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Volumen 1

Yukito Ayatsuji
~Dedicado a R.M. con cariño~
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Volumen 1

Autor: Yukito Ayatsuji.

En Ingles: Traducción de la novela de Hachette Book Group,


Inc.-Karen McGillicuddy.

En Español: Traducción de la novela de MiraiK: Svartalheimer.

https://www.facebook.com/miraiknovels

https://miraik.jimdofree.com/
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Contenido

Introducción ................................................................................ 7

Capítulo 1 .................................................................................... 12

Capítulo 2 ................................................................................... 30

Capítulo 3 ................................................................................... 73

Capítulo 4 ..................................................................................101

Capítulo 5 ................................................................................. 125

Interludio I .............................................................................. 152

Capítulo 6 ..................................................................................155

Capítulo 7 ................................................................................. 185

Capítulo 8 .................................................................................. 211

Interludio II .............................................................................248

Capítulo 9 ................................................................................. 257

Créditos ..................................................................................... 279

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 5
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Parte 1. ¿Qué? ………¿Por qué?

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 6
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Introducción

“... ¿Sabes quién es Misaki? ¿La de la clase 3 de tercer año? ¿Has oído la
historia?”.
“¿Misaki? ¿Es el nombre de alguien?”.
“Sí. Nadie sabe con qué caracteres se escribe. Podría ser un apellido, así
que ni siquiera es necesariamente una chica. De cualquier manera,
Misaki Solo-y-sola o Sola-y-solo Misaki, hubo una estudiante llamada
Misaki hace veintiséis años”.
“¿Veintiséis años? Vaya, eso es mucho tiempo. Eso fue con el último
emperador”.
“1972. El cuadragésimo segundo año del reinado del emperador
Hirohito. Creo que fue el año en que se devolvió Okinawa”.
“¿Okinawa? ¿De quién?”.
“¿Eres estúpido? Estados Unidos lo estaba ocupando hasta entonces,
desde que terminó la guerra”.
“Oh, así que por eso todavía hay todas esas tumbas”.
“Ahora que lo pienso, los Juegos de Invierno también fueron en Sapporo
ese año. Estoy bastante seguro de que el incidente del Monte Asama
también lo fue...”.
“¿Fue en el Monte Asama?”.
“¿Estás hablando de verdad? Lo que sea, supongo. En fin. Lo que
importa es que, hace veintiséis años, había una estudiante llamada
Misaki en la clase 3 de los terceros años. Y entonces... ¿Estás seguro de
que nunca has oído esta historia?”.
“Hmm... espera. ¿Dices que la niña se llamaba Misaki? ¿No Masaki? Si
es Ma-saki, entonces sí, he oído un poco sobre ella”.
“¿Masaki? Eh. Quizá sea así en algunas versiones. ¿De quién lo has
oído?”.
“Un compañero de mi club” .

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 7
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“¿Qué dijo?”.
“No sé si fue hace veintiséis años, pero hubo un estudiante de tercer año
llamado Masaki hace mucho, mucho tiempo... y, por lo que he oído, era
un chico. Y ese año pasó algo muy raro en su clase. Pero mi compañero
de clase dijo que es un secreto, y que no se debe ir por ahí hablando de
ello. Así que dijo que no podía decirme nada más”.
“¿Eso es todo?”.
“Sí. Dijo: “Si bromeas con eso, te pasarán cosas malas”. Apuesto a que
es una de esas cosas. “Los siete misterios”“.
“¿Eso crees?”.
“¿Sabes que la música del flautín empieza a sonar en la sala de música
en mitad de la noche cuando no hay nadie, o que a veces una mano
cubierta de sangre sale del estanque de lotos del patio del colegio? Así
que me imagino que esta es la séptima”.
“He oído que los maniquíes de la sala de economía doméstica tienen
latidos reales. ¡Seguro que lo tienen!”.
“Hay un montón además de eso. Conozco como nueve o diez de los
‘Siete Misterios’ de esta escuela secundaria. Pero esta historia sobre
Misaki o Masaki o lo que sea... no creo que sea una de esas. La mayoría
de las historias parecen bastante diferentes del resto de los ‘Siete
Misterios’“.
“Vaya, ¿En serio? ¿Así que conoces los detalles?”.
“Un poco, supongo”.
“¡Dime!”.
“¿Qué, no te importa si me pasa algo malo? Eso es sólo una superstición,
obviamente”.
“Sí, probablemente tengas razón. ¡Entonces dime!”.
“En realidad, no sé si debería...”.
“¡Vamos! ¡Nunca te pediré nada más!”.
“¿Y cuántas veces ha sido lo último que me has pedido? Je-je”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 8
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“Oh, por el amor de Dios. Si te lo digo, no puedes ir cotorreando a todos


tus conocidos”.
“No se lo diré a nadie. Lo juro” .
“Hmmph. Bien...”.
“Espectacular”.
“Así que tal vez sea Misaki o tal vez sea Masaki... Supongo que, por
ahora, diré que es Misaki. Desde su primer año, este chico era popular
entre todos. Estudiante brillante, atleta consumado, realmente bueno en
el dibujo, e incluso un músico talentoso. Además de todo eso, Misaki era
preciosa. Y si era un chico, estaba cincelado. Sea como sea, Misaki no
tenía ni un solo defecto”.
“Eso suena un poco odioso, ¿No crees?”.
“No, dicen que Misaki también tenía una gran personalidad. No era
odiosa ni engreída en absoluto. El chico era simpático con todo el
mundo y lo suficientemente despreocupado. Por eso los profesores, los
alumnos y todo el mundo adoraba a Misaki. Bien, si me entiendes -
Misaki era popular”.
“Huh. ¿Así que la gente así realmente existe?”.
“Así que el tercer año comenzó, y Misaki fue puesta en la clase 3
cuando cambiaron las asignaciones de las habitaciones. Y entonces, de
repente, Misaki murió”.
“Vaya”.
“Todavía era el primer semestre, justo antes del decimoquinto
cumpleaños de Misaki. ¿Qué pasó? ¿Fue un accidente de coche? ¿Misaki
se enfermó?”.
“He oído que fue un accidente de avión. Toda la familia de Misaki iba a
Hokkaido, y en el camino de vuelta, el avión cayó en picado. Pero
también hay otras teorías”.
“…”.
“Así que los otros chicos recibieron esta horrible noticia, y fue un gran
shock” .

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 9
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“Apuesto a que lo fue”.


“¿Cómo ha podido pasar esto? gritaba todo el mundo. Otras personas se
lamentaban, ¡No puede ser verdad! Y un montón de chicos estaban
absolutamente destrozados por el llanto. El profesor de la clase no tenía
ni idea de qué decirles, y toda la clase tenía esta atmósfera de otro
mundo... y en medio de todo eso, alguien dijo: Misaki no está muerta.
Quiero decir, mira. ¿No ves que Misaki está aquí?”.
“…”.
“Este chico señaló el escritorio de Misaki y dijo: “Mira, Misaki está ahí.
¿Dónde más podría estar Misaki? Misaki está vivo y justo ahí”.
Después de eso, un estudiante tras otro se sumó, apoyando al primer
chico. “Es verdad. Misaki no está muerta. Misaki está viva. Misaki
está justo allí...”“.
“... ¿Qué querían decir?”.
“Nadie quería creer que una persona tan popular hubiera muerto tan
repentinamente. No querían aceptarlo. Eso es lo que me imagino. Pero
no terminó ese día. La clase continuó eso durante mucho tiempo
después”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Todos en la clase se unieron después de eso y siguieron fingiendo: “¡Eh,
Misaki sigue viva!” Oí que incluso el profesor estaba en todo esto. “Es
verdad. Tienen razón todos. Misaki no está muerta. En esta clase, al
menos, Misaki sigue viva como miembro de nuestra clase. A partir de
ahora, tenemos que trabajar todos juntos para graduarnos. Todos
nosotros, juntos”... O algo así, al menos”.
“Hace una buena historia, supongo. Pero no sé, es un poco
espeluznante”.
“Así fue como acabaron pasando el resto de su carrera en la escuela
secundaria. Dejaban el pupitre de Misaki exactamente como estaba, y a
veces apoyaban una mano en él y se ponían a hablar con Misaki -que se
suponía que estaba sentada allí- o hacían el tonto con Misaki o se iban
juntos a casa... Pero, por supuesto, todo era sólo una actuación. En la

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ceremonia de graduación, el director fue incluso lo suficientemente


considerado como para preparar un asiento para Misaki...”.
“Hmm. Supongo que es una buena historia...”.
“Sí. Básicamente, esta es una hermosa historia con un gran material de
origen. De hecho, hay un giro aterrador al final”.
“¿Oh? ¿Cómo qué?”.
“Tras la graduación, se hicieron una foto de grupo en el aula. Al día
siguiente, cuando miraron la foto revelada, todos se dieron cuenta de
algo. En esa foto de clase, escondida en un rincón, podían ver a
Misaki, que no podía estar allí. La cara de Misaki estaba pálida, como la
de un cadáver, y sonreía como la de los demás...”.

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Capítulo 1

Abril

Llegó la primavera, cumplí quince años y, justo después, mi pulmón


izquierdo se colapsó.
Era el tercer día después de salir de Tokio para venir a Yomiyama y
vivir con mis abuelos por parte de mi madre. Se suponía que iba a
empezar en una escuela secundaria de aquí el día después, a pesar de
que era un poco tarde en el trimestre para ser transferido desde algún
otro lugar; y para mi suerte, sucedió la noche anterior.
El 20 de abril de 1998.
El lunes, que se suponía que iba a ser mi primer día en una nueva
escuela -un día para empezar de nuevo- se convirtió en el primer día de
mi segunda hospitalización. Mi primera experiencia había sido seis
meses antes. Al igual que la última vez, he vuelto porque se me ha
colapsado el pulmón izquierdo.
“Me dijeron que estarás hospitalizado una semana, tal vez diez días”.
Mi abuela, Tamie, llegó al hospital esa mañana temprano. Cuando me
dio la noticia -y ya me sentía aislado en la cama de la habitación del
hospital en la que acababa de ser ingresado- luché contra un dolor en el
pecho y una sensación de asfixia que parecía que no iba a remitir nunca.
“El médico ha dicho que lo más probable es que no haya que operarte,
pero que van a empezar un tratamiento de drenaje. Creo que será desde
esta tarde”.
“Oh... entiendo”.
Unas horas antes, cuando me trajo la ambulancia, el dolor sofocante en
el pecho había sido mucho más intenso. Después de descansar un poco,

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sentí que empezaba a mejorar. Pero, para ser sincero, seguía siendo
bastante fuerte. La imagen radiográfica de uno de mis pulmones -
arrancado en un extraño giro- pasó por mi mente, aunque no lo deseaba.
“Me siento muy mal por ti... ¡Tan pronto después de haber venido
aquí!”.
“Oh, uh... lo siento, abuela”.
“Ahora realmente, no hay nada por lo que debas sentirte mal. No
puedes evitar estar enfermo”.
Mi abuela me miró a la cara y sonrió, y las arrugas alrededor de sus ojos
se profundizaron el doble. Había cumplido sesenta y tres años este año,
pero aún parecía ágil y era muy amable con su nieto. Y eso que casi
nunca habíamos hablado a solas ni habíamos estado tan cerca el uno del
otro.
“Um... ¿Qué pasa con Reiko? No llegó tarde al trabajo, ¿Verdad?”.
“Ella está bien. Se mantiene concentrada, esa chica. Se fue a casa y se fue
a la misma hora de siempre”.
“¿Podrías decirle a Reiko que... siento todas las molestias...?”.
La noche anterior, a última hora, de la nada, me asaltaron síntomas
familiares. Había una inquietante sensación de gorgoteo que provenía
del interior de mi pecho, y ese dolor único y punzante, y luego la
opresión. En el momento en que me di cuenta de que estaba ocurriendo de
nuevo... Corrí con el SOS, medio asustado, hacia Reiko, que todavía
estaba despierta en el salón.
Había once años entre mi madre, que había muerto, y esta hermana
menor suya, lo que la convierte en mi tía. En cuanto le conté lo que
pasaba, llamó a una ambulancia. Incluso me acompañó al hospital.
Gracias, Reiko.
Te debo mucho.
Quería proclamar mi gratitud en voz alta, pero en mi estado, me dolía
demasiado como para pensar en hacerlo. Por no hablar de que me
costaba hablar con ella cara a cara... no sé, me pongo muy nervioso.

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“Te he traído un cambio de ropa. Si hay algo más que necesites, házmelo
saber”.
“...Gracias”.
Le di las gracias a mi abuela con voz ronca mientras ella dejaba una gran
bolsa de papel junto a la cama. El dolor parecía aumentar cuando me
movía sin prestar atención, así que levanté la barbilla ligeramente hacia
ella y mantuve la cabeza sobre la almohada.
“Abuela, um... ¿Qué pasa con mi padre?”.
“Todavía no se lo he dicho. ¿Crees que Yosuke está ya en la India? No
estoy segura de cómo localizarle. Le preguntaré a Reiko esta noche”.
“Está bien; me pondré en contacto con él. Si me traes el móvil que dejé
en mi habitación...” .
“Oh-ho, ¿Es así?”.
Mi padre se llama Yosuke Sakakibara. Trabaja en una famosa
universidad de Tokio haciendo investigaciones de antropología cultural
o socio ecología o algo así. Llegó a ser profesor con nombramiento a los
cuarenta años, así que debe ser un investigador bastante excepcional. Sin
embargo, no puedo evitar albergar algunas dudas sobre lo excepcional
que es como padre.
De todos modos, ya no vive en casa.
Desecha a su único hijo y deja la casa vacía mientras vuela por Japón y
otros países, haciendo no sé qué cosas: trabajo de campo, supongo.
Gracias a eso, desde la escuela primaria, he tenido esa extraña confianza
en que mi capacidad para mantener la casa, al menos, es mejor que la de
cualquiera de mis compañeros.
Como dijo mi abuela, mi padre se había ido a la India la semana anterior
por trabajo. El trabajo había surgido prácticamente sin previo aviso
durante las vacaciones de primavera. Se quedaría allí y se dedicaría a
hacer encuestas y actividades de investigación durante casi un año. Esas
son las circunstancias básicas que me llevaron a la casa de mis abuelos
en Yomiyama sin apenas avisar.
“Koichi, ¿Se llevan bien tú y tu padre?”, preguntó mi abuela.

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“Claro, supongo”, respondí. Aunque me pareciera duro tenerlo como


padre, no es que lo odiara.
“¡Aun así, Yosuke es un hombre tan leal!”. Sonaba como si estuviera
hablando principalmente para sí misma. “Ha pasado todo este tiempo
desde que Ritsuko murió, y aún no se ha vuelto a casar. Y también hace
tanto por ayudarnos, a la menor palabra nuestra”.
Ritsuko es el nombre de mi madre. Hace quince años -el año en que
nací- falleció a la temprana edad de veintiséis años. Mi padre, Yosuke,
era diez años mayor que ella.
Por lo que había oído, mi padre vio por primera vez a mi madre
mientras trabajaba como profesor en su escuela, y ella era una de sus
alumnas. La conquistó casi desde que se conocieron. “Trabajas rápido”,
dijo uno de sus antiguos amigos cuando visitó nuestra casa una vez,
burlándose de mi padre sin descanso. El tipo parecía estar borracho.
Era difícil concebir que mi padre hubiera vivido sin ninguna mujer en su
vida desde que murió mi madre. Reconozco que hablo como su hijo,
pero es un investigador con talento y, aunque tiene cincuenta y un años,
es un hombre joven, con una personalidad dulce y bastante guapo. Tiene
una posición bastante buena en la sociedad y gana un dinero decente, y
como encima es soltero, no puedo creer que no sea más popular.
¿Estaba cumpliendo una obligación con su difunta esposa? ¿O siendo
considerado con mis sentimientos? Fuera lo que fuera, ya había pasado
demasiado tiempo. Quería que volviera a casarse alguna vez y que
dejara de cargar con el trabajo de la gestión de su hogar a su hijo.
Probablemente eso explicaba la mitad de mis sentimientos al respecto.

Un “pulmón colapsado” es, de hecho, una condición llamada


“neumotórax espontáneo”. Es más correcto llamarlo “neumotórax
espontáneo primario”. Es común entre los hombres jóvenes que tienen
un tipo de cuerpo alto y delgado. La causa es bastante desconocida, pero

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se dice que, en no pocos casos, la fatiga o el estrés pueden ser un factor


desencadenante en combinación con el físico básico de la persona.
Tal como suena, “colapsado” significa que una parte del pulmón se
rompe y el aire se filtra en la cavidad pleural. El equilibrio de la presión
se altera y el pulmón se marchita como un globo con un agujero. Se
asocia con dolor en el pecho y dificultad para respirar.
Esta enfermedad, cuyo solo pensamiento es aterrador, fue hace seis
meses, en octubre del año pasado, cuando la experimenté por primera
vez.
Al principio, me empezó un dolor extraño en el pecho, y sentía que, si
me movía, perdería inmediatamente la respiración. Pensé que si
esperaba mejoraría, pero después de un par de días, todavía no había
mejorado. De hecho, cada vez era peor, así que se lo conté a mi padre y
fuimos al hospital. En cuanto me hicieron una radiografía, quedó claro
que mi pulmón izquierdo había sufrido un neumotórax y estaba en un
estado intermedio de colapso. Me hospitalizaron el mismo día.
El médico jefe decidió darme un tratamiento llamado “drenaje pleural”.
Me administraron un anestésico local; luego me abrieron el pecho con
un bisturí y me introdujeron un tubo fino llamado catéter trocar en la
cavidad pleural.
El tratamiento continuó durante una semana completa mientras mi
pulmón colapsado se re inflaba a su forma original y el agujero se
sellaba, y luego fui dado de alta sin más incidentes. En ese momento, el
médico utilizó las palabras “recuperación total”, pero al mismo tiempo
nos dijo: “La probabilidad de reincidencia es del cincuenta por ciento”.
Por aquel entonces, intenté no pensar demasiado en el riesgo que eso
suponía. Lo único que hice fue reconocer que, de acuerdo, podría volver
a estar así algún día. Pero nunca pensé que me enfrentaría a este
miserable destino tan rápidamente y en tan mal momento...
Para ser sincero, estaba bastante deprimido.
Después de que mi abuela se fuera a casa, a primera hora de la tarde me
llamaron a una sala de tratamiento en el departamento de medicina

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interna, donde comenzaron el drenaje pleural, igual que seis meses


antes.
Por suerte, el médico jefe no fue terrible. El dolor había sido increíble
cuando me metieron el tubo hace seis meses, pero esta vez no fue nada
malo. Al igual que la última vez, si el aire se escapaba por el tubo y mi
pulmón se volvía a inflar y el agujero se cerraba, estaría listo para una
liberación bienvenida. Sin embargo, me dijeron que cuando la
enfermedad ya ha reaparecido una vez así, el riesgo de otra recaída es
aún mayor. Si seguía ocurriendo, tendrían que considerar la posibilidad
de operarme. Oír eso me deprimió aún más.
Mi abuela volvió a venir esa noche y me trajo el móvil. Pero le contaría a
mi padre lo que pasaba por la mañana. Eso fue lo que decidí.
No es que apresurarse a decírselo vaya a cambiar nada. Mi estado no
ponía en peligro mi vida y no había necesidad de preocuparlo dejándole
oír lo débil que era mi voz.
El respirador junto a mi cama emitió un suave resoplido, el sonido del
aire que succionaba de mi pecho siendo expulsado a través del agua
dentro de la máquina.
Recordé la etiqueta de advertencia genérica que decía “puede interferir
con los dispositivos médicos” y apagué el móvil. Entonces, sintiéndome
molesto por el dolor y la opresión familiares, miré por la ventana de mi
habitación.
Estaba en la sala de hospitalización del hospital municipal, un viejo
edificio de cinco plantas. Mi habitación estaba en el cuarto piso.
Podía ver puntos nebulosos de iluminación blanca bajo el cielo que se
oscurecía. Eran las luces de la ciudad del pequeño pueblo de montaña
donde había nacido y crecido Ritsuko, la madre que sólo conocía por
fotografías. Yomiyama.
¿Cuántas veces he visitado ya esta ciudad?
El pensamiento atravesó mi conciencia ociosamente.
Sólo había unos pocos casos que recordaba. No recuerdo mucho de
cuando era pequeño. Tal vez tres o cuatro veces en la escuela primaria.
¿Era la primera vez desde que empezó la escuela media? ... O tal vez no.

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Estaba pensando que tal vez no cuando mi mente se detuvo


abruptamente. Un ruido profundo surgía de la nada: vmmmm. Se cernía
sobre mí, sentía como si me aplastara...
Inconscientemente, dejé escapar un pequeño suspiro.
El efecto de la anestesia debió de desaparecer. La incisión bajo la axila,
donde se había introducido el tubo, palpitaba, mezclándose con el
siempre presente dolor en el pecho.

Mi abuela vino a verme todos los días después de eso.


El hospital estaba bastante lejos de casa, pensé, pero ella se reía
ligeramente y me decía que no era mucho problema, ya que ella misma
conducía. Era una abuela con la que se podía contar. Aunque,
probablemente, las cosas en casa se estaban descuidando un poco, y ella
debía estar preocupada por mi abuelo, Ryohei, que últimamente estaba
un poco senil... Me sentí fatal a pesar de todo. Gracias, abuela-no pude
evitar expresar mi profunda gratitud en mi corazón.
Los efectos del drenaje pleural iban según lo previsto y, al tercer día de
estancia en el hospital, el dolor también había disminuido bastante. El
problema que surgió entonces fue el puro aburrimiento. Todavía no
podía ni siquiera caminar por mi cuenta.
Por un lado, mi cuerpo seguía conectado a una máquina a través de un
tubo. Además, tenía un goteo intravenoso dos veces al día. Era bastante
difícil incluso llegar al baño y, por supuesto, no había podido ducharme
durante un par de días.
Mi habitación era un pequeño cuarto para una persona que incluía un
pequeño televisor que funcionaba con monedas, pero, aunque lo
encendiera, sólo emitían programas aburridos a mitad del día. ¿Debía
rendirme y mirarlo de todos modos, o leer uno de los libros que me trajo
mi abuela, o escuchar música...? Así fue como pasé el tiempo que nadie
habría llamado relajante: en la ociosidad.

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En mi sexto día en el hospital, el 25 de abril, un sábado por la tarde,


Reiko vino a mi habitación.
“Siento mucho no haber podido venir a verte, Koichi”.
Me dijo disculpándose que llegaba tarde a casa del trabajo durante la
semana por mucho que se esforzara, pero claro, yo lo entendía
perfectamente. Si me quejaba de ello, era yo quien debía disculparse.
Con toda la alegría que pude, le conté mi estado y cómo me estaba
recuperando. Sobre la predicción del médico jefe, que había recibido esa
mañana, de que si todo iba bien me darían el alta a principios de la
semana que viene, y a más tardar en algún momento de ese mes...
“Entonces deberías poder ir a la escuela después de la Semana Dorada,
¿Eh?”.
Reiko volvió los ojos hacia la ventana. Yo estaba sentado en mi cama, así
que mi mirada siguió naturalmente la suya.
“Este hospital está construido en una colina cerca de una montaña
llamada Yumigaoka. En el extremo oriental de la ciudad... bueno, mira.
Lo que ves allí es un grupo de montañas al Oeste. También hay un lugar
llamado Asamidai por allí”.
“Qué nombres más raros”.
“Yumigaoka, porque puedes obtener una magnífica vista del sol
poniente, y Asami, porque tienes una magnífica vista del amanecer.
Supongo que de ahí vienen los nombres”.
“Pero el nombre de la ciudad es Yomiyama, ¿Verdad?”.
“Hay una montaña que en realidad se llama Yomiyama al Norte de aquí.
El pueblo está en una cuenca, pero todo consiste en suaves colinas que
van de Sur a Norte”.
Aún no conocía del todo la geografía fundamental de la ciudad. Tal vez
Reiko se había dado cuenta, lo que había provocado su recorrido
simplista. Tal vez pensó, al ver la vista por la ventana, que esto
presentaba la oportunidad perfecta.
“¿Ves eso de ahí?”, Reiko levantó su mano derecha y señaló. “Esa parte
verde que va de Norte a Sur. Es el río Yomiyama, que atraviesa el centro

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de la ciudad. Al otro lado, ¿Lo ves? Es el campo de la escuela. ¿Puedes


distinguirlo?”.
“Oh... uh...”.
Levanté la mitad superior de mi cuerpo de la cama y entrecerré los ojos
en la dirección que señalaba Reiko.
“Oh, ¿Esa mancha blanca y ancha?”.
“Eso es”. Reiko se volvió hacia mí y sonrió débilmente. “Esa es la
Escuela Secundaria del Norte de Yomiyama. La escuela a la que
asistirás”.
“Interesante”.
“Fuiste a una escuela privada en Tokio, ¿Verdad? ¿Una de esas escuelas
con escaleras mecánicas con escuelas secundarias y preparatorias
integradas?”.
“Sí, supongo”.
“Puede que te sientas un poco fuera de lugar en la escuela pública... Pero
lo harás bien, ¿No?”.
“Probablemente, sí”.
“Vas a estar atrasado en los estudios para abril, con esta repentina
hospitalización”.
“No me preocupa eso. En mi última escuela, ya estábamos a mitad de
camino con las cosas para el tercer año de secundaria”.
“Bueno, bueno, impresionante. Estudiar va a ser muy fácil para ti”.
“No sé si será tan fácil”.
“Supongo que estoy obligada a decirte que no te pongas confiado”.
“¿Fuiste a esa escuela, Reiko?”.
“Sí. Me gradué hace catorce años, creo que fue. Ahora vas a averiguar
cuántos años tengo”.
“¿Entonces mi madre también fue allí?”.

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“Sí. Ritsuko también salió de la Secundaria Norte. También hay una


escuela llamada Yomiyama Secundaria Sur en la ciudad, que es
Secundaria Sur. Algunas personas también llaman a la Secundaria Norte
‘Yomi del Norte’“.
“¿Yomi del Norte? Oh, lo entiendo”.
Reiko, vestida con un traje pantalón negro y una blusa beige, tenía una
complexión delgada y un rostro claro y esbelto. Su pelo liso como un
palo le crecía hasta más allá de los hombros.
Con ese corte de cabello, sus rasgos parecían parecerse a los de mi
madre, cuyo rostro sólo conocía por fotografías. Cuando me di cuenta de
ello, cada átomo de mi corazón empezó a doler indefectiblemente, como
si estuviera infundido de fiebre. Dije que se me da mal hablar con Reiko
cara a cara porque me pongo nervioso; eso es ocho décimas partes del
problema, y esto era probablemente la raíz.
“Supongo que, si no te preocupa el trabajo escolar, entonces el problema
realmente será la diferencia en cómo hacen las cosas en la escuela
pública. Probablemente te confundirás con algunas cosas al principio,
pero estoy segura de que te acostumbrarás pronto”.
Y entonces Reiko me dijo que una vez que volviera a casa del hospital y
pudiera empezar a asistir a la escuela, me contaría “los fundamentos de
Yomi del Norte”. Entonces sus ojos se posaron en los libros de bolsillo
de mi mesilla de noche.
“Huh. No sabía que te gustaban este tipo de libros, Koichi”.
“Oh, eh... supongo”.
Había cuatro libros en total. Ambos eran libros largos divididos en dos
volúmenes: “Salem’s Lot” y “Pet Sematary” de Stephen King. Había
terminado el primer volumen de Pet Sematary justo antes de que viniera
Reiko.
“En ese caso, te hablaré también de los ‘Siete Misterios’ de Yomi del
Norte”.
“¿’Los Siete Misterios’?”.

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“Todas las escuelas las tienen, pero las de Yomi del Norte son un poco
diferentes. Han subido a más de ocho desde que fui allí. ¿No te
interesa?”.
Sinceramente, no me importaban las historias de fantasmas de la vida
real, pero... “No, definitivamente tienes que contármelo”, respondí,
esbozando una sonrisa para ella.

Antes del almuerzo del día siguiente, el 26. Un domingo.


Como siempre, mi abuela había venido a regalarme varias cosas. Luego,
con una frase “Muy bien, nos vemos mañana”, me dejó y volvió a casa.
Debió de pasar por delante de ellos. Jamás habría esperado ni pensado
en soñar con estos visitantes que habían venido a verme.
Llamaron a la puerta y ésta se abrió. Era una joven enfermera llamada
Mizuno en la que confiaba plenamente desde que me habían ingresado.
“Adelante”, dijo, haciéndoles pasar: un chico y una chica que no había
visto en mi vida. Por supuesto, me sorprendió, pero como ambos tenían
más o menos mi edad y llevaban uniforme escolar, pronto adiviné el
origen de esta visita.
“Hola. Eres Koichi Sakakibara, ¿Verdad?”.
El embajador (o eso me pareció) de la derecha habló: el chico. De
complexión media, estatura media. Uniforme escolar negro con cuello
alto. Unas gafas de montura plateada acentuaban su rostro liso y de
rasgos suaves y sus ojos estrechos.
“Somos estudiantes de la Escuela Media del Norte de Yomiyama, de la
clase 3 de tercer año” .
“Ah...hola”.
“Me llamo Kazami. Tomohiko Kazami. Y ella es Sakuragi”.
“Yukari Sakuragi. Encantada de conocerte”.

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Another

La chica llevaba una chaqueta azul marino. Los dos eran uniformes de
escuela secundaria completamente corrientes, pero el estilo era
totalmente diferente al de la escuela privada a la que había asistido en
Tokio.
“Sakuragi y yo somos los representantes de la clase 3, así que hemos
venido en nombre de todos”.
Desde mi posición en la cama, gruñí, luego ladeé la cabeza e hice la
pregunta más obvia.
“¿Por qué están aquí?”.
“Te vas a transferir a nuestra escuela, ¿Verdad?”, preguntó Yukari
Sakuragi. Ella también llevaba gafas de montura plateada, al igual que
Kazami. Tenía una complexión ligeramente regordeta y un sencillo corte
de pelo que le llegaba a los hombros.
“Se suponía que ibas a empezar el lunes pasado, pero de repente te
pusiste enfermo... eso es lo que hemos oído. Así que decidimos visitarte
como representantes de la clase. Esto es de parte de todos nosotros”.
Tenía un ramo de tulipanes de colores. Tulipanes significa
“consideración” o “filantropía”. Lo supe después, cuando lo busqué.
“El profesor también preguntó cómo estabas”, continuó Tomohiko
Kazami.
“Hemos oído que se trata de una afección pulmonar llamada
neumotórax. ¿Estás bien?”.
“Oh, sí. Gracias”.
Mientras respondía, reprimí la sonrisa que se dibujaba en mi rostro. Me
había pillado desprevenido su repentina visita, pero también me
alegraba de verdad. Además, la forma en que habían llegado era tan
pintoresca, casi parecían personajes “representantes de la clase” que se
veían en un anime o algo así. Así que eso también me pareció
extrañamente divertido.
“Afortunadamente... supongo que eso es lo que debo decir, incluso en
una situación como ésta. Me estoy recuperando según lo previsto, así
que creo que pronto podrán quitarme el tubo”.

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“Eso es un alivio”.
“Qué cosa tan horrible como para que suceda tan repentinamente”.
Mientras hablaban, los dos emisarios de la clase 3 de tercer año se
miraron. “Hemos oído que te has mudado aquí desde Tokio,
Sakakibara”, dijo Sakuragi mientras colocaba los tulipanes en el alféizar
de la ventana. Por alguna razón, sonó como si me estuviera tanteando
suavemente.
Asentí con la cabeza, “Sí”.
“Estuviste en la Escuela Media K***, ¿No es así? Es increíble. Es una
escuela privada tan famosa. ¿Por qué...?”.
“Vinimos aquí por razones familiares”.
“¿Es la primera vez que vives en Yomiyama?”.
“Lo es... ¿Pero por qué preguntas eso?”.
“Pensé que quizás habías vivido aquí, aunque fuera hace mucho
tiempo”.
“He estado de visita antes, pero nunca he vivido aquí”.
“¿Te has quedado mucho tiempo?” Kazami vino con el seguimiento.
Qué preguntas más raras- El pensamiento me atormentó ligeramente, y di
una respuesta vaga.
“Eh. Mi madre es de aquí. Supongo que cuando aún era pequeño puede
que sí, pero no lo recuerdo bien...”.
Su rápido interrogatorio terminó allí, y Kazami se dirigió hacia la cama.
“Toma”. Sacó un gran sobre de su bolso y me lo entregó.
“¿Qué es esto?”.
“Apuntes de las clases desde el comienzo del primer semestre. Hice una
copia, así que, si los quieres, puedes tenerlos”.
“¡Vaya! ¡No tenías que hacer eso! Gracias”.
Cuando eché un vistazo al contenido del sobre que tenía en mis manos,
vi que era, efectivamente, todo material que ya había aprendido en mi

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antigua escuela. Aun así, su consideración me conmovió y volví a darles


las gracias. Si esto iba a ser así, tal vez podría olvidar todas las cosas
terribles que habían sucedido desde el año anterior.
“Creo que podré empezar las clases cuando volvamos de la Semana
Dorada. Estoy deseando hacerlo”.
“Nosotros también”.
Me pareció ver que Kazami le lanzaba un guiño a Sakuragi, y luego, con
una expresión vagamente vacilante, me tendió la mano derecha.
“¿Er, Sakakibara? ¿Podrías estrecharme la mano?”. Eso me dejó sin
palabras por un segundo.
¿Darle la mano? El chico que era el delegado de la clase de repente pedía
que nos diéramos la mano, la primera vez que nos encontrábamos... ¿En
un lugar como este? ¿Qué es lo que...?
Consideré que tal vez debería dejarlo pasar y decir que, bueno, los
alumnos de las escuelas públicas son diferentes. ¿O tal vez era una
diferencia entre Tokio y el campo? ¿Una diferencia de actitud?
Los pensamientos daban vueltas y vueltas en mi cabeza, pero apenas
pude rechazarlo y decir “Eh, no”. Me hice el inocente y extendí mi mano
derecha también.
No había mucha fuerza detrás del apretón de manos de Kazami, a pesar
de que era él quien se había ofrecido. Y tal vez fuera mi imaginación,
pero me pareció sentir humedad, como si estuviera sudando frío.

Mi octavo día en el hospital, el lunes, fue el día de una modesta


liberación.
Cuando confirmaron que la “fuga” de aire de mi pulmón había cesado
por completo, me quitaron el tubo de drenaje. Esto significaba que por
fin me había liberado de mi vínculo con la máquina. Cuando terminó el
procedimiento por la mañana, salí de mi habitación para acompañar a

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mi abuela que estaba de visita hacia fuera del edificio y así poder
respirar al aire libre por primera vez en mucho tiempo.
Según el médico, observarían mi estado durante otros dos días y, si no
había ningún cambio, podrían darme el alta. Pero tendría que hacer el
mayor reposo posible durante un tiempo. Comprendí esa parte
dolorosamente bien sin necesidad de que me lo dijeran, dada mi
experiencia seis meses atrás. Así que no pude ir a la escuela hasta el 6 de
mayo, que al fin y al cabo era después del descanso.
Observé cómo se alejaba el robusto Nissan Cedric negro como la tinta de
mi abuela, y luego me senté en un banco que había encontrado en el
jardín delantero de la sala de hospitalización.
Hacía un tiempo precioso, acorde con el día de mi liberación.
Cálidos rayos de sol primaverales. Brisa fresca. Podía oír el canto de los
pájaros silvestres aquí y allá, probablemente porque las montañas
estaban muy cerca. Incluso oí el grito de una curruca, un sonido inaudito
en Tokio, que de vez en cuando se colaba entre los demás cantos.
Cerré los ojos y respiré lenta y profundamente. El lugar donde había
estado el tubo me dolía un poco, pero el dolor de pecho y la dificultad
para respirar habían desaparecido por completo. Sí, esto era bueno. ¡Qué
maravilla es estar sano!
Después de sumirme en una momentánea oleada de emoción que no
llamaría precisamente juvenil, saqué mi teléfono móvil, que había traído
de mi habitación.
Me pareció un buen momento para llamar a mi padre. Estaba fuera del
edificio, así que no tenía que preocuparme por las advertencias de
“interferir con dispositivos médicos” y demás.
Estaba bastante seguro de que la diferencia horaria entre Japón y la India
era de tres horas, o quizá cuatro. Eran más de las once en donde yo
estaba, así que eran ¿Las siete u ocho allí?
Tras algunas dudas, acabé apagando el móvil que acababa de activar.
Sabía muy bien cómo dormía mi padre por la mañana. Seguramente
estaba bastante cansado por sus actividades de investigación en un país

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extranjero. Habría sido cruel sacarlo de la cama para esto después de


tanto tiempo.
Me senté en el banco y me quedé dormido un rato. Cuando me puse en
pie, fue porque se acercaba la hora de comer. Quiero ser claro: la comida
del hospital no sabía bien. Pero para un chico de quince años que se
recupera de una enfermedad, el hambre es una cuestión de vida o
muerte.
Volví a la sala de hospitalización, atravesé el vestíbulo y me dirigí a la
zona de ascensores. Las puertas de uno de los ascensores empezaban a
cerrarse, así que me apresuré a atravesarlas.
Ya había alguien en el ascensor.
“Oh, perdón”.
Me disculpé con disimulo por mi intromisión. Pero en el momento en
que puse los ojos en esta otra persona, no pude evitar jadear.
Era una chica con uniforme escolar.
La misma chaqueta azul marino que Yukari Sakuragi había llevado
cuando me visitó el día anterior. ¿Significaba eso que esta chica también
iba a la Escuela Media del Norte de Yomiyama? ¿No debería estar en la
escuela a esta hora del día?
Era pequeña y de complexión ligera y tenía un rostro andrógino, cuya
estructura ósea era muy fina. Pelo negro puro en un corte Bob
desgreñado. Su color de piel era bastante apagado, en contraste. No sé
cómo llamarlo, pero parecía parafina blanca, por utilizar un término algo
anticuado. Además...
Lo que más me llamó la atención fue el parche blanco que vendaba su
ojo izquierdo. ¿Tenía algún tipo de enfermedad ocular? ¿O se había
hecho daño?
Con mi mente atrapada en todos estos pensamientos, tardé
vergonzosamente en darme cuenta de la dirección que llevaba el
ascensor que había elegido. Iba hacia abajo, no hacia arriba. No me
dirigía a los pisos superiores; la cabina había empezado a moverse hacia
el sótano.

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Miré los botones dispuestos en el panel de control y vi que el “B2”


estaba iluminado. Dejando de lado mi propia selección de botones,
aproveché un impulso y hablé con la chica del parche en el ojo.
“Lo siento, ¿Es usted un estudiante de Yomi Norte?”.
La chica apenas asintió con la cabeza, en silencio, sin mostrar ningún
otro movimiento.
“¿Vas al segundo nivel del sótano? ¿Hay algo que tengas que hacer ahí
abajo?”.
“Sí”.
“Pero no es...”.
“Estoy dejando algo”.
Su tono de voz era frío y distante, como si todas sus emociones se
hubieran apagado.
“La mitad de mi cuerpo está esperando allí, la pobre”.
Mientras me quedaba perplejo ante aquellas enigmáticas palabras, el
ascensor se detuvo y las puertas se abrieron.
La chica del parche pasó silenciosamente junto a mí y salió al pasillo, sin
que sus pasos hicieran ruido. Algo enfermizamente pálido sobresalía
por un hueco de sus manos, apretado contra su pecho. Mis ojos se fijaron
en ello. Pude ver algo pálido, una pequeña mano de muñeca...
“Hola”.
Mantuve las puertas del ascensor abiertas y saqué la cabeza y los
hombros para llamar a la chica.
“¿Cómo te llamas?”.
La chica, la única persona que caminaba por el pasillo poco iluminado,
reaccionó a mi voz y se detuvo momentáneamente. Pero no se volvió.
“Mei”, respondió secamente.
“Mei... Misaki”.
Entonces la chica se alejó, como si se deslizara sobre el suelo de linóleo.
La miré irse, sin respirar, mientras experimentaba un toque de

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abatimiento y, al mismo tiempo, un presentimiento que apenas podía


encontrar palabras para describir.
El segundo nivel del sótano de la sala de hospitalización.
No creía que hubiera ni siquiera salas de examen o de enfermería en esta
planta, y mucho menos habitaciones de pacientes. Era un conocimiento
que había absorbido de forma natural mientras estaba hospitalizado.
Todo lo que había allí abajo eran las salas de almacenamiento de
alimentos, las salas de máquinas y -estaba bastante seguro- la capilla
conmemorativa.
...En cualquier caso.
Este fue el primer encuentro cercano que compartí con la extraña chica-
Mei. Cuando me enteré de que “Misaki” se escribía con los caracteres de
“ver los acantilados” y Mei era “sonido”, abril había terminado y mayo
apenas había comenzado.

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Capítulo 2

Mayo

“Buenos días, Ray”.


Admito que era adorable, pero cuanto más la oía, más extraña se volvía
la voz chillona. No sé en qué estaba pensando, pero es una pena que
alguien se te acerque tan alegremente tan temprano.
“Ray. Buenos días, Ray”.
Se supone que Ray es tu nombre. Pero, por supuesto, mi refunfuño no
tuvo ningún impacto. Porque el objeto de mi frustración no era una
persona, era un pájaro.
Era un pájaro mynah que mis abuelos tenían como mascota.
Mi abuela dijo que era tan pequeño que probablemente era una hembra.
Y lo llamaron “Ray”. Tenía -y esto lleva otro “probablemente”- dos años.
Lo habían comprado por impulso en una tienda de animales hace dos
años, en otoño.
La jaula cuadrada en la que vivía (...probablemente) estaba colocada en
un extremo del porche que daba al jardín. Al parecer, se trataba de una
jaula especial para pájaros mynah hecha con gruesas tiras de bambú.
“Buenos días, Ray. Buenos días”. 6 de mayo, miércoles por la mañana.
Me había despertado a una hora ridículamente temprana, justo después
de las cinco de la mañana.
Durante mis diez días de hospitalización, se me había inculcado un
estilo de vida bien regulado de acostarse temprano y levantarse
temprano, pero las cinco de la mañana era demasiado temprano para
cualquiera. La noche anterior ya había pasado la medianoche cuando me

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acosté, así que para un chico de quince años que intentaba estar sano, la
falta de sueño también era atroz.
Sólo una hora más, pensé, cerrando los ojos. Pero no creía que fuera a
volver a quedarme dormido. Me rendí después de cinco minutos, me
levanté de la cama y me dirigí al baño en pijama.
“¡Bien, bien, Koichi! ¡Te has levantado temprano!”.
Cuando me lavé la cara y me lavé los dientes, mi abuela salió de su
habitación. Me miró y luego inclinó la cabeza, pareciendo ligeramente
preocupada.
“Te sientes bien, ¿Verdad?”.
“Me siento bien. Sólo me he despertado, eso es todo”.
“Está bien entonces. No deberías presionarte”.
“Como dije, estoy bien”.
Le dediqué una sonrisa fácil y me di un golpe en el pecho. Entonces-
Ocurrió justo cuando volvía a mi cuarto de estudio/dormitorio,
mientras pensaba en cómo matar el tiempo antes del desayuno. Mi
teléfono móvil, que tenía conectado a su cargador, empezó a sonar sobre
mi mesa.
¿Quién era? A esta hora...
Sólo me lo pregunté por un momento. Sólo había una persona que haría
sonar este móvil a una hora tan intempestiva.
“Hola, buenos días. ¿Cómo te va?”.
La soleada voz que escuché al descolgar el teléfono pertenecía, tal y
como había previsto, a mi padre.
“Son las dos de la mañana aquí. En la India hace mucho calor”.
“¿Qué pasa?”.
“No pasa nada. Hoy empiezas la escuela, ¿Verdad? Te llamo para
animarte. Deberías agradecerme”.
“Oh, sí”.

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“¿Cómo te encuentras físicamente? ¿Has descansado desde que saliste


del hospital? Después de todo...”.
De repente, su voz empezó a crujir y casi se cortó cuando empezó a
hacerme una pregunta. Comprobé la pantalla LCD y las barras que
mostraban la intensidad de la señal apenas se mantenían en una. Incluso
esa barra parpadeaba de forma inestable.
“... ¿Me estás escuchando, Koichi?”.
“Espera. No estoy recibiendo una buena señal aquí”.
Salí de mi habitación mientras respondía, dando vueltas en busca de un
lugar donde la señal pareciera buena... y el lugar que encontré fue el
porche del primer piso donde estaba la jaula de mynah de Ray.
“Físicamente, estoy bien. No hay nada de qué preocuparse”.
Respondí a la pregunta que había dejado en suspenso mientras abría la
puerta de cristal del porche. Había llamado y le había contado mi actual
ataque y tratamiento el día que salí del hospital.
“Aun así, ¿Por qué llamas tan temprano? Sólo son las 5:30 aquí”.
“Debes estar nervioso al entrar en una nueva escuela. Además, estás
superando tu enfermedad, además de todo. Por eso te has levantado tan
temprano, ¿No?”.
Oh, hombre, me conoce tan bien.
“Así es como eres. Intentas ser muy duro, pero en realidad tienes una
piel muy fina. Te pareces a tu padre en eso”.
“¿No querrás decir que me parezco a mi madre?”.
“Bueno, puede ser, pero...”. Cambiando un poco el tono, mi padre
continuó: “En cuanto al tema del neumotórax, no deberías darle más
vueltas de las necesarias. Cuando yo era joven, lo hacía”.
“¿Qué...? ¿Lo hiciste? Nunca había oído esa historia”.
“Perdí la oportunidad de decírtelo hace seis meses. No quería que me
dijeran que era hereditario o algo así”.
“... ¿Esto es hereditario?”.

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“La segunda me ocurrió un año después, pero después de eso, no volví a


tener otra recurrencia. Si hay algún vínculo hereditario, ahora también
deberías estar fuera de peligro”.
“Eso estaría bien, de todos modos”.
“Es una enfermedad pulmonar. Ahora tienes que dejar de fumar”.
“¡Yo no fumo!”.
“En todo caso, dite a sí mismo que no va a tener un tercero, y mantén la
barbilla alta. Aunque, ya sabes, no es necesario que te estreses en el
intento”.
“Lo sé, lo sé. Me lo tomaré con calma”.
“Bien. Saluda a los abuelos de mi parte. ¡La India está muy caliente!”.
Y así terminó la llamada. Dejando escapar un largo suspiro, atravesé la
puerta que había abierto y me senté en el porche. En cuanto lo hice, el
pájaro mynah, Ray, volvió a emitir su extraña voz, como si hubiera
estado al acecho.
“Buenos días, Ray. Buenos días”.
Lo ignoré durante un rato, mirando al exterior sin hacer nada.
La plena floración de los setos de azaleas rojas era hermosa a través de la
fina niebla matinal que se levantaba. Había un modesto estanque en el
jardín, y me enteré de que mi abuelo solía tener pez koi en él, pero ahora
no veía ningún pez. Parecía que no lo cuidaban lo suficiente. El agua era
de un color verde oscuro y turbio.
“Ray. Ray, buenos días”.
El pájaro mynah seguía hablando con tanta insistencia que
(...probablemente) me golpeó y le contesté:
“De acuerdo, lo entiendo. Buenos días, Ray. Seguro que eres alegre a
primera hora de la mañana, Ray”.
“Alegre. Alegre”. Recorrió su repertorio de palabras. “Alegre...
Anímate”.

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No creo que haga falta decir que esto no constituyó nada tan grandioso
como la comunicación humano-aviana. Pero, aun así, sentí un poco más
de ganas de sonreír.
“De acuerdo. Gracias”, respondí.

Después de la cena de la noche anterior, había hablado un rato con


Reiko.
Utilizaba la pequeña y acogedora casa lateral situada detrás del edificio
principal como despacho/dormitorio y a menudo se encerraba allí
después de llegar a casa del trabajo, pero, por supuesto, también había
días en los que no lo hacía. La noche en que tuve el ataque de
neumotórax, ella había estado viendo la televisión en el salón. Es que
hubo exactamente cero veces que nos reunimos como familia alrededor
de la mesa para cenar.
“¿Quieres oír hablar de los ‘Siete Misterios de Yomi del Norte’?”.
Mi primer día de clase reprogramado era el día siguiente, después de
que terminaran las vacaciones, y por supuesto, Reiko lo sabía.
Seguramente había recordado la promesa que había hecho cuando vino
a verme al hospital.
“Te dije que Yomi del Norte es un poco diferente, ¿Verdad?”.
“Sí, lo mencionaste”.
Una vez que mi abuela terminó de limpiar después de la cena, preparó
café para nosotros. Reiko tomó un sorbo del suyo, que era negro.
“¿Y bien? ¿Quieres oírlo?”.
Me miró desde el otro lado de la mesa y sonrió débilmente. Como de
costumbre, estaba muy nervioso bajo la superficie, pero acepté su
desafío.
“Eh... sí. Pero, eh, no sería muy divertido escucharlo todo a la vez”.

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Dijo que Yomi del Norte era diferente, pero que probablemente se
trataba de variaciones de las mismas viejas historias de fantasmas. Una
escalera en algún lugar del edificio de la escuela tiene un escalón más, o
pierde uno, o las esculturas de yeso en la sala de arte lloran lágrimas de
sangre o lo que sea.
“Uno o dos, por lo menos”.
Si los conociera, tal vez podría entablar conversaciones con mis nuevos
compañeros, pensé.
“Muy bien, entonces te diré la que escuché primero, hace mucho tiempo.
Al menos”. Lo que Reiko me contó entonces fue un “misterio”
relacionado con el cobertizo para la cría de animales que solía estar
detrás del gimnasio.
Una mañana, todos los conejos y marmotas que tenían allí
desaparecieron. La puerta del cobertizo estaba rota y había manchas de
una gran cantidad de sangre en su interior. La escuela se puso en
contacto con la policía, lo que provocó un gran revuelo, pero nunca
encontraron a ninguno de los animales que habían desaparecido ni
descubrieron quién había cometido el acto. El cobertizo fue derribado
poco después, pero en el lugar que ocupaba el cobertizo se podían ver a
veces conejos y marmotas (¿O sus fantasmas?) manchados de sangre.
“Hay un extraño detalle en esta historia”, continuó Reiko con expresión
seria. “Cuando la policía analizó las marcas de sangre dejadas en el
cobertizo, descubrió que no era sangre de conejo ni de marmota. Era
humana. Tipo AB, Rh negativo”.
Cuando oí eso, no pude evitar murmurar: “Vaya. ¿Había alguien en la
zona que estuviera malherido? ¿O alguna persona desaparecida?”.
“Ni una sola”.
“Hmm”.
“Vamos, ¿No es misterioso?”.
“Hmm. Pero ese detalle se parece más a una historia de detectives que a
una historia de fantasmas. Podría haber tenido una solución concreta”.
“Me pregunto eso”.

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Después de eso, Reiko hizo exactamente lo que había prometido y me


contó algunos de los “Fundamentos de Yomi del Norte”.
Primero: Si estás en el tejado y oyes el graznido de un cuervo, cuando
vuelvas a entrar, debes hacerlo con el pie izquierdo.
Segundo: Cuando te conviertas en un estudiante de tercer año, no debes
caer en el camino que baja por la colina fuera de las puertas traseras.
Esas dos parecían supersticiones que se habían transmitido durante
mucho tiempo. Si desobedecías “La Primera” y no entrabas con el pie
izquierdo, te harías daño en un mes. Si desobedecías a “La Segunda” y
te caías por la colina, suspenderías los exámenes de acceso al instituto.
Eso era lo que se advertía a la gente.
A continuación, “La Tercera” rompió el molde y fue una “fundamental”
desagradablemente realista.
“Debes obedecer a toda costa lo que la clase decida”. Reiko lo dijo con su
expresión seria sin cambiar.
“La escuela a la que fuiste en Tokio, la escuela media K***, tenía un
ambiente bastante liberal, a pesar de ser una escuela privada de
escalafones, ¿Me equivoco? Valoraban los deseos individuales de cada
alumno. En una escuela pública en el campo como Yomi del Norte, es
todo lo contrario. La forma en que algo afecta al grupo es más
importante que el individuo. Así que...”.
Así que, esencialmente, aunque haya algún tema que te parezca
desagradable, ¿Cierras los ojos y sigues la corriente de los demás? No
era un consejo tan duro. Hubo momentos en los que intenté hacer eso en
mi otra escuela, en una u otra medida...
Bajé ligeramente los ojos y me llevé la taza de café a los labios. Reiko
siguió hablando, con aspecto serio. El cuarto fundamento en Yomi del
Norte...
“¡Koichi!”.
Oí la alegre voz de mi abuela, que interrumpió mis tranquilas
reflexiones.

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Estaba sentado en el porche abrazado a mis rodillas, todavía en pijama.


El aire tranquilo de la mañana y la plácida luz del sol me hacían sentir
bien y, de alguna manera, había terminado arraigado al lugar.
“¡Hora de desayunar, Koichi!”.
Sonaba como si estuviera al pie de la escalera, llamando al segundo piso.
¿Ya es hora de desayunar? Consideré y miré el reloj de la pared. Eran poco
antes de las siete... Espera, ¿Qué? Eso significaba que había estado
sentado mirando al espacio durante una hora entera. ¿Qué me pasaba?
“Es hora de comer, Koichi”.
Esta vez no escuché a mi abuela, sino la voz graznante de mi abuelo. Y
desde algún lugar cercano.
Sobresaltado, miré detrás de mí.
Había escuchado la voz desde la habitación de ocho metros al otro lado
de los biombos que dividen el porche. No me había dado cuenta, pero
mi abuelo había entrado en algún momento. Cuando abrí el biombo con
cautela, estaba sentado frente al altar budista que había allí, con un fino
cárdigan marrón sobre la ropa de dormir.
“Oh, buenos días, abuelo”.
“Sí, sí, buenos días”, contestó mi abuelo con un tono de voz muy grave.
“¿Vas a ir hoy al hospital otra vez, Koichi?”.
“Vamos, abuelo, ya me han dado el alta. Hoy voy a la escuela. A la
escuela”.
“¡Oh, a la escuela! Sí, así es”.
Mi abuelo era extremadamente pequeño de estatura, y cuando se
sentaba en el suelo encorvado en una bola, parecía un mono arrugado
decorando el altar. Tenía más de setenta años, estoy seguro. Había
envejecido notablemente en los últimos dos o tres años, y había
empezado a mostrar signos de senilidad en casi todos los aspectos de su
comportamiento.
“Ahora estás en la escuela secundaria, ¿Verdad, Koichi?”.

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“Sí, mi tercer año. El año que viene es el instituto”.


“Vaya, vaya. Me pregunto si Yosuke se mantiene sano”.
“Ahora mismo está en la India. Llamó hace un rato y está igual que
siempre”.
“La buena salud es más importante que todo. Si la pobre Ritsuko no
hubiera...”.
De repente mencionó el nombre de mi madre, y luego se llevó las yemas
de los dedos a los ojos y se enjugó las lágrimas. ¿Acaso el recuerdo de la
muerte de su hija, quince años atrás, había vuelto a él de forma tan
vívida? Ese tipo de cosas pueden ocurrir a menudo con la gente mayor,
pero yo no tenía la menor idea de cómo debía manejarlo, ya que sólo
conocía el rostro de mi madre por las fotografías.
“Ah, aquí estás”.
Finalmente, mi abuela vino y me salvó de mi dilema.
“Es hora de desayunar, Koichi. ¿Por qué no vas a cambiarte y a recoger
tus cosas?”.
“Oh, sí. ¿Dónde está Reiko?”.
“Ya se fue”.
“Oh. Ella entra temprano, ¿Eh?”.
Me levanté y cerré la puerta de cristal del porche.
“Te llevaré hoy”, dijo mi abuela.
“¿Eh? No tienes que hacer eso...”.
Había buscado cómo llegar a la escuela. Estaba lo suficientemente lejos
como para tardar algo menos de una hora en ir a pie, pero si cogía un
autobús, podría reducirlo a veinte o treinta minutos.
“Hoy es tu primer día, y, además, todavía te estás recuperando. ¿No es
así, abuelo?”.
“¿Eh? Oh, sí, eso es”.
“Pero...”.

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“No hace falta ser educado. Vamos, date prisa y prepárate. Todavía
tienes que desayunar”.
“...De acuerdo”.
Sin olvidar mi teléfono, que había tirado a un lado, salí del porche. Justo
en ese momento, el pájaro mynah que había permanecido callado
durante tanto tiempo exclamó de repente con una voz estridente: “¿Por
qué, Ray? ¿Por qué?”.

El profesor encargado de la clase 3 de tercer curso era el Sr. Kubodera.


Era un hombre de mediana edad cuya asignatura era Lengua y
Literatura. Se le podía llamar bonachón -parecía serlo- y se le podía
llamar poco fiable, ya que ciertamente lo parecía.
Cuando fui al despacho de los profesores a saludar, el señor Kubodera
echó un vistazo a los papeles que tenía delante.
“Debo decir que te fue excelente en tu última escuela, Sakakibara. Sacar
unas notas así en la Escuela Media K*** no es poca cosa”.
Es cierto que era nuestro primer encuentro, pero ¿Por qué iba a hablar
con tanta deferencia a un estudiante? Además, no me había mirado a la
cara en todo el tiempo. Me sentí algo incómodo, pero no por ello iba a
ser menos educado que él.
“Muchas gracias”, respondí. “Es muy amable por su parte”.
“¿Estás bien ahora, físicamente?”.
“Sí, gracias”.
“Seguro que en tu ciudad hacían las cosas de otra manera, pero espero
que te lleves bien con todos. Puede que seamos una escuela pública,
pero no tenemos problemas de violencia ni de desorden en las aulas
como el público imagina. Así que no hay que preocuparse por eso. Si
tienes algún problema, házmelo saber. No seas tímido. Puedes hablar
conmigo o con mi asistente...”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 39
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Los ojos del Sr. Kubodera se dirigieron a la mujer más joven que estaba a
su lado, que había estado observando nuestra conversación.
“-Señorita Mikami, por supuesto”.
“Lo haré”, dije con un movimiento de cabeza, sintiéndome
enormemente nervioso. Para mi traslado de colegio, mi padre me había
comprado un uniforme escolar nuevo (esperanza de vida: un año), pero
aún no estaba estrenado, así que, naturalmente, me quedaba apretado.
“Espero con ansias su clase”.
Mi voz estaba nerviosa, pero me incliné ante la Srta. Mikami: su
asignatura era arte. La Srta. Mikami sonrió suavemente.
“Tendremos un buen año”.
“Sí, señora”.
La conversación se interrumpió y se rindió a un frágil silencio.
Los dos profesores se miraron de un lado a otro, tratando de leer la cara
del otro, y luego ambos abrieron la boca para decir algo, o eso parecía.
Pero en ese momento sonó el timbre de aviso de las clases. Cerraron la
boca, como si la oportunidad hubiera pasado, o eso parecía.
“Bueno, entonces, ¿Vamos?”. El Sr. Kubodera recogió su hoja de
asistencia y se puso de pie.
“El aula matinal comienza a las 8:30. Vamos a presentarte a todos”.

