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Obras

y
Apuntes
Camila Henríquez Ureña
Tomo II
OBRAS
Y
APUNTES

CAMILA HENRÍQUEZ UREÑA


Digitalización: Nancy Cárdenas
Diagramación: Mabel Torres Fouz
Corrección: Zaida Capote
Diseño de Portada: Mabel Torres Fouz
MIEMBROS DE LA COMISIÓN PARA LA PUBLICACIÓN DE LA OBRA Y APUNTES
DE LA PROFESORA EMÉRITA SALOMÉ CAMILA HENRÍQUEZ UREÑA.

Lic. Luis F Céspedes Espinosa, Coordinador General


Jefe de los Asesores del Ministro
Ministerio de Educación Superior de Cuba
Dr. Andrés L. Mateo, Coordinador General
Subsecretario de Patrimonio Cultural
Secretaría de Estado de Cultura, República Dominicana
Dra. Nuria Gregori Torada , Coordinadora Técnica
Directora. Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba
Dr. Rogelio Rodríguez Coronel
Decano. Facultad de Artes y Letras,
Universidad de La Habana
Dra. Luisa Campuzano Sentí
Directora del Programa Estudio de la Mujer.
Casa de las Américas, Cuba.
Dr. Sergio Guerra Vilaboy
Jefe de Departamento de Historia,
Universidad de La Habana
Dr. Ramón Sánchez Noda
Director. Ministerio de Educación Superior de Cuba
Dra. María Dolores Ortiz Díaz
Profesora Emérita,
Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Cuba
Dr. Román García Báez
Director. Ministerio de Educación Superior de Cuba
Dra. Diony Durán Mañaricúa
Profesora Literatura Hispanoamericana. Cuba
Dra. Marcia Castillo Vega
Especialista del Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba
Dra. María Elina Miranda Cansela
Jefa de la Cátedra Camila Henríquez Ureña .
Universidad de La Habana
NOTA ACLARATORIA

En la obra y apuntes de la Profesora Emérita Salomé Camila Henríquez


Ureña es común encontrar frases o párrafos entrecomillados o referencias a
pasajes o personajes que luego no aparecen a pie de página con las aclaracio-
nes correspondientes, como es tradicional en los libros. Esto se debe a la
práctica, universalmente válida, que siguen los profesores en la preparación de
sus clases, y que después se aclaran en el aula, proceder que forma parte del
ritual pedagógico.
Conocedora de la ejemplar honradez intelectual y personal de Camila, y
su proverbial modestia, la Comisión que tuvo a su cargo la investigación de
toda su papelería con el objetivo de realizar su publicación, estimó que era lo
más adecuado respetar los originales y hacer la presente aclaración, teniendo
en cuenta que Camila nunca consideró que dichos trabajos fueran a publicarse.
Así mismo consideró que con el objetivo de evitar repeticiones innecesa-
rias se publicará en el tomo titulado Documentos Varios el catálogo donde apa-
recen clasificados cada uno de los documentos de Camila que se encuentran
en los archivos del Insituto de Literatura y Linguística de Cuba. Solamente en
el caso de aquellos en que fue necesario de ponerle un título por no poseerlo,
se hará la correspondiente aclaración a pie de página.

V
CAMILA EN LA GEOGRAFÍA Y EN LA HISTORIA

PRESENTACIÓN A DIARIOS DE VIAJE. TEMAS DE HISTORIA Y SOCIEDAD.

Dra. Zaida Capote Cruz


Dr. Sergio Guerra Vilaboy

En la copiosa tradición de la literatura de viajes, que recorre


un largo trayecto desde la Antigüedad hasta el presente y que
tuvo sus momentos de esplendor, primero, con los grandes des-
cubrimientos geográficos del Renacimiento y, después, en la ex-
tensión romántica de esa narrativa, con una permanencia que llega
hasta el presente, se hace difícil ubicar estos textos que ahora
presentamos y cuya variedad los acerca y aparta, alternativamen-
te, de los modelos más frecuentes.

Si bien los libros de viajes solían ser escritos por viajeros general-
mente investidos de cierta autoridad, ya fuera militar, intelectual o cien-
tífica, la presencia cada vez más frecuente de mujeres viajeras, que usaban
sus cartas, diarios y notas de viajes para describir el mundo que iban
descubriendo, introdujo una apreciable variación en el modelo común.
Con todo lo que pudo significar la introducción de este cambio sus-
tantivo, las mujeres muchas veces adoptaron no sólo las estrategias del
discurso precedente, sino que el gesto femenino conservó también la
perspectiva casi siempre colonialista de sus predecesores.

VII
Camila Henríquez Ureña

Las mujeres que viajaron a América, procedentes de Europa y


los Estados Unidos, asimilaron las más de las veces los modos mas-
culinos de observación y descripción del universo recién descubier-
to. Así, dibujaron los contornos de un mundo que desde el principio
fue asumido –por los lectores de allá- como totalmente ajeno y a
menudo exótico. Ese modelo perceptivo contribuyó a formular pro-
lijas relaciones descriptivas de la naturaleza y el estado social de las
colonias, aunque, en el caso de las mujeres, estas relaciones eran me-
diadas por la experiencia femenina de la vida doméstica, lo que les
permitía destacar aspectos de la vida cotidiana que habían quedado
ocultos para sus coterráneos.

Este breve preámbulo no tendría sentido si Camila Henríquez Ure-


ña, con su inquietud intelectual característica, no hubiera apuntado sus
impresiones de los varios viajes que realizó a Europa y el breve peri-
plo suramericano. Esos apuntes son los que presentamos ahora, y que
conforman la primera parte de este tomo de sus Obras Completas. La
mayoría forma parte del archivo familiar que se conserva en la Biblio-
teca del Instituto de Literatura y Lingüística en La Habana. Salvo el
“Viaje a Suramérica”, que publicó en 1988 Diony Durán en una revista
habanera, 1 los otros textos que componen este primer segmento del
libro ya fueron editados como conjunto.2

Cuando, en mayo de 1968, Camila respondía un cuestionario para


su admisión en el Partido Comunista de Cuba, explicaba el hecho de
poseer pasaporte con una especie de disculpa: “Tenía costumbre de
viajar”, escribe. 3 Por suerte para quienes la leemos hoy, ésa no era su
única costumbre. Ella, como lo demuestran estos apuntes, que no por
breves son desdeñables, tenía también el hábito de anotar sus expe-
riencias e impresiones de viajera.

Camila hizo su primer viaje siendo aún una niña. Ese primer mo-
vimiento la trajo de Santo Domingo a Cuba, donde viviría después
muchos años en largos períodos de su vida. Andando el tiempo, aque-

1
“Diario inédito de Camila Henríquez Ureña”, con una “Nota” de Diony Durán. Letras Cubanas,
núm. 7, enero-marzo de 1988, pp. 237-255.
2
Camila Henríquez Ureña, Diarios de viaje, “Presentación” de Zaida Capote Cruz. Instituto de
Literatura y Lingüística , Academia de Ciencias/Comisión Organizadora Permanente de la Feria
Nacional del Libro, Santo Domingo, 1994.
3
Hen-C, núm. 664.

VIII
obras y apuntes

lla niña se iría a estudiar a los Estados Unidos y a París, en el continen-


te americano visitaría Panamá, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Méxi-
co, donde permaneció durante un año trabajando para el Fondo de
Cultura Económica. Francia, Italia y España redondean su experiencia
europea. Se conservan hoy unos pocos testimonios dispersos en cua-
dernos y cartas, de los que ofrecemos una muestra presumiblemente
incompleta.

Los textos que componen este peculiar itinerario son desiguales.


No sólo por su escritura, distante en la geografía y en el tiempo, sino
porque cada uno de esos lugares por los que pasó Camila dejó en ella
una impresión distinta, provocadora de escrituras disímiles. Por eso es
útil la lectura superpuesta de estos documentos y su análisis compara-
tivo. Lo que domina uno de los segmentos no estará siquiera presente
en otro, y el tono de cada uno guardará estrecha relación con el episo-
dio narrado, el paisaje o la cultura descritos, y, por supuesto, con la
huella impresa en quien escribe.

El primero de los diarios de viaje aquí reunidos es el que con-


signa su recorrido por las principales ciudades italianas en marzo de
1922, en compañía de Guarina y Leonardo. Quizás por la juventud
de Camila, quien contaba entonces 27 años, o por la imponente saga
clásica de la cultura italiana, estas páginas carecen del encanto de las
posteriores, plenas de vivencias, y ofrecen, en cambio, una rigurosa
evaluación de los valores artísticos de cada una de las obras admira-
das y los lugares visitados. Más contenidas, en ellas cada palabra está
en su justo lugar y la autora no se permite, salvo en raras ocasiones,
poner por escrito sus emociones ante la maravilla que vive. Describe
prolijamente los itinerarios, incluso dentro de cada una de las ciuda-
des visitadas, y enumera las acciones de cada día con un detallismo y
una distancia que dan al texto un toque de frialdad difícilmente com-
patible con el carácter de Camila. En Italia, la abundancia de referen-
cias culturales y la magnitud de lo visto cada día la obligan a establecer
su propia selección. El resumen de cuadros y estatuas remarqués al
final de cada visita nos indica su necesidad de hacer constar sus jui-
cios críticos, pero la acumulación de los mismos dan al texto una
rigidez de guía turística que no se repetirá en ninguno de los otros
reportes de viajes.

IX
Camila Henríquez Ureña

Muy distinto es su brevísimo relato de la llegada a Canarias. Viaja


con Eduardo, Delia, Romelia, Paquita y Plinio, y pasan en Las Palmas
el Día de Todos los Santos. Emocionada y feliz, Camila narra en estas
páginas sus impresiones de los preparativos para el Día de Difuntos y
alaba las costumbres del lugar. Lo que más le atrae es la majestuosidad
del paisaje y la belleza de la gente. “Todo es diferente –escribe-: hasta
las matas de plátano, de hojas duras, recias y oscuras, no se parecen a
las nuestras. Las mujeres sí se parecen a las cubanas”.

El viaje a Suramérica fue planeado cuidadosamente por Camila


y Pedro, quien la introdujo en el ámbito intelectual bonaerense. Aun-
que ella lo consideró un viaje turístico, allí sentó plaza como confe-
rencista. Habló sobre cultura cubana en la Universidad Popular
Alejandro Korn, en La Plata, y compareció también en la Federa-
ción de Mujeres Universitarias y en la Unión Argentina de Mujeres.
En ninguno de los otros viajes consignados en sus diarios estuvo
Camila más activa que allí. Estas páginas invierten el esquema tradi-
cional de los libros de viajes, quien narra sus experiencias no es
sólo una mujer, sino una mujer caribeña que, recorriendo otros si-
tios, no asume el reprochable sentimiento de superioridad tan fre-
cuente en quienes se enfrentan a una realidad desconocida. Su
perspectiva es, por el contrario, de asimilación de lo nuevo a su
experiencia previa –adquirida gracias a su deslumbrante cultura y a
su prestigiosa labor profesoral- y no se constituye en visión exclu-
yente, sino en participación inclusiva de lo que hasta entonces resul-
taba ajeno.

Años más tarde recorre Andalucía y su imponente belleza y


acendrada cultura la conmueve. En Moguer recuerda a Juan Ramón
Jiménez y Zenobia Camprubí, y, de regreso en Sevilla, les envía una
postal. Visita además, Palos, la Rábida, Huelva, Ecija, Córdoba, Gra-
nada. Ha anunciado excursiones a Málaga, Cádiz y Jerez, pero sus im-
presiones de éstas, si las realizó, no integran el relato conservado.
España siempre provocará en Camila el desborde de un entusiasmo
singular.

El mismo entusiasmo demostrado en su diario del viaje por mar


de La Habana a Cádiz, pleno de detalles sobre la vida en el barco y los

X
obras y apuntes

pasajeros que la acompañan en él. En un breve pasaje, cuenta su paso


por Puerto Plata y dedica un bello recuerdo a Salomé, en cuya com-
pañía conoció la ciudad. En Puerto Rico, visita a Juan Ramón y
Zenobia en Río Piedras, y recibe mil y un consejos para mejor apro-
vechar su estancia en Sevilla durante la Semana Santa. Del mismo
modo que no bajó a tierra en Puerto Plata, donde un gran cartel
exhibía la situación política del país, se emociona en Puerto Rico con
la bandera puertorriqueña a la vista, y sueña con la pronta indepen-
dencia de la isla. La escala en Venezuela no es notable, y sólo el cam-
bio en el pasaje provocan un nuevo repaso de impresiones. La llegada
a Canarias es muy distinta de aquella otra, consignada en su viaje
anterior. Recorre Santa Cruz de Tenerife. Dos días más tarde, llega a
Cádiz, donde pasa una noche, antes de emprender el camino de Se-
villa. El 25 de marzo de 1953 el diario se abre con una exclamación
harto elocuente: ¡Al fin en Sevilla!, escribe quien lleva tiempo pla-
neando el encuentro con la ciudad amada, aunque hasta entonces
desconocida. Elige un hotel cercano al Archivo de Indias, adonde
acudirá a tomar notas para sus futuros cursos y proyectos. Antici-
pando lo que será el tono dominante de su estancia sevillana, no pue-
de evitar que se le escapen las lágrimas al entrar al célebre Patio de
los Naranjos. “Creo que voy a llorar mucho en este viaje”, advierte.
El diario se interrumpe hasta el 18 de abril. Camila no se ha sentido
bien, e, impedida de salir, ha dedicado la tarde a escribir. Evidente-
mente, el largo período en que no ha anotado nada ha sido bien
aprovechado. Al parecer, han sido tantas y tan gratas las experiencias
vividas, tan fuertes las impresiones recibidas, que, quien sabe si por
olvido o por exceso de emoción, ha debido suspender el diario. Su
experiencia sevillana exige otras formas.

Para cerrar este recorrido por las páginas viajeras de Camila


Henríquez Ureña, nada más apropiado que su “Fiesta en Sevilla”, un
texto que definitivamente no es un diario convencional, sino que se
acerca más a la crónica de viajes, y por momentos parece haber sido
escrito para ser dictado a un auditorio juvenil. Las numerosas acota-
ciones que inserta, indicando, por ejemplo, el lugar de una anécdota o
una cita, y la petición de que se le permita contar su propia experiencia
de viaje, dan a este bellísimo relato de las fiestas de Semana Santa en

XI
Sevilla cierto tono magistral que, sin embargo, no llega a restarle pa-
sión a su reportaje. Como bien aclara en su momento, “la Semana
Santa en Sevilla tiene que ser interpretada, es decir, tiene que ser senti-
da”. A partir de sus sensaciones construye Camila un universo multi-
color y sonoro u oscuro y silencioso, según el caso. La fiesta, la danza,
la alegría, se codean con la seriedad de los días de guardar. Sevilla la
encanta con su risa, fácil como su llanto, y ella, sagaz observadora,
disfruta del espectáculo total sin rehuir la atención al detalle más míni-
mo. Mira y describe los bellísimos pasos de las imágenes pero no se
olvida de dedicar un momento a la labor de los costaleros, los carga-
dores que, ocultos bajo el pesado armazón de madera, tienen el hon-
roso deber de transportarlas.

La madurez expresiva de estas últimas páginas, que sería de todos


modos notable, aun en soledad, se hace más evidente por el contra-
punto que su vehemencia ofrece frente al cuidadoso recuento de su
diario italiano. Camila había aprendido ya que la vida cotidiana de un
pueblo es también un arte, y por eso se consagra a rescatar para el
recuerdo el jolgorio y el llanto, el silencio y el canto, de un pueblo con
un arte vivo, paseador.

Es difícil imaginar cuál es la razón de esa disparidad; por una


parte, ha pasado el tiempo, ella ha ampliado su cultura y desarrollado
sus capacidades. Por otro lado, seguramente sentía más cercano el arte
de las saetas y los pasos que la serenidad clásica del arte italiano. Como
sabía Pascal, tiene el corazón razones que la razón ignora; pues bien, a
esas razones del corazón debemos la posibilidad de disfrutar, hoy, la
belleza de estas páginas memorables.

***************

Este tomo se completa con una serie de textos inéditos proce-


dentes del archivo personal de Camila Henríquez Ureña atesorado en
el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba. Todos los documentos
están dedicados, de una u otra manera, a temas diversos de historia y
sociedad, en su mayoría trabajos en procesos, notas y apuntes de cla-

XII
ses, o conferencias en preparación, que no tenían como objetivo su
publicación.

El primero que hemos incluido en esta sección es un manuscrito


titulado por la propia Camila “Visión general de la sociedad medieval”, donde
analiza las características socioeconómicas de Europa Occidental des-
de el siglo IV al XV. Relacionado con este texto sigue otro manuscrito
denominado por su autora “Edad Media española”, donde se refiere a la
situación específica de la península ibérica en la misma época. Como el
anterior, son notas elaboradas por ella, al parecer para cursos dedica-
dos al estudio del contexto histórico en que se desarrolló la cultura
europea medieval. Incluso la “Edad Media española” esta precedido del
título aclarativo “Lección II”, lo que nos hace pensar que formaba parte
de sus apuntes para clase.

A continuación añadimos otro material del mismo corte, que he-


mos denominado “La novela histórica”, pues se compone de tres leccio-
nes dedicadas a este tema, que abarcan desde el concepto de la novela
histórica y sus diferentes tipos, hasta su desarrollo histórico posterior.
Lamentablemente, la sugerente exposición de Camila se interrumpe al
finalizar la tercera lección, dedicada al análisis de este tipo de literatura
en las civilizaciones antiguas. Este documento es en su conjunto más
extenso y elaborado que los dos anteriores, está pasado a máquina y
contiene muy pocas enmiendas de su autora. Todos ellos dan una idea
del dominio y la comprensión que de la Historia Universal, sus proce-
sos, figuras y problemas poseía Camila Henríquez Ureña.

“Apuntes para la historia de la música” hemos titulado a unos inusuales


manuscritos de Camila encontrados en hojas de libreta en su archivo
personal. Al parecer se trata de notas de clases que ella tomó, proba-
blemente en un curso al que asistió como alumna, pero que tienen el
valor de mostrarnos su capacidad de síntesis, intereses, apreciaciones y
motivaciones. Además, es un original resumen de una temática poco
conocida. Después sigue un listado inconcluso de publicaciones y es-
critores dominicanos, en proceso de elaboración por Camila, algunos
de ellos todavía en forma de manuscritos y otros mecanografiados,
que nos ilustran sobre los criterios de selección aplicados por nuestra
autora a la producción literaria de su patria de nacimiento.

XIII
“Francisco de Miranda. El precursor” se nombra esta extensa confe-
rencia mecanografiada que hallamos también en su papelería. Impeca-
blemente escrita, con algunas pocas enmiendas de su puño y letra, este
extenso texto sobre una de las figuras más importantes de la historia
americana aparece fechado en La Habana el 15 de mayo de 1915. Se
trata de un riguroso ensayo histórico, en el cual la autora, con pleno
dominio del tema, expone la labor realizada por Miranda desde fines
del siglo XVIII para lograr la independencia de Hispanoamérica -que
el Precursor llamó Colombia. Aquí Camila no sólo se refiere a la aza-
rosa vida de Miranda, sino que también analiza la situación de las po-
sesiones españolas y de los primeros movimientos anticoloniales, desde
los Comuneros del Paraguay hasta la gran sublevación indígena de Tupac
Amaru. Aunque no cita la bibliografía utilizada, incluye citas de diver-
sos autores –además de fragmentos documentales del propio Miran-
da- que nos permite hacernos una idea de las fuentes utilizadas para su
confección. Es un estudio riguroso que conserva su vigencia y lozanía,
a pesar del tiempo transcurrido desde que fue elaborado.

Para cerrar el apartado de este tomo dedicado a temas de carác-


ter histórico social trabajados por Camila Henríquez Ureña hemos
dejado dos materiales relacionados con la colección Biblioteca Ameri-
cana del Fondo de Cultura Económica de México. El primero de ellos
es un informe, fechado a fines de la década del cuarenta, sobre el
estado en que entonces se encontraban las publicaciones previstas para
esta colección, en que se detallan posibles títulos, prologuistas encar-
gados y otros variados datos de interés acerca de las obras selecciona-
das. Al margen del valor que este catálogo tiene como verdadero
repertorio de clásicos de la historiografía latinoamericana, para cuyos
comentarios estaban propuestos toda una verdadera pléyade de figu-
ras intelectuales contemporáneas de primera línea, este material de tra-
bajo destinado a Camila, posiblemente elaborado por su hermano Max,
daba a nuestra autora una serie de tareas y encomiendas. Ello puede
apreciarse en el texto original por las alusiones a su persona y las ano-
taciones que la propia Camila hizo al margen de varios títulos, donde
señalaba en forma concisa a quiénes debía escribir, aludía a las res-
puestas recibidas, sugería otros prologuistas o hacía determinadas acla-
raciones sobre la posible ubicación de los textos a editar o personas a
consultar.
obras y apuntes

Por último hemos añadido un texto mecanografiado procedente


también de su papelería y destinado a la solapa de unos de estos valio-
sos volúmenes. Nos referimos al dedicado a la obra sobre la vida del
Almirante Cristóbal Colón por su hijo Hernando, presumiblemente
escrito por la propia Camila.

Todos estos textos dan fe de su interés por la historia y la cultura


humanas, y nos muestran, en sus diversos acercamientos, aspectos com-
plementarios de ese interés. Esperamos que sirvan para estimular la
avidez de conocimiento de sus futuros lectores.

XV
I

DIARIOS DE VIAJES
VIAJE A ITALIA

3 de marzo de 1922.

Salimos de París a las 2:30 de la noche. (Gare de Lyon).

14

A las 7:30 a.m pasamos por Culoz. A las 8:36 nos detuvimos en
Chambery. Linda perspectiva de montañas. El pueblo es muy pinto-
resco. A las 8 habíamos pasado haciendo un alto, por Aix-les-Bains.
Poco antes de las 12 del día llegamos a Modena. Inspección aduanera
de equipajes. Cambio de tren. Ya estamos en Italia. Nos hallamos en
pleno paisaje alpino. Grandes montañas nos circundan. Los túneles
se suceden con frecuencia. Desde la ventanilla del ferrocarril se do-
minan a veces vastas alturas o valles florecientes, circundados por
cumbres cubiertas de nieve. Otras veces, gargantas y precipicios. Des-
pués de Modena cruzamos un túnel de mediana extensión, luego otro
brevísimo, y a poco entramos en el túnel colosal del Monte Cenis o
Cenere. En 1870, cuando se terminó esta obra, hoy empequeñecida
por el del Simplón, parecía difícil o imposible construir nada supe-
rior. Se tardan unos 23 minutos en atravesarlo. Puede hacerse en me-
nos, pues sólo tiene unas ocho millas (7 y 3/4) de extensión. Cruzamos
después numerosos túneles (más de 20 hasta Turín), gozando de pers-

3
Camila Henríquez Ureña

pectivas maravillosas: montes enormes, valles, cascadas, canales, via-


ductos, precipicios, pueblos y ermitas prendidos de la cresta de las
colinas. . . En suma: el paisaje, panorámico y deslumbrante, gran-
dioso siempre, que se contempla en el cruce caleidoscópico de una
cordillera. El cruce de los Andes dejó en mi ánimo más fuerte im-
presión, pero eso no amengua las indescriptibles bellezas de estos
montes.

Turín

A las 5:35 de la tarde llegamos a Turín.

Nos instalamos en un hotel inmediato a la estación, pues


sólo estaremos un día: el Hotel Suisse. Es bastante confortable, y
como la ciudad no es muy grande, a poco andar estamos en el
centro.

Después de comer, Guarina y yo seguimos a pie la Vía Roma,


atravesamos la Piazza S. Carlos, y, continuando siempre por la Vía
Roma llegamos a la Piazza Castello. En un costado de ésta, formando
ángulo con la Academia Militar, y sin que su aspecto exterior revele
otra cosa que un edificio cualquiera con amplio corredor o portal, se
encuentra el Teatro Reggio, destinado a representaciones de ópera.
Conseguimos dos poltronas (lunetas). El interior del teatro (prescin-
diendo del piso del lunetario, que es de madera bonita) es suntuoso y
la amplitud de la sala es grande. El palco real, frente al escenario,
tiene verdadera majestad. Había mucha gente. Se cantaba La
Cenerentola (Opera cómica de Rossini, en 3 actos). Los cantantes
buenos, pero no deslumbran. La principal soprano, Conchita Superviá,
la habíamos oído en Cuba hace ocho años. Prometía mucho más. Me
parece que no ha progresado gran cosa, aunque por lo visto, con la
edad, ha ganado en categoría para las contratas. En general, la repre-
sentación fue correcta.

4
obras y apuntes

Día 15

Salimos temprano a recorrer la ciudad. Sacamos fotografías ante


la estatua de Emmanuel Philiberto, Duque de Saboya (Piazza S. Car-
los) y ante la del duque Fernando de Génova (Piazza Solferino). Es-
tuvimos en el Palazzo dell’Accademia delle Scienze y recorrimos el
Museo de Antigüedades, que es, en lo que toca a Egipto, de un gran
valor y riqueza. Hay tumbas egipcias completas, magníficas estatuas
de Sesostris y otros reyes, momias bien conservadas y completas,
esfinges, relieves, ídolos, mosaicos, papiros, metales labrados,
variadísima cerámica, la mayor parte de todo ello descubierto por
Champollion.

No tuvimos tiempo de visitar la galería de pinturas (pinacoteca)


del mismo edificio. Según catálogo, no es muy numerosa, pero sí va-
riada, con ejemplares apreciables de todas las escuelas italianas.

Admiramos en la Piazza Castello el Palazzo Madama, que está


en el centro de la misma, y que, con alguna adición y retoque del siglo
XVIII, es un buen ejemplar de arquitectura medieval (siglo XIII).
Pasamos por la Piazza Carignano, en la cual está el Palazzo Carignano,
hoy museo de Historia Natural, al cual no entramos. En frente está el
Teatro Carignano, donde actualmente trabaja la compañía de Ruggero
Ruggeri y Lyda Borelli.

Por fuera vimos después el Palazzo Reale, del siglo XIII. Entra-
mos en la Catedral, anexa a éste. Esta iglesia está consagrada a S. Juan
Bautista. Sobre el pórtico, en el interior, una buena copia de la Cena
de Leonardo da Vinci. A la izquierda del altar mayor, en segundo
plano, está el palco reservado a la familia real, que podía entrar di-
rectamente del palacio. En la Vía Porta Palatina, vimos después lo
que queda del Palazzo delle Torri (dos torres medievales). Almorza-
mos cerca de allí y regresamos al hotel, pasando por otras calles y la

5
Camila Henríquez Ureña

Piazza Solferino, hasta encontrar el “Corso Vittorio Emmanuele II”,


que nos guiaba más directamente.

A las 2:50 de la tarde salimos para Milán. Es poco lo que hemos


visto de Turín, pero no hay mucho en realidad. Un día más habría
bastado. La ciudad es animada y revela bastante actividad comercial.
El Po cruza al Este. A poco de salir de Turín, cruzamos nuevamente
el Dora Riparia, que ayer cruzamos antes de llegar, del lado opuesto;
más adelante (pasado Chivasso) cruzamos otro Dora: el Dora Baltea
(Baltea). Al pasar por Vercelli, admiramos las torres y la elegante ar-
quitectura de la catedral, (es decir, la catedral, que parece un edificio
interesante, es otra) la iglesia de San Andrés, edificio del siglo XIII.
También Novara nos ofreció algunos aspectos interesantes, al pasar.
Poco antes de llegar a Milán está Magenta. Desde el tren se ven los
monumentos, sencillos, a Mac Mahon y a Napoleón III. Este último
fue erigido en 1862 en recuerdo de la victoria del 4 de junio de 1859
contra los austríacos.

Milán. Día 15

A las 6 de la tarde llegamos a Milán. Nos alojamos en el Hotel


Francia, que está en el siempre animado Corso Vittorio Emmanuele.
La catedral se ve desde el hotel y desde muchas otras calles laterales.
Este estupendo edificio, que sólo tiene perspectiva en el frente, pero
no a los costados ni al fondo, parece, por eso mismo una mole in-
mensa que ha caído en el centro de la ciudad, o un peso que gravita
sobre toda ella. Hicimos un recorrido por las espléndidas galerías V.
Emmanuele, hechas en 1867 por el arquitecto Mengoni. Esta galería
es el centro comercial y el paseo más animado de Milán. A salir, a un
costado de ellas, comimos en un “Ristoratore economico”, de una
cooperativa. Se come por 5 liras. Por la noche fuimos al Cine

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obras y apuntes

Provisorio, en frente del hotel: ponían una película basada en La


Douleureuse, de M. Donnay.

Día 16

Fuí al Museo Poldi-Pezzoli. Hay una Madonna de Botticelli, otra


de Boltraffio, Un Ecce Homo de Solario, y otros cuadros de mérito.
Pero lo extraordinario es, en sí, la residencia y los tesoros de arte
decorativo e industrial que contiene. Pisos, techos, adornos, distribu-
ción, todo es suntuoso y artístico.

Pasé después por la plaza de la Scala y adquirí billetes para la


función de mañana. Admiré, de paso, el monumento a Leonardo da
Vinci que está en la misma, y que en el pedestal tiene las estatuas de
sus discípulos Marco da Oggiono, Cesare da Sesto, Salaino y
Boltraffio. Es obra de Magni, y data de 1872.

Salimos después para ir a la Catedral. El interior es rico y ele-


gante y los vitrales son espléndidos, pero nada es comparable a su
exterior. Subimos a lo más alto de la cúpula (502 escalones) y re-
corrimos todo el techo, que tiene avenidas cómodas para el caso.
El día no estaba muy claro, pero pudimos obtener una bella visión
de Milán. Almorzamos después en un buen restaurante de la Gale-
ría.

Por la tarde fuimos al Museo Brera. (pinacoteca en el Palazzo


delle Scienze, Lettere ed Arti, o Palazzo Brera. Obras notables: el
Sposalizio (de la Virgen) de Rafael; la Pietá y otras cosas de
Giovanni Bellini; varios cuadros muy interesantes, de Bernardino
Luini; otros varios de la escuela de Leonardo: Salaino (Madona
con santos ), Andrea Solario, Marco da Oggiono (Caída de Luci-
fer), y una copia, hecha por éste, de la Cena de Leonardo; la Pietá,
de Mantegna; y algunas cosas de la escuela veneciana, así como de
extranjeros, principalmente holandeses (flamencos), (Rubens,

7
Camila Henríquez Ureña

Paulyn, Cena, Van Dyck, Rembrandt (Retrato de su hermana)


Jordaens (Sacrificio de Abraham). No estaba abierto el Conserva-
torio del mismo edificio.

Ya al caer la tarde hicimos un recorrido en coche: visitamos


el Giardino Poblico, las calles y avenidas principales, vimos el
Arco de Sempione, o Arco de la Paz, muy semejante al Carroussel
de París. Fue comenzado, como éste, por Napoleón (1804), pero
no terminó su construcción hasta 1838. Esculturas de Marchesi.
Pasamos frente a la Antigua Arena y al Castello Sforza, (que fue
de los Visconti y de los Sforza y hoy contiene el Museo Arqueo-
lógico y Artístico. Por la noche fuimos a un cine al lado del ho-
tel, muy plebeyo.

Día 17

Por la mañana, visita a Santa María delle Grazie. La iglesia es


del siglo XV. Lo más interesante es el antiguo monasterio (al lado,
donde está la famosa Cena de Leonardo. ¡Lástima el deterioro
que ha sufrido! En frente de la cena: Crucifixión, fresco de
Giovanni Donato Montorfano. (1495), bien conservado; con
figuras (las de Ludovico Moro y su esposa Blanca María, como
personajes, o comparsas del cuadro) hechas por Leonardo.
Recorrimos también la antigua sacristía y el claustro principal,
muy interesantes.

De ahí, a la Biblioteca Ambrosiana. La biblioteca, en sí, es


admirable por los manuscritos e incunables que contiene, y por los
ejemplares y copias miniados que allí se conservan. En escultura:
autorretratos de Antonio Canova. En pintura muchos cuadros de
Giovanni Brueghel y de la escuela flamenca; de Botticelli (Madona

8
obras y apuntes

con bambino entre Angeli); del Borgognone (Madona con san-


tos); el gran dibujo de Rafael La escuela de Atenas (para el fresco
del Vaticano); de Salaino, un San Juan en el desierto muy parecido
al de su maestro Leonardo (Louvre), Y otras cosas del discípulo
de éste: Luini (Sacra Familia, Sta. Isabel, acaso sobre diseño de
Leonardo), Oggiono (Virgen con el niño). Pietro Riccio
Gianpetrino (Virgen c o n e l n i ñ o ) e t c . D e L u i n i , i n t e r e s a n t e s :
“El Salvador joven”, y “San Juan Bautista niño”. Del mis-
mo Leonardo: Il musicista y un Ritratto di donna, que se le
atribuye, y es famoso. Hay buenas cosas de los venecianos:
Tiziano (Adoración de los magos), G. B. Tiepolo (La
pressentazione al Tempio). Jacopo da Ponte (el Bassano)
etc; Hay un gabinete de Leonardo, donde hay numerosos
dibujos de él y sus discípulos (sobre todo de Boltraffio y
de B. Luini) y el Codice Atlantico, donde Leonardo tenía
muchos dibujos respecto a invenciones mecánicas o cien-
tíficas. Luego hay una sala de dibujos. El Museo Settola,
d e l m i s m o e d i f i c i o , e s t a b a cerrado.

Por la tarde, vuelta al Museo Poldi-Pezzoli, que Guarina


no había visto.

Por estar algo enfermo Leonardo, sólo hemos ido un mo-


mento a la Scala, (Barbero de Sevilla). El teatro es amplísimo
(más que el metropolitano de N.Y.) y la obra ha sido montada
con extraordinaria brillantez y propiedad. Los cantantes, bue-
nos, sin que asombre. La tiple, Elvira de Hidalgo, la mejor.
El bajo apayasó demasiado el papel de D. Basilio, y casi no
cantó “la calumnia” . El barítono discreto, correcto. La or-
questa, admirable y ampliamente colocada, y buena en su conjunto.
La sala tiene, en el centro del arco del escenario, un reloj lumínico
que anuncia las horas y marca cada cinco minutos, lo mismo que
otro del Reggio, de Turín.

9
Camila Henríquez Ureña

Día 18

Leonardo está mejor y nos vamos mañana.

Esta tarde hemos ido al Cementerio Monumental. Muy hermo-


so. Mucho mármol, lo mismo en la fachada del edificio de entrada,
que es a la vez cementerio de nichos, que en todas las tumbas. Bien
cuidado e higiénico.

Por la noche fuimos a un cine en la Vía Torino.

Día 19

Salimos de Milán a las 9:50, rumbo a Venecia. En nuestro com-


partimento venían dos individuos que habían ido la víspera a Turín
para asistir al estreno de La figlia del Re, opera de Adriano Lualdi.
Uno es tío de Lualdi, otro, su amigo íntimo, que es músico y abo-
gado. Leí el libreto del mismo Lualdi; y me lo prestó uno de ellos,
hablé con ambos en el trayecto. Hicimos un alto en Brescia y
después en Desenzano, población del Lago di Guarda o Garda.
En Gardone (Gardone Riviera) población situada en este lago, se
encuentra ahora D’Annunzio. Llegamos luego a Verona, después
a Vicenza, a Padua y por último llegamos a Mestre, donde el fe-
rrocarril sigue un viaducto sobre el mar hasta Venecia, donde llega-
mos a las 3 de la tarde.

Venecia Día 19

Una góndola nos llevó al Hotel Gran Canal ex Mónaco situado a


poca distancia de la Piazza de S. Marco, en frente de Santa María de la

10
obras y apuntes

Salute. Mucha animación en la Piazza de San Marco: es domingo y


día de San José. Visitamos la magnífica catedral bizantina, con sus
deslumbrantes mosaicos de oro y de piedras rutilantes. Dimos un
paseo por la Piazzetta y por la Riva degli Schiavoni y vimos, al
paso, los célebres edificios, como el Palacio Ducal, etc. , el Puente
de los Suspiros, y mil otros aspectos del panorama veneciano.
Recorrimos después la Mercería hasta el Puente de Rialto -todo
esto, desde luego, a pie- y por la noche fuimos al cine Massimo,
que está en la Plaza de S. Salvador. Ponían una cinta italiana: “La
campana del escándalo”.

Día 20

Un poco lluvioso el día. Hemos vuelto a la catedral de San Mar-


cos, cuyo altar mayor hemos admirado: cuatro columnas de mármol,
la pieza principal de oro y joyas, gran parte del oro y la plata trabaja-
dos en Constantinopla en 1105. El tiempo inclemente nos ha impedi-
do subir al Campanile. Antes de ir a la catedral recorrimos algunas
calles y penetramos en la iglesia de S. Salvador, donde hay varios cua-
dros buenos, entre ellos la Anunciación del Ticiano, cuadro de su
vejez. Vimos la torre del Reloj.

Visitamos el Palacio Ducal con un guía que después nos llevó


a las fábricas de vidrio y mosaico. Habla medianamente el espa-
ñol y no cobró porque las fábricas, a fin de años, le dan comisión
por los clientes que lleva. El edificio es espléndido y tiene cua-
dros de los mejores de la escuela veneciana: Bassano, Paolo
Veronese, Tintoretto. Abundan los cuadros de historia de Venecia.
La sala del Maggior Consiglio es inmensa, y creo que, sin auxilio
de columnas, no puede haber otra mayor. Por igual causa el cua-
dro mural del paraíso por Jacopone Tintoretto es el más vasto
que existe al óleo. En esta sala hay más de 20 cuadros, subiendo
por la escalera de oro (destinada solo a los nobles), obra de
Sansovi no, hay varias salas admirables: la del Senado, la del Collegio,
y la pequeña del Anticollegio. En esta última el precioso Rapto de
Europa, de Paolo Veronese, siempre admirable. Hay cuadros diver-

11
Camila Henríquez Ureña

sos de Palma Giovane, Giovanne Contarini, Andrea Vicentino, y de


los dos Tintoretto: Domenico y Jacopone, etc. Pasamos luego a ver,
por dentro, el Puente los Suspiros, y las oscuras prisiones, inmediatas
a él. Bajamos a los Pazzi, o pozos celdas que a veces se inundaban y
vimos el lugar de las ejecuciones secretas. Al salir de allí visitamos la
fábrica de vidrio, mosaico y muebles de Pauly y Cía. A pocos pasos
de la iglesia. Es interesante ver como se trabaja el vidrio y se reduce a
hilos blandos como paja; y como se hace el mosaico: La exposición
de trabajos de la virgen al templo, grande).

Por la tarde fuimos a la Academia delle Arti. Por desgracia, de


las 23 salas sólo pueden verse ahora unas seis o siete, pues a causa del
bombardeo austríaco sobre Venecia, que fue nutrido, los cuadros
fueron enviados a depósitos seguros en Roma, y todavía no se
han reinstalado. Hay, de todos, modos, cosas interesantes de la
escuela veneciana: Bonifacio, Palma Vecchio, Belloni, y de los
Postriores, más famosos. De ahí pasamos a la exposición de mo-
saicos de la casa Venecia-Murano; tanto o más interesante que la
de Pauly. Nos detuvimos un rato ante la iglesia de Santa María de
la Salute, y en el vaporcito que hace de tranvía por el Gran Canal
fuimos a la Riva degli Schiavorni, para de ahí encaminarnos a pie
a la fábrica de encajes artísticos establecida como escuela por la
Reina Elena, por lo cual lleva el nombre de esta.

Por la noche fuimos al Teatro Goldoni: allí trabaja Eleonora


Duse, ya frisando en los sesenta. No hace papeles de joven. Tra-
bajó admirablemente, insuperablemente, en La porta chiusa, co-
media dramática en 3 actos, de Marco Praga. La compañía toda
correcta, con una gran armonía de conjunto. El joven actor Memo
Benassi, que hacía el papel (de) Giulio Quercieta, afortunado. Los
demás, bien. El teatro, bastante amplio y elegante (con un reloj
lumínico sobre el escenario) estaba repleto.

12
obras y apuntes

Día 21

Gran excursión en góndola, todo el día, con un alto para visitar


distintos lugares. Primero, recorrido minucioso del Gran Canal. Los
palacios más interesantes: Corner della Ca’Grande (de Jac. Sansovino),
Foscari, Grimani (Middel San Michele, renac.), el Vendramin Calergi
(donde murió Wagner, hay una lápida que lo recuerda) y la admirable
Ca’ d’ Oro.

Descendimos al Museo Cívico, en el antiguo Fondaco dei


Turchi(espléndido edificio). Faltan aquí también algunas salas de pin-
tura por reinstalar. Hay muy buenas cosas, sobre todo las venecianas.
Remarqués: Giovani Bellini, Cosimo Tura (su durísima “Pietá”, que
no tiene la tersura de la de Bellini, en la cual hay un monograma de
Alberto Durero). De P. Longhi hay varios cuadros, y de Rosalba
Carriera, en estilo suave, moderno y elegante. Cortamos después por
el Río S. Felice, a salir a la Sacca della Misericordia, que da al contor-
no norte, exterior, de Venecia: la mañana estaba clara y se veían las
islas del cementerio, de Murano, etc. Entramos por el Río de
Mendicanti, pasando frente al Ospedale Civile, y nos detuvimos en la
iglesia de S. Giovanni e Paolo. Los mausoleos de Malipiero y otros
dos son muy valiosos (es inmenso el de Mocenigo y Bembo). El de
Michele Morosini, en estilo gótico, tiene encima adorno de mosaico:
es de Danese Cataneo; el de Andrea Andranin, de Alessandro
Leopardi, es una gran obra.

Después de almuerzo, otra vez a la góndola, que nos llevó a la


iglesia de Santa María Gloriosa dei Frari. Mausoleos artísticos; el de
Ticiano, frente al de Canova; el del dux Giovanni Pesaro; cuadros:
dos obras maestras de Ticiano: la Asunción que antes había estado en
la academia) y la Madonna de la familia Pesaro; y una de Giovanni
Bellini. (Madonna con Santos). Estatuas de Sansovino (S.Juan Bautis-

13
Camila Henríquez Ureña

ta), otro Juan Bta. en madera por Donatello; etc. La iglesia es muy
rica en obras de arte.

Visitamos luego el piso principal, del Palazzo Michael delle


Colonne, gótico con retoques renacentistas. Este palacio fue en un
tiempo de la ducal familia de los Barberigo, después de los Moncenigo,
y ahora del Conde Doná della Rose, que vive en el piso superior. Bue-
nos cuadros de Tiépolo y de Longhi, retratos antiguos de las familias
que poseyeron el palacio, tapices de Bruselas muy buenos con esce-
nas mitológicas e históricas, muebles antiguos, mosaicos, etc.

Por último pasamos a la isleta de S. Giorgio Maggiore y visita-


mos la iglesia del mismo nombre, obra del siglo XVI, de elegante ar-
quitectura. Buenas obras de arte. Remarqués: las dos últimas obras
del Tintoretto (Martirio de S. Cosme y S. Damián, y Coronación de
la Virgen); la Natividad de Bassano; otras 3 del Tintoretto: la Cena,
la caída del Maná, el Descenso de la Cruz y la Resurrección, y más del
mismo.

Por la noche fuimos a un cine inmediato.

Día 22

Un último recorrido a pie por la mañana. EI tiempo está muy


malo. Fuerte viento, y la lluvia. La marea sube y se teme que esta
noche invada el agua la Piazza. El gran canal está agitado.

A la 1:30 del día salimos en góndola de dos remeros para la


estación. El tren salió a las 2:50. Perdimos tiempo, después, en
Mestre, y llegamos con retraso a Bolonia, (donde teníamos que
cambiar de tren), después de pasar por Ferrara, la ciudad natal de
Savonarola. El tren que nos esperaba en Bolonia hubo que to-
marlo casi por asalto. No había asientos libres en ninguna clase.
Afortunadamente una profesora suiza que iba a Florencia con tres

14
obras y apuntes

alumnas, nos cedió sus asientos mientras comían; después fui-


mos a comer nosotros al dining car; y entre una y otra cosa, lle-
gamos a Florencia a las 11 y 30 de la noche. La diligencia del
Hotel Cavour nos esperaba.

Florencia Día 23

Mi primera salida ha sido para visitar el Palazzo Vecchio, o pala-


cio de la señorita, en la soberbia plaza del mismo nombre. La Torre
de este palacio empezada a fines del siglo XIII y terminada en el XVI,
es un atrevimiento arquitectónico, pues no tiene base propia. A lo
más alto de ella subí; contando desde la puerta de entrada, son
438 escalones. La vista de Florencia desde lo alto es magnífica.
La gran sala del consejo, o de los 500, tiene muchas pinturas de
Vasari, que fue quien en verdad acabó el edificio. Varias estatuas
de Hércules por Vicenzo Rossi; otras de Bandelli. Los departa-
mentos de León X también están decorados por Vasari, así como
el segundo piso en su mayor parte, aunque hubo ayuda de sus
discípulos. Los departamentos de Eleonora tienen preciosidades.
La capilla, con cuadros de Ghirlandagio (Rodolfo del). La Sala
del Reloj tiene una preciosa puerta marmórea por Benedetto de
Maiano. Sala de Cartas Geográficas y la capilla privada de Eleonora
de Toledo, también muy interesantes. A la entrada del edificio en
el pretorio que da a la plaza: Hércules y Caco, por Bandinelli
(derecha, entrando) y copia en mármol del David de Miguel Angel
(izquierda). Más lejos, a la izquierda, la Judith, de Donatello. Siem-
pre a la izquierda, hacia el centro, la gran fuente de Neptuno, de
Bartolomeo Ammannati (divinidades marinas por J. de Bolonia).
Y un poco más lejos, un disco de bronce, de Sodini, recuerda el
lugar en que fue quemado Savonarola. Más a la izquierda, en el
mismo centro, estatuas de Cosme I, por Juan de Bolonia. Al cos-
tado opuesto del palacio, hacia la derecha, se inicia la Galería de
Uffizi, que en la parte exterior tiene estatuas de los más grandes

15
Camila Henríquez Ureña

florentinos; pero antes de llegar a la Galería está la maravillosa


Loggia dei Lanzi, o dei Priori, donde están varias obras maestras:
de Cellini; Hércules y el Centauro, y el Rapto de la Sabina, por
Juan de Bolonia; el Rapto de Polixena, por Pío Fedi, y un mármol
griego de Ayax moribundo.

Por la tarde dimos un primer vistazo a la catedral (exterior


de mármol de varios colores, según hay otros templos en Florencia;
gran amplitud; puertas modernas de bronce, con magníficos relieves)
y fuimos a la Galería dei Uffizi. Es una colección estupenda. En már-
moles hay mucho: la Venus de Medici: los luchadores; el Fauno atri-
buido a Praxíteles; El “Recogedor” de Cleomenes, hijo de Apolodoro
de Atenas, etc.

En pintura es imposible detallar. Lástima que la mayor parte de


las muy nutridas salas venecianas que había no se exhiben ahora, por-
que se prepara para otra distribución. Pero, en general, y sobre todo
en escuela florentina, la colección es incomparable. Remarqués;
t o d o B o t i c e l li ; F r a F i l i p p o L i p p i ; P i e t r o P e r u g i n o ; t o d o
Ghirlandagio (Domenico); La anunciación de Leonardo y la
inacabada Adoración; La Santa Familia, de Miguel Angel; La ca-
beza de Medusa, atribuida a Leonardo, del cual hay además el
retrato de un joven; San Juan en el Desierto, por Rafael, con otras
obras suyas; casi todo Guido Reni; y en obras de otras escuelas y
naciones: la Adoración de los magos, de Durero, y varias obras
de Memling y Van Dyck. La sala de los camafeos es maravillosa.
Hay sorprendentes trabajos en cristal de roca por Cellini. Mu-
chos cuadros que estaban en los Uffizi los han trasladado a la
Galería gemela, Pitti; que se comunica con esta por un pasaje se-
creto, y que veremos otro día. Para cerrar la tarde, hemos ido en
tranvía hasta el barrio de Colonna, que es bastante cerca. Por la
noche no hemos salido.

16
obras y apuntes

Día 24

(Detrás del coro, la Pietá inacabada, de Miguel Angel). Nueva visita


a la catedral, entrando en la Sacristía, que tiene una puerta regalada por
Lorenzo el Magnífico (bronce trabajado por Luca della Robbia, que
encima puso la Resurrección). Los armarios de esta sacristía fueron
tallados por Giuliano, Donatello, etc. En la tribuna de la Sta. Cruz
estatua de Sto. Tomás por Rossi y de S. Jacobo por Sansovino. Hay
otras obras de arte en la vastísima iglesia al lado de la cual se halló
un campanil de elegancia suprema, obra de Giotto di Bondome.
Las puertas modernas de bronce son de Augusto Passaglia (central
e izquierda y Cassioli derecha). Hemos buscado después una pen-
sión donde instalarnos, y la encontramos: Pensione Rigatti, Lugarno
Generale Díaz 2 Gia L. della Borsa). Está frente al Arno, y no lejos
del centro. Hoy mismo nos instalamos.

Estuve en el Or San Michele, (San Michel in orto). Contiene un


soberbio tabernáculo gótico por Andrés y Jacobo Orcagna, con pre-
ciosos bajo-relieves. Estatua de Mino de Fiesole: la Virgen y el niño.
En el exterior, nichos con estatuas de Santos: S. Jorge, (copias) por
Donatello; San Lucas por Juan de Bolonia, y otros originales de
Donatello; San Pedro, San Marcos, de Michelozzi, de Nanni di Ban-
co, de Ghiberti etc. Por la noche, reposo.

Día 25

Temprano fui al Museo Arqueológico, en el antiguo Palazzo


Crocetta. Rico en Etruria; pero en Egipto no tanto como el de Turín.

17
Camila Henríquez Ureña

Es interesantísimo. De ahí fui a la iglesia de la Annunziata, donde


había gran función religiosa por ser día de la Anunciación. El templo
es magnífico, lujosamente decorado, y estaba repleto de gente. Por la
tarde volví con Guarina, y lo vimos con más calma: en los dos claus-
tros hay frescos de Andrea del Sarto y otros; en el centro de la iglesia,
la Asunción del techo es de Franceschini; hay un altar construido por
orden de Cosme de Medici, que es una maravilla. Toda la iglesia es
lujosísima y rica en obras de arte.

Fuimos al Museo Nazionale, en el antiguo Palazzo Bargello, o


del Podestá. Edificio de época, con un magnifico patio. Buenas obras
en escultura: Baco ebrio (obra de juventud de M. Angel), Adonis
morente, y Paris y Elena, por V. Rossi; El Océano (tamaño colosal),
el Mercurio, y otros, por J. de Bolonia; muchas de Donatello (David,
S. Jorge, etc.), la Arquitectura, por J. de Bolonia; la Virtud que vence
al Vicio, por el mismo; una Leda hecha sobre el cuadro de M. Angel
(Dresde). Muchas armaduras, algunas trabajadas, así como un escudo,
por Cellini. Terracottas por A. della Robbia. Tapices flamencos y
florentinos.

Estuvimos también en la iglesia de Santa Croce, especie de pan-


teón de grandes hombres: monumento a Miguel Angel, ideado por
Vasari, hecho por varios; Monumento a Dante (que no descansa aquí)
por Stefano Ricci; a Alfieri, por Canova, por cuenta de la Condesa
de Albani, que también tiene allí su monumento; a Maquiavelo, por
Innocenzo Spinazzi (1787); a Rossini, por Cassioli Ugoz (1902); a
Cherubini, por Fantacchiotti; a León Batista Alberti; por I. Bantolini;
a Donatello, a Carlo Botta; y, poco artístico, a Galileo. Hay muchos
otros monumentos. Hay estatuas y cuadros valiosos. De Donatello,
varias cosas.

Al salir de allí, fuimos a la fábrica de mosaico florentino en már-


mol. El trabajo de incrustación es habilísimo.

Al caer la tarde fuimos en tranvía a Fiesole. Trayecto de ascención


continua, muy agradable. Paisajes preciosos. Desde la altura de Fiesole,
se domina una vista total del valle del Arno, con Florencia en el cen-

18
obras y apuntes

tro. No se puede visitar la Villa Medici, propiedad de unos ingleses.


En ella pasan ahora unos días dos recién casados: la princesa María de
Inglaterra y el Vizconde de Lascelles. Hay en Fiesole un teatro ro-
mano, exhumado, que no pudimos ver por lo avanzado de la hora.
En la plaza principal hay un monumento a Garibaldi y Víctor Ma-
nuel; con las figuras ecuestres de ambos. Visitamos la fábrica de
sombreros de paja de Italia, donde hay otros trabajos de paja finísi-
mos (hasta paraguas o sombrillas), regresamos a Florencia. Por la
noche, descansamos.

Día 26 de marzo de 1922

Es domingo y se puede visitar sin costo los museos, los jardi-


nes de Baboli, etc. Fuimos a la Galería dei Uffizi y recorrimos nue-
vamente todos sus departamentos, admirando nuevamente las
grandes obras que ya nos habían deslumbrado. Luego por el “pasa-
je secreto”, construido por Vasari, nos dirigimos a la Galería del
Palazzo Pitti. En el pasaje hay gran cantidad de retratos históri-
cos. Gran parte de él está encima del Ponte Vecchio, que a seme-
janza del de Rialto en Venecia, es una calle con pequeños edificios
para tiendas.

La Galería Pitti no tiene la riqueza de la de los Uffizi, pero


ambas galerías, que en rigor forman un solo museo, se
intercambian cuadros. Ahora está en la Pitti casi todo lo veneciano
que estaba en la dei Uffizi, así como la colección de autorretratos
de pintores. Así, aquí están ahora las dos Venus yacentes de
Ticiano (la del perrito y la del amorcillo), y otros cuadros del
mismo, del Tintoretto, del Veronese, de Tiépolo, etc. Hay dos
cuadros de la misma época, sobre el tema de Apolo y Marsias;
uno de Giovanni Francesco Barbieri (Guercino) (Cento 1591-
Bolonia 1666) en el cual Marsias esta tendido en el suelo con las
manos amarradas, mientras Apolo prepara el cuchillo para dego-
llarlo, Y, a la izquierda, dos figuras contemplan la escena; y otro de

19
Camila Henríquez Ureña

Giovanni Bilivert (Florencia 1576-1644), en el cual Apolo sostiene a


Marsias por un brazo y empieza a degollarlo, pues el cuchillo está
puesto sobre el cuello. Entre los cuadros célebres de esta galería está
Il concierte de Giorgione. Además, varios de tema sacro, de Boticelli;
otros de Luca Signorelli, del Sodoma, de Rafael etc. El decorado
es suntuoso. El baño de María Luisa de Austria, 2da. esposa de
Napoleón, es una maravilla; muy superior al baño del palacio, que se
exhibe en el gabinete del baño. Como se hacía tarde, sólo pudimos
dar un vistazo a los jardines de Boboli, o sea los jardines del antiguo
palacio real, y vimos la gruta de Buontalenti, con estatuas de Bandinelli;
hay otras muchas estatuas en las avenidas.

