbe. Actuando con la fuerza de
la culpa, sin embargo, también se trata de una reparación, pero a
un nivel totalmente distinto. Así, por ejemplo, las víctimas se
reconcilian con los perpetradores si del sacrificio que se les
exigió nace algo que sea en beneficio de otros. A un cliente ya
no le diría nada después de un comentario como el que tú hiciste,
porque todo lo importante ya está hecho.
Existe la famosa historia de las sibilinas que guardan la sabiduría
del mundo, los secretos del mundo. Éstos se encuentran escritos
en los libros sibilinos, encerrados, a su vez, en una cueva. En
cuanto alguien abriera la cueva, los libros se desharían. Lo
esencial se escapa de la curiosidad, y los grandes secretos se
guardan a sí mismos.
Angela: Pienso mucho en el «estar centrada», «recogida». Se me
ocurre un ensayo sobre la oración, en el que se le atribuyen cinco
características: serena, recogida, agradecida, responsable, y algo
más ... — fe. Me gustó mucho el ensayo, y también los conceptos,
y una y otra vez me pregunto: ¿cómo puedo estar segura de estar
centrada? Y una y otra vez siento el miedo de que ...
Bert Hellinger: Te diré algo al respecto. Algunos cierran los ojos
para quedar vacíos, llamándolo «recogimiento» — ¡qué curioso!
El recogimiento, el «estar centrado», se realiza en cuanto abro
los ojos para la plenitud del mundo, llevándola a mi interior y
permitiendo que allí encuentre su orden.
Eso es estar centrado. ¿De acuerdo? ¿Algo más, Angela?
Angela: No, eso es suficiente.
Josef: Estoy muy lleno de ideas y de sentimientos. Quisiera
pasar. Ruth: Yo también.
Eckhard: También estoy pensando en lo que le dijiste a Sarah.
Bert Hellinger: ¡No me fío de ti, Eckhard!
Eckhard: No me encuentro bien (se encoge de hombros).
Bert Hellinger: Exacto, estás trabando algo.
Eckhard (baja la vista, silencio prolongado).
Bert Hellinger: Si algún día te suicidas, ¿qué harán tus hijos? -
Les debes la solución a los vivos, (silencio)
Te contaré una historia (variante ampliada de la historia de la
página 192):
Un hombre, en sueños, oyó una noche la voz de Dios, diciendo:
«Levántate, toma a tu hijo, a tu único y bienamado, llévalo al
monte que te señalaré, y allí ofrécemelo en holocausto.»
Por la mañana, el hombre se levantó, miró a su hijo, su único y
bienamado, miró a su mujer, la madre del niño, y miró a su Dios.
Cogió al niño, lo llevó al monte, construyó un altar, le ató las
manos y sacó el cuchillo para sacrificarlo. Pero en ese momento
oyó otra voz, y en lugar de su hijo sacrificó un cordero.
¿Cómo mira el hijo al padre?
¿Cómo el padre al hijo?
¿Cómo la mujer al hombre?
¿Cómo el hombre a la mujer?
¿Cómo miran ellos a Dios?
¿Y cómo los mira Dios —suponiendo que exista— a ellos?
También otro hombre, por la noche, oyó en sueños la voz de Dios,
diciendo:
«Levántate, toma a tu hijo, tu único y bienamado, llévalo al
monte que te señalaré, y allí ofrécemelo en holocausto.»
Por la mañana, el hombre se levantó, miró a su hijo, su único y
bienamado, miró a su mujer, la madre del niño, y miró a su Dios.
Y le respondió, cara a cara: «¡No lo haré!» ¿Cómo mira el hijo al
padre?
¿Cómo el padre al hijo?
¿Cómo la mujer al hombre?
¿Cómo el hombre a la mujer?
¿Cómo miran ellos a Dios?
¿Y cómo los mira Dios —suponiendo que exista— a ellos?
Y aún otro hombre, por la noche, oyó en sueños la voz de Dios,
etc., y se levantó, miró a su hijo, etc., lo llevó a la montaña,
construyó un altar, sacó el cuchillo y lo sacrificó.
Al llegar a casa, se suicidó.
Mi comentario: ¡Pobre hijo!
La expiación, frecuentemente sustituye la responsabilidad y la
culpa. Es tan mala como el acto cometido, y más barata que el
actuar. Bien, Eckhard, acabo de cantarte la cartilla. ¿Algo más?
(Eckhard sacude la cabeza)
Bien. — Irene, ¿qué hay?
Irene: Durante la meditación antes de la pausa del mediodía me
di cuenta de que se me puso el nombre de una hija de mi abuela,
que murió tempranamente. De alguna manera tengo la sensación
de que estoy cargando con algo.
Bert Hellinger: ¡Qué va! Ahora bien, si te es tan importante... En
tales situaciones hay una frase mágica. Es decir, encontré unas
cuantas frases mágicas que simplemente son efectivas. Si uno
descubre una frase así, es como un gran regalo. Ai menos yo lo
vivo como un regalo inmenso cuando, en algún momento, me
llega una frase así. La frase que puedes decir es:
«Querida Irene, tú estás muerta ...»
Irene (con un ligero tono de burla): Y yo vivo ...
Bert Hellinger: No, tienes que estar seria para que lo diga, si no,
lo dejo. (Silencio. Irene mantiene su expresión burlona y
permanece sin decir nada.
Al grupo) Ha perdido la oportunidad, ya no debo decírselo.
Bueno, sigamos.
Lars: La última constelación me conmovió mucho y me hizo
pensar.
Por lo demás, llevo bastante tiempo con dolores de cabeza.
Bert Hellinger: Ya te los mereces.
Lars: Si tú lo dices ...
Bert Hellinger: Sí, claro, ya lo decía Goethe: «Cada cual es el
artífice de su propia infelicidad.» (risas)
Erich: Noto que tengo ganas de hacer la constelación de mi
familia actual. Me doy cuenta de que siempre la he considerado
insignificante y pequeña, pero ahora veo que sí que es bastante
importante. El asunto con Eckhard me dio algún impulso. Bert
Hellinger: De acuerdo.
Friedemann: Tengo una pregunta respecto a unos clientes. Una
madre intentó matar a sus hijos. No lo hizo, pero los maltrató
brutalmente. Mi pregunta es la siguiente: ¿Es posible que esa hija
encuentre una manera de acercarse nuevamente a su madre? De
momento la rechaza por completo. Pienso que sería importante
que tuviera alguna relación con ella, pero me da mucho respeto
en un caso así.
Bert Hellinger: Sí, también aquí existe una fórmula mágica. Que
la hija diga: «Querida Mamá, estoy de acuerdo.»
Friedemann: Yo ya lo entiendo, pero ... ¿cómo se lo hago
comprender a la hija?
Bert Hellinger: No, la frase aún no está bien del todo, aún no la
tengo del todo, pero tendría que ir en esta dirección. Quizás
podría decir así:
«Querida Mamá, si esto forma parte de mi destino, estoy de
acuerdo»
Friedemann: En el sentido de que el precio ...
Bert Hellinger (interrumpiendo): No, no, ¡nada de sentido! En
cuanto comentas la frase, la fuerza se va. ¿Cómo era la frase?
Friedemann: «Querida Mamá, si éste es mi destino, estoy de
acuerdo.»
Bert Hellinger: Sin embargo, la hija no tiene por qué perdonarles
a sus padres. Eso es algo totalmente distinto. Una hija o un hijo
que fueron maltratados pueden decir: «Fue muy malo», y
también: «No te lo perdonaré nunca». Pueden decirlo
tranquilamente, pero no tienen por qué estar enojados. Puede
decir: «Vosotros tenéis que llevarlo». Sin embargo, lo que los
hijos hacen, por regla general, es tomar la culpa sobre sí. Es
mucho más difícil dejar la culpa, y también la responsabilidad,
con los padres. Pero el derecho de compensarlo, por ejemplo
devolviendo el golpe, en el sentido de «¡ahora veréis!» y hacerles
algo a los padres, este derecho no es de los hijos. Una actitud así
tiene malas consecuencias. Un hijo que denuncia a sus padres,
por lo que fuera, también lo expía.
¿Algo más, Friedemann?
Friedemann: Sí. Tengo una cliente cuyo padre fue oficial de alto
rango en la SS. No lo conoció nunca, porque se fue a Austria con
su madre — la madre era austríaca. Esta mujer, de repente tiene
la idea de suicidarse. Es una idea que la asalta una y otra vez.
Bert Hellinger: ¿A quién?, ¿a la cliente?
Friedemann: Sí, y de alguna manera me pareció...
Bert Hellinger: ¿Qué pasó con el padre?
Friedemann: Este tuvo una suerte todo curiosa. En un principio
se pensaba que había desaparecido en la guerra. Más tarde se
supo que estaba parapléjico y que vivía en Schleswig-Holstein.
Allí murió también. Pero nunca intentó entrar en contacto con su
familia.
Bert Hellinger (permanece pensativo, después dice): Una frase
que podría ayudar a esta hija sería quizás: «Querido Papá, te dejo
en paz, con amor.» Puedes llevarla en esta dirección, y también
es importante que no pretenda saber nada. No debe investigar
para averiguar todo lo que hizo.
Puede decirle: «Respeto tu suerte y tu decisión, y te dejo en paz,
con amor.»
Max: De momento, nada.
Vera: Estoy pasando por un remolino de sentimientos. Esta
mañana era dolor, este mediodía me encontraba bastante bien, y
ahora simplemente dejo que las cosas vayan por sí solas.
Klaus: Experimento todo esto como increíblemente fascinante y
bonito. Me siento más unido que nunca con otras personas. ¡Es
genial esta variedad, realmente fascinante!
Bert Hellinger: Este es un hombre que sabe maravillarse, ida
gusto verlo!
Klaus: Sí, no pensaba que sería tan emocionante.
Bert Hellinger: Helen, dijiste que aún se te había ocurrido algo.
¿Qué era?
Helen: Sí, Karl (su marido) te dio el dinero para el seminario. No
lo encontré correcto para mí; me hubiera gustado dártelo yo
misma.
Bert Hellinger: ¿Sabes lo que es eso? — ¡Desviar la
conversación! (todos se ríen) Bueno, a ver, ¿quién es esa mujer?
(se refiere a la percepción anterior de que Helen a veces muestra
la cara de una mujer mayor con la que podría estar identificada).
Helen (en voz baja y vacilando): ¿Mi madre?
Bert Hellinger: Adivinar no vale aquí.
Helen: No lo sé.
Bert Hellinger: Entonces haz la constelación de tu sistema de
origen. (Helen configura su sistema de origen; durante la
constelación se muestra claramente que está identificada con la
primera mujer de su padre, que era judía, se separó del padre en
1938 y volvió a Estados Unidos.)
Bert Hellinger (una vez encontrada la buena solución): Bueno,
ser judío siempre es significativo en Alemania, eso encierra
mucha fuerza.
¿Qué, Helen? ¿Cómo te va ahora?
Helen (se ríe): Bien, así hay concordancia.
Bert Hellinger: Esta es la identificación con la primera mujer del
padre.
¿Y ahora qué?
Helen: Eso me explica muchas cosas.
Bert Hellinger: Sí, y tienes que decirle a tu padre: «Con ella no
tengo nada que ver. Yo pertenezco con mi madre. Sólo ella es la
verdadera.» Y ahora asientes con la cabeza. ¿Sabes lo que quiere
decir ese asentimiento tan rápido?
Helen: No.
Bert Hellinger: «¡Vete a hacer puñetas!» Es la forma más sutil
de resistirse. ¿Ves como aún te resistes? Mirar claramente al
padre y decirle: «Esta es mi madre, y yo estoy al lado de ella.»
Eso, sin embargo, te hace algo más pequeña; éste es el precio de
la felicidad. ¿Cómo se dice? La gran felicidad es pequeña. (Helen
sonríe) Ahora sale la otra cara, ¿os dais cuenta?
¿Algo más al respecto?
Alexis comenta que, durante las últimas dos constelaciones, se
encontraba especialmente bien al momento de darse las
soluciones.
Bert Hellinger: Sí, de repente todo era liberador y claro.
Friedemann (se refiere a la constelación de Helen): En el caso de
Helen, ¿quiere decir que el padre ha perdido el derecho a la hija?
Bert Hellinger: No, no, quiere decir que la mujer no tiene ningún
derecho a este hombre. Es decir, su madre no tiene el derecho de
tener a su marido a este precio. Eso no va. Tiene que reconocerlo
y retirarse algo de él, ésta es su forma de expresar el respeto ante
la primera mujer, independientemente de lo que eso implique
concretamente. Eso, sin embargo, no te interesa en absoluto,
Helen. Ya estás otra vez con la cara vieja. Hasta que caiga una
cara así, tiene que pasar un tiempo.
Ahora haremos una pausa, ¿o aún hay alguien que quiera añadir
algo?
Irene: Me he vuelto a acordar de la frase. No la sé exactamente,
pero está bien que me hayas enfrentado.
Bert Hellinger: ¡Sí, hizo efecto! ¿Cómo era la frase?
Irene: «Querida tía, tú estás muerta; lo siento, y yo aún me quedo
un poco.»
Bert Hellinger: Ahora te diré la frase correcta: «Querida tía, tú
estás muerta. Yo aún vivo un poco, después también moriré.»
Esta frase también puede aplicarse a otras situaciones. Vacilo en
decirlo, ya que fácilmente podría usarse como una moneda, con
lo que perdería su eficacia. Así, por ejemplo, una segunda mujer
podría decirle a la primera: «Tú perdiste a tu marido, yo aún lo
tengo un poco, después también lo perderé.» Así se suprime la
superioridad y la arrogancia. De esta manera se da la unión a un
nivel profundamente humano, en el que lo efímero tiene su
derecho.
Ahora realmente haremos una pausa. (Final de la ronda.)
B. LLEVAR A TÉRMINO EL MOVIMIENTO
INTERRUMPIDO HACIA UNO DE LOS PADRES
Básicamente, existen dos constelaciones desencadenantes de
trastornos o problemas. La primera consiste en una
identificación, sin que el afectado mismo se dé cuenta; éste es el
caso de las implicaciones sistémicas anteriormente mencionadas
(v. capítulo V). La segunda situación básica que provoca
trastornos a un nivel individual es el movimiento interrumpido
hacia uno de los padres. De niño, alguien es cortado en su
movimiento hacia uno de los padres (en la mayoría de los casos,
la madre), sea por una estancia en el hospital, por alguna
separación por otros motivos, o por cualquier tipo de vivencias
relacionadas con una fuerte sensación de rechazo.
Siempre que el afectado, incluso de adulto, se dirige a otra
persona, es decir, se encuentra realizando un movimiento de
aproximación, en un punto determinado surgen los recuerdos de
aquella interrupción, aunque sólo sea en forma de recuerdo
corporal, por lo que la persona reacciona con los mismos
sentimientos y síntomas de aquel entonces. Entre los
sentimientos más frecuentes cuentan la rabia, el odio, la
desesperación, la resignación y la aflicción. Sin embargo, el
recuerdo también puede expresarse en dolores de cabeza,
tensiones musculares o, también, como decisión en propio
detrimento de la persona (por ejemplo, «Nunca más me mostraré
débil», o «Nunca más pediré ningún favor», o «De todos modos,
no sirve de nada»). Es decir, en vez de continuar el movimiento
hasta que éste alcance su meta, la persona retrocede, o inicia un
movimiento circular, hasta volver al mismo punto de partida; éste
es todo el secreto de la neurosis. Cuando la persona afectada
profundiza en estos sentimientos, su voz se vuelve la de un niño
y yo me fijo en la edad de esa voz. Si alguien, en una situación
así, expresa rabia y yo lo animo a sacarla, fomento la
interrupción.
La solución consiste en volver con la persona afectada a aquel
punto del pasado, es decir, permitir que nuevamente sea el niño
de aquel entonces y, como tal y con la ayuda del terapeuta o de
una persona imaginaria, lleve a término el movimiento cortado
en aquel momento. Es decir, el terapeuta se presta como
representante de la madre (o quizás también del padre). De esta
manera, el cliente hace una experiencia decisivamente nueva que,
más adelante, le permite realizar con mucha más facilidad el
movimiento hacia otras personas. Muchas veces se trata de una
intervención muy rápida que no dura más de quince o veinte
minutos. Lo mismo puede lograrse también mediante
hipnoterapia o terapia de sujeción.
Pregunta:
Lars: Tengo la impresión de que, por principio, no admites
sentimientos negativos o agresivos, por ejemplo, frente a los
padres. Tanto la bioenergética como la terapia de la Gestalt más
bien animan al cliente a expresar tales sentimientos.
Bert Hellinger: Yo distingo: ¿se trata de un sentimiento original
y, por tanto, de una reacción correspondiente, o de un sentimiento
que desvía la atención de otra cosa que se halla detrás? En la
mayoría de los casos, la agresión sustituye el movimiento hacia
una persona. Si alguien fue pegado o herido, puede decir que le
duele, o incluso expresar su rabia, ya que en este contexto es
correcto. Sin embargo, expresar una rabia generalizada contra los
padres siempre tiene efectos fatales. La solución únicamente pasa
por tomar a los padres.
Olaf: Dijiste que determinados problemas sólo pueden
solucionarse sistémicamente. ¿Podrías decir en qué porcentaje
estimas estos casos?
Bert Hellinger: Sí, puedo decirte un porcentaje. Según mi
experiencia, un cincuenta por ciento de todos los problemas qu e
aparecen en psicoterapias tienen causas sistémicas y únicamente
pueden solucionarse sistémicamente. Más bien diría que se trata
de un setenta por ciento; el resto, según mi opinión, se debe a
trastornos en el desarrollo, al menos en aquellas personas que yo
veo. Normalmente, se trata de ámbitos complementarios: en
cuanto la parte sistémica está aclarada, frecuentemente surge
algo más que debe ser trabajado en el nivel emocional; sin
embargo, va mucho más rápido después.
¡Mami, por favor!
Un ejemplo de un movimiento interrumpido hacia uno de los
padres:
Brigitte es una participante de uno de los seminarios. Muestra el
comportamiento y los sentimientos típicos de una persona en la
que se interrumpió el movimiento hacia uno de los padres. La
acompañamos a lo largo del seminario.
El primer día, durante la ronda de presentación
Brigitte: Me llamo Brigitte Jager. Soy de la región de
Saarbrücken, trabajo como pedagoga social, estoy casada y tengo
tres hijos que, en estos momentos, son mi tarea principal. El
mayor tiene siete años, y las dos niñas pequeñas tienen tres años
y medio, y dos años. Por este motivo, me siento bastante
acaparada por la familia y estoy contenta de poder escaparme un
poco. Además, tengo una pequeña consulta propia con unos
cuantos clientes.
Bert Hellinger: En psicoterapia existe una ley curiosa que se
opone a la realidad física: cuanto más apartamos algo, tanto
mayor se hace.
Brigitte: ¿Quieres decir lo de lo niños?
Bert Hellinger: ¡Lo que sea! La solución consiste en invertir el
movimiento. ¿Algo más?
Brigitte: Lo que ocurre es que cuando mi familia actual y mis
suegros se juntan, tengo la sensación de que nuestra familia se
parte; tengo la sensación de que no queda ningún lugar para mí.
Bert Hellinger: Es lo que suele llamarse una transferencia. —
¿De quién a quién?
Brigitte: Pues, que mi marido sale de nuestro sistema para ir al
otro.
Bert Hellinger: No, tú transfieres el problema, ¿de quién a quién?
Del marido a los suegros. — ¿Dónde se encuentra la solución?
Brigitte: No tengo ni idea.
Bert Hellinger: Con el marido.
Brigitte: ¿Se trata de su problema?
Bert Hellinger: ¡No, no! Te contaré una pequeña historia:
EL REPROCHE
En alguna parte del sur, al amanecer, un pequeño mono subió a
una palmera, sacudiendo un coco pesado en sus manos y
gritando con todas sus fuerzas.
Asilo oyó un camello, que se acercó, alzó la mirada y le
preguntó: —¿Qué te pasa hoy?
—Estoy esperando al Gran Elefante. ¡Le pegaré una paliza con
el coco que se va a enterar!
Pero el camello pensó: «¿Qué querrá realmente?»
Al mediodía pasó un león. También él oyó al pequeño mono, lo
miró desde abajo y preguntó: —¿Te pasa algo?
—¡Sí! —gritó el mono—, ¡necesito al Gran Elefante! ¡Le pegaré
una paliza con el coco que le reventará el casco!
Pero el león pensó: «¿Qué le pasará realmente?»
Por la tarde, vino un rinoceronte, se extrañó al oír al mono,
levantó la mirada y le preguntó: —¿Qué te pasa hoy?
—Estoy esperando al Gran Elefante: ¡le pegaré una con el coco
que le reventará el casco y lo dejará seco!
El rinoceronte, sin embargo, pensó: «¿Qué querrá realmente?»
A última hora de la tarde llegó el Gran Elefante, se rascó en la
palmera y cogió algunas ramas con su trompa; encima de él, sin
embargo, reinaba un silencio absoluto. Después, levantó la
mirada, vio al pequeño mono detrás de una rama y preguntó:
—¿Te pasa algo?
—¡No! —se apresuró a decir el mono—, ¡nada! Durante el día
estuve gritando un poco, pero no lo habrás tomado en serio,
¡¿verdad?!
El elefante, sin embargo, pensó: «¡Algo le falta realmente!»
Después, vio su rebaño y se marchó con pasos majestuosos.
El pequeño mono aún se quedó quieto largo tiempo. Después,
cogió el coco, volvió al suelo, lo pegó contra una roca y lo
reventó ...y bebió su leche y comió su fruto.
Bert Hellinger (al acabar la historia): ¿De acuerdo, Brigitte?
(Brigitte lo mira confusa.) ¡No importa! Una vez le conté esta
historia a un niño — la comprendió en seguida. Sigamos.
El segundo día, por la mañana
Brigitte: He venido con mucha precaución. Ayer, en algunos
momentos me sentía como en un caparazón; hoy me siento más
permeable, y ahora sale a la luz algo muy vulnerable.
Bert Hellinger: Iré con mucho cuidado, Brigitte. (Brigitte
empieza a llorar.) Respirar ayuda. ¡Inspirar y espirar! Abre bien
la boca y respira, que pueda fluir... sigue respirando... sigue
respirando... ¡las cosas van bastante rápidas contigo! Brigitte: No
siempre.
Bert Hellinger: ¿No estás acostumbrada a que alguien se tome
tiempo para ti? (Brigitte solloza; al cabo de unos momentos)
Coge tu silla y siéntate enfrente de mí.
(Brigitte lo hace, Bert Hellinger saca unos pañuelos de su
bolsillo.) Estoy preparado para todo tipo de emergencias. Ven,
acércate un poco más ... un poco más ... aún un poco más (le quita
las gafas), cierra los ojos. (Coge sus manos) Abre la boca y
respira ... ¡simplemente sigue respirando así! (Con las yemas de
una mano toca la región superior del esternón) Y ahora vuelve
con este sentimiento, lejos, muy lejos, hasta llegar al lugar al que
pertenece, y a la situación a la que pertenece ... deja abierta la
boca e inspira y expira profundamente ... (Brigitte respira
profundamente; al cabo de unos instantes) Asiente, sea lo que
fuere ... (al cabo de unos minutos) ¿Qué es?
¿Hasta dónde has vuelto?
Brigitte: Tengo unos seis años.
Bert Hellinger: ¿Qué pasó entonces?
Brigitte: Un viaje en coche con mi madre, en el que yo quería
acostarme en su regazo y ella me lo negó muy duramente.
Bert Hellinger: De acuerdo. Mira la escena ... respira
profundamente ...
¿cómo le decías a tu madre de pequeña?
Brigitte: Mami.
Bert Hellinger: Di: «Mami, ¡por favor!».
Brigitte (en voz baja): Mami, ¡por favor!
Bert Hellinger (al cabo de unos instantes, al grupo): Esta es una
escena con un movimiento interrumpido hacia uno de los padres.
¿Veis lo enganchada que está a la escena? (a Brigitte) Vuelve aún
más. (Al cabo de unos instantes) Bien, no funciona. Ella, a una
edad muy temprana, tomó la decisión de que no iba, y ahora la
mantiene. (Al cabo de unos instantes, se inclina hacia ella
mirándola) ¡Abre los ojos! ¿Qué haremos contigo? (Brigitte se
encoge de hombros) Cierra los ojos, céntrate en el movimiento
interior, síguelo, cualquiera que sea el rumbo que quiera tomar.
Y ahora retírate interiormente, lejos de la madre ... retírate cada
vez más de ella. (Brigitte gira la cabeza hacia la izquierda y, al
cabo de unos instantes, Bert Hellinger se la gira hacia la derecha,
como si tuviera que mirar en esa dirección; al cabo de medio
minuto) sigue respirando, con fuerza, expira con fuerza, más
rápido, sin violencia, sólo con fuerza. (Nuevamente toca la
región superior del esternón con las puntas de los dedos de su
mano derecha; Brigitte respira fuertemente) ¡Así, sí! ¡Sigue,...
sigue, ....sigue así! Y di algo, en vez de toser, ¡dile algo a la
madre!
Brigitte (en voz baja): ¡Ahora ya no!
Bert Hellinger: ¡Más fuerte! «Ahora ya no» ... ¡más fuerte!...
«Ahora ya no» (Bert Hellinger hace que Brigitte se incline hacia
delante, apoya su cabeza contra la suya y la abraza con la mano
derecha. Brigitte empieza a sollozar) Ahora ya no ... «Ahora ya
no» ... «Ahora ya no». (Bert Hellinger le dice que se coja a él y,
abrazándola, la acerca a sí mismo) Respira profundamente, deja
la boca abierta, respira algo más rápido, más rápido, el doble de
rápido, profundamente, espira profundamente ... deja la boca
abierta (coge su cabeza con la mano derecha, apretándola contra
su hombro) «Mami, por favor» ...
Brigitte (en voz baja): Mami, por favor.
Bert Hellinger: «Mami, por favor.» Y no dejes de respirar.
(Brigitte vuelve a respirar profundamente; Bert Hellinger al
grupo): Brigitte también elige la felicidad pequeña. (A Brigitte):
¿Cómo te va?
Brigitte: Aliviada (indica a su pecho), más llena.
Bert Hellinger: Te paraste a mitad de camino, pero por lo menos
avanzaste algo más.
Brigitte: ¿A mitad de camino de vuelta?
Bert Hellinger: A mitad de camino hacia ella. Como ya dijo un
famoso Johann Wolfgang: «Cada cual es el artífice de su propia
desdicha.»
Brigitte: Me parece que no lo dijo así.
Bert Hellinger: ¿Ah, no? (ambos se ríen) Bien, de acuerdo.
(Brigitte se levanta y vuelve a su asiento)
Bert Hellinger: Esta fue una situación en la que se interrumpió
un movimiento hacia uno de los padres. Se podía ver lo que pasó
en ese punto. Mi teoría es que en el punto en el que se interrumpió
un movimiento hacia uno de los padres, se desarrolla aquello que
llamamos una neurosis: un movimiento circular que, una y otra
vez, vuelve al mismo punto en vez de avanzar. Con el recuerdo
del movimiento interrumpido surge un sentimiento, una decisión,
y así se da la vuelta, siguiendo el círculo, en vez de seguir
adelante, y al volver al punto de partida, nuevamente se inicia lo
mismo. Éste es el progreso de un tiovivo.
Ahora bien, como terapeuta, ¿qué haré con una cliente tan
resistente? (Pausa) Esto fue un fracaso, no total, pero fue un
fracaso, no nos podemos engañar. Ella no se acercó. Pero ahora
al menos tiene una perspectiva.
Ahora la confiaré a su buen corazón— ¿de acuerdo, Brigitte?
Brigitte: Sí.
Bert Hellinger: ¿Hay preguntas al respecto?
Wolfgang: Esto último no lo comprendo: «La confío a su buen
corazón.»
Bert Hellinger: Tampoco puedes comprenderlo. Ella lo
comprendió. El fiarse del corazón, del buen corazón, siempre es
un método bueno en estos casos. Muchas veces resulta
sorprendente que desde dentro se encuentre un camino que
ningún terapeuta pueda encontrar. Y secretamente —sin decirlo
abiertamente aquí— la confío también al buen corazón de su
madre.
Lars: Primeramente la llevaste a un movimiento hacia la madre,
y después le dijiste que se alejara...
Bert Hellinger: No importa cómo se mueva una persona, que se
acerque o se aleje. La persona está en movimiento. Si el
acercamiento no es posible, procuro que la persona realice el
movimiento contrario, y éste, en algún momento, se invierte. Se
va con la persona, con lo que ella muestre. Brigitte mostraba una
tendencia al alejamiento, por lo que seguí esa tendencia. Después
giró la cabeza hacia la izquierda y mi imagen era que ella se
apartaba. Después le giré la cabeza hacia la derecha, y entonces
surgió también el sentimiento.
Lars: ¿Entonces sí que hubo una corrección?
Bert Hellinger: Sí, un seguir su tendencia, un poco de apoyo. Y
sólo entonces vino la frase: «¡Ahora ya no!» En ese momento
quedó claro que allí se encontraba la madre.
Rüdiger: A nosotros que no tenemos tanta experiencia, ¿podrías
decirnos algún indicio de cuándo una persona realiza un
movimiento de aproximación, y cuándo no?
Bert Hellinger: No, eso resulta de la observación, de la
percepción. Quizás puedas verlo en otros ejemplos. Si pretendes
tener una teoría, ya no puedes exponerte al proceso inmediato.
Creo que lo importante está dicho y más no sería bueno.
Durante una ronda, a última hora de la mañana del segundo
día
Brigitte: Soy toda percepción, y lo que ocurre en mi interior es
un movimiento alternativo. Unas veces es un sentimiento cálido,
de empatía, también en los ojos, y después se para de golpe (se
emociona y le asoman las lágrimas a los ojos), siempre
cambiante. Y si vuelvo a salir...
Bert Hellinger: Está bien, está bien. ¿Veis cómo trabaja su buen
corazón? Deja que el buen corazón siga trabajando, Brigitte,
hasta que llegue la solución.
Durante una ronda, a la tarde del segundo día
Brigitte: Ahora estoy totalmente en ello. Durante la pausa del
mediodía me metí en la cama para retirarme y buscar otra vez la
unión con mi madre.
Fue muy agradable.
Durante otra ronda, a la tarde del segundo día
Brigitte: Esta noche me desperté muchas veces. Pienso mucho en
mi familia y una y otra vez me viene a la mente la familia de mi
madre.
Bert Hellinger: ¿Qué ocurrió ahí?
Brigitte: La hermana de mi madre murió de tifus, y seis semanas
antes murió el padre de mi madre. En aquel entonces, mi madre
tenía diez años.
Bert Hellinger: ¿La hermana era más joven que tu madre?
Brigitte: Era mayor, la del medio. Aún había un hermano mayor.
Lo que también me pasó por la cabeza es el ambiente de callar
cosas que existe en mi familia. Hay mucho silencio y como una
cierta rigidez. Lo que aún se me ocurrió es que ahora, cuando con
mis hijos me reúno con mi familia, eso desaparece. Cuando
estamos con mis padres, todos se vuelcan con los niños, y éstos
lo llenan todo de vida. También me llamó la atención algo que
tiene que ver con el sentarse en las faldillas de alguien: Cuando
mis padres vienen a casa, mis hijas dicen «abuelito, aúpa» y
«abuelita, aúpa», y se les permite.
Bert Hellinger: ¿De qué murió el padre de tu madre?
Brigitte: Debió de ser alguna afección de la vejiga. Ingresó en el
hospital de repente. Eso fue en 1938, y no volvió del hospital.
Seis semanas más tarde murió la hermana mayor de mi madre.
Bert Hellinger: Eso es un choque para la familia.
Brigitte: Sí, aún hay otra cosa más. Una vez ya hice una
constelación de mi familia con E. Me quedó grabado que en esa
ocasión puse a mi madre totalmente apartada, mirando hacia
fuera. ¿Qué debió de vivir esa mujer?
Bert Hellinger: Sí, probablemente sigue a su hermana y a su
padre, ¡pero hagamos la constelación!
(Información: Después de la muerte del padre, la abuela materna
vivía en la familia de origen de Brigitte. También en la familia
del padre murió un hijo en temprana edad. El padre fue el más
joven de cuatro hijos y tenía dos hermanas mayores con vida.)
Brigitte configura la constelación de su familia de origen.
Figura 1. Constelación inicial de la familia de origen de Brigitte
Figura 1
Abreviaciones:
P padre
M madre
1 primer hijo
2 segunda hija, Brigitte
(una vez configurada la constelación)
Padre: No tengo ningún contacto con mis hijos, y mi mujer
simplemente está aquí al lado. Más bien estoy solo.
Madre: También me siento muy sola, no es bueno ver a los hijos
de espaldas, y mi marido, a mi lado, apenas es perceptible.
Representante de Brigitte: Tengo la cabeza embotada y mi
tendencia va hacia fuera. Detrás de mí hay algo, pero no sé lo que
es.
Bert Hellinger: El hijo que murió en la familia de tu padre, ¿fue
niño o niña?
Brigitte: No lo sé.
Bert Hellinger: ¿Qué intuyes?
Brigitte: Una niña.
Hermano: Yo tampoco tengo contacto con nadie, mis piernas
están completamente rígidas y como heladas en el suelo.
Bert Hellinger (a los hijos): Bien, giraos hacia los padres. (Fig.
2)
Figura 2
Bert Hellinger: ¿Qué cambia?
Hermano: Ahora es más soportable.
Representante de Brigitte: Yo también lo encuentro agradable y
también tengo la cabeza más clara.
Padre: Sí, hacia los hijos hay una mejora, en el lado de la mujer
aún no hay nada.
Madre: A mí me sucede lo mismo.
Bert Hellinger (a los padres): Cambiaos de lugar, a ver si es
mejor así (fig. 3).
Padre: Sí, la hija se acerca; eso me va bien.
Representante de Brigitte: A mí me produce un poco de
nerviosismo.
Bert Hellinger: ¿Qué tal entre los padres, mejor o peor?
Padre: Peor.
Madre: Siento una pizca de vida.