Cuando me condujeron a la puerta del aula de tercer curso, los dos


profesores se lanzaron otra mirada y abrieron la boca una vez más para
decir algo, o eso parecía, pero esta vez fue el propio timbre el que sonó.
El señor Kubodera abrió la puerta de la clase con una tos que sonó
deliberada.
El zumbido de todos los estudiantes hablando era como la estática de la
radio. Pasos, pasos, el sonido de las sillas arrastrándose y siendo

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sentadas, el sonido de las mochilas abriéndose, el sonido de las mochilas


cerrándose...
El señor Kubodera se adelantó a mí, me hizo pasar con una mirada y
entré en el aula. La Srta. Mikami entró última y se puso a mi lado.
“Buenos días a todos”.
El Sr. Kubodera extendió la hoja de asistencia sobre un atril y luego pasó
lentamente su mirada por la sala para tomar la asistencia.
“Veo que Akazawa y Takabayashi están ausentes hoy”.
Al parecer, aquí no se hizo el habitual “de pie, saludar, sentarse”. ¿Era
esta otra diferencia entre la escuela pública y la privada? ¿O una cosa
local?
“¿Ya se han recuperado todos de la Semana Dorada? Hoy,
comenzaremos presentando a un estudiante transferido”.
El ruido se fue apagando poco a poco y el aula quedó en silencio. El Sr.
Kubodera me señaló desde el atril.
“Adelante”, ordenó la señora Mikami en voz baja.
Podía sentir que los ojos de la clase se centraban en mí; era casi doloroso.
Eché un vistazo rápido a la sala y vi que eran unos treinta... Pero no
hubo tiempo de asimilar más que eso mientras me dirigía al podio. Esta
tensión me aprieta el pecho. También me cuesta respirar. Había estado
preparado para algo así, pero una situación como ésta se ensañaba con
los delicados nervios de un chico que había estado sufriendo una
afección pulmonar hasta la semana anterior.
“Um... hola”.
Entonces declaré mi nombre a mis nuevos compañeros de clase, que
llevaban cuellos de camisa negros o chaquetas azul marino. El Sr.
Kubodera lo escribió para ellos en la pizarra.
Koichi Sakakibara.
Me estabilicé a la fuerza. Temblaba patéticamente (y lo digo por mí
mismo), escudriñando el ambiente de la sala. Pero no pude detectar
ninguna reacción preocupante.

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“Llegué a Yomiyama desde Tokio el mes pasado. Mi padre está


trabajando, así que viviré aquí durante un tiempo con mis abuelos...”.
Mentalmente, me frotaba el pecho para relajarlo mientras continuaba mi
autopresentación.
“Se suponía que iba a empezar las clases aquí el día 20 del mes pasado,
pero me puse un poco enfermo y estuve en el hospital... Pero finalmente
pude venir hoy. Um, encantado de conocerlos”.
Tal vez debía hablar de mis aficiones, o de algo que se me diera bien, o
de mi actor favorito o algo así. No, ese era definitivamente el punto en el
que debería haber agradecido las flores mientras estaba en el hospital.
Pero mientras yo estaba pensando en estas opciones...
“Muy bien entonces. Clase...”.
El Sr. Kubodera continuó donde yo lo había dejado.
“A partir de hoy, quiero que sean amables con Sakakibara y le traten
como a un nuevo miembro de la clase 3. Estoy seguro de que hay
muchas cosas a las que todavía no está acostumbrado, así que quiero
que todos le ayuden a aprender. Todos vamos a colaborar para
ayudarnos mutuamente y hacer que este último año de secundaria sea
bueno. Todos vamos a poner de nuestra parte. Para que el año que
viene, en marzo, cada persona de esta clase se gradúe con buena
salud...”.
Así fue el discurso del Sr. Kubodera, que sonó como si tuviéramos que
recitar un “Amén” al terminar. Mientras escuchaba, me surgió un
molesto picor en la espalda, pero todas las personas de la sala estaban
escuchando con bastante atención lo que decía.
Justo entonces, vi una cara que reconocí en la primera fila de asientos.
Era uno de los delegados de clase que había venido a visitarme,
Tomohiko Kazami.
Cuando nuestras miradas se cruzaron, hubo algo incómodo en la sonrisa
que me dedicó Kazami. El recuerdo de la humedad que había sentido
cuando nos dimos la mano en la habitación del hospital volvió a mí, e
inconscientemente enterré mi mano derecha en el bolsillo.

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¿Dónde estaba la otra, Yukari Sakuragi? Justo cuando se me ocurrió la


pregunta, el señor Kubodera dijo: “Bien, Sakakibara, siéntate allí”, y
señaló un escritorio.
Estaba en el lado izquierdo del atril: el tercer pupitre del fondo de la fila
más alejada del borde, cerca del pasillo, estaba vacío.
“Sí, señor”, respondí con una rápida reverencia, y luego me dirigí a mi
asiento designado. Dejé mi mochila junto a mi escritorio. Mientras me
sentaba, volví a observar la sala desde mi nuevo punto de vista.
Fue entonces cuando por fin pude aislarla. La alumna del pupitre
situado al final de la fila, a la derecha del atril, junto a las ventanas que
dan al patio de la escuela.
Mirando desde el frente del aula, la luz del sol de las ventanas había
creado un extraño contraluz justo en ese lugar. Esa era otra razón. Por eso
no la vi, pensé. Aunque me había trasladado a mi nuevo pupitre, no
había ningún cambio significativo en la retroiluminación, pero, aun así,
pude ver que había un pupitre allí y que alguien estaba sentado en él.
Traicionando la imagen que las palabras implican, la “luz brillante” me
pareció de alguna manera amenazante; no estoy seguro de por qué o
cómo. Se tragó la mitad del cuerpo de la estudiante, por lo que sólo pude
distinguir la figura de la persona sentada como una sombra con un
contorno poco definido. La oscuridad, acechando justo en medio de la
luz... ese pensamiento también cruzó mi mente.
Atrapado por un presentimiento y una esperanza simultáneos, que se
acompañaron de un destello de ligero dolor, parpadeé varias veces.
Cada vez, el contorno de la sombra se enfocaba más y se profundizaba.
La cantidad de luz solar se estaba desvaneciendo ligeramente, y eso
también ayudó, hasta que finalmente la figura se hizo más nítida.
Era ella.
La chica con el parche en el ojo que había visto en el ascensor del
hospital. La chica que había caminado por el pasillo poco iluminado del
segundo nivel del sótano, sus pasos no hacían ningún ruido...
“...Mei”.

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Lo susurré para que nadie pudiera oírme. “Mei Misaki”.

Tras un breve período de clase que sólo duró diez minutos, el Sr.
Kubodera mantuvo su lugar en el atril y su ayudante, la Srta. Mikami,
abandonó el aula. El Sr. Kubodera se quedó con nosotros porque la clase
del primer periodo era la asignatura que él impartía.
La clase de lengua y literatura con el Sr. Kubodera fue aburrida, tal y
como había imaginado. Seguía usando su forma educada de hablar, y
daba las clases de una forma que era fácil de procesar, pero no tenía
mucha garra, supongo, o apenas modulaba la voz... Sea como sea, era
aburrida.
Pero, por supuesto, no podía ser honesto y mostrar mi aburrimiento. Eso
causaría una terrible impresión, obviamente. En el profesor y
probablemente también en los alumnos.
Luchando contra la somnolencia que me atenazaba, fijé mis ojos en mi
flamante libro de texto.
Un relato corto de un genio de la literatura del siglo XIX, en un extracto
un tanto deslucido. Mientras mis ojos recorrían el texto, mi mente estaba
medio centrada en la novela de Stephen King que había empezado a
leer, preguntándome cómo acabaría todo, aunque eso era imposible de
predecir. Hombre, ¿Qué iba a pasar con Paul Sheldon, el popular autor
que había sido encarcelado por su chiflada fan número uno?1
Era la clase del señor Kubodera. Pero el aula estaba extrañamente
silenciosa, lo que no se parecía a la vaga imagen que había dibujado en
mi mente de una “escuela secundaria pública”. Quizá había sido un
prejuicio injustificado, pero - ¿Cómo decirlo? Me imaginaba que el
ambiente sería más bullicioso.
Pero tampoco es que todo el mundo estuviera serio y concentrado.
Nadie susurraba durante la clase, pero al mirar a mi alrededor vi a gente

1
Paul Sheldon, es un escritor ficticio y el protagonista de la novela de 1987 Misery, de Stephen King

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desconectada y a algunas personas cuyas cabezas se balanceaban y


caían. Incluso había gente que leía subrepticiamente una revista o que se
dedicaba a hacer garabatos. No pensé que el señor Kubodera fuera el
tipo de profesor que regañara por cualquier cosa... y, sin embargo.
Me pregunto qué era.
El aire de la habitación guardaba un silencio más profundo de lo
necesario, de alguna manera... No, no es silencio. ¿Formalidad, tal vez?
Formalidad, y una extraña tensión... sí, se sentía algo así.
¿Qué fue esto?
¿Podría ser? me pregunté.
¿Podría ser la causa la presencia de un elemento extraño mezclado hoy
(en otras palabras, un estudiante transferido de Tokio)? Y esa ligera
tensión que llena la habitación... No, ese tipo de pensamiento es sólo una
autoconciencia hiperactiva.
... ¿Qué pasa con esa chica? Mei Misaki.
La idea me asaltó de repente y miré hacia su mesa.
La vi allí, con la mejilla apoyada en la mano, mientras miraba con
dulzura por la ventana. Le eché la más rápida de las miradas, así que no
pude saber nada más que eso. Con la cantidad de luz de fondo del sol,
mi visión de ella fue, al final, de una sombra que apenas parecía real.

La impresión fue más o menos la misma en mis otras clases a partir de la


segunda hora, también. Había ligeras diferencias con el tema o el
profesor, pero -¿Cómo decirlo? -la cosa que fluía por debajo de todo era
la misma.
Un extraño silencio impregnaba toda la clase, una formalidad, una
tensión... Sí, era algo así.
No podía decir nada concreto, no podía señalar a alguien que actuara de
cierta manera. Pero definitivamente sentí algo así.

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Como si alguien (¿O quizás todos?) estuviera preocupado por algo, por
ejemplo. ¿Tal vez sin darse cuenta? Esa persona (¿Esa gente?) podría
estar pensando en algo y ni siquiera ser consciente de ello... Pero no. La
posibilidad de que estuviera imaginando cosas, imaginando todo, era
innegable. Quizá me acostumbraría pronto y dejaría de notar nada.
Durante un descanso entre clases, un par de estudiantes intercambiaron
algunas palabras conmigo. Cada vez que me llamaban por mi nombre -
“¡Sakakibara!”-, aunque me encogía en privado y me preparaba, me las
arreglaba para manejarlo plácida, amistosa o inocuamente, a un nivel
básico. Así lo pensé.
“¿Has superado lo que sea que te llevó al hospital?”.
Sí. Completamente superado.
“¿Qué es mejor, Tokio o aquí?”.
No sé. No son tan diferentes, en realidad.
“Sin embargo, Tokio es muy bonito. Un pueblo de mala muerte como
Yomiyama no es lo más adecuado últimamente, ¿Sabes?”.
Tokio es Tokio. Hay muchas cosas que no son tan buenas. Vayas donde vayas,
no hay más que gente, y los pabellones están siempre abarrotados. Nunca se
calma...
“Supongo que te sientes así cuando vives allí”.
Casi creo que es mejor aquí porque es mucho más tranquilo. Y hay mucha
naturaleza aquí.
Cuando les dije que Yomiyama es mejor que Tokio, la mitad de mí lo
sentía realmente y la otra mitad trataba de convencerse de ello.
“¿Así que tu padre es un profesor universitario? ¿Y está en algún país
extranjero para investigar?”.
¿Cómo lo sabes?
“El Sr. Kubodera nos lo dijo. Así que todo el mundo lo sabe”.
Oh. ¿También habló de la escuela a la que iba?
“Lo sabemos todo. Fue idea de la Srta. Mikami enviarte flores mientras
estabas en el hospital”.

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¿De verdad?
“Hombre, ojalá la señorita Mikami estuviera a cargo de esta clase. Es
preciosa, y se viste muy bien, y además... vamos, ¿No te parece?”.
Uh-h-m, realmente no lo sé.
“Vamos, no estás...”.
Sabes, mi padre va a estar en la India durante un año. Empezando esta
primavera.
“¿La India? Apuesto a que allí hace aún más calor”.
Sí, hace mucho calor, eso dijo.
En medio de esas conversaciones, algo me molestaba y buscaba a Mei
Misaki. Resulta que, en cuanto terminaba la clase, desaparecía de su
asiento. Pero tampoco la veía en ningún otro lugar del aula. ¿Siempre
salía durante el descanso o algo así?
“¿Te sientes nervioso por algo? Sigues con los ojos inquietos”.
No... no es nada.
“¿Ayudaron las notas que te traje en el hospital?”.
Oh, sí. Eran geniales.
“¿Quieres un recorrido rápido por la escuela durante el almuerzo? Vas a
tener muchos problemas si no sabes dónde están las cosas”.
El estudiante que hizo esta oferta era un chico llamado Teshigawara.
Había una norma por la que los alumnos llevaban etiquetas con su
nombre durante la escuela, así que podía saber los nombres de la gente
de un vistazo sin necesidad de presentaciones. Parecía ser buen amigo
de Tomohiko Kazami, y Teshigawara había venido con él para hablar
conmigo.
“Sí, definitivamente. Gracias”, respondí, y luego volví a mirar
casualmente el escritorio de Mei Misaki. La siguiente clase iba a empezar
pronto, pero ella todavía no estaba allí. Aunque...
Fue en ese momento cuando me di cuenta de un hecho extraño.

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Su pupitre, el más alejado de la fila junto a las ventanas que daban al


patio de la escuela, era el único diferente de todos los demás pupitres de
la sala. Era increíblemente viejo.

He mitigado mi hambre en un rápido ataque a la hora de comer.


Había muchos grupos de chicos y chicas que se juntaban para comer,
pero yo no me atrevía a abrirme paso entre ellos, así que me zampé el
almuerzo que me había dado mi abuela con la rapidez de un concurso
de comida.
Cuando me paré a pensar en ello, me di cuenta de que era la primera vez
que comía un almuerzo casero en el colegio. En mi antiguo colegio había
comido en casa, e incluso cuando había algún evento, como una
excursión o un día de campo, se daba por hecho que mi almuerzo sería
comprado en una tienda. También fue así durante toda la escuela
primaria. A mi padre nunca se le ocurrió la genial idea de que sería
bueno cocinar algo para su hijo huérfano de madre de vez en cuando.
Y así fue como la comida casera de mi abuela me emocionó de verdad.
Gracias, abuela. Tenía un sabor increíble. Como siempre, inclinaba
mentalmente la cabeza sobre la fiambrera vacía, impregnando el gesto
de mi inmensa gratitud.
Espera un momento. Miré alrededor de la habitación.
¿Dónde estaba Mei Misaki?
¿Cómo estaba pasando su almuerzo?
“¡Sakakibara!”.
Una voz gritó detrás de mí sin previo aviso.
En ese mismo momento, alguien me tocó ligeramente en el hombro y me
tensé más a la defensiva que en todo ese día. Sin ninguna razón
concreta, me había convencido a mí mismo de que por fin iba a ocurrir... y
me di la vuelta preparado para ello, pero...

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Teshigawara estaba allí de pie. Kazami estaba a su lado. Y no había


malicia perceptible en sus rostros. Aunque tardé en darme cuenta, no
pude evitar sentirme exasperado por mi excesiva sensibilidad.
“Como prometimos”, dijo Teshigawara.
“La visita a la escuela”.
“Oh, es cierto”.
Mis verdaderos sentimientos al respecto, un poco cínicamente, eran que
no necesitaban tomarse la molestia de darme un tour. Me bastaba con
preguntar dónde estaba algo cuando lo necesitara. Pero, bien, no podía
insultar la amabilidad de mis nuevos compañeros. Este es el momento
de mantener la calma y no actuar como un mártir...
Los tres nos pusimos de pie y salimos de la sala de la clase 3 de tercer
año.

Kazami y Teshigawara eran, incluso a simple vista, una extraña


combinación.
En contraste con el serio representante de la clase -Kazami-,
Teshigawara era un personaje desenfadado, aunque el apellido que
llevaba sonaba muy grande e histórico. Llevaba el pelo castaño
decolorado y los dos o tres botones superiores de su uniforme estaban
desabrochados. Pero, a pesar de su aspecto exterior, sorprendentemente
no tenía un aire de delincuente.
Cuando les pregunté, me dijeron que estaban en la misma clase desde su
tercer año de primaria. Además, sus familias vivían muy cerca la una de
la otra.
“Cuando éramos niños, salíamos y nos metíamos en todo tipo de
problemas.
Pero entonces este delincuente tuvo que ir y volverse todo un tipo de
honor y no improvisar con algo...”.

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Teshigawara sonreía durante todo este desprecio, pero Kazami no


ofreció ninguna protesta en particular. Teshigawara incluso dijo que
estarían mejor el uno sin el otro, pero, en serio, ¿No suele ir ese
sentimiento en la dirección contraria? Así transcurrió la conversación
hasta que me encontré con que yo también empezaba a disfrutarla.
Nunca se me ha dado bien tratar con gente como Teshigawara, que se
acerca a ti como si fueras su amigo de toda la vida. Aunque tampoco es
que sintiera una gran afinidad por los tipos con “ambiente de honor”
como Kazami. Pero, bueno, había decidido no revelar esas preferencias
si podía evitarlo.
Cuando mi padre volviera a Japón la próxima primavera, yo volvería a
Tokio. Hasta entonces, quería mantener buenas relaciones con todos en
esta escuela si podía. Esa era mi máxima prioridad en mi vida en
Yomiyama.
“Oye, Sakakibara, ¿Crees en fantasmas o maldiciones o lo que sea? ¿Es
eso lo tuyo?”.
De la nada, me vino con una pregunta así. Incliné la cabeza hacia un
lado y respondí: “¿Eh...?”.
“Vamos, como, ya sabes...”.
“¿Quieres decir... fantasmas? ¿Maldiciones?”.
“¿Y los llamados fenómenos paranormales, en general?”, intervino
Kazami.
“Tampoco me refiero sólo a los fenómenos espectrales. Podrían ser ovnis
o superpoderes o las predicciones de Nostradamus, también. ¿Crees que
hay fenómenos reales y misteriosos ahí fuera que no pueden ser
explicados por la ciencia moderna?”.
“Quiero decir, cuando me golpeas con una pregunta como esa, yo...”.
Miré a Kazami, y su expresión era incómodamente seria.
“Supongo que, a nivel básico, intento no tomarme esas cosas en serio”.
“¿Nada de eso? ¿Nunca?”.

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“Bueno, déjame pensar. Cosas que están al nivel de ‘los siete misterios
de la escuela’, al menos, yo diría que nunca”.
No tenía ni idea de cómo la conversación había dado ese giro repentino,
pero tenía la fuerte sensación de que se estaban preparando para
contarme esas historias. Pensé que había avisado y me había adelantado
a ellos.
“Ya he oído la historia de la desaparición masiva de conejos y
marmotas”.
“¿Has oído hablar de ‘la mano en el estanque de loto’?”.
Teshigawara fue quien me preguntó eso.
“Ja, ustedes también tienen una historia así, ¿Eh?”.
“Es ese estanque de ahí, hombre”.
Teshigawara extendió una mano y señaló. A poca distancia podía ver un
pequeño estanque cuadrado rodeado de cemento.
Salimos del edificio escolar de tres pisos con nervaduras de hierro que
albergaba nuestra aula y bajamos por un camino en el patio.
Al otro lado del patio había un edificio escolar de tamaño similar, que
era el edificio B.
El edificio del que habíamos salido era el edificio C. Cada una de las
estructuras estaba conectada con el edificio A -el edificio principal, con
las oficinas de los profesores y el despacho del director- por un pasillo
cubierto. Más allá, justo al lado, había un edificio llamado Edificio de
Clases Especiales. Este edificio, también abreviado como Edificio S, era,
como su nombre indica, donde se encontraban las aulas especiales como
el aula de economía doméstica y el aula de música.
Y el estanque que Teshigawara señalaba estaba a una ligera distancia del
patio. Llegamos hasta la entrada del edificio A, y luego bajamos por el
camino que se aleja de él.
“Dicen que de ese estanque sale una mano humana envuelta en hojas de
loto. A veces cubierta de sangre”.

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Teshigawara contó la historia con voz amenazante, pero lo único que


pude pensar fue: Qué idiotez. Además, dijo que era un estanque de lotos,
pero cuando nos acercamos y pude ver, parecía que en realidad eran
nenúfares los que crecían allí, no lotos.
“Bueno, dejemos los ‘Siete Misterios’ para otra ocasión”, ofreció Kazami.
“Me pregunto, Sakakibara. Hay tantos tipos de fenómenos
paranormales. ¿Los niegas categóricamente todos?”.
“Bueno, es cierto”, murmuré, echando una mirada de reojo a la
superficie del estanque, cubierta de hojas redondas de lirio. “La palabra
OVNI significa ‘objeto volador no identificado’, así que en ese sentido
existen. Que sean o no platillos volantes manejados por extraterrestres es
una cuestión aparte. En cuanto a los superpoderes, esas personas que te
muestran en la televisión o en las revistas son falsas, al cien por cien.
Cuando ves cosas así, ¿No crees que eso hace que sea más difícil de
creer?”.
Kazami y Teshigawara se miraron, ambos con expresiones preocupadas.
“Las predicciones de Nostradamus sobre lo que puede o no hacer ‘el
príncipe de las tinieblas’ es una historia para el año que viene. Si
esperamos un año y un par de meses más, deberíamos averiguar si es
real o no, aunque no queramos... ¿Entonces? ¿Creen que tendrá razón?”.
Cuando hice la pregunta, Kazami ladeó la cabeza de forma ambigua.
“¿Quién sabe?”.
Por otro lado, Teshigawara contestó: “En realidad, me lo creo”, y torció
una esquina de la boca en una sonrisa artificial.
“Así que, como el mundo se va a acabar en el verano de 1999, sería
estúpido ponerme a trabajar por los exámenes y lo que sea. Hacer lo que
me gusta mientras puedo, ese es el camino por seguir”.
Me costaba decir exactamente lo serio que era, pero con todo el alboroto
sobre el grupo Aum Shinrikyo, nuestra generación tenía un número
sorprendentemente grande de “verdaderos creyentes” en este evento.
Había visto datos al respecto en alguna parte.

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No están pensando profundamente en ello; sólo están utilizando una


predicción sobre la destrucción como una razón para evitar los
problemas personales que les están mirando a la cara en el aquí y ahora.
No recuerdo cuándo fue, pero mi padre señaló al instante esta
interpretación tras enterarse del atentado, y yo estuve bastante de
acuerdo con él.
“Volviendo al camino...”.
Cuando habíamos pasado el estanque de lirios y nos dirigíamos a la
parte trasera del edificio B, Teshigawara habló.
“No crees en fantasmas o maldiciones o cosas así entonces, ¿Verdad?”.
“Sí, supongo que no”.
“¿Sientes que puede pasar algo que te haga creer?”.
“Es decir, si algo así apareciera delante de mí, y tuviera pruebas de que
es un fantasma y me lo echara en cara, supongo que empezaría a creer
en él”.
“Eh. Prueba, ¿Eh?”.
“¿Prueba, no?”.
Este último era Kazami. Se subió el puente de sus gafas de montura
plateada a la nariz con el ceño fruncido.
Dios, ¿Y ahora qué?
¿Qué pretendían estos dos? Después de todo, empezaba a tener un mal
presentimiento sobre ellos y mi paso se aceleró.
“¿Qué es eso?”. Me volví para mirarlos, señalando un edificio que había
aparecido justo en ese momento al otro lado del edificio B.
“¿Es otro edificio escolar?”.
“Es el Edificio Cero. Así es como lo llama todo el mundo”, respondió
Kazami.
“¿Edificio Cero?”.
“Porque es muy antiguo. Hasta hace unos diez años, las clases de tercer
año estaban allí. Hay muchas razones por las que dejaron de usarlo,

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pero... el número de estudiantes disminuyó, así que el número de clases


también. Al parecer, el edificio A y todos los demás recibieron sus
nombres más tarde, así que por eso la gente llama al viejo edificio
cero...”.
Aquel “viejo edificio” parecía ciertamente más antiguo que cualquiera
de los otros edificios que había visto hoy en el campus.
Era una estructura de dos pisos de enormes ladrillos rojos. Pero los
ladrillos de sus paredes estaban increíblemente descoloridos y, tras una
mirada más atenta, vi que se habían formado grietas en algunos lugares.
Todas las ventanas de las aulas originales que daban al segundo piso
estaban bien cerradas. En algunos lugares, se habían colocado tablas,
probablemente para sustituir los cristales rotos.
Dado el giro de la conversación hasta ahora, esto me pareció un lugar
perfecto para generar forraje para rumores de lo sobrenatural, sobre
fantasmas o espíritus o los “Siete Misterios”.
“¿Así que ahora no se utiliza para nada?”, pregunté, dando un
cuidadoso paso adelante.
“Al menos no como aulas normales”, respondió Kazami mientras
caminaba a mi lado.
“El segundo piso está como abandonado, así que no se permite subir a
nadie. La biblioteca secundaria y la sala de arte están en el primer piso,
también el club de cultura”.
“¿Tienen una biblioteca secundaria?”.
“Casi nadie la utiliza. Normalmente todo el mundo va a la biblioteca
principal en el edificio A. Sólo he estado allí una vez”.
“¿Qué tipo de libros tienen allí?”.
“Documentos sobre la historia local y libros antiguos que los exalumnos
han donado. Tiene un número realmente notable de cosas así,
aparentemente. Es más, un almacén de libros que una biblioteca”.
“Huh”.
No me importaría echar un vistazo al menos una vez. Mi interés se
despertó.

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“Esta escuela tiene un club de arte, ¿Verdad?”, pregunté, teniendo una


idea repentina. Después de un arrastrado retraso, Kazami respondió:
“Sí. Ahora lo tenemos”.
“¿Ahora sí? ¿Qué significa eso?”.
“Las actividades extracurriculares se suspendieron el año pasado. Se
reanudaron en Abril”.
Teshigawara fue quien respondió.
“Para que sepas, la encantadora Srta. Mikami es la patrocinadora. Si yo
tuviera algún talento en esa área, también estaría jurando lo mucho que
quiero entrar en el club. ¿Vas a unirte o algo así, Sakakibara?”.
Dejé de caminar y me volví para mirar al de cabellera blanqueada, y
luego me encogí de hombros de forma bastante exagerada. Teshigawara
no pareció tomárselo a mal, pues en sus ojos brilló una sonrisa.
“Oye, Sakakibara...”.
Había empezado a caminar de nuevo cuando Teshigawara habló, como
si intentara hacerme retroceder.
“En realidad hay algo que...”.
Pero justo en ese momento, dejé escapar un sorprendido “¡Oh!” que
sirvió para interrumpir lo que Teshigawara había estado a punto de
decir. El sonido se me había escapado tras un involuntario apretón de
garganta.
En el patio entre el edificio cero y el edificio B, al que nos dirigíamos, se
habían colocado magníficos parterres. Algunos de ellos resplandecían
con rosas amarillas en flor. Y justo entonces, más allá de los racimos de
flores que se mecían con la plácida brisa primaveral, la vi: Mei Misaki.
Sin un segundo para pensar, comencé a dirigirme directamente hacia
ella.
“¡H-hey! ¡Sakakibara!”.
“¿Qué estás haciendo, Sakakibara?”.

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Oí el tono de consternación en las voces de Teshigawara y Kazami, pero


los ignoré. Me apresuré a acercarme, e incluso hice un ligero trote.
Mei Misaki estaba sola, sentada en un banco a la sombra de un árbol en
el extremo de un parterre. No había nadie más a la vista.
“Hola”, la llamé.
Tenía la mirada perdida, como si estuviera sumida en la contemplación,
pero reaccionó a mi voz. Sus ojos -aunque el parche blanco ocultaba el
izquierdo- se volvieron hacia mí y se detuvieron.
“Hola”.
Intenté hacerme el despreocupado y levanté una mano con indiferencia.
“Tu nombre es Misaki, ¿Verdad?”.
Me acerqué al banco donde estaba sentada. El corazón me latía más
rápido que esta mañana, cuando hablé delante de toda la clase. También
sentí que mi respiración se volvía más tensa.
“Estamos en la misma clase, ¿Eh? Tercer año, clase 3. Yo, eh, me he
transferido aquí hoy...”.
“... ¿Por qué?”.
Sus labios sólo se movieron ligeramente. El mismo tono de voz que
había escuchado en el ascensor del hospital, la misma forma fría y
distante de hablar.
“¿Por qué?”, repitió ella. “¿Estás seguro de esto?”.
“¿Qué?”.
No entendí sus preguntas. “¿Por qué?”, “¿Estás seguro de esto?”. No tenía
la menor idea de lo que me estaba preguntando en ninguno de los dos
casos y sólo podía quedarme allí, estremecido.
“Um-m-m, lo que quería decir era...”.
Busqué alguna forma de mantener la conversación, pero ella apartó la
mirada de mí y se levantó del banco en silencio. Fue entonces cuando
pude ver claramente la etiqueta con su nombre que colgaba de su
chaqueta.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 56
Another

Era una tarjeta de color morado claro, lo que indicaba que era de tercer
año. Aunque me imaginaba que el papel estaba muy sucio y estropeado,
su nombre estaba escrito con bastante claridad: “Misaki”, viendo los
acantilados... Mei “Misaki”.
La boca se me abrió, como un pez. Intenté decirle: “Te vi en el hospital el
otro día”, pero las palabras no me salían. Todavía lo estaba intentando
cuando ella dijo simplemente: “Deberías tener cuidado”.
Luego, en silencio, me dio la espalda.
“E-Espera”, grité apresuradamente para intentar detenerla, pero ella se
mantuvo de espaldas a mí.
“Deberías tener cuidado. Podría haber empezado ya”.
Entonces, Mei Misaki me dejó, mientras yo me quedaba medio en shock,
y se alejó de la sombra del árbol donde estaba el banco.
La vi irse.
Se dirigió hacia la entrada del Edificio Cero y luego desapareció en el
interior del vetusto edificio. Como si se fundiera en la persistente
penumbra...
La campana que anunciaba el final del almuerzo comenzó a sonar,
liberando el momento congelado. Miré a mi alrededor, sintiéndome
como si me hubieran devuelto los sentidos.
“¡Oye! ¿Qué estás haciendo, Sakakibara?”. El grito de Teshigawara me
llegó.
“Tenemos el gimnasio al lado. Los vestuarios están al lado del gimnasio.
Será mejor que nos demos prisa si queremos llegar a tiempo”.
Cuando me di la vuelta, Teshigawara tenía los labios tan fruncidos que
podría haber estado silbando. A su lado, Kazami movía incesantemente
la cabeza por algo, con el rostro pálido e inclinado.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 57
Another

La clase de gimnasia se dividía en chicos y chicas.


Estaba sentado en un banco a la sombra de un árbol en el lado norte del
campo, todavía con mi uniforme. Todavía no se me permitía hacer
ejercicio vigoroso, según las instrucciones del médico. Así que, como le
había dicho a Teshigawara, no había ninguna necesidad particular de
que me apresurara.
Yo era el único chico sentado fuera de la clase.
Todos llevaban ropa de ejercicio blanca a juego y corrían alrededor de la
pista de 400 metros. A pesar de la suavidad de la luz del sol de la tarde,
sólo una decena de figuras se movían en el amplio campo. Por alguna
razón, una sensación ligeramente fría me recorrió mientras observaba la
escena.
Cuando corría, me gustaba hacer distancias largas y cortas. También me
gustaba usar las máquinas de ejercicios y nadar. Lo que no me gustaba
era el fútbol, ni el baloncesto... básicamente, soy pésimo para los
deportes de equipo.
Ojalá pudiera correr, pensé. Intenté respirar profundamente un par de
veces y no sentí nada extraño en mi pecho. Lo que me hizo desear aún
más unirme.
Y, sin embargo, había una parte de mí que se encogía de terror. Que
sentía que, si corría y saltaba imprudentemente, se abriría
inmediatamente un agujero en algún lugar de mis pulmones.
“No vas a tener un tercero”. Eso es lo que me había dicho mi padre, pero
no era lo suficientemente convincente como para que me lo tomara en
serio. Si era estúpido y me forzaba demasiado, tendría que volver a
pasar por todas esas horribles sensaciones, y ya había terminado con
eso. Lo que tenía que hacer ahora era tomármelo con calma durante un
tiempo. Esa era mi única opción.
Las chicas estaban haciendo saltos de longitud en un terreno de arena en
el lado oeste del campo.
Pensé que la vería entre ellas: Mei Misaki. Entrecerré los ojos para mirar,
pero estaban bastante lejos y no pude distinguir a nadie.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 58
Another

Teniendo en cuenta que tenía un parche en el ojo izquierdo, tal vez


estaba sentada fuera. En ese caso, estaría en uno de los bancos cercanos...
He visto a una persona que podría ser ella.
De pie, sola, a poca distancia del solar, a la sombra de un árbol, con un
uniforme, ¿Era ella?
Debido a la distancia, no podía decir si era Mei o no.
Y no podía precisamente mirar a las chicas durante toda la clase. Se me
escapó un suspiro mientras enlazaba mis dedos detrás de la cabeza y me
reclinaba en ellos. Apreté los ojos y, de repente, oí la estridente voz del
pájaro Ray preguntando “¿Por qué?” que resonaba en mis oídos.
Supongo que pasaron unos cinco o seis minutos después de eso.
“Um, ¿Sakakibara?”.
Alguien me estaba hablando.
Sorprendido, mis ojos se abrieron. A un metro de distancia, vi a una
chica con una chaqueta azul marino. No era Mei Misaki, sin embargo.
No llevaba un parche en el ojo, sino unas gafas con montura de plata. Su
cabello no estaba cortado en forma de Bob corto, sino que crecía hasta
los hombros. Era Yukari Sakuragi, la representante de la clase.
“¿Te quedas sin gimnasio por ahora?”.
Teniendo cuidado de que no notara la ligera decepción que sentía en mi
interior, le contesté: “Sí. Sólo ha pasado una semana desde que salí del
hospital y todo eso. El médico me dijo que no hiciera ejercicio y que
viera cómo me sentía. ¿Tú también estás sentada? ¿Te sientes mal hoy?”
“Ayer me caí y me torcí la pierna”.
Yukari Sakuragi dejó caer sus ojos hacia su pierna. Fue entonces cuando
me fijé en el doloroso vendaje que envolvía su pierna derecha desde la
parte superior de la rodilla hasta la espinilla.
“Um... no te habrás caído en la colina de la puerta trasera, ¿Verdad?”.
Lo pregunté medio en broma. Cuando lo dije, Sakuragi sonrió, como si
soltara algún tipo de tensión.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 59
Another

“Por suerte ocurrió en otro lugar. Ya sabes lo del tema, ¿Eh?”.


“Algo así, sí”.
“Entonces...”, comenzó, pero la ignoré y aproveché la oportunidad para
interrumpir.
“Quería darte las gracias por venir al hospital el otro día”.
“Oh... estuvimos encantados de hacerlo”.
“¿Quieres sentarte?”.
Me levanté, ofreciendo el banco a la chica herida. Luego cambié de tema.
“¿Se puede saber por qué no hay dos grupos de clase en este periodo de
gimnasia?”.
Me lo había preguntado durante un tiempo.
“¿Creía que era normal que una clase dividida en chicos y chicas como
ésta se uniera a la clase de al lado? ¿Especialmente en una escuela
pública? Además, hay dos profesores para los chicos y las chicas, así que
con una sola clase hay la mitad de los alumnos de los que debería
haber...”.
Al menos con esta poca gente, no podríamos tener un partido de fútbol
en clase. No es que me importe menos esa oportunidad perdida.
“Las otras clases son diferentes”, respondió Sakuragi.
“La clase 1 y la clase 2 tienen gimnasia juntas, y la clase 4 y la clase 5
tienen gimnasia juntas. La clase 3 es la única que está sola”.
“¿Por qué la clase 3?”.
Podía entenderlo ya que había un número impar de clases en el tercer
año, pero entonces ¿Por qué la clase 3 era la que estaba sola? ¿No sería la
clase 5 la que suele ser impar?
“Estuviste con Kazami y Teshigawara durante el almuerzo, ¿Verdad?”.
Esta vez, ella fue la que cambió el tema.
“Sí, lo estaba. ¿Qué pasa con eso?”.
Todavía sentada en el banco, ladeó la cabeza y me miró.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 60
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“Bueno, ¿te han... dicho algo?”.


“¿Kazami y Teshigawara?”.
“Sí”.
“Me dieron una visita rápida a la escuela. Básicamente, oye, ese es el
edificio A, detrás está el edificio S, donde están las clases especiales.
También me contaron la historia del fantasma del estanque de lotos”.
“¿Eso es todo?”.
“Fuimos al Edificio Cero al final, así que me contaron un poco para qué
sirve el antiguo edificio de la escuela”.
“¿Y eso es todo?”.
“Más o menos, creo, sí”.
“...Oh”. Yukari Sakuragi agachó la cabeza con un susurro tranquilo, y
luego bajó aún más la voz.
“...Tengo que hacer esto bien, o Akazawa se va a enfadar conmigo...”.
Sólo capté fragmentos de lo que murmuraba para sí misma. ¿Akazawa?
¿No era “Akazawa” uno de los alumnos que no ha venido hoy a la
escuela?
Sakuragi se levantó lentamente del banco, con una expresión pensativa.
Podía ver claramente cómo sus movimientos se acomodaban a la lesión
de su pierna derecha.
“Así que, Sakuragi...”.
Decidí intentar preguntarle a ella.
“Quiero decir, ¿Dónde está Misaki?”.
“... ¿Qué?”.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
“La chica de nuestra clase, Mei Misaki. Ya sabes, con el parche en el ojo
izquierdo. ¿También estaba sentada fuera de la clase de gimnasia?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 61
Another

Sakuragi seguía ladeando la cabeza y repitiendo “¿Qué? ¿Qué?”. Parecía


completamente desconcertada, por alguna razón. ¿Por qué? ¿Qué la
hacía reaccionar de forma tan extraña?
“Me la encontré fuera del Edificio Cero durante el almuerzo”.
Justo entonces, a lo lejos, oímos un rrrmmmbm profundo y reverberante.
¿Era un avión despegando? No, no sonaba así. ¿Podría ser un trueno?
Eché la cabeza hacia atrás para mirar al cielo.
Por lo que podía ver aquí, a la sombra del árbol, era el mismo día de
mayo despejado de antes. Eso creí, pero cuando miré a mi alrededor, vi
que se acumulaban nubes ominosas ligeramente al Norte. ¿Así que lo
que habíamos oído era realmente un trueno procedente de allí?
Mientras se me ocurría este pensamiento, el mismo sonido
rmrmbmrmmm volvió a llegar desde muy lejos.
Así que es eso. Truenos lejanos de primavera.
Debe haber un poco de lluvia después de la puesta del sol.
Aventuré esta predicción para mí mismo, lanzando mis ojos sobre el
cielo del norte.
“¿Eh?”.
Vi algo en un lugar que no esperaba, y la pregunta se me escapó.
“¿Qué hace alguien ahí arriba?”.
El edificio C, el edificio escolar de tres plantas que se encontraba en el
lado Norte del campo. Allí, en el tejado...
Alguien estaba de pie justo dentro de la barandilla que rodeaba el techo.
¿Era...?
Era ella. Mei Misaki.
Me di cuenta de repente. Aunque no había manera de que pudiera ver
claramente su cara, o incluso su ropa.
Y al momento siguiente había dejado atrás a Yukari Sakuragi, que seguía
con su expresión de perplejidad, y había empezado a correr hacia el
edificio C.

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Another

10

Mientras corría por las escaleras, la falta de aire finalmente me afectó. La


imagen de rayos X de mi pulmón colapsado parpadeó en mi mente, pero
estaba más concentrado en la figura que había visto desde el campo.
Encontré la puerta del techo fácilmente.
Era una puerta de acero de color crema. Había un cartel de cartón
pegado a la puerta, en el que se leía en tinta roja PROHIBIDO EL
ACCESO INNECESARIO.
En menos de un segundo decidí ignorar una prohibición tan
inexplicablemente ambigua. La puerta no estaba cerrada. La abrí de un
empujón y salí al exterior.
Mi instinto había sido correcto. La identidad de la figura era,
efectivamente, Mei Misaki.
En la azotea del edificio de la escuela de hierro, un mugriento páramo
de hormigón. Sola en el centro de todo...
Se colocó justo contra la barandilla que daba al campo. Estaba orientada
hacia allí, así que debió notar mi presencia enseguida. Pero, sin decir
nada, se puso de espaldas a mí.
Controlando mi respiración agitada, me acerqué a ella para ponerme a
su lado.
“Oye... Misaki...”. La llamé débilmente.
“Eh... así que tú también te quedas fuera de la clase de gimnasia, ¿Eh?”.
...No hay respuesta.
Acorté la distancia un paso, luego dos.
“¿Esto está bien? Quiero decir, ¿Se te permite estar aquí arriba?”.
Todavía estaba de espaldas cuando me llegó una voz:
“¿Y? Ver de cerca apenas tiene más sentido”.

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“¿Los profesores no te van a gritar?”.


“...Lo dudo”.
Su respuesta fue un susurro cuando por fin se dio la vuelta para
mirarme. Vi entonces que sostenía un cuaderno de bocetos del tamaño
de un octavo contra su pecho.
“Tú también estás aquí arriba”.
Me devolvió la pregunta.
“¿Y?”. Dije, copiando su respuesta anterior. “Es cierto que no tiene
mucho sentido limitarse a ver las clases de gimnasia. ¿Dibujas?”.
Sin responder, escondió el cuaderno de dibujo detrás de ella.
“Te lo comenté cuando me encontré contigo en el almuerzo, pero... me
he trasladado hoy, a la clase 3...”.
“Tú eres Sakakibara”.
“Uh, sí. Y tú eres Misaki, ¿Verdad? ¿Mei Misaki?”. Miré la etiqueta con
su nombre que llevaba en el pecho. “¿Cómo se escribe Mei?”.
“De la misma manera que se escribe ‘aullido’“.
“¿Aullido?”.
“O ‘sonido’. Como en ‘resonancia’. O ‘grito’“.
Aullar, ¿Eh? Aullando en un acantilado...
“¿Te acuerdas? Nos conocimos en el hospital municipal hace poco”.
Por fin pude hacerle la pregunta, pero mi corazón seguía siendo
totalmente incapaz de encontrar un latido uniforme; básicamente, estaba
a medio camino de la sobremarcha. Thmp... thmp... podía escuchar los
latidos con fuerza en mis oídos.
“Fue el lunes de la semana pasada. Subí por casualidad al mismo
ascensor que tú en la sala de hospitalización, y te bajaste en el segundo
nivel del sótano. Me dijiste tu nombre cuando te pregunté. ¿No lo
recuerdas?”.
“La semana pasada, el lunes...”, Mei Misaki murmuró, su ojo derecho,
no oculto por el parche, se cerró lentamente.

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“Eso... podría haber ocurrido”.


“Eso es lo que pensé. Lo he tenido en mente... desde entonces. Luego,
cuando estuviste en clase hoy, me sorprendió”.
“Oh”.
Fue una respuesta cortante, pero sus pequeños y finos labios parecían
contener el fantasma de una sonrisa.
“¿Por qué ibas al segundo nivel del sótano ese día?”. Presioné. “Dijiste
que ibas a dejar algo o algo así, ¿No? ¿Para quién? Parecía que llevabas
una muñeca blanca. ¿Era eso lo que estabas dejando?”.
“Odio la forma en que me interrogas”.
Habló con la misma voz cortante y desvió la mirada.
“Oh, lo siento”, me disculpé rápidamente. “No estaba tratando de
forzarte a contestar ni nada por el estilo. Es que...”.
“Algo triste sucedió ese día”.
La mitad de mi cuerpo está esperando allí, la pobre.
¿No había dicho algo así en el ascensor aquel día?
La mitad de mi cuerpo... la pobre.
Me había estado preocupando, pero obviamente no iba a poder
preguntarle nada más. Y ella no iba a compartir nada más.
Los truenos lejanos volvieron a sonar. El viento que soplaba sobre el
techo se sentía más frío que antes.
“Tú...”.
Oí la voz de Mei Misaki.
“Tu nombre es Koichi Sakakibara. ¿Es eso cierto?”.
“Eh, sí”.
“Eso debe molestarte”.
“¿Qué?”.
Espera un segundo. ¿Estaba a punto de sacar el tema? ¿Ahora?

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Another

“¿Por qué dices eso?”.


Me apresuré a recuperar la compostura. Mei me miró en silencio.
“¿No fue por estas fechas el año pasado? Todo el país estaba en pánico.
Ni siquiera ha pasado un año desde que ocurrió”.
No respondí.
“Sakakibara. Es bueno que no te llames Seito”.
Cuando dijo eso, otro suspiro de sonrisa cruzó sus labios. Estaba
realmente en ello.
Hacía tanto tiempo que nadie había aludido a eso... y aún no había
ocurrido en la escuela hoy. Y ahora, de entre todas las cosas, escucharlo
de ella, de los labios de Mei Misaki.
“¿Qué pasa?”, Mei inclinó la cabeza con curiosidad. “¿No querías que lo
mencionara?”.
Intenté responder “¿A quién le importa?” y parecer que no me
molestaba, pero realmente no lo conseguí. Antes de que pudiera
empezar a pensar qué hacer ahora-
“Me trae malos recuerdos”.
Había empezado a confesar, con cara de tener algunas circunstancias.
“En mi antigua escuela, el año pasado -cuando ocurrió el atentado en
Kobe, y todo el mundo empezó a hablar de Sakakibara Seito, otro
estudiante de secundaria de catorce años se dejó arrastrar también...”.
“¿Te intimidaron?”.
“Nadie ha hecho nada tan grave como para llamarlo acoso, pero...”.
No... no había sido nada tan malo. No había habido ninguna malicia
intencionada o solapada en absoluto. Todo el mundo pensó que era
divertido...
Escribían mi nombre con los mismos caracteres que él usaba, o me
llamaban Seito. Bromas infantiles que eran bastante inofensivas. Pero...

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Lo dejé pasar con una risa fácil en el calor del momento, pero a veces lo
odiaba más de lo que podía soportar, más de lo que me daba cuenta. En
otras palabras, los componentes del estrés. Y entonces...
El año pasado, en otoño, cuando llevaba la carga de este estrés todos los
días. Fue cuando tuve mi primer neumotórax espontáneo. Tal vez una
de las razones por las que sucedió se remonta a todo ese asunto de
Sakakibara. Recordando todo lo que pasó, ya no parece una teoría tan
forzada.
Y la razón por la que me han traído a casa de mis abuelos en Yomiyama
mientras mi padre está fuera de Japón durante un año es que se enteró
de lo que estaba pasando y tuvo un raro momento de preocupación
paternal por mí. Probablemente decidió que lo mejor sería que cambiara
mi entorno cotidiano y que pulsara el botón de reinicio en mis
interacciones con la gente de la escuela, donde las cosas se volvían cada
vez más tensas.
Incluso después de que le contara las líneas generales de lo que había
sucedido, Mei Misaki no se echó atrás ni se compadeció de mí, ni actuó
avergonzada por lo que había hecho.
Preguntó: “¿Ya te lo han hecho aquí?”.
“Eres la primera”, respondí con una sonrisa amarga. Extrañamente, me
había relajado ligeramente.
Durante toda la mañana, cada vez que alguien había pronunciado mi
nombre, me había puesto en tensión, esperando esto. Y todo por una
cosa tan pequeña. Uf. Cuando puse todo en palabras para contárselo, me
pareció una estupidez.
“Probablemente sólo están siendo educados”, dijo Mei.
“...Tal vez”.
“Me cuesta creer que se preocupen por tus sentimientos”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Porque Sakakibara es un nombre inextricablemente asociado a la
muerte. Y no cualquier muerte, además: una muerte cruel y sin sentido
que se juega en la escuela”.

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“Asociado a la muerte...”.
“Sí”.
Mei asintió en silencio y se sujetó el cabello mientras el viento lo agitaba.
“Eso molesta a todos. Así que... quizás no son conscientes de ello. Como
una herida que están protegiendo”.
“... ¿Qué significa eso?”.
¿De qué estaba hablando?
Comprendí que la palabra “muerte” y los conceptos que implicaba eran
ominosos y siempre habían molestado a la gente. Eso era evidente.
Pero...
“Sabes, en esta escuela...”. El tono de Mei era tan frío y distante como
siempre. “Aquí, la clase de tercer año es la más cercana a la muerte de
todas las clases. Más que cualquier otra clase en cualquier otro colegio.
Mucho más”.
“¿Cerca de la muerte? ¿Qué significa eso...?”.
No pude procesar en absoluto lo que quería decir con eso, y me llevé
una mano a la frente. El ojo derecho de Mei, fijo en mí, se estrechó hasta
convertirse en una rendija.
“No sabes nada, ¿Verdad, Sakakibara?”.
Luego se volvió a girar para mirar el campo. Apoyó el pecho en la
barandilla marrón y se inclinó hacia delante sobre ella, luego inclinó la
cabeza hacia atrás. De pie detrás de ella, yo también miré al cielo. La
nubosidad había aumentado considerablemente desde antes.
Volví a oír los truenos lejanos. Asustados por el sonido, los cuervos
graznaban y vi varios pares de alas negras como el carbón batiendo el
cielo desde los árboles del patio de la escuela.
“No lo sabes, ¿Verdad, Sakakibara?”.
Todavía mirando al cielo, Mei Misaki se repitió. “Nadie te lo ha dicho
todavía”.
“... ¿No me han dicho qué?”.

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“Pronto lo sabrás”.
No había nada que pudiera decir a eso.
“Además, es mejor que no te acerques a mí”. Cuando dijo eso, entendí
aún menos. “Tú también deberías dejar de hablarme así”.
“¿Por qué? ¿Por qué no puedo?”.
“Dije que lo descubrirías pronto”.
“Vamos...”.
Eso no ayudó realmente. De hecho, no ayudó en absoluto.
Mientras buscaba algo que decir, sin saber cómo responder a eso, Mei
Misaki giró su cuerpo en silencio. Abrazando el cuaderno de dibujo
contra su pecho, pasó junto a mí y se dirigió a la puerta.
“Nos vemos, Sa-ka-ki-ba-ra”.
Mi cuerpo se congeló al instante, como si me hubiera lanzado algún
hechizo repugnante. Pero me sacudí rápidamente y fui tras ella.
Mientras lo hacía, otro cuervo graznó en el patio de la escuela.
Uno de los “fundamentos” que me había dicho Reiko la noche anterior
me vino a la mente por sí solo.
Si oyes el graznido de un cuervo cuando sales del tejado, vuelves a
entrar por...
¿Fue la pierna derecha? ¿O la pierna izquierda?
¿Cuál era? Estoy seguro de que es la pierna izquierda... Mientras pensaba en
todo esto, Mei abrió enérgicamente la puerta y desapareció al otro lado.
Había entrado con el pie derecho.

11

La lluvia finalmente comenzó a caer después del final del sexto período.
Era una lluvia fuerte, como un repentino chaparrón vespertino fuera de
temporada.

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Mientras recogía mis cosas para volver a casa, preocupado por no tener
un paraguas, mi móvil empezó a vibrar dentro de mi bolso. Lo había
puesto en silencio. Era una llamada de mi abuela.
“Me voy ahora mismo a buscarte. Quiero que me esperes en la puerta
principal”.
Fue un mensaje bienvenido, pero mi respuesta fue instantáneamente
“Está bien, abuela. Probablemente sólo estará rociando para cuando
llegues”.
“Esa no es forma de hablar para un chico en recuperación. ¿Y qué pasa si
te empapas y te resfrías?”.
“Pero...”.
“Sin peros, Koichi. ¿De acuerdo? Espera hasta que yo llegue”.
Entonces colgó, y yo miré a mi alrededor sin comprender y suspiré.
“¡Eh, Sakakibara! Tienes un teléfono móvil, ¿Eh?”.
Justo entonces, alguien me habló. Era Teshigawara. Rebuscó en el
bolsillo interior de su uniforme y luego sacó un teléfono blanco con una
llamativa correa atada.
“Seremos compañeros de teléfono. ¿Cuál es tu número?”.
Todavía era una pequeña selección de estudiantes de secundaria los que
tenían sus propios teléfonos móviles. Incluso en las escuelas de Tokio,
eran tan comunes como los teléfonos PHS. Tal vez uno de cada tres
chicos como máximo.
Mientras intercambiábamos números, miré hacia el escritorio. Allí, al
fondo, Mei Misaki ya se había ido.
Esperé a que Teshigawara volviera a guardar su teléfono en el bolsillo y
le dije: “¿Te importa que te pregunte algo?”.
“¿Hm?”.
“Sobre esa chica Misaki que se sienta en ese escritorio”.
“¿Hm-m-m?”.
“Es bastante rara. ¿Cuál es su problema?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 70
Another

“¿Te sientes bien, Sakakibara?”.


Teshigawara inclinó la cabeza con una expresión que parecía
completamente seria.
“Contrólate, hombre”.
Me dio una fuerte palmada en la espalda y se marchó rápidamente del
lugar.
Salí de la clase y, mientras me dirigía al edificio A y a la puerta principal,
me encontré con la señora Mikami, la profesora asistente, en el pasillo.
“¿Cómo te fue hoy, Sakakibara? ¿Qué te parece tu nueva escuela?”. Sus
preguntas llegaron con una sonrisa natural. Totalmente desconcertado,
respondí,
“Creo que me las arreglaré”.
La Srta. Mikami asintió mecánicamente.
“¿Tienes un paraguas? Está lloviendo”.
“La abuela ha dicho que viene a buscarme con el auto. Me ha llamado al
celular hace un minuto”.
“Estarás bien, entonces. Cuídate”.
Sólo quince minutos más tarde, el Cedric negro de mi abuela se detuvo
en el camino de entrada, atravesando la lluvia, cuya ferocidad había
disminuido un poco.
Había un par de estudiantes cerca de la entrada que aún no habían
podido salir debido a la inesperada lluvia. Me subí rápidamente al
asiento del copiloto del coche, como huyendo de sus miradas.
“Siento haberte hecho esperar, Koichi”, me saludó mi abuela, ajustando
las manos en el volante.
“No te sientes peor, ¿Verdad?”.
“Oh, no, estoy bien”.
“¿Crees que te llevarás bien con tus compañeros de clase?”.
“Supongo...”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 71
Another

Nos alejamos del edificio de la escuela y nos dirigimos lentamente por la


carretera resbaladiza hacia la puerta principal. Y al salir...
Estaba apoyado en la puerta, mirando al exterior, cuando mis ojos se
posaron en ella. La lluvia había amainado mucho, pero seguía siendo
más que una llovizna, y ella caminaba sin paraguas, sola.
Mei Misaki.
“¿Qué pasa?”, preguntó mi abuela, justo antes de sacar el auto a la calle.
Algo en mi reacción debió de alertarla. Ni siquiera había hecho ruido ni
había abierto la ventanilla ni nada.
“...Nada. No te preocupes”, respondí, y luego giré mi cuerpo para mirar
hacia atrás. Y sin embargo...
Mei ya había desaparecido. Como si se hubiera fundido con la lluvia que
caía. Así me pareció aquel día.

