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Luchas sociales y memoria en América Latina

Lourdes Murri

mlourdesmurri@gmail.com

Nos dicen que tenemos un deber de memoria, que está prohibido olvidar. Frente al ciclo de
grandes movilizaciones sociales que se está expandiendo por toda nuestra región, la pregunta
resuena: ¿memoria de qué? ¿Memoria para qué?

Los pueblos que habitan el considerado territorio chileno, están protagonizando en las calles la
mayor manifestación que se ha visto en décadas. No lo vimos venir, no era fácil de predecir. Algo
que comenzó como el llamado a evasión del metro por parte de lxs estudiantes secundarixs, hoy
se presenta como una resistencia transversal a todos los sectores de la sociedad.

Más de seis semanas hace que el gobierno de Piñera se encuentra en jaque, prefiriendo la
represión a escuchar los reclamos populares. La popularidad del presidente chileno se ha
desplomado apenas al 13%. En estas jornadas de lucha sobresalen las exigencias de renuncia del
alto mandatario y la conformación de una asamblea constituyente.

Las prácticas represivas en Chile, de especial violencia contra mujeres y jóvenes, parecieran
replicar los métodos dictatoriales, generando un perturbador puente entre los años pinochetistas
y el presente. Puente que además ha sido construido con bases en una constitución autoritaria y
un modelo económico neoliberal cuya fecha de imposición se sitúa en el 11 de setiembre de 1973.

En Bolivia un golpe de estado destituyó a Evo Morales volviendo así la derecha al poder por
medio de la fuerza. Se decía que el siglo XXI era el de los golpes “blandos”, pero en este último año
se mostró que los sectores privilegiados mantienen sus tradicionales prácticas.

Quizás lo novedoso esté en las formas de participación popular, en la creatividad de quienes se


manifiestan, en el entramado de “redes sociales” en todos sus sentidos posibles. Y es que una
generación completa está siendo protagonista de estos cambios, enfrentándose abiertamente a
regímenes económicos y políticos violentos. Hablo de quienes nacimos en democracia, en los
noventa y dos mil, quienes conocimos sólo por terceros los años del terror, quienes no tenemos
horizontes políticos tan claros pero sí utopías, o por lo menos entendemos que hay injusticias que
nos cansamos de tolerar.

Toda esta generación tiene como punto en común además la permanente flexibilidad laboral, las
pocas expectativas de estabilidad y crecimiento económico y un enorme acceso a la información.
Usuaries de redes, construyendo nuevas plataformas. Podríamos decir que se trata de una
generación consolidada en el neoliberalismo pero que no ha sacado ninguna ventaja de ello más
que mirar desde las vitrinas. A esto se suma un factor central: es una generación sin miedo.
Nacida y crecida en democracia, esta generación no sufrió física ni psicológicamente los efectos
del terrorismo estatal que sí han vivido sus padres, madres, abuelas y abuelos.

¿Por qué hablar de memorias en estos momentos donde pareciera que las movilizaciones y la
energía de las sociedades que despertaron nos empujan hacia “adelante”? ¿Es acaso la memoria
un ejercicio de quedarnos “atrás”? ¿Qué papel le cabe a la memoria colectiva en estos tiempos de
quiebres?

Hace unos días se realizó el IV Encuentro Internacional de Memorias en Lima. Fue una oportunidad
donde se dialogó desde los lugares de la memoria tanto de Perú como de Chile, Argentina y
Colombia. En el taller sobre Chile más que intercambiar en términos y conceptos desde la
abstracción, el temario se articuló en función de la coyuntura de estas semanas. Porque si algo nos
dejaron en claro los y las compañeros y compañeras chilenxs es que el lugar de la memoria es el
de los derechos humanos e igual que éstos la memoria no prescribe.

Como señalara Francisco Estévez, director del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de
Santiago de Chile, el “Nunca Más” respecto a las dictaduras y las violaciones de derechos debe ir
acompañado de un “Más que Nunca”. Hoy más que nunca debemos fortalecer nuestros vínculos,
fortalecer los espacios colectivos y, como nuestrxs hermanxs de Chile, poner el cuerpo en la lucha
por una sociedad más justa. El neoliberalismo desarticuló nuestras redes, nos individualizó al
máximo punto del egoísmo hedonista, pero no fue suficiente, porque tenemos memoria.

La memoria nos permite situarnos históricamente, para comprender que el sistema neoliberal es
resultado de una imposición en nuestra región a costa de la vida de miles y miles de jóvenes
detenidxs desaparecidxs por querer un modelo de sociedad más igualitaria. La memoria a su vez
brinda herramientas para que observemos el presente como parte de un proceso de luchas que
tiene tiempo e historia: aprender de las derrotas y las victorias de los movimientos sociales en el
pasado. La historia nunca se repite exactamente igual, pero hay procesos de larga y media
duración que se reciclan y persisten, la memoria no es la repetición literal de lo que pasó sino la
significación que hacemos de ese pasado en el presente.

Como señala Jacques Le Goff: “la memoria, a la que atañe la historia, que a su vez la alimenta,
apunta a salvar el pasado sólo para servir al presente y al futuro. Se debe actuar de modo que la
memoria colectiva sirva a la liberación, y no a la servidumbre de los hombres”- y de las sociedades.

REFERENCIAS

Le Goff, Jacques (1991) El orden de la memoria, Paidós, Buenos Aires.

Pronunciamiento en el IV Encuentro Internacional de Memorias LUM, Lima 28 de noviembre de


2019 disponible en: https://ww3.museodelamemoria.cl/Informate/declaracion-del-iv-encuentro-
internacional-lum-de-memorias-en-solidaridad-con-chile/?fbclid=IwAR0-
mEyf_QU_8FeLfbMw0h56kfAq3lY4xd9pvo6vH1pdMf5wkLctHuFyV5I

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