Figura 3
Bert Hellinger: Ahora introduciremos a su padre.
(Brigitte coloca al padre del padre a la derecha de este; fig. 4)

Figura 4
Abreviaciones:
+ PP padre del padre, murió cuando el padre tenía 8 años
Brigitte: Aún se me olvidó otra cosa más. EI padre del padre
también murió pronto, cuando mi padre tenía ocho años. Volvió
de la guerra con una lesión que después le causó convulsiones.
Un día, trabajando en el campo, murió de uno de esos ataques.
(EI padre y el padre del padre se ponen de acuerdo de que el
mejor lugar para éste es detrás del padre, fig. 4)
Bert Hellinger: Ahora introduce también al padre de tu madre.
(Brigitte lo coloca detrás de la madre, fig. 5)

Figura 5
Abreviaciones:
+ PM padre de la madre, murió cuando ésta tenía 10 años, 6
semanas antes de fallecer la hermana de la madre
Madre: Hace un momento, al introducirse también el padre de mi
marido, tuve la gran necesidad de mirar; así, mi vista también
alcanzaba a mi marido. Ahora, al estar mi padre aquí, el
movimiento va más hacia allá (hacia la izquierda).
(Después pide que su padre se ponga más a la izquierda de su
campo visual, fig. 5)
Madre: Así está mejor.
Padre: Para mí no hace ninguna diferencia en relación a mi
mujer.
Hermano: Ahora, para mí, el único interesante es él (padre de la
madre). Desde que está él, no miro a nadie más.
Bert Hellinger (a Brigitte): Esta es la identificación de tu
hermano. Está identificado con el padre de la madre.
(Les pide a la madre y al padre, y a los respectivos padres, que
cambien de lugar, fig. 6)
Representante de Brigitte: Para mí fue un cierto alivio que el
padre del padre se pusiera detrás de él. De alguna manera pude
respirar. Y cuando de repente apareció él (padre de la madre),
tuve la sensación de que tenía en frente a tantos hombres. Sin
embargo, no tengo ningún contacto con la madre. De alguna
manera no había otra mujer. Ahora está algo mejor y me siento
más relajada con el padre; con la madre tengo poco contacto. El
(padre de la madre) está bien allá. Aquí (indica hacia la derecha)
me estaba demasiado cerca.
Bert Hellinger (a Brigitte): Pon también a la hermana de tu
madre, que murió.
(Brigitte coloca a la tía detrás de la madre, un poco a la derecha,
fig. 6)
Bert Hellinger: ¿Qué cambia?
Madre: Empiezo a sentirme intranquila.
Brigitte: Yo miro más hacia aquí, y de repente no veo al padre.
Hermana de la madre: Yo también tengo una tendencia inquieta
hacia mi hermana.
Bert Hellinger (coloca a la hermana directamente a la derecha de
la madre, fig. 6): ¿Y ahora?
Madre: Aquí (en el lado del marido) vuelve a haber más calor.
Está bien (se acerca más al marido, llevando consigo a la
hermana).
Padre: Yo me encuentro mucho mejor en este lugar. Estoy más
cerca de la hija y también de la mujer.
Representante de Brigitte: Sí, yo también puedo percibir a la
madre y también vuelvo a ver al padre. Es una imagen más
equilibrada. Antes estaba tan centrada en ella (hermana de la
madre).
Bert Hellinger (a la representante de Brigitte): Ponte al lado del
hermano. ¿Qué tal ahora?
Hermano: Yo quisiera cambiar con ella (la hermana). (Hermano
y hermana cambian de lugar, fig. 6)
Hermano: Es mejor así.
Representante de Brigitte: Para mí está bien. Ambas posiciones
son igualmente buenas para mí.
(El padre de la madre quiere ponerse más hacia fuera. Después,
Bert Hellinger coloca al hermano muerto del padre a la izquierda
de éste. Tras unos cuantos movimientos de prueba, se llega a la
imagen de solución en la que todos se encuentran a gusto, fig. 6.)