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Capítulo 3

Mayo II

“¿Qué es esto?”.
Oí la voz de la señora Mikami. Ella había planteado la pregunta a un
chico a mi izquierda llamado Mochizuki. Yuya Mochizuki.
Era pequeño, pálido y, aunque sencillo, de rasgos finos. Si realmente se
animara a pasearse por Shibuya vestido de travesti, podría ser
confundido con una joven bonita y ser recogido por alguien. Sin
embargo, aún no le había dirigido la palabra desde mi traslado ayer.
Intenté saludarle, pero al instante desvió la mirada. Era difícil saber si
sólo era tímido o si tenía una personalidad oscura y misántropa.
La pregunta de la Srta. Mikami hizo que las mejillas de Mochizuki se
sonrojaran ligeramente, y buscó a tientas una respuesta.
“Um... estaba tratando de hacer un limón...”.
“¿Un limón? ¿Esto?”.
Lanzando una mirada a la profesora, que giraba la cabeza en ángulos
extraños, Mochizuki respondió en voz baja: “Sí. Es el grito de un limón”.
Era jueves, mi segundo día de clase. Estábamos en la quinta hora, en la
clase de arte. La clase, en la primera planta de aquel viejo edificio escolar
-el Edificio Cero-, estaba dividida en seis grupos, cada uno de ellos
sentado alrededor de sus propias mesas de trabajo grandes. En el centro
de cada mesa se alineaban diversos objetos, como una cebolla, un limón,
una taza, etc. El objetivo de la clase de hoy era dibujar un bodegón con
estos objetos.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 73
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Elegí una taza junto a una cebolla y empecé a dibujar a lápiz en el papel
de dibujo que nos habían dado. Al parecer, Mochizuki había elegido un
limón, pero no sé...
Al inclinar el cuello, eché un vistazo al papel que tenía delante. Le eché
un vistazo y...
Sí, ahora lo entiendo. Había muchas razones para que la Srta. Mikami
hiciera preguntas.
Había dibujado algo grotesco, con una forma que no se parecía en nada a
ninguno de los sujetos de la mesa.
Cuando dijo que era un limón, vale, apenas pude distinguirlo. Pero era
más del doble de estirado que el limón que tenía delante, alto y delgado,
además de que el contorno estaba todo ondulado en protuberancias
desiguales. Además, había dibujado el mismo tipo de líneas onduladas y
con protuberancias (me parecieron líneas de efectos especiales) a su
alrededor...
¿Qué fue esto?
De repente, tuve el mismo pensamiento. Pero entonces, si extrapolaba
“el grito en un limón” como había dicho Mochizuki, me di cuenta de que
podría ser...
Cuando se oye la palabra “grito”, hasta un niño de primaria la conoce: la
mayor obra maestra del artista noruego Edvard Munch. La figura de un
hombre en un puente tapándose las orejas, dibujada con una extraña
composición y paleta en líneas fluctuantes. Este tambaleante dibujo de
un limón parecía compartir algo con ese cuadro...
“¿Crees que esto es aceptable, Mochizuki?”.
Dirigiendo otra mirada hacia ella, Mochizuki respondió vacilante: “Sí...
quiero decir, así es como me parece el limón ahora mismo...”.
“Ya veo”.
La Srta. Mikami apretó los labios y los arrugó.
“No está realmente en el espíritu de la clase de hoy, pero... supongo que
está bien”.

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Una sonrisa apenada se dibujó en su rostro, como si hubiera levantado


las manos en señal de derrota, y dijo: “Sin embargo, preferiría que sólo
experimentaras así en el club de arte”.
“Oh. Sí, señora. Lo siento”.
“No hay necesidad de disculparse. Sigue adelante y termina esto como
lo tienes”.
Con esa advertencia indiferente, la Srta. Mikami se alejó de nosotros.
Entonces- “¿Te gusta Munch?”.
Volví a echar un vistazo al dibujo de Mochizuki y traté de atraerlo con
cautela.
“Eh... sí, supongo”, respondió sin mirarme y volvió a coger el lápiz. Pero
no percibí que se hubiera levantado un fuerte bloqueo, así que seguí
adelante.
“¿Pero por qué el limón salió así?”.
Apretó los labios y los arrugó como acababa de hacer la señora Mikami.
“Así es como lo veo, así es como lo dibujé. Eso es todo”.
“¿Quieres decir que los objetos también tienen gritos?”.
“Eso no es lo que ocurre. La gente malinterpreta el cuadro de Munch
todo el tiempo. No es el hombre el que grita en ese cuadro. Es el mundo
que le rodea. El grito le hace estremecerse, así que se tapa los oídos”.
“Entonces tampoco es el grito del limón”.
“Correcto”.
“¿El limón se tapa las orejas?”.
“No creo que lo entiendas todavía...”.
“Hm-m-m. Bueno, lo que sea. ¿Así que estás en el club de arte?”.
“Oh-sí. Me reincorporé en tercer año”.
Lo que me recordó lo que Teshigawara me había dicho ayer, sobre la
suspensión del club de arte el año pasado. Pero a partir de abril de este
año, la “encantadora señorita Mikami” se había convertido en la
patrocinadora...

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“¿Y tú?”.
Entonces, por primera vez, Mochizuki me miró. Ladeó la cabeza como
un cachorro.
“¿Vas a unirte?”.
“¿Por qué iba a hacer eso?”.
“Bueno...”.
“Claro, me interesa un poco... pero no sé. No soy tan bueno dibujando”.
“En realidad, no importa lo bueno que seas”, me dijo Mochizuki con un
tono extremadamente serio. “Los dibujos se hacen viendo con los ojos
del corazón. Eso es lo que lo hace divertido”.
“¿Los ojos en tu corazón?”.
“Sí”.
“¿Eso es lo que es?”.
Miré su “grito de limón”, y Mochizuki asintió diciendo: “Claro”, sin un
ápice de culpa, frotándose un dedo bajo la nariz.
Supongo que le petrifican los extraños; aun así, una vez que empecé a
hablar con él, me pareció bastante interesante. Ese pensamiento me
ayudó a relajarme mucho, pero al mismo tiempo...
Algo pasó por mi mente al mencionar el club de arte.
Cuando ayer hablamos en el tejado del edificio C durante la clase de
gimnasia, ella -Mei Misaki- llevaba un cuaderno de dibujo. ¿Podría estar
también en el club de arte?
La sala de arte del Edificio Cero era el doble de grande que un aula
normal. La construcción y el equipamiento de la sala se estaban
haciendo viejos, y la cantidad de luz que recibía dejaba el lugar algo
lúgubre, pero gracias al alto techo, la sala no resultaba demasiado
opresiva. La hacía sentir aún más grande de lo que ya era.
Mis ojos vagaron por la habitación, como si fuera la primera vez. Sin
embargo- no vi a Mei Misaki por ningún lado, después de todo.

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Pero ella estaba en las clases de la mañana... no pude evitar sentir algo
sospechoso.
No había habido tiempo para una charla pausada, pero había
conseguido encontrarla en uno de los descansos entre clases y había
compartido unas palabras con ella. Le comenté que ayer se había ido
sola a casa bajo la lluvia, y otras cosas sin importancia.
“No odio la lluvia”.
Eso es lo que me había dicho entonces.
“Mi favorita es la lluvia fría en pleno invierno. El momento en que se
convierte en nieve”.
Quería alcanzarla en el almuerzo y hablar un poco más, pero al igual
que ayer, había desaparecido del aula antes de que me diera cuenta. E
incluso ahora que había empezado la quinta hora, aún no había
aparecido.
“Oye, Sakakibara”.
Mochizuki era el que intentaba iniciar conversaciones ahora. Puse mis
pensamientos sobre Mei en espera.
“¿Qué?”.
“¿Qué piensas... de la Srta. Mikami?”.
“De la nada, quiero decir, no lo sé”.
“Oh, ya veo. Sí, entiendo...”, Mochizuki asintió varias veces,
murmurando en voz baja, y sus mejillas volvieron a teñirse ligeramente
de rojo.
¿Qué pasa con este tipo? En secreto, me ha hecho perder el equilibrio un
poco.
¿Está enamorado de su profesora de arte? ¿Este chico? ¿Cómo funciona
eso? Ella es más de diez años mayor que tú, amigo.

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“Munch hizo cuatro copias de El Grito en total”.


“Había oído eso”.
“Me gusta la del Museo Nacional de Arte de Oslo. El color rojo del cielo
es el más intimidante. Parece que la sangre va a salir a borbotones en
cualquier momento”.
“Huh. ¿Pero no empieza a asustarte, cuanto más lo miras? ¿O te hace
sentir increíblemente incómodo? ¿Cómo puede gustarte eso?”.
Se podría decir que es un cuadro fácil de entender. El impacto visual es
tan intenso que el tema subyacente se ignora y las parodias divertidas o
interesantes aparecen por todas partes. Así que supongo que en ese
sentido es una obra popular. Pero, por supuesto, cuando Mochizuki dijo
que le gustaba, no parecía estar hablando a ese nivel.
“Inquietante... supongo que sí. Es un cuadro que me arrastra esos
sentimientos, que hay ansiedad en todo y que es así. Por eso me gusta”.
“¿Te gusta porque te inquiete?”.
“No es que desaparezca si finges que no lo sientes. Tú eres igual,
¿Verdad, Sakakibara? Estoy seguro de que es lo mismo para todos”.
“¿Incluso limones y cebollas?”.
Lo dije en broma, y Mochizuki sonrió un poco tímidamente.
“Los dibujos son una proyección de la imaginación”.
“Claro, pero vamos...”.
Cuando terminó la clase de arte, acabé levantándome y saliendo con
Yuya Mochizuki. Y, mientras continuábamos nuestra conversación,
caminamos por un pasillo poco iluminado del Edificio Cero.
“¡Hey, Sakaki!”.
Alguien detrás de mí me tocó el hombro. Antes de darme la vuelta, supe
que era Teshigawara. Al parecer, hoy había decidido empezar a abreviar
mi nombre a “Sakaki”.
“¿Están susurrando sobre la Srta. Mikami? Quiero entrar”.

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“Siento decepcionarte, pero estamos hablando de algo un poco más


oscuro que eso”, respondí.
“¿Qué es? ¿De qué estás hablando?”.
“La ansiedad que envuelve al mundo”.
“¿Qué?”.
“¿Alguna vez te sientes inquieto, Teshigawara?”, pregunté, a pesar de
mi opinión de que parecía carecer de cualquier conexión con las
emociones de ese tipo. Ya se había convertido en algo natural hablarle
con franqueza.
Sin embargo, el bobo blanqueado superó mis expectativas cuando dijo:
“¡Qué te parece!”.
Asintió con grandilocuencia, no sabía exactamente con qué seriedad, y
luego respondió: “Después de todo, cuando subí de grado, ¡Acabé con la
“maldición de la clase 3!”.
“¿Qué?”.
El sonido se me escapó. Al mismo tiempo, vi la reacción de Mochizuki:
Mientras su mirada caía silenciosamente a sus pies, su expresión parecía
melancólica y de algún modo tensa. La escena se había cristalizado en el
espacio de un momento. Eso es lo que parecía.
“Sa-a-a, Sakaki”, dijo Teshigawara. “He querido hablar contigo sobre
esto desde ayer...”.
“Espera, Teshigawara”, dijo Mochizuki. “No creo que puedas seguir
haciendo eso”.
“¿No puedes hacer eso? ¿Hacer qué? ¿Por qué no? ‘Más’ es asumir que
alguna vez...”.
Se trataba de Teshigawara, que tenía problemas para continuar.
Totalmente a oscuras, grité: “¿De qué están hablando?”, y luego me
recompuse con un grito ahogado.
Habíamos recorrido un pasillo del Edificio Cero y estábamos llegando a
la biblioteca secundaria. Casi nadie parecía utilizar la antigua biblioteca,

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pero ahora la puerta corredera que daba acceso a ella estaba abierta unos
centímetros. Y a través del hueco, pude ver el interior de la sala...
...Ella estaba allí.
Mei Misaki estaba allí.
“¿Qué pasa?”.
La pregunta de Teshigawara era dudosa.
“Espera un segundo”, respondí ambiguamente y abrí la puerta de la
biblioteca. Mei se volvió para mirarnos.
Mei estaba sentada ante un gran escritorio en la sala totalmente vacía.
Levanté la mano para decirle “hola”, pero no respondió en absoluto y
volvió a mirar el escritorio.
“H-hey, Sakaki. No estas realmente...”.
“¿Sakakibara? ¿Qué estás...?”.
Ignorando más o menos la charla de Teshigawara y Mochizuki, entré en
la biblioteca secundaria.

Las paredes estaban ocultas tras unas estanterías que llegaban hasta el
techo, repletas de libros. Pero ni siquiera eso era suficiente, y más de la
mitad del espacio de la habitación era un bosque de estanterías altas.
La sala parecía tener el mismo tamaño que el aula de arte, pero el estilo
era completamente diferente. No había ni siquiera una pizca de apertura
aquí. El peso de todos los libros que se almacenan aquí imparte una
pesada opresión a la habitación. La cantidad de luz hacía que este lugar
pareciera aún más lúgubre, y al mirar alrededor vi que varias de las
luces fluorescentes estaban apagadas.
Sólo había una gran mesa destinada a los lectores, donde se sentaba Mei.
Alrededor de ella no había ni diez sillas. Había un pequeño mostrador
en una esquina trasera a la izquierda, en un espacio entre las estanterías.

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Ahora mismo no veía a nadie allí, pero supuse que era donde solía estar
el bibliotecario.
En este espacio impregnado del olor único de los libros antiguos, donde
el tiempo parecía haberse detenido... allí estaba ella.
Mei Misaki estaba aquí, sola.
Incluso cuando me acerqué, ni siquiera me miró. Ante ella, sobre el
escritorio, estaba abierto, no un libro, sino su gran cuaderno de bocetos.
¿Se había saltado la clase de arte para venir a dibujar sola?
“¿Crees que deberías haber venido aquí?”.
Mei habló sin cambiar su mirada.
“¿Por qué no?” repliqué.
“¿Tus dos amigos no te detuvieron?”.
“Supongo que no”.
Había algo extraño en la forma en que todos los demás en la clase
actuaban cuando se trataba de ella. Aunque había empezado,
vagamente, a adivinar por qué podía ser.
“¿Qué estás dibujando?”, pregunté, dejando caer mis ojos hacia su
cuaderno de dibujo.
Era el boceto de una hermosa joven, hecho a lápiz. No tenía el estilo de
un dibujo de anime o manga. Era un dibujo de línea más realista y
naturalista.
La forma del cuerpo era delicada, su sexo apenas se distinguía. Los
miembros eran delgados. El cabello largo. Los ojos, la nariz y la boca aún
no se habían dibujado, pero aun así transmitía la imagen de una
hermosa joven.
“¿Esto es... una muñeca?”.
Tenía una razón para preguntar eso.
Los hombros, los codos, las muñecas, las articulaciones de la cadera, las
rodillas y los tobillos... en cada una de estas articulaciones, pude ver en
el dibujo la forma característica que tienen ciertos tipos de muñecas: la

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estructura característica de lo que se llama una “muñeca con articulación


de bola”, con la forma exacta que indica su nombre.
Sin responder, Mei dejó caer con desinterés el lápiz que sostenía sobre el
dibujo.
“¿Tienes un modelo? ¿O es todo fruto de tu imaginación?”.
Amontoné las preguntas incluso mientras me preparaba para escuchar
“Odio la forma en que me interrogas”. Finalmente, Mei volvió la cara hacia
mí.
“No puedo decir cuál es. Tal vez ambos”.
“¿Ambos?”.
“Voy a darle a esta chica unas alas enormes, como lo último”.
“Alas... ¿Así que es un ángel?”.
“No sé. Podría ser”.
Podría ser un demonio -un comentario como ése parecía estar a punto
de producirse, y se me cortó la respiración por un segundo. Pero Mei no
dio más detalles. Una leve sonrisa fue todo lo que tocó sus labios.
“¿Qué le pasó a tu ojo?”.
Intenté cambiar de tema, a algo que me había estado preguntando todo
este tiempo.
“Llevas eso puesto desde que te vi en el hospital. ¿Te has hecho daño?”.
“¿Quieres saberlo?”.
Mei inclinó ligeramente la cabeza, con el ojo derecho entrecerrado.
Nervioso, le dije: “Eh, si no quieres, no pasa nada...”.
“Entonces no te lo diré”.
Justo en ese momento, el sonido crepitante de una campana empezó a
sonar en algún lugar de la habitación. Al parecer, el maltrecho y viejo
altavoz seguía utilizándose, a pesar de no haber sido nunca reparado.
Era el timbre para comenzar el sexto período, pero Mei no hizo ningún
movimiento para levantarse.

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Tal vez iba a ausentarse de nuevo.


¿Debo dejarla o arrastrarla conmigo? Me costaba decidirme.
“Deberías ir a clase”.
Una voz salió de la nada.
Era una voz masculina que nunca había oído antes. Tenía una ligera
aspereza, pero era profunda y rica.
Sobresaltado, miré alrededor de la habitación y descubrí de dónde había
venido. Detrás de aquel mostrador en la esquina de la habitación, donde
no había visto a nadie antes, había un hombre vestido todo de negro.
“No le he visto antes”, dijo el hombre. Llevaba unas gafas desaliñadas
de montura negra y un montón de blanco mezclado en su pelo pajizo.
“Um, soy Sakakibara, en la clase 3 de tercer año. Me trasladé a esta
escuela ayer, y eh...”.
“Soy Chibiki, el bibliotecario”.
Fijó sus ojos en mí, inamovibles, mientras hablaba.
“Puedes venir aquí cuando quieras, pero por ahora: vete, vete”.

La sexta hora era una clase extendida, que teníamos una vez a la
semana. Si fuera la escuela primaria, sería nuestra hora de reunión de
clase, pero dudaba que se produjeran discusiones tan animadas y sin
restricciones mientras el director nos vigilaba. Hoy en día, las escuelas
públicas y privadas son probablemente iguales.
No había ningún problema que requiriera ser discutido en ese momento,
así que terminamos siendo despedidos de la clase antes de que
terminaran las clases.
Mei Misaki tampoco apareció en el aula durante este tiempo. Pero me
pareció que nadie dio muestras de preocuparse especialmente por ella,
incluidos el señor Kubodera y la señora Mikami.

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Mi abuela me había llevado hoy de nuevo al colegio en el coche. Yo


había intentado detenerla, diciéndole que no tenía que hacerlo, pero ella
no lo dejaba. “Esta semana, tengo que hacerlo”, me dijo. Y teniendo en
cuenta mi posición, tampoco podía oponer mucha resistencia...
Para ser sincero, quería quedarme en la escuela un poco más y buscar a
Mei, pero tuve que renunciar a ello. Rechacé la invitación de
Teshigawara y los demás para ir también a casa con ellos y me subí al
coche que había venido a buscarme.

Después de la cena de esa noche, antes de que Reiko se retirara a su


oficina/dormitorio en la casa lateral, tuve la oportunidad de hablar con
ella a solas durante un rato.
Había guardado un montón de cosas para preguntarle, pero ahora que
estábamos hablando, me puse tenso por alguna razón, como siempre.
Acabamos hablando de un montón de temas superficiales, que no era lo
que pretendía hacer en absoluto.
Tras muchas dudas y vacilaciones, intenté lanzarme de cabeza con una
pregunta sobre la biblioteca secundaria del Edificio Cero.
“¿Siempre ha estado ahí esa biblioteca?”.
“Sí. Obviamente estaba allí cuando yo estaba en la escuela secundaria, y
estoy bastante segura de que estaba allí cuando Ritsuko fue allí,
también”.
“¿Era entonces la biblioteca ‘secundaria’?”.
“No, eso ha cambiado. Debe haberse convertido en la biblioteca
‘secundaria’ después de que se terminaran los nuevos edificios y la
nueva biblioteca estuviera lista”.
“Probablemente”.
Reiko había apoyado la barbilla en una mano, apoyando el codo en la
mesa. Cambió de brazo y tomó un trago de cerveza de su vaso. Luego

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dio un suave suspiro. No lo demostró abiertamente, pero probablemente


su vida adulta cotidiana le resultaba agotadora.
“¿Conoces al bibliotecario de la biblioteca secundaria? Hoy le he visto
rápidamente, pero había algo en él que le hacía parecer el gobernante de
esa sala... Así que pensé que debía de estar allí desde siempre”.
“¿Te refieres al Sr. Chibiki?”.
“Sí, ese era su nombre”.
“Tienes razón, Koichi. Da esa impresión. El ‘gobernante’ de la biblioteca.
Lleva allí desde mi época. Es muy malhumorado y siempre viste de
negro, y hay algo misterioso en él. La mayoría de las chicas pensaban
que era espeluznante”.
“Seguro que sí”.
“¿Dijo algo raro cuando lo viste hoy?”.
“No, nada especial”.
Sacudiendo la cabeza lentamente, recordé la escena.
Era el único al que había ordenado salir de la biblioteca. ¿Qué había sido
de Mei después de aquello? ¿Se había quedado allí y había seguido
trabajando en su dibujo? O había...
“Por cierto, Koichi”, dijo Reiko, sosteniendo el vaso de cerveza en una
mano. “¿Piensas unirte a algún club o hacer algo después de la
escuela?”.
“Oh... buen punto. Me pregunto qué debería hacer”.
“¿Hiciste algo en tu última escuela?”. Ya que ella había preguntado,
respondí honestamente.
“Estaba en el club de artes culinarias”.
Me uní a él con un toque de sarcasmo destinado a mi padre, que se
alegraba de endosar todas las tareas domésticas a su único hijo. Mi
habilidad en la cocina había subido un par de niveles gracias a eso, pero
mi padre nunca dio muestras de notar los resultados.

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“No creo que Yomi del Norte tenga nada de eso”, respondió Reiko, sus
ojos se suavizaron en una sonrisa.
“Sólo es un año de todos modos. No necesito forzarme a unirme a algo.
Oh, pero hoy alguien me preguntó si quería unirme al club de arte”.
“¿Ah sí?”.
“Pero no sé, después de todo...”.
“Eso es propio de ti, Koichi”.
Al escurrir lo que quedaba de su cerveza, Reiko apoyó ambos codos en
la mesa y se llevó las manos a las mejillas. Luego me miró directamente
a la cara y me preguntó: “¿Te gusta el arte?”.
“No sé si es así. Creo que es algo interesante...”.
La mirada de Reiko parecía una luz cegadora. Inconscientemente, bajé
ligeramente la cabeza mientras respondía exactamente con los
sentimientos que brotaban de mi corazón.
“Pero no soy muy bueno dibujando. Más bien se me da mal”.
“Hm-m-m”.
“Pero a pesar de eso yo... esto es un secreto, ¿Entendido? Nadie lo sabe
todavía. Pero quiero ir a la universidad para algo relacionado con el arte,
si puedo”.
“Vaya, ¿Lo tienes? Es la primera vez que lo oigo”.
“Quiero probar la escultura o las artes plásticas o algo parecido”.
Mi vaso estaba lleno de la especialidad de zumo de verduras de mi
abuela, que había preparado para mí. Le di un tímido sorbo, tratando de
ser fuerte con el apio (que desprecio) que le había mezclado.
“¿Qué te parece? Bastante descabellado, ¿No?”.
Me armé de valor. Reiko cruzó los brazos sobre el pecho y volvió a
murmurar.
“Hm-m-m”.

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Finalmente dijo: “Algunos consejos. Primero: hablando por experiencia,


los padres suelen negarse de plano cuando sus hijos dicen que quieren ir
a la escuela de arte o a una academia de bellas artes”.
“...No es una sorpresa”.
“No sé qué haría tu padre. Tal vez sea del tipo que te destroza si se
entera”.
“No lo esperaría, pero podría hacerlo”.
“En segundo lugar”, continuó Reiko. “Incluso suponiendo que entres en
una escuela de arte o en una academia de bellas artes como querías,
después de graduarte tienes sorprendentemente pocas habilidades
laborales comercializables. Obviamente, algo de eso depende del talento
que tengas, pero lo más importante es la suerte, creo”.
Así que eso es lo que era. Ya con el realismo...
“Tercero”.
De acuerdo, ya estaba dispuesto a dejarlo todo en ese momento. Pero el
último consejo de Reiko fue una pequeña salvación, ofrecida con la
amabilidad que suavizaba sus ojos de nuevo.
“A pesar de eso, si realmente quieres ir a por ello, no hay razón para
tener miedo. Creo que es muy impropio rendirse antes de intentarlo, sea
lo que sea lo que hagas”.
“¿Lo crees?”.
“Sí. Eso es importante para ti, ¿Verdad? ¿Si eres bueno o no?”.
Reiko se frotó lentamente las mejillas, que se habían sonrojado
ligeramente por los efectos del alcohol, con ambas manos.
“Por supuesto, la cuestión es si crees que eres genial o no”.

Al día siguiente, el viernes 8 de mayo, no vi a Mei Misaki en toda la


mañana.

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Pensé que tal vez estaba enferma, pero ayer no lo parecía en absoluto...
¿Podría ser...? Mi mente había dado con una posibilidad.
Después de haber hablado en el techo durante la clase de gimnasia el
miércoles...
Si estás en el tejado y oyes el graznido de un cuervo, cuando vuelvas a entrar,
debes hacerlo con el pie izquierdo.
Ese fue el primero de los “fundamentos de Yomi del Norte” que me
había enseñado Reiko. Si desobedecías y entrabas con el pie izquierdo, te
harías daño en un mes.
Tanto si Mei había oído el repetido graznido de los cuervos como si no,
había entrado por su pie derecho. Así que... ¿Podría ser que estuviera
malherida por eso? Sé realista.
El hecho de que estuviera pensando estas cosas medio en serio,
honestamente preocupado, me pareció totalmente irrisorio cuando me
detuve y me miré a mí mismo con sensatez.
No hay manera, pensé. No había manera. Y, sin embargo, al final, tampoco
me atreví a preguntarle a nadie por qué estaba ausente.

Nunca experimenté esto en la escuela secundaria privada K***, pero en


la escuela pública, el segundo y el cuarto sábado eran básicamente días
libres. Al parecer, en algunos lugares se asignaban “estudios prácticos”
fuera de la escuela a esos días, pero en Yomi del Norte no se gestionaba
el sistema de esa manera. Dependía de los alumnos cómo emplear su
mayor tiempo libre.
Así que el sábado 9 no hubo colegio. Tampoco tuve que madrugar, o no
lo habría hecho, si no fuera porque hoy tenía que ir al Hospital
Municipal de Yumigaoka. Había concertado una cita por la mañana para
una revisión y ver cómo evolucionaba mi estado.
Por supuesto, mi abuela se había ofrecido a acompañarme al hospital;
pero cuando llegó el momento, acabó echándose atrás. Mi abuelo,

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Ryohei, había tenido una fiebre repentina esa mañana y tuvo que
guardar cama.
No parecía nada terriblemente grave, pero de todos modos era un
anciano cuyo comportamiento mostraba más que un pequeño motivo de
preocupación cotidiana. Me di cuenta de que probablemente no podía
quedarse solo en la casa y tranquilicé a mi abuela: “No te preocupes,
estaré bien”.
“¿Lo harás? Bien, gracias entonces”.
Tal como había pensado, esta vez no se resistió.
“Ten cuidado y vuelve directamente a casa. Si empiezas a sentirte mal,
sigue adelante y toma un taxi a casa”.
“Bueno, abuela, lo tengo”.
“No quiero que te presiones”.
“No lo haré”.
“¿Tienes suficiente dinero?”.
“Sí, abuela, aquí mismo”.
Resulta que estábamos manteniendo esta conversación cerca del porche
del primer piso, así que Ray, el pájaro, nos escuchó y gritó alegremente:
“¿Por qué? ¿Por qué?”, con su voz chillona, haciéndome salir de la casa.
“¿Por qué? ...Anímate. Anímate”.

“Bien, bien”, murmuró el médico jefe, asintiendo con la cabeza, después


de haber escrutado las imágenes de mis pulmones alineadas en el
iluminador de rayos X. Era un hombre que empezaba a entrar en la vejez
y emitió su opinión con un tono despreocupado.
“Todo parece claro. Excelente. No hay ningún problema. Aun así, hacer
esfuerzos sigue estando fuera de lugar. Yo diría, vamos a echar otro

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vistazo en una o dos semanas y si no hay cambios, deberías estar bien


para la clase de gimnasia”.
“Gracias”.
Me incliné humildemente, pero no pude evitar sentir una ligera
ansiedad en mi interior. El otoño pasado, había tenido una revisión
ambulatoria como ésta poco después de salir del hospital. También
entonces me habían dado el mismo visto bueno...
Pero, por supuesto, por mucho que me preocupara por cosas como ésa
en el futuro, no cambiaría nada. “Tú también deberías estar fuera de peligro
ahora”. Debería seguir adelante y confiar en la visión optimista de un
superviviente... Sí. Eso era lo mejor.
La sala de consultas externas de los hospitales municipales siempre está
terriblemente llena, sea donde sea. Para cuando terminó mi revisión y
terminé de pagar en la ventanilla, ya había pasado la hora de comer.
Como chico de quince años, ahora casi sano, sentí que el hambre
empezaba a atormentarme, pero no me entusiasmaba la idea de la
cafetería del hospital. Ya encontraría una hamburguesería o unas donas
de camino a casa. Había salido del hospital y me dirigía a la parada del
autobús cuando, de repente, recapacité.
Estaba visitando el hospital por primera vez en diez días, y
afortunadamente (aunque probablemente se enfadaría conmigo por
decirlo) mi abuela no estaba conmigo. No tenía nada mejor que hacer,
así que sería estúpido no actuar de alguna manera, aunque fuera
mínima. Esto era un asunto mucho más importante que mi hambre
actual, ¿No? Sí, lo era.
Decidí volver al hospital. Y me dirigí al lugar que había servido de
escenario principal de mi vida a finales del mes pasado: la sala de
hospitalización.
“¿Qué es esto? ¿Cómo te va, Chico del Terror?”.
Había subido en el ascensor hasta la cuarta planta y estaba pasando por
la ventanilla del puesto de enfermería cuando me topé con una
enfermera que reconocí, que justo entonces salía al pasillo. Delgada y

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alta, sus grandes ojos saltones le daban un aspecto desequilibrado... Era


la señora Mizuno.
Me había contado que acababa de obtener su título de enfermera el año
pasado. No hacía mucho que había empezado a trabajar allí, pero
probablemente era la trabajadora del hospital con la que más había
hablado durante mis diez días allí. La Srta. Sanae Mizuno.
“Oh, hola”.
Pidan y recibirán: no fue tan grandioso, pero este encuentro fortuito,
justo en este momento, era algo que había esperado y por lo que había
rezado.
“¿Qué pasa? Es Sakakibara... Koichi, ¿Verdad? No se te ha vuelto a
estropear el pecho, ¿Verdad?”.
“No, no, no es nada de eso”. Sacudí rápidamente la cabeza. “Hoy he
venido a una revisión ambulatoria. No hay problemas, dijeron”.
“Oh. Pero entonces, ¿Qué haces aquí arriba?”.
“Porque... quería verte”.
Me di cuenta de que sonaba un poco inapropiado incluso mientras lo
decía.
La Srta. Mizuno volvió al instante con una reacción teatral.
“¡Bueno, me siento halagada! Pensé que tal vez te sentirías solo en tu
nueva escuela si no encontrabas algunos compinches con los que hablar
de terror... pero no es así, ¿Verdad? ¿Cómo es eso?”.
“Es... Bueno, la verdad es que quería preguntarte algo”.
Lo primero que nos había llevado a esos términos amistosos fue la
novela de Stephen King que había estado leyendo mientras estaba
hospitalizado. Sus ojos se habían posado en el título.
“¿Esto es todo lo que lees?”, me había preguntado.
“No todo, no”.
Su expresión era la de una persona que está presenciando algo anormal,
así que iba a responder de forma aún más cortante, pero entonces...

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Another

“¿Qué más lees entonces?”, preguntó a continuación. Solté:


“Uh... Koontz, supongo”.
Eso la hizo reírse y cruzar los brazos sobre el pecho como un anciano.
Parecía que estaba conteniendo un ataque de risa. Fue entonces cuando
me puso el apodo de “Chico del Terror”.
“Es bastante inusual que alguien que está hospitalizado lea cosas así”.
“¿Lo es?”.
“Después de todo, la gente suele querer evitar tener miedo o dolor, ¿No?
Y cuando están enfermos o heridos, realmente tienen miedo y dolor”.
“Supongo. Pero quiero decir, es sólo una historia en un libro, así que
realmente no...”.
“Sí. Tienes toda la razón. Estoy impresionada, Chico del Terror”.
Lo que quedó claro casi al instante fue que a ella también le gustaban
bastante “esas cosas”. Asiáticas u occidentales, modernas o clásicas, leía
las novelas y veía las películas. Por lo visto, se sentía muy sola, ya que
no tenía ningún “compañero con el que hablar de terror” en su trabajo. Y
así, hasta el día en que me dieron el alta, me contaba las obras que me
recomendaba de autores que nunca había leído, como John Saul2 y
Michael Slade3.
Pero estoy divagando.
Le dije a la Srta. Mizuno: “Quería preguntarte algo”, prometiéndome a
mí mismo que tendría alguna otra oportunidad de hablar de nuestro
interés común.
“El veintisiete de abril, eso fue el lunes de la semana pasada. ¿Murió una
chica en este hospital ese día?”.

2
Johan Saul (Nacido el 25 de febrero de 1942) es un escritor estadounidense de suspenso y horror.
3
Michael Slade (nacido en 1947, Lethbridge, Alberta) es el seudónimo del novelista canadiense Jay Clarke, un
abogado que ha participado en más de 100 casos penales y que se especializa en locura criminal.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 92
Another

“¿El veintisiete de abril?”.


Obviamente, le pareció una pregunta extraña. La Srta. Mizuno parpadeó
con los ojos empañados.
“La semana pasada, el lunes, ¿Eh? Entonces todavía estabas aquí, ¿No?”.
“Sí. Ese fue el día que sacaron el desagüe”.
“¿Y de qué va esto, de repente?”.
Era natural que la pregunta se volviera contra mí. Pero no estaba seguro
de poder explicar la situación en detalle sin atropellar los matices. “Es
que... algo me ha estado dando vueltas”.
Así que ofrecí una respuesta ambigua.
Ese día, hacia el mediodía del lunes pasado, el azar me llevó a mi primer
encuentro con Mei Misaki en el ascensor del hospital. Se había bajado en
el segundo nivel del sótano. Donde no hay habitaciones de pacientes ni
salas de examen. Lo único que hay ahí abajo, además de los almacenes y
la sala de máquinas, es la capilla conmemorativa.
...la capilla conmemorativa.
Creo que la imagen distintiva de ese lugar me había perseguido desde
entonces. Así que, extrapolando lo que sabía, le había hecho la pregunta
a la señora Mizuno.
Supongamos que la capilla conmemorativa es a donde Mei iba ese día.
La gente no suele ir a una capilla conmemorativa vacía. Racionalmente,
el cuerpo de alguien que había muerto en el hospital ese día debía estar
descansando allí. ¿No era esa la explicación?
¿Por qué pensé que era una chica la que había muerto?
Esto también era una extrapolación de aferrarse, basada en el acertijo
que Mei había dicho ese día (la mitad de mi cuerpo, la pobre...).
“Parece que hay algo complicado”.
La señora Mizuno hinchó una de sus mejillas y entornó los ojos para
mirarme a la cara.
“No voy a ordenarte que me des los detalles, pero... déjame pensar”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 93
Another

“¿Tienes alguna idea?”.


“En cuanto a los pacientes que tengo a mi cargo, de todos modos, no
hubo ninguna chica que muriera. Pero no sé si en todo el pabellón”.
“Bueno, también hay algo más...”. Decidí cambiar mi pregunta.
“¿Viste a una chica con uniforme escolar en la sala de hospitalización ese
día?”.
“¿Qué? ¿Otra chica?”.
“Sería un uniforme de secundaria. Un blazer azul marino. Tiene el pelo
corto y un parche en el ojo izquierdo”.
“¿Un parche en el ojo?”. La Srta. Mizuno ladeó la cabeza.
“¿Un paciente de oftalmología? Oh, espera. Espera un momento”.
“¿La has visto?”.
“Eso no. Lo de que las chicas fallecieran ese día”.
“¡¿Sí?!”.
“Hm-m-m. Déjame ver-e-e.…”. Mientras murmuraba, la señora Mizuno
comenzó a golpear el dedo corazón de su mano derecha contra su sien.
“...Creo que podría haber una”.
“¿De verdad?”.
“Creo que sí, pero sólo lo he oído de pasada”.
Nos trasladó a la sala de estar, escasamente poblada, en lugar de
quedarnos en el pasillo de la sala con todo el tráfico de pacientes y sus
familias, médicos y enfermeras. Seguramente quería decir que, si
seguíamos hablando en el pasillo, podría haber problemas.
“No estoy totalmente segura, pero dijiste que fue el lunes pasado... creo
que fue por entonces”, dijo la señora Mizuno, manteniendo la voz
bastante baja. “¿Era una chica? Recuerdo que se habló de una joven
paciente que llevaba un tiempo hospitalizada aquí y que falleció de
repente”.
“¿Sabes el nombre de la persona?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 94
Another

Mi corazón latía más fuerte de lo que me gustaría. Al mismo tiempo, no


sé por qué, pero no pude evitar que un escalofrío recorriera todo mi
cuerpo.
“¿Sabes su nombre, o de qué estaba enferma, o algún detalle?”.
Tras dudar un momento, la señora Mizuno echó una mirada a su
alrededor y luego bajó aún más la voz.
“¿Por qué no veo lo que puedo averiguar?”.
“¿No te meterás en problemas?”.
“Si pregunto por ahí, no debería ser muy difícil. Tenías un teléfono
móvil, ¿No?”.
“Oh, sí”.
“Dame el número”.
Dio la orden enérgicamente, sacando su propio teléfono de un bolsillo
de su bata.
“Te avisaré cuando averigüe algo”.
“¿De verdad? ¿No te meterás en problemas?”.
“Para un viejo amigo del terror. Has venido hasta aquí; debes tener
alguna razón para ello”, dijo la enfermera novata a la que le gustaban
las novelas de terror, con una mirada burlona en sus ojos saltones. “A
cambio, tienes que decirme por qué quieres saberlo alguna vez. ¿De
acuerdo, chico del terror?”.

10

OJOS AZULES VACÍOS PARA TODOS, EN EL CREPÚSCULO DE


YOMI.

Fue mucho antes de que el crepúsculo comenzara a caer en la ciudad de


Yomiyama cuando encontré este excéntrico cartel.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 95
Another

Iba de camino a casa desde Yumigaoka.


Me había bajado del autobús en un lugar llamado Akatsuki, situado en
el punto intermedio entre el hospital y la casa de mis abuelos (tal y como
me lo imaginaba, usando el mapa a medio formar que tenía en mi
mente). Me calmé el hambre en un local de comida rápida que vi allí, y
luego paseé por el modesto centro de la ciudad que estaba cerca. A pesar
de ser un sábado por la tarde, la ciudad estaba casi vacía y, mientras
deambulaba por las calles, no reconocía las caras de ninguna de las
personas con las que me cruzaba, como es natural. Nadie me hablaba y
yo no hablaba con nadie, y nada atraía especialmente mi interés. Me
alejé del centro de la ciudad, y de la ruta del autobús, por un estrecho
callejón, y llegué a una zona con un montón de casas muy bonitas, y
luego salí por el otro lado de eso, también, al final... No tenía una
motivación particular en mente. Simplemente caminaba hacia donde el
espíritu me llevaba.
Y si me perdía, bueno, las cosas se solucionarían solas.
Ese es el espíritu con el que había emprendido mi excursión. Tal es la
fuerza de un chico que había vivido quince años en Tokio sin madre, tal
vez.
Me di cuenta de que hoy era la tercera semana desde que había llegado a
Yomiyama y era la primera vez que pasaba el tiempo con tanta libertad,
sin preocuparme de las miradas de los demás. Si no volvía a casa antes
del anochecer, sabía que mi abuela estaría increíblemente preocupada,
pero probablemente me llamaría al móvil cuando eso ocurriera.
¡La libertad era finalmente mía para saborearla! -no es lo que sentía, en
absoluto. En realidad, lo único que quería era recorrer la ciudad a pie y
sin rumbo, solo. Eso era todo.
Eran poco más de las tres de la tarde... y sin embargo el mundo parecía
extrañamente apagado. No sentía ninguna señal de que fuera a empezar
a llover y, sin embargo, se amontonaban nubes intempestivamente
oscuras en lo alto. De repente, tuve la idea de que eran un reflejo de mi
propio estado de ánimo...
Momentos antes, había visto un cartel con el nombre de la ciudad,
“Misaki”, en un poste de servicios públicos.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 96
Another

Otro “Misaki”, ¿Eh? Diferentes personajes, pero...


Anoté el nombre en el mapa que tenía en mi mente. Supuse que mi
ubicación actual estaba, a grandes rasgos, en el centro de un triángulo
formado por el hospital, la casa de mis abuelos y la escuela.
Fue entonces cuando ocurrió.
Había un camino en una colina con una pendiente bastante
pronunciada.
Podía ver pequeñas tiendas aquí y allá, cada una separada de las otras,
pero estaba en medio de una zona residencial desierta, y de repente...

OJOS AZULES VACÍOS PARA TODOS, EN EL CREPÚSCULO DE


YOMI.

Mis ojos se detuvieron en el excéntrico letrero donde estaban escritas


estas palabras, en pintura color crema sobre una pizarra negra pintada.
Un edificio antipático de tres plantas hecho de hormigón. El edificio
tenía un aspecto diferente al de las viviendas particulares cercanas: una
especie de edificio de varios pisos, pero no parecía que hubiera tiendas u
oficinas en el segundo y tercer piso.
El cartel asomaba casi imperceptiblemente junto a una puerta que
parecía ser la entrada al primer piso. Junto a ella había una escalera
exterior que llevaba directamente a los pisos superiores. Una ventana
ovalada de guillotina fija daba a la calle, a poca distancia de la entrada.
¿Era un escaparate? De ser así, no había ninguna luz encendida en el
interior, y tenía un aspecto sencillo, como si no se estuviera utilizando.
Inconscientemente, me detuve y volví a mirar el cartel, leyendo en voz
baja las palabras allí escritas.
“Ojos azules vacíos para todos, en el crepúsculo de Yomi... ¿Qué es
eso?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 97
Another

Debajo había otra tabla, a modo de cartel, esta vez de madera vieja y sin
barnizar. En ella estaban las siguientes palabras, escritas con lo que
parecía un pincel de caligrafía:

VISITANTES BIENVENIDOS -ESTUDIO M

¿Qué era este lugar?


¿Una tienda de antigüedades, o algo así? O tal vez...
De repente, sentí como si alguien, en algún lugar, me estuviera
observando. Miré a mi alrededor, pero ni siquiera había nadie
caminando por la calle, y mucho menos alguien mirándome.
El cielo estaba bajo y más oscuro que nunca. La imagen de este rincón de
la ciudad llamado Misaki siendo arrastrado rápidamente hacia el
crepúsculo se había apoderado de mi mente. Me acerqué a la ventana
ovalada, medio temeroso.
Más allá del cristal había poca luz, lo que me impedía ver bien el
interior. Me acerqué a la ventana y acerqué mi cara al cristal para mirar
dentro.
“¡Waugh!”.
Se me escapó un breve grito y mi cuerpo se congeló. Un frío
entumecimiento surgió en un instante desde la nuca hasta los brazos,
pasando por ambos hombros.
Más allá de la ventana estaba...
Había algo increíblemente extraño, y muy hermoso.
En el suelo había una mesa negra redonda, sobre la que se extendía un
paño rojo intenso. Encima se veía la mitad superior de una mujer, con un
velo negro que se levantaba del rostro con ambas manos.
Su piel pálida y suave, sus rasgos espantosamente atractivos... era una
chica joven. El pelo que le caía hasta el pecho era negro como el
azabache. Y, sin embargo, sus ojos eran de un verde intenso. El vestido
rojo que llevaba era, como su cuerpo, cortado en la cintura.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 98
Another

“...Vaya”.
Era intensamente extraña, y muy hermosa, esta muñeca de una joven
hecha casi a tamaño natural. Sólo la mitad superior de su cuerpo había
sido puesta como decoración.
¿Qué era este lugar? ¿Qué era esto...?
Maravillado, volví a mirar el cartel que había junto a la entrada.
Justo en ese momento, una burda vibración comenzó en el bolsillo de mi
chaqueta. Estaba recibiendo una llamada en mi teléfono móvil.
¿Mi abuela ya estaba preocupada?
Convencido del nombre que iba a ver, solté un pequeño suspiro y saqué
mi teléfono. Pero la pantalla de cristal líquido mostraba un número no
identificado.
“... ¿Hola?”.
Tan pronto como contesté, escuché la voz de una mujer.
“Habla Sakakibara, ¿Verdad?”.
La reconocí, después de todo, había escuchado esa voz de primera mano
sólo unas horas antes. Era la señora Mizuno, del hospital municipal.
“He descubierto algo, sobre eso que hablamos”.
“¿En serio? Eso fue rápido”.
“Una compañera de trabajo informada a la que le encanta chismosear
me ha encontrado, así que le he preguntado enseguida. Me dijo que
había oído la historia de otra persona, así que esta información podría no
ser cien por cien exacta. Pero que sería difícil entrar y comprobar el
papeleo. ¿Te parece bien?”.
“Definitivamente”.
Mi mano se tensó sobre el móvil involuntariamente. Otro escalofrío
recorría mi cuerpo.
“Por favor, dime”.
Incluso mientras respondía, no podía apartar mi mirada de la muñeca
que había en la ventana.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 99
Another

“El lunes pasado, de hecho, hubo un paciente que falleció”, me dijo la


señora Mizuno. “Una chica de secundaria”.
“¿Ah, sí?”.
“Había sido operada en otro hospital y trasladada aquí. La operación
había sido un gran éxito y se estaba recuperando sin problemas, pero de
repente empeoró. No hubo tiempo suficiente para que los médicos
hicieran todo lo posible. Era hija única y, al parecer, sus padres estaban
incoherentes por el dolor”.
“¿Cómo se llamaba?”, pregunté. Había relacionado los ojos de la chica
de la ventana, que me miraban desde la penumbra, con las palabras ojos
azules vacíos para todos. “¿Sabes el nombre de la chica?”.
“Um-m-m.…”. La voz de la Srta. Mizuno crujió. La señal se cortaba.
“Me lo dijo la misma compañera de trabajo, y tampoco lo tenía muy
claro... pero le saqué algo”.
“¿Ah, sí?”.
“La chica se llamaba Misaki o Masaki, o algo así”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 100
Another

Capítulo 4

Mayo III

A continuación, me paré en la ciudad de Misaki fuera del “Ojos azules


vacíos para todos, en el crepúsculo de Yomi” el viernes de la semana
siguiente, y esta vez fue realmente crepuscular.
La semana pasada había sido pura casualidad.
Había encontrado este lugar vagando sin rumbo por la ciudad, pero esta
vez la situación era un poco diferente. Lo que no quiere decir que haya
tenido la intención de venir aquí desde el principio. Me había movido
con un propósito diferente y, como resultado, había regresado sin
quererlo.
Todavía había tiempo antes de que el sol desapareciera. Pero el nivel de
luz en la zona ya merecía la palabra “crepúsculo”. Aunque alguien
conocido se acercara a mí bajo los rayos rojos del sol de poniente, no
creo que fuera capaz de averiguar de inmediato de quién se trataba.
Ya había olvidado mi propósito original. Debería dejarlo y volver a
casa. Ese pensamiento me había llevado al borde de girar sobre mis
talones cuando me di cuenta de algo. El cartel de “Crepúsculo de Yomi”
estaba justo delante de mi cara.
Mis pies se dirigieron hacia él, como si me absorbiera. Más allá de la
ventana del espectáculo elíptico estaba la hermosa y a la vez inquietante
muñeca de la parte superior del cuerpo de la chica, igual que la semana
pasada, y sus “ojos azules vacíos para todos” reflejaban mi imagen de
forma vacía.
¿Qué era este lugar? ¿Cómo era por dentro?
Estas eran las cosas que habían estado constantemente en mi mente
desde ese primer día.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 101
Another

No había forma de resistir mi curiosidad. Desterré mi propósito original


a un rincón de mi mente y empujé la puerta junto al cartel.
Un timbre en el techo tintineó con suavidad y di un tímido paso
adelante.
Una luz lúgubre e indirecta, más parecida a la del crepúsculo exterior,
servía para ambientar el lugar. El espacio se adentraba en la oscuridad,
más atrás de lo que esperaba, y era bastante amplio. Los anillos de luz
tenue que se desprendían aquí y allá por medio de tenues focos de
colores sacaban de la oscuridad una variedad de muñecos grandes y
pequeños. Había grandes de más de un metro de altura, y aún más
pequeños.
“Hola”.
Una voz saludó a su cliente.
A la izquierda de la entrada -el lugar justo detrás del escaparate- había
una mesa larga y delgada, detrás de la cual pude ver una figura. Llevaba
ropas de un color apagado que parecían fundirse en la penumbra de la
tienda. Por el sonido de la voz, pude ver que era una mujer, y una mujer
mayor.
“Uh... h-hola”.
“¿Qué es esto? No tenemos muchos hombres jóvenes aquí. ¿Es usted un
cliente? O quizás...”.
“Um, pasaba por fuera y me preguntaba qué tipo de tienda era esta.
Esto... es una tienda, ¿Verdad?”.
En un extremo de la mesa había una antigua caja registradora. Frente a
ella había una pequeña pizarra con las palabras “Entrada a la Galería -
¥500” en tiza amarilla. Rebusqué en los bolsillos de mi uniforme escolar
y saqué un monedero.
“¿Estás en la escuela secundaria?”, preguntó la anciana,
sobresaltándome. Me recompuse y respondí: “Sí, en Yomi del Norte”.
“Entonces puedes entrar a mitad de precio”.
“Uh, gracias”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 102
Another

Me acerqué a la mesa y le entregué la cantidad que me había pedido. La


mano que me tendió era, en efecto, antigua y arrugada, y ahora podía
ver claramente su rostro emergiendo de la penumbra.
Su pelo era perfectamente blanco en su totalidad, y su nariz era
ganchuda como la de un brujo. No pude saber cómo eran sus ojos, ya
que llevaba gafas con cristales de color verde oscuro.
“Um... ¿Es una tienda de muñecas?”, pregunté en voz baja.
“¿Una tienda de muñecas? Bueno, ahora”. La anciana inclinó
ligeramente la cabeza hacia un lado y emitió sonidos ahogados entre
dientes.
“Supongo que somos mitad tienda, mitad galería”.
“...Oh”.
“Vendemos cosas, pero no nada que pueda permitirse un chico de
secundaria. Pero tómate tu tiempo y echa un vistazo. De todos modos,
ahora mismo no hay más clientes”.
La anciana colocó ambas manos sobre la mesa y se inclinó lentamente
hacia delante, acercando su rostro a mí. El ademán sugería que no podía
verme muy bien de otra manera.
“Te prepararé un té, si quieres”, dijo la anciana, tan cerca que pude
sentir su aliento.
“Tenemos un sofá en la parte de atrás, así que puedes ir a sentarte y
descansar si te cansas”.
“Está bien. Oh, pero... no necesito té, gracias”.
“Bueno, tómate tu tiempo”.

En el interior de la tienda -supongo que en realidad debería decir “en el


interior de la galería”- sonaba música, una música de cuerda que era tan
lúgubre como la iluminación. Parecía que la parte principal de la

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 103
Another

melodía la tocaba un violonchelo. Había escuchado la canción en alguna


parte, pero (supongo que por desgracia) carecía por completo de ese tipo
de educación. Si alguien me dijera que se trata de una famosa canción
clásica de uno de los maestros o que es un éxito de las listas de éxitos de
los años 90, lo único que podría hacer es decir “¿De verdad?” y aceptar
lo que me dijeran.
Mi mochila me molestaba, así que la dejé en el sofá del fondo y, tratando
de respirar tranquilamente y silenciar mis pasos, fui mirando las
muñecas que se agolpaban a cada paso.
Al principio no pude evitar echar un vistazo a la anciana de la mesa,
pero pronto dejé de preocuparme por ella. Estaba completamente
absorbido por las muñecas y no tenía más atención que prestar.
En la turbia penumbra, algunos de los muñecos estaban de pie, otros
sentados y otros tumbados. Sus ojos se abrían de par en par por la
sorpresa, o estaban hundidos en la contemplación, con los párpados
semicerrados, o dormitaban...
La mayoría de las muñecas eran hermosas chicas jóvenes, pero también
había chicos jóvenes entre ellas, e incluso animales. Incluso había
algunas fabricaciones extrañas que mezclaban humanos y animales. Y
no sólo había muñecas: también había cuadros colgados en las paredes.
Una pintura al óleo de una escena ligeramente fantástica me llamó la
atención.
Al igual que la muñeca de la niña del escaparate, cerca de la mitad de las
muñecas tenían articulaciones esféricas. Todas sus articulaciones -
muñecas, codos, hombros, tobillos, rodillas y caderas- estaban formadas
en esferas para poder moverlas libremente y hacerlas posar. Daba una
impresión única y fascinante.
¿Cómo puedo expresarlo? Aunque se les inculcó un realismo frío y
sacarino, no eran verdaderamente reales. Se parecían a las personas sin
parecerse realmente a ellas. Formaban parte del mundo de los mortales,
pero no pertenecían realmente a él. Como si hubieran conseguido
adoptar estas formas y conservar una sombra de su existencia en esta
vaga costura entre el aquí y el allá...
... ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 104
Another

Había respirado profundamente. Sentí como si, sin darme cuenta, se


hubiera apoderado de mí una idea extraña: que tenía que respirar por
ellos, que no tenían aliento.
Tenía un conocimiento pasajero sobre este tipo de muñecas.
Había encontrado en la biblioteca de mi padre una colección de fotos de
un fabricante de muñecas alemán llamado Hans Bellmer4, creo que, en
las vacaciones de primavera, justo antes de empezar la escuela
secundaria. También había visto un par de colecciones de fotos con
toneladas de muñecas del mismo tipo, hechas por mucha gente en
Japón, que tenían cierta influencia de él.
Sin embargo, esta fue mi primera experiencia de ver a las verdaderos de
cerca, y a muchas de ellas.
Me concentré en seguir respirando profundamente. En parte, porque si
no lo hacía, parecía que mi propia respiración podría detenerse y no me
daría cuenta.
La mayoría de las muñecas iban acompañadas de carteles con el nombre
de la persona que los había hecho. Lo mismo ocurría con los cuadros de
las paredes. Ninguno de ellos era un nombre que yo conociera, pero por
lo que sabía algún artista famoso podría haber estado entre ellos.

LOS VISITANTES SON BIENVENIDOS

Cuando terminé de ver el bosque de muñecas y me disponía a volver al


sofá para coger mi bolsa, descubrí este folleto en una pared, en un rincón
del fondo.
Había una flecha dibujada junto a las palabras, apuntando en ángulo
hacia abajo. ¿Eh? Mirando mucho, mucho más de cerca, vi lo que
parecían ser escaleras que descendían al sótano.
Me volví para mirar a la anciana.

4
Hans Bellmer fue un autor y fotógrafo surrealista de origen polaco que desarrolló su trabajo en Berlín y más
tarde en París debido al nazismo. Desde 1922 estuvo trabajando en arte y publicidad en Berlín. Cuando los nazis
llegaron al poder en Alemania, en 1933, Bellmer decidió no hacer nada que pudiera serles útil.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 105
Another

Estaba sentada en la penumbra detrás de la mesa, con la cabeza


inclinada, sin moverse lo más mínimo. Tal vez estaba en medio de una
siesta. O podía estar pensando en algo. En cualquier caso...
Como decía claramente “visitantes bienvenidos”, no pensé que tuviera
que preguntar antes de bajar.
Todavía respirando profundamente, me dirigí en silencio hacia las
escaleras.

Había menos espacio para moverse en el sótano que en el primer piso.