Por la tarde fuimos en tranvía, hasta Gelsomino, por el Viale dei


Colli, espléndido paseo que conduce al Piazzale de Michelangelo, des-
de donde se goza una magnífica vista de la ciudad. Nos detuvimos en
el Piazzale, que tiene una reproducción en bronce del David y de cua-
tro figuras de los miembros de los Medici (Aurora, Crepúsculo, Día y
Noche), y bajamos por la amplia escalinata que conduce hacia el Arno.
Regresamos a pie, pues desde el comienzo de la escalinata a casa no
es lejos.

Como todavía no era de noche fuimos a ver la ciudad en domin-


go por la tarde y entramos en el Baptisterio. Es templo antiguo,
octogonal, acaso pagano en su origen. Las puertas de bronce, alguna
del siglo XIV son espléndidas pero no mejores que las modernísimas
de la catedral.

Por la noche fuimos a un cine donde ponían una película de la


Bertini (Cine Modernissimo).

20
obras y apuntes

Día 27

Visita a la Academia de Bellas Artes. Allí está la Galería antigua y


moderna. Lo más importante es la tribuna de Miguel Angel con el
David original. Las copias son insignificantes cuando se admira el
original. Hay varios bocetos originales de Miguel Angel. En esos bo-
cetos acaso halló Rodin su inspiración para sus figuras de contornos
indecisos. La sección de pintura es rica en primitivos, pero no tiene
gran cosa si se le compara con los Uffizi y Pitti.

La galería moderna no está allí. Ha sido retirada, dicen que para


anexarla a la de Pitti.

Pasamos de ahí al Museo de San Marcos. Los dos claustros


son magníficos, con frescos bastante bien conservados. Muchas
obras de Fra Angélico, que aquí vivió, y decoró muchas celdas, con
frescos que están intactos. En el pequeño refectorio está la admi-
rable Cena del Ghirlandagio. Visitamos la celda de Savonarola, con
objetos que fueron suyos, cuadros, estampas, etc. Hay también una
parte histórica en el Museo, con cosas florentinas, antiguas. Hay
bastantes cuadros. Los más interesantes, los de Fra Angelico. En
la biblioteca hay magnificos ejemplares miniados por Fra
Bartolomeo de Frosnio (género del B. Angelico), que también pin-
tó frescos en varias celdas.

Estuvimos también en el Museo de la “Opera del Duomo”.


Contiene trabajos relativos a la catedral, o que estuvieron en ella. Lo
mejor son dos balaustradas o galerías de Luca della Robbia y de
Donatello, respectivamente. Hay un altar de plata maciza que estuvo
en el Baptisterio(los bajos-relieves son de Betto y de Jean de Geri) y
en el altar trabajaron muchos artistas. Hay una sala de proyectos y
bocetos de la fachada de la catedral.

21
Camila Henríquez Ureña

Por la tarde tomamos el tranvía de “circonvalazzione” que nos


llevó al Cascine. Vimos el elegante y aristocrático viale della Regina,
pero el agua no nos dejó seguir recorriéndolo ni ir por el Viale del Re
hasta el Monumento del Príncipe Indiano. En la plaza Cavour vimos
el arco de triunfo, a Francisco I de Lorena, primer gran Duque de
Toscana. No es gran cosa.

Día 28

Visitamos, la casa de Dante. Hay allí una escuela superior de


tipografía, del Gobierno. No puede precisarse si en esa parte, re-
construida con algo de su época, nació o vivió Dante, pero si que ese
era el solar de su familia, que allí tenía su comercio de sedas. La casa
fue destruida por los güelfos, y abarcaba un radio mucho mayor.
Calle Dante, No.2.

Luego, a la Galería Buonarotti. Este museo lo fundó un sobrino


de Miguel Angel. Hay reproducciones, bocetos y dibujos de Miguel
Angel. El decorado de algunas salas, con escenas de la vida de Miguel
Angel, está bien. Varios pintores modernos trabajaron en él. Hay
un bajo relieve de M. Angel a los 19 años. “Lucha de centauros y
lapitas” y terracotas de Luca della Robbia. Numerosos retratos de
Miguel Angel que vivió en esta casa un tiempo. En el piso supe-
rior, un Museo Topográfico de Florencia: grabados, viñetas, etc.,
de la topografía, vida y costumbres de Florencia en otro tiempo, y el
Museo del “Risorgimento”, que muestra reliquias de la independen-
cia italiana.

Por la tarde fuimos en tranvía al Cascine, pero la lluvia, otra vez


nos impidió recorrerlo. En otro tranvía fuimos hasta la puerta roma-
na.

Por la noche, función de gala en el Teatro della Pergola, con asis-


tencia de la princesa Mary of England y su esposo el Vizconde de

22
obras y apuntes

Lascelles. Ocuparon el palco real y se les tributaron homenajes.


Representaron la ópera. Francesca da Rimini por Landonai. Es
obra muy moderna, de orquestación complicada. El autor esta-
ba presente y fue llamado a escena al final de todos los actos. Se
le ofrendó también una gran corona. El teatro es bastante am-
plio y hermoso, y tiene el reloj habitual, sobre el arco del esce-
nario.

Día 29

Visita a la iglesia de la Trinidad. Hay frescos de Ghirlandagio,


Lorenzo di Bicci, etc. Esta la tumba de los Davanzati. De ahí se-
guimos por la Vía Tornabuoni, muy comercial y concurrida.
Visitamos el antiguo Palazzo Strozzi, empezado en el siglo
XI (hay ahora allí una venta de antigüedades, en parte del piso
principal); vimos con su Loggia, el Palazzo Ruccenai, y, en
fin, seguimos hasta la iglesia de Santa María Novella. Esta
iglesia (anexa al monasterio de su nombre, que tiene grandes
y famosos claustros) tiene muchos tesoros artísticos: cuadros
de Orcagna, Ghirlandagio (Santa Lucía), Cimabue, Bugiardini
(todo esto en la capilla de los Oricellari). En la capilla strozzi,
cuadros de Filippo Lippi y tumba de Filippo Strozzi por
Benedetto da Maiano. En la Capilla principal, frescos, todos,
de Ghirlandagio, y vitrales por Alejandro Florentino.

En otra capilla de los Strozzi, muchos cuadros de Orcagna. Hay


tumbas, algunos frescos de Giotto.

Por la tarde, excursión en tranvía al Ponte Rosso, para conocer


esa parte de la ciudad. Por la noche, descanso.

23
Camila Henríquez Ureña

Día 30

Fuimos a la milenaria iglesia de San Lorenzo. Existe desde 390,


pero, ampliada, la destruyó un incendio en 1423, fue reconstruida
por Brunelleschi. No tiene fachada, pero existe un boceto de M.
Angel. Hay obras de arte notables. En la antigua sacristía, un mo-
numento en pórfido, con adornos de bronce, por A. del Verrocchio,
consagrado a los Medici. En la capilla principal, un altar decorado
de piedras preciosas (1787). Cuadros de Filippo Lippi y otros.
Monumento a Donatello, por Romanetti. Lo mejor es la nueva
sacristía y las Capillas de los Medici. La llamada dei Depositi (don-
de yacen todos los Medici que en esta iglesia fueron enterrados)
contiene los dos grandes monumentos de M. Angel, al Duque de
Nemours y al de Urbino, con las figuras alegóricas famosas: Día,
Noche, Aurora, Crepúsculo. En el altar, la Virgen y el Niño, por
M .A. y magníficos candelabros por M .A. Pero lo que es superior
a toda ponderación es la Capilla de los Príncipes (1604), toda in-
crustada de mármoles raros y piedras preciosas. Falta parte del
piso por terminar. Estatuas de Cosme I por ej. de Bolonia, y de
Femando I, por Tacca.

De esta capilla incomparable nos trasladamos al Cenacolo di


Fuligno, en el antiguo convento de religiosas de ese nombre. Des-
cubierto en 1845, no se sabe su autor. Vasari no lo menciona. Hay
quien lo atribuye a Rafael, pero a mí me parece anterior a su épo-
ca. Allí hay una pequeña galería de cuadros no muy notables, pero
de todos modos interesantes. Hay de buenas firmas.

Por último, a la Galería Corsini, sita en el Palazzo Corsini, a


orillas del Arno. Sólo se visita en ciertos días, pues la familia habi-
ta el palacio. A la entrada, la estatua del Papa Clemente XII (un
Corsini). Hay muchos cuadros de Tintoretto, Guido Reni; C. Dolci,

24
obras y apuntes

Ribera (que abundan en los museos de Italia), Salvador Rosa,


Veronese, A del Sarto, Caravaggio, también de la escuela holande-
sa: un auto-retrato de Rembrandt; Prometeo, de Van Dyck; Sanson,
de Rubens, etc. El decorado, elegante, y hay muchos objetos raros
y ricos.

A las 1 y 20 partimos para Roma.

Roma. Día 30

Llegamos a Roma a las seis y media de la tarde y nos instalamos


en la pensione Astoria, Vía Sicilia esquina Toscana.

Por la noche, que estaba tibia y agradable, dimos un paseo a pie:


de la Vía Sicilia, pasando por la Veneto y la Ludovisi, a la Piazza S.
Silvestre y de allí a la Piazza Venezia, donde está el suntuoso monu-
mento a Vittorio Emmanuel II; después por la Vía Nazionale a la
Piaazza delle Tenue, donde está la fuente monumental que vimos al
llegar, y luego por la 20 de septiembre y la Chiusa Sella, hasta la Sicilia,
donde vivimos. Fue un buen paseo de orientación.

Día 31

Por la mañana, paseo en los jardines de la Villa Borghese, en-


trando por la Porta Pinciana. Dejé a Guarina y los niños en el Jardín
Zoológico, y me fui a la Legación de Cuba, pasando por la amplia
Piazza del Popolo. En la Legación, que está en Vittorio Orsini, 25,
hablé largo y tendido con Carlos Armenteros, que tenía cartas para
mí. Regresé y me detuve ante la iglesia de S. Trinitá dei Monte. Todo
esto, a pie.

25
Camila Henríquez Ureña

Por la tarde, visita a la Galería Borghese. El decorado del edifi-


cio es incomparable. Muchas obras notables. Paulina Borghese, (esta-
tua de Venus yacente) por Canova; varias estatuas de Bernini: Apolo
y Dafne, David y la honda, Eneas y Anquises; muchas obras de la
antigua estatuaria romana y reproducciones griegas y antiguas. Cua-
dros: Amor sagrado y amor profano, por el Ticiano; Rafael, El en-
tierro de Cristo; Lucrecia de Palma Vecchio; Danae de Correggio:
Cupido y las Gracias, con Venus que lo arma, por Ticiano, etc.

Los alrededores son preciosos. De allí fuimos en tranvía hasta S.


Croce in Gerusaleme, y vimos de cerca el viejo acueducto romano
(Acqua Claudia), regresamos luego a la Vía Nazionale, y de allí fuimos
al Coliseo. Es imponente y se conserva lo suficiente para dar idea
cabal de su magnificencia.

Ya al entrar la noche, regresamos, y después fuimos: a un cine a


ver la película Theodora, (Cine Modernísimo). Este cine está en el
Corso Umberto I.

Día 1 de abril

Hemos ido a San Pedro. Llegamos a tiempo para subir a la cúpu-


la, que hoy está abierta al público sin costo. El exterior de la iglesia no
dice gran cosa, pero el interior es estupendo, por la extensión y la
magnificencia. La gran plaza es también magnífica con su doble co-
lumnata ideada por Bernini. espléndido, el tabernáculo de bronce,
estilo bizantino, bajo el cual está el altar mayor. Debajo del altar, la
tumba de San Pedro. En la iglesia está la Pietá de M. Angel y hay
magníficos monumentos funerarios de Pollajuolo, de Bernini, de
Canova. Hay también una estatua de S. Pedro, en bronce, del siglo V.
El techo de la cúpula, de mosaicos.

Por la tarde fuimos a la Gran Colonna, en el Palazzo de los prín-


cipes de Colonna. Sólo está abierta en días determinados. Es suntuo-
so el decorado de la sala principal. Retratos de los Colonna por
grandes pintores. Cuadros de Palma Vecchio, Bellini, Giulio Roma-

26
obras y apuntes

no, Poussin, Van Dyck. Estatuas, y objetos de valor artísticos (un


secretaire de ébano con bajo relieves de marfil, mesas de pórfido,
etc.)

Fuimos en ómnibus a la Vía Appia Nuova, pasando por la basí-


lica de San Juan de Letrán; y después, en tranvía, a la Pirámide de
Cistius, Cayo Cestio, y al Cementerio Protestante, donde está ente-
rrado Keats, y el corazón de Shelley.

Regresamos hacia la Plazza del Campidoglio, que visitamos mi-


nuciosamente, y desde las espaldas del palacio de los senadores obtu-
vimos un buen golpe de vista del Foro Romano, al cual descendimos
después. Recorrimos luego todo el Foro, donde se conservan bastan-
te bien los arcos de Septimio Severo(hacia el Capitolio), y Tito (hacia
el Coliseo), así como junto al Coliseo, el Arco de Constantino. Al
regresar, pasamos por el Foro Trajano, donde está la famosa columna
Trajana.

Por la noche, reposo.

Día 2

Hemos vuelto hoy por la mañana al Foro y después al Palatino,


que se comunica con aquel. Casi toda la mañana la invertimos en el
Palatino, principalmente en la casa de Tiberio, en la de Livia y en la de
Augusto. Bajamos al Stadium de Augusto, aunque se ve mejor desde
arriba. Recogimos pedazos de mármol del Foro y del Palatino.

Al salir de allí tuvimos tiempo de visitar el Museo Capitolino,


rico en antiguas esculturas. Remarqués: 2 grandes sarcófagos: uno con
una batalla entre romanos y galos: otro, el mayor y mejor, con escenas
de la vida de Aquiles; Gladiador Moribundo (tipo galo); una de las
mejores copias del Sátiro en reposo, de Praxiteles; una copia de una
Amazona de Fidias; una vieja (arte helenístico, parecida a otra del
Vaticano); muchos bustos de grandes figuras antiguas, y una muy com-

27
Camila Henríquez Ureña

pleta colección de bustos de emperadores; la Venus Capitolina, legí-


timamente griega; Cupido y Psiquis; Cupido ajustando su arco (acaso
copia de Lisipo); unos leones egipcios, etc.

En frente está el Palazzo dei Conservatori. Hermoso por su


disposición y decorado, produce, en este aspecto menos impresión
que el de Colonna. Hay muchos frescos valiosos, pero en su mayo-
ría, modernos, del siglo XVIII y del XIX. La Sala degli Orti Lamiani
contiene antigüedades de mármol hallados en el Esquilino entre
ellas un Busto de Hércules, imitado de Scopas, Una vieja cargando
un cordero, y la Venus Esquilina, de poca importancia. (En reali-
dad es una joven que se arregla el cabello). En otras salas: restos
de los jardines de Mecenas (Monumenti degli Arti Mecenaziani),
entre ellos una estatua de Marsias, en mármol rojo. Hay una sala
de bronce (pedazos colosales de un toro y un caballo); sala de ce-
rámica, y de objetos antiguos. La Pinacoteca es pequeña, pero tie-
ne buenas cosas; S. Sebastián de G. Reni; La adúltera de Palma
Vecchio; Rapto de Europa, del Veronese; Tres escenas de Cristo
(coronación de espinas, bautismo, flagelación) por el Tintoretto;
Rómulo y Remo de Rubens; Bautismo de Cristo, de Ticiano;
autoretrato de Velázquez, Magdalena del Tintoretto, etc.

Por la tarde, excursión en automóvil. Visita a las ruinas de las


sultuosas Termas Antonianas o de Caracalla. Asombroso.

Seguimos después a buscar la antigua Vía Appia, y nos dirigi-


mos a las Catatumbas de San Calixto. Descendimos a las catatumbas,
guiados por un fraile, y las recorrimos durante media hora. Allí
están la tumba de Santa Cecilia (los restos están hoy en la iglesia
de Sta. Cecilia in Trastevere) la del Papa Eusebio, y las de muchos
cristianos.

Después pasamos por la tumba de Cecilia Metella, y regresa-


mos a Roma por la Vía Militare y la Vía Appia Nuova. El mismo
auto nos llevó hasta la Passeggiatta del Monte Pincio, que reco-
rrimos a pie, y pasamos al Jardín del Lago, de la Villa Borghese
(hoy Villa Umberto Primo). En un extremo del lago está un tem-

28
obras y apuntes

plete a Esculapio. Hay muchas estatuas en la Villa Borghese. El


día en que la recorrimos por primera vez vimos la de Goethe
por Eberlein, regalada por Guillermo II de Alemania a la ciudad
de Roma.

Villa Medici estaba cerrada.

Desde los jardines vimos el crepúsculo, y regresamos en un tran-


vía que trazó un largo recorrido.

Día 3

Fuimos al Vaticano. Entramos primero en la Pinacoteca, que no


es grande pero tiene buenas cosas: Leonardo da Vinci: San Jeróni-
mo; Paris Bordone: S. Jorge; F. Filippo Lippi: Coronación de la
Virgen; Rafael: i1. id. dibujada por Rafael y pintado por G. Roma-
no y F. Penni; Rafael: Anunciación, Adoración de los Magos, Pre-
sentación al templo; Guercino: Cristo y Santo Tomás; Carlo Crivelle:
Cristo muerto con la virgen, San Juan y la Magdalena; Murillo: Es-
ponsales de Sta. Catalina; Veronese: Sta. Elena; Domenichino: Co-
munión de San Jerónimo; Rafael: Madonna de Foligno, y La
Transfiguración, su última obra, acabada (la parte de abajo) por
Francesco Penni y Guillo Romano, autores de la admirable Madonna
de Marteluce, que allí está; Ticiano: Nic. Marcello, Dux de Venecia
y Madonna de San Niccolo dei Frari; Carlo Crivelli: la Deposizione;
Cala Filotesio dell Amatrice: Tríptico (L’ Assunta, Stos. Lorenzo y
Benedetto; Stas. Magdalena y Agnes); de Fed. Boroccio: el Reposo
en Egipto (colores suaves y delicados), La Anunciación; y una
Madonna de Guido Reni.

Pasamos después a la colección de antigüedades, única en el mun-


do. Visitamos rápidamente la colección egipcia (tan rica como admi-
rablemente presentada) y la etrusca, y entramos en la galería de
esculturas. Es imposible describir ni detallar. Valga mencionar algu-
nas obras universalmente celebradas: Venus de Guido, por Praxiteles

29
Camila Henríquez Ureña

(copia antigua, con tela de metal moderno); la Biga, o carro de dos


caballos; Discóbolo de Myron: Sarcófago con Baco y Ariana (con
una centaura en la procesión; un colosal estanque redondo de pórfido
en el centro de la Sala Rotonda, donde están la Juno Barberini, el
Antinoo báquiccio, o vestido de Báco, y el Zeus de Otricoli, acaso
copia de Fidias; Centauro y Centauresa del Carro de Baco (bajo
relieve); Apolo Musageta, con largo traje (en la sala de las musas,
donde están éstas); el Apolo Sauroctono, copia de Praxiteles; un
Tritón de la Galería delle Statue; los estupendos Candelabros
Barberini, con relieves magníficos; el Laoconte, atribuido a tres
rodios (Agesandro, Polidoro y Atenodoro) según Plinio; el Apolo
de Belvedere; el estupendo Perseo de Canova, (hay también dos
estatuas de pugilistas, del mismo); Mercurio probable copia de
Praxiteles; el soberbio fragmento estatuario llamado Torso di
Beldevere, de Apolonio de Atenas; en el Braccio Nuovo; Sileno
con Baco niño; Augusto, su mejor estatua; Apoxyomenos, copia de
Lisipo; el Grupo Colosal del Nilo una gran cabeza de Minerva;
estatua de Demóstenes; la Pallas Guistizmiani, en mármol de Pa-
ros; una copia del Sátiro, en reposo, de Praxiteles, etc. Seguimos a
las galerías de los Candelabros y de las Cartas Geográficas, vimos
los tapices hechos sobre dibujos de Rafael, y empezamos a ver las
Stanzas de éste, pero llegó la hora del cierre de la galería y queda-
mos en volver al día siguiente.

Almorzamos cerca de S. Pedro, después de las dos de la tarde, y


fuimos a la Villa Farnesina, que no pudimos visitar, porque estaba
cerrada ya. Seguimos en coche a San Pietro in Vincoli, donde está el
Monumento al Papa Julio II; con el Moisés de Miguel Angel. Otras
figuras del monumento no son de él, pero el Moisés me parece lo
mejor que hizo en estatuaria, y su valor no puede apreciarse hasta que
no se ve el original. El edificio es antiguo, la nave está sostenida por
20 columnas dóricas, y hay algunas otras de arte.

Fuimos después a Santa María Maggiore. Es amplia y lujosa. Hay


obras de Guido Reni y Bernini. Dos capillas espléndidas son la

30
obras y apuntes

Borghese y la Sixtina. Las columnas, en número de 40, son jónicas;


los mosaicos datan del siglo V.

Más tarde fuimos a pasear por la Passeggliatta Margherita, des-


de donde se domina un espléndido golpe de vista de la ciudad. En
altura, dominando la ciudad, el monumento ecuestre de Garibaldi,
por Gallori (1895). Pasamos por S. Pietro in Montorio (erigida en
1472 por los reyes católicos en el lugar donde se dice sufrió San Pe-
dro el martirio ), y por San Onofrio junto al cual hay un árbol que da
sombra al Tasso. Regresamos de S. Onofrio al monumento a
Garibaldi, y desde allí vimos el crepúsculo. Fuimos por la noche a un
Cine, a ver a la Nazimova.

Día 4

Visita a Santa María della Pace (siglo XV), pequeña iglesia, don-
de están las cuatro Sibilas de Rafael, recordando las “revelaciones
angélicas” del Señor. Hay además otros frescos valiosos.

Pasamos por la Piazza Narona, cuyo trazado es el del antiguo


Stadium de Doniciano, con tres fuentes, dos chicas por Bernini. (La
grande del centro, es más moderna), y fuimos al Panteón, único edifi-
cio conservado de la antigua Roma. De ese edificio tomó el Papa Ur-
bano VIII (Barberini) las columnas para el altar mayor de San Pedro.
Allí está la tumba de Rafael. También las de Vittorio Emmanuele (en
el libro registro pusimos nuestras firmas) y Umberto I.

Después, a la Piazza della Minerva (donde hay un elefante de


mármol, al cual Bernini puso en el lomo el obelisco que hoy sostie-
ne). Allí está la iglesia de Santa María sopra Minerva, construida so-
bre el antiguo templo de Minerva, erigido por Domiciano. En el
interior: Cristo con la Cruz por M. Angel, monumentos de dos de los
Medicis (León X y Clemente VII); frescos de Filippo Lippi, y otras
obras de arte. Quedan las columnas del templo de Minerva.

31
Camila Henríquez Ureña

Volvimos al Vaticano. Obtuvimos algunas vistas de los jardines,


viéndolo desde balcones y ventanas, y visitamos la Capilla Sixtina. El
techo de la capilla es un trabajo colosal, pero el Juicio Final no inspira
tanto asombro. Los frescos laterales son de muchos autores, pues
Miguel Angel sólo hizo el techo y el juicio. Remarqués: Perugino y
Pinturicchio: Bautismo de Cristo; Boticelli: Moisés (tres aspectos de
su vida); Ghirlandagio: Vocación de S. Pedro y S. Andrés; C. Rosselli,
la Cena.

Las Stanzas de Rafael son asombrosas. En la Stanza dell’ Incen-


dio colaboraron otros: Perugino (el techo, con la glorificación de la
Trinidad); Perino del Vaga (Juramento de León III); Giulio Romano
(Victoria de León IV contra los Sarracenos en Ostia); F. Penni (In-
cendio del Borgo). De Rafael: Coronación de Carlo Magno. La Stanza
della Segnatura sí es toda de Rafael, y más aún la Stanza de Heliodoro
(Expulsión del templo de Jerusalén), Atila rechazado de Roma por
León I, la Misa de Balsena y Liberación de S. Pedro. En la Sala de
Constantino todo es de Giulio Romano, con F. Penni y Raffaelo dal
Cone, después de muerto Rafael.Después se visita la Capella de
Niccolo V; decorada por Angelico da Fiesole y la Loggia de Ra-
fael, hecha por sus discípulos casi toda (los frescos y ornamenta-
ción) de acuerdo con dibujos de él.

Del Vaticano nos trasladamos al Palazzo Doria, que nos pro-


dujo, en decorado y presentación, menos efecto que el Palazzo
Colonna. La Galería Doria-Pamphili es bastante extensa y tiene al-
gunas obras maestras: Papa Inocencio X, por Velázquez (el único
cuadro extraordinario que hay de Velázquez fuera del Prado en
Madrid); Herodias con la cabeza de S. Juan, por Ticiano; Madonna
de Guido Reni; Pastor, de Rembrandt; y algunas estatuas y objetos
artísticos y de valor.

Por la tarde fui al Museo Nacional de Arte Moderno que está


magníficamente instalado al fondo de la Villa Borghese, detrás del
Jardín del lago, en un nuevo edificio. Dí un vistazo muy rápido, y me
sorprendió la riqueza y brillantez de la pintura italiana moderna.

32
obras y apuntes

Remarqué: la Sala Morelli; la Sala Palizzi; G .Baldini: Ritratto di


donna; Ferruccio Ferrazzi: Focolare; F. Hayez: Vísperas Sicilianas;
Arístide Sartoric; La Gorgone e gli eroi; F. Paolo Michetti: I1 voto;
Federico Farobini: La vergine al Nilo; Giusseppe Sciuti: Restaurantio
aerari; Giovanni Constantini: Folla triste; Giusseppe Pellizza: I1 sole;
Giusseppe Mentesi: Gloria; Felice Caarena: Madre e I Fiori (recuer-
da en ambos a Carere). Un admirable mármol de Canova: Ercole e
Lica.

Después anduvimos de tiendas, y preparando el viaje para esta


noche. A las 8 y 20 salimos para Génova.

Génova Día 5

Llegamos a Génova a las 7 a.m. Desayunamos y tomamos un


coche para recorrer la ciudad. En la Piazza Acquaverde, frente a la
estación, está el monumento a Colón. El coche nos hizo recorrer la
Vía Garibaldi (después de la Vía Balbi y la Vía Cairoli), la Vía Carlo
Felice, la Piazza Deferrari (con la estatua de Garibaldi), la Vía Venti
Settembre (por encima pasa el puente monumento del Corso Andrea
Podestá) y seguimos luego por la orilla del río Bisagno hasta el Ce-
menterio Monumental, que nos pareció menos artístico que el de Milán.
Regresamos por la parte alta. Vimos de la altura el espléndido paisaje
del puerto y del mar, azul claro, recorrimos el Corso Andrea Podestá
y el parque de Acquasola, y volvimos a la estación. A las 11 y 20 toma-
mos el tren para París.

Día 6

33
Camila Henríquez Ureña

A las 10:40 a.m. llegamos a París

Día 9

A. las 8:15 salimos para Burdeos

Día 10

A las 6:00a.m. llegamos a Burdeos. Tiempo lluvioso. Recorrido


rápido de los principales lugares de Burdeos. A las 4pm. embarcamos
en el Macorís para Cuba.

34
Día 11

El vapor salió hoy por la mañana. Llegaremos del 29 al 1ero.

VIAJE A SURAMÉRICA

Día 26 de Abril, 1941

Salimos de la Habana a las ocho de una mañana levemente gris.


Junto al muelle, sobre el mar plomizo revolaban gaviotas plateadas.
En la orilla, se fueron alejando familiares y amigos. Leonor, con su
traje y su cabello de plata, era la dueña de las gaviotas. Se fueron
alejando los edificios, tan conocidos, sonriéndome y desvanecién-
dose luego, como otros rostros amigos. El mar se fue tornando
azul, y más azul. El barquito, con su color blanco turbio, se quedó
solo sobre el mar: la última gaviota. Se llama Cefalu, nombre ex-
traño a oídos americanos. Es el de una islita del Mediterráneo,
próxima a Sicilia, y junto a una raíz griega (reminiscencia de la
Magna Grecia) la dulce u final del dialecto siciliano. Ya mi ciudad
ha desaparecido a la distancia, pero yo permanezco atada a ella: al

35
Camila Henríquez Ureña

muelle gris, a los que dejé en él, a los edificios amigos, a todo lo
que desde el barco miré por última vez, y a lo que no pude ver ya,
que siendo lo que está más lejos, es lo que llevo más íntimamente
próximo.

Día 27

Me siento atada a un hilo de Ariadna interminable. Se irá desen-


volviendo hasta Buenos Aires y se volverá a enrollar hasta la Habana.
No puedo sentirme desatada. Al empezar la partida, cuento los días
para el regreso. Llevamos buena mar, serena. Cielo claro. Todo el día
de ayer costeamos el sur de Cuba: una línea de montañas azules en la
niebla. Hoy ya estamos entre mar y cielo. Reposo mucho, pero mi
espíritu no descansa. No estoy triste; pero vive mi angustia. El pasaje
no es interesante. Americanos turistas, una pareja de recién casados,
cubanos, que apenas se deja ver, un adolescente ecuatoriano que re-
gresa a su hogar. Es mi compañero de mesa. Una pobre criatura para
la que todo es un problema grave, desde ordenar el menu del almuer-
zo hasta pensar cómo me atrevo yo a ir a Argentina cuando hay allí
una revolución (según me dice) para derrocar al Presidente. Me pon-
go a combinarle la comida; pero no hace caso y acaba por comerse
tres o cuatro postres por todo alimento. Anoche subimos al puente.
Los americanos bailaron lo que se imaginan que es la Conga y se di-
virtieron como chiquillos. Mi compañera de camarote, Miss Duffy, de
Chicago, es agraciada, fina y amable. También he hablado con una
profesora de Wisconsin, Mrs. Gross, a la que ayudé a escribir postales
en español. Esta mañana volví al puente, muy alegre con sus sillones
multicolores. Las gentes juegan diversamente. Pero no sé por qué esa
alegría pseudo-infantil se me antoja forzada. El que mire con aten-
ción esos rostros ve en ellos las líneas de dureza, de tensión nerviosa,
de preocupación, que todo ese ajetreo no consigue borrar. Yo reposo,
vegetalmente; pero tampoco consigo borrar nada. No lo pretendo.

Día 28 (Leyendo a Mallea)

36
obras y apuntes

¿Qué hacen hoy en el mundo los que aún tienen ansia de eterni-
dad? El mundo actual ha perdido el sentido de lo eterno. Van desapa-
reciendo, en sus clásicos valores, el espacio y el tiempo, los dos
infinitos materiales, devorados por la máquina. Pensamos que el hom-
bre, al irse descubriendo, hallaría en sí mismo un nuevo infinito espi-
ritual. Pero no: el amor y la vida han perdido también su sentido de
eternidad. Antes, alentaron un sueño: el alma esperaba la vida eterna;
el amor aspiraba a vivir lo que el alma. Era más que un sueño: un
ideal de realización, una fe. Pero se ha perdido el sentido religioso de
la vida, el sentido de fertilidad del amor. La vida dura sólo hasta la
muerte corporal. El amor (ni siquiera debía llamarse así) hasta el próxi-
mo cambio del deseo. Signo de profunda decadencia, este existir que
se enorgullece de ser transitorio y desarraigado. Carpe diem, como en
Roma imperial, podrida. ¿Dónde se queda en este mundo el alma, el
espíritu, la chispa eterna de Prometeo? Está fuera de todo, abando-
nada, incompleta, mutilada. “El alma sí que está sola”.

Día 3

El Imperial es un barco muy modesto, pero limpio y de ambiente


cordial. La comida no es buena, pero yo tengo buen diente. Lo ten-
dré, sobre todo, cuando se me borre el reciente recuerdo del Hotel
Washington y su exquisito comedor. No salimos hasta las cuatro.
Empezamos entonces el cruce del Canal, una de las maravillas del
mundo. No tengo con qué comparar la belleza del paisaje agreste, de
islas y colinas boscosas. Quizás el tránsito del Rhin sea la mejor com-
paración. Pero en lugar de ver alzarse en las orillas frondosas la histo-
ria feudal de los castillos, aquí se levanta gradualmente ante la vista
asombrada una de las más formidables construcciones de la Edad
contemporánea, no menos imponente y de no menos maravillosa his-
toria. Enormes puertas de acero se abren al acercarse al - buque, como
por un misterioso Sésamo. Y mientras de un lado nuestro barco sube
a increíble altura levantado por las aguas animadas de fuerza secreta,
por el camino paralelo otro buque va descendiendo hacia el puerto
atlántico. Las puertas de acero son en serie. Apenas nos alzamos a la
altura de una, surge otra más alta. El barco, va auxiliado por máquinas
bateleras (tal los bateleros del Volga), tres a cada lado, que lo condu-

37
Camila Henríquez Ureña

cen por medio de cables. Esas máquinas (llamadas familiarmente mu-


las) suben por cremalleras, escalando los altísimos muros de las es-
clusas. Numerosos hombres dirigen desde las orillas la marcha de los
buques, que van por turnos, formando hilera, a una distancia pruden-
cial. Grandes cadenas impiden que un buque pueda precipitarse so-
bre las compuertas. Estas, al abrirse, bajan las cadenas. Poderosas
maquinarias están alertas para cerrar paso a las aguas en caso de rup-
tura o desbordamiento. Todo el tiempo el gran lago de Gatún vierte el
agua necesaria a la nivelación de las esclusas. El Canal está también
protegido por una fuerte organización militar. Está flanqueado por
soldados y cañones, y todo el tiempo numerosos aeroplanos vue-
lan para patrullarlo. Después de la gran esclusa de Gatún en la
que los barcos suben hacia el centro del Canal, vienen las de Pe-
dro Miguel y Miraflores, en las que baja de nuevo hacia el Pacífi-
co. Cuando llegamos a estas últimas era ya de noche.

Cruzamos en siete horas. La noche era lunar y la vista, de


belleza fantástica. Los aeroplanos iluminados, seguidos por los
reflectores, volaban a alturas que nunca antes vi. Parecían estre-
llas fugaces. Grandes luces y luces parpadeantes azules, rojas y
verdes, puestas entre la maleza o sobre las aguas, como señales,
completaban el aspecto fantasmagórico. Tuve la fortuna de que
todo el paso del Canal me lo explicara uno de los oficiales de
máquina. Se llama Manuel Galdames. Es joven y muy apuesto, y
muy amable además, con una manera de hablar encantadora. Re-
cuerdo que cuando mi padre vino a Sur América hace veinte años,
me contaba al regreso la grata impresión que le hizo la dulce ha-
bla chilena y la suavidad del trato de los nativos de Chile. A mí me
ha hecho la misma impresión grata. Cerca de la una de la mañana
llegamos a Balboa. Tenemos que parar aquí, por una avería del buque,
quizás muchas horas.

Día 7

Empieza a sentirse frío. El mar está picado. La nave sigue impa-


sible, muy serena. Hoy hemos saludado a los Andes. Nada nuevo. Mi
viaje es apacible. Siento que me voy reconstruyendo. Lo único que me

38
obras y apuntes

molesta son las extremadas atenciones del timonel, que me escribe


cartas curiosísimas y me persigue con declaraciones de amor impere-
cedero, y del segundo capitán, que ha decidido “llevarme a comer una
noche a tierra” y me busca por doquier en las noches para tomar
cocktails, bailar o jugar. Es un viejo pegajoso. Pero yo a las ocho
acabo de comer y desaparezco. Les digo que estoy delicada y que
siempre me acuesto temprano a dormir. Pero no es cierto. No me
duermo hasta tarde. Hay un nuevo pasajero ecuatoriano que es mi
compañero de mesa: G. Bueno. Estudiante de medicina, va a conti-
nuar estudios en Chile. Es quiteño, y cuenta maravillas de Quito que
me hacen la boca agua. Es de lo más correcto y pedante, y un poco
infeliz. Está empeñado en estrechar amistad. Me place, porque es ins-
truido y correcto, pero me aburre a poco rato.

Prefiero mayor rudeza y más virilidad. A propósito: hay un


jovencito norteamericano muy fino y que parece ave de paso, que
nos hacía reír ayer con su libro de notas de viaje. Lo pusieron;
cuando tomó el barco, en un camarote con un joven médico chi-
leno, muy serio y poco comunicativo, que viene para su tierra.
“Pero el tal Dr. tiene la mala costumbre de dar horribles gemidos
y levantarse a saltos durante la noche, de modo que el pobre yan-
qui sufrió espantos mortales la primera noche, ...y a la segunda
se mudó de camarote. Hay otro ente raro: un señor que a las nue-
ve de la noche hasta ahora que empieza el frío, se pone en traje
de baño, con la cintura desatada y el pantalón muy bajo mostran-
do el vientre prominente y se acuesta en su silla de extensión, en
el puente, en la forma más extraña. Con frecuencia he tenido que
cambiar de posición para no tener que admirar sus formas plásti-
cas. Entre tanto, me voy chilenizando: frutas chilenas, queso chi-
leno, vino chileno, fósforos chilenos... Algunas cosas me gustan,
como las frutas y el vino. Me impresiona vivamente la sensación
de distancia que hay entre Chile y los Estado Unidos. Tal vez en
Argentina sea igual. Por ahora tengo la impresión de que es Chile
el país que más desligado se siente del Norte y que sufre con im-
paciencia la imposición de su hegemonía. Esto lo lanza, desde
luego, a simpatizar en forma indirecta, con la causa alemana. Todo

39
Camila Henríquez Ureña

ello me hace ver más hondo en la tragedia del futuro de Améri-


ca. Hay a bordo una asombrosa cantidad de niños de todas eda-
des. Ahora ha tomado el barco una familia brasileña que lleva
seis. Hay dos hermanitos que me tienen en constante zozobra,
trepándose por todo el barco por los sitios más peligrosos. Es-
taba yo segura de que uno de ellos o Spotty se tirarían al mar.
Hay niñas, muy monas. Y un chiquillo (educado en colegio ale-
mán en Europa) que sabe latín! El Sr. Castro, mejicano, que co-
noció a Pedro, va con señora y niño… y medio.

Día 9

Sin ninguna novedad, llegamos anoche a Callao. Antes, en la ve-


lada, hubo fiesta; pero yo me retiré de ella apenas terminada la comi-
da. Cerca de las 12 sentimos que el barco iba llegando. A la una
estábamos frente a Callao; pero hasta la mañana no tomamos puerto.
Yo esperé hasta las 9, a ver si llegaba la familia Encinas. No la vi y
bajé sola a la ciudad, pues ya los pasajeros amigos habían bajado
antes. Tomé un automóvil para Lima y en menos de 15 minutos
estaba en ella. Me produjo gran impresión de belleza, con sus
grandes avenidas, sus plazas hermosas, y sus barrios antiguos de
construcción colonial. Ciudad muy bella y muy sur americana, en
la que nada recuerda a E.U.A. y poco a la moderna Europa. Me
hice llevar a la Catedral. Frente a ella, una notable estatua de
Pizarro. Dentro de la iglesia está el cuerpo momificado del Con-
quistador. No me agradó que tienen la Catedral interiormente
pintada en colores, que lucen baratos. Es de arquitectura severa.
Tiene bellos altares y muchos cuadros antiguos. Al lado, el Obis-
pado, con su frente labrado barroco y sus balcones de celosías en
rica madera antigua, es maravilla. Visité enseguida el Palacio de
Torre Tagle, residencia de los Marqueses de ese nombre (el últi-
mo fue primer presidente del Perú) y hoy sede de un Museo y del
Ministerio de Relaciones Exteriores. La casa en sí me produjo

40
obras y apuntes

viva impresión. No he visto nunca una más perfecta fusión de la


belleza con la utilidad diaria que esa mansión en la que cada azu-
lejo, cada piedra, cada trozo de madera, es un poema aparte del
servicio que prestara. Vi la capilla con su altarcillo de oro y unos
bellísimos cuadros antiguos de los santos peruanos y especial-
mente el de Nuestra Señora de Guadalupe (española). Vi el salón
donde se reunía el Consejo de Inquisición, con su enorme mesa
de una sola pieza y sus muebles tallados en madera indestructible
(cocobolo). Luego los salones de fiestas, no demasiado grandes,
con los preciosos balcones de madera con celosías, desde los que
la Marquesa y sus damas podían contemplar la calle sin ser vistas.
Hay en estas salas cierto número de cuadros y estatuas más mo-
dernas, que forman el Museo. No son de extraordinario mérito,
aunque llevan firmas conocidas: Murillo, Bassano, etc. Hay cua-
dros hermosos de Teófilo Castillo. Examiné las anchas terrazas,
las ventanas de barrotes de bronce mezclado con oro, el león de
madera (precioso) que fue proa de un barco pirata apresado, y
que servía al Marqués de brazo portador de la balanza en que
hacía pesar el oro inagotable del Perú; el apoyo de piedra de que
se servía la Marquesa para montar su caballo... y todo, en cada
detalle, tenía y alentaba belleza. De esa casa salí para la vecina
iglesia de San Pedro, que conserva unos doce altares de oro y
maderas preciosas. Enseguida me dirigí a la ermita construida en
el sitio donde nació y vivió la Santa Patrona de América, Santa
Rosa de Lima. El lugarcillo conserva, además de su leyenda, un
jardincillo encantador, donde parece que las flores huelen más
que en otra parte. Me estremecí de horror, empero, viendo el tron-
co del que la Santa se suspendía de los cabellos para no dormirse,
restando tiempo a la oración y el pozo donde arrojó la llave con
que cerró la cadena que ceñía su cintura, en señal de castidad.
¿No era posible ser buena sin martirizarse así? Me dirigí ensegui-
da al Museo Arqueológico, donde pude ver, bien clasificados, los
restos del Arte indio de las distintas épocas. Son principalmente
vasijas de diversas formas, ornamentadas con motivos de plan-
tas, animales, figuras humanas y utensilios o tejidos. Muy curio-
sos, y a veces bellos, estos trabajos artísticos me revelaron un

41
Camila Henríquez Ureña

pueblo que aún no había llegado al concepto del arte puro. Aparte
de la cerámica, los trabajos textiles constituían su expresión ar-
tística. Se asemejan ambas artes por la variedad y riqueza de
diseños y colorido. Pero apenas una o dos estatuas aisladas, muy
rudimentarias, representan el arte puro que legaran esas civiliza-
ciones. No me r e f i e r o , d e s d e l u e g o , a l a A r q u i t e c t u r a , y s i n
d u d a és t a e n c e r r a r á v a l o r e s e s c u l t ó r i c o s ; p e r o p a r a v e r e s t o
t e n d r é q u e ir al interior del país, cosa que realizaré en un viaje
futuro.

Aunque ya con poco tiempo, visité el Museo Antropológico,


donde admiré en sus vasijas preciosas, en sus tejidos variadísimos y
en la reconstrucción de sus graves figuras, que llevan impreso el
sello de dignidad intrínseca propio de la raza india, a los señores de
los valles y cuevas de Parakas, y de otros grupos pertenecientes a
las más antiguas civilizaciones peruanas. El Director Dr. Fello, me
regaló unos libros y catálogos. Hay en el patio de este Museo una
reconstrucción de un templo indio en piedra rosa, con un dios-ani-
mal en la cima. Después de visitar rápidamente el antiguo palacio
de la Perricholi, (célebre amante del Virrey Aurat) hoy convertido
en cuartel; y ver de paso los famosos patios de la Universidad de
San Marcos, almorcé opíparamente en un simpático restaurant cerca
de la Plaza de San Martín (En la Plaza, una buena estatua del Pro-
tector). Decidí entonces buscar a mi modo a la familia Encinas, y
tuve la suerte de hallarla, en su Colegio Dalton, de simpático as-
pecto. Estuve con ellos breves momentos, y quedé encantada de su
amabilidad y gentileza, y del ambiente de refinamiento y sencillez.
al par, que los rodea. Conocí al hermano y una hermana. Habían
estado a buscarme por la mañana en el barco, y no me pudieron
localizar, inexplicablemente. Me despedí con vivos deseos de repe-
tirles la visita. Cuando volví al barco, hallé que el Ministro de la R.
Dominicana, Elías Brache, y la Sra. Leticia Ricart habían estado a
verme, sin hallarme. Me dejaron unos bombones peruanos buenos.
Los Encinas me obsequiaron con un hermoso ramo de dalias. Las

42
obras y apuntes

flores en Lima son muy bellas y fragantes. A todas las pasajeras nos
llevaron, y esa noche el comedor parecía un jardín.

Día 11

Desde el día 7 hemos costeado al Perú. Una costa desnuda e


imponente, de recias montañas. Desde ayer noche estábamos frente a
Chile. La costa es aún más alta, más recia, más desnuda. Parece un
desierto en forma de montañas, todo arena y roca pelada, pero alzán-
dose hasta las nubes. Hoy hemos bajado en Arica, el puerto causa de
la famosa guerra entre Chile y Perú. La ciudad no tiene otra impor-
tancia. Pero su entrada, con el peñón del Morro y la arenosa isleta del
Alacrán, presenta un aspecto imponente, batido por las olas, blanquí-
simas de espuma, de un mar inclemente. ¡Qué pronto empieza el pai-
saje austral! Al Norte la desolación no se ve hasta muy por encima del
trópico; pero aquí, apenas dejamos el Ecuador, hemos entrado en un
clima áspero y desolado, en un cuadro de tonos grises y arenas, en un
aire frío, que corta, aunque vigoriza. Sólo el cielo tiene un color purí-
simo, y en él la estrella de la tarde dibuja el cuadro azul de la bandera
de Chile. Nos fuimos a tierra “la liga panamericana”, aumentada por
unos peruanos, y tomamos meriendas junto al mar espumoso y al pie
del rudo peñón, en un restaurantillo de la playa, recubierto de rosas,
que se llama nada menos que Monte Carlo. Esta noche zarpamos, y
tocaremos luego los puertos de Tocopilla y Coquimbo, antes de llegar
a Valparaíso.

21 de Mayo

Anoche dormimos en el pequeño hotel de los Andes, y a las seis


de la mañana tomamos de nuevo el tren hasta Punta Vacas. Por fortu-
na no hacía frío. El viaje en tren a través de los Andes es maravilloso.
No espero ver más asombroso paisaje que este mundo de montañas
infinito en formas y colores. Al llegar a Punta Vacas se continúa en

43
Camila Henríquez Ureña

automóvil por la montaña, en camino con frecuencia peligroso. Las


cumbres van bajando poco a poco. Antes de llegar a P. Vacas se perci-
ben las mayores cimas: el Aconcagua y el Tupungato. Luego los mon-
tes de oro, plata, verdes, rojos, azules, violetas, se van disolviendo
lentamente en la llanura polvorienta. Todo el paisaje es árido y tre-
mendo. Se para en Uspallata, y luego, al fin, en Mendoza. Hermosa
ciudad, tendida al umbral de la Pampa. He sentido salir tan pronto de
Chile, donde dejo y de donde me llevo sentimiento; pero la vida no se
detiene donde se lo pedimos más. Ya estoy en Argentina.

20 de Junio

Ha sido del todo imposible escribir una nota más en estos días.
No he tenido punto de reposo. Trataré de reconstruir algunos pun-
tos. El día 7 fui recibida en la Federación de Mujeres Universitarias
que preside la Dra. Gaudino. Esta hizo una presentación muy elo-
giosa. También recibían a la Dra. Saavedra, de Bolivia, Catedrática
de Derecho. Ambas hablamos luego, haciendo breves disertaciones.
Luego conversamos con las compañeras. Se ve que son serias y tra-
bajadoras, al par que inteligentes en un sentido general. Pero aún se
sienten unos seres raros señalados, por el hecho de ser universita-
rias. No llegan a tomarlo con naturalidad, porque el ambiente no lo
permite. El día 10 me recibieron, ofreciéndome un cocktail también,
la Unión Argentina de Mujeres, que preside Ma. Rosa Oliver. Hablé
más extensamente. Luego hicieron muchas preguntas sobre el desa-
rrollo del trabajo de las mujeres en Cuba y en particular del Lyceum.
Demostraron talento, capacidad, y estar muy bien informadas de
nuestro trabajo. Piden ansiosamente más comunicación. Por la no-
che fui a la ópera a oír El Zar Saltan de R. Korsakoff. Bien presen-
tado. Cantó una buena soprano argentina, Isabel Marengo, la Princesa
Cisue. El domingo 8 lo pasamos en la quinta de Victoria en San
Isidro. Caillois, que estaba allí entre otras cincuenta personas, me

44
obras y apuntes

habló de la posibilidad de encontrar quien haga un informe men-


sual para Sur sobre el movimiento literario en Cuba. He pensado en
Portuondo. Se lo propondré.

También me dio a hacerle propaganda para una revista de lite-


ratura francesa que va a editar en Argentina, como órgano de la
gran Francia que no debe callar. Llevo la circulares. No puedo
recordar todas las personas con quienes he estado invitada a co-
mer. Son muchas e interesantes. Una, pero no de las más intere-
santes, es Mallea, por demasiado inexpresivo. El jueves 12 nos
fuimos a La Plata. Una bella ciudad clara, baja, ancha y cubierta
de árboles. Verdadera ciudad en un bosque. Daniel hablaba esa
noche en la Universidad Alejandro Korn, y nos vinimos a tomar el
té con el organizador, Orfila, y su gentil esposa. Aproveché la tar-
de antes del té, para ver el Salón de Otoño, recién abierto. Una
enorme cantidad de expositores. Mucha corrección técnica en al-
gunos. Talento en pocos. Me parecieron los mejores un delicioso
paisaje de Antonio Berni (a quien conocí antes) muy fino de línea y
colorido. Y un figura de mujer (algo mejicana) de la varia Raquel
Forner. Conté 33 pintoras entre los expositores. Luego visité el
Museo. Vi cuadros del pintor local Vechioli, buenos. Esculturas de
Bigatti, de Irurtia (que no me gustaron excesiva mente) y otros. No
son más de tres salas. Algunas cabezas de Bigatti me parecieron
vigorosas. De Sibellino vi cosas expresivas. Daniel estuvo muy acer-
tado en su conferencia sobre el problema agrario y el problema del
petróleo Méjico. Según la costumbre, le hicieron preguntas (el pú-
blico) al terminar. Esto presta a las conferencias aquí gran anima-
ción. Pero se trata, desde luego, de un público no muy numeroso y
sí muy entendido y discreto. El viernes 13 me dieron una recepción
las mujeres estudiantes universitarias, encabezadas por Angélica
Mendoza, que es inteligente y audaz.

Acaban de concederle una beca en los EE.UU. Estuvo la Dra.


Saavedra. Se habló del problema del Americanismo. La Saavedra lo
ve muy ligado al indigenismo y la humanización del indio. Pero
consideramos también que hay países donde no existe ese proble-

45
Camila Henríquez Ureña

ma y tienen sin embargo que definir su americanismo, como Ar-


gentina y Cuba. Es posible que estudiando los elementos básicos
de los más importantes movimientos americanos recientes no
indigenistas; (al menos, no únicamente) la revolución mexicana, el
aprismo, y la revolución universitaria argentina, puedan definirse
ciertas líneas directrices. Pienso yo que la Revolución anti-
machadista puede sugerir alguna idea valiosa también, si se la estu-
dia en su aspecto de definición y afirmación de Cubanidad. Habló
también Marta Brunet, la consulesa de Chile, sobre el trabajo de asis-
tencia social que desarrolla la mujer chilena. El problema más grave
de Chile: el del roto, debe solucionarse en gran parte por ese medio.
Por la noche estuvimos a comer con los Salazar . Toño me habló del
problema del artista en Argentina. Según él, se comercializa para vi-
vir, y eso lo priva de alcanzar más altos vuelos. Pero lo achaca en gran
parte al carácter argentino. Piensa que el artista mismo ha sentado
aquí el principio de que lo primordial para él es vender y ganar presti-
gio social. El domingo estuve en lo de Norah Borges de Torre. Es
pintora muy fina, de calidad inmaterial y feérica, con rasgos infanti-
les, pero nada vulgares. Había mucha gente; entre otros Gómez de la
Serna y la mujer, de quien está celoso como un ogro. No sé de dónde
resulta que este tipo (que es franquista) se dejó decir en Argentina
que yo era comunista “roja”) y que la entrada de españoles en Cuba
estaba bajo mi control. ¡Qué absurdo! El lunes 16 diserté yo en La
Plata sobre la Evolución de la Cultura Cubana. Apenas pude preparar
nada, por falta de tiempo; pero la gente hizo muchas preguntas y se
quedó muy satisfecha al parecer. Querían que volviese el jueves. Pero
no tuve tiempo.

Hizo la presentación, muy elogiosa, la profesora Dra. Delia


Echevarri. Quiero constatar aquí la buena reputación del Presidente
Batista en Argentina, a causa de su plan trienal y las leyes sociales avan-
zadas que bajo su poder, si no presidencial, dictatorial, se han puesto
en vigor. Se le tiene por hombre inteligente, bien intencionado y de
ideas avanzadas. Pude posponer el viaje a Chile para el viernes, 20.
Así pude asistir a la representación, en la Comedia, de la obra de
Florencio Sánchez “En familia”, de costumbres suramericanas. Es
buena. También vi la obra de Martínez Estrada, “Lo que no vemos
morir”. Ezequiel M. Estrada, a quien conocí en lo de Ma. Rosa Oliver,
es una de las mentalidades más altas de América, autor de dos libros

46
obras y apuntes

notables, “Radiografía de la Pampa” y “La Cabeza de Goliath” que


en vano quise conseguir para el Lyceum, por estar agotados. Pero el
drama en cuestión es lo peor que jamás he visto. Resulta comedia,
porque es risible. Ante mi asombro, Pedro me ha asegurado que los
de Azorín son peores.