Figura 6
Abreviaciones:
+HaM hermana de la madre, murió en temprana edad
+ HoP hermano del padre, murió en temprana edad
Bert Hellinger le pide a Brigitte que ocupe su lugar. Piensa que
en el caso del hermano muerto del padre más bien se trataría de
un hijo varón, dado que el hermano de Brigitte se mostró tan
intensamente irritado por esa persona.
Brigitte (después de mirar unos instantes en silencio): Me tira
muchísimo hacia allá (indica a la madre).
Bert Hellinger: Sí, ve allá.
(Brigitte se acerca a la madre, abrazándose a ella.)
Bert Hellinger: ¡Fuerte, ya que lo haces, hazlo fuerte! (Risas.
Brigitte abraza a la madre fuertemente; después, sin embargo,
empieza a moverse de un lado para otro.)
Bert Hellinger: Tranquila, tranquila, tranquila ... ¡respirar
profundamente, por la boca! (acerca a la hermana de la madre a
las dos, indicándole que las abrace; Brigitte empieza a llorar).
¡Respirar profundamente, con la boca abierta ... inspirar y expirar
profundamente ... inspirar es tomar ... sin sonido, simplemente
inspirar y expirar, hasta que estés realmente saciada! (Brigitte
inspira y expira profundamente) ¡No, no, tómate tiempo! ...
Respirar. Inspirar y expirar ... sin sonido el respirar resulta más
vigoroso ... con toda libertad, inspirar y expirar - después, vuelve
a tu lugar. (Brigitte vuelve y se queda mirando a su alrededor.)
¿Está bien así? — De acuerdo, ya está. (Todos se sientan.) Ahora
el movimiento hacia la madre ha llegado a su final.
(Después de una pequeña pausa)
Ernst: Aquí se trata de un movimiento interrumpido. ¿Según tu
opinión, el motivo para esta dinámica se encuentra en este
sistema?
Bert Hellinger: ¡No, no! Está clarísimo que hay algo por aclarar
entre la madre y su hermana, y que Brigitte, en parte, lo asume.
Por tanto, es posible que las causas sean sistémicas y que no
tenga nada que ver con lo que hace la madre.
En una ronda posterior
Brigitte: Me encuentro bien. Me siento muy libre, y muy abierta
y receptiva en la cabeza.
Bert Hellinger: Lo de hoy realmente fue un movimiento bello.
El tercer día, por la tarde
Brigitte (indica hacia su pecho): Noto un movimiento aquí, como
si se abriera algo.
Bert Hellinger: ¡Sí, bien!
Brigitte: Sí, un quedarme liberada. Durante la pausa del mediodía
también tuve la esperanza de que, a través de este trabajo, pudiera
sentirme más de acuerdo con mi edad.
Bert Hellinger: ¡Sí, seguro!
Brigitte: No digo lo que pasó.
Bert Hellinger: No, tampoco es necesario.
El cuarto día, durante una ronda
Brigitte: Estoy pensando en mi hermano. Muchas veces se lanza
a situaciones arriesgadas. Hace escalada, y varias veces ya acabó
en alguna grieta de un glaciar. Frecuentemente, cuando me
llaman por teléfono, pienso que podría haberle ocurrido algo.
¿Me pregunto si eso tendrá algo que ver con una identificación?
Bert Hellinger: Sí, frecuentemente, muy frecuentemente es así.
Brigitte: Obviamente busca situaciones próximas a la muerte, o
que encierran el peligro de muerte. Me pregunto: ¿qué puede
ayudarle? ¿Puedo yo hacer algo para que mi trabajo aquí sea una
ayuda también para él? Durante las constelaciones dijiste que
podía estar identificado con el abuelo muerto y que, quizás,
también el hermano muerto del padre fuera un niño.
Bert Hellinger: Cuéntale la constelación sin más comentarios.
— Hace poco, hubo un cliente que contó que había empezado a
ir en delta y, todo eufórico, me preguntó mi opinión. Le contesté:
—No creo que un sabio haga esas cosas.
¿Os imagináis? Veía claramente que ese hombre quería
suicidarse.
Brigitte: Mi hermano también va en delta.
Bert Hellinger: Puedes decirle que si se cae, todo será mejor. ¿De
acuerdo? ¿Algo más?
Brigitte: ¿Quieres decir que le cuente la constelación, o también
aquello de la identificación?
Bert Hellinger: Sólo funciona si de momento esperas, y en cuanto
se dé una ocasión de decir algo, lo dices tal como lo sientes.
Entonces será lo apropiado y la situación será diferente de lo que
ahora te imaginas.
El cuarto día, por la tarde
Brigitte: En un momento determinado de esta mañana sentí un
escalofrío, y empecé a rezar y tenía las manos todo sudadas.
Pensé si aún le debía algo a mi marido. Una vez me sacó de un
alud, junto con mi hermano.
Yo ya estaba sin conocimiento y prácticamente me devolvió la
vida.
Bert Hellinger: Valóralo.
Brigitte: Me siento muy emocionada ahora.
Bert Hellinger: Valóralo, pero no solamente respecto a él, eso
sería demasiado poco. Hubo un desenlace bueno. Es lo que dije
del agradecimiento: si una persona se salva así, tiene una fuerza
que antes no tenía. Con eso haz algo bueno, pero sin esfuerzo,
simplemente de la manera que quiera fluir y hasta donde quiera
fluir.
El cuarto día, por la noche
Brigitte: En mi interior está la frase de «tratar con cuidado y
delicadeza». También soñé con que plantaba una planta pequeña
sobre huesos muertos. Este «tratar con cuidado y delicadeza» es
algo que me lleva a la fuerza; al mismo tiempo, sin embargo,
también noto la tendencia a la debilidad.
Bert Hellinger: Si se deja que los huesos descansen en paz, las
plantas crecen solas.
Brigitte: Sí, me esfuerzo por dejar descansar un máximo de
cosas.
Bert Hellinger: Sí, y el dejar es algo en que no hay que hacer
nada y, a pesar de todo, cuesta esfuerzo.
El quinto día
Brigitte: Noto mucho movimiento a nivel físico. Percibo muy
intensamente las palmas de mis manos, como si se hubiera
disuelto algo. También lo noto en las mandíbulas. Antes apretaba
mucho más los dientes; eso va desapareciendo ahora. Una y otra
vez pienso muy intensamente en mi marido. También ahora me
pone muy nerviosa decir lo que ocurre en mi interior. Siempre
que salgo de casa, siento un gran cariño, y cuando estoy en casa,
lo aparto de mí.
Bert Hellinger: Haré un pequeño ejercicio contigo. Siéntate
delante de mí y pon tus manos en los muslos. — Cierra los ojos
y abandónate a ese anhelo profundo, con todos los sentimientos
y pensamientos bonitos. — También a los buenos recuerdos de
un principio. No tienes que hacer ni decir nada, simplemente
puedes abandonarte a tus sentimientos y a tus imágenes ... Quizás
inspirar profundamente alguna vez. — ¡Realmente debe ser un
hombre especial si gana tu amor!... (Brigitte se ríe) Ahora
imagínate cómo te acercas a él al llegar a casa. Está en alguna
parte allá y te acercas hasta llegar a él. (Brigitte mira en la
dirección indicada) Miras lo que le dices, lo que haces, lo que le
pides. (Brigitte sonríe) ¡Exacto! ...
Brigitte: Aún no funciona.
Bert Hellinger: Sí, míralo un poco más, míralo un poco más ...
ahora va ... (al cabo de aproximadamente un minuto) Aún te doy
otra imagen: Acércate e imagínate a su madre detrás de él... está
detrás de él, con cariño (Brigitte empieza a llorar). Cierra los
ojos, deja los ojos cerrados y acércate del todo a él... (Brigitte
llora y asiente con la cabeza), acércate aún un poco más y toma
algo y dale algo. Tranquila, no tienes que decir nada ... quédate
totalmente en lo que vives en tu interior ... (Brigitte inspira y
espira profundamente) ... ¿Está bien? (Brigitte asiente con la
cabeza) De acuerdo, ya está.
Brigitte: ¡Gracias!
Bert Hellinger: Encantado de hacerlo. Más tarde explicaré lo que
hice.
De momento quisiera dejarlo aquí.
El sexto día
Brigitte: Ha sido mucho y tardará un tiempo en posarse. Esta
mañana aún surgió otro asunto: mis suegros. Allí aún me queda
algo por hacer en el sentido de acercarme, valorar y dejar que los
niños también entren.
Bert Hellinger: Exacto, eso significa seguir al marido.
Brigitte: Ese punto me conmovió mucho hoy. Tengo la sensación
de haber recibido mucho de ti y de haber sido bien tratada.
Bert Hellinger: Bien. — La última vez que trabajé con Brigitte,
prometí explicar la técnica. Lo haré brevemente. Hice un
ejercicio de PNL. Ella mostraba dos sentimientos opuestos: al
encontrarse lejos, desea estar con el marido, y cuando está con
él, más bien lo rechaza. Hice que profundizara en el sentimiento
de anhelo y, a continuación, desvié su atención hasta que
realmente se rio. Después realicé el anclaje. Así ya no puede
escaparse de ese sentimiento. Y con ese mismo sentimiento la
hice hacer la prueba de cómo volvía a casa con su marido. Ahí se
encuentra la lucha entre un sentimiento y el otro, y el sentimiento
anclado es el que puede mantenerse, el que se sobrepone al
sentimiento negativo. Éste fue el método.
Karl: ¿Qué hay de terapia primaria en tu trabajo?
Bert Hellinger: El propósito de la terapia primaria consistía en
trabajar el dolor, el dolor primario. En este dolor primario
siempre se trata de lo mismo: se desarrolla donde se interrumpe
el movimiento hacia uno de los padres. El dolor confirma la
interrupción del movimiento, pero no soluciona nada. En vez de
hacer que se exprese el dolor, llevo el movimiento interrumpid o
a su final. Es allí donde surge el amor, y cuando éste llega,
muchas veces tengo una mancha oscura aquí (indica su jersey).
Eso es lo que queda de terapia primaria.
Aparte de un movimiento interrumpido hacia uno de los padres,
aún existen los traumas a una edad temprana que soluciono
mediante la vivencia misma, por ejemplo, a través de «history
change». En este caso empleo una mezcla de PNL y terapia
primaria. Un buen método es el cambio de anclaje, es decir, una
escena mala se compensa por una buena. Sin embargo, al tratarse
de asuntos profundos, también hay que tener en cuenta el
sentimiento. Por eso sujeto a la persona, de manera que sienta la
seguridad suficiente para expresar el sentimiento. Después,
busco la imagen de una persona que pueda ayudarle y así lo
soluciono.
Karl: A veces haces que alguien reviva su nacimiento. ¿Cuándo
haces eso?
Bert Hellinger: Si hubo un trauma natal, el movimiento hacia la
madre ya quedó interrumpido allí. En un caso así, repito el
nacimiento, hago el «bonding» y después viene la Oración al
Amanecer de la Vida (véase p. 69). Este primer encuentro con la
madre y el llegar a ella es la experiencia más profunda e intensa.
Después, realizo el cambio de anclaje. Es decir, sujeto a la
persona mientras la hago subir por todas las edades de su vida,
pasando por todas las situaciones traumáticas. Ya que no puede
haber otra sensación mejor que la de ser recibido y acogido
después del nacimiento. De esta manera hago toda la terapia en
una sola sesión. Es decir, trabajo todos los traumas infantiles en
un mismo proceso, uno tras otro, empleando el cambio de
anclaje. Hago que la persona experimente el sentimiento más
positivo y después la hago revivir el trauma. De esta manera, el
sentimiento positivo se sobrepone al negativo.
Karl: ¿Cómo se hace eso exactamente?
Bert Hellinger: Muy sencillamente. Le digo: «Simplemente ve
subiendo las edades de tu vida, y si hay algo que te hace parar,
quédate allí.» Así, de repente, empieza a respirar profundamente,
y a llorar, y le pregunto: «¿Qué edad tienes ahora? ¿Qué ha
pasado?» Dejo que mire la situación mientras lo sujeto o hago
que otra persona del grupo lo coja en brazos, hasta que aquello
esté superado. Después, paso a la próxima escena, (sonríe) Así
se comprimen 500 horas de análisis en una sola hora de
tratamiento. Esta es la terapia individual en lugar de o en
combinación con la sistémica. Es decir, se trata de dos vertientes
diferentes.
C. CONSTELACIONES FAMILIARES
Imágenes interiores que atan e imágenes interiores que
liberan (guiones)
Frecuentemente, en terapias nos damos cuenta de que una
persona vive de acuerdo con una imagen interior, que presenta
un cierto desarrollo, es decir, una historia. En análisis
transcripcional, estas historias se llaman guiones. Tales imágenes
tienen dos orígenes diferentes. Por una parte existen las imágenes
interiores en las que un niño reencuentra, en forma de argumento,
una experiencia traumática que hizo, por otra parte se hallan las
imágenes interiores que indican implicaciones sistémicas.
Cuando un niño hace una experiencia traumática, frecuentemente
la interioriza, organizando, a continuación, toda su realidad
alrededor de ella. Muchos cuentos y mitos describen este tipo de
patrones, entre ellos, Hansel y Gretel, La Caperucita Roja, El
dinero llovido del cielo, La Bella Durmiente, etc.
Así, por ejemplo, la Bella Durmiente duerme con la idea de que,
al despertarse al cabo de cien años, aún tendrá quince años. Esto
es ilusorio. La solución que ofrece el cuento anima a la niña a
seguir durmiendo. Si la Bella Durmiente se da cuenta de que
después ya no será joven, se despierta un poco antes.
En el cuento del Lobo y las Siete Cabritas, la madre dice:
«¡Guardaos del papá malvado!».
Los hombres que eligen esta historia, muchas veces provienen de
familias en las que la madre despreciaba al padre, y la abuela
paterna al abuelo.
La historia de Juan en la Prosperidad muchas veces significa que
un abuelo perdió su fortuna. En un caso así, se le puede pedir al
abuelo:
«Bendíceme si yo la conservo.»
La Caperucita Roja representa la seducción por un familiar
mayor. El pequeño Juan es feliz si, al volver a casa, la madre le
abre la puerta, ¿pero qué ocurre si es el padre quien abre?
Es curioso que todos los cuentos que conocemos contengan
imágenes de un desarrollo que atan, y que las soluciones que
presentan hacia su final sean siempre ilusorias, sirviendo, sobre
todo, para mantener el statu quo. Si el cuento o la historia
describe una vivencia que un niño pueda hacer antes de los siete
años, frecuentemente indica una experiencia personal y no un
proceso sistémico.
Ahora bien, también existen muchas historias que no tienen nada
que ver con experiencias de la infancia. Si, por ejemplo, la
imagen que acompaña a una persona es la de Otelo o de Ulises,
se trata de una descripción de una experiencia que un niño no
puede hacer. Existen muchas historias de este tipo, que describen
experiencias que sólo un adulto puede hacer. Quizás, un niño se
sienta fascinado por una historia así, sin saber por qué. En un
caso así, puede deducirse que esta historia se refiere a otra
persona que antes desempeñaba o tendría que haber desempeñado
un cierto papel en un sistema. Por regla general, se trata de una
persona con una suerte trágica, quizás excluida, o que en el
sistema hizo sitio para otra persona.
Así, la historia se convierte en imagen de una vida real que ya
antes tuvo importancia en el sistema. Al mismo tiempo, sirve de
guión que permite que algún miembro del sistema represente una
vez más a la persona excluida.
Independientemente de si se trata de imágenes basadas en
vivencias y sucesos traumáticos, o de imágenes con un fondo
sistémico, es posible buscar tales historias.
Un método para averiguar el guión y la historia sistémica
consiste en contar la siguiente historia:
Un hombre piensa que ya ha trabajado bastante y que realmente
podría permitirse algo bueno ahora. Así sale de su casa para
viajar a otra parte; allí pasea un tiempo por las calles de aquel
lugar, hasta llegar a una casa que en grandes letras pone:
«Teatro del Mundo». El hombre piensa: ¡Éste es el lugar
adecuado!, y se compra una entrada. Algo caro pero eso no me
importa ahora, se dice. Después entra, se sienta en la sala, se
apoya cómodamente y espera. Finalmente se apagan las luces y
la cortina se levanta —la representación comienza. Mientras la
sigue, se da cuenta: Esta obra la conozco de la literatura, no es
nada nuevo. Y, al seguir mirando, descubre que ésta es la pieza
que él mismo representa.
Pregunta: ¿Cómo se llama tu pieza?
Es una pieza que existe en la literatura, o bien en forma de cuento
o de película, de novela, de obra de teatro, quizás también como
biografía. Siempre que sale el nombre de la pieza, es una
sorpresa y, la mayoría de las veces, algo embarazoso.
¿Alguien de vosotros sabe su pieza?
Benno: Para mí es el asesinato de los niños inocentes por Herodes
(nota: Benno tenía un hermano minusválido que, en tiempos del
Tercer Reich, fue llevado a una residencia donde más tarde
murió).
Bert Hellinger: Pensando en su historia familiar, se ve
inmediatamente la relación sistémica. Muchas veces, en las
historias se describe la situación decisiva con absoluta claridad.
Sarah: Para mí es Fausto.
Bert Hellinger: Cuando una mujer tiene Fausto como historia,
siempre se trata de la Margarita. La pregunta es, ¿qué hombre
engañó a qué mujer y después la dejó?
Friedemann: Para mí es Ifigenia en Táuride, es decir, la figura
del rey.
Bert Hellinger (interrumpiendo): No, no, eso no puede hacerse
así. No se puede elegir algo de la historia. De esta manera, es
falso con seguridad. En Ifigenia, como historia, se trata de saber
qué hija fue sacrificada.
Vera: A mí se me ocurrió la Flauta Mágica.
Ilse: Daniel en la cueva de los leones.
Klaus: El cuento de Hermanito y Hermanita.
Eckhard: A mí se me ocurrió Ulises.
Bert Hellinger: ¡Ulises! ¿Sabes dónde acaba al final?
Eckhard: En Itaca.
Bert Hellinger: Sí, ¿y a quién encuentra allí?
Eckhard: A Penélope.
Bert Hellinger: ¿Y sabes quién es Penélope en realidad? —
Siempre es la madre.
Eckhard (riendo): Ahora empieza a ser embarazoso, (risas en el
grupo)
Bert Hellinger: ¿Quién en tu familia fue Ulises, el hombre que
iba errando por los mares?
Eckhard: Hacia fuera, no hubo nadie que iba errando.
Bert Hellinger: ¿Estás seguro? Si una historia así es correcta,
siempre hay que tomarla al pie de la letra. Una vez, en un curso
hubo una compañera a la que en broma le decían: «¡Irene, sirena!
¡Irene, sirena!». De repente, otro participante del curso, cuyo
guión era Ulises, se dio cuenta de algo: tenía una amiga cuyo
padre le había dejado un barco de vela. Con ese barco se fue a
África, dejando a la amiga en casa. Es decir, había imitado
literalmente la historia de Ulises, toda la historia con Nausicaa.
Así supimos que Penélope era la madre. Bien, Eckhard, ¿quién
fue Ulises? Cuando una persona dice que no, no hace falta
tomárselo en serio en seguida. Primeramente se espera.
Eckhard: El que más, quizás el segundo marido de mi madre.
Bert Hellinger: Sistémicamente no tiene importancia. De
momento, lo dejaré aquí. Quizás, en tu caso la historia no sea
realmente la acertada.
Según mi experiencia, más del cincuenta por ciento de los
problemas que aparecen en psicoterapias no son problemas
propios, en el sentido de estar basados en experiencias del cliente
mismo, sino repeticiones de suertes ajenas. Es posible hacer
visibles tales imágenes restrictivas, por ejemplo, configurando la
constelación de un sistema familiar.
La configuración de un sistema
Con su manera de hacer constelaciones familiares, Bert Hellinger
ha desarrollado un método de terapia grupal altamente eficaz,
que, de un modo admirablemente sencillo y comprimido, lleva a
la práctica terapéutica sus ideas acerca de los Órdenes del Amor,
así como su pensamiento y su filosofía terapéutica respecto a
problemas y soluciones sistémicos.
Como punto central se halla la representación de dos imágenes
concentradas de espacio y tiempo: por una parte, la imagen que
muestra el pasado hasta hoy, es decir, la imagen interior que ata,
y por otra parte, una imagen de solución, la imagen interior que
libera. La primera es la puesta en escena de la imagen
interiorizada del sistema del que la persona forma parte, es decir
un concentrado metafórico de toda la historia familiar y de todas
las historias individuales. En este contexto se parte de la base de
que el lugar sistémico que nosotros ocupamos en esta imagen en
relación a los demás miembros del sistema determina, de manera
decisiva, nuestros sentimientos y nuestro actuar. La segunda
imagen es una imagen de solución o de futuro del sistema, que
corresponde al orden del amor, confiriendo a cada miembro de la
red familiar el lugar bueno que le corresponde. Siempre que esta
imagen es interiorizada, dejando el tiempo y el espacio
suficientes para que pueda actuar, también desarrolla su
influencia curativa sobre los sentimientos y el actuar del
individuo, y sobre el sistema entero.
El procedimiento
El principio es simple. Un participante de un grupo,
posteriormente denominado protagonista, configura su imagen
interior de su familia actual o de origen, o quizás también el
sistema de un cliente, dependiendo de la situación de partida y
de la cuestión que desea aclarar. Entre los demás participantes
del grupo elige representantes para los miembros del sistema que
desea configurar; a continuación, guía a estas personas a sus
respectivos lugares, de acuerdo con su imagen interior. También
elige un representante para sí mismo. Después, los representant es
comunican sus sentimientos que surgen de los respectivos
lugares que ocupan. A continuación, el terapeuta del grupo
configura la imagen de solución en un proceso de interacción con
los participantes, es decir, teniendo en cuenta los comentarios y
reacciones de los representantes respecto a los nuevos lugares
que ocupan. Frecuentemente, este proceso requiere varios pasos
intermedios (que muchas veces también resultan importantes
desde el punto de vista terapéutico) para finalmente llegar a una
imagen de solución en la que todos tienen un lugar bueno,
también los antes excluidos.
Quien ha podido ver a Bert Hellinger trabajando de esta manera
en un grupo, se queda profundamente impresionado por la
rapidez con la que consigue crear un ambiente de respeto mut uo
y de vivo interés, lleno de confianza y de significado, ligero y
alegre a la vez. El grupo entero parece estar en sintonía, y aunque
sea la imagen interior de un miembro del grupo la que se
configura, los participantes se sumergen en la dinámica de aquel
sistema, creando, junto con el terapeuta del grupo, una solución
única en cada caso. Una imagen de solución de este tipo aún
puede actuar durante años en el interior de la persona afectada.
Antes de configurar un sistema, se pregunta quién forma parte d e
él y qué personas hicieron sitio o fueron excluidas (esto último
frecuentemente se averigua en el curso de la constelación).
También se pregunta por sucesos exteriores incisivos, por
ejemplo, muertes, suicidios, separaciones y divorcios,
accidentes, minusvalías. Sin embargo, no son importantes las
descripciones de caracteres o los juicios acerca de determinados
comportamientos. Estos tan sólo desvían la atención de lo
esencial.
Condiciones previas para configurar una constelación
Cuando alguien configura un sistema, sea el suyo propio o el de
un cliente, únicamente debe hacerlo con seriedad y si para él se
trata de un asunto serio, es decir, algo que requiere una solución.
Si se hiciera por pura curiosidad, no surtiría ningún efecto.
Algunos puntos a tener en cuenta
Bert Hellinger: Siempre que trabajamos con constelaciones,
éstas tocan algo muy profundo. Por eso, en el grupo necesitamos
un ambiente de interés atento. Al configurarse la constelación,
no deben hacerse comentarios: la persona que hace la
constelación no dice nada, y las personas elegidas como
representantes tampoco dicen nada mientras se esté configurando
la constelación. Demasiadas informaciones desvían la atención.
Procurad estar centrados, escuchando a vuestro interior, y
olvidaos de vuestras propias metas e intenciones. Simplemente
registrad los sentimientos que surgen de vuestra percepción
interior, que se dan cuando se os mueve y se os coloca en vuestro
lugar, y mirad también cómo estos sentimientos cambian en
cuanto las demás personas son colocadas en sus respectivos
lugares.
En todo ello lo importante es que no deduzcáis los sentimientos
de indicios exteriores, ni os distraigáis pensando en lo que, «por
buena lógica», habría que sentir o podría sentirse en ese lugar
concreto. Abandonaos simplemente y sentid vuestras reacciones
físicas —aunque en ese lugar concreto os sintáis de una manera
totalmente diferente de lo que esperabais— y comunicad
sencillamente y sin ningún tipo de crítica cómo os sentís y cómo
os encontráis allí. Muchas veces se perciben sentimientos que
dan miedo o que están prohibidos. Así, por ejemplo, uno puede
sentirse aliviado si otra persona se va o se muere, o es posible
que se sienta una fuerte atracción hacia una relación prohibida.
Si en un caso así no se comunican estas percepciones, se impide
que algo importante salga a la luz. Por tanto, es importante que
se exprese todo, sin censurar ni esconder nada.
(Al participante que configura la constelación): Configura tu
constelación siguiendo enteramente a tu intuición, viendo cómo
se relacionan las diferentes personas según tu imagen interior.
Toca a los representantes, cógelos del hombro y dirígelos, hasta
que sientas que están en el lugar que les corresponde. La imagen
interior se revela mientras se hace la constelación. Por tanto,
olvídate de todo lo que te hayas propuesto anteriormente.
Únicamente asignas un lugar, no indicas gestos, ni frases, ni
dónde deben mirar.
Olvidarse de lo personal
Pregunta: Al percibir sentimientos agradables o desagradables
en la constelación, tino entra en juego también la persona que
ocupa ese lugar concreto?
Bert Hellinger: Esta es una pregunta fundamental. Si trabajas con
esta hipótesis, ya no puedes hacer constelaciones, todo serían
confusiones. Si alguien piensa así, ya se desvía de la percepción
que surge de esa posición. Tienes que partir de la base de que, si
te abandonas, realmente sientes lo que pertenece a aquellas
personas, y no algo personal. Ya que los participantes, en la
constelación, se abandonan a un destino ajeno y sienten como
personas ajenas. Desde luego es posible que aquello que allí
ocurre dé un impulso o suscite recuerdos. Poniéndotelos como
algo personal, sin embargo, te vuelves loco, te enajenas.
Por tanto, por una parte es de suma importancia que la person a
se entregue al proceso; por otra parte, sin embargo, tiene que
estar consciente de que se trata de sentimientos ajenos y que no
debería referirlos a sí mismo. Una vez acabada la constelación,
tiene que salir otra vez y volver a su propio papel.
Es parecido a la experiencia de un actor que tiene un papel
intenso: los sentimientos de Otelo, por ejemplo, pueden tocar los
sentimientos personales del actor, pero éste se volvería loco si
intentara enfrentarse a sus asuntos personales mientras estuviera
identificado con aquel personaje.
Los sentimientos que tengo en mi familia están determinados
sistémicamente. Los sentimientos que tengo como representante
en una constelación familiar están sistémicamente condicionados
por aquel sistema. En ambos casos, el sentimiento depende del
sistema en el que me encuentro, es decir, los sentimientos son
diferentes porque se trata de sistemas diferentes. Sin embargo,
siempre es mejor quedarse con su propio sistema.
Participando como representante en diferentes constelaciones se
ve cómo los sentimientos varían constantemente. Sin embargo,
dan alguna idea de si la persona se encuentra en el lugar correcto,
o no.
Si el terapeuta no está seguro de si realmente se comunican los
sentimientos que corresponden a un lugar determinado, puede
hacer que otro miembro del grupo ocupe ese lugar para
preguntarle lo que allí siente. En la gran mayoría de los casos se
confirma el sentimiento del primer representante y, con ello, la
premisa de que el lugar sistémico determina los sentimientos.
Observando el proceso desde fuera, muchas veces no es posible
predecir cuáles serán las reacciones de los diferentes
participantes. Pequeñas variaciones de posición a veces provocan
un cambio asombroso de sentimientos.
Pregunta: A veces sí que tuve la impresión de que la elección fue
la idónea, y que también había correspondencias.
Bert Hellinger: Los que eligen no desconectan su inconsciente;
por tanto, sí que existe una cierta relación. Pero cualquier
persona puede representar a cualquier otra, siempre que esté
dispuesta y se abra. Por tanto, no hay que sobrevalorarlo. Sin
embargo, se dan casos de personas que una y otra vez son
elegidas para un mismo papel, por ejemplo de alguien que se
suicidó. Este hecho es un indicio para el terapeuta de que en el
sistema de esa persona existe algo que la pone en peligro. En un
caso así, el terapeuta no debe permitir que alguien sea elegido
con demasiada frecuencia para el mismo papel abrumador.
Pregunta: Durante la constelación, mis manos se volvieron
terriblemente frías, y me pregunté si eso tenía algo que ver con
mis nervios o si era debido al lugar que ocupaba.
Bert Hellinger: No, eso hubiera sido una información importante.
Tienes que tener en cuenta que en ese momento estás enajenado
de tu sistema y que sientes como otra persona. Por tanto, no debes
referir a ti lo que sientes en esa situación. Tampoco debes decir:
«¡Ajá!, esto me indica que a mí me pasa algo así.» Hay que
hacerlo con mucha disciplina.
Albert (refiriéndose a otra constelación): Si los veo así
enfrentados, padres e hijos ...
Bert Hellinger (interrumpe): Esta es una interpretación. Deduces
de la constelación que hay un enfrentamiento, sólo porque los ves
unos enfrente de otros. Eso no es lícito.
Albert: Pero así lo sentía.
Bert Hellinger: No, no lo sentías así, lo interpretaste así. Para
sentirlo, tendrías que haber estado en ese lugar. Los que
realmente estaban allá no lo vivieron así, ninguno de ellos
expresó nada parecido. Éste es uno de los principios más
importantes para el trabajo con constelaciones: hay que resistir a
la tentación de deducir de la constelación aquello que los demás,
o uno mismo, deberían sentir.
Lars: ¿Quiere decir que tendría que ponerme en el lugar del
cliente para comprenderlo?
Bert Hellinger: No, no quiere decir eso. También puedes ponerte
en su lugar interiormente. Lo importante es sentir con la atención
libre, sumergirse y volver a salir. Si uno se embarca de esta
manera en un proceso, de repente siente lo que ocurre; sobre
todo, intuye la solución. A través de la empatía encuentro la
solución. Es otro tipo de atención que si pregunto: «Qué es lo que
no va con él?»; pensando así, ya no es posible la empatía.
Trabajar con un mínimo de recursos
Frecuentemente, la persona que configura la constelación intenta
dar más informaciones de las necesarias. Actuando así, interfiere
en la percepción inmediata de los demás, llevándolos por
caminos laterales. Lo importante ya lo dicen los representantes,
y sus palabras tienen otra fuerza y otro impacto si hubo pocas
informaciones previas.
Basta con que haya una persona demás en una constelación para
reducir la fuerza de la imagen. Por tanto, el terapeuta, de manera
activa, debe procurar que únicamente se introduzcan las personas
necesarias para la solución.
Algunas personas ponen un cebo, diciendo: «Mi abuela vivía
cerca de nosotros», o: «Mi madrina fue muy importante para mí,
también quiero ponerla». El hecho de vivir en la familia, sin
embargo, no tiene nada que ver con el sistema; no quiere decir
que esa persona pertenezca al sistema o que tenga alguna
importancia para la constelación. Yo trabajo con los requisitos
mínimos — no más de lo estrictamente necesario. Siempre puede
ampliarse el marco. Si se ponen demasiadas personas, sin
embargo, hay que reducir otra vez. Es decir, si veo que un
representante no tiene ningún efecto sobre los demás, vuelvo a
sacarlo de la constelación. Al incluir demasiadas personas, se
crea una imagen confusa.
La constelación estándar según el orden de origen
Al configurar una imagen de solución, existe una jerarquía a
respetar. Un sistema encuentra el orden si la jerarquía es la
correcta. Siempre pueden darse divergencias; por regla general,
sin embargo, éste es el principio de orden interno:
1. El que estuvo primero, ocupa el primer lugar.
2. Las personas se colocan en el sentido de las agujas del reloj,
según el orden de prioridad (es decir, primero los padres, después
los hijos, etc.).
3. Respecto a la relación de pareja, a través de la cual el hombre
y la mujer entran en un sistema al mismo tiempo, normalmente
es el hombre quien viene primero, y después, a su derecha, la
mujer.
4. En la constelación de solución, normalmente siguen los hijos,
por orden de edades y también en el sentido de las agujas del
reloj. Muchas veces, sin embargo, la constelación resulta más
relajada si los hijos se encuentran enfrente de los padres en vez
de formar un semicírculo con ellos. (Algunas familias incluso me
confirmaron que a la hora de comer había paz en la mesa si todos
se sentaban según este orden.)
5. El lugar de los hijos nacidos muertos se encuentra en la fila de
los hermanos, de acuerdo con el orden de nacimiento. Los hijos
abortados —siempre que parezca propicio trabajar con ellos— se
colocan delante de los padres, sentados y apoyados en ellos. Los
hijos abortados no se cuentan con los demás hijos; es decir,
afectan a los padres, pero no a sus hermanos.
Pregunta: Dijiste que el orden natural de la familia se mueve en
el sentido de las agujas del reloj; ¿qué ocurre si hay más de un
matrimonio?
Bert Hellinger: También en este caso, el orden es en el sentido
de las agujas del reloj: la primera familia, después, la segunda, y
después, la tercera. Pongamos por ejemplo el caso de un hombre
casado por tercera vez: la constelación final de su sistema
comenzaría con su primera mujer; a su izquierda, los hij os que
juntos tuvieron; después, la segunda mujer, también con sus hijos
a su izquierda; después, él y, finalmente, la tercera mujer con los
hijos que con ella tuvo, a su izquierda. Pero no pienses que
siempre tiene que ser así. A veces, el orden difiere, pero la
constelación final muchas veces será una variante de esta forma
básica.
Pregunta: Aún no entiendo cuándo el hombre ocupa el primer
lugar y cuándo es la mujer.
Bert Hellinger: Por regla general, primero viene el hombre y
después la mujer, lo cual no pone en cuestión su igualdad de
derechos. Esta posición únicamente se refiere a la diferencia de
funciones: normalmente, la persona responsable de la seguridad
de una familia, es decir, de crear y de mantener el espacio en el
que la familia pueda desarrollarse, ocupa el primer lugar. Por otra
parte, también es esa persona la primera en dar la cara por los
demás.
Ahora bien, si un hombre tiene una minusvalía o una enfermedad
grave, siendo la mujer la responsable de garantizar la seguridad
de la familia, ella normalmente ocupa el primer lugar. Fuera de
estos casos, la mujer muchas veces se siente abandonada o no
apoyada si se encuentra en el primer lugar, a la derecha del
hombre.
También existen otras constelaciones en las que la mujer pasa a
un primer lugar; por ejemplo, si en su familia de origen hubo
sucesos importantes. Tal suerte le da más importancia. Hay que
probar y deducirlo de la constelación, ya que es imposible decidir
el orden adecuado de antemano.
Si el hombre se encuentra a la izquierda de la mujer sin que haya
ocurrido nada grave en su familia de origen, esa posición
significa que se evade de la familia, que asume poca
responsabilidad, o que no se le toma en serio y se le permite hacer
lo que le da la gana. En cuanto se encuentra a la derecha, se siente
responsable de la familia. Éste es el efecto de las posiciones.
La imagen liberadora resulta de la interacción
Una vez configurada la constelación inicial, el trabajo sigue con
varios pasos intermedios, probando y cambiando posiciones, en
un proceso de interacción entre los participantes y bajo la
dirección del terapeuta del grupo. De esta manera se desarrolla
la constelación final, la imagen curativa. Así, por ejemplo, una
hija, antes de llegar a su lugar definitivo en la fila de hermanos,
primero puede ser llevada al lado de su madre que hasta ese
momento rechazaba. O quizás su representante en la constelación
tenga que tomar a la madre, inclinándose con reverencia ante
ella, en representación de la hija. Se integran tanto los excluidos,
como otras personas con una suerte especial (por ejemplo, los
padres de los padres, que murieron pronto). El coordinador del
grupo interiormente siempre se alía con los excluidos. A veces,
sin embargo, faltan informaciones importantes, por lo que el
proceso se hace difícil o incluso imposible.
Lo más importante y decisivo es percibir con suma atención los
comentarios de los representantes y dejarse guiar por ellos. En
caso de duda, el terapeuta se fía más de su propia percepción,
sobre todo si el comportamiento no-verbal de los representantes
contradice de sus comentarios. Durante toda esta fase, la persona
que configuró el sistema tan sólo observa, dando informaciones
adicionales si se le piden. Una vez encontrada la imagen de
solución, se le pide que ocupe su lugar en la constelación.
El terapeuta busca la solución sobre todo para la persona que
hace la constelación. No obstante, intuyo con bastante seguridad
que tanto la constelación inicial como la constelación final son
idénticas para todos los miembros de una familia. Quizás, en el
transcurso de una constelación se daría otro paso intermedio para
un chico que para una chica, por ejemplo, integrando a personas
diferentes, pero el resultado final sería el mismo.
El efecto de la imagen de solución
En cuanto la persona ha visto su solución, no tiene que hacer más
que interiorizarla y simplemente seguir viviendo. Tiene que dejar
que el tiempo pase. Es como un proceso de curación que se
desarrolla lentamente y, en un momento dado, llega a su fin.
Nadie más en su sistema tiene que cambiar. Tampoco tiene que
decirle a nadie que debería ocupar otro lugar. Todo el cambio se
da tan sólo por la imagen interiorizada. En algunas ocasiones
puede resultar conveniente contarles el desarrollo de la
constelación a los demás miembros de la familia, pero sin ningún
comentario: así fue y éste fue el efecto.
Si los padres ponen en orden su sistema interior, este hecho
repercute inmediatamente en los hijos, aunque no les digan nada.
Lo que actúa es el orden y la valoración en el alma. Una
característica de una buena solución es que cada miembro de un
sistema tenga su lugar bueno. Si aún se le debe algo a una
persona, naturalmente hay que arreglarlo.
Para algunos es conveniente hacer un dibujo de la imagen de
solución, dado que los detalles muchas veces se olvidan.
Aún contaré un ejemplo del efecto de las imágenes:
Un día estuve invitado a comer en casa de una terapeuta. Con ella
vivía una sobrina, de unos veinte años, que había sido echada de
casa. Había cometido muchos intentos de suicidio, cayendo
incluso en la drogadicción antes de recuperarse con su tía.
Finalmente había aprendido una profesión, convirtiéndose en una
chica aceptable. Mientras estábamos comiendo, la terapeuta me
contó que, unos meses antes, la sobrina había hecho un viaje a
Guatemala. Allí le prestaron una moto y la destrozó; después,
simplemente la dejó tirada en alguna parte y volvió a casa.
Me quedé pensando y finalmente le dije:
—Tiene que pagar la moto; si no, su cambio peligra.
Después de comer, la terapeuta tuvo que marchar a Stuttgart, sin
antes ver a su sobrina. Esa misma noche, la sobrina la llamó por
teléfono, diciendo:
—Pagaré la moto.
Este es el efecto de las imágenes interiores, y el efecto del no -
actuar: lo bueno en la imagen actúa. Una vez llegado a la
comprensión, aún tengo que reunir nuevas fuerzas para la
realización, y nuevamente tiene que darse el momento idóneo —
después, todo es fácil.
Cuando la imagen es acertada
Hace pocos meses, vino una pareja joven y dinámica, de unos
treinta años, que ya tenían tres hijos y el cuarto estaba en camino.
Su hija de tres años tenía diabetes. Configuramos su sistema, y
en la constelación, la hija pequeña se mostraba muy intranquila,
sin poder encontrar ningún lugar.
A continuación, introdujimos tanto a la madre como a la abuela
de la madre, ambas de mala reputación y rechazadas por la mujer.
En cuanto apareció la abuela, la niña se calmó por completo, y
cuando la pusimos detrás de la niña, ésta quedó feliz. Esa misma
noche, poco después de hacer la constelación, los padres
llamaron a casa y la niña habló con ellos como nunca lo había
hecho. La pareja quedó pasmada.
El mes pasado vino un hermano del marido y le pregunté qué
había sido de la diabetes cuando los padres volvieron a casa. Me
contó que durante tres días no tuvieron que poner ninguna
inyección, después volvió. Es decir, la solución no se realizó del
todo, pero de todos modos, el efecto se produjo únicamente a
través del orden de las imágenes interiores, los padres no dijeron
nada.
Acabar a tiempo
Si al cabo de un cierto tiempo —normalmente se nota en la
inquietud o la falta de atención en el grupo de observadores— no
se ha encontrado ninguna solución definitiva, lo mejor es acabar
la constelación. En un caso así, frecuentemente faltan
informaciones importantes, pero de todos modos, la constelación
ya habrá dado bastantes indicios. Mi principio es: más vale
acabar un poco antes.
La interrupción como intervención difícil y eficaz
Adrián, un participante de un seminario, que confrontaba el
hecho de que su mujer quería abortar, configuró la constelación
de su familia. Al hacerlo, parecía interiormente distante,
colocando a los representantes uno al lado del otro, sin cuidado.
Al ver que su comportamiento no cambiaba incluso tras intentar
ayudarle, Bert Hellinger dice: No lo encaras. (Y tras haberse
sentado los participantes.) A una constelación familiar de esta
índole únicamente puedes acercarte con temor y temblando, y
con respeto. En un caso así, no se puede hacer ver que no pasa
nada, ni puedes ir probando.
Para explicarlo, contaré una pequeña historia:
Hace dos años, nos visitó un amigo y nos contó que su hijo
mayor, que trabajaba de aprendiz en una carpintería, había
sufrido una herida grave en una pierna. Estaba en el hospital, pero
no le quedarían secuelas duraderas.
Al visitarlo su padre, el hijo lo miró, diciendo:
—Ya no sentía respeto ante la máquina.
(A Adrián) Lo que dije lo percibí. No quiero insinuar nada. Lo
que hacía falta aún no estaba, y no puedes forzarlo. Eso no
depende de la buena voluntad. ¿Podemos dejarlo ahí de
momento?
Siempre depende de cómo una persona configure su constelación
y cómo comience, si es confuso o si es claro. Se ve hasta qué
punto la persona se compromete y está centrada. El que lo hace
centrado, lo hace lentamente; continuamente va sopesando: ¿es
así o no es así? Cuando una persona quiere comprobar si la
constelación realmente corresponde a su imagen interior,
frecuentemente le ayuda dar una vuelta alrededor del sistema
configurado.
Aún existe otro criterio simple para saber si una persona hace la
constelación con seriedad o no. El que trabaja con seriedad, coge
a los representantes de la mano, o los toca, moviéndolos y
acompañándolos hasta que hayan llegado a su lugar. Si no lo hace
correctamente, se convierte en la prueba más dura para el
terapeuta. Ante los ojos de todo el mundo se le examina de la
manera más sutil para ver si domina la situación o no. Si no se
da cuenta, ya puede dimitir. Cuando una persona configura una
constelación y yo me doy cuenta de que lo hace siguiendo a una
idea preconcebida, o de que hay algo que no va, y, en
consecuencia, le digo que no quiero seguir, esta intervención es
la más difícil y una de las más eficaces en psicoterapia sistémica.
Lo mismo ocurre si le pido a alguien que configure su sistema y
éste me pregunta: «¿Tal como era antes, o como es ahora?» — ya
no puede hacer la constelación. Cuando una persona configura su
sistema, deja plasmada su imagen interiorizada de su sistema. En
cuanto pregunta: «¿Tal como es ahora?», ya no está centrado en
su imagen interior, la constelación sale de la cabeza y ya no sirve
de nada. Tampoco es bueno imaginarse la constelación antes de
configurarla.
Terapia familiar, escultura familiar, constelación familiar
Pregunta: Tales constelaciones, ¿también pueden hacerse con las
familias mismas?
Bert Hellinger: No tengo ninguna experiencia al respecto, pero
instintivamente estoy en contra. Para mí, la cuestión es si
realmente se debe hacer terapia con toda la familia. También en
este caso estoy en contra. Si toda la familia aparece ante el
terapeuta, los hijos pierden el respeto ante los padres, lo cual es
un precio muy alto. Terapia familiar se hace con los padres. Los
terapeutas trabajan con los padres, y los padres trabajan con los
hijos. De las conversaciones, los hijos no tienen por qué saber
nada.
Para hacer visible una constelación no se necesita toda una
familia. Según mi experiencia, el impacto es mayor si la familia
es representada por otros miembros del grupo. Si los miembros
de una familia hacen la constelación con sus propios familiares,
se corre el peligro de que las relaciones actuales más bien
interfieran, de manera que la persona no puede partir de sus
imágenes interiores. No lo he hecho nunca con una familia, ni
tampoco lo haría. Si acaso, podrían estar presentes, observando
como otros lo hacen. Pero eso tampoco lo he hecho todavía.
Aquéllos que configuran la constelación de su sistema en un
grupo, a continuación llevan las imágenes a su familia. Estas
imágenes actúan y, de repente, se da una solución. Esta es una
solución elegante en la que nadie se da cuenta de que hubo un
terapeuta en medio. Toda la dignidad y la responsabilidad
permanece en la familia.
Aún quisiera introducir otra distinción más. Lo que aquí hacemos
no son esculturas familiares, sino constelaciones. (En este
contexto, Bert Hellinger entiende bajo «esculturas familiares»
aquellas constelaciones en las que a los representantes se les
indican la dirección en que mirar, así como determinadas
posturas y gestos.) A través de la escultura, desde fuera limito a
las personas que elijo para la constelación, sin dejar lugar para la
sensibilidad de cada uno. En cambio, únicamente colocando al
representante en su lugar, él mismo, por un impulso interior, gira
la cabeza hacia donde él quiere. Si yo le giro la cabeza o le digo
a quién debe mirar, ya no puede hacerlo partiendo de su propio
sentimiento que le nace en ese lugar. Por tanto, determino al
representante en sus sentimientos; también los gestos y poses
impuestos tan sólo desvían la atención. Cuando la persona se
encuentra en su lugar sin recibir más instrucciones, también
pueden desarrollarse sus síntomas, por ejemplo, que empiecen a
flaquearle las piernas.
Constelaciones de otros sistemas relaciónales
A veces también se incluyen en las constelaciones instituciones,
la empresa, la profesión u otros ámbitos de gran peso.
En un seminario, Bert Hellinger le pide a un participante que una
y otra vez tiene la sensación de llevar un peso, que haga la
constelación con él mismo, el psicoanálisis, lo ligero, lo médico
y lo espiritual. A continuación, sitúa a los cinco de manera que
todos tengan un buen lugar.
En el caso de una persona con dos patrias, proviniendo sus padres
de diferentes países, o un cliente con dos profesiones, Bert
Hellinger le pide que incluya a ambas en la constelación para que
ambas sean reconocidas y lleguen a un buen equilibrio.
Cursos con parejas
Siempre que trabajo con parejas, primeramente dejo que uno de
ellos configure la constelación de su sistema actual, e
inmediatamente después el otro, con las mismas personas. Es
decir, los representantes permanecen de pie y únicamente se les
cambia de posición. Si en un caso así se nota que uno de los
cónyuges se resiste a configurar realmente la constelación, les
pregunto a los representantes qué sentían en una posición y en la
otra.
Desde el punto de vista sistémico, la situación es la siguiente:
Cuando una mujer se casa con un hombre, éste la percibe con su
sistema, es decir, según la imagen interior que la mujer tiene de
su sistema. Lo mismo ocurre a la inversa. Ahora bien, si ambos
cónyuges configuran sus constelaciones, ambos tienen también
la posibilidad de ver en qué puntos percibían de manera diferente
al otro. Por tanto, si esta imagen se corrige, la percepción del
cónyuge se vuelve más real. Todo esto repercute de manera muy
positiva y liberadora sobre la relación.
Patrones repetitivos en constelaciones
Aquellos lectores que personalmente ya trabajan con
constelaciones, o tienen la intención de hacerlo, seguramente
estarán interesados en saber si determinadas constelaciones
sistémicas que aparecen repetidas veces podrían servir de
indicios para determinadas dinámicas, y si para determinados
problemas existen determinadas imágenes probadas de solución.
Según mis observaciones (del editor), éste parece ser el caso. Sin
embargo, dado el actual estado de las experiencias en el trabajo
con constelaciones, más bien se trata de suposiciones e hipótesis
que, si se comunicaran, fácilmente se convertirían en
conclusiones definitivas, impidiendo una mirada inmediata. Se
recomienda partir de la idea de que cada constelación es única e
inconfundible, y que también la imagen de solución en cada caso
debe encontrarse a través de un proceso de interacción
delicadamente adaptado a la situación concreta.
Por este motivo, tan sólo citaremos unos cuantos ejemplos no
clasificados; y también los «puntos a tener en cuent a en
constelaciones», presentados en el capítulo siguiente, deben
interpretarse más bien como posibles informaciones adicionales.
Cuando un hijo está parentificado, es decir, en la familia cumple
funciones paternales para los padres, o se encuentra en un papel
de padre para los padres, frecuentemente se siente intranquilo en
la constelación y sin poder encontrar su lugar.
Bert Hellinger: En un caso así, busco a uno de los padres de los
padres, a alguien que fue excluido o que murió tempranamente,
para introducirlo en el sistema. En cuanto esta persona está
presente, el hijo se calma.
Pregunta: En una constelación, ¿es importante que una persona
sea del mismo sexo que la persona que representa?
Bert Hellinger: Por regla general, sí. Tan sólo en un caso extremo
se cogerá a alguien del otro sexo. Algunas veces, cuando faltan
representantes, me pongo yo mismo en la constelación. Es decir,
se hace lo mejor de las circunstancias dadas.
Para terminar, aún quisiera decir algo respecto a las
constelaciones, para que no haya confusiones. Estas
constelaciones son imágenes, estaciones en un camino. Hay que
tomarlas como una semilla que después sigue desarrollándose. El
sacar conclusiones demasiado concretas de una constelación
puede inducir a errores.
Un ejemplo:
Una vez trabajé la constelación de un cliente. El hombre ya no se
entendía con su mujer. En ese caso, la imagen era que se
separaban y que los hijos se quedaban con él. Al volver a casa,
le dijo a su mujer: —Bert me dijo que teníamos que separarnos y
que los niños tenían que ir conmigo.
Eso es un abuso, un grave abuso de un ejercicio. Fue injusto
frente a la mujer, e injusto con el ejercicio. Es como si, al salir el
sol, me dijera: «Ahora haré algo con la luz.»
Se deja que la luz actúe en el interior de uno mismo; ella sigue
actuando y, de repente, algo cambia. Así, quizás, se vislumbra
una nueva posibilidad.
LA HISTORIA DE UNO QUE QUERÍA SABERLO TODO
A un hombre se le había muerto la mujer, dejándolo solo con
muchos hijos y sin saber cómo salir adelante. No tenía trabajo,
ni podía darles de comer.
Así, pues, un amigo le contó que en las montañas vivía un
ermitaño que conocía el secreto de cómo convertir las piedras
en oro. Quizás, éste podía ayudarle.
Al oírlo, el hombre dijo:
—Sí, iré a verlo.
Así, se puso en camino, lo encontró y le preguntó:
—¿Es cierto que sabes cómo convertir las piedras en oro?
El otro contestó:
—Sí, lo sé.
—¿Y me dirías el secreto?
—Sí que te lo diré. No tienes que hacer más que, con la próxima
luna llena, irte al segundo valle de aquí. Una hora antes de
medianoche buscarás cinco piedras grandes y las pondrás sobre
unas ramas de abeto. Después, cogerás estas cinco hierbas —
desgraciadamente ya no recuerdo sus nombres—, las esparcirás
encima de ellas y encenderás el fuego: a medianoche, las piedras
se habrán convertido en oro.
El hombre se alegró y se puso en camino. Pero tras haber
caminado un rato, pensó: 'Eso no puede ser todo. Seguramente
se habrá guardado algo importante'.
Así, pues, volvió y dijo:
—Estuve pensando en lo que me dijiste; pero no puede ser todo.
Seguro que te guardas algo.
—Sí—dijo el otro—, es cierto; durante la hora que el fuego arda,
de ninguna manera debes pensar en un oso blanco.
D. RESUMEN: PUNTOS A TENER EN CUENTA EN
CONSTELACIONES FAMILIARES
¿En qué centra su atención el protagonista?
— únicamente configurar la constelación si se trata de una
cuestión seria y él mismo se lo toma en serio (¡la curiosidad no
es suficiente!);
— tras haber elegido los participantes, volver a decir quién
representa a quién;
— prescindir de referir características de las personas;
únicamente dar las informaciones estrictamente necesarias;
— centrarse en la imagen interiorizada del sistema (ésta se revela
durante el proceso de la configuración; preguntas como: «¿Qué
época debería representar la imagen?», perturban la imagen
interior);
— tocar a cada representante y llevarlo a su lugar;
— tan sólo llevar a los representantes a sus respectivos lugares,
pero no crear ninguna escultura;
— una vez configurada la constelación, repetir quién de los
participantes representa a quién.
¿En qué centran su atención los participantes?
— centrarse en el sentimiento interior inmediato, expresarlo y
decirlo;
— librarse de cualquier censura de los sentimientos si estos no
concuerdan con la propia escala de valores;
— no tener ninguna intención más que percibir el proceso interior
y comunicarlo.
¿En qué centra su atención el coordinador del grupo?
— busca la solución;
— se fija en si algún miembro del sistema está excluido,
poniéndolo en juego si así fuera;
— toma partido por los excluidos;
— evita la solución apresurada;
— se fía más de su propia percepción que de los comentarios de
los participantes;
— interrumpe en cuanto se ve que la intención del protagonista
no es seria; si el protagonista no toca a cada representante y lo
lleva a su lugar; si faltan informaciones importantes; si no ve
ninguna solución;
— no permite que se introduzcan en la constelación más personas
de las estrictamente necesarias (es preferible añadir
posteriormente las personas que falten que comenzar con
representantes superfluos para la solución);
— procura que el grupo permanezca serio y centrado.
Advertencias para la configuración de constelaciones
— El que estuvo primero tiene prioridad ante el que llega
después. En una constelación hay que tener en cuenta la
jerarquía: ésta sigue al sentido de las agujas del reloj; es decir, el
segundo se encuentra a la izquierda el primero, etc. Ambos
padres tienen el mismo rango. Por tanto, hay que probar para
saber quién ocupa realmente el primer lugar. Por regla general,
éste es el marido.
— Tratándose de sistemas, el sistema posterior tiene prioridad
respecto al anterior. Por tanto, la familia actual tiene prioridad
respecto a la de origen; y el segundo matrimonio, respecto al
primero. Si uno de los padres, durante su matrimonio, tiene un
hijo con otra persona, la relación con esta persona tiene prioridad
respecto a la anterior.
— Si una mujer elige a una mujer para representar a su hijo,
significa que éste es homosexual o está en peligro de convertirse
en homosexual.
— Si uno de los representantes quiere salir de la puerta o sale de
la puerta, significa que la persona representada está en peligro de
suicidio.
— Si los hijos se encuentran entre los padres, significa que el
matrimonio está divorciado (frecuentemente se trata de una
constelación de solución).
— Si hubo un amante anterior, en la constelación final el marido
debe encontrarse entre aquél y la mujer. (Análogamente se
procede en el caso de la mujer y una amante anterior del marido.)
— Si en una constelación todos los participantes miran en una
misma dirección, significa que delante de ellos se encuentra una
persona olvidada o excluida.
4. ÁMBITOS ESPECIALES DE LA TERAPIA
A. DIFERENCIAR LOS SENTIMIENTOS
Quisiera decir algo acerca de cómo discernir los diferentes
sentimientos. Principalmente se distingue: ¿Se trata de
sentimientos que llevan a la acción o se trata de sentimientos que
absorben la energía para la acción y, en consecuencia, la desvían?
Los sentimientos que llevan a la acción son aquéllos que dan
fuerza, los sentimientos que debilitan son aquéllos que impiden
la acción, justifican la inactividad o sustituyen el actuar. Los
sentimientos que llevan a la acción son sentimientos primarios-,
los sentimientos que llevan a la duda, convirtiéndose en un
estorbo para la acción, son sentimientos secundarios. La misma
distinción también puede tomarse respecto al saber o respecto a
una información: esta información, ¿lleva a la solución o impide
la solución? Y el saber, ¿sustituye la acción?
Los terapeutas tienen que ver si un sentimiento lleva hacia una
solución o si sirve de excusa para no actuar.
Los sentimientos que llevan a la acción son sentimientos
primarios y, por tanto, muy simples. No requieren explicaciones
largas, son sentimientos sin dramas. Por esta razón, también se
caracterizan por una cierta tranquilidad, a no ser que se trate de
algo realmente dramático; en un caso así, también los
sentimientos son dramáticos, correspondiendo a la situación, por
ejemplo, en caso de un ataque de asfixia.
En la mayoría de los sentimientos exteriorizados se trata de
sentimientos secundarios que sustituyen la acción. Dado que
pretenden convencer al otro de que uno mismo no puede actuar,
tienen que ser exagerados y dramatizados. La persona que tiene
estos sentimientos se siente débil, y también las demás personas
presentes se sienten débiles y llamadas a hacer algo. Al mismo
tiempo, sin embargo, se dan cuenta de que no hay nada que pueda
ayudar realmente.
En los sentimientos primarios, los demás presentes sienten
empatía, notándose libres al mismo tiempo, dado que la persona
que muestra tales sentimientos es fuerte. Es una diferenciación
muy fácil. Aquél que tiene sentimientos secundarios tiene que
apartar la realidad, porque únicamente puede mantener el
sentimiento mediante imágenes interiores. Una persona así, por
regla general, cierra los ojos y se retira. En un caso así, como
terapeuta le digo: «¡Abre los ojos, mírame a mí!» Si aquella
persona, al mirarme y tener los ojos abiertos, puede permane cer
en ese sentimiento, se trata de un sentimiento primario. Si, en
cambio, la persona sale de ese sentimiento, se trataba de un
sentimiento secundario. Dado que los sentimientos primarios
persiguen un objetivo claro, son de poca duración y alcanzan su
meta en seguida, sin rodeos. Los sentimientos secundarios, en
cambio, duran mucho tiempo, dado que pretenden mantener la
situación del no-actuar. Asimismo, este tipo de sentimientos
empeora al ser expresados. Por esta razón, las terapias en las que
tales sentimientos se «cuidan» duran tanto. Estos sentimientos
secundarios también tienen la calidad de «bonito»; son
dramáticos y emocionantes, pero al mismo tiempo debilitan y son
falsos. Lo indicado para el terapeuta es no hacer nada e intercalar
algo, por ejemplo, haciendo una broma. Las explicaciones
frecuentemente persiguen un objetivo similar: sirven para desviar
la atención, intentando disuadir a otros de su percepción.
Quisiera aportar un ejemplo, en este caso, refiriéndose a la
aflicción primaria y a la secundaria. Una aflicción primaria puede
ser, por ejemplo, un dolor muy intenso por una separación. Si la
persona se abandona a este dolor, la aflicción pasa rápido,
dejando a la persona liberada y con la posibilidad de comenzar
de nuevo. La aflicción secundaria se muestra, por ejemplo, como
autocompasión. Este sentimiento incluso puede durar toda una
vida. Este tipo de dolor no crea ninguna separación, únicamente
sustituye la aflicción primaria.
También la venganza es un sentimiento secundario. Muchas
veces se trata de la reacción a un movimiento interrumpido hacia
uno de los padres. (Los reproches siempre sustituyen el tomar.)
Sin embargo, también existe la posibilidad de que este
sentimiento sea adoptado de un sistema anterior.
También la cólera muchas veces sustituye otro acto en una
relación: el pedir. «Tendrías que haber visto que yo ...» — Tan
sólo hubiera tenido que pedirlo. Así, por ejemplo, un hombre
piensa que se merecería un aumento de su sueldo; se sienta en su
despacho, refunfuñando contra su jefe, en vez de ir a él y pedirle
una subida de su sueldo. Así se sustituye la acción. Muchas
veces, también el sufrimiento es un sentimiento secundario,
destinado a sustituir la acción.
La tercera categoría son los sentimientos sistémicamente
adoptados. Bajo la influencia de tales sentimientos, una persona
está fuera de sí, enajenada, sin que otros puedan hacer nada: está
en un sentimiento ajeno. Se percibe en seguida que la persona se
encuentra en otra situación totalmente distinta. La dinámica que
aquí desempeña un papel importante es la doble transferencia
(ver p. 174).
Aún existe una cuarta categoría de sentimientos que yo llamo los
meta-sentimientos. Estos sentimientos tienen otra cualidad
totalmente distinta: son sentimientos sin emoción. Son pur a
fuerza concentrada. Entre estos sentimientos cuentan, por
ejemplo, el valor, la humildad (como asentimiento al mundo tal
como es), la serenidad. También existe un meta-amor, un amor
superior. La meta-agresión para mí es el sentimiento de alguien
que hace daño a otro sin querer hacerle ningún mal, por ejemplo
un cirujano, o también un psicoterapeuta. La disciplina necesaria
para la acción estratégica es una meta-agresión. Sólo es posible
actuar estratégicamente teniendo una extrema disciplina interior,
lo cual pide mucha fuerza. También el arrepentimiento es un
meta-sentimiento. Con él, la persona está centrada y sabe lo que
corresponde; lo siente y sigue a lo que ve. Si alguien se desvía
de lo que para él corresponde, percibe algo que podría definirse
como otro tipo de conciencia, una meta-conciencia, o conciencia
espiritual, a diferencia de la conciencia orientada a la acción. Así,
si alguien es infiel a sí mismo, también tiene que ver con los
meta-sentimientos.
Además, existe la diferencia entre un guión al que alguien sigue,
y que expresa desde la dinámica concentrada de su sistema, que
actúa sobre él y en el que cumple ciertas tareas, y, por otra parte,
el cumplimiento del papel que a él mismo le corresponde en la
vida. Al llegar a ese punto, la persona va más allá del guión,
dejándolo atrás paulatinamente.
La coronación de todos los meta-sentimientos es la sabiduría.
Ella va unida al valor, a la humildad y a la fuerza. La sabiduría
es un sentimiento que permite distinguir lo que cuenta de lo que
no cuenta. Sabiduría no quiere decir que yo sepa algo, significa
que en una situación determinada veo lo que es posible y lo que
no lo es, y lo que tengo que hacer. La sabiduría siempre se refiere
a la acción. El actuar del sabio no es deducido, el sabio percibe
inmediatamente lo que corresponde. Por tanto, los sabios siempre
actúan de una manera distinta a lo que se esperaría.
Al surgir metasentimientos, estos se viven como obsequios. No
es posible alcanzarlos luchando, tienen la cualidad de una gracia.
Son el premio de la experiencia y del esfuerzo, como un fruto
maduro.
La plenitud de la vida implica sentir en todos los ámbitos, sobre
todo en nuestras relaciones. El meta-amor confiere fuerza y
seguridad a una relación; de él nacen la responsabilidad, la
habilidad y la fidelidad.
Distinguir entre la fuerza y la debilidad
Al observar el trabajo de Bert Hellinger, llama la atención que
principalmente parece centrarse en la siguiente pregunta: Lo que
dice y siente una persona, cómo se comporta, ¿la fortalece a ella
y a otros, o los debilita? Si llega a la conclusión de que se trata
de patrones que debilitan, los interrumpe, unas veces bromeando,
otras, con alguna explicación o enfrentando a la persona, quizás
también contando una pequeña historia, pero siempre
reaccionando muy pronto.
Un ejemplo:
Hannelore (con voz llorosa): Tengo un nudo en la garganta y me
sale un montón de cosas.
Bert Hellinger: ¡Resiste a la debilidad! ¡Mira de frente! — ¿Ves
mis ojos?
Hannelore: Sí.
Bert Hellinger: ¿De qué color son?
Hannelore: Oscuros.
Bert Hellinger (asombrado): ¿Oscuros? — (al grupo) ¿Visteis el
cambio?
Ahora hay otra vez más fuerza. Siempre que una persona se
entrega a sentimientos débiles, aparta una parte de la realidad, de
manera que no pueda ver ni oír bien. Todo lo que hace no lleva a
ninguna parte. Ahora bien, si una persona lo necesita, se le puede
decir que de vez en cuando lo siga disfrutando.
Martha: Aún estoy pensando en la distinción entre sentimientos
que fortalecen y sentimientos que debilitan; aún no la entiendo
del todo. No sé cómo puedo saber si con esas ganas de llorar que
tantas veces siento me debilito o no.
Bert Hellinger: La fuerza se muestra a través de una cierta
continencia de los afectos. ¿Sabes lo que significa continencia?
Martha: ¿Retenerse?
Bert Hellinger: Si uno no se hace pipí encima. Allí hay fuerza.
También aquí puedes ver muy bien si alguien se entrega a un
sentimiento que lo debilita, y también puedes ver cómo reacciono
yo para que esa persona vuelva a la fuerza. Los sentimientos que
debilitan tienen algo manipulativo: pretenden conseguir que el
otro haga algo para mí, sin que yo mismo tenga que actuar. Los
sentimientos débiles sirven para justificar el no-actuar y para
mantener el problema. Por este motivo, en la mayoría de los casos
no se puede hacer nada, ni tampoco se debe intervenir mientras
una persona se encuentre en un sentimiento así.
Angela: Aún tengo otra pregunta más. ¿También existe la