Parecía una cripta. La temperatura era baja y hacía bastante frío.
Probablemente porque tenían un deshumidificador en marcha para
controlar la humedad. Incluso con estos pensamientos prácticos en mi
mente, y tal vez debido al frío que subía por mis pies, sentí como si la
energía estuviera siendo minada de mi cuerpo con cada paso que bajaba.
Cuando bajé la escalera, mi mente se nubló por alguna razón y mis
hombros se volvieron pesados, como si llevara una carga invisible.
Y entonces...
Tal y como esperaba, aunque no tenía ninguna razón concreta para
pensarlo, allí me esperaba una escena totalmente separada del mundo
de los mortales.
Con una iluminación tan lúgubre como la del primer piso, pero con un
resplandor blanco un poco más fuerte...
Un gran número de muñecas estaban colocadas en una mesa de cartas
antigua, en sillas con reposabrazos, en cajas de curiosidades, en la repisa
de la chimenea o incluso en el suelo. Sería más exacto decir no
“muñecas”, sino “todas sus partes”. Los cuerpos superiores, como el de
la chica de la ventana, descansaban sobre una mesa, los abdómenes se
sentaban en las sillas, las cabezas y las manos estaban dispuestas en
varios estantes de exposición. Ese era el estado de esta habitación. Varios

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 106
Another

brazos se encontraban en punta dentro de la chimenea y los pies


asomaban desde las sillas y los estantes.
Cuando lo describo así, es difícil dejar de pensar que el lugar era
enfermizo/grotesco, pero, curiosamente, no me pareció así. Podía sentir,
no sé por qué, una especie de estética global en la organización del
espacio, incluyendo la disposición desordenada y desordenada de todas
estas partes. Y, sin embargo, tal vez fuera sólo mi imaginación.
Aparte de la chimenea, había varias depresiones en forma de nicho
formadas en las paredes pintadas con mortero blanco. Evidentemente,
también se habían convertido en soportes para muñecas.
Había una depresión con una muñeca a la que sólo le faltaba el brazo
derecho, cuyos rasgos eran muy parecidos a los de la niña de la ventana.
En la depresión de al lado había un niño con la mitad inferior de la cara
oculta, con unas finas alas de murciélago plegadas detrás de él. También
había una depresión en la que había unas hermosas gemelas unidas por
el abdomen.
Mientras mis pies me llevaban lentamente al centro del piso, hice un
esfuerzo aún más consciente para respirar profundamente.
Con cada respiración, el aire frío se filtraba en mis pulmones y luego se
extendía por todo mi cuerpo. Sentí que me acercaba cada vez más a su
mundo. La idea me asaltó de la nada. O tal vez...
La misma música lúgubre de cuerdas que sonaba arriba. Si la música se
detuviera, podría escuchar los susurros secretos que pasaban entre las
muñecas en esta fría habitación del sótano. Esa sensación también me
invadió...
¿Por qué?
¿Qué estaba haciendo en un lugar como éste, rodeado por todos lados
por estas cosas?
No era una pregunta que me hubiera planteado en términos tan
concretos, por supuesto. Uf, es demasiado tarde para estar...
...Mi propósito original. Para usar un nombre no muy bonito, había
estado siguiendo a alguien.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 107
Another

Cuando terminó la sexta hora, salí de la clase con Yuya Mochizuki, el


aficionado a Munch, cuya casa estaba en la misma dirección que la mía.
De alguna manera, Kazami y Teshigawara y un pequeño chico con cara
de niño llamado Maejima (al parecer, es uno de los mejores del club de
kendo) acabaron uniéndose a nosotros. De repente, por una ventana del
pasillo, vi a Mei Misaki caminando por el patio de la escuela. Por alguna
razón no se había presentado a ninguna de las clases de la tarde de ese
día, y no sabía a dónde había ido.
Desde la perspectiva de los chicos que estaban conmigo, la forma en que
actué justo después de verla debe haber sido un gemido. “Otra vez
no...”. Tan pronto como pude decir abruptamente: “Bueno, nos vemos”,
los dejé atrás y salí corriendo.
Era Mei, que no había aparecido por la escuela en todo el lunes y el
martes de esa semana.
¿Quizá se había hecho daño de verdad? Su ausencia había aumentado
mi preocupación, pero el miércoles por la mañana apareció con un
aspecto totalmente intachable y se sentó discretamente en su escritorio,
al fondo, junto a la ventana, como siempre. No vi ninguna señal de que
estuviera herida o enferma.
Pensé que tal vez, como la semana pasada, podríamos hablar en el techo
durante la clase de gimnasia ese día. Pero mis esperanzas fueron
rápidamente traicionadas. Ella simplemente no estaba allí. Y así fue
como terminó el día, también. Pero el jueves y el viernes siguientes -es
decir, ayer y hoy- pude encontrar un par de oportunidades para
compartir algunas palabras con ella. Para ser sincero, me hubiera
gustado dedicarle más tiempo y hablar de muchas más cosas, pero ¿Qué
podía hacer? Nunca tuve la oportunidad de sacar algo a flote...
Y entonces la había visto justo cuando me dirigía a casa.
Cuando lo pienso ahora, es bastante vergonzoso. Básicamente actué por
puro impulso del momento. Salí del edificio de la escuela y corrí en la
dirección que ella había tomado. La vi salir del campus por la puerta
trasera, y podría haberla llamado para detenerla, pero descarté esa
opción y decidí seguirla sin anunciarme.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 108
Another

Aquí era donde había comenzado mi propósito original: “seguir a


alguien”.
Seguí a Mei, una y otra vez pensando que la había perdido de vista en
las calles de las afueras de la escuela, que aún no conocía muy bien, pero
luego la volvería a encontrar. Cuando me acerqué lo suficiente como
para poder llamarla, por supuesto que tuve la intención de hacerlo. Pero,
por alguna razón, durante todo el tiempo la distancia entre los dos
nunca se redujo y, en algún momento, el acto de seguirla se convirtió en
mi objetivo.
El crepúsculo empezaba a asomarse y perdí de vista a Mei de una vez
por todas. Eso fue hace un rato. Sin tener ni idea de los caminos que
había tomado para llegar hasta aquí, sin darme cuenta, había llegado
hasta aquí, junto a los “Ojos azules vacíos para todos, en el Crepúsculo
de Yomi”, en la ciudad de Misaki.
Mei Misaki.
En los pocos días que habían pasado desde que llegué a esta escuela, la
alienación -podría llamarse “enigma”- que la rodeaba se había hecho
más fuerte y profunda, creando una cierta “forma” en mi mente.
Aun así, no podía comprender del todo lo que era. Había una montaña
de cosas que no entendía o de las que no podía formarme una opinión;
en realidad, supongo que las cosas que no entendía superaban con
creces todo lo demás. También estaba lo que me había contado la señora
Mizuno. Me esforcé por saber cómo debía interpretar la información que
me había dado, pero no me salía nada. Sinceramente, estaba bastante
perdido.
Preguntarle sería la forma más rápida, lo sabía. ¡Lo sabía, pero...
“...¡Ack!”.
Se me escapó algo parecido a un grito. Acababa de darme cuenta de que
había algo colocado en el fondo de este extraño espacio que se había
creado en el sótano, algo que mis ojos no habían visto hasta ahora.
Fue...

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Another

De pie, con la altura de un niño, pintada de negro, había una caja


hexagonal. ¿Un ataúd? Sí, eso es un ataúd. Un gran ataúd de estilo
occidental había sido escondido aquí abajo, y dentro de él...
Mi cabeza empezaba a nublarse y la sacudí con fuerza. Frotándome los
hombros helados con ambas manos, me acerqué al ataúd. La muñeca
que había en su interior era de un estilo diferente al de las demás
muñecas de este piso. Mis ojos se detuvieron en ella.
En el interior del ataúd había una muñeca de una niña, completa con
todas sus partes -manos, piernas, cabeza-, vestida con un fino y pálido
vestido.
Era un poco más pequeña que el tamaño natural. Podía decir eso con
certeza porque conocía a alguien que era exactamente igual a esta
muñeca.
“¿...Mei?”. Por eso mi voz temblaba ligeramente al hablar. “¿Por qué...?”.
¿Por qué se parece a Mei?
El pelo era castaño rojizo, a diferencia del de Mei, y pasaba de los
hombros, pero los rasgos, la complexión... todo era exactamente igual a
la Mei Misaki que yo conocía.
El ojo derecho, fijado en el espacio vacío, era un “ojo azul vacío para
todos”. El ojo izquierdo estaba oculto detrás de su cabello. El tono de la
piel era aún más pálido y encerado que el de la Mei real. Su boca, con un
tono pálido en los labios, estaba ligeramente abierta y parecía que iba a
empezar a hablar en cualquier momento... ¿Qué diría?
¿A quién?
¿Qué estás...?
Me mareé aún más. Acuné mi cabeza suavemente con ambas manos y
me quedé congelado ante el ataúd, embelesado, aturdido. Justo
entonces...
De la nada, su voz llegó a mis oídos, aunque no sé cómo podría estar
escuchándola.
“¿Así que estas cosas no te molestan, Sakakibara?”.

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Another

Evidentemente, la muñeca del ataúd no había hablado, eso era


imposible. Pero por un momento la ilusión me atrapó, y ni siquiera
exagero cuando digo que me sorprendí tanto que creí que mi pulmón
iba a colapsar de nuevo. Retrocedí un paso, sin comprender, con los ojos
clavados creíblemente en los labios de la muñeca.
Al momento siguiente, me pareció oír un bufido. Pero, por supuesto, los
labios de la muñeca no se habían movido en absoluto.
“¿Por qué” -de nuevo fue su voz la que habló- “estás aquí?”.
Esa era definitivamente la voz de Mei Misaki. Entonces, realmente venía
de la muñeca que estaba frente a mis ojos.
¿Era una alucinación? No puede ser...
Aparté las manos de la cabeza y giré la cabeza. Cuando lo hice, vi una
nueva figura.
Una cortina de color rojo oscuro que había sido apartada, a la sombra
del ataúd que se encontraba ante ella. De allí había aparecido, sin hacer
ruido, la verdadera Mei Misaki.
Para mí, era como si la muñeca que estaba ante mí fuera una sombra que
se había materializado allí, sólida y real, aunque llevaba el uniforme de
Yomi del Norte y no un vestido.
Gorjeé, de forma puramente refleja, “Cómo has...”.
“No pretendía esconderme aquí y asustarte”, dijo Mei con su habitual
tono cortante. “Después de todo, acabas de llegar”.
...Entonces, ¿Qué has estado haciendo en un lugar como éste? Y lo que es
más importante, ¿cómo has aparecido de repente en un lugar así?
Quiero decir, cielos...
Mei pasó tranquilamente junto al ataúd. No llevaba su mochila.

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Se detuvo frente al ataúd y echó una mirada a la muñeca que tenía


detrás.
“¿Pensaste que se parecía a mí?”, preguntó.
“Eh, sí”.
“Ella lo hace. Pero ella es sólo la mitad de lo que yo soy. Tal vez ni
siquiera eso”.
Con esas palabras, acercó lentamente su mano derecha a la muñeca y
acarició su pelo marrón rojizo. Eso dejó al descubierto su ojo izquierdo
oculto. No tenía un parche en el ojo como el de Mei, sino un “ojo azul
vacío para todos”, igual que el derecho.
“¿Qué estás haciendo aquí?”.
Por fin he sacado la pregunta.
Mei pasó un dedo rápido por la mejilla de la muñeca.
“A veces vengo aquí abajo. Ya que no odio estar aquí”.
...que no me dijo mucho.
No respondió a la pregunta de por qué había entrado en este edificio en
primer lugar.
“Lo más importante es que tengo algo que quiero preguntarte”. Dando
la espalda a la muñeca del ataúd, Mei volvió a enfrentarse a mí. “¿Por
qué has venido aquí, Sakakibara?”.
“Uh... yo estaba...”.
No podía admitir que la había seguido desde la escuela.
“Llevo tiempo preguntándome por esta tienda. Pasé por aquí la semana
pasada y la vi. Así que hoy he decidido entrar”.
La expresión de Mei no cambió especialmente; se limitó a asentir. “Es
una coincidencia interesante. Algunas personas piensan que las muñecas
como las de esta galería son espeluznantes. Tú no eres uno de ellos,
¿Eh?”.
“Bueno...”.
“¿Qué pensaste cuando entraste aquí?”.

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Another

“Me pareció increíble. No puedo expresarlo, pero son hermosas. Es


como si no fuesen de este mundo, y cuando las miro, esta agitación
comienza en mi pecho...”.
Me esforcé por encontrar las palabras, pero lo único que conseguí fueron
estas torpes descripciones. Mei no respondió. Se acercó a una de las
depresiones formadas en la pared.
“Estas son las que más me gustan”.
Se asomó a la depresión. Las muñecas que había dentro eran las
hermosas gemelas unidas que había visto antes.
“Tienen rostros tan pacíficos. Pueden estar tan tranquilas, aunque estén
unidas así. Es extraño”.
“Tal vez estén tranquilas porque están vinculadas”.
Mei murmuró: “Lo dudo”, y luego continuó: “Si estuvieran tranquilas
porque no están vinculados entre sí, podría verlo”.
“Hm-m-m”.
¿No era normalmente lo contrario? Eso es lo que pensé, pero no dije
nada y me limité a observar sus movimientos. Se movió y pensé que iba
a volverse hacia mí, pero de repente proclamó:
“Te has preguntado por qué llevo un parche en el ojo izquierdo,
¿Verdad?”.
“No, yo...”.
“¿Por qué no te lo enseño?”.
“¿Qué...?”.
“¿Por qué no te enseño lo que hay debajo de este parche en el ojo?”.
Mientras hablaba, Mei apoyaba las yemas de los dedos de su mano
izquierda en el parche blanco del ojo. Los dedos de su mano derecha
sostenían el cordón que pasaba por encima de su oreja.
Masivamente sorprendido, masivamente confundido, no podía apartar
los ojos del movimiento de sus manos. La música de cuerda que sonaba
de fondo había terminado en algún momento. En esta extraña habitación

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del sótano, llena de silencio, rodeado únicamente por las muñecas sin
voz, me asaltó la sensación de que ella estaba haciendo algo indecente y
me apresuré a quitármela de encima...
En cualquier momento...
A Mei se le quitó el parche del ojo. Vi su ojo izquierdo expuesto y tragué
saliva.
“Eso es...”.
Un ojo azul, vacío para todos.
“¿Es eso... un ojo falso?”.
Al igual que la muñeca en el ataúd.
Obviamente, no era rival para el ojo negro azabache de su lado derecho,
que estaba fijo en mí. Tenía un ojo azul exactamente igual al que estaba
anidado en la cuenca ocular de la muñeca, que albergaba una luz sin
vida...
“Mi ojo izquierdo es un ojo de muñeca”, me dijo Mei en un susurro.
“Puede ver cosas que es mejor no ver, así que suelo mantenerlo oculto”.
...lo que realmente no explica mucho.
No entendí lo que quería decir. O su razonamiento.
Mi cabeza había empezado a nadar de nuevo. Mi respiración se estaba
volviendo bastante agitada, y sentía como si mi corazón estuviera
golpeando justo dentro de mis oídos. Por debajo de todo esto, mi cuerpo
se sentía aún más frío que antes.
“¿Te sientes bien?”.
Sacudí la cabeza débilmente como respuesta. Mei estrechó el ojo que no
era de muñeca hasta convertirlo en una rendija.
“Tal vez este lugar no sea tan bueno si no estás acostumbrado”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Las muñecas...”, Mei empezó a decir algo, pero se interrumpió. Se puso
el parche en el ojo y volvió a empezar. “Las muñecas están vacías”.
Vacías, en el crepúsculo de Yomi...

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“Las muñecas son un vacío. Sus cuerpos y corazones son un vacío total...
un vacío. Ese vacío es como la muerte”.
Mei continuó hablando, como si expusiera disimuladamente un secreto
del mundo de los mortales.
“Las cosas que están vacías quieren llenarse de algo. Cuando se ponen
en un espacio cerrado como éste, con el equilibrio que tiene este lugar...
se pone mal. Por eso. ¿No sientes que te succionan? ¿Todo lo que tienes
dentro de ti?”.
“Sí...”.
“Realmente no te importa, una vez que te acostumbras. Vamos”. Con
eso, Mei se deslizó junto a mí y comenzó a subir las escaleras. “Arriba no
es tan malo”.

La anciana ya no estaba en la mesa junto a la entrada. Me pregunté


dónde habría desaparecido. ¿Al baño? La música de cuerda seguía sin
sonar, y la sombría tienda-galería estaba inquietantemente silenciosa.
Tan silenciosa que parecía que la “muerte” podía estar cerca...
Mei no mostró ningún signo de temor y se sentó en el sofá donde había
dejado mi mochila. No dijo nada, y yo seguí su ejemplo, sentándome de
cara a ella en un ángulo.
“¿Vienes aquí a menudo?”.
Empecé las preguntas con cautela.
“Supongo”, respondió Mei secamente, entre dientes.
“¿Vives cerca de aquí?”.
“Bueno, sí”.
“Este lugar... en ese cartel de afuera, dice ‘Ojos azules vacíos para
todos...’ ¿Es el nombre de esta tienda-galería?”.
Mei asintió en silencio, así que seguí adelante.

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“¿Qué hay de ‘Estudio M’? Había un cartel para eso debajo del letrero”.
“El segundo piso es un taller de muñecas”.
“¿Así que hacen estas muñecas allí?”.
“Allí hacen las muñecas de Kirika”, corrigió Mei.
“¿Kirika?”.
“Está escrito con los caracteres de ‘niebla’ y ‘fruta’. Es la persona que
hace las muñecas en el estudio de arriba”.
Ahora que lo mencionaba, recordaba haber visto el nombre de ese artista
en varios de los carteles que acompañaban a cada una de las muñecas de
la horda de la galería. Y quizá incluso junto a algunos de los cuadros de
la pared.
“¿Las muñecas del sótano también?”. Miré hacia las escaleras del fondo.
“Ninguna de ellas tenía carteles”.
“Probablemente las hizo todas”.
“¿La del ataúd también?”.
“...Sí”.
“Esa muñeca... ¿Por qué...?”. Tuve que hacer la pregunta entonces. “¿Por
qué se parece tanto a ti?”.
“Quién sabe”, Mei ladeó ligeramente la cabeza, pero dejó pasar la
pregunta. ¿Estaba fingiendo ignorancia? Eso es lo que parecía.
Estoy seguro de que había una razón para ello. Estoy seguro de que ella
sabía exactamente cuál era. Y sin embargo...
Suspiré en silencio y me miré mis rodillas.
Tenía un montón de preguntas más. Pero ¿Qué debo preguntar y cómo
formularlo? ¿Cómo debo guiarla? No hay nada que hacer. No sirve de
nada filosofar sobre ello. Eran problemas que no parecían tener una
respuesta que pudiera señalar y decir: “¡Eso es! Esa es la mejor opción”.
Templando mis nervios, volví a hablar.

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“Te pregunté sobre esto aquella vez que hablamos en la azotea. Cuando
te conocí aquella primera vez en el ascensor del hospital, llevabas algo
contigo. ¿También era una muñeca?”.
La última vez que se lo pregunté, se negó a responder. Pero hoy, la
reacción de Mei fue diferente.
“Sí, lo fue”.
“¿Dijiste que lo ibas a ‘dejar’ en algún lugar?”.
“...Sí”.
“Te bajaste en el segundo nivel del sótano, ¿Verdad? ¿Ibas a la capilla
conmemorativa?”.
Al oír eso, los ojos de Mei se apartaron de mí, como si huyera de algo, y
el silencio volvió a su sitio. Si la respuesta hubiera sido no, al menos, no
habría hecho eso. Así lo vi yo.
“Ese día, fue el 27 de abril. Escuché que había una chica que falleció en
ese hospital. ¿Tu...?”.
Tal vez las luces estaban jugando un papel importante. El rostro de Mei
parecía aún más pálido y encerado que de costumbre. Sus labios
incoloros parecían temblar ligeramente.
Uh-oh... Está a punto de convertirse en una muñeca, como la del ataúd de abajo.
Ese pensamiento idiota revoloteó por mi mente, y mi corazón se
agarrotó con fuerza.
“...Um...”.
Busqué a tientas algo que decir, buscando una forma de mantener la
conversación.
“Um, lo que quería decir era...”.
Según lo que la Srta. Mizuno me dijo por teléfono el sábado pasado...
La chica que había muerto en el hospital el día en cuestión se llamaba
“Misaki” o “Masaki”. ¿Qué significaba eso? ¿Implicaba algo? No era
muy difícil llegar a algunas conjeturas que hicieran que todo cuadrara,
pero aun así...

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Another

“Misaki, ¿Tienes... una hermana mayor, o una hermana menor quizás?”,


pregunté con valentía. Hubo una ligera pausa y luego, con los ojos
todavía desviados, todavía en silencio, Mei negó con la cabeza.
Era hija única y, al parecer, sus padres estaban incoherentes por el dolor.
La Srta. Mizuno también me lo había dicho cuando había llamado.
La niña que había muerto era hija única. Y Mei no tenía hermanas. Y, sin
embargo, no había nada incoherente en sus historias. Si no era su
hermana, podía ser su prima, o tal vez... Se me ocurrieron todo tipo de
posibilidades. Lo mismo ocurría con la cuestión de si la chica se llamaba
“Misaki” o “Masaki”. Podría ser sólo una coincidencia, o podría ser
totalmente inevitable. O podría haber habido algún error en la historia
que recibí...
“¿Entonces por qué estabas...?”.
Cuando intenté preguntarle más, me encontré con una resistencia
intermitente.
“¡Me pregunto por qué!”, dijo Mei, volviendo la vista hacia mí. Podía
sentir la frialdad de sus ojos negros como el azabache -los ojos que
nunca habían pertenecido a una muñeca- que parecían, de alguna
manera, ver a través de todo. Esta vez, sin quererlo, fui yo quien apartó
la mirada.
Se me puso la piel de gallina en ambos brazos. Sentí como si pequeños
bichos estuvieran correteando dentro de mi cabeza.
¿Qué fue esto? ¿Qué estaba pasando? Estaba un poco desconcertado.
Empecé a forzarme a respirar profundamente de nuevo, mis ojos
recorrieron los ejércitos de muñecas. Parecía que cada una de ellas me
miraba fijamente. La anciana aún no había vuelto a su mesa... De repente
recordé, en ese momento, la conversación que había tenido con la
anciana unos minutos antes. Fue ahora cuando una frase me llamó la
atención... ¿Qué había querido decir con eso?
...Dios, realmente estaba confundido. Sólo un poco... no, totalmente
desordenado.

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Another

Después de respirar profundamente, volví a mirar a Mei. Por un


instante, mientras estaba sentada en el sofá, el nivel de luz hizo que toda
su figura pareciera transformarse en la más profunda de las sombras. La
sensación que había sentido cuando la vi por primera vez en el aula
volvió a surgir en mi mente. Una “sombra”, cuyos contornos estaban
mal definidos, con sólo una tenue sensación de realidad...
“Seguro que tienes muchas otras cosas que quieres preguntarme”, dijo
Mei.
“Uh, bueno...”.
“¿No vas a hacerlo?”.
Su pregunta, sin fundamento, me hizo buscar una respuesta rápida. Su
etiqueta con el nombre, que brillaba en la parte delantera de su uniforme
escolar, descansaba ahora en el rabillo del ojo. Los dos caracteres -
Misaki- escritos con tinta negra en la arrugada y sucia cartulina de color
morado claro...
Apreté los ojos con fuerza y luego los abrí, tratando de calmar de alguna
manera mis emociones.
“Desde que me trasladaron aquí, hay cosas que me parecen extrañas.
Y.… bueno, por eso...”.
“Te dije que tuvieras cuidado, ¿No?”, Mei dejó escapar un suave suspiro
mientras pasaba las yemas de los dedos por el borde de su parche en el
ojo. “Te dije que no te acercaras a mí. Pero quizá ahora sea demasiado
tarde”.
“¿Demasiado tarde? ¿Para qué?”.
“Todavía no sabes nada, ¿Verdad, Sakakibara?”. Ella volvió a suspirar
suavemente, y luego levantó la espalda del apoyo del sofá. “Tenemos
una vieja historia”.
Mei comenzó a relatar la historia, bajando un poco el tono de voz.
“Una historia de hace mucho tiempo... de hace veintiséis años en la
Secundaria Yomiyama del Norte, en la clase 3 de tercer año. Nadie te ha
contado esta historia todavía, ¿Verdad?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 119
Another

“Hace veintiséis años, había una estudiante de tercer año en Yomi del
Norte. Una estudiante que había sido popular entre todos desde el
primer año. Buena en las tareas escolares y en los deportes, talentosa en
el arte y la música... y, sin embargo, no era una estudiante tan asombrosa
como para provocar arcadas. Era amable con todo el mundo, con la
dosis justa de simpatía. Así que esta alumna era querida por todos,
alumnos y profesores por igual”.
Mei contó la historia en voz baja, con la mirada fija en un único punto
del espacio. Yo escuché en silencio.
“Sucedió que esta chica cambió de clase al comenzar el tercer año y se
incorporó a la clase 3. Cuando empezó el primer semestre, justo después
de cumplir los quince años, esta estudiante murió repentinamente.
Existe la historia de que esta estudiante y su familia sufrieron un
accidente de avión, pero también hay todo tipo de otras versiones. Que
fue un accidente de coche en lugar de un accidente de avión, o que fue
un incendio en una casa... de todo tipo.
De todos modos, todo el mundo en la clase estaba completamente
sorprendido. No puede ser verdad, no me lo creo, etc. Todo el mundo estaba
completamente desconsolado. Pero entonces, de entre la multitud,
alguien habló”.
Mei me echó una mirada, pero me quedé callado. No sabía qué
responder.
“Misaki no murió, dijeron”. Mei continuó en silencio.
“Mira, Misaki está con nosotros ahora mismo. Esta persona señaló el
pupitre que había utilizado el estudiante y dijo: “Mira, Misaki está ahí,
viva, justo ahí...”.
“Y entonces, un estudiante tras otro apareció en apoyo. Es verdad, Misaki
no está muerta, Misaki está viva, justo ahí... Se extendió por la sala como
una reacción en cadena.

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Another

“Nadie quería creerlo. No podían aceptar el hecho de que la persona


más popular de la clase hubiera muerto así de repente. No es que no
podamos entender cómo se sentían. Pero... el problema fue que también
siguieron con esto después”.
“¿Qué quieres decir?”. Abrí la boca por primera vez desde que había
comenzado su relato. “¿Qué cosa?”.
“Todos los de la clase, a partir de entonces, empezaron a fingir que la
niña seguía viva. El director de la escuela también ayudó. El profesor les
dijo: “Absolutamente, Misaki no está muerta. Misaki está viva incluso ahora en
esta sala, como miembro de la clase. Así que todo el mundo tiene que unirse y
hacer todo lo posible para llegar al día de la graduación. Cosas así”.
Todos vamos a arrimar el hombro para ayudarnos mutuamente y hacer que este
último año de secundaria sea bueno.
No sé por qué, pero las palabras del profesor de hace veintiséis años,
relatadas por Mei, se cruzaban ahora con el discurso que el señor
Kubodera había pronunciado para presentarme a la clase la mañana en
que empecé a estudiar.
Todos nosotros vamos a hacer nuestra parte. Para que el próximo año en
marzo...
“Al final, todos los de la clase 3 de tercer año jugaron el resto de su vida
escolar de esa manera. Dejaban el pupitre de la alumna muerta
exactamente como estaba y hablaban con la chica, o montaban a caballo
con ella, o volvían a casa con ella... Por supuesto, todo era de mentira. Y
cuando llegaba la hora de la graduación, el director se encargaba de que
hubiera un asiento especial para esa alumna”.
“¿Es una historia real?”, pregunté, sin poder contenerme más. “¿No es
algún tipo de rumor o leyenda?”.
Mei no respondió. Se limitó a seguir contando la historia con frialdad.
“Después de la graduación, se hicieron la foto de la clase en su aula. Con
todos los de la clase y el director. Pero cuando miraron después la foto
revelada, todos se dieron cuenta de algo”.

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Mei hizo una leve pausa y luego dijo: “En una esquina de la foto de
grupo vieron a esa estudiante, que no podía estar allí. Con la cara pálida
como un cadáver y sonriendo como todos los demás”.
Así que, después de todo, era más bien una leyenda. Tal vez era uno de
los “Siete Misterios” de Yomi del Norte. Aunque era una historia
bastante elaborada, si es así.
Incluso mientras pensaba estas cosas, por alguna razón, no podía reírme
de ello. Intenté forzarme a sonreír, pero mis mejillas acabaron crispadas.
Mei había permanecido inexpresiva en todo momento.
Con la mirada todavía fija, apretó los labios y sus hombros subieron y
bajaron lentamente un par de veces... antes de añadir finalmente, con
voz de susurro: “Esa niña -la que murió- se llamaba Misaki”.
Eso sí que fue un golpe de efecto.
“¿Misaki?”. Mi voz era involuntariamente aguda.
“¿Era ese... su apellido? ¿Su nombre? ¿Era un chico o una chica?”.
“Hm-m-m”.
¿No lo sabía? ¿O lo sabía, pero no me lo iba a decir? Su falta de
expresión al inclinar ligeramente la cabeza no me dijo nada.
“Al parecer, hay algunas versiones en las que el nombre es ‘Masaki’,
pero son la minoría. Creo que realmente era ‘Misaki’“.
...Hace veintiséis años.
En mi interior, reflexioné sobre lo que Mei acababa de decirme.
Hace veintiséis años, había una chica popular llamada Misaki en la clase
3 de tercer año...
...Espera.
Quédate ahí.
Fue entonces cuando se me ocurrió la idea.
Si fue hace veintiséis años, entonces tal vez mi madre -mi madre, que
había muerto hacía quince años- ¿No habría estado Ritsuko en la escuela
secundaria entonces? En cuyo caso ella podría haber...

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No sé si Mei notó el ligero cambio en mi reacción. Volvió a apoyarse en


el sofá y, sin cambiar el tono, me dijo: “En realidad, hay más cosas en
esta historia”.
“¿Las hay?”.
“Se podría decir que la parte que acabo de contar es como el prólogo”. Y
entonces...
Un ruido vibrante y electrónico se puso en marcha dentro de mi
mochila, que estaba apoyada en el sofá. Estaba recibiendo una llamada
en mi teléfono móvil. Supongo que había olvidado ponerlo en vibración.
“Oh, lo siento”.
Rápidamente busqué mi mochila y saqué mi teléfono. La pantalla
mostraba un aviso que decía: “Yomiyama-Abuela y Abuelo”.
“¿Ah, Koichi?”.
Tal y como esperaba, oí la voz de mi abuela.
“¿Dónde estás? Es tan tarde...”.
“Uh, lo siento, abuela. Me desvié de mi camino a casa desde la escuela...
Sí, estoy llegando a casa ahora... ¿Cómo me siento? Estoy bien. No te
preocupes”.
Colgué apresuradamente y entonces me di cuenta de que la
desaparecida música de cuerda había vuelto a sonar. Eh, ahora, pensé y
me di la vuelta. No sé cuándo había vuelto, pero la anciana estaba en la
mesa junto a la entrada. Estaba mirando hacia aquí, pero sus ojos
estaban ocultos por los cristales oscuros de sus gafas, así que aún no
podía verlos.
“Qué máquina tan horrible”.
Mei miraba mi mano, con las cejas fruncidas en señal de disgusto.
“No importa dónde estés, estás conectado. Pueden atraparte”.
Luego se levantó del sofá y se alejó hacia la escalera trasera sin decir
nada más... ¿Qué? ¿Volvía a la habitación del sótano?

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¿Debería ir tras ella? Pero si voy tras ella y descubro que se ha ido... oye,
¿Qué te pasa? Qué cosa más estúpida de pensar. Eso no podría pasar.
Obviamente no podría. Así que... pero no...
Mientras dudaba, la anciana habló con voz gruesa.
“Voy a cerrar pronto. Vete a casa por hoy”.

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Another

Capítulo 5

Mayo IV

25 de mayo (Lunes)

1er período de inglés

2do periodo de estudios


sociales

3er período de matemáticas

26 de mayo (Martes)

1er período de ciencias

2do período arte lingüístico

Era el final de mayo, lo que suele significar exámenes parciales en la


escuela. La semana siguiente se extendían durante dos días, el lunes y el
martes, y sólo para las cinco asignaturas principales.
Atrapada en el ajetreo de la mudanza, la hospitalización y el cambio de
colegio, una parte de mi mente se había adormecido ante este
acontecimiento tan mundano. Esto me hizo darme cuenta de que habían
pasado unas dos semanas desde que empecé a estudiar aquí, y mi
nerviosismo inicial había disminuido considerablemente. Pero todavía

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no me había adaptado del todo al nuevo grupo al que ahora pertenecía.


Había algunas personas con las que podía charlar o bromear, y el ritmo,
supongo, o los ritmos de esta escuela habían penetrado poco a poco,
aunque eran enormemente diferentes a los de mi antigua escuela. A este
ritmo, incluso me parecía que probablemente podría llegar a marzo del
año que viene sin demasiados problemas. Pero entonces...
A pesar de todo, había algo que me molestaba.
La alienación que rodeaba la existencia de Mei Misaki, que se resistía a
todos los intentos de captar inequívocamente su naturaleza. Como una
única nota discordante de eco implacable en la pacífica e inofensiva
melodía que era la vida diaria en esta escuela.
“Cuando terminen los exámenes parciales, será directamente una
semana de orientación”, gimió Teshigawara y se llevó las manos a su
pelo decolorado. “Todo el tiempo, también tendré que hablar con los
profesores en serio. Va a ser una miseria total”.
“Estarás bien”, respondió con ligereza Kazami, que estaba con él. “Más
del noventa y cinco por ciento de la gente entra en el instituto hoy en
día. No te preocupes, seguro que tú también puedes entrar en una
escuela”.
“¿Se supone que eso me animara?”.
“Eso es lo que quería decir”.
“Estás diciendo que soy estúpido”.
“Te dije que no lo estoy”.
“Hmph. Bueno, en cualquier caso, nuestros viejos lazos sólo van a durar
hasta la graduación, supongo. Te deseo lo mejor”.
Teshigawara estaba saludando al chico del “ambiente de honor” que
conocía desde la infancia, como si se despidiera de él para el resto de sus
vidas. Luego me miró a mí.
“¿Qué vas a hacer en el instituto, Sakaki? ¿Volverás a Tokio?”.
“Sí. Mi padre va a volver de la India la próxima primavera y todo eso”.
“¿Una escuela privada?”. Preguntó Kazami.

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“Sí, probablemente”.
“Debe ser bonito ser el hijo de un profesor universitario. Ojalá pudiera ir
al instituto en Tokio”.
Teshigawara estaba pinchando como siempre, pero su tono era franco y
no sonaba sarcástico por una vez, así que no era desagradable.
“Probablemente tengas un viaje gratis a la universidad con las enormes
conexiones de tu padre, ¿Eh, Sakaki?”.
“No funciona así”, repliqué de inmediato, pero su burla no iba del todo
desencaminada. Después de todo...
El director de la Escuela Secundaria K***, a la que yo había ido en Tokio,
había ido a la misma universidad y había estado en el mismo
departamento de investigación que mi padre, con el que había tenido
una relación de mentor/subalterno, además de ser muy amigos. Por eso,
cuando tuve que trasladarme, hicieron arreglos especiales para que
volviera a Tokio el año siguiente. Lo que significa que, aunque esté en
un colegio público de aquí durante un año, cuando llegue el momento
de los exámenes de bachillerato, podré hacer las pruebas para ascender
internamente, de la escuela media K*** al instituto K***. Eso me dijeron.
No tenía ninguna intención de decírselo a nadie. Porque no hay manera
de que alguien piense que es muy divertido si se enteran...
Esto fue después de la escuela el miércoles 20 de mayo.
Al terminar la sexta hora, salimos juntos del aula y caminamos juntos
por el pasillo. Afuera llovía, igual que todo el día.
“Eso me recuerda. ¿Cómo hacen el viaje de estudios aquí?”.
Cuando pregunté eso, Teshigawara frunció el ceño. “¿En serio? Fuimos
el año pasado. A Tokio. En ese viaje subí por primera vez a la Torre de
Tokio. También fuimos a Odaiba. ¿Lo has hecho alguna vez, Sakaki?
¿Subir a la Torre de Tokio?”.
No lo había hecho, pero...
“¿El último año? ¿Pero no suelen ser los de tercer año los que se van de
viaje de estudios?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 127
Another

“En Yomi del Norte, vamos en otoño de segundo año. Sin embargo, he
oído que los de tercer año solían ir en mayo hace mucho tiempo”.
“¿Solían?”.
“Eh... sí. ¿Verdad, Kazami?”.
“Eh, sí. Eso es lo que dicen”.
Por alguna razón, sentí una leve reticencia en su reacción. Fingí que no
había pasado nada y pregunté: “¿Por qué lo cambiaron a segundo año?”.
“¿Cómo voy a saberlo? Eso fue hace mucho tiempo”. La respuesta de
Teshigawara fue demasiado dura. “Probablemente tenían sus razones”.
“Probablemente también querían ser considerados y hacerlo antes de
que la gente tuviera que empezar a preocuparse por los exámenes”,
respondió Kazami. Dejó de caminar, se quitó las gafas y empezó a
limpiar los cristales.
“Huh. No sabía que la escuela pública fuera así”.
Dejé de caminar cuando Kazami lo hizo y me acerqué a una ventana del
pasillo para mirar hacia afuera. Estábamos en la tercera planta. La lluvia
caía ahora en forma de chorro; ni siquiera se podía ver a menos que se
entrecerrara los ojos, y más de la mitad de los estudiantes que
caminaban por el patio de la escuela no usaban paraguas.
No odio la lluvia.
Me acordé de lo que había dicho Mei, fuera el día que fuera.
Mi favorita es la lluvia fría en pleno invierno. El momento en que se convierte
en nieve.
No la había visto ni ayer ni hoy. Había estado aquí el lunes, pero no
había podido encontrar una oportunidad para hablar realmente con ella.
Tal vez porque estaba extrañamente pensando en cómo nos habíamos
encontrado en la galería de muñecas en Misaki la semana pasada.
Pensando en cada una de las palabras que había dicho ese día. Cada
pequeño movimiento que había hecho. Cada elemento de su
comportamiento...

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 128
Another

Y cuando me dijo que “la historia de los Misaki de hace veintiséis años”
era “una especie de prólogo”, se me quedó grabada. Estaba bastante
convencido de que se trataba de otro de los “Siete Misterios”, pero, aun
así. “Hay más”. ¿Cuál era la historia de fantasmas que venía después?
Hablando de eso, la semana anterior, ¿No había mencionado
Teshigawara algo sobre “la maldición de la clase 3” después de la clase
de arte?
“Hola”.
Intenté mantener un aire desenfadado al abordar el tema con estos tipos.
“¿Conocen la historia de la clase 3 de tercer año de hace veintiséis
años?”.
En ese mismo instante, tanto Kazami como Teshigawara reaccionaron
con una gran sorpresa. Sus rostros parecieron ponerse blancos en un
segundo.
“Vamos, Sakaki... pensé que no creías en historias como esa”.
“¿Dónde... quién te dijo eso?”.
Después de pensarlo un momento, decidí no mencionar el nombre de
Mei.
“Sólo he oído un rumor”.
Cuando les dije eso, Kazami me presionó, con el rostro serio.
“¿Cuánto has oído?”.
“¿Qué? Sólo la introducción, supongo”.
Sus reacciones hipersensibles habían sido mucho más de lo que
esperaba, y vacilé.
“He oído que hubo un estudiante popular en la clase 3 de tercer año
hace veintiséis años y que murió de repente... Eso es todo”.
“Entonces, sólo el primer año”, murmuró Kazami, mirando a
Teshigawara. Teshigawara frunció los labios, confundido.
“¿Qué está pasando? Los tres parecen muy serios”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 129
Another

Una voz interrumpió. Era la señora Mikami, que pasaba por allí en ese
momento. Yukari Sakuragi la acompañaba, supongo que para pedirle
consejo sobre algo.
“Oh. Uh, bueno, ya sabes...”.
Hablar con la Srta. Mikami cara a cara en una situación como ésta era
algo a lo que todavía no estaba acostumbrado. Se me daba fatal.
Mientras buscaba a tientas una respuesta, Kazami dio un paso hacia la
profesora, como si quisiera hacerme callar. Luego bajó la voz
teatralmente y le dijo: “Sakakibara dice que ha oído un rumor... sobre el
año en que empezó”.
“Ya veo”.
La señora Mikami asintió lentamente y luego inclinó la cabeza hacia un
lado. Su reacción también parecía algo extraña para esta situación. En
cuanto a Sakuragi, es evidente que tampoco pudo controlar su sorpresa
al escuchar aquello, al igual que Kazami y Teshigawara.
“Ese es un tema difícil...”. Sin siquiera una mirada en mi dirección. Una
mirada profundamente reflexiva en su rostro, la primera que había visto
así en ella. Con la voz apagada, sólo perceptible a ratos, la Srta. Mikami
murmuró: “...no estoy segura. Pero... por poco que se pueda... ahora sí...
¿De acuerdo? Vamos a vigilar...”.

“¿Te acuerdas de hace veintiséis años, abuela?”, le pregunté a mi abuela


nada más llegar a casa del colegio aquel día.
Estaba con mi abuelo, sentados juntos en sillas de mimbre en el porche y
mirando el jardín después de la larga lluvia. Ni siquiera tuvo tiempo de
terminar de decir “Bienvenido a casa” antes de parpadear ante la
pregunta que le lanzó su nieto.
“¿Eh? Eso fue hace bastante tiempo. ¿Hace veintiséis años, dijiste?”.
“Sí. Mi madre tenía más o menos mi edad. Creo que estaba en su tercer
año en Yomi del Norte”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 130
Another

“Cuando Ritsuko estaba en su tercer año de secundaria...”.


Mi abuela apoyó una mano en su mejilla y se apoyó en el reposabrazos
de su silla.
“Oh, sí. El director de su clase era un joven apuesto... Enseñaba estudios
sociales y supervisaba el club de teatro o algo parecido. Era un educador
bastante entusiasta. Creo que los estudiantes pensaban bien de él”.
Ella fue reconstruyendo su historia lentamente, con los ojos
entrecerrados, como si estuviera mirando algo lejano en la distancia. A
su lado, mi abuelo asentía mecánicamente con la cabeza.
“¿En qué clase estaba mi madre cuando era de tercer año?”.
“¿En qué clase? Oh, vaya”.
Mi abuela miró de reojo a mi abuelo y luego dejó escapar un suave
suspiro al ver que seguía asintiendo con la cabeza tan mecánicamente.
“En su tercer año, veamos, habría estado en la clase 2 o 3... Sí, creo que
era la clase 3”.
Ni hablar. Su respuesta me dejó sin palabras; me sentí raro. No era
aceptación. Tampoco era sorpresa, ni tan extrema como el miedo. Pero
me sentí como si de repente hubiera divisado un enorme pozo negro, sin
fondo a la vista, justo donde había estado a punto de pisar.
“¿Clase 3 de tercer año? ¿Estás segura?”.
“Cuando dices eso, ya no me siento tan segura”.
Mi abuelo movía la cabeza al ritmo de la voz de mi abuela.
“¿Todavía tienes su anuario?”.
“No creo que tengamos eso aquí. Si hay uno, me imagino que está en la
casa de tu padre. Cuando se casó, creo que se llevó todo ese tipo de
cosas”.
“Oh”.
Me preguntaba si mi padre todavía tenía cosas así en casa. Al menos,
nunca recordé que me hubieran enseñado nada de eso.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 131
Another

“Entonces, abuela”. Continué con mis preguntas. “Hace 26 años, cuando


mi mamá estaba en tercer año, en la clase 3, ¿Un niño de su clase murió
en un accidente o algo así?”.
“¿Un accidente? ¿Con uno de los niños de su clase...?”.
Mi abuela volvió a mirar para ver cómo estaba mi abuelo; luego sus ojos
buscaron refugio en el jardín. Finalmente dejó escapar un lento suspiro.
“Creo recordar que lo hubo, ahora que lo mencionas”, respondió como
para sí misma, medio en reflexión. “Sin embargo, no recuerdo qué tipo
de accidente fue. Qué buena niña. Fue terrible, cuando sucedió...”
“¿Cómo se llamaba la niña?”. Fui más agresivo de lo que pretendía.
“¿Era Misaki?”.
“...Realmente no lo sé”.
Una vez más, la mirada de mi abuela huyó ansiosa hacia el jardín.
“Misaki. Misaki”, murmuró mi abuelo con su voz desgarrada por la
edad. “Buenos días. Buenos días”. El pájaro mynah, Ray, se había
comportado bien hasta entonces, pero ahora habló de repente con su voz
chillona, sobresaltándome. “Buenos días, Ray. Buenos días”.
“Supongo que Reiko lo recordará mucho mejor que yo”, dijo mi abuela.
“Pero Reiko sólo tenía tres o cuatro años entonces, ¿No?”.
Debía de tenerlos, teniendo en cuenta la diferencia de edad entre las dos
hermanas. Entonces la expresión de mi abuela cambió bruscamente a un
tono de confianza y asintió profundamente para sí misma. “Sí, sí.
Ritsuko estaba haciendo los exámenes de acceso al instituto. Yo seguía
cuidando de Reiko. Fue un año duro. El abuelo era todo trabajo-trabajo-
trabajo y nunca ayudaba en nada”.
Mi abuela fijó una mirada escrutadora en mi abuelo.
“¿No es cierto?”. Sus labios se movían, como un monedero de cordón, en
un murmullo pellizcado.
“¿Por qué? ¿Por qué?”, preguntó Ray con su voz aguda. “¿Por qué? Ray,
¿Por qué?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 132
Another

Era bastante tarde cuando Reiko llegó a casa. Había cenado fuera.
Parecía que había tomado una buena cantidad de alcohol con ella.
Reconocí el olor y sus ojos también estaban un poco inyectados en
sangre.
“¿Crees que vas a superar los exámenes parciales la próxima semana?”.
Después de desplomarse en el sofá de la sala de estar, parece que se ha
dado cuenta de que estoy en la habitación con ella y me ha hecho esta
pregunta repentina. Parecía que arrastraba las palabras ligeramente. No
estaba del todo “borracha”, pero era la primera vez que veía a Reiko tan
mal.
“De ninguna manera”. Mi confusión hizo surgir una respuesta sincera.
“Todavía estoy estudiando para ellos, tanto como tengo que hacerlo”.
“Bueno, discúlpame”.
Se rió suavemente y luego escurrió el vaso de agua fresca que le había
traído mi abuela. Mientras la observaba, de repente...
Imaginé que mi madre muerta también debía de haber tomado alcohol y
haberse emborrachado así hace tiempo. Ese pensamiento me hizo vibrar
el corazón y, en el mismo momento, sentí que el pecho se me apretaba
más.
“Ah-h-h, hoy me he quedado sin nada”.
Reiko se estiró grandiosamente desde su asiento en el sofá. Volvió sus
ojos, casi con nostalgia, hacia mí.
“Es difícil ser un adulto. Toda esa gente que quiere pasar tiempo
contigo, te retiene. Y entonces...”.
“¿Cómo estás, Reiko?”. Mi abuela se acercó, con la cabeza ladeada, con
cara de preocupación. “No sueles ponerte así”.
“Eso es todo por esta noche. Me voy a la cama. Me ducharé mañana
después de levantarme. Buenas noches”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 133
Another

Reiko se estaba poniendo en pie con dificultad, pero me armé de valor y


la llamé para detenerla. Tenía que averiguar lo que había sucedido
veintiséis años atrás tan pronto como pudiera.
“...Tú conoces la historia, ¿Verdad, Reiko? Sobre lo que ocurrió hace
veintiséis años”.
Acababa de levantarse del sofá, pero ahora cayó pesadamente sobre él.
“Sí. Siempre han contado esa historia”.
“¿Es uno de los ‘Siete Misterios’?”.
“Esto está en un nivel diferente”.
“¿También lo descubriste después de empezar la escuela secundaria,
Reiko?”.
“Sí. Aunque no por ninguna persona en particular, sólo por rumores”.
“Cuando mi madre estaba en su tercer año en la escuela secundaria,
estaba en la clase 3 de la historia. ¿Sabías de eso?”.
“...Después”. Reiko se apartó el flequillo de la cara y se recostó
lentamente para mirar el techo. “Ritsuko me habló de eso más tarde.
Pero...”.
“¿Cuál es el resto de la historia?”.
Aprovechando mi impulso, la acribillé a preguntas, esperando. Pero eso
hizo que la cara de Reiko se endureciera y se abrochara rápidamente. Un
largo momento después, dijo: “No lo sé, Koichi”.
Su voz era varios tonos más baja.
“Lo sabes, Reiko”. Ella no dijo nada.
“Reiko, vamos...”.
“La gente ha añadido muchos adornos a esa historia”.
Oí un suspiro y me di la vuelta para encontrar a mi abuela sentada en la
mesa del comedor, con las manos cubriéndose la cara. Era una postura
que sugería que había estado luchando por no ver ni oír nuestra
conversación.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 134
Another

“Tal vez sea mejor que no pienses en ello por ahora”, dijo finalmente
Reiko. Se levantó, estiró la espalda y me miró directamente. Había
vuelto a su habitual tono relajado que yo conocía tan bien. “Hay un
momento para enterarse de algunas cosas. Y tal vez, una vez que se
pierde la oportunidad, a veces es mejor no saber. Al menos, hasta que
llegue la siguiente oportunidad”.

Al día siguiente, jueves, no vi a Mei Misaki en todo el día.


Los exámenes se acercaban... ¿Estaba bien?
No sabía lo buena que era Mei en la escuela ni cómo eran sus notas. De
hecho, nunca había visto que la llamaran en clase para leer del libro o
resolver un problema. Pero lo más importante es que, si seguía sin ir a
clase, su asistencia podría no ser lo suficientemente buena como para
graduarse.
Aunque tenía la sensación de que, si le expresaba esa preocupación,
probablemente me contestaría con un “¿Es eso asunto tuyo?”.
Consideré la posibilidad de ponerme en contacto con ella. Pero entonces
me di cuenta de que todavía no había recibido una lista de clases ni nada
por el estilo desde que me trasladaron aquí. Así que no había forma de
averiguar su número de teléfono o dónde vivía. Aunque tenía que
admitir que eso sería bastante fácil de averiguar si realmente quisiera...
Probablemente vivía cerca de la tienda de muñecas, es decir, de la
galería de muñecas. Y probablemente iba allí de vez en cuando a mirar
las muñecas, como ese día. Sí. Estaba convencido de ello.
¿Cómo son sus padres? me pregunté. ¿Tiene algún amigo íntimo en
alguna parte?
¿Cómo es que su ojo izquierdo, el que guardaba detrás de ese parche, se
puso así? Tal vez simplemente no era tan robusta, físicamente. Había
razones para pensar eso. Podría ser por eso que siempre se sentaba fuera

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 135
Another

de la gimnasia, y por qué estaba fuera de la escuela tanto... Ah, pero tal
vez...
...Y sigue, y sigue.
Seguí devanándome los sesos, pero era el único de la clase que lo hacía;
nunca vi nada que sugiriera lo contrario. Aunque supongo que, de todos
modos, nada iba a salir de mis cavilaciones ahora mismo...
En medio de todo esto...
Después de la comida, cuando nos dirigíamos al Edificio Cero -donde
estaba el estudio de arte- para la clase de arte del quinto periodo, me
giré casualmente y miré hacia el tejado del edificio de la escuela y la vi.
Era casi exactamente como aquella vez que había estado sentada a la
salida de la clase de gimnasia, a la sombra de un árbol junto al campo,
en mi primer día de clase hacía dos semanas. Una figura de pie, sola,
justo detrás de la barandilla de hierro que rodeaba el tejado.
Me dirigía a Mochizuki, el aficionado a Munch, pero lo único que le dije
fue “Dame un segundo” antes de dejarle atrás y correr de nuevo hacia el
edificio escolar con nervaduras de hierro del que acabábamos de salir: el
edificio C. Subí corriendo las escaleras y empujé la puerta de acero de
color crema que conducía a la azotea sin dudarlo un instante.
Pero justo entonces...
Resulta que ese día había metido el móvil en un bolsillo interior de mi
uniforme escolar, y empezó a vibrar, gimiendo dulcemente. ¿Qué...?
¿Quién podría ser? ¿En este preciso momento? ¿Por qué alguien...?
Atravesé la puerta y exploré la zona en busca de Mei mientras sacaba mi
teléfono y me lo ponía en la oreja. Era Teshigawara llamando.
“¿Estás bien?”.
“¿Qué? ¿Por qué me llamas?”.
“Te llamo porque pensé que podrías estar en problemas. Akazawa está
muy nervioso. Podría empezar a tener algún tipo de episodio de
histeria”.
“¿Qué significa? ¿Por qué le importa a Akazawa?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 136
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“Mira, Sakaki...”.
Hhshssshhshh... Los siseos oscurecieron su voz en una tormenta de ruido.
No creía que ambas cosas estuvieran relacionadas, pero justo en ese
momento un viento feroz atravesó el tejado, aullando.
“... ¿De acuerdo? No estoy tratando de hacerte pasar un mal rato”.
Apenas pude distinguir la voz de Teshigawara, surgiendo entre el
sonido del viento y las interferencias.
“¿Entendido, Sakaki? Deja de prestar atención a cosas que no existen. Es
peligroso”.
... ¿Qué?
¿Qué estaba diciendo?
“Además... ¿Estás escuchando? ¡Eh, Sakaki!”.
“Sí”.
“Esa historia de la que hablabas ayer, de hace veintiséis años... ¿Te
molesta?”.
“Quiero decir...”.
“Hablé con alguien al respecto después de eso. Cuando lleguemos a
junio, te lo contaré. Así que, para el resto de este mes, podrías...”.
Hshssshhshh, kksshhkkshhkk... La interferencia se multiplicó por diez y la
llamada cayó con un bztt.
¿Qué había sido eso? Apenas podía entender lo que estaba pasando.
Estaba más que irritado, así que apagué el teléfono y lo metí de nuevo en
el bolsillo para que no pudiera localizarme, aunque volviera a llamar.
Mis ojos barrieron todos los rincones del tejado, donde el viento seguía
soplando ferozmente...
Pero no había nadie.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 137
Another

Al día siguiente, Mei se presentó en el aula, como de costumbre.


Sin embargo, no fui capaz de decirle ni una sola palabra. No es que la
llamada de Teshigawara del día anterior me haya preocupado. No, no lo
creo. Era sólo que, de alguna manera, en su silencio, parecía negarme
cualquier contacto.
Tampoco le había dicho una palabra a Teshigawara, después de eso.
Había tantas cosas que quería sonsacarle, pero -y quizás estaba evitando
esa pregunta- nunca se acercaba a mí. En serio, ¿Qué estaba pasando
aquí?
Mañana era el cuarto sábado del mes, así que volvía a no haber colegio.
Tenía una cita ambulatoria en el hospital municipal, pero no había
habido ningún cambio importante en mi estado, así que estaba
considerando cancelarla y reprogramarla para la próxima semana. Dudo
que mi abuela se queje mucho si lo hago. Además, los exámenes
parciales empezaban a primera hora de la semana siguiente. Lo mejor
que podía hacer era estudiar un poco. En cierto modo creía que iba a
aprobar los exámenes, pero, para ser sincero, soy un gran gallina... o
quizá sólo una estudiante enormemente seria.
...Y así.
Luchando contra el deseo de volver a ver la galería de muñecas de la
ciudad de Misaki, pasé las noches del fin de semana recluido en casa y
no fui a ningún sitio.
Recibí dos llamadas en mi teléfono móvil.
El primero era de una lejana nación hindú.
Como la última vez, mi padre, Yosuke, no dejaba de exclamar: “¡Seguro
que hace calor aquí!”, pero básicamente estaba comprobando cómo
estaba: “¿Has estado bien desde entonces?”. Cuando le dije que pronto
llegarían los exámenes parciales, me respondió: “No te estreses
demasiado por ellos”. Teniendo en cuenta que yo era totalmente incapaz
de no estresarme por ellos, ese consejo me hizo preguntarme si ese
hombre entendía en absoluto la personalidad de su hijo.
La siguiente persona que me llamó me pilló un poco por sorpresa. Era la
señora Mizuno, del hospital municipal.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 138
Another

“¿Mantienes la salud?”.
Como eso fue lo primero que dijo, supe enseguida de quién se trataba.
Al mismo tiempo, un ligero nerviosismo me golpeó.
“¿Recuerdas lo de antes -supongo que fue hace dos semanas- sobre esa
chica? ¿La que falleció a finales de abril, en la sala de hospitalización?”.
“Sí, por supuesto”.
“Seguí pensando en ella después de que habláramos y me informé de
algo. Cuando lo hice, descubrí que su nombre era realmente Misaki, no
Masaki”.
“¿Era Misaki su apellido? ¿O.…?”.
“No, era su primer nombre”.
Así que no era lo mismo que Mei Misaki. ¿Lo que significa qué?
“¿Cómo lo escribió?”.
“Con los caracteres de ‘futuro’ y ‘flores floreciendo’ - para hacer
Misaki.”
“Misaki...”.
“Su apellido era Fujioka”.
Misaki Fujioka, ¿Eh?
No pude evitar caer en profundas reflexiones al respecto.
¿Qué hizo que Misaki Fujioka fuera “la mitad de mi cuerpo” para Mei
Misaki? ¿Qué podría ser?
“¿Por qué querías saber de ella?”, me preguntó la Srta. Mizuno. “Me
prometiste que me lo dirías”.
“Oh, uh... sobre eso”.
“No tienes que decírmelo ahora mismo. Pero alguna vez”.
“De acuerdo”.
“Por cierto, Chico del Terror. ¿Qué estás leyendo últimamente?”.

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Y así dejó de hablar de las promesas sin más. Mientras respondía: “Oh,
eh”, mis ojos se posaron en el libro que tenía a mi lado. “Um, el volumen
dos de la versión de bolsillo de Lovecraft: las obras completas”.5.
“Oho”, la oí decir en su tono normal. “¡Qué refinado de tu parte! ¿No
estás a punto de empezar los exámenes parciales en tu instituto?”.
“Ya sabes, es sólo para los descansos en el estudio”, respondí. Pero
teniendo en cuenta la cantidad de tiempo que dedicaba a cada uno, la
verdad era exactamente lo contrario: Estudiaba un poco en los descansos
de la lectura del libro.
“Eres tan responsable, chico del terror”, dijo la señora Mizuno, sonando
divertida. “Ojalá mi hermano pequeño aprendiera de tu ejemplo. A él no
le interesa en absoluto la lectura, y mucho menos el terror. En su cabeza
sólo cabe el baloncesto. Normalmente no tenemos nada de qué hablar,
aunque seamos hermanos”.
“¿Tienes un hermano pequeño?”.
“Dos de ellos. El chico del baloncesto está en el mismo año escolar que
tú”.
“Vaya, no lo sabía”.
“Mi otro hermano está en segundo de bachillerato, pero es otro cabeza
de músculo obsesionado con el ejercicio. No sé si alguna vez ha leído
algo que no sea un cómic. Todo un problema, ¿No?”.
“Supongo”.
Tenía la sensación de que el quinceañero que leía la mitología de
Cthulhu6 solo en su habitación el fin de semana era más problemático,
pero... da igual, supongo.
En realidad, eso me hizo darme cuenta de algo.

5
Howard Phillips Lovecraft, más conocido como H. P. Lovecraft, fue un escritor estadounidense, autor de
novelas y relatos de terror y ciencia ficción.
6
Los Mitos de Cthulhu constituyen un ciclo literario de horror cósmico comprendido entre 1921 y 1935 por el
escritor estadounidense Howard Phillips Lovecraft y complementado por otros escritores pertenecientes al
Círculo de Lovecraft.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 140
Another

¿No había un chico en mi clase que se llamaba Mizuno? Era alto y muy
moreno y tenía un aspecto deportivo. Nunca había hablado con él, pero
¿Podría ser el hermano menor de la señora Mizuno?
Era un pueblo pequeño. Este tipo de coincidencia podría no ser tan
inusual.
“Um, Srta. Mizuno... ¿También fue a Yomi del Norte para la escuela
secundaria?”. Le planteé la pregunta, repentinamente preocupado.
“Estuve en la Secundaria del Sur”, respondió. “Mi casa está justo en la
frontera entre las dos escuelas, así que dependiendo del año que sea,
vamos al norte o al sur. Así que mi primer hermano y yo fuimos a la
Secundaria Sur, y mi hermano menor va a la del Norte”.
...ya veo.
Entonces la Srta. Mizuno probablemente no sabría de la Misaki de hace
veintiséis años.
Me sentí aliviado de alguna manera, y los dos seguimos con nuestra
frívola conversación sobre nuestra afición compartida.