Estuve invitada a lo de Rinaldini a tomar mate, pues Ajó no se


conformaba con que yo no lo probara. Me gustó bastante. Conversé
mucho con Rinaldini, muy inteligente. Tiene la teoría de que los artis-
tas argentinos no llegan a madurar porque interrumpen su propia
posible evolución en el afán de imitar y emular a los europeos ya rea-
lizados. Estuve una tarde con Pedro caminando a través del Jardín
Botánico el Zoológico y el Bosque de Palermo. Los jardines no son
buenos desde el punto de vista de la fauna extranjera, o la flora exóti-
ca, cuya representación es pobre; pero para mí eran muy interesantes,
como muestra de la fauna y flora suramericana, abundantísima. No
sólo vi los tipos usuales, sino conocí otros nuevos, cómo el oso
suramericano, pequeño y peludo, que no sabía que existiese, y la lie-
bre argentina (entre liebre y ardilla) que anda sueltita por todas partes
aquí. El Bosque de Palermo es bellísimo. En él visité el Aromo del
Perdón, llamado así por uno que concedió Rosas, pues Palermo era su
quinta de residencia. Vi la estatua de Sarmiento, por Rodin. Es ex-
presiva; pero no satisface mi ideal. Vi luego el Patio Andaluz y la
Rosaleda, florida aún en invierno. Losada, que me ha tratado con
cariño casi apasionado (porque ese es su temperamento), me dio un
cocktail en su casa. La casa es linda; la esposa, tímida y amable; los
hijos muy simpáticos, y él una joya. Además, todo muy bien servido
y finísimo (Cómo se come en Argentina, ¡ Dios mío! Hay que dejarse
engordar!) Estuvieron presentes los Alberti, los de Torre, Alonso,
Daniel, y muchos más. Lo menos que ha hecho Losada es brindar
por mi regreso definitivo y pedir a todos que me lo rogaran. Y que
no deje de enviarle su libro (el de ensayos que prometí escribir). Y
Amado que el suyo debe tener preferencia. Y Daniel que tengo que
hacer dos para él; que me verá en la Habana. Yo estaba toda confun-
dida. De allí me fui a comer al Alvear Palace con Perla Gonnet, mu-
jer espiritual y refinada que me ha ofrecido la más delicada amistad,
según lo prueba su bella y sentida carta de despedida. Nos fuimos
entonces a ver Tobacco Road en castellano. La obra, buena y de fondo
trágico y terrible, para mi gusto se echa a perder con un exceso de
47
Camila Henríquez Ureña

chistes vulgares y equívocos sobre asuntos sexuales, que la convierten


en género chico. Y eso que está “corregida y. .. disminuida”. Un día
tomé para pasear las mejores tiendas de Buenos Aires: Harrods, Gath
and Chaves, etc. Son lo usual. También fui a tiendas de cosas típicas.
Me hubiera gustado comprar un poncho y un facón, si no hubieran costado
tanto. La calle Florida es 1a Quinta Avenida de Buenos Aires, muy concurri-
da por gente vestida con elegancia, en horas de la tarde. Aquí también están
Amigos del Arte y otras galerías de exposiciones de artes plásticas. Mi visita
al Museo de Bellas Artes la hice en una sola tarde, después de un almuerzo
“privado” con Ma. Rosa Oliver en el London Santiago de Chile.

Día 27 de junio

Desde ayer navego rumbo a Cuba en el Copiapó. No voy bien


de salud, por lo que no me resulta grato viajar. Hace frío, y el mar está negro.
El crepúsculo ha sido sombrío, en. púrpura y violeta. Recuerdo el verso de
Baudelaire: “Si le ciel et la mer sont noirs comme de l´ encre.”

Nunca (. ..) hasta hoy vi un mar como la tinta. Ayer antes


de zarpar vino a verme Héctor Galdames, hermano de Manuel. No
se le parece de cara, pero tiene el mismo hablar, y la misma manera
bondadosa. Fue como una visita por poder; que me hizo sentirme
menos sola por un rato. A las dos salió el barco y se fueron quedan-
do atrás la escarpada Valparaíso y la radiosa Grill. Fue un recorrido
general rápido. No es Museo rico en tesoros europeos. Y con esto
voy apuntando, ya por tercera vez, que los Museos aquí son america-
nos en su interés. Están bien organizados en lo nacional y propio, lo
que es un gran paso hacia lo que deben ser, en verdad. Algunos cua-
dros de Goya, el Greco, Ribera (Aparición de San Isidoro; Jesús en el
huerto; Matemático) algunos italianos de la gran época; de los moder-
nos una representación bastante numerosa del impresionismo, y algu-
nos cuadros de Kisling, Vlaminck, Modigliani, etc. De escultura, nada
más importante que unos Rodin. Esto en cuanto a lo europeo. De los
argentinos, la Pampa, de Lagos, Premio 1936, muy frío (Escultura). 1935
Alba, de Brigatti, bastante bueno. Mi hermana de Fiorávanti, premio 1919,
mucho mejor; América, de Leguizamón Pondal, Premio 1938, malo.

48
obras y apuntes

En pintura hay numerosa representación de Chile, Perú y Brasil, sin


nada notable. Los argentinos más antiguos (pintura) como Carlos
Pellegrini y Prilidiano Pueyrredón tienen salas enteras, y son muy fi-
nos, en particular en el grabado y la acuarela, y el segundo, en los
pequeños óleos. También figuran, entre los más antiguos Morel,
Goneu, Descalzi y el francés Chardon. También Pellegrini era fran-
cés. Entre los pintores argentinos vivos, los más destacados son
Quinquella, Martin, Bulter, Cittadini, Victórica y Gramajo Gutiérrez,
pintor de tipos populares, que ha creado escuela. De los más nuevos,
Alberto Güiraldes, Petorutti (no me gusta) Raquel Forner, Spilinbergo,
Berni, Vechioli. Hay buenos cuadros del uruguayo Figari. Hoy, vier-
nes 20, a las 7:30 de la mañana salí de Buenos Aires en el tren de
Mendoza (Cuyano). El viaje ha sido bueno. Un día espléndidamente
azul me reveló la Pampa en una delicadeza de colorido de matices
increíbles. El crepúsculo fue de rosas violetas y azules lunares, como
en los cuadros de Berni. Al llegar a Mendoza a las once de la noche
he encontrado interrumpido el paso de la cordillera por una tempes-
tad de nieve. Será preciso tomar el avión mañana para Viña del Mar,
donde querría haber renacido: bella, tranquila y lejana, un puerto de
paz en la baraúnda. Es verdad que no la he visto en verano, cuando
debe llenarse de turistas y ricos ociosos. Aún así, creo que con un
modesto pasar se vivirá allí quietamente. El pasaje es numeroso. Mi
compañera de camarote es una belga, de Amberes, con un colorido
digno de Rubens y menos carnes. Viene de Bolivia, viajando por Chile
y Perú y va a Colombia a casarse con un ingeniero sueco. Me ha dado
vértigo oírla. Estuve a punto de decirle que pensaba ir a visitar el
Tibet en el próximo viaje, para epatarla yo también. Pero bastó que le
dijera que era cubana. Eso para ella era tan raro e interesante como
el Tibet. Al pasaje, le falta la animación que prestaban al Imperial los
grupos de estudiantes.

49
Camila Henríquez Ureña

Día 29

Hoy navegamos hacia el Callao. Voy acompañada por Sigüenza,


en el libro finísimo de Gabriel Miró. ¡Qué compañía fraternal! Cuan-
do llegue a La Habana, voy a mandarle un ejemplar a Pericles. Ese
buen soñador lo hará sentirse menos solo y acaso más sereno. Una
sonrisa, aun sobre fondo doloroso, tiene virtud de serenidad. Esta
noche hubo fiesta (Mañana llegamos al Callao). Pero después, hoy lo
mismo que ayer, me he retirado. Ahora sí me vengo al camarote a
trabajar en mi plan de curso. Y a las doce apago para dormir, antes de
que entre mi compañera.

11 de julio

Vamos entrando en La Habana. De nuevo me saludan los edifi-


cios, y pronto he de ver los queridos rostros amigos. El hilo de Ariadna
ha vuelto a enrollarse; pero no del todo: un cabo se ha quedado pren-
dido allá en el Sur lejano, y ha de mantener así suspensa mi alma, con
lazo leve, impalpable, e indestructible, “nunca más”.

50
obras y apuntes

VIAJES A CANARIAS

Día l de Noviembre

Llegamos hoy en la madrugada a la Gran Canaria. Ya ayer tarde


avistamos la primera de las islas de este Archipiélago, la de Hierro.
Nos fuimos a la proa a contemplarla, Eduardo, Delia, Romelia,
Paquita, Plinio y yo.

El aire era frío; pero la isla misma, una montaña negruzca, nos
protegía del embate furioso del viento invernal. Anoche me retiré tar-
de, después de una velada inolvidable. Dormí mal. A las primeras lu-
ces del día abrí los ojos, y al espectáculo que se ofreció ante ellos por
la ventanilla del camarote, rompí en exclamaciones exaltadas: “¡Co-
rre, Romelia; despierta, ven a ver qué maravilla!” La niña se levantó y
no hizo más que mirar y unir sus gritos de alegría a los míos; en el
camarote vecino, Delia, ya despierta, gritaba “¡Viva España!” No sé
cómo no tuvo que venir el mayordomo del barco a ver qué pasaba
en nuestro camarotes. El motivo de tal entusiasmo era digno de él: la
ciudad de Las Palmas, capital de la Gran Canaria, se desarrollaba ante
nosotros, espléndidamente. Su bahía es un gran semicírculo, en torno
al cual la ciudad se extiende, bañada por las olas. En un extremo está
la parte más importante, comercial y residencial. Luego hay un círcu-

51
Camila Henríquez Ureña

lo de edificios que bordea el mar, y casi al llegar al otro extremo hay


una nueva agrupación de edificios, otra parte de la ciudad, conocida
por la luz, donde quedó nuestro barco. La naturaleza ha prestado a
este trozo montañoso desprendido del África un colorido de belleza
extraordinaria: playas blancas y soleadas al pie de montañas oscuras y
áridas, alternan con el verdor sombrío de los platanales y palmares, y
el amarillo tostado de las dunas que forman un pequeño desierto are-
noso, como un Sahara en miniatura. La bahía termina después de La
Luz, con una enorme montaña de roca negra y desnuda que se interna
en el mar oponiendo un dique a las olas. Bajamos a tierra en lancha.
Hoy es día de Todos los Santos. La ciudad, española (con tinte moris-
co), desbordada de actividades del culto. Visitamos la Catedral, enor-
me, donde oímos al Arzobispo y sus subalternos, vestidos de púrpura
y oro, cantar el Servicio del día, y vimos la procesión.

Por las calles, todo parecía lleno de crisantemos multicolores:


mujeres, hombres y niños las cargaban a manos llenas; automóviles y
coches pasaban repletos. Quise saber qué sucedía, y comprar algunas
de esas flores. Me explicaron que para el Día de Difuntos todo el
Cementerio se decora con esas flores. Nos fuimos al Cementerio, y en
efecto lo hallamos como un salón de baile decorado con millares de
esas flores.

Nos fuimos luego a la plaza del mercado: no he visto otra más


limpia y con mayor variedad de frutas. A la puerta compramos gran-
des ramos de crisantemos, blancos, lilas, rojos y dorados. Nos fuimos
entonces carretera arriba hacia Roque Buigas, subiendo los montes
por caminos bordeados de eucaliptos. ¡Cuántos paisajes de belleza
indescriptible, nueva para nuestros ojos! Luego bajamos a las tiendas,
y al fin el parque Cervantes, junto al mar, nos refrescamos y escribi-
mos postales a los familiares y amigos lejanos. Una de las cosas más
bellas aquí es la vegetación rarísima de palmas y helechos y otras plan-
tas para mí desconocidas.

Todo es diferente: hasta las matas de plátano, de hojas duras,


recias y oscuras, no se parecen a las nuestras.

Las mujeres sí se parecen a las cubanas. Son hermosas, con ojos


admirables bajo la sombra de sus mantillas o el misterio de los man-
tos negros con que se envuelven al estilo morisco. Tienen un cutis

52
obras y apuntes

envidiable “rosado como un cielo” dice mi paradójico hermano


Eduardo. Cuando regresamos al barco a las doce, cargadas de flores
y con las caras más alegres que nuestros ramilletes, los oficiales nos
recibieron gritando: “Olé, viva la fiesta, chiquillas ¡Ya se ve que se
han divertido!” y no se equivocaban. En el barco los vendedores
ambulantes habían expuesto sus mercancías para venderlas, forman-
do pequeños “puestos” Cosas muy bonitas. Con dinero se podría
comprar mucho. Compramos un collar de marfil. Salimos después
de almuerzo. Ahora, hasta la llegada a Cádiz.

53
EXCURSIÓN A MOGUER, P ALOS ,
LA R ÁBIDA Y H UELVA.

Mayo 24 de 1952.

Salí en la mañana a las nueve, en un magnífico Chrysler que la


Agencia Cook puso a mi disposición. Tomamos por el puente de
Triana y el Altozano hasta llegar a la pañoleta, donde torcimos rumbo
al sur oeste. Al subir a una altura del terreno divisamos el primer
pueblo, llamado Castilleja de la Cuesta, en donde se encuentra el pala-
cio donde, según informe del guía, murió Hernán Cortés. Entramos
en una región de Andalucía rica, y la más hermosa que he visto hasta
ahora, con campos suavemente ondulados y sembrados de olivo y de
viñas. Los pueblos que siguen a Castilleja: Ginés, Espartinas 1 , San
Lucas la Mayor, son hermosos, muy árabes, con sus casas de largas
paredes blancas y rodeados de naranjos. Subimos. En el fondo, leja-
na, se ve Sierra Morena. Luego descendemos hacia las márgenes de
un pequeño río, donde esta Castilleja del Campo. Hay un hato con
toros negros de lidia, muy hermosos, que parecen muy tranquilos,
apenas resguardados por una cerca de alambre ligero. Vienen ahora
campos llanos, sembrados de trigo y maíz. Y entramos en la provin-

1
Tiene un Gran Santuario de Loreto.

55
Camila Henríquez Ureña

cia de Huelva a las diez de la mañana. Amapola y Campanilla Azul


salen a sonreírme con sus vivos colores a los lados del Camino, mez-
cladas con florecillas gualdas. El primer pueblo de la provincia que
encontramos es Manzanilla, acaso llamado así por la bebida, pues
veo cerca más viñas que olivos.

Luego, Villalba del Alcor, con hermosas iglesias. Distingo en ella


una calle llamada Rafael Tenorio: el apellido parece realmente anda-
luz.

Y pronto llegamos a la hermosa población de La Palma del Con-


dado, con sus grandes casas antiguas y su buena iglesia con torre de
minarete con azulejos.

La carretera pasa por dentro de cada pueblo, siguiendo su calle


mayor. Pasamos por Villarrasa, con su iglesia antiquísima. A poco,
marchando bastante cerca de la línea del ferrocarril, se distingue Nie-
bla, con las ruinas de su gran castillo, residencia de sus célebres y
poderosos Condes. Está en una altura, y es uno de los mayores recin-
tos fortificados que he visto.

Supongo que sus murallas encerrarían todo lo que en aquella


época sería la ciudad, pues para solo ser castillo, es demasiado vas-
to. Ahora pasamos por un puente y viaducto sobre un río de aguas
rojas, de un rojo amarillento que al mezclarse con el reflejo azul
del cielo y el del agua, a trechos se ven de color violado. Es Río
Tinto, el que da nombre a las famosas minas, que no están muy
lejos. Pequeños trenes que cargan el mineral de hierro van por la
vía férrea.

Ahora aparecen los pinos, copudos y bastante altos. Dobla-


mos hacia el sur, dejando a un lado la ciudad de San Juan del Puer-
to, que ya se avistaba, para hacer rumbo hacia Moguer.

Vamos por una carretera bordeada de eucaliptos. A más dis-


tancia, grupos de pinos. La campiña tiene ahora un aire quieto y
melancólico. Es el aire de Moguer, que aparece todo blanco, con
sus antiguos caserones, sus callecitas torcidas, sus pequeñas pla-
zas: parece otra Andalucía; se han quedado atrás los ruidos y el

56
obras y apuntes

repiquetear de campanas y de castañuelas de Sevilla y sus pueblos


vecinos. Moguer es tranquilo, melancólico, recóndito. Evoco a su
gran poeta, y a Platero eterno, en su cielo.

Seguimos. La carretera sale de Moguer entre montículos que


no dejan ver lo que hay a los lados. Luego se ven pinos, más o
menos copudos; a veces, de copas enormes. Hay rebaños de ca-
bras. Hay burros pequeños y mayores, que si estuvieran bien cui-
dados, serían bonitos.

Palos aparece, en una cuesta. Visito la iglesia donde se me ase-


gura oró Colón, y desde cuyo púlpito se leyeron al público las
Capitulaciones de los reyes.

La iglesia es pequeña, gótica, muy envejecida, con torre pun-


tiaguda revestida de azulejos en la parte superior. En la fachada
principal hay una tarja a la memoria de los hermanos Pinzón co-
descubridores de América e hijos de esta villa. En la plaza, la esta-
tua de Martín Pinzón.

Bajamos hasta el puerto. Hoy es apenas un pequeño embar-


cadero, opuesto al mayor puerto, que es el de Huelva, que se divisa
del otro lado, dicen que antes el mar llegaba mucho más adentro
en Palos, en la época de Colón. Se ve, en la punta que sale de
Huelva, la gran estatua de piedra de Colón mirando hacia el mar
abierto. Es de la escultora norteamericana Whitney.

La carretera ahora está rodeada de pinos enormes. Subimos


hasta la altura en que está el Monasterio de La Rábida. El lugar es
hermoso.

Además del monasterio, se levantan allí ahora una moderna


hospedería y el moderno dormitorio de la Universidad de Sta. Ma-
ría de la Rábida. Entro, conducida por un joven franciscano, por la
puerta por la que entró Colón pidiendo abrigo. Visito el refecto-
rio, el patio, el claustro, y el cuarto donde Colón conferenció con
Fray Juan Pérez, y las habitaciones, o al menos, el piso donde se le
alojó. Hay cuadros en el monasterio, de poco valor. Lo mejor es un
retrato de Isabel la Católica, y uno de Colón, por Valeriano

57
Camila Henríquez Ureña

Bécquer. En el altar en la pequeña capilla está la Virgen de los


Milagros, Santa María de la Rábida, que dio nombre a la carabela
almiranta, y lo da ahora a la Universidad. Hay una sala con re-
producciones en pequeño de las tres carabelas. El monasterio
estuvo deshabitado durante 90 años, de modo que mucho en
él se perdió. Allí se cree que está enterrado Martín Pinzón; no
se sabe en qué lugar.

Vemos luego el dormitorio de la Universidad. Frente a


él, la derruida columna sobre escalones que ya casi no se dis-
tinguen, donde se dice que se sentó Colón con su hijo Diego
antes de pedir albergue en el Monasterio. El fraile guía me
dice que cree ahora que Colón oyó la misa antes de partir en
el Monasterio y tomó la Santa María a su paso por allí.

Seguimos a Huelva, pasando por San Juan del Puerto des-


pués de desandar el camino hasta él.

Huelva es ciudad grande, pero no de mucho carácter.


(67,750 habitantes). Tiene un magnífico paseo a la orilla del
mar hasta la estatua de Colón. Ésta me pareció un monumen-
to mejor concebido que realizado, pero meritorio. El camino
está todo bordeado, por el lado de la tierra, por eucaliptos.
La vista de la bahía es serenísima y bella.

En la ciudad hay algunos templos que se mencionan, y en las


afueras, el de Nuestra Señora de la Cinta. Junto al muelle, hay un her-
moso parque con palmeras y otras plantas. Regresamos a Sevilla a las
6:15 de la tarde.

Nota: Desde Huelva envié una tarjeta a Juan Ramón y Zenobia


recordádolos al pasar por Moguer.

58
obras y apuntes

27 de Mayo

Esta mañana salimos de Sevilla a las nueve en el autocar de la


Atesa (Autotransporte Turístico Español) para hacer un recorrido de
seis días por Córdoba, Granada, Málaga, Cádiz y Jerez.

Al salir de Sevilla, el paisaje no es muy interesante. Hemos visto,


antes de dejar la ciudad, los restos del antiguo acueducto romano lla-
mado hoy “Caños de Carmona”.

A 31 kms. de Sevilla hemos visto, todavía arrogante en su al-


tura, la que fue fuerte ciudad de Carmona, en un tiempo teatro de
grandes luchas. Aquí hizo dar muerte D. Pedro a sus hermanos
D. Pedro y D. Juan. Enrique de Trastamara la rindió por hambre,
pasó a cuchillo a sus defensores y mandó a demoler sus alcázares:
aún se ven las ruinas de éstos y dos puertas de la ciudad; la de
Sevilla, de arquitectura militar árabe, y la de Córdoba, de estilo
greco-romano. Una de sus iglesias, San Pedro, tiene una torre pa-
recida a la Giralda, como tantas otras poblaciones andaluzas.
Conserva además, de su época primera, restos de una gran necró-
polis romana. (28,000 habitantes).

Más allá, a 85 kms. de Sevilla, nos detuvimos en la Villa de


Ecija. (35,000 habitantes). Muy antigua,acaso de origen celtíbero y
luego fenicia, romana, árabe y cristiana al fin. Fue en la época
romana émula de Córdoba y Sevilla. En 1587, estuvo en ella,
con un cargo administrativo, Miguel de Cervantes. En ella na-
ció Luis Vélez de Guevara. Tiene muchas hermosas iglesias:
San Juan, Santa Bárbara, Santa María, Santiago, etc., con be-
llas torres. Tiene también sus murallas y torres de origen sarra-
ceno. Aquí estuvo el monasterio benedictino del valle, fundado
por Santa Florentina, hermana de San Fulgencio, que fue obispo
de Ecija, y de San Isidoro Arzobispo de Sevilla. Tiene dos mo-
numentos de estilo barroco: uno, muy curioso, a la Virgen del
Valle, patrona de la villa, y otro a San Pablo. Tiene también palacios
barrocos.

59
Camila Henríquez Ureña

Continuamos la marcha, acercándonos a la sierra de Cór-


doba, y llegamos a esa ciudad a eso de las once y media. Cór-
doba es ciudad de unos 150,000 habitantes. Aunque nos
detuvimos sólo cuatro horas, pudimos admirar la famosa mez-
quita-catedral, con su bosque de columnas y arcos de singular
valor estético. La catedral, en el centro de la mezquita, es de
poco interés relativamente y muy recargada en su estilo
renacentista. Visité la tumba del Inca Garcilaso. Hoy, la lám-
para que ardía sobre ella está apagada. La lápida ha desapare-
cido. Sólo dos tablones negros a los lados, llevan la larga
inscripción del epitafio. El cuerpo reposa abajo, en la cripta.
Caminamos luego, a través del Patio de los Naranjos de la Mez-
quita, hasta las calles, y recorrimos algunos de los barrios tí-
picos: balcones floridos y graciosos patios ocultos, en los
que faltan los azulejos sevillanos, pero hay en cambio, mayor
frecuencia de fuentes de aguas murmurantes. La casa de don
Gómez tiene 14 patios bellísimos. La ciudad está baja, al pie
de la sierra, y es muy cálida. Está, además, a muchos kilóme-
tros de las más próximas villas al este y al oeste. Es realmente
“lejana y sola”, como dijo Federico. Entre las calles que visita-
mos, hay una, estrecha, llamada de las Cabezas. A ella dan una
serie de arcos moriscos formando galerías muy antiguos y rui-
nosos. Una inscripción colocada cerca de ellos nos dice que en
esas moradas estuvo preso Gonzalo Gustioz y que en esos ar-
cos se expusieron las ensangrentadas cabezas de los Siete In-
fantes de Lara.

Visitamos luego el Museo Romero de Torres, lleno de los cua-


dros de ese pintor. Junto a él está el Museo de Bellas Artes, cerca, el
Arqueológico, que no visitamos.

Tampoco visitamos las ruinas de Medina-al-Za-rah, que están a


8 kilómetros, y a lo que parece, poco se ha excavado en ellas.

A la salida, después de un buen almuerzo en el Hotel Simón de


Córdoba, vimos el puente romano, y los restos de las murallas, en los
que se abren una puerta monumental y la puerta de Calahorra, en una
antigua fortaleza árabe. y nos alejamos, rumbo a Granada.

60
obras y apuntes

Tras una breve parada en Jaén, cuya Alcazaba o Castillo está ahora
renovado para albergar ramas del movimiento juvenil, salimos para
Granada, atravesando llanuras y montes cubiertos de olivos. Ya en
Granada nos hospedamos en el Hotel Alhambra Pa1ace, que está en
(inconcluso).

61
VIAJES DE LA HABANA
A SEVILLA 1953

Sábado 7 de marzo de 1953

10:30

La salida de La Habana ha sido maravillosa. La ciudad se


destacaba en blanco y verde, resplandeciente junto al azul zafi-
ro del mar , largamente, desarrollándose como una cinta. Nues-
tro barco pasó tan cerca del malecón que casi podían verse las
casas de las gentes. Me parecía que cada niño que veía alzarse
en brazos de su padre para mirar el buque al pasar, era Rodolfito
en brazos de Rodolfo. Pero no creo que era la familia la que
estaba por allí, pues no reconocí a Elvira y a las niñas, ni siquie-
ra por el traje.

Hemos salido con el tiempo hermoso. El barco va sereno.


No es tan grande como los antiguos buques de la Compañía,
pero es nuevo. Los otros, eran, además, más lujosos; éste es
modesto. Me alegro de haber sacado pasaje de primera, pues sus
comodidades son equivalentes apenas a las de una clase turista
en uno de los grandes trasatlánticos de hoy.

63
Camila Henríquez Ureña

Domingo 8 de marzo

Aunque el cielo se ha puesto gris y el mar algo picado, vamos


bien, sin grandes vaivenes. El barco va casi vacío de pasajeros. En
primera, sólo va un matrimonio con dos jovencitos, probablemente
sus hijos, y un señor que viaja solo y yo. En segunda, una amable
señora mayor, suegra de uno de los Doctores Vieta, y una señora jo-
ven que va a Venezuela a reunirse con su esposo. Ellas vienen a con-
versar a primera. Yo tengo un sueño constante, como un sopor, y no
he hecho apenas otra cosa que dormir , sin duda a causa del cansancio
de los días anteriores al viaje.

La comida es aceptable y muy abundante. El cuerpo de servi-


dumbre es muy cortés y amable Ya no se dan vinos en la mesa ni se
sirve aquel famoso té con mermelada de albaricoque. La música es,
ahora, de radio. Ya no se baila: no tiene el barco salón de baile.

Lunes 9 de marzo

Pasé una noche inquieta, porque los ojos se me han puesto a


llorar y arder, como lo hacen cuando se me va a abrir una úlcera. ¡Qué
temor! Me he puesto a tomar desde hoy Vit. C, B y A y también
salicilato. No quiero escribir mucho ni leer, para descansar la vista.

Hace mucho fresco. Hemos amanecido en Puerto Plata. Una ba-


hía de aguas ligeras y verde claro, con muchos barquitos de vela. Afuera,
el mar azul y espumoso. En el fondo, la montaña Isabel de Torres y al
pie una humildísima población, en la que apenas se destaca una iglesia
nuevecita, flamante, por encima de los simples techos de zinc. Esta es
la vieja ciudad de Santa María del Puerto de Plata, bello nombre que
le dieron los fundadores mirándola con los ojos del deseo.

La inmigración vino. El Comisionado, amablemente, me dio per-


miso para bajar. No lo utilizaré.

64
obras y apuntes

En el muelle, un gran letrero dice: “Fe en Trujillo y adelante”...

Aquí en la bahía, revolotean las golondrinas que cantó la poetisa:

“Nunca abandonan las golondrinas por otras playas mi hogar


feliz”.

Aquí, en la vieja ciudad, estuve yo con ella. Tenía yo sólo dos


años de edad, y a ella le quedaban pocos meses de vida. Le ofrendo mi
recuerdo más antiguo.

5 pm

Salimos de Puerto Plata. Al dejarlo se pudo ver, más allá de la


iglesia flamante, el barrio de residencias, con pintorescas casas de
techo rojo. Es un bonito conjunto, todo recostado en su montaña
coronada de nubes. Más que corona, las nubes le forman una venda
cerrada. La gradación y juego de luz y sombra va por todos los to-
nos del verde y el azul, que en el crepúsculo se tocaron de destellos
de oro. El conjunto de los palmares, la salvaje majestad de la mon-
taña y las aguas de la bahía, de suave verdor, son una escena que en
nada debe diferir de la que vieron los ojos deslumbrados de los des-
cubridores.

Han subido algunos pasajeros más, entre ellos tres muchachas


venezolanas que van a la Guaira. Cantan y tocan castañuelas.

Mañana llegaremos a San Juan de Puerto Rico.

11 de marzo

Ayer hicimos una visita de 3 horas a San Juan de Puerto Rico.


Salí como un relámpago, tomé un taxi y volé hasta la Universidad
de Río Piedras. Tras algo de búsqueda (fui a su casa y no estaban y
volví a la Universidad a hallarlos) di con Juan Ramón y Zenobia. Mi
alegría no tuvo límites. Juan Ramón está muy bien: grande, bello y
bueno como siempre. Zenobia, en cambio, me alarmó y angustió al
decirme que no ha sanado de su mal; que el tumor era maligno, tiene
nuevos brotes y la han vuelto a operar, y está sometida a un trata-

65
Camila Henríquez Ureña

miento de radio. ¡Oh, Dios santo! Acaso le quede poco tiempo entre
nosotros. Sin embargo, está bella y buena y alegre como si nada. Dice,
noblemente: “Yo no quiero dejar a Juan Ramón; ¿no es ese aliciente
bastante para vivir?” Por otra parte, piensa en Margarita Salinas que
ha sobrevivido a don Pedro...

Juan Ramón, lleno de alegría y entusiasmo al pensar en Sevilla,


me ha dado los más graciosos y amables consejos: que no duerma la
noche de jueves a viernes santo; que vaya a la plaza de San Francis-
co, donde hay tribunas públicas, a ver pasar la procesión, que cuan-
do pase la Virgen, la siga hasta el barrio de la Macarena, donde ella
“quiere entrar y no la dejan”; que vaya, a las doce de la noche al
puente de Triana a ver pasar la procesión de Jesús Cachorro. Que
vaya a oír la misa y ver la procesión del domingo de Ramos a la
Catedral, y el Miserere que se canta el miércoles (a qué hora, no sé)
y la misa del Sábado de Gloria. Acabó diciendo: ¡Ah, si yo estuviera
con Ud. en Sevilla!

Que vaya a ver los jardines del Alcázar de noche para que no
haya nadie. Me dio una carta para su amigo el conservador del Alcá-
zar .Me recomendó a su sobrino el Capitán Francisco Hernández Pin-
zón, a quien ha escrito. “No le recomiendo -me dijo- a mis doce
sobrinos nietos”, (son hijos de una sobrina).

Zenobia le mandó besos a todos, y prometí dárselos, menos al


guapo capitán.

Me detuve un momento a dejar un recuerdo a Salinas en el Ce-


menterio, y corrí a llegar al barco a la hora fijada para la salida: a las 5
(¡Pero el infame no salió hasta las 9!).

Vi a San Juan de pasada, me pareció linda, alegre y al menos,


como capital, no revela miseria. Ha progresado inmensamente en 35
años. Y vi flamear por primera vez la bella bandera de Puerto Rico,
precursora, confío yo, de su próxima futura independencia.

El barco sigue siendo monótono. Hay un poco de pasaje nuevo.


Unas jovencitas domínico-venezolanas, -una de ellas bellísima- nos
alegran cantando y bailando. La bella tiene una estatura y cuerpo muy
semejantes a los míos cuando yo tenía sus años, aunque por desgra-

66
obras y apuntes

cia, no tenía yo su cara. Pero en el barco no se hace nada para distraer


a los pasajeros: ni cine nos han puesto.

El mar está picado, y la danza continuará, nos dicen, hasta salir


de la Guaira.

Un jovencito español, aviador, residente en Cuba y que va de


viaje de placer con su tío (uno de los dos jovencitos que yo creía hijos
del caballero) es hasta ahora el compañero de viaje más simpático.
Tiene vivacidad y gracia encantadoras y me ha contado la historia de
su breve, pero tormentosa y triste vida, que nadie adivinará bajo su
alegre exterior. Es hijo de un capitán español, republicano, muerto en
la guerra civil. Su madre está sola en La Guaira, donde piensa reco-
gerla para seguir a España; por primera vez después de 15 años.

13 de marzo

Hoy hemos visitado La Guaira, por desgracia con tiempo dema-


siado corto para subir hasta Caracas. Bajé a ver la ciudad con la seño-
ra viuda de Ventosa, Pilar, y un joven cubano llamado Abelardo
Rodríguez como el escultor dominicano. Fuimos a almorzar a Macu-
to, en un gracioso restaurante a la orilla del mar, y luego a Maiqueitía
a ver el Hotel Palmar. La Guaira está situada entre el mar y la monta-
ña, subiendo por las laderas en posiciones casi incomprensibles. El
paisaje es imponente. La ciudad, pobre y escasa, aunque tiene, desde
luego, sus barrios de residencia que no están mal.

Fuimos a ver luego la plaza frente a la cual está un monumento


religioso que representa las estaciones de la Pasión de N. S. Jesucris-
to, bastante bueno.

No habiendo más que ver, regresamos pronto al barco. En un


buen edificio de la Aduana, donde hay una gran sala de pasajeros,
compré postales, despaché cartas para Cuba.

Varios pasajeros se bajaron en la Guaira, entre ellos las señori-


tas Nouel (creo que éste es su segundo apellido) que son la bella que
canta y baila flamenco y su hermana, con su joven tía, que es de ape-

67
Camila Henríquez Ureña

llido Nouel y Romero, dominicana, sobrina del Arzobispo y de la


viuda de D. Américo Lugo. Me dijo que el hijo, Américo Lugo
Romero, se ha casado en Nueva York. Desde luego, subieron
otros pasajeros; pero la madre del joven aviador Roberto Díaz
García no se ha querido venir a España. Su tío es el señor García,
uno de los representantes de la Trasatlántica Española en la Ha-
bana. Viaja con ellos la señora viuda de Ernesto Gaye que repre-
sentó esa misma compañía y la Trasatlántica Francesa en Cuba
largos años. Es una señora empingorotada y cubierta la cara de
pintura y las manos y el pecho de brillantes, que hace un efecto
raro. Viaja con su dama de compañía, su perrita Nuri, y con su
sobrino Pedrito Ordoñez, un jovencito encantador, muy cubano,
muy cortés y agradable, que es compañero de camarote de Rober-
to.

También viene otra “gran señora”, viuda de un Capitán General,


con una hermana y una sobrina, Ascensión. Son muy agradables.

Día 14 y sgtes

No hay más remedio que adaptarse al mar, que está muy malo:
mar de fondo por mar de gruesa, no mejora. Hace viento, y cada vez
más frío. Me he equivocado al no traer ropa de invierno, pues se
siente su necesidad.

Casi todo el mundo se marea. Yo me levanto tarde y después de


almuerzo juego canasta o samba o crucigrama (cruci-cross) con Ro-
berto y Pedro y una joven señora italiana llamada Carmela, que vive
en Santo Domingo y va de visita a Italia (es de Spezia) y es una pre-
ciosa mujer y muy dulce. Roberto es mi compañero y Pedro el de
Carmela. Parece que al principio ganaron Carmela y Pedro; pero lue-
go Roberto y yo hemos llegado a comprendernos tan bien que casi

68
obras y apuntes

siempre ganamos y vamos a ser los “campeones” de la jornada. Pe-


dro imita el habla de la italiana y es divertidísimo.

Ahora nos ponen cine dos veces por semana, buenas películas,
pero no nuevas, de modo que yo las he visto casi todas: Madame
Bovary, Royal Wedding, etc. Una que no había visto: East side, West
side, con James Mason y Bárbara Stanwick.

A veces, en las noches, tratamos de bailar, pero es casi imposi-


ble, porque el barco se mueve tanto. Con todo, en la noche del Capi-
tán todos hemos vestidos de tiros largos y hemos bailado. Por mi
parte, con el único que bailé bien fue con el Capitán, quien, como
buen marino, ni tropieza ni pierde el equilibrio.

También baila bastante bien un joven canario 11amado Agustín


Rodríguez, muy alto y gallardo y hombre un poco raro, que ha vi-
vido años lo mismo en Milá o en Berlín que en los lugares más
salvajes y remotos de Venezuela. Es hombre culto; sabe mucho de
música y óperas italianas enteras de memoria, de modo que puede
cantar con buena voz las arias o pasajes que se le pidan. Pero tiene
muy mal genio; se incomoda de todo y todo en el barco (menos el
grupo de pasajeros con quienes se reúne) le desagrada. El Sr.
Alonzo, joven diplomático español que subió en La Habana, se ha
enfermado de algún cuidado y no nos dejan hacer ruido en las cer-
canías de su camarote; por ello, D. Agustín lo llama “pavoso” y
tanto ha protestado que al fin se ha llevado al enfermo a un ca-
marote más aislado.

En ciertas horas de la tarde, una señora española residente en


Santo Domingo, creo, la Señora Casas, toca al piano las preciosas
danzas de Puerto Rico y otras canciones, que corea el público. El tal
público no es muy nutrido, pues hay quienes se marean a ratos y quie-
nes nunca se levantan.

Mis compañeras de mesa son Doña Lola Ariza, española que


reside en Ciudad Trujillo hace 27 años, y una joven viuda española
que regresa de Caracas a España con una hija de 14 años, Marisol, y
un bebé de 8 meses, Quique, que es un perfecto muñeco, encantador.

69
Camila Henríquez Ureña

Hace sólo 5 meses que murió el padre, un marino español que tuvo
que desterrarse a causa de la guerra civil.

Vienen a veces: con frecuencia yo como sola.

A bordo viene también una señorita puertoriqueña, Ana García


Piquera, que es profesora de Física en la Universidad de Puerto Rico,
y que fue alumna de Barnard. Hasta parece que me oyó hablar allí en
el año 1942.

Va a Sevilla. Lleva su automóvil. Va con ella un hermano inváli-


do, Fernando, que camina con las piernas torcidas, con gran dificul-
tad. Da horror y pena verlo. Su anormalidad es congénita y en algo le
afecta el cerebro pues, aunque es inteligente, tiene el habla premiosa y
lee con dificultad. Sin embargo, ha estudiado bachillerato y es instrui-
do. En Cádiz se reunirán con una hermana mayor, que es la que ma-
nejará el automóvil.

También van para Sevilla Roberto y Pedro y sus tíos, así es que
no me faltará compañía al principio.

21 de marzo

Hemos llegado; ¡al fin!; ¡con tanto retraso! al primer puerto es-
pañol, Santa Cruz de Tenerife. Durante el día hemos pasado frente a
las islas de Hierro y la Gomera, (de donde salió el Adelantado de Soto
con su esposa Isabel de Bobadilla para ir a ocupar la Gobernación de
Cuba).

Así como en la Guaira dediqué un recuerdo a D. Francisco de


Miranda, que de allí salió preso, con los grillos que tanto le pesaron,
para su larga pasión y muerte; aquí en Tenerife dedico un recuerdo a
mi joven amigo de México Cristóbal de Lara, que tuvo que huir de
Tenerife, su patria, a nado, para salvar la vida casi milagrosamente, al
terminarse la guerra civil.

70
obras y apuntes

Bajamos esta noche a la ciudad, pero sólo a dar una vuelta por
las tiendas y tomar algo en un restaurante. Las cosas que se venden
pueden conseguirse baratas si se regatea. Yo no compré nada, pues
llevo muy llenas las maletas.

Día 22 de marzo

Esta mañana bajamos Roberto, Pedro, Ana, Ascensión y yo, y


en uno de los venerables taxis de Tenerife hicimos una excursión de
dos horas, pues no nos daban más, hasta La Laguna, que es una ciu-
dad, la primera fundada en Tenerife por su colonizador, el Adelanta-
do Fernández de Lugo, en 1494, es decir , después del descubrimiento
de América.

La ciudad tiene una iglesia interesante, y como está alta, una bella
vista sobre Santa Cruz. Pero el famoso volcán, Pico de Teide, no nos
quiso mostrar su faz y la mantuvo cubierta de un velo de niebla. (El
frío continúa). En Santa Cruz visitamos diversos lugares, entre ellos
la Casa de Franco, quien salió de aquí para entrar en la Guerra Civil.
En el Club Náutico tomamos diversas fotografías antes de volver al
barco.

Tenerife tiene una grata temperatura que se mantiene todo el


año fresca, con poca variación.

24 de marzo

Tras dos días más de mar tempestuoso y cada vez más frío, he-
mos llegado a Cádiz esta tarde. Eran más de las cinco cuando bajamos
y decidí pernoctar en Cádiz y salir mañana a las 10 a.m. para Sevilla.

Me alojo en el Hotel Atlántico, que es el mejor, con una bella


vista sobre el mar y un jardín liadísimo que colinda y parece continuarse
con el famoso Parque Genovés.

71
Camila Henríquez Ureña

Como yo he visto en ocasión anterior los escasos monumentos


de Cádiz; la Catedral, el Teatro Falla, las tumbas fenicias y hasta la
Plaza de Toros, no me detendré aquí sino esta noche.

Los García Piquera, los Díaz García y Cía. Y unos señores de


Montalvo que venían a bordo están también aquí y partirán, en diver-
sas fechas próximas, para Sevilla.

25 de marzo

¡Al fin en Sevilla! Llegué a las tres de la tarde, pues el tren de las
10:15 de Cádiz acá, es lento. El Hotel Simón, al cual venía destinada,
no había sido notificado; pero después de algunas diligencias con la
Agencia Marsans, me han alojado. Es un hotel pequeño, casi familiar,
con un gracioso patio andaluz. Es muy limpio. La comida es buena.
En las galerías tiene buenos cuadros originales. Está situado precisa-
mente a cuadra y media de la Catedral y a tres cortas del Archivo de
Indias; así es que me conviene el sitio y si puedo, aquí me quedaré,
aunque sea más caro que una casa de familia.

En la tarde, a eso de las siete, salí a caminar un poco. Vi una


puerta abierta por donde entraba gente a la Catedral y entré, y me
encontré en el Patio de los Naranjos de ese templo, con la
magnifica puerta gótica de la Concepción al frente, y formando
esquina con ella la Giralda, sobre la cual, precisamente sobre la
estatua de la Fe llamada el Giraldillo, se cernía una luna de plata.
La vista me emocionó hasta las lágrimas. (Creo que voy a llorar mu-
cho en este viaje.)

26 de marzo

(páginas en blanco)

72
obras y apuntes

18 de abril de 1953

Hoy, primer día de la Feria de Sevilla, ha sido un día doblemente


perdido: por mí, que he amanecido enferma, sufriendo de la fastidio-
sa neuralgia catarral que ha vuelto a atormentarme después de tantos
años de tregua, y por el tiempo, pues desde la mañana llueve, casi sin
interrupción y con gran fuerza.

Mi única salida ha sido a la vuelta de la esquina de la Ave. José


Antonio, a comprar los periódicos. Desearía ir esta tarde a merendar
a Fidella el delicioso chocolate con bizcocho; pero seria una impru-
dencia.

He dedicado el día -es decir, la tarde, después que ha mejorado la


neuralgia-, a lavar mi ropa y a escribir.

73
FIESTA EN SEVILLA (1953)

Al aproximarse la primavera, Sevilla entra en la culminación de


la alegría. Y Sevilla es una de las ciudades más alegres del mundo.
Cada una de sus plazas y plazuelas resplandece con sus palmas, acacias,
laureles rosa y sobre todo naranjos, y las enredaderas de madresel-
vas, las tupidas madreselvas cantadas por Bécquer escalan las tapias
de los jardines públicos y privados. Así como sus golondrinas oscu-
ras, llaman cada tarde a los cristales de los balcones. Hasta la Cate-
dral, la más imponente de las iglesias españolas tan vasta, que Th.
Gautier decía que Nuestra Señora de París (Notre Dame) podía ca-
ber en su nave central, está rodeada de naranjos que fueron sembra-
dos allí originalmente por los árabes. La Catedral se levanta sobre los
cimientos de una antigua mezquita) (Patio de los Naranjos - Puerta
del Perdón).

Los patios de Sevilla son característicos. Como sabemos -por-


que el patio andaluz ha tenido y tiene su representación en la arquitec-
tura colonial-, son patios interiores que recuerdan el clásico atrium;
(es decir, son romanos en su origen) están separados de la calle por
rejas de hierro bellamente labrado, las cancelas, y son parte de la casa
como vivienda: sirven de vestíbulo, salón, comedor, y hasta capilla,
donde la señora de la casa, rodeada de sus familiares y criados, toda-
vía suele rezar las oraciones diarias. Tienen los patios pisos de már-
mol, paredes de azulejos, plantas verdes y florales, y una fuente que
las riega. Son pequeños oasis, durante los ardientes calores del estío.

75
Camila Henríquez Ureña

Las casas, como en muchas ciudades nuestras, están por fuera


blanqueadas (parece, en algunos pequeños pueblos de Andalucía, que
las blanquearan todos los días) o pintadas en tonos de pastel. Facha-
das de azulejos, ventanas de rejillas, macetas de geranios a lo lar-
go de cornisas y balcones, torrecillas románicas o moriscas,
puertas de madera adornadas de enormes clavos de cobre y que
se abren aún por medio de gigantescas llaves de hierro, he ahí
algunos rasgos característicos de la ciudad tradicional, que pue-
den observarse especialmente en el apacible barrio de Santa Cruz,
centro de la Sevilla de los siglos de oro, con sus callecitas por las
cuales apenas caben a veces dos personas de frente y que llevan
nombres de viva vocación histórica: la calle de la Pimienta, la fres-
ca calle del Agua, la calle del Ataúd, en la que don Juan vio pasar
su propio entierro, el arco aquel que menciona Cervantes en una
de las Novelas ejemplares, (Rinconete y Cortadillo) la plaza de
Doña Elvira, donde estuvo el famoso corral en el que represen-
tó Lope de Rueda y puso sus obras Juan de la Cueva .

El que dijo primero “quien no ha visto Sevilla no ha visto


maravilla” era verídico, pero además, era indudablemente sevilla-
no. Los sevillanos viven convencidos del prodigio de su ciudad, y
las alegrías y dolores de la ciudad son sentidas y expresadas por
todos los ciudadanos: son de carácter colectivo. Cuando llega la
primavera, las emociones de todos los sevillanos alcanzan el gra-
do de arrebato místico: la población entera, presa de entusiasmo
delirante, se prepara para “las fiestas”. El fervor de la Semana
Santa, el regocijo de la Feria, parecen ser entonces la única pre-
ocupación de los sevillanos, su razón de vivir. Los dos aconteci-
mientos que tan vigorosamente contrastan en ambiente y color,
expresan dos modos de sentir muy diferentes, pero que están
reunidos en el alma andaluza, aunque al extranjero le resulte difí-
cil comprender que los penitentes de ayer sean los gozantes de
mañana. El visitante se maravilla de que en una semana la ciudad
entera arda como un solo cirio y tres semanas después la ciudad
entera repiquetee como una sola castañuela. Pero si nos fijamos
encontraremos caracteres comunes a ambas manifestaciones: la
viveza de las emociones, su manifestación, su forma externa, que

76
obras y apuntes

apela a los sentidos, y el carácter colectivo de esas demostracio-


nes.

La Semana Santa, como sabemos, puede caer entre el 22 de


marzo y el 25 de abril. La Feria se celebra anualmente aproxima-
damente entre el 18 y el 25 de abril, de modo que entre ambas
fiestas puede haber desde unos días de diferencia hasta un mes.

Ruego se me permita introducir aquí mis experiencias perso-


nales de esas grandes celebraciones. Yo salí de Cuba para Sevilla,
vía Cádiz, en marzo de 1953. Durante el viaje hice escala en San
Juan de P. Rico, y allí visité a mis queridos amigos Juan Ramón
Jiménez y Zenobia Camprubí, y Juan Ramón me instruyó sobre la
Semana Santa en Sevilla y lo que debía hacer para poder apreciar-
la lo mejor posible. Sus indicaciones, que me sirvieron de admi-
rable dirección, contenían disposiciones tan originales como la
siguiente: “no dormir la noche del jueves al viernes santo”. Las
cumplí al pie de la letra, y sin esfuerzo alguno. Lo primero que
hice al llegar a Sevilla, el 25 de marzo (que fue cuatro días antes
de empezar la Semana Santa) fue seguir el consejo de J .R. de ir a
visitar en los templos algunas de las imágenes que habían de des-
filar en las procesiones, para verlas de cerca y en detalle. Son és-
tas, como es sabido, muchas veces, obras maestras del arte de la
imaginería española de la mejor época. Fui a visitar en la capilla
del Patrocinio (barrio de Triana) la imagen famosa del Cristo de
la Expiración, llamado el Cachorro, (anécdota) de un realismo
espantoso; las célebres vírgenes rivales en hermosura, Na. Sra.
de la Esperanza de Triana y Na. Sra. de la Esperanza de la
Macarena, el Jesús del Gran Poder, y el Jesús de la Pasión, éste
último obra de M. Montañes, es para mí, la imagen más hermosa
que he visto en mi vida.

Empezó la Semana Santa. Es imposible describir lo indes-


criptible y no puedo tratar de decir nada que pueda sustituir la
experiencia personal que espero obtengan ustedes pronto. La Se-
mana Santa en Sevilla tiene que ser interpretada, es decir, tiene
que ser sentida. No es una fiesta en el sentido usual: es una entraña-
ble manifestación de duelo por el sacrificio de Jesús, es un llanto pro-
longado que cae gota a gota con las lágrimas de cera de millares y

77
Camila Henríquez Ureña

millares de cirios llevados por millares y millares de penitentes. Los


penitentes son los hombres de la ciudad entera. Hay unas 50 her-
mandades en Sevilla que sacan en procesión, cada una, sus imá-
genes veneradas, en los llamados “pasos”, cargados en hombros
por las calles. A esas hermandades pertenecen los hombres de
todas las familias, de todas las clases sociales de Sevilla y aun de
todos lugares de España. Cubiertos de largas túnicas, el rostro
tapado por el antifaz típico con su gorro de pico y su lienzo
sobre la cara, que no deja adivinar la identidad del penitente (na-
zareno) marchan, en ciertos días; con los pies descalzos, sobre
los adoquines de las calles, por donde sólo ellos pueden pasar en
las tardes y noches del lunes al viernes santo, en un desfile impo-
nente, una visión medieval de grandiosidad que difícilmente se
igualará en parte alguna. Las procesiones van marchando una tras
otra sin interrupción. Todas salen de su parroquia, se dirigen a
un punto de reunión previamente determinado -generalmente La
Campana, que es magnífico lugar para ver el desfile- marchan hasta
la Catedral a postrarse ante el monumento de plata labrada en
que está en ese momento encerrada la Sagrada Forma, y vuelven
luego a su parroquia.

El orden de cada procesión es siempre el mismo: primero un


grupo de nazarenos (marchan de dos en dos, cada uno de un lado
de la calle; cada uno sujeta con la mano izquierda el antifaz en la
parte del lienzo que cae sobre el pecho, y cada uno lleva en la
derecha un cirio encendido; a menos que no le toque llevar una
de las insignias de la Hermandad, en cuyo caso marcha solo al
centro de la calle. Detrás de los primeros nazarenos viene el paso
de Cristo -(cada hermandad lleva el suyo)- que representa una
escena de la Pasión; luego, el “paso de la virgen” -una de las 73
vírgenes de Sevilla, luego viene la banda de alguna sección del
ejército, la marina, o la policía, que acompaña con expresiva mú-
sica la procesión. Con frecuencia la escolta de militares que sigue
a la Virgen lleva trajes especiales: así, los de la escolta de la
Macarena p.e. van vestidos de centuriones romanos. Es impor-
tante darse cuenta de que esto no es mero disfraz, sino parte de
las manifestaciones que hace Sevilla de su ascendencia romana.
Sevilla es romana, casi tanto como árabe. Recuérdese que a pocos

78
obras y apuntes

kilómetros de Sevilla están situadas las ruinas de la famosa Itáli-


ca cantada por Rodrigo Caro y cuna de los mejores emperado-
res que rigieron los destinos de la antigua Roma. (cita) Sintiendo
acaso que la religión es un nexo con Roma en la Actualidad, Se-
villa la evoca en la Semana Santa: en las procesiones marcha
siempre, a pocos pasos detrás de la cruz -guía, el estandarte de
la antigua Roma con las águilas y con las iniciales del Senado y
pueblos romanos: SPQR.

Los nazarenos de cada cofradía visten en colores simbóli-


cos, diferentes para cada una; por ejemplo, los de la Macarena
llevan manto y capucha verde, los de la Universidad van todos
de negro. El número de nazarenos varía; cuando yo los vi, la
Cofradía del Jesús del Gran Poder llevaba 3,000 nazarenos, la
del Cristo de la Buena Muerte (Universidad) más de 2,000, y el
conjunto de los desfiles de la semana puede tener más de 40,000
nazarenos.

Ahora bien, lo que me parece incomparable son los “pa-


sos”, o sea, las imágenes arregladas y colocadas en un pedestal
para ser conducidas en la procesión. Pueden constar de una sola
figura o de varias, hasta trece y catorce, de tamaño natural, y son
en realidad grandes cuadros plásticos. El gran arte español de la
imaginería les ha dado no sólo el tamaño, sino la animación natu-
ral de seres vivientes. Se ve que han sido creadas para deslumbrar
con su increíble brillantez los ojos del pueblo, ya a la luz del día
o, en la noche, a la fantástica luz de los cirios. Son creaciones de
la imaginación y el afán de realismo de los españoles, aunque ori-
ginariamente la imaginería tuvo su cuna en Francia y la Europa
central, como manifestación del arte barroco, y llegó a España
con los peregrinos que acudían a Santiago de Compostela. No se
hizo popular en Castilla hasta el siglo XVII con Gregorio
Hernández y de ahí se extendió a Andalucía, y encontró allí su
mejor representante en el gran escultor Martínez Montañés, de
quien son obra algunas de las mejores imágenes que desfilan en
las Procesiones de Semana Santa. Otro gran imaginero andaluz
del S. XVII fue Pedro Roldán. A él o a su hija llamada la Roldana
se debe la famosa imagen que la Macarena. Las imágenes hechas
en el siglo XVIII son menos puras en sus líneas y más recargadas

79
Camila Henríquez Ureña

y de un naturalismo que suele llegar a lo grotesco, pero de ningún


modo son banales ni vulgares, no recuerdan la insipidez de las figuras
de estuco y de cera que luego hemos padecido. Aún los que hoy fa-
brican imágenes en Sevilla, tratan de ceñirse a la gran tradición.

Las imágenes en los “pasos están montadas con gran arte sobre
pedestales que se llaman canastillas, de caoba, decorados de plata
y de oro, labrados barrocamente. El piso de esos pedestales so-
bre el cual se levantan las imágenes va enteramente cubierto de
flores, escogidas especialmente en cada caso: los Cristos marchan
sobre claveles rojos como su sangre, o sobre lirios morados, las
vírgenes van sobre claveles blancos (Na. Sa. de la Paz ), sobre
claveles rosa muy pálido (la Macarena, de manto verde y plata) ,
sobre blancos azahares (la Candelaria). Los Cristos llevan faroles
o lámparas de luz atenuada, candelabros de ligero metal que osci-
lan de manera que en la luz misma hay misterio y temblor. Todo
en torno a Cristo es viril y trágico. Pero a la Virgen, por ser mu-
jer, Sevilla se desborda para adornarla, como si quisiera mimarla
y consolarla, porque es bella, y está triste y llora. Admirables lá-
grimas están talladas sobre las mejillas de las vírgenes sevillanas.
No sólo se la hace marchar sobre flores claras y perfumadas, sino
que delante de ella, en gradación de alturas, se extienden cente-
nares de cirios encendidos, como flores de luz, y sobre su cabeza
hay un palio tejido de hilos de plata o de oro y bordado como por
manos angélicas, y sobre el pecho le penden las joyas más precio-
sas que le ofrenda una princesa, o un duque, o un torero; y hasta
el puñal que le atraviesa el pecho ha de estar cuajado de piedras
fulgurantes, y su gran manto bordado resplandece como un cielo
estrellado. Así como detrás de Cristo se oye sólo un redoble de
tambores, un severo toque de cornetas, a la Virgen se le toca
música suave, arrolladora, muchas veces escrita para ella en espe-
cial por músicos sevillanos. Y el pueblo de Sevilla cuando la ve
pasar, no sólo le reza, sino le aplaude, la canta y le dice los más
finos piropos de su repertorio. De la intensa devoción mariana
del pueblo sevillano es prueba el hecho de tener la ciudad 73 imá-
genes importantes de María, y sólo 21 Cristos y 28 escenas varias
de la Pasión.