debilidad fuerte?
Bert Hellinger (después de quedarse pensativo unos instantes):
Sí, si se emplea estratégicamente.
Angela: Pregunto porque para mí la debilidad forma parte de la
vida. También es una parte ...
Bert Hellinger: No, lo que forma parte es la necesidad, lo cual es
otra cosa totalmente distinta. Es muy importante que
reconozcamos que estamos necesitados, y que en nuestras
relaciones mostremos que necesitamos a los demás, pero sin
utilizarlos. En una relación de pareja, ambos están necesitados, y
este hecho hace posible la relación. En cambio, si una persona ya
no tiene ninguna necesidad —éste es el caso de personas que han
alcanzado su plenitud y que rebosan, de manera que otros puedan
tomar de ellos sin necesidad de devolverles nada—, no se crea
ninguna relación, ya que ellos mismos no toman nada de los
demás. Tales personas se quedan solas. Tanto más humano, sin
embargo, es lo otro.
(En otra ocasión)
¿Sabes qué se hace con la necesidad? — Se le pide algo al otro,
algo muy concreto. Es decir, no se dice: «Por favor, quiéreme
más», sino: «Por favor, quédate media hora conmigo y
hablemos». Eso sería bastante concreto. Así, la otra persona sabe
que al cabo de media hora ha cumplido el deseo. En cambio,
diciendo: «¡Quédate siempre conmigo!», no puede cumplirlo y
se siente agobiado.
Edda: El corazón me late fuertemente y tengo las manos todo
sudadas. Me pregunto si en algún momento podré saciar mi
necesidad.
Bert Hellinger: Sí, tienes que diferenciarlo. Ésta es una
necesidad de alguien que ya no existe. La niña pequeña ya no
existe en este sentido, ni tampoco existe la persona a la que se
dirige esta necesidad. Por tanto, siempre que, de adulta, intentas
conseguirlo de otra persona, o lo intentas con tu madre y tu padre,
ya no funciona.
El método consiste en volver, de manera parecida a lo que hice
con Brigitte, hasta que vuelvas a ser la niña de aquel entonces; y
quizás mirar a la madre o al padre de aquel entonces, y acercarte
a él o a ella como niña de aquel entonces. Así, tú misma puedes
proteger a la niña, de manera que se sienta segura. Es decir, en
tu interior puedes disociar entre la niña necesitada y la mujer
adulta. La adulta apoya a la niña. Y siempre puedes buscarte
también la ayuda de un terapeuta. Así, la situación está clara y tú
no puedes ser humillada. A una persona adulta se le puede decir
que ya no es apropiado comportarse así; para una niña, sin
embargo, sí que corresponde.
Despedida y dolor
Hace un tiempo, hubo un participante de un grupo que por los
periódicos supo que su hijo ilegítimo había muerto en un
accidente. Nunca había visto a ese hijo ni se había preocupado de
él. Posteriormente, el padre se había casado, teniendo tres hijos
de ese matrimonio. Una vez configurada la constelación, puse a
su hijo muerto a su lado. Más tarde hice que se sentara en el
suelo, delante del padre, y éste se mostró profundamente dolorido
y avergonzado. Después, todo había acabado.
Este hombre no se entendía en absoluto con su mujer. La misma
noche, sin embargo, su mujer lo llamó para decirle cosas
cariñosas. De repente, estaba reconciliado; la imagen había
actuado incluso a mucha distancia.
Karl: Me ocupa la idea de trabajar el dolor. Aquí veo que en
cuanto un excluido es integrado, todo está bien y ya no hay que
hacer nada más.
Bert Hellinger: El dolor que puede ser trabajado es el que se
refiere a una relación inmediata, pero no a las personas que no
he conocido. Éstas simplemente tienen que recuperar su lugar.
Yo parto de la idea de que el individuo únicamente puede
alcanzar su plenitud cuando todos los que pertenecen a su sistema
tienen un lugar en su corazón. Entonces la persona está
«completa». Mientras falte un miembro de su sistema, la persona
está incompleta, algo le falta para su totalidad. Sólo cuando todos
están presentes, tranquilamente puede hacer lo que a él le
corresponde.
Martha: Estoy pensando en un compañero de trabajo que en
verano murió de accidente. Me afectó mucho y desde entonces
he perdido cinco kilos sin saber por qué. También lloré mucho y
tenía la sensación de que aquello no era apropiado.
Bert Hellinger: ¿Quizás rechazaste algo que él te quería dar, o
menospreciaste algo en él? ¿Aún le debes algo?
Martha: Tuve una relación corta con su hermano con la que él no
estaba de acuerdo.
Bert Hellinger: ¿También tuviste una relación con él?
Martha: No, él está casado con otra compañera mía.
Bert Hellinger: Acabo de darte unas cuantas pistas. Quizás dejes
que esto actúe en tu interior. Aún estoy con la idea de que le
debes algo, algo que tengas que tomar. La despedida se logra en
cuanto tomo todo lo que una persona me da.
Contaré un ejemplo de mi vecindario:
Una vecina mía se encontraba muy apurada al morir su marido.
El hombre murió de infarto, hará ya unos diez años. La mujer
empezó a adelgazarse cada vez más y lloraba mucho. Le dije que
si en algún momento necesitaba ayuda, que viniera a verme. Al
cabo de un año llamó a la puerta, diciendo:
—Señor Hellinger, ¿no podría ayudarme usted?
La hice entrar y sentarse en el sofá; después le dije:
—Imagínese la primera vez que vio a su marido.
Ella cerró los ojos y empezó a sonreírse. Después le dije:
—Ya puede marchar.
A partir de ese día, la mujer empezó a revivir y volvió a ser una
mujer resuelta. La despedida, por tanto, requiere el buen
recuerdo.
Dolor y autocompasión
Adrián: Me muevo entre la tristeza y el resignarme en parte.
Bert Hellinger: Tu tristeza de ayer tenía el carácter de
autocompasión.
Adrián: Es cierto.
Bert Hellinger: Es un dolor malo y no lleva a ninguna parte.
Adrián: A veces, me lo permito.
Bert Hellinger: No, no. Eso significa despreciar al hijo y a la
madre (nota: se trataba de un aborto que su mujer tenía previsto
en aquel entonces). ¿Qué quiere decir «permitirse»? Este tipo de
tristeza lleva a una nueva culpa, y muchas veces dura toda la vida
porque no cambia nada. La autocompasión es narcisista.
En el dolor primario es diferente. Recuerdo el final de un
seminario en Estados Unidos en el que dos niñas pequeñas
lloraban terriblemente. Cuando la madre les dijo: —¡Dejad de
llorar ya!—, una de ellas dijo: —¡No, sólo unos minutos más!
Las niñas habían visto que nos íbamos y sentían el dolor de la
despedida. Este dolor necesita un tiempo y después se acaba, y
tiene algo muy elemental.
Adrián: Puedo distinguirlo bastante bien, pero, a pesar de todo,
me pasa algunas veces.
Bert Hellinger: Nada pasa, ¡tú lo haces!
Cuando el dolor no acaba
Un participante hace una pregunta en relación a una mujer que
vive en su ciudad. Hace diez años, perdió a un hijo de veinte años
en un accidente de coche, y aún se muestra afligida.
Bert Hellinger: La mujer está enfadada con su hijo. Cuando una
persona está enfadada con un muerto, el dolor no cesa. Por tanto,
tiene que decirle: «Respeto tu vida y tu muerte.» (silencio) Te lo
digo a ti, pero a ella no se lo puedes decir así.
A la edad de 31 años, Rilke escribió en una carta: «Renuncie Vd.
a las respuestas, ya que aún no las puede vivir.»
Este es un importante principio terapéutico: no se le da una
respuesta a alguien que aún no la pueda vivir.
Adelheid: ¿Pero cómo se le puede ayudar a que llegue al punto
en el que lo pueda vivir?
Bert Hellinger: ¿Por qué habría que hacerlo?
Adelheid: Podría ser mi tarea como terapeuta.
Bert Hellinger: No, no, El terapeuta es alguien que a duras penas
cojea detrás.
Querer ayudar en el dolor
Adelheid: Aún tengo otra pregunta más: ¿también dirías que el
asentimiento al destino corresponde en el caso de un niño
minusválido? ¿También en un caso así se trata de que los padres
lo reconozcan?
Bert Hellinger: No, un caso así exige algo diferente. Todo
comienza con el engendramiento: éste es el acto más
trascendental que implica el máximo riesgo, y es el más grande.
Este acto, por tanto, debe ser valorado en toda su grandeza. Eso
es lo primero. Así, los padres asumen las consecuencias que de
ahí resultan; ésta es su dignidad. Miran al hijo tal como es y
asienten con amor. Esta es la actitud correcta, una actitud
humilde que expresa su grandeza. Así llega a fluir algo que de
otra manera no podría fluir.
Adelheid: Sería entonces ...
Bert Hellinger: En la mayoría de los casos es así, te quedarías
pasmada. Los expectadores profanos se muestran afectados; la
mayoría de los padres, sin embargo, lo encaran, y una actitud
como la tuya se lo impide. Por eso no puedes valorarlos. Este
sería el primer paso. El valorar a otra persona incluye que uno
mismo se abstenga de inmiscuirse. Eso sería, según mi opinión,
lo apropiado en este contexto.
Un ejemplo:
Hace unos años, me llamó una mujer que participaba en un grupo
para madres e hijos en el que también había una mujer con un
hijo de cinco años, enfermo de cáncer. Ella quería ayudar a esa
madre, pero se dio cuenta de que era imposible. Así, pues, me
llamó para preguntarme qué debía hacer.
Le pregunté: —¿Cómo fue cuando llegaste ahí? ¿Qué hacía el
niño?
— El niño —me contestó— estaba jugando, todo contento.
Le dije: -Exacto. Deja que el niño juegue todo lo que quiera, y
déjale sus padres. ¿Qué pretendes hacer ahí?
De esta manera, los padres pueden hacer lo que corresponde. En
tales casos, un terapeuta no hace más que estorbar.
Otro ejemplo más:
Hace un tiempo, me llamó una terapeuta que tenía un cliente que
se había suicidado. Ahora pensaba que debía ayudar a los
familiares en su dolor y me preguntó si debía ir al entierro.
Le dije: —No, de ninguna manera. Tú has hecho tu trabajo, todo
lo demás es asunto de ellos. No debes meterte.
¿Qué es eso? Como terapeuta no puedo sentirme obligado a
proteger a la gente de la vida o de aquello que la vida implica. Es
este querer hacerlo mejor el que arruina el mundo y, sobre todo,
las relaciones.
Adelheid: Me lo pensaré.
Bert Hellinger: ¿Qué quiere decir eso?
Adelheid: Que aún necesito tiempo.
Bert Hellinger: Quiere decir que mantienes tu opinión, lo cual
me parece muy bien; asiento a ello. Tu reacción no puede restar
nada de lo que dije, ni tampoco añadir nada a mis palabras.
Dolor propio o adoptado
Jens: Para mí aún queda algo respecto al dolor. Mi pregunta es
la siguiente: ¿Cuál es mi dolor auténtico y cuál es el de mi padre?
Bert Hellinger: ¿Qué quiere decir auténtico? Auténtico significa
que existe un motivo inmediato. De lo contrario, por regla
general se trata de un dolor adoptado en lugar de otra persona. Y
la motivación siempre es el amor. Si es así, puedes decirle al
padre: «Lo tomo sobre mí, querido Papá», o también: «Querido
Papá, la tristeza la siento en tu lugar.» Jens: ¿Para salirme de
ahí?
Bert Hellinger: Bueno, simplemente así, aunque no te salgas,
simplemente hazlo alguna vez. (Risas en el grupo; al grupo) La
solución sería que dijera: «Lo hago en tu lugar, padre. Si a ti te
ayuda, lo llevo con ganas.»
Sufrimiento deparado por el Destino o sufrimiento buscado
Jens: Me siento muy a gusto en la comunidad de los Alcohólicos
Anónimos con su confianza y su manera de ser tan abierta. Sin
embargo, esta comunidad en gran parte se caracteriza también
por el sufrimiento. Mi pregunta es si esta cuestión también es
posible en un contexto sano y alegre, o si primeramente tiene que
desarrollarse este sufrimiento para que la comunidad vuelva a
encontrarse en un primer plano.
Bert Hellinger: Creo que tu pregunta ya incluye la respuesta. Es
imposible alcanzar esta profundidad sin sufrimiento y sin culpa,
creo yo.
Estas fuerzas grandes también se encuentran vinculadas al
sufrimiento. La Biblia ya dice: «El que nunca sufrió, ¿qué sabe
ya?»
Alexis: ¿No podría convertirse también en una tentación de
buscar el sufrimiento?
Bert Hellinger: Sí, pero entonces no es efectivo. El único
sufrimiento válido es aquél que el Destino nos depara, no aquél
que nosotros nos buscamos. Los Alcohólicos Anónimos también
se distinguen por su actitud desinteresada; nadie pretende nada
de otra persona.
Miedo de perder el control
Aún quisiera referir una diferenciación tomada de terapia
primaria. Existe la idea de que si la persona cede ante una
necesidad o un sentimiento realmente apremiantes, pierde el
control. Este concepto, sin embargo, es equivocado. Si el
sentimiento es auténtico, por ejemplo el dolor por una
separación, o una cólera justificada, o un gran anhelo , o un
movimiento hacia otra persona, y si la persona se abandona
realmente, este sentimiento y esta necesidad cuentan con un
control propio. El sentimiento y la necesidad van hasta donde es
bueno, de manera que nadie pueda ser humillado si se abandona
a ellos. El sentimiento tiene una especie de límite del pudor que
es absolutamente correcto. Esto únicamente es válido para los
sentimientos primarios, pero no para los secundarios. Con los
sentimientos secundarios, fingidos, es posible hacer el ridículo;
no es posible fiarse de ellos.
El cuadro está torcido
Ya conocimos a Petra al tratar la pretensión de ayudar. «Puedo
matarme en una terapia», dijo entonces y Bert Hellinger le contó
una pequeña historia:
EL EFECTO
Dos personas entran en una habitación, ven un cuadro, y uno de
ellos dice: —El cuadro está torcido.
El otro contesta: —El cuadro está torcido porque tú lo dijiste.
Entonces el otro: —Si está torcido por eso, ya puedes colocarlo
bien.
Esta fue su entrada al seminario.
Durante una ronda
Petra: Estoy pensativa porque noto que aquí se repite algo entre
tú y yo que me es muy familiar. Hasta ahora lo manejaba tomando
mi vida en mis propias manos y diciéndome: «Vale, ya saldré
adelante», y realmente me defendía bastante bien. Pero noto que
eso ya no me basta. Siento de manera diferente, pero siempre
desencadeno las mismas reacciones, y realmente quiero atacar
por ahí. Al menos quisiera ver una solución; si seré capaz de
aceptarla, no lo sé.
Bert Hellinger: Existe un principio terapéutico de cuándo se da
la curación: cuando una persona ya no aguanta más. Entonces
está curada. Y contigo estoy esperando hasta que ya no aguantes
más. ¿Algo más?
Petra: No.
Más tarde
Petra: Siento que me quede tan poco espacio interior para
aprender, porque me ocupa otro asunto. Una mujer se agarró a mi
amigo como una drogadicta, y él la echó. Después, ella me llamó
diciéndome que se vengaría.
(Bert Hellinger le pide que configure la constelación con ella
misma, su amigo, que es, al mismo tiempo, el terapeuta de la otra
mujer, y con esta última. Se llega a la conclusión de que el
terapeuta aún le debe algo a la cliente y que debería dirigirse
hacia ella.)
Bert Hellinger: Bien, ¿qué hace un terapeuta cuando se encuentra
con la situación de que una mujer adopta semejante postura,
transfiriendo sentimientos a él? Es una situación muy delicada
para un terapeuta. Lo absurdo es que se intenta algo en el presente
que pertenece al pasado. El procedimiento terapéutico sería que
el terapeuta tomara en serio el sentimiento de la cliente, pero
como sentimiento infantil. Tendría que volver con ella, en este
sentimiento, para averiguar a qué situación del pasado pertenece
este anhelo, o lo que sea. Probablemente, la cliente realizaría un
movimiento hacia adelante, en la mayoría de los casos, hacia uno
de los padres. En un caso así, es una tarea difícil para el terapeuta
representar a la persona en cuestión y, a la vez, resistir a la
tentación que de esa situación resulta. Normalmente, el marco
más seguro se ofrece en un grupo, donde todos están protegidos.
Sin embargo, también puede ser una especie de cobardía
traspasar este proceso a un grupo.
Al día siguiente
En esta sesión, Petra configura su sistema de origen. En la
constelación se hace patente que el padre, que murió en la guerra
cuando Petra tenía cuatro años, tenía poca relación con la madre.
En la constelación final, el lugar seguro para todos los hijos se
encuentra al lado del padre, y la madre queda muy alejada, de
espaldas a ellos.
Petra (después): Pero si mi padre no estaba.
Bert Hellinger: ¿Qué quiere decir «no estaba»? ¡Desde luego
estaba!
Hace poco, tuve una experiencia maravillosa. Un matrimonio
vino a uno de mis seminarios. La mujer quería que su marido por
fin viniera también a una terapia. Era un hombre sencillo,
artesano, una persona simpática que tocaba tierra. Le felicité por
su salud.
Después, contó que no había conocido a su padre, ya que éste
cayó en la guerra unos meses antes de nacer el hijo. La muerte
del padre no se le comunicó a la madre hasta ya nacido el niño,
para que éste no corriera ningún peligro. Ahora, el hombre se
preguntaba: ¿cómo es que me encuentro tan bien si no tuve
padre?
Le contesté: —Lo tuviste. Tal como te veo aquí, está clarísimo
que tu madre amaba a tu padre, así que estaba presente.
Después configuramos su sistema, y fue maravilloso. Os
enseñaré cómo fue la constelación. (Bert Hellinger coloca al
padre, a la madre y al hijo de manera que el padre se encuentra
algo detrás de la madre.)
Y la madre dijo que una mitad de ella enteramente era el padre.
Después puse al marido algo más detrás de ella, y la mujer dijo:
—Es una parte de mí.
Fue todo tierno y maravilloso cuando dijo que el marido vivía en
ella y que el hijo estaba totalmente libre, teniendo a ambos padres
a través de la madre. Casos así existen.
Petra: Lo entiendo.
Bert Hellinger (le pide a Petra que ocupe su lugar en la
constelación; ella lo hace): ¡Míralo tranquilamente (al padre)!
Ayúdale un poco, Rüdiger (representante del padre; se acerca a
ella). ¡Exacto! (padre e hija se abrazan) — ¡Sujétala, Rüdiger,
sujétala bien! Ya que lo haces, hazlo con fuerza. (Petra empieza
a llorar violentamente) Resiste al lloro y tan sólo inspira y expira
profundamente. ¡Así, exacto! (al cabo de unos momentos) Aquí
se ve lo que significa pasar de la esfera de la madre a la del padre.
Aquí, lo apropiado es que la hija y los demás hijos entren en la
esfera del padre; éste es el lugar seguro para ellos. La madre
sistémicamente no es capaz de cumplir su tarea, (a Petra) Mira al
padre y dile: «Querido padre, en mí aún estás aquí.» (Petra repite
la frase) — De acuerdo, ya está.
Entre los zulúes, con los que trabajé durante mucho tiempo,
existe un comportamiento muy curioso que expresa con toda
claridad el orden de valores en el que se orientan. Cuando dos
zulúes se encuentran, uno de ellos dice: «Te he visto. ¿Aún estás
con vida?» — «Sí», contesta el otro, «aún estoy aquí. ¿Y tú?» —
«También yo aún estoy con vida.»
Representante de la madre: Sí, lo encontré muy cansado.
Bert Hellinger: Aún hay algo más: cuando una persona está en
peligro de suicidio o de desaparecer, la dinámica, en la mayoría
de los casos, parte de la madre, por lo que el lugar seguro para
los hijos se encuentra al lado del padre. En un caso así, los hijos
tienen que pasar a la esfera del padre, independientemente de
tratarse de un hijo o de una hija.
El último día
Petra: Tengo una pregunta en relación a mi constelación. Lo que
me irritó mucho fue que Gabriele, en mi posición, no percibía en
absoluto la actitud posesiva de mi madre respecto a mí. Y
nuevamente me di cuenta de que me es difícil tomar; también
Rüdiger me lo dijo después. (A continuación, da largas
explicaciones de cómo el no tomar está relacionado con la actitud
posesiva de su madre, y que ella se encuentra en un impasse.)
Bert Hellinger: Hubo una vez un tal Milton Erickson. Un día vino
a verlo un flautista cuyo labio estaba tan hinchado que ya no
podía tocar la flauta. La orquesta en la que tocaba tenía un
director nuevo que le pedía al flautista que tocara una pieza de
una determinada manera; el flautista, sin embargo, se negaba: -
Así no lo toco.
El director le contestó: —Don't give me a lip (no me pongas
morros).
Inmediatamente después se le hinchó el labio de manera que ya
no podía tocar.
Así vino a ver a Milton Erickson. Este lo miró y vio que se trataba
de un caso resistente a la terapia, que no había nada que hacer. A
pesar de todo, dejó que viniera una vez a la semana para quejarse
un poco de todo lo que le molestaba, como por ejemplo «el
cuadro está torcido». Erickson era un terapeuta de mucha
paciencia. Al cabo de nueve meses, el cliente mencionó por
primera vez a su padre, y Milton Erickson le dio un ejercicio. El
cliente aún vivía con su padre, un auténtico patriarca que
provenía de Sicilia. Cuidaba bien de su familia, pero los hijos
siempre tenían que rendir cuentas de lo que hacían. Una vez, este
cliente tuvo una amiga, y como no le gustaba al padre, la d ejó.
Así, pues, se fue a casa con su ejercicio, esperando a que el padre
llegara. Finalmente, lo oyó entrar y las piernas le empezaron a
flaquear. El padre preguntó: —Bien, hijo mío, ¿y qué has hecho
hoy?
El hijo se armó de valor y dijo: -Padre, no te lo digo. Porque soy
adulto. Y si vuelvo a salir con una chica, tampoco te lo diré; y
además, pronto me iré a vivir a otra parte.
El padre se acercó al hijo, se plantó delante de él y dijo: —Hijo
mío, realmente no me había dado cuenta (grandes risas de los
participantes).
Petra: Es una historia simpática, pero a pesar de todo, aún tengo
otra pregunta más.
Bert Hellinger: ¡No, no, nada de preguntas! Ahora no.
Más tarde
Petra: Me encuentro bastante bien. Percibo una sensación cálida
y viva en mi interior que quiero dejar actuar. Esta noche me
sentía muy agradecida porque todo acabó así.
Tu último ejemplo, el del odio, me irrita algo. Durante las últimas
vacaciones de mi padre oí como mi hermano le gritó: «¡Ya
puedes volver a Rusia y quedarte ahí!»
Bert Hellinger: El hermano expresó lo que la madre pensaba. Un
niño de tres años no dice estas cosas. Ésta es otra vez una frase
extraviada en el sistema, una frase prohibida que se manifiesta
en el más débil.
B. EL TRABAJO TERAPÉUTICO CON SUEÑOS
En un primer lugar, no suelo trabajar con sueños. Me resisto a la
mitificación de los sueños. Algunos los toman como revelaciones
divinas que han de tomarse en serio. Una vez trabajé con un
hombre que me contó que había hecho una sesión de hipnoterapia
con un buen hipnoterapeuta. En el curso de ese tratamiento
habían sacado determinadas conclusiones, y como éstas
aparecieron durante la hipnosis, las consideraba importantes.
Para mí se trataba de un resultado equivocado, no era favorable
para él. Cuando en una conversación lo miramos desde el punto
de vista sistémico, de repente quedó clara la auténtica dinámica
de fondo. La hipnosis no pudo llegar a ese punto, dado que
tampoco la hipnoterapia ayuda cuando no está el entendimiento.
Y donde una persona no ha trabajado nada, tampoco le ayuda
ningún sueño.
Existen los sueños que nos ayudan a seguir adelante, pero sólo a
aquéllos que ya están en camino. Éstos, desde lo profundo, aún
reciben otra ayuda más. Al que se queda parado, no le aportan
nada. Los sueños dependen del flujo de energía que una persona
presenta.
Cuando la energía fluye hacia la pasividad o el rehuir las
decisiones, los sueños afirmarán esta tendencia. De la misma
manera que en la vida cotidiana las personas emplean muchas
técnicas para escaparse del actuar que corresponde, afirmando así
la inactividad, la mayoría de los sueños sirven para justificar y
afirmar el problema. Cuando se trata de un sueño así, se sabe por
la facilidad con la que la persona empieza a contarlo sin ningún
reparo.
Este tipo de sueños los defino como sueños secundarios. Van
unidos a sentimientos secundarios y, al igual que éstos, sirven
para rechazar aquello que en realidad sería propicio. Puesto que
se trata de un sueño, la gente piensa que podría permitirse el no
hacer nada. Si el terapeuta muestra interés por un sueño así,
afirma el problema, mientras que el otro se ríe interiormente por
haberlo engañado. Algo similar ocurre cuando alguien dice:
«Esta noche soñé contigo ...»; en la mayoría de los casos quieren
jugarte una mala pasada.
Ejemplos de sueños secundarios:
Un hombre sueña con un halcón que, al cazar, ve un pequeño
pájaro cantor. Primeramente deja que cante un poco más, después
lo agarra, se echa al vuelo, da unas cuantas vueltas encima de su
propio nido y finalmente deja caer al pajarito ahí.
El hombre lo consideraba un sueño precioso. En su casa, la
situación era la siguiente: su mujer lo había abandonado para
vivir con otro hombre. Por los hijos, sin embargo, pasaba siempre
media semana con ellos; después volvía nuevamente con el otro
hombre. El sueño, por tanto, describía exactamente su situación:
él suelta a la mujer, entregándola al otro, y ella cae en el nido de
éste. El hombre, sin embargo, se alegraba como si hubiera tenido
una revelación divina. No se dio cuenta de que únicamente
describía su propia situación. Éste era, por tanto, un sueño
secundario.
Los sueños secundarios son cebos, como ofertas para el juego.
(«¡A ver si picas!»). ¡Es tan agradable entregarse a las imágenes
de sueños sin hacer nada más!
También existe otro tipo de sueños, los llamados sueños
primarios, que representan recuerdos cifrados. Al igual que los
sentimientos primarios no son ruidosos ni dramáticos, sino
suaves. Los sueños de agua frecuentemente son recuerdos del
nacimiento. En un caso así, se averigua qué pasó. Una mujer, por
ejemplo, soñó que subía una montaña con su hija. Al bajar, tenía
a su hija esquiando entre sus piernas, y al llegar abajo, la hija se
cayó a un lago.
Le pregunté: —¿Qué pasó cuando naciste?
Ella me contestó: —Fue un parto precipitado y mi madre se
encontraba en la bañera.
Este sueño, por tanto, fue un recuerdo cifrado.
Los sueños más significativos son los sueños sombra en los que
se revela el lado reprimido que uno mismo no quiere ver.
Normalmente, un sueño así se rechaza y no se cuenta. Los sueños
sombra son la mejor oportunidad de entrar en contacto con una
parte oculta de uno mismo. Y justamente aquello que en el sueño
se teme, debe encontrar un lugar en nuestro corazón. La persona
que aparece como mala, la llevamos a nuestro corazón. De esta
manera podemos integrarlo.
Los sueños sistémicos son también muy significativos. Es decir,
existen sueños que no tienen nada que ver con el soñador, sino
que describen un problema en su sistema de origen, problema no
solucionado. En este caso, sería absolutamente equivocado darle
una interpretación personal. Por tanto, es de gran importancia en
el trabajo con sueños que se distingan los sueños sistémicos de
los demás.
Karl: ¿Podrías darnos un ejemplo de un sueño sistémico?
Bert Hellinger: Cuando Mirjam contó su sueño (p. 306), pensé
que se trataba de un sueño sistémico. Por eso pregunté por
sucesos en su sistema. El sueño no me conmovió en absoluto,
pero no estaba seguro. Lo que describió a continuación más bien
me hizo pensar que se trataba de un sueño primario en el que una
vez más aparecían los antiguos miedos.
En los sueños sistémicos surge algo de importancia para el
sistema, algo no solucionado, manifestándose en una persona
indefensa, un posgénito; si éste lo toma sobre sí, todo queda
transferido, lo cual es muy grave. Ahora bien, si un terapeuta da
una interpretación personal a tales sueños, el asunto se encauza
en una dirección absolutamente errónea. Por tanto, esta
diferenciación es sumamente importante. Frecuentemente, los
sueños sistémicos se caracterizan por su crudeza o su brutalidad,
tratando, en la mayoría de los casos, de temas importantes, como
puede ser un asesinato o suicidio. La sombra sistémica surge y
cae sobre el soñador, siendo éste el más débil.
Os daré un ejemplo de un sueño sistémico:
Un hombre soñó que encontró un cadáver descuartizado en un
sótano y llamó la policía. Le dije: -Esto basta.
Normalmente ocurre así: en casi todos los sueños, la información
más importante se da en la primera frase; quizás aún haya una
segunda frase importante; en muy pocos casos, una tercera. Todo
lo que pase de la tercera frase, ya no tiene ninguna importancia.
En un sueño significativo, la curva energética alcanza su cénit al
cabo de dos o tres frases. En todo lo que viene después, la fuerza
y la atención van disminuyendo, y el narrador se pierde cada vez
más en detalles. Cuando se para después de dos frases, el otro
está lleno de energía y se da cuenta de que ha revelado algo.
Entonces no te encuentras ante un sueño, sino ante un texto claro.
Donde se hacen interpretaciones interminables, no avanza nada.
El mismo patrón se encuentra en los cuentos.
La mayoría de los cuentos presentan su mensaje en la primera
frase, después comienza un proceso para encubrirlo, con lo que
la información original se pierde por completo. Así, por ejemplo,
el cuento de «Las Siete Cabritas». La madre cabra llama a sus
hijos, diciéndoles: «¡Guardaos del lobo feroz!» En texto no
cifrado significa: «¡No os fieis del padre!» Este es todo el cuento,
todo el mensaje, y después se crea una gran historia alrededor
con desviaciones como por ejemplo la de la cabrita en el armario
del reloj. Todos se lanzan a la cabrita en el armario del reloj. Lo
mismo ocurre en el sueño: el mensaje clave se da con la primera
frase y después se trastorna. Después, se presenta algo muy
interesante que cautiva la atención del terapeuta de una manera
especial; la primera frase, sin embargo, acaba olvidándose.
Volvamos al sueño de un principio. En ese caso preguntamos:
¿quién en el sistema tuvo una muerte trágica? Para averiguarlo,
el cliente tuvo que llamar a casa. Llamó a su padre, pero éste le
contestó: —No te lo puedo decir por teléfono.
Finalmente se supo lo siguiente: poco tiempo después de nacer
él, su madre quedó nuevamente embarazada. Al haber tan poco
tiempo entre un embarazo y el otro, se dieron complicaciones y
hubo que desmembrar el feto en el seno materno. Ésta era la
situación. Toda su vida, el cliente había representado también a
este hermano: tenía dos casas, dos oficinas, dos escrit orios, todo
por duplicado.
Los meta-sueños son sueños no cifrados. La persona afectada
sabe inmediatamente de qué se trata y ya no necesita ninguna
interpretación. Con ellos, la solución que surge del inconsciente
pasa al consciente. A veces aparecen sueños que me llevan más
allá cuando me ocupa un problema. Me indican el siguiente paso,
pero sólo si ya estoy actuando.
Lo que acabo de decir de los sueños son puntos de vista
adicionales, referencias para no caer en una trampa o avanzar en
una dirección equivocada. Sin embargo, no sustituyen a otras
teorías de los sueños. Lo malo es que muchas veces los sueños se
consideran revelaciones divinas. Un dicho chino dice: «El sabio
no sueña.» Ya no necesita los sueños.
Ejemplos de los seminarios
Mirjam: Me ocupa un sueño que ya tuve en tres variantes
diferentes.
Siempre tengo miedo por mi hijo pequeño.
Bert Hellinger: Cuéntalo como si estuvieras soñando ahora.
Mirjam: Estoy con mi hijo pequeño en una empresa grande, un
gran edificio en el que trabaja mi hermana. Estoy ocupada con
mi hermana y, de repente, oigo a mi hijo que me llama. Está muy
lejos y no puedo encontrarlo. Y cuando lo encuentro, ya se ha
ahogado. Se ha metido en una cámara en la que los adultos no
pueden entrar, y oigo como su voz se va haciendo cada vez más
débil.
Bert Hellinger (interrumpe): El sueño no me ha causado ninguna
impresión. ¿Qué edad tiene el hijo pequeño?
Mirjam: Diez años.
Bert Hellinger: ¿Hubo en el sistema una muerte trágica de un
niño?
Mirjam: Mis abuelos todos tuvieron muchísimos hijos. Mi abuela
materna, por ejemplo, tuvo once hijos, pero no sé si entre ellos
hubo alguna vez un hijo nacido muerto o algo parecido. En el
fondo no lo creo (pausa prolongada).
Bert Hellinger: Es extrañamente lejano. Al escucharlo, no te vi a
ti en el sueño. Ningún movimiento, como algo muy lejano. No
me conmovió.
Mirjam: Hoy, en seguida me puse una imagen positiva al lado.
Bert Hellinger: La interpretación que toma a las personas que
aparecen en el sueño por las personas que realmente son es
simplista, una interpretación de novela barata.
Mirjam: Sí, sólo corresponde un poco a la realidad. Nunca tengo
miedo por mi hijo mayor, aunque a veces no venga a casa por la
noche. Con él estoy totalmente tranquila.
Bert Hellinger: Ahora desvías la atención. ¿Qué te dije?
Mirjam: Es una interpretación de novela barata.
Bert Hellinger: ¿También en otras situaciones tienes miedo por
tu hijo pequeño?
Mirjam: Sí, muchas veces. Tan sólo se me ocurre que pasé un
embarazo difícil con él y tuve que hacer mucho reposo. Cuando
nació, tenía una hipofunción intestinal; el intestino no trabajaba
plenamente durante un año y medio.
Bert Hellinger: Entonces el sueño es un recuerdo. Para la imagen
completa aún falta algo; por eso no te deja tranquila. Lo enfocaré
de manera general: cuando en alguna ocasión ocurre algo grave,
por ejemplo un trauma, en la mayoría de los casos lo más
importante se deja de lado sin ser valorado en absoluto: el hecho
de que todo acabó bien. El resultado frecuentemente no es
valorado, y es precisamente esto lo que falta para que se
encuentre la paz. — ¿De acuerdo? Bien.
Thomas: Esta noche soñé muy mal y me desperté todo mojado y
excitado, y no sé con qué tiene que ver.
Bert Hellinger: Si quieres, cuéntalo como si estuvieras soñando
ahora.
Thomas: Estoy con otra persona en un autobús; él lo lleva. Es un
amigo mío, y el autobús está lleno. Bien, vamos subiendo una
montaña escarpada. Bert Hellinger: No, ¡vuelve a empezar desde
el principio!
Thomas: Estoy sentado, o de pie, de acompañante en un autobús.
Un amigo mío lo conduce.
Bert Hellinger: ¡Punto! Éste es todo el sueño —pausa— ¿cuál es
la solución?
Thomas: Podría llevarlo yo mismo.
Bert Hellinger: Exacto. ¡Cambiad los asientos! ¿Algo más
Thomas?
Thomas: Sí, aún me atormenta una pregunta en relación a los
sueños. Siempre sueño con un final parecido, los principios son
muy diversos. Eso me inquieta.
Bert Hellinger: ¿Y cómo acaba?
Thomas: Acaba con abismos, con el miedo de precipitarme o
caerme. Siempre tiene algo que ver con caerme y con la
profundidad.
Bert Hellinger: De acuerdo. Cuando tengas un sueño así, ponte
de espaldas contra tu padre (pausa).
Thomas: Lo acabo de hacer. — Es una sensación totalmente
diferente.
Bert Hellinger: De acuerdo. Ésta es la solución. Siempre que un
hijo, en sueños, se siente en peligro, la persona de la que se puede
coger es el padre, independientemente de tratarse de un hijo o de
una hija. Naturalmente, también aquí existen excepciones, pero
sobre todo si alguien se ve amenazado de una desgracia o de una
catástrofe, por regla general se encuentra más seguro al lado de
su padre. Y quizás aún habría que añadir al padre del padre. Lo
masculino sostiene.
Josef: Tuve un sueño fuerte. Mi hijo más pequeño se va al agua,
es decir, cae de espaldas al agua, y yo tengo miedo de que se
ahogue. Intento agarrarlo, y al mismo tiempo me siento partido
en dos porque por un lado no tengo mucho tiempo para salvarlo,
y por otra parte no debo perderlo. Tengo miedo de que se rompa
su ropa. Finalmente lo consigo y estoy muy contento. El niño
empieza a respirar, pero aún no sé si ha sufrido algún daño.
Bert Hellinger: Este es un sueño secundario; únicamente
describe el problema. La solución es que, antes de que se vaya al
agua, lo sujetes bien. — ¿De acuerdo?
Ulf: Estuve durmiendo y soñé que subía a un nogal grande y que
aún trepaba más allá de la escalera para sacudir las ramas.
Bert Hellinger: Este sueño no lleva a ninguna parte.
Ulf: Y que ...
Bert Hellinger: Este sueño no lleva a ninguna parte.
Ulf: ¿No lleva a ninguna parte? Pues esta mañana a mí me llevó
a querer cascar las nueces ahora — al menos, así lo pienso y lo
siento.
Bert Hellinger: Sí, no es ninguna imagen buena. Esta imagen
encierra una cierta violencia. Así no trabajo aquí. Muy raras
veces cojo un martillo.
Ulf: Yo quería trabajar ahora.
Bert Hellinger: Esto no tiene ninguna fuerza. Permaneciendo en
esta imagen, el concepto es que la solución tiene que venir de
fuera. Quizás, la idea sea que tenga que hacerlo yo. Ésta no es
ninguna base buena para el trabajo.
Ulf: No, pensaba que yo mismo cascaría las nueces. Mi sensación
era...
Bert Hellinger: Deja esta imagen, no lleva a ninguna parte. La
mayoría de los sueños sirven para afirmar los problemas, sobre
todo aquellos sueños que se cuentan en seguida. También sirven
para justificar el fracaso.
Ulf: Estaba tan seguro de que ahora podía empezar.
Bert Hellinger: Eso es. Cuando una persona se dirige hacia su
desgracia, en la mayoría de los casos se siente absolutamente
segura de lo que hace. Los que se han decidido por la desgracia,
se acercan al abismo con la cabeza bien en alto. La salvación se
consigue con temor y temblando. Ayer estabas más cerca de ello.
Lars: Hace unos días, tuve un fragmento de sueño del que pienso
que podría ser un sueño sistémico.
Bert Hellinger: Cuéntalo como si estuvieras soñando en este
momento.
Lars: Estoy acostado en mi cama, a punto de dormirme; de
repente se abre la puerta y entra una mujer con cara de
preocupación, acercándose rápidamente a mí.
Bert Hellinger: Punto, basta. — Este es un sueño primario, es
decir, encierra un recuerdo.
Lars: Tengo la sensación de que sería muy desagradable si fuera
un recuerdo. Noto que la cabeza se me pone caliente.
Bert Hellinger: Cuando miras los ojos de la mujer, ¿puedes
verlos? Cierra los ojos y mira los ojos y la boca.
Lars: La boca sí la reconozco, pero los ojos no.
Bert Hellinger: ¿De quién es la boca? Tienes que observar
lentamente cómo se mueven la boca y los ojos; estos son los
puntos fijos que se reconocen con más facilidad.
Lars: Pienso que la boca es la de mi madre, pero no estoy seguro.
Bert Hellinger: De acuerdo, déjalo de momento. Quizás sea
realmente un recuerdo cifrado.
Al día siguiente:
Lars: Durante los últimos tres o cuatro años he tomado a mi
padre, y ahora noto que aún no he tomado a mi madre y que eso
me falta, también como energía. Me gustaría mirarlo más
detenidamente.
Bert Hellinger: Piensa otra vez en el sueño. Ahora que dices eso,
recuerdo otra vez la imagen de tu sueño. De muy pequeño,
¿estuviste alguna vez en el hospital?
Lars: Sí, muchas veces; y también estuve muchas veces enfermo.
Tengo la sensación de haberme salvado a duras penas. Con medio
año tuve furunculosis, y mi madre tuvo que llevarme una y otra
vez al médico para que me abriera los furúnculos; debió de ser
terriblemente doloroso.
Bert Hellinger: Sí, ella entra y ya sabes lo que pasará.
Lars: Sí, y debí de gritar como loco. Y más tarde también ingresé
en un hospital por otra historia ...
Bert Hellinger (interrumpiendo): No, no, no, ya no necesito saber
nada más, ya lo tengo todo. Este es el sueño. ¿Puedes imaginarte
cómo se sentiría tu madre cuando el médico le abría los
furúnculos al pequeño? Un niño no entiende estas cosas.
Una vez vino a verme una terapeuta famosa, contándome de su
trabajo de «parenting» en grupos. Durante estas sesiones, los
participantes regresan a través de las edades de su vida,
sintiéndose como niños. En una de esas ocasiones, su hijo de 16
años, que también participaba en el grupo, se puso todo triste,
diciendo: —Mamá, me hiciste morir de hambre.
La terapeuta recordó la escena: el hijo tenía gastroenteritis y el
médico les dijo que no debía comer nada durante 24 horas. La
madre lo hizo, y el hijo se curó. Ahora, sin embargo, únicamente
recordaba que la madre le había hecho pasar hambre. Así les pasa
a los padres.
Otro terapeuta contó que una vez, después de mirar severamente
a su hija, ésta se fue con su madre, diciendo:
-Papá me ha pegado.
Éste es el recuerdo. Si ahora te pones en el lugar de tu madre,
puedes solucionar la escena interiormente. Habría sido mucho
peor si te hubiera dejado en el hospital.
C. LA ACTITUD TERAPÉUTICA ANTE «RESISTENCIAS»
Bert Hellinger sabe enfrentar magistralmente los
comportamientos y sentimientos definidos normalmente como
«resistencias». Observándolo en su trabajo, se percibe que utiliza
especialmente las secuencias cortas durante las rondas para
interferir en tales comportamientos. Sabe detectar los patrones
con una rapidez increíble, parando rápidamente a la persona en
cuestión; a continuación, explica para el grupo algún aspecto de
este patrón, dando también una pequeña intervención o contando
una historia. Puede permitirse la confrontación muy directa, ya
que cada uno en el grupo ve como una y otra vez acepta a los
participantes con respeto y cariño, encontrando siempre la buena
solución al final. A continuación, quisiera presentar unos cuantos
ejemplos cortos de los seminarios.
Objeciones que frenan
Jens (refiriéndose a su constelación en la que él representaba a
un anterior amigo de la madre): ¿Es posible que entre el marido
y el amante se llegue a una reconciliación? ¿O se trata de una
imagen construida?
Bert Hellinger: Es una imagen construida.
Jens: Pero no imposible en la vida.
Bert Hellinger: Si se reconcilian, son homosexuales (risas
generales).
Jens: Pero no puedo excluir que pueda darse una reconciliación.
Bert Hellinger: Quisiera mencionar algo muy importante: para
todo lo que es verdad, también existe una objeción válida. Como
consecuencia de la objeción, lo que antes se reconoció como
verdadero, de repente ya no puede surtir ningún efecto. La
objeción, por tanto, paraliza la energía, tiene un efecto
destructivo y es siempre barata, ya que puede producirse
fácilmente y sin ningún esfuerzo. El que presenta la objeción, por
regla general no tiene que hacerse responsable de las
consecuencias.
Es algo muy diferente cuando una persona se mete en la situación
y, desde el mismo proceso, encuentra otra variante. En este caso
hace una experiencia que, al comunicarla, tiene la misma calidad
que el conocimiento previo, sirviendo de complemento o de
corrección. Es una gran diferencia, ya que detrás se halla un
esfuerzo espiritual, una experiencia y un riesgo a los que la
persona se expone. La crítica y el cuestionar son un juego de
académicos. Puedo cuestionarlo todo, ¿pero qué aporta? ¿Qué te
aporta a ti, Jens, si haces estas objeciones? Aquí puedes observar
lo que ocurre con el proceso en cuanto haces la objeción: se para.
Jens: Y un segundo ...
Bert Hellinger: No. — ¿Os habéis dado cuenta? Abandonó el
proceso y en seguida estuvo con una nueva idea. Lo amenazante
en el proceso verdadero es que, por regla general, no nos deja
elección. Es decir, en asuntos menores sí que podemos elegir,
pero en los grandes, no. Frecuentemente preferimos sustraernos
a la necesidad de conformarnos, haciendo objeciones. Así
tenemos libertad, ¿pero para qué nos sirve? Esta libertad es
ilusoria.
La búsqueda de causas y explicaciones
Ludwig: Durante bastante tiempo no conseguía nada, no
terminaba mis estudios y perdía mucho tiempo. Mi pregunta
ahora es si no se trataría de una identificación, ya que mi padre
no pudo tener a la amiga porque aún no era nada.
Bert Hellinger (después de quedarse pensativo unos instantes):
Aunque fuera cierto, este procedimiento está destinado a
fracasar. Sigues buscando causas cuando ya tienes la solución.
Ludwig: ¿Eso es todo lo que tengo que hacer? ¿Y todo lo demás
da igual?
Bert Hellinger: ¿Cuál es la solución?
Ludwig: La solución es que me incline ante mi padre.
Bert Hellinger: Y que le digas a la madre: «Yo pertenezco con
mi padre; él es el verdadero para mí.» Entonces puedes olvidarte
de todo lo demás.
Ludwig (algo insolente): Todo lo demás no tiene importancia
entonces, ni la hermana, ni nada ...
Bert Hellinger: Este es el asentimiento como rechazo, (risas)
La vaca y la valla de púas
Lydia: De momento me siento tranquila y fuerte. Esta noche tuve
un sueño. Después, me desperté llorando y me vinieron
determinadas imágenes. Una de ellas fue ésta: vi a una persona
pequeña que cayó a un barril de agua, y después vi a mi hermana,
pero sin que hubiera ninguna relación entre una cosa y otra ...
Bert Hellinger: ¿Estas son imágenes de sueños o qué?
Lydia: Esto fue después del sueño, y también hubo lágrimas.
Bert Hellinger: Esto no contiene nada.
Lydia (sigue hablando): Bueno, pero está relacionado con una
conversación en la que ...
Bert Hellinger (interrumpiendo): No quiero saberlo.
Lydia (sigue hablando): Bueno, de acuerdo. De todos modos
contaré algo, quieras saberlo o no.
Bert Hellinger (interrumpiendo): No, éste es un proceso que me
gustaría analizar. Primeramente hay una vivencia, y después
empieza la búsqueda de las explicaciones. Sea cual fuera la
explicación, siempre es una descarga. Sin embargo, no tiene nada
que ver con «correcto» o «falso». En la mayoría de los casos se
buscan las causas de la propia inactividad o de la propia
infelicidad. En cuanto la explicación se encuentra, el proceso
puesto en marcha por la vivencia se termina.
Lo mismo puede apreciarse en la historia de la mística:
determinadas vivencias son muy similares en cristianos,
musulmanes y budistas, y cada uno interpreta lo vivido de otra
manera. Intentan abarcarlo con las posibilidades a su alcance. Sin
embargo, es imposible alegar razones para una vivencia, y la gran
disciplina exige dejarlo simplemente tal como es y renunciar a
las explicaciones. Hay que nadar con la corriente y ver dónde nos
lleva. ¿Queda claro así, Lydia? ¿Puedes tomarlo así?
Lydia (algo prepotente): Muchas gracias, pero ...
Bert Hellinger: Otra vez nada. (al grupo) Si un terapeuta entra en
esta dinámica, en lo que él o ella alega como explicaciones, se
convierte en obstáculo para la corriente de la experiencia. (Lydia
comienza a llorar; hacia ella) Ahora vuelves al sentimiento. Eso
es bueno.
Alguna vez estuve reflexionando sobre la pura verdad y cómo
comportarse ante ella. El sabio se comporta ante la pura verdad
como una vaca ante una valla de púas: mientras hay comida, se
mantiene alejada; después, se busca un hueco, (risas contenidas
en el grupo) Acabo de darte unas instrucciones para el trato con
ciertas autoridades.
Obstinación y espíritu contestatario
Hildegard: Ayer me di cuenta de que mi tema es siempre
defenderme en un principio. Me cuesta mucho admitir algo.
Fácilmente reacciono obstinada.
Bert Hellinger: Estas son las personas más fáciles de manipular.
Con la obstinación siempre se puede contar. De hecho, existen
tres tipos de personas: los primeros dicen que sí y después
piensan; los segundos dicen que no y después piensan, y los
terceros piensan primero. (pausa) ¿Lo habrá oído Hildegard? —
No pudo oírlo porque dijo que no en seguida.
En cuestión de cinco minutos
Edda: El corazón me late un poco. Aún me siento afectada por el
rechazo de esta mañana.
Bert Hellinger: Bueno, si quieres, puedes cultivarlo
tranquilamente. Pero únicamente podrás hacerlo cerrando lo
ojos.
Edda: No quiero cultivarlo, pero muy rápidamente noto la
obstinación ...
Bert Hellinger: Bueno, bueno, bueno. Fue realmente un placer.
¡Les enseñaste bien!
Edda: ¿Qué? ¿Cómo?
Bert Hellinger: Les enseñaste bien. Pero, desde luego, también
pierdes. La obstinación es la incapacidad de tomar, y el dilema
está en que uno se queda esperando que otra persona le ayude.
Ahora bien, cuando realmente aparece alguien que quiera ayudar,
hay que rechazarlo para mantener la obstinación. Después de
largos años de estudio, sin embargo, descubrí una solución para
la obstinación: se aplaza cinco minutos. ¿De acuerdo? — Bien.
Triunfo o éxito
Gudrun: Esta mañana me desperté a las seis y tenía la sensación
de estar rodeada de muchas personas que me decían: «Tienes que
hacer esto, deberías hacer lo otro, ... tienes que despedir a tu
amigo; tienes que valorarlo primero; ya no debes estar enfadada
...»
Bert Hellinger: Tienes que decirle a cada uno que lo harás: «Lo
haré; lo haré; lo haré.» — Así te libras de ellos de momento
(risas).
Gudrun: ¡Pero es tanto! Viene uno y dice ...
Bert Hellinger (interrumpiendo): De acuerdo, de acuerdo. Si te
gusta, haz como quieras. Es una estrategia interior que te acabo
de enseñar. Sin embargo, requiere disciplina; y la mayor
disciplina necesaria para una estrategia es la renuncia al triunfo.
Hay dos cosas que se excluyen mutuamente: el triunfo y el éxito.
O tengo un triunfo y sacrifico el éxito, o tengo el éxito y sacrifico
el triunfo. Ésta es la disciplina en el éxito, y por eso siempre tiene
un elemento de humildad. Me refiero al éxito duradero. ¿Algo
más?
Gudrun: Aún no me he decidido por renunciar al triunfo.
Bert Hellinger: Exacto, lo tendrás. El pecho inflado tiene su
precio: casi todo es aire. Sólo oíste las palabras.
Hildegard: Mi hermana era viuda sin hijos y después se casó con
un viudo con un hijo ya adulto. Éste es muy difícil, y también el
padre sufre por ese hijo difícil que desgraciadamente vive en la
misma ciudad. En un principio, mi hermana tiene muy claro que
el hijo es de él, pero lo ve sufrir por la relación con el hijo y
también ve desde fuera los errores que el padre comete; incluso
se los dice de vez en cuando, pero tampoco sirve de nada.
Bert Hellinger: ¡Claro que no! Tiene que decirle: «Tú eres el
mejor padre para tu hijo».
Hildegard: Y ahora pienso, después de que tú ...
Bert Hellinger (interrumpiendo): ¡Qué habilidad para apartar lo
que le dije! (a Hildegard) ¿Qué te dije?
Hildegard: Pues, dijiste que ella le dijera: «Tú eres el mejor
padre para tu hijo.» Y yo quería ...
Bert Hellinger: No, no, aún no lo has entendido. Tan sólo oíste
las palabras. — ¿De acuerdo?
Hildegard: Pienso que también tiene que ver con esto.
Bert Hellinger: No, no, aún no ha llegado a tu interior. De
momento, lo dejaré.
Querer saber más de lo necesario
Hildegard: No sé cómo me encuentro.
Bert Hellinger: Cuando uno no lo sabe, siempre se encuentra
bien. Cuando uno se encuentra mal, se sabe.
Hildegard: Bueno, tampoco me encuentro del todo bien así.
Siempre tengo la sensación de que en determinados momentos
hay un fuerte movimiento interior, que me siento afectada en
muchos puntos, pero que después este movimiento se para y se
retira a un rincón. Lo que queda es una niebla difusa que, en
parte, también me aparta de la realidad.
Bert Hellinger: Hay un buen escondite para un movimiento, para
evitar un cambio: el querer saber más de lo estrictamente
necesario para actuar; cuando pretendo saber en vez de seguir al
movimiento y actuar en consecuencia. En cuanto lo entiendo, ya
no tengo que actuar. El saber es el escondite en el que la energía
queda atrapada. ¿Algo más, Hildegard?
Hildegard: De momento me basta.
Bert Hellinger: ¿Lo has comprendido?
Hildegard: Me temo que sí (risas).
Bert Hellinger: Esta es una excepción de la regla en la que es
lícito comprender.
Irene: Pienso demasiado y, en consecuencia, me siento
sobrecargada. Es el momento de hacer algo en vez de hablar, y
después llamaré a mi madre.
Bert Hellinger: Existen personas que se ponen debajo de la ducha
y empiezan a contar las gotas, (pausa) No ha llegado a ella. ¿Ha
llegado a vosotros?
Os daré otro ejemplo para ilustrar este proceso: en Estados
Unidos existe un nuevo método para aprender idiomas que se usa
sobre todo para la formación de espías. En poquísimo tiempo
aprenden un idioma extranjero a la perfección. El método es muy
simple: el estudiante tiene seis profesores que, sin parar, le
hablan en el idioma extranjero hasta que ya no entiende nada:
entonces aprende — a otro nivel. Así aprenden también los niños.
Seis personas o más le van hablando continuamente en un idioma
extranjero.
Los peces jóvenes pican
Edda: Me acuerdo de dos sueños de mi infancia y me gustaría
poder clasificarlos, es decir, saber de qué tipo de sueños se trata.
Bert Hellinger: No.
Edda: ¿Porqué?
Bert Hellinger: Si me preguntas, ¿tienes más posibilidades o
menos?
Edda: Menos.
Bert Hellinger: Exacto. La pregunta «¿por qué?» es un intento de
dejar a una persona en una posición inferior. Como terapeuta,
automáticamente dejo de trabajar en un caso así. Al menos quiero
encontrarme a un mismo nivel. Lo que Edda acaba de hacer es
lanzar un anzuelo. — Los peces jóvenes pican, (risas) ¿Algo más,
Edda?
Erich: Hace diez minutos, me desperté con un sueño que acabó
...
Bert Hellinger (interrumpiendo): No, no, quiero saber el
principio (todos se ríen). ¿Cómo empezó? — Sólo si quieres
decirlo.
Erich: No lo sé. La última escena la encontré muy bonita.
Bert Hellinger (sonriendo): ¿Cómo hubiera podido ser?
Erich: Espontáneamente se me ocurre: la partida a un
peregrinaje.
Bert Hellinger: Esto es algo sobre el sueño. Lo que se dice sobre
el sueño no cuenta. Únicamente cuenta el sueño mismo. Es decir:
«yo ...»
Erich: Es decir: parto a una ciudad desconocida.
Bert Hellinger: Ésta es la frase. — Ahora tienes que examinar si
esto es apropiado, si es una fuerza buena la que te lleva o si es
un demonio el que te impulsa.
Erich (en voz baja): Pienso que es una fuerza buena.
Bert Hellinger: Yo pienso que es un demonio. - El demonio es
astuto.
Hay algo de verdad
Katharina: Aún me va rondando por la cabeza aquello de los
sentimientos. Muchas veces, en mis relaciones me ocurre que
automáticamente ocupo una posición contraria. Nunca puedo
vigilar lo suficiente, porque va tan rápido. ¡Zas!, y ya estoy ahí.
Si se trata de justicia, por ejemplo, salto con seguridad.
Bert Hellinger: Una vez, una mujer me contó que su madre le
decía que era una puta. Me preguntó qué debía hacer, ya que
siempre se iba a la contraria. Le dije que le respondiera: «Lo soy
un poco.» Es decir, cuando la próxima vez quieras tomar una
posición contraria, puedes decir: «Hay algo de verdad.»
Katharina: Sí, es algo muy fácil.
Bert Hellinger: Sobre todo, el otro, con su posición, ya no tiene
ningún poder sobre ti. En cuanto sabes cómo tratarlo, casi puedes
disfrutarlo.
El secreto del camino
Manuela: Espero que durante este curso llegue a hacer la
constelación de mi familia en algún momento. Espero, pero no sé
si lo conseguiré.
Bert Hellinger: ¡Más bien, no!
Manuela: Bueno, si lo dices. Es una pena, pero quizás no está tan
mal tampoco, (empieza a llorar y baja la mirada).
Bert Hellinger: Quisiera decir algo del secreto del camino: en el
camino se avanza dejando atrás todo lo que hubo hasta ese
momento, también la comprensión anterior. Y aún te diré algo
respecto al camino: la meta se alcanza con el último paso. Todo
lo demás son preparativos. Aún contaré una historia:
EL BURRO
Un señor compró un burro joven y ya muy pronto lo acostumbró
a la vida dura. Lo cargaba de bultos pesados y lo hacía trabajar
todo el día, dándole tan sólo lo indispensable para comer. Así,
el burro pequeño muy pronto se convirtió en un burro de verdad.
Cuando venía su amo, se ponía de rodillas, agachaba la cabeza
y, de buena gana, dejaba que le pusiera las cargas más pesadas,
aunque a veces apenas se aguantaba de pie.
Otros, al verlo, se compadecían de él.
—¡Pobre burro! —decían y querían hacerle un bien. Uno intentó
darle un terrón de azúcar; el otro, un trozo de pan; el tercero
incluso quería llevarlo a un pasto verde. Pero él les enseñó lo
burro que era: al primero le mordió la mano, al otro le pegó una
patada, y con el tercero se puso terco como una muía.
—¡Qué burro! —exclamaron finalmente, dejándolo tranquilo a
partir de ese día.
A su amo, sin embargo, le comía de la mano, aunque no fuera
más que paja. El hombre, por su parte, ante todo el mundo lo
alababa, diciendo: —¡Es un gran burro, más que ningún otro que
he visto hasta ahora! —y le dio el nombre de «Ih-Oh».
Más tarde, ya no se sabía con seguridad cómo se pronunciaba
este nombre, hasta que un entendido afirmó que debía ser: «Y -
Yo».
D. LO QUE NO SE CONSIGUE A TRAVÉS DE LA
COMPRENSIÓN, A VECES SE LOGRA MEDIANTE EL
DOLOR
El trabajo terapéutico con síntomas
Durante los seminarios, Bert Hellinger presentó algunas ideas
innovadoras en relación a las típicas dinámicas detrás de
determinados síntomas, así como algunas posibilidades de
solución sorprendentes que quisiera presentar a los lectores.
Con eso podría ir al circo (morderse las uñas)
Andrea: Ayer me hicieron pensar mucho las historias en relación
a la niña con enuresis. Lo que me preocupa es que nuestra hija,
desde hace bastante tiempo, se muerde las uñas.
Bert Hellinger: Bueno, dile que se las muerda bien redondas, y
después miras si realmente lo ha hecho bien.
Andrea: Ya lo hicimos durante un tiempo largo, y ella se resistía
bastante.
Bert Hellinger: La segunda posibilidad consiste en olvidarse de
que se muerde las uñas. ¿Algo más, Andrea?
Andrea: No me encuentro muy bien con esa idea; se las muerde
de forma muy extremada. Hace poco, incluso se mordió las uñas
de los pies.
Bert Hellinger: Con eso podría ir al circo, (risas generales)
Andrea: Walter (su marido) tampoco lo encuentra tan grave; él
me dice:
«Déjala, de eso ya me ocuparé yo.»
Bert Hellinger: Lo que quizás ayudaría realmente sería una
pequeña historia cifrada:
Una madre joven se pasea con su hija por el centro de Salzburgo.
La hija pequeña le dice: —¡Quiero un helado!
La madre le responde: —No, eso no es bueno para tus dientes.
Algo más tarde: —¡Quiero un helado!
—No, luego te engordas demasiado.
Así siguen caminando.
—¡Quiero un helado!
—No, ahora no puede ser; es demasiado caro.
Y siguen caminando ... Finalmente, la madre se compra un
helado, le da algo a la hija, y todos están en paz.
Andrea: Eso tampoco lo entiendo ahora.
Bert Hellinger: Claro, estaba cifrado.
Ya lo hago por ti (por ejemplo, contraer una enfermedad)
Frecuentemente, los síntomas constituyen intentos de llegar a un
equilibrio en una familia.
Gudrun: Cuando mi padre tuvo la relación con aquella amiga, mi
madre desarrolló una afección de tiroides; y cuando yo me
marché de casa a los dieciocho, contraje la misma enfermedad.
Me parece que ése fue el precio que pagué para poder dejar a mi
madre.
Bert Hellinger: La intervención terapéutica sería decirle a la
persona: «Ya lo hago por ti. Sí, mejor dos bocios que uno. A
través del segundo, el primero desaparece.»
Gudrun: Mejor que no. Vi exactamente los síntomas que mi
madre desarrolló.
Bert Hellinger: Y la imitas. Muy bien.
Dolores de cabeza: amor contenido
Una participante: Esta mañana tuve un dolor de cabeza tan fuerte
que no pude venir.
Bert Hellinger: ¿Cómo eran los dolores?
Participante: Tenía la sensación de que no tenían nada que ver
con un resfriado. Los sentía en la parte posterior de la cabeza y
en la nuca.
Bert Hellinger: ¿Sabes lo que significan los dolores de cabeza?
— Amor contenido. ¿Dónde tiene que ir el amor? Por ejemplo,
espirar ya es un camino para hacerlo fluir; mirar amablemente es
otro camino. ¡Sí, mírame amablemente! — ¡Buenos días!
Participante: ¡Buenos días!
Bert Hellinger: Otro camino es dejar que el amor salga a través
de las manos. También así puede fluir. Espirando, mirando con
amabilidad, y a través de las manos. Si, exactamente así.
Participante: Muchas veces tengo la sensación de no querer lo
suficiente a mi marido.
Bert Hellinger: Sí, es cierto, no lo haces.
Participante: ¿Y eso desaparece poniéndome a su lado
conscientemente?
Bert Hellinger: ¡Exacto!
Participante: Pero no fluye por sí solo, sino que una y otra vez
tengo que hacerlo conscientemente.
Bert Hellinger: No importa. Lo importante es que haga efecto.
Los dolores de espalda exigen una inclinación
Los dolores de espalda siempre significan lo mismo —aparte de
las causas somáticas que también hay que tener en cuenta. Los
dolores de espalda se curan muy fácilmente: inclinándose
profundamente. ¿Ante quién debe hacerse esta inclinación? Mira
cómo estás sentado. Esto es exactamente lo contrario de una
inclinación; ésta se hace bajando la cabeza con la mirada puesta
en el suelo. Traducido a una frase interior, el inclinarse quiere
decir: «Te doy la honra.» Esta frase va unida a una inclinación
interior. Es una frase curiosa: al mismo tiempo libera.
Ludwig: Al sentir a mi padre aquí, en el lado izquierdo, este lado
se pone caliente; después, el calor pasa por aquí; y finalmente
empieza a dolerme la espalda.
Bert Hellinger: Los dolores de espalda siempre tienen el mismo
significado, ¿sabes cuál? Los dolores de espalda pasan en cuanto
la persona se inclina profundamente ante alguien, hasta tocar el
suelo. ¿Ante quién tienes que hacerlo?
Ludwig: Ante mi padre.
Bert Hellinger: Exactamente. Ahora tienes una imagen interior,
y tienes que dejar que actúe durante mucho tiempo, hasta que
notes: ahora está reconciliado. Después puedes ponerte a su lado.
No quise decírtelo esta tarde, y tus síntomas muestran que
debería haberlo hecho. Pero es mucho mejor que el síntoma
llegue primero y que yo te lo diga después; así tienes una
reacción propia de tu interior que te indica el siguiente paso a
dar. Así no tienes que seguirme a mí, sino a la señal de tu cuerpo.
Frauke: Yo también estoy pensando en los dolores de espalda
que me acompañaron durante treinta años, hasta una operación.
Hasta ahora siempre pensaba que tenían algo que ver con llevar
y soportar.
Bert Hellinger: Sí, ésta es una interpretación muy común. Si
fuera acertada, habría muchas menos personas con dolores de
espalda.
La dinámica detrás de la adicción, y su solución
Según mi parecer, la dinámica principal en la adicción es la del
hijo que no puede o no debe tomar de su padre. La madre le
comunica: «Únicamente aquello que viene de mí es bueno, lo que
viene de tu padre y de su familia no vale nada, no debes tomarlo.
¡Toma sólo de mí!»
En consecuencia, el hijo dice: «Si únicamente puedo tomar de ti,
me vengo, tomando tanto que me perjudica.»
Es decir, la adicción es la venganza y, a la vez, la expiación por
no poder tomar al padre.
En ello también encontramos ya la solución: en cuanto una
persona, con la mirada puesta en su madre, toma del padre y le
concede un lugar, puede dejar la adicción. Esto vale tanto para la
adicción al alcohol o a las drogas, como también para la bulimia.
Al menos constituye una componente que merece ser tenida en
cuenta en cualquier tipo de adicción.
Dado que, según mi opinión, la adicción frecuentemente se
desarrolla cuando la madre impide el acceso al padre, los
drogadictos —tanto hombres como mujeres— sólo pueden ser
tratados por hombres. Si una mujer se hace cargo de la terapia,
por regla general se pone entre el cliente y su padre, evitando así
la solución. El que mejor puede establecer el acceso del cliente a
su padre es un hombre. De lo que aquí se trata es de las buenas
imágenes interiores. Si una terapeuta tiene la capacidad de dar al
padre del cliente o de la cliente un lugar en su corazón, también
podrá representarlo.
Jutta: Conozco dos casos de adicción en los que el padre murió
muy temprano.
Bert Hellinger: ¡Exacto! Esa persona puede ponerse una foto de
su padre y, sentada delante de ella, decirle: «¡Salud, Papá! ¡A tu
lado me gusta!», y después beber todo lo que le apetezca. Esta
sería una posibilidad.
Más vale que desaparezca yo que tú, querido Papá (anorexia)
Quisiera decir algo acerca de la dinámica en la anorexia; esta
dinámica no se limita a las familias con anorexia, pero esta
enfermedad es una manifestación frecuente.
La dinámica detrás de la anorexia es la de «mejor yo que tú», en
el sentido de una salvación. Por ejemplo: «Mejor que yo vaya al
cautiverio que tú», «Prefiero desaparecer yo antes que tú», «Más
vale que muera yo que tú», «Mejor que esté enfermo yo que tú».
Detrás de esta actitud se halla un amor, un sacrificarse, junto con
la idea de que el otro, de esta manera, podría quedarse. Antes,
esta dinámica frecuentemente se expresaba en una tisis, que
también incluye esta tendencia a desaparecer. También los casos
de suicidio presentan esta dinámica de «mejor que sea yo que tú»,
frecuentemente aplazada en el tiempo. Es decir, la hija —a veces
también el hijo— reacciona sin tener en cuenta el tiempo. Si, por
ejemplo, el padre murió al tener la hija cuatro años, ésta, a los
catorce años, puede desarrollar una anorexia siguiendo la
fantasía de «mejor que sea yo que tú, Papá». En un caso así, una
buena frase para la persona anoréxica es esta: «Querido Papá,
aunque tú te vayas — yo me quedo.»
Un ejemplo:
Una vez, una participante joven contó que su padre había tenido
tuberculosis, pasando mucho tiempo en sanatorios. De tanto en
tanto venía a casa para pocos días. Con el tiempo, en esa familia
nacieron ocho o nueve hijos. El padre, sin embargo, una y otra
vez se pasaba temporadas largas fuera de casa.
Cuando finalmente se desarrollaron medicamentos nuevos, el
hombre se curó y pudo volver a casa definitivamente.
Al configurar la constelación, el padre se encontraba totalmente
apartado. Se vio claramente que, a su vuelta, no se le había
recibido con ilusión. Por eso, la situación aún era la misma que
cuando estaba en el sanatorio. A la mujer joven que configuró la
constelación de su familia le dije que era posible recuperarlo.
Poco tiempo después, los padres celebraban el aniversario de su
boda, y todas las invitaciones ya estaban enviadas. Así, la hija se
propuso celebrar esa bienvenida durante la fiesta de sus padres.
Hace poco, al contar esta anécdota ante un grupo, uno de los
participantes dijo ser amigo de aquella mujer. Contó que ésta
realmente lo hizo así y que fue un gran éxito.
El siguiente ejemplo es el trabajo con una mujer joven, de 17
años, ingresada y en tratamiento en una clínica psicosomática de
Alemania. Bert Hellinger hacía supervisión en dicha clínica y la
cliente acudió a esa sesión.
Bert Hellinger pregunta por sucesos o vivencias incisivas en la
familia, sin conocer nada llamativo de la familiar nuclear (el
padre, la madre, la cliente y un hermano cinco años menor). Sin
embargo, el hermano mayor del padre murió en temprana edad y
la madre del padre murió de cáncer en 1949.
El terapeuta de la cliente configura el sistema de origen de la
misma. Al ver la constelación, la cliente se sorprende de que su
representante se encuentre tan cerca del padre, pero tampoco
quiere hacer ningún cambio.
Figura 1. Constelación inicial