26 de mayo, martes.
El segundo día de los exámenes parciales del primer semestre.
La lluvia no había dejado de caer desde la noche anterior, amenazando
con el inicio de la temporada de lluvias. Me pareció bastante inusual
para una escuela de hoy en día (y ésta era mi primera experiencia al
respecto), pero Yomi del Norte no exigía zapatos sólo para el interior.
Excepto en el gimnasio, todo el mundo llevaba los zapatos de fuera,
incluso dentro del edificio de la escuela. Así que, en días como este,
cuando llovía, el suelo del vestíbulo y de las aulas se convertía en un
desastre de huellas mojadas.
En la segunda hora, el supervisor del examen de lengua y literatura,
nuestra última asignatura, fue el Sr. Kubodera.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 141
Another

Repartió las hojas de examen y luego, con la orden de “Muy bien,


pueden empezar”, la sala quedó en silencio. El sonido de los lápices
mecánicos al trazar sobre el papel era realzado por una tos contenida o
un suspiro bajo. Puede que haya cambiado de escuela, pero el ambiente
durante un examen era el mismo en todas partes.
Cuando habían pasado unos treinta minutos desde el comienzo del
examen, un alumno se levantó de su mesa y salió del aula. Reaccioné al
sonido y a la impresión que habían causado, y por reflejo miré hacia la
ventana. Mei no estaba allí. Cielos, terminó temprano y se fue de nuevo, ¿Eh?
Tras un pequeño debate interno, coloqué mi hoja de respuestas boca
abajo sobre mi escritorio y me levanté de la silla. Empecé a salir de la
habitación en silencio, cuando...
“¿Ya has terminado, Sakakibara?”. El Sr. Kubodera me detuvo.
Bajé un poco la voz.
“Sí. Así que iba a.…”.
“¿No crees que deberías usar el resto del tiempo para revisar tus
respuestas?”.
“No. Está bien”.
Era consciente de un zumbido bajo que había surgido aquí y allá en la
habitación mientras respondía.
“Estoy seguro de mis respuestas. ¿Puedo irme?”.
Miré hacia la puerta que Mei había abierto y cerrado recientemente. El
Sr. Kubodera estuvo perdido por un momento, pero finalmente bajó la
mirada.
“Supongo que sí. Puedes salir de la habitación, pero no te vayas a casa.
Espere tranquilamente en algún lugar. Tendremos una clase no
programada después de esto”.
El zumbido se extendió por toda la clase. Podía sentir que los ojos de
todos se dirigían hacia mí de forma incómoda.
Probablemente pensaban que yo era un snob. Y si lo hacían, lo hacían:
no había nada que pudiera hacer al respecto. Y sin embargo...

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 142
Another

No pude evitar inclinar la cabeza hacia un lado y preguntarme por qué.


Habíamos hecho exactamente lo mismo, así que ¿Por qué había salido
así, pero nadie le dijo nada a Mei? ¿No era eso bastante extraño? Ahora
sí que parecía que algo estaba...
Nada más salir de la clase, vi a Mei de pie junto a una ventana del
pasillo. La ventana estaba abierta y entraba un poco de lluvia. Tenía la
mirada perdida, sin prestarle la menor atención.
“Siempre terminas antes”, dije, acercándome a ella.
“¿Lo hago?”, respondió Mei sin darse la vuelta.
“Ambos días, abandonaste la sala a la mitad del tiempo de examen de
todas las asignaturas”.
“¿Dices que has venido a hacerme compañía en la última?”.
“No... soy bueno en artes del lenguaje”.
“Huh. Podrías responder a esas preguntas, ¿Eh?”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Donde hay que resumir lo que sea en un número determinado de
palabras, o donde se pregunta cuál era el objetivo del autor”.
“Oh. Sí, supongo que sí”.
“Soy pésima en eso. Las odio. Prefiero las matemáticas o la ciencia. Esas
sólo tienen una respuesta clara”.
Ah, sí. Pude ver a dónde quería llegar.
“¿Así que simplemente escribiste lo que fuera y te fuiste?”.
“Sí”.
“¿Está... bien?”.
“Sí, no me importa”.
“Uh, pero qué pasa con...”.
Empecé a decir algo, pero decidí abandonar el tema.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 143
Another

Guiando el camino, me dirigí a la parte superior de la escalera adyacente


al lado Este del aula -llamada “Escalera Este”. Mei también abrió la
ventana allí. La brisa que entraba, salpicada de gotas de lluvia, jugaba
con su corte de cabello negro.
“Se llamaba Misaki Fujioka, ¿No? La chica que murió en el hospital ese
día”.
Le presenté con valentía la información que había obtenido de la señora
Mizuno durante el fin de semana. Sus ojos no se apartaron de la
ventana, pero los hombros de Mei temblaron ligeramente, o eso parecía.
“¿Por qué ella?”.
“Fujioka Misaki...”, comenzó a hablar Mei en voz baja.
“Misaki Fujioka era mi... prima. Hace mucho tiempo, estuvimos juntas y
ella era más que eso”.
“¿Más que eso?”.
Me costó entender lo que quería decir. Pero... ¿era por eso por lo que ella
era su “medio cuerpo”?
“Esa historia que me contaste hace dos semanas”. Volví a cambiar de
tema.
“Sobre el tercer año de la clase 3, hace veintiséis años. ¿Cómo es el resto?
¿La parte de la historia de fantasmas?”.
“¿Intentaste preguntarle a alguien?”, me respondió. Mientras buscaba
algún tipo de respuesta, Mei se giró hacia mí y dijo: “¿Nadie te lo
diría?”.
“Uh, no”.
“Bueno, ¿Qué se puede hacer?”.
Eso fue todo lo que dijo antes de callarse de nuevo y volverse hacia la
ventana.
Incluso si le pidiera la historia ahora, probablemente no me diría nada.
Esa fue la sensación que tuve. Las palabras de Reiko, de que “hay un
momento para descubrir algunas cosas”, volvieron a mí con un extraño
peso.

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“Eh... mira”, dije, y luego respiré hondo, como había hecho en la galería
de muñecas. Me acerqué a Mei, que estaba de pie junto a la ventana.
“Mira, hace tiempo que quería preguntarte esto. Me ha estado
molestando desde que me trasladaron aquí”.
Me pareció ver que sus hombros volvían a temblar ligeramente. Seguí
adelante.
“¿Por qué hacen eso? Todos en la clase, e incluso los profesores. Es como
si no estuvieran...”.
Sin dejarme terminar mi pregunta, Mei respondió en un murmullo:
“Porque no existo”.
¿Lo entiendes, Sakaki? Deja de prestar atención a cosas que no existen.
“Eso no...”.
Volví a respirar profundamente.
Es peligroso.
“Pero eso no...”.
“Para ellos, soy invisible. Tú eres el único que me ve, Sakakibara... ¿Qué
harías entonces?”.
Mei giró lentamente su rostro hacia mí. Una sombra de sonrisa brilló en
su ojo derecho, el que no estaba oculto por el parche. ¿Fue mi
imaginación la que me hizo ver un matiz de soledad en él?
“No... eso no puede ser cierto”.
Si cerraba los ojos en ese momento y los abría, digamos, tres segundos
después, ¿Habría desaparecido delante de mí? Por un momento, esos
pensamientos se apoderaron de mí y me apresuré a desviar la mirada
hacia el mundo más allá de la ventana.
“No puede ser verdad...”.
Fue entonces cuando ocurrió. Oí el sonido de alguien subiendo las
escaleras.

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Los pasos eran frenéticos, completamente fuera de lugar en esta


situación, con toda la escuela envuelta en la toma de exámenes. Mientras
me preguntaba qué estaba pasando, vi de quién se trataba: una figura
que llevaba un chándal azul marino.
Era el señor Miyamoto, uno de los profesores de gimnasia. Todavía no
asistía a las clases de gimnasia, pero conocía el nombre del director y su
aspecto, al menos.
El señor Miyamoto se acercó a nosotros y abrió la boca para decir algo,
pero al final corrió hasta el aula de la clase 3 sin decir nada. Entonces
abrió la puerta de la parte delantera del aula y llamó: “¡Sr. Kubodera! Sr.
Kubodera, ¿Puede venir aquí?”.
Después de un momento, el profesor de lengua y literatura -que estaba
en medio de la supervisión de un examen- sacó la cabeza del aula.
“¿Qué está pasando?”. Con los hombros agitados por su respiración
agitada, el profesor de gimnasia dijo, “Bueno”. Donde estábamos Mei y
yo, apenas pude escuchar lo que dijo. “Acabamos de recibir la noticia...”.
...Y eso fue todo lo que oí. Había bajado la voz a mitad de camino.
Sin embargo, la reacción del Sr. Kubodera cuando escuchó las noticias
del Sr. Miyamoto la pude interpretar claramente. En cuanto escuchó lo
que era, se quedó sin palabras y su rostro se puso rígido.
“Ya veo”, respondió solemnemente, y luego volvió a entrar en la
habitación. El Sr. Miyamoto miró al techo, con los hombros todavía muy
agitados.
Finalmente-
La puerta que el Sr. Kubodera había cerrado se abrió de golpe y un
estudiante salió volando de la habitación.
Era la representante de la clase, Yukari Sakuragi. Tenía su bolsa en la
mano derecha. Parecía estar en completa confusión.
Compartió unas breves palabras con el señor Miyamoto, que se
encontraba cerca de la puerta, y luego Sakuragi cogió su paraguas del

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soporte que había fuera del aula. Era un paraguas de palo beige. Luego,
con las piernas enredadas, empezó a correr...
Al principio, se dirigió hacia la Escalera Este. Pero luego, quién sabe por
qué, ese impulso se frenó y pareció congelarse en el lugar. Pareció
ocurrir en el instante en que sus ojos se fijaron en nosotros, de pie junto a
las ventanas frente a la escalera.
Al momento siguiente, había girado sobre sus talones y empezó a correr
por el pasillo en dirección contraria. Parecía que su pierna derecha, que
según me dijo se había torcido tras una caída, aún no se había curado del
todo. Su carrera fue torpe, tratando de favorecerla.
Salió corriendo por el pasillo que iba de Este a Oeste y pronto
desapareció de mi vista. Había bajado por la escalera oeste, al otro lado
del edificio.
“Me pregunto de qué se trataba”. Me volví hacia Mei. “¿Qué es lo
que...?”.
Mei no reaccionó en lo más mínimo. Se quedó congelada, con el rostro
ceniciento. Me alejé de la ventana y me dirigí al profesor de gimnasia,
que llevaba el traje sudado, e intenté preguntarle.
“¿Sr. Miyamoto? ¿Qué pasa con Sakuragi?”.
“¿Eh? Oh...”. El señor Miyamoto me miró con una mueca en la cara,
como si me frunciera el ceño.
“Su familia tuvo un accidente. Acabamos de recibir un mensaje urgente
para que vaya al hospital de inmediato”.
No estaba seguro de si había terminado o no cuando sucedió: hubo
algún tipo de sonido violento y un grito corto y agudo resonó en el
pasillo.
¿Qué fue eso?
Inmediatamente, me sentí intensamente inquieto. ¿Qué acaba de pasar?
Empecé a correr por el pasillo antes de poder pensarlo mucho. Como si
estuviera persiguiendo a Yukari Sakuragi, que acababa de correr por
este mismo pasillo.

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Bajé la escalera Oeste, la misma por la que ella había bajado al segundo
piso. No la vi allí. Empecé a correr desde el segundo piso hasta el
primero... y al instante la vi.
Una escena extraña y horripilante llenó mi visión.
Al final de la húmeda escalera de hormigón, en el rellano entre el
segundo y el primer piso, había un paraguas abierto. Un paraguas de
palo beige. El que Yukari Sakuragi acababa de sacar del paragüero. Y
sobre él había caído, boca abajo, la propia Sakuragi.
“Qu-qué...”.
Su cabeza estaba sobre el centro de la sombrilla abierta. Sus dos piernas
estaban todavía a dos o tres pasos de la parte inferior. Sus manos
estaban extendidas en diferentes ángulos frente a ella. Su mochila había
caído en una esquina del rellano.
... ¿Qué ha pasado?
¿Qué podría haber...?
Era difícil de comprender a primera vista. Pero enseguida pude hacerme
una idea general.
En su agitación tras enterarse de la emergencia de su familia, había
salido volando del aula en una carrera y su pie había resbalado en parte
de las escaleras entre el primer y el segundo piso. El paraguas que
llevaba en la mano había salido volando delante de ella. El impacto
contra el suelo hizo que se abriera y cayera en el rellano. La punta
metálica del extremo superior había aterrizado apuntando exactamente
en su dirección. Y entonces...
Había perdido radicalmente el equilibrio, y la fuerza de su caída la había
hecho caer justo sobre él. Como si hubiera estado flotando en el aire. Sin
poder hacer nada más que girar la cabeza o levantar las manos.
El cuerpo de Sakuragi no se movía en absoluto mientras permanecía
tumbado. Un nauseabundo color rojo carcomía el beige del paraguas
abierto, extendiéndose por él. Era sangre. Una enorme cantidad de
sangre...

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“¿Sakuragi...?”. La llamé, con la voz temblorosa. Mis piernas temblaban


mientras bajaba las escaleras.
Bajando temerosamente al rellano, mis ojos se posaron en un nuevo
horror. La punta del paraguas había ensartado la garganta de Yukari
Sakuragi, aplastándola, hundiéndose hasta la base. De la herida
brotaban profusas cantidades de sangre fresca.
“Cómo...”
Desvié la mirada, abrumada por el espectáculo.
“¿Cómo pudo esto...?”.
Escuché un repentino fwump cuando el cuerpo de Sakuragi rodó hacia
un lado. El eje del paraguas que milagrosamente -no- había soportado
hasta ahora su peso gracias a un equilibrio nacido de una malvada
coincidencia, ahora se rompió.
“¡Oye!”.
Una voz fuerte llegó desde arriba.
“¿Qué ha pasado? ¡¿Están todos bien?!”.
Era el Sr. Miyamoto. Detrás de él había otras personas, profesores que
debían salir de las aulas cercanas.
“Es malo. Llama a una ambulancia”. gritó el Sr. Miyamoto mientras
bajaba las escaleras. “Y llama a la enfermería ahora mismo. Esto es
horrible. ¿Cómo es posible que algo así...? ¿Estás bien?”.
Asentí con la cabeza: “Sí”. Eso fue lo que quise decir, pero todo lo que
salió de mi boca fue un gemido. Un dolor agudo me atravesó el pecho.
Ah-este terrible dolor, esto es...
“Lo siento”.
Llevando las dos manos al pecho, me dejé caer contra la pared. “No...
me siento tan...”.
“Yo me encargo de esto. Ve al baño”, me ordenó el Sr. Miyamoto.
Supongo que lo confundió con que estaba luchando contra las ganas de
vomitar.

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Había empezado a subir las escaleras tambaleándome cuando vi a Mei


en el pasillo del segundo piso. Estaba de pie detrás de los profesores,
mirándonos atentamente.
Su rostro era ceniciento hasta el punto de morir. Su ojo derecho estaba
abierto hasta el punto de estallar. Como la muñeca dentro del ataúd
negro en la sala de exhibición del sótano en “Ojos azules vacíos para
todos, en el crepúsculo de Yomi”, sus labios ligeramente abiertos
parecían estar a punto de hacer algún llamamiento...
¿Para qué?
¿Qué es lo que se pregunta?
Sin embargo, apenas unos segundos después, cuando volví al vestíbulo
del segundo piso, ella ya no estaba allí.

El accidente en el que se vio envuelta la familia de Yukari Sakuragi fue


un accidente de tráfico. El coche en el que viajaba su madre, Mieko, se
había estrellado. La tía de Sakuragi iba al volante y su madre iba en el
asiento del copiloto. La causa no estaba clara, pero mientras conducía
por una carretera de dos carriles a lo largo de un terraplén del río
Yomiyama, el coche había perdido los frenos y se había estrellado contra
un árbol junto a la carretera.
El coche quedó destrozado. Ambas mujeres estaban en estado grave
cuando llegaron al hospital. Las heridas de la madre, en particular, no
permitían ser muy optimistas. Fue entonces cuando la llamada urgente
llegó a la escuela.
El Sr. Miyamoto había pasado el mensaje al Sr. Kubodera, que le había
dicho a Sakuragi que fuera al hospital rápidamente. Había decidido que
se hiciera la prueba otro día.
Su madre fue tratada, pero sin efecto, y falleció esa noche. Su tía se había
recuperado a duras penas. Pero, según lo que oí después, estuvo en
coma durante más de una semana después del accidente.

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La propia Sakuragi, que había sufrido esa increíble desgracia en la


escalera Oeste del edificio C, fue trasladada al hospital en ambulancia,
pero en el camino falleció por la pérdida de sangre y el shock. Esto
también lo descubrí más tarde,
pero acababa de cumplir quince años dos días antes.
Así fue como Yukari Sakuragi y su madre, Mieko, se convirtieron en “las
muertas de mayo” de la clase 3 de tercer curso de la escuela secundaria
Yomiyama del Norte ese año, en 1998.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 151
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Interludio I

“...Alguien de la clase 3 de tercer año murió”.


“Sí, fue un gran problema”.
“Dicen que se resbaló en las escaleras del edificio C y que cayó mal... No,
eso no es lo que pasó”.
“¿No lo es? ¿Entonces qué era?”.
“He oído que cuando se cayó en las escaleras, tiró el paraguas delante de
ella y la punta le atravesó la garganta”.
“¡Ugh!”.
“Oí otra historia que decía que la herida fue por el ojo, pero no por la
garganta”.
“Oh, Dios mío. ¿De verdad?”.
“En cualquier caso, fue una escena tan espantosa que pusieron una
orden de mordaza a los testigos o algo así”.
“Era la representante de la clase de las chicas, ¿No? ¿La chica que
murió? Eso es lo que he oído”.
“Me enteré de que su madre murió el mismo día, en un accidente de
auto”.
“Sí. Yo también lo he oído”.
“Oye, ¿Crees que esto se debe a esa maldición?”.
“¿”Esa” maldición? ¿Quieres decir que sabes de eso?”.
“Sólo lo que he escuchado. No conozco toda la historia. Lo llaman ‘la
maldición de la clase 3 de tercer año’ ¿Ves?”.
“Pero es peligroso ir a rumorar sobre ello”.
“Pero en secreto todo el mundo conoce la historia, ¿Verdad? Cómo un
chico popular de esa clase llamado Misaki murió hace veintiséis
años...”.
“S-sí...”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 152
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“¿Y cómo este año es uno de esos años?”.


“Podría ser”.
“Eso es horrible. ¿Y si me ponen en la clase 3 el año que viene?”.
“No tiene sentido preocuparse por eso ahora, ¿Verdad? Pero...”.
“¿Por qué no te trasladas mientras estás en segundo año? Hm-m-m”.
“Quiero decir, no es que ocurra todos los años. Creo que el año pasado
fue un año malo”.
“¿Y el año anterior? Ese año ocurrió”.
“La maldición es caprichosa”.
“Una vez que comienza, algo malo le sucede a la clase cada mes,
¿Verdad?”.
“Sí”.
“Alguien muere”.
“Sí. Cada mes, al menos una persona con vínculos con la clase...”.
“¿No sólo los estudiantes?”.
“Sus familias también están en peligro. Especialmente la familia
inmediata. He oído que los familiares más lejanos están bien”.
“Vaya. Seguro que sabes mucho del tema”.
“Hay un estudiante de alto nivel en mi club de kendo llamado Maejima.
Está en la clase 3. Últimamente me lo ha contado a escondidas. Actúa
como si no creyera realmente en ello, así que probablemente por eso se
lo contó a un extraño como yo”.
“Vale, no se lo cree. Pero quiero decir, alguien realmente murió...”.
“Pura coincidencia. Puro accidente de mala suerte. Las maldiciones son
tonterías... Eso es lo que él dice”.
“Tal vez tenga razón”.
“No tengo ni idea. Pero realmente, creo que lo mejor que puedes hacer
es alejarte de esa clase”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 153
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“¿Sí?”.
“¿Qué tan horrible sería, si nos absorbieran en eso? Dios no lo quiera.
Quiero decir, sólo hablar contigo de estas cosas podría ser súper
peligroso. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Qué pasa si...?”.
“Oye, déjalo ya”.
“Sí. Dejémoslo”.

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Capítulo 6

Junio I

“Probablemente no tengas que preocuparte mucho en este momento”.


El envejecido médico jefe dio su diagnóstico en su habitual tono
despreocupado.
“Por lo que he visto hoy, tu estado se ha estabilizado. Ya no sientes
ningún dolor, ¿Verdad?”.
“No”.
“Entonces no hay problema en que vayas a la escuela con normalidad”.
Ni siquiera su nítida comunicación de esta noticia pudo borrar por
completo mi ansiedad.
Aun sintiéndome fundamentalmente deprimido, respiré profundamente
varias veces frente al médico. Sí, definitivamente no había más
sensaciones ominosas ahí dentro. Una ligera dificultad para respirar por
el dolor en el pecho... una semana antes, el síntoma había empezado a
presentarse de nuevo de vez en cuando, pero incluso eso había
desaparecido en los últimos dos o tres días.
“¿Entonces mi clase de gimnasia...?”.
“El ejercicio extenuante sigue estando descartado. Veamos cómo están
las cosas dentro de un mes. Puede tardar más”.
“De acuerdo”.
“Para estar seguro, quiero que vuelvas a venir este fin de semana. Si no
parece haber ningún cambio, nos reuniremos de nuevo en un mes”.

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Asentí con la cabeza y luego levanté la vista hacia el calendario que


colgaba en la pared de la sala de examen. Ayer había sido el primer día
de junio. Este fin de semana sería el sábado 6.
Cuando presencié el horrible accidente de Yukari Sakuragi en el
segundo día de los exámenes parciales -eso había sido hace exactamente
una semana- el dolor en mi pecho había surgido del problema en mis
pulmones. Tal y como me había advertido la ansiedad que pasó por mi
mente. Había ido al hospital municipal al día siguiente para que me lo
miraran y recibí el infeliz diagnóstico de “signos de un evento
neumotóracico menor”. Sin embargo, también me habían dicho que “no
ha llegado a la fase de una segunda reincidencia”.
“Aunque hay un agujero muy pequeño y un pequeño colapso, parece
que el tejido circundante se ha curado. Gracias a ello, has conseguido
mantenerte en buena forma y evitar una deflación del pulmón”, había
explicado el médico. “Probablemente no necesitarás ningún tratamiento
especial. Simplemente descansa en casa”.
Y así, según las órdenes del médico...
Como había estado encerrado en mi casa toda la semana, no había ido a
la escuela. Así que no tenía casi ni idea de lo que estaba pasando en la
clase después del accidente.
La información más escasa que obtuve fue que la madre de Sakuragi,
que había tenido un accidente de coche, había muerto el mismo día. Que
el funeral de madre e hija se había celebrado en silencio, sólo para los
familiares más cercanos. Que, por supuesto, todos los de la clase no
podían ocultar la intensa conmoción que sentían. Eso fue todo.
No sabía qué había hecho Mei Misaki desde entonces. No me faltaban
medios para averiguarlo, por supuesto, pero no quería utilizar esos
medios ni con ella ni con los otros asuntos. Por alguna razón, sentí una
vacilación imperante y perdí los nervios.
Todavía no tenía una lista de clases, así que el único estudiante al que
podía llamar directamente y tantear era Teshigawara, cuyo número de
teléfono móvil tenía. Y a él había intentado llamarle un par de veces
durante la semana anterior, pero no me contestó ni una sola vez. Quizá
sabía que era yo quien llamaba y no lo cogía a propósito.

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Mi abuela se había enterado del accidente, pero lo único que había hecho
era repetir efusivamente “qué miedo” o “lo siento mucho por ellos”.
Parecía que su preocupación se centraba completamente en la salud de
su nieto. Independientemente de que mi abuelo entendiera o no lo que
estaba pasando, asentía con la cabeza a cada palabra que decía mi
abuela. Reiko estaba increíblemente preocupada por mi estado mental,
pero seguía sin entrar en los temas que habíamos tocado. Yo tampoco
podía sacar el tema. El pájaro mynah Ray chillaba tan enérgicamente
como siempre. Mi padre no había dicho ni pío desde la India y yo
tampoco le había contado aún la noticia.
En medio de todo esto, había, de hecho, una persona con la que podía
hablar de forma relativamente casual. Curiosamente, era la señora
Mizuno, del hospital municipal. Fue dos días después de la muerte de
Sakuragi cuando me llamó, al día siguiente de ir al hospital, por la tarde.
“¿Estás bien? ¿Cómo están tus pulmones?”. Fue directo al grano.
“Después de todo, viste un horrible accidente de cerca. Eso va a tener un
efecto en ti, físicamente”.
“¿Lo sabes?”.
“Me enteré por mi hermano menor. Ya sabes, mi hermano menor que
está en la misma clase que tú en la Secundaria del Norte. Takeru
Mizuno. Está en el equipo de baloncesto”.
Así que realmente era él.
“Ayer viniste al hospital en lugar de ir a la escuela, ¿Verdad?”.
“Sí”.
“¿Nada tan malo como para hospitalizarte, supongo?”.
“Afortunadamente, no. Me las arreglé para salir adelante, dijeron”.
“¿Cuándo vas a volver? Al hospital, quiero decir”.
“La próxima semana, el martes por la mañana”.
“Vale, ¿Quieres que nos reunamos después?”.
“¿Eh?”.

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¿Por qué...? Antes de que pudiera decir algo más, la Srta. Mizuno
continuó. “Algo me ha estado molestando. Todo tipo de cosas. No sé
qué está conectado con qué, ni cómo, ni qué no está conectado en
absoluto. Además, todavía está esa cosa de la que tenemos que hablar”.
Esa cosa - ¿Por qué había estado haciendo todas esas preguntas sobre la
chica que había muerto en el hospital a finales de abril? “¿Así que ahora
estás convaleciente en casa?”.
“Lo estoy intentando”.
“No te pongas a cavilar. Si tienes que ser hospitalizado de nuevo,
pondré todo lo que tengo para cuidarte”.
“Eh... de acuerdo. Gracias”.
Eso es lo que le dije, pero quería evitarlo a toda costa.
“Bueno, te veré en el hospital el martes, entonces. Aunque te llamaré
antes”.
La señora Mizuno estaba siendo muy considerada con mi estado de
ánimo, porque no se puso a hablar ni una sola vez de nuestro interés
común. Ni siquiera me había llamado “Chico del Terror” como hacía
siempre, y en el fondo me sentí aliviado.
Hacía dos días que había presenciado sangre y sangre en la vida real y,
como era de esperar, mis emociones se habían resentido.
El rojo nauseabundo que se había extendido por el paraguas aquel día,
el aspecto de Yukari Sakuragi con el pincho de metal clavado en la
garganta, las profusas cantidades de sangre fresca que habían brotado
de ella. Se me grabó todo en los ojos y no se me quitó. El sonido del
paraguas al romperse y su cuerpo al rodar sobre un lado, la voz del
señor Miyamoto gritando, la sirena de la ambulancia, los gritos y el
suave llanto de los estudiantes... Todo ello aún permanecía en mis oídos,
en carne viva.
Por mucho que intentara decirme a mí mismo que eran dos cosas
distintas, me estaba tomando un descanso de las novelas y las películas
de terror durante un tiempo; justo en ese momento, en mi estado de
ánimo, realmente no podía soportarlo.

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Volvía a llover, como la semana anterior. Al parecer, la temporada de


lluvias había empezado de verdad, mucho antes que la mayoría de los
años. Como de costumbre, mi abuela se había ofrecido a llevarme al
hospital en el coche, pero yo me había negado firmemente y había
acudido al hospital sola.
Había prometido reunirme con la Srta. Mizuno en cuanto terminara mi
revisión. Me había dicho que tenía que trabajar en el turno de noche y
que iría directamente a la residencia del hospital a dormir la siesta.
Habíamos quedado en que la llamaría cuando terminara.
De pie, cerca de la entrada principal de la zona de consultas externas,
llamé al teléfono móvil de la Srta. Mizuno y, mientras esperaba, me
dediqué a contemplar el paisaje exterior empapado por la lluvia.
Fue entonces cuando pensé en que la lluvia en Yomiyama era más
clamorosa que en Tokio.
Teniendo en cuenta los contaminantes del aire, probablemente sea lo
contrario. Así que era sólo un problema con mis percepciones.
Tal vez la palabra “pegajoso” no es exactamente correcta. Tal vez
debería decir algo más neutral, como “tenía una calidad más rica”.
Las pasarelas del edificio, el flujo y reflujo de la gente, las plantas en
primer plano y las montañas en la distancia... La lluvia que empapaba
todas estas cosas parecía adquirir matices y elementos intrínsecamente
diferentes para cada una. Desde luego, no quiero decir que estuviera
sucia.
Mis ojos se posaron en los charcos que se habían acumulado en el suelo.
Estos eran los mismos. ¿Cómo decirlo? Parecían tener más colores, y más
profundos, que los charcos de Tokio. Quizá el problema no era la lluvia
en sí, sino la diferencia de los objetos que se veían a través de ella. O tal
vez no era más que un espejo para las imágenes de mi mente.
“Siento haberte hecho esperar”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 159
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Oí una voz a mi lado. Era la primera vez que veía a la señora Mizuno sin
su uniforme blanco de enfermera. Llevaba una camisa azul claro y una
chaqueta vaquera negra.
“¿Cómo fue tu chequeo?”.
“Parece que no tendré que agobiarte, al menos”.
“Es una pena”.
“Yo también puedo ir a la escuela mañana”.
“¿Ah, sí? Qué bien”, dijo con una sonrisa alegre. Sacó su teléfono móvil
de un bolsillo de su chaqueta vaquera y lo miró. “Es un poco temprano,
pero ¿Quieres ir a comer a algún sitio?”.
“Estabas en el turno de noche, ¿Verdad?”. Le ofrecí el nivel más básico
de cortesía. “Quiero decir, debes estar aniquilada...”.
“¡Oh, estoy bien! Mañana salgo, y todavía soy muy joven. ¿Qué te parece
ese restaurante de allí?”.
“Depende de ti”.
La señora Mizuno había venido en coche. Tenía un bonito coche
compacto azul, que contrastaba enormemente con el robusto coche
negro que conducía mi abuela.

La cadena de restaurantes era la misma que teníamos en Tokio, pero la


mesa en la que nos sentamos era mucho más espaciosa que las de allí.
Después de haber pedido, la señora Mizuno se llevó las dos manos a la
boca y bostezó enormemente. “¡Fwa-a-a-h!”.
“No estás durmiendo lo suficiente, ¿Eh?”.
“¿Hm? Bueno, eso es lo normal”.
“Lo siento. No deberíamos haber...”.
“¿De qué estás hablando? Yo fui quien dijo que debíamos reunirnos. No
te preocupes por eso”.

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Por fin llegó su café y su sándwich. La señora Mizuno echó primero un


montón de azúcar en el café y luego dio varios sorbos antes de morder
su sándwich de huevo, momento en el que murmuró: “Empecemos
entonces”, y se volvió hacia mí.
“En primer lugar, he tenido una charla con mi hermano pequeño Takeru
Mizuno, con el que normalmente apenas hablo. Quería preguntarle un
par de cosas. La clase en la que están ustedes dos parece tener algunas
circunstancias especiales”.
“¿Circunstancias especiales?”.
“Sí. No me dio ningún detalle, aunque tampoco sabía realmente qué
debía preguntar, lo que es un problema, pero, de todos modos:
definitivamente circunstancias especiales. Debes saber qué”.
“¿Te refieres a las circunstancias detrás de las circunstancias especiales?”.
Bajé los ojos y negué lentamente con la cabeza. “Yo tampoco sé mucho.
Estoy bastante seguro de que pasa algo, pero acabo de ser trasladado
aquí y supongo que nadie me lo va a contar todavía.”
“La chica que murió en tu escuela la semana pasada, se llamaba
Sakuragi, ¿Verdad?
¿Era la representante de tu clase para las chicas?”.
“...Sí”.
“Me enteré de lo que pasó. Y sobre cómo aparentemente lo presenciaste.
¿Se cayó en las escaleras y algún horrible giro de la suerte hizo que su
paraguas la empalara en la garganta?”.
“...Sí, eso es lo que pasó”.
“Parecía que tenía miedo de algo”.
“¿Tu hermano?”.
Si se había conmocionado por la extraña muerte de un compañero de
clase, era natural. ¿Pero “asustado”? ¿Qué significaba eso?
“¿Qué quieres decir?”.

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“No es que le haya preguntado directamente. Pero de alguna manera


parecía que no creía que el accidente de la semana pasada fuera sólo un
‘accidente’“.
“¿No fue un accidente?”.
Me estrujé la frente.
Si no fue un accidente, ¿Fue un suicidio? ¿O tal vez un asesinato? Eso era
imposible. Ninguna de esas cosas podría ser cierta.
No fue un suicidio, no fue un asesinato y no fue “sólo un accidente”.
Entonces, ¿Qué podría ser...?
“¿De qué tenía miedo?”.
“Quién sabe”.
La señora Mizuno ladeó la cabeza con inquietud.
“Nada en concreto”.
Oye, Sakakibara, ¿Crees en fantasmas o maldiciones o lo que sea? ¿Es eso lo
tuyo?
De repente recordé las preguntas que me había hecho Teshigawara. ¿Fue
el primer día que me trasladaron?
¿Los llamados fenómenos sobrenaturales en general?
Esa había sido la misma conversación, una pregunta de Kazami.
Por supuesto, no creía en “fantasmas o maldiciones o lo que sea” ni en
“fenómenos sobrenaturales en general” y no quería empezar a creer en
ellos ahora. Claro que los “Siete Misterios de Yomi del Norte” eran de
todo tipo y extrañeza, pero eran inofensivas historias de fantasmas que
simplemente esperabas encontrar en algún lugar como una escuela. Al
final, incluso esa historia sobre “Misaki de hace veintiséis años” tenía
que ser...
Pero entonces...
¿Y si la muerte de Yukari Sakuragi la semana pasada no fue realmente
“un simple accidente”?
He vuelto a desenterrar los recuerdos.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 162
Another

Aquel día, Sakuragi había salido volando de la clase cuando escuchó la


noticia del accidente de coche de su madre. Había sacado su paraguas
del paragüero y, con las piernas enredadas, había intentado primero
acercarse a la Escalera Este, que estaba más cerca de donde ella estaba.
Pero entonces, sí, se había detenido. Tal vez porque nos había visto junto
a la ventana en lo alto de la escalera. Al momento siguiente, había girado
sobre sus talones y había salido corriendo en dirección contraria, hacia la
escalera Oeste.
Y si... me pregunto.
¿Y si hubiera bajado por la escalera Este, siguiendo su impulso inicial?
Entonces tal vez el accidente no habría ocurrido.
Se había precipitado por el largo pasillo y había corrido por la escalera
Oeste con todo ese ímpetu. Y para colmo, el suelo podía estar mojado
allí mismo y ella se había resbalado... Aquel increíble accidente había
sido el resultado de tantos factores apilados unos sobre otros. Así que...
¿Por qué Sakuragi se había comportado así? ¿Por qué, en cuanto nos vio
a nosotros, a Mei y a mí, hizo lo que hizo?
“¿Has oído alguna vez el nombre de Mei Misaki?”.
Incluso cuando llegó el perrito caliente que había pedido, no me apetecía
tomarlo. Pero me mojé la boca y la garganta resecas con el té helado que
también había pedido antes de plantear la pregunta a la señora Mizuno.
“¿Misaki?”.
Naturalmente, reaccionó ante el nombre. Debió recordar el nombre de la
chica que había muerto en el hospital en abril, cuyo nombre de pila era
Misaki.
“Mei... ¿Misaki? ¿Quién es?”.
“Es una chica de mi clase, de tercer año en Yomi del Norte. ¿Tu hermano
nunca ha dicho nada sobre ella?”.
La señora Mizuno hinchó ligeramente una de sus mejillas. “Recuerda
que casi no nos hablamos la mayoría de los días. ¿Pero qué pasa con
ella? ¿Ha pasado algo?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 163
Another

“¿Sabes eso que te prometí que te contaría alguna vez? La verdad es que
esa chica, Mei Misaki, tiene algo que ver”.
La Srta. Mizuno parpadeó y asintió con un murmullo. Le expliqué la
situación, intentando ser lo más sencillo y sistemático posible.
“Hm-m-m”.
Cruzó los brazos sobre el pecho y asintió igual que antes, y luego dio
otro mordisco a su sándwich de huevo.
“Me hablaste de ella antes, de esta chica con el parche en el ojo. No
recuerdo cuándo. Je. Así que estás enamorado de la pequeña Mei, ¿Eh?”.
“Qué...”.
Oiga... espere un segundo, señora.
“No es eso”, respondí, un poco indignado. “Es que... hay algo muy
extraño en su forma de actuar en el aula. No puedo dejar de pensar en
ello”.
“A eso le llamamos tener un enamoramiento”.
“He dicho que no”.
“Bien, bien. Lo entiendo. Así que déjame tratar de entender esto de otra
manera”. Esperé.
“Aquel día de finales de abril -creo que fue el veintisiete- la chica que
murió en el hospital era la prima de Mei, Misaki Fujioka. Mei estaba
muy triste y fue a la capilla conmemorativa para ver a Misaki y
“entregarle” algo. ¿Verdad?”.
“Sí”.
“¿Y? ¿Qué tiene de extraño la forma en que Mei actúa en clase?”.
“Quiero decir...”.
Tuve que pensar mucho en cómo responder.
“Um... creo que es simplemente extraña para empezar. Pero... ¿Sabes lo
que quiero decir? Al principio, pensé que tal vez la clase se estaba
metiendo con ella. O tal vez todos tenían miedo de ella”.
“¿Miedo de ella?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 164
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“Sin embargo, tampoco es eso”.


Varias cosas que había visto y oído desde aquel día en que había llegado
a Yomi del Norte flotaban perezosamente en mi mente.
“Tengo un amigo llamado Teshigawara, y me llamó de la nada y me dijo
que ‘dejara de prestar atención a cosas que no existen’“.
“¿Qué significa eso?”.
“Según ella, significa que es invisible, eso...”.
La señora Mizuno volvió a cruzar los brazos sobre el pecho y murmuró.
“Hm-m- m”.
Continué. “Y luego, con todo eso, ese accidente ocurrió la semana
pasada”.
“Hm-m-m. Bueno, la interpretación obvia es que es una pura
coincidencia. No hay nada que vincule a los dos, ¿Verdad?”.
“Cuando se toma la interpretación obvia, no”. Pero...”Hay otro asunto
que me ha estado molestando. Es algo que ocurrió hace veintiséis
años...”.
Y entonces le conté “La leyenda de Misaki”. La señora Mizuno no emitió
ningún sonido en todo el tiempo que hablé; se limitó a escuchar en
silencio.
“... ¿Conocías esa historia?”.
“Es la primera vez que la oigo. Después de todo, fui a la Secundaria del
Sur”.
“Pero tu hermano pequeño lo sabe”.
“Oh, ¿Lo crees?”.
“Todavía no tengo idea de cómo están relacionadas las dos cosas. Pero
parece que hay una conexión, y yo...”.
“Ya veo”.
La Srta. Mizuno escurrió el café que quedaba en su taza.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 165
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“No he vuelto a la escuela desde que ocurrió, así que no sé qué está
pasando en la clase ahora mismo. No has... escuchado nada de tu
hermano, ¿Verdad?”.
“Esto ha empezado a sonar como una historia de terror. ¿No te vas a
comer tu perrito caliente?”.
“Oh, sí. Gracias”.
No era por falta de hambre, eso seguro. Mientras me miraba morder mi
perrito caliente, la señora Mizuno dijo: “¿Por qué no veo si puedo
averiguar algo? Sobre lo que ocurrió hace veintiséis años, y sobre Mei.
Por desgracia, no soy muy amiga de mi hermano, así que no sé cuánto
me contará. Vas a ir a la escuela mañana, ¿Verdad?”.
“Sí”.
Es la primera vez que voy a la escuela en una semana.
Ese pensamiento hizo que mi ansiedad aumentara al instante. Y
también... ¿Qué estaba haciendo Mei ahora mismo?
Me dolía el pecho, de una manera diferente a los síntomas de un pulmón
colapsado, o casi colapsado.
“Si descubro algo, te llamaré. ¿Vas a volver pronto al hospital?”.
“Este sábado”.
“Sábado... ¿Seis de junio? Oye, ¿Has visto alguna vez The Omen7?”.
“Cuando estaba en la escuela primaria, la vi en la televisión”.
“No creo que Damien esté en nuestra ciudad, pero...” La cara de la
señora Mizuno adoptó el aspecto de “enfermera novata a la que le gusta
el terror” y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro. “Pero, de todos
modos, ambos tendremos cuidado. Sobre todo, por cualquier accidente
que no suele ocurrir”.

7
The Omen es una franquicia de películas de terror que comienza en 1976. La historia fue escrita originalmente
por David Seltzer, quien decidió no continuar la serie después de la primera novela.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 166
Another

Cuando salimos del restaurante, había dejado de llover y en algunos


lugares asomaba la luz del sol entre las nubes.
Acepté el ofrecimiento de la Srta. Mizuno de llevarme a casa y me subí al
asiento del copiloto de su coche, pero por el camino me di cuenta de que
estábamos en una zona conocida de la ciudad, y le pedí que me dejara
bajar. Estábamos en la ciudad de Misaki, cerca de la galería de muñecas
“Ojos azules vacíos para todos, en el crepúsculo de Yomi”.
“Vives en Furuchi, ¿Verdad, Sakakibara? Todavía está bastante lejos”.
Me miró dubitativa, así que le dije: “Llevo mucho tiempo encerrado,
quiero caminar un poco”, y salí del coche.
Encontré “El crepúsculo de Yomi” casi inmediatamente.
Fuera de la entrada, una mujer de mediana edad que llevaba ropa
brillante de color marfil estaba en el rellano de la escalera exterior que
subía por el lateral del edificio. Nuestras miradas se cruzaron por
casualidad, o eso parecía. ¿Será del taller de muñecas de arriba? me
pregunté, haciéndole un gesto casual con la cabeza, pero ella se limitó a
subir las escaleras en silencio, sin la menor reacción.
Doblé mi paraguas plegable y lo guardé en mi bolso, y luego empujé la
puerta para abrirla.
El timbre de la puerta sonó con fuerza, como la última vez.
“Hola”.
La misma anciana de pelo blanco estaba en la misma mesa junto a la
entrada, y me saludó con el mismo tono de voz que la última vez. Era
pleno día, pero el interior de la tienda -no, debería decir el interior de “la
galería”- seguía teniendo la misma iluminación oscura que la última vez
que había estado aquí.
“¿Qué es esto? No tenemos muchos jóvenes aquí”. Incluso eso fue lo
mismo...
“¿Estás en la escuela secundaria? ¿No hay escuela hoy? Entonces puedes
entrar a mitad de precio”.

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Another

“...Gracias”.
Mientras sacaba mi monedero de un bolsillo, la anciana añadió una cosa
más: “Tómate tu tiempo y echa un vistazo. De todos modos, ahora
mismo no hay más clientes”.
Sintiéndome débilmente mareado, me dirigí a la galería.
Instrumentos de cuerda tocando una melodía lúgubre. Ejércitos de
muñecas por todas partes, tan bellas como espeluznantes. Paisajes
fantásticos decorando las paredes. Hasta el último detalle era igual que
antes. Sintiéndome como si estuviera atrapado en una peculiar pesadilla
recurrente, dejé mi mochila en el sofá del fondo. Entonces...
Respirando hondo para las que no tenían aliento, me dirigí hacia las
escaleras que bajaban al sótano, como si fuera arrastrado allí por fin por
los hilos de una marioneta.
El aire frío de la habitación del sótano, tan parecido a una cripta, y las
muñecas (o, sus diversas partes) tiradas por todas partes eran tal y como
las recordaba. Y en las depresiones en forma de nicho en la pared, la
niña sin el brazo derecho, el niño con finas alas y la mitad inferior de su
cara cubierta, las gemelas unidas por el abdomen... Y, sí, el ataúd negro
que se alzaba hasta el fondo, y la muñeca encerrada en su interior que
era exactamente igual a Mei Misaki.
A diferencia de la última vez, no sentí que se me nublara la cabeza ni
que se me enfriara el cuerpo. Pero, de nuevo, como si me guiaran los
hilos de una marioneta, me acerqué hasta situarme ante el ataúd, al
fondo de la sala.
Esta muñeca había sido hecha por Kirika-escrita para significar “fruta en
la niebla”. Eso es lo que me había dicho Mei. Contuve la respiración
durante unos instantes, mirando el rostro de la muñeca, aún más
encerado que el de la verdadera Mei; la boca que parecía dispuesta a
hablar en cualquier momento...
Entonces sucedió algo que fue imposible de aceptar como realidad de
inmediato. Desde las sombras del ataúd negro que sostenía la muñeca,
lentamente, en silencio...
... ¿Cómo puede ser?

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 168
Another

De repente, sentí otra débil ola de mareo.


Tómate tu tiempo y echa un vistazo.
Las palabras que la anciana había pronunciado hacían unos instantes
resonaron en mis oídos.
De todos modos, ahora mismo no hay más clientes.
...Oh, por supuesto.
La anciana también lo había dicho la última vez que vine. No hay más
clientes, estaba seguro. Sus palabras también me habían hecho pensar
aquel día. No hay más clientes... y todavía.
¿Por qué?
Lentamente, en silencio, desde la sombra del negro ataúd... ¿Por qué?
...Ella apareció- Mei Misaki.
Parecía un poco fría en esta sala subterránea, vestida sólo con una falda
azul marino y una blusa blanca de verano. Su piel parecía aún más
pálida que de costumbre.
“Qué casualidad. Volver a encontrarnos en un lugar como éste”, dijo
Mei, sonriendo débilmente.
Una coincidencia... ¿Es eso lo que era? Estaba luchando por una
respuesta cuando Mei me preguntó: “¿Por qué has venido hoy aquí?”.
“Estoy de camino a casa desde el hospital. Pasaba por aquí”, le contesté,
y luego le hice una pregunta a su vez.
“¿Y tú? ¿No fuiste a la escuela?”.
“Bueno, ya sabes. Al final no he ido hoy”, dijo, sonriendo débilmente de
nuevo. “¿Te sientes mejor, Sakakibara?”.
“Lo suficiente para evitar ser hospitalizado de nuevo, supongo. ¿Cómo
han estado todos en la clase desde el accidente de Sakuragi?”.
Mei hizo un ruido bajo, “Mm”, y luego respondió: “Todo el mundo
está... asustado”. Asustados. La Srta. Mizuno también había dicho eso.
Parecía que tenía miedo de algo.

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“¿Miedo? ¿De qué?”.


“Creen que ha empezado”.
“¿Qué ha empezado?”.
Mei desvió bruscamente la mirada. Parecía no estar segura de cómo
responder.
“Yo—”.
Tras un silencio de varios segundos, habló.
“Supongo que sólo lo he creído a medias, en el fondo de mi mente.
Primero pasó eso, luego en mayo viniste a nuestra escuela y te conté todo
eso, pero todavía no lo creía al cien por cien. Supongo que todavía
dudaba de alguna parte. Pero...”.
Se interrumpió y volvió a mirarme. Su ojo derecho se entrecerró,
interrogante, y yo ladeé la cabeza, sin comprender.
“Pero realmente parece que es uno de esos años”, continuó Mei. “Cien
por cien seguro, probablemente”. No sabía qué decir. “Porque ha
empezado. Así que...”.
La mirada de Mei se estrechó de nuevo, como si me desafiara: ¿Qué
piensas de eso? Pero lo único que pude hacer fue inclinar la cabeza hacia
ella.
“Así que todavía no lo sabes, ¿Eh, Sakakibara?”, murmuró Mei,
dándome la espalda en silencio. “Entonces, tal vez no debas saberlo. Si
lo descubres, entonces tal vez...”.
“Espera”, hablé por reflejo. “Me dices cosas así y luego esperas que...”.
Quería encogerme de hombros y decirle “ni idea”. “Está empezando”, “lo
dudé”, “es uno de esos años”... Me gustaría que ya dejara de actuar de
forma omnisciente.
“¿Crees que podrás ir a la escuela?”, preguntó Mei, todavía de espaldas
a mí.
“Sí. Vuelvo mañana”.
“Ah. Si vas a ir, entonces probablemente debería alejarme”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 170
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“¿Qué? Ahora vamos. ¿Qué estás...?”.


“Ten cuidado”.
Se giró ligeramente mientras hablaba.
“Y no deberías decirle a la gente que me viste aquí”.
Luego volvió a darme la espalda y se alejó, sin que sus pies hicieran
ruido, para desaparecer detrás del negro ataúd.
Después de unos momentos, intenté llamarla suavemente.
“Vamos, Misaki”.
Di un paso adelante - “Mira, por qué estás...”- pero mis piernas se
enredaron ligeramente. Un momento después, empecé a sentir un
extraño y tambaleante mareo.
¿No sientes que te absorben?
¿Todo lo que tienes dentro de ti?
Las palabras que Mei había pronunciado la última vez que la vi aquí
fluyeron por mi cabeza como un hechizo.
Las muñecas son un vacío. Sus cuerpos y corazones son un vacío total... un
vacío. Ese vacío es como la muerte.
De alguna manera me las arreglé para dar un paso adelante y mantener
el equilibrio.
Como la muerte...
Con inquietud, miré detrás del ataúd. Pero allí... encontré que Mei no
estaba.
Tampoco había nadie más allí.
Las cortinas rojo oscuro que colgaban frente a la pared se agitaban
ligeramente con la brisa del aire acondicionado. Un escalofrío me
recorrió al sentir un repentino frío de pleno invierno.

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Another

“¿Por qué? ¿Por qué?”.


El pájaro Ray repitió la pregunta con su (...creo) habitual entusiasmo.
¿Por qué? Mira tú, soy yo el que quiere saber por qué. Estaba mirando a
la jaula, pero ella nunca vaciló.
“¿Por qué? Ray. ¿Por qué? Por la mañana. Buenos días”.
Después de cenar, salí al porche del primer piso, donde la señal era
buena, e intenté llamar a mi padre a la India. Al parecer, su teléfono
estaba apagado, porque le llamé tres veces y las tres veces no me
contestó. Tal vez todavía estaba en el trabajo. La noche aún no había
caído allí.
Bueno, lo que sea. Abandoné la idea rápidamente.
Aunque le contara lo del accidente de la semana pasada o el mal paso
que había dado físicamente, no podría aconsejarme exactamente nada
más allá de eso. Lo único que quería de mi padre, en todo caso, era que
me hablara de la época de mi difunta madre en la escuela secundaria.
Pero, por supuesto, aún estaba muy lejos de tener una idea concreta de
cómo sus historias se relacionaban con los eventos que estaban
ocurriendo ahora, o si lo hacían.
Una parte de mí también quería preguntar si había alguna foto de mi
madre de aquella época. O tal vez un anuario, pero es más probable que
el colegio aún tenga uno de esos. De hecho, sí, si iba a la biblioteca
secundaria del Edificio Cero...
Salí del porche, abandonando a Ray, y me asomé al salón, donde Reiko
estaba viendo la televisión por una vez. Había un programa de
variedades de comedia, que no parecía el tipo de cosa que ella
disfrutaría viendo, pero al mirar más de cerca vi que Reiko estaba
hundida en el sofá, con los ojos bien cerrados... Así que está dormida.
Una fría brisa soplaba desde el aire acondicionado, haciendo que la
habitación estuviera increíblemente fría. ¡Vamos, Reiko! Vas a coger un
resfriado durmiendo la siesta en un lugar así. Estaba a punto de salir de
la habitación para ir a apagar el aire acondicionado, al menos, cuando-
“¿Koichi?”.

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Another

Me llamó. Di un salto y me giré. Los ojos de Reiko estaban


perezosamente abiertos.
“¿Cuándo me he quedado dormida...? Argh, esto no es bueno. ¡No es
bueno!”.
Sacudió la cabeza con fuerza. En ese momento, alguien en la televisión
soltó una carcajada. Reiko frunció las cejas, cogió el mando a distancia y
apagó el televisor.
“¿Estás bien?”.
“¿Eh? Claro, supongo”.
Reiko se trasladó del sofá a una silla del comedor. Se sirvió agua en un
vaso de una jarra que estaba sobre la mesa y luego ingirió una especie de
pastillas.
“Tengo una especie de dolor de cabeza”, dijo mientras la observaba.
“Sólo hace falta esta cosa débil para que desaparezca. Pero últimamente
tengo muchos dolores de cabeza. Se está volviendo molesto”.
“Sólo estás cansada, ¿No? Tienes todo tipo de cosas que tratar, y.…”.
Suspiró suavemente, y luego respondió: “Supongo. Y lo que es más
importante, ¿Estás bien, Koichi? Hoy has ido al hospital, ¿Verdad?”.
“Mi condición se ha estabilizado y no hay más problemas, dijeron”.
“Oh. Eso es bueno”.
“¿Um, Reiko?”.
Yo también me senté en una silla del comedor, justo enfrente de ella.
“¿Recuerdas que dijiste que hay un tiempo para descubrir las cosas?
¿Qué hay un momento para todo? Pero ¿Cómo puedes saber cuándo es
el momento?”.
Hice la pregunta con toda seriedad. Pero Reiko me devolvió la mirada
con una expresión malhumorada.
“¿Yo dije eso?”.
Ladeó la cabeza. Estaba desconcertada. La voz chillona de Ray
preguntando

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Another

“¿Por qué?”, sonó en mi mente.


¿Se estaba haciendo la tonta o realmente no se acordaba? ¿Qué era?
“Um... bien, entonces ¿Puedo preguntarte algo que se me acaba de
ocurrir?”. Me tranquilicé y fui con una pregunta diferente.
“Cuando estabas en tu tercer año en Yomi del Norte, ¿En qué clase
estabas?”.
“¿Cuándo estaba en tercer año?”.
“Sí. ¿Te acuerdas?”.
Cuando dije eso, Reiko apoyó su mejilla en una mano, su cara volvió a
ser tétrica, y respondió: “Estaba en la clase 3”.
“¿Clase 3? ... ¿En serio?”.
“Mm-hm”.
“Entonces, en tu año... quiero decir, ¿Dijeron ‘la maldición de la clase 3’
sobre tu clase o algo así en aquel entonces?”.
“Mm-m-m”.
Con la cabeza aún apoyada en la palma de la mano, Reiko parecía estar
buscando una respuesta. Pero al final dio un suave suspiro como antes y
dijo: “Eso fue hace quince años. Lo he olvidado”.
Ignorando si su excusa era genuina o no...
¿Hace quince años?
De repente, me sentí incómodo, pero no sabía por qué.
Hace quince años habría sido... Oh. Ya veo. Por supuesto. Pero eso fue...
“Mañana vuelves a la escuela, ¿Verdad?”. Preguntó Reiko.
“Sí. Ese es el plan”.
“Te enseñé los ‘fundamentos de Yomi del Norte’, ¿Verdad? ¿Recuerdas
lo que hay que hacer?”.
“Uh, sí. Yo ya...”.
“¿Incluso el número tres?”.

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“...Sí”.
Por supuesto que me acordé. Recordé el número uno y el número dos,
que parecían supersticiones, y el número cuatro, que era el que tenía
mayor significado para mí. Y el número tres... creo que era...
“Obedecer lo que la clase decida, a cualquier precio, ¿Es eso?”.
“Así es”.
Reiko asintió lentamente.
“¿Qué pasa con eso?”.
De repente, Reiko soltó un largo bostezo y sacudió la cabeza de un lado
a otro con rapidez. Luego, sacudiéndose, dijo: “Oh, eh... ¿Qué era...?” y
giró la cabeza hacia un lado.
“Estábamos hablando del número tres de los “fundamentos de Yomi del
Norte”.
“¿Ah, sí? Veamos. Deberías adherirte a todos ellos, en realidad. Quiero
decir...”.
“Uh. ¿Estás bien?”.
“Mm-m-m. Creo que realmente estoy muy cansada. Lo siento, Koichi.
No puedo hacerlo”. Golpeándose ligeramente en la cabeza con un puño,
una débil sonrisa apareció en el rostro de Reiko. Comencé a sentirme
irritado, dolorido, pero mis emociones eran más complejas que eso.
Podría contarle a Reiko lo de Mei, ¿No? De hecho, ¿No tenía que forzar
el tema? Lo había pensado a menudo, pero no conseguía sacarlo a
relucir. El resultado final de mi conflicto interno esta vez, una vez más,
fue que decidí no continuar.
No se me daba bien hablar así con Reiko. Me ponía tan nervioso... La
mayor razón era que de repente veía en ella la sombra de mi madre, a la
que sólo conocía por fotografías. Así que, ¿Ves? Ya había pasado por el
autoanálisis. Entonces, ¿Por qué sentía que esa tendencia sólo
empeoraba? Después de todo, tenía que ser un problema mío. O tal
vez...

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Decidí volver a mi habitación para pasar la noche y tratar de dormir lo


más temprano posible.
Una vez tomada la decisión, me levanté de la silla.
“¿Por qué?”, susurró una vocecita, aunque sin ningún significado o
intención más profunda.
“¡Deja eso!”. Dijo Reiko, su tono sorprendentemente duro.
“No soporto a ese pájaro”.

El día siguiente fue el 3 de junio, miércoles.


Mei Misaki no estaba en el aula a la hora de comer.
Y tampoco se había ido en el momento en que terminó el cuarto período.
No había estado allí en todo el día. Hoy no iba a venir, tal y como me
dijo ayer.
No llevaba ni una semana en la escuela, y la forma en que mis
compañeros se comportaban conmigo era, para darle un giro positivo,
sensata; pero en un análisis más penetrante, se comportaban de forma
fría y superficial.
“¿Estuviste en el hospital otra vez?”.
No, estaba descansando en casa.
“¿Lo mismo que tenías antes? ¿Cómo se llama, un neumotórax
espontáneo?”.
Estuve muy cerca de tener uno, pero salió bien.
“¿Así que estás bien ahora?”.
Sí, gracias. Pero nada de actividades extenuantes, órdenes del médico. Así que
eso significa que todavía estoy sentado fuera de la clase de gimnasia.
“Bueno, espero que te sientas mejor”.
Yo también, gracias.