80
obras y apuntes

Los cantos que irrumpen al paso de las imágenes son las


saetas, una canción que es un gemido, con modulaciones que le
dan el carácter de un canto gregoriano barroco y popular. Se can-
tan las saetas a los Cristos y a las vírgenes, de día y de noche,
sobre todo al salir y al entrar de nuevo en su parroquia. Son más
impresionantes en el silencio de la noche, cuando no hay ya más
luz que la de los cirios del “paso” ni más público que el de los
fervorosos, a los cuales se mezcla alguna vez un turista reveren-
te. Entonces se detiene el “paso” y de repente asaetea el aire, no
se sabe de dónde,¡ay! como una flecha. El silencio se ahonda y
los ojos buscan y localizan al cantaor o cantaora arriba siempre,
en alguna ventana o un balcón florido, apoyados en el herraje. Si
es una saeta a la Virgen, el amor irrumpirá en la canción, como
para la “niña hermosa” que es:

‘Toíto el mundo ha confesao


que tú eres la más bonita,
la del color bronceao,
gitana, pura y bendita
por tós los cuatro costao.”

Y la voz del que canta tiembla y se retuerce como las lenguas


de luz de los cirios que se alargan para besar el rostro de la Seño-
ra.

La admiración por la belleza de sus vírgenes llega a la pa-


sión en los sevillanos. Para el extranjero poco observador todas
esas vírgenes son más o menos iguales; para los sevillanos, cada
una es diferente, y posee una personalidad inconfundible. Y los
extranjeros que ponemos interés en ello, llegamos a apreciarlo
también, aunque nos hagan reír las acaloradas disputas entre
“macarenos” y “trianeros” sobre cuál de sus respectivas vírgenes
es “la más bonita”, discusión netamente sevillana y cuestión en-
teramente insoluble, desde luego.

81
Camila Henríquez Ureña

No quiero terminar estos apuntes sobre la Semana Santa en


Sevilla, sin hablar de uno de los elementos indispensables de las
procesiones, si bien es invisible. A diferencia de otros lugares,
los “pasos “ de Sevilla son cargados en hombros por unos indivi-
duos a quienes nad i e v e : l o s c o s t a l e r o s . V a n d e b a j o d e l p a s o ;
encorvados, y los faldones de terciopelo de la canastilla los
ocultan totalmente. Respiran por agujeros del labrado ba-
rroco, llamados respiraderos. Ellos no ven a dónde ni por
dónde van, y son guiados por un director, severamente ves-
t i d o d e n e g r o : e l c a p a t a z. L o s c o s t a l e r o s s o n u n o s a r t i s t a s
en su profesión: imprimen ritmos diversos a la marcha, se-
gún sea adecuado, “tropiezan” con el Cristo de los Cardos,
“bailan” con el Cristo de los gitanos, “mecen” suavemente
a l a V i r g e n y d e s p u é s d e c a d a p a u s a -f r e c u e n t e s, p u e s l o s
“ p a s o s ” s o n e x c e s i v a m e n t e p e s a d o s - s aben levantar en alto
el paso y dejarlo caer de nuevo, sin sacudidas, sobre sus hom-
bros, cuando el capataz ordena: “Una levantaíta suave y boni-
ta”. Y ni un cirio se apaga, ni un clavel se desprende de su
tallo en todo el trayecto. Ser costalero, (como ser capataz) es
cosa que se tiene a honra y se aprende con esmero.

Aunque Juan Ramón me había recomendado no dormir la


noche del jueves al viernes santo, porque en esa noche el des-
file de las procesiones no se interrumpe, no me limité a esa
prescripción, sino que apenas dormí el resto de las noches de
la Semana, tratando de ver las principales “salidas” y “entra-
das” de las imágenes a sus parroquias. Pero las principales ocu-
rren todas en esa noche, del jueves al viernes: la Macarena,
que sale a la una de la madrugada de su iglesia de San Gil, el
Jesús del Silencio, que sale a las dos, sin hacer ruido alguno, la
Esperanza de Triana, que sale de su barrio a las 2:15, etc. y
luego, las entradas espectaculares, en la mañana temprano, to-
das acompañadas de gran afluencia de público. Pero en verdad
hay que escoger, pues no sería posible presenciar todas las en-
tradas y salidas, ya que los barrios están separados. Una de las
más bellas retiradas es la de la Esperanza de Triana, cuando
cruza el puente sobre el Guadalquivir en su resplandeciente

82
obras y apuntes

transporte, entre los reflectores de los barcos de guerra que


remontan el Guadalquivir con ese fin.

El Viernes Santo dan fin las procesiones; pero en la ma-


ñana del sábado de Gloria es emocionante presenciar el desco-
rrer del velo que cubre el magnífico retablo dorado de la
catedral, que es el mayor de la Cristiandad y uno de los más
bellos.

Algunos días más tarde, la segunda gran fiesta de Sevilla,


la Feria, da comienzo. En su origen fue una verdadera feria de
ganado; pero hoy en día es principalmente de agricultura. La
Feria es muy sencilla de describir, pero presenciarla es otra
cosa. Se extiende el Ferial en el Prado de San Sebastián, cerca
del parque de María Luisa. El municipio alquila a grupos o in-
dividuos casetas o casillas, que son pequeños pabellones de ma-
dera o de lona, adornados de faroles y banderolas. Cada familia
pudiente, cada Club, tiene su caseta, y se mantienen abiertas
por varios días y noches: allí se bailan, principalmente bailes
populares andaluces y se toma manzanilla. Es frecuente ver y
oír en las casetas muy buenos bailarines y cantaores.

Pero el rasgo distintivo de la Feria es el desfile de carrua-


jes y caballos. De todas partes vienen caballeros y amazonas.
Jóvenes apuestos y orgullosos de sus maravillosos caballos an-
daluces, recorren el ferial con sus novias o amigas montadas a
la grupa. En los carruajes, abiertos, tirados por cuatro y seis
caballos o mulas enjaezadas, pasan los grandes ganaderos y un
buen número de hermosas mujeres vestidas a la flamenca. La
ciudad entera baila; desde los niños que apenas saben caminar,
hasta los ancianos, y es tal el número de castañuelas que sue-
na, que los sonidos se unen para formar uno sólo, y parece que
Sevilla misma es la que toca y canta y baila con un rápido repi-
quetear de tacones.

83
II

TEMAS DE HISTORIA
Y SOCIEDAD
VISIÓN GENERAL
DE LA SOCIEDAD MEDIEVAL

La época medieval, en la Europa occidental, aunque tiene rasgos


característicos de conjunto, no constituye una unidad cerrada. Puede
considerarse como formada por períodos a los que tendencias dife-
rentes imprimen un carácter especial, les dan su equilibrio interno y
determinan su tono de vida. Aun dentro de la Europa occidental exis-
ten diferencias de carácter y de ritmo en el desarrollo de la Edad Me-
dia, por ejemplo entre Francia, Italia y España, o Inglaterra.

Pero nuestra intención es dar aquí una breve visión de conjun-


to, prescindiendo de las diferencias de detalle.

Los períodos en que suele considerarse dividida la época me-


dieval son tres:
1) La temprana Edad Media, que cronológicamente se extiende desde el
siglo IV al V.
2) La alta Edad Media, que abarca los siglos XI a XIII.
3) El periodo final de la Edad Media, en el siglo XIV y parte del XV.

Como ya se ha explicado aquí por los equipos que desarrollaron


los demás temas de este estudio de la Edad Media, el hecho angular
del tránsito de la Edad Antigua a la Edad Media es el debilitamiento
del régimen esclavista y su sustitución por el régimen feudal. Pero el

87
Camila Henríquez Ureña

primer proceso social que tiene lugar en el tránsito de una edad a otra
es la fusión de los elementos romanos con los germánicos, en la épo-
ca de la migración de los pueblos y en los primeros tiempos de la
Edad Media, para formar una nueva comunidad de cultura, por enci-
ma de choques, tensiones y antagonismos. La irrupción de elementos
germánicos que entran en la vida pública y privada de Roma, co-
mienza desde los tiempos de César. La fusión de estos elementos
con los romanos, que conduce a una serie de innovaciones en la
organización del Estado y de la sociedad fue mucho más profun-
do que la adopción por los germanos de ideas e instituciones ro-
manas. El mundo romano en el momento de la inmigración
germánica acusaba un marcado retroceso hacia el ruralismo, al
paso que los pueblos germánicos vivían principalmente de la agri-
cultura. Al final de la Edad Antigua, grandes extensiones de te-
rreno estaban subdivididas en parcelas, confiadas a colonos que
pagaban retribución y que, sin ser esclavos, no eran libres. Estos
representaron los primeros indicios del nuevo régimen económi-
co que había de fundarse sobre el trabajo del siervo y del villano,
semejantes en su condición de explotados. Los señores, dueños
de medios principales de producción, forman -en un sistema ba-
sado en la posesión de la tierra- una nueva nobleza de terrate-
nientes y funcionarios, semejante en muchos aspectos a los
senadores y terratenientes de los últimos tiempos romanos. La
nueva nobleza absorbe los residuos de esos linajes romanos y de
la antigua aristocracia germana, y constituye una clase que hasta
el final del siglo XI es no sólo poseedora de la mayor parte de la
tierra, sino orientadora y acaparadora de la vida cultural, y en
cuyas manos se concentraron todos los poderes del Estado y de
la Iglesia.

La sociedad de la Edad Media reconocía tres órdenes so-


ciales: los guerreros, los religiosos y los trabajadores. La religión
cristiana en este periodo inicial se asegura como religión domi-
nante en Europa – religión del Imperio- y cambia totalmente en
cuanto a su significación primitiva de protesta contra las expolia-
ciones de los poderosos, porque se alía al poder aristocrático. Toda
la cultura de la Edad Media hasta comienzos de siglo XII es de
tipo eclesiástico y de carácter aristocrático, ya que los altos pues-

88
obras y apuntes

tos de la Iglesia estaban en poder de los nobles y los monaste-


rios reciben en su seno casi exclusivamente a los miembros de la
nobleza; con excepción, por supuesto, de los sirvientes y siervos
de dichas instituciones; porque en los monasterios, como en el
mundo secular, existe la división de clases sociales.

La Iglesia se organiza como un señorío más, terrateniente y


guerrero: la fusión de sacerdote y guerrero en una misma persona
era reconocida y admirada, hecho que se puede ver reflejado en los
Cantares de gesta (El arzobispo Turpin; el Obispo Jerónimo). Las
abadías eran muchas veces plazas fuertes. Además, la Iglesia, por me-
dio de préstamos e hipotecas que le entregaban, en caso de insolven-
cia, los bienes de los deudores, en pocos siglos tuvo en sus manos
gran parte del control de la economía feudal. Los monasterios
desde el siglo VIII se convirtieron en avanzadas del comercio y
la industria; fueron fuertes instituciones bancarias de crédito ru-
ral, y organizaron, dice Aníbal Ponce, “la primera economía es-
table, exenta en gran parte de los medios de adquisición violenta
que caracterizaron al mundo feudal”, pues se apoyaba en una
organización racional del trabajo según reglas precisas de dis-
ciplina.

En cambio la economía del señor feudal no se ajustaba a


reglas: vivía del trabajo servil sin plan común, y de la guerra y del
saqueo, que eran su negocio. El castillo del señor no era mucho
más que un lugar de reposo transitorio. Gastaba el señor la for-
tuna que allegaba; el monasterio la acumulaba y acrecentaba. Por
lo tanto, también fueron los monasterios “prestamistas de reyes
y de príncipes”.

El tono de vida de esta aristocracia, su carácter y concep-


ción del mundo, son conservadores y limitados. Se mueven estos
grupos en círculos fijos y no buscan nuevos horizontes: rasgo
que se demuestra en el arte, la ciencia, las costumbres y la propia
economía. Y a pesar de los importantes cambios históricos: Im-
perio, francés, Sacro Imperio Romano germánico, esta forma de
vida no empieza a resquebrajarse hasta el período de la guerra de
las investiduras, que crea una agitación y nuevos impulsos.

89
Camila Henríquez Ureña

Entre los miembros de la aristocracia existían diferencias


de poder y de riqueza; pero con todo formaba, dentro de cada
reino, algo como una unidad corporativa. La relación de fidelidad
hacia el rey o el emperador se concebía como una relación perso-
nal. Con el tiempo esto resultó en el fortalecimiento del sistema
monárquico. La aristocracia fue perdiendo su carácter cerrado
porque las necesidades de la administración y de la guerra fue-
ron agrupando en torno de ella a mayordomos, servidores,
hombres de la mesnada, que habrían de integrar una nueva
clase social: los ministriles: (En España los infanzones, frente
a los “grandes” y “ricos hombres”) que constituirán la baja
nobleza.

El segundo período medieval: la alta Edad Media, será tea-


tro del ascenso de esta nueva clase, que conquista con esfuer-
zo el señorío y los privilegios y exalta e idealiza el tipo de vida
de la nobleza como meta social y personal. En el ideal caballe-
resco se convierte en misión y objetivo de un sistema de edu-
cación el contenido de la vida del hombre noble. En este
concepto entra un nuevo sentido de aventura, un dinamismo
que cambia el tono de la vida medieval.

El cambio se verifica en general a través de las capas so-


ciales: la cultura se extiende; aumenta el número de personas
que tienen acceso a ella (sin que eso signifique que se tenga
idea alguna de lo que es hoy cultura popular). Las ciudades flo-
recen y sin que haya todavía una burguesía como clase comien-
zan a observarse las transformaciones que conducirán a su
integración. Sobre todo, el desarrollo de la producción y de la
economía monetaria, por lo tanto, de la compra-venta de pro-
ductos agrícolas e industriales.

La ciudad se convierte de fortaleza en mercado.

Manifestación del nuevo dinamismo es la gran empresa


de las Cruzadas, que, inspiradas en el primer momento en la
fe, el espíritu caballeresco y la necesidad expansiva de aventu-

90
obras y apuntes

ras, resulta en muy complejas consecuencias importantes para


la economía y para la cultura.

La transformación de la vida se refleja en dos ideas: en


la teología (sistemas de Tomás de Aquino y Buenaventura), en
las corrientes ascéticas (heréticas a veces) y la fundación de
nuevas órdenes religiosas: en la creación de las Universidades,
y también en la eclosión de un nuevo deleite y goce de la vida
terrenal, que se retrata en la literatura narrativa y la poesía
trovadoresca, las que se expresan, no ya en latín, sino en len-
gua vernácula. Hasta la mayor creación literaria culta del pe-
ríodo, La Divina Comedia de Dante tiene dos características
novísimas: esta escrita por un seglar, y en lengua vulgar.

Notemos los signos de transformación que aparecen en la


educación aunque sigue en manos de la Iglesia, pasa de los mo-
nasterios al clero secular, porque se hace necesario enseñar en
las ciudades, donde radica la creciente burguesía.

La fundación de las Universidades obedece a tales condi-


ciones porque “aunque nominalmente eclesiástica, la universi-
dad era, por su espíritu, seglar” y abrirá a la burguesía (al menos
a la burguesía rica) la participación en beneficios que hasta enton-
ces no había podido disfrutar. Todo indica que ya la época de ma-
yor poderío de la Iglesia estaba en su fin.

Este período culminante de la Edad Media, se caracteriza por


su tono de vida impetuoso y expansivo a diferencia del primer pe-
ríodo, conservador y limitado.

El tercer período es la disolución de la Edad Media. Es el que


Huizinga presenta en su obra “El otoño de la Edad Media” y lo
caracteriza como una época que sicológicamente no conoció el tér-
mino medio; extremista y apasionada, sin frenos poderosos de la
razón a las emociones primarias, pero aficionada al brillo, al color
y al refinamiento externo; en una palabra: una especie de período
barroco de la Edad Media.

91
Camila Henríquez Ureña

Hechos fundamentales de esta época final son: la decadencia


de los poderes supremos de la Cristiandad: el Pontificado – que se
debilita como poder espiritual aunque subsiste como poder econó-
mico; y el Imperio que como potencia universal desaparece.

Con esto coincide la decadencia de la caballería, en su forma y


función típica, porque se hace anacrónica frente a nuevas armas y al
nuevo tono de vida que toma la sociedad.

La burguesía, sin que aún exista con conciencia de clase, se de-


sarrolla ampliamente en las ciudades y va ganando influencia política
el elemento: artesanos e industriales, que ha de integrar la pequeña
burguesía. Aunque la dirección de todos los asuntos sigue en manos
de los antiguos linajes, ya son numerosos los hombres que se elevan a
igualarlos en rango, por medio de la riqueza. Este ascenso de amplias
capas populares sigue al progreso de la economía monetaria. Aumen-
tan ahora las posibilidades de acceso a la cultura. El hombre de estu-
dios empieza a pesar en la sociedad. Al título de Doctor se le conceden
prerrogativas y derechos iguales que el de Caballero, porque los hom-
bres cultos se hacían indispensables a los príncipes y a las ciudades
dadas la complicación creciente de las funciones administrativas y di-
plomáticas.

La pequeña burguesía vive aún en condiciones muy humildes y


aun míseras; pero a través de insurrecciones ha arrancado a los no-
bles cierta participación en el gobierno de las ciudades y tiene cierta
seguridad – que le dan sus agrupaciones gremiales- y aun cierto orgu-
llo profesional.

Las actividades del comercio al por mayor y las bellas artes tie-
nen gran libertad y comerciantes y artistas se codean con los nobles y
llegan a veces a una vida principesca. Una capa intermedia de pobla-
ción urbana bastante numerosa vive en un plano anteriormente inase-
quible a los que no fueron nobles. Por otra parte los nobles menos
ricos muchas veces se veían obligados a trabajar como los burgueses
si querían comer. Hay un como un reajuste de capas sociales.

El tono de vida de esta época movida en considerable propor-


ción por la capacidad y tenacidad burguesas, difiere mucho del de los

92
obras y apuntes

dos períodos anteriores. Es mas basto, pero más vital, como se ve en


las manifestaciones culturales, que si presentan rasgos de vulgaridad,
también cobran nueva frescura y animación. El Renacimiento, el Hu-
manismo, la Reforma, que suelen contraponerse a los movimientos
típicamente medievales, van a surgir de estas mismas fuerzas que fe-
cundaran la vida del ultimo período de la Edad Media.

93
E DAD M EDIA ESPAÑOLA

En la estructura general de la Edad Media española predomina


en un principio la explotación de los trabajadores: labriegos libres y
siervos, en el campo; en las ciudades, los artesanos. Poco a poco, se
van extinguiendo las clases serviles. Al principio en los reinos cristia-
nos luchan los siervos contra los señores. Pero, paralelamente al pro-
ceso de extinción de la servidumbre va formándose y creciendo una
pequeña burguesía de hijosdalgo: los pequeños señores, letrados y
caballeros de las villas.

A medida que esta clase crece y se desarrolla, las luchas principa-


les no son ya las de los siervos contra los señores, sino las de los
hijosdalgos y pequeños poseedores de las comunas y las villas –los
villanos- contra la nobleza y el clero. Nobleza y clero habían conse-
guido del poder real aumentos de sus privilegios y de sus riquezas
territoriales fruto de conquistas y donaciones en la guerra contra los
moros. Ese poder económico lo utilizaron los nobles contra la misma
monarquía, para alzarse contra el poder político. La monarquía, en
sus luchas contra una nobleza enriquecida y ensorbercida, tuvo que
aliarse con los antiguos siervos, cultivadores pobres, artesanos y vi-
llanos, y ceder muchas veces ante sus demandas de igualdad. Pero las
concesiones obtenidas en el orden jurídico no se traducían económi-
camente en mayor bienestar, sino que la relación de dependencia eco-
nómica de esas clases sociales respecto de la nobleza y el clero seguía
siendo tan dura como la antigua dependencia personal: no las redimía

95
Camila Henríquez Ureña

de los impuestos: la tasa, el diezmo y el tributo. Por eso son pobres


esas clases sociales –incluso los hidalgos- y su necesidad y su meta es
hacer dinero, puesto que su falta es lo que los mantiene en inferiori-
dad, que en cuanto a honra, son iguales al más alto, “dineros menos”.

En la literatura tenemos el reflejo de esta situación: A) En el


Poema del Cid, donde se libra la batalla “por el pan”, y por ese medio
sube el hidalgo al plano que merece por su altura moral: por encima
de la nobleza engreída, que queda vencida y ridiculizada. El rey en-
cuentra su apoyo mejor en este tipo de hidalgo. Pero recordemos que
el hidalgo es un guerrero por doble necesidad (a la guerra me lleva, mi
necesidad.....) Todavía esta psicología se demuestra en la conquista de
América.

B) En la figura del hidalgo pobre que aparece en varias obras


famosas: Lazarillo, el Quijote mismo. C) En las obras dramáticas
(Lope, Calderón, etc.) en las que el Rey da la razón a los villanos (el
pueblo) frente a los nobles (la clase militar).

La nobleza misma entra, en su mayoría, en la decadencia econó-


mica que se inicia a fines del siglo XIV, motivada por el desarrollo de
los procedimientos de producción de la artesanía por el crecimiento
del comercio, y por la disminución de los beneficios (y productos) de
la tierra, y frente a los privilegios de la nobleza alzó su autoridad la
monarquía, no sin luchas.

En los municipios y concejos, al amparo de la autonomía que se


sostiene en los Fueros, fue naciendo otra clase que podría llamarse
media, de comerciantes y artesanos, con insuficientes talleres en
obradores, que acrecentaba su poder a medida que alcanzaba a poseer
mayor riqueza mueble, esa clase, en competencia con los señores, se
convertía en propietaria territorial, y de sus filas nacían los letrados,
que acentuaron el proceso de laicización de la cultura. Las mayores
luchas y crisis de este tipo: luchas de los señores por mantener pre-
eminencia y lucha de la clase media, tienen lugar bajo los reinados de
Juan II y Enrique IV.

Las condiciones económicas favorecen la aparición de esta clase


que se llama “estado llano” y burguesía luego, así se efectúa la transi-
ción de la E. Media al Renacimiento.

96
obras y apuntes

Pero con los Reyes Católicos el cuadro cambia; ellos imponen


en España el absolutismo imperial y el absolutismo religioso. 1) De-
sarrollan una política de conquista dentro y fuera del país. 2) Realizan
la expulsión de los judíos (y más tarde de los árabes) con grave daño
para la cultura y la economía nacionales, y desencadenan la persecu-
ción religiosa, a través del establecimiento de la Inquisición. 3) Anu-
lan la influencia de las Cortes, y ahogan la personalidad de las regiones
españolas llegando a una rígida centralización, con abolición de los
fueros u destrucción de los municipios: (Cabildos). Esta monarquía
absoluta –después de sojuzgar algunas rebeldías de los grandes seño-
res- (órdenes de caballerías: Santiago, Manresa, Calatrava), se disocia-
rá de la pequeña nobleza, de la burguesía naciente y de los campesinos,
y sus medidas provocarán bajo Carlos I, la guerra de las Comunida-
des, (primera revolución liberal burguesa de Europa) y la de las Ger-
manías, (Levante) llevada a cabo por fuerzas populares mandadas por
artesanos. Ambas fueron vencidas por los ejércitos de la Monarquía.

El espíritu de esas luchas se refleja en la literatura de la Edad de


Oro, perpetuando señas nacionales de gran vigor. Romancero, las lu-
chas del pueblo con los grandes señores, el Rey (nacional) (Carlos I
no lo es) aliado del pueblo y dotado de virtud moral: es una forma de
trascender la realidad (reacción).

97
CONCEPTO DE LA NOVELA HISTÓRICA .
S US DIFERENTES TIPOS .
SU DESARROLLO HISTÓRICO.
LEYENDA E HISTORIA .

Tantas producciones insípidas y deshilvanadas han desacredi-


tado el nombre de la novela histórica, que no sin temor venimos
hoy a inaugurar este breve curso de lecciones en las que se preten-
de lanzar una rápida ojeada sobre el vasto campo de las relaciones
entre la historia y la novela. Porque el género novela histórica, a
causas de su dignidad gravemente lesionada por el trato de cultiva-
dores incompetentes se ha hecho acreedor nada menos que a la
pena de expulsión de los dominios de la literatura, pronunciada
por jueces estrictos; y no ha faltado algún fiscal implacable que
haya pedido para él la pena de muerte sin recurso de apelación.

Sin embargo, creemos que no existe forma literaria, o arte, o


ciencia pues de los tres modos podemos considerarla, tan estre-
chamente unida a la novela como la historia; y no ha existido un
sólo historiador verdaderamente grande, de esos que se leen y se
leerán siempre sin dejar caer el libro, desde Tito Livio hasta Agustín
Thierry, de Fernán Pérez de Guzmán a Guillermo Ferrero, que no
haya poseído en alto grado el feliz don de narrar, esencial para el
novelista. En las épocas primitivas, antes de que el espíritu cientí-
fico hubiera penetrado en el campo de la Historia, que originaria-

99
Camila Henríquez Ureña

mente es una de las Bellas Artes ¿quién hubiera podido separar en


los tratados lo que propiamente debía llamarse histórico, de lo
novelesco, - de lo romancesco, que da, para nosotros, a la Histo-
ria de aquel período el carácter de leyenda, de esa mezcla de fanta-
sía y realidad que suele expresar mejor que una exposición escueta
el sentido humano de un hecho, porque no se limita a dárnoslo
como sucedió, sino nos lo interpreta? El poeta León Felipe así nos
habló de leyendas: la venta de las joyas de Isabel la Católica, Hernán
Cortés quemando sus naves ….. Tales no fueron los hechos; ¿qué
importa, si ese fue su significado?

Emerson decía que la historia es biografía. Nunca ese con-


cepto ha podido sonar tan verdadero como hoy. El actual entu-
siasmo por la biografía ha desarrollado el género como rival
victorioso de las clásicas formas de la historia (crónica o tratado)
pero al mismo tiempo la ha asimilado a la novela. Una conocida
colección de biografías española se da el título de “La Novela de
los Grandes Hombres”. La biografía constituye la variante más
actual de la novela histórica y desempeña en parte el papel que a la
poesía épica corresponde en los pueblos de ayer. Es una nueva
manifestación del culto de los héroes que ahora pasan a ser mun-
diales en lugar de nacionales.

Toda novela es narración de aventuras. Lo es la historia. Lo


es en el fondo, toda obra literaria. De la crítica misma decía aquel
crítico refinado que fue también exquisito novelista, Anatole
France, que era un contar las aventuras de su alma entre obras maes-
tras.) La narración de los hechos, enriquecida por la fantasía, ya
para recreo, ya con fin moralizador, dio, desde muy temprano en la
vida del mundo, motivo al cuento, mítico y trascendental en su ori-
gen. Otra narración más vasta acompaña a las antiguas civilizacio-
nes: es la epopeya, que habla primero de los dioses, y luego de los
dioses y de los hombres, sin acertar a señalar límite entre lo divino
y lo humano, porque narra cosas muy antiguas, y después de siglos
de siglos ¿quién recuerda cuándo el dios fue hombre y cuándo el
hombre se convirtió en Dios?.

La epopeya tiene raíces muy hondas, que descienden al fon-


do del alma de los pueblos; oculta misterios étnicos y genealógicos,

100
obras y apuntes

conflictos de razas y de los pueblos, aspiraciones místicas, símbo-


los medio borrados ya. Extrae de la realidad efímera la esencia in-
mortal, y su autor mismo, Vlamiki el hijo de los bosques u Homero
el de las siete ciudades, o Virgilio mago y profeta; se hace tan
mítico como sus héroes. La epopeya es vasta por el sentido, heroi-
ca por los personajes, sobrenatural porque interpreta la vida hu-
mana frente a los poderes misteriosos que están más allá de sus
fuerzas. Se mantiene a una altura que logra interesar a los hombres
de todos los tiempos. Lo extraordinario no es siempre su asunto,
sino la manera de tratarlo, que presta a los hechos una significa-
ción mucho más alta que la material, que convierte el tema de la
fundación de una colonia troyana a orillas del Tíbet en un eslabón
que una las predicciones del pasado con las esperanzas del futuro,
y la guerra ante Troya en alguna polvorienta llanura del Ais, es una
manifestación de la justicia cósmica.

La epopeya es eminentemente objetiva. La personalidad del


poeta se abisma en el espíritu colectivo, y sea quien sea el autor se
hace pueblo para cantar la del pueblo. Luego cuando la literatura
antigua se hace más personal, se pierde ese objetivismo de la na-
rración. La epopeya se hace cada vez menos vigorosa. En parte
muere y en parte se transforma, se mezcla con la lírica o con la
filosofía o con la historia, o pasa a ser, de narrativa, activa, cuando
con Kalidasa o con Esquilo los dioses y los héroes suben a la esce-
na.

Todas esas transformaciones de la narración las presencia la


Edad Antigua, pero no aparece entonces la novela. Dice Albert
Thibandet que los griegos desconocían dos vivos placeres nues-
tros: fumar y leer novelas. En primer lugar las narraciones de la
antigüedad, tanto los cuentos como la poesía, eran recitadas en
público, constituían una literatura oral; en segundo lugar, la novela
como la concebimos nosotros es un género esencialmente moder-
no y occidental. Nada hay en la antigüedad que corresponda a ella
con exactitud. El Critias de Platón, la Ciropedia de Jenofonte, el
Satiricón de Petronio, las Metamorfosis de Apuleyo, y las narra-
ciones de aventuras y de amores, bizantinas y orientales, son ex-
cepciones incompletas, que no llegaron a constituir el género

101
Camila Henríquez Ureña

novelesco. Este supone el libre juego de la imaginación personal


adueñándose de la realidad, y ese reino no había venido todavía.

La Edad Media es la que abre el camino a la novela. De las


narraciones célticas del ciclo bretón, llenas de aventuras armonio-
sas y de análisis sentimental, brota una corriente novelística que
aún perdura y crece. Las narraciones célticas en su origen se ha-
cían todavía oralmente, y se cantaban, pero en parte se hacían en
prosa y no tardaron en escribirse. Así dejaron de pasar por boca de
los juglares y se hicieron novelas, romans, en el sentido moderno
de la palabra.

Los romans bretones representan la entrada en la escena li-


teraria de la raza céltica, soñadora, apasionada, tan capaz de exal-
tación fogosa como de infinita desesperanza, y profundamente
poética. Una viva simpatía por todo lo que existe le hace sentir en
la naturaleza un temblor de sensibilidad humana. Las narraciones
célticas traen a la literatura las deslumbrantes aventuras de los ca-
balleros de la Tabla Redonda, el misterio del santo Grial y sus guar-
dianes místicos, y en ese marco de historia legendaria, las más bellas
historias de amor que ha leído el mundo. En esas novelas en ger-
men aparece por primera vez al amor como sentimiento fatal, pro-
fundo y ardiente, pasión que llena la vida y es toda su dicha o su
infelicidad. Puede ser tipo de estas narraciones la novela de Tristán
e Isolda que tantas formas y versiones ha alcanzado, desde Chrestien
de Troyes hasta Wagner. “Señores; quereís oír una bella historia de
amor y de muerte? Es la de Tristán y de Isolda la Reina. Escuchad
como se amaron, en gran alegría y en gran dolor, y como murie-
ron luego, en un mismo día, él por ella y ella por él”.

Esa literatura novelesca del amor gira, naturalmente, en tor-


no a la mujer. Penetra en la feudalidad ruda del Norte tras aquella
fatal princesa Alienor de Aquitania que venía del Sur, envuelta en
la poesía de los trovadores, y que fue sucesivamente reina de Fran-
cia y de Inglaterra, legando a sus pueblos una herencia de muerte.
A su segundo esposo, Enrique II de Inglaterra, dedica la más anti-
gua mujer novelista de Europa, María de Francia, su colección de
narraciones, la más rica que de ese período poseemos: los Lais.

102
obras y apuntes

El Cristianismo y la sociedad feudal habían elevado a la mu-


jer a la plenitud de un ser humano, sacándola de la vida a medias
en que la aprisionó la antigüedad. En la Edad Media reina como
señora en círculos y cortes literarias y se convierte en heroína glo-
rificada de las novelas amorosas. De Isolda y Ginebra hasta
Dulcinea la mujer es el eje ideal de la ficción narrativa. La novela
empieza a leerse en la cámara femenina ante un grupo de mujeres
que escuchaban o ante una sola mujer que oye o que acompaña la
lectura, y de la lectura del amor suele brotar el amor, como en el
episodio inmortal de Paolo y Francesca da Rímini, contado por
Dante: (habla ella, en el Infierno).

“Leímos un día, por pasatiempo, las Aventuras de Lancelot


y de qué modo cayó en las redes del amor. Estábamos solos y sin
sospecha alguna. Aquella lectura hizo que nuestros ojos se busca-
ran muchas veces y que palideciera nuestro semblante; mas un solo
pasaje decidió de nosotros. Cuando leímos que la sonrisa deseada
fue interrumpida por el beso del amante, éste, que ya jamás se se-
parará de mí, me besó tembloroso en la boca. El libro y su autor
nos sirvieron de intermediarios; aquel día, ya no leímos más”.

Dice Thibandet que con esos célebres versos, el más grande


de los poetas ha sellado luminosamente el acta de nacimiento de la
novela.

La poesía épica de la Edad Media la engendra. Esta poesía


está constituida por composiciones de carácter histórico que se
producen en diversos pueblos de la Europa medieval hacia la mis-
ma época y que nos han dejado como herencia, por una parte, los
poemas que han sido llamados nacionales, constituidos en torno a
un héroe que personifica el ideal y la esperanza de esos pueblos en
aquel momento histórico. Rolando, Sigfrido, el Cid… y por otra
parte un haz de leyendas en torno a ciertos héroes representativos
como las del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, lo
que suele llamarse el Ciclo bretón. Los poetas son algo como una
historia poética de cada pueblo, Nacional es su asunto y su forma,
popular su lenguaje, que no es otro que la naciente habla de las
naciones modernas, y la personalidad del autor, siempre descono-
cido, no se destaca con carácter individual. Esta inspiración épica

103
Camila Henríquez Ureña

tuvo por primer instrumento la forma métrica, pero luego tomó


la prosa como medio de expresión. Así nació la expresión. Así
nació la novela caballeresca; la primera novela europea occiden-
tal. Todos los libros de caballerías son transformaciones de algún
poema existente perdido de los ciclos antiguo, carolingio, bretón,
o aislados.

Esta primera manifestación de la novela, tiene, pues, una base


histórica más o menos próxima, más o menos legendaria, porque
es una transformación de la épica. En la misma antigüedad parece
que hubo ejemplos de esa derivación de la épica, a juzgar por el
descubrimiento que en 1893 hizo Wilcken de una obra en prosa
que narra los amores de Nino el rey asirio con una mujer que, aun-
que no se le da ese nombre, podría identificarse con Semíramis.
Esta obra, que ha sido llamada la Ninopedia está copiada en un
papiro egipcio del siglo I, y demuestra claramente su carácter épi-
co en muchos fragmentos.

Los libros de caballerías tienen en su origen ese carácter in-


deciso entre épica, historia y novela. El título mismo lo expresa.
La Crónica de Turpin es el primer libro de caballerías en prosa. La
Crónica Troyana es una novelización de las historias griegas. Pero
este primer florecimiento de la novela pronto se aparta de sus fuen-
tes para dar campo a la más desenfrenada invasión; el contenido
histórico se hizo nulo, se infringieron todas las leyes de la reali-
dad, y se expuso en ellos el más alto concepto del mundo y de la
vida. Con el final de la Edad Media decayeron esas novelas, que
representaban lo externo de la vida social en lo poco que de reali-
dad les quedaba, y que no respondían al espíritu colectivo, sino
sólo al de una clase social, y muy perfectamente. El siglo XVI trajo
a la novela nuevos motivos, y le indicó nuevos rumbos. Pero es el
caso que hasta ese momento no hubo otra novela, y que los hom-
bres de más firme mentalidad y más vasta cultura se complacían en
leerlas. ¿No confiesa Juan de Valdés en su Diálogo de la Lengua,
haberlas leído todas? Es que el libro de entretenimiento siempre
obtiene lectores. Las novelas interminables de aventuras siempre
tienen público, y la novela histórica popular de Alejandro Dumas
y de Eugenio Sue, o nuestros libros de detectives o de piratería,

104
obras y apuntes

nos dan una misma fusión de la historia con la imaginación que


desembocaba en el predominio absoluto de la fantasía.

Sin embargo, en estas novelas que podemos considerar como


el inicio de la novela histórica había una potencialidad oculta. De-
cía el portugués Francisco Rodríguez Lobo, “Corte en aldea” y
Noches de Invierno”, que esas fabulosas historias eran superiores
a las verdaderas, en apoyo de la opinión de Aristóteles de que la
poesía aventaja a la historia: “En el libro fingido cuéntense las co-
sas como era bien que fuesen y no como sucedieron, y así son más
perfectas, descríbese el caballero como era bien que los hubiese,
las damas cuán castas; los reyes cuán justos; los amores cuán ver-
daderos; los extremos cuán grandes; las leyes, las cortesías, el trato
tan conforme con la razón… En cuanto al retrato y ejemplo de la
vida, mejor se coge de lo que un buen entendimiento trazó y siguió
con mucho tiempo de estudio, que en el suceso que a veces se al-
canzó por mano de la ventura sin que la diligencia ni ingenio pu-
sieran algo de su caudal”. Esta descripción no cuadra , entre los
libros de caballerías, más que al Amadis de Gaula, pero en cambio;
qué bien presenta las posibilidades del género. Cervantes expone
un plan semejante de poema épico en prosa, por boca del Canóni-
go; que en tales libros hallaba “una cosa buena, que era el sujeto
que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse
en ellos; porque daban largo y espacioso campo donde sin empa-
cho alguno pudiese corre la pluma, describiendo naufragios, tor-
mentos, reencuentros y batallas, pintando un capitán valeroso, con
todas las partes que para ser tal se requieren … pintando, ora un
alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama,
aquí un caballero cristiano…acullá un desaforado bárbaro fanfa-
rrón, acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado… Ya puede
mostrarse astrólogo, ya cosmógrafo excelente, ya músico, ya inteli-
gente en las materias de estado, y tal vez le vendría ocasión de
mostrarse nigromante, si quiere. Puede mostrar las astucias de
Ulises, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de
Héctor; la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia
y verdad de Trajano, la fidelidad de Zópiro, la prudencia de Catón,
y finalmente todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a
un varón ilustre; ahora poniéndolos en uno solo, ahora dividién-

105
Camila Henríquez Ureña

dolo en muchos, y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y


con ingeniosa invención, que tire lo más que fuese posible a la
verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos colores
tejida, que, después de acabada, tal perfección y hermosura mues-
tre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es
enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho; porque la es-
critura desatada de estos libros da lugar a que el autor pueda mos-
trarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas las partes que
encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y
de la oratoria; que la épica también puede escribirse en prosa como
verso”.

Cervantes al hablar así traza su plan de lo que debe ser la


novela, y la devuelve a la epopeya por la vastedad de la concep-
ción. En 1640 crea la obra definitiva del género novelesco, aquella
que ha elevado esa forma literaria al rango a que Homero y Dante
elevaron el género épico. El Quijote es, en antigüedad y en calidad,
la primera de las grandes novelas.

Este concepto de la novela es difícil de definir. Apenas cons-


tituye un género: todo cabe en él. Es como un fondo común, inde-
terminado, de sustancia literaria; la vaguedad la caracteriza. No tiene
unidad de composición. Esa unidad sólo se ve en la época clásica
en el tipo breve de las novelle italianas y las Novelas ejemplares de
Cervantes, próximo al cuento. Pero la gran novela dispone, por
encima del drama, del tiempo y del espacio; por encima de la poe-
sía, de la extensión: es como una Suma, la suma de las observacio-
nes del autor sobre todo el espectáculo humano. Creemos posible
afirmar que esa es la verdadera naturaleza de la novela. Por lo me-
nos, las grandes obras representativas del género son de esa natu-
raleza; lo mismo Don Quijote que la Guerra y la Paz, lo mismo
Los Miserables que Juan Cristóbal o Los Hermanos Karamazov o
el conjunto de la Comedia Humana y de la historia de los Rougon-
Macquart, o la de Manhattan Transfer. Ese concepto amplio en el
que la novela puede afrontar el problema supremo del destino hu-
mano y de dar a sus personajes carácter de héroes y de símbolo,
como la tragedia y la epopeya, nos parece del todo diferente del
que se puede aplicar a las obras de composición metódica, sin epi-
sodios distintos, regidas por una lógica estricta, faltas de flexibili-

106
obras y apuntes

dad, como Humo de Turguenev y una buena parte de la novela


francesa, que podrían constituir un género aparte.

La novela, pues, nacida de la poesía épica, de un fondo co-


mún con la historia, se liberta, se amplía, y se multiplica por los
más diversos caminos del realismo y de la fantasía. ¿Cuáles van a
ser en lo adelante las relaciones entre la historia y la novela?

Dos aspectos tenemos que considerar para definirlas. El pri-


mero es el desarrollo de la novela desprendida de las crónicas na-
cionales e injertado en la literatura caballeresca. Ese tipo de novela,
en Francia, y en Inglaterra no se diferencia del caballeresco, sino
es absorbido por éste. Pero no sucede así en España, donde se
forma una primitiva novela histórica completamente autóctona. Se
conserva una transformación novelesca del ciclo épico de la Pérdi-
da de España, que se titula “Crónica del Rey Rodrigo con la des-
trucción de España” y es un libro de caballerías de nueva especie,
a la vez que la más antigua novela histórica de asunto nacional que
posee la literatura española. Data de 1403, y su autor es Pedro del
Corral, que era un hombre de ingenio y escritor de estilo bastante
ameno. Cuenta toda la historia del Rey Rodrigo; sobre todo, sus
amores con la Cava, con mucho adorno novelesco: de allí había de
pasar su narración, íntegra, al Romancero, volviendo, enriquecida,
de la novela a la épica.

El camino iniciado por Pedro del Corral no fue inmediata-


mente seguido por nadie. Sólo se tradujeron del francés algunos
libros de caballerías en que predominaba el elemento histórico,
como la “Historia de la Doncella de Francia” y una crónica
novelada de la vida de Bertran Duguesclin mezclada con historia
sagrada y mitología y caballería.

Durante el siglo XVI, al calor de los romances fronterizos,


se producen los notables ensayos de novela morisca española: La
Historia de Abindarraez y de la Hermosa Jarifa, anónima, Las gue-
rras civiles de Granada y Ginés Pérez de Hita, cuyos autores trasla-
daron a la novela el caudal de la poesía épica más próximo a su
tiempo en forma sencilla, y delicada. En la conquista de América,
tenemos los Comentarios Reales del Inca” Garcilaso. En el cuadro
de la novela histórica en la Edad Moderna, sólo se pueden colocar,

107
Camila Henríquez Ureña

además esas obras de intención didáctica y política, que carecen


de verdadera acción novelesca y fueron hechas para doctrina de
príncipes, que tienen como clásico modelo “La Ciropedia” de
Jenofonte. Entre ellas se encuentran como ejemplos destacados el
Marco Aurelio de Fray Antonio de Guevara; el Telémaco de
Fenelón, que revela sus lazos con la épica, y el Numa Pompilio del
Caballero de Florián.

La novela se desarrolla en otros sentidos: se hace sentimen-


tal pastoril, adquiere vívido carácter realista en el género llamado
picaresco; se hace psicológica, filosófica, auto-biográfica, perdiendo
su objetividad; y en tanto la historia se va apartando de la literatu-
ra para hacerse seca materia de texto escolar, que tiene vida pobre.

Pero el espíritu que animó la épica nacional no podía desapa-


recer de Europa, está en el fondo del espíritu de sus pueblos. El
espíritu de la poesía caballeresca se combinó con los primeros des-
tellos de la adivinación arqueológica, la nostalgia de las cosas pa-
sadas y la observación realista de las costumbres tradicionales, para
engendrar en los inicios del siglo XIX el florecimiento de la novela
histórica del Romanticismo, que es la que por antonomasia se de-
signa con el nombre de novela histórica.

Bajo el desbordamiento de la invención romántica, la novela


individualista se transforma en lírica, la novela de costumbres se
hace pintoresca, pero la novela histórica se va a desarrollar como
una forma nueva, que parecerá eclipsar todas las demás. Con los
románticos el interés pasa de los hechos al ambiente, al color: en
lugar de narración apócrifa, la novela quiere convertirse en pintura
exacta, en evocación. Es en la novela donde se despierta el sentido
de la historia. Walter Scout va a resucitar la Edad Media, céltica,
francesa o española, dándole brillo incomparable, y Victor Hugo
va a crear la obra maestra del género en Francia en Nuestra Señora
de París, que inaugura la novela de la ciudad, nunca hasta enton-
ces intentada, porque el protagonista de ese libro no es ninguno
de sus borrosos personajes, sino París, monstruoso, seductor y te-
rrible, bajo la sombra de su catedral. Ese género, la novela urbana,
ha de perdurar hasta nuestros días, rico y variado, en obras como

108
obras y apuntes

Cosmópolis de Bouget; Las Tres Ciudades, de Zola; Brujas la Muer-


ta, de Rodenbach y Manhattan Transfer, de John dos Passos.

El romanticismo quiso revivir la epopeya del pasado, pero


del medio más que de los hechos. Víctor Hugo crea en la novela de
la gran catedral más que una historia humana, una epopeya de la
piedra, que cobraron vida. Legiones de artistas y de arqueólogos
se lanzaron a fantásticas reconstrucciones; los historiadores se apa-
sionaron, y hasta los paisajes cobran vida por los recursos históri-
cos. “Necesito, -decía Chateaubriand, - viejos desiertos que me
devuelvan los muros de Babilonia y las legiones de Farsalia”. Y
aún Flaubert declara: “No comprendo los países que no tienen
historia, Por el Museo del Vaticano daría todos los glaciares de
Suiza”. Descendieron de las islas británicas los heraldos más fer-
vientes y poderosos de la fe romántica en sus fases decisivas. Ossian
el lúgubre, Byron, el poeta de las tempestades, Walter Scott que
insuflaba a las ruinas nueva vida y devolvía a los caballeros de an-
taño las aventuras olvidadas, a damas y castellanas los perdidos
amores. No creador verdadero, pero sí evocador de vida y suscitador
de energía, que reanimó en toda Europa, con su pasión, el vigor de
la Edad Media. “Hay que estudiar la historia en Walter Scout, -
decía M. de Guerin- él la enseña mejor que todos los historiado-
res.” La ciencia histórica aprende de los románticos una lección
que nunca debía olvidar: que no deben predominar los hechos so-
bre el espíritu. Diluviaron entonces en toda la tierra romances his-
tóricos, dramas, novelas, leyendas históricas. El duque de Rivas,
Schiller, Alfredo de Vigny, Manzini, Bécquer y Lara. Se tenía la
impresión de una gran epopeya histórica que se desenvolvía nue-
vamente como un coro sinfónico solemne en el que se unían las
voces de todos los pueblos de Europa. Llega hasta América:
Enriquillo, y se cayó en la inevitable popularización con la novela
pseudo-histórica de aventuras: Dumas.

Pero el romanticismo se contentó con obtener una impre-


sión general de la época pintada. Los aventureros y las heroínas de
Walter Scott podían viajar por las highlands y conspirar en las bi-
bliotecas de sus castillos, amar y luchar en los torneos a su placer
sin estar sujetos a un régimen estrecho de policía histórica. Si una
belleza de la época peinaba anacrónicamente sus cabellos, o sus

109
Camila Henríquez Ureña

joyas eran inverosímiles, esos detalles podían perdonarse. Cuando


la evolución de las tendencias literarias a fines del siglo pasado
trajo el predominio del realismo, los objetos más insignificantes
pasaron a representar en las obras un papel de personajes. El ana-
cronismo pareció intolerable, y como quiera que la historia no per-
mite escrutar la realidad como se hace en el presente, el destino de
la novela histórica empezó a parecer dudoso: unos, en nombre del
naturalismo, la creían destinada a la desaparición total; otros trata-
ron de obviar sus defectos transformándola en un fruto de largas
y pacientes investigaciones arqueológicas. George Ebers, George
Eliot en Romola, Théophile Gautier en la Historia de una momia
y sobre todo Gustavo Flaubert en su incomparable Salambó, pin-
taron el paisaje histórico con los pinceles de la escuela naturalista,
recogiendo con minucioso estudio los elementos del cuadro en
monumentos, inscripciones, crónicas y archivos. El hecho presen-
tado como histórico debía presentarse con verdad estricta.

Pero no podía permanecer estática la novela histórica, y de


entonces acá, bajo la influencia de los cambios traídos por las últi-
mas catástrofes históricas, la hemos visto transformarse en novela
política, para narrar los hechos contemporáneos con un fin de re-
novación social. Así las novelas de la gran guerra, las de la Revolu-
ción rusa, y las que hoy reflejan las inquietudes político-sociales
del momento, aun encubriéndolas a veces con el vestido de hechos
históricos del pasado, como la Anabasis de Saint-John Perse.

Además, como el movimiento de la literatura actual progre-


sa hacia el interior del hombre y lo subjetivo domina sobre lo
objetivo, la novela histórica de la vida individual, o sea, la biogra-
fía novelada, ha venido a ocupar un plano superior al de la novela
histórica en cuanto a popularidad.

Para asumir el concepto de novela histórica, diremos que la


característica peculiar de la novela histórica es su significación de
época y sus relaciones con los hechos. El propósito de esta novela
no es precisamente la simple reconstrucción de un hecho o de un
período histórico. Es restaurar el pasado y hacerlo vivo; no sólo
revivirlo, sino revivificarlo. El autor de la novela histórica no es
un historiador. Su obra no es un tratado de historia: emplea los

110
obras y apuntes

hechos históricos como base para su más alto propósito: darles


una significación de vida que no puede lograr el historiador. No
trata de hablar cobre los personajes ni informarnos de sus haza-
ñas. Su labor es de caracterización e interpretación. En esto se di-
ferencia de la novela de otro tipo y trata de realidades del pasado
del mundo.

Para relacionar la novela con lo que sabemos de la historia,


evocaremos la historia de los períodos y de los hechos que consti-
tuyen el marco de la novela en cada caso. Así, los alumnos se fami-
liarizarán con esos hechos o recordarán aquellos que el tiempo haya
enturbiado en su memoria para la mejor comprensión de la novela.

Y lo que significamos de los hechos escuetos es igualmente


cierto sobre las ideas filosóficas, religiosas y sociales que en la no-
vela se refieren a un período histórico determinado.

En cuanto a las síntesis históricas que precederán a la pre-


sentación rápida de las obras literarias, se referirán al conjunto del
período; aunque cada novela, por supuesto, no puede referirse más
que a una parte limitada de dicha época histórica.

Podemos decir que los primeros documentos históricos son


las huellas de los fósiles en las rocas, y las rocas mismas. El hom-
bre ha descifrado y sigue tratando de descifrar la historia de la vida
en ese libro de piedra. Poco a poco va interpretando pasajes que le
permiten ir construyendo la narración de los comienzos de la vida,
del despertar de la especie humana. Hace poco más de un siglo,
nuestros antepasados no sospechaban esa historia. Cada pueblo
había creado un génesis mitológico, y había olvidado los hechos
reales en que se basaba su leyenda: el mito de Osiris, el soplo de
Brahma, el Caos fecundo, el Fiat lux, el Jardín del Paraíso, vagos
recuerdos ancestrales transfigurados por la fantasía. Entre tanto,
durante incontables generaciones, el gran libro de las rocas yacía
ignorado bajo nuestros pies, y el advenimiento de la especie huma-
na, como la formación del Universo entero, se aceptaba como obra
mágica, expresión de la enigmática voluntad de los dioses.

111
Camila Henríquez Ureña

Algunos sabios de la antigüedad conocían los fósiles.


Eratóstenes habló de ellos en Alejandría, y sostuvo discusión con
otros sabios, en el siglo III antes de nuestra era. Ovidio, el gran
poeta latino, sabía que existían, aunque no lo que eran. En la Edad
Media, escritores árabes del siglo X los mencionan; y en el renaci-
miento, ese genio universal que se llamó Leonardo da Vinci expre-
só, por primera vez en Europa, el verdadero significado de los
fósiles.

Pero el estudio científico y detenido de los fósiles y de las


rocas no comenzó hasta hace un siglo y medio, y por lo tanto, nues-
tros conocimientos sobre la materia son escasos todavía. Ellos
constituyen dos ciencias relativamente nuevas: la Geología y la
Paleontología. Más adelante, cuando ya tenemos seguridad de que
el hombre existía sobre la tierra y podemos estudiar sobre ésta las
huellas que él dejó, la ciencia que realiza esa investigación toma el
nombre de Arqueología Prehistórica. Todos los estudios relacio-
nados son la existencia del hombre antes de la eclosión de las gran-
des civilizaciones de la Edad Antigua, reciben el nombre de
Prehistoria. En ese vastísimo campo, nuestros conocimientos son
aún más reducidos, y la separación entre la existencia pre-histórica
que conocemos y las primeras civilizaciones a que hasta ahora he-
mos podido retroceder en la época histórica, forma un abismo in-
menso que no sabemos si será posible llenar a través de futuras
investigaciones.

El cálculo de las edades geológicas es incierto. La edad de


las primeras rocas, según astrónomos y geólogos, puede variar en-
tre mil seiscientos millones y veinticinco millones de años. Lo úni-
co seguro es que han existido durante millones de años, y que de
ese incalculable período, más de la mitad pasó antes de que existie-
ra sobre el mundo ningún ser que dejara trazas de su vida. Hasta
donde podemos saber hoy, la tierra fue durante muchos millones
de años un vasto desierto de piedra. A ese período dan los geólogos
el nombre de Azoico o Arqueozoico. Se cree que no había vida
animal ni vegetal durante él. Al siguiente período llaman los
Proterozoico, o de vida preliminar. Nos quedan de él leves huellas
de vida, por las que podemos suponer que existían plantas y
animálculos muy rudimentarios, como los que puede hallar el mi-

112
obras y apuntes

croscopio en una gota de agua turbia. Tras esa larga edad, adviene
el período llamado paleozoico o de vida antigua. Las rocas de este
período contienen vestigios de vida numerosos y diversos: crustá-
ceos, gusanos, algas marinas, los primeros peces en multitud, y por
fin, en la segunda parte de esta era, cuando la vida abandona las
aguas, que parecían haberle dado nacimiento, aparecen las prime-
ras plantas y animales terrestres. Esta fue una era vastísima, du-
rante la cual la vida se extendió y se amplió lentamente, comenzando
por los mares. Por miles y miles de años los seres acuáticos que
nadan y trepan se multiplicaron. Fue la edad de los trilobitos, crus-
táceos gigantescos de forma ovalada, y de los escorpiones marinos
que alcanzaban hasta tres varas de largo. Había animales, plantas,
con raíces y ramas entrelazadas, y plantas que se movían entre las
aguas.