Figura 1
Abreviaciones:
P padre
M madre
1 primera hija, 17 años, anorexia desde hace 4 años
2 segundo hijo
Bert Hellinger: ¿Cómo os encontráis en vuestros puestos?
Representante de la cliente: Me falta el aire aquí, tan pegada al
padre y a la madre.
Padre: Me encuentro bastante bien aquí. Tengo la sensación de
ser el centro.
Bert Hellinger: Este es un ejemplo de cómo una persona deduce
algo de una imagen óptica y no de lo que siente en un lugar
concreto.
¿Qué sientes hacia la hija?
Hermano de la cliente: Me encuentro bastante bien. Estos hacen
sus juegos allí y yo miro en otra dirección.
Bert Hellinger: Mirando esta imagen, allí delante tiene que ir
alguien (indica al espacio libre en el semicírculo). — Cogeré al
hermano muerto del padre (lo pone enfrente del padre, fig. 2).

Figura 2
Abreviaciones:
+ 1HoP primer hermano del padre, murió en temprana edad
Bert Hellinger: ¿Qué ha cambiado?
Hermano de la cliente: Es mejor, así tengo una orientación.
Cliente: A mí me permite respirar; antes tenía la sensación de
que los padres estaban demasiado cerca, parecían aplastantes.
Ahora los padres se orientan más hacia allá, y yo me encuentro
más libre.
Madre: Al entrar él, tuve la sensación de que se me quitaba el
poder. Con esta figura allí delante, mi poder desaparece.
(Bert Hellinger coloca al padre en el otro lado, a la izquierda de
su hermano, fig. 3)