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Ni una sola persona mencionó las muertes de Yukari Sakuragi y su


madre. Los profesores estaban iguales. El pupitre donde Sakuragi se
había sentado en el aula estaba vacío. Ni siquiera había flores puestas en
él, como hace la gente a veces... Todos intentaban evitar reconocer su
muerte. Más de lo necesario, parecía. No pude evitar interpretar su
comportamiento de esa manera.
Cuando comenzó el almuerzo, Tomohiko Kazami fue el primero en
hablarme. Me había llamado cuando salía de la sala.
“Oh... hola”.
Mientras empujaba el puente de sus gafas de montura plateada hasta el
fondo de su nariz, la expresión rígida de Kazami se transformó en una
sonrisa incómoda.
Estoy bastante seguro de que también actuó así cuando lo conocí en
abril, cuando vino a verme al hospital. Después de conocerlo durante un
mes, pensé que se había abierto un poco, pero fue como si hubiéramos
vuelto a cero.
La primera vez que nos vimos y ahora, lo principal que subyace en
ambas, diría que es la “tensión”. Lo segundo más importante era lo que
parecía una especie de “recelo”. Me di cuenta de repente.
“Me alegro de que estés mejor. Estaba preocupado por ti. Estuviste fuera
una semana entera, así que pensé que tal vez habías recaído”.
“Yo también estaba preocupado. Para ser sincero, estoy harto de estar en
el hospital”.
“No necesitas ninguno de los apuntes de las clases mientras estás fuera,
¿Verdad?”, Kazami lo dijo tímidamente.
“Eres bastante bueno, ¿Eh?”.
“Ya aprendí algo en mi otra escuela, eso es todo... no soy muy bueno”.
“Oh, ¿Entonces quieres copias de las notas?”.
“Creo que por ahora estoy bien”.
“Ah. Bueno...”.

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Incluso mientras manteníamos esta conversación sin sentido, la rigidez


no abandonaba el rostro de Kazami. ¿Tensión y cautela y quizás,
además, “miedo”...?
“El accidente de la semana pasada debió ser muy traumático para ti”.
Decidí que sería yo quien sacara el tema.
“Los dos eran delegados de clase, y los dos fueron a verme al hospital, y
luego por algo así...”.
Mientras hablaba, miré hacia el escritorio de Sakuragi. Kazami parecía
un poco nervioso.
“Vamos a tener que elegir un nuevo delegado de clase para las chicas.
Probablemente lo hagamos en la clase ampliada de mañana...”.
Luego se separó apresuradamente de mí y salió del aula.
“Un nuevo representante, ¿Eh?”.
Kazami y Sakuragi habían sido prácticamente gemelos, pero supongo
que había montones de personas que podían ocupar el puesto de
delegado de clase en una escuela media...
Todavía sentado en mi escritorio, eché un vistazo cauteloso a la sala. Ya
era junio y la mayoría de los alumnos llevaban sus uniformes de verano.
Había chicas que habían construido “islas” para comer, aquí una, allí
otra. Un grupo de chicos se había reunido en un rincón junto a las
ventanas para charlar.
Había uno que era sorprendentemente más alto que el resto. Estaba
bastante bronceado y tenía el pelo cortado en un buzz deportivo. Tenía
que ser Mizuno. Takeru Mizuno, del club de baloncesto. Su nombre se
escribía con el carácter de “ferocidad”.
Consideré momentáneamente acercarme a hablar con él.
Podría utilizar a su hermana para romper el hielo, y dependiendo de
cómo fueran las cosas, podría hablar de cómo me había encontrado con
ella ayer, y... No. Esa era una mala idea. Por ahora, lo que tenía que
hacer era esperar noticias de la señora Mizuno. Ella me había dicho:
“¿Por qué no veo si puedo averiguar algo?”. Me había dicho que ella y

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 178
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su hermano no eran muy amigos, así que, si hacía un intento torpe de


llegar a él ahora, sólo haría saltar las alarmas en su mente y ella no
podría sacarle nada.
Me atiborré de la comida casera de mi abuela, lleno de increíble gratitud
como siempre, y luego salí al pasillo solo. Todo el tiempo, había sentido
como si Mizuno/Hermano Pequeño junto a las ventanas me estuviera
mirando constantemente, y no creo que fuera sólo mi mente la que me
jugaba una mala pasada.
Tal y como había hecho el martes pasado, me situé en las ventanas de la
parte superior de la Escalera Este.
Había algunas nubes en el cielo. No llovía, pero el viento soplaba muy
fuerte. Aunque la ventana estaba cerrada, podía oír su aullido alto e
intermitente.
Dando la espalda a la ventana y apoyándome en la pared, saqué el
teléfono del bolsillo de mis pantalones. Busqué el número de
Teshigawara en mi historial de llamadas y pulsé el botón de llamada sin
dudarlo.
Teshigawara estaba en la escuela ese día. Pero no me había hablado ni
una sola vez y parecía que prefería evitar incluso el contacto visual
conmigo. Cuando miré a mi alrededor después de que empezara el
almuerzo, ya había desaparecido del aula. En serio, ¿Quién se cree que
es, Mei Misaki?
“H-hey”.
Después de muchos intentos, por fin contestó al teléfono. Al instante le
pregunté: “¿Dónde estás?”.
“Er...”.
“No, no estás en ‘er’. Dime dónde estás”.
“Afuera... caminando por el patio”.
“¿El patio?”.
Me giré para mirar por la ventana y observé el suelo a través del cristal.
Había más estudiantes pululando por ahí de lo que hubiera esperado,
así que no podía saber dónde estaba Teshigawara.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 179
Another

“Voy a bajar ahora mismo. ¿Me esperas junto al estanque de lotos?”.


“Qué, vamos, Sakaki...”.
“Voy a estar allí”.
Corté la llamada antes de que pudiera decir algo y me apresuré a ir al
lugar donde le había dicho que estuviera.

Tal y como le había indicado, Teshigawara me esperaba en el estanque


donde se rumoreaba que una mano humana ensangrentada salía del
agua de vez en cuando. La superficie del estanque estaba cubierta por
las hojas redondas de los nenúfares, no de los lotos. No había
estudiantes que reconociera cerca. Al parecer, había estado “paseando
por el patio” solo.
“Intenté llamarte un montón de veces la semana pasada, pero nunca
contestaste”.
Lo dije con la voz más fría que pude. Teshigawara hizo un gesto
exagerado, juntando las manos frente a él, y dijo: “Sí, lo siento”, pero
todo el tiempo intentaba evitar que su mirada se posara en mi rostro.
“Siempre que llamabas, estaba en medio de algo. No dejaba de pensar
en ello, pero no podía llamarte. Quiero decir, no te sentías bien,
¿Verdad? Así que no quería molestarte”.
Me pareció una excusa endeble.
“Me lo prometiste”, dije. “Dijiste que me lo dirías en junio”.
“Er...”.
“¡Te dije que ‘er’ no es una respuesta!”.
El blanqueado joven no trató de ocultar lo agitado que estaba. Lo miré
fijamente con una dureza inusual.
“Quiero que mantengas tu promesa. Después de todo, fuiste tú quien se
ofreció. Algo ocurrió hace veintiséis años. Había un chico popular

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 180
Another

llamado Misaki en la clase de tercero de ese año, y murió en un extraño


accidente... ¿Entonces qué pasó?”.
No dijo ni una palabra.
“Habían dicho algo sobre que ese fue el año en que empezó... ¿Y? ¿Qué
pasó con la clase 3 de tercer año después de eso?”.
“Oye, oye, espera, Sakaki”.
Por primera vez, Teshigawara me miró directamente a la cara.
“Sí, tienes razón, te lo prometí. Dije que te lo diría cuando llegáramos a
junio. Y lo que quise decir es que quería que te quedaras sentado todo el
resto del mes”.
Teshigawara emitió un suspiro de abatimiento. Un poderoso viento
gemía en el cielo.
“La situación ha cambiado”.
Volvió a desviar la mirada al decir eso.
“Las cosas son diferentes ahora de lo que eran cuando dije eso. Así
que...”.
“¿Así que estás diciendo que quieres salir de la promesa?”.
“...Sí”.
¿Cómo pudo...? Obviamente, me costaba mucho aceptarlo. Pero a juzgar
por la forma en que podía ver actuar a Teshigawara, tuve la sensación
de que sería inútil tratar de interrogarlo más en este momento. Aun así.
Había una pregunta que no podía dejar pasar. Que era...
“¿Recuerdas aquel día que me advertiste que ‘dejara de prestar atención
a cosas que no existen’?”.
Teshigawara asintió en silencio, con una expresión tensa.
“Me dijiste que ‘es peligroso’. Entonces, ¿Qué hiciste...?”.
Justo en ese momento, un burdo zumbido entró en el bolsillo de mis
pantalones. ¿Quién podría ser? Repasé los nombres mientras sacaba mi
teléfono móvil, cuya luz de llamada entrante parpadeaba. El nombre que
aparecía en la pantalla era el de la señora Mizuno. La había visto ayer.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 181
Another

“Oh, ¿Sakakibara? Estás en el almuerzo, ¿Verdad? ¿Está bien que


hablemos ahora mismo?”. La voz de la Srta. Mizuno sonó un poco
nerviosa en ese momento. “Estoy en el hospital ahora mismo”.
“¿Eh? Creía que tenías el día libre”.
Era consciente de que Teshigawara estaba escuchando, así que me tapé
la boca con la mano izquierda y bajé la voz.
“Alguien llamó hoy, así que me dijeron que viniera. Este trabajo es muy
duro. Especialmente cuando eres una novata”.
Después de quejarse de la crueldad de todo esto, la Srta. Mizuno cambió
su tono y continuó.
“Así que le robé un par de segundos a la locura y subí al techo de la sala
de hospitalización. Ahí es donde estoy ahora”.
“¿Qué está pasando? ¿Has...?”.
“Intenté hablar con él anoche”.
“¿Tu hermano? ¿Sobre esa cosa?”.
“Sí. Cuando hablé con él... Bueno, hay una cosa que quiero confirmar
contigo antes de decir nada más”.
“¿Qué es eso?”.
“¿Listo?”.
La Srta. Mizuno hizo su voz un poco más fuerte. Sin duda estaba en el
tejado, o al menos en el exterior, ya que podía oír claramente el
estridente sonido del viento.
“La chica Mei de la que me hablaste ayer. Mei Misaki”, dijo la señora
Mizuno.
“¿Está realmente allí?”.
“¿Perdón?”.
No sabía qué decir a eso...
“Sí, está realmente allí”.
“¿Ahora mismo? ¿Está cerca? ¿Estás seguro?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 182
Another

“No, hoy no ha venido a la escuela”.


“Así que no está allí”.
“¿De qué estás hablando?”. Sentí que mi voz se hacía más fuerte. “¿Por
qué preguntas...?”.
“Te lo dije, hablé con mi hermano anoche”.
La Srta. Mizuno me dio rápidamente la información que tenía.
“Intenté preguntarle por aquello de hace veintiséis años y por el
accidente de la semana pasada, pero me dio largas en todo ello. Todavía
parecía que tenía miedo de algo, también, como si estuviera al final de
su cuerda. Pero, por último, intenté preguntarle por Mei”.
Kksshh... Escuché una interferencia en la línea y su voz se quebró.
“Cuando lo hice, su cara se puso roja y exigió: ‘¿Por qué me preguntas
eso? No hay nadie así en mi clase’. Parecía totalmente serio, como si
nunca lo hubiera visto antes. Así que pensé que tal vez esta chica
llamada Mei Misaki realmente no...”.
“Está mintiendo”.
Vi la cara de Teshigawara, que me miraba con desconfianza. Le di la
espalda, y luego recluté mi mano derecha, que agarraba el teléfono, para
taparme completamente la boca. Entonces-
“Está mintiendo”, repetí con fiereza.
“Pero... él era tan serio. No veo por qué tendría que mentir...”.
Kshhkkkshhsshk... Volví a oír las interferencias y la voz de la señora
Mizuno se cortó. No me importó. Le dije: “Mei Misaki existe”.
Mei existe. La había visto docenas de veces. Hablé con ella docenas de
veces. La había visto ayer, incluso. Hablé con ella ayer. ¿Cómo es posible
que no exista? Era una locura.
“... ¿Qué...?”.
Su voz cortó la interferencia, sonando de alguna manera diferente a
como lo había hecho antes.
“Uh... ¿Qué está pasando?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 183
Another

“¿Qué pasa?”.
Kksshsshkksh...rmbbmmblrrrmmb...kkssh!
“¿Srta. Mizuno? ¿Puede oírme?”.
“... ¿Sakakibara?”.
Su voz crepitó mucho más fuerte que antes.
“Me bajé del techo. Estoy en el ascensor. Necesito volver así que...”.
“Oh, así que por eso la señal es tan mala”.
“...Pero esto es... ¡No! ¿Qué es...?”.
Rrmmrrmbbl... La interferencia se hizo más gruesa e intensa. La voz de la
señora Mizuno pareció ser engullida por ella, y entonces se interrumpió.
“¡Srta. Mizuno!”.
Apreté la mano más fuerte alrededor del teléfono por reflejo.
“¿Puedes oírme? ¿Qué está pasando...?”.
Mis palabras se detuvieron; un sonido extraño llegaba a través del
teléfono.
Es difícil describir cómo sonaba. Un ruido realmente extraño, horrible...
Me quité el teléfono de la oreja, incapaz de seguir escuchando.
¿Qué ha pasado?
Había subido al ascensor y su señal se había deteriorado... ¿Era por eso?
¿Era por eso el sonido? No, antes de eso ella...
Aterrado, volví a acercar el teléfono a mi oído. Al instante oí una especie
de sonido fuerte y violento. Sonó... sí, fue exactamente como si el
teléfono se hubiera caído al suelo.
Kkssshhkshhskkkshh, rrmrrmmmblrrmb... La interferencia finalmente se
hizo más intensa. En el último momento antes de que se perdiera la
conexión entre los dos teléfonos...
Oí, débil pero claramente, el sonido de la señora Mizuno gimiendo de
dolor.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 184
Another

Capítulo 7

Junio II

La Srta. Mizuno estaba muerta.


Esa noche me enteré de la verdad francamente debilitante. La única
información que pude obtener hasta el momento fue que había habido
un accidente en el hospital, pero creo que me había preparado para lo
peor, incluso antes de eso.
Esa llamada telefónica durante el almuerzo...
No había duda de que le había ocurrido algún tipo de calamidad
anormal. Pero por muchas veces que intenté llamarla, nunca conseguí
contactar con ella. Como consecuencia, no tenía forma de averiguar lo
sucedido, por lo que me vi obligado a pasar horas torturado por la
ansiedad y la inquietud.
“¿Srta. Mizuno? ¿Esa joven enfermera?”.
Cuando se enteró, mi abuela también parecía realmente sorprendida.
Había visto a la señora Mizuno varias veces mientras yo estaba
hospitalizada en abril.
“Mizuno... Sanae, ¿No es así? Se llevaban muy bien. Ella te hablaba de
tus libros...”.
“También la vi una vez en el hospital, creo. El día que fui a visitarte, ella
estaba...”.
Reiko parecía muy deprimida. Después de la cena, había tomado la
misma medicina que la noche anterior. Supongo que volvía a tener dolor
de cabeza.
“Todavía era muy joven. Espero que sus hermanitos estén bien”.
“¿Tenía hermanos?”, preguntó mi abuela.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 185
Another

Respondí: “Uno se llama Takeru. Está en mi clase, de hecho”.


“Oh, Dios”. Los ojos de mi abuela se redondearon. “Qué horror. ¿No
acaba de fallecer una chica de tu clase en un accidente?”.
Fruncí las cejas con aire pensativo, con las sienes palpitando.
“Dijeron que hubo un accidente en el hospital... Me pregunto qué pudo
haber sido”.
Nadie pudo responder.
Pero el horrible sonido que había escuchado por teléfono a la hora del
almuerzo volvió a retumbar en mi oído. Y los gemidos de dolor de la
señora Mizuno, que se desvanecían entre las intensas interferencias.
Incapaz de soportarlo, cerré los ojos con fuerza.
Pensé en contarles, en ese mismo momento, lo que había pasado en la
comida. Mientras lo pensaba, no había razón para que dudara tanto
sobre ello... y, sin embargo.
No se los dije. No, no podía decírselos. Creo que porque sentía algo
parecido a la culpa en el fondo y no podía liberarme de ella.
Mi abuelo había estado callado, pero ahora soltó un “Ah-h, ah-h” con su
voz de papel. Se llevó las dos manos a la frente arrugada e incolora.
“Cuando alguien muere, hay un funeral. Yo no... no quiero ir a más
funerales”.
Por la razón que sea, tal vez porque se acercaba un día poco propicio, el
velatorio era pasado mañana y el servicio conmemorativo sería pasado
mañana, el sábado. ¿El sábado? Ah, sí... el 6 de junio.
¿Has visto alguna vez The Omen?
Recordé vívidamente la conversación que habíamos mantenido la Srta.
Mizuno y yo en el restaurante. Fue ayer mismo.
Ambos tendremos cuidado. Especialmente por cualquier accidente que
normalmente no ocurriría.
Estaba muerta.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 186
Another

Pasado mañana era su velatorio, y pasado el día siguiente su funeral.


Parecía tan irreal. La conmoción fue lo único que sentí al principio.
Emociones como la tristeza aún no lograban apoderarse de mí.
“...no quiero ir a más funerales”.
Mientras escuchaba a mi abuelo repetirse perezosamente, la palabra
“funeral” creó una mancha oscura en algún lugar de mi corazón. Antes
de que pudiera reaccionar, un remolino negro había empezado a girar
lentamente a su alrededor, hasta que finalmente - ¿Cómo decirlo? -un
extraño sonido de baja frecuencia surgió de todas partes a la vez,
Vmmmmm...
Volví a cerrar los ojos con fuerza. En el mismo momento, algo en mi
mente se detuvo.

Al día siguiente, el 4 de junio, un clima opresivo llenó el aula de la clase


3 de tercer año a los pocos momentos de comenzar la jornada.
El hermano pequeño de la señora Mizuno, Takeru, no había venido.
Cuando terminó el segundo periodo, el rumor de que estaba ausente por
la repentina muerte de su hermana mayor se había extendido por la
clase. Y en el tercer periodo, antes de empezar la clase de lengua y
literatura, el director, el señor Kubodera, dijo abiertamente a todos que
era cierto.
“La hermana mayor de Mizuno tuvo un incidente repentino y
desafortunado ayer...”.
Al instante, un extraño silencio asfixió la sala. Como si el aliento de cada
estudiante se hubiera cristalizado en el aire en un instante...
Lo peor de todo es que Mei Misaki entró en la habitación justo en ese
momento.
Sin siquiera disculparse por su tardanza, sin mostrar ningún tipo de
cohibición, se sentó en su asiento habitual, en silencio. La observé

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 187
Another

mientras se marchaba, con la inquietud retumbando en mi pecho. Luego


me fijé en las reacciones de todos los demás en la clase.
Ninguno de ellos se volvió para mirar a Mei. Todos tenían la mirada fija,
casi antinaturalmente, hacia adelante. El señor Kubodera estaba
exactamente igual. No miraba a Mei ni le hablaba. Era como si...
Sí, era como si simplemente no hubiera ninguna estudiante llamado Mei
Misaki en esta clase. Como si ella no existiera.
Cuando terminó la clase de lengua y literatura, me levanté rápidamente
de mi asiento y me apresuré a acercarme a Mei.
“Ven conmigo”, le dije, tirando de ella hacia el pasillo. Ignorando a
quien pudiera estar escuchando, pregunté: “¿Te has enterado de lo que
le ha pasado a Mizuno?”.
Ladeó ligeramente la cabeza y preguntó “¿Qué?”, así que aparentemente
aún no lo sabía. El ojo que no estaba oculto por el parche parpadeó con
asombro.
“Ella murió. Su hermana mayor murió ayer”.
Me pareció ver que la sorpresa coloreaba su rostro por un instante. Pero
desapareció casi inmediatamente.
“...Oh”. Su voz no reveló ninguna emoción.
“¿Estaba enferma? ¿O fue un accidente o algo así?”.
“Dicen que fue un accidente”.
“Ah”.
Varios alumnos se habían agrupado cerca de la puerta del aula. Había
un par de chicos y chicas cuyos nombres y caras conocía, pero con los
que todavía no había hablado realmente. Nakao, Maejima, Akazawa,
Ogura, Sugiura... Teshigawara también estaba entre ellos. No me había
dirigido la palabra desde el almuerzo de ayer.
Sabía que todos nos miraban. Como si observaran el desarrollo de las
cosas desde la distancia.
¿Podría ser? Tuve que considerar la idea muy seriamente ahora. ¿Podría
ser realmente que lo que veían ahora era sólo a mí?

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 188
Another

Y-
Cuando empezó la siguiente clase, Mei había desaparecido del aula.
Naturalmente, nadie más que yo le prestó atención.
En cuanto empezó el almuerzo, me acerqué al pupitre de Mei, el más
atrasado de la fila junto a las ventanas que daban al patio de la escuela, y
le di una nueva inspección a su pupitre.
Era un escritorio de madera, de forma claramente diferente al resto de
los escritorios de la sala. La silla que lo acompañaba era la misma. Como
algo que se había utilizado hace decenas de años. Un escritorio y una
silla increíblemente antiguos.
¿Por qué fue eso? me pregunté, sintiéndome detrás de la curva. ¿Por qué el
escritorio de Mei es el único así?
A estas alturas había decidido ignorar los ojos vigilantes de los que me
rodeaban, así que me senté en su sitio. La superficie del pupitre estaba
mellada por todas partes y era irregular. Dudaba que fuera posible
rellenar un examen, digamos, y escribir con claridad sin una hoja de
apoyo.
Había muchos grafitis entre todos los cortes del escritorio.
La mayoría de los grafitis eran viejos, muy viejos, como el escritorio.
Algunos estaban escritos con lápiz. Otros en bolígrafo. Otros estaban
grabados, probablemente con la punta de un compás. Algunos casi
habían desaparecido; otros eran apenas legibles. Y allí, en el centro...
Mis ojos se fijaron en una fila de caracteres que parecían recién escritos.
Eran recientes.
Estaba escrito en pequeño, en el borde derecho del escritorio, con
bolígrafo azul. No había forma de juzgar la caligrafía ni nada parecido,
pero en cuanto lo vi, supe que lo había escrito Mei.

¿Quién es “la víctima”?

Eso era lo que había escrito.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 189
Another

“...me pregunto cómo estará la señora Mikami”.


Desde su asiento junto a mí en la mesa de trabajo, Yuya Mochizuki
expresó su preocupación de forma retórica.
“Me pregunto si realmente se siente tan mal. El otro día parecía bastante
fuera de sí...”.
La quinta hora era la clase de arte con la Srta. Mikami, pero aún no había
rastro de ella en la sala de arte de la primera planta del Edificio Cero.
Una profesora de arte diferente entró al principio del periodo y nos dijo:
“La Srta. Mikami está ausente hoy”, antes de indicarnos en tono
empresarial que tendríamos una sala de estudio de la clase de arte. Se
nos dijo: “Cada uno de ustedes dibuje su propia mano con lápiz”, un
tema completamente carente de interés, y tan pronto como la profesora
salió del aula, hubo suspiros apáticos aquí y allá en el salón. Era una
reacción natural, en realidad.
Abrí mi cuaderno de bocetos y luego - ¿Por qué no, después de todo?
apoyé la mano izquierda sobre la mesa y me quedé mirando cada
detalle. Pero, sinceramente, mi motivación era lo más parecido a cero
que se puede conseguir. De haberlo sabido, habría traído un libro.
Aunque no tenía muchas ganas de leer a King, Koontz o Lovecraft.
Cuando miré a Mochizuki, el aficionado a Munch, vi que nunca había
tenido intención de dibujar una mano. Pero no era una página en blanco
en su cuaderno de bocetos; estaba trabajando en un dibujo a medio
terminar con bolígrafo. Una persona -pude ver de un vistazo que era
una mujer modelada por la señora Mikami.
¿Qué pasa con este tipo? Casi acabo diciéndolo en voz alta.
¿En serio estaba enamorado de ella? ¿Este chico? ¿De su profesora, que
era al menos diez años mayor que él? Supongo que eso dependía de él.
Aun así, ya estaba de un humor ambiguo cuando escuché su pregunta
entre dientes sobre la señorita Mikami, así que...

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 190
Another

“...De ninguna manera”.


De repente, Mochizuki me miró.
“Hey, Sakakibara...”.
“¿Qué?”.
“La Srta. Mikami no tiene algún tipo de enfermedad que ponga en
peligro su vida, ¿Verdad?”.
“¿Qué? Uh...”. Me quedé completamente atónito. Todo lo que pude
ofrecer fue una respuesta tibia. “Estoy seguro de que está bien”.
“Probablemente tengas razón”. La voz de Mochizuki era increíblemente
aliviada. “No, tienes razón. No sería nada raro como eso. Sí”.
“¿Tan preocupado estás?”.
“Quiero decir... Sakuragi y su madre murieron recientemente, y ahora
está la hermana de Mizuno. Así que me imaginé...”.
“¿Estás diciendo que están relacionados?”. Fui directamente al grano.
“Hubo lo de Sakuragi y lo de la familia de Mizuno, pero digamos a
modo de ejemplo que algo le pasó a la señora Mikami. ¿Me estás
diciendo que hay algún tipo de relación? ¿Qué hay una conexión ahí?”.
“Uh, bueno...”.
Mochizuki empezó a responder, pero luego cerró la boca. Desvió la
mirada, como si quisiera escapar de mi pregunta, y dio un suspiro de
impotencia. Argh, incluso este chico tiene algo que no puede decirme
encerrado en su interior.
Pensé en apretarle un poco más los tornillos; pero, pensándolo mejor,
cambié de tema. “¿Cómo va el club de arte? ¿Cuántos miembros tiene
ahora?”.
“Sólo cinco...”. Los ojos de Mochizuki se dirigieron de nuevo a mí.
“¿Te apuntas?”.
“...De ninguna manera”.
“Realmente deberías”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 191
Another

“Si estás reclutando, olvídate de mí. ¿Por qué no Misaki?”.


Lo dije para presionarle. Mochizuki reaccionó exactamente como
esperaba, balbuceando. Se quedó callado y no respondió, apartando de
nuevo la mirada de mí. Esta vez ni siquiera respiró.
“Es bastante buena dibujando”, continué, sin preocuparme. “He visto
algunas de las cosas que tiene en su cuaderno de dibujo”.
Sí, eso había sido en la biblioteca secundaria. Aquel día en que había
pasado con Mochizuki y Teshigawara después de la clase de arte...
Los dibujos de hermosas chicas con globos en las articulaciones, como
muñecas.
Voy a darle a esta chica unas alas enormes, como lo último. Mei me lo había
dicho entonces. ¿Ya había dibujado las alas?
Me rendí ante Mochizuki, que seguía con los ojos desviados y que aún
no había intentado ofrecer ni siquiera una palabra como respuesta. Cerré
mi propio cuaderno de dibujo. No habían pasado ni treinta minutos
desde el comienzo de la quinta hora, pero había decidido abandonar este
estudio independiente.
“¿A dónde vas?”, preguntó Mochizuki cuando me levanté de mi asiento.
“A la biblioteca. La secundaria”, respondí, deliberadamente cortante.
“Necesito buscar algo”.

Cuando le dije a Mochizuki que tenía que buscar algo, era más o menos
la verdad. La parte que no estaba incluida en ese “más o menos” era la
débil esperanza de que Mei pudiera estar allí. Pero esa esperanza no se
hizo realidad.
Allí no había estudiantes. La única persona en la antigua biblioteca era el
bibliotecario, Chibiki.
“Aquí hay una cara que he visto antes”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 192
Another

Me habló desde detrás de la mesa tipo mostrador que estaba colocada en


una esquina. Hoy, de nuevo, iba vestido de negro, con el cabello,
salpicado de blanco, tan pajizo como siempre. Me miró a través de los
cristales de sus gafas caseras de montura negra.
“Sakakibara, el estudiante transferido”. Dijo mi nombre.
“Clase 3 de tercer año, ¿No? Mi memoria no es tan mala. ¿Por qué no
estás en clase?”.
“Es arte, y um, la profesora está ausente hoy, así que es una sala de
estudio”.
Le conté lo que ocurría y el bibliotecario, completamente de negro, no
siguió con el tema.
“¿Qué puedo hacer por usted?”, preguntó. “Es raro que un estudiante
venga aquí, la mayoría de los días”.
“Hay algo que estoy buscando”. De nuevo le conté la situación. Me
acerqué lentamente al mostrador donde se sentaba y le pregunté:
“¿Tienes anuarios aquí?”.
“Oho, anuarios, ¿Verdad? Tenemos un juego completo de ellos”.
“¿Puede la gente mirarlos?”.
“Pueden”.
“Entonces, eh...”.
“Creo que están por allí”.
Por fin se levantó y extendió un brazo hacia delante. Señalaba las
estanterías que cubrían la pared compartida con el pasillo, a la derecha
de la entrada.
“Están en ese estante, el segundo desde el interior, creo. En algún lugar
por allí. Probablemente no necesitarás un taburete, con tu altura”.
“Bueno, gracias”.
“¿Qué año buscas?”.
“Bueno...”. Vacilé un poco. “Desde hace veintiséis años... el de 1972”.
“¿Setenta y dos?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 193
Another

El bibliotecario frunció las cejas y me miró directamente a la cara. “¿Por


qué quieres ver eso?”.
“Bueno, en realidad...”.
Hice todo lo posible por recuperar el equilibrio y me esforcé por dar una
respuesta inofensiva.
“Mi mamá se graduó de esta escuela secundaria ese año. Y mi mamá,
ella, uh, murió joven y no tengo muchas fotos de ella, así que yo, um...”.
“¿Tu madre?”.
La mirada de la bibliotecaria pareció suavizarse ligeramente.
“Ya veo. Muy bien. Pero setenta y dos, de todos”. La última parte la
murmuró para sí mismo. “Deberías encontrarlo rápidamente. Pero no se
puede prestar. Cuando termines de mirarlo, devuélvelo donde lo
encontraste. ¿Entendido?”.
“Lo haré”.
Tardé dos o tres minutos en encontrar el anuario que quería y lo bajé de
la estantería. Lo dejé en el gran escritorio y me senté en una silla. Luego,
mientras controlaba mi respiración un tanto agitada, volví a ver la
portada con el texto “Secundaria de Yomiyama del Norte” en papel de
plata.
En primer lugar, busqué la página con la clase 3 de tercer año. Pronto
encontré la página doble, con una foto de grupo en color en la página
izquierda y fotos en blanco y negro de los alumnos divididos en varios
grupos en la página derecha.
Había más alumnos que ahora. Más de cuarenta alumnos en la clase. El
fondo de la foto de grupo estaba en algún lugar fuera de la escuela. En la
orilla del río Yomiyama o algún lugar así. Todos llevaban sus uniformes
de invierno. Sonreían, pero me di cuenta de que había algún tipo de
tensión.
Mi madre, ¿Dónde estaba?
No parecía que fuera a poder encontrarla tan fácilmente con sólo mirar
las caras. Tuve que consultar los nombres escritos bajo la foto...

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 194
Another

...Ahí estaba. Esa misma.


“Mamá...”.
La palabra se me escapó sin querer. Segunda fila, quinta desde la
derecha.
Llevaba una americana azul marino exactamente igual que el uniforme
actual. Llevaba el pelo recogido con un pasador blanco o algo así... y
también sonreía. Con una especie de tensión en su rostro.
Era la primera vez que veía una foto de mi madre de la escuela
secundaria. Me sorprendió lo joven que era, lo infantil, de hecho.
Ajustando la edad, pude ver que realmente se parecía a su hermana
menor, Reiko.
“¿La has encontrado?”, me preguntó la bibliotecaria.
Sin darme la vuelta, me limité a contestar: “Sí”, y volví a mirar la lista de
nombres bajo la foto de grupo. Quería comprobar si el nombre “Misaki”
estaba allí. Pero...
No había ninguna razón para ello.
Misaki había muerto en la primavera de ese año, mucho antes de que
empezaran a preparar el anuario. Así que no había razón para que el
nombre estuviera allí.
“¿En qué clase estaba tu madre?”.
El bibliotecario me hizo otra pregunta. Su voz era mucho más cercana
que la última vez. Me di la vuelta, sorprendido, y descubrí que había
abandonado el mostrador y se había acercado para ponerse a mi lado.
“Um, bueno, escuché que cuando ella era de tercer año, estaba en la
clase 3”.
Las cejas de la bibliotecaria volvieron a bajar bruscamente.
“¿Hm?” Entonces apoyó una mano en el borde de la mesa y ojeó el
anuario. “¿Cuál es tu madre?”.
“Esta”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 195
Another

La señalé en la foto de grupo. “Vamos a ver”. El bibliotecario se subió las


gafas y acercó su cara al libro. “Ah, Ritsuko, ¿Verdad?”.
“¿Eh? ¿La conocías?”.
“Oh... bueno, ya sabes”.
El bibliotecario evadió mi pregunta y se alejó del escritorio. Se dio
cuenta de que yo seguía su movimiento con la mirada y se alborotó el
pelo pajizo.
“El hijo de Ritsuko. No sabía...”.
“Mi madre murió hace quince años, justo después de que yo naciera”.
“Ya veo. Lo que significa... Ah. Sí, ya veo”.
Me aguanté las ganas de preguntarle qué era lo que había visto y volví a
mirar el anuario que había sobre la mesa.
Segunda fila, quinta desde la derecha.
Miré la cara de mi madre, que sonreía allí con un aire de tensión, luego
miré al grupo de compañeros que aparecían con ella, y luego...
... ¿Eh?
Me di cuenta de algo y parpadeé. Me había medio levantado de la silla,
así que me volví a sentar, y luego miré con más atención el anuario. Que
fue cuando...
“Así que aquí estás, Sakakibara”.
La puerta se abrió con un golpe y un estudiante entró justo cuando
empezó a sonar el timbre que ponía fin a la quinta hora. Era Tomohiko
Kazami.
“El Sr. Kubodera te está buscando. Quiere que vayas a la oficina de los
profesores de inmediato”.

“Eres Koichi Sakakibara, ¿Correcto?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 196
Another

Había dos hombres que no había visto nunca, uno de los cuales -el
hombre de mediana edad con la cara redonda- me habló. Su voz era más
apaciguadora de lo necesario, con la intención de calmar la tensión de su
oyente, pero me interrogó sin vacilar.
“¿Sabes lo que le pasó a la señora Mizuno, que trabajaba en el hospital
municipal?”.
“...Sí”.
“¿Estabas cerca de ella?”.
“Fue amable conmigo cuando estuve hospitalizado en abril, así que...”.
“¿Habían hablado por teléfono?”.
“Sí, algunas veces”.
“Ayer por la tarde, hacia la una, ¿Hablaste con ella por el teléfono?”.
“...Lo hice”.
Me había convocado el señor Kubodera, y cuando llegué a la oficina de
los profesores del edificio A me esperaban policías de la oficina de
asuntos criminales de la policía de Yomiyama, es decir, detectives. Dos
de ellos, como dice la fórmula. En contraste con el hombre de mediana
edad de aspecto alegre y cara redonda, el más joven tenía un rostro
estrecho con una barbilla prominente y grandes gafas con montura azul
marino, que le hacían parecer seriamente una libélula. Se llamaban Oba
y Takenouchi.
“Queremos hacerte algunas preguntas. Tu profesor nos dijo que estaba
bien. ¿Te importa?”.
Takenouchi había sido el que había dicho eso, yendo al grano hace unos
momentos, nada más conocerme. No fue lo suficientemente malo como
para resultar brusco, pero su tono olía a la idea de que sólo estaba
hablando con “un medio hombre de secundaria”.
“A continuación tenemos la clase ampliada”, había añadido el señor
Kubodera.
“Pero está bien si necesitas venir tarde para poder hablar con ellos”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 197
Another

Casi de inmediato, sonó el timbre para comenzar el sexto período, y el


Sr. Kubodera entregó el asunto a otro profesor varón y se apresuró a
salir del aula.
Había sofás colocados en una esquina de la sala, donde me senté de cara
a los detectives. El profesor al que le habían pedido que se encargara de
las cosas se presentó como “Yashiro, un orientador”, y luego se sentó a
mi lado. Supongo que la escuela no iba a dejar a un estudiante solo en
una situación como ésta.
“Sabes que Sanae Mizuno falleció ayer”, continuó Oba con su voz más
calmada de lo necesario.
“...Sí”.
“¿Y la forma de su muerte?”.
“No, no me dieron ningún detalle. Sólo que hubo un accidente en el
hospital”.
“Ya veo”.
“¿No has leído el periódico esta mañana?”, preguntó Takenouchi.
Sacudí la cabeza en silencio. De hecho, me di cuenta de que mis abuelos
no recibían el periódico en su casa. Y tampoco encendían la televisión
por la noche...
“Hubo un problema con el ascensor”, me informó Takenouchi.
Lo había adivinado más o menos. Había habido algunos susurros en ese
sentido salpicados por las voces que llenaban el aula. Pero en el
momento en que lo oí decir oficialmente, de boca de un detective, sentí
un golpe sordo que me entumeció todo el cuerpo.
“Un ascensor de la sala de hospitalización se cayó. Ella era la única que
estaba en él. Se golpeó contra el suelo con toda la fuerza de la caída, y
luego el choque del impacto también hizo que una viga de hierro se
soltara en el techo y cayera sobre ella”, explicó el joven detective con un
ligero aire de triunfo. “Y, por desgracia para ella, se estrelló contra su
cabeza”.
No hubo respuesta a eso.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 198
Another

“La causa de la muerte fue una contusión cerebral. Cuando la


recuperaron del lugar del accidente, estaba completamente inconsciente.
En el hospital hicieron todo lo posible, pero al final no pudieron
salvarla”.
“U-um...” Comencé tímidamente. “¿Hubo, um, algo sospechoso en el
accidente?”.
Tal vez por eso hay detectives que lo investigan, pensé.
“Oh, no, fue sólo un accidente”, respondió el detective de mediana edad.
“Un accidente muy triste y desafortunado. Pero cuando un ascensor se
cae en un hospital, surgen ciertas cuestiones como determinar la causa e
investigar cualquier responsabilidad administrativa. En eso estamos
trabajando”.
“...Ah”.
“El teléfono móvil de la Srta. Mizuno cayó al suelo del ascensor en
cuestión. Su historial de llamadas mostraba su nombre y número,
Sakakibara. Además, vimos que la llamada fue realizada alrededor de la
una, exactamente cuando ocurrió el accidente. Así que creemos que
usted puede ser la última persona con la que habló”.
Ah. Una vez que lo dijeron en voz alta, era completamente obvio.
La única persona en el mundo con más probabilidades de saber lo que
había pasado justo antes y después del accidente de ayer. Se habían
dado cuenta de que esa persona era el estudiante de secundaria con el
que había hablado por teléfono, Koichi Sakakibara. Y era cierto,
efectivamente había escuchado lo que pasó ayer.
¿Pero no era un poco tarde para que vinieran a verme? Ese pensamiento
también se me ocurrió a mí. Podía imaginar el caos en la escena después
del accidente de ayer, pero aun así...
A instancias suyas, conté lo que había vivido.
Cómo había recibido una llamada de la Srta. Mizuno ayer a la hora de
comer. Cómo habíamos hablado con normalidad al principio, y cómo las
cosas habían cambiado de repente cuando ella abandonó el tejado y
entró en el ascensor. Cómo había escuchado una especie de sonido

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 199
Another

horrible casi de inmediato, luego un sonido como si hubieran tirado el


teléfono, y un instante después el sonido de sus gemidos de dolor antes
de que se cortara la llamada. Cada uno de ellos parecía coincidir con un
aspecto del accidente.
“¿Se lo has contado a alguien?”.
“Justo después de que ocurriera, no tenía ni idea de lo que estaba
pasando. Intenté llamarla, pero no pude comunicarme”.
Luchando por calmarme, describí mis acciones del día anterior.
“Pero aun así pensé que podría haber ocurrido algo malo, así que fui a
buscar a Mizuno”.
“¿A quién?”.
“Takeru Mizuno”. El hermano pequeño de la Srta. Mizuno. Está en mi
clase. Le conté lo que escuché por teléfono, pero supongo que no pudo
entender lo que le dije, así que no me tomó muy en serio...”.
¿De qué estás hablando? Lo que dices no tiene sentido.
Esa había sido la reacción de Mizuno/Hermano Pequeño. Enojado, pero
también increíblemente confundido.
Tienes que dejar de alimentar a mi hermana con historias locas. Me estás
causando muchos problemas.
Lo único que se me ocurrió hacer después fue contactar con el hospital.
La enfermería de la sala de hospitalización había contestado y yo había
preguntado por la Srta. Mizuno. Pero tampoco la había localizado, como
yo creía, y pronto las cosas se pusieron increíblemente frenéticas al otro
lado del teléfono... Entonces, no importaba cuántas veces intentara
llamar, todo lo que recibía era una señal de ocupado, y no había nada
más que hacer.
“Ella estaba en el techo, ¿Correcto?”, Oba confirmó. “Luego subió al
ascensor, e inmediatamente... ya veo”.
El detective de mediana edad asintió, tomando notas.
“¿Qué cree que causó el accidente?”, le pregunté.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 200
Another

“Eso aún se está investigando”, respondió el joven detective. “Lo que sí


sabemos es que el ascensor se cayó porque se rompió un cable. Hay
medidas de seguridad, así que normalmente algo así no debería ocurrir.
Sin embargo, ese edificio del hospital tiene décadas de antigüedad y, al
parecer, han hecho muchas mejoras innecesarias en ese tiempo. El
ascensor en cuestión estaba en la parte trasera del edificio e incluso lo
llamaban “el ascensor de atrás”. Los pacientes nunca lo usan, por
supuesto, y ni siquiera los empleados se molestan en usarlo”.
“¿Sabías de este ascensor, Sakakibara?”.
“No, nunca he oído hablar de ello”.
“En cualquier caso, además de que el ascensor es anticuado, hay algunas
dudas sobre si se ha realizado un mantenimiento adecuado”.
“Ya veo”.
“Realmente fue un accidente lo que ocurrió aquí. Y dado que se trata de
un edificio público, esto suscita una gran preocupación, naturalmente.
Aun así, una víctima mortal en un accidente de ascensor es inusual hoy
en día. Todo lo que podemos decir es que tuvo una suerte terrible”.
Ambos tendremos cuidado.
Las palabras que la señora Mizuno había pronunciado la última vez que
la había visto volvieron a resonar en mis oídos.
Especialmente en el caso de accidentes que normalmente no se producen.

La sexta hora había comenzado y ya habían pasado más de treinta


minutos cuando los detectives me liberaron del “interrogatorio
voluntario”.
Salí de la oficina y me apresuré a ir a mi clase, pero cuando llegué me
llevé una sorpresa. No había ni un solo alumno de la clase 3 de tercer
curso en el aula.

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Another

Al mirar a mi alrededor, vi que sus bolsas y sus cosas seguían allí. Así
que no habían terminado antes y se habían ido a casa, lo que
significaba...
¿Se habían ido todos juntos a algún otro lugar? Eso era todo lo que podía
pensar...

Izumi Akazawa

Su nombre estaba escrito en letras grandes en el centro de la pizarra.


Izumi Akazawa.
Tenía una personalidad un poco adulta, contundente y glamurosa. Tenía
una figura femenina, siempre estaba rodeada de amigos, en el centro de
un grupo.
...más o menos lo contrario de Mei, ¿Eh?
A pesar de este pensamiento, recordé algunas cosas sobre esta
estudiante llamada Akazawa que me molestaban.
El día que llegué a esta escuela por primera vez, en mayo, estaba
bastante seguro de que Izumi Akazawa había estado ausente. Y luego,
en la clase de gimnasia del otro día... La vez que Yukari Sakuragi, que
estaba sentada fuera de la clase de gimnasia con una pierna torcida, se
acercó a hablar conmigo...
Tengo que hacer esto bien, o Akazawa se va a enfadar conmigo...
Me pareció escuchar las palabras, dirigidas a ella misma, en mis oídos.
¿De qué se trataba?
Y la llamada que había recibido de Teshigawara después de eso, de la
nada.
Te llamo porque pensé que podrías estar en problemas.
Había dicho eso, y luego continuó:
Akazawa está muy nerviosa. Podría empezar a tener algún tipo de episodio de
histeria.

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“Oh, Sakakibara”.
Me giré al oír el sonido y allí estaba el señor Kubodera. Entró en el aula
por la puerta del fondo, como si me siguiera.
“¿Has terminado de hablar con la policía?”.
“Sí”.
“Ya veo. Entonces puedes irte a casa ahora, si quieres”.
“Oh. Um... ¿Dónde están todos?”.
“Eligieron un nuevo representante de la clase para las chicas en el aula.
Akazawa”.
“¿Oh?”.
Así que por eso su nombre estaba en la pizarra.
“Um, entonces, ¿Dónde están todos?”.
Pero el Sr. Kubodera básicamente ignoró mi pregunta.
“Puedes ir a casa por el día”, repitió. “Estoy seguro de que el incidente
con la hermana de Mizuno también ha sido un shock para ti. Pero no
debes deprimirte demasiado. Las cosas se arreglarán. Si todos nos
unimos, estoy seguro de que saldremos adelante”.
“...Sí”.
“Por eso, ¿Estás de acuerdo?”.
Aunque se dirigía a mí, los ojos del Sr. Kubodera no se dirigían a mí,
sino al atril vacío.
“Tenemos que obedecer lo que la clase decida, sin falta. ¿De acuerdo?”.

Al día siguiente, el sábado 6 de junio, me quedé en casa para poder ir al


hospital municipal de Yumigaoka. Si las cosas siguieran siendo
normales, podría haber vuelto a ver a la señora Mizuno hoy, pero...

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Another

Su servicio fúnebre se estaba celebrando ahora mismo en una funeraria


en algún lugar de esta ciudad... Fui consciente de ese hecho mientras
acudía a mi examen ambulatorio en la unidad respiratoria. El médico
jefe, que acababa de entrar en la tercera edad, me certificó con una voz
inusualmente convincente, diciendo: “En este estado, debería estar
bien”. Después, me dirigí solo a la sala de hospitalización.
Quería ver con mis propios ojos el lugar del accidente que había acabado
con la vida de la Srta. Mizuno, aunque sólo fuera una vez.
Tal y como me habían dicho los detectives, la ubicación del “ascensor
trasero” que buscaba era difícil de encontrar, bastante atrás en una parte
antigua de la sala de hospitalización, que tenía una planta compleja. Me
las arreglé para llegar hasta allí, pero, por supuesto, el ascensor estaba
prohibido y se habían colocado varias tiras de cinta policial amarilla
para cubrir la entrada.
¿Por qué la Srta. Mizuno, la enfermera novata, había subido a ese
ascensor ese día, cuando incluso los empleados apenas lo utilizaban?
¿Tenía realmente la costumbre de utilizarlo? ¿O simplemente se había
subido ese día? Incluso ahora, esos detalles no estaban claros.
Tomé otro ascensor para subir a la azotea, solo.
Había estado relativamente húmedo todo el día, ligeramente nublado y
sin viento.
Iba caminando de un extremo a otro de la azotea vacía, con la sensación
de que alguien me gritaría “¿Qué pasa, chico del terror?” en cualquier
momento, cuando me detuve de repente. Me limpié el sudor de la cara
con un pañuelo. Puede que hubiera alguna lágrima mezclada.
“Por qué... la Srta. Mizuno...”. Murmuré sin darme cuenta. Me sentí
repentinamente oprimido por el peso visceral del vacío de la “muerte”,
hasta el punto de que creí que mi pecho podría derrumbarse sobre sí
mismo.
Mientras controlaba lentamente mi respiración, me apoyé en la valla y
miré hacia la ciudad de Yomiyama. Cuando Reiko había venido a
visitarme al hospital, me había mostrado una vista lejana de la ciudad

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 204
Another

desde la ventana de mi habitación; esa imagen se cernía vagamente


sobre lo que veía ahora.
La cordillera en la distancia. ¿Dónde estaba la llamada Asamidai? El río
que atravesaba la ciudad se llamaba Río Yomiyama. Más allá podía ver
el campo de Yomi del Norte...
...Cuando volví a la escuela, lo primero que hice fue alcanzar a Yuya
Mochizuki y hablar con él.
“¿Dónde fueron todos a la clase de sexto período?”.
Le hice la pregunta que me rondaba por la cabeza, pero la respuesta de
Mochizuki no fue muy elocuente.
“Estábamos hablando y nos dirigimos al edificio S.…”.
“¿El edificio S? ¿Te refieres a las aulas especiales?”.
“También hay una sala de conferencias que los estudiantes pueden
utilizar allí. Fuimos allí y, ya sabes, hablamos de cosas”. ¿Hablamos?
¿Sobre qué? me pregunté.
“He oído que han hecho a Izumi Akazawa representante de la clase para
las chicas”.
“Oh, sí”.
“¿Hubo una votación o algo así?”.
“Akazawa fue nominada. Antes era la oficial táctica”.
“¿Oficial táctica?”. No había escuchado ese título antes.
“¿Qué es eso?”.
“Oh... eh, bueno, sólo significa...”.
Mochizuki se debatió durante mucho tiempo con su respuesta.
“Tenemos cosas así. Cuando la clase tiene algún tipo de problema, el
oficial táctico se encarga de pensar en cómo solucionarlo. Kazami
también hace esas cosas, pero...”.
Esto también fue bastante inarticulado. Tratando de burlarse un poco de
él, dije: “Parece que la señora Mikami ha vuelto a faltar hoy”, y añadí

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deliberadamente un pequeño suspiro. Al instante, el rostro de


Mochizuki se nubló de preocupación.
Este tipo era demasiado fácil de leer, o quizás era demasiado inocente, o
no sé qué. Realmente me dieron ganas de preguntarle “¿Eso no te
molesta, chico?”.
Sin embargo, no era sólo la Srta. Mikami. Mei no había aparecido en la
escuela durante todo el día de ayer. Y hoy, había otra persona ausente de
la clase 3 de tercer año: Ikuo Takabayashi. Recordé que Takabayashi
también había estado ausente en mi primer día de clase, junto con Izumi
Akazawa. Al parecer, tenía algún tipo de problema de salud, por lo que
incluso cuando venía a la escuela, siempre se quedaba fuera de la clase
de gimnasia. De todos modos, parecía aburrido y difícil de tratar, y
aunque era mi compañero de asiento, apenas había hablado con él...

Al volver del hospital, no me entusiasmaba la idea de explorar, así que


me fui directamente a casa.
Acababa de darme cuenta de que, con todo lo que estaba pasando, hacía
dos semanas que no hablaba con mi padre en la India. Debería llamarle
esta noche o quizá mañana. Así podría contarle lo que había pasado y
aprovechar para preguntarle un poco sobre cómo murió mi madre hace
quince años... Estaba pensando en estas cosas cuando...
Llegué a la casa de mis abuelos en Koike alrededor de las dos de la
tarde. Cuando la puerta de entrada a la casa se hizo visible un poco más
adelante, suspiré internamente.
Un chico de mediana edad que llevaba un uniforme de verano
merodeaba frente a la puerta, solo. Tenía un aire algo inquieto... No
dejaba de mirar hacia la casa, y luego hacia abajo o hacia el cielo. No
tuve que mirar más de cerca. Era...
“¿Qué haces aquí?”, le pregunté, y prácticamente saltó en el aire, estaba
tan sorprendido. Se giró para mirarme y luego desvió la mirada

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avergonzado. Empezó a marcharse sin decir nada, pero le detuve con


una dura orden.
“Espera. ¿Qué pasa? Tenías alguna razón para venir aquí, ¿No?”.
Era Yuya Mochizuki.
Después de todo, no huyó, pero incluso cuando me acerqué a él,
mantuvo los ojos desviados, moviéndose y retorciéndose, y no ofreció
ninguna respuesta. Cuando me acerqué aún más, le miré a la cara y
cargué con otra pregunta.
“¿Cuál podría ser esa razón, Mochizuki?”.
Entonces, finalmente, habló: “Sólo estaba, eh, preocupado. Mi casa está
cerca de aquí, en este pueblo, así que pensé que podría, eh...”.
“¿Preocupado?”. Ladeé la cabeza ligeramente, con sarcasmo. “¿Qué te
hizo preocuparte por mí?”.
“Eh, bueno...”. Arrugando sus finas cejas de niña y pareciendo
perturbado, Mochizuki bajó la voz. “Hoy no estuviste en la escuela,
Sakakibara”.
“Tuve una cita en el hospital toda la mañana”.
“Oh... Pero, aun así, um...”.
“¿Piensas seguir parado aquí afuera hablando? Entra un momento”.
Le invité a entrar con un tono casual.
“¿Qué...? Uh, está bien. Sólo un segundo”, aceptó Mochizuki, con una
mezcla de sonrisas y lágrimas en la cara.
Parecía que mi abuela había salido a alguna parte. El Cedric negro no
estaba en el garaje junto a la puerta principal. Probablemente mi abuelo
estaba con ella. Pensé que probablemente Reiko estaba en la casa lateral,
pero decidí no anunciarme.
Llevé a Mochizuki al patio trasero, donde estaba el porche. Sabía que la
puerta de cristal del porche no estaba cerrada durante el día. Era un
nivel de descuido impensable en Tokio... Pero no, probablemente
debería atribuirlo a la tranquilidad.

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Nos sentamos uno al lado del otro en el borde del porche, y Mochizuki
empezó a hablar casi inmediatamente, con una velocidad que sugería
que había decidido ir a por todas.
“Sakakibara, desde que te transfirieron a Yomi Norte, debes haber
pensado que un montón de cosas aquí te parecen raras”.
“¿Significa eso que vas a explicármelo?”. Le disparé, y la respuesta de
Mochizuki se apagó.
“Er... yo...”.
“Eso es lo que pensaba”.
Le miré con el rabillo del ojo.
“¿Qué horrible secreto tienen como para que se estén reuniendo todos
para ocultármelo?”.
“Eso es...”.
De nuevo, Mochizuki se atascó y se quedó en silencio durante un rato.
“Lo siento. Supongo que no puedo decirlo, después de todo. Es que...”.
“¿Sólo qué?”.
“Pronto podría ocurrir algo que te parecerá muy desagradable. En
realidad, es malo que hable de ello así, pero... no podía quedarme
callado”.
“¿Qué significa eso?”.
“Lo hablamos en la reunión de hace dos días... Así que...”.
“¿Te refieres a la clase de sexto período de hace dos días? ¿Cuándo todos
se fueron a la sala de conferencias?”.
“...Sí”. Mochizuki asintió disculpándose. “Sabíamos que ibas a llegar
tarde ya que estabas hablando con la policía, así es como surgió la idea.
Akazawa y algunos de los otros dijeron que teníamos que hablar sin ti.
Que debíamos ir a otro sitio para que no hubiera problemas si volvías en
medio”.
“Hmph”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 208
Another

Lo que significaba que el Sr. Kubodera también había estado de acuerdo


con su sugerencia.
“... ¿Y?”.
“No puedo decir nada más”.
Mochizuki inclinó la cabeza y dejó escapar un débil suspiro.
“Pero, aunque te pase algo malo después de esto... necesitamos que lo
aguantes”.
“¿Cómo puedes decir eso?”.
“Dígase que es por el bien de todos. Por favor”.
“¿Por todos...?”. Le ofrecí la frase que se me ocurrió en ese momento.
“¿Así que es una decisión de la clase que tengo que obedecer pase lo que
pase?”.
“...Sí”.
“Hm-m-m. Qué debería hacer”.
Me levanté de mi asiento en el borde del porche y me estiré, extendiendo
la mano hacia el cielo ligeramente nublado. Este fue el momento en el
que realmente podría haber utilizado los ánimos de Ray para
“¡Animarme!”, pero este fue el único momento en el que ella (...
probablemente) se quedó totalmente callada en su jaula.
“Bueno, supongo que no te preguntaré nada más al respecto, entonces”.
Me giré para mirar de nuevo a Mochizuki. “¿Pero puedo pedirte
también un favor?”.
“¿De qué tipo?”.
“Quiero una copia de la lista de clases”.
Mochizuki parecía desconcertado por eso, pero asintió, una vez,
inmediatamente.
“Nunca conseguiste una, ¿Verdad?”.
“No”.
“Entonces no deberías pedirme...”.

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“Escucha, chico”, le interrumpí. “Me preocuparé por mí, y puedo decirte


que tengo problemas emocionales bastante delicados. Así que...”.
Mochizuki estaba abriendo la boca para responder cuando un suave
sonido electrónico sonó dentro de la bolsa que descansaba sobre su
regazo. “Oh...”, hizo un ruido, y luego abrió el bolso. Al momento
siguiente, sostenía un teléfono móvil plateado.
“No sabía que tenías un teléfono móvil”.
“Más o menos. Es un PHS”, respondió, y luego aceptó la llamada.
Después de un momento, Mochizuki gritó “¡¿El qué?” , sonando muy
sorprendido.
Me pregunté qué había pasado. Me estaba preparando para lo que
viniera cuando vi que el color de la cara de Mochizuki se perdía
visiblemente, con el teléfono aún pegado a la oreja. Entonces, por fin...
“Era Kazami”, me dijo Mochizuki, con la voz apagada y baja, como si lo
aplastaran. “Me dijo que Takabayashi había muerto. Tuvo un ataque al
corazón en su casa...”.

