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Voy a hablar del cuento “Hernán” de Abelardo Castillo centrándome en la construcción

del punto de vista del narrador.

Antes de explicar cómo se construye el punto de vista en este cuento, voy a referirme a
cuáles son los componentes que lo forman.

Por un lado, el punto de vista está constituido por:

-la voz o persona gramatical en la que se narran los hechos (que puede estar en 1°
persona y, en ese caso, protagonista, coprotagonista, testigo presencial,
recopilador/transcriptor de datos o una entidad personificada; en 2° o en 3° y, en este último
caso, puede llevar a cabo el relato desde su propio punto de vista, adoptar el punto de vista del
personaje, o bien, funcionar como un grabador o una cámara de lo que sucede al narrar
solamente lo que se podría ver u oír)

- el manejo del tiempo (es decir, por la relación que se establece entre el tiempo de la
enunciación, es decir, el momento en el cual se lleva a cabo el relato y el tiempo de la historia,
que puede ser de simultaneidad, de posterioridad o de anterioridad, lo cual puede advertirse
no sólo gracias a los tiempos verbales utilizados sino también teniendo en cuenta ciertas
expresiones temporales)

-la valoración o evaluación de lo relatado, que consiste en el tono empleado por el


narrador al construir el relato (ya que puede hacerlo, por ejemplo, con tono irónico, de júbilo
o de desdén), en el juicio de valor que emite frente a los hechos narrados (por ejemplo, si
transmite una condena hacia lo que cuenta o lo comprende) y en la apreciación sobre la
verdad de lo narrado, todo lo cual se manifiesta en huellas lingüísticas como los términos
empleados (específicamente, los adjetivos calificativos, los sustantivos y ciertos verbos que
expresan valoración), los modos verbales utilizados (ya que el modo indicativo juzga los
hechos como reales; el subjuntivo, como posibles o deseables y el imperativo, como
necesarios) y las oraciones exclamativas o interrogativas.
Y por

-el ángulo de visión propiamente dicho, que abarca tanto la perspectiva como la
focalización. La primera puede ser escénica (cuando pareciera que el narrador se ubica en
medio de los hechos relatados, lo cual implica que “gana” en detalles pero “pierde” en
amplitud de visión dado que puede dar cuenta de manera precisa de qué es lo que ocurre en
una situación puntual pero no en otras) o panorámica (cuando el narrador toma distancia
temporal y/o espacial con respecto a los hechos narrados, en cuyo caso “pierde” en detalle y
“gana” en amplitud de visión). En cuanto a la focalización, tiene que ver con el lugar desde el
cual el narrador decide contar la historia, y puede ser interna, cuando penetra en la conciencia
del personaje y adopta su punto de vista, de manera tal que solamente puede saber lo que ese
personaje siente y piensa y no conoce más que eso; cero, cuando el narrador entra a la
conciencia del personaje, accede a la información sobre lo que este siente y piensa, sale y,
desde afuera, lleva a cabo el relato de modo tal que sabe más que el personaje; o bien, puede
ser externa, cuando no accede a la interioridad del personaje y cuenta solamente lo que se
podría ver u oír.

Bueno, voy a analizar ahora el punto de vista del narrador en este cuento de Abelardo
Castillo.

Para empezar, desde el comienzo vemos que el narrador está en primera persona
gramatical, lo cual se puede ver desde la primera frase en la que aparece el pronombre
personal “me” y el verbo “atrevo”, ambos en primera persona. Esto quiere decir que el
narrador se ubica dentro de la historia y forma parte de los hechos relatados.

Además, en la primera frase podemos ver también una referencia explícita al momento
de la enunciación ya que el narrador utiliza el adverbio “ahora” para referirse al momento en
el cual construye el relato, y dice que la razón por la cual se atreve a contar estos hechos tiene
que ver con que “ha pasado el tiempo”, con lo cual vemos que el tiempo de la enunciación es
posterior al tiempo de la historia y, además, a partir de varios indicios podemos saber que la
distancia temporal transcurrida entre un tiempo y otro es considerable y justamente esto es lo
que le ha permitido elaborar los hechos narrados y llevar a cabo una reflexión acerca de los
mismos, como voy a explicar más adelante.

A su vez, también con respecto al manejo del tiempo, podemos encontrar una prolepsis
cuando en el primer párrafo se hace referencia a un hecho que ocurre al final de la historia
narrada: “…la ridícula señorita Eugenia, que un día, con la mano en el pecho, abrió grandes los
ojos y salió de clase llevándose para siempre su figura lamentable de profesora de literatura…”
y otras dos cuando más adelante el narrador dice “…aquel Hernán de dieciocho años que (…)
como realmente se atrevió la tarde en que, apretando como un trofeo aquella cosa (…) pasó
delante de todos y fue lentamente hacia el pizarrón…” y “…junto al crucifijo con el que sólo
una vez tropezaron unos dedos que no fueran los de ella”.