Entre la formación de las rocas de la primera parte del pe-


ríodo Paleozoico y nuestro período geológico han pasado inmen-
sas edades que están representadas por capas y masas de rocas
sedimentarias: primero, las que corresponden a la segunda parte
del período Paleozoico, y que contienen los primeros restos de vida
terrestre, anfibia más bien. (Plantas criptógamas: helechos
arborescentes de tallo gigantesco que se ha fosilizado en carbón; y
que alcanzaban hasta 30 metros de altura. ¡Verdaderos bosques so-
bre pantanos: Insectos, los primeros de alas enormes, y oscuros
arácnidos; caracoles terrestres. Un paisaje de bosque verde y lega-
moso, sin flores ni pájaros). Aparecieron al fin los primeros repti-
les anfibios. Luego las rocas del período Mesozoico o de vida
media, que contienen espléndidos restos de reptiles gigantes, ya
completamente terrestres, a veces bestias de piernas torpes como
las del cocodrilo, al principio, después desarrollaron patas traseras
poderosas, sobre las que se levantaban para comer hojas de los
árboles, pues muchos eran herbívoros. Eran gigantescos: el
Plesiosauro, que alcanzaba hasta diez metros de largo, de cuello la
mitad; el Dinosauro cuyo tamaño no alcanza hoy animal alguno; el
Diploducus y el Brontosauro, que medían hasta 28 metros de lar-
go, el Gigantosauro, del que se posee un esqueleto que mide 33
metros. Algunos eran carnívoros, como el horrendo Tiranosauro,
que a pesar de medir hasta 13 metros de largo y levantarse sobre

113
Camila Henríquez Ureña

sus patas traseras, creen los sabios que podía saltar por los aires a
grandes distancias. Por fin, advinieron los reptiles voladores, a
manera de enormes murciélagos: los pterodáctilos, verdaderos
dragones alados. (Recuérdese la película “El Mundo Perdido”. Por
supuesto, el hombre, aunque la Naturaleza lo hubiera producido
entonces, no hubiera podido vivir. Recuerdos ancestrales justifi-
can las imaginaciones de monstruos). Las plantas, mientras tanto,
se hicieron terrestres también; eran principalmente coníferas bajas
de verdor perenne; no había flores ni hierbas; las montañas per-
manecían desnudas, sin más colorido que el de las rocas peladas,
que a veces eran, como todavía hoy, fantásticas combinaciones de
matices, en las regiones volcánicas.

Algunas formas rudimentarias de ave aparecen al final, como


la Arqueoptéria sin pico y con dientes, y la Hesperornis, con pico y
sin alas, acuática. Con los Teriomorfos se esbozan los primeros
mamíferos, bestezuelas ínfimas como ratas, probablemente ovíparas
todavía; pero que desarrollaron pelos. Esos pelos habían de prote-
ger contra la catástrofe que destruyó a los grandes reptiles. Las
aves iban a desarrollar plumas. Era necesario adaptarse a un clima
variable.

El período geológico siguiente recibe el nombre de


Cainonoico, (vida reciente) y nos presenta al mundo aproximándo-
se al aspecto en que hoy le conocemos. El clima hasta ahora consi-
derablemente cálido, empieza a refrescar. Grandes sacudidas de la
corteza de la pliegan para formar los Andes, los Alpes, los Himala-
yas. Los geólogos dividen el período Cainozoico en: Eoceno, edad
de clima muy caluroso; Oligoceno, de clima más moderado;
Mioceno, edad de creación de las montañas, en que la temperatura
desciende; plioceno, o edad de la invasión de los hielos, en que los
glaciares avanzaron hacia el Ecuador, llegando así al centro de
Europa y América. En los bosques y en la hierba, que entonces
aparece del Eoceno, hubo muchos mamíferos, que desarrollaron la
agrupación familiar: educan a sus hijos. En el Oligoceno aparecie-
ron los primeros caninos y felinos, y los antecesores de los Rino-
cerontes. En el Mioceno hay elefantes, jirafas, ciervos y caballos
primitivos, y en los períodos siguientes se esbozan casi todas las
especies actuales. Ya en el Eoceno, hay fósiles de monos y lemures;

114
obras y apuntes

pero si hubo un antepasado del hombre, no tenemos hasta ahora


fósil alguno.

Después del clima templado del Plioceno, que hizo desapa-


recer a las bestias amantes del calor, con el advenimiento del
Pleistoceno o Edad Glacial, una fauna ártica se produce: el Mamuth
lanudo, el toro, el rinoceronte, los lemures peludos la formaban.

Sobre Norte América, Europa y Asia, avanzan los hielos. Du-


rante siglos de siglos las cubren hasta la mitad. Enorme volumen
de agua es arrebatada a los mares y retenida por los hielos. Los
niveles de la tierra y el mar se alteran. Lo que hoy es el fondo del
mar queda a seco en muchas partes. La nieve y las tempestades
azotan la Tierra. La vida se hace dura, difícil, una lucha contra el
medio. Entonces, por primera vez, encontramos al Hombre.

Criatura nacida entre dificultades, es natural que desarrollara


la inteligencia como arma para vencer a la naturaleza. Por desgra-
cia, debía también luchar contra los seres vivos, y su ferocidad en
la destrucción, que resultó en el aniquilamiento de unos tipos hu-
manos por los otros, y todavía hoy limita espantosamente su capa-
cidad constructiva. Sus orígenes son oscuros. La opinión más
sólidamente cimentada es que sus antepasados remotos fueron si-
mios de una rama constituida no para trepar, como la de los simios
antecesores de los monos actuales, sino para caminar y correr. Los
monos, incluso los antropomorfos, son habitantes de los árboles,
trepadores. El hombre corre y camina con una habilidad que reve-
la que sus antepasados, por largas edades, emplearon principalmente
la marcha y la carrera. No trepa con facilidad, y no nada espontá-
neamente, lo que indica que por largo tiempo no vivió en la vecin-
dad de las aguas. Eso explica que sus huesos difícilmente se hayan
fosilizado y sean difíciles de hallar. Además, nuestra escasez de
conocimientos se debe a que muy pocos terrenos han sido aún ex-
plorados en busca de vestigios humanos.

La primera huella de una criatura humana o sub-humana la


constituyen los Eolitos, piedras groseramente talladas. La fecha de
los más antiguos, según los geólogos, es el período Plioceno, ante-
rior a la Era Glacial. No han aparecido huesos junto a ellos. En
Trinil, en Java, en terrenos correspondientes a la primera parte de

115
Camila Henríquez Ureña

la Era Glacial, se han hallado lo más antiguos restos conocidos de


una criatura semejante al hombre: la parte superior de un cráneo,
algunos dientes y un fémur, han permitido reconstruir el tipo de
un ser que no era un hombre, ni era un mono antropomorfo. Era
un simio que caminaba. Se le ha llamado el Pithecanthropus erectus.
Parece un ejemplar de las criaturas que tallaron los eolitos: un sub-
hombre, sin que eso quiera decir que sea un antecesor directo del
hombre. En la misma época vivían en el mundo un mamuth, un
rinoceronte, un hipopótamo, castores gigantescos y bisontes, y ti-
gres de dientes agudos, caballos salvajes, osos y lobos y jabalíes. El
Pitecántropo debió ser un carnívoro feroz como los demás.

Sólo en terrenos miles de años más recientes, durante el se-


gundo período Interglaciar, encontramos un nuevo fósil revelador:
una mandíbula. Se encontró cerca de Heidelberg. No es mandíbu-
la humana: no tiene barba, y el que la llevó no debió poseer len-
guaje articulado; pero no es de un mono: los dientes son humanos.
Este ejemplar de sub-hombre ha sido llamado Palaeanthhropus
Heidelbergensis. Su período suele llamarse de Chilles, y muchos
restos de instrumentos de él se conservan. Ese ser, el Paleántropo,
quizás fue muy grande y lanudo.

Otra vez nos deslizamos sobre centenares de miles de años,


y en un depósito que corresponde al tercer período interglacial,
hallamos otro fósil: un cráneo despedazado; quizás pertenece al
primer período glacial. Fue hallado en Lussec, y llamado el
Eoanthropus, o aurora del hombre: otro ser sub-humano y proba-
blemente no antecesor directo del hombre.

Después, el Archivo de las rocas sigue dándonos hasta ahora


sólo instrumentos, numerosos utensilios cada vez más diferencia-
dos, en progreso cada vez más rápido. La Cuarta era glacial se
aproxima a su punto máximo: un ser humano, se hace habitante de
las Cavernas y deja en ellas vestigios que corresponden a hace unos
50,000 años, en Neandertal, se encuentran restos de una criatura
qu e e s c i e r t a m e n t e u n h o m b r e . S e l e h a l l a m a d o H o m o
Neanderthalensis primigenius. El proceso de reconstrucción nos
revela que no se mantenía derecho: se inclinaba hacia delante; no
tenía barba, no hablaba, era muy ancho; pero un hombre, y su pa-

116
obras y apuntes

recido con el sub-hombre de Heidelberg hace pensar que ése fue


quizás su antecesor.

Con el hombre de Neandertal, empieza la prehistoria huma-


na; pero él constituye una raza extinta. Distinguimos tres perío-
dos, en relación con la prehistoria del hombre, abandonando la
Geología: Edad eclíptica o de los primeros instrumentos o utensi-
lios; Edad Paleolítica, o de la piedra tallada; Edad Neolítica o de la
piedra pulida. A la primera edad pertenecen los instrumentos pri-
mitivos de que hemos hablado. El hombre de Neandertal aparece
en el período paleolítico. El clima es severamente frío, en pleno
cuarto período glacial; el hombre parece reconocer ya el fuego, y
se abriga en las cavernas. También se guarecen el león, el oso, la
hiena, que se apellidan de las cavernas, lo mismo que el hombre. El
fuego servía al hombre para hacerlos huir, para protegerse. Este
hombre primigenio con mazas y lanzas de madera y trozos de pie-
dra no cazaba probablemente a los grandes mamíferos. Se conten-
taba con cazar a los pequeños y aprovechaba a los grandes cuando
morían, cuando otro animal los dejaba muertos o cuando podía
cogerlos en trampa. Sabemos que se llevaba los huesos a su caver-
na y los chupaba: ha dejado los restos. Por lo demás su celebro era
diferente del nuestro, y no parece que hablara.

Hacía mucho frío. El fuego debía ser conservado. Era muy


difícil volverlo a encender. Se le protegía con las cenizas. Se pren-
día con hojas secas. Se producía con pyrita de hierro y pedernal.
Mujeres y niños deben haberse empleado constantemente en reco-
ger materia para mantener el fuego. Esa tradición se había de con-
servar. El grupo era inicialmente la familia guiada por un Anciano.
El buscar y recoger pedernales debió ser ocupación importantísima.
Parece que se envolvieron desde entonces en pieles. Las mujeres
prepararían éstas. Los hombres jóvenes, llevándose o robándose
muchachas, fundarían nuevas familias. Cuando el Anciano llegaba
a los 40 o 50 años probablemente un hombre más joven lo mataba
y suplantaba. En cuanto a los grandes mamíferos, el hombre no
los cazaba, pero era cazado por ellos. Ese hombre era herbívoro
tanto como carnívoro y no desdeñaba la carne corrompida. Se re-
uniría en grupos alrededor del fuego, a comer frutos, raíces, hue-
sos y carne no siempre fresca.

117
Camila Henríquez Ureña

Sabemos también que este hombre llegó a enterrar a sus


muertos, con ciertas ceremonias y ofrendas. Probablemente dan-
zaba e imitaba, tenía miedo de la oscuridad y del trueno, y su men-
talidad alcanzaba la de un niño de cuatro o cinco años. Así vagó
por las llanuras de Europa el hombre, por decenas de miles de
años: quizás 200, 000 años. Al final de la Cuarta era Glacial, el
clima se hizo más templado, un nuevo tipo humano apareció so-
bre la tierra; y exterminó al hombre de Neandertal.

Este hombre que venía del Asia o del Norte de Africa, o de


las tierras hoy sumergidas en el Mediterráneo, es el primer ejem-
plar conocido del Homo Sapiens, de la especie humana actual. De
donde vino a Europa, exactamente, y cuales fueron sus progenito-
res, lo ignoramos. ¿Quién sabe hallaremos algún día su cuna en
alguna inexplorada región africana, y el continente oscuro resulta-
rá centro de los pobladores de Europa? Lo cierto es que el Homo
sapiens vino a Europa detrás de las pintas y animales que eran su
alimento acostumbrado, cuando éstos se movieron hacia el norte
debido al cambio de clima. Reconocemos dos tipos de este hom-
bre: el de Cromagnon y el de Grimaldi. Todavía corresponden al
período paleolítico. Eran altos, de ancho rostro, de cerebro de gran
tamaño, los de Cromagnon. Los de Grimaldi, eran de tipo negroide.
Esto indica que ya había razas diferentes. Su inteligencia era seme-
jante a la del hombre actual. Destruyó al hombre de Neandertal y
no se mezcló con él: quizás lo halló, dice Well, demasiado repug-
nante o demasiado indomable y feroz. Johnston piensa que su vago
recuerdo puede ser el origen de los ogros del folklore.

Los nuevos hombres eran cazadores aún de los grandes ani-


males, y comedores de carne de caballos salvajes. No parecen ha-
ber domesticado a éste, ni al perro, ni haber tenido rebaños. Pero
ya dibujaban; todos dibujaban y muy bien, y nos han dejado deco-
rados los muros de sus cavernas. También sabían tallar figuras en
hueso. Enterraban a sus muertos con sus utensilios y adornos fa-
voritos. Se pintaban. Las cavernas de Francia y de España aún con-
servan los colores con que las adornaban. Pintaban el oso, el
bisonte, el caballo y el reno, sin concepto de perspectiva. Progre-
saron con el tiempo al detalle magníficamente vivido; pero siem-
pre pintaron de perfil, como los niños. Algunos representaron

118
mujeres, muy gruesas. La figura humana aparece caricaturesca al
principio. Después modelan en barro, aunque no fabrican ollas ni
cacharros. Pintaron el fondo oscuro de las cavernas, lo cual indica
que tenían lámparas. Luego, estas razas desaparecieron y nuevas
razas humanas llegaron a Europa, trayendo ya el arco y la flecha y
el arte de domesticar animales y cultivar el suelo.

COMIENZA EL PERÍODO NEOLÍTICO

Fue hace unos 12,000 años cuando el clima mejoró, se ex-


tendieron los bosques y el reno, animal de los hielos, retrocedió.
El había sido el compañero y sostén de la raza de Cromagnon. Una
raza vagabunda, la de Azil, cruzó por Europa marcando su paso
con numerosos guijarros que no sabemos para qué les servían. Los
animales que prevalecían eran el gran ciervo y el bisonte. El aurich
o gran toro subsistía; pero el Mamuth había desaparecido. El león
gigante subsistía. Rusia y Escandinavia se hacían habitables. El
hombre llegó a esas regiones ya en el período Neolítico de su desa-
rrollo. Tampoco hay restos del hombre en América antes de este
período, según todo lo prueba hasta ahora. El hombre neolítico,
sin embargo, había alcanzado ese estado de civilización en otra parte
y de allí vino a Europa. ¿Acaso de Africa? Ya trae útiles de piedra
pulida, especialmente hachas de mango de madera, y flechas. Tie-
ne agricultura rudimentaria; pero es todavía cazador. Tiene alfare-
ría y sabe cocinar. No se come los caballos. Ha domesticado al
perro, a la oveja, la cabra y al cerdo. Sabe tejer telas primitivas.
Ya después de él, la evolución ha continuado hasta nosotros sin
que nuevas razas lo expulsaran. Las nuevas razas han venido a
combinarse y adaptarse a él. Parece que eran de color oscuro, pero
esos son los antecesores del hombre europeo moderno que se lla-
ma blanco.

Después de largo tiempo, descubrieron el primer metal, el


oro; luego el cobre, y lo combinaron con el estaño para producir
bronce. Hace unos tres mil años, descubrieron el uso del hierro.

119
Camila Henríquez Ureña

Es decir, el Período Neolítico es el principio de la era civilizada,


la era de la raza blanca en Europa, que continúa todavía.

Del período neolítico son también las primeras casas


construídas por el hombre para albergarse. A veces construyeron
en los lagos, como se vé en Suiza. Cuando esos hombres llegan a
descubrir, con la escritura, la manera de dejar una noticia escrita
de sus hechos. La historia comienza. Pero los largos capítulos
que median entre la Pre-Historia y la Historia, lo que podría lla-
marse la Protohistoria, están aún por desenterrar.

Este casi desconocido período de la vida del hombre, ha sido


llevado a la novela a fines del siglo pasado, en Francia, por los
hermanos Rosuy, filósofos, poetas y novelistas. Cualesquiera que
sean las críticas hechas a su estilo literario, les cabe la primacía en
haber introducido en la literatura la visión épica de los tiempos
prehistóricos, especialmente en dos novelas, “El Diluvio” y “La
Conquista del Fuego”.

Lecturas comentadas de trozos de esta última obra.

E DAD A NTIGUA: O RIENTE . S ÍNTESIS HISTÓRICA .

“L A C IROPEDIA ”. L A NOVELA A RQUEOLÓGICA : G AUTIER , L A


N OVELA DE UNA M OMIA ”; E BERS , “L A H IJA DEL R EY DE
E GIPTO ”. L A NOVELA ORIENTAL : “L A H ISTORIA DE G ENJI ” Y
“E L A RBOL S AGRADO ”, DE LA DAMA M URASAKI .

Al hablar de las primeras grandes civilizaciones, se hace di-


fícil determinar cuál de ellas es la más antigua en origen. Hacia el
año 4 000 a.J.C. las llanuras de Egipto y Mesopotamia eran ya lugar
donde se desarrollaba la vida de dos comunidades humanas que
habían erigido ciudades para habitarlas. Quizás, según algunos
arqueólogos, hubo ciudades allí desde hace más de 6, 000 años. Es
posible que en sus orígenes la civilización asirio-caldea y la egipcia
se desarrollaran paralelamente sin relación entre ellas. Es posible
también que ambas tuvieran un origen común. Sólo nos aparece

120
obras y apuntes

claro el hecho de que las primeras civilizaciones florecieron a la


orilla de los grandes ríos: en las tierras fecundadas por el Nilo, o
en la húmeda región entre el Éufrates y el Tigris. Allí había cons-
tante provisión de agua, capaz de resistir al sol ardiente; allí, abun-
dantes cosechas cada año. Herodoto dice que Mesopotamia daba
al cultivador doscientos granos por cada uno sembrado. Amrú com-
paraba a Egipto con un jardín en flor. Mesopotamia tenía barro en
abundancia, para inventar el ladrillo; Egipto tenía montañas de gra-
nito imperecedero. El hombre, al encontrar esas llanuras, dejó la
vida errante y se estableció, y se multiplicó con mayor facilidad,
para producir una población densa, y construir viviendas resisten-
tes, dominando la selva y exterminando las bestias salvajes en tor-
no suyo.

Allá en Mesopotamia, parece que los primeros constructo-


res de ciudades fueron los sumerianos, gentes de piel oscura, aca-
so emparentadas con los Iberos, (que hoy se considera una de las
razas más antiguas de Europa) de idioma tal vez relacionado con
el vasco, (resto posible de una primitiva familia lingüística). Los
sumerianos habitaban las orillas del Eufrates, y construyeron, en
Nippur, una gran torre de ladrillos que es quizás la legendaria To-
rre de Babel. Se cree que el más antiguo de los imperios fue el
establecido por los sacerdotes sumerianos, que, según inscripcio-
nes que dejaron, se extendía desde el Golfo Pérsico hasta el
Mediterraneo. Allí, hace alrededor de 6, 000 años, se alzaron los
primeros templos y se organizaron los primeros gobernantes que
conocemos en la historia: los sacerdotes. Los sumerianos fueron
conquistados por los semitas guiados por Sargón, cuyo pueblo se
llamaba el Akkad, en el año 2, 750 a.J.C., y formaron el Imperio de
Sumer y Akkad, que duró 200 años. Los de Akkad aprendieron la
civilización sumeriana, porque eran menos civilizados. Adoptaron
la lengua sumeriana y la escritura sumeriana sobre ladrillo, que lla-
mamos cuneiforme. El imperio de Sumer y Akkad se vió atacado
luego por los elamitas, que venían del Este, y fundaron la ciudad
de Susa. (Algunos creen que eran de raza negroide). Y también fue
atacado por los amoristas, que venían del Oeste, y fundaron en las
orillas del Éufrates una ciudad que empezó por ser muy pequeña:
Babilonia. (La primera) En cien años se hicieron dueños de

121
Camila Henríquez Ureña

Mesopotamis, y su gran rey Hamurabi, a quien se debe un código


antiquísimo, fundó en 2 100 a. J.C. el primer imperio babilónico.
(caldeos).

Entre tanto, en la parte superior del curso del Tigris, otro


pueblo semítico, los asirios, habían fundado las ciudades de Asur y
de Nínive. Eran guerreros temibles. Emplearon, los primeros, el
caballo como montura, y el carro de guerra. Su rostro era severo,
de larga nariz, de labios gruesos, llevaban pelo y barba ensortija-
dos. Se vestían con largas túnicas. Nínive, su capital, atribuida su
fundación a un rey legendario, estaba construida en piedra. Por
varios siglos el poder estuvo alternativamente, ya en Nínive, ya en
Babilonia.

Hacia la costa del Mediterráneo se extendía otro pueblo: los


sirios, (arameos), fundaron la ciudad de Damasco. Los asirios lu-
charon y pasaron por encima de ellos, para alcanzar a los israelitas,
que estaban más al sur. Teglatfalasar III de Asiria los dominó y
deportó, conquistó a Babilonia, y fundó el Nuevo Imperio Asirio.
Los asirios comenzaron esa costumbre de deportar pueblos ente-
ros como un medio de someterlos. Sargón II fue el primero en
usar armas de hierro. Su hijo y sucesor Senaquerib llevó sus hues-
tes hasta Egipto; pero fue su nieto Assurbanipal (Sardanápalo) el
que logró conquistarlo.

El imperio asirio fue destruido por los caldeos, (606) que fun-
daron con Nabucodonosor, el segundo Imperio Babilónico, famo-
so por su magnífica capital, que se sostuvo hasta 539 a.J.C., y en
que fue deshecho por el empuje conquistador de Ciro, fundador
del Imperio Persa… “Así continúa la historia, -dice Wells- En el
año 330 a.J.C. un conquistador de estirpe griega, Alejandro Mag-
no, contemplará el cadáver del último de los reyes persas”.

Mientras de esa manera los imperios se suceden, y se mantie-


ne incesante la lucha entre los pueblos, la civilización crece. Entre
tanto, el arado realiza año tras año su labor, se recogen las cose-
chas, se construye más y mejor; el comercio se desarrolla, se es-
parce el conocimiento de la escritura, nuevos descubrimientos,
como el hierro, los vehículos y el montar a caballo, pasan al patri-
monio de la humanidad; las ideas se amplían, el saber aumenta.

122
obras y apuntes

Hay sus tropiezos: la matanza, la peste; pero en general es una


historia de progreso. Por cuatro mil años esta nueva creación: la
civilización, que había arraigado en el suelo entre los ríos, había
crecido como crecen los árboles: a veces perdiendo una rama, otras
veces desnudado por la tempestad; pero siempre rehaciéndose para
seguir creciendo.

Es necesario notar que los períodos históricos van hacién-


dose más y más cortos a medida que avanzamos hacia nuestros días:
los cambios, la sucesión de las transformaciones importantes se
hace cada vez más precipitada. Entre Sargón I y Alejandro el grande
transcurrió más tiempo que de Alejandro el Grande a nuestros
días. Antes de Sargón I, la civilización humana naciente había du-
rado ya más que esos dos períodos juntos, y antes de esto, desde el
principio de la aparición del hombre sobre la Tierra, había pasado
un período mil veces más largo.

La historia del valle de Nilo desde el alba de su civilización


hasta Alejandro el Grande no difiere mucho de la Mesopotamia.
Solo que Egipto, menos abierto a las invasiones, estaba protegido
por el desierto al oeste, por el desierto y el mar, a este, por el mar,
al norte, y el Sur tenía sólo poblaciones negras poco temibles.

Hacia el año 5 000 a.J.C. encontramos los primeros vestigios


de civilización egipcia. Los egipcios de esa época poseían ya un
sistema de escritura, muy diferente del de los sumerianos, por me-
dio del dibujo. Quizás parte de este pueblo vino por una invasión
procedente del sur de Arabia, pero su civilización tiene rasgos que
no son importados. Usaron el papiro, procedente de una planta,
para escribir. Existe la costumbre de dividir a los gobernantes de
Egipto en 26 dinastías, a través de tres imperios: antiguo, medio y
nuevo, cuyas respectivas capitales fueron Menfis, Tebas y Sais. Al
final de estos, Egipto fue conquistado por los persas. En estos
4 000 años de historia, el Imperio Antiguo obtuvo su mayor es-
plendor con la IV dinastía, de la que formaron parte Keops,
Kefren y Mecerino, constructores de las pirámides de Gizeh, que
agotaron al pueblo para construirlas. Más tarde, Egipto no tiene
más que una historia de luchas interiores, hasta que es conquistada
por los hiksos o pastores, tribu de semitas nómadas que fundan la

123
Camila Henríquez Ureña

dinastía XVI, la cual es expulsada al fin por los egipcios. Entonces


se funda el Imperio Medio, y viene una era de prosperidad en la
que Egipto se convierte en un gran estado militar y comienza sus
guerras con Babilonia. Tutmés III y Amenofis III, de la XVIII di-
nastía, dominan desde Etiopía hasta el Éufrates en el S. XV a.J.C. y
construyen el templo de Luxor y reforman el de Kayak. También
hubo entonces una famosa y sabia reina: Hateser. En la dinastía
XIX, se distinguen los Ramsés, sobre todo Ramsés II, Sesostris, el
Faraón de Moisés, quizás. Entonces un conquistador etíope tomó
a Egipto y los etíopes gobernaron hasta la conquista por
Senaquerib. Al fin, el Imperio Nuevo se constituye con Saís, en el
Delta, por capital y tiene días de gloria bajo Psamético I y Neckp.
Al fin el hijo de Amsis, Psamético II, perdió el imperio a mamos
de Cambises, rey de Persia, hijo del gran Ciro. Desde entonces
Egipto no ha conocido la libertad sino durante unos 60 años, des-
pués de los cuales fué conquistado por Alejandro Magno, y go-
bernado por extranjeros hasta hoy.

En Persia, en la meseta del Irán, se alzó a dominar el primer


imperio de raza aria, cuando Ciro reunió bajo su dominio a los
medas y a los persas. Ciro conquistó a Babilonia, Cambises, su
hijo, según hemos visto, llevó hasta Egipto sus conquistas. El Gran
Rey Darío, yerno de Ciro, extendió el imperio hasta los bordes
del Mediterraneo y fue a estrellarse contra los griegos en las Gue-
rras Médicas.

En la India, en el valle del Ganges, se desarrollaba otro pue-


blo, el Dravidiano, pero es dudoso que alcanzara nunca un alto
grado de desarrollo social: no parece haber inventado escritura.
Una rama de la raza aria, bajando de Persia, invadió la península y
la conquistó. De esas luchas nos quedan ecos en los dos grandes
poemas hindús: Mahabarata y Ramayana. Nunca se constituyeron
en un imperio unido.

Paralela a estas primeras civilizaciones de la raza que llama-


mos blanca, otra civilización enteramente original se desarrollaba
en el valle de Tarim, en las laderas de los montes de Kuen-Lim y
siguiendo el curso del Hoang-ho y el Yan-tsekiang. Era una civili-
zación mongólica. No conocemos la arqueología prehistórica de

124
obras y apuntes

esa región, separada del resto del mundo por montañas altísimas
y vastos desiertos. Parece fácil distinguir en China dos civilizacio-
nes: una del Norte, y otra del sur, mezclada con los pueblos indo-
chinos. Debió haber entre ambas conflictos e intercambios.

Apenas nos es conocida la historia antigua de China. Prime-


ro parece que hubo un largo período de luchas entre pueblos esta-
blecidos y pueblos nómadas (Hunos) Después, se fundaron las
primeras ciudades-estados, y con el tiempo se organizó un imperio
centralizado. De 2, 700 a 2, 400 a.J.C. reinaron cinco emperadores
legendarios. Luego las dinastías de un período feudal: Shang Chow,
bajo las cuales hubo en China una unión más religiosa que política:
los emperadores o “hijos del Cielo”, son sacerdotes. Llegaron a
existir hasta 6, 000 pequeños estados, y una docena de estados
poderosos que los dominaban. Esta edad la llamaron “de confu-
sión”. Al fin, se fundó una confederación que fue ganando miem-
bros, hizo un tratado de paz y fue la base de un imperio unificado.
Después de la dinastía de los Chow, los Tsin habían asumido el
dominio sacerdotal, y el primer emperador del reino unificado
fue Tsin Clu Hoang-ti “primer emperador universal”, constructor
de la Gran Muralla contra los Hunos. Luego vino la dinastía de los
Han, y bajo ella, los Chinos avanzaron hasta tener noticias de otros
pueblos y razas al oeste y al sur.

En un grupo de islas vecinas despuntaba una civilización que,


si en principio es sólo una parte de la China, a la cual debe casi
todos los elementos fundamentales, sin embargo, pronto dio mues-
tra de originalidad e independencia; nos referimos, naturalmente
al Japón. Estas diferencias tienen un origen racial, porque hay ra-
zones para creer que el pueblo japonés tiene una parte de elemen-
tos aborígenes polinesios, o sea, malayos. No se sabe nada de los
orígenes primitivos. Los Japoneses se creen autóctonos. Su lengua
es diferente, del todo, de la China. Pero los signos que las escriben
son los mismos hoy. Los Japoneses hablan de una invasión, venida
de las isla de Kuishin, dirigida por Jimmie Tennó, que fue el pri-
mer Mikado, estableció su capital en la provincia de Yamato, siglos
antes de nuestra era. Hubo luchas entre señoríos y por fin el esta-
blecimiento de una capital fija en Nara. La estructura la adquirie-
ron de China. La religión budista les vino de la India, mucho

125
Camila Henríquez Ureña

después (S. VIII) El Japón puede decirse que entra en la historia


ya en nuestra era.

Las Costumbres (Asiria-Egipto-Persia-India-China y Japón)

Escritura

Religión.Dioses principales.

Luchas entre los reyes y los sacerdotes.

El rey sacerdote. El rey dios. El rey que es sacerdote y no es rey.

Esclavitud.Clases. Castas. Los hombres libres.

Organización familiar.

Bellas Artes.

Novelas históricas sobre este período.

La Ciropedia, por Jenofonte, es la Historia de Ciro el Mayor,


especialmente de su educación, pues la obra tiene finalidad peda-
gógica. Le da particular importancia la figura de su autor, filósofo
discípulo de Sócrates, escritor y jefe de bandas mercenarias; es
uno de los autores clásicos que más han influido sobre la cultura
moderna, y se le considera un dechado perfecto de la urbanidad
ateniense de la gran época. No es un genio pero sí un hombre de
talento refinado, honrado, sensato, de cierta elevación moral y de
una perfecta elegancia.

La obra pertenece a un género híbrido de historia y novela,


difícil de clasificar. Es de forma narrativa y de intención didáctica.
Si la consideramos como novela, es la más antigua de las pedagógi-
co-políticas, y aunque escrita por un ciudadano ateniense, es de
espíritu monárquico y anti-intelectualista. Traza el retrato del prín-
cipe perfecto, y con ella comienza un género muy cultivado en las
literaturas modernas.

El alemán Jorge Ebers inauguró en 1964, con “La hija del Rey
de Egipto”, la novela arqueológica, es decir, la novela de un perío-
do histórico reconstruido hasta el detalle por el estudio detenido,
científicamente organizado, de archivos y monumentos, según el

126
obras y apuntes

movimiento que a fines del siglo XIX se llevó a cabo en defensa


de la novela histórica frente al auge del naturalismo.

Ebers era un orientalista entendido y de renombre, autor de


muchas obras de arqueología e historia, y su novela se resiente pre-
cisamente, de exceso de ciencia, que le resta naturalidad. Es la his-
toria de la princesa egipcia Nitocris, esposa de Cambises, el rey
persa conquistador de Egipto, y narra con admirable exactitud los
hechos de ese período, además de dar una detallada descripción de
la vida egipcia.

Ebers escribió otras dos novelas egipcias: “Uarda”, de la épo-


ca de la esclavitud israelita; y Las hermanas”, de la vida monástica
de la antigüedad.

El exquisito Teófilo Gautier dejó en su “Novela de una Mo-


mia” la historia, finamente cincelada, feliz combinación de ciencia
e imaginación, de la bella Tahoserm hija del sumo sacerdote
Petamunoph, muerta hace tres mil quinientos años, cuya momia es
desenterrada en nuestros días por el joven Lord Evandale,
arqueólogo inglés, el cual, después de contemplarla y leer el papiro
colocado junto a ella, renuncia a todo amor terrestre, por amar su
recuerdo.

Vamos a mencionar, por fin, una obra que no pertenece a la


civilización europea, ni antigua ni moderna. Es una novela históri-
ca que señala el punto más alto en el desarrollo de la literatura
japonesa. Se titula “La Historia de Genji” y su autor es una mujer:
la dama Murasaki no Shikibu. Era una dama de la corte imperial
allá por el año 1000 de nuestra era. Era de la gran familia de los
Fujivara, por siglos ilustre en el saber y en la conducta. Su padre
era sabio, y Murasaki desde tan temprano demostró talento y amor
al estudio, que el padre mil veces deseó que hubiera sido varón.
Aprendió la literatura japonesa y la china. Se casó, pero enviudó
muy pronto, y se convirtió en dama favorita de la Emperatriz Akiko,
muy dada al estudio también y vivió entre los ritos y ceremonias de
la corte en la sagrada Kioto.

La leyenda dice que escribió su novela en el Templo de


Ishiyama, en un retiro que aún se muestra a los viajeros. Murasaki

127
Camila Henríquez Ureña

creó para el Japón la épica en prosa de la vida real que es la nove-


la, que antes no existía: sólo había el cuento fantástico. Es una
novela muy realista, cuyo héroe, Genji, es un hijo del Mikado y su
concubina favorita. La madre muere, víctima de las envidias de la
corte. Genji crece hasta hacerse un caballero perfecto, y se nos
cuenta su historia hasta su unión con una heroína llamada como la
autora Murasaki. “El árbol sagrado” es la continuación, historia
del hijo de Genji. Es una interpretación del período aquel de la
vida japonesa, y contiene una detallada presentación de los perso-
najes históricos de la corte. El libro se hizo clásico enseguida, y su
héroe, el héroe simbólico, amado en sueños por todas las donce-
llas del Japón. Es, sin duda, la más notable de las novelas orienta-
les.

128
HISTORIA DE LA MÚSICA

30 de abril

(Columbia)

Disco: Sonata para órgano (en su concepto es para los pia-


nos) (A la manera italiana, allegro-lento-allegro: obertura o so-
nata). Cambia los nombres a su gusto). De Bach. (1730)

Música concertada (de concertus) es aquella en que los ins-


trumentos dialogan de común acuerdo. En la música concertante,
hay instrumentos que (de concertus, certamen) quieren sobre-
ponerse a los otros.

Hacia esta época (1730) se fundan en Alemania los Cole-


gios Músicos, en los que se hace música para el publico en ge-
neral, no ya para los grandes señores. Allí tocan los dos hijos
mayores de Bach: ¿y Carlos Felipe Manuel, para quienes él hace
sus conciertos de dos claves?

Los llama Conciertos por el estilo concertante, de claves


rivales. La forma es la misma- Allegro- lento- Allegro.

Disco: (Columbia)

(2 discos) Bach-Concierto para dos claves, con Allegro-lento


(miliciana)- Allegro (fuga).

129
Camila Henríquez Ureña

12 de mayo

Conciertos de Brandeburgo-Nos 2 y 3.

Con Bach desapareció todo lo característico de la música


barroca alemana: el estilo contrapuntístico, algunos instrumen-
tos, la cantata de iglesia, etc.

El concierto en el siglo XVIII es uno (o algunos instru-


mentos concertante y un grupo de relleno.

En un principio, no es más que una sonata con un instru-


mento concertante, que se destaca algo. Aún en Bach la orques-
ta no está cuajada, y los grupos de instrumentos son casi parejos
en importancia a veces. No hay todavía el centro orquestal, que
se construye luego con las cuerdas y es el que sostiene la
armonía. El piano tiene centro también, y ese centro (región
central) es aquel en que se desarrolla el cuerpo de la sonata. Las
cuerdas son las que sostienen el cuerpo de la sinfonía. Pero en
Bach no hay todavía un centro.

C.No 2- solistas: Trompeta aguda (hoy desafectada) flauta,


oboe, violín concertante.

Los de relleno son violines, cello, contrabajo, etc.

La alternativa del solo, claro y aéreo, y los tutti, macizos y


oscuros, que forman el contraste en el concierto barroco, (por
ej., Vivaldi) no se manifiesta en estos conciertos de Bach, don-
de los grupos son ambos pesados: concierto grosso.

Allegro- Ritmo anafréstico ta ta taau, característico de Bach.


Se destaca la trompeta.

Andante-Cuatro instrumentos, que entran por pisos


(étages), procedimientos S. XVIII que va a llegar hasta
Beethoven (1ª-sinfonía)

Muestra influencia francesa: temps de plainte.

Allegro final- Vuelve a destacarse la trompeta.

130
obras y apuntes

_____________________

C. No- 3- 3 violines, 3 violas y 3 violoncelos en masa son


solistas.

Allegro. Tiene tiempo lento central, sin duda para ejecutar


fiorituras los solistas, hay una pausa. Luego viene un nuevo
allegro.

14 de mayo

4º- y 5º-Conciertos de Brandeburgo.

No-4-Concertantes: 1 violín y dos flautas.

Flautas de eco: había 2 clases: germánicas y francesas;

1º-blocken-flüten, verticales como el clarinete, con embo-


cadura.

El recorder es una de estas flautas rectas, con una bola cer-


ca de la embocadura

2º- flautas horizontales, más ricas en tono y posibilidad de


juego. Bach emplea aquí dos, a causa de su poco, sonido; y el
juego se hacia haciendo que la flauta contestara como un eco
los otros instrumentos. Otros dicen que era el nombre de un
tipo de flauta de mucho juego. Las flautas alemanas eran de 20
clases diversas, graves y agudas.

El 4º- concierto tiene los tres tiempos de la sonata: allegro-


andante- allegro. El andante queda como suspenso un momen-
to en la dominante, quizás para permitir una cadenza. El ritmo
anapéstico existe, pero más disimulado que en otros conciertos
de Bach. El final del andante representa un gran avance sobre
Bach mismo) y es de gran delicadeza.

Allegro final: en fuga.

131
Camila Henríquez Ureña

28 de mayo

Lo más importante de la música de Bach es la música vocal


y vocal-instrumental que escribió para la iglesia protestante.
Contiene obras menores, correspondientes a una primera época
de su desarrollo, y otras grandes obras, heredadas de la gran
polifonía del s. XVI. También la iglesia católica tiene gran mú-
sica barroca, en Austria, que precede el período rococó. Las
grandes obras de Bach son descendientes de todas esas obras
corales.

Bach escribió 300 cantatas, de las que nos quedan 195. las
obras mayores son, principalmente, las Pasiones, el Magnificat,
la Misa en Si (B) menor, llamada católica porque es completa,
mientras que la misa luterana tiene solo el Kirie y el Gloria. El
Coral es un pequeño trozo tomado de la Biblia y musicalizado a
cuatro voces, para ser cantado por el pueblo: esa es la base de
las Cantatas de Bach. El coral se halla también, con un trata-
miento mas complicado en obras mayores. Los motetes son en
él como una transición a su manera propia de armonizar el Coral.

Disco: Motete de Schultz (Sagitarius). Lleva a la música ale-


mana la alegría exultante italiana.

Disco: Motete de Bach, siguiendo iguales líneas.

Disco: Corales de Bach (2: uno sobre la primera frase de


Padre nuestro; otro: Dirigid vuestro camino hacia Jesús.

Disco: Coral de la Cantata de Bach: Wache auf. (El Coral se


pone siempre al final de las cantatas). Va siempre precedido de
un Preludio que lo caracteriza. Bach escribió muchos:

Disco: Preludio de la cantata 145 de Bach.

Las cantatas tienen todas un pequeño argumento, de la Bi-


blia, si es cantata sagrada, o de otro origen sin es Cantata pro-
fana.

132
obras y apuntes

El arioso es menos complicado y arquitectural que el aria.


Las cantatas italianas tenían 2 ariosos y dos arias, y son religio-
sas. Las francesas son profanas en su mayoría. Las alemanas se
desarrollan más: 3 ariosos y 3 arias llegan a tener. Todos los
Bach, el grande, sus tíos y sus hijos hicieron cantatas.

Disco: Cantata de J. S. Bach, del periodo de su juventud:


Meine Seele, etc.

Disco: Final de otra Cantata; Coral. (Bach)

Disco: Aria de otra Cantata (Bach) (Cantata 157) (sinfonía).

26 de mayo

5º-Concierto de Brandeburgo.

En este concierto, el bajo, a veces hace un papel de bajo


continuo; otras se destacan: era el clavicémbalo, hoy sustituida
por el piano. A veces hace el verdadero solo. Otras veces, la
flauta concertante y el violín concertante se destacan, aunque
menos que el cembalo, por primera vez solista. El ripieno lo
hace en cuarteto. El orden es allegro-andante-allegro.

En el andante sólo entran el piano, violín y flauta, sin acom-


pañamiento.

6º- Concierto de Brandeburgo.

Uso de los antiguos instrumentos, violas de brazo y violas


da gamba, y más bien música concertada que concertante. Pro-
bablemente está escrito para 6 instrumentos, aunque suele to-
carse a toda orquesta moderna, lo que le hace perder delicadeza.

________________

133
Camila Henríquez Ureña

2 de junio

No hay discos de la misa en si menor disponibles.

_________

Parece que Bach escribió 5 Pasiones.

Se conservan 2.

Se usaba en Alemania hacer “música triste” (fúnebre):


Trauermusik. Bach hizo, y sus próximos antepasados. Este tipo
de música es importante en el desarrollo de la Pasiones, aunque
hubo unas Pasiones anteriores en la época monódica. Hubo siem-
pre un personaje narrador: El Evangelista, luego Cristo, y el
pueblo, que fue al principio el auditorio.

Luego aumentaron personajes y se representaron en los tea-


tros religiosos, Pasiones, Misterios y pasajes bíblicos.

Cuando llega la polifonía, el Cristo es siempre el bajo; el


Evangelista es barítono. La estructura de las Pasiones cambia
con la polifonía.

El empleo de varios coros viene de la Iglesia bizantina, y se


aplica, aumentado, a la música religiosa barroca. Son la Misas
Concertantes (concerto grosso), de las que es heredero Parsifal.
Bach todavía emplea ese estilo, que muere con él. Haydn es re-
presentante del estilo “italiano” que le sucede.

1823- Pasión según San Juan

1829- Pasión según San Mateo.

A pesar de su grandeza, son ampliaciones, suites de pasa-


jes, que es característica barroca. Pero no son puro estilo ale-
mán (fuga, etc.) sino barroco, mezclado: hojas de coro mas
trabajados, solos, etc. y a veces de carácter italiano.

______________

134
obras y apuntes

4 de junio

Haendel.- También se apropió música de muchos autores


secundarios. Su genialidad empieza con cosas pequeñas, y en su
ultima época escribe sus grandes óperas y oratorios, que son
óperas con argumentos bíblicos y sin escena.

Al decaer la ópera escribió música instrumental, concerti


grossi, que se resienten de la improvisación, aunque son bellos.

Disco- Concierto para 2 claves.

La música de Haendel es grande, majestuosa, pero le falta


generalmente finura musical. Una excepción es el Herrero Ar-
monioso (Disco). (Variaciones).

La obra instrumental de Haendel de mas importancia es la


serie de 6 Concerti grossi, en la que alcanza la habilidad
contrapuntística de Bach, más la gracia y la frescura italianas.

Disco- Concerto Grosso (Haendel)

Allegro Lascio Mussetta (Sarghetto)

11 de junio

Haendel

Además de los conciertos, hay en Haendel dos tipos de


música especial uno escrito sobre el agua, en los pageants sobre
el Támesis, y otra que son la música de fuegos artificiales, aun-
que no imitativa: esas fiestas eran aun raras en Europa: España
las conoció primero con los árabes. En 1646 se celebró en In-
glaterra con ellas la paz de Aquisgrán. Servandoni hizo los pri-
meros castillos pirotécnicos. La música de Haendel (La paz)
perduró, escrita para una orquesta de 100, por duplicación de
los instrumentos.

135
Camila Henríquez Ureña

Disco: Suite Firework music. (Haendel) (La paz es el título


del segundo movimiento, una siciliana).

Óperas, desde 1700- Rinaldo hasta su enfermedad mental.


Después de mejorar en Alemania, regresó y continuó su carrera
con óperas y oratorios.

Disco:

Aria de Atalanta, 1736. una de las últimas óperas de su pri-


mer periodo antes de la enfermedad: “Como una tortolilla amo-
rosa”.

A su regreso de Alemania escribe su opera Xerxes, a la que


pertenece como aria el famoso Largo (Disco).

Para los oratorios hay 3 épocas: la 1ª- que sigue el estilo


cantata de Bach, pero en líneas italianas (Israel en Egipto); la
segunda es de transición, la 3ª- es de oratorios-óperas. El coro
va tomando a cada época mayor importancia.

Disco: Cantata con instrumentos: oratorio Israel en Egip-


to.

Disco: Coro de los ruiseñores del oratorio Salomón, de la


segunda época.

Disco: Alleluya del Mesías. Lo llamó S. Trozo inmortal y


espléndido.

16 de junio

La “comedia del arte”: la “farsa” popular, que aún sobrevi-


ve. El madrigal dramatizado surge de ahí: pero la entidad de la
voz humana no se entiende todavía como individual, sino coral.
Cada personaje canta a varias voces: el Niño Jesús, por ej., eran
voces de bajo. O la Virgen, 3 niños. La personalización viene
más tarde: esa es la gran revolución de la ópera en música, y
además de la voz se personaliza la figura y el vestuario. La idea

136
obras y apuntes

del Renacimiento de resucitar el pasado clásico se refleja en la


comedia (pastorales griegas) o en argumentos mitológicos. Esto
es lo que se lleva al principio a la ópera, persistiendo el trío,
voz aguda, voz media y voz profunda, que formaba, según la
época, el acorde completo. En realidad es así, pues dos voces o
notas son aún una armonía incompleta. La revive la métrica cuan-
titativa griega (La Pléyade) y se idea acompañarla con música.
El español Salinas escribió un libro para demostrar que la músi-
ca popular española sigue la antigua métrica clásica.

Otra de las grandes reformas musicales de la ópera, es ésta


de que las voces sigan la emoción de la palabra hablada (grito,
declamación, exclamaciones, etc.). Pero al principio sólo se lo-
gró monotonía mayor. De todos modos, este procedimiento, “in
armonía favellando”, da el recitativo y la música representati-
va. Uno de los trozos del período es el “Lamento de Conde
Ugolino” escrita en recitativo por Vicenzo Galilei. Este músico
reunió la Camerata Florentina, que se dedicó a hacer este tipo
de música. Se les ocurrió, en 1599, poner en público La fábula
de Apolo y Dafne. Al año siguiente, para las bodas de María de
Médicis y Enrique IV, se pidió al autor de la fábula de Dafne,
que hiciera una fábula del mismo tipo.

Escribió Eurídice, en colaboración, la música, de Peri y


Cassini. Se representó en los jardines del palacio Pizzi, en “tea-
tro al aire libre”. Los personajes eran pocos y el acompañamiento
escueto; pero se añaden procesiones, carros, desfiles, y por ulti-
mo “máquina”, con decoraciones y tramoya y toda la exuberan-
cia barroca, Eurídice (1600) es la primera opera.

Disco: Aria de “Eurídice”:

Orfeo: “Funestas playas” (Peri)

El canto sigue el movimiento de la palabra, y su emoción,


“en imitación de los conceptos de la palabra”; lo que nos expli-
ca la frase de los Enciclopedistas de que “la música es arte de
imitación”.

Disco: Lamentación de Orfeo al perder de nuevo a Eurídice.

137
Pero el que va a generalizar la revolución, las nuevas for-
mas, es el músico más notable del barroco en Italia y que lleva
el teatro operático al público en general: Claudio Monteverde.

Disco: Madrigal Carta amorosa de Monteverde.

Notar el tono de “lectura emotiva” de la carta. Tiene repe-


tición entera; “aria da capo”. Es además ya música italiana, y en
ciertos aspectos los italianos no han avanzado mucho más; pero
aún se nota la influencia de la música modal religiosa.

________________

18 de junio

El intento de los músicos de la Camerata tuvo en sí mismo


poca influencia; pero como el movimiento tenía causas mas
profundas, continuó y se difundió.

El desarrollo del elemento dramático en la música a partir


de S. XVII es el que ha creado un malentendu: que la música es
un arte de expresión esencialmente emotiva, de sentimientos.

Eso no es siempre así: hay gran parte de la música cuya ar-


quitectura sonora, armónica, no pretende expresar sentimien-
tos, como lo hace la melodía de inflexión dramática que sigue a
la palabra.

Las republicas italianas por su carácter “democrático” es-


tablecían mayor contacto entre los señores gobernantes y el
pueblo. En Mantua, el duque Vicenzo Gonzaga, gran guerrero,
viajero y amante de las artes, tenía a su servicio una pequeña
orquesta de cuerdas que lo acompañaba. Monteverde, director
de esa orquesta, hubo de escribir música que se centraba en el
grupo de instrumentos de cuerda. La música de las primeras
óperas está escrita para un grupo de instrumentos pero no una
orquesta propiamente organizada. Ariadna (1608) que se repre-
sentó en el palacio de Mantua ante un numeroso público: 6000
personas, fue la primera gran ópera de Monteverde.

Disco: Monteverde: Ariadna.

“Lasciatemi morire”.

(Letra de Rinucini)

Disco- Cantata, Monteverde. (Avanza en época y línea me-


lódica sobre Ariadna). (Es en realidad un chacona cantada).
“Ohimé! Io caddo…”

Decía Stendhal que no hay que entender las palabras de las


óperas sino comprender su sentido emotivo general. Monteverde
viajó por las cortes de Francia e Inglaterra, y Alemania. (En
Alemania, Schutz escribe la primera ópera, una “Dafne”.)
Monteverde pasa a ser director de música de San Marcos. Sus
discípulos Cecchi y Cavalli llevan la ópera italiana fuera del país.
Monteverde sigue escribiendo óperas y allí en Venecia aparece
el primer teatro pago. También en esta época aparecen los pri-
meros “empresarios”, que compraban los decorados y vestua-
rios a los teatros de corte y organizaban funciones públicas.

Poco tiempo después hay, en Florencia sólo, 36 teatros. Los


extranjeros vienen a Florencia, Venecia y otras repúblicas ita-
lianas, a ver estos dramas musicales (opere musicali) y los lla-
man óperas. La más notable de la óperas de Monteverde en
estilo veneciano, que era más rico, porque disponía de coros,
etc. superiores, es “La Coronación de Poppea”

Disco-“ Olvido suave”. (Monteverde: Coronación de


Poppea)

La opera se va extendiendo. En Italia aparecen Manzouli,


Scarlatti, y otros. En Francia, Lully. Se extiende a toda Europa.
Se va haciendo más compleja, y mezcla arias de distinto color,
más graves y más ligeras. El madrigal se va convirtiendo en coro.
Ejemplo del progreso de aria es el siguiente

139
Camila Henríquez Ureña

Disco-Manzuoli-Aria.

La regularidad de los miembros de frase, (cuadriculada)


empieza a notarse en estas áreas, con la repetición de versos y
frases melódicas.

23 de junio

Monteverde decía que la palabra debía ser señora y no es-


clava de la melodía. La evolución del madrigal lo desdobla: por
un lado nos da el aria de la opera, por otro el coro de las mis-
mas. Los melismas se empezaron a usar para decorar la línea
melódica esencialmente dramática, dualismo propio del barro-
co. Durante la escuela veneciana de ópera (ss. XVII y XVIII) se
continúa aumentando ese afán de adornar. Parece que ese afán
de adorno indica libertad en el uso de la voz; pero no es así: la
forma tiene que guardar un equilibrio riguroso y el adorno está
en la superficie, como el la arquitectura barroca.

Tenemos en una parte el recitativo, mas sencillo casi habla-


do verdadero “ in armonía favellando”, y el arioso mas libre que
el aria y de otra parte el aria, más complejo y construido.

Éstas son las formas de la música operática hasta fines de


XVIII.

Disco: Andrea Falconieri, “Villanella”. (Trozo de una ópe-


ra napolitana, aunque villanella equivale a villancico”) (Es muy
bonita).

Cuando el aria es ligera, de ópera cómica, se llama arietta.

La escuela veneciana (1650-1700) prefiere la gran aria. La


napolitana (s.XVIII) prefiere el aria ligera.

Disco – Monteverde – Gran aria.

La escuela romana está entre las dos anteriores. (La familia


Barberini hizo un teatro de ópera para 2000 personas y con

140
obras y apuntes

“máquina”). Y la ópera era una serie de trozos de música, con


poco cuerpo. Los Barberini usaron la tramoya o máquina para
un teatro público, que en gran parte procedía del ballet francés,
y que de Italia pasa a la España barroca, para Comedias y Zar-
zuelas.

La idea de intercalar trozos cómicos cantados en la ópera


es el origen de la ópera bufa. La ópera cómica es una parodia de
la gran grandiosidad de la ópera.

Disco – Cavalli (discípulo de Monteverde)

Varias – ariettas. (Hay poco en disco de esa época)

En Francia no arraiga la ópera hasta que surge un composi-


tor que la haga en francés. En Alemania sí se llega a imponer
con Legrenzi, que influye sobre Haendel y aun sobre Bach. (Es
mas conocido hoy como compositor de música religiosa).

Disco – Legrenzi- Eteocles y Polinice.

Arietta (de un tipo ya próximo a las del S. XIX).

Disco – Arietta de Guiseppe Torelli (el gran violinista, que


como todos los músicos de la época, hizo óperas, de las que
conservamos pasajes. Fue el primero en componer conciertos
para violín).

25 de junio

La escuela veneciana prefiere las arias grandiosas y libres;


la escuela napolitana, posterior, el aria da capo. Hay muchas
ópera del período inmediatamente posterior a Monteverde cu-
yos nombres conocemos, pero se perdieron por el tiempo, el
fuego, etc. sucedió esto incluso con las obras de propio
Monteverde y de su discípulo Cavalli.