Ikuo Takabayashi.
Tenía el corazón débil desde que era pequeño y había estado a menudo
fuera de la escuela. El año pasado, su estado había mejorado mucho,
pero los dos o tres últimos días había sufrido un repentino bajón hasta
que tuvo un ataque que lo llevó a la muerte.
La repentina muerte de este compañero de clase, con el que apenas
había hablado, se produjo tras el fallecimiento de la Srta. Mizuno en el
accidente del ascensor del hospital.
Así, este año hubo dos “muertes de junio” para la clase 3 de tercer año.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 210
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Capítulo 8

Junio III

Aquella mañana me encontré con la Srta. Mikami, que llevaba muchos


días sin ir a la escuela, en las escaleras. Era el comienzo de la semana, el
lunes 8 de junio.
Fue en el rellano entre la segunda y la tercera planta de la Escalera Este
del edificio C. Yo subía y la señora Mikami bajaba. Era un poco antes de
las 8:30.
“Oh... Buenos días”.
Nervioso, la saludé de forma involuntaria. La señora Mikami se detuvo
y me miró como si hubiera visto algo extraño, pero sus ojos se apartaron
inmediatamente de mí y flotaron de forma antinatural en el espacio.
“Buenos días, llegas temprano. La campana de aviso aún no ha sonado.
Uh, Quiero decir...”.
No me saludó ni respondió de ninguna manera. Me pareció un poco
extraño, pero tampoco podía preguntarle si le pasaba algo aquí en la
escalera. Hubo un breve momento increíblemente incómodo -o más bien
embarazoso- y luego...
Finalmente, pasamos de largo, sin que la Srta. Mikami dijera una
palabra. En ese mismo instante, el timbre comenzó a sonar.
Pregunta obvia número uno: ¿Por qué, a esta hora, la profesora estaba
bajando las escaleras? El breve período de clase empezaba ahora... Y, sin
embargo, se alejaba del aula, no se acercaba a ella. ¿Por qué?
Todavía había varios niños merodeando por el pasillo de la tercera
planta.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 211
Another

Pero todos eran de las clases vecinas, y no había nadie que reconociera
de la clase 3 entre ellos.
¿Estaba Mei aquí hoy? Me preguntaba. ¿Iba a aparecer en la escuela,
o.…?
Sin pensarlo realmente, abrí la puerta del fondo del aula.
Me sorprendió.
Esta sorpresa era exactamente la opuesta a la que había tenido el jueves
pasado, cuando los detectives del Departamento de Policía de
Yomiyama me habían liberado del interrogatorio y había vuelto al aula.
Ese día, me había sorprendido de que no hubiera ni una sola persona de
mi clase en el aula a mitad de la sexta hora. Esto fue lo contrario... Es
decir, que, aunque sólo había sonado el primer timbre de la mañana, casi
todos estaban ya en el aula, y todos estaban sentados en sus pupitres,
totalmente disciplinados y en silencio.
“Oh...”.
Hice un ruido sin querer y algunos alumnos se volvieron para mirarme.
Pero no reaccionaron más que eso y volvieron a darse la vuelta
enseguida.
El Sr. Kubodera estaba de pie junto a la plataforma del profesor. Había
dos estudiantes de pie encima de la plataforma: Tomohiko Kazami y la
nueva representante de la clase de las chicas, Izumi Akazawa.
Extremadamente confundido por la extraña atmósfera en el aula
silenciosa, me moví lentamente para sentarme en mi propio escritorio.
“Así que eso es lo que haremos. Hay algún... No, ya hemos dicho
suficiente, estoy seguro”, dijo Kazami desde la plataforma. Oí algo de
miedo en su voz. A su lado, Akazawa estaba ligeramente inclinada, con
los brazos sobre el pecho. Había algo en ella que parecía -utilizando una
frase ligeramente anacrónica- una reina de los bandidos.
Le di un ligero golpe en la espalda al alumno que tenía delante y le
pregunté en un susurro: “¿Ha pasado algo esta mañana?”. Pero el chico,
llamado Wakui, no se volvió ni respondió.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 212
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De todos modos, la Srta. Mikami había bajado las escaleras por eso. La
bombilla se encendió para eso, al menos. Como profesora adjunta, había
estado presente en esta reunión de clase hasta hace unos momentos, y
entonces...
Recorrí furtivamente la habitación con la mirada.
Como era de esperar, Mei no estaba allí. Había otros dos asientos vacíos:
El de Yukari Sakuragi y el de Ikuo Takabayashi, el chico que había
muerto repentinamente el fin de semana.
Kazami y Akazawa bajaron de la plataforma y volvieron a sus asientos.
El señor Kubodera ocupó su lugar en el centro de la plataforma.
“Fueron dos meses breves, pero todos debemos ofrecer nuestros
pensamientos y oraciones por Takabayashi, que estudió con nosotros en
esta sala”.
El Sr. Kubodera encadenó las palabras con una expresión solemne y, sin
embargo, sonó como si estuviera leyendo una frase de ejemplo de un
libro de texto.
“Su funeral será a las diez de la mañana, así que Kazami y Akazawa
asistirán en nombre de la clase. Yo también iré. Si necesitan algo
durante ese tiempo, por favor, hablen con la señora Mikami. ¿Hay
alguna pregunta?”.
El aula permaneció en absoluto silencio.
Aunque se dirigía a todos, el Sr. Kubodera miraba en ángulo hacia el
techo, y sus ojos no se movían.
“Hemos tenido otro acontecimiento triste, pero todos podemos salir
adelante sin perder el ánimo, y desde luego sin rendirnos, si todos
trabajamos juntos”.
¿Salir adelante sin rendirse? ¿Si todos trabajan juntos? Hm-m-m. No
pude precisar lo que quería decir con eso.
“Ahora bien... Todos debemos respetar la decisión de la clase. Incluso la
Srta. Mikami, que está en una posición muy difícil, nos dijo antes que
haría “todo lo posible”. Así que... ¿Hay alguna pregunta?”.

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Tras la tercera repetición de “¿Hay alguna pregunta?” el Sr. Kubodera


bajó su mirada a los rostros de los alumnos por primera vez.
Probablemente todos los alumnos menos yo, que probablemente
llevaban la misma expresión solemne que su profesor, asintieron
profundamente.
Ah. Así que realmente no había entendido lo que quería decir. Aun así,
no era precisamente un ambiente en el que pudiera levantar la mano y
declarar “¡Pregunta!”…
Hasta que salió del aula unos minutos después, el Sr. Kubodera no miró
ni una sola vez hacia mí. No creo que fuera mi imaginación.

La primera hora era de estudios sociales. Cuando la clase terminó, me


levanté inmediatamente y llamé a Yuya Mochizuki.
Tras recibir la llamada telefónica hace dos días, el sábado, cuando se
enteró de la muerte de Takabayashi, se apresuró a llegar a casa, con el
rostro ceniciento. Evidentemente, la noticia le había molestado. Pero
entonces...
En cierto sentido, su reacción fue extremadamente honesta.
Debió de oírme llamarle, pero no reaccionó en absoluto. Había mirado a
su alrededor, pareciendo inquieto, y luego salió corriendo de la
habitación, como si huyera de mí. Me estaba volviendo loco
persiguiéndolo, así que lo dejé ir.
¿Qué es lo que hace?
Eso fue todo lo que pensé en ese momento. Que realmente no quería que
la gente se enterara de que se había colado en mi casa el sábado.
Pero eso no fue el final. Entre el final de esa clase y el almuerzo, yo me
hice incómodamente consciente de algo.
No fue sólo Mochizuki.

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Another

Por ejemplo, el chico que tenía delante, Wakui. Antes de que empezara
el segundo periodo, le volví a dar un golpe en la espalda y le pregunté:
“¿Tienes un segundo?”. Pero no se dio la vuelta.
¿Qué pasa con él? Fruncí el ceño.
Wakui tenía asma crónico, supongo, por lo que utilizaba un inhalador
portátil, incluso durante las clases. Yo, al menos, había sentido una
especie de parentesco con él como compañero de fatigas respiratorias, y
ahora... ¿Qué pasa con este tratamiento de hombros fríos?
Me molestó vagamente, pero aun así esto no fue más que un ejemplo.
En otras palabras...
Ni una sola persona de la clase se acercó a hablar conmigo. Incluso si
intentaba hablar con ellos, no reaccionaban en absoluto, como Wakui, o
se iban sin decir ni una palabra, como Mochizuki. Incluso gente con la
que había charlado de forma bastante casual hasta la semana pasada,
como Kazami y Teshigawara y un par más.
Durante el almuerzo, intenté llamar a Teshigawara a su teléfono móvil.
Pero todo lo que obtuve fue el mensaje estándar de que “Este teléfono
puede estar apagado o en una zona sin señal adecuada...” Intenté
llamarle tres veces durante el descanso, y recibí el mensaje tres veces.
Localicé a Mochizuki y le llamé de nuevo, pero, al igual que después del
primer periodo, no respondió.
Y así fue todo el día.
Al final, nunca tuve una conversación completa con nadie de la clase ese
día. En realidad, olvídate de eso, ni siquiera tuve la oportunidad de que
un profesor me llamara durante la clase, y prácticamente nunca hablé en
voz alta, excepto para hablar conmigo mismo. Incluso si hablaba, nadie
me contestaba, y ese trato seguía y seguía.
Teniendo en cuenta todo eso...
Me he visto obligado a mirar las cosas con otros ojos.
Reconsiderar la alienación (= “enigma”) que rodea a Mei Misaki, ya sea
pieza por pieza o la imagen global de la misma, que había detectado
desde que entre a formar parte de esta Clase 3 de tercer año a principios

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de mayo. Volver a pensar en lo que significaba, que casi pero nunca


había logrado comprender en todo este último mes. Lo que había detrás.
Y la forma de esta “realidad” que lo englobaba todo...

Lo que se convirtió en mi foco de atención fue la pregunta -que no


debería haber necesitado hacerse- de si Mei Misaki existía o no.
¿Estaba o no estaba?
¿Estaba presente en esta clase, en este mundo, o no lo estaba?
Son muchas las preguntas que han empezado a preocuparme desde que
me trasladé aquí. No podría ni empezar a enumerarlas todas.
Aquí había alguien con quien ni una sola persona de la clase había
tenido contacto -o siquiera lo había intentado-. Pensando ahora en ello,
nunca había visto a nadie de la clase acercarse a ella, ni hablarle, ni
llamarla por su nombre, ni siquiera decirlo en voz alta.
Y las reacciones de todos cuando, en medio de este tratamiento, me
acercaba a ella o hablaba de ella...
Las reacciones de Kazami y Teshigawara aquel primer día, por ejemplo,
cuando había visto a Mei en un banco frente al edificio cero y había
hablado con ella. La reacción de Yukari Sakuragi ese mismo día cuando
había pronunciado el nombre de Mei en una conversación mientras nos
sentábamos fuera de la clase de gimnasia. Las reacciones de
Teshigawara y Mochizuki - ¿Había sido al día siguiente? - cuando había
entrado en la biblioteca de secundaria tras ver a Mei allí. Y había otros.
Muchos otros.
Al final, Teshigawara había tenido la consideración de llamarme y
avisarme.
Deja de prestar atención a cosas que no existen. Es peligroso.
Y también estaba lo que le había dicho el hermano pequeño de la señora
Mizuno, Takeru.

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Preguntó “¿Por qué me preguntas eso? No hay nadie así en mi clase”. Parecía
totalmente serio, como si nunca lo hubiera visto antes.
¿Está realmente allí?
El hecho de que nadie se pusiera en contacto con Mei, ni siquiera lo
intentara, no se limitaba exclusivamente a los alumnos. En general, los
profesores involucrados con la clase 3 de tercer año parecían hacer lo
mismo.
Ninguno de los profesores pasaba lista al principio de la clase diciendo
los nombres. Así que nunca decían el nombre de “Mei Misaki”. Nunca
había visto que llamaran a Mei en clase para que leyera del texto o
resolviera un problema.
No podía reprocharle que subiera sola a la azotea durante la clase de
gimnasia en lugar de vigilar desde cerca. Incluso si llegaba tarde a clase,
o se la saltaba completamente, o se iba en mitad de un examen, o se
ausentaba durante días... Ni los profesores ni los alumnos parecían darse
por enterados.
Las circunstancias en las que me encontré con ella por primera vez en el
hospital probablemente hayan ayudado, y aunque creía que era
imposible, hubo momentos en los que incluso consideré la posibilidad
de “la inexistencia de Mei Misaki”.
Porque yo no existo.
Incluso ella misma lo había dicho en algún momento.
Para ellos, soy invisible. Tú eres el único que me ve, Sakakibara... ¿Qué harás
entonces?
Y había visto de primera mano la extraña forma en que aparecía y
desaparecía de repente en esa habitación del sótano en “El crepúsculo de
Yomi”...
Tal vez Mei Misaki realmente no está ahí y no existe, después de todo.
Tal vez es como un fantasma que sólo yo puedo ver y oír, y no es real en
absoluto.
El hecho de que su pupitre fuera el único de toda la clase que era un
modelo tan increíblemente antiguo y el hecho de que la etiqueta con su

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nombre prendida en el pecho estuviera hecha de un papel tan manchado


y arrugado parecían corroborar esa idea de alguna manera.
...Sin embargo.
Pensando en ello de forma realista, no: era imposible que algo tan
ridículo fuera cierto. En ese caso, tenía que explicar todos estos eventos y
hechos de otra manera... De hecho, había una conclusión que tenía
mucho más sentido, pensando en las cosas de esta manera.
Mei Misaki está ahí, realmente existe.
Pero todos los que la rodean actúan deliberadamente como si no
existiera Mei Misaki. Esa fue la conclusión.
Incluso me pregunté si se trataba de una especie de “bullying”, del que
tanto se habla. Un acoso que consiste en que todos los miembros de la
clase la ignoran. Pero -y estaba bastante seguro de haber hablado con la
señora Mizuno sobre esto también- incluso si ese fuera el caso, seguía
habiendo algo extraño en ello.
El año pasado me arrastraron a ese asunto de “Sakakibara” y tuve una
experiencia real de lo terrible que me hizo sentir. Así que tal vez eso me
estaba haciendo demasiado sensible. Esto era totalmente diferente al
simple acoso por desprecio. Esto va a sonar vago, pero algo en el aire
alrededor de este caso era muy diferente. Demasiado diferente.
Puede ser que todos le tengan miedo.
Ah, sí. La Srta. Mizuno también había dicho algo así...
...en fin.
¿Existe Mei Misaki o no?
Reflexioné sobre cuál era verdadera y cuál falsa, pero era increíblemente
difícil averiguar la respuesta. Ese era el problema. A menos que tomara
algún tipo de acción decisiva.
Había vacilado una y otra vez entre las dos teorías, entre los extremos
opuestos, influido por la situación o por mi estado de ánimo en el
momento. Diciéndome a mí mismo que no tenía ninguna opción. Pero...

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Hoy, por fin, sentí que había alcanzado al menos una respuesta gracias a
mi propia experiencia visceral. No podía decir que lo tenía todo, pero
sentía que entendía la “forma” de lo que había en el fondo.
Siendo, en otras palabras, esto. Lo que me estaba sucediendo. Algo como
esto debe haber estado sucediéndole a Mei todo este tiempo.
Para probarlo, me levanté de mi asiento sin preguntar en medio de la
clase de lengua y literatura del sexto periodo y salí del aula. Se produjo
un pequeño revuelo en el aula, pero el señor Kubodera no dijo ni una
palabra para reprocharme. Ah. Así que era cierto.
Me acerqué a una ventana del pasillo y miré el cielo lluvioso donde se
acumulaban las nubes bajas. Me sentía bastante deprimido; pero, por
otro lado, mi corazón se sentía un poco más ligero.
Me pareció que ahora entendía “¿Qué es esto? “ hasta cierto punto.
La siguiente pregunta fue “¿Por qué?”.

Justo cuando terminó la sexta hora, volví a entrar en el aula en silencio.


El señor Kubodera se marchó sin decirme nada y sin mirarme. Como si
no hubiera pasado nada fuera de lo normal.
Me dirigí a mi escritorio para coger mi bolsa cuando, por casualidad,
mis ojos se encontraron con los de Mochizuki mientras recogía sus cosas
para irse a casa. Al igual que antes, desvió rápidamente la mirada; pero
al hacerlo, sus labios se movieron ligeramente, de forma breve. Leí la
palabra “lo siento” en ese movimiento.
Puede que pronto ocurra algo que te parezca realmente desagradable.
Las palabras que Mochizuki me había dicho cuando le había visto el
sábado surgieron de forma imprevista.
Pero, aunque te pase algo malo después de esto... necesitamos que lo aguantes.
Me lo había dicho con un aspecto muy serio. Colgando la cabeza y
suspirando débilmente.

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Dígase que es por el bien de todos. Por favor.


Para beneficio de todos... tal vez la respuesta al “¿Por qué?” esté ahí.
Volví a mi escritorio y metí el libro de texto y los apuntes en mi bolsa.
Luego, comprobando que lo tenía todo, miré dentro de mi escritorio y...
Me di cuenta de algo que no recordaba haber puesto en mi escritorio.
Había dos hojas de papel, dobladas por la mitad.
Cuando los saqué y los abrí, se me escapó un susurro. “Oh...” Miré
rápidamente a mi alrededor, pero Mochizuki no estaba en la habitación.
Las dos hojas de papel eran una copia de la lista de clases para el tercer
año de la clase 3. Mochizuki debe haber hecho esto, dándome lo que le
había pedido el sábado...
En el reverso de la primera hoja, había escrito algo con bolígrafo verde.
Su letra era bastante mala, y estaba llena de garabatos... pero apenas
pude distinguir lo que había escrito allí.

Lo siento.
Pregúntale a Misaki qué
está pasando.

Miré a mi alrededor una vez más, luego bajé conscientemente la voz y


murmuré: “De acuerdo”.
Había escrito claramente “Misaki” en el papel. Su nombre estaba siendo
transmitido a bocajarro por un tercero en la clase. La existencia de “Mei
Misaki” estaba siendo reconocida directamente. Creo que era la primera
vez que esto ocurría.
Mei está ahí después de todo. Ella realmente existe.
Cuando recobré el sentido común, luché ferozmente contra la creciente
amenaza de las lágrimas.
Volví el papel hacia el frente y revisé la lista de nombres de los
estudiantes. Lo encontré enseguida.

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El nombre “Mei Misaki” estaba escrito allí, inconfundible. Pero estaba


escrito entre dos filas y su dirección y número de teléfono, escritos al
lado de su nombre, estaban tachados con dos líneas. ¿Qué significaba
esto? ¿Cómo debía interpretarlo?
A pesar de la tachadura, pude leer la dirección y el número de teléfono
escritos allí con bastante facilidad.

4-4 Misaki, Yomiyama.

Esa era la dirección de Mei Misaki.


Obviamente, conocía el nombre de la ciudad “Misaki”, y también
recordaba la zona del bloque “4-4”. Estaba bastante seguro de ello.
“Ojos azules vacíos para todos, en el crepúsculo de Yomi” -el edificio
con esa galería de muñecas- era, de hecho, la casa de Mei.

Una mujer que podría ser la madre de Mei respondió al teléfono.


“Um, ¿Está Misaki... está Mei ahí? Me llamo Sakakibara. Estoy en su
clase”.
“¿Perdón?”, respondió ella, su voz sonaba ligeramente sorprendida, o
tal vez incómoda.
“¿Sakakibara, dijiste?”.
“Koichi Sakakibara, sí. Estoy en la clase 3 de tercer año en Yomi del
Norte con... Um, esta es la casa de Misaki, ¿Verdad?”.
“Lo es...”.
“Um, ¿Está Mei allí ahora mismo?”.
“No estoy segura...”.

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Another

“Hoy no ha venido a la escuela, así que... si está ahí, ¿Podría ponerla al


teléfono?”.
Una vez que había averiguado su dirección y su número de teléfono, no
había forma de posponerlo. Salí del edificio de la escuela y me dirigí a
un rincón poco frecuentado del patio, donde marqué rápidamente el
número de la lista de la clase en mi teléfono móvil.
La mujer que podría haber sido su madre se detuvo, sonando más que
un poco confundida.
“No estoy segura”.
Le di un empujón más.
“Por favor, señora”.
Después de un momento dijo: “Muy bien. Espera un momento, por
favor”.
Hubo una larga pausa después de eso, y escuché una versión
chasqueante de Für Elise8 (hasta yo sé el nombre de esa canción) que
sonaba en bucle, hasta que finalmente...
“¿Hola?”.
Oí la voz de Mei en mi oído. Mi agarre se tensó en mi teléfono móvil.
“Eh, soy Sakakibara. Perdona que te llame así de improviso”.
Hubo una extraña pausa de dos o tres segundos; luego preguntó
secamente: “¿Qué quieres?”.
“Quiero verte”, respondí, negándome a vacilar. “Hay algo que quiero
preguntarte”.
“¿Tienes algo que preguntarme?”.
“Sí”. Seguí de inmediato: “Ese lugar es tu casa, ¿Eh? Esa galería de
muñecas en Misaki”.
“Pensé que ya lo sabías”.

8
Para Elisa o también llamado Para Teresa WoO 59 es una bagatela para piano solo, compuesta en la menor por
el compositor alemán Ludwig van Beethoven. Es una de las obras más conocidas del compositor.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 222
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“En el fondo de mi mente, tal vez... pero no estaba seguro hasta que vi la
lista de clases. Mochizuki me dio una copia. Pero me dijo que te
preguntara a ti qué pasa”.
“¿Ah, sí?”.
Su reacción fue apática, o más bien un juego deliberado de desinterés.
Por el contrario, yo me puse más fuerte.
“¿Has oído que Ikuo Takabayashi ha muerto?”.
“¡¿Qué?!”.
Esta vez obtuve la reacción correcta: un breve estallido de sorpresa. Al
parecer, no había oído hablar de él.
“Fue repentino, el sábado por la tarde, de un ataque al corazón. Aunque
dijeron que siempre había estado muy enfermo”.
“...Oh”.
Ella había vuelto a su conducta distante, incluso con más firmeza que
antes, parecía.
“El segundo que muere en junio”.
El segundo en morir en junio. ¿Significa que la Srta. Mizuno había sido
la primera?
“Y entonces hoy...”. Continué, impertérrito. “Cuando fui a la escuela, la
clase estaba actuando de forma extraña. Era como si todos se hubieran
puesto de acuerdo para actuar como si yo no estuviera allí”.
“¿Tú?”.
“Sí. Todo el día, en cuanto llegué. Así que me imaginé que tal vez es lo
mismo que te hacen a ti...”.
Se produjo un breve silencio y, “por fin, decidieron intentarlo” -dijo
Mei, con un suspiro en la voz-.
“¿Qué quieres decir?”. Pregunté, poniendo fuerza detrás de mis
palabras. “¿Por qué... por qué harían todos algo así?”.
Intenté esperar la duración de su anterior silencio, pero no hubo
respuesta. Esta vez contuve más la voz.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 223
Another

“En fin... por eso quiero verte y preguntarte qué pasa”. No hay
respuesta.
“Vamos, ¿Podemos encontrarnos?”. Todavía nada.
“Vamos, Misaki...”.
“Bien”. Su voz era débil cuando respondió. “¿Dónde estás ahora?”
“Todavía en la escuela. Estoy a punto de salir”.
“Entonces, ¿Por qué no vienes aquí? Sabes cómo llegar aquí, ¿Verdad?”.
“Eh, sí”.
“De acuerdo. En unos treinta minutos, entonces, diría. En la habitación
del sótano. ¿De acuerdo?”.
“Perfecto. Me voy ahora”.
“Le diré a la abuela Amane que vas a venir. Estaré esperando”.
“Amane” se escribía con los caracteres que significan “en la raíz del
cielo”, algo que descubrí más tarde. La palabra “abuela” me recordó
inmediatamente a la anciana que recibía a los visitantes en la mesa junto
a la entrada.

Y así fue como visité por tercera vez “Ojos azules vacíos para todos, en
el crepúsculo de Yomi”.
El timbre de la puerta sonando débilmente. La voz de la anciana de pelo
blanco que me saluda. La penumbra del crepúsculo dentro de la galería
en la cúspide del atardecer...
“Mei está abajo”, dijo la anciana cuando vio mi cara. “Entra. No hace
falta que pagues la cuota”.
No había visitantes en la galería del primer piso.
De todos modos, ahora mismo no hay más clientes...

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 224
Another

Sí. La anciana me lo había dicho dos veces, las dos veces que había
estado aquí. Que no había más clientes... y, sin embargo.
Cuando había bajado al sótano, Mei había estado allí las dos veces.
Había sentido una ligera molestia en mi mente sobre por qué podía ser
eso, y me había parecido extraño... y por eso mi mente se había
inclinado, aunque fuera ligeramente, hacia la “inexistencia de Mei
Misaki”.
Pero la respuesta había sido lo más sencillo que se podía imaginar.
Ahora que lo sabía, no tenía nada de extraño. No había habido ningún
significado secreto en las palabras de la anciana; simplemente me había
dado los hechos desnudos en ese momento.
De todos modos, no hay más clientes...
Había tenido toda la razón.
Porque Mei no era un cliente. Este edificio, incluyendo esta galería,
era su casa.
Me escabullí entre las filas de muñecas sobre escalones silenciosos,
dirigiéndome a la escalera trasera. Una vez más, respiré profundamente
por las muñecas sin vida.
La música que sonaba hoy en el museo no era de cuerda: era una
inquietante vocalista femenina. La letra, respaldada por una melodía
igualmente inquietante, no estaba en inglés ni en japonés. Puede que
fuera en francés.
Eran poco antes de las cuatro de la tarde. Y en la sala de exposiciones del
sótano, que parece una cripta, hundida en un frío mayor que el del
primer piso, en el centro mismo de la sala, estaba Mei, sola. Llevaba una
gruesa camisa negra de manga larga y unos vaqueros negros, y era la
primera vez que la veía vestida con algo más que su uniforme escolar.
Luchando contra la tensión que crecía incontroladamente dentro de mí,
levanté una mano en un saludo casual.
“Hola”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 225
Another

“¿Y bien?”, me preguntó con la más tenue de las sonrisas. “¿Qué se


siente el no existir?”.
“No se siente muy bien”, respondí, frunciendo deliberadamente los
labios hacia ella. “Pero... aun así, siento que me he quitado un peso de
encima”.
“¿Oh? ¿Y eso por qué?”.
“Porque ahora sé que Mei Misaki existe”.
Sin embargo...
Aun así, podría ser que la chica que está aquí frente a mí realmente no
esté allí... La duda revoloteó por mi mente, por más que fuera un
susurro.
Parpadeé con dureza para desterrar el pensamiento, luego fijé mis ojos
directamente en Mei y di un paso más.
“La primera vez que te conocí aquí...”, dije las palabras sólo para poder
oírme a mí mismo. “Me dijiste: ‘Vengo aquí a veces. Ya que no odio estar
aquí’. Ese día, no llevabas tu mochila, aunque acababas de llegar de la
escuela... lo que me dice que normalmente vives en los pisos superiores
de este edificio y ‘bajas aquí a veces’. Ese día, llegaste a casa y dejaste tu
bolsa, y luego, porque tenías ganas, bajaste aquí”.
“Obviamente”.
Otra leve sonrisa se dibujó en el rostro de Mei mientras asentía.
Continué. “Cuando te pregunté si vivías cerca, me dijiste: ‘Bueno, sí’.
Eso fue...”.
“Mira, usamos el tercer piso de este edificio como nuestra casa. No hay
nada de malo en decir que está ‘cerca’, ¿Verdad?”.
Sí, así que eso era lo que había querido decir.
“Esa anciana que siempre está al lado de la puerta, ¿La llamaste ‘abuela
Amane’?”.
“Es la tía de mi madre. Lo que la convierte en mi tía abuela. La madre de
mi madre murió joven, así que en lo que a mí respecta, es como mi
abuela”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 226
Another

Mei habló con timidez y sin titubear.


“Las luces brillantes no son buenas para sus ojos, así que empezó a usar
esas gafas todo el tiempo. Dice que puede distinguir bien a la gente, así
que supongo que no afecta a su trabajo”.
“¿Era tu madre la que hablaba por teléfono?”.
“La sorprendiste. Nunca recibo llamadas de los chicos del colegio”.
“Oh. Um, tal vez sólo estoy imaginando cosas, pero es tu madre, eh ...”.
“¿Es qué?”.
“Quiero decir, ¿Es tu madre la que hizo las muñecas aquí? ¿Esa persona,
Kirika?”.
“Sí”. Mei asintió sin disculparse. “Kirika es su nombre artístico, podría
decirse. Su nombre real es mucho más común. Se pasa la mayor parte
del día encerrada en ese taller del segundo piso, haciendo muñecas y
pintando cuadros y cualquier otra cosa. Es un bicho raro”.
“¿La ‘M’ de ‘Estudio M’ significa Misaki?”.
“No es tan complicado, ¿Eh?”.
Aquella mujer de mediana edad con ropas color caléndula que había
estado en el rellano de la escalera exterior la segunda vez que había
venido. Ya me había imaginado que estaba relacionada con el estudio de
muñecas, pero ¿Podría ser la madre de Mei, la propia fabricante de
muñecas Kirika?
“¿Y tu padre?”.
Los ojos de Mei se desviaron. “Lo mismo que el tuyo”, respondió.
“¿Quieres decir que... está en el extranjero?”.
“Creo que ahora está en Alemania. Está fuera de Japón más de la mitad
del año, y luego está en Tokio más de la mitad de lo que queda”.
“¿Trabaja en el comercio o algo así?”.
“No sé. No tengo muy claro cuál es su trabajo. Pero supongo que tiene
toneladas de dinero, porque construyó este lugar y deja que mi madre
haga lo que quiera”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 227
Another

“Vaya”.
“Podrías llamarnos una familia, pero no se siente muy conectada. Lo
cual está bien”.
La niebla, como tinta acuosa, que siempre había rodeado al personaje de
Mei Misaki. Por alguna razón me sentí débilmente confundido al darme
cuenta de que se estaba levantando ligeramente.
“¿Quieres ir al tercer piso?”. Preguntó Mei. “¿O quieres seguir hablando
aquí?”.
“Está bien”.
“No puedes manejar este lugar, ¿Verdad, Sakakibara?”.
“No es que no pueda manejarlo...”.
“Pero aún no estás acostumbrado, ¿Verdad? ¿Al aire de un lugar repleto
del vacío de las muñecas? Debes tener muchas más preguntas”.
“Um, sí, lo sé”.
“Entonces...”.
Mei giró en silencio sobre sus talones. Empezó a caminar hacia el fondo
de la habitación. Se dirigió a un lado del ataúd negro que contenía la
muñeca de la joven que se parecía tanto a ella; luego desapareció. Me
apresuré a seguirla, con varios latidos de retraso.
Detrás del ataúd, la cortina de color rojo intenso que colgaba de la pared
volvía a balancearse ligeramente hoy, con la brisa del aire
acondicionado.
Mei me devolvió la mirada y abrió la cortina sin decir nada. Y allí...
Una puerta de acero de color crema.
Había un botón de plástico rectangular en la pared junto a la puerta.
“¿Sabías que esto estaba aquí?”, preguntó Mei mientras pulsaba el
botón.
Le asentí con la cabeza, con la cara fruncida.
“Cuando vine antes, desapareciste aquí atrás. Así que ese día comprobé
detrás de la cortina”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 228
Another

Con el bajo zumbido de un motor, las puertas de hierro se abrieron a


ambos lados. Era la puerta de un ascensor que comunicaba el sótano con
los pisos superiores.
“Ven, Sakakibara”. Mei entró en el ascensor y me hizo un gesto para que
la acompañara. “Podemos hablar de las cosas arriba”.

Tres sofás de cuero negro estaban colocados alrededor de una mesa baja
con tapa de cristal. Había uno de dos plazas y dos de una. Después de
sentarse en uno de los asientos individuales, Mei dio un pequeño
suspiro y me miró.
“Adelante. Siéntate, al menos”.
“Oh... claro”.
“¿Quieres algo de beber?”.
“Eh, no... estoy bien”.
“Tengo sed. ¿Quieres un té con limón? ¿Té con leche?”.
“Um, lo que sea”.
Subimos al tercer piso en el ascensor, a la casa de la familia Misaki. Mi
primera impresión fue que el lugar apenas parecía estar habitado, si es
que lo estaba.
Nos trasladamos al amplio salón-comedor. Los muebles eran
desagradablemente escasos para la cantidad de espacio que tenían y,
para colmo, cada detalle de la habitación estaba dispuesto con
demasiada precisión. Incluso el descuido de que el mando de la
televisión estuviera tirado en el centro de la mesa parecía poco natural.
Las ventanas estaban cerradas y el aire acondicionado encendido.
Todavía era principios de junio, pero el aire acondicionado funcionaba
sorprendentemente bien.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 229
Another

Mei se levantó del sofá y se dirigió a la cocina, para volver


inmediatamente con dos latas de té negro. “Toma”. Puso una lata
delante de mí. Luego, tirando de la lengüeta de su propia lata, se dejó
caer de nuevo en el sofá.
“¿Y bien?”, Mei dio un trago al té y luego me miró con frialdad. “¿De
qué quieres hablar primero?”.
“Eh... bueno”.
“¿Por qué no me haces preguntas? Tal vez eso sea más fácil”.
“Pensé que odiabas ser interrogada”.
“Lo odio. Pero hoy, lo permitiré”.
Mei habló en tono de profesora y luego sonrió divertida. Atraído, mi
tensión se fue relajando, pero rápidamente me puse a tono y enderecé
mi postura.
“Muy bien. Déjame confirmar algo de nuevo”, dije. “Mei Misaki... estás
viva, ¿Verdad?”.
“¿Pensaste que tal vez era un fantasma?”.
“No voy a decir que no haya tenido dudas a veces, para ser sincero”.
“Supongo que no puedo culparte”. Mei volvió a sonreír divertida. “Pero
ahora todas tus dudas han desaparecido, espero. Si estamos hablando de
si existo o no, entonces absolutamente, estoy viva. Un ser humano real,
de carne y hueso. Los únicos que piensan que ‘no estoy’ son los de la
clase 3 de tercer año en Yomi Norte. Aunque, en realidad, se supone que
eso te incluye a ti también, Sakakibara”.
“¿Yo?”.
“Sí. Pero eso falló muy pronto. Ahora eres como yo y.… es difícil de
explicar”.
Anoté en un rincón de mi mente las palabras que me llamaban la
atención: “fracasado”, “como yo”, y le hice otra pregunta a Mei.
“¿Cuándo empezó? ¿Cuándo empezó todo el mundo en clase a fingir
que no existía ninguna alumna llamada Mei Misaki? ¿Siempre ha sido
así?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 230
Another

“¿Cómo que siempre?”.


“Como, ¿Tan pronto como comenzaste el tercer año? ¿O antes?”.
“Una vez que nos unimos a la clase 3 de tercer año, por supuesto. Pero
no fue de inmediato”. En el rostro de Mei ya no había una sonrisa al
responder.
“Cuando acababa de empezar el nuevo semestre, pensamos que este año
iba a ser un ‘año sabático’. Pero luego supimos que probablemente no lo
iba a ser, y las discusiones terminaron en abril... Así que, para ser
exactos, empezó el primero de mayo”.
“¿Primero de mayo?”.
“Saliste del hospital y viniste por primera vez a Yomi del Norte el día 6,
¿Verdad?”.
“Sí”.
“El viernes de la semana anterior fue el primer día. Después hubo un fin
de semana de tres días, así que efectivamente, ese fue el tercer día”.
¿Había empezado hace poco? Eso me dejó perplejo. Me había hecho a la
idea de que esto había sucedido durante más tiempo -al menos antes de
que yo llegara a esta ciudad- y de forma sostenida.
“Muchas cosas deben parecerte extrañas después de ese primer día”.
“Bueno, eso es cierto”. Asentí profundamente para subrayar su
comentario. “Cada vez que te hablaba o decía tu nombre, Kazami y
Teshigawara... todo el mundo a mi alrededor reaccionaba de forma muy
extraña. Parecía que querían decir algo, pero nadie lo hacía”.
“Querían decírtelo, pero no pudieron hacerlo. Creo que así fue como
resultó. Acabaron cortándose el cuello. Tendrían que habértelo contado
todo antes de venir a la escuela. Ahora lo están pagando”.
“¿Qué quieres decir?”.
“Deberías haber hecho como todos los demás y tratarme como si no
estuviera. Si no, no funciona... pero hasta entonces, no creo que ninguno
se lo tomara tan en serio. ¿Recuerdas lo que te dije? Cómo incluso yo

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sólo lo creía a medias, en el fondo. Cómo... no me lo creía al cien por


cien”.
Tenía razón; recordaba que había dicho esas palabras, pero...
“No es sólo ‘bullying’, ¿Verdad?”.
Seguí con mis preguntas.
“No. No creo que nadie lo piense así”.
“... ¿Entonces por qué eres el objetivo?”.
Mei ladeó ligeramente la cabeza.
“¿Quién sabe? Es la forma en que se dieron las cosas. Pero, de todas
formas, nunca me relacioné mucho con nadie, y además resulta que mi
nombre es Misaki, también... Así que quizás me pareció perfecto. En
cierto modo, casi me facilita las cosas”.
“¿Más fácil? No puedes...”.
“¿No puedo decir eso?”.
“Así es, no se puede. No puede ser que los chicos de la clase, e incluso
los profesores, se confabulen e ignoren a un solo alumno”.
Mi voz se volvió más áspera a medida que hablaba, pero Mei dejó que
pasara de largo.
“Estoy bastante segura de que los profesores que se ocupan de la clase 3
corren la voz por canales diferentes a los de los alumnos”.
Su tono era obstinadamente distante.
“Por ejemplo, no pasar lista de asistencia a clase. Hay profesores que
pasan lista en otras clases. Pero no lo hacen en la clase 3. Ya sabes, para
que no tengan que llamar mi nombre. La clase 3 es la única que no tiene
que decir ‘de pie’ y ‘saludar’, también. Es la misma razón por la que los
profesores nunca bajan por las filas y nos llaman por orden, no importa
en qué clase estemos. Nunca me llamarán, y si estoy ausente o me voy a
mitad de la clase, nadie dirá nada al respecto. Y estoy excusada de todas
las rotaciones de limpieza y todo lo demás. Los profesores llegaron a ese
acuerdo entre ellos. Y cuando llegaron los parciales, supongo que no se
les permitía excusarme de eso, pero no les importaba lo vaga que era

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cuando rellenaba las hojas de respuestas sólo para salir de allí, ¿Verdad?
Como todo lo demás...”.
“Entonces, ¿También la clase de gimnasia?”.
“¿Clase de gimnasia qué?”.
“Desde que dividieron la clase de gimnasia en chicos y chicas, me enteré
de que las clases 1 y 2 tienen gimnasia juntas y las clases 4 y 5 tienen su
gimnasia juntas, pero la clase 3 es la única que está sola. Me pareció un
poco raro. Se podría argumentar que una clase tiene que ser la impar ya
que hay un número impar, pero ¿Por qué sería la clase 3?”
“Así que no se meten otras clases. Así el número de estudiantes
afectados no aumenta. Tal vez lo hacen por algún tipo de preocupación
como esa.
Aunque siempre ha habido un ‘acuerdo’ para la clase de gimnasia en el
que la persona que ‘no está’ no participa y se queda fuera siempre que
puede”.
“Un acuerdo, ¿Eh?”.
Esa palabra me trajo un recuerdo.
Obedece lo que la clase decida.
El tercer “Fundamento de Yomi del Norte” que me había enseñado
Reiko. Y la semana pasada, el jueves, cuando el aula estaba vacía, el Sr.
Kubodera había dicho...
Tenemos que obedecer lo que la clase decida, sin falta. ¿De acuerdo?
Solté un profundo suspiro, sintiéndome abrumado, y cogí la lata de té
que Mei me había traído. Era un té de limón muy frío. Tiré de la
lengüeta de la tapa y me bebí la mitad de la lata de un tirón.
“Si pasamos a enumerar cada cosa, no creo que vayamos a terminar
nunca”.
Volví a mirar la cara de Mei.
“Básicamente, lo mismo que te ha estado ocurriendo desde principios de
mayo empezó a ocurrirme esta mañana. Así que con todo lo que me ha

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pasado hoy, he sentido que tenía una idea bastante clara de lo que
estaba pasando. Pero lo que sigo sin entender es por qué lo hacen”.
Sí. La pregunta era “¿Por qué?”.
No era un simple “acoso”. Mei, la que lo estaba sufriendo, incluso lo
había dicho. Y yo estaba de acuerdo. Pero por otro lado...
Los alumnos y los profesores se habían puesto de acuerdo para tratar a
un alumno en particular como si “no estuviera”. En un contexto normal,
no, eso no era “simple” acoso escolar. Era un acoso atroz y exagerado.
Por eso mi voz se había puesto tan cruda antes cuando dije: “Es
imposible que hacer algo así sea algo bueno”. Pero...
Pensar en ello forzando la palabra o el concepto de “acoso”, al menos,
era erróneo; no tenía sentido. Ese hecho era ineludible.
Probablemente no había malicia en lo que hacían, ya fueran alumnos o
profesores, como en el llamado bullying. Si no había desprecio o burla
hacia su objetivo, tampoco había intención de intentar reforzar sus
vínculos de grupo señalándola... Así es como lo pensé.
Lo que tenían, en cambio, era miedo y temor... Así también lo vi yo.
Antes, había pensado que tenían miedo de Mei, pero no era eso. Más
bien, era como un miedo y un temor no a la propia Mei, sino a algo que
no podían ver...
“Todo el mundo está desesperado ahora”, dijo Mei.
“¿Desesperados?”.
“Sakuragi y su madre murieron en esos accidentes en mayo, así que ya
no podían decir que lo creían a medias. Y luego, una vez que empezó
junio, hubo dos más. Ha empezado, seguro”.
...lo que no explica mucho.
“Entonces... quiero decir, ¿Por qué es eso?”. Pregunté, cada palabra era
una bocanada de oxígeno para mis pulmones agotados. “¿Cómo se
relaciona todo eso con algo más? ¿Por qué eso hace que todo el mundo
se ensañe con alguien y actúe como si ‘no estuviera allí’? Es tan inútil”.
“¿Por qué? Realmente piensas eso, ¿No?”.

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“Lo pienso”.
Las mangas cortas de mi uniforme de verano dejaban al descubierto mis
brazos, que estaban cubiertos de piel de gallina desde hacía tiempo. Y no
se me iba a quitar. Y no sólo porque el aire acondicionado estuviera
demasiado frío.
“¿Recuerdas la historia de Misaki de hace veintiséis años?”, preguntó
Mei largamente, cubriendo el parche de su ojo izquierdo con la palma de
su mano izquierda, como si quisiera ocultarlo.
¿Hace veintiséis años? ...Ah, así que esto realmente tuvo que ver con eso.
“Por supuesto”, respondí, inclinándome hacia delante en el sofá.
Con la mano aún apoyada sobre su parche en el ojo, la voz de Mei era
tranquila mientras contaba la historia.
“Misaki, la chica popular de la clase 3 de tercer año, murió y todo el
mundo siguió fingiendo que ‘Misaki sigue viva de todos modos’... Y
luego, el día de la graduación, la imagen de Misaki, que no podría haber
estado allí, apareció en la foto de la clase. Creo que hasta ahí llegamos”.
“Sí”.
“¿Todavía no sabes el resto?”.
“Nadie me lo dirá”.
“Entonces te lo diré ahora”, dijo Mei, humedeciendo sus labios con un
movimiento de su lengua rosada. “Lo que ocurrió hace veintiséis años
fue el detonante, y desde entonces, la clase 3 de tercer año de Yomi
Norte se ha acercado a la ‘muerte’“.
“¿Cerca de la muerte...?”.
En realidad, el primer día de clase, Mei había dicho algo parecido
cuando hablé con ella en la azotea del edificio C. Todavía lo recuerdo
con claridad.
La clase de tercer año es la más cercana a la muerte. Más que cualquier otra
clase en cualquier otra escuela. Mucho más.
“¿Qué significa eso?”.

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Incliné la cabeza y me froté los brazos enérgicamente.


“La primera vez que ocurrió algo, hace veinticinco años, los compañeros
de Misaki se habían graduado. Fue la clase 3 de tercer año la que vino
después de ellos. Después empezó a ocurrir lo mismo, aunque no ocurre
todos los años. Quizá una vez cada dos años”.
“¿Y eso es...?”.
“Voy a contarlo tal y como lo he visto, pero no te equivoques: todo esto
lo he oído de otras personas. Esto se ha transmitido a través de mucha
gente durante muchos años”.
Así que, básicamente, una especie de leyenda: la situación hacía imposible
descartar todo el asunto como algo simple. Asentí solemnemente, con
los ojos fijos en los labios de Mei.
“Los alumnos tienen sus propios canales para transmitir la historia entre
ellos, separados de los de los profesores. La clase de tercero del año
pasado se lo cuenta a la clase de tercero del año siguiente. Así es como
me enteré de la mayor parte de esto. Estas cosas circulan por las otras
clases y los otros años como un rumor, pero en su raíz, esto es un secreto
que sólo las personas involucradas en la Clase 3 de tercer año saben, que
absolutamente no pueden hablar con nadie más. Así que...”.
“Vamos, ¿Qué es?”.
No podía dejar de rozarme los brazos. La piel de gallina no desaparecía.
“Un misterioso suceso que le ocurrió por primera vez a la clase 3 de
tercer año hace veinticinco años”, dijo Mei, soltando las palabras. Luego
se interrumpió y se me cortó la respiración. “Cuando ocurrió -cuando
empezó, quiero decir-, ese año hubo al menos una muerte al mes, sin
excepción, en la clase 3 de tercer curso. A veces eran los alumnos, a
veces eran sus familias. Había accidentes y enfermedades, a veces un
suicidio, o se veían involucrados en algún tipo de accidente. Había gente
que decía que tenía que ser una maldición”.
Una maldición... “La maldición de la clase 3 de tercer año”, ¿Eh?
“¿Qué es?”. Volví a preguntar. “¿Qué es este ‘evento misterioso’?”.

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“Bueno...”, Mei finalmente soltó la mano de su parche en el ojo y


respondió: “Hay un niño extra en la clase. Nadie se da cuenta cuando se
añade. Hay una persona extra, y nadie tiene forma de saber quién es”.

“¿Hay una persona más?”. Se lo repetí, sin entender. “Alguien debía


tener...”.
“Ya te he dicho que no sabemos quién es”, respondió Mei, con una
expresión inmóvil. “Ocurrió por primera vez hace veinticinco años.
Abril de 1973. Nada más empezar el nuevo semestre, se dieron cuenta
de que les faltaba un pupitre en el aula. Pensaban que habían preparado
suficientes pupitres para el número de alumnos de la clase de ese año. Y,
sin embargo, cuando intentaron empezar la clase, se dieron cuenta de
que les faltaba uno”.
“¿Y eso fue porque el número de estudiantes había aumentado?”.
“Sí. Pero no se puede saber quién es el niño extra. Puedes preguntar a
todo el mundo, pero nadie dirá que es él, y nadie más lo sabe tampoco”.
“...Aun así”. Incapaz de captar esta idea, ataje con la más obvia de las
preguntas. “¿No pueden buscar algo así en la lista de clases o en los
registros escolares?”.
“No funciona. No importa dónde busquen, la lista de clases, todo tipo de
registros, todo parece coincidir. Más bien, no pueden decir que los
registros no coinciden, porque las cosas están cambiadas -como,
manipuladas- así que no pueden probar nada. Así que sólo les falta un
escritorio”.
“¿Manipulado? ¿Así que alguien adultera en secreto los registros?”.
“‘Manipulado’ es una metáfora. Verás, no son sólo los discos. Los
recuerdos de todos se alteran también”.
“¿Uh-h-h?”.
“No crees que sea posible, ¿Verdad?”.

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“Bueno... no”.
“Pero aparentemente es cierto”.
Al responder, Mei parecía muy confundida sobre cómo explicarlo.
“No es nada que haya podido hacer una persona. Ese es el tipo de
‘fenómeno’ que es. Al menos, así es como alguien me lo explicó”.
“Un fenómeno...”.
Argh... apenas pude entender lo que me decía.
¿Manipulando los registros? ¿Alterando los recuerdos de la gente? Ese
tipo de cosas eran totalmente...
Cuando alguien muere, hay un funeral.
No sé por qué, pero de la nada, la voz empapelada de mi abuelo sonó en
mis oídos. Con ella llegó un extraño sonido de baja frecuencia,
Vmmmmm... como si oscureciera sus palabras.
No... no quiero ir a más funerales.
“Al principio, todos pensaron que alguien había metido la pata, así que
desenterraron un escritorio y una silla extra y se olvidaron de ello.
Supongo que es natural. No es algo que normalmente se le ocurra a
nadie, el hecho de que el número de alumnos aumente en uno sin que
nadie se dé cuenta. Nadie se tomó en serio la posibilidad. Pero
entonces...”.
Su ojo derecho, que no estaba oculto por el parche, se cerró lentamente y
luego volvió a abrirse.
“Como he dicho, a partir de ese mes de abril, empezaron a morir
personas vinculadas a la clase cada mes. Esto es un hecho indiscutible”.
“Cada mes... ¿Durante todo un año?”.
“En 1973, creo que fueron seis estudiantes y diez familiares. Eso no es
precisamente normal”.
“...No”. No podía estar en desacuerdo con eso. “Si eso realmente
sucedió...”.

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Dieciséis personas en un año. Sabía que ese número estaba


definitivamente fuera de lo común.
Mei cerró lentamente y volvió a abrir el ojo derecho, y continuó.
“Y luego... lo mismo ocurrió el año siguiente, también. Cuando empezó
el nuevo semestre, les faltaba un pupitre y cada mes moría alguien... Y
para entonces la gente del medio sabía que no podía ser nada ordinario.
Algunos incluso decían que debía ser una maldición...”.
Una maldición... “La maldición de la clase 3 de tercer año”.
“Si es una ‘maldición’, ¿De dónde viene?”, pregunté, y Mei contestó
tranquilamente lo siguiente:
“Era la maldición de Misaki, que había muerto hace veintiséis años”.
“¿Por qué Misaki pondría una maldición en alguien?”. Presioné. “No es
que Misaki haya tenido alguna experiencia realmente horrible en clase o
algo así, ¿Verdad? Todo el mundo estaba triste por la repentina muerte
de una chica tan popular... ¿No es así? ¿Y Misaki los maldijo de todos
modos?”.
“Es extraño, ¿No? Yo también lo creo. Por eso alguien me dijo que esto es
diferente de lo que se llama una maldición”.
“¿Quién es ‘alguien’?”.
Me estaba empezando a molestar, así que pensé en preguntar. Mei no
contestó y en su lugar empezó a seguir con la historia.
“Entonces...”.
“Espera”. La detuve y presioné un pulgar contra mi sien izquierda.
“Déjame organizar esto un poco. Hace veintiséis años, Misaki, de la clase
3 de tercer año, murió. Al año siguiente había una ‘persona extra’ en la
clase, pero nadie sabía quién era. Luego, cada mes, los chicos de la clase
o sus familiares comenzaron a morir. Quiero decir, ¿Cuál es exactamente
la lógica que une estas cosas? ¿Por qué la gente muere cuando hay
alguien de más? ¿Por qué...?”.
“No conozco ninguna lógica formal para ello”. Mei sacudió ligeramente
la cabeza. “No soy realmente un especialista en este tema. Es sólo que
después de todo lo que ha pasado hasta ahora, no sé, tengo una imagen

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que se ha formado a partir de la experiencia. Todos los implicados


conocen la historia, ya que se transmite cada año”.
Bajó un poco la voz antes de decir: “El alguien extra es ‘la baja’“.

“... ¿Qué?”.
La punta del pulgar me presionó aún más en la sien.
“Um, es que ... ¿Quieres decir, Misaki que murió hace veintiséis años?”.
“No, no funciona así”. Mei dio otro pequeño movimiento de cabeza.
“No es Misaki. Es alguna otra ‘baja’“.
“La baja...”.
Las palabras rayadas en el escritorio de Mei en el aula-

¿Quién es “la víctima”?

Las palabras pasaron dudosamente por mi mente.


“Fueron todos los de la clase 3 de tercer año, hace veintiséis años, los
que actuaron de esa manera y comenzaron todo esto. Decidieron que su
compañera de clase muerta Misaki ‘no estaba muerta de todos modos’ y
‘en realidad seguía viva, justo ahí’, y mantuvieron el acto durante todo
el año. El resultado fue que cuando hicieron una foto en el aula el día de
la graduación, en ella aparecía Misaki, que no podía estar presente en el
mundo de los vivos. Si lo piensas, ‘la baja’ había sido llamada de nuevo
a ellos”.
Mei continuó, con una expresión tan estática como siempre.
“Significa que... tal vez ese fue el detonante y por eso la clase 3 de tercer
año en Yomi del Norte está ‘más cerca de la muerte’. Tal vez se convirtió
en un sitio, como un recipiente que atrae a ‘la víctima’. Es algo así”.

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“¿Atrae a la víctima?”.
“Sí. Obviamente no hay una explicación racional para ello, pero aun así
eso es lo que empezó a suceder. Así es como va la historia”.
Al igual que la otra vez que me lo había contado, rodeada de las
muñecas en el sótano, Mei había pasado en algún momento a un tono
que sugería que los secretos del mundo estaban expuestos ante ella.
“‘La baja’ es parte de la clase porque toda la clase está más cerca de la
muerte. Supongo que también se puede ver de la otra manera. Desde
que la baja se mezcló en la clase, nos acercamos a la muerte. Sea como
sea, ¿Estás escuchando, Sakakibara? - La “muerte” es el vacío. Al igual
que las muñecas. Si te acercas demasiado a ella, te absorbe. Por eso...”.
“¿Por eso muere alguien cada mes?”.
“Intenta pensarlo así”, dijo Mei. “Sin embargo, se me ocurrió esto por mi
cuenta. Cuanto más nos acercamos a la muerte, más fácil es para la
gente morir en comparación con un ‘sitio’ que no es así”.
“¿Qué significa eso?”.
“Por ejemplo, aunque hagas tu vida diaria de la misma manera, tienes
más probabilidades de tener un accidente. Incluso con el mismo
accidente, tienes más probabilidades de resultar gravemente herido.
Incluso con las mismas lesiones, tienes más probabilidades de morir a
causa de ellas. Así”.
“Ah...”.
¿Así que estas cosas aparecieron en todas las facetas de la vida como un
sesgo de riesgo y se fueron acumulando hasta que en algún momento te
arrastraron de una vez por todas a la muerte? ¿Me estaba pidiendo que
lo interpretara así?
¿Por eso Yukari Sakuragi había sufrido una serie de desafortunados
accidentes y había perdido la vida? ¿Y por qué la Srta. Mizuno había
muerto en ese accidente de ascensor?
“...Pero eso no...”.
Eso no tiene sentido, pensé.

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¿Cómo puede alguien creer eso? Era totalmente inaceptable en un


proceso de pensamiento basado en el sentido común. No podría...
Oye, Sakakibara, ¿Crees en fantasmas o maldiciones o lo que sea? ¿Es eso lo
tuyo?
En medio de mi intensa confusión, me vinieron a la mente varias
escenas.
¿Los llamados fenómenos paranormales, en general?
Ese fue el interrogatorio no provocado que recibí de Teshigawara y
Kazami en el almuerzo de mi primer día de clase. ¿Me habían tanteado
con esas preguntas? ¿Con el fin de sentar las bases para revelar este
asunto al estudiante transferido?
Y, sin embargo, nunca habían entrado en detalles más profundos...
...por supuesto.
Eso era porque había visto a Mei justo en ese momento, sentada en un
banco frente a un macizo de flores delante del Edificio Cero. Ignoré sus
reacciones de alarma y me dirigí hacia ella... ¿Era por eso?
“¿Te importa si te pregunto un par de cosas que no entiendo bien?”.
Pregunté, moviendo el dedo de mi sien.
“Adelante”, respondió Mei, acariciando el parche sobre su ojo izquierdo.
“Pero no soy una experta. Hay muchas cosas que tampoco entiendo”.
“De acuerdo”. Asentí con la cabeza y me enderecé la espalda. “Um, en
primer lugar... Dijiste que la persona extra es ‘la baja’, ¿Verdad?
¿Significa eso que son como un fantasma?”.
“Bueno”. La cabeza de Mei se inclinó hacia un lado. “Probablemente no
es como la imagen habitual de un ‘fantasma’ que hay por ahí. No es sólo
una presencia etérea. Tiene un cuerpo físico, dicen”.
“Un cuerpo físico...”.
“Es algo extraño de decir, pero ‘el siniestro’ no es diferente de una
persona viva. Tiene su propio cuerpo de carne”.
“Entonces, ¿Como un zombi?”.

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“Bueno...”. La cabeza de Mei volvió a inclinarse hacia un lado mientras


me miraba a la cara. “Creo que es diferente. No cazan a la gente ni se la
comen ni nada”.
“Probablemente no, ¿Eh?”.
“Y cuando la gente muere cada mes, no es como si ‘la víctima’
extendiera sus propias manos para matarla. La víctima tiene
sentimientos y tiene suficientes recuerdos para integrarse en la situación,
y no tiene ni idea de que es ‘la víctima’. Por eso no se sabe quién es”.
“Hm-m-m. Entonces...”. Mi pregunta se unió lentamente. “En un
momento u otro queda claro quién era la ‘persona extra’ mezclada en la
clase ese año, ¿No?”.
“Eso... sí. Dicen que lo descubres cuando termina la graduación”.
“¿Cómo lo descubres?”.
“Porque la persona extra desaparece. Dicen que los registros y los
recuerdos de la persona también vuelven a ser los de antes”.
“¿Qué clase de persona se mezcla en la clase como la baja, exactamente?
¿Ha sido alguna vez alguien sin ningún vínculo o asociación con la
clase?”.
“No sé... Oh, pero hay una especie de regla para ello”.
“¿Una regla?”.
“Es una persona que ha muerto como parte de este fenómeno antes. Ya
sea un estudiante actual de la clase 3 de tercer año o su hermano o
hermana menor o.…”.
“Entonces, ¿Quién pudo ser aquella primera vez, hace veinticinco años?
¿Fue Misaki, ya que había muerto el año anterior? Pero entonces alguien
no habría... Alguien se habría dado cuenta de que ‘Misaki está aquí’,
¿No? Tal vez eso pensaba que era la prueba de que no podía dejar de
lado el ‘pensamiento racional’”.
“Muchos de los cambios y manipulaciones ocurren por sí solos, así que
no creo que hubiera parecido extraño, aunque fuera Misaki”, respondió
Mei. “Pero he oído que eso no fue lo que ocurrió ese año”.