Figura 3
Hermano del padre: Ahora ya no me siento tan solo. Padre: Aquí
me encuentro mejor que en el otro lado. Cliente: Yo me
encuentro aún mejor, me siento aliviada y tengo más libertad de
movimiento.
Bert Hellinger: Primeramente supongo que el padre tiende hacia
el hermano muerto. Esta es la fuerza que lo saca de la familia.
(Pone a la madre a la izquierda de su marido, fig.4)
Madre: Es mucho mejor así. Aquí es mi lugar.
(Bert Hellinger coloca al hermano de la cliente a la izquierda de
ésta, fig.4)
Figura 4
Abreviaciones:
PP padre del padre
+MP madre del padre, murió de cáncer
Cliente: Ahora también yo me encuentro bien. Mientras el
hermano aún estaba allá (indica la primer posición), pensé:
'¡Ahora sí que estoy bastante sola aquí!' Era bueno tener más
espacio, pero tampoco quería estar tan sola.
Hermano de la cliente: Yo no me encuentro tan bien aquí.
(Bert Hellinger hace una prueba poniendo al hermano a la
derecha del hermano del padre.)
Hermano de la cliente: Mejor así.
Bert Hellinger: Esto era para comprobar si tenía algo que ver con
su tío; efectivamente es así.
Padre: Con él (el hijo) aquí, me encuentro mejor.
Bert Hellinger: No me fío de que realmente sea cierto lo que dice
... Para el terapeuta es sumamente importante hacer la prueba.
Las afirmaciones de los participantes no pueden tomarse al pie
de la letra, sino que hay que observar si la persona está centrada
o no, si deduce o construye algo, o si realmente se trata de una
percepción inmediata de lo que siente en ese lugar. Para ello se
necesita práctica, y esto es una buena oportunidad de aprender.
Es decir, hice la prueba de si entre el hijo y el tío muerto había
alguna afinidad. — La hay, pero esto no es ninguna solución;
tiene que volver con su hermana. (Lo lleva nuevamente al lado
de la hermana; al mismo tiempo coloca al hermano del padre
detrás de éste, fig.4) Bert Hellinger: ¿Qué cambia?
Cliente: Es aún mejor.
(Bert Hellinger introduce a los padres del padre, colocándolos
detrás del hermano de éste, fig. 4)
Bert Hellinger: ¿Qué tal ahora?
Padre: Me encuentro algo estrecho, pero por lo demás está bien.
(El hermano del padre y sus padres retroceden un poco) Padre:
Ésta es una sensación buena, de fuerza.
Madre: Siento a mi marido con más fuerza y lo noto más.
Cliente: A mí también me gustaría tener a alguien detrás de mí,
aquí no me encuentro tan bien.
Bert Hellinger (coloca a la cliente a la izquierda de la madre):
Esto es sólo un paso intermedio.
Representante de la cliente: Esto es mejor, aquí siento más
fuerza.
Bert Hellinger: Sí, es bueno coger fuerza al lado de la madre y
después volver a tu lugar (pone a la hija de espaldas delante de
la madre).
Representante de la cliente: Esto me gusta mucho. Aquí tengo la
sensación de fuerza y de libertad. Sin embargo, ahora me da pena
el hermano.
Bert Hellinger: Sólo fue un paso intermedio, ahora puedes volver
con tu hermano (la representante vuelve al lado del hermano). (A
la cliente): ¿Quisieras probar la sensación de estar aquí? (La
cliente ocupa su lugar — silencio prolongado.)
Cliente: De alguna manera es curioso, como si todos estuvieran
en contra de mí.
Bert Hellinger: Éste también es un sentimiento deducido, porque
los ve a todos enfrente. ¿Cómo es? Déjate tiempo, permite que
los sentimientos surjan.
Cliente: Aún no me encuentro del todo bien aquí.
Bert Hellinger (la coloca delante de la madre): ¿Qué tal?
Cliente: Aquí me encuentro mejor.
Bert Hellinger (espera unos momentos, después la pone de
espaldas delante de ambos padres, fig. 5)

Figura 5
Bert Hellinger: ¿Qué tal así? Cliente: Sí, aquí me encuentro a
gusto.
Bert Hellinger (al cabo de unos instantes): Ahora vuelve con tu
hermano y mira a ver cómo te encuentras allí.
(Tras un tiempo, la lleva nuevamente delante de la madre, ambas
se miran, fig. 6)
Bert Hellinger: ¿Cómo le decías a tu madre?
Cliente: Mama.