Entre la segunda mitad del s. XVII y la primera del XVIII,


la escuela veneciana se extiende por Francia, Alemania, etc.; la

141
Camila Henríquez Ureña

escuela napolitana, en España. La “gran ópera francesa” de-


pende de la escuela veneciana. Perrin (poeta) y Cambert (músi-
co) compraron de Nazarino el derecho de hacer óperas; pero
sus pequeñas óperas pastorales eran de poco valor.

El teatro francés (la tragedia) estaba en su apogeo, y el ma-


yor autor de óperas de Francia solía asistir a la tragedia y estu-
diar los ritmos del verso. Pero el gran espectáculo del período
fue el ballet. Su éxito en parte de debió a la protección de los
reyes; las antiguas fiestas de danza, masques, se hicieron fiestas
de corte porque los reyes y la corte tomaban parte en ellos. Pero
al principio la música tuvo importancia. El que va a elevar am-
bos, la ópera y el ballet, es Juan Bautista Lully, que llegó a ser
un verdadero poder en Francia. Como el derecho a ser óperas
estaba vendido, Lully tuvo que desarrollar las suyas del ballet:
“ópera-ballet”. Lully acaba por comprar a Perry y Cambert su
privilegio, y hace su primera “tragedia en música”. Lully tiene
gran vivacidad, color, y concepto de lo que es la ópera. Tiene su
obra ( Cadmus y Hermione, Perseo y Armida (1686)) gran belle-
za de canto, gran sentido dramático de la música y la palabra,
valor expresivo de la orquesta, y en general, gran valor musical.

Disco – Lully, 1) Aria de Perseo Medusa “Je détonis la


beauté et je porte l´épouvante ”

2) Aria de Armida; Reinaldo (Renaud) Plus je vois ces


lieux…”

Lully se llamó al principio Lulli. Luego agregar la i final (de


familia) a su apellido: Lullii, Lullÿ, Lully.

_______

Rameau hace óperas que continúan la obra de Lully; pero


después de él la “gran ópera francesa” decae. Más tarde se la
revive con un alemán (de Bohemia, austríaco): Glück.

142
obras y apuntes

En Inglaterra la mask u ópera dura poco. El primero en


hacerla es John.

Luego Purcill, el más famoso, con Dido y Eneas y el Rey


Arturo (¿).

Pero ahí termina la opera inglesa hasta Haendel.

En España la comedia de Lope y Calderón dominaba el


teatro. Al principio se introducen en ella ciertos números mu-
sicales. Se hace música de guitarras, entonces instrumento de
corte como el laúd. Se cita una obra de Lope como la primera
ópera española: La selva sin amor. Es una pastoral, y se repre-
sentó con tramoya, que fue la verdadera novedad. La música
tuvo poca importancia. Calderón, que no era de muy grande
inventiva, y como tuvo que organizar muchas fiestas reales, imitó
lo que se hacía en Francia y en la escuela veneciana. Conocemos
los libretti, pero no la música. Las fiestas organizadas para di-
vertir a los reyes en el interior del palacio se llamaron “fiestas
de Zarzuela”. Se hicieron muy populares pronto. Calderón es-
cribió “El jardín de “, en el estilo de ballet francés, con coros,
pero sin solos. Luego escribe “El laurel de Apolo”, con música
probablemente de Cavalli; aunque ni música ni nombre de au-
tor se conservan. En la “zarzuela” aparece siempre el elemento
popular cómico, “el gracioso”, como lo había también en la
Comedia. El recitativo se pierde por no ser del gusto español;
la parte se hace hablada, y la zarzuela ahoga en España a la gran
ópera, excepto alguna que otra copia de la ópera italiana. La
ópera en España sigue hasta hoy en proceso de descenso.

En la escuela napolitana el primer gran autor es A. Scarlatti.


Su ópera es una serie de arias de varios tipos.

Disco: A. Scarlatti

Arietta “Chi vuol innamorarsi? “

143
Camila Henríquez Ureña

____________

30 de junio

La ópera bufa nace de las pequeñas obras de los interme-


dios y como una parodia de la gran ópera. Las primeras que se
desarrollan en Italia son napolitanas, se escribían en dialecto
napolitano y satirizaban al gobernante español. Los personajes
son populares. Se extiende por Europa: ópera boufonne, beggar’s
opera, singerspiel, etc.

Continuadores de la ópera seria y bufa, Glück, Mozart,


Salieri, Beethoven. La ópera cómica es como un tipo interme-
dio, de final o detalles más o menos felices, pasajes hablados,
etc. (Sartri )

El dominicano: Il re pastore, ópera que copia Mozart.

Disco-Sartri, aria de Il re pastore. (¿)

Disco – Canzonetta de Scarlatti (Chi vuol innamorarsi). (air


à tiroirs, en francés, son estas cancioncitas divididas en perío-
dos que se repiten).

Boloncini era un músico italiano, violoncelista y composi-


tor fino y espiritual, que influyó sobre Haendel, con quien ri-
valizó en Londres, antes de pasar a Viena, ciudad musical más
ligera, de acuerdo con su temperamento.

Disco: Arietta, de Boloncini

Disco: Arietta de Fioridante, “Anima mía” de Haendel.

_________

Los intermedios, de los que nació la ópera bufa, son tan


antiguos como el nacimiento del teatro religioso medieval. Lle-
vado a lo popular, éste empieza a caricaturizarse en la farsa (de
farci) que echan el asunto a broma. En Francia se multiplican

144
obras y apuntes

los llamados entremet, entremetti en Italia, que pronto se in-


troducen en España. En francés entremets es un plato entre
otros; pero entrometto puede venir del verbo entromettersi y
no tiene relación con el francés. Estas representaciones se mez-
clan con las mascaradas, danzas con antifaz, etc.

Marco Marazoli puso en música “No siempre es peor lo


cierto”, de Calderón con el título de “Il male e il bene”, y otras
obras de Calderón.

La base del argumento de la ópera bufa es el trío: mujer,


marido y tercero; triple, bajo y barítono o tenor.

La serva padrona de Pergolese es llevada a París y tiene gran


resonancia, a causa de las discusiones filosóficas del momento:
clasicismo y naturalismo. Los personajes son populares y pare-
cieron “naturales”. El propio J.J Rousseau la exaltó y quiso com-
poner una ópera a esa manera. Las primeras óperas cómicas en
Francia eran pequeñas parodias de las óperas grandes, hechas
en las ferias de París. Es curioso que el debate de la ópera moti-
vó más de cien folletos entre una y otra banda de filósofos. En
el mismo palacio Luis XV y Mme de Pompadour tomaron un
bando y la reina María Adelaida el otro.

Disco – Arietta de Pergolese

Disco-Rousseau- La divina aldea. (Este tipo de ópera se


llamo interlude).

1º-Aria de soprano

2º-Aria con coro

2 de julio

La ópera bufa exige un contacto directo entre la obra y su


público: la gente es la que lleva de la mano al compositor: ése el
papel de la música popular, y eso no significa que no le gustara

145
a los reyes y nobles. Así vemos que Glück, que es el prototipo
del músico de corte, fue sin embargo autor de óperas cómicas
en su juventud. Era checo y pasó parte de su vida en Praga, aun-
que nació en Baviera, de padres checos. Estudió en Italia con
Sanmartini, maestro de los autores de las grandes sinfonías como
Haydn.

Glück estudio con él 10 años. Viaja mucho, y también estu-


dia con Haendel. Es sólo después de los 35 años cuando empie-
za a componer gran ópera: “La clemencia de Tito” es la primera.
El papa lo hace Caballero, concediéndole la “Espuela de oro”.

Raniero de Calzavici es el personaje que impulsa a Glück a


hacer innovaciones. Glück escribe Alceste, y luego Ifigenia en
Áulida, ya destinada a la Ópera francesa, con libreto francés.
Los franceses creyeron ver en él el sucesor de Rameau y Lully.
En 1764 pasa a Francia, y allí su primera ópera, “rehecha”:
Orfeo, tiene un éxito enorme. En 1765 estrena Ifigenia en Áulida,
y en el 66 la Alceste, que había escrito como libretto de Calzavici.
Con éstas nace en Europa la ópera de tipo universal, como se-
rán también las de Mozart.

Los rivales llevan a París a Nicolás Piccini, lo que hace a


Glück retirarse a Alemania. Dos óperas más estrena en París:
Ifigenia en Táurida y Eco y Narciso. La última fue un fracaso.
Glück se retira a Viena y muere.

Con Glück empieza la gran época musical de Europa, el cla-


sicismo vienés. Ya con él adquiere la orquesta una grandeza que
anuncia el Sinfonismo de Beethoven. En la famosa aria “Ché
faró”, de Orfeo, se muestra digno heredero de la majestad y gran-
deza de Monteverde.

En las primeras grandes óperas no había mujeres: el con-


tralto lo cantaba un hombre, con voz de falsete o natural. En
las óperas cómicas en cambio, hay mujeres sopranos y contral-
tos, que es lo que va a seguir la opera moderna. El bajo bufo
(caricato) aparece en las óperas bufas hasta que se les sustituye
por el barítono después de Donizetti (Don Pascuale).
Disco: Voy llorando-¿ Glück

Tone Malerei, pintura tonal, era una manera de música des-


criptiva que ya existe en Glück:

Disco: Los campos Eliseos, de Orfeo- Glück.

(La flauta pinta los sentimientos)

Disco: Obertura de Alceste, Glück.

En el sentimiento orquestal y la amplitud, anuncia a


Beethoven.

21de julio

El sentimiento de la tonalidad empieza a aceptarse en el mo-


mento en que la polifonía empieza a desarrollarse. Con él nace
la verdadera música moderna. 1722- Rameau; Principios de ar-
monía natural, es la obra que organiza la técnica musical en teo-
ría. Hasta entonces no había reglas fijas, sino enseñanza
empírica.

El sentimiento de la tonalidad se basa en la consonancia


natural de sonidos que constituye el acorde. Rameau no inven-
ta, sino organiza ese sistema armónico.

No en balde es Glück, de Viena, el que empieza, después de


Rameau, la revolución de la ópera en París.

Más tarde es el clasicismo vienés el que lleva la música mo-


derna a su forma más alta: la que predomina es la forma- sona-
ta, que incluye los cuartetos, etc. de cámara, y la sinfonía, que
es la sonata para orquesta. Desde este momento ya no hay mas
que sonatas, desde para un instrumento hasta para orquesta.
Tanto el aria como el arioso son absorbidas por la sonata. De la
fuga toma el juego entre los dos temas.

147
Camila Henríquez Ureña

Sonata-3- tiempos- Tripartita- Exposición- Desarrollo- Re-


capitulación (Repite la exposición). Es decir, dos temas, pero
tres partes. Se mueven de la tónica a la dominante and back.- Se
suele decir: un tema rítmico y otro cantante.

1º-Allegro

2º- El tiempo lento es a veces aria a y veces arioso. 3º-El


final es generalmente rápido:Drondó. Se intercala a veces un 4º-
tiempo: minuetto.

Compara S. la forma de la danza con la del triangulo del


frente del Partenón:T T

En la sonata hay variaciones intermedias:

Disco- Cuarteto. Haydn

148
obras y apuntes

Ya es un cuarteto en el que todos los instrumentos tienen el


mismo valor; pero es breve y como un esbozo.

Disco- Sonata en re mayor- Mozart

(piano)

23 de julio

Debemos recordar que la sonata existió desde el s. XVI,


pero como forma simple. Su forma enteramente desarrollada
no la alcanza hasta los clásicos vieneses, con Haydn para empe-
zar. En él todas las perspectivas aparecen ya planteadas.

Haydn nació en Ronan(¿) en la frontera entre Hungría y


Austria. Muchos motivos populares de esa región, semi-eslava
por lo serbo-croata, aparecen en su música. Además, durante
muchos años de su vida fue músico popular en una banda de
músicos itinerantes: (También en Mozart hay mucho de popu-
lar, no sólo del campo, sino de los barrios pobres de la ciudad).
Haydn nace en 1732, poco antes de morir Couperin (1733). El
clave está decayendo, para dar paso al piano, poco a poco. En
Francia, el que hace la misma revolución que Haydn en Alema-
nia, es Gosset, poco conocido, porque fue el músico de la Revo-
lución. Francesa: nació en 1734. En 1735 nace J. Bach, el hijo
menor de Bach. En 1736, Pergolese, el principal autor de ópera
bufa, muere, y Glück va a Viena a trasformar su personalidad
musical.

Hasta ahora, los músicos anteriores al s.XVIII aprendían


en las cantorías de las iglesias. Haydn fue niño de coro en la
catedral de S. Esteban. Empieza a estudiar clave y violín. A los
11 años lleva a Reuter su primera composición, que este declaró
inservible. A los 17 años entra a formar parte de una orquesta
callejera. A los 18 escribe una misa y un cuarteto. (Haydn ya
mayor se encuentra con Mozart, y el estilo de este influye sobre
Haydn). Se le encarga a los 19 una ópera bufa. Hace amistad
con Ditterdorf, que lo ayuda a ganarse la vida. Porpora (cantan-
te) lo admite como lacayo, y entre tanto que lo sirve, aprende

149
Camila Henríquez Ureña

composición. A los 25 años conoce a Glück que lo invita a una


pequeña corte alemana, cuyo Conde lo deja allí para componer
piezas de orquesta. Sus óperas, en cambio, no tienen interés.

Luego (a los 27 años) el Conde Morsi (¿) lo invita a dirigir


la orquesta de su corte. Pasa allí dos años, y escribe su 1ª-sinfo-
nía.

La familia Esterhazi (condes de) le ofrece que pase a tra-


bajar con ellos. Allí permanece 30 años, en la jaula dorada de
una residencia campestre señorial. Los conciertos de orquesta
allí eran magníficos, pero estaban aislados del mundo. Por lo
mismo compuso más: 104 sinfonías y casi igual número de cuar-
tetos se conservan.

La 1ª- obra que publica en París se llama 6 sinfonías o cuar-


tetos dialogados,

mostrando la vaguedad de la forma sonata aún.

La Sinfonía de los adioses. (cada músico termina, apaga la


luz y se marcha, cierra este período.

Haydn, ya de 49 años, se encuentra con Clementi, y aprende


de él la nueva técnica del piano. Entonces también recibe la in-
fluencia de Mozart. Escribe los 7 cuartetos (de un solo movi-
miento) de las 7 palabras, para la Semana Santa en Cádiz. Otras
muchas sinfonías se le encargan. Escribe la música fúnebre de
Federico el Grande. A la muerte del Conde Esterhazi, Haydn
sale para Londres y en el camino conoce a Beethoven.

Disco: Cuarteto No-Op.50, No-6.(La Rana)

150
obras y apuntes

En el andante hay muchas características del estilo de


Beethoveen que ya se anuncian. El aire de danza es un minué,
seguido de un trío; rasgos populares.

28 de julio

Disco- Sinfonía en Sol mayor- 1ª- de la 2ª- serie- Haydn.


(Dirigida por Toscanini)

_________

30 de julio

Disco (Nuevo de la Antología Sonora)

Trío de Ritter, (escuela de Mannheim).

______

Disco-Karl Stamitz- Cuarteto.

_______

Luis Boccherini, el compositor de música de cámara mas


importante de Italia en su época, escribe mucho en Francia y en
España. Escribe muchos quintetos para dos violoncelos: tríos,
cuartetos y quintetos concertantes.

Disco- Trío-

151
Camila Henríquez Ureña

Disco- Sinfonía (cuarteto) de Haydn.

Modulación audaz: del Mi bemol a su nota polar Re # y


retorna al Mi bemol.

4 de agosto

En 1790 Beethoven tiene 20 años y se encuentra con Haydn,


de 58 años: para él en ese año de su vida empieza su gran época,
en que él se convierte en el maestro de Beethoven y Mozart y el
gran iniciador de la música moderna.

Escribe en este período en Londres las “Sinfonías de Lon-


dres” y las “Sinfonías de Oxford”, que le dio título de Doctor
Honoris Causa. Estas sinfonías se encuentran en discos más que
las de París.

Disco-Sinfonía No-104 (de Londres)

6 de agosto

Los últimos cuartetos de Haydn son superiores a los seis


primeros de Beethoven, quien tardó en dominar la combinación
de los instrumentos.

Disco- Haydn- Cuarteto en do mayor.

Op. 64, No 1.

Los oratorios La Creación y Las estaciones son obra de los


70s de Haydn, que muere alrededor de los 77. Murió poco des-
pués de dirigir La Creación.

152
obras y apuntes

Disco:

1era. cara. Aria de La Creación: soprano

2ª cara. Aria de Las Estaciones: soprano.

13 de agosto

Mozart- Su corta vida cae enteramente dentro de la larga


vida de Haydn, de quien fue discípulo y en quien influyó. Su
vida se puede dividir en tres períodos en cuanto a la produc-
ción: formación, madurez y etapa final. Hemos visto que en
Haydn este último período es el que corona su gloria, y mucho
le debe a Mozart. Beethoven, todo su primer estilo lleva el sello
de Mozart, aunque él le insufla un espíritu nuevo. Mozart, como
Haendel, es principalmente un músico vocal, pues su concep-
ción melódica está basada en la voz humana y la calidad emo-
cional que no adquiere la música instrumental sino tomándola
de la vocal.

En la época de Mozart la ópera es de estilo italiano y él le


añade algunos nuevos elementos. Desde el Don Juan y La flauta
mágica a sus grandes sinfonías tiene lugar el más brillante pe-
ríodo de la vida de Mozart.

Mozart escribe obras que, aunque escritas para clave, ya se


tocaban en piano. El primero en dar conciertos de piano exclu-
sivamente fue Hans Cristian Bach. El primero en escribir gran-
des conciertos para piano es Mozart.

Ejemplos: El rondó A la turca de la sonata No- 11, aún


para clave, y el de la sonata ya propiamente para piano.

Son seguidas las dos sonatas, en su fecha de composición.

El padre de Mozart, Leopoldo, es el violinista que desarro-


lla la técnica que siguen enseguida los grandes violinistas ale-
manes. En cuanto a las óperas de Mozart, desde El robo del
serrallo aparecen en las suyas ciertos elementos que poco a poco
van definiendo rasgos de la ópera alemana.

153
Camila Henríquez Ureña

Cosi fan tutte es según Salazar la ópera más perfecta de


Mozart.

Disco- Sonata No-11, Rondó “A la turca”. (clave)

Disco: Sonata No- 12- entera (clave o piano)


Kleinenachmusik

18 de agosto

Mozart- Hemos hablado de las tres épocas de la vida de


Mozart, la 1ª-, hasta “Idomeneo” (24 años), entonces viene la
2ª-, después de conocer a Haydn y se influyen mutuamente. En
esta 2ª- época escribe su primera ópera con rasgos alemanes,
especialmente en el idioma, “El rapto del Serrallo”, ópera lige-
ra. Dura hasta 1786, en que Mozart va a Praga, y escribe la sin-
fonía (sin minuetto) llamada de París, y se va a esa ciudad a
estrenar el Don Juan. Mueren en ese año Glück y Leopoldo
Mozart. J. W. Mozart recoge la herencia de Glück. Mozart escri-
be 50 sinfonías, de las que muchas se han perdido. Su depura-
ción, inspiración y gracia son únicos; pero todavía no hay drama,
conflicto entre motivos musicales; eso viene con Beethoven y el
romanticismo.

Disco- Mozart- Sinfonía No- 31, en Re mayor (de París) La


1ª- gran sinfonía de Mozart. (0297). El 2º- movimiento era an-
tes otro, que resultó demasiado largo. Es uno de los movimien-
tos más admirables de Mozart: (andantino)

Tiene minuetto: el 3er- mov. es un finale formal.

Mozart escribe sinfonías de tipo intermedio entre la de hoy


y el concierto barroco con sus instrumentos concertantes: las
sinfonías concertantes (concertori). Escribió un concierto para
arpa, flauta y orquesta, rara vez ejecutado hoy. Es muy francés,
como música de salón aristocrático francés, que ha hecho pen-
sar en Watteau y aun en Musset: hay discos franceses, recientes,
de la Anthologie Sonore.

154
obras y apuntes

Disco- Sinfonía (concierto) para flauta, arpa y orquesta. –


Do mayor-299 en el Catálogo general.

El período siguiente va del Rapto del Serrallo a Las bodas


de Fígaro.

20 de agosto

En Alemania es Mozart el puente entre Glück y Beethoven.


Desde el momento que en Mozart despunta lo alemán, su origi-
nalidad se declara.

Las grades óperas de Mozart (Le nozze di Figaro) necesitan


gran virtuosismo en su interpretación. Es la obra cumbre de su
período en Europa, y pertenece a lo que se llama el barroco vie-
nés, que mejor se llamara rococó vienés.

Mozart escribió además muchos lieder, algunos con letra de


Goethe, (La violeta). Pero la canzonetta de salón es la canción
de moda.

Disco- Canzonetta: Un motto di groia, de Mozart (Fecha-


1765) (Antología sonora).

En ese mismo año toma la mitra de Arzobispo un hermano


de Maria Antonieta, y se le pide a Mozart una opera pastoral.
Escribe Il Re Pastore, con letra de Metastasio, con muchas arias
independientes hasta el punto que Mozart la llamó sólo compo-
sición dramática, no ópera.

Disco- Aria de Aminta del Re pastore ; “L’ amero’, saro’


costante”

(Antología Sonora)

La ópera cómica francesa es una ópera de tipo medio; el


Singerspiel es ópera bufa o ligera. Había además la ópera seria o

155
Camila Henríquez Ureña

grande. El orientalismo que estaba a la moda, en aquella época


inspira la ópera “El rapto del serrallo” de Mozart. ( Singerspiel)

Disco: Opertura del “ Rapto del Serrallo” de Mozart. (Es-


tilo italiano).

Mozart

Disco- Das Lied der Trenen

La canción de la despedida

(Antología sonora)

Señala ya una evolución de Mozart hacia su dulce, serena y


recóndita melancolía, que no llega a lo trágico.

(14)

Disco- Mozart- Cuarteto No.15

Op. 421 Columbia

Discos

Albumes:

Dos mil años de Música, dirigido por Curt Sachs.

1 er- disco- Lied de Leikilos

2 do- disco- Graduales.

Misit dominus en modo lídico

Disco No-2- Canto de peregrinos a Compostela (siglo XII)

(R-1017)

Disco No-3-Estampida de Raimbault de Vaqueiras (En


provenzal)

Canción de cortes (en el mismo disco) de Bernard de


Venlaton—

R.1019- Gloria de Dufoy

156
obras y apuntes

Album

Gregorian Chants, cantados por los Monjes de la Abadia


de Saint- Pierre de Solesmes (Album M-87, His Master voice.

Primer disco- Gloria gregoriana

Disco No-7-Allelina y Jubilus

Solesmes No-6- Gradual Qui sedes

Solesmes No-22-Responsorio y antífona

Solesmes No-18-Jubilate Deo

Solesmes No-14- Adoro te gregoriano y salve

Solesmes No-1- Kirie eleison Agnus, Gloria y Sanctus

Solesmes No-16- Dona nobis pacem

Solesmes No-3- Antifonal y tracto

Solesmes No-4-Ofertorio

Solesmes No-8-Cantos para la comunión.

L’ Antologie sonore

Disco No-34- Responso gradual

Disco No-18-Canción de Blondel de Nesles: “A l’


entrant d’ esté”

Canción cortés de Perrin d’


Angincourt (en el mismo disco)

Complainte de Ricardo Corazón de


León (reverso del mismo disco)

Disco No-16-Cara A- 3 estampidas

1ra- inglesa. 2ª-francesa. 3ª-inglesa

Cara B-1ª- inglesa

157
Camila Henríquez Ureña

2ª- Balleto italiano. Il lamento di Tristano

Disco No-39-Cara B-Rondeles del siglo xv – de Gilles


Buichois; de Grossin.

Canciones a una y dos voces, del siglo XIV.

Misa para la coronación de Carlos V, de Machaut.

(Disco 31- Credo-Sanctus. Disco 32. Agnus dei, Ite, misa est)

Disco No- 59. Balada de Pierre de Molins

Madrigal de Jacopo di Bologna.

Disco No- 35-Kyrie de la misa de Dufoy, “Si la face ay,


pale”

Antífona motete “Alma redemptoris


mater”

Disco No-1-Canción- Pourrais je avoir vostre merci (cara


A)

(Cara B) Balada. Le jour s’endort

(Cara A) Ockehem

Canción Ma maitresse

Disco No- 21-Canciones de Pierre de la Rue y de Obrecht-


(Cara B)

Himno a la Virgen de Brassart (cara A?)

The Columbia History of Music

(Londres)

Disco No-1- Himno latino

Veni Sancti Spiritus

Disco No-2- Mira ege

Disco No-3-Fabordones tempranos

158
obras y apuntes

Guillermo Dufoy

(s.xv)

Disco No-12- (Parte 1ª- de la Colección)

Canon popular

“Sumer is ecumen in”

(Rota de Reading)

Canciones a una y dos voces del siglo XIV.

Columbia-Disco No- 5711.

Fabordón de Dufoy.

Columbia No-7319- Organa de la capilla de Enrique VI.

Colección

Lumen- Sept siècles de musique sacrèe

(Paris)

Disco No-32.017- Organum duplum de Leonerio

(cara anterior)

Canción de iglesia en lengua vulgar, de Perotino.

(cara posterior)

Disco 32.018- Motete con varios textos, de Franco de Co-


lonia.

Disco 32,019- Motete con instrumentos,”Vergine Bella” de


Guillermo Dufoy

Disco 32018-Canción piadosa de un juglar italiano.

(s. XIII)

Canciones a una y dos voces del s. XIV

159
Camila Henríquez Ureña

Disco No-32.019 Ave Mater (anónima)

Disco No-32020-Motete polifónico a dos partes, de John


Benet

Adorémoste, señor. de F. de la Torre

Sueltos

Cancion de Josquin Des Près,

VRM 212. Baises-moy, ma doulce amie.

Incarnatus, de Josquin Des Près

R1019 (2 mil años de música)

160
PUBLICACIONES Y ESCRITORES DOMINICANOS

1.- Aguiar, Enrique (1890-1947)

2.- Amiama, Manuel A. (1899)

3.- Bazil, Osvaldo (1884-1946)

4.-Bermúdez, Federico (1884-191)

5.- Billini, Francisco Gregorio (1844-1898)

6.-Bosch, Juan (1909)

7.-Cabral, Manuel del (1907)

8.-Cestero, Tulio Manuel (1877-1954)

9.-Contín Aviar, Pedro René (1910)

10.-Damirón, Rafael (1882-1956)

11.-Deligne, Gastón Fernando (1861-1913)

12.-Deligne, Rafael (1863-1902)

13.-Díaz Ordóñez, Virgilio (1895)

14.-Domínguez Charro, Francisco (1918-1943)

15.-Fernández Spencer, Antonio (1923)

161
Camila Henríquez Ureña

16.-Galván, Manuel de Jesús (1834-1910)

17.-García Godoy, Federico (1857-1924)

18.-Gatón Arce, Freddy (1920)

19.-Giró, Valentín (1883-1949)

20.-Glas Mejía, José Manuel (1923)

21.-Henríquez, Enrique (1859-1940)

22.-Henríquez Carvajal, Federico (1848-1951)

23.-Henríquez Ureña, Camila (1894)

24.-Henríquez Ureña, Max (1885)

25.-Henríquez Ureña, Pedro (1884-1946)

26.-Hernández Franco, Tomás (1904-1952)

27.-Incháustegui Cabral, Héctor (1912)

28.-Jiménez, Miguel Angel (1885)

29.-Lebrón Saviñón, Mariano (1922)

30.-Lugo, Américo (1870-1952)

31.-Marrero Aristy, Ramón (1913)

32.-Mieses Burgos, Franklyn (1907)

33.-Mir, Pedro (1913)

34.-Monte, Félix María del (1819-1899)

35.-Moreal, Emilio (1887)

36.-Moscoso Puello, Francisco (1936)

37.-Nolasco, Sócrates (1884)

38.-Pellerano Castro, Arturo B. (1865-1916)

39.-Penson, César Nicolás (1855-1901)

162
obras y apuntes

40.-Perdomo, Apolinar (1882-1918)

41.-Perdomo, Josefa Antonia (1834-1896)

42.-Pérez, José Joaquín (1845-1900)

43.-Pérez Alfonseca, Ricardo (1892-1950)

44.-Portalatín, Aida Cartagena (1918)

45.-Prudhomme, Emilio (1856-1932)

46.-Requena, Andrés Francisco (1908-1952)

47.-Rodríguez Objío, Manuel (1838-1871)

48.-Rueda, Manuel (1921)

49.-Seviñón, Altagracia (1886-1942)

50.-Ureña de Henríquez, Salomé (1850-1897)

51.-Ureña de Mendoza, Nicolás (1823-1875)

52.-Valencia, Manuel María (1810-1870)

53.-Valero, Manuel (1918)

54.-Vigil Díaz, Otilio (1880)

163
Camila Henríquez Ureña

LISTAS BIBLIOGRÁFICAS
REPÚBLICA DOMINICANA
NOVELA ( DESDE 1882)

-Manuel de Jesús Galván (1834-1910) Enriquillo (1882) (1ª edi-


ción completa, prólogo de José Joaquín Pérez).

-Rafael Damirón (1882- ) Del cesarismo (1911)

Monólogo de la locura (1914)

¡Ay de los vencidos! (1925)

La cacica (1945). Revolución (1940)

Francisco Gregorio Billini (1844-1898) Baní o Engracia y


Antoñita (1892)

José Ramón López (1866-1922) Nisia (1898)

Miguel Billini (1859-1907) Estela (1907)

Federico García Godoy (1857-1924) Rufinito (1908)

y Alma dominicana (1911)

Guanuma (1914)

El derrumbe (1917) (destruída la edición)

(Quedan fragmentos publicados en la revista cubana Cuba con-


temporánea)

-Tulio Manuel Cestero -(1877-?) La sangre (1914)

-Arturo Freites Roque (1879-1914) (Inexorable (1911)

-José María Pichardo Tierra adentro (1916)

-Horacio Read, Los civilizadores (1924)

164
obras y apuntes

-Jayme Colson, El general Babieca y Patricio Flamuco (1916)

El cabo Chepe (1918)

Pedro M. Archambault (1862-1944) Pïnares adentro (1927)

Enrique Aguiar (1890-) Eusebio Sapote (1938)

Don Cristóbal (1939)

Manuel Antonio Amiama (1900-) El viaje (1940)

Haim López Peña Hidalguía antillana

La pandilla 1946

Senda de revelación 81936)

Renacimiento (1942)

Francisco E. Moscoso Puello (1885-) Cañas y bueyes (1936)

Andrés Requena Los enemigos de la tierra

Cementerio sin cruces

Camino de fuerza)

Max Henríquez Ureña (1885-1968)-La independencia efímera (1938)


(Episodios dominicanos)

- La conspiración de los Alcarrizos (1941)

- El Arzobispo Vale (1944)

- El ideal de los Trinitarios (1951)

Mario Veloz Maggiolo- El buen ladrón (1960)

Ramón Marrero Aizti-Over (1939?) Ed-1963

Juan Bosch La Mañosa.

Miguel Angel Moa

165
Camila Henríquez Ureña

Ramón Locay Polanco-En su niebla (1950)

La mujer del agua (1949)

Luis Henríquez Castillo-La octava maravilla (1943)

166
obras y apuntes

PUBLICACIONES PERIÓDICAS (A PARTIR DE 1900)

La Cuna de América (revista) (1923-1924, con algunas interrup-


ciones)

El Listín Diario (Se publica aún)

La Hoja Suelta (S. Pedro de Macorís, 1916-)

El Album (revista, 1901-1906)

El Dominicano (1909)

El Nacional (1911)

Pluma y Espada (1911; 1921-1922)

Patria (1910) dirigido por García Godoy

El Día (1914) “ “ “ “

La Bandera Libre- dirigida por Fabio Fiallo. Se fundó en 1899,


dejó de publicarse, pero reapareció en 19?.. Al sobrevivir la ocupa-
ción militar en 1916, Fiallo suprimió la palabra libre y combatió al
gobierno militar, por lo que fue encarcelado en 1920 y condenado a
trabajos forzados.

La Información, diario dirigido por Rafael Cesar Tolentino, en


Stgo. de los Caballeros, también perseguido.

Patria, dirigido por Américo Lugo (1921-1928)

El Cormofrodita (revista 1918-

La Opinión (fundado por Abelardo Nainta) Lo dirigió de 1922-


1927. Luego continuó publicándose.

La Nación (1940- ) (diario)

Cuadernos dominicanos de cultura (1943-)

Clío ( de la Academia Dominicana de la Historia).

La Racha

167
Camila Henríquez Ureña

Tradiciones:

César Nicolás Penson (1855-1901) Cosas añejas (Por entregar,


desde 1891)

Cuentos sueltos de:

Viriginia Elena Ortea. Los diamantes.

Manuel de J. Troncoso de la Concha (1878-?)

El secreto de Catatey

Un ahijado del Santísimo

El misterio de D. Marcelino

José Ramón López Cuentos puertoplateños (1904)

Tulio M- Cestero. Alma dolorosa. Sanguina.

Cuentos sueltos de:

Enrique Henríquez

Enrique Apolinar Henríquez

Rafael Justino Castillo

Juan Bosch-Varias colecciones

Ramón Emilio Jiménez- Al amor del bohío ( costumbristas)

Sobre el cuento:

Sócrates Nolasco- El cuento en Santo Domingo (1957)

168
Gustavo Adolfo Díaz

Furcy Pichardo (criollistas)

Quiterio Berroa Canelo (“)

Augusto Franco Bidó (“)

José María Pichardo- Pan de flor (1912)

De pura cepa (1927)

Ricardo Sánchez Lushino (En Cosas del terruño y Cosas mías


(1912)

Gustavo Adolfo Mejía- Mi libro de cuentos (1914)

Patué Moao- Cuentos y serpentinas (1921)

César N. Perozo- Horas de buen humor. (1925)

Julio Vega Battle. Cuentos sueltos, humorísticos.

Sócrates Nolasco- Cuentos del Sur (1940).

169
FRANCISCO DE MIRANDA
EL PRECURSOR

(CONFERENCIA)

“El ilustre Tucidides grabó en el bronce de su historia,


con palabras austeras y vigorosas, este pensamiento profé-
tico de las arengas de Pericles por los muertos por la Patria:
“La tumba de los grandes hombres es el Universo entero.
No se hace notar por algunas inscripciones escritas sobre
columnas, como en las sepulturas privadas, sino que hasta
en las comarcas extranjeras, sin necesidad de renglones con-
memorativos, el recuerdo y el culto de los hombres magná-
nimo que lucharon por la Patria, se conservan mejor en el
espíritu inmortal y sereno que en monumentos orgullosos y
perecederos”.

Señor, Señores:

Entre los hombres magnánimos que lucharon por la liber-


tad de América, que le inyectaron la savia de su existencia para
eternamente circulara en nuestra historia, “haciendo fructificar
la labor afanosa de los tiempos con el anhelo y la devoción de la
libertad”, uno hay que merece especialmente imprimir con ca-
racteres indelebles en el espíritu de los hispanoamericanos, aun

171
Camila Henríquez Ureña

nombre, que Europa grabó, hace un siglo ya, en la piedra glo-


riosa del Arco de Triunfo de la estrella.

Este hombre fue Don Francisco de Miranda. Animados de


un profundo respeto a su pasado trágico y glorioso, traemos a
nuestra mente la figura de aquel genio que, movido por el más
hondo y más alto de los amores, el amor a la Patria, a su gran
Patria americana, le consagró cuarenta años de su admirable exis-
tencia, larga en obras y fecunda en ejemplos, y mil veces fraca-
sado, permaneció firme hasta el fin en sus convicciones y en
sus ideales, y la muerte más injusta lo encontró inmutable, “por-
que el rayo, al herirlo con un golpe fatal, lo había inmovilizado
en la actitud heroica que adoptó su alma en la crisis suprema.
Actitud fascinante que no hubiera podido abandonar, sin que su
carácter moral cayera en deshonor, en polvo, pues no tenía otro
punto de apoyo que la formidable roca de su Cáucaso, sacudida
por la tormenta, y coronada, como en la tragedia de Esquilo,
por un diadema de relámpagos”.

En su nobleza, al sufrir y morir por el magno ideal, tal vez


experimentara” el heroico placer que en medio de las dilaciones
y de los ultrajes, en los calabozos y en los cadalsos, sienten los
grandes espíritus. Suprema voluptuosidad de las conciencias al-
tivas y puras, que ponía el éxtasis de los cielos en los ojos de
Giordano Bruno, cuando las llamas del Averno le quemaban los
pies, hacía cantar un verso de amor en los labios áticos de Andre
Chenier cuando ese joven dios de la libertad y de la gracia era
arrastrado al cadalso en la carreta de infamia de Terror.

Precursor, iniciador y como padre espiritual de los futuros


libertadores, Miranda es el Apóstol de la Independencia de Sud-
América. Murió martirizado por ella, después de haber vivido
sacrificándose por ella. Semejante al magnánimo Apóstol de la
Independencia de Cuba, Martí pasó gran parte de su vida en el
extranjero, fue desde allí la voluntad superior y directora, el
obrero incansable de la Revolución, y recorrió la tierra, de un
continente a otro, implorando de las naciones libres, un apoyo y
un auxilio para “alcanzar el mundo”.

172
obras y apuntes

Miranda fue el primero que tuvo una clara visión de los


destinos de nuestra América, y soñó verla poderosa y feliz, en el
coro de las naciones independientes; enarboló el primero el pa-
bellón de sangre, oro y azul de la Patria futura, y el nombre de
Colombia, inmortalizado luego en el grandioso pensamiento de
Bolívar, lo pronunciaron por la vez primera los labios del in-
fortunado Precursor.

Pero al decir que Miranda tuvo el primero la gran visión


de la América independiente en un sueño grandioso de liber-
tad, no queremos significar que él represente la primera rebe-
lión de Hispano-América. Hemos dicho que el afán heroico del
precursor hizo “fructificar la labor afanosa de los tiempos”. Al
nacer Miranda en América, su espíritu debió impregnarse del
hálito de rebeldía que surgía de la tierra misma, porque esa an-
sia de libertad, esa protesta que con él toma una forma defini-
tiva, y culmina en el formidable estallido de 1810, obedecía a
motivos muy poderosos, seculares como la propia domina-
ción española.

Si antes de acompañar al Apóstol en su largo camino de


luchas, tendemos la vista hacia atrás en la historia dolorosa de
las colonias españolas de América, podremos apreciar esas cau-
sa antiguas y profundas, que ya habían lanzado a la lucha a los
primeros rebeldes: a los precursores del Precursor.

——— I ——-

“Las colonias, -dijo Turgot- son frutos que permanecen en


el árbol hasta su madurez”. La madurez de las colonias españo-
las siguió un angustioso proceso de tres siglos.

En menos de 15 años, en el transcurso del siglo XVI, la


obra destructora y gloriosa de los Conquistadores ofrendó a la
Corona de España el imperio colonial más vasto y más hermoso
que han visto los ojos del mundo. Gloria más brillante que pro-
vechosa, porque de las inmensas riquezas que el Dorado occi-
dental ofreció a las ansias del Viejo Mundo, España apenas supo
gozar las ventajas.

173
Camila Henríquez Ureña

En la Europa de la época, empobrecida por el golpe terri-


ble asestado a su comercio por la invasión turca, la nación espa-
ñola sobre todas, atravesaba una era de miserias mal encubiertas
con el manto de un fingido esplendor. De tal manera, -dice
Manzini-“ que la crisis económica parecía insoluble, en los mo-
mentos mismos en que las carabelas de Colón navegaban oscu-
ramente hacia sus inmensos destinos”. Las condiciones en que
se efectuaba la Conquista no podían ser peores: los defectos y
excesos de su propia organización y un cúmulo de acontecimien-
tos diversos, precipitaban a España a la ruina. La conquista de
ese imperio áureo y maravilloso, que aparecía como un remedio
de la situación, como un retardo, al menos, de la caída, fue más
bien una extensión, una ampliación de la decadencia y del de-
sastre: España, como la Clitemnestra de Sófocles, salvó su vida
a costa de su propia desgracia.

Viene España a colonizar la América. La noción de la colo-


nización en el Viejo Mundo de esta época era muy sencilla y
muy absoluta. “En toda Europa, -dice Leroy- Beaulieu- “eran
consideradas las colonias como dependencias del Estado, que
éste había de explotar en única ventaja suya, sacando de ellas
todos los recursos posibles”. Por tanto, cuando los Conquista-
dores tomaron “en nombre de Dios y del Rey” su señor, pose-
sión de las que llamaron “Occidentales Indias”, éstas quedaron
unidas a España como un demonio sobre el cual debía ejercer
un gobierno absoluto, considerándolo como una dependencia
dotada de múltiples deberes y de ningún derecho. Tal fue el pen-
samiento que guió la Conquista y la Colonización: España no
separó nunca de la otra, no distinguió jamás entre los dos con-
ceptos.

Pero al despotismo, que era general a todos los sistemas


coloniales, imprime España en el suyo caracteres especiales, par-
ticulares, que agravan su condición. Hemos dicho que la deca-
dencia de España tenía motivos de orden interior: estos tendrán
una gran influencia sobre las colonias.

Tras de la lucha ocho veces secular de la Reconquista, em-


pobrecida hasta el grado de que su miseria empieza a ser pro-

174
obras y apuntes

verbial, -y habrá de perpetuarse en la Literatura en las simbóli-


cas figuras de sus pícaros y de sus hidalgos hambrientos- la na-
ción española acaba de labrar su ruina expulsando de su
territorio, con los moros y los judíos, su agricultura, su indus-
tria y su comercio. Nueva Medea, España desgarraba sus pro-
pias entrañas para vengarse.

No era España una nación rica y floreciente que pudiera, al


expansionarse, llevar su grandeza a otras regiones, sino una na-
ción envuelta en la grave crisis del comercio europeo,
depauperada por una larga lucha, debilitada por sus propios erro-
res, que buscaba un remedio al desastre, abriéndose un camino
hacia la India soñada, rica en aquella que ponderó Colón “cosa
excelente, con que se fabrican los tesoros, se consigue cuanto
se desea, y hasta se hacen llegar las almas al paraíso”.

Un pueblo que iba a buscar oro, y que lo encontró en dema-


sía. Y a nuestro juicio, uno de los errores particulares de la co-
lonización, fue el considerar las tierras de América como una
inmensa mina, hecha solo para producir metal incesantemente.
Metal que sirvió menos para enriquecer a la metrópoli lejana,
que para saciar, primero, a la turba hambrienta que, cansaba de
miserias, siquiera a los Conquistadores, y luego, a los ávidos
gobernantes y mercaderes codiciosos que vinieran a América en
busca de fortuna.

El despotismo del gobierno español tenía caracteres parti-


culares. En España el concepto religioso estuvo siempre unido
al concepto de la nación y del patriotismo. Los reyes, después
de librar de infieles sus dominios, se apoyaron cada vez más en
la Iglesia Católica, convirtiéndola en elemento esencial de la
soberanía, que unió, al despotismo de los monarcas, el terroris-
mo de la Inquisición. Así el régimen español era más de absolu-
to, sombrío, y ese fue el régimen que envió a las colonias,
representado por sus gobernadores y sus sacerdotes.

Sobre esas bases de despotismo, de codicia y de intransi-


gencia reposa el sistema colonial español, que fue el menos apro-
piado, sin duda, para hacer prosperar a los dominios y a la
metrópoli.

175
Camila Henríquez Ureña

La metrópoli española se propuso ante todo en las colo-


nias la explotación de las minas, y como se creía que bastaba
remover la tierra en las Indias Occidentales, para encontrar oro,
España se despobló aún más para poblar el Nuevo Mundo.

Se estableció en América una dominación homogénea, no


difícil de conservar en los primeros tiempos, sobre las pobla-
ciones indígenas, y que España pudo hacer durar bastante sobre
esos estados, de lento crecimiento, como son todos los que se
dedican a la industria minera.

El Rey declarado por el Papa dueño absoluto de las regio-


nes descubiertas. Toda posesión allí no fue sino una concesión
hecha por ese propietario único. Se dividieron los países con-
quistados en gobiernos dirigidos por Virreyes, que a su vez se
regían por el Consejo de Indias, residentes en España. Respecto
de lo que fueron en general estos Virreyes, diremos solo que su
gobierno duraba cuatro o cinco años, y luego, todos regresaban
ricos a España. La culpa no era sino de la metrópoli, que por su
sistema poco inteligente de otorgar esos cargos, permitía que
los ocuparan hombres movidos sólo por la codicia. Por debajo
de los Virreyes se extendía una multitud de funcionarios de go-
bierno, las ciudades tenían sus municipios, pero estaba prohibi-
do a los americanos tomar parte en el gobierno. Y así, la
metrópoli trataba con desdén a los criollos, al paso que los abru-
maba con impuestos. Los Indios por todos conceptos posterga-
dos, eran despreciados también por españoles y criollos. De
modo que la población se dividió en una como superposición
de castas: españoles, criollos, mestizos, indios, y más tarde,
mulatos y negros, separados entre sí por grandes antipatías, que
si bien por el momento aseguraban la dominación de la metró-
poli, en virtud del principio maquiavélico, habían de borrarse
un día, uniéndose las clases inferiores en un común deseo de
independencia.

Los Virreyes se sentían más reyes que el Rey a quien repre-


sentaban, los españoles, únicos dueños del gobierno, miraban a
las demás clases con desdén olímpico, y los criollos, de natura-

176
obras y apuntes

leza altiva y apasionada, devolvían el desprecio a los gachupines,


con un rencor acrecido por los abusos cada vez mayores.

Al principio de la dominación, los españoles a los Indios


en el trabajo de las minas. Los repartimientos dieron nacimien-
to a la esclavitud en América, las atrocidades se multiplicaron, y
una despoblación rápida acusó la casi total extinción de una raza
débil que no pudo resistir.

Las protestas y los consejos del noble Bartolomé de las


Casas trajeron por consecuencia la trata de negros, y éstos vi-
nieron a cargar el peso de los horribles trabajos sobre sus hom-
bros más robustos que los indios. Es solo una raza más que cae
bajo el yugo. La metrópoli había dictado leyes bastante piado-
sas para los esclavos, pero a la distancia, ¿quién las obedecía?
No era tiempo de cambiar, y el cambio era menos de hacer en
las leyes que en los gobernadores. La esclavitud no hace otra
cosa que aumentar, y el bondadoso obispo de Chiapas se lamen-
ta: “!Con mi sangre quisiera borar aquel consejo que di por mi
amor a los Indios!”

España, estimando que sus colonias no debían ser sino un


gran taller para la producción de metales preciosos, prohibió a
los colonos cultivar los productos de Europa, tales como el lino,
el cáñamo, la vid; les impidió levantar manufacturas, construir
buques. No quería que comprasen nada sino a la metrópoli, para
que el monopolio protegiese la industria y el comercio español.
Los extranjeros no tuvieron, en mucho tiempo, permiso para
establecerse en las colonias, y también sólo después de largos
años se concedió a éstas el derecho de exportar sus productos
naturales: la cochinilla, el índigo, el tabaco, la quina, las made-
ras de Caoba y Campeche. Las Casas de Contratación de Sevilla
y de Cádiz vigilaban el tráfico con América. De modo que, como
dice Robertson, -“la inercia y la pobreza parecía haber sido im-
puestas a la tierra, como a sus hijos la sumisión y la ignoran-
cia”.

Creyendo que el alejamiento de la competencia establecien-


do el monopolio redundaría en beneficio del tesoro nacional,

177
Camila Henríquez Ureña

España se aisló en sus relaciones comerciales, aislamiento que


produjo, a la larga, la ruina de las fábricas españolas. El aumen-
to de la población y sus necesidades, hizo que no dieran abasto
las fábricas de España, y no hubo más remedio que acudir a ta-
lleres extranjeros, convirtiéndose España, como se ha dicho, en
la garganta por la cual pasaban los tesoros de las Indias al estó-
mago de Inglaterra, de Holanda y de Francia.

La Iglesia extiende sus dominios en América, en apoyo de


España y de sí misma. El poder de la metrópoli, sobre todo en
los primeros tiempos de la Conquista, estuvo ligado al éxito de
sus misiones, si bien es cierto que los progresos de la cruz fue-
ron más lentos que los de la espada. Los misioneros fueron la
milicia activa de la Iglesia, y trabajaron donde quiera. La con-
versión de los Indios se realizaba por todos los medios, y no
siempre con bondad evangélica. Al organizarse el gobierno es-
pañol en América, el clero se organizó dependiente, no del Papa,
que solo confirmaba las elecciones, sino del Rey, que las hacía.
Se fundaron en gran cantidad claustros, seminarios y colegios, y
las grandes Universidades de Méjico y Lima, centros de la ense-
ñanza superior.

Así el lazo político fue fortificado por el lazo religioso en-


tre las colonias y metrópoli; así la iglesia católica consolidó en
América la dominación de España, como en España el poder de
los Reyes. Se impuso la misión de enseñar de cualquier modo a
los nativos de América que la autoridad de los Reyes es de ori-
gen divino, y que ellos, los americanos, no eran sino seres so-
metidos que no podían protestar de su condición. Como es
natural, mantenían en este orden de cosas, una gran ignorancia
en los americanos, como convenían a la metrópoli. Estaba so-
metida a su censura la entrada de los libros, para impedir que
penetrasen los de ideas subversivas, que no eran pocos.

No se crea por lo que llevamos expuesto, que negamos la


elevación de espíritu de hombres como las Casas y Bernardino
de Sahún, los mejores defensores de los Indios, ni la coopera-
ción prestada por la enseñanza de los Jesuitas al desarrollo in-
telectual de los hispanoamericanos. Pero la Iglesia estuvo muy

178
obras y apuntes

lejos de fundar su obra en el espíritu de caridad. Las congrega-


ciones se hicieron dueñas de una gran parte de la riqueza públi-
ca, y no siempre de la más honrada manera. La Iglesia aceptó el
apoyo de la Inquisición, que Felipe II estableció en América y
que sirvió, con su cortejo de espantos y torturas, de freno a las
convulsiones del Nuevo Mundo. En América sobre todo tuvo la
Inquisición un aspecto político, auxiliando a la autoridad real y
esparciendo, aún con más fuerza que en Europa, su poder de
muerte sobre los espíritus.

Los españoles trajeron a América sus leyes, sus hábitos, su


lengua, sus creencias, sus preocupaciones… Pero a pesar de todo,
los vínculos que unían a los americanos con la metrópoli se de-
bilitaban cada vez más. Postergados, abrumados, despreciados,
sin derechos, los colonos llegaron a respetar al Rey por costum-
bre, preocupándose poco de cuanto ocurriera en la metrópoli
no relacionado con las colonias. Sometidos, no podían ni siquiera
quejarse, pues si lo hacían era poco menos que imposible hacer
llegar los lamentos hasta los lejanos señores, los Monarcas, y
cuando las quejas llegaban, o eran desoídas, o llegaban desfigu-
radas, o era ya tarde para escucharlas. La distancia entre la me-
trópoli y las colonias agravaba la situación. Así, nadie se movía:
la vida colonial estaba caracterizada por una sepulcral tranquili-
dad; pero un observador atento hubiera podido, bajo esa calma
inusitada, sentir latidos de Revolución.

— ———II ————-

El siglo XVIII es testigo en América de los primeros movi-


mientos revolucionarios, relámpagos iniciales de la gran tormen-
ta que estallará en el siglo XIX.

No son verdaderas revoluciones, no tienen la amplitud ni el


valor característico de éstas, pero puede seguirse en ellas la evo-
lución, desde los primeros brotes, hasta el estallido final, de la
gran Revolución de Independencia. No son otra cosa que las
primeras etapas de ésta; protesta contra el régimen colonial es-
pañol, que va tomando cuerpo poco a poco, revistiendo cada
vez mayor importancia las rebeliones, a medida que la idea de
libertad va tomando forma en la conciencia nacional.

179
Camila Henríquez Ureña

Vamos a señalar someramente, que el tiempo al


escapársenos nos obliga a abreviar, esos antecedentes histórico
de la Revolución.

En 1720, Don Diego de los Reyes Balmaceda, gobernador


del Paraguay, quiso oponerse a la reunión del Cabildo de la Asun-
ción, y estalló una revuelta, apoyando el pueblo al Cabildo. Obli-
gado Balmaceda a abandonar el gobierno, se eligió al
hispanoamericano José Antequera por gobernador, hombre
nada vulgar, que gobernó cuatro años con gran libertad. Preso
y conducido a Lima, fue ejecutado; pero recogió su herencia
Fernando de Mompox, quien se puso al frente de los rebeldes.
Se llamaron éstos Comuneros, con el nombre que inmortalizara
en España el noble Juan de Padilla. La rebelión fue al fin sofo-
cada, pero en los años de 1749 y 1765 estallan insurrecciones
en Venezuela y Quito.

Fue la Venezuela dirigida por Francisco de León contra los


privilegios concebidos a la Compañía Guipuzcoana, dirigida por
explotadores sin conciencia. Sofocado el levantamiento, no se
sabe cual fue la muerte de León, que se entregó como víctima
expiatoria.

Otra rebelión más notable que las antes citadas, estalló en


el Perú en 1780. Los repartimientos y la mita que pesaban sobre
los descendientes de los Incas, los llevaron a la desesperación.
El bravo e inteligente cacique del resguardo de Tungasuca, José
Gabriel Condorcanqui, tomó el nombre del último emperador
de los Incas, Tupac Amaru, de quien era descendiente, y trajo a
la protesta a muchas poblaciones peruanas. Envió a dos de sus
hermanos al Rey Carlos III, para pedir la supresión de la mita.
Los enviados murieron misteriosamente en Madrid, y el desdi-
chado José Gabriel tuvo que declararse en abierta rebelión. La
insurrección se extendió y llegó a tener caracteres alarmantes,
pero como los criollos lo miraban como un esfuerzo de los in-
dios, no la secundaron y fracasó. José Gabriel Tupac Armaru
fue ejecutado, con varios de sus familiares, después de horri-
bles suplicios, en la plaza del Cuzco, el 18 de Mayo de 1781.

180
obras y apuntes

En ese mismo año, una insurrección estallaba en Nueva


Granada, en el Socorro. El pueblo, protestando contra impues-
tos abusivos, como siempre, se levantó, al mando de José An-
tonio Galán y Juan Francisco Berbeo, alentados por las noticias
de la insurrección del Perú. Vencidas las fuerzas reales, otorga-
ron las capitulaciones de Zipaquirá, concediendo la reducción
de los impuestos. Pero el Virrey estaba ausente, y a su regreso
rompió lo pactado y dictó orden de prisión contra los rebeldes.
Galán fue preso y ejecutado con varios compañeros. Berbeo des-
apareció. Los rebeldes habían tomado al nombre de Comune-
ros, por segunda vez.