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“Entonces, ¿Quién era?”.


“El hermano o hermana menor de Misaki. Habían muerto al mismo
tiempo que Misaki... y eran un año más jóvenes que Misaki, así que
habrían sido de tercer año ese año”.
“El hermano o hermana pequeña de Misaki... ya veo”. Yo mismo
pronuncié las palabras entonces y no pude evitar reconocerlo. “¿Estás
diciendo que, durante todo un año, nadie -ni los profesores ni los
alumnos- se dio cuenta de que ese chico que había muerto el año
anterior estaba en la clase y simplemente lo aceptaron como una
realidad?”.
“Eso es lo que estoy diciendo”.
Mei asintió, dejó escapar un largo suspiro y cerró los ojos, la imagen
misma del agotamiento. Pasaron dos segundos, luego tres, antes de que
murmurara: “Ah, pero...” y abriera un poco el ojo derecho. “Por mucho
que intente explicarlo, es una historia difícil de concretar cuando te
pones a pensar en ella”.
“¿Cómo es eso?”.
“Bueno...”, Mei meditó sus palabras, pero cuando habló, lo hizo sin
apenas vacilar: “Después de un año en el que ocurre eso, obviamente el
hecho es que murió mucha gente, pero dicen que los recuerdos de la
gente sobre el evento en sí se desvanecen. Especialmente sobre quién
era ‘la persona de más’ en la clase. Hay cierta diferencia entre las
personas, y algunas olvidan enseguida, pero en la mayoría de los casos
el recuerdo se vuelve más borroso con el tiempo hasta que
finalmente...”.
“¿Se olvidan?”.
“Escuché este ejemplo de alguien.
Supongamos que se rompe un dique y el agua del río inunda la ciudad.
Es como si el agua finalmente retrocediera. El hecho de que hubo una
inundación permanece, sin duda, pero después de que el agua retroceda,
el recuerdo de lo que se inundó y de la gravedad de la inundación
empieza a difuminarse. Es así. Es más bien que no pueden evitar el
olvido, no que se vean obligados a olvidar, supongo”.

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“Hace 25 años es como un cuento de hadas, ya que es antes de que


naciéramos, pero en un sentido global no fue hace tanto tiempo. Pero
cuando los recuerdos de las personas involucradas se desvanecen así, es
como dijiste antes, Sakakibara. Ahora se ha convertido en una leyenda
total”.
Al oír eso, una comisura de la boca de Mei se suavizó, pero su expresión
se congeló de nuevo enseguida.
“Hasta el final de mi segundo año, sólo me enteré de algunos rumores.
Después de decidir las clases para los terceros años, convocaron una
reunión de inmediato, y un par de chicos de la clase 3 del año anterior
que se graduaban también estaban allí. Hubo una especie de “pase de
antorcha” sobre este asunto. Esa fue la primera vez que escuché la
realidad de la ‘leyenda’...”.
Su tono de emoción sofocada nunca vaciló, pero para ella, sonaba como
si hubiera todo tipo de caos en su corazón.
“Nos lo explicaron y me di cuenta de que no era una mentira ni una
broma: que quizá había que tomárselo en serio. Aun así, en el fondo sólo
me lo creía a medias. En cuanto a los demás, había algunos chicos que lo
creían completamente y otros que no se lo creían del todo...”.
Una melodía alegre recorrió la habitación, sonando en el reloj ovalado
que colgaba sobre el televisor para dar la hora. Las seis. ¿Ya era tan
tarde?
No me extrañaría empezar a recibir llamadas preocupadas de mi abuela
preguntando “¿Dónde estás? ¿Estás bien?”.
Qué máquina tan horrible.
Recordé el comentario de Mei, cuando quiera que haya sido.
No importa dónde estés, estás conectado. Pueden atraparte.
Apagué el móvil, que seguía en el bolsillo del pantalón.
“Eso es un esbozo de lo que hemos hablado”, dijo Mei, y luego apoyó su
leve barbilla en ambas manos. “¿Quieres oír el resto?”.
“Uh, sí. Eso sería...”.

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¿Cómo no voy a querer? Vamos.


“¿Me lo vas a decir?”. Pregunté, enderezando mi espalda de nuevo.

10

“Desde hace veinticinco años, este ‘fenómeno anormal’ ha seguido


ocurriendo, aunque no necesariamente todos los años. Como es de
esperar, la gente ha intentado idear algo para contrarrestarlo”.
Mei comenzó a contarme “El resto”. Su tono era tan distante como
siempre, y seguía sugiriendo que incluso ella necesitaba buscar a tientas
las palabras.
“Pero algo tan descabellado como esto, tan completamente incompatible
con la lógica del mundo real... tal vez podría llamarse sobrenatural... este
tipo de historia nunca podría ser discutida por una administración
escolar oficial”.
“Eso es seguro”.
“Así que, como primer paso, al menos, los debates a nivel local, a nivel
de los directamente implicados en ‘la maldición de la clase 3’, han sido el
núcleo de todo tipo de estrategias que la gente ha considerado”.
“¿Como un exorcismo?”.
Era la estrategia más sencilla que se me había ocurrido hasta ahora.
“Puede que lo hayan intentado”, respondió Mei sin la menor sonrisa. “El
cambio de aulas, por ejemplo. Intentaron cambiar el aula que habían
utilizado en el viejo edificio -el edificio cero- para la clase 3 de tercer año
todos los años hasta entonces. Pensando que tal vez la maldición estaba
ligada a ese lugar, al aula”.
“Ajá”.
“Pero no sirvió de nada. Hace trece años construyeron un nuevo edificio
escolar y trasladaron las aulas de tercer curso del edificio cero al edificio
C. Al parecer, esperaban que eso fuera el fin. Pero, por supuesto, no se
acabó”.

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“¿Así que estás diciendo que no era el aula o el edificio de la escuela; era
puramente el grupo de tercer año de la clase 3 el que tenía el
problema?”.
“Eso es lo que estoy diciendo”.
Contestó lo mismo que antes, luego dejó escapar otro largo suspiro y
cerró los ojos.
Por un momento, pensé que el frío de la habitación excesivamente
climatizada haría que su aliento se volviera blanco. Sin darme cuenta,
había empezado a frotarme los brazos de nuevo.
“Y aquí es donde supongo que por fin llegamos al meollo de la
cuestión”, dijo Mei, abriendo suavemente su ojo derecho. “Dicen que
ocurrió hace diez años. No está muy claro si alguien tuvo la idea y habló
de ello o qué, pero encontraron una estrategia eficaz contra estos
sucesos. Si lo hacen, podrán evitar el desastre: una estrategia que hace
que la gente no empiece a morir cada mes”.
“Oh...”.
Fue en ese momento cuando me vino a la mente una vaga imagen de
qué tipo de “estrategia” estaba hablando Mei. Por eso. Por eso.
Significa...
“Tratamos a alguien como si ‘no estuviera’ en lugar de la ‘persona
extra’“.
Las palabras que salieron de los labios de Mei fueron exactamente las
que había imaginado. “Así devuelves la clase al número de personas que
debe tener. Equilibras los libros. Así evitas el desastre de ese año... con
ese talismán”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 247
Another

Interludio II

“Parece que este año ha sido un “año de descanso”. Gracias a Dios.


Cuando empezaron la escuela, había exactamente treinta pupitres, y
todos estaban llenos...”.
“No teníamos a nadie extra”.
“Qué gran alivio”.
“El año pasado también fue un ‘año malo’, ¿Recuerdas?”.
“¿Ha habido alguna vez dos años seguidos en los que no haya pasado
nada?”.
“¿No es suficiente que no nos haya pasado a nosotros? Totalmente. Tal
vez se está debilitando”.
“Aun así... me pregunto si es cierto que una vez que empieza, cada mes
muere alguien vinculado a nuestra clase. Me cuesta creerlo, todavía”.
“Pero vamos, que hasta tuvieron ese ‘paso de antorcha’, así que no es
precisamente una historia sin fundamento, ¿No?”.
“Además, hubo un par de estudiantes de tercer año que murieron hace
dos años, ¿Recuerdas? Accidentes o suicidios o lo que sea. Y un par de
personas de sus familias...”.
“Eso es cierto, pero...”.
“Qué miedo, que tu familia pueda verse arrastrada también”.
“Son tus padres y hermanos los que realmente tienen problemas. Nos
han dicho que existe esa regla de que todos los parientes
consanguíneos de menos de dos grados están en juego”.
“¿Dentro de dos grados? Entonces, ¿Mi abuela y mi abuelo también?”.
“Eso es lo que he oído”.
“Dicen que están a salvo si son más distantes, como tíos y primos”.
“¿Qué hay de esa parte en la que, si no vives en esta ciudad, estás a
salvo?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 248
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“Oh, yo también he oído eso”.


“Yo también. Así que, si se llega a eso, podrías dejar la ciudad... Pero
vamos”.
“No puedes hacer eso exactamente cuando aún estás en la escuela
media. Incluso si se lo dijera a mis padres, apuesto a que no me creerían.
Pero bueno, no ha ocurrido este año, así que ¿Por qué preocuparse?”.
“Estoy muy aliviada, en serio”.
“Si tuviéramos a alguien de más, tendríamos que tratar a alguien como
si ‘no estuviera’, ¿No?”
“Eso suena muy estresante”.
“Cuando eso ocurre, los profesores te ayudan, aunque...
...suena complicado”.
“¿Quién crees que ‘no estaba’?”.
“Los oficiales tácticos eligen un ‘candidato’, ¿No? Probablemente
eligieron a alguien durante las vacaciones de primavera, en caso de que
fuera un año’...
...probablemente”.
“Me pregunto si fue Misaki. ¿Tú también lo crees?”.
“¡Su apellido es Misaki y todo! Y he oído que su familia vive en la
ciudad de Misaki”.
“Lo sé. Es este espeluznante lugar del museo de muñecas. Es muy raro,
¿Verdad?”.
“Tampoco creo que tenga tantos amigos”.
“Cada vez que intento hablar con ella, se muestra fría, o como,
distante...”.
“Siempre lleva ese parche en el ojo, ¿Verdad? Su ojo izquierdo es falso,
por eso. Es azul”.
“Wo-o-ow, ¿En serio?”.
“No sé cómo tratar con gente así”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 249
Another

“Yo tampoco”.
“Yo tampoco, realmente...”.

***

“¿Te has enterado de lo del estudiante transferido?”.


“Sí. ¿Dijeron que vendrá la próxima semana?”.
“Ya estamos en la segunda quincena de abril. Qué momento más raro
para la transferencia. Definitivamente... Y creo que va a ser un
problema”.
“¿Un problema?”.
“¿No crees que esto podría ser peligroso?”.
“¿Eh?”.
“Vamos, sobre la cosa”.
“Qué... no hay manera”.
“El estudiante transferido que viene aquí significa que, a partir de la
próxima semana, el número de personas en la clase va a subir y vamos
a estar corto de un escritorio. Lo que significa...”.
“¿Quieres decir que este año es realmente un ‘año con eso’?”.
“La gente dice que podría ser...”.
“Espera un segundo. Cuando el estudiante transferido llega aquí, el
número ‘va a subir, ¿Verdad? Así que eso significa que no teníamos a
nadie extra a principios de abril...”.
“Es cierto, pero también podría ser un patrón diferente al que ha tenido
antes, ¿No crees?”.
“Hm-m-m. ¿Por qué iban a poner al niño en la clase 3 de todos modos?
La escuela debe haber tenido una razón para hacerlo”.
“En serio, sin embargo...”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 250
Another

“Al fin y al cabo, no es un tema reconocido públicamente. He oído que el


director apenas lo conoce”.
“Hm-m-m”.
“Además de eso... he oído que el chico se llama Sakakibara”.
“Vaya. Ese no es un nombre muy prometedor. Pero eso no es razón
suficiente para decir...”.
“Pero el tipo es realmente...”.

* * *

“He oído que Kazami y Sakuragi fueron al hospital ayer”.


“¿Para visitar Sakakibara?”.
“Sí. Para visitarlo y hacer un reconocimiento. ¿Qué pasó?”.
“Al parecer, vino aquí por algún motivo familiar, pero dijo que era la
primera vez que vivía en Yomiyama”.
“Entonces...”.
“Ni siquiera ha permanecido aquí mucho tiempo antes”.
“Bueno, entonces...”.
“Así que al menos probablemente no sea él, dijeron. ¿Quieres decir que
no es ‘la baja’?”.
“Así es. Kazami estrechó su mano, sólo para asegurarse”.
“¿Le dio la mano? Lo he olvidado, ¿Significa eso algo?”.
“Al parecer, hay una historia que dice que si estrechas la mano de ‘la
víctima’ cuando la conoces, lo sabrás. Se supone que su mano está
extrañamente fría”.
“¿Estás seguro de que eso es cierto?”.
“Dijo que la mano de Sakakibara no estaba fría. Hmph. Entonces... ¿Qué
significa eso? Es alguien más que él. Oh... Figuras”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 251
Another

“Tal vez alguien, además de él, sea el extra. Tenemos que considerar
esa posibilidad, dijo”.
“¿Los oficiales tácticos están trabajando en ello?”.
“Parece que vamos a hablarlo, todos juntos. Es probablemente
cuando...”.
“Argh. No tengo ni idea de cuánto de esto creer, de verdad”.
“Es así para todos. Sé que me siento así... Pero si realmente empieza, las
cosas se pondrán feas”.
“Sí...”.
“Alguien va a morir, cada mes. Y eso no va a ser un problema que
podamos achacar a otro”.
“...tienes razón”.
“Sí. Así que vamos a.…”.

* * *

“El estudiante transferido, Koichi Sakakibara, llegará a la escuela la


próxima semana, a partir del 6 de junio.
Teniendo en cuenta que se está transfiriendo, ¿No podría significar que
está empezando con un mes de retraso, que está a punto de empezar
este año? Es inédito, pero por ahora, esa interpretación es razonable...
No, es más seguro. Eso es lo que yo pienso.
Pero dado que se trata de una situación anómala, este año podría ser
realmente un ‘año malo’. Aunque sería difícil deshacer el daño en el caso
de que no lo sea, así que...”.

... “Como se mencionó anteriormente, parece que hubo una gran
insuficiencia en las ‘contramedidas’ de hace dos años. En consecuencia,
un total de siete estudiantes de la clase 3 y sus familiares fallecieron”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 252
Another


... “¿Estamos de acuerdo entonces, todos?
Como se ha decidido antes, cuando empiece mayo, debemos
comportarnos como si Misaki no estuviera presente en nuestra clase.
Se requiere diligencia en todo momento entre la llegada a la escuela y la
salida del campus, como mínimo. ¿Entendido?”.
“¿Señor?”.
“¿Sí, Sakuragi?”.
“¿Están los otros profesores al tanto de esto, además de usted y la Srta.
Mikami?”.
“Espero su máxima colaboración. Sin embargo, no debe haber
absolutamente ninguna discusión sobre este asunto con otros profesores
que no sean nosotros.
No sólo los profesores. No debes hablar de ello con nadie fuera de clase.
De hecho. Les pido a todos que se abstengan de mencionar esto a otros
en la medida de lo posible. Se nos dice que el resultado de romper esta
regla es invitar a una calamidad indebida. Por así decirlo, se trata de
una ‘decisión confidencial’, un secreto que debe ocultarse
exclusivamente en la clase 3 de tercer año. No se puede revelar sin una
buena razón”.
“¿Señor?”.
“¿Sí, Yonemura?”.
“¿Eso incluye también a nuestras familias? ¿Ni siquiera podemos
decírselo a nuestros padres y hermanos?”.
“La regla es que no debes hablar de ello. Pero...
¿Me explico? La escuela, como institución educativa pública, nunca
reconocerá abiertamente que, basándose en la existencia de algo tan
irreal como una ‘maldición’, se empleó este tipo de ‘contramedidas’
ilógicas para evitarla. A pesar de que, de hecho, se han producido
muchas muertes en el pasado. Por eso este sistema se ha transmitido
durante muchos y largos años en forma de tradición encubierta de este

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 253
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grupo. El secreto debe ser protegido de todos los que están fuera del
grupo. ¿De acuerdo?”.



“Misaki. En cierto sentido, desde tu punto de vista, esta discusión ha
tomado un giro muy poco razonable. Es probable que lo pases muy mal,
pero... ¿Está bien?”.

“¿Cooperarás?”.
“Si te dijera que no en este momento, ¿Eso te detendría?”.
“Bueno... por supuesto, no podemos obligarte. Tienes derecho a negarse.
Sin embargo, si no tenemos ninguna ‘contramedida’ y los ‘desastres’
comienzan para este año...”.
“Sí... lo sé. Lo entiendo”.
“¿Cooperarás?”.
“...Sí”.
“En ese caso, todos, a partir de mayo, quiero que todos hagan lo posible
para cumplir con esto como una decisión de la clase. Para que podamos
superar nuestras dificultades compartidas y graduarnos todos juntos
con buena salud el próximo marzo...”.

* * *

“¿No crees que es peligroso? ¿La forma en que Sakakibara está


actuando?”.
“Sí, así es”.
“Pensé que los profesores se lo habrían explicado antes de que llegara”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 254
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“Se podría pensar que sí, pero ellos son los profesores. Tal vez pensaron
que los estudiantes lo manejarían entre ellos...”.
“Y Akazawa no ha ido a la escuela. ¿Está enferma? Si estuviera aquí, se
habría ocupado de ella, sin problemas”.
“Puede que sí”.
“Tienes que esforzarte más. Tú también eres un oficial táctico, ¿No?”.
“Pero nunca pensé que lo haría tan pronto...”.
“Sea cual sea el plan, ya ha hablado con ella un montón. Y se supone
que ella no debería estar allí. Eso lo arruina, ¿No?”.
“No deberíamos haber dado vueltas al tema y haberlo sacado antes”.
“Me lo dices a mí. Tú y Sakuragi deberíais haberle explicado las cosas
cuando le visteis en el hospital o algo así”.
“No, ese día no era... El ambiente no era el adecuado para lanzarse a una
conversación así”.
“Entonces, ¿Por qué no hacerlo ahora? Espera. Eso es...”.
“¿Qué es?”.
“Mira, si queremos explicarle la situación ahora, la única manera de
hacerlo es reconociendo que ella está ahí... ¿Y no sería malo?”.
“Hm-m-m”.
“Personalmente, creo que sería bastante malo”.
“¿No estaría bien que se lo dijéramos fuera de la escuela? Tal vez... Pero
¿Y si eso también lo estropea?”.
“Si empiezas a cuestionar todo, no podremos hacer nada. Aun así,
tenemos que poner a Sakakibara en línea. Haz algo para que deje de
interactuar con ella, si no...”.
“Lo intentaré, supongo”.
¿Cómo?”.
“...lo pensaré”.
“No podemos confiar en eso”.

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“Pero no lo olvides. Fue en contra de la ‘decisión’, por lo que, si nadie


muere en mayo, entonces eso resolvería el problema. Nos hacemos
todas estas preguntas, pero si este año acabara siendo un ‘año de
descanso’ después de todo, estaríamos fuera de peligro.”
“Sí”.
“Siento que tal vez esté bien”.
“Eso estaría bien.”
“Pero supongo que, hasta entonces, tenemos que conseguir que se
comporte. Esperemos que este mes termine sin que pase nada”.
“De verdad”.

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Capítulo 9

Junio IV

Ese día, volví a la casa de mis abuelos en Koike después de las nueve de
la noche.
La hora de la cena ya había pasado.
Había llamado por el móvil para decirles que volvería tarde, pero no
había conseguido que me comunicaran; así que la preocupación de mi
abuela se había convertido casi en pánico, y tuve la sensación de que, si
hubiera llegado a casa, aunque fuera diez minutos más tarde, habría
llamado a la policía. Me sermoneó con fuerza, pero el loable acto de un
nieto diciendo “lo siento, abuela” la calmó más de lo que yo hubiera
esperado.
“¿Dónde estabas holgazaneando a estas horas?”.
Me había anticipado completamente a la pregunta, y respondí con el
tono más inocente que pude.
“Estuve en casa de un chico. Creo que ahora somos amigos”.
Eso fue todo lo que dije. Aunque hubiera preguntado más, no pensaba
decírselo. Reiko había llegado a casa antes que yo, y supongo que era
natural, pero también actuó bastante preocupada por mí. Parecía que
estaban a punto de hacerme más preguntas, pero al final no hablé en
detalle esa noche. No pude reunir la energía necesaria para ello.
Terminé mi comida en silencio y subí rápidamente al segundo piso,
donde me acosté en el futón extendido en mi cuarto de
estudio/dormitorio.
Físicamente, estaba agotado; pero, en cambio, mi mente estaba
totalmente despierta. Apoyé un brazo sobre mi frente y me obligué a

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cerrar los ojos. Entonces, casi automáticamente, la conversación que


había tenido con Mei Misaki unas horas antes comenzó a reproducirse
en mi mente...

Se trata a una persona de la clase como si “no estuviera”. Haciendo eso


se equilibran los libros y se evitan los “desastres” de ese año provocados
por la “persona extra”, es decir... “la baja” que se ha colado en la clase.
Al menos, se pueden debilitar. Ese era el “talismán” que se había
sugerido, ejecutado y demostrado su eficacia durante los últimos diez
años.
Al principio, habían pensado que este año no pasaría nada, pero cuando
se dieron cuenta de que un estudiante transferido-yo-venía después del
comienzo del nuevo semestre y tendrían “una persona extra”, la
ansiedad de que este año pudiera tomar un curso irregular se extendió
por la clase... Y como resultado, Mei Misaki se vio obligada a asumir el
papel de la que “no está”. A partir de mayo, un mes más tarde de lo
habitual. Y entonces...
El argumento había entrado en mi mente paso a paso, pero no podía
aceptarlo como algo real. Incluso después de que Mei terminara de
explicar el panorama general, seguía sin poder deshacerme por
completo de mi desconcierto.
Cuando fui allí, no tenía intención de dudar de lo que me dijo. No en lo
más mínimo. Pero... aun así, sentí cierta resistencia a dejarme llevar por
completo y creer todo lo que decía.
“Por eso deberían haberte dejado participar desde el primer día que
llegaste a la escuela, Sakakibara. Deberías haber ido con todos los demás
y tratarme como si no estuviera. Porque si no, el talismán se debilita.
Pero ese día, en el almuerzo, te acercaste y empezaste a hablarme”.
Cuando Mei lo mencionó, volví a recordar la escena de aquel día.
¡H-hey! ¡Sakakibara!

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¿Qué estás haciendo, Sakakibara?


El sonido consternado de las voces de Teshigawara y Kazami. Mientras
me veían apresurarse hacia donde Mei estaba sentada en el banco a la
sombra de los árboles, los dos habían pensado: “Uh-oh”.
Sin duda, habían pensado “Uh-oh” y habían entrado en pánico porque
tenían que impedirme lo que estaba haciendo. Pero entonces, había sido
tan repentino que no había nada que pudieran haber hecho...
¿Por qué?
Mei me lo había preguntado entonces. ¿Estás seguro de esto? Y eso.
Sólo ahora sentí que entendía lo que había querido decir, y lo que
significaban las cosas que había dicho a continuación.
Debes tener cuidado.
Deberías tener cuidado. Puede que ya haya empezado.
“Si era una ‘decisión’ tan importante, ¿Por qué nadie me lo dijo antes?”.
Me lo había dicho a medias, pero Mei me contestó: “Probablemente no
encontraron el momento adecuado. Tal vez pensaron que era difícil
sacar el tema por alguna razón. Ya lo he mencionado, pero no creo que
nadie haya pensado en ello tan profundamente”.
“Es porque me encontré contigo en el hospital antes de que todo hubiera
ocurrido... Así que me sorprendí cuando te vi en el aula. Por eso me
acerqué a ti ese día. Nadie sabía que te había visto antes, así que
probablemente no podían prever que me acercaría a ti tan rápido”.
“...Sí”.
“Y después de eso, terminé siendo el único en la clase que seguía
interactuando contigo, sin saber qué pasaba. Y eso despertó la ansiedad
de todos un poco más cada vez...”.
“Eso es lo que era”.
Esto también explicaba la extraña reacción de Yukari Sakuragi durante
la gimnasia de aquel día. De hecho, ¿No había estado obsesionada por si
había escuchado “algo” de Teshigawara y Kazami?

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 259
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De hecho, Teshigawara había intentado decirme “algo” durante el


almuerzo. Sí, había descubierto a Mei justo cuando sacaba el tema
diciéndome “En realidad hay algo que...” después de que los tres nos
hubiéramos dirigido hacia el Edificio Cero, hablando de nada en
particular...
...y luego.
Después de la clase de arte del día siguiente.
He querido hablarte de esto desde ayer...
Teshigawara me lo había dicho, pero Mochizuki, que había estado con
nosotros, lo había detenido.
No creo que se pueda hacer más.
Me pareció que ahora incluso entendía el matiz que había detrás de que
dijera “más”.
Ya había tenido contacto con Mei, así que hablarme de una manera que
pudiera reconocer inadvertidamente que “existe una estudiante llamada
Mei Misaki” ya no estaría bien. Ese era el tipo de aprensión que debía
sentir Mochizuki entonces.
Y luego su reacción cuando entré en la biblioteca secundaria, donde
estaba Mei, justo después.
H-hey, Sakaki. No eres realmente... ¿Sakakibara? ¿Qué estás...? Y no eran sólo
ellos.
En la raíz del conflicto/desaliento que la clase en su conjunto había
mostrado en todo tipo de casos desde que me había trasladado aquí,
debía haber una ansiedad constante y, después de todo, miedo y temor.
No hacía Mei Misaki. Hacia los “desastres” de este año que podrían
empezar porque yo estaba interactuando con ella.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 260
Another

“Recibí una llamada de Teshigawara a mi teléfono móvil de la nada,


tratando de advertirme. Me dijo: ‘Deja de prestar atención a cosas que
no existen. Es peligroso’”.
Había sido la semana anterior a los exámenes parciales. Cuando había
subido corriendo a la azotea del edificio C en busca de Mei.
“Supongo que, desde su punto de vista, estaba haciendo un movimiento
decisivo para evitar que siguiera jugando con el talismán”.
“Probablemente”.
Mei asintió un poco.
“También me dijo algo más ese día. Me dijo que me contaría lo que pasó
hace veintiséis años cuando empezara junio. Pero incluso después de
que empezara junio, no me dijo ni una palabra. Dijo que las cosas habían
cambiado”.
“Eso fue porque Sakuragi había muerto”.
“... ¿Pero por qué?”.
“Interviniste conmigo y violaste la ‘decisión’ por la que se habían
tomado tantas molestias. No creo que pudieran evitar estar nerviosos
porque el talismán ya no iba a funcionar. Pero ¿Y si no hubiera pasado
nada en mayo, a pesar de lo que habías hecho?”.
“¿Quieres decir... si no hubiera muerto nadie?”.
“Cierto. Si eso hubiera sucedido, eso significaría que este año fue un
‘año de descanso’ después de todo. Así que no habría necesidad de
mantener el talismán... Por eso”.
“...Ya veo”.
Si eso hubiera sucedido, ya no habría sido necesario ocultarme las cosas
de forma tan poco natural. Podrían relajarse y explicar la situación. Y
serían capaces de desechar la extraña “estrategia” de tratar a uno de sus
compañeros como si no estuviera allí... Hablando de eso.
“Entonces, cuando Sakuragi y su madre murieron así, ¿Ese pronóstico
fue una bomba? Hizo evidente que este año es un ‘año malo’ y que los
‘desastres’ ya habían comenzado, así que...”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 261
Another

Entonces Teshigawara me dijo: “Las cosas son diferentes ahora de lo que


eran cuando dije eso”.
...juntando todo así, la alienación y las dudas que habían cavado en mi
corazón se fueron despejando poco a poco, pero...
“¿Puedo preguntarte algo?”.
Era una cuestión imprecisa que me había estado molestando desde que
hablé por primera vez con
Mei en la escuela.
“Es tu etiqueta con tu nombre”.
“... ¿Eh?”.
“Se ve tan sucia y andrajosa. ¿Por qué es así?”.
“Oh... ¿Parezco un fantasma que lleva una vieja etiqueta con su
nombre?”. Sus mejillas se suavizaron ligeramente ante la broma.
“Tuve un desafortunado accidente”, respondió Mei. “Se me cayó la
etiqueta con mi nombre en la lavandería y no me di cuenta, así que se
lavó. Es una molestia conseguir una nueva, así que...”.
Urk. ¿Eso es todo lo que había sido?
Recogiéndome, pasé a hacer una pregunta más.
“¿Y qué hay de que tu pupitre sea el único viejo de la clase? ¿Hay alguna
razón para ello?”.
“Ah, eso”, respondió Mei con una mirada seria esta vez. “Es parte de la
costumbre. Al alumno que ‘no está’ se le asigna un pupitre así. En las
aulas todavía hay viejos pupitres y sillas que ya no usamos en el
segundo piso del Edificio Cero. Lo trajeron de allí. Tal vez tenga algún
tipo de significado como parte de hacer funcionar el talismán”.
“Ya veo. Ya sabes, miré los arañazos en ese escritorio”.
“¿Qué?”.
“El que dice ‘¿Quién es ‘la víctima’? Lo has escrito tú, ¿No?”.
“...Lo hice”. Mei bajó los ojos y asintió. “Sé que no soy ‘la baja’. Entonces,
¿Quién de nuestra clase podría ser este año? Eso es lo que significa”.

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“Ah. Oh, pero...”.


Fue entonces cuando una especie de pregunta mezquina se deslizó en mi
mente. La expresé sin pensar.
“Así que puedes estar seguro de que no eres ‘la víctima’, ¿Eh?”, Mei no
respondió.
“Antes, ¿No dijiste que la ‘modificación de la memoria’ afectaba incluso
a los propios ‘accidentados’? Entonces, ¿Cómo puede alguien estar
seguro de que no son el?”.
Sin palabras, Mei cerró la boca y parpadeó el ojo derecho para ocultar su
malestar. Creo que era la primera vez que la veía reaccionar así.
“Te digo que...”.
Cuando por fin empezó a hablar, Mei volvió a cerrar la boca.
Fue entonces cuando se abrió la puerta de la habitación. Entró la madre
de Mei. La fabricante de muñecas de “Estudio M”, Kirika.

Debía estar trabajando en el estudio del segundo piso hasta ese mismo
momento. El vestuario de Kirika tenía un aspecto tosco. Llevaba unos
vaqueros negros con una camisa negra al igual que Mei, y un pañuelo
color caléndula sobre el cabello.
Era alta para ser mujer, y como no llevaba maquillaje, era fácil ver el
atractivo fundamental de sus rasgos. Tenía un cierto parecido con Mei,
ciertamente, pero parecía estar envuelta en un aire mucho más frío que
el de Mei; no puedo decir por qué. Cuando hablamos por teléfono, el
susurro de inquietud que detecté en sus respuestas proyectaba una
imagen diferente.
Al principio, me miró como si hubiera contemplado alguna bestia
mítica.
“Este es mi amigo Sakakibara. Es el que ha llamado”.

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Cuando Mei me presentó, su madre soltó un “Oh” y su expresión


cambió. Hasta ese momento había estado como una muñeca y sin
expresión, pero luego, en el espacio de un segundo, una sonrisa
anormalmente amplia apareció en su rostro.
“¡Bienvenido a nuestra casa! Siento que tengas que verme así”. Mientras
hablaba, se quitó el pañuelo de la cabeza. “Esta es una vista rara, mi hija
trayendo a un amigo. Es Sakakibara, ¿Verdad?”.
“Eh, sí”.
“Nunca me cuenta cómo va la escuela. ¿Es un amigo de la clase? ¿O tal
vez del club de arte?”.
¿Club de arte? ¿Estaba Mei en el club de arte? Entonces ella y Mochizuki
habían estado...
“Sakakibara también es un visitante en la galería de abajo. Se encontró
con ella y entró, y supongo que le gustó mucho. Estuvimos hablando de
muñecas todo el día”.
Mei hablaba con su propia madre de forma rebuscada. Sonaba
completamente rutinario, no como si fuera algo especial que estuviera
haciendo para este momento.
“¡No me digas!” La sonrisa de Kirika se volvió aún más amigable. “Eso
es inusual para un chico. ¿Siempre te han gustado las muñecas?”
“Sí, supongo”, respondí, sintiéndome más que tenso. “Oh, pero, uh, esta
era la primera vez que veía muñecas como las que tienes aquí de cerca...
Así que, um, estaba realmente sorprendido”.
“¿Sorprendido?”.
“Uh, quiero decir, realmente no sé cómo explicar...”.
En la sala excesivamente climatizada, en un giro total respecto a lo
anterior, el sudor amenazaba con brotar por todo mi cuerpo.
“Las muñecos de aquí, ¿Las hiciste en el estudio del segundo piso,
Kirika? Quiero decir, ¿Señora?”.
“Así es, lo hice. ¿Cuál de las pequeñas te gustó más?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 264
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Cuando me preguntó eso, lo primero que me vino a la mente fue la


muñeca de la niña en el ataúd, que descansaba en el fondo de la sala de
exposiciones del sótano, pero...
“Oh, um...”.
Estaba demasiado cohibido para levantarme y decírselo, y dejé que mi
voz se apagara. Probablemente le habría parecido bastante cómico a un
espectador.
“Deberías llegar pronto a casa, Sakakibara”, intervino entonces Mei,
estoy agradecido.
“Oh... sí”.
“Le acompañaré parte del camino”, informó a su madre, y luego se
levantó del sofá. “Sakakibara se acaba de mudar aquí desde Tokio en
abril. Todavía no conoce el camino”.
“¿De verdad?”.
La sonrisa que había estado allí un momento antes desapareció de la
cara de Kirika. Era la misma inexpresividad de muñeca que había
llevado cuando entró en la habitación. Sin embargo, su voz conservaba
su sedosidad amistosa.
“Ven cuando quieras”.

Caminé junto a Mei por las calles oscurecidas, donde la noche había
caído por completo. Mei iba a la izquierda y yo a la derecha. Así, el ojo
que no era “ojo de muñeca” podía verme fácilmente.
Soplaba un viento cálido y húmedo que traía la promesa de la
temporada de lluvias. Estaba empapado de humedad y debía sentirse
pegajoso. Pero ahora mismo me resultaba extrañamente agradable.
“¿Siempre es así?”, pregunté, rompiendo el silencio que se había
convertido en una tensión incómoda.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 265
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Mei devolvió la pregunta con brusquedad.


“¿Qué?”.
“Cómo eres con tu madre. Hablas tan amablemente con ella... como si
hablaras con una extraña”.
“¿Es raro?”.
“No sé si lo llamaría raro, pero supongo que me preguntaba si es así
como se hablan las madres y las hijas”.
“Creo que suele ser diferente”. Su reacción fue increíblemente seca. “Esa
mujer y yo siempre hemos sido así. ¿Cómo es en tu familia? ¿Cómo
habla una madre con su hijo?”.
“Mi familia no tiene madre”.
Por lo tanto, todo lo que sabía sobre cómo se supone que deben
comportarse las madres con sus hijos era información que había
recogido del exterior.
“¿Qué? No lo sabía”.
“Ella murió justo después de que yo naciera. Así que siempre hemos
estado solos mi padre y yo... Y mi padre tuvo que irse al extranjero
durante un año esta primavera, así que de repente tuve que venir aquí.
Estoy viviendo con la familia de mi madre en Koike. Así que, de repente,
mi familia es el doble de grande”.
“...Ya veo”.
Mei caminó varios pasos con la boca cerrada y luego dijo: “Mi madre y
yo no podemos evitarlo. Soy una de sus muñecas. Exactamente igual
que las pequeñas de la galería”.
No sonaba evidentemente triste ni abatida ni nada por el estilo. Su tono
era distante, como siempre. Aun así, me sorprendió un poco y la palabra
“No...” se me escapó de los labios.
“No puede ser... Eres su hija y estás viva”.
No se parecía en nada a una muñeca. Antes de que pudiera decírselo,
Mei contestó: “Estoy viva, pero no soy de verdad”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 266
Another

Naturalmente, no pude evitar sentirme desconcertado por ello. ¿No es


verdadera? Significa-
¿Qué significa? Quise preguntar, pero las palabras se me atascaron en la
garganta y me las tragué, con fuerza. Porque no me parecía bien
traspasar ese límite. Así que devolví la conversación a “nuestro
problema” un poco.
“¿Sabe tu madre lo que hemos hablado hoy? ¿Sobre lo que ha pasado en
clase desde mayo?”
“Nada”, respondió Mei con prontitud. “No podemos decírselo a
nuestras familias, de todos modos. Incluso si pudiéramos, no creo que
pudiera hablar de ello”.
“¿Se enfadaría tu madre si se enterara? ¿De la locura que te hace la
clase?”.
“No estoy segura. Puede que le moleste un poco. Pero tampoco es el tipo
de persona que se enojaría y se quejaría a la escuela”.
“¿Y qué hay de que estés tanto tiempo fuera de la escuela? Hoy tampoco
has venido... Estabas en casa, ¿No? ¿No te dice nada de eso?”.
“Puedes atribuirlo a que es del tipo de no intervención. Tal vez sea más
indiferencia que no intervención. De todos modos, está encerrada en su
estudio básicamente toda la tarde. Es como si se olvidara de todo lo
demás cuando tiene una muñeca o un cuadro delante”.
“Así que no está preocupada, entonces”. Le robé una mirada a la cara de
Mei, de perfil a mi lado. “Ni siquiera ahora mismo...”.
“¿Ahora? ¿Por qué ahora?”.
“Lo que digo es que estás acompañando al primer chico que viene a tu
casa, y ya está oscuro, así que... así”.
“No sé. Esas cosas tampoco la molestan mucho. Ella me ha dicho antes
‘Eso es porque confío en ti’, pero no sé si eso es cierto. Podría ser sólo
que eso es lo que ella quiere creer”.
Entonces me devolvió una mirada, pero rápidamente volvió a mirar al
frente y continuó: “Sólo... aparte de una cosa”.

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Another

“¿Una cosa?”.
...Me pregunto qué.
Volví a mirar la cara de Mei de perfil. Ella asintió: “Sí”, luego parpadeó
lentamente, como si quisiera decir que no quería hablar de ello, y de
repente aceleró su paso.
grité muy fuerte: “¡Eh, Misaki!”, tratando de detenerla. “Ahora que he
escuchado tu explicación, siento que tengo una idea bastante buena
sobre ‘el secreto de la clase 3 de tercer año’, pero... ¿Estás de acuerdo con
eso?”.
“¿De qué estás hablando?”.
De nuevo, su pregunta volvió a ser dura.
“Quiero decir, cómo tienes que actuar, por este talismán...”.
“No puedo hacer nada al respecto”.
Esta vez, el ritmo de Mei se redujo repentinamente.
“Alguien tiene que ser el que ‘no está’, después de todo. Y resulta que
soy yo”.
Su tono era el mismo de siempre, pero de alguna manera me resultaban
difíciles de aceptar sus palabras. Dijo que “no hay nada que pueda hacer
al respecto”, pero no parecía que tuviera sentimientos muy fuertes sobre
“hacerlo en beneficio de todos”, por ejemplo. Tampoco me dio la
impresión de que la “abnegación” o la “devoción” encajaran realmente
con su comportamiento...
“¿Quieres decir que habrías estado bien con cualquier cosa?”. Lo intenté.
“¿Como que nunca estuviste muy apegada a salir con los chicos de la
clase o a tu conexión con ellos?”.
¿Era por eso por lo que podía ser tan distante incluso cuando ella sola
fuera de la clase era tratada como si no existiera?
“Las conexiones con la gente y la conexión con la gente... Es cierto, no
soy muy buena en esas cosas”.
Después de decir eso, Mei se quedó en silencio durante un breve
instante.

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“¿Cómo debería decirlo? Me pregunto si estas cosas que todo el mundo


parece querer son tan importantes. Parecen un poco inquietantes a
veces... Ah, pero tal vez la cuestión más importante en este caso es
que...”.
“¿Qué?”.
“Supongamos que no me hubieran escogido a mí para estar ‘no allí’ y
que hubieran escogido a otro en su lugar. Entonces habría tenido que
ponerme al lado de todos y seguirles la corriente y tratar a ese chico
como si no existiera. ¿No es mucho mejor ser expulsado por todos que
tener que hacer eso? ¿No crees?”.
“Hm-m-m.…”.
Sólo pude hacerle un ambiguo gesto con la cabeza. Mei se alejó de
repente de mí. Me apresuré a seguirla y vi que delante, a la izquierda,
junto a la carretera, había un pequeño parque infantil. Mei se dirigía a él
sola, sus pies parecían deslizarse bajo ella.

Había una pequeña zona de arena en una esquina del parque vacío, y
junto a ella había dos barras de hierro a diferentes alturas. Mei se agarró
a la más alta -aunque era más alta, seguía siendo una barra baja
destinada a los niños- y dio una ligera voltereta sobre ella, para luego
girar y aterrizar sólidamente en el suelo. A la oscura luz de la farola, la
silueta de su camisa y sus vaqueros negros parecía revolotear y bailar.
Quedando momentáneamente mudo, perseguí a Mei, dentro del parque.
Apoyándose en la barra y arqueando la espalda, soltó un “Ah-h-h”. Fue
un suspiro de hartazgo como no había escuchado de ella hasta ahora.
Así es como sonó.
Me acerqué a la otra barra sin mediar palabra, e igualé la pose de Mei.
Ella parecía haber estado esperando eso.
“Por cierto, Sakakibara-”.

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La mirada de su ojo derecho no oculta por su parche, me detuvo.


“Todavía hay algo importante de lo que no hemos hablado”.
“¿Sí?”.
“Vamos. Cómo te has vuelto igual que yo ahora”.
“Oh...”.
Sí. Eso fue.
Las cosas que habían sucedido hoy en la escuela, que me habían dado
una experiencia personal de la decisión que la clase había promulgado
sobre Mei. Desde mi punto de vista, por supuesto, era un gran
problema.
“Probablemente puedes imaginar por qué lo hicieron”.
Aun así...
No es por sonar cobarde, pero podría decir sinceramente que aún no
había ordenado tanto mis pensamientos. Tal vez lo adivinó, porque Mei
empezó a contar una historia, su actitud era la de alguien que sermonea
a un alumno torpe.
“La hermana de Mizuno murió y Takabayashi murió, así que ya hay dos
‘muertes de junio’. Así que ya no hay dudas de que este es un ‘año
encendido’. Estoy segura de que todo el mundo llegó a la conclusión
natural de que el talismán no funcionaba porque tú hablaste conmigo.
Incluso la gente que antes sólo lo creía a medias ya no podía creerlo a
medias”.
No pude responder.
“Entonces, ¿Qué deben hacer? Si dejan que continúe, los ‘desastres’
podrían seguir llegando. Moriría más gente. Dicen que una vez que
comienza, no se detiene. Pero debe haber alguna manera de detenerlo.
Incluso si no se puede detener, tal vez haya una manera de debilitar los
‘desastres’. Así es como piensa normalmente la gente”.
Extendí los dos brazos para agarrar la barra en la que me apoyaba. Mis
palmas estaban bastante sudadas y resbalaban contra el metal. Mei
siguió hablando.

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“Probablemente consideraron dos estrategias allí”.


“¿Dos?”.
“Sí. Una sería ponerte a raya ahora, por lo menos, y hacer todo lo posible
para seguir tratándome como si no estuviera. Pero eso podría ser
demasiado débil. Incluso si tuviera algún efecto, difícilmente podría
llamarse un golpe decisivo”.
Ya veo... por fin me estaba haciendo a la idea.
En el momento en que se conoció la muerte de la Srta. Mizuno, se
celebró el tipo de debate del que hablaba Mei. Eso había sido el jueves
pasado. Después de que los detectives de la policía de Yomiyama me
liberaran, volví a la clase, pero no había nadie. Era el período de nuestra
clase extendida. Para tener la discusión sin que yo me enterara, habían
ido a una sala de conferencias del edificio S, como me había dicho
Mochizuki.
“Entonces el otro de los dos métodos era...”.
Cuando dije eso, Mei asintió en silencio y continuó donde lo había
dejado.
“Aumenta el número de personas que ‘no están’ a dos”.
“...Huh”.
“Pensaron que haciendo eso, tal vez podrían reforzar el efecto del
talismán. En cuanto a quién lo sugirió... Quizá fue la oficial de tácticas,
Akazawa. Desde el principio, ella ha parecido - ¿Cómo decirlo? -una
persona dura en este asunto”.
Podría creer que el hecho de que Izumi Akazawa fuera elegida ese día
como la nueva delegada de la clase para las chicas podría haber tenido
un efecto en otros acontecimientos de la clase.
“En todo caso, hablaron de la ‘estrategia’ a seguir y decidieron hacerlo.
Y entonces hoy, se te convirtió en lo mismo que yo”.
La reunión de esta mañana se había celebrado para confirmar las
“contramedidas adicionales” que iban a llevar a cabo a partir de hoy, y
se había celebrado en secreto para mí. Cuando recibió la noticia de la
muerte de Ikuo Takabayashi durante el fin de semana...

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“Pero mira”.
Aun así, no podía aceptarlo del todo.
“Ese tipo de cosas... No hay garantía de que tenga algún efecto. ¿Y aun
así irían tan lejos de todos modos?”.
“Te lo dije, todos están desesperados”. Las palabras de Mei fueron
contundentes.
“En mayo y junio murieron cuatro personas. Si las cosas siguen así, ellos
podrían ser los siguientes, o sus padres o hermanos. Si lo piensas en
términos concretos, no es tan descabellado”.
“Sí...”.
...Eso era cierto.
Si se suponía que cada mes se tomaría un “sacrificio” al azar de las
personas relacionadas con la clase 3 de tercer año, podría ser incluso Mei
la siguiente, o yo. Podría ser la madre de Mei- Kirika, a quien acababa de
conocer-o podrían ser mis abuelos. No parecía posible, pero ¿Podría ser
mi padre, que estaba en la India? Podía imaginarlo en mi mente, pero
seguía sin tener la sensación de inmediatez de la que hablaba Mei.
“¿Crees que es ilógico?”, me preguntó. Al instante, respondí: “Sí, lo
creo”.
“¿Qué tal si lo piensas así?”.
Mei apartó la espalda de la barra y se volvió hacia mí. Sin siquiera
sujetarse el cabello mientras el viento lo dispersaba, dijo: “Puede que no
haya ninguna garantía... Pero si existe la más mínima posibilidad de que
esta estrategia ponga fin a los ‘desastres’, ¿No es suficiente? Siempre lo
pensé, y por eso acepté ser la que ‘no está’”.
No pude decir nada.
“No es que haya nadie en la clase que sea mi ‘mejor amigo’, como a todo
el mundo le gusta llamarlo. Lo que dijo el señor Kubodera sobre la
‘necesidad de superar el sufrimiento juntos’ y ‘graduarse como una
clase’ parece totalmente espeluznante y totalmente falso, es cierto... Pero
es triste cuando la gente muere. Aunque yo no sienta la tristeza
directamente, hay muchas otras personas que sí lo harán”.

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Incapaz de responder, fijé mis ojos en el movimiento de los labios de


Mei.
“Todavía no sabemos si estas ‘contramedidas adicionales’ serán
efectivas. Pero si nosotros dos dejamos de existir, tal vez eso ponga fin a
cualquier otra calamidad. Tal vez nadie tenga que estar triste porque
alguien haya muerto. Si hay siquiera un suspiro de posibilidad de que
eso sea cierto, creo que está bien”.
Mientras escuchaba a Mei hablar, me vinieron a la mente las palabras
que Mochizuki me había dicho el sábado.
Dígase que es por el bien de todos. Por favor.
Pero a mí no me importan los ideales bonitos como ése. Incluso de la
forma en que Mei lo estaba explicando ahora, la frase “en beneficio de
todos” conllevaba aún otro matiz. Podía percibirlo, y además...
Si ahora me diera por vencido y aceptara que me trataran como si “no
estuviera”...
Si lo hacía, me preguntaba cómo afectaría a nuestra relación, la mía y la
de Mei.
Podríamos interactuar sin tener que preocuparnos por lo que piensen los
demás, ya que somos los dos compañeros “no-existentes” de la clase.
En cualquier caso, tendríamos que ser completamente “inexistentes”
para todos. Lo que significaba, desde nuestra perspectiva, que todos los
demás de la clase, además de nosotros, se convertirían en “no
existentes”...
Y en ese momento, pensé que tal vez eso también estaría bien.
Venía acompañado de un leve desconcierto, un leve arrepentimiento y
una leve inquietud cuya verdadera forma ni siquiera yo podía
comprender.
Salimos del parque y subimos por la carretera que bordea el dique del
río Yomiyama, la luna redonda en el cielo nocturno matizando los
espacios entre las nubes... Finalmente, al pie del puente que cruzaba el
río, nos separamos.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 273
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“Gracias. Ten cuidado al volver a casa”, le dije. “Si crees lo que me has
contado hoy, estás tan cerca de la ‘muerte’ como lo estaban Sakuragi y la
señora Mizuno. Así que...”.
“Tú eres el que debe tener cuidado, Sakakibara”, respondió
imperturbable, y luego acarició la punta de su dedo corazón derecho en
diagonal sobre el parche que cubría su ojo izquierdo. “Estaré bien”.
¿Cómo podía decir eso con tanta certeza? Algo me pareció extraño y
entrecerré los ojos. Al hacerlo, Mei dejó caer su mano del parche del ojo
y la extendió hacia mí.
“Estoy deseando no existir contigo mañana. Sa. Ka. Ki. Ba. Ra.”.
Me dio un ligero apretón de manos. Su mano se sentía
sorprendentemente fría... Pero mi propio cuerpo sentía un calor
creciente, como si se encendiera por la sensación.
Se dio la vuelta y se alejó por la calle por la que habíamos pasado. Sólo
pude verla de espaldas, así que no puedo asegurarlo, pero me pareció
ver que sus manos se quitaban el parche del ojo izquierdo.

En algún momento me había sumido en el sueño, pero me sacaron de él.


El teléfono móvil que había tirado a un lado de la cama vibraba y emitía
una pequeña luz verde. ¿Quién podría ser? Era bastante tarde en la
noche. ¿Podría Teshigawara querer algo? O tal vez...
Me tumbé boca abajo y estiré una mano para coger el teléfono.
“Hola”.
A la primera palabra, supe quién era mi interlocutor. Murmuré
distraídamente “¿Qué quieres?”, lo que él oyó.
“¡Ahora, ahora, no debería necesitar una razón!”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 274
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Mi padre, Yosuke, estaba llamando desde su abrasadora tierra


extranjera. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que llamó,
pensé, pero qué momento...
“Apuesto a que en la India hace calor. ¿Es de noche allí?”.
“Acabo de cenar curry. ¿Cómo estás?”.
“Físicamente, estoy bien”.
Probablemente mi padre no sabía aún la cadena de muertes entre mis
compañeros de clase y sus familias. Probablemente debería decírselo.
Pero entonces tendría que mencionar también las cosas que había oído
de Mei hoy, y...
Después de pensarlo, decidí no hacerlo.
Aunque le contara una versión simplificada, probablemente no se
entendería muy bien, y si quisiera darle la explicación completa, eso
llevaría demasiado tiempo. Y, además, supuestamente existía esa norma
de que “no se puede contar ni a la familia”.
Entonces, tal vez no debas saberlo.
La última vez que me encontré con Mei en la sala de exposiciones del
sótano de “El Crepúsculo de Yomi”, me dijo algo parecido.
Si lo descubres, entonces tal vez...
¿Qué había querido decir con eso?
¿Que, si “nunca me enteraba”, el “riesgo de muerte” era ligeramente
menor o algo así? Eso también era algo para tener en cuenta.
Decidí evitar cualquier tema muy complejo en esta llamada telefónica
internacional e intenté abordar a mi padre desde un ángulo diferente.
“Oye, esto puede sonar extraño”.
“¿Qué es eso? ¿Estás enamorado?”.
“Basta ya. No es nada tan estúpido”.
“Oho. Lo siento mucho”.
“¿Alguna vez mamá te contó algún recuerdo que tuviera de la escuela
secundaria?”.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 275
Another

“¿De qué?”.
Me dio la impresión de que mi padre estaba bastante sorprendido al otro
lado de la llamada.
“¿Por qué lo preguntas de nuevo, sin venir a cuento?”.
“Mamá fue a la misma escuela secundaria a la que voy aquí. Secundaria
de Yomiyama del Norte. ¿Significan algo para ti las palabras ‘Clase 3 de
tercer año’?”.
“Uh-h-h.…”. Mi padre murmuró, como si estuviese con el ceño fruncido
y luego guardó silencio durante varios segundos. Sin embargo, la
respuesta que me dio después de todo eso se redujo a una palabra:
“No”.
“¿Nada de nada?”.
“Bueno, quiero decir, probablemente me contó historias sobre la escuela
media, pero entonces si me estás pidiendo que las vuelva a contar
ahora... ¿Entonces, Ritsuko estaba en la clase 3 de tercer año?”.
Hm-m-m... Supongo que este era el poder de la memoria de un hombre
de más de cincuenta años.
“Por cierto, Koichi”.
Esta vez mi padre me hizo la pregunta.
“Hace dos meses que estás allí, ¿Cómo te parece Yomiyama, un año y
medio después? ¿No es muy diferente?”.
“Mrrm...”. Ladeé la cabeza, con el teléfono aún pegado a la oreja.
“¿Un año y medio después? Pero es la primera vez que vengo desde que
empecé la secundaria”.
“¿Eh? Eso no parece correcto...”.
Hubo un kksh de interferencia y la voz de mi padre crujió.
Alejé el teléfono de mi oído por un segundo. Ah, claro, recordé, esta
habitación tiene una recepción terrible. Comprobé las barras en el borde de
la pantalla. Apenas había una barra, pero las interferencias eran cada
vez peores. Ksshkksh, kkkshkshkkssh...

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 276
Another

“... ¿Hm-m?”.
Distinguí la voz de mi padre a través de las interferencias.
“Oh, claro. Tienes razón. Debo estar recordando mal sobre...”.
Su tono sonaba como si acabara de recordar algo. Pero el resto se vio
oscurecido por las interferencias y se hizo cada vez más confuso. Al
final, la llamada se interrumpió por completo.
Contemplé las barras de cero en la pantalla LCD durante un rato, y
luego dejé el teléfono con pereza al lado de mi almohada.
De repente, brrr, un escalofrío me recorrió como un poderoso escalofrío.
Todo mi cuerpo... no, no sólo mi cuerpo físico. El mismo escalofrío
recorrió también mi mente.
...Tengo miedo.
Un tiempo después, llegaron las palabras.
Tengo miedo. Aterrado. Fueron estos sentimientos los que me hicieron
estremecer.
La historia concerniente a la clase 3 de tercer año que había escuchado
de Mei Misaki hoy-era por eso. No había sido tan malo mientras
escuchaba o durante un rato después, pero ahora, de repente... Había un
desfase, como los músculos adoloridos que vienen después del ejercicio.
Sentí como si la gasa translúcida que había estado ocultando la realidad
de los acontecimientos detrás de una especie de tenuidad hubiera
desaparecido abruptamente. Al desnudo, tocado por los matices de la
más absoluta realidad, el terror me asaltó...
La clase 3 de tercer año es la más cercana a la muerte. Nos hemos acercado a la
“muerte”.
Si dejan que continúe, las “catástrofes” podrían seguir llegando.
Dicen que una vez que comienza, no se detiene...
Si todo lo que dijo Mei era cierto y, además, si las “contramedidas
adicionales” que habían comenzado hoy no eran efectivas...
Eso significaba que alguien más sería arrastrado a la muerte.

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 277
Another

Podría ser yo, había esa posibilidad, por supuesto. (Dios, es un poco
tarde para eso...)
Había treinta estudiantes en la clase 3 de tercer año. Veintiocho, menos
Sakuragi y Takabayashi. Por conveniencia, digamos que los objetivos se
limitaban sólo a los estudiantes de la clase. Entonces había,
simplificando, una posibilidad entre veintiocho de que esta misma
noche pudiera...
La tragedia de Yukari Sakuragi de la que había sido testigo y el
accidente de ascensor de la señora Mizuno que había escuchado por
teléfono mientras ocurría... Se enredaron y fundieron entre sí y se
convirtieron en una red sombría y torcida que se extendía sobre mi
corazón como una telaraña.
Allí, en el centro...
Los arañazos en el pupitre de Mei en el aula revolotearon de repente, en
apretado primer plano, por mi cerebro.

¿Quién es “la víctima”?

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 278
Créditos

ANOTHER, volumen 1
YUKITO AYATSUJI
Traducción: Karen McGillicuddy
Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e
incidentes son producto de la imaginación del autor o se utilizan de
forma ficticia. Cualquier parecido con acontecimientos, lugares o
personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia.
Otra ©Yukito Ayatsuji 2009.
Publicado por primera vez en Japón en 2009 por KADOKAWA SHOTEN
Co., Ltd., Tokio. Derechos de traducción al inglés acordados con
KADOKAWA SHOTEN Co., Ltd., Tokio a través de TUTTLE-MORI
AGENCY, INC., Tokio.
Traducción al inglés © 2013 por Hachette Book Group, Inc.
Todos los derechos reservados. De acuerdo con la Ley de Derechos de
Autor de Estados Unidos de 1976, el escaneo, la carga y el intercambio
electrónico de cualquier parte de este libro sin el permiso del editor es
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Another

Primera edición del libro electrónico: Marzo de 2013

En Español:
Traducción de la novela de MiraiK: Svartalheimer.
https://www.facebook.com/miraiknovels
https://miraik.jimdofree.com/

Trad. JAP-ING: Hachette Book Group, Inc.-Karen McGillicuddy Trad. ING-ESP: MiraiK- Svartalheimer. pp. 280

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