Figura 6
Bert Hellinger: Dile a la madre: «Mama, me quedo contigo.»
(Bert Hellinger le dice la frase muchas veces y la cliente la repite.
Al cabo de unas cuantas veces, madre e hija se abrazan y la hija
aún re- pite la frase muchas veces. Bert Hellinger le pide que
respire profundamente y que diga la frase con amor. Finalmente,
la cliente comienza a llorar.) Sigue respirando, hasta que el
sentimiento llegue de lleno, y dile algo más fuerte: «Mama, me
quedo contigo.» (También acerca al padre; a continuación,
nuevamente pone a la hija de espaldas a los padres, apoyada en
ellos. Finalmente le indica que vuelva al lado de su hermano, fig.
7)

Figura 7
Cliente: Sí, ahora me encuentro mejor aquí.
Bert Hellinger: Así ya está. Muchas gracias. Simplemente tienes
que dejar que esto actúe.
(La cliente le da las gracias y se despide.)
Bert Hellinger: Creo que la dinámica quedó clara: «Prefiero
desaparecer yo antes que tú, querido Papá». En un caso así, miro
si hay algo por lo que el padre tiende a salir de la familia. En este
caso concreto, la figura abierta lo hizo suponer. Primeramente
pensé en la madre, pero después me parecía más inmediato lo del
hermano. Otro indicio de que éste era una persona excluida es el
hecho de que la cliente, en un principio, no se acordaba de él. En
cuanto este miembro tiene su lugar, el padre puede quedarse en
la familia, y la mujer, en consecuencia, puede tomarlo como
hombre. Si la hija dice: «Prefiero desaparecer yo antes que tú,
querido Papá», tan sólo existe una persona que pueda sujetarla:
la madre. Por eso le di la frase de «me quedo contigo». De esta
manera, la hija recibe la fuerza para quedarse. Esta solución se
me ocurrió aquí por primera vez.
Participante: Muchos describen la anorexia como una relación
crítica entre madre e hija, en la que la madre intenta mantener
cogida a la hija.
Bert Hellinger: Considero simplemente nociva esta
interpretación.
Toda interpretación que descalifique a una persona no ayud a a
avanzar.
Participante: Esto también se confirma por las conversaciones
que mantuvimos con la familia. En un principio, la madre se
mostró algo distante y a la espera. Más tarde supimos que todos
los terapeutas anteriores a nosotros se habían centrado en la
madre.
Bert Hellinger: El síntoma se desarrolla por amor. Ésta es mi
tesis fundamental. Y todo lo que no tenga en cuenta el amor es
equivocado. Es decir, busco hasta encontrar el punto en el que la
persona ama. (Esto no lo diría en su presencia.) La solución
buena permite que cada uno tenga su lugar respetado. Según mi
parecer, la problemática fundamental de la anorexia se encuentra
con el padre, porque éste tiende a salir de la familia. Lo que, en
consecuencia, se le reprocha a la madre son sus intentos
frustrados de salvar a la hija. En el curso de esta constelación
pudimos ver muy bien las fases terapéuticas intermedias. Durante
un tiempo se encontraba bien en un lugar, después ya no quería
quedarse allí. Tales constelaciones son dinámicas, por lo que
nunca deben tomarse como imágenes estáticas. A veces, se
recorre todo el camino terapéutico en una constelación.
Una enfermera: Entiendo todo esto, cipero cómo se trata a la
cliente después? De todo esto ella no se engorda. ¿Qué hay que
hacer para que llegue a comprender que tiene que tratar la vida
de una manera diferente?
Bert Hellinger: Yo esperaría y confiaría plenamente en la imagen
que ahora tiene. Las dudas, por lo contrario, interfieren en la
solución, incluso si no se expresan verbalmente.
Enfermera: Lo que a mí me preocupa es que estas personas se
pasan meses sin engordarse.
Bert Hellinger: Este razonamiento es nocivo desde el punto de
vista terapéutico, desde el momento mismo de pensarlo.
Enfermera: Pero es así y también es absolutamente normal...
Bert Hellinger: No. Si en un grupo tengo una cliente suicidal, u
otra persona que se comporta de manera dramática, mi ayuda
consiste en olvidarla en cuanto salga de la habitación o no se
encuentre en el grupo.
Enfermera: Puedo hacer ver que es así.
Bert Hellinger: No, entonces no la ha olvidado. En otro contexto,
Karl Kraus dijo: «No se le debe ni ignorar.» El ignorar a una
persona aún implica un vínculo. Yo vacío mi alma de esa
persona. De esta manera ya no encuentra ninguna superficie de
ataque, ni tampoco tiene ningún poder sobre mí. La relación se
acaba inmediatamente, el otro tiene que defenderse solo y sus
fuerzas se concentran.
Preocupándose, usted debilita a la cliente, agravando, al mismo
tiempo, sus síntomas. Si, por lo contrario, usted toma medidas
sin preocuparse, e incluso con la libertad de que los clientes, si
quieren, cumplen su cometido en la familia, sin que usted asuma
la responsabilidad de todo esto, todos en el sistema tendrán más
fuerzas. En cuanto un terapeuta asume una responsabilidad en un
sistema, responsabilidad que en el fondo sería de los padres, éstos
ya no son capaces de ayudar a su hijo, ni el hijo puede dejarse
ayudar por el terapeuta. Por este motivo, la disciplina interior es
tan importante.
A tu lado, Papá, me gusta (bulimia)
También las madres de hijas bulímicas les dicen a sus hijas:
«Sólo lo que viene de mí es bueno; lo que viene del padre no
debes tomarlo.» Así, la paciente toma la comida y vuelve a
escupirla. En este proceso, el tomar representa el respeto ante la
madre, y el escupir, el respeto ante el padre. La solución consiste
en que la hija se imagine a sí misma sentada en las faldillas del
padre, mirándolo con cada bocado que toma y diciéndole: «De ti,
Papá, lo tomo a gusto ... A tu lado, Papá, me gusta.» Aún resulta
más efectivo hacerlo con la mirada puesta en la madre.
Prefiero perder mi dinero antes que mi vida (adicción al
juego)
El siguiente ejemplo fue tomado de un seminario de supervisión
en la Clínica Psicosomática de Bad Herrenhalb. Antes de
configurar el cliente la constelación de su familia de origen, Bert
Hellinger pregunta por sucesos y suertes especiales en la familia.
Se sabe lo siguiente:
El cliente, ahora de 22 años, sufrió muchas caídas de ni ño, que
en cinco ocasiones le provocaron una conmoción cerebral.
Cuando Bert Hellinger busca a alguien de la familia que tuviera
alguna afección de la cabeza (lesión cerebral, etc.), el cliente no
recuerda a nadie. Su terapeuta, sin embargo, le recuerda qu e
comentó que su madre sufrió varias veces depresiones,
ingresando incluso en una clínica psiquiátrica, y que en la familia
tenía la fama de «no estar bien de la cabeza». La madre tiene una
hermana gemela divorciada y otra hermana, más joven. Hace un
año, el padre del cliente murió de un paro cardíaco a la edad de
cincuenta años. Al tener el padre seis años, el abuelo paterno
murió de disentería estando en cautiverio. El cliente configura su
sistema de origen.
Constelación inicial:

Figura 1
Abreviaciones:
+P padre, murió hace un año, a la edad de 50 años
M madre
1 primera hija
2 segundo hijo, adicto al juego
3 tercera hija
Bert Hellinger: ¿Cómo se encuentra el padre?
Padre: Me siento agobiado.
Madre: No me encuentro bien, me siento abandonada.
Primera hija: Me siento muy sola.
Representante del cliente: Me siento algo pensativo aquí.
Segunda hija: Yo tampoco me encuentro bien. Aquí me falta la
fuerza.
(Bert Hellinger coloca a una mujer al lado de la madre, fig. 2)

Figura 2
Abreviaciones:
HGM hermana gemela de la madre, divorciada
Bert Hellinger: Esta es la hermana gemela. ¿Qué ha cambiado?
Madre: Me encuentro mucho mejor. Esto me sienta bien.
Bert Hellinger: ¿Qué ha cambiado para el padre?
Padre: Estoy triste.
Hermana gemela de la madre: Me siento bien y segura aquí.
Bert Hellinger: Sí, es imposible separar a unos gemelos. Simple-
mente tienen que estar juntos. Cuando una mujer tiene una
hermana gemela, el marido se casa con ella y con la gemela.
(Coloca al padre a la izquierda de la madre, fig. 3)
Figura 3
Bert Hellinger: ¿Qué tal ahora?
Primera hija: Sigo sintiéndome mal. (Bert Hellinger pone a los
hijos enfrente de los padres y de la hermana gemela, fig. 4)

Figura 4
Representante del cliente: Esto me salva. Allá atrás no me
encontraba bien.
Bert Hellinger: ¿A quién imita? ¿Con quién está identificado?
Participante: Con el abuelo.
Bert Hellinger: Sí, exacto, con el abuelo que murió de disentería
estando en cautiverio. Ocupaba su posición (introduce a un
hombre en la constelación, colocándolo a la izquierda; fig. 5).
Éste es el abuelo que se quedó en la guerra. ¿Ha cambiado algo?
¿Está bien aquí?
Madre (coge al abuelo para colocarlo detrás del padre, fig. 5): A
mí me gustaría tenerlo aquí.
Figura 5
Abreviaciones:
+PP padre del padre; murió de disentería estando en cautiverio,
cuando el padre tenía seis años
Representante del cliente: Ahora tengo que mirar ahí.
Bert Hellinger: Éste es exactamente el lugar que tú (cliente)
ocupa- bas antes. (Pone al abuelo directamente detrás del padre,
fig. 6)

Figura 6
Bert Hellinger: ¿Qué tal así? — Este es un buen eje (padre y
abuelo). ¿Hay alguien más que quiera cambiar su posición? (el
abuelo se acerca aún más al padre) Ahora se percibe muy
claramente cómo todos se van centrando y la atención que ponen
en sus sentimientos. Es una diferencia muy pronunciada respecto
a la primera constelación. Esta imagen es mucho más exacta que
la de antes. Se ve la seriedad y el recogimiento en las caras.
(Al cliente) ¿Quieres ocupar tu lugar? (Éste lo hace y empieza a
llorar con mucha aflicción. Al cabo de unos instantes, la
representante de la madre se acerca él para consolarlo, pero Bert
Hellinger la para. A continuación, lleva al cliente a un lugar
delante del padre y del abuelo; Figura 7)

Figura 7
Bert Hellinger: Míralos abierta y tranquilamente, con los ojos
abiertos, (al cabo de unos instantes, padre e hijo se abrazan)
¡Respirar profundamente! ¡Exacto! ¡Esto es! (después de un
intervalo prolongado) ¡Respirar profundamente, con la boca
abierta! Así el tomar se logra mejor. — Dejar la boca abierta;
esperar hasta que esté bien. — (Lo apoya de espaldas contra el
padre, fig. 8)

Figura 8
Bert Hellinger: Y el padre se apoya contra el abuelo. ¡Ahora mira
de frente! ¡Respirar! (el cliente empieza a sonreírse) Exacto, deja
salir los sentimientos buenos. Eso da fuerza. — ¡Respirar
profundamente, con la boca abierta! (el cliente respira muy
profundamente) ¡Dejar los ojos abiertos y mirar claramente hacia
delante! — Ahora vuelve a tu lugar.
(Figura 9)

Figura 9
(Al cabo de unos instantes, Bert Hellinger lleva al cliente nueva -
mente a un lugar delante del padre y del abuelo, fig. 10)
Bert Hellinger: Dile al padre: «Tú estás muerto, yo aún me quedo
un poco. Después, también moriré yo.»
Cliente: Tú estás muerto, yo aún me quedo un poco. Después,
también moriré yo. (Lo repite varias veces.)
Bert Hellinger: Díselo también al abuelo.
Cliente: Tú estás muerto, yo aún me quedo un poco. Después,
también moriré yo.
Bert Hellinger: ¡Mirarlo! ¡Es mejor mirar! ¡Mirar claramente!
Exacto, tu padre y tu abuelo miran a su hijo y nieto que aún vive
y que dice: «Yo aún me quedo.»

Figura 10
Cliente: Aún me quedo. Bert Hellinger: «Un poco.» Cliente: Un
poco.
Bert Hellinger: Está bien. Ya está. (El cliente coge las manos de
Bert Hellinger y le da las gracias emocionadamente.) Lo he hecho
muy a gusto, por tu padre y por tu abuelo. (El cliente abandona
la sala.) Ahora haremos una pausa. Es lo que necesitamos para
que esto aún pueda actuar un poco en nuestra propia alma.
(Después de la pausa)
Bert Hellinger: Me gustaría volver sobre la constelación. ¿Cuál
es el motivo por el que está en la clínica? No sé ni siquiera lo que
tiene.
Médico: Por adicción al juego.
Bert Hellinger: Si vuelve a jugar, que diga: «Prefiero perder mi
dinero antes que mi vida.» Esta es la dinámica. Estaba claro que
era un candidato a la muerte.
Participante: También va siempre de negro.
Bert Hellinger: También los accidentes son un indicio. Ésta es la
imitación y la identificación con el abuelo.
Participante: Aún se me ocurre otra cosa más.
Bert Hellinger (interrumpiendo): No, toda descripción ulterior
interrumpe el proceso terapéutico en él y en los terapeutas. Aquí
lo dejaré de momento.
Suicidio: respetar la decisión
En uno de los seminarios, un participante hace una pregunta en
relación con el tema del suicidio.
Jens: No sé cómo tratar un asunto determinado. Una vez, mi
padre me informó de que mi madre no debía saber que en la
familia de él se habían suicidado muchas mujeres. Diseñó un
minucioso árbol genealógico, enseñándomelo en una época en
que yo más bien buscaba el enfrentamiento con mi madre. Me
contó que su madre se había suicidado y que también mi madre
había estado en peligro de suicidio alguna vez. Supongo que
quería hacerme entender que debía tratarla con más cuidado.
Ahora bien, hace dos años, se suicidó mi hermana, y no sé
exactamente si yo tengo algo que ver en todo ello o si...
Bert Hellinger (interrumpiendo): De acuerdo, la pregunta está
clara. Cuando se da una interpretación de este tipo: «se
suicidaron porque los hombres eran tan déspotas», ya se puede
olvidar. Por una razón así no se suicida nadie; las razones se
encuentran a un nivel mucho más profundo: se trata de
implicaciones. Un acto así se comete por amor, estando
identificado y compartiendo el destino de alguien. Siempre que
aparece como un acto de venganza, la interpretación se queda en
un primer plano.
Lo segundo es: si por este acto después les va peor a otras
personas, el acto en sí acaba siendo aún más grave. Es decir, si
una persona se suicida y otra, por este motivo, se suicida también,
aún debe ser peor para el que se suicidó primero, puesto que su
acto provocó una desdicha adicional. Si el segundo, por lo
contrario, dice: «Respeto tu destino y tu decisión. Ahora puedes
estar en paz y quiero que sepas que todo sigue bien, que ahora lo
malo puede darse por terminado.», el muerto encuentra su paz y
los vivos están libres.
Erich: ¿Podrías repetirlo?
Bert Hellinger: No, una frase así no debe repetirse. De todos
modos, ha alcanzado su meta. Las cosas más importantes no
pueden ser retenidas; si uno las retuviera, se malograrían.
Un ejemplo de los seminarios:
El cuarto día del segundo seminario, Bert Hellinger t rabaja con
Sarah en llevar a término el movimiento interrumpido hacia uno
de los padres. Sarah se quejaba de tener la sensación de no
respirar bien, de no hacer más que inspirar. En consecuencia, se
encontraba muy tensa y le dolía el pecho. Bert Hellinger (una vez
llevado a término el movimiento interrumpido): Este ha sido un
movimiento interrumpido. Asma es un movimiento interrumpido.
Inspirar significa tomar; y espirar, moverse hacia otra persona.
En el caso de asma, la persona afectada no puede espirar, lo cual
muestra que se trata de un movimiento interrumpido.
Más tarde, el mismo día
Sarah (con voz angustiada y llorosa): Noto que la presión que
siento también tiene que ver con el suicidio de mi padre. Desde
que empezaste a hablar de este tema, la presión aumenta. Y pensé
que no era mi responsabilidad.
Bert Hellinger: ¿Cómo se suicidó?
Sarah: Se puso en la bañera y se abrió las venas.
Bert Hellinger: ¿Qué edad tenías tú?
Sarah: Veintiséis años.
Bert Hellinger: ¿Quién del grupo podría representar a tu padre?
Sarah: Antes de saber lo de Eckhard, pensé en él. Ahora me
gustaría buscar a otra persona.
Bert Hellinger: No, no, éste ya va bien. — Eckhard, ¿quieres
expiar de manera positiva? (éste asiente con la cabeza) Haré un
ejercicio diferente contigo. (Le pide a Eckhard que se estire en el
suelo; éste se acuesta de espaldas.)
Bert Hellinger (a Sarah): Ponte de espaldas a su lado. (Sarah se
pone a su lado.) ¡Lo más cerca posible! (Sarah empieza a llorar.)
Imagínate que estás mirando al padre muerto en la bañera.
Sarah (llorando fuertemente): ¡No!
Bert Hellinger: No, no, eso se hace con amor. — ¡Y abre los ojos!
— ¡Más cerca, más cerca! — Y dile: «Querido Papá, me pongo a
tu lado (Sarah lo repite). Respira tranquilamente. (Sarah llora)
No, eso no lleva a ninguna parte, ¡repítelo muy tranquilamente!
Sarah: Querido Papi, me pongo a tu lado.
Bert Hellinger: Exacto. Ya está. Ahora quédate tranquilamente
en este sentimiento y respira. — Así se neutraliza la
identificación, (al grupo) Si se encuentra a su lado, ya no puede
estar identificada. La relación sustituye la identificación y la
disuelve. — Ya está. ¡Gracias, Eck- hard! (Ambos vuelven a sus
asientos.)
Friedemann: Hubo una gran diferencia en el estado emocional.
Bert Hellinger: Sí, hay que abandonar la dramatización. El
sentimiento recogido es sin emoción. Cuando se dice muy
tranquilamente, es acertado.
Por tanto, hay que alejarse de lo ruidoso, y al final tiene que ser
todo simple. Esta es la solución.
Más tarde
Sarah: Me encuentro mucho mejor. Abajo aún noto una ligera
tirantez, pero más bien es como una tormenta, un murmullo que
se retira.
Bert Hellinger: Te recuerda que la tormenta ya pasó.
Sarah: Por otra parte, estoy desconcertada, porque hubiera
pensado en todo tipo de relaciones entre mi padre y yo, pero
nunca en una identificación. Interiormente, mi interés se dirige
ahora a cuestiones profesionales y a la vida de pareja.
Bert Hellinger: ¡De acuerdo, bien!
El quinto día
Sarah: Desde esta mañana, el corazón me late fuertemente. Una
y otra vez me viene a la mente el nombre de mi primer hermano.
Tengo un hermanastro y después otro hermano, que murió.
También me acordé mucho de este último antes de mi aborto. Por
eso siento otra vez más la necesidad de hacer la constelación.
Bert Hellinger: Sí, lo haremos.
El quinto día, por la tarde
Bert Hellinger (a Sarah): ¿Qué, Sarah? ¡Ya casi pareces feliz,
con colores...!
Sarah: Sí, y lo bonito es que los dolores que antes tenía en el
sacro han desaparecido. Me siento toda ligera en la pelvis y con
ganas de saltar. Siento una alegría saltarina; mi corazón late
como alegrándose de algo que ha de venir, y tengo menos miedo.
Te agradezco el empujón, fue muy importante.
Bert Hellinger: Para eso estoy. (Le pide que configure su sistema
de origen.)
Durante la constelación surgen las siguientes informaciones im -
portantes: El primer marido de la madre murió durante la guerra.
El hijo de ese matrimonio nació dos meses después de morir el
padre. Más tarde, la madre se volvió alcohólica. El padre se
suicidó, según la opinión de Sarah, a causa del alcoholismo de la
madre. Un primer hijo de este matrimonio murió a la edad de
siete semanas.
Constelación inicial de la familia de origen de Sarah:
Figura 1
Abreviaciones:
+P padre; se suicidó al tener Sarah 26 años
M madre
1 primer hijo de la madre, hermanastro de Sarah; nació 2 meses
después de morir su padre
+2 segundo hijo
3 tercera hija
4 cuarta hija, Sarah
Una vez configurada la constelación de la familia de origen:
Bert Hellinger (a la madre): ¿Cómo te va?
Madre: Me siento amenazada. Son dos cosas: a la izquierda, mi
marido; y por otra parte, aquí (indica hacia la derecha, al hijo de
su primer matrimonio). Está como flotando, como si no lo
pudiera coger.
(Bert Hellinger coloca al padre de la madre detrás de ésta;
después, pone a su primer marido a la derecha del hijo; fig. 2)
Figura 2
Abreviaciones:
+PM padre de la madre, fallecido
+1MarM primer marido de la madre, murió en la guerra
Madre: En un primer momento fue bonito, pero después volví a
sentir la amenaza.
Bert Hellinger: ¿Qué pasó con su padre?
Sarah: No lo sé. Lo único que puedo decir es que su madre
dominaba en el matrimonio.
Bert Hellinger: Siempre es así con los alcohólicos. Sarah: Él le
daba el dinero, pero ella tenía el poder. — Aún se me olvidaba
algo. Parece ser que mi madre, ya casada con mi padre, debió de
vivir un gran amor con otro hombre mientras mi padre aún estaba
en la guerra. Dado que mi madre era médica, al final de la guerra
este hombre le pidió que le facilitara cianuro potásico para él y
para toda su familia. Ella lo hizo. (Reacción de sobresalto en el
grupo.) Este hombre se suicidó; su mujer y sus hijos no lo
hicieron.
Bert Hellinger: Esto es lo que amenaza. (Lleva al hermanastro de
Sarah y al primer marido de la madre algo más hacia atrás, fig.
3.) Primeramente tenemos que poneros a salvo a vosotros dos. Y
tú (padre de la madre) puedes volver a sentarte. (Introduce al
amigo de la madre que se suicidó con cianuro, fig. 3. Silencio
prolongado.)
Figura 3
Abreviaciones:
+AM amigo de la madre, se suicidó
Bert Hellinger: ¿Quién hubiera tenido que suicidarse?
Miriam: La madre.
Bert Hellinger: ¿Y quién lo hizo? — El padre. A veces es así.
Amigo de la madre: Me encuentro muy extraño aquí, sobre todo
si ella (madre de Sarah) está tan cerca. (Bert Hellinger les pide
que cambien sus lugares. Al ver que el malestar no cesa, hace que
ambos se giren hacia fuera. Finalmente hace que la madre, y
después también el amigo, salgan de la sala, fig. 4.)