En 1784, tres individuos que se decían comisionados de los


Comuneros del Nuevo Reino de Granada, desembarcaron en
Londres. Decían estar de acuerdo con “Don José Gabriel Tupac
Amaru, descendiente de los Reyes de las Indias en el Reino del
Perú” y solicitaron de la Gran Bretaña auxilios para “La Inde-
pendencia de Sub-América”. Pero la paz parecía un hecho en
nuestra América, y el ministerio británico se negó a oír a los
desgraciados, que fueron hechos prisioneros poco después por
orden de España. Ese pasó cerca del gobierno de Inglaterra, será
repetido después por los heroes de nuestra Independencia, so-
bre todo por Miranda, que esta vez se hallaba en Londres, y con-
ferenció con los agentes de los Comuneros.

Las rebeliones en América se suceden unas a otras, en di-


versos puntos, casi sin interrupción. En 1795, estalla una Vene-
zuela, y por fin, en 1798, tiene lugar la gran conspiración de
Manuel Gual y José María de España. Estaban de acuerdo éstos
con varios prisioneros de Estado, y con una parte de las guar-
niciones de la Guayra y de Caracas. Inspirados en la Revolución
Francesa, los conjurados habían compuesto una “Carmañola
Americana”, que se había impreso, lo mismo que la “Declara-
ción de los Derechos del Hombre”, y un “Reglamento” que ha-
bía ser observado por todos. Este Reglamento cayó en manos
de las autoridades, y fue el desastre. Los conjurados se disper-
saron. Gual pudo huir a Trinidad, pero España fue preso y eje-
cutado, mostrándose su cabeza ensangrentada dentro de una caja

181
Camila Henríquez Ureña

de hierro, para escarmiento de los que quisieran imitarle. Otros


muchos conjurados murieron.

Pero en el momento mismo en que sus cadáveres sangrien-


tos eran expuestos a los ojos de la multitud, las autoridades des-
cubrían una nueva conspiración: la dirigida por el oficial
Francisco Javier Pirela.

Era una hoguera que no podía apagarse; al incendio se


extendía lenta, pero fatalmente a toda la América Española.

Cuando ya en pleno siglo XIX el gran Bolívar consolidó la


Independencia de la América del Sur, Juan Bautista Tupac
Amaru, el anciano hermano del héroe indio, le escribió las si-
guientes palabras, que nos harán apreciar el hilo sutil que reúne
en una sola cadena todas estas humildes rebeliones a la gran
victoria final:

“Si ha sido un deber de los amigos de la patria de los


Incas, cuya memoria respeto tiernamente, felicitar al Héroe de
Colombia, al Libertador de los vastos países de la América del
Sur, a mí me obliga un doble motivo a manifestar al júbilo que
llena mi corazón. He sido conservado hasta la edad de 86 años,
en medio de los mayores trabajos y peligros, para ver el corona-
miento de la obra grande y siempre justa, por la cual mi tierno y
venerado hermano José Gabriel Tupac Amaru regó con su san-
gre la tierra de los Andes, preparando la cosecha de la cual esta-
ba reservado a vuestra valiente y generosa mano recoger los
magníficos frutos”.

———— III———

Las influencias extranjeras en el período de preparación


de la gran lucha fueron muchas. Los ingleses, es sabido que to-
maron gran empeño en alentar a los Sud-Américanos contra la
metrópoli, y dos grandes ejemplos extranjeros tienen influjo
decisivo en nuestra Revolución Francesa.

182
obras y apuntes

La Independencia de la América del Norte fue un rudo


golpe al antiguo sistema colonial, y una sacudida energética al
desfallecido cuerpo de la América Española.

La organización republicana de los Estados Unidos era una


fórmula que se brindaba a Sud-América, y el movimiento con
que ésta respondería no había de tardar: así lo comprendieron
los propios gobernantes.

Calos III al prestar su ayuda a las colonias inglesas, había


abierto con su propia mano una mortal herida a su poder ultra-
marino. El Conde de Aranda, que así lo comprendió, en 1783
daba consejos al Rey que le inspiraba su “filosofía”, diciéndole
que formara con sus colonias de América tres dominios gober-
nados por príncipes de la casa real, reservándose él el rango de
Emperador, porque de otra manera no conservaría esas pose-
siones, y le señalaba los motivos más serios que veía para la
emancipación de las colonias, opinando que la distancia era uno
de ellos.

Decepcionado estaba Aranda, y creía que ya solo era posi-


ble retardar la independencia, no evitarla. Su compañero el Con-
de de Florida-blanca, si por una parte se mostró más optimista,
por otra estaba igualmente convencido del desastre, pues escri-
bió a Aranda:

“El remedio de la América por los medios que V.E. sueña,


es más para deseado que para conseguido. Por más que chillen
los indianos y los que han estado allí, crea V.E. que nuestras
Indias están mejor ahora que nunca, y que sus grandes desórde-
nes son tan añejos, arraigados y universales, que no pueden evi-
tarse en un siglo de buen gobierno, ni la gran distancia permitirá
jamás el remedio radical”.

Estaban convencidos de que esto no tenía arreglo. Sin em-


bargo, se tomaron disposiciones que permitieron a las colonias
respirar un poco. El Conde de arana tomó la filosófica medida

183
Camila Henríquez Ureña

de expulsar a los Jesuitas de los territorios españoles, y como


ya en esta situación todo se resolvía contra España, los Padres
van a dedicarse, por rencor, a fomentar la Revolución, y los
sacerdotes empiezan a hacerse partidarios de la Independencia.

Los planes de Aranda no fueron aceptados, como tampo-


co lo fueron más tarde los del Príncipe de la Paz. Buenos o
malos, esos planes eran un remedio para un mal que se veía que
era grave. Aunque se prohibía la entrada en las colonias espa-
ñolas de los símbolos y las palabras de la revolución norteame-
ricana, no se lograba nada: la situación era peor cada día, y la
revolución de 1789 fue un rayo sobre el trono de los monarcas.

El estallido de la Revolución Francesa repercutió en las al-


mas hispanoamericanas en una conmoción fulminante. “El ge-
nio latino trastornador del mundo, -dice Manzini- hablaba esta
vez un lenguaje comprendido de todos, y los ecos gigantescos
de los Andes repetían en tumulto las mágicas palabras: Liber-
tad, Igualdad, Fraternidad”.

La Revolución Francesa va a cobijar con su égida gloriosa


la Independencia de Sud-América 1 . El espíritu francés, que es
el resumen supremo del espíritu universal, invade a los criollos.
Uno se dirigen a Francia, al terreno mismo de los hechos, mien-
tras otros estudian el francés, que es el resumen supremo del
espíritu universal, invade a los criollos. Unos se dirigen a Fran-
cia, al terreno mismo de los hechos, mientras otros estudian el
francés, traducen y comentan los libros con grandes trabajos
conseguidos. Se comenta “L´Esprit des Lois”, de Montesquieu,
se estudia la “Histoire philosophique” de Raynal, se leen las obras
de Voltaire y Rousseau, se repiten los versos trágicos de
Corneille y Racine. El gran viento heroico de la Libertad sacu-
de hasta sus fibras íntimas el alma oprimida del Nuevo Mundo,
prestándole aliento vivificador.

El pensamiento florece y por todas partes se forman clu-


bes, centros de estudio, y periódicos que contribuyen a la difu-

1
A. Chénier dijo: “La revolución de nuestro país lleva en su seno los destinos del mundo”.

184
obras y apuntes

sión de las nuevas ideas, revolucionarios hasta por el nombre,


(como “El Despertador de los Ingenios”, fundado por José Es-
pejo, en Quito) no es periódico.

A pesar de la división en clases de la sociedad colonial, que


parecía contraria a los principios igualitarios de la Revolución
Francesa, las ideas republicanas hallaron decidido apoyo en toda
América española.

En Santa Fe de Bogotá, la Ciudad entonces más brillante


del Nuevo Mundo por el prestigio intelectual de sus hijos, en-
cuentran las nuevas ideas una pléyade ilustre propagandistas,
entre los cuales descuella la figura de Don Antonio Nariño, digna
de una toga de cónsul romano. Médico, naturalista, teólogo, li-
terato, periodista y diplomático, Nariño era considerado como
un sabio entre sus más sabios compañeros. Tribuno, conspira-
dor, guerrero, táctico, dictador, hombre a la vez de idea y de
acción, lleno de un valor altivo y majestuoso como el de los hé-
roes de la antigüedad, es sin duda una de las más grandes figu-
ras de nuestra independencia, que dio en ofrenda su existencia
atormentada y laboriosa a la obra gigantesca de los próceres.

Encerrado en su biblioteca y con su pequeña imprenta,


Nariño tradujo e imprimió en castellano la Declaración hecha
por los revolucionarios franceses de los Derechos de la Huma-
nidad, imprimiendo un impulso poderoso a la Revolución moral
de nuestra América.

Esa fue la gran obra y el gran sacrificio de toda su vida, el


punto de partida de todos sus martirios. Su existencia fue, -
dice Stuart Cochrance- “una verdadera novela, cuyos padeci-
mientos rebasan la medida común”. “La publicación de los 17
artículos de la declaración, -dice Nariño mismo- me ha valido
más de diecisiete años de prisiones y trabajos”.

Envuelto luego en la gran ola de la Revolución, pasó en


ella por las más contrarias alternativas, para morir al fin cansa-
do y olvidado. Dejando el resumen de toda su existencia en
estas palabras: “Amé a mi Patria, cuánto fue ese amor, algún
día lo dirá la Historia” .

185
Camila Henríquez Ureña

Tal fue la obra de Antonio Nariño. En el momento en que


éste, en la soledad de su estudio, trasladaba al español la Decla-
ración de los Derechos del Hombre, el General Francisco de
Miranda, encerrado en la Prisión de la Force en París, sobrelle-
vaba con firmeza estoica las angustias de un ya largo cautiverio.

———— IV———-

Atravesaba en ese momento el Precursor un forzoso ex-


tracto de su misión de Apóstol, pero incansable, jamás abatido,
desde el fondo de su prisión angustiosa, seguía atentamente el
proceso de la Revolución por la cual laboraba, y encontró me-
dios de hacer llegar hasta Nariño, cuando éste pasó por París
unos meses después, instrucciones para la misión que debía lle-
var a cabo en Londres.

Diez años hacía ya que Miranda había consagrado su exis-


tencia a la gran labor de la Independencia de América. Nacido
en Caracas el 14 de Junio de 1756, de noble familia española,
Miranda había dejado la América desde muy joven, deseando
seguir la carrera militar en España. En 1772 pasó a Francia, don-
de cultivó sus conocimientos, se familiarizó con las obras filo-
sóficas; y se afilió a la Masonería; y fue luego entre los
expedicionarios españoles, a prestar su ayuda a la emancipación
de los Estados Unidos.

Con el grado de Capitán fue enviado de guarnición a la


Habana, cuando era Capitán General el caballeroso Don Juan
Manuel de Cajigal. Envuelto en un proceso, dimitió y volvió a
los Estados Unidos.

De Miranda mismo que en esa permanencia en los Estados


Unidos él se dio cuenta de su vocación. “Mi primer pensamien-
to, -dic- fue un sentimiento de celos, de celos patrióticos, al
pensar en la emancipación de los Estados Unidos, y lo primero
que aprobó de mi alma fue un ferviente voto por la libertad de
la tierra que me había visto nacer, pues no me atrevía aún lla-
mar Patria a la América del Sur”.

186
obras y apuntes

El sentimiento que confusamente había surgido en la con-


ciencia de los hispanoamericanos ante el espectáculo de la In-
dependencia de Norte-América, en el espíritu de este verdadero
Precursor se condensa en un gran pensamiento de libertad, que
se convierte en el ideal de toda su vida, al cual va a dedicarse
desde entonces por completo, con una abnegación que no co-
noció límites.

Hombre superior por más de un concepto, Miranda no era


incapaz para realizar su gran pensamiento, pero la fortuna, re-
servándole el papel oscuro aunque grandioso de Precursor, sem-
brador del campo que sólo para otros fructificará, no le sonríe
jamás, y cuando él cree ver como entre sus manos ansiosas cris-
taliza el ideal, este se rompe en un fracaso desastroso, hiriéndo-
le con un golpe de muerte.

Miranda poseía muchos dotes superiores. La duquesa de


Abrantes en sus memorias nos lo pinta “de muy elevada estatu-
ra, de apostura y rostro más originales que bellos, tenía los ojos
de fuego de los españoles, la tez morena, los labios delgados, y
espirituales hasta en el silencio” . Manzini termina el retrato:
“Era, -dice- en su andar firme y altanero, en sus maneras un
poco brusco, en su traje siempre sencillo y elegante. Su voz era
baja, vibrante y ruda: todo en él hablaba del hombre de acción,
del militar, del jefe. No obstante, era cultísimo, discreto, sagaz,
ingenioso, espiritual, conservador, amable y brillante, y a veces
también sombrío, silencioso y reconcentrado, lo cual descon-
certaba a sus interlocutores. Dotado de una voluntad poderosa,
“quería lo que quería con verdadero encarnizamiento”. La liber-
tad de su patria fue su única pasión y el móvil de cada uno de
sus actos. Para conseguirla, puso todos los recursos de su espí-
ritu al servicio de la intriga, y no vaciló en acudir a todos los
medios. Contó menos con los acontecimientos que con los hom-
bres, y éstos lo traicionaron siempre. Se dejaba sorprender y
desconcertar por la fortuna, sin apartarse de la abnegación de sí
mismo, que parece haber sido su virtud dominante, y de la “frial-
dad heroica “ que no lo abandonó jamás”.

187
Camila Henríquez Ureña

Salió Miranda de los Estados Unidos en 1784, después de


haber hecho allí, se asegura, sus primeras gestiones cerca de
Washinton, a favor de la independencia de su país. Se dirige a
Europa a continuar la obra. Piensa en obtener la amistad de un
magnate poderoso, y logra ser presentado por el príncipe
Potemkine a Catalina de Rusia, con el título de Conde de Mi-
randa. Encantada con su figura y su elocuencia, la emperatriz le
escuchó con interés, lo ofreció títulos militares, le prometió su
ayuda, le admitió en su intimidad. Mas comprendiendo pronto
el Precursor que obtendría de la Czarina muchos halagos, pero
ningún auxilio para su gran proyecto, puso por encima de los
favores imperiales su austera misión, y salió de Rusia para con-
tinuar el camino.

No había dado sino el primer paso en su senda que había de


ser tan larga y dolorosa. Antes de conocer a Catalina, había ob-
tenido distinciones de parte de Federico el Grande y de José II,
y con ellas, otras tantas decepciones. Durante cinco años sigue
una vida errante , r e c o r r e e l A s i a , e l Á f r i c a y l a E u r o p a , y e n
1790 está en Inglaterra, por donde ya había pasado cinco años
antes, y consigue de pitt una audiencia, presentándole un
“Proyecto de Constitución de las Colonias de Hispano-Améri-
ca”, en el cual se trataba de formar con toda la América, desde
el Mississipi al cabo de Hornos, un gran imperio libre, goberna-
do por un Inca hereditario, con dos cámaras semejantes a las
inglesas.

Pero Pitt sólo le escuchó mientras Inglaterra estuvo en re-


laciones tirantes con España. Una vez resuelto ese problema,
abandonó a Miranda, y éste, embarcándose para Francia, se lle-
vaba sólo promesas.

Llegó a Paris en 1792, a tomar parte en la Revolución Fran-


cesa. “Le pareció, -dice Lamartine- el campo de batalla de sus
ideas, y se precipitó en ella. Unido a los Girondinos, obtuvo de
ellos, por Petion, el grado de general de los ejércitos franceses.
Estaba impaciente por crearse un nombre en aquella guerra, para
que ese nombre, resonando en América, le preparase en su país
la popularidad, la gloria y el papel de un Lafayette”. “Era, -dice

188
obras y apuntes

el mismo Lamartine- uno de esos aventureros que prestan su


brazo y su talento a la causa que les parece más digna de su
sangre, y no tienen otra patria que los campamentos”. El aven-
turero indiano sí tenía Patria: libertarla fue el sueño de toda su
vida, y había de caer antes de realizarlo.

Sirve Miranda a las órdenes del general Dumouriez, dando


pruebas de su valor y sangre fría. Cuando el general francés se
resuelve a volverse contra la República, y escribe a la Conven-
ción Francesa su célebre carta del 12 de marzo Miranda se re-
siste a seguirle, declarando que permanecerá fiel a la Francia.
Pierde, así, la amistad de Dumouriez, el cual, después del de-
sastre de Nerwinden, en el cual, dice Michelet, “reservó a Mi-
randa la derrota”, le envió preso a París, como victima
expiatoria de la catástrofe nacional. Y mientras se conduce al
caraqueño ante el comité de guerra, Dumouriez va a reunirse al
ejército austriaco, traicionando su fe de francés. Probada su ino-
cencia, Miranda es puesto en libertad.

La cuestión de la Independencia de América se trató den-


tro de Francia y trató de gestionarse en Inglaterra desde 1792;
pero el curso de la Revolución hizo olvidar el proyecto hasta
que entró en los planes de guerra de Francia la lucha contra
España.

Se pensó en debilitar el poder colonial español, fomentan-


do la rebelión en América, y establecer la base de operaciones
militares en la Española. Se necesitaba un hombre para dirigir
la empresa. “Ese hombre, -escribía Brissot a Dumouriez, - está
a vuestro lado, le conocéis y le estimáis: es Miranda”. Pero éste
no quiso secundar el proyecto, que le parecía disparatado, y
presentó a Petion y a Brissot otro plan, de más probable buen
éxito.

La buena fortuna no se había hecho para Miranda. Empieza


el año 1793, y el Terror con él. El “rico aventurero”, - como
dice Lamartine- fue preso, envuelto en la desgracia de la
Gironda, y encerrado por el año y medio en la prisión de la
Force. Desde allí, hemos dicho, recibió Nariño sus instruccio-
nes revolucionarias.

189
Camila Henríquez Ureña

Cuando salió de su entierro a fines del 1794, continuó su


gran obra de propaganda, reuniendo en sus varias casas de Pa-
rís, y sobre todo en la Ménilmontant a todos los simpatizadores
de la Independencia, a todos los enviados de Hispano-América,
relacionándose con todos los hombres que tomaron parte en el
primer período de la emancipación de las colonias.

Como esperaba mucho de Francia, se puso en relación con


todas sus personalidades. De ahí que se le consideraba, dice
Barras: “el hombre más intrigante de toda Europa”.

Amigo de Napoleón Bonaparte, le invitó a comer a su casa


un día en el que él, antiguo amigo de la Gironda, reunía en su
mesa “los más enérgicos restos de la Montaña”, según su propia
expresión.

Napoleón le admiraba; dijo de él, según la duquesa de


Abrantes: “Es un Quijote que no está loco: lleva en el alma una
chispa del fuego sagrado”.

Fijo en su idea, Miranda, amigo de muchos partidos, se


mezcló en muchos complot. Fue preso el 13 Vendimiario, y de
nuevo el 18 Fructidor, condenándosele a la deportación a Cayena.
Pero era hombre hábil, porque es lo cierto que no se fue a
Cayena, y no salió para Inglaterra sino a fines del 1797.

En este año, Inglaterra se apoderó para siempre de la Isla


Trinidad, y dirigió sus ataques hacia Puerto Rico; cuando Mi-
randa supo estas noticias, se decidió a salir para Londres.

Pero antes de salir de Francia, celebró una conferencia con


los delegados de una asociación secreta, la “Junta de América”,
fundada por algunos jesuitas. Miranda estaba en relación con
todo el mundo, con los Padres también, y contribuyó en mucho
a aquella “Carta a los Españoles Americanos”, escrita por un
jesuita, con el lema de “Vincet amor patriao”, que decía a los
criollos: “Ha llegado el momento de ser libres”.

Firma el Precursor en los enviados de la Junta un convenio,


declarando que las colonias españolas habían resuelto
independizarse, y que para lograrlo pedirían su ayuda a la Gran

190
obras y apuntes

Bretaña y a los Estados Unidos, ofreciéndoles en cambio ven-


tajas. Miranda dirigiría las operaciones militares, “comenzando
hacia el istmo de Panamá y hacia Santa Fe, tanto por lo impor-
tante del puesto como por el estado de ánimo de los habitantes,
partidarios decididos de la Independencia”.

Miranda tenía una fe ciega en ese estado de ánimo, y cierta-


mente exageraba. Todavía el sentimiento no era tan unánime
como él lo soñaba, y de ahí procederá el fracaso de sus expedi-
ciones cuando en su persecución de la libertad, está parezca ale-
jarse de él constantemente como huían ante Ulises las costas de
Itaca.

Ocurrió con esas expediciones lo mismo que aconteció en


Cuba con Narciso López: no fueron secundadas. La hora no
había llegado aún de “provocar una explosión general y combi-
nada en los pueblos de la América del Sur”, como quería Miran-
da, y de ese empeño resultarán sólo las heroicas expediciones
que fracasarán, pero que han de contribuir poderosamente a vi-
var el fuego, que al fin ha de producir la explosión a partir de
1810.

Miranda sale para Inglaterra, a pedir ayuda, y el 16 de Ene-


ro de 1798 hace al Honorable William Pitt las siguientes mani-
festaciones:

“El infrascrito, agente principal de las colonias sudameri-


canas, ha sido designado por la Junta de los Diputados de Méjico,
Lima, Chile, Buenos Aires, Caracas, Santa Fe, etc., para presen-
tarse a los ministros de su Majestad Británica con objeto de re-
anudar, a favor de la Independencia absoluta de dichas colonias,
las negociaciones comenzadas en 1790, y conducirlas, con la
mayor brevedad posible, al punto de madurez que el momento
actual parece ofrecer, terminándolas, en fin, por un tratado de
alianza semejante –en cuanto pueda permitirlo la distinta situa-
ción de las cosas- al ofrecido por Francia y concluido por ella,
en 1778, con las colonias inglesas de la América del Norte.

Además, el infrascrito se declara gozoso de que una feliz


casualidad le haya escogido para recabar, bajo los auspicios del

191
Camila Henríquez Ureña

muy honorable W. Pitt, antes S.M. Británica, la protección de la


nación inglesa a favor de la independencia de su país, y de esta-
blecer un tratado de amistad y de alianza mutuamente útil y ven-
tajoso para ambas partes…. Muy esperanzado por la
importancia y la utilidad recíproca de su misión, convencido
además de que el momento es de los más favorables, puesto
que por parte de España existe una guerra violenta contra In-
glaterra, época que siempre fijó el muy honorable W. Pitt para
los comienzos de esta empresa, este último se complace en creer
que sus compatriotas no habrán de languidecer mucho tiempo
en la incertidumbre”.

Pero la situación de Inglaterra la llevaba a tratar a España


con atenciones. Ésta le pidió el arresto de Miranda, y el triste
tuvo que ocultarse, con nombre supuesto, consolando se desen-
canto con las promesas secretas de Pitt. La política de hijo de
Lord Chathan era muy complicada, y por conveniencia de ella,
aconsejó a Miranda que se pusiera en relaciones con los Esta-
dos Unidos. Pero ya hacía tiempo que esas relaciones existían.

En el mismo año, el Precursor escribía a uno de sus amigos


más notables de Norte-América: “Todo está arreglado, y solo
falta el fiat de su ilustre presidente para partir como el rayo”.
Pero el fiat no llegó: razones políticas lo impedían. Poco des-
pués, el Gobierno amigo de Miranda cede el lugar a un Gobier-
no nuevo, en los Estados Unidos, hiriendo de nuevo las
maltratadas esperanzas del Precursor.

Este se dedica entonces a una labor de publicista a favor de


la causa sud-americana, avivando su constancia invencible con
la angustia de la impotencia, los ecos que le llegaban del hervi-
dero colonial. El infortunado Manuel Gual, prófugo, le escribe
desde trinidad: “Miranda, si por lo mal que han pagado á Vd.
Los hombres, si por amor a la vida privada , no ha renunciado
Vd. a estos hermosos climas y a la gloria pura de ser el salvador
de su Patria, el pueblo Americano no desea sino uno: venga Vd.
a serlo …. Miranda, ya no tengo otra pasión que la de ver reali-

192
obras y apuntes

zada esta hermosa obra, ni tendré honor más alto que el de ser
subalterno de Vd.!”

Dejando su cárcel de Inglaterra, Miranda vuelve a Francia


a conseguir del Primer Cónsul lo que deseaba obtener. Pero
cuando después de largos contratiempos llega a París, España
pide el arresto del “incorregible perturbador”, que sólo obtie-
ne la libertad a condición de salir de Francia para siempre.

Vuelve a Londres el errante revolucionario. El nuevo gabi-


nete dirigido por Addington, plantea la cuestión de las colonias
españolas, y no la resuelve: las esperanzas de Miranda eran un
espejismo perpétuo, pero a cada tropiezo, él parecía cobrar
mayor vigor.

Cuando en 1803 reaparecen Pitt en el gabinete, surge de


nuevo Miranda con sus eternos planes. La situación del cara-
queño es muy desagradable, arruinado por la confiscación de
todos los bienes, se sostiene gracias a Inglaterra y a Rusia: pare-
ce un aventurero asalariado con quien se puede contar para todo.
De ello pudo darse cuenta el Precursor cuando estuvo a punto
de verse envuelto en el complot de Pichegru para asesinar a
Bonaparte. Un billete escrito por miranda, respuesta al Conde
Worotzoff, embajador de Rusia, muestra con cuanta habilidad y
cortesía logró nuestro hombre salir del enredo. Dice:

“El general Miranda agradece sinceramente al Señor


Conde de Woronzoff todas sus bondades, pero cree no deber
aprovechar su generosa oferta en los momentos actuales, por-
que el general Miranda no ha tenido nunca género alguno de
relaciones con el general Pichegru, sin embargo de que juntos
iban a ser proscritos por los mismos motivos; y no quiere mez-
clarse directa ni indirectamente en los negocios de Francia, pues-
to que desde su arribo a Londres ha tenido conocimiento de las
intrigas encaminadas a perpetuar los disturbios en aquel país, y
con ellos, la desgracia de las potencias vecinas. El general Mi-
randa reitera el testimonio de su respeto al Señor Conde de
Woronzoff, cuya felicidad le interesará siempre. El reconoci-
miento del general Miranda hacia la Rusia, y sus votos más sin-

193
Camila Henríquez Ureña

ceros por la prosperidad del imperio y la dicha de los augustos


descendientes de Catalina II, durarán tanto como su vida”.

A fines de 1804, Inglaterra, en guerra con España, proyecta


expediciones a las colonias, pero con la idea de apropiarse aque-
llos territorios. Miranda colabora con Sir Home Popham en la
redacción de un proyecto, que comenzaba declarando que In-
glaterra no pretendía de ningún modo tomar posesión absoluta
de las colonias, sino sólo ocupar algunos puntos importantes.
Era esto modificar las intenciones de Inglaterra, pero de todos
modos no era beneficioso para los americanos. Pensando que
secundar el proyecto era traicionar su ideal, el Precursor pide a
Pitt que resuelva pronto, pues él no quería ser retenido, sino,
dice: “ir a llevar a mi desgraciada Patria las atenciones que de
mí puede esperar”. Pedía que lo dejaran libre.

Los proyectos de Inglaterra cayeron. Miranda se decidió a


volver a los Estados Unidos, para obtener de ellos siquiera la
manera de organizar una expedición que provocara la gran ex-
plosión que él creía segura.

La constancia y la diplomacia del caraqueño obtuvieron del


gobierno de Inglaterra, 6, 000 libras esterlinas, y muchas pro-
mesas para la expedición. Llegó a los Estados Unidos a fines
del 1805, y en Febrero de 1806 tenía preparada una expedición
compuesta por la pequeña corbeta “Leander” con 200 hombres,
a la cual había de unirse la fragata “Emperor”. Pero, por dispu-
tas entre los marinos, esta última se negó a salir de Haití, donde
estaba, y Miranda consiguió con gran trabajo dos goletas.

Después de 25 años de trabajo y de espera, sólo esa realiza-


ción obtenía los ideales del Precursor. Pero es cierto que él lle-
vaba, si pocos hombres y recursos, una inmensa esperanza. La
de siempre: él creía que sólo con oír la palabra Libertad, cuan-
do él apareciese, la insurrección general de las colonias sería
un hecho. Por eso se lanzaba, sin riquezas y sin fuerzas, hacia la
lucha… Era ciertamente un Quijote, impulsado por un sagrado
ardor!.

194
obras y apuntes

Iba Miranda, a pesar de las peripecias del viaje, en pleno


idealismo. El 12 de Marzo, saludó con la tripulación de sus bar-
cos, la bandera tricolor de Colombia, la Patria soñaba, izándola
en el “Leander”. El 15 llegó al puertecito de Ocumare, y ataca-
do por dos grandes buques españoles, fueron apresadas las go-
letas con sus hombres, y la corbeta emprendió la fuga con gran
trabajo. Ese fue el fin de la anhelada expedición.

Mientras el “Leander”, en huida desesperada, se llevaba la


angustia de Miranda, los ingleses llegaban América. Socorrido
por Cochrane, Miranda prepara una nueva expedición, que no
secundaba las miras inglesas. Con trabajo, logra tenerla prepa-
rada en Julio, con cinco barcos y más de seiscientos hombres.

Además, llevaba armas para los numerosos venezolanos que


según él, se le unirían. Mientras tanto, las autoridades de Cara-
cas condenaban a los prisioneros de las goletas, y esparcían la
voz de que Miranda era un aliado de los ingleses. Los que no
creían en esto, por lo menos pensaban que la expedición era una
aventura temeraria destinada al fracaso. La Inquisición de
Cartagena declaró al caraqueño “enemigo de Dios y del Rey, in-
digno de recibir pan, fuego ni asilo”.

No era ese el estado de ánimo que esperaba hallar el Pre-


cursor. Se dirigió hacia Coro pensando encontrar adictos, pero
los habitantes se retiraron al interior y cuando desembarcaron
los expedicionarios , dice el propio Miranda, que no encontra-
ron a nadie. Se reembarcó el desventurado revolucionario, de-
jando una proclama donde invitaba a los sud-americanos a imitar
a los del Norte, recodándoles los motivos que tenían para eman-
ciparse, y se alejó llevándose en el alma una desesperación tan
grande como la esperanza que trajera.

Españoles e hispanoamericanos se unían en este momento


para rechazar a los ingleses. El momento no era para hablar de
independencia: ese sentimiento dormía. Cuando pasado algún
tiempo, lejos ya la Inglaterra, los liberales se recobran, se lee y
se comenta la proclama de Coro, y resuena en el corazón de aque-
llos americanos la voz del Precursor.

195
Camila Henríquez Ureña

Las autoridades habían ejecutado a Miranda en efigie, que-


mado sus problemas, puesto a precio su cabeza, pero no pudie-
ron apagar el ardor de sus heroicos fracasos infundieron a la
Revolución. Bolívar, que agitaba en derredor suyo una legión
de liberales, veía en Miranda la realización de su sueño.

Después de un año de penalidades, Miranda había vuelto a


Inglaterra, y a la lucha, cuando comenzaron en España los acon-
tecimientos de 1808, que habían de influir de manera decisiva
en la Independencia de Sub-América. Es la invasión francesa en
España.

Los hispanoamericanos se resisten a la idea de una domina-


ción francesa y empiezan a constituir juntas de gobierno, que
con la apariencia de leales a España, son ya el preludio de la
Independencia.

El Precursor sigue ansiosamente desde Europa el movimien-


to, y lo vigila, como puede verse en su carta a los Cabildos de
caracas, Buenos Aires y Méjico:

“La España, ahora sin soberano, y en manos de diversas par-


cialidades, que reunidas unas a los franceses y otras a la In-
glaterra, procuran por medio de una guerra civil sacar el
partido que más convenga a sus vistas particulares, es natu-
ral procure atraernos cada uno a su partido… Suplico a Vd.
muy de veras, que reuniéndose en un cuerpo municipal
representativo tomen a su cargo el gobierno de esa provin-
cia: y que enviando sin dilación a esta capital personas auto-
rizadas y capaces de manejar asuntos de tanta entidad,
veamos con este gobierno lo que convenga hacerse para la
seguridad y suerte futura del Nuevo Mundo… De ningún
modo conviene que se precipiten Vds…. Sírvanos enviar
copia de este aviso las demás provincias limítrofes, a fin que
haciendo el debido uso, marchemos al unísono al mismo pun-
to, pues con la desunión solamente correrán riesgo, a mi
parecer, nuestra salvación e intereses”.

El Cabildo de Caracas obliga al anciano gobernador Casa a


consentir en la formación de la junta de Gobierno. Hay resis-

196
obras y apuntes

tencia, y los patriotas son traicionados una vez más, siendo en-
tregadas al gobernador las instrucciones de Miranda. Pero han
de triunfar los patriotas: la revolución en Venezuela como en
toda Sud-América, es un hecho ya; las colonias, en la persona
de sus liberales, ven llegada la hora de su independencia, pues
están entregadas a sí mismas. Un nuevo orden de cosas va a crear-
se, y España al rehabilitarse, no podrá destruirlo ya. El mundo
americano va a diferenciarse del español para siempre, y como
ese movimiento es general en América y en todas sus regiones
ha seguido la misma evolución, va a tener en todas partes la
misma y casi al mismo tiempo : es la gran explosión simultánea,
tan anhelada por el Precursor.

Los hechos que van a desarrollarse en América son muchos


y muy variados, aunque tienden todos a un mismo fin. No pode-
mos penetrar en sus detalles, porque sería todos a un mismo
fin. No podemos penetrar en sus detalles, porque seria exten-
dernos demasiado, y como quiera que se trata de acontecimien-
tos que son por todos conocidos, me limitaré a bosquejar
brevemente el papel del Precursor en este que es el primero pe-
ríodo de la realización de su ideal.

“La revolución, -dice Samper,- estaba en la lógica del tiem-


po y de las necesidades de la situación, en todos los espíri-
tus: era una evolución de la civilización”.

Pero la inspiración de todos se personificaba en un solo


hombre, en la superioridad de un espíritu director: en el general
Miranda. La inquebrantable constancia, el esfuerzo indomable
del Precursor, obtienen resultado, su afán heroico fructifica el
fin. El representa hasta aquí el gran preludio de la revolución,
ahora será protagonista del acto primero de la tragedia, hasta
que la desdicha, su eterna perseguidora, encadene la noble re-
beldía que no pudo abatir jamás.

En 1797, Miranda fundó en Londres la Logia Americana,


sociedad Masónica de la cual se instituyó Gran Maestro, que tuvo
por adeptos a todos los liberales americanos, y dio origen a la
fundación de otras. Por ella pasaron los que llevaron la palabra

197
Camila Henríquez Ureña

del Precursor por toda la América. O´Higgins, Nariño, Alvear,


Zapiola, Caro, recibieron su luz, y ante el Gran Maestro for-
mularon juramentos patrióticos, el futuro Libertador de
Colomia, y el que había de llamarse Protector del Perú. La chispa
de fuego sagrado de Napoleón descubriera en Miranda, puso
su ardor en muchos corazones, y la gran obra de la Indepen-
dencia será la consagración del pensamiento y de las acciones,
de todo el espíritu del Precursor.

La Junta Central de Sevilla, que comprendía que la declara-


ción de sumisión a España de las Juntas Coloniales era una pura
fórmula, concede a un nuevo gobernador que envía a Caracas,
Emparán, amplios poderes para disolver la Junta de Venezuela.
Pero era mucho desear. Lo que resultó de aquí fue la deposición
de Emparán, el 19 de Abril de 1810. buenos Aires, Chile, Nueva
Granada, Méjico, responden a ese movimiento con otros análo-
gos. La Junta de Caracas, deseando encontrar apoyo, lo solicita
del extranjero, y una diputación en la cual figuran Bolívar y An-
drés Bello, va a solicitar el apoyo de la Gran Bretaña. Bolívar
tenía la idea de traer a Miranda a la América.

El auxilio de Inglaterra era una cosa muy problemática, y


los comisionados no tenían fe en lograrlo, pero Miranda, que
creía que la independencia no seria un hecho sin una poderosa
ayuda extranjera, quería de todas maneras conseguirla. Esto
reavivó la desconfianza que ya se le tenía desde 1806, y que lue-
go había de serle funesta. Los próceres de la revolución vene-
zolana, esperaban que a la llegada de Miranda, la Junta aún
indecisa, se decidiría a declarar la independencia. El 13 de Di-
ciembre, el Precursor desembarca en caracas, vistiendo el uni-
forme de General de la Francia de 1793. Es recibido con
entusiasmo, pero su gran figura, tan extranjera, provoca más bién
la admiración temerosa que la simpatía.

La situación de Venezuela es grave: los españoles, dueños


de Coro y Maracaibo, capaces de provocar una reacción; la ayu-
da de Inglaterra esperada en vano, como la de los Estados Uni-
dos. Era necesario actuar por cuenta propia, y ni recursos había.
La Junta reconoce los títulos militares de Miranda y eso le pare-

198
obras y apuntes

ce bastante. La Sociedad Patriótica se funda, y se espera que el


Congreso, ya convocado, proclamará la independencia. Pero el
Congreso se reúne, y sin atreverse a más, declara que defiende
los derechos de Fernando: no llega a desechar ese nombre, aun-
que sabe que es un nombre solamente.

La Sociedad Patriótica, en cambio, pronuncia incendiarios


discursos. El Congreso empieza a perder el temor, y cuando el
22 de Junio, entra en él Miranda como diputado, se lanza a la
revolución por fin. El 3 de Julio el Presidente del Congreso de-
clara que el momento ha llegado “de tratar de la independencia
absoluta”, y el 7 de Julio se lee, aprueba y firma el “Acta de
Independencia”. El entusiasmo parece general, y el glorioso es-
tandarte de 1806 se enarbola entre aplausos. Se cree que la li-
bertad es un hecho, sin mirar hacia el futuro.

El Precursor, educado en la escuela de la desgracia, sabía


ver más allá de lo presente, y se angustiaba pensando en lo que
había de venir. No tardan en surgir los españoles: la gran lucha
va a comenzar. La agitación crece, y en un día se fusilan 16 es-
pañoles, exponiendo sus cabezas al pueblo: los patriotas recuer-
dan el sistema colonial. Al mismo tiempo estallan una
insurrección en Valencia. El Ejecutivo concede a Miranda, a
quien tenía relegado a un papel secundario, el mando de las tro-
pas. El general, con la rudeza exterior de su carácter, no sabe
atraerse a la aristocracia criolla, y las antipatías crecen en derre-
dor suyo. El 20 de Julio sale contra Valencia, la sitia, y obtiene
al fin su rendición. Pero cuando intenta continuar la marcha
sobre Coro y Maracaibo, recibe ordenes de Caracas, que le obli-
gan a regresar, y luego a abandonar su puesto. Nada menos se
pretendía del Congreso que procesara al viejo general por sos-
pechoso, como en la época del Terror en Francia. Miranda acu-
sa al Congreso de descuidar la Patria, porque le obliga a licenciar
las tropas, mientras los españoles se apoderan de toda la cuenca
del Orinoco. Pero el Congreso atiende a otro asunto: el 21 de
Diciembre de 1811, se proclama la “Constitución Federal de la
Siete Provincias Autónomas de Venezuela”. Admirable Consti-
tución, pero hecha para un pueblo que no estaba preparado para
seguirla. La América española no podía pasar en un solo día de

199
Camila Henríquez Ureña

la abyección a la libertad, porque el concepto de ésta no estaba


suficientemente definido en el alma de todos los que habían de
llamarse ciudadanos. Esto es lo que entiende Miranda, y lo de-
clara desde la tribuna del Congreso, que aquella Constitución
“no tenía suficientemente en cuenta los hábitos seculares de la
América, y no serviría sino para desgracia de la salvación co-
mún y para mayor daño de la independencia misma. “Creía en la
necesidad por el momento, de un poder centralizado, y empezó
entonces la lucha entre unitarios y federales, que partiendo de
allí ha de tener luego tantos aspectos. Bolívar era partidario de
Miranda. Pero no podía ellos conseguir nada, sino afirmar en la
mayoría la creencia en la eterna oposición de Miranda, en su
ambición de mando y de poder.

Los españoles se extendían y preparaban la ofensiva: se lu-


chaba en el mar y una expedición, al mando de Domingo
Monteverde, marchaba hacia Barquisimeto, donde los indepen-
dientes se preparaban a resistir. Las iras de la naturaleza descar-
gan un rudo golpe sobre la joven República: un terrible
terremoto en el cual perecieron más de 20,000 personas, exten-
dió el desastre sobre casi toda Venezuela. Pero Coro y Maracaibo,
españolas, no sufrieron nada. El terror cundió. El clero predicó
que era aquel un castigo de Dios, y como la terrible casualidad
parecía darle la razón, el pueblo se apartó de los independien-
tes. La República se tambalea sin saber donde apoyarse. Arrui-
nada y perdida, Venezuela, recordando a Roma, confiere a
Miranda el título de Dictador, y le nombra su Generalísimo. El
Precursor que se hallaba en Valencia sale precipitadamente para
Caracas, y llama a las armas a todos los venezolanos. Logra re-
unir apenas un millar de hombres, ignorantes e indisciplinados,
aunque valientes. Sale para Valencia y envía a Bolívar a Puerto
Cabello. A principios de Mayo cuenta Miranda con 5, 000 hom-
bres, pero tiene en ellos poca confianza, los españoles saben
que le hacen propaganda de deserción, y en la primera lucha
con Monteverde, la mitad de los soldados se pasan al enemigo.
Entonces Miranda se fortifica en la Guaica, cerca de Valencia, y
toma la defensiva. Solicita socorros de los franceses, de los in-
gleses, de los norteamericanos, rechaza como puede a los espa-

200
obras y apuntes

ñoles que van haciéndose fuertes, y proclama la ley marcial ex-


tendiéndola hasta a los esclavos, medida que ratifica la antipatía
de los criollos ricos.

Traslada su cuartel general a la Victoria, logra rechazar las


fuerzas de Monteverde, deshaciéndolas. Y comienza a tener es-
peranzas de triunfo, cuando el 5 de Julio recibe estas líneas de
Bolívar:

“Comandancia de puerto Cabello.

Julio I de 1812.

Mi General:

Un oficial indigno del nombre de venezolano se ha


apoderado, con los prisioneros, del Castillo de San Felipe, y
está haciendo actualmente un fuego terrible sobre la ciudad.
Si V. E. no ataca inmediatamente al enemigo por la reta-
guardia, esta plaza está perdida. Yo la mantendré entretanto
todo lo posible.

Simón Bolívar”

Siento el horror del naufragio, el generalísimo exclamó:


“Venezuela ha sido herida en el corazón”.

Mientras Bolívar defiende con su heroísmo innato la plaza


de Puerto Cabello, esperando en vano los auxilios de Miranda,
el Dictador sostiene una lucha gigantesca con las rebeliones de
su propio ejército, que pretende asesinarlo, con los esclavos que
se sublevan, contra las deserciones que se multiplican al saber
los triunfos españoles. En un esfuerzo supremo, el Dictador se
sobrepone a las insurrecciones y lanza sus tropas contra el ene-
migo. Era el último grito. No era posible resistir más, y envió a
tratar con el jefe español, Monteverde, una capitulación que no
hubiera sido tan funesta, si el español no hubiera sido quien
era, para no cumplir lo pactado.

201
Camila Henríquez Ureña

Pero la acción del Precursor, no comprendida, fue vitupe-


rada, tachada de cobardía. Los odios y antipatías contra él se
avivaron. Era el traidor, el responsable de todos los males. Mi-
randa sabía quedar por encima de sus acusadores, pero los espa-
ñoles sabían aprovechar las circunstancias.

El Comandante de la Guaira, casas, dio hospedajes a Mi-


randa y le traicionó. Esparció por la ciudad rumores sobre su
cobardía, hizo creer que se había vendido, que las cajas de dine-
ro que se embarcaban en un buque inglés que estaba en puerto,
pertenecían a Miranda. Cuando Bolívar llegó, se vio envuelto
en toda aquella trama y creyó. Miranda había vendido la Patria!

Exaltado, desesperado, acuerda prender al traidor, conjura


a sus compañeros y los lleva a capturar al Dictador.

Eran las 3 de la mañana cuando Miranda, despertado súbi-


tamente, oyó la voz de Bolívar, que le intimaba rendirse preso.
No dando crédito a sus oídos, -cuenta Becerra – contempló, a
la escasa luz de la habitación, los rostros de los conjurados, y
luego, siempre tranquilo, entregó su espada tantas veces glorio-
sa, diciendo simplemente: “Bochinche, bochinche, esta gente no
sabe hacer sino bochinche”.

Poco después, perseguidos por las traidoras órdenes de


Monteverde, los patriotas huyeron. El Generalísimo quedó en
manos de España. Enviado a los calabozos de Puerto Cabello y
más tarde a los de Puerto Rico, fue encerrado al fin en uno de
Cádiz, donde murió, el 14 de Julio de 1816.

Desde el fondo oscuro de su calabozo dirigió a la Audien-


cia Real de Caracas su protesta, “ante los ojos del Universo”, de
la arbitrariedad de sus compatriotas. De sí mismo no habló ja-
más. Se dice que un día, poco antes de su muerte, le pregunta-
ron si las esposas y los grillos que llevaba le hacían daño, y él
contestó: “Me pesan menos que los que llevé en la Guaira”. Lo
que debió pesar como espantosa tortura en el alma indomable
del Precursor, era la acusación de traición.

202
obras y apuntes

Sabemos que aún hoy en día hay quienes creen en la trai-


ción de Miranda. Carlos Villanueva la asegura, y hemos oído de
labios de venezolanos muy doctos esa misma acusación. Pero
confesamos que no podemos creer que el hombre que había con-
sagrado ya tantos años de su existencia al servicio de la revolu-
ción, que había sido su Apóstol incansable y su más fiel servidor,
se dejara arrastrar a última hora a tan estúpida traición. Dice
Villanueva que “las almas nobles llegan a desilusionarse y a fal-
tarles la fe”, pero nosotros creemos que aún cuando abandona-
ra a Miranda en aquel momento el constante anhelo con que
había servido a la causa de la libertad, no era posible que el
desaliento lo llevara al extremo opuesto: a vender su patria, su
ideal, a España, su enemiga.

Cierto es que Bolívar creyó en la cobardía del Precursor,


pero porque se lo hicieron crer. Hemos visto como las circuns-
tancias se habían ido reuniendo en contra del indomable héroe
de tantas luchas, que, como dice Michelet, “había nacido des-
graciado”. Temperamento apasionado, nadie era más fácil de
convercer que Bolívar, a quien cegó en aquel momento el amor
inmenso que sentía por América. “Hay algo terrible, - decía
Saint-Just- en el santo amor de la Patria, porque es tan absolu-
tamente exclusivo, que todo lo sacrifica al bien de ésta, sin com-
pasión, sin espanto, sin consideración humana alguna. Él
destrozó el corazón de Manlio, él sacrifica la amistad”…Él y
sobre todo él arrastró a Bolívar contra Miranda, al futuro Li-
bertador de Hispano-América contra el Padre de la Independen-
cia.

Más tarde fue Bolívar la realización de la gran obra de es-


fuerzos, de constancia, de martirio, del siempre desdichado Pre-
cursor. Y es un deber, para los que nos atrevemos a hojear el
interminable libro del pasado de la América Española, recordar
la silenciosa grandeza del trabajo del Apóstol, prólogo formi-
dable de la tragedia inmensa de la Independencia.

203
Camila Henríquez Ureña

Luchador incansable en esa gran carrera de antorchas, supo


llevar su lumbre encendida hasta el final; y cuando el soplo de
su constante compañeraza desgracia hizo de sus manos la tea
salvadora, pudo aún antes de desaparecer para siempre, ver como
la recogían las manos del que había de colocarla en la cima, para
irradiar de allí sobre toda la tierra americana la que fue el sueño
perpetúo de su larga existencia dolorosa: la luz ansiada de la
libertad.

Habana, 18 de Mayo de 1915.

204
INFORME SOBRE LA BIBLIOTECA AMERICANA
DEL FCE

I.- TOMOS CONTRATADOS.

1) Popol Vuh: traducción, notas y prólogo de Adrian Recinos. Manuscrito


entregado, enteramente listo para la imprenta.

2) Libros de Chilam Balam de Chuyamel: traducción, notas y prólo-


gos de Alfredo Barrera Vázquez: ofrecida su entrega para marzo
15 de 1947.

3) Cristóbal Colón, Diario del descubrimiento y Cartas: pedido el


prólogo y notas al Prof. Samuel Eliot Morison: aún no ha acepta-
do encargo y debe contestarnos la última carta que le escribimos al
respecto.

4) Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias: Lewis Hanke


facilitará en poco tiempo microfilms del manuscrito de Madrid;
cuando se obtengan habrá que pensar en quien trabajaría en su
paleorafía y transcripción. En parte se optó por esta resolución y
no por la de reproducir la edición de Madrid de 1789-90, por no
contarse de inmediato con un prologuista y anotador.

205
Camila Henríquez Ureña

5) Gonzalo Fernández de Oviedo, Sumario de la Historia natural de


las Indias: primero, decidir si se hace el Sumario a la Historia,
pues esta la imprimió hará un par de años una editorial argentina
llamada “Guarania”. En todo caso, Julio Caillet-Bouis ha ofrecido
prólogo y notas, habiéndosele escrito a Orfila para que precise con
él fecha de entrega.

6) Hernán Cortés, Cartas de relación: pendientes de gestiones he-


chas cerca del Arquiecto Marquina, Director del Instituto de An-
tropología e Historia, para que Eulalia Guzmán acabe la paleogra-
fía del texto, o preste los microfilms para hacerla nosotros. A Silvio
Zavala se le han encomendado el prologo y las notas.

7) Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera: el prólogo y las notas


serán hechas por Ramón Iglesia; las ha ofrecido hacia abril o mayo
próximos.

8) Pedro Cieza de León, Crónica del Perú; El señorío de los Incas;


Descubrimiento y Conquista del Perú; Las guerras civiles del Perú:
la edición la dirigirá Raul Porras Barrenechea, quien hará también
el prólogo y las notas; se convino con él en que se mandara hacer
por cuenta nuestra una copia mecanográfica de la primera parte,
de la cual hay una buena edición en la Biblioteca de Lima; después
se harían las demás. Se le ha escrito a Porras preguntándole estado
actual trabajo. Un investigador peruano ha hallado
recientísimamente en Madrid el original de la tercera parte de la
obra de Cieza y Porras dispondrá de la transcripción ya hecha.

9) José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias: el Fondo


hizo hace cuatro años una edición que simplemente habría que re-
producir, aun cuando antes de darla a la imprenta habría que cote-
jarla con la edición príncipe, que yo tengo; se le ha pedido prólogo
y notas a Edmundo O’Gorman, aun cuando hasta ahora nada defi-
nitivo se ha convenido.

10) Fernando Colón, Vida del descubridor: Ramón Iglesia, el traduc-


tor, ha entregado el Manuscrito, y para diciembre ha ofrecido el
prólogo y las notas.

206
obras y apuntes

11) Fray Toribio de Benavante, Historia de los indios de Nueva Espa-


ña: se ha sugerido el nombre del profesor norteamericano Barlow
para el prólogo y las notas, pero no se le ha hablado, pendientes de
comprobar el acierto de la sugestión.

12) Fray Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana: Ramón


Iglesia se ha interesado por hacer prólogo y notas cuando conclu-
ya su trabajo del Bernal Díaz.

13) Sor Juana Inés de la Cruz: se le ha encomendado la edición de


toda la obra a Gabriel Méndez Plancarte, quien se ha propuesto
hacerla en tres tomos: la lírica (incluyendo los villancicos); el Tea-
tro, sacro y profano (comedia, autos, sonetos y loas); y la prosa.
Se están haciendo las copias mecanográficas del primer tomo, cuyo
prólogo y notas ha ofrecido entregar Méndez Plancarte para el
próximo diciembre; tendrá listo el volumen segundo para junio del
año entrante y el tercero para diciembre del mismo.

14) Juan Ruiz de Alarcón, Teatro: se hacen ahora las copias a máquina
(parte ya entregada en nuestro archivo); Alfonso Reyes ha ofreci-
do, por una parte, facilitar las fotografías de los originales que con-
serva en su poder, para nuestra labor de cotejo, y al mismo tiempo
ha ofrecido hacer el prólogo y las notas. Convendría recordarle y
definir el compromiso.

15) Inca Garcilaso, La Florida: dado que la edición de Emecéde de los Co-
mentarios Reales es buena y muy reciente, hemos resuelto dejar para más
tarde la impresión de esa obra; convendría pensar en otra y se ha
elegido La Florida, sugiriéndose el nombre de Ventura García Cal-
derón para el prólogo y las notas. Se le ha escrito ya.

16) Francisca Josefa de la Concepción, Vida: se tiene texto y Arciniegas


ha sugerido el nombre de un prologuista y anotador, a quien no se
ha escrito aún por carecer de su dirección.

207
Camila Henríquez Ureña

17) Francisco José de Caladas, De la influencia del clima: Germán


Arciniegas ofreció hacer el prólogo y las notas; pero.....está en Lon-
dres por tres meses.

18) Domingo Faustino Sarmiento, Campaña del Ejército Grande: Pe-


dro arregló con León Benarós el prólogo y las notas, encargo que
fue confirmado por mí en reciente visita a Buenos Aires; se ha
pedido a Orfila la confirmación de la fecha de entrega, que primi-
tivamente fue el mes de noviembre próximo.

19) Justo Sierra, Evolución política y Cartilla de historia de México:


Silvio Zavala tiene hecho un posible prólogo; pero hará falta pe-
dirle a un arqueólogo, quizá el mismo Alfonso Caso, que haga unas
cuantas notas sobre la parte de la Historia antigua.

20) Manuel Orozco y Berra, Historia antigua de México: prólogo y


notas de Susana Uribe de El Colegio de México, para entregar en
febrero de 1947.

21) Joaquín García Icazbalceta, Bibliografía mexicana: Agustín Milla-


res está encargado de la edición y ha principiado a trabajar en ella.

22) Riva Agüero, Historia en el Perú y Literatura del Perú): prólogo y


notas serán hechos por Ella Dumbar Temple, de quien se aguarda
contestación confirmando próxima fecha entrega.

23) Lucio Victorio Mansilla, Excursión a los indios ranqueles. Del pró-
logo y las notas está encargado Julio Caillet-Bois, a quien se le ha
pedido confirmación de la fecha de entrega.

24) Ricardo Palma, Bohemia de mi tiempo y Recuerdos de España: se


abandonó la idea de una reedición inmediata de las traducciones,
en vista de las muchas y recientes que hay; para las dos obras esco-
gidas ha quedado de hacer prólogo y notas Jorge Pucinnelli.

25) Jorge Isaacs, María: Germán Arciniegas ha recomendado a


Antonio Carbajal para prologuista y anotador; pero desconociendo
su dirección aún no se le ha escrito.

208
obras y apuntes

26) Simón Bolívar, Escritos: Mariano Picón Salas ha aceptado hacer la


selección, el prólogo y las notas, sin un compromiso muy claro de
entrega. Debe escribírsele.

27) Andrés Bello, Filosofía del entendimiento humano: José Gaos acep-
tó escribir prólogo y notas, comprometiéndose a entregar trabajo
en noviembre. Conviene recordarle.

28) José Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en


México: Manuel Tousaint ha aceptado hacer el prólogo y las no-
tas, para entregar en noviembre. Conviene escribirle.