Ver analepsis (nombrarla y explicarla).

Como dije, a lo largo del texto hay numerosos indicios de que la distancia entre el
tiempo de la enunciación y el tiempo de la historia es considerable y esto mismo es lo que le
permite al narrador tomar una postura reflexiva y llevar a cabo un juicio moral de condena
frente a los hechos narrados. Y es justamente esto lo que me parece más importante dado
que no sólo se configura como el propósito del relato en sí sino que además funciona como
eje estructurador del mismo.

Desde el comienzo el narrador plantea este relato como algo necesario que hay que
atreverse a hacer (dice: “Me atrevo a contarlo…”) y lo constituye como una herramienta para
no olvidar, para que el narratario, Hernán (al cual se dirige por su nombre y a través de verbos
y pronombres en segunda persona gramatical), siempre tenga en su memoria un sitio para
estos hechos que el narrador considera que forman parte del “montón de porquerías” que el
narratario ha hecho a lo largo de su vida. El relato consiste en la narración de la humillación
realizada a una docente de literatura de escuela secundaria por parte de sus alumnos y,
específicamente, ejecutada por Hernán. Los chicos la ven temerosa desde el primer día en el
que ingresa al aula y, al escuchar que es “señorita” (lo cual implica que no está casada y,
además, para nosotros los lectores funciona como un indicio de época, dado que el término
“señorita” ha perdido esta significación en nuestro tiempo), comienza una secuencia de burlas
que tiene como centro el hacerle creer que uno de sus alumnos, Hernán, está enamorado de
ella y, ante el cambio de actitud de la señorita que no sólo no pone un límite en esta situación
sino que empieza a maquillarse, a leer rimas de Bécquer mirando a Hernán y a hablar sobre
cuestiones relacionadas con la edad (“miradas furtivas hacia su banco”, “decía cosas vulgares,
increíbles, tremendas acerca de la edad”, “decía que era más juvenil”, “con la cabeza loca”), le
tienden una trampa que consiste en que Hernán tenga relaciones con ella y después cuelgue
frente a la clase, en el pizarrón, a modo de trofeo, la bolsita de alcanfor que la señorita
Eugenia solía llevar colgada en el cuello. REFERIR CÓMO ES NOMBRADA EUGENIA, ETC:

La condena que el narrador lleva a cabo sobre Hernán, al que define como el chico más
brillante de su división pero, a la vez, como alguien capaz de realizar hechos reprochables, se
puede ver no sólo en que plantea la necesidad de contar esta historia para que Hernán jamás
la olvide sino también en que alude al suceso narrado como “canallada brutal” y dice que hay
seres como Hernán que nacieron para dañar a los que son como la señorita Eugenia.

Sin embargo, como se puede ver recién al final del relato, esta distancia que el narrador
establece entre él y Hernán fue construida en realidad gracias al paso del tiempo, porque
Hernán es, en realidad, el narrador de adolescente. A pesar de que a lo largo del texto se dan
indicios que nos permiten sospechar este vínculo (como cita1, cita2 y cita3,etc), recién lo
comprobamos al final cuando dice (cita del final en la que habla de que alguien pronunció su
nombre). Esto lo podemos ver a partir de diversos indicios que hay en el texto: “Si yo la olvido nadie podrá
recordarla”, “YO me asombré mucho de que todavía fuera señorita”, “YO sé de qué modo, Hernán, con qué (…); “oí que
alguien pronunciaba mi nombre: - Hernán”. A lo largo del relato se confunde al lector con los cambios de persona ya que
hay alternancia entre la segunda y tercera persona, y recién confirmamos al final que se trata del mismo personaje y por
lo tanto, que el narrador y narratario son el mismo

Por otro lado, en cuanto a la perspectiva del cuento, es compleja dado que, si bien el
narrador se ubica en las escenas narradas y es capaz de contarlas con detalles precisos por el
hecho de que formó parte de las mismas, también es panorámica si tenemos en cuenta la
distancia que pudo tomar gracias al paso del tiempo que, por un lado le permitió la reflexión
pero, por otro, le hizo perder detalles mínimos, como se puede observar cuando dice:
“Después pasaron muchos días, y no sé, no recuerdo cómo hizo él para darse cuenta…”.

Finalmente, la focalización es interna, dado que el narrador relata hechos de los cuales
él fue protagonista y justamente lo hace desde su propio punto de vista sin tener acceso a los
pensamientos de los otros personajes ni conocimiento a información que no provenga de su
conciencia.

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