Figura 4
Representante de Sarah: Ahora puedo volver a levantar la
mirada.
Hermano (+2): Y mi resentimiento va disminuyendo.
Hermana: Por primera vez puedo mirar al padre.
Padre: Para mí es como un lento despertar de una rigidez
cadavérica. Era horrible.
(A continuación, los hijos prueban varias posiciones en relación
al padre hasta encontrar su lugar definitivo.)
Figura 5. Constelación de solución de la familia de origen de
Sarah

Figura 5
Bert Hellinger (hace entrar a los representantes que están delante
de la puerta): ¿Qué tal os encontrabais ahí fuera?
Madre: Bien, nos entendíamos muy bien.
Bert Hellinger (le pide a Sarah que ocupe su lugar): Aún puedes
probar tu posición si quieres. (Sarah inspira profundamente unas
cuantas veces; después empieza a llorar, vuelve a abrir los ojos y
quiere acercarse al padre.)
Bert Hellinger: No, quédate aquí; quédate aquí y abre los ojos.
Tranquilamente. (Sarah respira más tranquilamente y mira clara -
mente al padre.)
Bert Hellinger: Respirar tranquilamente, muy tranquilamente.
Quédate en la fuerza concentrada. (Sarah sigue mirando
tranquila- mente al padre) Cuatro hombres muertos en este
sistema.
Una vez participó un matrimonio en un grupo de terapia primaria.
Durante una sesión, el marido se puso todo eufórico y fuera de
sí. Lo que llamaba la atención era que siempre iba de negro. Al
día siguiente, al preguntarle por sucesos importantes en su
familia de origen, el cliente se dio cuenta de que en su sistema se
habían suicidado siete hombres, todos por sus mujeres. — ¡Siete
hombres!
(Después de una pausa) De acuerdo, Sarah, bien. (Todos se
sientan.)
Aún quisiera decir algo acerca de destinos transferidos en un
sistema. Una vez, en Lindau, un participante de un grupo contó
que a veces veía personas a su lado que se desmayaban. Y
siempre le venía la misma idea: «¡Pero si todo esto es mentira!»
Después configuramos su sistema. Su madre había tenido un
amigo judío. En la constelación, la madre estaba al lado del
amigo judío y de los tres hijos; el padre carnal, sin embargo, se
encontraba lejos y apartado. Este padre se había alistado al
ejército del aire. En este sistema, el padre había adoptado la
suerte del judío, y el judío ocupaba el lugar del padre. Tales casos
existen. Es difícil dejar a alguien solo con su destino, pero nadie
puede asumirlo en su lugar. En tu caso, Sarah, es posible que tu
padre, suicidándose, tomara sobre sí el destino de la madre.
(Pausa)
Aún tuve otro caso parecido. Una vez vino una participante cuya
madre había tenido un amigo antes de casarse. Éste, a su vez,
tuvo una novia a la que, al final de la guerra, le dio cianuro
potásico, y ella y su madre se suicidaron. El hombre estaba
muchas veces con la familia, manteniendo, además, una relación
íntima con la madre. La participante estaba en peligro de
suicidio. Después de algún tiempo vino su madre, también
terapeuta, a un grupo de supervisión. En esa ocasión le conté lo
ocurrido, diciéndole que el que en realidad tenía que suicidarse
era el amigo; la hija estaba identificada con la anterior novia de
éste. La madre me contestó: — Éste siempre lleva cianuro
encima.
Sarah: Mi padre siempre quería que mi madre se suicidara con
él. (Silencio)
Bert Hellinger: Así van los sistemas. De tales suertes puedes
deducir lo que significa el concepto de purificación. En la
tradición espiritual existe la idea del camino de purificación, de
una profunda purificación interior. Sin embargo, no es posible
realizarla a un nivel personal, por ejemplo, intentando purificarse
de los propios pecados o deseos. La verdadera purificación es la
liberación de las implicaciones del sistema. Sin esta purificación
no puede haber ningún desarrollo ulterior, ni tampoco es posible
lograrlo a través del recogimiento. ¿Alguna pregunta más al
respecto?
Angela: No sé si no lo oí: ¿también preguntaste por la familia de
su padre?
Bert Hellinger: No, cuando hay algo tan masivo, todo lo demás
queda tapado. Cuando hay algo tan explosivo en el presente, ya
no es necesario mirar más allá en el pasado. Para ti, Sarah, lo
importante es que dejes que los muertos, todos, encuentren su
paz; que dejes que tu madre asuma su culpa, y que tú te alíes con
las fuerzas buenas en el sistema, es decir, con tu padre.
Sarah: Está bien con mi padre. Me voy despidiendo.
Bert Hellinger: No, yo no lo haría.
(Sarah intenta contradecirlo) No, no, no.
Sarah: Bueno, estoy triste, y eso es cierto.
Bert Hellinger: Sí, porque para ti está muerto. Puedes decirle:
«Querido Papá, en mí aún vives, y quiero que te vaya bien.» —
(al grupo) Ni siquiera lo ha oído.
Sarah: ¡Que sí!
Bert Hellinger: ¿Qué te dije?
Sarah: En mí aún vives, y quiero que te vaya bien. Y pensé: 'En
el fondo es verdad'.
Bert Hellinger: El asentimiento llega demasiado pronto. Cuando
lo vives, ya no necesitas asentir a ello. A veces, el asentimiento
sustituye la vivencia.
— Bien, ¿qué le dices?
Sarah: En mí aún vives.
Bert Hellinger: ... «y te dejo participar en lo que hago.» Sarah:
Y te dejo participar en lo que hago.
Bert Hellinger: Esta es la reconciliación. Su padre es la víctima
de determinadas implicaciones. Es bueno que de la víctima
emane una fuerza que influya de manera positiva sobre otras
personas. Esta es la reconciliación; de esta manera no fue en
vano.
Sarah: Sí, quisiera que no fuera en vano. Nuestra familia se
extingue y el nombre desaparece ...
Bert Hellinger: No, no, no, estás desviando la conversación. —
Eres un caso perdido, y aquí lo dejaré. Pero quizás se te a parece
otra vez tu padre en sueños para decirte lo que es esencial. Quizás
a él le escuches más que a mí.
¿Algo más, Sarah?
Sarah: No. También de ti me gusta oír lo que es esencial.
Bert Hellinger: De momento, lo dejaré aquí. Lo esencial está
dicho y ahora tengo que confiar en que de ahí nazca algo bueno.
Uno que se olvidó de sus síntomas
Hace un tiempo, un buen compañero mío dio una conferencia
sobre enfermos de cáncer. Aportó el siguiente ejemplo:
En una clínica de Estados Unidos se ingresó a un hombre. Al
operarlo, vieron que tenía metástasis por todo el cuerpo, por lo
que volvieron a cerrarlo y lo enviaron a casa. El hombre ya era
bastante mayor; sin embargo, aún vivió unos diez años más antes
de morir tranquilamente. Después, la mujer envió una carta a la
clínica para agradecerles su ayuda de aquel entonces. Su marido
se había recuperado tan bien y aún habían pasado tantos años
felices. Los médicos de la clínica, asombrados, miraron la
historia clínica, donde ponía que el hombre, en aquel entonces,
tenía metástasis por todo el cuerpo. A la mujer, sin embargo, le
habían dicho: —Su marido está bastante bien, lo único que
necesita es un poco de cuidado; por lo demás, nada especial. —
Este hombre se olvidó de sus síntomas. Por eso estaba sano.
E. SUFRIR ES MÁS FÁCIL QUE ACTUAR:
INSTANTÁNEAS TERAPÉUTICAS
Si lo otro no funciona
Alexis: Aún sigo pensando que mi sistema actual es tan
complicado.
Bert Hellinger: Pero si dijiste que eras feliz, ¿qué hay de
complicado en todo eso?
Alexis: Entonces diré lo bueno. Ayer llamé a Grecia y se puso mi
mujer al teléfono. Hablando, me dijo: —Cuando vuelvas, quiero
estar contigo en la cama.
Y yo pensé: '¡Dios mío, eso es! ¿Para qué todo lo demás?' Bert
Hellinger: Exacto. Eso es.
Alexis: Todo marcha bien. Estamos juntos y todo va bien. Ayer
aún pensé. 'Diré esto si lo otro no funciona' (grandes risas).
El curso de patinaje
Ludwig: Ahora mismo me estuve preguntando si yo también era
un burro (risas). Aún me siento avergonzado por algo que dije
ayer al final.
Bert Hellinger: Ya está bien. Hubo una vez un hombre que quería
mucho a su hija. Esta tenía muchas ganas de hacer un curso de
patinaje. Así, pues, el padre le compró unos patines y la inscribió
en una escuela de patinaje. La hija fue, y volvió radiante,
diciendo: —Fue maravilloso, no me caí ni una sola vez.
La siguiente vez, también volvió radiante, diciendo: —Otra vez
fue maravilloso, no me caí ni una sola vez.
Al oírlo, el padre respondió: —Te sacaré de esta escuela, no
puede ser buena.
(Ludwig se ríe a carcajadas.) ¿Algo más, Ludwig?
Ludwig: De momento, no.
Un segundo grifo
Ilse comenta que no podía conciliar el sueño porque
constantemente pensaba en cómo colocar a los miembros de su
familia en su constelación.
Bert Hellinger: Por supuesto, éste es un esfuerzo inútil, ya que
cuando se hace realmente, resulta totalmente diferente.
Ilse: Simplemente no podía pararlo. Quería pararlo, pero era
imposible.
Bert Hellinger: ¿Sabes cómo se para este tipo de pensamiento?
Ilse: Contando ovejitas o algo similar.
Bert Hellinger: No, aún se lleva a un nivel más consciente. Es
decir, si una persona no puede dormirse porque hay un grifo que
gotea, basta con imaginarse dos grifos (risas generales) o tres. Es
lo que se llama difusión.
Mi «relación»
Max: Tengo muchas impresiones. No sé qué decir.
Bert Hellinger: ¿Algún objetivo?
Max: Sí, cuando se dé la ocasión, me gustaría configurar mi
relación.
Bert Hellinger: ¿Sabes lo que quiere decir «relación» en este
contexto?
Max: No.
Bert Hellinger: Que no dura.
Participante del grupo: ¿Sino qué?
Bert Hellinger: Si fuera otra cosa, lo llamarías de otra manera.
¿Algo más, Max?
Max: No, eso basta.
Demasiadas palabras
Klaus: Una y otra vez me vienen imágenes de mis abuelos.
Ambos eran menospreciados; el padre de mi padre era
considerado un déspota severo — exteriormente tenía bastante
parecido conmigo y llevaba barba. El otro tenía fama de calavera
y Don Juan, un irresponsable que se escabullía. Me doy cuenta
de que me supone un gran esfuerzo hacerlos resucitar de nuevo.
En general, si quiero que el principio masculino se enderezca,
simplemente no encuentro ningún lugar para ello.
Bert Hellinger (provocativo): ¡Te servirá de mucho si sigues así!
Klaus: Los dos ya me gustan como imagen, pero hay algo que me
impide el paso, que no logro captar.
Bert Hellinger: Tienes que ponerte al lado de estos hombres con
la vista puesta en sus mujeres, así sabrás lo que significa tener
valor.
Klaus: Veo una relación cuando dices «con la vista puesta en las
mujeres». Por una parte puedo entender muy bien al hombre ...
Bert Hellinger: Éstas ya son demasiadas palabras. Mientras
tanto, ya hubieras podido hacerlo.
Vigilar la fuente
Alexis: Me llamó mi mujer desde Saloniki, reprochándome que
no la había llamado. Le dije: —De acuerdo, deja los reproches.
Te quiero y estoy pensando en vosotros.
En ese mismo momento todo estaba bien. Y cuando salí del
teléfono, otra vez sentí el amor, igual que ayer, y también empecé
a sollozar. En circunstancias normales no puedo llorar, lo cual
me supone una auténtica limitación. Sólo puedo hacerlo en este
contexto terapéutico.
Bert Hellinger: Es como con el trabajo y las vacaciones: se tiene
algo menos de vacaciones que de trabajo. Estas manifestaciones
de afecto son efectivas si son moderadas y escasas.
Alexis: Así, también tiene peso para mí. Me siento otra vez
animado y...
Bert Hellinger: También hay personas que, al descubrir una
fuente en su jardín, se sientan delante para vigilar que no se
agote.
Defenderse es inútil
Lydia: Tengo la impresión de que en nuestra relación de pareja
ninguno de los dos valora lo suficiente la familia del otro.
Frecuentemente adopto una posición de defensa, me retiro sin
decir lo que pienso y siento, para después ponerme agresiva en
otra ocasión. Estuve pensando que una solución sería ver a mi
propia familia de origen de manera positiva, valorarla, y así no
tener que luchar tanto.
Bert Hellinger: Sí, puedo imaginármelo muy bien. Así descansas
en ti misma. Lo que ocurre es lo siguiente: cuando una persona
no tiene razón, no tiene que defenderse; y cuando tiene razón,
tampoco. También puedes decirle: «Si nuestra familia no hubiera
sido tan buena, no podría quererte como te quiero.»
Desenlaces providenciales
Josef: Mientras daba un paseo, me vino a la memoria que mi
nacimiento también debió de ser muy dramático. Tenía el cordón
umbilical alrededor del cuello y mi madre por poco se hubiera
muerto de una hemorragia secundaria.
Bert Hellinger: Esta es una información importante. — ¿Y qué
se hace en un caso así?
Josef: Después, mi madre me consideraba su salvador, porque
con mis lloros hice venir a las enfermeras. Yo, por mi parte, me
doy cuenta de que eso no corresponde.
Bert Hellinger: Se me ocurre una historia, y ni siquiera sé por
qué la cuento ahora:
CONFIANZA EN DIOS
Durante una gran inundación, un rabino imploraba a Dios para
que le ayudara. El agua, sin embargo, subía y subía, y finalmente
el hombre se refugió en el tejado de su casa.
Al pasar una barca y querer recogerlo, él la rechazó: —Estoy
esperando que Dios me ayude —y siguió rezando. Después, un
helicóptero se acercó para salvarlo; él, sin embargo, respondió:
—No, no. Estoy esperando que Dios me ayude.
Finalmente se ahogó, y al llegar a Dios, se quejó:
—¡Estuve rezando tanto, y tú no me ayudaste!
—Sí que lo hice —dijo Dios—: te envié una barca y un
helicóptero.
(Después de un silencio prolongado.)
Aún estoy pensando en ti. ¿Cuál sería el acto interior realmente
liberador para ti?
Josef: Dar las gracias.
Bert Hellinger: Exacto. ¿Pero cómo? — Tendría que ser algo en
el sentido de: «hubo un desenlace feliz». Y nunca se saben los
desenlaces que toman las cosas.
Una vez, un capuchino dio una homilía. Al volver a la sacristía,
se le acercó una mujer diciendo: —Ahora estoy convertida; ¡me
ha conmovido tanto!
El capuchino se quedó intrigado -eso fue su fallo— y preguntó:
—¿Qué es lo que la conmovió tanto de mi homilía?
Ella contestó:
—Una vez, usted se giró para sonarse, y pensé: 'Si Dios me
vuelve las espaldas así, estoy perdida'. — Ésta es la diferencia
entre el actuar de la persona y la providencia divina.
VII. EL MOVIMIENTO HACIA EL TODO
Los órdenes del amor, que nos acompañaron en relaciones
anteriores, únicamente son válidos en ámbitos estrictamente
limitados. Son diferentes para las relaciones del hijo con sus
padres, diferentes para las relaciones de los padres con sus hijos,
diferentes para las uniones libremente elegidas, y diferentes entre
parejas.
Si estos órdenes se aplican más allá de dichos ámbitos, por
ejemplo a Dios, al Destino o al Todo, se convierten en desorden
y en un absurdo.
Algunos se refieren a Dios como hijos a sus padres, buscando un
Padre Dios o una Gran Madre; ellos creen como niños, esperan
como niños, confían como niños, aman como niños, los temen
como niños y, como niños, quizás también temen el saber.
O nos referimos al Todo misterioso como a los antepasados y a
la red familiar: por una parte, nos sabemos consanguíneos suyos
en una Comunión de los Santos, pero también, al igual que en la
red familiar, réprobos o elegidos, según una ley implacable, sin
que pudiéramos comprenderla ni influir sobre su decisión.
O nos comportamos hacia el Todo como si en un grupo de iguales
nos encontráramos, convirtiéndonos en sus colaboradores y
representantes, pactando y negociando con él, haciendo una
alianza y reglamentando por contrato los derechos y los deberes,
el dar y el tomar, la ganancia y la pérdida.
O nos comportamos con el Todo misterioso como si estuviéramos
en una relación de pareja, en la que hubiera un amado y una
amada, un novio y una novia.
O nos comportamos con el Todo misterioso como padres con su
hijo, diciéndole lo que acaba de hacer mal y lo que tendría que
hacer mejor, cuestionando su obra y, si este mundo no nos parece
bien de la manera que es, pretendiendo salvarnos a nosotros
mismos y salvar a otros de él.
O, por lo contrario, al referirnos al Misterio de este mundo,
dejamos atrás los órdenes del amor que conocemos,
abandonándonos al olvido, como si ya estuviéramos en el mar y
todos los ríos hubieran alcanzado su fin.
SER Y NO-SER
Un monje, que estaba a la búsqueda, pidió a un mercader una
limosna.
El mercader, por un momento, lo miró y preguntó al dársela:
—¿Cómo puede ser que tú a mí me tengas que pedir aquello que
te falta para tu sustento, y, al mismo tiempo, me menosprecies a
mí y también mi vida, cuando nosotros te concedemos lo que
necesitas?
El monje respondió:
—Comparado con lo Último que busco, todo lo demás parece
poco.
El mercader, empero, volvió a preguntar:
—Si un Ultimo existe, ¿cómo puede ser algo que pueda buscar o
encontrarse, como si al final de un camino se hallara?
¿Cómo podría uno salir a su encuentro y,
como si entre otras muchas cosas fuera una, apoderarse de ello?
¿Y cómo, por otra parte, podría uno volverle las espaldas y,
menos que otros, ser llevado por ello o estar a su servicio?
El monje contestó: —Lo Ultimo encuentra el que renuncia a lo
cercano y lo presente.
El mercader, empero, siguió razonando: —Si un Ultimo existe,
es próximo a cada uno, aunque, como en todo Ser un No-ser y en
todo Ahora un Antes y un Después, escondido en aquello que
aparece y permanece.
Comparado con el Ser, que experimentamos como pasajero y
limitado, el No-ser nos parece infinito, igual que el De Dónde y
el Adonde comparado con el Ahora.
El No-ser, sin embargo, se nos revela en el Ser, igual que el De
Dónde y el Adonde en el Ahora.
El No-ser, como la noche y la muerte, es principio sin
conocimiento, y sólo brevemente, igual que un relámpago, nos
destella su mirada en el Ser.
Así, lo Último también a nosotros se nos acerca sólo en lo
próximo, y resplandece ahora.
Ahora también el monje preguntó:
—Si lo que dices fuera la verdad,
¿qué quedaría aún para ti y para mí?
El mercader le dijo: —Aún nos quedaría para un tiempo la
Tierra.
LA FE DE LA CREACIÓN Y LA FE DE LA REVELACIÓN
El padre de un participante de uno de los seminarios se salió de
una orden religiosa, formó una familia y tuvo varios hijos con su
mujer. En la constelación se encuentra entre la orden y su familia.
Bert Hellinger: Viendo esta constelación, tu padre lo hubiera
tenido más fácil en el convento. Frecuentemente es así, y por eso
lo menciono. Si alguien pertenecía a Dios o a la Iglesia, o debía
pertenecer a Dios, y deja la orden o la Iglesia, frecuentemente,
esa persona después se limita o vive de una manera más limitada
que si hubiera seguido de clérigo o de religioso. En los católicos
esta dinámica aún actúa con más fuerza, ya que las limitaciones
(por ejemplo, por el celibato) son aún mayores. Si alguien
abandona la Iglesia o la orden, este paso sólo puede lo grarse si
se recorre todo el camino, es decir, hay que abandonar la fe para
dirigirse a una fe mayor.
Puesto que es una fe mala la que se imagina que un hombre
tendría la posibilidad, el derecho o la obligación de pertenecer a
Dios de una manera especial, y que ese Dios se enfadaría si la
persona hiciera algo que está de acuerdo con la Creación. La fe
y la incredulidad están inseparablemente unidas en el alma, al
igual que la inocencia y la culpa, y, de la misma manera que
siempre existe un tira y afloja entre la inocencia y la culpa, así
también hay una interacción entre la fe y la incredulidad. La fe
en el Dios de la Revelación exige abandonar al Dios de la
Creación, y con ello también a la Creación tal como la
percibimos. La fe de la Revelación en muchos sentidos nos
transmite que el mundo es malo. Creyéndolo así, tengo que
renegar de lo que percibo, y tengo que renegar de la Creación
para dirigirme a un Dios revelado del que sólo se sabe lo que
alguien dijo que Aquél había dicho. Eso es todo lo que sabemos
de él. No hay experiencia de él, sino sólo relatos de experiencias
que algunos dicen haber hecho. La fe en un Dios revelado, por
tanto, siempre es la fe en un testimonio que alguien da, y
finalmente ese testimonio para mí se hace vinculante. Es decir,
siempre se trata de una fe en una persona.
Este tipo de religión se transmite culturalmente a través de
tradiciones familiares. La fe de la revelación es necesaria para
pertenecer a una familia determinada que comparte esa misma
creencia. El abandono de esa fe siempre es un abandono de la
familia. Todos los que abandonan una religión sienten lo mismo,
independientemente de ser protestantes, musulmanes o católicos.
La conclusión es que tales sentimientos no guardan ninguna
relación con los contenidos; primordialmente se trata de una
dinámica sistémica. La fe de la revelación sirve para mantener
unidos ciertos grupos. La fe de la Creación, sin embargo, engloba
también el asentimiento al mundo tal como es, uniendo así a las
personas. Las religiones erigen fronteras. En la fe de la Creación
no hay fronteras. Si alguien siente respeto ante la Creación, ante
el hecho de que ésta sea como es, no puede quedarse con un único
grupo. El que se dirige a aquello que la Creación es, tiene que
sobrepasar las fronteras de su familia o de su grupo, lo cual tiene
una cualidad totalmente distinta.
Los DISCÍPULOS
Alguien nace en su familia, en su país y su cultura, y ya de niño
oye quién, hace tiempo, fue su modelo y su maestro, y siente el
profundo anhelo de hacerse y de ser como aquél. Se une a un
grupo de iguales, se ejercita en una disciplina de largos años, y
sigue al gran modelo hasta ser idéntico a él, y pensar y hablar y
sentir como él.
Pero una cosa, piensa, aún le falta. Así emprende un largo
camino para, quizás, aún superar en la soledad más lejana, una
última frontera. Pasa por jardines antiguos, largamente
abandonados. Aún florecen rosas silvestres y altos árboles traen
su fruto cada año, pero éste cae al suelo sin cuidado por no haber
nadie que lo quiera. Después comienza el desierto.
Pronto le rodea un vacío desconocido. Le parece como si aquí
cualquier rumbo fuera indiferente, y también las imágenes, que
a veces ve delante de sí, pronto se muestran vacías. Camina
siguiendo su impulso, y cuando ya hace tiempo que no se fía de
sus sentidos, de repente ve el manantial: brota de la tierra, y la
tierra lo vuelve a recibir. Pero allí donde su agua llega, el
desierto se convierte en un paraíso.
Al mirar a su alrededor, ve a dos desconocidos que se acercan.
Ellos hicieron lo mismo que él: como él emprendieron un largo
camino para, quizás, aún superar en la soledad del desierto una
última frontera; y encontraron, como él, el manantial. Juntos se
agachan, beben de la misma agua, y ya creen la meta casi
conseguida. Después, se confían sus nombres:
— Yo soy Gotama, el Buda.
— Yo soy Jesús, el Cristo.
— Yo soy Mahoma, el Profeta.
Después, llega la noche y encima de ellos, como siempre,
destellan las estrellas, inalcanzables en su lejanía y en su
quietud. Todos enmudecen, y uno de los tres se sabe cerca de su
gran modelo como nunca. Le parece como si por un momento
pudiera intuir cómo se sentía cuando lo supo: la impotencia, la
inutilidad, la humildad, y cómo debería sentirse si también
conociera la culpa.
A la mañana siguiente, da la vuelta y sale salvo del desierto.
Una vez más su camino le lleva por los jardines abandonados,
hasta acabar en uno que es el suyo. Delante de la entrada se
encuentra un hombre mayor, como si lo hubiera estado
esperando.
Le dice: —Quien, como tú, de tan lejos encontró el camino de
vuelta, ama la tierra húmeda. Sabe que todo, si crece, también
muere, y si acaba, también nutre.
—Sí —responde el otro—, estoy de acuerdo con la Ley de la
Tierra. Y empieza a trabajarla.
EL CAMINO PROFESIONAL DE BERT HELLINGER
Durante los años que Bert Hellinger trabajaba de misionero
católico y director de una escuela en Sudáfrica, conoció un tipo
de Dinámica de Grupo fundamentalmente diferente de aquélla
practicada en aquel entonces en Alemania. Los entrenadores
provenían del ámbito cultural angloamericano y la formación
estaba enteramente orientada a la práctica. Tan sólo podían
participar aquellas personas que trabajaban en alguna institución
y tenían la intención de aplicar inmediatamente lo aprendido. Los
seminarios eran ecuménicos y abiertos a todas las razas.
«La diferencia fundamental que me impresionó fue el gran
respeto que los entrenadores mostraban ante el individuo. Eran
duros, pero siempre con el mayor respeto. Nunca hubo ningún
abuso por parte de los entrenadores. Aún tengo presente a uno de
ellos, David. Es un ejemplo que actúa en mi alma. El impulso
decisivo que de él recibí fue la pregunta que en aquel entonces
me hizo:
—¿Qué te es más importante, los ideales o las personas? ¿Qué
sacrificas a qué?
Después, no dormí en toda la noche. Le estoy muy agradecido.
A continuación, practiqué este principio, que llegó a formar parte
de mi trabajo a mi vuelta a Alemania.
Otra experiencia decisiva fue el primer seminario de Gestalt
dirigido por Ruth Cohn en Alemania. Fui el primero en la "silla
caliente", y durante esa sesión tomé una decisión fundamental
para mi vida posterior. Más tarde me alejé de la terapia de la
Gestalt, ya que muchas veces el enfrentamiento entre "underdog"
y "topdog" me parecía como un juego. Pero no quisiera
infravalorar la terapia de la Gestalt.
El segundo elemento decisivo fue una formación psicoanalista en
Viena. Durante un encuentro de fin de semana para los
candidatos probamos diferentes cosas. Una participante propuso
que simplemente gritáramos con la letra A. Así lo hicimos,
disfrutando realmente ese ejercicio. Cuando, más tarde, se lo
conté a mi analista, éste me recomendó un libro que había
recibido; se trataba de The Primal Scream (El Grito Primario) de
Janov. Él mismo no lo había leído. Yo lo miré y me quedé
fascinado de su inmediatez y de la rapidez con la que se
conseguía un objetivo. En el siguiente seminario de dinámica de
grupo apliqué directamente algunas de sus ideas y me quedé
asombrado de su efecto.»
A continuación, se produjo un escándalo cuando Bert Hellinger
disertó ante la Asociación Psicoanalista sobre el libro y el trabajo
de Janov, negándosele incluso el reconocimiento como
psicoanalista. Dado que de todos modos tenía la intención de
aprender terapia primaria, se trasladó a Los Ángeles, donde
estudió con Janov durante nueve meses. Junto con su mujer,
Herta Hellinger, aún visitó otro instituto de terapia primaria en
Denver, Colorado, para después practicar terapia primaria en su
propia consulta.
«Entremedias, aún hubo otra experiencia decisiva: un taller de
Gestalt, de cuatro semanas, con Hilarión Petzold. Durante este
seminario, Fanita English mencionó el análisis transaccional y el
análisis conciliatorio, recomendándome el libro de Eric Berne
¿Qué dice ustedes después de decir 'buenos días'?. Cuando fui a
la entrevista de admisión con Janov, me compré el libro;
afortunadamente, el avión tuvo ocho horas de retraso por un
defecto de motor, lo cual me dio tiempo de repasar casi todo el
libro. En el seminario que comenzó inmediatamente después de
mi vuelta de Estados Unidos pude aplicar directamente algunas
cosas: lo poco que había comprendido surtió un efecto inmediato.
Después, cambié mi método, trabajando en mis cursos sobre todo
con análisis transaccional. Durante este trabajo llegué a un
conocimiento importante. El análisis transaccional atribuía los
guiones a mensajes que habían sido transmitidos a la persona. Yo
detecté que los guiones actuaban a través de sucesos ocurridos en
el sistema, independientes de mensajes directos. En la mayoría
de los casos no se trata de acontecimientos que la persona misma
haya vivido; también pueden haber ocurrido en otra parte y en
otro tiempo, manifestándose posteriormente en un guión. De
repente surgió un aspecto multigeneracional. A partir de ese
momento, mi trabajo de análisis transaccional cobró un enf oque
sistémico, descubriendo paulatinamente y con más claridad las
leyes según las cuales se producen identificaciones y cómo se
disuelven los guiones disolviendo la identificación. Después, el
trabajo con guiones ya no fue más que un complemento.
Mientras tanto, también había leído el libro Lealtades Invisibles
de Ivan Boszormenyi-Nagy. La idea de la compensación me
impresionó, aunque por su lenguaje difícil no comprendía
muchos aspectos. No obstante, el principio de la compensación a
través de generaciones me ayudó a observar más detenidamente
tales procesos.»
Sin embargo, Bert Hellinger no ve el equilibrio entre tomar y dar
desde un punto de vista ético: «Tan sólo veo el desnivel; y el
desnivel entre ganancia y pérdida produce una dinámica que
tiende a una compensación.
Más tarde, me dediqué a terapia familiar, estudiando con Ruth
Me Clendon y Leslie Kadis. Fue en sus seminarios donde vi por
primera vez el trabajo con constelaciones familiares. Me
impresionó, pero aún no pude comprender de manera exhaus tiva
sus conceptos. Sin embargo, la terapia familiar me atrajo de tal
manera que pensé que en el fondo debía trabajar según ese
método. Después miré mi trabajo realizado hasta ese momento y
me dije: 'Es bueno y no lo dejaré antes de conocer lo otro'. Así,
simplemente seguí trabajando, y al cabo de un año, todo era
terapia familiar, añadiéndose aún otro aspecto muy importante:
había descubierto el orden de origen. En este caso, el punto de
partida fue un artículo de Jay Haley acerca del "triángulo
perverso". Estas dinámicas me llevaron al orden de origen. Fue
una vivencia clave que me permitió encontrar muchas otras
soluciones. A continuación, me inspiraron las constelaciones
familiares de Thea Schonfelder. Al cabo de un cierto tiempo
comprendí claramente los principios y dónde se encontraba el
orden, y desde entonces puedo trabajar de esta manera.
También es importante la influencia de Milton Erickson y de
Programación Neurolingüística. Para mí, lo más importante de
PNL fue el interés centrado en la solución y no en el problema.
Otro impulso vino de la terapia provocativa de Frank Farelly. La
manera de trabajar de Erickson me impresionó profundamente; a
él se debe, naturalmente, el trabajo con historias. La primera
historia que conté en un grupo terapéutico fue la de los dos
Orfeos, Las dos caras de la felicidad.»

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