29) Justo Sierra, Discursos y artículos: el prólogo y las notas los hará
Leopoldo Zea; pero conviene fijar fecha con él.

30) José Joaquín Olmedo, Poesías: el tomo lo ha hecho ya la Casa de la


Cultura Ecuatoriana, a quien podría pedirse permiso para una re-
producción literal.

31) José Batres Montúfar, Poesías: Adrián Recinos haría prólogo y


notas; de hecho, hay una edición suya de

32) Felipe Poey- Memorias (1er tomo) Prólogo de Carlos de la Torre.


Para diciembre.

33) G.G. de Avellaneda. Poesía. Teatro. Prólogo y notas de José Ma.


Chacón y Calvo.

34) Martí. Prosa. Prólogo y notas de Félix Lizaso

35) Varona. (?) Psicología, Lógica o Moral. Prólogo de Vitier.

209
Camila Henríquez Ureña

II.- TOMOS QUE PODRÍAN CONTRATARSE


ENSEGUIDA

1) Antonio Herrera y Tordecillas, Décadas: podría encontrarse el


prologuista; pero la Editorial Guarania hizo una edición hace unos
dos años. Aplazar.
2) Antonio de Solis, Historia de la Conquista de México: Enriqueta
López Lira tiene hecho prácticamente el prólogo y podría hacer
bien y con prontitud las notas.
3) Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México: Julio Le-
Riverend podría hacer bien el prólogo y notas; pero hay una edi-
ción reciente de la Colección de Escritores Mexicanos; quizás con-
vendría aplazar la nuestra.
4) Francisco de Miranda, Diario: Jorge Luis Vejerano, de Colombia,
podría ser un candidato para prolonguista y anotador; pero con-
vendría preguntar a Picón Salas para ver de hallar a un venezolano.
5) José María Luis Mora, Ensayo sobre las revoluciones en México:
el prólogo y las notas las haría bien y con prontitud Luis Arnaiz y
Feg, y aun convendría hablar con él y fijar fechas.
6) Fray Servando Tresa de Mier, Historia de la revolución de Nueva
España: podrían ser prologuistas y anotadores Miguel y Verges o
Vito Alessio Robles y el texto es fácil de obtener (Diaz Thomé)
7) José Toribio Medina, Biografía: faltaría buscar prolonguista y ano-
tador. (R.Donoso: Ercilla)
8) Manuel Montúfar, Memorias de Jalapa: pedirse a Adrián Recinos
preparar la edición.
9) Machado de Assis, Cuentos: la selección la podría hacer, pero el
problema sería encontrar traductor (el de las novelas de Alvaro
Luis) ha sido muy recomendado.
10) Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido: se ha hecho copiar el
texto. Alberto Tauro.

210
obras y apuntes

11) Juan León Mera, Cumandá: creo que puede encontrarse el texto y
el prolonguista, inquiriendo por algún ecuatoriano.

12) Manuel de Jesús Galván, Enriquillo: Supongo que Camila misma


podría hacer prólogo y notas.

13) José Bonifacio de Andrada, Memorias científicas: se ha sugerido


que escribamos a Heloisa Alberto-Torres, Directora del Museo Na-
cional de Río, quien podría hacer la selección, prólogo y notas, que
indudablemente deben ser encomendadas a un hombre de ciencia.

14) Rufino José Cuervo, Apuntaciones críticas; Disquisiciones


filológicas: quizás el mejor candidato para prólogo y notas sería
Amado Alonso; pero creo que convendría explorar la posibilidad
de encontrar en el Instituto Caro-Cuervo uno de esos curas co-
lombianos que se han dedicado a estos estudios, tal vez el Padre
Félix Restrepo, Rector de la Universidad Javeriana.

15) Manuel Orozco y Berra, Clasificación de las lenguas indígenas de


México; preguntar a Alfonso Caso de algún lingüista yanqui que
pudiera hacer el trabajo. ( Wigberto Jiménez Moreno)

16) Rubén Darío, Poesías: hay ya una edición de poesías completas en


España, publicada por Aguilar, y Losada de Argentina prepara otra;
en consecuencia, convendría pensar en este problema, a menos que
Camila hubiera convenido ya algo con Pedro Salinas.

211
Camila Henríquez Ureña

III.-OBRAS QUE CONVENDRÍA ECHAR


A ANDAR PARA EQUILIBRAR SECCIONES Y PAISES

1) América Vespucci, Cartas: quizás la yanqui que escribió reciente-


mente una biografía publicada por la Columbia University Press
pudiera servirnos.

2) Fray Antonio de Remesal, Historia de la Provincia de Chiapa y Gua-


temala: convendría dar este tomo porque sería el único cronista que
tocara, en parte al menos, a la América Central.

3) Valdivia, Cartas: convendría mucho; habría que pensar en Eyzaguirre


para el prólogo y notas.

4) Joas Antonio Andreoni: Cultura y opulencia del Brasil.

5) Gabriel Soares de Sousa: Tratado descriptivo del Brasil.

6) Juan de Castellanos: Elegía de varones ilustres.

7) Pedro Lozano:, Historia de la Conquista de la Provincia de Para-


guay Río de la Plata y Tucumán.

8) Juan del Valle Caviedes, Poesía y Teatro: el mejor prolonguista sería


sin duda alguna Lohmann, quien ha encontrado en España nuevos
manuscritos. Convendría escribirle enseguida.

9) Juan Bautista Aguirre, Poesías: edición de la Casa de la Cultura.

LITERATURA COLONIAL.-PROSA.

1) Antonio Vieira, Sermones: convendría consultar a algún brasileño


acerca de quién podría hacer la selección, prólogo y notas; subsiste
sin embargo, el problema del traductor.

212
obras y apuntes

2) Gaspar de Villarroel, Gobierno eclesiástico; habría que conseguir el


mejor texto completo (la edición de la Casa de la Cultura Ecuatoria-
na no lo es).

3) Fray Antonio de la Calancha, Crónica moralizada: ver carta Carmen


Ortiz de Cevallos y consultar también a algún boliviano.

4) Francisco Núñez de Pineda Bascuñan, Cautiverio feliz: texto, pró-


logo y notas.

5) Félix de Azara. Descripción e historia del Paraguay del Río de la


Plata: Consultar a Argentina y Paraguay.

6) Espejo. El nuevo Luciano, etc. Texto, prolonguista y anotador.

7) Oviedo y Baños. Historia de la Conquista y población de Venezuela:


ver carta de Picón Salas.

8) Alonso Henríquez: consultar a Keninstonu quien tiene copiados los


manuscritos de Nápoles.

9) Ruy Díaz de Guzmán, La Argentina manuscrita.

COLONIAL.- POESIA Y TEATRO.

1) Preguntar cuál de los tres brasileños: Durao, Gama y Gonzaga se


emprende primero.
2) Gregorio de Matos, Poesía: consultar a Astrogildo Pereira cómo
debe procederse a hacer este volumen para selección, prólogo y no-
tas, desde luego, modernizando el portugués.

3) Martín del Barco Centenera, La Argentina: consultar Buenos Aires.

4) Gabriel René Moreno, Ultimos días coloniales en el Alto Perú: pre-


guntar a algún venezolano. ¿boliviano?

213
Camila Henríquez Ureña

5) Rafael María Baralt, Historia de Venezuela: el problema en realidad,


sería, no exactamente el de publicar este libro, sino alguna historia
venezolana del Siglo XIX que sea importante; el Gobierno de ese
país, por ejemplo, ha publicado la de José Gil Fortoul. En todo caso
véanse carta de Mariano Picón Salas y del académico Landasta.

6) Manuel Sanguily, Vida de José de la Luz y Caballero: Camila dará


opiniones frescas sobre toda la colaboración cubana.
7) Paul Groussac, Los que pasaban; Liniers: habría que averiguar si
podríamos reimprimir libremente estas obras y buscar prologuista y
anotador.
8) Eduardo Posada, Apostillas a la historia colombiana: la obra muy
voluminosa (10 volúmenes) de José Manuel Restrepo Historia de la
Revolución de la República de Colombia está siendo publicada en la
Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, y, en consecuencia, con-
vendría pensar en otra obra de una importancia tan grande como
ésta.
9) Francisco Mariano Quiñónez, Apuntes para la Historia de Puerto
Rico: esta obra o una de Coll y Toste, o Salvador Brau.
10) Antonio del Monte y Tejada, Historia de Santo Domingo: igual
problema de elección de una obra histórica importante centro-ame-
ricana, eligiendo entre los autores desde Alejandro Marure hasta
Agustín Gómez Carrillo.
11) El mismo problema de elección de un historiador brasileño del
Siglo XIX, de Varnhaguen hasta Abreu.
12) Determinación de qué obra uruguaya publicamos: Lamas, Bauzá o
Ramírez.
13) Pedro Moncayo. El Ecuador de 1812 a 1875: parecería ésta la
mejor elección; se ha hecho la sugestión interesante de incluir en la
misma obra la de José Cervallos Salvador intitulado Pedro Moncayo
ante la Historia.
14) Ruy Barbosa, Selección de obras: Escribirle a Astrogildo Pereira
preguntándole el nombre de persona que por cuanta de Ita Maratí
está editando ahora las obras completas de Barbosa; habría que

214
obras y apuntes

hacer una selección de ellas, por supuesto; en nuestro programa


figura ya un prólogo de esa selección.
15) Felipe Poey, Memorias sobre la Historia natural de Cuba: Camila
traerá alguna solución a este problema. Carlos de la Torre y Huerta.
16) Enrique José Varona, Tratado de psicología: desde mi Belvedere:
Violetas y ortigas: Con el eslabón: convendría, en primer térmi-
no, comprobar que estas son las obras mas representativas del pen-
samiento de Varona, y en segundo, encontrar los prolonguistas que,
me sospecho, deben ser personas distintas.
17) Ignacio Ramírez, Artículos; Discursos: Convendría pensar en al-
gún joven historiador mexicano inteligente que quiera estudiar este
tema.
18) Eugenio María de Hostos, Moral social: Estudios: supongo que
será fácil dar con un prolonguista y anotador para obras tan cono-
cidas.
19) Juan Montalvo, Los siete tratados; Geometría moral: sospecho
que no se encontrará en Ecuador una persona suficientemente ca-
paz para hacer los prólogos de estas dos obras que, por otra parte,
tienen un valor más que nacional; sé que Roberto Agramonte se
ha ocupado de Montalvo desde hace muchos años, aunque no sé si
sería el mejor candidato para la tarea.
20) Manuel González Prada, Páginas libres; Horas de luchas: acaba
de ser editada en Lima la primera de estas obras en la que se supo-
ne una edición definitiva (contiene correcciones del propio autor;
está prologada por Luis Alberto Sánchez: supongo que, o se eli-
jan otras cosas de González Prada, o se busque una solución de
autor diferente.
21) José Enrique Rodó, Ariel: Rubén Darío; Motivos de Proteo: Car-
los Sabat Ercasty ha ofrecido hacer el tomo de Rodó para nuestra
Colección Tierra Firme y quizás no fuera un mal candidato: habrá
que escribirla.
22) Domingo Faustino Sarmiento, Facundo; Viajes; tengo la impre-
sión de que no deberíamos reeditar el Facundo a menos que no
encontráramos un prolonguista absolutamente de primer orden,
pues el texto no tendrá novedad ninguna, sobre todo después de

215
Camila Henríquez Ureña

las varias ediciones, y aun la definitiva, hechas con motivo del cen-
tenario de su publicación.
23) Juan Bautista Alberdi, Bases: una cosa no muy distinta del ante-
rior.
24) Domingo del Monte, Escritos: Tengo noticia de que José Anto-
nio Fernández de Castro ha estudiado bastante el tema y aun ha
escrito varios artículos; si así fuera, quizás convendría pensar en él.
25) José Carlos Mariategui, Siete ensayos: aun cuando no será una
solución técnicamente correcta, desde el punto de vista editorial
sería un éxito conseguir que Haya de la Torre hiciera el prólogo y
las notas de esta obra; por otra parte, no parece haber entre los
actuales marxistas peruanos una persona bastante inteligente para
hacerlo.
26) Miguel Antonio Caro, Estudios literarios: solución semejante a la
sugerida para el Cuervo.
27) Francisco Bilbao, Sociabilidad Chilena: quizás Ricardo Latchan
fuera un buen candidato, no obstante su conocida informalidad.
28) José Cecilio del Valle, no tengo ninguna sugestión.
29) José Victorino Lastarria, Recuerdos literarios: igual que anterior
30) Alberto Blest Gana, Martín Rivas: Durante la reconquista; Los
trasplantes; El loco estero: si Ricardo Latchan fuera a aceptar a
hacer el tomo previsto en un número anterior, quizás convendría
encomendarle este a Alone.
31) Manuel Guitérez Nájera, Cuentos: tal vez el mejor candidato para
selección, prólogo y notas fuera Julio Torri.
32) Pensador Mexicano, El periquillo Sarmiento: Agustín Yánez tiene
escrito ya un buen prólogo sobre el autor.
33) José del Alencar, El Guaraní: Iracema: convendría consultar a
algún brasileño sobre prologuista y anotador.
34) Vicente Pérez Rosales, Recuerdos del pasado: convendría dar con
algún chileno joven que hiciera el prólogo y notas.
35) Tomás Carrasquilla, Hace tiempo; Fruta de mi tierra: puede
consultarse a Sanín Cano.

216
obras y apuntes

36) Juan Leon Mera, Cumandá: y otras novelas cortas, quizás Leopoldo
Benites pueda encargarse de esta obra; escrbe bien y es buen críti-
co.
37) Fermin Toro: preguntar a Picón Salas.
38) Daniel Mendoza, Artículos de costumbre: lo mismo.
39) Ruben Darío, Cuentos; Libros de viaje: ninguna sugestión.
40) Antonio José Irizarri, El cristiano errante; tal vez Vela, que ha es-
crito una Historia de la literatura guatemalteca, sea un buen candi-
dato.
41) Alejandro Magariños Cervantes: ninguna sugestión. Caramurú
42) Eduardo Acevedo Díaz: tampoco.
43) Manuel Antonio Alonso; tampoco (Puerto Rico)
44) Francisco Gregorio Billini, Engracia y Antonita: Camila dirá.
45) Antonio Goncalves Díaz, Poesías: Alberto Oliveiro, Poesías: Con-
sultar a algún brasileño.
46) José Asunción Silva, Poesías: Rafael Maya podría encargarse de la
edición.
47) Guillermo Valencia, Poesías: sería un éxito extraordinario poder
hacer ahora las poesías completas de Guillemo Valencia, si bien no
parece ser un problema fácil, pues al parecer la familia tiene la im-
presión de que puede volverse multimillonaria si maneja con habi-
lidad los derechos, esto sin contar conla perturbación de una ofre-
cida edición gubernamental; de todos modos podría escribírsele a
Sanín Cano que algo reciente debe saber sobre el asunto.
48) José María Heredia, Poesías: Camila traerá alguna sugestión.
49) Juan Zorrilla, de San Martín; Tabaré: habrá que preguntar a algún
uruguayo.
50) Salvador Díaz Mirón, Poesías: habría que aplazar esta edición,
que existe una bastante reciente en la Colección de Escritores Mexi-
canos, prólogo por Antonio Castro Leal.

217
Camila Henríquez Ureña

51) José Manuel Othón, Poesías: también existe una publicación re-
ciente de sus obras completas, prólogo por Jesús Zavala, quien se
supone ser un conocedor particular del autor.
52) Manuel Gutiérrez Nájera, Poesías: quizás algún joven como José
Luis Martínez, o Alí Chumacero podría hacerla.
53) Julian del Casal, Poesías. Camila traerá alguna sugestión
54) Andrés Bello, Poesías: consultar con Picón Salas.
55) José Santos Chocano, Poesías: quizás alguno de los jóvenes críti-
cos peruanos podría hacerlo: Xaumar, Tauro, etc.
56) José Batres Montúfar, Poesías: habría que repetir la edición de
Recinos.
57) Poetas criollistas de las Antillas. Camila podría organizar el tomo.
58) José Joaquín de Olmedo, Poesías: repetir la edición de la Casa de
la Cultura Ecuatoriana.

El mayor problema que hay, sin embargo, en el plan de la Biblio-


teca Americana es el de la Sección de Viajeros que Pedro, por desgra-
cia, no llegó a proyectar.

MANUEL DE JESÚS GALVAN


E NRIQUILLO

Novela histórica sobre la época de la Conquista. Escrita en pro-


sa castiza. Publicada en Santo Domingo, 1879-1882. Se hizo nueva
edición en Barcelona, y hace poco una en Buenos Aires (Editorial
Americalee); próximamente aparecerá otra edición, de la casa Jackson,
con prólogo de Pedro Henríquez Ureña.

Para corregir errores que hayan podido deslizarse en las edicio-


nes recientes, conviene consultar las viejas, de Santo Domingo o de
Barcelona, al corregir las pruebas. Esas ediciones viejas deben de
existir en la Biblioteca Nacional de México.

218
obras y apuntes

ESTADO ACTUAL DE LA BIBLIOTECA AMERICANA


(SEPTIEMBRE DE 1947)

Publicadas:

Popol Vuh, traducción, notas y prólogo de Adrián Recinos. (Abril, 1947)

Fernando Colón-Vida del Almirante, traducción, notas y prólogo de


Ramón Iglesia (Abril, 1947)

José Bernardo Couto-Diálogo sobre la historia de la pintura en Méxi-


co,

Prólogo y notas de Manuel Toussaint.

En prensa:

Lucio Victorio Mansilla- Una excursión a los indios ranqueles, prólo-


go y notas de Julio Ciillet-Bois.

José J. De Olmedo-Poesías completas, Prólogo y notas de Aurelio


Espinosa Pólit, S.I.

José Toribio Medina, Biografía de Ercilla, prólogo de Ricardo Dono-


so.

(Donoso debe enviar ilustraciones fotográficas).

Listas para entrar en prensa:

Anales de los Cakchiqueles, traducción, notas y prólogo de Adrián


Recinos.

José Asunción Silva Poesías completas, prólogo de B. Sanín Cano.

J. García Icazbalceta-Bibliografía mexicana, prólogo y notas de Agustín


Millares Carlos.

219
Camila Henríquez Ureña

D. F.Sarmiento, Campaña en el Ejército Grande, prólogo y notas de


León Benarós.

Contratadas:

Caviedes-Poesías, prólogo y notas de Guillermo Lohmann Villena.

(Se ha escrito a Lohmann para que envíe texto de las


poesías completas, debidamente revisado. El prólogo y
la copia de una selección antológica están en nuestro
poder)

H.G.Ward, México 1827, prólogo y traducción de Hugo Díaz Thomé.

El prólogo y el segundo tomo (Texto y traducción) han


sido entregados a Enriqueta López-Lira para ser revisa-
dos. El primer tomo (texto y traducción) está en nuestro
poder).

Gracilaso de la Vega, Inca-La Florida/. Aurelio Miró Quesada ha en-


tregado el prólogo y las notas. Es necesario conseguir la
edición de Madrid, 1723, para reproducir el texto).

Libros de Chilam Balam, Traducción, prólogo y notas de Alfredo Ba-


rrera Vázquez.

(Prometió entregar para Marzo de 1947. Se le ha escrito


repetidas veces y no ha contestado).

Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista, prólogo


y notas de Ramón Iglesia.

Pedro Cieza de León-Crónica del Perú (completa). Prólogo y notas


de Raul Porras Barrenechea.

Fray Toribio de Banavente, “Motolinía”, Historia de los indios de Nue-


va España, prólogo y notas de Robert Barlow.

220
obras y apuntes

Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, prólogo y notas de Al-


fonso Méndez Plancarte. (No promete entregar antes de
fines de año).

Hernán Cortés, Cartas de relación, prólogo y notas de Eulalia Guzmán.

Francisca Josefa de la Concepción, Vida, prólogo y notas de Carlos


Martín.

(Prometió entregar y enviar el texto cotejado con los ori-


ginales, para julio de 1947. Se le ha escrito y no ha
contestado).

Ricardo Palma, Bohemia de mi tiempo y Recuerdos de España, prólo-


go de Jorge Puccinelli.

Jorge Isaacs, María. Prólogo de Enrique Amderson Imbert. (Ha escri-


to que ya tiene el prólogo terminado)

Andrés Bello, Filosofía del entendimiento, prólogo y notas de José Gaos.


(Se ha entregado a Gaos. copia de la edición de 1881,
Santiago de Chile). Queda copia completa depositada en
el archivo.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, Poesías completas, prólogo y notas


de José M. Chacón y calvo. Ha prometido entregar para
diciembre. Es preciso conseguir la edición del Centena-
rio. No se consigue en la Habana. Lo mejor será pedirla
prestada a la Biblioteca del Congreso de Washington).

Antonio de Solís, Historia de la conquista de México. Prólogo y notas


de Enriqueta López-Lira.

Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido, prólogo de Alberto Tauro.


(Prometió entregar a mediados de 1947).

Eugenio M. de Hostos., Escritos literarios, prólogo y notas de Américo


A. Lugo. (Ha prometido entregar antes de finalizar el
año 1947).

221
Camila Henríquez Ureña

José Carlos Mariátegui, Siete ensayos, prólogo de Jorge Basedre.

Poetas criollistas de las Antillas, selección y notas y prólogo de Max


Henríquez Ureña. Entregará para enero de 1948. Cosío
puede comunicarse con él, para mayor exactitud.

Lorenzo de Zavala, Ensayo histórico, prólogo y notas de Luis Chávez


Orozco.

Manuel Ascensio Segura, Teatro completo, prólogo y notas de S. Salazar


Bondy.

(Enviará también el texto).

Justo Sierra, Obras históricas, prólogo de Silvio Zavala. (Está en nues-


tro poder el prólogo)

Justo Sierra, Discursos y artículos, prólogo de Leopoldo Zoa.

Juan de Solórzano Pereira, Política indiana, prólogo y notas de Xavier


Malagón.

Juan Ruíz de Alarcón, Teatro completo, prólogo de Alfonso Reyes (2)


y notas de Agustín Millares Carlo. (Millares tiene copia
del texto de Rivadeneyra y está cotejando con los origi-
nales proporcionados por Alfonso Reyes).

Joel R. Poinsett, Notas sobre México, prólogo de Arnaiz y Freig. (No


hay noticias)

Manuel Orozco y Berra, Clasificación de las lenguas indígenas de México,


prologo y notas del profesor Norman MacQuown (Ha
quedado en entregar para diciembre de 1947).

Manuel Orozco y Berra, Historia antigua de México, prólogo de Susa-


na Uribe.

Machado de Assis, Cuentos, traducción de Antonio Gómez Robledo.


(Tenemos la edición de Jackson, de todos los tomos de
cuentos publicados por machado de Assis, y contratada

222
obras y apuntes

la traducción; pero no tenemos quién haga el prólogo y


la selección. Se ha escrito a Lucía Miguel-Pereira para
pedírselos. No ha contestado).

Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, prólogo de Ra-


món Iglesia.

Fray Servando Teresa de Mier, Historia de la revolución de Nueva


España, prólogo de Hugo Díaz Thomé. (Dice tenerlo
ya preparado).

José María Luis Mora, Ensayo sobre México y sus revoluciones, pró-
logo de Luis Arnaiz y Freg.

Juan Vicente González, Biografía de José Félix Rivas, prólogo de A.


Uslar Pietri (Quiere hacer una selección antológica. Sería
mejor publicar la Biografía completa y acaso las
Mesenianas.)

Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, prólogo y notas de


Lewis Hanke (ha enviado copia fotostática del MS que
posee la Biblioteca del Congreso de Washington. Milla-
res las está confrontando con la edición de Aguilar).

Joao Antonio Andreoni, “Antonil”, Cultura y opulencia del Brasil, pró-


logo de José Honorio Rodríguez.

José M. F. de Arrate, Llave del Nuevo Mundo, prólogo de Julio Le


Riverend.

(Se envió a Le Riverend el texto de 1876, Habana, des-


pués de copiarlo y cotejarlo. La copia está en el archivo).

En trámites:

Cristóbal Colón, Diario y Cartas. (Decidir si se encargará de esta obra


el Capitán Julio Guillén)

223
Camila Henríquez Ureña

José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias (Decidir qué se


hará sobre el prólogo de Edmundo O’Gorman):

José de la Riva Agüero, La historia en el Perú y La literatura en el Perú.


(Ha quedado sin resolver el problema, después de des-
cartar a Ella Dunbar Temple.)

José Martí, Prosa (selección), (Escribir a Félix Lizaso, que ya se ha


comprometido a hacer la selección y prólogo).

José Martí, Poesías, (comunicarse con Eugenio Florít, que tiene un vo-
lumen preparado, con prólogo y notas, y ha quedado en
enviarlo cuando termine de revisarlo).

Enrique José Varona, Obras (comunicarse con Medardo Vitier, que ya


se ha comprometido a hacerse cargo del prólogo de una
obra de Varona, sea la Lógica, la Moral o la Psicología).

Juan León Mera, Cumandá (Se ha escrito a Angel F. Rojas, pero no ha


contestado).

Pedro Lozano, Historia de las revoluciones del Paraguay (Orfila ha


quedado en sugerir un prolonguista).
Alonso Henríquez de Guzmán, Libro de la vida y costumbres. (Comu-
nicarse con Keniston).
Gregorio de Mattos, Poesías. (Comunicarse con Astrogildo Pereira).
Martín del Barco Centenera, La Argentina/ (Julio Caillet-Bois desea
hacerse cargo de esta obra).
José de la Luz y Caballero, Obras selectas. (Roberto Agramonte ha
quedado en hacer la selección y prólogo.
Domingo del Monte, Obras selectas (José Antonio Fernández de Cas-
tro ha quedado en hacerse cargo de la selección y prólo-
go).
Juan Montalvo, Escritos literarios. Se ha escrito a Leopoldo Benites.
No ha contestado).
Guillermo Valencia, Poesías. (Comunicarse con Baldomero Sanín Cano).
224
obras y apuntes

José María Heredia, Poesías. (José María Chacón y Calvo ha prometi-


do hacerse cargo, después de terminar con la
Avellaneda).
Alejandro de Humboldt, Ensayo sobre la Nueva España. (Se ha com-
prometido a Miranda para este trabajo. Debe hablar con
D.C.V. para mayor exactitud).
Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa, Relación histórica del viaje
a la América meridional. (Comunicarse con el
Contralmirante Mac Kinlay, a través e Orfila).
José María Eguren, Poesías (Se ha escrito a José Alvarado Sánchez,
Agregado cultural de la Embajada del Perú en el Cana-
dá).
Francisco José de Caldas, De la influencia del clima. (Sigue pendiente
de Germán Arciniegas).

Andrés Cavo, Historia de México. (E.J. Burrus, S.I., tiene preparada


una edición. Ha enviado su prólogo y algunas páginas para que juz-
guemos. Sería conveniente que los revisara una persona especializa-
da, Zavala, por ejemplo).

Pedro Mártir de Anglería, Décadas (parece que no será posible conse-


guir la edición preparada por Millares).

Poesía azteca (Angel Garibay tiene una selección preparada y traduci-


da, con prólogo y notas. Lo recomiendan Alfonso Caso y el profe-
sor Barlow. Sería conveniente comunicarse con él).

Juan Ramón Molina, Poesías (Rafael Heliodoro Valle ha convenido en


hacerse cargo de la edición).

Enrique Piñeyro, Biografías americanas. J.A. Portuondo se hará cargo.

225
(SOLAPAS PARA LA V IDA DEL
ALMIRANTE DE H ERNANDO C OLÓN )

PUBLICADO POR LA COLECCIÓN BIBLIOTECA AMERICANA


DEL FCE DE MÉXICO .

Don Hernando Colón, hijo segundo de Cristóbal Colón,


fue figura representativa del Renacimiento: se distinguió como
jurisconsulto, cosmógrafo, viajero, bibliófilo y hombre de le-
tras, y contribuyó en gran manera establecer y guardar las tra-
diciones de su familia, desde entonces célebre.

En esta obra se nos revela en otra faz de su talento, como


historiador de una vida que parece legendaria, ya que en ella
se juntan a las más grandes hazañas y glorias los mayores
infortunios. El padre es el héroe de esta epopeya; el hijo es
su narrador impar. No es probable que se conservara noticia
de muchos hechos de la vida del Almirante si don Hernando
no los consignara en su libro, con empeño de veracidad: que
“si en esta obra mía –dice- se hallare algún defecto, no será el

227
que padecen la mayor parte de los historiadores, que es la poca
e incierta verdad de lo que escriben”; y aseguran recogido los
datos que aporta “de los escritos y cartas que quedaron del mis-
mo Almirante, y de lo que yo vi, estando presente”.

Al emprender el Almirante su cuarto viaje, llevó de compa-


ñero a don Hernando, que apenas contaría catorce años. Aquel
viaje bien merece el nombre de odisea. Durante largos días los
navegantes, envueltos en furiosa tempestad, no vieron brillar
“cielo ni estrellas” y por instantes creyeron sepultarse en el mar
con sus navíos. El Almirante, aunque postrado por implacable
enfermedad, gobernaba sagazmente hombres y barcos; don
Hernando se conducía con entereza “como si hubiese navegado
ochenta años”; y como en la antigua historia de Ulises, no sólo
tuvieron, padre e hijo, que arrostrar la ira del océano, sino la
turbulencia de los tripulantes de sus escasas naves. A este viaje,
el más azaroso y contrario, poco tiempo sobrevivió el Almiran-
te.

Más tarde, en su retiro de Sevilla, rodeado de su famosa


biblioteca, don Hernando consagró largos años “al aumento
de las letras” y a glorificar y despejar de inmerecidas sombras
la memoria del Almirante. Hasta qué punto consideró que su
existencia estaba ligada a la de su ilustre padre, nos lo reve-
lan estas palabras del epitafio que quiso hacer y colocar so-
bre su propia tumba:

“Aquí yace don Hernando Colón, hijo de don Cristóbal Co-


lón, primer Almirante que descubrió las Indias, que… falleció a
doce días del mes de julio de 1539, treinta y cinco años después
del fallecimiento de su padre; ¡Rogad a Dios por ellos!”.
Tan acendrada devoción no puede menos de reflejarse en
la obra. Por cada una de sus páginas cruza, magnífica, la figu-
ra del Almirante, como lo viera su joven hijo: “de más que
mediana estatura”, de blancos cabellos, de modesto y grave
continente, siempre digno y sereno, ¡enemigo de juramento y
blasfemia” capaz de resolver con su genio y paciencia los más
arduos problemas. Y muestra don Hernando herencia de me-
sura y discreción, pues ni admiración ni censura en forma vio-
lenta, sino que se sitúa a justa distancia de la exaltación exagerada
del héroe y la exagerada denigración de sus detractores.

En lo que obra tiene de autobiográfico y don Hernando es,


a la par, historiador y personaje, nos tramite la freca impresión
de su encuentro con la realidad desconocida, tan entremezclada
con la fábula que no era fácil determinar sus límites. En el fon-
do y estilo conserva el asombro ingenuo, la fe en posibilidades
mágicas; pero despuntan, aquí y allá, las perspicaces dudas que,
en aquel choque sorprendente de la leyenda con el hecho histó-
rico, va sugiriendo al autor su buen sentido, y rivaliza don
Hernando con el Almirante en la vivacidad y exactitud de ob-
servación y pintura de la nueva naturaleza y gentes, maravilla
verdadera superior a toda fantasía.

Esta obra de importancia esencial fue publicada en italiano


en el siglo XVI y ha tenido pocas ediciones en castellano. La
nueva y depurada traducción en que este volumen ofrecemos se
debe al erudito español Ramón Iglesia, que tan alta reputación
ha alcanzado por sus trabajos en el Centro de Estudios Históri-
cos de Madrid, sus libros El hombre Colón y otros ensayos y
Cronistas e historiadores de la conquista de México y otros
maduros estudios.

229
De manera sencilla y sobria, fiel a la del autor original, se
conserva en esta versión la genuina belleza de una obra
hermosamente escrita y sentida; obra que, como ha dicho Was-
hington Irving, es “piedra fundamental de la historia del mun-
do americano”.

Esta es una reunión feliz, porque celebra una preciada


realización: La de una vida que alcanza hoy una cumbre, en
serie de realizaciones que ha de continuar su marcha ascen-
dente. Una vida consagrada al servicio de los seres humanos.
No es frecuente que servicio tal pueda rendirse en tantas y
tantas varias formas a la vez. En Mirta se reúnen la inspiradora
voz de la poetisa, el recto criterio de la ensayista docta y pro-
funda, la firmeza moral de la luchadora infatigable en las
lides políticas y sociales, y la generosa comprensión y donde
si misma de la maestra que sabe medir el alcance de la obra
educadora. Y aún, si nos atrevemos a entrar en terreno más
íntimo, en su vida privada encontramos la inquebrantable
devoción que ha sabido siempre consagrar, abnegadamente, a
familiares y amigos. Rasgos son estos que definen y erigen
ante nuestra admiración una personalidad ejemplar.

Admiración y cariño mueven a rendirle hoy homenaje. No-


sotros, los que aquí en la Universidad tenemos la fortuna de
ser sus compañeros y sus discípulos, queremos, al ofrecérse-
los, expresarle nuestro deseo de que siempre vea premiados
sus altos méritos y esfuerzos y de que siga siendo nuestra
compañera muchos años por venir. Creo que al decir esto,
debo hablar muy señaladamente en nombre de los alumnos.
No me corresponde el mérito de haber sido maestra de Mirta
(muy poco, si algo, he podido ayudar a la formación de quien
nació dotada para formarse a si misma y a otros: pero si he
podido contribuir a la formación de discípulos que lo han sido
míos y lo son de ella. Al brindar hoy por la presente y la futu-
ra dicha de Mirta, quiero dirigir una exhortación a esos discí-
pulos, con las palabras que José E. Rodó puso en boca del vie-
jo maestro de su parábola: Brindemos por quien me ha venci-
do, con Honor, en vosotros.

231
Í NDICE ONOMÁSTICO

A
Acevedo, Eduardo Díaz 217
Acosta, José de 224
Addington, Henry 193
Agramonte, Roberto 215, 224
Agüero, Riva 208, 224
Aguiar, Enrique 161, 165
Alarcón Ruíz, Juan de 222
Alberto-Torres, Halcisa 211
Alejandro el Grande 123
Alencar, José del 216
Alighieri, Dante 18, 22, 91, 103, 106
Alonso, Manuel Antonio 217
Alvarado, José Sánchez 225
Alvear 198
Amderson, Enrique Imbert 221
Amenofis III 124
Amiama, Manuel A. 161
Ammannati, Bartolomeo 15
Amrú 121
Andara, José Bonifacio de 211
Andranin, Andrea 13
Andreoni, Joao Antonio 223
Anglería, Pedro Mártir de 225
Antequera, José 180
Apuleyo 101
Aquitania, Alienor de 102
Arciniegas, Germán 225
Archambault, Pedro M. 165

233
Camila Henríquez Ureña

Aristóteles 105
Arnaiz y Freg, Luis 210, 223
Arrate y Acosta, José Martín Félix de 223
Assis, Machado de 210, 222
Assurbanipal 122

Banavente, Fray Toribio de 220


Bandinelli 15, 20
Baralt, Rafael María 214
Barberini, Juno 30, 31, 140, 141
Barboa, Ruy 214
Barco Centenera, Martín del 224
Barco Centenera, Msrtín 213
Barlow, Robert 220
Barrera Vázquez, Alfredo 220
Bassano 11, 14, 41
Batista Alberti, León 18
Batres Montúfar, José 218
Bautista, Juan Alberdi 216
Bautista, Juan Tupac Amaru 182
Bazil, Osvaldo 161
Becerra, José Carlos 202
Bécquer, Gustavo Adolfo 58, 75, 109
Bellini, Giovanni 7, 12, 13
Bello, Andrés 198, 209, 218, 221
Benarós, León 220
Benassi, Memo 12
Benites, Leopoldo 217, 224
Berbeo, Juan Francisco 181
Bermúdez, Federico 161
Bernardo, José Couto 209, 219

234
obras y apuntes

Berni, Antonio 45, 49


Bernini, Gian Lorenzo 26, 30, 31
Berroa, Quiterio Canelo 169
Bidó, Augusto Franco 169
Bigatti, Alfredo 45
Bilbao, Francisco 216
Bilivert, Giovanni 20
Billini, Francisco Gregorio 161
Billini, Miguel 164
Blest, Alberto Cana 216
Bolívar, Simón 173, 182, 196, 198, 200, 201, 202, 203, 209
Boltraffio 7, 9
Bonaparte, Napoleón 190
Bondome, Giotto di 17
Bonifacio 12
Borelli, Lyda 5
Borgognone, Ambrogio 9
Bosch, Juan 161, 165, 168
Boticelli 16, 20, 32
Botta, Carlo 18
Bourget, Paul 109
Brache, Elías 42
Brau, Salvador 214
Brigatti 48
Brissot 189
Brueghel, Giovanni 8
Brunelleschi, Filippo 24
Brunet, Marta 46
Bruno, Giordano 172
Bulter 49

235
Camila Henríquez Ureña

Caballero de Florián 108


Cabral, Manuel del 161
Caillet-Bois, Julio 208, 224
Cajigal, Juan Manuel de 186
Caldas, Francisco José de 225
Calderón de la Barca, Pedro 96, 143, 145, 207
Cambises 124, 127
Canova, Antonio 8, 13, 18, 26, 30, 33
Carere 33
Carlos III 180
Carlos, José Mariategui 216
Carlos, José Mariátegui 221
Caro, Miguel Antonio 198, 216
Caro, Rodrigo 79
Carrasquilla, Tomás 216
Carriera, Rosalba 13
Casal, Julián del 218
Casas, Fray Bartolomé de las 205, 223
Caso, Alfonso 225
Cassioli 17
Castillo, Rafael Justino 168
Catalina de Rusia 188
Cataneo, Danese 13
Cavo, Andrés 225
Cervantes Saavedra, Miguel de 52, 59, 76, 105, 106
Cestero, Tulio Manuel 161
Cieza de León, Pedro 220
Ciillet-Bois, Julio 219
Ciro 122, 124, 126
Cittadini 49

236
obras y apuntes

Clavijero, Francisco Javier 210


Cleomenes 16
Cochrance, Stuart 185, 195
Colón, Cristóbal 33, 57, 58, 174, 175, 205, 223
Colón, Diego 58
Colón, Fernando 206, 219
Colón, Hernando 227, 228
Colson, Jayme 165
Condorcanqui, José Gabriel 180
Contarini, Giovanne 12
Contín Aviar, Pedro René 161
Corneille, Pierre 184
Corral, Pedro del 107
Cortés, Hernán 55, 100, 206, 221
Cosme I 15
Cruz, Sor Juana Inés de la 220
Cuervo, Rufino José 211
Cueva, Juan de la 76

CH

Chacón y Calvo, José María 225


Champollion, Jean François 5
Chardon 49
Charro, Domínguez, Francisco 161
Chateaubriand, François René de 109
Chávez Orozco, Luis 222
Chumacero, Alí 218

237
Camila Henríquez Ureña

Da Vinci, Leonardo 5, 7, 8, 9, 10, 16, 29, 112


Damirón, Rafael 161, 164
Darío, Ruben 217
Darío, Rubén 211, 215
Deligne, Gastón Fernando 161
Deligne, Rafael 161
Descalzi 49
Díaz del Castillo, Bernal 220
Díaz, Gustavo Adolfo 169
Díaz Ordóñez, Virgilio 161
Díaz, Roberto García 68
Díaz, Salvador Mirón 217
Díaz Thomé, Hugo 220, 223
Donatello 14, 15, 17, 18, 21, 24
Donato Montorfano, Giovanni 8
Donnay, M. 7
Donoso, Ricardo 219
dos Passos, John 109
Duguesclin, Bertran 107
Dumas 104, 109
Dumbar, Ella Temple 208
Dumouriez 189
Duque de Rivas 109
Duque Fernando de Génova 5
Durero, Alberto 13
Duse, Eleonora 12

238
obras y apuntes

Ebers, George 110


Echevarri, Delia 46
Eguren, José María 225
Eliot, George 110
Emerson 100
Enrique Apolinar Henríquez 168
Enrique de Trastamara 59
Enrique IV 96, 137
Eratóstenes 112
Espejo, José 185
Espinosa Pólit, Aurelio 219
Esquilo 101, 172

Fantacchiotti 18
Farobini, Federico 33
Federico el Grande 150, 188
Federico García Godoy 164
Felipe II 179
Felipe, León 100
Félix, José Rivas 223
Fenelón 108
Fernández de Castro, José Antonio, 224
Ferrero, Guillermo 99
Fiallo, Fabio 167
Fidias 27, 30
Fiesole, Mino de 17
Figari, Pedro 49
Flaubert, Gustavo 109, 110
Florentino, Alejandro 23
Forner, Raquel 45

239
Camila Henríquez Ureña

Foscari 13
France, Anatole 100
Freites Roque, Arturo 164
Frosnio, Fra Bartolomeo de 21

Galán, José Antonio 181


Galdames, Héctor 48
Galdames, Manuel 38
Galileo 18
Galván, Manuel de Jesús 162
Gallori 31
Gaos, José 209, 221
García Godoy, Héctor 167
García Icazbalceta, Joaquín 208
García, J. Icazbalceta 219
Garibay, Angel 225
Gatón Arce, Freddy 162
Gautier, Théophile 110
Gaye, Ernesto 68
Ghirlandagio 15, 16, 23
Giorgione 20
Giovane, Palma 12
Giró, Valentín 162
Giuliano 17
Godoy, García, Federico 162
Gómez, Antonio Robledo 222
Gómez de Avellaneda, Gertudris 209
Gómez, Gertrudis de Avellaneda 221
Goncalves, Antonio Díaz 217
Goneu 49
González, Manuel Prada 215

240
obras y apuntes

Goya y Lucientes, Francisco de 48


Greco 48
Gregorio, Francisco Baillini 217
Gregorio, Francisco Billini 164
Grimani 13
Groussac, Paul 214
Gual, Manuel 181, 192
Guerin, M. de 109
Guevara, Fray Antonio de 108
Güiraldes, Alberto 49
Guitérez, Manuel Nájera 216
Gustioz, Gonzalo 60
Gutiérrez, Gramajo 49
Gutiérrez Nájera, Manuel 218
Guzmán, Eulalia 221

Hanke, Lewis 223


Hateser 124
Heliodoro, Rafael Valle 225
Henríquez Carvajal, Federico 162
Henríquez Castillo, Luis 166
Henríquez de Guzmán, Alonso 224
Henríquez, Enrique 162, 168
Henríquez, Max Ureña 222
Henríquez Ureña, Camila 162
Henríquez Ureña, Max 162, 165
Henríquez Ureña, Pedro 162
Heredia, José María 217, 225
Hernández Franco, Tomás 162
Hernández, Gregorio 79
Herrera y Tordecillas, Antonio 210
Hidalgo, Elvira de 9

241
Camila Henríquez Ureña

Homero 101, 106


Honorio, José Rodríguez 223
Hostos, Eugenio María de 215, 221
Hugo, Víctor 109
Humboldt, Alejandro de 225

Iglesia, Ramón 219, 220, 223


Incháustegui Cabral, Héctor 162
Irizarri, Antonio José 217
Irurtia, Rogelio 45
Irving, Washington 230
Isaacs, Jorge 208, 221
Isabel la Católica 57, 100

Javier, Francisco Pirela 182


Jenofonte 101, 108, 126
Jesús Galván, Manuel de 211
Jiménez, Miguel Angel 162
Jiménez, Ramón Emilio 168
Joaquín, José Olmedo 209
Jordaens, Jacob 8
José II 188
José María de España 181
José Ramón López 168
Josefa, Francisca de la Concepción 221
Juan de Bolonia 15
Juan II 96

242
obras y apuntes

Kalidasa 101
Kefren 123
Keops 123
Kinlay, Mac 225
Kisling 48
Koncaxo, Pedro 214

Lamartine, Alphonse de 188, 189


Landonai 23
Lastarria, José Victorino 216
Latghan, Ricardo 216
Le Riverend, Julio 210, 223
Lebrón Saviñón, Mariano 162
León, Francisco de 180
León Mera, Juan 211, 217, 224
León X 15, 31
Leopardi, Alessandro 13
Lippi, Filippo 16, 23, 24, 29, 31
Lizaso, Félix 224
Locay Polanco, Ramón 166
Lohmann, Guillermo Villena 220
Longhi 13, 14
López, José Ramón 164
López Lira, Enriqueta 210
López, Narciso 191
López-Lira, Enriqueta 220, 221
Lord Byron 109
Lord Chathan 192
Lozano, Pedro 224

243
Camila Henríquez Ureña

Lualdi, Adriano 10
Lugo, Américo 68, 162, 167, 221
Luini, Bernardino 7, 9
Luis, Alvaro 210
Luis Mora, José María 210, 223
Luz y Caballero, José de la 224

Magariños Cervantes, Alejandro 217


Magni 7
Mahon, Mac 6
Maiano, Benedetto de 15
Malagón, Xavier 222
Mansilla, Lucio Victorio 208, 219
Manzini, Henry 109, 174, 184, 187
Maratí, Ita 214
Marchesi 8
Marengo, Isabel 44
María de Francia 102
Marrero Aizti, Ramón 165
Marrero Aristy, Ramón 162
Martí, José Julián 172, 209, 224
Martín, Carlos 49, 221
Martínez Estrada, Ezequiel 46
Martínez, José Luis 218
Martínez Montañés, Juan 79
Mason, James 69
Matos, Gregorio de 213, 224
Matto de Turner, Clorinda 210, 221
Maya, Rafael 217

244
obras y apuntes

Mecerino 123
Medici, Cosme de 18
Mejía Glas, José Manuel 162
Mejía, Gustavo Adolfo 169
Mendieta, Jerónimo de 223
Mendoza, Angélica 45
Mendoza, Daniel 217
Mengoni 6
Michelangelo 20
Michelet, Jules 189, 203
Michelozzi 17
Mieses Burgos, Franklyn 162
Miguel Angel 15, 16, 17, 18, 21, 22, 30, 32
Miguel Angel Moa 165
Millares, Agustín 208, 219, 222
Mir, Pedro 162
Miranda, Francisco de 70, 171, 172, 186, 210
Miró, Gabriel 50
Miró Quesada, Aurelio 220
Moao, Patué 169
Modigliani, Amedeo 48
Molina, Juan Ramón 225
Mompox, Fernando de 180
Montalvo, Juan 215, 224
Monte, Domingo del 216, 224
Monte, Félix María del 162
Monte y Tejada, Antonio del 214
Monteverde, Domingo 200
Montúfar, Manuel 210
Moreal, Emilio 162
Moreno, Gabriel Rene 213

245
Camila Henríquez Ureña

Morosini, Michele 13
Moscoso Puello, Francisco 162
Moscoso Puello, Francisco E. 165

Nabucodonosor 122
Nainta, Abelardo 167
Napoleón 8, 20, 190, 198
Napoleón III 6
Nariño, Antonio 185, 186, 198
Neckp 124
Nolasco, Sócrates 162

O´Higgins, Bernardo 198


Oggiono, Marco da 7, 9
O’Gorman, Edmundo 224
Oliveiro, Alberto 217
Olmedo, José Joaquín 219
Olmedo, José Joaquín 218
Orcagna, Jacobo 17
Ordoñez, Pedrito 68
Orozco y Berra, Manuel 208, 211, 222
Ortea, Virginia Elena 168
Otón, José Manuel 218
Otricoli 30
Ovidio 112

246
obras y apuntes

Padilla, Juan de 180


Palma, Ricardo 208, 221
Passaglia, Augusto 17
Pellegrini, Carlos 49
Pellerano Castro, Arturo B. 162
Penson, César Nicolás 162, 168
Perdomo, Apolinar 163
Perdomo, Josefa Antonia 163
Pereira, Astrogildo 213, 214, 224
Pérez Alfonseca, Ricardo 163
Pérez, Fray Juan 57
Pérez, José Joaquín 163
Pérez, Vicente Rosales 216
Pericles 50, 171
Perozo, César N. 169
Perse, Saint-John 110
Perugino, Pietro 16, 32
Pesaro, Giovanni 13
Petion 188, 189
Petorutti, Emilio 49
Petronio 101
Picón, Mariano 209, 214
Pichardo, Furcy 169
Pichardo, José María 164, 169
Pinzón, Martín 57, 58
Piñeyro, Enrique 225
Pitt, William 191
Platón 101
Plinio 30, 51
Poey, Felipe 209, 215
Poinsett, Joel Roberts 222
Ponte, Jacopo da 9

247
Camila Henríquez Ureña

Popham, Home 194


Porras, Raul Barrenechea 220
Portalatín, Aida Cartagena 163
Portuondo, J.A. 225
Posada, Eduardo 214
Praga, Marco 12
Praxíteles 16
Príncipe Potemkine 188
Prudhomme, Emilio 163
Psamético 124
Puccinelli, Jorge 208, 221
Pueyrredón, Prilidiano 49

Quercieta, Giulio 12
Quinquella 49
Quiñónez, Francisco Mariano 214

Racine, Jean Baptiste 184


Rafael 7, 9, 16, 20, 24, 26, 29, 30, 31, 32, 56
Ramírez, Ignacio 215
Ramsés II 124
Raynal 184
Read, Horacio 164
Recinos, Adrián 210, 219
Rembrandt 8
Reni, Guido 16, 24, 29, 30, 32
Requena, Andrés Francisco 163, 165
Restrepo, Félix 211
Rey Darío 124

248
obras y apuntes

Reyes, Alfonso 222


Ricart, Leticia 42
Ricci, Stefano 18
Riccio Gianpetrino, Pietro 9
Rimski-Kórsakov, Nikolái Andréievich 44
Robbia, Luca della 17
Robertson, William 177
Rodenbach, Georges 109
Rodin, Auguste 21, 47, 48
Rodó, José Enrique 215
Rodríguez, Abelardo 67
Rodríguez Lobo, Francisco 105
Rodríguez Objío, Manuel 163
Rojas, Angel F. 224
Roldán, Pedro 79
Romanetti 24
Romano, Giulio 26, 32
Rosselli 32
Rossi, Vicenzo 15, 17, 18
Rossini, Gioacchino Antonio 4, 18
Rousseau, Jean-Jacques 145, 184
Rubens, Petrus Paulus 7, 25, 28, 49
Rueda, Lope de 76
Rueda, Manuel 163
Ruggeri, Ruggero 5

Sabat Ercasty, Carlos 215


Salaino 7, 9
Salas, Picón 210
Salazar, S. Bondy 222

249
Camila Henríquez Ureña

Samper, Ricardo 197


Sánchez, Florencio 46
Sánchez, Luis Alberto 215
Sánchez Lushino, Ricardo 169
Sanguily, Manuel 214
Sanín Cano, Baldomero 219, 224
Sansovino 13, 17
Santos, José Chocano 218
Sargón I 123
Sargón II 122
Sarmiento, Domingo Faustino 215, 220
Sciuti, Giusseppe 33
Scott, Walter 109
Scout, Walter 108, 109
Schiller, Friedrich von 109
Segura, Manuel Ascensio 222
Selinas, Pedro 211
Senaquerib 122, 124
Sesostris 5, 124
Sesto, Cesare da 7
Seviñón, Altagracia 163
Shikibu, Murasaki no 127
Sibellino, Antonio 45
Sierra, Justo 208, 209, 222
Signorelli, Luca 20
Silva, José Asunción 217, 219
Sócrates 126, 168, 169
Sodini 15
Sófocles 174
Solario, Andrea 7
Solís, Antonio de 210, 221
Solórzano Pereira, Juan de 222
Spencer Fernández, Antonio 161

250
obras y apuntes

Spinazzi, Innocenzo 18
Stanwick, Bárbara 69

Tacca 24
Tauro, Alberto 221
Teglatfalasar III 122
Teresa de Mier, Fray Servando 223
Thierry, Agustín 99
Ticiano 11, 13, 19, 26, 28, 29, 32
Tiepolo, Giovanni Battista 9, 14, 19
Tintoretto 11, 12, 14, 19, 24, 28
Tito Livio 99
Tiziano 9
Tolentino, Rafael Cesar 167
Toribio Medina, José 210, 219
Toro, Fermin 217
Torre, Carlos de la 209, 215
Tousaint, Manuel 209
Toussaint, Manuel 219
Tresa de Mier, Fray Servando 210
Troncoso de la Concha, Manuel de J. 168
Troyes, Chrestien de 102
Tsin Clu Hoang-ti 125
Tura, Cosimo 13
Turguenev, Iván Serguéievich 107
Tutmés III 124

Ugoz, Cassioli 18
Ulloa, Antonio de 225

251
Camila Henríquez Ureña

Ureña de Henríquez, Salomé 163


Ureña de Mendoza, Nicolás 163
Uribe, Susana 208, 222
Uslar Pietri, Arturo 223

Valdés, Juan de 104


Valencia, Guillermo 217, 224
Valencia, Manuel María 163
Valero, Manuel 163
Valle, José Cecilio del 216
Van Dyck, Anthony 8
Varona, Enrique 209, 215, 224
Vasari, Giorgio 15, 18, 19, 24
Vecchio, Palma 12, 26, 28
Vechioli 45, 49
Vega Battle, Julio 169
Vega, Garcilaso de la 60, 107, 220
Vega, Lope de 96, 143
Vejerano, Jorge Luis 210
Vélez de Guevara, Luis 59
Veloz Maggiolo, Mario 165
Veronese, Paolo 11
Vicente, Juan González 223
Vicentino, Andrea 12
Victórica 49
Vigil Díaz, Otilio 163
Vigny, Alfredo de 109
Virgilio 101
Vitier, Medardo 224
Vittorio Emmanuele II 6
Vittorio Emmanuel II 25
Vlamiki 101

252
obras y apuntes

Vlaminck, Maurice de 48
Voltaire 184

Wagner, Richard 13, 102


Ward, H.G. 220
Wells, Herbert George 122
Wilcken 104

Yánez, Agustín 216

Zapiola, José Matías 198


Zavala, Jesús 218
Zavala, Lorenzo de 222
Zea, Leopoldo 209
Zoa, Leopoldo 222
Zola, Émile 109
Zorrilla, Juan 217

253
Í NDICE GENERAL

I. DIARIOS DE VIAJES ......................................... 1

VIAJE A ITALIA ........................................................ 3

VIAJE A SURAMÉRICA ........................................... 35

VIAJES A CANARIAS ............................................... 51

VIAJES DE LA HABANA A SEVILLA 1953 ........ 63

FIESTA EN SEVILLA (1953) ................................... 75

TEMAS DE HISTORIA Y SOCIEDAD ............ 85

Visión general de la sociedad medieval ..................... 87

Edad Media española .................................................. 95

Concepto de la novela histórica. Sus diferentes


tipos. Su desarrollo histórico. Leyenda e historia. ... 99

Historia de la música ................................................... 129

Publicaciones y escritores dominicanos ..................... 161

Francisco de Miranda, El Precursor .......................... 171

Informe sobre la Biblioteca Americana del FCE..... 205

Solapas para la Vida del Almirante de


Hernando Colón) ......................................................... 227

255

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